Pablo Siquier. Murales e instalaciones

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Pablo Siquier Murales e instalaciones



A Elisa Strada



Pablo Siquier Murales e instalaciones

24 de febrero al 8 de abril de 2012 Sala Cronopios, Centro Cultural Recoleta Buenos Aires


Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Jefe de Gobierno: Mauricio Macri Vicejefa de Gobierno: María Eugenia Vidal Ministro de Cultura: Hernán Lombardi Director General del Centro Cultural Recoleta: Claudio Patricio Massetti Director Operativo de Programación y Curaduría: Elio Kapszuk Director Operativo de Gestión de Operaciones: Carlos Villoldo Director Operativo de Infraestructura y Funcionamiento Edilicio: Eduardo Tapia Subdirectora Operativa de Investigación, Creación y Capacitación: Silvia Sánchez Asesora General de Dirección General: María Rita C. de Fernández Madero Curador y Asesor de Artes Visuales: Renato Rita

Asociación Amigos del Centro Cultural Recoleta Comisión directiva: Magdalena Cordero, Alejandro Corres, Nora Hojman, Marlise Jozami, Graciela Adán, Isaac Zaharya, Jacobo Fiterman, Esteban Tedesco, Gabriel Guilligan, Guillermo Navone y Alejandro Oxenford. Directora ejecutiva: Danila Silveyra


Presentación Hernán Lombardi Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires

La obra del artista plástico Pablo Siquier llega al Centro Cultural Recoleta. Consagrado de la generación del 80, Siquier continúa con una trayectoria que suma éxitos y gran despliegue a nivel internacional. Sus muestras han pasado por el Museo Nacional de Bellas Artes, el Fondo Nacional de las Artes, la galería Ruth Benzacar, Annina Nosei Gallery, Inés Sicardi Gallery y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, por mencionar algunas galerías y museos. Su obra dejó el color para quedarse en el blanco y negro. Rectas, curvas, desasosiego y equilibrio son esa huella potente de la pintura de Siquier. Algo que remite a la arquitectura y al paisaje urbano queda plasmado en grandes dimensiones como un desafío a la mirada, a una segunda mirada. Discontinuidad y laberinto atrapan como la forma de las grandes urbes. Celebramos que este querido y reconocido artista exponga en un espacio como el Centro Cultural Recoleta, donde muchos porteños y turistas disfrutan del arte en Buenos Aires. El CCR es un polo de atracción hacia el público joven a quien convocamos especialmente desde la cultura y desde el universo de sus infinitas manifestaciones.



Presentación Claudio Patricio Massetti Director General del Centro Cultural Recoleta

Emergente en la década de los 90, el talentoso Pablo Siquier se ha caracterizado hasta el presente por la cuidadosa y original concepción y elaboración de sus obras. Si en sus comienzos –a fines de los 80 y principios de los 90– el color y sus contrastes tenían gravitación, el artista irá adoptando cada vez más una pintura de silenciosas monocromías donde las imágenes serán el relato de su propio acontecer. En nuestro medio, el imaginario propuesto por Siquier comienza a hacerse visible con aquellas pinturas en las que con tintas planas erigirá enigmáticos emblemas tratados con impronta hiperreal. En este sentido, lejos de cualquier gesto “expresivo” o trascendente, sus imágenes aparecen con poderosa inmanencia. Pero estas obras frías, contenidas, con sus impecables monocromías, pronto darán paso al blanco y negro de sus dinámicos laberintos que podrían semejar plantas arquitectónicas o el trazado de de inventadas ciudades. Realizadas con gran economía de unidades ópticas, en estas obras subyace un verdadero planteo minimalista que establece un juego intenso de ritmos y rimas tal como podrá verse en los murales en vinilo autoadhesivo de 590 x 1340 cm y otro en carbón de 590 x 730 cm. Se presentan, además, dos instalaciones: una de madera proyectada en años anteriores que ahora alcanza su realización y la otra, de poliestireno expandido, como las que con frecuencia presentara en la galería Ruth Benzacar. El Centro Cultural Recoleta propone al público, con esta magnífica muestra de Pablo Siquier, una de las estéticas de mayor gravitación en estas últimas décadas.



