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Las crisis económicas en el capitalismo moderno
La crisis financiera internacional de 2008-2013 Ponencia del Centro de Estudios del Socialismo Científico Fragmentos Durante el segundo semestre del año 2008 se produjo en los Estados Unidos un gran cataclismo económico —por su magnitud sólo comparable con la crisis de 1929— que al extenderse a todos los países del mundo adquirió el carácter de una crisis global. Esta grave perturbación echó abajo edificaciones hasta entonces consideradas iderruibles. La estructura económica neoliberal y su complemento político, la ―democracia liberal‖, a las cuales Fukuyama había dotado de vida perenne tras el ―fin de la historia‖, se derrumbaron estrepitosamente como resultado de la titánica fuerza de ese movimiento catastrófico. El libre mercado, base de sustentación de ese régimen económicopolítico, fue sustituido por una intrusión masiva del Estado en la actividad económica. La doctrina neoliberal, fundamento teórico de la moderna sociedad de consumo, también colapsó ante el furioso embate de los elementos económicos que demolió todas y cada una de las tesis de esa ideología. La moderna ―ciencia‖ económica, enteramente al servicio del neolibe- ralismo, galardonada sistemáticamente con el premio Nobel, considerada por sí misma como el producto científico más alto de la mente humana, cuyo elemento nuclear lo constituía un supuestamente portentoso desarrollo de las ciencias matemáticas, fue literalmente destrozada por las fuerzas económicas ingobernables y de ella sólo quedó vivo, entre los despojos, lo que en realidad eran sus únicos instrumentos de conocimiento: la modesta aritmética y los avances de la matemática del siglo XVIII, como el cálculo diferencial e
2 integral, el cálculo de probabilidades y la estadística, aplicados a la reducción de la codicia (hambre insaciable de ganancia) de los capitalistas a esotéricas fórmulas matemáticas. Las virtudes del empresario capitalista: inteligencia, audacia, temeridad, voluntad férrea, agresividad, prestancia, altivez, etcétera, prendas que alcanzaron la cima en la parte alta del ciclo económico, fueron destruidas inmisericordemente por la implacable crisis y sustituidas cada una por su contrario; en lugar del desbordado entusiasmo, un temor irracional se apoderó de los arrogantes hombres de empresa y los convirtió en unos deleznables homúnculos. Las acciones de los hombres públicos, que durante todo el período anterior a la crisis habían sido plenamente eficaces y condujeron por tanto a la economía por el camino que ella misma les indicaba, se estrellan ahora contra una realidad económica refractaria, que se mueve en una dirección diametralmente opuesta a la que sus antiguos aurigas se empeñan en señalarle. También en este caso, las cualidades de los políticos son aniquiladas por la crisis y en su lugar se entronizan sentimientos vergonzantes como el temor, la desesperación, la angustia, el abatimiento, el anonadamiento, etcétera. La conmoción económica tuvo además el efecto de abrir tumbas que estaban selladas desde mucho tiempo atrás. El keynesianismo, el kaleckianismo y el marxismo revisionista salieron de sus mausoleos y gozosos contemplaron el dantesco panorama —del cual desde su apacible morada habían advertido insistentemente su advenimiento— y ofrecieron muy comedidamente sus recetas para superar la magna crisis por la vía del establecimiento de un nuevo modelo económico, desde luego capitalista, que debería tener como ejes centrales la inversión productiva y el empleo, o, en las posturas más radicales, echaron las campanas al vuelo saludando el inicio de la revolución social en las imaginarias insurrecciones obreras que la crisis habría de provocar. Fatalmente, después de agotar toda la potencia acumulada, la crisis actual deberá tocar fondo para dar inicio a un nuevo ciclo económico. El ―modelo‖ neoliberal será entonces reestructurado, la ideología que le corresponde comenzará el proceso de su reivindicación, los capitalistas y los políticos se vestirán de nuevo con sus galas
3 intelectuales y morales y los economistas de ―izquierda‖ serán reinhumados mientras sus fórmulas de política económica son aplicadas por sus antiguos detractores. Se abrirá así una nueva fase de existencia del capitalismo de consumo, régimen que habrá de desarrollarse sobre la base más alta que conquistó precisamente a través de la crisis. La crisis financiera internacional es el momento de la absoluta contradicción de los elementos del régimen del capitalismo de consumo que hoy día existe en el mundo. El capitalismo de consumo se formó y alcanzó el estadio actual de su desarrollo a través del desenvolvimiento alternado de fases de contradicción solucionada de los contrarios que lo componen (una fluida implicación mutua) y de etapas de contradicción absoluta de los mismos, en las que ambos se niegan tajantemente, de las cuales la crisis financiera internacional es la última y más violenta. En este trabajo nos hemos propuesto, por un lado, hacer una sistematización de las tesis de Carlos Marx acerca de las crisis contenidas en los tres tomos de El Capital y confrontarla con la evolución de la crisis financiera internacional que discurrió en el período 2008-2013 y, por el otro, realizar un análisis, a la luz de la teoría marxista, sobre todo con el auxilio de aquellas tesis expuestas en el tomo primero de El Capital, de la naturaleza del capitalismo de consumo. Encontramos, sobre lo primero, que la crisis financiera internacional, la última de una serie de crisis que se produjeron durante el período en el cual nace y se desarrolla la forma superior del régimen capitalista internacional, el capitalismo de consumo, se ajusta en todo al modelo teórico desarrollado por Marx. Esta crisis es general porque tiene su origen en un gran aumento de la producción social (a la cabeza de la cual se encuentra la industria de la construcción de viviendas) que excede en demasía la demanda solvente de la sociedad y a causa de que enfrenta a un engrandecido sistema financiero con la totalidad de la estructura comercial, industrial y de servicios de la economía. La crisis financiera internacional tiene la forma superior de las crisis económicas: se presenta una contraposición absoluta entre la expansión de la producción total y la valorización del capital total. La primera crece hasta altísimos niveles, mientras que la segunda se
4 reduce en gran medida o cesa de producirse. En seguida, la tasa general de ganancia cae, la acumulación (inversión de capital) cesa, el capital se paraliza y la plusvalía que todavía se produce se suma a este capital inmovilizado; se forma una exuberancia de capital que no puede ser invertido. Todo esto resulta en la quiebra de las empresas bancarias, financieras, comerciales, industriales y de servicios y, por tanto, en el desplome de los sistemas financiero, comercial y productivo. A esto se añade un proceso de pérdida enorme de valor del capital total y también de destrucción de una buena parte del mismo. La crisis financiera internacional es una crisis global porque se extiende a prácticamente todos los países del mundo. En lo segundo, llegamos a la conclusión de que la naturaleza del capitalismo de consumo es esencialmente igual a la del capitalismo del siglo XIX, desentrañada ésta por las investigaciones de Carlos Marx, y se encuentra en la fase superior de su existencia, en la cual llega a su punto más alto el proceso de gestación y maduración en su seno de los elementos de un régimen económico social superior, el socialismo. Tales factores son la depauperación creciente de los trabajadores y la abstracción y socialización progresivas del trabajo. Todas y cada una de las características del capitalismo de consumo que la intelectualidad pequeño burguesa postmoderna (ver a Hardt, Negri, etcétera) reputa como prueba fehaciente de que la naturaleza del capitalismo ha cambiado y por tanto las tesis de Marx sobre la misma no tienen ya vigencia, constituyen un desarrollo de las particularidades del viejo capitalismo que conduce a la maduración de los elementos de la negación de ese régimen económico y de la constitución del socialismo integral (formal y material) que lo ha de suceder. Es decir, que la naturaleza del capitalismo moderno confirma en una forma más plena las deducciones teóricas de Marx. Así, el ―trabajo inmaterial‖, caballo de batalla de la ignorancia postmoderna, no es sino la culminación del proceso, descubierto por Marx y explicado por él suficientemente en El Capital, en el apartado relativo a la maquinización de la producción como método de producción de plusvalía relativa, de sustracción por el capital de las facultades productivas del trabajador y su concentración en la máquina; el resultado es la reducción del trabajador a simple fuerza abstracta de trabajo que sirve a un universo de facultades productivas concentradas en las máquinas; en el capitalismo actual algunos sectores de los trabajadores lo hacen por medio de un trabajo tan abstracto que a la astucia postmoderna le parece que no es material.
