Copyright CÉSAR CASTELLANOS D. © 2006 - Publicado por G12 Editores S.A.S. - eISBN 978-958-8453-019 - Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de la presente obra en cualquiera de sus formas, gráfica, audiovisual, electrónica, magnetofónica o digital sin la debida autorización de los editores. Cuando no se indica otra fuente, las citas bíblicas corresponden a la versión: Reina Valera, 1960 (Copyright Sociedades Bíblicas en América Latina). Dirección Editorial_Johanna Castellanos - Editora General_Perla Doris Mora - Portada y maquetación_Julian Gamba_Daniel Durán G12 Editores - Sur América. Bogotá, Colombia. Calle 22C # 31-01. PBX (571) 269 34 20 - G12 Editors - G12 - 15595 NW 15TH Avenue, Miami, FL 33169 - www.visiong12.com Colombia 2022
E
Introducción l Apóstol San Pablo en una de sus epístolas fuertemente doctrinales explica cómo llegar a ser cristiano y cómo vivir la nueva vida. En uno de los párrafos dice: “…conforme
a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3b). Enseña que fue Dios quien adjudicó una medida o porción de fe individual a Sus hijos, la cual es la llave para conquistar todo aquello que, de otra manera, en lo natural sería imposible alcanzar. Probablemente usted pensaba que no tenía fe, pero la fe está en su vida y se activa por medio de la Palabra de Dios. En la medida que esté en contacto con las Escrituras, su fe irá creciendo de tal modo que se sorprenderá por todo lo que podrá hacer para Dios. El Señor Jesús dijo: “Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho” (Marcos 11:23). El conocimiento de Su Palabra produce una seguridad interior que nos motiva a hacer firmes confesiones sobre aquellas cosas en las cuales hemos creído; tal confesión de fe se convierte en un decreto en el mundo espiritual, pues los ángeles toman esas palabras y actúan a través de ellas. El Señor nos enseña a no dudar en
nuestro corazón, esto significa que debemos mantenernos firmes e invariables en lo que hemos pronunciado. Al respecto, Él dijo: “…porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20). El grano de mostaza es la más pequeña de todas las semillas que existen, puede compararse con el tamaño de la cabeza de un alfiler. El Señor toma como ejemplo lo más diminuto como medida de fe, para enseñarnos a conquistar lo más grande. Dios no nos pide comenzar con una gran fe, sino una fe tan pequeña como la cabeza de un alfiler con la cual a medida que crece podremos lograr hasta lo imposible. Entrar en la dimensión de la fe significa entrar en el mismo corazón de Dios y mover Su mano para conquistar las mayores bendiciones, haciéndolas realidad en nuestra vida. La fe resulta de estar en la presencia de Dios a diario, pues en esa intimidad, Él nos da claridad acerca de las Escrituras y dirección para el futuro. De este modo, usted sabrá qué es lo que Él quiere, porque los deseos del corazón de Dios se depositarán en el suyo; no obstante, debe fijarse una meta concreta y todas sus oraciones deberán ser específicas. Semanas después de iniciar la Misión Carismática Internacional, éramos unas treinta personas y, en oración pedí al Señor que me diera la estrategia para crecer. Como he comentado en otro de mis libros, Él me hizo dos preguntas: ‘¿Qué quieres?’ y ‘¿En qué tiempo lo quieres?’ Vemos que la fe debe tener una meta clara, un deseo correcto y un tiempo específico. Después de estar un día en oración, vino a mi mente el número doscientos y entendí que tal era mi primer desafío. Conquistar doscientas personas en seis meses. Escribí el número doscientos en todo lugar visible, y a diario reclamaba en oración esas
doscientas personas para Cristo en nuestra iglesia. Luego daba gracias al Señor por ellas, porque por fe Él ya me las había dado; cuando predicaba, las visualizaba en el lugar, veía a la gente haciendo fila para entrar a la reunión. Yo creía que Dios las traía a la iglesia. A los tres meses, esto ya era una realidad. Dios anhela que usted aprenda estos preciosos principios que lo llevarán a conquistar todo aquello que parecía imposible en su vida. César Castellanos D.