Ostinato rigore Elio Kapszuk, curador

Desde fin de 2007 el Centro Cultural Recoleta invitó, en reiteradas ocasiones, a Pablo Siquier a realizar una muestra en la sala Cronopios. Con la misma sistematicidad la respuesta del artista fue invariable: no. Este relato tiene sentido, no porque me interese mostrar la historia de un convencimiento, sino para ahondar en los motivos de Pablo al rechazar la realización de la muestra. Creo que es una forma también de conocer al artista. Decía: “no tengo nada que valga la pena mostrar, no tengo nada nuevo”. Esta contestación tiene mucho que ver con él, cómo se piensa a si mismo y a su obra, y cómo entreteje su devenir artístico. En todo caso la rigidez de su decisión no apuntaba hacia una invitación determinada sino que es reflejo de su actitud crítica para consigo mismo. Y es verdad. Si uno repasa la mayoría de las muestras de Pablo Siquier, tanto en la Argentina como en el exterior, se va a dar cuenta que pueden ser leídas como marcas de un proceso evolutivo. En cada una de ellas está presente aquello de donde venía y mostrando en otros e insinuando en algunos casos, aquello que vendrá. Como acción y efecto de este evolucionar, sus obras asumen un desarrollo por medio del cual gradualmente pasan de un estado a otro. Por lo tanto no iba a haber una muestra en el Centro Cultural Recoleta mientras él no detectara indicios de un nuevo estadio. Cuando hablo de proceso evolutivo, en ningún momento debe entenderse que la evolución es siempre el mejoramiento de una obra, pero si que el pensamiento de donde nace esa obra es un proceso dinámico y vivo que va hacia adelante. Siquier dijo muchas veces que él ha creado un solo cuadro. Si tomamos literalmente esta frase podríamos decir que las muestras y su producción artística son la historia de los cambios y mutaciones de esa misma obra. No se exactamente cuando comenzó a cambiar de opinión, pero creo que empezó a hacerse a la idea durante la preparación de la muestra Beuys y más allá, el enseñar como arte (sala

Cronopios, junio/julio 2010) que presentaba obra de Joseph Beuys y Pablo Siquier, junto a seis alumnos de cada uno de ellos, para examinar las relaciones y tensiones en el mundo del arte entre docentes y alumnos. Semanas antes de la inauguración de esa muestra la respuesta de Pablo se transformó en un tal vez para luego dar lugar un a un sí. ¿Qué era lo que ahora valía la pena mostrar? ¿Qué era lo nuevo que se venía? La idea primaria era concentrarnos en su obra pública generando una muestra antológica dedicada a sus murales donde se pudiera ver en un solo lugar una selección de lo producido por Pablo y recreados en la sala Cronopios de forma efímera. De alguna manera, se trataba de juntar aquello que está desparramado en diferentes lugares y ciudades, para poder compartirlo con la mayor cantidad de gente. Era una muestra posible. Y en principio nos conformaba a todos. Pero parecía demasiado sencillo, tan sencillo que le generó desconfianza al “sistema” Siquier. Y con el tiempo la idea mostró su inconsistencia. Si íbamos a mostrar los diseños de los distintos murales de Pablo reduciéndolos a formatos de cuadros nos iba a dar una muestra de cuadros de Siquier con referencia a los murales. Por lo tanto, desapareció de la noche a la mañana ésta idea y la muestra se quedó con dos grandes murales en cada uno de los extremos de la sala. Uno realizado en carbonilla y el otro en ploteo vinílico de corte. Justamente estas dos obras pertenecen a lo que el curador español Ivo Mesquita describe como su cuarta etapa, donde plantea que el artista abandona el plano de los lienzos para trabajar directamente sobre las paredes de las galerías y museos con dibujos, que juegan con la ilusión y la percepción real del espacio. Él destaca que estos dibujos generados desde una computadora son arquitecturas visionarias y como tales son trasferidas a las paredes y parecen borrar las fronteras que existen entre la pintura y el mundo real. Hace hincapié en el

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carácter efímero de algunas de estas propuestas como metáfora de lo fugaz del gesto del artista y del sentido transitorio de su trabajo.1 Es acá donde empieza a consolidarse un proyecto que a Pablo le rondaba hace tiempo y que seguramente constituye una quinta etapa y el motivo de esta muestra. Esta arquitectura visionaria padece de problemas constructivos. Casi todas ellas son imposibles de construir y es justamente en este nuevo estadio, que estas arquitecturas imposibles, estos dibujosbocetos irrealizables se corporizan y se muestran por primera vez transformados en un dibujo en tres dimensiones de 3 m de alto por 13 m de ancho y 4 m de profundidad realizado en hierro. Esta obra se llama 1201 (doce cero uno) que en el código Siquier significa la primer obra del 2012. Es un dibujo corpóreo, el primer dibujo construido. Para no confundir es necesario aclarar que no es la primera vez que Pablo arma una instalación, de hecho las otras dos instalaciones restantes de las que hablaré después son prueba de ello, pero siempre se trataba de dos procesos paralelos, por un lado los cuadros y por otro lado las instalaciones. La bisagra en este punto es la construcción a partir de un dibujo. Antes, decía que lo fácil le producía desconfianza al artista, en forma jocosa se podría decir que él tiene la premisa “si se puede hacer difícil, para qué hacerlo simple”, pero la realidad que él ha utilizado en su obra siempre la complejización como sistema y como reaseguro de contundencia, no para la obra sino para si mismo. Con la convicción de que la reiteración es una forma de llegar a la perfección o a la corrección de errores, como aquel alumno que se queda después de hora escribiendo