5 Aún el trabajo más abstracto constituye un gasto de músculos, cerebro, etcétera, humanos, es decir, un gasto material, que se realiza utilizando un instrumento material (una computadora, por ejemplo) y se concreta en productos materiales de diversa índole (productos digitales, por ejemplo). De la misma manera, el trabajo en redes es considerado por la intelectualidad pequeño burguesa postmoderna como una forma de trabajo distinta de las que existieron en el antiguo capitalismo. Las redes están formadas por conjuntos de servidores, estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera que constituyen sistemas de maquinaria propiedad del capital sobre los que actúan grupos más o menos grandes de trabajadores asalariados. La red de redes, la Web, es también un inmenso sistema de maquinaria, de carácter global, propiedad de los capitalistas, que es atendido por una multitud de trabajadores asalariados; como basamento de la Web se encuentra una enorme infraestructura de comunicación, también global, completamente maquinizada, que es operada por masas de trabajadores asalariados. En todos estos casos la relación entre los capitalistas y los trabajadores de las redes y de su infraestructura es de explotación, es decir, se basa en la exacción por el capital de trabajo excedente de los asalariados. El método general que hemos empleado en nuestra investigación es el que desarrolla Guillermo Federico Hegel en su Lógica, en las secciones ―La doctrina del ser‖ y ―La doctrina de la esencia‖, y es el mismo que utilizó Marx en sus investigaciones y producciones teóricas, en primer lugar en El Capital. Parafraseando a Hegel, diremos que no hay nada, ni en el cielo ni en la tierra, que no esté compuesto por contrarios. La consideración del régimen capitalista como un nudo de contradicciones y su estudio a partir de esta asunción, constituyen exigencias científicas inexcusables para poder encontrar la verdad de este régimen social. La teoría de la contradicción. El punto de partida teórico para el estudio de las crisis es la determinación de los elementos que en ellas intervienen como los polos de una contradicción. Explica Marx que la posibilidad de las crisis del régimen capitalista se encuentra ya en la naturaleza misma de la mercancía y en el proceso de su intercambio.
6 La mercancía es una unidad de características antitéticas. La producción capitalista es un proceso antagónico entre el capital y el trabajo y entre la producción de plusvalía absoluta y relativa. La producción de plusvalía y la acumulación son los extremos de una contradicción. La acumulación de capital asume las formas contrarias de acumulación con cambios en la composición orgánica y acumulación sin cambios en la composición orgánica. En el proceso de circulación, el capital industrial recorre movimientos antitéticos y adquiere funciones también contradictorias. El capital global se sustantiva en las esferas de negocios específicos que son el capital bancario, el capital industrial y el capital mercantil, los cuales son también antagónicos. El capital bancario se contrapone al capital comercial e industrial. Los dos grandes procesos sociales del régimen capitalista son la producción y el consumo; ellos integran también una contradicción. El capital social se escinde en dos grupos fundamentales: el sector I, que produce medios de producción, y el sector II, que produce bienes de consumo; estas dos ramas son también los polos de una contradicción. El movimiento total del capital se realiza teniendo como eje del mismo la existencia de una tasa media de ganancia; ésta rige las relaciones entre la oferta y la demanda globales, la acumulación con alta composición orgánica y la acumulación con baja composición orgánica, la acumulación y desacumulación de capital y la expansión de la producción y la valorización; cada una de estas relaciones son los extremos de una contradicción. El sistema internacional del capitalismo se compone de grupos de países que forman unidades de contrarios: países capitalistas que producen medios de producción de tecnología moderna, la misma tecnología de punta, servicios financieros complejos, bienes de consumo sofisticados, etcétera; naciones que producen materias primas, energéticos, alimentos, etcétera; otras más que producen manufacturas de diverso tipo, en gran medida bienes de consumo. Las relaciones
7 entre los distintos grupos de países son las de los extremos de una contradicción. Marx ha considerado, en relación con la cuota de ganancia, tres contradicciones que en su desenvolvimiento llevan al régimen capitalista a estadios superiores de su existencia a través de fases de una relativamente tranquila implicación de sus polos y etapas de crisis más o menos violentas, en las cuales los contrarios se niegan absolutamente. La primera contradicción es entre producción y consumo. La cuota de ganancia actúa como medio para adecuar la producción al consumo de acuerdo con las exigencias del desenvolvimiento del régimen capitalista de producción en la etapa específica de su existencia en que se encuentre. La segunda contradicción es entre la tendencia al descenso de la cuota de ganancia y los factores que la contrarrestan, o, lo que es lo mismo, entre la acumulación con una composición orgánica en ascenso y la acumulación con una composición orgánica descendente. Por último, está la contradicción entre la expansión de la producción y la valorización, que es la contradicción superior del régimen capitalista de producción. Las contradicciones señaladas se desenvuelven, bajo la égida de la cuota de ganancia, primeramente en una forma fluida; es la contradicción solucionada. Al paso del tiempo, uno de los contrarios crece más que el otro y, por último, se incrementa desbocadamente, superando y negando a su complemento; es la contradicción absoluta. La producción sobrepasa en una gran medida al consumo, la acumulación con cambios en la composición orgánica a la acumulación sin cambios y la expansión de la producción a la valorización del capital. Esta desproporción mayúscula entre los contrarios, inherente al régimen capitalista de producción, es la causa de las crisis cíclicas que van desde las que tienen un campo de acción reducido (a una rama de la producción, por ejemplo) hasta aquellas que estremecen a toda la estructura económica.
