Sample Tocando el Corazón del Padre

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CÉSAR

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CASTELLANOS D © 2005

Publicado por G12 Editores. Todos los derechos reservados. eISBN: 978 958 5571 36 5 / Prohibida la reproducción© total o parcial de la presente obra en cualquiera de sus formas, gráca, audiovisual, electrónica, magnetofónica o digital sin la debida autorización de los editores Cuando no se indica otra fuente, las citas bíblicas corresponden a la versión: Reina Valera, 1960 (Copyright Sociedades Bíblicas en América Latina). Dirección Editorial Johanna Castellanos / Editora General Perla Doris Mora / Diseño G12 Editores G12 Editores Sur América Calle 22C # 31 01 Bogotá, Colombia (571) 269 34 20 G12 Editors USA 15595 NW 15TH Avenue, Miami, FL 33169 Colombia 2021

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Contenido Introducción

1. Conociendo a Dios como nuestro Padre 2. Conociendo al Dios del cielo 3. Benecios de recibir la santidad de Dios 4. Conociendo el Reino de Dios 5. Conociendo la voluntad de Dios 6. La provisión de Dios para su vida 7. El perdón base de la Redención 8. Venciendo la tentación a través de la fe 9. Como ser libres de la maldición

10. Dios tiene el dominio sobre todas las cosas

Introducción

Al leer este libro usted podrá conocer a Dios como un ser espiritual, real y pendiente de cada una de las necesidades de Sus amados hijos. Podrá elevar su nivel de fe, sabiendo que su futuro depende de ello. Pues Dios será tan grande como usted crea que Él es. En otras palabras, el tamaño de Dios en su vida depende de la clase de fe que usted tenga.

¿Cómo podemos llegar a tocar el corazón del Padre Celestial?

La única respuesta es: A través de Su Hijo Jesucristo. “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:35 36).

La clave para tocar el corazón del Padre depende de cómo nos relacionemos con Él. Conocer, entender y poner en práctica cada uno de los pasos de la preciosa oración presentada por Jesús, lo llevará a vivir día a día una experiencia sobrenatural.

Hallará en estas palabras la llave que abrirá las puertas del Reino de los cielos. “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Lucas 11: 9 10).

El salmista expresó que nuestro Dios siempre está cerca (Salmos 145:18). Él está más cerca de nosotros que el aire que respiramos. Lamentablemente, muchas personas han caído en religiosidad por no saber cómo relacionarse con Dios. Él anhela un contacto con nosotros en forma personal: la oración. Las Sagradas Escrituras contienen más de treinta y dos mil promesas de bendición; sólo a través de la oración pueden ser entendidas y reclamadas sobre nuestra vida.

Dios a cada uno nos otorgó una medida de fe, ésta es la llave que poseemos para conquistar aquello que en lo natural sería imposible: Pablo dijo: “ … conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno ” (Romanos 12:3).

Quizá usted pensaba que no tenía fe, pero hoy debe saber que la fe está dentro de usted y tiene que comenzar a desarrollarla por medio de una vida de oración. El Señor Jesús dijo: “…de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20).

Entre todas las semillas, la del grano de mostaza es la más pequeña, podemos comparar su tamaño al de la cabeza de un aller; el Señor tomó como ejemplo lo más diminuto para enseñarnos a conquistar lo más grande, y todo aquello que nos parece imposible.

La fe viene como resultado de estar diariamente en la presencia de Dios, pues es en el lugar secreto de intimidad con Él donde recibimos revelación de las Escrituras, fe y dirección para nuestra vida, lo cual nos llevará a conquistar la meta anhelada, siempre y cuando nuestras oraciones sean especícas.