Contenido CAPÍTULO 1: Entrar en la dimensión de la fe CAPÍTULO 2: Fe para obtener el avivamiento CAPÍTULO 3: El padre de la fe CAPÍTULO 4: Fe para sanar el alma CAPÍTULO 5: La liberación del espíritu CAPÍTULO 6: Victoria sobre el adversario
CAPÍTULO 7: Aprender a depender de Dios CAPÍTULO 8: La sustancia de la fe CAPÍTULO 9: Principios para una fe dinámica CAPÍTULO 10: Fe para ejercer un liderazgo correcto CAPÍTULO 11: Fe para la conquista CAPÍTULO 12: Cómo contrarrestar la incredulidad Acerca del libro
CAPÍTULO 1:
Entrar en la dimensión de la fe
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Romanos 10:17
T
odo aquel que desee tener un ministerio de éxito debe vivir siempre en la dimensión de la fe, pues, a través de ella, la relación con Dios se fortalece y puede conquistar todos sus sueños. La fe está por encima de los sentidos y nace en el corazón a través de la Palabra de Dios. La fe es atraída por los corazones sencillos; Dios se encarga de crear las circunstancias para que Su Palabra llegue a la vida de aquellos que tienen hambre y sed de justicia, y el Señor los sacia de Su verdad. Por lo general, el ser humano tiende a andar en la vida por vista y no por fe; tratando de aferrarse a lo que ve, olvidando que detrás de este sistema de cosas visibles hay un reino espiritual que no se ve, pero que existe, el cual es real y es eterno. La fe es lo que nos relaciona con el mundo invisible y eterno, pues, para entrar a él, necesitamos primero la experiencia del nuevo nacimiento. Jesús dijo a Nicodemo: “…De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Nicodemo trataba de entenderlo a través de la lógica humana; Jesús le dijo otra vez: “…de cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Así como un bebé recién nacido, a la semana de vida, abre sus ojos y empieza a descubrir el mundo que lo rodea, nosotros, después de experimentar el nuevo nacimiento, comenzamos a abrir los ojos espirituales al mundo espiritual donde reina el Señor. Es
notable cómo en la medida que el bebé crece y se convierte en un niño nace en él, el deseo de poseer y obtener cosas, así ya adulto, puede lanzarse a conquistar sus sueños. Cuando nacemos a la vida del Espíritu acontece algo similar. Primero empezamos a descubrir las ricas bendiciones del mundo de Dios; luego, como niños, podemos palparlas y, cuando hemos madurado, podemos lanzarnos a conquistar nuestros sueños. Porque, primero vemos y luego poseemos. La fe nos saca del contexto humano para transportarnos a los umbrales de la gloria divina. En su carta a los corintios, el Apóstol Pablo dijo de manera magnífica: “…nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria…” (2 Corintios 3:18). ¿Cómo es esa transformación? Similar a la metamorfosis que vive el gusano para convertirse en mariposa. Al buscar la intimidad con el Espíritu Santo, quizás usted se sienta una persona indigna, con muchas ataduras, con luchas en su mente por pensamientos y deseos impuros que le atacan; al intentar una intimidad con Dios, al abrirse a la vida del Espíritu, esas cosas incomodan, fastidian, intentan obstruir su desarrollo espiritual. Pero al lograr desprenderse de la vieja naturaleza, dejarla a un lado, vive una metamorfosis y es cuando siente el cambio. De ser una persona natural, se transforma en una persona espiritual. Cultiva la intimidad con Él y aprende a moverse en el plano espiritual, el cual es el territorio de Dios. Podrá hablar el lenguaje de Su Reino y caminar en la dirección de Su Espíritu porque su vida ha sido transformada. Fe es dejar nuestras debilidades y flaquezas al pie de la Cruz de Cristo, para vestirnos de la fortaleza invencible del Espíritu de Dios. Todos, sin excepción, nos descarriamos y tomamos el camino
equivocado; la corriente del mundo nos había arrastrado llevándonos al abismo de la destrucción. Pero Dios tuvo misericordia de nosotros, nos dio entendimiento para comprender nuestra condición y abrir el corazón a Jesucristo para que more en nuestro interior. Pudimos entender que Jesús tomó nuestro lugar, recibiendo el castigo que merecíamos. Él tomó el acta de decretos escrita en contra de cada uno de nosotros y la anuló en Su Cruz, quebrantando el espíritu de maldición que nos perseguía y destruyéndolo para que no cause más tropiezo en nuestra vida. Tomó nuestro pecado y lo concentró en Su propia vida, llegando a la Cruz tal como éramos nosotros, bajo el juicio de maldición. Pues sólo Él podía soportar el castigo decretado para cada ser humano. Pablo, al comprender el real significado de la Cruz del Calvario, pudo decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). El Apóstol entendió que la muerte de Jesús representaba su propia muerte; que todos sus delitos, sus flaquezas y su pasado fueron crucificados en aquella Cruz de Jesús. Más adelante, él dijo: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14). La Cruz del Calvario no fue una experiencia momentánea para Pablo; cada día iba a esa Cruz, crucificando su carne con pasiones y deseos. Llegó a ser victorioso por el poder de la Cruz de Cristo, la cual no sólo fue victoria para Pablo sino vergüenza y derrota para los demonios. “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la
