La Tierra que te parió. Mujer, Naturaleza y Ciencia en los Inicios del Capitalismo

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LA TIERRA QUE TE PARIÓ Mujer, Naturaleza y Ciencia en los Inicios del Capitalismo Ensayo sobre la Naturalización del Cuerpo Feminizado y la Despolitización de la Naturaleza

GUSTAVO M. MARTIN Centro de Estudios Queer

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Título: La Tierra que te parió. Mujer, Naturaleza y Ciencia en los inicios del capitalismo. Ensayo sobre la naturalización del cuerpo feminizado y la despolitización de la Naturaleza. Trabajo Final de la Diplomatura en Educación Crítica, Género y Nuevas Subjetividades Facultad de Periodismo y Comunicación Social Universidad Nacional de La Plata

Autor: Gustavo Marcelo Martin Universidad Nacional de Río Cuarto / CONICET Centro de Estudios Queer gusmar.gov2013@gmail.com

Sobre el autor: Activista ecofeminista queer. Licenciado en Ciencia Política y Doctorado en Desarrollo Territorial. Docente de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Coordinador General del Centro Latinoamericano de Estudios Queer, del Grupo de Investigación sobre Normativas de Diversidad Sexual en América Latina y del Grupo de Lecturas Ecofeministas de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNRC. Becario Doctoral de CONICET Argentina (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Miembro del Observatorio de Derechos Humanos de la UNRC. Administrador de la Asociación Civil para el Desarrollo Social Ecológico. Editorial Tierra del Sur Cooperativa de trabajo Córdoba, Argentina 2015 Primera edición, Tirada de 100 ejemplares

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“Ahí en esa orilla del mundo No duerme la maquiladora De un desperdicio en la tierra El hijo del sol nació. Que embrullo la curandera Con trapos y yerbas sobó La piel de ese niño mulato Que pluma su piel brotó. ¡Oh que maravilla es esta! Lo que el TLC provocó De una raya imaginaria De un chivi chivi color Que un niño de ojos de luna Palabra de flor cantó: “Este mundo material Solamente es pasajero” Flor de maíz El cielo te está cuidando Llano de lumbre La tierra que te parió Espíritu de la tierra Espíritu del mal Espíritu de la suerte Que tiene que caminar.” Letra de “La línea” por Lila Downs 3


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PRÓLOGO

¿LA CIENCIA ES patriarcal o el Patriarcado se ha vuelto científico?

Las críticas feministas al modelo hegemónico de hacer ciencia, una ciencia atravesada por el antropocentrismo (imposición del ser humano por sobre el resto de la Naturaleza) y el androcentrismo (imposición del sujeto hombre por sobre el sujeto mujer, invisibilizando este segundo), configurando una mala ciencia, ha tomado su forma organizativa durante las luchas del feminismo en los años sesenta y setenta, al hacer uso del concepto de género en la academia. Una de sus principales críticas ha sido y sigue siendo la de la objetividad científica, y en este sentido debemos entender el proceso de la ciencia como un entramado y una construcción social, histórica, tecnológica y artificial que sirve a los fines de legitimar un mundo patriarcal cuyo eje se centra en el llamado sistema sexo/género. Pero género no es lo mismo que sexo, género no es solo mujer y tampoco existen solo dos géneros. Estas tres afirmaciones anteriores vienen a hacer ruido en las configuraciones 5


científico-mediáticas que se imponen como modelos académicos y sociales de pensamiento. Por tanto, puede decirse que el patriarcado deviene científico más que la ciencia se torna patriarcal, es decir, ésta se crea en términos modernos para legitimar un orden de cosas asociado al sistema de producción naciente en el siglo XVI y que se proyecta hasta nuestra actualidad, denominado capitalismo. Mostrar las desigualdades sociales que éste sistema genera como diferencias de naturalidad social y como neutralidad científica, serán las estrategias de dominación simbólica que ejerzan presión cultural sobre los sujetos vueltos “artificialmente individuos libres de conocimiento libre”, conocimiento que paradójicamente les esclaviza en un saber heterocentrado y dicotómico, es decir, que construye modelos de pensar y actuar (y sentir este pensar, única emoción posible) basados en pares de opuestos con altos grados de sexismo (Hombre-Mujer, Cultura-Naturaleza, Producción-Reproducción, Mente/Cuerpo, etc.) y en una concepción masculina heterosexual. Las relaciones de género en el contexto del capitalismo actual y su nuevo modelo urbanístico son efecto de las consideraciones técnico-políticas desatadas entre ambas guerras mundiales, cuya preocupación por el orden urbano se plasmaron en la Carta de Atenas de 1934, la cual estableció al planeamiento urbano como una actividad científica estructurada en tres grandes instancias: planificar, urbanizar y arquitecturar, y cuatro funciones básicas de las ciudades modernas para lograr su ordenación: habitar, trabajar, recrearse y circular. De aquí en más, como política de Estado se buscó organizar la vida cotidiana separada en tales funciones, pero esta organización ten6


drá altos sesgos de género imponiendo la naciente categoría de “tiempo” como elemento de análisis central y dominio disciplinario capitalista. A partir de ahora todo lo que realicemos estará estructurado mediante el tiempo/espacio, tiempo/espacio que no será remunerado en todas sus variantes y modalidades: trabajo, ocio, mantenimiento de la vida, tránsito, etc. Sobre la base de los principales postulados del ecofeminismo como una nueva escuela de pensamiento múltiple internamente (Ecofeminismos) se busca saldar la deuda ecológica que no ha teorizado el feminismo como la deuda feminista que no ha incorporado el movimiento ecologista/ambientalista, siendo ambas deudas ilegítimamente contraídas por el Patriarcado. Finalmente, se vuelve necesario entender cómo es que la categoría “mujer” atravesó la ciencia y nuestra sociedad de modo de llegar a fundarse en un estilo naturalista la división sexual del trabajo en las sociedades capitalistas. Cientos de miles de brujas quemadas, mujeres que en su mayoría eran campesinas pobres; el decreto del Rey Luis XIV imponiendo el parir de las mujeres occidentales en forma horizontal cuando antes se realizaba en cuclillas; la invención de la terminología sexual; la patologización de prácticas sexuales diversas; la explotación despiadada de la Naturaleza, etc., constituyen todos elementos de reciente data que la aquí llamada patrociencia o patriarcado científico logró ahistorizar volviéndolas supuestas prácticas naturales atemporales y justificadas. Pero tanto la “Naturaleza” como la “Mujer”, conceptos unilineales en la Modernidad, serán construcciones socio-culturales y económicas que denotan una fuerte apuesta política desde el poder/saber y sus clases dominantes: un mundo que 7


legitima la existencia de dos sexos opuestos y complementarios, uno de ellos al cual inferioriza en una fuerte y tajante jerarquía tanto epistemológica como social, sustentado por una ciencia a su servicio que viene a cumplir la función legitimizadora de un sistema de producción basado en el capital que circula por los cuerpos y se concentra en determinadas zonas y funciones que convierte en productivas/reproductivas: si hay placer en ciertas partes del cuerpo significa que no puede haberlo en otra; si hay riqueza en un polo, tampoco la habrá en el otro. El poder se desliza entonces ante la pérdida de prerrogativas y privilegios heteropatriarcales, renacen los micromachismos, y una de las primeras instancias de este deslizamiento del poder masculino ha sido la instalación de un sujeto científico varón vuelto “objetivo” a merced de la violencia que generó sobre la Tierra y las Mujeres despojándolas de su poder y habitando sus cuerpos como territorios a conquistar desde el saber. Lo que el cuerpo no sabe lo sabe la ciencia. Se negó nuestra historia corporal, se inventó el cuerpo a semejanza del capital, se impuso el “conocernos científicamente”. En fin, se acumuló desacumulándonos. Merecemos vidas vivibles y para ello necesitamos que la desacumulación llegue a su fin y nos empoderemos como agentes de acción y transformación colectiva. La “mujer” como concepto político (de relaciones de fuerza y poder) solo existe en un mundo heterosexual binario (Hombre-Mujer), de allí que la feminista Monique Wittig dijese “las lesbianas no son mujeres”, pues en el sistema patriarcal la mujer existe en tanto exista el hombre y si en una relación homoerótica lésbica la presencia masculina se vuelve ausente, entonces 8


