EDITORIAL Trabajo y Dignidad Por Claudio García Pintos
Nuestra portada Estivadores a pleno sol (pág. 2-3) PEDAGOGIA FAMILIAR
¿CÓMO SOBRELLEVO EL LUTO POR MI HERMANO MUERTO? (pp.4-5)
LLAMADA “DISLÉXICA”. Un ser más allá de la interpretación (pp.6-7) REFLEXIONES EXISTENCIALES
¿TENER RAZÓN O SER FELIZ? (pp.8-9) LAS VOCES DE LA CONSCIENCIA (pp. 10-18) POST-FRANKL
DEL PSICODIAGNÓSTICO AL LOGODIAGNÓSTICO (Parte 2ª) (pp. 20-23) LOGOTERAPIA VINCULAR
EL MENSAJE EN LA BOTELLA: PONERLE MAGIA A LA VIDA (pp.24– 25)
UN HECHO INSÓLITORescatado de Manila (pp.26-27) SIN RECETARIO
LA MEDIANOCHE: Vivir entre el ayer y el mañana (pp.28-29) CARTAS DEL DESIERTO
DESECHABLES (Pág.30-32)
ROMPECABEZAS. Armando las piezas (pp.33-34)
ROMPECABEZAS: El musical (pp.35-36)
Trabajo y dignidad Todo trabajo es digno. Esa es la cultura en la que me criaron. No hay actividad honesta que sea indigna. Lo escuché en mi casa, pero, fundamentalmente, lo percibí testimoniado por mis abuelos y mis padres. Era la llamada “cultura del trabajo”. Y en ella he intentado educar a mis hijos. Pero también escuché que el trabajo dignifica a la persona. Sin embargo no estoy demasiado de acuerdo con esta sentencia. Fundamentalmente porque nunca, nada, podrá estar por encima de la persona humana, al punto de dignificarla. Ella tiene en sí misma una dignidad innegable. Y, aprendiendo con Viktor Frankl, descubrí que es la persona la que dignifica cualquier actividad honesta que realice. Sencillamente porque a través de esta, puede aportar algo suyo para el mejoramiento del mundo. Los griegos hablaban de la poiesis, concepto que aprendí con mi profesor de Deontología en la Facultad, el Padre Cesáreo Campos. Ellos opinaban que la naturaleza es redimida (mejorada) por la sola presencia del hombre y que tanto el arte que transforma un simple lienzo en una obra de arte, como el trabajo, que transforma un tronco de árbol en una mesa, ambas actividades, son poéticas. Porque poética es la presencia de la persona humana. De los Maestros aprendí que el trabajo es un indicador de salud. Así lo plantea Sigmund Freud (trabajar y amar) y el propio Viktor Frankl (trabajar, amar y su-
EDITORIAL frir); y de mis profesores, que el trabajo es un servicio, una entrega. Y así es cómo he ido aprendiendo cosas respecto del sentido del trabajo. En celebraciones como la que inicia este nuevo mes de mayo, saludarse entre los trabajadores es una manera de honrar la propia condición de co-creadores y responsables de hacer de este mundo algo mejor, vivible, acogedor para todos. Es también una manera de reforzar el compromiso de hacerlo. Más allá de todo, reconozco que descubrí cuál es el sentido del trabajo, gracias al testimonio de mi abuelo y mi padre, a las enseñanzas de los Maestros y Profesores, al encuentro con otros comprometidos “poetas” y a una cultura que dignificaba la condición del trabajador. Sin embargo, miro hoy a mi alrededor, percibo que aquella cultura ha cambiado, que mucha gente está desocupada, que los subsidiados son abrumadoras cifras de personas que viven y transcurren sus historias sin trabajar, y pienso en aquellos niños que crecerán viendo que ni sus abuelos ni sus padres tienen una actividad laboral digna, sustentable, reconocida, y me pregunto, ¿qué será de ellos?, ¿qué expectativas tendrán respecto de sus propias vidas? , ¿qué significará para ellos, en el futuro, “trabajar”? Sea tal vez esa, una urgente realidad por redimir.