La crisis financiera internacional 2007-2013

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la crisis financiera internacional 2007-2013



la crisis financiera internacional

2007-2013

Gabriel Robledo Esparza

M A R X I S TA

CENTRO DE ESTUDIOS DEL SOCIALISMO CIENTĂ?FICO


Primera edición, 2014

D. R. © Gabriel Robledo Esparza, Centro de Estudios del Socialismo Científico D. R. © Sísifo Ediciones, de esta edición

Imagen de portada: “Manifestación”, Antonio Berni, 1934. ISBN: 978-607-96537-1-2

Impreso en México, 2014


ÍNDICE

Introducción 9 Capítulo I. La vigencia de la teoría marxista

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Capítulo II. La comprensión teórica de las crisis

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Capítulo III. La cuota de ganancia, vehículo de las crisis

37

Capítulo IV. El capital bancario y financiero, el agente decisivo de las crisis

61

Capítulo V. Polarización económica, política e ideológica de la sociedad capitalista

71

Capítulo VI. Las crisis y las revoluciones proletarias de 1848, 1872 y 1917; la formación del sistema de países socialistas al finalizar la 2a. guerra mundial

79

Capítulo VII. El régimen del capitalismo de consumo

89

Capítulo VIII. La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo

97

Capítulo IX. El capital bancario y financiero en la sociedad del capitalismo de consumo

115

Capítulo X. El capitalismo de consumo y la revolución

143

Capítulo XI. Los antecedentes más lejanos de la crisis financiera internacional

155

Capítulo XII. Los antecedentes inmediatos de la crisis financiera internacional

185

Capítulo XIII. La gestación de la crisis financiera internacional

211

Capítulo XIV. El desencadenamiento de la crisis financiera internacional

219

Capítulo XV. El desenvolvimiento de la crisis financiera internacional

227

Capítulo XVI. La elección presidencial de noviembre de 2008

265

Capítulo XVII. La crisis financiera y la “economía real”

275

Capítulo XVIII. La crisis y el crecimiento industrial y económico

293

Capítulo XIX. El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional en su relación con la explotación y depauperacion de los trabajadores

305

Capítulo XX. La política anticrisis de la fed y el tesoro

327

Capítulo XXI. La presidencia de Obama

339

Capítulo XXII. La crisis de la deuda soberana en los países de la Unión Europea

383

Capítulo XXIII. La crisis financiera internacional y la revolución

421

Bibliografía y sitios y páginas web

425



INTRODUCCIÓN

Durante el segundo semestre del año 2008 se produjo en los Estados Unidos un gran cataclismo económico –por su magnitud sólo comparable con la crisis de 1929– que al extenderse a todos los países del mundo adquirió el carácter de una crisis global. Esta grave perturbación echó abajo edificaciones hasta entonces conside­radas iderruibles. La estructura económica neoliberal y su complemento político, la “demo­ cracia liberal”, a las cuales Fukuyama había dotado de vida perenne tras el “fin de la historia”, se derrumbaron estrepitosamente como resultado de la titánica fuerza de ese movimiento catastrófico. El libre mercado, base de sustentación de ese régimen económico-político, fue sustituido por una intrusión masiva del Estado en la actividad económica. La doctrina neoliberal, fundamento teórico de la moderna sociedad de consumo, también colapsó ante el furioso embate de los elementos económi­cos que demolió todas y cada una de las tesis de esa ideología. La moderna “ciencia” económica, enteramente al servicio del neolibe­ralismo, galardonada sistemáticamente con el premio Nobel, considerada por sí misma como el producto científico más alto de la mente humana, cuyo ele­mento nuclear lo constituía un supuestamente portentoso desarrollo de las ciencias matemáticas, fue literalmente destrozada por las fuerzas económicas ingobernables y de ella sólo quedó vivo, entre los despojos, lo que en realidad eran sus únicos instrumentos de conocimiento: la modesta aritmética y los avances de la matemática del siglo xviii, como el cálculo diferencial e integral, el cálculo de probabilidades y la estadística, aplicados a la reducción de la co­dicia (hambre insaciable de ganancia) de los capitalistas a esotéricas fórmulas matemáticas. Las virtudes del empresario capitalista: inteligencia, audacia, temeridad, voluntad férrea, agresividad, prestancia, altivez, etcétera, prendas que alcanza­ron la cima en la parte alta del ciclo económico, fueron destruidas inmisericor­demente por la implacable crisis y sustituidas cada una por su contrario; en lugar del desbordado entusiasmo, un temor irracional se apoderó de los arro­gantes hombres de empresa y los convirtió en unos deleznables homúnculos.

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Las acciones de los hombres públicos, que durante todo el período ante­rior a la crisis habían sido plenamente eficaces y condujeron por tanto a la eco­nomía por el camino que ella misma les indicaba, se estrellan ahora contra una realidad económica refractaria, que se mueve en una dirección diametralmente opuesta a la que sus antiguos aurigas se empeñan en señalarle. También en este caso, las cualidades de los políticos son aniquiladas por la crisis y en su lugar se entronizan sentimientos vergonzantes como el temor, la desesperación, la angustia, el abatimiento, el anonadamiento, etcétera. La conmoción económica tuvo además el efecto de abrir tumbas que es­taban selladas desde mucho tiempo atrás. El keynesianismo, el kaleckianismo y el marxismo revisionista salieron de sus mausoleos y gozosos contemplaron el dantesco panorama –del cual desde su apacible morada habían advertido insistentemente su advenimiento– y ofre­cieron muy comedidamente sus recetas para superar la magna crisis por la vía del establecimiento de un nuevo modelo económico, desde luego capitalista, que debería tener como ejes centrales la inversión productiva y el empleo, o, en las posturas más radicales, echaron las campanas al vuelo saludando el inicio de la revolución social en las imaginarias insurrecciones obreras que la crisis habría de provocar. Fatalmente, después de agotar toda la potencia acumulada, la crisis ac­tual deberá tocar fondo para dar inicio a un nuevo ciclo económico. El “modelo” neoliberal será entonces reestructurado, la ideología que le corresponde comenzará el proceso de su reivindicación, los capitalistas y los políticos se vestirán de nuevo con sus galas intelectuales y morales y los eco­nomistas de “izquierda” serán reinhumados mientras sus fórmulas de política económica son aplicadas por sus antiguos detractores. Se abrirá así una nueva fase de existencia del capitalismo de consumo, régimen que habrá de desarrollarse sobre la base más alta que conquistó preci­samente a través de la crisis. La crisis financiera internacional es el momento de la absoluta contradic­ción de los elementos del régimen del capitalismo de consumo que hoy día existe en el mundo. El capitalismo de consumo se formó y alcanzó el estadio actual de su desarrollo a través del desenvolvimiento alternado de fases de contradicción so­lucionada de los contrarios que lo componen (una fluida implicación mutua) y de etapas de contradicción absoluta de los mismos, en las que ambos se niegan tajantemente, de las cuales la crisis financiera internacional es la última y más violenta. En este trabajo nos hemos propuesto, por un lado, hacer una sistematiza­ción de las tesis de Carlos Marx acerca de las crisis contenidas en los tres tomos de El Capital y confrontarla con la evolución de la crisis financiera internacional que discurrió en el período 1997-2013 y, por el otro, realizar un análisis, a la luz de la teoría marxista, sobre todo con el auxilio de aquellas tesis expuestas en el tomo primero de El Capital, de la naturaleza del capitalismo de consumo. Encontramos, sobre lo primero, que la crisis financiera internacional, la última de una serie de crisis que se produjeron durante el período en el cual nace y se

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desarrolla la forma superior del régimen capitalista internacional, el capita­lismo de consumo, se ajusta en todo al modelo teórico desarrollado por Marx. Esta crisis es general porque tiene su origen en un gran aumento de la producción social (a la cabeza de la cual se encuentra la industria de la construc­ción de viviendas) que excede en demasía la demanda solvente de la sociedad y a causa de que enfrenta a un engrandecido sistema financiero con la totalidad de la estructura comercial, industrial y de servicios de la economía. La crisis financiera internacional tiene la forma superior de las crisis eco­ nómicas: se presenta una contraposición absoluta entre la expansión de la pro­ ducción total y la valorización del capital total. La primera crece hasta altísimos niveles, mientras que la segunda se reduce en gran medida o cesa de producirse. En seguida, la tasa general de ganancia cae, la acumulación (inversión de capi­tal) cesa, el capital se paraliza y la plusvalía que todavía se produce se suma a este capital inmovilizado; se forma una exuberancia de capital que no puede ser invertido. Todo esto resulta en la quiebra de las empresas bancarias, financieras, comerciales, industriales y de servicios y, por tanto, en el desplome de los siste­mas financiero, comercial y productivo. A esto se añade un proceso de pérdida enorme de valor del capital total y también de destrucción de una buena parte del mismo. La crisis financiera internacional es una crisis global porque se extiende a prácticamente todos los países del mundo. En lo segundo, llegamos a la conclusión de que la naturaleza del capi­talismo de consumo es esencialmente igual a la del capitalismo del siglo xix, desentrañada ésta por las investigaciones de Carlos Marx; este régimen económico se encuentra en la fase superior de su existencia, en la cual llega a su punto más alto el proceso de gestación y maduración en su seno de los elementos de un régimen económico social superior, el socialismo. Tales factores son la depauperación creciente de los trabajadores y la abstracción y socialización progresivas del trabajo. Todas y cada una de las características del capitalismo de consumo que la intelectualidad pequeño burguesa postmoderna (véase a Hardt, Negri, etcétera) reputa como prueba fehaciente de que la naturaleza del capitalismo ha cambiado y por tanto las tesis de Marx sobre la misma no tienen ya vigencia, constitu­yen un desarrollo de las particularidades del viejo capitalismo que conduce a la maduración de los elementos de la negación de ese régimen económico y de la constitución del socialismo integral (formal y material) que lo ha de suceder. Es decir, que la naturaleza del capitalismo moderno confirma en una forma más plena las deducciones teóricas de Marx. Así, el “trabajo inmaterial”, caballo de batalla de la ignorancia postmoder­na, no es sino la culminación del proceso, descubierto por Marx y explicado por él suficientemente en El Capital, en el apartado relativo a la maquinización de la producción como método de producción de plusvalía relativa, de sustracción por el capital de las facultades productivas del trabajador y su concentración en la máquina; el resultado es la reducción del trabajador a simple fuerza abstracta de trabajo que sirve a un universo de facultades productivas concentradas en las máquinas; en el capitalismo actual algunos sectores de los trabajadores lo hacen por medio de un tra-

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bajo tan abstracto que a la astucia postmoderna le parece que no es material. Aún el trabajo más abstracto constituye un gasto de múscu­los, cerebro, etcétera, humanos, es decir, un gasto material, que se realiza utili­zando un instrumento material (una computadora, por ejemplo) y se concreta en productos materiales de diversa índole (productos digitales, por ejemplo). De la misma manera, el trabajo en redes es considerado por la intelectua­ lidad pequeño burguesa postmoderna como una forma de trabajo distinta de las que existieron en el antiguo capitalismo. Las redes están formadas por conjun­tos de servidores, estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera que constituyen sistemas de maquinaria propiedad del capital sobre los que actúan grupos más o menos grandes de trabajadores asalariados. La red de redes, la Web, es también un inmenso sistema de maquinaria, de carácter global, propie­dad de los capitalistas, que es atendido por una multitud de trabajadores asa­lariados; como basamento de la Web se encuentra una enorme infraestructura de comunicación, también global, completamente maquinizada, que es operada por masas de trabajadores asalariados. En todos estos casos la relación entre los capitalistas y los trabajadores de las redes y de su infraestructura es de explota­ción, es decir, se basa en la exacción por el capital de trabajo excedente de los asalariados. El método general que hemos empleado en nuestra investigación es el que desarrolla Guillermo Federico Hegel en su Lógica, en las secciones “La doctrina del ser” y “La doctrina de la esencia”, y es el mismo que utilizó Marx en sus in­vestigaciones y producciones teóricas, en primer lugar en El Capital. Parafraseando a Hegel, diremos que no hay nada, ni en el cielo ni en la tierra, que no esté compuesto por contrarios. La consideración del régimen capi­talista como un nudo de contradicciones y su estudio a partir de esta asunción, constituyen exigencias científicas inexcusables para poder encontrar la verdad de este régimen social. Todas las citas en este libro cuya fuente es un texto en el idioma inglés, han sido traducidas por el autor de este trabajo. Monterrey, Nuevo León, México, junio de 2013

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Capítulo I

La vigencia de la teoría marxista

El modelo teórico que utilizaremos para el estudio de la crisis financiera internacional es el que Marx desarrolla en los tres tomos de El Capital.1 Sólo excepcionalmente nos remitiremos a algún otro texto de Marx, Engels o Lenin sobre el tema. Creemos que sería oportuna una digresión en este punto acerca de la vigencia actual del marxismo en general y en particular del núcleo de esa doctrina, la teoría económica marxista. Es un hecho de sobra conocido el desmoronamiento del llamado socialismo real que hasta 1989 existió en Europa Oriental. Este régimen social era considerado en alguna forma, modo o grado como la realización práctica de los postulados del marxismo y su ideología como una continuación de la teoría marxista. Al derrumbarse el “socialismo real” también se dio por descontado que con él había dejado de existir la teoría de Marx, Engels y Lenin. Esto, en el sentido de ser una doctrina con hondas raíces prácticas, es decir, materializada en algún movimiento social o en un régimen económico político en algún país del mundo. ¿Qué era lo que en realidad había sucedido con la teoría del marxismo? Después de una evolución que la había llevado a concretarse en todo un sistema de países socialistas (el socialismo ahí existente lo era sólo en la forma), al degenerar éstos en un régimen capitalista encubierto también su complemento ideológico se transformó en una variante de la ideología burguesa, aunque envuelta en un lenguaje marxista. La misma estructura de la teoría marxista, que aborda primero la esencia positiva del régimen capitalista, es decir, la esencia como fundamento de esa formación económico-política, para luego pasar al estudio de su esencia negativa, esto es, como fundamento del proceso de transformación en su otro, en el socialismo, coloca así las bases para que la ideología burguesa se apodere de aquella primera parte y la haga pasar por lo característico del marxismo, por lo revolucionario de esta teoría. El método empleado por Marx en el estudio de la sociedad capitalista es el dialéctico-materialista. El núcleo del mismo lo constituye la dialéctica hegeliana puesta sobre sus pies. Para Hegel, la realidad está compuesta por tres niveles de existencia que son otros tantos puntos de llegada del conocimiento del objeto. 1

Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, 3 tomos, versión del alemán por Wenceslao Roces.

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El primer nivel es el de la superficie; el objeto es un ser determinado finito que aparece al exterior dotado de ciertas características específicas. El segundo nivel es la esencia como fundamento positivo; la contradicción polar es el basamento de las determinaciones superficiales del ser. El tercer nivel es la esencia como fundamento negativo; es el otro en que el ser determinado ha de convertirse cuando fenezca. El movimiento del objeto desde su surgimiento hasta su extinción es también el de su internamiento en sí mismo para producir su esencia. Marx estudia en primer lugar el ser del régimen capitalista, lo que éste es en la superficie. Partiendo de ahí se adentra, por sucesivas aproximaciones, hacia la esencia del mismo; llega inicialmente a su fundamento positivo que es la contradicción y pasa después al terreno del otro que ese régimen social contiene en su interior y el cual ha de devenir en un existente. La ciencia económica burguesa había examinado también el ser y la esencia positiva del régimen de producción capitalista. Los mercantilistas y los fisiócratas tomaron como objeto de sus reflexiones la epidermis de esa formación económico-social. La economía clásica penetró más profundamente en la estructura de la sociedad capitalista, pero sin trasponer el límite de su esencia positiva. La economía clásica aborda, en un proceso contradictorio, tanto el conocimiento de la exterioridad de la sociedad burguesa y el de las capas interiores que le siguen, como el de su esencia positiva. El movimiento entre ambos extremos es la característica fundamental de las teorías de los economistas como Adam Smith y David Ricardo y tiene como resultado un adelanto sustancial en el conocimiento del ser y del fundamento esencial del régimen de producción capitalista. Adam Smith investiga, de una manera paralela, las determinaciones de la superficie y las más interiores del régimen capitalista; David Ricardo, por su parte, descubre la esencia positiva del régimen capitalista (considerada como su fundamento positivo) y establece la conexión necesaria entre ambos niveles. Al cerrarse el ciclo de existencia de la economía clásica, sus dos elementos se desenvuelven por su cuenta: el conocimiento de la corteza de la sociedad capitalista se convierte en la labor específica de una corriente económica a la que atinadamente llama Marx “economía vulgar”; por otro lado, el análisis iniciado por los clásicos de las capas internas del ser y de la esencia positiva del capitalismo da lugar a las doctrinas de la negación del régimen de producción capitalista dentro de sus propios límites, las cuales a su vez sirven de punto de partida para la aparición del socialismo y el comunismo crítico-utópicos. La economía burguesa posterior siguió nutriendo aquellas sus dos corrientes fundamentales hasta hacerlas desembocar en el marginalismo y el monetarismo por un lado y el reformismo, el estructuralismo y el keynesianismo por el otro. Ambas vertientes, representantes de los intereses de dos sectores de la burguesía moderna que se engendran y se niegan mutuamente, tienen también como su objeto solamente el ser y la esencia positiva del régimen capitalista, sin poder llegar a su esencia negativa.

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La economía clásica es el reflejo teórico del ser y la esencia positiva del régimen de producción capitalista y constituye la verdad de esos niveles de su existencia. La economía clásica tiene en su interior, en forma germinal y por tanto oculta, como su otro, como su esencia, los elementos de su negación, que al mismo tiempo son constitutivos de la teoría revolucionaria, la cual es la negación intelectual del capitalismo. La economía clásica perfecciona su carácter de representación intelectiva del ser y la esencia del régimen de producción capitalista, con lo cual fomenta al mismo tiempo los factores de su negación, pero permaneciendo oculta para ella esta cara del proceso. Marx, tomando como punto de partida lo hecho por la economía clásica, realiza las siguientes tareas: a) ordena y sistematiza los resultados de las investigaciones de los clásicos, teniendo como propósito rector el descubrimiento de la esencia negativa del capitalismo; b) lleva hasta sus últimas consecuencias el análisis iniciado por los clásicos del ser y de la esencia positiva del capitalismo y lo orienta hacia la búsqueda del otro que guarda en su interior, es decir, de su esencia negativa; c) encuentra, desarrolla, organiza y sistematiza el otro que está contenido en el interior de la teoría clásica; establece la teoría económica revolucionaria como uno de los elementos negatorios del régimen capitalista. La economía clásica acometió el estudio de la esencia positiva del capitalismo, considerada ésta en su carácter de fundamento positivo de ese régimen económicosocial; Marx aborda el mismo objeto pero lo toma en su naturaleza generadora de la esencia negativa. Este distinto enfoque de sus investigaciones da como resultado una diferencia abismal entre las tesis de los clásicos y las de la teoría marxista del valor. Los postulados marxistas sobre el mismo tema son infinitamente más profundos, exactos y sistemáticos que los de la economía clásica. El revisionismo toma de Marx la parte de su teoría en la cual desarrolla, organiza y sistematiza el estudio del ser y la esencia positiva del capitalismo y la considera como si fuera el análisis de su esencia negativa; al reafirmar el carácter de fundamento positivo de la esencia positiva, su conocimiento se queda en el mismo nivel que el de la economía clásica. La teoría marxista completó así un ciclo de su existencia. En la medida en que el socialismo de Europa oriental se convertía en una forma específica del régimen capitalista, el marxismo era sustituido por una variedad de la ideología burguesa, se desvinculaba de esa manera de la realidad viva y quedaba sólo como una empolvada colección de los textos de los clásicos de esa doctrina. El retiro de la teoría marxista de la escena de la lucha de clases tenía su causa en que la base económica que la sostenía había completado también todo un período de su vida. El capitalismo se había internado en sí mismo y producido su propia negación: el socialismo, pero bajo unas peculiarísimas circunstancias. El nuevo ré-

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gimen sólo tenía un carácter formalmente socialista y conservaba por tanto un contenido capitalista. El desenvolvimiento del socialismo que se estableció en Rusia y en los países de Europa Oriental a partir de 1917 tenía la siguiente dialéctica: el progreso de su forma socialista implicaba con absoluta necesidad el desenvolvimiento de su contenido capitalista. Este contenido comienza a cobrar una gran fuerza en la década de los cincuenta, hasta que por fin se impone y rompe la forma dentro de la que había vivido y se da la forma capitalista que le corresponde. Lo que se ha dado en llamar el derrumbe del “socialismo real” no fue, entonces, sino la sustitución de una forma determinada del régimen capitalista y de su ideología, que se cubrían con una desleída capa socialista, por la forma pura y simple del capitalismo y su complemento intelectual. El socialismo verdadero, en su versión formal, y la teoría marxista habían sido desalojados de la vida real desde muchas décadas atrás. En nuestro análisis hemos llegado a la conclusión de que el marxismo, al momento de la caída del “socialismo real”, ya no existía como una doctrina viva, actuante y que su lugar había sido tomado por una forma determinada de la ideología burguesa; y no sólo eso, sino que el desarrollo de la teoría marxista había quedado detenido en la lejana década de los sesenta del siglo pasado, cuando el socialismo formal fue derrotado definitivamente. La interrogante que se plantea ahora es la siguiente: ¿esa teoría, mantenida en un estado de animación suspendida por tantas décadas, tiene en la actualidad vigencia plena? Y sí así es ¿bajo qué condiciones podrá volver a presidir la lucha de los trabajadores para lograr una nueva y definitiva conquista del socialismo? La contestación a estas preguntas sólo puede obtenerse si nos remitimos al corazón de la teoría marxista, a la dialéctica materialista, y desde ésta a su fundamento más interior, la dialéctica hegeliana, para obtener de aquí la ley general de la evolución de la materia, a la que por necesidad deberá estar sometido el tránsito del capitalismo al socialismo. Conforme a la Lógica de Hegel, el ser tiene tres niveles de existencia: el ser determinado finito, el ser determinado infinito y la esencia. El ser determinado finito, que es una compleja combinación de la sustancia infinita, se interna en sí mismo y produce su esencia, la cual está constituida por dos polos contrarios que se encuentran en una relación de mutuo engendramiento y negación y es el fundamento, la causa última del ser determinado. Este tiene una forma y un contenido que se corresponden. La esencia como fundamento y causa última del ser determinado, partiendo del contenido que le es propio y conservándolo como su base, inicia el cultivo de los elementos del otro ser inmediato en que ha de convertirse a su extinción. Produce una nueva relación entre los mismos polos de la esencia positiva; en ella el polo negativo actúa como elemento negatorio del actual ser inmediato y constitutivo del nuevo ser que ha de producirse; el polo positivo se desempeña como elemento de la conservación del ser inmediato existente. Esta relación contenciosa que se da entre los mismos polos que son el fundamento del ser inmediato, da lugar al surgimiento de la forma, pero sólo de la forma del nuevo ser inmediato, la cual se alza sobre el

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mismo contenido del ser inmediato anterior; lo que se ha generado, por tanto, es tan sólo la forma del nuevo ser, empalmada, por así decirlo, al contenido del ser que lo precede. Esta forma del nuevo ser, que brota del contenido del ser anterior y lo conserva, es la esencia negativa de éste, por ahora sólo formal. La aparición de la forma del nuevo ser hace madurar la esencia del ser inmediato actual y la obliga a pasar a una fase superior de su existencia. En esta etapa da vida a los elementos del nuevo ser que ha de sucederlo, pero ahora como un par de polos distintos de los de la esencia positiva que pasan a constituir el contenido del nuevo ser inmediato. La esencia negativa, que es la forma y la materia del nuevo ser inmediato en el seno del que lo precede, queda constituida también por dos polos entre los que se establece la lucha definitiva que tiene como resultado la eliminación del ser inmediato anterior y el surgimiento a la existencia del nuevo ser inmediato. El capitalismo se internó en sí mismo y produjo su esencia. Su otro, el socialismo, surgió a la existencia pero como una forma con un contenido capitalista. La relación entre la forma socialista y su contenido capitalista desembocó en la aniquilación de aquella y en el paso del capitalismo a una forma superior. En esta nueva fase de su existencia, el capitalismo habrá de producir de nuevo su esencia negativa, pero ahora tanto en su carácter material como formal, dando lugar a la aparición, como su otro, del socialismo que existirá material y formalmente, desprendido por completo del ser que le dio vida. Uno de los elementos de la esencia negativa del capitalismo es, evidentemente, la teoría marxista; ya hemos visto que en la actualidad se encuentra en un estado de animación suspendida, después de haber presidido por muchos años la lucha de los trabajadores y conducido el proceso de instauración del socialismo formal en una buena parte del globo terráqueo. Marx y Engels aprehendieron en una doctrina armónica la esencia negativa del régimen capitalista, tanto en su aspecto material como formal; sin embargo, como lo primero que se desarrolla del régimen socialista es la forma y lo hace a partir de un contenido capitalista que conserva como su base, la teoría hubo de centrar su posterior acción esclarecedora exclusivamente en los problemas de la forma de la explotación capitalista, la que al exacerbarse generaba la lucha del proletariado por el socialismo formal y, más adelante, en la construcción, desarrollo y expansión del socialismo formal. Quedó sin atender la parte de la doctrina que consideraba el aspecto material de la esencia negativa del capitalismo. Desde sus escritos de juventud, Marx definió con una precisión meridiana la esencia del régimen de producción capitalista. En su trabajo En torno a la Crítica de la Filosofía del Derecho2 escrito en 1844, Marx sostiene ya que en la clase de los proletarios del régimen capitalista se da la pérdida total del hombre, es decir, la negación absoluta de la naturaleza humana de Marx, Carlos, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844, París, en: Carlos Marx y Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época, traducción del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S. A., 1967, México, D. F., pp. 3-15.

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la especie, y en ellos mismos debe surgir la necesidad de su recuperación mediante la actividad práctica revolucionaria. En un famoso texto posterior, en La Sagrada Familia,3 Marx determinó lo que es la esencia del régimen de producción capitalista: la pérdida de la naturaleza humana en el proletariado moderno y lo que debe ser, conforme a la dialéctica del fenómeno, el resultado del movimiento revolucionario: la recuperación, a través de la lucha de los trabajadores, de esa naturaleza que les ha sido sustraída. En los Manuscritos Económico-filosóficos de 1844,4 que constituyen el guión de una obra que jamás fue escrita definitivamente, Marx manifiesta que en la relación de trabajo asalariado y capital el trabajador es un ser espiritual y físicamente deshumanizado; el capital es la forma enajenada que adopta la naturaleza humana del trabajador, el trabajo engendra al capital como su naturaleza enajenada y el capital produce al trabajador como un ser despojado de su naturaleza humana. Esta mutua implicación tiene un desenlace conforme a lo siguiente: la separación entre el trabajo y la naturaleza humana llega al punto en que ésta ha sido arruinada por completo y convertida absolutamente en su contrario; es aquí en donde ambos polos se exigen acuciantemente y no pueden continuar existiendo sin lograr su unión. Marx obtiene la conclusión de que la contradicción trabajo asalariado-capital debe resolverse, de acuerdo a las premisas establecidas, superando la enajenación del trabajo a través de la reapropiación de su naturaleza humana por el trabajador. Esta desenajenación del trabajo es el contenido del socialismo y del comunismo. En El Capital, su obra clásica de madurez, Marx desentraña las formas que adopta el trabajo en la sociedad capitalista y su relación con la naturaleza del hombre. La producción de plusvalía absoluta y relativa, la maquinización e intensificación del trabajo, etcétera, conducen a la culminación de la deshumanización del trabajador iniciada desde la época de la disolución de la comunidad primitiva. El capital desposee al obrero de todas sus capacidades humanas y se las apropia para sí; el ser humano así disociado de su naturaleza esencial queda sujeto a un movimiento en el cual todos sus procesos orgánicos, todos sus órganos y funciones entran en una pendiente de desgaste, descomposición, atrofia y degeneración que tiene como resultado la devastación de las características biológicas de la especie. En el consumo masivo, resultado y condición de existencia del capital en su etapa superior, el trabajador, llevado de la mano por el capital, se prostituye a sí mismo y pone en sobretensión sus órganos y procesos orgánicos para desarrollar un cúmulo de necesidades individuales exacerbadas y obtener una satisfacción magnificada de ellas bajo la égida del principio del placer. Se completa así la deshumanización del trabajador. Lo que existe en el mundo occidental y en los países de Europa oriental es el régimen capitalista, que entra así en una fase de expansión desbocada después de que fue removido el obstáculo que representaba la forma primitiva del capitalismo existente en las naciones del bloque soviético. De donde se sigue que el proceso de Marx, Carlos y Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época, traducción del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S. A., 1967, México, D. F., 100-102. 4 Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Cultura Popular, S. A., 1977, México, D. F. 3

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deshumanización de la especie, sufrido en primer lugar por su nervio vital que es la clase de los trabajadores, continuará en ascenso de una manera acelerada. La situación a que está llegando la clase obrera moderna corresponde a aquella que Marx consideraba desde sus primeros escritos como la premisa de la revolución. La historia ha querido hacer las cosas cuidadosamente; decidió llevar hasta sus últimas consecuencias la deshumanización de los trabajadores para después colocarlos frente a esa caricatura de sí mismos en que han quedado convertidos a través de la explotación directa del capital y la exaltación de sus necesidades individuales; al reconocerse como la encarnación de una monstruosa degeneración de la especie humana, deberán tomar conciencia de la necesidad de subvertir el orden actual y establecer, ahora sí definitivamente, el socialismo y el comunismo, en donde se recuperará la naturaleza humana de la especie y se dará libre curso a sus enormes potencialidades. El destino de la revolución que el proletariado actual se verá obligado a realizar es el establecimiento del socialismo y su posterior evolución hacia el comunismo, tal y como Marx y Engels lo previeron en sus elaboraciones teóricas iniciales. El comunismo es, para Marx, desde este temprano esquema de 1844, la reapropiación de la naturaleza humana de la especie, la reivindicación de la producción y el consumo colectivos y la abolición de las necesidades individuales como el motor de la producción. El socialismo y el comunismo, a donde la revolución proletaria que viene ha de arribar, deberán tener, por una necesidad histórica, las características que Marx les asigna en los Manuscritos; su fundamento será la supresión implacable de la individualidad de los integrantes de la sociedad y la implantación de una verdadera colectividad. La teoría marxista, de acuerdo con lo que hemos visto, tiene plena vigencia en los días que corren; la realidad del capitalismo coincide totalmente con el concepto que de ella se ha formado la doctrina de la revolución. Sin embargo, esta teoría ha sido por completo desplazada, desde hace muchos años, de la base social que la debe llevar a su materialización, es decir, de la intelectualidad pequeño burguesa y de las capas superiores del proletariado y ha quedado reducida a una ignorada existencia en los anaqueles de las bibliotecas. En las circunstancias descritas, la labor de los revolucionarios consiste en tratar de explicarse teóricamente, como premisa para su acción práctica, todo el proceso que aquí hemos señalado esquemáticamente del nacimiento del socialismo, su declinación y la necesidad de su reaparición en una forma superior y definitiva.

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Capítulo II

La comprensión teórica de las crisis

Después de este paréntesis, en el que hemos tratado el tema de la vigencia actual del marxismo, volvemos al asunto central de la determinación de los elementos teóricos necesarios para el estudio de las crisis. Conforme a la definición de Marx “…cuando cosas que por dentro forman una unidad, puesto que se complementan recíprocamente, revisten al exterior una forma de independencia, y ésta se agudiza hasta llegar a cierto grado, la unidad se abre paso violentamente por medio de una crisis”.1 Las crisis se pueden presentar en una rama de la economía, en varias ramas, en un país, en varios países, en todos los países y también, cuando la estructura económica de un país o de la economía internacional se ha polarizado en grandes grupos de ramas económicas, en los sectores fundamentales que la integran. Las crisis pueden ser estrictamente económicas, en las que están envueltos los precios, las cuotas de ganancia, la oferta, la demanda, etcétera de industrias determinadas, grupos de industrias o sectores económicos, y económico-políticas, en las cuales, además de lo anterior, encontramos elementos de la lucha de clases que pueden llegar a implicar la contienda por el poder político.

Los fundamentos teóricos La teoría de la contradicción El punto de partida teórico para el estudio de las crisis es la consideración de los elementos que en ellas intervienen como los polos de una contradicción. Explica Marx que la posibilidad de las crisis del régimen capitalista se encuentra ya en la naturaleza misma de la mercancía y en el proceso de su intercambio. La mercancía es la unidad de características antitéticas: valor de uso y valor de cambio, trabajo abstracto y trabajo concreto, trabajo social y trabajo individual, forma relativa de valor y forma equivalencial, mercancía y dinero, medio de cambio Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, tomo I, versión del alemán por Wenceslao Roces, tercera edición, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1964 , p. 73.

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y valor de uso, medida de valores y medio de circulación, y su proceso de cambio es también la unidad de procesos antagónicos: transformación de mercancía en dinero (M-D venta) y de dinero en mercancía (D-M compra), compra y venta. En el proceso de circulación, el capital industrial recorre movimientos antitéticos y adquiere funciones también contradictorias: discurre sucesivamente por los ciclos del capital-dinero, del capital productivo y del capital-mercancías y en ellos se encuentra simultáneamente; en ese fluir, también adopta continuamente las formas funcionales contrapuestas: capital dinero, capital productivo y capital mercancías y se halla en ellas al mismo tiempo. El capital global se sustantiva en las esferas de negocios específicos que son el capital bancario, el capital industrial y el capital mercantil, los cuales son también antagónicos. Los dos grandes procesos sociales del régimen capitalista son la producción y el consumo; ellos integran también una contradicción. El capital social se escinde en dos grupos fundamentales: el sector I, que produce medios de producción, y el sector II, que produce medios de consumo; estas dos ramas son también los polos de una contradicción. El movimiento global del capital se realiza teniendo como eje del mismo la existencia de una tasa media de ganancia; ésta rige las relaciones entre la oferta y la demanda globales, la acumulación con alta composición orgánica y la acumulación con baja composición orgánica, la acumulación y la desacumulación de capital y la expansión de la producción y la valorización; cada una de estas relaciones constituyen una contradicción. En otro trabajo nuestro hemos reivindicado la Lógica de Hegel como el instrumento cognoscitivo por excelencia del marxismo. En su obra cumbre, Hegel desarrolla la naturaleza de la contradicción. La contradicción de los polos consiste en que forman una unidad en la cual son independientes entre sí y se excluyen porque cada uno contiene en sí mismo al otro. Lo positivo es la absoluta contradicción. Al poner la identidad consigo mismo por medio de la exclusión de lo negativo se convierte a sí mismo en negativo. Al excluir lo negativo éste queda libre y es exclusivo también. Lo negativo excluye a lo positivo; lo pone como su otro que lo excluye. Por lo tanto lo engendra como su otro. Lo negativo es la absoluta contradicción. Lo negativo excluye a lo positivo y se convierte a sí mismo en positivo. Al excluir lo positivo éste es independiente y excluye de sí a lo negativo. Al excluir lo negativo lo pone como su otro que lo excluye. Por lo tanto lo engendra como su otro. La absoluta contradicción de lo negativo es al mismo tiempo la absoluta contradicción de lo positivo. La esencia es la contradicción absoluta. Es la unidad de los polos independientes en donde ellos se excluyen mutuamente porque cada uno tiene al otro en sí mismo y se convierte en el otro de sí mismo. En esta mutua exclusión se engendran mutuamente como su otro exterior. La contradicción entre los polos positivo y negativo es absoluta porque cada uno de ellos además de contener a su contrario en su interior se convierte en él constantemente y de esta manera se refuerza su independencia del otro. Al excluirse

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mutuamente se engendran mutuamente como dos polos absolutamente independientes. La esencia es la contradicción solucionada. Al excluirse mutuamente y engendrar a su otro fuera de sí mismos a través de su propia conversión en su otro, los polos positivo y negativo se eliminan a sí mismos, cada uno se transfiere en sí mismo a su contrario. Cada uno se elimina en sí mismo y se engendra a sí mismo en su otro. Esta es la contradicción solucionada: en su mutuo excluir los polos se engendran como otros; pero al mismo tiempo, en ese mutuo excluir que es un engendrarse como otros, se engendran a sí mismos en su otro. La contradicción absoluta se soluciona porque al excluirse los polos como absolutamente independientes se engendran a sí mismos en su contrario. La independencia se trueca en su mutua complementación.”2

Esta argumentación de Hegel la podemos comprender mejor en el diagrama 1 que más adelante se inserta. En seguida desglosaremos este diagrama en los elementos que contiene: I. Los polos de la contradicción se excluyen y se engendran mutuamente. (Véase diagrama núm. 2). Es lo que Hegel llama “la contradicción solucionada”, en la cual los contrarios han alcanzado la plenitud de su naturaleza, pues se excluyen y se engendran mutuamente en un proceso fluido. Esa mutua exclusión, que es igualmente la generación recíproca, da lugar al desarrollo más vigoroso de uno de los contrarios. II. Los polos de la contradicción se excluyen, pero no se engendran uno al otro. (Véase diagrama núm. 3). La mutua generación se interrumpe, se establece la mutua independencia y se presenta el crecimiento más vasto de uno de los contrarios. En las palabras de Hegel, se establece la contradicción absoluta. En el ejemplo, el mayor crecimiento del polo positivo da lugar a que el polo negativo no se produzca a sí mismo ni a su otro en sí mismo y a que en el mismo polo positivo no se produzca el polo negativo. III. Uno de los polos se desarrolla excesivamente y en el otro disminuye, se paraliza e incluso se retrae su crecimiento. (Véase diagrama núm. 4). Este desarrollo de la contradicción, que implica un desfasamiento entre los contrarios, produce necesariamente en ambos polos los elementos de su negación, que al mismo tiempo son los de una forma más alta de su complementación. Esta contradicción planteada exige solución, es decir, el restablecimiento de la mutua complementación de los contrarios. La restauración de la recíproca generación de los contrarios, que implica necesariamente el ajuste entre los dos polos (reducción de uno y elevación de otro para quedar en el mismo nivel, pero en la nueva fase de existencia de la contradicción) puede ser un proceso cuantitativo (pequeños saltos) o cualitativo 2 Robledo Esparza, Gabriel, La Lógica de Hegel y el Marxismo, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008, pp. 226-227.

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(grandes saltos), lo cual depende de la etapa específica en que se encuentre la contradicción. IV. Se restablece la mutua complementación de los contrarios. La contradicción se soluciona y las relaciones entre los polos son nuevamente fluidas. (Véase diagrama núm. 5). La contradicción solucionada es el punto de partida de otra fase del desenvolvimiento de la relación polar, la cual puede seguir el mismo camino señalado anteriormente o partir del otro polo, como en el ejemplo siguiente se ilustra. V. El polo contrario (negativo) se desarrolla en mayor medida. La contradicción se plantea. La contradicción se soluciona. (Véase diagrama núm. 6). Diagrama 1. La contradicción Al excluir lo negativo lo engenPOLO NEGATIVO dra como su otro excluyente. Al excluir lo positivo lo engen- Contiene al polo positivo Contiene al polo negativo en su interior y se convier- dra como su otro excluyente. en su interior y se te constantemente en él convierte constantemente A través de su mutua exclusión en él por medio de su por medio de su exclusión. Engendra lo se engendran como polos positivo exclusión. Engendra a lo negativo y lo integra a sí y y negativo independientes. positivo y lo integra a sí y lo excluye de sí. lo excluye de sí. POLO POSITIVO

E S E N C I A P O S I T I V A

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Al excluir lo negativo y engenProduce y excluye lo negativo; lo engendra en drarlo como su otro excluyente, lo positivo se niega a sí mismo, se su exterior. convierte en sí mismo en negativo, Niega a su otro niega al polo negativo y se engendra a sí mismo en él. Al excluir lo positivo y engenEl polo negativo niega al positivo y se drarlo como su otro excluyente, lo engendra a sí mismo en negativo se niega a sí mismo, se él convierte en sí mismo en positivo, niega al polo positivo y se engenSe transforSe niega dra a sí mismo en él. Al engendrarse mutuamente ma en a sí negativo mismo como polo positivo y negativo a través de su mutua exclusión, se niegan a sí mismos al cambiarse en sí mismos en su otro y niegan a su Polo Negativo Está contenido en el polo otro engendrándose a sí mismos en su otro. positivo

La crisis financiera internacional

Produce y excluye lo positivo; lo engendra en su exterior. Niega a su otro El polo positivo niega al negativo y se engendra a sí mismo en él. Se niega a sí mismo

Se transforma en positivo.

Polo Positivo Esta contenido en el polo negativo.

F U N D A M E N T O P O S I T I V O


Diagrama 2. La contradicción solucionada Se excluyen mutuamente POLO POSITIVO

POLO NEGATIVO

Se produce a sí mismo Se afirma

Produce en si mismo a su otro Se niega POLO NEGATIVO

Al excluirse se engendran mutuamente como polos independientes.

Como polos independientes, cada uno se engendra a sí mismo y produce en sí mismo a su otro. Al excluirse y engendrarse como polos independientes, cada polo se produce a sí mismo en su otro. Se complementan mutuamente.

Se produce a sí mismo Se afirma

Produce en si mismo a su otro Se niega POLO POSITIVO

Diagrama 3. La contradicción absoluta. Se excluyen mutuamente POLO POSITIVO

POLO NEGATIVO

Se produce a sí mismo Se afirma

No produce en si mismo a su otro

Al excluirse se engendran mutuamente como polos independientes.

No se produce a sí mismo

Uno de los polos se desarrolla unilateralmente: sólo se produce a sí mismo pero no produce a su otro en sí mismo ni se produce a si mismo en su otro. Los polos no se complementan mutuamente.

No produce en si mismo a su otro

Diagrama 4. Desarrollo excesivo de uno de los polos Polo positivo

Polo negativo

Se desarrolla excesivamente con absoluta independencia del polo negativo

Su desarrollo disminuye, se paraliza e incluso se retrae

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Diagrama 5. La contradicción solucionada POLO POSITIVO Se produce a sí mismo Se afirma

Produce en si mismo a su otro Se niega POLO NEGATIVO

Se excluyen mutuamente

Al excluirse se engendran mutuamente como polos independientes.

Como polos independientes, cada uno se engendra a sí mismo y produce en sí mismo a su otro. Al excluirse y engendrarse como polos independientes, cada polo se produce a sí mismo en su otro. Se complementan mutuamente.

POLO NEGATIVO Se produce a sí mismo Se afirma

Produce en si mismo a su otro Se niega POLO POSITIVO

Diagrama 6. Desarrollo total de la contradicción en un plano más alto Se excluyen mutuamente POLO POSITIVO No se produce a sí mismo

No se produce en si mismo a su otro

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POLO NEGATIVO Al excluirse se engendran mutuamente como polos independientes.

Uno de los polos se desarrolla unilateralmente: sólo se produce a sí mismo pero no produce a su otro en sí mismo ni se produce a si mismo en su otro. Los polos no se complementan mutuamente.

Se produce a sí mismo Se afirma

No produce en si mismo a su otro

Polo positivo

Polo negativo

Su desarrollo disminuye, se paraliza e incluso se retrae

Se desarrolla excesivamente con absoluta independencia del polo negativo

La crisis financiera internacional POLO POSITIVO

Se excluyen mutuamente

POLO NEGATIVO


Su desarrollo disminuye, se paraliza e incluso se retrae

Se desarrolla excesivamente con absoluta independencia del polo negativo

Diagrama 6. (Continuación) Desarrollo total de la contradicción en un plano más alto Se excluyen mutuamente

POLO POSITIVO Se produce a sí mismo Se afirma

Produce en si mismo a su otro Se niega POLO NEGATIVO

POLO NEGATIVO Se produce a sí mismo Se afirma

Al excluirse se engendran mutuamente como polos independientes.

Como polos independientes, cada uno se engendra a sí mismo y produce en sí mismo a su otro. Al excluirse y engendrarse como polos independientes, cada polo se produce a sí mismo en su otro. Se complementan mutuamente.

Produce en si mismo a su otro Se niega POLO POSITIVO

Las contradicciones del capitalismo y las crisis económicas El régimen capitalista está estructurado por varias contradicciones que se desarrollan conforme al modelo que hemos estudiado en el punto anterior. No consideraremos ahora la contradicción fundamental entre capital y trabajo; por el momento solamente atenderemos a las que se presentan en el proceso de circulación de las mercancías y del capital y en el movimiento del capital en su conjunto. Esas contradicciones a que nos referimos discurren de la misma manera en que hemos visto a los contrarios desenvolverse en el modelo general de la contradicción. Las relaciones de los polos pasan alternativamente por las fases de planteamiento de la contradicción y solución de la misma y este movimiento entre ellos se resuelve en el paso a etapas superiores de existencia del régimen capitalista. El fundamento de las contradicciones que estamos examinando se encuentra en la naturaleza de la mercancía, que es el producto típico del régimen de producción capitalista.

Las contradicciones de la mercancía En el primer tomo de El Capital, en los tres primeros capítulos de la primera sección del libro primero,3 estudia Marx las principales características de las mercancías.

3

Marx, Carlos, op. cit., tomo I, pp. 1-102.

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• La primera determinación de la naturaleza de la mercancía es que está formada por dos factores antitéticos: valor de uso y valor. • La siguiente determinación es la del doble carácter del trabajo representado por ellas: trabajo humano concreto y trabajo humano abstracto. • La relación de cambio entre las mercancías es una relación entre las características antagónicas de las mismas. Una mercancía es la forma relativa del valor y otra es la forma equivalencial y cada una de ellas es ambas cosas a la vez. • Otra característica más de la mercancía es que en su materialidad corpórea se expresa el carácter social del trabajo. • Las mercancías son cada una en sí misma valores de uso y medios de cambio. Esa antítesis sale al exterior y produce, de entre el mundo de las mercancías, una que es equivalente general, el medio de cambio por antonomasia. • El mundo de las mercancías se escinde en dos: por un lado el dinero y por el otro el resto de las mercancías. Se establece la antítesis entre mercancía y dinero. • El proceso de cambio de la mercancía se realiza a través de dos fases antitéticas: M-D y D-M • La mercancía dinero es mercancía y signo de valor. • La mercancía dinero tiene dos funciones primordiales antagónicas: es medio de circulación y es materialización absoluta de riqueza; en la primera función es un perpetum mobile, en la segunda se inmoviliza como tesoro. En la naturaleza de la mercancía se encuentran in nuce las contradicciones del régimen de producción capitalista, las cuales deben manifestarse explícitamente en el proceso de acumulación y circulación del capital y en el movimiento global del capital social, los cuales pasaremos a considerar en seguida.

Las contradicciones en el proceso de circulación del capital industrial El proceso cíclico del capital industrial y las crisis El proceso cíclico del capital industrial individual se desarrolla a través de contradicciones entre los ciclos particulares que lo componen (ciclo del capital-dinero, ciclo del capital productivo y ciclo del capital mercancías), las diversas fases de que cada ciclo consta y las distintas formas funcionales que el capital asume (capital-dinero, capital productivo y capital mercancías).

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La crisis financiera internacional


Marx ha descrito, en el tomo II de El Capital, el proceso cíclico de los capitales industriales individuales en el punto en que sus contradicciones están solucionadas, es decir, cuando la continuidad y la unidad de los ciclos, las fases y las formas funcionales se han establecido. La contradicción absoluta, la discontinuidad y la disyunción, no tienen aquí para el capital individual un origen interno, sino externo. Como parte del ciclo del capital global, el capital individual puede ver entorpecida su circulación en cualquiera de sus ciclos, fases o formas funcionales debido a que se dificulta o se detiene el paso fluido de uno a otro por los obstáculos que la interrupción y la dislocación de aquel le imponen. El ciclo del capital-dinero se verá obstaculizado e incluso se paralizará bajo la forma dinero, en la fase D-M, si no existen en el mercado los medios de producción y la fuerza de trabajo suficientes o si sus precios han sufrido alteraciones sustanciales. Igualmente, si las mercancías producidas no se venden, cualquiera que sea la causa de ello, entonces no se realizará en toda su extensión la fase M-D’ del ciclo de ese capital, el cual se mantendrá bajo la forma de mercancías invendidas, ya sea en parte o en su totalidad. Los ciclos del capital productivo y del capital-mercancías del capital individual se verán afectados igualmente por las dificultades con que la realización de las fases D-M y M-D’ se encuentre. La suma de los ciclos de los capitales industriales individuales es igual al ciclo del capital industrial total; éste consta de dos momentos que se implican y se niegan mutuamente: el de la contradicción solucionada, que es la situación en la cual los ciclos, las fases de los ciclos y las formas funcionales del capital industrial total se engendran y se excluyen mutuamente en un proceso fluido que presiden la unidad y la continuidad, y el de la contradicción absoluta, en la que los ciclos, las fases y las formas funcionales del capital industrial se interrumpen y se dislocan, en donde los contrarios se excluyen pero no se complementan, pues, al igual que en el caso del capital individual, las fases D-M y M-D’ se realizan imperfectamente o no se producen en lo absoluto. El desarrollo del capital industrial total, que es el núcleo en torno al que gravita toda la organización del régimen de producción capitalista, se da a través de la alternación de esos momentos señalados: la contradicción se exacerba y se plantea en sus términos excluyentes; la contradicción se aplaca, se soluciona y se establece la complementación de los contrarios. La contradicción se soluciona a través de su exacerbación y se exacerba a través de su solución. Todas las contradicciones que se presentan en el proceso cíclico del capital industrial total tienen su origen en la forma de organización de la sociedad capitalista, la cual se basa en la existencia de productores privados de mercancías independientes, en la que por fuerza la producción y la venta de los productos son mutuamente excluyentes y sólo alcanzan su unidad en el terreno oscuro del mercado a través de las acciones ciegas de productores y compradores. Las alternaciones de los momentos del ciclo del capital industrial total pueden ser tranquilas, darse en pequeños pasos, o, por el contrario, si la contradicción se exacerba en exceso, serán verdaderos saltos, crisis de menor o mayor envergadura.

La comprensión teórica de las crisis

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La crisis comprende la exacerbación extrema de las contradicciones del ciclo del capital industrial total y la violenta reconciliación de las mismas. Como más adelante veremos, el capital, una sustancia con vida propia, se desplaza presidido por los movimientos de la tasa general de ganancia. De esta manera, guiados por su hambre insaciable de ganancia, los capitalistas llevan las contradicciones del ciclo del capital industrial total hasta su más alto nivel y generan necesariamente las condiciones para el surgimiento y desarrollo de la crisis. De la misma manera, el capital bancario, que es la expresión rotunda del móvil capitalista de la obtención ilimitada de ganancias, contribuye sustancialmente a que la exaltación de las contradicciones del ciclo del capital industrial sea llevada a niveles del paroxismo y se produzcan por tanto crisis fortísimas. Como momentos del proceso cíclico del capital industrial total, el avance apacible del mismo y las crisis en su desenvolvimiento se niegan y se engendran mutuamente. Las crisis son, por tanto, consustanciales a la existencia del régimen de producción capitalista.

La circulación del capital global y las crisis Las tres formas que adopta el capital global de la sociedad son el capital bancario, el capital industrial (cuyo ciclo se estudió en los puntos anteriores) y el capital mercantil. Se trata de tres esferas de negocios que discurren separadamente, pero que se complementan. El capital bancario, cuyo ciclo se expresa como D-D’, está formado por el capital-dinero de una clase especial de capitalistas que lo utilizan para comprar y vender su uso a los capitalistas industriales y mercantiles; en esta función, el capital bancario se entrelaza con los ciclos del capital industrial y del capital mercantil. (Ver, en el capítulo IV: El capital bancario y financiero, el agente decisivo de las crisis). El capital industrial ya fue objeto de nuestro estudio en páginas anteriores. Las fases de su ciclo y sus formas funcionales están íntimamente ligadas con las del capital bancario y las del capital mercantil; se establecen entre ellas relaciones de complementación y oposición. El capital mercancías, cuyo ciclo, que no está interrumpido por el proceso productivo P, se expresa en la fórmula D-M-D’, es el que una clase especial de capitalistas utiliza para realizar el proceso de la compra y venta de las mercancías hasta llevarlas al punto final del consumo. Sus fases y formas funcionales tejen una urdimbre con las de los ciclos del capital bancario y del capital industrial; su relación es de exclusión y engendramiento de unas y otras. Al igual que el ciclo del capital industrial total, el ciclo del capital global, que se integra con los ciclos del capital bancario D-D’, del capital industrial D-M (T, Mp)…P…M’-D’ y del capital mercancías D-M-D’, discurre en dos momentos contradictorios: el de la unidad y la fluida sucesión de sus fases y formas y el de la disyunción y la interrupción de su curso. La alternancia de los momentos puede ser pausada, sin alteraciones graves, o constituir una verdadera conmoción económica,

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una crisis, que entrañe una desvinculación mayúscula entre los ciclos del capital bancario y los del capital industrial y del capital comercial y, en su fase más alta, una sustantivación monstruosa del capital bancario que se enfrenta, absoluta y radicalmente, a los otros sectores del capital global, a los cuales amenaza muy seriamente con llevar a la ruina y junto con ellos al régimen de producción capitalista.

Las contradicciones en la estructura del capital global de la sociedad y en las relaciones entre los sectores que la forman En el tomo II de El Capital, aborda Marx, en el capítulo XX, la definición de los dos sectores de la economía capitalista y la determinación de las relaciones entre ellos.

Los dos sectores de la producción social El total de las mercancías producidas por el capital global son de dos clases: 1. Medios de producción, o sea mercancías que por su forma están destinadas a entrar en el consumo productivo. 2. Medios de consumo, que están destinados al consumo individual. Las ramas productivas que forman el capital global de la sociedad se dividen en dos grandes sectores: Sector I, formado por las ramas que producen medios de producción y Sector II, por las ramas que producen medios de consumo. El valor del producto del capital global y del de cada uno de los sectores de la reproducción social se divide en dos partes: • una, c, que es el valor preexistente que transmite al producto el capital constante; • otra, que es el nuevo valor que se crea en el proceso productivo y que se subdivide en dos partes: v, que repone el valor de la fuerza de trabajo y p, que constituye la plusvalía. El valor del producto del capital global, lo mismo que el del capital individual, se compone de la suma de las partes de valor c+v+p. El valor del capital global desembolsado es la suma del valor que se adelanta como capital fijo (la parte de éste que se consume en el proceso productivo), materias primas y materias auxiliares (c) y del valor que se invierte en salarios (v), es decir, c+v. En el diagrama 7 las líneas indican los intercambios que se realizan entre los diversos sectores.

La comprensión teórica de las crisis

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Diagrama 7. La circulación total entre los dos sectores de la economía Renta Sector I = 4,410c+1,102.5v+600p (Medios de producción)

Plusvalía para acumular

+440p +62.5p+275.626p Renta

Plusvalía para acumular

Sector IIa = 1,702.5c +425.6v+255.36p+(100p+60p)+10.25p+5.75p (Bienes de consumo necesario) Renta Plusvalía para acumular

+106.5p

Sector IIb =440c +110v+66p +44p+27.5p (Bienes de consumo de lujo)

Aquí todos los sectores y subsectores se encuentran acumulando capital y produciendo plusvalía para acumular en un proceso de mutua exclusión y complementación. Este diagrama es el que se corresponde plenamente con la representación hegeliana de la contradicción solucionada. El sector I es él mismo y su otro pues produce medios de producción para la producción de medios de producción y medios de producción para la producción de bienes de consumo en el volumen necesario para la reproducción ampliada; el sector I excluye al sector II, es decir, se especializa en la producción de medios de producción y al hacerlo se engendra a sí mismo en su otro pues le proporciona los medios de producción para producir los medios de consumo necesarios y de lujo que le permitirán reproducir a sus capitalistas (el consumo de bienes de lujo es una condición de su reproducción) y a sus obreros en la medida que lo exige la acumulación. El sector II se produce a sí mismo y a su otro en sí mismo; produce los bienes de consumo necesarios y de lujo que requieren los obreros y los capitalistas de ese sector para la reproducción simple y ampliada y, además, los bienes de consumo que solicita el sector I y que le permitirán reproducir a sus capitalistas y obreros, con lo que garantiza la producción ampliada de medios de producción para producir bienes de consumo; el sector II excluye al sector I, esto es, produce solamente bienes de consumo y de esta manera se procrea a sí mismo en su otro pues le suministra los elementos para la reproducción de los obreros y capitalistas que producen medios de producción de bienes de consumo. El sector I no sólo tiene al otro en sí mismo bajo la forma de sí mismo (producción de medios de producción de bienes de consumo) sino bajo la forma específica del otro: el subsector de II que produce bienes de consumo de lujo (IIb) está integrado al sector I, forma de hecho parte del mismo y sigue la misma suerte que aquel en el proceso de acumulación; de la misma manera, el sector II tiene al otro en sí mismo bajo la forma del subsector de I que produce medios de producción de bienes de consumo necesario el cual está ligado indisolublemente al proceso de acumulación de II. En

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el esquema anterior notamos que la acumulación en el sector I y en el subsector IIb se realiza al mismo ritmo de crecimiento y que lo mismo sucede con la acumulación en el subsector II y el subsector de I que produce medios de producción de bienes de consumo necesarios. Con esto, la estructura básica del primer nivel de la contradicción esencial del régimen capitalista está completa; con ella como fundamento se realiza el proceso de acumulación global que implica cambios en la composición orgánica del capital, movimientos de precios, flujos de mercancías, dinero y capital, agrupamientos y luchas de clases, etcétera.

Polarización de la estructura económica en dos sectores, uno integrado por grandes empresas monopólicas y otro formado por medianas y pequeñas empresas La estructura del régimen de producción capitalista en dos sectores fundamentales también se determina por la dimensión de las empresas que lo forman. La monstruosa concentración y centralización del capital, que es el resultado ineluctable de la acumulación de capital, desemboca necesariamente en la monopolización de la producción. Se forma un grupo de empresas gigantescas que poseen la mayor parte del capital social y controlan las fuentes de recursos naturales, capital y trabajo y que, además, fijan unilateralmente los precios de sus productos; estas empresas están integradas en el sector I de la economía. En el otro extremo, subsiste un conjunto de empresas, medianas y pequeñas, que son propietarias de una porción muy reducida del capital social y sufren la acometida económica y política de las empresas monopólicas, lo que provoca su estancamiento y, al final, su ruina; estas empresas medianas y pequeñas forman parte del sector II de la economía capitalista. Empresas monopólicas y empresas medianas y pequeñas son los extremos de una contradicción que se implican y se niegan mutuamente. Después de un desarrollo exuberante del capitalismo, que lleva a la más alta concentración y centralización del capital, y con ello a la constitución de un grupo de empresas monopólicas y al desmedro de las restantes empresas, una potente reacción económica, política y social pone un freno a la exorbitante monopolización de la producción y da impulso a la libre competencia con el fin de que el grupo de empresas damnificadas por el excesivo desarrollo del sector monopolista de la economía puedan resarcirse de los perjuicios que les fueron causados y crecer hasta niveles decorosos. El desenvolvimiento de las medianas y pequeñas empresas, que son un complemento necesario del grupo de las grandes empresas, determina a su vez una nueva fase de altísima concentración y centralización del capital que por fuerza lleva a un reforzamiento de la monopolización de la producción. Y así sucesivamente.

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La contradicción absoluta La organización básica de la economía capitalista, que aquí acabamos de describir, es sólo un momento en el proceso de reproducción ampliada del capital en el que rige una determinada composición orgánica del capital social; su existencia es transformarse en su contrario, es decir, en un desarrollo independiente de cada uno de los sectores sin engendrar a su otro en sí ni fuera de sí. En esta nueva etapa de su existencia, el sector I se reconcentra en sí mismo y amplía la producción de medios de producción para producir medios de producción y bienes de consumo de lujo y reduce en la misma medida la producción de medios de producción de bienes de consumo necesarios, es decir, introduce un cambio en la composición orgánica del capital social, en el cual reduce radicalmente la proporción en que participa el capital variable; o, el sector II se interna en sí mismo y produce en cantidades crecientes sólo los bienes de consumo necesarios para los obreros de II y de I y recorta en igual proporción la producción de bienes de consumo necesarios y de lujo para los capitalistas, los cuales son una condición para su reproducción y por tanto del capital global en su conjunto y obligan a I a reducir la producción de medios de producción para producir medios de producción y bienes de consumo de lujo y aumentar la de medios de producción de bienes de consumo necesarios, lo que significa un cambio opuesto en la composición orgánica del capital global que eleva drásticamente la participación en él del capital variable.

La dialéctica total de la contradicción entre los dos sectores de la economía La comprensión teórica de las crisis en la sociedad capitalista debe tener como base el conocimiento de la estructura y la dialéctica interna de ese régimen de producción. Los dos sectores que integran al régimen de producción capitalista son: el sector I, que tiene como núcleo a las grandes empresas que producen bienes de capital, pero que también integra a las grandes empresas productoras de bienes de consumo –su centro de gravedad lo constituyen las empresas monopólicas–; y el sector II, que gravita en torno a las empresas medianas y pequeñas que producen bienes de consumo, pero que incluye también a las de esas mismas dimensiones que producen bienes de capital. Las relaciones entre ambos sectores se rigen por las leyes generales descubiertas por Hegel acerca de la contradicción esencial. Sector I y sector II son dos polos que son cada uno él mismo y su otro; el sector I contiene al sector II en su interior y éste a aquel. Cada sector se produce a sí mismo (se afirma) y produce al otro en sí mismo (se niega). Al producir su otro en sí mismos se constituyen como polos independientes, completos en sí mismos que se excluyen (se niegan uno al otro). Cuando se repelen uno al otro los polos se desarrollan independientemente, lo que significa que se producen a sí mismos y a

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su otro en sí mismos; la mutua exclusión es entonces engendrar al otro y producirse a sí mismos en el otro. Enseguida estudiaremos más detenidamente la relación entre los sectores del régimen capitalista. Aunque formando parte de una unidad, los polos existen separadamente uno del otro. Suponemos que todo el movimiento se inicia en el sector I; éste, después de un periodo de mutua complementación con II, se independiza de él, lo que significa que aquella deja de efectuarse: el sector I no engendra a su otro en sí mismo ni se produce a sí mismo en su otro. Esto se traduce necesariamente en un crecimiento más rápido de I y en la declinación del progreso de II. Sin embargo, como intrínsecamente son complementarios ambos sectores, mientras más avanzan en su camino independiente con más fuerza se atraen uno al otro. Si el nexo entre ambos sectores no se establece antes de que su desvinculación llegue a su clímax, entonces la necesidad de restaurar la unidad alcanza su intensidad máxima y sobreviene la crisis, que es el restablecimiento violento de la mutua complementación: el sector I vuelve a engendrar al sector II en sí mismo y a producirse en el sector II. Es evidente que la reunión de los contrarios se puede realizar también a través de movimientos económicos que no alcanzan la condición de verdaderas crisis y, además, que la reconciliación de los polos opuestos implica necesariamente cambios legislativos, políticos, etcétera, que pueden ir desde floridas luchas parlamentarias hasta violentas luchas de clases. Pero aquí, en la determinación de la causa última de las crisis, sólo hemos tomado la forma más tempestuosa en que éstas se manifiestan en el terreno económico, cuando las fuerzas económicas se sustantivan y cobran vida propia frente a sus elementos personales. Hay, después de la crisis, un tiempo en el que ambos sectores se producen uno al otro en una relación más alta de su unidad. Posteriormente, toca al sector II, que ha sido el elemento activo en la reinstauración de la unidad, iniciar su desarrollo independiente, el cual se resuelve en el rompimiento de su correspondencia con I, es decir, en el no engendramiento de su otro en sí mismo ni de sí mismo en su otro. Se presenta otra vez el proceso de restitución de la correlatividad entre los dos sectores implicados que puede eventualmente alcanzar las proporciones de una magna crisis. Hemos establecido, con ayuda de la dialéctica hegeliana, la relación formal entre los dos sectores de la economía capitalista y también encontramos la naturaleza y límites formales de las crisis. Son, por tanto, dos fases complementarias aquellas a través de las cuales se realiza la reproducción ampliada del capital social. En la primera de ellas los sectores se relacionan a través de su exclusión y procreación mutuas; en la segunda sólo se niegan recíprocamente. Ambas fases se implican y se suceden una a la otra. En la existencia de esas fases y en su dialéctica

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interna se encuentra el germen de las crisis; el proceso de restauración de la unidad de los contrarios es necesario y puede ser gradual y provocar sólo pequeñas conmociones en la estructura económica o puede ser diferido hasta que la reunión sólo pueda lograrse por medio de una verdadera crisis de más o menos grandes dimensiones. Ciertamente que, a fin de cuentas, las pequeñas conmociones, al acumularse, se transforman necesariamente en las espectaculares y violentas crisis del sistema capitalista.

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Capítulo III

La cuota de ganancia, vehículo de las crisis

El móvil último de los capitalistas individuales y del régimen capitalista como un todo es el incremento constante de la ganancia (plustrabajo obrero). De acuerdo con esta exigencia imperiosa del régimen económico, el capital como sustancia con vida propia se desplaza entre las distintas industrias, ramas industriales y sectores económicos en busca de la tasa más alta de ganancia. En este movimiento actúa sobre las contradicciones que hemos estudiado y potencia en una forma descomunal las desproporciones y disyunciones entre sus polos, con lo que da lugar a que éstas alcancen una magnitud monstruosa, y luego, a que la unidad y continuidad se restituyan mediante una violenta tempestad económica.

La tasa media de ganancia La ganancia es el incremento, en un período de tiempo determinado, del capital desembolsado en el proceso de producción capitalista; la tasa de ganancia es la relación porcentual existente entre el incremento del capital y el capital originariamente desembolsado. En el régimen capitalista existe una tasa general de ganancia que rige para todas las ramas industriales. Con base en una ganancia media preexistente, el capitalista individual, que se mueve por el hambre insaciable de ganancia, busca tener una ganancia extraordinaria, ya sea reduciendo el salario de sus obreros, alargando la jornada o incrementando la productividad. Cuando la tasa de ganancia de unas ramas sube a un nivel muy superior al de la media (por una demanda inusitadamente alta) los capitales fluyen hacia ellas y hacen que se incremente la producción de esa mercancía, baje su precio y se reduzca la tasa de ganancia, hasta volver al punto de donde partió. Cuando la tasa de ganancia baja a un nivel inferior al de la media (por un exceso de oferta de la mercancía o una reducción de la demanda) los capitales se retiran de ellas con lo cual se reduce la producción y se eleva así la tasa de ganancia, que se acerca al nivel medio.

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La tasa media de ganancia existe como el centro en torno al cual giran las tasas de ganancia de las distintas ramas industriales. Se impone como el resultado del constante movimiento de compensación entre ambos extremos (tasas altas y tasas bajas de ganancia) y existe realmente como tal cuando coincide con la tasa de ganancia de los capitales que tienen las condiciones medias. Los movimientos en las tasas de ganancia que giran en torno a la tasa media de ganancia permiten la realización del movimiento global del capital: producción de la cantidad socialmente necesaria de una mercancía a través de los movimientos de la oferta y la demanda. Este movimiento constante de emigración e inmigración de capitales, en una palabra, esta distribución del capital entre las diversas esferas de la producción atendiendo al alza o a la baja de la cuota de ganancia, determina una relación entre la oferta y la demanda, de tal naturaleza, que la ganancia media es la misma en las diversas esferas de la producción, con lo cual los valores se convierten en precios de producción. El capital logra imponer en mayor o menor medida esta nivelación, tanto más, cuanto más desarrollado se halle el capitalismo en una sociedad nacional dada, es decir, cuanto más se adapten al régimen de producción capitalista las realidades del país de que se trate. A medida que progresa la producción capitalista, se desarrollan también sus condiciones y va sometiendo el conjunto de las premisas sociales dentro de las cuales se desenvuelve el proceso de producción a su carácter específico y a sus leyes inmanentes.1

El movimiento del capital entre diversas esferas de producción que atiende al alza o baja de la cuota de ganancia determina una relación tal entre la oferta y la demanda que la ganancia media es la misma en las diversas esferas de la producción, con lo cual los valores (individuales) se convierten en precios de producción.

Valores, valores comerciales, precios comerciales y precios de producción La oferta y la demanda presuponen la transformación del valor en valor comercial (del valor individual en valor social medio). Esto sucede en cualquier tipo de sociedad en donde se producen mercancías. En el capitalismo, además, se trata de determinadas divergencias cuantitativas de los precios comerciales con respecto a los valores comerciales y a los precios de producción. La cuota de ganancia del capital se realiza a través de los precios comerciales de las mercancías. Los precios comerciales son aquellos a los cuales se venden las mercancías en un momento determinado. Estos precios comerciales pueden ser iguales, más altos o más bajos que los precios de producción. Marx, Carlos, El Capital, t. III, Versión del alemán de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, Tercera Edición, 1965, p. 198.

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El precio de producción es lo mismo que Adam Smith llamaba natural price, Ricardo price of production y los fisiócratas prix necessarie. El precio de producción es igual al precio de costo más la ganancia, pc + G, de las mercancías que se producen en las condiciones medias; el precio de costo es la suma del capital constante más el capital variable (c + v) materializado en las mercancías producidas por los capitales con composición orgánica media; la ganancia está determinada por la cuota de ganancia, p/(c + v), de los capitales en condiciones medias. Este precio de producción es el que a la larga condiciona la oferta, la reproducción de la mercancía de toda esfera especial de producción. La divergencia entre los precios comerciales y los precios de producción expresan los cambios en la oferta y la demanda de una mercancía y son el vehículo para la nivelación de la cuota de ganancia. Los precios de producción son los centros en torno a los cuales fluctúan los precios comerciales de acuerdo con las oscilaciones de la oferta y la demanda. Los precios de producción están determinados por los valores comerciales de las mercancías. Los valores comerciales de las mercancías están determinados a su vez por el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción. Los valores comerciales son exactamente lo mismo que los valores determinados por Marx en la sección primera del tomo I de El Capital.

Los valores comerciales y el tiempo socialmente necesario El tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se materializa en las mercancías producidas en las condiciones medias cuando ellas constituyen la gran masa del producto de la rama. Se deben dar condiciones excepcionales para que las mercancías producidas en las condiciones peores o mejores regulen el valor comercial. La rama de producción en la que rige un valor comercial dado está formada por un grupo de empresas que producen la mayor parte de las mercancías de la misma bajo condiciones medias, otro grupo que produce una parte menor bajo condiciones inferiores (con un costo de producción más alto que la media) y otro que produce también marginalmente en condiciones superiores (con un costo de producción más bajo que la media). Las empresas que producen en condiciones peores, puesto que tienen que vender al precio de producción determinado por el valor comercial y éste es menor que su valor individual, pierden una parte de la plusvalía por ellas producida; por el contrario, los que producen en condiciones mejores, si venden al precio de producción obtienen una mayor cantidad de plusvalía que la que han producido. El volumen de mercancías que se produce al precio comercial que coincide con el precio de producción y por tanto con el valor comercial es la cantidad de esa mercancía socialmente necesaria; es decir, el volumen de mercancías que contiene el tiempo

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de trabajo global que la sociedad está dispuesta a destinar a esa mercancía específica. Cuando la demanda de una mercancía aumenta, su precio comercial sube, la cuota de ganancia se eleva y los capitales fluyen hacia esa rama de producción; la cantidad producida se incrementa hasta el punto en que satisface la demanda excedente. La rama produce ahora la nueva cantidad de mercancías socialmente necesaria. Una vez cubierta la demanda excedente, los precios comerciales bajan hasta coincidir con el precio de producción y a través de él con el valor comercial y la cuota de ganancia desciende al nivel medio; en todo este movimiento el precio de producción y el valor comercial han permanecido inalterables. Exactamente el proceso contrario se produce en el caso de un descenso de la demanda. Al final, la cantidad socialmente necesaria de una determinada mercancía ha descendido a un nuevo nivel. En el primer caso el precio comercial se ha movido hacia el valor individual más alto y atrae a esa rama capitales que de otra manera, dados sus altos costos de producción (baja composición orgánica), no habían tenido oportunidad de concurrir; igualmente, ese precio comercial alto habrá alentado a la ampliación de la planta existente. En el segundo caso es el valor individual más bajo el que rige el precio de producción lo que obliga a los capitales de altos costos a emigrar a otras ramas de la producción. Un incremento en la oferta tendrá el mismo efecto que una disminución de la demanda y una disminución en la oferta el efecto contrario. En todos estos movimientos permanecen invariables: una tasa media de ganancia, un precio de producción y un valor comercial determinados. Esto quiere decir que tales tasas y valores son los centros en torno a los cuales giran los precios comerciales y los precios de producción y valores individuales de las mercancías. La dinámica interna del régimen capitalista se manifiesta en los cambios que se producen en la oferta y la demanda y en los precios de las mercancías en las distintas ramas y sectores productivos. El mercado es el lugar en donde se expresan las necesidades de todas y cada una de las ramas y sectores económicos a través de los movimientos de los precios, los cuales reflejan la medida de la oferta y la demanda de los distintos bienes. Cuando se presenta una demanda más alta que lo normal de una mercancía, lo cual obedece a las exigencias de la estructura interna y de la evolución del régimen económico, suben los precios de la misma y la cuota de ganancia de la rama que la produce se eleva. La cuota de ganancia más alta atrae capital a las ramas o sectores de que se trate, la producción se acrecienta hasta la medida en que la demanda lo exige, los precios descienden a su nivel anterior, la tasa de ganancia recupera su nivel previo y al final una parte del capital social se ha desplazado al lugar en donde la dinámica del régimen capitalista lo requiere. Si la demanda se reduce, se da el proceso inverso: los precios caen, la tasa de ganancia baja, el capital se retira, la producción se contrae, etcétera.

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La contradicción entre la oferta y la demanda y la incubación de las crisis Oferta y demanda son los extremos de una contradicción. Esta tiene las características fundamentales que en la parte teórica correspondiente hemos descrito. La relación entre sus extremos discurre en primer término a través de su mutua negación y engendramiento recíproco, lo cual sucede de una manera más o menos fluida y sin interrupciones graves. Es así como Marx la ha representado en la parte del tercer tomo de El Capital que acabamos de reseñar.2 Pero fatalmente la tranquila relación entre los contrarios se convierte en una contradicción absoluta. La demanda se dispara, los precios crecen a niveles altísimos, la tasa de ganancia se eleva desmedidamente y el capital social se traslada a chorro lleno a la rama, ramas o sectores correspondientes. La producción aumenta ilimitadamente, sin tener ya relación alguna con la demanda que la originó; la sobrepasa varias veces y aún sigue creciendo, sin que se avizore el fin de su incremento. La sobreproducción es avivada por la especulación. Los productores capitalistas, el comercio, la banca y las finanzas apuestan a un crecimiento ilimitado de la demanda y actúan en consecuencia, llevando la acumulación al paroxismo; el crédito se expande de una manera incontrolable. De la mano con la especulación vienen el fraude, la estafa, el engaño, el despojo y el robo puro y simple, crímenes que adquieren un alto vuelo en la última fase del proceso de acumulación desenfrenada. Al llegar a su punto superior, la excesiva acumulación se trueca en su contrario, en una gran desacumulación, pero lo hace de una manera rápida y catastrófica: los precios descienden bruscamente, la tasa de ganancia se reduce abruptamente, el capital dinero y el crédito dejan de fluir súbitamente, se presenta de inmediato la quiebra de una multitud de empresas productoras, de casas comerciales y en el caso más dramático, de los bancos que tan liberalmente hicieron préstamos, es decir, en pocas palabras, se produce la crisis. La reducción repentina y en un gran volumen de la producción trae como consecuencia inmediata el despido de masas de obreros y el descenso radical del salario. La sobrepoblación obrera se incrementa en gran medida y la miseria de la clase de los trabajadores llega a extremos desastrosos. La desacumulación se continúa hasta un nivel muy inferior respecto del punto en donde la producción empata con la demanda. Desde ahí empieza el movimiento ascensional que, por último, ajusta la producción con la demanda, lleva los precios al punto de equilibrio y permite la pro-

Marx, Carlos, op. cit., t. III, Capítulo X “Nivelación de la cuota general de ganancia por medio de la competencia. Precios comerciales y valores comerciales. La ganancia extraordinaria.”, pp. 178-201. 2

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ducción de la cantidad de mercancías en la que se contiene el tiempo de trabajo socialmente necesario. Los extremos de la contradicción han vuelto al punto desde donde debe iniciarse de nuevo el ciclo de su desarrollo, la contradicción se ha solucionado.

Proceso de formación de la tasa media de ganancia y de los valores comerciales De lo que se trata ahora es de saber qué son y cómo se forman esa tasa media y los valores comerciales de las mercancías. Las mercancías de una esfera de la producción determinada son producidas primitivamente por capitales que tienen composiciones orgánicas, masas de plusvalía y cuotas de ganancia muy disímbolas; de igual manera, dichas mercancías representan distintos valores y tienen diversos precios comerciales, según sea la composición orgánica del capital que las produce. El desarrollo del mercado y la competencia generalizan las condiciones de producción en esa esfera, por lo que una buena parte de las mercancías se producen precisamente en las condiciones medias; se establecen así: una composición orgánica media que es la que corresponde a los capitales que producen la mayor parte de las mercancías de la rama, una cuota media de ganancia a ellos correspondiente y un precio comercial de las mercancías que coincide aproximadamente con el valor individual de las mercancías que se producen en las condiciones medias; coinciden las masas de plusvalía y ganancia de la esfera. El precio comercial, y a través de él la cuota media de ganancia, adquieren una validez general para el total de las mercancías y de los capitales de la rama. Una parte del capital de la rama tiene una composición orgánica mayor que la media: el valor individual de sus mercancías y la masa de plusvalía producida son menores que las medias correspondientes; sin embargo, puesto que el precio al que venden es el precio general que rige en el mercado (precio comercial) y éste es mayor que el valor de las mercancías, estos capitalistas se apropian de una plusvalía que no han producido y su capital recibe una ganancia igual a la media. Otra parte del capital tiene una composición menor que la media y el valor individual de sus mercancías y la masa de plusvalía que producen son mayores que las medias; dado que también aquí rigen con carácter general el precio comercial y la cuota media de ganancia, que son menores que el valor individual y las masas medias de plusvalía, estos capitales reciben una cantidad menor de plusvalía de la que producen. En condiciones de equilibrio entre la oferta y la demanda y suponiendo precios estables, la producción de una rama determinada, que comprende a las mercancías producidas en las condiciones medias, peores y mejores, es la cantidad de mercancías de este tipo socialmente necesaria; igualmente, el tiempo de trabajo empleado en su producción (valor) es el tiempo de trabajo socialmente necesario. Este tiempo de trabajo socialmente necesario es la suma de los valores individuales de todas las mercancías producidas, tanto en las condiciones medias, como en las peo-

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res y mejores. El volumen de capital existente en esta rama es el que, dadas las condiciones de competencia entre las diversas ramas, la tasa media de ganancia existente, etcétera, la sociedad está dispuesta a destinar a ella. Cada mercancía de esta rama contiene el trabajo socialmente necesario para su producción; esto es así literalmente para las mercancías que se producen en las condiciones medias, mientras que las que se producen en las condiciones peores y mejores compensan entre sí sus valores y, por tanto, sus tiempos de trabajo, quedando como su valor medio el tiempo de trabajo necesario. La competencia actúa en el sentido de ir modificando constantemente las condiciones medias a través de la generalización de los adelantos técnicos y científicos. Esto hace disminuir el trabajo socialmente necesario para la producción de una mercancía y, por tanto, el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción del total de mercancías de ese tipo que la sociedad requiere (se supone una demanda inalterada); la reducción del tiempo de trabajo necesario trae consigo obligadamente un aumento en la oferta y la reducción del valor comercial de la mercancía; las empresas que tienen una composición orgánica muy por debajo de la nueva media, producen sus mercancías a un valor mucho mayor que el de los precios de mercado, e incluso no alcanzan a cubrir sus costos de producción; estas empresas se arruinan y salen de la rama productiva, siendo cubierta su producción por la de las restantes empresas que han visto en general incrementada su productividad. De esta manera, disminuye el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de cada mercancía y el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción del volumen de mercancías de este tipo que requiere la sociedad, a la vez que se mantiene en un mismo nivel el volumen de la producción. Igualmente, disminuye el volumen de capital que la sociedad destina a la rama de que se trata. El proceso de determinación del precio comercial y de la cuota media de ganancia para adecuar la producción al tiempo de trabajo socialmente necesario se da en todas y cada una de las ramas de la producción; la relación entre éstas a través de la competencia establece un precio comercial equivalente de las diversas mercancías y una cuota media de ganancia de validez general. Una parte de las esferas de la producción, en la que se concentra el mayor volumen del capital social, está formada por capitales que tienen las características medias; o, también, que en sus movimientos contradictorios compensan sus extremos para formar las características medias. Los capitales que integran tales esferas de la producción tienen la composición orgánica media (relación porcentual del trabajo sobre el capital) y las tasas de plusvalía y de ganancia medias. Otras esferas de producción, que concentran un volumen menor del capital social, están formadas por capitales que tienen características inferiores a la media (una composición orgánica en la cual es mayor la proporción del trabajo sobre el capital que en los capitales de composición orgánica media). Como aquí también rige la tasa media de ganancia, la ganancia de estos capitales es inferior al valor que producen.

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Otras más, por capitales que presentan características superiores a la media. Sus ganancias son en este caso superiores al valor que producen. Esta estructura del capital global de la sociedad es el resultado y la condición de su movimiento general. Las condiciones medias de producción y la cuota de ganancia a ellas correspondiente son el punto de partida y retorno de los movimientos del capital global de la sociedad. Si partimos de una situación como la que hemos descrito, a la que corresponde una tasa media de ganancia y un precio de producción y un valor comercial de las mercancías determinados, el hambre insaciable de ganancia, que es el motor de la actividad de los capitalistas individuales, llevará necesariamente a la generalización de las condiciones hasta ahora superiores a la media, las cuales se convierten en condiciones medias; esto empujará a una parte de los capitalistas a introducir métodos, maquinaria, tecnología, etcétera, más modernos, con lo que se establece un nuevo nivel superior a la nueva media al tiempo que las antiguas condiciones medias pasan a ser las condiciones inferiores. Se reproduce la anterior estructura pero ahora con un nuevo valor comercial de las mercancías determinado por el actual tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción que es inferior al del punto de partida. Al difundirse la productividad cambia la composición orgánica de los capitales de la esfera en las que existen las condiciones medias de producción, el tiempo de trabajo socialmente necesario se reduce y la cuota media de ganancia desciende. En suma, se forman nuevas condiciones medias para el capital global de la sociedad y una nueva cuota media de ganancia más baja que aquellas de donde partió el movimiento. Esta nueva cuota media de ganancia se impone a todas las ramas, en las cuales se produce un cambio hacia arriba en su composición orgánica, descendiendo por tanto la ganancia del capital global de la sociedad. Este proceso relatado expresa la ley general del movimiento del capital global de la sociedad, el cual se impone a través de la concurrencia entre los capitales individuales que tienen como instinto rector su hambre insaciable de ganancia: la ley de la tendencia decreciente de la tasa media de ganancia. Esta ley se ve contrarrestada por una serie de reacciones que ella misma crea y que se cifran en el incremento del capital variable que hace descender la composición orgánica del capital global. El movimiento del capital global, en el que se manifiesta la ley de la tendencia decreciente de la tasa media de ganancia, se produce de la siguiente manera. El punto de partida es una estructura de las ramas productivas como hemos descrito anteriormente: una mayoría de ellas, en las que prevalecen las condiciones medias, una parte menor, en las que privan las condiciones mejores y otra parte también reducida en la que existen las condiciones peores; las ganancias de los capitalistas de todas las ramas están determinadas por una cuota media de vigencia general. En las ramas en que imperan las condiciones medias se produce un movimiento generalizado, presidido por el hambre insaciable de ganancia de los capitalistas, para introducir la maquinaria y la tecnología más modernas y establecer los

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mismos estándares de salarios, extensión e intensificación del trabajo de las ramas en las que existen las condiciones mejores. Se genera entonces una alta demanda de maquinaria, equipo y tecnología que hace subir los precios muy por arriba de su valor comercial en las ramas que los producen; la cuota de ganancia de este sector se eleva por encima de la media, con lo cual atrae a su órbita un alto volumen de capital, hasta el punto en que se satura del mismo. Las industrias de las ramas con las condiciones medias obtienen, conforme introducen la maquinaria y los procesos más modernos, una ganancia extraordinaria porque los precios de los productos se mantienen aún sin cambio; pero conforme la productividad del trabajo se incrementa, los precios se reducen hasta el límite del nuevo valor de las mercancías, aquella ganancia extraordinaria desaparece y se fijan entonces un precio general y una tasa media de ganancia que rigen para las ramas industriales que anteriormente tenían las condiciones medias, para aquellas en las que predominaban las condiciones mejores y que ahora son idénticas a las que existen en la mayoría de las ramas y para las que presentaban las condiciones peores; los precios de las ramas que producen maquinaria, equipo y tecnología se reducen en la medida en que la demanda desciende y llegan también al mismo nivel que en el resto de la economía; su tasa de ganancia se alinea con la tasa media que rige en todas las demás ramas industriales. Las ramas con las condiciones de producción peores han pasado, mientras tanto, a incorporar a sí las que eran antiguamente las condiciones medias. Una vez que las nuevas condiciones de producción se generalizan, se establecen las nuevas condiciones medias que implican un tiempo de trabajo socialmente menor, un valor más bajo, una tasa de ganancia disminuida, etcétera. De entre la generalidad de las ramas industriales se destacan algunas que adoptan maquinas y tecnología más avanzadas. Se forma de nuevo la misma estructura de las ramas productivas, de donde se reinicia el ciclo descrito. Esta premisa y resultado de la producción capitalista se establece a través de la formación de una cuota media de ganancia.

La tendencia al descenso de la tasa media de ganancia. Acumulación con una composición del capital al alza El resultado de este movimiento del capital social que acabamos de reseñar es la tendencia que se establece en la economía como un todo al descenso gradual de la tasa media de ganancia. Esta tendencia no es sino la expresión del cambio incesante, con la acumulación, de la composición orgánica del capital, conforme al cual crece más rápidamente el capital constante que el capital variable. Y esto, a su vez, es la manifestación de la creciente productividad del trabajo, que es la característica esencial del régimen de producción capitalista. De una ma-

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nera acelerada aumentan el volumen de los medios de producción que una misma cantidad de trabajo vivo pone en funcionamiento. Esta tasa media de ganancia que tiende a descender es un acicate más que obliga a los capitalistas a desarrollar los métodos de producción de plusvalía con el fin de incrementar su masa y los hace acumular en un volumen mayor, por lo cual también la masa de ganancia puede ser más grande a pesar de existir una cuota de ganancia en descenso. Tenemos, entonces, un doble movimiento. Primero, aquel por el cual se forma una tasa media general de ganancia mediante la alternación, de acuerdo a la estructura de las ramas de producción y por medio de la competencia entre los capitales, de tasas altas, medias y bajas, y que está presidido por lo que es la razón de ser del capital, la búsqueda incesante de ganancias más elevadas. Segundo, el resultado de aquel primero, que es el cambio incesante de la composición orgánica del capital global y, por tanto, el aumento del capital constante a un ritmo mayor que el crecimiento del capital variable, lo cual se traduce en una tendencia al descenso de la tasa media de ganancia. El móvil de la actividad del capitalista que lleva a esta situación es igualmente el hambre insaciable de ganancia, la cual es espoleada por el menor nivel de la tasa de ganancia.

Causas que contrarrestan la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia Esta tendencia al descenso de la tasa media de ganancia es contrarrestada por una serie de factores que tienen su causa en los mismos elementos que la producen. Se trata, por una parte, de acciones de los capitalistas, impulsadas por su hambre insaciable de trabajo excedente que es estimulada por el descenso constante de la tasa de ganancia, las cuales hacen crecer más rápidamente el capital variable que el constante y ponen por tanto un freno a la tendencia al descenso de la tasa general media de ganancia. Entre estas prácticas encontramos: el aumento de la jornada de trabajo, algunas formas de la intensificación del trabajo, la reducción del salario, la absorción del trabajo femenil e infantil, etcétera. Por otra parte, el aumento de la productividad del trabajo, que es la causa del descenso de la cuota de ganancia, se traduce a su vez en una disminución del valor de una gran parte de los elementos del capital constante, por lo que se restaura en gran medida la antigua proporción de valor entre el capital constante y el variable y se frena de manera drástica la tendencia al descenso de la cuota media de ganancia. El movimiento global del capital se desarrolla en esas dos fases que se suponen y se engendran mutuamente, ya que cada una de ellas tiene a la otra en sí misma y es la otra de sí misma: una fase de acumulación con cambios hacia arriba en la composición orgánica del capital total de la sociedad que implica un descenso de la tasa de ganancia y un aumento mayúsculo del capital empleado y de su concen-

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tración y centralización y una fase de acumulación en la que se detiene el aumento de la composición orgánica e incluso se revierte y desciende en alguna medida y en donde, por consecuencia, se frena el descenso de la tasa de ganancia. El resultado de la simultaneidad y sucesión de estas fases es una tasa de ganancia que sólo baja muy lentamente, porque sus descensos son compensados mediata e inmediatamente en alguna medida por los factores que propician el aumento de la misma. Estas dos fases del movimiento del capital global de la sociedad son los polos de una contradicción. En la descripción que hasta este punto ha hecho Marx de la misma, encontramos las características que Hegel atribuía a lo que llamaba la contradicción solucionada. Los dos extremos se suponen y se engendran mutuamente a través de su mutua negación y afirmación; sus relaciones son fluidas y el paso de una a la otra se realiza sólo con perturbaciones menores. La fase de acumulación con aumentos en la composición orgánica del capital se desarrolla aceleradamente y los elementos que contienen el descenso de la tasa de ganancia son ampliamente superados, por lo que se presenta un fuerte y sostenido descenso de la tasa de ganancia. El equilibrio entre las dos fases de la acumulación se rompe y se presenta irremediablemente la crisis que es el medio por el cual la contradicción se soluciona.

Desarrollo de las contradicciones internas de la ley La baja de la cuota de ganancia y la acumulación acelerada expresan el desarrollo de la capacidad productiva del trabajo. La acumulación apresura la baja de la tasa de ganancia porque implica los trabajos en gran escala y de ello resulta una composición más alta del capital. La baja de la tasa de ganancia a su vez acelera el proceso de concentración y centralización del capital a través de la expropiación de los pequeños capitalistas y de los productores directos. Con esto aumenta la masa de la acumulación, pues el capital de los pequeños capitalistas y los medios de producción de los productores directos son materia de la acumulación de los grandes capitalistas; pero no crece la cuota de acumulación, pues ésta disminuye al descender la cuota de ganancia. La cuota de ganancia, que es el porcentaje de valorización del capital en su conjunto, es el incentivo de la producción capitalista. Si desciende la tasa de ganancia, entonces: 1) se frena la formación de nuevos capitales independientes y de esta manera se anula una de las condiciones imprescindibles de la existencia del régimen capitalista; 2) se estimula la sobreproducción, porque para resarcirse de la disminución de la tasa de ganancia los capitalistas deben acumular en un mayor volumen para así incrementar la masa de ganancia; 3) se da pábulo a la especulación, pues los capitalistas tienen que apostar al impredecible mercado, del que esperan recobrar e incluso superar, con un golpe de suerte, los ingresos que el descenso de la tasa de ganancia les arrebató; 4) la producción capitalista se hunde en las crisis que la sobreproducción y la especulación necesariamente

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provocan; y 5) debido al crecimiento más rápido del capital constante que del capital variable, es decir, al aumento de la composición orgánica del capital, se forman paralelamente un exceso de capital y una población sobrante. En lo que antecede, Marx ha expuesto la situación que se produce cuando el polo de la acumulación con aumento en la composición orgánica del capital crece desmesuradamente y hace descender rápida y sensiblemente la tasa de ganancia. La sobreproducción, la especulación y las crisis, son la secuencia necesaria de la evolución del régimen capitalista cuando se presenta esa decisiva caída de la cuota de ganancia. En lo que sigue, Marx nos da la explicación de porqué y cómo se presentan necesariamente la sobreproducción, la especulación y las crisis cuando la fase de acumulación con una alta composición orgánica se desmanda.

Producción de plusvalía y su realización El proceso capitalista de producción es fundamentalmente un proceso de producción de plusvalía. La producción de plusvalía es el fin directo y el motivo determinante de la producción capitalista. La plusvalía se materializa en una parte de las mercancías producidas. La producción de plusvalía es el proceso directo de producción. Los límites de la producción capitalista son una suficiente acumulación de capital y un volumen sobrado de la población obrera. La plusvalía tiene que realizarse mediante la venta de las mercancías en las que se materializa. Son dos procesos distintos: la producción de la plusvalía, la cual se concreta en las mercancías producidas, y la realización de la plusvalía mediante la venta de las mercancías en las que se plasma. La masa total de las mercancías debe venderse para que se realicen las partes de valor que la integran: capital constante, capital variable y plusvalía. Si la mercancía no se vende, o se vende por debajo de su valor, para el capitalista es como si la explotación del trabajo no se hubiera efectuado o se hubiese hecho sólo en parte. Esto significa la pérdida parcial o total de su capital. Las condiciones de explotación directa y las de su realización no son idénticas. Las condiciones de explotación se hallan limitadas socialmente por la capacidad productiva de la sociedad, es decir, por el volumen existente de capital para acumular y por la cantidad existente de la población obrera. Las condiciones de la realización, esto es, la venta de las mercancías producidas, tienen su límite en: 1) la proporcionalidad de las distintas ramas de producción. Las diferentes esferas productivas se desarrollan independientemente, sin atención a la capacidad de consumo productivo de cada una de ellas, lo que lleva necesariamente a la sobreacumulación en algunas y a la subacumulación en otras, etcétera. La realización de las mercancías encuentra su límite en la necesaria proporcionalidad que sólo se manifiesta ex post. Una vez que se llega al límite, la producción que lo

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excede es sobreproducción y la acumulación que la produce sobreacumulación. Lo mismo se presenta en la relación entre los dos grandes sectores fundamentales de la economía, el sector I, que produce medios de producción, y el sector II, que produce medios de consumo. Hay una relación proporcional entre ambos sectores que garantiza el intercambio fluido entre ellos. Cuando ese límite se excede, hay sobreproducción de bienes de producción o de bienes de consumo. De la misma manera existe un límite a la producción total de los dos sectores en la capacidad total de la sociedad de consumo productivo y consumo final; cuando ese límite se sobrepasa se presenta una sobreacumulación de capital, una sobreproducción de bienes de capital y bienes de consumo. El proceso productivo es necesariamente un constante traspasar los límites que él mismo coloca. Esa transgresión incesante de los límites tiene su causa en la acumulación de capital, que lleva la producción al exceso; el descenso de la cuota de ganancia y el movimiento contrario de freno a esa disminución impulsan en una medida gigantesca la acumulación de capital y la acumulación de capital da un fuerte empuje al descenso de la cuota de ganancia y a los factores que la contienen. El resultado es, en un momento determinado, una monstruosa sobreproducción que lleva necesariamente a una desenfrenada especulación y, sin falta, a una crisis mayúscula; 2) la capacidad de consumo de la sociedad está determinada por el monto del capital variable y de la parte de la plusvalía que se gasta como renta. Como hemos visto, la capacidad productiva crece aceleradamente impulsada por la acumulación y ésta se incrementa a causa del descenso de la cuota de ganancia; acumulación y cuota descendente de ganancia se dan un mutuo impulso, lo que lleva a la producción de bienes de consumo mucho más allá del límite impuesto por la masa del capital variable y de la plusvalía que se gasta como renta. Esta masa de capital variable y de plusvalía destinada al disfrute del capitalista tiene ya de por sí un monto reducido por efecto del aumento de la composición orgánica del capital global y de la necesidad de destinar una mayor cantidad de plusvalía a la acumulación en virtud del descenso de la tasa de ganancia. La sobreproducción de bienes de consumo crece rápidamente, viene la especulación y por último se presenta la crisis. La capacidad de consumo de la sociedad de halla limitada por las condiciones antagónicas de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la población a un mínimo susceptible de variación sólo dentro de límites muy estrechos: bajos salarios y tendencia al descenso de los mismos por efecto de la acción mutua de acumulación y descenso de la tasa de ganancia. También tiene su límite en el impulso a la acumulación, por la tendencia que ésta fomenta a acrecentar el capital y a producir plusvalía en una escala ampliada. Se eleva la composición orgánica del capital, por lo cual se reduce proporcionalmente el capital variable. El impulso a la acumulación, la tendencia a acrecentar el capital y a producir plusvalía en una escala ampliada, es una ley de la producción capitalista. Esta ley obedece: • a las revoluciones en los métodos de producción y • a la depreciación constante del capital existente.

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Éstas suponen: • la lucha general de la concurrencia y • la necesidad de perfeccionar la producción y extender su escala simplemente como medio de sobrevivencia. En consecuencia, el mercado crece constantemente y las condiciones que lo regulan adquieren cada vez más el carácter de una ley natural independiente de la voluntad de los productores y cada vez más incontrolable. Mientras más se desarrolla la capacidad productiva, más choca con la angosta base en la que descansa el consumo. En la sociedad de consumo [veáse más adelante el apartado Nacimiento del capitalismo de consumo en el capítulo VII “El régimen del capitalismo de consumo”] existe también esta contradicción y se da el mismo efecto de sobreproducción, especulación y crisis; lo que aquí sucede es que el límite que la producción debe superar es mucho mayor que en la fase anterior del régimen capitalista, pero al final la sobrepasa también en exceso y se presenta la crisis. El exceso de capital va unido a un exceso creciente de población. Con una cuota de ganancia dada, la masa de ganancia se determina por la magnitud del capital invertido: g = C (p/c+v.). El monto de la acumulación depende de la porción que de la masa de la ganancia los capitalistas destinen a su consumo. Igualmente, está determinada por el volumen de medios e instrumentos de producción que con esa masa de ganancia (lo que resta después de descontar el consumo de los capitalistas) puedan obtener. La acumulación no se determina por la tasa de ganancia, sino por el volumen de la masa de ganancia. Si la cuota decreciente de ganancia coincide con el aumento de la masa de ganancia, el capitalista se apropiará, en la categoría de capital, una parte mayor del producto anual del trabajo (como reposición del capital consumido) y una parte menor en la categoría de ganancia. En lo anterior, Marx nos ha presentado lo que sucede con el movimiento general del capital cuando el descenso constante de la tasa de ganancia no es compensado por los factores que normalmente lo contrarrestan y, por tanto, se produce una acumulación muy voluminosa de capital que tiene por objeto resarcir con el volumen de ganancia lo que se ha perdido por la disminución de su cuota. El resultado es una sobreacumulación de capital, una sobreproducción de mercancías, una especulación galopante y por último la violenta crisis. En seguida entra Marx al estudio de la que es la contradicción más alta del régimen de producción capitalista, la que existe entre la expansión de la producción y la valorización, la cual contiene y condensa todas las contradicciones anteriormente analizadas.

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Conflicto entre la expansión de la producción y la valorización El desarrollo de la capacidad social productiva del trabajo se manifiesta: 1) en la magnitud de las fuerzas productivas ya producidas, en el volumen de valor y de masa de las condiciones de producción en que la nueva producción se desarrolla y en la magnitud absoluta del capital productivo ya acumulado; 2) en la relativa pequeñez del capital invertido en salarios en relación con el capital total. El desarrollo de la capacidad social productiva del trabajo supone la concentración del capital. En relación con la fuerza de trabajo empleada, el desarrollo de la capacidad social productiva del trabajo se manifiesta en dos formas: 1) en la reducción del tiempo de trabajo necesario, es decir, en el aumento del trabajo no retribuido (plusvalía) y 2) en la reducción del número de obreros empleados para poner en movimiento un capital dado. Estos dos movimientos discurren paralelamente, se condicionan entre sí, pero actúan en forma opuesta sobre la tasa de ganancia. En el primer caso, el aumento de la plusvalía se traduce en un aumento de la tasa de ganancia. En el segundo, en un descenso de la misma. En última instancia, el descenso de la tasa de ganancia es mayor que su elevación, “…la compensación del menor número de obreros por el aumento del grado de explotación del trabajo tropieza con ciertos límites insuperables; puede, por tanto, entorpecer la baja de la cuota de ganancia pero no anularla.”3 La cuota de ganancia disminuye a medida que se desarrolla el régimen de producción capitalista. La masa de ganancia aumenta conforme crece la masa de capital empleado.

Relación entre la capacidad productiva y el volumen de capital empleado 1) Relación directa El aumento de la capacidad productiva (que se desarrolla paralelamente a la depreciación del capital) sólo puede hacer que aumente directamente la magnitud del capital cuando incrementa la tasa de ganancia y con ello la parte del producto que vuelve a convertirse en capital. El aumento de la capacidad productiva del trabajo sólo puede hacer que aumente directamente la magnitud del capital en dos casos: a) cuando aumenta la plusvalía relativa (abaratamiento de los medios de vida) y b) cuando disminuye el valor del capital constante (abaratamiento de los medios e instrumentos de producción). 3

Marx, Carlos, op. cit., t. III, p. 246.

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En ambos casos aumenta la tasa de ganancia y con ello la materia para la ampliación del capital. Pero en estos dos casos, además, el aumento de la capacidad productiva: a) implica la depreciación del capital existente y b) discurre paralelamente a la disminución del capital variable respecto al capital constante. Ambos condicionan la caída de la tasa de ganancia y ambos amortiguan esa caída. En la medida en que el aumento de la cuota de ganancia se traduce en un aumento del capital empleado, se produce un incremento en la demanda de trabajo que presiona para el crecimiento de la población obrera, del material explotable que convierte el capital en tal capital; al mismo tiempo, la acumulación trae consigo el crecimiento más rápido del capital constante que del capital variable, con lo que se forma una población obrera sobrante que aumenta constantemente.

2) Relación indirecta El desarrollo de la capacidad productiva del trabajo contribuye indirectamente al aumento del valor capital existente: • aumenta la masa y la variedad de los valores de uso en que se materializa el mismo valor de cambio, es decir, los elementos objetivos del capital que forman directamente el capital constante e indirectamente el capital variable; • con el mismo capital y el mismo trabajo se obtienen más cosas que pueden convertirse en capital; • estas cosas pueden servir para absorber trabajo y por tanto trabajo sobrante adicional que se puede invertir como capital adicional. Al crecer la masa de trabajo empleado y, por tanto, el trabajo sobrante, crece el capital reproducido y la plusvalía nueva a él incorporada.

Dialéctica de la contradicción entre la expansión de la producción y la valorización 1) Al mismo tiempo que se da impulso a la acumulación de capital y con ello a un aumento real de la población obrera, entran en juego los factores que crean una sobrepoblación relativa. (Aumento de la población obrera y disminución relativa de la población empleada). 2) Al mismo tiempo que disminuye la tasa de ganancia y aumenta la masa de capitales en funciones, paralelamente se da una depreciación del capital que contiene aquella disminución. (Disminución de la tasa de ganancia y contención de esa disminución). 3) Al mismo tiempo que se desarrolla la capacidad productiva aumenta la composición orgánica del capital, por lo que el capital constante crece más rápido

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que el capital variable. (Aumento de la capacidad productiva y aumento de la composición orgánica). Estos factores se hacen valer sucesiva y simultáneamente. Son los extremos de una contradicción que están en conflicto. El conflicto se abre paso a través de las crisis. En términos generales la contradicción consiste en lo siguiente: 1) de una parte, el régimen capitalista de producción tiende al desarrollo absoluto de las fuerzas productivas, prescindiendo del valor y la plusvalía implícita en él y prescindiendo también de las relaciones sociales en las que se desenvuelve la producción capitalista; 2) por otra parte, el régimen capitalista tiene como objetivo la conservación del valor capital existente y su valorización hasta el máximo. El valor capital existente es un medio para su mayor valorización posible. Para lograr ambas cosas el capital emplea los siguientes métodos: 1) la disminución de la cuota de ganancia, 2) la depreciación del capital existente y 3) el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo a costa de las fuerzas productivas ya producidas. La depreciación periódica del capital existente, que es un medio para contener el descenso de la cuota de ganancia y acelerar la acumulación de valor capital mediante la creación de capital nuevo, perturba el proceso de circulación y reproducción del capital y produce paralizaciones y crisis del proceso productivo. El descenso relativo del capital variable, paralelo al desarrollo de las fuerzas productivas, 1) sirve de acicate al crecimiento de la población y 2) crea una sobrepoblación relativa. La acumulación de capital como valor que se valoriza es amortiguada por el descenso de la cuota de ganancia. Para superar ese límite, se impone acelerar la acumulación de valor de uso. A su vez, la acumulación de valor de uso da nuevo impulso a la acumulación de capital como valor. La sociedad capitalista intenta superar estos límites pero sólo logra levantarlos con una mayor fuerza. El verdadero límite de la producción capitalista es el mismo capital. Es el hecho de que aquí el punto de partida y la meta, el motivo y el fin de la producción son el capital y su valorización.

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Aquí la producción es producción para el capital y no los medios de producción medios para ampliar cada vez más el proceso de vida de la sociedad de los productores. Por lo tanto, el proceso de conservación y valorización del capital, que descansa en la expropiación y depauperación de los productores, choca constantemente con los medios que el capital se ve obligado a emplear para ese fin, los cuales tienden al desarrollo ilimitado de la capacidad productiva del trabajo, choca con un fin limitado: la valorización del valor existente. El régimen capitalista tiene la misión histórica de desarrollar las fuerzas productivas y crear el mercado mundial, pero esta misión choca constantemente con las condiciones sociales de producción propias de este régimen. Pero no hay que conformarse, como lo hace Ricardo, con estudiar estas dos fases, incluidas en el proceso de acumulación, en su coexistencia pacífica: encierran una contradicción que se manifiesta en tendencias y fenómenos contradictorios. Los factores antagónicos actúan al mismo tiempo unos contra otros. Junto con las tendencias a una multiplicación real de la población obrera, que tienen su origen en el aumento de la fracción del producto social total que funciona como capital, también actúan los factores que crean una superpoblación relativa. Al mismo tiempo que desciende la tasa de ganancia, crece la masa de los capitales. De manera paralela, se produce una depreciación del capital existente, que detiene esa baja e imprime un movimiento más rápido a la acumulación de valor-capital. A la vez que se desarrolla la fuerza productiva, se eleva la composición orgánica del capital: hay disminución relativa de la fracción variable respecto de la constante. Estas distintas influencias tienden a ejercerse, ora de manera simultánea en el espacio, ora de modo sucesivo en el tiempo. De vez en cuando el conflicto de los factores antagónicos encuentra su salida en las crisis. Éstas nunca son otra cosa que soluciones violentas y momentáneas de las contradicciones existentes, bruscos estallidos que restablecen por un momento el equilibrio roto.4

La contradicción superior del régimen capitalista, la que existe entre la expansión de la producción y la valorización, conduce necesariamente a lo que son las crisis generales de este modo de producción. Periódicamente llega un momento en el cual ya no es posible que la baja en la tasa de ganancia sea compensada por un aumento del capital empleado y, por tanto, de la masa de ganancia. La tasa de ganancia se desploma sin freno, el sistema de precios se derrumba, la totalidad de las empresas sufren daños irreparables, muchas de ellas quiebran, el sistema comercial, bancario y financiero en su totalidad padece un quebranto mayúsculo y su funcionamiento se desquicia por completo, hay una enorme destrucción de capital y una gran desvalorización del capital que continúa en funciones y, lo que es característico de estas crisis, una enorme desazón se esparce entre los capitalistas y sus ideólogos, quienes temerosos y angustiados dan por seguro el colapso final del régimen capitalista, lo que para ellos sería realmente “el fin de la historia”. Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, Libro Tercero, El proceso de producción capitalista en su conjunto, traducción Floreal Mazía, en: Carlos Marx/Federico Engels, Obras Escogidas, tomo III, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, Argentina, 1973, p. 268.

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En último lugar en la enumeración, pero no en importancia, estas crisis generales tienen efectos catastróficos sobre la clase obrera, a la cual condenan a la miseria más atroz que se caracteriza por el desempleo masivo, la sobreexplotación intensiva y extensiva y, literalmente, por el hambre, las enfermedades y la muerte. En lo que sigue, explica Marx el mecanismo de esas crisis generales. 3. Exceso de capital y exceso de población El descenso de la tasa de ganancia da lugar a que el volumen mínimo que requiere un capital para valorizarse sea cada vez mayor. Concentración de la producción. Esto lleva a que una multitud de capitales que no alcanzan ese mínimo no puedan valorizarse. Se forma una plétora de capital ocioso. El destino de este capital no utilizado es la aventura, la especulación, combinaciones turbias a base de crédito, manejos especulativos con acciones y, por último, la crisis económica. La plétora de capital se refiere al capital en el que el descenso de la tasa de ganancia no se ve compensada por su masa y éstos son los capitales recientes, de nueva creación. Esa plétora de capital se pone a disposición de los grandes capitalistas a través del crédito, en donde se convierte en capital ocioso. La plétora de capital obedece a las mismas causas que producen la sobrepoblación obrera. La superproducción de capital implica la sobre acumulación de capital. Existirá súper producción absoluta de capital cuando el capital adicional para la producción capitalista sea = 0. Esto es, cuando el capital aumenta en tales proporciones con respecto a la población obrera que ya no es posible ni extender el tiempo absoluto de trabajo ni ampliar el tiempo de trabajo sobrante rendido por esta población obrera. Cuando el capital adicional no produjese la misma masa de plusvalía o que incluso produjere menos que antes de su aumento: • se presentaría una fuerte y súbita baja de la tasa de ganancia debido al alza del valor en dinero del capital variable (a causa de la subida de los salarios) y el consecuente descenso en la proporción entre el trabajo sobrante y el trabajo necesario; • una parte del capital quedaría total o parcialmente ociosa y la otra se valorizaría a una cuota más baja de ganancia por la presión del capital ocioso u ocupado sólo a medias; • la baja de la cuota de ganancia estaría acompañada por una disminución absoluta de la masa de ganancia; • se desataría una lucha entre los capitalistas para deshacerse de las pérdidas y cargarlas al competidor; • además de los nuevos capitales, quedaría ociosa una parte de los capitales antiguos, pues sus poseedores los retendrían sin trabajar para no presionar al descenso de la tasa de ganancia; • la concurrencia se convierte en una lucha entre hermanos enemigos para reducir la parte alícuota que en las pérdidas les corresponda a cada uno; la fuerza y la astucia son las armas de esta guerra. Al llegar a este punto se presenta un proceso de restauración de las antiguas condiciones de acumulación. Hay una inmovilización e incluso anulación parcial de capital hasta cubrir el importe de todo el capital adicional o cuando menos de una parte de él.

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La pérdida se distribuye de una manera muy desigual entre los capitalistas: unos capitales se destruyen, otros experimentan una pérdida simplemente relativa o una depreciación puramente transitoria. El equilibrio se restablecerá mediante la inmovilización e incluso la destrucción del capital en una mayor o menor medida. Una parte de los medios de producción, del capital fijo y circulante, dejará de actuar como capital. Una parte de las empresas se paralizará. Los medios e instrumentos de producción dejan de funcionar como tales. La destrucción más aguda se presenta en los valores del capital (acciones, obligaciones, etcétera). Sus ingresos (ganancia, interés, etcétera) descienden y con ellos el valor del principal que tomándolos como su base se calcula. [Caída de la Bolsa, etcétera]. Una parte del oro y la plata queda inmovilizada, no funciona como capital. El precio de las mercancías baja y con ello se deprecia el capital que representan. La reproducción resulta embrollada y paralizada por la baja de los precios. Estas perturbaciones en los precios afectan la función del dinero como medio de pago. Se interrumpe en cien lugares la cadena de obligaciones de pago. Se agudiza la bancarrota del sistema de crédito. Se llega de este modo a agudas y violentas crisis, a súbitas y profundas depreciaciones y a una perturbación y paralización reales del proceso reproducción, que determina su descenso. En este punto entran en juego otros factores que conducen a la reanudación del proceso de acumulación. La paralización de la producción dejará ociosa a una parte de la clase obrera; la parte que trabaja se verá presionada para aceptar salarios más reducidos; la cuota de plusvalía, el trabajo excedente, aumentará entonces. Habrá un incremento de la cuota de plusvalía. El exceso de población que se produce en las épocas de prosperidad, presiona aquí también para el descenso de los salarios. La baja de los precios y la lucha de la competencia obligan a los capitalistas a elevar el valor individual de su producto total por encima de su valor general por medio del empleo de nuevas máquinas, nuevos procesos, etcétera que hagan disminuir la proporción del capital constante en relación con el variable. Se incrementa la población sobrante. Se eleva la cuota de ganancia. La paralización de la producción prepara una ampliación posterior de la producción dentro de los límites del régimen capitalista. Se reanuda de nuevo el ciclo. Una parte del capital recobra su antiguo valor, se extienden las condiciones de producción, se amplía el mercado, aumenta la capacidad productiva. Se reanuda el mismo ciclo vicioso de antes. (Resumen del apartado 3 del capítulo XV del tomo III de El Capital)5

Marx ha considerado, en relación con la cuota de ganancia, tres contradicciones que en su desenvolvimiento llevan al régimen capitalista a estadios superiores de su existencia a través de fases de una relativamente tranquila implicación de sus polos y etapas de crisis más o menos violentas, en las cuales los contrarios se niegan absolutamente. Marx, Carlos, El Capital, t. III, Versión del alemán de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, Tercera Edición, 1965, pp. 248-253.

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La primera contradicción es entre producción y consumo. La cuota de ganancia actúa como medio para adecuar la producción al consumo de acuerdo con las exigencias del desenvolvimiento del régimen capitalista de producción en la etapa específica de su existencia en que se encuentre. La segunda contradicción es entre la tendencia al descenso de la cuota de ganancia y los factores que la contrarrestan, o, lo que es lo mismo, entre la acumulación con una composición orgánica en ascenso y la acumulación con una composición orgánica descendente. Por último, la contradicción entre la expansión de la producción y la valorización, que es la contradicción superior del régimen capitalista de producción y, por tanto, la que lo lleva a las crisis generales más devastadoras. El movimiento formal de los capitales –que se aprecia nítidamente en el auge y crisis petrolera de la décado de 1980, en la constitución y derrumbe de las economías exportadoras de Asia y en los ciclos de la economía mexicana– es el siguiente: un descenso constante de la oferta o una sostenida elevación de la demanda de una mercancía (petróleo o manufacturas para el mercado global, por ejemplo) provocan un aumento considerable y mantenido por un largo tiempo del precio de esos bienes; la tasa de ganancia de las ramas que los producen aumenta considerablemente sobre el nivel de la tasa media de ganancia; los capitales acuden en torrente a esta órbita de inversión, incluso desvinculándose de otras esferas productivas; la capacidad instalada de esa industria crece en una medida monstruosa (además de los tradicionales productores, muchos países más se convirtieron en productores de petróleo en la década de 1980 y literalmente decenas de países se transformaron, a partir de la década del cincuenta del siglo pasado, en productores de manufacturas de exportación hasta rematar con la última generación de los mismos que comprende a México, Brasil, Argentina, Chile, etcétera, y a la que pronto se sumaron los países antiguamente socialistas); el volumen de mercancías producidas se expande en una proporción enorme y los mercados se saturan; la producción, que aumenta vertiginosamente, excede inconmensurablemente a la demanda estacionada o que crece a un ritmo infinitamente menor. Esta desproporción mayúscula entre producción y consumo, inherente al régimen capitalista de producción, es la causa de las crisis cíclicas que lo estremecen hasta sus entrañas. La crisis se caracteriza por una reducción de los precios, un descenso en las ventas, una disminución decisiva de los ingresos de las empresas y países productores, un descenso drástico y después la evaporación de las ganancias e incluso del capital y una paralización del ciclo del capital por la cual el capital-mercancías no se convierte en capital-dinero ni este en capital-productivo y que lleva necesariamente a la quiebra del sistema financiero, del comercio y de la industria. Al final de la crisis la tasa de ganancia de esa industria ha descendido a su mínimo nivel –muy por abajo de la tasa media de ganancia de la economía en general– o incluso la ganancia ha desaparecido y se presenta una desacumulación de capital. Desde este punto se inicia el proceso por el cual, una vez que se ha destruido, simple y llanamente, una buena cantidad de capital (trabajo obrero acumulado),

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remontan los precios de las mercancías, suben las ganancias, se incrementa la inversión, se eleva nuevamente la producción, etcétera, hasta que se alcanza de nuevo el nivel medio que prevalece en la economía. Este movimiento del capital, que lleva a la economía hasta el paroxismo de la acumulación desenfrenada para después hundirla en las simas oscuras y profundas de la crisis, es el movimiento de una sustancia con vida propia, sobre la cual los individuos no tienen ningún control y a quienes, por el contrario, arrastra detrás de sí con una fuerza irresistible; de ahí entonces la profunda estulticia de quienes pretenden desarrollar una política, cualquiera que esta sea, para evitar el estallido de las crisis o revertir su curso cuando ya han empezado su acción devastadora. De qué manera la sustancia económica posee una potencia arrolladora e incontrastable, se pone en evidencia cuando sus presuntos conductores intentan acciones contrarias al sentido en que aquella se desplaza. De sobra conocido es el intento, a mediados de 1989, de varios países productores, encabezados por nuestro ministro de energía, de influir sobre el mercado petrolero mundial para detener un descenso incontrolable de los precios del crudo; aplicando la más pura ortodoxia económica, acordaron un recorte en la producción para así reducir la oferta mundial y con ello lograr el aumento del precio del petróleo; pues bien, a cada disminución de la oferta el mercado respondió, en una aparente paradoja, con una mayor reducción del precio, hasta que los azorados promotores del desatino desistieron de su empeño y se dedicaron a observar el libre desenvolvimiento del torbellino económico. Algo similar sucedió en la economía mexicana en los días turbulentos de septiembre de 1998, cuando el vendaval de la crisis financiera internacional la azotó con una furia incontenible. Las reducciones del circulante, la venta de dólares en el mercado abierto y el incremento de las tasa de interés, medidas cuyo objetivo era aminorar la demanda de dólares y evitar su salida del sistema financiero nacional, tuvieron inmediatamente un efecto exactamente contrario, pues produjeron el retiro del capital foráneo de la Bolsa de Valores y con ello la caída a plomo de la misma, una enorme demanda de dólares y una devaluación cercana al 25%. La crisis financiera internacional que se ha desarrollado desde fines de 1997 también nos ha dado un enorme catálogo de acciones presuntamente preventivas o correctivas de los descalabros económicos, realizadas por los mismos países sujetos a los furores de la crisis global o por los organismos internacionales encargados de las finanzas internacionales (FMI, BM, etcétera), que fatalmente produjeron los resultados contrarios a los esperados y sirvieron de combustible para alimentar la alta incandescencia de la conflagración económica. Las crisis se pueden catalogar, de acuerdo con la argumentación de Marx, de la siguiente manera: 1) Crisis que resultan del movimiento normal de adecuación de la oferta y la demanda en una o varias ramas de la producción interna o global y en los sectores fundamentales de la industria nacional o internacional. 2) Crisis nacionales o globales que tienen su origen en la relación entre la fase de acumulación con una composición orgánica del capital alta y la de una

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acumulación con una composición orgánica baja, o lo que no es sino lo mismo, entre la fase en la que predomina la tendencia al descenso de la cuota de ganancia y aquella en la que se imponen los factores que la contrarrestan; en última instancia también se resuelven en una disyunción entre la producción y el consumo. 3) Crisis nacionales o globales que se suscitan cuando la oposición entre la expansión de la producción y la valorización llega al punto en el cual el descenso de la tasa de ganancia no puede ser compensado ya por el incremento de su masa, es decir, cuando hay una sobreproducción de capital. Las crisis mundiales de 1927 y de 1997-2011 pertenecen a esta última categoría; son crisis generales del sistema capitalista. Se sabe que en 1857 estalló una de esas crisis generales a que llega en forma periódica el ciclo industrial. La siguiente terminación del ciclo venció en 1866. En esta ocasión la crisis adoptó un carácter en esencia financiero, pues ya se la había descontado en parte en los distritos fabriles, en ocasión de la crisis del algodón que desplazó una masa de capitales de su esfera de colocación corriente hacia los grandes centros del mercado monetario. Su iniciación se señaló en Londres, en mayo de 1866, por la quiebra de un enorme banco, seguida por el derrumbe general de una innumerable cantidad de sociedades financieras fraudulentas. Una de las ramas de la gran industria, atacada en especial en Londres por la catástrofe, fue la de los constructores de barcos de hierro. Los magnates de esta rama no sólo habían llevado la producción a su límite máximo durante el período de elevada prosperidad, sino que además se dedicaron a firmar enormes contratos, con la esperanza de que la fuente del crédito no se agotaría tan pronto. Se produjo una terrible reacción que todavía sufren hoy, a finales de marzo de 1867, muchas industrias. En cuanto a la situación de los trabajadores, se puede juzgar de ello por el siguiente pasaje, tomado del muy detallado informe de un corresponsal del Morning Star, que a comienzos de enero de 1867 visitó las principales localidades víctimas de la catástrofe. En el este de Londres, en los distritos de Poplar, Millwall, Greenwich, Deptford y Canning Town, 15,000 trabajadores, cuando menos, entre los cuales más de 3,000 obreros con oficios, se encuentran, junto con sus familias, literalmente al borde de la miseria. Una desocupación de seis a ocho meses de duración agotó sus fondos de reserva… apenas pude llegar hasta la puerta de la workhouse de Poplar, que alberga a una multitud hambrienta. Esta esperaba bonos para el pan, pero la hora de la distribución no había llegado aún… Esa sola workhouse ofrece ayuda a 7,000 personas, y muchos de estos obreros hace seis o siete meses ganaban los más elevados salarios del país; su cantidad se habría duplicado si no fuese porque ciertos trabajadores, una vez agotada su reserva de dinero, rechazan sin embargo toda ayuda de la parroquia mientras tengan algo que empeñar…6   …La crisis de 1866, que afectó sobre todo a la ciudad de Londres, creó en esa sede del mercado universal, más populosa que el reino de Escocia, un aumento del pauMarx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, Libro Primero, “El desarrollo de la producción capitalista”, en Carlos Marx/Federico Engels, Obras Escogidas, Tomo I, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, 1973, Argentina, pp. 642-43.

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perismo del 19,5 por ciento para ese año, en comparación con 1865, del 24,4 respecto de 1864, y un crecimiento más considerable aún para los primeros meses de 1867, en comparación con 1866. En el análisis de la estadística del pauperismo es preciso destacar dos puntos esenciales. Por un lado, el movimiento de alza y baja de la masa de los pobres refleja los cambios periódicos del ciclo industrial. Por otro lado, la estadística oficial se convierte en un índice cada vez más engañoso del pauperismo real, a medida que, junto con la acumulación del capital, se acentúa la lucha de clases y el trabajador adquiere un más vivo sentimiento de sí mismo…7

Los movimientos de capital que aquí hemos considerado, es decir, aquellos a través de los cuales se forma la cuota media de ganancia, son realizados en una parte sustancial por las instituciones financieras, las cuales constituyen un campo específico de acción de los capitalistas. Su actividad es la más alejada del proceso productivo, la que está en la superficie del fenómeno, por lo cual, aunque determinada por ella, no revela sino por el contrario oculta la esencia del proceso de producción capitalista.

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Ibíd. p. 628.

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Capítulo IV

El capital bancario y financiero, el agente decisivo de las crisis

Ya señalamos en un segmento anterior (La cuota de ganancia, vehículo de las crisis) cómo el movimiento del capital global está determinado por la búsqueda incesante de una tasa más alta de ganancia; también vimos que en ese desplazamiento tras la ganancia ilimitada el capital exacerba todas sus contradicciones y lleva al régimen económico a crisis periódicas, algunas de las cuales llegan a ser verdaderas catástrofes económicas. Esta hambre insaciable del capital por la ganancia encuentra su manifestación más alta en el capital bancario. Su hambre de ganancia es insaciable en grado superlativo. La capacidad de movimiento del capital bancario es extremadamente alta debido a su extrema liquidez. De ahí entonces la enorme movilidad que posee: tiene una necesidad y una capacidad colosales de trasladarse rápidamente de una a otra industria, rama industrial, sector económico o nación en busca de la tasa más alta de ganancia. Esta característica suya, por la cual puede lanzar casi instantáneamente hacia una rama industrial, sector económico o nación cantidades mayúsculas de capital, o retirarlas de los mismos, agrava en una medida extrema las contradicciones del régimen capitalista, por lo que las crisis que necesariamente se presentan adquieren una violencia inconmensurable.

El capital bancario y la crisis En el tomo II de El Capital estudia Marx la naturaleza del capital como una sustancia con automovimiento que recorre un ciclo de vida a través del cual se incrementa constantemente. En este movimiento el capital adopta, sucesiva y simultáneamente, las formas de capital dinero, capital productivo y capital mercancías. Las funciones del capital dinero están determinadas por la naturaleza del dinero como tal y por la forma de capital que adopta en el régimen de producción capitalista. El dinero es materialización de trabajo abstracto; en el régimen de producción capitalista el trabajo abstracto materializado en el dinero es trabajo obrero excedente, plusvalía arrancada al trabajador sin retribución.