la categoría mujer deja de existir. En la ciencia, como en tantos otros ámbitos de la vida social, la mujer como sujeto epistémico, como sujeto pensante, ha sido invisibilizado, no se le ha permitido pensar y cuando lo ha hecho no se han aceptado sus pensamientos. Entonces, una rememorización de la historia de la ciencia en perspectiva femenina se torna prioritaria para el movimiento de liberación feminista. Pero para invisibilizar, primero debe nacer “lo invisible”, de allí que la ciencia surgiese al servicio del hombre en un marco heterosexual. La sexualidad para Michel Foucault constituye una vía por la que circulan algunas o incluso todas las relaciones de poder. Desde esta posición teórica, no podríamos estar pensando en que se buscó controlar la sexualidad de la mujer (o de las mujeres en plural y en su diversidad) en sí, como fin último sino justamente como un medio, un requisito fundamental para otro objetivo político más bien mercantilista, mucho más importante: conquistar la Naturaleza. No hay capitalismo sin recursos naturales. Sobre esta premisa, el capitalismo de los siglos XVI y XVII habría considerado a la mujer como el nexo entre su sistema de producción y su materia prima: el ambiente. A su vez, el medio por el cual se dominaría el cuerpo feminizado, es decir, aquél cuerpo vuelto naturalmente femenino, sería la ciencia, pues nada mejor que justificar “objetivamente” la más de las subjetivas opresiones sociales: la de género/clase. Sobre esta tesis se desarrolla este presente escrito que constituye el trabajo final de la Diplomatura en Educación Crítica, Género y Nuevas Subjetividades de la UNLP, la cual realicé durante el año 2014. 9


Pero antes de comenzar con la temática que concierne, es importante reflexionar nuevamente sobre aquella primera pregunta con la cual comencé este prólogo. Vivimos en un sistema patriarcal, esto es, un mundo en el que dominan y predominan los valores asociados a lo masculino (fuerza, disciplina, dinero, etc.). En efecto, cada ámbito social es de por sí intrínsecamente patriarcal, por lo cual tendríamos al menos dos opciones teóricas: una, sumar a cualquier categoría de análisis el adjetivo patriarcal (economía patriarcal, ciencia patriarcal, literatura patriarcal, etc.) lo cual sería un poco tedioso aunque cabría la posibilidad de encontrar aquellas categorías en las cuales lo patriarcal se subvierte o minimiza; o dos, analizar cómo el patriarcado en tanto sistema socio-cultural se vuelve económico, se vuelve científico, se vuelve literario, develando de esta forma el complejo proceso que lleva del centro constitutivo del sistema hacia sus elementos constituyentes. Prefiero optar por esta segunda opción, aunque dejando un análisis más exhaustivo para otra oportunidad, hablaremos indistintamente de patriarcado científico y ciencia patriarcal. Finalmente, les invito a reflexionar sobre las tesis aquí propuestas en este Ensayo, tesis que no están para nada acabadas y que desde ya pueden ser refutadas, es más, esa sería la idea.

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INTRODUCCIÓN A LA TEMÁTICA DE ESTUDIO

“Como la naturaleza era vista como un sistema de partículas muertas e inertes movidas por fuerzas externas, en vez de internas, el propio esquema mecánico podía legitimar la manipulación de la naturaleza” - Vandana Shiva -

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TENDEMOS LA MAYOR DE LAS VECES a naturalizar lo histó-

ricamente fundado en un tiempo y espacio determinado. Esto ha sucedido con la Ciencia moderna, la cual nace de la imposición del saber científico por sobre “otros saberes”, en lo que dio en llamarse “el desencantamiento del mundo”. Como expresa Echeverría (1999), “un primer tema importante para los estudios de ciencia y género es el sujeto de la ciencia” (Echeverría, 1999: 290). El sujeto pensante de la Ciencia (separado por Descartes del objeto pensado) posee unas características epistémicas de las cuales hoy en día es imposible admitir como neutrales. ¿Quién ha escrito en la Historia de la Ciencia? Este sujeto ha sido un sujeto varón, blanco, europeo, heterosexual, de clase media-alta, cristiano, occidental. En este sentido, el papel de las mujeres como seres pensantes ha sido relegado e incluso justificado por inferior desde pensamientos como el aristotélico o el hegeliano. En consecuencia, “la lectura de Vandana Shiva (ecofeminista) consiste en denunciar a la ciencia patriarcal como responsable directa de una forma de ver la naturaleza en 12


tanto materia inerte fraccionable y dominable, al servicio de un sujeto de conocimiento entendido de manera general como varón” (Theomai, 2013: 2). Esta autora india llega a postular que existen dos tipos de conocimiento: el de las mujeres y su cosmovisión tradicional y la de los varones de las compañías multinacionales. Por tanto, es la lucha contra el sometimiento de la mujer y contra la destrucción de los sistemas naturales una lucha contra el reduccionismo científico patriarcal. Esta Ciencia nace al servicio de un nuevo sistema de producción: el capitalismo. A esto también habría que entenderlo como un proceso que nada tuvo de “evolución natural” al estilo marxista, pues si seguimos los lineamientos de Silvia Federici (2015), el capitalismo surge violentamente y como respuesta a la crisis política del sistema feudal (que incluso podría haber optado por otra). Se produce así, según esta autora, una acumulación originaria mucho más extensa que la analizada por Marx, ya que en ésta no se ha analizado lo que fue por ejemplo el proceso de cacería de “brujas” (pequeñas campesinas, viudas de propietarios de tierras, parteras, practicantes de economías de subsistencia, poseedoras de saberes medicinales autóctonos) en Europa y el Nuevo Mundo desde los siglos XV a XVII, con una masacre inigualable en la historia de la humanidad y de la cual ni siquiera Michel Foucault habría dado cuenta de ella como para comprender el origen y motivación del bio-poder en tanto política que buscó garantizar la reproducción de la fuerza material de trabajo al tiempo que exterminaba a quienes no la garantizaban (las llamadas “brujas”). 13


“En la sociedad capitalista el cuerpo es para las mujeres lo que la fábrica es para los trabajadores asalariados varones: el principal terreno de su explotación y resistencia, en la misma medida en que el cuerpo femenino ha sido apropiado por el estado y los hombres, forzado a funcionar como un medio para la reproducción y la acumulación de trabajo” (Federici, 2015: 28).

