Revista Marxista número 4

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Centro de Estudios del Socialismo Científico

Publicación de teoría marxista leninista Núm. 4, octubre de 2013

VICISITUDES HISTÓRICAS DEL

MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA


CONTENIDO La gestación de la teoría revolucionaria de Marx y Engels . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .5 El Manifiesto del Partido Comunista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27 El marxismo leninismo y el revisionismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .28 La sociedad del bienestar y el “socialismo real” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30 La degeneración del socialismo formal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35 El sistema de países capitalistas y el sistema socialista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .36 La revolución china . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .47 El “socialismo” cubano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50 La intelectualidad pequeño burguesa radical . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .52 La necesidad histórica de la degeneración capitalista del socialismo formal . . . . . . . . .54 Establecimiento de la “sociedad del bienestar” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .66 Nacimiento del capitalismo de consumo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .67 La sociedad de consumo y el individuo trabajador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .68 El capitalismo de consumo y la esclavitud asalariada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .71 La explotación del trabajador en el capitalismo de consumo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .73 El capitalismo de consumo y la producción de mercancías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .74 La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .74 Las redes como sistemas de maquinaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .80 La sociedad de consumo y la ciencia y la tecnología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .81 La nueva división internacional del trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .82 El derrumbe del “socialismo realmente existente” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .84 La sociedad de consumo y las pequeñas empresas y los trabajadores independientes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .85 La sociedad de consumo y la revolución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .86 Las ONG’S y otras organizaciones de la “sociedad civil” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .92 El otro del capitalismo de consumo es el socialismo integral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .97

es una publicación del Centro de Estudios del Socialismo Científico,

REVISTA MARXISTA

D.R. © Centro de Estudios del Socialismo Científico.

DIRECTOR GENERAL Gabriel Robledo Esparza COORDINADOR EDITORIAL Miguel Ángel Sánchez J. cescedit@prodigy.net.mx Hecho en México


VICISITUDES HISTÓRICAS DEL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA Gabriel Robledo Esparza

En la quinta década del siglo XIX se inició en Europa la fusión del incipiente movimiento obrero que estaba en curso con una organización política radical embrionaria y las primeras formulaciones de la teoría revolucionaria. El núcleo aglutinante en esta vinculación fue el Manifiesto del Partido Comunista, documento que en este proceso fue utilizado como el medio por excelencia para hacer propaganda, agitar y organizar. El Manifiesto... fue redactado por Marx y Engels a solicitud de la Liga de los Comunistas, organización recién formada entonces, a la cual ellos también ingresaron; su elaboración fue la respuesta al reclamo de los trabajadores de una dirección consciente para su acción espontánea, a la imperiosa necesidad de las organizaciones políticas extremas de encontrar una base social firme y una guía ideológica segura para su actividad práctica y a la tendencia inherente a la teoría revolucionaria de concretarse en la realidad. El régimen capitalista había creado, en su evolución ascendente, los elementos de su propia negación, los cuales, sin embargo, tenían un bajo desarrollo y eran ajenos los unos a los otros. El establecimiento y propagación de la relación trabajo asalariado-capital dieron lugar a una primitiva socialización del trabajo basada en su

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maquinización y en la formación de un obrero colectivo rudimentario; al mismo tiempo, produjeron el sometimiento de los trabajadores al capital a través de la violencia física, moral y económica y también su depauperación creciente, que en esta época del capitalismo tenía una faceta visible de miseria apremiante que amenazaba con la aniquilación física de los obreros, y otra, oculta, que consistía en la progresiva anulación de su naturaleza humana. La esclavitud y la miseria a las que estaban sometidos los trabajadores los enfrentaron necesariamente con los capitalistas, dueños de los medios e instrumentos de producción y causantes directos de todos esos males; se entabló entonces una lucha de clases cada vez más enérgica, en la que los obreros disputaban con los burgueses por el mejoramiento de su situación (elevación de los salarios, reducción de la jornada de trabajo, prohibición del trabajo infantil, contención de la opresión y violencia fabril, etcétera), combate a través del cual la clase de los trabajadores fortaleció su organización y elevó el nivel de su lucha, llevándola incluso al terreno político, pero todo esto dentro de los límites del mismo régimen burgués, del cual se buscaba únicamente su reforma. Los grupos radicales de la pequeña burguesía, clase también explotada y sojuzgada por la burguesía, iniciaron igualmente una lucha en contra de los capitalistas y de inmediato buscaron unirse a los trabajadores para conjuntar su acción a la suya y hacer un frente común con el fin de encarar a la clase burguesa. Sin embargo, sus reivindicaciones tampoco trascendían los límites del régimen capitalista. El capitalismo da un potente impulso a la ciencia y la filosofía; a su vez, éstas constituyen un poderoso motor del progreso del régimen de producción capitalista. Los componentes intelectivos del capitalismo, al mismo tiempo que tienen un ascenso extraordinario como factores decisivos en el desarrollo de este modo de producción, generan su propia negación, que lo es también del régimen al que sirven. Marx y Engels toman todos esos productos del pensamiento anterior: la filosofía clásica alemana, la economía clásica inglesa, el materialismo francés, el socialismo crítico-utópico, etcétera, y desvelan y llevan hasta sus últimas consecuencias el otro que contienen en su interior; forjan con él la teoría científicamente exacta de las leyes de la evolución de la sociedad humana y, por tanto, la imagen mental de la naturaleza esencial del régimen de producción capitalista, de su proceso de vida y de su inevitable sustitución,

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a través de la conquista del poder político por el proletariado —clase que fatalmente él mismo produce—, por un régimen social superior, el socialismo, en el cual deben establecerse la propiedad y el trabajo colectivos. La redacción del Manifiesto… tiene lugar a principios de 1848, cuando Marx y Engels han concluido la colocación de los cimientos de su teoría; en este documento incorporan todos los elementos teóricos que hasta ese momento han elaborado.

LA GESTACIÓN DE LA TEORÍA REVOLUCIONARIA DE MARX Y ENGELS En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho El primer trabajo teórico de Marx, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho,1 escrito en 1843, fue una revisión crítica de la filosofía del derecho. En él llega a la conclusión fundamental de que tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino por las condiciones materiales de vida, la llamada sociedad civil, y la anatomía de la sociedad civil había que buscarla en la economía política. Así lo dice Marx expresamente en el Prólogo a la Crítica de la Economía Política.2 Con base en este principio fundamental, Marx desarrolla posteriormente los elementos esenciales del materialismo histórico. A la par con el establecimiento de los principios fundamentales del materialismo histórico, Marx, en el trabajo que comentamos, los aplica al análisis del régimen de producción capitalista. La sociedad moderna había engendrado “una clase con cadenas radicales, una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa... una clase que es, en una palabra, la pérdida total del hombre. Esta disolución de la sociedad como una clase especial es el proletariado”. La condición para la emancipación humana (la recuperación total del hombre) es que la filosofía, en su labor crítica ya señalada, prenda en ese “candoroso suelo popular” y se haga uno con el movimiento que desarrolla el proletariado moderno. La filosofía no puede llegar a realizarse sin la abolición del proletariado y el proletariado no puede llegar a abolirse sin la realización de la filosofía. Carlos Marx, Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844, pp. 3-15. 2 Carlos Marx, Crítica de la Economía Política, pp. 6-7. 1

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Marx capta aquí la esencia del régimen de producción capitalista: el engendramiento de una clase social, el proletariado, que es la pérdida total del hombre y, como consecuencia, la necesidad histórica de que esta clase realice la acción práctica revolucionaria, iluminada por la filosofía crítica, mediante la cual se logre la recuperación total del hombre. Como prerrequisito para esta tarea debe hacerse una crítica de toda la ideología existente, la que empieza con la crítica de la filosofía del derecho y del Estado. Se forjará así el arma de la crítica. Basado en el principio materialista previamente desarrollado, Marx aplica dialécticamente, es decir, negándolas y conservándolas al mismo tiempo, las ideas de Hegel acerca de la naturaleza humana y de la historia de su desenvolvimiento. Marx sostiene que en el régimen capitalista se da, en la clase de los proletarios, la pérdida total del hombre, es decir la anulación absoluta de su naturaleza humana y ahí mismo surge, ineluctablemente, la necesidad de su recuperación mediante la acción práctica revolucionaria. Para llegar a la esencia del régimen de producción capitalista, Marx ha empleado de una manera rigurosa el método dialéctico de Hegel. En resumen, en este trabajo Marx descubre, aunque de una manera incipiente aún: 1) los principios fundamentales de la teoría crítica, es decir, del materialismo histórico; 2) la esencia del régimen de producción capitalista; 3) el papel revolucionario del proletariado moderno; 4) el lugar de la teoría en todo este proceso, y 5) la necesidad del desarrollo del arma crítica. Sobre la Cuestión Judía En el ensayo Sobre la Cuestión Judía,3 escrito en septiembre y octubre de 1843, Marx establece la diferencia entre la mera emancipación política y la emancipación humana, agregando al contenido ya señalado de ésta una connotación muy importante:

Carlos Marx, Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época, Sobre la Cuestión Judía, pp. 16-44. 3

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Toda emancipación es la reducción del mundo humano de las relaciones, al hombre mismo. La emancipación política es la reducción del hombre, de una parte, a miembro de la sociedad burguesa, al individuo egoísta, independiente y, de otra parte, al ciudadano del Estado, a la persona moral. Sólo cuando el hombre individual real cobra en sí al ciudadano abstracto y se convierte, como hombre individual, en ser genérico en su trabajo individual y en sus relaciones individuales; sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus forces propres como fuerza social y, cuando, por tanto, no desglosa ya de sí la fuerza social bajo la forma de fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana.

En este punto establece Marx cuál es el contenido fundamental de la tarea histórica de “recuperación total del hombre”: cuando el hombre individual se convierte en ser genérico, cuando en sus relaciones individuales ha reconocido y organizado sus fuerzas individuales como fuerzas sociales. Esto es, también, de una manera nebulosa e imprecisa, el enunciado de la naturaleza del régimen de producción socialista y del comunismo. La ideología alemana En la primavera de 1845, cuando Engels se reunió con Marx en Bruselas, juntos realizaron un trabajo teórico con la finalidad de “despejar el contraste de nuestra manera de ver con la ideología de la filosofía alemana, respecto de ponernos en regla con nuestra conciencia de antaño...” El resultado de la colaboración de Marx y Engels fue un manuscrito que no pudo ser publicado en su época, al cual actualmente se conoce como La ideología alemana,4 en donde exponen una primera versión de los principios fundamentales del materialismo histórico y los aplican a la determinación de un primitivo esquema del desarrollo de la sociedad humana y de su desenlace necesario, esto es, el establecimiento del comunismo. En la primera parte de este trabajo, Marx y Engels establecen los conceptos fundamentales del materialismo histórico. Modo de producción: una forma de organización de los individuos humanos provistos de una organización corpórea específica apta para la producción de sus medios de vida. Relaciones de producción: el intercambio que se establece entre los individuos, el cual está determinado por la producción. 4

Carlos Marx, Federico Engels, La ideología alemana.

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Fuerzas productivas, cuyo desarrollo está determinado por la división del trabajo (separación del trabajo comercial e industrial del trabajo agrícola, esto es, del campo y de la ciudad, separación del trabajo industrial del comercial y separación en el interior de estas ramas en diversos sectores). El nivel de las fuerzas productivas determina la estructura interna de una nación. A cada fase de la división del trabajo corresponde una fase determinada de la propiedad. La propiedad es la relación de los individuos con respecto al material, el instrumento y el producto del trabajo. Formas de propiedad: tribual, antigua comunal y estatal que tiene como centro a la ciudad y la feudal o por estamentos. Superestructura social y política. Relaciones sociales y políticas que contraen entre sí los individuos. Superestructura ideológica. Conciencia. Ideas, representaciones y pensamientos de los individuos humanos que primero se presentan como emanaciones de su comportamiento material y más tarde aparecen invertidos, es decir, como si los pensamientos determinaran su actividad material. En la parte siguiente de su trabajo, nuestros autores amplían los conceptos desarrollados sobre el materialismo histórico y los aplican a un primer acercamiento a la historia humana y a su necesario desenlace. En la producción y reproducción de su vida los hombres contraen determinadas relaciones. A un determinado modo de producción corresponden determinadas relaciones de producción. Las relaciones de producción son también una fuerza productiva. La historia de la humanidad es la historia de la industria (de la producción) y del intercambio (de las relaciones de producción). La conciencia se manifiesta bajo la forma del lenguaje. El aumento de la producción provoca la división del trabajo. La división del trabajo: • • •

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se da ya en el acto sexual; después se produce una división “natural” en atención a las particulares dotes físicas de cada individuo, la división social del trabajo se presenta con la separación del trabajo físico y mental; ésta es la base de la sustantivación de la conciencia.

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Con la división social del trabajo se distribuyen desigualmente el trabajo y sus productos, esto es, la propiedad (privada). La primera forma de propiedad es la esclavitud. La división del trabajo implica la contradicción entre el interés individual y el interés común. Con la división del trabajo los actos y los productos del hombre se erigen en un poder ajeno y hostil al individuo, que se sustraen a su control y lo sojuzgan. La vida individual es precaria frente a la consolidación de los productos en un poder material ajeno y hostil. El interés común cobra vida propia e independiente en el Estado; este interés es ajeno al interés de los individuos. Las luchas en el Estado son luchas de clases. La clase que quiere implantar su dominación debe conquistar el poder político. El poder social, la fuerza de producción multiplicada que tiene su origen en la cooperación de los diferentes individuos bajo la acción de la división del trabajo, es un poder ajeno a ellos, que no pueden dominar, independiente de los actos de los hombres y que incluso dirige esta voluntad y estos actos. Para acabar con esta “enajenación” es necesario: • •

que este poder sea insoportable, y que engendre una masa de la humanidad como desposeídos en contradicción con un mundo de riqueza y cultura (que es aquella fuerza de producción multiplicada y sus productos que existen como propiedad privada).

Esto presupone un alto desarrollo de las fuerzas productivas. La masa desposeída debe conquistar el poder del Estado con el propósito de reapropiarse el mundo de riqueza y cultura mediante el establecimiento del comunismo. El comunismo no es un “ideal” ni un Estado que deba implantarse, sino el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. El proletariado sólo puede existir en un plano histórico-universal. El comunismo sólo puede llegar a ser realidad como existencia históricouniversal.

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La revolución comunista implica la abolición de la propiedad privada. En el comunismo, la dependencia total se convierte en el control y la dominación consciente sobre los poderes. En seguida, Marx y Engels acometen la tarea de determinar la relación entre la base económica y la superestructura ideológica. A este punto le conceden una importancia crucial porque es precisamente aquí en donde ponen de relieve la contraposición entre la visión idealista de la historia y el método materialista que están forjando. El principio fundamental de la concepción materialista de la historia es que con base en la sociedad civil (modo de producción) se explican el nacimiento y la acción del Estado y de los diferentes productos teóricos y formas de la conciencia como la religión, la moral, la filosofía, etcétera. Todas las concepciones históricas anteriores han hecho caso omiso de esta base real de la historia o la han considerado como algo accesorio. La filosofía hegeliana de la historia, que gira en torno a pensamientos puros, es la última consecuencia, llevada a su expresión más pura, de esta historiografía alemana. Las ideas dominantes son la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes. Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de la época. La división del trabajo se manifiesta en la clase dominante de tal suerte que una parte de esta clase la forman sus pensadores (ideólogos) y otra parte adopta una actividad pasiva y receptiva ante las ideas e ilusiones que la primera crea. La existencia de ideas revolucionarias presupone la existencia de una clase revolucionaria. Proceso de sustantivación de los productos de la conciencia: 1) Separación de las ideas dominantes de su base material. 2) Introducir un orden en estas ideas demostrando que hay una trabazón mística entre ellas. 3) Se les convierte en una persona (“autoconciencia”) o en una serie de personas representantes “del concepto” en la historia: pensadores, filósofos e ideólogos, a los que se les concibe como los fabricantes de la historia. Más adelante, Marx y Engels utilizan todas las herramientas teóricas hasta aquí desarrolladas para estudiar detalladamente el proceso de tránsito

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del régimen feudal al régimen capitalista, mostrando la evolución histórica que va desde el régimen artesanal y parcelario hasta la gran industria maquinizada. La gran industria maquinizada engendra una masa de fuerzas productivas que encuentra una traba insuperable en la propiedad privada. Estas fuerzas productivas tienen, bajo la propiedad privada, para la mayoría, el carácter de fuerzas destructivas. La gran industria crea una clase con intereses comunes que ha perdido toda nacionalidad y que se desentiende del viejo mundo y se enfrenta a él. La gran industria hace insoportable para el obrero su relación con el capitalista y con el propio trabajo. Por ello, los proletarios desarrollan un movimiento de clase en contra de estas condiciones en que viven. La gran industria maquinizada es la forma superior de la propiedad privada. La propiedad privada evoluciona desde la propiedad mobiliaria (esclavos, etcétera), hasta la propiedad privada capitalista (propiedad privada pura). El Estado sólo existe en función de la propiedad privada. El Estado moderno pertenece a los propietarios privados, quienes lo han comprado a través de la deuda pública. Para ciertas fases industriales, la propiedad privada es necesaria (industria extractiva y pequeña industria y agricultura anterior). En la gran industria maquinizada, por el contrario, surge una contradicción entre el instrumento y la propiedad privada, es decir, que la propiedad privada se convierte en una traba para el desarrollo de la industria. Esto hace que surja la posibilidad de la abolición de la propiedad privada. La gran industria maquinizada reduce a todos los individuos a dos formas simples: la propiedad privada y el trabajo. El intercambio no es entre individuos como tales, es decir, individuos libremente asociados, sino entre el trabajo asalariado y el capital (obreros y capitalistas). En la gran industria maquinizada, las fuerzas productivas aparecen como totalmente independientes y separadas de los individuos. Esto es así porque los individuos se encuentran diseminados y en contraposición unos con los otros. Las fuerzas productivas solamente pueden ser reales y verdaderas, esto es, humanas, en la cohesión y el intercambio entre estos individuos, es decir, en la colectividad.

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Las fuerzas productivas son una totalidad que adopta una forma material. Los individuos se relacionan con ellas de dos maneras: •

para unos de ellos no son sus propias fuerzas, sino de la propiedad privada; por tanto, sólo pueden relacionarse con ellas como propietarios privados; para la mayoría de los individuos, aquéllas se les han enajenado y los han convertido en individuos abstractos, con lo que los han puesto en condiciones de relacionarse entre sí como individuos humanos (reales, verdaderos, colectivos).

La única relación que esta mayoría de individuos tiene con las fuerzas productivas y su propia existencia es el trabajo; en la industria maquinizada el trabajo ha perdido toda apariencia de actividad propia y sólo conserva la vida de los trabajadores empequeñeciéndola. En el régimen capitalista: • •

el individuo trabajador sólo puede crear su vida material a través del trabajo; su propia actividad (actividad como individuo colectivo) no se pone en funcionamiento en el trabajo.

Por lo tanto, en el régimen capitalista la creación de la vida material del obrero se realiza empequeñeciéndolo y por medio de una actividad que no es propia. Los individuos trabajadores han llegado a tal punto, en el régimen capitalista, que necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas para asegurar su propia existencia y poder ejercer su propia actividad. La apropiación de esa totalidad de fuerzas productivas es el desarrollo de una totalidad de capacidades individuales. Únicamente los actuales proletarios, completamente excluidos de su propia actividad, son quienes pueden realizar esa apropiación. La apropiación sólo puede realizarse: • •

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por una asociación universal de los proletarios, y por una revolución que derroque el modo de producción e intercambio existente y la organización social correspondiente, que desarrolle el carácter universal y la energía que se necesita para esa revolución y despoje a

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los proletarios de todo cuanto pueda quedar de su posición en la sociedad anterior (de la propiedad privada sobre sí mismos). El comunismo es el movimiento real por medio del cual los proletarios se apropian de la totalidad de las fuerzas productivas. El comunismo derruye las relaciones de producción y de intercambio anteriores, somete las fuerzas productivas a los hombres asociados y desarrolla las condiciones de esta asociación. Crítica de la Economía Política En el prólogo a la Crítica de la Economía Política,5 Marx hace un resumen de los puntos principales del materialismo histórico y declara que a ellos había llegado ya en los años en que emprendió la revisión crítica de la filosofía del derecho hegeliana, es decir, en esa época pródiga en profundos desarrollos teóricos comprendida entre 1843 y 1848, año este en el que culmina la primera fase de la formación de la teoría marxista con la publicación del Manifiesto del Partido Comunista. El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de guía para mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productoras materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces. De formas evolutivas de las fuerzas productoras que eran, estas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución social. El cambio que se ha producido en la base económica trastorna más o menos lenta o rápidamente toda la colosal superestructura. Al considerar tales trastornos importa siempre distinguir entre el trastorno material de las condiciones económicas de producción —que se debe 5

Marx, Carlos, Crítica de la Economía Política.

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comprobar fielmente con ayuda de las ciencias físicas y naturales— y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas y filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas bajo las cuales los hombres adquieren conciencia de este conflicto y lo resuelven. Así como no se juzga a un individuo por la idea que él tenga de sí mismo, tampoco se puede juzgar tal época de trastorno por la conciencia de sí misma; es preciso, por el contrario, explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto que existe entre las fuerzas productoras sociales y las relaciones de producción. Una sociedad no desaparece nunca antes de que sean desarrolladas todas las fuerzas productoras que pueda contener, y las relaciones de producción nuevas y superiores no se sustituyen jamás en ella antes de que las condiciones materiales de existencia de esas relaciones hayan sido incubadas en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad no se propone nunca más que los problemas que puede resolver, pues, mirando de más cerca, se verá siempre que el problema mismo no se presenta más que cuando las condiciones materiales para resolverlo existen o se encuentran en estado de existir. Esbozados a grandes rasgos, los modos de producción asiáticos, antiguos, feudales y burgueses modernos pueden ser designados como otras tantas épocas progresivas de la formación social económica. Las relaciones de producción son la última forma antagónica del proceso de producción social, no en el sentido de un antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que nace de las condiciones sociales de existencia de los individuos; las fuerzas productoras que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean al mismo tiempo las condiciones materiales para resolver este antagonismo. Con esta formación social termina, pues, la prehistoria de la sociedad humana.6

Los sujetos de la evolución histórica son, para Marx, los modos de producción. Un modo de producción lo constituyen las fuerzas productivas, que son la fuerza humana de trabajo y los medios e instrumentos de producción (una extensión de aquélla), las relaciones de producción, que son las que contraen los hombres en el proceso de producción, es decir, las relaciones de propiedad, y la conciencia social que sobre este fundamento se levanta (superestructura ideológica en las sociedades en donde existe la propiedad privada). El modo de producción es la forma de organización social mediante la cual el hombre desarrolla su esencia natural. La esencia natural del ser humano es el trabajo. El trabajo es la actividad vital consciente, es decir, la actividad consciente a través de la cual el hombre satisface sus necesidades vitales mediante la transformación de la naturaleza. 6

Ibid. pp. 7-8.

