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Presencia Apost贸lica

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MISIONEROS CLARETIANOS 2

Presencia Apostólica


CONTENIDO Director

Ernesto Mejía Mejía, CMF Consejo Editorial

Alejandro Cerón Rossainz, CMF José Juan Tapia, CMF Alejandro Quezada Hermosillo, CMF Enrique Mascorro López, CMF René Pérez Díaz, CMF Ernesto Bañuelos C.

Editorial

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¿Cuándo creemos en el Espíritu?

4 Aventuras de un misionero

Editora

Marisol Núñez Cruz

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San Judas Tadeo y la Ciudad de México

Arte y Diseño

Mirta Valdés Bello Colaboradores

Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF

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El camino a la paz interior II La magia de agradecer

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Distribución

Liga Nacional de San Judas Tadeo

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Cuando un hijo muere

1 4 La mejor arma es la esperanza

PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor respon­sable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca­ siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmen­te, citando la fuente y sin fines comerciales. Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 mail: liganacional_sanjudas@claret.org Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío).

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Las maquilas de Ciudad Juárez: el verdadero rostro del neoliberalismo

1 8 Francisco, el nuevo Papa 20 21

53 años de misión en la Montaña Alta de Guerrero De la Palabra a la acción Presencia Apostólica

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EDITORIAL

Espíritu, El

aliento de Dios «El Espíritu que aflora en una cosa cualquiera ¡Y toda el alma, caída, se pone en pie, tan señera…!» Pedro Casaldáliga

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entecostés es la fiesta del Espíritu Santo, Defensor prometido por Jesús; aliento de Dios que nos pone en movimiento para cumplir con nuestra misión en la vida, pero que también nos enseña la quietud y la contemplación que necesitamos para vivir en paz y sin miedo. Entre los dones y los frutos que nos da el Espíritu Santo se suelen mencionar la sabiduría, la fortaleza, la piedad, el amor, la alegría, la paz y la paciencia. Pero en realidad, los dones del Espíritu son infinitos y nos ayudan a vivir, a apoyarnos unos a otros y a ser felices. Otro ejemplo de esos dones es la gratitud. Practicar el agradecimiento puede transformar nuestras vidas, al hacernos conscientes de las pequeñas y grandes cosas que tenemos para disfrutar. En esta ocasión ofrecemos temas para continuar creciendo espiritualmente, siempre con la perspectiva de aplicar los infinitos recursos que nos da nuestra fe para superar obstáculos y poder hacer frente con esperanza a los retos y desafíos que nos presenta la vida.


Vida cotidiana

¿Cuándo creemos en el Espíritu? «El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que les he dicho.» Jn 14,26

Cuando tenemos una esperanza total en Dios, a pesar de tanto fallo, propio y ajeno. Cuando, en medio de la desesperación, experimentamos, sin embargo, un consuelo interior que nadie nos podrá quitar. Cuando ante el desgarrón de la muerte –nuestra o de los otros– asumimos el hecho con fe y esperanza. Cuando aceptamos decididos una responsabilidad o compromiso, aunque no tengamos claras perspectivas de éxito o utilidad. Cuando vivimos con serenidad el día a día, y aceptamos las contrariedades de cada jornada, sostenidos por una fuerza, cuyo origen no podemos dominar ni abarcar. Cuando nos entregamos sin condiciones y el caer se convierte en un verdadero estar de pie.

Cuando, en el fondo de nuestras interrogantes, nos sentimos abrazados por un misterio, latente en lo más hondo de nuestro ser, que nos acoge y nos salva. Cuando vivimos las tinieblas del aparente sinsentido de nuestra existencia, porque sabemos de Quién nos hemos fiado. Cuando gozamos cada momento alegre de esta vida, como anticipo de la felicidad completa que Dios nos tiene preparada. Cuando somos capaces de orar en medio de las tinieblas, la sequedad y el aparente silencio de Dios, sabiendo que siempre somos queridos y escuchados, más allá de una respuesta que se pueda comprender y razonar. Karl Rahner (1904-1984) www.mercaba.org

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Aventuras de un misionero

El misionero y la miel Jesús García Vázquez, CMF

E

l misionero aprende a amar a Dios y a conocerlo en las personas y en todo lo que Él nos da para nuestro beneficio, concretamente para la salud. Dios ha puesto en la naturaleza los alimentos necesarios para que vivamos sanos y fuertes, sin enfermedades. Dijo Hipócrates: “Que 4

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tu medicina sea tu alimento.” No obstante, olvidando esta máxima tan antigua como básica, hemos convertido el alimento en veneno que nos causa infinidad de enfermedades. No nos creamos la publicidad de las grandes empresas, productoras de alimentos chatarra… Y ojalá pudiéramos dejar de consumir, en lo posible, alimen-

