MEDIOS: ACTORES POLÍTICOS POPULISTAS Iván Rodrigo Mendizábal, c. Ph.D.1 Universidad de Los Hemisferios ivanr@uhemisferios.edu.ec
1. Introducción En los recientes años los poderes gubernamentales y la ciudadanía han cuestionado el rol de los medios. En Ecuador tal crítica es uno de los factores predominantes en la vida política y aunque no es nueva, porque regímenes anteriores también la promovieron, la actual apunta a problematizar el sentido de la comunicación mediática; es decir, si los medios ayudan a la formación de una ciudadanía consciente y corresponsable de los cambios sociales o a la diferenciación programática y sectaria que intentarían promover. En este marco, tal crítica pone de manifiesto, aparte de la calidad de la información o la responsabilidad que tienen los medios de comunicación con la sociedad, sobre todo su protagonismo como poderes fácticos donde se trasluce su actoría política sectorial por medio de la cual se estaría vehiculando discursos pugnando hegemonía. La presente exposición aborda una perspectiva presente en la tensión descrita; se trata de discutir hasta qué punto los medios y sus representantes más directos, los periodistas, son actores políticos en coyunturas donde hay más exposición de problemas y, por lo tanto, tratarían de lograr más visibilidad. Así la pregunta que planteo es: ¿De qué manera la posición “populista” de medios y periodistas frente al poder gubernamental estaría llevando a que la ciudadanía tenga otra percepción acerca de su actoría?
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Iván Fernando Rodrigo Mendizábal. Candidato Doctoral en Literatura Latinoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar - Ecuador. Magíster en Estudios de la Cultura por la Universidad Andina Simón Bolívar - Ecuador. Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social por la Universidad Católica Boliviana San Pablo. Actualmente es Director de Postgrados y de Investigación de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Los Hemisferios. Asimismo es profesor invitado del programa de postgrado en Comunicación de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador. Autor (entre otros) de Análisis del discurso social y político (junto con Teun van Dijk), Cartografías de la comunicación (2002) y Máquinas de pensar: videojuegos, representaciones y simulaciones del poder (2004).
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1. Actoría y populismo mediático Cabe indicar que hoy en día el rol de los medios de comunicación en nuestras sociedades se torna categórica para saber acerca de los aspectos de la vida social. Es sabido que las personas recurren a los contenidos que emiten los medios, los cuales muchas veces se constituyen en claves para tomar decisiones cotidianas. Sin embargo, ¿qué pasa cuando dichos contenidos son directamente emitidos por “infuenciadores”, en este caso quienes ofician de periodistas? En términos de Wilson, aunque sus acciones, equiparables a los del líder de opinión, pueden implicar competencia, plausibilidad, convencimiento, persuasión y credibilidad; y aunque no siempre sean personas y más bien instituciones como los medios de comunicación (P. Wilson cit. en Savolainen, 2007, p. 3), tales influenciadores tienden a convertirse en “autoridades cognitivas” cuyo peso institucional puede ser tan fuerte que los individuos terminan creyendo que lo dicho por tales autoridades es determinante y, como tal, sus voces se constituyen en la verdad a todas luces. La idea de que la autoridad cognitiva se impone sobre la realidad de las personas sobrepasa, en efecto, a la tesis que en su momento Lazarsfeld, Berelson y Gaudet plantearon acerca del influjo que pueden lograr personas de la comunidad o grupos con liderazgo, sobre la decisión de otros. Dichos investigadores constataron en su momento que los individuos obtenían información parcial de los medios de comunicación, pero el contacto con los líderes de opinión y la propia comunidad les permitían acceder a información más completa y, como tal, poder recién emitir sus opiniones. En este sentido, a los líderes de opinión se les consideraba como intermediarios entre los medios de comunicación y los otros integrantes del grupo (Lazarsfeld, Berelson, & Gaudet, 1948, p. xxiii). Aunque la teoría del doble flujo de la comunicación sigue siendo básica en ciertos sectores de la sociedad, hecho que explica la formación de opinión pública, para otros sectores, determinados medios y comunicadores han terminado por establecerse en los propios constructores de realidad, es decir, en influenciadores institucionales, y como tal, en grupos de poder y en un poder mismo que disputarían su lugar como autoridades cognitivas en y desde el seno de la sociedad. Es justamente en este terreno de lucha por el reconocimiento como autoridades cognitivas donde los medios y periodistas inician la construcción de su actoría en la 2
actualidad. En este sentido, Ramonet apunta que en el sector de los medios se da una confusión entre el mundo de la comunicación y el del periodismo. Lo que caracteriza ahora al mundo de la comunicación es la difusión de “mensajes complacientes y aduladores a favor de las empresas que se los encargan, [naturaleza que] tiende a imbricarse [con] la información” (Ramonet, 2011, p. 36). Por su parte, el periodismo es una profesión que se sostiene sobre el manejo del lenguaje y del criterio; elabora narrativas y mensajes sobre la realidad, los cuales, al captarse como hechos irrefutables, pueden definir las tendencias de opinión pública, así como su crítica o valoración positiva. El problema es que la comunicación, vista desde el trabajo mediático, según Ramonet, hace que se produzcan elogios o desacreditaciones, llevando a que la labor periodística deje de producir información seria y responsable, formadora de criterio. El que ciertos medios hagan pasar comunicaciones publicitarias, con sesgo empresarial, como si fueran informaciones objetivas, es un aspecto visible y criticable que ha minado la percepción de los