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La plusvalía es extraída a los obreros en el proceso productivo, en la fábrica capitalista. La extracción de plusvalía tiene como presupuesto y consecuencia la creciente maquinización de la producción y ésta es el instrumento a través del cual se produce la depauperación geométricamente acelerada de la clase de los trabajadores, es decir, la degeneración y descomposición de sus cuerpos y sus mentes, la aniquilación de su naturaleza humana. El dinero es, por tanto, en la sociedad capitalista, materialización de trabajo obrero excedente que es obtenido a través de la explotación del trabajo asalariado. El ciclo del capital se puede expresar esquemáticamente en la siguiente fórmula: Mp D-M-P-M’-D’ Ft El capitalista desembolsa su dinero, el cual se encuentra depositado en las arcas del banquero. Mediante una orden de pago (cheque, etcétera) librada contra su banquero, el capitalista compra los medios de producción necesarios para su empresa (terrenos, maquinaria, equipo, materias primas, etcétera); posteriormente, va retirando de su banco las sumas necesarias para hacer los pagos de salarios (compra de fuerza de trabajo). En el proceso productivo, al poner en contacto los medios de producción y la fuerza de trabajo, se obtiene como resultado un producto-mercancías con más valor que el de los elementos que lo produjeron (M’). El capitalista vende las mercancías que son la expresión del valor valorizado del dinero adelantado; éste refluye de esa manera a sus manos, de donde pasa de nuevo a depositarse a las arcas del banquero. El dinero se ha transformado en capital, es decir, en valor que se valoriza a través del proceso productivo. En este ciclo de un capital individual vemos que todo su movimiento tiene como finalidad la valorización del valor adelantado en forma de dinero a través de la explotación del trabajo asalariado en el proceso productivo (-P-). Por lo tanto, lo mismo las funciones del dinero que en este ciclo se aprecian: depósito de valor y medio de compra, como las funciones de los comerciantes en dinero (depósito del dinero en sus arcas, pago de cheques librados contra esos depósitos, etcétera), son funciones del capital y, por lo mismo, el presupuesto o el resultado necesario de la explotación del trabajo asalariado. El capitalista puede comprar a crédito una parte de sus Mp (materias primas, vgr.); como contrapartida emite una promesa de pago para cuando espera obtener de sus ventas los ingresos suficientes con que cubrirla; el vendedor descuenta este documento en su banco. El dinero-crédito (letra de cambio, etcétera) y el descuento del mismo por el banquero son funciones del capital porque permiten al capitalista obtener los me-

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dios materiales para el proceso productivo en el cual el valor se valoriza a través de la explotación del trabajo asalariado. Una vez concluido el proceso productivo, el capitalista vende las mercancías que son la expresión del valor valorizado (M’); a cambio puede recibir dinero en efectivo, con lo cual su capital estará en posibilidad de reiniciar inmediatamente su ciclo (D); o bien, recibir una promesa de pago que su banquero descontará permitiéndole también hacer revertir su capital a la forma dinero, punto de partida de un nuevo ciclo. La forma crédito del dinero y su descuento por el banquero constituyen funciones del capital, puesto que son el vehículo para su reversión a la forma dinero, bajo la cual puede iniciar un nuevo ciclo; éste, según es sabido, tiene como núcleo el proceso productivo basado en la explotación del trabajo asalariado. Al final de cada ciclo el capitalista ha hecho revertir su capital a la forma dinero pero en un monto mayor a aquel con el que lo inició, es decir, que al terminar el ciclo tendrá bajo la forma dinero al capital adelantado y la plusvalía que éste ha producido en su movimiento: D-D’ (D + incremento de D). Para que la plusvalía pueda actuar como un nuevo capital es necesario que adquiera una cuantía determinada; mientras esto sucede, el capitalista la deposita en su banco. En cada banco se depositan las plusvalías producidas por una multitud de empresas industriales; así reunidas, forman una voluminosa masa de capital en potencia que pugna por valorizarse. El banquero concede en préstamo el capital-dinero a empresarios que van a iniciar un nuevo negocio o a ampliar el que ya tienen; se convierte así en comerciante en capital: dispone del dinero depositado en sus arcas pagando un cierto interés anual al depositante y lo presta a un empresario con el fin de utilizarlo como capital-dinero, quien debe pagarle un interés más alto. El banquero compra y vende el uso del dinero como capital. Esta función del dinero (atesoramiento de la plusvalía, del trabajo excedente arrancado a los obreros sin retribución) y de los banqueros (compra y venta del uso del dinero como capital), son, evidentemente, funciones del capital; ponen en funcionamiento nuevos capitales que, en su ciclo, tienen como fundamento el proceso productivo, el cual es un proceso de explotación del trabajo asalariado. Esta función de los bancos permite ampliar más rápidamente la producción capitalista y, por tanto, someter a la explotación asalariada a una mayor cantidad de obreros. La disyunción existente en la circulación simple de mercancías entre compra y venta, que anunciaba ya la posibilidad de las crisis, se ahonda y se convierte en la disyunción entre la producción y el consumo, la cual al desarrollarse lleva ineluctablemente a las crisis. La función de los bancos como comerciantes en capital hace posible que la producción crezca de manera desmedida, sin relación alguna con la demanda existente o potencial, siendo determinado su aumento sólo por la cantidad creciente de capital excedente que hay en el sistema bancario. Aquí encontramos uno de los pilares más sólidos de la especulación. La reversión del valor-capital a la forma dinero se realiza en pequeñas partidas sucesivas; mientras el capitalista reúne el valor de reposición de su capital fijo y se hace necesaria la renovación del capital circulante (materias primas y fuerza de

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trabajo), aquellas partidas de dinero son depositadas en los bancos. Crece así inconmensurablemente la masa de capital prestable y, con ello, el volumen y la extensión de la producción capitalista, es decir, de la explotación del trabajo asalariado. Algunos capitalistas obtienen parte de sus Mp (maquinaria, equipo, tecnología, materias primas) en el exterior; requieren por tanto de moneda extranjera para hacer sus pagos. Otros capitalistas venden sus mercancías en el extranjero y obtienen a cambio divisas que en parte depositan como tal moneda extranjera y en parte cambian por moneda nacional. Los banqueros nacionales reciben en depósito la moneda extranjera, la compran a los exportadores y la venden a los industriales nacionales para que con ella realicen sus pagos. La función bancaria de depósito y compra-venta de moneda extranjera es una función del capital, es decir, una función que permite la realización del ciclo del capital que tiene como fundamento el proceso productivo que es un proceso de explotación del trabajo asalariado. Lo mismo puede decirse cuando el capitalista obtiene un préstamo del exterior en moneda extranjera, el cual deposita en los bancos nacionales; y otro tanto sucede con la inversión extranjera directa que también se hace en moneda extranjera que se deposita en los bancos nacionales, ya sea materialmente o como dinero-crédito. El capitalista gasta como renta una parte de la plusvalía generada en su empresa; de estos gastos una porción variable se realiza en mercancías extranjeras de lujo. El banquero vende moneda extranjera para hacer los pagos correspondientes. La venta de moneda extranjera que realizan los banqueros a los capitalistas industriales para que hagan los pagos de mercaderías extranjeras de lujo es una función del capital porque el consumo de lujo del capitalista es una condición necesaria de la reproducción del capital social y a través de ello del desarrollo del ciclo de cada capital individual; esto, como ya hemos visto, tiene como su eje a la explotación del trabajo asalariado. El capitalista individual vende sus mercancías a un comerciante al por mayor, quien después las hace llegar al comercio al menudeo, de donde son adquiridas por el consumidor. El comercio al por mayor constituye un campo especial de los negocios en el cual se invierte un valor capital con la finalidad de valorizarlo; la valorización de este capital se logra a través de la compra-venta de mercancías sin que el capital-dinero de comercio como tal recorra el ciclo del capital productivo: la forma de su movimiento es: D-M-D’, la cual no se ve interrumpida por el proceso productivo -P-. La plusvalía que se apropia el comerciante no es generada en el ciclo de su capital, sino que es una deducción de la plusvalía producida por los capitalistas industriales; de la misma manera, los obreros del comercio no son productores de plusvalía. Los comerciantes depositan en los bancos sus reservas de capital-dinero exigidas por el desarrollo normal del ciclo de su capital y las ganancias realizadas periódicamente y concentran en ellos sus cobros y pagos. Los bancos, por su parte, abren una línea especial de préstamos de capital-dinero a los comerciantes para que (1) a través de promesas de pago futuro realicen la compra de las mercancías a los capitalistas industriales, (2) amplíen sus operaciones comerciales (ampliación

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de instalaciones, explotación de nuevas líneas, etcétera) y (3) establezcan un nuevo comercio. Aquí, al igual que en el caso del capital industrial, el empresario emplea en una gran medida recursos ajenos canalizados a través del sistema bancario. Esto hace posible el crecimiento extensivo del régimen de producción capitalista en una medida mayor que si los capitalistas utilizasen sólo recursos propios, pero, al mismo tiempo, contiene los elementos de la especulación (creación de empresas industriales y comerciales absolutamente superfluas, destinadas al fracaso) que lleva en sí los gérmenes de las crisis. Las funciones del capital-dinero de comercio y de los bancos que los concentran son funciones del capital porque permiten al capital industrial realizar la última fase de su ciclo M’-D’ que lo pone en posibilidad de reanudar un nuevo ciclo; al mismo tiempo lo descargan del pesado fardo de comercializar sus propios productos y, en consecuencia, crean las condiciones para que pueda dedicarse íntegramente a su función primordial que es la producción de plusvalía a través del proceso productivo. Dichas funciones son, pues, la condición necesaria para la elevación de la productividad del capital industrial, la cual, como ya hemos visto, se basa en la explotación crecientemente intensiva y extensiva del trabajo asalariado. Los bancos son negocios que valorizan su capital a través de la realización de todas las funciones del capital-dinero aquí descritas. El banquero desembolsa su capital D, con una parte del cual adquiere edificios, máquinas contables, enseres y fuerza de trabajo y con otra realiza directamente las funciones del capital-dinero; a la vez, compra y vende el uso del dinero como capital, es decir, toma en depósito el dinero de los capitalistas y lo presta para que sea utilizado por otros capitalistas como capital. La ganancia del banquero, que es un capitalista que ha invertido su capital para valorizarlo en una esfera específica de negocios, proviene de la parte propia de su capital cuyo uso como capital-dinero vende, de las comisiones que cobra por los servicios que presta, de la compra y venta de metales preciosos y de moneda extranjera, del descuento de documentos y de la diferencia entre el “precio” del dinero que toma en préstamo de sus depositantes y el “precio” a que lo vende a los capitalistas. En suma, los banqueros concentran y administran el capital dinero de todos los capitalistas. Los negocios bancarios surgen como un resultado necesario del régimen de producción capitalista y son a la vez una palanca poderosísima para su desarrollo ascendente. El capital bancario se constituye como una forma sustantivada del capital social supeditada al desarrollo del capital industrial, pues éste es el núcleo esencial del capital global de la sociedad, en donde se arranca directamente la plusvalía al proletariado y, por tanto, en donde se valoriza realmente todo el capital social. Esto es así aunque precisamente en virtud de la sustantivación del capital bancario, éste aparezca como siendo independiente, opuesto e incluso francamente enseñoreado del capital industrial. Los bancos pueden formarse con los capitales excedentes de grupos de capitalistas industriales y comerciales y, a su vez, pueden ser el punto de partida para la constitución de grupos industriales y comerciales determinados. La simbiosis entre

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el capital bancario y capital industrial se produce a pesar de su independencia y precisamente por medio de ella. En las fases superiores del régimen de producción capitalista el empresario individual cede el paso a los capitalistas asociados, al capitalista colectivo; surge y se desarrolla la sociedad anónima. La sociedad anónima es una asociación de capitalistas individuales que unen sus capitales para formar un solo capital de volumen mayor. A través de esta concentración de capitales crecen la magnitud de los establecimientos industriales, la escala de la producción y la extensión de los mercados; el régimen capitalista crece en extensión y profundidad. Aquí también se encuentra el germen de las crisis, pues el capital adquiere una enorme capacidad de crecimiento que tiene que chocar por fuerza con la limitación de los mercados, o, en el mejor de los casos, con la menor tasa de crecimiento de éstos en relación con la de la producción. Las funciones de la banca anteriormente estudiadas tienen ahora también como sujeto al capitalista colectivo; son funciones de esta forma superior del capital que se basa en la asociación de capitalistas. En consecuencia, la banca confirma y refuerza su papel de elemento integrante del proceso de explotación del proletariado. Las sociedades anónimas, a través del financiamiento bancario, concentran también grandes cantidades de capital ajeno, el cual forma una gran parte de su capital de trabajo. En la sociedad anónima (prototipo de las asociaciones de capitalistas) se da la separación entre la propiedad y la función del capital. La propiedad es incorporada a títulos de transmisión relativamente sencilla, que son los que quedan en poder del capitalista, y la función del capital encomendada a gerentes y administradores de diverso tipo. La sustantivación del capital adquiere así un nuevo punto de apoyo: ya no sólo es posible el tránsito del valor a través de las fases del ciclo del capital, sino que ahora puede circular con facilidad entre los diversos capitalistas o asociaciones de capitalistas por medio de los títulos de propiedad (acciones) correspondientes sin afectar para nada el funcionamiento de la empresa; surge la posibilidad y la necesidad de la concentración de grandes cantidades de capital en manos de unos pocos capitalistas y del control de grandes cantidades de empresas con la sola posesión de una parte mínima de sus acciones. La función del capitalista o de las asociaciones de capitalistas consiste ahora en concentrar esas enormes cantidades de capital a través de la compraventa de acciones y dirigirlo en masa a las ramas de producción más rentables. Se forman grandes consorcios industriales que son el germen de las asociaciones monopolísticas. Los capitalistas tienen ahora como campo de acción las grandes ramas de la producción y sus actividades consisten en manipular, a través de las acciones y otros tipos de títulos representativos del capital, enormes masas de capital, realizando combinaciones, fusiones, juegos bursátiles, etcétera, que tienen todas como finalidad acrecentar el capital propio aún a costa de despojar a los demás capitalistas. El régimen de producción capitalista adquiere con esto una capacidad inconmensurable de crecimiento. Es evidente que aquí, por necesidad, la actividad del capitalista linda ya con el fraude y la especulación; sus acciones, por tanto, ineluctablemente derivan, más

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tarde o más temprano, hacia esos campos. Por otro lado, se potencia la capacidad de disponer de capital ajeno, lo que da como resultado el reforzamiento de los elementos de la especulación y, con ello, de las crisis. Crecimiento desorbitado de la producción. Consumo reducido, etcétera. Las formas primitivas de comercio con títulos representativos del capital son tres fundamentalmente: (a) compra de títulos como una forma de invertir recursos excedentes, obteniendo a cambio periódicamente una determinada ganancia, (b) venta de títulos como medida para ampliar el capital de una empresa y (c) compra y venta de títulos como instrumento para realizar los grandes movimientos de capital ya señalados: combinaciones, fusiones, etcétera, cuya finalidad es organizar la producción de ramas enteras de acuerdo con los intereses de unos cuantos capitalistas. Junto a estas formas surge necesariamente una más que deriva de la inversión de un capital-dinero en la compra y venta de acciones con el fin de valorizarlo; la actividad de este capitalista consiste en vender títulos representativos del capital a precios mayores que aquellos a los que compró; su función no tiene ya nada que ver, ni remotamente, con la producción y, de hecho, está fincada única y exclusivamente en la especulación. [1. El precio de las acciones está determinado por las ganancias. 2. Si las ganancias son altas, crece su demanda, lo que hace que su precio suba. Si sube su precio, descienden proporcionalmente las ganancias. La demanda de las acciones desciende y con ello su precio. Las ganancias crecen proporcionalmente, la demanda de las acciones sube, su precio se incrementa, etc. 3. El precio medio de las acciones es aquel que corresponde a la tasa media de ganancia en un período determinado. 4. A la larga se compensan la oferta y la demanda de acciones. 5. En la economía como un todo: si la economía va en ascenso y las ganancias de las empresas crecen, la mayor parte de las acciones pagan altos dividendos; esto atrae capital a la bolsa, lo que hace que las ganancias de las empresas sigan creciendo, la demanda de sus acciones incrementándose y su precio elevándose. La bolsa se abarrota de capital, el precio de las acciones sube inconmensurablemente y se pierde por completo la relación con las ganancias. La demanda de las acciones descansa exclusivamente en la especulación de un precio cada vez más alto de las mismas; se vende para tomar las ganancias de los precios altos y se compra esperando una nueva alza de los precios. La burbuja especulativa se rompe por cualquier motivo, se desploman los precios, se retira el capital de la bolsa, se detiene y revierte el crecimiento de las empresas, deviene la ruina de muchas de ellas, etcétera. Se cierra el ciclo.] Los bancos adquieren nuevas funciones: se convierten en intermediarios en el comercio de acciones, obligaciones y toda suerte de títulos representativos del capital, destinan recursos para financiar las actividades bursátiles de los capitalistas y ellos mismos dedican una parte de su capital a la compra y venta de valores y al financiamiento de su circulación. Estas nuevas funciones de la banca son también funciones del capital puesto que a través de ellas se da impulso a la forma superior del régimen capitalista basada en las asociaciones de capitalistas, que a su vez tiene

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su fundamento en la explotación del trabajo asalariado. Esas funciones contienen en sí el germen de la especulación y de la crisis. “El capital bancario se halla formado: 1) por dinero contante, oro o billetes, 2) por títulos y valores. Estos pueden dividirse, a su vez, en dos partes: valores comerciales, letras de cambio pendientes de vencimiento y cuyo descuento constituye el verdadero negocio del banquero, y valores públicos, como los títulos de la Deuda Pública, los certificados del Tesoro, las acciones de todas clases, en una palabra, los valores que rinden un interés, pero que se distinguen esencialmente de las letras de cambio. Entre ellos pueden incluirse también las hipotecas. El capital formado por estos elementos materiales se divide, a su vez, en dos partes: el capital de inversión del banquero mismo y los depósitos, que forman su banking capital o capital prestado. Y en los bancos de emisión hay que añadir, además, los billetes de banco...”1

El desarrollo del comercio de títulos representativos del capital lleva necesariamente a la creación de capital ficticio; es decir, a atribuir a algo que de por sí no es capital un valor determinado, emitir un título que lo represente y lanzarlo al mercado de valores (por ejemplo, los títulos representativos de la deuda pública). Igualmente, con el comercio de valores se desarrollan también las prácticas fraudulentas y especulativas de los propios capitalistas industriales, quienes aprenden rápidamente a realizar emisiones fraudulentas de títulos, a manipular el mercado de valores para provocar movimientos artificiales de los precios, etcétera. Es prudente reiterar aquí lo que hemos venido sosteniendo a lo largo de este análisis de la banca: las funciones de los comerciantes en dinero y capital no sólo tienen como premisa y resultado necesarios la explotación de trabajo asalariado, sino que la materia prima de sus actividades, dinero y capital, no son otra cosa que plusvalía (trabajo obrero no retribuido) acumulada. Por tanto, la propia fuerza de trabajo del obrero materializada en el capital es manipulada masivamente por los bancos para profundizar y extender el régimen de producción capitalista, es decir, para mantener e incrementar la explotación del trabajo asalariado y, con ello, el proceso de depauperación acelerada de la clase obrera. El capital-dinero que el sistema financiero (Bancos, Casas de Bolsa, Casas de cambio, etcétera) concentra, procede de estas fuentes: es la forma transitoria que adquieren el capital comercial y el capital industrial antes de revertir a su forma material, es ganancia acumulada que aún no tiene el volumen necesario para su inversión en la industria de la cual procede, es una renta que el capitalista va a gastar en el futuro, es capital ficticio en la acepción que arriba hemos definido y es capital propio de los banqueros. El capital-dinero es una forma sustantivada del capital; esto quiere decir que en manos del banquero pierde por completo el rastro de su origen y cobra vida propia. El banquero lo puede utilizar para la realización de la función que corresponde, es decir, devolverlo al capitalista comercial o industrial para que Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, Libro Primero,”El desarrollo de la producción capitalista”, en Carlos Marx/Federico Engels, Obras Escogidas, Tomo I, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, 1973, Argentina, pp. 642-43.

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prosiga el ciclo de su capital (conversión en capital mercancías o en capital productivo), amplíe sus instalaciones, gaste su renta, etcétera; también lo puede destinar a financiar las compras de los capitalistas industriales y comerciales mientras el capital-dinero de sus ventas revierte a sus bolsillos, a una extensión de la planta industrial y comercial, a la compra de valores públicos, o al financiamiento de la adquisición de bienes de consumo duraderos, todo ello en un monto que está determinado por la diferencia entre las cantidades que normalmente se depositan en sus arcas y las que se sustraen de ellas, el cual es un volumen que la práctica se encarga de fijar; pero no sólo eso puede hacer. La banca puede también destinar los grandes montos de capital-dinero que detenta al financiamiento del desarrollo monstruoso de una rama económica específica (vgr. la producción petrolera, las manufacturas de exportación, la construcción de viviendas, la producción de automóviles), de tal suerte que aquel se va desafectando de sus funciones normales (es decir, que no revierta ya hacia los capitalistas que lo depositaron en los bancos) hasta quedar por completo desvinculado de su antigua base productiva y se traslada a chorro lleno hacia las ramas que ahora son más rentables. La mayor parte del capital-dinero de la economía se concentra en estos sectores económicos, ya sea a través de financiamientos directos de la banca o de la salida de las empresas a la Bolsa; la tasa de interés real se eleva hasta niveles altísimos, las ganancias de la Bolsa ascienden vertiginosamente y, más temprano que tarde, la especulación se enseñorea de toda la economía. La sustantivación del capital-dinero como capital-bancario completa la obra del proceso de formación y funcionamiento de una tasa media de ganancia en el régimen capitalista. La necesaria disyunción entre producción y consumo, que es inherente al régimen de producción capitalista, deriva también ineluctablemente en una desproporción mayúscula entre producción y consumo. La tasa de ganancia que se eleva sobre el nivel medio es la guía que conduce al capital hacia las ramas en las que existe un exceso de demanda o una oferta reducida de un bien o un conjunto de bienes que son estratégicamente necesarios para el capitalismo en una fase específica de su desarrollo (petróleo, manufacturas de exportación, viviendas, automóviles vgr.); la tasa de ganancia mucho más alta que la media lleva también hacia arriba a la tasa de interés y ésta atrae de una manera irresistible al capital-dinero que poseen los banqueros, el cual se traslada, primero en pequeñas cantidades y después en volúmenes inmensos, a las ramas que la cuota de ganancia ha convertido en privilegiadas. Este movimiento del capital sustantivado incrementa en una medida gigantesca la capacidad instalada de la rama de que se trata y eleva la producción a niveles altísimos, muy por encima de la demanda que permanece estacionaria o crece a un ritmo mucho menor. Los banqueros, verdaderamente poseídos por ese demonio interior que es el hambre insaciable de ganancia y dueños del mecanismo por el que el capital se convierte en una sustancia que pare dinero, olvidan completamente sus propósitos iniciales (es decir, desarrollar aquella rama que presenta atractivas ganancias) y se

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dedican en cuerpo y alma al fraude y a la especulación, es decir, a financiar industrias inexistentes, apostar a la Bolsa y al tipo de cambio, etcétera. La superproducción que ha traído consigo la inversión desenfrenada colma en exceso los mercados hasta el punto en el cual los precios inician un movimiento descendente. Los ingresos menguan, los créditos se tornan incobrables, las empresas quiebran y los bancos sufren rudos quebrantos. Al final del ciclo el sistema financiero se derrumba y es necesario que alguien venga a su rescate. Como precisamente el sistema bancario es el que está en el proscenio, el prejuicio popular señala a los banqueros como los causantes, por su avidez, de la catástrofe económica. Todo este movimiento del capital sustantivado tiene su causa en la naturaleza esencial del régimen de producción capitalista; no es algo accidental o que obedezca a errores que se cometen en la conducción de la economía o a la perversión de sus actores; es el proceso ineluctable de una sustancia con vida propia. Con estos antecedentes, se comprende ahora perfectamente la candidez de quienes quieren hacer residir las causas de la crisis en presuntos problemas de estructura, organización o conducción de los sistemas bancarios de los países que se han visto envueltos en la reciente crisis financiera internacional y que, por tanto, tienen a la mano una ingenua receta que aplicar para que no vuelva a suceder lo mismo. No menos estulta es la pretensión de que las causas de las crisis radican en determinadas políticas que las naciones desarrolladas han seguido en el comercio y la producción globales y de que, en consecuencia, el abandono de las mismas y la instrumentación de otras medidas que sirvan de apoyo a las economías emergentes ahuyentarán definitivamente el fantasma de las crisis cíclicas.

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Capítulo V

Polarización económica, política e ideológica de la sociedad capitalista

La contradicción entre el Sector I y el Sector II, fundamento de la polarización de todas las ramas, sectores y esferas económicas y de todos los elementos ideológicos y políticos de la sociedad capitalista en dos grandes Sectores Sobre la base de los dos sectores fundamentales de la estructura económica del régimen capitalista se levanta todo un edificio de sectores y ramas productivas y grupos de capitalistas que remata en la constitución de dos sectores fundamentales dentro de la clase dominante, a los que tradicionalmente se les llama aristocracia, oligarquía, gran burguesía, burguesía monopolista, etcétera, a uno de ellos y burguesía nacional, burguesía no-monopolista, burguesía liberal, burguesía media, etcétera, al otro. El primer gran sector, el sector I de la economía, engloba a las grandes empresas industriales, comerciales y bancarias, las cuales tienen como su núcleo aglutinante a las grandes empresas productoras de medios de producción, lo cual no excluye que también por derecho propio pertenezcan a este grupo las grandes empresas productoras de bienes de consumo. El segundo gran sector, el sector II, comprende las medianas y pequeñas empresas industriales, comerciales y bancarias y su centro de gravitación lo son las empresas que producen bienes de consumo; pero, igualmente, a este segundo sector pertenecen también las medianas y pequeñas empresas que producen y comercializan medios e instrumentos de producción. El primer gran sector es propiedad privada de un grupo de capitalistas, la gran burguesía, en tanto que el segundo gran sector pertenece a la mediana y pequeña burguesía. Los prosaicos intereses económicos de cada grupo de capitalistas se transmutan en un cuerpo de principios ideológicos, teorías “científicas” y, en última instancia, tesis “filosóficas” que guían y justifican su actividad en el proceso de producción capitalista y, desde luego, sancionan su derecho a la propiedad privada capitalista, por el cual se apropian sin retribución del trabajo obrero excedente. Se fraguan así las ideologías que corresponden a cada uno de los sectores mencionados.

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Las dos ideologías fundamentales que surgen de la base económica de la moderna sociedad capitalista tienen como un sustrato común el derecho natural de los individuos a la propiedad privada. Sobre este cimiento se desarrollan dos concepciones que corresponden a las dos formas que la propiedad privada adopta en los dos grandes sectores que conforman el actual régimen capitalista. El primer gran sector ha discurrido su propia ideología, la cual es conocida como neoliberalismo. El sujeto esencial de esta doctrina es el individuo libre, que a través del libre mercado ejercita sus fuerzas esenciales en la producción y el consumo y de este modo adquiere e incrementa la propiedad privada sobre los bienes, la cual constituye la materialización de su naturaleza humana. El segundo gran sector también ha forjado una ideología específica, conocida como estatismo o populismo. Partiendo del tronco que comparte con el neoliberalismo, postula también como sujeto esencial al individuo, pero en este caso mediado por la sociedad; del mismo modo reconoce en el mercado su campo de acción, pero sometido al control de la sociedad, y su meta es igualmente la propiedad privada, pero con un sentido social. En ambas ideologías el individuo propietario privado de sí mismo y de los bienes es el fin último de la organización económica de la sociedad. Como ya lo hemos remarcado a lo largo de este trabajo, el individuo como tal, desposeído de su naturaleza colectiva, constituye la negación absoluta de la esencia natural de la especie humana, es el resultado del proceso de desgaste, atrofia y degeneración de los órganos y procesos orgánicos de los seres humanos al que son sometidos por el régimen de producción capitalista. Los intereses de cada uno de los grandes sectores tienen no sólo que ser defendidos y justificados por su respectiva ideología, sino también conducidos por los elementos humanos en el proceso de su satisfacción; es por eso que además de los principios generales, las ideologías contienen los elementos teóricos para obtener el conocimiento de la naturaleza de esas necesidades y las recetas prácticas para lograr su satisfacción. Surge así una “ciencia” económica característica de cada uno de los grandes sectores y el catálogo de políticas económicas que le corresponden. El gran sector I ha prohijado la teoría económica neoliberal, que es la continuadora de la llamada economía neoclásica, y las prescripciones de política económica apropiadas; el gran sector II hizo suya la teoría económica y los preceptos prácticos de Keynes, fundando el neokeynesianismo, al que se han unido el neokaleckianismo y el neomarxismo revisionista. Los dos grandes sectores encuentran su expresión política en los partidos políticos y la lucha por sus reivindicaciones adquiere entonces la naturaleza de una pugna política; por lo general se constituyen en los diversos países dos partidos políticos fundamentales que representan los intereses de cada uno de los grandes sectores económicos, a los cuales se suman en algunos casos otros partidos menores, pero alineados en torno a las ideologías de sus hermanos mayores. Tenemos así que con base en la división primaria en dos sectores económicos de acuerdo con la naturaleza de los bienes que en ellos se producen, se establece toda una estructura formada por dos grandes sectores capitalistas cuya polarización

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obedece en lo fundamental a la diversa naturaleza de sus productos y al grado de concentración y centralización de su capital, que son poseídos por clases sociales distintas, con ideologías, teorías económicas y fórmulas prácticas diferentes, que participan en la vida política a través de partidos específicos que los representan. Los dos grandes sectores de la economía capitalista constituyen los dos polos de una contradicción; como tales, cada uno de ellos es él mismo y su otro y ambos se engendran y niegan recíprocamente. A través de esta relación se desarrollan los dos grandes sectores y llevan al régimen capitalista a estadios superiores de su existencia. La relación entre estos dos sectores es una verdadera lucha de clases que algunas veces se entabla de manera soterrada y otras se desenvuelve abiertamente en el terreno político, en ocasiones desemboca en la violenta oposición de los extremos y en otros tiempos ingresa a una fase de mutua complementación. Las poderosas tendencias existentes en el seno de la economía capitalistas van destacando a uno de los grandes sectores (digamos al sector I) que de inmediato entabla una lucha franca contra el otro gran sector. La ideología del sector I recibe un impulso poderoso y despliega una lucha despiadada en contra de la ideología del otro sector, a la que eventualmente derrota y obliga a recular. Dueños de la escena, los ideólogos, científicos y políticos del sector I realizan las acciones que la propia realidad económica exige y que son congruentes con los principios de su ideología; la economía transita por los cauces que le trazan sus conductores y éstos se consideran como los verdaderos demiurgos del proceso económico. De una manera natural, los aurigas de la realidad económica llegan al convencimiento de que el modelo que se ha establecido es la forma natural-humana de organización y funcionamiento de la sociedad, a la que se ha llegado gracias a su capacidad y talento y a su férrea determinación de someter ideológica y económicamente al segundo sector, y que tendrá, una vez que se ha instaurado, una vigencia por lo menos eterna. El propio desarrollo del sector I genera los elementos de su negación en sí mismo y en el sector opuesto; éste inicia un movimiento ascendente que determina un renacimiento de la ideología del sector II, la cual, cobrando una fuerza inusitada, inicia la lucha en contra de su oponente, la ideología del sector I. La dialéctica interna del sector I y la acción del sector II lanzan al abismo a los ideólogos y conductores de aquel, haciéndolos que se estrellen en su fondo. Los superhombres han sido rebajados por la sustancia económica a la calidad de simple homúnculos. El tronco común del que proceden las ideologías de los dos sectores y la naturaleza de contrarios que son en sí mismo su otro, determinan que se presenten aparentes paradojas en sus relaciones; así, en la crisis financiera internacional, los adalides del librecambio, Bush y Bernanke, tuvieron que abjurar de sus principios neoliberales e instrumentar la más vasta intervención del Estado en la economía desde la crisis de 1928 con el fin de evitar la autodestrucción del régimen económico del que ambos sectores son partes integrantes. El librecambio es en si mismo su otro, el estatismo y el populismo, y en él se convierte cuando se presentan determinadas condiciones.

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La antítesis entre monopolio y libre cambio La concurrencia de los capitales desemboca necesariamente en el monopolio. La producción monopolizada implica la polarización del capital social en dos sectores fundamentales: sector I, que concentra y centraliza una parte sustancial del capital global en empresas gigantescas y sector II, que detenta una cantidad menor de éste en empresas de envergadura media y pequeña. El monopolio implica también la fijación de precios altos para los productos del sector I y precios bajos para los del sector II. En este caso las condiciones medias no existen como tales sino como el promedio aritmético entre dos extremos opuestos; por lo tanto, el tiempo de trabajo socialmente necesario, el valor comercial del producto, la cuota media de ganancia y el precio de producción, sólo tienen el carácter de promedios entre sus valores extremos en I y II. La tendencia al decrecimiento constante de la tasa media de ganancia se manifiesta aquí como un descenso radical en II y un incremento desmesurado en I. Esta dramática disyunción entre el sector monopolista y el resto de la economía capitalista es también una de las principales causas de las crisis. El monopolio implica a su vez la libre concurrencia. Después de un predominio más o menos largo del sector I se impone una reacción en sentido contrario de II (basada en el desarrollo de formas de producción que incrementen el capital variable y, por tanto, hagan bajar la composición orgánica del capital y con ello eleven de nuevo la tasa media de ganancia) que lleva necesariamente al acercamiento de ambos extremos a través de la constitución de unas verdaderas condiciones medias que encarnan en una rama económica que concentra la mayor cantidad del capital social y que está situada entre los dos extremos. Se forman un verdadero valor comercial y una cuota media de ganancia real. Y así sucesivamente. La adecuación de I a II es el resultado final de la crisis y el punto de partida de una nueva fase en la cual la separación entre ambos debe desembocar necesariamente en otra crisis.

Dialéctica del desenvolvimiento del sector I y el sector II El desarrollo del régimen de producción capitalista es contradictorio. En una primera fase crecen la gran industria y el gran comercio apuntalados por un sistema bancario y financiero que se perfecciona constantemente; el propio desenvolvimiento de este sector crea las premisas de su negación en sí mismo y en su otro, es decir, en la pequeña y la mediana industria y en el pequeño y mediano comercio. Al llegar a un punto determinado, el sector I prácticamente se desboca y su crecimiento se torna desorbitado: las instalaciones industriales se incrementan desmesuradamente, el comercio aumenta desproporcionadamente y, con ellos, la banca se hipertrofia también. Es aquí en donde el desenvolvimiento de I alcanza su clímax y a la vez empieza su fase descendente: el núcleo de la estructura económica, la planta industrial de I, se

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hace incapaz de absorber las grandes masas de capital dinero que se acumulan en el comercio y en la banca; se forma una plétora de capital-dinero que ya no puede ser aprovechado por la industria, ni, por tanto, constituir elemento de la acumulación real; esta fabulosa cantidad de capital-dinero se convierte ahí en materia prima para la actividad especulativa de los capitalistas, la cual se concentra en el aparato financiero del sistema. La especulación se exacerba de tal manera que incluso el capital industrial es desafectado de su función principal y convertido en capital-dinero para alimentarla. Sobreviene entonces la crisis: la producción se desploma, la planta industrial se paraliza, el comercio quiebra y toda la actividad económica se centra en la especulación, a la que concurren todos los capitalistas (incluso el Estado) y la cual se convierte en la ocupación principal de los bancos. En el exterior, mientras tanto, el desarrollo de I ha provocado la ruina de la pequeña y mediana industria, del pequeño y mediano comercio, de la banca pequeña y mediana y de los sectores estatales correspondientes. Los recursos financieros, incluso los generados en II, se han concentrado en el aparato financiero de I con la finalidad de apoyar el crecimiento de este sector; el sector II, al ser despojado de dichos recursos, se ve privado de los medios para financiar su propio desarrollo y entra en una fase de descapitalización aguda. Por último, en el período de especulación desenfrenada, el sector I no sólo vulnera los intereses del sector II, sino que amenaza con llevar a la ruina a sus propias instalaciones industriales. La crisis se desboca. El exceso de producción en I, da lugar a la fase descendente del ciclo: menores precios, bajos ingresos, quiebra masiva de empresas, insolvencia de los deudores y agotamiento definitivo de la materia prima de la especulación, quebranto decisivo de los bancos, etcétera. Surge entonces, con necesidad ineluctable, en el seno del propio régimen de producción capitalista y con el doble propósito de impedir su destrucción y de dar impulso a una nueva fase de su desarrollo ascendente, la actividad político-económica destinada a imponer una reordenación financiera y económica. Esa reordenación financiera, que puede llegar incluso, dependiendo de la gravedad de la crisis, a la “nacionalización” de la banca (es decir, a la absorción por el Estado burgués de la función bancaria), tiene dos finalidades esenciales, una inmediata y otra mediata: (a) impedir la ruina definitiva de I reduciendo las funciones bancarias a sus límites “normales”, “racionales” por medio de la eliminación de la especulación o, en el caso de que ya haya sobrevenido la quiebra del sistema financiero, realizar su rescate y evitar con ello la autodestrucción del régimen capitalista y (b) reorientar los recursos financieros hacia II para sacarlo de su postración e impulsar su crecimiento. El primer objetivo, es decir, la preservación del sector I de la burguesía implica, desde luego, la conservación de un elemento constitutivo del régimen de producción capitalista, y con ello la de su fundamento esencial, es decir, la explotación del trabajo asalariado y el proceso de depauperación de los trabajadores. El segundo objetivo consiste en salvar de la ruina y llevar adelante a otro sector del régimen de producción capitalista que también tiene su base de existencia, necesariamente, en la explotación y depauperación de los trabajadores.

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La preservación de un sector de la economía capitalista a través de la reducción de su desarrollo desbocado y la defensa e impulso a otro sector de esa economía capitalista, objetivos todos de la reordenación bancaria, tienen como resultado adecuar entre sí las partes integrantes del régimen de producción capitalista, perfeccionándolo y llevándolo hacia metas superiores de su existencia. Las funciones bancarias no pierden ni un ápice de su naturaleza de funciones del capital, y por tanto de instrumentos del proceso de explotación y depauperación de los trabajadores, por el hecho de que sean rígidamente reglamentadas o pasen de manos de un sector de la burguesía a los del Estado burgués, ni porque sean reducidas a su expresión más “racional” y reorientadas hacia otro sector capitalista; por el contrario, estas funciones reafirman y hacen explícita aquí su verdadera esencia de instrumentos de explotación del trabajo asalariado. El resultado de la reordenación bancaria (que puede llegar al extremo de una nacionalización) debe ser, necesariamente, el perfeccionamiento del régimen de producción capitalista existente en un país y, como consecuencia de ello, la centuplicación de la explotación de sus trabajadores. El rescate bancario, esto es, el salvamento del sistema bancario de su ruina que realiza el poder público mediante la absorción de los pasivos de los bancos, se presenta como una necesidad después de los grandes ciclos de acumulación de I principalmente, los cuales culminan siempre con grandes crisis financieras. La historia económica de 1840 hasta la fecha está llena de múltiples episodios de esta naturaleza que han tenido como escenario a los más diversos países del mundo. La nacionalización de la banca, que significa la asunción de la función bancaria por el Estado, es una reivindicación constante del sector II; en las épocas de dominación del sector I tiene el sentido que hemos estudiado en páginas anteriores y cuando predomina el sector II tiene como finalidad eliminar un obstáculo para su desarrollo más libre y a fondo. La realización de esta reivindicación en una u otra etapa está sujeta a múltiples condiciones e implica una verdadera lucha entre los dos sectores de la economía; el resultado final, de acuerdo a estas condiciones y a la fuerza de los contendientes, puede ser una nacionalización bancaria más o menos radical, es decir, que implique un triunfo completo de II o sólo una transacción entre éste y la burguesía financiera. La crisis económica es la súbita y violenta reconciliación de los polos opuestos que hasta entonces habían discurrido separadamente. Los contrarios, en una etapa de su existencia, se complementan y se engendran mutuamente; esta unidad se rompe necesariamente dando paso a la separación y desarrollo independiente de los polos de la contradicción; uno de ellos crece desproporcionadamente con base en la negación de su otro y al mismo tiempo crea los elementos de su propia negación los cuales primero tienen una vida subterránea y finalmente salen a la superficie de una manera impetuosa produciendo una crisis. La crisis comprende por tanto lo siguiente: a) culminación del proceso de negación del polo opuesto y b) negación violenta del polo que ha tenido un crecimiento desbordado, lo cual se produce dentro de un movimiento tempestuoso de los

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elementos del régimen económico que, como fuerzas naturales irrefrenables, crean una vorágine destructiva que arrasa con todo. La crisis es el medio a través del cual se establece la unidad de los contrarios. Como resultado necesario de ella se produce una drástica reducción del polo que ha crecido desmesuradamente, una reorientación de su desenvolvimiento para que se restaure la relación de complementación y mutuo engendramiento con su otro y un impulso al polo opuesto con el fin de que asuma el papel dirigente en el proceso de restablecimiento de la unidad. El desarrollo superabundante de uno de los contrarios ha significado un salto cualitativo en su naturaleza esencial; al restituirse la unidad, esa nueva naturaleza superior se extiende hasta el polo opuesto completando así la transformación radical de la totalidad del régimen económico. La crisis es entonces el vehículo a través del cual aquel se eleva hacia estadios superiores. Esta unidad y lucha de contrarios, cuya dialéctica acabamos de reseñar, es la actividad de una sustancia con movimiento propio por completo independiente de la conciencia y de la voluntad de los individuos. En la fase de auge de uno de los sectores económicos éste crea los elementos teóricos y personales que requiere para su venturosa evolución; para los economistas y los políticos así engendrados, aparece como si ellos fueran los demiurgos y conductores de la realidad económica porque su pensamiento y su acción, por ella procreados, tienen en ese momento la eficacia deseada; en la fase depresiva del ciclo son sujetos, al igual que el sector económico que representan, a una despiadada negación y sus teorías y sus acciones se estrellan contra una reluctante realidad, fuera por completo de control, produciendo los efectos contrarios a los que se proponían; por último, en la fase de crisis, son lanzados inmisericordemente al fondo del abismo por las fuerzas que ellos consideraban haber domeñado y sometidos a un proceso de aniquilación mental y moral que los convierte en verdaderos guiñapos; los otrora altivos conductores de la realidad económica son ahora sus ignominiosos esclavos. Cuando después de la necesaria dominación del sector opuesto se pone a la orden del día la restauración del sector despojado del poder por la crisis, también se hace imperioso el resurgimiento de las doctrinas y de los hombres que a él corresponden y que habían permanecido en estado de animación suspendida. Monetarismo y librecambio por un lado y Keynesianismo con toda su cauda de subvariedades como el Kaleckianismo y el marxismo oportunista por el otro, desarrollo estabilizador y desarrollo compartido, conservadores y liberales (éstos junto con todos sus aliados, los grupos y partidos de izquierda) han sufrido este movimiento cíclico de ascensión a la cúspide, caída estrepitosa, anonadamiento total y renacimiento de sus cenizas a que los somete ineluctablemente el régimen de producción y que está determinado totalmente por las vicisitudes del sector económico al que pertenecen. El concepto que de la crisis tienen estas corrientes de pensamiento y grupos políticos corresponde por completo a la situación que guardan en el régimen de producción capitalista como representantes de un sector definido del mismo; así, para aquellos a quienes la crisis ha arrastrado a la sima destruyendo su obra de

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artificio, el fracaso de su “proyecto económico” se debe a imprevisibles e incontrolables obstáculos exteriores (ya sean variables económicas internas o elementos de la economía internacional), a conspiraciones de los líderes del otro sector económico (del “populismo” echeverrista o de la oligarquía, vgr.) y, en última instancia y en un dramático mea culpa, a errores personales en la aplicación de una política esencialmente correcta; para los del sector opuesto, la crisis es el resultado de una política económica contraria a los principios inmutables de la “ciencia económica” o a los “intereses populares”, de errores personales de los gobernantes o de obstáculos exteriores nacionales e internacionales (como las “agresiones” del mercado mundial o de la banca internacional en contra de la economía nacional). En un caso se postula la justeza de una política económica que ha sido anulada y transformada en su contrario por elementos exteriores a sí misma; en el otro la política económica seguida es precisamente la causa directa de la crisis y ésta se ha agudizado por efecto de los factores externos.

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Capítulo VI

Las crisis y las revoluciones proletarias de 1848, 1872 y 1917. LA FORMACIÓN DEL SISTEMA DE PAÍSES SOCIALISTAS AL FINALIZAR LA Segunda GUERRA MUNDIAL

La dialéctica que aquí hemos expuesto de las contradicciones del régimen de producción capitalista nos lo muestra en un proceso de desarrollo económico que transcurre alternativamente entre la relativa tranquilidad y la violencia tempestuosa. Al final de cada ciclo, que comprende las dos fases mencionadas, el régimen capitalista ha dado un paso adelante y desde esta cima inicia una nueva etapa que, a través de ese movimiento contrapuesto, lo eleva a un punto más alto de su existencia, y así sucesivamente. La contradicción principal del régimen capitalista, la que existe entre la burguesía y el proletariado, madura en esta sucesión de fases, primero como el fundamento positivo del régimen y luego, mediante la producción de sus elementos negativos, en su carácter de fundamento negativo del mismo, el cual exacerba su negatividad hasta que provoca la subversión del capitalismo por la clase obrera con el fin de establecer el socialismo. La exasperación de la negatividad de la contradicción principal del régimen capitalista es el resultado del movimiento total del capital y no sólo del de una de sus fases. La revolución proletaria es, por tanto, el desenlace necesario del propio ciclo total del capital.

Crisis y revolución en los primeros movimientos revolucionarios del proletariado En los albores del movimiento revolucionario, la acción del proletariado estaba fuertemente supeditada a la ocurrencia de las crisis. El propio Marx, en La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, explicaba la lucha del proletariado francés en esa época por las crisis económicas y condicionaba el resurgimiento de la misma a la presentación de una nueva crisis. El otro gran acontecimiento económico que aceleró el estallido de la revolución fue una crisis general del comercio y de la industria en Inglaterra; anunciada ya en el otoño de 1845 por la quiebra general de los especuladores de acciones ferroviarias, contenida durante el

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año 1846 gracias a una serie de circunstancias meramente accidentales –como la inminente derogación de los aranceles cerealistas–, estalló, por fin, en el otoño de 1847, con las quiebras de los comerciantes mayoristas en productos coloniales de Londres, a las que siguieron muy de cerca las de los Bancos agrarios y los cierres de fábricas en los distritos industriales de Inglaterra. Todavía no se había apagado la repercusión de esta crisis en el continente, cuando estalló la revolución de Febrero. La devastación del comercio y de la industria causada por la epidemia económica hizo todavía más insoportable el absolutismo de la aristocracia financiera. La burguesía de la oposición organizó en toda Francia una campaña de agitación en forma de banquetes por una reforma electoral, que debía darle la mayoría en las Cámaras y derribar el ministerio de la Bolsa. En París, la crisis industrial trajo, además, como consecuencia particular, la de lanzar sobre el mercado interior una masa de fabricantes y comerciantes mayoristas que, en las circunstancias de entonces, no podían seguir haciendo negocios en el mercado exterior. Estos abrieron grandes tiendas, cuya competencia arruinó en masa a los pequeños comerciantes y tenderos, lo que produjo innumerables quiebras en este sector de la burguesía de París y de aquí su actuación revolucionaria en Febrero… … El crédito público y el crédito privado estaban, naturalmente, quebrantados. El crédito público descansa en la confianza de que el Estado se deja explotar por los usureros de las finanzas. Pero el viejo Estado había desaparecido y la revolución iba dirigida, ante todo, contra la aristocracia financiera. Las sacudidas de la última crisis comercial europea aún no habían cesado. Todavía se producía una bancarrota tras otra. Así, pues, ya antes de estallar la revolución de Febrero el crédito privado estaba paralizado, la circulación de mercancías entorpecida y la producción estancada. La crisis revolucionaria agudizó la crisis comercial. Y si el crédito privado descansa en la confianza de que la producción burguesa se mantiene intacta e intangible en todo el conjunto de sus relaciones, de que el orden burgués se mantiene intacto e intangible, ¿qué efectos había de producir una revolución que ponía en tela de juicio la base misma de la producción burguesa –la esclavitud económica del proletariado–, que levantaba frente a la Bolsa la esfinge del Luxemburgo? La emancipación del proletariado es la abolición del crédito burgués, pues significa la abolición de la producción burguesa y de su orden. El crédito público y el crédito privado son el termómetro económico por el que se puede medir la intensidad de una revolución. En la misma medida en que aquellos bajan, suben el calor y la fuerza creadora de la revolución. … Los mismos síntomas se presentan en Francia desde 1849, y sobre todo desde comienzos de 1850. Las industrias parisienses tienen todo el trabajo que necesitan, y también marchan bastante bien las fábricas algodoneras de Ruán y Mulhouse, aunque aquí, como en Inglaterra, los elevados precios de la materia prima han entorpecido este mejoramiento. El desarrollo de la prosperidad en Francia se ha visto, además, especialmente estimulado por la amplia reforma arancelaria de España y por la rebaja de aranceles para distintos artículos de lujo en México; la exportación de mercancías francesas a ambos mercados ha aumentado considerablemente. El aumento de los capitales produjo en Francia una serie de especulaciones, para las que sirvió de pretexto la explotación en gran escala de las minas de oro en California. Surgieron sociedades, cuyas acciones y cuyos prospectos teñidos de socialismo apelaban directamente al bolsillo de los pequeños burgueses y de los obreros, pero que, en conjunto y cada una en particular, se reducían a esa pura estafa que es característica exclusiva de los franceses y de los chinos. Una de estas sociedades es incluso protegida directamente por el Gobierno. En Francia, los derechos de importación ascendieron en los primeros nueve meses

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de 1848 a 63 millones de francos, de 1849 a 95 millones de francos y de 1850 a 93 millones de francos. Por lo demás, en el mes de septiembre de 1850 volvieron a exceder en más de un millón respecto a los del mismo mes de 1849. Las exportaciones aumentaron también en 1849, y más todavía en 1850. La prueba más evidente de la prosperidad restablecida es la reanudación de los pagos en efectivo del Banco por ley del 6 de agosto de 1850. El 15 de marzo de 1848 el Banco había sido autorizado para suspender sus pagos en efectivo. Su circulación de billetes, incluyendo los Bancos provinciales, ascendía por entonces a 373 millones de francos (14.920.000 libras esterlinas). El 2 de noviembre de 1849, esta circulación ascendía a 482 millones de francos, o sea, 19.280.000 libras esterlinas: un aumento de 4.360.000 libras. Y el 2 de septiembre de 1850, 496 millones de francos, o 19.840.000 libras: un aumento de unos 5 millones de libras esterlinas. Y no por esto se produjo ninguna depreciación de los billetes; al contrario, el aumento de circulación de los billetes iba acompañado por una acumulación continuamente creciente de oro y plata en los sótanos del Banco, hasta el punto de que en el verano de 1850 las reservas en efectivo ascendían a unos 14 millones de libras esterlinas, suma sin precedente en Francia. El hecho de que el Banco estuviese así en condiciones de aumentar en 123 millones de francos (o 5 millones de libras esterlinas) su circulación, y con ello su capital activo, demuestra evidentemente cuánta razón teníamos al afirmar en una edición anterior que la aristocracia financiera, lejos de haber sido derrotada por la revolución, había salido fortalecida. Este resultado se hace todavía más palpable por el siguiente resumen de la legislación bancaria francesa de los últimos años. El 10 de junio de 1847, se autorizó al Banco para emitir billetes de 200 francos; hasta entonces, los billetes más pequeños eran de 500 francos. Un decreto del 15 de marzo de 1848 declaró moneda legal los billetes del Banco de Francia y relevó al Banco de la obligación de canjearlos por oro o plata. La emisión de billetes del Banco se limitó a 350 millones de francos. Al mismo tiempo se le autorizó para emitir billetes de 100 francos. Un decreto del 27 de abril dispuso la fusión de los Bancos de los departamentos con el Banco de Francia; otro decreto del 2 de mayo de 1848 elevó su emisión de billetes a 442 millones de francos. Un decreto del 22 de diciembre de 1849 hizo subir la cifra máxima de emisión de billetes a 525 millones de francos. Finalmente, la Ley del 6 de agosto de 1850 restableció la canjeabilidad de los billetes por dinero en efectivo. Estos hechos: el aumento constante de la circulación, la concentración de todo el crédito francés en manos del Banco y la acumulación por éste de todo el oro y la plata de Francia, llevaron al señor Proudhon a la conclusión de que ahora el Banco podía dejar su vieja piel de culebra y metamorfosearse en un Banco popular proudhonista. Proudhon no necesitaba conocer siquiera la historia de las restricciones bancarias inglesas de 1797 a 1819, le bastaba con echar una mirada al otro lado del Canal para ver que lo que él creía un hecho sin precedente en la historia de la sociedad burguesa no era más que un fenómeno burgués perfectamente normal, aunque en Francia se produjese ahora por vez primera. Se ve que los supuestos teóricos revolucionarios, quienes hablaban en voz alta en París después del Gobierno provisional, eran tan ignorantes acerca del carácter y los resultados de las medidas adoptadas como los señores del propio gobierno provisional. Lo mismo que el período de la crisis, el período de prosperidad comienza más tarde en el continente que en Inglaterra. El proceso original se produce siempre en Inglaterra. Inglaterra es el demiurgo del cosmos burgués. En el continente, las diferentes fases del ciclo que recorre cada vez de nuevo la sociedad burguesa se producen en forma secundaria y terciaria. En primer lugar, el continente exporta a Inglaterra incomparablemente más que a ningún otro país. Pero esta exportación a Inglaterra depende, a su vez, de la situación de Inglaterra, sobre todo respecto del mercado ultramarino. Luego, Inglaterra exporta a los países de ultramar incomparablemente más que todo el continente, por lo que el volumen de las exportaciones

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continentales a estos países depende siempre de las exportaciones de Inglaterra a ultramar en cada momento. Por lo tanto, aún cuando las crisis engendran revoluciones primero en el continente, la causa de éstas se halla siempre en Inglaterra. Es natural que en las extremidades del cuerpo burgués se produzcan estallidos violentos antes que en el corazón, pues la posibilidad de adaptación es mayor aquí que allí. Por otra parte, el grado en que las revoluciones continentales repercuten sobre Inglaterra es, al mismo tiempo, el termómetro por el que se mide hasta qué punto estas revoluciones ponen realmente en peligro el régimen burgués o hasta qué punto afectan solamente a sus formaciones políticas. Bajo esta prosperidad general, en que las fuerzas productivas de la sociedad burguesa se desenvuelven todo lo exuberantemente que pueden desenvolverse dentro de las condiciones burguesas, no puede ni hablarse de una verdadera revolución. Semejante revolución sólo puede darse en aquellos períodos en que estos dos factores, las modernas fuerzas productivas y las formas burguesas de producción entran en mutua contradicción. Las distintas querellas a que ahora se dejan llevar y en que se comprometen recíprocamente los representantes de las distintas fracciones del partido continental del orden no dan, ni mucho menos, ocasión para nuevas revoluciones; por el contrario, son posibles sólo porque la base de las relaciones sociales es, por el momento, tan segura y –cosa que la reacción ignora– tan burguesa. Contra ella rebotarán todos los intentos de la reacción por contener el desarrollo burgués, así como toda la indignación moral y todas las proclamas entusiastas de los demócratas. Una nueva revolución sólo es posible como consecuencia de una nueva crisis. Pero es también tan segura como ésta.1

Así, las revoluciones proletarias de 1848 y 1871 en Francia y las reacciones subsecuentes de la burguesía están indisolublemente ligadas a las crisis económicas en el continente europeo y en Inglaterra y a los períodos de prosperidad económica que a éstas les siguieron.

Las crisis, la revolución socialista de 1917 y la formación del sistema de países socialistas La revolución rusa de 1917 y la constitución, al término de la segunda guerra mundial, del sistema socialista internacional fueron también el resultado de dos magnas crisis del capitalismo internacional. En este largo período de lucha de clases, que podemos dar por concluido con los acontecimientos históricos del año de 1989, el régimen de producción capitalista ha completado todo un ciclo de su desarrollo. La esencia del régimen capitalista tiene una forma y un contenido determinados. La forma de la esencia del régimen capitalista está constituida por la relación trabajo asalariado-capital, cuyo núcleo es la exacción de trabajo excedente de la clase obrera por la burguesía y la acumulación de ese plustrabajo en poder de los capitalistas. 1 Marx, Carlos, La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, en: Carlos Marx/Federico Engels, Obras escogidas, tomo IV, pp.185, 191 y 254-257.

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El contenido es el proceso de anulación de la naturaleza humana de los trabajadores que se da a través de la relación trabajo-asalariado y capital. La forma y el contenido se implican mutuamente. En la primera fase del desenvolvimiento de la esencia del capitalismo la anulación de la naturaleza humana de los obreros tiene el carácter de la negación radical de sus necesidades que llega al punto en que linda con su aniquilación física, moral e intelectual. La restauración, conservación y elevación de las capacidades productivas individuales de los trabajadores, es decir, la satisfacción de sus necesidades individuales, es la reivindicación fundamental en esta época. El nacimiento de la teoría revolucionaria ocurre precisamente en este tiempo; la sustancia fundamental de esta doctrina se refiere justamente a ese carácter con que se manifiesta el contenido en este período histórico; el modo más radical del contenido también es tomado en cuenta por la doctrina marxista, pero como una mera indicación, sin proporcionarle un desarrollo explícito. Todo el desenvolvimiento posterior de la teoría y el movimiento revolucionarios, hasta llegar al establecimiento del socialismo y la estructuración de un régimen de países socialistas, tiene como eje rector únicamente el limitado carácter específico que en esta fase adopta el contenido de la esencia del régimen capitalista, esto es, la anulación de la naturaleza humana de los obreros por la negación drástica de la satisfacción de sus necesidades individuales; el modo más extenso de la anulación de la naturaleza humana de los trabajadores, que comprende también la que se produce a través de la satisfacción de las necesidades individuales de los proletarios, queda completamente fuera de las consideraciones teóricas y de las acciones prácticas de los revolucionarios. En consonancia con todo esto, el socialismo que se implanta en este lapso es también de carácter formal porque sólo es la negación de la forma específica que aquí adopta la esencia del régimen capitalista y deja intangible, vivo, el contenido que se determina como el proceso de anulación de la naturaleza humana de los trabajadores. La revolución proletaria, la conquista del poder por los trabajadores, la abolición de la propiedad privada y la institución de la propiedad colectiva que se dan en este socialismo formal tienen como objetivo satisfacer las necesidades individuales de los trabajadores. Las crisis que periódicamente se presentan en esta larga etapa a la que nos referimos agravan en una enorme medida el proceso de aniquilación física, moral e intelectual que sufren los trabajadores y los obligan a organizarse y enfrentarse abiertamente a la burguesía. Esa oposición es radical porque el régimen capitalista es reluctante como un todo a cualquier otra situación que no sea la creciente y descarnada explotación y el brutal esclavizamiento de los obreros. Se produce, de parte de los trabajadores, un rechazo total y violento al régimen capitalista tal y como se presenta en esta época. La intelectualidad revolucionaria, que también crece y se desarrolla durante las crisis, presenta ante los obreros la única alternativa que existe para terminar con esa situación: la revolución proletaria, el derrocamiento de la burguesía, el establecimiento del poder obrero y la construcción del socialismo.

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Por lo tanto, en cada crisis económica de este período se acelera inmensamente el proceso de depauperación de los trabajadores, su organización para la lucha, el desarrollo de la teoría revolucionaria, la fusión de ambos en una conciencia y un movimiento revolucionarios y se produce el acceso a más altas formas de lucha, hasta desembocar en la insurrección armada, la conquista del poder y el establecimiento del socialismo. La insurrección obrera de 1848, la Comuna de París de 1871, la revolución bolchevique y la guerra revolucionaria de liberación de los países del este fueron, en su fase definitiva, el resultado de otras tantas crisis económicas, las dos últimas de carácter mundial. Pero esos movimientos revolucionarios no podían haberse dado si no hubiese habido una evolución preparatoria en las fases previas al estallamiento de las crisis. Así, la conquista del poder por los obreros rusos en 1917 no pudo suceder sin la previa labor teórica y práctica de la socialdemocracia rusa y del partido bolchevique. Sin embargo, en este ciclo que concluye en 1989 los movimientos revolucionarios están completamente determinados por el hecho de que el capitalismo niega rotundamente la satisfacción de las necesidades individuales de los trabajadores y, por tanto, el socialismo en el que rematan tiene como objetivo restaurar la naturaleza biológica de los trabajadores a través de la satisfacción precisamente de sus necesidades individuales, lo que sólo es posible mediante el derrocamiento de la burguesía, la toma del poder por la clase obrera, la abolición de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y el establecimiento de la propiedad colectiva sobre los mismos. El movimiento obrero, núcleo fundamental de la lucha revolucionaria del proletariado internacional en esta época, crece y se desarrolla hasta convertirse en poderosos movimientos de masas, dirigidos por Partidos Obreros, que se enfrentan abiertamente a la burguesía. Este movimiento revolucionario del proletariado internacional discurre por dos vertientes que se suponen y se engendran mutuamente. Por un lado, una parte de la clase obrera internacional, dirigida por sus partidos de clase, despliega una potente lucha económico-política por sus reivindicaciones fundamentales, participa en los Parlamentos y en otros órganos de gobierno, etcétera, y en última instancia pretende llegar al poder por la vía parlamentaria. Por otro lado, un sector distinto realiza una lucha político-insurreccional que está dirigida al derrocamiento de la burguesía por medio de la violencia y a la conquista del poder por los trabajadores. Los gobiernos burgueses de los países en los que actúan estas dos formas de la lucha de los trabajadores tienen dos respuestas distintas; en algunos de ellos, las exigencias de los trabajadores, que giran todas en torno a la satisfacción de sus necesidades individuales, son reconocidas, aunque de mala gana, y apenas sí atendidas (legislación laboral, social, etcétera), sin que, por otra parte, la burguesía deje de utilizar la violencia policiaco-militar y la coerción ideológica para acrecentar su dominación, mientras que en otros lugares los capitalistas se niegan rotundamente

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a hacer concesión alguna y por el contrario incrementan monstruosamente la explotación de los obreros y la violencia sobre ellos. En los países del primer grupo se fortalece la tendencia del movimiento revolucionario que propugna la lucha económico-política, mientras que en los del segundo cobra una importancia decisiva la que adopta la lucha político-insurreccional. El gran impulso que a ambas formas proporciona la guerra interimperialista de 1917 da lugar, necesariamente, por un lado, en los países capitalistas más adelantados, a un vigoroso movimiento obrero de masas, y por otro, en Rusia, país capitalista de menor nivel de desarrollo, a la primera revolución socialista de la historia. La revolución socialista rusa y su concreción en el estado proletario generan, necesariamente, en los países capitalistas más desarrollados, un fortalecimiento de la lucha de los obreros; como consecuencia de ello se robustecen todas las políticas de los gobiernos burgueses encaminadas a endurecer la sujeción económica, política, organizativa e ideológica de los trabajadores al régimen burgués. La acción de la burguesía comprende tanto el látigo (violencia policiaco-militar) como el azúcar (relativas y condicionadas mejoras en la situación de trabajo y de vida de los obreros, legislación laboral y social, participación de los proletarios en la actividad parlamentaria y electoral, etcétera). Lo característico de esta actitud de la burguesía es que, presionada por algunos de sus sectores (por la burguesía industrial, principalmente la que produce bienes de consumo, tanto nacional como internacional) se ve obligada a reconocer como legítimas las reivindicaciones de los obreros y la lucha por conquistarlas (excepción hecha, desde luego, de aquella que por la vía violenta conduzca al socialismo). Con base en esa aceptación, la burguesía despliega una abrumadora propaganda ideológica para tratar de convencer a los obreros de que sus intereses individuales corresponden, como los de cualquier otro individuo, por completo a la verdadera naturaleza humana y que su satisfacción creciente es posible dentro del régimen capitalista; su objetivo es lograr cambiar la conciencia de los trabajadores, mediante la sustitución de la idea de que el régimen capitalista es absolutamente contrario a sus necesidades (que es la primera que hace surgir en ellos la naturaleza explotadora del régimen capitalista) por la de que es precisamente dentro de sus límites en donde éstas se pueden satisfacer de una manera progresiva. El propósito de la burguesía es perfeccionar su dominación sobre los trabajadores añadiendo al imperio económico y político el organizativo e ideológico; es decir, que intenta dotar al proletariado de una ideología y una organización burguesas. Al terminar la segunda década del siglo xx, el movimiento obrero llegó al punto superior en el que, en la lucha por las reivindicaciones que provienen de las necesidades que como individuos tienen los trabajadores, produjo un gran movimiento de masas que se desplazó por dos vías: por una parte, en algunos países capitalistas desarrollados elevó la lucha obrera a un alto nivel, en donde impuso a la burguesía el reconocimiento de sus intereses de clase y logró en alguna medida la satisfacción de los mismos; por otra parte, en la Rusia Zarista, mediante la lucha político-insurreccional, estableció el primer régimen socialista de la historia.

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En ambos frentes, el fin último de la lucha era la satisfacción de los intereses y las necesidades individuales de los trabajadores. En una parte del sistema capitalista, por medios económicos y políticos, y en el otro, mediante la radical y violenta subversión de la sociedad burguesa, se fortalece la naturaleza de los trabajadores como individuos. En el período siguiente se produce la reacción de la burguesía internacional que, en sus dos sectores fundamentales, lleva de nuevo la explotación de los trabajadores al extremo. Los dos grupos de naciones en las que se escinde el campo imperialista se enfrentan en una violenta lucha que al final adquiere el carácter de una guerra mundial; a la guerra interimperialista se suma la agresión armada por uno de los grupos de países burgueses en pugna en contra de Rusia soviética. En los países capitalistas desarrollados la explotación de los trabajadores toma la forma más drástica que es la aniquilación física que trae consigo la guerra; en Rusia, la guerra de agresión imperialista hunde al proletariado en las simas del hambre, las enfermedades y la muerte. Otra vez se presenta la acción del movimiento obrero internacional, que tiene dos resultados fundamentales: el robustecimiento del movimiento obrero en los países capitalistas desarrollados y la transformación socialista de los países limítrofes a la Rusia soviética, la que se logra por la conjunción de la insurrección interna de los obreros y otras fuerzas democráticas y la guerra revolucionaria de liberación realizada por el ejército rojo. Al lado de estos resultados esenciales se gesta en las colonias un fuerte movimiento democrático-burgués de liberación nacional, cuyo fruto es un grupo de países capitalistas gobernados por la burguesía o la pequeña burguesía y dos países, China y Cuba, en los cuales triunfa la pequeña burguesía radical, clase que da al régimen económico-político que ahí se establece el carácter de un socialismo pequeño burgués. A partir de aquí empieza un desarrollo característico de los dos sistemas en que se han dividido las naciones del mundo: el sistema de países capitalistas y el sistema de países socialistas. En el sistema capitalista, los países más desarrollados entran, después de la segunda guerra mundial, en un período de crecimiento económico acelerado. El movimiento obrero llega en ellos a su punto culminante. La lucha de los trabajadores obtiene logros sustanciales en la satisfacción de sus necesidades individuales. Cada conquista de los obreros es el punto de apoyo para la reivindicación de nuevas necesidades individuales cuya satisfacción es el propósito del movimiento en la fase que sigue. Y así sucesivamente. El resultado de todo esto es el fortalecimiento de la individualidad de los trabajadores. El individuo que así se forja es aquel en el que se disuelve definitivamente la colectividad y en el que, por tanto, se presenta la anulación más decisiva de la naturaleza humana de los trabajadores. Las dos grandes crisis que se tradujeron en el establecimiento del socialismo en Rusia, la formación del sistema de países socialistas y la fortificación del movimiento obrero en los países capitalistas, fueron el resultado de la lucha de clases

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internacional, conforme a la cual se enfrentaron dos grandes grupos de naciones que representaban a dos clases sociales determinadas. Dos son los caminos por los que surge la clase de los capitalistas del régimen feudal. En el primero de ellos, los terratenientes feudales se convierten inicialmente en arrendadores de tierras y después en terratenientes capitalistas; en el segundo, los pequeños productores de mercancías y pequeños comerciantes evolucionan hasta llegar a ser productores capitalistas típicos. En cada país, dependiendo de una serie de circunstancias, el paso del feudalismo al capitalismo se produce por cualquiera de las dos vías o por un compromiso entre ambas, Así, un grupo de países se caracteriza porque ahí el capitalismo surgió por la vía Junker, es decir, a partir de los terratenientes feudales que se transforman en empresarios capitalistas, y en otro conjunto de naciones el capitalismo ha nacido por la vía farmer, ya que tiene su origen en los pequeños productores de mercancías. Así como en el interior de un país la clase capitalista se divide en dos sectores: la oligarquía, que es la heredera legítima de los terratenientes feudales, y la burguesía industrial, media, democrática, nacionalista, etcétera, que reconoce como sus ancestros a los pequeños productores de mercancías, en el ámbito internacional en un grupo se reúnen los países que han arribado al régimen capitalista por la vía Junker y sus aliados, el cual entra en colisión con otro que está formado por naciones que llegaron al capitalismo por la vía farmer y sus asociados. Las dos guerras mundiales, dos magnas crisis económicas, políticas y militares, tienen como contenido el enfrentamiento de estos dos grupos de naciones a los que nos hemos referido y la causa del mismo se encuentra en el desarrollo desorbitado de la oligarquía internacional que vulnera los intereses del otro grupo de naciones capitalistas, en las cuales predomina la burguesía industrial. El resultado final de ambas conflagraciones es el triunfo de las naciones señoreadas por la burguesía industrial. Al término de la segunda guerra mundial la burguesía industrial internacional impone su dominación sobre la oligarquía internacional e inicia un proceso por el cual reduce drásticamente el desarrollo exorbitante de ésta y promueve ampliamente su propio crecimiento. Un sector muy extenso de la burguesía industrial, el que produce bienes de consumo, tiene intereses que se identifican con los de los trabajadores como individuos; es, por tanto, el promotor de una ideología que comprende la aceptación de la legitimidad de las reivindicaciones de los trabajadores, la justicia de su satisfacción y la certeza de que ésta puede ser obtenida dentro de los límites del régimen burgués; en un doble frente, esgrime sus concepciones en contra de la plutocracia para obligarla a que las admita y sobre la clase obrera para constreñirla a que las haga suyas y deseche cualquier veleidad revolucionaria. La burguesía inicia así su trabajo de dotar al proletariado de una ideología burguesa. Los partidos obreros (comunistas, socialistas, etcétera), incorporan sistemáticamente a sus programas las reivindicaciones de la burguesía industrial que coinciden con los intereses individuales de los trabajadores.

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guesa.

De este modo comienza su transformación en partidos de la oposición bur-

En resumen, a lo largo de todo este extenso período (1848-1940), la lucha revolucionaria del proletariado internacional, que llega a la cúspide con la conquista por esta clase social del poder político, la implantación del socialismo y el establecimiento de un sistema de países socialistas, adquiere sus características más radicales precisamente en las épocas de crisis económicas, políticas y militares.

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Capítulo VII

El régimen del capitalismo de consumo

Establecimiento de la “sociedad del bienestar” Hemos adelantado la conclusión de que al término de la segunda guerra mundial conquistó el poder el sector II del capitalismo internacional, cuyo núcleo esencial estaba formado por la burguesía industrial, principalmente la productora de bienes de consumo. Desde el puesto de mando logrado, la burguesía del sector II inicia un proceso de encauzamiento de recursos hacia sus industrias, en forma preponderante hacia las que producen bienes de consumo; se origina, por tanto, un crecimiento acelerado de las mismas. El mercado de bienes de consumo se abarrota de mercancías que deben ser vendidas. Una primera vía de desfogue de esa plétora de bienes de consumo es el capital variable (salarios) que las industrias que los producen lanzan a la circulación; otra más la constituye el incremento en el salario y otras prestaciones que los obreros obtienen como resultado de su lucha económico-política que ha sido promovida y apoyada por el sector II de la economía internacional; una última es aquella que nutre la plusvalía que se gasta como renta de los mismos capitalistas del sector II. El único consumo que tiene aquí una connotación especial es el que se origina en el incremento del nivel salarial y de prestaciones de los trabajadores; cuando se rebasa la simple restitución de su capacidad productiva, entonces los obreros son cebados como los animales para que rindan un trabajo de mayor extensión e intensidad. De esta manera, aumenta el volumen de la plusvalía que se apropian los capitalistas. Este consumo tiene un efecto profundo sobre la fisiología de los trabajadores; los órganos y procesos orgánicos por los cuales se asimilan los bienes son puestos a funcionar mucho más allá de sus límites naturales-humanos, con lo que se acelera el proceso preexistente de su descomposición y desgaste excesivo. Por otro lado, el fortalecimiento de la constitución física de los trabajadores y el mejoramiento en sus condiciones de vida que trae consigo el incremento del consumo son punto de apoyo para un avance mayúsculo de la extensión e intensificación del trabajo en el proceso productivo capitalista, lo que a fin de cuentas resulta en un incremento sustancial del desgaste, descomposición y degeneración

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de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, en un poderoso impulso a la anulación de su naturaleza humana. La acumulación continúa creciendo a pasos agigantados en el sector II de la economía internacional nutrida por el aumento del monto de la plusvalía que en esas industrias se produce y la realización de la misma a través del crecimiento del consumo. Se establece así, en los países capitalistas desarrollados, la llamada “sociedad del bienestar”. La constitución y consolidación de la denominada por sus apologistas “sociedad del bienestar” se produce en el período comprendido entre la terminación de la segunda guerra mundial y la década de los ochenta del siglo xx.

Nacimiento del capitalismo de consumo A partir de aquí, la industria productora de bienes de consumo tiene una transformación radical. Empieza su desarrollo desenfrenado. El volumen de mercancías que produce, y a las cuales debe darles salida, aumenta exponencialmente y aún así le queda una gran capacidad financiera que pugna por aplicarse a la ampliación de sus instalaciones o al desarrollo de nuevas ramas productivas. Para lograr la realización de esa ingente cantidad de bienes de consumo y la apertura del mercado para su capacidad productiva potencial, primero tiene que desarrollar algunos sectores estratégicos. Constituye, como ramas específicas de su sector, las industrias del desarrollo de productos, del mercadeo (mercadotecnia) y de la publicidad, cuya finalidad es ampliar en una gran medida la diversidad de los bienes de consumo, presentarlos persuasivamente a los consumidores y establecer los canales para su venta. Igualmente, crea nuevas ramas productivas o desarrolla otras que en la fase anterior vegetaban perdidas en el interior del aparato productivo. Tal es el caso de las industrias del entretenimiento, arte, cultura, alcohol, drogas, turismo, belleza, sexo, pornografía, prostitución, moda, deporte, salud, educación, comunicación, información, etcétera, las cuales proporcionan una amplísima variedad y una enorme cantidad de bienes y servicios de consumo. Da un gran impulso a las ramas tradicionales de la industria productora de bienes duraderos y no duraderos de consumo, tales como las de alimentos, electrodomésticos, artículos electrónicos, automóviles, viviendas, etcétera. También se forma una rama específica de la banca que se dedica al financiamiento del consumo masivo, a la par que el mismo capital comercial incursiona en el terreno del crédito al consumo de sus mercancías. Por otra parte, en las industrias productoras de medios de producción y de tecnología se imponen una profunda transformación para adaptarlas a las necesidades imperiosas de las industrias productoras de bienes de consumo y la conversión de la investigación tecnológica y científica en toda una industria, la industria del conocimiento.

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La sociedad de consumo y el individuo El destinatario de esta gran evolución de la industria productora de bienes de consumo es el individuo consumidor. En el régimen de la propiedad privada se da necesariamente el proceso de constitución, desenvolvimiento y apoteosis, en el capitalismo, del individuo que es la negación de la naturaleza colectiva de la especie y, por tanto, de la esencia natural del hombre. (Véase: Robledo Esparza, Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada, Cuadernos de Materialismo Histórico, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009.) En la fase superior del régimen capitalista el trabajador ha adquirido la propiedad privada plena sobre sí mismo. Con este carácter se enfrenta al voluminoso mundo de bienes y servicios que el moderno capitalismo de consumo le pone delante. En primera instancia, los trabajadores, acuciados por ese enorme cúmulo de satisfactores, llevan hasta sus últimas consecuencias las transformaciones que en su fisiología y en su psique produce la propiedad privada; el trabajador, excitado por esa monstruosa acumulación de cosas, procede, bajo su propia dirección, a manipular su sensoreidad para desarrollar nuevos procesos orgánicos –fisiológicos y psíquicos– (necesidades y su satisfacción) que correspondan a la plétora de bienes que la sociedad de consumo seductoramente le presenta. Estas nuevas necesidades tienen las siguientes características específicas: • En ellas se ha sustituido definitivamente el mecanismo insatisfacción-satisfacción, que primitivamente funcionaba para la integración de la corporeidad del individuo mediante la satisfacción de sus necesidades, por el de displacerplacer. La necesidad no tiene ya ningún nexo con la constitución, conservación o reconstitución biológica del individuo, pues sólo es un medio para desarrollar una sensación exacerbada de insatisfacción que debe ser apaciguada con una sensación exacerbada de placer que se obtiene con la asimilación del objeto. • Las sensaciones exacerbadas de insatisfacción y satisfacción traen consigo el funcionamiento desmandado de los procesos sensoriales y psíquicos implicados y, por tanto, el desgaste acelerado de los mismos y de los órganos en los que residen. • Esa actividad desbordada y el rápido deterioro de los procesos orgánicos y los órganos involucrados se traducen necesariamente en su descomposición irreversible. • La integración armónica de órganos y procesos se trueca en el descoyuntamiento de los mismos, lo que resulta en un monstruoso desarrollo autónomo de sus elementos. • La sociedad de consumo ofrece una variedad y una cantidad inagotables de satisfactores, por lo que en el individuo consumidor se genera una multitud de situaciones de insatisfacción exasperada, las que a fin de cuentas integran una sola sensación magnificada de insatisfacción (displacer) que crece desmesura-

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damente, tanto con su parcial aplacamiento por la satisfacción de una necesidad aislada, lo que sólo es el punto de apoyo para una necesidad mayor, como por la imposibilidad de satisfacer una, varias, o gran parte de las necesidades. La sociedad de consumo ofrece la posibilidad de que una gran cantidad de las mercancías que produce sean consumidas por el individuo; éste ejerce, por tanto, una infinidad de acciones de satisfacción enardecida por las cuales asimila los objetos exteriores. Las acciones mencionadas se consolidan en una sola situación interminable de satisfacción exaltada, de goce placentero. Cada satisfacción placentera trae consigo un embotamiento de la sensoreidad del individuo, por lo que exige una exacerbación mayor de la sensación de insatisfacción y una satisfacción que proporcione un placer redoblado. Y así sucesivamente. El individuo de la sociedad capitalista vive en una situación permanente de insatisfacción y satisfacción crecientemente exacerbadas (displacer-placer) que proporciona un gigantesco impulso al desgaste y descomposición de su organismo. El mundo de los bienes de consumo tiene una naturaleza francamente libidinal, lo mismo que los individuos que los consumen. El consumo es, en la fase superior de la sociedad capitalista, un tipo de orgasmo colectivo sin solución de continuidad, que es el clímax de una excitación displacentera igualmente permanente. El desgaste, deterioro, alteración y descomposición de los procesos orgánicos y órganos que intervienen en la satisfacción de las necesidades que crea la sociedad de consumo llevan a su culminación el movimiento de la propiedad privada por el que se produce la anulación de las características biológicas de la especie y con ello la de la esencia natural del hombre. Este mecanismo descrito se establece como el modo general a través del cual se satisfacen todas las necesidades de los individuos en la sociedad capitalista moderna, incluidas las necesidades elementales por medio de las que se conserva y reconstituye la corporeidad de los trabajadores. Esto quiere decir que los obreros que se encuentran en los niveles salariales más bajos y los que forman el ejército industrial de reserva, así como los grupos sociales marginales –los migrantes y las minorías étnicas en los países desarrollados, los indios americanos, las tribus africanas, etcétera–, están sujetos, aún en la satisfacción de sus reducidísimas y toscas necesidades, al engranaje de ese dispositivo destructor de la naturaleza humana que es la forma específica desarrollada por la sociedad de consumo de determinación y satisfacción de las necesidades individuales.

En lo que antecede hemos considerado la relación existente entre el mundo de bienes de consumo que incita el deseo de los trabajadores y el mecanismo de colmar la necesidad inducida, el cual se basa en la exacerbación de las sensaciones correspondientes de satisfacción e insatisfacción. Pudimos apreciar las funciones que desempeñan la burguesía y el proletariado: aquella aguijonea el apetito de los trabajadores y éstos especulan con sus procesos orgánicos para excitar su sensoreidad.

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Cuando esta relación llega a su apogeo, engendra otra que tiene un contenido más radical. El régimen capitalista ofrece como bienes de consumo y los individuos trabajadores las asimilan como tales, sustancias que producen directamente, en el sistema nervioso, mediante reacciones bioquímicas, las exacerbadas sensaciones de satisfacción e insatisfacción. Lo característico es que esas sustancias (alcohol, nicotina, morfina, cocaína, opio, anfetamina o speed, seudoefedrina, éxtasis, cánnabis (marihuana y hachís), inhalantes, etcétera) no impresionan primero, como los otros bienes de consumo, ni los sentidos ni la psique de los sujetos, sino que actúan inmediatamente, como tales sustancias, en los centros nerviosos, en donde provocan la excitación de las sensaciones. Es evidente que esta forma superior del consumo se traduce necesariamente en un mayor y más decisivo desgaste de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, en una aniquilación más contundente de su naturaleza humana. Existe una relación necesaria de mutuo engendramiento entre ambas formas del consumo. El consumo masivo de bienes y servicios lleva necesariamente al consumo masivo de narcóticos, y éste es, por su parte, soporte, apoyo y generador del consumo masivo de mercancías. La producción y comercialización de los narcóticos, el narcotráfico, es una rama necesaria y legítima del régimen capitalista moderno.

El capitalismo de consumo y la esclavitud asalariada El capitalismo de consumo somete a los trabajadores a una forma de esclavitud que se añade a la esclavitud originaria por la cual los obreros están sujetos con cadenas indestructibles al capital porque para poder vivir tienen forzosamente que vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. La sujeción a que somete el capitalismo de consumo a los trabajadores tiene dos aspectos. En el primero de ellos se trata de la acción por la cual los capitalistas y su cohorte de ideólogos, artistas, propagandistas, publicistas, diseñadores, etcétera, presentan a los trabajadores las mercancías de consumo con una carga abrumadoramente libidinal (no necesariamente erótica), que suscita en ellos un deseo enardecido de consumirlas, una compulsión absolutamente incontrolable. Para satisfacer esa exaltada necesidad deben vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, pues sólo así obtendrán los medios necesarios para adquirir los bienes que apaciguarán su excitada sensoreidad. En el segundo aspecto, el capital bancario y el capital comercial crean una nueva rama de negocios que tiene por objeto financiar el consumo de los trabajadores, el crédito al consumo. El adelanto de medios de pago a los obreros para que se procuren un sinfín de satisfactores, por un lado constituye una atadura de por vida del trabajador al capital bancario y comercial (en la reciente crisis financiera internacional se puso al desnudo que, por ejemplo en Estados Unidos, los bancos concedieron créditos hipotecarios a

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pagar hasta en 40 años, con lo cual del inmueble únicamente se transmite en realidad un usufructo precario y la propiedad sólo excepcionalmente, cuando el trabajador, ya en edad provecta, termina de hacer sus pagos) y por otro, representa un reforzamiento de la sumisión originaria que ejerce el capital en el proceso productivo, pues el trabajador, para cumplir con los inagotables compromisos que asume con la banca y el comercio, no tiene más opciones que trabajar continuamente para los capitalistas y obtener más ingresos mediante la extensión y la intensificación del trabajo, lo que a su vez hace aumentar la plusvalía que los obreros producen y que el capital se apropia sin retribución; igualmente, la extensión e intensificación del trabajo que esta situación trae consigo tiene como efecto un incremento en gran medida de la depauperación de los trabajadores. El capital bancario y el capital comercial, en esta su nueva faceta, perfeccionan hasta el virtuosismo una doble actitud: por un lado, halagan persuasivamente al individuo trabajador para lograr que se incorpore a la “modernidad” mediante la adquisición indiscriminada de múltiples créditos al consumo, y por el otro, lo someten a vejaciones, abusos, hostigamiento, molestias, violencia moral, cargos por moratoria y por gastos de cobranza, etcétera, con el fin de obligarlo a hacer sus pagos oportunamente y, por último, cuando, lo que es muy común, no puede seguir cubriéndolos, lo despojan sin contemplaciones del bien objeto del crédito y de la parte de su patrimonio que sea suficiente para saldar una deuda que para entonces ya ha alcanzado montos colosales. Los trabajadores se ven entonces sujetos a los efectos devastadores en sus cuerpos y sus mentes de dos sentimientos contradictorios: por un lado, la euforia que el consumo facilitado por el crédito les provoca, y por el otro, la angustia que los aflige ante el peligro que sobre ellos se cierne de ser despojados de su patrimonio si no se realizan los pagos pactados y la severa depresión en que se hunden cuando esa amenaza se cumple.

El capitalismo de consumo y la explotación del trabajador La explotación del trabajador completa, en la sociedad capitalista de consumo, la totalidad de su naturaleza. Es, en primera instancia, la explotación que realiza el capital productivo en el proceso capitalista de producción y que se caracteriza por la absorción de trabajo excedente de los obreros por el capital; es, en segundo término, la que efectúan el capital comercial y el capital bancario a través de la realización masiva de los bienes de consumo y que en los parágrafos anteriores acabamos de detallar. El consumo es, en la moderna sociedad capitalista, el eslabón que cierra constrictivamente la cadena de la explotación de los trabajadores por el capital. En el proceso productivo, a través de las formas de producción de plusvalía (absoluta y relativa) y de la acumulación de capital, y en el consumo masivo, por medio de la exacerbación de las necesidades individuales, la depauperación de los trabajadores se sitúa en su nivel más alto que consiste en el desgaste desmedido y la

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descomposición absoluta de todos sus órganos y procesos orgánicos, la disolución definitiva de la colectividad y el establecimiento categórico del individuo como propietario privado de sí mismo; esto es, la miseria que se caracteriza por la absoluta anulación de la naturaleza esencial de la especie humana. La producción y el consumo se engendran mutuamente; en esta recíproca procreación dan lugar a un progresivo y acelerado agravamiento de la depauperación de los trabajadores.

El capitalismo de consumo y la producción de mercancías Los bienes y servicios de consumo que se producen en la sociedad capitalista moderna son mercancías; con ese carácter, poseen todas las características generales que Marx descubrió mediante el análisis que de ellas hizo en el primer tomo de El Capital. (Véase: Robledo Esparza, Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, tomo II, segunda parte, “La esencia de la teoría marxista del valor”, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008) En su inmensa mayoría son producto de la actividad desarrollada por trabajadores asalariados al servicio de empresarios capitalistas, es decir, el resultado de procesos de producción capitalistas. Son, por tanto, sustantivaciones de fuerza de trabajo extraída a los obreros en la actividad productiva que tiene como núcleo fundamental la anulación de las características humanas de los trabajadores; esa sustantivación de valor que les es ajena y causa de su deshumanización, al ser empleada como medio de consumo es, también, en ese carácter, agente de la anulación de la esencia natural-humana de los obreros. Por lo que hace al consumo, no hay una diferencia fundamental entre bienes y servicios; ambas formas que adoptan las mercancías en el régimen capitalista tienen las características esenciales que ya hemos puesto de relieve en todo lo anterior.

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Capítulo VIII

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo

La maquinización de la producción en la sociedad de consumo La producción de las mercancías de consumo se realiza en su totalidad con métodos capitalistas. Las formas capitalistas de producción, dentro de las cuales se producen también los bienes y servicios de consumo, han tenido en la sociedad de consumo, en general, un desarrollo ascendente, tanto en su carácter de formas de aniquilación de la naturaleza humana de los trabajadores como en el de progenitoras de los elementos de la reapropiación de esa naturaleza sobre la alta base de la socialización de la producción. La racionalización y maquinización de la producción han ido en aumento.

La cibernética La cibernética, disciplina que en los últimos 20 años ha tenido un impresionante desarrollo, reconoce como su núcleo esencial el análisis exhaustivo de los sistemas y los mecanismos productivos, en el que ha obtenido los siguientes resultados: a) En primer lugar, ha permitido que la vigilancia, el control, la comunicación y la retroalimentación de los sistemas y mecanismos que todavía se realizan manualmente por los trabajadores se puedan ejecutar con una mayor racionalidad, coordinación, organización y velocidad y que, por ende, tengan una productividad más alta; b) en segundo término, ha sido la base para un perfeccionamiento de los sistemas y los mecanismos existentes, con lo cual dota a sus procesos de una productividad más elevada; c) en tercer lugar, ha sido el punto de apoyo para el desarrollo de nuevos sistemas y mecanismos que incorporan los principios cibernéticos más adelantados de control, retroalimentación, racionalidad, comunicación, coordinación y organización y que son por tanto mucho más productivos;

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d) y en último lugar, pero de la mayor importancia, ha sido el acicate fundamental para la maquinización de las funciones de racionalización, coordinación, comunicación, organización, vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas y mecanismos, es decir, para la invención y desarrollo de la máquina de máquinas, la computadora; e) la máquina cibernética por excelencia, la computadora, ha hecho posible la automatización más decisiva de los sistemas, procesos y máquinas. La computación es la disciplina que estudia y desarrolla los programas y las funciones que por medio de ellos realiza la computadora, el mecanismo específico que tiene como objeto la racionalización, coordinación, comunicación, organización, vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas y mecanismos productivos. Su desenvolvimiento, impulsado por el de la cibernética, induce a su vez el de ésta; ambas se dan un mutuo empuje ascendente. A su vez, las dos estimulan la construcción de máquinas cibernéticas cada vez más poderosas, las cuales son un gran incentivo para un desarrollo más vasto de la cibernética y la computación. Pero la cibernética no reduce su campo de acción a los sistemas y mecanismos productivos, sino que lo extiende hasta los sistemas, procesos y mecanismos de la circulación de las mercancías, de la circulación del capital, del consumo, etcétera, a los cuales somete a sus principios, que cada vez más son funciones de máquinas (computadoras) que se perfeccionan aceleradamente. En la fase superior del capitalismo que es la sociedad de consumo obran en toda su extensión las leyes descubiertas por Carlos Marx y expresadas magistralmente en el tomo primero de El Capital. (Véase: Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, Tomo I, Capítulo XIII, “Maquinaria y gran industria”, versión del alemán por Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1964 y, también: Robledo Esparza, Gabriel, El desarrollo del capitalismo mexicano, Capítulo IV, “La producción de plusvalía relativa”, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, 2007). Los trabajadores que utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas son obreros asalariados que no poseen otra propiedad sino su fuerza de trabajo y necesariamente deben venderla al capitalista, quien es el propietario privado de los medios e instrumentos de producción (en este caso de los métodos y las máquinas cibernéticas) para obtener un salario que les permita adquirir los medios de subsistencia. Es decir, que se mantiene y se fortifica la relación de esclavizamiento del trabajo asalariado por el capital. Los productos del trabajo cibernético son mercancías, esto es, materializaciones de la fuerza de trabajo de los obreros cuyo valor se mide, como el de cualquier otra mercancía, por la cantidad de fuerza de trabajo empleada en su producción y ésta, a su vez, por el gasto de músculos, nervios, cerebro, etcétera, de los trabajadores. Las mercancías producidas con los métodos cibernéticos son bienes o servicios materiales que han resultado de una relación material (física y/o mental) de los proletarios (individuos materiales) con los medios e instrumentos de producción (objetos materiales).

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(El “trabajo inmaterial” es una estulta invención de la intelectualidad pequeño burguesa; si seguimos su absurda línea de argumentación, tenemos que el “trabajo inmaterial”, cuando actúa sobre medios e instrumentos de producción también “inmateriales”, produce bienes “inmateriales”, es decir, la nada, que al actuar sobre la nada genera la nada. ¡No cabe duda que la intelectualidad pequeño burguesa ha conquistado el puesto más alto de la indigencia mental, de la cual, por otro lado, ya habían dado un revelador adelanto, en la segunda mitad del siglo pasado, la “nueva izquierda” y el marcusianismo!) Las funciones cibernéticas (cada vez más maquinizadas) de perfeccionamiento de los sistemas, procesos y mecanismos de la producción, de la circulación de las mercancías y del capital y del consumo son, en principio, formas de producción de plusvalía relativa empleadas por el capital para incrementar sus ganancias. Por medio de ellas, al hacer crecer la productividad, se reduce el tiempo de trabajo necesario de los trabajadores y se amplía el tiempo de trabajo excedente; por lo mismo, se dilata el volumen del plusvalor que se apropian los capitalistas sin retribución. También, son medios de elevar la productividad en aquellos sectores en los que no se produce plusvalía, como el comercio y la banca, y en los que, por tanto, cualquier aumento del rendimiento del trabajo se traduce en costos menores que en la misma medida hacen mayor la masa de la plusvalía producida por el capital productivo que los capitalistas de las ramas económicas improductivas se apropian. Igualmente, son métodos para acelerar el consumo y, en consecuencia, de engrosar el volumen de la plusvalía que los capitalistas de este sector obtienen con la realización de sus mercancías. Las funciones cibernéticas que se perfeccionan y se incorporan a una máquina fueron originariamente capacidades de los trabajadores; posteriormente, el capital se las sustrajo y las convirtió en atributos de la máquina y con ello de sí mismo; con esto el trabajo del obrero ha alcanzado un grado mayor de abstracción y sus capacidades individuales se han acumulado en el instrumento socializado que es ahora propiedad del capital. El perfeccionamiento constante de los métodos y las máquina cibernéticas hace obligatoria la adaptación de la fisiología de los trabajadores (esto incluye la capacitación que debe dárseles sobre las modernas tecnologías) a los sistemas, procesos y máquinas, que son los que tienen ahora a los obreros como una extensión suya y los someten a las exigencias imperiosas (funcionamiento constantemente acelerado) que les impone la necesidad del capital de producir y acumular plusvalía en volúmenes cada vez mayores. El trabajo que los obreros desarrollan cuando utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas tiene todas las características que Marx atribuye al trabajo capitalista: se realiza forzadamente, bajo la violencia física y moral de los capitalistas, tiene como base la separación absoluta entre trabajo y capital, implica la producción, con los métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa, de cantidades incesantemente incrementadas de plusvalía, de trabajo obrero no remunerado; “todos los métodos encaminados a intensificar la fuerza productiva social del trabajo se realizan a expensas del obrero individual; todos los medios enderezados al desarro-

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llo de la producción se truecan en medios de la explotación y esclavizamiento del productor, mutilan al obrero convirtiéndolo en un hombre fragmentario, lo rebajan a la categoría de apéndice de la máquina, destruyen con la tortura de su trabajo el contenido de éste, le enajenan las potencias espirituales del proceso del trabajo en la medida en que a éste se incorpora la ciencia como potencia independiente; corrompen las condiciones en las cuales trabajan; los someten, durante la ejecución de su trabajo al despotismo más odioso y más mezquino; convierte todas las horas de su vida en horas de trabajo; lanzan a sus mujeres y sus hijos bajo la rueda trituradora del capital… Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza, en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capital, es acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral.”1 La plusvalía que los capitalistas obtienen del trabajo asalariado que utiliza los métodos y las máquinas cibernéticas, en la parte que no es gastado como renta, se acumula y es utilizado para ampliar la producción, es decir, contratar más obreros y comprar tecnología y máquinas o para, sin aumentar el número de trabajadores, adquirir medios e instrumentos de producción más modernos; la masa de plusvalía que se produce y que hacen suya los capitalistas agranda su monto en una medida enorme. Los gigantescos volúmenes de plusvalía que se producen mediante el trabajo que utiliza los métodos y las máquinas cibernéticas se acumulan y se reinicia el ciclo en una escala ampliada; con esto se fortalecen la violencia del capital sobre el trabajo y el esclavizamiento de éste a aquel, se ahonda la separación de ambos, se incrementan la explotación y la mutilación del obrero, se ratifica su condición de apéndice de la máquina y se priva de una manera más decisiva de contenido al trabajo, que así adelanta un paso más en su proceso de abstracción. Los obreros de estos sectores productivos se ven sujetos también a los procesos cíclicos del capital, por los cuales éste atrae y repele alternativamente obreros en cantidades masivas, de acuerdo con sus necesidades de acumulación y las condiciones impredecibles del mercado; de esta manera, tan pronto los llama a la órbita de la producción, en donde sufren por fuerza todas los males del trabajo capitalista, como los rechaza de la misma y los lanza a una situación de espantosa miseria, de hambre, enfermedades y muerte. Todas estas circunstancias que concurren en el trabajo cibernético producen necesariamente el desgaste, descomposición y degeneración de todos los órganos y funciones orgánicas de los trabajadores, al tiempo que fortalecen férreamente su individualidad; de esta manera, se niega radicalmente la naturaleza humana de los trabajadores, se anula su esencia natural humana. Pero al mismo tiempo que esa monstruosa negación de la esencia natural humana de los trabajadores, el trabajo cibernético produce los elementos de la reconstitución de la misma sobre una base más alta. Marx, Carlos, El Capital, t. I, versión del alemán de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, Tercera Edición, 1964, pp. 546-547.

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En primer lugar, el individuo trabajador se encuentra aquí convertido absolutamente en fuerza abstracta de trabajo, sin ningún contenido (no posee ningún instrumento propio ni tiene una capacidad concreta determinada, únicamente la capacidad abstracta de servir al sistema de maquinaria), es un simple apéndice del instrumento maquinizado capitalista. En la medida en que la fuerza de trabajo cobra mayor abstracción sólo puede funcionar como trabajo cooperativo, cada vez más socializado En segundo término, las capacidades y facultades concretas del individuo se separan del mismo y se incorporan a un sistema de maquinaria, propiedad de los capitalistas, el cual adquiere una dinámica propia de movimiento por la cual se constituye como una masa de sistemas de maquinaria a la que ya sólo es posible utilizar mediante el trabajo abstracto socializado. El instrumento individual se ha transformado en un instrumento colectivo. Este grado supremo de abstracción de la fuerza de trabajo y la socialización que necesariamente la acompañan, son la forma adecuada bajo la cual los trabajadores pueden reivindicar la propiedad del sistema global de maquinaria, de la acumulación de fuerza de trabajo de los obreros que es el instrumento colectivo de la especie para la transformación de la naturaleza que detentan en propiedad privada los capitalistas. El trabajo cibernético tiene todas la características que Marx y sus seguidores atribuyeron al trabajo capitalista: en él se produce necesariamente el despojo de las capacidades de los trabajadores y la anulación creciente de su naturaleza humana, pero al mismo tiempo se crean los elementos de un régimen económico superior, el socialismo, en el cual el proletariado, como fuerza de trabajo colectiva, ha de reivindicar la propiedad del instrumento colectivo y proceder a la reconstitución de la naturaleza humana de los trabajadores.

La informática A la par con la cibernética, e íntimamente ligada con ella, en los últimos tiempos ha tenido un desarrollo mayúsculo la disciplina denominada Informática. El perfeccionamiento de los sistemas, procesos y máquinas productivas, así como el establecimiento y mejoramiento constante de métodos y máquinas de control, comunicación, coordinación, retroalimentación, etcétera, han requerido la utilización de cantidades muy voluminosas de datos referentes a los elementos de que cada uno de ellos está constituido. Lo primero con lo que nos encontramos es con la generación masiva de datos acerca de la naturaleza, comportamiento, relación mutua, etcétera de cada uno de esos elementos. Estos datos deben ser tomados de su fuente, concentrados, almacenados, clasificados, organizados, etcétera. Posteriormente, estos datos tienen que ser gestionados, es decir, solicitados y enviados al solicitante, en donde serán utilizados para el funcionamiento, control, coordinación, retroalimentación, etcétera de sistemas, procesos y máquinas; por úl-

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timo, son remitidos, con la connotación que el proceso les haya dado, de nuevo al punto de almacenamiento. Todas las funciones informáticas, que aquí hemos apenas sí delineado, se realizan primeramente por medios manuales y mecánicos. Más tarde, se convierten en tareas que realizan máquinas y sistemas de maquinaria muy complejos que tienen como base las máquinas de cómputo. La capacidad de almacenamiento y de gestión de la información es en la actualidad realmente gigantesca. El trabajo informático, al igual que el cibernético, es trabajo típicamente capitalista y tiene, por lo tanto, las características que en éste descubrieron Marx y sus continuadores y las cuales acabamos de desarrollar en párrafos anteriores.

La comunicación De la mano con la cibernética y la informática cobró un impulso superlativo la llamada “ciencia de la comunicación”. En todos los sistemas, procesos y máquinas productivas y en todos los sistemas, procesos y máquinas de control, coordinación, comunicación, retroalimentación, etcétera, se dan relaciones de acción y reacción recíprocas entre ellos, entre los elementos que los componen, entre todos los anteriores y los elementos subjetivos (propietarios capitalistas, trabajadores productivos y consumidores) y entre éstos últimos mismos. Esas relaciones se establecen a través de la comunicación, es decir, del proceso en el cual un emisor envía por un medio específico y utilizando un código determinado un mensaje al receptor y éste lo recibe y tiene una reacción que puede ser una acción determinada que contenga también una comunicación de respuesta, con lo que se origina el mismo movimiento en sentido inverso, es decir, partiendo del receptor que ahora es emisor, y así sucesivamente. La creciente complejidad que los sistemas, procesos y máquinas adquieren en la fase superior del capitalismo genera gran cantidad de datos que deben fluir en el interior de cada uno y entre ellos mismos, en ambos sentidos a la vez, y a una vertiginosa velocidad; se imponen entonces el análisis exhaustivo de los procesos de comunicación, su desarrollo y perfeccionamiento y la maquinización de los mismos. Aquí también la máquina por excelencia es la computadora. El trabajo de comunicación, lo mismo que el cibernético y el de informática, es trabajo capitalista y posee las mismas características que ya pusimos de relieve anteriormente.

Las redes como sistemas de maquinaria En este punto, el elevado desarrollo, íntimamente interrelacionado, de la cibernética, la informática y la comunicación, da origen a las redes compuestas por servidores,

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terminales, estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera que son verdaderos sistemas de maquinaria. Este desenvolvimiento remata en la constitución de lo que es el primer sistema de maquinaria global, la Web, que virtualmente comprende todos los sistemas de maquinaria parciales, o sea, todos los servidores, terminales, estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera, del mundo y que es operada por un obrero colectivo de naturaleza global. La Web necesita para su cabal funcionamiento de un medio de comunicación global, lo que a su vez entraña el desarrollo de la industria de las telecomunicaciones. Como sustento de la Web se establece una infraestructura formada por una red global de medios de comunicación cuyas funciones son en su totalidad maquinizadas. Este sistema de telecomunicaciones es un sistema global de maquinaria cuyo objeto es, entre otros, la comunicación entre los sistemas de maquinaria que integran la Web y que también es manejada por un obrero colectivo de carácter global. Con la “red de redes” y la infraestructura que la sostiene, se ha alcanzado la consolidación mundial de un instrumento como un sistema global de maquinaria; en la fase superior del régimen capitalista se producen ya, de manera palpable, los elementos del régimen que ha de sucederlo, del socialismo: enormes sistemas de maquinaria, en el caso de la Web y de la infraestructura de comunicación ya de naturaleza global, y los obreros colectivos, también de naturaleza global, que son el germen de la unidad productiva global, esto es, de un sistema de maquinaria único a nivel mundial que debe constituir el instrumento colectivo del obrero colectivo que será la especie humana. (Véase: 1) Robledo Esparza Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada, Cuadernos de Materialismo Histórico, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009, pp. 149-153, 2) Autor citado, Capitalismo moderno y revolución, tomo I, Cap. II, parágrafo E) “Estructura de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844” y Capítulo III, parágrafo 5, “La industria moderna y la esencia natural humana”, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008, pp. 157-163 y180-185, 3) Ibídem, tomo III, Capítulo II, “Fases de la Evolución de la especie humana”, pp. 162-165).

La sociedad de consumo y la ciencia y la tecnología El frenético desarrollo que la racionalización y maquinización de la producción y del consumo tienen en la sociedad de consumo trae consigo un portentoso desenvolvimiento de la ciencia y la tecnología. Las disciplinas científicas tradicionales se enriquecen con avances impulsados por la cibernética, la informática, la comunicación, la computación, la automatización, la robótica, etcétera. Notables progresos se dan en ramas como la lógica, las matemáticas, la estadística, la electrónica, la nanotecnología, la biotecnología, etcétera. Lo que caracteriza a la ciencia en esta fase del régimen capitalista es que ha dejado atrás todos sus prejuicios y se presenta como una actividad industrial más.

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De esta manera, sus productos son mercancías y el proceso de producción es típicamente capitalista, es decir, se basa en la relación del trabajo asalariado y el capital y su fundamento es la producción maquinizada con las implicaciones que este hecho tiene y que en las páginas anteriores hemos mostrado. El trabajo científico, al igual que el cibernético, informático, etcétera, posee todas las particularidades que Marx y los marxistas le atribuyen al trabajo capitalista. La ciencia goza de un halo de neutralidad. No importa cómo se obtengan los conocimientos científicos, el prejuicio al uso los considera como “benéficos para la humanidad” y, a pesar de sus aplicaciones perniciosas que pueden llegar incluso al genocidio, las coloca al parejo que e incluso sobre los grandes descubrimientos científicos de los siglos anteriores al siglo xx. La labor científica es también una labor del capital; los científicos son, en la actualidad en su gran mayoría, trabajadores asalariados al servicio del capital. La función de la ciencia consiste en producir una imagen mental de todo un sector de la realidad, por ejemplo de los fenómenos físicos, químicos, biológicos, etcétera, con las imágenes mentales parciales que le proporcionan las instancias inferiores. Esa imagen mental pertenece al capital y es instrumento de explotación del trabajo asalariado, pues, como ya veíamos, todos los adelantos de la ciencia moderna sirven para el perfeccionamiento de los métodos y las máquinas cibernéticas, de los procesos y mecanismos de la información, la comunicación, la automatización, etcétera, y todos ellos son empleados por los capitalistas para extraer mayores cantidades de plusvalía a los trabajadores y de esa manera someterlos al proceso de degeneración y anulación de las características de su esencia natural. La ciencia es, por tanto, un elemento decisivo de la anulación de la naturaleza esencial de los trabajadores que el régimen de producción capitalista origina necesariamente. El trabajo científico, conforme se consolida su carácter de trabajo asalariado y se realiza en mayor medida por medio de máquinas de investigación, experimentación, etcétera, se convierte en trabajo de una abstracción creciente, que sólo puede ser ejecutado por el obrero colectivo, es decir, por los obreros individuales que trabajan en cooperación. Al mismo tiempo, al evolucionar la maquinización del trabajo científico y materializarse en sistemas cada vez más grandes de maquinaria, tiende a convertirse también en un sistema global de maquinaria (como la Web y las telecomunicaciones) que es puesto en funcionamiento por un obrero colectivo que tiene cada vez más un carácter global; instrumento maquinizado global y obrero colectivo global, son elementos germinales del régimen socialista en que fatalmente se ha de transformar el régimen capitalista moderno.2

2 Véase: National Science Board. 2004. Science and Engineering Indicators 2004. Two volumes. Arlington, VA: National Science Foundation (volume 1, NSB 04-1; volume 2, NSB 04-1A). http://www.nsf.gov/ statistics/seind04/c6/c6s5.htm

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La nueva división internacional del trabajo El superlativo desarrollo de la industria productora de bienes y servicios de consumo que se registró a partir de la década de los 80 del siglo pasado fomentó el establecimiento de una nueva división internacional del trabajo. En los países altamente desarrollados se produjo un cambio radical en su estructura industrial; su antigua planta productiva se transformó para adaptarse a las exigencias de la sociedad de consumo: con base en una modernísima tecnología, cuyo núcleo son, como hemos visto, los adelantos de la cibernética y otras ramas afines, la producción de medios de producción destinados a la industria de bienes de consumo y a la misma industria productora de bienes de producción recibió un impulso poderosísimo; la ciencia y la tecnología tuvieron un imponente adelanto que las condujo hasta niveles sorprendentes; la producción de bienes de consumo extremadamente sofisticados recibió un fortísimo empuje. Las empresas comerciales tuvieron también un cambio sustancial con el fin de adecuarse a las nuevas circunstancias del consumo masivo y en una significativa metamorfosis las empresas bancarias y financieras crearon nuevos y más complejos mecanismos crediticios, como los créditos al consumo masivo, para financiar la transformación industrial, comercial y de consumo emprendida. Los países altamente desarrollados se especializaron en todas las nuevas funciones que hemos reseñado y al mismo tiempo promovieron en los países menos desarrollados la producción para la exportación de todas aquellas manufacturas, principalmente las de consumo, que antiguamente producía la industria metropolitana. La industria de los países de menor desarrollo experimentó también un cambio significativo: se convirtió en productora de manufacturas, gran parte de las cuales son bienes de consumo, destinadas al mercado metropolitano, para lo cual realizó una conversión industrial que anulaba el anterior modelo de sustitución de importaciones. También estos países se especializan en estas nuevas tareas y se establece una nueva relación entre metrópolis y neocolonias. En esta nueva relación, los países desarrollados proporcionan a los de menor desarrollo bienes de producción, alta tecnología, recursos financieros, bienes de consumo sofisticados, etcétera y éstos a su vez proveen a las metrópolis de los productos tradicionales (alimentos, materias primas y energéticos) pero también, en un volumen creciente, de manufacturas de diversa índole, entre las que destacan los bienes y servicios de consumo. Los extremos de esta relación se dan un mutuo impulso ascendente. La constitución de la nueva estructura industrial, comercial y de servicios, tanto en metrópolis como en neocolonias, exigía el desmantelamiento total del modelo que había implantado la “sociedad del bienestar”, el cual tenía su base en un crecimiento modesto del consumo, siempre supeditado al de las ramas productoras de bienes de producción y bienes de consumo de lujo, descansaba en la amplia intervención del Estado en la economía, como regulador e incluso como productor, y mantenía el proteccionismo en las relaciones externas.

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Surgió entonces lo que se ha denominado el “neoliberalismo”, es decir, la doctrina económico-política que intentaba aniquilar el antiguo orden de cosas, para lo cual proponía la drástica reducción de la intervención del Estado en la economía, la desregulación y el libre comercio. Pertrechada con estas armas teórico-políticas, la oligarquía burguesa de todos los países, comandada por la de Estados Unidos, se lanzó de lleno al establecimiento de la nueva forma de organización económica. Como primer paso para lograrlo, conquistó el poder o se hizo de los representantes políticos de la burguesía media o nacionalista (vgr., en México, el Partido de la burguesía media o nacionalista, el PRI, fue secuestrado por su ala derecha y entregado a la oligarquía burguesa mexicana; tal es la significación que tiene el ascenso de Salinas de Gortari al poder y la salida del PRI de la corriente encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas) y desde ahí impuso sus directrices económico-políticas. En metrópolis y neocolonias transformó radicalmente la antigua estructura industrial: obligó a los empresarios a reconvertir sus industrias para adecuarlas al nuevo modelo industrial (desde luego, aquellos que no lo hicieron, la gran mayoría, fueron sacados del mercado) y proporcionó un gran impulso a las nuevas ramas productivas que la sociedad de consumo había generado. Esta acción fue un golpe mortal para la fracción burguesa propietaria del sector industrial desplazado, pues significó su ruina económica; igualmente, tuvo como efecto inmediato el despido de cantidades masivas de trabajadores, que pasaron a engrosar el ejército industrial de reserva. Entregó a los empresarios privados las industrias estatales y los fondos de salud, de jubilación y de retiro de los trabajadores. Restringió a su mínima expresión los derechos laborales de los trabajadores. Formó asociaciones regionales de países entre los cuales se redujeron y en última instancia se eliminaron las protecciones arancelarias y de otros tipos y en general se negociaron acuerdos de libre comercio de la más diversa índole. Se empezó a formar un mercado global dentro del cual circulaban capitales y mercancías con una libertad casi absoluta. En último lugar en la enumeración, pero no en importancia, el año de 1989 se derrumbó el sistema de países del capitalismo sui generis en el que se habían convertido las naciones antiguamente socialistas; cierto es que como una de las vertientes de la llamada “guerra fría” la plutocracia burguesa internacional realizó una sistemática labor de socavamiento de la economía de esos países, pero el impulso principal de su derruimiento venía del interior mismo del sistema, por lo que su estrepitoso desplome fue una grata sorpresa, algo no esperado pero que la burguesía internacional recibió con gran beneplácito.

El derrumbe del “socialismo realmente existente” La caída del “socialismo real” fue el último resultado de un largo proceso histórico. Al finalizar la segunda guerra mundial, con la liberación de varios países de Europa

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oriental por el ejército rojo y la conjunción de insurrecciones proletarias en esos países, se formó el sistema de países socialistas. El régimen económico social que en ese sistema prevaleció fue el socialismo marxista, cuyo modelo era el socialismo que se había instaurado en la Rusia Soviética al término de la Primera Guerra Mundial. De este socialismo ya hemos adelantado sus características fundamentales: tras la conquista del poder, el proletariado estableció su dictadura, por medio de la cual se abolió la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y se constituyó la propiedad colectiva sobre los mismos; la burguesía fue sometida al poder del estado proletario y por último definitivamente eliminada como clase social. La transformación revolucionaria de la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción en propiedad colectiva y la formación del estado proletario, fueron los ejes fundamentales del socialismo soviético. Sin embargo, el socialismo soviético se implantó únicamente como una forma que conservaba un contenido capitalista. (Para la comprensión lógica de este concepto –“una forma socialista con un contenido capitalista”–, véase: Robledo Esparza Gabriel, La Lógica de Hegel y el marxismo, Libro segundo, La doctrina de la Esencia, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009, y para su comprensión lógicohistórica, véase: Robledo Esparza Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, 3 tomos, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008.) El móvil último de la revolución proletaria y del socialismo de la primera fase del régimen capitalista era la reconstitución, conservación y desarrollo de las capacidades y facultades (que se manifestaban como necesidades) individuales de los trabajadores, que el régimen capitalista había vulnerado dramáticamente. Sólo hay que ver, por ejemplo, los informes de Stalin sobre los planes quinquenales y éstos mismos, para comprender los verdaderos alcances del sistema socialista soviético. En ellos, el sujeto final de todo el sistema económico, de la grandiosa colectivización de los medios e instrumentos de producción, es el individuo trabajador, al que se le debía proporcionar el mayor “bienestar” posible, satisfacer abundantemente sus necesidades individuales; este es el mismo ofrecimiento que hacía la “sociedad del bienestar” a sus trabajadores. (Véase: Stalin, J. V., Obras, t. 13, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1955, pp. 56-85, 180-226 y 295-397) Tenemos así un portentoso instrumento de propiedad colectiva (la industria soviética y la de los demás países socialistas presentaban, en el punto superior de su desenvolvimiento, casi el mismo grado de desarrollo que la industria de los países capitalistas) que al desplegar toda su potencia la pone al servicio del individuo. El contenido capitalista, que subsiste y se perfecciona en interacción con el instrumento colectivo, está compuesto por lo siguiente: la permanencia del trabajo asalariado, la existencia del mercado de bienes de consumo, el mantenimiento y fortalecimiento del consumo privado, la conservación y desarrollo de la familia y del hogar individuales, el impulso al transporte individual (automóviles), el reconocimiento de la personalidad de los trabajadores, es decir, de su individualidad como el centro de capacidades y necesidades específicas, que los hace distintos y únicos, o dicho de otro modo, la declaración de la propiedad privada del trabajador sobre sí mismo, so-

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bre su conciencia y su corporeidad, la educación individualizada y como individuos y el arte y la cultura como manifestación y goce de la individualidad. El desenvolvimiento de la forma socialista genera el de su contenido capitalista y viceversa. Su mutuo engendramiento se trueca en su recíproca negación. Se inicia así, en la década de los años 50 del siglo pasado, la degeneración del régimen socialista. En el seno de la clase obrera, con la materia prima de los técnicos, científicos y obreros altamente calificados que el propio régimen socialista ha creado, se forma una clase social específica; ésta da impulso al contenido capitalista que ahí existe y se erige en su legítima representante. Al avanzar la descomposición del régimen socialista, la acción de su contenido capitalista rompe la unidad del instrumento colectivo y las partes en que se disgrega son tomadas en propiedad por los integrantes de la nueva clase; los medios e instrumentos de producción se fraccionan en una multitud de empresas, entre las que se forma un mercado cada vez más amplio. En lugar del socialismo formal se establece un régimen que es una degeneración suya y al mismo tiempo un régimen de transición hacia la restauración plena del capitalismo. Los medios e instrumentos de producción son ahora propiedad de esta nueva clase, la cual la ejerce a través de la propiedad de los técnicos, científicos y burócratas de alto nivel sobre la empresa en que trabajan. Se trata de una propiedad por grupos. Por un proceso económico-natural, la dirección de la empresa se concentra en un número cada vez menor de personas que adquieren la calidad de empresarios y el resto de los trabajadores se convierten en asalariados al servicio de aquellos. El crecimiento del mercado promueve el surgimiento y desarrollo de una pequeña producción de mercancías que pronto da el paso necesario y se transmuta en mediana y gran producción de mercancías, ya de sello típicamente capitalista. Los productores capitalistas y los empresarios que poseen en grupos las empresas antiguamente socialistas se levantan en contra de la burocracia obrera que todavía defiende el modelo de la propiedad por grupos; después de un largo período de lucha, en 1989 logran derrotarla y establecen su dominio indiscutible en todos los países antiguamente socialistas, los que ingresan en tropel al ancho mundo del régimen de producción capitalista. Un enorme mercado de bienes, capitales y mano de obra se abrió entonces para el capitalismo internacional. El movimiento revolucionario y su resultado inexcusable, la instauración del socialismo y la formación de un grupo de países socialistas, fueron presididos por la teoría marxista, la cual fue llevada al seno de la clase de los trabajadores por los partidos revolucionarios. La teoría marxista es la concepción científica de la naturaleza del régimen de producción capitalista. El núcleo de la misma es la proposición, basada en las doctrinas del ser y de la esencia de la Lógica de Hegel, de que el capitalismo tiene en sí mismo los elementos

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de su otro como integrantes de su propia naturaleza y de que el ineluctable surgir de éste a la existencia es el resultado del desenvolvimiento de aquellos. De conformidad con esto, Marx y Engels encuentran lo siguiente en el régimen de producción capitalista: • El capitalismo es un modo de producción que tiene su fundamento en la propiedad privada; • se da en él un desarrollo portentoso de las fuerzas productivas, las cuales son única y exclusivamente materializaciones de fuerza de trabajo de los obreros; • éste movimiento se desenvuelve a través de la maquinización constante de la producción, o lo que es lo mismo, de su creciente socialización, la cual está gravada por su contrario, la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, que impone un freno a la socialización total de la producción (la constitución de un instrumento de producción colectivo de la especie); • el incremento de las fuerzas productivas en el régimen de producción capitalista se realiza a costa de generar la absoluta depauperación de los productores directos, los trabajadores asalariados, la cual consiste en la abolición total de su naturaleza humana en las condiciones de trabajo y de vida características de este tipo de sociedad; • esa completa depauperación de los trabajadores, el conocimiento científico de la misma y la poderosa tendencia a la socialización de la producción constituyen el motor del cambio revolucionario por el cual el proletariado se ve imperiosamente obligado a abolir la propiedad privada, establecer la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y restaurar la naturaleza humana de la especie, es decir, a instaurar el socialismo; • la depauperación de los trabajadores se manifiesta, en las primeras etapas de existencia del capitalismo, como la aniquilación física y moral del individuo trabajador; • por tanto, la colectivización de los medios e instrumentos de producción tiene como finalidad expresa reconstituir, salvaguardar y posteriormente desarrollar al individuo trabajador. La teoría marxista tiene, en esta etapa, como núcleo, una concepción dual de la naturaleza humana. Por una parte se encuentra el trabajador socializado por la producción, que ha perdido su individualidad en el trabajo capitalista y que está apto por tanto para la propiedad y el trabajo colectivos que son el contenido del socialismo marxista que se propugna. La revolución socialista debería entonces llevar hasta sus últimas consecuencias la formación de un verdadero obrero colectivo en la órbita de la producción. Fuera de ésta, el trabajador tiene, como individuo, una vida familiar, social, etcétera, que el capitalismo vulnera sistemáticamente. La teoría marxista reivindica entonces la reconstitución, defensa y enriquecimiento de la vida familiar e individual de los trabajadores. Su bienestar es el propósito fundamental del régimen socialista.

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La naturaleza humana que el socialismo marxista pretende recobrar con la revolución proletaria es, en consecuencia, la siguiente: una naturaleza completamente colectiva de los trabajadores en el ámbito de la producción, lo que implica su absoluta desindividuación, la total anulación de su individualidad, y una naturaleza individual fuera de la órbita de la producción, en los lugares que realiza las restantes actividades vitales, lo que se traduce en el impulso al individuo como tal. El propio desarrollo del socialismo y la evolución del capitalismo posterior a la segunda guerra mundial desacreditaron completamente esta concepción de la naturaleza humana. En el régimen socialista, el estímulo al individuo en el entorno familiar y social condujo necesariamente a su exaltación; monstruosamente engrandecido, minó la organización colectiva de la producción, la sustituyó posteriormente con una forma más acorde consigo, la autogestión y la propiedad por grupos, y por último restauró el capitalismo típico en los países antiguamente socialistas. En el capitalismo, en la sociedad de consumo, se aportó la prueba práctica de que la glorificación del individuo y la familia desemboca necesariamente en la descomposición y anulación, en el individuo, de todas las características biológicas de la especie, a la cual se desposee así de su naturaleza humana. En 1989, al mismo tiempo que se festejaba la caída del “socialismo real”, también alborozadamente se decretó la muerte de la teoría del socialismo marxista. Sin embargo, para los revolucionarios, lo que estas circunstancias imponen es un estudio concienzudo, científico, del proceso necesario del surgimiento, apogeo y caída del socialismo. Para ello es ineludible volver al estudio de los clásicos (Marx, Engels, Lenin y Stalin) y retrotraerse a las fuentes en que abrevaron, especialmente la Lógica de Hegel, en la que se contiene el método científico por excelencia, el que permitió a los revolucionarios anteriores desentrañar la naturaleza del capitalismo en la etapa en la que ellos actuaban y conducir a los trabajadores a la conquista del poder y a la construcción de la primera fase del socialismo. Como punto nodular se debe tomar la determinación de un concepto más alto de lo que es la naturaleza humana. El régimen capitalista, en su forma superior de manifestarse, provee los elementos para realizar esa tarea: la exorbitante exaltación del individuo que es inherente a la sociedad de consumo provoca una degeneración y anulación mayúsculas de la naturaleza biológica humana de los trabajadores; ello significa que el mismo régimen económico está destruyendo, más allá de la órbita de la producción, las bases biológicas del individuo y preparando y exigiendo así su naturaleza colectiva. La reivindicación del marxismo en su próxima etapa de existencia será, por tanto, la colectivización de todas las funciones vitales del trabajador, lo que presupondrá la anulación sin concesiones del individuo como tal, la abolición de la propiedad privada del individuo trabajador sobre sí mismo. La naturaleza humana que se formará por medio del proceso revolucionario será totalmente colectiva, tanto en la producción como en el consumo; será

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anulada esa dicotomía establecida en la fase anterior del socialismo, por la que la especie humana tenía una naturaleza colectiva en la producción e individual en el consumo. La reivindicación que planteará el marxismo en su nueva fase de existencia será la colectivización total de la actividad humana, tal y como existió en la comunidad primitiva, en donde la propiedad, la producción y el consumo eran de naturaleza colectiva; su divisa será: la recuperación de la naturaleza verdaderamente humana de la especie. (Para la discusión de los conceptos de “individuación”, “desindividuación” y “naturaleza verdaderamente humana” véase: Robledo Esparza, Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009).

La acumulación de capital en la sociedad de consumo Exultante, la burguesía internacional decretó, al derrumbe del “socialismo real”, el “fin de la historia” y procedió a inaugurar el reinado eterno del capital. Dentro de este marco, con una demanda que aumenta vertiginosamente, unos precios en rápido ascenso y una tasa de ganancia cada vez más alta, se inició, bajo el nuevo patrón industrial, un florecimiento acelerado de todas las industrias y del consumo masivo. En la economía de todos los países las empresas existentes registran un crecimiento impetuoso y se forman una cantidad astronómica de grandes, medianas y pequeñas empresas nuevas, que explotan las jóvenes ramas que la sociedad de consumo ha establecido. La producción y el consumo a ella agregado se acrecientan en una medida colosal y los mercados se expanden velozmente: las empresas forman, entre ellas mismas, un mercado que se dilata ininterrumpidamente y la masa salarial (no necesariamente el nivel de los salarios) y la de la plusvalía que los capitalistas de todos los tamaños gastan como renta, en ampliación constante, inducen el agrandamiento sin medida del mercado de bienes de consumo. Se instaura una feroz competencia entre todos los elementos de la moderna sociedad de consumo, presidida por los dos “valores” cardinales del capitalismo contemporáneo: la obtención a toda costa, en el menor tiempo posible, de la más alta tasa de ganancia y el logro del placer más extremado en el consumo de bienes y servicios. Lo que estos móviles tienen de característico es la potencia inconmensurable que adquieren en la sociedad de consumo, pues en ella se sacralizan literalmente la actividad empresarial, la ganancia irrestricta y el consumo placentero; en la “sociedad del bienestar” la actividad empresarial privada y el lucro inmoderado se detenían ante el dique que formaban las esferas productivas que pertenecían al capital estatal, la misma competencia estatal y la abrumadora regulación que el Estado ejercía en el terreno económico, y el consumo masivo encontraba un obstáculo insalvable en la férrea oposición que amplios sectores dominantes de la burguesía enfrentaban a la extensión ilimitada del principio del placer. Rotos los diques, supe-

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rados los obstáculos y vencidas las oposiciones en una verdadera “guerra santa”, se asientan en la sociedad de consumo, con una fuerza avasalladora, poseídos de una violencia inaudita que ejercen en todos los frentes (económicos, políticos, militares, etcétera), los principios de la ganancia irrestricta y del placer exaltado. Este acrecentamiento de la producción y del consumo exige volúmenes mayúsculos de recursos para acumular. En las empresas industriales y de servicios la acumulación se realiza en un principio con sus propios medios. Ante el crecimiento inmoderado de la demanda y, por tanto, de los precios y las ganancias, las empresas, puestas ante el dilema de entrar a la vorágine de la búsqueda de ganancias sin límite o ser desplazadas por la competencia, tienen que recurrir, para ampliar su producción, a otras fuentes de capital. El paso obligado siguiente es la salida a Bolsa de las empresas. En los últimos 30 años, en todos los países del mundo, una enorme cantidad de empresas llevó a la Bolsa de Valores sus acciones y otros valores; en concordancia con ello, las Bolsas de Valores tuvieron en este lapso un desarrollo colosal: crecieron exponencialmente, diversificaron sus servicios, digitalizaron y mecanizaron sus funciones, etcétera; al parejo con ellas se hizo mayor el número de las Casas de Bolsa y, por lo mismo, el volumen del capital global destinado a la emisión, colocación y compra y venta de valores. El monto y la velocidad de circulación del capital se elevaron hasta altísimos niveles. En último término, pero de la mayor importancia, las empresas solicitan préstamos bancarios con la finalidad de ampliar su producción. En el período que consideramos, esta actividad del capital bancario se expandió de una manera portentosa: la cantidad y la rapidez de circulación del capital bancario de préstamo, así como la digitalización y la maquinización de las funciones de la banca registraron un aumento imponente. Los recursos para la realización de la superabundante cantidad de bienes de consumo provienen en primer lugar de las acrecidas masas de salarios y de plusvalía que se gasta como renta que ha generado la floreciente actividad económica. También tienen su origen en el trabajo extraordinario y más intenso que la sociedad de consumo obliga a realizar a los trabajadores con la finalidad de que obtengan mayores ingresos para adquirir bienes de consumo. Pero lo verdaderamente característico de la sociedad de consumo es el crédito al consumo. Las empresas comerciales y los bancos abren crédito a los trabajadores para que adquieran bienes de consumo de la más diversa índole (casa, automóvil, menaje de casa, electrodomésticos, electrónicos, vestido, viajes, diversión, alimentos, educación, salud, etcétera), los cuales pagarán, junto con altísimos intereses, a lo largo de su vida productiva e incluso más allá de la misma. Los obreros permanecen esclavizados de por vida a las exigencias del capital mercantil y bancario y a través de éstos al régimen capitalista en general. Los obreros hipotecan toda su vida al capital.

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El crédito al consumo, que prácticamente se extendió hacia todas las clases trabajadoras, se convirtió en una próspera rama de negocios del capital mercantil y del capital bancario. Otra fuente de recursos para la acumulación en la sociedad de consumo se encuentra en los fondos de seguridad social, de retiro y de jubilación de los trabajadores, los cuales fueron privatizados y utilizados para financiar a las empresas a través del mercado de valores.

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Capítulo IX

El capital bancario y financiero en la sociedad del capitalismo de consumo

El capital bancario en la sociedad de consumo El gran desarrollo tenido por la producción y el consumo llevó al proscenio al capital bancario. Los bancos son empresas típicamente capitalistas. Para cumplir adecuadamente con sus funciones en el explosivo proceso de crecimiento industrial y del consumo tuvieron por fuerza que agenciarse cantidades excepcionales de recursos con el fin de ampliar sus instalaciones, establecer multitud de sucursales y cajeros, masificar sus servicios, diversificarlos, digitalizarlos y mecanizarlos, etcétera. Al igual que las demás empresas, los bancos recurren primero a sus propios medios, es decir, capitalizan las extraordinarias ganancias que el boom económico les ha proporcionado. Después, movidos por su insaciable afán de lucro, salen también a la Bolsa a colocar acciones y otros valores, con lo que obtienen más recursos para acumular. Las funciones de la banca son de dos tipos, fundamentalmente: • pasivas, por medio de las cuales reciben en depósito dinero del público y • activas, por las cuales lo conceden en préstamo a industriales, comerciantes, prestadores de servicios, gobiernos, particulares, etcétera. El auge económico que caracteriza a esta fase de la sociedad de consumo genera una enorme cantidad de pequeñas, medianas y grandes acumulaciones de dinero que por diversas razones no son utilizadas por sus propietarios. La banca desarrolla una frenética actividad para captar ese capital-dinero ocioso y canalizarlo a sus ávidos demandantes, al que atrae con el incentivo de intereses sustanciosos. Por otro lado, la interminable (aparentemente) bonanza económica incrementa en una forma exponencial la demanda de créditos para la producción y el consumo, los cuales la banca concede a cambio de altos intereses que las ganancias elevadas de las empresas y los mayores ingresos de los particulares permiten pagar. El hambre insaciable de ganancias y la feroz competencia, que hacen de la sociedad de consumo su asiento, determinan que los bancos desarrollen una enorme

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variedad de complejos instrumentos de captación y de préstamo, que se unen a los que tradicionalmente habían ofrecido.

La nueva estructura del sistema financiero internacional Fue en la década de los años 80 del siglo xx cuando se inició el paso, en el régimen capitalista internacional, de la llamada “sociedad del bienestar” a la que se denomina “sociedad de consumo”. Conducido por sus leyes específicas, descubiertas y desarrolladas teóricamente por Carlos Marx, el régimen capitalista internacional entró en una nueva etapa de su existencia, en la que se produjo una verdadera revolución tecnológica que trajo consigo profundos cambios en la estructura y en los procesos industriales, comerciales y financieros del capitalismo mundial. Teniendo como punto de apoyo todas esas transformaciones señaladas, se inició una etapa de acumulación desbordada de capital a nivel global, con la consabida consecuencia de un gran incremento de la depauperación de todos los trabajadores del mundo. En la medida en que a escala internacional se daban todos los cambios que la nueva naturaleza de las fuerzas productivas capitalistas requería, el aparato productivo y comercial se convirtió en una enorme factoría en la que se producían y se hacían circular cantidades cada vez más grandes de plusvalía, las cuales, aunadas a la porción del capital variable que los trabajadores ahorraban, adquirían, en el proceso de circulación del capital, la forma del capital-dinero. El sistema bancario y financiero es el que se encarga de acopiar y concentrar el capital-dinero y de canalizarlo hacia la producción y el comercio con la finalidad de mantener y ampliar el proceso productivo capitalista; tiene la función de conducir el tránsito del capital-dinero a capital productivo y capital comercial y de reunirlo en sus arcas cuando el capital-mercancías se convierte en capital-dinero, y así sucesivamente. Las vastas innovaciones introducidas en la estructura productiva y de consumo de la “sociedad de consumo” implicaron también grandes cambios en el sistema bancario y financiero con el fin de adecuarlo a las nuevas circunstancias existentes. El móvil principal de los capitalistas individuales y el motivo propulsor del movimiento global del capital es la obtención de una ganancia. Pero no de un monto cualquiera de ganancia, sino una cantidad ilimitada de ganancia. Cuando, debido a las fluctuaciones de la tasa media de ganancia, o a los movimientos locales de la ganancia en las distintas ramas y sectores industriales, etcétera, la ganancia se reduce, entonces el hambre de ganancia de los capitalistas y del sistema económico como un todo se exacerba, se potencia de una manera inconmensurable; cuando, por el contrario, la ganancia aumenta, el hambre de ganancia se exaspera impulsada precisamente por el anterior incremento de los beneficios. En el régimen capitalista, el móvil y motivo propulsor que lo anima es un hambre insaciable de ganancia que encuentra en sí misma el resorte para su incremento constante.

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Al consolidarse el proceso de acumulación típico de la sociedad de consumo se produce en primera instancia un ascenso sostenido de la ganancia en las diversas esferas productivas, en la actividad comercial y en las operaciones bancarias y financieras; este aumento actúa como un poderoso imán que atrae imperiosamente todos los recursos dinerarios de la economía que pugnan por valorizarse a las altas tasas que se han establecido. En primer término, son captados por el sistema bancario y financiero, con la finalidad de dirigirlos hacia la actividad productiva y comercial, aquellos recursos que permanecen atesorados en los fondos de salud, retiro, jubilación, etcétera de los trabajadores. En lugar de permanecer inactivos en alguna partida del presupuesto estatal o depositados en los bancos comerciales, son lanzados al tráfago del comercio de acciones, bonos y otros valores. También, son “bursatilizados” activos estatales constituidos por bienes existentes o ingresos futuros por diversos pagos de derechos y servicios. De esta manera, recursos que por su propia naturaleza no están en el mercado, son convertidos en títulos que pueden ser comercializados e hipotéticos activos se convierten en valores actuales que entran al mercado bursátil. Estas dos fuentes de recursos amplían de una manera sustancial los fondos para alimentar el proceso de acumulación en marcha en la economía capitalista. Con la acumulación de capital crece hasta altísimos montos la masa de capital-dinero que no tiene un vínculo inmediato con la actividad productiva y comercial y se acumula como simples depósitos en la banca comercial. Estos activos monetarios son también solicitados por la fuerza centrípeta de la acumulación de capital y derivados hacia la producción y el comercio por departamentos especializados de la misma banca comercial, por la banca de inversión o por instituciones especiales, como fondos de pensiones, fondos mutuales, hedge funds, etcétera. Anteriormente, este tipo de capital-dinero se captaba de una manera diferente. Los departamentos especiales de la banca comercial y la banca de inversión ofrecían títulos de deuda a los poseedores de capital-dinero excedente con una tasa de interés sustancialmente más alta que la que se pagaba por los depósitos y, por otro lado, proveían de préstamos a largo plazo a la industria y al comercio; los títulos de la deuda tenían una circulación muy restringida. Por su parte, las industrias obtenían recursos a través de las aportaciones de sus socios y de los préstamos comerciales y a largo plazo de los bancos; los títulos representativos del capital no tenían una amplia circulación y, por tanto, las Bolsas de Valores estaban muy poco desarrolladas.