tos procesados. Bueno, pero veamos qué le pasó al misionero con respecto a la miel. LA MIEL Las cualidades de la miel son reconocidas y utilizadas por el hombre, desde tiempos remotos y, afortunadamente, nuestro país es uno de los principales productores de este alimento. Si se han fijado, la miel es uno de los productos que jamás se descomponen con el frío ni con el calor, y siempre conserva sus propiedades; más adelante hablaré de ellas. Sucede que en una ocasión, estando en una de nuestras misiones, llegó a la casa parroquial, un joven llamado José. Apenas si podía caminar apoyándose en un palo que le servía de bastón. ¡Pobrecito! Había caminado por la montaña, de esa manera, tres larguísimas horas, desde su casa hasta la parroquia. Desnutrido, y ya sin fuerzas, nos dijo con una voz muy lastimera: —Por favor, ayúdenme, me duele mucho mi pie. —Y, ¿qué quieres primero, José, comer o que te veamos el pie? –le pregunté como para ver si le levantaba un poco el ánimo. Sonriente me contestó: —Comer, padrecito, ¡hace dos días que no como! Y en realidad el pobre estaba pálido, flaco, demacrado, pero con ilusiones de vivir. Enseguida le preparamos un par de sustanciosos huevos, dicho sea de paso, producto de los dos: el gallo y la gallina, con unos ricos frijolitos, que devoró como si de verdad hiciera dos días que no comía. Su vaso de agua de limón con miel y enseguida comenzó a agarrar color. Comentemos aquí que una de las propiedades terapéuticas de la miel es su poder energético. Por su contenido de azúcares simples se asimila rápi-


Aventuras de un misionero damente, por lo que es útil como fuente de energía rápida. Cuando José terminó de comer, nos fuimos al dispensario médico. Su pie estaba vendado con unos trapos viejos y sucios, pegados a la piel por la secreción purulenta que se iba acumulando en ellos. — ¡ Av e M a r í a p u r í s i m a ! – E xclamó la madre María, gran religiosa y enfermera, al mismo tiempo que le preguntó: —Pero, ¿cuánto tiempo llevas así, José? –A su pie, además de estar purulento, ya le faltaba un buen pedazo de carne. Se le veía clarito el hueso de toda la parte interna del tobillo del pie derecho. El pie se veía negro, por la mugre y por lo necrosado. —Seis meses madrecita –contestó apenado por no haber venido antes. —Pues sé valiente, trataremos de salvarlo –dijo la madre, muy preocupada. Enseguida pusimos manos a la obra. Le lavamos muy bien el pie con agua y jabón, le quitamos la piel muerta, cubrimos la herida con miel y la vendamos. José ya no tenía dolor. Claro, le habíamos puesto anestesia local, cuyo efecto, como sabemos, dura sólo unas horas. Pero José aguantó tranquilo las curaciones de todos los días, ya sin anestesia. Se sabe que, entre las propiedades terapéuticas de la miel, está el ser antimicrobiana, antiséptica y cicatrizante. Se puede usar externamente, debido a estas propiedades, en heridas y quemaduras superficiales, pero estos cuidados deben ser aplicados por personas que conozcan las medidas higiénicas que se deben tomar y que sepan valorar la evolución de las heridas. A la semana, observamos que iba regresando el color de la piel y había brotes de carne y piel nue-

va en la llaga. Luego se nos ocurrió aplicarle sábila con miel y, a los seis meses, la llaga, que se había ido haciendo cada vez más pequeña, estaba completamente anulada. ¡Gloria a Dios por la maravillosa miel y la sábila que Él nos da! Gracias a Dios que nos ha regalado tan maravillosos insectos, las abejitas, que son tan trabajadores trayendo la miel, el polen y la jalea real. Y, hasta el veneno de la abejita es tan medicinal que, en tres meses, logramos hacer caminar a una pobre mujer que padecía artritis degenerativa, que nos llevaron en camilla de palitos, toda encogida de pies y manos. Le daban de comer en la boca y la tenían que mover, pues ya no podía mover sus miembros. A base de piquetes de abejita, pudo caminar y comer por si misma. Media docena de piquetes en las coyunturas, produciendo la muerte en cada abejita, ya que dejan sus intestinos junto con el aguijón. El veneno aflojó los tendones hechos bola, y la mujer pudo caminar y comer por sí sola. Muchas veces es necesario utilizar la medicina de la farmacia, indicada por el médico, pero siempre será mejor curarse con remedios naturales. Y el mejor remedio es una muy buena alimentación con productos naturales. La miel purifica la sangre y contiene alcaloides que la oxigenan, dándole vida a todo el cuerpo. Como hemos venido comentando, la miel tiene infinidad de propiedades: ayuda a curar heridas y quemaduras superficiales, se utiliza también para tratar la artritis, contra la carnosidad en los ojos “pterígion” (esto lo experimenté yo). Sus propiedades para el alivio sintomático de los resfriados y la tos son de sobra reconocidas. También limpia la piel –en mascarillas– y nos ayuda a man-