públicos. Peor aún imaginarios acerca del Estado o del poder gubernamental, como si estos hubieran descuidado a la sociedad, permiten elaboraciones discursivas en las que se puede apreciar tendencias de intereses privados y corporativos en nombre de la sociedad. Las pugnas con el poder y por el poder, en definitiva, llevan a que se piense que los medios tienen un “rol crítico”, haciendo olvidar que antes de todo la comunicación, los medios y el periodismo deberían tener un papel formador de valores, ideas y criterios. De acuerdo a esta situación, con frecuencia nos damos cuenta cómo algunos medios y periodistas siguen banalizando los hechos; a esto se debe sumar la falta de profundidad informativa o el que las fuentes sean casi las mismas y de índole personal; además el hecho que las agendas abunden sobre temáticas donde se entremezcla lo que puede ser de interés público con aquellas del mundo como espectáculo. Así, una gran mayoría de medios de comunicación se presentarían como ventanas del capital de consumo, mas no de la sociedad que tiene diversas preocupaciones inherentes a la vida. Asistimos, entonces, a un hecho indiscutible: los medios y periodistas, al dejar de lado lo que es el ejercicio responsable de la comunicación social y al disputar hegemonía en el terreno del poder, también adquirieron las estrategias del populismo las cuales se muestran sobre todo en formas de enunciar la realidad. Puesto que pugnan en el mismo campo del quehacer político, conformándose como grupos de poder, esgrimiendo sus conexiones con intereses económicos y respondiendo a las lógicas del 3
mercado, su presencia hoy en día supone la neutralización o la despolitización ciudadana (Fraiman, 2009-2010, p. 2). De este modo, la palabra democracia en el contexto de los medios se vuelve apenas un término de moda, empleada eso sí con vehemencia cuando existen márgenes de conflictividad a las que muchos periodistas contribuyen con imágenes e imaginarios a veces apocalípticos. Quizá vale la pena abrir acá un paréntesis para decir algo sobre las estrategias de decir, ligando al asunto del populismo. Recurriré a Laclau para discutir este aspecto. En Laclau la noción de populismo que postula me parece diferente a las clásicas donde se piensa al populismo como una acción política conectada al poder gubernamental. Por el contrario, Laclau sostiene que el populismo vendría a ser “la expresión típica de una determinada clase social, y esta caracteriza (…) tanto al movimiento como a su ideología” (Laclau, 1978, pp. 166-167). El populismo, así, supone el principio de articulación de clase o grupo social gracias al cual este elabora algún discurso, sea este político o cultural, como esfuerzo aglutinador de lo antagónico, donde el grupo se autopresenta como si fuera representante del “pueblo”, le roba su voz y actúa en nombre del supuesto interés nacional. Evidentemente la concepción de Laclau nos hace pensar, en efecto, en la propiedad de los medios, donde sectores sociales económicos o de interés sectorial se camuflan, hecho que no impide que ellos emitan discursos en un nivel articulatorio queriendo representar una cierta opinión pública, es decir, un sector que publicita alguna hegemonía. ¿Pero cómo se realiza esto? Laclau sugiere que para que exista la articulación, la clase social o el grupo de poder deben vehicular contenidos que no siempre aparecen como clasistas pero que en el fondo operan como prácticas ideológicas sectoriales que neutralizan los contenidos de los discursos de otros grupos. Habría una pretensión de hegemonía, sobre todo por vía de la presión económica y también mediática, en función de “articular diferentes visiones de mundo en forma tal que el antagonismo potencial [surgido de la tensión discursiva] resulte neutralizado” (Laclau, 1978, p. 188). Así, los medios se constituyen en el espacio eficaz para este modo de actuar; esto se puede evidenciar cuando se omiten ciertos asuntos o cuando los medios y periodistas interpretan los fenómenos de la realidad a conveniencia. La estrategia del espectáculo o que determinadas cuestiones se eleven a escándalo para lograr que se disminuya la
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confianza respecto a instituciones políticas del Estado, son cuestiones fehacientes en el campo del populismo mediático, cuestiones que socavan su propia credibilidad. De ahí que digamos con Laclau que el “populismo consiste en la presentación de las interpelaciones popular-democráticas como conjunto sintético-antagónico a la ideología dominante” (Laclau, 1978, p. 201). Así, se podrían ver las interpretaciones de la realidad que hacen los medios, presentados en noticias, crónicas o comentarios, como interpelaciones ideológicas. Son discursos que muchas veces recurren al sentido común y no a una fundamentación clara que, presentados en forma conjunta, unitaria, gracias a la agenda de medios, muestran un posicionamiento antagónico que se presenta como si fuera diferente; de este modo, tales interpretaciones llegan a ser populistas en tanto relatos de articulación social estructurados mediante estrategias del decir por las cuales lo que es de otros sectores –lo interpelado y lo antagónico–, aparece como integrado. Una definición de populismo, por lo tanto, vendría a ser “como la ideología o el tipo de movilización de un grupo ya constituido –es decir, como la expresión (el epifenómeno) de una realidad social diferente de esa expresión–; o (…) como una de las formas de constituir la propia unidad del grupo” (Laclau, 2005, p. 97). Teniendo claro este aspecto, se puede indicar que determinados medios, sobre todo privados, en su afán de imponerse como autoridades cognitivas, y al querer hacer prevalecer su hegemonía, en los últimos tiempos han hecho que la ciudadanía se dé cuenta de sus prácticas populistas. 3. La cuestión de la credibilidad: por una ecología de medios Al considerar el asunto de su credibilidad, mi presunción es que muchos de los medios y periodistas en Ecuador han socavado su propia institucionalidad y representatividad, si bien por los intereses a los que están sometidos, también por el hecho de que al pugnar por el poder y al querer aglutinar a otros sectores de la sociedad, establecieron un tipo de discurso que puede verse como ideológico; de este modo, se convirtieron en su propio mensajero suicida. En la actualidad es indudable que la realidad de los medios de comunicación en Ecuador no se puede ver sólo desde lo que este sector considera como la afectación a su libertad de expresión, sino también desde cómo dichos medios han trazado su propia ruta, la cual les llevó a lo que Castells denomina la postura del “mensajero suicida”, en el sentido que “(…) los medios de comunicación [cuando] desempeñan un papel en la propagación de los escándalos y la 5
