Número especial en adhesión al 6º Congreso Latinoamericano de Logoterapia y Análisis Existencial. Tempos Modernos y Sentido, organizado por CLAE UCA.
EDITORIAL: El dolor de ya no ser…, por Claudio César García Pintos EL PACIENTE NECESITA RAZONES, ESPERANZA ¿O LAS DOS COSAS A LA VEZ? , por José Martínez-Romero Gandós (pp. 02 a 06) LA PÁGINA DE CAVEF, por Claudio César García Pintos (pp. 07 a 10) ¿LA COMUNICACIÓN DIGITAL CAMBIÓ LA EDUCACIÓN?, por Patricia María Nigro (pp.11-13) REFLEXIONES DESDE EL POZO, por Claudio César García Pintos (pp. 14 a 20) PROGRAMA DEL CONGRESO CLAE UCA por LOGORED (pp.2325)
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EL PACIENTE NECESITA RAZONES, ESPERANZA ¿O LAS DOS COSAS? Por Dr.José Martínez–Romero Gandós Mail de contacto: sentido@cop.es
Blog: logoterapiagalicia.blogspot.com.ar
“La esperanza implica una especie de rechazo radical del cálculo de posibilidades. Lo propio de la esperanza es, quizá, el no poder utilizar directamente o servirse de ninguna técnica; la esperanza es una propiedad de los seres indefensos; es el arma de los indefensos, o más exactamente, es lo contrario a un arma y en esto consiste misteriosamente su eficacia.” (Gabriel Marcel, Être et avoir, pg. 59/60, Aubier, Paris, 1935)
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omplementamos con este artículo nuestro anterior titulado “Actitud y comunicación con un enfermo terminal”. En esta oportunidad nos referiremos a la Esperanza. La enfermedad que se presenta imprevistamente en nuestra existencia altera nuestro proyecto vital de bienestar. Si esa enfermedad es grave, con riesgo de alteración transitoria o definitiva de nuestra salud este imprevisto se cuela en nuestra vida como un componente formal vacío de contenido. El paciente siente que no posee experiencia de este suceso, necesitará vivir para conocerlo. Toda situación es siempre nueva con un componente personal y otro “transpersonal”, Y como tal situación nueva es imprevisible. Lo previsible no puede concretarse en “esto nuevo”, sino que configura “la probabilidad de lo imprevisible”. Claro que “lo nuevo” puede presentarse como algo de lo cual existan antecedentes en
lo “ya vivido”. Podemos tener conciencia de situaciones que han precedido a esta irrupción de la enfermedad: dolores, malestares, análisis clínicos, antecedentes varios. La novedad, en este caso, no reside en la aparición de la enfermedad sino en su carácter de inesperada. Estamos acostumbrados a buscar una adecuación de nuestra conducta ante acciones previsibles o de las cuales poseemos antecedentes en nuestra experiencia. Sentimos temor ante lo nuevo, por desconocido. La existencia no se define por un acontecimiento imprevisto, azaroso, sino por el modo como nosotos nos comportamos frente a lo azaroso. Sabemos que el azar puede alterar el curso de nuesta existencia, más allá de nuestras propias decisiones, de nuestra libertad. Pero el azar, en cuanto tal, solamente determina enfrentarse a una situación de cambio. No determina el modo en que enfrentaremos esta modificación de nuestro proyecto. ¿Porqué situamos a la enfermedad como un acontecimiento azaroso? Por que le pasa a esta persona en concreto, a este existente. Dentro de un orden particular de situaciones vitales que son posibles para una persona la enfermedad es un acontecimiento “previsible”. Pero para esta persona en particular, para “fulano”, esta enfermedad es imprevista. Los límites de nuestra capacidad afectiva para asumirla dependen de nuestra disponibilidad o de nuestra aptitud pa-
04 ra ser repercutidos por la enfermedad. Esto depende de lo ya vivido, de nuestra experiencia y de nuestra personalidad. Hablamos de una receptividad sensorial, emocional y vital para integrar en nuestra existencia este acontecimiento que es la enfermedad y hacer experiencia con ella. Como científicos intentamos someter el acontecimiento al principio de objetividad o de total reducción de la experiencia a las estructuras lógicas de un saber universalmente verificable. Es una primera forma de tratar la enfermedad. Como pacientes no somos capaces de atribuir enteramente a la razón la explicación de nuestra enfermedad. Los contenidos sensibles frente a su aparición son parte de nuestra existencia única e irrepetible. Tal como propuso Gabriel Marcel en su obra nuestra búsqueda debe dirigirse “hacia el reconocimiento conjugado, por así decirlo, de lo individual y de lo trascendente, en oposición a todo idealismo impersonal o inmanentista” (G.Marcel, Homo viator, pg. 192). Sus propuestas, llevadas según él casi hasta la exasperación, lo situaron frente al contínuo equívoco de oponer un “Yo” empírico al “existente singular”. Hablamos de un individuo indeducible, el individuo real que yo soy, con toda mi experiencia, con todos los elementos disponibles para vivir la aventura concreta, yo solo, sin ningún otro, enfrentando las limitaciones y superándolas en la certeza que, siendo un ser-para-la-muerte, elijo vivir mi vida plenamente. Aquí es cuando entra en juego la Esperanza. Recordábamos en el acápite una ya clásica expresión de Gabriel Marcel: “La esperanza implica una especie de rechazo radical del cálculo de posibilidades. Lo propio de la esperanza es, quizá, el no poder utilizar directamente o servirse de ninguna técnica; la esperanza es una propiedad de los seres indefensos; es el arma de los indefensos, o más exactamente, es lo contrario a un arma y en esto consiste misteriosa-
mente su eficacia.” (Gabriel Marcel, Être et avoir, pg. 59/60, Aubier, Paris, 1935) En el plano de la salud estamos formados, como profesionales, en establecer la tríada fundamental de acercamiento a una persona doliente: diagnóstico, pronóstico y tratamiento. Para cumplir con estos propósitos hay numerosa bibliografía a nuestra disposición, maestros en la formación profesional, protocolos de actuación, pruebas diagnósticas, experiencia profesional e interconsulta posible. Cuando el diagnóstico de una patología es grave, cuando el pronóstico es incierto o de muy dificil evolución, cuando los tratamientos son limitados o no existen, ¿qué le podemos ofrecer al paciente? La “cura” (sorge) o cuidado del otro en su condición de persona bio-psico-socialespiritual. Para ello son imprescindibles razones y esperanza. ¿Es la esperanza solamente una ilusión vital? Nos dice Prieto Prini, ensayista especializado en Marcel: “Se pretende afirmarlo así en nombre de un espíritu de objetividad, que sabe abstenerse valerosamente de toda adhesión sentimental a la irrealidad o a las ficciones piadosas del deseo, y a la vez reconocer en la tenacidad del que espera a toda costa, una de las “astucias” de la vida en su extrema defensa contra lo que intenta destruírla. La esperanza del enfermo no sería otra cosa que una especie de negativa orgánica a aceptar como definitiva una situación intolerable”. (P.Prini,”Gabriel Marcel y la metodología de lo inverificable, Fundación Arché, Buenos Aires, 1963) Si como científico me acerco a un paciente y tengo la certeza del diagnóstico grave de una enfermedad en fase terminal estoy seguro que he hecho uso de los elementos de prueba a mi disposición. Pero ¿Qué ha pasado en el encuentro con ese paciente? Sumerjámonos en el maravilloso libro de Pedro Laín Entralgo “Teoría y realidad del otro” (Ed. Alianza Universidad, Madrid, 1983).
