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IDEAS Diálogo interdisciplinario

DIÁLOGO INTERDISCIPLINARIO

Un horizonte de esperanza

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LA PANDEMIA Y LO QUE VENDRÁ DESPUÉS, DESDE LA MIRADA DE LA CIENCIA, LA PSICOLOGÍA Y LA ECONOMÍA.

por Santiago Durante

Si bien la sensación es que el mundo se ha detenido desde la aparición del coronavirus, también hay muestras de que se han activado y potenciado aspectos que nos hablan de fraternidad.

Así se vio reflejado en nuestra edición del mes pasado y por eso Ciudad Nueva llevó a cabo una conferencia virtual bajo el título “Pasos de Fraternidad” en el marco de las actividades de la Semana Mundo Unido que se desarrolló alrededor del globo del 1 al 7 de mayo.

El contexto internacional y las adversidades que se viven no solo a nivel mundial sino regional y local además han generado nuevas preguntas sobre las cuales aún se buscan respuestas. Existe la incertidumbre, personal y comunitaria, sobre qué tipo de mundo tendremos después de la pandemia. ¿Se podrá hablar de un mundo más unido cuando termine este tiempo?

En este sentido, la convocatoria a especialistas en el mundo de la ciencia, la psicología y la economía buscó generar un diálogo que pudiese aportar claves a la hora de observar esta realidad que transmite miedo y dolor, pero también signos de esperanza.

Aquí una síntesis adaptada de las intervenciones Gabriel Ferrero, Arturo Clariá (h) y Cristina Calvo, que pueden encontrarse completas en el canal de YouTube de Ciudad Nueva.

Gabriel Ferrero

Físico y astrónomo uruguayo. Docente de la UNLP, investigador, representa a la Argentina en el Observatorio astronómico internacional Gemini. Autor del libro editado por Ciudad Nueva ¿Nacemos estrellados?

Lo que veo en los medios, cuando salgo a la calle o converso con mis amigos me genera internamente una oscilación entre una sensación de pesimismo y optimismo muy grandes. Pero sobre todo, lo que siento dentro de mí es una esperanza muy grande. Tengo la convicción de que en la realidad hay mucho más de lo que nosotros vemos y generalmente eso que no vemos es lo más importante de la realidad.

Mi esperanza se alimenta también de lo que he estudiado. La astronomía y otras ciencias muchas veces me han hecho encontrar con fenómenos que aparentan ser muy negativos pero que sin embargo terminan transformándose paradójicamente en cosas muy positivas.

Un ejemplo es el del meteorito que extinguió a los dinosaurios. Hace 66 millones de años un asteroide cayó sobre la Tierra y causó una extinción masiva. Desaparecieron más del 75 % de las especies de seres vivos. Murió el 50 % de las especies de plantas, desaparecieron los dinosaurios pero también muchos mamíferos. Y de los mamíferos quedaron los más pequeños, algunos roedores, como las ratas.

Curiosamente, con rapidez la evolución de las especies se aceleró en lugar de detenerse. El número de especies se multiplicó en poco tiempo, obviamente hablando en una escala geológica o astronómica de tiempo. Empezaron por multiplicarse los helechos, después las plantas con flores y semillas, que son muy nutritivas; aparecieron las palmeras, poco tiempo después las legumbres y todo eso causó que los mamíferos empezaran a tener muchas fuentes de alimentación. Por lo tanto empezaron a desarrollarse y a aparecer en la Tierra mamíferos cada vez más grandes, nutrias, castores y poco a poco muchos más mamíferos de muy diversas especies y con tamaño distinto.

Al poco tiempo, es decir 700 mil años después de la caída del asteroide, ya había sobre la Tierra mamíferos que eran 100 veces más grandes que los que había antes de que cayera el asteroide. Esto que puede parecer mucho tiempo, en realidad es muy poco si tenemos en cuenta que la evolución demoró 4 millones de años en llegar desde las células aisladas hasta los mamíferos más pequeños. Y “solamente” 700 mil años en progresar desde esos pequeños mamíferos hasta otros muy grandes 1 . Esos mamíferos poco a poco fueron poblando toda la tierra y fueron los que terminaron dándonos paso a nosotros, los seres humanos, entre tantas otras especies.