Existe en efecto una consecuente obligatoriedad ideológica entre las prácticas disciplinarias internas que se inscriben en los cuerpos bio-politizados, de modo de naturalizarlas como propias y ahistóricas en los sujetos sobre los que se identifican, y la inscripción a nivel externo de una despolitización de la Naturaleza (entendida aquí como ambiente), en tanto dos dimensiones de un mismo sistema sociocultural: el patriarcal. En este sentido, la escuela como producto de la modernidad, no solo construye cuerpos dóciles sexuados en papeles femeninos y masculinos sino que también sexualiza y al mismo tiempo deja sin efecto (despolitiza) los derechos de la naturaleza a expresarse a sí misma tras esa sexualización. Es así que “mediante complejos y eficaces dispositivos, la escuela moderna construyó subjetividades que comulgaban con la cosmovisión moderna” (Pineau, 2014: 1). Y ésta cosmovisión es ipso facto la que sustenta la idea de orden, control y dominación del mundo natural desde el siglo XVII en adelante. En consecuencia, la Naturaleza se sexualiza como feme14


nina y lo femenino está subordinado al principio ordenador masculino. Si toda naturalización supone una despolitización, un des-agenciamiento, una “parálisis de acción”, entonces el feminismo y el ecologismo como dos movimientos sociales contemporáneos de fuerte impronta política, retomarán esa “capacidad desheredada” y la transformarán en lucha simbólica y material. Puntualmente aquí la centralidad está puesta en los aportes teóricos del ecofeminismo a la crítica del sistema patriarcal que acaba de modo voluntario oprimiendo doblemente, por un lado a la Naturaleza y por el otro a las mujeres. Sin embargo, cuál de las explotaciones es primera o si son

por lo contrario simultáneas y qué papel ha jugado la escuela y ciencia modernas al respecto será el eje sobre el que girará el presente trabajo. Parece que la modernidad junto con su violento Positivismo y la escuela como mediadora naturalizarán al cuerpo, y principalmente el de la mujer, pues proyecta su ideología desde una concepción de la Naturaleza como apolítica (que no interviene en las relaciones de fuerza y poder humanos). Al mismo tiempo, el cuerpo de la mujer se constituye en una vía de acceso a un cuerpo mayor, precisamente el de aquella Naturaleza.

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DESCRIPCIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEMA Y PROBLEMA

EL ROL ASOCIADO QUE TENDRÁ LA MUJER1 de modo esen-

cialista con la Naturaleza será el opuesto al que el sujeto hombre realice con ella, pero serán dos modos de actuar simultáneos y complementarios. La femineidad girará en torno a un uso racional de los recursos naturales, bienes comunes o entes de cosmovisión (Martin, 2014) mientras que la masculinidad a un uso irreflexivo y depredatorio. Será el ecofeminismo quien denuncie entonces la opresión de las mujeres y la explotación de la Naturaleza como partes o modalidades de un mismo sistema hegemónico masculinizante. Por lo tanto, solo una pedagogía ecofeminista pareciese ser en la actualidad la base para restaurar nuestro ambiente al tiempo que liberar a las mujeres del imperativo sexual dominante. Por el momento, se dejará de lado el debate sobre la Mujer y las mujeres. 1

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En este sentido, la escuela como máquina estetizante (Pineau, 2014) se transformará en una máquina estetizante de género que construye dos racionalidades: una invasora/dominante y otra protectora/sumisa, la cual estará ésta última al servicio de aquella primera. Igualar mujer con Naturaleza se transformará así, con los inicios del capitalismo industrial y a nivel epistemológico con la visión mecanicista sintetizada filosóficamente en Descartes (vs. la organicista o de totalidad), en el entramado ideológico necesario para explotar a aquello construido heteronormativamente como “débil”. Se ha buscado naturalizar al cuerpo de la mujer para despolitizar a la Naturaleza y lograr con ello acceder a sus recursos dando nacimiento formal a su mega-explotación industrial. La mujer fue en la modernidad una vía o canal para llegar a un cuerpo mayor: el ambiente que la contiene y parece representar. Se busca con esto deconstruir en un doble ir y venir las categorías de género y ambiente. Tal advierte Elizalde (2013) que, “como todo concepto, los de género y sexualidad deben ser entendidos como materiales de análisis no sólo teórico sino también histórico y epistémico” (Elizalde, 2013:12). Por ello, la brecha que comprende la instalación de una nueva cosmovisión de mundo, la modernidad, desde el siglo XVII en adelante y los inicios fuertes del movimiento ecologista y feminista de segunda ola, serán el material sobre el cual se intentará desentrañar el pensamiento que dominó y domina aún la escena teniendo como protagonista quizás a la escuela moderna (valga la aclaración de clase alta) con su proyecto civilizatorio. Civilización implicó en este nivel homogeneización por 18


domesticación no solo de las clases bajas o populares sino incluso del género y la Naturaleza. A nivel educativo lo trascendental será debatir hasta qué punto en el marco capitalista neoliberal actual es posible educar a nuestras/os jóvenes de modo de preservar la Naturaleza y liberar al mismo tiempo a las mujeres e incluso a todos aquellos sujetos epistémicamente feminizados, teniendo en cuenta la visión de una nueva ciencia que no normalice los cuerpos y las relaciones de poder que se tejen entre ellos.

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MARCO TEÓRICO Y ANÁLISIS

LOS ’60 SERÁN UNA DÉCADA DE DECONSTRUCCIÓN. Así

como el feminismo de la segunda ola2 con obras como “El segundo Sexo” de Simone de Beauvoir (publicada en 1949) y “Mística de la feminidad” de Betty Friedan (en 1963), comenzará a revelar el carácter de construcción social y política de la categoría género, también la categoría ambiente sufrirá este ejercicio profundo de deconstrucción: la biología (Naturaleza) es causa y consecuencia de la acción humana cultural. Surgirá fuertemente “la interrogación acerca de los modos en que los sesgos Se habla comúnmente en la jerga y/o teoría feminista, como ya se ha mencionado brevemente, de una primera ola del feminismo en tanto movimiento sufragista y de lucha por derechos políticos, originada a fines del siglo XIX y principios del XX; una segunda ola en el contexto europeo de los movimientos sociales de los años ’60 en el que se comienza a concebir al género como una construcción cultural (“la mujer no tiene porqué ser ama de casa); y una tercera ola desde la década del ’90 en adelante que muestra la diversidad de tipos de feminismos y mujeres existentes en la actualidad, así como también acompañada del nacimiento contra-hegemónico de la Teoría Queer o Teoría de la Rareza a fines de los ’80 en Estados Unidos, que estudia las llamadas sexualidades periféricas o excluidas de la heteronormatividad (construcción binaria de dos sexos únicos, opuestos y al mismo tiempo complementarios). 2

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patriarcales están presentes en las formas de clasificación y de construcción de categorías teóricas” (Morgade, 2013). La injusticia erótica y opresión sexual que apuntala la autora, serán también por analogía injusticia y opresión ambiental. Por ello, no son aisladas las fuertes luchas del creciente movimiento ecologista y feminista en ésta época pre y pos Mayo Francés del ’68. Además, “cuando se incorpora el enfoque de interseccionalidad, es decir, cuando se analizan las maneras en que el género se cruza y tensa con otras diferencias identitarias y cómo éstos cruces contribuyen a experiencias únicas de opresión y privilegio” (Felitti, 2013), es posible hablar de la categoría “mujer ambiental” por no decir “mujer ambientalista” lo cual puede devenir ya en un camino de lucha emprendida. Toda mujer es ambiental en el sentido estricto de sufrir una opresión por ser mujer y por recaer sobre ella el modelo industrial y el paradigma moderno de relación con la Naturaleza que sostiene sin cuidado ético alguno el sujeto patriarcal. Sin dejar de lado la aclaración acertada citada por Lamas (2006) en la cual Scott (1990) apunta a explicar cómo “la búsqueda de legitimidad académica” llevó a las estudiosas feministas en los ochenta a sustituir mujeres por género, hace valioso su aporte en tanto que la categoría de género aparece en la autora no sólo como forma de hablar de los sistemas de relaciones sociales o sexuales sino también como modo de situarse en el debate teórico. En este sentido, el presente trabajo toma una concepción amplia del género, la cual puede sintetizarse en las palabras de Lamas, cuando manifiesta que: 22