05 Allí encontramos la descripción minuciosa de las características del encuentro. En esta relación médico-paciente o psicólogopaciente que consideramos, lo primero que destaca es que la percepción del otro tanto en sentido corporal, de una actividad psicofisiológica compleja como en el plano experimental es en sí misma irreductible y unitaria. La aprehensión del otro en totalidad es, en tanto vivencia, fuertemente subjetiva. Esta falibilidad en la percepción de otro ser humano tiene como supuesto psicológico la pluridimensionalidad y la múltiple ambigüedad de la estructura de la personalidad. Un enfermo terminal en igual o semejante circunstancia que otro enfermo con su mismo diagnóstico reaccionará de manera muy diferente ante la inminencia de la muerte. Y podemos equivocarnos si pretendemos hacer referencia a una historia “objetiva” de su vida. Requiere del profesional la capacidad de distinguir “lo exterior” de lo “interior”, tanto del otro como de “lo mío”. En ese “acto médico” del encuentro lo que se nos presenta no es solamente un “yo” y un “tu” sino un “nosotros”, situación creada por lo que Lain Entralgo define como “relámpago perceptivo”. Esa vivencia denostridad (Wirheit) es, según Binswanger, producto de una actividad “amatoria”, inicio de todo “encuentro” humano. Dice Lain: “La percepción del otro comienza por decirme, aunque yo no tenga de ello noticia: Algo hay fuera de mí de la misma especie que yo”. Si el profesional no está preparado para este tipo de encuentro con el paciente ante el diagnóstico fatal, prontamente aparecerán sus mecanismos de defensa y la relación de “nosotros” se descompondrá en un “yo” y en un “tu”. El “hacia” de la relación interpersonal amorosa no es solamente proyectivo; es también “elpídico” (relativo a la esperanza) y tiene mayor fuerza que el “hacia” de la relación objetivante. Tengo mi diagnóstico y
tengo mi pronóstico. Pero si no aparece la Esperanza en este nivel de “nosotros”, si no aparece el amor caritativo (agapé), la situación es proclive a la instalación de un “yo” solitario. Del paciente y del profesional. Solamente en una actividad sumida en el “nosotros”, interpersonal, amoroso, será posible la esperanza. Los participantes de esta “diada” esperan y coesperan. En esta “co-implicación” la esperanza abre a la posibilidad del “bien” y la “felicidad” a la que aspira toda actividad humana. “El encuentro promete más de lo que el abrazo permite abarcar”. La instalación en “la patria del amor” será, dice Binswanger, la fusión de un “haberllegado” y un “haber-estado-allí-siempre”. Es fugaz, pero mientras dura, la existencia es sentida como interminable. Es una contraposición entre “el amor que dura” y “la vida que desaparece”. Un encuentro de este tipo, vivido en la seguridad del amor al otro, es experimentar una versión mundana de lo que para Boecio es la eternidad. Sentir que de una manera fugaz coinciden el “en” y el “hacia” de la propia existencia. Aquí viene en nuestra ayuda los dichos del Dr. Viktor E. Frankl (La voluntad de sentido, Herder, pg. 62/63): “Que haría yo en el lugar de esta persona?”. Con esto ya se habrá colocado en la existencia del otro. Esta trasposición lo lleva mucho más allá de la meta simplemente médica, acaso quirúrgica. Significa la metamorfosis del cuidado exclusivamente médico a la cura médica del alma” (recordar que “cura” procede del latín y significa “cuidado”). “Y, en este sentido, es el análisis existencial, como asistencia médica del alma, ya no una terapia del organismo sino una terapia de la persona, de lo espiritual que, de por sí, nunca (ni siquiera en las llamadas enfermedades mentales) llega a enfermarse, pero que, más bien, se conforma con la enfermedad, tanto corporal como psíquica”. Y qué puede hacer este paciente que esta-
06 mos considerando? El hombre no está libre de condicionamientos, solamente puede tomar posición frente a ellos. La libertad es una de sus opciones. Las condiciones no lo determinan sin que pueda hacer nada. Depende de él, en última instancia, si decide someterse a esas circunstancias o no. Puede “elevarse” por encima de esas circunstancias y situarse en una dimensión exclusivamente humana. Puede elegir resistirse o abandonarse. Puede dejarse manejar o no por las condiciones. Hay pacientes que se abandonan ante el diagnóstico de enfermedad grave mientras que otros superan la depresión del momento pensando y actuando en función de los otros. Debemos despertar en nuestros pacientes la conciencia de su responsabilidad y que se percaten del carácter irrenunciable de la existencia humana. Abrirlo a la esperanza. Si en este instante tuviera que escribir el último capítulo de su vida, milagrosamente, tiene la oportunidad de pensar en su futuro e introducir enmiendas en este real último capítulo. “Vive como si vivieras por segunda vez y como si la primera vez lo hubieras hecho tan mal como estás a punto de hacerlo ahora”. Expresamos la posibilidad del momento siguiente, el cariz que le vamos a dar a la próxima jornada. El sufrimiento no es propio de la existencia humana. Pero existe en el mundo. La forma de superarlo es a partir del “nosotros” y que nuestra vida tenga sentido, aún en las peores circunstancias. Ante la aparición de un sufrimiento inevitable debemos ayudar al paciente a ver un valor en esa situación. Para ello, y por lo difícil de la intervención, es necesaria la creatividad, la argumentación y la oposición del terapeuta. A partir de los valores que la persona posee es posible generar un cambio de actitudes. Como ya dijimos, el arma es la Esperanza. Evitar con ella la desesperación, la soledad, la impotencia y el desamparo ante la imposibilidad de huir de esa circunstancia de
enfermedad. Un afrontamiento centrado en los valores y en el sentido de la vida. Para Frankl y para nosotros “la vida vale la pena vivirla, aún en las peores circunstancias”. Introducimos una pregunta en el título de este artículo: “El paciente necesita razones, esperanza ¿o las dos cosas a la vez? La respuesta surge ahora definitiva: necesita razones y esperanza. Publicado por Martínez-Romero Gandos, José V. en lunes, abril 16, 2012
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LA PÁGINA DE CAVEF Director: Dr.Claudio César García Pintos
Por Dr Claudio César GARCIA PINTOS Mail de contacto: cavef@yahoo.com facebook.com/claudio.garciapintos.1
Este mes, CAVEF quiere compartir con los lectores de LOGORED, un fragmento del libro de Alfred Adler, “El Sentido de la Vida” Se trata del “Preámbulo” con el que Adler inicia su texto. Para leer y estudiar.
