EDITORIAL: Volver a empezar, por Claudio César García Pintos APELACIÓN Y CURA. Su significación en Psicoterapia, por José Martínez-Romero Gandós (pp-3 a 6) ENTRENAMIENTO Y REHABILITACIÓN ¿Y las dimensiones del hombre, luego del trauma? , por Dides Iliana Hernández Silvera (pp. 7 a 8) LA EXISTENCIA FUGITIVA, por Claudio César García Pintos (pp.9 a 11) LA PÁGINA DE CAVEF, por Claudio César García Pintos (pp.12 a 16) LA PÁGINA DE LOGOFORO, por Tere Vanek (pág. 17) NO TE AMENAZO, TE ADVIERTO, por Patricia María Nigro (pp.18-19) LA LÓGICA DEL COMPARTIR, HASTA EL SENTIDO, por Analía Boyadjián (pp-20-21)
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03 APELACIÓN Y CURA . Su significación en psicoterapia Por Dr.José Martínez–Romero Gandós Mail de contacto: sentido@cop.es
Blog: logoterapiagalicia.blogspot.com.ar
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etomamos la publicación de reflexiones sobre la “apelación” y “la cura” en Psicoterapia. Este tema ya lo hemos tratado en nuestro blog, en forma específica, relacionándolo con la asistencia a enfermos de cáncer. Ver: (logoterapiagalicia.blogspot.com.es/ 2011_02_01_archive.html) En nuestras relaciones sociales establecemos una comunicación que se establece en diferentes niveles de compromiso. Nos dirigimos a una persona cercana mediante un “tú”. En nuestro idioma, si es menor el compromiso, el tratamiento es de “usted”. En el primer nivel mencionado llamamos a la persona por su nombre “de pila”. En el segundo caso, por el apellido. Pero ¿cuál es el origen de esta palabra “apellido”? En el Medioevo el reconocimiento de los señores era, precisamente, vinculado a sus posesiones o títulos: un ejemplo el Señor de Hita y Buitrago (que correspondía a Pedro González de Mendoza, Mayordomo Mayor de Juan I de Castilla) o por sus títulos el Duque de Medinaceli, con profusa descendencia, por poner ejemplos. En un ámbito más plebeyo se llamaba a los hijos de Martín, los Martínez, a los hijos de Gonzalo, los González y a los hijos de Pedro o Pero, los Pérez. Se los agrupaba
por familias, denominándolos por su ascendencia o por profesiones: los Ferreiro, los Silversmith (plateros) o los Goldsman (los orfebres). Se los “llamaba” de esta forma, es decir, se “apelaba a ellos”. Al hacerse común, este nombre, a varios individuos diferentes, surgió la solución de acompañarlo con un añadido complementario, ya indicando un lugar de procedencia o una característica personal. Había nacido el APELLIDO. La historia del origen es muy larga pero valga este ejemplo para dar cuenta de la importancia, en la historia de la humanidad, de ser llamado, ser “apelado”. Y encontrarse con el otro. La relación de encuentro que se produce en la asistencia psicoterapéutica siempre crece y se desarrolla por la acción que ejercen ambos protagonistas: el paciente y el profesional asistente. Es una relación que no puede ser descripta más que en términos literarios lo que nos permite decir que es “una relación inefable”. No se puede hablar de ella. Hay que vivirla en un nosotros único y muy especial. No es una realidad que podamos delimitar ni tampoco programar más allá de la aplicación del “arte” que cada uno de nosotros aplica desde su profesión. Existe necesidad recíproca de preguntas y respuestas. El profesional pregunta y el paciente res-
04 ponde. No siempre en forma oral. Puede hacerlo corporalmente. El paciente también interroga. Quiere saber acerca de su asistencia y de su existencia. Se vincula como él sabe, como él quiere o como él puede. El profesional no siempre “sabe” que decir al paciente, no siempre “quiere” decir o muchas veces “no puede decir”. Esto puede generar resistencias en ambos márgenes de la relación de encuentro. La resistencia “cierra” la posibilidad de apertura en la relación. Si la relación es ocasional, tal vez ambos protagonistas deseen “olvidar” el encuentro. Pero esta resistencia originará conflicto. Seguramente. Para vencerla es necesario establecer una relación “original” que vincule a ambos de manera tal que permita la aparición del “diálogo” . Esta puesta en común, esta “comunión”, es la raíz original de lo que, habitualmente, llamamos “comunicación profesional-paciente”. Cuando encaramos un tema de la complejidad que nos ocupa tenemos que aceptar que de esta forma de comunicación surgen una ilimitada cantidad de técnicas que se distinguen por el diferente grado de flexibilidad o rigidez en la realidad circunstancial del encuentro con el que solicita ayuda. Nosotros afirmamos, desde la Analítica Existencial y la práctica de la Logoterapia, que esta situación existencial del paciente es “única e irrepetible” y coincidimos con la generalidad de nuestros colegas en que es respuesta inmediata al desarrollo de numerosos dinamismos psíquicos que han establecido una personalidad a lo largo del tiempo y que se presenta en la realidad del “aquí y ahora” como una realidad diferente. La realidad del ser humano que sufre, padece y teme. Una realidad que, sea cual sea el pronóstico, le coarta su libertad de
desarrollar un proyecto y le amenaza el sentido de vida pleno. Pero el Análisis Existencia y la Logoterapia no son asistencialismo o sentimentalismo. Es un accionar teórico y técnico que procura ayudar al enfermo a asumir la existencia como real, a pesar del sufrimiento, contribuyendo al desarrollo de todas sus potencialidades y capacidades para que actúen en función de ellas y encuentre el sentido “a pesar de todo y aún en las peores circunstancias”. Decía Viktor E. Frankl: “Me atrevo a decir que no hay nada en el mundo que ayude más efectivamente a una persona a sobrevivir, aún en las peores condiciones, que conocer el sentido de su vida”. Conocer y accionar en procura de su mantenimiento en la situación límite. El paciente tiene derecho a ser ayudado en esta empresa vital. Médicos y psicólogos incrementan sus estudios, investigaciones y comunicaciones científicas para esclarecer ideas que les permitan dar respuesta a los interrogantes y angustias que los pacientes les presentan en la consulta, desde el conocimiento de sus síntomas, de sus crisis o de una enfermedad concreta. Cuando la respuesta a estos interrogantes es acuciante por variadas razones y el plazo de desenlace es incierto muchos profesionales se sienten desvalidos para actuar y poco preparados para afrontar esta situación. Técnica versus comprensión. Preparación técnica eficiente versus la toma de conciencia de los límites de su ciencia y arte. Persona doliente que pide comprensión versus un entorno limitado en sus respuestas. No hay reglas para enfrentarse a esta difícil situación pero sí hay formas particulares y únicas de acercarse a ese ser que su-