Todo eso sucedió obedeciendo leyes que en la naturaleza son ciegas. Es decir, cuando se dan las mismas causas, en la naturaleza se producen siempre los mismos fenómenos. Pero los entes que intervienen en esos desarrollos no pueden decidir por sí mismos qué es lo que va a pasar. Un helecho no puede decidir si va a multiplicarse o no, como un átomo no puede decidir si se va a unir a otro átomo. No hay una decisión de por medio.

La gran diferencia con la situación en la que estamos hoy es que nosotros podemos decidir y lo que suceda a partir de ahora depende fundamentalmente de las decisiones y de las acciones que tomemos nosotros. Depende de lo que hagamos hoy. ¿Qué significa eso? Les propongo otro ejemplo: hace unas semanas a una bióloga francesa, Catherine Belzung, se le ocurrió una muy buena idea que después la compartió con algunos otros científicos y con el Nobel de la Paz Muhammad Yunus, con quienes elaboró un documento que plantea que, para salir de esta situación, es necesario desarrollar una vacuna. Pero que esa vacuna debe llegar a todo el mundo, a todas las personas, de manera gratuita, porque de otra manera va a ser imposible superar esto. Para eso obviamente hace falta mucho dinero y hace falta tiempo.

Su idea entonces fue: “Tenemos que lograr que la vacuna se pueda desarrollar, pero que después se convierta en un bien de dominio público, que esté libre de patentes, para que después las fundaciones, las organizaciones no gubernamentales, las empresas, los gobiernos que quieran producir y distribuir las vacunas lo puedan hacer sin tener que pagar por usar una patente”.

Gabriel Ferrero

Esto puede parecer una utopía, imposible de hacer. Pero la realidad es que hay antecedentes, como el de la vacuna contra la poliomielitis, que se desarrolló de esta manera.

Nosotros no somos los que tenemos el poder en el mundo de tomar esas decisiones, pero creo que podemos hacer sentir nuestra voz, y es lo que intentamos hacer entre este grupo de científicos. Y confiar en que las personas que van a recibir este planteo también son seres humanos y que tendríamos que encontrar la manera de entendernos entre todos frente a esta situación. Confío en que en la realidad hay muchas más cosas de las que vemos y por eso confío en que realmente daremos este paso.

Para firmar la petición por la vacuna contra el covid-19 ingresar a

https://www.change.org/p/putting-covid-19-vaccine-on-public-domain?recruiter=168778224&utm_source=share_petition&utm_medium=copylink&utm_campaign=share_petition&utm_term=4437de0a3c974ec2926f83c0a1946948&use_react=false

1. Este ejemplo lo encontré en un artículo publicado hace algunos meses en la revista Science por T. Lyson, un científico estadounidense, que llegó a mis manos gracias a Jozef Klembara, un amigo paleontólogo eslovaco.

Arturo Clariá (h)

Psicólogo clínico y educacional, especializado en adolescencia y familia. Master en cultura de paz y valores universales.

Un momento sumamente excepcional irrumpió de un día para el otro en nuestras vidas, cambiando las rutinas, nuestras maneras de ver el mundo, de relacionarnos. Todos decimos que no seremos los mismos una vez terminada la cuarentena, pero creo que esta frase será cierta siempre y cuando sepamos aprovechar esta situación para aprender de la experiencia y crecer como personas y comunidad.

Hay otra pandemia más silenciosa, más sutil, que se viene diseminando y podría contagiarnos si no estamos atentos y despiertos. Tiene que ver, más bien,con una pandemia existencial, emocional.