tenernos jóvenes por más tiempo, pues es energética y antioxidante, y muchos etcéteras… Cabe mencionar aquí que la miel no se debe usar en bebés, pues su estómago no tiene la acidez necesaria para procesarla. Pero, tengamos cuidado cuando compramos miel, ya que hay muchos vendedores que la adulteran y muchos otros nos venden glucosa pintada de color miel. Ya casi no hay vendedores en la calle que vendan buena miel (a veces, ni ellos mismos saben que engañan a la gente). Si no conoces bien el sabor y el olor de la miel, es mejor que la compres directamente con quien la saca de las colmenas. Y, si ves que el frasquito trae dentro una abejita, no es miel, se la ponen para que te creas el engaño. Lo mismo, si tiene un pedacito de la penca de la colmena, es el mismo truco. El olor de la miel es fuerte, apenas abres el frasco y sientes el olor del néctar de las flores y su sabor es inconfundible, se saborea aún la misma cera que contenía la miel. Recuerda que “el que no oye consejo no llega a viejo”. Es una lástima que muchos estemos tan adictos al veneno de la comida y bebida chatarras que preferimos vivir enfermos, gastando en medicamentos hasta lo que no tenemos, que cambiar de hábitos. Disfruta lo hermoso que es vivir saludable. El mandamiento: no mataras, también hay que aplicarlo a nuestro cuerpo, ya que muchas veces lo matamos poco a poco y a veces más rápido que inmediatamente, por no respetarnos a nosotros mismos y darle a nuestro cuerpo lo que lo mata. Cuídate. Dios es la Vida, nos hizo para Él y mientras más sanos estamos, mejor le conocemos, le amamos, le servimos y le alabamos. ¡Hasta la próxima! Presencia Apostólica

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Nuestra devoción

San Judas Tadeo y la ciudad de México Irving Santiago Patraca, CMF

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a devoción a san Judas Tadeo en México se ha extendido por todo el país, destacando la Ciudad de México, y concentrándose principalmente en el Templo de San Hipólito, ubicado en la esquina de Av. Hidalgo y Paseo de la Reforma, donde miles de fieles acuden cada día 28 y en especial para la fiesta de octubre. En esta ciudad la devoción a San Judas Tadeo cuenta con su historia, siendo también, como en Chile y Estados Unidos, los Misioneros Claretianos, los primeros en promoverla y traer una imagen para su veneración.

San Judas Tadeo en el Templo de Jesús María, México D.F.1

En las crónicas y la historia de los claretianos en México se indica que en el año 1887 se realizaba la segunda fundación en nuestro país en el Templo de Jesús María en el centro histórico de la capital mexicana. En ese tiempo en los alrededores de esta iglesia vivían familias y gente con suficientes recursos económicos, por lo tanto la participación en ese templo era desde personas muy pobres, hasta las personas más sobresalientes de la sociedad. Hacia el año 1932, tiempo de aparente paz, después de la llamada “Guerra Cristera”, el culto había prácticamente regresado a la normalidad, tanto en los templos del interior del país, como en la capital, aunque algunos sacerdotes continuaban realizando culto en casas particulares por el temor a ser reprendidos. En octubre de ese mismo año, por primera vez, se realiza la novena de san Judas Tadeo en el Templo de Jesús María, aún sin una imagen para su veneración, comienza con ánimo, aunque también con cierto temor ante la situación que vivía la Iglesia en relación con el gobierno, por lo que poco tiempo después fue decayendo. El padre Julián Collell CMF, superior de la comunidad de Jesús María, con la intención de reavivar el fuego del entusiasmo por esta devoción, obtuvo una hermosa estatua del santo apóstol y una reliquia, y editó una novena en su honor. La imagen de San Judas Tadeo fue fabricada en Barcelona, España y se embarcó el 23 de febrero de 1933. El 30 de mayo de ese año llegó la imagen al Templo de Jesús María. El 25 de junio de 1933 se bendijo solemnemente y se colocó en 6

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el altar debajo del coro. Para el mes de octubre se realizó con éxito la novena y fiesta del apóstol. En noviembre de 1933 se publicó una orden oficial en la que se mandaba retirar del culto al Templo de Jesús María, para ser convertido en el Archivo Histórico Militar. Los últimos días de febrero y los primeros de marzo de 1934, tras la irrevocable decisión de cerrar esta iglesia al culto, el gobierno permitió sacar los objetos de culto de las iglesias en cuestión, entre las que se encontraba también la Parroquia del Purísimo Corazón de María en la Colonia del Valle, también administrada por los claretianos. Así el 7 de marzo de 19342 un inspector de Bienes Nacionales hizo entrega al encargado de la Parroquia de algunos objetos provenientes de Jesús María, entre los que se encontraba la imagen de san Judas Tadeo. A pesar de todo, en casas particula­res cercanas al Templo de Jesús María, continuaba la devoción a san Judas. En septiembre de 1936 la imagen de san Judas Tadeo es trasladada a Puebla para celebrar ahí la novena y su fiesta y de esta forma promover la devoción en ese estado.

San Judas Tadeo en el Templo de San Hipólito, México D.F.