8 La crisis se caracteriza por una reducción de los precios, un descenso en las ventas, una disminución decisiva de los ingresos de las empresas y países productores, un descenso drástico y después la evaporación de las ganancias e incluso del capital y una paralización del ciclo del capital por la cual el capital-mercancías no se convierte en capital-dinero ni este en capital-productivo y que lleva necesariamente a la quiebra del sistema financiero, del comercio y de la industria. Al final de la crisis la cuota de ganancia de esa industria, rama o sector ha descendido a su mínimo nivel o incluso la ganancia ha desaparecido y se presenta una desacumulación de capital. Desde este punto se inicia el proceso por el cual, una vez que se ha destruido, simple y llanamente, una buena cantidad de capital (trabajo obrero acumulado), remontan los precios de las mercancías, suben las ganancias, se incrementa la inversión, se eleva nuevamente la producción, etcétera, hasta que se alcanza de nuevo el nivel medio que prevalece en la economía. Este movimiento del capital, que lleva a la economía hasta el paroxismo de la acumulación desenfrenada para después hundirla en las simas oscuras y profundas de la crisis, es el movimiento de una sustancia con vida propia, sobre la cual los individuos no tienen ningún control y a quienes, por el contrario, arrastra detrás de sí con una fuerza irresistible; de ahí entonces la profunda ingenuidad de quienes pretenden desarrollar una política, cualquiera que esta sea, para evitar el estallido de las crisis o revertir su curso cuando ya han empezado su acción devastadora. De qué manera la sustancia económica posee una potencia arrolladora e incontrastable, se pone en evidencia cuando sus presuntos conductores intentan acciones contrarias al sentido en que aquella se desplaza. La crisis financiera internacional que se ha desarrollado desde mediados de 2008 también nos ha dado un enorme catálogo de acciones presuntamente preventivas o correctivas de los descalabros económicos, realizadas por los mismos países sujetos a los furores de la crisis global o por los organismos internacionales encargados de las finanzas internacionales (FMI, BM, etcétera), que fatalmente produjeron los resultados contrarios a los esperados y sirvieron de combustible para alimentar la alta incandescencia de la conflagración económica. Las crisis se pueden catalogar, de acuerdo con la argumentación de Marx, de la siguiente manera:
9 1) Crisis que resultan del movimiento normal de adecuación de la oferta y la demanda en una o varias ramas de la producción interna o global y en los sectores fundamentales de la industria nacional o internacional. 2) Crisis nacionales o globales que tienen su origen en la relación entre la fase de acumulación con una composición orgánica del capital alta y la de una acumulación con una composición orgánica baja, o lo que no es sino lo mismo, entre la fase en la que predomina la tendencia al descenso de la cuota de ganancia y aquella en la que se imponen los factores que la contrarrestan; en última instancia también se resuelven en una disyunción entre la producción y el consumo. 3) Crisis nacionales o globales que se suscitan cuando la oposición entre la expansión de la producción y la valorización llega al punto en el cual el descenso de la cuota de ganancia no puede ser compensado ya por el incremento de su masa, es decir, cuando hay una sobreproducción de capital. La crisis mundiales de 1927 y 2008 pertenecen a esta última categoría; son crisis generales del sistema capitalista. El capital bancario y las crisis. La sustantivación del capital-dinero como capital-bancario completa la obra del proceso de formación y funcionamiento de una tasa media de ganancia en el régimen capitalista. La necesaria disyunción entre producción y consumo, que es inherente al régimen de producción capitalista, deriva también ineluctablemente en una desproporción mayúscula entre producción y consumo. La tasa de ganancia que se eleva sobre el nivel medio es la guía que conduce al capital hacia las ramas en las que existe un exceso de demanda o una oferta reducida de un bien o un conjunto de bienes que son estratégicamente necesarios para el capitalismo en una fase específica de su desarrollo (petróleo, manufacturas de exportación, viviendas); la tasa de ganancia mucho más alta que la media lleva atrae de una manera irresistible al capital-dinero que concentran los banqueros, el cual se traslada, primero en pequeñas cantidades y después en volúmenes inmensos, a las ramas que la cuota de ganancia ha convertido en privilegiadas. Este movimiento del capital sustantivado incrementa en una medida gigantesca la capacidad instalada de la rama o sector de que se trata y eleva la producción a niveles altísimos, muy por encima de la
10 demanda, que permanece estacionaria o crece a un ritmo mucho menor. Los banqueros, verdaderamente poseídos por ese demonio interior que es el hambre insaciable de ganancia y dueños del mecanismo por el que el capital se convierte en una sustancia que pare dinero, olvidan completamente sus propósitos iniciales (es decir, desarrollar aquella rama que presenta atractivas ganancias) y se dedican en cuerpo y alma al fraude y a la especulación, es decir, a financiar industrias inexistentes, apostar a la Bolsa y al tipo de cambio, etcétera. La superproducción que ha traído consigo la inversión desenfrenada colma en exceso los mercados hasta el punto en el cual los precios inician un movimiento descendente. Los ingresos menguan, los créditos se tornan incobrables, las empresas quiebran y los bancos sufren rudos quebrantos. Al final del ciclo el sistema financiero se derrumba y es necesario que alguien venga a su rescate. Como precisamente el sistema bancario es el que está en el proscenio, el prejuicio popular señala a los banqueros como los causantes, por su avidez, de la catástrofe económica. Todo este movimiento del capital sustantivado tiene su causa en la naturaleza esencial del régimen de producción capitalista; no es algo accidental o que obedezca a errores que se cometen en la conducción de la economía o a la perversión de sus actores; es el proceso ineluctable de una sustancia con vida propia. A la estructura y funciones tradicionales del capital bancario se han agregado recientemente otras nuevas entidades, como los fondos de inversión, los fondos de pensiones, los hedge funds, etcétera, nuevos instrumentos crediticios como los Mortgage Backed Securities (Títulos garantizados con hipotecas), Asset Backed Securities (Títulos garantizados con activos), Collateralized Debt Obligations (Títulos garantizados con deuda) y Credit Default Swaps (Garantías en caso de incumplimiento de deuda) y nuevos procesos crediticios como el arbitraje y la securitización, fundamento ésta última de todas estas novedades en el campo de las finanzas y que consiste en la reunión de los créditos (hipotecarios, automotrices, tarjetas de crédito, etcétera) en grandes conjuntos y la emisión de un título que los represente y mediante el cual pueden ser fácilmente negociados y tener una circulación más amplia y más rápida.