deslegitimación de las instituciones, corren el riesgo de perder su propia legitimidad ante su audiencia” (Castells, 2010, p. 384). En otras palabras, el posicionamiento de los medios como poder hizo que estos pierdan legitimidad y, por lo tanto, credibilidad. Quisiera referirme ahora a la cuestión de la credibilidad. Para Price la información lleva a inferencias en las personas, y como tal, a juicios, actitudes y comportamientos no siempre organizados. En este marco, hay “esquemas”, como representaciones mentales, que se hacen los individuos respecto a situaciones cuyo impacto puede ser notable en sus vidas; tales esquemas, en efecto, se relacionan con las estructuras informativas y se constituyen en ideas personales resultado de la forma de cómo ven la realidad los medios (Price, 2001, pp. 74-75). De acuerdo a esta descripción, se podría decir que la credibilidad de los medios se funda en las selecciones que hacen los públicos de los contenidos y lo que los medios entregan también como selecciones de la realidad. En juego estarían principios como: la veracidad, la objetividad, la confiabilidad de las fuentes empleadas, la fiabilidad de los datos, la claridad expositiva, la imparcialidad, entre otros, los cuales determinarían, en efecto, la percepción que pueden tener las personas de la realidad y de las calidad de los medios. Cuando éstos muestran de manera latente o manifiesta su discurso ideológico y mezclan el espectáculo con la información, en efecto rompen con los principios señalados, llevando a que se pongan en duda su confiabilidad y credibilidad. Por otro lado, si los medios no sostienen ni promueven lo que podría denominarse el “espacio público”, es decir, el espacio del debate social, y más bien son el escenario de las representaciones privadas donde incluso el quehacer político del Estado se interpreta desde la dimensión privada en forma segmentada o especializada (Blesa, 2006, p. 8), es obvio considerar que las personas no encuentren puntos de referencia e identidad con los medios; esto hace que el público, por ejemplo, retorne a la conversación, elemento clave que primaba en las primeras formaciones de opinión pública. En este contexto, las redes sociales en Internet están cumpliendo otro papel donde la interacción ciudadana hace que aparezca una crítica mordaz contra los medios de comunicación y los contenidos que emiten. Llamo, entonces, “credibilidad” al efecto que tiene la información en las personas, más aún si esta deviene de lo provisto por los medios. Cabe indicar que tal credibilidad supone la recepción de la información, la capacidad crítica, la experiencia
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comunicativa de los públicos y de las propias interacciones entre ellos, partiendo del hecho de que la información debe ser en esencia verídica. En la actualidad la credibilidad de medios en Ecuador aparece problematizada porque hace dudar a las personas acerca de si la información provista es la que se corresponde con sus expectativas. Ramonet señala que “los ciudadanos desconfían de una prensa perteneciente a un puñado de oligarcas que controlan además en buena medida el poder económico y que actúan, a menudo, en connivencia con los poderes políticos” (Ramonet, 2011, p. 37). Es evidente la cuestión de la posición de clase social o de grupo de poder en el caso de muchos medios, pero también es claro que estamos ante a un tipo de industria socio-cultural y política que tiene o no seguidores, donde la información es también una producción comercial vinculada a los intereses de algunas clases o grupos de poder. Fernández Christlieb, poniendo el caso de la televisión, señala que: “(…) la vinculación de los medios de comunicación con la elite económica [y sectores de poder] se da mediante la venta de publicidad. Por supuesto que no es el pequeño comercio o la mediana industria los que al pagar la publicidad determinan el contenido de la programación televisiva. Es el capital monopólico, comercial, económico y político, nacional o extranjero, el que [marca] las pautas de una de las principales fuentes de dominación” (Fernández Christlieb, 1982, p. 97). De acuerdo a ello, es evidente que la propiedad de medios o la vinculación de estos a los flujos del capital determina que la información sea sesgada: así, los medios podrían parecer más “creíbles” si sostienen representaciones positivas del capital que aquéllos que se muestran negativos y críticos al sistema; mientras quienes no se alineen a la lógica de la industria de los medios podrían tener menos credibilidad por no decir la “verdad” del crecimiento económico (y político). A esto, empero hay que añadir otro factor: las dinámicas del capital que se sustentan permanentemente en la producción de crisis, llevan a que exista siempre un ambiente de incertidumbre que es validado por los propios medios; incluso ellos mismos son parte de la creación de imaginarios de crisis al realizar interpelaciones e interpretaciones sobre la realidad. La conflictividad social y política vendría a ser la expresión de las situaciones de crisis en las que permanentemente estamos inmersos en el contexto del capitalismo. ¿Qué pasa cuando la conflictividad social y política es el fundamento del quehacer mediático y periodístico?