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Mezquita, Ivo: “Pablo Siquier: Vivir la ciudad” en Pablo Siquier, catálogo de la exhibición en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid 2005.

en el pizarrón un sinfín de veces lo que debía cambiar, Siquier se nutre de ella. En términos arquitectónicos, Pablo no plantea un borrón y cuenta nueva, sino que su contemporaneidad está habitada por las arquitecturas que lo precedieron construyendo nuevas edificaciones sobre lo ya construido, como plantea Foucault. Estos tres dibujos que habitan la nave principal de la sala Cronopios, tienen de alguna forma sus génesis en dos instalaciones que se encuentran a ambos lados de esta sala. Si bien estas dos obras fueron diseñadas para esta muestra, funcionan como árbol genealógico del artista, empeñado en contarnos de donde viene y que existe un encadenamiento lógico y conceptual en su producción, y que nada de ello es de generación espontánea, sino que son parte de un proceso simplificación/ complejización/simplificación en el cual la síntesis es producto posterior a la saturación por densidad de una idea. Estas dos obras, que como adn identitario están presentes en la muestra, son instalaciones. Una está compuesta por más de 5000 maderitas de 20 a 30 cm cada una, con alrededor de 50 puntos de color y tiene origen en la época del Grupo de la X en 1987. Del otro lado, nos encontraremos con una instalación realizada con relieves de poliestireno (telgopor) que encuentra sus ancestros en la Galería Ruth Benzacar en 1995 y diez años después en el Museo Reina Sofía de Madrid. Los trabajos de Siquier, en cualquiera de sus etapas, no son producto de una obsesión en tanto una idea fija que no se puede apartar de la mente sino que son parte constitutiva de un método relacionado al ostinato rigore que planteaba Leonardo. Buscar la perfección humana en la hechura y buscar el error en la repetición muestra acabada de la realización humana. Como aquellos meticulosos ceramistas orientales que al lado de su firma generaban un error como rastro de que eso se había hecho a mano. La repetición genera conocimiento en la acción

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pero también un período de anestesia cuando se hace en forma mecánica. Donde la reiteración sistemática de algo produce un nuevo sentido. Un ejemplo en el campo lingüístico sería repetir palabras que al decirlas muy rápidamente se convierten en otras (jamón/monja, saco/cosa), donde el todo se convierte en parte y la repetición lo convierte en otra cosa y vuelve a ser un todo, otro todo. Por otro lado lo laborioso cumple una función significativa en la obra de Siquier, tiene que ser producto de un trabajo, y acá volvemos al principio: la desconfianza en lo simple, la confianza en el trabajo, en el oficio manual, que le puede incorporar a una obra un gesto fresco y único. Y la decisión de resolver siempre por cantidad y densidad. Esta primer obra del 2012 quizás posea un sentido mayor al ser la primera construcción corpórea de un dibujo. María Gainza se pregunta, a partir de los murales de carbonilla, “¿acaso estas arquitecturas no generan la impresión de que alguien ha arrancado el empapelado de la pared y por debajo se ha revelado la estructura de la matriz del mundo?”2 Si coqueteamos con algunos textos talmúdicos y sobre todo con la cábala podríamos decir que el conocimiento, la búsqueda del conocimiento, no está relacionado ni con lo literal ni con la metáfora que se desprende de lo literal, sino sobre todo con aquello que está escondido y necesita ser develado. En ese contexto la búsqueda de conocimiento tiene dos razones de ser: saber y conocer el origen del mundo, y tener la capacidad de insuflar vida. La carbonilla que se desvanece, el ploteo que luego se saca, generaban criaturas de vida corta y con final anunciado. Al igual que el Rabino de Praga quien sabía qué hacer y qué nombrar para crear su Golem. El dibujo en hierro llega después

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Gainza, María: “Los andamios del mundo”, en diario Página/12, Buenos Aires, 12 de septiembre de 2004.

de años de búsqueda, de acumulación y fermentación de conocimiento en el cual por fin Siquier le da vida a su criatura no efímera, y que al igual que el Golem tendrá su etapa torpe y luego buscará su autonomía. Habrá que ver entonces si Pablo decide matar su creación, imitando al Rabino Iehuda Loew, por creerlo peligroso o si por lo contrario permitirá que el tiempo y la oxidación hagan lo suyo. Siguiendo con esta idea me gusta pensar que no hay asfixia ni cárcel en los dibujos de Siquier sino que son un alfabeto a decodificar y sobre todo un circuito a imagen y semejanza de su pensamiento. Estos cinco dibujos en distintos soportes y formatos son el origen, presente y futuro de un conjunto de obras que se encastran en el tiempo formando un engranaje que avanza en la misma medida en que vuelve a empezar. También son el ejemplo vivo de la fuerza de la coherencia del pensamiento libre, creativo y único tamizado por la rigurosidad de su método que logra librar a sus obras de “efecto” dejándolas con la grandeza de una idea pura e inquietante.

