Sample T4 Sumergidos en Su Espíritu

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César Castellanos © 2021 Publicado por G12 editores SAS eISBN 978 958 5571 21 1 ©Todos los derechos reservados Prohibida la reproducción total o parcial de la presente obra incluida la carátula y demás elementos, en cualquiera de sus formas, gráca, audiovisual, electrónica, magnetofónica o digital sin la debida autorización de los editores Cuando no se indica otra fuente, las citas bíblicas corresponden a la versión: Reina Valera, 1960 (Copyright Sociedades Bíblicas en América Latina) Edición: Doris Mora, Santiago Rodríguez

Portada Maquetación: Julian Gamba, Esteban Ríos, Daniel Durán G12 Editores Sur América Calle 22C # 31 01 Bogotá, Colombia (571) 269 34 20 G12 Editors USA 15595 NW 15TH Avenue, Miami, FL 33169 Enero 2022

Dedicatoria

Quisiera dedicar este libro a Jesús, quien ha sido mi mejor amigo desde los 18 años, Él es La Roca que ha sostenido mi vida, mi familia y todo mi ministerio

A mi familia que es mi mayor tesoro y que cada año crece más: Mi amada esposa Emma Claudia y mi hijo Matías, Johanna, Eli, Shailoh, Rachel y Emma Lorena, Julián, Ariana, Melody y Ezekiel Manuela, Rich, Noah, Nathan, Chloe, Joy y Grace Sara, Lau, Isaac, Anabella y Zara Esther.

¡Y a toda la Familia G12 que crece alrededor del mundo!

Contenido

Prólogo

Introducción

1. El bautismo, la doble experiencia

2. Preparándonos para recibir el Espíritu Santo

3. Así se maniesta el Espíritu Santo: Fruto

4. Así se maniesta el Espíritu Santo: Dones.

Bibliografía

Acerca del autor

Prólogo

En este libro, el pastor Castellanos introduce el fundamento para una vida cristiana estable y de éxito. Él presenta las siete grandes verdades bíblicas que constituyen las bases para desarrollar este tipo de vida

El autor de la serie Tan rmes como la Roca explica de manera clara y práctica cada una de estas verdades esenciales. Paso a paso le muestra al lector cómo aplicar correctamente estas piedras fundamentales en su propia vida

César Castellanos es un hombre muy práctico y de un gran corazón. Su lenguaje es claro y poderoso, no disimula la verdad con un lenguaje teológico altisonante. Traza un camino claro para que cualquiera que desee seguir la senda que conduce a la salvación y la vida eterna, lo pueda hacer

Sin embargo, el pastor Castellanos no habla solamente de la teoría abstracta, sino que la lleva al mundo real y cotidiano. Por su exitoso ministerio como pastor, ha logrado congregar a miles de personas que comparten entre sí sus vidas en verdadera armonía cristiana A través de su fructífero ministerio ha demostrado que las verdades desplegadas en esta serie, realmente, funcionan de manera práctica en la vida diaria de todo cristiano.

En Mateo 7:24 27, Jesús hace el contraste entre dos hombres. Cada uno de ellos tuvo que someterse a la misma prueba Uno basó su vida en los fundamentos sólidos de las Sagradas Escrituras,

que exitosamente lo llevaron a sobrepasar la prueba. El otro hombre no logró llevar a cabo tales fundamentos y su vida terminó en desastre En mis muchos años de ministerio cristiano he visto los dos tipos de personas; los que con triunfo sobrepasaron sus pruebas y aquellos que terminaron en desastre.

Estimado lector, le aconsejo que escoja urgentemente el camino que lo conduzca al éxito Esto lo puede hacer si estudia y aplica cuidadosamente los principios expuestos por César Castellanos en cada uno de los libros de la serie Tan Firmes como la Roca.

Introducción

El propósito de Dios con el hombre

No existe nada más hermoso que la libertad con que Dios nos creó. Sin embargo, cada criatura, por más preciosa, grande o poderosa que sea, tiene sus limitaciones: las aves, que vuelan con tanta libertad sintiéndose dueñas de los cielos y que con diligencia trabajan en los nidos para sus polluelos, dependen completamente de Dios, ya que Él mismo es quien las alimenta; las laboriosas abejas que hacen hermosos panales de miel poseen esta habilidad porque Dios fue quien las capacitó para hacerlo; e igual sucede con cada criatura del universo, las cuales, tarde o temprano, comprenden sus limitaciones.

Pero en relación con el hombre, Dios dijo:

“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26-27).

El hombre se diferencia del resto de la creación en que Dios lo dotó de libertad para que éste disfrutara la felicidad plena.