La emisión de títulos, la integración de Portafolios y el arbitraje A partir de la década del 80 del siglo pasado, el paroxismo de la acumulación obliga a las empresas privadas, a los gobiernos, a las empresas estatales y paraestatales, etcétera, frente al imperativo de ampliar constantemente sus operaciones, a obtener cantidades superlativas de recursos; además de los medios tradicionales de los prés-

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tamos bancarios, todas ellas desarrollan un proceso sistemático de salida a la Bolsa para captar capital; los bancos se ven forzados a crear departamentos especiales que se dedican a la emisión, compra y venta de títulos, la banca de inversión florece y se establecen instituciones sui generis, como los fondos mutuales, fondos de pensiones y hedge funds que se dedican exclusivamente a la compra y venta de títulos. La actividad bursátil se intensifica en un grado extremo y las Bolsas de Valores del mundo crecen de manera exponencial. La intermediación financiera adquiere un auge inusitado y desarrolla nuevos mecanismos e instrumentos para captar los enormes recursos que se generan en la economía y redirigirlos hacia el aparato productivo, comercial y de servicios. Lo primero que tiene que lograr es ofrecer ganancias más altas y con menos riesgos que la banca tradicional. Para ello, inicia la práctica de reunir en un portafolio, en grandes cantidades, valores de distinta naturaleza, muy diversificados en sus plazos de vencimiento, tasa de interés, tasa de ganancia y nivel de riesgo, pretendiendo lograr un equilibrio entre todos estos factores para alcanzar la máxima ganancia con el menor riesgo posible y ofrecerlos así a los poseedores del capital-dinero que vegetan en otras ramas del sector financiero. Con ese fin, se desarrollan modelos matemáticos, basados fundamentalmente en elementales principios de econometría y estadística, que se emplean para procesar los datos históricos del comportamiento de los distintos valores bursátiles y con base en ellos se proyecta el probable desempeño futuro de los títulos; los portafolios se integran de acuerdo con lo que los modelos estadísticos y econométricos establecen. Toda una rama de la teoría económica se funda entonces, la Moderna Teoría del Portafolio (MPT, Modern Portfolio Theory), que tiene como profundo principio científico y filosófico el de “no poner todos los huevos en la misma canasta” y en cuya evolución ha dado portentosos frutos “científicos”, como la teoría del arbitraje de los precios (APT, Arbitrage Price Theory) y el modelo matemático correspondiente, el modelo de cálculo del precio de los activos de capital (CAPM, Capital Asset Pricing Model), cuyo método esencial es el cálculo de la covarianza (betas) de cada activo con respecto a un índice del mercado general, la teoría del cálculo del precio de las opciones (option pricing theory), y último en la enumeración pero no en importancia, lo que es la base teórica de toda esta eclosión de la ciencia económica, la ingenua, por decir lo menos, hipótesis de los mercados eficientes (efficient market hypothesis). Esta “ciencia de los cohetes” (rocket science), como mordazmente la llaman sus críticos embozadamente neokeynesianos, se mueve dentro de los límites de los conceptos matemáticos más simples, y su único mérito es haber sometido a fórmulas matemáticas elementales el burdo instinto del capital de la ganancia irrestricta, su hambre insaciable de ganancia. Varios de los economistas que han medrado con esta pseudociencia se han hecho acreedores al premio Nobel de economía, tanto por sus escuálidas y simplonas producciones “teóricas”, como por su acendrado espíritu lacayuno que los lleva a poner su “inteligencia” incondicionalmente al servicio del capital; si de algún crédito gozaba aún este menoscabado galardón, lo ha perdido

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irremisiblemente cuando se ha premiado a estos sirvientes del capital y al concederse al señor Obama el premio Nobel de la paz. A la par con la invención del portafolio bursátil, se estructuran también novedosas instituciones que los forman y los administran. Surgen los llamados fondos financieros (fondos mutuales, fondos de pensiones, hedge funds, etcétera), los cuales se encargan de reunir cuantiosos recursos en la forma de capital-dinero e invertirlos en la adquisición de cantidades masivas de valores, los cuales son manejados bajo el principio de la obtención de la máxima ganancia (la cual, desde luego, debe ser sustancialmente mayor que la que ofrecen las instituciones crediticias tradicionales) con el menor riesgo. Su actividad se basa en las leyes que rigen a los “grandes números”, es decir, en las medidas centrales y en las desviaciones que de las mismas se observan en los datos relativos a los miles de valores que administran, para de esa manera prever su evolución futura; también, en modelos matemáticos conforme a los cuales se calcula el riesgo de insolvencia o de otro evento (VAR) que afecte a los valores del portafolio; igualmente, en fórmulas que permitan calcular los valores reales de los activos en relación con su precio de mercado. Los Fondos adquieren un portafolio inicial y luego compran y venden los valores, de acuerdo con lo que el sistema de análisis computarizado determine, con el propósito de mantener la ganancia en el nivel más alto posible y los riesgos de la inversión en el punto más bajo compatible con aquella. Hasta aquí, los Fondos financieros se han mantenido dentro de los límites de un apetito normal de ganancia; sin embargo, tienen ya en sí mismos el germen de lo que es el hambre insaciable de ganancia, que será el principio rector de su evolución posterior. El hambre insaciable de ganancia empuja a los Fondos financieros por varios caminos. En primer lugar, extienden su campo de acción hacia la compra y venta de créditos de la más diversa especie: hipotecas, créditos para automóviles, créditos estudiantiles, créditos en tarjetas, futuros, swaps, opciones, etcétera. En segundo lugar, la compra y venta de valores deja de tener el carácter de una función accesoria cuya finalidad esencial es integrar y conservar un portafolio para los inversionistas; ahora los valores se compran para “empaquetarse” y venderse; por tanto, la ganancia se obtiene no de los títulos en sí, sino de su compra y venta. En tercer lugar, para algunos tipos de Fondos (los hedge funds, principalmente), la compra y venta de valores no tiene como propósito integrar un portafolio cuyos activos produzcan las mayores ganancias con el menor riesgo, sino comprar y vender valores con el fin de obtener ganancias de las discrepancias entre sus valores reales y sus precios de mercado (arbitraje): se compra un stock cuando sus precios de mercado son bajos pero su valor real es más alto (existe una desviación de la medida central) y hacia éste deberá convergir aquel en un cierto tiempo (la vuelta a la medida central), según los cálculos del modelo estadístico, y se vende cuando alcanza de nuevo su valor real; esta versión ampliada del modelo original

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del portafolio se forma con stocks de valores de largo y corto plazo, los cuales se venden y se compran de acuerdo con las determinaciones del modelo matemático; como vemos, aquí la especulación es ya el alma de las transacciones. Dado que las diferencias entre los precios de mercado y los valores reales (su medida central) son relativamente pequeñas y tienden a acortarse precisamente cuando se efectúan las compras y ventas de las mismas, entonces, para obtener ganancias significativas es necesario negociar masas enormes de valores y esto sólo es posible hacerlo con cuantiosos recursos que únicamente se pueden obtener apalancando el capital propio del fondo con voluminosos montos de capital de préstamo. La diferencia entre el costo del capital de préstamo y la ganancia que se obtiene con el arbitraje de los valores que con él se adquieren es la ganancia neta que se agrega a la que el fondo recibe por su capital. En cuarto lugar, una parte de los Fondos, entre los cuales de manera principal se encuentran los hedge funds, se constituyen, se organizan y funcionan en una forma específica, permitida por la legislación, por medio de la cual se eluden las leyes y los mecanismos de fiscalización a que todas las demás instituciones crediticias están sometidas; esta evasión es en principio legal, pero a ella se agrega la violación flagrante y sistemática de las pocas regulaciones que les son aplicables. Las restricciones legales a que están sujetas las instituciones crediticias tradicionales (pago de impuestos, severas limitaciones al nivel de apalancamiento, elevados montos y alta calidad de colaterales, vastas provisiones de capital para garantizar las operaciones pasivas, etcétera) ocasionan gastos excesivos o reducen sensiblemente las ganancias, por lo cual la tasa de ganancia de los fondos no regulados se eleva en gran medida sobre la de los que si están sujetos a la normatividad. Un Hedge fund típico está abierto sólo a un limitado rango de inversores profesionales o ricos. Con base en esto se les provee con exenciones en muchas jurisdicciones de regulaciones que gobiernan las ventas en corto, los derivados, el apalancamiento, el pago de comisiones y la liquidez de los intereses. Esto, junto con las comisiones por resultados y la estructura open-ended diferencia los Hedge Funds de los Fondos de Inversiones ordinarios. Los Hedge Funds utilizan fundamentalmente: ventas en corto, derivados y apalancamiento. Dominan campos especiales como derivados con altos rendimientos y deudas en conflicto. La industria manejaba, en el punto más alto, en el verano del 2008, cerca de 2.5 billones (millones de millones) de dólares. Varios son los argumentos que esgrimen las autoridades financieras (Véase: Testimony of Chairman Alan Greenspan Private-sector refinancing of the large hedge fund, Long-Term Capital Management Before the Committee on Banking and Financial Services, U.S. House of Representatives October 1, 1998) para justificar la necesidad de eximir de las regulaciones normales a los fondos tales como los hedge funds: el fundamental es que se trata de agrupaciones magnas de capital, en las que participan con grandes capitales (en algunos de ellos el mínimo de inversión es de un millón de dólares por socio) profesionales de la actividad financiera y personas sumamente ricas, por lo que es innecesaria en este caso la aplicación de las regu-

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laciones que tienen por objeto proteger a los inversionistas legos en la materia y a aquellos cuya inversión es probablemente su único capital; en segundo lugar, se arguye que la actividad característica de estos fondos, es decir, el comprar y vender títulos para obtener ganancias del diferencial entre sus precios de mercado y sus valores reales, al fin de cuentas llevará a una estabilización del mercado con precios lo más cercanos e incluso iguales a los valores de los objetos del comercio, lo que dará fluidez a los recursos que se mueven desde el sector financiero hacia la industria y el comercio; por último, la justificación ideológica de todo esto la expresan diciendo que si acaso los Funds especiales fuesen sometidos a regulaciones más estrictas, entonces dejarían de ser rentables sus actividades, eventualmente desaparecerían y se cegaría así una de las principales fuentes de la prosperidad económica de una nación. La transformación y extensión del sistema financiero, que han sido inducidas por el desenvolvimiento de la estructura industrial y comercial sobre las bases de la nueva etapa de existencia del capitalismo, forman con ella una contradicción. Los polos de la antítesis se engendran uno al otro; la industria y el comercio característicos del capitalismo de consumo han procreado un sector financiero específico; aquellos producen y realizan cantidades astronómicas de valor bajo la forma de capital-dinero y éste las capta y las reencauza hacia la producción y el comercio de la sociedad de consumo en un proceso incesante por el cual ambos extremos se impulsan hasta altísimos niveles. El motor de este movimiento es el hambre de ganancia de los capitalistas, la cual hasta aquí se caracteriza por mantenerse dentro de ciertos límites, “normales”, por decirlo así; pero en la misma orgía de ganancias que el crecimiento económico trae consigo y en el descenso de la cuota general de ganancia que necesariamente se presenta en la fase más alta del ciclo, se encuentran los motivos para la elevación del hambre de ganancia de los capitalistas a un hambre insaciable, ilimitada. Cuando esto sucede en forma generalizada, la contradicción entre el capital bancario por un lado y el capital industrial y comercial por el otro pasa a una fase de absoluta oposición entre ellos, en la cual ya no se engendran más mutuamente sino que sólo se niegan una a la otra. Por un lado, el sistema financiero, ávido de ganancias, sigue impulsando sin restricciones la producción y el comercio, y estas actividades son conducidas, por capitalistas completamente obnubilados por la torturante hambre insaciable de ganancias, mucho más allá de los límites de una demanda que ha agotado completamente su capacidad de expansión; por otro, el capital bancario y financiero se dedica en gran parte a actividades especulativas, como la de comprar y vender títulos para obtener ganancias de las discrepancias de los precios comerciales de los activos, por lo que una porción significativa del capitaldinero no revierte ya a las órbitas de la producción y el comercio. En esta situación maduran las condiciones para que una crisis se presente. Como vimos en apartados anteriores, lo primero que la nueva estructura productiva y comercial genera es una gran expansión de la actividad de emisión de valores y de su colocación en la Bolsa. Teniendo esto como base, se produce una extensión del anterior aparato bancario y financiero, al que se anexan instituciones financieras (Fondos mutuales, Fondos de retiro, hedge funds, etcétera) que se dedican

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exclusivamente a la compra y venta de títulos así como a su reunión en Portafolios, en los que las diferencias individuales se compensan para crear valores y riesgos medios, y ofrecerlos a los inversionistas. Las ganancias de quienes invierten en estos fondos provienen de los ingresos, ya sean fijos o variables, que los diversos títulos del portafolio producen, y las compras y ventas de los mismos únicamente tienen como finalidad buscar el equilibrio entre los ingresos y los riesgos, guiándose por el principio rector de obtener la máxima ganancia con el menor riesgo. Los pilares que sustentan a estos fondos, son dos: 1) la más alta tasa de ganancia que garantizan para el capital-dinero, en mucho superior a las que paga la banca tradicional y 2) su estrecha vinculación con los modernos aparatos productivo y comercial, a los cuales hacen llegar gruesos volúmenes de capital-dinero, actividad que las antiguas instituciones crediticias eran incapaces de realizar. Los Fondos amplían sus fuentes de recursos y se nutren con los fondos de retiro, jubilación, etcétera de los trabajadores; estos acervos se encuentran originalmente ya sea en las arcas del gobierno, en donde se incrementan a tasas bajísimas y son utilizados para financiar el déficit público, o en los bancos comerciales, de los cuales reciben intereses muy reducidos; al constituirse en fondos financieros que se dedican a la formación y administración de un portafolio, por un lado, reciben, al menos teóricamente, mayores ingresos que los que obtenían cuando estaban en las cajas del gobierno o de los bancos comerciales y, por otro, que es lo principal, sirven para financiar la expansión del aparato productivo y comercial mediante la compra de los títulos que se cotizan en la Bolsa. El campo de acción de los Fondos se expande por medio de la integración a sus Portafolios de créditos de la más diversa especie, tales como hipotecas, créditos automotrices, créditos estudiantiles, créditos en tarjetas, etcétera. Los Fondos compran a los bancos comerciales estos créditos y los introducen en sus Portafolios o forman Portafolios especiales con ellos. Con este mecanismo se acelera la conversión del capital dinero en capital productivo: los bancos comerciales venden los créditos a los intermediarios financieros y con los recursos así obtenidos aquellos pueden reiniciar inmediatamente, en una escala más alta, el ciclo productivo; su capital tiene una rotación mucho más elevada; se incrementa así el nivel de la acumulación de capital y la producción crece geométricamente. Esta actividad de los Fondos es un acicate poderosísimo para el desarrollo de un campo específico de la “nueva economía”: el financiamiento al consumo masivo. Los bancos comerciales son empujados, por la naturaleza misma de la producción (capitalismo de consumo) y por la demanda de créditos que ejercen los Fondos financieros, a incrementar en una medida descomunal el otorgamiento de créditos al consumo. La banca tradicional es sometida a las exigencias de la nueva estructura económica. Hay muchos otros activos que producen flujos de efectivo, incluyendo préstamos para casas construidas, préstamos y arrendamiento de equipo, arrendamiento de aeronaves, cuentas pendientes de comercio, planes de préstamos para locales de comercio y regalías. Los intangibles constituyen otra clase emergente de activos.

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El hambre de ganancias que ha presidido todo este movimiento económico se transmuta, lenta pero seguramente, en un hambre insaciable. Todos los elementos que participan en el mismo son llevados más allá de los límites que demarcan el proceso de mutua implicación y se convierten irremisiblemente en su contrario. La intermediación financiera, que provee de abundantes recursos a la actividad industrial y comercial, hace llegar la producción mucho más allá de su correspondencia con la demanda efectiva, los préstamos al consumo se conceden en un volumen excesivo en relación con la capacidad de pago de los consumidores y los Fondos se convierten en entidades que concentran abultadas sumas de dinero destinadas a la compra y venta especulativa de valores. El hambre insaciable de ganancias se apodera de todos los participantes en el proceso económico, y en la cúspide del mismo están las empresas industriales, comerciales y de servicios, los bancos comerciales y de inversión, los bancos centrales, los gobiernos, los mismos Fondos, etcétera, los cuales invierten sus recursos libres en los hedge funds, aquellos fondos que se dedican exclusivamente a la especulación con los precios y los valores de los activos (arbitraje), apalancan las operaciones de los mismos con extensos créditos, les conceden en arriendo los valores en los que han invertido sus ganancias, etcétera, lo que fortalece inconmensurablemente la especulación con los valores. Tenemos entonces un doble resultado: por una parte, un exceso de inversión que se traduce en una sobreproducción que no encuentra salida y, por otra, un incremento desmedido de la especulación.

Del arbitraje a los CDOs, MBSes y CDSes Para el año 2002, una vez que, a través de las crisis correspondientes, quedaron ajustados entre sí las distintas ramas, sectores, etcétera de la sociedad de consumo, se establece una fluida relación entre todos esos elementos. En estas circunstancias del capitalismo mundial, el consumo masivo recibe un poderosísimo impulso. Una proporción sustancial del capital se invierte, por diversas vías, en las industrias que producen bienes de consumo; por su parte, los bancos comerciales y las empresas comercializadoras destinan montos cada vez más gruesos al financiamiento del consumo masivo. Esta tendencia progresiva del consumo choca, en un cierto momento, con la traba que constituyen los flujos de capital, que son insuficientes para hacer crecer a una tasa mayor la producción y el financiamiento de la compra de los bienes. En 1998, el sistema financiero internacional, después del rescate de Long Term Capital Management, abandonó provisionalmente la senda de la especulación galopante basada en el arbitraje y redujo ésta a límites congruentes con una cierta estabilidad. Aún antes de este acontecimiento se había venido gestando una forma más alta de obtener recursos de capital para financiar la sociedad de consumo, método que cobra un mayor vuelo después de que el mercado se pacifica en 1998.

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Los créditos al consumo (para comprar casas habitación, automóviles, servicios educativos, usar tarjetas de crédito, etcétera), son concedidos por la banca comercial a través de sus departamentos especializados o por bancos que se dedican específicamente a este negocio; el mecanismo tradicional de su funcionamiento consistía en la captación de recursos por el banco a través de instrumentos de inversión y luego su traslado como préstamo a los diversos consumidores; el banco recibía en pagos parciales los intereses de los préstamos y la parte correspondiente del principal; estos ingresos eran utilizados para cubrir los intereses de los bonos y otros papeles que había emitido y constituir el fondo de amortización de los mismos. Es evidente que, bajo los supuestos anteriores, el período de tiempo necesario para que el banco recobrase el valor capital adelantado y la ganancia correspondiente era muy largo y mientras esto no sucediese ese capital no podía ser utilizado para financiar nuevos créditos al consumo; la única alternativa posible era acudir de nuevo al mercado a colocar papeles de diversa índole y aumentar por este medio el capital de préstamo en un determinado volumen; estos recursos quedaban igualmente inmovilizados durante un dilatado lapso de tiempo. Los bancos comerciales estaban abrumados por las funciones de captar recursos, conceder y administrar los préstamos, recolectar los pagos de los acreditados, dar el servicio a la deuda contraída y reintegrar el principal de la misma; esto sucedía en un mercado en donde cada vez era más difícil competir con tasas atractivas en la colocación de los bonos y otros papeles de los que obtenían los medios para cumplir su función específica y, además, en una situación de gran demanda de créditos para el consumo. El hambre insaciable de ganancia, que en el capital bancario y financiero adquiere el carácter de una imperiosa y acuciante necesidad, se exacerba en estas condiciones descritas. El capital bancario orientado a la órbita del consumo se ve sometido a la acción de dos fuerzas que ejercen sus efectos concertadamente: una muy lenta rotación del capital propio y del que captan en los mercados, condicionada por el largo plazo de la redención de las deudas de los consumidores, lo cual se traduce en una tasa menor de ganancia que la media, ya que ésta se determina por la rotación media del capital en su conjunto, y una torturante demanda de créditos al consumo que crece aceleradamente, espoleada por el hedonismo absoluto que sienta sus reales en la sociedad de consumo. La salida obligada de esta situación es la búsqueda desesperada de los medios para aumentar la rotación del capital, con lo cual se pretende elevar la tasa de ganancia del mismo y a la vez cubrir la voluminosa demanda insatisfecha de créditos al consumo. Se inicia entonces un proceso de “modernización” de la banca que culmina con la estructuración y desarrollo de las funciones, mecanismos y productos bancarios característicos de la última fase de la actual crisis financiera internacional: los MBSes (Mortgage Backed Securities), los ABSes (Asset Backed Securities), los CDOs (Collateralized Debt Obligations), los CDSes (Collateralized Debt Swaps), etcétera. El sector financiero de la sociedad de consumo se desenvuelve en dos fases perfectamente diferenciadas.

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En la primera de ellas se establece el mecanismo que consiste en la emisión masiva de acciones, bonos y otros instrumentos de captación de capital por empresas, gobiernos, entidades gubernamentales, etcétera, con la finalidad de obtener recursos para impulsar su crecimiento, y su adquisición de manera principal por entidades especiales, como los diversos fondos, entre los que destacan los “hedge funds”, las que concentran cantidades enormes de capital líquido que invierten en la compra y venta de títulos, con los que integran portafolios que les proporcionan jugosas ganancias por medio del “arbitraje”. Esta interacción entre el nuevo sistema financiero por una parte y el sector industrial estadounidense y las economías nacionales por la otra llega a su punto culminante con el desbordamiento de aquel a causa de la especulación desmedida, la sobreproducción de los países exportadores y de las empresas “punto com” y la monstruosa centralización de capital de la que es ejemplo típico el caso de la empresa Enron y que llevan, respectivamente, a la crisis de Long Term Capital Management, cuyo salvamento por el gobierno norteamericano pone fin a la incontrolable especulación que amenazaba la existencia de todo el sistema capitalista internacional, y a las crisis de los países asiáticos, de las empresas “punto com” y de Enron y WorldCom. La segunda fase es aquella en la que la securitización de los débitos, principalmente de los créditos al consumo, se convierte en el medio principal para financiar al sector industrial.

La “securitización” de los créditos al consumo La securitización de los créditos al consumo fue el mecanismo mediante el cual el sistema financiero norteamericano cumplió su función de impulsar hasta su extremo el desarrollo industrial y comercial del capitalismo de consumo; igualmente, fue el medio por el cual finalmente se engendró a si mismo como una monstruosa acumulación de capital-dinero cuya única función era incrementarse incesantemente, la cual provocó la paralización y la posterior reversión del crecimiento industrial y comercial.

Fannie Mae, pionera de la securitización Es en este contexto en el que Fannie Mae, una de las dos grandes empresas apoyadas por el gobierno federal que se dedican a la adquisición de créditos hipotecarios de la banca comercial, empezó a desarrollar, en la década de los años 80 del siglo pasado, un nuevo instrumento crediticio que le iba a permitir captar más recursos de los que obtenía por la emisión de bonos y notas de corto plazo y la venta de grupos indiscriminados de créditos. La llamada “ingeniería financiera” fue puesta en acción y su resultado fue el diseño del producto que más tarde permitiría a todo el sistema financiero internacional un crecimiento desbordado: la “securitización” de los créditos hipotecarios.

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Los Mortgage Backed Securities, MBSes (Títulos garantizados con hipotecas) Fannie Mae fue creada el mes de febrero de 1938 por el gobierno de los Estados Unidos como uno de los principales instrumentos para resolver los graves problemas que había producido la gran depresión. El propósito del gobierno federal norteamericano era encauzar mayores cantidades de capital hacia la industria de la construcción a través del incremento de los créditos para adquirir casas habitación. Esta política típicamente keynesiana (aumento del consumo) estaba diseñada para reactivar la inversión e impulsar la producción en la rama de la construcción; esto debería ser el detonante para una reavivación general de la inversión y de la actividad productiva y mercantil. La banca comercial, como ya vimos, se encontraba asfixiada por una bajísima rotación del capital, lo cual le impedía ampliar más allá de unos límites muy estrechos su actividad crediticia. Con el fin de aliviar la pesada carga que llevaba sobre sí la banca comercial, Fannie Mae es diseñada como una institución que tiene por objeto crear un mercado secundario de hipotecas; su función es comprar las hipotecas a la banca comercial, administrarlas y en su caso venderlas a diversos inversionistas. La banca comercial continúa en su función tradicional de otorgar los créditos, pero ahora los puede vender inmediatamente a Fannie Mae y utilizar el ingreso obtenido para la concesión de más préstamos, y así sucesivamente; su capital y el capital de préstamo adquieren una mayor velocidad de circulación, es decir, producen más ganancias por unidad de tiempo. Además, el riesgo de insolvencia de los deudores se traslada con la deuda a su nuevo poseedor y es eliminado por tanto de los libros de la entidad bancaria. Fannie Mae fue constituida originalmente con capital público; en esa época los fondos para los préstamos los obtiene por medio de la emisión de bonos y notas de corto plazo y sus ingresos provienen de los intereses y parte del principal del crédito que recibe periódicamente cuando los retiene en su portafolio y de su venta a los inversionistas, la cual se realiza en gran parte en grupos (“pools”) en los que se reúnen indiscriminadamente préstamos de diversa naturaleza. En 1968, de acuerdo con The Housing and Urban Development Act emitida ese año, Fannie Mae inició su transformación en una empresa privada. Las acciones del gobierno federal fueron vendidas a inversionistas privados y se formó un Consejo de Administración integrado por 15 miembros, diez de los cuales eran elegidos por los accionistas y 5 nombrados por el Presidente de los Estados Unidos. La estructura y funciones de Fannie Mae se mantuvieron sin variaciones en lo fundamental hasta principios de la década de los ochenta del siglo pasado (1980), fecha en la que hemos datado la iniciación de la transición de la sociedad del bienestar al capitalismo de consumo; en esta época se manifiesta de una manera implacable la necesidad imperiosa de obtener grandes recursos para acumular y de percibir ganancias cada vez mayores. Se desata una pasión entre los capitalistas por

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la búsqueda de las fuentes, los métodos, las formas, etcétera de proveerse de medios inagotables que les proporcionen ganancias que crezcan sin medida. Es en este contexto en el que Fannie Mae empezó a desarrollar un nuevo instrumento crediticio que le iba a permitir captar más recursos de los que obtenía por la emisión de bonos y notas de corto plazo y la venta de grupos indiscriminados de créditos. La llamada “ingeniería financiera” fue puesta en acción y su resultado fue el diseño del producto que más tarde permitiría a todo el sistema financiero internacional un crecimiento desbordado: la “securitización” de los créditos hipotecarios. Fannie Mae desarrolló la práctica de emitir títulos que tenían como sustrato grupos de créditos hipotecarios organizados y catalogados de acuerdo con su grado de riesgo, determinado éste mediante la utilización de métodos estadísticos y econométricos, su plazo de vencimiento, etcétera, llamados Mortgage Backed Securities, MBS; los principios fundamentales en los que descansaba esta actividad eran: (1) que los portafolios en venta se integraban buscando un equilibrio entre el riesgo –que de partida se diluía, hasta hacerse insignificante, en el promedio de los numerosos riesgos individuales– los intereses y principal que devengaban y su precio y (2) que, incorporados en los títulos emitidos, y cuidadosamente estructurados de acuerdo con su nivel de riesgo medido acuciosamente, los créditos hipotecarios tendrían mayor liquidez, podrían comprarse y venderse con una facilidad infinitamente mayor y a un rango más amplio de inversionistas; la circulación del capital en este campo tendría una velocidad acrecentada y su rotación sería más rápida. En la forma anterior, los créditos se inmovilizaban en el portafolio de Fannie Mae o en manos de los inversionistas que los adquirían y ahí se detenía su circulación; la rotación del capital se mantenía en niveles excesivamente bajos. Fannie Mae adquirió así una capacidad notablemente extraordinaria para apoyar, como institución de segundo piso, un explosivo crecimiento del crédito al consumo de la banca comercial. Para un conocimiento más completo de lo que son los MBSes, de su estructura y características, de los diversos tipos que existen, de los usos de estos instrumentos financieros, de la determinación de su precio, etcétera, recomendamos al lector el artículo de Wikipedia denominado Mortgage Backed Securities.1 En 1981 empezó Fannie Mae a vender Mortgage Baked Securities, es decir, títulos garantizados con hipotecas, instrumentos que tenían las características del modelo anteriormente descrito. Fannie Mae estableció un “Swap Program” por el cual se permitía a las instituciones de préstamo vender sus créditos a cambio de los títulos garantizados con hipotecas (MBSes) emitidos por aquella. Fannie Mae garantizaba el pago en tiempo de los intereses y el principal de los créditos subyacentes a cambio de honorarios, Para 1988 Fannie Mae había emitido más de $140 mil millones de títulos garantizados con hipotecas. 1 Wikipedia, the free Encyclopedia, Mortgage Backed Securities, page last modified on June 2011 at 18:06, www.wikipedia.org.

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En 1985 empezó a obtener fondos del extranjero para financiar sus compras. En 1987 inició la comercialización de los Real State Mortgage Investment Conduits (REMICs) que son títulos confeccionados a la medida de las necesidades del inversionista en términos de fechas de vencimiento, lo que permitió a la institución atraer inversionistas que normalmente no estaban interesados en los productos relacionados con la inversión en hipotecas. El papel tradicional de Fannie Mae en la industria ha permitido establecer una fuente de liquidez para el mercado de las hipotecas “conforming” de tasas fijas; Fannie Mae extendió sus actividades hacia los mercados de préstamos subprime, multifamiliares y de tasa ajustable. Empujado por Wall Street entró en áreas de riesgo como los préstamos subprime y “Home equity”. El mecanismo de su funcionamiento, en su fase de madurez, era el siguiente: Los compradores de casas obtienen financiamiento a través de los prestamistas hipotecarios, típicamente instituciones de depósito o bancos hipotecarios. Los prestamistas primarios, a su turno, deciden sí y en su caso cómo retener estos activos financieros. El prestamista puede conservar las hipotecas como “préstamos totales” en sus hojas de balance; puede también intercambiar las hipotecas por títulos garantizados con hipotecas (MBSes) (los cuales pueden ser conservados como activos en sus hojas de balance o ser vendidos en el mercado secundario); o el prestamista puede vender los activos hipotecarios inmediatamente. Estas son las últimas dos áreas en donde Fannie Mae y Freddie Mac se involucran. Fannie Mae y Freddie Mac adquieren el riesgo de incumplimiento de las hipotecas a través de un programa de intercambio y un programa de efectivo. Primero, bajo el programa de intercambio, un prestamista selecciona y reúne un grupo de hipotecas y lo intercambia por títulos garantizados por hipotecas (MBS), los cuales son emitidos y garantizados por Fannie Mae o Freddie Mac. Estos títulos “simples” representan un interés indiviso –el derecho a recibir los pagos de los intereses (menos una retribución) y el pago del principal– en el mismo grupo de créditos. Los intermediarios financieros (esto es, bancos comerciales y otros depositarios) que se hubiesen inclinado por mantener sus préstamos hipotecarios en su portafolio de activos son los que usan este programa de intercambio. Segundo, bajo el programa de efectivo, Fanny Mae y Freddie Mac simplemente compran los préstamos hipotecarios a los prestamistas (por ejemplo, bancos hipotecarios) con dinero en efectivo. Subsecuentemente, la empresa apoyada gubernamentalmente (GSE) puede elegir reunir algunos de esas hipotecas como colateral en un MBS o simplemente conservar los préstamos en su portafolio como una inversión. El programa de intercambio permite a los prestamistas hipotecarios deshacerse del riesgo del crédito asociado con un grupo de hipotecas mediante el pago de una cuota anual a Fannie Mae o Freddie Mac, la cual es del orden de 20 puntos base del balance principal del grupo de préstamos. La cuota anual –comúnmente conocida como “cuota de garantía” – representa un pago a las GSEs por la asunción del riesgo del grupo de créditos; y por consiguiente por la garantía otorgada por las GSEs para el pago oportuno de los intereses y el principal a los tenedores de títulos.2 Frame W. Scott, White Lawrence J. Emergin competition and risk-taking incentives at Fannie Mae and Freddie Mac, Federal Reserve Bank of Atlanta, Working Paper Series, February 9, 2004, www.frbatlanta.org.

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El papel de las GSEs en el moderno sistema financiero, lo explica Alan Greenspan en el siguiente texto: Testimonio del Director Alan Greenspan ante el Comité de Banca, vivienda y asuntos urbanos del Senado de los Estados Unidos, febrero 24 del 2004. Sr. Presidente, Senador Sarbanes, y Miembros del Comité: Gracias por invitarme a discutir el papel de las empresas relacionadas con la vivienda apoyadas gubernamentalmente (Government-sponsored enterprises, GSEs) en nuestra economía. Las GSEs –la Asociación Federal Nacional de Hipotecas (Federal National Mortgage Association (Fannie Mae)), la Corporación Federal de Hipotecas para préstamos sobre viviendas (Federal Home Loan Mortgage Corporation (Freddie Mac)), y los Bancos Federales de préstamos para viviendas (Federal Home Loan Banks (FHLBs)) en conjunto dominan el financiamiento de la vivienda residencial en los Estados Unidos. Efectivamente, estas entidades han crecido hasta llegar a estar entre las más grandes instituciones de los Estados Unidos, y se encuentran detrás de $4 billones de dólares en hipotecas, o más de los tres cuartos de las hipotecas de viviendas unifamiliares en los Estados Unidos, ya sea mediante la posesión directa de los activos constituidos por hipotecas o asumiendo el riesgo de sus créditos. En vista de sus ligas con el gobierno y la que en consecuencia es una deuda subsidiada que emiten en los mercados privados, no es sorprendente que estas GSEs hayan venido a estar bajo un creciente escrutinio en la medida en que su presencia competitiva se ha incrementado en el mercado. En mis comentarios no me referiré a los Bancos Federales de préstamos para la vivienda, a pesar de que gran parte de estos análisis se aplican también a ellos. De hecho, porque los Bancos de Préstamos para la vivienda pueden diseñar sus previsiones para abarcar cada tipo de riesgo, su análisis es más complejo que el de otros GSEs y, en consecuencia, generan cuestiones adicionales. Durante la década de los años 1980 y en los primeros de la década de los 1990, Fannie Mae y Freddie Mac (de aquí en adelante Fannie y Freddie) hicieron una importante contribución al desarrollo de los mercados secundarios de préstamos hipotecarios para vivienda y a la diversificación de las fuentes de fondos para las instituciones de depósito y otros originadores de hipotecas. Aunque el riesgo de que un prestatario de una hipoteca sobre su vivienda pueda caer en la insolvencia es pequeño para cada hipoteca individual, los riesgos pueden ser sustanciales para una institución financiera que posee un gran volumen de hipotecas sobre viviendas concentrados en una o unas pocas áreas del país. Las posibles consecuencias de una concentración del riesgo de este tipo fueron ilustradas muy vivamente por los eventos de los años de la década de 1980, cuando los precios del petróleo cayeron y la calamidad económica posterior produjo numerosos incumplimientos en las hipotecas en Texas y estados vecinos. Los mercados secundarios, encabezados por Fannie and Freddie, permiten a los generadores de hipotecas diversificar los riesgos geográficamente y entonces conceder con más seguridad una mayor cantidad de créditos hipotecarios sobre residencias que lo que en otras circunstancias sería prudente. La clave para el desarrollo de los mercados secundarios fue la “securitización”, el proceso por el cual las hipotecas son reunidas en grupos (“pools”), empaquetadas y convertidas en títulos (“securities”) que pueden ser comprados y vendidos junto con otros títulos de deuda. La securitización que realizan Fannie y Freddie permite a los generadores de hipotecas separarse de casi todos los aspectos del riesgo asociado con los préstamos hipotecarios. Una vez que el generador vende el préstamo en el mercado secundario, él o ella pueden no tener papel alguno en el contrato. Este desarrollo era particularmente importante antes de la emergencia de instituciones bancarias verdaderamente nacionales porque proporcionó un método

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dramáticamente mejorado para diversificar el riesgo del crédito hipotecario. Fannie y Freddie demostraron que por medio de la diversificación de los portafolios de hipotecas e insistiendo en la aplicación de sólidos estándares en la suscripción de préstamos, el riesgo del crédito asociado con la propiedad de hipotecas que están conformes con los requerimientos legales (“conforming”) podría ser reducido a niveles muy bajos y ser distribuido entre una amplia variedad y un gran número de inversionistas. Esta innovación en el mercado de hipotecas condujo a la securitización de muchos otros activos y a la creación de muchos otros tipos de títulos. Durante la década de los años 80 del siglo pasado, las GSEs guiaron al sector privado en la introducción de esta innovación y su contribución mejoró la estabilidad de nuestros mercados financieros. La securitización de las hipotecas continúa desempeñando esta crucial función y sus técnicas son ahora aplicadas por el sector privado en muchos mercados, incluyendo el mercado de préstamos automotrices, préstamos en tarjetas de crédito, hipotecas que no tienen todos los requisitos (“non-conforming”) e hipotecas comerciales. Los títulos garantizados por activos (asset backed securities) y los mercados secundarios en los cuales ellos generalmente se comercian proporcionan a ambos, los poseedores de casas y los hombres de negocios, un excelente acceso al crédito con una apropiada tasa de interés ajustada al riesgo. Además, la oferta de crédito es mucho más estable ahora que antes porque en la actualidad se sustenta en una base mucho más amplia de potenciales fuentes de fondos. Quien aspira a una vivienda no depende ya de la voluntad del banco comercial o de la asociación de ahorro y préstamos para obtener su hipoteca. Igualmente, las fuentes de crédito disponibles para los compradores de carros y usuarios de las tarjetas de crédito se han expandido ampliamente hasta las instituciones locales de crédito. Sin el conocimiento de dichos deudores, sus préstamos pueden estar en posesión de un fondo de pensiones, una compañía de seguros, un fondo universitario o cualquier otro inversionista que se encuentre lejos del área local. Este desarrollo ha facilitado el crecimiento sustancial de los créditos al consumo distintos de las hipotecas. En los Estados Unidos más de $2 billones de activos securitizados existen sin garantía gubernamental, ya sea explícita o implícita.3

La securitización de los créditos hipotecarios y de otros créditos al consumo, es decir, su incorporación en grupo a un título, se convirtió en una práctica generalizada entre las instituciones financieras de los Estados Unidos que imprimió su sello a toda la actividad crediticia durante la fase previa al desencadenamiento de la crisis financiera.

Los Asset Backed Securities, ABSes (Títulos garantizados con activos) El modelo de securitización desarrollado por las GSEs (Fannie Mae y Freddie Mac) fue utilizado para impulsar el crecimiento de otros sectores dedicados al financiamiento de la adquisición de bienes de consumo. Se lanzaron al mercado títulos garantizados con otras clases de activos, tales como préstamos para adquirir autoTestimony of Chairman Alan Greenspan, Government-sponsored enterprises, Before the Committee on Banking, Housing, and Urban Affairs, U. S. Senate, February 24, 2004, The Federal Reserve Board, News and Events, Testimony and Speeches, www.federalreserve.gov.

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móviles, préstamos en tarjetas de crédito, hipotecas “non-conforming” e hipotecas comerciales, etcétera, denominados genéricamente Asset Backed Securities (ABSes). Los principios fundamentales en los que descansaba la emisión de estos títulos eran los mismos que daban sustento a los Mortgage Backed Securities (MBSes): la incorporación en un título de amplia y rápida circulación de una multitud de créditos individuales que por sí mismos poseían una muy baja o nula capacidad de ser comercializados y la reducción sustancial del riesgo por medio de su dilución en el promedio de miles de créditos y por la estructuración ponderada de los portafolios (“pools”) mediante la cual se lograba un equilibrio entre los riesgos altos y bajos para obtener un riesgo promedio lo menor posible. Un detallado estudio sobre estos instrumentos crediticios se encuentra en la página de Wikipedia bajo el título de Asset Backed Securities.4 Por medio de la securitización, ampliada a todo aquello que produzca ingresos periódicos, el sector financiero de la sociedad de consumo logró captar cantidades superlativas de capital-dinero que circularon a una mayor velocidad y, a través del crédito al consumo que la banca comercial pudo conceder ahora en cantidades astronómicas, consiguió que el capital mercantil realizase en forma acelerada e incesantemente repetida el capital-mercancías en el que el capital industrial de las ramas productoras de bienes de consumo estaba materializado. La realización rápida y renovada, sin solución de continuidad, del capitalmercancías de la sociedad de consumo hizo posible que el capital industrial de esas ramas productivas rotara a una velocidad mayor y que por tanto obtuviese un monto superior de ganancias; con estos recursos y los que gracias a su alta rentabilidad pudieron lograr de la emisión de valores bursátiles o de préstamos bancarios, las industrias productoras de bienes de consumo entraron a un período de acumulación en gran escala y de producción creciente. Se forjó entonces un entrelazamiento muy estrecho del capital financiero con el consumo masivo y, a través de éste, con la producción de bienes de consumo masivo. Todos estos elementos entraron en una relación de mutuo engendramiento por el cual el crecimiento exorbitante de uno implicaba el del otro, y viceversa; el resultado fue un incremento inmenso del capital financiero, del capital mercantil y del capital industrial que tuvo como centro de gravitación el consumo masivo.

Los Collateralized Debt Obligations, CDOs (Obligaciones garantizadas con débitos) Mediante la securitización, el sistema financiero propició el trasvasamiento de una parte sustancial del capital-dinero hacia las ramas que producen bienes de consumo, principalmente a la industria de la construcción de casas habitación; hubo, por tanto, un gran incremento en la producción en esta rama industrial y con base en él se dio un impulso poderoso a toda la economía. 4

Wikipedia, the free Encyclopedia, Asset-Backed Security, page last modified on 23 March 2011.

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La acelerada marcha de la sociedad de consumo en todos los frentes avivó el hambre de ganancia de los capitalistas, pero en una forma agravada la de los representantes del capital financiero. Teniendo como base el novedoso instrumento de la securitización, el sistema financiero se dedicó a la tarea de perfeccionar este mecanismo con la finalidad de obtener una tasa y un volumen mayores de ganancia. La securitización tiene como su objetivo fundamental el establecimiento de un mercado secundario de activos de diversa naturaleza; esto permite, en primer lugar, que a través de la compra de los créditos securitizados una cantidad enorme de recursos frescos se haga llegar a la banca de primer nivel y, a través de ella, a las ramas productivas correspondientes y, en segundo, que el capital (comercial, industrial y financiero) tenga una tasa más alta de rotación y que, en consecuencia, se incrementen la cuota y la masa de ganancia del capital total y, en especial, desde luego, las de aquel sector que conduce este proceso, el sistema financiero de la economía. Sin embargo, el flujo de recursos cesa precisamente en el punto en el cual los bonos producto de la securitización son vendidos, que es en donde también, por fuerza, se detiene su circulación. En su incesante búsqueda de niveles cada vez más altos de ganancia, el capital financiero amplía el proceso de securitización en los siguientes aspectos: 1) los diversos participantes en el mercado financiero (compañías de seguros, fondos mutuales, fideicomisos, fideicomisos de inversión, bancos comerciales, bancos de inversión, fondos de pensiones, hedge funds, banca privada y vehículos de inversión estructurados (SIV)) adquieren conjuntos (pools) de créditos (MBSes, ABSes, etcétera) a través de una entidad de propósitos especiales creada ex profeso y que está por completo fuera de su hoja de balance; 2) esta entidad especial emite notas o bonos que representan a los activos subyacentes; 3) los activos tienen una sola calificación de riesgo, pero son divididos en porciones (tranches), de las que se emiten notas o bonos específicos a los que se asignan niveles diferentes de riesgo –y, por tanto, tasas de interés diferentes– determinados por el orden en que se deben aplicar las disminuciones del flujo de efectivo cuando se presenta el incumplimiento de los deudores originarios y las pérdidas que puedan tener los activos subyacentes; así, las notas que representan las porciones superiores son pagadas con los flujos de efectivo de los activos subyacentes antes que las porciones medias e inferiores y las disminuciones y las pérdidas son soportadas primero por las inferiores y las medias y sólo al final por las superiores; igualmente, los intereses más altos son pagados a los poseedores de las notas de las porciones inferiores y los más bajos a los de las superiores; 4) los emisores de CDOs contratan seguros (credit default swaps) para el caso de que se presenten incumplimientos en el pago de los intereses y del principal de los créditos subyacentes;

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5) los emisores venden las notas o bonos a bancos, compañías de seguros, fondos de inversión, hedge funds e individuos ricos; 6) los adquirentes de notas o bonos garantizados con créditos (CDOs) son, ahora sí, por lo general, los últimos tenedores de los créditos subyacentes, pues no hay un mercado secundario de CDOs, aunque algunos emisores asuman el compromiso de recompra, bajo ciertas circunstancias, de los títulos que lanzan a la circulación; los créditos originarios han pasado del banco emisor a la entidad de segundo nivel que los securitiza y de ésta al vehículo de propósito especial que los vende en la forma de CDOs al tenedor final. Las características especiales con que el capital financiero dota en los CDOs a los créditos securitizados, son las siguientes: 1) la creación de niveles de riesgo por completo desvinculados del riesgo que realmente poseen los créditos subyacentes y la comercialización de esas categorías de riesgos; 2) la incorporación en los CDOs de un seguro específico (credit default swap, CDS) contra el incumplimiento de los pagos de los deudores. En la fase inmediata anterior, la securitización había llevado hasta sus últimas consecuencias el manejo del conocimiento de los niveles de riesgo de los distintos valores; los portafolios (pools) se integraban, previa medición del riesgo lo más exacta posible realizada mediante sofisticados instrumentos estadísticos y econométricos, con acervos de activos en los que, también utilizando modelos matemáticos específicos, se establecía un equilibrio determinado entre el riesgo y el flujo de efectivo de los créditos subyacentes. El riesgo era un factor objetivo preexistente que podía ser conocido con menor o mayor precisión, pero que no podía ser manipulado en forma alguna. Los CDOs tienen como uno de sus principios fundamentales precisamente la creación del riesgo (riesgo sintético), su diversificación en cuando menos 3 niveles y su venta a los inversionistas; no se comercian ya activos que tienen un riesgo determinado, sino riesgos que tienen como sustrato ciertos activos. El riesgo real de los activos pasa a un segundo plano en la consideración de los emisores y adquirentes de los bonos garantizados con débitos. La diversificación del riesgo sintético, que como decimos da lugar a cuando menos tres niveles de riesgo con sus respectivas distintas tasas de interés (la más baja de las cuales es sustancialmente más alta de las que tienen la mayoría de los otros activos en el mercado), y la garantía que proporcionan los “swaps” para el caso de incumplimiento de los deudores originales (CDSes), atraen a una porción creciente de la enorme cantidad de capital-dinero que intenta valorizarse en la sociedad de consumo; sobre todo, las notas y bonos que son calificados con más riesgo y que en consecuencia pagan intereses más altos, son los que se convierten en la mercancía favorita de este mercado. El capital-dinero que capta el sistema financiero por medio de los CDOs estimula en una medida superlativa el crédito al consumo; éste, a su vez, excita la pro-

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ducción de bienes de consumo; y ésta, por su parte, incita la producción en todas las demás ramas de la economía. Hay una mutua implicación de todos estos elementos y en la economía en general se establece una tasa de ganancia más alta y se producen montos de ganancia más voluminosos. La naturaleza y características principales de los CDOs se consignan con suficiente extensión y profundidad en los artículos Collateralized debt obligations CDOs de Wikipedia y Collateralized debt obligation CDO de Wikinvest. 5, 6

Los Credit Default Swaps, CDSes (Seguros para el incumplimiento de créditos) y el crédito al consumo La securitización de los créditos había llegado, como ya lo anotamos anteriormente, hasta la invención de los CDOs; a través de estos instrumentos el capital-dinero fluía en cierta medida hacia la industria y el comercio. Los CDOs son la forma más retorcida que utiliza el sistema financiero para atraer fondos; teniendo como base un determinado nivel de riesgo en los activos subyacentes (hipotecas subprime, por ejemplo), lo que se vende en el CDO son las disminuciones que hipotéticamente se generarían, en el caso de insolvencia, en los ingresos y el valor capital de los diversos tramos del título; así, los tramos medios e inferiores del CDO serían los primeros en enfrentar la insolvencia de la totalidad de los activos (es decir, serían los primeros en no recibir los intereses de su título y en ver reducido su capital), por lo que el precio de las notas respectivas es el más bajo y los intereses que reciben los más altos; al contrario, los tramos superiores serían afectados sólo subsidiariamente, por lo que sus títulos son los que tienen precio más alto y perciben los intereses más bajos. Aunque el nivel de riesgo de los activos subyacentes sigue siendo el mismo, sin embargo la totalidad del riesgo sintético se concentra en los tramos inferiores del CDO. Los precios bajos y altos intereses (aunque gravados por una alta concentración del riesgo) de las porciones bajas del CDO y la seguridad relativa de las otras partes del título, ofrecieron a los inversionistas una amplia gama de opciones (acordes con su “apetito de riesgo”) para colocar su dinero en mejores condiciones que las que ofrecían los instrumentos tradicionales y se convirtieron así en el polo de atracción de grandes cantidades de capital-dinero. Un obstáculo, sin embargo, evitaba la más plena aceptación por los inversionistas de estos instrumentos crediticios: la alta densidad del riesgo en los tramos inferiores de los CDOs. Para superar este impedimento, la ingeniería financiera de Wall Street diseñó los CDSes, que son en esencia contratos de seguros por los cuales la institución aseguradora toma, a cambio de una prima, el riesgo de los incumplimientos en los Wikipedia, the free Encyclopedia, Collateralized debt obligations CDOs, page last modified on June 2011 at 13:50, www.wikipedia.org. 6 Alim, Waseem y Shoohfi, Tom, Collateralized debt obligation (CDO), Wiki analysis, Wiki Project Definitions, wikinvest, www.wikinvest.com, page last modified April 9-2011, 2:58 5

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activos subyacentes. Cada CDO tiene adosado ahora un CDS, lo que le da una mayor capacidad de ser comercializado. Con este último avance se despeja el camino para que los CDOs se emitan y se vendan en cantidades realmente fabulosas y, también, para que se prepare la fase especulativa de este ciclo del capital financiero con el diseño de los CDSes sintéticos que, como lo veremos, son la especulación pura y simple. Al quedar plenamente constituida la nueva estructura del sistema financiero internacional y totalmente formados los instrumentos crediticios correspondientes, se inaugura una etapa frenética de otorgamiento de créditos al consumo, securitización de los mismos, incorporación de los créditos securitizados a CDOs y su aseguramiento mediante CDSes; un verdadero torrente de capital-dinero global se desplaza hacia el sistema financiero norteamericano, el cual se aplica al desenvolvimiento de las industrias productoras de bienes de consumo (casas, principal pero no únicamente) cuyo desarrollo conduce mucho más allá del punto en que se satura la demanda efectiva. En un artículo de Shah Gilani se proporcionan valiosos conceptos acerca de la naturaleza de los Collateralized Debt Obligations, CDOs.7 El producto más alto de lo que se ha dado en llamar “ingeniería financiera” (que no es otra cosa que la avidez insaciable de lucro de la forma más irracional del capital, del capital bancario, expresada en modelos matemáticos) en la sociedad de consumo, son los llamados “credit default swaps” (coberturas de riesgos crediticios). Se trata de un instrumento financiero en el que se conjugan un seguro y un título de deuda. Un “swap” (intercambio) es el instrumento por el cual se cubren los riesgos que el contratante puede tener en un determinado patrimonio por la realización de un evento futuro (cambios en las tasas de interés, en los tipos de cambio de las monedas extranjeras, en los precios de los bienes, etcétera). Los “swaps” pertenecen a la abigarrada variedad de seguros que existe necesariamente en el régimen de producción capitalista. En este tipo de sociedad el mercado es una fuerza impersonal, una sustancia con vida propia que se impone a los productores privados; los precios de las mercancías, las tasas de interés, los tipos de cambio, etcétera, se forman a espaldas de los concurrentes al mercado y cambian constantemente sin que éstos tengan control alguno sobre ellos. Esto se traduce en un alto grado de aleatoriedad en las operaciones mercantiles que puede causar serios daños en los patrimonios de los capitalistas; con el fin de reducir al mínimo esos perjuicios económicos se establecen seguros especiales que garantizan ese resultado. Surge así una rama específica de negocios, las aseguradoras, que se convierten en un campo especial de inversión de capital que prospera en la medida que lo hace el régimen capitalista en general. Gilani, Shah, The Real Reason for the Global Financial Crisis… the story No One`s Talking About (Part I of a three-part series looking at how so-called “credit default swap” derivatives could ignite a worldwide capital markets meltdown.), Contributing Editor, Money Morning, Thursday, September 18th, 2008, www.moneymorning.com.

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La industria de los seguros es un monumento a la irracionalidad que se levanta a sí mismo el régimen de producción capitalista. Es el reconocimiento explícito de la preeminencia absoluta de la anarquía del mercado sobre los productores privados. Junto a los tipos tradicionales de seguros se ha desarrollado una nueva línea que tiene como objeto los títulos de deuda. Estos títulos pueden ser valores lanzados a la circulación por las empresas, deuda soberana, deuda emitida por empresas, organismos y agencias estatales, hipotecas, etcétera. La empresa de seguros asume la obligación de cubrir el total del valor nominal del título en el caso de que la deuda no se pague a su vencimiento y como contrapartida recibe un pago inicial y primas periódicas por un lapso de tiempo determinado. La empresa aseguradora recibe el pago y las primas y el contratante del seguro queda con la propiedad del mismo y del título de crédito que está en la base de la operación. El valor nominal del título está así asegurado para el caso de que el obligado no lo cubra. Los intermediarios financieros ven en este nuevo producto una oportunidad de oro de incrementar sus ingresos. Por un lado, realizan su labor tradicional de comprar deuda con el fin de revenderla, pero ahora le dan un valor agregado a su mercancía al adicionarle un “swap” (credit default swap) que contratan con una institución de seguros. Después reúnen (empaquetan) en fondos especiales títulos de deuda de distintas clases, cada uno con su respectivo “swap”, y así empacados son ofrecidos en el mercado. El atractivo de estos paquetes, y lo que les da un alto precio, es precisamente la garantía de pago de las deudas que ofrece la empresa aseguradora. Este nuevo producto era conceptuado por sus creadores como el medio por el cual se garantizaba un flujo perenne de recursos en el sistema financiero, ya que en aquel va implícita la imposibilidad teórica de que el tenedor de los títulos no reciba el valor de los créditos, pues éste siempre estará garantizado. Lo que los “ingenieros financieros” de JP Morgan no podían ver era que precisamente ese monstruoso volumen de capital que se inyectaba al sistema financiero por medio de los fondos de títulos garantizados con “swaps” tenía por fuerza que llevar a una colosal sobreproducción, a la caída de los precios, al quebranto de las empresas, a la brutal reducción de los ingresos del capital y del trabajo, etcétera, y en consecuencia haría imposible en forma generalizada que los créditos garantizados con “swaps” fuesen pagados. Los intermediarios financieros, poseídos por la locura que alimenta el hambre insaciable de ganancias, se dedicaron febrilmente a comprar créditos y seguros, empaquetarlos y venderlos por literalmente toda la faz de la tierra. Así, recabaron globalmente fabulosas cantidades de recursos excedentes que provenían de empresas nacionales, transnacionales, globales, bancos globales, nacionales y estatales, gobiernos, empresas y organismos gubernamentales, inversionistas privados, etcétera, los cuales fueron utilizados para comprar más títulos de deuda y seguros que a su vez serían también vendidos, continuándose así el ciclo indefinidamente. Todas las tesorerías del mundo constituyeron una buena parte de sus activos con los paquetes

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de créditos garantizados con “credit default swaps” que había puesto a circular la plutocracia norteamericana. Los títulos de crédito asegurados por los “swaps”, que estaban contenidos en los paquetes vendidos por los intermediarios financieros, eran de gran variedad, como ya lo hemos señalado; pero en los últimos años el grueso de los valores “empaquetados” estaban integrados por títulos de hipotecas, principalmente de casas habitación en los Estados Unidos. Se formó entonces una relación especial: el desarrollo de una industria productora de bienes de consumo en la metrópoli del imperio, la industria de la construcción de casas habitación, se convirtió en la base del desarrollo de la economía mundial, y ésta a su vez era el punto de apoyo de la industria metropolitana de casas habitación.

Diversos tipos de créditos al consumo que son “securitizados” El crédito para la adquisición de casas habitación Con el auge de los paquetes de títulos de deuda asegurados (“credit default swaps”), prosperó también la línea tradicional de la banca de crédito al consumo de bienes duraderos en el rubro correspondiente a la construcción de casas habitación. Lo peculiar de esto es que en la simbiosis que se estableció entre la economía mundial y los títulos de deuda asegurados, la imperiosa necesidad de aquella de obtener cuantiosos recursos para acumular exigió que los créditos para la construcción de casas habitación se otorgaran también en un volumen gigantesco; una enorme cantidad de créditos para casas habitación se concedieron sin atender ya para nada a la capacidad de pago de los acreditados, sino únicamente a las necesidades de acumulación de la economía mundial. Las casas habitación constituyen el paradigma de los bienes de consumo. Como mercancías, en ellas concurren todas las características que ya señalamos para los bienes de consumo en la sociedad capitalista de consumo. La vivienda individual, propiedad privada del trabajador, es la extensión necesaria de la propiedad privada que éste ejerce sobre sí mismo, es una prolongación de su propia corporeidad. La propiedad privada del individuo trabajador sobre la vivienda individual es una cruel caricatura de la propiedad privada capitalista. La hipoteca que generalmente gravita sobre ella le concede al poseedor sólo un precario usufructo; ejerce únicamente una posesión derivada, pues la plena propiedad pertenece a los capitalistas mientras no se termine de pagar la totalidad del crédito, lo cual puede suceder hasta en un plazo de 40 años. Y desde luego que muchos trabajadores aprovechan este larguísimo plazo porque en el ínterin pueden obtener una ampliación del crédito, cuando los precios de las casas aumentan, lo que les permite extender su capacidad de consumo. Es así que la muerte los sorprende antes de que lleguen a tener la propiedad plena sobre “sus” casas.

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Esa posesión derivada del trabajador sobre su vivienda está sujeta por completo a la precariedad de la vida del individuo en la sociedad capitalista: puede suceder que en un determinado momento le sea imposible seguir pagando su crédito y por tanto la vivienda tenga que rematarse al mejor postor; también, la altamente probable disolución de la familia (divorcio) posiblemente lo obligue a vender su vivienda, entregarla al cónyuge o a los hijos, etcétera. Suponiendo que el trabajador logre mantener esa posesión por un tiempo más o menos largo, el desgaste del inmueble lo obligará a erogar en reparaciones absolutamente necesarias cantidades que pueden llegar a ser iguales o mayores que el valor del crédito hipotecario. En principio, la vivienda es el lugar en el que se forma y desarrolla la familia, que es la célula de la sociedad capitalista; pero en la moderna sociedad de consumo los hijos son expelidos desde muy temprana edad, por las exigencias de esta misma forma de organización económico-social y a causa de la fuerza centrífuga que en la familia existe, del seno del hogar hacia el ancho mundo del régimen capitalista. La razón de existencia del hogar individual se agota muy tempranamente y la vivienda es de aquí en adelante un cascarón vacío, despojado de todo contenido. En el reducido período de tiempo durante el que conviven todos los miembros de la familia en la vivienda paterna, ésta es, por su propia naturaleza, el campo de la mutua discordia entre los cónyuges, los hijos, y los padres y los hijos, la cual puede llegar a la violencia más brutal, y el lugar en el que se gestan los deseos más insanos entre sus miembros (complejo de Electra, de Edipo, etcétera) y se producen las más oscuras y reprobables conductas, como la infidelidad, el abuso sexual, el incesto, etcétera, amén de la explotación pura y simple de unos por otros. El uso de la vivienda para las funciones naturales de los miembros de la familia está determinado también por el hecho psicológico fundamental de la sociedad de consumo: el mecanismo displacer-placer para la satisfacción de las necesidades. El uso y disfrute de la vivienda (la idílica “vida en familia”) es un placer, el cual es alimentado por su opuesto, el displacer, que en lo fundamental tiene su origen en las preocupaciones y angustias que el mantenimiento de la precaria posesión de la vivienda ocasiona y en el malestar que la miseria moral de las relaciones familiares produce necesariamente. La reivindicación revolucionaria que ante toda esta situación se impone, es: la abolición de la familia individual y de su lugar de reunión, la casa-habitación familiar, y el establecimiento de la vida y el hogar colectivos.

El crédito al consumo de automóviles Otra línea proverbial de crédito bancario al consumo es la del que se proporciona para la adquisición de automóviles. El capitalismo de consumo, a través de los mecanismos que ya describimos anteriormente, suscitó un descomunal aumento de la producción de automóviles y al mismo tiempo encendió entre los consumidores el deseo irrefrenable de poseerlos. El capital bancario, al ver aquí otro filón más para

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su enriquecimiento, extendió masivamente el crédito, también sin tomar en cuenta la capacidad real de pago de los solicitantes. El automóvil individual es otro ejemplo de un relevante bien de consumo. La separación entre los lugares en los que el trabajador realiza la actividad productiva, la vida familiar, la educación de los hijos, el entretenimiento, etcétera, que en las modernas ciudades se extiende a varias decenas de kilómetros, los obliga a utilizar cada vez más un medio de transporte individual, el automóvil. Desde luego que esta necesidad sólo existe a causa de la naturaleza específica del régimen de producción capitalista y no tendrá porque ser ahí en donde se establezcan la producción y el consumo colectivos y en general la vida colectiva, lo que implica necesariamente la reunión en un mismo lugar de las actividades colectivas vitales de producción, consumo, reproducción, descanso, etcétera de grandes masas de seres humanos. La necesidad del desplazamiento individual y familiar a los distintos lugares en los que se realiza la actividad vital de los trabajadores habrá desaparecido y en su lugar se establecerá, de acuerdo a las necesidades sociales, su traslado colectivo. En la adquisición, uso y disfrute del automóvil individual se reconocen también todas las características que en apartados anteriores hemos señalado para el consumo de bienes y servicios en general. Aquí igualmente la consigna revolucionaria es: eliminación total de la industria del automóvil.

Las tarjetas de crédito En la cúspide de esta fase de existencia del capitalismo de consumo, el capital bancario concede masivamente créditos al consumo en general a través del instrumento de las tarjetas de crédito. De la misma manera que en los casos anteriores, la inmensa mayoría de los tarjeta habientes tienen una capacidad de pago muy reducida o no la tienen en absoluto.

Los paquetes de CDSes y la acumulación de capital Con base en el mecanismo financiero de la compra y venta de los paquetes de títulos de crédito con su “swap” adosado, el régimen capitalista mundial entra en una fase de su desarrollo desbocado. Chorros de capital fluyen por el aparato circulatorio global e impulsan un crecimiento desbordado de la producción y del consumo. El principio fundamental que informa en su totalidad al régimen capitalista, el hambre insaciable de ganancia, adquiere una potencia nunca antes vista. El único móvil de las empresas es presentar volúmenes constantemente incrementados de ganancias. Estas se miden acuciosamente, día a día, semana a semana, mes a mes, trimestralmente, etcétera, con la finalidad de eliminar inmediatamente cualquier freno que se presente en la tendencia alcista.

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Se forma una generación de ejecutivos educados exclusivamente en este precepto del aumento incesante de la ganancia; su labor consiste en mantener la tasa de ganancia a su máximo nivel porque las altas ganancias son el imán de grandes recursos y éstos a su vez la fuente de ganancias más grandes. Para ello impulsan exaltadamente la innovación en los procesos productivos y de consumo y en las funciones del capital mercantil y bancario. A la par con las innovaciones, también se dedican a desarrollar los movimientos contables que los resquicios legales permiten y presentar en sus estados de resultados la mayor cantidad de sus recursos como ganancias en detrimento de los distintos fondos de garantía que están obligados a mantener. Estos ejecutivos son remunerados con altos salarios y bonos que están en función precisamente de los ascensos que logren en la tasa de ganancia de sus empresas. La exigencia de maximizar sin descanso las ganancias de las empresas lleva necesariamente a sus ejecutivos a saltarse los límites legales y sin rubor alguno simplemente pasan en los balances a la partida de ganancias los recursos que legalmente deben mantenerse como reservas. La actividad de las empresas a través de sus ejecutivos entra de lleno al fácil camino de la ilegalidad y la especulación. Manipular los estados contables, especular con los precios de los bienes y de los títulos, salir fraudulentamente a la Bolsa, realizar fusiones y desagregamientos ilegales, crear empresas fantasma, estafar al fisco, utilizar capital ficticio, violar las leyes antimonopolios, etcétera, son las acciones en las que necesariamente desemboca la necesidad de las empresas de acumular sin medida. El poder político, por su parte, haciendo honor al prejuicio de que la libertad de comercio debe ser irrestricta, promueve y encabeza, en oposición a la sobre regulación de la época del “estado del bienestar”, un movimiento de desregulación que, al final, llega al entronizamiento de la autorregulación de las empresas como un principio inatacable de la economía de mercado. La industria, la banca y el comercio se convierten así en el campo en que actúan abierta y violentamente los vicios que son consustanciales al régimen de producción capitalista: la estafa, el engaño, el robo descarado, la especulación y el crimen en general. La sustancia económica, libre ya de trabas, impulsada por la búsqueda de las ganancias más altas, lo que implica la feroz competencia entre los capitalistas, adquiere un movimiento frenéticamente acelerado que somete a todos los elementos de la producción y del consumo a una agitación convulsiva interminable.

La sociedad de consumo y las pequeñas empresas y los trabajadores independientes La “sociedad de consumo” tiene, en sus inicios, un campo muy grande para las pequeñas empresas y los “freelance”; la pequeña burguesía se emociona hasta el éxtasis con los ejemplos clásicos de los ingenieros recién salidos de las aulas que, con escasos recursos, desarrollan las nuevas tecnologías cibernéticas y de computación e

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internet; investida de su tradicional candorosa estulticia, ve en esto una nueva forma de trabajo, desde luego no capitalista, y un nuevo modelo de empresa, evidentemente tampoco capitalista, que de algún modo son el germen del trabajo humano y de la empresa humana de la sociedad libre del futuro. Sin embargo, la “sociedad de consumo” potencia necesariamente todas las fuerzas económicas que llevan a la concentración y centralización del capital y muy temprano vemos a algunas de las pequeñas empresas y a una parte de los “freelance” convertidos en grandes y enormes empresas y a los modestos ingenieros en verdaderos Cresos de la era moderna, mientras que la gran mayoría de ellos (pequeñas empresas y trabajadores libres) son llevados unas a la ruina y otros a formar parte de la clase de los trabajadores asalariados. (Sobre el papel de la pequeña producción y de la pequeña burguesía en la “sociedad de consumo” véase: Robledo Esparza Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, t. III, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008, pp. 201-225)

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Capítulo X

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La sociedad de consumo y la revolución En este punto de nuestro estudio, el “capitalismo de consumo” se encuentra en la cima de la fase de mutua complementación de todos los contrarios que lo forman; su status es el de la contradicción solucionada, en los términos hegelianos. Hay una extrema fluidez entre los polos de todas las contradicciones, entre la producción y el consumo, entre las distintas funciones del capital industrial, entre las distintas formas del capital (capital industrial, capital comercial y capital bancario), entre los dos sectores de las economías nacionales (sector I y sector II), entre los dos sectores de la economía internacional (sector I y sector II internacionales), etcétera. Todos los elementos del régimen capitalista se engendran mutuamente y dan lugar a una sobre acumulación de capital. Esta suprema acumulación de capital produce necesariamente, en una forma más alta, los elementos de la negación del régimen capitalista. En efecto, el proceso de maquinización y socialización de la producción avanza sustancialmente en el camino de su conversión en una unidad productiva global y la fuerza de trabajo se aproxima en gran medida a su máxima abstracción y a su concentración total en un obrero colectivo, también de extensión global. El instrumento y la fuerza de trabajo colectivos de la especie se forjan en el paroxismo del movimiento económico y por el momento permanecen ajenos uno del otro. La explotación y depauperación de los trabajadores se hace más extrema: las formas clásicas de producción de plusvalía (absoluta y relativa), la intensificación y extensión del trabajo y el consumo masivo tienen un desarrollo vigoroso del que resultan el desgaste y la descomposición total de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, la definitiva anulación de su constitución biológica, la negación radical de su esencia natural humana. La sociedad de consumo tiene como último fundamento la conversión definitiva de los obreros en propietarios privados de sí mismos, en individuos. Como tales, a través de la exaltación desmedida de sus necesidades y su satisfacción, ellos participan activamente en la labor del capital de reforzar sus grilletes, endurecer su explotación y acelerar el proceso de su depauperación. En el capitalismo de consumo se presenta la fase más alta de la formación del instrumento colectivo y del sujeto colectivo, es decir, del obrero colectivo.

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La reunión de estos dos elementos integra la naturaleza superior de la especie humana: un obrero colectivo total que posee un instrumento colectivo total, que es su misma fuerza de trabajo materializada, por medio del cual actúa sobre la totalidad de la naturaleza con la finalidad de satisfacer colectivamente sus necesidades. El instrumento colectivo encuentra un obstáculo para su constitución definitiva en su fraccionamiento en parcelas de propiedad privada de los capitalistas. El obrero colectivo, por su parte, se ve impedido de realizar su conformación final a causa, primero, de la segmentación a que lo somete la misma parcelación del instrumento en propiedades privadas y, segundo, de la naturaleza de propietario privado de sí mismo con que lo ha dotado el régimen capitalista, fortalecida en grado superlativo por la sociedad de consumo, que erige una traba insuperable a la colectivización del consumo y a la abolición de la individualidad capitalista de los trabajadores, al tiempo que agrava la depauperación de los mismos. El instrumento y el obrero tienden ardorosamente hacia la colectivización; también se exigen acuciantemente uno al otro. El instrumento que se colectiviza demanda un obrero colectivo que se apropie del mismo como un todo y permita así que esa fuerza productiva se desarrolle libremente; el obrero en vías de colectivización reivindica la propiedad del instrumento colectivo para detener y revertir el proceso de depauperación, colectivizar el consumo y abolir la individualidad capitalista de los trabajadores. La separación entre el instrumento y el obrero se trueca en su reunión. La especie humana habrá reivindicado, como elementos de su naturaleza esencial, un instrumento colectivo maquinizado y una fuerza de trabajo y de consumo colectiva totalmente desindividualizada. Este resultado aparece como la reapropiación por la especie humana de su naturaleza esencial, la cual le había sido despojada por el régimen capitalista. Es la restauración de la naturaleza humana de los trabajadores. En su fase de consumo masivo, el régimen capitalista tiene en sí mismo a su otro, el socialismo, en un grado de maduración tal que ya apunta abiertamente hacia su surgimiento a la existencia. La aparición del otro del capitalismo de consumo a la existencia, el establecimiento del socialismo integral, debe producirse con una necesidad ineluctable. La terrible depauperación a que es sometido el proletariado internacional lo acerca peligrosamente a una degeneración irreversible de su naturaleza humana, por lo que es imperioso, para la sobrevivencia de la especie, la reapropiación por ésta de su esencia natural. Al mismo tiempo, la producción y el consumo, el desgaste, la descomposición y degeneración de sus órganos y procesos orgánicos generan en los trabajadores un malestar profundo, una grave desestabilización psíquica y un odio sordo y potente que integran la energía que aquellos despliegan en el trabajo y en el consumo capitalistas, pero que es también la que debe dirigir hacia la anulación de los mismos. La clase obrera se encuentra, a pesar de su creciente colectivización, dividida de acuerdo con la partición del instrumento de producción en propiedades priva-

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das; está fragmentada, además, en sectores radicalmente opuestos entre sí en virtud de sus intereses encontrados: trabajadores agrícolas, mineros, industriales, de los servicios, inmigrantes, aquellos que forman el ejército industrial de reserva, etcétera; está, así mismo, completamente atomizada por el carácter de individuos propietarios privados de sí mismos con que la sociedad de consumo los dota. Los obreros se encuentran en principio separados entre sí, por grupos y como individuos. La burguesía media ha logrado en muchos casos organizar a los obreros en sindicatos, los que, bajo su dirección, sostienen las tradicionales reivindicaciones de defensa del salario, del empleo, de la jornada de trabajo, etcétera y las exigencias económicas y políticas que este sector de la burguesía hace a la plutocracia. En otras ocasiones es la misma oligarquía capitalista la que organiza a los obreros en sindicatos “blancos”, a través de los cuales administra las mezquinas prestaciones laborales que concede a sus trabajadores. Muy excepcionalmente son los mismos obreros los que se organizan sindicalmente, pero las reivindicaciones que sostienen son las mismas que las de los sindicatos burgueses, a las que se agregan las de la pequeña burguesía, y sus formas de lucha son las típicas de esta clase social. Hay una colaboración muy estrecha entre estos sindicatos y las organizaciones de la pequeña burguesía. No existe en la actualidad ninguna organización obrera que haya sido creada por los propios trabajadores y que sostenga sus demandas revolucionarias. Por el contrario, amplios sectores del proletariado han sido englobados en organismos de la pequeña burguesía radical que mantienen un enfrentamiento con la burguesía en general y desarrollan una lucha contra el neoliberalismo, el calentamiento global del planeta, la autonomía de los pueblos autóctonos, la libertad sexual, la igualdad de género, etcétera.

Las ONG’s y otras asociaciones de la sociedad civil Estas asociaciones de la pequeña burguesía son llamadas “redes” por una asimilación con las redes informáticas y de hecho utilizan en gran medida el internet; son, bien mirado, las mismas formas de organización autogestionaria que Marcuse y otros veían surgir en la “sociedad del bienestar” y las conceptuaban como una fuerza revolucionaria que, mediante la huelga y la autogestión, habría de conducir a la instauración del “socialismo humanista”, al reino del pequeño productor y del trabajador independiente. Ya sabemos (véase la obra citada anteriormente de Gabriel Robledo Esparza, en las mismas páginas señaladas) que esas asociaciones “revolucionarias” no eran otra cosa que la agrupación de los pequeños burgueses en una multitud de círculos de acuerdo con los intereses individuales (capitalistas) comunes (consumidores, maestros y estudiantes universitarios, artistas, intelectuales, ejecutivos y técnicos de cada centro de trabajo, burócratas de cada dependencia estatal, habitantes de regiones urbanas (barrios, colonias), habitantes de regiones agrícolas, etnias etcétera), que para satisfacer sus pretensiones se enfrentaban económica, política e ideológicamente a la burguesía; estas confrontaciones necesariamente dege-

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neraron en los movimientos de protesta que, encabezados por los hippies, estuvieron animados con las drogas (LSD, marihuana, etcétera) y la música de los Beatles. También sabemos que esas organizaciones y movimientos de la pequeña burguesía no sólo no adelantaron nada en sus propósitos políticos (instaurar su dominación de clase y establecer el “socialismo humanista”), sino que en realidad prepararon el terreno para que la burguesía pudiese implantar el capitalismo de consumo y después ayudaron entusiastamente a esta clase social en el desarrollo de esta fase superior del capitalismo. Claro es que mucho menos (era prácticamente imposible) su acción tuvo algo que ver con la revolución socialista proletaria. Las asociaciones en las que la estulticia de la moderna pequeña burguesía “postmoderna” ve el germen de la forma de organización de las fuerzas que habrán de imponer la alternativa “humana” al capitalismo “postmoderno”, por lo que decreta la obsolescencia de los sindicatos y el partido revolucionarios, son del mismo tipo de las que propugnaba su antecesora inmediata, la pequeña burguesía marcusiana, y sólo se ha cambiado su nombre por el de “redes” y ahora se utiliza el internet para su integración y funcionamiento; como tales redes, comparten gustosas el ciberespacio con las redes de pornografía, prostitución, entretenimiento, “chat” intrascendente, etcétera, con las cuales intercambia miembros de una forma muy fluida. La pequeña burguesía, en la medida en que reconoce a la clase obrera como un grupo social específico, intenta llevarla hacia sus formas de organización y lucha que, como ya vimos, son burguesas en esencia. En suma, el proletariado moderno, en todo el mundo, está organizado directamente por la plutocracia, la burguesía media o la pequeña burguesía; sus demandas son burguesas o pequeño burguesas; su acción política está completamente supeditada a la de la burguesía y la pequeña burguesía; su conciencia es una conciencia burguesa o pequeño burguesa; y la ideología con la que se le ha dotado es la ideología burguesa o de la pequeña burguesía. La pequeña burguesía ha trasladado al proletariado, y las ha conducido al límite, la ideología y la conciencia del individuo capitalista, propietario privado de sí mismo, que especula con sus procesos orgánicos para halagarlos con el consumo placentero y que, al haber convertido esta concepción en carne de su carne y sangre de su sangre, participa activamente en la conservación y desarrollo del régimen social que le permite vivir inmerso en un estado de éxtasis febril, aunque esa situación suponga, como su propia base de existencia, un malestar magnificado. Los únicos intereses que mueven a los proletarios modernos son aquellos que les competen como individuos capitalistas, es decir, el interés individual en la satisfacción de sus necesidades elementales y de las innúmeras necesidades que suscita en él la sociedad de consumo. Por ello mismo, el régimen capitalista, que les proporciona o les promete esas satisfacciones, es su régimen de producción; bajo ninguna circunstancia tienen un interés opuesto al mismo y menos aún la voluntad de sustituirlo por el socialismo marxista. El proletariado moderno está dotado con una conciencia y una fisiología que son una extensión del régimen de producción capitalista.

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La clase de los proletarios modernos, a la que nos hemos referido constantemente en nuestra argumentación acerca del capitalismo moderno, está integrada por todos aquellos que trabajan por un salario, para un capitalista privado o público, es decir, a los trabajadores asalariados al servicio del capital. Esta clase está fraccionada de acuerdo con diversas circunstancias: hay trabajadores agrícolas, industriales, de servicios, migratorios, integrantes del ejército industrial de reserva, manuales, intelectuales, artísticos, que pertenecen a la aristocracia obrera, simples jornaleros, etcétera, pero en todos concurre la característica de ser trabajadores asalariados que proporcionan plusvalía a los empresarios y al estado y están sometidos al proceso ya estudiado de explotación y depauperación crecientes; a través de la maquinización y la socialización de la producción han sido despojados, y continúan siéndolo, de sus facultades productivas, por lo que están determinados como fuerza abstracta de trabajo; sus capacidades productivas se concentran en el sistema de maquinaria propiedad de los capitalistas; su fuerza abstracta de trabajo se enajena de ellos y se materializa en los medios e instrumentos de producción que detentan los empresarios. El fraccionamiento de la clase de los trabajadores en diversos grupos ajenos entre sí y en una multitud atomizada de individuos encuentra su superación, el punto de unión de los obreros, en el hecho de que todos son trabajadores asalariados y están en igual situación en relación con el capital. El capitalismo de consumo tiene como finalidad intrínseca el crecimiento sin límites del consumo. Esto, sin embargo, no significa que esta forma superior del régimen capitalista satisfaga totalmente las necesidades elementales, ni en forma alguna las necesidades humanas de los trabajadores. En la sociedad capitalista moderna existen amplios sectores del proletariado agrícola e industrial que pertenecen al ejército industrial de reserva y que, por tanto, no tienen medios para satisfacer sus necesidades elementales, por lo que se ven obligados a escasamente sobrevivir de la beneficencia pública y privada y de la solidaridad de los obreros en activo; igualmente, nutridos grupos de trabajadores (peones, jornaleros, inmigrantes, etcétera) se encuentran en niveles salariales que les proporcionan menos que o apenas lo necesario para reproducir su fuerza de trabajo y reproducir la clase de los trabajadores (mal comer, mal vestir y un miserable techo); otros grupos de trabajadores perciben ingresos superiores que les permiten satisfacer sus necesidades elementales y ampliar sustancialmente el consumo de otros bienes distintos de los necesarios y, por último, hay otros sectores de la clase obrera en los que el consumo desbordado es su nota distintiva. Por lo tanto, la sociedad de consumo no es aquella en la que, una vez satisfechas las necesidades elementales de los trabajadores, se provea la satisfacción de otro cúmulo de sus necesidades, lo que les daría un nivel de vida más alto; por el contrario, en la sociedad de consumo coexisten necesariamente, y en realidad se suponen y se engendran mutuamente, poblados grupos de trabajadores que viven en la más espantosa miseria física, sumidos en el hambre, las enfermedades y la muerte que son consustanciales a esa pobreza extrema, y grupos de proletarios que se encuentran envueltos en la vorágine del consumo devastador.

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Todos los asalariados, cualquiera que sea el sector al que pertenezcan (de nulos, bajos, medianos o altos ingresos) están sujetos al mecanismo del consumo, ya estudiado detalladamente en apartado anterior, que se basa en la utilización de las necesidades y su satisfacción como un medio para colmar el apetito de placer exaltado de los individuos y que se caracteriza por la depauperación profunda que provoca en los trabajadores. Los asalariados de cualquier nivel viven asediados por la exuberante masa de bienes de consumo que el capitalismo de consumo presenta seductoramente ante ellos, tengan o no la capacidad de adquirirlos. La intelectualidad pequeño burguesa radicalizada se ve impelida, en razón de su situación de clase, a investigar la verdadera naturaleza de la sociedad capitalista y a discernir el papel que en ella le corresponde. En la fase superior de la sociedad de consumo encontramos que, a través de una gigantesca acumulación de capital, se han creado de nuevo los elementos y la necesidad del tránsito al socialismo, el cual ahora deberá serlo integralmente, tanto en la forma como en el contenido. Sin embargo, esa transformación revolucionaria choca con algunos obstáculos, por el momento infranqueables. El proletariado (que se integra con todos aquellos que son trabajadores asalariados en activo o en reserva) se encuentra organizado por la burguesía o la pequeña burguesía en función de los intereses de estas clases. Esta agrupación se realiza teniendo como base la absoluta atomización en que los trabajadores se hallan en atención a la acentuada individualidad con que la sociedad capitalista de consumo los provee. Los trabajadores tienen una conciencia burguesa o pequeño burguesa. En el capitalismo de consumo, la pequeña burguesía logra que los obreros adquieran una desorbitada conciencia individual como propietarios privados de sí mismos y que su fisiología se conforme de acuerdo con esa individualidad desmedida. La individuación de los trabajadores obtiene una firme base biológica. Desde la década de los años sesenta del siglo pasado, la teoría revolucionaria, el marxismo leninismo, sufrió una transformación conforme a la cual se generaron interpretaciones suyas que, conservando el nombre y una tenue envoltura de la doctrina de la revolución, en realidad eran formulaciones más o menos veladas de los intereses y de la ideología de la burguesía media y de la pequeña burguesía; también, el núcleo de la misma, su formulación clásica, fue abandonada por todos los sedicentes revolucionarios , por lo que no pudo desarrollarse creadoramente mediante la anexión a su cuerpo de las características de la sociedad de consumo, principalmente el consumo masivo y la individuación de los trabajadores. Los intelectuales pequeño burgueses radicales, incitados por la necesidad imperiosa del conocimiento científicamente exacto de la sociedad que también los explota y depaupera, transitan en este período por un camino muy tortuoso en la búsqueda de la verdad: reniegan de la versión de la revisión del marxismo-leninismo que profesan y que a sus ojos es falsa y anticientífica, pero fatalmente caen en los brazos de alguna otra de las mistificaciones de la teoría revolucionaria; cuando condenan en bloque al revisionismo, vuelven entonces angustiados los ojos a los

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enunciados de los clásicos, los cuales, sin la ampliación correspondiente a las condiciones actuales de la sociedad de consumo, se convierten en sus manos en un cuerpo muerto que inmediatamente los repele de nuevo hacia otra versión del revisionismo. Y así sucesivamente.

El otro del capitalismo de consumo es el socialismo integral Queda ahora claro cómo debe darse el paso de la sociedad de consumo al socialismo integral. El socialismo integral es aquel que comprende la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y además el consumo colectivo y la abolición de la propiedad privada de los individuos sobre sí mismos; sus elementos han madurado en el interior del capitalismo de consumo. La fuerza motriz de este movimiento revolucionario es el proletariado, la clase de los trabajadores asalariados. Para adquirir esta naturaleza tiene que estar organizada con absoluta independencia de la oligarquía, la burguesía y la pequeña burguesía. Es necesario también que el fraccionamiento y la individuación de sus integrantes, impuestos por el régimen burgués, hayan sido superados y se constituya en una fuerza colectiva cohesionada, cuyos elementos carecen ya de la individualidad capitalista. Con el fin de alcanzar la organización colectiva y la desindividualización de sus miembros, es preciso que la conciencia burguesa y pequeño burguesa que la clase obrera posee se transforme en una conciencia proletaria. Esto quiere decir que la conciencia de individuos y la fisiología que le sirve de base, las cuales la pequeña burguesía les ha dado y cuyas raíces son muy fuertes y profundas, deben ser arrancadas desde su cimiento y sustituidas por una conciencia colectiva. Es evidente que la clase de los trabajadores asalariados no puede por sí misma desembarazarse de la tutela de la burguesía y de la pequeña burguesía, tampoco organizarse colectivamente ni abolir la conciencia y la fisiología de individuos capitalistas de sus componentes. En la fase de existencia del capitalismo de consumo que se caracteriza por la mutua complementación de todos los contrarios que lo forman (contradicción “solucionada”), los obreros no pueden hacerlo porque precisamente las condiciones que ahí prevalecen son las que directamente producen, con implacable necesidad, en los trabajadores, la organización, la conciencia y la fisiología capitalistas En la crisis que fatalmente sigue a la etapa de auge y que, como veremos más adelante, lleva a los trabajadores a las simas de la explotación y depauperación, en donde se manifiestan plenamente los flagelos del hambre, las enfermedades, la muerte, el paro forzoso, la reducción del salario, la extensión y la intensificación del trabajo, etcétera, los obreros tampoco pueden realizar las tareas históricas que les corresponden porque esa situación de extrema necesidad a que son condenados por la violenta crisis capitalista obra inevitablemente en el sentido de dar mayor fuerza

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a su naturaleza de individuos propietarios privados de sí mismos, por lo que cualquier confrontación que tengan con la burguesía es únicamente porque ahora ésta les niega tajantemente la satisfacción de sus necesidades individuales. La intelectualidad radical (integrada por la intelectualidad pequeño burguesa radical y por trabajadores intelectuales radicalizados), estimulada por las condiciones de vida a que la somete el régimen burgués, se ve obligada a inquirir teóricamente acerca de la situación propia y de la clase obrera en el régimen del capitalismo de consumo y sobre la naturaleza esencial de éste. Hasta hoy, este impulso la ha llevado a recaer reiteradamente en las formulaciones revisionistas de la teoría de la revolución. Para dar el salto hacia una concepción científica del régimen de producción capitalista en su fase actual de capitalismo de consumo es necesario que la intelectualidad radical realice una inmensa labor teórica, de igual envergadura cuando menos que las producciones de los clásicos. Esa tarea debe comprender lo siguiente: • Reivindicación del marxismo leninismo, empresa que abarca: a) exclusión de las tesis revisionistas del cuerpo de la teoría revolucionaria, b) delimitación de aquello de la doctrina marxista así depurada que es aplicable a ambas fases del régimen capitalista (teoría económica, de la lucha de clases, de la revolución socialista con sus postulados fundamentales de la conquista del poder por el proletariado, la abolición de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y el establecimiento de la propiedad colectiva sobre los mismos, etcétera), c) determinación más precisa de lo que en la primera fase se adelantó sólo como una mera indicación y que en la etapa actual adquiere una relevancia fundamental (conceptos de: naturaleza esencial del ser humano, anulación y reapropiación de su esencia natural humana, comunismo como la absoluta colectivización del ser humano, etcétera) y d) reconocimiento de la Lógica de Hegel como el método científico del marxismo. • Desarrollo creador del marxismo leninismo, cuando menos en los siguientes aspectos: a) análisis del proceso histórico del paso de la primera a la segunda fase del capitalismo, b) estudio del nacimiento y extinción del socialismo que se instauró en la primera fase del capitalismo, c) utilización, en a) y b), de la Lógica de Hegel como método científico del conocimiento (doctrina del ser y doctrina de la esencia) y, desde luego, de aquellos principios del marxismo que tienen vigencia para ambas fases del capitalismo, d) determinación de las características específicas del capitalismo de consumo (consumo masivo, individuación de los trabajadores, etcétera), e) discernimiento de las formas particulares de explotación y depauperación de los trabajadores que se dan en la sociedad de consumo, f) identificación de los elementos que en la sociedad de consumo constituyen los gérmenes de la segunda etapa del socialismo, g) explicación de los rasgos esenciales del socialismo que surgen de la sociedad de consumo (colectivización del consumo, abolición de la individualidad

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capitalista de los trabajadores, abolición de la familia y el hogar individuales, etcétera). Una vez conseguido este objetivo, la intelectualidad radical habrá logrado aclarar para sí misma todas esas cuestiones teóricas y estará en posibilidad de pasar a la etapa siguiente, en la cual: • procederá a remover la conciencia burguesa y pequeño burguesa que posee la clase de los trabajadores y a sustituirla por una conciencia proletaria, lo cual significa que debe llevar a la clase de los trabajadores a la comprensión plena de la naturaleza que tiene el régimen capitalista de consumo, del carácter de propietarios privados de sí mismos que éste les ha conferido, de las formas extremas que en él adquieren su explotación y depauperación y de la necesidad de que unidos, organizados y conscientes den vida, por medio de los métodos revolucionarios clásicos, al socialismo integral, el que además de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción incluye la colectivización del consumo y la supresión de la individualidad capitalista de los obreros; • al mismo tiempo, deshará la organización burguesa y pequeño burguesa de los obreros y los organizará en torno al denominador común de su naturaleza de trabajadores asalariados y al proceso de dotación de la conciencia proletaria; • en esta evolución se irán transformando cualitativamente la intelectualidad radical y la clase de los trabajadores; la primera integrará a su ser las capas superiores de la clase obrera y se convertirá en un partido revolucionario; la segunda estará cada vez más y mejor organizada en torno a sus intereses de clase, será una clase revolucionaria; partido y clase formarán una unidad indisoluble. Partido y clase desarrollarán entonces la lucha por la instauración del socialismo integral. Una vez que la clase obrera, guiada por su Partido revolucionario, haya conquistado el poder, deberá realizar las transformaciones revolucionarias en el régimen de producción: apropiación colectiva de los medios e instrumentos de producción, colectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista de los trabajadores, etcétera. Multitud de grupos y grupúsculos, en el tramo de existencia de la sociedad de consumo, han intentado infructuosamente convertirse en Partidos revolucionarios y organizar a los trabajadores en una clase revolucionaria. El esquema de su acción es siempre el siguiente: se reúne un grupo de intelectuales radicales que declaran su adhesión al marxismo-leninismo, al cual consideran una doctrina completa y lista para aplicarse, y manifiestan su repudio al revisionismo de todo tipo; se organizan de acuerdo con las directrices de la IIIa. Internacional y toman como modelo al Partido Bolchevique: establecen Comités, Burós, Conferencias, etcétera, entre los que reparten, conforme a una meditada división

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del trabajo, todas las tareas imaginarias que algún día van a llevar a cabo; fundan su órgano informativo, al que denominan “Iskra”, o algo así; otean el horizonte político y siempre descubren que ahora sí el proletariado, obligado por la superexplotación capitalista, ha iniciado una lucha contra el régimen burgués; trazan una estrategia y una táctica para la lucha revolucionaria, armados con las cuales se lanzan a la conquista de la clase obrera. Invariablemente, una clase obrera sometida organizativa e ideológicamente a la burguesía los repele sin que hayan siquiera podido hacer contacto con su epidermis; sobreviene la crisis en la organización “revolucionaria”, se produce sin falta la escisión y ya tenemos dos grupos que seguirán el mismo ciclo descrito. Y así sucesivamente. Las organizaciones que después de varios intentos de penetrar en la clase obrera, por alguna causa sobreviven a esta fatalidad, se convierten, conservando su estructura de Partidos “revolucionarios”, en aliados de la pequeña burguesía en las luchas “populares” que sus diversos sectores despliegan contra la burguesía y hacen de esa lucha pequeño burguesa el único contenido de su acción política. Esto es así porque estos grupos nunca realizan las tareas necesarias, que acabamos de describir, para tener un carácter verdaderamente revolucionario. Sin embargo, el propio desarrollo del capitalismo en su fase de consumo habrá de obligar a la intelectualidad radical a dar el salto cualitativo por el cual debe convertirse en una organización verdaderamente revolucionaria.

La explicación teórica del capitalismo de consumo A lo largo de nuestra argumentación sobre el capitalismo de consumo hemos sostenido que éste es la continuación lógico-histórica del capitalismo de la sociedad del bienestar, de la misma manera que ésta lo era del capitalismo de la primera mitad del siglo xx. Expresamos la idea de que en la fase actual del régimen capitalista han llegado a un punto superior de su desarrollo las características esenciales del mismo y que, por tanto, para su completa comprensión tienen plena validez las tesis fundamentales expuestas por Marx en El Capital. De esta suerte, dijimos que los bienes o servicios de consumo que se producen en el capitalismo de consumo son mercancías. Como tales, tienen en primer lugar todas las características que Marx les atribuye en la sección I del tomo I de El Capital: • son valores de uso y valores de cambio; • como valores de uso son materializaciones de trabajo humano concreto; • como valores de cambio son objetivaciones de trabajo humano indiferenciado, de simple gasto de fuerza humana de trabajo, de trabajo abstracto; • su valor se determina por la cantidad de trabajo humano abstracto socialmente necesaria para producirlas.

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Las mercancías de consumo del régimen capitalista superior se producen por empresas capitalistas bajo la relación trabajo asalariado-capital. Los empresarios son dueños de los medios e instrumentos de producción y los trabajadores sólo poseen su fuerza de trabajo, la cual deben vender al capitalista por un salario con el cual obtienen los medios necesarios para vivir y reproducirse. La jornada de trabajo del obrero se divide en dos partes: una, en la que reproduce el valor de sus medios de vida y otra, en la que produce un valor excedente que se apropia el capitalista sin retribución. Las mercancías de consumo, según su determinación de valor (c+v+p), son materializaciones exclusivamente de trabajo obrero. Las empresas productoras de bienes de consumo utilizan los métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa en sus instalaciones productivas. Las consecuencias para la suerte de la clase obrera de la relación del trabajo asalariado y de la utilización de los métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa en las industrias que producen bienes de consumo (y, en general, en todas las industrias de la sociedad de consumo) son las mismas que en las épocas anteriores del capitalismo y, de la misma manera que en éstas, aquí se cultivan también los elementos negatorios de este régimen social y los de la constitución del que necesariamente habrá de sucederlo, que en esta fase deberá ser el socialismo formal y real. En la sociedad capitalista de consumo el capital se acumula conforme a las leyes descubiertas por Carlos Marx; igualmente, la circulación del capital se desenvuelve de acuerdo con las regularidades reveladas por el análisis marxista. La cuota media de ganancia y su tendencia al descenso tienen una existencia real en la sociedad de consumo y ellas son las que regulan las relaciones entre la oferta y la demanda globales, la acumulación con alta y baja composición orgánica, la acumulación y la desacumulación y la expansión de la producción y la valorización. El capital comercial y el capital bancario tienen la misma naturaleza esencial en la sociedad de consumo. El movimiento global del capital, a través del cual el régimen capitalista pasa a etapas superiores de su existencia, se realiza, en el capitalismo de consumo, por medio del desenvolvimiento de sus contradicciones fundamentales; en una fase, los polos de las contradicciones se relacionan de una manera relativamente tranquila, sin accidentes graves; pero en esta misma sosegada calma se gesta la disyunción entre los extremos y se plantea la contradicción absoluta: en otro período, los contrarios de un signo se desarrollan desmesuradamente en desmedro de los de signo contrario y entonces estalla la crisis, que es la súbita y violenta reconciliación de los opuestos. Estas crisis pueden estar circunscritas a una rama específica de la producción, extenderse a algunas ramas o sectores industriales, comprender a un sólo país, a un conjunto de naciones o tener una amplitud global y, por último, tratarse de crisis generales, ya sea a nivel de un país, de varios de ellos o de la economía mundial como un todo. Después de la crisis se inicia de nuevo el mismo ciclo, por el cual el capitalismo asciende a un nivel más alto de su existencia.

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Capítulo XI

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La “sociedad del bienestar” tenía a “la sociedad de consumo” en sí misma, como su otro. Al desarrollarse aquella produce los elementos de su propia negación, que son también los de la constitución de la nueva fase de existencia del capitalismo internacional. Al mismo tiempo que se aniquila la antigua organización económica e industrial se establece el nuevo modelo económico “neoliberal”. Este nacimiento es una reedición de la acumulación originaria. Una gran masa de capital público y privado (fuerza de trabajo materializada de los obreros) pasa casi gratuitamente a manos de una nueva generación de empresarios; multitud de medianas y pequeñas empresas van a la ruina y su capital (también trabajo obrero condensado), drásticamente desvalorizado, es literalmente absorbido por los grandes empresarios, comunidades de distintos tipos son despojadas de sus posesiones ancestrales, a las cuales se convierte en capital, millones de obreros son lanzados a la calle y los trabajadores que se mantienen en activo son sometidos a una sistemática desposesión de sus derechos y prestaciones más elementales. Con base en esta “acumulación originaria” se inicia el florecimiento de la “sociedad de consumo”. Se produce entonces un proceso de acumulación desenfrenada cuyos rasgos característicos ya hemos señalado con suficiente nitidez en la argumentación que presentamos en los párrafos anteriores. En esta magna acumulación, todos los elementos antitéticos del régimen de producción se relacionan de una manera fluida, engendrándose unos a otros, como corresponde a la fase de la contradicción solucionada del ciclo económico. En estas mismas circunstancias se cultivan los elementos de la otra fase del ciclo, la de la absoluta contradicción, en la cual todos los factores del régimen económico se desenvuelven independientemente, en una mutua oposición que por fuerza debe desembocar en una crisis. Así, en la última etapa de la “sociedad de consumo” se presenta una creciente disyunción entre el valor de uso y el valor de las mercancías, las mercancías y el dinero, las ventas y las compras, la producción y el consumo, la oferta y la demanda, los ciclos, las fases y las distintas formas funcionales del capital industrial, las formas

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que adopta el capital global (capital industrial, capital comercial y capital bancario), los dos sectores fundamentales de la economía, las dos partes de la economía internacional, la acumulación con alta composición orgánica y la acumulación con baja composición orgánica, la expansión de la producción y la valorización del capital, etcétera. Esa dislocación llevó necesariamente a la sociedad de consumo a la crisis. Es evidente que a una dilatada acumulación como la que aquí se ha presentado corresponde una crisis superlativa. Esta grave crisis del régimen capitalista, que ha sido denominada “crisis financiera internacional”, tiene dos fases perfectamente discernibles. La primera de ellas es la crisis de las economías exportadoras emergentes que se manifiesta entre octubre de 1997 y diciembre de 1998. La segunda, y que adquiere rasgos más dramáticos, es la crisis que se inicia a finales de 2007 y se extiende hasta el año 2013.

Prolegómenos de la crisis financiera internacional Durante el período comprendido entre 1950 (década en la que hemos datado el nacimiento de la “sociedad del bienestar”) y 2009, año en el que llega a su clímax la crisis financiera internacional, se presentaron multitud de otros casos de separación entre los polos de las distintas contradicciones del régimen capitalista, algunos de las cuales llegaron a constituir verdaderas crisis. En seguida enumeraremos las más relevantes de éstas, cuyas características fundamentales compararemos con las del modelo teórico marxista que en los capítulos anteriores hemos desarrollado.

Las crisis de la década de 1970 Después de la segunda guerra mundial se estableció en el régimen capitalista internacional una estructura específica. El grupo de países formado por las grandes potencias capitalistas que habían participado en el conflicto armado constituyó un primer sector del régimen capitalista resultante de la guerra mundial; a este grupo pertenecían los Estados Unidos, país que salió súper fortalecido de la contienda y que era ahora la mayor potencia económica capitalista, y otros países, como Alemania, Francia, Japón, etcétera, cuyas economías habían sido devastadas por la guerra. Entre ellos se estableció una relación por la cual los Estados Unidos primero desarrollaron una acción para impulsar la reconstrucción de los otros países del sector, luego apoyaron su desarrollo económico y por último los integraron al grupo de las economías capitalistas más desarrolladas, que tiene por extremos, por un lado a Norteamérica, cuya economía se especializa en la producción de medios de producción, alta tecnología, la ciencia moderna, bienes de consumo sofisticados, productos financieros, capital, etcétera, y por el otro a Francia, Alemania, Japón, etcétera, que proporcionan al mercado norteamericano bienes

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de consumo duradero y, también, bienes de producción de una tecnología inferior e incluso la misma tecnología de segundo orden. Las dos partes de este sector se establecieron como los extremos de una contradicción, los cuales se engendran y se niegan mutuamente. Para finales de la década de 1970 esta relación había alcanzado su madurez. En un mutuo impulso, la economía norteamericana creció por medio del apoyo a la reconstrucción y el desarrollo de las economías de los otros países del sector. Sin embargo, esta relación empezaba ya a convertirse en su contrario: las economías de los países europeos y del Japón crecían a un ritmo vertiginoso, desbordando el mecanismo de mutua complementación con la economía norteamericana, y se había generado ya una drástica oposición en la cual el desarrollo de los países europeos y del Japón tenía su base en la vulneración del desenvolvimiento de la economía norteamericana. Esta desunión entre los extremos se manifestó en dos grandes crisis: la crisis monetaria internacional, que se extendió desde 1971 hasta 1978, y la crisis de las Bolsas de Valores de 1973, cuyos efectos se prolongaron durante muchos años más. La expresión más concentrada de estas dos crisis y de la del petróleo, que más tarde analizaremos, es el drástico descenso del crecimiento de la economía norteamericana, el cual pasó del 5.3% en 1972 al -0.05% en 1974 a precios de 2005.1 Estas dos crisis corresponden a las que en el modelo teórico conceptuábamos como las que se presentan entre dos sectores o partes de la economía internacional y que son la forma en que la contradicción entre los mismos se soluciona después de haber devenido en una contradicción absoluta. El movimiento entre los dos sectores o partes a través de las fases de exacerbación de la contradicción, crisis más o menos violenta y solución de la contradicción es el medio por el cual el régimen capitalista se desarrolla hacia fases cada vez más altas de su existencia.

La crisis monetaria internacional. 1971-1978 Al término de la 2a. Guerra Mundial, Estados Unidos se arrogó la tarea de reconstruir las economías de Europa occidental y del Japón. Ríos de dólares fluyeron hacia Inglaterra, Francia, Alemania y Japón; en sentido opuesto, la corriente monetaria revertía hacia Estados Unidos a través de la compra de equipo, maquinaria y tecnología y de los pagos de intereses y regalías. Los dólares que quedaban fuera de Norteamérica se convertían en reservas de los demás países del mundo occidental y sustituían en parte al oro en sus funciones de dinero internacional. Un cierto equilibrio monetario se estableció en el mundo. La economía de los países de Europa occidental y del Japón creció rápidamente al influjo de la inversión extranjera (“ayuda norteamericana”). Pronto sus mercancías, sobre todo las de consumo duradero, invadieron los mercados de todo el mundo, incluido el propio mercado interno de Norteamérica. También incursio1 U. S. Census Bureau, Table 666. Gross Domestic Product in Current and Chained (2005) dollars, In billions of dollars, The 2011 Statistical Abstract, The National Data Book, www.census.gov.

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naron en el terreno de los bienes de producción, cuyo mercado disputaron a los Estados Unidos. Los dólares de Norteamérica y del resto del mundo empezaron a fluir en cantidades gigantescas hacia los mercados monetarios de Europa occidental y Japón para hacer los pagos correspondientes. A la par con esto, los anteriores factores de equilibrio habían reducido sus efectos compensadores; en efecto, las compras de equipo, maquinaria y tecnología descendieron sensiblemente por dos poderosas razones: (l) la reconstrucción económica había llegado a su fin y por este lado la demanda bajaba sustancialmente; (2) al propio tiempo, como vimos, los países reconstruidos también empezaron a desarrollar sus propias industrias productoras de bienes de capital y de consumo; por otro lado, al reducirse el predominio comercial de Estados Unidos, su moneda empezó a ser desplazada de las funciones de dinero internacional para volver a utilizar en parte, en estos menesteres, el oro y otras monedas fuertes; de aquí que la demanda de dólares por este concepto se redujera también drásticamente. Hubo entonces una sobresaturación de moneda norteamericana en los países mencionados, lo que provocó una tendencia a la baja en la cotización del dólar. La situación monetaria podía resumirse de la siguiente manera: (a) había un problema de la balanza comercial entre los Estados Unidos y los países de Europa occidental y el Japón, lo que llevó a la acumulación de un enorme déficit de la balanza de pagos del primero en relación con las de los segundos; y (b) existía un problema del propio sistema monetario internacional, cuyas bases empezaron a ser atacadas por los países europeos y el Japón; se trataba de quebrantar la hegemonía del dólar como moneda internacional, restaurar en parte el papel del oro como tal y dar a las demás monedas fuertes un lugar preponderante en el sistema monetario internacional. Los Estado Unidos, que partían del supuesto de que el sistema monetario internacional debería mantenerse intangible, buscaban una solución al problema de balanza de pagos, para lo cual presionaban a los principales países europeos y al Japón para que revaluaran sus monedas. Los países europeos y el Japón, por el contrario, después de socavar las bases del sistema monetario internacional con la debilitación del dólar en los mercados internacionales y la revaluación de hecho del oro (iniciaron un proceso de redención de dólares por oro), al cual fortalecieron junto con sus propias monedas como dinero internacional, pugnaban por una devaluación del dólar que diera formalmente una nueva estructura al orden monetario mundial de acuerdo con las nuevas condiciones económicas subyacentes. Dada su posición económica, los países europeos y el Japón situaban en un segundo plano el problema de la balanza de pagos y mantenían en tanto la carta de la devaluación en reserva, como un punto a negociar a cambio de lo que para ellos era fundamental: la reestructuración del orden monetario internacional. Ante la gravedad y persistencia del ataque recibido, los Estados Unidos tomaron, en agosto de 1971, varias determinaciones drásticas de política monetaria (además de decretar un congelamiento por 90 días de precios y salarios): (a) elevaron en un 10 por ciento las tasas arancelarias para las importaciones, (b) declararon

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la inconvertibilidad del dólar en oro y c) un poco más tarde (diciembre de 1971) devaluaron el dólar con relación al oro en un 8%. Estas medidas violaban directamente los más caros prejuicios económicos de los norteamericanos, sobre todo el de la libertad de comercio; júzguese entonces la gravedad de la situación que había obligado a los Estados Unidos a ir en contra de sus principios más queridos. Las medidas tomadas por los Estados Unidos amenazaban peligrosamente la estructura del comercio y del orden monetario internacionales, en perjuicio fundamentalmente de los países europeos y del Japón, al tiempo que fortalecían su propia posición. El objetivo fundamental de las mismas era obligar a aquellos países a revaluar sus monedas. Los países europeos y el Japón contestaron con una nueva ofensiva contra el dólar (a lo largo de 1972 y 1973) que ablandó las posiciones intransigentes de los norteamericanos y puso el problema monetario en punto de negociación. El acuerdo negociado entre los Estados Unidos y los países europeos y el Japón, al que llegaron en 1973, comprendía por un lado la devaluación del dólar en términos del oro (en un monto del 10%), es decir, la elevación del precio del oro; y por el otro, la revaluación de las monedas europeas y del yen japonés. De esta manera se daba una solución equilibrada (con ventajas y desventajas repartidas por igual entre ambas partes) a los dos problemas planteados: se restauraba el papel del oro como moneda internacional, al tiempo que se desplazaba al dólar a un segundo plano, con lo que se daba una mayor participación en estas funciones a las monedas fuertes europeas y al yen japonés; y por medio de la revaluación se abrían de nuevo los mercados internacionales a las mercancías norteamericanas, lo que se creía habría de propiciar el equilibrio de la balanza de pagos. Pero como las ventajas ganadas por los Estados Unidos en el comercio internacional no se basaban en transformaciones internas de su aparato productivo, sino en meros ajustes a las relaciones comerciales internacionales, ellas fueron fácilmente anuladas por la reacción de los países europeos y Japón que, con el aumento de su productividad, amenazaron de nuevo la hegemonía comercial norteamericana, con mucho mayor razón ahora que una de las bases fundamentales de ese predominio, la función de banqueros mundiales, había sido grandemente debilitada con la devaluación del dólar. Esta situación se prolongó hasta 1978, cuando de nuevo los países europeos y Japón, que mientras tanto habían fortalecido en gran medida sus economías, hicieron tambalear a la economía norteamericana, la cual entró en un enorme déficit comercial y de pagos que puso a la orden del día una catastrófica devaluación del dólar. Ante la caída a plomo de la cotización del dólar, el gobierno de Carter diseñó un plan para contener la tendencia a la baja e incluso revertirla. Pero ahora, la salvación del dólar no estaba en manos de los norteamericanos, sino de sus pares, los países europeos y el Japón, quienes habían adquirido un papel muy importante, acorde con su poderío económico, en el sistema monetario internacional.

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Plan Carter para salvar el dólar 1º. de octubre de 1978 1. “Se aumentan de 7,600 a 15,000 millones de dólares los acuerdos SWAPS con los Bancos Centrales de Alemania, Suiza y Japón, lo que dará al Banco de la Reserva Federal norteamericano créditos a corto plazo en marcos, yens o francos suizos para apoyar al dólar en los mercados cambiarios.” Esta medida se estableció con la finalidad de que los norteamericanos tuviesen capacidad para comprar todos los dólares que fuese necesario y así mantener un determinado tipo de cambio, lo que evitaría el desplome de la moneda. “En los últimos meses la Reserva Federal sólo utilizó 1,800 millones de dólares de la línea de crédito de que disponía en los bancos centrales citados. La Casa Blanca prometió aumentar esas intervenciones, hasta ahora modestas.” 2. Emisión por la Tesorería norteamericana de Empréstitos en el extranjero en moneda extranjera para obtener divisas hasta por un total de 10,000 millones de dólares. El propósito de esta determinación era tener suficiente moneda extranjera con la cual hacer los pagos derivados de las importaciones norteamericanas sin necesidad de comprarlas con dólares, lo cual evitaría las presiones sobre esta moneda. Esta fórmula fue preconizada numerosas veces en el extranjero, pero siempre había sido rechazada por el gobierno de los Estados Unidos. 3. Empréstito del FMI de 3,000 millones de dólares en yens y en marcos, efectuado dentro del margen de giro automático de Estados Unidos, por lo cual no se requería una negociación con este organismo internacional. Se trataba de tener moneda extranjera para cubrir las importaciones sin necesidad de comprarla con dólares; se evitaría así el descenso de la cotización de la moneda norteamericana. El FMI, sin embargo, debería obtener 1,000 millones de dólares en yens y en marcos de los países ricos, ya que sus reservas serían insuficientes. 4. Venta de 2,000 millones de dólares de Derechos Especiales de Giro (DEG). 5. Elevación de las ventas mensuales de oro por la Tesorería norteamericana de 750,000 onzas a 1.5 millones de onzas al mes. El objeto era obtener divisas por medio de la venta del oro. 6. Aumento de la Tasa de Redescuento del Banco de la Reserva Federal de 8.5 a 9.5%. 7. Aumento en 2% del encaje legal sobre los depósitos a plazo bajo la forma de certificados de 100,000 dólares y más, principal fuente de ingresos de la mayoría de los bancos norteamericanos. Con esto se esperaba restringir el crédito bancario y retirar dinero de la circulación para contener la inflación interna; de esta manera se quería hacer más competitivos los productos norteamericanos, lo que posibilitaría mejorar la Balanza

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Comercial. Por otro lado, también tenían como objetivo obligar a los bancos norteamericanos a contratar empréstitos en el extranjero, con lo que aumentaría la cantidad de divisas.2 Se hizo la declaración oficial de que la intervención del gobierno de Estados Unidos para detener la caída del dólar obedecía a que éste estaba subvaluado en exceso. La subvaluación excesiva del dólar amenazaba con encarecer enormemente las importaciones de Petróleo en el invierno que se aproximaba. Igualmente sucedía con otras importaciones extranjeras. Las medidas contenidas en el Plan Carter no podían realmente ayudar en mucho a las exportaciones norteamericanas, las cuales necesitaban de profundas transformaciones internas del aparato productivo para poder prosperar; no podría haber, en estas condiciones, una mejora sustancial de la balanza comercial estadounidense. Para los países europeos y el Japón la subvaluación del dólar encarecía sus exportaciones, lo cual era perjudicial para sus economías. El sostenimiento de un tipo determinado de cambio del dólar descansaba preferentemente en la conservación de grandes masas de capital-dinero bajo la forma de dólares ociosos en las arcas de los bancos europeos y del Japón. La corriente de mercancías de Estados Unidos hacia los otros países no era suficiente para aliviar la sobresaturación de moneda extranjera en los bancos europeos y del Japón, lo cual constituía una situación perjudicial para éstos. Los movimientos especulativos contra el dólar agravaron el panorama. Se generaron presiones de los países europeos para que los Estados Unidos detuviesen la devaluación de su moneda. A los Estados Unidos les convenía mantener un tipo de cambio alto del dólar por todas las inversiones y activos que poseen sus empresas en el extranjero. La devaluación del dólar era también una desvalorización de esos activos. La existencia de un tipo alto de cambio del dólar era benéfica tanto para los Estados Unidos como para los países europeos y el Japón. El problema radicaba en que el peso de sostener el tipo de cambio se apoyaba en la economía de los países europeos y el Japón, mientras que los Estados Unidos estaban a la expectativa. Agotadas las posibilidades del sistema financiero de Europa y Japón de seguir manteniendo el tipo de cambio dentro de niveles altos, dejaron de apoyarlo, con lo que se suscitó su desplome catastrófico. De esta manera, se obligó a los Estados Unidos a actuar para detener la caída del dólar y revertir la tendencia al descenso, pero ahora haciendo recaer el peso en la economía norteamericana, a la que se obligó a tomar préstamos en monedas extranjeras para tener divisas con que hacer frente a la oferta de dólares y mantener el tipo de cambio. Así, el gobierno de los Estados Unidos tuvo que absorber el exceso de dólares, mientras las monedas extranjeras se fortalecían. Los países ricos de Europa y el Japón se convirtieron de esta manera en el soporte de la economía norteamerica2 Economics, Executive Intelligence Review, Saving the dollar-without a recession, Carter’s dollar package is an EMS coup, Volume 5, Number 43, November 7, 1978, pp. 8-10, www.larouchepub.com

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na, a disposición de la cual pusieron los enormes recursos monetarios acumulados en el período anterior. Se trataba, en suma, de un ajuste financiero entre dos sectores de la economía internacional. Ante la perspectiva de que ninguna medida monetaria pudiese mejorar la mala situación de la economía de los Estados Unidos, a la burguesía norteamericana no le quedaba más remedio que hacer lo que ya latía como una necesidad histórica en el affaire Watergate: la reordenación de su estructura económica para canalizar masivamente la moderna tecnología generada en las industrias espacial y militar, debidamente adaptada, hacia los mercados exteriores bajo la forma de bienes de capital, bienes de consumo y, principalmente, de la propia alta tecnología. De esta manera, su predominio comercial tendría una base más sólida que un simple ajuste de los tipos de cambio y podría conquistar de nuevo su papel preponderante como banquero mundial al reforzarse el valor del dólar en los mercados internacionales. Se trataba, entonces, de que el sector II de la economía norteamericana llegase al poder, objetivo por el que empezó a luchar afanosamente mediante la impugnación constitucional de Nixon y que en alguna manera logró con la ascensión de Carter al poder. La metamorfosis radical de la economía norteamericana, el paso de la “sociedad del bienestar” a la “sociedad de consumo”, que implicaba un cambio sustancial en el modelo industrial, comercial y financiero del capitalismo norteamericano hacia lo que se ha dado en llamar la “nueva economía”, se realizó, sin embargo, bajo la égida del sector I de la economía norteamericana (la plutocracia norteamericana), que fue el que estuvo en el poder durante los gobierno de Reagan y Bush padre, esto es, en el período comprendido entre 1981 y 1993. La misma plutocracia norteamericana fue la que condujo el proceso señalado, que en esencia se centraba en la estructuración de una industria productora de medios de producción, tecnología y bienes de consumo sofisticados que tuviera su base en los adelantos tecnológicos alcanzados por las industrias militar y espacial en la etapa anterior (cibernética, informática, etcétera). Recordemos que el galardón más alto de la “nueva economía”, la red global, la web, es un instrumento originalmente concebido y desarrollado con fines militares. Al mismo tiempo, la plutocracia impulsó la transformación de las economías de los demás países capitalistas con el fin de hacerlos ingresar en la nueva relación internacional. En resumen, el problema monetario internacional no era sino el reflejo de los movimientos contradictorios entre dos grupos de países capitalistas (imperialistas) por los cuales ambos se suponen y se engendran mutuamente, con lo que llevan a planos cada vez más elevados al sistema capitalista mundial. Esta crisis monetaria queda incluida en la categoría de aquellas que se presentan en el movimiento de adecuación entre la oferta y la demanda, en este caso de dos sectores de la economía internacional. La producción para el mercado norteamericano de los países desarrollados de Europa y del Japón, impulsada en un primer momento por la propia demanda de la economía norteamericana, llega a

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sobrepasar en un monto considerable la capacidad de ésta para absorberla, lo que se expresa ostensiblemente en la imposibilidad de aumentar sus exportaciones hacia aquellos países con las cuales financiar las crecientes importaciones; los Estados Unidos incurren en un déficit en la balanza comercial que presiona sobre la balanza de pagos; este desajuste es la fuente de todos los problemas monetarios que hemos descrito anteriormente (las crisis de los tipos de cambio) y explica las acciones de los actores económicos para tratar de solucionarlos. Sin embargo, estas intervenciones sólo proporcionan un ajuste temporal a la dislocación entre la oferta y la demanda de los sectores internacionales considerados; después de cada corrección sobreviene necesariamente una agudización del problema fundamental, esto es, de la desproporción entre la producción de los países europeos y el Japón para el mercado norteamericano y la producción de los Estados Unidos para el mercado de las naciones europeas desarrolladas y Japón.

La crisis de las Bolsas de Valores. 1973 La crisis monetaria internacional marcó el punto de flexión en el cual la economía capitalista había llegado al fin de una etapa de su desenvolvimiento (la “sociedad del bienestar”) e iniciaba una nueva fase del mismo (la “sociedad de consumo”). La relación entre los Estados Unidos y los países europeos y el Japón agotó todas las posibilidades de la mutua complementación y se estableció la absoluta contradicción entre ellos. Las mercancías de los países europeos y el Japón ya no podían ser absorbidas por el mercado norteamericano y los Estados Unidos eran incapaces de realizar las suyas en los mercados europeos y en el Japón; la expresión más concentrada de esta mutua imposibilidad eran los persistentes desajustes en la balanza comercial y de pagos entre esos sectores y la larga crisis monetaria de la década de los años 70 del siglo pasado. La falta de realización de las mercancías abarrotó los mercados metropolitanos, hizo descender los precios de las mismas, redujo la tasa general de ganancia y provocó una gran desafectación del capitaldinero de la esfera de la producción, lo cual se tradujo a fin de cuentas en un descenso del crecimiento económico; las Bolsas de Valores registraron esta situación y se produjo la caída estrepitosa de las mismas. La disminución de la tasa de ganancia fue el motivo propulsor de la desacumulación en la economía de los países metropolitanos. El 11 de enero de 1973 se inició el “crack” de las Bolsas de Valores más grandes del mundo, significativamente aquellas establecidas en los países integrantes de los sectores de la economía mundial que acabamos de estudiar (Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Francia, Alemania y Japón), el cual se prolongó hasta el 6 de diciembre de 1974. El Dow Jones perdió en este período el 38% de su valor,3 la econo3 Wren Investment Advisers, U. S. Dow Jones Industrial Average, 1896-2010, Historical Financial Market data, www.wrenresearch.com.au .

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mía norteamericana tuvo un descenso en el crecimiento del producto interno bruto desde el 5.3% en 1972 hasta un -0.05% en 19744 y la inflación dio un salto del 3.2% en 1972 al 11.0% en 1974 en un índice con base 1982-84=100).5 El efecto fue aún más grave en el Reino Unido, en donde la crisis siguió el patrón clásico y devino en una crisis del mercado de bienes raíces y en una crisis bancaria que obligó al Banco de Inglaterra a rescatar una buena cantidad de bancos comerciales. La Bolsa de Valores de Inglaterra perdió el 73% de su valor durante la crisis y la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto cayó del 4% en 1972 a -1.1%, por lo que su economía entró en recesión. Los índices de las Bolsas de Valores de los países considerados tocaron fondo entre septiembre y diciembre de 1974, período en el que se registró una pérdida de sus valores en términos nominales del 34% y reales del 43%. La economía alemana registró un descenso en el crecimiento del Producto Interno Bruto desde el 5.5% en 1972 al -1.5% en 1974; en Japón se produjo, en ese mismo lapso, una reducción del crecimiento del PIB del 10.2 al -2%; en Francia, del 4.4% al 0.9; y en Italia el decremento fue desde el 2.9% al -0.2. La crisis monetaria fue sólo el preámbulo de una crisis mayor, en la cual se manifiestan ahora sí violentas sacudidas de la economía que incluyen la caída de las bolsas de valores, el quebranto del sistema financiero, la destrucción, desvalorización e inmovilización del capital, la desacumulación de capital, la quiebra de las empresas, el aumento del desempleo y el consecuente engrosamiento del ejército industrial de reserva, el agravamiento de la explotación de los trabajadores y de la depauperación a que se ven sometidos, etcétera. La crisis es el caldo de cultivo de los elementos de una relación más alta entre estas dos partes integrantes del régimen capitalista internacional.

La crisis petrolera de 1974 Al término de la segunda guerra mundial se estableció una nueva relación entre el sector de los países capitalistas más ricos (cuya organización interna hemos analizado en los apartados anteriores) y las antiguas colonias. Se ratificó entonces la anterior división internacional del trabajo, conforme a la cual los países ricos proporcionaban a las antiguas colonias capital, maquinaria, equipo, bienes de consumo, etcétera a cambio de materias primas, alimentos y energéticos. Sin embargo, esta vieja relación descansaba ahora en dos conquistas fundamentales de los países antiguamente coloniales y de los que sin haber sido colonias tenían un bajo desarrollo capitalista, a las cuales habían accedido como resultado del 4 U. S. Census Bureau, Table 666. Gross Domestic Product in Current and Chained (2005) dollars, In billions of dollars, The 2011 Statistical Abstract, The National Data Book, www.census.gov 5 U. S. Census Bureau,, Table 724. Consumer Price Indexes (CPI-U) by major groups, (1982-84=100), The 2011 Statistical Abstract, The National Data Book, www.census.gov.

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movimiento democrático-burgués previo y posterior a la segunda guerra mundial: su independencia política y la posibilidad de desarrollar su propia industria a través de la sustitución de importaciones. Los países desarrollados y las antiguas colonias y otros países de menor desarrollo capitalista se constituyeron como los extremos de una contradicción. El primer resultado de su mutuo engendramiento fue el desarrollo ascendente de las dos partes de este sector de la economía capitalista. Para la década de los años 70 del siglo pasado esa relación había entrado en la fase de la absoluta contradicción de los contrarios. La economía de los países desarrollados creció venturosamente en esa época, pero, como contrapartida, los países que formaban la parte complementaria del sector avanzaron muy poco y en algunos casos retrocedieron a los niveles de preguerra. El nódulo de esta absolutización de la contradicción radicaba en la relación de precios entre los productos manufacturados de los países de alto desarrollo capitalista y los productos de los otros países del sector: los precios de los bienes manufacturados eran sistemáticamente altos, mientras que las materias primas, alimentos y energéticos tenían precios que se mantenían constantemente deprimidos; había una relación de intercambio desigual que condenaba a la economía de los países de menor desarrollo al estancamiento e incluso al retroceso. La reivindicación de las burguesías nacionales de los países de menor desarrollo económico, esto es, la construcción de su propia industria (capitalista, desde luego, aunque para la óptica del revisionismo no sea así), era completamente obstaculizada por los bajos ingresos que recibían, absolutamente insuficientes para su capitalización. La diferencia entre sus ingresos y sus gastos era muy pequeña e incluso negativa. Es en esta coyuntura en la cual los soviéticos (ya a estas alturas representando los intereses de un régimen cuasi-capitalista) pretenden conquistar influencia en los países de menor desarrollo económico y les presentan la alternativa de una industrialización bajo su égida como sustituto de un desarrollo económico tutelado por las potencias occidentales; es evidente que lo que los rusos proponían era un pésimo sucedáneo de lo que esos países necesitaban. La desvinculación entre las dos partes de esta relación se acentuó de tal manera que intempestivamente sobrevinieron las crisis. Por medio de ellas, mediante la violencia económica, los países menos desarrollados ejercieron una acción económico-política con el fin de revalorizar sus productos y de esta manera poder capitalizarse y crecer. La más representativa de las crisis que en este período se presentan en las relaciones entre los países altamente desarrollados y las neocolonias y en general los países de menor desarrollo económico es la crisis petrolera, que tuvo su desenvolvimiento en el año de 1973. Esta crisis implica también una serie de cuestiones políticas y militares que se engloban en lo que se ha llamado el conflicto árabe-israelí.

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El conflicto árabe-israelí Este fue, en el fondo, una pugna entre los dos elementos estructurales del sistema imperialista moderno (países imperialistas-países neocoloniales). Como resultado del auge del movimiento democrático-burgués previo y posterior a la 2a. guerra mundial, los países árabes obtuvieron su independencia política y se dispusieron a la estructuración de una economía capitalista propia. Las clases sociales directoras del proceso fueron, en términos generales, la burguesía liberal y la pequeña burguesía. En algunos casos —lo que señala la verdadera esencia del fenómeno— fueron los mismos terratenientes capitalistas (shas, etcétera) los conductores de este movimiento. Al mismo tiempo, la plutocracia judía internacional se desembarazó de su molesta hermana menor, la pequeña burguesía judía, a la cual le creó un Estado, en pleno territorio árabe, en donde pudiera construir su mítico país. Con la independencia política se reivindicaron para los países árabes sus riquezas naturales, entre las que fundamentalmente se encontraba el petróleo. Este se convirtió en manos de los árabes –al menos potencialmente– en una arma poderosísima en contra de los países imperialistas. Esta fuerza adquirida les permitió, por un lado, empezar a imponer, aunque en una medida muy limitada, sus condiciones en el mercado petrolero y, por otro, lo que es más importante, amenazar a los países occidentales con la aceptación de la ayuda soviética para impulsar su desarrollo capitalista interno. De esta manera, el mercado capitalista internacional se acercaba a una peligrosa dependencia respecto del petróleo árabe y los países árabes obtenían una creciente independencia para su desarrollo por la vía capitalista. El antagonismo se encontraba latente en las circunstancias descritas. (En realidad, la pugna se planteaba aún cuando ellas no concurriesen, por el solo hecho de la polarización de los países en metrópolis y neocolonias). Es decir, que la contradicción entre la creciente dependencia de los países imperialistas respecto de los países árabes y la creciente independencia de éstos respecto de aquellos hacía crecer la tensión entre esos dos elementos. Los Estados Unidos necesitaban contener de algún modo las exigencias árabes en el mercado petrolero y la influencia soviética en el mundo árabe, mientras que por el otro lado los países árabes a la vez se sentían tentados de aumentar sus exigencias e incrementar sus nexos con los rusos. Para detener la política árabe, los Estados Unidos diseñaron otra cuyo núcleo esencial consistía en la amenaza constante a los países árabes a través de un pueblo judío armado hasta los dientes. De manera paralela, los árabes también desarrollaron una estructura militar que les permitiera defender la posición internacional de que disfrutaban. En esta tarea los rusos les dieron amistosamente la mano. Los Estados Unidos necesitaban someter a los países árabes para así garantizar que el petróleo siguiera fluyendo hacia el mundo imperialista. Para presionar sobre ellos, Estados Unidos mandó, en 1967, a sus lebreles al ataque. El 5 de junio de 1967 Israel lanzó una ofensiva preventiva contra Egipto. El conflicto se amplió y participaron también, junto a Egipto, Jordania, Iraq y Siria.

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El resultado fue la derrota de los países árabes, los cuales se vieron sensiblemente debilitados y perdieron gran parte de su territorio, incluyendo el control del Canal de Suez, mientras que Israel incrementó sus posesiones territoriales y se fortaleció militarmente. Hasta aquí se trató de hacer aparecer el fenómeno como un simple problema territorial entre los árabes y los israelíes, en el cual eran apoyados por los rusos y los norteamericanos respectivamente. Los verdaderos móviles permanecían ocultos. Después de un impasse de 6 largos años, en el que ambos bandos se pertrecharon debidamente, el conflicto estalló de nuevo con violencia inusitada. El 6 de octubre de 1973, día del Yom Kipur, Egipto y Siria atacaron por sorpresa a Israel. Los judíos ganaron esta corta guerra y las hostilidades cesaron el 27 de octubre de ese mismo año. Pero ahora sí afloraron plenamente los motivos del enfrentamiento y quedó claro cuál era el fondo del asunto, pues, derrotados militarmente, los países árabes tuvieron que hacer valer un arma económica y política: el embargo de sus exportaciones petroleras al mundo imperialista y el aumento sustancial de los precios de los productos petroleros. En octubre de 1973, la OAPEC (Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo, que en aquella época estaba integrada por Kuwait, Libia, Arabia Saudita, Argelia, Egipto, Irak y Siria) resolvió recortar la producción en un 5% mensualmente; el embargo se levantó en marzo de 1974, después de cinco meses. Por su parte, la OPEP (Organización de Países Productores de Petróleo, a la cual pertenecían Venezuela, Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Libia, Nigeria, y Ecuador) estableció, el 16 de octubre de 1973, un embargo petrolero en contra de los países que habían apoyado a los israelíes en la guerra del Yom Kipur. Como resultado inmediato de ello se registró una crisis energética en todos los países altamente desarrollados (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Japón, etcétera) que, junto con los factores anteriormente analizados, los llevaron a una de las recesiones más grandes de su historia. Los países árabes empezaron entonces a recibir enormes cantidades de recursos, los cuales emplearon en primera instancia para capitalizar su industria fundamental, la industria petrolera, y después para impulsar su industrialización capitalista, sin estar atenidos ya a las migajas que los soviéticos quisiesen darles como ayuda; también, pronto tuvieron excedentes de capital-dinero que se dedicaron a invertir en el sistema financiero de los países altamente desarrollados; en unos pocos años se convirtieron en verdaderas potencias económicas. La crisis petrolera se inscribe en la categoría de las que se presentan en las relaciones entre los diversos sectores de la economía internacional. La demanda del energético por parte de los países metropolitanos se cubría con una producción cotizada a precios tan bajos que no permitían siquiera la reproducción simple de esa industria, no digamos ya su capitalización para incrementar la exploración y la extracción del petróleo; en un mercado libre la situación habría evolucionado a la manera clásica: incremento de los precios, aumento de la tasa de ganancia, desplazamiento del capital hacia la industria deprimida, crecimiento de la producción, et-

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cétera. Sin embargo, los precios del petróleo estaban determinados unilateralmente por los carteles intermediarios (las cinco hermanas) y eran mantenidos en su bajo nivel por todo un aparato político y militar, cuya punta de lanza era la nación israelí, Es por eso que la reivindicación económica, la elevación de los precios del petróleo, tuvo por fuerza que ser impuesta mediante una lucha político-militar, la confrontación con el pueblo israelí, que era el rabioso defensor de los intereses norteamericanos en el medio oriente. El incremento de los precios del petróleo elevó necesariamente la tasa de ganancia del capital de los países árabes, hizo posible la capitalización de la industria, extendió la exploración para el descubrimiento de nuevos mantos a mayores profundidades, aumentó enormemente las reservas probadas y fortaleció sensiblemente su capacidad de producción. Se llegó así a una adecuación (transitoria, desde luego) entre la demanda y la oferta de petróleo a nivel mundial.