Pensemos si antes de entrar en este aislamiento ya no éramos personas encerradas, con la paradoja de que era un encierro “hacia afuera”. Todos los días abríamos la puerta de casa y salíamos a trabajar, a gastar nuestras energías en el afuera. Casi en piloto automático. Sabiendo que los seres más valiosos, nuestros hijos, están en casa, encontrándonos con ellos al atardecer del día, con nuestro nivel de sensibilidad muy bajo, habiendo gastado buena parte de aquella energía en aspectos secundarios.

Arturo Clariá (h)

Si no nos damos cuenta, y este es un momento para hacerlo, saldremos de esta pandemia igual que antes. Persiguiendo el virus del dinero, de la ambición, del exitismo, de los bienes materiales, que se nos fue inoculando en todo este tiempo, sabiendo en definitiva que no es lo que realmente nos colma. Un virus que nos hace buscar los tesoros donde realmente no se encuentran. De allí la frase que puede interpelarnos hoy: ¿Dónde está nuestro tesoro? Porque “donde está tu tesoro, allí está tu corazón”.

La buena noticia es que para esta pandemia existencial sí hay vacunas y son libres de patentes. Estas vacunas tienen que ver con el antídoto más profundo que podemos encontrar, que es dotar de significado nuestra vida. Estamos ante una oportunidad de frenar y concentrarnos en lo más valioso que tenemos: nuestros afectos, nuestros seres queridos. La pandemia nos hizo darnos cuenta del valor del abrazo, ese que hoy no puedo darle a un montón de gente. El valor de los vínculos, de recomponer lazos, de reunirme para pedirle perdón a un amigo, algo que podía hacer antes y sin embargo pateaba para adelante. ¡Cuántas cosas importantes podemos replantearnos!

El antídoto comienza frenando, haciendo silencio para escuchar las preguntas internas: ¿Para qué hago lo que hago? ¿Cuál es el significado más profundo de mi vida? ¿Cuál es el sentido que encuentro al levan- tarme cada día? Y detrás de esas respuestas aparece inevitablemente la dimensión de la libertad.

En tiempos de encierro la psicología nos da la oportunidad de mirar el mundo desde los ojos de la libertad profunda, aquella que tiene que ver con una actitud que antecede a lo que va a suceder. Sea lo que fuere que me va a acontecer durante la jornada, bueno o malo, existe una elección previa, interna, que tiene que ver con qué actitud he decidido adop- tar para transitar cada día. Cuando ya no podemos cambiar nada de una situación, entonces nos queda el desafío de cambiarnos a nosotros mismos, como decía Viktor Frankl.

Las dificultades, las cuarentenas, los virus, nos enfrentan con la finitud, nos demuestran una vez más que somos seres limitados, frágiles y vulnera- bles, y por lo tanto nos generan angustia.

Nada contagia más ansiedad que la incertidumbre de no saber hasta cuándo. Pero sí podemos decidir cuál es la huella profunda que queremos dejar en los demás. Sabemos en definitiva que no hay nada mejor que dejar una cálida marca afectiva. Esa sí cala hondo en los demás y se viraliza de manera súper positiva.

¿Cómo se escapa de la angustia, de la ansiedad de no tener respuestas? Saliendo del encierro personal y emocional, donándonos al otro.

Hablamos de Pasos de Fraternidad, y este es el antídoto, los anticuerpos que tenemos que generar en nosotros y en los demás. La fraternidad de los vín- culos, desde los gestos de solidaridad que estamos viendo: cuidarme yo para cuidar a otros, no salir a la calle aunque tenga ganas en pos de un bien común mayor, comprobar que los que por edad y circuns- tancia de salud no están tan expuestos, pueden ser ese don, protagonizando un acto solidario hacia los demás que sí corren mayor riesgo.

Cuando salimos de nosotros mismos resolvemos conflictos internos, encontramos una paz terapéuti- ca, nos volvemos empáticos y compasivos, hallamos soluciones, nos descentramos para encontrarnos en el otro. Nos convertimos en artífices de la mejor cura: la búsqueda de la felicidad colectiva.