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1201 instalación en hierro, hierro trefilado, 300 x 1300 x 400 cm.

0909 (versión 2012) mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared, 590 x 1340 cm.


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1201 instalación en hierro, hierro trefilado, 300 x 1300 x 400 cm.

0819 mural realizado en carbón sobre pared, 590 x730 cm.


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Orlando Tafurioso1 Lux Lindner, 2009

“El tenía tiempo e hizo rodeos” Handke, 1986

11 En su portadocumentos de adolescente argentino de mediados de los años 70 Pablo Siquier no guardaba la foto de algún pintor argentino o aún extranjero, sino la de Steve Howe, guitarrista de una banda inglesa de prog-rock llamada Yes. En un contexto de forzada inactividad política y con toda droga interesante fuera de la ley, era el rock (que ya no era sólo el rock n’ roll) el que ofrecía un importante refugio y funcionaba como eje de una subcultura juvenil (casi una “disciplina rectora” en el sentido de Sedlmayr) para la producción de signos personales y una sociabilidad antiautoritaria. Los discos de Yes muy especialmente solían incluir un suntuoso arte de tapa a cargo de Roger Dean; había espacio físico para tales emprendimientos pues se estaba en plena época del vinilo. Y estos paisajes trabajados con aerógrafo, temporalmente híbridos y detallados hasta un grado maniático que señalizaban el acceso a Close to the Edge o Relayer fueron una de las primeras influencias claras y gozosas de Siquier, antes de que enormes libros españoles sobre cubismo y Foucault tuvieran su oportunidad de cubrir exhuberancias consideradas intelectualmente reprobables a los ojos de los operadores habilitados de la Institución Arte. Pero cuando falta tan poco para el Apocalipsis nos atrevemos a decir que la intrincada lentitud del modo de emisión musical y visual del prog-rock (sobre todo inglés) que se escuchaba en la Argentina pre punk es central para todo un

1 Este texto fue publicado en idioma alemán para el catálogo de la muestra Slow Paintings, 2009, Museum Morsbroich, Leverkusen, Alemania

modo de construcción de significaciones en los contemporáneos de Siquier, incluso si no se dedican a las artes visuales. 2 Es obvio que la música de bandas como el Pink Floyd de Atom Heart Mother tiene momentos muy lentos; pero debemos pensar también en Starless and Bible Black de King Crimson (donde la cosa está varias veces a punto de detenerse), el doble LP Tales of Topograhic Oceans de Yes o aún más en el poco conocido primer disco solista del bajista de Yes, Chris Squire, Fish Out of Water. Se trata de piezas musicales que sin renunciar a alguna (dada la época inevitable) pirueta virtuosa de guitarra o sintetizador monofónico resultan empastadas y no pueden ser abarcadas en su totalidad en una primera audición de la misma manera que ninguna obra de Siquier se presta al escaneo fácil que ofrece cualquier vómito expresionista satinado. En el prog-rock, que viene inmediatamente después de Hendrix y es contemporáneo del primer heavy metal, todos los miembros del grupo quieren tocar rápido y a todo volumen al mismo tiempo (hasta el bajista, pensemos nuevamente en el caso de Chris Squire). Y muchas veces esto se hace. Pero el efecto final no es tanto de velocidad rockera como de ralentización barroca por acumulación de masa sonora, o peor aún, una traslación electrificada y convulsa de la prosa en ritardando propia de un Stifter o un Handke. El virtuosismo se autoaniquila a sí mismo por compensación. 3 Como Watzlawick dice que “no hay manera de no comunicarse” podemos decir que “no hay manera de no tener punk en algún lado, aunque ese lado sea Argentina”. En Argentina sin embargo el punk (cuyo signo es precisamente la velocidad


furiosa) adquiere formas sofocadas en parte por el forzado desfasaje temporal y en parte por lo que Siquier llama “la natural tendencia argentina a la moderación”. En muchas partes del mundo la aparición del punk relega al prog-rock al carácter de episodio más o menos olvidable ; pero en Argentina el layer punk es mas delgado que lo habitual y funciona de un modo translúcido y atravesado por lo que lo antecede (la pompa ornamental) y por lo que sigue (el minimalismo de volumetrías pulimentadas) . De donde monstruoso empate del ornamento y el antiornamento!