La crisis de insolvencia de las economías de los países del tercer mundo. 1982 (Los países latinoamericanos: Argentina, Brasil, Chile y México) Después de la crisis monetaria internacional y de la crisis del petróleo, los países “en desarrollo” dan un paso adelante en esta fase de su existencia, la cual todavía transita dentro del mismo tipo de relaciones económicas con los países metropolitanos. Se mantiene la estructura fundamental, de acuerdo a la cual los países desarrollados proveen de capital, medios de producción, tecnología, servicios financieros, etcétera a los países neocoloniales y éstos producen principalmente materias primas, alimentos y energéticos para el mercado metropolitano. La relación tiene como propósito fundamental el desarrollo de la industria nacional (“industrialización”) de los países del “tercer mundo” mediante la sustitución de importaciones y el incremento del capital nacional con base en el capital extranjero Este proceso de “industrialización” de los países “subdesarrollados” se da a través de un movimiento entre los dos sectores que integran sus economías: el sector II (burguesía media y pequeña burguesía) propugna por un desarrollo hacia adentro, que excluye en cierta medida (aunque no totalmente) el capital extranjero, mientras que el sector I (gran burguesía, plutocracia) favorece un desarrollo hacia afuera, que tiene su base de sustento en el capital extranjero; el sector II es partidario de un control férreo del capital extranjero, de la nacionalización de las industrias estratégicas, etcétera y el sector I reivindica la liberalización de la economía para permitir el libre flujo del capital y de las mercancías del exterior; en la medida en que cada uno de los sectores detenta el poder o tiene cierta participación en el mismo, impone parcial o totalmente sus exigencias, de lo que resulta un crecimiento económico que tiene como momentos alternantes el ingreso masivo del capital extranjero, el desarrollo, con base en el mismo, del capital nacional, la negación del capital extranjero por una fracción del capital nacional, la apertura de nuevo de las fronteras al capital metropolitano, y así sucesivamente.

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En la primera mitad de la década de los años 70 del siglo pasado, en una gran cantidad de países, se inició un movimiento nacionalista (en América Latina lo encontramos en Chile, en donde es conducido por el gobierno socialista de Allende, en Argentina, por el Peronismo y en México por el gobierno de Luis Echeverría) que estimula un desarrollo económico capitalista autóctono, el cual reduce e incluso excluye la participación del capital extranjero. El capital nacional florece mediante la nacionalización o privatización del capital extranjero. Este mismo desarrollo del sector II de los países neocoloniales procrea los elementos de su negación que son al mismo tiempo los del modelo económico que habrá de sustituirlo. Mediante la violencia militar (en Argentina y Chile, por ejemplo) o a través de un incruento golpe de Estado constitucional (en México), la plutocracia se adueña del poder, da un fuerte impulso a la liberalización de las economías y toma el timón de la industrialización basada en la abierta participación del capital extranjero. En la segunda mitad de la década del setenta del siglo pasado se genera una gran demanda, de parte de los países neocoloniales, de capital, bienes de capital, tecnología y bienes de consumo para alimentar el crecimiento de sus economías bajo las condiciones conquistadas en su lucha contra el “populismo”. La tasa de ganancia crece en ellos a niveles muy altos. Al mismo tiempo, en los países metropolitanos se presenta una baja en la tasa real de ganancia en virtud de la recesión en que se encuentran sus economías y, además, por eso mismo y a causa de los enormes volúmenes de capital-dinero que los países petroleros han depositado en los bancos comerciales del sistema financiero internacional, existe una gran cantidad de capital monetario ocioso que busca desesperadamente su colocación. El capital excedente metropolitano se traslada en masa hacia los países neocoloniales bajo la forma de créditos que concede la banca comercial internacional a los gobiernos, empresas gubernamentales, empresas paraestatales y empresas privadas, en donde se aplica al desarrollo de las economías de estos países, tanto en las industrias que sustituyen importaciones, como en las que producen materias primas, alimentos y energéticos, al igual que en la infraestructura que sirve de base a todo el sistema económico y también se utiliza como reservas que sirven para financiar el déficit comercial de los países no productores de petróleo y que por tanto tienen que importarlo a los altos precios que ahora existen en el mercado. Los extremos de la contradicción se engendran mutuamente y por medio de este movimiento producen también los elementos de la negación de la relación en curso. La relación entre los países neocoloniales y los países metropolitanos tiene las siguientes instancias: • los países metropolitanos conceden préstamos a través de la banca comercial a los países neocoloniales para el desarrollo en ellos de la industria sustitutiva de importaciones, de las empresas productoras de alimentos, materias primas y energéticos y de la infraestructura nacional y para financiar el déficit

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comercial de aquellas naciones que no sean productoras de petróleo; además, hacen inversiones directas de capital en las diversas ramas productivas, pero lo característico de la etapa que estudiamos es el verdadero alud de préstamos de los bancos comerciales a los países del tercer mundo; por todos estos conceptos ingresan a los países divisas en moneda extranjera; • los países del tercer mundo obtienen además divisas extranjeras por concepto de las exportaciones de materias primas, alimentos, energéticos y, en muy modesta medida, de manufacturas; • los países neocoloniales deben hacer pagos en moneda extranjera por los siguientes conceptos: compra de maquinaria y equipo a los países metropolitanos, importación de bienes de consumo y, en su caso, de energéticos, utilidades, regalías, etcétera de las inversiones de capital extranjero directas, intereses de la deuda externa, amortización del principal al vencimiento de los créditos, fundamentalmente. La condición para que la mutua complementación de los contrarios se desarrolle normalmente es que, con base en una tasa de cambio relativamente fija de la moneda extranjera en que se realiza la mayor parte de las transacciones internacionales, exista un equilibrio entre los ingresos y los egresos de divisas. En un primer momento este requisito se cumple a plenitud y la mutua generación de las dos partes de la economía mundial se produce venturosamente: el capital extranjero se traslada sin trabas a las economías subdesarrolladas y éstas reciben un gran impulso en su crecimiento económico. Sin embargo, esa misma plácida situación es el caldo de cultivo de los elementos de su negación: • las industrias nacionales crecen desmesuradamente y, por tanto, en la misma medida se elevan sus importaciones de maquinaria y equipo; • la bonanza económica provoca fatalmente un aumento en las importaciones de bienes de consumo; • las enormes cantidades de capital extranjero de préstamo empiezan a cobrar los intereses correspondientes, cuyo volumen se incrementa necesariamente con cada nuevo crédito contratado; • se inicia el vencimiento de los créditos, los cuales deben ser liquidados religiosamente; • la astringencia crediticia que la concentración del capital-dinero internacional en los países del tercer mundo ha suscitado en los demás sectores de la economía mundial, hace crecer obligadamente las tasas de interés, lo que a su vez da lugar a un aumento considerable del monto que por concepto de intereses deben pagar los países del tercer mundo; • todas estas circunstancias exigen cantidades cada vez más grandes de divisas; • la propia participación de los países subdesarrollados en los mercados internacionales con sus producciones de alimentos, materias primas y energéticos, hace crecer la oferta de las mismas y provoca el descenso de sus precios y,

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por tanto, el de los ingresos por estos rubros; a esto se agrega la mengua en la demanda que la recesión económica en los países desarrollados origina, por lo que los precios de los productos primarios reciben otro empuje en su caída; • las entradas de divisas por concepto de las exportaciones se reducen drásticamente. El equilibrio entre ingresos y egresos de divisas empieza a romperse hasta que, por último, la salida supera con mucho la entrada de las mismas. Se presenta, entonces, la imposibilidad absoluta para estas economías de pagar sus obligaciones internacionales. Es aquí, en este punto, en donde la crisis se manifiesta plenamente. El 12 de agosto de 1982, el secretario de Hacienda de México informa al director de la Reserva Federal estadounidense, al secretario del Tesoro de los Estados Unidos y al director del fondo Monetario Internacional que su país no está en posibilidad de cumplir con el pago programado para el 16 de agosto del servicio de una deuda de cerca de 80 mil millones de dólares. Este anuncio precipitó la crisis de insolvencia en cerca de 40 países del tercer mundo, 27 de los cuales debían 239 mil millones de dólares a la banca comercial metropolitana. De esos países, dieciséis eran latinoamericanos; los cuatro más grandes de ellos –México, Brasil, Venezuela y Argentina– debían en conjunto 173 mil millones de dólares, que representaban el 74 por ciento del total de la deuda de los países menos desarrollados (es por eso que a esta crisis se le conoce como la “crisis de insolvencia de los países latinoamericanos”). De esta cantidad, aproximadamente 37 mil millones de dólares se debían a los ocho más grandes bancos comerciales norteamericanos y constituían el 147 por ciento del monto de su capital y reservas. La posibilidad muy real de la quiebra de los más grandes bancos comerciales del mundo sembró la alarma en el sistema financiero internacional y puso en alerta al gobierno norteamericano y a las instituciones crediticias internacionales de apoyo como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En diversos grados y con diferente profundidad, la crisis golpeó las economías de los países del tercer mundo. Para el primer semestre de 1982 se había detenido la entrada de dinero fresco a las economías menos desarrolladas; los bancos comerciales metropolitanos suspendieron el otorgamiento de nuevos créditos, los capitalistas extranjeros privados dejaron de invertir y los ingresos por las exportaciones se contrajeron grandemente. El desequilibrio externo seguía creciendo a un ritmo vertiginoso. Esto obligó a los gobiernos a implementar medidas de contracción del gasto público y a las empresas privadas a reducir sus inversiones. Por otra parte, se establecieron medidas proteccionistas, como aranceles a la importación y, en algunos casos, el control de cambios. Fatalmente, cada una de las medidas tomadas se convertía en su contrario y producía una mayor desproporción entre el ingreso y el egreso de divisas. En esta etapa se inicia un proceso de salida de capitales hacia los mercados metropolitanos, principalmente el norteamericano, que rápidamente se convierte en un incontenible drenaje de recursos.

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Las reservas de medios de cambio de los gobiernos descienden catastróficamente y quedan en algunos casos en niveles tan ínfimos que apenas si alcanzan para las importaciones más imperiosas de unas cuantas semanas. Ante estas circunstancias, no queda otro camino que la devaluación de las monedas nacionales; uno tras otro, los países endeudados devalúan en una mayor o menor proporción, de acuerdo con las condiciones especiales en que se encuentra cada uno de ellos. Pero esta medida, igual que las anteriormente tomadas, en lugar de resolver los problemas de las economías tercermundistas los agrava radicalmente. Los países del tercer mundo ingresan en una dinámica de reducción del ritmo de acumulación que los lleva a una franca desacumulación: la inversión pública y privada desciende y se vuelve definitivamente negativa, las empresas cierran, los bancos sufren grave deterioro (muchos de ellos van a la quiebra), los precios crecen en una forma inmoderada, la producción disminuye a niveles ínfimos, incluso por abajo de la línea de la reproducción simple, el desempleo se dispara y son lanzados a la calle millones de obreros que van a engrosar el ejército industrial de reserva y la depauperación de toda la clase trabajadora se agrava en grado extremo. Por su parte, los bancos comerciales metropolitanos se encuentran en una situación de peligro financiero porque sus capitales son insuficientes para absorber las pérdidas resultantes de una insolvencia masiva de los países en vías de desarrollo. Existe por tanto una posibilidad muy real de la quiebra de los principales bancos comerciales norteamericanos que llevaría al sistema financiero internacional a una crisis mayúscula. Coinciden de esta manera los intereses de los países del tercer mundo y los de los países metropolitanos. Los primeros requieren capital para reanudar el crecimiento económico y a los segundos les interesa cobrar los créditos concedidos anteriormente y conservar los clientes a quienes en el futuro se pueda seguir prestando. Por un lado es necesario pagar los créditos vencidos para poder tener acceso a nuevos créditos y por el otro es imperioso cobrar los créditos para no ir a la bancarrota. Terceros interesados en este asunto son el gobierno norteamericano y las instituciones crediticias mundiales, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, quienes están obligados a velar porque el sistema financiero internacional no se vaya a pique. Bajo el patrocinio del gobierno estadounidense, con la participación del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, los gobiernos de los países endeudados y los bancos comerciales se da inicio a un proceso para resolver el acuciante problema de la deuda externa de los países en desarrollo. No será sino hasta principios de la década de los 90 del siglo pasado cuando se dé oficialmente por superada la crisis financiera de los años ochenta.6

Véase: Enrique R. Carrasco, The 1980s: The debt crisis and the lost decade, en: The E-Book on International Finance and Development. The University Of Iowa Center for international finance and development, www.uiowa.edu/ifdebook).

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El caso de México En México se produjo la “crisis de insolvencia” en su forma más pura, con los rasgos clásicos. La enorme fuerza atractiva del mercado internacional excitó el crecimiento exorbitante de la industria petrolera mexicana, el cual fue financiado con créditos de la banca internacional; al sobresaturarse el mercado petrolero y desplomarse el precio del petróleo, es decir, cuando la oferta sobrepasó en una forma desmedida la demanda, tiene lugar la quiebra de la industria petrolera mexicana y el país cae necesariamente en la insolvencia. En otro lugar (Robledo Esparza Gabriel, La crisis del capitalismo mexicano, pp. 119-164) hemos hecho un análisis detallado de la crisis petrolera mexicana y de todas sus implicaciones políticas, al cual remitimos al lector.

La crisis de las economías exportadoras emergentes (Octubre de 1997-Diciembre de 1998) La crisis financiera internacional que se desarrolló a fines de 1997 y se continuó a lo largo de 1998 se caracterizó por el retiro masivo de capital financiero de corto plazo que se inicia en los países Asiáticos: Tailandia, Filipinas, Malasia, Indonesia, Hong Kong, Corea del Sur y Japón, se continúa en los mercados emergentes de Latinoamérica y se extiende hasta los países altamente desarrollados. Los resultados inminentes de este hecho fueron el derrumbe de las bolsas de valores y presiones sobre las reservas internacionales que llevaron a la devaluación de las monedas locales, y la causa inmediata del mismo fue un déficit en la cuenta corriente de los países asiáticos y algunos latinoamericanos; los ingresos por exportaciones descendieron mientras las importaciones se mantenían en el mismo nivel o incluso aumentaban. Las causas subyacentes de la catástrofe económica lo fueron el exceso de exportaciones de manufacturas de los países de menor desarrollo económico hacia el mercado global, el consecuente descenso del precio de esos bienes y la necesaria reducción de los ingresos por concepto de su venta en el exterior. Es exactamente el mismo fenómeno que se presentó dos décadas atrás con la producción petrolera: baja producción, altos precios, incremento del número de productores, aumento de la producción, sobresaturación del mercado, caída de los precios, descenso de los ingresos, quiebra de las economías nacionales de los países productores, etcétera. Es decir, se trata de otro bello ejemplo del funcionamiento de la ley del valor, cuyos elementos teóricos fundamentales explicamos en el capítulo de este mismo trabajo que se denomina “La cuota de ganancia, vehículo de la crisis”. Véase también: Robledo Esparza, Gabriel, “La esencia de la teoría marxista del valor” Capitalismo Moderno y Revolución, tomo II, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, Centro de Estudios del Socialismo Científico, México, 2008.

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La fase actual de existencia del capitalismo internacional Para entender mejor estos acontecimientos es necesario situarnos en la fase de desarrollo en que el capitalismo internacional se encuentra actualmente. El capitalismo internacional vive la moderna fase del neoimperialismo y del neocolonialismo. En la etapa anterior, la relación fundamental entre metrópolis y colonias consistía en el intercambio de materias primas y alimentos por bienes de capital y otras manufacturas. En las colonias se formó una industria autóctona por medio de la sustitución de importaciones mientras que las metrópolis se especializaron en la producción de medios de producción. En ambos extremos era necesaria la protección de sus mercados; la difusión de la moderna tecnología hacia los países menos desarrollados se realizaba a través de las licencias a las empresas de esas naciones para que en ellas se produjeran las mismas manufacturas que en los países industriales y de las importaciones que realizaban de maquinaria, equipo y tecnología. En un proceso de mutua implicación, estas dos partes estructurales del capitalismo internacional ascendieron hacia un punto superior de su desarrollo.

La nueva relación entre metrópolis y neocolonias En esta nueva etapa, la relación fundamental de intercambio entre metrópolis y neocolonias es aquélla por la cual los países de menor desarrollo económico producen manufacturas para un mercado global y los países industriales los proveen de modernos medios de producción, alta tecnología y financiamiento especializado. Esta relación empieza a definirse en los países del sudeste asiático y produce en ellos un crecimiento económico formidable; primero es Japón el que ingresa en esa dinámica y algunos años después lo siguen los demás países de la región: Corea, Hong Kong, Tailandia, Indonesia, Malasia, etcétera. En el caso de Japón, los Estados Unidos, mediante los programas Economic Reconstruction in Occupied Areas (EROA-prog.), Government and Reflied in Occupied Areas (GARIOA-aid) y el “Dodge Plan.”, le inyectan cantidades ingentes de capital para la restauración de su economía de posguerra y lo convierten en un poderoso exportador de bienes de consumo duradero; pronto su economía es capaz de producir también medios e instrumentos de producción y entra en competencia en este terreno con los bienes norteamericanos de este tipo. El capital manufacturero y bancario norteamericanos se desplazan después hacia los demás países asiáticos, en donde establecen una gigantesca joint venture con las grandes empresas de esos países para convertirlas en exportadoras de manufacturas al mercado global. En los Estados Unidos, las empresas de la plutocracia crecen vigorosamente en el marco de esta alianza estratégica; centran su acción en el desarrollo de la producción de maquinaria y equipo de alta tecnología, de la tecnología misma y del financiamiento destinados a las empresas exportadoras de los países asiáticos; al mismo tiempo, se provoca la ruina de las empresas que producen con métodos tradicionales las manufacturas tradicionales y

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se establece una nueva y moderna producción de manufacturas de una tecnología sofisticada para el mercado global. En los países asiáticos se impulsa el progreso de las empresas exportadoras de manufacturas al tiempo que se lleva a la ruina a la industria que produce manufacturas para el mercado interno. Una parte sustancial del financiamiento para la conversión y desarrollo de las naciones asiáticas en y como exportadoras de mercancías la constituyen los recursos que va liberando la ruina de la pequeña y la mediana industria y los que se obtienen por el saqueo inclemente del fondo de consumo de los trabajadores. Los Estados Unidos inician posteriormente un proceso de integración con los países de América para llevarlos también a convertirse en exportadores de manufacturas. Igualmente, los Estados Unidos se ven obligados a reconcentrarse aún más en sus tareas especiales de producción de medios de producción, tecnología y manufacturas de punta. Como la demanda mundial de manufacturas es sumamente alta, las empresas exportadoras del sudeste asiático y las demás que se van incorporando obtienen enormes ganancias por sus ventas al mercado global; una fuerte corriente de capital financiero de los países desarrollados, principalmente de los Estados Unidos, fluye hacia ellos en volúmenes mayúsculos. Las altas tasas de ganancia hacen crecer también las tasas de interés, lo que atrae necesariamente al capital especulativo que es en su mayoría estadounidense; este capital requiere para su inversión de varias condiciones: en primer lugar, tasas muy altas de interés, en segundo, una total movilidad para poder desplazarse hacia donde aquéllas sean más elevadas, en tercero, la garantía de su convertibilidad instantánea en la moneda mundial, el dólar estadounidense.

El déficit comercial crónico La naturaleza específica de la relación entre metrópoli y neocolonias da lugar en éstas a una desproporción estructural muy acusada entre los ingresos por las exportaciones y los egresos por las importaciones. El punto de partida de todo el movimiento es una economía metropolitana pletórica de bienes de consumo sofisticados, de capital dinero (que ha sido reintegrado a las bóvedas de la plutocracia de los países desarrollados después de financiar la última fase de expansión de la industria petrolera) y de capital productivo que pugnan por saltar las fronteras de los países industrializados hacia los de menor desarrollo económico y, por otro lado, unas economías que han agotado el tipo de crecimiento basado en el intercambio de materias primas por bienes de capital y en la sustitución de importaciones de manufacturas (lo que suponía la protección de ambos entornos económicos). Los dos extremos de la relación neocolonial se exigen acuciantemente, pero el proteccionismo es la barrera que impide el libre intercambio entre ellos; braman a la par por el libre comercio.

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En cuanto se van desmantelando las barreras defensivas de las economías (acuerdos de libre comercio, etcétera) se inician dos procesos que tienen un ritmo diferente, el cual le da su impronta a todo el movimiento. Al punto de abrirse las fronteras, el capital comercial metropolitano irrumpe avasalladoramente e inunda instantáneamente con sus mercancías los mercados locales; pero, por otra parte, las industrias de los países neocoloniales toman un largo, lento y penoso camino para su conversión en exportadores de mercancías, el cual comprende tanto la derrota de la oposición interna de la industria tradicional como la de la resistencia ejercida por la industria tradicional de la metrópoli y la creación de un nuevo tipo de industrias en las dos economías: en la metrópoli, una que se concentre en la producción de medios de producción, tecnología de punta, desarrollo de productos y de mercados, etcétera, y en las neocolonias, otra que se dedique únicamente a producir las mercancías para el mercado metropolitano y global. Es a causa de este desfasamiento por lo que en los países de menor desarrollo las importaciones crecen necesariamente a un ritmo mucho mayor que las exportaciones.

El capital especulativo de corto plazo Para que, dadas estas condiciones, la nueva relación entre metrópolis y neocolonias siga adelante sin tropiezos, es necesario que el exceso de las importaciones sobre las exportaciones sea cubierto de alguna manera; el capital financiero internacional encuentra aquí una nueva oportunidad de obtener altas ganancias y desarrolla la más frondosa de sus ramas, el capital especulativo de corto plazo, cuya misión es cubrir los déficit de las cuentas corrientes de los países neocoloniales. Conforme se abren los mercados metropolitanos y, por tanto, crecen las exportaciones de los países neocoloniales, se incrementan las importaciones de bienes de consumo para satisfacer la demanda de los sectores de altos ingresos y aumentan las importaciones de bienes de capital con el fin de expandir la industria de exportación; ambos rubros se acrecientan desmesuradamente. La necesidad del capital metropolitano especulativo también se hace mayor y se toman todas las medidas posibles para atraerlo; pronto, este capital de corto plazo se encuentra financiando no sólo el déficit normal, sino el que se genera por los nuevos excesos en las importaciones de bienes de consumo y las mayores compras de bienes de capital que la dilatación de las exportaciones requiere; de hecho, una buena parte de ese tipo de capital viene a financiar una porción sustancial de la expansión de la industria exportadora. Lo que por su naturaleza produce resultados al mediano y largo plazo queda por completo sujeto por un débil hilo a algo que es altamente volátil y puede desvincularse instantáneamente de él. Se alcanza así un equilibrio sumamente inestable de las economías neocoloniales, las cuales, como malabaristas, tienen que realizar los más variados y complicados juegos de manos con todas las variables económicas para mantenerlo. El costo extraordinario que la economía neocolonial tiene que pagar para conservar al capital especulativo en las arcas nacionales se cubre con los recursos que va dejando libres la ruina de la pequeña y la mediana industria y con el fondo de

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consumo de los trabajadores, el cual es reducido drástica y sustancialmente a través de la política salarial. Este equilibrio inestable tiene en sí mismo el germen de la crisis. Ésta se presenta cuando el capital de corto plazo se retira masiva e intempestivamente de los mercados nacionales para refugiarse en las arcas de los países metropolitanos.

El retiro de capital financiero de corto plazo El capital especulativo abandona rápidamente los “mercados emergentes” cuando el déficit comercial se eleva en tal medida que no hay ninguna posibilidad de que se cubra con las exportaciones que las más optimistas previsiones esperan y por lo cual se pone en riesgo la convertibilidad instantánea de aquél. Como la mayor parte del capital especulativo que se encuentra invertido en los mercados neocoloniales proviene de las Corredurías norteamericanas, principalmente de las asentadas en Wall Street, los temores que suscitan los problemas económicos en un país se comunican inmediatamente a todos los inversores, quienes inician el retiro de fondos aún de aquellos países en los que no hay todavía una situación de emergencia; se producen los famosos efectos de carácter internacional, como los denominados “tequila”, “dragón”, “samba”, etcétera, los que, partiendo de un determinado país, se extienden por todo el mundo y hacen temblar y derrumbarse a los sistemas financieros de decenas de países.

Dos casos típicos de déficit comercial Los déficit extraordinarios de la balanza comercial se pueden presentar en dos períodos especiales en los países neocoloniales exportadores: cuando están en la fase de crecimiento acelerado y sus importaciones y exportaciones se incrementan, pero las primeras en una medida descomunal, con lo que se provoca un déficit mayúsculo; o, cuando debido a la concurrencia de varios países exportadores a un mismo mercado, las exportaciones disminuyen su ritmo de crecimiento mientras las importaciones continúan con su aumento acelerado dando lugar también a un déficit excesivo. La crisis mexicana del 94, con su correspondiente efecto internacional denominado “efecto tequila”, tiene su origen precisamente en el primer tipo de déficit comercial arriba descrito; por su parte, la crisis de las economías asiáticas iniciada en octubre-noviembre de 1997 reconoce sus causas en un déficit ocasionado por la desaceleración de las exportaciones. ¡De ti habla la fábula! Si consideramos que en los países asiáticos el déficit comercial inherente a su relación con las metrópolis sólo produjo sus efectos desastrosos cuando alcanzaron su madurez y saturaron con sus productos los mercados exteriores, ¿qué irá a suceder con la economía mexicana, que ya ha tenido una crisis catastrófica en el período de su constitución como entidad exportadora, cuando en su plena sazón inunde también, a la par que decenas de otras economías emergentes de Latinoamérica, con sus mercancías los mercados exteriores?

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Las primeras economías exportadoras Las economías asiáticas fueron las primeras en integrarse, como naciones en vías de desarrollo exportadoras de manufacturas, a la relación característica de la nueva fase de existencia del imperialismo entre neocolonias y metrópolis. Durante el período de su formación como tales y en el de su madurez, los elementos de su nueva naturaleza tuvieron un desarrollo ascendente: las exportaciones crecieron sistemáticamente, las importaciones tanto las de bienes de capital como la de bienes de consumo también lo hicieron en gran medida, se desarrolló el déficit estructural de la balanza comercial, se atrajo al capital extranjero lo mismo en inversiones directas que en inversiones de portafolio y se recibieron cantidades masivas de capital especulativo de corto plazo. En el otro extremo, en el terreno de los países altamente desarrollados, se dio un gran impulso a las ramas productoras de bienes de producción de alta tecnología, de la propia tecnología de punta y de bienes de consumo sofisticados, e igualmente a las altas finanzas y en especial al capital de corto plazo que manejan las Corredurías para invertir en los mercados “emergentes”. Al llegar a un punto nodal de su desarrollo, los elementos propulsores de la nueva relación del moderno imperialismo se convirtieron en su contrario, en los elementos de una negación franca y catastrófica del mismo.

Los elementos negatorios del modelo exportador Las importaciones de bienes de consumo se incrementaron sin medida porque la propia sustitución de exportaciones de los países neocoloniales dio lugar a la especialización de los países metropolitanos en la producción masiva de bienes de consumo sofisticados; la importación de bienes de producción de moderna tecnología y de la propia tecnología de punta creció inmoderadamente porque la competencia entre los mismos tigres asiáticos exigía aumentos voluminosos y en el menor tiempo posible de la producción de manufacturas para conquistar y conservar los mercados metropolitanos; esta expansión de la estructura industrial requirió del ingreso de cantidades inmensas de capital extranjero que en el mediano plazo dio lugar a la salida de una gruesa corriente de recursos al exterior por concepto de dividendos, regalías y amortizaciones; la brecha entre importaciones y exportaciones se hizo enorme y exigió por tanto altísimos volúmenes de capital de corto plazo por los que competían los distintos países en los mercados metropolitanos ofreciendo elevados intereses que hicieron más onerosos los costos de producción de las exportaciones; la feroz competencia entre los países exportadores llevó la oferta mucho más allá de los límites que la demanda imponía y provocó con esto el estancamiento o la disminución de los precios e hizo por tanto descender radicalmente sus ingresos; la creciente dependencia de las economías asiáticas del volátil capital especulativo de corto plazo las obligó a constituir voluminosas reservas en moneda extranjera (dólares) para poder cubrir los posibles retiros de aquellos recursos, lo

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cual, como se comprende, constituía una carga más sobre la industria exportadora de esas naciones. Esta situación llegó al punto en el que el monto de las exportaciones esperadas en el mediano plazo eran apenas sí una ínfima parte de los pagos que en ese mismo período tendrían que realizarse por concepto de importaciones, amortizaciones, dividendos, regalías e intereses de las inversiones directas y de portafolio de capital extranjero y del retiro normal del capital especulativo de corto plazo; los pagos inminentes del corto plazo se cubrían ya única y exclusivamente con el capital especulativo de corto plazo que se lograba captar en un mercado sumamente competido.

La crisis financiera en los países asiáticos Este precario equilibrio podía ser roto por el simple aleteo de una mosca. Cualquier pequeña circunstancia, cualquier irrelevante hecho desencadenó la crisis que se inició con el retiro masivo del capital de corto plazo de las economías asiáticas. Uno de los pilares del modelo exportador de los países asiáticos lo era el mantener el tipo de cambio fijo en un punto de equilibrio que diera fluidez a todas las operaciones externas que esas economías tenían que realizar. Ante los primeros ataques del capital especulativo, los gobiernos asiáticos se mostraron reacios a modificar el tipo de cambio; tenían la esperanza de que su firmeza desalentara a los especuladores, pero el resultado fue totalmente opuesto: se incrementaron los retiros de capital extranjero de las Bolsas y en la misma medida creció la demanda de dólares, la cual tuvo que llenarse con los recursos de las reservas. Al vaciarse las arcas nacionales quedó al desnudo la terrible realidad: la total insolvencia de esas economías para cumplir con sus compromisos internacionales; las necesidades de moneda extranjera de cada país oscilaban entre los 20,000 y 50,000 millones de dólares, según el caso concreto de que se tratara.

La base de sustentación del libre cambio es el proteccionismo Era evidente que los países asiáticos por sí solos no podrían jamás resolver ese gravísimo problema financiero en que se encontraban; se hizo absolutamente necesario recurrir a los organismos internacionales en busca de apoyo. Éstos ofrecieron de inmediato su ayuda pero bajo condiciones muy severas, en las que se exigían cambios radicales en las políticas económicas de los países del Asia. Estas naciones habían logrado transformarse en emporios exportadores y al mismo tiempo conservar algunos elementos del anterior régimen económico, tales como el sistema bancario, la organización empresarial (los “Cheabols” coreanos, por ejemplo), la política monetaria y cambiaria, etcétera. En cierta manera, se trataba de resabios proteccionistas que hasta ahí habían servido de base para la expansión libre cambista.

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Los organismos financieros regionales y mundiales, incapaces de comprender que era el propio libre cambio implantado en las naciones asiáticas el que traía su negación en sí mismo y el que había producido, a través del desarrollo necesario del déficit comercial que le es consubstancial, la dramática crisis de sus economías, exigió, como requisito previo para aprobar los préstamos de emergencia que aquéllas necesitaban desesperadamente, la abolición total de cualquier residuo proteccionista que en ellas existiera. La primera reacción de los gobiernos asiáticos fue el rechazo de estas exigencias; sin embargo, ante las repetidas catástrofes financieras a que se vieron sometidos pronto aceptaron tan duras condiciones. Los gobiernos asiáticos devaluaron sus monedas, iniciaron la implementación de un tipo de cambio flotante, pusieron en marcha programas de reformas de su sistema financiero y bancario, los que comprendían una mayor apertura para las inversiones extranjeras de portafolio y una participación mayor de los bancos extranjeros en los mercados de dinero y capital, reorganizaron el sistema empresarial, sobre todo redefiniendo la relación entre las grandes empresas y el Estado con el propósito de eliminar el proteccionismo que hasta ahí había existido, etcétera. Todas las medidas impuestas a los gobiernos asiáticos representaban una profundización del libre cambio; eran, por tanto, el punto de partida para un nuevo y potente desarrollo del modelo exportador de esas economías que al mismo tiempo deberá procrear los elementos de su negación, los cuales, tarde o temprano, saldrán a la superficie en una inesperada erupción violenta. Muy propio de la estulticia burguesa es el considerar que las disposiciones que se impusieron a las economías asiáticas son el medio necesario para evitar las crisis. Esa estulticia, sin embargo, no fue obstáculo para que se tomaran medidas de orden práctico en previsión de nuevas catástrofes financieras: en efecto, la crisis puso de relieve la imperiosa necesidad de incrementar sustancialmente los fondos de los organismos regionales y globales destinados específicamente a apoyar a las naciones en desarrollo con problemas en sus balanzas comerciales que amenacen con transformarse en crisis incontrolables. El desarrollo del libre cambio requiere de un derroche demencial de recursos, los cuales deben de permanecer inactivos en previsión de los desastres inherentes al funcionamiento de aquel sistema económico. El libre cambio tiene un sólido punto de apoyo en la protección que le prodigan los organismos financieros regionales e internacionales; de hecho, el libre cambio sólo existe porque el proteccionismo es su base de sustentación.

El perfeccionamiento del modelo exportador a través de su negación La crisis que a partir de octubre de 1997 se presentó en las economías del Asia fue una negación del modelo exportador y, en igual medida, el medio para la elevación del mismo a una etapa superior de su desarrollo.

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En los países industriales la crisis también se manifestó como una negación de su naturaleza específica que al mismo tiempo puso los cimientos para su transición hacia una fase más alta de su existencia. La crisis financiera internacional es, por una parte, un claro ejemplo del funcionamiento de la vieja ley del valor aún en las circunstancias actuales y, por la otra, una forma necesaria que adquiere la relación entre metrópolis y neocolonias en la fase actual de su existencia. En ambas partes del sistema, mediante su mutuo engendramiento y negación, el capitalismo ha perfeccionado sus características esenciales que lo definen como un régimen que anula la naturaleza humana de los trabajadores. Siendo las crisis como la financiera internacional potentes instrumentos para el desarrollo ascendente de la nueva relación entre metrópolis y neocolonias, ésta alcanzará su punto culminante cuando todos los países del tercer mundo se conviertan en exportadores de manufacturas y se establezca entre ellos una feroz y demoledora competencia. Sucederá entonces lo mismo que en la etapa anterior de esa relación, cuando se saturaron los mercados de materias primas, alimentos y energéticos a causa de una enorme sobreproducción ocasionada por la concurrencia de decenas de países productores; la quiebra de las economías nacionales anunciará el tránsito de la relación metrópolis-neocolonias a una forma superior.

El efecto tequila La crisis económica en los países asiáticos tuvo como preludio la crisis de la economía mexicana que se produjo en el período 1994-1995; ésta se reavivó, bajo la influencia de aquella, en los años de 1997-1998. Como país que se ha encaminado por la senda de la exportación de manufacturas, México pertenece por derecho propio al grupo de economías exportadoras emergentes y está sujeto a los mismos avatares que éstas. Por lo tanto, le son aplicables las mismas consideraciones que a propósito de la primera fase de la crisis financiera internacional hemos hecho en lo que antecede.

La primera crisis económica del neoliberalismo mexicano. 1994-1995 En lo anterior hemos estudiamos la crisis de las economías exportadoras emergentes del sudeste asiático, la cual constituye la primera fase de la crisis financiera internacional que en estos días aún hace sentir sus efectos en la economía mundial. Un adelanto de esta crisis generalizada en los países emergentes, y que en lo esencial tiene rasgos semejantes con ella, es la crisis del neoliberalismo mexicano que se produjo al darse el cambio de gobierno federal en diciembre de 1994. Esta primera crisis del neoliberalismo mexicano se inscribe totalmente en el esquema ya estudiado de las crisis que tienen su origen en la disyunción entre oferta

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y demanda en el mercado mundial. La sostenida demanda de manufacturas en el mercado internacional trajo consigo necesariamente un incremento de su oferta. Decenas de países entraron a ese mercado sucesivamente. En un principio, la demanda crecía a un ritmo mucho mayor que la oferta; posteriormente, se estableció un equilibrio entre ambas; y al final, con el ingreso en masa de los países rezagados a la producción de manufacturas para el mercado mundial, la oferta excedió largamente a la demanda. México fue uno de los países que ingresaron tardíamente al grupo de naciones exportadoras de manufacturas; los primeros pasos en este sentido los dio casi al final de la fase de equilibrio y su inserción plena se produjo cuando ya estaba en marcha la etapa de aguda disociación entre la oferta y la demanda. El nódulo de esta primera crisis se encuentra entonces en (1) ese desbordado crecimiento del sector exportador de la economía mexicana, el cual es acuciado por la avidez de ganancia de los capitalistas mexicanos, quienes, obnubilados por el esplendor económico de los primeros países exportadores, consideran este mercado como prácticamente inagotable, y por la presión de la plutocracia norteamericana, que ha encontrado una nueva veta de su enriquecimiento: el impulso a la industria de exportación de los países emergentes y (2) una demanda que tiende a crecer a un menor ritmo y al final de cuentas a decrecer en la medida en que aumenta el número de países exportadores de manufacturas. El exceso de la producción de manufacturas mexicanas en relación con la demanda internacional de las mismas da lugar a la primera crisis del neoliberalismo mexicano, cuyos momentos más relevantes acabamos de delinear. La gestación y evolución de la primera crisis del neoliberalismo mexicano la hemos consignado detalladamente en el trabajo ya citado La crisis del capitalismo mexicano, pp. IX-XXXII, lugar al que remitimos al lector para un conocimiento más completo sobre este tema.

La segunda crisis del neoliberalismo mexicano La crisis del modelo exportador mexicano se continúa, de 1998 en adelante, en una crisis financiera que pone a los bancos al borde de la ruina, por lo que tienen que ser rescatados por el gobierno mexicano, y en una disminuida reedición de la crisis petrolera internacional que extiende sus efectos a México y aviva las crisis preexistentes. Una más amplia consideración de esta segunda crisis del neoliberalismo mexicano se encuentra en nuestro trabajo Esquema del desarrollo de la economía mexicana desde la conquista española, Cuadernos de materialismo histórico, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, Centro de Estudios del Socialismo Científico, México, 2009, pp. 113-129.

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La crisis y la ley del valor Tanto la crisis financiera internacional como las crisis del neoliberalismo mexicano obedecen en todo a las determinaciones de la ley del valor. En ellas ha obrado el mecanismo tradicional del régimen capitalista de producción que es guiado por una cuota general de ganancia e implica la participación del capital bancario y financiero; este mecanismo a que hacemos alusión ha funcionado desde las primeras etapas del capitalismo moderno, el cual inicia su existencia con las famosas crisis de la economía inglesa a partir de 1847. La crisis de las economías emergentes exportadoras posee los rasgos puros de un proceso clásico, conforme lo describe Marx en los tomos II y III de El Capital. Son dos sectores de la economía internacional: los países capitalistas desarrollados y los países emergentes exportadores de manufacturas, los cuales constituyen los dos polos de una contradicción; el incremento de la demanda de manufacturas en el mercado global (que responde a la nueva división internacional del trabajo, por la cual los países desarrollados se concentran en la producción de modernos medios de producción, alta tecnología, complejos productos financieros, bienes de consumo sofisticados, etcétera y prácticamente abandonan un buen sector de la producción de manufacturas) hace que su precio se eleve en una gran proporción, lo que, mediante el aumento de la tasa de ganancia, sirve de acicate para que el capital internacional se desplace hacia los países de menor desarrollo económico y los convierta en productores de las manufacturas que reclama el mercado internacional. El capital fluye hacia esos países masivamente y en consecuencia la producción de manufacturas crece en una medida colosal; pero esa producción ilimitada encuentra un lindero para su realización en la demanda que, aunque en constante aumento, sin embargo lo hace a un ritmo mucho menor que la oferta correspondiente. El ciclo empieza aquí la segunda fase de su evolución: las ventas de manufacturas se desploman, los precios caen, la tasa de ganancia desciende, el capital deja de fluir, el capital existente se volatiliza, el capital que sobrevive pierde gran parte de su valor, las empresas cierran, miles de obreros son despedidos, la depauperación de los trabajadores se acentúa, etcétera; en suma, se presenta una crisis más o menos violenta. La economía de los países emergentes cae en un profundo déficit comercial debido a que al reducirse drásticamente sus exportaciones no pueden obtener los medios necesarios para cubrir el valor de sus importaciones ni existe la posibilidad que en el mediano plazo los adquieran. El déficit comercial agrava la crisis con la devaluación monetaria que le sigue. Al final del ciclo la oferta se alinea con la demanda respectiva, la producción de los países metropolitanos y la de los países emergentes exportadores se ajusta al tiempo socialmente necesario para cada una de ellas, etcétera y desde aquí se inicia de nuevo la fase ascendente del mismo.

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Capítulo XII

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La crisis del Fondo Long Term Credit Management. 1998 La etapa de las finanzas de la sociedad de consumo que hemos denominado de bursatilización, llega a su término con la llamada crisis del hedge fund “Administración de capital a largo plazo” (Long Term Capital Management, LTCM por sus siglas en inglés). El fondo LTCM se formó como un desprendimiento de la Banca tradicional norteamericana. John Meriwether, titular del Departamento de comercio de bonos de la firma Salomón Brothers, se separó de la empresa y estableció en 1993 su propio negocio de compra y venta de títulos. Constituyó el Fondo de acuerdo con la legislación que permite la elusión de ciertas regulaciones a las instituciones financieras que se integran cumpliendo con ciertos requisitos: las participaciones de capital deben de ser muy elevadas y los inversionistas, profesionales de las finanzas y/o personas extraordinariamente ricas, conforme a lo dispuesto por la Investment Company Act of 1940, según la cual los Fondos que aceptasen participaciones de cien o menos individuos con más de un millón de dólares de riqueza neta cada uno de ellos estarían exentas de la mayoría de las regulaciones que atan a otras compañías inversoras. Reunió en esta forma un capital impresionante, de 1.3 mil millones de dólares, con el cual empezó el funcionamiento del Fondo. Los inversionistas eran todos personas excesivamente ricas (fueron 80 inversionistas iniciales, quienes aportaron un mínimo de $10 millones de dólares cada uno) (The Washington Post, 27 September 1998)1 y durante la vida del Fondo participaron en él individuos particulares, así como banqueros, bancos, empresas de todo tipo que colocaban ahí primero sus ganancias y después su propio capital de trabajo (off balance), altos ejecutivos de la banca, la industria y el comercio, funcionarios federales (circula la especie de que el en aquel entonces Presidente del Banco Federal de la Reserva, Alan Greespan, también tenía inversiones en el LTCM), etcétera. Meriwether integró una plantilla de ejecutivos con los vendedores más acreditados de productos financieros y estableció un departamento de investigación 1

Ambit ERisk, LTCM-Long Term Capital Management, Case Study, www.erisk.com

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económica en el que trabajaban los más prestigiados economistas de norteamérica, incluso dos futuros ganadores del Premio Nobel de Economía. Una historia resumida de Long Term Capital Management se puede consultar en Wikipedia.2 LTCM fue el resultado más alto del movimiento de formación de la nueva estructura financiera del capitalismo de consumo; tras de él estaba un nutrido conjunto de Fondos regulados y otro no menos numeroso de hedge funds; estos últimos administraban también copiosos recursos, utilizaban los mismos métodos matemáticos para realizar sus operaciones y comerciaban tipos similares de valores y casi en volúmenes iguales que LTCM. Como lo señalamos en apartados anteriores, los hedge funds actuaban ya totalmente en el campo de la especulación; eran la expresión más concentrada del hambre insaciable, ilimitada, de ganancia de todos los capitalistas. Long-Term Capital Management (LTCM) utilizó estrategias de comercialización tales como arbitraje de valores de ingreso fijo [descubrimiento y explotación de ineficiencias en los precios de los bonos públicos o privados que tienen rendimientos fijos; comercio de swaps en tasas de interés; igualmente, comercio de contratos de futuros], arbitraje estadístico (obtención de ganancias de ineficiencias de precios identificadas con modelos matemáticos) y el comercio de pares de stocks, todo ello combinado con un alto apalancamiento (endeudamiento). Una amplia explicación sobre el arbitraje estadístico lo encontramos en el artículo correspondiente de Wikipedia.3 La principal estrategia de LTCM era hacer negocios de convergencia. Estos implicaban encontrar valores que estuvieran depreciados relativamente a otros y tomar posiciones largas en los más baratos y cortas en los más caros. Había cuatro principales tipos de operaciones: • convergencia entre bonos soberanos de los Estados Unidos, Japón y Europa; • convergencia entre bonos soberanos europeos; • convergencia entre bonos gubernamentales de los Estados Unidos en circulación (on-the-run) y fuera de circulación (off-the-run); • posiciones largas en mercados emergentes soberanos, cubiertas con dólares. Debido a que estas diferencias en los valores eran pequeñas, el fondo necesitaba tomar posiciones largas y muy apalancadas con la finalidad de hacer una ganancia significativa.4 Estrategias de comercio. La compañía usaba modelos matemáticos complejos para tomar ventaja de las transacciones de arbitraje de ingresos fijos (llamadas convergence trades), usualmente Wikipedia, the free encyclopedia, Long-Term Capital Management, page last modified on June 2011, www. wikipedia.org 3 Wikipedia, the free encyclopedia, Statistical arbitrage, page last modified on 10 June 2011 at 17:32, www. wikipedia.org 4 Ambit ERisk, LTCM-Long Term Capital Management, Case Study, www.erisk.com 2

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con bonos gubernamentales de Estados Unidos, Japón y Europa. Los bonos gubernamentales son una “obligación a término de ingresos fijos”, lo cual significa que ellos deberán pagar una cantidad fija en un tiempo específico en el futuro. La diferencia en el valor presente de los bonos son mínimas, de tal manera que de acuerdo con la teoría económica cualquier diferencia en el precio será eliminada por el arbitraje. Al contrario de las diferencias en los precios de dos compañías, los cuales pueden reflejar diferentes fundamentos subyacentes, las diferencias de precios entre un bono del tesoro a 30 años y uno a 29 años y 3/4 podrían ser mínimas –ellos recibirán pagos fijos a lo largo de 30 años–. Sin embargo, se puede establecer una pequeña diferencia entre los dos bonos debido a la diferencia de liquidez. Por medio de una serie de transacciones financieras, esencialmente comprando el bono “off-the-run” más barato (el de 29 3/4 años) y vendiendo en corto el más caro, pero más líquido bono “on-the-run” (el de 30 años recién emitido por el Tesoro), sería posible hacer una ganancia en la medida en que la diferencia en el valor de los bonos se hiciera más estrecha cuando un nuevo bono fuese emitido.5

LTCM utilizó sistemáticamente, en la época de su pleno florecimiento, para la realización de sus operaciones de mercado, los métodos estadísticos basados en las medidas centrales y en las desviaciones respecto de las mismas de los precios de los títulos con los que comerciaba; también aplicó con profusión modelos matemáticos para calcular los riesgos de los diversos stocks de activos que integraban su portafolio. A causa de la insaciable hambre de ganancia característica del capital en esta fase del ciclo económico, de la necesidad de proveer a los inversionistas de ganancias mucho más altas que el sistema financiero normal, ya que tal había sido el declarado propósito de su constitución, y debido también a que la ganancia del arbitraje era muy reducida, LTCM se vio obligado a contratar préstamos de la banca tradicional con el propósito de ampliar el monto del capital en funciones y de esta manera engrosar sus ganancias, y a desarrollar una febril actividad de compras y ventas que se sucedían a una velocidad vertiginosa, incrementando así la celeridad de la rotación del capital y, por tanto, el monto total de la ganancia. LTCM tejió una inmensa red de relaciones en la que se incluían grandes provisiones de capital para el Fondo de parte de empresas, bancos, diversas instituciones crediticias y de inversión, instituciones de seguros, otros fondos, etcétera y cuantiosos préstamos que le fueron otorgados por la banca comercial y de inversión. El hambre insaciable de ganancia y la desbocada especulación que le es consustancial, formaban la argamasa que mantenía firmemente unida esta red financiera. Este conjunto de instituciones bancarias y financieras organizadas en torno a LTCM constituía el corazón mismo del sistema financiero internacional. En los primeros años de su existencia, hasta 1997, el Fondo tuvo ganancias anualizadas superiores al 40% después del pago de los honorarios. A principios de 1998 la firma poseía un capital de $4.72 mil millones de dólares y había contratado préstamos por un total de $124.5 mil millones; sus activos sumaban cerca de $129 mil millones de dólares y la relación entre deuda y capital Wikipedia, the free encyclopedia, Long-Term Capital Management, page last modified on June 2011, www. wikipedia.org.

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era de 25 a 1. Por esas mismas fechas tenía fuera de la hoja de balance posiciones en derivados por cerca de $1.25 billones (1,250,000 millones) de dólares, la mayoría de los cuales correspondían a derivados de tasas de interés, tales como swaps de tasas de interés; también tenía inversiones en otros tipos de derivados, como opciones. El año de 1997, mientras LTCM y la red financiera tejida a su alrededor llegaban a la cúspide, se escenificaba en tanto la crisis financiera de los países asiáticos. (Véase en páginas anteriores: La crisis de las economías exportadoras emergentes). Esta crisis de los países exportadores de mercancías extendió sus efectos a todo el ámbito económico internacional; puso, en primer término, en peligro la estructura toda del sistema financiero mundial; en segundo lugar, redujo drásticamente la demanda global de manufacturas, materias primas y combustibles. El descenso de la demanda y, por consecuencia, de los precios de las manufacturas, las materias primas y los energéticos colocó en graves aprietos económicos a los países que habían basado su integración a la economía mundial en la producción de esos bienes para el mercado internacional, pues sus ingresos se redujeron abruptamente y, por lo tanto, era cada vez más difícil cumplir con los compromisos contraídos con el sistema financiero internacional. Toda esta situación desembocó en una baja sostenida de la tasa de ganancia en el sector de la economía mundial formado por los países emergentes. Rusia, después de su conversión al régimen económico capitalista típico, y con el propósito de desarrollarse plenamente por esa vía, se incorporó a la economía global como productor de materias primas y energéticos, bienes de los que tenía una enorme provisión en su extenso territorio. En exacta correspondencia con lo que había sucedido con los países exportadores de manufacturas, Rusia financió su crecimiento económico con deuda vendida a instituciones financieras internacionales; los diferentes Fondos, desde luego los hedge funds y más que ninguno LTCM, volcaron gran parte de sus recursos hacia la economía rusa, a la que proporcionaron enormes sumas de capital mediante la compra de sus bonos soberanos; esta compra derivó a la larga en operaciones de tipo especulativo, pues se adquirían los bonos rusos con la finalidad de buscar las divergencias de mercado con otros bonos de igual naturaleza y comprar y vender para obtener ganancias con el “retorno a la media”, pero en primera instancia, con independencia de que su destino último fuese la especulación, los capitales ingresaban a la economía rusa para potenciar su crecimiento; los Fondos adquirieron también extensas posiciones en swaps de la moneda rusa bajo el supuesto de que el tipo de cambio de la misma únicamente tendría pequeñas desviaciones sobre la media –el gobierno ruso seguía escrupulosamente una política de tipo de cambio fijo– que permitirían la tranquila realización del arbitraje, amén de que éste mismo, al reducir al mínimo las discrepancias del tipo de cambio en el mercado, colaboraría decididamente a mantener la estabilidad cambiaria. Se estableció una relación de mutuo engendramiento entre la economía rusa y el resto de la economía mundial, conforme a la cual aquella recibía de ésta recursos de capital para su desarrollo y, a cambio, proporcionaba al mercado global

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materias primas y petróleo; los extremos de la contradicción se implicaban mutuamente. La crisis asiática puso punto final a esta productiva relación y aceleró la conversión de todos los elementos de la contradicción en factores de su mutua negación. Por sí misma, la economía rusa se acercaba fatalmente a la sobreproducción; tal y como había sucedido con los países asiáticos, el abarrotamiento de recursos financieros se traducía en una fuerte elevación de la producción que ya empezaba a sobrepasar la demanda. Y ahora, con las economías emergentes en profunda crisis, la demanda de materias primas y energéticos registraba una caída radical que tornaba el exceso de la producción rusa en una mayúscula sobreproducción relativa. De aquí en adelante se da el patrón clásico: descenso de los precios, reducción de los ingresos, quiebra de la relación de comercio con el exterior, presiones sobre el tipo de cambio, etcétera. Todavía en los primeros meses de 1998 pudo Rusia seguir con la misma política económica, pese a las ominosas nubes que se avizoraban en el horizonte: en efecto, continuaron las emisiones de deuda, aunque ahora el dinero que se obtenía se aplicaba en su totalidad al pago de los intereses de la enorme deuda acumulada, y se mantuvo fija la paridad del rublo. Súbitamente, el 17 de agosto de 1998 Rusia devaluó su moneda y declaró una moratoria sobre una deuda de 281,000 millones de rublos. La crisis asiática había suscitado un sordo desasosiego entre los inversionistas de todo tipo; sin embargo, una calma superficial se impuso cuando los organismos financieros internacionales (FMI y Banco Mundial) fueron al rescate de las economías de los países emergentes. Esa aparente placidez fue rota ásperamente por la crisis rusa. Inmediatamente después del anuncio de las medidas económicas tomadas por el gobierno ruso, los bonos rusos y las posiciones en moneda rusa sufrieron una brutal devaluación; seguidamente se produjo en los mercados financieros mundiales un “vuelo hacia la liquidez” y la seguridad. Los inversionistas empezaron a deshacerse a precio de remate de los valores de sus portafolios y con ello dieron pie a una estampida de ventas que hizo descender aún más los precios de los títulos. Las posiciones cortas y largas que los Fondos mantenían en sus portafolios sufrieron grandes pérdidas con el abatimiento de los precios de los valores; las posiciones cortas se quedaron en el portafolio, y los activos, comprados con recursos en los cuales la proporción entre el capital propio y el de préstamo, proporcionado éste por los bancos comerciales y de inversión, estaba en proporción de 1 a 10, 20 e incluso 30, experimentaron severas reducciones de precios; los valores de corto plazo ya no pudieron completar la segunda fase del arbitraje, es decir, su venta a precios más altos; en las posiciones largas también se registraron graves pérdidas pues se quedaron en el portafolio, sujetos a un deterioro constante de sus precios, los activos de largo plazo, asimismo fuertemente apalancados, que se utilizan para el arbitraje que consiste en venderlos cuando su precio es alto y recomprarlos cuando éste desciende.

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En la fase de auge, los Fondos utilizaron, mal que bien, los modelos matemáticos relativos a los precios y a los riesgos de los valores para fundamentar la realización de sus operaciones. Cuando el mercado se vino abajo, el pánico fue el único consejero de sus acciones: se desprendieron de sus activos como de trozos de metal ardiente y los vendieron a precios ínfimos. Junto con el valor de sus activos se derrumbó estrepitosamente el artificio matemático que la ciencia económica les había construido. LTCM fue el caso más representativo del ascenso y de la caída de las nuevas finanzas. A principios de 1998 el portafolio bajo el control de este fondo tenía un valor aproximado de $100 mil millones de dólares, el valor neto de sus activos era de unos 4 mil millones de dólares y sus posiciones en swaps de cerca de $1.25 mil millones de dólares. También era el mayor proveedor de índices de volatilidad para los bancos de inversión (comercializaba sus modelos matemáticos), participaba en el mercado de los títulos garantizados con hipotecas y compraba deuda y swaps sobre monedas de los países emergentes. En mayo y junio de 1998 las ganancias netas del fondo cayeron 6.42% y 10.14%, respectivamente, con lo que el capital de LTCM registró una reducción de $461 millones de dólares. Para el 1º de septiembre de 1998 el valor del capital neto de LTCM había descendido hasta los $2.3 mil millones de dólares y el 22 de septiembre únicamente contaba con $600 millones de dólares en su cuenta de capital. Las pérdidas totales de LTCM hasta antes de su rescate fueron de $4.6 mil millones de dólares, repartidos de la siguiente manera en sus diferentes categorías: • • • • • • • •

$1,600 millones de dólares en swaps, $1,300 millones de dólares en la volatilidad de los valores, $430 millones de dólares en Rusia y otros mercados emergentes, $371 millones de dólares en operaciones dirigidas en países desarrollados, $286 millones de dólares en pares de valores (como VW, Shell) $215 millones de dólares en arbitraje en la curva de beneficios, $203 millones de dólares en stocks S&P 500, $100 millones de dólares en arbitraje de bonos basura.

Al mismo tiempo que esto sucedía con LTCM, otros Hedge Funds se encontraba en similares condiciones y también tuvieron enormes pérdidas. Tales fueron los casos de Franklin Savings and Loan y Granite Funds, los cuales registraron pérdidas cuando recibieron de sus acreedores llamados para aumentar el margen de sus garantías (margin calls). Si recordamos que alrededor de LTCM se había tejido una intrincada red en la que participaban los más grandes bancos comerciales y de inversión y las instituciones de seguros más poderosas de los Estados Unidos, todos con influencia global, empresas de la más diversa índole de los diferentes países, bancos centrales de muchas naciones del mundo, multitud de Fondos, etcétera, entonces se podrá valorar el catastrófico efecto que habría tenido la inminente quiebra de LTCM: la precipitación

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a la ruina de los bancos que eran sus grandes acreedores y de los bancos, bancos centrales, empresas y Fondos que habían invertido en él. La liquidación de sus activos a precios grandemente deprimidos habría acelerado el preexistente vuelo hacia la liquidez y la seguridad de todos los valores en el mercado. Una crisis financiera y bursátil de resultados incalculables, que cuando menos acarrearía el hundimiento del sistema financiero internacional y más tarde daría pié a una recesión global de gran magnitud, se habría presentado en la economía mundial. Ante esta perspectiva, el Gobierno de los Estados Unidos, por medio de su extensión “autónoma”, la Reserva Federal, organizó el rescate de LTCM. La tarde del 23 de septiembre, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, con la finalidad de prevenir una desastrosa catástrofe económica, organizó un paquete de rescate bajo el cual un consorcio de bancos comerciales y de inversión, entre los que estaban incluidos los mayores acreedores de LTCM, tomaron el manejo del Fondo, le inyectaron 3,500 millones de dólares, y a cambio de ello obtuvieron el 90% de su capital. Las contribuciones de las diversas instituciones fueron como sigue: • $300 millones de dólares cada uno: Bankers Trust, Barclays, Chase, Credit Suisse, First Boston, Deutsche Bank, Goldman Sachs, Merrill Lynch, J.P. Morgan, Morgan Stanley, Salomon Smith Barney, UBS; • $125 millones: Société Générale; • $100 millones: Lehman Brothers, Paribas. El salvamento de LTCM impidió el desarrollo más amplio de la crisis que estaba implícito en las condiciones financieras que hemos analizado. Ver en las fuentes que se citan6, 7 dos trabajos en los que se hace un exhaustivo estudio de las causas, evolución y desenlace de la llamada Crisis de LTCM. La llamada “crisis de LTCM” fue un ensayo general, tanto de las fuerzas económicas como de los elementos subjetivos de las mismas, de la crisis financiera, comercial e industrial, es decir, de la crisis general del capitalismo de consumo de los años 2007-2013. El trasfondo de la crisis fue, como ya lo vimos, el desenvolvimiento de la contradicción existente entre el sistema financiero y la estructura industrial, comercial y de servicios del capitalismo de consumo. Los extremos de la antítesis pasan de constituir una contradicción solucionada a formar una contradicción absoluta, en la cual uno de los extremos, el aparato financiero, se alza en contra de su otro, la industria y el comercio, y provoca la crisis. En lo anterior hemos dejado expuesta la relación entre la crisis de LTCM y sus antecesores lógico-históricos, la crisis Rusa y la crisis financiera de los países emergentes. Todo este movimiento desemboca, como lo veremos oportunamente, en la crisis general del capitalismo de consumo que se registra en los años 2007-2013. 6 Wikipedia, the free encyclopedia, Long-Term Capital Management, page last modified on June 2011, www. wikipedia.org 7 Ambit ERisk, LTCM-Long Term Capital Management, Case Study, www.erisk.com

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La solución de la crisis asiática a través de la enérgica intervención del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial y la oportuna contención del desenvolvimiento pleno de la crisis de LTCM pusieron el basamento para un nuevo impulso al desarrollo venturoso del régimen capitalista internacional, el cual únicamente se vio un tanto oscurecido por las crisis de Enron y de las empresas dot-com antes de entrar de lleno en la crisis general del periodo 2007-2013. En los apartados anteriores hemos visto desplegarse, como elemento esencial de la estructura y del movimiento económico del régimen capitalista, el hambre de ganancia de los capitalistas, de la cual observamos su necesaria transformación en hambre insaciable, ilimitada, que en la fase superior del ciclo se manifiesta imperiosamente en todos los capitalistas que participan en la actividad económica, quienes se dedican abiertamente a la especulación más desenfrenada. El hambre de ganancia es glorificada como el móvil supremo de la actividad empresarial; el hambre insaciable de ganancia, que es el hambre de ganancia elevada a la enésima potencia, es ese motivo propulsor básico de los capitalistas, deificado. Esta transformación de la pasión por la ganancia característica de los capitalistas en una exaltación desenfrenada no es algo que se presente accidentalmente o que sea sólo un defecto del régimen capitalista que puede ser evitado, como lo pretenden los liberales y los neokeynesianos, sino su fatal evolución cuando el ciclo económico llega a su fase más alta. En su comparecencia ante el Congreso de los Estados Unidos para explicar y justificar el rescate de LTCM organizado por la Reserva Federal de Nueva York, Alan Greespan, como representante legítimo de la “nueva economía” y de las “nuevas finanzas”, hizo una encendida defensa de la actividad especulativa de los hedge funds, a la cual consideró como esencial para el funcionamiento eficaz de los mercados y a éste como el medio insustituible para elevar el estándar de vida de las naciones. En el análisis que hace Greespan de la situación de LTCM y de su relación con las condiciones generales de la economía, resaltan los siguientes puntos: 1) Considera que la función de arbitraje que realizan los hedge funds tiene un papel fundamental en el desempeño correcto de los mercados financieros: permite reducir las fluctuaciones en los precios de los títulos y de esta manera hace más estable y fluida la intermediación hacia el sector productivo; 2) la misma actividad de los hedge funds que reduce los diferenciales en los precios de los valores hace descender las ganancias que se obtienen del arbitraje; para mantener un nivel determinado de ganancias o para incrementarlo es necesario invertir una cantidad mucho mayor de recursos; 3) estos recursos adicionales los obtienen los hedge funds mediante el apalancamiento con créditos bancarios, cuyo costo tiene por fuerza que ser menor que el ingreso esperado del arbitraje; 4) el arbitraje tiene su base en el supuesto de que los precios de los valores en el mercado oscilan en torno a un valor real de los mismos y que siempre hay en aquellos la tendencia a la vuelta a la medida central;

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5) el arbitraje se realiza mediante la utilización, para tomar las decisiones de compra y venta, de complejos modelos estadísticos y econométricos [a fin de cuentas, se basan en sencillos principios de estadística, como las medidas centrales, y en elementales conceptos de cálculo infinitesimal] que si bien son útiles en circunstancias normales del mercado, dejan de tener capacidad predictiva cuando en él se presentan alteraciones más o menos grandes; 6) en suma, el arbitraje, en principio indispensable para el funcionamiento racional de los mercados, debe realizarse con prudencia, sin comprometer grandes cantidades de recursos prestados y atendiendo a las prescripciones de los modelos matemáticos pero también al sano sentido común para evaluar las eventuales situaciones de riesgo excesivo en que se pueda incurrir; 7) LTCM supeditó la función reguladora del arbitraje al imperativo de obtener altas ganancias en el menor tiempo posible; explotó primero un campo virgen, en el cual las discrepancias entre los precios y los valores reales del mercado eran verdaderamente significativas y en donde el Fondo era uno de los pocos participantes y de hecho el de mayor envergadura; ante el tamaño gigantesco del mercado de arbitraje, acudió al apalancamiento en una gran medida, ya que la diferencia entre el costo del crédito y los ingresos del arbitraje era muy grande; es por todo esto que las ganancias de LTCM fueron inicialmente muy altas, a pesar de su gran endeudamiento; 8) el éxito de LTCM atrajo a grandes inversionistas de distinto tipo (individuos, instituciones, etcétera) que aportaron más capital al Fondo y convenció a los bancos comerciales de seguirle prestando sin límites; además, generó la competencia de otros hedge funds, los cuales también se dedicaron al arbitraje con ejemplar entusiasmo; 9) la misma actividad en el mercado de LTCM y la concurrencia de los demás hedge funds llevaron a una sistemática reducción de las divergencias entre precios y valores de los papeles comerciales y, por consecuencia, entre los costos de la deuda y los ingresos del arbitraje; esto impulsó a LTCM, que en virtud del descenso del potencial del mercado ya no podía captar más capital, a incrementar la magnitud de su deuda; 10) en este punto, a causa de las condiciones generales del mercado, se presenta un descenso en los precios de los valores que excede las previsiones de los modelos matemáticos y la vuelta a la media no se presenta bajo ninguna circunstancia, sino, al contrario, hay un vuelo hacia la liquidez y se posesiona del mercado una creciente aversión al riesgo; 11) LTCM se ve imposibilitada de realizar sus operaciones de arbitraje y en sus arcas se acumulan voluminosos stocks que ya no pueden completar sus funciones normales y pierden valor aceleradamente; 12) ante los llamados al margen de sus acreedores, la única salida para LTCM en esta grave situación era la liquidación de sus posiciones para obtener el efectivo con el cual cubrir siquiera una mínima parte de su deuda; 13) la liquidación de las posiciones de LTCM habría llevado necesariamente a una caída muy grande del mercado accionario que también afectaría seria-

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mente a la totalidad de la economía norteamericana y con ella a la economía mundial; 14) ante esas circunstancias, el Fondo de la Reserva Federal intervino para orquestar un rescate de LTCM por parte principalmente de sus acreedores; 15) Greespan retiene el nódulo del dogma: el arbitraje es necesario para el feliz funcionamiento de los mercados, la creación de la riqueza y el aumento de la prosperidad [el arbitraje no tiene ya nada que ver con el proceso productivo y comercial: un monto cada vez más grueso de capital se utiliza para la compra y venta de títulos exclusivamente, con la finalidad de obtener ganancias crecientes, sin que esos recursos estén destinados en ningún momento a la actividad económica; la función del arbitraje como nivelador de las diferencias entre los precios y los valores de los títulos, que desde luego no es indispensable, es pronto sobrepasada y esta actividad financiera adquiere entonces todos las características de la especulación]; 16) Greespan cuestiona los excesos de LTCM que llevaron el arbitraje más allá de su función específica, la candorosidad de sus directivos que los hizo confiar ciegamente en los modelos matemáticos y la imprudencia (avaricia) que los movió imperiosamente a endeudarse sin límite; igualmente, señala la irreflexión de los prestamistas que concedieron con manga ancha los créditos sin analizar seriamente los riesgos en que incurrían; 17) coloca en contrapunto dos principios: en el sistema de mercado, el inversionista que se equivoca debe recibir un castigo, cuya expresión más alta puede ser la pérdida de su capital; pero, igualmente, para su cabal funcionamiento, el mercado debe de estar libre de distorsiones exógenas que lo alteren sustancialmente y causen daños a su marcha ordenada; 18) explica que en este caso se optó por mantener el segundo principio, pues la quiebra inminente de LTCM no sólo habría arruinado a sus socios y acreedores, sino que habría conducido a la economía en general a una profunda crisis de resultados imprevisibles; 19) el Presidente de la Reserva Federal manifiesta que no es recomendable someter a regulación las actividades de las hedge funds porque eso las haría salir del país para establecerse en algún otro lugar del planeta y, además, debido a las modernas tecnologías de comunicación, desde sus sedes seguirían realizando las mismas acciones que anteriormente; en última instancia, la excesiva regulación las obligaría a dejar de efectuar las operaciones de arbitraje que son indispensables para el desarrollo de la economía, la creación de riqueza y el incremento de la prosperidad; 20) descartado el sometimiento de los hedge funds a la más mínima regulación, lo único que quedaba en manos de las autoridades federales era la vigilancia a los grandes bancos para evitar que volvieran a caer en el foso de los créditos voluminosos e indiscriminados; 21) desde su alta investidura, Greespan dictó las reglas conforme a las cuales se conduciría el capital financiero en la siguiente fase de la economía: reconocimiento absoluto de la legitimidad de la ganancia basada en la actividad impro-

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ductiva del arbitraje, amable exhortación a los hedge funds para que en adelante fuesen más prudentes y además de los modelos matemáticos utilizaran otros instrumentos en la valoración del riesgo, tuviesen cautela en la contratación de deuda, etcétera, vigilancia (que al final se convirtió en autorregulación y autocontrol) por parte de las autoridades federales sobre los grandes bancos para que no se excediesen en el otorgamiento a los hedge funds de créditos destinados a su actividad de arbitraje y, por último, los mejores deseos para que en el futuro estas entidades financieras no desbordasen el límite estricto de la función niveladora de los precios y valores de los títulos del arbitraje.8

La crisis de Enron, la quiebra de WorldCom y la “burbuja tecnológica” No tanto las exhortaciones de Greespan, sino el terror que suscitaron entre los hedge funds el haber estado al borde del abismo y el propio descenso de las ganancias en las operaciones de arbitraje, determinaron que en la fase siguiente del desenvolvimiento de la economía el capital financiero tuviera sumo cuidado de no exceder los límites que mantenían el arbitraje dentro de su papel de nivelador de precios y valores de los títulos; de inmediato, esta honorable fracción del capital total inició la búsqueda de nuevas formas de incrementar desmedidamente sus ganancias, las cuales encontró en los mismos instrumentos financieros que en la etapa que concluía habían empezado su desenvolvimiento y que tenían su fundamento en la innovación financiera de la “securitización”: los bonos garantizados con hipotecas (MBSes (Mortgage-backed securities)), los bonos garantizados con activos (ABSs (Assetbacked securities)), las obligaciones garantizadas con débitos (CDOs (Collateralized Debt Obligations)) y las coberturas de riesgos crediticios (CDSes (Credit Default Swaps)), de los cuales ya hemos adelantado un estudio en páginas anteriores (Véase: Del arbitraje a los CDOs, MBSes y CDSes, en el Capítulo IX. El capital bancario y financiero…) y que en puntos posteriores abordaremos de una manera integral. En este momento de la evolución de la sociedad de consumo tenemos el siguiente panorama: 1) una estructura económica que sigue adelante en su camino de establecer y desarrollar la nuevas formas de producción y consumo que le son características y que se encuentra ante el corazón mismo de su naturaleza, la revolución tecnológica (cibernética, informática, internet, etcétera); se coloca entonces en primer plano la imperiosa necesidad de acelerar el desarrollo de las ramas clave de esta transformación y de aquellas que le dan apoyo y sustento y de hacer ingresar a las grandes empresas de la vieja economía a la modernidad; esta necesidad se traduce en altas tasas de ganancia inmediatas o potenciales para quienes inviertan o Testimony of Chairman Alan Greenspan Private-sector refinancing of the large hedge fund, Long-Term Capital Management, Before the Committee on Banking and Financial Services, U.S. House of Representatives October 1, 1998, the Federal Reserve Boards, News and Events, Testimony and Speeches, www. federalreserve.gov.

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participen en estos sectores; 2) un flujo constantemente incrementado de plusvalía que proviene del aparato productivo y de comercio; 3) un sector financiero, que tras superar las crisis asiática y rusa y el traspiés de las hedge funds, se encuentra listo, pertrechado con una exacerbada hambre de ganancias y nuevos mecanismos (“productos”) financieros, para hacer llegar el capital hacia donde es solicitado de una manera exigente. Después del rescate de LTCM se inicia una fase de fuerte desarrollo de la estructura industrial y de comercio, en sus ramas estratégicas señaladas, y del sector financiero y bancario sobre la nueva base establecida. El avance de la sociedad de consumo se finca en una creciente acumulación de capital, que en su evolución alcanza proporciones gigantescas, monstruosas. En esta etapa que estudiamos de la sociedad de consumo se produce una fuerte centralización del capital, la cual se expresa en la multitud de adquisiciones y fusiones que se dan en las ramas estratégicas de la economía. La gran acumulación de capital que se presenta en estas circunstancias, por un lado incrementa en un monto notable la producción, la cual finalmente rebasa la demanda y, por el otro, exalta hasta el frenesí el hambre de ganancia de los capitalistas, lo que los conduce a buscar su aumento geométrico por cualquier medio, que puede ser incluso el fraude contable. En seguida presentaremos tres casos notables en los que se manifiestan estas orientaciones señaladas: la quiebra de la empresa Enron y de la firma WorldCom y el surgimiento y ruptura de la burbuja de las empresas tecnológicas.

La crisis de Enron Enron es una empresa trasnacional norteamericana que tiene su antecesor más lejano en Northern Natural Gas Company de Delaware, compañía que se constituyó el 25 de abril de 1930. En 1980 Northern cambió su nombre a InterNorth y ésta, en abril de 1986, a Enron Corporation. En el mes de diciembre del 2001, tras llegar al punto más alto de su desarrollo, que la llevó a ser una de las más grandes empresas trasnacionales de los Estados Unidos, se declaró en quiebra. En el volumen I del “Reporte de investigación de Enron Corporation y entidades relacionadas respecto a los asuntos de los impuestos y compensaciones federales y recomendaciones de política”, preparado por el Staff del Comité Conjunto sobre tributación del Comité de Finanzas del Senado de los Estados Unidos en febrero del 2003, se hace una amplia y documentada exposición de la historia de la empresa, la cual hemos tomado como base para nuestra argumentación. Igualmente hemos acudido, para ilustrar este caso, al artículo titulado Enron de Wikipedia the free enciclopedia.9 Report of investigation of Enron Corporation and related entities regarding federal tax and compensation issues, and policy recommendations, Volume I: Report, Prepared by the Staff of the Joint Committee on taxation, At the request of Senator Max Baucus and Senator Charles E. Grassley of the Senate Committee of Finance, February 2003, www.jct.gov/s-3-03-vol1.pdf. Wikipedia, the free encyclopedia, Enron, page last modified on 24 June 2011 at 07:38, www.wikipedia.org.

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El proceso de acumulación de Enron está íntimamente ligado a las fases de acumulación de capital de la economía norteamericana y global. En sus inicios, en la década de los años 30 del siglo pasado, cuando ostentaba el nombre de Northern Natural Gas Company, era una empresa dedicada exclusivamente a la transportación y comercialización de gas natural. En estas actividades se mantuvo hasta los años de 1960, cuando la Compañía diversificó sus operaciones, entre las que incluyó gas natural líquido, petroquímicos y exploración y producción de gas natural y petróleo. Sus activos se incrementaron continuamente durante la década de 1970 y en los primeros años de la década de 1980. Es en la década de 1980 cuando se inician las transformaciones que conducen al establecimiento de la sociedad de consumo: los bienes públicos son desacralizados, las actividades productivas se desregulan, la ganancia ilimitada se glorifica, etcétera; las empresas privadas se lanzan entonces, en una agitada carrera, tras la adquisición de los bienes públicos, la participación en los mercados desregulados y el incremento irrestricto de la ganancia por medio de la centralización del capital. Siguiendo por este camino, Enron realiza, en la década de 1980, una serie de adquisiciones estratégicas: en 1983 se hace de Belco Petroleum Company (una compañía de exploración y producción de petróleo y gas); en 1984, de Chemplex Company (productor de olefins, polietileno de alta y baja densidad y adhesivos); y en 1985 realiza la más grande e importante adquisición: Houston Natural Gas Corporation (HNG). En la época de la fusión de Inter North y Houston Natural Gas Corporation, la primera de ellas se dedicaba a la transmisión y distribución de gas natural al mayoreo y al detalle, la adquisición, producción, transportación y comercialización de productos del gas natural líquido y petróleo, la exploración y producción de gas natural y petróleo y la producción y comercialización de resinas plásticas y películas, petroquímicos y anticongelantes; al 31 de diciembre de 1984 tenía cerca de 35,000 millas de gasoductos, $6.1 mil millones de dólares de activos totales, 10,551 empleados y $7.5 mil millones de dólares de ingresos en el año fiscal de 1984. Por su parte, HNG, que era una empresa que comerciaba el gas natural a través de ductos en tres sistemas separados, poseía 14,000 millas de gasoductos, 3,100 empleados y $3.9 mil millones de dólares en activos al 31 de diciembre de 1984. La empresa resultante de la fusión de InterNorth y Houston Natural Gas formó el más grande sistema de gasoductos en los Estados Unidos. La acumulación que en esta época realiza Enron tiene dos aspectos característicos: es un ejemplo clásico de centralización del capital, con la naturaleza y los efectos correspondientes que ya determinamos en puntos anteriores (potenciación hasta el infinito de la capacidad productiva del trabajo social, la acumulación de capital y la explotación de la clase obrera; incremento, en consecuencia, de la composición orgánica del capital (crecimiento más rápido del capital constante que el capital variable) y, en tal virtud, un monto mayor de obreros expulsados del campo productivo que la cantidad de trabajadores por él absorbidos); es, también, un caso típico de aprovechamiento de las ventajas económicas (que se traducen todas en el aumento sustancial de las ganancias) del proceso desregulatorio de los mercados

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del gas natural iniciado por la Comisión Federal Reguladora de Energía en 1985 y que llevó a muchas empresas a participar activamente en esos mercados. La política de acumulación de capital seguida por Enron en esta época está guiada por las altas tasas de ganancia que el proceso de establecimiento de las bases de la “nueva economía” ha generado y por el incentivo de ganancias aún mayores que se pueden obtener en los mercados desregulados; todo esto impulsa a Enron a aumentar el volumen de su capital por medio de las fusiones y adquisiciones, lo que necesariamente se traduce en un incremento mayúsculo de la productividad del trabajo y de la masa de ganancia de la que se apropia. InterNorth adquirió HNG por medio de la compra, con dinero en efectivo, de la totalidad del stock de acciones de esta empresa, el cual tenía un valor de $2.4 mil millones de dólares. En estas fechas, InterNorth poseía una gran fortaleza económica y financiera, reportaba sistemáticamente altas ganancias y no se había involucrado aún en ningún turbio manejo contable; era, por eso mismo, un excelente sujeto de crédito, al que los bancos comerciales le prestaban solícitamente el dinero que necesitaba para sus operaciones normales y de expansión. El valor de sus acciones crecía sostenidamente. En este mismo tiempo se empieza a formar en InterNorth la conciencia de que para hacer crecer sus ganancias al más elevado nivel es necesario expandir incesantemente y en un gran volumen su capital mediante la anexión de grandes empresas y la creación de nuevas líneas de negocios a través del establecimiento de empresas subsidiarias y que para todo ello es indispensable presentar ante la comunidad financiera y de negocios la imagen de una compañía próspera, con una masa de ganancia siempre en ascenso, pues así fluirán sin falta hacia sus arcas los recursos necesarios para sus planes de acumulación, provenientes de la emisión de acciones y/o de los préstamos bancarios. Su apetito voraz de ganancia la espolea, como vimos, a la expansión de sus principales rubros de actividad y, además, a la incursión en los terrenos de la “nueva economía”, del comercio on line y de la moderna “ingeniería” financiera; es el de Enron un caso típico de combinación de la vieja y la nueva economía. Entre los años de 1986 y 1995 Enron se transformó en una empresa proveedora de productos de energía diversificada. Agregó a sus líneas de negocios la generación, transportación y comercialización de otros tipos de energía, como la eléctrica y la eólica. Aquí también Enron obtuvo ventaja de la desregulación que en materia de energía eléctrica se estaba dando en los Estados Unidos. En ese mismo período incluyó entre sus negocios el comercio on line de sus productos, la comercialización del servicio de internet de banda ancha, el comercio y distribución por internet de los productos de otras empresas, el comercio en créditos sobre emisiones y servicios comerciales y financieros (contratos sobre los precios de energía a largo plazo, el comercio de sus mercancías a través del uso de contratos de futuros, administración del riesgo, derivados de diversa índole, etcétera). Los negocios de Enron en el extranjero tienen en este período una notable expansión; aquí también la empresa consigue un considerable provecho de la libe-

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ralización de las economías de todos los países del mundo (desarrollados y en vías de desarrollo, etcétera), de la ola de privatizaciones que se presenta en todo el orbe y de la desregulación de todos los mercados; las ramas de la producción y comercialización de energía, de los servicios comerciales y financieros que le acompañan y de los productos de la “nueva economía” son los terrenos en los que Enron incursiona en el ámbito internacional. Entre 1996 y 1998 Enron inició la producción, transportación y comercialización de electricidad y gas natural, así como la provisión de servicios financieros y de administración de riesgos en todo el mundo. En 1996 empezó la construcción de una planta de ciclo combinado en Dabhol India; en 1998 hizo una gran inversión en Elektro, un sistema de transmisión de energía eléctrica en Brasil; en julio de 1998 adquirió Wessen Water Plc., una compañía de agua del Reino Unido, la cual, unida a una nueva compañía, Azurix Corp., permitió a Enron poseer y operar activos estratégicos de agua y aguas residuales, los sistemas de distribución local y métodos de tratamiento, así como el desarrollo de la infraestructura correspondiente. En el año 2000 Enron adquirió MG Pcl, un negocio que se dedicaba al desarrollo del mercado de metales. Enron llegó a poseer u operar plantas o sistemas de transmisión de energía eléctrica en aproximadamente 20 países y territorios entre los que se encontraban Inglaterra, Alemania, América Central y el Caribe (Panamá, Guatemala, Nicaragua. Puerto Rico, República Dominicana y Jamaica), Suramérica (Colombia, Venezuela, Argentina, Brasil y Bolivia), Europa (Polonia, Italia y Turquía) y Asia Pacífico (República Popular China, Guam y las Filipinas). En la última parte de la década de 1990 Enron extendió al ámbito mundial sus negocios de comunicación y financieros que realizaba a través de internet. El valor de las inversiones de Enron en el extranjero ascendió, en su punto culminante, a $7 mil millones de dólares, correspondiendo más de $3 mil millones a Latinoamérica, $1 mil millones a India y $2.9 mil millones a Gran Bretaña. Enron realizó sus inversiones en todo el mundo a través de subsidiarias extranjeras y entidades “off shore”; a finales del 2001 la estructura mundial de Enron incluía aproximadamente 1,300 entidades extranjeras. La voluminosa acumulación de capital que realiza Enron en la década de 1990, determinada, como ya sabemos, por el hambre insaciable de ganancia elevada a la enésima potencia, da como resultado la constitución de una enorme empresa formada por un cuerpo central y miles de subsidiarias y entidades “offshore” esparcidas por todo el mundo; son las propias necesidades de eficacia administrativa las que obligan a que las nuevas actividades de Enron se realicen en entidades descentralizadas; pero este mismo hecho establece la posibilidad de que los activos, pasivos, pérdidas y ganancias de estas empresas anexas sean movidas a voluntad, incorporándolas o suprimiéndolas de la hoja de balance de la compañía madre. En los años finales de la década de 1990, todos los elementos internos y del entorno económico que hasta ahí habían propiciado el ascenso constante de Enron empiezan a desarrollar su carácter negativo: las grandes y múltiples adquisiciones,

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fusiones y expansiones representan un riesgo latente de fracaso de alguna o varias de ellas, el cual produciría, de materializarse, una pérdida financiera incalculable que afectaría sensiblemente los resultados de la empresa, y esto, a su vez, reduciría su capacidad de absorber capital y producir ganancias e incluso podría conducirla a una severa desacumulación; el crecimiento económico basado en la dilatación de la “burbuja tecnológica” muestra ya signos de una desaceleración que amenaza los valores de mercado de los “stocks” de las principales empresas de internet, incluso los de las acciones de Enron, que posee grandes intereses en la “nueva economía” (abultadas inversiones en el negocio de banda ancha, entre otros). Lo que era un movimiento subterráneo o una mera posibilidad, surge a la superficie o se convierte en amarga realidad: algunas subsidiarias de Enron registran pérdidas financieras en sus actividades, grandes proyectos se convierten en sonados fracasos, etcétera y entonces la empresa se ve ante una disyuntiva: reconocer las pérdidas con los nefastos resultados que ya anotamos arriba o buscar la forma de ocultarlos y seguir adelante con la acumulación desenfrenada; la irrefrenable pasión por las ganancias la obligan a adoptar la segunda vía. Enron se dedica entonces, ya sin escrúpulo alguno, a mover los activos, pasivos, pérdidas y ganancias de sus empresas hijas incluyéndolos o eliminándolos de su hoja de balance de acuerdo con la necesidad imperiosa de presentar ganancias siempre crecientes en un alto volumen. Esto le permite agenciarse una mayor cantidad de capital, la cual aplica necesariamente a la adquisición y fusión de empresas o a la expansión de sus negocios; pero a su vez esta situación engendra necesariamente nuevas y mayores pérdidas de sus compañías subsidiarias. Ante estas circunstancias, y ya sin embozo alguno, Enron, directamente o a través de sus empleados, constituye una serie de empresas llamadas “entidades de propósitos especiales” (Special Purpose Entities), cuya única finalidad es realizar los movimientos de inclusión o exclusión en la hoja de balance de activos, pasivos, pérdidas y ganancias de las subsidiarias que hagan posible seguir mostrando al mundo financiero y de negocios una prosperidad inexistente. En todo el trayecto de su vigoroso crecimiento, Enron formó una sólida alianza con la Banca Comercial y de Inversión, la cual le proporcionó los préstamos necesarios para su excesiva acumulación; cuando las condiciones se tornaron adversas, las garantías de la deuda perdieron valor y fueron, por tanto, notoriamente insuficientes; sin embargo, como la empresa aparentaba ser altamente rentable, la banca continuó concediéndole cuantiosos préstamos, los cuales ahora sí carecían totalmente de respaldo. Presiones internas y externas obligaron a Enron a corregir los asientos contables erróneos que había hecho con el auxilio de las entidades especiales creadas para ese sólo propósito; así, de la noche a la mañana, en octubre de 2001 las ganancias reportadas se empezaron a esfumar y en su lugar iban apareciendo en los estados de resultados cuantiosas pérdidas. El precio del stock de Enron había empezado a descender continuamente a partir del pico alcanzado en agosto del año 2000 de $90.75 dólares la acción; en septiembre del 2001 ya se estaba vendiendo a $27.23. Este rápido deterioro estaba de-

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terminado, primero, por la depreciación general de las acciones de las empresas dotcom, con las cuales Enron estaba íntimamente ligada, ocasionada por el rompimiento de la “burbuja tecnológica” y, segundo, por la percepción de los inversionistas de que los negocios de Enron no eran tan boyantes como la empresa lo pregonaba con sospechosa insistencia. Una vez que Enron realiza las correcciones correspondientes que reflejan en sus estados financieros la verdadera situación de sus negocios, el precio de sus acciones se desploma en caída libre hasta llegar a la cotización de $0.26 por acción el 30 de noviembre del 2001. El valor de sus activos se derrumba (la medida de los mismos se hace bajo el sistema “mark-to-market”, por lo que la casi total desvalorización de sus acciones representa igualmente una tremenda degradación del valor de sus activos), los pasivos se hacen exigibles y recibe imperiosos “llamados al margen” de sus acreedores, el efectivo deja de fluir hacia sus arcas, etcétera. Ante esta situación no queda otra salida para Enron que la declaración de bancarrota. Enron Corp. y trece de sus afiliados presentaron peticiones voluntarias para la protección de reorganización por bancarrota bajo el Capítulo 11 el 2 de diciembre del 2001; más tarde, en los siguientes días, otras filiales de Enron presentaron peticiones para ser incluidas en un procedimiento de bancarrota consolidado. El total combinado de activos de Enron Corp. y sus trece afiliadas era de $63.4 mil millones de dólares. Enron y algunas de sus deudoras consolidadas continuaron su operación de negocios y administración de propiedades como deudores en posesión de acuerdo con el Código Federal de Bancarrotas. Antes de su bancarrota a fines del 2001 Enron empleaba aproximadamente 22,000 trabajadores y era una de las compañías líderes en el mundo en electricidad, gas natural, comunicaciones y pulpa y papel; sus ingresos fueron cercanos a los $101 mil millones de dólares en el año 2000. La revista Fortune nombró a Enron como “la más innovativa compañía de América” por seis años consecutivos. El colosal volumen de acumulación al que llegó Enron en el punto superior de su existencia se corresponde completamente con el proceso de acumulación de capital de la economía norteamericana y global. Es el de Enron el caso más notable entre un nutrido conjunto de empresas que en esta época se vieron arrastradas al torbellino de una acumulación desmedida. Al igual que el conjunto de la economía, Enron y las demás grandes empresas, aguijadas por las exigencias de la fase actual del capitalismo, desarrollaron una hipertrofiada hambre de ganancia que las condujo a un crecimiento incontrolado; el capital bancario y financiero les dio en esto un firme apoyo y a su vez se incrementó, en esta productiva relación, superlativamente. La desorbitada voracidad por la ganancia presidió todo este movimiento del capital que así derribó todos los obstáculos (legales, políticos, sociales, éticos, morales (la propia eticidad y moralidad del capital), etcétera) que se interpusieron a su paso arrollador. Al igual que Enron, multitud de empresas de las mismas ramas industriales y ramas afines crecieron en un monto portentoso; su negación, que las arrastra a la crisis, la encuentran tanto en sí mismas como en el entorno económico que ellas

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produjeron. La extraordinaria centralización del capital, vehículo para lograr un aumento constante de las ganancias, se trueca en su contrario, en un seguro medio para generar pérdidas cada vez mayores; al mismo tiempo, su participación en el mercado, sobre todo en el de la “nueva economía”, lo satura de mercancías y servicios hasta el punto en que empiezan a descender sus precios y con ellos las ganancias de las empresas del sector; el precio de las acciones de las compañías es reducido a su mínima expresión. Entonces la “burbuja tecnológica” se rompe y decenas de negocios van a la quiebra, los inversionistas y los bancos que la soportaban en su acumulación sufren una catástrofe económica, el capital se desvaloriza o desaparece simple y llanamente, miles de trabajadores son despedidos, la miseria se extiende a amplios sectores de la población, etcétera; en suma, se presenta la crisis. Observamos aquí en toda su pureza el mecanismo clásico que comprende la traslación del capital hacia la rama o ramas que lo requieren para su avance progresivo, la acumulación extrema de capital que sobrepasa con mucho las necesidades del sector y la crisis más o menos violenta que al final adecúa producción y consumo.

La crisis de WorldCom En la década de los años 90 del siglo pasado, el desenvolvimiento de la sociedad de consumo se encuentra, en sus transformaciones fundamentales, en el corazón mismo de su estructura, las industrias de la moderna tecnología. Hay un potente crecimiento de las empresas de internet, que son el máximo galardón de la revolución tecnológica, de las compañías que producen el hardware y el software que la “nueva economía” demanda, de los negocios que establecen la infraestructura indispensable para todas las demás ramas de la tecnología de punta (tendidos de fibra óptica, redes de computadoras que tienen su remate en la web que es la red de redes, servicio de internet, banda ancha, instalaciones de telecomunicaciones (telefonía tradicional y telefonía móvil entre otras), etcétera). El sistema financiero, atraído por las altas tasas de ganancia que hay o se espera obtener en estos sectores, conduce hacia ellos un caudal de recursos que parece inagotable. Las empresas de la nueva tecnología y las que proporcionan la infraestructura correspondiente incrementan su producción en un monto que excede con mucho la demanda respectiva y que al final de cuentas da lugar a un abarrotamiento del mercado que hace descender los precios, reduce las ganancias, lleva a la quiebra a muchas empresas, etcétera. Este proceso de alto crecimiento y posterior quiebra económica es muy patente en las compañías que producen la infraestructura necesaria para el desarrollo de las industrias de la nueva tecnología; de ellas, el caso más representativo es el de WorldCom. Hasta julio del 2002 WorldCom estaba considerada como la más grande compañía de telecomunicaciones de los Estados Unidos. Era el segundo más grande proveedor del servicio de larga distancia en ese país, conducía cerca del 70 porciento del tráfico de internet y suministraba alrededor del 30 porciento del servicio de telefonía de larga distancia y el 50 porciento de todas las comunicaciones corporativas.

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En el punto más alto de su existencia, WorldCom: • proporcionaba servicios de comunicaciones a decenas de miles de negocios alrededor del mundo, • conducía más tráfico de voz que cualquier otra compañía del mundo, • conducía una cantidad significativa del tráfico mundial de internet, • poseía y operaba una estructura global de protocolo en internet que proporcionaba conectividad en más de 2,600 ciudades de más de 100 países, • poseía y operaba 75 centros de datos en cinco continentes (los centros de datos proporcionaban servicios de hospedaje y asignación a negocios para sus aplicaciones computacionales de misión crítica). WorldCom llegó a esta posición, partiendo de una oscura compañía telefónica de larga distancia, por medio de una agresiva política de adquisiciones (acumulación a través de una gran centralización del capital); hizo, en total, 69 adquisiciones exitosas, en las cuales gastó, entre 1991 y 1997, $60 mil millones de dólares que financió con una deuda de $41 mil millones. Las más importantes de ellas fueron la de MFS Communications, que hizo posible que WorldCom obtuviera UUNet, un gran proveedor de servicios de internet para los negocios y la de Microwave Communications Inc., (MCI), que dio a WorldCom uno de los más grandes proveedores de servicios telefónicos para los negocios y los consumidores. WorldCom ingresó en la dinámica que ya nos es conocida: el hambre insaciable de ganancia la colocó en el camino de acumular en gran escala mediante la adquisición de otras empresas del ramo; los recursos para hacerlo provenían de sus propias acciones que había obtenido por recompra, de las nuevas emisiones de acciones, de los bonos que lanzaba al mercado y de los préstamos que la banca le proporcionaba (los cuales tenían como colateral precisamente el stock de la empresa). La centralización del capital que se logró con las primeras adquisiciones y fusiones multiplicó la productividad de la empresa y le permitió obtener ganancias mayores. Estas ganancias acrecidas eran la garantía de nuevas emisiones exitosas y más préstamos de la banca que se aplicaban a nuevas adquisiciones; y así sucesivamente. El presentar sólidas ganancias en constante crecimiento se convirtió en un imperativo para la empresa, pues eso aseguraba el flujo constante de capital para su sostenida expansión. Algunas de las compañías compradas o que se fusionaron con WorldCom fueron Advanced Communications Corp., en 1992, Metromedia Communication Corp., en 1993, Resurgens Communications Corp. en 1993, IDB Communications Group, Inc., en 1994, Williams Technology Group, Inc., en 1995 y MFS Communications Company, en 1996. WorldCom se convirtió en una compañía multinacional que tenía filiales en todo el mundo. Los problemas del gigantismo no tardaron mucho en presentarse: las pérdidas o sensible reducción de las ganancias en algunas de sus filiales, los problemas de administración corporativa que pronto fueron más costosos que los beneficios de la centralización, etcétera.

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Por otro lado, la feroz concurrencia de las empresas de telecomunicaciones había empezado a generar una sobreproducción que hizo descender los precios y en consecuencia los ingresos de todas ellas, WorldCom en primer lugar. Lo que no descendía en forma alguna, sino que se magnificaba de una manera extrema, era el hambre de ganancia de los empresarios de telecomunicaciones. Para seguir adelante en estas nuevas condiciones, WorldCom y desde luego la mayoría de las compañías de telecomunicaciones, se vieron obligadas a alterar sus estados de resultados, primero mediante agresivas técnicas contables y después con registros contables falsos; el propósito de estas acciones criminales era presentar ante la comunidad de negocios una empresa en constante ascenso que tenía altas ganancias y se esforzaba para hacerlas mayores. Esta atractiva imagen de una compañía exitosa en un ascenso imparable permitió que WorldCom, y en su caso las demás empresas de telecomunicaciones que habían hecho lo mismo que ella, continuaran colectando recursos para nuevas adquisiciones y fusiones y la operación cotidiana de la corporación; sin embargo, las empresas recientemente anexadas se hundían de inmediato en el pantano de la ineficacia administrativa y se convertían irremisiblemente en una fuente más de pérdidas corporativas y los restantes ingresos obtenidos por las emisiones de acciones y bonos y por los préstamos bancarios eran absorbidos incontinente por los abultados intereses de la deuda preexistente. Desde luego que este desastre económico impulsaba con una fuerza más intensa la realización en mayor medida de los fraudes contables por medio de los cuales se falsificaban los verdaderos resultados de la empresa. Las ganancias de WorldCom empezaron a declinar en el año 2000, cuando el gobierno desaprobó su fusión con Sprint y el boom de telecomunicaciones llegó a su fin; su descenso se aceleró cuando se descubrieron los manejos fraudulentos de su contabilidad en los primeros meses del año 2002. Los precios de su stock se desplomaron y se hicieron exigibles sus créditos con la banca. Ante esta situación, el 31 de julio del 2002 WorldCom se declaró en bancarrota y se acogió a los beneficios del Capítulo 11. Con el fin de aliviar su situación económica despidió a 17,000 de sus trabajadores en el verano del 2002. La bancarrota de WorldCom fue la más grande en la historia de las corporaciones de los Estados Unidos; el valor de sus activos, al momento de la quiebra, sumaba $107 mil millones de dólares. Hemos visto en lo anterior cómo las fuerzas económicas se particularizan en una empresa individual. En la evolución de su proceso de acumulación encontramos expresadas fielmente las leyes que presiden el proceso general. Especialmente, se han puesto de relieve los motores propulsores del régimen capitalista: el hambre insaciable de ganancias que rompe cualquier obstáculo que se interpone a su paso y la brutal competencia entre los capitalistas que los impele a acumular sin medida. También observamos nítidamente el mecanismo por el cual el régimen capitalista realiza los movimientos de capital hacia los sectores que de acuerdo con las

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necesidades específicas del momento lo requieren: traslada hacia ellos, atendiendo a los cambios de la cuota de ganancia, volúmenes exorbitantes de capital que hacen crecer esas esferas excesivamente, en una medida que supera ampliamente la demanda, por alta que esta pueda ser; después, detiene súbitamente, por medio de una crisis (en este caso la quiebra económica de la empresa), esa acumulación hipertrofiada y a través de la destrucción de capital y el despido en masa de trabajadores hace coincidir el tamaño y la capacidad productiva de la empresa con las dimensiones del mercado. La crisis de WorldCom fue sólo un caso, el más notable, de todo el conjunto de empresas de la rama de telecomunicaciones que se vieron sujetas al movimiento económico de crecimiento desbocado y crisis destructiva que se produjo a lo largo del período comprendido entre los años de 1990 y 2002. El auge de las empresas de telecomunicaciones se inició cuando se aprobó la Ley de telecomunicaciones que desregulaba este mercado. Se expandieron por medio de fusiones y adquisiciones realizadas a una velocidad impresionante; buscaron la aprobación del mercado de valores para lograr que el precio de sus acciones aumentara y de esta manera tener la base financiera para un crecimiento posterior de mayor envergadura. Las nuevas compañías de telecomunicaciones tendieron decenas de millones de kilómetros de fibra óptica a lo largo de los Estados Unidos y bajo los océanos. Recibieron el apoyo de los bancos con créditos y asistencia para la emisión de acciones y bonos, de la cual estas instituciones obtenían jugosas comisiones. Salomon Smith Barney, el brazo inversor de Citigroup, jugó un papel de vanguardia en el apoyo al crecimiento de las empresas de Telecomunicaciones. Ayudó a 81 compañías de esta rama a emitir 190 mil millones de dólares en deuda y valores, por lo que recibió cientos de millones de dólares en honorarios, además de las decenas de millones que se le pagaron por su asesoramiento en los procesos de fusiones y adquisiciones. Los banqueros proporcionaron al sector de telecomunicaciones grandes volúmenes de recursos, forzando virtualmente la expansión y provocando la sobrecapacidad. En marzo del 2001 la capitalización en el mercado de las empresas de telecomunicaciones (el valor de sus acciones) había alcanzado la cifra de 2.7 mil millones de dólares, que representaba cerca del 15% del total de las empresas no financieras estadounidenses, en tanto que su participación en el PNB era apenas del 3%. Con base en el valor de mercado de sus acciones, las empresas de telecomunicaciones contrajeron, entre 1996 y 2000, una deuda bancaria de 1.5 mil millones de dólares y emitieron 600 mil millones de dólares en bonos. Su inversión durante este período creció, en términos reales, en un promedio de 15% al año y se crearon 331,000 puestos de trabajo. El resultado de este explosivo crecimiento, que se dio mediante una feroz competencia entre las empresas de telecomunicaciones, fue la construcción de un total de 62,751,000 kilómetros de línea de fibra óptica en todo el mundo, los cuales tenían una tasa de utilización asombrosamente baja, del 2.5 al 3% en promedio (la

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fibra óptica tendida en los océanos tenía una tasa de utilización del 13%); esto representaba indudablemente una enorme sobreproducción de esta infraestructura de la nueva economía. Ante una demanda que crecía aritméticamente, la oferta aumentaba en proporción geométrica; el exceso de capitalización en que se basaba la sobreproducción de las empresas de telecomunicaciones exigía que una gran parte de los ingresos se destinase al pago del servicio de la deuda. Los beneficios de las empresas de telecomunicaciones empezaron entonces a disminuir rápidamente y las compañías se vieron obligadas a la implementación de fraudes contables para ocultar sus pérdidas. En el año de 2001 las ganancias de la industria de las telecomunicaciones fueron menores en un 6% que las del año anterior y en un 9.3% (calculado anualmente) en el primer cuatrimestre del 2002. Para mediados de 2002, las acciones de telecomunicaciones habían perdido el 95% de su valor, por lo que 2.5 mil millones de dólares de capitalización de mercado se habían evaporado. El crecimiento de las empresas de telecomunicaciones tenía como presupuesto el auge de los servicios de internet, pues esto implicaba una demanda en ascenso de banda ancha; igualmente, la expansión de las telecomunicaciones exigió una ampliación del sector fabricante de equipos de telecomunicaciones y de la rama que fabricaba partes de equipos de telecomunicaciones. El punto de inflexión del proceso de acumulación en el sector de las telecomunicaciones se encuentra en la llegada del boom de las dot-com a su posición superior, desde donde empieza la fase descendente del mismo; la demanda de servicios de internet inicia un acusado descenso, en el que le sigue la demanda de banda ancha. Esto pone en evidencia la sobreproducción y sobreacumulación en la rama de telecomunicaciones; la severa reducción de ingresos trae consigo graves problemas económicos para las empresas del sector, las que al final de cuentas tienen que declararse en bancarrota. Entre finales del año 2000 y mediados del 2002 se declaran en bancarrota más de 60 compañías de la industria de telecomunicaciones; en ese mismo período fueron despedidos más de 500,000 trabajadores de esa rama industrial. Debido al entrelazamiento existente con los sectores de fabricación de equipos para telecomunicaciones y de partes para los mismos, la crisis se extendió hacia ellos y se hizo más profunda y más grave. Las compañías de telecomunicaciones compran equipos de conexiones de redes para encauzar el tráfico de internet, servidores informáticos para ofrecer acceso a la red, software para suministrar servicios y fibra óptica para transportar bits de información. Así pues, el descenso de sus pedidos dio un duro golpe a la rentabilidad de los proveedores. Entre éstos se incluyen casi todas las estrellas rutilantes del boom de la alta tecnología, la mayoría de las cuales experimentó colapsos catastróficos en el precio de sus acciones y en las condiciones de su financiación –incluidas la casi legendaria Cisco Systems, así como Lucent, Nortel y Motorola–.

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Cuando las empresas líderes en producción de equipo se vieron bloqueadas por la caída de la demanda, no pudieron evitar asestar un duro golpe a los productores que les suministraban componentes, incluidos los productores de semiconductores. Niñas mimadas de la bolsa como JDS Uniphase y Sycamore, mordieron el polvo. La industria de los semiconductores, golpeada por la caída en picado de la venta de computadoras y por la quiebra de las telecomunicaciones, entró en su peor descenso desde principios de 1980. Todo sumado, las reacciones en cadena iniciadas con la caída de las telecomunicaciones fueron responsables de algo así como un cuarto de la caída del crecimiento económico entre la primera mitad de 2000 y la primera mitad de 2001, y así, en una medida increíblemente desproporcionada, de la entrada en recesión de la entera economía en 2001.10

La dot-bubble En un capítulo anterior se ha descrito cómo el incremento de la productividad y la constante maquinización de la producción, característicos del régimen de producción capitalista y que implican necesariamente una creciente depauperación de los trabajadores, son también el núcleo determinante de la sociedad de consumo. La racionalización, organización, coordinación, retroalimentación, comunicación y aceleración de los procesos, sistemas y mecanismos productivos han evolucionado hasta convertirse en las labores de una máquina específica, la máquina por excelencia de la era moderna, la computadora. En la industria, el comercio y los servicios de la sociedad de consumo se han introducido computadoras para mecanizar todas esas funciones que hemos enumerado. De hecho, esta demanda de mecanización de multitud de procesos ha sido el motor fundamental del desenvolvimiento de la sociedad de consumo. En una forma natural surgió la tendencia a formar redes de comunicación entre las computadoras; primero se comunicaron entre sí las computadoras del sistema de defensa del “mundo libre”; después lo hicieron también las de instituciones científicas y tecnológicas de los principales países desarrollados. La demanda de equipos de cómputo dio lugar a que la industria correspondiente (hardware y software) tuviera adelantos muy notables, principalmente en la capacidad y velocidad de cómputo de las máquinas, en la reducción del tamaño de las mismas y en la simplificación de los sistemas operativos, lo que preparó el terreno para su producción y uso masivos. La utilización de computadoras se generalizó en las diversas esferas de la actividad económica. Las empresas, que tenían ya decenas de computadoras en los departamentos de producción, contabilidad, comercialización, etcétera, formaron con ellas redes, Brenner, Robert, Enron como síntoma: la gobernanza empresarial en una economía metastizada, http://www. sinpermiso.info/textos/index.php?id=387, Traducción para www.sinpermiso.info : Irkus Larrinaga, revisada por Amaranta Süss, 2006. Robert Brenner, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es director del Center for Social Theory and Comparative History en la Universidad de California-Los Ángeles. Es autor de The Boom and the Bubble (Verso, Londres, 2002), un libro que estudia la historia económica del último medio siglo, el origen de la llamada “globalización” y la situación presente.

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algunas de alcance global pues enlazaban entidades de la compañía asentadas en distintos países. La estructuración de las diversas redes creó los elementos para un salto cualitativo, la formación de una red única de carácter global, el internet, que en un principio sólo fue la fusión de las redes preexistentes. La invención de la computadora personal y el desarrollo de los sistemas operativos amigables que no exigían al usuario ninguna calificación especial, si acaso tan sólo saber leer, escribir y contar y la conformación de la red global abrieron un ancho campo económico, que aparecía a los teóricos de la “nueva economía” como literalmente ilimitado: producción masiva de equipos y software de cómputo y utilización masiva de la red; con ello también recibía un impulso enérgico la producción de la infraestructura de telecomunicaciones necesaria para la expansión de la red. La utilización de la red se abría a dos vertientes principales: a) actividades de las empresas, ya fuesen internas, con otras empresas o con los consumidores, las cuales ahora podrían realizarse a través de la red de una manera mucho más productiva y con mayor extensión que en las formas anteriores y actividades de diversa índole de los individuos que también podrían realizarse más cómoda, intensa y productivamente por la red; b) nuevas actividades de los individuos que son necesidades creadas expresamente por la sociedad de consumo para ser satisfechas por medio de su joya más preciada, la red de redes. Los servicios masivos que se proporcionan a través de la red tienen todas las características contrarias a la naturaleza humana de los trabajadores que para las mercancías de la sociedad de consumo se ha determinado en la parte correspondiente de este estudio. La producción de equipo y software de cómputo personal, la extensión de la red, los servicios que se proporcionan a través de la red y la infraestructura que da soporte a todo esto cobran un vigoroso impulso en el que el desarrollo de cada una de ellas incita el de las otras y el de todas atrae al capital hacia esta órbita de inversión, por lo que también florece la actividad financiera y con ella la más descarada especulación. La que se coloca a la cabeza de todas y arrastra a las demás tras de sí es la producción de servicios masivos que se prestan a través de internet. Una gran parte de los servicios por internet que proporcionan las empresas dot.com tienen como finalidad hacer crecer una necesidad hasta niveles monstruosos o crear nuevas necesidades para ser satisfechas masivamente; entonces se impone una forma específica de funcionamiento de esas compañías que se basa en el desarrollo de una necesidad imperiosa a través del suministro gratuito del servicio correspondiente, hasta que se hace imprescindible para los individuos; estas empresas no obtienen beneficios en los primeros años de su funcionamiento, sino hasta que el producto es aceptado masivamente y se ha creado un grado de adicción tal que los consumidores no pueden prescindir de él y tienen entonces que pagarlo; el imán que atrae al capital especulativo y de riesgo hacia ellas son las ganancias que posiblemente obtendrán cuando su producto sea aceptado masivamente.

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Un típico modelo de negocios de compañía “dot.com” descansa en la utilización del efecto de incremento del valor por el aumento de los clientes a través de trabajar a base de una sostenida pérdida neta para construir un mercado accionario. Estas compañías esperaban que ellas podrían construir bastante conocimiento de marca como para cargar precios remuneradores por sus servicios más tarde. El lema “hazte grande rápido” reflejaba una estrategia. Durante el período de pérdida las compañías descansaban en el capital de riesgo y especialmente en ofertas públicas iniciales de stock para cubrir sus gastos.11

Un raudal de capital financiero, normal y de riesgo, se desplaza hacia las empresas “dot com”; el número de éstas es cada vez más grande y la competencia entre ellas se intensifica; la producción de servicios por internet crece en una medida tan exorbitante que rápidamente excede la demanda que aumenta en una magnitud mucho menor. Los ingresos de las compañías “dot-com” inician entonces un movimiento descendente, el valor de sus stocks se abate decisivamente y por último una muy buena cantidad de ellas va a la bancarrota. Las empresas de internet tienen, empezando de 0, un crecimiento fuerte y sostenido entre 1995 y 2000. Al punto climático de su existencia llegan el 10 de marzo del 2001, cuando el NASDAQ se sitúa en los 5,132.52 puntos; a partir de aquí se inicia un descenso que se va haciendo cada vez más rápido, hasta desembocar en la catástrofe económica de todo el sector. La ruptura de la burbuja de las dot-com hizo desaparecer $5 billones en valor de mercado de las compañías tecnológicas entre marzo del 2000 y octubre del 2002. El desarrollo del último eslabón de las industrias de la moderna tecnología, el internet, se condujo de acuerdo en todo con el modelo que aquí hemos explicado reiteradamente: una acumulación extrema de capital, una expandida sobreproducción, una valorización altísima del capital y, súbitamente, una enorme desacumulación, un catastrófico descenso de la producción y una devaluación exagerada del capital, esto es, una crisis, que es el medio que tiene el capital de ajustar la oferta y la demanda de una rama específica de la producción. Con esto quedan establecidos todos los antecedentes teóricos e históricos para poder abordar el estudio de la actual crisis financiera internacional.

Wikipedia, the free encyclopedia, Dot-com bubble, page last modified on 9 June 2011 at 07:49, www. wikipedia.org 11

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Capítulo XIII

LA GESTACIÓN DE La crisis financiera internacional

En el capítulo VI hemos considerado la evolución de la sociedad de consumo que se realiza a través de las contradicciones formales de sus elementos constitutivos. Ahí se mostraron las dos fases por medio de las cuales estos antagonismos se desenvuelven: la de la contradicción solucionada y la de la contradicción absoluta, esta última con su necesaria culminación en las crisis. El contenido de este movimiento es el nacimiento, desarrollo y maduración de la sociedad de consumo. Hemos descrito la situación en la cual los elementos económicos de la sociedad de consumo se encuentran en la fase superior de la contradicción solucionada, cuando todos ellos, conducidos por el capital financiero, que ha completado la formación de su nueva estructura con la “invención” de los CDOs y los CDSes, se complementan y se engendran mutuamente de una manera tranquila, plácida. El sistema financiero capta los gruesos flujos de capital-dinero que se generan en el resto de la economía y los dirige de nuevo hacia los sectores productivos, comerciales y de servicios, principalmente a las ramas que producen y comercian los bienes y servicios de consumo, desde donde difunden sus efectos multiplicadores a toda la organización económica. Los móviles de la actividad del sector financiero que concentra su actividad en los novísimos instrumentos crediticios (MBSes, ABSes, CDOs y CDSes) son las altas tasas de los flujos de efectivo que generan los activos que comercia y las elevadas y copiosas primas que obtiene por los diversos servicios que presta en los procesos de securitización de créditos y emisión y administración de CDOs y CDSes, entre otros; en sí misma no tiene límite alguno que detenga su acción y, por el contrario, posee un impulso irrefrenable para continuarla indefinidamente; los confines de su operación están dados por la demanda efectiva de bienes de consumo final de la sociedad, cuyos linderos están demarcados, originariamente, por la suma del capital variable y de la plusvalía que se gasta como renta en un período de tiempo determinado, un año, por ejemplo; en la sociedad de consumo esas fronteras se expanden de una manera prodigiosa y comprenden, en el caso de los trabajadores, la totalidad del ingreso corriente y parte del ingreso futuro de varios años (30 años o más en el caso de la adquisición de viviendas).

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Al llegar al muro de contención que es la demanda efectiva en los términos que la hemos definido, el capital financiero, dotado con la fuerza enorme que le proporciona su propio desarrollo previo, lo derrumba simple y sencillamente y sigue adelante en su camino de acumulación inmoderada. En primer término, incorpora a los conjuntos de créditos securitizados que se utilizan para empaquetar en los CDOs, que tienen adosados sus CDSes respectivos, aquellos débitos que se encuentran en la clasificación más baja en la escala de la capacidad crediticia según las determinaciones legales, los llamados créditos subprime. La inclusión de los créditos subprime en el proceso de emisión de CDOs aumenta en un grado preeminente la exposición al riesgo de estos instrumentos, la cual los ingenuos ingenieros financieros creen fervientemente poder evitar mediante los CDSes. Aquí, la actividad del capital financiero tiene ya acusados rasgos de especulación: se compra y se vende el riesgo y el riesgo más alto es la mejor mercancía. En segundo lugar, el capital financiero ejerce una presión muy grande sobre la banca de primer piso para que ésta otorgue la mayor cantidad de créditos posible, lo cual le garantiza tener a su disposición la materia prima de la securitización y emisión de CDOs y CDSes; la concesión de créditos al consumo se desvincula totalmente de la valoración de la capacidad crediticia de los prestatarios y obedece única y exclusivamente a las necesidades de acumulación del capital financiero. Esta actividad es ya franca y abiertamente especulativa. Por otro lado, una parte de los capitalistas financieros, aquella que representa al sector más ávido de ganancias de los detentadores del capital dinero, guiados por su infalible instinto que los conduce siempre hacia donde haya una posibilidad de alta ganancia, por grotesco que sea el mecanismo para obtenerla, encuentra en los CDSes una oportunidad de oro. Se toma como referencia un CDO existente y luego dos partes, ajenas por completo a ese título, establecen un CDS (pago de primas contra pago del principal en el caso de incumplimiento del crédito subyacente en el CDO). Se trata, ni más ni menos, que de una apuesta pura y simple, como en un Casino, en la cual dos inversionistas juegan con la realización o no de una eventualidad. Aquí nos encontramos con la forma más pura de la especulación, aquella en la que la actividad de los inversionistas no tiene ya nada que ver en absoluto con la actividad productiva o mercantil. Estas dos formas especulativas de inversión de capital, es decir, la emisión sistemática de CDOs garantizados con créditos concedidos y aceptados de mala fe (el otorgante y el destinatario están plenamente conscientes de que esas deudas son imposibles de pagar) y de CDSes virtuales o sintéticos (que no tienen una base real en un CDO específico) adquieren un gran auge en la parte más alta del ciclo económico, cuando el hambre insaciable de ganancias lleva a la clase de los capitalistas financieros a la locura generalizada. Hemos visto cómo en las relaciones de mutua implicación de los distintos elementos económicos de la sociedad de consumo se genera la necesaria negación de los mismos y la transmutación de aquellas en una negación recíproca. La securitización, la emisión de CDOs y CDSes, etcétera, llevados al extremo dejan de ser instrumentos que captan el capital-dinero y lo dirigen hacia las activi-

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dades productivas y mercantiles que se desarrollan hasta el punto en que satisfacen la demanda efectiva de la sociedad; ahora son factores que hacen crecer exageradamente al capital financiero, incitan a la producción para que vaya mucho más allá de los límites que le marca la demanda efectiva, llevan a una buena porción del capital financiero por el camino de la especulación desbocada y, por último, desligan a una buena parte del mismo de la actividad productiva y mercantil. El capital bancario se opone absoluta y radicalmente al capital industrial y comercial. Ya quedó establecido que la securitización consiste en la agrupación de los créditos para formar grandes conjuntos que al mismo tiempo son enormes concentraciones de riesgo; los CDOs tienen como fundamento la comercialización del riesgo y el riesgo mayor es la más apetecible de las mercancías, por lo que los CDOs de más alto riesgo son los que mejor se venden; los CDOs tienden a anexarse como activos subyacentes aquellos que tienen calificación subprime y, por tanto, un grado superior de riesgo; por último, se adjuntan créditos que son el riesgo en estado puro, es decir, aquellos de los que se tiene la certeza plena de que no serán pagados. El riesgo de los modernos instrumentos crediticios se concentra en tales volúmenes que su propio monto es, al llegar a un nivel determinado, el causante de que las moratorias y no pago normales tengan siempre a los CDOs bajo amenaza de ruina; la tasa de riesgo del total de CDOs emitidos en la economía sube a cotas tan altas que mantiene al capital financiero en un peligro constante de quiebra. La emisión de CDOs y CDSes se realiza en volúmenes astronómicos. Millones de millones de dólares son invertidos en estos títulos que se expanden por todo el sistema financiero global; los adquirentes son: bancos locales, bancos globales, bancos centrales, aseguradoras, fondos mutuales, fondos de retiro, fondos de inversión, hedge funds, corporaciones, empresas, entidades gubernamentales, multitud de inversionistas individuales, etcétera. Todo el sistema financiero internacional se inficiona con el desmesurado riesgo de los CDOs. El sistema financiero internacional se ha convertido en un artefacto altamente explosivo. De hecho, los últimos créditos se otorgan teniendo la certeza de la imposibilidad absoluta de pago de sus intereses y del principal; ningún ingreso es obtenido por los CDOs que con base en ellos se emiten. El incumplimiento se extiende a los créditos subprime en general, el grueso de los cuales está formado por los créditos hipotecarios, y con esto se ponen en obra una serie de mecanismos que llevan a la crisis del sistema financiero internacional. Se reduce masivamente el flujo de ingresos proveniente de los créditos subyacentes de los CDOs; también masivamente se intenta hacer efectivos los CDSes y otros instrumentos que garantizan aquellos créditos; igualmente, se hace exigible el inmenso volumen de los créditos replicados en los CDSes sintéticos. Los créditos subyacentes y los títulos que los representan son degradados en su calificación; su valor de mercado padece una caída vertiginosa. Los tenedores de los títulos registran una disminución del valor de sus activos en la cuenta de capital y, por tanto, una reducción del valor de su capital, y una merma en los ingresos corrientes que en su estado de resultados se contabiliza como una pérdida; si los pasivos son mayores que los activos y los egresos más grandes

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que los ingresos, entonces el tenedor del título se encuentra técnicamente en quiebra y tiene que levantar más capital, adquirir préstamos para cubrir sus faltantes o declarar oficialmente el estado de quiebra. Los inversionistas que han vendido protección contra el incumplimiento de los deudores a través de los CDSes o por medio de otros mecanismos (aseguradoras y otros establecimientos crediticios) reciben reclamaciones en masa para cubrir el valor de los créditos subyacentes; estas peticiones exceden en una medida colosal los recursos de estas entidades, por lo cual también entran en un estado de quiebra técnica que sólo puede llevar a las tres soluciones anotadas. Los tenedores de los títulos que han apalancado sus adquisiciones, es decir, que han recurrido a préstamos para comprar los CDOs, son apremiados por los acreedores para realizar el pago anticipado o incrementar el colateral (margin calls) en los términos pactados; es evidente que en las condiciones descritas hay una imposibilidad general de los deudores para cumplir con sus obligaciones, por lo que los acreedores (bancos e instituciones crediticias de diversa índole), además de los quebrantos que reciben por el stock de CDOs que poseen, ven afectados sus intereses por el incumplimiento de sus deudores. Las instituciones adquirentes de títulos CDOs y CDSes que cotizan en bolsa, en la medida en que se incrementan sus problemas financieros registran una reducción significativa en el valor de sus acciones y obligaciones; como sus activos se contabilizan bajo el sistema “mark to market”, entonces la disminución en el valor de mercado de los títulos que emite es directamente una contracción del valor de su capital que se suma a las que ya ha tenido anteriormente, con el consecuente incremento de sus problemas financieros. Para finales del año 2007 y principios del 2008 el sistema financiero internacional está formado por un conjunto de instituciones crediticias (bancos, aseguradoras, fondos, etcétera) que en total están experimentando una reducción drástica en sus ingresos, un incremento desmesurado en sus egresos, un crecimiento brutal de sus obligaciones y una reducción mayúscula del valor de su activos; todo el sistema se encuentra en una situación de quiebra técnica por todos conocida pero por nadie aceptada. El impulso que el capital financiero proporciona a través de la securitización y la emisión de CDOs y CDSes a la demanda de bienes y servicios de consumo, principalmente a la de casas habitación y automóviles, espolea la producción en las ramas respectivas. La sostenida demanda ocasiona la elevación de los precios de los bienes (casas y autos), la tasa de ganancia en estas ramas se eleva considerablemente y el capital empieza a fluir hacia ellas; la producción crece y en cierto momento se extiende mucho más allá de lo que la demanda inducida por el capital financiero exige; se presenta entonces una sobreproducción de tal magnitud que hace descender los precios de los bienes, reduce los ingresos y presiona a la baja a las ganancias, todo esto en una medida extrema; las empresas se encuentran entonces en una situación de quiebra técnica. Las ramas que producen bienes de consumo, principalmente casas y autos, constituyen el núcleo de la estructura industrial y comercial de la sociedad de con-

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sumo; su funcionamiento es el motor del crecimiento de todas las demás ramas industriales. En la fase en que las ramas privilegiadas de la sociedad de consumo (construcción de casas y fabricación de automóviles) se desbocan, la mutua complementación se rompe y el desarrollo excesivo de éstas y de las que están íntima y directamente vinculadas con ellas causa un grave daño al resto de la economía. Al llegar a su término el año 2007 y a principios del 2008, las industrias guías de la economía, la de la construcción y la del automóvil, se encuentran en la situación descrita de quiebra técnica y el resto de la economía presenta una desaceleración en su crecimiento que anuncia ya una inminente recesión. En este mismo tiempo, la producción global ha sobrepasado en exceso los límites que la demanda efectiva le fija y se presenta entonces una sobreproducción de capital. Aún cuando la producción de mercancías haya superado con mucho las fronteras de la cantidad socialmente necesaria, la producción de plusvalía continúa y se transforma constantemente en capital-dinero; este capital-dinero sigue fluyendo hacia el sistema financiero, pero ahora ya no puede ser redirigido a la actividad industrial y comercial, que ha llegado a su límite máximo, por lo que se acumula como capital ocioso, excesivo, que únicamente puede utilizarse en parte en las operaciones especulativas mientras que el resto se inmoviliza y presiona para el descenso de la tasa general de ganancia. Cuando en la economía global se presentan la sobreproducción de mercancías y de capital, la tasa general de ganancia tiende al descenso. Durante la fase de auge económico, cuyo fin se hace evidente a fines del 2007, rige en toda su extensión la tendencia al aumento de la composición orgánica del capital (crecimiento más rápido del capital constante que del capital variable) cuya consecuencia es un incremento de los trabajadores repelidos por la economía que en parte es compensada, aunque no en su totalidad, por los asalariados que atrae el aumento extensivo de la producción. La economía norteamericana está integrada por dos sectores fundamentales, cuyas relaciones son de unidad y lucha; son los extremos de una contradicción a la cual son aplicables los principios esenciales de la teoría de la contradicción que estudiamos en los primeros apartados de este trabajo. El sector I de la economía norteamericana tiene, en la sociedad de consumo, una nueva composición: su centro de gravitación es la gran industria productora de bienes de consumo, cuyas ramas fundamentales son las que producen casas habitación y automóviles, en torno a la cual se agrupan las grandes empresas productoras de medios e instrumentos de producción de alta tecnología y de la propia alta tecnología, las grandes empresas comerciales y los grandes bancos e instituciones de inversión; el sector II, por su parte, comprende a las medianas y pequeñas empresas que producen bienes de consumo, medios e instrumentos de producción, tecnología, etcétera y a las medianas y pequeñas empresas comerciales y bancarias. Una vez que la sociedad de consumo se mueve sobre sus propios pies (cuando ha terminado de desmantelar la estructura industrial y comercial de la “sociedad del bienestar”) se establece la polarización de sus partes componentes en los dos sectores fundamentales mencionados. Su relación primera es un movimiento

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de mutuo engendramiento y negación recíproca; los polos son independientes y se niegan mutuamente, la contradicción se plantea; simultáneamente los polos se engendran recíprocamente, la contradicción se soluciona; este tranquilo discurrir se ve interrumpido por puntos climáticos en los que el sector I adquiere una gran preeminencia, niega al sector II y sobreviene una crisis que sólo es superada cuando la contradicción se soluciona de nuevo y se restablece la mutua generación, estado desde el cual se reiniciará el ciclo descrito. Al llegar a su fin el año 2007 la independencia de los contrarios se ha acentuado excesivamente a causa del desarrollo extremo del sector I, que en su fase más alta coloca en el proscenio al capital financiero; el incremento exorbitante del sector I obstaculiza el desenvolvimiento del sector II y por tanto provoca una reducción ostensible de su tasa de crecimiento. La contradicción entre los dos sectores se plantea en su forma más tajante. En el tramo superior del ciclo el capital financiero se alza en contra de todos los elementos de la economía, incluso los de su propio sector. En el plano internacional, la sociedad de consumo dio nuevo contenido a la estructura y relaciones entre los grupos de países capitalistas. En el Capítulo V de este trabajo, en el apartado que se denomina La nueva división internacional del trabajo, detallamos los cambios que hubo, al darse el paso de la sociedad del bienestar a la sociedad de consumo, en las relaciones internacionales de los países capitalistas. Los grupos fundamentales en que se dividen los países capitalistas, los cuales se relacionan también como los extremos de una contradicción, son los siguientes: países altamente desarrollados y países emergentes o en vías de desarrollo y, al interior del primer grupo, el país económicamente más desarrollado, líder de la economía mundial, y el resto de los países desarrollados. Las relaciones entre estos grupos fluyen de acuerdo con los mismos patrones que hemos establecido para los dos sectores de la economía norteamericana; al concluir el séptimo año de la década del 2000 el país dirigente de la economía mundial se yergue en oposición a los demás países capitalistas de su grupo y los países capitalistas emergentes, los cuales se enfrentan con ese obstáculo que hace más difícil su crecimiento económico; pero lo verdaderamente característico de esta relación es la infección que la economía norteamericana provoca en las otras economías con los productos financieros tóxicos con que las satura. Toda una superestructura ideológica y política se erige sobre el soporte de la división interna de la economía capitalista moderna en dos sectores fundamentales. El sector I desarrolla una concepción económica específica que tiene como principios rectores el libre comercio, la preeminencia absoluta del mercado, la reducción del Estado a su mínima expresión, el equilibrio presupuestal, etcétera. El sector II, por su parte, da forma a un cuerpo conceptual contrario al anterior, que comprende el control del comercio, la intervención del Estado tanto a través de la fuerte regulación de la actividad económica de los particulares como de la participación directa en la producción y el comercio, el déficit presupuestal, etcétera. De la misma manera, el sector I propugna una política económica que tiene como sostén las ideas del libre comercio y el sector II otra que se apoya en las nociones del intervencionismo estatal. La economía capitalista, hemos visto, oscila entre los extremos que la forman. Durante la existencia de la sociedad del bienestar predominó el sector II de la econo-

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mía; su basamento ideológico, cuya expresión más concentrada en la materia económica era el keynesianismo, tuvo plena vigencia en ese período y la hegemonía política que ejercía le permitió aplicar una política económica acorde con su ideología. El propio desenvolvimiento del sector II procreó los elementos de su negación y los del desarrollo del sector I. La ideología y las concepciones económicas del sector I se habían mantenido en un estado de animación suspendida, del cual fueron sacadas en los últimos años del reinado de la sociedad del bienestar para darles una nueva forma congruente con la naturaleza de la estructura económica que se estaba gestando; el monetarismo y el librecambio sentaron sus reales en las principales universidades norteamericanas (Harvard, principalmente), desde donde empezaron a difundirse por el ancho mundo, declarando una batalla sin cuartel al keynesianismo y pertrechando de armas teóricas a los futuros adalides del librecambio, ahora denominado “neoliberalismo”. Conforme la sociedad de consumo desplazaba a la vieja sociedad del bienestar, en la misma medida el “neoliberalismo” conquistaba los bastiones en los que hasta ahí se habían atrincherado los keynesianos; cuando la sociedad de consumo quedó plenamente formada, los keynesianos y toda la cauda de sus acólitos, como los kalequianos y los revisionistas marxistas de todo tipo, fueron enviados, por lo pronto, al basurero de la historia. Desde ahí, rumiando su derrota, dedicaron su valioso tiempo, por un lado a limar las aristas radicales de sus concepciones teóricas para hacerlas más atrayentes, por lo que la distancia que los separaba de los monetaristas y neoliberales se hizo cada vez menor, y por el otro, a formular, bajo la apariencia de una aguda crítica científica, ingeniosas y divertidas invectivas en contra de sus enemigos ideológicos, con las cuales intentaban ridiculizarlos (así, los ejercicios de escolar de los constructores de los modelos econométricos y estadísticos y del modelo teórico fundamental del mercado, fueron bautizados como la “rocket science”, sarcasmo con el que se pretendía, en contrapunto, catalogar como verdadera ciencia económica a las desleídas tesis neokeynesianas, cada vez más alejadas de su modelo original (la teoría de Keynes y la política económica roosveltiana)). Mientras neokeynesianos y neoliberales concentraban el grueso de sus disputas ideológicas en torno a la función que el último bastión del intervencionismo de estado, la FED, debería tener en la economía norteamericana, el sector I, al potenciar su crecimiento hasta niveles inconmensurables, preparaba al mismo tiempo las condiciones que harían necesaria una intervención estatal tanto o más extensa e intensa que la que se produjo como respuesta a la gran depresión de los años 30 del siglo pasado; dicho en otras palabras, el sector I estaba generando los elementos que llevarían ineluctablemente al sector II de la economía norteamericana al poder. Ciertamente que ambos bandos, neoliberales y neokeynesianos (junto a estos últimos se forman, a la cola, kalequianos y marxistas revisionistas), ni en sus más terroríficas pesadillas unos, ni en sus más gratificantes fantasías los otros, habían logrado vislumbrar siquiera la enorme magnitud de los hechos económicos que habrían de llevar a una agresiva intervención del estado, propugnada y conducida en la práctica, en su primera fase, por el gobierno republicano, expresión política del neoliberalismo más decantado.

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El presupuesto y resultado último de esta fase de desarrollo del capitalismo global que estudiamos (el capitalismo de consumo) es el agravamiento de la explotación y en consecuencia de la depauperación de los trabajadores que se caracteriza por la anulación absoluta de sus características naturales humanas en las formas extremas que hemos tenido oportunidad de analizar en la parte correspondiente de este trabajo. (Véase en páginas anteriores: Nacimiento del capitalismo de consumo, La sociedad de consumo y el individuo, El capitalismo de consumo y la esclavitud asalariada, El capitalismo de consumo y la explotación del trabajador, La maquinización de la producción y la sociedad de consumo). Al mismo tiempo, en estas condiciones se produce la negación radical de este régimen económico, la cual igualmente constituye el germen del socialismo integral, modo de producción que lo ha de suceder.