Dra. Cristina Calvo

Directora del Programa Internacional sobre Democracia, Sociedad y Nuevas Economías del Rectorado de la Universidad de Buenos Aires. / Miembro del Task-Force convocado por el papa Francisco para abordar políticas post-pandemia.

La política y la economía (incluyendo el sistema sanitario) son los ámbitos donde la pandemia está revelando no solo una gran cantidad de incohe- rencias e inconsistencias sino también una profun- dización de las desigualdades preexistentes.

Primero, algo sobre la crisis. La crisis es social y ambiental a la vez, son dos caras de la misma moneda. En los últimos años, cuando se hablaba de la crisis ambiental se le dio muchísimo relieve a la crisis climática (gravísima, por cierto) y no tanto a la crisis de biodiversidad. Si bien no soy especialista en biodiversidad, entiendo la economía como trabajo interdisciplinario, por lo cual dialogo permanentemente con biólogos, antropólogos, ingenieros ambientales. A raíz de este intercambio, se evidencia que, a veces le pedimos a la economía que ponga “parches” a cuestiones a las que previamente deberíamos haber considerado, a fin de evitar males mayores y efectos no deseados. Con la destrucción de los ecosistemas, de los biomas, los virus encuentran su hábitat, por ejemplo, en roedores, la caza y el exterminio de los depredadores –que precisamente parte de su alimento lo encuentran en los roedores– se facilita así la propagación de dichos virus y su cercanía contagia con virus a los seres humanos. Seguir rompiendo el equilibrio de la naturaleza, el equilibrio biológico, seguirá siendo una amenaza no solo en relación con la diseminación del covid-19 hoy, sino para nuevas variantes en el futuro. El virus no sabe hacer otra cosa que propagarse. Este es un gran desafío a atender: la crisis de biodiversidad, la recuperación de ecosiste- mas y biomas.

Segundo, el sistema económico excluyente, que ha impuesto la necesidad de la competición posicional, en el sentido de que “el que gana, gana todo, y el que pierde, pierde todo”, entre otras cosas ha provocado una “sociedad de basura, de desperdicios, de lo superfluo”, incluso de instrumentos para la muerte. En este momento se pone de relieve en toda su magnitud cuánto es el daño para el planeta y sus habitantes. Dos datos sobre esto. En India, en el marco de la pandemia, se constató, por el seguimiento de su numeración, que hay cerca de 500 millones de smartphones en desuso, no inservibles, simplemente en desuso por cambio por uno más nuevo, por ejemplo. ¡Si uno piensa lo que significa, en este momento, el esfuerzo para que los chicos no pierdan la regularidad escolar por el cierre y se busca paliar la situación a través de la educación on line… lo que significaría tener a disposición esos 500 millones de celulares! ¡Por ejemplo, en lugares de altísima vulnerabilidad, donde han perdido y siguen perdiendo días de clase, muchos porque no tienen electricidad, pero otros porque no tienen conectividad! Al menos podrían continuar su formación virtual para suplir de algún modo la imposibilidad de ir a la escuela. Esto nos lleva a preguntarnos y a desear que después de la pandemia pensemos más que nunca. ¿Cómo podríamos generar un cambio en el reparto y en el uso de los bienes? En el mismo sentido, otro dato tremendo. En Italia, la cantidad de muertes se dio fundamentalmente por la falta de centros de atención primaria en pueblos y ciudades sin equipamiento básico, por ejemplo, de respiradores. ¡Pero fíjense la contradicción… no solo en los últimos años con los llamados “planes de austeridad”, Italia padeció la destrucción del sistema sanitario público, de la asistencia, de las pensiones, sino que este país cuenta con solo una fábrica de respiradores, mientras que cuenta con 107 fábricas de armas! Los instrumentos para la muerte que mencionaba anteriormente… Si se nos concediera formular una pregunta al “Sistema”, ésta podría ser: ¿pensábamos que ya éramos inmunes, que ningún virus nos iba a atacar y por eso nos permitimos destruir los recursos de nuestro sistema sanitario y de seguridad social?