05 fre y padece. En estas circunstancias la comunicación entre el profesional y el paciente no está limitada a la expresión verbal del discurso. Acceder desde el nivel profesional al conocimiento de la situación y poder comunicarlo es uno de los momentos más difíciles que debemos enfrentar en nuestra diaria actividad asistencial. Es necesario compartir nuestro estar dispuestos a ayudar al otro como Persona. Darle la libertad de elegir la manera de ser ayudado, de acuerdo a su peculiar modo de personalidad y modo de relación con los otros. Es apelar al otro. La apelación es un llamado. Un llamado a la Esperanza. Este llamado, esta apelación, nos coloca en interlocutores de privilegio en un tema de la mayor importancia para el paciente. Al respetar su proyecto de vida, al ayudarlo a aceptar las modificaciones que la realidad le impone le estamos ofreciendo la posibilidad de elegir una nueva forma de vivir o de permanecer en la inautenticidad. El profesional conoce la situación actual, el aquí y ahora de la relación de encuentro. Estará dispuesto a continuar apoyando la busqueda de sentido del paciente, compartiendo y aliviando. La comunicación se torna, en estos casos, en el principal instrumento de la “pastoral médica” (V.E.Frankl). No es una sustitución del papel de la familia, del amigo o incluso de los religiosos que acerquen su compromiso. Es contribuir a una mayor plenitud de vida a través del intercambio de actitudes y gestos de acompañamiento que revitalizarán los momentos mas importantes de su biografía haciéndola valiosa de haber sido vivida. Si el paciente ha dado a entender su real deseo de saber y sobrellevar la situación es inútil o perjudicial escapar a esa responsabilidad profesional de la comunicación. Establecer una comunicación defi-
ciente es coartarle la posibilidad de elección y responsabilidad sobre su existencia real. La Logoterapia, Tercera Escuela de Viena que fundara Viktor E. Frankl, considera que el psicoterapeuta puede ayudar al paciente apelando a la posibilidad de traspasar sus propios límites, pasar por encima de su facticidad y la posición fatalista que casi siempre la acompaña logrando, una dimensión completamente nueva: vida con sentido, a pesar de todo, respeto de la autotrascendencia, apertura al amor y permisividad para la libertad individual. Transformar las tensiones de un “yo” en crisis para que se produzca un “nosotros” (familia, amigos, terapeutas) La actividad profesional implicará juegos de dramáticos silencios convocantes, actitudes de espera, continencia de la angustia, desarrollo de caminos de libertad sin imposiciones, creando el lugar apropiado para la confianza y desarrollando una creatividad técnica basada en la imposición de “palabras límites”: fe, camaradería, sufrimiento, sentido, esperanza, amor, solidaridad, cuidado del otro, que forman parte de lo que en algunas Conferencias nosotros denominamos “el almacén logoterapéutico”, un establecimiento cuya mercadería principal en existencia son los “valores”. Estar, sinceramente, a disposición del otro. Amarlo como ser humano que sufre. Evitar que dé pasos peligrosos. Permitirle elegir su camino sin condicionamientos. Ayudarle a superar la paradoja entre la inmanencia y la trascendencia. Este es el juego de roles que permite el ejercicio de la Logoterapia para los psicoterapeutas formados. El Logoterapeuta renuncia antes de empezar el tratamiento. Renuncia a promoverse. Renuncia a la posibilidad de dominar al otro. Renuncia a muchas recompensas.
06 ¿Es posible esta posición completamente desinteresada en un profesional que trabaja y debe contar con medios para también realizar su sentido de vida? Sí, es perfectamente posible porque es una relación de encuentro amoroso. Y lo menos que el verdadero amor quiere es el beneficio del otro. Esta es la “apelación”, el llamado. Y en esto consiste la “cura”, el cuidado. Paradojalmente, el sufrimiento nos ha iluminado el camino que nos lleva a la puerta de la trascendencia. Pese a la dependencia de la enfermedad o la crisis, llena de rispideces y obstáculos, la libertad interior actúa como un ariete que rompe ese cerco de dolor o sentimientos de pérdida que lo cerca y activa la capacidad de sobreponerse para seguir adelante “a pesar de todo”. El sufrimiento actúa como un filósofo interior que cada uno posee y que revela el valor de la vida, iluminando, haciendo transparente lo que parecía tan impenetrable, abriendo regiones hasta entonces veladas y enriqueciendo, verdaderamente, la existencia. Por supuesto que por “sufrimiento” nos referimos a aquel que no es fácil o posible superar. Debemos acudir a la superación del sufrimiento innecesario. Solamente ante el sufrimiento impuesto por las circunstancias de la enfermedad, aquello de lo que no podemos escapar, debemos poner en marcha los valores actitudinales. Soportar aquello que es evitable es, simplemente, masoquismo o estupidez. Algunos psicoterapeutas aíslan esta posibilidad de superación del sufrimiento por el sentido acentuando la realización parcial de algunos aspectos del hombre perdiendo de vista su personalidad pluritemática y multidimensional. “Curan” su cuerpo. “Curan” su psique. “Curan” su relación interpersonal social. Pero olvidan la “cura” de la dimensión especial que nos diferencia como personas: el espíritu.
Esta es la “cura”. “Cura” es una voz latina que designa “cuidado, preocupación”. Nuestra “preocupación” principal es establecer hasta que punto es posible “la cura”. Esta es el alfa de nuestra tarea profesional como psicólogos y como logoterapeutas. Ninguna circunstancia debe imponer límites a la vida. Ni enfermedades de cualquier tipo, ni circunstancias personales, ni sociales, ni pseudouniversales ni pseudocientíficas. Cualquier Psicología que prescinda del amor, del encuentro y de la comunicación separa al ser humano de sus referentes originales e intencionales. La cualidad trascendente de la realidad humana se potencia en el encuentro auténtico profesional-paciente. Para lograr éxitos en el campo de la psicoterapia debe combinarse las técnicas (estimulantes y bienvenidas) con la incorporación de un elemento de arte que supere las limitaciones de la Ciencia en la consideración de su genuina dimensión que es la dimensión espiritual (Frankl). Oportunidad trascendental. El otro puede optar por la posibilidad de rechazo de la “apelación”. Posibilidad de caída en el egoísmo o el sinsentido. Imposibilidad de encuentro con el otro. O puede aceptar el “encuentro” y proyectarse en la realización de valores superando todas las barreras. Bibliografía: 1.- Frankl, V. E. “El hombre doliente”, Barcelona, Ed. Herder, 1987. 2.- Frankl, V. E. “El hombre en busca de sentido”, Barcelona, Ed. Herder, 7ª. Ed., 1986. 3.- Frankl, V. E. “La voluntad de sentido”, Barcelona, Ed. Herder, 1988. 4.- Yalom, I. D. “Psicoterapia Existencial”, Ed. Herder, Buenos Aires, 1985.