Entre los muchos frutos que podían nutrir al hombre, estaban el

árbol de la sabiduría y el árbol de la vida. Pero Dios quiso cerciorarse de que el hombre usaría correctamente la libertad que le había otorgado, y dispuso que en medio del huerto estuviese un árbol que serviría para probar la delidad del hombre para con Dios: el árbol de la ciencia del bien y del mal.

Lamentablemente, el hombre escogió el camino equivocado y esto les trajo consecuencias funestas a la raza humana y a toda la creación.

El hombre lo perdió todo por causa del pecado pues, haciendo uso de su libre albedrío, prerió rebelarse contra Dios, escogiendo hacer su voluntad y trazar sus propios caminos. Salomón dijo:

“Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su n es camino de muerte” (Proverbios 14:12).

Y Pablo enseñó:

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron ” (Romanos 5:12).

La primera reacción del hombre después de haber pecado fue buscar escapismos para acallar la voz de la conciencia; desde entonces, Dios ha estado buscándolo continuamente y sin cesar, para que todo el que se acerque a Él, a través de Jesucristo, tenga vida eterna y no venga a condenación.

Jesús, el fundamento firme

“Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto” (Juan 14:7).

Jesús es la encarnación del Dios invisible y eterno, puesto que en Él mora la plenitud de la deidad. A Dios le plació tomar un cuerpo humano para convertirse en el único camino de salvación de la raza humana.

El Señor dijo: “Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14:10).

“Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”. Esa fue la respuesta inspirada de Pedro cuando el Señor quería conocer el concepto que la gente tenía de Él. Esto movió al Señor a expresar una bendición sobre la vida del apóstol, diciendo:

“Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edicaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:17-18).

Infortunadamente, este texto ha sido interpretado equivocadamente, haciéndole creer a la gente que Pedro es la piedra sobre la cual descansa el edicio de la iglesia de Cristo, pero al ir a los escritos originales, encontramos que el Señor, al responderle a Simón, le dice:

“Yo te digo que tú eres Petros (que en griego signica una piedra grande, aunque no tan grande). Y sobre esta petra (que en griego signica: roca alada que se extiende desde el lecho de roca), sobre ese fundamento edicaré mi iglesia”.

Pedro era simplemente una piedra dentro del gran edicio de la iglesia; la roca a la cual se reere el Señor, para edicar Su iglesia, es lo que Simón Pedro estaba confesando: “Tú eres el Cristo, el Hijo

del Dios viviente”.

Aunque Pedro había caminado con el Señor por varios años y, aparentemente, lo conocía, su mente fue iluminada y llegó a conocer a Jesús no como una persona, sino como el bendito Hijo de Dios. El Señor, después de oír la confesión de Pedro, dice que se trata de una revelación en la que el Padre le había corrido el velo del entendimiento a este discípulo, quien pudo establecer que el hombre con quien había estado compartiendo por años, era el mismo Dios encarnado, sintiéndose motivado a hacer una confesión pública y abierta de su fe. Al decir “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, se entiende claramente que: a Jesús sólo lo podemos conocer por revelación divina.

La fe cristiana no es algo que se hereda o se recibe por medio de carne y sangre, sino que viene directamente del Padre que está en los cielos Se debe hacer una confesión abierta, que Jesucristo es el Hijo de Dios.

La roca sobre la cual descansa todo el edicio de la Iglesia es Jesucristo. Nosotros nos convertimos en piedras vivas dentro del edicio de Dios que es la iglesia. Nuestra fe crece rme sobre esa roca que es Cristo

Jesús es la piedra angular del gran edicio que es la iglesia, cuya base radica en la preciosa confesión que hace el apóstol, indicando que Jesús es el Mesías, el bendito Hijo del Dios vivo que vino a redimir a la humanidad.

Como sucedió con Pedro, cada miembro de la iglesia tiene que pasar por diferentes clases de pruebas o adversidades, pero detrás de cada lucha está el dulce Espíritu de Dios, pendiente de formar su carácter hasta permitir el alcance de la estatura de la plenitud de Cristo

El Señor manda que tengamos una base, un excelente fundamento, el cual es Jesucristo.

“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:11).

“…edicados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edicio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edicados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:20-22).

¿En dónde encontramos la doctrina de los apóstoles y profetas? Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Pablo dijo:

“Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edicio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edica encima; pero cada uno mire cómo sobreedica…Si permaneciere la obra de alguno que sobreedicó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Corintios 3:9-10,14-15).