forma-poder se hace de manera permanente . ¿Dónde clavar la punta del compás para aislar y analizar? Lo más que un cuadro puede hacer es instalarse en algún momento, seguramente arbitrario y fatalmente intermedio, del conflicto entre distintas ecuaciones arquitectosóficas de forma-poder y tapar de la mejor manera posible sus propios caños de escape. Todo para apuntalar con mecanismos de retardo a una elocuencia evaporable. Como en Kafka, en los metadibujos de Siquier hay un sentido aparente, que al momento en que uno cree poder asirlo escapa por rutas de evacuación que están manifiestamente indicadas en la tela.

4 Esta “moderación argentina” es un tema que inquieta a Siquier por su omnipresencia, como ecuación que incluye otras ecuaciones. ¿Cómo se forma esta moderación? La transposición de la ideología en forma y viceversa ocupan a Siquier desde hace mucho. Pero esta transposición de las ecuaciones de

5 Cuando los argentinos vamos a Europa, que a un grupo como Yes se lo tome tan poco en serio nos pone de muy mal humor. Es una importante señal de que el territorio común con cualquier intelligentsia que vive de diplomas y subvenciones es más chico de lo que se piensa .


Sin t铆tulo instalaci贸n realizada en poliestireno expandido.


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Sin título instalación. 5000 maderitas pintadas. Proyecto de 1987 realizado por primera vez en 2012.


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Producci贸n y montaje










Cronología de murales e instalaciones

1987 Grupo de la X, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires / Museo Municipal de Bellas Artes J. B. Castagnino, Rosario. Sin título, esculturas de maderitas en bases. 1989 Los inocentes distractores, Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), Buenos Aires. Sin título, instalación de 800 cubitos de 6 cm de lado. Más allá del objeto, Patio Bullrich. Sin título, esculturitas de 2 x 2 cm sobre base de madera. 1991 Al margen de lo mínimo, Centro de Arte y Comunicación (CAyC), Buenos Aires. Sin título, instalación de maderitas pintadas sobre la pared. Los 80 en el MAM, Museo de Arte Moderno, Buenos Aires. Sin título, tres cabinas de madera de 1 x 1 x 2 m con interior pintado en acrílico con puntitos y rayitas. 1992 Sala Amadis, Madrid / ICI, Buenos Aires. Centro de Arte Contemporáneo del Chateau Carreras, Córdoba. Sin título, esculturas de madera enchapada pintadas. 1995 Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires. Sin título, instalación de poliestireno con luminarias. 1999 2ª Bienal Mercosur, Porto Alegre 9905, mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared, 300 x 600 cm. Frágil, Museo de Arte Contemporáneo, Bahía Blanca. 0006, mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared.

1 y 2. Intituto de Cooperación Iberoamericana, 1989. 3-5. Centro de Arte y Comunicación, 1991 6. Museo de Arte Moderno, 1991. 7-9. Sala Amadis, Madrid, 1992. 10. 2ª Bienal Mercosur, Porto Alegre, 1999. 11. 1ª Bienal de Buenos Aires, 2000. 12. Centre Régional d’Art Contemporain, Montbéliard, 2000. 13. Ruth Benzacar, 2003. Fotos: Carolina Santos.

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2000 Iª Bienal de Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes. 0011, mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared. Buenos Aires in & out, Le 19, Centre Régional d’Art Contemporain, Montbéliard. 0007 y 0008, dos murales realizados en vinilo autoadhesivo sobre pared. Frágil, Museo Municipal de Arte Moderno, Mendoza. Sin título, instalación de poliestireno. 2001 Sanatorio Güemes, Buenos Aires. 0115, mural realizado en esmalte sintético satinado sobre pared, 240 x 800 cm. 2002 Los amigos de Cippolini, Belleza y Felicidad, Buenos Aires. 0213, mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared. Ediciones Madrid, La ciudad de las tentaciones, Madrid 0205, mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared. 2003 Project Artgentina, Miami. 0303, mural realizado en carbón sobre pared, 190 x 340 cm. Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires. 0302, 0303 y 0304; murales realizados en carbón sobre pared. 2004 XXVI Bienal de São Paulo, San Pablo. 0403 y 0405, murales realizados en carbón sobre pared, 480 x 980 cm cada uno. 2005 Contrabandista de imágenes, MAC, Facultad de Artes, Universidad de Chile, Santiago de Chile. 0405, mural realizado en carbón sobre pared, 300 x 700 cm Pablo Siquier. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Palacio Velázquez, Madrid. 0502, mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared, 500 x 54 cm. 0307 y 0504, murales realizados en carbón sobre pared, 440 x 806 cm cada uno. Sin título, instalación de poliestireno. Aeropuerto Internacional Islas Malvinas, Rosario, Santa Fe. Sin título, instalación realizada en vinilo autoadhesivo sobre pared. 2006 IX Bienal de La Habana, La Habana. 0601, mural realizado en carbón sobre pared, 240 x 320 cm. Restaurante Calcio, Buenos Aires. 0613, vinilo autoadhesivo sobre pared, 300 x 1000 cm.