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Esta actividad es la manifestación de las capacidades físicas y mentales del ser humano, quien las ejerce actuando sobre la naturaleza con la finalidad de producir los medios necesarios para reconstituirlas. Lo característico de la actividad productiva es que se realiza conscientemente, es decir, representando en la conciencia del hombre todos los elementos y las fases de la actividad productiva como prerrequisito para la acción. El modo de producción tiene como fundamento las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Ambas constituyen los dos polos de una contradicción. Las fuerzas productivas —medios e instrumentos de producción y fuerza de trabajo— son la materialización de las facultades y las capacidades humanas. El proceso productivo es el ejercicio de esas facultades. Las relaciones de producción son las que contraen entre sí los hombres en el proceso productivo, relaciones de propiedad. Las fuerzas productivas, que expresan un cierto grado de desarrollo de las facultades y capacidades humanas, engendran las relaciones de producción (de propiedad) que les corresponden. En su movimiento, las fuerzas productivas procrean en su seno los elementos de una forma superior que, a su vez, produce los de unas nuevas y más altas relaciones de producción (propiedad). Las viejas relaciones de producción, de ser el vehículo para el desarrollo de las fuerzas productivas, se transforman en una traba para el mismo: se abre una época de revolución social. Se establece un nuevo modo de producción formado por las fuerzas productivas en un punto superior de su desarrollo y unas más altas relaciones de producción que le corresponden. Los puntos extremos de este proceso son: a) El período de constitución de las capacidades y facultades humanas de la especie, es decir, del nacimiento de las fuerzas productivas; éstas crean las relaciones de producción que les corresponden: propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, fuerza de trabajo y conciencia colectivos. b) Las capacidades y facultades humanas constituidas en la fase anterior entran de lleno en un desarrollo ascendente, aunque de una manera contradictoria: su perfeccionamiento implica primero su materialización en un instrumento individual y después su desposesión a los individuos y su

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conversión en capacidades y facultades colectivas, que en la fase superior del régimen capitalista se materializan en la industria maquinizada, a la que se aplica una reunión de fuerzas individuales de trabajo sustantivadas, sujetas a un proceso de degeneración y atrofia de sus características humanas. Se crean las relaciones de producción que corresponden a esta etapa: propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, ausencia de propiedad o propiedad precaria derivada de la gran propiedad, exacción de trabajo excedente de los productores directos por los propietarios de los medios e instrumentos de producción, sujeción de la mayoría de los integrantes de la sociedad a los propietarios privados, etcétera. c) Las capacidades y facultades humanas llegan al punto superior de su desarrollo: se han convertido en una unidad mecanizada y socializada, operada por el obrero colectivo, a cuyos integrantes se ha suprimido la individualidad antinatural con que todo el desarrollo anterior los había dotado. Se reivindican, aunque en una forma más alta, las relaciones de propiedad, la fuerza de trabajo y la conciencia colectivas. Los modos de producción sustentados en la propiedad privada están integrados por una base y una superestructura. La base está formada por las fuerzas productivas y las relaciones de producción. La superestructura está compuesta por el derecho, el Estado y la conciencia social sustantivada (ideología). Las relaciones entre base y superestructura son las siguientes: Ambas constituyen los polos de una contradicción: la base es la estructura económica de la sociedad y la superestructura jurídica, política y las formas de conciencia social se alzan sobre ella. La estructura económica produce sus propios elementos: fuerzas productivas y relaciones de producción, y a la vez, los de su opuesto, es decir, las formas jurídicas, estatales e ideológicas correspondientes. Se abre una fase de mutua complementación: la base produce la superestructura que le corresponde y ésta a su vez influye sobre la base, propiciando su desarrollo. La mutua complementación da paso a una fase de oposición y lucha: en la base se gesta un cambio cualitativo (negación de su naturaleza anterior), es decir, una nueva base económica que entra en lucha con la anterior. En la superestructura surgen también los elementos que representan

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a la forma social en germen, los cuales entran en oposición y lucha contra los elementos de la superestructura generada por la anterior base económica. Conforme avanza la gestación de la nueva base económica en el seno de la antigua, en la misma medida arrecia la lucha entre ambas; igualmente, se desarrollan los elementos negatorios de la antigua superestructura que son, a la vez, constitutivos de la que debe sustituirla. Los elementos de la nueva superestructura niegan a la vieja superestructura y ejercen su influencia sobre la base para ayudar al parto de la nueva base económica. Las etapas históricas de este proceso son las siguientes: a) En la comunidad primitiva, la formación económica basada en la propiedad y el trabajo colectivos no está escindida en los dos elementos considerados: base y superestructura; todos sus elementos constitutivos forman una unidad indiferenciada; no existen ni el derecho ni el Estado ni una conciencia social sustantivada. b) Al disolverse la comunidad primitiva y aparecer la propiedad privada, las formaciones económicas que en ella se asientan se dividen en dos polos, base y superestructura, dando lugar al surgimiento del derecho y del Estado y de la ideología como una conciencia social sustantivada; a lo largo de la existencia de la propiedad privada (desde el esclavismo hasta el régimen capitalista), se da el proceso dialéctico de unidad y lucha de contrarios entre base y superestructura. c) En la sociedad comunista, al abolirse la propiedad privada es anulada la superestructura que a ésta le corresponde y desaparecen por tanto el Estado, el derecho y la conciencia social sustantivada; la formación económico-social vuelve a su primitiva unidad. El motor último de la dinámica de los modos de producción se encuentra en las fuerzas productivas. Cada modo de producción surge a la existencia como la negación de un modo de producción anterior y a su vez es negado por un nuevo modo de producción. Al desarrollarse engendra primeramente su esencia positiva, la contradicción polar que es el fundamento de su existencia y que contiene en germen su esencia negativa, el otro modo de producción en que se ha de transformar fatalmente; posteriormente, produce su esencia negativa, esto es, los elementos del nuevo modo de producción; por último, estos elemen-

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tos llegan a la existencia y establecen el ser del nuevo modo de producción. Y así sucesivamente. El fin último de la evolución de los modos de producción es el perfeccionamiento de las capacidades y facultades humanas; en una primera fase se generan esas capacidades y facultades como características fisiológicas del individuo humano directamente socializadas que tienen como complemento instrumentos de producción rudimentarios; posteriormente, se destruye la colectividad y los hombres inician un desarrollo individual y autónomo de sus facultades y capacidades y de sus instrumentos de producción que implica la anulación de sus características naturales-humanas adquiridas en el período anterior y una forma de producción basada en la exacción de trabajo excedente y en la sujeción de una parte de la sociedad a otra; en otra fase, los instrumentos de producción adquieren un desarrollo independiente hasta convertirse en la moderna industria maquinizada que constituye ahora el conjunto de las capacidades y facultades humanas pero enfrentadas a los individuos, que se ven inmersos en un proceso de atrofia, degeneración y anulación de sus características naturales-humanas; finalmente, se realiza la fusión entre las capacidades y facultades humanas materializadas en una unidad industrial y la fuerza humana de trabajo, desindividualizada y socializada. Los modos de producción que se suceden necesariamente en la historia humana, son los siguientes: la comunidad primitiva, la comunidad asiática, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo. Estas tesis, en cuyo desarrollo se ha hecho una rigurosa aplicación de la dialéctica hegeliana, constituyen lo que Marx llamó el “hilo conductor de mis estudios”, son el punto de partida para la evolución posterior de su teoría. La Sagrada Familia En La Sagrada Familia (capítulo IV, apartado 4, Glosa Marginal Crítica núm. 2),7 Marx y Engels aplican las tesis desarrolladas en sus escritos anteriores a la lucha teórica en contra de los seguidores de la filosofía hegeliana, quienes continuaban sus campañas especulativas contra la filosofía de la religión de Hegel. En esta polémica enriquecen y perfeccionan las ideas expresadas en los trabajos anteriores. 7 Carlos Marx, Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época, capítulo IV, apartado 4, Glosa Marginal Crítica núm. 2, pp. 99-103.

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Marx y Engels parten de los resultados obtenidos por Proudhon: el reconocimiento de que la miseria tiene su origen en la existencia y desenvolvimiento de la propiedad privada. De ahí en adelante establecen las leyes que rigen el desarrollo de esta antinomia. El proletariado y la propiedad privada son antinómicos y constituyen un todo; son dos formas del mundo de la propiedad privada. La esencia negativa de la propiedad privada radica en que en ella se hace ajena al hombre su naturaleza específica. La propiedad privada capitalista es la forma superior que adopta este tipo de propiedad. La clase burguesa y la clase proletaria están sujetas al mismo estado de desposesión; es decir, que ambas han perdido las características naturales de la especie humana. Fase de mutua complementación La propiedad privada está obligada a mantenerse a sí misma y a su contrario. Es el lado positivo del fenómeno. La relación de mutuo engendramiento entre propiedad privada y proletariado produce como resultado necesario el reforzamiento de la anulación de la naturaleza humana tanto en el proletariado como en la burguesía. El propio movimiento de la propiedad privada crea los elementos de su negación: a) En su punto superior, la enajenación se manifiesta en el proletariado en la miseria “en adelante ineluctable, imposible de paliar, absolutamente imperiosa”. b) La clase burguesa vive la apariencia de una existencia humana que es la base de su poder; se afirma en el lado positivo del fenómeno. c) El proletariado se ve ineluctablemente empujado entonces, por la contradicción que existe entre su naturaleza humana (en potencia) y sus condiciones de vida, que son la negación franca, neta y absoluta de esa naturaleza humana, a rebelarse contra ese estado de cosas. El cambio revolucionario y sus condiciones El proletariado está entonces obligado a trabajar por su supresión y por la de la propiedad privada.

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La propiedad privada, en su movimiento, produce al proletariado en cuanto proletariado, es decir, a la miseria consciente de su miseria física y moral. Dicho de otro modo, produce el movimiento obrero, la teoría revolucionaria y la fusión de ambos. De esta manera, el proletariado consciente (armado de la teoría revolucionaria) ejecuta la sentencia que el asalariado dicta contra sí mismo al producir la miseria propia y la riqueza ajena. El proletariado desarrolla una lucha revolucionaria contra la propiedad privada que desemboca en la supresión de ambos contrarios. “Y entonces, el proletariado habrá desaparecido tanto como el contrario que lo condiciona, la propiedad privada.” En este trabajo, Marx y Engels, situados ya de plano en la esencia del régimen de producción capitalista, profundizan el análisis de su naturaleza mostrando con más claridad el movimiento implícito que debe llevar a la abolición de ese régimen social y a la instauración de uno superior. Es notable la herencia de la economía política clásica y de su crítico principal, Proudhon, pues la argumentación de Marx y Engels empieza precisamente en el punto al que aquélla había llegado en el análisis de la propiedad privada. También salta a la vista que Marx utiliza aquí, de una manera rigurosa, en la consideración de los contrarios existentes en el régimen de producción capitalista y de sus relaciones mutuas, el método dialéctico y la teoría de la esencia hegelianos. Los elementos constitutivos de la teoría revolucionaria que Marx y Engels determinan en este trabajo son los siguientes: 1) la esencia (de las determinaciones negativas del ser determinado del régimen capitalista cuando alcanzan su máxima negatividad y se ven obligadas a producir los elementos materiales del otro) del régimen de producción capitalista como la negación de la naturaleza humana; esto sólo había sido expresado en el trabajo anterior como la “perdida total del hombre en el proletariado”; 2) el origen de la negación de la naturaleza humana en la propiedad privada en general; la propiedad privada capitalista es la forma superior de la propiedad privada, en consecuencia la negación de la naturaleza humana alcanza su punto superior en el régimen de producción capitalista; 3) los contrarios existentes en el interior del régimen capitalista y de la dialéctica de su desarrollo;

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4) las condiciones y fases que debe seguir la lucha revolucionaria del proletariado; 5) y el resultado final de esa lucha. Aquí Marx y Engels llegan de primera intención a lo que es la esencia negativa del régimen de producción capitalista: la anulación de la naturaleza humana en el proletariado moderno, y a lo que debe ser, conforme a la dialéctica del fenómeno, el resultado del movimiento revolucionario: la recuperación, a través de la lucha revolucionaria del proletariado, de esa naturaleza perdida. En un escrito posterior (Manuscritos económico-filosóficos) Marx y Engels desarrollan el concepto de “naturaleza humana”, que ellos llaman “esencia natural humana”, y lo que son los procesos de pérdida y recuperación de la misma. Lo que importa subrayar es que en estos primeros trabajos Marx y Engels trazan los rasgos esenciales de la teoría y el movimiento revolucionarios, los cuales serán desarrollados al detalle más tarde. La esencia de la explotación capitalista la asocian Marx y Engels incondicionalmente a la forma en que se manifiesta primitivamente. En su desarrollo, la esencia del capitalismo evoluciona en un sentido ascendente (perfeccionándose) y al mismo tiempo cambia la forma en que se manifiesta. Manuscritos económico-filosóficos En los Manuscritos económico-filosóficos de 1844,8 Marx hace un resumen de las formulaciones de los economistas clásicos respecto del salario, capital y renta del suelo. Encuentra que la economía política ya había llegado a establecer muchas determinaciones de lo que son el salario y el capital y las relaciones mutuas entre ambos. Conforme a la economía clásica: a) la esencia subjetiva del capital es el trabajo (el capital es trabajo acumulado); b) las relaciones entre trabajo y capital son contradictorias; se oponen y se complementan, engendrándose mutuamente; 8

Carlos Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844.

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c) la miseria y degeneración física y espiritual de los trabajadores están en relación inversa al poderío y magnitud de su producción, de la acumulación de capital; d) el resultado de la competencia y de la acumulación del capital es la restauración del monopolio; e) la sociedad se divide en dos clases fundamentales: la de los capitalistas y la de los obreros, cuyos intereses son opuestos; f) el basamento de la sociedad actual es la propiedad privada: propiedad privada del obrero sobre su fuerza de trabajo y propiedad privada del capitalista sobre los medios de trabajo y de vida. La economía clásica no llegó a tener una gran claridad en sus concepciones y se debatía en contradicciones para ella insolubles; sus conclusiones apenas si lograban insinuarse a través de las brumas teóricas en que estaban envueltas. Marx tomó este material y lo dotó de orden y claridad, lo sistematizó; en este sentido —y sólo en éste— Marx es el último y más brillante de los economistas clásicos. Con base en las ideas de los clásicos se habían desarrollado también los gérmenes de la doctrina del socialismo y el comunismo; en efecto, se consideraba que si el trabajo era la fuente de toda la riqueza, el obrero debería recibir el producto íntegro de su trabajo —Proudhon— o un incremento sustancial en sus salarios. Surgen el socialismo y el comunismo primitivos. Marx, con base en su doctrina del materialismo dialéctico e histórico, emprende la tarea de desentrañar la esencia de la relación trabajo asalariadocapital. Establece que la “economía política” (economía clásica) tiene como fundamento la propiedad privada, pero no la explica, es decir, no aprehende la esencia de la misma ni puede, por tanto, comprender la conexión esencial entre la propiedad privada y la relación trabajo-capital. Marx considera que para develar la esencia de la relación trabajo asalariado-capital es necesario llegar a la esencia de la propiedad privada. Para penetrar en la esencia de la propiedad privada analiza la forma que ésta tiene de manifestarse en la fase específica de su desarrollo que es la propiedad privada capitalista. En el régimen de la propiedad privada capitalista, dentro de la relación trabajo-capital, el trabajador se convierte en mercancía; la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de

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las cosas; el trabajador no sólo produce mercancías sino que se produce a sí mismo como mercancía. Penetrando en este hecho Marx encuentra la esencia del mismo: a) El producto es ajeno al trabajador; b) el producto es su propio trabajo que se ha hecho cosa y que se le enfrenta como un ser extraño e independiente, como una potencia hostil; c) la objetivación del trabajo es la pérdida del objeto; d) la cosificación del trabajo es la realización del trabajo; e) la realización del trabajo es la desrealización del trabajador; f) el trabajo se convierte en objeto; g) en virtud de la pérdida del objeto la naturaleza se enajena del trabajo; h) todo esto tiene su causa en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser. i) El trabajo es externo al trabajador porque: • no se afirma sino que se niega en él; • no se desarrolla su libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu; • su trabajo no es voluntario sino forzado; • no es la satisfacción de una necesidad sino sólo un medio para satisfacer las más apremiantes necesidades, • el trabajo no es suyo, sino de otro. j) El producto y el trabajo son ajenos al trabajador porque el trabajo hace ajeno al hombre de su esencia humana. La esencia de la propiedad privada capitalista es el trabajo enajenado, es decir, el trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana. La esencia de la propiedad privada en general es el trabajo enajenado, esto es, el trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana. En este contexto, aunque Marx no lo dice explícitamente, es evidente que la relación entre trabajo asalariado y capital queda reducida a un caso particular de la relación entre trabajo y propiedad privada y que aquélla es la última y más aguda forma que adopta la enajenación del trabajo. Para establecer la esencia de cada etapa del desarrollo de la propiedad privada (esclavismo, feudalismo y capitalismo) es necesario descubrir la forma específica que adopta en cada una de ellas el trabajo enajenado en relación con la esencia humana.

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El análisis partió de la propiedad privada como fuente del trabajo enajenado: ahora nos encontramos con que el trabajo enajenado produce la propiedad privada. En el plan de Marx estaba considerado el entrar luego a estudiar lo que es la esencia humana y las causas por las cuales ésta se vuelve ajena al hombre; estos problemas están planteados de la siguiente manera en los manuscritos: a) Determinar la naturaleza de la propiedad privada en su relación con la propiedad verdaderamente humana, social, y b) ¿Cómo llega el hombre a extrañar, a enajenar su trabajo? La parte del manuscrito en donde Marx desarrolla detalladamente la solución a estos problemas se perdió y nunca ha sido encontrada. Existen, sin embargo, elementos suficientes para reconstruir el pensamiento de Marx. De una manera sintética podemos decir que para Marx la esencia natural humana está constituida por las características biológicas de la especie adquiridas a través del trabajo y por la propiedad, la producción y el consumo colectivos. Una vez establecido lo que es la esencia humana, Marx pasa a analizar lo que en este texto enriquecido (analíticamente) es la relación trabajo asalariado-capital y encuentra que: a) El trabajador es un ser despojado de todas sus características humanas, es un ser espiritual y físicamente deshumanizado. [La deshumanización llega al punto en que todos los procesos orgánicos, todos los órganos y funciones de los trabajadores entran en un proceso de atrofia y degeneración que lleva a la aniquilación de las características naturales de la especie humana. Este proceso es causado por las formas específicas que adopta el trabajo en la sociedad capitalista: producción de plusvalía absoluta y relativa, maquinización e intensificación del trabajo, etcétera, y por la forma específica que en ella adopta el consumo (consumo masivo).] b) El capital es la forma enajenada que adopta la esencia humana del trabajador. c) El trabajo engendra al capital como su esencia humana enajenada y el capital engendra al trabajador como un ser despojado de su esencia humana.

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Este mutuo engendramiento debe llevar a un desenlace conforme a lo siguiente: a) La separación entre el trabajo y su esencia humana llegan al grado en que la naturaleza esencial del hombre se ha anulado por completo y convertido absolutamente en su contrario. b) Dicha separación debe llegar hasta donde ambos polos se exijan acuciantemente y no puedan continuar existiendo sin lograr su unión. Marx llega a la conclusión de que la contradicción trabajo asalariadocapital debe resolverse, conforme a las premisas establecidas, superando la enajenación del trabajo a través de la reapropiación de su esencia natural (humana) por el trabajador. Esta desenajenación del trabajo a través de la reapropiación de la esencia natural (humana) por el trabajo es el contenido del comunismo. El comunismo es la abolición (o superación positiva) de la propiedad privada. Marx hace una descripción más o menos detallada de lo esencial del comunismo. [Las facultades físicas y mentales individuales del ser humano se fraguaron en un largo período de tiempo —el cual se mide por millones de años— y alcanzaron su perfeccionamiento en la que podemos llamar la última fase de su desarrollo biológico y la primera de su desarrollo social que es la comunidad primitiva, forma de organización que se prolongó por miles de años; a la comunidad primitiva la sucede el régimen de la propiedad privada que culmina con la formación económico-social capitalista; en relación con todo el período de constitución y perfeccionamiento de la naturaleza biológica del hombre, el régimen de la propiedad privada es tan sólo un instante que tiene como sujetos a los seres humanos ya plenamente formados biológicamente, y si acaso hay alguna evolución en sus capacidades individuales naturales humanas es sólo como el último resultado de un impulso proveniente de aquel largo movimiento anterior que se pierde en la noche de los tiempos.] [Lo característicamente humano en la comunidad primitiva lo constituyen las facultades biológicas de los individuos y la naturaleza colectiva de las mismas. La propiedad privada desgaja al individuo de la colectividad. Inmediatamente se inicia una existencia más o menos autónoma de los individuos que tiene como resultado el desarrollo antinatural de las facultades biológicas del hombre (ya sea mediante su exaltación o por su represión)

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que conquista su punto culminante en el régimen capitalista en donde todas esas facultades se encuentran en un estado de descomposición y degeneración; lo típicamente humano del individuo, que maduró y se consolidó plenamente durante la comunidad primitiva, se ha perdido en el reinado de la propiedad privada.] [En una evolución paralela, y precisamente por medio del desarrollo antinatural de las capacidades individuales de los seres humanos, la especie va creando nuevas capacidades cuya peculiaridad radica en que ahora tienen un carácter colectivo, no individual y que van incorporando las distintas fuerzas de la naturaleza al ser de aquélla hasta conquistar la totalidad de la naturaleza exterior e interiorizársela en la forma de la estructura industrial capitalista.] [No tiene nada de místico ni de misterioso este despliegue dual de la especie: creación de sus capacidades sociales a costa de la aniquilación de las capacidades de sus individuos. Pero tampoco es difícil de comprender el desenlace que está implícito en todo ese movimiento: para que la especie pueda subsistir y desarrollar en toda su extensión sus nuevas capacidades adquiridas es necesario que se restauren las facultades biológicas humanas de los individuos, es decir, ni más ni menos que aquellas que poseían en el régimen de la comunidad primitiva; y para que esto sea posible es imprescindible que se nieguen y destruyan todas aquellas facultades antihumanas que tomaron el lugar de las verdaderamente humanas. Esto quiere decir que la propiedad privada, habiendo preparado todos los elementos para el ingreso de la especie en la etapa superior de su existencia, no ha aportado nada a la naturaleza humana de los individuos, sino que, por el contrario, se las ha sustraído de una manera escandalosa.] Como vemos, para 1847 Marx y Engels ya habían desarrollado los elementos fundamentales de su teoría. El auge que en esos años tuvo el movimiento obrero y la agitación en que se encontraban los grupos radicales constituían la ocasión propicia para que Marx y Engels expusieran sus tesis y las difundiesen entre la intelectualidad pequeño burguesa y los trabajadores. El propósito fundamental de esta acción era llevar a la clase obrera la conciencia de su verdadera situación en la sociedad moderna y del papel revolucionario que en ella estaba destinada a desempeñar, es decir, desarrollar su conciencia de clase; de esta manera, se intentaba impulsar el movimiento obrero más allá de los límites que le imponía la sociedad burguesa, para conducirlo a la realización de sus metas históricas: la conquista del poder político, la abolición de la propiedad

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La naturaleza de un partido revolucionario


privada y la instauración del socialismo. De la misma manera, la pretensión de los teóricos de la revolución era proporcionar a los grupos radicales de la pequeña burguesía un instrumento con el cual pudieran realizar cabalmente su tarea histórica de ser los artífices de la conciencia revolucionaria del proletariado y vanguardia de su movimiento.

EL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA El Manifiesto del Partido Comunista es una síntesis brillante, eminentemente didáctica, de todas y cada una de las tesis que habían forjado los teóricos de la revolución acerca de las leyes de la evolución social, la naturaleza del régimen capitalista y el papel histórico de la clase de los trabajadores. Una vez publicado por la Liga de los Comunistas, se inició, mediante su estudio y asimilación, la transformación de esa organización en un ente capacitado para transmitir los nuevos principios a los trabajadores y proporcionarles una conciencia revolucionaria que hiciese posible dirigir su acción, a través de la lucha cotidiana, a la conquista del poder político, la dictadura de su clase y la instauración del socialismo; los obreros, por su parte, tuvieron en El Manifiesto… un texto claro, conciso, comprensible, integral por medio del cual habrían de forjar su conciencia y organización revolucionarios que deberían conducir su movimiento hacia su destino histórico. El Manifiesto… es, por tanto, el catalizador del proceso exigido por la marcha misma del régimen capitalista de fusión del movimiento obrero preexistente con las organizaciones radicales de la pequeña burguesía y la teoría revolucionaria; con él la lucha de clases ingresa a una fase superior de su existencia en la que se enfrentan los capitalistas y el proletariado moderno, dotado éste ahora de una conciencia revolucionaria y dirigido por su Partido, que es el depositario de la teoría revolucionaria. Con base en esta primitiva unificación de lo que antes discurría separadamente, se inicia el largo proceso de vida del movimiento revolucionario del proletariado; de una manera armónica, implicándose mutuamente, el movimiento obrero, la organización partidaria y la teoría revolucionaria evolucionan hacia fases superiores de existencia. La revolución proletaria avanza en el mundo y sus grandes hitos son la revolución de 1848 en Francia, la Comuna de París en 1872, la revolución bolchevique en 1917 y la constitución del sistema de países socialistas en la década de 1940.

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En todo este decurso El Manifiesto…, y todos los textos que la actividad teórica de los marxistas produce en cada etapa histórica son utilizados como instrumentos para realizar la propaganda y la agitación entre los obreros y las capas radicales de la intelectualidad pequeño burguesa, integrar la organización revolucionaria, generar y conducir el movimiento revolucionario correspondiente y establecer el régimen económico-político del socialismo. El bagaje teórico que la revolución ha acumulado en el período histórico que hemos considerado recibe el nombre de marxismo-leninismo y comprende las nociones científicas acerca del régimen de producción capitalista, de la necesaria transmutación de este modo de producción en el socialismo, del papel del proletariado consciente como la fuerza social que debe realizar esa transformación, de la obligatoriedad de la formación del partido revolucionario y de su fusión con el movimiento obrero, de la exigencia de la conquista del poder por el proletariado que actúa bajo la dirección de su partido revolucionario y de la construcción del socialismo, que tiene como sus dos aspectos fundamentales la colectivización de los medios e instrumentos de producción, lo que significa que deben estar reunidos en una unidad de propiedad colectiva que es operada por un obrero colectivo, y el bienestar creciente de los trabajadores en su vida individual.

EL MARXISMO LENINISMO Y EL REVISIONISMO9 El desarrollo ascendente del capitalismo moderno ha fortalecido la dominación económica, política, ideológica y organizativa de la burguesía sobre el proletariado; hasta tal punto lo ha hecho que la moderna clase de los asalariados está por completo dotada con una ideología y una organización burguesas, su actividad política es inexistente y en los pocos casos en que ésta se produce es como apéndice de una fracción de la burguesía o de la pequeña burguesía. La influencia de la ideología burguesa había sido erradicada de una buena parte del movimiento obrero y de los partidos comunistas durante la existencia de la IIIa. Internacional, pero volvió a ellos a finales de la quinta década del siglo pasado, bajo el impulso de un poderoso desarrollo del capitalismo, el cual en esta época adquiere un nuevo ímpetu vital que lo lleva a extenderse a los terrenos de los países del socialismo formal. Una más detallada exposición de lo que fue el revisionismo soviético se puede encontrar en: Gabriel Robledo Esparza, Capitalismo moderno y revolución, t. III.