EL SENTIDO DE LA VIDA, por Alfred Adler PREÁMBULO En mi calidad de consejero médico de enfermedades psíquicas y de psicólogo y educador en el seno de escuelas y familias he tenido en mi vida continuas ocasiones de observar un inmenso material humano. Ello me ha permitido mantenerme fiel a la tarea que me impuse de no afirmar en absoluto nada que no pudiera ilustrar y demostrar por experiencia propia. No es de extrañar, pues, que en ocasiones resulten rebatidas por mí opiniones preconcebidas de otros autores que no han tenido la oportunidad de observar, tan intensamente como yo, la vida humana. No obstante, nunca he dejado de examinar, ni por un instante, con serenidad y con calma, las objeciones de los demás, cosa que puedo hacer con tanta más facilidad cuanto que no me considero atado a ningún precepto riguroso ni a prejuicio alguno. Por el contrario, me atengo al principio de que todo puede ocurrir también de distinta manera. Lo singular del individuo no es posible englobarlo en una breve fórmula, y las reglas generales que establecí en la Psicología individual
por mí creadas, no aspiran a ser sino simples medios auxiliares susceptibles de proyectar una luz provisional sobre un campo de exploración en el que el individuo concreto puede, o no, ser hallado. Esta valoración de las reglas psicológicas, así como mi acentuada tendencia a adaptarme y a penetrar por empatía en todos los matices de la vida anímica, acentuó cada vez más mi convicción en la libre energía creadora del individuo durante su primera infancia y su correlativa energía posterior en la vida tan pronto como el niño se ha impuesto para toda su vida una invariable ley de movimiento. Dentro de esta manera de ver, que abre camino libre a la tendencia del niño hacia la perfección, la madurez, la superioridad o la evolución, caben las diversas influencias propias tanto de las aptitudes innatas (comunes a toda la Humanidad o en cierto modo modificadas) como del ambiente y de la educación. Todas estas influencias forman el material de que se sirve el niño para construir, con lúdico arte, su estilo de vida. Pero estoy asimismo persuadido de que el estilo vital engendrado en la infancia sólo podrá resistir a los embates de la vida a condición de que se halle adecuadamente estructurado sub specie aeternitatis. Y es que se enfrenta a cada paso con quehaceres y problemas totalmente nuevos, que no podrían ser resueltos ni mediante reflejos ensayados (los reflejos condicionados) ni mediante aptitudes psíquicas innatas. Re-
08 sultaría excesivamente aventurado exponer a un niño a las pruebas del mundo sin más bagaje que el de esos reflejos y esas aptitudes, que nada podrían frente a los problemas constantemente renovados. La más importante tarea quedaría siempre reservada al incesante espíritu creador que, ciertamente, ha de actuar dentro del cauce que le impone el estilo de vida infantil. Por este mismo cauce discurre, también, todo lo que las distintas Escuelas psicológicas han designado con algún nombre: instintos, impulsos, sentimientos, pensamientos, acción, actitud frente al placer y al dolor y, por fin, el amor a sí mismo y el sentimiento de comunidad. El estilo vital recae sobre todas las formas de expresión, el todo sobre las partes. Si algún defecto existe, se manifestará no en la expresión parcial, sino en la ley del movimiento, en el objetivo final del estilo de vida. Esta noción me ha permitido comprender que toda la aparente causalidad de la vida anímica obedece a la propensión de muchos psicólogos a presentar al vulgo sus dogmas bajo un disfraz mecanicista o fisicista: ora es una bomba de agua la que sirve de término de comparación, ora un imán con sus polos opuestos, ora un animal en grave aprieto que lucha por la satisfacción de sus necesidades más elementales. Con este enfoque poco puede en verdad captarse de las fundamentales diferencias que ofrece la vida anímica del hombre. Desde que incluso la propia Física les ha escamoteado ese concepto de causalidad substituyéndolo por el de una mera probabilidad estadística en el curso de los fenómenos, no hay que tomar en serio los ataques dirigidos contra la psicología individual por negar la causalidad en la esfera del acontecer anímico. Incluso el profano podrá darse cuenta de que las innumerables equivocaciones pueden ser comprensibles como tales, pero no explicables desde un punto de vista causal.
Ahora bien, al abandonar con plena justicia el terreno de la seguridad absoluta en el que tantos psicólogos se mueven, nos quedará una sola medida para aplicar al hombre: su comportamiento frente a los problemas ineludiblemente humanos. Tres problemas se le plantean a todo ser humano: la actitud frente al prójimo, la profesión y el amor. Estos tres problemas, íntimamente entrelazados a través del primero, no son ni mucho menos casuales, sino que forman parte del destino inexorable del hombre. Son consecuencia de la correlación del individuo con la sociedad humana, con los factores cósmicos y con el sexo opuesto. De su solución depende el destino y el bienestar de la Humanidad. El hombre forma parte de un todo. Y su valor depende incluso de la solución individual de estas cuestiones, comparables con un problema matemático que necesita ser resuelto. Cuanto más grande es el error, tanto mayores son las complicaciones que acechan a aquel que sigue un estilo de vida equivocado, las cuales sólo faltan aparentemente, mientras la solidez del sentimiento de comunidad del individuo no se pone a prueba. El factor exógeno, la inminencia de una tarea que exige cooperación y solidaridad, es siempre lo que desencadena el síntoma de insuficiencia, la difícil educabilidad, la neurosis y la neuropsicosis, el suicidio, la delincuencia, las toxicomanías y las perversiones sexuales. Una vez descubierta la incapacidad de convivencia, se nos plantea un nuevo problema, no ya de interés meramente académico, sino de capital importancia para la curación del individuo, a saber: ¿cuándo y cómo quedó interceptado el desarrollo del sentimiento de comunidad? En la búsqueda de antecedentes oportunos tropezaremos con la época de la más tierna infancia y con aquellas situaciones que, según nos dicta la experiencia, pueden perturbar el normal desarrollo. Pero estas situaciones
09 siempre coincidirán con la reacción inadecuada del niño. Al examinar más de cerca estas circunstancias, descubriremos, ora que una intervención justa fue contestada erróneamente, ora que una intervención equivocada fue contestada de la misma manera equivocada, ora -y este caso es mucho menos frecuente- que una intervención equivocada fue contestada bien y normalmente. Descubriremos asimismo que, una vez emprendida, el niño ha mantenido la misma dirección {orientada hacia la superación), sin que contrarias experiencias le hayan desviado de su camino. Educar (en toda la extensión de la palabra) equivale no sólo a ejercer influencias favorables, sino también a examinar cómo se sirve de estas influencias la potencia creadora del niño, para facilitarle un camino de enmienda en el caso de un desenvolvimiento equivocado. Este camino exige en toda circunstancia el incremento del espíritu de colaboración y del interés por los demás. Una vez haya encontrado el niño su ley de movimiento, en la cual será preciso observar el ritmo, el temperamento, la actividad y, ante todo, el grado de sentimiento de comunidad fenómenos todos que, a menudo, ya pueden ser reconocidos en el segundo año y en todos los casos en el quinto -entonces todas sus restantes facultades quedarán ligadas, en su naturaleza peculiar, a dicha ley de movimiento. En el presente libro nos proponemos dilucidar principalmente, la apercepción que el hombre tiene de sí mismo y del mundo que le rodea. En otras palabras: nos proponemos dilucidar la opinión que de sí mismo y del mundo se ha formado, por lo pronto, el niño, y la que siguiendo la misma dirección- se forma el adulto. Mas esta opinión no nos la dará el examinado ni con sus palabras ni con sus pensamientos. Las palabras y los pensamientos están bajo el dominio de la ley de movimiento, que tiende siempre hacia la superación. Y ni aun en el caso de que el
individuo se juzgue a sí mismo, deja de aspirar subrepticiamente al encumbramiento. Mayor importancia tiene el hecho de que la forma total de vida -llamada por mí estilo de vida -sea elaborada por el niño en un momento en que todavía no posee un idioma adecuado ni unos conocimientos suficientes. Al seguir creciendo, fiel a este sentido, se desarrolla el niño según la dirección de un movimiento que escapa a la formulación verbal y que, por esta causa, es inatacable por la crítica y se substrae incluso a la crítica de la experiencia. No se puede hablar aquí de un inconsciente formado mediante la represión, sino antes bien, de algo incomprendido, de algo que ha escapado a nuestra comprensión. Pero todo hombre habla un idioma perfectamente comprensible para el iniciado, con su propio estilo de vida y con su actitud frente a los problemas vitales, que no pueden resolverse sin sentimiento de comunidad. Por lo que se refiere a la opinión que el individuo tiene de sí mismo y del mundo exterior, el mejor medio de inferirla será partir del sentido que descubre en la vida y del que da a la suya propia. Evidentemente, es aquí donde mejor puede traslucirse una posible disonancia con un sentimiento de comunidad ideal, con la convivencia, con la colaboración y con la solidaridad humanas. Ahora podemos comprender ya la importancia de aprender algo acerca del sentido de la vida y acerca de lo que los individuos interpretan por tal. Si existe un conocimiento, siquiera parcialmente aceptable, del sentido que nuestra vida pueda tener, fuera de nuestras experiencias empíricas, claro es que quedará refutada la posición de aquellos que están en manifiesta contradicción con él. Como se ve, el autor no aspira más que a un resultado parcial e inicial, confirmado de sobras por su propia experiencia. Se entrega a esta tarea con
10 tanto mayor gusto cuanto que le seduce la esperanza de que un conocimiento relativamente claro del sentido de la vida no sólo servirá de programa científico para ulteriores investigaciones, sino que también contribuirá a que aumente considerablemente el número de aquellos que, al familiarizarse con dicho sentido, se lleguen a identificar con él.