Remarco estos temas porque son muy importantes para evaluar el “nuevo horizonte ético” a partir del cual tenemos que pensar qué hacemos ahora en la post-pandemia o, mejor dicho, en la pandemia, ya que en nuestros países todavía estamos en el corazón de la emergencia. ¿Cuáles tendrían que ser estos valores en el marco de un horizonte ético? Son valores compartidos más allá de la identificación religiosa o de fe que cada uno tenga: el bien común, la opción prioritaria por los más vulnerables y los excluidos, el destino universal de los bienes. Es decir, bases a través de las cuales empezar a repensar los tiempos que se vienen.

Cristina Calvo

Un tercer punto, en cuanto a otra incoherencia que reveló la pandemia, es la consideración de los definidos como “servicios esenciales”. Fíjense que en los 40 años que llevamos de globalización hubo una transferencia de ingresos de los sectores bajos-medios a sectores altos de la economía financiera, especulativa y los agentes vinculados a estos últimos sectores mencionados son los que tienen ingresos, salarios, varias decenas de veces más altos que los que perciben quienes se encuentran trabajando en los “servicios esenciales”. Hoy los servicios esenciales, que son los médicos, enfermeros, personal de mantenimiento, de limpieza, de sanidad en centros hospitalarios… los que hoy están en “la primera línea de fuego” con riesgo de contagio, de muerte, al extremo de la presión psicológica… son los que tienen los ingresos más bajos. Incluidos los docentes, que han tenido que reciclarse rápidamente, agotadísimos, tratando de llevar adelante un método de enseñanza como el sistema online, que no se puede improvisar de la noche a la mañana, pero que sin embargo están haciendo un grandísimo esfuerzo en función de un bien mayor, paraque los chicos no pierdan o pierdan lo menos posible el acceso a la educación.

Frente a estos contrastes, es con ese “nuevo horizonte ético” (que debió haber sido el de siempre) con el que tenemos que“patear el tablero” y repensar la definición de políticas públicas. Incluso, porque la pandemia no llegó en un momento floreciente de la humanidad sino con gravísimos problemas de desigualdad, injusticias brutales,hambre, desnutrición, pobreza, crisis ecológica.

Ya que estamos en el tema económico, otro nivel de discusión es la cuestión de la deuda externa internacional. Los organismos multilaterales de crédito no pueden seguir prestando del mismo modo que en el momento en que fueron creados. En el marco de la pandemia, sin duda que se está dando un mayor endeudamiento por parte de los países, por eso es el momento de revisar esos mecanismos de otorgamiento. Se debería evaluar el otorgamiento de una parte considerable de “aportes no reembolsables” que puedan ser invertidos en la mejora de infraestructura en aquellos sectores donde la pandemia reveló los déficits más importantes. Incluyendo fondos que puedan afectarse rápidamente en sectores donde se necesita una inyección de recursos para una recuperación de la actividad lo más rápido posible, antes que siga avanzando el deterioro social. Además del sector ordinario de comercio e industria hoy el gran problema lo tienen los oficios, los cuentapropistas, la economía informal, los peluqueros, la gastronomía, la hotelería, los oficios particulares, carpinteros, soldadores, electricistas, pequeñísimos empresarios, muchas veces inmersos en una profunda desprotección social.

Las crisis ayudan a tomar conciencia, pero la historia demuestra que los cambios estructurales ocurren cuando cambian las relaciones de poder. Y eso aún no sabemos si va a suceder. Pero sí podemos hacer que esa toma de conciencia impulse nuestro pensamiento, nuestra creatividad y nuestra acción para buscar por todos los medios posibles, en todos los niveles donde actuemos, un mejor modo para cuidarnos unos a otros, que el que veníamos practicando ·

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