07 ENTRENAMIENTO Y REHABILITACIÓN ¿Y las dimensiones del hombre, luego del trauma? Por Dra. Dides I. HERNÁNDEZ SILVERA Mail de contacto: didesilianapsico@yahoo.com.ar
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n el consultorio muchas veces nos encontramos con una realidad diferente a la que se presenta cuando nos derivan un paciente. Siguiendo la línea de anteriores presentaciones, paciente real-dolencia- estrategias, les presento la siguiente vivencia de consultorio. Solicita turno la esposa de un paciente derivado por médico neurólogo, manifiesta que J tuvo un ACV y necesita estimulación. Entonces pregunté: -Hace cuánto tiempo tuvo el ACV? -año y medio -Qué peculiaridades tuvo el ACV? -no ve bien. Alguna otra secuela? No, nada más -Qué otros tratamientos está efectuando? -Ninguno, estuvo con una terapeuta pero no podíamos pagarlo más y era lejos. Al entrevistar al paciente, de 78 años, contador en ejercicio, con depresión por no poder seguir su trabajo. Concurre a su estudio todos los días, aunque no logra leer, ni resolver cálculos por escrito. Así también, detecto fallas visuales en focalización, y reconocimiento (gnosias-praxias), fallas en comprensión, apraxia, alexia, agrafía; depresión moderada en progresión. (1) Entonces, el paciente J ingresaría a estimulación desde la fase 2, pasado el año
del ACV. Con lo cual, la estimulación en esta fase, debería ser de dos sesiones semanales, le agrego aquagym y un día de Terapia ocupacional. Las secuelas cognitivas derivadas del ACV son ignoradas constantemente, o poco consideradas tanto en los estudios como en el ámbito clínico. Por la afectación detectada, la arteria vulnerada en este caso, es la arteria cerebral media derecha, nos encontramos con una heminegligencia (del lado contralateral a la lesión), alexia, agrafia y acalculia espaciales, apraxias y alteraciones visoespaciales y visoperceptivas. Kauhanen, (1999)(2), en sus estudios sobre Stroke, demostró que había una asociación significativa entre las categorías de la enfermedad depresiva y el grado de déficit cognitivo. Sus resultados también mostraron que la depresión estaba relacionada con el grado de déficit neurológico y funcional y el nivel de discapacidad de los pacientes con ictus. En el caso de J, era importante evaluar la gravedad de los déficits neurológicos, pero también interpolar el déficit cognitivo y activar sobre la depresión; en sí, el ánimo como el motor del declive o la búsqueda de recuperación. El objetivo vendrá entonces en mejorar el estado de ánimo, generando una actitud de esfuerzo hacia la curación, que es la motivación o motor de este paciente. Así la propuesta tenderá a generar accio-
08 trascendencia: salir de sí mismo, abrirse afectivamente al mundo, ampliar posibilidades. - Conectarse Afectiva-Existencialmente con la vida en el “Aquí y Ahora, con las fortalezas y debilidades. Asumir una actitud pro-activa y favorable frente al futuro inmediato. Pero también era necesario organizar en la familia una disposición diferente y de acompañamiento, ya que el entrenamiento debía seguirse durante toda la semana en casa del paciente. Una serie de ejercicios fueron explicados a la esposa, iban desde prácticas visuales a partir de movimientos oculares y de entrenamiento con PC con ejercicios creados para el paciente. Los mismos, sirvieron de entrenamiento en orientación espacial, comprensión y reconocimiento (sobre todo gnosias y atención fundamentalmente) Luego de dos meses, el paciente continúa como en la primera sesión, con un día de rehabilitación, sin aquagym, ni contacto con terapista ocupacional por dificultades varias que le fueron ocurriendo a la familia. Con ese panorama, el proceso se extendería y a fin de sostener en esta realidad implemento sesiones de entrenamiento a la esposa y a nieta, incluyendo a la familia de a poco, para contener su salud mental y puedan en su domicilio ayudar a su activación cerebral, a la vez, de sostén emocional. Para ello, la nieta fue de gran ayuda más que nada cuando comprensión que en realidad el motor de J era el afán que ella imponía por curarlo. Era una verdadera red intergeneracional de sentido, abuelo 78 años, nieta de 9 años e hijos en conjunto con esposa. Hoy, luego de tres meses, sonriente ingresa al consultorio “ya veo y reconozco mejor”, realmente era así. Su estado anímico también se había modificado. Concurría a su estudio todos los días y realmente mo-
tivado. Todavía su visión, reconocimiento no estaba estable, pero todos colaboraban en su mejoría; él incluido Al hablar con la esposa y sugerir nuevos ejercicios, ella misma comenta que todos los días efectuaban el entrenamiento visual sugerido. Así, explicado desde Frankl; “el sentido no se puede dar. El dar un sentido escaparía a lo moralizador. Y la moral, en el sentido que se le daba antiguamente a esta palabra, pronto habrá acabado su papel” (3). Si se favorecen los medios para actualizar roles perdidos, para encontrar el valor de las acciones, para brindar desde un espacio una misión única a cumplir; tan única como la misma persona que la da y la que recibe. No dejemos de imaginar, crear, re pensar y orientar… Hasta la próxima… REFERENCIAS (1) Nota: Dentro de la Escala de Depresión existen tres diagnósticos: Normal, Depresiòn Moderada y Depresión Severa. (2) M.-L. Kauhanen,y otros (1999;30:1875-1880) Poststroke Depression Correlates With Cognitive Impairment and Neurological Deficits, American Heart Association, Greenville Avenue, Dallas. (3) Frankl, V. E. (1995:9) “La psicoterapia al alcance de todos”, Herder: Barcelona
09 LA EXISTENCIA FUGITIVA Por Dr Claudio César GARCIA PINTOS Mail de contacto: cavef@yahoo.com
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uando nos sentimos atrapados por una circunstancia de vida, surgen en nosotros casi espontáneamente, pensamientos o intentos de evasión. Nos resulta inadmisible estar atrapados en este intríngulis existencial, nos parece inconcebible haber llegado a este estado o definimos como injusto asumirlo como real y tener que vivirlo. ¿Qué hacer?¿Cómo salir de este estrecho lugar en el que la existencia nos ha ubicado?¿Quién o qué podrá rescatarnos? Como si fuera una cárcel insólitamente construida en torno de uno mismo, sentimos la inmediata y urgente necesidad de huir, de escapar, de alejarnos de esos barrotes que nos abruman. A veces, incluso, podemos sentirnos humillados por estar en esa situación, como si la dignidad se viera afectada por aquello que nos está haciendo sufrir. Y la evasión resulta. Porque hay muchas formas para evadirse de estas prisiones que la vida nos presenta. A veces es la imaginación o la fantasía, para algunos puede ser la razón y sus productos intelectualizados, la química puede ser opción (especialmente a través de psicofármacos, drogas de todo tipo, alcohol, etc) o cualquier recurso que permita una cuota considerable de virtualidad que nos aleje de la insoportable realidad. Evadirse significa etimológicamente la acción y efecto de