“…los seres humanos simbolizamos un material básico, que es idéntico en todas las sociedades: la diferencia corporal, específicamente el sexo. Aunque aparentemente la biología muestra que los seres humanos vienen en dos sexos, son más las combinaciones que resultan de las cinco áreas fisiológicas de las cuales depende lo que, en términos generales y muy simples, se ha dado en llamar sexo biológico de una persona: genes, hormonas, gónadas, órganos reproductivos internos y órganos reproductivos externos (genitales). Estas áreas controlan cinco tipos de procesos biológicos en un continuum – y no en una dicotomía de unidades discretas- cuyos extremos son lo masculino y lo femenino”. (Lamas, 2006: 100)

Se puede estar pensando entonces que la construcción dicotómica mujer/hombre vs. Naturaleza/Cultura son dos extremos que implican la asociación subordinada del elemento mujer con el componente Naturaleza, pues representan lo débil del “otro” al servicio del “uno dominante”: hombre/Cultura. Sin embargo, puede proponerse que la explotación de la mujer es previa a la “depredación ambiental” producto del nacimiento de la ciencia moderna (ansiosa de poder y control sobre la Naturaleza) con Galileo en el siglo XVII, sustentada bajo un orden mecanicista, quiebre tajante del orden cosmológico o aristotélico. Galileo recupera una tradición matemática en la cual los acontecimientos suceden según leyes que relacionan tales fenómenos determinados matemáticamente. Pero el abandono 23


de una explicación teleológica al modo de Aristóteles (los fenómenos ocurren “con el fin de”) no implicará que la nueva ciencia de tipo galileana, -que también hunde sus raíces en Pitágoras y Platón-, la solape por completo. Si esta ciencia última se basa en la observación del mundo fenomenal para establecer leyes o principios explicativos, será con objeto de justificar científica y por tanto “objetivamente” el esencialismo aristotélico en el que por ejemplo la mujer se asociaría a Naturaleza por su única función reproductora de tener la capacidad única e intransferible de dar nacimiento a la especie humana. Y lo anterior quizás porque podría estar pensándose que el cuerpo de la mujer constituyó la vía de acceso al cuerpo de la Naturaleza en tanto “cuerpo mayor” que contiene y da origen al sujeto mujer que le representará en la vida cotidiana. Con este análisis es posible afirmar que la explotación de la mujer fue necesaria de una manera primera para poder llegar a conquistar al mundo de la Naturaleza al que se debió feminizar para poder imponerse ideológicamente la cultura patriarcal. Así, el patriarcado fue primero contra la mujer y luego contra la Naturaleza pues en última instancia lo que siempre buscó es servirse del “otro negado”. Por tal motivo, es posible pensar que las luchas ecofeministas devinieron posteriores a las luchas del feminismo clásico por esta razón. Siguiendo tal lógica, la estructura capaz de legalizar las relaciones asimétricas entre hombre y cuerpo mujer/cuerpo Naturaleza ha sido el Estado, principal institución normalizadora y naturalizante de dichas relaciones impuestas como correctas 24


y deseables. Y aquí nace precisamente la estética (antes también existió) como técnica bio-política de control femenino y ambiental. Según las ideas de Pineau (2007) “la estética que la escuela moderna propone se asocia al pasaje de una autoridad externa a la creación de dispositivos de autodisciplina e individualización, de internalización de normas de conducta por parte de los sujetos involucrados” (Pineau, 2007:7). Esto ocasionó a nivel de género la ruptura óntica con una lógica colectiva, con la idea de cooperatividad en la Naturaleza para hacer de la mujer un sujeto aislado y como tal pasible de existir solo en un determinado contexto natural: la familia. Esta idea natural, siguiendo los planteamientos de Pineau, con la última oleada de expansión de occidente que integró a las clases inferiores, urbanas y rurales a las pautas del comportamiento civilizado y de regulación de las emociones, implicó que “desde entonces, cada sujeto es sometido a una unificación ética y estética modulada por la lógica estatal, por lo que comparte un gusto medio que lo iguala con el resto y le garantiza el goce de sus derechos” (Pineau, 2007). Es decir, la familia (heterosexual) en tanto “normalidad natural” se transformó así en el gusto medio al modo de la moral cristiana y productiva a tal punto de convertirse en mandato performativo de tipo dictatorial. Pero tal como advierte Foucault (2014) este disciplinamiento se dió primero en las clases altas o aristocráticas, pues no se buscaba controlar, por citar, la masturbación en los niños proletarios ni la sexualidad en la clase obrera sino contrariamente en los aristocráticos así como en el cuerpo de la mujer burguesa (el ejemplo de la histeria será paradigmático). De he25


cho, como advierte Pineau, el matrimonio fue durante mucho tiempo una práctica de la “gente decente” a la que las clases populares no debían acceder o no necesitaban cumplir obligatoriamente, lo que cambió cuando se instaló el matrimonio civil a fines del siglo XIX. De otra forma, también ciertas prácticas nacieron de contextos populares y se trasladaron a las clases medias y altas como el caso de las “citas”, en el que no teniendo un lugar apropiado para llevar a su candidato, las mujeres de clases populares se reunían fuera de sus hogares viendo en esto las mujeres de otras clases una forma de desligarse de la presencia materna juzgadora en la casa. En esta compleja lógica estatal que comenzó a perfilarse como Estado patriarcal, al tener asegurado el dominio de la mujer también como garantizadora de la reproducción de fuerza laboral, la mano de obra asalariada bajo la impronta del modelo industrial naciente será el cuerpo que comenzará a trabajar sobre la materia del progreso: “la Naturaleza”, su dominio y control. En este sentido, a nivel bio-político existió y existe una utilización tanto del cuerpo femenino como masculino para distintos fines. Y estos fines se logran por medio de lo que aquí se llama “máquina estetizante de género”. La escuela asociada a la modernidad ha creado dos tipos de subjetividades atravesadas luego por las políticas de generización: disciplinar e integrar consensualmente a los sectores populares (para trabajar indirectamente sobre la idea de progreso, civilización, desarrollo, el cual implica dominar la Naturaleza en pos de un mejor estándar de vida al estilo europeo) y como instancia de legitimación y formación política para los 26


grupos dominantes (formados de manera inicial en las prácticas extractivistas). Pineau (2014) al hablar de la escuela como máquina estetizante, la entiende “como un dispositivo capaz de garantizar homogeneizaciones estéticas en grandes colectivos de población” (…)”una forma de apropiarse del mundo y actuar sobre él, (lo que) inevitablemente se desliza hacia la ética y por añadidura a la política. Lo que parece bello resulta, además correcto. Y luego, un ideal de lucha. La estética se vuelve entonces un campo de debate político y de producción de proyectos de alto impacto social”.