NOVEDAD EDITORIAL
El autor ha sido columnista regular de LOGORED desde sus primeros números, y en la actualidad sigue colaborando con la publicación con sus columnas dedicadas a la reflexión sobre la cotidianeidad existencial. Precisamente, este libro reúne muchas de las aportaciones que ha realizado a LOGORED, reordenadas temáticamente, permitiéndole al lector, un recorrido ameno, interesante y profundo, de distintas temáticas próximas a la vida de todos los días. Con un estilo ameno, fluido, divertido y, a la vez, profundo, va compartiendo tópicos que van desde la reflexión existencial más comprometida sobre la vida, hasta comentarios vinculados con el fútbol (una de sus grandes pasiones). El texto, que tiene una cuidada edición, tiene por título “LOGOTERAPIA: LA ESPIRITUALIDAD RECUPERADA. Reflexiones existenciales en torno a la antropología, la experiencia clínica y la vida cotidiana”, es una propuesta interesante para ir estudiando, reflexionando, profundizando las propias cuestiones cotidianas, “casi sin darse cuenta”, siguiendo el agradable modo de presentación que marca el estilo del autor. Publicado por Libros del Náufrago, con prólogo de Claudio García Pintos, el texto será presentado y puesto a la venta, en el próximo congreso de Logoterapia organizado por el CLAE. CAVEF recomienda esta lectura.
Con alegría y expectativa CAVEF anuncia la presentación de un nuevo libro, en esta ocasión, escrito por Enrique Adúriz.
11 ¿LA COMUNICACIÓN DIGITAL CAMBIÓ LA EDUCACIÓN? Por Dra. Patricia María Nigro Mail de contacto: nigropatricia@gmail.com
Empezando por el principio
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adie puede negar la influencia tremenda que la comunicación digital tiene no solo en la educación sino también en nuestra vida cotidiana. Más allá de posiciones ultracríticas y anacrónicas que añoran un pasado que olvidaron, los cambios que se han producido y se siguen produciendo han venido para quedarse. Recuerdo una anécdota que me contaba mi madre cuando yo era chica: cuando aparecieron a la venta los primeros lavarropas en la Argentina, mucha gente decía que no había que usarlos porque destrozaban la ropa. Esto es, había que seguir lavando a mano. Cuando surgió la televisión, se dio un salto enorme en el desarrollo audiovisual pero, desde los contenidos, la situación no cambió demasiado: hay más canales, mejor definición, pero como decía Mafalda: “En todos hay televisión”. Por último, pienso en el rechazo al uso de los celulares. Hoy en día hay en nuestro país más celulares que teléfonos fijos. No hay que temerle al progreso. Los cambios son buenos siempre que los usemos con juicio crítico y nos ayuden a ser mejores personas. Como dijo San Juan Pablo II, en una carta en las Jornadas de las Comunicación hace unos años, los nuevos medios de comunicación son una gran riqueza
y un gran riesgo. Hoy la Iglesia sale a evangelizar por las redes sociales. Y bien que hace. Comunicación digital y educación La relación entre la educación y la comunicación digital es sumamente compleja.La neurobióloga estadounidense, Maryanne Wolf, dice en su libro Cómo aprender a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura,que todavía los neurólogos no pueden explicar lo que sucede en el cerebro humano durante el proceso de lectura y escritura tradicionales. Es obvio entonces que se tardará bastante tiempo en avanzar sobre lo que sucede en los cerebros humanos inmersos en la cultura digital. Como el tema es tan vasto, podríamos subdividirlo en los siguientes tópicos merecedores de investigación. a) La relación entre la familia y la comunicación digital. b) La relación entre la escuela y la comunicación digital. b) Sobre los modos de lectura actuales. c) Sobre los modos de escritura actuales. d) Competencias requeridas al docente y al alumno del siglo XXI. e) Propuestas pedagógicas y didácticas para la enseñanza en la época de la comuni-
12 cación digital. Es claro que hay otros muchos modos de organización y que también se puede profundizar en cada uno de estos por separado. El mundo tecnológico podría compararse al título del libro de MarshallBerman Todo lo sólido se desvanece en el aire (cita tomada de Marx) y que para nosotros se aplicaría a la vertiginosidad del cambio y del progreso de la comunicación digital, con la que interactuamos diariamente y todo el día. ZigmuntBauman en su libroModernidad líquidaacuñó el término de “modernidad líquida”. Para el autor, lo líquido consiste en la búsqueda de la identidad y la responsabilidad vital del sujeto y esta empresa de construirse a sí mismo constituye la última fuente de arraigo. En ella, las identidades son semejantes a una costra volcánica que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de forma Considero que el concepto de “evanescencia” es más acertado que el de liquidez, porque nuestro mundo cultural actual no es un mero fluir o está falto de solidez, sino que más bien hay una constante transformación de los avances tecnológicos y de la adecuación de nosotros, los usuarios, a ellos. Los niños parecen moverse mucho mejor en esta inestabilidad del cambio (en una columna anterior he tratado el tema de nativos y visitantes digitales) pero es claro que la facilidad del manejo de la tecnología no lleva directamente a una apropiación crítica de ella. Es necesaria, es indispensable, la guía o experiencia de vida de un adulto responsable. Hace poco en Facebook encontré esta frase:
Aunque se trata de un texto humorístico, el mensaje es claro. Los temas fundamentales, los que nos sirven para la vida, los valores, se enseñan en la familia. Por eso, me parece tan importante el concepto de “personalizar el vínculo con la tecnología” del investigador argentino, Francisco Albarello. Creo que el punto de partida para educar en comunicación digital es poder conversar sobre los sentidos, la polisemia de los mensajes, la valoración de los vínculos con los demás y con la tecnología misma. Vuelvo, ahora, a algunos de los tópicos que enumeré al comienzo. Burbules y Callister en un libro ya clásico Educación: riesgos y promesas de las nuevas tecnologías de la informaciónafirman algo muy interesante y que se relaciona con lo que señalamos de San Juan Pablo II: no debemos solamente sopesar los “riesgos” y las “promesas” según sus mutuas relaciones (en la comunicación digital y la educación), sino ver que son esencialmente inseparables. Esto significa que nada es blanco o negro. Que en esta compleja relación entre educación y comunicación digital hay una escala de grises.