Dios, desea tocar nuestros corazones, muchas veces tiene que permite situaciones adversas para que prestemos oído a Su voz. A pocos años de casados

experimentamos una de las mayores crisis nancieras. Nuestra hija Johanna era aún pequeña y las nanzas comenzaron a escasear; aunque trabajaba arduamente, no veía la respuesta por ningún lado. Un día llegué a mi casa tan agobiado y aigido que busqué un rincón para llorar. Iba con la idea de reclamarle a Dios acerca de esta situación, pero Él no lo permitió; antes de comenzar a orar cayó sobre mí la unción de Dios y las primeras palabras fueron en otras lenguas, las cuales iban cargadas de una fuerza poderosa, al punto que yo mismo quedé asombrado.

En seguida, tuve la interpretación; el Señor me dijo: “Porque de cierto te digo, que te bendeciré de tal modo, que tú mismo quedarás asombrado y me dirás: Basta”.

Al escuchar aquellas palabras quedé maravillado, porque nunca algo así había pasado por mi mente. Cuando me levanté de mis rodillas me sentía el hombre más prospero del mundo. Corrí a ver a mi esposa para comentarle la palabra que el Señor me había dado; juntos creímos en ella y vimos una gran bendición en el área nanciera.

El libro de Hebreos nos enseña que la fe es la sustancia de lo que se espera. Es importante comprender la palabra “sustancia”, la cual se deriva de un vocablo griego que signica: “Titulo de propiedad legal”. Cuando usted le cree a Dios y se impregna de fe en Él, puede moverse en la dimensión de lo sobrenatural, y con su título de propiedad legal, reclamar todas las bendiciones que Dios tiene para usted. Siempre que anhelé ver grandes milagros tuve que dar un paso de fe, creer que tenía el título de propiedad legal; éste es un argumento a favor, el cual presento delante de Dios; enfrento al adversario y con fe le digo: Reclamo mi derecho y te ordeno que sueltes mis nanzas, mi familia, mi bendición, mi iglesia. Usted debe renovar su mente hasta llegar a tener la convicción que el

Padre le ha dado la sustancia, allí podrá comenzar a ver toda circunstancia, no con sus ojos naturales, sino con los ojos de Dios. Comenzará a pensar como Él piensa; a hablar como Él habla, a soñar como Él sueña; al hacerlo, dejará de ser una persona fracasada y comenzará a ser una persona de éxito y próspera, no verá ya su hogar en ruinas, sino como uno donde reina la armonía; no verá a su iglesia débil, sino que la verá próspera y experimentando un crecimiento sin precedentes, pues todo milagro ocurre primero en su mente. Permítale al Señor renovarla por medio de las enseñanzas de este libro, porque Dios anhela que usted entre en una nueva dimensión de intimidad con Él.

Preparándonos para relacionarnos con Dios

¡“No sé cómo orar”! ¡”No puedo durar ni diez minutos sin que pasen por mi mente toda clase de pensamientos o que se presenten interrupciones”! Esta es la condición de centenas de personas con las que he tratado.

El poder comunicarnos con el Creador a través de la oración es uno de los más grandes privilegios que podemos tener.

Ciertamente es la oportunidad que Dios nos brinda para relacionarnos de manera directa con Él. Jesús no enseñó a Sus discípulos a predicar, pero sí les enseñó cómo orar.

Cuando empezaba mi vida cristiana, un día me hallaba en mi recámara orando; lo hacía con mucho temor pues imaginaba que Dios estaba sentado en un trono con un látigo en Su mano, listo a castigar a todo aquel que le desobedezca. Estando en esa actitud, escuché una voz que habló a lo más profundo de mi corazón, diciendo: “¿Y quién te dijo a ti que Dios es así? ¿Acaso no sabes que Él está con Sus brazos extendidos esperando que te rindas

en ellos?

Inmediatamente, en un acto de fe, me rendí en aquellos brazos extendidos hacia mí. Desde entonces me he relacionado con Dios como mi verdadero Padre. Aunque perdí a mi padre terrenal cuando tenía diez años de edad, puedo testicar que, desde que tuve esa experiencia con el Señor en mi recámara, Él ha llenado cada uno de los vacíos que había dentro de mí.

El escritor a los hebreos dice: “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, puricados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura ” (Hebreos 10:22).