Éstos últimos deben entenderse en este contexto como de tipo políticos. También al entender a los proyectos estéticos como proyectos políticos lo que se puede visualizar es que el Proyecto de la Modernidad implicó negar la diversidad, en términos científicos de otros saberes sobre los que se impuso, en términos de género de otras sexualidades intermedias y en términos ambientales de la biodiversidad presente catalogando incluso a la Naturaleza como expresión dual de seres vivos o no vivos, reino animal y vegetal. Toda una clasificación taxonómica y positivista que implica un orden del mundo cerrado y único, tendiente además a la clasificación de sensaciones, de sensibilidades, de sentidos, por medio de una “educación sentimental” (Pineau, 2007) que bajo una matriz anatómica, fisiológica y genética, transporta la idea de jerarquía tanto al mundo social 27


como al mundo de la Naturaleza. Se llega así a desarrollar en términos de Bourdieu, una “violencia simbólica” como “una forma de poder que tiene la función de legitimar una relación de fuerzas mediante la imposición de significados, que no la fundamentan en la fuerza, sino en el sentido” (Dukuen, 2014). La idea tomada de la física empirista de que es posible estudiar el mundo social al modo de un método único de leyes como el mundo natural (ya clasificado como tal) implicó crear la concepción de “darwinismo social”. Si la Naturaleza se basa en “la competencia del más fuerte”, esto mismo ocurre en el orden de la praxis societaria, por tanto las jerarquías no solo son culturales sino hasta biológicas, de allí que la mujer sea considerada en muchos aspectos “biológicamente” más débil que el hombre debido supuestamente a que en la Naturaleza (según qué especies se tomen de parámetro), el macho es el que consigue la comida, cuida de la hembra, etc. Y el dejar de lado sociedades tribales en donde los comportamientos culturales de género son inversos o simplemente distintos, ha sido parte de la estrategia heredada de considerar solo el comportamiento de especies deliberadamente seleccionadas al modo heteronormativo, acordes también en el siglo XX con todo un proceso de expansión globalizadora y homogeneizadora que instala un único modelo capitalista violento de cultura de masas. Con fundamentos heredados, la Naturaleza se naturalizó primero como paso previo para naturalizar el cuerpo de la mujer, que al controlarse estrictamente con tal praxis epistémica permitía llegar a conquistar esa Naturaleza ahora despolitizada para tal fin. El bio-poder ejercido sobre la sexualidad femenina 28


tuvo como trasfondo el objetivo supremo de controlar la sexualidad (capital productivo) del mundo natural. Es así como la ciencia positivista traslada un modelo naturalista de relaciones biológicas y ambientales (de hecho se entenderá académicamente por ecología sólo el vínculo de una especie con su entorno) para “comprender” de modo exacto y por tanto único e inalterable las relaciones sociales. Esto incluye de lleno que el sistema patriarcal primero ha dominado a la mujer para acceder a la Naturaleza y luego sistematizó un conocimiento sobre ésta para justificar esa dominación de tipo socio-heterosexual que le garantizaba el acceso permanente a los recursos de la Tierra. En esa “educación sentimental con fundamento anatómico”, que implicaría paradójicamente hacer también de la ciencia un lugar vacío de emociones (“lo que el hombre piensa no importa para la física” decía Stephen Hawkin), los cuerpos se fueron sexualizando en roles y papeles femeninos y masculinos que demostraban abiertamente las fronteras entre lo público y privado. Bajo la herencia positivista del modelo natural la mujer debió estar asociada a una concepción estructural de debilidad, de reproducción y cuidado materno de los hijos (incluso marido y abuelos en contextos de enfermedad y vejez), de espacio privado, de autocontrol sexual, de servicio full time al sistema capitalista y al “Varón” como su fiel representante doméstico en vivo; y el hombre fue ubicado en la escala jerárquica como dueño del espacio público, del trabajo garantía de supervivencia, de la idea de fortaleza y protección familiar, del rendir cuentas ante el Estado (primer ciudadano en términos políticos). Esto embarcó seguramente el educar a niños 29


y niñas bajo lo que hoy se entiende como género en tanto construcción cultural de la diferencia sexual. Y si en el mundo biológico la relación macho/hembra es vista como instintiva, este modelo al trasladarse a las relaciones sociales se transformará en el discurso esencialista/naturalista, de que la mujer y el hombre son por naturaleza de tal y tal forma. Negar el aspecto cultural fue consensuadamente también la estrategia básica para naturalizar el modelo positivista. Podría pensarse como más fácil interpretar que el capitalismo buscó dominar a la mujer a través de despolitizar a la Naturaleza, primero conquistando ésta para luego controlar la segunda, ya que, en última instancia la mujer mantenía viva la fuerza de trabajo (el proletariado masculino) que era la que finalmente explotaba al ambiente. Sin embargo, la clave está en analizar que de igual forma el sistema productivo podría haber construido relaciones de tipo homoeróticas en las que fuesen hombres los que mantenían viva también la fuerza laboral tan necesitada en la Revolución industrial del siglo XVIII y no obstante nunca lo hizo, al menos como política/bio-política de Estado. Y esto parece ocurrió así pues se hereda de la tradición aristotélica y hasta oriental un modo esencialista de asociar mujer como expresión directa de la Naturaleza y del hombre como sinónimo de pensamiento, razón y cultura. ¿La mujer fue explotada también antes? Definitivamente sí, pero quizás de una manera simbólica (no existían las ciudadanas en la cultura griega) pues aún el respeto “cósmico” era canon de conducta moral frente a las mujeres. 30


Ahora bien, ¿cómo justificar materialmente una explotación mayor de ellas ya no sólo simbólica sino físicamente de modo tal que en última instancia esto habilitase explotar despiadadamente a la Naturaleza, la cual hasta este instante preciso tenía prioridad ética divina? Fue a través de la imposición de la nueva ciencia que naturalizó aún más el cuerpo femenino/feminizado para llegar a ejercer control cada vez más total sobre la Naturaleza, debido a que, si la mujer puede ser explotada en términos productivos (abandona la herencia de mujer representante de la divinidad o de ese “igualitarismo ginecrático”3 del que habla Lugones, 2008) entonces la Naturaleza como entidad también lo puede ser. Es así que se sostiene la interpretación de que la mujer deja de ser divina al naturalizársele cierta cultura capital-patriarcal sobre su cuerpo para así abrir la puerta de explotación “éticamente justificada” de la Naturaleza, fin último de dominio que buscó la ciencia galileana desde el siglo XVII, abandonando la idea rectora y organizadora de Dios. Ahora también, ¿cómo explicar además que la civilización incorporara a aquél primer proyecto estético a las clases sociales (jerarquías también entre las especies animales) e imitar toda una concepción estética eurocéntrica? ¿Cómo sostener argumentativamente desde el lado hegemónico que los animales podían ser de clase baja, media o alta y si eran de clase media o alta eran también de raza europea? Esto no existía en la Naturaleza. Nadie vería un orangután rico, eurocéntriAntes de que el colonialismo con su modelo personalísimo de Dios cristiano reemplazase a la teología colectiva de las sociedades tribales. (Lugones, 2008) 3

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co y cristiano. La vía para justificar esto fue la idea de razón. Lo que distinguía animal de humano era la Razón, la capacidad de pensar (homo sapiens sapiens, “hombre que sabe que sabe”) dando nacimiento al movimiento político-ideológico de la Ilustración. Y si alguien puede pensar tiene la capacidad de decidir qué es lo mejor, en términos del pensamiento utilitarista por citar de Adam Smith. En ese decidir estaba la parte política: decidimos ser civilizados al modo eurocolonial. Solo esto hace posible cumplir éticamente con la idea de “ser humano”. Entonces, si al decir de Pineau (2014), la estética es una forma de apropiarse del mundo y actuar sobre él, la estética fue aquí la apropiación de la Naturaleza para explotarla tal cual lo hizo con su materia prima análoga: el cuerpo de la mujer. Si la mujer se feminizó para estar accesible a este modelo, entonces había también que feminizar a la Naturaleza la cual parecía ya estar feminizada de antes en tanto “Madre Naturaleza Divina”. Fue tomar esa posición y oficializarla. Bajo el mismo lenguaje cambiaba su ideología4. Es decir, el término Naturaleza se conservaba pero su lógica interna mutaba; ya no era lo mismo, quedaba la apariencia pero no así su esencia, juego epistémico heredado de cierta filosofía griega. Aquí comienza a trabajar el concepto de belleza y puede ejemplificarse en un caso local. Si tal como expresa Howard, a través de Pineau (2007),”por entonces, los argentinos consideraban a la gordura de las mujeres como un signo de belleza…El nuevo régimen, o sea la introducción de la gimnasia en las escuelas de niA esto se refiere Rita Segato (2011) cuando manifiesta que las relaciones coloniales cambiaron al interior de los conceptos mantenidos por las culturas originarias. 4