13 Los niños y jóvenes (y lo adultos también) practican diferentes modos de leer en distintos soportes. Al momento de elegir qué sistema es mejor para el estudio, suelen preferir la portabilidad y el fácil manejo del papel, al que se puede subrayar y marcar, llevar y traer. Esto es muy interesante y reconfortará a los amantes de los libros en papel. Sobre los nuevos modos de leer, Albarello entiende que la pantalla y el impreso establecen relaciones diferentes con los lectores e invitan a leer de distinta manera, aunque estas no se oponen, sino que se complementan. Con respecto a la escritura, el lingüista catalán, Daniel Cassany, considera que se ha producido un efecto de “graforrea social”: se escriben múltiples textos pero la mayoría sin calidad lingüística ni de contenido. La red se ha convertido en un vertedero de información desjerarquizada. Como ya dijimos, la comunicación digital afecta la educación desde casa, desde el colegio, desde la calle, desde el trabajo. Se les exige a alumnos y docentes que den un salto cualitativo para el que no se los capacita. Los libros se llenan de páginas sobre las “competencias” (una nueva moda pedagógia que, como tantas, pasará). A los que les interese este tema, les recomiendo el libro de Pérez Lindo Competencias docentes para el siglo XXIpublicado en 2012 en Tinta Fresca. Con respecto al alumno, para la investigadora española, DoloresReig, tendrá que convertirse en un individuo “e-competente”, es decir, gozar de una conciencia acerca de lo positivo y lo negativo de las tecnologías, de alfabetismo tecnológico (usar la tecnología para estudiar y trabajar), de alfabetismo informacional (comprender y evaluar la información), de alfabetismo digital (producir nuevo conocimiento usando las tecnologías) y de alfabetismo mediático
(entender cómo influyen y evolucionan los medios). Muchos son los autores que ya están formulando propuestas de aula concretas para enseñar y profundizar la comunicación en la clase. Los docentes poco capacitados verán si las aplican o no, cómo las aplican y qué resultado obtienen. Decía el educador argentino, Daniel Prieto Castillo que nadie quiere enseñar lo que no sabe. Por lo tanto, sin una capacitación docente constante, sin un sueldo que se cobre sobre las horas dedicadas a capacitarse, los docentes por más entusiasmo que tengan, no podrán llegar muy lejos.
Terminando al fin Como se podrá imaginar, esta columnapeca de incompleta. Habría que incluir, entre otros temas, el de “alfabetización transmedia”, estudiado ya en el mundo académico. Otro temaes la llamada “tercera edad de oro de la televisión” consumida por cable o por Internet. O el aporte que las neurociencias están realizando a la educación. Creo fundamental analizar hacia dónde nos llevan estos tiempos digitales y en eso estoy en estos momentos.
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REFELXIONES DESDE EL POZO Por Dr Claudio César GARCIA PINTOS Mail de contacto: cavef@yahoo.com
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iktor Frankl nos ha enseñado que el ejercicio del acompañamiento terapéutico es un arte. Quiero decir, la comprensión técnica del trabajo psicoterapéutico es innegable y científica, con basamento teórico serio y consistente; pero aquello que se genera estando frente al consultante, es un arte. Fundamentalmente porque es lo que acontece entre dos personas, entre el centro personal de uno y el centro personal del otro, recurriendo a un término que el propio Frankl utiliza hablando del amor. Es ese “arte” precisamente lo que no puede enseñarse – según dice Frankl-, aunque sí puede enseñarse sobre la necesidad de concebirlo de ese modo. Lo paradójico es que aquello que no puede enseñarse, es lo que cura. Esa relación particular, establece la conocido “fórmula” con la que Frankl define la naturaleza del encuentro terapéutico, diciendo que se trata de “ X + Y = tratamiento”, donde “X” hace referencia a la particularidad personal del paciente, e “Y”, a la particularidad personal del terapeuta. Es por eso que tanta “particularidad” no puede enseñarse de manera estandarizada. En ese contexto especial, donde el arte tiene un papel fundamental, se practica una suerte de improvisación terapéutica, que se vale de la circunstancia de cada encuentro. En ese devenir, muchas veces he utilizado
al cuento, la novela, el libro, la palabra escrita en definitiva, como recurso válido. La “biblioterapia”, tal como es definida. Del amplio recurso biblioterapéutico, casi inagotable, rescato una muy conocida fábula con la que muchas veces he trabajado con mis consultantes, y que, ahora, quisiera trabajar con los lectores. Una mula. La fábula. Había una vez –así comienzan los mejores cuentos- un hombre que tenía una pequeña finca. Tenía también una vieja mula que fielmente lo asistía en sus tareas diarias. Un día, el animal cae dentro de un pozo profundo y estrecho. Más allá del golpe, la profundidad del pozo y la falta de oxígeno, hacían que la situación de la mula fuera crítica. El hombre se desesperó en intentos por rescatarla, pero todos fueron infructuosos. Decidió pedir ayuda y fue por sus vecinos. Ellos vinieron corriendo y evaluaron la situación. Coincidieron en decir que la situación del animal era complicada: el golpe, la profundidad del pozo, la falta de oxígeno y la edad de la mula, daban por cierto que era difícil rescatarla con vida. Ya mismo estaba dando señales de estar muriendo. Pensaron que la maniobra para intentar rescatarla terminaría matando al animal, y que su agonía, solo justificaba sacrificarla y ente-
15 rrarla en el mismo pozo en que había caído. Lo convencieron al hombre quien no se animó a asumir la tarea y les pidió a sus vecinos que lo hicieran. Ellos aceptaron. Al intentar iniciar la tarea, percibieron que el estado del animal era aún más crítico, y decidieron que no era necesario gastar unos cartuchos de escopeta en sacrificarlo, y que con solo arrojar sobre él, piedras y tierra para enterrarlo, sería suficiente. Así lo hicieron. A la distancia, el dueño de la mula, escuchaba los quejidos tenues del animal cuando caían sobre su lomo las piedras y la tierra, y se angustiaba. En un momento, decidió acercarse para ver si no habría un modo menos cruento de solucionar el tema y al asomarse, observó algo que lo maravilló. Cuando las piedras caían sobre su lomo, la mula se quejaba de dolor, pero luego se sacudía, y cuando las piedras caían, levantaba sus patas. De tal modo, el nivel del pozo iba subiendo con cada palada. Fue así que él mismo tomó una pala y comenzó a palear piedras y tierra, diciéndole a su mula, “sacúdete y sube, sacúdete y sube, sacúdete y sube…” De repente, el animal, ¡salió de un salto del pozo! Lectura La lectura de toda fabula es interesante por la vasta posibilidad de reflexiones que puede generar en el lector. Con su relato sencillo e ingenuo, penetra en nosotros sin pedir permiso y, una vez adentro, moviliza aspectos de todo tipo. Veamos aspectos que pueden resultar de la lectura de esta fábula.