cruz” (Colosenses 2:14-15). Satanás tenía una lista, un acta de decretos. Eran los derechos legales adquiridos por él contra nosotros, pero ¿dónde los obtuvo? Posiblemente por pecados cometidos por nuestros padres, el adversario los tomó como argumentos y los usó contra su descendencia. También el enemigo usa las experiencias traumáticas de la niñez para traer culpabilidad y condenación a las vidas. Jesús tomó todos esos argumentos, los arrancó de nosotros y los canceló en Su Cruz, aniquilando para siempre el acta de los decretos. Por esto Pablo dijo: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” (Gálatas 3:13). Fe significa salir de un mundo de fracaso y derrota para transitar las calles sólidas del éxito y la prosperidad. Fe es transformar lo absurdo en algo lógico, lo vil y menospreciado en algo útil y de bendición. El Señor Jesús dijo: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él…” (Juan 7:38-39a). El verdadero creyente tiene gozo permanente en su corazón, no mira lo externo porque el gozo vive y está activo en él. Tal vez usted conozca gente que es como un ascensor; un día se siente en los umbrales de la gloria y al otro en las profundidades del abismo; un día tiene buen ánimo y cree que todo lo puede conquistar, mas al otro día se deprime y siente que la vida no tiene sentido, se ve miserable. Las personas de fe logran mantenerse firmes en la solidez de la promesa dada por Dios en Su Palabra. Saben que el éxito no depende de una circunstancia, sino de vivir aferrados a lo que Él les habló al corazón a través de las Escrituras.
Abraham es un contundente ejemplo de esto. Dios le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena del mar, que de multitud no se podría contar. Los años pasaban, su cuerpo envejecía y las circunstancias parecían decir lo contrario, pero él no se debilitó en la fe, sino que se mantuvo firme, aferrado a la promesa recibida. Dios le dio la victoria y Abraham llegó a ser padre de naciones. Al creerle a Dios, dejamos atrás los fracasos y nos convertimos en personas de éxito, pues Él nos da la capacidad de transformar las circunstancias positivamente.
Jesús nos reveló al Padre Al escuchar acerca de Dios, usted ¿qué piensa? Jesucristo fue el único que nos reveló al Padre, el Dios Todopoderoso que puso en orden todas las cosas que nos rodean, quien es el Principio de la vida y sustenta cuanto existe con la Palabra de Su poder, porque todo comenzó en Él y, por lo tal, todas las cosas a Dios volverán. Fue Él quién dio entendimiento al hombre junto con la capacidad de escoger entre lo bueno y lo malo, a pesar de que éste se rebeló contra Su Palabra, eligiendo el propio camino y haciéndose merecedor a la condenación eterna. Pero Dios preparó un plan de redención a través de Jesucristo. Lo único que permite al creyente tener una vida victoriosa y gozar de las bendiciones divinas es la fe en Cristo, y se desata por un sincero acercamiento a Él a través de la lectura sistemática de la Palabra. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que
no se ve” (Hebreos 11:1). La fe nos permite percibir como verdadero lo que aún no han captado los sentidos físicos. La fe en el Señor Jesús es lo único que le da vida a nuestro espíritu. Él dijo: “…el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). El nuevo nacimiento equivale a recibir la vida de Dios en nuestro espíritu humano. Dios es Espíritu y, por Su naturaleza, sólo se relaciona con seres espirituales. Pablo dijo: “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él” (1 Corintios 6:17). Al tener intimidad con Dios el mundo espiritual se abre frente a nosotros y podemos ver Sus ricas y abundantes promesas. A través de la fe no sólo vemos las promesas en el plano espiritual, sino que a través de la oración y la confesión de la Palabra las hacemos una realidad. No tememos hablar y para compartir acerca de nuestro milagro, pues aunque aún no lo vemos sabemos que para nosotros ya es una realidad. En la Biblia de Lenguaje Sencillo leemos: “Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no podamos verlo” (Hebreos 11:1, BLS). Hay tanto poder en la fe que todo cuanto parece imposible se alcanza y se conquista a través de ella. La fe es tan fundamental para el creyente que sólo en el Nuevo Testamento se menciona unas ciento veintiocho veces; cada vez que el término se pronuncia y se desata, ocurren grandes cosas en la vida del ser humano, en la existencia de quienes abandonan sus costumbres y apegos al mundo para depender de su fe en Jesucristo.