11 Estas entidades, instrumentos y procesos crediticios son también factores del capital por medio de los cuales se realiza su movimiento global que tiene como núcleo la explotación del trabajo asalariado y la depauperación absoluta de los trabajadores, la anulación decisiva de su naturaleza humana. La sociedad de consumo y el individuo En la década de los ochenta del siglo pasado, el régimen capitalista internacional dio un paso adelante en su evolución histórica al transformarse el llamado capitalismo del ―bienestar‖ en el capitalismo de consumo. De esta naturaleza es el régimen económico que se vio envuelto en la gran crisis financiera cuyos efectos aún siguen sacudiendo a la economía mundial. En esta forma moderna del capitalismo, adquiere un gran impulso el consumo, el cual se convierte en consumo masivo. El destinatario de esta gran evolución de la industria productora de bienes de consumo es el individuo consumidor. En el régimen de la propiedad privada se da necesariamente el proceso de constitución, desenvolvimiento y apoteosis, en el capitalismo, del individuo que es la negación de la naturaleza colectiva de la especie y, por tanto, de la esencia natural del hombre. (Ver: Robledo Esparza, Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada, Cuadernos de Materialismo Histórico, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009.) En la fase superior del régimen capitalista el trabajador ha adquirido la propiedad privada plena sobre sí mismo. Con este carácter se enfrenta al voluminoso mundo de bienes y servicios que el moderno capitalismo de consumo coloca ante él. En primera instancia, los trabajadores, acuciados por ese enorme cúmulo de satisfactores, llevan hasta sus últimas consecuencias las transformaciones que en su fisiología y en su psique produce la propiedad privada; el trabajador, excitado por esa monstruosa acumulación de cosas, procede, bajo su propia dirección, a manipular su sensoreidad para desarrollar nuevos procesos orgánicos -fisiológicos y psíquicos- (necesidades y su satisfacción) que correspondan a la
12 plétora de bienes que la sociedad de consumo seductoramente le presenta. Estas nuevas necesidades tienen las siguientes características específicas: -En ellas se ha sustituido definitivamente el mecanismo insatisfacción-satisfacción, que primitivamente funcionaba para la integración de la corporeidad del individuo mediante la satisfacción de sus necesidades, por el de displacer-placer. La necesidad no tiene ya ningún nexo con la constitución, conservación o reconstitución biológica del individuo, pues sólo es un medio para desarrollar una sensación exacerbada de insatisfacción que debe ser apaciguada con una sensación exacerbada de placer que se obtiene con la asimilación del objeto. -Las sensaciones exacerbadas de insatisfacción y satisfacción traen consigo el funcionamiento desmandado de los procesos sensoriales y psíquicos implicados y, por tanto, el desgaste acelerado de los mismos y de los órganos en los que residen. -Esa actividad desbordada y el rápido deterioro de los procesos orgánicos y los órganos involucrados se traducen necesariamente en su descomposición irreversible. -La integración armónica de órganos y procesos se trueca en el descoyuntamiento de los mismos, lo que resulta en un monstruoso desarrollo autónomo de sus elementos. -La sociedad de consumo ofrece una variedad y una cantidad inagotables de satisfactores, por lo que en el individuo consumidor se genera una multitud de situaciones de insatisfacción exasperada, las que a fin de cuentas integran una sola sensación magnificada de insatisfacción (displacer) que crece desmesuradamente, tanto con su parcial aplacamiento por la satisfacción de una necesidad aislada, lo que sólo es el punto de apoyo para una necesidad mayor, como por la imposibilidad de satisfacer una, varias, o una gran parte de las necesidades. -La sociedad de consumo ofrece la posibilidad de que una gran cantidad de las mercancías que produce sean consumidas por el individuo; éste ejerce, por tanto, una infinidad de acciones de satisfacción enardecida por las cuales asimila los objetos exteriores. Las acciones mencionadas se consolidan en una sola situación interminable de satisfacción exaltada, de goce placentero.
13 -Cada satisfacción placentera trae consigo un embotamiento de la sensoreidad del individuo, por lo que exige una exacerbación mayor de la sensación de insatisfacción y una satisfacción que proporcione un placer redoblado. Y así sucesivamente. -El individuo de la sociedad capitalista vive en una situación permanente de insatisfacción y satisfacción crecientemente exacerbadas (displacer-placer) que proporciona un gigantesco impulso al desgaste y descomposición de su organismo. -El mundo de los bienes de consumo tiene una naturaleza francamente libidinal, lo mismo que los individuos que los consumen. -El consumo es, en la fase superior de la sociedad capitalista, un tipo de orgasmo colectivo sin solución de continuidad, que es el clímax de una excitación displacentera igualmente permanente. -El desgaste, deterioro, alteración y descomposición de los procesos orgánicos y órganos que intervienen en la satisfacción de las necesidades que crea la sociedad de consumo llevan a su culminación el movimiento de la propiedad privada por el que se produce la anulación de las características biológicas de la especie y con ello la de la esencia natural del hombre. -Este mecanismo descrito se establece como el modo general a través del cual se satisfacen todas las necesidades de los individuos en la sociedad capitalista moderna, incluidas las necesidades elementales por medio de las que se conserva y reconstituye la corporeidad de los trabajadores. Esto quiere decir que los obreros que se encuentran en los niveles salariales más bajos y los que forman el ejército industrial de reserva, así como los grupos sociales marginales –los migrantes y las minorías étnicas en los países desarrollados, los indios americanos, las tribus africanas, etcétera-, están sujetos, aún en la satisfacción de sus reducidísimas y toscas necesidades, al engranaje de ese dispositivo destructor de la naturaleza humana que es la forma específica desarrollada por la sociedad de consumo de determinación y satisfacción de las necesidades individuales. En lo que antecede hemos considerado la relación existente entre el mundo de bienes de consumo que incita el deseo de los trabajadores y el mecanismo de colmar la necesidad inducida, el cual se basa en la exacerbación de las sensaciones correspondientes de satisfacción e insatisfacción. Pudimos apreciar las funciones que desempeñan la burguesía y el proletariado: aquella aguijonea el apetito de los
14 trabajadores y éstos especulan con sus procesos orgánicos para excitar su sensoreidad. Cuando esta relación llega a su apogeo, engendra otra que tiene un contenido más radical. El régimen capitalista ofrece como bienes de consumo y los individuos trabajadores las asimilan como tales, sustancias que producen directamente, en el sistema nervioso, mediante reacciones bioquímicas, las exacerbadas sensaciones de satisfacción e insatisfacción. Lo característico es que esas sustancias (alcohol, nicotina, morfina, cocaína, opio, anfetamina o speed, seudoefedrina, éxtasis, cánnabis (marihuana y hashish), inhalantes, etcétera) no impresionan primero, como los otros bienes de consumo, ni los sentidos ni la psique de los sujetos, sino que actúan inmediatamente, como tales sustancias, en los centros nerviosos, en donde provocan la excitación de las sensaciones. Es evidente que esta forma superior del consumo se traduce necesariamente en un mayor y más decisivo desgaste de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, en una aniquilación más contundente de su naturaleza humana. Existe una relación necesaria de mutuo engendramiento entre ambas formas del consumo. El consumo masivo de bienes y servicios lleva necesariamente al consumo masivo de narcóticos, y éste es, por su parte, soporte, apoyo y generador del consumo masivo de mercancías. La producción y comercialización de los narcóticos, el narcotráfico, es una rama necesaria y legítima del régimen capitalista moderno. La maquinización de la producción y la sociedad de consumo La producción de las mercancías de consumo se realiza en su totalidad con métodos capitalistas. Las formas capitalistas de producción, dentro de las cuales se producen también los bienes y servicios de consumo, han tenido en la sociedad de consumo, en general, un desarrollo ascendente, tanto en su carácter de formas de aniquilación de la naturaleza humana de los trabajadores como en el de progenitoras de los elementos de la reapropiación de esa naturaleza sobre la alta base de la socialización de la producción. La racionalización y maquinización de la producción han ido en aumento.