con nuestra condición libre y responsable. Parto de considerar que la Vida es extremadamente generosa y permanentemente nos está ofreciendo oportunidades para nuestra propia realización personal. Siento que todos los días, arroja delante de cada uno de nosotros infinitas posibilidades de lograrlo; siento también que nunca, nadie, percibe todas esas oportunidades –es más, algunos creen que la Vida es mezquina y que cuando uno no aprovecha “la” oportunidad, ha quedado huérfano de la Vida misma, sin chances posteriores-; considero, finalmente, que a pesar de esto, la Vida no se frustra ni defrauda, y continúa arrojando nuevas oportunidades delante nuestro, cada día. Es más, creo que es tan generosa que incluso podría decirnos: “ok, no vez todas las oportunidades que has tenido, ni siquiera te has detenido a evaluarlas… vives corriendo como si huyeras de la Vida misma en lugar de disponerte a vivirla con plenitud…pero un día deberías detenerte y pensar un poco hacia dónde vas, por qué camino lo intentas, cómo sortear los accidentes del transitar, qué necesitas para llegar al destino propuesto… Si no te haces cargo de tomar esa pausa necesaria, no importa, yo me ocuparé de eso por vos, un día te detendré, cuando ya sea imprudente seguir corriendo sin darte la oportunidad de esa pausa, y, créeme, lo haré por amor a vos” Y así es como vivimos. Vamos, caminamos, a veces corremos, y ella nos espera, y si nosotros no hacemos esa “pausa”, ella nos obligará a detenernos, a veces, con sorpresa.
I.Circunstancias
Ese momento es cuando acontece en mi vida algo imprevisto, inesperado, impactante, algo que me detiene abruptamente y que bloquea mi camino. Lo que Karl Jáspers (1883-1969) supo denominar “situación límite”
La aparición del “pozo” bien puede permitirnos pensar en diferentes circunstancias propias de la existencia que nos confrontan
Es entonces cuando aquello sucede y me sorprende. Tras la sorpresa, se encuentra la Vida esperando mi respuesta a la pre-
16 gunta “¿qué vas a hacer, ahora?¿Cómo vas a vivir, esto que te toca vivir?” De manera semiconsciente, sé que mucho –si no, tododepende de la respuesta que dé. Es decir, significaré todo lo vivido y orientaré todo lo “por venir” En circunstancias tan “límite”, responder no es sencillo. Necesito tiempo para recuperarme de la sorpresa primero, comprender qué es lo que está sucediendo después, dilucidar cuál es la pregunta por detrás de lo que estoy viviendo y, finalmente, intentar una respuesta. Cuando esa respuesta no aparece, y hasta que esa respuesta aparezca, es como si se abriera delante de mí un pozo. Un pozo que no me permite seguir mi camino como si nada hubiera sucedido, y que me hace notar que “falta algo”, que tengo que poner o dar algo de mí, para seguir adelante. Si ese pozo no se cubre, con algo que debo poner, el camino no se restablece. ¿Cómo entender ese pozo? Podríamos decir que es un vacío, el “vacío existencial” ¿Vacío?¿De qué? El vacío existencial podría ser definido como la “ausencia (vacío) de respuesta a una pregunta que nos hace la Vida”. Ella (la Vida), pacientemente, esperará la respuesta, y nosotros, (a veces impacientemente) trataremos de descubrirla para realizarla. En el interín, viviremos la circunstancia de la búsqueda, el sostenimiento de la pregunta abierta, el anhelo por responderla. Como le acontece a la mula de la fábula, se trata de una caída impensada, imprevista, súbita, sorpresiva y desafiante. La Vida misma nos propone pozos en nuestra existencia. León Tolstoi en sus confesiones, comenta haber vivido momentos durante los cuales se preguntaba acerca del sentido de su vida, y que los vivía como si fueran “interrupciones” al curso normal y regular de su cotidianeidad; interrupciones que alteraban lo que venía siendo el curso normal de su existir. Agregaba que los percibía como si fueran “puntos negros” en el tra-
zado de su historia. Esos mismos puntos que refiere Tolstoi, son los pozos de la fábula. II.Personajes La fábula presenta varios personajes que actúan la historia. Por un lado, el hombre dueño de la finca, por otro lado, la mula; finalmente, sus vecinos. Leyendo el relato, tenemos ocasión de posicionarnos en distintos lugares, percibiendo diferentes aristas del hecho. No es lo mismo identificarse con la mula, hacerlo con el dueño de la finca o con los vecinos. Veamos. Siempre que acontece una “caída”, como le sucede a la mula, están “los otros”, aquellos que sin haberse caído, asumen un rol particular en torno al hecho. Están los que se asustan-entristecen-preocupan por la situación de aquel que se ha caído; por otro lado, aquellos que son consultados o requeridos como ayuda, para solventar la situación del caído. Nunca faltan los que opinan y sentencian, sin saber bien de qué se trata lo que está pasando. En este caso, el dueño de la finca y los vecinos. Todos ellos (los “otros”), suelen vivir distintas reacciones ante la desgracia ajena, las cuales no siempre responden a las necesidades y angustias del caído sino, más bien, a las suyas propias. El dueño del animal tiene la doble preocupación de la pérdida de quien era querida y la pérdida de quien le era útil. Porque la mula, no solo le servía a los efectos de sus labores, sino que, seguramente, era objeto de su cariño. Cuando alguien querido “cae en desgracia”, no solo nos apenamos por aquel, sino también por nosotros mismos. Sufrimos su desgracia y nos apena incluso la impotencia por no poder sacarlo del pozo, la desesperación por no saber cómo ayudarlo, la angustia de qué será de noso-