Debemos escoger el camino de la fe
Abraham sólo escogió un camino, el camino de la fe. Esto le abrió todas las puertas al éxito, le dio fuerzas para superar los obstáculos, le ofreció un puente para cruzar el abismo entre lo posible y lo imposible, le permitió beber del manantial de la vida que lo rejuveneció y lo hizo vigoroso, le hizo volar envuelto en las alas del Espíritu, lo llevó a recorrer la ciudad celestial cuyo arquitecto y constructor es Dios, le permitió dejar bendición para su simiente que es Cristo y la extiende a todos los que son de la fe, a quienes aceptan de manera personal a Jesús y viven de acuerdo con Su Palabra. Es importante entender que toda la Biblia fue inspirada en la fe. Gracias a la fe de hombres sencillos pero santos, tenemos hoy ese precioso libro a nuestro alcance. Siervos consagrados a Dios la escribieron creyendo que generaciones posteriores recibirían el mensaje. Lo hicieron con fe. Toda la Biblia, desde el libro de Génesis hasta el de Apocalipsis, habla de portentos sobrenaturales. Si quitáramos la palabra fe de ella, la obra carecería de valor. Lo que hace diferente a la Biblia de cualquier otro libro es sencillamente el elemento de la fe. Si arrancáramos la fe de la vida de los hombres de Dios, no tendría sentido su existencia. Su fe los hizo diferentes. Si quitáramos la fe de la vida de Moisés no hubieran venido los juicios de las plagas sobre Egipto, el mar Rojo no se habría abierto en dos para quedar lo seco, no habría llovido maná del cielo, no habría salido agua de la roca. Hubiera sido imposible para un pueblo subsistir cuarenta años en el desierto si no fuera por la fe. Sin fe, ¿cómo se hubiera detenido el sol cuando Josué le habló? Gracias a la fe el día más largo de la historia ocurrió, el cual ayudó a exterminar los enemigos de Israel. Fue posible gracias a la fe.
Dios no recurrió a materiales preexistentes al crear el universo, hizo todas las cosas con Su poder. El autor de la carta a los hebreos presenta Sus características y habla de Él como el arquitecto, el diseñador que trabaja en ideas tanto en lo macro como en lo microscópico, pensando en las cosas grandes y las pequeñas. Todo con el propósito de brindar un lugar estable al hombre, pero su felicidad tuvo un requisito. Quedó sujeta a la adoración que le ofreciera a Dios.
La fe nos impulsa siempre hacia delante “Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:38,39). El propósito de cada enseñanza bíblica es motivar a los hijos de Dios a avanzar siempre hasta alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo. El Señor nos alienta en Su Palabra para que no miremos ni a derecha ni a izquierda, sino mantener los ojos puestos en Jesús, quien es autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2). El Dr. Derek Prince solía comentar que conservar siempre el mismo nivel de fe es similar a mantener el vehículo en marcha hacia delante; permitir la duda es como poner la reversa al vehículo que rápidamente se desplaza en sentido contrario. A esto se refiere el Señor al decir: “Y si retrocediere el justo, no agradará a mi alma” (Hebreos 10:38). Muchos piensan que sólo asistiendo a la iglesia cristiana agradan a Dios, pero no ponen interés ni cuidado en llevar una vida plena de fe; no se dan cuenta de que todo el tiempo que la
duda esté en el corazón retrocederán en la fe. Cuando abran los ojos a la realidad, estarán muy distantes del verdadero objetivo. Pablo dijo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Se presentan aquí tres principios sencillos para avanzar en nuestra vida de fe.
La fe nos permite renovar la mente El ser humano tiende a amoldarse a las circunstancias y conformarse con lo que ya ha logrado. Es fácil de entender, porque cada comienzo implica dejar atrás lo conquistado para explorar algo desconocido; mas la vida de fe consiste en conquistar sin desmayar. Implica ajustar nuestros pensamientos a Su Palabra. Los grandes avances de la tecnología resultaron del inconformismo, dado que los científicos entendieron que había mucho más para explorar y que ellos serían los protagonistas de la historia.
Leer más