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Capítulo XIV

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En el período que comprende el último semestre del 2007 y el primero del 2008 llega a su punto más alto la fase de oposición absoluta entre los contrarios que integran el capitalismo de consumo. Existe una total y completa contradicción entre el capital financiero por un lado y el capital industrial y comercial por el otro, la producción extrema de bienes de consumo y el estrecho límite que impone la demanda efectiva de la sociedad, el acelerado descenso de la tasa de ganancia y la imposibilidad absoluta de seguir utilizando los medios normales de contrarrestarla, la acumulación desmedida de capital y la cada vez más limitada posibilidad de su valorización, el desenfrenado crecimiento del sector I de la economía y la paralización y desmedro del desarrollo del sector II, etcétera. Esta drástica contraposición, sin embargo, permanece oculta, teniendo una existencia subterránea, desde donde ejerce su acción disolvente en el corazón del régimen económico. Esta situación se refuerza porque la ideología dominante ha logrado convertir en dogma religioso los postulados del neoliberalismo, conforme a los cuales el modelo económico prevaleciente es la forma natural-humana de organización de la sociedad que, tras su rescate de las desviaciones impuestas en épocas anteriores por el comunismo, el estatismo y el populismo, se encamina por la pavimentada senda del progreso incesante y del bienestar creciente; las alteraciones en la evolución de la economía neoliberal, que pueden llegar a constituir verdaderas y catastróficas crisis en las cuales el progreso se detiene e incluso se retrotrae y el bienestar se trueca en grandes males económicos, como la asiática, la de LTCM, la de Enron, la de WorldCom y la de las empresas dot.com, son minimizadas y consideradas como pequeños males necesarios que no niegan, sino al contrario reafirman que la esencia del régimen capitalista es acorde con la naturaleza humana; en última instancia, imputan las imperfecciones del régimen económico a la subsistencia de resabios del populismo y del intervencionismo estatal y aprovechan la ocasión para profundizar sus políticas económicas neoliberales. Las manifestaciones externas de la exacerbación extrema de las contradicciones del régimen económico de la sociedad de consumo aparecen por necesidad, para sus ideólogos, como males menores, perfectamente remediables; el ataque a estas desviaciones del modelo puro proporciona un gran ímpetu a la intensificación de

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las contradicciones, cuyos elementos incrementan la desvinculación existente entre ellos. Así, en un movimiento de mutua implicación de la apariencia y la esencia, la sociedad del capitalismo de consumo ingresó, en la fase más reciente de su existencia, al camino del incontrolable crecimiento desorbitado de sus factores componentes y de la superlativa polarización de los mismos. El desenlace de esta situación es el sorpresivo, violento e instantáneo derrumbe del edificio económico.

La crisis de las hipotecas subprime A finales del año 2006 se ha agotado el último impulso de la expansión crediticia basada en las hipotecas subprime, que en su tramo terminal se nutría con los préstamos de “mala fe” (predatory lending). La demanda de casas desciende, su precio se reduce y la industria de la construcción se desacelera. Por otra parte, también en el período considerado, el incumplimiento y las ejecuciones implícitos en los préstamos de “mala fe” se concretan y son el motor para un incumplimiento generalizado y una ola imparable de ejecuciones en el total de las hipotecas “subprime”, los que al final se trasladan incluso a las hipotecas prime. Las hipotecas subprime permanecieron en los años anteriores al 2004 debajo del 10% de todas las hipotecas originadas; en ese año llegaron al 20% y ahí se mantuvieron a lo largo de los años 2005 y 2006. Una causa inmediata del incremento fue la decisión de abril del 2004 de la Comisión de Valores de los Estados Unidos (SEC) de relajar la regla del capital neto, lo cual permitió a los cinco bancos de inversión más grandes incrementar dramáticamente su apalancamiento financiero y expandir agresivamente sus emisiones de títulos respaldados con hipotecas. Esto ejerció presión competitiva adicional a Fannie Mae y Freddie Mac, quienes se vieron obligados a expandir sus préstamos de riesgo. Las tasas de morosidad en los pagos de las hipotecas subprime permanecieron en el rango de 10-15% desde 1998 hasta 2006, año en el que empezaron a incrementarse rápidamente hasta llegar a 25% a principios del 2008. Un estudio realizado por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en el año 2000 acerca de las tendencias, entre 1993 y 1998, de los préstamos bancarios en 305 ciudades, mostró que habían sido emitidos créditos hipotecarios por un valor de $467 mil millones de dólares por prestamistas cubiertos por la Community Reinvestment Act (CRA) para prestatarios y vecindarios de bajos y medianos ingresos. Sin embargo, solamente el 25% de todos los préstamos subprime fueron otorgados por instituciones cubiertas por la CRA y un 50% de préstamos subprime se originaron por instituciones fuera de la CRA. Préstamos de mala fe. Los préstamos de mala fe se refieren a la práctica de prestamistas inescrupulosos de otorgar préstamos riesgosos, de poca solidez crediticia, con propósitos inapropiados. Un clásico método de ofrecer un producto y dar otro (bait-and-switch) fue usado por Countrywide, anunciando bajas tasas de interés para el refinanciamiento de las casas. Estos préstamos eran escritos en contratos sumamente detallados y cambiados

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por productos más caros el día del cierre del trato. Aunque el anuncio establecía que 1% o 1.5% de interés sería cargado, el consumidor podría ser puesto en una tasa de crédito hipotecario ajustable (ARM) en el cual el interés cargado podría ser más grande que la cantidad de interés pagada. Esto daba lugar a una amortización negativa, de lo cual el consumidor del crédito no podría darse cuenta hasta mucho tiempo después de que la transacción de préstamo se hubiese consumado. Countrywide… estaba otorgando hipotecas de alto costo a dueños de casas con crédito débil en las que establecía tasas hipotecarias ajustables (ARMes) que permitían a los deudores hacer pagos del interés solamente. Cuando los precios de las casas decrecieron, los dueños de casas que tenían tasas ajustables en sus hipotecas tuvieron muy pocos incentivos para hacer sus pagos mensuales, ya que el capital que representaban sus casas había desaparecido. Esto fue la causa de que la condición financiera de Countrywide se deteriorara… Antiguos empleados de Ameriquest, el líder en los Estados Unidos de préstamos al mayoreo, describieron un sistema en el cual ellos eran presionados para falsificar los documentos de la hipoteca y luego venderlas a los bancos de Wall Street ansiosos de hacer ganancias rápidas.1

En dos estudios de los economistas Atif Mian y Amir Sufi (Graduados de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago) se hace un análisis, con métodos estadísticos, de las probables causas del incremento voluminoso de las hipotecas subprime, el cual al inicio y durante el desarrollo de la crisis se tradujo por necesidad en un incumplimiento y ejecuciones generalizados. Los autores llegan a la conclusión de que fueron la oferta sin límite de préstamos hipotecarios subprime de mala fe (en los cuales tanto el prestamista como el prestatario están plenamente conscientes de que no van a poder ser servidos sus intereses ni pagado el principal, los llamados “predatory lending”) por parte de sus generadores y su securitización masiva por las instituciones financieras con la finalidad de hacer crecer monstruosamente sus ganancias los que produjeron la elevación del precio de las casas, el exceso de construcción de las mismas y, como últimas consecuencias, el incumplimiento y las ejecuciones masivas, la caída de los precios y la ruina de la industria de la construcción. La oferta excesiva de préstamos hipotecarios subprime reconoce su origen en la demanda especulativa de las instituciones financieras que incita a los generadores a otorgar masivamente préstamos hipotecarios subprime de mala fe.2, 3 El incremento de las hipotecas subprime y el decisivo papel que desempeñaron en la crisis financiera internacional en curso es analizado por el Staff de reportes del Banco Federal de la Reserva de Nueva York en los siguientes términos:

Wikipedia the free Encyclopedia, Late-2000s financial crisis, page modified on 17 June at 11:53, www. wikipedia.org. 2 Mian, Atif R. and Sufi, Amir. The consequences of mortgage credit expansion: evidence from the U. S. mortgage default crisis. Social Science Electronic Publishing, Inc, december 12, 2008, available at SSRN: http://ssrn. com/abstract=1072304 3 Mian, Atif R. and Sufi, Amir, The Consequences of Mortgage Credit Expansion: Evidence from the 2007 Mortgage Default Crisis (April 2008). NBER Working Paper Series, Vol. w13936, pp. -, 2008. Available at SSRN: http://ssrn.com/abstract=1121728 1

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Visión general de la securitización de los créditos hipotecarios subprime Hasta fechas muy recientes, la creación de hipotecas y la emisión de bonos garantizados con hipotecas (MBS) estaban dominados por préstamos a prestatarios prime conformes con los estándares de garantías fijados por las agencias apoyadas gubernamentalmente (GSEs). Fuera de los préstamos “conforming” están las clases de activos que no son de agencia y que incluyen a los Jumbo, Alt-A y Subprime. De una manera muy general, los activos Jumbo comprenden los préstamos a deudores prime con un balance principal original más grande que los límites “conforming” impuestos a las agencias por el Congreso; los activos de la clase Alt-A son préstamos a deudores con buen crédito pero que incluyen garantías más agresivas que los préstamos “conforming” o Jumbo (esto es, no documentación del ingreso, alto apalancamiento); y la clase de los activos subprime en la que se encuentran los préstamos a deudores con un pobre historial de crédito. En el 2001 los bancos originaron $1,433 billones de dólares en préstamos hipotecarios “conforming” y emitieron $1,087 billones en bonos garantizados por esas hipotecas… en contraste, el sector “non-agency” originó $680 mil millones ($190 mil millones subprime + $60 billones Alt-A + 430 mil millones Jumbo) y emitió $240 mil millones ($87.1 mil millones subprime + $11.4 Alt-A + $142.2 mil millones Jumbo), y la mayoría de estos estaban en el sector Jumbo. Los sectores Alt-A y Jumbo eran relativamente pequeños, pues juntos sumaban $250 mil millones de los $2.1 billones (12 porciento) del total de las que se originaron durante 2001. Una reducción en la tasa de interés a largo plazo a finales de 2003 ha sido asociada con un fuerte incremento en la creación y emisión de toda clase de activos. Mientras los mercados de los activos “conforming” alcanzaron su máximo en 2003, los mercados de activos “nonagency” continuaron en un rápido crecimiento a lo largo del 2005, llegando eventualmente a eclipsar la actividad del mercado de los activos “conforming”. En 2006, la producción de activos “non-agency”, de $1,480 billones, fue más del 45% más grande que la producción de agencia y la emisión de “non-agency”, de $1,033 billones fue más grande que la emisión de agencia, de $905 mil millones. Los datos documentan que una gran fracción en constante incremento de préstamos subprime y Alt-A son vendidos a inversionistas y una mínima parte es retenida en las hojas de balance de la institución que los originó. Una visión general de los créditos hipotecarios subprime. Detalles de un típico préstamo hipotecario subprime. Securitización de 3,949 préstamos subprime con un balance principal de $881 millones de dólares originados por New Century Financial en el segundo trimestre del 2006. Este securitización en particular es interesante porque ilustra cómo los típicos préstamos subprime, que probaron tener las peores características, se originaron, estructuraron y por último fueron vendidos a los inversionistas. En cada uno de los años entre el 2004 y el 2006, New Century Financial fue el segundo más grande prestamista subprime, originando $51.6 mil millones en préstamos hipotecarios durante 2006 (Inside Mortgage Finance, 2007). El volumen creció a una tasa anual del 59% entre 2000 y 2004. El soporte de este crecimiento fue una solicitud de préstamo por internet y un sistema de preaprobación llamado FastQual. El desempeño de los préstamos de New Century siguió muy de cerca el de la industria durante el año 2005 (Moody`s, 2005b). Sin embargo, la compañía se enfrentó a tempranos incumplimientos en los pagos a principios del 2007, no pudo obtener más colateral en sus líneas de crédito en marzo del 2007 y finalmente se acogió a la protección de la bancarrota el 2 de abril del 2007. Las porciones junior de esta securitización fueron parte de la histórica acción de degradación

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por las agencias calificadores durante la semana del 9 de julio del 2007 que afectó a casi la mitad de los contratos emitidos en el 2006 de bonos garantizados con activos que eran casas con primera hipoteca. Estos préstamos fueron comprados inicialmente por una subsidiaria de Goldman Sachs, la que a su turno los vendió a una entidad de propósito especial denominada GSAMP TRUST 2006-NC2. El trust financió la compra de estos préstamos a través de la emisión de bonos garantizados por activos. New Century dio servicio inicialmente a los créditos, pero tras la creación del fideicomiso, estos negocios fueron transferidos a Ocwen Loan Servicing, LLC en agosto del 2006, la cual recibía una comisión de 50 puntos base (o $4.4 millones) por año en una base mensual. El “master servicer” y el administrador de los bonos es Wells Fargo, quien recibe una comisión de 1 punto base (o $881 K) por año en una base mensual.4 Valor de las hipotecas subprime El término subprime se refiere a la calidad del crédito de los prestatarios particulares, quienes tienen historiales crediticios malos y un riesgo mayor de incumplimiento en sus créditos que los prestatarios prime. El valor de las hipotecas subprime en los Estados Unidos se estimó en $1.3 billones de dólares en marzo del 2007, con cerca de 7.5 millones de primeras hipotecas (first lien) subprime en circulación (outstanding). Además de las condiciones de crédito fáciles, es evidente que tanto el gobierno como las presiones de la competencia contribuyeron al incremento de los préstamos subprime durante los años que precedieron a la crisis. Los bancos de inversión más grandes de los Estados Unidos y empresas apoyadas gubernamentalmente, como Fannie Mae, tuvieron un importante papel en la expansión de los préstamos de alto riesgo. Los precios de las casas entre 1997 y 2006 Entre 1997 y 2006, el precio de la típica casa americana se incrementó en un 124%. Durante las dos décadas que terminaron en 2001, la mediana nacional de los precios de casas se elevó de 2.9 a 3.1 veces la mediana del ingreso de los hogares. Esta razón se elevó a 4.0 en 2004 y 4.6 en 2006. Esta burbuja de la construcción de casas ocasionó que bastantes propietarios refinanciaran sus hogares a tasas de interés más bajas o financiaran sus gastos de consumo tomando segundas hipotecas garantizadas por el incremento del precio. … Para septiembre del 2008, el promedio de los precios de las casas en Estados Unidos había declinado cerca de un 20% con respecto del precio superior alcanzado a la mitad del año 2006. En la medida en que los precios declinaron, los prestatarios con hipotecas que tenían tasas de interés ajustables no pudieron refinanciar para evitar los más altos pagos asociados con las tasas de interés en aumento y comenzaron a incumplir. Durante 2007, los prestamistas empezaron los procedimientos de remate para cerca de 1.3 millones de propiedades, lo que significaba un incremento del 79% sobre el 2006. Los procedimientos de remate se incrementaron a 2.3 millones en 2008, un 81% de incremento respecto de 2007. Para agosto de 2008, el 9.2% de todas las hipotecas de Estados Unidos tenían morosidad en sus pagos o estaban sujetas al procedimiento de remate. Para septiembre del 2009, este porcentaje se había elevado al 14.4%.

Ashcraft, Adam B., Schuermann Til, Understanding the securitization of subprime mortgage credit, Staff Report No. 318, Federal Reserve Bank of New York Staff Reports, march 2008, www.newyorkfed.org.

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Incremento de las deudas de los propietarios de casas y de las instituciones financieras en el período 2003-2007 Los propietarios de casas y las instituciones financieras de los Estados Unidos incrementaron sus deudas (sobre apalancamiento) durante los años que precedieron a la crisis. Esto incrementó su vulnerabilidad ante el colapso de la burbuja de casas y empeoró la subsiguiente declinación económica. Los principales datos son: • El efectivo que los consumidores utilizaron y que había sido extraído del capital de su casa pasó de $627 mil millones de dólares en 2001 a $1,428 mil millones en 2005, mientras la burbuja de las casas se formaba; en todo el período se extrajeron cerca de $5 billones de dólares, lo que contribuyó al crecimiento económico mundial. La deuda en hipotecas en los Estados Unidos se incrementó, con relación al producto interno bruto, desde un porcentaje del 46% durante la década de los 90 del siglo pasado hasta el 73% durante 2008, elevándose hasta $10.5 billones de dólares. • La deuda de los propietarios de casas como un porcentaje del ingreso anual disponible fue de 127% a fines de 2007, contra un 77% en 1990. • En 1981 la deuda privada en Estados Unidos era del 123% del producto interno bruto; para el tercer trimestre de 2008 era del 290%. • Entre 2004 y 2007 los cinco bancos de inversión más grandes de los Estados Unidos incrementaron significativamente su apalancamiento financiero, lo cual incrementó su vulnerabilidad a un shock financiero. Estas cinco instituciones reportaron cerca de $4.1 billones en débitos para el año fiscal de 2007, cerca del 30% del producto interno bruto nominal de los Estados Unidos para 2007. Lehman Brothers fue liquidado, Bear Sterns y Merrill Lynch fueron vendidos a precios de remate y Goldman Sachs y Morgan Stanley se convirtieron en bancos comerciales que se sujetaron a sí mismos a una regulación más rigurosa. Con excepción de Lehman, estas compañías requirieron o recibieron apoyo gubernamental. • Fannie Mae y Freddie Mac, dos empresas de los Estados Unidos apoyadas gubernamentalmente poseían o garantizaban cerca de $5 billones de dólares de obligaciones hipotecarias al tiempo en que fueron colocadas en salvaguarda por el gobierno de los Estados Unidos en septiembre del 2008. Estas siete entidades estaban fuertemente apalancadas y tenían $9 billones en deuda o garantías de obligaciones, lo que significaba una enorme concentración de riesgo; ellas no estaban sujetas a las mismas regulaciones como bancos de depósito.5

Aunque la tierra se hundía irremisiblemente debajo de la delgada capa en la que se hallaban asentados, los actores económicos no se daban por enterados de este hecho. El 16 de enero de 2008 compareció ante el Comité de Presupuesto de la Casa de Representantes de los Estados Unidos el nuevo Chairman de la Fed, Ben S. Bernanke, quien presentó un testimonio sobre el panorama económico de Norteamérica.6 Wikipedia the free Encyclopedia, Late-200s financial crisis, page modified on 17 June 2011 at 11:53. Chairman Ben S. Bernanke, Testimony, The economic outlook, Before the Committee on the Budget, U. S. House of Representatives, January 17, 2008, Board of Governors of the Federal Reserve System, News and Events, Testimony and Speeches, www.federalreserve.gov.

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El tono general de la intervención de Bernanke es asombrosamente tranquilo. Enumera los problemas existentes en el sector financiero, la economía real, el mercado de trabajo, el proceso inflacionario, etcétera, sin darles siquiera la dimensión de cuestiones preocupantes, sino tan sólo de pequeños obstáculos en una marcha ascendente de la economía en general, a los cuales desde luego hay que enfrentar. El derrumbe del mercado hipotecario, que ya se encontraba en curso, es tratado como un pequeño trastorno que el mismo mercado se encargará de corregir; lo único que suscita la atención de Bernanke es la reducción de valor de los activos hipotecarios porque esto lleva a los inversionistas a perder la confianza y alejarse de todos los productos financieros en ellos sustentados y la incorporación de esa disminución de valor a los balances de los bancos, lo que hace a éstos renuentes a seguir proporcionando créditos a las familias y a las empresas; los flujos de capital se reducen sensiblemente y ello amenaza al crecimiento económico. El interés fundamental de Bernanke está puesto en la sustentabilidad del crecimiento económico; los problemas financieros reducen el flujo de recursos a la economía real y entonces se frena su crecimiento. La solución del problema consiste en restaurar la provisión plena de capital al aparato productivo, lo que permitirá la reanudación del crecimiento económico. Esto, a su vez, posibilitará que el mercado funcione plenamente y resuelva entonces los males financieros causados por las hipotecas subprime. Es, desde luego, extremadamente ingenua, por decir lo menos, la posición de Bernanke, pero ella corresponde en todo a la estulta teoría del mercado eficiente. Una vez que los problemas de liquidez se resuelvan, el capital se desplazará a la economía real e impulsará el crecimiento; el mercado, por su parte, ajustará todos los elementos participantes para que funcionen de una manera eficiente. Congruente con todo esto, Bernanke postula cuál debe ser el papel de la Fed: propiciar, en su carácter de prestamista de última instancia y con su política monetaria, que el capital se traslade en cantidades suficientes y oportunamente hacia la economía real. Para ello esta institución debe de estar sumamente atenta a la evolución de la economía y actuar pronta y expeditamente en cuanto el crecimiento se vea amenazado por una astringencia crediticia. Esta es, para Bernanke, la única intervención permitida del Estado en la Economía; aunque teóricamente no descarta la posibilidad de aplicar medidas fiscales en caso de que las condiciones económicas empeoren, esto sería, para su gusto, únicamente en última instancia y con una serie de condiciones restrictivas que acotarían estrechamente las medidas de estímulo aplicadas. Son tantas las salvedades y restricciones que Bernanke impone a una eventual política fiscal que en realidad se expresa con ello muy claramente la repugnancia que le causa cualquier intervención del Estado que vaya más allá de las políticas específicas de la Reserva Federal. Lo verdaderamente trágico (¿o cómico?) es que estas cándidas proposiciones de Bernanke se hacían cuando ya el sistema financiero estaba completamente fuera de control, alzado enhiestamente frente a y en contra de todo el resto del sistema económico, el mercado gobernado absolutamente por la irracionalidad y la especulación, la economía real en franca caída, etcétera y que, por tanto, cualquier medida

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que tomase la Fed dentro de sus atribuciones clásicas se convertía irremisiblemente en su contrario, en alimento para el crecimiento desorbitado del sistema financiero, una mayor desvinculación del mismo respecto de la economía real y un estímulo poderoso para el decrecimiento de la economía. Más tarde veremos cómo este mismo Bernanke, a quien tanto desagradaba la mera posibilidad de implantar un flaco paquete de medidas fiscales estimulantes de la economía, hubo de participar en el rescate del sistema financiero prodigando préstamos multimillonarios para el salvamento de las instituciones bancarias que la crisis había condenado a la ruina. Lo que también se trasluce en el testimonio de Bernanke ante el Congreso es que mientras él recomendaba de tal manera los estímulos fiscales que en realidad su encarecimiento significaba un rotundo rechazo, en el Congreso y en las oficinas del gobierno federal se cocinaba ya un modesto programa fiscal para enfrentar las adversas condiciones económicas. Es evidente que Bernanke no tuvo participación alguna en ni conocimiento pleno previo de esta actividad de los legisladores y del gobierno, la cual, desde luego, se basaba, en lo esencial, en las mismas consideraciones acerca de la economía norteamericana e internacional que el Chairman había expresado en su comparecencia ante el Congreso y solamente difería en la naturaleza de las medidas necesarias para encarar las mismas circunstancias económicas. La llamada “crisis de las hipotecas subprime” es el detonador de la fase explosiva de la crisis financiera internacional que se presenta en el 2º. Semestre de 2008.

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Capítulo XV

El desenvolvimiento de la crisis financiera internacional

La intempestiva aparición de la crisis financiera internacional Al término de la primer mitad de 2008 el sistema financiero norteamericano está formado por un grupo de instituciones que se encuentran casi en su totalidad en un estado de quiebra técnica; los incumplimientos masivos en los créditos hipotecarios y otros créditos al consumo han reducido en forma dramática los ingresos de todo el sistema (bancos, fondos, etcétera) y hecho exigibles en bloque sus obligaciones, las cuales tienen un volumen superlativo; los activos se han desvalorizado, las reservas se han agotado y la liquidez es apenas suficiente para unas cuantas semanas, si acaso días de funcionamiento. Al iniciarse el segundo semestre de ese mismo año, los bancos y fondos y los funcionarios del tesoro y de la Fed se ven forzados, muy a su pesar, a reconocer y declarar, intempestivamente, en una rápida sucesión de acontecimientos, la insolvencia de las diversas instituciones, tras lo que se lanzan a una desesperada búsqueda de recursos inexistentes y, por último, a la conformación de las acciones de rescate público de las empresas en problemas. La disyuntiva que se planteaba ante las autoridades norteamericanas era la siguiente: si se atenían al sacrosanto precepto neoliberal de la libertad de comercio, una sucesión inacabable de quiebras en el sistema financiero y luego en la industria y el comercio de los Estados Unidos habría conducido a una catástrofe económica de tales dimensiones que la depresión de los años 20 parecería tan sólo un pequeño trastorno; si se trasgredían los principios del libre comercio y se echaba mano de un instrumento típicamente estatista y populista, la intervención del estado, con la finalidad de rescatar a las entidades en problemas mediante la inyección de miles de miles de millones de dólares, el desastre se habría evitado y la economía norteamericana podría volver pronto a la senda del crecimiento. La elección no ofrecía dudas: los campeones del neoliberalismo, encabezados por Bush y secundados por Bernanke, se convirtieron en los promotores más entusiastas del estatismo más extremo y proyectaron y ejecutaron acciones de salvamento del sistema financiero norteamericano que implicaron la infusión de miles de mi-

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les de millones de dólares públicos y la participación del gobierno en la propiedad de las empresas financieras.

El Acta de estímulos económicos de 2008 El 13 de febrero de 2008, el Presidente Bush promulgó el Acta de estímulos económicos de 2008,1 la cual constituía la respuesta del gobierno federal a las mismas circunstancias económicas descritas por Bernanke. Esta ley establecía una devolución de impuestos para los contribuyentes de medianos y bajos ingresos, incentivos fiscales para las industrias con la finalidad de incrementar la inversión y un aumento en los límites de valor de las hipotecas elegibles para ser compradas por las empresas apoyadas gubernamentalmente, esto es, Fannie Mae y Freddie Mac. El costo total de este programa durante 2008 se estimaba en $152 mil millones de dólares. El paquete de medidas fiscales tenía como objetivos principales estimular la economía de los Estados Unidos durante 2008, evitar una recesión y mejorar las condiciones económicas generales. El Acta de estímulos económicos de 2008 cojeaba del mismo pie que las políticas crediticias y monetarias de la Fed. Ella respondía en todo al diagnóstico del estado de la economía que se basaba en el modelo teórico monetarista, librecambista e incluso keynesiano, el cual por necesidad se detiene en la mera superficie del fenómeno; las profundas fuerzas que determinan en última instancia la evolución del régimen capitalista son una tierra ignota. De esta suerte, las apagadas resonancias (a cuya menor audibilidad contribuía la enorme carga ideológica que asfixiaba al entorno económico) que llegaban a la superficie económica del poderoso cataclismo que se estaba produciendo ya en las capas interiores más próximas, eran tomadas como la única realidad y las imperfecciones que mostraba como los mínimos problemas que obstaculizaban un crecimiento económico terso y continuado. Según el extremadamente simple esquema neoliberal, los elementos fundamentales de la economía son el sector financiero, el sector industrial y de servicios (la economía real), las familias, las empresas, los mercados (financieros, de bienes y servicios, de trabajo, etcétera) y su funcionamiento ideal es una tranquila interacción entre todos ellos que tenga como resultado una constante innovación tecnológica, una productividad cada vez mayor, un alto y sostenido crecimiento económico, un progreso ascendente en todos los órdenes y un bienestar de los miembros de la sociedad siempre en aumento. Todo esto se obtiene fácilmente mediante el libre funcionamiento de los mercados, el cual implica la reducción de la intervención del Estado a meras funciones regulatorias e incluso la sustitución de éstas por la autorregulación. El mecanismo funciona de la siguiente manera: las familias y las empresas demandan bienes de consumo y de capital; el aparato productivo los proporciona a través del mercado; a su vez, el aparato productivo (las empresas que lo forman) 110th Congress, 2007-2008, H.R. 5140: Economic Stimulus Act of 2008, Summary, govtrack.us, a civic project to track Congress, www.govtrack.us

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requiere recursos de capital para cubrir la demanda de bienes de consumo y de capital; el sector financiero es el encargado de reunir y canalizar esos medios hacia las familias (recordemos que en la sociedad de consumo las familias no sólo demandan a través de sus ingresos normales, sino por medio de la excedida capacidad que les proporciona el crédito al consumo) y las empresas. El Estado debe vigilar que el tránsito de un sector a otro, el funcionamiento de los mercados, etcétera discurran sin alteraciones graves que interrumpan el movimiento económico; en el caso de que algún trastorno, anomalía, etcétera se presente, entonces el Estado aplica, tomándolas de un catálogo extremadamente reducido de instrumentos a su disposición, las medidas que restauren el funcionamiento pleno del sistema. El análisis neoliberal sobre la situación de la economía norteamericana e internacional en 2008 se apoyaba por completo en este esquema descrito. El mercado de las hipotecas subprime estaba presentando problemas preocupantes (incumplimientos y ejecuciones en niveles más altos que los normales); esta situación se extendía al mercado financiero en general, en donde los nuevos instrumentos crediticios, en los que descansaba casi la totalidad de la actividad financiera, tenían como base precisamente las hipotecas subprime, por lo cual, la devaluación de estos activos se traducía necesariamente en la desvalorización de los títulos que los tenían como fundamento; las tribulaciones de las instituciones financieras ocasionaron la retracción de los inversionistas, quienes iniciaron su retirada del mercado; con sus activos desvalorizados en un alto grado y sin poder colocar nuevas emisiones de valores, los bancos vieron seriamente restringidos sus recursos para hacer préstamos a las familias y las empresas, lo que ocasionó una contracción del crédito; esto, a su vez, redujo la demanda de las familias y las empresas, la cual, como explica el dogma neoliberal, es el motor del crecimiento económico. La receta que extendieron Bernanke y Bush se centraba, por tanto, en esa exterioridad: medidas de política crediticia y monetaria por parte de la Fed y estímulos fiscales (no muy costosos y que no comprometieran el equilibrio presupuestal en el mediano y largo plazo) por parte del gobierno federal para impulsar la demanda de las familias y las empresas; con la demanda en marcha de nuevo, se restauraría necesariamente, tal y como el manual lo explica, el funcionamiento de todo el aparato económico, se generarían suficientes recursos, los mercados los asignarían eficientemente y el crecimiento económico recobraría el nivel anterior y adquiriría mayores vuelos. Sin embargo, estas medidas se tomaron cuando ya se encontraban en movimiento los elementos de una profunda crisis que trastocaba por completo el funcionamiento del sistema económico: el aparato financiero se había desarrollado desmesuradamente, los mercados estaban presididos por la especulación, la economía real entraba en un proceso de decrecimiento vertiginoso, la producción había sido llevada mucho más allá de los límites que la demanda efectiva de la sociedad lo permitía, etcétera; por tanto, las acciones de la Fed y del gobierno federal, o eran completamente inefectivas, o servían de nutrimento para el más violento desarrollo de la crisis.

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Nacionalización del banco Northern Rock El primer aviso de que la crisis había iniciado su curso vino del otro lado del atlántico. Northern Rock era un banco británico de mediano tamaño que se dedicaba a la obtención de cuantiosos recursos en los mercados de crédito del Reino Unido e internacionales, caudales que aplicaba al otorgamiento de créditos hipotecarios, los que posteriormente securitizaba y vendía en el mercado global. A mediados del año 2007 la generalización de los incumplimientos y ejecuciones en el mercado hipotecario de los Estados Unidos redujo notablemente la demanda de los títulos garantizados con hipotecas, por lo que el banco británico se quedó en posesión de una gran cantidad de ellos que ya no pudo comercializar; la consiguiente reducción de sus ingresos le impedía cumplir con el pago de la astronómica deuda que había contraído. En primera instancia acudió al Banco de Inglaterra en busca de los recursos para cubrir sus obligaciones. Ante este hecho, que mostraba claramente su debilidad crediticia, los depositantes, dominados por el pánico, realizaron una corrida contra el banco que acabó de vaciar sus arcas. Esta situación lo obligó a realizar una búsqueda de compradores que resultó infructuosa, por lo que fue preciso que el gobierno británico lo tomara en sus manos mediante su nacionalización el 22 de febrero del 2008. Sorprende la cínica facilidad con que la plutocracia internacional abandona sus más caros principios del libre mercado ante la más leve amenaza de una catástrofe financiera generalizada; el postulado librecambista enseña que una empresa que ha cometido errores en su actividad productiva, de mercado o de financiamiento tiene necesariamente que pagarlos, en el último de los casos con su desaparición de la escena económica. Pero he aquí que un gobierno neoliberal, frente a la quiebra de uno de sus elementos, la cual se cierne ominosamente sobre toda la estructura económica, utiliza sin escrúpulo instrumentos típicamente populistas y estatistas, y no cualquiera de ellos, sino los más radicales, como la nacionalización. El libre cambio acude sin rubores en busca del apoyo de su enemigo mortal, el intervencionismo estatal, con tal de salvarse de la catástrofe económica. A partir del colapso del Northern Bank se inicia el desastre del sistema financiero internacional. Literalmente de la noche a la mañana, uno tras otro los grandes bancos norteamericanos van quedando sin recursos para cumplir con sus obligaciones más imperiosas.

El colapso de Bear Stearns A mediados de marzo del 2008, el banco norteamericano Bear Stearns (The Bear Stearns Companies, Inc.) se quedó repentinamente sin efectivo y tuvo que acudir a solicitar auxilio con el prestamista de última instancia; el día 14 de ese mismo mes recibió la promesa de un préstamo de emergencia del Banco Federal de la Reserva de Nueva York con el fin de evitar un colapso sorpresivo. Bear Stearns era un banco global de inversiones, comercio de títulos y compra y venta de acciones (brockerage). Sus principales áreas de negocios eran el mercado de capitales (valores de renta variable y de ingreso fijo, banca de inversión, etcétera),

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la administración de “riqueza” (wealth management), que comprendía la planeación financiera, la administración de portafolios de inversión y otros servicios financieros, y servicios de compensación de deudas (clearing) a nivel global. En noviembre 30 de 2006, Bear Stearns tenía un capital total aproximado de $66.7 mil millones de dólares y activos por $350.4 mil millones. De acuerdo con la revista Institutional Investor este banco era el séptimo más grande, en términos de su capital total, entre las firmas que comerciaban títulos. En el período de locura desatada del capital financiero, Bear Stearns se dedicó de lleno a la secutirización y a garantizar los créditos subyacentes; por tanto, emitió cantidades enormes de títulos respaldados por activos (asset backed securities) y de seguros contra el incumplimiento de créditos (credit default swaps). Como es también el caso para sus pares de Wall Street y de la banca comercial, en la medida en que los precios de las casas se elevaron y la industria hipotecaria resurgió a principios de esta década, Bear se vio activamente involucrada en diversos aspectos de este mercado. Era una implicación verticalmente integrada que comprendía desde la compra y operación de hipotecas residenciales hasta el empacamiento y el aseguramiento de grandes grupos de hipotecas en títulos estructurados, productos ampliamente conocidos como títulos garantizados con hipotecas (mortgage-backed securities). Estos productos podían ser vendidos a inversionistas institucionales, así como a Hedge funds y fondos de pensiones, mientras que algunos eran retenidos por el propio banco.2 Para el 30 de noviembre de 2007, Bear Stearns tenía contratos de derivados (swaps (en gran medida credit default swaps), futuros y opciones) por un valor de $13.40 billones de dólares, de los cuales $1.85 billones correspondían a contratos de opciones. A finales del año fiscal de 2007 tenía contabilizados en sus libros más de 28 mil millones de activos de “nivel 3”, contra una posición de capital neto de solamente $11.1 mil millones. Estos $11.1 mil millones de capital soportaban $395 mil millones en activos, lo que significa que Bear Stearns tenía una proporción de apalancamiento de 35.5 a 1; este alto apalancamiento apoyaba a muchos activos ilíquidos y potencialmente sin valor. Cuando en 2006 y 2007 los mercados de títulos garantizados con activos, especialmente hipotecas subprime, empezaron a generar pérdidas para los inversionistas, Bear Stearns principió a tener dificultades para colocar en el mercado sus emisiones de títulos securitizados, cuyos créditos subyacentes se desvalorizaban rápida y sensiblemente; por otro lado, también comenzaron a generalizarse las reclamaciones de las obligaciones que se generaban en los credit default swaps, las cuales se hacían efectivas en un volumen creciente en la medida en que los incumplimientos hipotecarios se incrementaban. Esta situación afectó la estabilidad financiera de los dos Hedge funds del banco que se dedicaban principalmente a la securitización de créditos hipotecarios. Shorter, Gary, Specialist in Business and Government Relations, Bearn Stearns: Crisis and “rescue” for a major provider of Mortgage-Related Products, Government and Finance Division, Congressional Research Service Report, marzo 26, 2008, p. 5, www.policyarchive.org

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El 22 de junio de 2007 Bear Stearns garantizó un préstamo colateralizado superior a los $3.2 mil millones de dólares para rescatar uno de sus Fondos, el Bear Stearns High-Grade Structured Credit Fund, mientras negociaba con otros bancos un préstamo contra colateral para otro de sus fondos, el Bear Sterns High-Grade Structured Credit Enhanced Leveraged Fund. Los fondos obtenidos fueron invertidos en la emisión de CDOs poco comercializables. Merril Lynch retuvo $850 millones del colateral subyacente, pero únicamente estaba autorizado para rematar $100 millones. El incidente suscitó preocupaciones de contagio en cuanto Bear Stearns fue forzado a liquidar sus CDOs, provocando una devaluación de activos similares en otros portafolios. Durante la semana del 16 de julio de 2007 Bear Stearns dio a conocer que los dos “hedge funds” habían tenido pérdidas cercanas al total de su valor debido a una rápida declinación en el mercado de las hipotecas subprime. Por varios conceptos, la quiebra de los fondos señaló el principio del colapso en el vital elemento de la confianza que debe existir entre una firma como Bear y sus numerosos clientes. Con el colapso del mercado de viviendas, Bear empezó a enfrentar problemas financieros realmente dramáticos en junio del 2007: la firma anunció que dos de sus hedge funds, los cuales estaban significativamente involucradas en las hipotecas subprime, estaban en problemas. En un intento de mantenerlas a flote, Bear transfirió $1.6 mil millones a los fondos. A pesar de ello, pronto perdieron todo su valor y estaban listos para ser cerrados. En octubre de 2007, Bear concertó una necesaria inversión de $1 billón de dólares del banco Chino Citic Securities, controlado por el gobierno. Más tarde, en el cuarto trimestre fiscal de 2007, habiendo asegurado más de $2 mil millones en títulos hipotecarios devaluados, la compañía reportó su primera pérdida trimestral, un inesperado alto déficit de $859 millones de dólares. En el corazón de los problemas de Bear se encontraban los MBSes, a los cuales Bear y otras firmas de Wall Street estaban activamente involucradas en empacar, garantizar, comerciar e invertir en ellos.3 En los primeros meses de 2008 los problemas financieros de Bear Stearns continuaron agravándose, hasta llegar al punto, a mediados de marzo, de tener sus arcas casi vacías. Un poco más que una semana antes del 14 de marzo de 2008, fecha en que la Fed anunciara el rescate de Bear, comerciantes en títulos de ingreso fijo reportaron que se habían empezado a escuchar rumores de que las instituciones financieras europeas habían cesado de hacer negocios de ingresos fijos con Bear. Temerosos de que sus fondos pudieran ser congelados si Bear se declaraba en bancarrota, comerciantes de Estados Unidos en stocks y títulos de renta fija que habían estado activamente implicados con Bear, decidieron, según reportes, detener esa relación en marzo 10. El 11 de marzo una gran compañía de administración de activos dejó de hacer negocios con Bear. Esa misma semana, muchas otras firmas empezaron a tener extremos cuidados en sus tratos con Bear, en la medida en que la firma veía el éxodo de un creciente 3

Ibid. p. 5.

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número de sus contrapartes de negocios. Algunos hedge funds clientes, demandando que Bear había proporcionado efectivo como colateral en los negocios que habían hecho, retiraron fondos de sus cuentas con la empresa. Hedge funds que habían utilizado a Bear para obtener préstamos y en los negocios de compensación fueron retirando efectivo de sus cuentas. Algunos grandes bancos de inversión detuvieron los negocios con Bear que pudieran haberlos expuesto y algunos mercados de fondos de dinero redujeron sus posesiones de deuda de corto plazo emitida por Bear. Preocupados porque la capacidad de la firma para pagar sus obligaciones se estaba viendo menos segura, un número de inversionistas institucionales que habían comprado credit default swaps a Bear estaban intentando deshacer estos negocios. (Bear había desarrollado un considerable mercado en swaps). Esta actividad en marcha contribuyó a precipitar una alarmante caída en la cobertura de las reservas líquidas.4 La liquidez de Bear Stearns se desplomó desde los $18.1 mil millones de dólares en marzo 10 hasta los $2 mil millones el 13 de marzo. El 14 de marzo de 2008 el Banco de la Reserva Federal de Nueva York aceptó proveer un préstamo de $25 mil millones de dólares a Bear Stearns, colateralizado por sus propios activos, con la finalidad de dotarlo de la liquidez por 28 días que el mercado le había negado. Aparentemente el Banco de la Reserva Federal de Nueva York cambió de opinión y dijo a Bear Stearns que el préstamo de 28 días no estaba disponible. El trato cambió por otro en el cual el Banco de la Reserva haría un préstamo a J. P. Morgan (colateralizado por los activos de Bear Stearns) quien compraría el banco en problemas por un valor de $2 dólares por acción. Dos días más tarde, el 16 de marzo, Bear Stearns firmó un acuerdo de fusión con JP Morgan Chase en un intercambio de acciones en el cual el adquirente tomó las de Bear Stearns a un valor de $2 dólares cada una. Este precio de venta representaba una enorme pérdida, ya que las acciones de Bear Stearn se habían vendido a $172 dólares en enero de 2007 y a $93 dólares en febrero de 2008. Adicionalmente, la Reserva Federal aceptó otorgar un préstamo “sin recurso” por $29 mil millones a JP Morgan Chase (es decir, que el préstamo estaba colateralizado con deuda hipotecaria y que el gobierno no podría incautar los activos de J. P. Morgan si el colateral era insuficiente para pagarlo). El Director de la Fed, Ben Bernanke, defendió el rescate sosteniendo que la bancarrota de Bear Stearns habría afectado a la economía real y podría haber causado un desenvolvimiento caótico de las inversiones a lo largo de los mercados de Estados Unidos. El 20 de marzo de 2008 el Director de la SEC, Christopher Cox, dijo que el colapso de Bear Stearns se debió a una falta de confianza y no a una falta de capital. Cox hizo notar que los problemas de Bear Stearns escalaron cuando se esparcieron rumores acerca de su crisis de liquidez, lo cual a su turno erosionó la confianza en la firma. “No obstante que Bear Stearns mantenía colaterales de alta calidad para dar seguridad a sus prestatarios, sus contrapartes en el mercado tuvieron menos deseos de entrar en arreglos con Bear Stearns para proporcionarle fondos”, dijo Cox.

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Ibid. pp. 6-7.

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Por un arreglo del 24 de marzo de 2008, el precio de adquisición de las acciones de Bear Stearns por JP Morgan Chase, se elevó a $10 dólares.5

La quiebra del banco Independent National Mortgage Corporate (Indymac) El 11 de julio de 2008 Indymac Bank, una subsidiaria de Independent National Mortgage Corporate (Indymac) es colocada bajo administración de la FDIC (Federal Deposit Insurance Corporation). Fue la cuarta más larga quiebra en la historia de los Estados Unidos y la segunda más grande de una institución de ahorro y préstamo regulada. Antes de su fracaso, IndyMac Bank era la más grande asociación de ahorro y préstamos en el área de Los Ángeles y el séptimo más grande originador de hipotecas en los Estados Unidos. Indymac operaba en forma combinada como banco de ahorro y préstamo y banco hipotecario; proporcionaba préstamos para la compra, desarrollo y mejoramiento de casas unifamiliares; también proveía de aseguramiento hipotecario secundario para dichas casas; además, se dedicaba a otras formas de crédito al consumo. Las causas primarias de la quiebra de IndyMac están largamente asociadas con su estrategia de negocios de originar y securitizar préstamos Alt-A en gran escala. (Alternative A-paper; es un tipo de hipoteca en los Estados Unidos que por varias razones es considerada más riesgosa que la hipoteca A-paper o prime y con menos riesgos que las hipotecas subprime; las tasas de interés, que están determinadas por el riesgo del crédito, tienen, en las hipotecas Alt-A, valores entre los de los préstamos prime y subprime; típicamente, las hipotecas Alt-A se caracterizan porque sus deudores presentan una documentación incompleta, tienen calificaciones crediticias muy bajas, etcétera, mientras que en las hipotecas A-paper o prime los deudores tienen la documentación completa, sus calificaciones crediticias son irreprochables, etcétera). Esta estrategia tuvo como resultados un rápido crecimiento y una alta concentración de activos riesgosos. Durante el año 2006, IndyMac originó hipotecas por cerca de $90 mil millones de dólares. La agresiva estrategia de crecimiento, la utilización de los préstamos Alt-A y otros no tradicionales, la insuficiente evaluación del riesgo, las concentraciones del crédito en las propiedades residenciales de los mercados de California y Florida y la gran dependencia de costosos fondos obtenidos del Federal Home Loan Bank y de los depósitos de corredores condujeron a IndyMac a su ruina cuando el mercado hipotecario declinó en 2007. IndyMac hacía préstamos sin la verificación de los ingresos ni de los activos de los acreditados y a prestatarios con pobres historias crediticias. Las apreciacio5 Resumen elaborado con base en: Bear Stearns, From Wikipedia, the free encyclopedia, page modified on 7 June 2011 at 19:37, www.wikipedia.org

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nes obtenidas por IndyMac de los colaterales subyacentes eran muy cuestionables. Como prestamista Alt-A, el modelo de negocios de IndyMac consistía en ofrecer productos crediticios que llenasen las necesidades de sus deudores, para lo cual hacía uso de una lista de opciones de tasas de interés hipotecarias ajustables que eran muy riesgosas, de préstamos subprime, préstamos 80/20 (hipotecas Jumbo y Super Jumbo) y otros productos no tradicionales. En última instancia, los préstamos eran hechos a personas que simplemente no podrían hacer sus pagos. El 12 de mayo de 2008 IndyMac informó que durante abril de ese año Moody`s y Standard and Poor`s habían rebajado las calificaciones de un número significativo de bonos MBSes, incluyendo los emitidos por IndyMac por un valor de $160 mil millones, los cuales el banco había retenido en su portafolio de MBSes. IndyMac concluía que esta degradación había impactado negativamente la razón de capital basada en el riesgo a partir del 30 de junio de 2008. Habiendo tenido estas bajas calificaciones efecto el 31 de de marzo de 2008, IndyMac concluía que la razón de capital del banco basada en el riesgo debería de haber sido del 9.27%. IndyMac temía que si los reguladores encontraban que su posición de capital había caído debajo de “bien capitalizado” (un mínimo de la razón de capital basada en el riesgo del 10%) a “adecuadamente capitalizado” (8-10% de la razón del capital basada en el riesgo) el banco podría no estar más autorizado para usar los depósitos de corredores como una fuente de recursos. IndyMac temía que si el nivel de liquidez de los depósitos era reducido por ese medio, el banco podría reducir sus activos y, muy probablemente, restringir sus actividades de préstamo. IndyMac había sufrido su tercera pérdida trimestral consecutiva. El banco reportó que los préstamos incumplidos totalizaban $1.85 mil millones al 31 de marzo, lo que significaba un incremento del 40.56% justamente respecto del trimestre anterior. En la forma 10-Q la empresa expresó que esperaba “tener todavía un alto nivel de préstamos incumplidos en el futuro debido al continuado trastorno del mercado”. IndyMac tomó nuevas medidas para preservar su capital, tales como diferir los pagos de intereses en algunos títulos preferenciales. Los dividendos de las acciones comunes ya habían sido suspendidos desde el primer trimestre de 2008, después de haber sido reducidos a la mitad el trimestre anterior. Cuando los precios de las casas declinaron en la segunda mitad de 2007 y el mercado secundario de hipotecas se colapsó, IndyMac se vio obligado a conservar en sus manos préstamos con un valor de $10.7 mil millones que no pudo vender en el mercado secundario. Su reducida liquidez fue exacerbada más tarde, en junio de 2008, cuando los cuentahabientes retiraron $1.55 mil millones, o sea, el 7.5% de los depósitos en IndyMac. El 7 de julio de 2008, IndyMac anunció en su blog que: • no había tenido éxito en levantar capital desde el reporte trimestral de mayo 12 de 2008 y • que había sido notificado por los reguladores bancarios que el banco IndyMac no era considerado ya como “bien capitalizado”.

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IndyMac anunció el cierre de sus divisiones de préstamo al menudeo y al mayoreo, detuvo las nuevas solicitudes de crédito y despidió a 3,800 empleados. El 8 de julio de 2008 IndyMac anunció la venta de su Retail Lending Group a Prospect Mortgage Company, LLC. Este día las acciones del banco cerraron a $0.44, una pérdida cercana al 99% en relación con su precio más alto de $50 en 2006. El 9 de julio Standard and Poor’s disminuyó a “CCC” la calificación del riesgo del crédito de IndyMac. El 11 de julio, bajo el argumento de la existencia de preocupación por su liquidez, IndyMac Bank fue puesta bajo el resguardo de la FDIC. Se creó un “banco puente” (bridge bank) denominado IndyMac Federal bank, FSB, que asumió el control de los activos y aseguró las obligaciones (tales como las cuentas de depósitos) de IndyMac Bank; el banco puente fue puesto en resguardo bajo el control del FDIC.6

La “Housing and Economic Recovery Act of 2008” (Acta de 2008 de Recuperación de la Vivienda y Económica) Los más grandes bancos e instituciones financieras, que se habían endeudado e invertido fuertemente en títulos garantizados con hipotecas, reportaron el 17 de julio pérdidas en el segundo trimestre por aproximadamente $435 mil millones. Para finales de 2007 y el primer semestre de 2008 la situación de los deudores hipotecarios había cambiado radicalmente: el descenso de los precios de las casas y la elevación de las tasas de interés incrementaron decisivamente los incumplimientos en los pagos de los créditos hipotecarios y las consecuentes ejecuciones para recobrar el principal; cientos de miles de familias perdieron o estaban en vías de perder sus hogares. El Acta de 2008 de estímulos económicos, expedida unos cuantos meses antes, no había tenido ningún efecto sobre el deterioro acelerado de la economía norteamericana. Ante esta situación, y con el único propósito de que los incumplimientos y las ejecuciones no continuaran extendiéndose y alimentando la crisis financiera en marcha, el gobierno de Bush implementó un plan de estímulos para la Vivienda y la recuperación económica que se convirtió en ley el 30 de julio de 2008.

El Acta de 2008 de la recuperación económica y de la vivienda Los aspectos fundamentales de este plan, “Housing and Economic Recovery Act of 2008” (Acta de 2008 de Recuperación Económica y de la Vivienda), son los siguientes, de acuerdo con los resúmenes del Democratic Policy Committee, Asian.com y Govtrack.us: 1) Incrementa el límite de la deuda nacional de $9.82 billones de dólares a $10.62 billones; Resumen confeccionado con base en: OneWest Bank, From Wikipedia, the free encyclopedia, page last modifies on 11 May 2011 at 23:24, www.wikipedia.org.

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2) la “Federal Housing Finance Regulatory Reform Act of 2008” (Acta de 2008 de la Reforma Regulatoria de las Finanzas Federales para la Vivienda), que forma la primera parte del “Acta de 2008 para la Recuperación de la Vivienda y Económica”: a) refuerza y moderniza la regulación de las empresas para la vivienda apoyadas gubernamentalmente –Fannie Mae y Freddie Mac (las empresas) y los Bancos Federales de préstamos para casas (Federal Home Loan Banks, FHLBes o Bancos)– y expande la misión de estas empresas respaldadas por el gobierno (GSEs); b) adicionalmente, crea un nuevo programa de la Administración Federal de la Vivienda (Federal Housing Administration, FHA) que ayudará al menos a 400,000 familias a salvar sus hogares de la ejecución hipotecaria por medio de la provisión de nuevos créditos una vez que los prestamistas hagan grandes descuentos; c) establece un nuevo regulador independiente, la Agencia Federal de Financiamiento a la Vivienda (Federal Housing Finance Agency), para Fannie Mae y Freddie Mac, y los Bancos Federales de Préstamos para Casas (Federal Home Loan Banks), empresas apoyadas por el gobierno; d) da a este regulador una nueva y muy amplia autoridad, equivalente a la de otros reguladores financieros federales, con la finalidad de garantizar el seguro y sensato funcionamiento de las empresas (GSEs); e) esta autoridad incluye las facultades de: • establecer estándares de capital, • fijar estándares de administración prudente, incluyendo controles internos, auditorías, administración del riesgo y del portafolio, • reforzar sus órdenes a través de la suspensión y desistimiento, penalidades civiles monetarias y la autoridad para remover a los oficiales y directores, • restringir el crecimiento de activos y las distribuciones de capital a las instituciones sub capitalizadas, • colocar una entidad regulada bajo custodia y • revisar y aprobar los nuevos productos que se ofrecen; f) la ley incrementa la autoridad del Tesoro sobre las líneas existentes de crédito a Freddie Mac, Fannie Mae y los Bancos Federales de Préstamos para la Vivienda por los próximos 18 meses, dándole autoridad para comprar stock o deuda de estas compañías; g) para utilizar su autoridad, el Secretario puede hacer una determinación de emergencia de que el uso de autoridad es necesario para estabilizar los mercados, prevenir trastornos en la disponibilidad de hipotecas y proteger a los contribuyentes; h) la nueva legislación mejora el componente de vivienda asequible de la misión de las GSEs y expande el número de familias que Fannie Mae y Freddie Mac pueden servir mediante la elevación de los límites a los préstamos en las áreas de altos costos (áreas con precios medios de las casas que son

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más altos que los límites regulares “conforming”) a 150% del límite regular “conforming”. Este precio podría ser de $625,000 dólares; i) para las empresas, la legislación hace más estrictos los requerimientos enfocados a los objetivos de la vivienda accesible y reformula estos objetivos para asegurar que proporcionen liquidez tanto a los mercados de viviendas propias como a los de viviendas de renta para familias de bajos y muy bajos ingresos; j) la legislación obliga a las empresas a servir a una variedad de mercados poco atendidos, tales como las áreas rurales, las casas prefabricadas y el mercado de bienes ecológicos; k) crea un nuevo Fondo de Inversión en la Vivienda (Housing Trust Fund) y un Fondo de atracción de capital (Capital Magnet Fund) financiados con contribuciones anuales de las empresas que serán utilizadas en la construcción de vivienda de renta accesible; l) a los Bancos Federales de Préstamos para la Vivienda (FHLBes) la legislación requiere nuevos objetivos para la vivienda asequible similares a aquellos que se establecieron para las empresas (Fannie Mae y Freddie Mac) en sus programas de compras de hipotecas; 3) en el “Hope for Homeowners Act of 2008”, que también es parte integrante del “Acta de 2008 para la Recuperación de la Vivienda y Económica”: a) se crea un nuevo programa temporal y de participación voluntaria dentro de la Administración Federal de la Vivienda para apoyar las hipotecas de deudores agobiados garantizadas por esa Administración; las nuevas hipotecas ofrecidas por los prestamistas aprobados por la Administración Federal de la vivienda deberán refinanciar los préstamos en problemas con un descuento significativo para sus dueños-ocupantes que están en riesgo de perder sus hogares por ejecución hipotecaria; a cambio, los propietarios compartirán las futuras apreciaciones del inmueble con la Administración; b) este programa se basa en cinco principios: • accesibilidad a largo plazo; el programa es formulado conforme a la idea de que crear nuevo capital para los dueños de casas en problemas es posiblemente el medio más efectivo para evitar las ejecuciones; los nuevos préstamos se basarán en la capacidad familiar para pagar el préstamo, asegurando accesibilidad y sustentabilidad a los propietarios; • no habrá rescate de los prestamistas o de los inversores; los inversionistas y/o los prestamistas tendrán que aceptar pérdidas significativas para poder beneficiarse de los ingresos de los préstamos refinanciados con la garantía gubernamental; esas pérdidas, sin embargo, serán menores que aquellas asociadas con las ejecuciones; • no habrá beneficios caídos del cielo para los deudores; éstos tendrán que compartir su nuevo capital y su apreciación futura con la Administración Federal; además, deberán pagar por el aseguramiento que la misma les proporciona;

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• la participación será voluntaria; este será un programa voluntario, ni los prestamistas, servidores o inversionistas serán compelidos a participar; • restauración de la confianza, liquidez y trasparencia; los mercados crediticios están temerosos y paralizados en parte a causa de que los bancos y otras instituciones financieras no saben que sus hipotecas subprime y títulos relacionados son valiosos; la incertidumbre está forzando a los prestamistas a guardar su capital y detener los préstamos necesarios para el crecimiento económico; este programa ayudará a restaurar la confianza y hacer a los mercados fluidos de nuevo; c) el monto del nuevo préstamo garantizado por la Administración Federal de la Vivienda será mucho más bajo que la cantidad que el deudor puede pagar, según las determinaciones de los actuales requerimientos de capacidad de pago de la Administración, o el 90% del valor corriente de la casa; los préstamos deberán ser a 30 años y con tasas de interés fijas; d) con la finalidad de evitar que los deudores obtengan beneficios “traídos por el viento” originados por la nueva hipoteca garantizada por la Administración, ellos deben compartir el nuevo valor capital creado y las futuras apreciaciones en partes iguales con la Administración; esta obligación continuará hasta que el deudor venda la casa o refinancie la hipoteca garantizada por la Administración; e) se autoriza el aseguramiento de $300 mil millones de dólares en hipotecas y se espera servir con ellos a aproximadamente 400,000 dueños de casas; 4) en el “Foreclosure Prevention Act of 2008” (Acta de 2008 para la prevención de las ejecuciones) se contienen las siguientes provisiones diseñadas para enfrentar los problemas encarados por las familias y sus comunidades a causa de la crisis de ejecuciones: a) para asegurar que más familias puedan tener acceso al programa de la Administración Federal de la Vivienda, el cual proporciona hipotecas seguras y con tasas de interés fijas, se incluye una significativa reforma de la Administración para modernizar, racionalizar y expandir el alcance del programa; bajo esta ley, el límite de los préstamos de la Administración se incrementa de 95% a 110% del precio medio por área de las casas, con un tope de 150% del límite fijado para las Empresas apoyadas gubernamentalmente ($625,000 dólares), lo cual permitirá a las familias de todas las áreas del país acceder a la propiedad de una casa a través de la Administración Federal de la Vivienda; un enganche del 3.5% será requerido para cualquier préstamo de la Administración y los requerimientos de Consejería son mejorados para ayudar a estabilizar la propiedad de las viviendas; b) las casas que han sido ejecutadas y están desocupadas llevan al descenso de los precios de las casas en el vecindario, al incremento del crimen y a una significativa desinversión; para asegurar que las comunidades pueden mitigar estos peligrosos efectos de las ejecuciones se proporcionan $3.92 mil millones a las comunidades más duramente golpeadas por los incumplimientos y las ejecuciones; estos fondos serán utilizados para comprar

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con un descuento las casas ejecutadas y rehabilitarlas o renovarlas con el fin de estabilizar los vecindarios y contener las significativas pérdidas en los valores de las casas; c) para ayudar a las familias a evitar las ejecuciones, esta ley provee $150 millones de dólares en fondos para Consejería de la vivienda que serán distribuidos a fines de 2008 con el propósito de asegurar que las familias puedan obtener rápidamente la ayuda que necesitan; tantas como 250,000 familias adicionales se conectarán con sus prestamistas o servidores hipotecarios para explorar opciones que les permitan permanecer en sus casas como resultado de estos fondos de Consejería; adicionalmente, se proporcionan $30 millones para ayudar a proveer con servicios legales a los deudores agobiados; 5) en el Acta de 2008 de Recuperación Económica y de la Vivienda se incluye un paquete de medidas fiscales de alivio para los dueños, compradores y constructores de casas encaminadas a ayudar a la recuperación del mercado de la vivienda; estas provisiones podrían ayudar a reducir el exceso de oferta de casas en el mercado, a amortiguar los altos costos de obtener una casa y a reconstituir la industria de la vivienda para familias de bajo ingresos y conducirían al aumento de vivienda accesible para renta; estos beneficios fiscales son: a) para las viviendas multifamiliares de bajos ingresos, • incremento temporal en los créditos fiscales a las viviendas de bajos ingresos en un 20% para los estados de gran población y 10% para los de poca población; • simplificación de las reglas de los créditos fiscales para las viviendas de bajos ingresos; • simplificación de las reglas técnicas relativas a la exención de impuestos a los bonos de vivienda multifamiliar, incluyendo el financiamiento de la construcción y el desarrollo de proyectos de vivienda de bajo ingreso; b) para las viviendas unifamiliares, • crédito reembolsable por $8,000 dólares para los compradores por primera vez de casas, equivalente a un préstamo libre de intereses, con la finalidad de reducir el stock existente de casas desocupadas; • una deducción de los impuestos a la propiedad de hasta $1,000 dólares que permita una deducción estándar adicional para los 23.8 millones de contribuyentes que pagan impuestos locales y estatales a la propiedad; c) para las viviendas en general: • incremento de $11 mil millones de dólares en la emisión de bonos hipotecarios exentos de impuestos (mortgage revenue bonds) para proveer refinanciamiento a los préstamos subprime y a los que adquieren casas por primera vez; • revocación de las limitaciones en la exención de impuestos a los bonos de la vivienda, los créditos a la vivienda de bajo ingreso y los créditos de rehabilitación;

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• autorización para que los bonos garantizados por los Bancos Federales de Préstamos a la vivienda sean elegibles para el tratamiento de exención de impuestos; etcétera.7 El “Acta de 2008 para la Recuperación Económica y de la Vivienda” constituye una respuesta más enérgica a una situación que es percibida con tintes más graves; el mismo nombre lo indica todo: el anterior programa gubernamental de febrero de 2008 estaba confeccionado para “estimular” la economía y el de julio tiene como finalidad específica la “recuperación” económica. Sin embargo, tampoco en este último caso se reconoce la enorme magnitud de la crisis por la que ya transita la economía norteamericana e internacional. Las medidas gubernamentales transcurren por dos rutas: 1) la mitigación de los grandes daños económicos y sociales que han causado las primeras acometidas de la crisis y 2) la facilitación de la extensión de la actividad originadora de hipotecas, el refinanciamiento masivo de las hipotecas a punto de ejecución, los apoyos de diversa índole a los deudores hipotecarios para que se alejan del peligro del incumplimiento y de la ejecución, todo esto con el propósito de aumentar la demanda de viviendas y reducir la cantidad de viviendas que vuelven al mercado vía las ejecuciones; de esta manera se pensaba abatir la enorme oferta que constituían las casas invendidas y las ejecutadas por incumplimiento, la cual había hecho declinar fuertemente los precios y ésto a su vez llevado a la industria de la construcción a la ruina. Los prejuicios teóricos en que se apoyaba la acción gubernamental de julio eran los mismos que habían sustentado el programa de febrero y los resultados de esas políticas eran idénticos: o la realidad económica las ignoraba absolutamente y pasaban de largo sin tocar siquiera su epidermis, o se convertían en el combustible que avivaba la alta incandescencia de la crisis. La debacle económica, mientras tanto, continuaba su evolución devastadora.

Fannie Mae y Freddie Mac bajo custodia de la FHFA Páginas atrás, en este mismo capítulo, estudiamos las entidades crediticias como Fannie Mae y Freddie Mac; lo hicimos tomando en consideración sólo a una de ellas porque la naturaleza y funciones de ambas son muy semejantes y parecidas también a las de los Bancos Federales de la Vivienda; ahí dimos cuenta de cómo estas empresas se convirtieron en el laboratorio en donde el capital financiero realizó los experimentos para desarrollar los instrumentos crediticios que son la base de la revolución financiera registrada en los últimos años: los títulos asegurados con hipotecas (MBSes) y las obligaciones garantizadas con deuda (CDOs); en ese mismo lugar consignamos los conceptos de Alan Greespan, quien, poseído de intensa emoción, rindió tributo Democratic Policy Committee Reports, The Housing and Economic Recovery Act of 2008, DPC.senate.gov, Boletín Legislativo, Julio 25, 2008, Govtrack.us, a civic project to track Congress, H.R. 3221, Summary of the “Housing and Economic Recovery Act of 2008”, H.R. 3221: Housing and Economic Recovery Act of 2008, www. govtrack.us

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ante una Comisión del Congreso a estos pioneros de la moderna ingeniería financiera y agradeció cumplidamente sus aportaciones, hechas con estas novísimas herramientas crediticias, al sostenido crecimiento de la economía norteamericana e internacional y a la elevación del bienestar de la población en todos los países del mundo. Fannie Mae y Freddie Mac se convirtieron en los principales y más grandes compradores de hipotecas y emisores de MBSes de los Estados Unidos; con esta actividad llegaron a ser el motor principal del “boom” financiero previo al período de fines de 2007 y principios de 2008, durante el cual con sus productos financieros atrajeron cantidades enormes de capital de todos los confines del mundo. Los MBSes por ellas emitidos y sus acciones se encontraban en manos de cientos de inversionistas individuales, en las tesorerías de las más diversas empresas, en las hojas de balance de bancos de todos tamaños y de todos los países del mundo, en las arcas de infinidad de bancos centrales, etcétera. Estas empresas llegaron a ser, literalmente, la base de sustentación, el corazón mismo del sistema financiero, el que a su vez lo era del sistema económico mundial. No exageramos si decimos que el buen funcionamiento de las empresas apoyadas gubernamentalmente (GSEes) era la condición sine qua non para el desenvolvimiento satisfactorio de la economía mundial. Es por estas razones que cuando los primeros nubarrones precursores de la tormenta se avizoran en el horizonte y las propias empresas empiezan a tener problemas financieros, el gobierno de Bush decide proteger a las “niñas de sus ojos” de cualquier eventualidad económica. Es menester tener en cuenta que las perspectivas económicas en las que el gobierno federal norteamericano fundamenta las decisiones que toma respecto de Fannie Mae y Freddie Mac son, en lo esencial, las mismas que explicaba Bernanke ante una Comisión Legislativa y que arriba hemos transcrito: los problemas financieros de la economía, por graves que parezcan ser o lo sean realmente, son superables con los instrumentos normales y de excepción de que dispone la administración pública y además tienen un mecanismo de autocorrección muy poderoso en los “mercados eficientes”; aún no se puede o no se quiere tener conciencia de que lo que avanza con pasos de gigante es una devastadora crisis que hará cimbrarse todas las estructuras de la economía norteamericana e internacional. Debido a esta concepción de la realidad económica, desde luego muy ideologizada, es que la respuesta del gobierno de Bush a las primeras manifestaciones de la crisis financiera son de naturaleza casuística: se enfrenta cada problema por separado y en el momento que se presenta. En el “Acta de 2008 para la Recuperación Económica y de la Vivienda” se había establecido una estructura preventiva que debería ponerse en funcionamiento en cuanto se apreciase un deterioro más severo de las condiciones económicas generales y de las particulares de las empresas y de los Bancos Federales de la Vivienda; se dio vida a un organismo regulador del financiamiento a la vivienda, la Agencia Federal de Financiamiento a la Vivienda (Federal Housing Finance Agency) bajo cuyo control se colocaba a las empresas y los Bancos de la Vivienda. Quizá la atribución más importante de este organismo era la facultad de colocar bajo custodia (conservatorship) a cualquiera de las empresas y los Bancos dedicados al financiamiento de la vivienda apoyados gubernamentalmente.

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Con fundamento en esta facultad, la Agencia Federal de Financiamiento a la Vivienda, en vista del menoscabo en las condiciones generales de la economía y particulares de las empresas sufrido al inicio del segundo semestre de 2008, tomó la determinación de colocar a Fannie Mae y Freddie Mac bajo custodia el 7 de septiembre de 2008. La Agencia sustituyó a todos los titulares de los órganos de dirección y administración por otros nuevos por ella designados, a través de los cuales tomó la administración de todos los activos y pasivos de las empresas. Los accionistas de las empresas perdieron sus derechos sobre la administración de las mismas y también se suspendieron los dividendos a las acciones comunes y preferentes. El gobierno federal preparó una serie de mecanismos para poner en funcionamiento en caso de que la situación económica empeorase: • alistó la compra por el Tesoro, en el mercado abierto, de deuda y títulos garantizados con hipotecas (MBSes) de las empresas; la finalidad de estas acciones sería dotarlas de liquidez cuando ésta hubiese alcanzado niveles críticos; • estableció un acuerdo con la Administración de las empresas para que sus necesidades de capital, al momento en que sus recursos descendieran por debajo de cierto punto, fuesen cubiertas mediante la emisión de acciones preferentes, las cuales serían adquiridas por el Tesoro; • destinó un crédito por $200 mil millones de dólares, 100 mil para cada empresa, para ser utilizados también conforme a las circunstancias con el fin de mantener su liquidez en un punto óptimo. Como se ve, no se había dispuesto aún ninguna medida específica de rescate financiero de las empresas porque en realidad su situación no era todavía tan grave; pero en previsión de lo que pudiera suceder se ponían a punto todos los instrumentos requeridos para, en caso necesario, realizar el salvamento financiero de estas instituciones. Esta prudente prevención del gobierno de Bush obedecía a la necesidad imperiosa del sistema financiero internacional de mantener en funcionamiento a toda costa su núcleo esencial, el motor de su movimiento global, las empresas hipotecarias apoyadas gubernamentalmente, Fannie Mae y Freddie Mac. Al igual que las medidas gubernamentales que ya hemos estudiado en puntos anteriores, las que aquí se han citado tenían también sólo dos destinos: ser completamente inocuas o el fuerte viento que avivase la potente llama de la crisis financiera internacional.

La venta de Merrill Lynch El 14 de septiembre de 2008, después de varios meses de trastabilleos a fines de 2007 y principios de 2008, la empresa financiera Merrill Lynch fue vendida al Bank of America para evitar su quiebra.

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Al igual que en los casos anteriormente estudiados, la debacle de Merrill Lynch tuvo su origen en el exceso de emisión de los modernos instrumentos financieros, principalmente de los CDO’s garantizados por hipotecas, de los cuales esta empresa era una de las principales originadoras (underwriter) en el mercado global. Al tiempo que los incumplimientos y las ejecuciones en las hipotecas subyacentes se multiplicaban, Merrill Lynch cayó irremisiblemente en una espiral descendente de pérdidas que la llevaron a la insolvencia. En seguida consignamos algunos datos importantes de esta firma tomados del artículo Merrill Lynch de Wikipedia: Merrill Lynch era en los años previos y al inicio de la crisis financiera internacional una empresa subsidiaria de Merrill Lynch and Co. con licencia para hacer negocios en el Estado de Nueva York; sus principales oficinas ejecutivas estaban localizadas en la ciudad de Nueva York. Merrill Lynch era en aquella época una empresa registrada que ofrecía servicios de correduría, planeación financiera y productos de inversión y diversos servicios a inversionistas a lo largo de los Estados Unidos. Merrill Lynch alcanzó la preeminencia con el fortalecimiento de su red de correduría (15,000 corredores en 2006) a la que algunas veces se referían como la “estruendosa manada”, la cual le permitía colocar directamente los títulos que ella emitía. En contraste, muchas firmas establecidas de Wall Street como Morgan Stanley, se apoyaban en grupos de corredores independientes para la colocación de los títulos por ellas originadas. La firma se hizo pública (es decir, entró a la Bolsa de Valores) en 1971 y se convirtió en una corporación multinacional con cerca de $1.8 billones de dólares en activos de sus clientes que operaba en más de 40 países alrededor del mundo. En 1977 la compañía introdujo su Cuenta de Administración de Efectivo (Cash Management Account), la cual concentraba todo el efectivo en un fondo mutual del mercado de dinero e incluía la capacidad de extender cheques y una tarjeta de crédito. La revista Fortune llamó a esto “la más importante innovación financiera en años”. En 1978, Merrill Lynch apuntaló significativamente su negocio de emitir títulos mediante la adquisición de White Weld and Co., un pequeño pero prestigioso banco de inversión de la vieja línea. Merrill Lynch era bien conocida por sus servicios globales a clientes privados y su poderosa fuerza de venta. En noviembre de 2007 Merrill Lynch anunció que había reducido en $8.4 mil millones de dólares el valor de activos en pérdidas asociadas con la crisis nacional de la vivienda… En diciembre de 2007 la firma anunció que vendería sus negocios de comercio financiero a General Electric y una gran parte de su stock a Tomasek Holdings, un grupo gubernamental de inversionistas de Singapur, en un esfuerzo para incrementar su capital. El acuerdo produjo cerca de $6 mil millones de dólares. En julio de 2008 se anunció una pérdida de $4.9 mil millones de dólares en el cuarto trimestre originada por incumplimientos y malas inversiones en el mercado de hipotecas. En el año comprendido entre julio de 2007 y julio de 2008, Merrill Lynch perdió $19.2 mil millones, o lo que es lo mismo $52 millones diariamente. El precio del stock de la compañía se había reducido significativamente durante este período. Dos semanas después, la compañía anunció la venta de títulos y fondos selectos en un esfuerzo para reducir su exposición a las inversiones relacionadas con hipotecas. El abogado general de Nueva York, Andrew Como, amenazó con demandar a Merrill Lynch en agosto de 2008 acusando a la empresa de haber distorsionado el riesgo de los títulos garantizados con hipotecas. Una semana antes, Merril Lynch había ofrecido recomprar $12 mil millones en deuda de tasas de remate (auction-rate debt) … Tres días después la com-

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pañía congeló sus contratos y reveló que había cargado casi $30 mil millones en pérdidas a su subsidiaria en el Reino Unido, en donde gozaban de exención de impuestos. El 22 de agosto de 2008 se anunció un acuerdo con el Secretario de Estado de Massachusetts para recomprar todos los títulos de tasas de remate de sus clientes con menos de $100 millones de depósito en la firma, comenzando en octubre de 2008 y extendiéndose hasta enero de 2009. El 5 de septiembre de 2008 Goldman Sachs degradó el stock de Merrill Lynch a su lista de acciones recomendadas para la venta (conviction sell) y alertó sobre futuras pérdidas de la compañía. En septiembre de 2008 se reportó que Merrill Lynch había perdido $51.8 mil millones en títulos garantizados con hipotecas (MBSes) como parte de la crisis de las hipotecas subprime. Merrill Lynch, como muchos otros bancos, estuvo fuertemente involucrada, desde los inicios de los años 2000, en el mercado de obligaciones garantizadas con deuda (CDOs) que tenían hipotecas como activos subyacentes. De acuerdo con un artículo en la revista Credit, la carrera de Merrill para llegar a ser el líder del mercado de CDOs empezó en 2003, cuando Christoper Ricciardi llevó su equipo de venta de CDOs que tenía en Credit Suisse First Boston a Merrill Lynch. En 2005, Merrill colocó un anuncio en la contraportada de la revista “Derivatives Week” en el cual vendía el hecho de que su Grupo de Mercados Globales e Inversiones había sido el primer originador (underwriter) de CDOs en 2004. Con la finalidad de proveer con una oferta cierta de Hipotecas para los CDOs, Merrill compró en diciembre la First Franklin Financial Corp., una de las más grandes prestamistas subprime en el país. Businessweek pudo describir más tarde cómo entre 2006 y 2007 Merrill era el principal emisor en 136 CDOs que tenían un valor de $93 mil millones de dólares. A finales de 2007 el valor de estos CDOs se había colapsado y como Merrill se había quedado con una parte de ellos se produjeron miles de millones de dólares de pérdidas para la compañía. A mediados de 2008 Merrill vendió a Lone Star Funds un grupo de CDOs que habían sido valuados en $30.6 mil millones por $1.7 mil millones en efectivo y un préstamo de $5.1 mil millones. Pérdidas significativas fueron atribuidas a la caída en el valor de su gran portafolio de hipotecas bajo la forma de obligaciones garantizadas con deuda (CDOs), el cual no estaba protegido en forma alguna. La pérdida de confianza de los socios de negocios de Merrill Lynch en la solvencia de la empresa y en su capacidad de refinanciar su deuda de corto plazo la llevaron por último a la venta. El domingo 14 de septiembre de 2008 el Bank of America anunció que estaba en pláticas para comprar Merrill Lynch por $38.25 mil millones de dólares en acciones. The Wall Street Journal reportó más tarde ese día que Merrill Lynch había sido vendida al Bank of America por un intercambio de 0.8595 de acción común de Bank of America por una acción común de Merrill Lynch, o por cerca de $50 mil millones de dólares o por $29 dólares por acción. Este precio representaba un premio del 70.1% sobre el precio al que cerraron las acciones el 12 de septiembre o de un 38% sobre el valor de las acciones en libros que era de $21.00 la acción, pero también representaba un descuento del 61% de su precio en Septiembre de 2007.8

La bancarrota de Lehman Brothers El 15 de septiembre de 2008, un día después de la venta de Merrill Lynch, Lehman Brothers, uno de los bancos más grandes de los Estados Unidos, se acogió a la protección por bancarrota. 8 Wikipedia, the free encyclopedia, Merrill Lynch. page last modified on 2 May 2011 at 19:39. www. wikipedia.org

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Con la quiebra de esta empresa se continúa el proceso acelerado e indetenible de la crisis financiera internacional; los que juntos la hacen, juntos la pagan: es tal la imbricación de las actividades de los más grandes bancos norteamericanos, la mutua complementación de sus negocios y el común basamento de sus actividades en las hipotecas subprime que por necesidad la caída de uno es un fuerte jalón para los otros, que se ven así arrastrados a la sima de la catástrofe económica; éstos, a su vez, en su despeñamiento, arrojan a más profundidad a sus compañeros de desventuras, y así sucesivamente. La quiebra de Lehman Brothers tiene las mismas causas que las de aquellas empresas bancarias que hemos citado anteriormente: pérdidas enormes en sus departamentos de títulos garantizados con hipotecas, degradación de su calificación de riesgo, reducción drástica del valor de su stock, pérdida de confianza por parte de sus clientes y éxodo masivo de éstos (una típica corrida bancaria) que prácticamente vuelan hacia la liquidez, “llamados al margen” de sus acreedores, cierre del acceso al mercado de dinero, etcétera. Tanto Lehman Brothers como Merryl Lynch, y desde luego casi la totalidad de los bancos que sufrieron descalabros durante la crisis financiera internacional, habían tenido, en la fase de auge de sus negocios, una conducta criminal en sus prácticas comerciales, financieras, contables, etcétera; como ya hemos visto con detenimiento en el caso de Capital Management, este comportamiento es consustancial a la actividad de los empresarios en general y de los capitalistas financieros en particular y se manifiesta con pequeñas acciones delictivas aquí y allá, cotidianamente, pero en el pináculo de la actividad económica la práctica ilegal se transforma en acciones sistemáticas que se realizan en volúmenes mayúsculos, con la mayor temeridad y en abierto desafío a la autoridad. Todas estas empresas enfrentaron, en los años previos al desencadenamiento de la crisis, múltiples demandas judiciales por delitos cometidos en la realización de sus actividades financieras. En seguida presentamos un resumen acerca del colapso de Lehman Brothers preparado con base en el artículo correspondiente de Wikipedia. Lehman Brothers Holdings Inc. era una firma global de servicios financieros que, hasta la declaratoria de su bancarrota en 2008, participó en negocios de banca de inversión, comercio de acciones y bonos (especialmente bonos del tesoro), investigación de mercado, administración de inversiones, comercio de acciones no cotizadas en bolsa y banca privada. Era un negociante primario en el mercado de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Sus principales subsidiarias incluyen a Lehman Brothers Inc., Neuberger Berman Inc., Aurora Loan Services, Inc., SIB Mortgage Corporation, Lehman Brothers Bank, FSB, Eagle Energy Partners y el Crossroads Group. El 15 de septiembre del 2008 la firma se acogió a la protección de bancarrota del capítulo 11 después de un éxodo masivo de la mayoría de sus clientes, drásticas pérdidas en su stock y devaluación de sus activos por las agencias calificadoras de créditos. La quiebra de Lehman fue la más grande en la historia de los Estados Unidos. Al día siguiente, el banco británico Barcalys anunció un acuerdo para comprar, sujeto a la aprobación regulatoria, las divisiones de banca de inversión y de comercio junto con los edificios de sus oficinas en Nueva York de Lehman’s North Ameri-

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can. El 20 de septiembre de 2008 una versión revisada de este acuerdo fue aprobada por el juez James Peck. Durante la semana del 22 de septiembre, Nomura Holdings anunció que adquiriría la franquicia de Lehman Brothers para la región del Asia Pacífico, incluyendo Japón, Hong Kong y Australia, así como la banca de inversión y los negocios de capital de Lehman Brothers en Europa y el Medio este. El acuerdo se hizo efectivo el 13 de octubre del 2008. El negocio de administración de inversiones de Lehman Brothers, incluyendo Neuberger Berman fue vendido a sus administradores el 3 de diciembre de 2008. Los acreedores de Lehman Brothers Holdings Inc. retienen un 49% de las acciones comunes de la firma, ahora conocida como Neuberger Berman Group LLC. Esta es la cuarta más grande firma privada global en la que la administración de los activos está controlada por los empleados, detrás de Fidelity Investments, The Capital Group Companies y Wellington Management Company. Un reporte de marzo del 2010 del examinador designado por la corte indicó que los ejecutivos de Lehman regularmente utilizaban trampas contables cosméticas al final de cada trimestre para hacer que sus finanzas apareciesen menos débiles de lo que realmente eran. Esta práctica era un tipo de acuerdo de recompra que temporalmente removía los títulos de la hoja de balance de la compañía. Sin embargo, aunque eran típicos contratos de recompra, estos acuerdos eran descritos por Lehman como una venta y creaba así “una imagen engañosa de las condiciones financieras de la firma a finales de 2007 y durante 2008”.

El colapso Causas Crisis de las hipotecas subprime En agosto del 2007 la firma cerró BNC Mortgage, su prestamista subprime, eliminando 1,200 posiciones en 23 localidades y tomó un cargo después de impuestos de $25 millones y una reducción de 27 millones en su goodwill (valor excedente sobre el valor de mercado de sus activos que se refiere a intangibles como la reputación de la firma con sus clientes, etcétera). Lehman dijo que las pobres condiciones del mercado de hipotecas “hacía necesaria una reducción sustancial en sus recursos y capacidad en el espacio subprime.” En 2008, Lehman enfrentó pérdidas sin precedentes después de la crisis de las hipotecas subprime. Las pérdidas de Lehman fueron resultado de la posesión que retuvo de posiciones largas en créditos subprime y en porciones de hipotecas con baja calificación cuando securitizó las hipotecas subyacentes; es difícil saber si Lehman hizo esto porque era simplemente imposible vender los bonos con más baja calificación o fue el resultado de una decisión consciente de retenerlos. De cualquier manera, las pérdidas se acumularon en los títulos garantizados con hipotecas de más baja calificación a lo largo de 2008. En el segundo trimestre fiscal Lehman repor-

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tó pérdidas de $2.8 mil millones y fue forzado a vender $6 mil millones en activos. Sólo en la primera mitad de 2008, el stock de Lehman perdió el 73% de su valor… En agosto de 2008 Lehman anunció que intentaba despedir al 6% de su fuerza de trabajo, unas 1,500 personas, justamente después de la fecha límite de su reporte trimestral de septiembre. El 22 de agosto de 2008 las acciones de Lehman cerraron 5% arriba (16% para toda la semana) debido a reportes de que el Korea Development Bank, controlado por el Estado, estaba considerando comprar el banco. La mayor parte de sus ganancias fueron rápidamente erosionadas debido a las noticias de que el banco coreano estaba enfrentando dificultades para obtener la aprobación de los reguladores y en atraer socios para la compra. Todo terminó el 9 de septiembre, cuando las acciones de Lehman se desplomaron 45%, para quedar en $7.79 dólares, después de que se reportó que la firma sudcoreana había detenido las negociaciones. La confianza de los inversionistas se continuó erosionando en la medida en que el stock de Lehman perdió casi la mitad de su valor y empujó al S&P 500 al descenso en un 3.4% el 9 de septiembre. El Dow Jones perdió 300 puntos el mismo día a causa de las preocupaciones de los inversionistas acerca de la solvencia del banco. El gobierno de los Estados Unidos no anunció ningún plan para enfrentar alguna posible crisis financiera que surgiera de los problemas de Lehman. El día siguiente Lehman anunció una pérdida de $3.9 mil millones y su intención de vender una gran parte de sus inversiones en el negocio de administración, las cuales incluían Neuberger Berman. El stock se deslizó 7% ese día. Lehman, después de haber rechazado cuestionamientos acerca de la venta de la compañía, se puso a la búsqueda de un comprador, mientras que el precio de su stock descendía otro 40% el 11 de septiembre de 2008. El sábado 13 de septiembre de 2008, Timothy F. Geither, presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, citó a una Junta para discutir el futuro de Lehman, en la cual se consideró la posibilidad de una liquidación de emergencia de sus activos. Lehman reportó que estaba en pláticas con el Bank of America y el Barclays para una posible venta de la compañía. Sin embargo, ambos bancos declinaron en última instancia comprar toda la compañía. Poco antes de la 1 a. m. del domingo 15, Lehman Brothers anunció que se acogía a la bancarrota de protección del capítulo 11, y manifestó que el banco tenía una deuda de $613 mil millones de dólares, poseía bonos de deuda con un valor de $155 mil millones y activos por $639 mil millones. Más tarde anunció que sus subsidiarias continuarían operando en forma normal. Un grupo de firmas de Wall Street acordó proporcionar capital y asistencia financiera para la ordenada liquidación del banco, y la Reserva Federal, a su turno, aceptó un intercambio de activos de baja calidad por préstamos y otro tipo de asistencia de parte del gobierno. Las acciones de Lehman perdieron cerca del 90% de su valor el 15 de septiembre de 2008. El Dow Jones cerró 500 puntos abajo el 15 de septiembre de 2008, la más grande caída en un solo día desde las que siguieron a los ataques del 11 de septiembre del 2001.9 9

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Wikipedia, the free encyclopedia, Lehman Brothers, page last modified on 16 June 2011 at 17:58.

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El rescate de American International Group (AIG) La siguiente empresa en ser arrastrada por el vendaval económico fue la compañía de seguros American International Group, AIG. El 17 de septiembre de 2008 la Reserva Federal de los Estados Unidos instrumentó una serie de medidas para rescatar a AIG de la inminente quiebra a la que seguramente la conducían los graves problemas económicos en que se encontraba desde el segundo semestre del 2007. De la misma manera que Fannie Mae y Freddie Mac habían sido las propulsoras de la modernización financiera estadounidense y mundial a través de la concepción y desarrollo de las Mortgage Backed Securities y las Collateralized Debt Obligations, la aseguradora American International Group cuando menos fue la principal emisora de los Credit Default Swaps, una invención, según se dice, del staff de genios financieros del JP Morgan, instrumentos que habían sido diseñados con la finalidad de cubrir el riesgo de incumplimiento de una gran diversidad de créditos; esta cobertura proporcionaba una mayor seguridad a los inversionistas que adquirían títulos de deuda como los CDOs. Mediante el anexamiento de un CDS se proporcionaba un atractivo más a los CDOs, los cuales pudieron ser colocados con una gran facilidad en el mercado, recibiendo así un poderoso impulso para su emisión masiva. La proliferación de los CDSes es la última pieza de la estructura del moderno sistema financiero internacional que, así formado, crece de una manera descomunal hasta que su propio aumento desbordado produce necesariamente su negación. American International Group se constituyó en una de las mayores emisoras de credit default swaps; cuando los incumplimientos de los créditos hipotecarios se generalizaron, las exigencias de las contrapartes de AIG en los CDSes –grandes bancos como Societe Generale, Goldman Sachs, Calyon, UBS, Wachovia, KFW, Banco Santander, Reconstruction Finance, Morgan Stanley, Bank of Montreal, Deustche Bank, Merrill Lynch, Barclays, DZ Bank, Rabobank, JP Morgan, Danske Bank, HSBC Bank, Bank of America, Royal Bank of Scotland, etcétera– para que aumentase sus colaterales en efectivo llevaron a la aseguradora a una gran crisis de liquidez. A continuación insertamos un extracto del artículo de Wikipedia, The free Encyclopedia relativo a la crisis y el rescate de AIG. American International Group, Inc. (AIG) es una corporación norteamericana de seguros. AIG tuvo una crisis de liquidez cuando su calificación crediticia fue degradada por debajo de los niveles “AA” en septiembre de 2008. El Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos creó el 16 de septiembre de 2008 una línea de crédito por $85 mil millones de dólares para facilitar a la compañía el incremento del colateral de sus obligaciones que se hizo necesario por la degradación de la calificación crediticia, a cambio de una opción de compra a favor del Banco Federal de la Reserva por el 79.9% del capital de AIG. Para mayo de 2009, el Banco Federal de la Reserva y el Tesoro de los Estados Unidos incrementaron el apoyo financiero a AIG con una inversión de $70 mil millones, una línea de crédito de $60 mil millones y $52.5 mil millones para comprar MBSes (Mortgage-Baked Assets) poseídos o garantizados

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por AIG, con lo el total disponible para la empresa se incrementó hasta $182.5 mil millones de dólares. AIG vendió posteriormente varias de sus subsidiarias y otros activos para pagar los préstamos recibidos y continuó buscando compradores para sus activos. A principios de 2005, AIG se vio envuelta en una serie de investigaciones por fraude conducidas por la SEC (Securities and Exchange Commision), el Departamento de Justicia de los Estados Unidos y la Oficina del Abogado General del Estado de Nueva York. La investigación del Abogado General de Nueva York dio por resultado la imposición de una multa de $1.6 mil millones a AIG y la imputación de cargos criminales para algunos de sus ejecutivos. En los Estados Unidos AIG era el más grande generador de seguros comerciales e industriales; en agosto de 2001 adquirió American General Life Insurance. AIG vendió pólizas de seguros a través de su subsidiaria AIG Directa. Las pólizas que ofrecía incluían seguros para automóviles privados, motocicletas, vehículos recreacionales y vehículos comerciales. AIG compró, en 2007, el 39% que aún no poseía del especialista en aseguramiento de autos en línea 21st Century Insurance en $749 millones. Con el fracaso de la compañía madre y la continuada recesión a finales de 2008 volvió su unidad de seguros a su antiguo nombre (rebranded): 21st Century Insurance. En abril de 2009 se anunció que AIG había vendió su subsidiaria 21st Century Insurance al Farmer Insurance Group en $1.9 mil millones de dólares. AIG vendía internacionalmente seguros para viajeros a través de Travel Guard que tenía sus oficinas principales en Stevens Point, Wisconsin. El 16 de septiembre de 2008 la calificación crediticia de AIG fue degradada. Cuando su calificación bajó, la compañía fue requerida para añadir colateral a sus contrapartes de negocios y esto la llevó a una crisis de liquidez. La unidad de Londres de AIG vendió protección de créditos en la forma de credit default swaps (CDSes) sobre obligaciones garantizadas con deuda (collateralized debt obligations, CDOs); para estos tiempos su valor había descendido, por lo que las contrapartes exigieron colateral adicional. El Banco Federal de la Reserva anunció la creación de una línea de crédito por $85 mil millones de dólares con la finalidad de prevenir el colapso de la compañía, dándole capacidad para cumplir con sus obligaciones de allegar colateral suplementario a sus socios en el comercio de los credit default swaps. La línea de crédito proporcionó una estructura para prestarle tanto como $85 mil millones de dólares garantizados por el stock en las subsidiarias de AIG, a cambio de una opción de compra de un 79.9% del capital y el derecho de suspender los dividendos de las acciones comunes y preferentes previamente emitidas. AIG anunció ese mismo día que su Consejo de Administración aceptaba los términos del paquete de rescate del Banco de la Reserva Federal y de la línea de crédito. Para el 16 de septiembre de 2008, las acciones de AIG habían caído un 95%, llegando al precio de $1.25, desde los $70.13 por acción que había alcanzado 52 semanas antes. La compañía reportó cerca de $13.2 mil millones de dólares en pérdidas en los primeros seis meses de ese año. La división de productos financieros (Financial Products) de AIG en Londres había entrado en contratos de credit default

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swaps para asegurar $441 mil millones de títulos originalmente calificados AAA. De estos títulos, $57.8 mil millones eran títulos de deuda estructurados garantizados por préstamos subprime. En cuanto Lehman Brothers experimentó una catastrófica declinación en los precios de sus acciones, los inversionistas empezaron a comparar los tipos de títulos de AIG y Lehman y encontraron que AIG había valuado sus títulos garantizados con hipotecas (mortgage backed securities) en 1.7 a 2 veces los valores usados por Lehman; esto debilitó la confianza de los inversionistas en AIG. El 14 de septiembre de 2008 AIG anunció que estaba considerando vender su división de alquiler de aeronaves, International Lease Finance Corporation para obtener efectivo. La Reserva Federal contrató a Morgan Stanley para que determinara si había riesgos sistemáticos de una falla financiera de AIG y buscó entidades privadas que proporcionaran préstamos puente de corto plazo a la compañía. Mientras tanto, los reguladores permitieron a AIG obtener préstamos por $20 mil millones de sus subsidiarias. Al abrir el mercado accionario el 16 de septiembre de 2008, el stock de AIG cayó 60 porciento. La Reserva Federal continuó ese día con las reuniones con las más grandes firmas de inversión de Wall Street esperando concretar un acuerdo para una línea de crédito no gubernamental por $75 mil millones de dólares para la compañía. Las agencias evaluadoras Moody’s y Standard and Poor degradaron las calificaciones de crédito a consecuencia de las preocupaciones de que continuaran las pérdidas en los títulos garantizados con hipoteca (mortgage-backed securities). Esta degradación de la calificación de su crédito forzó a la compañía a proporcionar colateral por cerca de $10 mil millones de dólares a ciertos acreedores y a contrapartes en los credit default swaps (CDSes). Las pláticas con las firmas de Wall Street se rompieron y AIG tuvo que acogerse a la protección de la bancarrota el 17 de septiembre. En la tarde del 16 de septiembre de 2008 el Consejo de Gobernadores de la Reserva Federal anunció que el Banco de la Reserva Federal de Nueva York había autorizado la creación de una línea de crédito a 24 meses de la cual AIG podría disponer de hasta $85 mil millones. El préstamo estaba garantizado (collateralized) por los activos de AIG, incluyendo los de sus subsidiarias no reguladas y por el stock (substantially all) de sus subsidiarias reguladas y tenía una tasa de interés de 850 puntos base sobre la LIBOR a tres meses (esto es, LIBOR más 8.5%). A cambio de la línea de crédito, el gobierno de los Estados Unidos recibió opciones de compra para un 79.9 porciento del capital de AIG y el derecho a suspender el pago de dividendos a los tenedores de acciones comunes y preferentes… El 17 de septiembre AIG utilizó $28 mil millones de la línea de crédito. El 22 de septiembre AIG fue removido del Dow Jones. Una línea adicional de $37 mil millones fue establecida en octubre; para el 24 de ese mes AIG había utilizado un total de $90.3 mil millones de un total de $122.8 mil millones que era el total de las líneas de crédito.10

10 Wikipedia, the free encyclopedia, American International Group, page last modified on 19 June 2011 at 05:40, www.wikipedia.org

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En un trabajo de investigación realizado en la Escuela de Derecho de la Universidad de Arizona, Estados Unidos11 se hace una disección muy precisa de las causas de las tribulaciones de AIG y de los mecanismos que la llevaron a la cúspide y luego la arrastraron al fondo del abismo. El proceso de desencadenamiento de la crisis de liquidez en AIG, es, en sus rasgos generales, el mismo que se presenta en los casos que anteriormente examinamos; lo característico en lo que a AIG se refiere es que aquí la tormenta económica ha hecho añicos lo que era la joya más preciada del sistema financiero internacional, el instrumento que se pretendía constituyese el último e infranqueable dique de seguridad de la actividad económica, el escudo que, de acuerdo con los cálculos matemáticos y estadísticos más sofisticados, era imposible de romper, el blindaje con los CDSes. La rápida y masiva sucesión de los percances financieros y la inutilidad de las intervenciones de las autoridades federales para evitarlos, realizadas bajo el esquema del tratamiento “uno por uno”, fueron abriendo paso a la idea de que era mejor enfrentar todos los trastornos financieros en marcha y los que posteriormente surgiesen con un único y potente instrumento. El 18 de septiembre, el secretario del Tesoro Henry Paulson y el Chairman de la Fed, Bern Bernanke se reunieron con los legisladores para proponer un rescate de emergencia de $700 mil millones por medio de la compra de activos tóxicos. La reducción de la liquidez de todos los grandes bancos norteamericanos empezó a hacer estragos en el mercado de dinero; el papel comercial dejó de tener demanda y se inició entonces un proceso de reducción del financiamiento del capital de trabajo de las empresas y los negocios. Ante esta preocupante situación, la Fed determinó fortalecer sus programas para proveer de liquidez a los mercados. Una primera medida, anunciada el 19 de septiembre, fue extender los préstamos “non-recourse”, con la tasa primaria de crédito, a las instituciones de depósito de los Estados Unidos y a las compañías tenedoras de bancos para que financiaran sus compras de papel comercial de alta calidad respaldado con activos en los mercados de dinero de los fondos mutuales. Se anunció también, en esa misma fecha, que la Fed estaba planeando comprar a los tenedores primarios notas de descuento que eran obligaciones de deuda de corto plazo emitidas por Fannie Mae, Freddie Mac y los Federal Home Loan Banks.12

El Washington Mutual Bank es colocado bajo jurisdicción de la FDIC y vendido posteriormente Mientras tanto, la crisis seguía su destructiva marcha: el 25 de septiembre el Washington Mutual Bank de Washington Mutual, Inc. fue tomado por la Oficina de William K. Sjostrom, Jr., Professor of Law, University of Arizona, James E. Rogers College of Law, The AIG Bailout, Washington and Lee Law Review, vol. 66, pp. 943-991, 1 de noviembre de 2009. 12 Board of Governors of the Federal Reserve System, Federal Reserve Press Release, Washington, D. C., U. S., September 19, 2008, www.federalreserve.gov 11

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Supervisión de Ahorros y Préstamos (Office of Thrift Supervision) y colocado bajo la jurisdicción de la FDIC; posteriormente sus activos fueron vendidos a JP Morgan Chase por $1.9 mil millones. Esta acción de la OTS fue tomada debido al retiro de $16.4 mil millones de dólares en depósitos durante una corrida de 10 días en contra del banco (cantidad que representaba el 9% de los depósitos que tenía el 30 de junio de 2008). El cierre y la toma de control del Washington Mutual Bank es el más grande fracaso bancario en la historia financiera de los Estados Unidos. Washington Mutual Bank era una compañía subsidiaria de la controladora Washington Mutual Inc. A pesar de su nombre, Washington Mutual dejó de ser una compañía mutual en 1983 cuando se convirtió en una compañía pública. Para el 30 de junio de 2008 el Washington Mutual Bank era un banco de ahorro y préstamo que tenía un total de activos por $307 mil millones de dólares, 2,239 oficinas de venta al menudeo operando en 15 estados, 4,932 máquinas vendedoras automáticas y 43,198 empleados. Tenía obligaciones en la forma de depósitos por $188.3 mil millones de dólares, debía $82.9 mil millones al Federal Home Loan Bank y tenía deuda subordinada por $7.8 mil millones. Poseía como activos $118.9 mil millones en préstamos unifamiliares, de los cuales $52.9 mil millones eran “hipotecas con opción de tasas ajustables”, $16 mil millones, préstamos hipotecarios subprime, $53.4 mil millones, líneas de crédito para capital de vivienda y $10.6 mil millones, deudas en tarjetas de crédito. Servía a sí mismo y a otros bancos préstamos por un total de $689.7 mil millones, de los cuales $442.7 eran de otros bancos. Poseía activos cuyos pagos no eran hechos en tiempo (non-conforming) por $11.6 mil millones, entre los que incluían $3.23 mil millones en opciones de pago con tasas ajustables, y $3.0 mil millones en préstamos hipotecarios subprime. El 15 de septiembre de 2008 la compañía controladora recibió una degradación en su calificación de crédito por las agencias; desde esta fecha hasta el 24 de septiembre de 2008 los clientes retiraron depósitos por un valor de $16.7 mil millones, lo cual en última instancia llevó a la Oficina de Supervisión de Ahorro y Préstamo a cerrar el banco. La FDIC vendió entonces la mayoría de los activos y obligaciones, incluyendo una deuda con JPMorgan Chase por $1.9 mil millones. Al igual que Enron y WorldCom y con las mismas connotaciones que observamos en esos casos, Washington Mutual siguió una agresiva política de adquisiciones. En 1983, al tiempo que se “desmutualizaba” y se convertía en un banco de ahorros por acciones adquiere la firma Murphey Favre; entre 1990 y 2006 adquiere 29 instituciones bancarias y financieras. La expansión de Washington Mutual lo llevó a ser el tercer más grande prestamista de hipotecas en los Estados Unidos y con la adquisición de Providian Fianancial Corporation en octubre de 2005 también vino a ser la novena más grande compañía de tarjetas de crédito. El propósito de la administración del banco era convertirlo en el “Wal-Mart de los Bancos” que atendería a los consumidores de clase media y baja que otros bancos consideraban demasiado riesgosos. Las complejas hipotecas y tarjetas de crédito tenían condiciones que facilitaron a los deudores con capacidad crediticia

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menor obtener financiamiento, una estrategia que el banco extendió a las grandes ciudades, incluyendo Chicago, Nueva York y los Ángeles. El Washington Mutual Bank presionaba a sus agentes para que reunieran honorarios de más de $10,000 dólares por traer más clientes. Los préstamos de tasa variable eran especialmente atractivos porque con ellos se obtenían más altos honorarios que con otros préstamos y permitían al banco consignar en libros las ganancias que se obtenían por los pagos de intereses que los deudores retrasaban. Como el banco estaba vendiendo muchos de estos préstamos a los inversionistas, se preocupaba menos acerca de los incumplimientos. En diciembre de 2007 la subsidiaria Washington Mutual Bank reorganizó su división de préstamos para la vivienda, cerró 160 de sus 336 oficinas de préstamos para la vivienda y removió 2,600 posiciones en su staff de préstamos a la vivienda (una reducción del 22%). En abril de 2008 la compañía controladora respondió a las pérdidas y dificultades padecidas a causa de la crisis de las hipotecas subprime de 2007-2008 anunciando que 3,000 personas de la compañía perderían sus empleos e hizo saber su intención de cerrar sus aproximadamente 186 oficinas de préstamos para la vivienda que aún quedaban funcionando, incluyendo 23 en el Estado de Washington y un centro de procesamiento de préstamos en Bellevue, Washington. El banco detuvo la compra de préstamos a los corredores de hipotecas. Washington Mutual Bank también anunció una infusión de $7 billones de nuevo capital por un grupo de inversionistas conducidos por TPG Capital. TPG estuvo de acuerdo en bombear $2 mil millones de dólares a la controladora del banco; otros inversionistas aceptaron comprar $5 mil millones en stock nuevo. Para mediados de septiembre de 2008 el precio de la acción de Washingto Mutual había cerrado a un precio tan bajo como $2.00 dólares. En septiembre de 2007 se había cotizado en $30.00 dólares la acción y en algún punto del año anterior (2006) se había negociado a $45.00. Mientras públicamente Washington Mutual insistía en que podía mantenerse independiente, en los primeros días del mes había contratado a Goldman Sachs para que identificara a potenciales compradores. Al mismo tiempo, el banco sufrió una corrida masiva (principalmente vía electrónica a través de internet y de transferencias bancarias); los clientes sacaron $16.7 mil millones de dólares de sus depósitos en un periodo de diez días. Esto llevó a la Reserva Federal y al Departamento del Tesoro a ejercer presión sobre Washington Mutual para encontrar un comprador, ya que la toma del banco por la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (Federal Deposit Insurance Corporation, FDIC) podría haber provocado un severo drenaje del fondo de seguros del FDIC, el cual ya había sido golpeado duramente por la falla de IndyMac ese año. Finalmente, la FDIC realizó una subasta secreta del Washington Mutual Bank. Por último, el 25 de septiembre los reguladores informaron a JPMorgan Chase que había sido el ganador. El jueves en la noche la oficina de supervisión de las instituciones de ahorro y préstamo tomó el Washington Mutual Bank y lo puso bajo administración de la FDIC. En una declaración la Oficina de Supervisión de bancos dijo que la corrida

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masiva significaba que el banco ya no era sano. El FDIC, como administrador, vendió la mayor parte de los activos de Washington Mutual Bank, incluida su red de sucursales, la totalidad de sus obligaciones de depósitos y la deuda con JPMorgan Chase por $1.9 mil millones. La transacción no requirió la utilización de los fondos de garantía de FDIC. Como resultado de la toma del Washington Mutual los tenedores de acciones quedaron casi en la ruina. El precio de sus acciones descendió a $0.16 dólares la acción, lejos de los $45 en que se cotizaba en 2007. El 26 de septiembre de 2008 Washington Mutual, Inc. y la subsidiaria que conservaba, WMI investment Corp., se acogieron a la protección para bancarrota del capítulo 11. La empresa fue inmediatamente retirada de las listas de la Bolsa de Valores de Nueva York. La bancarrota fue la segunda más grande (por el monto de los activos) en la historia de los Estados Unidos, siendo la más grande la de Lehman Brothers, que se acogió a la bancarrota 11 días antes que Washington Mutual. En su solicitud de protección de bancarrota, Washington Mutual Inc. manifestó activos por $33 mil millones y deuda por $8 mil millones. Todos los activos del Washington Mutual Inc., pero solamente algunas obligaciones (incluyendo depósitos, bonos cubiertos y otros débitos asegurados) del Washington Mutual Bank fueron asumidas por JPMorgan Chase. Bajo el trato, JPMorgan Chase adquirió todas las operaciones bancarias del Washington Mutual Bank incluyendo $307 mil millones de dólares en activos y $188 mil millones en depósitos y solamente $1.9 mil millones de la FDIC. Las obligaciones de deuda senior no aseguradas del banco no fueron asumidas por la FDIC, dejando a los tenedores de estas obligaciones con muy pocos recursos para recobrarlos. El 26 de septiembre de 2008 los clientes del Washington Mutual Bank fueron informados de que los depósitos que tenían en ese banco eran ahora obligaciones de JPMorgan Chase.13 La estrecha interrelación entre los sistemas financieros de todo el mundo, los cuales tenían como líder absoluto al sistema financiero estadounidense, dio lugar a que los acontecimientos que en éste se suscitaban transmitiesen inmediatamente sus efectos al resto de ellos; y el hecho de que todos estuviesen estructurados conforme al modelo norteamericano produjo el resultado de que en las otras naciones los sucesos económicos se rigiesen por el mismo patrón que en los Estados Unidos, sobre todo en los países capitalistas europeos más desarrollados. El desenvolvimiento de la crisis en los Estados Unidos impulsó la crisis financiera en los países capitalistas más desarrollados de Europa y el de ésta, a su vez, retroalimentó aquélla. En unos pocos días, todos esos países se encontraban envueltos en una conflagración económica de grandes dimensiones. El detonante primigenio de la crisis financiera internacional fue la crisis de las hipotecas subprime. La sobre oferta de casas en los Estados Unidos y, cuando menos, en Inglaterra y España, condujo a la ruina a la industria de la construcción en esos países; por esta causa, y debido también a la reducción de recursos para el resto de la industria, ya que volúmenes inmensos de capital se habían concentrado en el 13

Wikipedia, the free encyclopedia, Washington Mutual Bank, page last modified on 15 June 2011 at 19:57.

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sistema financiero, el crecimiento económico se redujo drásticamente hasta volverse negativo. Los flujos de capital hacia los países de menor desarrollo y la demanda de manufacturas y “commodities” procedentes de los países emergentes descendieron fuertemente y con ellos el crecimiento de toda la economía de esas naciones. Desde el segundo semestre de 2007 y el primero de 2008, en Estados Unidos y en la mayoría de los países del mundo las economías empezaron a tener un crecimiento negativo que las acercaba a pasos agigantados a la recesión. Se presentó entonces, en la economía global, la aparente paradoja de un sistema financiero en boyante expansión y una “economía real” en franco descenso. Cuando en septiembre y octubre de 2008 la crisis estalla en los Estados Unidos, por un lado desata crisis financieras semejantes en varios países del mundo, sobre todo en los europeos más desarrollados, y, por otro, da un formidable empuje a la tendencia preexistente al descenso del crecimiento económico, aquí sí en todos los países del orbe, que lleva a la recesión a uno tras otro, empezando por la economía norteamericana que “oficialmente” entra en recesión en 2007. En un trabajo publicado en Wiki-Invest,14 Vermon Beckford, Jack Houlgate y Patrick Cushing realizan un detallado resumen de las implicaciones internacionales de la crisis financiera norteamericana. En una amplia reseña de Sfectu Nicolae15 16 17 se ennumeran los principales efectos de la crisis financiera internacional en la “economía real” de diversos países de Europa, Asia, Africa y Oceanía.

La “Emergency Economic Stabilization Act of 2008” Mordiendo el polvo, con la rodilla del enemigo sobre sus espaldas, el gobierno de los Estados Unidos se vio obligado a reconocer la enormidad de la conflagración financiera que se abatía sobre su país y el mundo entero e intentar detenerla por medios más contundentes. El 3 de octubre de 2008 es aprobado un ambicioso plan de rescate bancario por un total de $700 mil millones de dólares, al que desde semanas atrás estaban dando forma oficiales de la Fed y del Tesoro estadounidense. En lo que sigue, y con base en el resumen del Acta de Estabilización Económica de Emergencia de 2008 (Emergency Economic Stabilization Act of 2008) formulado el 28 de septiembre por Lynn Sweet del Chicago Sun-Times, en Emergency Economic Stabilization Act of 2008, Client Memorandum, Simpson Thacher, october 3, 2008, en Public Law 110-343, artículo de Wikipedia, y en Public Law 110-343, publicación electrónica en el sitio www.gpo.gov de la Oficina de Publicaciones del Vermon Beckford, Jack Houlgate, Patrick Cushing, 2008 Financial Crisis, Wiki Analysis, Wiki Invest, late modified on march 22, 2011, 07:11www.wikinvest.com 15 Sfetcu Nicolae, 2008 economic crisis in Europe, www.sfetcu.com 16 Sfetcu Nicolae, 2008 economic crisis in Asia, www.sfetcu.com 17 Sfetcu Nicolae, 2008 economic crisis in Oceania and Africa, www.sfetcu.com 14

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Gobierno de Estados Unidos, enunciaremos las características principales de este plan de rescate financiero del gobierno estadounidense. El título formal del Acta es “Un Acta que proporciona autoridad al Gobierno Federal para comprar y asegurar ciertos tipos de activos en problemas con el propósito de dar estabilidad y prevenir trastornos en la economía y en el sistema financiero y proteger a los contribuyentes, reformar el Código Interno de Impuestos sobre la renta de 1986 con la finalidad de proveer incentivos para la producción y conservación de energía, extender ciertas provisiones a punto de expirar, brindar apoyo al impuesto al ingreso individual y otros propósitos”. El Acta daba al Secretario del Tesoro autoridad para restaurar la liquidez y estabilidad del sistema financiero de los Estados Unidos. Para asegurar lo anterior, esa autoridad y los instrumentos que el Acta proporcionaba debían de ser utilizados de manera que • se protegiese el valor de las viviendas, de los fondos de los Colegios, las cuentas de retiro y los seguros de vida; • se preservase la propiedad de las viviendas y se promoviesen el empleo y el crecimiento económico; • se maximizasen las recuperaciones para los contribuyentes de los Estados Unidos; • y se diera cuenta pública del ejercicio de la autoridad concedida. El Acta se dividía en tres secciones: la sección A, el “Acta de Estabilización de la Emergencia Económica de 2008” de la cual era parte principal el “Programa de Alivio de los Activos en Problemas” (Troubled Asset Relief Program, TARP); la sección B, “Acta del mejoramiento y extensión de la energía” (Energy Improvement and extensión Act of 2008); y la sección C, Tax Extenders and Alternative Minimum Tax Relief Act of 2008. El corazón de la sección A estaba formado por la autorización que se daba al Secretario del Tesoro para establecer un Programa de Alivio de Activos en Problemas (Troubled Asset Relief Program “TARP”) que tenía por objeto comprar los activos con problemas de las instituciones financieras (hipotecas residenciales y comerciales y cualquiera otros instrumentos relacionados con estas hipotecas que se hubiesen originado o sido emitidos antes del 18 de marzo de 2008); estas compras tendrían como propósito promover las estabilidad de los mercados financieros. El Secretario debería establecer las líneas generales y las políticas necesarias para el cumplimiento de los propósitos del Acta. Igualmente estaría obligado a establecer un programa para garantizar activos en problemas originados o emitidos antes del 14 de marzo de 2008, en el cual se determinarían las garantías y los montos de las comisiones basados en el riesgo suficientes para cubrir los vencimientos anticipados que deberían ser pagados por el programa. El Acta requería al Secretario para que en la ejecución del programa tomase un número de consideraciones en cuenta, incluyendo el interés de los contribuyentes, la minimización del impacto en la deuda nacional, el mantenimiento de la estabilidad de los mercados financieros, la preservación de las casas por los deudores

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hipotecarios, las necesidades de todas las instituciones financieras sin importar su tamaño u otras características y las necesidades de las comunidades locales. Igualmente, el Secretario tendría que examinar la viabilidad a largo plazo de cada institución para determinar si se le compraban activos bajo el TARP. El Acta autorizaba un total de $700 mil millones de dólares para la compra de activos en problemas, de los cuales $250 mil millones podrían ser utilizados inmediatamente. Una cantidad adicional de $100 mil millones se podría autorizar mediante una certificación del Presidente de los Estados Unidos de la necesidad de la erogación. Los últimos $350 mil millones sólo se utilizarían previa autorización del Congreso a solicitud escrita del Presidente. Toda la autoridad concedida al Secretario del Tesoro por el Acta de Estabilización Económica terminaría el 31 de diciembre de 2009 y podría extenderse por un año más mediante la certificación por el Congreso de la necesidad de esa prolongación. En el Acta se incrementaba el límite de la deuda pública, elevándolo de $10 billones a 11.3 billones de dólares. El Acta fortalecía el programa Esperanza para Propietarios de Viviendas aumentando los niveles de elegibilidad y mejorando los instrumentos disponibles para prevenir las ejecuciones. La Sección B del Acta estaba constituida, como ya lo expresamos, por El Acta de mejoramiento y extensión de la energía de 2008. En ella se concedía un nuevo crédito fiscal en la compra de vehículos eléctricos. También se extendía la vigencia de los créditos fiscales existentes para las iniciativas de energía renovable, incluyendo los desarrollos del etanol celulósico y del biodiesel y energía solar, geotermal e hidroeléctrica. Se establecía a la electricidad como un combustible limpio para propósitos fiscales. La sección C, “Tax Extenders and Alternative Minimum Tax Relief Act of 2008”, incluía $100 mil millones de dólares en exenciones de impuestos para los negocios y la clase media y una provisión para incrementar el aseguramiento federal de los depósitos bancarios de $100,000 a $250,000 dólares. También conservaba el impuesto mínimo alternativo para los golpeados 20 millones de americanos con ingreso medio. Proveía igualmente con $8 mil millones en ayuda fiscal a aquellos castigados por desastres naturales en el medio oeste, Texas y Luisiana. Este paquete fiscal costaría $150.5 mil millones en diez años. Sus principales provisiones eran:18 • Un incremento temporal en el límite del seguro de los depósitos de $100,000 a $250,00 hasta diciembre de 2009. Lynn Sweety, “Emergency Economic Stabilization Act of 2008” searchable summary, Bailout Bill Chicago Sun-Times, September 28, 2008. Simpson Thacher, Emergency Economic Stabilization Act of 2008, Client Memorandum, October 3, 2008, www.simpsonthacher.com. Wikipedia, the free encyclopedia, Public Law 110-343, page last modified on 15 May 2011 at 16:01. Government Printing Office, Public Law 110-343, 110th Congress, U. S. 18

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Exenciones fiscales para los negocios. Créditos fiscales para el uso de energía alternativa y los vehículos híbridos. Créditos fiscales para investigación y desarrollo. Expansión del crédito fiscal por los niños. Protección del impuesto alternativo mínimo. Extensión del seguro de desempleo. Un crédito fiscal por $1,000 dólares para los dueños de viviendas de bajos ingresos.

El instrumento principal del TARP, la compra de activos en problemas de las instituciones financieras, fue abandonado casi inmediatamente después de la expedición del Acta; en su lugar se puso en marcha, dentro del espíritu del documento y con base en las autorizaciones que ahí se concedían al Tesoro, el Programa de Compra de Capital, al cual se destinaron en principio los $250 mil millones de dólares que estaban originalmente asignados a la compra de activos en problemas; este nuevo programa tenía como propósito explícito el dotar de liquidez a las instituciones financieras en problemas. El Programa de Compra de Capital fue la primera iniciativa bajo el Programa de Alivio de los Activos en Problemas, TARP, dirigida a la estabilización del mercado financiero y el sistema bancario. El Departamento del Tesoro creó este Programa en octubre de 2008 con el fin de estabilizar el sistema financiero mediante la provisión de capital a instituciones financieras reguladas a través de la compra de acciones preferentes senior y bonos subordinados. A cambio de estas inversiones recibiría pagos de intereses y dividendos y “warrants” (un “warrant” es una opción para comprar acciones comunes o preferentes a un precio determinado antes de o en una fecha determinada). El Tesoro consideraba que formando capital el Programa de Compra de Capital ayudaría a incrementar el flujo de financiamiento a los consumidores y a los negocios norteamericanos, con lo cual se apoyaría a la economía del país. Cuando el establecimiento del programa fue anunciado, nueve grandes instituciones financieras, Bank of America, J. P. Morgan Chase, Wells Fargo, Citigroup, Merril Lynch, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Bank of New York Mellon y State Street, consideradas por los reguladores federales bancarios y el Tesoro como esenciales para el funcionamiento del sistema financiero norteamericano, aceptaron participar en él. Juntas estas instituciones poseían cerca del 55 porciento de los activos bancarios de Estados Unidos. El 14 de Octubre de 2008 el Tesoro destinó $250 mil millones de dólares de los casi $700 mil millones del TARP para el Programa de Compra de Capital, pero hizo un ajuste en marzo de 2009, dejando esa cantidad en $218 mil millones. Para el 25 de septiembre de 2009 el Tesoro había desembolsado tanto como $204.6 mil millones y había recibido $70.7 mil millones de las recompras de las acciones preferentes, dejando $84.1 mil millones disponibles para futuras compras de Capital. A través del Programa de Compra de Capital el Tesoro ha proporcionado más de $204 mil millones en capital a 685 instituciones hasta el 25 de septiembre de 2009. Estas compras se hicieron en un rango de $301,000 dólares hasta $25 mil

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millones por institución y representaban cerca del 94 porciento de los $218 mil millones destinados al Programa por el Tesoro. Hasta el 25 de septiembre de 2009 los tipos de instituciones que habían recibido capital eran de diversos tamaños e incluían 280 instituciones públicas, 337 privadas, 1 institución mutual, 45 Corporaciones S y 22 instituciones de desarrollo financiero comunitario. Para el 31 de diciembre de 2008 se había ejercido el 81.44% del total de los fondos destinados al Programa de Compra de Capital, lo que indica claramente que la mayor parte de los mismo se utilizó en la fase más tempestuosa de la crisis y con el evidente propósito de detenerla en seco.19 En el Acta de 2008 de Estabilización de la Emergencia Económica se concreta el hasta ahí más grande esfuerzo del gobierno estadounidense para detener la ingobernable crisis financiera en marcha. Su implementación es el reconocimiento, ya imposible de aplazar, de la magnitud realmente inconmensurable del terremoto económico y el resultado del temor de que la debacle financiera pudiera llevar a la quiebra de la totalidad del sistema financiero y luego a la ruina de la “economía real”, en una reedición agravada de la “Gran Depresión”; a esto se debe también la imponente envergadura de la acción gubernamental y la cantidad masiva de las entidades a las que ella estaba dirigida. Con la compra de capital a las empresa en problemas el gobierno estadounidense pretendía dotar al sistema financiero norteamericano de recursos líquidos para fortalecer los balances de sus componentes y evitar la quiebra masiva de los mismos; este era el más imperioso de sus cometidos: el salvamento de la industria financiera y su mantenimiento en funciones, aunque fuese renqueando. En un segundo plano, las medidas contenidas en el Acta se encaminaban, en un débil esfuerzo, a reducir, con el propósito de evitar un mayor deterioro del mercado, la cantidad de viviendas que las masivas ejecuciones y evicciones lanzaban al mismo y a aliviar la insostenible situación económica en que habían quedado los dueños de viviendas y en general los norteamericanos de menores ingresos a causa de las crisis de vivienda, financiera y de la economía en general. Se pretendía que con la reducción de esa oferta excedente se daría un incremento en el precio de las viviendas, lo cual reanimaría el mercado inmobiliario y con él la economía como un todo. Pero el propósito fundamental de la acción gubernamental a través del Acta de Estabilización era el rescate del sistema financiero norteamericano e internacional de su hasta entonces segura quiebra; de esta manera, se evitaba también la ruina catastrófica de la llamada “economía real” y con ello la caída de la economía capitalista mundial en un abismo sin fondo. La fuerza ciclónica de la crisis financiera internacional derribó también, aunque sólo temporalmente, prejuicios ideológicos y teóricos firmemente enraizados. El librecambio, sustento de todo el movimiento económico durante los últimos 19 United States Government Accountability Office, Troubled Asset Relief Program, One Year Later, Actions Are Needed to Address Remaining Transparency and Accountability Challenges, Report to Congressional Committees, October, 2009.

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30 años, fue violentamente desalojado de la escena y sustituido por el más descarado estatismo y populismo; el mercado eficiente fue puesto de lado y tomó su lugar un exacerbado intervencionismo estatal. Los adalides del neoliberalismo abjuraron sin más de sus acendrados principios y abrazaron presurosos las ideas contrarias. El neoliberalismo se vio obligado a convertirse al estatismo en aras de su propia subsistencia. Nos encontramos pues ante una aparente paradoja: el neoliberalismo tiene a su otro en sí mismo, es él mismo su otro, el estatismo y el populismo, y en ellos se convierte necesariamente bajo ciertas circunstancias. Esta apariencia se disipa rápidamente si recordamos que neoliberalismo y estatismo son las expresiones ideológicas de los intereses de dos sectores del régimen de producción capitalista, los cuales forman una unidad de contrarios en la cual cada uno es él mismo y su otro, tiene a su otro en sí mismo y fuera de sí, se niegan y se implican mutuamente y esa relación dialéctica deviene en un progreso constante del régimen que los sustenta. La receta aplicada por las autoridades norteamericanas tenía en última instancia como su base de sustentación el simplista esquema de la actividad económica que en páginas anteriores hemos expuesto y que es el escueto bagaje teórico de los ideólogos y conductores de la moderna economía de mercado; aunque catastróficos, los problemas financieros y económicos pueden y deben ser solucionados, una vez que el estatismo y el populismo hayan vuelto la economía a su carril, mediante los mecanismos clásicos que restauren el ciclo económico: fluir de la liquidez para que los consumidores estimulen la demanda y los productores incrementen la oferta y la acción del mercado eficiente que se encargará, en este proceso, de llevar a todos los elementos de la estructura económica al punto óptimo de su desenvolvimiento.

La Reserva Federal crea un Vehículo de Propósito Especial para la compra de papel comercial En la medida en que la crisis se profundizaba, el mercado de papel comercial se constreñía significativamente. Los fondos mutuales del mercado de dinero y otros inversionistas, quienes a su vez enfrentaban presiones de liquidez, se mostraban reluctantes a comprar papel comercial. A causa de esto, su volumen en el mercado se reducía constantemente y sus tasas de interés se incrementaban; adicionalmente, un gran porcentaje del papel comercial en circulación tenía que ser refinanciado diariamente. Una gran parte del papel comercial es emitido o garantizado por los intermediarios financieros y las dificultades para colocarlo habían hecho más difícil para ellos desempeñar su papel de cubrir las necesidades de crédito de los empresarios y los dueños de viviendas. Con el propósito de enfrentar esta situación, la Fed decidió, según lo dio a conocer en un comunicado de prensa del 7 de octubre del 2008, la creación de un fondo para comprar papel comercial, Commercial Paper Funding Facility (CPFF), el

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cual tenía la finalidad de dotar de liquidez a los mercados de ese tipo de instrumentos crediticios. La Fed proporcionaría, a través del Fondo, un apoyo de liquidez a los emisores estadounidenses de papel comercial por medio de un vehículo de propósito especial, Special Purpose Vehicle, (SPV), el cual compraría papel comercial a tres meses, sin garantía y garantizado por activos, directamente de emisores elegidos. La Reserva Federal proporcionaría el financiamiento al vehículo de propósito especial (SPV) y obtendría como garantía todos los activos del mismo y, en el caso del papel comercial que no estuviese garantizado, retendría todos los honorarios que los emisores hubiesen pagado. El Tesoro proveyó inmediatamente al vehículo de propósito especial de los fondos necesarios para iniciar sus actividades. La violencia de la crisis obligó a la Fed a abandonar su papel tradicional de prestamista de última instancia y adoptar una posición más agresiva, de franca intervención en los más diversos mercados; la Reserva Federal amplió su campo de acción para convertirse en todo un banco de segundo nivel. Es evidente que toda esa actividad extraordinaria estaba absolutamente en contra de los postulados básicos del libre mercado, los cuales son el fundamento filosófico en el que descansan la estructura y las actividades normales de la Fed.20

La Reserva Federal crea un nuevo Fondo para la compra de papel comercial y otros activos de corto plazo Siguiendo adelante en su camino de intrusión en el mercado financiero, espoleada por la cascada de males económicos que se le vienen encima, ya no diariamente, sino literalmente minuto a minuto, la Fed se ve obligada a extender sus acciones por caminos antes para ella vedados y ajenos por completo a la ortodoxia financiera. Ante la paralización del mercado de papel comercial y frente a una caída vertical de la producción industrial, establece un nuevo fondo de apoyo a los inversionistas del mercado de dinero, Money Market Investor Funding Facility, MMIFF, para que compren activos, entre los que se encuentran Certificados de Depósito y papel comercial denominados en dólares, con vencimientos de hasta 90 días, emitidos por instituciones financieras altamente calificadas. El Banco de la Reserva Federal de Nueva York proporcionaría fondos con garantía “senior” a una serie de vehículos de propósito especial para facilitar una iniciativa del sector privado de apoyo a la industria por medio del financiamiento de la compra de activos elegibles por inversionistas elegibles. En palabras de la Fed: “…Facilitando las ventas de instrumentos del mercado de dinero en el mercado secundario, el MMIF podría mejorar la posición de liquidez de los inversionistas de ese sector, incrementando así su capacidad para enfrentar cualquier exigencia futura de redención de sus pasivos y su buena disposición para Board of Governors of the Federal Reserve System, Federal Reserve Press Release, Washington, D. C., U. S., October 7, 2008, www.federalreserve.gov 20

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invertir en los instrumentos del mercado de dinero. Las mejores condiciones del mercado de dinero aumentarán la capacidad de los bancos y otros intermediarios de satisfacer las necesidades de crédito de los negocios y los hogares.”21 Un trabajo muy completo sobre los orígenes y las fases de la crisis financiera internacional, cuya lectura recomendamos ampliamente, fue realizado por Lucjan T. Orlowski.22

21 Board of Governors of the Federal Reserve System, Federal Reserve Press Release, Washington, D. C., U. S., October 21, 2008, www.federalreserve.gov 22 Orlowski, Lucjan T., Stages of the ongoing Global Financial Crisis: Is there a Wandering Asset-Price Bubble CASE Network Studies and Analyses, No. 372/2008, Center for Social and Economic Researchs, Warsaw, 2008, www.case-research.eu

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Capítulo XVI

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La plutocracia norteamericana (sector I de la economía) condujo, como ya lo anotamos en anteriores capítulos, el tránsito de la “sociedad del bienestar” a la “sociedad de consumo”. De una manera implacablemente meticulosa desensambló la antigua estructura industrial y las anteriores relaciones internacionales del régimen capitalista mundial y estableció un nuevo régimen global que recibió el nombre de “neoliberalismo”. Como polo activo del proceso, condujo las acciones torales para la constitución de la nueva forma del régimen capitalista de producción: impulsó hacia un nivel superior la maquinización de la producción por medio de una verdadera revolución tecnológica basada en la cibernética, la informática, la comunicación, la computación y la máquina por excelencia, la computadora; masificó el consumo y dio un lugar preeminente a esta función económica en la sociedad capitalista moderna; se transformó a sí misma y dirigió, primero la aniquilación de la vieja forma y luego la constitución de la nueva naturaleza de las demás ramas y sectores integrantes del régimen capitalista; estableció una nueva división internacional del trabajo al elevar a los países de menor desarrollo a la categoría de países exportadores de mercancías para el mercado mundial; inauguró una etapa de voluminosa acumulación de capital. En resumen, la plutocracia estadounidense llevó el régimen de producción capitalista mundial a una fase superior de su desarrollo y por tanto también sometió a los trabajadores a una explotación y depauperación agravadas; en la misma medida, cultivó los elementos germinales de la forma superior de organización social que debe suceder al capitalismo. El sector I del régimen económico norteamericano procreó como complementos suyos a los demás componentes de la nueva estructura industrial y comercial (sector II); al mismo tiempo, los determinó como elementos independientes con un impulso interno en su desenvolvimiento; la constitución del moderno sector II de la economía norteamericana fue realizada por el sector I a través del engendramiento y la exclusión simultáneas de los factores integrantes de aquel. La plutocracia norteamericana configuró de esta manera el régimen económico como un sistema formado por dos sectores que son los extremos de una contradicción.

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Los polos de esta contradicción económica son originariamente idénticos, pero al mismo tiempo desarrollan diferencias entre ellos, más tarde se oponen uno al otro y por último se convierten en contrarios. En su contradicción, los contrarios primero se engendran y se niegan mutuamente y después sólo se excluyen, progresando uno de ellos, en este caso el sector I, en desmedro del otro, es decir, del sector II. Una parte de I, clásicamente siempre las altas finanzas, se desboca en su crecimiento y se opone radicalmente al resto de su sector y al sector II. El aumento desmesurado del sector financiero provoca al final una crisis de enorme magnitud que puede constituir el punto de flexión para la restauración de la primitiva unidad con II, lo cual implica el sometimiento en alguna medida del capital financiero, la reducción del excesivo tamaño de I y el impulso a II para recobrar sus antiguas dimensiones e incrementar su crecimiento. En el proceso de su conformación, los elementos del sector II definen una serie de intereses y reivindicaciones cuya materialización es el prerrequisito necesario para su satisfactorio desenvolvimiento. Esas condiciones de su existencia y avance progresivo son originariamente proporcionadas por el mismo Sector I como una extensión de su propio ser; después II las obtiene por medio de negociaciones más o menos tensas con su contraparte; por último, se establece un mecanismo por medio del que, a través de la mutua implicación y negación con I, II avanza en la conquista de los elementos necesarios para su existencia. Cuando el sector I, al desarrollarse desmesuradamente, rompe el mecanismo de recíproca generación y exclusión, entonces también niega tajantemente al sector II los elementos y las condiciones para su desenvolvimiento e incluso le sustrae los recursos necesarios para su reproducción simple y lo obliga a entrar en un proceso de desacumulación creciente. Las reivindicaciones del sector II están, en la fase más alta del ciclo, que es el momento en que el movimiento económico se encuentra al borde de la crisis, absolutamente contrapuestas al sector I; la negación de las mismas no es ya el preludio de su inmediata satisfacción, sino el anuncio de una vulneración más profunda de las condiciones de existencia de ese sector económico, y así sucesivamente. Lo característico es que en este punto la polarización extrema opone totalmente al capital financiero por un lado contra el resto del sector I y el sector II por el otro. Los intereses y reivindicaciones del sector II se integran en un cuerpo organizado de principios que se convierte en el patrimonio ideológico de los grupos y clases sociales que lo forman; la ideología del sector II es en primera instancia una continuación de la del sector I, después se diferencia de ella y por último se levanta como un cuerpo independiente y opuesto. Los intereses y reivindicaciones del sector II, los grupos y clases sociales que los sostienen y la ideología que los expresa se manifiestan en la esfera política a través de los partidos políticos. Las necesidades del sector II encuentran su satisfacción por medio del poder político.