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Existe la idea generalizada que señala que todo lo que muestran los medios son cosas negativas y virulentas, por lo cual muchos individuos se han alejado de los medios. Nos encontramos ante el hecho, precisamente, que los medios han capitalizado el conflicto social para sus propios fines, hecho que, por paradoja, también genera rechazo en la población. La conflictividad es connatural a la democracia y, aunque también sea el efecto de la productividad de la crisis, implica que podría reducírsele si existiese un reconocimiento colectivo de tal necesidad, así como la posibilidad de institucionalizarle (J. Merquior cit. en Ramírez, 2003, p. 76). Es, de acuerdo a Ramírez, el “afuera constructivo de todo ordenamiento político” (Ramírez, 2003, p. 76). Entonces, la conflictividad como estadio para la transformación es lo que al parecer muchos de los medios no alcanzan a comprender y más bien es visto como el mundo de lo caótico. De este modo los periodistas capitalizan el conflicto en beneficio de los intereses sectoriales de los medios. Es así que incluso se puede evidenciar la presencia de la llamada opinión pública como una ficción institucionalizada, tal como lo postula Habermas. Vendría a ser la opinión de tales sectores de clase o de poder que muchas veces se cree es el comportamiento y la percepción real de la sociedad en general; en los estados liberales este el recurso que permite justificar la existencia de un círculo capaz de hacer publicidad y ser formador de conciencia que además aclame el quehacer institucional ya sea del poder político y de los propios medios (Habermas, 1999, p. 264). Para nuestro caso, posiblemente nos hemos acostumbrado a pensar que los periodistas que hacen más ruido comunicacional son líderes de opinión y por este efecto creemos en la veracidad de ciertos medios; es probable que se confunda el papel orgánico publicitario afín a ciertas ideologías o determinadas posiciones de clase ligadas en muchos casos a formas de poder, como si fuera opinión pública, es decir, percepción y, por lo tanto, consenso. Ahora bien para muchos políticos los medios son vehículos de comunicación, influencia y persuasión bajo la premisa que dichos medios se muestran como si fueran autónomos del poder político; por su parte el sector de medios se muestra como “encuadradores” de la política, no obstante estos pertenezcan a grupos que están interconectados y para quienes la comunicación como industria debe redituar beneficios. En cualquier ámbito, lo provisto como información supone un valor, hecho que determina y configura el panorama de medios.
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Es evidente que tanto la cuestión política como el activismo de la industria de la comunicación hace hoy en día que las personas varíen su credibilidad respecto de ellos. Así, la mayor determinación que configura la credibilidad, además de los intereses, de las pugnas y transacciones con el poder o la reafirmación de la independencia que muchas veces puede reclamar el sector de medios, es la relacionada con la proximidad con la política. Para quienes trabajan en los medios es evidente el planteo de estrategias de enunciar o decir, para el caso que estoy exponiendo, “populistas”, las que a su vez pueden llevar a la construcción mediática de la credibilidad. Finalmente, los aspectos anteriores nos ponen en dos escenarios: a) estamos ante un panorama de medios, con una ecología sustentada en principios de interpelar e interpretar la realidad, donde los medios son tecnologías que traslucen ideologías y que modifican el medio ambiente social; b) producto de ello la credibilidad supone el ejercicio crítico y activo de los ciudadanos ante el medio ambiente creado; si bien existe una credibilidad respecto a los medios, fundamentado en el ejercicio de estos, ésta apuntaría a repensar el papel de los medios en cuanto sistemas ideológicos; b) igualmente, la credibilidad ha cambiado hoy en el sentido que los medios han capitalizado la conflictividad social y política y no han sido los propugnadores de diálogos sociales. 4. Un mapa de la situación Los datos que expondré corresponden a la investigación “Credibilidad de medios, periodistas y fuentes en el Ecuador” que anualmente, desde el 2009, realiza el Centro de Investigaciones en Comunicación y Opinión Pública de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Los Hemisferios. Indaga cómo la población ecuatoriana tiene una percepción del desempeño de los medios, del periodismo y de las fuentes. Sólo voy a exponer ciertos datos de los años 2009, 2010, 2011 y 2012, producto de una encuesta nacional respecto a la percepción que tiene la ciudadanía de los medios. Previo a ello vale la pena revisar los indicadores de conflictividad en el Ecuador. Me parecen sumamente interesantes los datos que hemos compilado de los estudios que realiza el Centro Andino de Acción Popular (CAAP) y publica en su revista “Ecuador Debate”. Tabla 1: Conflictividad en Ecuador
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Año 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012
No. Conflictos 754 641 484 261 277 255 487 399 379 388 374 881 783 613 6976 Fuente: Elaboración propia en base a datos del CAAP (1999-2012).
% 10,81 9,19 6,94 3,74 3,97 3,66 6,98 5,72 5,43 5,56 5,36 12,63 11,22 8,79 100,00
En la Tabla 1 se muestra a modo general la medición de conflictividad en el país. Se constata que los años más álgidos en la vida social y política de Ecuador son los años 1999 y 2010 y 2011. Parece ser explicable la situación de conflictividad alta en 1999 porque es el año donde de la crisis financiera hecho que condujo luego a la dolarización. El actual gobierno de Rafael Correa inicia su mandato en 2007, luego de otra crisis cuyo punto más elevado es en el año 2005 cuando el gobierno de Alfredo Palacio incumple con la misión de hacer reformas profundas en el país. El ímpetu que imprime Correa en su gobierno evidentemente supone una serie de transformaciones radicales, cumpliendo el mandato popular que reclamaba la metafórica refundación del Ecuador. Si vamos a ver la conflictividad en el gobierno de Correa, se debe señalar que esta es, en efecto, gracias al impulso de nuevas leyes que aseguran el control del Estado sobre todo en el aspecto económico del país, así como el reordenamiento estructural del Ecuador, producto del cambio de Constitución Política en 2008. Tabla 2: Género del conflicto 2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
Campesino
28
33
22
13
10
28
17
17
15
9
24
28
26
Cívico regional
81
85
25
36
65
214
185
163
44
58
98
81
56
Indígena
67
60
7
11
9
18
19
21
19
16
69
35
30
Laboral privado
95
67
27
34
27
56
56
60
51
88
163
208
143
Laboral público
174
118
97
84
62
79
59
59
76
95
241
183
154
Político legislativo
113
39
6
4
21
47
11
31
1
14
42
37
33
Político partidista
230
210
28
48
30
80
43
27
25
21
31
32
36
10
Pugna de poderes
0
0
0
0
19
8
3
11
6
8
22
21
9
Urbano barrial
0
0
0
48
125
44
35
21
56
78
111
169
114
Fuente: Elaboración propia en base a datos del CAAP (1999-2012).