14. Sanatorio Güemes, 2001. Foto: Lucio Dorr.

15. XXVI Bienal de São Paulo, San Pablo, 2004. 16. MAC, Santiago de Chile, 2005. 17 y 18. Aeropuerto Internacional Islas Malvinas, Rosario, 2005. 19-24. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 2005. 25 y 26. Bienal de La Habana, 2006. 27. Restaurante Calcio, Buenos Aires, 2006. Foto: Carolina Santos.

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2008 Pablo Siquier. Sicardi Gallery, Houston. 0301, mural realizado en carbón sobre pared, 280 x 280 cm. Pablo Siquier. Alejandra Von Hartz Gallery, Miami. 0827, vinilo autoadhesivo sobre pared, 260 x 320 cm. Edificio Los Molinos Faena Group, Puerto Madero, Buenos Aires. 0820 y 0824, aluminio pintado, 14 x 13 m cada uno. 2009 Slow Painting, Museum Morsbroich, Leverkusen. 0923, mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared, 300 x 350 cm. Geometrías dislocadas, Sala Mendoza, Caracas. 0818, mural realizado en carbón sobre pared, 190 x 400 cm. Argentina hoy, Centro Cultural do Brasil, San Pablo y Río de Janeiro. 0803, mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared. All Boys, Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, Santa Fe. 0815, mural realizado en vinilo autoadhesivo. 0706, mural realizado en carbón sobre pared. White Noise, DePaw University, Indiana. 0301, mural realizado en carbón. Subterráneos de Buenos Aires, Estación Carlos Pellegrini. 0908, murales realizados en cerámicos, 232 x 557, 233 x 455 y 209 x 437 cm. 2010 Pablo Siquier. Museo Pedro de Osma, Lima. 0614, mural realizado en vinilo autoadhesivo 0819, mural realizado en carbón sobre pared. Colección Liprandi, Buenos Aires. 1008, mural realizado en carbón sobre pared, 350 x 550 cm.

28 y 29. Ignacio Liprandi, 2007. Fotos: Carolina Santos.

30. Sicardi Gallery, Houston, 2008.

2011 Centro Cultural General San Martín, Buenos Aires. 1020, óleo sobre pared, 510 x 780 cm. 2012 Pablo Siquier. Murales e instalaciones, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires. 1201, instalación en hierro, hierro trefilado, 300 x 1300 x 400 cm. 0819, mural realizado en carbón sobre pared, 590 x730 cm. 0909 (versión 2012), mural realizado en vinilo autoadhesivo sobre pared, 590 x 1340 cm. Sin título, instalación realizada en poliestireno expandido. Sin título, instalación. 5000 maderitas pintadas. Proyecto de 1987 realizado por primera vez en 2012.

31. Alejandra von Hartz, Miami, 2008. 32-34. Edificio Los Molinos, Buenos Aires, 2008. Fotos: Carolina Santos excepto nº 34, Ezequiel Salvatierra.

35. Sala Mendoza, Caracas, 2009. 36. Colección Liprandi, 2010. Foto: Ignacio Iasparra.

37-41. Estación Carlos Pellegrini, Buenos Aires, 2009. Fotos: Carolina Santos excepto nº 40, Rosario Zorroaquín.

42. Centro Cultural General San Martín, 2011. Foto: Carolina Santos.

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Semblanza de Pablo Siquier1 Ileana Stofenmacher

