2 / EL ENTRERRIANO
El COVID y la oración Hace tiempo que un extraño virus se ha instalado en el mundo entero. Aún no sabemos bien su origen. Pero lo que sí sabemos, es que es muy contagioso y que no respeta edad, ni condición social, ni denominación. Ni nada. Y lo que también sabemos es que ha traído aparejado soledad, angustia, cansancio, miedo, enojo, desconcierto y muchas otras emociones. Duele profundamente no poder acompañar de cerca; duele cuando las actividades religiosas deben ser suspendidas; duele cuando no podemos despedir a nuestros seres queridos; duele el cierre de las escuelas; duele ver una economía quebrada; duele el encierro, el aislamiento, la falta de contacto físico. Todo duele.
Entonces, solo resta orar. Y eso es lo que últimamente hacemos con más frecuencia, con más intensidad: ORAR. Porque como dice la carta de Santiago: “La oración fervorosa del justo tiene mucho poder” (5,16) Y en la certeza de que Dios no es un Dios indiferente a nuestras necesidades, es que clamamos con fervor y devoción para que envíe sanidad allí donde hay dolencias, padecimientos y enfermedad. Cierto es también que Dios tiene a veces otros planes, diferentes a los nuestros. Y aunque cueste profundamente entender y aceptar, debemos reconocer que la muerte es también parte de nuestra frágil y pasajera vida. Desde que comenzó la pandemia he leído infinidad de veces un versículo del Antiguo Testamento en el cual quisiera detenerme. Es que a veces suele ser peligroso cuando sacamos textos fuera de su contexto. Es decir, fuera de las circunstancias en las que fue dicho, para quién y por qué. No debemos olvidar que los estilos de vida, los sistemas de gobierno y los valores culturales de hace dos mil o tres mil años son muy diferentes a los nuestros. Ustedes podrán decir que la palabra de Dios es invariable y que aunque pasen miles de años sigue teniendo el mismo valor. Y es así. Pero hoy, por ejemplo, no ofreceríamos en sacrificio 22.000 toros y 120.000 ovejas al Señor como hizo Salomón y todo el pueblo en gratitud y adoración. (2 Crónicas 7,4)