Después de peregrinar por el Templo de Jesús María, la Parroquia del Purísimo Corazón de María en México D.F. y por la ciudad de Puebla, en 19553 la imagen de san Judas Tadeo llega por fin al Templo de San Hipólito (atendido por los misioneros claretianos desde 1892). Se consiguió de Bienes Nacionales, el espacio que en la actualidad es la Capilla de los Mártires Mexicanos para convertirlo en Capilla de San Judas, desistiendo del proyecto ese año. En 1958, con la construcción de la torre gemela, se consideró nuevamente hacer la capilla, que contribuyó a encauzar la corriente vigorosa de la devoción al santo Apóstol, que cuenta con numerosos devotos.4 La situación apostólica con la que comienza la devoción a san Judas Tadeo en el Templo de San Hipólito en el año 1955 es la siguiente: atención humana y espiritual a los sordos, fundando en el edificio anexo al templo la escuela “Rosendo Olleta” para contribuir en la educación integral de estas personas. Otro grupo que se atendía eran los boleros y papeleros (limpiabotas y vendedores de períodicos). Asimismo, se


Nuestra devoción

trabajaba en primeras comuniones de adultos y para legitimar la situación de quienes vivían amancebados. Finalmente la atención a obreros y empleados de la Asociación Guadalupana de Obreros, creada en 1908. Durante el período de 1958 a 1982, a la imagen de san Judas Tadeo se le añadieron nuevos elementos pertenecientes a su icono­grafía tradicional, como son el medallón con el rostro de Cristo, el báculo, símbolo del instrumento con el que fue martirizado y la lengüeta de fuego que representa el Espíritu Santo que recibió junto con los demás após­ toles y la Virgen María el día de Pentecostés. Ante la gran afluencia de feligreses que iban a pedir los beneficios de Dios por intercesión del santo, la capilla no fue suficiente para recibir

a los miles de fieles, por lo que en 1982 se decidió colocar la imagen en el manifestador. Es un fenómeno dificil de explicar y entender que produce admi­ ración general, una especie de magnetismo espiritual ante lo inexplicable. Todos los días 28 de cada mes miles de personas acuden a implorar la protección y ayuda del santo apóstol. No es la publicidad, ni la predicación la que arrastra a multitudes a este templo, es la fama de taumaturgo y la verificación de los favores recibidos lo que ha extendido la devoción a toda la inmensa ciudad de México. En la predicación breve se procura esclarecer la verdadera doctrina sobre el culto de veneración a los santos. El incontable número de fieles agradece y corresponde a cuanto hace en esas manifestaciones religiosas.6

En México, al igual que en Estados Unidos, con la finalidad de promover la devoción a San Judas Tadeo y compartir experiencias de fe con devotos de diferentes lugares del país y del mundo se creó en el año 2003 la Liga Nacional de San Judas Tadeo A.C. y la revista Presencia Apostólica como medio que fortalezca la unión entre los devotos, como un instrumento que ayude a difundir adecuadamente la devoción al santo apóstol, procurando una buena formación humana y cristiana. Archivo Histórico de la Curia Claretiana de México. Fondo Casa de Jesús María. Diario de la Casa. 2 En el AHCCM, Fondo Casa de Jesús María se encuentra el documento que avala dicha entrega de parte de Bienes Nacionales. 3 El P. Antonio Bandrés cmf fue el primero en promover la devoción en el Templo de San Hipólito, después fue el P. Ángel Alegre cmf. 4 Boletín de la Provincia Claretiana de México, Mayo-Junio 1960, p. 180. 5 Ibíd, p. 176 – 177. 6 Misioneros Claretianos, Iglesia de San Hipólito y San Casiano, México D.F., 1992, p. 24. 1

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Crecimiento personal

El camino a la paz interior II: Valora la vida, abandona preocupaciones y conflictos Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez

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n el artículo anterior comenzamos con un tema necesario para quienes buscamos crecer y abrir nuestra alma a Dios, al prójimo y también a nosotros mismos: construir la paz interior. Constantemente encontramos reclamos por la paz del mundo; se han hecho tratados internacionales buscando tan anhelado objetivo. Pero claramente la historia nos reitera lo lejos que estamos de alcanzarla, pues la humanidad entera en toda su existencia no ha logrado un sólo año sin guerra. Ciertamente no se puede alcanzar la paz de los pueblos ni la paz con cualquier ser humano, si no logramos la paz con nosotros mismos. Esto implica que la paz del mundo externo viene y se nutre de nuestro mundo interno. Para contactar lo más profundo de nosotros mismos necesitamos aventurarnos a conquistar lo que somos. Necesitamos vivir un proceso de crecimiento amoroso, sin auto-castigarnos ni culpabilizarnos. Mientras no realicemos tal 8

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lucha y conquista interior, aunque tengamos grandes logros externos y batallas ganadas en el mundo, seremos esclavos de nuestro pasado, de nuestras sombras y demonios; es decir, del caos de las tierras inhóspitas de un alma que no se conoce y no tiene la valentía de hacerlo. Verdad encierra la sentencia que dice: “Cuando el in­ consciente no se vuelve consciente, el mundo interno desconocido seguirá llevando y dominando tu vida, a lo cual llamarás destino.” La paz interior implica liberarse de las guerras internas y dejar que el estiércol se convierta en abono que ayude a crecer las más bellas flores y frutos que están guardados en nuestro corazón. La invitación que hice en el artículo anterior fue a trabajar con algunos puntos en cada artículo, para aprender a pararse en los terrenos de la paz. Los que trabajaremos en esta ocasión son:  La pérdida de interés en los conflictos  La pérdida de interés en preocuparse y