alejarse de una dificultad (del lt. evasio, que resulta de ex –hacia-, vadere –andar-, sión –acción y efecto-), vocablo derivado del verbo evadere (“e” afuera, “vadere” andar) Todos podemos tener la experiencia de habernos evadido, alguna vez, de algo. Buscando alivio y tranquilidad, alejarse de la dificultad actual, puede resultar una tentación fuerte. Corrernos, alejarnos, huir, quitarla de la vista, termina siendo algo similar al “juego de la sabanita” que disfrutan los niños pequeños. Ocultando escasamente el rostro, creen no ser vistos, y descorriendo la sabanita, pretenden sorprender con su presencia al espectador. Pero el juego tiene sentido y es disfrute para el niño, porque el espectador acepta jugarlo. La fingida sorpresa del otro, termina armando la dinámica del juego y le permite al niño vivenciar ese disfrute. ¿Qué sucedería si el otro no fingiera o expresara sorpresa? El juego dejaría de tener sentido, y la sonrisa franca del niño se transformaría en una mueca de decepción o desilusión. Lo mismo acontece en la vida, cuando la respuesta a sus dificultades, es la evasión. Porque la vida no juega al “juego de la sabanita”. No. La vida no finge sorpresa ante nuestros intentos de evasión, de modo tal que, al no verse armado el juego, el resultado nunca podrá ser el disfrute. La evasión no es recurso válido para sentir paz,
10 alegría, confort o bienestar; solo genera anonadamiento. Utilizo este término porque creo que define precisamente lo que quiero decir. Anonadar significa dejar reducido a un estado de estupor. Viene de “a” y “nonada” que refiere insignificancia. Es decir, llevarnos a la nada misma. De modo tal que decir que cuando nos evadimos en la vida, quedamos anonadados, es decir que huimos hacia la nada. Llegados (o “llevados”) hacia la nada, ésta puede convertirse en una nueva prisión de la que intentaremos evadirnos, llevándonos a una nueva nada, que, constituida en nueva prisión, nos tentará a evadirnos y así sucesivamente. Este estatus existencial es lo que denomino la “existencia fugitiva”, una especie de nomadismo existencial basado en intentos infructuosos y sostenidos de evasión. Podría decir que es una existencia de raza gitana. ¿Por qué la evasión no es respuesta útil ante las circunstancias de la vida? Sencillamente porque lo que nos cuestiona es nuestra propia humanidad, de la cual nunca podremos huir. Evadirse es como saltar de local en local, pero siempre dentro de la misma prisión. Es quedarse atrapado en una nada autogenerada. ¿Cuál sería, entonces, una respuesta válida ante aquellas circunstancias de dolor o sufrimiento que presenta la vida? En primer lugar asumirlas y aceptarlas como siendo parte de la vida misma. Nadie iría por un camino de montaña y se sorprendería o se sentiría víctima de la mala fortuna, solo por toparse con una roca; nadie iría cruzando un desierto, y al sentir calor, se victimizaría ante la mala suerte de sentirlo; nadie cruzaría los picos nevados, maldiciendo la nieve en el camino. Porque la roca, el calor y la nieve, son propias del camino. Pues, las circunstancias de la vida son propias de ella misma. En segundo lugar, reconociendo que no
hay huida posible de la propia humanidad. Y nuestra condición es el mundo real, no el virtual. En tercer lugar, no olvidando que, a pesar de esas circunstancias, nuestro destino inexorable es la plenitud personal, y nunca estará en riesgo de ser lograda por incidencia de circunstancia alguna, por adversa y compleja que sea. En este sentido, para comprenderlo, puede sernos de utilidad un concepto de la filosofía griega. Obviamente lo vamos a simplificar. Se trata de la “eudaimonia”. Según Aristóteles, los hombres buscan la felicidad y suelen pretenderla a través de tres caminos frecuentes: la riqueza material, la fama y el placer. Afirma que son caminos inválidos para el logro de la plena felicidad pretendida, paliativos efímeros que pueden confundir o marear al hombre en una felicidad falsa o ficticia. Esto no significa que la pretensión de riqueza, fama y placer sea despreciada o equivocada. De ninguna manera. El tema es comprender que, más allá de todo esto, existe un modo de conquista de la felicidad, más allá de estos medios instrumentales. De tal modo los griegos hablaban de los “beatus” que son aquellos colmados de riquezas materiales y bienes; hablaban de los “fortunus”, que refieren a aquellos colmados por la suerte (sortis, el destino) y la fortuna (fors-forte, lo inesperado); pero los más apreciados eran los “felix”, que son los beneficiados con la “fecundidad”. Concluyendo que la eudaimonia (“eu”, hermoso / “daimon”, espíritu, genio / “ia”, cualidad) o “la vida buena”, no depende tanto de la riqueza, la suerte o la fortuna, sino más bien, de la virtud de la fecundidad, que consiste en vivir lo que tenemos o se nos presenta, de modo tal de hacerlas fecundas. Y allí se esconde la felicidad.
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La cultura fugitiva La cultura actual (entendiendo por cultura el espíritu de la época), es una cultura de la evasión, una cultura fugitiva. Propone un estilo de vida que escapa de la interioridad y se refugia en una virtualidad colectiva, perdiendo de vista que sin interioridad se encuentra bloqueado el camino fecundo hacia la felicidad. Al mismo tiempo hay una especie de trivialización de la felicidad, transformada en placeres más o menos fugaces, que, la mayoría de las veces, son manifestaciones de excesos. Confundiendo excitación con alegría, alteración con dicha, y exceso con plenitud, del mismo modo que podría confundirse el pan rallado con el aserrín: solo se parecen, por fuera y de lejos. Esta cultura ha logrado (o terminará lov
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11 grando), des-esencializar a la felicidad, transformada en un “felicismo” que no admite frustración, decepción, límite o adversidad posible, por mínima que ésta sea. Y si aparece, hay que evadirse. Así, el hombre actual puede ser víctima de una existencia fugitiva, un melancólico paseo de celda en celda. El escritor argentino Leopoldo Marechal, nos daba hace ya mucho tiempo una pista para lograr la verdadera liberación, cuando afirmaba que el mejor modo de salir de un laberinto es, sencillamente, por arriba. La fecundidad se cultiva si comprendemos que evadirnos de la propia humanidad, es quedarnos atrapados en la inviolable finitud; pero si levantamos la vista encontraremos en el horizonte autotrascendente, la cosecha que le sigue al trabajo de la siembra.
12 LA PÁGINA DE CAVEF Director: Dr.Claudio García Pintos
Por Dr Claudio César GARCIA PINTOS Mail de contacto: cavef@yahoo.com facebook.com/claudio.garciapintos.1
En este primer número de 2015, CAVEF desea compartir con los lectores un fragmento de un muy interesante libro de Pablo R. Etchebehere, que ofrece una mirada filosófica del concepto “espíritu” en Viktor Frankl. En ocasiones he oído plantear que en la obra de Frankl, no queda claro qué es el espíritu, consideración que no comparto, y el fragmento que publicamos a continuación puede ser de utilidad para aclararlo. ETCHEBEHERE, Pablo R. “El espíritu desde Viktor Frankl: Una lectura en perspectiva filosófica”, Ediciones AGAPE, Buenos Aires, 2009 Fragmento: Si el acceso a lo espiritual no es desde la caracterización de éste como objeto, ¿cómo podemos llegar a tener cierta noticia de él? ¿Cómo podríamos hablar de conocer algo, si de entrada decimos que no es un objeto? ¿No nos estamos, acaso, contradiciendo? Viktor Frankl, empero, no nos dice que no podemos conocer lo espiritual, solamente dice que no lo podemos conocer al modo de las ciencias ónticas. Y como hemos dicho al tratar de ontología dimensional, vimos que el método no es de “o lo uno… o lo otro” sino de ver la diversidad en la unidad y viceversa, la unidad en la diversidad.