Teniendo en cuenta la Tabla 2, se observa que principalmente los años 2010 y 2011 son conflictos laborales públicos, laborales privados y con sectores indígenas. Entre los conflictos laborales públicos está el alzamiento policial del 30 de septiembre de 2010 justamente por la discusión de la Ley de Servicios Públicos, ley, como otras que suscitaron protestas donde los medios han tomado parte en su interpelación e interpretación, llevando a percepciones equivocadas. Tabla 3: Actores de los conflictos 2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
Cámara de la producción Campesinos
0
1
0
0
0
2
1
6
5
3
5
12
24
19
19
19
9
24
27
26
Empresas
3
8
2
7
2
31
43
90
92
79
Estudiantes
5
30
37
30
22
16
24
56
34
22
Fuerzas armadas Gremios
1
0
1
0
0
3
3
21
7
19
21
19
59
18
21
37
32
44
52
29
Grupos heterogéneos Grupos locales
2
18
71
39
40
21
21
20
19
14
14
27
83
109
103
36
28
79
63
41
Iglesia
0
0
0
0
0
1
0
2
9
0
Indígenas
7
8
15
22
19
21
17
62
30
30
Organizaciones barriales Partidos políticos Policía
40
48
46
38
24
49
57
118
127
92
1
21
46
13
24
31
42
91
78
79
0
0
0
0
0
13
6
35
12
5
Sindicatos
2
4
15
10
12
22
30
52
38
11
Trabajadores
32
62
18
92
63
74
79
147
187
150
Fuente: Elaboración propia en base a datos del CAAP (1999-2012).
El cambio de leyes y normas, la modificación del sistema económico implica que exista una fuerte tendencia a conflictos en el ámbito de los trabajadores, sobre todo entre 2010 y 2011. Los supuestos grandes conflictos con los medios y los periodistas, como se observa en la tabla, los cuales están en el rubro de “gremios”, no son significativos, incluso si se observa que hay otros actores que también pugnan por diversas cuestiones: es el caso de organizaciones barriales y las propias empresas, en el ámbito de lo productivo. Las evidencias muestran que los conflictos con medios y periodistas no son tan altos como este sector se ha encargado de publicitar. Y la
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pregunta que inmediatamente se nos viene es: ¿Los medios y periodistas han profundizado en el análisis de las situaciones de trabajadores o de sectores marginales, poniéndolos en su real dimensión? Es probable que sí, pero muchas de las distorsiones laborales aun hoy no son tratadas en los medios a menos que sean escandalosos. Tabla 4: Conflictividad en relación al gobierno Rechazo a política estatal
Otros
2000
230
85
2001
210
57
2002
28
119
2003
13
123
2004
36
255
2005
70
406
2006
45
346
2007
20
329
2008
47
324
2009
79
309
2010
160
705
2011
126
656
2012
99
494
1999
Fuente: Elaboración propia en base a datos del CAAP (1999-2012).
Pareciera que existe en el país una especie de rechazo a las políticas de gobierno. En tanto hay otras motivaciones como: denuncias por corrupción, financiamiento, problemas laborales y salariales –que los hemos reunido para esta presentación en el rubro “otros”–, se evidencia que dichos problemas tienen un peso específico más alto en relación al probable rechazo a las políticas gubernamentales que en general vendría a ser más bien una cuestión de menor cuantía en los años 2010 y 2011 con tendencia a bajar en el 2012. En el contexto descrito, veamos ahora cómo aparecen los medios y los periodistas. Para ello se toma en cuenta la percepción y la credibilidad que tienen los ecuatorianos de su desempeño. Tabla 5: Credibilidad de prensa, radio, televisión e Internet en Ecuador
Televisión
Medio
2009
2010
2011
2012
Teleamazonas Ecuavisa Gama TV TC Televisión Canal Uno
20,0 32,3 8,3 8,1 3,1
25,5 28,9 4,1 5,1 4,7
24,3 30,7 11,2 7,4 2,8
24,0 19,5 4,9 4,9 4,7
12
Prensa
Radio
Internet
Ecuador TV El Comercio El Universo Extra El Telégrafo Hoy La Hora Radio Visión Sonorama Radio Caravana Radio Quito Radio Democracia Radio Sucre Radio La Luna El Comercio Ecuador inmediato La República El Universo Hoy
0,5 26,7 15,8 2,5 0,6 1,4 1,1 1,4 5,3 0,6 0,0 0,3 0,0 0,5 1,1 2,1 0,0 0,6 0,1
1,2 35,4 17,2 1,8 1,4 3,6 3,4 3,2 1,8 3,6 0,0 1,7 0,8 1,2 4,5 0,9 0,0 1,3 0,5
4,3 39,1 22,4 6,3 0,9 1,9 0,0 5,0 8,3 7,4 5,0 4,5 1,6 0,0 14,6 6,8 0,0 1,1 0,6
4,3 26,8 20,2 4,6 4,3 3,1 0,0 12,5 8,8 8,6 5,6 4,3 1,3 0,0 21,1 8,4 5,1 0,8 0,1
Fuente: Encuesta CICOP 2009-2012. Datos en porcentajes.