Enséñanos a orar como también Juan enseñó a sus discípulos; fue la petición que ellos hicieron al Señor. Creo que todo creyente sincero debe tener la misma disposición que tuvieron ellos. Jesús procedió a enseñarles la oración más importante de todos los tiempos, “El Padre nuestro ” (Mateo 6:5-13).

Él nos mostró tres pasos esenciales que debemos tener presentes para que las oraciones sean efectivas. Aunque el mismo Señor Jesús enseñó que podemos orar en todo tiempo y en cualquier lugar, no obstante, exige una actitud del corazón para poder comunicarnos efectivamente con Él.

Los judíos habían convertido la oración en un acto meramente externo acompañado de movimientos, gesticulaciones y palabras repetitivas expresadas de manera mecánica, lo cual había llevado a que aun los líderes religiosos cayeran en hipocresía, dando prioridad a la apariencia externa antes que a la actitud interna.

Debemos creer que si nos disponemos a hablar con Él sinceramente, Su oído estará atento a nuestras oraciones.

“Y esta es la conanza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye ” (1 Juan 5:14).

Primer paso: Tener un corazón sincero

Los fariseos se jactaban de ser extremadamente espirituales, por lo cual Jesús puso la marca de la hipocresía sobre sus frentes. Aunque ellos tenían muchas cosas buenas como la oración, el ayuno y las ofrendas, cometieron el grave error de hacer esto, sólo para obtener la admiración de las personas. Tenían una manera muy hábil para encubrir el pecado que había en su interior, haciendo pensar a los demás que siempre eran justos, sin interesarles que su relación con Dios estaba completamente deteriorada. Algo similar ocurrió con el rey Saúl, a quién no le importó que Dios lo hubiera desechado de su trono, pero sí se angustió por su imagen delante de los demás; esto lo llevó a rogarle al profeta Samuel que guardara su apariencia frente al pueblo.

El primer consejo que el Señor le dio a sus discípulos fue que tuvieran un corazón sincero y les advirtió: “No sean como ellos…”’ (Mateo 6:8 NVI).

Al acercarnos a Dios debemos hacerlo con total sinceridad; muchos tratan de encubrir sus pecados con disculpas; por no reconocerlos, nunca han podido ser libres. Si usted ha fallado, no justique su pecado, sino confróntelo. Sólo entonces, puede arrepentirse con sinceridad y llegar a relacionarse con Dios en la oración. Si se disculpa y se excusa de sus errores, nunca tendrá la convicción de arrepentimiento y todo seguirá igual en su vida.

El salmista David hizo la siguiente pregunta: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de

gran rebelión” (Salmos 19:12 13). Cuando el rey Salomón dijo: “El hipócrita con su boca daña a su prójimo” (Proverbios 11:9). “Mas los hipócritas de corazón atesoran para sí la ira, y no clamarán cuando él los atare” (Job 36:13). El Señor Jesús lo dijo de esta manera: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:3 5).

El hipócrita no ve sus propios defectos, pero sí vive pendiente de los errores de los demás.

El Señor, exhortando a los escribas y fariseos, les dijo: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón lejos está de mí, pues en vano me honran enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:7 9).

Segundo paso: Tener privacidad

La oración es una conversación privada con Dios; por eso el Señor habló de entrar en la recámara, en el cuarto de intimidad con Él. Usted puede orar en todo lugar y en todo tiempo, es verdad, pero Mateo enseña acerca de un momento de privacidad con Dios (Mateo 6:6). Debemos buscar el tiempo propicio para estar a solas en Su Presencia. Algunos escogen las horas de la mañana, otros las horas de la tarde y otros las horas de la noche, lo importante es que separe ese tiempo para hablar con Dios. Recuerde que nuestro Dios es Espíritu y que Él anhela que le adoremos en espíritu y en verdad.

La oración secreta es una experiencia de intimidad similar a la conyugal, pues

ahí Dios se relaciona con nosotros y nos hace entrar en una intimidad profunda con Su Espíritu.