Cuenta Pablo que en una ocasión le pidieron un retrato pictórico de sí mismo; luego de un primigenio momento de desconcierto cumplió la solicitud entregando una radiografía de su cerebro que ilustraba el resultado de un descubrimiento: formar parte de quienes poseen un extraño síndrome que afecta –levemente– a ese órgano vital produciendo efectos como desmayos inesperados.1 Nada más íntimo para Siquier que exponer las imágenes interiores de ese espacio intangible donde fluyen las ideas, las visiones, las emociones y las proyecciones de un universo de información que –atravesando el límite de su mente– se transmuta en formas, figuras y horizontes de luces y sombras que dan cuenta –en su estilo premeditadamente contenido y complejamente despojado– de su rigurosa, inevitable y personal experiencia del arte. Mapas complejos de intensidad voluntariamente apaciguada, de sensibilidades exquisitas diluidas en las precisas y perfectas formas geométricas nacen del cerebro de Siquier quien, en un movimiento simbólico que lo vuelve a conducir a la mente, narra que en sus gigantescas obras inspiradas en las configuraciones complejas que son las grandes urbes se puede vislumbrar el modo en el que su propia mente, y quizás las de otros tantos habitantes de estos polos complejos; degluten, procesan y asimilan el caudal apabullante de destellos de información. Tanto es así que lo humano en su versión más literal está transmutado en su obra en visiones mentales, efectos sobre los cuerpos, sensibilidades y experiencias, es decir: en filtraciones deseadas por su sistema metódicamente construido y objetivamente proyectado.

1 Pablo Siquier nació en Buenos Aires en 1961, ciudad donde reside y trabaja en la actualidad.

Foto: Marcelo Grosman

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Es que Pablo elige transitar un camino contrario al derroche emocional, a la lujuria de los colores: a la expansión desbocada de las pasiones humanas en los materiales artísticos, para subyugar a través de caminos solo en apariencia moderados en los que vibran con extrema potencia tanto en los diseños, las líneas trazadas y las composiciones de múltiples elementos, todo un universo de sentido de agudo impacto sensible imposible de aprehender. Ese, su modo de proyectar su obra en el arte, parece confluir muy certeramente con su modo de estar en el mundo, por lo menos para la mirada aguda pero primeriza de quien se acerca a un intercambio con él. Su anatomía laboriosa parece algo frágil frente a la monumentalidad de sus desvelos de megalópolis vibrantes traducidos en su obra. Cierta inmanencia de enorme amabilidad y verdad en el mundo, que transita mitigada bajo la extrema inteligencia sutil de quien no profesa el gesto ampliado, sino la expansiva lucidez en la concentración y la perfección de las formas, emana de su persona. La geometría, en tanto rama de la matemática que se ocupa de las propiedades de las figuras en el espacio, resulta un procedimiento objetivo que Siquier aplica con concentración amorosamente dedicada. Justamente esa utilización es lo contrario de su ensalzamiento siendo la prueba sutil que da cuenta de lo inesperado, lo emocional, lo expresivo aleteando con potencia por asomarse cuando el procedimiento parecería acallar lo sensible. He aquí de nuevo esa tensión vital: de un material tramado bajo leyes racionales, apuesta a la emergencia azarosa de lo puramente experiencial y de algún modo de las verdades más profundas que no podrían expresarse bajo una forma catártica. Hay algo de una extrema inteligencia en la aventura creativa que transita el artista: lo existencial puede emerger bajo formas más contenidas que parecen nacer de fórmulas que intentan dar cuenta de la verdad del mundo aunque ésta siempre se deslice de un modo inesperado. La obra de Iannis Xenakis –músico contemporáneo de origen griego y creador de la música estocástica– afectó a Pablo en el sentido de este descubrimiento: desde la repetición rigurosa y racional de fórmulas matemáticas podía emerger algo movilizador sin embargarse en un tipo de expresionismo abierto. Quizás esa vieja elección adolescente de seguir estudios de ingeniería química –más tarde abandonada frente al deseo inamovible de

ser artista–, ya revelaba subrepticiamente el germen de un interés: tras la racionalidad aparentemente fría de las formas o la cientificidad de las fórmulas emerge la belleza depurada de las cosas. De esa tendencia a cierto creciente ascetismo da cuenta Siquier con su elección de dejar descansar la seducción del color, por lo menos hasta que la configuración de su próximo sistema creativo de representación lo demande o cuando narra –con cierta picardía– que en algún momento fantaseó desistir de lo ornamental pero el resultado asomado de esa experiencia fue más espantoso que contenido. Frente a la heterogeneidad incontenible de signos visuales, sensoriales, físicos e informativos que constituye la urbe y que Pablo celebra en la imposibilidad de su lectura transparente; la computadora funciona como la herramienta tecnológica que le permite absorber lo múltiple. Cantidad y tamaño son dos situaciones visuales con las que Pablo juega y experimenta con paciente y meticulosa concentración, sorteando el límite material que la mano humana impone al lienzo, convirtiéndola en un ilimitado compás y regla digital para proyectar no solo cuadros sino ambientaciones sensoriales bajo la forma de instalaciones y murales. El deseo profundo de ser artista y específicamente la motivación de ser artista contemporáneo impulsaron a Pablo a vincularse con nuevas estrategias expresivas: saberes proyectuales o conceptuales a los que la tecnología informática imprime una apertura y un alcance ampliado. Si la trama de un camino a la medida de los deseos, implica el constante vértigo de lanzarse a experimentar pero también a decidir; Siquier al momento de proyectar el deseo de contemporaneidad, efectivizó el momento de una renuncia. Aquellos talentos y virtudes manuales ligadas al dibujo relegaron su presencia directa en pos de una aventura artística y personal ligada a la voluntad y la interrogación que significaba para Pablo ser artista contemporáneo. Sin embargo, esa aventura de ser protagonista de su tiempo no implica para él adherir a una utopía positiva de las ciudades; por el contrario, pronuncia su perplejidad frente a la escena del mundo y al tránsito incierto en su propio quehacer artístico. Pese a la racionalidad minuciosa de su labor, Pablo declara con tierna aceptación la fragilidad de sus certezas, quizás revelando la dulce imposibilidad de asir el enigmático y fugaz sentido de las cosas.