Del conjunto de datos donde aparecen una diversidad de medios he tomado en cuenta los que más puntaje tienen desde 2009 y otros que en los últimos años han emergido. Obsérvese que los medios más nombrados en general no alcanzan ni el 50% de nivel de aceptación y, por lo tanto, de credibilidad. En promedio en el campo de la televisión, en los cuatro años de medición, los seis canales más mencionados, apenas alcanzan un promedio de 11,86. Ecuavisa parecería congregar más atención en el 2009 con 32,3%, luego baja ligeramente a 28,9% en 2010, sube algo en 2011 hasta 30,7; en el 2012, su credibilidad baja radicalmente a 19,5%. Le sigue en preferencia Teleamazonas. Nos encontramos con dos canales privados que evidentemente pugnan por atención. En el caso de la prensa, nótese que son también dos medios privados, El Comercio y El Universo los que congregan igualmente la atención. En el año 2009 su marcador de credibilidad era de 26,7%, subiendo el 2010 a 35,4% y el 2011 a 39,1%; empero su credibilidad vuelve a declinar en el 2012 llegando a 26,8%. En promedio, los seis periódicos más nombrados apenas alcanzan a un promedio de 10,02. En el campo radial hay que constatar que Radio Visión empezó a subir en la atención de la gente hasta 12,5% en el 2012; Radio Sonorama y Radio Caravana también han subido su nivel de aceptación. Por otro lado, fíjese cómo una radio emblemática, como lo fue Radio La Luna, empezó a desaparecer de la atención de la
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audiencia; la última constatación de su existencia con baja credibilidad se dio en 2010. Sabemos bien que esta radio terminó por venderse a otros propietarios. Los medios en Internet, de acuerdo a la tabla, todavía no han captado la atención por parte del grueso de la población ecuatoriana. Es probable que esto se deba a los índices de acceso. Empero, se puede constatar tres medios que frecuentemente se citan: El Comercio, en su versión online, el cual ha tenido un crecimiento en su atención y credibilidad; en 2011 llegó al 14,6% y el 2012, el 21,1%. Otro caso es Ecuador Inmediato cuyos índices bajos, no por ello significativos, son entre 2011 y 2012. Vale la pena darse cuenta con el periódico online La República que en el 2012 alcanzó un 5,1% de atención y credibilidad. En general, ¿cuáles serían los índices de aprobación/desaprobación de los medios? Tabla 6: Credibilidad en la prensa, la radio, la televisión e Internet en Ecuador 2009 Televisión Prensa Radio Internet
Positiva 75,6 49,6 20,8 6,00
2010 Negativa 24,4 50,4 79,2 94,0
Positiva 73,4 63,7 21,1 13,7
2011 Negativa 26,6 36,3 73,9 86,3
Positiva 84,6 71,1 38,3 24,9
2012 Negativa 15,4 28,9 61,7 75,1
Positiva 65,5 62,2 44,8 37,9
Negativa 34,5 37,8 55,2 62,1
Fuente: Encuesta CICOP 2009-2012. Datos en porcentajes.
La Tabla 6 muestra los índices de aceptación. Así, la televisión tiene para los encuestados una credibilidad positiva en los cuatro años, desde 2009, con promedios de 75,6%, 73,4% y 84,6 respectivamente, pero en 2012 baja a 65,5%. La prensa pasa de su credibilidad negativa en 2009 con 50,4%, a una credibilidad positiva con un 63,7% en el 2010 y un 71,1% en el 2011 y luego baja en el 2012 con 62,2%. La percepción es negativa en el caso de la radio; vemos 79,2% en el 2009), 73,9% en el 2010, 61,7% en el 2011 y decrece el indicador negativo de credibilidad en un 55,2% en el 2012; esto significa que los medios radiales en Ecuador sufren de baja credibilidad pero que, por contrapartida, ha ido cambiando en sentido positivo levemente también en los cuatro años. Los medios en Internet mantienen baja credibilidad: 94,0% en el 2009, 86,3% en el 2010, 75,1% en el 2011 y 62,1% en el 2012; se observa que los medios en Internet tienden a subir su credibilidad levemente en los últimos años.
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Veamos la credibilidad de determinados periodistas o personas que hacen opinión por cada medio en la Tabla 7. Tabla 7: Credibilidad de periodistas o personas que hacen opinión de Ecuador en prensa, radio, televisión e Internet
Televisión
Prensa
Radio
Internet
Periodista
2009
2010
2011
2012
Alfonso Espinosa de los Monteros Andrés Carrión Bernardo Abad Estefany Espín Janet Hinostroza Alfredo Pinoargote Jorge Ortiz Carlos Vera Francisco Febres Cordero Pablo Lucio Paredes Jorge Vivanco Fernando Larenas Emilio Palacio Miguel Ribadeneira Diego Oquendo Gabriel Espinosa de los Monteros Andrés Carrión Estefany Espín Gonzalo Rosero Miguel Ribadeneira Carlos Vera Jorge Ortiz Carlos Jijón
7,3 5,0 0,8 0,3 0,0 0,0 9,9 31,7 0,6 0,1 0,8 0,0 0,5 0,1 2,4 0,4 1,0 0,0 0,3 0,0 0,0 0,0 0,0
17,5 3,9 3,7 3,0 0,1 0,8 18,3 3,8 0,1 0,3 0,3 0,5 3,7 0,3 5,4 0,5 0,0 0,0 0,7 0,0 0,3 0,0 0,0
30,1 7,2 8,5 3,2 5,3 4,6 0,0 0,0 6,2 9,7 4,0 2,9 3,8 0,6 9,5 7,2 5,6 4,9 5,2 1,2 9,5 3,9 2,7
12,7 7,5 6,1 5,1 4,9 3,9 0,0 0,0 10,2 8,8 4,9 4,0 0,0 0,0 11,5 9,8 5,6 5,0 3,4 2,7 14,4 8,9 3,5
Fuente: Encuesta CICOP 2009-2012. Datos en porcentajes.