15 La cibernética La cibernética, disciplina que en los últimos 20 años ha tenido un impresionante desarrollo, reconoce como su núcleo esencial el análisis exhaustivo de los sistemas y los mecanismos productivos, en el que ha obtenido los siguientes resultados: a) En primer lugar, ha permitido que la vigilancia, el control, la comunicación y la retroalimentación de los sistemas y mecanismos que todavía se realizan manualmente por los trabajadores se puedan ejecutar con una mayor racionalidad, coordinación, organización y velocidad y que, por ende, tengan una productividad más alta; b) en segundo término, ha sido la base para un perfeccionamiento de los sistemas y los mecanismos existentes, con lo cual dota a sus procesos de una productividad más elevada; c) en tercer lugar, ha sido el punto de apoyo para el desarrollo de nuevos sistemas y mecanismos que incorporan los principios cibernéticos más adelantados de control, retroalimentación, racionalidad, comunicación, coordinación y organización y que son por tanto mucho más productivos; d) y en último lugar, pero de la mayor importancia, ha sido el acicate fundamental para la maquinización de las funciones de racionalización, coordinación, comunicación, organización, vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas y mecanismos, es decir, para la invención y desarrollo de la máquina de máquinas, la computadora; e) la máquina cibernética por excelencia, la computadora, ha hecho posible la automatización más decisiva de los sistemas, procesos y máquinas. La computación es la disciplina que estudia y desarrolla los programas y las funciones que por medio de ellos realiza la computadora, el mecanismo específico que tiene como objeto la racionalización, coordinación, comunicación, organización, vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas y mecanismos productivos. Su desenvolvimiento, impulsado por el de la cibernética, induce a su vez el de ésta; ambas se dan un mutuo empuje ascendente. A su vez, las dos estimulan la construcción de máquinas cibernéticas cada vez más poderosas, las cuales son un gran incentivo para un desarrollo más vasto de la cibernética y la computación.
16 Pero la cibernética no reduce su campo de acción a los sistemas y mecanismos productivos, sino que lo extiende hasta los sistemas, procesos y mecanismos de la circulación de las mercancías, de la circulación del capital, del consumo, etcétera, a los cuales somete a sus principios, que cada vez más son funciones de máquinas (computadoras) que se perfeccionan aceleradamente. En la fase superior del capitalismo que es la sociedad de consumo obran en toda su extensión las leyes descubiertas por Carlos Marx y expresadas magistralmente en el tomo primero de El Capital. (Ver: Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, Tomo I, Capítulo XIII, ―Maquinaria y gran industria‖, Versión del alemán por Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1964 y, también: Robledo Esparza, Gabriel, El desarrollo del capitalismo mexicano, Capítulo IV, ―La producción de plusvalía relativa‖, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, 2007) Los trabajadores que utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas son obreros asalariados que no poseen otra propiedad sino su fuerza de trabajo y necesariamente deben venderla al capitalista, quien es el propietario privado de los medios e instrumentos de producción (en este caso de los métodos y las máquinas cibernéticas) para obtener un salario que les permita adquirir los medios de subsistencia. Es decir, que se mantiene y se fortifica la relación de esclavizamiento del trabajo asalariado por el capital. Los productos del trabajo cibernético son mercancías; son materializaciones de la fuerza de trabajo de los obreros cuyo valor se mide, como el de cualquier otra mercancía, por la cantidad de fuerza de trabajo empleada en su producción y ésta, a su vez, por el gasto de músculos, nervios, cerebro, etcétera, de los trabajadores. Las mercancías producidas con los métodos cibernéticos son bienes o servicios materiales que han resultado de una relación material (física y/o mental) de los proletarios (individuos materiales) con los medios e instrumentos de producción (objetos materiales). (El ―trabajo inmaterial‖ es una estulta invención de la intelectualidad pequeño burguesa; si seguimos su absurda línea de argumentación, tenemos que el ―trabajo inmaterial‖, cuando actúa sobre medios e instrumentos de producción también ―inmateriales‖, produce bienes ―inmateriales‖, es decir, la nada, que al actuar sobre la nada genera la nada. ¡No cabe duda que la intelectualidad pequeño burguesa ha conquistado el puesto más alto de la indigencia mental, de
17 la cual, por otro lado, ya habían dado un revelador adelanto, en la segunda mitad del siglo pasado, la ―nueva izquierda‖ y el marcusianismo!) Las funciones cibernéticas (cada vez más maquinizadas) de perfeccionamiento de los sistemas, procesos y mecanismos de la producción, de la circulación de las mercancías y del capital y del consumo son, en principio, formas de producción de plusvalía relativa empleadas por el capital para incrementar sus ganancias. Por medio de ellas, al hacer crecer la productividad, se reduce el tiempo de trabajo necesario de los trabajadores y se amplía el tiempo de trabajo excedente; por lo mismo, se dilata el volumen del plusvalor que se apropian los capitalistas sin retribución. También, son medios de elevar la productividad en aquellos sectores en los que no se produce plusvalía, como el comercio y la banca, y en los que, por tanto, cualquier aumento del rendimiento del trabajo se traduce en costos menores que en la misma medida hacen mayor la masa de la plusvalía producida por el capital productivo que los capitalistas de las ramas económicas improductivas se apropian. Igualmente, son métodos para acelerar el consumo y, en consecuencia, de engrosar el volumen de la plusvalía que los capitalistas de este sector obtienen con la realización de sus mercancías. Las funciones cibernéticas que se perfeccionan y se incorporan a una máquina fueron originariamente capacidades de los trabajadores; posteriormente, el capital se las sustrajo y las convirtió en atributos de la máquina y con ello de sí mismo; con esto el trabajo del obrero ha alcanzado un grado mayor de abstracción y sus capacidades individuales se han acumulado en el instrumento socializado que es ahora propiedad del capital. El perfeccionamiento constante de los métodos y las máquina cibernéticas hace obligatoria la adaptación de la fisiología de los trabajadores (esto incluye la capacitación que debe dárseles sobre las modernas tecnologías) a los sistemas, procesos y máquinas, que son los que tienen ahora a los obreros como una extensión suya y los someten a las exigencias imperiosas (funcionamiento constantemente acelerado) que les impone la necesidad del capital de producir y acumular plusvalía en volúmenes cada vez mayores. El trabajo que los obreros desarrollan cuando utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas tiene todas las características que Marx atribuye al trabajo capitalista: se realiza forzadamente, bajo la violencia física y moral de los capitalistas, tiene como base la