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En éstos, la transformación de la burocracia obrera en propietaria de los medios e instrumentos de producción bajo la forma de la “propiedad por grupos”, su inevitable conversión en una clase social pequeño burguesa cuya razón de existencia es la explotación del trabajo asalariado y la acumulación de capital y los restos de ideología burguesa que pervivían en las diferentes esferas de la vida, ocasionaron una degeneración del régimen socialista en un capitalismo sui generis, al que la intelectualidad pequeño burguesa de occidente bautizó como “socialismo real”. En el largo trayecto histórico que termina en los años cincuenta del siglo pasado, el movimiento revolucionario del proletariado había producido todo un cuerpo doctrinario al que se denominó marxismo-leninismo y comprendía las formulaciones de los clásicos, Marx y Engels, y las aportaciones posteriores de intelectuales revolucionarios como Lenin y Stalin. El socialismo en estado de degeneración, o capitalismo sui géneris, que se estableció en los países antiguamente socialistas, dio a luz, como justificación de su existencia, la forma más perfecta del revisionismo: utilizando el mismo lenguaje de los clásicos, e incluso sus mismos conceptos, los revisionistas hicieron pasar como esencia negativa del régimen capitalista lo que en los fundadores es tan sólo el camino hacia la misma; a partir de ahí estructuraron una teoría —una versión transfigurada de la ideología burguesa— que revisa todas las tesis del marxismo-leninismo. Esto fue posible debido a que la teoría revolucionaria, en su camino hacia la esencia negativa del régimen capitalista, hubo de tomar las producciones teóricas anteriores acerca de la esencia positiva del mismo (los postulados de la economía clásica, por ejemplo), dotarlas de orden y concierto, ya que constituían el embrollo y la oscuridad mismas, y desvelar su aspecto negativo para así llegar a la comprensión del otro que aquél guarda en su interior. Es por eso que el ser y la esencia positiva del capitalismo adquirieron, de la teoría económica marxista, una determinación específica que las diferenciaba tajantemente de la que anteriormente habían recibido de manos de los economistas clásicos. La teoría del valor, por ejemplo, había sido desarrollada por Adam Smith y David Ricardo; en ellos, el valor tenía el carácter de esencia positiva del régimen capitalista, de fundamento del mismo. Marx y Engels toman aquel fárrago teórico y lo ordenan, organizan y sistematizan en ese su carácter de elemento fundamental del capitalismo; después de esto, traen a la luz su carácter negativo y trabajan en él hasta descubrir la esencia negativa del régimen capitalista. El revisionismo se deslumbra con la coherente y brillante exposición de

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la teoría del valor de la economía clásica que hacen Marx y Engels como prolegómeno para encontrar y desenvolver la esencia negativa del valor y reputan el resultado de aquella labor previa como el contenido fundamental de la teoría marxista. La “pequeña burguesía socialista” y su aliada incondicional, la pequeña burguesía internacional, representaban, la primera a un régimen capitalista sui géneris que era el resultado de la degeneración de un régimen verdaderamente socialista, y la segunda a una hipotética forma del régimen capitalista que excluía el dominio de la gran burguesía y los aspectos “malos” que su preeminencia generaba; para sacar adelante sus intereses específicos era necesario desarrollar una ideología que cumpliera con dos exigencias: una, la radical diferenciación respecto de la ideología burguesa, y otra, su identificación con la teoría que había llevado al poder a una buena parte del proletariado internacional y que por eso gozaba de una especial consideración entre los trabajadores del mundo. En un caso, esa necesidad se imponía para poder desarrollar y mantener la dominación de la “pequeña burguesía socialista” sobre los trabajadores de los países en los que ella gobernaba, y en el otro, para que la pequeña burguesía de los países capitalistas atrajera hacia sí a la clase trabajadora como aliada en su lucha contra la gran burguesía. De esta forma, la intelectualidad pequeño burguesa despojó de su nombre a la teoría revolucionaria y lo adoptó para su ideología; igualmente, tomó los conceptos marxistas de las determinaciones del ser y la esencia positiva para denominar sus intereses y apetitos capitalistas; al mismo tiempo, denostó, vituperó y por último lanzó al lugar de los trastos viejos el contenido revolucionario de la teoría marxista, el que incide en la esencia negativa del régimen capitalista de producción. Fue así como el revisionismo tomó el lugar de la teoría revolucionaria. De la misma manera que el régimen soviético había dejado de ser mucho tiempo atrás socialista (socialismo formal), pero seguía denominándose así, la ideología que se levantó sobre su base económica —un tipo de ideología burguesa— se llamaba a sí misma marxismo-leninismo.

LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR Y EL “SOCIALISMO REAL” La segunda guerra mundial fue la culminación necesaria de una fase de existencia del capitalismo internacional y la partera de una nueva época.

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La disputa entre los países capitalistas desarrollados, los cuales se habían escindido en dos polos: por un lado, los que propugnaban la vía del proceso de monopolización y colonización en la que predominaba la aristocracia capitalista, y por el otro, los que seguían aquella en la cual imperaba la burguesía industrial, se definió a favor de estos últimos. Se estableció claramente su dominación económica y política y, pertrechados con el arma ideológica del keynesianismo, acometieron, bajo la dirección de los Estados Unidos, la tarea de la reconstrucción de las economías de las naciones beligerantes, que habían sido seriamente dañadas durante el conflicto armado. El capitalismo de la posguerra La reconstrucción de las economías europeas y el propio desarrollo de la economía norteamericana como proveedora de los elementos económicos necesarios para realizarla, proporcionaron un gran empuje al empleo y los salarios, lo que se tradujo en una elevación de los niveles de vida de los trabajadores; en relación con el aniquilamiento físico a que habían sido sometidos durante la guerra, estos beneficios aparecían como aportaciones de una colosal magnitud al bienestar de los obreros. El Estado, como representante de los intereses de la clase dominante, adquiere funciones que son necesarias para llevar adelante a su representada, las cuales implican el sometimiento económico y político de la clase derrotada (la aristocracia capitalista) y su integración al nuevo régimen económico, y el apoyo al crecimiento económico de la burguesía industrial, en este tiempo centrado en la recuperación. Toma en sus manos la suerte de los trabajadores y expide leyes y realiza acciones que tienden a la protección de los obreros como elementos del capital variable que deben recuperar su capacidad de trabajo, disminuida a su expresión más exigua (casi aniquilada) por la guerra imperialista. Se establece entonces, en los países capitalistas altamente desarrollados, lo que se ha dado en llamar la “sociedad del bienestar”. Se trata de una organización económico-política que se basa en un Estado con múltiples funciones y los correspondientes órganos y organismos imprescindibles para ejercerlas, todo ello dirigido a impulsar el crecimiento de la clase dominante, esto es, la burguesía industrial, que por el momento se encuentra en la fase de reconstrucción de sus condiciones de existencia, y mantener en funciones todos los elementos generales de este régimen

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económico, de entre ellos un proletariado bien cebado y altamente productivo. Al término de la segunda guerra mundial, en los principales países europeos existían potentes movimientos obreros y poderosos partidos comunistas, estos últimos descendientes directos de la IIIa. Internacional; su filiación inmediata era el marxismo-leninismo clásico, el mismo que había llevado a la instauración del socialismo en Rusia. Las exigencias económicas que la reconstrucción puso a la orden del día, y en las que se unían inextricablemente la necesidad de la burguesía industrial de promover la industrialización reconstructiva con el imperativo de reconstituir la fuerza de trabajo de los obreros, ocasionaron que el movimiento obrero y los partidos comunistas centraran su lucha en la satisfacción de las necesidades inmediatas de los trabajadores, lo cual, aunque de una manera contradictoria, constituía también un interés primordial de la burguesía industrial; el movimiento obrero y los partidos comunistas se convirtieron a pasos agigantados en la oposición legal, en el ala radical del movimiento de la burguesía industrial. El socialismo posterior a la segunda guerra mundial Después de la segunda guerra mundial, el socialismo ingresó a una nueva fase de su existencia. En su naturaleza de socialismo formal se extendió más allá de Rusia, a una serie de países de Europa oriental, en los cuales se estableció a través de insurrecciones internas dirigidas por sus partidos comunistas y mediante el apoyo del ejército de liberación soviético. El régimen económico social que en ese sistema prevaleció fue el socialismo marxista, cuyo modelo era el socialismo que se había instaurado en la Rusia Soviética al término de la Primera Guerra Mundial. En este socialismo, tras la conquista del poder, el proletariado estableció su dictadura, por medio de la cual se abolió la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y se constituyó la propiedad colectiva sobre los mismos; la burguesía fue sometida al poder del estado proletario y por último definitivamente eliminada como clase social. La transformación revolucionaria de la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción en propiedad colectiva y la formación del estado proletario, fueron los ejes fundamentales del socialismo soviético.

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Sin embargo, el socialismo soviético se implantó únicamente como una forma que conservaba un contenido capitalista.10 El móvil último de la revolución proletaria y del socialismo de la primera fase del régimen capitalista era la reconstitución, conservación y desarrollo de las capacidades y facultades individuales de los trabajadores, que el régimen capitalista había vulnerado dramáticamente. Sólo hay que ver, por ejemplo, los informes de Stalin sobre los planes quinquenales y éstos mismos, para comprender los verdaderos alcances del sistema socialista soviético. En ellos, el sujeto final de la grandiosa colectivización de los medios e instrumentos de producción es el individuo trabajador, al que se le debía proporcionar el mayor “bienestar” posible, satisfacer abundantemente sus necesidades individuales; este es el mismo ofrecimiento que hacía la “sociedad del bienestar” a sus trabajadores.11 Tenemos así un portentoso instrumento de propiedad colectiva que al desplegar toda su potencia la pone al servicio del individuo. El contenido capitalista, que subsiste y se perfecciona en interacción con el instrumento colectivo, está compuesto por lo siguiente: la permanencia del trabajo asalariado, la existencia del mercado de bienes de consumo, el mantenimiento y fortalecimiento del consumo privado, la conservación y desarrollo de la familia y del hogar individuales, el impulso al transporte individual (automóviles), el reconocimiento de la personalidad de los trabajadores, es decir, de su individualidad como el centro de capacidades y necesidades específicas, que los hace distintos y únicos, o dicho de otro modo, la declaración de la propiedad privada del trabajador sobre sí mismo, sobre su conciencia y su corporeidad, la educación individualizada y como individuos y el arte y la cultura como manifestación y goce de la individualidad. La teoría marxista tiene, en esta etapa, como núcleo, una concepción dual de la naturaleza humana. Por una parte se encuentra el trabajador socializado por la producción, que ha perdido su individualidad en el trabajo capitalista y que está apto por tanto para la propiedad y el trabajo colectivos que son el contenido del socialismo marxista que se propugna. La revolución socialista debería entonces llevar hasta sus últimas consecuencias la formación de un verdadero obrero colectivo en la órbita de la producción. 10 Para la comprensión lógica de este concepto (“una forma socialista con un contenido capitalista”), ver el libro La Lógica de Hegel y el marxismo, Libro segundo, La doctrina de la Esencia, de Gabriel Robledo Esparza, y para su comprensión lógico-histórica, Capitalismo moderno y revolución, del mismo autor. 11 J. V. Stalin, Obras, t. 13, pp. 56-85, 180-226 y 295-397.

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Fuera de ésta, el trabajador tiene, como individuo, una vida familiar, social, etcétera, que el capitalismo vulnera sistemáticamente. La teoría marxista reivindica entonces la reconstitución, defensa y enriquecimiento de la vida familiar e individual de los trabajadores. Su bienestar es el propósito fundamental del régimen socialista. La naturaleza humana que el socialismo marxista pretende recobrar con la revolución proletaria es, en consecuencia, la siguiente: una naturaleza completamente colectiva de los trabajadores en el ámbito de la producción, lo que implica su absoluta desindividuación, la total anulación de su individualidad, y una naturaleza individual fuera de la órbita de la producción, en los lugares que realiza las restantes actividades vitales, lo que se traduce en el impulso al individuo como tal. El propio desarrollo del socialismo y la evolución del capitalismo posterior a la segunda guerra mundial desacreditaron completamente esta concepción de la naturaleza humana. En el régimen socialista, el estímulo al individuo en el entorno familiar y social condujo necesariamente a su exaltación; monstruosamente engrandecido, minó la organización colectiva de la producción, la sustituyó posteriormente con una forma más acorde consigo, la autogestión y la propiedad por grupos, y por último restauró el capitalismo típico en los países antiguamente socialistas. En el capitalismo de posguerra, el proceso de reconstitución de la fuerza de trabajo, gravemente vulnerada durante el conflicto bélico, hizo necesario el enaltecimiento de las necesidades individuales de los trabajadores y se declaró su satisfacción como el fin último de la “sociedad del bienestar”; en la medida mezquina en que esta quimera de la burguesía industrial cobraba vida, los trabajadores eran sometidos a una esclavitud más férrea por medio del “trabajo agradable" y cebados para obtener mayor plusvalía de su trabajo, el cual pudo extenderse y hacerse más intenso en un monto colosal; todo esto se tradujo en una super explotación de la fuerza de trabajo y en la degeneración biológica de las mentes y los cuerpos de los obreros, en un largo avance en el proceso de su deshumanización; a esto hay que agregar los millones de trabajadores que se encontraban fuera de esta relación del “bienestar”, desempleados o empleados en ramas deprimidas de la economía, quienes se debatían en la miseria física clásica. Este reconocimiento y exaltación interesados de las necesidades individuales de los trabajadores por la “sociedad del bienestar”, avara y condicionadamente satisfechas para sólo una porción del proletariado, desembocó, al transformarse la “socie-

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dad del bienestar” en la “sociedad de consumo”, en el entronizamiento del individuo, propietario de sí mismo, como el fin último de la historia.

LA DEGENERACIÓN DEL SOCIALISMO FORMAL El neocolonialismo Al término de la segunda guerra mundial, los países coloniales, la mayoría de los cuales adquieren la independencia política en este período, y los países independientes de menor desarrollo económico, continúan por la senda capitalista que ya habían empezado a recorrer desde la fase anterior de existencia del capitalismo internacional; dos vías son por las que se desplaza el capitalismo en los países antiguamente coloniales y los países independientes subdesarrollados: la vía junker, en la que la dirección del proceso está en manos de la aristocracia capitalista, heredera directa de los terratenientes feudales, y la vía farmer, en donde el papel activo corresponde a la burguesía, descendiente de la pequeña burguesía agraria, la cual a su vez tiene su origen en los siervos del régimen feudal, o a la misma pequeña burguesía agraria. Después de la segunda guerra mundial, en las antiguas colonias y en los países independientes del tercer mundo obtiene una gran fuerza el desarrollo del capitalismo por la vía farmer; se entabla una lucha entre las tres clases principales: aristocracia capitalista, burguesía y pequeña burguesía agraria que tiene como resultados: 1) la conquista del poder por la burguesía, la cual somete a su dominación a la aristocracia capitalista, 2) la continuación en el poder de la aristocracia capitalista, pero incorporando al mismo a la burguesía y 3) el ascenso al poder de la pequeña burguesía agraria. Bajo los dos primeros resultados el capitalismo logra un poderoso impulso en esos países; en donde la pequeña burguesía agraria triunfa, se establecen regímenes radicales que se autonombran socialistas. Los países capitalistas desarrollados son los promotores del capitalismo en los países antiguamente coloniales y en los de menor desarrollo económico. Se estructura una relación de intercambio entre ambos sectores del capitalismo internacional por medio de la cual los países de menor desarrollo se convierten en productores capitalistas de materias primas, energéticos, alimentos, etcétera y los más desarrollados proporcionan al otro sector capital, maquinaria y equipo, bienes de consumo sofisticados, etcétera.

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En un movimiento de mutua implicación, estos dos sectores del capitalismo internacional se engendran y se niegan mutuamente, mecanismo por medio del cual ascienden a niveles superiores de existencia. Las relaciones entre estos dos elementos son también vínculos entre clases sociales. En términos generales, la aristocracia capitalista de los países capitalistas desarrollados, integrada al régimen económico de la posguerra, es aliada de la aristocracia capitalista de las neocolonias y, por su parte, la burguesía metropolitana es asociada de la burguesía neocolonial; la contradicción metropolitana entre aristocracia burguesa y burguesía tiene su equivalente en la polarización que existe en las correspondientes clases neocoloniales, y las luchas entre las clases metropolitanas se extienden necesariamente a las clases de las neocolonias. Estas conexiones de clases (oposición y complementación) son el vehículo por el cual el capitalismo de los países que integran estos bloques crece y se perfecciona.

EL SISTEMA DE PAÍSES CAPITALISTAS Y EL SISTEMA SOCIALISTA El capitalismo tiene al socialismo en su interior como su esencia negativa; la aparición del nuevo régimen social, puesto que no es una transformación total del capitalismo (de todos los países del mundo) en su otro, sino solamente parcial, da lugar a que el socialismo que ha salido al exterior se constituya como un sistema aparte, que coexiste con el grupo de países capitalistas en una contradicción dialéctica. El polo del sistema de países capitalistas tiene a su otro en sí mismo como la acción teórico-práctica del proletariado encaminada a la realización de la revolución proletaria y la instauración del socialismo; al mismo tiempo, niega a su otro externo en que se ha convertido el régimen socialista. El otro polo, el sistema de países socialistas, niega al sistema capitalista mediante el impulso que proporciona a la actividad revolucionaria del proletariado en esos países; de igual manera, tiene a su otro en sí mismo como el contenido capitalista que existe bajo la forma socialista. Las relaciones entre los dos sistemas obedecen a la dialéctica que existe entre ellos considerados como los polos de una contradicción. El socialismo formal emergió de la segunda guerra mundial enormemente fortalecido en los aspectos militar, económico y tecnológico y tuvo una notable expansión en su territorio; la reconstrucción fue el gran impulsor de un crecimiento económico sin precedentes.

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Frente a frente quedaron, en la arena internacional, dos gigantes: el grupo de países capitalistas, liderado por los Estados Unidos, y el sistema de países socialistas, con Rusia a la cabeza. La primera relación que entre ambos grupos se establece es la de independencia. Uno al lado del otro inician esta primera fase de su desenvolvimiento. Hay, sin embargo, una enorme hostilidad entre ellos: el capitalismo y el socialismo formal son enemigos naturales. Esta tensión entre las partes obliga a que en ambas, a la par con la reconstrucción económica, se de un impulso formidable a la industria militar, la cual entra así en una nueva etapa de existencia, sobre una base tecnológica mil veces superior, conquistada durante la guerra. En un primer momento, la industria militar y la reconstrucción económica se dan un mutuo impulso ascendente; pronto, sin embargo, los enormes gastos militares empiezan a constituir un freno para el resto de la economía y ponen en peligro la reconstitución de la fuerza de trabajo, o dicho de otro modo, la existencia venturosa de la “sociedad del bienestar”, el establecimiento pleno de la cual es la meta declarada de los dos sistemas. La relación de independencia avanza hacia otra de mutua negación de los polos. El sistema socialista ejerce una acción negativa en contra del capitalismo internacional por medio de su enorme capacidad militar, la que tiene el efecto de un disuasor de las agresiones imperialistas, y a través del apoyo que proporciona al movimiento obrero revolucionario de los países capitalistas; por su parte, el sistema capitalista niega a su otro cuando fortalece su industria militar, lo que le da una gran capacidad de agresión que sólo espera un pretexto para materializarse en un ataque aniquilador hacia su oponente, y al desplegar un arsenal de elementos propagandísticos, organizativos, etcétera que utiliza para subvertir desde dentro el régimen socialista. En los primeros años de la posguerra, bajo la dirección de Stalin, el bloque socialista aplicó rigurosamente los principios del marxismo-leninismo en el tratamiento de las relaciones entre los dos sistemas: fortaleció la capacidad militar de la URSS con fines exclusivamente defensivos ante la amenaza del imperialismo norteamericano; vigorizó la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción; robusteció el proceso de industrialización socialista con el fin de producir los bienes necesarios para incrementar el bienestar personal de los trabajadores; consolidó la dictadura del proletariado y reforzó el papel dirigente del Partido Comunista; asistió a los partidos comunistas y movimientos revolucionarios del

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mundo occidental proporcionándoles los elementos ideológicos, teóricos y organizativos necesarios para el despliegue de la lucha por la revolución socialista en unos casos y la revolución democrático burguesa bajo la dirección del proletariado y como fase preparatoria de la revolución socialista en otros, etcétera. En los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra, este proceso de fortalecimiento del régimen socialista hizo madurar, al mismo tiempo, su contenido capitalista, el cual adquirió una gran potencia. A la muerte de Stalin, la degeneración del socialismo formal había alcanzado ya dimensiones mayúsculas; en el XX congreso del PCUS sólo se legitimó lo que ya existía en la realidad: un régimen político regresivo que escamoteó el poder a los obreros y lo entregó, junto con el Partido de los trabajadores, a la nueva clase explotadora proveniente de las capas superiores del proletariado soviético, un régimen económico que desmanteló la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y la fraccionó en una propiedad por grupos, y una pequeña producción capitalista que se había fraguado a lo largo de este proceso de deterioro del socialismo formal. En la medida en que el socialismo formal era socavado y sustituido por el régimen de regresión capitalista del “socialismo pequeño burgués”, la política marxista-leninista en lo referente a las relaciones con el capitalismo internacional fue reemplazada por una serie de acciones que respondían completamente a los intereses del nuevo régimen económico y la nueva clase social gobernante. En los países del imperialismo burgués, la aristocracia capitalista o plutocracia es la generadora del desbocado crecimiento de la industria militar y de las empresas monopólicas a ella asociadas; la burguesía se opone a ese aumento desmedido y clama por recursos para su propio desarrollo. Los países del socialismo formal, ya en plena fase de degeneración, por su parte, están también interesados en contener el crecimiento desbordado de la industria militar, tanto en su propia economía como en la economía capitalista, pues de esa manera, por un lado se reduciría sensiblemente la amenaza que sobre ellos pesa de un ataque del imperialismo norteamericano y, por otro, internamente liberaría recursos para ser invertidos en la industria civil. El sistema capitalista organiza las relaciones con los países neocoloniales de la manera que ya se señaló en párrafos anteriores; también se colocan los cimientos de una división del trabajo específica entre los países capitalistas desarrollados, en la cual los Estados Unidos se alzan como la economía lí-

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der que establece con sus socios una relación de mutuo engendramiento y negación. El sistema de la versión desnaturalizada del socialismo formal también arregla, de acuerdo con el papel dirigente de la URSS, los vínculos entre todos sus integrantes. Como parte de su estrategia defensiva, la Unión Soviética busca la inteligencia con la burguesía norteamericana (que está enfrentada a la plutocracia capitalista) y de la burguesía (por ella denominada burguesía nacional o nacionalista) y pequeña burguesía neocoloniales para lograr sus propósitos de distensión de la situación de amenaza de guerra devastadora entre los dos sistemas; promete y solicita apoyo a y de la burguesía norteamericana con el propósito de eliminar juntos el amago de guerra que la plutocracia norteamericana y sus adláteres mantienen sobre el mundo y, también, obligarla a que reduzca el crecimiento desbocado de la industria militar y de los monopolios e invierta los excedentes económicos así obtenidos en elevar el nivel de vida de su población y en industrializar las neocolonias. De este modo intenta conquistar un clima de paz en el que pueda desarrollarse sin sobresaltos por el camino de vuelta hacia el capitalismo que ha emprendido. El poderío económico y político de la URSS y la naturaleza semi-capitalista que en ese país se está estableciendo la conducen necesariamente a forjar una relación de dominación sobre el resto de países que están en su esfera de influencia, los cuales también han entrado de lleno en el tobogán de la restauración capitalista. Igualmente, pretende disputar al imperialismo capitalista, en el terreno económico, sus neocolonias y los países capitalistas independientes de menor desarrollo económico; con ese propósito despliega una estrategia de apoyo a las burguesías nacionales de esos países para que aquellos que aún las conservan acaben con supuestas reminiscencias feudales en sus regímenes económicos (lo que implica la lucha en contra de la plutocracia nativa) y construyan entonces su propia industria (capitalista) apalancados por el capital soviético. Frente al imperialismo capitalista, la URSS organiza un remedo de imperialismo, un imperialismo “pequeño burgués”. La transformación de la URSS en un régimen semi-capitalista provoca necesariamente el paso de los recién formados estados socialistas a esa misma forma de organización social, aunque con el agravante de que en estos últimos el proceso es más rápido y profundo que en el centro del imperio. Dos fuerzas contrarias se ejercen sobre los países socialistas: una, centrípe-

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ta, por la cual la URSS atrae férreamente a los demás países de su órbita y otra, centrífuga, de acuerdo con la cual la mayoría de los restantes países socialistas tienden a sustraerse del dominio soviético y se acercan al mundo capitalista. Uno sólo de los países socialistas, Albania, se mantiene firme en las posiciones del marxismo-leninismo clásico e intenta continuar construyendo el socialismo de acuerdo con los principios revolucionarios (recordemos que, sin embargo, ese socialismo lo es necesariamente sólo por la forma, pues contiene en su interior elementos del capitalismo). La tendencia dispersante se manifiesta palmariamente en la separación de Yugoeslavia del sistema de países socialistas (ahí fue en donde se estableció la forma más perfecta de la propiedad por grupos y la autogestión y en donde la Liga de los Comunistas, bajo la dirección de Tito, formuló de una manera más completa la teoría correspondiente) y en las rebeliones de los sectores de la pequeña burguesía socialista que deseaban imprimir una velocidad mayor al proceso de liberalización en Hungría y Checoslovaquia. La recién adquirida naturaleza de los países antiguamente socialistas les ha impuesto nuevas necesidades e intereses y los obliga por tanto a desarrollar una política completamente antagónica a la acción revolucionaria que habían ejercido en el período inmediato anterior, previo a la muerte de Stalin, actividad que fue presidida por el marxismo-leninismo, doctrina ésta que tenía su fundamento más sólido en El Manifiesto… e integraba todos los aportes teóricos de Marx, Engels, Lenin, Stalin y la IIIa. Internacional. Las nuevas circunstancias exigían a los países antiguamente socialistas la formulación de un cuerpo teórico e ideológico justificante de su actividad práctica, la cual, como hemos visto, era una rotunda negación de la praxis revolucionaria; fue Jruschov quien, además del libelo difamatorio conocido como Informe Secreto, en el cual torpemente denostaba a Stalin, presentó en el XX Congreso del PCUS un Informe público que contenía los “principios doctrinarios” de la “teoría” que debía avalar sus descarríos políticos. En el informe del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética ante el XX Congreso,12 Jruschov lanzó al mundo su teoría del capitalismo moderno, al cual caracterizó como un régimen en descomposición, sometido a crisis recurrentes cada vez más violentas, incapaz de aumentar la producción a un ritmo sostenido y asediado por el sistema socialista, que se había convertido, según el dirigente ruso, en la fuerza determinante en las relaciones internacionales, y por un movimiento comunista y obrero in12 N. S. Jruschov, Informe del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética ante el XX Congreso del Partido, pp. 12-26.

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terior altamente combativo que socavaba sus bases de sustentación; habiendo dotado al capitalismo moderno de unos atributos novedosos, el revisionismo soviético entró de lleno a la construcción de una doctrina armónica y totalizadora sobre el capitalismo, el movimiento obrero y el socialismo en la época moderna. Esta “teoría” que no tenía nada original, pues era una mala reedición del revisionismo y oportunismo de la IIa Internacional y, a fin de cuentas, una variedad de la ideología burguesa, fue completada con los conceptos vertidos en el Informe del Comité Central del Partido de la Unión Soviética ante el XXII Congreso13 y en el Programa del Partido Comunista de la Unión Soviética aprobado por el XXII Congreso. En los documentos de los Congresos XX y XXII se llegó también a la conclusión de que, dado el cambio en la naturaleza del capitalismo, ya no era necesario desplegar una lucha revolucionaria en los términos clásicos para que el proletariado accediera al poder; en lugar de eso, gracias al debilitamiento del capitalismo producido por sus contradicciones insolubles y la presión del campo socialista, la lucha de los trabajadores podía y debía conducirse por la vía de las reformas económicas graduales y la contienda parlamentaria, con el fin de conquistar el poder a través de métodos legales. Los partidos comunistas y obreros del mundo occidental tendrían entonces que ajustar sus postulados ideológicos y sus estrategias de lucha a estas directrices trazadas por el PCUS. En los partidos comunistas de los países capitalistas se fue gestando una visión ideológica que justificaba su acción reformista y que incluso la consideraba como un vehículo para acercarse gradualmente al socialismo. El revisionismo apareció en estos organismos políticos y por fin Togliatti, del partido comunista italiano, llevando hasta sus últimas consecuencias las tesis sostenidas por el PCUS, les dio forma plena en el llamado “camino italiano al socialismo”. Las tesis de Togliatti constituyen una flagrante revisión del marxismoleninismo, de los principios revolucionarios contenidos en El Manifiesto…; éstos son: el proletariado, bajo la guía de su Partido, debe conquistar el poder político, establecer su dictadura, aniquilar a la burguesía como clase, abolir la propiedad privada, instaurar la propiedad, el trabajo y el consumo colectivos y convertir a la estructura industrial en una sola unidad productiva bajo el dominio de la colectividad.