 El cambio de las valoraciones que nos empobrecen por otras que amplíen nuestro mundo interno y externo, gozosamente Pérdida de interés en los conflictos Ya habíamos señalado que la paz interior no tiene que ver con una inmovilidad sepulcral, y que al caminar en la vida, entre más fluimos con ésta y nos conectamos con nosotros mismos, más vivos y en paz estamos. Lo mismo si aceptamos lo que nos toque vivir y no nos empeñamos neciamente en imponer nuestros deseos. Decíamos que la vida no es remanso de quietud; implica movimiento, devenir, y muchas veces lucha. Sin embargo, muchas veces entramos en luchas equivocadas cuando creyendo entender a los demás, en realidad los enjuiciamos, a partir de consig­nas que ciegamente seguimos, movidos por impulsos destructivos internos. Sin darnos cuenta, el centro del conflicto que tenemos afuera, generalmente viene de nuestro mundo interno, de nuestros conflictos no resueltos. Una guerra entre individuos impli-


Crecimiento personal ca las luchas que cada uno de ellos tiene personalmente y no ha sabido arreglar. Siempre el mundo, la sociedad y especialmente el otro, servirán de grandes pantallas para proyectar lo que no hemos digerido, aceptado y puesto en orden y, precisamente, en paz. El interés en generar o en entrar en conflictos viene de un corazón ignorante de sí y de la sabiduría de la vida. La competencia necia, la hipersensibilidad pueril, la obediencia ciega a líderes atrapados en sus vilezas, iguales o peores que las de sus seguidores, el machismo que empobrece el ser del hombre y de la mujer, los credos que en nombre de la paz hacen la guerra, etc., nos dicen a gritos que detrás de la búsqueda de conflictos muchas veces están seres que necesitan crecer y madurar, pacificando sus guerras interiores. Por eso, la paz de una persona siempre es señal de que ha alcanzado riqueza interior. Pérdida de interés en preocuparse La palabra preocuparse nos habla en estricto sentido de lo que ocurre antes de ocuparse, de lo que podría ser la preparación y planeación para lo que se tenga que hacer. Pero, curiosamente, en la práctica implica muchas veces no ocuparse, no actuar, por estar paralizado en la angustia de fantasías catastróficas que nos impiden hacer y resolver pendientes; por lo que la preocupación es un terreno más emocional que intelectual. Y es que, aunque aparentemente la preocupación está en el terreno de las ideas, las cuales dan vueltas y vueltas, muchas veces sin salida, su campo real es el emocional; las emociones sumergen a los pensamientos en aguas negras que los ahogan, generalmente cuando la cabeza no puede tomar el mando. Preocuparse emocionalmente de forma negativa, en lugar de ser preparación para la ocupación, es el

impedimento que nos detiene a la hora de actuar en la vida. De hecho, la ocupación se da solamente en el tiempo presente. En cambio, las preocupaciones siempre se proyectan hacia el futuro, en el temor de lo que no ha sucedido. Por eso quien se ocupa está en lo que está, siempre en presente, mientras el que se preocupa está en lo que no está, siempre en el futuro: la ocupación tiene que ver con la vida, la preocupación con la falta de ésta. Como hemos señalado, la paz interior siempre se da en el presente; es una experiencia viva. Este estado es una ocupación no una preocupación. Incluso, cuando se ha crecido lo suficiente en la paz interior, deja de ser una ocupación, para sólo ser. Quien se angustia por alcanzar la paz interior siempre estará impidiendo, de esta forma, lograrlo. Ocuparse en la paz interior lleva a un estado activo de dejar que fluya, aunque sea en la inmovilidad corporal. La paz se logra únicamente permitiéndola. Preocuparse, entonces, es el peor veneno para la paz interior. De hecho un síntoma de que se está alcanzando un estado espiritual de paz es dejarse de preocupar. Hay personas que están tan habituadas a las preocupaciones que no saben vivir sin ellas; han hecho de su vida una cárcel de la cual no están dispuestos a liberarse. Aprender a revalorar gozosamente Una de las características que tiene el ser humano es que es un ser axiológico, esto quiere decir que necesita valores, para darle un sentido a su existencia, independientemente de qué tan válidos y éticos sean dichos valores. Pues hasta los llamados anti-valores son valores en sí mismos. Los valores que tengamos como centrales serán nuestra brújula. El problema está

precisamente en el tipo de valores que adoptamos y promovemos. Un valor que enriquece es aquel que vuelve más valioso a quien lo asume. Sin embargo, lo cierto es que muchas personas están atrapadas en valores que les quitan dignidad o que las degradan. Por ejemplo, quienes están volcados hacia afuera y evitan adentrarse en sí mismos, personas cuyos peores temores están en su interioridad, generalmente sin conciencia de cuáles son los valores que realmente los guían. Sus peores enemigos son ellos mismos, al evitarse y no conocerse. De los valores que tengamos dependerá la posición que tomemos ante nosotros mismos, así como el rumbo que demos a nuestra vida. Es importante tener consciencia de nuestros valores porque muchos llevan una doble vida al no comprender por qué sus valores no coinciden con las normas sociales vigentes. Así, los valores pueden ser cárceles que no nos dejan ser libres y coherentes, pueden ser fuente de las peores acciones o, por el contrario, ser fuente de nutrición y engrandecimiento. La paz interior implica una re-elaboración de valores que llevará a elegir nuevas formas de caminar en la existencia, lo que nos dará una mayor coherencia. Los valores tienen su peso no solamente por los argumentos que los sostengan, sino principalmente por el bienestar que conllevan. De tal forma, la vida empieza a ser vivida de una manera novedosa y enriquecedora, el mundo mismo se amplifica, hay un aumento sustancial de momentos y motivos para disfrutar. A mayor paz interior, tendremos frecuentes y desbordantes momentos de gozo y valoración de la vida. El autor es licenciado en psicología y filosofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Terapeuta, catedrático universitario y conferencista. Presencia Apostólica

