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El voto contra el desarrollo

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Se necesita urgentemente un nuevo momento Bretton Woods

Por CLIFFORD A. KIRACOFE*

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LOS países occidentales, junto con Corea del Sur y Japón, votaron en contra de las resoluciones de desarrollo económico y reducción de la pobreza revisadas por la Asamblea General de la ONU en diciembre pasado. La postura de estos países y sus socios refleja el poder del capitalismo financiero y su apoyo de larga data a la política económica del neoliberalismo, en detrimento de los países en desarrollo.

El Comité Económico y Financiero de la Asamblea General de la ONU (Segunda Comisión) adoptó recientemente 38 de 41 resoluciones. Occidente y sus socios votaron en contra de dos resoluciones de especial importancia. La primera votación fue de 123 a favor y 51 en contra sobre la resolución “Erradicar la pobreza rural para implementar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.

La segunda votación fue de 123 a favor y 50 en contra de Occidente y sus socios (Turquía se abstuvo) sobre la perenne resolución “Hacia un nuevo orden económico internacional”.

Innegablemente, existe una marcada división entre Occidente y sus socios y todo el “resto”. En otras palabras, los votos reflejan la contradicción cada vez más aguda entre el Norte desarrollado y el Sur Global en desarrollo. Dos grandes potencias, China y Rusia, se alinean con el Sur Global.

Fallo del sistema

El sistema de Bretton Woods, o la arquitectura financiera internacional erigida después de la conferencia homónima de 1944 para servir a la devastada comunidad internacional tras la Segunda Guerra Mundial, no ha estado a la altura de sus promesas. En cambio, se convirtió en un aparato para imponer el capitalismo financiero en todo el mundo y oponerse a modelos de desarrollo alternativos.

Los dos principales logros de la conferencia fueron la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF). Se suponía que el primero ayudaría a los Estados a equilibrar sus pagos y abordar los problemas de la deuda. Se suponía que este último, más tarde rebautizado como Banco Mundial

(BM), se centraría a largo plazo en el desarrollo después de la reconstrucción de la posguerra. A lo largo de los años, ambas instituciones no han podido realizar sus objetivos debido a una variedad de factores.

Durante aquella conferencia, delegaciones de China, India y diversos países latinoamericanos expresaron sus preocupaciones por el desarrollo. Sin embargo, el BIRF/BM prestó atención principal a la reconstrucción más que al desarrollo.

Los países en desarrollo también expresaron el deseo de establecer un sistema financiero internacional amigable. Esto significa que se debe prestar atención a los Estados que exportan productos básicos y que se deben apoyar modelos de desarrollo alternativos. Dichos modelos incluyen la industrialización dirigida por el Estado.

Las perspectivas de un enfoque de desarrollo se vieron frustradas por la Guerra Fría y la confrontación del bloque “Este contra Oeste”. Este enfrentamiento se enmarcó no solo en términos políticos, sino también en términos económicos. Así, se agudizó la antipatía de Occidente hacia varios modelos socialistas de desarrollo.

Durante las décadas de 1950 y 1960, el proceso de descolonización atrajo a muchos nuevos Estados independientes a la comunidad internacional. Naturalmente, el desarrollo económico estaba a la vanguardia para ellos. Para abordar el problema, 36 países en desarrollo se unieron en 1962 para crear la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, siglas en inglés).

La primera reunión tuvo lugar en 1964 en El Cairo, Egipto. Los temas clave abordados fueron: términos de intercambio de los exportadores de materias primas, financiamiento del desarrollo y estrategias orientadas a la exportación. A su conclusión, la UNCTAD se convirtió en un organismo permanente dentro del sistema de la ONU.

Desafortunadamente, a pesar de los mejores esfuerzos de la UNCTAD durante las décadas de 1960 y 1970, los países en desarrollo no vieron resultados importantes. No sorprende que los países en desarrollo se unieran como el Grupo de los 77 para pedir un “orden económico mundial nuevo y justo”. Como resultado, en 1974 se convocó una sesión especial de la ONU para promover negociaciones y nuevas iniciativas para fomentar el desarrollo económico.

Las negociaciones se inspiraron en las recomendaciones de la UNCTAD y tenían como objetivo promover la cooperación entre los países en desarrollo.

El contexto internacional de la época incluía inestabilidad económica y monetaria mundial debido a la desintegración del régimen de tipo de cambio fijo de Bretton Woods, así como otros factores como la crisis del petróleo de 1973.

En 1977 se estableció la Comisión Independiente para Asuntos de Desarrollo Internacional para investigar y hacer recomendaciones. El excanciller alemán Willy Brandt fue nominado por Robert McNamara, entonces jefe del BM, como presidente. El informe de la comisión se publicó en 1980 y se denominó el Informe Brandt.

El Informe Brandt se centró en la brecha Norte-Sur y pidió medidas para superarla. Se consideraron temas de pobreza, salud, vivienda y educación. Temas adicionales incluyeron la mujer en el desarrollo, el hambre y la alimentación, el desarme, la energía, la reforma monetaria, la industrialización y la financiación del desarrollo.

“Se acerca un nuevo siglo, y con él las perspectivas de una nueva civilización”, dijo Brandt en 1983. “¿No podríamos comenzar a sentar las bases para esa nueva comunidad con relaciones razonables entre todas las personas y naciones, y construir un mundo en el que puedan prevalecer el compartir, la justicia, la libertad y la paz?”.

Brecha Norte-Sur

En cuanto al progresista Informe Brandt, el capital financiero internacional levantó una campaña en su contra. Un resultado fue lo que vino a llamarse el Consenso de Washington, las llamadas prescripciones políticas de “libre mercado” propuestas durante las décadas de 1980 y 1990. Este consenso estuvo asociado a la imposición de políticas económicas neoliberales a nivel mundial. Tales prescripciones políticas incluyen: austeridad, reducción del gasto público, privatización, desregulación, libre comercio y monetarismo.

El declive en Occidente de un consenso keynesiano en la década de 1970, junto con el final de la Guerra Fría en 19881989 y el colapso de la Unión Soviética en 1991, dieron un papel importante a los defensores triunfalistas del “fundamentalismo de mercado”.

Hoy, según los críticos, el Consenso de Washington constituye la base de la política económica internacional de Estados Unidos y Occidente.

La comunidad internacional enfrentará una severa recesión a partir de 2023, según algunos expertos. Una combinación de factores está conduciendo a tal crisis internacional. La desaceleración económica en Europa comenzó entre 2018 y 2019, y luego fue seguida por las guerras comerciales y tecnológicas iniciadas por el expresidente estadounidense Donald Trump y por la crisis del COVID-19. A estos factores se han sumado una crisis energética, una crisis de la cadena de suministro y una crisis alimentaria.

Ante la actual coyuntura internacional, la cooperación es fundamental para enfrentar desafíos sin precedentes. En los últimos años se han creado diferentes mecanismos, plataformas y procesos para abordar el desarrollo. La Iniciativa de la Franja y la Ruta, la Organización de Cooperación de Shanghai, la Unión Económica Euroasiática y los BRICS son marcos importantes.

A día de hoy, se necesita urgentemente un nuevo momento Bretton Woods con énfasis en el desarrollo, así como en la actualización y estabilización del sistema monetario internacional para construir una nueva trayectoria hacia una prosperidad sostenible e inclusiva.

Instituto de Washington para la Paz y el Desarrollo y fue miembro profesional sénior del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE. UU.

● Fecha: 17 de enero de 2023

● Lugar: Lima, Perú

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