Cada creyente requiere de un lugar donde pueda tener a diario privacidad con Dios, ya sea en el estudio, en la recámara, en la sala, o en cualquier otro lugar. El Señor Jesucristo, como no tenía un lugar especíco, oraba al aire libre en las madrugadas (Marcos 1: 35).

El salmista Asaf, tuvo una lucha intensa en sus pensamientos al ver la prosperidad de los impíos, y por causa de este fuerte bombardeo, dio lugar a la envidia. Sólo cuando entró al santuario de Dios pudo comprender el n de los malos, que han sido puestos por Dios en deslizaderos y en asolamientos los hará caer (Salmo 73:17 18).

Cuánto podemos aprender acerca de la oración al leer los Salmos. David dijo: “Confortará mi alma…” (Salmos 23:3a). A pesar de estar atravesando grandes momentos de angustia, la oración se convirtió en un verdadero refrigerio para su alma, un reconstituyente espiritual que renovaba sus fuerzas para poder seguir avanzando. Cuando Jesús le dijo a sus discípulos que echaran sobre Él sus cargas, los estaba invitando, a que por medio de la oración entregaran su necesidad sabiendo que el Señor se encargaría de cada una de ellas, haciéndolos libres de toda incertidumbre, temor y angustia y recibiendo de Dios la paz que sobrepasa todo entendimiento.

El Señor dijo a través del profeta Isaías: “Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación” (Isaías 26:20).

Tercer paso: No usar vanas repeticiones

No trate de apelar a la palabrería. No convirtamos la oración en una serie de repeticiones sin sentido.

Muchas personas toman esta oración y la repiten varias veces, pensando que cuanto más veces la repitan, más efectiva será. El Señor advirtió a Sus discípulos que no hicieran de la oración un rezo (repetir siempre lo mismo).

Quienes hacían esto eran los habitantes de Éfeso: “…Todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!” (Hechos 19:34). El rezo era muy familiar entre los paganos, pero no en el pueblo de Dios.

“Oh Dios, oye mi oración; escucha las razones de mi boca” (Salmo 54:2). En su oración sincera, el salmista razonaba con Dios tal como lo hace un hombre con su prójimo. Para mí no es ninguna penitencia hablar con mi mujer; antes, por el contrario, es un gozo. Así es la oración. Debe hacerse con gozo, alegría e inteligencia; nunca como una obligación, o algo que nos es impuesto.

El apóstol Santiago dijo: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago: 4:3). Aunque Dios exige que cada uno de Sus hijos ore a diario, no obstante, ciertas oraciones no tienen respuesta porque no van acompañadas de fe. Sin fe es imposible agradar a Dios, por eso la oración mecánica no le es agradable, porque carece de fe.

Al introducir estas palabras fue el Señor quien nos abrió las puertas para una comunicación permanente con el Padre. La oración ecaz del justo puede mucho; y al comprender aprender y practicar estos diez niveles de oración, estaremos descubriendo día a día los aspectos más trascendentales de nuestro diario vivir.

Capítulo 1:

Conociendo a Dios como nuestro Padre

“Padre nuestro…” (Mateo 6:9).

La más alta aspiración que un hombre puede anhelar, es la de ser padre. En la antigüedad Dios llamó a Abram, que signica padre enaltecido, para que le sirviera. Dios lo escogió y entró en pacto con él y con su descendencia para siempre, sin embargo para ver esta promesa hecha realidad, Dios le cambió su nombre por Abraham: Padre de multitudes.

Lo más cercano al corazón de Dios, es el corazón de un padre, lamentablemente, en los días actuales, el concepto de padre ha sido muy distorsionado. El Dr. Dereck Prince, en una ocasión escuchó a alguien expresar el signicado de padre: “Padre es un ejecutivo, el cual carga un portafolio en sus manos y siempre está lejos de su casa ” . Al escuchar estas palabras él dijo: “Dios mío, yo no quiero ser esa clase de padre”.