Cada uno de nosotros debe ir creciendo, desarrollando los dones y talentos que Dios nos ha dado, disponiéndolos al servicio de Dios dentro de la iglesia. Con Cristo como fundamento, el edicio jamás se irá al piso, ya que, por más fuertes que sean los vientos del ataque demoníaco contra él, siempre se mantendrá rme En la época apostólica era tan sólido el fundamento, que aun los apóstoles estuvieron dispuestos a dar su vida por el Señor.

Cuando el Señor dijo “Edicaré mi iglesia”, daba a entender que Él es quien se encarga de todo el desarrollo y cuidado de la misma El Señor tiene sólo una iglesia conformada por personas de diferentes lenguas, razas y culturas, quienes, por haber creído en el

Señor Jesucristo, fueron incorporadas como miembros de su cuerpo, para entre todos formar la iglesia de Cristo.

Para construir Su Iglesia Jesús nos dejó al Espíritu Santo, de quien estaremos hablando en este libro

Capítulo UNO:

El bautismo, la doble experiencia

“Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y el juicio eterno” (Hebreos 6:1 2)

Hay decenas de testimonios sobre lo que ha signicado para algunos la experiencia del bautismo. Para algunas personas sólo ha sido el cumplimiento de una ordenanza bíblica en señal de obediencia a Dios, sin embargo, para otros, ha sido la mejor oportunidad para demostrar que realmente han nacido a una nueva vida.

El caso de un joven, a quien llamaré Andrés, conrma esto último. La vida de este muchacho había estado plagada de vicios y costumbres malsanas adquiridas en el sórdido mundo de la delincuencia juvenil, experimentando situaciones que lo convirtieron en el dolor de cabeza de su familia; padres, hermanos y otros parientes, por más que intentaron restablecer a Andrés llevándolo, incluso, a centros de rehabilitación, jamás pudieron lograr su propósito; un día cualquiera, agobiada, la mamá de este joven decidió abandonar la lucha por recuperarlo, diciendo: “No intentaré nada más con Andrés, que sea lo que Dios quiera”.

Ella, al igual que el resto de la familia, no era cristiana, sólo pronunció unas palabras que forman parte del lenguaje del común de la gente cuando se decide dejar a un lado cualquier esfuerzo. Pero Dios sí tenía un propósito denido con la vida de Andrés quien, pocos días después, viéndose perdido en una situación delincuencial, aceptó la invitación de un amigo a la iglesia; allí el Señor le habló a su corazón y él decidió aceptar a Cristo como su Salvador personal

Cuando Andrés volvió ante su familia para comentarles de su cambio, ninguno le creyó. Había permanecido tanto tiempo violando las normas, sin someterse a nada ni a nadie, que a todos les parecía imposible que él estuviera ahora, como lo decía, sometido a la voluntad de Dios.

Por más esfuerzos que hizo, la duda familiar se mantuvo hasta que llegó la fecha de su bautismo en agua, algo que Andrés había entendido como un paso de obediencia a Cristo. Con dicultades

logró convencer a sus padres y a dos de sus hermanos para que lo acompañaran en tan importante acontecimiento.

En la iglesia, un sábado por la mañana, la familia de Andrés se sorprendió de que no sólo él, sino casi doscientas personas más estaban listas para ser bautizadas, ataviadas con batas blancas a orillas del bautisterio listas para ser sumergidas.

Cuando el pastor encargado expuso el signicado del bautismo indicando, entre otras palabras, que aquel acto representaba “el sepultamiento de la vida pasada y el paso a una nueva vida en obediencia a Jesucristo”, la familia de Andrés comprendió que verdaderamente el muchacho había tenido un cambio rotundo y que había decidido comenzar de cero

El bautismo le sirvió a Andrés para demostrar públicamente que su entrega a Dios había sido genuina.

Hechos como éstos nos ayudan a destacar el por qué las Escrituras establecen como fundamento primordial en la vida del creyente la doctrina del bautismo

La palabra bautizo es un término griego que significa hundir o sumergir; por tanto el bautismo simboliza sepultamiento. La acción completa sugiere penetrar en el agua y salir de ésta.

En el Nuevo Testamento encontramos referencias a cuatro tipos de bautismo:

1.

El bautismo de Juan el Bautista y que se dio en el proceso de preparación del camino a Jesús: (Mateo 3:7 8; Marcos 1:3 5).

2.

El Bautismo de sufrimiento de Jesús, el cual indica que Dios

bautizó a Jesús dentro de los pecados y enfermedades del hombre para poderle dar a éste rectitud y justicia (Lucas 12:50).

3.

El Bautismo cristiano en agua (Hechos 2:38). 4.

