CHINA HOY Septiembre 2020
Extranjeros en China
Un artista cubano con alma china Para Fidel Alay Sánchez, China es su segunda patria, incluso mucho antes de que llegara a estas tierras Por MAGDALENA ROJAS
E
l talento y la creatividad de Fidel Alay Sánchez han dado vida a innumerables piezas que forman parte de su obra artística, la cual fusiona elementos y técnicas de China y Cuba como nunca antes. Su carrera recién empieza, pero se vislumbra un promisorio destino por delante.
Un nexo único Más allá de ser algo que cultivó desde su niñez, el interés de Fidel Alay Sánchez por China “nació” con él. En sus venas no solo corre la sangre de esos próceres cubanos, sino que su linaje –por el lado paterno– se remonta a la próspera provincia de Guangdong, ubicada en el sur de China. Incluso, hay una divertida anécdota que recuerda su pasado oriental. Su bisabuelo se llamaba Deng Lei (邓雷), y de manera cariñosa, la gente le decía A Lei (阿雷). “Cuando él se inscribió en Cuba, ni él sabía español ni tampoco el notario chino, así que escribió lo que le pareció escuchar y puso Alay”, cuenta Fidel Alay Sánchez. El padre de Fidel Alay fue clave en la formación de su hijo y ese especial vínculo que desarrolló con China. Apenas se fundó la Escuela Cubana de Wushu, lo matriculó para que aprendiera artes marciales, a la vez que tomaba clases de mandarín en la Casa de Artes y Tradiciones Chinas. Además de este acervo académico, también estuvo presente un fuerte vínculo emocional. “Mi padre me llevaba a casa de la abuela todas las semanas. En días festivos como la Fiesta de la Primavera o el Año Nuevo Lunar, la abuela nos enseñaba a mis primos y a mí a hacer jiaozi y baozi”, recuerda el joven artista.
Fraguando un camino
Fidel Alay Sánchez en el Tiempo del Cielo, en Beijing.
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Fidel Alay lleva cinco años viviendo en China. Antes de llegar, ya se dedicaba a las artes plásticas y cuenta, además, que ha tenido una predilección especial por el dibujo y las manualidades desde que era niño. Solía hacer pequeñas tallas como pagodas en los lápices, o pórticos chinos en las gomas de borrar. Asimismo, podía pasar horas frente a los libros de la biblioteca de la Casa de Artes y Tradiciones Chinas estudiando las fotografías de los tallados de madera en muebles, los objetos de jade, las esculturas en bronce y otro sinfín de piezas decorativas. Además, su cercanía al Barrio Chino de La Habana le permitió conocer a algunos de sus más importantes mentores. “Conocí a un artista llamado