N. S. Khruschev, Report of the central committee of the communist party of the Soviet Union to the 22nd party congress.

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Estas revisiones del marxismo son francas reivindicaciones de la burguesía industrial, a las que se les atribuye la naturaleza de desarrollos modernos de la teoría original del marxismo-leninismo. Ellas pronto se diseminaron por toda Europa y contaminaron a los partidos comunistas de los distintos países. En los partidos comunistas de Europa, la teoría revolucionaria del proletariado, el marxismo-leninismo, fue suplantada por una forma específica de la ideología burguesa, aunque a ésta se le dio el nombre de aquélla. La teoría revolucionaria fue desterrada de la escena pública y condenada a una existencia en animación suspendida. La nueva forma de organización a la que había llegado el régimen soviético exigía una formulación teórica que la explicara y justificara. En el XX Congreso del PCUS, realizado en 1957 sobre la tierra aún suelta de la tumba de Stalin, Jruschov proporcionó los elementos principales de la nueva ideología requerida, los cuales fueron confirmados y ampliados en el XXII Congreso; ellos pueden sintetizarse de la siguiente manera: La sociedad socialista había entrado en la fase de la creación de la base material del comunismo. Esto significaba que la producción material debía elevarse hasta el máximo, para que “corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva”, pues sólo así podría hacerse realidad el principio fundamental del comunismo: ¡de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades!; para incrementar la producción dentro de la sociedad socialista era necesario retornar al sistema de estímulo material de los trabajadores, es decir, al principio de que a mayor productividad del trabajo mayor salario debería percibir el obrero. El interés material fue proclamado como el único factor por el cual los trabajadores de una empresa socialista debían trabajar y sobre la cual se efectuaría la remuneración de su trabajo. (Esto significaba que se establecía como base de la sociedad “socialista” el desarrollo y la exaltación de las “necesidades” individuales, de la “sensibilidad” y de los instintos de los obreros.) Para alcanzar este fin, a la empresa se le reconocía el derecho de crear, de los ingresos obtenidos el fondo de remuneraciones. Los trabajadores serían pagados según el sistema de la participación del obrero en las ganancias y las pérdidas de la empresa. Para llevar adelante estos propósitos era necesario realizar reformas al antiguo sistema económico de los países socialistas. La primera medida prevista por estas reformas era la ampliación de la libre actividad de las empresas económicas, la liberación de las mismas de

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la dirección y la planificación centralizadas, la concesión de plena libertad para que se orientaran y actuasen de acuerdo con las exigencias del mercado, con la única mira de asegurar las mayores ganancias posibles. Para alcanzar estos fines, la empresa tendría el derecho de determinar ella misma, libremente, el volumen de la producción, la remuneración del trabajo, la cantidad de la mano de obra, el fondo de pago, el costo de los productos, las inversiones de capital, etcétera. La empresa tenía que concentrar toda su atención únicamente en dos índices: la ganancia y la venta de los productos. La ganancia debía representar el fin principal de la actividad económica de la empresa, mientras que la venta (el mercado) serviría como medio a través del cual la empresa orientase su actividad para alcanzar este fin. La empresa debía producir para vender en el mercado con el propósito de obtener las mayores ganancias. La reforma económica preveía una amplia descentralización en la política de acumulación e inversión de capital. Reconocía a las empresas el derecho de emplear de manera independiente gran parte de sus ganancias para la ampliación de la producción, determinando ellas mismas sus inversiones de capital. Las inversiones descentralizadas aumentarían en gran proporción. En lo que respecta a la dictadura del proletariado, se argumentaba lo siguiente: En los países “socialistas” el régimen socialista está ya perfectamente consolidado; no existe el peligro de la restauración del capitalismo; los pocos enemigos que tiene carecen de una base social que les permita realizar sus deseos de volver hacia atrás la rueda de la historia. Por eso, la dictadura del proletariado ya no es necesaria y el régimen socialista debe “liberalizarse”, hacerse “más humano”, menos “sectario” y más “democrático”. El partido no debe estar reservado sólo a los comunistas, debe englobar a todo el pueblo. Las libertades de discusión y de prensa deben ser concedidas a todo el mundo sin cortapisas, etcétera. Todas estas tesis, que en su tiempo sostuvo el Partido Comunista de la URSS, son la expresión ideológica de un hecho esencial: el contenido capitalista del socialismo formal, que éste conservaba necesariamente en su interior como parte de su naturaleza, había empezado a desenvolverse con una fuerza arrolladora. Su primer impacto fue asestado al fundamento mismo del régimen del socialismo formal, la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, reivindicación que en El Manifiesto… se expresaba de la siguiente manera: “El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital,

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para centralizar todos (resaltados nuestros) los instrumentos de producción en manos del Estado…” y cuya constitución se había logrado en la primera fase de su existencia. La proposición de que era necesario descentralizar la producción y establecer la propiedad por grupos y la autogestión constituía, por una parte, el reconocimiento de un proceso necesario que ya se había iniciado en el régimen del socialismo soviético y, por el otro, la revisión de un principio esencial del marxismo-leninismo, a la cual se reputaba como una continuación revitalizadora del mismo. De esta manera, la tesis fundamental del marxismo-leninismo era desplazada por una revisión flagrante suya que, sin embargo, conservaba su denominación. También se sostuvo en esos documentos que, en lugar de las prescripciones clásicas sobre la materia, se debería establecer una relación de coexistencia pacífica entre el sistema socialista y el grupo de países capitalistas, la cual tendría su fundamento en la emulación económica entre los dos sistemas. Las tareas principales de los países socialistas y la línea fundamental del movimiento comunista internacional debían ser: 1) la lucha por la paz, por el alivio de la tirantez mundial y por la conjuración de la guerra a través de la política de la coexistencia pacífica, 2) la emulación económica pacífica. La coexistencia pacífica Los países del socialismo pequeño burgués, al trazar la línea táctica del movimiento comunista internacional, pretendían encaminar la lucha del proletariado internacional hacia la tarea de crear una situación pacífica en la que se perfeccionase el régimen capitalistas en ambos sistemas y se acelerase en consecuencia el proceso de depauperación de la clase obrera. La causa última de la posición soviética se encuentra precisamente en la naturaleza del régimen económico que ahí existía y en sus intereses de nación imperialista; para el oso ruso era de vital importancia, en el logro de sus fines de expansión imperialista, poner un freno al crecimiento del poder militar de occidente a la vez que fortalecía su propio aparato de guerra; es por ello que estimulaba a la oposición legal existente dentro del sistema del capitalismo desarrollado, la que tenía su base social en un sector de la burguesía imperialista cuyos intereses económicos y políticos eran contrapuestos a los del sector burgués propietario del complejo monopólico industrial-militar y que veía en la guerra, llevada por su hermana mayor más allá de sus límites “racionales”, una grave amenaza para su propio desarrollo, la estimulaba, decimos, para que exigiera que

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se pusiera fin a la carrera armamentista y se evitasen las aventuras bélicas. Los soviéticos empleaban como instrumento para poner en marcha ese proceso anti-militarista —que era, al fin de cuentas, una necesidad de una fracción de la burguesía imperialista, y a través de ella del régimen capitalista como un todo, para poder conservarse y ascender a una escala superior— a la clase de los trabajadores. Como se ve, el imperialismo ruso, además de explotar a sus propios obreros y a los de sus “satélites”, también empleaba a los obreros del mundo occidental (en la pequeña medida en que ejercía una real influencia sobre ellos) como instrumento para conseguir sus fines imperialistas. La emulación económica Según los neorevisionistas, la tarea principal de los países socialistas consistía en vencer al capitalismo en el terreno económico mediante la elevación de la producción hasta alcanzar y sobrepasar la de los países capitalistas; la emulación debía también extenderse hacia el terreno de los países “subdesarrollados”, en donde, en competencia pacífica con el imperialismo burgués, mediante la ayuda económica, técnica y científica, habrían de llevarlos hacia mejores condiciones de vida, auxiliándolos en la construcción de su industria moderna. La “emulación económica pacífica” era la fórmula de que se valía el imperialismo ruso para justificar su propósito de mantener e incrementar la explotación de los obreros soviéticos y formar su propio sistema de explotación colonial. En lo referente a las características económicas y la evolución política de los países coloniales y de menor desarrollo económico, los jruschovistas se pronunciaron de la siguiente manera en los Congresos XX y XXII. Aseveraron que el sistema colonial estaba en descomposición y que al empuje de la revolución socialista de octubre habían nacido, en donde antes había colonias, un grupo de naciones soberanas que iniciaban una vida independiente. Como ya lo hemos visto, la revolución colonial, democrático burguesa y antiimperialista, que en cierta manera fue impulsada por la revolución rusa, tuvo como resultado fundamental el perfeccionamiento del régimen colonial del imperialismo, al que hizo pasar a una etapa superior que nosotros hemos llamado neocolonial y neoimperialista. En ella, los países neocoloniales entran de lleno al desarrollo y fortalecimiento del

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capitalismo complementario del capitalismo metropolitano y quedan así definitiva e íntimamente integrados al sistema general del capitalismo; se establecen entre ellos y los países capitalistas desarrollados las relaciones que ya estudiamos en páginas anteriores. Los revisionistas consideraban que los nuevos estados soberanos, para completar su independencia política, deberían labrar su independencia económica mediante la construcción de su propia industria. Los comunistas de esos países y su base social proletaria debían apoyar en esta tarea histórica a la burguesía nacional, impulsándola en su lucha contra la aristocracia feudal, clase que constituía la traba principal para el progreso nacional. Después de esto, y habiendo conquistado la simpatía de todas las clases sociales oprimidas, los comunistas podrían iniciar el trabajo de preparación de la revolución socialista. Ya expusimos en la parte correspondiente cómo el establecimiento del sistema colonial y luego su transformación en neocolonialismo se basan en un constante ascenso del capitalismo y de la industria en esos países; existen, sin embargo, dos formas clásicas de desarrollo capitalista en las neocolonias, la que es dirigida por la aristocracia capitalista, heredera directa de los terratenientes feudales, y la que prohija la burguesía, descendiente de la pequeña burguesía agraria; ambas son formas específicas del capitalismo, es decir, del régimen que tiene su fundamento en la relación de explotación del trabajo por el capital y que produce necesariamente la depauperación acelerada de los trabajadores. De todo esto se deduce que la táctica impuesta por la URSS a los partidos comunistas y obreros de las neocolonias y países de menor desarrollo económico debería tener como resultado necesario el apuntalamiento de una forma de evolución capitalista en detrimento de la otra. La causa de esta política internacional de la Unión Soviética se encontraba en el hecho de que, habiendo ingresado en la senda del desarrollo capitalista (semicapitalismo), la “pequeña burguesía” socialista tenía que buscar necesariamente campos de inversión para los excedentes de capital que provenían de la explotación del proletariado soviético; la industrialización de los países neocoloniales y subdesarrollados era un terreno promisorio para la valorización del capital soviético, el cual ingresaría a esos territorios en la forma de préstamos, créditos, asistencia técnica, venta de maquinaria y equipo, etcétera.

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LA REVOLUCIÓN CHINA El último resultado de la segunda guerra mundial fue la revolución agraria en los países de Asia: China, Vietnam y Corea. Como una consecuencia necesaria de la dominación imperialista, en esos países se formó una numerosa y potente pequeña burguesía agraria que inmediatamente entró en conflicto con los gobernantes imperialistas y sus aliados, los terratenientes feudales. China vivía bajo un régimen económico y social que se encontraba en las primeras fases del feudalismo, apenas sí un poco más adelante del modo de producción asiático, en el que había vivido por cerca de 20 siglos; la irrupción imperialista rompió en pedazos aquella sociedad y liberó una fuerza social portentosa, la pequeña burguesía agraria; ésta clase social inició un desarrollo impetuoso que la enfrentó a los terratenientes feudales y a sus amos imperialistas. La conjunción de todos estos factores: la radicalización de la pequeña burguesía agraria china, proporcional a la opresión imperialista y a la violencia de la explotación de los terratenientes feudales, la derrota del imperialismo japonés, el avance gigantesco de la Unión Soviética, la vecindad con esta potencia, la existencia de una teoría y una práctica acabadas que habían sido perfeccionadas previamente por la Unión Soviética y abarcaban los temas de la formación del partido, la conducción de un movimiento revolucionario, la insurrección armada, la conquista del poder, la colectivización de los medios e instrumentos de producción, etcétera, dieron lugar a la revolución pequeño burguesa china y a un régimen económico-político específico, cuya característica esencial era la dictadura de la pequeña burguesía agraria ejercida mediante la dirección de un partido comunista; bajo la dominación de esta clase social se formó la gran industria nacional de propiedad colectiva. El partido comunista chino dio vida a una concepción ideológica en la que se reflejaban las características específicas del nacimiento y desarrollo de la revolución y el régimen económico chinos. La lucha de la pequeña burguesía agraria, realizada bajo la dirección del partido comunista, en alianza con los recién nacidos grupos sociales del proletariado industrial y de la pequeña burguesía urbana, cuya estrategia fundamental es la insurrección armada campesina que avanza desde el campo hacia la ciudad, fue calificada como una variante de la revolución socialista típica, tal como se había presentando en Rusia; la industrialización que el régimen chino emprendió

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dentro de un marco de propiedad colectiva fue reputada también como una aplicación de los principios del socialismo marxista-leninista. Con estos elementos se lanzó al mundo una nueva teoría “revolucionaria”, el maoísmo, la cual tenía dos vertientes. Por una de ellas hacía suyas las tesis del marxismo-leninismo referentes al carácter de la revolución como una insurrección armada, dirigida por un partido comunista, cuyas metas eran la conquista del poder político, la instauración de la dominación de la clase beligerante y sus aliados y la constitución de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción industriales. Por la otra, introducía revisiones y correcciones a los principios del marxismo-leninismo, pero los presentaba como su continuación, como una evolución necesaria dentro de su naturaleza revolucionaria para adaptarlos a las condiciones económico-políticas de las colonias: la insurrección armada debería ser de los campesinos y avanzar del campo a la ciudad, el partido se formaría con elementos de la intelectualidad pequeño burguesa y su base social sería la pequeña burguesía agraria (campesinado) y los trabajadores agrícolas, y la colectivización se aplicaría sobre la industria que el estado de la pequeña burguesía construyese, pues nada había preexistente que pudiera calificarse como una gran industria y ser materia de esa acción. El primer grupo de proposiciones maoístas identificaba formalmente esta teoría con las correspondientes prescripciones del marxismo-leninismo; es por eso que el régimen chino adoptó la denominación de “socialista” y al proceso por el cual se constituyó le dio el nombre de “revolución socialista”. Pero el segundo conjunto de tesis maoístas, las que daban contenido a su postura, eran la negación rotunda del pretendido carácter marxista-leninista de las mismas: en la formulación clásica, la clase que es el sujeto del movimiento revolucionario es el proletariado industrial, la clase obrera, el partido que dirige ese proceso está formado por cuadros de la intelectualidad pequeño burguesa y también en gran medida por trabajadores, la lucha revolucionaria tiene como culminación la insurrección armada de los proletarios en las ciudades, la toma del poder por esta misma clase y sus aliados y el establecimiento de su dictadura, y la acción económica tiene su eje en la desposesión de la propiedad privada de los capitalistas industriales y la formación con ella de una industria estatal de propiedad colectiva. La concordancia formal de las tesis maoístas con los postulados del marxismo-leninismo establecía una relación de supuesta continuidad de aquellas con los principios aplicados por el partido bolchevique en el desarrollo

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de la revolución rusa, la construcción del socialismo y la formación del sistema de países socialistas, preceptos que fueron negados y sustituidos por su contrario a la muerte de Stalin. El maoísmo tenía la apariencia de una doctrina revolucionaria. Esta exterioridad lo colocó en oposición abierta con las teorías revisionistas que Jruschov y sus seguidores propugnaban y por ello se adjudicó el lugar de abanderado legítimo del marxismo-leninismo. Por su contenido, el maoísmo era, sin embargo, al igual que el jruschovismo, una negación y revisión francas del marxismo-leninismo. Al tiempo que la Unión Soviética diseminaba por el mundo las revisiones del marxismo-leninismo que había fraguado en los Congresos XX y XXII del PCUS, también la República Socialista China inundaba el planeta con su teoría igualmente revisionista, pretendiendo que el camino de la revolución en las colonias y en general en todos los países capitalistas, debería ser el mismo que ella había recorrido. La revolución china fue un movimiento de la pequeña burguesía agraria, clase social mayoritaria que había surgido de un sistema económico precapitalista; en China no se habían formado aún las relaciones de producción capitalistas, las cuales todavía se encontraban en un estado meramente germinal, ni tampoco, en consecuencia, existían ahí una burguesía y un proletariado modernos. En la mayoría de los demás países coloniales la situación era muy distinta: el capitalismo se había desarrollado en ellos hasta niveles muy considerables y la revolución democrático burguesa ya había concluido o estaba a punto de terminar. La pequeña burguesía agraria estaba colocada en un segundo plano, detrás de la burguesía agraria, y su peso político ya no era determinante. Lo que aquí se dirimía no era la vía del paso del feudalismo al capitalismo, sino la forma que debería adoptar el desenvolvimiento de un régimen capitalista preexistente. Por todo ello, además de Vietnam y Corea, en donde las condiciones económicas eran similares a las existentes en China, ningún otro país colonial pudo seguir la senda propuesta por el maoísmo. Como lo expresamos en puntos anteriores, las clases contendientes en la sociedad neocolonial eran la aristocracia capitalista, la burguesía industrial, la burguesía agraria, la pequeña burguesía agraria, la pequeña burguesía urbana, el proletariado industrial y los jornaleros agrícolas. La pequeña burguesía agraria agotó su papel revolucionario en las revoluciones china, vietnamita y coreana; en los demás países neocoloniales

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esta clase social pasó a un segundo término y la iniciativa quedó a cargo de la burguesía. Esta última, después de enfrentarse agresivamente a la plutocracia nativa, llega con ella a un acuerdo de convivencia por el cual, una vez que mezquinamente han sido satisfechas algunas de sus reivindicaciones más importantes, abandona la lucha radical y deja a sus aliados, la pequeña burguesía agraria y rural, el proletariado y los jornaleros agrícolas, abandonados a su suerte. La pequeña burguesía urbana de los países neocoloniales y de menor desarrollo económico toma entonces la dirección del movimiento, al que llaman “revolucionario”, el cual tiene por objeto lograr la satisfacción de las necesidades, como elementos capitalistas, de la pequeña burguesía urbana y agrícola y, en último lugar, si es posible, dar algunas migajas del festín al proletariado y a los jornaleros. Los resultados de esta lucha internacional son la revolución cubana y el movimiento guerrillero, ya sea de inspiración cubana o china, de los años sesenta y setenta del siglo pasado, que se extiende desde Latinoamérica hasta Africa y pasa por los mismos países capitalistas desarrollados.

EL “SOCIALISMO” CUBANO La revolución cubana es un movimiento de la pequeña burguesía urbana, dirigida, como decía Marx a propósito de un acontecimiento similar, por unos cuantos “locos sueltos”; esta clase se fabrica una base social en la exigua pequeña burguesía agraria y tiene como meta la realización de todas las aspiraciones de las diversas clases opuestas a la débil plutocracia nativa. La pequeña burguesía cubana da forma a una teoría acorde con la naturaleza de su movimiento. En primer lugar, hace suyos, aplicándolos extralógicamente, principios tomados del arsenal de la teoría del marxismo-leninismo: la lucha armada como medio de acceder al poder, la dictadura de la clase insurrecta para conservarlo, la desposesión de los medios e instrumentos de producción a los propietarios privados y su concentración bajo la potestad del Estado (en este caso se trata de una agroindustria) y la creación (pues no existía) por el estado de una industria que es de propiedad colectiva. Después, tras esa apariencia revolucionaria, introduce las revisiones al marxismo-leninismo que la caracterizan: no es necesario un partido que organice y guíe al movimiento revolucionario, pues éste puede ser planeado,

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dirigido y ejecutado por un puñado de héroes, míticos superhombres, que con base en su voluntad indoblegable y su intelecto poderoso inciten, con el ejemplo, a las masas a la lucha; la clase destinada a realizar la revolución no es el proletariado, sino una pequeña burguesía (urbana y rural) sin formación teórica ni experiencia política previa (las cuales, se pretende, las adquirirán durante el desarrollo de la lucha armada); el proletariado urbano y los jornaleros agrícolas son clases minoritarias que no pueden darle contenido al proceso revolucionario y, por tanto, son pequeños grupos sociales que la pequeña burguesía incorpora como sus aliados y actúan bajo su dirección; la nacionalización y concentración en manos del estado de una agroindustria y la creación de una industria típica son el contenido de la colectivización socialista de los medios e instrumentos de producción, etcétera. El régimen cubano, después de más de 50 años de existencia, sólo puede contabilizar como sus logros la estatización y desarrollo de la rama agroindustrial preponderante, el establecimiento, también por el estado “socialista”, de la industria turística, íntimamente ligada con la prostitución y otras actividades ilegales, y un notable impulso a la educación y la salud de los trabajadores. Nada que tenga siquiera un átomo de socialismo existe, ha existido ni existirá en la isla caribeña. Nos encontramos ante un caso típico de capitalismo de estado, regido por la pequeña burguesía urbana, el cual ni siquiera ha podido avanzar al punto que alcanzó la revolución china: la construcción de una poderosa industria estatal de propiedad colectiva que, ya sabemos, después se convirtió en patrimonio grupal y por último fue de dominio individual, típicamente capitalista, igual como sucedió en la URSS. El régimen económico-político cubano es un verdadero anacronismo. No es, como hemos visto, ni por asomo socialista; pero tampoco es un capitalismo típico, sino una forma primitiva suya, por la cual ya pasaron hace muchos años otros países mal llamados socialistas, como China, aunque con resultados más brillantes; el sistema cubano está postrado en una situación de estancamiento crónico, sin posibilidad de evolución alguna. La revolución y el régimen cubanos han producido un material inagotable que a nivel internacional nutre la chabacana sensiblería de la pequeña burguesía y de los sectores radicales de la burguesía. El apoyo a la revolución cubana, la solidaridad con el pueblo y los dirigentes cubanos, el culto a Fidel y al Ché, la lucha egregia del pueblo cubano contra el imperialismo norteamericano, los míticos adelantos médicos y en las disciplinas deportivas, el paisaje isleño y las épicas aventuras eróticas de los turistas, son el

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alimento (melcocha) espiritual que, por ejemplo, sustenta moralmente a la pequeña burguesía y a la burguesía latinoamericanas en su lucha contra el imperialismo, proporcionándoles la fortaleza de ánimo necesaria para enfrentarlo. En todo este proceso reseñado hemos visto cómo los regímenes soviético, yugoslavo, albanés, chino y cubano y los partidos comunistas de todo el orbe, en correspondencia con las condiciones económicas y políticas que se vivían después de la segunda guerra mundial: la degeneración o el estancamiento del socialismo formal, la revolución de la pequeña burguesía agraria y urbana, el movimiento de las burguesías nacionales de los países neocoloniales y de menor desarrollo económico, la nueva etapa del capitalismo en los países desarrollados denominada “sociedad del bienestar”, etcétera, negaron rotundamente los principios del marxismo-leninismo que hasta entonces habían tenido vigencia plena y los suplantaron con un conjunto de tesis que en última instancia constituían una forma determinada de la ideología burguesa; lo característico es que a este cuerpo de ideas espurias continuaron dándole el nombre de marxismo-leninismo y lo declararon como un perfeccionamiento de su carácter revolucionario. Esta adulteración del marxismo-leninismo continuó existiendo hasta que se produjo, en 1989, el derrumbe del “socialismo real”; junto con el certificado de defunción de la forma degenerada del socialismo formal fue extendida, por una burguesía alborozada, la constancia de la muerte de la versión revisionista del marxismo-leninismo y, por extensión, de los principios verdaderamente revolucionarios, que para entonces habían sido completamente desplazados de la escena pública y mantenidos, por el revisionismo, en un estado de vida latente. La burguesía dio cristiana sepultura tanto a la adulteración del marxismo-leninismo como a su núcleo verdaderamente revolucionario, y en ese sepulcro olvidado yacen hasta nuestros días.