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Desarrollo humano

H

La magia de

agradecer

Gylda Valadez Lazcano

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Presencia Apostólica

ay algo de magia en el ejercicio de agradecer. Es una forma de generar un retorno positivo a nuestras vidas. Cada vez que en nuestra vida tenemos la oportunidad de apoyar de alguna manera a otra persona, poder hacerlo es, a la vez, una oportunidad que nos da la vida. La vida es una aventura, una oportunidad de dar y recibir. Estoy convencida de que cada vez que me inunda el sentimiento de gratitud hacia Dios y hacia la vida, todas las fuerzas conspiran para devolverme beneficios materiales o espirituales. Cada vez que agradecemos, surge un sentimiento de expansión que nos hace fluir en el río de la vida y poder entender que cada cosa que suceda en ella –aunque algunas veces no nos guste– nos da la oportunidad de conocernos y crecer. Abrir nuestro corazón a la gratitud es una elección, pero una vez que lo hacemos, una vez que le abrimos la puerta al agradecimiento, su energía ilumina todo a nuestro alrededor. La energía de la gratitud Desde el mismo momento en que despierto y ya antes de abrir los ojos, me digo a mí misma: ¡Estoy viva! ¡Sigo formando parte del mundo! ¡Gracias Dios! Siento el agradecimiento en todos mis poros, en toda mi alma; disfruto del mi­ lagro de estar viva y de ser consciente de ello. Cada día que abro los ojos doy las más sinceras gracias por poder ver, oír, oler; por mi corazón que late y por mi cuerpo entero. Digo: “¡Gracias, gracias, gracias!” y voy sintiendo la poderosa energía de la gratitud. Como decíamos antes, es una decisión personal practicar el agradecimiento en nuestra vida, pero una decisión que resuena inclu-


Desarrollo humano so a nivel celular. Como a todos nos sucede, existen problemas en cada vida, pero si me centro en quejarme de lo que no tengo, dejo de ver lo que si hay –que es mucho– y me privo de la oportunidad de agradecer. La persona que sabe agradecer es buena compañía para los demás y para sí misma. Agradecer nos ayuda a enfocarnos en el presente A la mente humana le cuesta mantenerse en el momento presente; si la observas, te darás cuenta de que siempre está recordando algo del pasado o planificando o imaginando algo para el futuro. Practicar el agradecimiento obliga a la mente a ser consciente del momento presente, a ver la realidad aquí y ahora. Sé feliz hoy y bendice todo lo que tienes aquí y ahora, todo el tiempo y a cada segundo: al caminar, mientras trabajas, al conducir… Cuanto más agradezcas lo que tienes, más cosas encontrarás para agradecer. Y llegará un momento en el que ya no podrás parar. El agradecimiento cambia la perspectiva de nuestra vida. Agradecer nos ayuda a dejar de sentir inconformidad por las cosas malas que hemos vivido y aprendemos a encontrar el regalo que esconde cada situación que experimentamos. Dejamos de elevar oraciones basadas únicamente en la petición y hacemos oraciones de gratitud, lo que nos permite ser más humildes, abrazar la vida sin condicionamientos y lograr una mayor conexión con nuestro espíritu. Antiguamente la manera de orar era agradecer. Cuando nos enfocamos en el agradecimiento estamos estableciendo una conexión espiritual con nuestro ser interior que nos ayuda a abrir nuestra mente y corazón para recibir más cosas buenas en nuestra vida, porque hemos dejado de

El agradecimiento es una medicina milagrosa para el alma. Nos ayuda a valorar nuestra vida, a centrarnos en el presente y a disfrutarlo. desear más o de basar nuestra vida en la consecución de ciertas metas para ser completamente felices. De esta forma, al aceptar con amor nuestro momento actual, tenemos la capacidad de disfrutar cada paso de nuestro proceso hacia los sueños que hemos construido, no nos apegamos al resultado y seguimos siendo felices en el hoy que vivimos, y esta hermosa sensación se logra cuando nos entregamos al agradecimiento. Haz la prueba Te propongo un ejercicio. Vive el día de hoy en “clave de agradecimiento”, ve las cosas que te pasan, la gente con la que te cruzas y detecta qué puedes agradecer, lo que te nazca con honestidad, y entonces da las gracias a esa persona. Agradece a Dios lo que tienes también. Muchas veces las personas se pasan la vida quejándose, deseando cosas que no tienen, o envidiando a aquellos que, en algún aspecto, les parecen más afortunados. Hacer eso es vivir en un perpetuo estado de frustración, pues, aunque lográramos aquello que tanto deseamos… no tardaríamos en descubrir que el placer del logro es efímero y que ¡ya no estamos satisfechos! Así transcurren las vidas de la mayoría de nosotros: sin apreciar lo que sí tenemos… esa vida de la que renegamos… No somos conscientes del milagro que somos, del lujo que supone el poder estar aquí. El agradecimiento es una medicina milagrosa para el alma. Nos ayuda a valorar nuestra vida, a centrarnos en el presente y a disfrutar-