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ñas…han producido un efecto sobre las mujeres de hoy”. Es decir, la escuela como máquina estetizante de género implicó educar de manera distinta al cuerpo de la mujer y del hombre de modo legítimamente estatal (negando el mundo de las aldeas, por supuesto ya con sus particulares reglas también bio-políticas). La incorporación de las clases populares al proyecto civilizatorio devino también en incorporación de las mujeres al esquema del progreso y el desarrollo, cuya industria será el paradigma/modelo masculino dominante. Al introducirse el disciplinamiento corporal (“anatomo-política”) de las mujeres al servicio del naciente sistema capitalista, era necesario construir la asociación tan criticada entre mujer/Naturaleza y hombre/Cultura. La Cultura como productora y la Naturaleza como reproductora, aunque la categoría de consumidores parece hoy solapar e irrumpir las de productores y reproductores. Entonces había también que transpolar la idea de la Naturaleza como belleza perfecta, intacta e intocable (en determinadas circunstancias) a la mujer, pues ahora el hombre intervenía fuertemente sobre la Naturaleza para crear una belleza de tipo cultural (por ejemplo grandes construcciones edilicias). Esa belleza previa de la Naturaleza (sin ser tocada) a pesar de ser constantemente depredada, se trasladaría a la mujer como ideal de “virginidad” pero siendo siempre voluntariamente ultrajada. La mujer virgen será en la sociedad tan valorada como los lugares exóticos en la Naturaleza. Ésta adquiere valor simbólico y es bella mientras más virgen se halla (sin intervención del hombre) y vale incluso más. La mujer entonces también posee belleza cuanto más virgen es (por ejemplo llegar en esa condición hasta el casamiento). En tal sentido, el matrimonio 33


es aquella institución patriarcal por la cual el hombre compra a la mujer al tiempo que “desvirginiza” a la Naturaleza. El matrimonio es un contrato heterosexual y heteroambiental; es la garantía acérrima legal de autoridad dual y legítimamente constitucional sobre el cuerpo de la mujer y sobre el cuerpo de la Naturaleza. El casamiento no sólo se da así entre Hombre y Mujer sino también entre Naturaleza y Capitalismo. Si la Naturaleza es bella al permanecer virgen y por tanto la mujer también, tal como explica Pineau (2014) lo bello se transformará en correcto, haciendo entonces que la virginidad o la “asexualidad” se conviertan en el mandato ético-bíblico para las niñas y mujeres. Pero como lo anterior escapa a las vías de la naturalidad normalizada, entonces fue preciso convertir tal mandato en una lucha tanto personal como de todas la mujeres, naciendo así el amor romántico y burgués en tanto simbología de los ideales heterosexuales monogámicos. La ética se volvió un espacio sexualizado: hay que proteger a la Naturaleza como ideario de lucha, porque en realidad la explotación está por doquier, y hay que cuidar a la mujer porque al igual que la Naturaleza no puede defenderse a sí misma. En efecto, la educación que hace un disciplinamiento del cuerpo femenino e inculca una pseudo-ética del cuidado sobre el medioambiente es la nueva práctica pedagógica moderna. Si la mujer es débil, necesita del hombre, si la Naturaleza es débil necesita de la mujer. Sólo así en una relación en la que se someten las mujeres y camuflan su sometimiento con una cultura de protección no sobre ellas mismas, -que sería lo necesario-, sino sobre su ambiente (Naturaleza, marido e 34


hijos), es posible que este “sistema ecopatriarcal” se instale simbólica e ideológicamente. Naturalizar esta relación cíclica reproducción-protección-producción-consumo implicó despolitizar y restar capacidad de acción a ambas categorías científicamente feminizadas: tanto la Naturaleza como la Mujer no saben protegerse a sí mismas y necesitan por tanto, en este marco normativo, del elemento masculino para existir. El efecto será que lo que la Naturaleza manifiesta como “catástrofes naturales”, nuestras sociedades llamarán feminismo cultural a la defensa de las mujeres. Así, lo que es agresión (respuesta esperable) desde la Naturaleza será feminismo para la mujer. Ambas vías de escape, de resistencia al bio-poder y tanatopolítica de género querrán desenmascarar los centros de ocultamiento y producción de la ideología masculina dominante, los cual se mantienen voluntariamente en la cotidianeidad a través de un control social entre los mismos sujetos. Por eso, es pertinente la apreciación de Roxana Reyes quien advierte que “en la escuela no sólo los agentes educativos supervisan y vigilan la apariencia social del género y de la sexualidad, sino son las/os propios jóvenes quienes lo hacen tratando de cumplimentar con la “heterosexualidad normativa” vigente en las instituciones… (esto es) modos de “policiamiento”. (Roxana Reyes, en Foro Clase 1b-Elizalde) Según la definición de Bourdieu citada por Pineau (2014) de los “campos” como espacios sociales específicos en los que las distintas fuerzas se enfrentan por la tenencia de algún tipo de capital, el sujeto “hombre” se apropiaría en este caso del “capital sexual y ambiental”. Es más, realizaría una mixtura entre 35


ambos capitales para usufructuarlos de alguna análoga forma, logrando una “cultura legítima”: la heterosexual. Esta cultura legítima también se transformaría en el gusto medio o “sistema de encasillamiento” (Bourdieu, 1989) haciendo de la familia un “estilo de vida” y del resto identidades perversas y contra-naturales teológicamente. Dicho estilo, como se mencionó, tendrá la necesidad para instalarse de la institución estatal. Es por ello que “…desde mediados del siglo XIX, tal operación de unificación de costumbres, prácticas y valores buscó fundamentarse en un supuesto discurso acrítico científico. El agente privilegiado para cumplir con ese fin fue el Estado, quien tomó funciones que hasta entonces habían estado en manos de particulares, de las comunidades locales y de las iglesias, para poder a la vez homogeneizarlos y masificarlos. De a poco se fue construyendo la imagen de ‘buen hombre’ moderno que llega a su máxima expresión con el Estado benefactor de posguerra. Este individuo es alguien que nunca escapa al control estatal mediante un tránsito sin suspiro por sus instituciones. Nace en un hospital público, se educa en el sistema educativo público, trabaja de por vida en el empleo público, se jubila con un retiro público, muere en un hospital público y es enterrado en un cementerio público. En todos esos espacios, a la vez que ejerce sus derechos, comparte un ‘gusto medio’ que lo iguala con el resto y establece las pautas de ‘distinción’ de sus grupos de pertenencia”. (Pineau, 2014). 36


En este sentido, el “gusto natural” se direcciona a la sexualidad masculina y el grupo de pertenencia representa a la colectividad de los hombres. Aquellos gustos no compatibles con la mencionada cultura legítima se volverán “perversos”: la homosexualidad (y su correlato “two-spirit” en la Naturaleza5 o su idea asociada de contaminación6); la menstruación (inundaciones, erupciones, etc.); la anticoncepción (recursos naturales no renovables); y la masturbación (producción de autoplacer, eclipses), entre otros. Si en la modernidad la sexualidad adquirió un peso importante, entonces la escuela como producto de esa modernidad inevitablemente ha tenido también un lugar considerable en la construcción de la nueva disciplina y visión de mundo. La sexualidad habilita en el sistema industrial moderno la inscripción de identidades de tipo esencialistas; por tanto, controlar la sexualidad en términos productivos según Foucault (y no al modo represivo), constituye una vía por la cual puede circular el bio-poder, un acceso indirecto a la Naturaleza como identidad al servicio del capital.