LA INTELECTUALIDAD PEQUEÑO BURGUESA RADICAL La intelectualidad pequeño burguesa radical ha sido siempre el semillero de militantes de los partidos comunistas; así sucedió desde la fundación del partido bolchevique hasta la formación de los partidos comunistas al cobijo de la IIIa. Internacional. Al iniciarse el proceso de mixtificación del marxismo-leninismo, muchos intelectuales pequeño burgueses advirtieron la verdadera naturaleza revi52

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sionista de los partidos comunistas y empezaron a buscar el camino de la reivindicación de los principios revolucionarios. Renegaron primeramente del revisionismo soviético y se refugiaron en el maoísmo; una vez que comprobaron la cualidad también revisionista de las teorías de Mao, se convirtieron al castrismo; cuando se hizo evidente la burda alteración del marxismo-leninismo que la teoría cubana de la revolución representaba, volvieron los ojos a quienes se decían los genuinos continuadores de Marx, Engels, Lenin y Stalin y promotores del más puro modelo del socialismo formal, el partido comunista albanés. Moviéndose en un círculo perverso, la intelectualidad pequeño burguesa recorría constantemente el siguiente movimiento: negaba su posición anterior por revisionista y anunciaba la formación ahora sí del verdadero partido o grupo revolucionario bajo los auspicios de la auténtica teoría revolucionaria; repudiaba ésta versión también por revisionista y proclamaba su adhesión a los genuinos principios de la revolución, encarnados por tal o cual corriente, y así sin solución de continuidad. Mientras tanto, la realidad permanecía intangible ante estas embestidas etéreas de la “razón pura”. En este juego execrable ha gastado su tiempo la intelectualidad pequeño burguesa desde la época de la consolidación del revisionismo moderno hasta los días que corren. Cuando a sus espaldas se gesta y materializa un poderoso movimiento social popular (pequeño burgués por definición), o un régimen de la pequeña burguesía radical que proclama la instauración del “socialismo”, etcétera, la intelectualidad pequeño burguesa se prosterna ante estas manifestaciones informes y contrahechas de los intereses y apetitos de la pequeña burguesía, a las que saluda como un prolegómeno de la revolución, y se adhiere a ellas incondicionalmente. En el momento histórico en que se produce el entronizamiento del socialismo real (décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado), la situación del movimiento y la teoría revolucionarios es la siguiente. El socialismo formal está en proceso de extinción y es rápidamente sustituido por un régimen semicapitalista al que se denomina “socialismo real”; el sistema de países socialistas, apenas iniciada su existencia como naciones en las que se ha implantado el socialismo formal, entran en un rápido proceso de degeneración que lleva a la restauración capitalista; los partidos comunistas de los países antiguamente socialistas se transforman, de directores de la construcción del socialismo, en promotores de la aniquilación de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y

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su transformación en propiedad grupal e individual; los partidos comunistas del mundo capitalista dejan de ser los abanderados de la revolución socialista en esos países y son ahora organizaciones políticas representativas de la pequeña y mediana burguesía; el movimiento obrero es sometido al control organizativo de la burguesía; los trabajadores son dotados de una ideología típicamente burguesa, basada íntegramente en el individualismo capitalista; la teoría revolucionaria ha sido desterrada por completo del ámbito social y en su lugar se ha formado una ideología específica, una variación de la ideología burguesa que sin embargo es llamada “marxismoleninismo”; la intelectualidad pequeño burguesa no tiene ya la calidad de depositaria de la teoría revolucionaria y se halla sujeta a un movimiento de vaivén infecundo entre las diversas revisiones del marxismo-leninismo; los países distintos de la Unión Soviética y de los de Europa oriental, que también se autonombraron socialistas, como China, Vietnam y Corea, son regímenes de la pequeña burguesía agraria que han colectivizado su agricultura y con base en ella han iniciado la creación de una industria nacional; la pequeña burguesía urbana no ha querido quedarse atrás en este devenir histórico y ha fundado también su propio reino, esa excrecencia ridícula y pretenciosa que fue llamado el “socialismo cubano”, cuya única base y contenido único es la colectivización de una agroindustria; por último, todos los nominados “movimientos populares” son acciones políticas de la pequeña burguesía. Por otra parte, el capitalismo ingresó en una etapa superior de su existencia en la que su dominio económico, político e ideológico adquiere una fuerza centuplicada.

LA NECESIDAD HISTÓRICA DE LA DEGENERACIÓN CAPITALISTA DEL SOCIALISMO FORMAL

Es imperioso hacer resaltar el carácter necesario de este resultado, dejando atrás todas las anécdotas que intentan explicar estos acontecimientos con debilidades o fortalezas, inteligencia o estupidez, agudeza o ingenuidad de los actores políticos (por ejemplo, atribuir el revisionismo soviético a la traición de Jruschov, o la caída del socialismo real a la estulticia de Gorbachov, etcétera), e intentar un serio análisis científico de las causas profundas que los ocasionaron, de la ineluctabilidad histórica que los produjo, de las leyes que los determinaron.

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El método científico del conocimiento por excelencia, utilizado por Marx y Engels en el desarrollo de su teoría, es el que Hegel plasmó en su Lógica.14 El ser determinado finito es él mismo y su otro. El otro exterior es lo que el ser determinado incorpora a sí, aquello que lo constituye como tal ser determinado. El otro es lo que el ser determinado debe ser y llega a ser necesariamente; es una variación suya en la cual se conserva como tal ser determinado. El otro es la esencia del ser determinado: es primero la esencia positiva o fundamento suyo y después deviene en la esencia negativa, esto es, en los elementos del otro ser determinado en que aquel se ha de transformar ineluctablemente. El ser determinado se constituye y desarrolla mediante un proceso de rellenamiento y variación constantes que determina su internamiento en sí mismo y la gestación de su esencia, primero positiva y luego negativa; en su primera acometida, la negatividad de la esencia produce la forma del nuevo ser determinado pero mantiene el contenido del anterior; al final, la esencia aparece con la forma de un nuevo ser determinado que conserva el contenido del anterior. El contenido del nuevo ser determinado (que es el mismo que el del ser determinado anterior) pasa a una fase superior de su existencia (mediante el rellenamiento y la variación) y anula la forma nueva y restaura la anterior; la negatividad de la esencia se exacerba y produce entonces el contenido y la forma que le corresponden al nuevo ser determinado; éste brota a la existencia completo, tanto por la forma como por el contenido. El ser determinado del régimen capitalista se forma y evoluciona hasta el punto de integrar un sistema de países cuya estructura y relaciones ya hemos analizado en anteriores parágrafos (países imperialistas, países capitalistas de menor desarrollo económico y colonias, mutua complementación y oposición). Los elementos de esta estructura tienen un avance desigual: en algunos de ellos el capitalismo ha adelantado hasta escalar altos niveles, en otros su crecimiento ha sido menor, ya sea por el freno que impone la aristocracia capitalista heredera directa de la aristocracia feudal o por circunstancias diversas, y en otros más está apenas en vías de su implantación. En todas las partes del sistema el capitalismo avanza por medio de variaciones que lo llevan a fases superiores de su ser determinado que al mismo tiempo son estaciones del desenvolvimiento de su esencia positiva; en los países más desarrollados la esencia positiva no despliega su potencial ne14

G. W. F. Hegel, Ciencia de la Lógica.

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gativo, sino que da paso a una variación en la que se confirma su naturaleza específica de ser determinado (capitalismo en una etapa superior de su existencia); en otra parte del sistema ese tránsito no se produce y la esencia positiva manifiesta su negatividad y ésta se exacerba hasta el punto en que genera la forma del nuevo ser determinado que sin embargo conserva un contenido capitalista, es decir, provoca una revolución proletaria que desemboca en el socialismo formal que mantiene un contenido capitalista. El capitalismo que coexiste con la aparición del socialismo formal tiene como fundamento la explotación del trabajo asalariado y la depauperación creciente de los trabajadores. Para Marx, la explotación y depauperación del proletariado consisten en la absorción de trabajo excedente de los obreros por el capitalista por medio de la producción maquinizada, cuya base es la esclavitud asalariada (relación trabajo-capital, que se efectúa a través del salario), y en la desposesión de todas las capacidades naturales-humanas de los trabajadores, las cuales se concentran en el capital, que es ahora la forma superior de la naturaleza humana de los proletarios, pero ajena a ellos y causante directa de su deshumanización. En el capítulo XV del primer tomo de El Capital,15 denominado “Cambio de magnitudes del precio de la fuerza de trabajo y de la plusvalía”, establece Marx las leyes que rigen las relaciones entre el valor de la fuerza de trabajo, su precio y la plusvalía, todo lo cual es determinante para las condiciones de vida de los trabajadores. En primer lugar, Marx define el valor de la fuerza de trabajo: es la cantidad de trabajo socialmente necesaria que se utiliza en la producción de los bienes que requiere el obrero para su subsistencia y reproducción. El concepto de valor de la fuerza de trabajo implica un conjunto de necesidades de los trabajadores que deben ser satisfechas para que ellos se encuentren en condiciones de proporcionar una determinada cantidad de plusvalía a los capitalistas, día a día, sin solución de continuidad. Estas necesidades de los trabajadores son una función del capital; su satisfacción es la condición indispensable para la producción de plusvalía y la acumulación de capital; lo característico es que el propio obrero es quien individualmente busca la satisfacción de esas necesidades con la finalidad de integrarse a sí mismo como un elemento del capital, como un individuo del régimen capitalista, como una persona. El régimen de la propiedad privada, al separar al indivi15 Carlos Marx, El Capital, tomo I, Capítulo XV, “Cambio de magnitudes del precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía”, pp. 434-443.

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duo de la colectividad, lo hace un propietario privado de su corporeidad; el régimen capitalista, como la forma superior de manifestarse la propiedad privada, lleva a su máxima expresión esta característica señalada. El obrero es un propietario privado de sí mismo; es una unidad independiente, autónoma y consciente de sí misma de determinadas facultades físicas y mentales y de ciertas necesidades que deben ser satisfechas para lograr su supervivencia y reproducción, pero que está separada de los medios para lograrlo, los cuales pertenecen al capital; es su voluntad, comandada por esa conciencia individual, la que lo conduce a relacionarse con el capital, poner en obra aquellas facultades y satisfacer sus necesidades; su conciencia y su voluntad están, por tanto, al servicio de su corporeidad, que se erige en un absoluto, en el centro del universo; el individuo que así se forma es tomado como el individuo típicamente humano, sus facultades y capacidades, que son una extensión del capital y negatorias de la naturaleza esencial humana, son consideradas como las facultades y capacidades verdaderamente humanas, sus necesidades, cuya satisfacción permite conservar y reproducir al individuo que es la negación de la naturaleza humana, son reputadas como las necesidades humanas por excelencia y, en general, la formación de tal individuo como el fin último de la historia. Esta individuación del trabajador es una premisa y un resultado necesario del proceso de producción capitalista cuando rige en él la condición expuesta por Marx, es decir, cuando el salario cubre el valor completo de la fuerza de trabajo. En seguida Marx realiza el estudio de los casos que son distintos del que consideró inicialmente en su argumentación. El primero de ellos es aquél en el cual el precio de la fuerza de trabajo es inferior al valor de la misma; la masa de medios de vida que pone en movimiento el capital variable es insuficiente para la restauración completa de la fuerza de trabajo y, además, también para su reproducción; el agotamiento de la fuerza de trabajo, la muerte prematura de los obreros, etcétera, son resultados necesarios de esa situación y todo deviene en una reducción dramática de la cantidad de plusvalía que se produce en el régimen capitalista. Inicialmente son los propios obreros los que se ponen en pie de lucha contra las atrocidades del capital; más tarde, ciertos sectores burgueses que también se han visto afectados por el desarrollo sin freno del capitalismo, por ejemplo aquellos que producen bienes de consumo obrero, agregan a sus reivindicaciones en contra de los otros sectores capitalistas las que surgen de la explotación despiadada a que son sometidos los trabajadores; por último, los movimientos revolucionarios de carácter socialista toman como

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base las reivindicaciones obreras que tienen como finalidad restaurar la capacidad productora de plusvalía de los trabajadores. Existen, por tanto, en la sociedad capitalista, dos tendencias perfectamente definidas, opuestas y que se implican mutuamente, una de las cuales lleva al precio de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, y otra que lo devuelve al punto en el que coinciden precio y valor e incluso lo conduce a un nivel más elevado que su valor. Otro de los casos analizados por Marx es aquél en el cual, en virtud del incremento de la productividad del trabajo que necesariamente se da en el régimen capitalista, sin variar la relación entre el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía, pero descendiendo aceleradamente el valor de aquélla (es decir, el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de los bienes de consumo obrero), aumenta la masa de bienes que se apropia el trabajador, al mismo tiempo que es mayor el volumen de bienes que mediante la plusvalía adquiere el capitalista; la propia naturaleza del régimen capitalista crea las condiciones para que un eventual mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores como apéndices del capital se produzca sin alterarse para nada la explotación capitalista, sin detenerse un ápice el proceso de depauperación de los obreros, sin disminuir, sino al contrario, aumentar la materia prima de la acumulación; aquí, como en el caso anterior, es la propia lucha de los obreros, la presión de determinados sectores de la burguesía y la acometida del movimiento revolucionario los que contrarrestan la tendencia natural del capital a hacer descender el precio de la fuerza de trabajo hacia el nivel de valor alcanzado gracias al progreso de la productividad del trabajo. Una vez que las nuevas superiores condiciones de vida de los trabajadores se generalizan y toman carta de naturaleza en la sociedad capitalista, entonces el valor de la fuerza de trabajo adquiere un nuevo nivel, más alto que aquél de donde partió, en virtud de que ahora son un volumen mayor de necesidades las que se satisfacen con el salario; precio y valor de la fuerza de trabajo coinciden de nuevo en un punto que es el de partida de un ciclo más. Uno más de los casos estudiados por Marx es el de la intensificación del trabajo; el valor de la fuerza de trabajo aumenta a causa del mayor desgaste de la misma ocasionado por el trabajo más intenso; el producto de valor extraordinario de la jornada de trabajo intensivo puede dividirse entre precio de la fuerza de trabajo y plusvalía en la misma proporción que el producto de valor original, con lo cual precio y valor de la fuerza de trabajo siguen coincidiendo; sin embargo, después de cierto límite, el desgaste de la fuer-

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za de trabajo entra en una pendiente descendente, de tal manera que el salario deja de ser conmensurable con el valor de aquélla y, lo que es más importante para el capital, la plusvalía producida se reduce peligrosamente; aquí entran en juego, para detener ese desgaste escandaloso de la fuerza de trabajo, las mismas fuerzas que en los casos anteriores, las cuales atacan el problema por dos vías: por un lado, reducen el ritmo de incremento de la intensificación del trabajo y, por otro, aumentan el precio de la fuerza de trabajo por arriba de su valor y de esa manera ceban al obrero para que su rendimiento de trabajo excedente no se vea entorpecido por el mayor desgaste de la fuerza de trabajo inherente a la intensificación del trabajo y ésta pueda llegar al límite superior que le fija el nivel tecnológico existente; al final, cuando el precio mayor de la fuerza de trabajo tenga un carácter general, se habrá elevado el valor de la misma, siendo ambos equivalentes, y guardarán una situación de equilibrio con la intensidad del trabajo y la tecnología prevalecientes. En todos estos casos estudiados, que son otras tantas fases del desarrollo capitalista, es el fundamento el obrero individualizado; la individuación del trabajador en el régimen capitalista es la continuación y remate del proceso de desgajamiento del individuo respecto de la colectividad iniciado al tiempo de la desintegración de la comunidad primitiva. Las capacidades físicas y mentales individualizadas y en su carácter de extensiones del capital, las necesidades individuales sustantivadas y absolutizadas que son una función del capital, la conciencia y la voluntad individuales que están al servicio de aquellas capacidades y necesidades, todas estas características de los obreros asalariados son conservadas, desarrolladas, magnificadas y exacerbadas en el proceso de producción capitalista, ya sea cuando reduce su nivel de vida por debajo del límite de la supervivencia física, ya cuando lo eleva sustancialmente por encima de esa frontera; el resultado necesario del desenvolvimiento del régimen capitalista es el obrero con una corporeidad, una conciencia y una voluntad capitalistas. El fundamento del régimen capitalista es el trabajador con determinadas capacidades y necesidades individuales; el capital pone a unas en obra en el trabajo productivo como medio para valorizarse y a las otras las satisface a través del salario con la finalidad de reproducir la fuerza de trabajo; éste es el contenido del régimen capitalista y su forma es la propiedad privada capitalista sobre los medios e instrumentos de producción. Tal es también la naturaleza del capitalismo en la etapa en que coexiste con la primera aparición del socialismo (socialismo formal).

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En los conceptos de Marx tuvimos la oportunidad de conocer los extremos del contenido del régimen capitalista, desde el estado en que el capital restringe a niveles cercanos a su aniquilación física la reproducción de la fuerza de trabajo, pasando por el de la mezquina satisfacción de sus necesidades elementales, hasta llegar al de su satisfacción en cualquier medida superior a ese mínimo vital. Estos estados se presentan alternada y simultáneamente, ya sea en diversas épocas históricas del capital o en las distintas ramas de la economía capitalista, y se engendran y niegan mutuamente; su existencia es el resultado de la lucha entre las clases que basan su proceso de acumulación en la vulneración sin medida de la fuerza de trabajo (salarios bajísimos, extensión inmoderada de la jornada, descarnada esclavitud laboral, trabajo infantil y femenil, etcétera) y aquellas cuya supervivencia y progreso requieren en alguna medida de una clase obrera satisfecha, que reproduzca convenientemente su fuerza de trabajo y, en algunos casos (la burguesía que produce medios de consumo y la propia clase obrera), que extienda más allá de ese punto medio el nivel de necesidades de los trabajadores y su respectiva satisfacción. Encontramos, así, períodos históricos en los que prevalece la primera tendencia y la clase obrera se acerca peligrosamente a su extinción física; actúan entonces las fuerzas compensatorias que llevan la situación de los trabajadores al punto medio y, eventualmente, hasta el extremo contrario, el cual se establece como un estado que se mantiene por un cierto tiempo, hasta que aquella es atraída hacia el lado opuesto. Los diversos sectores de la economía capitalista se hallan también sucesiva y simultáneamente en estos estados y podemos apreciar ciertas ramas en las que las condiciones de vida y de trabajo de los obreros son literalmente miserables, otras en las que sus ingresos bastan para mantenerlos con vida como la parte variable del capital que produce plusvalía y unas más en las que las necesidades de los trabajadores se satisfacen en una medida superior. También aquí se trata de una relación por la cual la tendencia depredatoria y la orientación compensatoria del capital respecto de la fuerza de trabajo se implican mutuamente y llevan a los trabajadores de uno a otro extremo. El capitalismo que coexiste con su primera negación radical es una variación de su ser determinado, cuyo contenido se mueve entre las posiciones señaladas. En este desplazamiento, la naturaleza de las necesidades y su satisfacción, cualquiera que sea su grado, conservan y confirman su carácter capitalista, pertenecientes al individuo absolutizado, negación total éste de la naturaleza humana de los trabajadores; la satisfacción en una medida su-

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perior de necesidades más elevadas, cuando se da el caso, deja subsistente la condición de los trabajadores como individuos dotados de una corporeidad y una conciencia capitalistas, como en párrafos anteriores dejamos establecido, y sujetos a un proceso de depauperación creciente que se caracteriza por la negación rotunda de su naturaleza humana, por la degeneración y descomposición de las características biológicas y sociales de la especie. El movimiento comunista en los países capitalistas de esta época tiene como propósito establecer el socialismo, que aquí posee la connotación fundamental de la abolición de la propiedad privada capitalista mediante la colectivización de los medios e instrumentos de producción y de la satisfacción individual de necesidades individuales para lograr el bienestar creciente de los trabajadores. El socialismo que se instaura en Rusia tiene precisamente esta misma naturaleza: por la forma, un régimen de propiedad y producción colectivas, y por el contenido, una organización social que tiene por objeto al individuo trabajador dotado de una ideología de propietario de sí mismo, quien debe satisfacer en forma individual necesidades igualmente individuales. La necesidad es individual porque la medida de la misma es el individuo autónomo y absoluto, no la colectividad; y la satisfacción es también individual porque es el individuo, y no la colectividad, quien la determina. El proletariado ruso venía de una realidad en la que la explotación y esclavitud capitalistas habían alcanzado niveles altísimos, de una violencia inusitada, y lo amenazaban seriamente con su extinción física. Estas miserables condiciones de vida empujaban necesariamente a los trabajadores rusos a luchar por el mejoramiento de su situación; sin embargo, en el capitalismo ruso se había cerrado el camino de la variación hacia un estado en el que los trabajadores pudieran tener un progreso en la satisfacción de sus necesidades pues ese régimen se había estacionado en un estado de agresión abierta a los obreros. La única vía que podían transitar los trabajadores rusos para evitar su aniquilación total era la de una guerra frontal en contra de los capitalistas con el fin de despojarlos del poder político, desposeerlos de los medios e instrumentos de producción, transformar éstos en una unidad de propiedad colectiva bajo el control del estado obrero, continuar con la socialización de la producción iniciada en el régimen anterior y dar principio al proceso de reconstitución y desarrollo progresivo de la fuerza de trabajo (satisfacción individual de sus necesidades individuales) hasta alcanzar el nivel de la máxima prosperidad.

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Antes y después de la revolución existía una clase obrera formada por individualidades capitalistas exaltadas, en un caso en contrapartida a su represión violenta y en el otro debido a su libre desenvolvimiento. La ley general que obtuvimos de la Lógica de Hegel nos dice que el paso de un ser determinado al otro que tiene en sí mismo como esencia se da necesariamente en dos fases. En la primera, la negatividad de la esencia produce inicialmente la forma del nuevo ser determinado, pero conserva el contenido de la anterior; en la segunda, después de que la forma del nuevo ser determinado es desintegrada y la forma anterior restaurada, la esencia excita su negatividad y produce los elementos formales y materiales, forma y contenido, del nuevo ser determinado. Esta ley universal descubierta por Hegel se aplica exactamente al proceso que estamos estudiando de la primera aparición del socialismo como esencia negativa del régimen capitalista. La negatividad de la esencia del capitalismo no actúa en toda la extensión necesaria para producir los elementos formales y materiales del socialismo porque aquel régimen aún tiene fases que recorrer en su variación como ser determinado original hasta agotar todas las posibilidades de desarrollo de las capacidades y necesidades individuales de los trabajadores y, por tanto, para que éstas adquieran su más alta negatividad (adelantando la argumentación, diremos que debe llegar al punto de la absoluta prostitución de las capacidades y necesidades del individuo trabajador, a la total absolutización del individuo, lo que sólo se logra en la sociedad del capitalismo de consumo). Debido a esto, la negatividad de la esencia únicamente puede, en las circunstancias especiales del capitalismo ruso y las condiciones internacionales de su existencia, desembocar en un socialismo formal (propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y trabajo colectivo) que conserva el contenido capitalista del régimen anterior (el individuo con una corporeidad y conciencia capitalistas, el trabajador propietario privado de sí mismo). El socialismo formal que se estableció en Rusia en 1917 tenía su negación en sí mismo. La forma y el contenido del socialismo soviético son los extremos de una contradicción. En su primera fase de existencia ambos se engendran mutuamente: el fortalecimiento de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y del trabajo colectivo implican el desarrollo de las capacidades y necesidades individuales de los trabajadores, y viceversa. Después se niegan recíprocamente: la propiedad colectiva es un freno para el desenvolvimiento del individuo capitalista y el desarrollo de éste obstacu-

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liza el de la propiedad colectiva. La batalla es ganada por el individuo capitalista que, bastión tras bastión, derrota a la propiedad colectiva, la aniquila y establece en su lugar la propiedad por grupos y la pequeña propiedad privada capitalista. Como vemos, la regresión del socialismo soviético hacia el capitalismo no es el resultado de errores personales, mala fe, estulticia, etcétera de los dirigentes políticos, ni de insuficiencias, tergiversaciones y revisiones de la teoría revolucionaria o confabulaciones de las potencias capitalistas, sino de la ineluctable necesidad histórica, de una férrea ley que rige el paso del ser determinado que es el capitalismo a su esencia negativa que es el socialismo. Por el contrario, este proceso fatal determina por completo la actuación de los dirigentes políticos y sus carencias y desviaciones teóricas e ideológicas. Ya hicimos notar en páginas anteriores que la limitación de la teoría revolucionaria consiste en que tiene como su base un concepto insuficiente de la naturaleza humana. La doctrina clásica del marxismo expresa la tesis de que en el capitalismo el trabajador es despojado de su naturaleza humana y al mismo tiempo se producen en ese mismo régimen, en una forma más alta, los elementos para su reapropiación. El partido y la clase revolucionarios son los que, por medio de la revolución socialista, hacen surgir esa naturaleza humana esencial, la consolidan en el régimen socialista y concluyen su formación en el comunismo. El concepto de naturaleza humana esencial que la teoría revolucionaria adopta como suya está determinado en su totalidad por la fase específica que vive el capitalismo. Durante el período histórico que abarca desde su nacimiento hasta la década del setenta del siglo pasado, el capitalismo centra su acción en la absorción de trabajo obrero excedente por los métodos tradicionales; el consumo de los trabajadores tiene aquí la connotación de un medio para reproducir la fuerza de trabajo, fuente de la plusvalía, y sus extremos son, como ya lo hemos visto, la miseria más terrible y la satisfacción de necesidades más altas en una medida mayor, que es el punto de apoyo para un incremento de la exacción de plusvalía; el consumo está sujeto por una parte a estos límites y por otra a la demanda de artículos de consumo necesario y de lujo de la burguesía y la pequeña burguesía, pero no tiene autonomía, su existencia está subordinada a las necesidades de acumulación de otras ramas industriales. La teoría revolucionaria descubre en el régimen capitalista el proceso de socialización de la producción que tiende a formar una sola unidad produc-

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tiva global, aunque por el momento aparezca fraccionada en propiedades privadas gigantescas, y determina la creciente abstracción del trabajo que cada vez más funciona como trabajo colectivo, si bien los trabajadores están dotados de una individualidad que repele esa colectividad; encuentra también que en la satisfacción de sus necesidades los trabajadores están sujetos a los movimientos despóticos del capital, que aún en el caso de una satisfacción de necesidades más altas y en una medida mayor, vulneran drásticamente su individualidad; igualmente percibe que los trabajadores sufren una acelerada depauperación que se caracteriza por la anulación de sus características sociales humanas (la propiedad y el trabajo colectivos) y un desgaste inmoderado y la degeneración de las cualidades biológicas de la especie. La esencia negativa del régimen capitalista es la constitución de una forma más alta de la naturaleza humana que integra una unidad productiva global, un obrero colectivo y una suma de individuos cuyas necesidades como tales individuos son satisfechas plenamente y sin estar sujetas a las imposiciones del capital, sino de una manera autónoma y racional. Para lograr la formación definitiva de esta nueva más alta naturaleza humana esencial, el proletariado debe realizar una revolución que al triunfo establezca la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción por medio de la abolición de la propiedad privada capitalista, constituya el obrero colectivo a través de la aniquilación de la individualidad de los trabajadores en el proceso productivo y libere la satisfacción de las necesidades individuales de la opresión del capital. En esta fase del capitalismo no se presentan aún los elementos de una forma superior de la explotación de los trabajadores que pueda ser considerada por los teóricos de la revolución; por lo tanto, su concepto del capitalismo y del proceso revolucionario no puede ir más allá de estos límites; su pensamiento y su acción únicamente pueden traducirse en la implantación del socialismo formal, esto es, de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y la liberación de la satisfacción individual de las necesidades individuales. Ahora resaltan con toda nitidez los alcances de la posición del partido comunista albanés, la cual no podía ir más allá de las fronteras que el mismo régimen capitalista le imponía. La reivindicación de los más puros principios del marxismo leninismo únicamente significaría, en caso de que hubieran podido ponerse en práctica, llevar hacia adelante el socialismo formal, perfeccionándolo donde ya existiera y estableciéndolo en el resto

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del mundo, lo cual cultivaría en una medida monstruosa el otro que este régimen lleva en su interior, es decir, la restauración capitalista. De todas maneras, la regresión al capitalismo en los países del socialismo formal y la alineación de todos los partidos comunistas, que representaban los intereses de la burguesía y la pequeña burguesía, a los dictados ideológicos de Moscú, constituían un triunfo del contenido capitalista sobre la forma socialista, es decir, implicaban la aniquilación definitiva de ésta, por lo que su restauración y expansión eran prácticamente imposibles. Así nos explicamos la infructuosa actividad de los grupos pro-albaneses, los cuales aún hoy en día están inmersos en un inacabable proceso que empieza con la fundación del verdadero partido comunista en torno a los principios clásicos del marxismo-leninismo y termina siempre con el estrepitoso fracaso debido a “factores humanos”; aquí es el punto en donde el ciclo se reinicia con la formación del “ahora sí” verdadero partido revolucionario de la clase obrera, y así hasta la consumación de los siglos. En lo que antecede se ha determinado la necesidad histórica del establecimiento del socialismo formal como la primera aparición de la esencia negativa del régimen capitalista internacional; de la misma manera ha sido suficientemente ilustrada la ley objetiva que preside la regresión del socialismo formal al capitalismo. También se ha dejado en claro que con la anulación del socialismo formal termina una fase específica del régimen capitalista y se inicia otra en la cual los elementos de su esencia adquirirán su negatividad extrema y producirán necesariamente la forma y el contenido del socialismo integral, enterrador definitivo del capitalismo. Al término de este primer período de existencia del capitalismo, la teoría revolucionaria, el marxismo-leninismo, motor intelectual de la instauración del socialismo formal, al tiempo que éste era derrotado en toda la línea y prácticamente aniquilado, deja de tener una base práctica de sustentación, pierde todo soporte social y es desechado y sustituido por una ideología de filiación burguesa. El capitalismo en la nueva fase de su existencia tiene las características fundamentales que lo distinguen como tal, las cuales fueron descubiertas y expuestas detalladamente por Marx, Engels, Lenin y Stalin; en este estado superior de su ser determinado, el capitalismo lleva a su punto más alto su naturaleza esencial, en el que extiende la explotación capitalista hasta la órbita del consumo y produce los elementos de la más completa configuración del otro que contiene, el cual, además de la colectivización de la producción y la anulación

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de la individualidad de los trabajadores en el proceso productivo, comprende también la total abolición del individuo en el consumo, la colectivización de la vida privada, la eliminación absoluta de la individualidad capitalista. El paso del capitalismo desde ésta la más reciente etapa de su existencia al socialismo integral deberá estar guiada por una teoría revolucionaria. Esta tendrá como su núcleo al marxismo-leninismo en lo que concierne a las determinaciones fundamentales del capitalismo que se continúan de una a la otra fase, al que se le agregarán los resultados de un desarrollo creador que incluya la extensión mencionada de la explotación capitalista y los elementos de la plena conformación del socialismo integral. El capitalismo de esta última etapa genera también necesariamente una intelectualidad pequeño burguesa ávida de encontrar la teoría que le permita constituirse en la vanguardia del proletariado en su lucha para la instauración del socialismo. El propio enardecimiento de la negatividad de la esencia del régimen capitalista conducirá por fuerza a estos elementos a la conciencia de la necesidad de restaurar los principios fundamentales del marxismo-leninismo discriminándolos de sus adherencias revisionistas y, lo que es más importante, desarrollándolos creadoramente mediante la incorporación de los análisis científicos, marxistas, en los que el empleo del método cognoscitivo hegeliano será imprescindible, de las determinaciones más modernas del régimen capitalista.