18 separación absoluta entre trabajo y capital, implica la producción, con los métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa, de cantidades incesantemente incrementadas de plusvalía, de trabajo obrero no remunerado; ―todos los métodos encaminados a intensificar la fuerza productiva social del trabajo se realizan a expensas del obrero individual; todos los medios enderezados al desarrollo de la producción se truecan en medios de la explotación y esclavizamiento del productor, mutilan al obrero convirtiéndolo en un hombre fragmentario, lo rebajan a la categoría de apéndice de la máquina, destruyen con la tortura de su trabajo el contenido de éste, le enajenan las potencias espirituales del proceso del trabajo en la medida en que a éste se incorpora la ciencia como potencia independiente; corrompen las condiciones en las cuales trabajan; los someten, durante la ejecución de su trabajo al despotismo más odioso y más mezquino; convierte todas las horas de su vida en horas de trabajo; lanzan a sus mujeres y sus hijos bajo la rueda trituradora del capital… Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza, en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capital, es acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral.‖1 Marx, Carlos, op. Cit., t. I, pp. 546-547. La plusvalía que los capitalistas obtienen del trabajo asalariado que utiliza los métodos y las máquinas cibernéticas, en la parte que no es gastado como renta, se acumula y es utilizado para ampliar la producción, es decir, contratar más obreros y comprar tecnología y máquinas o para, sin aumentar el número de trabajadores, adquirir medios e instrumentos de producción más modernos; la masa de plusvalía que se produce y que hacen suya los capitalistas agranda su monto en una medida enorme. Los gigantescos volúmenes de plusvalía que se producen mediante el trabajo que utiliza los métodos y las máquinas cibernéticas se acumulan y se reinicia el ciclo en una escala ampliada; con esto se fortalecen la violencia del capital sobre el trabajo y el esclavizamiento de éste a aquel, se ahonda la separación de ambos, se incrementan la explotación y la mutilación del obrero, se ratifica su condición de apéndice de la máquina y se priva de una manera más decisiva de contenido al trabajo, que así adelanta un paso más en su proceso de abstracción.
1
Marx, Carlos, El Capital, t. I, Versión del alemán de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, Tercera Edición, 1964, pp. 546-547
19 Los obreros de estos sectores productivos se ven sujetos también a los procesos cíclicos del capital, por los cuales éste atrae y repele alternativamente obreros en cantidades masivas, de acuerdo con sus necesidades de acumulación y las condiciones impredecibles del mercado; de esta manera, tan pronto los llama a la órbita de la producción, en donde sufren por fuerza todas los males del trabajo capitalista, como los rechaza de la misma y los lanza a una situación de espantosa miseria, de hambre, enfermedades y muerte. Todas estas circunstancias que concurren en el trabajo cibernético producen necesariamente el desgaste, descomposición y degeneración de todos los órganos y funciones orgánicas de los trabajadores, al tiempo que fortalecen férreamente su individualidad; de esta manera, se niega radicalmente la naturaleza humana de los trabajadores, se anula su esencia natural humana. Pero al mismo tiempo que esa monstruosa negación de la esencia natural humana de los trabajadores, el trabajo cibernético produce los elementos de la reconstitución de la misma sobre una base más alta. En primer lugar, el individuo trabajador se encuentra aquí convertido absolutamente en fuerza abstracta de trabajo, sin ningún contenido (no posee ningún instrumento propio ni tiene una capacidad concreta determinada, únicamente la capacidad abstracta de servir al sistema de maquinaria), es un simple apéndice del instrumento maquinizado capitalista. En la medida en que la fuerza de trabajo cobra mayor abstracción sólo puede funcionar como trabajo cooperativo, cada vez más socializado En segundo término, las capacidades y facultades concretas del individuo se separan del mismo y se incorporan a un sistema de maquinaria, propiedad de los capitalistas, el cual adquiere una dinámica propia de movimiento por la cual se constituye como una masa de sistemas de maquinaria a la que ya sólo es posible utilizar mediante el trabajo abstracto socializado. El instrumento individual se ha transformado en un instrumento colectivo. Este grado supremo de abstracción de la fuerza de trabajo y la socialización que necesariamente la acompañan, son la forma adecuada bajo la cual los trabajadores pueden reivindicar la propiedad del sistema global de maquinaria, de la acumulación de fuerza de trabajo de los obreros que es el instrumento colectivo de la especie para la transformación de la naturaleza que detentan en propiedad privada los capitalistas.
20 El trabajo cibernético tiene todas la características que Marx y sus seguidores atribuyeron al trabajo capitalista: en él se produce necesariamente el despojo de las capacidades de los trabajadores y la anulación creciente de su naturaleza humana, pero al mismo tiempo se crean los elementos de un régimen económico superior, el socialismo, en el cual el proletariado, como fuerza de trabajo colectiva, ha de reivindicar la propiedad del instrumento colectivo y proceder a la reconstitución de la naturaleza humana de los trabajadores. La sociedad de consumo y la revolución En este punto de nuestro estudio, el ―capitalismo de consumo‖ se encuentra en la cima de la fase de mutua complementación de todos los contrarios que lo forman; su status es el de la contradicción solucionada, en los términos hegelianos. Hay una extrema fluidez entre los polos de todas las contradicciones, entre la producción y el consumo, entre las distintas funciones del capital industrial, entre las distintas formas del capital (capital industrial, capital comercial y capital bancario), entre los dos sectores de las economías nacionales (sector I y sector II), entre los dos sectores de la economía internacional (sector I y sector II internacionales), etcétera. Todos los elementos del régimen capitalista se engendran mutuamente y dan lugar a una sobre acumulación de capital. Esta suprema acumulación de capital produce necesariamente, en una forma más alta, los elementos de la negación del régimen capitalista. En efecto, el proceso de maquinización y socialización de la producción avanza sustancialmente en el camino de su conversión en una unidad productiva global y la fuerza de trabajo se aproxima en una gran medida a su máxima abstracción y a su concentración total en un obrero colectivo, también de extensión global. El instrumento y la fuerza de trabajo colectivos de la especie se forjan en el paroxismo del movimiento económico y por el momento permanecen ajenos uno del otro. La explotación y depauperación de los trabajadores se hace más extrema: las formas clásicas de producción de plusvalía (absoluta y relativa), la intensificación y extensión del trabajo y el consumo masivo tienen un desarrollo vigoroso del que resultan el desgaste y la descomposición total de los órganos y procesos orgánicos de los
21 trabajadores, la definitiva anulación de su constitución biológica, la negación radical de su esencia natural humana. La sociedad de consumo tiene como último fundamento la conversión definitiva de los obreros en propietarios privados de sí mismos, en individuos. Como tales, a través de la exaltación desmedida de sus necesidades y su satisfacción, ellos participan activamente en la labor del capital de reforzar sus grilletes, endurecer su explotación y acelerar el proceso de su depauperación. En el capitalismo de consumo se presenta la fase más alta de la formación del instrumento colectivo y del sujeto colectivo, es decir, del obrero colectivo. La reunión de estos dos elementos integra la naturaleza superior de la especie humana: un obrero colectivo total que posee un instrumento colectivo total, que es su misma fuerza de trabajo materializada, por medio del cual actúa sobre la totalidad de la naturaleza con la finalidad de satisfacer colectivamente sus necesidades. El instrumento colectivo encuentra un obstáculo para su constitución definitiva en su fraccionamiento en parcelas de propiedad privada de los capitalistas. El obrero colectivo, por su parte, se ve impedido de realizar su conformación final a causa, primero, de la segmentación a que lo somete la misma parcelación del instrumento en propiedades privadas y, segundo, de la naturaleza de propietario privado de sí mismo con que lo ha dotado el régimen capitalista, fortalecida en grado superlativo por la sociedad de consumo, que erige una traba insuperable a la colectivización del consumo y a la abolición de la individualidad capitalista de los trabajadores, al tiempo que agrava la depauperación de los mismos. El instrumento y el obrero tienden ardorosamente hacia la colectivización; también se exigen acuciantemente uno al otro. El instrumento que se colectiviza demanda un obrero colectivo que se apropie del mismo como un todo y permita así que esa fuerza productiva se desarrolle libremente; el obrero en vías de colectivización reivindica la propiedad del instrumento colectivo para detener y revertir el proceso de depauperación, colectivizar el consumo y abolir la individualidad capitalista de los trabajadores.