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Los intereses y reivindicaciones del sector II de la economía norteamericana pasaron necesariamente por este camino que hemos descrito. Al llegar el ciclo económico a su punto superior, en los años 2007 y 2008, las necesidades del sector II, perfectamente bien delimitadas y estructuradas, pugnan por romper la asfixiante camisa de fuerza ideológica y política que les ha impuesto el dominio neoliberal de varias décadas; impulsándose desde el corazón del sistema económico, se abren paso hacia los grupos y clases sociales que las deberán conducir a su estructuración ideológica y a su concreción política. El primer signo de que los intereses y las reivindicaciones del sector II de la economía norteamericana estaban cobrando una gran fuerza bajo el impulso de la crisis económica fue la elección del candidato del Partido Demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos. Al mismo tiempo que la plutocracia norteamericana estructuró su nuevo sistema industrial, comercial y financiero y la superestructura que le correspondía, fue derruyendo la edificación económica y la expresión política e ideológica de la “sociedad del bienestar”. El “neoliberalismo” se estableció como toda una doctrina económica, política y filosófica, si es que se le puede llamar así, que fue ganando terreno a las ideas de la “democracia social” que habían sido el basamento de la “sociedad del bienestar”, en la cual había tenido un papel protagónico el sector II de la economía norteamericana, hasta desalojarlas completamente. En alguna medida, después de la segunda guerra mundial, los principios de la “democracia social” (expresión, aunque incompleta, de los intereses y reivindicaciones del sector II de la economía norteamericana) habían sido sostenidos por el Partido Demócrata. La avasalladora acometida del “neoliberalismo”, reforzada por sus triunfos económicos, borró definitivamente hasta el más leve rastro de la teoría y la práctica de la “democracia social” en el Partido Demócrata. En su lugar, los demócratas adoptaron las mismas tesis neoliberales, pero bajo una forma menos acusada, y la actividad del Partido se redujo entonces a disputar con el Partido Republicano por pequeñas cuestiones formales, mientras que en lo fundamental estaban sustancialmente de acuerdo con sus oponentes políticos. No se exagera en absoluto cuando se dice que la única discrepancia que había entre republicanos y demócratas en lo relativo a la política económica, en los años previos a la crisis, era en lo referente a la medida y oportunidad de los movimientos determinados por la Fed en las tasas de interés. En las elecciones internas de junio de 2008 del Partido Demócrata se enfrentaron Hillary Clinton y Barak Obama; la Sra. Clinton representaba la reivindicación feminista del “empoderamiento de la mujer”, la más inocua de las desleídas demandas que la omnipresencia ideológica y política neoliberal había dejado a los demócratas y en torno a las cuales éstos se habían movido por un largo tiempo; Barak Obama, por el contrario, significaba un primer ataque a la dictadura ideológica del neoliberalismo y el surgimiento incontenible de las pretensiones del sector II, encabezadas por la reclamación política suprema, el acceso al poder político de un

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miembro de una raza explotada, vilipendiada y oprimida (no, desde luego, de la raza como tal). El triunfo de Obama en las elecciones internas de su partido fue el anuncio de que los requerimientos de II habían alcanzado la madurez necesaria para saltar a la palestra política. El desenvolvimiento de la crisis posterior a la designación de Obama como candidato del partido Demócrata no hizo sino dar fuerza, legitimidad y forma apropiada a una serie de exigencias del sector II cada vez más radicales; este despertar llevó de la mano a Obama a abandonar paulatinamente, en parte, el discurso neoliberal que su partido se había visto obligado a adoptar y a hacer suyas una buena porción de las solicitudes del sector II. Un movimiento reivindicativo muy poderoso empujó al candidato demócrata hacia las posiciones más extremas del sector II. Por un lado nos encontramos con la eclosión incontenible de las pretensiones del sector II y por el otro con su representante político que se ve obligado a tomarlas en cuenta y a acoger algunas de ellas como sus banderas políticas; el sector II ve en Obama la esperanza de que todas sus ancestrales demandas sean satisfechas y en forma integral e inmediata; Obama, por su parte, debe dosificar su adhesión al sector II con el fin de mantener un frágil equilibrio entre los votantes que sostienen las pretensiones más extremas y aquella parte del electorado que simpatiza únicamente con las exigencias mucho menos enérgicas. La misma fuerza económica (la crisis devastadora) que había espoleado a Obama a recoger y presentar como suyas algunas de las peticiones del sector II volcó en masa al electorado a extender su voto al candidato demócrata, llevándolo a la Presidencia de los Estados Unidos. El triunfo de Obama se dio en medio de los siguientes condicionantes: una crisis devastadora a la que nada detenía y que amenazaba con la destrucción inminente del régimen capitalista mundial; una erupción irrefrenable de las exigencias del sector II, sobre todo las más radicales, que reclamaban imperiosamente su satisfacción inmediata; la limitación institucional que reducía sensiblemente el margen de acción del nuevo Presidente; y la reacción airada, violenta, conducida por los sectores más recalcitrantes de la derecha norteamericana. En estas circunstancias estaba implícita la naturaleza y extensión de las acciones económicas y políticas de Obama. Lo primero que tenía que atender era la crisis financiera mediante el salvamento a toda costa de las grandes instituciones financieras de la nación (es decir, que debía antes que otra cosa rescatar los elementos centrales, vitales, del sector I de la economía norteamericana, el sistema financiero estadounidense, base de sustentación del sistema financiero internacional) la industria automovilística y la industria de la vivienda; dicho en otras palabras, tenía que asegurar la existencia de su más acendrado enemigo. Después y sólo después de esto podría intentar sacar adelante las disminuidas demandas del sector II que había asumido, las cuales tendrían por fuerza que ser reducidas en su extensión y sometidas a un proceso legislativo que se encontraba bajo la amenaza de su paralización por los legisladores republicanos y del que quizá

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pudieran salir airosas pero despojadas de la mayoría de sus aristas perjudiciales para la plutocracia norteamericana.

La debacle y el rescate de Citigroup Al igual que sucedió con las empresas industriales, la voluminosa acumulación de capital en las instituciones financieras llevó necesariamente a la centralización del mismo. Un ejemplo preeminente de este crecimiento superabundante del capital financiero es el de Citigroup, la compañía financiera más grande de los Estados Unidos. Durante todo este período que hemos estudiado, que abarca los años de las décadas de 1990 y de 2000, Citigroup se expandió a través de múltiples fusiones y adquisiciones, extendió sus operaciones a prácticamente todos los países del mundo y formó una estructura de negocios grandemente diversificada que abarcaba todas las facetas de la actividad financiera. Para el año 2009 Citigroup tenía la más grande red de servicios financieros, la cual se extendía por 140 países y contaba con aproximadamente 16,000 oficinas en todo el mundo. La compañía empleaba aproximadamente 260,000 trabajadores y tenía cerca de 200 millones de cuentas de clientes en más de 140 países. Era un comerciante primario en bonos del Tesoro de Estados Unidos. En ese mismo año Citigroup tuvo ingresos brutos del orden de los $104 mil millones de dólares, ingresos de operación de $49 mil millones, ingresos netos de $1.6 mil millones, activos totales por un valor de $1.93 billones y un capital total de $141.63 mil millones. Citigroup se formó el 8 de octubre de 1998, después de la fusión con un valor de $140 mil millones de dólares de Citicorp y Travelers Group, constituyéndose así la organización más grande de servicios financieros del mundo. En la actualidad Citigroup está integrado por las siguientes Divisiones: I.- Grupo de Consumo Global, con cuatro subdivisiones que son (1) Tarjetas de Crédito (Citi Cards, que es el más grande emisor de tarjetas de crédito en el mundo, posee una red de 3,800 cajeros en 45 países y es la fuente de cerca del 40% de las ganancias del Grupo de Consumo Global) (2) el Grupo de Préstamos (préstamos para adquirir propiedad inmobiliaria y automóviles y préstamos a estudiantes), (3) Financiamiento al Consumo y (4) Banca al detalle (Citibank es el tercero de los más grandes bancos al detalle basados en depósitos en los Estados Unidos y tiene sucursales en muchos países del mundo), II.- Administración Global de la riqueza, la cual se subdivide en Banca Privada, Smith Barney e Investigación sobre Inversiones, las cuales generaron el 7% de los ingresos totales de Citigroup en 2006. A través de sus grandes grupos de negocios Citigroup ofrece servicios financieros por medio de su red global incluyendo servicios de banca de depósitos y préstamos personales e hipotecarios al menudeo, servicios de inversión, tarjetas de crédito, servicios de banca e inversión a individuos poseedores de grandes riquezas,

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instituciones privadas y firmas legales, correduría, servicios de administración de inversiones y activos a corporaciones, gobiernos e individuos alrededor del mundo, servicios de investigación de inversiones, servicios bancarios de inversión y comerciales que comprenden correduría institucional, consultoría, cambio extranjero, productos estructurados, derivativos, arrendamiento y financiamiento de equipo, manejo de efectivo y servicios de comercio financiero a corporaciones e instituciones financieras en todo el mundo, administración de activos que comprende la de capital privado, hedge funds, productos estructurados y bienes raíces.1 Citigroup fue un activo y destacado participante en el proceso de desbordamiento del sistema financiero durante la fase alta del ciclo económico. El enfermizo apetito de ganancias que se apoderó de todo el sistema económico y que alcanzó su clímax en la voracidad descomedida de los agentes financieros condujo a este compañía por los mismos caminos que ya hemos visto recorrer a sus hermanos Northern Rock, Bear Stearns, Indymac Bank, Merril Lynch, Lehman Brothers, American International Group, Washington Mutual Bank, etcétera. Únicamente señalaremos los datos más importantes de su catástrofe económica, dando por sentado que este proceso se condujo en los mismos términos en que se produjo la caída de todos los elementos del sistema financiero internacional. Entre 2003 y 2005 Citigroup más que triplicó su emisión de CDOs, llegando a los $20 mil millones de dólares a partir de $6.28 mil millones en el año base. Los ingresos que tuvo el banco por los honorarios correspondientes a la emisión de CDOs fueron de 500 millones de dólares en 2005. De la totalidad de CDOs emitidos, Citigroup retuvo en sus arcas una gran parte de ellos en lugar de venderlos. Tenía registrados en sus libros $20 mil millones de dólares en títulos ligados con hipotecas, la mayor parte de los cuales habían sido devaluados hasta quedar su valor entre 21 y 41 centavos por cada dólar de su valor nominal. Había invertido miles de millones de dólares en compras gigantes (buyouts) y préstamos corporativos y encaraba un potencial flujo de pérdidas en préstamos automotrices e hipotecarios y en tarjetas de crédito. Cientos de miles de millones en activos dudosos que Citigroup mantenía fuera de su balance empezaron a ser integrados a él creando un grave problema. El Banco había reintegrado más de $55 mil millones de dólares a su hoja de balance y probablemente $122 mil millones en activos relacionados con tarjetas de crédito tendrían que ser también incorporados a la misma. El stock de Citigroup se desplomó a su precio más bajo en una década cuando cerró, el viernes anterior al 22 de noviembre de 2008, a $3.77 la acción. A este precio la compañía tenía un valor de $20.5 mil millones, muy debajo de los $244 mil millones que valía dos años atrás. En noviembre de 2008 se agudizó el problema de liquidez que enfrentaba Citigroup, a tal punto que se encontró de súbito ante la inminencia de su quiebra

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Wikipedia, the free encyclopedia, Citigroup, page modified on 16 June 2011 at 23.32. www.wikipedia.org

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y en la imposibilidad absoluta de “levantar” capital en ninguno de los mercados tradicionales. Ante esta situación, el banco acudió al gobierno Federal en busca de auxilio. El 23 de noviembre el Tesoro, la Reserva Federal y la FDIC anunciaron el plan de rescate que habían acordado con Citigroup. En el comunicado que las tres instancias emitieron ese día explicaban que “el gobierno de los Estados Unidos está comprometido a dar su apoyo a la estabilidad de los mercados financieros, lo cual constituye un prerrequisito para restaurar un vigoroso crecimiento económico. En el cumplimiento de este cometido, este sábado el gobierno de los Estados Unidos formalizó un acuerdo con Citigroup por el cual le proporciona un paquete de garantías, acceso a la liquidez y capital. “Como parte del acuerdo, el Tesoro y la Corporación Federal de Seguro de Depósitos proporcionará protección contra la posibilidad de inusuales grandes pérdidas en un grupo de activos con valor aproximado de $306 mil millones de dólares que está integrado por préstamos y títulos respaldados con propiedades inmobiliarias residenciales y comerciales y otros activos del mismo tipo, los cuales permanecerán en la hoja de balance de Citigroup. Como honorarios por este arreglo, Citigroup emitirá acciones preferentes para el Tesoro y la FDIC. En adición, si fuera necesario, la Reserva Federal está lista para contrarrestar el riesgo residual en el grupo de activos a través de préstamos “non-recourse”. [Un préstamo “non-recourse” es aquel en el cual ni el prestatario ni otra persona alguna asumen el riesgo de las pérdidas, pues si no se cumple con el pago del mismo el prestamista no tiene otro recurso que la ejecución sobre los activos utilizados para asegurarlo (colateral).] “Adicionalmente, el Tesoro invertirá en Citigroup $20 mil millones provenientes del TARP a cambio de stock preferente con un dividendo para el Tesoro de 8%. Citigroup deberá cumplir con las restricciones impuestas a las compensaciones de los ejecutivos y el programa de la FDIC de modificación de las hipotecas. “Con estas transacciones, el gobierno de los Estados Unidos está realizando las acciones necesarias para fortalecer el sistema financiero y proteger a los contribuyentes y la economía de los Estados Unidos. “Continuaremos usando todos nuestros recursos para preservar la fortaleza de nuestras instituciones bancarias y promover el proceso de reparación y restauración y el manejo de los riesgos. Los siguientes principios guían nuestros esfuerzos: “–Trabajaremos para apoyar una saludable restauración de los flujos de crédito a los dueños de viviendas y a los empresarios. “–Ejerceremos un prudente manejo de los recursos de los contribuyentes. “–Circunscribiremos cuidadosamente la participación del gobierno en el sector financiero. “–Apoyaremos los esfuerzos de las instituciones financieras para atraer capital privado.”2 Board of Governors of the Federal Reserve System, Federal Deposit Insurance Corporation, U. S. Department of the Treasury, Joint Statement by Treasury, Federal Reserve, and the FDIC on Citigroup, Joint Press Release, Washington, D. C., U. S., November 23, 2008, www.federalreserve.gov

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La elección presidencial de noviembre de 2008

• 271


En el “Summary of Terms” anexo al comunicado de prensa se especifica que la garantía tiene un término de 10 años para los activos residenciales y de 5 para los no residenciales; también se establece que Citigroup absorberá todas las pérdidas en el portafolio hasta un máximo de $29 mil millones de dólares (en adición a las reservas existentes) y que todas las pérdidas que excedan esa cantidad serán divididas entre el gobierno de los Estados Unidos (90%) y Citigroup (10%); igualmente, se consigna que la cantidad de stock preferente que Citigroup emitirá como pago de la contraprestación por la garantía será de $7 mil millones de dólares; se estipula también que Citigroup retendrá el flujo de ingresos de los activos garantizados y que la ponderación del riesgo para los activos será del 20%. Se prohíbe a Citigroup pagar dividendos al stock de acciones comunes mayores que $0.01 dólares por acción por trimestre, durante tres años, sin el consentimiento del Tesoro, la FDIC y el Banco Federal de la Reserva. Citigroup tiene la obligación de someter a la aprobación del gobierno de los Estados Unidos un plan de compensaciones a sus ejecutivos, incluidos los bonos, que garantice el desempeño y rentabilidad en el largo plazo y que establezca limitaciones apropiadas para las mismas. El acuerdo del gobierno federal con Citigroup tenía como núcleo un gigantesco Credit Default Swap por $306 mil millones de dólares, precisamente un instrumento del mismo tipo de aquellos que la ingeniería financiera al uso había considerado como el último blindaje para impedir que un incumplimiento generalizado hiciese descender los precios de los títulos de tal manera que condujera a la ruina a sus poseedores y entorpeciera o definitivamente inhibiera la circulación de los mismos; ya sabemos que esa cobertura fue hecha añicos por la fuerza destructiva del movimiento económico. En el caso de Citigroup, la protección del gobierno federal a través del enorme CDS de $306 mil millones tampoco pudo evitar que el deterioro económico de la compañía siguiese adelante. El propósito explicito del gobierno federal de los Estados Unidos era mantener funcionando satisfactoriamente el mecanismo de emisión y circulación de CDOs como el principal instrumento del sistema financiero internacional.

Compras por la Reserva de obligaciones de las GSEs (Government Sponsored Enterprises) y MBSes garantizados por Fannie Mae, Freddie Mac y Ginnie Mae por un total de 600 mil millones de dólares Las cada vez más difíciles condiciones que prevalecían en el mercado hipotecario, centro neurálgico de la crisis financiera en marcha, provocaron un incremento muy grande de las tasas de interés, por lo que se encareció en gran medida el servicio de los créditos que las empresas hipotecarias apoyadas por el gobierno (GSEs) habían contratado y se hicieron prácticamente invendibles los MBSes por ellas suscritos. Estas circunstancias entorpecieron la realización plena de las funciones características de esas entidades financieras y detuvieron el flujo de dinero hacia la industria

272 •

La crisis financiera internacional


de la construcción de viviendas, lo que a su vez se tradujo en una reducción de la actividad económica en general. Fieles al dogma, y en lo que prácticamente se podría calificar como una acción destinada a “resucitar un muerto”, las autoridades financieras determinaron inyectar recursos al exangüe sistema financiero norteamericano. Para ello implementaron un programa de compra de deuda de las empresas hipotecarias apoyadas por el gobierno (Fannie Mae y Freddie Mac) y de los Bancos Federales de Préstamos para la Vivienda por un total de cien mil millones de dólares y otro de compra de MBSes emitidos por Fannie Mae, Freddie Mac y Ginnie Mae que implicaría un gasto de quinientos mil millones de dólares. En las propias palabras de la Fed: “…El diferencial de las tasas de la deuda de las GSEs y de las hipotecas por ellas garantizadas se ha ampliado sensiblemente en los últimos tiempos. Esta acción se toma con la finalidad de reducir los costos e incrementar la oferta de créditos para la compra de casas, lo cual a su vez podría apoyar el mercado inmobiliario y fomentar la mejora de las condiciones en los mercados financieros de una manera más general.”3 Desde luego que estas acciones del gobierno de Bush tuvieron el mismo destino que las que anteriormente hemos reseñado: alimentar la devoradora incandescencia de la crisis financiera internacional.

Línea de crédito de la Reserva por 200 mil millones de dólares para la compra de títulos garantizados con activos Siguiendo el camino de caída vertiginosa de los activos financieros, las nuevas emisiones de ABSes (Títulos garantizados con activos) declinaron precipitadamente en septiembre y se detuvieron totalmente en octubre de 2008. Estos títulos eran el vehículo para securitizar préstamos estudiantiles, automotrices, de tarjetas y préstamos garantizados por la Administración de los pequeños negocios (Small Business Administration, SBA) y por lo tanto una de las formas principales para que los recursos fluyeran hacia las familias y los negocios; al detenerse la emisión de ABSes se ponía un freno también al crecimiento económico, pues descendía la demanda de los consumidores y la oferta de los negocios. La magnitud de estas circunstancias se puede medir por la naturaleza y la envergadura de las acciones utilizadas por el gobierno federal para enfrentarlas. Continuando con la actividad heterodoxa, absolutamente contraria a los postulados del libre comercio y que excedía con mucho sus atribuciones normales, que la Fed había iniciado cuando implementó el plan de comprar papel comercial de corto plazo, diseña un programa aún más agresivo de apertura de una línea de crédito por $200 mil millones de dólares a los emisores de ABSes. La intención de la Fed es restaurar y vigorizar el mercado de estos títulos y de esta manera reanudar el flujo 3 Board of Governors of the Federal Reserve System, Federal Reserve Press Release, Washington, D. C., U. S., November 25, 2008, www.federalreserve.gov

La elección presidencial de noviembre de 2008

• 273


de recursos hacia las familias y los negocios, estimulando así el crecimiento de la actividad económica. La solución que la Fed propone es precisamente el modo en que se produjo y se agudizó la crisis financiera. El prejuicio que la anima, absolutamente inevitable debido a la inercia que tiene el movimiento económico, es que la capacidad de consumo no tiene ningún límite y que el embotamiento que sufre es tan sólo un pequeño tropiezo perfectamente superable. El comunicado de la Reserva Federal es el siguiente: “El Consejo de la Reserva Federal anunció el martes la creación de la Línea de Crédito para adquirir Títulos garantizados con Activos (TALF), la cual ayudará a los participantes en el mercado a llenar las necesidades de crédito de las familias y los pequeños negocios mediante el apoyo a la emisión de Títulos garantizados con Activos (ABSes) colateralizados con créditos estudiantiles, automotrices, de tarjetas de crédito y préstamos garantizados por la Administración de los Pequeños Negocios (SBA). “Bajo el TALF, el Banco de la Reserva de Nueva York (FRBNY) prestará hasta $200 billones a los tenedores de ABSes garantizados por préstamos a los consumidores y a los pequeños negocios recientemente originados. El Banco de la Reserva de Nueva York prestará una cantidad igual al valor de mercado del ABS menos un descuento y la deuda estará garantizada todo el tiempo por el ABS. El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos proveerá, dentro del Programa de Alivio de los Activos en Problemas (TARP) del Acta de Estabilización de la Emergencia Económica de 2008, $20 mil millones de protección al Banco de la Reserva Federal de Nueva York en relación con el TALF. El documento anexo de términos y condiciones describe los términos básicos y los detalles operacionales de la línea de crédito. Los términos y condiciones están sujetos a cambios con base en discusiones con los participantes del mercado en las próximas semanas. “Las nuevas emisiones de ABSes declinaron rápidamente en septiembre y se detuvieron en octubre. Al mismo tiempo, los diferenciales de las tasas de interés de las porciones de ABSes calificadas AAA se dispararon a niveles muy alejados del rango de la experiencia histórica, reflejando premios al riesgo inusualmente altos. Los mercados de ABSes históricamente han financiado una parte sustancial del crédito al consumo y de los préstamos a los pequeños negocios garantizados por la Administración de los Pequeños Negocios. La persistencia de trastornos en estos mercados podría limitar significativamente la disponibilidad de crédito para las familias y los pequeños negocios y por tanto contribuir a un posterior debilitamiento de la actividad económica en los Estados Unidos. El TALF está diseñado para incrementar la disponibilidad del crédito y apoyar la actividad económica mediante el facilitamiento de la reanudación de la emisión de ABSes integrados con débitos de los consumidores y de los pequeños negocios a una tasa de interés más normal.”4

Board of Governors of the Federal Reserve System, Washington, D. C., U. S., Press Release, November 25, 2008, www.federalreserve.gov

4

274 •

La crisis financiera internacional


Capítulo XVII

La crisis financiera y LA “ECONOMIA REAL”

En el régimen capitalista el capital global adquiere las formas de capital bancario, capital industrial y capital mercantil (véase en páginas anteriores, en el capítulo II, el apartado “La circulación del capital global y las crisis”.) El capital bancario y financiero por un lado y el capital industrial y comercial por el otro forman una unidad de contrarios. El capital industrial produce las mercancías y servicios y el capital comercial los realiza; por su parte, el capital bancario y financiero concentra el capital dinero y lo dirige hacia los sectores industrial y comercial para que ahí cumpla con sus funciones específicas. El corazón del régimen capitalista lo es el sector industrial; en él se realiza la producción de bienes y servicios que al mismo tiempo es producción de plusvalía; es el motor de todo el movimiento económico. La relación entre estos dos términos opuestos es, en primera instancia, la clásica mutua complementación que se produce a través de la recíproca generación y negación; el capital industrial somete a sus intereses al capital bancario y financiero y luego ambos discurren por un camino de tranquila implicación mutua, en el cual se anulan y producen simultáneamente, que los lleva a etapas superiores de su desarrollo. Más tarde, el hambre insaciable de ganancias, que es el móvil de todos los capitalistas, se decanta en el sector bancario y financiero y se magnifica hasta alcanzar niveles extremos; el capital bancario y financiero crece desmesuradamente y somete a los sectores industrial y comercial a sus necesidades de acumulación desenfrenada de capital-dinero; por último, con su explosivo incremento provoca la negación tajante de su otro, la ruina de la industria y del comercio. Este proceso lo hemos seguido paso a paso en la crisis financiera que ocupa nuestra atención. Hemos visto cómo las exigencias de un nuevo modelo de acumulación basado en el consumo masivo impulsaron la constitución de una moderna estructura industrial, comercial y financiera y una distinta división internacional del trabajo, y de qué manera esos elementos avanzaron a través de una dialéctica específica por la cual, tras un ascenso sostenido de todos ellos, las ramas y sectores industriales connotadas que habían recibido el grueso del estímulo se expandían en demasía en relación con la demanda efectiva de sus productos y el sistema financiero que los

La crisis financiera y la “economia real”

• 275


había nutrido desbordaba en exceso los límites del crecimiento industrial y comercial posible en la condiciones dadas; tras la crisis inevitable, las partes estructurales del edificio económico reanudaban su mutua implicación desde un punto de partida más alto; después de una sucesión de varias fases de este tipo, el movimiento económico se resuelve en el total descoyuntamiento de sus sectores, el unilateral y desbocado crecimiento del aparato financiero, basado ya exclusivamente en la especulación desenfrenada, y el detenimiento y luego la reversión del desarrollo del sector industrial y comercial, que es llevado a la ruina. En parágrafos anteriores hemos hecho un recuento minucioso de la evolución del sistema financiero a lo largo de este proceso que culmina con la crisis de 2007-2013. En seguida aportaremos algunos datos referentes al comportamiento de la que inapropiadamente los teóricos del neoliberalismo llaman “economía real”. El punto fundamental a destacar es su crecimiento constante, a través de las crisis parciales que ya hemos estudiado, hasta el punto en que sobreviene su caída a plomo, es decir el paso desde la acumulación sostenida hacia la súbita y voluminosa desacumulación. El sector financiero de la sociedad de consumo se desenvuelve en dos fases perfectamente diferenciadas. En la primera de ellas se establece el mecanismo que consiste en la emisión masiva de acciones, bonos y otros instrumentos de captación de capital por empresas, gobiernos, entidades gubernamentales, etcétera, con la finalidad de obtener recursos para impulsar su crecimiento, y su adquisición de manera principal por entidades especiales, como los diversos fondos, entre los que destacan los “hedge funds”, las que concentran cantidades enormes de capital líquido que invierten en la compra y venta de títulos con los que integran portafolios que les proporcionan jugosas ganancias por medio del “arbitraje”. Esta interacción entre el nuevo sistema financiero por una parte y el sector industrial estadounidense y las economías nacionales por la otra llega a su punto culminante con el desbordamiento de aquel a causa de la especulación desmedida, la sobreproducción de los países exportadores y de las empresas “punto com” y la monstruosa centralización de capital de la que es ejemplo típico el caso de la empresa Enron y que llevan, respectivamente, a la crisis de Long Term Capital Management, cuyo salvamento por el gobierno norteamericano pone fin a la incontrolable especulación que amenazaba la existencia de todo el sistema capitalista internacional, y a las crisis de los países asiáticos, de las empresas “punto com” y de Enron y WorldCom. La segunda fase, que en realidad se traslapa con la primera, es aquella en la que la securitización de los débitos, principalmente de los créditos al consumo, se convierte en el medio principal para financiar al sector industrial. En la primera etapa, que abarca desde aproximadamente el año de 1980 hasta el año 2000, se da por tanto un proceso de crecimiento sin precedentes de la actividad emisora de acciones, bonos, etcétera, como lo apreciaremos en los cuadros y gráficas que enseguida se insertan.

276 •

La crisis financiera internacional


Cuadro 1 Índice NASDAQ. Al cierre. 1980-2006. Cambio Anual (%)

Volumen

Cambio Anual (%)

Fecha

Al cierre

12/31/1980

202.3400

12/31/1981

195.8400

-3.2

781,916

16.1

12/31/1982

232.4100

18.6

840,227

7.4

12/30/1983

278.6000

19.8

1,585,574

88.7

12/31/1984

247.3500

-11.2

1,508,717

-4.8

12/31/1985

324.3899

31.1

2,053,747

36.1

12/31/1986

348.8100

7.5

2,862,111

33.3

12/31/1987

330.4699

-5.2

3,772,767

31.8

12/30/1988

381.3799

15.4

3,099,248

-17.8

12/29/1989

454.8200

19.2

3,344,675

7.9

12/31/1990

373.8400

-17.8

3,328,572

-0.4

12/31/1991

586.3400

56.8

4,121,348

23.8

12/31/1992

676.9498

15.4

4,841,967

17.4

12/31/1993

776.8000

14.7

6,659,280

37.5

12/30/1994

751.9600

-3.1

7,435,190

11.6

12/29/1995

1,052.1299

39.9

10,116,136

36.0

12/31/1996

1,291.0300

22.7

13,816,861

36.5

12/31/1997

1,570.3500

21.6

16,378,273

18.5

12/31/1998

2,192.6799

39.6

19,824,402

21.0

12/31/1999

4,069.3101

85.5

26,588,650

34.1

12/29/2000

2,470.5200

-39.2

43,712,305

64.4

12/31/2001

1,950.4000

-21

46,506,950

6.3

12/31/2002

1,335.5100

-31.5

43,211,214

-7.0

12/31/2003

2,003.3700

50.0

41,593,628

-3.7

12/31/2004

2,175.4399

8.5

44,590,897

7.2

12/30/2005

2,205.3201

1.3

43,642,262

-2.1

08/18/2006

2,163.9500

-1.8

26,601,917

-39

673,252

La crisis financiera y la “economia real”

• 277


Gráfica 1a Índice NASDAQ 1980-2006. Al cierre. 4,500 4,000 3,500 3,000

Índice NASDAQ 1980-2000. Al cierre

2,500 2,000 1,500 1,000 500 0

0

98

1 1/

/3

12

/3

12

2

4

98

98

1 1/

1 1/

/3

12

/3

12

6

98

1 1/

/3

12

8

98

1 0/

/3

12

0

99

1 1/

/3

12

2

99

1 1/

/3

12

4

99

1 0/

/3

12

6

99

1 1/

8

99

1 1/

/3

12

/2

12

0

00

2 9/

/3

12

2

00

2 1/

/3

12

4

00

2 1/

6

00

2 8/

/1

08

Gráfica 1b Índice NASDAQ 1980-2006. Volumen. 50,000,000 45,000,000 40,000,000 35,000,000 30,000,000 25,000,000 20,000,000

Volumen

15,000,000 10,000,000 5,000,000 0

0

98

/3

1 1/

12

/3

12

2

98

1 1/

/3

12

4

98

1 1/

/3

12

6

98

1 1/

/3

12

8

98

1 0/

/3

12

0

99

1 1/

/3

12

2

99

1 1/

/3

12

4

99

1 0/

/3

12

6

99

1 1/

/3

12

8

99

1 1/

/2

12

0

00

2 9/

/3

12

2

00

2 1/

/3

12

4

00

2 1/

6

00

2 8/

/1

08

Fuente de la tabla y las gráficas: Finfacts, NASDAQ INDEX PERFORMANCE 1938-2006, Historical Stocks/Shares Performance Returns, Ireland’s Bussines and Finance Portal, Ireland’s Top Business Website, finfacts.com

278 •

La crisis financiera internacional


El NASDAQ es el más grande mercado electrónico de títulos de los Estados Unidos. Con aproximadamente 3,200 compañías participantes, incluye más empresas y en promedio comercia más títulos por día que cualquier otro mercado de los Estados Unidos. A él concurren compañías que son líderes en todas las áreas de negocios, incluyendo la tecnología, el comercio al por menor, las comunicaciones, los servicios financieros, la transportación, los medios y la biotecnología. NASDAQ es el mercado primario para el comercio de los stocks en él enlistados. NASDAQ (originalmente un acrónimo de National Association of Securities Dealer Automated Quotations) fue fundado en 1971 por la Asociación Nacional de Comerciantes en Títulos (National Association of Securities Dealers, NASD). En la actualidad este mercado es poseído y operado por The Nasdaq Stock Market, Inc. (NASDAQ: NDAQ). Los índices que el NASDAQ formula son índices ponderados de la capitalización de mercado de las empresas. Esta se define como el valor en el mercado de todas las acciones de la compañía en circulación, el cual se calcula multiplicando la cantidad de acciones en el mercado por el precio de una acción. Este indicador se utiliza por la comunidad de inversionistas para determinar el tamaño de las empresas, por oposición a los datos de las ventas o del total de activos. Por lo tanto, los índices como el Nasdaq composite y el Nasdaq 100, que son los principales que Nasdaq emite, reflejan no sólo los precios de las acciones de las empresas, sino también el nivel de capitalización de las mismas; a través de ellos nos podemos dar cuenta de la cantidad de recursos que por medio del mercado accionario se dirigen hacia la actividad comercial e industrial. En la tabla y gráfica insertadas se observa cómo el índice Nasdaq Composite empieza, a partir de 1980, a crecer sostenidamente; entre ese año y 1994 se incrementa un 271.6%, a una tasa anual de 9.83% anual. Desde 1995 ese aumento se torna explosivo: en sólo cinco años, entre 1995 y 1999, el índice crece un 441.1%, esto es, a una tasa promedio anual de 40.23%. El capital-dinero fluye a chorro hacia el sector industrial. En el año 2000 se inicia una drástica caída del Índice que lo lleva desde los 4,069.31 puntos que había alcanzado en 1999 hasta los 1,335.51 puntos con que cierra el último día del 2002, lo cual representa un descenso del 67.1% en sólo 3 años. Esta sustancial reducción se explica por las siguientes razones fundamentales: 1) la imponente bursatilización de los años previos desembocó necesariamente en el crecimiento descontrolado del sistema financiero; a través de los hedge funds y otras instituciones del mismo tipo, la función normal de emitir y comerciar con títulos de las diversas empresas se transformó en una especulación desenfrenada que se realizaba a través del arbitraje; el caso típico y más representativo de esta situación fue el de la entidad financiera Long Term Capital Management, cuya actividad, que puso al sistema financiero internacional al borde del colapso, se basaba íntegramente en la más descarada especulación; la crisis de LTCM constituía una amenaza para la estabilidad de las finanzas

La crisis financiera y la “economia real”

• 279


mundiales, por lo que el gobierno de Estados Unidos se vio obligado a intervenir para rescatar a esa empresa y de esta manera proporcionar sosiego a los mercados globales; después de la crisis de LTCM la especulación basada en el arbitraje cedió y, en consecuencia, también se redujo la actividad bursátil que era su fundamento; 2) el gran desarrollo del financiamiento bursátil resultó, por otro lado, en el crecimiento exorbitante de las economías de los países exportadores debido a la gran masa de recursos líquidos que el sistema financiero internacional dirigió hacía esas regiones mediante la emisión y el comercio de títulos; el aumento sin medida de la producción de mercancías de exportación ocasionó necesariamente una sobresaturación del mercado correspondiente y, por necesidad, una caída de los precios internacionales, una reducción de los ingresos de los países exportadores, un grave desbalance en sus finanzas internacionales, un descenso general de la tasa de ganancia y, como consecuencia de todo esto, un retiro intempestivo del capital foráneo que apalancaba el inmenso mercado de títulos que en ellos se había establecido; la actividad bursátil se redujo drásticamente en esos países después de la llamada “crisis de los países asiáticos”, la cual tuvo su apogeo en el año de 1998; 3) el motor de todo el movimiento económico en esta fase de la sociedad de consumo es el sector industrial; el extraordinario desenvolvimiento del comercio de títulos tiene originariamente como propósito único, en esta etapa, el dar impulso al desarrollo de la industria y el comercio que se caracteriza por una portentosa revolución tecnológica cuyo centro de gravitación es precisamente ese sector económico; el capital, que a través del mercado de títulos es conducido hacia la “economía real”, provoca al final una ampliación de la producción que excede en gran medida la demanda realmente existente y una centralización del capital tan voluminosa que las economías de escala se truecan implacablemente en costos geométricamente crecientes que reducen la tasa de ganancia de las empresas; entre los años 1998 y 2000 se presentan la crisis de las grandes empresas industriales como Enron y WorldCom y la crisis de las empresas “dotcom”, las cuales son el resultado de la sobreproducción y la sobreacumulación de capital con su secuela de centralización desmesurada, que a su vez han sido inducidas por el financiamiento desmedido a través del mercado bursátil; después de estas dos crisis, el comercio de títulos desciende decisivamente. Del año 2000 en adelante, la actividad bursátil pierde su carácter protagónico de agente impulsor del crecimiento industrial y su lugar es tomado por la “securitización” de los créditos al consumo. Como se observa en la gráfica “Valor actual de los “pools” de créditos securitizados”, que más adelante se incluye, la tendencia al alza del valor de los “pools” cobra un vuelo más alto en el año 2000, que es precisamente aquel en el que se produce la caída vertical del índice Nasdaq.

280 •

La crisis financiera internacional


Cuadro 2 Índice Dow Jones Industrial, 1980-2009.

Año

Índice

1980

Cambio Anual (%)

963.99

Año

Índice

Cambio Anual (%)

1995

5,117.12

33.4

1981

875

-9.2

1996

6,448.27

26.0

1982

1,046.54

19.6

1997

7,908.25

22.6

1983

1,258.64

20.2

1998

9,181.43

16.0

1984

1,211.57

9.6

1999

11,497.12

25.2

1985

1,546.67

27.6

2000

10,786.85

-6.1

1986

1,895.95

22.5

2001

10,021.49

-7.0

1987

1,938.83

2.2

2002

8,341.63

-16.7

1988

2,168.57

11.8

2003

10,453.92

25.3

1989

2,753.2

26.9

2004

10,783.01

3.1

1990

2,633.66

-4.3

2005

10,717.5

-0.6

1991

3,168.83

20.3

2006

12,463.15

16.28

1992

3,301.11

4.1

2007

13,264.82

6.4

1993

3,754.09

13.7

2008

8,776.39

-33.8

1994

3,834.44

2.1

2009

10,428.05

18.8

Gráfica 2 Índice Dow Jones industrial, 1980-2009 14,000 12,000 10,000 8,000 Índice

6,000 4,000 2,000 0 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 Fuente: Wren Investment Advisers, U. S. Dow Jones Industrial Average, 1896-2010, Historical Financial Market data, www.wrenresearch.com.au

La crisis financiera y la “economia real”

• 281


En los datos que se consignan en el cuadro y gráfica anteriores, que corresponden a la evolución del Índice Dow Jones Industrial durante el período 1980-2009, se observan las mismas tendencias que analizamos en los números y la representación gráfica del Índice Nasdaq Composite.

El “boom” del crédito al consumo La base indiscutible de la nueva estructura económica es, como ya lo señalamos reiteradamente, el incremento del consumo hasta convertirse en consumo masivo que se sustenta en un gran volumen de crédito al consumo. En las estadísticas de la Reserva Federal de los Estados Unidos se hace una distinción entre créditos hipotecarios y créditos al consumo; en estos últimos se comprenden la mayoría de los créditos a corto y mediano plazo concedidos a individuos, tales como los préstamos automotrices, créditos para la educación, la adquisición de casas móviles, tráileres, etcétera, el pago de vacaciones y los créditos en tarjeta; se excluyen los créditos garantizados por la propiedad inmueble. La suma de ambos rubros nos da el total del crédito al consumo concedido a las familias norteamericanas. El valor promedio en el año de los créditos al consumo en sentido amplio y los créditos hipotecarios y al consumo en su acepción restringida poseídos por los bancos comerciales, las compañías financieras, las uniones de crédito y las instituciones de ahorro se comportó como sigue entre los años 1990-2011: Cuadro 3 Total en circulación al final de cada año del crédito al consumo de las familias en general, del crédito hipotecario y del crédito al consumo en su significación acotada por la Fed. Miles de millones de dólares. Estados Unidos de América. 1990-2011

282 •

Crédito al consumo (en la definición de la Reserva Federal)

Año

Total del crédito al consumo de las familias

Cambio Anual (%)

Crédito Hipotecario

Cambio Anual (%)

1990

3,575.6

7.0

2,488.8

8.9

824.4

1.9

1991

3,760.0

5.1

2,667.0

7.1

815.6

-1.1

1992

3,961.9

5.3

2,840.0

6.4

824.8

1.1

1993

4,204.8

6.1

2,998.7

5.5

886.2

7.4

1994

4,532.5

7.7

3,165.3

5.5

1,021.2

15.2

1995

4,850.9

7.0

3,318.9

4.8

1,168.2

14.4

1996

5,186.1

6.9

3,523.8

6.1

1,273.9

9.0

1997

5,491.2

5.8

3,739.3

6.1

1,344.2

5.5

1998

5,916.4

7.7

4,040.6

8.0

1,441.3

7.2

La crisis financiera internacional

Cambio Anual (%)


1999

6,403.6

8.2

4,416.3

9.2

1,553.6

7.8

2000

6,992.7

9.1

4,798.4

8.6

1,741.3

11.4

2001

7,651.8

9.4

5,305.5

10.5

1,891.8

8.6

2002

8,462.2

10.5

6,010.0

13.2

1,997.0

5.6

2003

9,503.8

12.3

6,894.6

14.7

2,102.9

5.3

2004

10,568.4

11.2

7,838.5

13.6

2,220.1

5.6

2005

11,743.4

11.1

8,880.8

13.2

2,320.6

4.5

2006

12,915.4

9.9

9,868.5

11.1

2,416.0

4.1

2007

13,782.4

6.7

10,545.7

6.8

2,555.3

5.8

2008

13,801.1

0.1

10,496.5

-0.4

2,594.1

1.5

2009

13,570.2

-1.6

10,351.2

-1.3

2,478.9

-4.4

2010

13,328.6

-1.7

10,050.9

-2.7

2,434.7

-1.8

2011

13,222.9

-0.7

9,840.5

-2.0

2,521.0

3.5

Fuente: Federal Reserve D.3 Credit Market Debt Oustanding by Sector, Total Credit Households, Home Mortgage Households and Consumer Credit Households, Domestic nonfinancial sectors, Billions of dollars, Data shown are on an end-of-period-basis, Debt growth,borrowing and debt outstanding tables, Z1, Realease, Z1 Flow of Funds Accounts of the United States, Release Date: March 8, 2012.

El total del crédito al consumo de las familias en posesión del sistema financiero estadounidense creció a una tasa promedio del 6.8% a lo largo del período comprendido entre los años de 1990 y 2010; el incremento absoluto en este lapso de tiempo fue de $9,805.1 miles de millones de dólares y el relativo de 273.8%. El crédito hipotecario concedido a las familias norteamericanas y que estaba en circulación en los años comprendidos entre 1990 y 2010 se acrecentó a una tasa anual promedio de 7.23%; su aumento absoluto entre estos años extremos fue de $7,566.6 miles de millones de dólares y su expansión relativa del 304%. El promedio anual del crédito al consumo (en el sentido restringido que le da la Reserva Federal) en el sistema financiero de los Estados Unidos creció, en el período 1990-2010, a una tasa del 5.5%, incrementándose en términos absolutos en $1,610.3 miles de millones de dólares, al pasar de un total de $824.4 miles de millones en 1990 a $2,434.7 miles de millones en 2010, esto es, un aumento del 195.3%. Si dividimos en dos partes el período 1990-2007, una que comprenda los años 1990-2001, y otra 2001-2007, encontramos que en la primera de ellas el crédito al consumo en general creció a una tasa promedio anual del 7.1%, el crédito hipotecario al 7.1% y el crédito al consumo en la acepción restringida de la Fed al 7.8%; en la segunda, las tasas de crecimiento fueron respectivamente 10.3%, 12.1% y 5.1%. La tasa de crecimiento del crédito hipotecario se dispara del 7.1% al 12.1%, es decir, un 70%, a partir del 2002, año en el que empieza a desarrollarse el proceso de securitización indiscriminada de los créditos hipotecarios en respuesta a las exigencias del capital financiero de especulación. Por otro lado, el resto de los créditos al consumo

La crisis financiera y la “economia real”

• 283


se reducen, también a partir del año 2002, del 7.8% de crecimiento anual al 5.1%, esto es, en un 34.6%, lo que refleja que el desproporcionado aumento de los créditos hipotecarios había generado necesariamente una reducción de los recursos crediticios para otros renglones del crédito al consumo, condenando a las ramas productivas correspondientes a un crecimiento mucho más lento que la rama líder de la economía, la industria de la vivienda. En la gráfica 3 se observa con claridad la evolución del promedio anual del total del crédito al consumo otorgado a las familias, del crédito hipotecario y del crédito al consumo en la acepción restringida que la da la Fed poseídos por las instituciones financieras en los años que estamos considerando: a partir de 1991 y 1993 las curvas se elevan sostenidamente, pero es hasta los años 2001-2002 cuando adquieren una inclinación cercana a los 45 grados, tendencia que se termina abruptamente a principios de 2008, año en que inicia un marcado descenso. El crédito al consumo y por ende el consumo mismo, como se ve, se encumbran hasta niveles altísimos en la fase superior de existencia de la sociedad del consumo y su aumento sólo se detiene cuando ya la economía se precipita hacia las simas de la crisis. El consumo masivo, que en los años inmediatos anteriores a la crisis se sustentaba en una gran medida en créditos concedidos de “mala fe” por la banca norteamericana (es decir, otorgados a una multitud de clientes que no tenían la más mínima posibilidad de pagarlos), hizo crecer de una manera exorbitante la producción en general de bienes de consumo y principalmente de casas habitación. La oferta de este tipo de mercancías sobrepasó en una gran proporción la demanda solvente de las mismas, dando vida así al motor interno de la crisis. La crisis financiera internacional tuvo como su núcleo, a la manera clásica, una gigantesca disyunción entre una oferta rampante especulativamente estimulada Gráfica 3 Total de crédito al consumo de las familias. Crédito hipotecario. Crédito al consumo en el concepto de la Fed. Miles de millones de dólares. Estados Unidos. 1990-2011 16,000 14,000 12,000 Total del crédito al consumo de las familias

10,000 8,000

Crédito hipotecario

6,000

Crédito al consumo en el concepto de la Fed

4,000 2,000 0 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010

284 •

La crisis financiera internacional


por una demanda ficta y una demanda solvente de muy lento crecimiento o francamente estacionaria.

La “securitización” de los créditos al consumo La securitización de los créditos al consumo fue el mecanismo mediante el cual el sistema financiero norteamericano cumplió su función de impulsar hasta su límite el desarrollo industrial y comercial del capitalismo de consumo; igualmente, fue el medio por el cual finalmente se engendró a sí mismo como una monstruosa acumulación de capital-dinero cuya única función era incrementarse incesantemente, la cual provocó la paralización y la posterior reversión del crecimiento industrial y comercial. En los datos y gráfica que a continuación se exponen se revelan nítidamente los aspectos de la economía norteamericana que hemos señalado: Cuadro 4 Valor anual y cambio porcentual de los “pools” de activos securitizados en circulación al 31 de diciembre de cada año (Pools de hipotecas emitidos por Agencias Gubernamentales y Empresas apoyadas por el gobierno y títulos garantizados por activos). En millones de dólares. 1990-2010. Estados Unidos de América.

Año

Total

1990

1,289,047

Cambio Anual (%)

Cambio Anual (%)

Año

Total

2001

4,590,354

14.85 12.09

1991

1,479,439

14.76

2002

5,145,685

1992

1,657,585

12.04

2003

5,566,167

8.17

1993

1,824,800

10.08

2004

6,046,244

8.62

1994

2,010,696

10.18

2005

6,940,155

14.78

1995

2,237,091

11.25

2006

8,040,546

15.85 12.03

1996

2,492,715

11.42

2007

9,008,181

1997

2,744,638

10.10

2008

9,096,023

0.97

1998

3,195,397

16.42

2009

8,726,149

-4.06

2010

3,622,308

-58.48

1999

3,623,799

13.40

2000

3,996,760

10.29

Fuente: United States Census Bureau. Agency- and GSE-backed mortgage pools, Asset-backed securities issuers, Table 1167. Flow Funds Accounts-Credit Market Debt Oustanding, In millions of dollars. As of December 31. Excludes corporate equities and mutual fund shares. Represents credit market debt owed by sectors shown. Browse Sections. Banking, Finance, and Insurance: Financial Assets and Liabilities. The 2012 Statistical Abstract. The National Data Book. www.census.gov. Source: Board of Governors of the Federal Reserve System, “Federal Reserve Statistical Release, Z.1, Flow of Funds Accounts of the United States”; March 2011, \<http://www.federalreserve.gov/releases/z1/20100311\>

La crisis financiera y la “economia real”

• 285


En el período 1990-2007 el valor anual de los activos securitizados en el sistema financiero de los Estados Unidos (la suma del valor de los “pools” de hipotecas emitidos por Agencias Gubernamentales y Empresas apoyadas por el gobierno (Fannie Mae Freddie Mac, etcétera) y de los títulos garantizados con activos, ABSes (Asset Backed Securities)) al 31 de diciembre de cada año, creció a una tasa promedio del 12.11%, y en términos absolutos se incrementó en $7,719,134 millones de dólares, al pasar de un valor anual de $1,289,047 millones de dólares en 1990 a uno de $9,008,181 millones en 2007, lo que representa un aumento del 598.82%. En el período 2004-2007 el valor anual de los activos securitizados se incrementó en $2,961,937 millones de dólares, al pasar de $6,046,244 en 2004 a $9,008,181 en 2007, lo que significa que el aumento porcentual fue de 48.98 y la tasa anual del 14.21%; en el lapso comprendido entre 2001 y 2004 el crecimiento en términos absolutos fue de $1,455,890 millones de dólares y porcentualmente del 31.71 a una tasa anual del 9.6%. En la fase más alta del proceso de acumulación con base en la securitización el incremento en el valor de los activos securitizados fue 103.44 porciento mayor que en el período anterior 2004-2007. La securitización de créditos al consumo alcanza su punto superior en los años 2007 y 2008 y precisamente en 2007 se inicia la caída vertical del crecimiento industrial; la securitización se desvincula totalmente del crecimiento industrial y se convierte en un fuerte freno del mismo; ahora la concesión de créditos al consumo y su incorporación en masa a títulos comercializables es una actividad de los bancos y las entidades financieras absolutamente especulativa, motivada por la enfermiza e insaciable hambre de ganancias del capital financiero. Esta enorme masa de créditos securitizados estaba integrada casi en su totalidad por deudas que no tenían posibilidad alguna de ser cubiertas (hipotecas “subprime” y otros tipos de créditos al consumo otorgados a personas absolutamente insolventes), las cuales se acumulaban en el sistema financiero minando las bases de su funcionamiento normal y llevándolo inexorablemente, al generalizarse el incumplimiento de los pagos, a la ruina catastrófica. La curva de la gráfica 4 tiene la misma tendencia que la de la anterior, lo cual se explica suficientemente por el hecho de que precisamente los créditos al consumo se utilizaban en una gran parte para ser securitizados en la forma de “pools” de activos.

La “securitización” de los créditos hipotecarios Al mismo tiempo que la securitización de los créditos al consumo se convertía en el poderoso instrumento para allegar recursos a la industria y el comercio de la sociedad de consumo, los créditos hipotecarios se constituían como la materia prima de aquella actividad financiera. La securitización se hizo originalmente con el propósito de incrementar los fondos para el desarrollo de la economía de la sociedad de consumo como un todo;

286 •

La crisis financiera internacional


Gráfica 4 Valor anual de los “pools” de activos securitizados. En millones de dólares. 1990-2010. Estados Unidos de América. 10,000,000 9,000,000 8,000,000 7,000,000 6,000,000 5,000,000 4,000,000 3,000,000 2,000,000 1,000,000 2011

2010

2009

2008

2007

2006

2005

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

0

en la evolución de ésta, aquella actividad se hipertrofia, espoleada por una especulación sin freno, y con ella se desbocan también la emisión de créditos hipotecarios y la construcción y la venta de casas habitación. Se presenta entonces una gran expansión en la industria de la construcción de viviendas que somete la capacidad de demanda de la sociedad a una sobretensión, la obliga a extender inmoderadamente sus límites y, por último, la lleva a romperlos inexorablemente; la producción se desborda tumultuosamente fuera de las fronteras que le marca el tiempo de trabajo socialmente necesario para esa rama de la producción. Es aquí en donde comienza la llamada “crisis de las hipotecas”, que es el antecedente inmediato y necesario de la crisis financiera internacional y marca también el punto de inflexión en la tendencia ascendente del crecimiento económico, el cual inicia su fase descendente. Los “pools” de hipotecas garantizadas por las Agencias Gubernamentales y por las empresas apoyadas gubernamentalmente (Fannie Mae, Freddie Mac, etcétera) constituyeron el elemento central del proceso de securitización que condujo a la crisis del sistema financiero norteamericano; el valor al 31 de diciembre de cada año de estos instrumentos financieros en circulación –objeto de una adoración casi religiosa de parte de Greenspan y Bernanke– pasó de $1,570.73 miles de millones de dólares en 1995 a $4,464.41 miles de millones en 2007; su incremento absoluto fue de $2,893.68 miles de millones, el relativo de 184.22% y 9.09% la tasa anual de su incremento. Entre los años 2004 y 2007 el valor de los “pools” de hipotecas emitidos por las Agencias gubernamentales y las empresas crediticias apoyadas gubernamentalmente aumentó en términos absolutos $1,080.4 miles de millones de dólares y porcentualmente 31.92 a una tasa anual de 9.6%. En el período 2001-2004 las cifras fueron, respectivamente, $552.23 miles de millones, 19.5 y 6.1%. En la etapa com-

La crisis financiera y la “economia real”

• 287


prendida entre 2004 y 2007, que es aquella en que la emisión de “pools” de hipotecas se sale de madre, el incremento del valor de las hipotecas securitizadas es 95.64% mayor que en la etapa anterior. Cuadro 5 Valor al 31 de diciembre de cada año y cambio porcentual de los “pools” en circulación de hipotecas garantizadas por las Agencias Gubernamentales y por las empresas apoyadas gubernamentalmente (Fannie Mae, Freddie Mac, etcétera). Miles de millones de dólares. 1995-2010. Estados Unidos de América.

Año

Valor anual

% de incremento anual

Año

Valor anual

% de incremento anual

1995

1,570.73

6.67

2003

3,343.25

5.84

1996

1,711.70

8.97

2004

3,384.01

1.21

1997

1,826.29

6.69

2005

3,548.48

4.86

1998

2,018.96

10.54

2006

3,841.11

8.24

1999

2,293.53

13.59

2007

4,464.41

16.22

2000

2,493.24

8.7

2008

4,961.42

11.13

2001

2,831.78

13.57

2009

5,376.39

2002

3,158.60

11.54

2010

1,166.30

8.36 -78.3

Gráfica 5 Valor al 31 de diciembre de cada año y cambio porcentual de los “pools” en circulación de hipotecas garantizadas por las Agencias Gubernamentales y por las empresas apoyadas gubernamentalmente (Fannie Mae, Freddie Mac, etcétera). Miles de millones de dólares. 1995-2010. Estados Unidos de América. 6,000 5,000 4,000 3,000 2,000 1,000 2010

2009

2008

2006 2007

2005

2004

2002 2003

2001

1999 2000

1998

1996 1997

1995

0

Fuente: United States Census Bureau. Agency- and GSE-backed mortgage pools, Table 1167. Flow Funds Accounts-Credit Market Debt Outstanding, In millions of dollars. As of December 31. Browse Sections. Banking, Finance, and Insurance: Financial Assets and Liabilities. The 2012 Statistical Abstract. The National Data Book. www.census.gov.

288 •

La crisis financiera internacional


En los años 2008 y 2009 la economía norteamericana va en franca picada, el sistema financiero se encuentra atascado en el pantano de la quiebra y la actividad industrial y el crecimiento económico han descendido hasta las profundas simas de la desacumulación; sin embargo, la securitización de créditos hipotecarios continúa, en estos años, rampante, acrecentándose a un ritmo vertiginoso. En este período el incremento del valor de los “pools” es de $911.98 miles de millones de dólares, una cantidad que es 84.4 porciento mayor que el aumento registrado en los cuatro años anteriores. La aparente paradoja de una masa de créditos hipotecarios securitizados en constante expansión y un sistema financiero en ruina total se explica puntualmente por lo siguiente: de acuerdo con el dogma económico que presidía la actividad de los actores económicos en el régimen del capitalismo de consumo, la securitización de los créditos al consumo, principalmente los hipotecarios, era la clave, descubierta por la astucia neoliberal, para solucionar el enigma de la historia: obtener un crecimiento económico sostenido, sin solución de continuidad, eterno, por decirlo así, que proporcionase a la población suficientes empleos y una prosperidad en ascenso ininterrumpido; al momento en que la crisis se presenta, una de las preocupaciones mayores de los dirigentes económicos y políticos es salvaguardar y mantener funcionando el artilugio y el instrumento de su invención, por lo que las acciones de rescate tienen un doble propósito: (1) mantener en pie el sistema financiero y (2) facilitarle las cosas para que continúe emitiendo títulos respaldados con hipotecas, lo que precisamente había sido la causa principal de la crisis; es por eso que cada acción pública para enfrentar la crisis financiera es contestada por la sustancia económica desbridada con una sacudida cada vez más violenta. Absolutamente fuera de la perspectiva neoliberal queda la causa última de la crisis: una desvinculación mayúscula entre oferta y demanda efectiva, originada y alimentada precisamente por una monstruosa emisión de títulos respaldados con hipotecas. Los datos y las gráficas que más adelante se insertan (cuadro 6 y gráficas 6a y 6b), ilustran elocuentemente, con las cifras y las representaciones referentes a la construcción y venta de viviendas, la naturaleza del motor interno de la crisis financiera internacional. Se trata de la clásica contradicción entre producción y demanda característica del régimen de producción capitalista, llevada al tope por la acción del capital bancario y financiero, pero con connotaciones especiales que es necesario resaltar. En primer lugar, el “boom” y la crisis de la industria de la construcción de viviendas en Estados Unidos es la última fase del período de establecimiento y consolidación de la sociedad de consumo a nivel internacional; a lo largo del mismo, el moderno régimen capitalista avanzó a través de las crisis específicas que ya hemos estudiado, las cuales marcaron en cada caso un momento determinado de su desarrollo: el establecimiento de la nueva división internacional del trabajo, la transformación de la estructura industrial (revolución tecnológica) y comercial y la constitución de un moderno sistema financiero. En la parte superior de esta evolución encontramos una organización económica mundial que tiene su centro neurálgico en los Estados Unidos, en cuyo sistema financiero se concentran los recursos excedentes de su propia economía y de la economía mundial, los cuales se dirigen

La crisis financiera y la “economia real”

• 289


La crisis de las hipotecas Cuadro 6 Total anual de viviendas privadas nuevas iniciadas, Terminadas y con destino a la venta y vendidas. Millares. Estados Unidos de América. 1990-2011.

Viviendas privadas nuevas iniciadas

Viviendas privadas nuevas terminadas con destino a la venta Cambio anual (%)

Viviendas privadas nuevas vendidas Cambio anual (%)

Año

Total

Cambio anual (%)

1990

1,192

-13.3

529

1991

1,014

-14.9

490

-7.3

509

-4.6

1992

1,200

18.3

618

26.12

610

19.8

Total

Total 534

-17.6

1993

1,288

7.3

716

15.8

666

9.1

1994

1,457

13.1

763

6.5

670

0.06

1995

1,354

-7.0

712

-6.6

667

-0.04

1996

1,477

9.0

774

8.7

757

13.4

1997

1,474

-0.02

784

1.2

804

6.2

1998

1,617

9.7

882

12.5

886

10.1

1999

1,641

1.4

912

3.4

880

-0.06

2000

1,569

-4.3

871

-4.4

877

-0.3

2001

1,603

2.1

919

5.5

908

3.5

2002

1,705

6.3

999

8.7

973

7.1

2003

1,848

8.3

1,120

12.1

1,086

11.6

2004

1,956

5.8

1,240

9.7

1,203

10.7

2005

2,068

5.7

1,358

9.5

1,283

6.6

2006

1,801

-12.9

1,121

-17.4

1,051

-18.0

2007

1,355

-24.7

760

-32.2

776

-26.1

2008

905

-33.2

408

-46.31

485

-37.5

2009

554

-38.7

297

-27.2

375

-22.6

2010

587

5.9

306

3.0

321

-14.4

2011

608.8

3.75

305

-4.9

Fuentes: The 2012 Statistical Abstract. Table 970. New Privately Owned Housing Units Started: 1991 to 2009, Internet release date: 9/30/2011. Table 971. Characteristics of New Privately Owned One-Famiy Houses completed, Built for sale, Internet release date 9/30/2011 Table 974. New Privately Owned One-Family Houses Sold by Region and Type of Financing and by Sales-Price Group: 1980 to 2010, Internet release date: 9/30/2011 Authorizations, Starts and Completions, Construction and Housing, The 2012 Statistical Abstract, Census. gov, www.census.gov.

290 •

La crisis financiera internacional


Gráfica 6a Total anual de viviendas privadas nuevas iniciadas y terminadas. Millares. Estados Unidos de América. 1990-2011. Ajustado estacionalmente. 2,500 2,000 Viviendas privadas nuevas iniciadas

1,500

Viviviendas privadas nuevas terminadas

1,000 500 0 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010

Gráfica 6b Total anual de viviendas privadas nuevas iniciadas y terminadas. Millares. Estados Unidos de América. 1990-2011. Ajustado estacionalmente. 1,400 1,200 1,000 800 600 400 200

2011

2010

2009

2008

2007

2006

2005

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

0

masivamente hacia una rama específica del consumo, la producción de viviendas, principalmente en los Estados Unidos, aunque también se extiende, en una menor medida, a otros países desarrollados; de aquí, el impulso económico se transmite hacia todas las otras ramas de la economía estadounidense y, a través de la demanda que ésta genera, a todos los países del orbe. Es por eso que la crisis que la sobreproducción de viviendas en los Estados Unidos origina es una crisis general del sistema

La crisis financiera y la “economia real”

• 291


capitalista en los Estados Unidos (es decir, la crisis de la rama que se ha convertido en el dinamo de toda la actividad económica del país y que a ésta se extiende necesariamente), una crisis global (esto es, una crisis que el país líder de la economía mundial transmite necesariamente a sus socios y subordinados) y una crisis enormemente violenta y destructiva (debido al monstruoso volumen de recursos que se inyectan al sistema económico y dentro de él se desplazan a una velocidad vertiginosa, acuciados por el hambre insaciable de ganancia de sus detentadores). En segundo lugar, la demanda que la construcción de viviendas en los Estados Unidos tuvo que superar para que se presentara la crisis no fue la clásica demanda que corresponde al tiempo socialmente necesario de esa rama de producción, sino aquella ampliada que se atiene a la naturaleza del consumo en la sociedad moderna, cuyas características ya hemos definido en páginas anteriores (véase: La sociedad de consumo y el individuo, en el Capítulo VII. El régimen del capitalismo de consumo) y, más aún, hubo de remontar también la demanda ficta, de grandes dimensiones en la porción final del ciclo, sustentada en los créditos de “mala fe” (“predatory lending”) de las hipotecas subprime. La acusada hipertrofia de la demanda de viviendas y la frágil pero amplia base que tenía en las hipotecas “subprime” provocaron a su tiempo la caída instantánea y estrepitosa de la industria de la construcción de viviendas. En el desempeño de las variables que se ilustra en los cuadros y gráficas previos se observan en su forma concentrada los hechos que hemos señalado anteriormente: la construcción de viviendas y su venta tienen, a partir de 2001-2002, un crecimiento explosivo que se sostiene hasta 2005-2006; a partir de estos años se registra el vertical descenso de los mismos. El crecimiento anual del total de las viviendas nuevas iniciadas pasa de 2.1% en 2001 a 6.3, 8.3, 5.8 y 5.7% en 2002, 2003, 2004 y 2005, respectivamente, y en 2006 sufre una súbita caída del 12.9 porciento (-12.9) que se acentúa en 2007, 2008 y 2009, años en los que el descenso es de -24.7, -33.2 y -38.7% para cada uno de ellos, lo que marca un despeñamiento de la industria literalmente a plomo, un verdadero salto al vacío. La tasa de crecimiento anual de las viviendas nuevas terminadas sigue en lo fundamental la misma línea que la de las viviendas iniciadas: 5.5% en 2001, un promedio de 10.7% entre 2002 y 2005, luego el descenso que se inicia en 2006 con un -17.4% y por último los fuertes decrementos de -32.2, -73.5 y -27.2% en los años de 2007, 2008 y 2009. Por lo que respecta al total de casas vendidas en el año, éste tiene un comportamiento muy similar al de las dos variables anteriormente consideradas. En el año 2001 su tasa anual de crecimiento fue de 5.5%; entre 2002 y 2004 de 11.41%; en 2005 del 9.5% y en 2006, 2007, 2008 y 2009 de -17.4, -32.2, -46.3 y -27.2%.

292 •

La crisis financiera internacional


Capítulo XVIII

La crisis y el crecimiento industrial y económico

El crecimiento industrial es el centro en torno al cual gira toda la producción capitalista. Implica el aumento constante de la producción de plusvalía, que es la materia prima de la que se nutre el mecanismo de la ganancia capitalista en los sectores industrial, comercial y financiero, y de su acumulación incesante para lograr un nivel cada vez más alto de incremento en la producción industrial, y así sucesivamente. Todo el movimiento económico tiene como finalidad expresa el acrecimiento continuo de la producción y la realización de plusvalía, es decir, el ascenso constante de la producción industrial y de servicios y de la comercialización de los productos. Ya hemos señalado anteriormente cómo esta tendencia se abre paso a través de un movimiento contradictorio entre los elementos estructurales del régimen capitalista, los sectores industrial y comercial por un lado y el sector bancario y financiero por el otro, en el cual, aunque se niegan mutuamente, también se engendran uno al otro en un proceso en el que el resultado final, la tendencia secular, es la ascensión sostenida de la producción industrial. En los datos de las tablas que enseguida se insertan y en las gráficas que les siguen se observa claramente la tendencia señalada. El sector industrial es el nervio vital de la sociedad capitalista. En él se produce en primera instancia el movimiento económico por el cual la transformación constante de los procesos productivos, su racionalización y mecanización incesantes se convierten en un imperativo para todos los capitalistas. La competencia entre los empresarios industriales obliga al incremento constante de la productividad con la finalidad de bajar los costos y elevar las ganancias; a la larga, esto se traduce en una reducción del tiempo de trabajo necesario de los obreros y un incremento del tiempo excedente durante el cual se produce la plusvalía que los capitalistas se apropian sin retribución. Desde la industria se irradia esta tendencia transformadora de los procesos productivos hacia todas las demás ramas y sectores, hasta que se agota la fuerza innovadora de un nivel tecnológico determinado al que la economía ha accedido. El desarrollo industrial se da, de este modo, a través de su ascensión hacia niveles tecnológicos y científicos cada vez más altos, algunos de los cuales constituyen verdaderas revoluciones, como la que se dio en la fase constitutiva de la sociedad de consumo (revolución cibernética).

La crisis y el crecimiento industrial y económico

• 293


La industria capitalista se desarrolla, como ya hemos tenido oportunidad reiterada de verlo, a través de crisis más o menos graves, de las cuales sin embargo siempre sale fortalecida y lista para acometer un estadio superior de su existencia. De acuerdo con el cuadro 7 y la gráfica 7, la evolución de la producción industrial la podemos dividir en dos etapas perfectamente diferenciadas. La primera se inicia en 1992 y termina en el año 2000; durante la misma, el índice de producción industrial con base en 2007=100 pasa de 63.0 a 92.3, lo que significa que tiene un incremento del 46.5% en todo el período o de 4.88% anual; es precisamente en el año 2000 cuando producen todos sus efectos las crisis que se inician con la de los países asiáticos y se continúan con las de Enron, WorldCom y las empresas “dotcom”; la actividad bursátil, que era el basamento del crecimiento industrial, se detiene entonces e incluso se reduce sensiblemente, con lo cual dejan de fluir recursos hacia la industria, por lo que ésta también frena su incremento y de igual manera registra un decremento; para 2002 el índice ha descendido hasta 89.3, esto es, un 3.2% a partir del año 2000. La segunda etapa se inicia en 2002 y termina en 2007. En este tramo se reanuda el crecimiento industrial que, partiendo de 89.3 en 2002, alcanza en 2007 un índice de 100.00. El incremento del período es del 11.98%. Este aumento de la producción industrial tiene ya otra base distinta que en la etapa anterior: ahora se sustenta en la “securitización” de los créditos al consumo, principalmente hipotecarios, y tiene como eje rector a la industria de la construcción y no, como en la fase previa, a las empresas de alta tecnología. Cuando en 2008 el financiamiento basado en el crédito al consumo agota sus posibilidades de expansión y cae en una profunda crisis, entonces el crecimiento industrial se detiene en seco y se desploma hasta un índice de 85.4 en 2009. Cuadro 7 Índice de la producción industrial. Estados Unidos. 1990-2010. 2007=100. Ajustado estacionalmente.

294 •

Cambio anual (%)

Año

Índice

Cambio anual (%)

62.3

1.0

2001

89.1

-3.4

61.3

-1.5

2002

89.3

0.2

1992

63.0

2.8

2003

90.4

1.2

1993

65.1

3.3

2004

92.5

2.3

1994

68.5

5.3

2005

95.5

3.3

1995

71.8

4.7

2006

97.6

2.2

1996

75.0

4.4

2007

100.00

2.5

1997

80.4

7.2

2008

96.5

-3.5

1998

85.1

5.8

2009

85.4

-11.4

1999

88.7

4.3

2010

90.1

5.4

2000

92.3

4.0

2011

93.7

4.0

Año

Índice

1990 1991

La crisis financiera internacional


Gráfica 7 Índice de la producción industrial. Estados Unidos. 1990-2011. 2007=100. Ajustado estacionalmente. 100 95 90 85 80 75 70 65

97 19 98 19 99 20 00 20 01 20 02 20 03 20 04 20 05 20 06 20 07 20 08 20 09 20 10 20 11

96

19

95

19

94

19

93

19

92

19

91

19

19

19

90

60

Fuente: Board of Governors of the Federal Reserve System, Table 1A Industrial Production: Total, Seasonally adjusted, IP (2007=100), IP (Percent change), Industrial Production and Capacity Utilization – G.17, Annual Revision, Release Date: March 30, 2012, Economic Research and Data, www.federalreserve.gov.

Para el año de 2010 se restablece el crecimiento de la industria norteamericana; el índice se eleva a 90.1, es decir, hay un incremento del 5.5% respecto del año 2009. En el cuadro y la gráfica referentes a la producción en la rama de producción de computadoras, equipo de comunicación y semiconductores (cuadro y gráfica 8) se observan las mismas tendencias que en la industria en general, con la salvedad de que en aquella los descensos son de una magnitud menor y las alzas de una naturaleza más firme. La industria moderna es la parte medular del régimen de producción capitalista. En ella rigen en toda su extensión las leyes generales de esta forma de organización social. La producción industrial es capitalista: se caracteriza por la producción de mercancías mediante la relación de trabajo asalariado-capital; ésta es un vínculo de esclavizamiento del obrero por el capital porque aquel está separado de los medios e instrumentos de producción y de consumo, los cuales pertenecen al capitalista, y por tanto debe forzosamente trabajar para él con el fin de obtener lo indispensable para vivir; el capital que utilizan los empresarios de esta rama es trabajo obrero acumulado que se emplea para absorber de los trabajadores en activo, mediante los métodos característicos de obtención de plusvalía absoluta y relativa, cantidades superlativas de trabajo excedente (plusvalía); las formas de trabajo de la moderna industria, basadas en las tecnologías cibernéticas, son capitalistas y llevan hasta sus

La crisis y el crecimiento industrial y económico

• 295


Cuadro 8 Índice de la producción industrial: Computadoras, equipo de comunicación y semiconductores, NAICS=334, 1990-2010. 2007=100. Estados Unidos. Porcentaje de cambio anual. 1990-2010. 2007=100.

Año

Índice

Cambio anual (%)

Año

Índice

Cambio anual (%)

1990

7.2

9.0

2001

54.2

1.4

1991

7.4

2.7

2002

52.9

-2.3

1992

8.4

13.5

2003

60.3

13.9

1993

9.2

9.5

2004

68.4

13.4

1994

10.8

17.3

2005

77.0

12.5

1995

14.0

29.6

2006

87.2

13.2

1996

18.1

29.2

2007

100.0

14.6

1997

24.2

33.7

2008

106.6

6.6

1998

31.2

28.9

2009

97.5

-8.5

1999

40.8

30.7

2010

108.0

10.7

2000

53.4

30.8

Gráfica 8 Índice de la producción industrial: Computadoras, equipo de comunicación y semiconductores, NAICS=334, 2007=100. Estados Unidos. 1990-2010. 120 100 80 60 40 20

2011

2010

2009

2008

2007

2006

2005

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

0

Fuente: United States Census Bureau, Table 789. Industrial Production Indexes by Industry and Major Market Groups, 2007=100, based on the North American Industry Clasification System (NAICS); 2002, Industry Group: 334 NAICS code, The 2012 Statistical Abstract, The National Data Book, www.census. gov <http://www.census.gov>. Source: Board of Governors of the Federal Reserve System, Industrial Production and Utilization, Statistical Release G. 17, monthly. Internet release date: 9/30/2011. Business Enterprise: Economic Indicators.

296 •

La crisis financiera internacional


últimas consecuencias la depauperación de los trabajadores, la cual se caracteriza en esta fase por la anulación decisiva de su naturaleza humana. El trabajo excedente que los capitalistas industriales se agencian mediante la explotación de los trabajadores se acumula y es reinvertido para ampliar y fortalecer el aparato industrial, que así podrá continuar, de una manera más extensa, con el proceso de explotación y depauperación de sus trabajadores. El sector industrial de los Estados Unidos está claramente dividido en dos: el sector I, que comprende a la gran industria productora de medios de producción y bienes de consumo, la cual utiliza la más moderna tecnología en sus procesos productivos, las grandes industrias productoras de alta tecnología (“high tech”), etcétera, y el sector II, que está formado por la mediana y pequeña industria en general. Las relaciones entre estos dos sectores son las que necesariamente se dan entre los dos extremos de una contradicción. En el apartado “La elección presidencial del 2008” hemos explorado las relaciones entre los dos sectores de la economía y la sociedad norteamericanas y las implicaciones políticas de las mismas. El fundamento último de la dialéctica entre esos dos sectores es la relación, que acabamos de determinar, existente entre los dos esferas del aparato industrial. En este punto únicamente queremos destacar la fase en que esa relación se encuentra durante y después de la crisis financiera internacional. Al momento de la crisis, el hipertrofiado sistema financiero está completamente enfrentado al sector industrial; aunque éste ha llegado a un alto nivel de madurez en el cual están plenamente constituidas sus divisiones fundamentales y el sector II ha empezado a delinear sus reivindicaciones especiales, sin embargo, la diferencia tiende a permanecer oculta por dos razones: (1) la vulneración que el desbordado sistema financiero causa en los intereses de la industria como un todo pone en primer término la exigencia común de ir en su rescate y someterlo a un mínimo de reglamentaciones que impidan la repetición de su insuflamiento y (2) la apabullante influencia de la ideología neoliberal, que presenta los intereses del sector I de la industria como si fueran los de la totalidad de ella. Aún así, la diferencia se manifiesta tímidamente en un programa alternativo, que es el que Obama intentó imponer en los dos primeros años de su mandato, de rescate y sometimiento del sistema financiero y de la división I de la industria y de un nuevo impulso a su desarrollo (que en la lógica neoliberal, ni siquiera cuestionada, implica también el desenvolvimiento del sector II) ligeramente distinto al de la plutocracia norteamericana, Durante los años 2009 y 2010 el gobierno norteamericano se dedicó de lleno al rescate del sistema financiero, al cual logró cuando menos estabilizar; lo hizo mediante el expediente de destinar cantidades multibillonarias de dinero público para cubrir los faltantes en las cuentas de las entidades financieras y de esta manera asegurarse de que éstas continuaran funcionando, sin verse en la necesidad de ir a la quiebra; esto significa que se utilizó en volúmenes astronómicos un recurso típicamente estatista y populista para salvar de la ruina al engendro más querido del neoliberalismo y del libre mercado, el sistema financiero estadounidense. La plutocracia norteamericana, que se vio obligada a aceptar la humillación de que fuesen el estatismo y el populismo los que vinieran en su auxilio, ejerció toda

La crisis y el crecimiento industrial y económico

• 297


su capacidad de presión a través del Partido Republicano para que ese rescate se realizara ¡sin violar los sacrosantos preceptos del libre mercado! El gobierno de Obama se vio entonces en la necesidad de ir aderezando las medidas propuestas, que originalmente habían sido concebidas con un matiz ligeramente radical, con el propósito de que lastimasen lo menos posible los prejuicios neoliberales hondamente arraigados en la sociedad norteamericana. Sus ofrecimientos primigenios se depuraron hasta el punto en que pudieron ser aceptadas y aprobadas por el Poder Legislativo; aún así, la endeble reforma al sistema de salud ha sido impugnada por la Cámara de Representantes, ahora dominada por los Republicanos, y corre el riesgo de ser derogada. Por último, y en una franca rendición ante los Republicanos, que una vez conquistada la Cámara de Representantes se aprestan a capturar el Senado y la Presidencia, Obama ha ofrecido, puesta la rodilla en tierra, en su informe ante la nación de enero del 2011, la plena restauración del mismo sistema económico que llevó a la crisis del sistema capitalista internacional más grave desde la gran depresión de 1927 ¡sin aumentar el gasto público, sino, por el contrario, reduciéndolo en gran medida durante los próximos años! Hemos visto cómo se han formado los dos sectores de la industria norteamericana y de qué manera se han ido concretando los intereses específicos de cada uno de ellos; igualmente, hemos tenido oportunidad de observar la evolución de las relaciones entre los mismos hasta llegar al punto en que, tras una tímida aparición en escena de las reivindicaciones del sector II de la mano de Obama, éstas han sido satisfechas en una medida insignificante y siempre bajo la vigilante mirada de la oposición republicana; la restauración plena del poder político de la plutocracia norteamericana, que se anuncia ya con el triunfo de los republicanos en las elecciones intermedias de noviembre del 2010, presagia una era en que los intereses del sector II de la industria norteamericana serán satisfechos a cuenta gotas, bajo los férreos dictados del sector I y siempre y en todo de acuerdo con las necesidades de éste. Este menguado desarrollo del sector II puede llevar a una mayor clarificación de sus reivindicaciones, un deslindamiento más decisivo respecto de los prejuicios neoliberales, una formulación más definida de su propia ideología y, quizá, en el largo plazo, a una lucha más potente en contra del sector I que incluya el enfrentamiento en el terreno político. El Sector I y el Sector II de la industria norteamericana tienen la misma naturaleza capitalista esencial. En ambos se dan todas las características que para la industria en general acabamos de determinar en párrafos anteriores: en ellos se producen mercancías bajo el sistema de trabajo asalariado-capital, se explota a los trabajadores a través de las formas de producción de plusvalía absoluta y relativa y se les somete a un proceso de depauperación creciente, se acumula la plusvalía extraída a los trabajadores para ampliar la producción sobre las mismas bases expuestas, lo que ocasiona un aumento en la extensión e intensidad de la depauperación a que se ven sujetos los trabajadores, etcétera. Sector I y Sector II de la industria estadounidense son los extremos de una contradicción: se engendran y se niegan simultánea y sucesivamente; el desarrollo

298 •

La crisis financiera internacional


de uno genera y al mismo tiempo excluye el del otro. El resultado de este movimiento dialéctico es la asención de cada uno de ellos y de la industria como un todo hacia fases superiores de su existencia dentro de los límites de su naturaleza capitalista. Los intereses (distintos y en ocasiones contrapuestos) de estos dos sectores se concretan en un cuerpo de principios también encontrados. El sector I sustenta un modelo de acumulación de capital industrial basado en el libre mercado; el sector II, por su parte, configura otro que tiene su fundamento en la intervención estatal. De acuerdo con esto, los teóricos de ambas divisiones han desarrollado sendos modelos económicos, el neoliberal y el neokeynesiano, los cuales son propugnados respectivamente por el sector I y el sector II de la economía; estos arquetipos se utilizan en las relaciones entre los dos departamentos de la economía, las cuales tienen una dialéctica que las hace pasar alternativamente de la mutua implicación a la abierta confrontación, como instrumentos por medio de los cuales cada uno de ellos intenta hacer valer sus propias reivindicaciones, unas veces al lado de las del otro, pacíficamente, y otras en contra, en una lucha más o menos violenta. El modelo neokeynesiano tiene versiones que van desde aquellas que colindan con la doctrina neoliberal (y en ocasiones se confunden con ella), hasta las que aumentan progresivamente su grado de radicalización y corresponden, en términos generales, y en ese orden, a la burguesía media y a la pequeña burguesía. La más radical de las versiones del neokeynesianismo es la que ha hecho suya la pequeña burguesía; ésta es también la que adopta la cauda de organizaciones que se autonombran marxistas y pretenden marcar la ruta de la actividad revolucionaria de los trabajadores. De todo lo anteriormente expuesto se desprende que la acción que realizan los representantes ideológicos y políticos del sector II, incluso los más radicales de ellos, constituye, por sí, un impulso al desenvolvimiento de una parte de la industria capitalista y es también una inducción directa o indirecta del crecimiento del sector I de la misma; la industria capitalista, y por lo tanto las partes que la integran, conforme a su naturaleza esencial, que ya analizamos suficientemente en párrafos anteriores, se basa en y produce necesariamente la explotación y depauperación crecientemente extensivas e intensivas de los trabajadores, por lo que aquella actividad de los conductores del sector II (aunque se denominen “marxistas”) es decisiva y francamente pro-capitalista y su resultado la conservación y perfeccionamiento de la explotación y depauperación de los trabajadores. El proletariado moderno, la clase de los trabajadores, no tiene una conciencia de clase; su ideología, y por lo tanto su actividad práctica, corresponden a las de las distintas fracciones de la clase burguesa: así, una parte del proletariado está supeditada directamente a la plutocracia burguesa, otra, a la mediana burguesía, y una más (realmente muy pequeña) a la pequeña burguesía; de ahí que las acciones que esta clase realiza, por más radicales y violentas que se manifiesten cuando son dirigidas por la burguesía media o la pequeña burguesía, están de acuerdo por completo con los intereses de esas clases burguesas y contribuyen al final de cuentas a la preservación y progreso del régimen de explotación capitalista.

La crisis y el crecimiento industrial y económico

• 299


El crecimiento económico y la crisis El Producto Interno Bruto de una nación es una medida económica que comprende el valor del capital constante (medios e instrumentos de producción utilizados en el año), el valor del capital variable (sueldos y salarios de la fuerza de trabajo empleada en el mismo período) y la plusvalía (trabajo excedente producido, que en el proceso circulatorio se transfigura en la ganancia del capital). El capital constante es en su totalidad fuerza de trabajo de los obreros materializada en la maquinaria, el equipo, etcétera; el capital variable es también fuerza de trabajo de los obreros plasmada en los bienes destinados a su propio consumo; y la plusvalía es trabajo obrero excedente que sin retribución alguna se apropian los capitalistas. De igual manera, los elementos integrantes del producto interno bruto funcionan en el proceso productivo como elementos del capital global que tienen como presupuesto y resultado de su actividad la explotación y depauperación de los trabajadores por medio de las formas de producción de plusvalía absoluta y relativa y, modernamente, del propio consumo. Si los capitalistas de un país deciden gastar toda su ganancia como renta, entonces habrá un proceso de reproducción simple: la producción del año actual, si todo lo demás permanece sin cambio, será igual que la del año anterior, no habrá crecimiento económico. Por el contrario, si los capitalistas destinan una parte de sus ganancias para invertirlas como capital (medios e instrumentos de producción y fuerza de trabajo), entonces, al final del período resultará una producción ampliada en un cierto porcentaje, el cual constituirá el crecimiento porcentual del producto interno bruto. Este incremento en la producción es, en parte, la ganancia del período anterior que se ha capitalizado y cuyo valor reaparece en el producto anual, y en parte la nueva ganancia que los capitalistas obtienen de la inversión como capital de una porción de sus ganancias anteriores; la primera parte es ya, por su naturaleza, capital acumulado y como tal debe funcionar en el período siguiente; la segunda es propiedad del capitalista y se agrega al total de la ganancia del año. La naturaleza del capital, su razón de ser, es la obtención de ganancia, pero no de la ganancia aislada, esporádica, eventual, sino el logro sistemático de ganancia, y no de un monto fijo, determinado, sino de una cantidad creciente, ilimitada, de ganancia. El incremento del producto interno bruto de un año para otro indica fehacientemente que la ganancia lograda en el período previo se ha capitalizado, se ha puesto a trabajar como capital, y que, por tanto, se ha conseguido una ganancia incrementada; el monto del crecimiento del producto interno bruto muestra en qué medida se han logrado aquella capitalización y el incremento de la ganancia. Los capitalistas y el séquito de sus teóricos y panegiristas hacen del “crecimiento económico”, es decir, del aumento constante del PIB, el más elevado propósito de la actividad económica y el indicador más confiable de que la maquinaria de producción de ganancia (que tiene su base, no olvidemos, en la explotación y depauperación crecientes de los trabajadores) funciona a plenitud.

300 •

La crisis financiera internacional


Pero, igualmente, este dato económico es la fuente de la más profunda desazón y el temor más irracional cuando muestra que la producción capitalista y, por tanto, la obtención de ganancia, han detenido o reducido su incremento. Lo más cómico de todo esto es que a los teóricos neokeynesianos y a los ideólogos supuestamente marxistas también se les va el alma del cuerpo cuando escuchan las quejas de la plutocracia de que el producto interno bruto no crece al ritmo debido o que, en su caso, ha descendido en tal o cual medida, y solícitos ofrecen sus planes económicos para que ¡la economía reanude su crecimiento! En la fase de constitución y desenvolvimiento de la sociedad de consumo, que es la que ha sido objeto de nuestro estudio, el hambre de ganancia de los capitalistas se potencia en una forma que no tiene igual en la historia del capitalismo; ya vimos cómo la obtención de cantidades cada vez más voluminosas de ganancia es una actividad que se sacraliza; de igual manera, el incremento del producto interno bruto, que es la expresión concentrada de aquella, es elevado a la categoría de algo sagrado, al que se le rinde un culto fervoroso. En el cuadro 9 y la gráfica 9 se aprecia la evolución del Producto Interno Bruto de los Estados Unidos, en dólares constantes base 2005, durante el período de 1990 al 2010. La evolución del producto interno bruto de los Estados Unidos en el período 1990-2010 es la manifestación resumida de todos los factores que hemos analizado anteriormente. De 1990 a 2000 el producto interno bruto de los Estados Unidos se incrementó en $3,189.3 miles de millones de dólares, lo que corresponde a un 39.73% de aumento en todo el período y un 3.40% en promedio anualmente; es en esta etapa cuando, según vimos, el crecimiento industrial tuvo su base en la actividad bursátil. La tasa más alta, que es de 4.8%, se registra en 1999. Entre 2000 y 2002, el crecimiento del PIB reduce su ritmo a un 1.44% en promedio anual (en 2001 cae hasta 1.1%) y sólo aumenta, en términos absolutos, en $205.6 mil millones de dólares. En estos años los efectos de la sobreproducción de los países exportadores, del crecimiento elefantiásico de Enron y WorldCom y de la sobreproducción de las empresas “dotcom” surten todos sus efectos sobre la economía norteamericana, provocando una gran desaceleración en su crecimiento. Del año 2002 al 2007, lapso durante el cual el desarrollo industrial en particular y el económico en general descansa en la “securitización” de los créditos al consumo, el crecimiento recupera su dinámica anterior y el producto interno bruto crece, en términos absolutos, $1,663.3, miles de millones de dólares de 2005; esto nos da un incremento del 14.4% en todo el período o del 2.72% anual en promedio, observándose el mayor crecimiento en 2004, con un aumento de 3.5% respecto del año anterior. En el año 2008, cuando la crisis alcanza su apogeo, el crecimiento del producto interno bruto se desploma hasta -0.3%, con lo que se sitúa abajo del nivel de la reproducción simple, en 2009 sigue descendiendo y se presenta una severa desacumulación, ya que la tasa de crecimiento del PIB se derrumba hasta -3.5%.

La crisis y el crecimiento industrial y económico

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Cuadro 9 Producto Interno Bruto. Estados Unidos. Valor total anual y cambio porcentual anual. 1990-2010. Miles de millones de dólares de 2005. Año

Producto Interno Bruto en dólares constantes. Base: 2005=100.

Cambio Anual (%)

Producto Interno Bruto en dólares corrientes

1990 1991

8,027.1

1.9

5,800.5

8,008.3

-0.2

5,992.1

1992

8,280.0

3.4

6,342.3

1993

8,516.2

2.9

6,667.4

1994

8,863.1

4.1

7,085.2

1995

9,086.0

2.5

7,414.7

1996

9,425.8

3.7

7,838.5

1997

9,845.9

4.5

8,332.4

1998

10,274.7

4.4

8,793.5

1999

10,770.7

4.8

9,353.5

2000

11,216.4

4.1

9,951.5

2001

11,337.5

1.1

10,286.2

2002

11,543.1

1.8

10,642.3

2003

11,836.4

2.5

11,142.2

2004

12,246.9

3.5

11,853.3

2005

12,623.0

3.1

12,623.0

2006

12,958.5

2.7

13,377.2

2007

13,206.4

1.9

14,028.7

2008

13,161.9

-0.3

14,291.5

2009

12,703.1

-3.5

13,939.0

2010

13,088.0

3.0

14,526.5

Por último, en el año 2010, cuando lo más grave de la crisis ha pasado, se presentan síntomas de la recuperación económica, los cuales se reflejan en un crecimiento excepcional del 3.0%. Cuál es el valor que se da al indicador del crecimiento económico, lo apreciaremos más justamente si consideramos que toda la argumentación de Obama en su informe sobre el estado de la nación emitido en enero de 2011 gira en torno a la necesidad imperiosa de recuperar e incrementar el crecimiento económico; ciertamente que, de una manera ideológicamente invertida, ese crecimiento a toda costa no se expresa como la necesidad de los empresarios de obtener mayores ganancias, sino de la urgencia del pueblo norteamericano de obtener empleos más y mejor remunerados. Se parte de la falsa premisa, falacia demostrada hasta la saciedad, de que el crecimiento económico va ligado necesariamente con la creación de empleos

302 •

La crisis financiera internacional


Gráfica 9 Producto Interno Bruto. Estados Unidos. 1990-2010 Miles de millones de dólares de 2005. 14,000 12,000 10,000 8,000 6,000 4,000 2,000

2010

2009

2008

2007

2006

2005

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

0

Fuentes: U. S. Department of Commerce. GDP in billions of chained 2005 dollars, Annual, Current-Dollar and “Real” Gross Domestic Product, Historical Gross Domestic Product estimates, 8/26/11, Bureau of Economic Analysis, www.bea.gov. U. S. Department of Commerce. GDP percent change based on chained 2005 dollars, Gross Domestic Product, Percent change from preceding period, Quarterly, Seasonally adjusted annual rates, Historical Gross Domestic Product estimates, 8/26/11, Bureau of Economic Analysis, www.bea.gov.

y que, por tanto, mientras más crezca la economía muchas mayores oportunidades de trabajo habrá para los ciudadanos estadounidenses. En los datos que acabamos de examinar encontramos una tendencia secular al incremento del producto interno bruto de la economía norteamericana que sólo se interrumpe por pequeñas fases depresivas, después de las cuales su crecimiento se reanuda con renovado brío. La crisis financiera internacional, cuya magnitud, profundidad y violencia hemos sopesado en todo lo anterior, también es el punto nodal desde el que parte una nueva etapa de crecimiento económico o, lo que es lo mismo, de enormes incrementos en las ganancias de los capitalistas y, en consecuencia, de monstruosos aumentos en la extensión e intensificación de la explotación y depauperación de los trabajadores norteamericanos. Al inicio de la crisis financiera internacional la plutocracia norteamericana fue presa de un pánico cerval ante lo que consideraba los prolegómenos del vaticinado derrumbe del sistema económico capitalista; su pavor se fue aplacando conforme las cosas tomaban sus verdaderas proporciones; por último, en la medida en que las finanzas y la economía se estabilizaban y el crecimiento se reanudaba lentamente, fue recobrando su antigua arrogancia neoliberal.

La crisis y el crecimiento industrial y económico

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Capítulo XIX

El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional en su relación con la explotación y DEPAUPERACION de los trabajadores

El moderno capitalismo de consumo y la explotación y depauperación de los trabajadores En los Estados Unidos existe la forma más desarrollada del moderno régimen capitalista. En ella se conservan todas las determinaciones esenciales descubiertas por Carlos Marx en las etapas anteriores de existencia de este régimen económico-social; las contiene, además, en su carácter desarrollado, superior. Así, la sociedad capitalista moderna es fundamentalmente la misma que estudiaron los clásicos del marxismo, pero en su forma más alta de “sociedad capitalista de consumo”. El régimen de producción capitalista contemporáneo se basa en su totalidad en la producción de mercancías; literalmente no queda en él un sólo resquicio para la producción que no esté destinada al mercado. La producción en el marco del moderno régimen capitalista de consumo se realiza en su mayor parte por medio de la relación del trabajo asalariado y el capital. Esta es en primer lugar una relación de esclavizamiento que ejerce el capital sobre el trabajo y tiene su causa en el monopolio de la propiedad privada que sobre los medios e instrumentos de producción y de consumo tienen los capitalistas, lo que obliga a los trabajadores a servir al capital para poder obtener los medios de vida necesarios; a esta relación se agrega en la sociedad de consumo un nuevo y poderoso nexo esclavizante porque en ella los capitalistas inducen una irrefrenable adicción al consumo en todos los miembros de la sociedad, incluidos los trabajadores, a quienes hacen cautivos de sus propias necesidades y su satisfacción placentera, y a través de ellas los encadenan al capital. Entre el capital y el trabajo asalariado de la sociedad de consumo existe también una relación de explotación. Por medio del desarrollo de los métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa el capital extrae cantidades voluminosas de plusvalía (trabajo obrero no retribuido) a los trabajadores. La plusvalía absoluta se obtiene por medio de la división de la jornada de trabajo del obrero en dos partes: el tiempo de trabajo necesario, durante el cual el trabajador asalariado reproduce el valor de sus medios de vida, y el tiempo de trabajo excedente, en el cual el capitalista arranca al obrero un valor añadido (plusvalía) del que se apropia sin retribución. Esta división es la otra cara del vínculo de sujeción

El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional

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del trabajo al capital: el obrero está obligado a trabajar para el capital con el fin de obtener los bienes necesarios para su subsistencia y al trabajar para el capitalista debe someterse a la división de su jornada en las dos partes mencionadas. En la sociedad de consumo esta división se consolida al agregársele el remache que constituye la necesidad imperiosa de trabajar para el capital, y por tanto proporcionarle trabajo excedente, derivada de la tiránica adicción al consumo que en ella se genera y se potencia hasta niveles astronómicos. Una vez establecida una determinada proporción entre el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de trabajo excedente, el capital ejerce una poderosa presión para dilatar la magnitud del segundo de ellos mediante la extensión de la jornada y la incorporación del trabajo femenil e infantil; esta coacción es fortificada en una gran medida en la sociedad de consumo por la presentación sugestiva que el capital hace a los trabajadores de un inmenso arsenal de bienes y servicios de consumo, los cuales sólo pueden adquirir si trabajan más tiempo y lanzan a sus mujeres e hijos a la rueda trituradora del trabajo asalariado. Los capitalistas modernos se agencian plusvalía relativa mediante los métodos clásicos de racionalización, sistematización y maquinización del trabajo. En el desarrollo de estos procedimientos se ha llegado a instaurar, en el régimen capitalista actual, mediante una verdadera revolución, un altísimo nivel tecnológico de la producción que tiene su base en las modernas ramas científicas de la cibernética, la informática, la comunicación y la computación y que descansa en la existencia, el desarrollo y la masificación de la máquina moderna por excelencia, la computadora u ordenador. Cuando un cierto nivel tecnológico de la producción ha sido implantado, el capital pugna porque el instrumento despliegue todo su potencial productivo y los movimientos del trabajador, y con ellos toda su fisiología (procesos psíquicos y físicos) que los determinan, se ajusten ceñidamente a la máquina. El capital impulsa necesariamente un proceso de intensificación del trabajo, el cual sólo se detiene ante los límites que le impone la naturaleza del instrumento y no, ni mucho menos, el desgaste de la fuerza de trabajo. La maquinización de la producción y la intensificación del trabajo a ella inherente adquieren una fuerza prodigiosa en la sociedad de consumo, porque en ésta, como ya vimos, el hambre de ganancia de los capitalistas y la competencia entre los mismos se elevan hasta niveles asombrosamente altos. Mediante el funcionamiento imponente de los métodos de producir plusvalía absoluta y relativa, la sociedad capitalista de consumo extrae de los trabajadores cantidades colosales de plusvalía, cuyo elevadísimo monto en ninguna otra época de existencia del régimen del capital se había alcanzado. Con este vastísimo volumen de trabajo excedente, la sociedad de consumo ingresa en un acelerado proceso de acumulación masiva de capital. La superlativa acumulación de capital (reinversión de la ganancia) proporciona un impulso fortísimo a las formas de producción de plusvalía (absoluta y relativa) y genera así los siguientes resultados: 1) una gran concentración y centralización del capital, fenómeno que ya hemos abordado en apartados anteriores y 2) un

306 •

La crisis financiera internacional


crecimiento más rápido del capital constante que del capital variable, lo cual hace cambiar la composición orgánica del capital y, en última instancia, origina necesariamente un saldo creciente de obreros desocupados (la atracción de obreros que tiene su causa en el crecimiento extensivo del capital se ve ampliamente superada por la repulsión producida por su crecimiento intensivo) que integra una sobrepoblación obrera sobrante siempre en aumento. La sociedad de consumo se alza sobre las ruinas de la sociedad del bienestar. Para establecer su plena dominación, aquella tuvo por fuerza que destruir en gran parte la antigua estructura industrial (el segmento de la misma que no pudo ser “reconvertida”) y desembarazarse de cientos de miles de obreros que se añadieron a la sobrepoblación sobrante ya existente; sobre esta base, en su desarrollo posterior ha ido engrosando sistemáticamente el monto de los trabajadores sin empleo. El consumo es una función del capital. Los bienes que con su salario adquiere el trabajador sirven para reconstituir su fuerza de trabajo y reproducir a la clase de los trabajadores, fuente imprescindible de trabajo excedente; lo que los capitalistas consumen es también necesario para reproducirse como clase poseedora. La producción de bienes de consumo se divide en dos categorías fundamentales: bienes de consumo necesario (que a su vez se subdivide en dos: bienes de consumo necesario comunes, que satisfacen las necesidades elementales de la población en general, y bienes de consumo necesario de una calidad superior, para las clases poseedoras), y bienes de consumo de lujo que demandan los capitalistas en general. En las primeras fases de existencia del capital, el papel esencial en el desarrollo económico lo tienen las ramas que producen bienes de capital y bienes de consumo necesario y de lujo que requieren los capitalistas, mientras que las ramas que producen bienes de consumo necesario para la clase de los trabajadores quedan en segundo término. Existe una tendencia en el régimen del capital a reducir por distintos medios el salario del obrero y a incrementar la ganancia del capital. Esto se traduce a la larga en un déficit en la reconstitución de la fuerza de trabajo de los obreros que conduce necesariamente a un descenso en su productividad y con ello de las ganancias de los capitalistas. Ante esto, el mismo capital (algunos sectores, como las ramas que producen bienes de consumo obrero) ejercen una acción contraria, tendiente a elevar el salario, dentro de ciertos límites y con determinadas restricciones, mezquinamente, como siempre, con la finalidad de cuando menos restituir el antiguo nivel de capacidad productiva de los trabajadores y, en un rasgo de magnanimidad, proporcionarles un mínimo estado de bienestar. Los trabajadores se ven entonces sujetos a una acción estrujante entre esas dos fuerzas contrarias que someten los procesos orgánicos por los cuales realizan la asimilación de los bienes necesarios para su subsistencia, por un lado a una inactividad degenerativa cuando no se les proporciona el nivel óptimo de bienes necesarios para reconstituir cotidianamente su fuerza productiva y, por el otro, a una sobreactividad desgastante y también degenerativa en las épocas en que se incrementan sus ingresos. Esta acción concertada del capital provoca necesaria-

El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional

• 307


mente el desgaste y la descomposición de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores. La codicia vigilante de los capitalistas se da cuenta inmediatamente de que la productividad de los trabajadores se eleva más que proporcionalmente en relación con los aumentos salariales que rehacen y fortalecen su fuerza de trabajo. Algunos sectores capitalistas pugnan por elevar de una manera más consistente el salario de los obreros con la finalidad de poderles extraer mayores cantidades de trabajo excedente. Los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores tienen por fuerza que funcionar, bajo estas circunstancias, más allá de sus límites normales, por lo que descienden por una pronunciada pendiente de desgaste, descomposición y degeneración acelerados. El impulso que la sociedad del bienestar proporciona al consumo sienta las bases para la transformación del régimen capitalista en el capitalismo de consumo. Las ramas productoras de bienes de consumo conquistan rápidamente un lugar preeminente en la esfera industrial y pronto se encuentran produciendo grandes cantidades de sus mercancías típicas que tienen que salir al mercado para realizar el valor en ellas materializado (capital constante, capital variable y plusvalía) y que el ciclo productivo se pueda reanudar en una forma más alta. El consumo puro y simple se transforma en consumo masivo y se establece un mecanismo específico mediante el cual éste se realiza. La base del mismo se encuentra en el desarrollo en los trabajadores del proceso psíquico-sensorial displacerplacer (necesidad exacerbada-satisfacción exaltada), que suplanta definitivamente al primitivo par necesidad-satisfacción. El capital cultiva en los trabajadores (y, en general, en todos los miembros de la sociedad), y éstos participan también motu proprio en esa actividad, una multiplicidad de necesidades individuales que exaspera en grado extremo y a las cuales provee una satisfacción agrandada. Los trabajadores robustecen su naturaleza de individuos al utilizar sus cuerpos y sus mentes como medios para obtener una multitud de satisfacciones gozosas; se entroniza al individuo como el centro del universo y se disuelve definitivamente cualquier rasgo de colectividad que el largo reinado de la propiedad privada haya podido dejar subsistente. Los órganos y procesos orgánicos implicados en el consumo masivo sufren un desgaste exorbitante que provoca necesariamente su degeneración y descomposición catastróficas. El consumo masivo completa definitivamente la estructura del régimen de producción capitalista, la perfecciona. Este consta ahora, de una manera integral, de las funciones de producción y consumo en plena madurez, en las que la producción de plusvalía y la acumulación de capital tienen su fundamento en el esclavizamiento y explotación de los trabajadores tanto en la órbita de la producción como en la del consumo. En la moderna sociedad de consumo el esclavizamiento y explotación de los trabajadores tienen un doble resultado: una intensa y creciente depauperación de los asalariados y la maduración de los elementos negatorios de la misma, que son al

308 •

La crisis financiera internacional


mismo tiempo los de la constitución del tipo de sociedad que el capitalismo tiene en sí mismo como su otro, el régimen socialista. El régimen económico que existe en los Estados Unidos es la forma histórica superior del capitalismo. En él ha quedado establecida la estructura integral que comprende la unidad de producción y consumo y se ha forjado su basamento, que es el esclavizamiento, explotación y depauperación de los trabajadores en los espacios de la producción y el consumo. En la sociedad norteamericana se dan la suma y el compendio de todas las formas históricas de esclavizamiento, explotación y depauperación de los trabajadores. Ahí han adquirido sus dimensiones más pavorosas la violencia física y moral que ejercen los capitalistas sobre los trabajadores para mantener y fortalecer la esclavitud asalariada; la extensión y la intensificación del trabajo y la sistemática reducción del salario ocasionan un desgaste monstruoso de la fuerza de trabajo de los obreros y un déficit creciente de los medios de vida necesarios para reconstituirla; la maquinización incesante de la producción traslada a la máquina las capacidades productivas de los obreros, anulando en ellos la facultad correspondiente, lo que conduce a la degeneración de sus cuerpos y de sus mentes. El resultado de todo esto es el aumento de la miseria obrera que se caracteriza por el hambre, las enfermedades, la muerte prematura y la degeneración y descomposición de sus órganos y procesos orgánicos. Esta forma de la pobreza tiene un amplio campo de acción en la sociedad norteamericana; a ella están sujetos millones de trabajadores inmigrantes (principalmente latinos), trabajadores negros e incluso blancos que realizan los trabajos de más bajo nivel pero que son el soporte de todo el sofisticado y altamente tecnificado aparato industrial, comercial y de servicios. El país más desarrollado de la tierra tiene en sí mismo, como su otro que es su base de sustentación, la típica miseria infrahumana de las naciones más pobres del planeta. El régimen capitalista de consumo que se constituyó en los Estados Unidos heredó una colmada sobrepoblación obrera a la cual ha agregado anualmente millones de personas que el desarrollo capitalista expulsa necesariamente de la órbita del trabajo. La sobrepoblación obrera es el resultado forzoso de la acumulación de capital, como ya lo vimos anteriormente, pero también es una condición de la misma. Al igual que las instituciones bancarias deben mantener cuantiosas reservas (que son fuerza de trabajo obrera condensada bajo la forma dinero) para garantizar sus operaciones pasivas, o también los gobiernos nacionales con la finalidad de responder a sus obligaciones internacionales, de la misma manera, el régimen capitalista como un todo requiere tener una provisión de fuerza de trabajo viva, prácticamente inagotable, que esté a la disposición de los capitalistas cuando realizan los movimientos de sus capitales, que tan pronto absorben como repelen trabajadores en grandes volúmenes, todo en función de las necesidades de acumulación, las cuales están determinadas por el hambre de ganancia de los dueños del capital. El capital no puede existir sino a costa de inmovilizar (amén de destruir, como sucede durante las crisis) cantidades demenciales de trabajo acumulado y tra-

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bajo vivo y todo con la finalidad de mantener en funcionamiento el régimen que tiene como soporte y resultado la esclavización, explotación y depauperación de los trabajadores. La sobrepoblación obrera no puede ser erradicada en forma alguna dentro de los límites del régimen de producción capitalista. La población obrera sobrante de los Estados Unidos está formada en una gran parte por una masa de seres infrahumanos que como sedimento han ido quedando de todos los movimientos históricos del capital; ellos son la negación absoluta y total de la naturaleza humana, pues no ejercen, ni tienen la expectativa de hacerlo, ninguna facultad de la especie; constituyen la putrefacción manifiesta del régimen de producción capitalista, su enorme pústula que se exhibe impúdicamente. En este grupo desahuciado de los trabajadores se concentran en una forma virulenta todos los males clásicos que el capital produce para los obreros: hambre, enfermedades y muerte, una abrumadora miseria física y moral que es el caldo de cultivo de todos los vicios y todos los males. Desde luego que este sector de la población no es tomado en cuenta para nada por las estadísticas burguesas del trabajo. La superpoblación obrera norteamericana está integrada también por otro grupo de trabajadores. Son los desempleados, quienes están fuera de la órbita productiva, a la disposición inmediata del llamado del capital. Entre 1990 y 2008, en los Estados Unidos se registró un promedio anual de población desocupada de 7,582,010 personas; en este período, un promedio de 2,218,740 trabajadores (el doble de la desviación estándar respecto de la media) estuvieron sujetos a los movimientos de atracción y repulsión determinados por las necesidades imperiosas de los capitalistas. Si a la media anual de desocupados le restamos el máximo de desocupados que la economía norteamericana absorbe cuando se encuentra en expansión (la desviación estándar) obtenemos la cantidad de 6,472,640 trabajadores que en promedio debieron quedarse inactivos anualmente a lo largo de 19 años. En este sector de la sobrepoblación obrera relativa también actúan con una enorme fuerza los factores aniquiladores del capital que los condenan a una situación interminable de hambre, enfermedades y muerte, con el agravante de que la pequeña capa que realmente es utilizada por el capital se encuentra sujeta al devastador estrujamiento de su fuerza productiva por la alternación de períodos en los que trabaja para el capital y soporta la exacción destructiva de su fuerza de trabajo y otros en los que deja de hacerlo y es sometido a la inactividad degenerativa de sus capacidades productivas. En la sociedad norteamericana se han desarrollado ampliamente la esclavización, explotación y depauperación de los trabajadores con base en el consumo masivo. Es precisamente la industria norteamericana, acuciada por el consumo desbordado, la que ha perfeccionado los métodos de producción de plusvalía relativa, esto es, la maquinización de la producción conforme a las nuevas tecnologías cibernéticas, que así han sido llevados al punto superior de su evolución como medios para extraer cantidades masivas de plusvalía a los obreros y formas de reforzar la depauperación de los trabajadores.

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La crisis financiera internacional


Las funciones cibernéticas de vigilancia, control, comunicación, información, retroalimentación, coordinación y organización de los sistemas, procesos y mecanismos productivos son las mismas capacidades del obrero, de las que fue despojado, que ahora se encuentran incorporadas a la máquina por excelencia, la computadora. Al pasar a la máquina las potencias del obrero, la fisiología de los trabajadores sufre un embate más decisivo: los órganos y procesos fisiológicos (mentales, en este caso) que eran el soporte de su actividad productiva, son condenados a la inmovilidad y, por tanto, a la atrofia irremisible; en su nueva naturaleza de fuerza de trabajo en su máxima abstracción (es decir, privada de su anterior contenido concreto), se le dota del carácter de fisiología humana que es una continuación de la máquina, la cual la incorpora a sí como uno de sus elementos; anexada al mecanismo, la fuerza de trabajo continúa por el camino de la atrofia de sus antiguas capacidades productivas y, además, ingresa en un proceso de desnaturalización que la convierte en una extensión del instrumento y la hace funcionar exhaustivamente en esta nueva condición, lo cual se traduce en una mayor atrofia, un desgaste más grande, una descomposición acelerada y una degeneración indetenible de sus órganos y procesos orgánicos, los cuales pierden así definitivamente su naturaleza humana. En la sociedad norteamericana, en el núcleo del proceso productivo, en su industria, se desenvuelve necesariamente la fase más alta del proceso característico del régimen capitalista moderno de atrofia, degeneración y descomposición de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, esto es, de la negación rotunda de su naturaleza humana. El consumo masivo tiene un doble resultado en relación con la suerte de los trabajadores norteamericanos. En primer lugar, refuerza centuplicadamente todas las formas de producción de plusvalía absoluta y relativa, con lo cual contribuye a acrecentar la explotación y depauperación de los trabajadores. En segundo lugar, produce directamente efectos perniciosos sobre la clase obrera. Al determinar el movimiento desenfrenado del mecanismo psíquico-sensorial displacer-placer, obliga a los órganos y procesos orgánicos a través de los cuales los trabajadores asimilan el universo de bienes que el capital les ofrece tentadoramente a funcionar en exceso, extremadamente mucho más allá de los límites biológicos de la especie, y en un sentido absolutamente antinatural, mediante la exaltación de las necesidades y los intereses del individuo, que especula así sobre su fisiología, prostituyéndola. Exacerba la individualidad de los trabajadores, convirtiéndolos definitivamente en propietarios privados de sí mismos (último reducto de la propiedad privada) que son la antípoda del individuo órgano de la colectividad característico de la naturaleza humana. El consumo masivo produce necesariamente, por sí mismo, la acelerada degeneración y descomposición de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, daños que se suman a los que recibe directamente en la órbita de la producción

El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional

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y que ya hemos detallado en puntos anteriores. Provoca desde su ámbito la negación radical de la naturaleza humana de los trabajadores. Todas las formas de esclavización y depauperación que hemos enumerado, las cuales tienen como su último resultado la aniquilación de la naturaleza humana de los trabajadores, existen simultánea y sucesivamente en la sociedad norteamericana. Al mismo tiempo, uno tras el otro, negándose y procreándose mutuamente, se presentan, en sus manifestaciones más descarnadas, en la sociedad norteamericana, el esclavizamiento y la depauperación que derivan de las formas primitivas de explotación capitalista (trabajo agrícola, trabajo de la construcción, servicios, servicios personales, etcétera, proporcionados por los trabajadores latinos (migrantes), negros, asiáticos y de los blancos que se encuentran en la parte más baja de la escala económica y social) y los que tienen su origen en los modernos métodos productivos, que se basan en las tecnologías más sofisticadas, y en el consumo extralimitado. La clase de los trabajadores norteamericanos está sujeta, por tanto, en su totalidad, a un avasallador proceso de atrofia, degeneración, descomposición y desgaste excesivo de su fuerza de trabajo que anula, en el nervio vital de la especie, la naturaleza humana de la misma. Los trabajadores norteamericanos viven en una situación de deterioro constante de sus condiciones de vida, en un estado sin solución de continuidad de hambre (falta de satisfactores primarios: alimentos, vestido, techo, salud, etcétera), enfermedades físicas y mentales producto del trabajo y del consumo capitalistas, de muerte prematura, de vida meramente vegetativa cuando han sido desechados por el capital después de extraerles hasta la última gota de su fuerza de trabajo o en el tiempo que los mantiene como sobrepoblación obrera, situación que en la mayor parte de este sector de la población abarca toda su existencia y que incluso se transmite de generación en generación, de trabajo y consumo enajenados en los que se niega como ser humano, de temor, angustia, frustración, desesperación y anonadamiento frente a las circunstancias económicas de la producción y el consumo capitalistas que se levantan ante ellos como una fuerza ajena y hostil, de exaltada euforia en la ocasión en que se suscita la esperanza de arrancar una dádiva o en que realmente se obtiene de esa potencia avasalladora que es la realidad económica capitalista, de odio reconcentrado contra todo, contra todos y contra sí mismos, de enaltecida consideración propia (como su propiedad privada), de los demás y de las cosas, de culpa degradante y de responsabilidad opresiva. En la sociedad capitalista de consumo que impera en la nación norteamericana han llegado al pináculo todos los vicios y los males de la propiedad privada. La sociedad norteamericana está hundida por completo en el fango de la degradación moral, la corrupción, la depravación, la prostitución, la disolución familiar, el alcoholismo, la drogadicción, la violencia, el crimen, la pornografía, la sexualidad descomedida (incesto, pederastia, adulterio, homosexualidad, actividad sexual inmoderada, perversiones, etcétera) y cada uno de estos desenfrenos corresponde exactamente a una rama industrial determinada, moral y legalmente constituida o que clama por su legalización.

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La crisis financiera internacional


La clase obrera norteamericana, el corazón mismo de la sociedad estadounidense, está inmersa en esta podredumbre que produce el mismo régimen económico que lo explota y empobrece, por lo que también provoca su anonadante degradación moral.

El desempleo La ruina de la industria de la construcción de viviendas fue el detonador de la crisis financiera internacional; la caída de esta rama industrial arrastró tras de sí a todo el complejo industrial, comercial y de servicios de los Estados Unidos, el cual inició entonces un proceso acelerado de reducción de su crecimiento; la propia crisis financiera internacional cegó definitivamente la fuente de recursos crediticios para la industria y el comercio, los cuales ya habían sido seriamente disminuidos por la especulación galopante, con lo que llevó la “economía real” a una vertiginosa y radical desacumulación; este retroceso de la economía norteamericana ya lo hemos analizado en los parágrafos de este capítulo relativos al crecimiento industrial y del producto interno bruto. El resultado inmediato para la suerte de la clase obrera y la sociedad norteamericana en general de la disminución y reversión del crecimiento económico fue el aumento brutal del desempleo, como se observa en el cuadro 10 y la gráfica 10. Lo primero que es necesario resaltar de los hechos que se consignan en el cuadro 10 es la enorme cantidad de trabajadores desocupados que la economía norteamericana debe mantener como una condición inexcusable de su existencia. En promedio, durante el período 1990-2008, hubo en Estados Unidos anualmente una población desempleada de 7,582,010 trabajadores; en este período, en promedio 2,218,740 trabajadores (el doble del valor de la desviación estándar) fueron tan pronto llamados a las filas del ejército industrial en activo como posteriormente licenciados de las mismas; al restar a la media de la población desempleada la cantidad extra de trabajadores que la economía norteamericana absorbe en sus fases de expansión (la desviación estándar), encontramos que en promedio 6,472,640 trabajadores estadounidenses permanecieron sin empleo anualmente a lo largo de 19 años, sin la más mínima posibilidad de ser utilizados por el capital y vegetando en los receptáculos de la población sobrante. El nivel de desempleo entre 1990-2010 puede dividirse en varias fases con características específicas cada una de ellas. Entre 1992 y 2000 hay un descenso del nivel de desempleo, el cual lo podemos correlacionar con el crecimiento industrial y del producto interno bruto de esos mismos años. En la medida en que la actividad económica aumenta, el empleo crece, lo que se refleja en el declive del nivel de desempleo. Nos encontramos en la fase de desarrollo ascendente de la sociedad de consumo basado en la bursatilización y en la acumulación y centralización del capital acordes con los nuevos patrones productivos que se establecen al impulso de la revolución tecnológica.

El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional

• 313


Cuadro 10 Nivel, tasa e incremento anual del desempleo. Personas mayores de 16 años. Miles. Porciento. Ajustado estacionalmente. Estados Unidos. 1980-2011

Año

Nivel de desempleo

1980

7,670.66

1981

8,276.33

1982

10,714.91

1983 1984 1985

Tasa de desempleo

Nivel de desempleo

Año

Nivel de desempleo

Tasa de desempleo

Nivel de desempleo

(%)

% de ∆ anual

(%)

% de ∆ anual

1996

7,231.08

5.4

-2.37

7.89

1997

6,728.66

4.94

-6.94

29.46

1998

6,203.83

4.5

-1.19

10,693.75

-0.19

1999

5,878.83

4.21

-5.23

8,529.08

-20.24

2000

5,685.08

3.96

-3.29

8,313.41

-25.28

2001

6,829.66

4.74

20.13

1986

8,245.00

-0.08

2002

8,375.33

5.78

22.63

1987

7,413.50

-10.08

2003

8,770.33

5.99

4.71

1988

6,696.58

-9.67

2004

8,139.66

5.54

-7.19

1989

6,523.66

-2.58

2005

7,579.16

5.08

-6.86

1990

7,061.00

5.61

8.23

2006

6,991.25

4.6

-7.75

1991

8,639.83

6.85

22.35

2007

7,073.08

4.61

1.17

1992

9,611.16

7.49

11.24

2008

8,951.33

5.8

26.55

1993

8,926.66

6.9

-7.12

2009

14,301.41

9.27

59.76

1994

7,975.50

6.1

-10.65

2010

14,815.41

9.62

1995

7,406.91

5.59

-7.12

2011

13,742.50

8.2

3.59 -7.3

Gráfica 10 Nivel de desempleo. Personas de 16 y más años. Miles. Ajustado Estacionalmente. Estados Unidos. 1990-2011 15,000

Nivel de desempleo. 1980-2011

10,000

Desempleo más desviación estándar. 1990-2008.

5,000

Desempleo promedio anual. 1990-2008. 2008

2010

2006

2002

2004

1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000

0.00

Desempleo fijo (desempleo medio menos desviación estándar). 1990-2008.

Fuente: Bureau of Labor Statistics, Unemployment Level; 16 years and over; Thousands; SA y Unemployment Rate; Percent; 16 years and over; SA, Table A-10. Selected unemployment indicators, Labor Force Statistics from the Current Population Survey, United States Department of Labor, Data extracted on: Frebruary 22, 2012 (11:23:17 PM). www.bls.gov

314 •

La crisis financiera internacional


En los años 2001 y 2002 se registra un aumento del nivel de desempleo que en este caso está claramente correlacionado con la reducción del crecimiento económico que tiene su origen en las crisis de Enron, WorldCom, las empresas “dotcom”, etcétera. En el período 2004-2006 la economía vuelve a crecer impulsada por la modernización crediticia que tiene su centro en la “securitización” de los créditos; con ello se da un empuje extraordinario a la industria de la construcción de viviendas y ésta, a su vez, se lo proporciona a la economía norteamericana como un todo. El nivel de desempleo se reduce durante estos años. Por último, entre los años 2007-2010 se presenta un dramático aumento del nivel de desempleo, que en ese intervalo crece un 109.47 porciento, es decir, se duplica el número de desempleados, pasando de 7,077,080 a 14,824,500 personas. El origen de este aumento brutal se encuentra en la enorme desacumulación originada por la crisis financiera internacional. El desempleo en masa que es provocado por la crisis financiera internacional eleva a la enésima potencia todas las vulneraciones que el régimen capitalista produce sobre la clase de los trabajadores. El enorme volumen de trabajadores a los que la crisis despoja de su trabajo se hunde de inmediato en las simas de la miseria física más espantosa, aquella que se caracteriza por la falta de los elementos necesarios para mantenerse con vida (alimentos, vestido, techo, salud, etcétera) y cuya carencia se traduce en hambre, enfermedades y muerte prematura, todo lo cual incrementa el nivel de miseria de la clase de los trabajadores en su conjunto; la concurrencia súbita de millones de desempleados hace descender intempestivamente y en gran medida los salarios de los trabajadores en activo, con lo cual éstos también sufren un deterioro sustancial en sus condiciones de vida; sobre los obreros que quedan en activo, el capital descarga necesariamente todo el peso de la producción, por lo que incrementa la extensión y la intensidad del trabajo, con los resultados que ya conocemos para la salud y la constitución biológica de los trabajadores; en suma, la crisis centuplica, en la órbita de la producción, el esclavizamiento, la explotación y la depauperación de los trabajadores. No menos dramático es el daño que la crisis causa a los trabajadores en la esfera del consumo. En donde más claro se observa este fenómeno es en el mercado de la vivienda. En la fase alta del ciclo, haciendo honor al prejuicio del “sueño americano”, la banca concede préstamos a manos llenas a los trabajadores para que adquieran una vivienda; el orgullo, la satisfacción y el placer de ser “propietarios privados” de una casa embargan a los trabajadores, que de esta manera son sujetos a la forma de explotación específica que ya hemos descrito en partes anteriores de este trabajo. Puesto que la economía norteamericana tuvo, en la última fase previa a la crisis, su base de sustento en el crecimiento hipertrofiado del crédito para la adquisición de viviendas, en cuanto la crisis priva de empleo a millones de trabajadores y reduce en forma radical los ingresos de los que se mantienen activos, a la vez que incrementa en forma voraz los intereses de los créditos, se presenta un incumplimiento generalizado que al fin de cuentas lleva necesariamente a un alud de ejecuciones

El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional

• 315


hipotecarias que deja sin vivienda a millones de personas y, en muchos casos, con una deuda remanente de varios miles de dólares. Aquí se manifiesta brutalmente la esencia de la sociedad de consumo: las viviendas pertenecen, sin discusión, en propiedad privada, a un sector de los capitalistas, los cuales la hacen valer despiadadamente en cuanto el usufructuario no cumple con los pagos de su crédito; resalta también nítidamente que la posesión que los trabajadores ejercen sobre las viviendas es una posesión precaria, un mero remedo de la propiedad privada, una cruel y sangrienta burla que el régimen capitalista hace a los trabajadores. También se revela, de una forma explícita, que la satisfacción de las necesidades de los trabajadores, en este caso la de vivienda, está en función de las necesidades del capital; cuando éste, en su crecimiento desorbitado y como medio para obtener pingües ganancias, requiere incrementar el consumo en una forma sustancial, concede entonces indiscriminadamente grandes volúmenes de créditos a las personas para que obtengan una vivienda; cuando, por el contrario, debido a las condiciones adversas que él mismo ha creado con la especulación, necesita recobrar rápidamente el capital que ha adelantado en esta esfera de negocios, no duda un momento en despojar de sus viviendas a sus poseedores. La satisfacción de las necesidades de los trabajadores son un medio que el capital emplea para la valorización de su capital y la realización de su ganancia. La crisis completa la obra de la sociedad de consumo. Después de que mediante la exaltación del consumo se ha sometido a los trabajadores a una forma de explotación y depauperación específica, los hace objeto, a través de la restricción violenta y radical del mismo, a otra forma de explotación y depauperación que tiene su fundamento en la anonadación y frustración en que lo sumerge al momento que lo despoja de lo que fue su posesión. En los datos que se consignan en el cuadro 11 sobre las propiedades en ejecución hipotecaria (foreclosure) se percibe con claridad la drástica, violenta e inmiseriCuadro 11 Propiedades en alguna fase de ejecución hipotecaria. Estados Unidos. Primer trimestre de 2007-Primer Trimestre de 2010

316 •

Trimestre y año

No. de propiedades

T1-07

239,770

T2-07

333,627

Incremento trimestral (%) 39.14

Trimestre y año

No. de propiedades

Incremento trimestral (%)

T4-08

735,000

-3.99

T1-09

803,489

9.31

T3-07

446,726

33.89

T2-09

889,829

10.74

T4-07

527,740

18.13

T3-09

937,840

5.39

T1-08

649,917

23.15

T4-09

869,745

-7.26

T2-08

739,714

13.81

T1-10

932,234

7.18

T3-08

765,558

3.49

La crisis financiera internacional


Gráfica 11 Propiedades en alguna fase de ejecución hipotecaria. Estados Unidos. Primer trimestre de 2007-Primer Trimestre de 2010 1,000,000 900,000 800,000 700,000 600,000 500,000 400,000 300,000 200,000 100,000

0 -1 T1

9

9

9 -0 T4

-0 T3

9

8

-0 T2

-0 T1

8

8

-0 T4

-0 T3

8

-0 T2

-0

7

T1

7

-0 T4

7

-0 T3

-0 T2

T1

-0

7

0

Fuente: Wikipedia the Free encyclopedia, U.S. Properties with Foreclosure Activity, File: Foreclosure Trend.png, Source Data RealtyTrac Press Releases of “U.S. foreclosure Market Report”, last version 29 July 2010, www.wikipedia.com.

corde desposesión que el capital hace objeto a los trabajadores norteamericanos de lo que antes les había concedido interesadamente con largueza. En el período comprendido entre el primer Trimestre de 2007 y el primer Trimestre de 2010, 692,464 familias incrementaron el monto de aquellas que se encontraban en alguna fase del proceso judicial de ejecución, por medio del cual seguramente serían desposeídas de sus viviendas, para dar un gran total de 932,234. En todo el tiempo comprendido entre esas fechas extremas, el número de propiedades en alguna fase de ejecución hipotecaria se incrementó en un 288.8%. Esto nos da la medida, verdaderamente terrorífica, de la acción depredadora del capital norteamericano en contra de los trabajadores (recordemos que la mayoría de quienes cayeron en incumplimiento y posteriormente fueron despojados judicialmente de sus viviendas fueron aquellos que habían obtenido hipotecas “subprime”, es decir, las destinadas a las personas de más bajos ingresos, entre quienes se encuentran, por definición, los trabajadores norteamericanos). Es evidente que las personas desposeídas de sus viviendas, que en su mayoría adicionalmente habían perdido su trabajo, pasaron a engrosar la multitud de trabajadores sumidos en la miseria física más abrumadora, incrementando hasta un punto muy alto la pobreza ya de suyo lacerante de los obreros norteamericanos.