Con otras palabras: dado que el hombre tiene la peculiaridad óntica de ser ontológico, en él se dan las dimensiones en la unidad, diversidad óntica y unidad ontológica. Por eso el texto que citamos a continuación: “El análisis existencial ha de poner de relieve la multiplicidad dentro de esta unidad, ha de desarticular dimensionalmente la unidad en la multiplicidad de existencia y facticidad, de persona y organismo, de espiritual y psicofísico.” Utilizaremos este texto como hilo conductor no solamente para responder a las preguntas anteriores sino también para desocultar todo lo espiritual considerado como constitutivo. Por lo tanto, y siguiendo la cita, el hombre debe ser “explicado”, “desarticulado” en diversas dimensiones a saber: Existencia y facticidad. Persona y organismo. Lo espiritual y lo psicofísico. De acuerdo a esta desarticulación podemos notar que hay dos “sinónimos” de espíritu, existencia ypersona; como también hay tres antónimos: f acticidad, organismo y lo psicofísico. Pasemos ahora a tratar en conjunto dichas oposiciones para alcanzar un entendimiento más cabal de lo espiritual. Lo psicofísico. Lo corporal es asumido por nuestro autor como un hecho, un “factum”, que junto con lo psíquico, “son modalidades de un mismo ser.” Esto lleva a pensar que entre
13 lo somático y lo psíquico existe un paralelismo, de modo que forman una cierta unidad al menos en el plano óntico. Esta quasi-unidad es una de las causas, creemos, por las que la psicología ha olvidado lo espiritual. Lejos de seguir investigando se queda con lo “palpable”, lo que se puede medir y pesar, sirviendo así de modelo para determinar lo que el hombre debe ser. Sin embargo, para Frankl existe una dimensión más profunda, la cual, además, gobierna a las inferiores. Es por eso que “las capas exteriores cobran un valor de expresión.” Tocamos aquí uno de los puntos centrales de la antropología frankliana: “el organismo somático guarda una relación instrumental, el espíritu instrumentaliza lo psicofísico […] lo hace suyo haciéndolo herramienta, órganon, instrumento.” ¿Cómo debemos entender esta instrumentalización? Debemos descartar el modelo común, según el cual, lo psicofísico y lo espiritual son dos cosas diferentes, dos partes independientes -en cuanto al seruna de la otra y que sólo entrarían en contacto ya sea por algún accidente o por simple armonía preestablecida. Si esto fuera así, la unidad del hombre resultaría un simple equívoco, un mero nombre. En tanto que usamos una palabra para nombrar dos cosas que están juntas pero no tienen ninguna relación real. Como si nombráramos a un espejo con el nombre de la persona reflejada. Entre el espejo y la persona que se refleja en él no hay ninguna unidad. También consideramos que se debe descartar una instrumentalización de tipo despótico por parte del espíritu, o un esclavo servilismo por parte de lo psicofísico. Si bien “no podemos pasar por alto el elemento espiritual, tampoco debemos supravalorar lo espiritual.” Es por eso que no
podemos negar ninguna dignidad a todo lo somático, puesto que es “la condición para el despliegue de lo espiritual, aunque no lo originen ni lo produzcan.” Nuestro autor critica también a aquellos que en el campo clínico ven en el espíritu la causa de toda enfermedad. Si bien existen enfermedades noógenas, también existen las que son psicógenas o somatógenas. Es por eso que lo psicofísico se presenta como campo para la tarea espiritual, es decir, como algo que lo espiritual debe conducir, debe manejar para poder desplegarse de tal modo que lo psicofísico sea un espejo más fiel de lo espiritual. Como los caballos del símil del carro de Platón, al hombre le es impuesto “domesticar” todo lo que lo condiciona. Lejos de recluirse en las moradas de lo puro, lo espiritual debe enfrentarse con lo dado por la herencia, y volverlo su aliado.” Dentro de esta dimensión psicofísica, juegan un papel relevante los llamados instintos. Para el análisis existencial “propiamente hablando los instintos no existen en el hombre””, es decir, “a partir de esta espiritualidad los instintos del hombre, contrariamente a los del animal, desde siempre han sido dominados y controlados, la instintividad del hombre desde siempre ha estado envuelta en esta espiritualidad de modo que no sólo cuando los instintos son reprimidos, sino también cuando están sueltos, desde siempre el espíritu ha estado en acción, desde siempre ha intervenido o se ha abstenido.” Podríamos decir que este texto ejemplifica la distinción de óntico y ontológico. Las formas ónticas del aparecer del hombre que comparte por ejemplo, con los animales, no existen, propiamente hablando, en el hombre. Ellas se encuentran ontológicamente presentes en el hombre, en tanto que lo espiritual las anima. Pero creo que debemos hacer una aclaración. La presen-
14 cia de lo espiritual en lo instintivo del hombre es al modo de la inconsciencia, no está presente como una conciencia omnisciente sino, como todo lo ontológico, con una presencia ignorada por la conciencia: oculto y en silencio ordena, da sentido a la vida del hombre. Así entonces, lo espiritual tiene que hacerse cargo de lo psicofísico, manteniendo frente a él una distancia, de modo que sin perderse en él tampoco se olvide de él. “Poder del espíritu y poder de la naturaleza forman parte del hombre y se complementan el uno al otro mutuamente. Al fin y al cabo el hombre es ciudadano de varios reinos y su vida discurre esencialmente en una tensión, en un campo de fuerzas bipolares.” Este distanciamiento, como veremos luego, no tiene que ser de oposición, de guerra entre uno y otro, sino que muestra la diversidad que hay en la unidad constitutiva del hombre. Al ser ciudadano de varios reinos, al tener el hombre varias nacionalidades, le cabe al hombre una tarea, una misión frente a la diversidad y a la unidad. En otras palabras, al hombre no le es dada como ya hecha ni la diversidad ni la unidad. El hombre es facultativo de ambas dimensiones. El poder de la naturaleza se expresa a través de los instintos, a los cuales el hombre debe tenerle confianza. Frankl habla de una “seguridad de los instintos”, una especie de confianza en que los impulsos vitales más bajos son fieles conductores, y evitan al hombre la tarea de tener que comprobar a cada momento lo que hace. En este sentido podríamos decir que los instintos le evitan al hombre el exceso de espiritualidad” que se llama hiperreflexión. Desde luego que una antropología pseudo-espiritualista considerará esta confianza en los instintos como una locura, dado que estamos poniendo el desarrollo de nuestra vida en algo que no le parece -a esa antropología- digno de tal destino. Pero más allá de esta visión degradada de la vida instintiva debemos tener en