17 tros sin aquel que se presume perdido. Muchas veces nos enojamos con el caído, como si le recrimináramos que no hubiera sido más cuidadoso o prudente, como si le reprocháramos que por no cuidarse, nos llevó a vivir esta angustia que ahora sentimos. Cuántas viudas le recriminan a su esposo fallecido, “por qué me hiciste esto… por qué me abandonaste…”, cuando en realidad lo único que sucedió es que falleció, sin intencionalidad de abandono alguno. Como si la pena por lo que le acontece al caído, quedará relegada por la pena que siento por mí mismo, angustiado por su caída. No hay dudas, son dos duelos distintos que deben ser vividos y resueltos. Dos angustias diferentes, una por ti y otra por mí. Los vecinos cumplen en la historia el papel de los consultados, aquellos requeridos como ayuda o auxilio. Se acercan y evalúan fríamente la situación, imaginando posibles estrategias para abordarla y resolverla. Definen el mejor tránsito desde la mirada técnica y conveniente. Es así que consideran que el animal, boqueando sin aire, viejo, golpeado y frágil, no tiene chances de sobrevivir los intentos de salvataje. La única opción es sacrificarlo (para que no sufra más) y enterrarlo allí mismo donde ha caído, en el mismo pozo de su desgracia. Posiblemente no llegaron a contemplar la angustia del dueño del animal, ni las posibilidades de la mula para sobrevivir. Tal vez asumieron la ansiedad que se genera en todo consultado, de dar respuesta operativa a la consulta. Cuando viene alguien y me pregunta “¿qué puedo hacer para solucionar este problema?”, carga en mí la tensión de responder a su expectativa; esa tensión me genera un estado de ansiedad, que solo se calma cuando puedo dar una respuesta, y esa tensión es, entonces, distendida. Así funciona, o así creemos que
funciona (o nos acostumbramos a que funcione) Como si termináramos olvidando la ansiedad, angustia, expectativa, decisión, posibilidad y recursos del caído. No siempre la vía más efectiva es la mejor, ni la mejor solución es la que verdaderamente soluciona el problema. La prudencia del consultado debe estar preparada para no distraerse de la prioridad de contener, acompañar, comprender y responder, a la situación del caído. Más aún porque el consultado es depositario de la confianza del consultante. En este caso, el dueño de la mula. Y al depositar la confianza, la palabra del consultado tiene un peso decisivo, mayor a la posibilidad de discernimiento de quien consulta. Por eso fue convencido por los vecinos con cierta facilidad, aceptando la propuesta como lo único por hacer. ¿Pensó alguien en la mula y en sus ansiedades? ¿Evaluó alguien si ella tenía el impulso para resistir, sobrevivir? Posiblemente no. Lo decidieron entre su dueño y los vecinos, resolviendo sus propias ansiedades: uno, alguien que le diga qué hacer ante el suceso, aliviando el peso de tener que tomar una decisión; otros, responder el peso del pedido de ayuda. La mula, personaje central de la historia, nos permite reflexionar sobre el modo de afrontar la adversidad, la caída y el pozo. Porque en definitiva, ella es la que vive la tragedia, la desventura. En su cotidianeidad, de repente, apareció ese pozo, angosto y profundo, quedando involuntaria y sorpresivamente atrapada. Cayó, se golpeó, y le falta el aire por el encierro. ¿Qué pasará en la profunda intimidad del pozo, mientras su dueño y los vecinos, deliberan qué hacer por/con ella? Inicialmente vivirá un cierto desconcierto. “¿Qué pasó?” ha de ser la pregunta inicial. Lo que no estaba previsto, sucedió; lo que
18 nunca había pasado, aconteció. Cuántas veces habrá pasado caminando por esos senderos y nunca antes había visto ese pozo ni se había caído en uno de ellos. Luego imagino que se habrá preguntado “¿Por qué pasó?”, como buscando alguna lógica que explique, que le dé racionalidad a lo sucedido. Intentará explicaciones que justifiquen el hecho o su eventual torpeza por haber caído. Habrá sido culpa de algún imprudente que abrió ese pozo y lo dejó expuesto para que alguien cayera en él; habrá sido que la tierra reseca se abrió a su paso, a consecuencia de la poca lluvia de los últimos meses; habrá sido que el sol la hubiera encandilado y no le hizo notar la presencia del pozo; habrá sido que por evitar aplastar ese hermoso arbusto silvestre, piso mal y cayó; o deberá reconocer que habrá sido la torpeza inevitable que le ocasiona ser una vieja mula. Alguna de estas explicaciones le debería dar racionalidad al suceso. Aún así, eso no asegura que le dé calma a la mula. Porque seguirá preguntando, “¿Por qué pasó ahora?”, como cuestionando lo inoportuno del hecho. Todo hacía pensar que iba a ser un día tranquilo, de trabajo pero tranquilo, como todos los días. Sin embargo, con una total falta de sentido de la oportunidad, ese pozo se interpuso en su camino, arruinando su día, su vida. El fastidio se verá incrementado cuando se pregunte “¿Por qué a mí?” Soy una mula tranquila, que no se empaca en exceso, que vive sin molestar a nadie y solidaria con las tareas de mi dueño, se dirá a sí misma, como argumentando a favor de los méritos propios como para no haberse visto sorprendida por este accidente. Decididamente, una injusticia. Cuando todas estas preguntas se iban sucediendo, una tras otra en el interior del pozo, los vecinos y el dueño deliberaban por su parte qué hacer con la mula y el po-
zo. Ya casi instalada en la profundidad, de repente acontece algo tan inesperado como lo fue la propia caída. Desde la superficie inalcanzable del pozo, le empezaron a caer piedras y tierra sobre su lomo. La primera sensación fue de dolor, luego de indignación. Además de todo, ¡ahora esto! Gritó reclamando por justicia y por clemencia, pero sonó como un gemido, y las piedras y la tierra siguieron cayendo. Pronto tuvo una idea. Si esa lluvia dolorosa no iba a parar, tenía solo dos opciones: dejarse enterrar por ella o ver la manera de aprovecharla. Mientras deliberaba qué hacer, seguía gritando o gimiendo el dolor que sentía. No quería darse por vencida, pero sentía que poco podía hacer. De repente, sintió a su dueño llorando, angustiado, se apartó de su propio gemido y agudizó el oído. ¡Comprendió que no podía darse por vencida! Y decidió aprovechar las piedras para salir del pozo. Se fue sacudiendo y así, piedra tras piedra fue cayendo al piso. Levantando sus patas, sacudiendo su lomo, dejando que las piedras lleguen al piso, el nivel del pozo iba subiendo más y más. Ya no sentía llorar a su dueño, sino una voz, algo que la apelaba a sacudirse y subir, sacudirse y subir, sacudirse y subir. Y así, de repente, la oscuridad del pozo se hizo luz, la superficie estuvo al alcance de un pequeño salto, y la liberación fue un hecho. Golpeada, asustada, raspada, cansada, pero sana y salva. Es decir, cuando pudo autodistanciarse, su dolor tuvo una nueva perspectiva, y atravesó su sufrimiento (autotrascenderse) encontrando el vigor necesario para salir de él. Descubrió un “para qué” y fue entonces que encontró un “cómo”, entregándose a la tarea, penosa pero gloriosa a la vez, de utilizar las mismas piedras que le generaban dolor para poder salir de su sufrimiento. Y lo logró.
