Recuerda quién eres
EDITORIAL Recuerda quién eres Por Claudio García Pintos
Nuestra portada Bandera Nacional argentina (pág. 2-3) EL DESPERTAR
(pp.4-6)
LEYENDA DE LA LUNA Y SU MAR (pág. 7) REFLEXIONES EXISTENCIALES
LA LIBERTAD DE LA VOLUNTAD (pp.8-10) CREER O NO CREER, ESA ES LA CUESTIÓN (pp. 11-15) SIN RECETARIO
CO-RAZÓN PARA VIVIR (pp. 16-17) POST-FRANKL
DIMENSIÓN NOÉTICA (pp. 18-21) LOGOTERAPIA VINCULAR
TRANSFORMAR Y TRANSFORMARSE (pp.22– 25) CARTAS DEL DESIERTO
LO QUE PUEDO PERDER (Pág.26-27)
Una de las conquistas más importantes de la persona humana es la identidad. Es más, creo que más trascendente que “ser”, es “saber quién soy”. Porque en el ser hay cierta gratuidad; de hecho, cuántas veces, en ocasión de cuántos arrebatos adolescentes, le hemos dicho a nuestros padres “yo no pedí nacer”. Y es cierto, nacer es una circunstancia que, en parte, no nos hace responsables de haber sido arrojados en la existencia. Pero construir quién soy, me hace absolutamente responsable del resultado. Porque la identidad se construye. Ciertamente partimos de aspectos heredados (por ejemplo mi temperamento, inclinaciones naturales, etc), aspectos contextuales (por ejemplo mi identificación con figuras de referencia significativas), el rédito –a veces, “marca”- de mis propias experiencias de vida (mis primeras frustraciones, ilusiones/ decepciones, logros, etc), pero lo que termina de construir mi identidad, es el aspecto personal. Es decir, todo lo anterior son ingredientes que terminarán constituyendo mi identidad, según sea el modo en el cual yo mismo he podido mezclarlos, unirlos, combinarlos, sintetizarlos. Allí mi responsabilidad. Una vez lograda, diferentes aspectos dan cuenta de mi identidad. Son como reflejos, o manifestaciones contundentes que la hacen presente, evidente. Mis actitudes, por ejemplo, hablan de quién soy. Cuántas veces, ante un acto descomedido o desubicado de alguien, comentamos “quién se cree que es”, dando cuenta de una identidad que se nos ha revelado en ese acto. Esos estandartes de nuestra identidad, aquellas circunstancias que nos revelan en el “quién soy” son
EDITORIAL variadas, pero pocas tan contundentes como el propio nombre. Si bien el nombre es recibido, muchos lo cambian, optan por un apodo o se sienten más cómodos usando un segundo nombre en lugar del primero. Pero todos tenemos un nombre y nuestra identidad, en parte, se revela en cómo lo llevamos. En ciertas tribus africanas, cuando una mujer está embarazada, se retira a la selva con otras mujeres y meditan sobre el nombre del futuro hijo. Con ese nombre crean una canción, que será la canción de la criatura. Saben que cada alma tiene su propia vibración, que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Al retornar, entonan esa canción a toda la tribu para que todos la sepan y cuando nace el bebé, la comunidad lo recibe cantándole su canción. A partir de ese momento, cuando el niño logra un éxito, cuando comete una travesura y hay que reprenderlo, cuando se casa, cuando se enferma y aún cuando se muera, la comunidad cantará su canción. Es un intento de recordarle quién es y conectarlo con la responsabilidad de lo que ha decidido y sigue decidiendo con cada acto, construyendo su propia existencia. Tolba Phanen, afirma que ellos lo hacen así porque “recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; tu integridad cuando estás quebrado; tu inocencia cuando te sientes culpable y tu propósito, cuando estás confuso” Las banderas, son como los nombres de cada pueblo. Estandartes que hablan de lo que han elegido, lo que han decidido y lo que se han propuesto. Ojalá sirvan para recordar su belleza, su integridad, su inocencia y su propósito, siempre y, en especial, en tiempos de confusión.