El Bautismo cristiano en el Espíritu Santo (Hechos 8:15; Hechos 19:6)

En este libro de la serie Tan rmes como la Roca, nos ocuparemos en el estudio de los dos bautismos primordiales: “El bautismo en agua, y el bautismo en el Espíritu Santo”

El bautismo en agua

Partimos de la base de que se trata de una ordenanza incluida en la misma Gran Comisión otorgada por Jesús a sus discípulos y a todo creyente (Mateo 28:19) Como compartí anteriormente, se trata del sepultamiento del individuo en el agua porque el Señor Jesucristo ya cargó nuestras culpas en la Cruz; nuestra parte consiste en aceptar dicho sacricio y bajar a las aguas del bautismo como equivalencia a la misma muerte en la Cruz. Este acto personal es la demostración de que estamos dispuestos a dejar allí crucicada la vieja naturaleza. El Apóstol Pablo dice al respecto:

“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a n de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en nueva vida” (Romanos 6:3-4).

En Colosenses 2:11 12, leemos:

“En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos”.

De acuerdo con esto, en el bautismo estamos sepultando, cortando o circuncidando nuestro corazón, es la muerte del viejo hombre, la destrucción total de la naturaleza débil y pecaminosa.

Los textos bíblicos analizados nos permiten concluir también que el bautismo en agua es nuestra identicación con Cristo en su muerte, en su sepultura y en su resurrección; pero también este bautismo es la manera de confesarle públicamente al mundo y al mismo Satanás que estamos muertos con Cristo a nuestros pecados, muertos a la carne con sus pasiones y deseos, y muertos a las afecciones del mundo. Los siguientes textos ratican estos comentarios:

“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor Nuestro” (Romanos 6:11).

“Pero los que son de Cristo han crucicado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).

“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucicado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14).

También el bautismo en agua nos ayuda a demostrar públicamente el deseo de vivir una vida nueva y seguir siendo discípulos de Cristo (Efesios 4:22)

¿Por qué debemos ser bautizados en agua?

Muchos tienden a menospreciar la importancia del bautismo; sin embargo, éste forma parte de un mandato directo del Señor Jesucristo. Después de haberse enfrentado con la muerte y vencerla levantándose triunfante de entre los muertos, Jesús les dice a sus discípulos: “…Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Aquí hay varias exigencias del Señor, destacándose entre ellas la relacionada con el bautismo

La palabra original en el griego es baptizo cuya raíz, bapto, significa mojar o teñir, algo que sólo pude lograrse sumergiendo a la persona en el agua.

Este acto debe ser realizado por una autoridad espiritual, bien sea un pastor, diácono, o líder a quien se le haya concedido esa autoridad.

Otra razón importante para justicar la práctica del bautismo es que somos discípulos de Jesús, como lo dice al Apóstol Juan:

“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6).

A la edad de 30 años, el Señor Jesucristo descendió a las aguas del bautismo; esta fue su primera experiencia al iniciar su vida pública. Aun sabiendo de quién se trataba, Juan intentó oponerse a la solicitud de Jesús para ser bautizado por él, diciéndole:

“Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:14-15).

Aunque el Señor no necesitaba pasar por el bautismo de arrepentimiento de Juan, pues no había cometido pecado ni hubo engaño en su boca, sin embargo, lo hizo para darnos ejemplo de obediencia, conrmando que éste era el requisito establecido por Dios para justicación. En 1 Pedro 2:24 encontramos que Cristo nos dio ejemplo en todo para que siguiéramos sus pisadas

En conclusión, debemos ser bautizados porque como seguidores de Jesucristo actuamos de acuerdo con su propio ejemplo, y Él no fue rociado con agua, sino que fue totalmente sumergido; porque Él lo ordenó; y también porque, guiados por la conducta de Jesús, los apóstoles extendieron su ordenanza en tal sentido (Hechos 2:37 41).

De igual manera, porque hacemos valer nuestra fe obedeciendo el mandato de Jesús; en Santiago 2:17 y 18 lo rearmamos así:

“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”.

Como sucedió con Andrés, el joven del testimonio comentado al comienzo del capítulo, obrando o actuando en obediencia a través del bautismo en agua, le demostró a su familia y al mundo el signicado de su fe en Jesucristo, el único que había podido cambiarlo.

Requisitos para ser bautizados

Al ser bautizados en agua damos un testimonio público de que

todos nuestros pecados han sido lavados por la sangre del Cordero de Dios y que hemos sido sepultados con su muerte para andar en una vida nueva.