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Agradecimientos del artista

Alejandra Siquier María Strada Elisa Vila Ana Vila Beto De Volder Santiago De Volder Iumi Kataoka Ariel Benzacar Ing. Dante Martinez María José de Tellería Marcelo Grosman Galería Ruth Benzacar Agradecimiento especial: Arq. Gustavo Doliner

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Pablo Siquier en el Centro Cultural Recoleta

Responsables de las áreas que intervienen en la exposición Artes Visuales: a/c Verónica Otero Artes Escénicas: a/c Jorge Moreno Coordinación Técnica: Jorge Doliszniak Relaciones Institucionales y Comunicación: Marisela Oberto Montaje: Horacio Vega Infraestructura y Funcionamiento Edilicio: José Luis Fariña Coordinación de Recursos Humanos: Elsa García Formación e Instrucción Cultural: Ana María Monte Colaboraciones: María del Carmen La Macchia, María Cristina Olivieri, Marta Rivera, Alicia Rodríguez, Raúl Santana, Matías Tapia

Exposición Curaduría: Elio Kapszuk Producción en CCR: Natalia Prieto Producción General: Gustavo Doliner Montaje y asistentes Deán Funes: Sofía Durrieu, Rodolfo Marqués, Sol Pipkin, Nicolás Sarmiento, Mariana Sissia, Ana Clara Soler, Fernando Súcari, Franco Vico Asistentes Plaza: Carolina Berreta, Elisa Strada Montaje: Arturo Aguilera, Adrián Borda, Sebastián Carballeira, Walter Blanco Cartagena, Hernán César, Martín Labonia, Rodolfo Martínez, Horacio Vega, Miguel Viceconte Artes Visuales: Romina Aulicino, Fernanda Burgueño, María Eugenia Carreira, Florencia Lamadrid, Isabel Palandjoglou, Matías Tapia Artes Escénicas: Daniel Bachetta, Héctor Brito, Constanza Comune Páez, Diego Crabas, Pilar Curuchaga, Daniel De Lorenzi, Claudio De Plante,

Guadalupe Fernández De Rosa, Eduardo Maggiolo, Roberto Moreno, Agustín Mujica, Esteban Nicodemo, Juan Manuel Ovejero, Andrés Robledo, Leandro Rosenbaum, Juan Carlos Solowej, Asunción Zapiola Iluminación: Enzo Cuenca, Gabriel Marola, Gustavo Moledo, José Montero, Roberto Orellana, Walter Roldán Realizadores Escenográficos: José Barrios, Marcelo Benítez, Berlamino Escobar Relaciones Institucionales: Susana Seoane Prensa: Facundo Galán, Lucía Hernández, Carolina Ortú, Ileana Stofenmacher Sitio Web: Erika Hoffmann Coordinación de visitas guiadas: Inés Agazzi Guía: Jésica Buffone Auxiliares de sala: Fernanda Antonucci, Claudio Arnato Ruiz, Alcira Calascibetta, Silvia Carrizo, Irene Cerrizuela, Mario Cigno, Patricia Damico, Leandro Escobar, Alicia Iruretagoyena, Matías Machello, Cristian Michaud, Valeria Mosquera, Ramona Moya, Andrea Paolini, Gabriela Pasaragua

Catálogo Dirección editorial: Claudio Massetti Coordinación editorial: Ileana Stofenmacher Diseño gráfico: Marius Riveiro Villar Fotografía: María Mohorade Cardús (pp. 13-53 y 79-85) Impresión: Talleres Trama

Esta exposición se realizó con la colaboración de todo el personal del Centro Cultural Recoleta. Gracias a todos.

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Se termin贸 de imprimir en marzo de 2012 en Talleres Trama, Garro 3160, Buenos Aires, Argentina.




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