Es decir, como una entidad con dos espíritus: femenino y masculino. Aquí es dable mencionar que según cada lengua, la Naturaleza o aquellos objetos que la denotan adquiere gramatical y discursivamente un género femenino o masculino según sea el caso a considerar. Lo que en Argentina es “el árbol”, en portugués sería por ejemplo “a árvore”. 6 Jerga que explicita la afirmación de contagio sexual en tanto contaminación de la Naturaleza, trasladando así el modelo biologicista a las relaciones sociales de modo de volverlas productivas al sistema industrial imperante: la homosexualidad no reproduce. 5

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La modernidad, tal como inventa la distinción heterosexualidad/homosexualidad en términos identitarios allá por fines del 1860, también inventa el antropocentrismo. Si crea políticamente ambos sexos (hombre y mujer) para que la igualdad ilustrada llegue solo a quienes detentaban el poder (los hombres cuyos sujetos/Sujeto verán plasmados sus derechos en la Revolución Francesa de 1789 al estilo burgués-patriarcal) formula también el concepto de “lo humano” y “no humano” (pues la Naturaleza antes era percibida como un todo del cual nosotros formábamos parte intrínseca e indisociable). Estas polaridades se excluyen pero se necesitan para existir tanto performativa como material y simbólicamente, lo Uno y lo Otro. El cuerpo es un transmisor de pensamiento, expresa lo que “yo pienso”, lo que “yo siento”, “mis emociones”. Si se controla al cuerpo se controla en última instancia al pensamiento. Lo que busca entonces el bio-poder es manipular la mente de las personas a través de un disciplinamiento polar persuasivo del cuerpo generizado ya que solo de este modo se cumple el axioma foucaultiano de que lo importante no es que los sujetos sean libres sino que se crean libres, en esa condición de libertad, y el creerse libres es lisa y llanamente un tipo de pensamiento, aquel que garantiza la actuación de la bio-política en tanto regulación de las poblaciones en términos de macho/hembra. Según Illouz (2012), “la cultura del consumo coloca el deseo en el centro mismo de la subjetividad, y la sexualidad se transforma en una suerte de metáfora generalizada del deseo” (Illouz, 2012: 63). Este deseo sexual entonces puede estar pensándose como vinculado a la cultura de masas, la cual solo es posible en un marco 38


capitalista neo-liberal globalizado a través de sostener altos patrones de consumo que implican necesariamente la explotación del ambiente, haciendo que la promovida e ilimitada insatisfacción sexual sea saldada y compatibilizada con la producción manufacturada. En tal marco, la familia como gusto medio se fundó, como ya se anticipó, no solo en el matrimonio entre personas de sexos opuestos sino también entre capital y trabajo. La familia es garantizada por el matrimonio (oxímoron) y el capitalismo industrial, siempre bajo la ayuda y tutela de los nacientes Estado-Nación. Es imposible en efecto disociar familia moderna de capitalismo. Si Foucault (2014) advierte la idea de un dispositivo de la sexualidad, sería oportuno hablar también de un dispositivo de la extracción. El capitalismo extrajo la fuerza reproductiva tanto de la mujer7 como de la Naturaleza. Si ya no se podría tener sexo sino es para reproducirse tampoco se podría vivir en la Naturaleza sino es para explotarla, perdiéndose con ello la concepción de “armonía”. La masturbación, en este entramado, será el correlato de las prácticas de autosuficiencia que habrá que aniquilar para la acumulación originaria del capital, al estilo marxista. La Naturaleza ya no se vincula al placer en sí sino a un sentido instrumentalista como vía de acceso a un placer manufacturado, al modo smithiano de la economía liberal clásica: el sexo como tal no existe sino es con un fin (la reproducción) al igual que la Naturaleza no existe sino es también con un fin aún mayor (la explotación o extractivismo). O bio-mujer según Preciado (2011), es decir heteronormativamente designada como mujer (por tener vagina) al nacer. 7

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La tesis que puede llegar a sostenerse entonces con los argumentos anteriores es que se buscó controlar la sexualidad de la mujer para acceder al control de la Naturaleza, debido a que ambas son dadoras de vida y si la mujer representa divinamente a la Naturaleza, el hombre representa políticamente al Estado. Ergo, la cuestión ambiental vs. la cuestión social de los gobiernos progresistas actuales, por ejemplo en América Latina, será el dilema heredado de esta cosmovisión de mundo. El carácter simbólico de dicha dicotomía será la idea de pureza de la mujer cuya virginidad se asociará con las políticas de crear en el ámbito territorial “reservas naturales” como espacios vírgenes. El cuerpo es un territorio y como tal un espacio social de disputa política, un efecto de relaciones históricas de poder (Manzanal, 2014). Las modificaciones territoriales y espacio-temporales que sufra la Naturaleza serán reflejo del grado de intervención cultural sobre el cuerpo de la mujer y los diversos tipos de mujeres dependiendo de los contextos sociales específicos (indígena, campesina, negra, afro, urbana, de clase media, popular, etc.) y viceversa. Es dable aclarar también que, cuando en la dupla público/privado las fronteras se corren o deslizan, los márgenes en verdad se trasladan en ese mismo espacio o campo social. El ingreso por ejemplo de la mujer al mercado laboral, principalmente pos Segunda Guerra Mundial, implicó salir del espacio privado legítimo (la casa, la maternidad), esto es, ampliarlo incorporándose en parte al espacio público legítimo (el trabajo, la política, etc.), cuyos dueños eran “incansablemente” los hombres. Pero este espacio público privilegiado perdido es defen40


dido ilícitamente extendiendo la frontera de lo privado ilegítimo (mayor cantidad de trata y prostitución). Es así como según las indicaciones de Weeks de acuerdo a Felitti (2013), dos tipos de regulaciones clave se pueden hallar a lo largo de la cultura occidental: las restricciones acerca de quiénes pueden relacionarse eróticamente, en donde interviene el sexo, el género, la edad, la etnicidad, y las restricciones acerca de cómo se deben entablar las relaciones eróticas. Estas restricciones tendrán su impronta en la temática ambiental: los quiénes serán las multinacionales y el cómo, bajo la modalidad de mono-explotación desenfrenada. Los mecanismos integrantes del aquí denominado dispositivo de extracción se agudizan cada vez más, por lo que aumenta el espacio privado ilegítimo al tiempo que se irrumpe de manera anti o des-civilizatoria a la Naturaleza, desde ya concebida como entidad no sujeto de derechos (excepto la incorporación textual aunque a veces no tangencial en las Constituciones de Bolivia y Ecuador). Por su parte, la escuela moderna, institución que sustenta dicha ideología en este proyecto moderno ha creado un gusto estético de género heterosexual en su currículum oculto (valores y actitudes que transmite sin explicar) y en su currículum explícito (lo que considera necesario enseñar). El desafío estará por tanto en posicionarse a favor de un currículum ausente (aquellos saberes que la escuela decide no enseñar). (Morgade, 2013) Partiendo de la base como explica Morgade (2013) de que “toda educación es sexual”, esto es, la educación que se reconoce en tanto sexuada es aquella que interpela al sujeto sexuado en su dimensión deseante, pensante y actuante y apuntando a 41