cuenta que la confianza significa, etimológicamente, una fe compartida, una fe en que el mundo es un cosmos y no un absurdo. La confianza, esa fe compartida, ese sentir común, rompe con todos los excesos de la racionalización, la pone en jaque, en tanto que muestra otra forma, no racional, no reflexiva, de estar en el mundo, de vivir la verdad. Pero no debemos pensar aquí que esta confianza en el mundo, en los instintos y, en suma, en los otros implica cerrar los ojos ante lo grave, lo serio de la vida, como si la confianza siempre fuera inegnua. A lo que apuntamos es a una tranquilidad, a un abandono en lo vital, a un optimismo natural al que, sin embargo, Frankl no duda en llamar “optimismo trágico.” Volviendo a la categoría óntica de lo psicofísico debemos aclarar que, aunque lo hemos definído como el campo de expresión de lo espiritual, esto no significa que esta expresión sea siempre posible. Lo corporal nunca es “«espejo fiel del espíritu», en realidad es un «espejo roto que desfigura».” Por lo tanto, si bien lo espiritual se conoce “en la unión personal con lo psicofísico”, no debemos pasar rápidamente de lo corporal a lo espiritual, sino que debemos acercarnos a él “per analogiam”, por semejanzas. En cuanto al papel de lo psicofísico, creemos que esta distinción es muy importante a la hora de juicios serios sobre la dignidad de la persona. A pesar de que el cuerpo ya no sea “órgano de expresión” adecuado, no podemos negar la existencia de la persona. Aunque lo psicofísico haya perdido “su plasticidad, no por eso lo espirtual ha perdido sus facultades: su valor. Todas estas expresiones llevan entonces a una determinada postura frente a ternas eugenésicos o que tienen que ver con la eutanasia, temas que deben ser abordados desde una perspectiva de bioética. “Una vez que lo espiritual entra de algún modo en lo corpóreo anímico, queda velado: se oculta en silencio. Calla y aguarda a que
15 pueda comunicarse, a que pueda romper su silencio, irrumpiendo a través de los «velos» que lo rodean, de los estratos envolventes de lo psicofísico…Aguarda hasta el día en que pueda hacer «suyo» al organismo hasta apoderarse de él como su campo expresivo.” Encontramos en este texto la idea final en cuanto a la relación de lo espiritual con lo psicofísico. El espíritu será verdadero cuando se desoculte, cuando se manifieste. Pero su manifestación no puede ser saltando por sobre lo psicofísico, sino siendo señor. De este modo, el espíritu será verdadero cuando sea libre, cuando gobierne lo que tiene: el lenguaje de lo espiritual es, entonces, el de la libertad. b. La facticidad Dentro de los “antagonistas” del espíritu queda por aclarar qué se entiende por facticidad. En primer lugar podemos decir que la facticidad es “un destino interior o exterior.” La facticidad implica tanto al destino psicológico, como al destino biológico -ambos interiores-, y también al destino sociológico destino exterior-. Como destino que es, el hombre debe superarla, superación que “caracteriza a la vida del hombre…esa eterna lucha entre su libertad espiritual y su destino interior y exterior.”En segundo lugar podemos decir que la facticidad constituye el campo del tener, en oposición a la espiritualidad que constituye el campo o dimensión del ser. Estas categorías de tener y ser, muy en boga en la primera mitad del siglo pasado, tienen diferentes matices, que hay que tenerlos en cuenta a la hora de juicios valorativos. Si entendemos el tener en su sentido vulgar, evidentemente romperíamos la unidad que el hombre es; puesto que lo tenido sería una cosa independiente de él. Creemos que en Frankl el tener se debe entender como “no fundante”, es decir, como aquello segundo que exige algo más profundo que lo sustente. De este modo, si bien lo fáctico -por pertenecer al campo del tenerpuede ser objetivado, tratado como una
cosa; no así el espíritu y todo lo que pertenece al campo del ser, quienes solamente pueden ser considerados como sujetos.En este sentido, entonces, “lo tenido” ejerce su condicionamiento, el cual debe ser asumido y liberado el “ser”: el “ser” debe comunicar su libertad al “tener”, tarea esta que bien podríamos llamar humanización. c. La persona. Pasaremos ahora a tratar acerca de un sinónimo de espiritual: la persona. Frankl define a la persona como “algo cerrado en sí, subsistente por sí, no susceptible de suma ni de división.” Como lo espiritual que es goza o padece el “escapar a toda captación cosificante.” Debemos aquí presentar algunas aclaraciones. En primer lugar la persona es algo cerrado en sí en cuanto que no necesita de otro para ser, ella misma es. De lo contrario caeríamos en la concepción de la persona como “mónada”, idea que es criticada por Frankl no sólo desde la esfera del conocimiento sino también desde la antropología. En lo antropológico afirma que “el hombre no es una mónada cerrada, y la psicología degenera en alguna clase de monadología a no ser que reconozca la apertura del hombre al mundo.” En relación a la esfera del conocimiento, Frankl muestra que esta apertura de la existencia es reflejada por la autotranscendencia del ser humano. Esta cualidad autotranscendente de la realidad humana se refleja, a su vez, en la cualidad “intencional de los fenómenos humanos.” Por lo tanto, cuando se afirma que la persona es “cerrada”, se quiere decir que ella que no puede ser dividida, sumada a otra persona o cosa como parte de ella. En este sentido, entonces, la persona no puede ser masificada, no puede perder su rostro adquiriendo la máscara difusa del impersonal “se”. Pero así como no puede ser masificada tampoco puede ser dividida en sí misma. Cuando se dice que la persona no es “susceptible de división” significa que, pese a la diversidad de dimensiones que vemos en el hombre,