ESTABLECIMIENTO DE LA “SOCIEDAD DEL BIENESTAR” Hemos adelantado la conclusión de que al término de la segunda guerra mundial conquistó el poder el sector II del capitalismo internacional, cuyo núcleo esencial estaba formado por la burguesía industrial, principalmente la productora de bienes de consumo. Desde el puesto de mando logrado, la burguesía del sector II inicia un proceso de encauzamiento de recursos hacia sus industrias, en forma preponderante hacia las que producen bienes de consumo; se origina, por tanto, un crecimiento acelerado de las mismas. El mercado de bienes de consumo se abarrota de mercancías que deben ser vendidas. Una primera vía de desfogue de esa plétora de bienes de consumo es el capital variable (salarios) que las industrias que los producen lanzan a la

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circulación; otra más la constituye el incremento en el salario y otras prestaciones que los obreros obtienen como resultado de su lucha económicopolítica que ha sido promovida y apoyada por el sector II de la economía internacional; una última es aquella que nutre la plusvalía que se gasta como renta de los mismos capitalistas del sector II. El único consumo que tiene aquí una connotación especial es el que se origina en el incremento del nivel salarial y de prestaciones de los trabajadores; cuando se rebasa la simple restitución de su capacidad productiva, entonces los obreros son cebados como los animales para que rindan un trabajo de mayor extensión e intensidad. De esta manera, aumenta el volumen de la plusvalía que se apropian los capitalistas. Este consumo tiene un efecto profundo sobre la fisiología de los trabajadores; los órganos y procesos orgánicos por los cuales se asimilan los bienes son puestos a funcionar mucho más allá de sus límites naturales-humanos, con lo que se acelera el proceso preexistente de su descomposición y desgaste excesivo. Por otro lado, el fortalecimiento de la constitución física de los trabajadores y el mejoramiento en sus condiciones de vida que trae consigo el incremento del consumo son punto de apoyo para un avance mayúsculo de la extensión e intensificación del trabajo en el proceso productivo capitalista, lo que a fin de cuentas resulta en un incremento sustancial del desgaste, descomposición y degeneración de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, en un poderoso impulso a la anulación de su naturaleza humana. La acumulación continúa creciendo a pasos agigantados en el sector II de la economía internacional nutrida por el aumento del monto de la plusvalía que en esas industrias se produce y la realización de la misma a través del crecimiento del consumo. Se establece así, en los países capitalistas desarrollados, la llamada “sociedad del bienestar”. La constitución y consolidación de la denominada por sus apologistas “sociedad del bienestar” se produce en el período comprendido entre la terminación de la segunda guerra mundial y la década de los ochenta del siglo XX.

NACIMIENTO DEL CAPITALISMO DE CONSUMO A partir de aquí, la industria productora de bienes de consumo tiene una transformación radical. Empieza su desarrollo desenfrenado.

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El volumen de mercancías que produce, y a las cuales debe darles salida, aumenta exponencialmente y aún así le queda una gran capacidad financiera que pugna por aplicarse a la ampliación de sus instalaciones o al desarrollo de nuevas ramas productivas. Para lograr la realización de esa ingente cantidad de bienes de consumo y la apertura del mercado para su capacidad productiva potencial, primero tiene que desarrollar algunos sectores estratégicos. Constituye, como ramas específicas de su sector, las industrias de investigación y desarrollo de productos, del mercadeo (mercadotecnia) y de la publicidad, cuya finalidad es ampliar en una gran medida la diversidad de los bienes de consumo, presentarlos persuasivamente a los consumidores y establecer los canales para su venta. Igualmente, crea nuevas ramas productivas o desarrolla otras que en la fase anterior vegetaban perdidas en el interior del aparato productivo. Tal es el caso de las industrias del entretenimiento, arte, cultura, alcohol, drogas, turismo, belleza, sexo, pornografía, prostitución, moda, deporte, salud, educación, comunicación, información, etcétera, las cuales proporcionan una amplísima variedad y una enorme cantidad de bienes y servicios de consumo. Da un gran impulso a las ramas tradicionales de la industria productora de bienes duraderos y no duraderos de consumo, tales como las de alimentos, electrodomésticos, artículos electrónicos, automóviles, viviendas, etcétera. También se forma una rama específica de la banca que se dedica al financiamiento del consumo masivo, a la par que el mismo capital comercial incursiona en el terreno del crédito al consumo de sus mercancías. Por otra parte, en las industrias productoras de medios de producción y de tecnología se imponen una profunda transformación para adaptarlas a las necesidades imperiosas de las industrias productoras de bienes de consumo y la conversión de la investigación tecnológica y científica en toda una industria, la industria del conocimiento.

LA SOCIEDAD DE CONSUMO Y EL INDIVIDUO TRABAJADOR El destinatario de esta gran evolución de la industria productora de bienes de consumo es el individuo trabajador-consumidor. En el régimen de la propiedad privada se da necesariamente el proceso de constitución, desenvolvimiento y apoteosis en el capitalismo, del individuo

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que es la negación de la naturaleza colectiva de la especie y, por tanto, de la esencia natural del hombre.16 En la fase superior del régimen capitalista el trabajador ha adquirido la propiedad privada plena sobre sí mismo. Con este carácter se enfrenta al voluminoso mundo de bienes y servicios que el moderno capitalismo de consumo le pone delante. En primera instancia, los trabajadores, acuciados por ese enorme cúmulo de satisfactores, llevan hasta sus últimas consecuencias las transformaciones que en su fisiología y en su psique produce la propiedad privada; el trabajador, excitado por esa monstruosa acumulación de cosas, procede, bajo su propia dirección, a manipular su sensoreidad para desarrollar nuevos procesos orgánicos —fisiológicos y psíquicos— (necesidades y su satisfacción) que correspondan a la plétora de bienes que la sociedad de consumo seductoramente le presenta. Estas nuevas necesidades tienen las siguientes características específicas: — En ellas se ha sustituido definitivamente el mecanismo insatisfacciónsatisfacción, que primitivamente funcionaba para la integración de la corporeidad del individuo mediante la satisfacción de sus necesidades, por el de displacer-placer. La necesidad no tiene ya ningún nexo con la constitución, conservación o reconstitución biológica del individuo, pues sólo es un medio para desarrollar una sensación exacerbada de insatisfacción que debe ser aplacada con una sensación exacerbada de placer que se obtiene con la asimilación del objeto. — Las sensaciones exacerbadas de insatisfacción y satisfacción traen consigo el funcionamiento desmandado de los procesos sensoriales y psíquicos implicados y, por tanto, el desgaste acelerado de los mismos y de los órganos en los que residen. — Esa actividad desbordada y el rápido deterioro de los procesos orgánicos y los órganos involucrados se traducen necesariamente en su descomposición irreversible. — La integración armónica de órganos y procesos se trueca en el descoyuntamiento de los mismos, lo que resulta en un monstruoso desarrollo autónomo de sus elementos. — La sociedad de consumo ofrece una variedad y una cantidad inagotables de satisfactores, por lo que en el individuo consumidor se genera una multitud de situaciones de insatisfacción exasperada, las que a fin de cuentas integran una sola sensación magnificada de insatisfacción (displacer) 16

Ver: Gabriel Robledo Esparza, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada.

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que crece desmesuradamente, tanto con su parcial aplacamiento por la satisfacción de una necesidad aislada, lo que sólo es el punto de apoyo para una necesidad mayor, como por la imposibilidad de satisfacer una, varias, o una gran parte de las necesidades. La sociedad de consumo ofrece la posibilidad de que una gran cantidad de las mercancías que produce sean consumidas por el individuo; éste ejerce, por tanto, una infinidad de acciones de satisfacción enardecida por las cuales asimila los objetos exteriores. Las acciones mencionadas se consolidan en una sola situación interminable de satisfacción exaltada, de goce placentero. Cada satisfacción placentera trae consigo un embotamiento de la sensoreidad del individuo, por lo que exige una exacerbación mayor de la sensación de insatisfacción y una satisfacción que proporcione un placer redoblado. Y así sucesivamente. El individuo de la sociedad capitalista vive en una situación permanente de insatisfacción y satisfacción crecientemente exacerbadas (displacerplacer) que proporciona un gigantesco impulso al desgaste y descomposición de su organismo. El mundo de los bienes de consumo tiene una naturaleza francamente libidinal, lo mismo que los individuos que los consumen. El consumo es, en la fase superior de la sociedad capitalista, un tipo de orgasmo colectivo sin solución de continuidad, el clímax de una excitación displacentera igualmente permanente. El desgaste, deterioro, alteración y descomposición de los procesos orgánicos y órganos que intervienen en la satisfacción de las necesidades que crea la sociedad de consumo llevan a su culminación el movimiento de la propiedad privada por el que se produce la anulación de las características biológicas de la especie y con ello la de la esencia natural del hombre. Este mecanismo descrito se establece como el modo general a través del cual se satisfacen todas las necesidades de los individuos en la sociedad capitalista moderna, incluidas las necesidades elementales por medio de las que se conserva y reconstituye la corporeidad de los trabajadores. Esto quiere decir que los obreros que se encuentran en los niveles salariales más bajos y los que forman el ejército industrial de reserva, así como los grupos sociales marginales—los migrantes y las minorías étnicas en los países desarrollados, los indios americanos, las tribus africanas, etcétera—, están sujetos, aún en la satisfacción de sus reducidísimas y toscas necesidades, al engranaje de ese dispositivo

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destructor de la naturaleza humana que es la forma específica desarrollada por la sociedad de consumo de determinación y satisfacción de las necesidades individuales. En lo que antecede hemos considerado la relación existente entre el mundo de bienes de consumo que incita el deseo de los trabajadores y el mecanismo de colmar la necesidad inducida, el cual se basa en la exacerbación de las sensaciones correspondientes de satisfacción e insatisfacción. Pudimos apreciar las funciones que desempeñan la burguesía y el proletariado: aquella aguijonea el apetito de los trabajadores y éstos especulan con sus procesos orgánicos para excitar su sensoreidad. Cuando esta relación llega a su apogeo, engendra otra que tiene un contenido más radical. El régimen capitalista ofrece como bienes de consumo y los individuos trabajadores las asimilan como tales, sustancias que producen directamente, en el sistema nervioso, mediante reacciones bioquímicas, las exacerbadas sensaciones de satisfacción e insatisfacción. Lo característico es que esas sustancias (alcohol, nicotina, morfina, cocaína, opio, anfetamina o speed, seudoefedrina, éxtasis, cánnabis (marihuana y hashish), inhalantes, etcétera) no impresionan primero, como los otros bienes de consumo, ni los sentidos ni la psique de los sujetos, sino que actúan inmediatamente, como tales sustancias, en los centros nerviosos, en donde provocan la excitación de las sensaciones. Es evidente que esta forma superior del consumo se traduce necesariamente en un mayor y más decisivo desgaste de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, en una aniquilación más contundente de su naturaleza humana. Existe una relación necesaria de mutuo engendramiento entre ambas formas del consumo. El consumo masivo de bienes y servicios lleva necesariamente al consumo masivo de narcóticos, y éste es, por su parte, soporte, apoyo y generador del consumo masivo de mercancías. La producción y comercialización de los narcóticos, el narcotráfico, es una rama necesaria y legítima del régimen capitalista moderno.

EL CAPITALISMO DE CONSUMO Y LA ESCLAVITUD ASALARIADA El capitalismo de consumo somete a los trabajadores a una forma de esclavitud que se añade a la esclavitud originaria por la cual los obreros están

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sujetos con cadenas indestructibles al capital porque para poder vivir tienen forzosamente que vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. La sujeción a que somete el capitalismo de consumo a los trabajadores tiene dos aspectos. En el primero de ellos se trata de la acción por la cual los capitalistas y su cohorte de ideólogos, artistas, propagandistas, publicistas, diseñadores, etcétera, presentan a los trabajadores las mercancías de consumo con una carga abrumadoramente libidinal (no necesariamente erótica), que suscita en ellos un deseo enardecido de consumirlas, una compulsión absolutamente incontrolable. Para satisfacer esa exaltada necesidad deben vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, pues sólo así obtendrán los medios necesarios para adquirir los bienes que apaciguarán su excitada sensoreidad. En el segundo aspecto, el capital bancario y el capital comercial crean una nueva rama de negocios que tiene por objeto financiar el consumo de los trabajadores, el crédito al consumo. El adelanto de medios de pago a los obreros para que se procuren un sinfín de satisfactores, por un lado constituye una atadura de por vida del trabajador al capital bancario y comercial (en la reciente crisis financiera internacional se puso al desnudo que, por ejemplo en Estados Unidos, los bancos concedieron créditos hipotecarios a pagar hasta en 40 años, con lo cual del inmueble únicamente se transmite en realidad un usufructo precario y la propiedad sólo excepcionalmente, cuando el trabajador, ya en edad provecta, termina de hacer sus pagos) y por otro, representa un reforzamiento de la sumisión originaria que ejerce el capital en el proceso productivo, pues el trabajador, para cumplir con los inagotables compromisos que asume con la banca y el comercio, no tiene más opciones que trabajar continuamente para los capitalistas y obtener más ingresos mediante la extensión y la intensificación del trabajo, lo que a su vez hace aumentar la plusvalía que los obreros producen y que el capital se apropia sin retribución; igualmente, la extensión e intensificación del trabajo que esta situación trae consigo tiene como efecto un incremento en gran medida de la depauperación de los trabajadores. El capital bancario y el capital comercial, en esta su nueva faceta, perfeccionan hasta el virtuosismo una doble actitud: por un lado, halagan persuasivamente al individuo trabajador para lograr que se incorpore a la “modernidad” mediante la adquisición indiscriminada de múltiples créditos al consumo, y por el otro, lo someten a vejaciones, abusos, hostigamiento, molestias, violencia moral, cargos por moratoria y por gastos de cobranza, etcétera, con el fin de obligarlo a hacer sus pagos oportunamente y, por

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último, cuando, lo que es muy común, no puede seguir cubriéndolos, lo despojan sin contemplaciones del bien objeto del crédito y de la parte de su patrimonio que sea suficiente para saldar una deuda que para entonces ya ha alcanzado montos colosales. Los trabajadores se ven entonces sujetos a los efectos devastadores en sus cuerpos y sus mentes de dos sentimientos contradictorios: por un lado, la euforia que el consumo facilitado por el crédito les provoca, y por el otro, la angustia que los aflige ante el peligro que sobre ellos se cierne de ser despojados de su patrimonio si no se realizan los pagos pactados y la severa depresión en que se hunden cuando esa amenaza se cumple.

LA EXPLOTACIÓN DEL TRABAJADOR EN EL CAPITALISMO DE CONSUMO La explotación del trabajador completa, en la sociedad capitalista de consumo, la totalidad de su naturaleza. Es, en primera instancia, la explotación que realiza el capital productivo en el proceso capitalista de producción y que se caracteriza por la absorción de trabajo excedente de los obreros por el capital; es, en segundo término, la que efectúan el capital comercial y el capital bancario a través de la realización masiva de los bienes de consumo y que en los parágrafos anteriores acabamos de detallar. El consumo es, en la moderna sociedad capitalista, el eslabón que cierra constrictivamente la cadena de la explotación de los trabajadores por el capital. En el proceso productivo, a través de las formas de producción de plusvalía (absoluta y relativa) y de la acumulación de capital, y en el consumo masivo, por medio de la exacerbación de las necesidades individuales, la depauperación de los trabajadores se sitúa en su nivel más alto que consiste en el desgaste desmedido y la descomposición absoluta de todos sus órganos y procesos orgánicos, la disolución definitiva de la colectividad y el establecimiento categórico del individuo como propietario privado de sí mismo; esto es, la miseria que se caracteriza por la absoluta anulación de la naturaleza esencial de la especie humana. La producción y el consumo se engendran mutuamente; en esta recíproca procreación dan lugar a un progresivo y acelerado agravamiento de la depauperación de los trabajadores.

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EL CAPITALISMO DE CONSUMO Y LA PRODUCCIÓN DE MERCANCÍAS Los bienes y servicios de consumo que se producen en la sociedad capitalista moderna son mercancías; con ese carácter, poseen todas las características generales que Marx descubrió mediante el análisis que de ellas hizo en el primer tomo de El Capital.17 En su inmensa mayoría son producto de la actividad desarrollada por trabajadores asalariados al servicio de empresarios capitalistas, es decir, el resultado de procesos de producción capitalistas. Son, por tanto, sustantivaciones de fuerza de trabajo extraída a los obreros en la actividad productiva que tiene como núcleo fundamental la anulación de las características humanas de los trabajadores; esa sustantivación de valor que les es ajena y causa de su deshumanización, al ser empleada como medio de consumo es, también, en ese carácter, agente de la anulación de la esencia natural-humana de los obreros. Por lo que hace al consumo, no hay una diferencia fundamental entre bienes y servicios; ambas formas que adoptan las mercancías en el régimen capitalista tienen las características esenciales que ya hemos puesto de relieve en todo lo anterior.

LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA EN EL CAPITALISMO DE CONSUMO La maquinización de la producción La producción de las mercancías de consumo se realiza en su totalidad con métodos capitalistas. Las formas capitalistas de producción, dentro de las cuales se producen también los bienes y servicios de consumo, han tenido en la sociedad de consumo, en general, un desarrollo ascendente, tanto en su carácter de formas de aniquilación de la naturaleza humana de los trabajadores como en el de progenitoras de los elementos de la reapropiación de esa naturaleza sobre la alta base de la socialización de la producción. La racionalización y maquinización de la producción han ido en aumento.

Ver: Robledo Esparza, Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, tomo II, segunda parte, “La esencia de la teoría marxista del valor”.

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La cibernética La cibernética, disciplina que en los últimos 20 años ha tenido un impresionante desarrollo, reconoce como su núcleo esencial el análisis exhaustivo de los sistemas y los mecanismos productivos, en el que ha obtenido los siguientes resultados: a) En primer lugar, ha permitido que la vigilancia, el control, la comunicación y la retroalimentación de los sistemas y mecanismos que todavía se realizan manualmente por los trabajadores se puedan ejecutar con una mayor racionalidad, coordinación, organización y velocidad y que, por ende, tengan una productividad más alta; b) en segundo término, ha sido la base para un perfeccionamiento de los sistemas y los mecanismos existentes, con lo cual dota a sus procesos de una productividad más elevada; c) en tercer lugar, ha sido el punto de apoyo para el desarrollo de nuevos sistemas y mecanismos que incorporan los principios cibernéticos más adelantados de control, retroalimentación, racionalidad, comunicación, coordinación y organización y que son por tanto mucho más productivos; d) y en último lugar, pero de la mayor importancia, ha sido el acicate fundamental para la maquinización de las funciones de racionalización, coordinación, comunicación, organización, vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas y mecanismos, es decir, para la invención y desarrollo de la máquina de máquinas, la computadora; e) la máquina cibernética por excelencia, la computadora, ha hecho posible la automatización más decisiva de los sistemas, procesos y máquinas. La computación es la disciplina que estudia y desarrolla los programas y las funciones que por medio de ellos realiza la computadora, el mecanismo específico que tiene como objeto la racionalización, coordinación, comunicación, organización, vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas y mecanismos productivos. Su desenvolvimiento, impulsado por el de la cibernética, induce a su vez el de ésta; ambas se dan un mutuo empuje ascendente. A su vez, las dos estimulan la construcción de máquinas cibernéticas cada vez más poderosas, las cuales son un gran incentivo para un desarrollo más vasto de la cibernética y la computación.

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Pero la cibernética no reduce su campo de acción a los sistemas y mecanismos productivos, sino que lo extiende hasta los sistemas, procesos y mecanismos de la circulación de las mercancías, de la circulación del capital, del consumo, etcétera, a los cuales somete a sus principios, que cada vez más son funciones de máquinas (computadoras) que se perfeccionan aceleradamente. En la fase superior del capitalismo que es la sociedad de consumo obran en toda su extensión las leyes descubiertas por Carlos Marx y expresadas magistralmente en el tomo primero de El Capital18 Los trabajadores que utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas son obreros asalariados que no poseen otra propiedad sino su fuerza de trabajo y necesariamente deben venderla al capitalista, quien es el propietario privado de los medios e instrumentos de producción (en este caso, de los métodos y las máquinas cibernéticas) para obtener un salario que les permita adquirir los medios de subsistencia. Es decir, que se mantiene y se fortifica la relación de esclavizamiento del trabajo asalariado por el capital. Los productos del trabajo cibernético son mercancías; son materializaciones de la fuerza de trabajo de los obreros cuyo valor se mide, como el de cualquier otra mercancía, por la cantidad de fuerza de trabajo empleada en su producción y ésta, a su vez, por el gasto de músculos, nervios, cerebro, etcétera, de los trabajadores. Las mercancías producidas con los métodos cibernéticos son bienes o servicios materiales que han resultado de una relación material (física y/o mental) de los proletarios (individuos materiales) con los medios e instrumentos de producción (objetos materiales). [El “trabajo inmaterial” es una estulta invención de la intelectualidad pequeño burguesa; si seguimos su absurda línea de argumentación, tenemos que el “trabajo inmaterial”, cuando actúa sobre medios e instrumentos de producción también “inmateriales”, produce bienes “inmateriales”, es decir, la nada, que al actuar sobre la nada genera la nada. ¡No cabe duda que la intelectualidad pequeño burguesa ha conquistado el puesto más alto de la indigencia mental, de la cual, por otro lado, ya habían dado un revelador adelanto, en la segunda mitad del siglo pasado, la “nueva izquierda” y el marcusianismo!]

Ver: Carlos Marx, El Capital, Crítica de la Economía Política, Tomo I, Capítulo XIII, “Maquinaria y gran industria”. Ver: Gabriel Robledo Esparza, El desarrollo del capitalismo mexicano, Capítulo IV, “La producción de plusvalía relativa”.