El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional

• 317


La pobreza La miseria física, la pobreza extrema, son el producto más peculiar, absolutamente inevitable, del régimen de producción capitalista. Toda una pretendida ciencia se ha fundado con el propósito de reducir a leyes generales este “fenómeno” social. La finalidad última declarada por los “científicos sociales” encargados de esta parcela del conocimiento es erradicar totalmente la pobreza de la faz de la tierra, para lo cual, mediante diversos instrumentos de medición, evalúan los niveles de pobreza, diagnostican sus causas y extienden una receta para la supresión de este “flagelo social”. Cierto es que, al final de cuentas, por debajo de sus ambiciosos proyectos se desliza fatalmente y se impone necesariamente la reivindicación que constituye lo único que el régimen de producción capitalista puede conceder bajo ciertas condiciones muy restrictivas: un pequeño porcentaje de reducción de la “pobreza extrema” en el más largo de los plazos posibles. El régimen capitalista, consciente de que su proceso de producción origina directamente la pobreza en masa y requiere también mantener obligadamente una nutrida sobrepoblación obrera que es igualmente caldo de cultivo de una pobreza más acentuada, y temeroso de que el hambre, las enfermedades, la insalubridad, etcétera diezmen significativamente ese reservorio de fuerza de trabajo, lo que entorpecería el funcionamiento del capital como mecanismo de obtención de ganancia y, lo que es más, angustiados ante la posibilidad de que esas condiciones miserables de vida de los trabajadores provoquen enfermedades epidémicas, males sociales devastadores, etcétera, que se extiendan hasta los enclaves de la burguesía y la pequeña burguesía, accede, imprecando y gruñendo, a dedicar la más disminuida provisión de recursos posible a la reducción de los aspectos más repulsivos de la pobreza extrema. La Oficina de los Censos de los Estados Unidos también ha desarrollado su metodología para la medición de la pobreza. Establece un nivel de pobreza que es una cierta cantidad de ingresos monetarios anuales por persona; todos aquellos cuyos ingresos sean iguales o menores a ese nivel determinado se encuentran en una situación de pobreza. Evidentemente que esta forma de medición está por completo impregnada por los prejuicios de la clase capitalista; no comprende, desde luego, todas las manifestaciones de la pobreza ni a todas las personas que las sufren. Sin embargo, nos ilustran perfectamente acerca de muchos de los tópicos que hemos tocado en nuestra argumentación anterior. La primera observación que se impone es que la existencia de una cierta cantidad de pobres es tanto un resultado como una condición, ambos imprescindibles, del funcionamiento del régimen capitalista de producción y que, por tanto, la pobreza no puede en forma alguna ser erradicada dentro de esta forma de organización económico-social. En promedio (ver cuadro y gráfica 12), a través de las oscilaciones anuales que casi se compensan exactamente, las estadísticas de pobres de los Estados Unidos registran 35,461,710 personas bajo el nivel de pobreza para cada uno de los años del período 1980-2008. En los 28 años (poco más de un cuarto de siglo) comprendidos

318 •

La crisis financiera internacional


entre 1980 y 2008 se conserva anualmente, en la sociedad estadounidense, una cantidad base, inamovible, de 33,089,360 personas en situación de pobreza; sobre este sólido soporte, una población del orden de los 5,132,960 personas (el doble de la desviación estándar de las variaciones anuales) es el sujeto de las fluctuaciones que tan pronto elevan como reducen en esa cantidad el total de personas en situación de pobreza. El mantenimiento como su soporte invariable de existencia, a lo largo del extenso período de 28 años, de 33,089,360 personas en estado de pobreza en el país económicamente más desarrollado del mundo, demuestra fehacientemente, en los hechos, que el régimen capitalista no puede, bajo ninguna circunstancia, suprimir la pobreza. El régimen capitalista por antonomasia que existe en los Estados Unidos produce necesariamente, en forma sistemática, la miseria creciente de grandes cantidades de trabajadores migratorios, trabajadores negros y asiáticos y, también, la de trabajadores blancos de los más bajos estratos sociales; las actividades que estos grupos laborales desempeñan forman parte de la estructura productiva del capitalismo norteamericano, por lo que estos trabajadores y su miseria progresiva son también elementos fundamentales del capitalismo de consumo existente en los Estados Unidos. Estos trabajadores, de los cuales el moderno capitalismo no puede prescindir, forman incuestionablemente, junto con sus familias, una parte primordial de las 35,461,710 personas que año tras año se encuentran bajo el nivel de pobreza en los Estados Unidos. Los trabajadores desempleados y sus familias, de los que, como ya vimos, también existe un monto básico constante que se conserva año tras año en el régimen capitalista norteamericano, igualmente son una porción importante de la multitud de personas empobrecidas que este sistema económico tiene como cimiento de su existencia. El desempleo voluminoso es, ya sabemos, un factor ineludible del régimen de producción capitalista, un resultado y una condición de su funcionamiento exitoso que no puede ser suprimido; la pobreza que necesariamente acompaña a la falta de empleo existe también de manera ineluctable en la economía norteamericana y su extirpación es igualmente irrealizable. Cada fase de la evolución del régimen capitalista estadounidense ha ido dejando fatalmente una capa sedimental de personas que ya no tiene ninguna función económica, ni siquiera la de población obrera sobrante, que se mantienen y reproducen en esas condiciones de generación en generación. Esos estratos se acumulan y forman un grueso asiento poblacional sobre el cual se abate la miseria física más atroz; sus integrantes son un segmento importante del total de pobres norteamericanos. Todos los grupos, sectores, segmentos, etcétera que integran la población en estado de pobreza de los Estados Unidos son elementos estructurales necesarios, de los que en forma alguna se puede prescindir, del régimen capitalista de norteamérica; su papel económico en el proceso productivo implica forzosamente su existencia

El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional

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Cuadro 12 Personas bajo el nivel de pobreza. Miles. Incremento Porcentual anual. Porciento de personas por debajo del nivel de pobreza en relación con la población total. Estados Unidos. 1980-2010

Año

No. de Personas. Miles

1980

29,272

1985

33,064

Incremento porcentual anual

Porciento en relación con la población total

12.95

14.0

13.0

1990

33,585

1.57

13.5

1991

35,708

6.32

14.2

1992

38,014

6.45

14.8

1993

39,265

3.29

15.1

1994

38,059

-3.07

14.5

1995

36,425

-4.29

13.8

1996

36,529

0.28

13.7

1997

35,574

-2.61

13.3

1998

34,476

-3.08

12.7

1999

32,791

-4.88

11.9

2000

31,581

-3.69

11.3

2001

32,907

4.19

11.7

2002

34,570

5.05

12.1

2003

35,861

3.73

12.5

2004

37,040

3.28

12.7

2005

36,950

-0.24

12.6

2006

36,460

-1.32

12.3

2007

37,276

2.23

12.5

2008

39,829

6.84

13.2

2009

43,568

9.38

14.3

2010

46,179

5.94

15.1

Fuente para 1980-2008: U. S. Census Bureau, Table 710, People below Poverty Level and below 125 Percent of Poverty Level by Race and Hispanic Origin: 1980 to 2008, Statistical Abstract of the United States: 2011, www. census.gov. Fuentes para 2009-2010: U. S. Census Bureau, Table 3. Poverty Status of People, by Age, Race and Hispanic Origin: 1959 to 2010, thousands, Poverty, Latest Releases, Income, Poverty and Health Insurance Coverage in the United States: 2010 (release September 13 2011), Historical Tables, Current Population Survey, People, www.census.gov. U. S. Census Bureau, Table 19. Percent of People in Poverty by State, 2008, 2009 and 2010, loc. cit., Historical Tables, Current Population Survey, People, www.census.gov.

320 •

La crisis financiera internacional


Gráfica 12 Personas por debajo del nivel de pobreza. Estados Unidos. 1980-2010. Milles. Personas por debajo del nivel de pobreza. 1980-2010. 50,000

Cantidad media de personas por debajo del nivel de pobreza más la desviación estándar. 1980-2008.

40,000 30,000 20,000

Promedio anual de personas bajo el nivel de pobreza. 1980-2008.

2010

2008

2006

2004

2002

2000

1998

1996

1994

1990

1992

0

1980

10,000

Cantidad fija de personas por debajo del nivel de pobreza (promedio anual menos desviación estándar). 1980-2008.

Gráfica 12a Porciento de personas debajo del nivel de pobreza respecto del total de la población. Estados Unidos. 1980-2010 16 14 12 10 8 6 4 2 2010

2009

2008

2007

2006

2005

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

1985

1980

0

en un estado de pobreza progresiva. De ahí entonces que la pobreza vinculada al capitalismo sea totalmente imposible de eliminar dentro de las fronteras de este régimen económico. No obstante la evidencia abrumadora, que se desprende por sí sola de las estadísticas de pobres proporcionadas por el propio gobierno de los Estados Unidos, de la total imposibilidad de terminar con el estado de creciente pobreza crónica que asola a los trabajadores norteamericanos, los ideólogos de este régimen continúan

El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional

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aferrados a sus arraigados prejuicios en esta materia. Ciegos ante la reluctante realidad, postulan que la pobreza es erradicable en su totalidad, siempre que se siga en toda su pureza la receta que cada uno de los sectores económicos propone: el sector I, la prescripción neoliberal en toda su extensión, y el sector II, el modelo estatista y populista; cuando la realidad les restriega en la cara la inamovilidad de la pobreza del seno del régimen capitalista, ambos sectores, poseídos de una enorme ternura por lo pobres, sostienen que cuando menos es posible reducir en cierta medida sus aristas más cortantes, por ejemplo dando fin a la pobreza extrema, siempre, desde luego, que se sigan al pié de la letra las indicaciones de sus respectivos manuales; de esta filantrópica visión participan por entero los grupos radicales de izquierda, algunos de ellos pretendidamente marxistas, los que confieren a la revolución el papel de un instrumento para establecer un modelo económico “más democrático”, con el cual sea posible lograr el incremento del empleo y la reducción de los niveles de pobreza. La reivindicación verdaderamente revolucionaria en esta materia tiene como núcleo la colectivización de la producción y del consumo, lo que implica la abolición del capital y del trabajo capitalista y, por tanto, la eliminación drástica y definitiva de la explotación del trabajo asalariado y, con ello, de toda forma de miseria y de pobreza. Todas las posiciones que sobre este tema mantienen los neokeynesianos, neokaleckianos y marxistas revisionistas expresan cabalmente los intereses del sector II de la economía norteamericana e internacional y se resuelven, a fin de cuentas, en un apoyo más o menos franco al desarrollo del mismo. Como ya hemos visto reiteradamente, el desenvolvimiento del sector II del capitalismo norteamericano prepara, necesariamente, el de su contrario, el sector I de la economía, por lo que la acción de los grupos que se autonombran de izquierda, marxistas, etcétera, dirigida a promover la inversión productiva en un marco democrático como instrumento para incrementar el empleo y reducir la pobreza, tiene como resultado inevitable el impulso, mediante métodos capitalistas, de un sector del régimen capitalista, la preparación del progreso del otro sector y el perfeccionamiento de la totalidad del régimen capitalista, es decir, de un sistema económico que se asienta en la conservación y el aumento constante del desempleo y la pobreza de los trabajadores. Como agentes de un sector del capitalismo, estos intelectuales y grupos de izquierda son enemigos declarados del proletariado. El 13 de septiembre de 2011 la Oficina de los Censos de los Estados Unidos liberó los datos referentes a la pobreza correspondientes a los años de 2009 y 2010. En el año de 2009 el número de los norteamericanos por debajo del nivel de pobreza se incrementó a 43.56 millones, esto es, hubo un aumento absoluto de 3.73 millones y porcentual de 9.38; en 2010, el monto de estadounidenses que vivían por debajo del nivel de pobreza fue de 46.17 millones, lo que representa un aumento absoluto de 2.61 millones y relativo de 5.9% respecto de 2009 y de 6.35 millones y 15.94 por ciento frente a 2008. Esto significa que la casi totalidad de los siete millones de desempleados que la crisis produjo pasaron finalmente a formar parte de la población en estado de pobreza.

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La crisis financiera internacional


No es difícil imaginar a qué extremos ha llegado la de por sí lacerante pobreza de los trabajadores norteamericano con el aumento en un golpe de siete millones de pobres más, ni la virulencia devastadora que todos los flagelos con que el capital los azota (el hambre, las enfermedades, la muerte prematura, los problemas sociales de todo tipo, etcétera) han adquirido en estas circunstancias. Por otro lado, el aumento súbito y en cantidades verdaderamente portentosas de los desempleados y de los pobres a causa de la crisis financiera internacional ha colmado hasta el borde el depósito de melaza filantrópica del que los capitalistas y sus rapsodas se nutren para justificar y embellecer su actividad depredadora del trabajo asalariado. Y no es que la burguesía no tenga una clara conciencia de sus derechos históricos inalienables, ni de la justificación moral indiscutible para obtener una ganancia de la explotación del trabajo asalariado, ambos derivados en última instancia de una fuente divina, sino que su acendrada solidaridad humana, sentimiento cristiano por excelencia, la lleva a colocar en segundo término sus propios intereses y a ejercer su función productiva, generadora desde luego de copiosas ganancias, en primer lugar con el propósito de dar empleo a los millones de personas que carecen de él, lo que ha de permitir acabar con la oprobiosa pobreza en que se debaten; el capitalista postula que invertir capital y obtener ganancias es únicamente un medio para crear empleos y procurar una vida digna a los desposeídos. Es por eso que su espíritu se dilata con un amor inconmensurable por los pobres cuando ve que las crueles circunstancias económicas han producido una enormidad de desempleados y una pobreza monstruosa porque eso le permitirá cumplir, en una forma plena, su función social, que es también una obligación moral y religiosa, de crear empleos mediante la inversión productiva. Esta transposición ideológica y la sacralización de la actividad de los capitalistas son comunes a todos los sectores de la economía capitalista; cada uno de ellos proclama como su misión histórica el dar empleo a los trabajadores para rescatarlos de su estado de pobreza y condena y sataniza al otro porque en su empecinamiento en aplicar una política económica errónea, en un caso el neoliberalismo, el populismo y estatismo en el otro, realmente lo que hace es impedir criminalmente que operen a plenitud las fuerzas económicas que deben impulsar la creación de empleos. De nuevo nos encontramos en este terreno con nuestros viejos conocidos, los grupos y partidos de izquierda y los intelectuales que los nutren con sus argumentos teóricos e ideológicos; su fórmula de la revolución proletaria tiene también su fundamento en esa piedad por los pobres y se corresponde completamente con las recomendaciones prácticas que del modelo económico propugnado por el sector II de la economía se desprenden: la revolución obrera tiene como objetivo el pleno empleo y la elevación del nivel de vida de los trabajadores. Según se ha puesto de relieve en todo lo anteriormente expuesto, el esclavizamiento, explotación y depauperación crecientes de los trabajadores norteamericanos se manifestaron plenamente, bajo las diversas formas que en el análisis previo hemos estudiado, tanto en la fase de auge del ciclo, durante la cual se estableció y tuvo su primer desarrollo la sociedad de consumo, como en el tiempo de la crisis devastadora que alcanzó su clímax en el año 2008.

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A la par con esta negación rotunda de la naturaleza humana esencial de los trabajadores, maduraron en la sociedad norteamericana los elementos para la recuperación de la forma más alta de la misma por medio de una transformación revolucionaria del régimen económico-social capitalista. (Remitirse a los parágrafos La sociedad de consumo y la revolución y El otro del capitalismo de consumo es el socialismo integral del “Capítulo V. Crisis y Revolución” de este mismo trabajo.) La crisis financiera internacional no provocó en los Estados Unidos fuertes movimientos de protesta de los grupos sociales más afectados; únicamente, como ya lo vimos en el apartado La elección presidencial de 2008 de este mismo capítulo, dio lugar a la elección de Obama como Presidente de los Estados Unidos, en quien se depositaron las esperanzas del sector II de la economía y de la sociedad norteamericanas de que se satisficieran sus reivindicaciones más sentidas, que la crisis había colocado en primer plano, e impulsó una débil y efímera movilización de los migrantes latinos, quienes exigían una reforma migratoria que nunca se concretó y, al contrario, dio paso a una política antiinmigrante que, a partir de Arizona, se extiende rápidamente a otros muchos más Estados de la Unión Americana. Ningún grupo o sector de los trabajadores norteamericanos realizó acciones significativas de protesta contra el empeoramiento de sus condiciones de vida causado por la crisis financiera internacional. En los demás países del mundo, casi sin excepción, la crisis financiera internacional tuvo los mismos efectos que en los Estados Unidos. En algunos de ellos, como Grecia y España, a los cuales la crisis golpeó de una forma más grave, se registraron protestas multitudinarias de los trabajadores en contra de la política gubernamental y patronal que se aplicaba para tratar de resarcirse de los estragos causados por la crisis mediante el despojo a los obreros de sus empleos y el menoscabo de sus derechos y prestaciones. Sin embargo, estas manifestaciones estaban estrechamente circunscritas a los límites del régimen capitalista de producción y sus demandas no iban más allá de aquellas que el sector II de la economía ha presentado siempre en contra del sector I y que se concentran todas en la reivindicación de un modelo “más democrático” de acumulación de capital. No eran ni podían ser el punto de partida de un movimiento revolucionario de la clase obrera porque para ello faltaban varios elementos fundamentales: una teoría revolucionaria que hubiese superado el marxismo revisionista que hoy impera en el mundo, un partido revolucionario formado con base en esa teoría y un proletariado con una conciencia de clase que le hubiera sido imbuida por ese partido, todo lo cual comprende un largo y complicado proceso, el cual es tiempo que ni siquiera se ha iniciado. Así, hubimos de ver, inmediatamente que la crisis se manifestó más abiertamente y se empezaron a dar las protestas de los trabajadores, el júbilo rebosado de los marxistas postmodernos, quienes saludaban alborozados el amanecer de la revolución social, a cuyo carro, por cierto, se aprestaban a subir y, más adelante, desde luego, a conducir pertrechados con el bagaje teórico que habían mantenido bajo custodia, en estado de animación suspendida, por todos estos largos años.

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La Fed reduce las tasas de interés a un nivel entre 0 y 0.25% Durante la segunda mitad del mes de diciembre de 2008 continúan desarrollándose los acontecimientos negativos que caracterizan la crisis financiera internacional. La percepción de que las condiciones económicas empeoraban a pesar de todas las acciones emprendidas por la Fed y el Gobierno Federal, obligó a la Reserva Federal, el 16 de diciembre de 2008, a reducir las tasas de interés a su nivel más bajo, cercano al cero (un nivel entre 0 y 0.25%), con el fin de estimular la actividad crediticia en la economía norteamericana. La Reserva expresaba así su determinación: “El Comité Federal de Mercado Abierto decidió hoy establecer un rango de la tasa para los fondos federales de 0 a ¼ porciento.” Y describía las circunstancias que la obligaban a tomar esta decisión: “Desde la última reunión del Comité, las condiciones del mercado de trabajo se han deteriorado y los datos disponibles indican que el gasto de consumo, las inversiones en los negocios y la producción industrial se han reducido. Los mercados financieros permanecen tensos y las condiciones del crédito limitadas. En general, las perspectivas de la actividad económica se han debilitado más.”1 Nos encontramos aquí con el reconocimiento, por parte de la Reserva, de que la tasa de ganancia de la economía en general había descendido hasta un punto muy bajo, lo que inhibía la inversión, y para incentivar ésta era necesario aumentar relativamente la ganancia del capital mediante la reducción de su parte complementaria, que es la tasa de interés.

El rescate de las tres grandes automotrices: General Motors, Chrysler y Ford El 19 de diciembre, el Presidente Bush aprobó un Plan de Rescate de las dos grandes empresa automotrices norteamericanas, General Motors y Chrysler, conforme al cual se les concedió un préstamo por 17.4 mil millones de dólares, de los cuales 13.4 fueron entregados inmediatamente y el resto, de 4 mil millones, se haría efectivo hasta febrero de 2009, ya bajo el gobierno de Obama; de este préstamo, General Motors obtuvo 9.4 mil millones de dólares y Chrysler 4 mil millones. Los recursos para el rescate fueron tomados del TARP, fondo constituido de acuerdo con la Emergency Economic Stabilization Act of 2008. La industria automotriz fue también un actor importante de la crisis financiera internacional, aunque su desempeño fue siempre en segundo plano, detrás de la industria de la construcción de viviendas y del sistema financiero. Al igual que en la industria de la vivienda, aquí se presentó una sobre acumulación de capital con su 1 Board of Governors of the Federal Reserve System, Federal Reserve Press Release, Board of Governors of the Federal Reserve System, Washington, D. C., U. S., December 19, 2008, www.federalreserve.gov

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respectiva sobre producción, provocadas por el exceso de créditos que concedieron los bancos para la compra de automóviles; esos créditos fueron también materia prima de la vasta “securitización” realizada en el período y tuvieron su parte importante de mérito en el desbocamiento del sistema financiero y su posterior crisis; cuando las condiciones económicas sufrieron un gran deterioro, precisamente como consecuencia necesaria de la crisis financiera, la demanda de automóviles se desplomó y con ello las empresas automotrices vieron disminuir decisivamente sus ingresos y les fue imposible renegociar su deuda y contratar más créditos en un mercado prácticamente estancado. Para el segundo semestre de 2008 se hizo evidente que las empresas automotrices norteamericanas habían agotado el efectivo proveniente de sus magras ventas (entre noviembre de 2007 y el mismo mes de 2008 las ventas de G. M. descendieron 41.3%, las de Toyota, 33.9%, las de Ford, 30.5% y las de Chrysler, 47.1%) y que no había la menor posibilidad de obtener, en un mercado de dinero vacío, los recursos necesarios para cumplir con sus compromisos más imperiosos; fue entonces cuando escenificaron un grotesco asedio a los legisladores y a las autoridades federales para que les concedieran los créditos imprescindibles para sobrevivir cuando menos hasta finales del año (recordemos que a la primera reunión con los legisladores los directivos de las tres grandes automotrices viajaron a Washington en los aviones privados de las compañías y que, debido a las mordaces críticas y al repudio que este hecho recibió en todo el país, a la segunda, realizada poco tiempo después, se trasladaron en automóviles impulsados por electricidad y llevando en sus portafolios la oferta del salario de $1 dólar por todo 2009 para los CEO de cada una de ellas). Al terminar el “show”, el poder ejecutivo autorizó el rescate temporal de las tres grandes empresas automotrices de los Estados Unidos en los términos que hemos expresado en párrafos anteriores.

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Capítulo XX

La política anticrisis de la Fed y el Tesoro

Las políticas económicas destinadas a combatir la crisis Lo que enternece hasta las lágrimas a los capitalistas y a sus ideólogos y los motiva moralmente a clamar por oportunidades de inversión es la falta de empleos; pero lo que prácticamente los lleva al borde de la locura es la reducción o la ausencia de las ganancias, por las que braman como ciervos sedientos. La ruina de las industrias más importantes de la sociedad de consumo, la de la construcción de viviendas y la automotriz, y después la crisis financiera misma, provocaron necesariamente un acentuado descenso de la actividad industrial y comercial y una acelerada y voluminosa disminución de la tasa de ganancia en estas esferas, que en la fase final se convirtió en una tasa negativa, en una dramática desacumulación. La quiebra de las industrias de la construcción de viviendas y automotriz tuvo su causa en la dialéctica general del régimen capitalista: un crecimiento exponencial de la producción que sobrepasó excesivamente la demanda efectiva, aún tomando en cuenta la que provenía de los créditos de mala fe, a los cuales ya hemos hecho mención. La demanda efectiva de este tipo de mercancías, la cual tenía su fuente en la porción de los salarios y la parte de la ganancia que los capitalistas gastan como renta que la estructura específica del régimen económico en esa fase de su existencia destina a la adquisición de las mismas y en los créditos al consumo de esos bienes que comprometieron decenas de años de ingresos por esos conceptos, llegó a un punto en que fue colmada y sobrepasada por la producción. La consiguiente falta de demanda provocó el descenso de los precios y esto a su vez la reducción de los ingresos de los empresarios de estas industrias, hasta llegar al extremo de llevarlos a la ruina; esta situación originó un descenso de la demanda de bienes de consumo y de capital de parte de los obreros y los empresarios de estas ramas, el cual se trasladó a toda la industria norteamericana; ante el estancamiento de la demanda general, los capitalistas redujeron la producción de bienes finales y con ello también la demanda de medios de producción; esto, a su vez, constriñó la masa salarial, la renta de los capitalistas y los créditos al consumo, lo cual tuvo como resultado un marcado descenso de la demanda efectiva total de la sociedad.

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Las desventuras de las industrias de la vivienda y automotriz se hicieron entonces extensivas a toda la estructura comercial e industrial de los Estados Unidos, la cual entró en una fase de reducción abrupta de las ganancias, que incluso se volvieron negativas, y de desacumulación extrema de capital. La crisis financiera se manifestó en su propio terreno como una reducción severa de los recursos para realizar eficazmente todas las funciones que con éxito ostensible había efectuado durante la fase alta del ciclo; la quiebra de los mercados de créditos al consumo, de títulos que en ellos tenían sustento, de capitales (incluido el crack de la bolsa de valores) y de dinero provocaron una grave contracción de los flujos de capital y de dinero desde el sistema financiero hacia la industria y el comercio, la cual se sumaba a la astringencia que ya se había manifestado en los mercados como secuela de la especulación descomedida que consumió cantidades inmensas de capital-dinero. Estos efectos de la crisis proporcionaron un mayor impulso a la tendencia preexistente de mengua del crecimiento industrial en los Estados Unidos, el cual posteriormente se trocó en un decrecimiento decisivo. Su propio desenvolvimiento y los efectos de la crisis financiera formaron la pinza que llevó a la industria y el comercio norteamericanos a la más destructiva desacumulación de capital de la época moderna. La teoría económica neoliberal tiene como uno de sus principios inatacables a la “ley de Say”. Esta teoría postula que en el moderno régimen económico, basado en la libre empresa, la razonada actividad de los individuos y un “mercado eficiente”, la producción crea necesariamente su propia demanda; esto no quiere decir, desde luego, que sostenga que la genere inmediata y automáticamente, sino que lo hace a través de las fluctuaciones que se originan en la competencia entre los productores y en los gustos y preferencias de los consumidores que llevan cotidianamente a excesos “razonables” de la oferta sobre la demanda y de la demanda sobre la oferta, los que, en realidad, constituyen el motor mismo del sistema de libre mercado; a la larga, una vez que se compensan entre sí los necesarios altibajos, la demanda se corresponde con la producción y no puede haber entre ellos desajustes mayores. Cuando consideramos este último elemento, el esquema neoliberal, del que ya hemos dado cuenta en varias partes de nuestro trabajo, queda estructurado de la siguiente manera: El régimen económico se compone de dos partes fundamentales: el sistema financiero y la estructura comercial, industrial y de servicios; en ésta, bajo la égida de un “mercado eficiente”, se producen, dentro de una dinámica de innovación tecnológica constante, ocupación ascendente y bienestar creciente, los bienes y servicios que requiere la sociedad y se generan los ingresos que han de aplicarse a la adquisición de los mismos; por su parte, las instituciones financieras, guiadas también por la mano invisible del mercado, son las que se encargan de concentrar el capital-dinero que brota de la estructura económica y redirigirlo hacia ella en un proceso cíclico incesante. El papel del Estado se reduce ahora a mantener las condiciones más generales de existencia de este régimen, entre las cuales se encuentra su terso funcionamiento;

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de esta manera, el Estado debe eliminar todos los obstáculos que se interpongan al libre desenvolvimiento de la actividad económica, cuidando que los flujos de capital se desplacen expeditamente por todo el ámbito económico, y garantizar el pleno funcionamiento del “mercado eficiente”. Este modelo neoclásico fue el que prevaleció en la teoría y la práctica durante la fase de constitución y florecimiento de la sociedad de consumo, hasta llegar al remate de la misma en el año 2008. La industria norteamericana creció a tasas altas impulsada por los recursos que le hacía llegar el sistema financiero; la producción realmente generaba su propia demanda, la cual se concentraba en las dos ramas más dinámicas del capitalismo de consumo, la industria de la construcción de viviendas y la industria automotriz, desde donde irradiaba sus efectos a todos los demás sectores de la industria; por su parte, la demanda, vigorizada por los créditos al consumo, impulsaba a su vez la producción; producción y consumo marchaban de la mano en una mutua implicación ascendente, volviendo real y tangible la tautología de la economía vulgar y neoclásica de la identidad de producción y demanda. El mercado, con base en la autorregulación de los participantes, se acercó hasta casi coincidir con el modelo del “mercado eficiente”. Greespan y Bernanke, cada uno a su tiempo, conducían este mecanismo altamente automatizado, “con un sólo dedo”, como se dice coloquialmente; la economía respondía dócilmente a los movimientos que el Banco de la Reserva imprimía a las tasas de interés, acciones éstas que constituían el último reducto de la intervención del estado. Ideólogos, teóricos, políticos, la gente común, todo mundo en suma, coincidían en la pretensión de que se había encontrado por fin la piedra filosofal del crecimiento económico perenne. Cuando los primeros nubarrones que anunciaban la tormenta aparecieron en el horizonte, Bernanke los catalogó como problemas menores, los cuales podían ser resueltos con los instrumentos clásicos a disposición del Banco de la Reserva; una vez librados estos molestos obstáculos, el sistema podría seguir funcionando normalmente, como antes, con base en la misma estructura que le había permitido llegar a la cúspide. Frente a la teoría clásica y neoclásica, que es el fundamento teórico de la sociedad de consumo, se levanta su antípoda, su contrario, que en una dialéctica irreprochable es al mismo tiempo ella misma: el keynesianismo. La teoría de Keynes establece sus tesis principales mediante la negación aparentemente intransigente de la economía neoclásica, en especial de la llamada “ley de Say”, aquella que popularmente se expresa diciendo que “la producción genera su propia demanda”, o, en otros términos, que la principal fuente de la demanda es el flujo de ingreso de los factores generado en el proceso de producción mismo. Sin embargo, esta crítica supuestamente demoledora descansa en el mismo principio que pretende negar, que es la ley de Say. En efecto, la economía vulgar y la neoclásica postulan que la producción, precisamente a través de los altibajos del mercado, procrea necesariamente su propia demanda; el keynesianismo, por su parte, establece que, siendo la equivalencia de producción y demanda el prerrequisito

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ineludible del funcionamiento venturoso del sistema económico, a ésta no se llega por medio del libre juego del mercado, ya que en una fase determinada del ciclo económico la conversión del ingreso de los factores en consumo e inversión se detiene antes de haberse completado, conservándose una parte suya como ahorros de las personas y activos líquidos de las empresas. Este entorpecimiento de la reversión del ingreso a la producción lo atribuye Keynes a factores psicológicos que se hacen más decisivos en la fase depresiva del ciclo: una propensión decreciente a consumir o, lo que es lo mismo, una propensión creciente a ahorrar y una progresiva preferencia por la liquidez, ante los que el “mercado eficiente” se muestra impotente. Es preciso que pongamos nuestra atención en un hecho fundamental: tanto la economía clásica como el keynesianismo y, en la actualidad, igual los neoclásicos que los neokeynesianos, tienen un propósito común: la consecución de un régimen capitalista en el que coincidan producción y demanda. El keynesianismo teórico se tradujo en una serie de prescripciones de política económica para ser aplicadas en las épocas en que, tras una fase de crecimiento, se presentan aquellos elementos “psicológicos” (caída de la propensión a consumir y preferencia por la liquidez) identificados como los obstáculos que impiden la adecuación de la oferta y la demanda, o lo que es lo mismo, en los tiempos en que la codicia de los capitalistas prolonga la producción más allá de los límites de la demanda efectiva y provoca con ello el descenso de los precios y de las ganancias y, en los más extremos de los casos, las crisis más o menos violentas. El keynesianismo recae por necesidad en el mismo prejuicio de la economía clásica y neoclásica: la eficiencia del mercado; sostiene que, cuando mediante la aplicación de sus recetas se ha logrado empatar producción y consumo después de una separación más o menos amplia, el mercado deberá funcionar de nuevo eficazmente y conducir a la economía otra vez por la senda del crecimiento, el progreso y el bienestar. Para el keynesianismo puro la detención y caída del crecimiento económico tiene causas eminentemente psicológicas: la disminución de la propensión a consumir y la preferencia por la liquidez, las cuales obedecen a la percepción magnificada de los males económicos futuros que son la continuación de los tropiezos actuales de la economía, prejuicio que paraliza a los actores económicos. No hay, para el keynesianismo clásico, ninguna falla estructural que afecte a la demanda o a la oferta, como lo es en la realidad la saturación de la demanda efectiva por una oferta superabundante; es por eso que la primera línea de ataque de las políticas keynesianas está constituida por dosificados estímulos a la demanda y la inversión (la demanda e inversión específicas que son precisamente las que han llevado a la economía a su postración) como medios para cebar el mecanismo económico inmovilizado, que de esta manera podrá reanudar su funcionamiento sobre las mismas bases anteriores, y por el combate no muy decidido a aquellos factores (especulación financiera, desregulación bancaria, etcétera) que afectaron negativamente la psicología hasta entonces exultantemente optimista de los ciudadanos. Es evidente que mediante estas acciones, en la medida en que surten los efectos deseados, lo que se obtiene es el reforzamiento de la misma estructura económi-

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ca existente, es decir, un desfasamiento mayor entre demanda y producción de los bienes que constituyen el centro de gravitación de la economía en esta etapa determinada, y con ello el agravamiento de los problemas económicos. La imposibilidad de detener el deterioro acelerado de la economía obliga a sus conductores a intentar medidas más radicales, hasta que, por el método de prueba y error, llegan por fin al núcleo de las nuevas necesidades de la estructura económica y dan el impulso decisivo al tipo de demanda e inversión que la naciente fase de la evolución de la economía requiere, las cuales corresponden a las ramas que el anterior crecimiento desorbitado de la economía había vulnerado, a alguna nueva rama que inicia su desenvolvimiento o a ramas de ambos tipos. Como los ejemplos de la gran depresión de la tercera década del siglo pasado y la actual crisis financiera internacional nos enseñan, las primeras medidas para enfrentar la turbulencia económica son implementadas precisamente por aquellos que la generaron, se detienen en la superficie del fenómeno y su finalidad última es restaurar el mismo modelo de demanda e inversión que llevó la economía a la ruina; estas acciones, insuficientes como son, constituyen sin embargo una grave violación a los principios de doctrina económica prevalecientes que muy a su disgusto se ven obligados a cometer los directores del proceso económico. La necesidad de medidas más profundas y decisivas hace pasar la conducción de la economía a los representantes ideológicos y políticos del sector II de la misma, cuyos intereses son los que han cobrado preeminencia y requieren un cambio de política económica más drástico. Así, los republicanos Hoover y Bush, después de iniciar el rescate de la economía estadounidense en los dos períodos señalados, se vieron obligados a entregar el poder político a los demócratas Roosevelt y Obama, quienes tenían la encomienda del electorado de tomar las providencias necesarias para remontar las crisis. Hay, sin embargo, una diferencia notable entre Roosevelt y Obama; el primero de ellos realizó profundas transformaciones económicas que tuvieron como núcleo un gran programa de obras públicas apoyado por un amplio déficit presupuestal, en tanto que Obama, rehén de todos los prejuicios económicos del neoliberalismo, sobre todo del principio del equilibrio presupuestal, aunque las apremiantes necesidades de los sectores dañados por el monstruoso desarrollo del sector I ya se habían manifestado abiertamente y estaban en desesperada búsqueda de un liderazgo para su satisfacción, trazó un desleído programa de tibias reivindicaciones, que además pulió prolijamente con el fin de evitar los obstáculos que los republicanos, apoyados por los demócratas moderados, podrían colocar para retardar o de plano impedir la aprobación de las medidas legislativas pertinentes. La política económica de Obama tiene la misma limitante que la del gobierno de Bush: su propósito esencial es restaurar el anterior esquema de demanda y producción basado en la industria de la construcción de viviendas y revitalizar el sistema financiero por medio de la normalización y desarrollo ascendente de la “securitización” de los créditos al consumo, principalmente de los créditos hipotecarios. Esta continua reconstitución del modelo anterior mediante su pretendida negación ha llevado necesariamente al deterioro de las condiciones de existencia del sector II de la economía norteamericana.

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Los magros resultados de la política económica y social de Obama en relación con las voluminosas y exigentes necesidades del sector II de la economía norteamericana pueden llevar a una radicalización de las reivindicaciones del mismo que apunten directamente hacia una nueva naturaleza de la relación entre la demanda y producción que tenga su base en otras ramas distintas de la industria de construcción de viviendas y a una orientación distinta a la securitización del sistema financiero internacional. Si estas apremiantes necesidades, y no su virtual claudicación frente a los republicanos, son el factor de la reelección de Obama, entonces éste podrá encabezar, en su segundo período, una transformación rápida y realmente profunda de la economía norteamericana, de la misma envergadura tal vez que la que generó el “New Deal” Rooseveltiano; si, por el contrario, continúa su actual sometimiento a los dictados neoliberales y ésto es la palanca que lo catapulta a la segunda conquista del poder, Norteamérica vivirá una etapa de pequeños cambios dosificados, férreamente vigilados y controlados por los republicanos, cuya suma quizá acerque en alguna medida la economía de Estados Unidos a la nueva estructura de demanda e inversión que será el contenido de la nueva fase del desarrollo del capitalismo norteamericano.

Las medidas de política económica del gobierno de Bush ante la crisis La política económica del gobierno de Bush frente a la crisis financiera se caracteriza porque constituye una masiva intrusión del Estado en todos los mercados, con lo cual se desvirtúa por completo el principio de libre mercado que había sido la bandera del neoliberalismo durante las etapas de establecimiento, consolidación y desarrollo de la sociedad de consumo.

El Banco de la Reserva Federal El Banco de la Reserva Federal dejó su tradicional papel de sobrio y elegante guía que gobernaba la economía con la suave administración de las tasas de interés y de los préstamos de última instancia, para involucrarse en una política más agresiva de intervención en los mercados de dinero y capital. Ya en el manejo de la crisis de Long Term Capital Management la Fed había mostrado su capacidad para acudir sin rubores al paternalismo característico del estatismo y del populismo con la finalidad de salvar de la ruina a una entidad financiera privada y evitar así una catástrofe general de la economía; los argumentos supremos de Alan Greespan para la justificación del rescate de esta entidad financiera, organizado e instrumentado por la FED, eran dos: 1) que no se comprometía dinero público en esta acción y 2) que de no tomarse esta medida sobrevendría necesariamente la quiebra de la empresa financiera que arrastraría a la vorágine de la crisis a la economía norteamericana.

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Pero si en el rescate de Long Term Capital Management la FED únicamente se desempeñó como su agente organizador, en las fases de desencadenamiento y desarrollo de la crisis financiera internacional puso sus reservas y otros mecanismos financieros enteramente a disposición del sistema financiero como un todo con el fin de paliar los males de la crisis y de las entidades con graves problemas y en peligro inminente de quiebra. En primer término, amplió excesivamente sus funciones de prestamista de última instancia al sacar a subasta entre las empresas financieras, en el período de diciembre de 2007 a enero de 2008, 100 mil millones de dólares en créditos. Posteriormente proveyó un préstamo de 29 mil millones de dólares a JP Morgan Chase para financiar su fusión con Bear Stearns, cuando ésta última estuvo al borde de la ruina, prácticamente en quiebra técnica. Después, extendió un crédito revolvente por $85 mil millones de dólares para el rescate de AIG, empresa que también se encontró al filo del precipicio. Estas operaciones de la FED (por un valor de 214 mil millones de dólares) estaban, por su volumen o por su naturaleza, por completo fuera de sus atribuciones normales y de excepción, de la concepción teórica que informaba toda su actividad, estructura y organización y de la orientación “filosófica” que constituía el fundamento último de su existencia; eran la negación franca y abiertamente agresiva del libre cambio, la irrupción violenta en el desenvolvimiento autónomo del mercado. Más adelante, conforme la crisis avanzaba y se mostraba indoblegable ante los intentos gubernamentales de someterla a control, la FED se movió más decisivamente al campo de la heterodoxia. La crisis trajo consigo una severa parálisis en el mercado de dinero (papel comercial); con el propósito de enfrentar este grave obstáculo impuesto a la fluida circulación de los recursos, la FED dio un paso más en el camino de la herejía económica en la que se había implicado y creó un fondo con vastos recursos para la compra de papel comercial (Commercial Paper Funding Facility). Mediante un vehículo de propósitos especiales (SPV), la FED compraría papel comercial directamente de sus emisores; de esta manera, sustituía en sus funciones a la banca de segundo piso, la cual, por el momento, bajo ninguna circunstancia quería o podía invertir en ese mercado. La intervención gubernamental en el mercado financiero a través de la FED llega así al extremo de suplantar en sus funciones a uno de los elementos fundamentales del sistema financiero norteamericano. Con la finalidad de espolear a los temerosos inversionistas para que participasen en el mercado de dinero, la FED estableció un fondo de apoyo, el Money Market Investor Funding Facility, MMIFF, al cual podían acudir por financiamiento para comprar Certificados de Depósito y papel comercial emitidos expresamente con el propósito de ayudar a la industria norteamericana. El intervencionismo estatal también sustituye todos los valores empresariales (audacia, arrojo, decisión, coraje, valentía, arrogancia, etcétera) que habían tenido un “espléndido” desempeño en la parte ascendente del ciclo y que fueron inexorablemente destruidos por la crisis y reemplazados por un obnubilante sentimiento de miedo cerval.

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El mercado de créditos hipotecarios fue el primero que se desplomó; su caída empezó poco antes de que la crisis se manifestara más abiertamente y se tornó más grave en cuanto la catástrofe económica avanzaba. Las empresas hipotecarias apoyadas gubernamentalmente, que se habían endeudado alegremente en los años previos, se vieron acosadas por la exigencia de pago de sus débitos, lo cual reducía sus recursos para continuar “securitizando” préstamos hipotecarios; por otro lado, el mercado de créditos “securitizados” se había derrumbado, dejando en los balances de las empresas miles de millones de dólares en créditos invendidos. El corazón del modelo económico basado en la “securitización” de las hipotecas se detuvo y fue necesario darle un tratamiento de “shock”. El gobierno de Bush encomendó a la FED la tarea de insuflarle vida a ese órgano necrosado mediante la compra de deuda de las empresas hipotecarias apoyadas por el gobierno y de los Bancos Federales de Préstamos para la vivienda por $100 mil millones de dólares y la compra de MBSes emitidos por Fannie, Freddie y Ginnie por un valor de 500 mil millones de dólares. Juntamente con el mercado de los títulos garantizados con créditos hipotecarios se arruinó también el de los títulos llamados ABSes (Asset Backed Securities) garantizados con otros tipos de créditos al consumo como los automotrices, estudiantiles, de tarjetas de crédito, etcétera. La FED tomó a su cargo la restauración y vigorización de este mercado mediante la apertura de una línea de crédito por $200 mil millones de dólares para los emisores de ABSes. La compra de deuda y MBSes y el otorgamiento de crédito a los emisores de ABSes significaban un desembolso para la FED de $800 mil millones de dólares, que sumados a los $214 mil millones que arriba hemos contabilizado dan un total de $1,014 miles de millones, una cantidad realmente exorbitante (dentro de los cuales no se consideran otros apoyos, como el Commercial Paper Funding Facility, etcétera), inyectados por la FED durante la fase álgida de la crisis a los mercados financieros. En este punto nos encontramos con un Banco Central completamente desnaturalizado, tanto en sus funciones como por los montos de sus operaciones, un monstruoso ente que somete los mercados financieros a la vasta acción intrusiva del Estado... con la finalidad de restituir la vigencia del libre mercado. Con las acciones emprendidas durante el período de desencadenamiento de la crisis, la FED intentó: 1) evitar, mediante un fuerte apoyo gubernamental, la sucesiva caída de las grandes empresas financieras cuya consecuencia inevitable sería el derrumbe del sistema financiero como un todo y 2) restaurar y preservar el flujo de dinero y capital entre el sistema financiero por un lado y la industria, el comercio y los servicios por el otro. Las operaciones de la FED no lograron detener un proceso por el cual decenas de las instituciones financieras más grandes del país entraron casi simultáneamente en una situación de quiebra técnica que colocaba al sistema financiero al filo del abismo, ni evitar el deterioro y la posterior paralización del mercado de dinero y capital.

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El Tesoro y la política fiscal durante la crisis Entre febrero y octubre de 2008 el gobierno de Bush implementó varios planes para enfrentar la crisis: el Acta para estímulos económicos de 2008, la “Housing and Economic Recovery Act of 2008” y la “Emergency Economic Stabilization Act of 2008”. El Acta para estímulos económicos de 2008 establece dos medidas típicamente keynesianas que tienen como finalidad lograr la reignición del mecanismo económico mediante el incremento de la demanda de bienes de consumo y de inversión: a) una devolución de impuestos para los contribuyentes de medianos y bajos ingresos y b) incentivos fiscales para los inversionistas. Según el sustento teórico de estas provisiones, el efectivo proveniente de la devolución de impuestos tendría que ser gastado en su mayor parte en bienes de consumo necesario; este gasto debería impulsar la inversión en las ramas que producen los bienes-salario; el crecimiento de estas ramas, a su vez, incitaría el de aquellas que producen los bienes de capital que ellas requieren. Una vez en marcha estos tres elementos, se obtendría el empuje necesario para que la totalidad de la maquinaria económica volviera a funcionar en los mismos términos en que lo hacía con anterioridad a la crisis, es decir, con base en la industria de la construcción de viviendas y en la securitización de los créditos hipotecarios. La satisfacción de las necesidades de “los contribuyentes” y el desarrollo de las ramas productoras de bienes de consumo necesario y de maquinaria y equipo para la producción de los mismos se detendría en seco en cuanto el aparto económico empezase a caminar de nuevo por sí sólo. Y esto sería así porque la teoría y la práctica le han asignado al incremento de este consumo e inversión específicos el papel temporal (lo más breve posible y lo menos gravoso para el presupuesto) de simples detonadores del resto de la economía. Otra providencia tomada por el Acta para Estímulos Económicos de 2008 fue el aumento del nivel superior del valor de las hipotecas elegibles para ser compradas por las empresas apoyadas gubernamentalmente. El fundamento de esta disposición era la necesidad de incrementar el volumen de las hipotecas “securitizables” con la finalidad de continuar alimentando el mismo proceso de circulación del capital financiero que llevó a la crisis. Las dos primeras medidas determinadas en el Acta no lograron relanzar la postrada economía; por el contrario, si algún resultado tuvieron fue el fortalecimiento del mismo esquema de demanda e inversión hipertrofiadas causante de la crisis. La poca efectividad que la tercera de ellas pudo tener se tradujo también por fuerza en un reforzamiento de los elementos determinantes de la crisis. La “Housing and Economic Recovery Act of 2008” está enfocada íntegramente al mercado de la vivienda. Establece una serie de prescripciones que tienen la finalidad de eliminar todas las distorsiones que afectan la oferta y la demanda y, por tanto, su precio de equilibrio. Mediante la consecución de un alto precio de equilibrio y una oferta y una demanda sin deformaciones, sus autores esperaban que se produjera una fluida implicación mutua de esos dos factores que permitiese, en un movimiento continuo,

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producir cantidades crecientes de viviendas que serían vendidas a una legión inacabable de compradores; las hipotecas correspondientes, también en un volumen en ascenso constante, sustentarían entonces un proceso de “securitización” igualmente sin límites. Restablecido el mercado de la vivienda, todo el sistema económico volvería a marchar con igual dinamismo que antes. Es éste el sueño dorado neoliberal del funcionamiento perpetuo del mecanismo que, habiéndose formado a espaldas de los agentes económicos en un proceso regido por leyes específicas que determinan férreamente su actividad, es considerado por ellos como el producto de su preclara inteligencia, implacable voluntad y acendrado espíritu de empresa, por lo que una vez removidos los pequeños obstáculos el artilugio obedecerá de nuevo a sus conductores y podrá así seguir en movimiento sempiternamente. Es evidente que un incremento en la oferta de viviendas como resultado de las medidas propugnadas por el Acta tendría como único efecto ahondar la disyunción estructural entre oferta y demanda, separación que fue la causa última de la crisis, por lo que ésta recibiría un nuevo y más potente impulso. El aumento en la demanda de viviendas, puesto que la demanda efectiva ya había sido sobrepasada en exceso desde mucho tiempo atrás, sería entonces desde su nacimiento una demanda insolvente, que de inmediato entraría al torbellino de los incumplimientos y las ejecuciones, lo cual necesariamente avivaría la crisis en marcha. Persistiendo una cada vez más amplia dislocación entre la oferta y la demanda en el mercado de la vivienda, los precios tendrían que ser bajos y moverse constantemente hacia un nivel inferior. La ruina de la industria de la vivienda no pudo ser detenida; por el contrario, fue vigorosamente propulsada por la política económica patrocinada por el Acta. La “securitización” de las hipotecas que se habría podido realizar con base en la demanda espuria de viviendas, además de llevar en sí misma el estigma de una gran desvalorización de los títulos desde el momento mismo de su emisión, participaría en un mercado de MBSes completamente abatido, en el que sería prácticamente imposible su colocación. En una impecable dialéctica, las disposiciones tomadas por el Tesoro estadounidense con el fin de detener la crisis se convirtieron inexorablemente en su contrario, en los medios más seguros para fomentarla. El “Acta que proporciona autoridad al gobierno Federal para comprar y asegurar ciertos tipos de activos en problemas con el propósito de dar estabilidad y prevenir trastornos en la economía y el sistema financiero…” fue el último y mayor esfuerzo del gobierno de Bush para enfrentar la crisis. La sección “A” del Acta, denominada “Acta de Estabilización de la Emergencia Económica de 2008” contenía una serie de prevenciones cuyo objetivo fundamental era frenar el creciente deterioro de las instituciones financieras norteamericanas, el cual no había podido ser impedido por las acciones instrumentadas con ese propósito por la FED y el Tesoro, las que incluso habían contribuido a acelerarlo. Para alcanzar ese propósito, la sección A del Acta establecía un “Programa de apoyo a los activos en problemas” por el cual el Tesoro dispondría de un fondo de

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$700 mil millones para la compra, en mejores condiciones que las del mercado, de los activos “tóxicos” que poseían las empresas financieras, tales como MBSes, ABSes, etcétera, los cuales estaban completamente desvalorizados y sin posibilidades de circulación en los mercados correspondientes. Casi inmediatamente este Programa fue abandonado y sus fondos se transfirieron a uno nuevo, el “Programa de Compra de Capital”, mediante el cual se suministraría capital (en lugar de comprarles sus activos “tóxicos”) a las empresas financieras en problemas; las compras podrían ser de acciones preferentes senior y bonos subordinados y a cambio el Tesoro cobraría los dividendos, intereses y warrants pertinentes. Se trata en este caso de la más alta transgresión que el neoliberalismo hace de sus más elevados principios: la obligada aceptación por la plutocracia norteamericana, así sea sólo temporal, del estatismo. El capital privado se apoya en el capital público para evitar el desastre hacia el que se dirige; el libre cambio necesita forzosamente del estatismo para sobrevivir. El Tesoro norteamericano notificó a las instituciones financieras participantes unas cuantas nimias condiciones que deberían cumplir para podre recibir el apoyo gubernamental; entre ellas resaltaba la “obligación” de utilizar los nuevos recursos para el otorgamiento de préstamos a las familias y las empresas, lo que se traduciría en un apoyo a la economía del país. Las empresas financieras que participaron en el programa de compra de capital destinaron los nuevos fondos principalmente al fortalecimiento de sus balances, la revalorización de sus activos y la normalización del mercado de títulos y dejaron sin atender las necesidades de crédito de las familias y las empresas. Este programa dio un pequeño respiro al sistema financiero norteamericano, el cual quedó en espera de las soluciones de más fondo que debería proporcionar el gobierno de Obama al asumir el poder. En la misma sección A del Acta se establecen varias disposiciones que tienen la finalidad de fortalecer el programa Esperanza para Propietarios de Viviendas. Todas ellas son medios para incrementar una oferta ya de por sí exorbitante y una demanda completamente ficticia y, por tanto, sin duda, elementos aceleradores de la crisis. La sección B del Acta contiene prevenciones sobre la extensión del otorgamiento de créditos fiscales para las inversiones en formas alternativas de energía como la solar, geotérmica, hidroeléctrica y etanol celulósico y dispone un nuevo crédito fiscal en la compra de vehículos eléctricos; la sección C destina $100 mil millones de dólares en exenciones de impuestos para los negocios y la clase media, créditos fiscales para investigación y desarrollo, expansión del crédito fiscal por los niños, protección del impuesto alternativo mínimo, extensión del seguro de desempleo y un crédito fiscal por mil dólares para los dueños de viviendas de bajos ingresos. El propósito que tienen estas prescripciones es provocar el reinicio del movimiento económico, ya sea por la vía del aumento de la demanda de bienes de consumo o de la ampliación de la inversión; no tienen la finalidad de impulsar un

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desarrollo sostenido de las ramas en que inciden, sino solamente utilizarlas por un corto tiempo en tanto que el crecimiento económico con base en las ramas anteriormente preponderantes (industria de la vivienda y securitización de los créditos) se reanuda. Estas disposiciones de las secciones B y C del Acta tampoco surtieron los efectos deseados por la Administración Bush y la crisis siguió adelante, sin que nada pudiera detenerla.

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Capítulo XXI

La Presidencia de Obama

El Plan de Estabilización Financiera y el Acta de 2009 de Recuperación y Reinversión El 20 de enero de 2009, al asumir Obama la Presidencia de los Estados Unidos, estaban en marcha los principales programas establecidos por la administración Bush destinados a contener la descomposición del sistema financiero e impedir su autodestrucción y a frenar la caída de la “economía real” e impulsar su recuperación. El nuevo mandatario tomó el control de las acciones y expidió sus propios planes: el “Financial Stability Plan” y la “American Recovery and Reinvestment Act of 2009”. En los primeros días del mes de febrero de 2009 se expidió el “Financial Stability Plan”, que al momento constituía el más denodado esfuerzo del gobierno norteamericano orientado a detener el desmoronamiento del sistema financiero. Este plan constaba de los siguientes elementos: 1) Un programa de asistencia de capital, por medio del cual se proveían fondos a las instituciones bancarias de préstamo con necesidades de capital (determinadas con una prueba de “stress”) mediante la venta al Tesoro, a cambio de efectivo, de títulos preferentes convertibles; estos fondos operaban como un capital contingente que debería asegurar que estas instituciones tendrían capital suficiente para preservar o incrementar los préstamos en los tiempos “peores de los que se esperaban” (“in worse-than-expected economic times”). La dotación de los fondos estaba condicionada a que las instituciones favorecidas reemplazaran lo más pronto posible la asistencia del Tesoro con capital privado y a que asegurasen la utilización de aquellos en la generación de un nivel de préstamos mayor del que habría sido posible sin el apoyo gubernamental. El propósito de este programa, según el Tesoro, era proveer un amortiguador de capital (“capital buffer”) para ayudar a los bancos a absorber sus pérdidas mientras trabajan en estabilizar sus operaciones y buscan capital en los mercados privados. 2) El establecimiento por el Tesoro, la FED, la FDIC y el sector privado de un mecanismo de inversión pública-privada que mediante la inversión por el Tesoro de $75 mil a $100 mil millones de dólares generaría entre $375 mil y $500 mil millones de dólares en poder de compra, con la posibilidad de exten-

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derse hasta el billón (un millón de millones) de dólares, que serían aplicados a la adquisición de deuda y activos “tóxicos” de los bancos. El Programa de Inversiones Públicas-Privadas (Public-Private Investments Program, PPIP) constaba de dos partes: el Legacy Securities Program y el Legacy Loan Program. Conforme al primero, el Tesoro e inversionistas privados integrarían un fondo (Legacy Securities Fund) en el cual cada uno participaría con el 50% del capital; este fondo podría contratar deuda con el Tesoro y/o con el TALF y otras fuentes privadas hasta por otro tanto del monto de su capital; el total de los recursos del fondo (capital y préstamos) serían utilizados para la compra de activos elegibles (“tóxicos”), inicialmente sólo MBSes, de las Instituciones financieras. De acuerdo con el segundo, el Tesoro e inversionistas privados formarían un fondo (Legacy Loan Fund) al que cada uno contribuiría con el 50% del capital; el promotor (“sponsor”) sería la FDIC; el fondo podría incrementar sus recursos emitiendo deuda para inversionistas privados que tendría la garantía de la FDIC; el capital y los préstamos obtenidos se aplicarían a la compra de créditos hipotecarios residenciales y comerciales “tóxicos” a los bancos emisores.   El primer programa tenía como finalidad que las instituciones financieras sacaran de sus hojas de balance los títulos garantizados con hipotecas (MBSes fundamentalmente) que habían perdido todo su valor, no tenían por tanto capacidad alguna de circulación y constituían un obstáculo insuperable para dar libre curso a las nuevas emisiones de títulos; se trataba de restaurar la fluidez en el mercado de títulos garantizados con hipotecas y con ello el funcionamiento de todo el sistema financiero en los mismos términos en que se encontraba con anterioridad a la crisis.   Por otro lado, con su voluminosa intromisión en el mercado, esto es, con el intempestivo y gran incremento en la demanda, el Tesoro esperaba “regularizar” los precios de los títulos y dejarlos en equilibrio, aptos para ser adoptados por el “mercado eficiente”.  Con el segundo programa, el Tesoro tenía la intención de reconstituir la función emisora de créditos hipotecarios de los bancos y esperaba que con esto se produjese en cantidades suficientes la materia prima de la “securitizacion”; este ajuste permitiría que esta parte sumamente dañada del mecanismo principal del sistema financiero norteamericano se regenerara y pudiese desempeñar el mismo papel que había tenido con anterioridad a la crisis. 3) El tercer elemento del “Financial Stability Plan” era la “Consumer and Business Lending Initiative”, por la cual el Tesoro y la Reserva Federal trabajarían conjuntamente para fortalecer con un billón (un millón de millones) de dólares el mercado de los préstamos para los pequeños negocios, préstamos estudiantiles y financiamiento del consumo en general y de la compra de automóviles. El Tesoro intentaba utilizar $100 mil millones para apalancar 1 billón (un millón de millones) de dólares en préstamos a los actores del mercado secundario con los cuales adquirir créditos recientemente contratados y “securitizarlos” bajo la forma de ABSes; los objetivos del programa eran la reactivación de los

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mercados secundarios de crédito, la reducción de los costos de los créditos y la reanudación del flujo de recursos hacia los consumidores. Esta parte del plan fue concebida como un instrumento para restaurar el flujo de recursos desde los consumidores hacia los originadores de títulos securitizados (ABSes), el cual constituía un elemento fundamental del sistema financiero tal y como éste estaba estructurado antes de la crisis. El “Financial Stability Plan” fue diseñado con dos propósitos fundamentales: 1) sanear las hojas de balance de las instituciones financieras para impedir su quiebra en cascada y de esta manera evitar el derrumbe de todo el sistema financiero y 2) rehabilitar el funcionamiento del sistema financiero para llevarlo al mismo punto en que se encontraba con anterioridad a la crisis. Otra finalidad del Plan era restablecer la corriente de recursos crediticios hacia las empresas y las familias. Lo que nos interesa resaltar es que toda esta actividad gubernamental está dirigida a reconstruir el aparato productivo y el sistema financiero para dejarlo tal y como estaba estructurado en el período previo a la crisis. El 17 de febrero de 2009 el Presidente Obama signó el American Recovery and Reinvestment Act of 2009, en cuya declaración de propósitos se establecía: “Los propósitos de esta Acta incluyen lo siguiente: “(1) Preservar y crear empleos y promover la recuperación económica, “(2) Ayudar a aquellos que han sido más impactados por la recesión, “(3) Proveer las inversiones necesarias para incrementar la eficiencia económica impulsando los avances tecnológicos en ciencia y salud, “(4) Invertir en transporte, protección del medio ambiente y otras infraestructuras que proporcionen beneficios económicos a largo plazo y “(5) Estabilizar los presupuestos de los gobiernos locales y estatales con la finalidad de minimizar y evitar reducciones en los servicios esenciales e incrementos contraproducentes de los impuestos estatales y locales.” Para el logro de sus objetivos, el Acta destinaba $288 mil millones de dólares a una reducción de impuestos y otros beneficios dirigidos a las familias de los trabajadores y a los negocios, incrementaba los fondos federales para educación, salud y programas de ayuda social (como la extensión de los beneficios para los desempleados) en un monto de $224 mil millones de dólares y asignaba $275 mil millones de dólares para contratos, garantías y préstamos federales. En total, el Acta proveía fondos por un total de $787 mil millones de dólares para la recuperación económica. El Acta hacía honor al prejuicio ideológico fundamental del capitalismo moderno cuando declaraba que el propósito esencial de las acciones para la recuperación económica en ella consignadas era “el preservar y crear empleos”; esta intención se estrelló contra una terrible realidad: como consecuencia de la crisis, el desempleo se incrementó en cerca de 7 millones de personas, esto es, un 100%, entre 2007 y 2010, lo que significa que después de la crisis no quedaron ya empleos que preservar y los que en adelante se generasen propiciados por las medidas es-

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tablecidas en el Acta no serían nuevos, sino la reposición de los perdidos. Por otro lado, las pésimas condiciones económicas obligaron a los capitalistas, una vez que hubieron despedido a cientos de miles de obreros, a reducir a su nivel más bajo la relación técnica entre el capital y el trabajo, es decir, la composición técnica del capital, con el propósito de eliminar cualquier exceso de trabajo en relación con el nivel tecnológico alcanzado; esto, desde luego, se tradujo en una reducción de la cantidad de trabajo que un monto dado de capital pone en funcionamiento, por lo que la nueva inversión que se intentaba promover con las medidas consignadas en el Acta sólo atraería una cantidad considerablemente menor de obreros por unidad de capital. Dados estos antecedentes, es claro que la recuperación de todos los empleos perdidos hubiera requerido, tomando en cuenta el ajuste del volumen del trabajo al nuevo nivel tecnológico, una inversión astronómica de capital, lo cual era prácticamente imposible. En realidad, después de la crisis el capital absorberá lentamente cantidades reducidas de trabajadores, una parte de los cuales provendrá de aquellos que fueron lanzados a la calle y otra de los de nuevo ingreso al mercado de trabajo, por lo que al final quedará un sedimento de 3 ó 4 millones de los trabajadores despedidos que ya no volverán a ser empleados y pasarán por tanto a integrar la parte invariable de desempleados a la que hemos hecho mención en parágrafos anteriores. Alcanzar el nivel de empleo anterior a la crisis, es decir, reponer la totalidad de los 7 millones de puestos de trabajo que el capital desechó en 2009, consumirá una buena cantidad de años, y sólo después de ello podrá la economía norteamericana empezar realmente a “crear nuevos empleos”. La inefectividad de todas las anteriores medidas para reactivar la economía obligó al nuevo gobierno norteamericano a tomar acciones más drásticas destinadas a incrementar la demanda y la inversión en un volumen mucho mayor, por un período de tiempo más largo y en ramas distintas de la industria de la vivienda. Al mecanismo de ignición de la economía destinó $512 mil millones de dólares bajo los conceptos de reducción de impuestos a millones de trabajadores y a las empresas y un incremento de los fondos federales para educación, salud y otros programas, como una extensión de los beneficios a los desempleados; estas provisiones del Acta tenían una existencia temporal rígidamente delimitada y un volumen perfectamente definido que, de acuerdo con la teoría correspondiente (economic stimulus theory), no deben ir más allá del tiempo que se asigne al inicio de la reactivación ni de la restricción presupuestal impuesta. Algunas de estos renglones del gasto público tenían además el designio de restaurar las condiciones productivas de los trabajadores, severamente dañadas por la crisis, pero solamente en la medida en que esto contribuyera al relanzamiento de la economía, nada más. Lo característico de todas las políticas keynesianas es que utilizan la satisfacción de las necesidades de los trabajadores como un medio para resolver los problemas de la acumulación de capital, y esto únicamente de una manera mezquina, en la medida y sólo en la medida en que se logra el resultado deseado, sin ir un milímetro más allá en la cobertura de las apremiantes necesidades de los obreros.

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Para el aumento más sostenido y a más largo plazo de la demanda en ramas distintas de la industria de la vivienda, el Acta asignaba fondos por $275 mil millones de dólares que se aplicarían a contratos, garantías y préstamos del gobierno federal para realizar obra pública y dentro del total de $787 mil dólares que el Plan contemplaba invertir se consideraban también fondos para la industria de la energía renovable, la investigación científica, la expansión de la banda ancha y del servicio inalámbrico. Aunque más radicales que todos los estímulos económicos implementados por el gobierno norteamericano, sin embargo las prescripciones del Acta de Recuperación y Reinversión de 2009 estaban constreñidas por la camisa de fuerza que el neoliberalismo le había dejado de herencia a Obama: el equilibrio presupuestal a toda costa. Es por eso que la recuperación esperada de la economía norteamericana después de la crisis se ha dado en un monto muy reducido. Pero cuando resalta con más fuerza la ridícula dimensión de la política económica de Obama es al compararla con la transformación verdaderamente extrema de la economía norteamericana que bajo la dirección de Roosevelt se realizó con el New Deal. Durante el año de 2010 el gobierno de Obama continuó haciendo desesperados esfuerzos dirigidos al logro de la recuperación de la economía norteamericana. En marzo de ese año emitió el Acta de Incentivos en la Contratación para Restaurar el Empleo (“Hiring Incentives to Restore Employment Act”) la cual proporcionaba subsidios para la firmas que contratasen trabajadores que tuvieran al menos dos meses desempleados, apoyaba a los empresarios permitiéndoles deducir sus inversiones en equipo e impulsaba la creación de empleos mediante la expansión de inversiones en escuelas, energía limpia, carreteras y puentes. En agosto el Presidente votó una ley por la cual se otorgaron $10 mil millones de dólares de ayuda adicional a los estados para evitar el despido de 160,000 trabajadores (maestros, oficiales de policía y bomberos) en toda la nación. En septiembre Obama firmó el Acta de Empleos en los Pequeños Negocios (“Small Business Jobs Act”) por la cual se proveía a las pequeñas empresas de mayor acceso al crédito mediante la creación de un nuevo Fondo de Préstamo a los Pequeños Negocios, con recursos por $30 mil millones de dólares, el cual tenía la finalidad de dar respaldo a los bancos que prestan a las pequeñas empresas. Se echó a andar una Iniciativa de Crédito del Estado para los pequeños negocios, cuyo objetivo era impulsar préstamos por $15 mil millones de dólares a través de subsidios a los programas innovativos estatales y locales. Además, el Acta contenía ocho recortes de impuestos para las pequeñas empresas, incluyendo la eliminación de los impuestos a las ganancias en las principales inversiones de los pequeños negocios e incentivos fiscales para alentar a las empresas, grandes y pequeñas, a invertir en nuevas plantas y equipo. A finales de 2010 se logró un acuerdo entre los dos partidos relativo a los impuestos, por el cual se hizo posible expedir el Acta de 2010 de apoyo fiscal, reautorización del seguro de desempleo y creación de empleos (“Tax Relief, Unemployment

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Insurance Reauthorization and Job Creation Act of 2010”). En este documento se establecían las siguientes medidas: • • • • • • •

evitar un incremento de los impuestos a la clase media, reducción del impuesto de nómina a 159 millones de trabajadores, proveer a las familias de créditos fiscales críticos, prolongar los beneficios para los desempleados, impulsar la inversión en los negocios con una deducción del 100%, mantener el crédito fiscal para la investigación y la experimentación y continuar con los subsidios a la energía renovable.

El gobierno federal consideraba que esta legislación podría generar 1.5 millones de empleos o más.1 De esta manera, los resultados de la gestión de Obama han sido hasta ahora: el esfuerzo incondicional para el rescate del sistema financiero, de la industria de la vivienda y de las grandes empresas automovilísticas de la nación, una feble reforma del sistema de salud, una reforma de los mecanismos de control de las instituciones financieras respetuosa de sus sólidos cimientos, un total abandono de sus promesas de campaña relativas a la reforma migratoria y a otros temas de igual o mayor importancia y la imposibilidad absoluta de reanudar el crecimiento económico, el cual, bajo las circunstancias imperantes significaría, simple y llanamente, el progreso de las industrias de I. A estas alturas de la evolución de la crisis nos encontramos con lo siguiente: las reclamaciones del sector II se han diferenciado, estructurado y abierto paso hacia el proscenio político en donde se han adherido a un Partido y un personaje que en una medida limitada las ha tomado en adopción en un sinuoso proceso de desalojo de las fuertes contaminaciones con la ideología neoliberal que el férreo dominio ideológico de la plutocracia les infligió; el principal prejuicio heredado, del que ni siquiera han intentado abjurar, sino, por el contrario, al que han conservado como el núcleo de sus posiciones económicas, es el simplista modelo del mecanismo económico que ya tuvimos oportunidad de conocer en los conceptos de Bernanke, el Chairman de la Fed. La ultrasimplista visión de Obama tiene la misma raíz que las concepciones de la plutocracia norteamericana (representada ésta por Bush, Greespan y Bernanke): la economía norteamericana e internacional se mueve de acuerdo con el mecanismo arriba descrito; éste se ha visto afectado en su funcionamiento correcto por una serie de excesos, del capital financiero principalmente, lo que ha causado grandes estragos en toda la organización económica. Las acciones para remediar estos males empiezan con un rescate incondicional del sistema financiero y de la industria del sector I (en lo que están plenamente de acuerdo republicanos y demócratas), se continúan en un fuerte dispositivo leOffice of Management and Budget, Executive Office of the President of the United States, Fiscal Year 2012 Budget of the U. S. Government, Budget.gov, Government Printing Office, Washington 2010, February 14, 2011 www.gpoaccess.gov, U. S. 1

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gislativo y administrativo que regule la actividad de los banqueros y de los empresarios para evitar que el artilugio se descarrile de nuevo y se extiende hasta el resarcimiento de algunos de los males y daños económicos y sociales causados por la crisis a diversos sectores de la población y a determinadas ramas industriales que forman parte del sector II de la economía (en lo cual disienten acremente republicanos y demócratas). De acuerdo con esta perspectiva, una vez que estos problemas se superen, el mismo modelo volverá a funcionar eficientemente y el crecimiento económico se reanudará con un impulso vigoroso, lo que se traducirá en un desarrollo ordenado, armónico de todos los elementos económicos: sector financiero, gran industria, pequeña y mediana industria, etcétera, en el cual el sector I y el sector II marcharán unidos por la senda del progreso. El tratamiento de “shock” aplicado a la economía norteamericana por Bush y Obama, cada uno a su tiempo, tuvo dos resultados inmediatos: 1) salvar el sistema financiero norteamericano de la inminente ruina y mantenerlo en funcionamiento y 2) contener el descenso en picada de la actividad económica. A partir del tercer trimestre del 2009 se inicia un modesto proceso de mejoramiento de las condiciones económicas que hace brotar en los líderes norteamericanos la esperanza de volver a la senda de un alto y sostenido crecimiento bajo el mismo modelo que había producido la gran crisis: el desarrollo de la industria de la vivienda y la “securitización” de los créditos al consumo; sin embargo, esa perspectiva se cancela abruptamente ya que la tasa de crecimiento alcanza su nivel superior en el primer trimestre de 2010 y vuelve a descender a partir del segundo trimestre de ese mismo año. Estos avatares de la economía norteamericana los apreciamos de mejor manera en el cuadro 13 y gráfica 13. Las enérgicas medidas tomadas por el gobierno norteamericano para contener la crisis financiera y restaurar la actividad económica dieron sus primeros resultados en el segundo trimestre de 2009, cuando la tasa de crecimiento económico redujo sustancialmente el ritmo de su caída para situarse en -0.7%, después de haber estado en -8.9% y -6.7% en el cuarto trimestre de 2008 y en el primero de 2009, respectivamente. Esta recuperación se detiene en un nivel que ronda el 3.8% durante el período que comprende el último trimestre de 2009 y los dos primeros de 2010. De ahí en adelante, el crecimiento cae de nuevo y en el segundo trimestre de 2011 llega a 1%. Estos altibajos del crecimiento del producto interno bruto, medidos trimestralmente y proyectados a tasa anual, son los determinantes de los cambios en el estado de ánimo de los supuestos conductores de la economía norteamericana, quienes, con el alma en un hilo, esperan cada trimestre los resultados de la medición de ese indicador para con ellos alimentar su amarga desesperanza o desatar su desmedida euforia; la sustancia económica, más que nunca en las épocas de crisis agudas, se impone a los actores económicos y políticos como una potencia autónoma, inescrutable, que los somete a sus condiciones inapelables. Remitimos a nuestros lectores a los comunicados mensuales del Federal Open Market Committee de la Re-

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Cuadro 13 Producto Interno Bruto por trimestre, en miles de millones de dólares de 2005 y porciento de cambio. Del primer Trimestre de 2008 al 2º. Trimestre de 2011. Estados Unidos de América. Año y trimestre

Producto Interno Bruto

Incremento porcentual (%)

2008t1 2008t2 2008t3 2008t4 2009t1 2009t2 2009t3 2009t4 2010t1 2010t2 2010t3 2010t4 2011t1 2011t2

13,266.8 13,310.5 13,186.9 12,883.5 12,663.2 12,641.3 12,694.5 12,813.5 12,937.7 13,058.5 13,139.6 13,216.1 13,227.9 13,260.5

-1.8 1.3 -3.7 -8.9 -6.7 -0.7 1.7 3.8 3.9 3.8 2.5 2.3 0.4 1.0

Gráfica 13 Producto interno bruto por trimestre, en miles de millones de dólares de 2005. 2008t1-2011t2. Estados Unidos de América 13,400 13,200 13,000 12,800 12,600 12,400

t2 11

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20

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12,200

Fuentes: Bureau of Economic Analysis, U. S. Department of Commerce, GDP in billions of chained 2005 dollars, Quarterly, (Seasonally adjusted annual rates), Current-dollar and “real” GDP. Gross Domestic Product (GDP), National Economic Account, www.bea.gov. 8/26/11 Bureau of Economic Analysis, U. S. Department of Commerce, GDP percent change based on chained 2005 dollars, Quarterly, (Seasonally adjusted annual rates) Percent change from preceding period, Gross Domestic Product (GDP), National Economic Account, www.bea.gov, 8/26/11

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La crisis financiera internacional


serva Federal de los Estados Unidos, en donde hallarán un valioso material para documentar esta tortuosa naturaleza de los políticos norteamericanos. La clase gobernante y la plutocracia norteamericanas estaban por completo sujetos a los movimientos de la sustancia económica que en este momento auguraban un prometedor crecimiento económico y al siguiente anunciaban una recaída en el enlentamiento de la economía y quizá en la misma recesión. Aunque desde el tercer trimestre de 2009 se había superado el crecimiento negativo y se habían obtenido números positivos hasta llegar al 3.9% en el primer trimestre de 2010, sin embargo todo esto no se consolidaba como una tendencia firme hacia la consecución de tasas más altas y de hecho a partir del tercer trimestre de 2010 se inició una nueva reducción del ritmo de crecimiento del PIB que en el segundo trimestre de 2011 descendió hasta el 1%. Las medidas que Obama había aplicado con el propósito específico de reiniciar el crecimiento económico tuvieron un efecto muy débil y poco duradero. Los obstáculos contra los que se estrellaba la angustiosa acción de los líderes políticos y la plutocracia norteamericana eran las siguientes, fundamentalmente. En primer lugar, la ridícula magnitud de las medidas keynesianas instrumentadas para lograr la reignición de la economía ocasionaba que éstas no tuviesen efecto alguno en la conquista de ese propósito. Ante una crisis de dimensiones casi iguales a las que tuvo la de 1929, Obama puso en marcha un conjunto de prescripciones que, frente a las que en condiciones casi idénticas estableció Roosevelt, tenían proporciones liliputienses. El respeto irrestricto al dogma neoliberal del equilibrio presupuestal, impuesto a Obama por la vigilancia activa de los legisladores republicanos, cancerberos de la plutocracia norteamericana, hacía prácticamente imposible la aplicación de un programa de recuperación económica basado en un incremento sustancial del gasto público, no digamos ya la reorientación de éste hacia las ramas y sectores dañados por la crisis. En segundo lugar, las recetas económicas extendidas con la finalidad de reactivar la economía tenían como finalidad explícita la restauración del mismo modelo de acumulación basado en la industria de la construcción de viviendas y en la securitización de los créditos al consumo, por lo que el resultado último de la acción gubernamental era el reforzamiento de los factores generadores de la crisis y, en consecuencia, la constricción del crecimiento económico. En tercer lugar, el enorme volumen de crédito al consumo que se otorgó a las familias y que fue un factor agravante de la crisis financiera internacional, pues dio un gran impulso adicional al crecimiento desorbitado de la industria de la vivienda y del sistema financiero, se constituyó en un obstáculo insuperable para la reavivación de la demanda porque el servicio del mismo redujo sustancialmente el ingreso disponible de los consumidores. En el cuadro 3 (“Promedio anual y cambio porcentual del total en circulación del crédito al consumo...”) se consignan los datos del total de crédito al consumo en circulación en el año 2008, que es de 13,843.8 miles de millones de dólares, y en los años 2009 y 2010, que es, para cada uno, de 13,611.2 y 13,386.2 miles de millones de dólares. El total en circulación del crédito al consumo tiene un valor

La Presidencia de Obama

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igual al 96.8%, 97.6% y 92.1% del PIB a precios corrientes de los años 2008, 2009 y 2010. El PIB del año de 1990 es de $5,800.5 miles de millones de dólares y el crédito al consumo de ese año de $3,581.1 miles de millones de dólares, por lo que el valor de éste es tan sólo el 61.7% de aquel; el crecimiento porcentual de ambos entre 1990 y 2010 es de 150.4 y 273.8, respectivamente. Estos datos del Departamento de Comercio y del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos nos permiten apreciar la enormidad del monto de los créditos al consumo en circulación en los mercados estadounidenses y globales; de ahí se infiere inmediatamente también la colosal cantidad de recursos que se tienen que destinar al pago de los intereses y del principal que se generan anualmente por concepto de estos créditos; y esto nos da la medida de la enorme e insuperable barrera (ese cuantioso servicio de los créditos al consumo) que se opone a la reanimación de la demanda de los consumidores y que, por tanto, impide la reanudación de un crecimiento económico alto y sostenido. El rescate del sistema financiero permitió convertir una parte de la deuda de los consumidores en deuda pública; pero al mismo tiempo, el alivio que se dio a los bancos hizo posible que éstos reincidieran en las mismas prácticas de otorgamiento de los créditos al consumo, con lo que por este frente se siguieron incrementando los créditos en circulación. El balance de estas dos acciones da como resultado descensos de tan sólo 1.7% en 2009 y 1.9% en 2010 en el total de créditos al consumo en circulación, lo cual deja intangible el alto monto de los créditos que son el muro infranqueable con que se topa la recuperación económica. A este negro panorama debemos agregar algunos elementos aún más determinantes: ya hemos visto que el resultado más funesto de la crisis fue el aumento del desempleo en una proporción que ronda el 100%; en términos absolutos, la cantidad de norteamericanos sin trabajo se incrementó en 7 millones de personas en 2009 y en ese monto así acrecido de 14 millones se mantiene hasta hoy en día el total de desempleados en los Estados Unidos. Estos nuevos 7 millones de estadounidenses sin trabajo están imposibilitados de ejercer la demanda normal para satisfacer sus necesidades básicas y de cumplir con las obligaciones crediticias contraídas en el período de auge económico; además, la crisis provocó también un descenso sustancial del ingreso de los trabajadores en activo, con lo cual igualmente se redujo su capacidad de consumo actual y de servicio y liquidación de los cuantiosos créditos obtenidos. La suma de todos estos factores da como resultado la consolidación de un descomunal obstáculo que bloquea totalmente el paso al crecimiento de la economía norteamericana. La conversión de los créditos al consumo en deuda pública, o al menos en deuda garantizada por el gobierno, tiene un límite muy estrecho en la necesidad impuesta por el prejuicio neoliberal del equilibrio presupuestal. De este modo, la única forma en que la deuda del consumo puede reducirse hasta el límite que permita reavivar la demanda (descontando una altamente improbable reducción, moratoria o condonación por parte de los bancos) es que los propios consumidores la paguen a lo largo de una buena porción de tiempo, período durante el cual se mantendría estancada la demanda, y sólo después de esto, cuando

348 •

La crisis financiera internacional


su ingreso disponible se hubiese liberado de esa carga abrumadora, podrían volver a ejercer su capacidad de compra. La modesta recuperación económica que se registró en la economía norteamericana durante el último trimestre de 2009 y los dos primeros de 2010, aunada a la victoria pírrica que había obtenido con la aprobación de la reforma del sistema de salud y de la legislación regulatoria de las entidades financieras, insuflaron al Presidente Obama de reforzadas energías y optimismo para acometer tareas más audaces; desde la óptica del conductor de la clase gobernante, una vez que la enorme labor de rescatar el sistema financiero había concluido en lo fundamental, ahora se colocaba en primer plano la necesidad de reactivar la economía para lograr un crecimiento sostenido en niveles mucho más elevados de los que se estaban presentando. Este aumento sustancial sería el vehículo para lograr un incremento en el empleo y el mejoramiento de las percepciones de los trabajadores. Los mayores niveles de empleo y los mejores salarios harían crecer la demanda y así se reanudaría el círculo virtuoso del crecimiento económico constante. Los planes económicos de Obama para impulsar el crecimiento exigían, por definición, un aumento considerable en el gasto público. La apuesta política del Presidente de los Estados Unidos se cifraba en la elección intermedia de noviembre de 2010; la conquista de la mayoría por el Partido Demócrata en la Cámara de Representantes se daba como un hecho y con ella de su lado esperaba Obama romper la amenaza de parálisis legislativa que sobre él se cernía de parte de los legisladores republicanos. Sin embargo, en un espléndido ejemplo de lo que es la democracia moderna, tan cara a tirios y troyanos, los Republicanos ganaron en noviembre de 2010 una mayoría definitiva en la Cámara de Representantes. Aquellos que en alianza con la plutocracia norteamericana habían lanzado a su país al abismo de la crisis más devastadora del siglo xxi y provocado daños apocalípticos a la economía norteamericana y mundial, y quienes por tanto deberían pagar cuando menos los costos políticos de esta catástrofe, serían ahora los que determinarían cómo sufragar las expensas de la calamidad. Obama se vio irremisiblemente obligado a cambiar la estrategia de su acción política. Ahora, en lugar de un programa económico ambicioso con base en el incremento del gasto público, el cual habría podido imponer a través de una holgada mayoría legislativa, debería delinear un proyecto que tuviese como principio el inatacable e inamovible prejuicio ideológico del neoliberalismo: el equilibrio presupuestal mediante la disminución del gasto público.

El Segundo informe a la nación de Barack Obama En su discurso a la nación de enero de 2011,2 Obama rinde formalmente sus armas ante sus enemigos republicanos y los invita muy amablemente a que juntos busquen 2 The New York Times, Politics, Obama’s Second State of the Union (Text), transcript for President Obama’s second State of the Union address on Tuesday, as released by the White House, New York, U. S., published January 25, 2011.

La Presidencia de Obama

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las fórmulas que permitan incrementar el crecimiento económico y el empleo sin incurrir en déficit público sino, por el contrario, conseguir que esas metas se logren mediante una inteligente reducción del gasto. El Segundo Informe del Estado de la Unión del Presidente Obama es un verdadero programa de acción para los dos últimos años de su mandato; en él se incorporan explícita o implícitamente todos los factores económicos y políticos que condicionan esa etapa de vida de los Estados Unidos. En primer lugar, hay en el documento un reconocimiento expreso de las nuevas circunstancias políticas impuestas por el triunfo de los republicanos en las elecciones intermedias que los llevaron a constituirse en mayoría en la Cámara de Representantes; como ya hemos visto, en la primera parte de su mandato Obama había rendido honores a los intereses de la oligarquía, representados por el partido Republicano y por el ala derecha del propio partido Demócrata, al reducir sensiblemente sus propuestas de ley en relación con sus promesas de campaña hasta el punto en que pudieran ser aceptadas y votadas por la mayoría de los legisladores; después de la derrota de noviembre de 2010, enfrentaba a una oposición con mayoría en una de las dos cámaras, lo cual constituía un obstáculo mucho más grande para sacar adelante cualquier legislación que propusiese contraria a los sacrosantos principios del libre cambio; es por eso que su primer llamado en el Segundo Informe es a la unidad de ambos partidos, una exhortación al trabajo conjunto que dejase atrás las diferencias partidarias, lo que implicaba una amistosa solicitud a los republicanos de abandonar o cuando menos moderar sus exigencias más radicales. Obama manifiesta en el documento que la crisis financiera ya ha sido controlada y la grave recesión posterior, superada. Enlista lo que el gobierno federal ha hecho en diversos campos para impulsar el crecimiento y el empleo; sin embargo, considera que esto no ha sido suficiente, pues la actividad económica se mantiene en un nivel muy bajo y los empleos se incrementan en un monto muy reducido. Manifiesta que se impone entonces la necesidad de dar un poderoso empuje a la economía para que haya más empleos y percepciones más altas para los trabajadores norteamericanos. El Presidente de los Estados Unidos llama la atención sobre el liderazgo que en los últimos años ha ejercido Norteamérica a lo largo y ancho del mundo en los más diversos aspectos (económicos, políticos, militares, etcétera), que la ha llevado a ser, dice entusiasmado, “la luz del mundo”. Reconoce, sin embargo, que la nación ha ido perdiendo posiciones en algunos campos como la educación, la innovación, la dotación de infraestructura, etcétera. Pone de relieve cuáles han sido los valores que en el pasado permitieron a los Estados Unidos alcanzar y conservar la preeminencia mundial: la libertad individual y la libre empresa, y vaticina que esas mismas virtudes harán posible que recobre en su totalidad el papel de paradigma y conductor mundial e ingrese en una nueva fase de desarrollo tecnológico y científico, crecimiento económico alto y sostenido y gran prosperidad para ese país y para todo el orbe.

350 •

La crisis financiera internacional


Propone en consecuencia un plan que comprende tres tareas fundamentales del gobierno norteamericano para alcanzar esa meta fijada: 1) dar un gran impulso a la innovación tecnológica y a la investigación científica, 2) elevar la calidad de la educación en general para que los norteamericanos estén preparados para desarrollar los trabajos en los que se aplica la tecnología más moderna y hacer extensiva la educación superior a cantidades cada vez mayores de personas, 3) incrementar y modernizar la infraestructura que debe ser el soporte del desarrollo industrial, comercial y de servicios que se genere mediante la innovación tecnológica. Como una condición inexcusable para el logro de todos estos fines, y en un innegable obsequio a la intransigencia neoliberal de la oligarquía norteamericana, Obama propone un ataque frontal al déficit fiscal, el cual deberá disminuirse mediante ajustes a diversas partidas presupuestales (congelamiento de los salarios de los empelados federales, cortes a programas de acción comunitaria, reducción de gastos excesivos en la defensa y en el cuidado a la salud (en programas como Medicare y Medicaid) y eliminación de exenciones y lagunas fiscales, etcétera). Con el fin de enfrentar el déficit fiscal por el lado de los ingresos, Obama hace un exhorto muy respetuoso al 2% de los norteamericanos más ricos a que renuncien a las exenciones de impuestos de las que gozan y amenaza, no muy convencido, a las grandes compañías petroleras con retirarles los miles de millones de dólares de los contribuyentes que el gobierno les otorga. En una nueva concesión obsequiosa a la oligarquía, Obama promete hacer todo lo necesario para tener un Estado moderno, eficiente y del tamaño (mínimo) adecuado, lo que a su juicio es absolutamente necesario para la realización del programa que propone. Enumera una serie de metas que podrán conquistarse mediante la ejecución de su proyecto: ser el primer país que para 2015 tenga un millón de vehículos eléctricos en sus carreteras, lograr, para 2035, que el 80% de la electricidad provenga de fuentes de energía limpia, preparar en los próximo 10 años a 100,000 nuevos maestros en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, tener para el fin de la década la más alta proporción de graduados de college en el mundo, en 25 años dar al 80% de los americanos acceso al ferrocarril de alta velocidad, doblar las exportaciones para 2014, etcétera. Es evidente que Obama se ha colocado a sí mismo la camisa de fuerza dentro de la cual queda constreñida su acción. Un voluminoso gasto público es necesario para sacar adelante cualquiera de las dos opciones posibles de superación de la crisis: a) en el caso de la restauración plena del modelo de acumulación dirigida por la oligarquía y b) en la circunstancia de un impulso al sector II de la economía norteamericana.

La Presidencia de Obama

• 351


En las dos hipótesis, el enorme lastre que significa la deuda originada por los créditos al consumo sólo puede ser superado por un cuantioso gasto público que genere una fuerte y sostenida demanda independiente. El programa presentado por el presidente Obama en su alocución de enero de 2011, que se sustenta en la condición ineludible de un equilibrio presupuestal autoimpuesto, no tenía, por tanto, la más mínima posibilidad de ser llevado a la práctica. El 14 de febrero de 2011 Obama envió al Congreso de los Estados Unidos el presupuesto para el año fiscal 2012 que se inició el 1º de octubre de 2011; en él se presentaron formalmente los mismos puntos programáticos contenidos en el discurso de enero de 2011; al vencerse el plazo para la aprobación del presupuesto, el 30 de septiembre de 2011, el Congreso aún no se había pronunciado sobre el mismo. Sin embargo, un adelanto de lo que al gobierno federal norteamericano le esperaba se lo dio el Congreso en julio de 2011, cuando, ante la inminencia del agotamiento de los recursos para que aquel cumpliera sus compromisos –al cual el Secretario del Tesoro le había puesto la fecha límite fatal del 2 de agosto–, se formuló la petición gubernamental de elevar el monto de la deuda pública; los legisladores republicanos le hicieron saber arrogantemente que ni siquiera los términos extremos de su rendición estaban dispuestos a aceptar y sólo aprobarían el incremento pedido a cambio de una serie de medidas más agresivas de reducción del gasto público; se dejó en claro de una vez por todas quien lleva las riendas en la conducción de la economía y la política norteamericanas.

La solicitud de Obama de elevar el límite legal de la deuda El rescate del sistema financiero norteamericano consumió grandes volúmenes de recursos públicos; la recesión y el estancamiento de la economía, de una parte elevaron también el gasto público y de otra provocaron la reducción de los ingresos fiscales. El déficit presupuestal se incrementó, por tanto, enormemente, como se aprecia en los cuadros 14 y 15. Después de alcanzar en 2007 el nivel más alto de los 20 años considerados (1990-2010), los ingresos fiscales del gobierno federal de los Estados Unidos experimentan intempestivamente, en 2008 y 2009, sucesivas caídas del 1.7 y del 16.6 porciento; por el lado de los gastos, se presentan incrementos excesivamente altos, del 9.3 y 17.9 por ciento en los mismos años. La separación entre los ingresos y los gastos es tan grande que el déficit fiscal aumenta 185.3 y 208 porciento en los años considerados. La descomunal magnitud del déficit que la crisis financiera internacional generó la percibimos mejor en los siguientes datos tomados del cuadro 14: entre 1990 y 2007 el presupuesto del gobierno federal tuvo un déficit anual en promedio de $147.11 miles de millones de dólares, en tanto que entre 2008 y 2010, el déficit anual promedio fue de $1,054.9 miles de millones de dólares, es decir, un incremento de

352 •

La crisis financiera internacional


La Presidencia de Obama

• 353

2,406.9

2,568.0

2,524.0

2,105.0

2006

2007

2008

2009

2,162.7

2,153.6

2005

2010

1,880.1

1,853.1

2002

1,782.3

1,991.1

2001

2004

2,025.2

2000

2003

1,827.5

1999

1,351.8

1995

1,721.7

1,258.6

1994

1998

1,154.3

1993

1,453.1

1,091.2

1992

1,579.2

1,055.0

1991

1996

1,032.0

1990

1997

Ingresos

Año Fiscal

3,456.2

3,517.7

2,982.6

2,728.7

2,655.1

2,472.0

2,292.9

2,159.9

2,010.9

1,862.9

1,789.0

1,701.8

1,652.5

1,601.10

1,560.5

1,515.8

1,461.8

1,409.4

1,381.5

1,324.2

1,253.0

Gastos

-1,293.4

-1,412.7

-458.6

-160.7

-248.2

-318.3

-412.7

-377.6

-157.8

128.2

236.2

125.6

69.3

-21.9

-107.4

-164.0

-203.2

-255.1

-290.3

-269.2

-221.0

Superavit o déficit (-)

En dólares corrientes

1,919.0

1,906.7

2,288.5

2,414.0

2,324.1

2,153.6

1,949.5

1,901.1

2,082.6

2,215.3

2,310.0

2,136.4

2,040.9

1,889.9

1,775.5

1,691.4

1,617.7

1,511.5

1,467.5

1,473.0

1,508.7

Ingresos

3,066.7

3,186.3

2,704.3

2,565.1

2,563.8

2,472.0

2,377.5

2,303.9

2,201.3

2,072.7

2,040.6

1,989.5

1,958.8

1,916.1

1,906.8

1,896.6

1,878.9

1,845.5

1,857.9

1,849.0

1,831.9

Gastos

-1,147.7

-1,279.6

-415.8

-151.1

-239.6

-318.3

-428.0

-402.8

-172.7

142.7

269.5

146.8

82.1

-26.2

-131.3

-205.1

-261.2

-334.0

-390.4

-375.9

-323.2

Superavit o déficit (-)

En dólares constantes (año Fiscal de 2005)

14.9

14.8

17.5

18.5

18.2

17.3

16.1

16.2

17.6

19.5

20.6

19.8

19.9

19.2

18.8

18.4

18.0

17.5

17.5

17.8

18.0

Ingresos

23.8

24.7

20.7

19.6

20.1

19.9

19.6

19.7

19.1

18.2

18.2

18.5

19.1

19.5

20.2

20.6

21.0

21.4

22.1

22.3

21.9

Gastos

Como% del PIB

-10.0

-9.9

-3.2

-1.2

-1.9

-2.6

-3.5

-3.4

-1.5

1.3

2.4

1.4

0.8

-0.3

-1.4

-2.2

-2.9

-3.9

-4.7

-4.5

-3.9

Superavit o déficit

Cuadro 14 Sumario de ingresos, gastos y superávit o déficit (-) en dólares corrientes, dólares constantes, del gobierno federal de los Estados Unidos (año fiscal de 2005) y como porcentajes del producto interno bruto 1990-2010. Miles de millones de dólares


Cuadro 15 Ingresos, gastos y déficit en dólares corrientes. Gobierno Federal de los Estados Unidos. Porciento de incremento anual. 1990-2010 Año Fiscal

Ingresos

Gastos

Déficit (-)

1990 1991

2.2

5.6

1992

3.4

4.3

21.8 7.8

1993

5.7

2.0

-12.1

1994

9.0

3.7

-20.3

1995

7.4

7.4

-19.2

1996

7.4

2.9

-34.5

1997

8.6

2.6

-76.9

1998

8.9

3.2

-100.0

1999

6.1

2.9

0

2000

10.8

5.1

0

2001

-1.6

4.1

0

2002

-6.9

7.9

0

2003

-3.8

7.4

139.2

2004

5.4

10.31

2005

14.5

7.8

-22.8

9.2

2006

11.7

7.4

-22.0

2007

6.6

2.7

-75.5

2008

-1.7

9.3

185.3

2009

-16.6

17.9

208.0

2010

2.7

-1.7

-8.4

617 por ciento; el aumento del déficit entre el año inmediato anterior a la crisis, 2007, y el año 2010 fue de 704.8%. La diferencia entre el promedio anual del período 1990-2007 y el de 20072010, que es de $907.79 miles de millones de dólares, puede ser considerada como el incremento promedio anual aproximado del déficit atribuible a la crisis financiera durante el período 2007-2010. Esto significa que el monto total del déficit que en estos años tiene su origen exclusivamente en la catástrofe financiera es del orden de los $2,723.27 miles de millones de dólares. Este monstruoso déficit, originado única y exclusivamente por la crisis financiera, tuvo que ser cubierto con un incremento igual de la deuda pública. El Estado capitalista moderno es, conforme a la definición clásica, el órgano de dominación de una clase social. Su función principal consiste en mantener y desarrollar las condiciones generales de existencia del régimen capitalista.

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La crisis financiera internacional


Gráfica 14a Ingresos, gastos y superávit o déficit (-) en dólares corrientes, 1990-2010 4,000 Gastos 3,000 Ingresos 2,000

1,000

0 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010 -1,000

Superávit o déficit (-)

-2000

Gráfica 14b. Ingresos, gastos y déficit en dólares corrientes. Porciento de incremento anual. 1990-2010

250 200 150 Déficit 100 50 Gastos 2010

2009

2008

2007

2006

2005

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

-50

1990

0

Ingresos

-100 -150

Fuente de los cuadros 14 y 15 y de las gráficas 14a y 14b: Office of Management and Budget, Table 1.3—summary of receipts, outlays, and surpluses or deficits (–) in current dollars, constant (FY 2005) dollars, and as percentages of GDP: 1940–2015—(dollar amounts in billions), Historical Tables. Budget of the U. S. Government. Fiscal Year 2012. U. S. Government Printing Office, www.budget.gov

La Presidencia de Obama

• 355


Esa labor tiene contenidos distintos de acuerdo con la fase específica de existencia del régimen al cual sirve. Ya vimos en puntos anteriores cómo el llamado Estado de la sociedad del bienestar tenía una estructura y desarrollaba una serie de actividades determinadas por su naturaleza especial; también tuvimos oportunidad de constatar los cambios que introdujo el moderno capitalismo de consumo, dando paso así al Estado neoliberal. La actividad del Estado capitalista se realiza a través del gasto público. Los recursos que detenta el Estado se aplican a las diversas áreas en las que su acción se requiere para el venturoso desenvolvimiento del régimen económico. En el caso de los Estados Unidos, el gasto público se destinó, en el año de 2011, a las siguientes funciones y subfunciones del gobierno federal: Defensa Nacional: Personal militar, operación y mantenimiento, adquisiciones, investigación, desarrollo, pruebas y evaluaciones, construcciones militares y vivienda familiar. Asuntos internacionales: desarrollo internacional y asistencia humanitaria, asistencia internacional en seguridad, conducción de los asuntos internacionales, información del extranjero y actividades de intercambio y programas financieros internacionales. Ciencia en general, Espacio y Tecnología: ciencia en general e investigación básica, vuelos espaciales, investigación y actividades de apoyo. Energía: oferta de energía, información sobre energía, políticas y regulación. Recursos naturales y medio ambiente: recursos acuíferos, conservación y administración de la tierra, recursos recreativos y control y abatimiento de la polución. Agricultura: estabilización del ingreso de las granjas e investigación y servicios agrícolas. Comercio y Crédito a la Vivienda: crédito hipotecario, servicio postal, aseguramiento de los depósitos. Transporte: transporte terrestre, transporte aéreo y transporte acuático. Educación, Entrenamiento, Empleo y Servicios Sociales: educación elemental, secundaria y vocacional, educación superior, apoyos a la investigación y a la educación en general, entrenamiento y empleo y servicios sociales. Salud: servicios de cuidado de la salud, investigación y entrenamiento en el área de la salud, salud y seguridad ocupacional y en el consumo. Medicare: medicare. Seguridad de los ingresos: seguro de retiro y por discapacidad (excluye la seguridad social), retiro y discapacidad de los empleados federales, compensación por desempleo, asistencia a la vivienda y asistencia en comida y nutrición. Seguridad Social: seguro social. Beneficios y Servicios para los Veteranos: Seguridad en el ingreso de los veteranos, educación, entrenamiento, rehabilitación, cuidados médicos, hospitalización y vivienda para los veteranos. Administración de justicia: actividades de aplicación de la ley federal, actividades federales judiciales y de litigio, actividades federales correccionales, asistencia a la justicia criminal.

356 •

La crisis financiera internacional


Gobierno General: funciones legislativas, dirección y administración ejecutivas, operaciones fiscales centrales, administración de la propiedad general y sus registros y asistencia fiscal con propósitos generales. Intereses netos: intereses sobre los títulos de deuda de la tesorería menos los intereses recibidos por los fondos dentro y fuera del presupuesto.3 Todas las llamadas por el presupuesto “funciones y subfunciones del gobierno federal” son actividades que tienen como finalidad conservar y desarrollar las condiciones generales de existencia del régimen del moderno capitalismo de consumo y, por tanto, indefectiblemente, puesto que la base del mismo es la relación trabajo asalariado-capital, ampliar y profundizar la explotación y depauperación de los trabajadores; igualmente, muchas de esas funciones y subfunciones se realizan utilizando directamente trabajo asalariado en las oficinas e instalaciones gubernamentales, lo cual resulta en la inmoderada explotación y creciente depauperación de los trabajadores del Estado. Los gastos del Estado capitalista moderno se cubren con diversos impuestos (al ingreso, al consumo, etcétera) y con la emisión de deuda pública. En un capítulo anterior establecimos que el producto anual de un país se descompone en capital constante (valor preexistente que se limita a reaparecer en el producto), capital variable (valor de la fuerza de trabajo que los obreros reproducen en el proceso productivo) y plusvalía (parte del valor del producto creado por el obrero que se apropian los capitalistas sin retribución). Los impuestos que recauda el Estado para financiar su funcionamiento son, por fuerza, una parte del capital variable que se retrae del consumo inmediato de los trabajadores para aplicarse al mantenimiento y ampliación del mecanismo que los explota y depaupera o una porción de la plusvalía (producto de la explotación y depauperación de los trabajadores) que se resta de la ganancia de los capitalistas y se invierte en el aparato de explotación y depauperación de los trabajadores. Esto significa, simple y llanamente, que con el propio trabajo del obrero se forjan y afianzan las cadenas de su esclavitud de asalariado y se provoca su aniquilación progresiva. La deuda pública se integra con los diversos títulos emitidos por el gobierno con el fin de obtener recursos para ampliar el gasto público más allá de los límites fijados por las recaudaciones fiscales; esto permite extender en una gran medida la actividad estatal, que por definición es nociva para los trabajadores, pues, como ya hemos visto, se basa en y produce directa o indirectamente su expoliación y empobrecimiento incesantes. Los títulos de la deuda pública son adquiridos en su mayor parte por los detentadores (individuos o instituciones) de la forma más líquida del capital, el capital-dinero en su estado puro, el cual es plusvalía extraída a los trabajadores que, bajo la forma de ganancia, se acumula en el sistema financiero de un país. Resulta Office of Management and Budget, Table 3.2 Outlays by function and subfunction: 1962-2016, Historical Tables. Budget of the U. S. Government. Fiscal Year 2012. U. S. Government Printing Office, www. budget.gov

3

La Presidencia de Obama

• 357


entonces que, con su propio trabajo transfigurado primero en plusvalía y después en ganancia, el trabajador proporciona los recursos para que se amplíe y perfeccione el funcionamiento del órgano que sobre él ejerce su dominación, el estado capitalista moderno. Los títulos de la deuda pública tienen otras funciones además de la de financiar la actividad del estado capitalista. En primer término, por su naturaleza de papeles totalmente respaldados por el Estado, se utilizan como activos en los que se invierten los excedentes de capitaldinero de las tesorerías de estados soberanos, gobiernos estatales y municipales y de instituciones privadas de la más variada índole. En segundo lugar, son el refugio normal del capital-dinero de los inversionistas privados del cual sale y al cual vuelve en sus movimientos cotidianos en el mercado de valores. En tercer lugar, son materia de las actividades especulativas como el arbitraje, en las cuales se apuesta al retorno pretendidamente necesario de los precios de los papeles estatales a su valor central. En cuarto lugar, son un puerto seguro para el capital-dinero cuando las crisis se manifiestan en incontrolables vuelos hacia la liquidez y la seguridad que convierten en basura todos los demás instrumentos financieros (bonos, acciones, títulos, etcétera). En quinto, son utilizados por el Banco Central para controlar la cantidad de dinero en circulación en el sistema económico mediante su adquisición y venta en el mercado abierto. Por último, la deuda pública es incondicionalmente utilizada, en montos astronómicos, para cubrir las pérdidas que las crisis producen en las instituciones financieras. A todo lo largo del período de gestación y consolidación de la sociedad de consumo se logró establecer un cierto equilibrio entre todos los factores de las finanzas públicas: ingresos, gastos, déficit y deuda pública. Esta armonía tenía como su otro los elementos negatorios que ella misma había engendrado en el régimen económico considerado como un todo. La crisis financiera internacional rompió abruptamente el concierto entre todos aquellos elementos: redujo significativamente los ingresos fiscales, elevó, con las grandes erogaciones hechas para el salvamento de las instituciones financieras y la “economía real”, en un monto excepcional el gasto público y, como consecuencia, incrementó en una medida colosal la deuda pública. La deuda pública federal norteamericana (véase cuadro 16 y gráficas 15a y 15b) tuvo un comportamiento muy similar al del déficit presupuestal en la etapa de desencadenamiento y evolución de la crisis financiera internacional. Pasó de $3,206,290 millones de dólares en 1990 a $8,950,744 millones en 2007, lo que nos da para todo el período de 17 años un aumento absoluto de $5,744,454 millones, uno relativo del 179.16% y una tasa anual de crecimiento del 6.22% en promedio; en 2010 la deuda pública de los Estados Unidos alcanzó el altísimo nivel de $13,528,807 millones de dólares, con un incremento absoluto, en sólo tres años contados a partir de

358 •

La crisis financiera internacional


2007, de $4,578,063 millones, uno relativo del 51.14% y un crecimiento porcentual al año del 14.76; la tasa de crecimiento anual entre un período y otro (1990-2007 y 20072010) aumentó en un 137.29 porciento y el incremento promedio anual de la deuda fue de $337,909 millones de dólares en el primer período y de $1,526,021 millones en el segundo, esto es 351.6 porciento mayor éste que aquél. Si consideramos los $337,909 millones de dólares que en promedio se incrementó anualmente la deuda en el período 1990-2007 como el hipotético promedio que se habría registrado en el período 2007-2010 si las condiciones económicas generales se hubieran mantenido sin cambio, es decir, descontando la crisis, entonces la parte de la deuda total atribuible a la catástrofe sería la diferencia entre el promedio del período 2007-2010 y el del período 1990-2010 multiplicada por los tres años que fueron los que abarcó la parte fundamental del trastorno financiero. El costo aproximado de la crisis en términos de la deuda pública habría sido de $3,564,336 millones de dólares. El total de la deuda pública en circulación está en posesión de tres categorías de tenedores: el gobierno federal, que invierte los excedentes de los Fondos que posee y administra en bonos del tesoro, el sistema de la Reserva Federal, que compra y vende bonos del Tesoro como instrumento de regulación de la cantidad de dinero en circulación, y el público en general (gobiernos extranjeros, gobiernos locales y municipales e inversionistas privados (instituciones e individuos) nacionales y extranjeros de la más diversa índole), que adquieren bonos del tesoro para alguna de las finalidades que señalábamos en parágrafos anteriores (constitución de reservas, especulación con el arbitraje, forma de tránsito cotidiano de su capital-dinero entre unas y otras transacciones con activos, refugio de última instancia de sus recursos cuando se presentan las crisis de liquidez o de riesgo, etcétera). El total del incremento de la deuda pública federal de los Estados Unidos en la parte más turbulenta de la crisis, los años del 2008 al 2010, fue de $4,578,063 millones de dólares; de este total, $591,257 millones, el 12.91 porciento, fue el valor de los bonos del tesoro que adquirió el gobierno federal, $32,309 millones, el 0.7 por ciento, el de aquellos que compró la Reserva Federal y $3,951,775 millones, el 86.31 por ciento, el de los que quedaron en manos del público en general. El déficit presupuestal total de los años 2008-2010 fue de $3,164,700 millones de dólares, que es el 80 por ciento del total de la deuda emitida en ese mismo período en posesión del público en general (como ya vimos, $3,951,775 millones de dólares); el 20 por ciento restante también fue utilizado para financiar deuda, pero se trata de aquella que por razones técnicas o legales no se contabiliza en el presupuesto federal. Se puede decir entonces que el déficit presupuestal real (mayor que el déficit legal) del período 2008-2010 coincide plenamente con la deuda pública contratada en esos mismos años. El promedio anual de incremento de la deuda pública en posesión del público en general entre los años de 1990 y 2007 fue de $122,255 millones de dólares y el del período 2007-2010 de $1,317,258 millones; la diferencia entre ambos promedios es de $1,195,002 millones, valor que podemos considerar, de acuerdo con lo que más arriba explicamos, la porción de esa parte de la deuda pública imputable cada año

La Presidencia de Obama

• 359


360 •

La crisis financiera internacional

5,369,206

5,478,189

5,605,523

5,628,700

5,769,881

6,198,401

6,760,014

7,534,657

7,905,300

8,451,350

8,950,744

1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

* Estimado ND No Disponible.

15,476,243

5,181,465

1996

2011*

4,920,586

1995

13,528,807

4,643,307

1994

2010

4,351,044

1993

9,986,082

4,001,787

1992

11,875,851

3,598,178

1991

2009

3,206,290

1990

2008

Deuda Federal. En millones de dólares

Fin del Año Fiscal

14.3

13.9

18.9

11.5

5.9

6.9

4.9

11.4

9.0

7.5

2.5

0.04

2.3

2.0

3.6

5.3

5.9

6.7

8.7

11.2

12.2

11.8

4,619,793

4,509,867

4,331,144

4,183,032

3,915,615

3,622,378

3,313,088

3,059,113

2,846,570

2,657,974

2,450,266

2,218,896

1,973,160

1,757,090

1,596,862

1,447,392

1,316,208

1,210,242

1,102,647

1,002,050

909,179

794,733

2.4*

4.1

3.5

6.8

8.0

9.3

8.3

7.4

7.0

8.4

10.4

12.4

12.2

10.0

10.3

9.9

8.7

9.7

10.0

10.2

14.4

17.3

Incremento Deuda en las Incremento Porcentual Porcentual cuentas anual anual del Gobierno Federal

ND

811,669

769,160

491,127

779,632

768,924

736,360

700,341

656,116

604,191

534,135

511,413

496,644

458,182

424,518

390,924

374,414

355,150

325,653

296,397

258,591

234,410

Deuda en posesión del Sistema Federal de la Reserva.

5.5

62.1

-37.0

1.3

4.4

5.1

6.7

8.5

13.1

6.2

2.9

8.3

7.9

8.5

4.4

5.4

9.0

10.2

14.6

10.3

6.5

Incremento Porcentual anual

ND

8,207,272

6,775,547

5,311,923

4,255,497

4,060,048

3,855,852

3,595,203

3,257,327

2,936,235

2,785,480

2,896,391

3,135,719

3,262,917

3,347,826

3,343,149

3,230,264

3,077,915

2,922,744

2,703,341

2,430,408

2,177,147

Deuda en posesión del Público

21.1

27.5

24.8

4.8

5.2

7.2

10.3

10.9

5.4

-3.8

-7.6

-3.8

-2.5

0.1

3.4

4.9

5.3

8.1

11.2

11.6

10.4

15,459,224

13,510,840

11,853,142

9,959,850

8,921,343

8,420,278

7,871,040

7,333,350

6,737,642

6,161,431

5,732,802

5,591,625

5,567,694

5,439,447

5,327,624

5,137,195

4,884,695

4,605,338

4,315,571

3,972,578

3,569,300

3,161,223

Incremento Deuda sujeta Porcentual a límite legal anual

Cuadro 16 Deuda Federal de los Estados Unidos al final del año fiscal. 1990-2011. En millones de dólares.


Gráfica 15a. Deuda federal de los Estados Unidos al final del año fiscal. 1990-1991. En millones de dólares. 18,000,000 16,000,000

Deuda federal de los Estados Unidos

14,000,000 12,000,000

Deuda en posesión del público

10,000,000 8,000,000 6,000,000

Deuda en las cuentas del Gobierno Federal

4,000,000 2,000,000

10

08

06

Deuda en posesión de la Fed

20

20

20

02

04 20

00

20

98

20

19

94

96 19

92

19

19

19

90

0

Gráfica 15b. Incremento porcentual de la Deuda Federal de los Estados Unidos al final del año fiscal. 1990-2011. 80

Incremento porcentual anual de la deuda en posesión del público

60 40

Incremento porcentual anual de la Deuda Federal

20

20 40 60

1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 201*1

0

Incremento porcentual anual de la deuda en posesión de la Fed Incremento porcentual anual de la deuda en las cuentas del Gobierno Federal

Fuente del Cuadro 16 y de las gráficas 15a y 15b: Office of Management and Budget, Table 7.1 Federal Debt at the end of year, 1940-2016, Historical Tables. Budget of the U. S. Government. Fiscal Year 2012. Office of Management and Budget, U. S. Government Printing Office, www.budget.gov

La Presidencia de Obama

• 361


del siniestro a la crisis financiera internacional, por lo que el total en los tres años considerados sería aproximadamente de $3,585,006 millones de dólares. En el cuadro 17 se enlistan las categorías del público en general de tenedores y los montos de sus posesiones de los títulos lanzados por el Tesoro a la circulación en los años 2005-2010. Si descontamos del total de obligaciones en circulación la cantidad de las mismas poseída por la Autoridad Monetaria (la Fed), tendremos para cada año el valor de lo que hemos definido como la deuda pública en manos del público en general; y si a esta cantidad le restamos el valor de los papeles en manos de gobiernos, instituciones e individuos extranjeros, nos quedará el monto de la deuda pública en poder del público en general de los Estados Unidos. Esta categoría de la deuda pública federal norteamericana tuvo, en el período 2005-2010, las siguientes cuantías: $1,949.4 miles de millones de dólares en 2005, $1,754.3 miles de millones en 2006, $1,982.2 en 2007, $2,609.3 en 2008, $3,333.9 en 2009 y $3,954.7 en 2010. De esta parte de la deuda pública, instituciones que pertenecen al sistema financiero norteamericano (las enunciadas en los renglones 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 24, 25, 26, 27, 29 y 30 de la tabla) adquirieron las siguientes cantidades en los mismos años considerados en el párrafo anterior: $660.0, $696.8, $860.0, $1,536.6, $1,645.8 y $1,886.5 miles de millones de dólares, las cuales representan el 39.71, 43.38, 58.88, 49.36 y 47.7 porciento en los años respectivos del total de la deuda pública en manos del público en general estadounidense; los aumentos porcentuales fueron de 5.57 entre 2005 y 2006, 23.42 entre 2006 y 2007, 78.6 entre 2007 y 2008, 7.1 en 2009 respecto de 2008 y 14.62 en 2010 en relación con 2009. En los años 2005, 2006 y 2007 las instituciones financieras mencionadas poseyeron un promedio de $738.93 miles de millones de dólares en papeles de la deuda pública; en los años 2008, 2009 y 2010 esa cantidad se elevó a $1,689.33 mil millones de dólares; de donde se infiere que el monto de la deuda pública en dominio del sistema financiero norteamericano se incrementó en $950.70 miles de millones de dólares, el 128.65 por ciento de su volumen promedio en el período anterior, en los años de la crisis. Esta compra inusitada de deuda pública federal por las instituciones financieras norteamericanas durante los años cruciales de la crisis tiene dos posibles explicaciones: 1) que ante el derrumbe de todo el sistema de valores los sobrevivientes hayan decidido poner a buen recaudo los recursos que lograron salvar y 2) que los beneficiarios del rescate gubernamental, en lugar de aplicar a ese fin los medios obtenidos hubieran decidido invertirlos cómodamente en deuda pública. En suma, la deuda pública federal de los Estados Unidos se elevó bruscamente en los años de la crisis (2008-2010), la totalidad de su incremento se aplicó al rescate del sistema financiero norteamericano y una buena parte de la misma fue adquirida y manipulada por las mismas instituciones favorecidas con la finalidad de obtener enormes beneficios adicionales. Es un lugar común decir que el costo de la crisis se cubrió con dinero de los contribuyentes; esta manera de expresarse es un eufemismo detrás del cual se esconde una terrible realidad: al igual que los gastos normales del gobierno, aquellos

362 •

La crisis financiera internacional


La Presidencia de Obama

• 363

1. Total de obligaciones

45.5

7.4 95.4 116.5 153.8 68.4

20. Compañías de Seguros de Vida

21. Fondos privados de pensiones

22. Fondos para el retiro de los gobiernos estatales y locales

23. Fondos del gobierno federal para el retiro

76.7

156.2

130.8

87.9

110.0

7.7 106.9

12.5

3.7 12.3

19. Compañías aseguradoras de la propiedad y contra accidentes

18. Uniones de Crédito

17. Instituciones de ahorro

2.5

1.1 3.9

15. Compañías controladoras de Bancos

16. Bancos en áreas afiliadas a los E.E. U.U.

61.9 26.8

64.2 27.8

13. Bancos Comerciales autorizados por los E.E. U.U.

14. Oficinas en E.E. U.U. de Bancos Extranjeros

778.9

2,126.2

1,984.4 744.2

526.9

481.4

56.3

12. Autoridad monetaria

11. Resto del mundo

10. Gobiernos estatales y locales

52.1 56.2

8. Corporaciones de negocios no financieras

9. Negocios no financieros ni del campo

181.7

202.4

205.1 259.2

6. Bonos de ahorro

384.1

4,861.7

4,678.0 464.3

4,659.4

202.4

4,861.7

2006

4,472.9

205.1

4,678.0

2005

7. Otros papeles del Tesoro

5. Sector de las familias

4. Total de activos

3. Otros papeles del Tesoro

2. Bonos de ahorro

Año

88.0

141.6

169.5

70.6

71.3

10.4

7.0

1.8

7.1

30.4

73.0

740.6

2,376.4

534.1

59.3

38.3

59.2

196.4

255.6

5,099.2

4,902.8

196.4

5,099.2

2007

Cuadro 17 Títulos del Tesoro de los Estados Unidos en manos del público en general.* Miles de millones de dólares. 2005-2010

112.3

146.4

184.9

105.7

65.6

8.8

3.0

1.2

3.1

35.5

53.4

475.9

3,253.0

485.5

51.8

30.5

52.2

194.0

246.1

6,338.2

6,144.2

194.0

6,338.2

2008

119.1

174.5

310.7

133.5

88.5

14.2

6.8

0.5

5.8

61.4

117.7

776.6

3,671.4

505.6

47.8

39.1

610.9

191.2

802.1

7,781.9

7,590.7

191.2

7,781.9

2009

129.2

185.6

486.7

156.6

91.7

18.4

5.9

1.1

19.6

66.2

211.6

1,021.5

4,385.3

512.9

45.4

39.5

917.7

187.9

1,105.6

9,361.5

9,173.6

187.9

9,361.5

2010


364 •

La crisis financiera internacional 4,885.3

-67.0

56.4

14.2

178.1

5,122.3

-60.0

85.8

15.5

19.7

5.6

179.2

577.7

6,361.5

190.6

72.2

16.8

27.0

3.2

187.9

406.4

7,805.4

123.0

53.9

21.9

41.7

4.3

255.5

335.4

9,385.6

94.5

40.1

55.2

1.0

5.1

297.4

(1) Total de los títulos del tesoro (tabla L.209, línea 1) más títulos emitidos por las Agencias Federales (tabla L.210, línea 2) y la deuda hipotecaria del gobierno federal (tabla L.217, línea 12). * Se excluye la deuda en posesión del gobierno federal. Fuente: Board of Governors of the Federal Reserve System, L209 Treasury Securities, Flow of funds Accounts of the United States, Annual Flows and Outstanding, 2005-2010, Washington D. C. 20551, September 16, 2011, Federal Reserve Statistical Release, Z.1, Flow of Funds Accounts of the United States, Release dates, Historical data, Release Date: September 16, 2011, p. 81

31. Deuda del gobierno federal (1)

4,701.9

27.7 -64.6

29. Emisores de Asset Backed Securities

30. Corredores y agentes

Memo:

13.1

28. Empresas apoyadas gubernamentalmente

7.4 13.1

7.1 9.7

26. Fondos Closed-end

27. Fondos “Exchange-traded “

82.7 160.7

88.6 155.7

24. Fondos Mutuales del Mercado de dinero

25. Fondos Mutuales


destinados a enfrentar la crisis no son otra cosa que plusvalía (fuerza humana de trabajo) producida por los trabajadores norteamericanos durante el proceso de producción capitalista, en el cual están sujetos a la esclavitud, explotación y depauperación más atroces por parte del capital norteamericano (grande, mediano, pequeño y, como se estila ahora decir, micro). Desde luego que los gastos y la deuda del gobierno cuando se utilizan para impulsar el crecimiento del sector II de la economía y proporcionar amplios beneficios sociales a los trabajadores y a las capas medias de la población también son plusvalía generada por los asalariados y el mayor desarrollo que se logra de ese sector económico se basa en y produce la esclavitud, explotación y depauperación de los trabajadores estadounidenses. La deuda pública federal tiene un límite legal que fija el Congreso a solicitud del Ejecutivo. Este límite es una barrera más allá de la cual el gobierno está imposibilitado de emitir deuda para cubrir sus gastos. El cuadro No. 18 contiene una lista de los límites legales establecidos por el Congreso norteamericano a la deuda pública federal entre 1996 y 2010. La severidad de la crisis, que obligó al gobierno federal a hacer enormes gastos extraordinarios, también lo constriñó a elevar en la misma proporción la deuda pública. El último techo de la deuda había sido fijado el 29 de septiembre de 2007

Cuadro 18 Límites legales a la deuda federal de los Estados Unidos. 1996-2010. Miles de millones de dólares.

Fecha

Incremento del límite de la deuda a

19 de marzo de 1996

5,500.0

5 de agosto de 1997

5,950.0

28 de junio de 2002

6,400.0

27 de mayo de 2003

7,384.0

19 de noviembre de 2004

8,184.0

20 de marzo de 2006

8,965.0

29 de septiembre de 2007

9,815.0

30 de julio de 2008

10,615.0

3 de octubre de 2008

11,315.0

17 de febrero de 2009

12,104.0

28 de diciembre de 2009

12,394.0

2 de febrero de 2010

14,294.0

Fuente: Office of Management and Budget, Table 7.3. Statutory limits on Federal Debt. 1940-current. Historical Tables. Budget of the U. S. Government. Fiscal Year 2012. U. S. Government Printing Office, www.budget.gov

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y resultó notoriamente insuficiente para un gasto público que se había disparado hasta altísimos niveles a causa de la crisis. El 30 de julio y el 3 de octubre de 2008 el Congreso tuvo que responder a los requerimientos del gobierno federal autorizando incrementos en la deuda pública hasta los límites de $10,615.0 y $11,315.0 miles de millones de dólares respectivamente; en el año de 2009, en vista de que las necesidades de recursos habían rebasado en una gran medida aquellos límites, el 17 de febrero y el 28 de diciembre hubo necesidad de elevarlos a $12,104.0 y $12,394.0. Apenas un mes después, el 2 de febrero de 2010, se hizo imperiosa la determinación de un nuevo límite legal, que en esta ocasión se fijó en $14,294.0 mil millones de dólares, cantidad que representaba un incremento de $1,900.0 mil millones de dólares con respecto al límite del mes de diciembre anterior. En los diez años comprendidos entre 1997 y 2007 el Congreso había autorizado incrementos en el límite legal de la deuda por $4,315.0 miles de millones de dólares y en sólo tres años, en el período 2008-2010, aprobó aumentos en la deuda por un total de $4,479.0 de miles de millones de dólares; en cuatro años el límite de la deuda se había incrementado en un 100 por ciento respecto de la suma de los incrementos de los diez años anteriores. Las autorizaciones para estos incrementos extraordinarios en el nivel de la deuda pública federal de los Estados Unidos habían sido obtenidas en tiempo, no sin forcejeos parlamentarios, por los gobiernos de Bush y Obama. Sin embargo, en este proceso necesariamente se había exacerbado en la plutocracia norteamericana y sus representantes en el Congreso norteamericano el prejuicio neoliberal del equilibrio presupuestal a toda costa y un pánico visceral se había apoderado de ellos frente a un déficit que había crecido hasta convertirse en un ente monstruoso. Cada solicitud de Obama para elevar el límite legal de la deuda era acompañada por sus obsequiosas promesas de mantener el equilibrio presupuestal y reducir el déficit fiscal y a cada autorización del Congreso estaba adosada una cada vez más imperiosa exigencia al ejecutivo de arreglar los desajustes presupuestales. En el mes de julio de 2011 se hizo evidente para las autoridades hacendarias de los Estados Unidos que el nivel de deuda autorizado el 2 de febrero de 2010 no iba a ser suficiente para financiar los gastos del año fiscal, pues se preveía que para algún día de agosto los recursos líquidos del gobierno se habrían agotado y no sería posible enfrentar las erogaciones más elementales. Ante estas circunstancias, tal y como lo había hecho en otras ocasiones, el gobierno de Obama solicitó la correspondiente ampliación del límite legal de la deuda. Pero ahora las condiciones no eran las mismas que anteriormente. En primer lugar, el rescate financiero se había llevado a término y con ello se reconstituyó el poder económico, político e ideológico de la plutocracia norteamericana que la crisis había menguado significativamente; en segundo lugar, una vez remontado el peligro más grave (la quiebra total del sistema financiero), la plutocracia cobró conciencia de la terrible y vergonzosa situación por la que acababa de pasar: la altiva y orgullosa clase social que por más de 30 años dominó férreamente

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las fuerzas económicas nacionales e internacionales y ejerció su señorío político y militar en su propio territorio y en todo el mundo, había sido zarandeada, golpeada, lanzada al fondo del abismo, hecha polvo y anonadada por los mismos elementos que anteriormente gobernaba y se encontró en la ignominiosa necesidad de echarse, temblorosa e inerme, en los brazos de sus acérrimos enemigos, el populismo y el estatismo, para que le salvaran el pellejo; cuando el pánico irracional ante la que consideraba su segura aniquilación se hubo disipado, surgió en su noble pecho un odio insensato contra sus providenciales salvadores, sus hermanos de clase que habían tenido la osadía de rescatarla sin atender a las más elementales normas de la sensatez económica; en tercer lugar, las tibias medidas económicas y políticas tomadas por el gobierno de Obama, que apenas sí rozaban la sensible piel de la plutocracia, habían dejado en ésta un profundo rencor que exigía una cumplida satisfacción; en cuarto lugar, la extensión política de la plutocracia, el partido republicano, obtuvo un aplastante triunfo en las elecciones intermedias, con lo cual se constituyó en una mayoría en la Cámara de representantes. La desesperada solicitud del presidente Obama de ampliación del límite legal de la deuda antes del plazo fatal en que la federación cayera en la insolvencia, fue tomada displicentemente por los legisladores republicanos, quienes, en el ejercicio de su innegable dominio restaurado y destilando rabia por todos los poros, la cual tenía su origen en las angustias, los temores, los bochornos, las vergüenzas, las claudicaciones, etcétera que la crisis les había hecho pasar, exigieron, para concederla, una serie de medidas inmediatas y a mediano y largo plazo destinadas a lograr el equilibrio presupuestal, reducir el déficit y la deuda pública. Después de unos débiles e infructuosos esfuerzos del gobierno de Obama por suavizar los duros términos que los republicanos del Congreso exigieron a cambio de incrementar el límite legal de la deuda, aquel acabó rindiéndose ante los personeros de la plutocracia. El 2 de agosto de 2011 se expidió la “Budget Control Act of 2011”, documento en el que se contenían la autorización para el aumento del techo de la deuda y las draconianas condiciones que la plutocracia impuso al gobierno de Obama. En seguida damos cuenta de las principales provisiones de este documento en un resumen para cuya confección hemos tomado los datos de tres fuentes distintas.4 En el Acta se autorizó un incremento de $900 mil millones de dólares en el límite legal de la deuda del gobierno federal, compuesto por un aumento inmediato

Health Policy Alternatives, Brief Summary of the Budget Control Act of 2011, Ten year discretionary caps with sequester enforcement, August 3,2011, www.chausa.org, www.acep.org. Hayes, Mark, Walsh, J. Daniel, Williams, Michael E., Budget Control Act, What to Expect From Congress’ `Super Committee’, GreenbertTraurig LLP, Administrative&Regulatory/Tax All Federal, August 17, 2011, National Law Review, Legal Analysis, Expertly Written, Quickly Found, www.natlawreview.com. Labonte, Marc (especialista en política macroeconómica) y Levit, Mindy R. (analista en finanzas públicas), The Budget Control Act of 2011: Effects on Spending Levels and the Budget Deficit, CRS Report for Congress, Prepared for Members and Committees of Congress.

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de $400 mil millones y uno adicional de $500 mil millones en septiembre de 2011. A cambio, el Acta establece reducciones por $917 mil millones de dólares en el gasto a lo largo de un período de diez años y, además, determina un proceso para asegurar una reducción en el déficit de 1.2 a 1.5 millones de millones de dólares durante el mismo período. En el Acta se consigna que si una modificación constitucional que establezca la obligatoriedad de un presupuesto equilibrado es aprobada por una mayoría calificada en ambas Cámaras, entonces el límite legal de la deuda podrá elevarse automáticamente en 1.5 millones de millones de dólares. En el mes de septiembre de 2011 los representantes republicanos presentaron en la Cámara Baja una propuesta de enmienda de la Constitución para establecer la regla del presupuesto balanceado, pero no alcanzó la mayoría necesaria, por lo que fue desechada. Después del incremento inicial de $900 mil millones en el límite legal de la deuda, el ejecutivo puede obtener aumentos adicionales de entre $1.2 y $1.5 millones de millones de dólares. Si la deuda se incrementa hasta quedar dentro de los últimos $100 mil millones del límite, el Presidente envía una certificación escrita al Congreso de que se requiere un incremento y entonces el secretario del Tesoro es autorizado para emitir deuda por una cantidad adicional de entre $1.2 y $1.5 millones de millones de dólares, siendo el mínimo incremento de $1.2 millones de millones; si una enmienda constitucional para establecer el presupuesto balanceado ha sido enviada para su ratificación a los Estados, el incremento sería de 1.5 millones de millones; y si el Comité Conjunto ha aprobado una reducción del déficit por más de $1.2 miles de millones, el aumento en el límite de la deuda es igual a la reducción del déficit, pero no mayor de $1.5 millones de millones. La disminución en $917 mil millones de dólares se deberá lograr, de acuerdo a las estimaciones de la Oficina Congresional del Presupuesto, en el período comprendido entre los años fiscales de 2012 y 2021, mediante una reducción del gasto discrecional de $741 mil millones, de la cual $756 mil millones tendrán su origen en los ahorros que resulten de los límites legales impuestos y en un incremento de $15 mil millones en los gastos del programa de integridad, una posterior reducción de $16 mil millones en los gastos obligatorios proveniente de los ahorros generados por las iniciativas del programa de integridad, un recorte de $5 mil millones de los programas de préstamos estudiantiles y un ahorro de $156 mil millones en el costo del servicio de la deuda. El “Acta de Control del Presupuesto” fija los límites legales específicos al gasto discrecional determinado por las nuevas autorizaciones presupuestales entre los años fiscales del 2012 y el 2021. Están permitidas revisiones para elevar los límites legales en el caso de la futura legislación que se expida sobre gastos designados como “emergencias”, Operaciones de Contingencias en Ultramar (Overseas Contingency Operations), iniciativas del programa de integridad para detener fraudes y abusos en el Seguro social y programas federales de salud y ayuda por desastres. Los niveles de los gastos de emergencia y de las Operaciones de Contingencias en Ultramar no están sujetos a límite legal.

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El Acta no fija límites legales al gasto obligatorio, el cual fue del 55% del total del gasto del año fiscal de 2010. Si del proceso legislativo normal de autorizaciones presupuestales se obtienen niveles de gasto superiores a los límites legales, el Acta estipula reducciones automáticas en los programas discrecionales no exentos a través de un proceso de embargo (sequestration) del monto excedente. Adicionalmente a la reducción del déficit presupuestal a través de la fijación de límites legales al gasto discrecional, el Acta ordena la formación de un Comité Conjunto integrado por 12 miembros del Congreso que debe proponer las medidas legislativas pertinentes para reducir el déficit al menos en $1.5 millones de millones de dólares entre los años fiscales del 2012 y 2021. Si para el 15 de enero del 2012 no se ha votado una legislación que reduzca el déficit al menos en $1.2 millones de millones de dólares entrará en funciones un proceso automático de reducción del gasto (sequestration). Si para esa fecha se han emitido normas legales para la reducción del déficit, pero ésta es menor que los $1.2 millones de millones de dólares, entonces la reducción automática operará sobre la diferencia entre aquella y éstos. La cantidad en que automáticamente se reducirá el gasto se dividirá por igual entre los años fiscales del período 2013 y 2021 y se aplicará a las categorías de gastos de defensa y gastos distintos de los de defensa y en forma proporcional a los programas discrecionales y obligatorios dentro de esas categorías. Según se ve, el Acta establece una serie de drásticas medidas forzosas para reducir el déficit fiscal del gobierno federal por medio de voluminosos recortes en el gasto público y no contempla absolutamente ninguna prescripción relativa al aumento de los ingresos; constituye, por tanto, la tajante contestación negativa de la plutocracia a los propósitos expresados por Obama en el programa económico que delineó en su mensaje a la nación de enero de 2011 de dar impulso a la economía y el empleo, pues le impide terminantemente contar con los elementos presupuestales indispensables para alcanzarlos. La imposición sin condescendencia alguna de los despiadados ajustes presupuestales al gobierno de Obama fue la expresión contundente de la reasunción y el ejercicio pleno del poder económico y político por la plutocracia y sus representantes y la derrota ignominiosa del tibio intento del sector II de la economía norteamericana de imponer sus laxas reivindicaciones.

El “Acta de 2011de empleos para los norteamericanos” (American Jobs Act of 2011) El 12 de septiembre de 2011, pese a que apenas en el mes de agosto la plutocracia había colocado candados imposibles de romper a las pretensiones del gobierno de Obama expresadas en su mensaje a la nación, éste les dio una forma más sistemática y las envió al Congreso como una iniciativa de ley bajo el nombre de “Acta de 2011 de empleos para los norteamericanos” (American Jobs Act of 2011).