16 lo personal escapa a toda desmembración. La persona es un todo que no tiene partes, las partes de una persona ya no se pueden llamar persona más que por equívoco, como decía Aristóteles que la mano no es hombre sino equívoca-mente. La persona, en tanto que es, tiene una dignidad que no se le puede arrebatar ni sumándola a un género, a un grupo o a un partido, ni tampoco se la puede considerar parcialmente ni aún en los actos más espirituales como son la intelección (nous) o el amor. Cuando la persona ama no ama una parte de ella, sea esta física o psíquica: la que ama es la persona. En segundo lugar, la persona es entendida como “portadora o soporte, pero también como centro de actos espirituales.”” La persona, entonces, por una parte es una substancia, “lo que está por debajo” como pensaban los griegos, lo que sostiene a todo el hombre; pero, por otra, es la fuente de todos sus actos, allí de donde brota toda la actividad humana. Esto nos muestra como la persona, para Frankl, tiene algo de fijo, en cuanto es soporte, y tiene algo de fluido, de dinámico, en cuanto desde ella brota el obrar. Esta forma de entender a la persona permite evitar un riesgo común: el de hacer de la persona algo quieto, algo fijo, algo que no tiene nada que ver con la praxis. Aquí en cambio vemos todo lo contrario. En tercer lugar “ser persona significa ser espiritual individualizado e individualizante, en cuanto que la persona individualiza al organismo psicofísico. En este texto vemos que la persona es, ante todo, espiritual y que es lo que es por sí misma, como habíamos dicho anteriormente. Pero aquí agrega o explicita lo que habíamos tratado con respecto a lo psicofísico: la persona hace individual, esto es intransferible, la dimensión psicofísica, con lo cual podríamos pensar que sin la dimensión personal, lo psicofísico no existe, se diluye en el mundo de las cosas. Por otra parte, cuando dijimos que la persona es centro de los
actos espirituales, podríamos pensar que la persona se desentiende del resto de los actos que realiza el hombre, o que todos los actos del hombre son espirituales. Pero como la persona individualiza a lo psicofísico podemos entonces afirmar que, utilizando como instrumento a lo psicofísico, la persona es también centro de los otros actos del hombre.Debemos tener en cuenta aquí, para evitar interpretaciones incorrectas, que estas expresiones deben ser entendidas siempre teniendo en cuenta la unidad del hombre. Frankl generalmente utiliza, como pudimos ver, el término de persona como parte, entendida ésta como dimensión. Hacemos esta aclaración porque en filosofía, generalmente el término persona no se entiende como parte sino como todo. Por eso, si no reparamos en la variación de sentido que se encuentra en el texto frankliano, quedaría sumamente comprometida la unidad del hombre, su totalidad como realidad. Para concluir con este breve acercamiento a la persona en Frankl retomaremos algunas ideas. Cuando hablamos de la facticidad hicimos referencia a la distinción entre ser y tener. Recién dijimos que la persona es centro de los actos espirituales. Así entonces, la persona en cuanto es debe dialogar con lo que tiene. En este diálogo tiene que adoptar una posición. La persona frente al tener “lo configura y se configura ella constantemente y <<llega a ser>> una personalidad. Encontramos aquí una distinción importante en lo que incumbe a nuestro tema. La personalidad sólo aparece cuando la persona se ha hecho cargo de la facticidad. En este sentido la personalidad no sería algo dado sino algo por hacer, sería lo hecho por la persona en dialogo con lo psicofísico. La personalidad es, entonces, la biografía de la persona, su identidad lograda o malograda. Biografía que será, como la etimología lo dice, escritura de vida, y que se termina de escribir en el momento de la muerte.
17 LA PÁGINA DE LOGOFORO Por Dra. Tere VANEK Mail de contacto: terevanek@logoforo.com www.logoforo.com
Logoforo.com te invita a leer nuestros interesantes artículos y a enterarte de los eventos más importantes de Logoterapia en el mundo de habla hispana; así como a conocer bibliografía recomendada, frases célebres de Viktor Frankl y de otros pensadores, noticias y ligas a otros Centros e Institutos en el mundo, que trabajan con este enfoque existencial. ¡Hola amigos! Con gusto retomamos el contacto con ustedes este 2015 compartiéndoles que nuestro nuevo programa ENTRENAMIENTO EN PREVENCIÓN DEL VACÍO EXISTENCIAL: AGRESIÓN, ADICCIÓN, DEPRESIÓN, SUICIDIO, ha tenido una gran acogida por parte de educadores, psicólogos, médicos, psicoterapeutas, trabajadores sociales y padres de familia, todos ellos deseosos en hacer lo necesario para prevenir la neurosis noógena que incrementa año con año en nuestro país. http://logoforo.com/entrenamiento-enprevencion -d e-adiccion - depresion suicidio/ Te recomendamos la lectura de algunos de nuestros recientes artículos:
El arte del encuentro entre la Logoterapia y la Ética del cuidado: un nuevo horizonte por Sandra Ruiz Gros de la Universidad de Valencia, España. http://logoforo.com/el-arte-delencuentro-entre-la-logoterapia-y-laetica-del-cuidado-un-nuevo-horizonte/
Y el uso del diálogo socrático en el cuento como herramienta de autodescubrimiento. Útil tanto en los grupos como en la terapia individual. http://logoforo.com/cuentos-y-dialogosocratico/
Esperamos con gusto tus comentarios en nuestra página www.logoforo.com ¡Gracias y hasta pronto!
18 NO TE AMENZO, TE ADVIERTO
Por Dra. Patricia María Nigro Mail de contacto: nigropatricia@gmail.com
La Dra.Patricia María NIGRO es Doctora en Comunicación Social (Universidad Austral) y Licenciada en Oganización y Gestión Escolar, entre otros títulos. Docente universitaria de amplia trayectoria e investigadora en temáticas vinculadas con la palabra y el discurso. Entre varios títulos publicados, destacamos –y recomendamos– su último libro de gran actualidad, “Desnudando el discurso político. Falacias, políticos y periodistas” (Editorial Biblos, BsAs, 2014) en colaboración con Agustina Blaquier. LOGORED le da la bienvenida a la Dra.Nigro quien se hará cargo de una columna de reflexión a partir de este número.