lo. Mi vida parece otra, no es que tenga menos problemas que otras personas, pero ahora se me antoja perfecta y no la cambiaría por ninguna. Mi cabeza se centra en vivir y disfrutar del presente; en disfrutar de lo que sí hay y de lo que sí tengo, dejando que el futuro y los sueños se tomen su tiempo, sin prisas ni agobios. Se ha comprobado que a medida que la gratitud aumenta, también lo hacen la felicidad, la actitud positiva ante la vida, la esperanza, la satisfacción e incluso, el rendi­ miento laboral y académico. En­ ton­ces, es importante apreciar las pequeñas y grandes cosas del día a día, como estar en familia compartiendo una comida caliente, tener una casa en donde vivir, amigos para conversar, salud para practicar un deporte y para rendir en la escuela, por citar algunos ejemplos. El simple hecho de levan­tarse y ver el sol puede ser un motivo de agradecimiento. También lo son por supuesto, los logros en muchos otros niveles, como tener un buen trabajo o contar con el apoyo de alguien querido en un momento crítico. Según los expertos, ejercitar el agradecimiento propicia una actitud positiva ante la vida para así tener una buena salud mental, que por supuesto se va a reflejar en salud emocional y física, además de que incrementa nuestra inteligencia emocional. Yo les agradezco que hayan leído este artículo. La autora es psicoterapeuta corporal y terapeuta sistémica de pareja y familia. coordinacion.centroometeotl@gmail.com Presencia Apostólica

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Tanatología

Cuando un hijo

muere

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n hijo puede morir de muchas maneras: antes o durante el nacimiento, por muerte de cuna, accidente, enfer­ medad, suicidio, asesinato. Puede morir a cualquier edad y, no importa cómo suceda, la muerte de un hijo siempre será una tragedia. No importa si una madre de 75 años pierde a su hijo de 50, o si la madre de 26 pierde a su hijo de 5 años, no nos parece natural que un hi­jo muera antes que los padres. La naturaleza nos indica que los mayores vamos a morir primero. Así, los abuelos, los viejos, mueren antes que los jóvenes... al menos eso creemos. Nunca estamos preparados para la muerte de un niño y menos si se trata de nuestro propio hijo. Además, como padres somos responsable de la protección y del cuidado de nuestros hijos, principalmente si son pequeños y su pérdida, su muerte, suele ser vivida como un fracaso y con grandes sentimientos de culpabilidad: ¿Qué hicimos o qué no hicimos para que sucediera? No existe manera de describir 12

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Ana Laura Rosas Bucio

la magnitud del dolor de perder a un ser querido, y si es nuestro hijo, el dolor suele ser aún mayor. Es una de las experiencias más difíciles y dolorosas que podemos sufrir. Es como caer y estar en la oscuridad, en las profundidades del sufrimiento y de la tristeza. Aunque nuestra vida siga, podemos sentirnos sin vida, ya que estar en esas profundidades es muy confuso y doloroso. Es una experiencia que no tiene comparación con ninguna otra. Cuando perdemos a nuestro esposo nos llaman viudas; cuando perdemos a nuestros padres somos huérfanos; cuando perdemos a un hijo no existe un nombre para llamar a esa experiencia. El dolor es indescriptible y devastador. La ausencia del hijo se convierte en la única presencia que uno desea. Cuando nació ese hijo llegaron muchas bendiciones a nuestra vida. Cuando ese hijo muere la sensación puede ser que junto con él o ella todo lo que teníamos se fue. A este sufrimiento le llamamos duelo. Recordemos que es un proceso que inicia con la muerte de

nuestro ser querido y que va a llevarnos un tiempo poder superar. Muchos padres que pierden a sus hijos preguntan cuándo se va a acabar el dolor y, conforme pasa el tiempo y ven que el dolor no disminuye, se desesperan mucho. Tenemos poca tolerancia ante el dolor físico y emocional. Si nos duele la cabeza, nos tomamos una pastilla y esperamos que en unos pocos minutos se nos quite el dolor. Los padres que han perdido hijos llegan a pedir ayuda esperando que exista una receta mágica que les alivie el sufrimiento que experimentan. En este caso, el dolor que tenemos no se alivia de esa manera. Cuando el coche se descompone, vamos con el mecánico, lo repara y queda listo. Cuando estamos enfermos vamos al doctor y también, después de un diagnóstico, nos receta y, por lo general, nos curamos a los poco días. Pero ¿qué hacemos cuando sufrimos un dolor emocional tan fuerte? Para aliviar el sufrimiento hay que adaptarnos. El dolor del que hablamos en esta ocasión nos va a acompañar mientras estemos vivos. Irá siempre con nosotros, por lo que tenemos que aprender a vivir con eso. Necesitamos una forma de rehabilitación. Por ejemplo: cuando perdemos la vista tenemos que aprender un sistema de lectura y aprendemos a usar un bastón. Vivir la muerte de un hijo nos enseña nuevas maneras de adaptarnos. La vida no será la misma. Hay que aprender nuevas maneras de pensar, sentir y actuar. Aprendizajes Aprender a vivir con fe; con fe de que mañana amaneceremos, pero con la certeza de que lo único verdadero que tenemos es hoy. La muerte de un hijo nos hace darnos cuenta de que no tenemos ningún control sobre la vida y aunque esta certeza nos genera angustia,