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Las funciones cibernéticas (cada vez más maquinizadas) de perfeccionamiento de los sistemas, procesos y mecanismos de la producción, de la circulación de las mercancías y del capital y del consumo son, en principio, formas de producción de plusvalía relativa empleadas por el capital para incrementar sus ganancias. Por medio de ellas, al hacer crecer la productividad, se reduce el tiempo de trabajo necesario de los trabajadores y se amplía el tiempo de trabajo excedente; por lo mismo, se dilata el volumen del plusvalor que se apropian los capitalistas sin retribución. También, son medios de elevar la productividad en aquellos sectores en los que no se produce plusvalía, como el comercio y la banca, y en los que, por tanto, cualquier aumento del rendimiento del trabajo se traduce en costos menores que en la misma medida hacen mayor la masa de la plusvalía producida por el capital productivo que los capitalistas de las ramas económicas improductivas se apropian. Igualmente, son métodos para acelerar el consumo y, en consecuencia, de engrosar el volumen de la plusvalía que los capitalistas de este sector obtienen con la realización de sus mercancías. Las funciones cibernéticas que se perfeccionan y se incorporan a una máquina fueron originariamente capacidades de los trabajadores; posteriormente, el capital se las sustrajo y las convirtió en atributos de la máquina y con ello de sí mismo; con esto, el trabajo del obrero ha alcanzado un grado mayor de abstracción y sus capacidades individuales se han acumulado en el instrumento socializado que es ahora propiedad del capital. El perfeccionamiento constante de los métodos y las máquina cibernéticas hace obligatoria la adaptación de la fisiología de los trabajadores (esto incluye la capacitación que debe dárseles sobre las modernas tecnologías) a los sistemas, procesos y máquinas, que son los que tienen ahora a los obreros como una extensión suya y los someten a las exigencias imperiosas (funcionamiento constantemente acelerado) que les impone la necesidad del capital de producir y acumular plusvalía en volúmenes cada vez mayores. El trabajo que los obreros desarrollan cuando utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas tiene todas las características que Marx atribuye al trabajo capitalista: se realiza forzadamente, bajo la violencia física y moral de los capitalistas, tiene como base la separación absoluta entre trabajo y capital, implica la producción, con los métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa, de cantidades incesantemente incrementadas de plusvalía, de trabajo obrero no remunerado; “todos los métodos encaminados a intensificar la fuerza productiva social del trabajo se realizan a expensas del obrero individual; todos los medios enderezados al desarrollo de la

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producción se truecan en medios de la explotación y esclavizamiento del productor, mutilan al obrero convirtiéndolo en un hombre fragmentario, lo rebajan a la categoría de apéndice de la máquina, destruyen con la tortura de su trabajo el contenido de éste, le enajenan las potencias espirituales del proceso del trabajo en la medida en que a éste se incorpora la ciencia como potencia independiente; corrompen las condiciones en las cuales trabajan; los someten, durante la ejecución de su trabajo al despotismo más odioso y más mezquino; convierte todas las horas de su vida en horas de trabajo; lanzan a sus mujeres y sus hijos bajo la rueda trituradora del capital… Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza, en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capital, es acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral.”19 La plusvalía que los capitalistas obtienen del trabajo asalariado que utiliza los métodos y las máquinas cibernéticas, en la parte que no es gastado como renta, se acumula y es utilizado para ampliar la producción, es decir, contratar más obreros y comprar tecnología y máquinas o para, sin aumentar el número de trabajadores, adquirir medios e instrumentos de producción más modernos; la masa de plusvalía que se produce y que hacen suya los capitalistas agranda su monto en una medida enorme. Los gigantescos volúmenes de plusvalía que se producen mediante el trabajo que utiliza los métodos y las máquinas cibernéticas se acumulan y se reinicia el ciclo en una escala ampliada; con esto se fortalecen la violencia del capital sobre el trabajo y el sometimiento esclavizante de éste a aquel, se ahonda la separación de ambos, se incrementan la explotación y la mutilación del obrero, se ratifica su condición de apéndice de la máquina y se priva de una manera más decisiva de contenido al trabajo, que así adelanta un paso más en su proceso de abstracción. Los obreros de estos sectores productivos se ven sujetos también a los procesos cíclicos del capital, por los cuales éste atrae y repele alternativamente obreros en cantidades masivas, de acuerdo con sus necesidades de acumulación y las condiciones impredecibles del mercado; de esta manera, tan pronto los llama a la órbita de la producción, en donde sufren por fuerza todas los males del trabajo capitalista, como los rechaza de la misma y los lanza a una situación de miseria, hambre, enfermedades y muerte. Todas estas circunstancias que concurren en el trabajo cibernético producen necesariamente el desgaste, descomposición y degeneración de todos los 19

Carlos Marx, El Capital, Crítica de la Economía Política, t. I, pp. 546-547.

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órganos y funciones orgánicas de los trabajadores, al tiempo que fortalecen férreamente su individualidad; de esta manera, se niega radicalmente la naturaleza humana de los trabajadores, se anula su esencia natural humana. Pero al mismo tiempo que esa monstruosa negación de la esencia natural humana de los trabajadores, el trabajo cibernético produce los elementos de la reconstitución de la misma sobre una base más alta. En primer lugar, el individuo trabajador se encuentra aquí convertido absolutamente en fuerza abstracta de trabajo, sin ningún contenido (no posee ningún instrumento propio ni tiene una capacidad concreta determinada, únicamente la capacidad abstracta de servir al sistema de maquinaria), es un simple apéndice del instrumento maquinizado capitalista. En la medida en que la fuerza de trabajo cobra mayor abstracción sólo puede funcionar como trabajo cooperativo, cada vez más socializado En segundo término, las capacidades y facultades concretas del individuo se separan del mismo y se incorporan a un sistema de maquinaria, propiedad de los capitalistas, el cual adquiere una dinámica propia de movimiento por la cual se constituye como una masa de sistemas de maquinaria a la que ya sólo es posible utilizar mediante el trabajo abstracto socializado. El instrumento individual se ha transformado en un instrumento colectivo. Este grado supremo de abstracción de la fuerza de trabajo y la socialización que necesariamente la acompañan, son la forma adecuada bajo la cual los trabajadores pueden reivindicar la propiedad del sistema global de maquinaria, de la acumulación de fuerza de trabajo de los obreros que es el instrumento colectivo de la especie para la transformación de la naturaleza que detentan en propiedad privada los capitalistas. El trabajo cibernético tiene todas la características que Marx y sus seguidores atribuyeron al trabajo capitalista: en él se produce necesariamente el despojo de las capacidades de los trabajadores y la anulación creciente de su naturaleza humana, pero al mismo tiempo se crean los elementos de un régimen económico superior, el socialismo, en el cual el proletariado, como fuerza de trabajo colectiva, ha de reivindicar la propiedad del instrumento colectivo y proceder a la reconstitución de la naturaleza humana de los trabajadores. A la par con la cibernética, e íntimamente ligadas con ella, en los últimos tiempos han tenido un desarrollo mayúsculo las disciplinas denominadas Informática, Robótica, Comunicación, etcétera; todas ellas participan de las mismas características del trabajo capitalista que hemos encontrado en el estudio de la cibernética.

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LAS REDES COMO SISTEMAS DE MAQUINARIA En este punto, el elevado desarrollo, íntimamente interrelacionado, de la cibernética, la informática y la comunicación, da origen a las redes compuestas por servidores, terminales, estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera que son verdaderos sistemas de maquinaria. Este desenvolvimiento remata en la constitución de lo que es el primer sistema de maquinaria global, la Web, que virtualmente comprende todos los sistemas de maquinaria parciales, o sea, todos los servidores, terminales, estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera, del mundo y que es operada por un obrero colectivo de naturaleza global. La Web necesita para su cabal funcionamiento de un medio de comunicación global, lo que a su vez entraña el desarrollo de la industria de las telecomunicaciones. Como sustento de la Web se establece una infraestructura formada por una red global de medios de comunicación cuyas funciones son en su totalidad maquinizadas. Este sistema de telecomunicaciones es un sistema global de maquinaria cuyo objeto es, entre otros, la comunicación entre los sistemas de maquinaria que integran la Web y que también es manejada por un obrero colectivo de carácter global. Con la “red de redes” y la infraestructura que la sostiene, se ha alcanzado la consolidación mundial de un instrumento como un sistema global de maquinaria; en la fase superior del régimen capitalista se producen ya, de manera palpable, los elementos del régimen que ha de sucederlo, del socialismo: enormes sistemas de maquinaria, en el caso de la Web y de la infraestructura de comunicación ya de naturaleza global, y los obreros colectivos, también de naturaleza global, que son el germen de la unidad productiva global, esto es, de un sistema de maquinaria único a nivel mundial que debe constituir el instrumento colectivo del obrero colectivo que será la especie humana.20

20 Ver: -Gabriel Robledo Esparza, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada, pp. 149-153.

-Ídem, Capitalismo Moderno y Revolución, t. I, Cap. II, parágrafo E) “Estructura de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844” pp. 157-163 y Capítulo III, parágrafo 5, “La industria moderna y la esencia natural humana” pp. 180-185.

-Ídem, op. cit., t. III, Capítulo II, “Fases de la evolución de la especie humana”, pp. 162-165.

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LA SOCIEDAD DE CONSUMO Y LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA El frenético desarrollo que la racionalización y maquinización de la producción y del consumo tienen en la sociedad de consumo trae consigo un portentoso desenvolvimiento de la ciencia y la tecnología. Las disciplinas científicas tradicionales se enriquecen con avances impulsados por la cibernética, la informática, la comunicación, la computación, la automatización, la robótica, etcétera. Notables progresos se dan en ramas como la lógica, las matemáticas, la estadística, la electrónica, la nanotecnología, la biotecnología, etcétera. Lo que caracteriza a la ciencia en esta fase del régimen capitalista es que ha dejado atrás todos sus prejuicios y se presenta como una actividad industrial más. De esta manera, sus productos son mercancías y el proceso de producción es típicamente capitalista, es decir, se basa en la relación del trabajo asalariado y el capital y su fundamento es la producción maquinizada con las implicaciones que este hecho tiene y que en las páginas anteriores hemos mostrado. El trabajo científico, al igual que el cibernético, informático, etcétera, posee todas las particularidades que Marx y los marxistas le atribuyen al trabajo capitalista. La ciencia goza de un halo de neutralidad. No importa cómo se obtengan los conocimientos científicos, el prejuicio al uso los considera como “benéficos para la humanidad” y, a pesar de sus aplicaciones perniciosas que pueden llegar incluso al genocidio, las coloca al parejo que e incluso sobre los grandes descubrimientos científicos de los siglos anteriores al siglo XX. La labor científica es también una labor del capital; los científicos son, en la actualidad en su gran mayoría, trabajadores asalariados al servicio del capital. La función de la ciencia consiste en producir una imagen mental de todo un sector de la realidad, por ejemplo de los fenómenos físicos, químicos, biológicos, etcétera, con las imágenes mentales parciales que le proporcionan las instancias inferiores. Esa imagen mental pertenece al capital y es instrumento de explotación del trabajo asalariado, pues, como ya veíamos, todos los adelantos de la ciencia moderna (NB) sirven para el perfeccionamiento de los métodos y las máquinas cibernéticas, de los procesos y mecanismos de la información, la comunicación, la automatización, etcétera, y todos ellos son empleados por los capitalistas para extraer mayores cantidades de plusvalía a los trabaja-

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dores y de esa manera someterlos al proceso de degeneración y anulación de las características de su esencia natural. La ciencia es, por tanto, un elemento decisivo de la anulación de la naturaleza esencial de los trabajadores que el régimen de producción capitalista origina necesariamente. El trabajo científico, conforme se consolida su carácter de trabajo asalariado y se realiza en mayor medida por medio de máquinas de investigación, experimentación, etcétera, se convierte en trabajo de una abstracción creciente, que sólo puede ser ejecutado por el obrero colectivo, es decir, por los obreros individuales que trabajan en cooperación. Al mismo tiempo, al evolucionar la maquinización del trabajo científico y materializarse en sistemas cada vez más grandes de maquinaria, tiende a convertirse también en un sistema global de maquinaria (como la Web y las telecomunicaciones) que es puesto en funcionamiento por un obrero colectivo que tiene cada vez más un carácter global; instrumento maquinizado global y obrero colectivo global, son elementos germinales del régimen socialista en que fatalmente se ha de transformar el régimen capitalista moderno.

LA NUEVA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO El superlativo desarrollo de la industria productora de bienes y servicios de consumo que se registró a partir de la década de los 80 del siglo pasado fomentó el establecimiento de una nueva división internacional del trabajo. En los países altamente desarrollados se produjo un cambio radical en su estructura industrial; su antigua planta productiva se transformó para adaptarse a las exigencias de la sociedad de consumo: con base en una modernísima tecnología, cuyo núcleo son, como hemos visto, los adelantos de la cibernética y otras ramas afines, la producción de medios de producción destinados a la industria de bienes de consumo y a la misma industria productora de bienes de producción recibió un impulso poderosísimo; la ciencia y la tecnología tuvieron un imponente adelanto que las condujo hasta niveles sorprendentes; la producción de bienes de consumo extremadamente sofisticados recibió un fortísimo empuje. Las empresas comerciales tuvieron también un cambio sustancial con el fin de adecuarse a las nuevas circunstancias del consumo masivo y en una significativa metamorfosis las empresas bancarias y financieras crearon nuevos y más complejos mecanismos crediticios, como los créditos al 82

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consumo masivo, para financiar la transformación industrial, comercial y de consumo emprendida. Los países altamente desarrollados se especializaron en todas las nuevas funciones que hemos reseñado y al mismo tiempo promovieron en los países menos desarrollados la producción para la exportación de todas aquellas manufacturas, principalmente las de consumo, que antiguamente producía la industria metropolitana. La industria de los países de menor desarrollo experimentó también un cambio significativo: se convirtió en productora de manufacturas, una gran parte de las cuales son bienes de consumo, destinadas al mercado metropolitano, para lo cual realizó una conversión industrial que anulaba el anterior modelo de sustitución de importaciones. También estos países se especializan en estas nuevas tareas y se establece una nueva relación entre metrópolis y neocolonias. En esta nueva relación, los países desarrollados proporcionan a los de menor desarrollo bienes de producción, alta tecnología, recursos y servicios financieros, bienes de consumo sofisticados, etcétera y éstos a su vez proveen a las metrópolis de los productos tradicionales (alimentos, materias primas y energéticos) pero también, en un volumen creciente, de manufacturas de diversa índole, entre las que destacan los bienes y servicios de consumo. Los extremos de esta relación se dan un mutuo impulso ascendente. La constitución de la nueva estructura industrial, comercial y de servicios, tanto en metrópolis como en neocolonias, exigía el desmantelamiento total del modelo que había implantado la “sociedad del bienestar”, el cual tenía su base en un crecimiento modesto del consumo, siempre supeditado al de las ramas productoras de bienes de producción y bienes de consumo de lujo, descansaba en la amplia intervención del Estado en la economía, como regulador e incluso como productor, y mantenía el proteccionismo en las relaciones externas. Surgió entonces lo que se ha denominado el “neoliberalismo”, es decir, la doctrina económico-política que intentaba aniquilar el antiguo orden de cosas, para lo cual proponía la drástica reducción de la intervención del Estado en la economía, la desregulación y el libre comercio. Pertrechada con estas armas teórico-políticas, la oligarquía burguesa de todos los países, comandada por la de Estados Unidos, se lanzó de llenó al establecimiento de la nueva forma de organización económica. Como primer paso para lograrlo, conquistó el poder o se hizo de los representantes políticos de la burguesía media o nacionalista (por ejemplo, en

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México, el Partido de la burguesía media o nacionalista, el PRI, fue secuestrado por su ala derecha y entregado a la oligarquía burguesa mexicana; tal es la significación que tiene el ascenso de Salinas de Gortari al poder y la salida del PRI de la corriente encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas) y desde ahí impuso sus directrices económico-políticas. En metrópolis y neocolonias transformó radicalmente la antigua estructura industrial: obligó a los empresarios a reconvertir sus industrias para adecuarlas al nuevo modelo industrial (desde luego, aquellos que no lo hicieron, la gran mayoría, fueron sacados del mercado) y proporcionó un gran impulso a las nuevas ramas productivas que la sociedad de consumo había generado. Esta acción fue un golpe mortal para la fracción burguesa propietaria del sector industrial desplazado, pues significó su ruina económica; igualmente, tuvo como efecto inmediato el despido de cantidades masivas de trabajadores, que pasaron a engrosar el ejército industrial de reserva. Entregó a los empresarios privados las industrias estatales y los fondos de salud, de jubilación y de retiro de los trabajadores. Restringió a su mínima expresión los derechos laborales de los trabajadores. Formó asociaciones regionales de países entre los cuales se redujeron y en última instancia se eliminaron las protecciones arancelarias y de otros tipos y en general se negociaron acuerdos de libre comercio de la más diversa índole. Se empezó a formar un mercado global dentro del cual circulaban capitales y mercancías con una libertad casi absoluta. En último lugar en la enumeración, pero no en importancia, el año de 1989 se derrumbó el sistema de países del capitalismo sui generis en el que se habían convertido las naciones antiguamente socialistas; cierto es que como una de las vertientes de la llamada “guerra fría” la plutocracia burguesa internacional realizó una sistemática labor de socavamiento de la economía de esos países, pero el impulso principal de su derruimiento venía del interior mismo del sistema, por lo que su estrepitoso desplome fue una grata sorpresa, algo no esperado pero que la burguesía internacional recibió con gran beneplácito.

EL DERRUMBE DEL “SOCIALISMO REALMENTE EXISTENTE” Después de la embestida de Jruschov en contra de los fundamentos del socialismo formal, toma en éste un amplio vuelo el desarrollo, conducido por la burocracia obrera, del régimen de la propiedad por grupos; a la par con ello, se incrementa la pequeña y mediana producción capitalista de mercancías.

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Los administradores de las empresas descentralizadas, cuya mentalidad es cada vez más capitalista, y los pequeños y medianos capitalistas que se forman al calor de la liberalización, adquieren en este proceso una fuerza enorme, que los enfrenta a la primitiva forma semi-capitalista de la propiedad por grupos. Los productores capitalistas y los empresarios que poseen las empresas antiguamente socialistas se rebelan, tremolando la bandera de la plena propiedad privada capitalista, en contra de los sectores de la burocracia obrera que todavía defienden el modelo de la propiedad por grupos; después de un largo período de lucha, en 1989 logran derrotarlos y establecen su dominio indiscutible en todos los países antiguamente socialistas, los que ingresan en tropel al ancho mundo del régimen de producción capitalista. Un enorme mercado de bienes, capitales y mano de obra se abrió entonces para el capitalismo internacional.

LA SOCIEDAD DE CONSUMO Y LAS PEQUEÑAS EMPRESAS Y LOS TRABAJADORES INDEPENDIENTES

La “sociedad de consumo” tiene, en sus inicios, un campo muy grande para las pequeñas empresas y los “freelance”; la pequeña burguesía se emociona hasta el éxtasis con los ejemplos clásicos de los ingenieros recién salidos de las aulas que, con escasos recursos, desarrollan las nuevas tecnologías cibernéticas y de computación e internet; investida de su tradicional candorosa estulticia, ve en esto una nueva forma de trabajo, desde luego no capitalista, y un nuevo modelo de empresa, evidentemente tampoco capitalista, que de algún modo son el germen del trabajo humano y de la empresa humana de la sociedad libre del futuro. Sin embargo, la “sociedad de consumo” potencia necesariamente todas las fuerzas económicas que llevan a la concentración y centralización del capital y muy temprano vemos a algunas pocas de las pequeñas empresas y a una ínfima parte de los “freelance” convertidos en grandes y enormes empresas y a los modestos ingenieros en verdaderos Cresos de la era moderna, mientras que la gran mayoría de ellos (pequeñas empresas y trabajadores libres) son llevados unas a la ruina y otros a formar parte de la clase de los trabajadores asalariados.21

Sobre el papel de la pequeña producción y de la pequeña burguesía en la “sociedad de consumo” ver: Gabriel Robledo Esparza, Capitalismo moderno y revolución, t. III, pp. 201-225.

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LA SOCIEDAD DE CONSUMO Y LA REVOLUCIÓN El movimiento revolucionario y su resultado obligatorio, la instauración del socialismo y la formación de un grupo de países socialistas, fueron presididos por la teoría marxista, la cual fue llevada al seno de la clase de los trabajadores por los partidos revolucionarios. La teoría marxista es la concepción científica de la naturaleza del régimen de producción capitalista. El núcleo de la misma es la proposición, basada en las doctrinas del ser y de la esencia de la Lógica de Hegel, de que el capitalismo tiene en sí mismo los elementos de su otro como integrantes de su propia naturaleza y que el ineluctable surgir de éste a la existencia es el resultado del desenvolvimiento de aquellos. De conformidad con esto, Marx y Engels encuentran lo siguiente en el régimen de producción capitalista: — El capitalismo es un modo de producción que tiene su fundamento en la propiedad privada; — se da en él un desarrollo portentoso de las fuerzas productivas, las cuales son única y exclusivamente materializaciones de fuerza de trabajo de los obreros; — éste movimiento se desenvuelve a través de la maquinización constante de la producción, o lo que es lo mismo, de su creciente socialización, la cual está gravada por su contrario, la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, que impone un freno a la socialización total de la producción (la constitución de un instrumento de producción colectivo de la especie); — el incremento de las fuerzas productivas en el régimen de producción capitalista se realiza a costa de generar la absoluta depauperación de los productores directos, los trabajadores asalariados, la cual consiste en la abolición total de su naturaleza humana en las condiciones de trabajo y de vida características de este tipo de sociedad; — esa completa depauperación de los trabajadores, el conocimiento científico de la misma y la poderosa tendencia a la socialización de la producción constituyen el motor del cambio revolucionario por el cual el proletariado se ve imperiosamente obligado a abolir la propiedad privada, establecer la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y restaurar la naturaleza humana de la especie, es decir, a instaurar el socialismo;

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— la depauperación de los trabajadores se manifiesta, en las primeras etapas de existencia del capitalismo, como la aniquilación física y moral del individuo trabajador; — por tanto, la colectivización de los medios e instrumentos de producción tiene como finalidad expresa reconstituir, salvaguardar y posteriormente desarrollar al individuo trabajador. Tal y como en puntos anteriores lo dejamos consignado, en esta fase del capitalismo la teoría revolucionaria se basa necesariamente en una concepción incompleta de la naturaleza humana: por un lado reconoce como elemento fundamental de la misma la propiedad y la producción colectivas, pero por el otro le atribuye un papel igual a la individualidad de los trabajadores en las actividades vitales exteriores al proceso productivo. En 1989, al mismo tiempo que se festejaba la caída del “socialismo real”, también alborozadamente se decretó la muerte de la teoría del socialismo marxista. Sin embargo, para los revolucionarios, lo que estas circunstancias imponen es un estudio concienzudo, científico, del proceso necesario del surgimiento, apogeo y caída del socialismo. Para ello es ineludible volver al estudio de los clásicos (Marx, Engels, Lenin y Stalin) y retrotraerse a las fuentes en que abrevaron, especialmente la Lógica de Hegel, en la que se contiene el método científico por excelencia, el que permitió a los revolucionarios anteriores desentrañar la naturaleza del capitalismo en la etapa en la que ellos actuaban y conducir a los trabajadores a la conquista del poder y la construcción de la primera fase del socialismo. Como punto nodular se debe tomar la determinación de un concepto más alto de lo que es la naturaleza humana. El régimen capitalista, en su forma superior de manifestarse, provee los elementos para realizar esa tarea: la exorbitante exaltación del individuo que es inherente a la sociedad de consumo provoca una degeneración y anulación mayúsculas de la naturaleza biológica humana de los trabajadores; ello significa que el mismo régimen económico está destruyendo, más allá de la órbita de la producción, las bases biológicas del individuo y preparando y exigiendo así su naturaleza colectiva. La reivindicación del marxismo en su próxima etapa de existencia será, por tanto, la colectivización de todas las funciones vitales del trabajador, lo que presupondrá la anulación sin concesiones del individuo como tal, la abolición de la propiedad privada del individuo trabajador sobre sí mismo.

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La naturaleza humana que se formará por medio del proceso revolucionario será totalmente colectiva, tanto en la producción como en el consumo; será anulada esa dicotomía establecida en la fase anterior del socialismo, por la que la especie humana tenía una naturaleza colectiva en la producción e individual en el consumo. La reivindicación que planteará el marxismo en su nueva fase de existencia será la colectivización total de la actividad humana, tal y como existió en la comunidad primitiva, en donde la propiedad, la producción y el consumo eran de naturaleza colectiva; su divisa será: la recuperación de la naturaleza verdaderamente humana de la especie.22 La rehabilitación y actualización del marxismo-leninismo, propuesta por nosotros como una tarea ineludible para la realización de la próxima fase de la revolución socialista, implica necesariamente el rescate del Manifiesto… de su destierro forzoso y su reincorporación a la teoría revolucionaria en el lugar que le corresponde, como el basamento de la actividad de propaganda, agitación y organización entre la clase obrera moderna y la intelectualidad pequeño burguesa radical de nuestros días, fundamento sobre el cual debe asentarse la nueva etapa de la revolución socialista internacional que comprende la titánica labor de reivindicación y desarrollo creador de la doctrina revolucionaria, la formación de partidos obreros y la liberación del movimiento obrero de la completa sujeción a la burguesía en que ahora se encuentra, con la finalidad de dotarlo de una conciencia y una organización revolucionarias. En este punto de nuestro estudio (antes de la crisis financiera internacional), el “capitalismo de consumo” se encuentra en la cima de la fase de mutua complementación de todos los contrarios que lo forman; su status es el de la contradicción solucionada, en los términos hegelianos. Hay una extrema fluidez entre los polos de todas las contradicciones: la producción y el consumo, las distintas funciones del capital industrial, las diversas formas del capital (capital industrial, capital comercial y capital bancario), los dos sectores de las economías nacionales (sector I y sector II), los dos sectores de la economía internacional (sector I y sector II internacionales), etcétera. Todos los elementos del régimen capitalista se engendran mutuamente y dan lugar a una sobre acumulación de capital. Esta suprema acumulación de capital produce necesariamente, en una forma más alta, los elementos de la negación del régimen capitalista. 22 Para la discusión de los conceptos de “individuación”, “desindividuación” y “naturaleza verdaderamente humana” ver: Gabriel Robledo Esparza, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada.