una “educación sexuada justa o queer” o “que no pedagogice a las sexualidades e integre al sujeto sexuado”, la centralidad será revivir al cuerpo. Matar al cuerpo didácticamente en el aula (o dejarlo moribundo) implica dejar sin vitalidad también a la Naturaleza. A la mujer se le sacó el cuerpo y a la Naturaleza el espíritu, en consecuencia se explotaron tanto el cuerpo como la Naturaleza y se dejaron de oír las distintas formas de vivir el cuerpo y las de convivir en/con la Naturaleza. Solo se habita de una única forma ambos cuerpos. El modo reiterativo en que la escuela moderna naturaliza las relaciones entre cuerpos de forma unívoca y normativizante, tiene una implicancia ideológica de imponer también una sola manera de relacionarnos con la Naturaleza. Es por ello que la reflexión de Karina Vitaller (en Foro Clase 2ª-Pineau) se suma al recorrido teórico de este análisis: “La jerarquía en las estéticas dominantes no han de ser inofensivas, no solo por la negación de la diversidad, sino por la conformación de modelos a veces inalcanzables o irreales.” Así, el derecho de manifestarnos y que la Naturaleza también pueda hacerlo implica “el desafío de tensar las fronteras de la pedagogía, visibilizando los afectos y los cuerpos sexuados que los contienen”. (Morgade, 2013) Según Brtizman (1999) pueden identificarse tres versiones de la educación sexual: la normal, normalizadora de los cuerpos y el deseo; la crítica, que cuestiona a las relaciones de poder y reivindica los derechos sexuales y reproductivos, y la que denomina la aún no tolerada, que apunta al cuidado de sí como práctica de libertad. ¿Cómo lograr entonces una educación sexual aún no tolerada de tipo ecofeminista? Teniendo en cuen42


ta los aportes de Fraser (2006) de redistribución económica (que equivaldría también a resarcimiento a la Naturaleza), de reconocimiento cultural (quizás otra visión de la Naturaleza y el ambiente y nuestra forma de relacionarnos con ella/él: una nueva ecología política) y de representación política (por ejemplo, como se mencionó los casos de Bolivia y Ecuador), esto conllevará inevitablemente una des-positivización de la ciencia normalizada y normalizante.

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REFLEXIONES FINALES

LO QUE SE HA BUSCADO EN ESTE TRABAJO es aproximarse

preliminarmente al pensamiento oculto de la ideología patriarcal que oprime tanto la categoría femenina como ambiental por ser para ella ambas principios débiles, dóciles y de libre acceso, a los cuales procura llegar utilizándolos entre sí. Esto es, una opresión garantizada entre los mismos sujetos oprimidos. En tal línea de análisis y teniendo en cuenta el marco capitalista y científico actual, una posible “salida momentánea” podría ser la del “ecofeminismo ilustrado” propuesto por Alicia Puleo (2008). Para esta autora, un ecofeminismo que evite los peligros que encierra una renuncia al universalismo ilustrado y sus ideales regulares, debería tener las siguientes características fundamentales: 1) ser un pensamiento crítico; 2) reivindicar la igualdad y la autonomía de las mujeres; 3) aceptar con prudencia los beneficios de la ciencia y la técnica; 4) fomentar la universalización de los valores de la ética del cuidado hacia los humanos y la Naturaleza; 5) asumir el diálogo intercultural; y 6) afirmar la unidad y continuidad de la Naturaleza desde el conocimiento evolucionista y el sentimiento de compasión. 45


Sumando a esta propuesta “mediadora” entre lo deseable y lo posible, sería propicio retomar también la idea de “sujetos feminizados” que entrarían en esa categoría de “mujer”. Así, el ecofeminismo se transformaría en una vía de emancipación no sólo de las mujeres y la Naturaleza sino también de aquellos sujetos feminizados (gays, lesbianas, trans, etc.) para no caer en una vuelta regresiva y contrarrevolucionaria a los principios feministas de la primera ola que esencializaban a la mujer. Es decir, debería estar a la altura de los llamados feminismos de la tercera ola, y es en este sentido que se habla de un ecofeminismo construccionista. O sería quizás proponer lo que la feminista poscolonial Spivak llama “esencialismo estratégico” (o lo que Judith Butler denomina fundamentos contingentes), de que si bien “no hay mujeres”, en el ámbito práctico es necesario suspender la discusión teórica para lograr conquistas concretas. Un ecofeminismo abierto o queer se presentaría como la solución a la integración de aquellos sujetos, en tanto se reconozcan ellos políticamente como colectivos afectados por la cultura patriarcal e industrial dominante, para sumarse a un proyecto emancipatorio en común (por qué no con perspectiva latinoamericana o desde el lugar de enunciación del Sur) teniendo en cuenta sus experiencias diferentes pero de opresión compartida. El sistema educativo necesitará no solo una nueva pedagogía, por ejemplo, de educación sexual justa o ecofeminista sino también una nueva escuela en sí misma. Esto significa incluir también en el debate a un nuevo Estado: “Un mejor Estado sería un Estado que no busque una nueva redención colonial, un Estado que interpele su misma historicidad –que persiste en ciertos discursos46


y que restituya la historicidad de los otros. Un Estado que habilite espacios cada vez más amplios de reflexión sobre lo propio. Un Estado, en definitiva, que transforme su propia episteme histórica”. (Gabriela Nacach, en Foro Clase 2ª-Pablo Pineau) También como propuesta educativa puede citarse “el modelo pedagógico que plantea Lopes Louro (2004) cuando a partir de la visibilización de la vigencia de la hegemonía patriarcal y heteronormativa en las aulas, perfila como alternativa la posibilidad de una política postidentitaria para la educación: una pedagogía queer que supere la instancia en que la multiculturalidad, la homosexualidad o el género son tolerados o incluidos meramente como creaciones “exóticas”, como menciones necesarias en un currículum con corrección política. Una pedagogía que permita “albergar las preguntas más incómodas, las cuestiones que perturban, erotizar los procesos de conocer, de aprender y de enseñar, dando lugar al placer y a las curiosidades impertinentes.” (Priscila Paola Suárez, en Foro Clase 2ª-Pineau) Es necesario por último una nueva reconceptualización epistémica de lo femenino y masculino que abra y convoque continuamente diálogos entre las características culturales asignadas patriarcalmente históricas sobre los cuerpos y aquellas devenidas alternativas sobre las cuales se busca deslizar una plataforma de acción política no fija y contingente (identidades móviles al estilo queer). Lo femenino puede entenderse (haciendo una parodia de la física empirista) como un movimiento de introversión, centrípeto, y lo masculino como un movimiento de extrospección, centrífugo. Ambos movimientos están presentes dialécticamente en cada ser humano, el/la 47


cual es completo/a en sí mismo/a. La ideología heteropatriarcal ha tendido fuertemente a naturalizar la relación asociada y obligada de la mujer con el principio femenino y por tanto hacia adentro (simbología de la casa) y al hombre con el principio masculino y en efecto hacia fuera (simbología de la polis o ciudad). Pero cómo nos movemos en nuestro entorno será la clave pedagógica, el desafío social-cultural y la resistencia política ante el actual mundo contemporáneo post-fordista que denuncia a diario una implacable y arrasadora crisis eco-civilizatoria. “Si el semen es el oro del capitalismo, deseo mercantilista, y la leche materna el agua de los pobres, derecho fundamental, ambos se han transformado en un capital productivo de tipo sexual. Sólo una nueva escuela queer podrá hacer que el género no sea la tormenta de las mujeres ni la locura de los otrxs negados”.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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“Gracias a tantas personas. Gracias a Ella, mi Madre.�

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Se termin贸 de imprimir en Traslasierra, Cba. Argentina. Invierno del 2015

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