Landskrona Foto View: Chile

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LANDSKRONA FOTO VIEW: CHILE

CLAUDIO PÉREZ: NECROSIS, 2012–2016.

TRANSICIÓN

queza total del país; la clase media está sepultada por el endeudamiento bancario; el conflicto con el pueblo Mapuche se agrava y los niveles de agresión aumentan; la desigualdad social y económica se agudiza escandalosamente; la salud, la educación y la pensión de vejez no están garantizadas; la violencia de género y las históricas desventajas de las mujeres se hacen evidentes; se destapan innumerables abusos sexuales cometidos por representantes de la Iglesia católica que siguen manejando colegios y universidades. Puede que esta conciencia de la resaca sea el único síntoma de nuestro desarrollo cultural. Por fin, tras largos años de inercia, estamos comenzando a mirar y nombrar nuestras fracturas. Y han salido a la calle distintos grupos activistas que demandan reivindicaciones sociales (gratuidad en la educación, respeto a las diversidades sexuales, fin del sistema de pensiones y de salud privada, etc.) y que no sólo cuestionan las ideologías y partidos de una democracia neoliberal, sino también la estructura misma del sistema. Junto con ello, en los últimos años han entrado a escena miles de nuevos inmigrantes latinoamericanos que vienen persiguiendo el “sueño chileno” de una vida mejor. Sueño que, en la mayoría de los casos, se hace añicos a los pocos meses de arribar. Actualmente Chile tiene la más alta tasa de crecimiento anual de inmigración de la región. La mayoría son peruanos, pero últimamente se ha disparado la entrada de colombianos, venezolanos y, sobre todo, haitianos. Muchos de estos últimos viven en la marginalidad, vendieron todo para obtener el dinero que les permitiera llegar a este extremo sur de América y se ven forzados a vivir en el hacinamiento, realizando trabajos mal pagados y sin ninguna posibilidad de volver a su país. Hoy se mueven por calles, plazas y casas más de seiscientos mil cuerpos extranjeros, que proyectan inéditos colores, formas y gestos. Son movimientos sociales que impactan nuestro imaginario fotográfico: ponen la lente sobre cuerpos y estéticas antes ausentes del espacio público instalando la heterogeneidad. No sólo revelan algo que estaba allí y que ahora se manifiesta, sino también algo nuevo que de pronto se ha infiltrado. Es un fenómeno que perturba a esta insular sociedad chilena, que ha demostrado su miedo y dificultad para convivir con la diferencia. Chile está en tránsito. La “Transición”

CATALINA MENA LARRAÍN

Chile no es la postal de un paraíso incontaminado, pero tampoco el mito de un caótico carnaval tercermundista. No es un símbolo del desarrollo, pero tampoco una estampa del atraso. Es un espacio de contradicciones. Y ese es el imaginario que su fotografía escudriña. Si hubiese una sola imagen: Chile es una franja. Sobre el mapa se dibuja como un país largo y flaco equilibrándose en el borde sur del planeta. Un territorio aislado, de grandes contrastes geográficos. Siempre asolado por terremotos y catástrofes naturales. Es, para la imaginación del mundo, un paisaje poético, pero también político. En 2020 se cumplirán treinta años desde que este país austral salió de una traumática dictadura militar (1973–1990), época en que la palabra y la mirada estuvieron bajo censura. Hoy, en sus calles –reales y virtuales– las personas dicen y exhiben lo que quieren. Se desbordan en opiniones e imágenes. Se hipertrofian en su expresión. Aislamiento y conectividad aquí se abrazan. La tecnología escuchó la inquietud isleña y hoy es el país con mayor tasa per cápita de conexión a Internet de Latinoamérica. Como en el resto del mundo, los teléfonos móviles ya son prótesis adheridas al cuerpo de todos los chilenos. Las imágenes, los debates, las noticias, las tendencias internacionales se cuelan en nuestra cotidianidad, entrecruzando lo local con lo global. Vemos y hablamos más. Y más diverso. Pero también más confuso. Los artistas fotógrafos son quienes traducen sus preguntas a imágenes. A diferencia de la mirada turística –que recoge la superficie lisa y pulida de las cosas– ellos interrogan visualmente el estado de ánimo que circula por las grietas de la cultura: ejercitan la mirada como desnudamiento crítico. Y los chilenos que hoy ejercen seriamente la práctica fotográfica están revelando las contradicciones de una sociedad que aspira al progreso, pero que sigue lidiando con la pesada resaca de la dictadura. Y es que a pesar de su indiscutible desarrollo democrático y económico –que lo coloca por encima de la mayoría de los países de la región– aún Chile está montado sobre sus “pendientes”. Aún el Estado sigue rigiéndose por un conjunto de leyes diseñado por el poder militar; cuatro familias concentran el 20% de la ri-


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