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En efecto, el proceso de maquinización y socialización de la producción avanza sustancialmente en el camino de su conversión en una unidad productiva global y la fuerza de trabajo se aproxima en una gran medida a su máxima abstracción y a su concentración total en un obrero colectivo, también de extensión global. El instrumento y la fuerza de trabajo colectivos de la especie se forjan en el paroxismo del movimiento económico y por el momento permanecen ajenos uno al otro. La explotación y depauperación de los trabajadores se hace más extrema: las formas clásicas de producción de plusvalía (absoluta y relativa), la intensificación y extensión del trabajo y el consumo masivo tienen un desarrollo vigoroso del que resultan el desgaste y la descomposición total de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, la definitiva anulación de su constitución biológica, la negación radical de su esencia natural humana. La sociedad de consumo tiene como último fundamento la conversión definitiva de los obreros en propietarios privados de sí mismos, en individuos. Como tales, a través de la exaltación desmedida de sus necesidades y su satisfacción, ellos participan activamente en la labor del capital de reforzar sus grilletes, endurecer su explotación y acelerar el proceso de su depauperación. En el capitalismo de consumo se presenta la fase más alta de la formación del instrumento colectivo y del sujeto colectivo, es decir, del obrero colectivo. La reunión de estos dos elementos integra la naturaleza superior de la especie humana: un obrero colectivo total que posee un instrumento colectivo total, su misma fuerza de trabajo materializada, por medio del cual actúa sobre la totalidad de la naturaleza con la finalidad de satisfacer colectivamente sus necesidades. El instrumento colectivo encuentra un obstáculo para su constitución definitiva en su fraccionamiento en parcelas de propiedad privada de los capitalistas. El obrero colectivo, por su parte, se ve impedido de realizar su conformación final a causa, primero, de la segmentación a que lo somete la misma parcelación del instrumento en propiedades privadas y, segundo, de la naturaleza de propietario privado de sí mismo con que lo ha dotado el régimen capitalista, fortalecida en grado superlativo por la sociedad de consumo, que erige una traba insuperable a la colectivización del consumo y a la abolición de la individualidad capitalista de los trabajadores, al tiempo que agrava la depauperación de los mismos. El instrumento y el obrero tienden ardorosamente hacia la colectivización; también se exigen acuciantemente uno al otro.

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El instrumento que se colectiviza demanda un obrero colectivo que se apropie del mismo como un todo y permita así que esa fuerza productiva se desarrolle libremente; el obrero en vías de colectivización reivindica la propiedad del instrumento colectivo para detener y revertir el proceso de depauperación, colectivizar el consumo y abolir la individualidad capitalista de los trabajadores. La separación entre el instrumento y el obrero se trueca en su reunión. La especie humana habrá reivindicado, como elementos de su naturaleza esencial, un instrumento colectivo maquinizado y una fuerza de trabajo colectiva totalmente desindividualizada. Este resultado aparece como la reapropiación por la especie humana de su naturaleza esencial, la cual le había sido despojada por el régimen capitalista. Es la restauración de la naturaleza humana de los trabajadores. En su fase de consumo masivo, el régimen capitalista tiene en sí mismo a su otro, al socialismo, en un grado de maduración tal que ya apunta abiertamente hacia su surgimiento a la existencia. La aparición del otro del capitalismo de consumo a la existencia, el establecimiento del socialismo integral, debe producirse con una necesidad ineluctable. La terrible depauperación a que es sometido el proletariado internacional lo acerca peligrosamente a una degeneración irreversible de su naturaleza humana, por lo que es imperioso, para la sobrevivencia de la especie, la reapropiación por ésta de su esencia natural. Al mismo tiempo, la producción y el consumo, el desgaste, la descomposición y degeneración de sus órganos y procesos orgánicos generan en los trabajadores un malestar profundo, una grave desestabilización psíquica y un odio sordo y potente que integran la energía que aquellos despliegan en el trabajo y en el consumo capitalistas, pero que es también la que debe dirigir hacia la anulación de los mismos. La clase obrera se encuentra, a pesar de su creciente colectivización, dividida de acuerdo con la partición del instrumento de producción en propiedades privadas; está fragmentada, además, en sectores radicalmente opuestos entre sí en virtud de sus intereses encontrados: trabajadores agrícolas, mineros, industriales, de los servicios, inmigrantes, aquellos que forman el ejército industrial de reserva, etcétera; está, así mismo, completamente atomizada por el carácter de individuos propietarios privados de sí mismos con que la sociedad de consumo los dota. Los obreros se encuentran en principio separados entre sí, por grupos y como individuos.

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La burguesía media ha logrado en muchos casos organizar a los obreros en sindicatos, los que, bajo su dirección, sostienen las tradicionales reivindicaciones de defensa del salario, del empleo, de la jornada de trabajo, etcétera y las exigencias económicas y políticas que este sector de la burguesía hace a la plutocracia. En otras ocasiones es la misma oligarquía capitalista la que organiza a los obreros en sindicatos “blancos”, a través de los cuales administra las mezquinas prestaciones laborales que concede a sus trabajadores. Muy excepcionalmente son los mismos obreros los que se organizan sindicalmente, pero las reivindicaciones que sostienen son las mismas que las de los sindicatos burgueses, a las que se agregan las de la pequeña burguesía, y sus formas de lucha son las típicas de esta clase social. Hay una colaboración muy estrecha entre estos sindicatos y las organizaciones de la pequeña burguesía. No existe en la actualidad ninguna organización obrera que haya sido creada por los propios trabajadores y que sostenga sus demandas revolucionarias. Por el contrario, amplios sectores del proletariado han sido englobados en organismos de la pequeña burguesía radical que mantienen un enfrentamiento con la burguesía en general y desarrollan una lucha contra el neoliberalismo, el calentamiento global del planeta, la autonomía de los pueblos autóctonos, la libertad sexual, la igualdad de género, etcétera. La ideología de la pequeña burguesía se extendió hacia todas las capas de la población. El proletariado recibió también esta influencia e hizo suyos los postulados y las formas de lucha de esa clase social. En la “sociedad del bienestar”, la burguesía industrial, o burguesía liberal, o burguesía “no monopolista”, había logrado que la clase obrera asumiera su ideología y se organizase con la finalidad de luchar, dentro de los marcos de la sociedad burguesa, por el mejoramiento de sus condiciones laborales y de vida; es decir, que había proporcionado al proletariado una ideología y una organización burguesas. Al mismo tiempo, los partidos obreros de masas, alejados ya definitivamente del marxismo-leninismo aquellos que lo profesaban casi sólo de nombre, evolucionaron hacia la derecha en el espectro político, adoptaron todos posiciones cada vez más burguesas y vaciaron su contenido proletario para convertirse en partidos de la pequeña burguesía. Al inaugurarse la “sociedad de consumo”, en la década de los años 80 del siglo pasado, el movimiento obrero ha desaparecido literalmente y los

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antiguos partidos obreros han dejado de serlo y son ahora partidos pequeño burgueses diluidos en la oposición legal; para efectos prácticos, al inicio del siglo XXI ni el movimiento obrero ni los partidos obreros de masas tienen ya existencia. La clase obrera moderna, privada de su ideología (la que naturalmente le pertenece: el marxismo-leninismo), de sus partidos y de su organización, dotada con una ideología y una organización burguesas, recibe el embate de la pequeña burguesía; ésta inyecta su ideología y sus formas de lucha específicas a la clase de los trabajadores, las que se sobreponen a las que antes había introducido la burguesía y las refuerza. Los trabajadores tienen en la actualidad una conciencia burguesa perfeccionada por las contribuciones de la ideología de la pequeña burguesía, las cuales poseen una base firmemente asentada en la fisiología y en la psicología de los individuos, están organizados de acuerdo con los patrones determinados por la burguesía y la pequeña burguesía y desarrollan una lucha fundamentalmente por reivindicaciones burguesas y pequeño burguesas y con los métodos característicos de la burguesía y la pequeña burguesía.

LAS ONG’S Y OTRAS ORGANIZACIONES DE LA “SOCIEDAD CIVIL” Estas asociaciones de la pequeña burguesía son llamadas “redes”, por una asimilación a las redes informáticas, y de hecho utilizan en gran medida el internet; son, bien mirado, las mismas formas de organización autogestionaria que Marcuse y otros veían surgir en la “sociedad del bienestar” y las conceptuaban como una fuerza revolucionaria que, mediante la huelga y la autogestión, habría de conducir a la instauración del “socialismo humanista”, al reino del pequeño productor y del trabajador independiente. Ya sabemos23 que esas asociaciones “revolucionarias” no eran otra cosa que la agrupación de los pequeños burgueses en una multitud de círculos de acuerdo con los intereses individuales (capitalistas) comunes (consumidores, maestros y estudiantes universitarios, artistas, intelectuales, ejecutivos y técnicos de cada centro de trabajo, burócratas de cada dependencia estatal, habitantes de regiones urbanas (barrios, colonias), habitantes de regiones agrícolas, etnias etcétera), que para satisfacer sus pretensiones se enfrentaban económica, política e ideológicamente a la burguesía; estas confrontaciones necesariamente degeneraron en los movimientos de pro23

Ver: Gabriel Robledo Esparza, Capitalismo Moderno y Revolución, t. III.

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testa que, encabezados por los hippies, estuvieron animados con las drogas (LSD, marihuana, etcétera) y la música de los Beatles. También sabemos que esas organizaciones y movimientos de la pequeña burguesía no sólo no adelantaron nada en sus propósitos políticos (instaurar su dominación de clase y establecer el “socialismo humanista”), sino que en realidad prepararon el terreno para que la burguesía pudiese implantar el capitalismo de consumo y después ayudaron entusiastamente a esta clase social en el desarrollo de esta fase superior del capitalismo. Claro es que mucho menos (era prácticamente imposible) su acción tuvo algo que ver con la revolución socialista proletaria. Las asociaciones en las que la estulticia de la moderna pequeña burguesía “postmoderna” ve el germen de la forma de organización de las fuerzas que habrán de imponer la alternativa “humana” al capitalismo “postmoderno”, por lo que decreta la obsolescencia de los sindicatos y el partido revolucionarios, son del mismo tipo de las que propugnaba su antecesora inmediata, la pequeña burguesía marcusiana, y sólo se ha cambiado su nombre por el de “redes” y ahora se utiliza el internet para su integración y funcionamiento; como tales redes, comparten gustosas el ciberespacio con las redes de pornografía, prostitución, entretenimiento, “chat” intrascendente, etcétera, con las cuales intercambia miembros de una forma muy fluida. La pequeña burguesía, en la medida en que reconoce a la clase obrera como un grupo social específico, intenta llevarla hacia sus formas de organización y lucha que, como ya vimos, son burguesas en esencia. En suma, el proletariado moderno, en todo el mundo, está organizado directamente por la plutocracia, la burguesía media o la pequeña burguesía; sus demandas son burguesas o pequeño burguesas; su acción política está completamente supeditada a la de la burguesía y la pequeña burguesía; su conciencia es una conciencia burguesa o pequeño burguesa; y la ideología con la que se le ha dotado es la ideología burguesa o de la pequeña burguesía. La pequeña burguesía ha trasladado al proletariado, y la ha conducido al extremo, la ideología y la conciencia del individuo capitalista, propietario privado de sí mismo, que especula con sus procesos orgánicos para halagarlos con el consumo placentero y que, al haber convertido esta concepción en carne de su carne y sangre de su sangre, participa activamente en la conservación y desarrollo del régimen social que le permite vivir inmerso en un estado de éxtasis febril, aunque esa situación suponga, como su propia base de existencia, un malestar magnificado.

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Los únicos intereses que mueven a los proletarios modernos son aquellos que les competen como individuos capitalistas, es decir, el interés individual en la satisfacción de sus necesidades elementales y de las innúmeras necesidades que suscita en él la sociedad de consumo. Por ello mismo, el régimen capitalista, que les proporciona o les promete esas satisfacciones, es su régimen de producción; bajo ninguna circunstancia tienen un interés opuesto al mismo y menos aún la voluntad de sustituirlo por el socialismo marxista. El proletariado moderno está dotado con una conciencia y una fisiología que son una extensión del régimen de producción capitalista. La clase de los proletarios modernos, a la que nos hemos referido constantemente en nuestra argumentación acerca del capitalismo moderno, está integrada por todos aquellos que trabajan por un salario, para un capitalista privado o público, es decir, a los trabajadores asalariados al servicio del capital. Esta clase está fraccionada de acuerdo con diversas circunstancias: hay trabajadores agrícolas, industriales, de servicios, migratorios, integrantes del ejército industrial de reserva, manuales, intelectuales, artísticos, que pertenecen a la aristocracia obrera, simples jornaleros, etcétera, pero en todos concurre la característica de ser trabajadores asalariados que proporcionan plusvalía a los empresarios y al estado y están sometidos al proceso ya estudiado de explotación y depauperación crecientes; a través de la maquinización y la socialización de la producción han sido despojados, y continúan siéndolo, de sus facultades productivas, por lo que están determinados como fuerza abstracta de trabajo; sus capacidades productivas se concentran en el sistema de maquinaria propiedad de los capitalistas; su fuerza abstracta de trabajo se enajena de ellos y se materializa en los medios e instrumentos de producción que detentan los empresarios. El fraccionamiento de la clase de los trabajadores en diversos grupos ajenos entre sí y en una multitud atomizada de individuos encuentra su superación, el punto de unión de los obreros, en el hecho de que todos son trabajadores asalariados y están en igual situación en relación con el capital. El capitalismo de consumo tiene como finalidad intrínseca el crecimiento sin límites del consumo. Esto, sin embargo, no significa que esta forma superior del régimen capitalista satisfaga totalmente las necesidades elementales, ni en forma alguna las necesidades humanas de los trabajadores. En la sociedad capitalista moderna existen amplios sectores del proletariado agrícola e industrial que pertenecen al ejército industrial de reserva y

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que, por tanto, no tienen medios para satisfacer sus necesidades elementales, por lo que se ven obligados a escasamente sobrevivir de la beneficencia pública y privada y de la solidaridad de los obreros en activo; igualmente, nutridos grupos de trabajadores (peones, jornaleros, inmigrantes, etcétera) se encuentran en niveles salariales que les proporcionan menos que o apenas lo necesario para reproducir su fuerza de trabajo y reproducir la clase de los trabajadores (mal comer, mal vestir y un miserable techo); otros grupos de trabajadores perciben ingresos superiores que les permiten satisfacer sus necesidades elementales y ampliar sustancialmente el consumo de otros bienes distintos de los necesarios y, por último, hay otros sectores de la clase obrera en los que el consumo desbordado es su nota distintiva. Por lo tanto, la sociedad de consumo no es aquella en la que, una vez satisfechas las necesidades elementales de los trabajadores, se provea la satisfacción de otro cúmulo de sus necesidades, lo que les daría un nivel de vida más alto; por el contrario, en la sociedad de consumo coexisten necesariamente, y en realidad se suponen y se engendran mutuamente, poblados grupos de trabajadores que viven en la más espantosa miseria física, sumidos en el hambre, las enfermedades y la muerte que son consustanciales a esa pobreza extrema, y grupos de proletarios que se encuentran envueltos en la vorágine del consumo devastador. Todos los asalariados, cualquiera que sea el sector al que pertenezcan (de nulos, bajos, medianos o altos ingresos) están sujetos al mecanismo del consumo, ya estudiado detalladamente en apartado anterior, que se basa en la utilización de las necesidades y su satisfacción como un medio para colmar el apetito de placer exaltado de los individuos y que se caracteriza por la depauperación profunda que provoca en los trabajadores. Los asalariados de cualquier nivel viven asediados por la exuberante masa de bienes de consumo que el capitalismo de consumo presenta seductoramente ante ellos, tengan o no la capacidad de adquirirlos. La intelectualidad pequeño burguesa radicalizada se ve impelida, en razón de su situación de clase, a investigar la verdadera naturaleza de la sociedad capitalista y a discernir el papel que en ella le corresponde. En la fase superior de la sociedad de consumo encontramos que, a través de una gigantesca acumulación de capital, se han creado de nuevo los elementos y la necesidad del tránsito al socialismo, el cual ahora deberá serlo integralmente, tanto en la forma como en el contenido. Sin embargo, esa transformación revolucionaria choca con algunos obstáculos, por el momento infranqueables.

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El proletariado (que se integra con todos aquellos que son trabajadores asalariados en activo o en reserva) se encuentra organizado por la burguesía o la pequeña burguesía en función de los intereses de estas clases. Esta agrupación se realiza teniendo como base la absoluta atomización en que los trabajadores se hallan en atención a la acentuada individualidad con que la sociedad capitalista de consumo los provee. Los trabajadores tienen una conciencia burguesa o pequeño burguesa. En el capitalismo de consumo, la pequeña burguesía logra que los obreros adquieran una desorbitada conciencia individual como propietarios privados de sí mismos y que su fisiología se conforme de acuerdo con esa individualidad desmedida. La individuación de los trabajadores obtiene una firme base biológica. Desde la década de los años sesenta del siglo pasado, la teoría revolucionaria, el marxismo leninismo, sufrió una transformación conforme a la cual se generaron interpretaciones suyas que, conservando el nombre y una tenue envoltura de la doctrina de la revolución, en realidad eran formulaciones más o menos veladas de los intereses y de la ideología de la burguesía media y de la pequeña burguesía; también, el núcleo de la misma, su formulación clásica, fue abandonada por todos los sedicentes revolucionarios y condenada a una existencia de animación suspendida, por lo que no pudo desarrollarse creadoramente mediante la agregación a su cuerpo de las características de la sociedad de consumo, principalmente el consumo masivo y la individuación de los trabajadores. Los intelectuales pequeño burgueses radicales, incitados por la necesidad imperiosa del conocimiento científicamente exacto de la sociedad que también los explota y depaupera, transitan en este período por un camino muy tortuoso en la búsqueda de la verdad: reniegan de la versión de la revisión del marxismo-leninismo que profesan y que a sus ojos es falsa y anticientífica, pero fatalmente caen en los brazos de alguna otra de las mistificaciones de la teoría revolucionaria; cuando condenan en bloque al revisionismo, vuelven entonces angustiados los ojos a los enunciados de los clásicos, los cuales, sin la ampliación correspondiente a las condiciones actuales de la sociedad de consumo, se convierten en sus manos en un cuerpo muerto que inmediatamente los repele de nuevo hacia otra versión del revisionismo. Y así sucesivamente.

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EL OTRO DEL CAPITALISMO DE CONSUMO ES EL SOCIALISMO INTEGRAL Queda ahora claro cómo debe darse el paso de la sociedad de consumo al socialismo integral. El socialismo integral es aquel que comprende la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y además el consumo colectivo y la abolición de la propiedad privada de los individuos sobre sí mismos; sus elementos han madurado en el interior del capitalismo de consumo. La fuerza motriz de este movimiento revolucionario es el proletariado, la clase de los trabajadores asalariados. Para adquirir esta naturaleza tiene que estar organizada con absoluta independencia de la oligarquía, la burguesía y la pequeña burguesía. Es necesario también que el fraccionamiento y la individuación de sus integrantes, impuestos por el régimen burgués, hayan sido superados y se constituya en una fuerza colectiva cohesionada, cuyos elementos carecen ya de la individualidad capitalista. Con el fin de alcanzar la organización colectiva y la desindividualización de sus miembros, es preciso que la conciencia burguesa y pequeño burguesa que la clase obrera posee se transforme en una conciencia proletaria. Esto quiere decir que la conciencia de individuos y la fisiología que le sirve de base, las cuales la pequeña burguesía les ha dado y cuyas raíces son muy fuertes y profundas, deben ser arrancadas totalmente y sustituidas por una conciencia colectiva. Es evidente que la clase de los trabajadores asalariados no puede por sí misma desembarazarse de la tutela de la burguesía y de la pequeña burguesía, tampoco organizarse colectivamente ni abolir la conciencia y la fisiología de individuos capitalistas de sus componentes. En la fase de existencia del capitalismo de consumo que se caracteriza por la mutua complementación de todos los contrarios que lo forman (contradicción “solucionada”), los obreros no pueden hacerlo porque precisamente las condiciones que ahí prevalecen son las que directamente producen, con implacable necesidad, en los trabajadores, la organización, la conciencia y la fisiología capitalistas En la crisis que fatalmente sigue a la etapa de auge y que, como ha sucedido en la crisis financiera internacional en curso, lleva a los trabajadores a las simas de la explotación y depauperación, en donde se manifiestan plenamente los flagelos del hambre, las enfermedades, la muerte, el paro forzoso, la reducción del salario, la extensión y la intensificación del trabajo,

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etcétera, los obreros tampoco pueden realizar las tareas históricas que les corresponden porque esa situación de extrema necesidad a que son condenados por la violenta crisis capitalista obra inevitablemente en el sentido de dar mayor fuerza a su naturaleza de individuos propietarios privados de sí mismos, por lo que cualquier confrontación que tengan con la burguesía es únicamente porque ahora ésta les niega tajantemente la satisfacción de sus necesidades individuales. La intelectualidad radical (integrada por la intelectualidad pequeño burguesa radical y por trabajadores intelectuales radicalizados), estimulada por las condiciones de vida a que la somete el régimen burgués, se ve obligada a inquirir teóricamente acerca de la situación propia y de la clase obrera en el régimen del capitalismo de consumo y sobre la naturaleza esencial de éste. Hasta hoy, este impulso la ha llevado a recaer reiteradamente en las formulaciones revisionistas de la teoría de la revolución. Para dar el salto hacia una concepción científica del régimen de producción capitalista en su fase actual de capitalismo de consumo es necesario que la intelectualidad radical realice una inmensa labor teórica, de igual envergadura cuando menos que las producciones de lo clásicos. Esa tarea debe comprender lo siguiente: — Reivindicación del marxismo leninismo, empresa que abarca: a) exclusión de las tesis revisionistas del cuerpo de la teoría revolucionaria, b) delimitación de aquello de la doctrina marxista así depurada que es aplicable a ambas fases del régimen capitalista (teoría económica, de la lucha de clases, de la revolución socialista con sus postulados fundamentales de la conquista del poder por el proletariado, la abolición de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y el establecimiento de la propiedad colectiva sobre los mismos, todo lo cual se encuentra contemplado en El Manifiesto…, primer texto marxista que debe ser recuperado para su estudio y análisis, c) determinación más precisa de lo que en la primera fase se adelantó sólo como una mera indicación y que en la etapa actual adquiere una relevancia fundamental (conceptos de: naturaleza esencial del ser humano, anulación y reapropiación de su esencia natural humana, comunismo como la absoluta colectivización del ser humano, etcétera) y d) reconocimiento de la Lógica de Hegel como el método científico del marxismo. — Desarrollo creador del marxismo leninismo, cuando menos en los siguientes aspectos: a) análisis del proceso histórico del paso de la primera a la

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segunda fase del capitalismo, b) estudio del nacimiento y extinción del socialismo que se instauró en la primera fase del capitalismo (socialismo formal), c) utilización, en a) y b), de la Lógica de Hegel como método científico del conocimiento (doctrina del ser y doctrina de la esencia) y, desde luego, de aquellos principios del marxismo que tienen vigencia para ambas fases del capitalismo, d) determinación de las características específicas del capitalismo de consumo (consumo masivo, individuación de los trabajadores, etcétera), e) discernimiento de las formas particulares de explotación y depauperación de los trabajadores que se dan en la sociedad de consumo, f) identificación de los elementos que en la sociedad de consumo constituyen los gérmenes de la segunda etapa del socialismo, g) explicación de los rasgos esenciales del socialismo que surgen de la sociedad de consumo (colectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista de los trabajadores, abolición de la familia y el hogar individuales, etcétera). Una vez conseguido este objetivo, la intelectualidad radical habrá logrado aclarar para sí misma todas esas cuestiones teóricas y estará en posibilidad de pasar a la etapa siguiente, en la cual: — procederá a remover la conciencia burguesa y pequeño burguesa que posee la clase de los trabajadores y a sustituirla por una conciencia proletaria, lo cual significa que debe llevar a la clase de los trabajadores a la comprensión plena de la naturaleza que tiene el régimen capitalista de consumo, del carácter de propietarios privados de sí mismos que éste les ha conferido, de las formas extremas que en él adquieren su explotación y depauperación y de la necesidad de que unidos, organizados y conscientes den vida, por medio de los métodos revolucionarios clásicos, al socialismo integral, el que además de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción incluye la colectivización del consumo y la supresión de la individualidad capitalista de los obreros; — al mismo tiempo, deshará la organización burguesa y pequeño burguesa de los obreros y los organizará en torno al denominador común de su naturaleza de trabajadores asalariados y al proceso de dotación de la conciencia proletaria; — en esta evolución se irán transformando cualitativamente la intelectualidad radical y la clase de los trabajadores; la primera integrará a su ser las capas superiores de la clase obrera y se convertirá en un partido

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revolucionario; la segunda estará cada vez más y mejor organizada en torno a sus intereses de clase, será una clase revolucionaria; partido y clase formarán una unidad indisoluble. Partido y clase desarrollarán entonces la lucha por la instauración del socialismo integral. Una vez que la clase obrera, guiada por su Partido revolucionario, haya conquistado el poder, deberá realizar las transformaciones revolucionarias en el régimen de producción: apropiación colectiva de los medios e instrumentos de producción, colectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista de los trabajadores, etcétera. Multitud de grupos y grupúsculos, en el tramo de existencia de la sociedad de consumo, han intentado infructuosamente convertirse en Partidos revolucionarios y organizar a los trabajadores en una clase revolucionaria. El esquema de su acción es siempre el siguiente: se reúne un grupo de intelectuales radicales que declaran su adhesión al marxismo-leninismo, al cual consideran una doctrina completa y lista para aplicarse, y manifiestan su repudio al revisionismo de todo tipo; se organizan de acuerdo con las directrices de la IIIa. Internacional y toman como modelo al Partido Bolchevique: establecen Comités, Burós, Conferencias, etcétera, entre los que reparten, conforme a una meditada división del trabajo, todas las tareas imaginarias que algún día van a llevar al cabo; fundan su órgano informativo, al que denominan “Iskra”, o algo así; otean el horizonte político y siempre descubren que ahora sí el proletariado, obligado por la supe explotación capitalista, ha iniciado una lucha contra el régimen burgués; trazan una estrategia y una táctica para la lucha revolucionaria, armados con las cuales se lanzan a la conquista de la clase obrera. Invariablemente, una clase obrera sometida organizativa e ideológicamente a la burguesía los repele sin que hayan siquiera podido hacer contacto con su epidermis; sobreviene la crisis en la organización “revolucionaria”, se produce sin falta la escisión y ya tenemos dos grupos que seguirán el mismo ciclo descrito. Y así sucesivamente. Las organizaciones que después de varios intentos de penetrar en la clase obrera, por alguna causa sobreviven a esta fatalidad, se convierten, conservando su estructura de Partidos “revolucionarios”, en aliados de la pequeña burguesía en las luchas “populares” que sus diversos sectores despliegan contra la burguesía y hacen de esa lucha pequeño burguesa el único contenido de su acción política.

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Esto es así porque estos grupos nunca realizan las tareas necesarias, que acabamos de describir, para tener un carácter verdaderamente revolucionario. Sin embargo, el propio desarrollo del capitalismo en su fase de consumo habrá de obligar a la intelectualidad radical a dar el salto cualitativo por el cual debe convertirse en una organización verdaderamente revolucionaria. Monterrey, Nuevo León. Agosto 2013

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