E
n la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, todas las mañanas, si uno toma el subte de la línea D, desde donde comienza el recorrido, la estación Congreso de Tucumán, un joven contratado por el Grupo Clarín te regala el diario La Razón. Cuando termina el recorrido y la gente se baja en la estación Catedral, otro joven, este contratado por el Gobierno, te regala el diario El Argentino. O sea que uno entra en el subte con un diario del Grupo Clarín y allí lee todo lo terrible que sucede en la Argentina y luego sale del subte y, como si fuera el viejo juego de la rayuela, lo espera el cielo o el paraíso, porque eso cuenta El Argentino: que vivimos en un paraíso. ¿Es acaso el recorrido del subte una metáfora del camino del Dante del infierno al cielo? No. Pero esto ocurre todos los días. Como muchos sabemos, los dos diarios están en las antípodas de la visión de la realidad. Son dos extremos, como la entrada y la salida del subterráneo. Por eso, le propuse a una colega investigar cómo estos dos diarios introducen las palabras de
los políticos. La curiosidad científica de confirmar la hipótesis de sentido común que tenía se está viendo plasmada en la investigación que realizamos. Cada vez que un político se expresa, ya sea en forma oral o en forma escrita, realiza un acto de habla que será interpretado por el periodismo, desde un doble punto de vista: desde el medio en el que trabaja, y desde su propia evaluación de la declaración o de la respuesta a una pregunta. Citar es siempre atribuir intencionalmente, decía Graciela Reyes en un libro de los años 90. Y es verdad. Cuando el político habla, su palabra queda sujeta a la manipulación del periodista, aunque no necesariamente ha de ser mal intencionada. Nuestra Presidenta nos brindó incontables cadenas nacionales. No acepta conferencias de prensa pero les habla bastante a los argentinos. En un país políticamente cada vez más polarizado, donde los K detestan a los antiK y los antiK detestan a los K, no quedan muchas alternativas, si uno propone entender cada mensaje desde una cierta objetividad. Estoy de acuerdo
19 con esto, no estoy de acuerdo con aquello. Pero decir algo semejante implica que uno pasa rápidamente a la categoría de los indeseables, mal mirado por los K, mal mirado por los antiK. Los periodistas y los medios a los que responden ya no pueden pretender la objetividad. O son de unos o son de otros. Ellos también están metidos por la fuerza en ese juego, en el que perdemos todos. Como ciudadana, como lingüista, me rebela esta situación. Tomaría el subte con una remera de “Clarín miente” y saldría de él con una que dijera “Gobierno miente”. ¿Por qué? Porque en los dos polos estamos todos. Y porque, como muchos argentinos no queremos esa división, estudiamos el lenguaje. Para entender por qué nos dicen lo que nos dicen, y cómo y en qué situación las palabras fueron dichas. Política y periodismo poseen vínculos estrechos. El político requiere del periodista para hacer llegar su palabra y el periodista necesita al político, fuente de la que parte gran cantidad de los textos que luego produce. Y nosotros, el pueblo, estamos allí, expectantes, esperando que alguien explique cómo es la realidad. Y sospechamos de todos: de los políticos y de los periodistas. Para citar la palabra del político, el periodista, a veces sin intención y a veces con toda intención, elige un verbo de entre los muchos que existen para repetir lo dicho y para evaluarlo. En ese pequeño acto de elegir entre: amenazó, rechazó, advirtió, ratificó, pidió, anunció y un largo etcétera, el mensaje del político se verá modificado mucho o poco. La interpretación y la transcripción de sus palabras será irremediablemente cambiada. Entonces, es necesario prestar atención a lo que los romanos llamaban “verba dicendi” y que nosotros, los lingüistas, llamamos “verbos de decir o verbos introducto-
res”. En todo contexto comunicativo, hay siempre un contexto ausente, en el que se dijeron esas palabras. Los verbos de decir se refieren generalmente al cómo se dijo algo antes de al qué dijo alguien. ¿Qué pretendemos con este artículo? Políticos y periodistas deben estar atentos a este detalle no menor. ¿Cómo serán citadas mis palabras? ¿Cuál era mi intención real al decirlas? A las palabras no se las lleva el viento. Como decía Roberto Marafioti, siempre alguien las recupera. Y ese alguien hace con ellas su propia versión. Y puede empezar, simplemente, por elegir el verbo de decir que calificará al discurso ajeno: admitir, ordenar, rebatir, argumentar, negar, alabar, afirmar. Un buen diccionario de sinónimos puede ayudarnos a tomar conciencia de cómo el matiz argumentativo e ideológico del que nos cita altera el sentido de nuestras palabras. Si el lector lo desea, puede realizar ciertos ejercicios de lectura crítica: 1) revise diarios de ideologías opuestas y fíjese atentamente cómo en cada uno de ellos se cita el discurso de ese día de la Presidenta; 2) piense unos minutos cómo hablan los distintos periodistas de la Ley de medios; 3) y lo más importante, tome la Constitución Nacional, relea el capítulo “Declaraciones, derechos y garantías”. Si nunca lo leyó, este es el momento adecuado. Y hágaselo leer a sus hijos, porque en las escuelas no se lo estudia. Después de todo esto, no volverá a creer ciegamente en lo que le dicen. Juzgue y compare. Compruebe cómo todos llevan “agua para su molino”. Y elija libre y honestamente la mejor versión. Para entender estos temas, el buen Señor nos dio el intelecto.
20 LA LÓGICA DEL COMPARTIR HASTA EL SENTIDO Por Lic. Analía Boyadjián Mail de contacto: familiaysentido@gmail.com
L
a familia suele ser ese espacio y ese tiempo en el cual, desde muy pequeños, corroboramos que no estamos solos, y que no somos los únicos que tenemos necesidades, demandas, inquietudes, y deseos. Cada vez que el bebe llora, la respuesta no es la misma: la madre puede estar cerca y brindar satisfacción inmediata, o fuera de la casa, y entonces su ausencia (hasta que regrese) marca un límite real que quien esté a su cuidado (otro adulto responsable) se las ingeniará para que la frustración sea lo más tolerable posible. Cuando el niño está en el Jardín de Infantes y extraña a sus padres, la maestra también lo reconfortará con cariño y palabras tranquilizadoras para que logre posponer su necesidad de cercanía hasta el momento de volver a casa con sus seres queridos. Y, poco a poco, el niño comprenderá que puede enfrentarse a un tiempo sin su familia y que, transcurrido ese lapso, retorna a su hogar. Ya con los adolescentes…¿qué sucede? Esos límites que fuimos estableciendo desde siempre (desde bebés) tienen sus buenos resultados…Cuando son ellos quienes, frente a los estímulos de una realidad que los atropella, logran hacer uso
de esas estrategias saludables ya aprendidas. Se trata de que hayan aprendido a cuidarse y a no correr riesgos innecesarios. Y a cuidar del amigo, de la amiga, del grupo. Es hora de demostrar que lo aprendido en casa sirve para salir al mundo con fortaleza, para tolerar los ventarrones que aparezcan. Y el joven adulto, que se lanza a la aventura del compromiso, que se enamora y logra un vínculo estable, reconoce en su haber todo aquello que lo nutrió para, llegado este momento, poder dar de sí lo mejor y poder cuidar a quien ama. Lo mismo sucede con el trabajo profesional, desde la vocación personal, se trata de comprometerse una vez más con el mundo y brindar lo que uno cree que hace bien. Encontrar el sentido en el trabajo cotidiano para poder crecer humanamente y autorrealizarse en ese quehacer que abarca la mayor cantidad de horas diarias en su desarrollo. Somos con otros desde siempre, desde el instante cero en que fuimos concebidos. El proceso de humanización requiere de los otros para concretarse: sus miradas, sus voces, sus afectos y efectos, sus improntas…todos y cada uno de ellos forman parte de nuestro ser, con diferentes texturas y recuerdos, con sabores y olores especiales,
21 o más cerca o lejos de nuestro modo de ser. Hoy forman parte de nosotros. Nos constituyen. Nuestro ser único e irrepetible se debe al cóctel singular que diseñamos. Así como en un recién nacido, la búsqueda del “¿a quién se parece?” remite a “los ojos de la abuela paterna”, “la nariz de la madre”….etc., así también nuestra risa, nuestro estilo de enojarnos, de movernos, de amar inclusive, se remite a las figuras que fueron tan significativas en nuestra vida como para dejar su huella. Entonces se corrobora que uno comparte con los otros mucho más de lo que concientemente pretende. Y que el compartir en familia implica no solamente el aprendizaje de ser generoso y solidario con el hermano, con el amigo, con los padres,
con los abuelos, sino también el compartir estilos, visiones, valores. Y cuando se trata de los valores, de los faros que guian el accionar humano, la idea del bien y del mal, de lo funcional o no, entonces es legítimo presumir que estamos compartiendo significaciones y sentidos.
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