22 La separación entre el instrumento y el obrero se trueca en su reunión. La especie humana habrá reivindicado, como elementos de su naturaleza esencial, un instrumento colectivo maquinizado y una fuerza de trabajo colectiva totalmente desindividualizada. Este resultado aparece como la reapropiación por la especie humana de su naturaleza esencial, la cual le había sido despojada por el régimen capitalista. Es la restauración de la naturaleza humana de los trabajadores. En su fase de consumo masivo, el régimen capitalista tiene en sí mismo a su otro, al socialismo, en un grado de maduración tal que ya apunta abiertamente hacia su surgimiento a la existencia. La aparición del otro del capitalismo de consumo a la existencia, el establecimiento del socialismo integral, debe producirse con una necesidad ineluctable. La terrible depauperación a que es sometido el proletariado internacional lo acerca peligrosamente a una degeneración irreversible de su naturaleza humana, por lo que es imperioso, para la sobrevivencia de la especie, la reapropiación por ésta de su esencia natural. Al mismo tiempo, la producción y el consumo, el desgaste, la descomposición y degeneración de sus órganos y procesos orgánicos generan en los trabajadores un malestar profundo, una grave desestabilización psíquica y un odio sordo y potente que integran la energía que aquellos despliegan en el trabajo y en el consumo capitalistas, pero que es también la que debe dirigir hacia la anulación de los mismos. La clase obrera se encuentra, a pesar de su creciente colectivización, dividida de acuerdo con la partición del instrumento de producción en propiedades privadas; está fragmentada, además, en sectores radicalmente opuestos entre sí en virtud de sus intereses encontrados: trabajadores agrícolas, mineros, industriales, de los servicios, inmigrantes, aquellos que forman el ejército industrial de reserva, etcétera; está, así mismo, completamente atomizada por el carácter de individuos propietarios privados de sí mismos con que la sociedad de consumo los dota. Los obreros se encuentran en principio separados entre sí, por grupos y como individuos. La burguesía media ha logrado en muchos casos organizar a los obreros en sindicatos, los que, bajo su dirección, sostienen las
23 tradicionales reivindicaciones de defensa del salario, del empleo, de la jornada de trabajo, etcétera y las exigencias económicas y políticas que este sector de la burguesía hace a la plutocracia. En otras ocasiones es la misma oligarquía capitalista la que organiza a los obreros en sindicatos ―blancos‖, a través de los cuales administra las mezquinas prestaciones laborales que concede a sus trabajadores. Muy excepcionalmente son los mismos obreros los que se organizan sindicalmente, pero las reivindicaciones que sostienen son las mismas que las de los sindicatos burgueses, a las que se agregan las de la pequeña burguesía, y sus formas de lucha son las típicas de esta clase social. Hay una colaboración muy estrecha entre estos sindicatos y las organizaciones de la pequeña burguesía. No existe en la actualidad ninguna organización obrera que haya sido creada por los propios trabajadores y que sostenga sus demandas revolucionarias. Por el contrario, amplios sectores del proletariado han sido englobados en organismos de la pequeña burguesía radical que mantienen un enfrentamiento con la burguesía en general y desarrollan una lucha contra el neoliberalismo, el calentamiento global del planeta, la autonomía de los pueblos autóctonos, la libertad sexual, la igualdad de género, etcétera.. El otro del capitalismo de consumo es el socialismo integral Queda ahora claro cómo debe darse el paso de la sociedad de consumo al socialismo integral. El socialismo integral es aquel que comprende la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y además el consumo colectivo y la abolición de la propiedad privada de los individuos sobre sí mismos; sus elementos han madurado en el interior del capitalismo de consumo. La fuerza motriz de este movimiento revolucionario es el proletariado, la clase de los trabajadores asalariados. Para adquirir esta naturaleza tiene que estar organizada con absoluta independencia de la oligarquía, la burguesía y la pequeña burguesía.