19 En el fondo del pozo, la mula pudo disponerse a enfrentar la situación, luchando en contra de las piedras, peleando con el destino adverso, malgastando el poco oxígeno que tenía profiriendo maldiciones e insultos a la vida misma. Sin embargo, habiendo sido confrontada por su existencia, la voz de su propia consciencia le permitió escuchar ese “sacúdete y sube” inspirador, y fue entonces cuando decidió afrontar aquello que le tocaba vivir, encontrando la manera de hacerlo. Si hubiera decidido enfrentarse con el destino, solo hubiera logrado profundizar heridas que, posiblemente, hubieran sido mortales. Sin embargo, habiendo decidido afrontar su destino, lo transformó en camino de superación y realización personal. Como dice Viktor Frankl, logró transformar su sufrimiento en una victoria personal. Es así que las heridas del incidente, ahora serán huellas de sentido, y su lomo dará por siempre testimonio de que estuvo a la altura del sufrimiento que debió afrontar. III.Nuestra fábula Decía anteriormente que la lectura de las fábulas “penetra en nosotros sin pedir permiso, y, una vez adentro, moviliza aspectos de todo tipo”. Es así que al leerla, la vamos incorporando y, de alguna manera, transformando en nuestra propia fábula. Se convierte en un relato de nosotros mismos. De ahí la importancia de las “moralejas” Según su etimología, moraleja se deriva de “moralis” (relativo a lo moral) y “eja” (una especie de diminutivo), aludiendo a una referencia moral más cotidiana que los grandes principios, más inmediata al hombre, más concreta. Una enseñanza o lección para el vivir cotidiano, transmitida de modo que pueda sustraerse o evitar el peso de los prejuicios o estereotipos que pudieran impedir la mejor comprensión del principio moral en juego. Es una comprensión
más “obvia”, que elude las resistencias más racionales, a través de situaciones sencillas que aclaran aquello que se pretende transmitir. Esta conocida fábula no es la excepción. Su lectura permite ubicarnos en algunos de los tres lugares posibles: la mula sufriente, el dueño desesperado o los vecinos consultados. Y nos invita a identificarnos en ese lugar, reflexionando sobre nuestras respuestas. La mula sufriente nos lleva a reflexionar sobre nuestra propia actitud ante el sufrimiento personal. Sus moralejas podrían ser: 1- aún aquello que nos está generando dolor, puede ser camino para salir de nuestro sufrimiento, transformando nuestras heridas en huellas de sentido; 2- cuando uno puede ver, percibir, captar, algo más allá de nuestro propio dolor inmediato, el sufrimiento cobra una perspectiva diferente, y es entonces cuando puede convertirse en camino de realización personal, haciendo cierto aquello de que encontrando un “para qué”, encontramos un “como”; 3- como decía el poeta Almafuerte, “no te des por vencido ni aún vencido”, es decir, hasta en el último instante, está abierta la posibilidad de descubrir o revelar sentido en una situación sufriente; 4ninguna condición, por extrema que sea, es capaz de quitar al hombre la última libertad profunda de decidir “cómo” afrontar su propia existencia. El dueño desesperado nos lleva a reflexionar sobre nuestra actitud ante el sufrimiento del otro que es próximo. Su moraleja podría ser: acompañar es un “ser-para-el-otro”, que requiere o reclama la posibilidad del abandono de nuestra propia desesperación, para, desde la templanza, promover en el que sufre el vigor nece-
20 sario para salir de su dolor, transformándolo en su pasión. El ejercicio de la templanza en ese acompañamiento (etimológicamente la palabra templanza deriva de “temperare” que significa moderar; por templanza se entiende la posibilidad de moderar o contener las propias emociones, darle mesura a su expresión) que nos dispone a contener al otro en la desmesura inevitable de su dolor. Los vecinos consultados nos llevan a reflexionar sobre nuestra propia actitud en la respuesta, ante el requerimiento de la consulta. Su moraleja podría ser: cuando somos requeridos por la consulta, es importante la mirada técnica profesional que nos permite reconocer qué está pasando. Pero ésta no debe distraernos de “qué le está pasando” a la persona concreta que sufre o, mejor dicho, “cómo está viviendo lo que le está pasando” Discernir que más allá de la eficiente respuesta técnica, existe un universo de recursos peculiares, -propios de la persona en cuestión- , circunstanciales – con vigencia en el aquí y ahora del hecho-, que deben ser tenidos en cuenta al momento de responder la consulta. Podrá ser cierto que una mula vieja, caída en un pozo de tales características, con sufrimiento por el golpe y la falta de oxígeno, pueda tener casi nulas posibilidades de supervivencia. Puede ser sensato, pensar que la estrategia de salvataje pudiera ocasionarle más daño aún, siendo una exposición no recomendable. Más, luego de evaluarlo técnicamente, debemos olvidarnos de ello y conectarnos con “esta mula concreta, en este pozo concreto, con recursos peculiares que pueda tener disponibles ahora esta mula” para poder discernir qué podemos hacer. Una cosa es “una mula en un pozo” y otra, distinta, “esta mula, en este pozo”. Afirmarse en la primera posición nos convierte en técnicos resolviendo un problema; afirmarnos en la segunda, en personas, ayudando a personas.
Última página Las fábulas tienen ese raro encanto de lo ingenuo y lo profundo. Lo inmediato de la historia nos conecta con los supuestos básicos de la existencia. Y esa relación la plasma en sus moralejas. ¿Cuál sería la moraleja final de la fábula de la mula y su pozo? Fundamentalmente, que nunca debemos dudar de los recursos personales del otro. Frankl decía, tomando aquella sentencia de Goethe, que si nos quedamos con lo que el otro muestra, lo condenamos a ser menos de lo que es, pero si vemos en él, el que puede llegar a ser, ya le damos la posibilidad de que logre superarse. Y esta es la moraleja de esta fábula. No quedarnos con lo inmediato, sino ver más allá de lo que el otro nos está mostrando de sí mismo y su situación. No son las condiciones actuales las que definen la realidad y posibilidad de la persona, sino todo lo que la persona pueda realizar a partir y en medio de esas condiciones. Comprender que por detrás de lo que vemos, por detrás de lo que sucede, siempre estará presente la persona espiritual, a veces agazapada, a veces aturdida, a veces atemorizada, pero siempre presente. Acompañando, respondiendo una consulta, viviendo el propio sufrimiento, lo propio es “cantarle piedra libre” (como en el juego infantil de las escondidas), invitarla a expresarse, a hacerse cargo de la situación. ¿Cómo hacer posible la sentencia de Goethe? El propio Frankl nos da la respuesta: para poder hacer realidad la potencia personal, debemos conservar un corazón idealista. Y esto vale para los vecinos, el dueño y la mula. Finalmente, si una vieja mula pudo, cómo no imaginar que pudiera lograrlo cualquier de nosotros, que no somos mulos.
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CAVEF recuerda que ha organizado una serie de cursos pre-congreso como adhesión académica al “6º Congreso Latinoamericano de Logoterapia y Análisis Existencial. Tiempos Modernos y Sentido”, organizado por el CLAE UCA. Estas tres actividades estarán a cargo del Dr. Guillermo Pareja Herrera (México), Dr.Efrén Martínez Ortiz (Colombia) y Lic.Alejandro De Barbieri Sabatino (Uruguay), los días 18 y 19 de agosto. Los interesados en reservar vacante para estas actividades, debe hacerlo enviando su pre-inscripción al mail (exclusivamente): cavefcursos@yahoo.com.ar La inscripción será abonada el mismo día de la actividad, en sede de la misma, por lo cual solicitamos a los pre-inscriptos que ese día se presenten unos minutos antes como para poder agilizar el trámite y no dilatar el inicio de la actividad. La información referida a las actividades programadas (lugar, fecha, hora, arancel), está incluida en los respectivos flyers que se adjuntan a continuación. Por cualquier otra inquietud o consulta, por favor dirigirse “exclusivamente” a la misma dirección de mail resaltada (cavefcursos@yahoo.com.ar)