En la Tabla 7, en televisión el informativista Alfonso Espinosa de Los Monteros concita atención el 2010 con 17,5%, subiendo hasta 30,1% en 2011. Aparecen citados Jorge Ortiz y Carlos Vera en 2009 y 2010 y luego dejan de ser nombrado; Ortiz duplica su credibilidad al 18,3%, mientras Vera disminuye ostensible su credibilidad del primer año, de 31,7% a 3,8%. En prensa son citados Pablo Lucio Paredes quien alcanza un 9,7% de preferencia en el 2011 y Francisco Febres Cordero a 10,2% en el 2012; Emilio Palacio, cobra leve protagonismo entre 2010 (3,7%) y 2011 (3,8%). En radio en Diego Oquendo sube su credibilidad hasta 11,5% en el 2012, lo mismo que Gabriel Espinosa de los Monteros con 9,8% en el 2012. Finalmente en Internet, se empieza a identificar los nombres de Carlos Vera y Jorge Ortiz entre 2011 y 2012. Veamos ahora los indicadores la preferencia y credibilidad de los periodistas en Ecuador. En este marco: Tabla 8: Credibilidad en los periodistas de Ecuador
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2009 Radio Prensa Televisión Internet
Positiva 9,4 11,2 64,8 0,0
2010 Negativa 90,6 88,8 35,2 0,0
Positiva 9,6 8,0 60,3 0,5
2011 Negativa 90,9 92,0 39,7 99,5
2012
Positiva 36,0 30,0 66,8 16,8
Negativa 64,0 70,0 33,2 83,2
Positiva 44,1 41,3 53,8 28,7
Negativa 55,9 58,7 46,2 71,3
Fuente: Encuesta CICOP 2009-2012. Datos en porcentajes.
La Tabla 8 muestra que en televisión hay mejores índices de credibilidad para los periodistas entre 2009 y 2012; nótese, empero, que en el 2012 hay una ligera caída indicando una cierta percepción negativa: 46,2%. Tal percepción es contraria en el caso de los periodistas de radio, es decir, los consultados anotan baja credibilidad con datos como 90,6% en el 2009, 90,9% en el 2010, 64,0% en el 2011; esta mala percepción baja en el 2012 hasta un 55,9%. Lo propio sucede con la visión de no aceptación que se tiene de los periodistas de prensa: 88,8% (2009), 92% (2010), 70,0% (2011) hasta bajar ligeramente tal mirada negativa a un 58,7%. En Internet si bien se identifica periodistas en el 2011 y el 2012, su credibilidad es baja, llegando a un promedio de no aceptación de un 63,5% En la Tabla 9 se puede ver qué factores son los más observados o criticados en la labor de los medios y periodistas en Ecuador. Tabla 9: Factores que afectan a la credibilidad de medios y periodistas
No sabe / no responde Calidad de los contenidos Ética y responsabilidad Formación y experiencia profesional Independencia, honestidad y veracidad Imparcialidad, transparencia y objetividad Factores económicos e intereses sectoriales Investigación y rigor informativo Factores políticos y pugna con el gobierno Fuente: Encuesta CICOP 2009-2012. Datos en porcentajes.
2009 9,4 13,8 2,7 0,3 25,3 17,8 9,4 7,9 13,7
2010 25,5 12,8 1,3 7,6 15,0 14,9 6,2 10,8 5,9
2011 2,6 5,7 11,7 6,9 34,3 21,6 2,2 8,7 6,3
2012 30,4 7,5 9,1 5,1 15,3 14,5 3,4 6,2 8,5
Teniendo en cuenta los datos agrupados en la Tabla 9 se puede decir que los factores que afectan a la credibilidad en general en los cuatro años son: Independencia, honestidad y veracidad; es decir, que los periodistas y los medios, no obstante se proclaman independientes, no lo son; las personas se dan cuenta de los intereses a los que están sujetos; así mismo aparece el tema de la honestidad: se critica que muchos periodistas y medios, justamente por responder a intereses particulares, atan su honestidad y al mismo tiempo sus argumentos dejan de ser veraces. También se debe considerar el tema de la imparcialidad, de la transparencia y de la objetividad como
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problemas: si estos no se cumplen parece ser obvio que hay una percepción negativa del trabajo mediático y de sus actores. En los años 2011 y 2012, aparecen con cierto interés también el tema de la ética y de la responsabilidad. En el 2009 y 2010 se critica sobre la calidad de los contenidos; en el 2010 se reclama asimismo investigación y rigor informativo. En el 2009 incluso se hace constar que habrían factores políticos en el quehacer mediático y periodístico, hecho que empezó a minar su credibilidad. 5. Conclusiones He expuesto los resultados generales de una investigación que desde el año 2009 se realiza a escala nacional desde el punto de vista académico. Los datos muestran algunos aspectos que tienen que ver con la realidad de los medios de comunicación y sus actores en Ecuador y su credibilidad. Se constata una variabilidad en cuanto a la percepción que se tiene de los medios y de los periodistas. Las tendencias apuntan a que la información televisiva es la más creíble en los años observados. Es claro que la imagen informativa tiene más predominio en la vida social; así la televisión en el país tiene un impacto social que no se puede desdeñar. Empero, si consideramos ya los casos particulares de medios televisivos encontraremos que su credibilidad más bien es relativa. El referente informativo parece encontrarse en Ecuavisa aunque su credibilidad ha bajado levemente como se ha expuesto en las tablas. Este medio tiene más presencia sin duda en las ciudades más importantes de Ecuador pero en otras los individuos tienen sus preferencias. Por otro lado, Alfonso Espinosa de los Monteros representa la faz más respetable y considerada por los encuestados. Nótese que su credibilidad aumenta consecutivamente en los tres años de medición, mientras decae y desaparece como creíble Carlos Vera. En todo esto podemos constatar un hecho ineludible: que la televisión privada ha sabido interpretar ciertos aspectos de la conflictividad sociopolítica, pero algunos de sus periodistas, aprovechando de su prestigio personal, tomaron la vena confrontativa contra el poder. Es claro pensar que el factor de conflictividad es un hecho que los medios televisivos han aprovechado, pero sobre todo periodistas como Vera y Ortiz para afirmarse como actores políticos. Al contrario de lo que pasa con la televisión en Ecuador, la prensa escrita sí tiene problemas de credibilidad. El año 2009 sin duda fue enteramente crítico para los medios escritos. De hecho la crítica gubernamental desde su inicio fue directamente relacionada 17