Para llegar a esta experiencia que viene luego del arrepentimiento y la confesión de nuestra fe en Jesucristo, se hace necesario cumplir varios pasos o requisitos. A manera de ilustración, para facilitar la comprensión de estos requisitos, tengamos en cuenta una historia registrada en el capítulo 8 del libro de Hechos. La gente de Samaria había caído en engaño espiritual porque un hombre practicante de la magia, haciéndose pasar por un grande, había logrado impresionar a toda la región, la cual le seguía atentamente, pero cuando Felipe comienza a predicar el evangelio causa un impacto tremendo y logra que hasta el mismo Simón, el mago, se convierta al cristianismo.

“Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito” (Hechos 8:12-13).

Después de aquella experiencia, Felipe le comparte a un funcionario de Candace, reina de los etíopes, y éste recibe la convicción de que la Escritura es la Palabra de Dios y que Jesús es el Mesías. Yendo por el camino y pasando cerca de cierta agua, el etíope le dice a Felipe:

“…aquí hay agua; ¿que impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino” (Hechos 8:36-39).

Otra ilustración valiosa asociada al bautismo en agua es la que hace referencia a Cornelio, un hombre que, a pesar de gentil, era temeroso de Dios Por orden expresa de Dios a través de un ángel, Cornelio debió mandar en busca de Pedro para que llegara a su casa a compartir acerca de la obra redentora de Jesucristo. Sin que el discurso de Pedro hubiera terminado, la presencia del Espíritu Santo se tomó el lugar y todos alcanzaron a experimentar su llenura con la evidencia de hablar en lenguas. Al ver esto, Pedro pregunta:

“…¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús” (Hechos 10:47-48).

Pedro vio que el Espíritu estaba moviéndose entre los gentiles igual que entre los judíos y, sabiendo que el bautismo en agua los integraba al pueblo de Dios y que de esta manera eran librados de condenación, hace la pregunta respecto a qué podría impedir el proceso sabiendo que Dios no había rechazado a estas personas.

El bautismo en agua era un sello, el pacto de Dios con el creyente, y como en aquel entonces, sigue siéndolo hoy.

Notamos en los anteriores relatos varios aspectos en medio de los cuales descubrimos requisitos para ser bautizados:

Creer

La creencia antecede al proceso del bautismo, nadie puede ser bautizado sin antes haber creído. En Marcos 16:16 el Señor Jesús dice: “El que creyere y fuere bautizado…”

Reconocer la obra de la Cruz

La creencia del candidato al bautismo se remite al reconocimiento del sacricio de Cristo en la Cruz del Calvario como único camino para su redención Notemos, en el caso del etíope, que él maniesta claramente su convicción diciendo: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios…”. Se entiende que al decir esto no sólo creía en Jesús como tal, sino también en su obra en la Cruz.

Toda la maldad del hombre la cargó Jesús sobre su cuerpo en la Cruz, pero esto se conrma cuando cada individuo que cree en esta obra redentora, baja a las aguas del bautismo.

Mostrar frutos dignos de arrepentimiento

Simón el mago creyó el mensaje de Felipe, se arrepintió y se bautizó. Cuando las multitudes acudían a Juan el Bautista para ser bautizadas, él decía:

“…¡Oh, generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento…” (Lucas 3:7 8).

Juan lo que da a entender es que el arrepentimiento y el bautismo son consecuentes, van juntos. Es necesario mostrar el fruto de ese arrepentimiento. Por ello, cuando le preguntaban, ¿qué haremos?, él responde: “ el que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el qué tiene que comer, haga lo mismo”. En Hechos 2:38 encontramos la reconrmación de este requisito cuando Pedro, nalizando su primer discurso ante los judíos, dice:

“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

En resumen, la creencia en el mensaje de la Palabra, el reconocimiento del sacricio de Cristo en la Cruz que se maniesta a través de la confesión de fe, son los pasos que anteceden al bautismo. Estos aspectos nos permiten determinar que es imposible el bautismo de infantes por cuanto ellos aún no se encuentran en condiciones de clara conciencia para dar este paso

Beneficios de ser bautizados

Para especicar los benecios que obtiene el creyente al cumplir obedientemente el bautismo en agua, debemos remitirnos nuevamente a la experiencia de Jesús cuando dio dicho paso En Mateo 3:16 17 dice:

“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.

Observamos que ocurren tres sucesos signicativos: los cielos se abren, el Espíritu Santo desciende y se escucha la voz de Dios expresando su complacencia por el Hijo.

Estos sucesos equivalen a tres grandes bendiciones que vienen sobre aquellos que dan el paso del bautismo:

1. Los cielos se abren ante ellos

En otras palabras, se establece la posibilidad de que ahora su relación con Dios sea más directa. El bautismo les da el derecho de comunicarse personalmente con su Señor y sus oraciones entran sin impedimentos en la presencia divina.

2. El Espíritu Santo viene sobre su vida

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