24 Es necesario también que el fraccionamiento y la individuación de sus integrantes, impuestos por el régimen burgués, hayan sido superados y se constituya en una fuerza colectiva cohesionada, cuyos elementos carecen ya de la individualidad capitalista. Con el fin de alcanzar la organización colectiva y la desindividualización de sus miembros, es preciso que la conciencia burguesa y pequeño burguesa que la clase obrera posee se transforme en una conciencia proletaria. Esto quiere decir que la conciencia de individuos y la fisiología que le sirve de base, las cuales la pequeña burguesía les ha dado y cuyas raíces son muy fuertes y profundas, deben ser arrancadas desde su cimiento y sustituidas por una conciencia colectiva. Es evidente que la clase de los trabajadores asalariados no puede por sí misma desembarazarse de la tutela de la burguesía y de la pequeña burguesía, tampoco organizarse colectivamente ni abolir la conciencia y la fisiología de individuos capitalistas de sus componentes. En la fase de existencia del capitalismo de consumo que se caracteriza por la mutua complementación de todos los contrarios que lo forman (contradicción ―solucionada‖), los obreros no pueden hacerlo porque precisamente las condiciones que ahí prevalecen son las que directamente producen, con implacable necesidad, en los trabajadores, la organización, la conciencia y la fisiología capitalistas En la crisis que fatalmente sigue a la etapa de auge y que, como veremos más adelante, lleva a los trabajadores a las simas de la explotación y depauperación, en donde se manifiestan plenamente los flagelos del hambre, las enfermedades, la muerte, el paro forzoso, la reducción del salario, la extensión y la intensificación del trabajo, etcétera, los obreros tampoco pueden realizar las tareas históricas que les corresponden porque esa situación de extrema necesidad a que son condenados por la violenta crisis capitalista obra inevitablemente en el sentido de dar mayor fuerza a su naturaleza de individuos propietarios privados de sí mismos, por lo que cualquier confrontación que tengan con la burguesía es únicamente porque ahora ésta les niega tajantemente la satisfacción de sus necesidades individuales. La intelectualidad radical (integrada por la intelectualidad pequeño burguesa radical y por trabajadores intelectuales radicalizados), estimulada por las condiciones de vida a que la somete el régimen burgués, se ve obligada a inquirir teóricamente acerca de la
25 situación propia y de la clase obrera en el régimen del capitalismo de consumo y sobre la naturaleza esencial de éste. Hasta hoy, este impulso la ha llevado a recaer reiteradamente en las formulaciones revisionistas de la teoría de la revolución. Para dar el salto hacia una concepción científica del régimen de producción capitalista en su fase actual de capitalismo de consumo es necesario que la intelectualidad radical realice una inmensa labor teórica, de igual envergadura cuando menos que las producciones de lo clásicos. Esa tarea debe comprender lo siguiente: -Reivindicación del marxismo leninismo, empresa que abarca: a) exclusión de las tesis revisionistas del cuerpo de la teoría revolucionaria, b) delimitación de aquello de la doctrina marxista así depurada que es aplicable a ambas fases del régimen capitalista (teoría económica, de la lucha de clases, de la revolución socialista con sus postulados fundamentales de la conquista del poder por el proletariado, la abolición de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y el establecimiento de la propiedad colectiva sobre los mismos, etcétera), c) determinación más precisa de lo que en la primera fase se adelantó sólo como una mera indicación y que en la etapa actual adquiere una relevancia fundamental (conceptos de: naturaleza esencial del ser humano, anulación y reapropiación de su esencia natural humana, comunismo como la absoluta colectivización del ser humano, etcétera) y d) reconocimiento de la Lógica de Hegel como el método científico del marxismo. -Desarrollo creador del marxismo leninismo, cuando menos en los siguientes aspectos: a) análisis del proceso histórico del paso de la primera a la segunda fase del capitalismo, b) estudio del nacimiento y extinción del socialismo que se instauró en la primera fase del capitalismo, c) utilización, en a) y b), de la Lógica de Hegel como método científico del conocimiento (doctrina del ser y doctrina de la esencia) y, desde luego, de aquellos principios del marxismo que tienen vigencia para ambas fases del capitalismo, d) determinación de las características específicas del capitalismo de consumo (consumo masivo, individuación de los trabajadores, etcétera), e) discernimiento de las formas particulares de explotación y depauperación de los trabajadores que se dan en la sociedad de consumo, f) identificación de los elementos que en la sociedad de consumo constituyen los gérmenes de la segunda etapa del socialismo, g) explicación de los rasgos
26 esenciales del socialismo que surgen de la sociedad de consumo (colectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista de los trabajadores, abolición de la familia y el hogar individuales, etcétera). Una vez conseguido este objetivo, la intelectualidad radical habrá logrado aclarar para sí misma todas esas cuestiones teóricas y estará en posibilidad de pasar a la etapa siguiente, en la cual: -procederá a remover la conciencia burguesa y pequeño burguesa que posee la clase de los trabajadores y a sustituirla por una conciencia proletaria, lo cual significa que debe llevar a la clase de los trabajadores a la comprensión plena de la naturaleza que tiene el régimen capitalista de consumo, del carácter de propietarios privados de sí mismos que éste les ha conferido, de las formas extremas que en él adquieren su explotación y depauperación y de la necesidad de que unidos, organizados y conscientes den vida, por medio de los métodos revolucionarios clásicos, al socialismo integral, el que además de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción incluye la colectivización del consumo y la supresión de la individualidad capitalista de los obreros; -al mismo tiempo, deshará la organización burguesa y pequeño burguesa de los obreros y los organizará en torno al denominador común de su naturaleza de trabajadores asalariados y al proceso de dotación de la conciencia proletaria; -en esta evolución se irán transformando cualitativamente la intelectualidad radical y la clase de los trabajadores; la primera integrará a su ser las capas superiores de la clase obrera y se convertirá en un partido revolucionario; la segunda estará cada vez más y mejor organizada en torno a sus intereses de clase, será una clase revolucionaria; partido y clase formarán una unidad indisoluble. Partido y clase desarrollarán instauración del socialismo integral.
entonces
la
lucha
por
la
Una vez que la clase obrera, guiada por su Partido revolucionario, haya conquistado el poder, deberá realizar las transformaciones revolucionarias en el régimen de producción: apropiación colectiva de los medios e instrumentos de producción, colectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista de los trabajadores, etcétera.
27 Multitud de grupos y grupúsculos, en el tramo de existencia de la sociedad de consumo, han intentado infructuosamente convertirse en Partidos revolucionarios y organizar a los trabajadores en una clase revolucionaria. El esquema de su acción es siempre el siguiente: se reúne un grupo de intelectuales radicales que declaran su adhesión al marxismoleninismo, al cual consideran una doctrina completa y lista para aplicarse, y manifiestan su repudio al revisionismo de todo tipo; se organizan de acuerdo con las directrices de la IIIa. Internacional y toman como modelo al Partido Bolchevique: establecen Comités, Burós, Conferencias, etcétera, entre los que reparten, conforme a una meditada división del trabajo, todas las tareas imaginarias que algún día van a llevar al cabo; fundan su órgano informativo, al que denominan ―Iskra‖, o algo así; otean el horizonte político y siempre descubren que ahora sí el proletariado, obligado por la superexplotación capitalista, ha iniciado una lucha contra el régimen burgués; trazan una estrategia y una táctica para la lucha revolucionaria, armados con las cuales se lanzan a la conquista de la clase obrera. Invariablemente, una clase obrera sometida organizativa e ideológicamente a la burguesía los repele sin que hayan siquiera podido hacer contacto con su epidermis; sobreviene la crisis en la organización ―revolucionaria‖, se produce sin falta la escisión y ya tenemos dos grupos que seguirán el mismo ciclo descrito. Y así sucesivamente. Las organizaciones que después de varios intentos de penetrar en la clase obrera, por alguna causa sobreviven a esta fatalidad, se convierten, conservando su estructura de Partidos ―revolucionarios‖, en aliados de la pequeña burguesía en las luchas ―populares‖ que sus diversos sectores despliegan contra la burguesía y hacen de esa lucha pequeño burguesa el único contenido de su acción política. Esto es así porque estos grupos nunca realizan las tareas necesarias, que acabamos de describir, para tener un carácter verdaderamente revolucionario. Sin embargo, el propio desarrollo del capitalismo en su fase de consumo habrá de obligar a la intelectualidad radical a dar el salto cualitativo por el cual debe convertirse en una organización verdaderamente revolucionaria.