con la prensa escrita; tal crítica puso en evidencia vacíos informativos, problemas de desinformación, inadecuación de fuentes o rigor en el trabajo periodístico. No obstante esto, los medios escritos ha debido cambiar sus estrategias informativas; esto quiere decir que frente a las críticas los periodistas han debido cualificar su trabajo. Es interesante observar, en tal sentido, que la prensa empieza a cambiar su credibilidad desde 2010, tratando de revertir la percepción de las personas respecto a la realidad de la información; aunque los indicadores no son tan altos como podría esperarse es porque en el seno del periodismo escrito aún prevalecen viejos atavismos o comportamientos de cuerpo que impiden cambios radicales. Asimismo, los dos medios que han bregado más para cambiar su credibilidad fueron El Comercio y El Universo, medios que, en efecto, casi siempre han debido enfrentar cuestionamientos. Empero, en ambos el aumento de su credibilidad en los cuatro años es leve y no necesariamente puede considerarse que los indicadores demuestren que la población tenga la plena certeza de que son creíbles, veraces o no intencionados a la hora de entregar información. Ahora bien, quizá se deba reafirmar el hecho que los medios de comunicación escritos han perdido su alcance nacional por lo que las personas en las diversas ciudades tengan otros medios cercanos a sus intereses. Por ejemplo, en otros datos de la investigación se constata que El Comercio tiene alta credibilidad en Quito y en parte en Ambato; el caso de El Universo es paradigmático según la encuesta, pues no aparece como un medio creíble –e importante incluso en Guayaquil, ciudad de su procedencia–. Los propios indicadores respecto a los periodistas son bajos: la ciudadanía de hecho parece no identificar periodistas con alto nivel y más aun con credibilidad, situación que desde ya es problemática. Para los encuestados la radio no ofrece credibilidad en los cuatro años de la medición. Con ello se constata que la radio no ofrece información. Detrás de esta presunción aparece otro hecho que también determina una percepción negativa de los medios en el país: que aquéllos reproducen los errores informativos de otros medios, además que existe en ellos especulación informativa. Es ya una evidencia que en sus noticiarios, sobre todo en los medios nombrados, es común oír que se reproduce de modo acrítico los contenidos de los medios escritos. Por otro lado, hay con demasía comentaristas quienes, como en determinados casos de periodistas de televisión o de prensa, trabajan opinando de modo empírico, imprimiendo en sus expresiones poco rigor y más bien mucho sentido común, haciendo ver que sólo hay subjetividad. Uno de
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los problemas clave en este contexto que ante la conflictividad, el periodismo radial hace prevalecer la opinión antes que el análisis; de un tiempo a esta parte, los mismos periodistas quieren mostrarse como autoridades cognitivas, hecho que no es aceptado del todo por las audiencias críticas. En este marco, entre los problemas que enfrentan los medios de comunicación en la actualidad es el personalismo de muchos periodistas. La opinión especulativa, la falta de equipos de investigación y, sobre todo, el que se no se distinga el oficio periodístico del comunicacional es el marco que nutre la problemática expuesta. En cuanto a Internet se evidencia que la población no identifica del todo a medios en dicho entorno. Esto tiene algunas probables lecturas. Una de ellas es que en el período de la medición la penetración de Internet en Ecuador todavía seguía siendo poco significativa. Es evidente que en los últimos años ha habido un esfuerzo notable del gobierno ecuatoriano para que la tasa de penetración se eleve. Independiente de este hecho, es interesante ver que aparecen nuevos medios electrónicos como La República que reintegra al periodista Ortiz quien continúa con su trabajo en el medio virtual. Carlos Vera, por su parte, abraza de la televisión global en YouTube y luego un blog, además de Twitter. Ambos periodistas aprovechan las redes sociales y los recursos de Internet para continuar su actoría social y política en la actualidad. Finalmente se debe decir que ciertos medios y determinados periodistas, si bien se insertan en el marco de la conflictividad social y política, y aunque quieren capitalizar muchos de los conflictos, insertándolos como temas de agenda, su falta de independencia, de imparcialidad, de transparencia y de rigor hace que sus interpelaciones e interpretaciones de la realidad terminen siendo dudosas hasta el presente. Apelan a estrategias populistas, como contenidos vacíos llenos de espectáculo y escándalo. Estos hechos, en efecto, como se ha mostrado, les muestra como actores políticos sin base política. Al mismo tiempo, esto ha hecho que su credibilidad se deteriore enormemente. Bibliografía Blesa, Pablo. (2006). La crisis de credibilidad de los medios de comunicación en las democracias occidentales: poder y globalización. Recuperado el 26 de Junio, 2011, de http://www.bocc.ubi.pt/pag/blesa-aledo-pablo-crisis-decredibilidad.pdf Castells, Manuel. (2010). Comunicación y poder. Madrid: Alianza.
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