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Según la Oficina de Administración y Presupuesto “…el propósito del Acta… es simple: poner más gente a trabajar, colocar más dinero en los bolsillos de los trabajadores norteamericanos y hacer todo esto sin agregar un solo centavo al déficit.”5 En primer lugar, el Acta sometida al Congreso propone una reducción del impuesto que sobre la nómina pagan los empresarios, con un énfasis especial en los pequeños empleadores. Esta reducción sería del 50% en los primeros $5 millones de dólares de la nómina, es decir, que el impuesto bajaría del 6.2 al 3.1 por ciento. Esta disminución es considerada por el Acta como un medio de impulsar la creación de empleos y el crecimiento de las pequeñas empresas. Además, en el Acta se contempla un reembolso total a los empresarios de los impuestos pagados sobre los nuevos trabajadores y los aumentos al salario respecto de la nómina del año anterior. Estos reembolsos de impuestos podrían ser mayores si se incluyen las reducciones que se obtendrían por el empleo de quienes hayan estado sin trabajo por un término mayor de 6 meses. El Acta considera estos tipos de reducción de impuestos como uno de los medios más efectivos para acelerar el crecimiento del empleo. En el Acta se propone extender por todo el año 2012 la exención del “100% del gasto”, esto es, la autorización a las empresas para deducir de sus obligaciones fiscales el valor total de sus inversiones. Con esta medida se intenta estimular la inversión productiva. También se plantea tomar medidas administrativas, regulatorias y legislativas para apoyar a las empresas en el inicio de sus operaciones y en su expansión. Otro de los renglones considerados en el Acta es la creación de empleos mediante inversiones en la reconstrucción y modernización de la infraestructura en áreas que son de vital importancia para la futura competitividad de la economía norteamericana, como la reparación y modernización de las escuelas, carreteras, ferrocarriles y aeropuertos, para lo cual se piensa aplicar una estrategia que combine inversiones inmediatas en infraestructura con formas innovativas que aseguren que serán los mejores proyectos los que obtengan financiamiento. Se considera que las inversiones en infraestructura tienen un sustancial efecto multiplicador en forma inmediata en el crecimiento económico y la creación de empleos y sienta las bases para el futuro desarrollo del país. Con el mismo propósito de incrementar el empleo, el Acta ofrece créditos fiscales y capacitación para apoyar el empleo de los veteranos. Para ello establece dos nuevos créditos fiscales, uno de hasta $4,800 dólares para los veteranos desempleados y otro de hasta $9,600 dólares para los heridos de guerra. Determina también los medios de apoyo a los gobiernos estatales y locales en sus esfuerzos para retener (debido a las restricciones presupuestales 280,000 empleos en el sector educativo están a punto de perderse), recontratar y contratar educadores de preescolar, educación elemental y secundaria (incluyendo consejeros, asistentes, 5 Office of Management and Budget, Executive Office of the President, The President’s Plan for Economic Growth and Deficit Reduction, September 2011,Washington D. C., p. 7, www.budget.gov

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tutores y asesores en alfabetización y matemáticas). Igualmente, destina recursos para apoyar la contratación y retención de policías y trabajadores de protección civil por los gobiernos estatales y locales. Con la finalidad de dirigir los recursos federales a los proyectos de infraestructura que demuestren mayores méritos y tengan dificultades para obtener recursos de los actuales programas se propone la creación del Banco Nacional de Infraestructura que deberá financiar los proyectos más importantes y viables económicamente en los campos del transporte, la energía y la dotación de agua. Otra de las vertientes de las acciones del Acta es la propuesta del Proyecto de Reconstrucción, que tiene como objetivo el empleo de trabajadores, principalmente de la construcción, en la reparación y reconstrucción de cientos de miles de propiedades residenciales y comerciales a todo lo largo del país, sobre todo del gran número de viviendas y negocios que al ser embargadas ocasionaron el desplome del valor de las propiedades y el incremento del crimen en las comunidades y constituyen un obstáculo para la recuperación económica. En el Acta se contienen una serie de reformas al sistema del seguro de desempleo, entre las que se incluyen cambios que previenen los despidos y dan a los Estados mayor flexibilidad para usar los fondos federales, diseñadas para lograr que los norteamericanos que han perdidos sus empleos vuelvan a trabajar. Igualmente, se incluye el otorgamiento de un bono especial de crédito fiscal por $4,000 dólares a las empresas que den trabajo a quienes estén desempleados por un largo plazo. Se propone también proporcionar apoyo fiscal por medio de una reducción el próximo año del 50% en el impuesto sobre nómina que pagan 160 millones de trabajadores. Los recursos necesarios para implementar todas las medidas que el Acta presenta se obtendrían de: 1. Ahorros por $275 mil millones de dólares en los siguientes diez años en los programas obligatorios fuera del área de salud. 2. Ahorros de $320 mil millones de dólares en la próxima década obtenidos con modestos ajustes que fortalezcan el Medicare y el Medicaid de una manera que no socave el apoyo fundamental que representan para ancianos, niños, personas con incapacidad y familias con bajos ingresos. 3. Incremento de los ingresos de $1.5 millones de millones de dólares en los próximos diez años por medio de una reforma fiscal (la cual proporcionaría recursos por $676 mil millones de dólares), la expiración de las grandes reducciones de impuestos establecidas en 2001 y 2003 y la eliminación de otras exenciones tributarias ineficientes (que allegarían recursos del orden de los $866 mil millones de dólares). En la reforma fiscal se contemplan: la reducción del valor de las deducciones tributarias a un 28 por ciento para las familias con ingresos superiores a $250,000 dólares anuales, la eliminación de las reglas especiales de depreciación para las com-

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pras de aeronaves por las corporaciones, la eliminación de los créditos y deducciones en los impuestos al gas y el petróleo, el cierre de las lagunas legales de las que se aprovechan los negocios y la ampliación de la base tributaria de las empresas, la eliminación del tratamiento fiscal preferencial para la industria del carbón, la reforma del tratamiento a los productos y compañías aseguradoras, la reforma del sistema tributario en las relaciones con el exterior, etcétera.6 El Acta propuesta por el ejecutivo al legislativo es, como ya lo dijimos, la concreción del más ambicioso plan económico del Presidente Obama; en éste se plantean las tareas que se consideran necesarias para relanzar la economía norteamericana, colocarla de nuevo a la cabeza de la economía mundial y hacer brillar otra vez “la luz del mundo”. El fin último del plan es la creación de millones de empleos nacionales y la elevación de los salarios de los trabajadores, es decir, un incremento sustancial de la prosperidad del pueblo de los Estados Unidos. No se trata de un simple programa de choque para reiniciar una economía estancada, sino de un pretencioso plan que tiene la finalidad de llevar la economía y la sociedad norteamericanas a una fase más alta de su desarrollo progresivo. En el “Acta de 2011 de empleos para los norteamericanos” se establece el monto de recursos que sería necesario erogar para lograr los grandes avances en la economía del país que ahí se enumeran: en el año de 2012 se invertirían $324,427 millones de dólares y en 2013, $154,548 millones para hacer un total, en 10 años, de $447,109 millones.7 La cantidad de recursos que el Acta solicita al Congreso para la ejecución del Plan es absolutamente desproporcionada en relación con los resultados que se pretende obtener. Los $447.109 miles de millones de dólares son tan sólo un 3% del PIB norteamericano de 2010, o un poco más de la mitad de los $787 mil millones que se destinaron para la American Recovery and Reinvestment Act of 2009 del 17 de febrero de 2009, o casi el mismo monto de la parte de esos $787 mil millones de dólares ($512.0 mil millones) que tenían la finalidad expresa de reiniciar la economía. Los fondos que el gobierno de Obama ha solicitado para la pretendida reconstitución de la economía norteamericana son de una insignificancia ridícula, una bagatela, una verdadera fruslería que, en caso de que la soberbia republicana diera su aprobación para aplicarlos, no tendrían ningún efecto importante ni en el crecimiento económico, ni en el empleo, ni en los salarios. Obama ha levantado esta desteñida bandera de la “American Jobs Act of 2011” y la ha puesto al frente de su campaña por la reelección; con la finalidad de obtener un segundo mandato, ha decidido proponer al electorado norteamericano un ambicioso programa, para el que, paradójicamente, solicita una dotación presupuestal Resumen formulado con base en: Office of Management and Budget, Executive Office of the President, The President’s Plan for Economic Growth and Deficit Reduction, September 2011, Washington D. C., pp. 7-15, www.budget.gov 7 Office of Management and Budget, Executive Office of the President, Table S-5. Joint Committee Recommendations, The President’s Plan for Economic Growth and Deficit Reduction, Summary Tables, pp. 59-64, September 2011, Washington D. C., www.budget.gov 6

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minúscula, microscópica, en realidad totalmente fuera de proporción con el objetivo que se plantea, y a la que, por añadidura, es casi imposible que el partido republicano dé su aprobación. Con el propósito de obtener el asenso de la plutocracia para el otorgamiento de los desmedrados recursos que pretende invertir en su grandilocuente “proyecto de nación”, el gobierno de Obama, continuando en su línea de absoluta rendición a los dictados de aquella, le ofrece el obsequio de una cuantiosa reducción del déficit fiscal en los próximos diez años. A las reducciones del déficit que en la década siguiente (2012-2021) deberán lograrse de acuerdo con las prescripciones del Acta de Control del Presupuesto, en el Acta de 2011 de Trabajos Americanos se agregan recortes por un valor total de $2,095 miles de millones de dólares que Obama les ofrece. Esta reducción extraordinaria del déficit fiscal provendría de los siguientes conceptos: ahorros de $275 mil millones en los programas obligatorios distintos de los del área de salud y de $320 mil millones de dólares por pequeños ajustes al Medicare y el Medicaid e incrementos de los ingresos tributarios por $1.5 millones de millones de dólares, de los cuales $676 mil millones se obtendrían de una reforma fiscal y $866 mil de la expiración de grandes reducciones de impuestos y la eliminación de exenciones tributarias ineficientes. La suma de las reducciones del déficit originadas en las previsiones de las dos actas, en caso de aprobarse la segunda de ellas, sería de un total de $4,850 mil millones de dólares en el período (2012-2021) y todo esto a cambio de un mísero aumento del gasto de $447 mil millones en ese mismo lapso de tiempo, notoriamente insuficiente, como ya lo hemos visto, para cuando menos un pequeño empuje a la economía norteamericana, no digamos ya para la portentosa propulsión que en sus fantasiosas elucubraciones concibe el gobierno de Obama.8 Las reducciones que promete Obama a cambio del financiamiento de su Acta de 2011 de trabajos americanos son también de muy difícil y en algunos puntos imposible realización. Los fondos que se pretende obtener de los programas obligatorios, del Medicare y del Medicaid y de la reforma fiscal sólo podrían ser reunidos mediante un minucioso, tardado y voluminoso trabajo burocrático invertido en la localización, organización, sistematización y corrección de los cientos de miles de pequeñas lagunas legales, errores burocráticos, interpretaciones equivocadas, detalles de la más diversa especie, etcétera, cuya eventual compostura proporcionaría los ahorros y los ingresos necesarios para reducir el déficit en la medida proyectada por el equipo de Obama; esta actividad, de resultados inciertos, en caso de realizarse con los medios actualmente existentes abrumaría de trabajo a la burocracia norteamericana y la distraería del resto de sus funciones, entorpeciendo severamente la acción del Estado en todos los ámbitos, incluso el económico; también podría, hipotéticamente, realizarse mediante el aumento de la plantilla burocrática, y por tanto del gasto pú8 Office of Management and Budget, Executive Office of the President, Table S-6. Deficit Reduction since January 2011, The President’s Plan for Economic Growth and Deficit Reduction, Summary Tables, p. 65, September 2011, Washington D. C., www.budget.gov

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blico, hasta niveles altísimos, circunstancia que suscitaría la negativa inmediata a su aprobación de parte de la plutocracia y sus adláteres. Las reducciones al déficit cuyo origen estaría en la expiración de las reducciones de impuestos y la eliminación de exenciones serían de una casi imposible implementación; recordemos cómo a finales de 2010, en la negociación de los términos de la “Tax Relief, Unemployment Insurance Reauthorization and Job Creation Act of 2010”, Obama tuvo que ceder ante el empecinamiento de los republicanos y retirar lo que era el alma de esta Acta, la expiración de las grandes reducciones de impuestos y la eliminación de exenciones, y contentarse con un conjunto de medidas inanes, que no tuvieron efectos importantes sobre la realidad económica. Nada indica que la situación actual sea distinta de la que se presentó en 2010; es previsible, con un alto grado de probabilidad, el rechazo de los legisladores republicanos a la propuesta de Obama de no extensión de las reducciones de impuestos ni de las exenciones fiscales más allá de 2012. En este punto de la evolución de la lucha de clases en los Estados Unidos nos encontramos con una plutocracia ensoberbecida, dominante, dueña de todos los resortes económicos y políticos, que ha dispuesto todo para que la crisis se resuelva de acuerdo con sus intereses y, por otro lado, con una burguesía media, representada por el gobierno de Obama, derrotada, vejada, humillada, ridiculizada, inmovilizada, mordiendo el polvo, incapaz de ninguna acción efectiva para sacar adelante sus reivindicaciones, sometida en todo a los dictados imperiosos de la plutocracia. El terreno está abonado para que la iniciativa histórica pase a manos de otra clase social más radical, la pequeña burguesía urbana, la cual debe tomar las reivindicaciones de la burguesía media y aunarlas a las suyas propias y enfrentarse así a la plutocracia. Una nueva fase de la lucha de clases se ha abierto en los Estados Unidos.

La pequeña burguesía urbana norteamericana La clase social que en el tramo final de esta crisis se ha visto obligada a saltar a la palestra para reivindicar pasadas glorias es la pequeña burguesía internacional. De la misma manera que la crisis exhumó al keynesianismo, el kalequianismo y el marxismo revisionista, también hizo salir a la superficie a todas las corrientes ideológico-políticas pequeño burguesas que el desarrollo impetuoso de la sociedad de consumo había sepultado. Ya hemos señalado en qué forma el capitalismo de consumo logró integrar, antes de la crisis, en un todo armónico sus elementos constitutivos: plutocracia, burguesía media, pequeña burguesía y trabajadores, capital financiero, capital comercial y capital industrial, etcétera. Esto no significa que no hubiese entre ellos fricciones e incluso graves enfrentamientos, pero todo se superaba en aras del proyecto común de la sociedad de consumo. La propia labor contestataria de la pequeña burguesía adquirió, en la delgadísima capa de esta clase social que se mantenía en activo, el carácter de una acción legitimadora del neoliberalismo a través de su inocuo cuestionamiento.

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Sin embargo, todo esto se vino abajo a causa de la malhadada crisis. Después de estar en la cima del edificio económico, flanqueando un poco abajo a la plutocracia y a la burguesía media, en donde gozaba de su estatus de clase complementaria del mediano y gran capital, la pequeña burguesía se vio despojada súbitamente de todos sus privilegios y de repente se encontró sumida en la más atroz de las miserias. La pequeña burguesía fue la primera sorprendida por la violencia del cataclismo económico. Una vez superado el asombro inicial, y conforme se hacía evidente que era imposible la vuelta al idílico estado de cosas anterior a la crisis y que esa imposibilidad se acentuaba a causa de la rápida reconstitución del dominio económico y político de la plutocracia, la pequeña burguesía entró en un proceso de toma de conciencia de su nueva situación en la fase actual de desarrollo del capitalismo. Encontró que sus intereses como clase complementaria del gran y mediano capital estaban ahora en total y absoluta contraposición con los de la gran burguesía financiera, fracción superior de la plutocracia norteamericana. La admiración y asombro que la pequeña burguesía experimentó, en la parte alta del ciclo, ante las maravillosas y portentosas facultades (la moderna “tecnología financiera”) desarrolladas por el capital financiero con el fin de extraer recursos monetarios literalmente hasta de las piedras, riquezas que, desde luego, se habían derramado generosamente también hacia los terrenos de la pequeña y micro empresa, se trocó en un creciente rencor hacia quienes destruyeron con su codicia extrema ese maravilloso edificio económico. Los intereses de la devastada pequeña burguesía tenían, por otro lado, muchos puntos de contacto con los de algunas fracciones de la propia plutocracia y los de la mediana burguesía. Todos estos grupos sociales acusaron a la burguesía financiera de haberlos llevado a la ruina por medio de su acción irresponsable que, guiada por su insaciable hambre de ganancia, convirtió la “honorable” actividad financiera y bursátil, proveedora de recursos para los sectores comercial e industrial, en una labor criminal, presidida por la desenfrenada especulación, que absorbía para sí todos los recursos dinerarios y se los negaba y despojaba de ellos a los demás elementos del régimen capitalista. Poseída de una santa indignación moral ante la franca criminalidad de la burguesía financiera, la pequeña burguesía inicia entonces la lucha en su contra. Pongamos nuestra atención en esta hecho fundamental: la pequeña burguesía se enfrenta a la plutocracia únicamente cuando ha dejado de recibir los beneficios que anteriormente le eran concedidos por este mismo régimen económico, la sociedad capitalista de consumo existente en los Estados Unidos, y el propósito de su lucha es lograr la reducción de los excesos del capital financiero hasta los límites compatibles con una estructura equilibrada de la economía en la que de nuevo vuelvan a convivir armónicamente la plutocracia, la mediana y pequeña empresa y los trabajadores y el capital financiero, el capital industrial y el capital comercial y en donde ella vuelva a disfrutar de los privilegios que le corresponden.

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Como todas las clases pequeño burguesas que en el mundo han sido, la moderna pequeña burguesía pretende que se eliminen los aspectos “malos” de este régimen económico y se mantenga y desarrolle su lado “bueno”, es decir, aquel que se traduce en dones para ella; pero bajo ninguna circunstancia cuestiona la naturaleza esencial del capitalismo de consumo: la sujeción a esclavitud, la explotación y la depauperación creciente de los trabajadores asalariados, quienes constituyen el basamento de ese régimen económico, y la existencia de la propiedad privada y del capital. Ni antes ni ahora han pasado por sus mentes ni han sido proferidas por sus labios las consignas revolucionarias: abolición de la propiedad privada, del capital y del trabajo asalariado, establecimiento de la producción y el consumo colectivos y anulación drástica de la individualidad capitalista de los trabajadores. Obnubilada por su conciencia de clase, la pequeña burguesía no puede ver que, en una rigurosa dialéctica, los aspectos “buenos” del régimen de producción capitalista engendran necesariamente los aspectos “malos” del mismo. Armada con su furor ético, la pequeña burguesía, actuando desde abajo, une sus fuerzas a las de la mediana burguesía. Coloca sus reivindicaciones junto a las de esta clase social como reclamaciones en contra de la plutocracia, específicamente de la burguesía financiera. Obliga a la burguesía media a dar un paso adelante en su confrontación con la plutocracia, a la cual presenta ahora, en una forma más contundente, tanto sus propias exigencias como las de su aliada en la lucha. Después de un período de euforia, en el que la burguesía media intenta someter a la plutocracia, ésta contesta ejerciendo todo su poder y paraliza la acción de aquella; en este movimiento, la burguesía media obtiene, si acaso, únicamente la satisfacción de una mínima porción de sus intereses y al final abandona a la pequeña burguesía a su propia suerte. Al ser desalojada del proscenio de la historia, la burguesía media cede la iniciativa en la lucha de clases a la pequeña burguesía urbana. Durante el año de 2011, a todo lo largo y lo ancho del planeta se desarrolla el movimiento de la pequeña burguesía internacional. En los Estados Unidos, centro del imperio, y en el resto del mundo, la crisis trajo al primer plano, tras la quiebra histórica de la burguesía media comandada por Obama, a la pequeña burguesía internacional. Al calor de los movimientos de la pequeña burguesía de los países árabes y de Europa, a finales de 2011 empezó a producirse en los Estados Unidos una “insurrección” de la pequeña burguesía urbana; desafiando al “establishment”, salió a las calles a protestar de diversas maneras contra Wall Street, es decir contra la banca inhumana y desnaturalizada, y a proponer, desde luego, una banca más humana, complemento de un capitalismo democrático proveedor de millones de empleos y buenos salarios para los estadounidenses. Las formas de lucha que utiliza la pequeña burguesía en esta nueva fase de su manifestación pública son de una indigencia lastimosa; si las comparamos con las que puso en práctica su antecesora histórica, la pequeña burguesía de los años 60 y 70 del siglo pasado, son sólo una deplorable caricatura de las mismas. Los movi-

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La crisis financiera internacional


mientos de la pequeña burguesía urbana del siglo anterior tenían como sustento las producciones teóricas de una intelectualidad pequeño burguesa, a la que podemos llamar “ilustrada”, que está a millones de años luz de la ignorante e inculta intelectualidad pequeño burguesa postmoderna. La lucha de la pequeña burguesía posee una naturaleza específica y unos límites muy precisos. La pequeña burguesía del capitalismo de consumo moderno es una clase complementaria de los medianos y grandes capitalistas. La pequeña producción por un lado y la mediana y gran producción por el otro son los polos de una contradicción. La primera relación entre ellos es la de su mutua implicación. La mediana y gran producción atiende las funciones más productivas y rentables, aquellas en las que se aplica una tecnología de punta y requieren de grandes acumulaciones de capital; la pequeña producción se concentra en las actividades menos productivas y rentables, en las que se utiliza una tecnología de segundo orden y se pueden establecer con montos de capital reducidos. Una parte de la producción de cada uno de los sectores satisface una porción de la demanda del otro. Los extremos se generan mutuamente porque la producción de uno llena la demanda del otro, proporcionándose así mutuamente los elementos para su desarrollo ascendente, y también porque al especializarse cada uno de ellos en su esfera de producción dan lugar al progreso del otro en su ámbito específico. En su desenvolvimiento, la mediana y gran producción se desprende de las partes secundarias de sus procesos productivos, aquellas que implican una utilización desproporcionada de los elementos de la producción y por ello sustraen recursos para la realización del objetivo principal de las empresas, el cual obstaculizan seriamente. Esas partes secundarias son asumidas por pequeñas empresas que se convierten así en complementarias del mediano y gran capital. Los dos polos se producen mutuamente: al desafectar parte de sus procesos productivos, la mediana y gran industria se engendra a sí misma y a la pequeña producción y ésta, al acogerlos, integra su propio ser y complementa y procrea el de aquella. La mediana y gran producción da impulso a un imponente desarrollo científico y tecnológico (el cual tiene su punto de partida en los adelantos científicos y tecnológicos aportados por las industrias militar y espacial); la producción de tecnología es toda una rama de la mediana y gran industria y ésta incorpora a sus procesos productivos la tecnología más moderna. La pequeña producción, por su parte, importa la tecnología de punta y la adecúa a sus necesidades específicas. La reciprocidad se establece porque la mediana y gran industria produce la tecnología que la pequeña producción requiere y ésta, al adaptarla a sus procesos productivos, se consolida como polo complementario de aquella. La pequeña producción despliega también un proceso propio de desarrollo de la tecnología que recibe de la mediana y gran industria (no, desde luego, una simple adaptación de la misma). Un sector de la pequeña producción se dedica específicamente al desarrollo de la tecnología con el fin de llevarla a un nivel más alto, a la búsqueda frenética de

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nuevas tecnologías, a la indagación de las múltiples aplicaciones que en todos los campos se pueden hacer de la floreciente tecnología, etcétera. Esta fracción de la pequeña burguesía lleva hasta sus últimas consecuencias la revolución tecnológica que es el corazón de la sociedad de consumo; es el principal impulsor de la cibernética, la informática, la comunicación, etcétera, formas de la maquinización de la producción que ya en capítulos anteriores hemos descrito minuciosamente y que son elementos decisivos de la creciente explotación y depauperación de los trabajadores. Pertrechada con todo ese arsenal tecnológico, la pequeña burguesía dedica sus mejores esfuerzos al desarrollo y perfeccionamiento de los mecanismos del consumo intensivo y generalizado, cuyos efectos devastadores sobre la naturaleza humana de los trabajadores ya hemos analizado con suficiente extensión en páginas anteriores. En la fase de la contradicción solucionada del desenvolvimiento de la sociedad de consumo, este sector de la pequeña burguesía también disfruta de las mieles financieras, pues en la banca de los Estados Unidos se forma un fondo de capital de riesgo cuyo objetivo específico es financiar la delirante actividad innovadora de aquel. Con el poderoso impulso que el capital financiero le imprime, el fragmento de la pequeña burguesía que nos ocupa realiza una enardecida actividad que se materializa en una multitud de pequeñas empresas, de cuyo seno se destacan unas cuantas que se convierten en medianas y grandes empresas. Este proceso tiene una nítida representación en la llamada “burbuja de las empresas dot.com”, cuyo desempeño estudiamos en la parte de este trabajo, contenida en el capítulo XI, relativa a los antecedentes de la crisis financiera internacional. La pequeña producción se determina aquí como un activo generador de la mediana y gran industria, y con eso, como uno de los demiurgos del moderno capitalismo de consumo; por su parte, el capital financiero, que integra una unidad de contrarios con sus opuestos, el capital industrial y mercantil, insufla vida a la pequeña producción capitalista, en esta coyuntura parte medular de éstos.9 La fracción de la pequeña burguesía que es el motor de la revolución tecnológica en la sociedad de consumo lleva hasta sus últimas consecuencias el principio filosófico básico de las sociedades en las que impera la propiedad privada: la libertad individual. La febril efervescencia que se produce en ese segmento de la pequeña burguesía es el resultado de la libre actividad del individuo que pone en obra todas las virtudes características suyas: inteligencia, valor, arrojo, decisión, audacia, etcétera y con ello da lugar al desarrollo venturoso de la organización social que así provee bienestar para todos sus miembros. La libre empresa, por la que una persona con una idea puede crear un negocio exitoso que satisfaga una necesidad social, el cual, de acuerdo con las condiciones del mercado, puede incluso convertirse en una gran empresa, en una corporación, es el fundamento de la sociedad de consumo norVer: National Science Board. 2004. Industry, Technology and the Global Marketplace. Science and Engineering Indicators 2004. volume 1, Chapter 6. Arlington, VA: National Science Foundation. http://www.nsf. gov/statistics/seind04/c6/c6s5.htm

9

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teamericana, es el “sueño americano”. La sociedad es, según esta noción, un ancho mundo de oportunidades para el individuo. La concepción del individuo como el eje de la actividad económica, que brota en abundancia de la actividad del segmento innovador de la pequeña burguesía, refuerza el dogma fundamental de la sociedad capitalista de consumo que tiene ya la naturaleza de un prejuicio popular: la consideración del individuo como el sujeto y el objeto único de la sociedad humana. La pequeña burguesía no es sólo el complemento económico de la plutocracia y la burguesía media, sino también su apéndice ideológico, político y estético. Realiza, vehementemente, la inapreciable labor de perfeccionar, justificar y embellecer el régimen del capitalismo de consumo. La intelectualidad pequeño burguesa produce la ideología correspondiente al régimen del capitalismo de consumo, tanto la cruda versión neoliberal como la interpretación neo keynesiana y neo marxista, igual la justificación desafiante del régimen existente que su inocuo cuestionamiento. La pequeña burguesía proporciona los elementos humanos que desarrollan la actividad política requerida por el capitalismo de consumo: los representantes de la plutocracia y los personeros de la burguesía media y de la propia pequeña burguesía. Provee también las producciones estéticas (de diferente grado de refinamiento) que consumen ella misma, la plutocracia, la burguesía media y los trabajadores. Pero la contribución mayor de la pequeña burguesía al régimen del capitalismo de consumo es la prostitución a la que somete sus procesos orgánicos, su fisiología, con la finalidad de desarrollar las más peregrinas, antihumanas, aberrantes y degradantes necesidades y la correspondiente satisfacción exaltada de las mismas y esparcirlas a todos los miembros de la sociedad con el pretexto de tratarse de necesidades humanas, de las verdaderas necesidades humanas. Esta obscena y antihumana actividad de la pequeña burguesía es el verdadero fundamento de la moderna sociedad de consumo. La segunda relación entre la pequeña y la mediana y gran producción es la de su recíproca negación. Como resultado de la mutua implicación de los contrarios, la mediana y gran producción se desarrolla impetuosamente e inicia un proceso de constricción del desenvolvimiento de la pequeña producción mediante la reabsorción y concentración de las funciones que ésta última había adquirido anteriormente. A su vez, la pequeña producción responde con una acción más vigorosa para defender y ampliar sus posiciones. Y así sucesivamente a lo largo del ciclo, hasta que la mediana y gran producción se desboca y arrasa con la pequeña producción. Se presenta entonces la absoluta contradicción de los opuestos. La crisis financiera internacional es el resultado del crecimiento desbordado de la industria de la vivienda y de la monstruosa expansión del capital financiero; una consecuencia necesaria de la crisis es el anonadamiento de la pequeña producción, la cual resiente un grave deterioro que la regresa a niveles anteriores de su existencia.

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La gran envergadura de la acometida del mediano y gran capital en contra de la pequeña burguesía, que se acentuó y se hizo cruelmente evidente con la crisis y su secuela de males económicos, preparó las condiciones necesarias para que esta clase social, tras la derrota sufrida por la burguesía media en la política de Barack Obama, iniciara su propia “insurrección” con el propósito de detener su acelerado menoscabo, recobrar las posiciones perdidas e iniciar una nueva era de crecimiento, desde luego al lado y como complemento necesario de la mediana y gran producción, o lo que es lo mismo, de la plutocracia y la burguesía media norteamericanas. La pequeña producción y la mediana y gran producción constituyen las partes extremas de un todo; ambas están indisolublemente unidas por el basamento que tienen en común: la explotación y depauperación del trabajo asalariado y la acumulación de capital y se implican mutuamente, de tal manera que ninguna de las dos puede existir sin la otra, son cada una ella y su otro, se engendran y se niegan recíprocamente en sí mismas y en su otro; su naturaleza es esta contradicción viva. La lucha de la pequeña burguesía, en la forma extrema de la insurrección armada, por ejemplo en Libia, o a la manera de las manifestaciones masivas estudiantiles en Chile, u obrero populares en Europa occidental, o al modo de la pequeña burguesía urbana europea (“indignados”) o norteamericana (“ocupas”) no puede ir más allá de los límites que su naturaleza de parte constituyente del régimen capitalista de consumo le fijan: el salvamento, la conservación y el desarrollo de este régimen económico social, ya sea que enarbole las mismas reivindicaciones de la burguesía liberal, o las suyas propias, y de éstas las simplemente reformistas o las más radicales, como la del “socialismo humanista”. La pequeña burguesía fue un activo participante en el proceso de desarrollo de las nuevas tecnologías características de la sociedad de consumo, esto es, de las formas superiores de explotación y depauperación de los trabajadores, de aniquilación de la naturaleza humana de la especie. Ejerciendo un derecho inalienable, reivindica la facultad de utilizar esas producciones en su lucha contra la mediana y gran producción; se vale entonces de la red (el mecanismo global de la sociedad de consumo) y hace uso de los modernos medios de comunicación, altamente individualizados y masificados, para difundir sus propuestas y organizar su movimiento. Atribuye a sus creaciones el carácter de instrumentos prodigiosos, casi mágicos, que en sus manos adquieren un contenido humano puesto que la contienda que ha emprendido tiene como propósito establecer un régimen social “más humano” y, en el caso extremo, un socialismo “humanista”, en donde la pequeña burguesía tendría el lugar prominente que le corresponde y, en última instancia, el poder total. Los medios de comunicación basados en la red y que ahora utiliza la pequeña burguesía en su enfrentamiento con la plutocracia fueron previamente desarrollados, en parte por ella misma, para dar un tremendo impulso a la individualización como un elemento inductor del consumo masivo. La pequeña burguesía es la fuente y el depósito natural de todos los vicios, inmoralidades, corrupciones, perversiones y degeneraciones y de la estulticia y la ignorancia más rampantes de la sociedad burguesa.

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La crisis financiera internacional


Y es precisamente de esta “colluvies” de donde debe surgir la fracción de la intelectualidad pequeño burguesa que reivindique la teoría de la revolución, la adecúe a las condiciones actuales y la conduzca a su fusión con la masa de los trabajadores asalariados; el organismo que de esta unión resulte habrá de realizar la revolución socialista integral, de la que está preñado el régimen del capitalismo de consumo.

La dialéctica de la lucha de clases en la sociedad de consumo norteamericana La lucha de clases en el período de constitución, desenvolvimiento y crisis de la sociedad de consumo norteamericana se produce de acuerdo con las leyes descubiertas por Carlos Marx y expuestas sistemáticamente en sus obras Manifiesto del Partido Comunista, La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850 y Guerra civil en Francia. (Véase: Robledo Esparza, Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, tomo II, Biblioteca marxista, Sísifo Ediciones, México, 2007). La plutocracia norteamericana asume plenamente el poder en la década de los años 80 del siglo pasado e inicia el sistemático sometimiento de la burguesía media y la pequeña burguesía, y a través de ellas el de los trabajadores estadounidenses; como clase dominante, guía el proceso de constitución y desarrollo de la sociedad de consumo hasta el punto en que provoca la crisis descomunal; la crisis arroja temporalmente el poder a manos de la burguesía media y la acción de ésta provoca la brutal restauración del poder de la plutocracia. La iniciativa de la lucha de clases pasa entonces a la pequeña burguesía, la cual, por lo pronto, tonifica sus músculos en rudos enfrentamientos con la policía, a la que le disputa los lugares públicos en los cuales realiza sus “ocupaciones”.

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Capítulo XXII

La crisis de la deuda soberana EN LOS PAÍSES DE LA UNIÓN EUROPEA

De la misma manera que lo hizo al interior de los Estados Unidos, el régimen del capitalismo de consumo había logrado, en la parte alta de su desarrollo, estructurar una organización de sus elementos internacionales y de los internos de cada país en un equilibrio dinámico. Todos estos factores se encontraban en un estado de contradicción solucionada, en la que los contrarios transitaban por la vía de la mutua implicación y la negación recíproca, que al mismo tiempo conducía fatalmente hacia la contradicción absoluta, esto es, a la oposición irreductible de aquellos. Así existían y se relacionaban las distintas secciones del capitalismo internacional resultantes de la nueva división internacional del trabajo establecida por la plutocracia norteamericana y los diversos sectores económicos de cada país capitalista. En éstos, la producción para el mercado doméstico, las importaciones y las exportaciones, los flujos de capital, las relaciones entre el capital privado y el capital público, la política laboral, las balanzas comercial y de pagos, el presupuesto, el déficit y la deuda pública, etcétera, estaban en armonía entre sí y con las exigencias, el ritmo y el volumen de la acumulación global de capital impuestas por el capitalismo norteamericano; aquí también la fluida relación entre los contrarios caminaba inexorablemente hacia su embotamiento total. Las economías nacionales se dirigieron fatalmente al terreno de la contradicción absoluta, antesala ésta de la crisis.

La crisis financiera internacional y las relaciones financieras y comerciales entre los Estados Unidos y el resto del mundo Los títulos que el sistema financiero norteamericano había colocado en el mercado exterior y eran poseídos por los bancos comerciales y centrales, las tesorerías de gobiernos, instituciones y empresas y por los individuos, en los cuales se invertían sus excedentes de efectivo a tasas muy generosas, recursos que se destinaban a impulsar el crecimiento desenfrenado de la banca y la industria de la vivienda en los Estados Unidos, se desvalorizaron catastróficamente a causa de la crisis y colocaron a sus tenedores al borde de la bancarrota. La relación fundamental entre la metrópoli y

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

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las naciones del imperio se rompió intempestivamente: el mercado exterior para los sofisticados títulos norteamericanos se cegó y las espléndidas ganancias de los que eran retenidos por los extranjeros se convirtieron en ruinosas pérdidas.

Cuadro 19 Títulos respaldados por las Agencias gubernamentales y las empresas apoyadas por el gobierno (GSEs) en posesión de extranjeros (resto del mundo). 1999-2010. Miles de millones de dólares %. Año 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

MBSes 232.3 348.2 504.1 630.6 655.3 875.2 1,012.9 1,263.6 1,582.4 1,406.9 1,154.8 1,077.3

% 49.8 44.7 25.0 3.9 33.5 15.7 24.7 25.2 −11.9 −17.9 −6.7

Gráfica 16 Títulos respaldados por las agencias gubernamentales y las empresas apoyadas por el gobierno (GSE) en posesión de extranjeros (resto del mundo). 2000-2010. Miles de millones de dólares. 1,800 1,600 1,400 1,200 1,000 800 600 400 200 0

MBSes

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010

Fuente Board of Governors of the Federal Reserve System, L.210 Agency-and GSE-Backed Securities, Rest of the world, billions of dollars, 1995 to 2010, Release Date: March 8, 2012, Historical data, Z.1 Flow of Funds Accounts of the United States, Federal Reserve Statistical Release, Economic Research and Data.

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La crisis financiera internacional


Los más característicos de los títulos utilizados por el capital financiero para obtener recursos en el período de existencia de la sociedad de consumo que hemos denominado de ¨securitización¨ son aquellos que tienen como activos subyacentes ¨pools¨ de créditos hipotecarios; los suscritos o asegurados por las empresas apoyadas gubernamentalmente (GSEs) fueron el alma de la modernización financiera y su abultada emisión llevó fatalmente a la crisis incontrolable. Una porción sustancial de los instrumentos mediante los cuales se captaron grandes flujos de capital del resto del mundo para la economía norteamericana fueron precisamente de este tipo. Como se aprecia en el cuadro y en la gráfica anteriores, el valor total de los títulos (MBSes) respaldados por las Agencias gubernamentales y las empresas apoyadas por el gobierno (GSEs) en posesión de extranjeros (resto del mundo) creció, entre los años 1999 y 2007, a una altísima tasa anual promedio de 27.1%, pasando de un valor de $232.3 miles de millones de dólares en el primer año a $1,582.4 miles de millones en el último, lo que significa que hubo un incremento absoluto de $1,350.1 mil millones de dólares y relativo del 581.1%. En el año 2007 se inicia el descenso repentino y vertiginoso del valor total de estos títulos, debido tanto a la enorme reducción de su valor de mercado como al declive de su demanda en virtud de su menguado valor; entre 2007 y 2010 el total de los títulos que nos ocupan en posesión del resto del mundo disminuye en $505.1 miles de millones de dólares, es decir, 31.9%, la mayor parte de los cuales eran pérdidas atribuibles al derrumbe de los precios. En el año 2007 se fractura la relación de mutua implicación entre el capital financiero de los Estados Unidos y el resto del mundo; los fondos que la economía norteamericana obtiene del exterior a través de los sofisticados títulos dejan de fluir súbitamente y las economías nacionales del resto del mundo ya no perciben altas ganancias de los títulos con los que se han quedado, pues ahora enfrentan severas pérdidas. El primer impacto de la crisis norteamericana sobre el resto del mundo es en el sistema bancario de un gran número de estos países y se produce a partir del segundo trimestre del 2008; las pérdidas originadas por la desvalorización de los llamados “activos tóxicos” colocan a los bancos, que se habían atiborrado de estos papeles ya sea como objetos de comercio o como depósitos de sus excedentes de capital, al borde de la quiebra; los recursos que pueden proporcionar al aparato productivo y comercial se reducen drásticamente, lo que genera una notoria desaceleración de la economía. Los gobiernos ponen en marcha una serie de medidas para rescatar a los bancos, que en algunos casos llegan al extremo de la nacionalización, mediante las cuales intentan dotarlos de liquidez para enfrentar sus obligaciones y devolverles su funcionalidad como proveedores de recursos para la economía “real”. Este primer golpe que la crisis financiera norteamericana asestó a su complemento internacional constituyó únicamente un pequeño avance de la catástrofe que habría de suceder durante 2009 y los años siguientes, hasta el día de hoy, la crisis de la deuda soberana. Otra consecuencia primordial de la crisis financiera internacional fue la severa reducción del crecimiento económico de los Estados Unidos que llevó su economía a la recesión. La caída de la economía norteamericana redujo en un monto

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considerable su demanda de productos extranjeros y, por ende, también las exportaciones de las demás naciones a ese mercado, lo que ocasionó el colapso en éstas de los ingresos por concepto de las ventas externas. Por su parte, la demanda de importaciones norteamericanas descendió también, pero en mucho menor medida que las exportaciones a los Estados Unidos. Se produjo entonces un notable descenso en el superávit del resto del mundo, que en muchos países se convirtió en la aparición de un déficit en sus balanzas comerciales o en un incremento en el déficit preexistente. Cuadro 20 Estados Unidos. Comercio con el mundo. 2006-2010. Millones de dólares, %. Período

Importaciones

Variación

Exportaciones

Variación

Balance

2006

2,213,111

10.8

1,459,823

13.3

-753,288

2007

2,351,288

6.2

1,654,561

13.3

-696,728

2008

2,541,020

8.0

1,842,682

11.3

-698,338

2009

1,956,310

-23.0

1,575,037

-14.5

-381,272

2010

2,337,604

19.5

1,837,577

16.6

-500,027

Gráfica 17 Estados Unidos. Comercio con el mundo. 2006-2010. Millones de dólares. 3,000,000 2,500,000 Importaciones

2,000,000 1,500,000

Exportaciones

1,000,000

Superavit del resto del mundo

500,000

Déficit

0 2006

2007

2008

2009

2010

-500,000 -1,000,000 Fuente: United States Census Bureau, Table 1300. U.S. International Trade in Goods and Services: 2000 to 2010, Foreign Commerce and Aid: Exports and Imports, Browse Sections, The 2012 Statistical Absract, The National Data Book, www.census.gov. Source: U.S. Census Bureau, U.S International Trade in Goods and Services. Annual Revision for 2010, Series FT900(11-04) and previous reports. See also http://www. census.gov/foreign-trade/Press-Release/2010pr/final_revisions/

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La crisis financiera internacional


Las importaciones totales de los Estados Unidos, que son exportaciones del resto del mundo, ascendieron, entre 2007 y 2008, 7.15% en promedio cada año y luego descendieron intempestivamente en 2009 en un monto de $584,710 millones de dólares, esto es, 23%, en tanto que las exportaciones de Norteamérica, que constituyen importaciones de las demás naciones, aumentaron 12.35% en promedio entre 2007 y 2008 y repentinamente se redujeron 14.5% en 2009, lo que representa una disminución absoluta de $267,645 millones de dólares; el déficit en la cuenta corriente de los Estados Unidos con el resto del mundo pasó de $698,338 millones de dólares en 2008 a $381,272 millones de dólares en 2009, lo que para el resto del mundo es un extremado descenso de su superávit comercial con los Estados Unidos del 45 por ciento, el que en algunas naciones se convirtió en un incremento brutal de su déficit (ver cuadro 20 y gráfica 17). El voluminoso descenso de las exportaciones del resto del mundo entorpeció la conversión del capital mercancías en capital dinero y, por ende, obstaculizó severamente la realización plena del ciclo del capital de esas industrias; la acumulación de capital se detuvo e incluso se revirtió y las ramas exportadores se colocaron al borde de la ruina, arrastrando en su caída a toda la economía. La complementación mutua entre estas dos partes del sistema de países capitalistas se interrumpió y se estableció su mutua oposición en la que se niegan uno al otro. Las exportaciones e importaciones de uno ya no alimentan el desarrollo progresivo del otro, sino que lo obstaculizan y detienen. Nos encontramos ante la clásica disyunción entre oferta y demanda que es causa de las crisis; la producción de los países del resto del mundo para el mercado norteamericano, acuciada por la construcción desbordada de viviendas, que es acicateada a su vez por una voluminosa demanda espuria de casas habitación, excede en una medida enorme los límites de la demanda solvente. La crisis realiza un ajuste violento entre estos dos sectores del capitalismo internacional. En los países en que se produjo o incrementó el déficit se presentó un grave problema de balanza de pagos que únicamente podía ser resuelto mediante el uso, hasta agotarlas, de las reservas internacionales y, en su defecto, a través de la contratación de créditos en moneda extranjera.

Relación comercial entre los Estados Unidos y la Unión Europea En la Unión Europea, que es el objeto de nuestro estudio, este fenómeno se presenta en toda su crudeza. En el comercio entre los Estados Unidos y la Unión Europea, las importaciones del primero, que al mismo tiempo son exportaciones de la segunda, crecieron a una tasa de 5.88% entre 2006 y 2008 y se redujeron de forma abrupta un 23.3% en 2009; las exportaciones, que son importaciones por el lado de la Unión Europea, aumentaron 13.64% por año en el mismo período y cayeron 18.8% en 2009; el déficit, que desde la perspectiva de la Unión Europea es superávit, descendió 36.1%.

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Cuadro 21 Comercio de bienes de los Estados Unidos con la Unión Europea. 2005-2010 Millones de Dólares Variación Anual % Período

Importaciones

Variación %

Exportaciones

Variación %

Balance

2005

309,628

2006

330,481

6.7

211,886

14.4

-118,594

2007

354,409

7.2

244,145

15.2

-110,243

2008

367,617

3.7

271,810

11.3

-95,807

2009

281,800

-23.3

220,599

-18.8

-61,201

2010

319,194

13.2

239,583

8.6

-79,611

2011

335,364

5.0

245,830

2.6

-89,533

185,165

-124,462

Gráfica 18 Comercio de bienes de los Estados Unidos con la Unión Europea. 2005-2010. Millones de dólares 400,000

300,000

200,000

Importaciones Exportaciones

100,000

Superavit de la Unión Europea 0 2005

2006

2007

2008

2009

2010

2011

Déficit

-100,000

-200,000 Fuente: U.S. Census Bureau, Trade in Goods with European Union, Millions of U.S. dollars on a nominal basis, not seasonally adjusted, 1997-2012, U.S. Trade in Goods by Country, Country and Product Data (various), Partner Country (no product detail), European Union, Country Index Economic Indicators, Business, www.census.gov.

388 •

La crisis financiera internacional


En varios países de la Unión Europea, el descenso de las ventas externas se tradujo en la aparición de un gran déficit o en el incremento del que existía previamente. En los años inmediatamente anteriores a la fase crucial de la crisis financiera internacional, entre 2005 y 2008, en los países de la Unión Europea que han protagonizado la actual crisis de la deuda soberana, con la notable excepción de Irlanda, se presenta un sostenido ascenso de sus exportaciones totales (Intra y Extra Unión Europea). Esta situación es el resultado del último jalón que sobre la economía mundial ejerce la economía norteamericana, la cual a estas alturas ya se mueve por la vía de la producción desbocada, preludio de la crisis inminente; las elevadas exportaciones de los países europeos constituyen, por un lado, elementos que impulsan aquel crecimiento desproporcionado de la economía norteamericana y, en general, de la economía mundial y, por el otro, un factor que determina una ampliación excesiva de la producción para la exportación y, arrastrada por ésta, de la producción total en esos países. Las importaciones tienen también, en el mismo período, un robusto crecimiento en todas las naciones consideradas, exceptuando Irlanda. Las importaciones son, en una de sus caras, la realización del capital-mercancías de los exportadores norteamericanos y de los demás países del mundo, por lo cual contribuyen al eufórico e inmoderado desarrollo de la producción mundial; en la otra cara se trata de insumos para el aparato productivo de las naciones de la Unión Europea que mantienen en pie y permiten el desarrollo ascendente del sector exportador y de la producción interna y de bienes de consumo en los que se realiza una parte de la masa salarial y de la renta de los capitalistas, lo que provee al funcionamiento sin trabas de todo el aparato productivo. 2009 es el año en el cual se produce un cambio radical en el comercio internacional de los países de la Unión Europea sujetos a estudio. En la parte correspondiente de este trabajo señalamos cómo la crisis financiera internacional había originado por necesidad un descenso de la producción en los Estados Unidos y éste, a su vez, también ineluctablemente ocasionó una seria contracción de la demanda de mercancías extranjeras. Las exportaciones totales de la Unión Europea descienden 16.04%, y por país, las de Alemania se reducen 16.24%, las de Irlanda, 2.84, de Grecia, 20.94, España 13.22, Francia 15.35, Italia 19.48, Portugal 15.35 y el Reino Unido 16.38%, lo que implica una reducción de las exportaciones totales de la Unión, respecto del año anterior, por un valor de 825,307.4 millones de euros y de las 8 naciones enlistadas en el cuadro 22 por un monto de 510,372.5 millones de euros. Esta enorme y repentina mengua de los ingresos por concepto de las ventas al exterior dejó exangües y en estado de shock las economías de estos países de la Unión Europea; la relación de mutua implicación entre los dos sectores de la economía internacional se rompe y es sustituida por su negación recíproca, en la cual el decrecimiento de una provoca el de la otra, y viceversa. A consecuencia de la crisis financiera internacional, las importaciones de esas ocho naciones de la Unión Europea también se contraen en un monto considerable: en total se acortan en un 17.93%, y por país, 15.2, 9.5, 21.2, 23.2, 15.3, 20, 18.3, y 18.5%

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 389


390 •

La crisis financiera internacional

1,145,410.0

1,189,150.0

995,920.0

1,159,800.0

2006

2007

2008

2009

2010

157,673.0

145,902.0

150,180.9

152,389.0

140,706.6

132,526.2

Irlanda

506,724.0

283.331.0

492,153.0

440,994.0

48,879.9p 283,936.0

250,109.0

p

44,456.9

520,974.0

288,216.0

56,238.0p

52,423.5 p

452,871.0

233,387.0 485,914.0

Francia

España

259,130.0

b

47,732.6p

44,806.6

Grecia

413,234.6

360,880.0

448,226.9

448,408.0

412,376.5

371,638.5

Italia

53,560.8

47,235.8

55,801.9

54,498.1

49,712.5

42,668.9

Portugal

513,942.0

444,011.9

531,049.4

546,558.7

556,072.1

484,157.6

Reino Unido

4,980,593.8

4,317,775.5

5,143,082.9

4,967,131.3

4,618,795.0

4,105,236.8

Unión Europea

877,410.0

1,024,350.0

2009

2010

127,900.9

121,036.9

133,877.1

135,327.8

123,573.8

113,475.0

Irlanda

535,937.0

354,119.0

p

537,498.0

475,175.0

69,059.1p

306,207.0

269,721.1

p

70,754.1

561,663.0

351,498.0

89,802.6p

82,432.1

504,713.0

463,750.0

Francia

321,800.0

281,289.0

España

70,317.0p

62,740.7b

Grecia

443,422.3

368,946.8

461,333.0

452,297.3

424,584.2

372,505.4

Italia

65,937.1p

59,717.2

73,124.7

68,044.7

63,685.2

57,190.5

Portugal

556,768.2

472,787.2

580,182.9

608,880.1

615,818.6

546,608.7

Reino Unido

4,875,915.4

4,201,656.9

5,119,655.6

4,902,240.3

4,572,081.6

4,030,527.4

Unión Europea

Fuente: European Commission, Exports and imports of goods and services by Member States of the EU/third countries – current prices, Millions of euro /from 1.1.1999/Millions of ECU up to 31.12.1998 Last update: 03-04-2012, Annual national accounts, Economy and finance, Data Base by themes, Browse / Search database, Statistics, Eurostat, epp.eurostat.ec.europa.eu.

b=break; p=provisional

975,430.0

1,034,980.0

923,090.0

2006

2008

803,080.0

2005

2007

Alemania

Año/País

Cuadro 23 Importación de bienes y servicios. Países de la Unión Europea. 2005-2010. Precios Corrientes en millones de euros.

b = break; p = provisional

919,070.0

1,053,140.0

2005

Alemania

Año/País

Cuadro 22 Exportación de bienes y servicios. Países de la Unión Europea. 2005-2010. Precios Corrientes en millones de euros.


La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 391

118,510.0

135,450.0

2009

2010

2006

2007

2008

2009 2010

29,772.1

24,865.1

16,303.9

17,061.2

17,132.8

19,069.2

Irlanda

-20,179.3

-26,297.2

-33,564.6

-30,008.6

-22,584.5

-17,934.1

Grecia

-22,271.0

-19,612.0

-63,282.0

-70,788.0

-62,670.0

-47,902.0

España

-45,345.0

-34,231.0

-40,689.0

-29,213.0

-18,799.0

-10,879.0

Francia

-30,187.7

-8,066.3

-13,106.1

-3,889.3

-12,171.7

-866.9

Italia

104,678.4

-42,826.2

-12,376.3

116,118.6

-28,775.2

23,427.3

64,891.0

46,713.3

74,709.4

Unión Europea

p

-49,133.5

-62,321.4

-59,746.5

-62,451.0

Reino Unido

-12,481.4

-17,322.8

-13,546.6

-13,972.6

-14,521.6

Portugal

p igual provisional Fuente: European Commission, Exports and imports of goods and services by Member States of the EU/third countries – current prices, Millions of euro /from 1.1.1999/Millions of ECU up to 31.12.1998Last update: 03-04-2012, Annual national accounts, Economy and finance, Data Base by themes, Browse / Search database, Statistics, Eurostat, epp.eurostat.ec.europa.eu.

169,980.0

154,170.0

2007

2008

115,990.0

130,050.0

2005

2006

Alemania

Año/País

2005

Importaciones de la Unión Europea

Exportaciones de la Unión Europea

Cuadro 24 Balance de la exportación e importación de bienes y servicios. Países de la Unión Europea. 2005-2010. Precios Corrientes en millones de euros.

0

1,000,000

2,000,000

3,000,000

4,000,000

5,000,000

6,000,000

Gráfica 19 Exportación e importaciones de la Unión Europea. 2005-2010.


Gráfica 20 Exportaciones e importaciones de la Unión Europea. 2005-2010. Balance del comercio internacional de la Unión Europea. 140,000 120,000 100,000 80,000 60,000 40,000 20,000 0

2005

2006

2007

2008

2009

2010

para las naciones enumeradas en el parágrafo anterior. Aquí también se disloca la relación de engendramiento mutuo y se establece una recíproca oposición de estos dos sectores de la economía mundial. En seis de los ocho países de la Unión Europea que constituyen el universo de nuestro estudio se acumulan sucesivos déficit en sus cuentas corrientes entre 2005 y 2009. La suma de los déficit de Grecia en este período es de 130,389 millones de euros que equivalen al 57.3% del PIB de este país en 2010; los déficit acumulados de España en esos mismos años montan 274,254 millones de euros, cantidad que es igual al 26.0% del PIB de 2010; en Francia, los déficit tienen un valor de 133,811 millones de euros y se equiparan al 6.9% del PIB de 2010; en Italia, las cifras son 38,100.3 millones de euros y 2.4% respectivamente; en Portugal 71,849.0 y 41.6; y en el Reino Unido 262,427.6 y 15.3. Grecia, España y Portugal son las naciones que tienen el más alto porcentaje de déficit acumulados en relación con su PIB de 2010. Hasta el año de 2008 esos déficits pudieron ser cubiertos con otro tipo de ingresos externos, pero principalmente con deuda pública. Al sobrevenir la crisis se desarticula el mecanismo que había permitido financiar el crecimiento económico (entre otras cosas, las grandes importaciones de bienes de capital y de consumo por éste requeridas) con una deuda pública creciente; como más adelante veremos en detalle, en 2009 se torna cada vez más difícil refinanciar la deuda pública y casi imposible colocar nuevas emisiones aún a tasas de interés muy altas. Es entonces cuando los voluminosos déficit acumulados de los países de la Unión Europea, principalmente los de Grecia, Portugal y España, se truecan, fatalmente, a través de la gran deuda pública que han generado, ahora impagable, de un potente motor de su crecimiento en un freno que lo detiene súbitamente.

392 •

La crisis financiera internacional


Efectos de la crisis financiera internacional sobre el crecimiento económico de los países de la Unión Europea La crisis financiera desarticuló el mecanismo de la relación externa en que se basaba el crecimiento económico de los países de la Unión Europea. Las inversiones de capital en el sistema financiero norteamericano se detuvieron en seco y las ganancias que producían y eran utilizadas para financiar la economía de las distintas naciones se convirtieron en pérdidas inmensas. Las exportaciones al mercado norteamericano y en general al mercado mundial cayeron a plomo y dejaron de proveer los medios para el impulso de la economía interna. El resultado de todo esto fue un descenso radical del crecimiento económico en esos países, que para 2009 se convirtió en recesión, es decir, en una franca desacumulación de capital. A propósito de las condiciones que se presentaron en la economía norteamericana inmediatamente después y a causa de la crisis financiera del año 2008, en un capítulo previo de este trabajo hemos estudiado el comportamiento del principal indicador que resume la evolución de todos los factores que inciden en el movimiento económico; ahí encontramos que la crisis provocó, en los años 2008 y 2009, un gran descenso en la tasa anual de crecimiento, llevándola a niveles negativos y, en última instancia, produjo una profunda recesión. Esta decisiva reducción de la actividad económica, en cuyo núcleo se encontraba una caída vertical de la producción industrial, trajo consigo un incremento descomunal del desempleo y, consecuentemente, de los niveles de pobreza de la población norteamericana. Guardadas las proporciones, lo mismo sucedió en la economía de los países de la Unión Europea (véase cuadro 25 y gráfica 21). La tasa de crecimiento del producto interno bruto del total de las 27 naciones tuvo un descenso desde 3.2% en 2007 hasta -4.3% en 2009; la economía alemana, en los mismos años, pasó de un crecimiento de 3% anual a un decrecimiento de 5% (-5%); la economía de Irlanda registró en esos años 5.2 y -7%; Grecia tuvo un crecimiento de 5.5% en 2006 y números negativos, -3.0%, -0.2% y -3.3% en 2007, 2008 y 2009; en España la economía creció 3.5% en 2007, 0.9% en 2008 y -3.7% en 2009; las cifras en estos mismos años para la economía francesa fueron 2.3%, -0.1% y -2.7%; para Italia, 1.7%, -1.2% y -5.1%; los números de Portugal son 2.4%, 0% y -2.9%; y, por último, los del Reino Unido 3.5, -1.1, -4.4 y 2.1 porciento. Como vemos, la crisis generó una gran desacumulación de capital en los países de la Unión Europea, la cual se manifestó en toda su extensión el año de 2010.

El desempleo ocasionado por la crisis en la Unión Europea El desempleo tuvo la siguiente evolución en la Unión Europea entre los años 2005 y 2011. En la Unión Europea (E27) el número de desempleados se incrementó en 6,397,200 personas, esto es, en un 38% entre 2008 y 2011.

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 393


Cuadro 25 Producto Interno Bruto a precios constantes. Cambio porcentual anual. Ocho países y total de la Unión Europea. 2005-2010. País/Año

2005

2006

2007

2008

2009

2010 2.0

Unión Europea (EU27)

2.0

3.3

3.2

0.3

-4.3

Alemania

0.7

3.7

3.3

1.1

-5.1

3.7

Irlanda

5.3p

5.3p

5.2p

-3.0p

-7.0p

-0.4p

Grecia

2.3p

5.5p

-3.0p

0.2p

-3.3p

-3.5p

España

3.6

4.1

3.5

0.9

-3.7

-0.1

Francia

1.8

2.5

2.3

-0.1

-2.7

1.5

Italia

0.9

2.2

1.7

-1.2

-5.1

1.5

Portugal

0.8

1.4

2.4

0.0

-2.9

1.4

Reino Unido

2.1

2.6

3.5

-1.1

-4.4

2.1

p valores provisionales

Gráfica 21 Producto Interno Bruto a precios constantes. Cambio porcentual anual. Unión Europea (EU27). 2005-2010 4 3 2 1

Unión Europrea (E-27)

0 -1

2005

2006

2007

2008

2009

2010

-2 -3 -4 -5 Fuente: European Commission, Real GDP growth rate –volume. Percentage change on previous year, Last update of data 09.02.2012. GDP and main components, Annual national accounts, National accounts / including GDP, Main Tables, Statistics by theme, Statistics, Eurostat. Your key to European statistics. epp. eurostat.ec.europa.eu.

394 •

La crisis financiera internacional


Haciendo un cálculo como el que realizamos con los datos del desempleo en los Estados Unidos (véase en este mismo trabajo: La crisis financiera internacional y la explotación y depauperación de los trabajadores, Capítulo XIX. El moderno capitalismo de consumo y la crisis financiera internacional en su relación con la explotación y depauperación de los trabajadores) encontramos que la economía de la Unión Europea mantiene necesariamente, año con año, una cantidad fija de desempleados; en el período 2000-2008, ese monto fue de 17,872,972 personas que anualmente estuvieron sin empleo y 1,580,510 fue el número de trabajadores que en promedio atrajo o repelió anualmente la economía de la Unión Europea (la desviación estándar de las variaciones anuales respecto de la media), por lo que un total de 3,159,632 trabajadores se encontraron cada año sometidos sin apelación posible a las exigencias contrarias e imperiosas del capital en su demanda de trabajo; el promedio anual de desempleados fue en todo el período de 19,452,788; el incremento del número de desempleados en los años 2009 y 2010, 6,319,000 (37.53% mayor que la cantidad de desempleados en 2008), es el total de personas sin empleo atribuible por completo a la acción destructiva de la crisis (de ellos 4,200,298 son la suma del volumen de trabajadores cuyo intempestivo despido hace retornar el desempleo a la media del período 2000-2008 y de aquellos cuya brusca expulsión lo lleva hasta el nivel de la desviación estándar respecto de esa misma medida central, y el resto, 2,118,702, corresponde a la cantidad de trabajadores expelidos violentamente que excede aquellos parámetros (véase cuadro 26 y gráfica 22). Este nutrido refuerzo del ya de por sí alto volumen de desempleo en la Unión Europea: 1) en una gran parte irá a engrosar el número de desempleados que permanecen inamovibles ante los movimientos de atracción y repulsión cotidiana de obreros por el capital, 2) en una medida limitada serán absorbidos, en una menor cantidad por unidad de capital invertido a causa del enorme aumento en la composición orgánica del capital que la crisis origina, y a un lentísimo ritmo, por un mercado laboral en el que la oferta de nuevos trabajadores obstruye casi totalmente la recontratación de los despedidos a causa de la crisis y 3) elevará hasta altísimos niveles la miseria y la depauperación del crecido sector de desempleados. En suma, en la Unión Europea el desempleo tiene la misma naturaleza que en los Estados Unidos, es decir, la de ser una característica necesaria del régimen de producción capitalista. Tal y como Marx lo explicó en el primer tomo de El Capital, el desempleo es, en la sociedad capitalista, un resultado y una condición necesarios de existencia de este régimen económico-social; una dilatada cantidad media de desempleados en un período dado es el centro en torno al cual se producen los movimientos de atracción y repulsión desde la órbita productiva de un monto de trabajadores que es sólo una reducida fracción de esa media; una abultada cantidad fija, inamovible, de trabajadores permanece por completo al margen de tales fluctuaciones y constituye un peso muerto que el capital arrastra, sin poder deshacerse de él, desde la época de la acumulación originaria y crece constantemente alimentado por los trabajadores desplazados a causa del aumento incesante de la composición orgánica del capital, de las crisis periódicas más o menos violentas y de las reediciones de la acumu-

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 395


396 •

La crisis financiera internacional

: No disponible e Valor estimado

5,692

Reino Unido

6,801

240(e)

2,173

2,408

231(e)

Italia

1,904 2,216

2,095

2,385

España

Francia

Portugal

488

517

Grecia

72

3,128

74

3,178

Alemania

2001 19,257

Irlanda

2000

19,703

País/Año

Unión Europea (EU27)

8,378

305(e)

2,058

2,277

2,155

480

83

3,462

20,152

2002

8,774

384(e)

2,050

2,455

2,242

460

87

3,916

20,671

2003

8,149

408(e)

1,960

2,581

2,214

506

88

4,251

21,187

2004

7,591

468(e)

1,889

2,600

1,913

477

90

4,653

20,906

2005

7,001

472(e)

1,673

2,608

1,837

434

95

4,245

19,340

2006

7,077

491(e)

1,506

2,382

1,834

407

101

3,601.0

17,025

2007

8,924

470(e)

1,692

2,231

2,591

378

141

3,136.0

16,833

2008

Cuadro 26 Desempleo anual total. Unión Europea. 2000-2011. Miles de personas. 2009

14,264

582(e)

1,945

2,758

4,150

471

259

3,228.2

21,526

2010

14,825

658(e)

2,102

2,841

4,632

629

292

2,946.0

23,152

2011

13,747

706

2,108

2,820

4,999.0

877

304

2,501

23,230


Gráfica 22 Desempleo anual total. Unión Europea. 2000-2011. Miles de personas. 25,000

Desempleo medio más la desviación estándar. 2000-2008.

20,000 15,000

Nivel de desempleo. 2000-2011

10,000 5,000

Desempleo medio anual. 2000-2008.

2010

2011

2009

2008

2006

2007

2004

2005

2002

2003

2000

2001

0.00

Desempleo fijo (desempleo medio menos desviación estándar). 2000-2008.

Fuente: European Commission, Unemployment, annual average, by sex and age groups (1,000) persons. Last update: 02-05-2012. Unemployment – LFS adjusted series (une). LFS main indicators (lfsi) Employment and unemployment (Labour Force Survey) (employ). Labour market (labour), Population and social conditions. Database by themes. Data navigation tree. Browse/Search database. Statistics, Eurostat. Your key to European statistics. epp.eurostat.ec.europa.eu.

lación originaria que se dan cada vez que el régimen capitalista experimenta una revolución tecnológica profunda, como ocurrió cuando se produjo el tránsito de la sociedad del bienestar al capitalismo de consumo; todos estos factores que hemos enumerado, inherentes al régimen capitalista, van dejando capas de desempleados que se sedimentan y engruesan ese basamento que se mantiene necesariamente a lo largo de la existencia de ese régimen económico-social. El desempleo crónico e irremediable es la confirmación irrefutable de la naturaleza no humana de1 régimen capitalista: una masa de individuos que no ejercen ninguna función humana, en quienes se acumulan la miseria, el hambre, las enfermedades y la muerte y exhiben a cielo abierto la putrefacción y los vicios de este régimen social.

La acción de la crisis sobre los niveles de pobreza en los países de la Comunidad Europea En un capítulo anterior expusimos la relación necesaria entre el descenso del crecimiento económico (-3.8 entre 2007 y 2009), el aumento del desempleo (109.46% entre 2007 y 2009) y el incremento de la pobreza (23.8% entre 2008 y 2010) que se presentaron en la economía norteamericana como consecuencia de la crisis financiera; la estrechez de ese vínculo es más evidente si comparamos el incremento de la cantidad de desempleados con el de personas bajo el nivel de pobreza que tuvieron

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 397


su causa en la crisis: 7,742,330 y 8,903,000 respectivamente entre 2007 y 2010, lo que significa que la totalidad de los desempleados entraron de golpe a formar parte de la población pobre y a ellos se sumaron 1,160,670 personas provenientes de otras fuentes. Los males derivados de la pobreza: hambre, enfermedades, muerte, etcétera, se elevaron con esto hasta niveles superiores en la sociedad norteamericana. En lo que respecta a la Unión Europea, y en particular a los países envueltos en la actual crisis económica, como ya vimos, se han dado en las tasas de crecimiento y en los volúmenes de personas en situación de pobreza los mismos movimientos que en la economía norteamericana. En lo referente a la cantidad de personas pobres, las estadísticas de la Comisión Europea no consignan variaciones tan fuertes; esto se debe a varias razones: (1) el prejuicio existente de que la mayoría de los países de la Unión Europea son naciones ricas y por tanto la pobreza en su forma clásica no existe en ellos o tiene otras connotaciones distintas que en otros lugares (“exclusión social”, por ejemplo); esta prevención se ha traducido en un bajo desarrollo de los métodos de medición, en un escrúpulo casi insuperable para reconocer y aceptar las manifestaciones más crudas de la miseria y en la no inclusión de muchas manifestaciones de la pobreza en sus estadísticas; por la misma razón, la recopilación sistemática de los datos sobre la pobreza en la Unión Europea se inician, como una actividad estatal, apenas el año 2004, y no en la totalidad de los países que la integran, mientras que en los Estados Unidos existen registros cuando menos desde el año de 1959; (2) en algunos países de la Unión Europea existían mecanismos de gasto público que atemperaron y difirieron los efectos del desempleo, lo que permitió mantener los índices de pobreza en niveles muy bajos; esto, sin embargo, deberá revertirse cuando los beneficios sociales para la población sean eliminados por la acometida neoliberal que han puesto en marcha los gobiernos europeos con la finalidad de equilibrar sus presupuestos. En toda la Unión Europea (EU27) la cantidad de la población en riesgo de pobreza o exclusión social (nótese el eufemismo “en riesgo”) se incrementó, entre 2009 y 2010, 2,074,000 personas, esto es, 1.82%; en el período 2005-2009, por el contrario, hubo un descenso en el número de pobres de 10,614,000 equivalente al 8.5%; el promedio del total anual de pobres para los años comprendidos entre 2005 y 2010 fue de 118,679,000 y el número de pobres fijo, inamovible de cada año del lapso considerado se situó en 114,344,675 personas; el monto de la población sujeta a los altibajos del ciclo económico, que tan pronto son rescatados de las simas de la pobreza como lanzados de nuevo a esas honduras, fue de 8,689,350 personas, que es el doble del valor de la desviación estándar respecto de la media. Los países de la Unión Europea con el mayor incremento de pobres entre 2009 y 2010 fueron España, que contabilizó 1,023,000, el Reino Unido, 820,000 y Francia 608,000.1

1

398 •

Véase cuadro 27.

La crisis financiera internacional


Cuadro 27 Población en riesgo de pobreza o exclusión social. Total Unión Europea. Varios países. Miles de personas y porciento de incremento anual. 2004-2010 País/Año

2004

Unión Europea (EU27) Alemania

2005

2006

2007

2008

2009

2010

124,330s

123,192s

119,316

115,730

113,716

115,790

15,022

16,563

16,855

16,345

16,217

15,962

Irlanda

1,007

1,038

991

1,005

1,050

1,150

1,335

Grecia

3,302

3,124

3,174

2,889

3,046

3,007

3,031

España

11,021

10,358

10,412

10,251

10,340

10,652

11,675

Francia

11,637

11,205

11,184

11,382

11,237b

11,155

11,763

Italia

15,285

14,621

15,256

15,433

15,099

14,835

14,742

Portugal

2,876

2,745

2,656

2,651

2,757

2,648

2,693

14,530

14,193

13,527

14,069

13,389

14,209

Reino Unido s=estimación de Eurostat

Fuente: European Commission, People at-risk-of-poverty or social exclusion. % and 1 000 persons. Last update of data: 17.02.2012. Population and social conditions. Income and living conditions. Statistics by theme. Statistics. Eurostat. Your key to European statistics. epp.eurostat.ec.europa.eu.

Gráfica 23 Personas en riesgo de pobreza o de exclusión social. Total Unión Europea. Miles de personas. 2005-2010. 126,000 124,000 122,000 120,000 118,000

Personas en riesgo de pobreza o de exclusión social

116,000 114,000 112,000 110,000 108,000

2005

2006

2007

2008

2009

2010

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 399


Es muy posible que en los datos del 2011 se manifiesten ya en toda su extensión los nefastos efectos de la crisis sobre los niveles de pobreza en los países de la Unión Europea.

Las finanzas públicas de los países de la Unión Europea Cuando la sociedad de consumo se mueve ya sobre sus propios pies en los países de la Unión Europea, tiempo en el que ha quedado definitivamente establecida la nueva división internacional del trabajo en la cual estas naciones tienen un papel definido, la actividad del Estado ha adquirido también los perfiles específicos correspondientes a esta forma superior que el capitalismo ha alcanzado en la época moderna. Los ingresos estatales, los gastos, el déficit fiscal y la deuda pública se encuentran en una relación dinámica, en la cual sus niveles son los adecuados para todos los fines del régimen económico y se complementan y sostienen unos a los otros; igualmente, la acción estatal y todos los demás elementos de la estructura económica se encuentran en una situación de franca generación mutua que lleva a la sociedad de consumo europea al más alto nivel de su desarrollo. En los países europeos, el neoliberalismo, al tiempo que desmontaba la antigua estructura industrial para construir un nuevo modelo productivo, inició un proceso de despojo a los trabajadores de todas las mejoras en sus condiciones de trabajo y de vida que les había proporcionado la “sociedad del bienestar”. En la mayoría de ellos logró plenamente su propósito; sin embargo, en algunos dejó vigentes someros vestigios de aquel estado “próspero” y en unos pocos no pudo impedir que incluso se incrementaran en cierta medida las prestaciones sociales de los trabajadores. La desposesión de las conquistas laborales constituyó también un elemento fundamental del proceso de institución y desenvolvimiento de la sociedad de consumo, a la cual proporcionó inmensos recursos para su proceso de acumulación de capital. La crisis financiera internacional, como ya vimos, desarticuló la relación básica del comercio y las finanzas existente entre el resto del mundo (especialmente los Estados Unidos) y los países de la Unión Europea, nexo que era el fundamento de la estructura económica interna de esas naciones y, por tanto, de su desarrollo propicio por la vía del moderno capitalismo de consumo. La demanda externa se redujo drásticamente y el flujo financiero se detuvo abruptamente; ello trajo un gran descenso de la actividad industrial y comercial, el cual se tradujo en una reducción del crecimiento económico, que se volvió negativo; como secuela de estos males económicos el desempleo aumentó violenta y sustancialmente, la pobreza y la exclusión social crecieron hasta niveles colosales y la explotación y depauperación de los trabajadores alcanzaron cotas elevadísimas. La quiebra económica de los países de la Unión Europea se expresa en forma concentrada en la actividad del Estado; las finanzas públicas sufren también un grave quebranto y se transmutan, de elementos propiciadores del crecimiento económico, en un potente inductor de su despeñamiento hacia la sima de la recesión.

400 •

La crisis financiera internacional


Los ingresos públicos de todos los países de la Unión Europea (véase cuadro 28) se incrementaron, entre 2001 y 2007, 1,266,914.8 millones de euros a una tasa anual de 4.41%, partiendo de 4,277,430.6 millones de euros en el primer año del período y llegando a un total, en el último año, de 5,544,345.4 millones de euros; por otra parte, de 2007 a 2009 descendieron 357,627.6 millones, esto es, -3.27% en promedio anualmente, para situarse en un nivel de 5,186,717.8 millones. Los egresos gubernamentales (véase cuadro 29) crecieron entre 2001 y 2007 a una tasa anual de 4.18% hasta alcanzar un total de 5,657,099.1 millones de euros, habiendo partido de un monto inicial de 4,422,497 millones, lo que da un incremento total en el período de 1,234,602.1 millones; entre 2007 y 2009 los gastos de los gobiernos de la Unión Europea aumentaron 338,536.3 millones de euros, es decir, 2.94% anual en promedio, registrando un monto de 5,995,635.4 millones. El balance de las finanzas estatales de los países de la Unión Europea (véase cuadro 30) fue negativo en todos los años del período 2001-2009; entre 2001 y 2003 el déficit fiscal pasó de 145,066.3 millones de euros a 321,520.7 millones; de 2003 a 2007 desciende hasta 112,753.8 millones; por último, en 2008, 2009 y 2010 se posiciona en 302,618.9, 808,917.5 y 802,704.7 millones respectivamente, registrando un imponente incremento anual promedio del 167.84% entre 2007 y 2009. En el tiempo comprendido entre 2001 y 2007 el déficit anual promedio fue de 228,061.1 millones de euros y en los años 2008 y 2009 de 555,768.2 millones. La deuda pública de todos los países de la Unión Europea fue en 2001 de 5,849,113.8 millones de euros y en 2007 su monto se fijó en 7,315,132.8 millones; el incremento total en el período ascendió a 1,466,019 millones, o sea un 25.06% a una tasa promedio anual de 3.79%. En sólo dos años, 2007 y 2009, la deuda pública aumentó 1,462,468.4 millones de euros, esto es 19.99% a una tasa anual de 9.54%; en los años 2008, 2009 y 2010 la deuda pública tuvo un monto de 474,579.1, 967,889.3 y 1,034,058.5 millones de euros respectivamente, la cual fue cubierta por la emisión de títulos con un valor de 398,421.7 millones, 911,114.4 millones y 696,355.8 millones y con préstamos de 40,055 millones, 64,450.7 millones y 291,853.6 millones en cada uno de los años considerados. Hasta el año de 2009 la deuda pública se financió en su mayor parte con la emisión de títulos y sólo en menor medida con préstamos; en 2010 un poco más de un cuarto del total de la deuda se cubrió con préstamos, al tiempo que la emisión de deuda se redujo sustancialmente.2 Véae: Government consolidated gross debt. Securities other shares, excluding financial derivatives, General government, Millions of euro (from 1.1.1999)/Millions of ECU (Up to 31.12.1998), Last update: 06-06-2012, Government deficit, surplus, debt and associated data, General government gross debt, Government deficit and debt, Government statistics, Main Tables, Government finance statistics, Economy and finance, Statistics, Eurostat your key to European statistics, epp.eurostat.ec.europa.eu y European Commission Government consolidated gross debt, Loans, General government, Millions of euro (from 1.1.1999)/Millions of ECU (Up to 31.12.1998), Last update: 06-06-2012, Government deficit, surplus, debt and associated data, General government gross debt, Government deficit and debt, Government statistics, Main Tables, Government finance statistics, Economy and finance, Statistics, Eurostat your key to European statistics, epp.eurostat.ec.europa.eu

2

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 401


402 •

La crisis financiera internacional

2001

Unión 4,277,430.6 Europea (27) Incremento anual % Alemania 936,130.0 Incremento anual % Irlanda 40,125.4 Incremento anual % Grecia 59,816.0 Incremento anual % España 259,327.0 Incremento anual % Francia 747,901.0 Incremento anual % Italia 559,097.0 Incremento anual % Portugal 51,182.3 Incremento anual % Reino Unido 667,822.9 Incremento anual % -0.071

667,353.7

7.77

-4.46

637,577.1

5.49

58,195.7

4.19

2.34

55,163.8

596,196.0

2.33

2.3

572,214.0

783,000.0

5.62

8.75

765,106.0

297,884.0

6.74

5.39

282,019.0

67,290.0

63,041.0

8.97

1.19

0.44

8.18

951,580.0

940,320.0

47,303.8

1.73

2.25

43,407.9

4,449,631.8

2003

4,373,697.3

2002

9.74

699,686.1

5.52

61,411.2

3.05

614,439.0

4.96

821,884.0

9.47

326,097.0

4.89

70,583.0

11.03

52,524.9

-0.06

951,040.0

4.61

4,654,975.0

2004

6.62

746,041.2

-0.14

61,320.6

1.51

623,725.0

5.78

869,391.0

10.70

361,005.0

6.56

75,219.0

10.23

57,902.3

1.92

969,330.0

5.29

4,901,600.5

2005

8.28

807,884.4

5.7

64,836.4

7.81

672,447.0

4.65

909,840.0

11.16

401,304.0

8.8

81,844.0

14.49

66,297.2

4.30

1,011,050.0

6.79

5,234,896.6

2006

4.61

845,166.1

7.4

69,673.6

6.41

715,564.0

3.39

940,719.9

7.95

433,209.0

11.08

90,915.0

5.06

69,655.2

5.06

1,062,300.0

5.91

5,544,345.4

2007

-8.69

771,662.0

1.4

70,697.0

1.09

723,428.0

2.62

965,398.0

-7.18

402,078.0

4.23

94,764.0

-8.47

63,750.9

2.43

1,088,200.0

0.047

5,570,635.2

2008

Cuadro 28 Ingresos totales del gobierno general. Unión Europea y varios países del área. 2001-2010. Millones de euros.

-18.74

626,990.6

-0.52

66,967.0

-2.37

706,254.0

-3.78

928,818.0

-8.55

367,661.0

-7.06

88,070.0

-12.59

55,719.1

-2.04

1,065,980.0

-6.89

5,186,717.8

2009

9.22

684,841.0

6.30

71,816.9

0.08

712,075.0

3.09

957,590.0

3.74

381,427.0

1.90

89,750.0

-0.067

55,342.3

1.29

1,079,750

4.04

5,396,487.5

2010


La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 403

Fuente: European Commission, Total general government revenue, Millions of euro (from 1.1.1999)/Millions of ECU (Up to 31.12.1998), Last update: 06-03-2012, Government revenue, expenditure and main aggregates [gov a main], Annual government finance statistics, Government statistics, Main Tables, Government finance statistics, Economy and finance, Statistics, Eurostat your key to European statistics, epp.eurostat.ec.europa.eu


404 •

La crisis financiera internacional

2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 4,422,497.0 4,633,617.6 4,771,152.4 4,960,616.9 5,176,660.2 5,411,361.4 5,657,099.1 5,873,254.2 5,995,635.4 6,199,192.2 4.77 2.96 3.97 4.35 4.53 4.54 3.82 2.08 3.39 1,000,780.0 1,022,330.0 1,040,720.0 1,033,600.0 1,043,450.0 1,049,290.0 1,056,760.0 1,089,590.0 1,142,090.0 1,185,750.0 2.15 1.79 -0.68 0.95 0.55 0.71 3.1 4.81 3.82 39,006.0 43,801.7 46,710.2 50,429.7 55,178.1 61,095.5 69,535.0 76,958.3 78,501.5 104,186.6 12.29 6.64 7.96 9.41 10.72 13.81 10.67 2.0 32.71 66,318.0 70,614.0 77,143.0 84,333.0 86,097.0 94,436.0 106,066.0 117,850.0 124,636.0 114,213.0 6.47 9.24 9.32 2.09 9.68 12.31 11.11 5.75 -8.36 263,036.0 283,741.0 300,783.0 327,161.0 349,501.0 377,958.0 412,963.0 450,948.0 484,759.0 479,645.0 7.87 6 8.76 6.82 8.14 9.26 9.19 7.49 -1.05 772,645.0 815,804.0 847,954.0 881,765.0 920,348.0 952,566.1 992,618.8 1,030,023.0 1,071,907.0 1,094,489.0 5.58 3.94 3.98 4.37 3.50 4.2 3.76 4.06 2.10 599,118.0 613,403.0 645,124.0 664,298.0 688,251.0 723,375.0 740,269.0 765,553.0 788,045.0 782,301.0 2.38 5.17 2.97 3.6 5.1 2.33 3.41 2.93 -0.07 56,981.6 59,289.1 62,615.2 66,482.6 70,362.6 71,362.5 75,112.7 77,075.5 84,106.2 88,726.4 4.04 5.6 6.17 5.78 1.42 5.25 2.61 9.12 5.49 659,848.5 702,892.7 693,573.6 761,088.0 808,781.8 860,980.2 901,985.9 861,739.6 804,129.3 857,509.6 6.52 -1.32 9.73 6.26 6.45 4.76 -4.46 -6.68 6.63

Fuente: European Commission, Total general government expenditure, Millions of euro (from 1.1.1999)/Millions of ECU (Up to 31.12.1998), Last update: 06-03-2012, Government revenue, expenditure and main aggregates [gov a main], Annual government finance statistics, Government statistics, Main Tables, Government finance statistics, Economy and finance, Statistics, Eurostat your key to European statistics, epp.eurostat.ec.europa.eu

Unión Europea (27) Incremento % anual Alemania Incremento anual % Irlanda Incremento anual % Grecia Incremento anual % España Incremento anual % Francia Incremento anual % Italia Incremento anual % Portugal Incremento anual % Reino Unido Incremento anual %

Cuadro 29 Gastos totales del gobierno general. Unión Europea y varios países del área. 2001-2010. Millones de euros.


Gráfica 24 Ingresos y gastos de los gobiernos de todos los países de la Unión Europea. 2001-2010. Millones de euros 7,000,000 6,000,000 5,000,000 4,000,000 3,000,000

Unión Europea (27) egresos

2,000,000

Unión Europea Ingresos

1,000,000 0 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

Los ingresos y egresos estatales, el balance de las finanzas públicas y la deuda gubernamental tienen, hasta 2007, una naturaleza y montos específicos; a partir de 2008 se producen en estas variables relevantes cambios cuantitativos y cualitativos. En el período 2001-2007 los gastos de los gobiernos de los países de la Unión Europea crecen a una tasa bastante uniforme (4.18% en promedio) y tienen como propósito esencial mantener y ampliar las condiciones generales del funcionamiento del régimen económico capitalista y las especiales (internas y de su conexión externa (exportaciones e importaciones, flujos de capital) con los demás sectores del capitalismo internacional) que requiere el desenvolvimiento de la forma determinada de sociedad de consumo que aquel ha adoptado. El gasto público provee los elementos para el desenvolvimiento del patrón específico de acumulación, que en la parte alta del ciclo (que se alcanza en 2007) se convierte en acumulación desbordada que excede las fronteras de la demanda efectiva. Los ingresos, por su parte, se incrementan también con igual ritmo (4.41% anual en promedio); su monto creciente se utiliza para cubrir los gastos que, como ya vimos, se aplican a la conservación y desarrollo del régimen económico en su modalidad de capitalismo de consumo. Los ingresos gubernamentales son, en última instancia, deducciones de los salarios de los trabajadores y de la ganancia de los capitalistas, en ambos casos una materialización de fuerza de trabajo de los asalariados; por lo tanto, los límites de su extensión están determinados por el imperativo de mantener una clase trabajadora en posibilidad de proporcionar satisfactoriamente toda la cantidad de trabajo que el régimen requiera y por la necesidad de no embotar el aguijón de la inversión de los capitalistas. Muy pronto, en la infancia del régimen capitalista, el hambre insaciable de ganancia de los capitalistas llevó a la utilización de sus ganancias en el financiamien-

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 405


406 •

La crisis financiera internacional

Unión Europea (27) Incremento anual % Alemania Incremento anual % Irlanda Incremento anual % Grecia Incremento anual % España Incremento anual % Francia Incremento anual % Italia Incremento anual % Portugal Incremento anual % Reino Unido

7,974.3

-5,799.3

-40,021.0

-24,744.0

-3,709.0

-6,502.0

1,119.5

-64,650.0

-145,066.3

2001

-55,996.5

7.13

-28.86 -35,539.0

-4,419.5

18.78

2.91 -4,125.3

-48,928.0

28.11

104.89 -41,189.0

-64,954.0

68.35

-50,698.0

-53.57

-2,899.0

30.10

16.47 -1,722.0

-9,853.0

250.73

-135.27 -7,573.0

593.6

8.6

26.85 -393.8

-89,140.0

23.69

79.17 -82,010.0

-321,520.7

2003

-259,920.3

2002

-61,401.9

14.75

-5,071.4

1.90

-49,859.0

-7.81

-59,881.0

-63.29

-1,064.0

39.55

-13,750.0

252.98

2,095.3

-7.38

-82,560.0

-4.9

-305,641.9

2004

-62,740.6

78.29

-9,042.0

29.41

-64,526.0

-14.9

-50,957.0

1,181.20

11,504.0

-20.88

-10,878.0

30.01

2,724.2

-10.22

-74,120.0

-10.0

-275,060.0

2005

-53,095.8

-27.82

-6,526.1

-21.07

-50,928.0

-16.15

-42,726.2

102.93

23,346.0

15.75

-12,592.0

90.94

5,201.7

-48.4

-38,240.0

-35.84

-176,464.8

2006

-56,819.7

-16.65

-5,439.1

-51.49

-24,705.0

21.46

-51,898.8

-13.27

20,246.0

20.32

-15,151.0

-97.69

120.1

-114.48

5,540.0

-36.1

-112,753.8

2007

-90,077.6

17.26

-6,378.4

70.51

-42,125.0

24.52

-64,625.0

341.38

-48,870.0

52.37

-23,086.0

-1,109.7

-13,207.4

-125.09

-1,390.0

168.38

-302,618.9

2008

-177,138.8

168.7

-17,139.2

94.16

-81,791.0

121.41

-143,089.0

139.61

-117,098.0

58.39

-36,566.0

72.49

-22,782.5

5,375

-76,110.0

167.3

-808,917.5

2009

Cuadro 30 Balance (superávit (+)/déficit (-)) de los ingresos y egresos del gobierno general. Unión Europea y varios países del área. 2001-2010. Millones de euros.

-172,668.6

-1.34

-16,909.5

-14.13

-70,226.0

-4.32

-136,899.0

-16.12

-98,218.0

-33.09

-24,463.0

114.39

-48,844.3

39.27

-106,000.0

-0.07

-802,704.7

2010


La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 407

-545.66

57.56

9.65

2.18

-15.37

7.01

58.53

96.65

-2.52

Fuente: European Commission, Net lending(+)/Net borrowing(-), General government, Millions of euro (from 1.1.1999)/Millions of ECU (Up to 31.12.1998), Last update: 06-03-2012, Government deficit/surplus, debt and associated data, General government deficit/surplus, Government deficit and debt, Government statistics, Main Tables, Government finance statistics, Economy and finance, Statistics, Eurostat your key to European statistics, epp.eurostat.ec.europa.eu

Incremento anual %


Gráfica 25 Balance (superávit (+)/déficit (-)) de los ingresos y egresos del gobierno general. Unión Europea. 2001-2010. 0 -100,000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010

-200,000 -300,000 -400,000 -500,000 -600,000 -700,000 -800,000 -900,000

to de los gastos del gobierno mediante la deuda pública; de esta manera se podía obtener un incremento del gasto público que rebasara los linderos que el ingreso corriente impone, con lo cual se proporcionaría un impulso mayor a la acumulación de capital privado; de este crecimiento económico adicional brotan necesariamente los recursos para el pago de intereses y la amortización de la deuda. Es éste un método normalmente utilizado por los capitalistas para incrementar sustancialmente, mediante el crédito, la acumulación en sus empresas. La deuda pública actúa como un factor adicional del crecimiento económico que produce los recursos de su propia redención. La potenciación del crecimiento económico que la deuda pública suscita conduce fatalmente a la producción mucho más allá de los lindes de la demanda efectiva y provoca la ruina de la industria o industrias respectivas; la economía deja de producir los recursos para el pago de la deuda, por lo que se suspende la liquidación de la misma, se contrata más deuda a tasas más altas de interés con la finalidad de cubrir los intereses y las amortizaciones pendientes, se forma una enorme acumulación de deuda pública por completo desvinculada del aparato productivo que a fin de cuentas tiene que pagarse aún sustrayendo recursos de la reproducción simple; la deuda deja de tener el carácter de propulsor del crecimiento y se convierte en un obstáculo insuperable para el mismo; en este punto el mercado de la deuda pública se derrumba y se torna imposible para el gobierno obtener más recursos por este medio. La deuda pública es ahora una rueda de molino que arrastra a la economía al abismo de la desacumulación rampante y la recesión. La deuda pública puede utilizarse también para impulsar una industria o industrias completamente superfluas o que ingresan a un mercado totalmente satu-

408 •

La crisis financiera internacional


La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 409

-2.23

1.91

631,269.9

5.9

79,914.0

1.85

1,394,338.9

10.15

1,003,351.0

-0.36

382,032.0

5.53

168,025.0

10.46

697,320.8

7.35

85,794.2

3.69

1,445,826.0

7.33

1,076,932.0

1,86

389,142.0

9

183,157.0

2.15

44,255.1

5.13

1,455,032.5

5.6

6,607,871.2

2004

11.56

777,990.7

12.44

96,468.8

4.74

1,514,408.4

6.35

1,145,354.0

0.66

391,745.0

6.69

195,421.0

0.31

44,392.7

4.89

1,526,321.7

5.2

6,951,861.4

2005

10.47

859,453.5

6.19

102,440.5

4.60

1,584,096.2

0.4

1,149,937.0

-0.38

390,225.0

14.72

224,204.0

-0.75

44,058.9

3.17

1,574,708.9

3.57

7,200,496.5

2006

-0.88

851,832.0

12.83

115,587.1

1.13

1,602,107.0

5.35

1,211,563.0

-2.26

381,401.0

6.73

239,300.0

7.03

47,159.4

0.49

1,582,466.1

1.59

7,315,132.8

2007

-3.13

825,168.5

6.5

123,108.4

3.96

1,665,705.0

8.83

1,318,601.0

14.57

436,984.0

10.02

263,284.0

68.75

79,581.8

4.22

1,649,270.5

6.48

7,789,711.9

2008

32.47

1,093,140.4

13.67

139,944.5

5.82

1,762,724.0

3.25

1,493,444.0

29.31

565,082.0

13.82

299,685.0

31.44

104,602.5

7.13

1,766,943.0

12.68

8,777,601.2

2009

23.81

1,353,506.3

15.14

161,134.9

4.49

1,841,912.0

6.81

1,595,172.0

13.81

643,136.0

9.96

329,535.0

37.89

144,241.2

16.39

2,056,711.1

11.78

9,811,659.7

2010

14.33

1,547,506.3

14.37

184,290.9

3

1,897,179.0

7.65

1,717,256.0

14.27

734,961.0

7.91

355,617.0

17.34

169,264.0

1.54

2,088,472.1

6.22

10,421,987.0

2011

Fuente: European Commission, General government gross debt, 2001-2011, Millions of euro (from 1.1.1999)/Millions of ECU (Up to 31.12.1998), Last update: 23-04-2012, General government gross debt, Government statistics, Main Tables, Government finance statistics, Economy and finance, Statistics, Eurostat your key to European statistics, epp.eurostat.ec.europa.eu

Incremento anual %

9.87 619,402.0

633,541.5

75,456.1

0.77

1,368,897.1

6.96

910,874.0

1.37

383,435.0

4.83

159,214.0

3.36

43,321.9

41,911.6 0.8

6.84

1,383,997.0

4.18

6,257,283.8

2003

4.19

1,295,282.7

2.68

6,006,168.8

2002

Reino Unido

68,671.7

1,358,350.8

851,577.0

378,247.0

151,869.0

41,576.2

1,243,137.9

5,849,113.8

2001

Incremento anual %

Portugal

Incremento anual %

Italia

Incremento anual %

Francia

Incremento anual %

España

Incremento anual %

Grecia

Incremento anual %

Irlanda

Incremento anual %

Alemania

Incremento annual %

Unión Europea (27)

Cuadro 31 Deuda del gobierno general. Unión Europea y varios países del área. 2001-2010. Millones de euros.


Gráfica 26 Deuda del Gobierno General. Unión Europea. 2001-2010. 12,000,000 10,000,000 8,000,000 6,000,000 4,000,000 2,000,000 0 2001

2002 2003

2004

2005

2006 2007

2008 2009 2010

rado; en este caso, la deuda pública no alcanza a producir sus efectos característicos y de entrada es ya una onerosa carga para las finanzas públicas. Por último, los recursos de la deuda pública pueden desviarse, en un volumen más o menos grande, hacia los bolsillos de los burócratas de alto rango; es posible que coexistan un cierto grado de corrupción en el manejo de los recursos y la plena funcionalidad de la deuda pública o, por el contario, que una escandalosa sustracción de los dineros públicos la afecte en una mayor o menor medida. Igual que en otros temas, las ideologías neoliberal y estatista, fieles a su naturaleza metafísica, anti dialéctica, han hipostasiado las características fluidas, contradictorias, mutuamente implicadas de la deuda pública: para la primera de ellas sólo existe la fase en la que la deuda pública se alza en contra de la economía y frena su crecimiento, por lo que postula furiosamente la necesidad del equilibrio presupuestal e incluso del superávit; para la segunda, la deuda pública es un factor insustituible del crecimiento económico y, por consecuencia, de la creación de empleos y de la prosperidad general. Los países de la Unión Europea utilizaron la deuda pública, durante todo el período de constitución y desenvolvimiento del capitalismo de consumo, hasta el momento en que se presenta la crisis general (2007), para financiar holgadamente el gasto público requerido por el nuevo modelo de acumulación (ver cuadro 31). El déficit fiscal y la deuda pública se mueven casi en paralelo desde 2001 hasta 2007; entre 2001 y 2003 déficit y deuda se incrementan, el primero de 145,066.3 millones de euros hasta 321,520.7 millones y la segunda de 151,964.9 millones a 259,583 millones; de 2003 a 2007 déficit y deuda descienden hasta 112,753.8 millones y 114,636.3 millones respectivamente. Esta notable reducción expresa que el anterior aumento de

410 •

La crisis financiera internacional


ambas variables había dado todos sus frutos al proporcionar a la economía el envión necesario para mantenerse en la ruta del crecimiento ascendente. 2008 es el año en el cual se desarticula por completo la estructura de las finanzas públicas de los países de la Unión Europea. Los ingresos descienden súbitamente en un monto enorme a causa del decrecimiento económico que la crisis financiera internacional ha provocado; los impuestos al ingreso y la riqueza se reducen, entre 2007 y 2009, 13.54%, al pasar su recaudación de 1,687,954.8 millones de euros en el primer año a 1,459,245.7 millones en el segundo, es decir, una disminución de 228,709.1 millones (cifras provisionales a la fecha de la última actualización: 06-03-2012); los impuestos a la producción y a las importaciones declinan, en el mismo período, 8.77%, siendo las cifras en los años extremos 1,628,529.4 millones de euros y 1,485,667.4 de millones, lo que da una disminución absoluta de 142,862 millones; menguas parecidas se presentan en casi todos los renglones de los ingresos públicos. Estos ingresos seriamente menoscabados son notoriamente insuficientes para cumplir con el papel de promotores del crecimiento y ya ni siquiera alcanzan para cubrir los gastos necesarios para la reproducción simple de la economía. Los gastos de los gobiernos de los países de la Unión Europea, por su parte, continúan creciendo durante 2008, 2009 y 2010 a una tasa anual promedio (2.94%) ligeramente inferior a la del incremento en el período 2001-2007 (4.18%); sin embargo, su naturaleza es ahora radicalmente distinta: su destino es el rescate o la nacionalización en su caso de los sistemas financieros nacionales, el pago de intereses más altos por la deuda pública, la amortización de los créditos que normalmente se renovaban en forma automática, los programas keynesianos de apoyo e impulso a la economía, los cuales, como ya vimos en el caso de Estados Unidos, son absolutamente ineficaces, un gasto totalmente improductivo, los gastos de asistencia social, que se disparan como efecto de los daños que causa entre la población la crisis económica, etcétera. A partir del año 2008 se produce un aumento voluminoso del déficit público; entre 2007 y 2009 crece 696,163.7 millones de euros, pues teniendo como punto de partida los 112,753.8 millones de déficit en 2007 se eleva hasta 808,917.5 millones en 2009, lo que implica un incremento del orden de 617.41% a una tasa anual de 167.8%. La deuda pública, por su parte, aumenta 1,462,468.4 millones de euros entre 2007 y 2009, lo que da una variación del 19.92% a una tasa anual promedio de 9.54%; los valores extremos son 7,315,152.8 millones de euros en el primer año y 8,777,601.2 millones en el segundo; el incremento anual de la deuda, que es el que cubre el déficit de cada año, fue de 114,636.3 millones de euros en 2007 y de 987,889.3 en 2009. En 2007 la deuda es 1,882.5 millones de euros mayor que el déficit de ese mismo año y en 2009 la diferencia se amplió a un monto de 178,971.8 millones de euros; esta enorme disparidad en el último año obedece a que una gran parte de los gastos que los gobiernos hacen con motivo de la crisis no aparecen en la contabilidad normal de ingresos y gastos, pues se consignan en otras cuentas distintas (ya tuvimos oportunidad de conocer este artificio contable a propósito de la deuda pública del gobierno federal norteamericano). De esta suerte, los gastos reales se sitúan, en 2009, en un

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

• 411


nivel de 6,174,607.2 millones de euros, 3% mayor, o sea 178,971.8 millones de euros, que el que se consigna en las cuentas públicas correspondientes a ese año y el déficit real es equivalente al total del incremento de la deuda pública, esto es 987,889.3 millones de euros, 22.12% mayor que en las cuentas presupuestales. En el año 2009 los países de la Unión Europea tenían una deuda pública acumulada de 8,777,601.2 millones de euros compuesta en su totalidad por papeles que habían sufrido una grave devaluación en el proceso de desenvolvimiento de la crisis y que en esas mismas circunstancias habían perdido toda su liquidez y, por lo mismo, su mercado se había desplomado. Día con día se incrementaba la masa de obligaciones que tenían que ser redimidas, lo que en primera instancia se lograba obteniendo recursos con nuevas emisiones a tasas mucho más altas, y después, al agotarse este expediente, mediante préstamos institucionales (de gobiernos, instituciones financieras internacionales, etcétera). Los gobiernos se encontraban completamente imposibilitados para liquidar la avalancha de títulos de la deuda que se vencían y la enorme masa de intereses que se generaban. La crisis de la deuda soberana estaba en marcha. Los poseedores de los títulos de la deuda pública eran los bancos de la más distinta índole e inversionistas de todo tipo. Los bancos tenían en sus arcas grandes acumulaciones de bonos, en parte para comerciar con ellos, en parte como inversiones de las cuales obtenían beneficios sustanciales y también como depósitos de valor para mantener sus ingresos a buen recaudo. La desvalorización de los títulos de la deuda, de los que ahora no se pueden deshacer en forma alguna, origina enormes pérdidas en las entidades bancarias que las colocan al borde de la quiebra. Los inversores privados también resienten cuantiosas pérdidas en su patrimonio a causa de la desvalorización de los títulos públicos. Los flujos de recursos que a través de los bancos y los inversores privados se dirigían a la industria y el comercio se detienen casi en su totalidad y debido a esto la actividad económica se desacelera aún más, sumándose esta reducción a la que en la primera fase de la crisis había sido provocada por la desarticulación de la relación externa de las economías nacionales. A partir del 2009 las funciones estatales de los países de la Unión Europea se han trastrocado completamente, debido a la fractura de su vínculo esencial con las economías externas, y se han convertido en una traba insuperable para el crecimiento económico bajo la forma de una monstruosa deuda pública absolutamente imposible de pagar. Todas las acciones emprendidas desde el año 2009 para solucionar la crisis de la deuda soberana en los países más endeudados de la Unión Europea (apoyos a los bancos para sanear sus finanzas, incluso rescates y nacionalizaciones, intentos de dotar de liquidez a los bonos públicos, préstamos de los gobiernos superavitarios, préstamos del banco central de la UE y de las instituciones financieras internacionales, quitas a la deuda, etcétera) tuvieron cuando mucho el efecto de paliar momentáneamente los estragos de la crisis pero sólo para hacerlos manifestarse nuevamente con una fuerza multiplicada.

412 •

La crisis financiera internacional


La crisis de la deuda soberana se ha extendido a lo largo de 2010, 2011 y en lo que ha transcurrido de 2012 (junio). La última posición de la oligarquía gobernante en la Unión Europea es un nuevo esquema de solución que tiene dos vertientes: 1) concesión de nuevos y cuantiosos préstamos a los países más endeudados a cambio de 2) reformas de corte neoliberal que reduzcan en una forma drástica el gasto público. En seguida daremos cuenta de la evolución de las finanzas públicas en algunos países de la Unión Europea en el período 2007-2009. El presupuesto de Alemania fue superavitario en 2007, año en el que el exceso de los ingresos sobre los gastos tuvo un monto de 5,540 millones de euros, y deficitario por valor de 1,390 millones de euros en 2008, de 76,110 millones en 2009 –un incremento de 5,375%– y de 106,000 millones en 2010. Estos altísimos niveles de déficit obligaron a la contratación de cantidades voluminosas de deuda. La deuda pública de Alemania creció, entre 2007 y 2010, 29.96% a una tasa media anual de 9.13%; los incrementos brutos anuales fueron de 66,804.4, 117,672.5 y 289,768.1 millones de euros en 2008, 2009 y 2010, respectivamente; el aumento más grande fue en 2010, el cual hizo crecer la deuda 16.39% respecto del año anterior; en contraste, en el período 2001-2007, la tasa media anual de crecimiento de la deuda pública fue tan sólo de 4.1% y el incremento total en los 6 años fue de 339,328.2 millones de euros, inferior en 134,916.8 millones a los 474,245 millones que se acumularon entre 2007 y 2010, esto es, 56,554 y 158,081 millones de euros en promedio anual en el primero y segundo períodos. Irlanda tuvo un superávit presupuestario de 120.1 millones de euros en 2007 y déficits de 13,207 millones en 2008, de 22,782.5 millones en 2009 –un incremento de 72.49% respecto del año anterior– y de 48,844.3 millones en 2010, cantidad ésta 114.39% mayor que el déficit del año anterior. Su deuda pública tuvo un crecimiento porcentual, entre 2007 y 2010, de 205.85, a una tasa media anual de 45.15%; los valores absolutos de los aumentos fueron 32,422.4, 25,020.7, 39,638.7 millones de euros en los años de 2008, 2009 y 2010; en tajante contraposición, en el período 2001-2007 el incremento de la deuda fue de sólo 13.42% a una tasa media anual del 2.12% y el total en los seis años fue de 5,583.2 millones de euros, apenas sí el 5.75% de la suma de los aumentos anuales de 2008, 2009 y 2010 igual a 97,081.8 millones de euros. Grecia, primera nación golpeada por la crisis de la deuda soberana, registró déficits presupuestarios de 15,151 millones de euros en 2007, 23,086 millones en 2008 y 36,556 millones en 2009, con incrementos porcentuales en relación con el año anterior de 20.32, 52.37 y 58.39 en cada uno de esos años. Estos déficits fueron cubiertos con una deuda pública que se incrementó, en el período 2007-2010, 37.7% a una tasa media anual de 11.25%; los valores absolutos de las extensiones de la deuda fueron 23,894, 36,401 y 29,850 millones de euros en 2008, 2009 y 2010. En el lapso comprendido entre 2001 y 2007 la deuda pública griega se acrecentó un 57.57% a una tasa media anual de 7.8%, dando un valor total de 87,431 millones de euros con un añadido anual promedio de 14,571

La crisis de la deuda soberana de los países de la Unión Europea

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millones, en contraste con los 30,048 millones que anualmente se adicionaron entre 2007 y 2010. El balance presupuestal de la nación española, a la que en estos días (junio del 2012) le ha tocado el turno de recibir los más duros embates de la crisis de la deuda soberana, evolucionó de la siguiente manera: entre 2007 y 2008 se produjo un enorme salto desde un superávit de 20,246 millones de euros a un déficit por 48,870 millones, el cual se expandió hasta 117,098 millones de euros en 2009, esto es, tuvo un incremento de 139.61%. Los exorbitantes déficits y aquellos enormes gastos que no se contabilizan normalmente en el presupuesto fueron cubiertos con emisiones de títulos y con préstamos de diversa índole no menos voluminosos; la deuda pública de España se acrecentó, entre 2007 y 2010, 31.66% a una tasa anual del 9.6% y sus incrementos absolutos fueron de 55,583 millones de euros en 2008, de 128,098 millones en 2009 y 78,054 millones en 2010, lo cual no tiene comparación con el reducidísimo 0.08%, a una tasa anual de 0.03%, que entre 2001 y 2007 se incrementó la deuda española para alcanzar un aumento absoluto de 3,154 millones. El presupuesto de Francia fue deficitario en los años 2007, 2008 y 2009; los déficits tuvieron los siguientes montos en los años considerados: 51,589.8 millones de euros, 64,625 millones y 143,089 millones y los incrementos porcentuales fueron de 21.46, 24.52 y, el gran salto, cuando el flagelo de la crisis azotaba con más fuerza, de 121.4. El crecimiento del déficit y de otros gastos no presupuestarios ocasionados por la crisis obligó al gobierno francés a endeudarse en una gran medida. La deuda pública francesa se amplió 31.66% a una tasa anual de 9.6% en el lapso comprendido entre 2007 y 2010; la cantidad absoluta del endeudamiento para cada uno de los años fue de 107,038 millones de euros en 2008, 174,843 millones en 2009 y 101,728 millones en 2010, dando un total para los tres años de 383,609 millones. En el período 2001-2007 la deuda tuvo una adición del 42.27% a una tasa anual de 6.05% y una ampliación total de 359,986 millones de euros; el aumento medio anual de la deuda fue de 127,869.66, el doble exactamente de los 59,997.66 millones del añadido medio anual a la deuda en los años 2001-2007. El gobierno italiano registró déficits presupuestales en 2007 por 24,705 millones de euros, en 2008 por 42,125 millones y en 2009 por 81,791; los porcentajes de aumento en relación con el año previo fueron 51.49, 70.51 y 94.16. La deuda pública italiana se desempeñó de la siguiente manera: entre 2007 y 2010 creció 14.96% a una tasa anual de 4.75% y los aumentos absolutos fueron de 63,598 millones de euros en 2008, 97,019 millones en 2009 y 79,118 millones en 2010, los que suman 239,735 millones de euros de extensión total de la deuda a un promedio anual de 79,911.66 millones; en el período 2001-2007 la deuda italiana aumentó 17.94% a una tasa anual de 2.78%, acumulando una ampliación de 243,756.2 millones de euros a una media anual de 40,626 millones, 50% menor que la del período anterior. Portugal es otro de los países más golpeados por la crisis de la deuda soberana. El gobierno portugués tuvo déficits en sus presupuestos de los siguientes

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años: en 2007, de 5,439.1 millones de euros, en 2008, de 6,378.4 millones y en 2009 de 17,139.2 millones; el porcentaje de expansión respecto del año anterior fue, para cada uno de los años, 16.65, 17.26 y 168.7 puntos, 8.77 veces más grande el porcentaje de incremento en 2010 que en 2009, lo que nos da la medida del enorme problema financiero del gobierno de Portugal. La deuda pública portuguesa se expandió, entre los años 2007-2010, 39.40% a una tasa anual de 11.71%; registró aumentos de 7,521.3 millones de euros en 2007, 16,836.1 millones en 2008, 21,190.4 millones en 2009 y 45,547.8 en 2010, con un incremento total en los cuatro años de 83,574.3 millones a una media anual de 27,858.1 millones; de 2001 a 20017 la deuda creció 68.31% a una tasa anual de 9.0%, lo que da un total de 46,915.4 millones de euros y una media anual de 7,819.23 millones, 71.93% menor ésta que la del período 2007-2010. En el Reino Unido se presentaron déficits presupuestales de 56,819.7 millones de euros en 2007, 90,077.6 millones en 2008 y 177,138.8 en 2009; los aumentos porcentuales para cada año fueron 7.01, 58.53 y 96.65, siendo notable el gran incremento observado entre 2007 y 2008 como consecuencia de la crisis financiera internacional. La deuda pública del Reino Unido subió, en el lapso comprendido entre 2007 y 2010, 89% a una tasa anual de 16.69%; en 2008 la deuda se redujo 26,663.5 millones de euros, en 2009 aumentó 267,971.9 millones y en 2010 260,366.4 millones, cantidades que al sumarse dan un total de 501,674.8 millones a una media anual de 167,224.93 millones; de 2001 a 2007 la deuda pública se expande 34.45% a una tasa anual de 5.05% lo que significa un aumento total de 218,290.5 millones de pesos –43.51 por ciento menor que el de 2007-2010– y un aumento medio anual de 36,381.75 millones –78.24% menor que la media anual de 2007-2010–. La totalidad de los países de la Unión Europea arriba enlistados tienen enormes deudas públicas absolutamente impagables e innegociables, que han perdido toda su capacidad de estímulo a la economía y, por el contrario, constituyen un peso muerto que frena y hace descender el crecimiento económico. De acuerdo con las características específicas de la deuda pública de cada país, sucesivamente se van presentando situaciones de vencimientos masivos imposibles de pagar, lo que lleva al país en quiebra a solicitar su rescate por naciones extranjeras y organismos internacionales. La caída de cada nación en la insolvencia ejerce presión sobre el resto de los países acercándolos aceleradamente a la misma posición de iliquidez y colocándolos al borde del precipicio; los sucesivos rescates reducen sensiblemente los recursos que los bancos centrales, el Banco Central Europeo, las naciones ricas y los organismos internacionales tienen en reserva para enfrentar estas eventualidades. La primera arremetida de la crisis norteamericana ocasionó grandes pérdidas a los bancos y particulares de la Unión Europea tenedores de activos tóxicos emitidos por el sistema financiero estadounidense; el derrumbe del mercado mundial de los créditos hipotecarios y de los títulos que tenían en ellos su fundamento arrastró a las industrias de la vivienda de la Unión Europea que habían seguido el mismo camino que Norteamérica, ocasionando así la quiebra de su sistema financiero. Los

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gobiernos nacionales se vieron forzados a intervenir y rescatar e incluso, en algunos casos, nacionalizar sus sistemas bancarios. El efecto siguiente de la crisis norteamericana sobre las economías de la Unión Europea fue la caída vertical de las exportaciones; la reducción drástica de los medios de pago internacionales obligó a los gobiernos a agotar sus reservas, contratar créditos en moneda extranjera y, en última instancia, solicitar apoyos a los organismos financieros internacionales. La reducción del crecimiento en las economías de la Unión Europea, efecto concentrado del descoyuntamiento de su relación externa, provocó un severo descenso de sus ingresos corrientes (impuestos, etcétera). Con el rescate y nacionalización de bancos y la obtención masiva de divisas los gastos de los gobiernos se van hasta las nubes, mientras que los ingresos descienden a plomo; en estas condiciones, el déficit fiscal y los gastos que no se contabilizan en el presupuesto normal se disparan y la deuda necesaria para cubrirlos alcanza niveles elevadísimos. La deuda pública se convierte en el nudo de todas las contradicciones de la economía de los países de la Unión Europea. Una profunda fuerza proveniente de las entrañas mismas del régimen económico capitalista determinó el paso de la sociedad del bienestar al capitalismo de consumo; esa potente energía interna generó los elementos materiales y humanos adecuados para lograr esa vasta transformación. La sustancia económica dio vida a los factores humanos y con ellos a las concepciones económicas, políticas e incluso, si pueden llamarse así, filosóficas y a la voluntad necesarias para conducirla por el camino por ella misma trazado; desde luego que para los actores económicos, políticos, etcétera, permanece por completo oculta la recóndita necesidad del fenómeno que los determina en su ser y pensar, la cual es absolutamente independiente de ellos y, por el contrario, los somete inapelablemente a sus exigencias; por una inversión ideológica, quienes cabalgan en la cresta de la ola creen ser la potencia neptuniana que produce el brioso movimiento oceánico. El propio desarrollo del capitalismo de consumo hasta sus últimos límites produjo los elementos de su negación que dieron como resultado la catastrófica crisis financiera internacional que aún hoy día se prolonga, sin avizorarse su fin, en la llamada crisis de la deuda soberana de los países europeos. Lo mismo las subterráneas fuerzas que dan lugar a la constitución de la sociedad de consumo, como las potencias insondables que la llevan a la crisis, son tierra absolutamente desconocida para los hasta ahora supuestos conductores del movimiento económico. La arrogancia neoliberal no quiere ni puede entender que la evolución misma del capitalismo de consumo lo condujo a la negación de sus fundamentos y relaciones estructurales. En los Estados Unidos, la crisis fue la expresión del agotamiento de la estructura industrial y comercial basada en las industrias de la vivienda y el automóvil y en el consumo masivo de estos bienes; en la Unión Europea, la crisis manifiesta la dislocación de la estructura de la relación externa ocasionada por la crisis norteamericana.

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Cuando el desastre sobreviene, el neoliberalismo, obnubilado por la apariencia de lo que considera su obra de artificio, producto de su preclara inteligencia e indomable voluntad, queda en estado de pasmo, incapaz de comprender lo que ante sus ojos sucede; no puede entender cómo se derrumba lo que parecía hecho para durar cuando menos una eternidad. Superada esta primera parálisis, y teniendo como meta la restauración de las mismas condiciones económicas que han sido desmanteladas por la crisis, la burocracia neoliberal norteamericana empieza su tarea con el intento de salvar de la ruina y poner a funcionar eficazmente, como antaño, el sistema financiero; en seguida se aplica al restablecimiento de las industrias que constituían el fundamento de la estructura económica, la de la vivienda y la automotriz; luego despliega un programa de estímulos keynesianos para impulsar el crecimiento general de la economía; por último, entra de lleno al arreglo de la deuda pública, en la que se han condensado todos los efectos nefastos de la crisis, y lo hace a la manera característica del neoliberalismo, esto es, con recortes al gasto público, preferentemente al gasto social. En los países de la Unión Europea, las políticas económicas que son la respuesta a la crisis tienen como finalidad específica restablecer las mismas relaciones externas y sus conexiones con la estructura económica interna que existían previamente; igual que en los Estados Unidos, las primeras acciones están encaminadas al rescate y reanimación del sistema financiero, lo cual se traduciría, según sus promotores, en un impulso a la economía “real”; más tarde, cuando todas las consecuencias de la crisis se concentran en las finanzas públicas, la acción estatal se dirige al salvamento de las misma. Reiteradamente hemos hecho notar que la crisis tiene su origen precisamente en el desarrollo hasta sus últimas consecuencias de la forma específica que el capitalismo internacional adopta en la sociedad de consumo; las medidas gubernamentales y de las instituciones supranacionales adoptadas con el fin de combatir la crisis han estado orientadas hacia la reconstitución y fomento de ese modo especial del capitalismo de consumo, por lo que invariablemente, desde 2008 hasta la fecha (junio del 2012), han tenido como efecto llevar indefectiblemente la economía de esos países (Estados Unidos y naciones de la Unión Europea) a una fase más aguda de la crisis. En los Estados Unidos, lo primero que la plutocracia acometió fue el rescate incondicional de los bancos norteamericanos, a los cuales se les ha garantizado su supervivencia y jugosas ganancias, casi tan altas como en el período de locura financiera previo a la crisis. La industria de la vivienda no ha podido remontar su quiebra pese a las grandes inyecciones de recursos recibidas del gobierno. La industria en general y el comercio permanecen estancados a causa de una demanda seriamente disminuida por el sobreendeudamiento de los consumidores, el retiro del mercado de los siete millones de desempleados producidos por la crisis y la severa depresión de los salarios; los estímulos keynesianos que la tecnocracia neoliberal recetó a la economía norteamericana se disiparon sin tener efecto alguno.

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En su afán de restablecer el anterior estado de cosas, la plutocracia neoliberal ha dilapidado cantidades colosales de recursos financieros (que no son otra cosa sino fuerza de trabajo materializada en el capital-dinero), logrando siempre exactamente el efecto contrario al que se proponía, esto es, avivar la crisis en lugar de solucionarla, y ha dejado a la economía en un penoso estado de postración del que no tiene para cuando salir. En los países de la Unión Europea el proceso se encuentra en la fase de rescate de las instituciones bancarias y las finanzas públicas. De la misma manera que en los Estados Unidos, aquí las políticas económicas dirigidas a solucionar la crisis han sido auténticos palos de ciego que, consumiendo extensos recursos, lo único que han hecho es empujar más decisivamente las economías de esas naciones por el camino de la bancarrota. Aunque golpeada moralmente, primero por la intempestividad y después por la reluctancia de la crisis, la plutocracia internacional nunca abandonó su papel de detentadora de la propiedad sobre los medios e instrumentos de producción y, por tanto, siempre ejerció su derecho, aunque solamente de manera formal, sobre una sustancia económica en franca rebeldía. La plutocracia norteamericana, factora de la debacle de la economía internacional, impuso a Obama la condición inexcusable bajo la cual éste debía intentar remontar la crisis: un respeto absoluto a todos los dogmas de la ortodoxia neoliberal, sobre todo al del equilibrio y, en su caso, el superávit presupuestal. En el apartado correspondiente hemos visto cómo aquella le colocó a Obama una camisa de fuerza, que él mismo ayudó gustosamente a confeccionar, por la cual lo autorizaba a salvar a la aristocracia financiera e intentar sacar la economía real del atolladero, pero sin elevar el gasto público sino, por el contrario, reduciéndolo drásticamente, para así bajar el déficit y con ello el endeudamiento gubernamental; la reducción del déficit fiscal se lograría a través del congelamiento de los salarios de los empleados federales, cortes a programas de acción comunitaria, reducción de gastos excesivos en el cuidado de la salud (Medicare y Medicaid), eliminación de exenciones y lagunas fiscales, etcétera; el objetivo principal de la política económica, la reconstitución del sistema financiero norteamericano, se logra detrayendo recursos de los fondos de gasto social primordialmente y dirigiéndolos hacia la banca. De la misma manera que lo hizo la crisis de los países asiáticos, la actual crisis financiera internacional dio pié para que la plutocracia ocupara los ocios a los que la había destinado una sustancia económica refractaria por el momento a la conducción de sus antiguos aurigas en el perfeccionamiento de la organización económica neoliberal; todos aquellos resabios de populismo y estatismo que la euforia del crecimiento económico en la fase alta de la sociedad de consumo había dejado sin tocar, son ahora combatidos implacablemente, se les adjudica, con violento rencor y rabia inaudita, el ser la causa de todos los males económicos que atosigan a la sociedad moderna y se les destierra despiadadamente del escenario económico; la plutocracia entra de lleno a la última fase del perfeccionamiento de los fundamentos del modelo económico neoliberal.

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En los países de la Unión Europea, que enfrentan el reto del salvamento de la banca y las finanzas públicas, la provisión por los países ricos del área y los organismos financieros internacionales de los medios necesarios para lograrlo está condicionada a que se realicen todas las reformas, cambios, transformaciones, etcétera, que eliminen hasta la más mínima sombra de populismo, estatismo y paternalismo y se instaure en cada uno de ellos el modelo puro del moderno librecambio, es decir, a que se arranque el total de la libra de carne del corazón mismo de la sociedad capitalista y se le entregue a la shyloquiana aristocracia financiera. Esta cruzada del libre cambio está encabezada por Angela Merkel, la damisela de cartón, quien se ha opuesto sistemática y férreamente a que los fondos europeos se apliquen a la asistencia de los bancos y los gobiernos deficitarios si no hay a cambio firmes compromisos y suficientes garantías de pago, principalmente mediante la realización de reformas draconianas y un recorte sustancial del gasto público. Igual que en los Estados Unidos sucedió con Obama, en los países de la Unión Europea ha surgido, por ahora tímidamente, una corriente que encabeza Hollande, la cual preconiza que junto a las acciones de rescate de la banca y la deuda pública se deben instrumentar medidas que promuevan el crecimiento y el empleo, es decir, las clásicas políticas keynesianas de estímulo, como la inversión en infraestructura, etcétera y, además, que la severidad de las reformas y recortes sea reducida sustancialmente y, en último caso, diferidas o realizadas en plazos más largos. Es obvio que esas pretensiones sufrirán la misma suerte que las políticas intentadas por Obama en los Estados Unidos. La crisis financiera internacional ha completado toda una fase de su desarrollo: se inició en los Estados Unidos y luego arrastró en su caída a su complemento internacional, los países de la Unión Europea; no es nada aventurado pensar que la crisis europea de a su vez un fuerte jalón a la economía norteamericana hacia un nuevo descenso a la negrura del hades económico. Nos encontramos ahora con dos de los sectores fundamentales de la economía internacional empantanados en una larga crisis económica, alimentada por una profunda caída de la demanda efectiva, en primer término de bienes de consumo, de la cual no pueden salir con los medios reiteradamente utilizados por los agentes económicos, y que son los únicos para los que están capacitados. De la misma manera que para su constitución, una poderosa fuerza subterránea, desconocida por completo para los actores económicos, está forjando, desde las entrañas mismas de la crisis, los elementos para una nueva fase de desarrollo ascendente de la sociedad de consumo, en la cual aquéllos deberán recobrar las facultades que les arrebató la crisis y llegar a ser de nuevo los conductores del proceso económico, hasta que otra vez la economía cobre sustantividad y los arroje, moralmente deshechos, al fondo del abismo. De qué manera la acción de los operadores económicos está por completo sujeta a las imposiciones de una sustancia autónoma, lo indicó claramente Obama en su segundo informe de gobierno: “Ninguno de nosotros puede predecir con certeza cuál será la próxima gran industria o de donde provendrán los nuevos empleos…”

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Capítulo XXIII

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La crisis financiera internacional es una crisis general del régimen capitalista En la parte teórica correspondiente (véase: Dialéctica de la contradicción entre la expansión de la producción y la valorización, Capítulo III. La cuota de ganancia, vehículo de la crisis) discutimos el concepto marxista de las crisis generales del régimen de producción capitalista. La crisis general y global del régimen de producción capitalista que ha tenido su punto climático en los años 2008 y 2009 se corresponde completamente, en su desarrollo, con la ley descubierta por Marx y expuesta detalladamente en el tomo III de El Capital. Se trata de una crisis que es la culminación de una serie de crisis parciales que se produjeron a lo largo del período durante el cual nace y se desarrolla la forma superior del régimen capitalista internacional, el capitalismo de consumo. Esta crisis es general porque tiene su origen en un crecimiento desmesurado de la producción social (liderado por la industria de la construcción de viviendas) que rebasa con mucho la demanda solvente de la sociedad y debido a que enfrenta a un hipertrofiado sistema financiero con la totalidad de la estructura comercial, industrial y de servicios de la economía. La crisis financiera internacional que hemos estudiado adquiere la forma superior de las crisis económicas: se trata de una contraposición absoluta entre la expansión de la producción total y la valorización del capital total, por la cual la primera crece hasta alcanzar niveles muy elevados, en tanto que la segunda se reduce en gran medida o simplemente cesa de producirse. En última instancia, la tasa general de ganancia se derrumba, la acumulación (inversión de capital) se detiene, el capital se inmoviliza y la plusvalía que sigue produciéndose se agrega a este capital paralizado; se forma así una plétora de capital que no puede ser invertido. El resultado de todo esto, como ya vimos, es la quiebra de las empresas bancarias, financieras, comerciales, industriales y de servicios y, por lo tanto, el desplome de los sistemas financiero, comercial y productivo. A todo esto lo acompaña un proceso de pérdida enorme de valor del capital total e incluso de destrucción simple y llana de una buena parte del mismo.

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La crisis financiera internacional es una crisis global porque se extiende a prácticamente todos los países del planeta. En los párrafos que cierran el apartado 3 del capítulo XV del tomo III de El Capital, Marx expone el desenlace necesario de las crisis generales: “La paralización de la producción prepara una ampliación posterior de la producción dentro de los límites del régimen capitalista. Se reanuda de nuevo el ciclo. Una parte del capital recobra su antiguo valor, se extienden las condiciones de producción, se amplía el mercado, aumenta la capacidad productiva. Se reanuda el mismo ciclo vicioso de antes.” Una vez que la crisis financiera internacional toque fondo (si es que no lo ha hecho aún), se iniciará un nuevo ciclo económico que habrá de pasar por las mismas fases que transitó el que actualmente está concluyendo con esta profunda crisis; igual que en el caso estudiado, después de varias crisis parciales el régimen capitalista internacional habrá de desembocar nuevamente en una crisis general más o menos violenta; y así sucesivamente, hasta que la revolución proletaria que viene termine con ese movimiento oscilatorio del capital e instaure el régimen del socialismo integral. En lo que hasta aquí hemos visto, a través del movimiento entre los contrarios que se establecen en las esferas de la circulación y del proceso global del capital, es decir, por medio del planteamiento y solución de esas contradicciones de una manera alternada y simultánea, el régimen capitalista adquirió y desarrolló la forma superior del capitalismo de consumo. En esta etapa del capitalismo tienen plena vigencia las determinaciones esenciales del modelo general del régimen capitalista descubiertas por Carlos Marx; ellas siguen existiendo en una forma superior, en la que su carácter negatorio de la naturaleza humana de los trabajadores se conserva y fortalece y en la que al mismo tiempo los elementos germinales del socialismo integral maduran aceleradamente.

La crisis financiera internacional y la revolución Al principio de este trabajo señalábamos la relación directa que existió, hasta la segunda posguerra, entre las crisis económicas del régimen capitalista y los avances del movimiento obrero y de la revolución proletaria. La primera lucha del proletariado como clase específica del régimen capitalista, librada por los obreros franceses contra su burguesía en 1848, y la primera conquista del poder político por el proletariado, la Comuna de París de 1871, fueron consecuencia de crisis económicas europeas de los años previos; de la misma manera, el establecimiento del socialismo en Rusia y la constitución del sistema de países socialistas fueron el resultado de dos grandes crisis económicas, políticas y militares, las guerras mundiales de 1917 y 1940. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo xx se observó un fenómeno distinto.

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El sometimiento del movimiento obrero internacional a la dominación ideológica y organizativa de la burguesía internacional, lo que se tradujo en el resultado de que la clase obrera internacional estuviese dotada de una conciencia burguesa y organizada en torno a reivindicaciones burguesas, el paso del capitalismo a una etapa superior de su desarrollo en donde sus características esenciales son llevadas hasta el punto más alto del proceso de aniquilación de la naturaleza humana de los trabajadores, el derrumbe del socialismo formal, que anunciaba la conclusión de una fase de la implantación del socialismo y el inicio de otra, con características específicas distintas, en la cual se debe instaurar, además de la colectivización de la producción, la colectivización del consumo que implica la anulación decisiva de la individualidad de los trabajadores y que será al mismo tiempo la reapropiación de la naturaleza humana de la especie, la revisión a que fue sometida la teoría del marxismo leninismo y la falta de un desarrollo creador de la misma que descifrase la naturaleza específica del capitalismo moderno y las nuevas condiciones en las que el proletariado tendría que desplegar su lucha, todo esto ocasionó que las crisis que durante este período se han producido, incluso la crisis financiera internacional que hemos venido analizando en este trabajo, por graves y catastróficas que fueran sus consecuencias para las condiciones de vida y de trabajo de los obreros, no hayan devenido en una acción del proletariado dirigida a preparar y llevar al cabo la revolución socialista. En lugar de ello, durante este período, cuando las crisis han producido los más graves daños a la clase de los trabajadores, éstos, guiados por su arraigada conciencia burguesa y organizados en agrupaciones burguesas y pequeño burguesa, se han movilizado (cuando lo han hecho) únicamente por sus reivindicaciones también burguesas y pequeño burguesas (un modelo de desarrollo económico más democrático, restitución de beneficios que la burguesía les ha arrebatado, combate al desempleo, incremento del salario y las prestaciones sociales, intervención del Estado e, increíble pero cierto, ¡exigencia a la burguesía de que realice copiosas inversiones productivas generadoras de empleo!). Las crisis modernas han tenido la virtud de reafirmar y reforzar la conciencia y organización burguesas y pequeño burguesas de los trabajadores, confirmarlos como apéndices de un sector de la burguesía o de la pequeña burguesía, y no los han llevado, desde luego, a realizar ningún tipo de lucha revolucionaria. Toda esta actividad de la clase obrera constituye en realidad un generoso apoyo a un sector de la clase burguesa (sector II) y a la pequeña burguesía en su enfrentamiento con la gran burguesía o plutocracia (sector I) para la defensa y promoción de sus intereses capitalistas; la clase obrera se desempeña entonces como ferviente impulsora del régimen capitalista. Queda ahora suficientemente claro que, en las condiciones del capitalismo moderno, la clase obrera únicamente podrá llevar a cabo una lucha revolucionaria por sus propios intereses cuando la intelectualidad radical realice previamente una titánica labor para reivindicar y desarrollar la teoría del marxismo-leninismo, se constituya en un Partido equipado con esa teoría enriquecida, se fusione con la clase obrera mediante un proceso de desalojo de su conciencia de la ideología burguesa y

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sustitución de ésta con la ideología revolucionaria y, por último, dirija a los trabajadores, plenamente conscientes de sus intereses de clase, en su lucha por la conquista del poder y la instauración del socialismo. La clase obrera, guiada por su partido revolucionario, podrá entonces luchar cotidianamente por sus propios intereses de clase, tanto en los períodos de auge como en los de crisis del sistema que está destinada a enterrar, y no tendrá que esperar, como en épocas anteriores, a que las condiciones económicas coyunturales lo empujen a la acción.

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La crisis financiera internacional de Gabriel Robledo Esparza, del Centro de Estudios del Socialismo Científico, (CESC) en coedición con Sísifo Ediciones para su Biblioteca marxista, se terminó de imprimir el 25 de junio de 2014, en los talleres de SM, Servicios Gráficos. La composición tipográfica fue realizada por Leticia Pérez en tipos Palatino de 12:14, 10:12, 9:11, 8:10; y la revisión de pruebas por el autor con la coordinación de Miguel Ángel Sánchez Jiménez. La edición consta de 500 ejemplares más sobrantes de reposición y fue realizada en Cultural de 90 grs. sm.serviciosgraficos@gmail.com.



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