El trasfondo de la problemática actual es la rebeldía e irreverencia en la juventud, la violencia en diferentes esferas, la crisis familiar, los divorcios y las separaciones, son consecuencia de que el hombre ha perdido su lugar de autoridad, dejó su posición de padre transformándose en una persona egoísta, en una máquina que sólo piensa en hacer dinero, aunque con la disculpa que trabajan por el bien de los hijos, pero en realidad lo hacen para alimentar su propio ego.

Jesús nos dio la meta de la paternidad

El Señor Jesús, al compartir su sermón del monte dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48) Jesús

puso la marca que todo discípulo debe alcanzar. Él no dijo sé un buen trabajador, sé hábil en los negocios, aunque todo esto es importante. La expresión de Sus palabras nos hablan de la medida que Él desea que alcancemos: Ser padres con el mismo corazón compasivo que el Padre celestial posee. La crisis en la actualidad es una crisis de paternidad, porque el hombre carece de una conciencia clara de la responsabilidad que implica tener hijos.

Pero Jesús, al enseñarnos acerca de la oración trajo una gran revelación a nuestra vida: El Padre de todos es Dios.

La autoridad delegada

El apóstol Pablo dijo: “ … de quién toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra” (Efesios 3:15). Al leer esta declaración en el original dice: De quién toma nombre toda paternidad en los cielos y en la tierra. Al hablar de familia estamos hablando de paternidad. Dios, le concedió al hombre la capacidad de ser padre, le conó Su autoridad. La autoridad delegada consiste en que Dios, siendo Padre de todos, nos conó ésta responsabilidad a los seres humanos, nos delegó Su autoridad en esta área. Dios dijo, no voy a ser yo el Padre directamente, lo seré a través de los seres humanos (usted). Dios usa la semilla del hombre para cumplir Su propósito; El pudo haber sido el padre de mis hijas, pero me conó esa responsabilidad, dándome cuatro preciosas mujeres. Lo más importante es comprender, que Dios me las conó para que yo actúe (me conduzca) con ellas como Él lo haría: con responsabilidad, cariño, afecto, expresando amor y aprobación, proveyendo para sus necesidades no sólo materiales, sino emocionales y sobre todo, enseñándoles acerca de la vida espiritual y la fe en Dios. El día que el Padre Celestial me llame y me pida cuentas acerca de mi vida en esta tierra, lo primero que me preguntará será:

¿Qué hiciste con el talento de padre que te coné? ¿En qué dirección orientaste a tu familia? ¿Qué principios inculcaste en ellos? ¿Al verte a ti, me veían a Mí? Dios me examinará si fui un padre correcto o uno incorrecto.

Al entender que Dios me había delegado Su autoridad para que yo lo representara como Padre, me aboqué a la tarea de hacer por mis hijas, todo lo que el Padre Celestial haría. Sembré en ellas semillas de amor; las amo profundamente y se lo demuestro a cada momento pues sé que es el amor les da seguridad, estabilidad y conanza motivándolas a conquistar el éxito. Cuando un hombre maltrata a su mujer, con palabras o físicamente, los hijos lo perciben y esto deja heridas muy profundas en sus corazones; muchas veces llegan a odiar a su padre, no tanto por lo que les hizo a ellos, sino por la manera en que maltrató a su madre y a sus hermanos. Muchos hijos han crecido con un corazón herido, lleno de resentimiento por las humillaciones causadas por sus padres. En mi hogar, nunca mis hijas han visto un espectáculo bochornoso, nunca me han visto agredir a mi esposa, ni tampoco ella a mí, ni con palabras ni con actos o actitudes. Siempre tratamos de llevar adelante un hogar que agrade el corazón de Dios; nos esforzamos por nunca herir a nuestras hijas, jamás las castigamos injustamente y sabemos que muchas veces el disciplinar a los hijos de manera indebida levanta una barrera de separación entre el padre y su familia.

Decida educar a sus hijos en el temor de Dios

Yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden toda la Palabra de Dios (Génesis 18:19).

Para que la enseñanza de los hijos sea efectiva, no es suciente con sólo comunicarles las verdades, sino que debemos…

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