Tanatología nos tiene que llevar a entender que tenemos que aprender a vivir la vida con toda su intensidad, porque en cualquier momento se puede acabar. Aprendemos a esperar. La profundidad oscura y dolorosa a la que entramos nos hace detenernos y pensar en lo que es realmente importante, aprendemos a conocernos a nosotros mismos y a valorar la vida y esas pequeñas cosas que hacen que ésta valga la pena. Si aprendemos a esperar, sucederán pequeños milagros que hacen que la vida valga la pena vivirse. Es

o primos, todos aquellos que también perdieron a un ser querido y que también están sufriendo. El dolor acompañado es más fácil de cargar que el dolor solitario. Llorar es natural; es la forma en que el cuerpo libera el dolor y la tensión. Las lágrimas también son una señal de fortaleza, porque demuestran nuestra salud emocional. Se puede llegar a sentir que nunca vamos a dejar de llorar, pero eso no es cierto. Algún día ya no habrá más lágrimas dolorosas. Y eso será un buen indicador de que nuestro duelo ya cerró.

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Hay que aprender nuevas maneras de pensar, sentir y actuar. como estar esperando que llegue el atardecer; no podemos adelantarlo, ni atrasarlo, lo único que podemos hacer es esperar que llegue y, si esto lo hacemos durante varias ocasiones, descubriremos que nunca será el mismo. Aprendemos a tener esperanza; esa esperanza de que algún día nos volveremos a reunir con nuestro ser amado, de que mañana puede ser un día mejor, de que podremos continuar con nuestra vida, a pesar de la pérdida. Nunca olvidaremos a nuestro hijo; no nos vamos a recuperar de la pena ni hoy, ni en tres meses. El proceso lleva tiempo y en ese tiempo se tienen que aprender estrategias para seguir viviendo. Estrategias que pueden ayudarnos: enfrentar un solo día a la vez. No preocuparnos de mañana o de cuántos días nos faltan. Sólo hoy. Aunque se siente la necesidad de estar solo, lo que más ayuda es estar con los otros, principalmente con aquellos que están sufriendo igual que nosotros: nuestra pareja, los abuelos, los hermanos, los tíos

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Hay que permitir la libre expresión de otras emociones. El enojo, la desesperación y la culpa, son emociones normales que necesitan encontrar una salida correcta para que no nos lastimen. Tener dudas es normal. Lo ideal sería preguntar a las personas correctas. La muerte deja muchas interrogantes y no todas van a poder ser resueltas, pero eso no nos quita el derecho de preguntar. El dolor tiene muchas maneras de expresarse. Una madre tiene una diferente manera de expresar su dolor que un padre. Las mujeres y los hombres somos diferentes en cuanto a la expresión de nuestro dolor. Nosotras podemos llorar mucho, pero nuestro esposo es probable que no lo haga, sin embargo eso no significa que no le duela. Preguntémosle sobre lo que siente. Como pareja, los padres tienen que cuidarse mutuamente, y aunque en ocasiones existe la tendencia a culpar al otro, es importante entender que la rabia y el odio, no van a regresarnos al hijo muerto. En cambio, resolver esas emociones si puede evitar que existan más perdidas.

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No olvidar a los otros hijos, ellos también perdieron un hermano y pueden estar sintiendo que van a perder a sus padres como consecuencia de la muerte de su hermano. Para ellos la pérdida puede ser múltiple. Es bueno recordar el cumpleaños pero no celebrarlo. La muerte de un hijo no borra el hecho de que vivió. No vamos a olvidarlo nunca, pero hay que darle el lugar que ahora tiene; el lugar de un hijo muerto, que ya no está con nosotros en vida, pero que lo amamos y lo recordaremos desde la dimensión en la que está. Hay que tener cuidado de aquellas personas que nos aconsejan que dejemos de llorar, diciendo que no dejamos descansar a nuestro hijo, que nos piden que tengamos resignación, que nos olvidemos de lo sucedido o que ya no hablemos de nuestro hijo fallecido. Son personas que no tienen la intención de hacernos daño, pero que, sin quererlo, lo hacen. Llorar nos sana y no afecta el descanso del fallecido; en cambio, dejar de llorar sí entorpece nuestra curación. No necesitamos resignación, sólo aceptación y ésta es un proceso que se irá consiguiendo poco a poco. Sobrevivir a la muerte de un hijo es muy difícil, pero recordemos que no estamos solos. La Oración de la serenidad puede ayudarnos: “Señor, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría para poder diferenciarlas.” Es una pérdida muy difícil, pero no imposible de superar. No estamos solos. Eso es algo que nunca hay que olvidar.

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La autora es psicóloga clínica, experta en intervención en crisis, tanatóloga, logoterapeuta y conferencista. Directora académica del Instituto de Formación y Atención en Psicología IFAPS. lrosasb@hotmail.com Presencia Apostólica

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Historia para meditar

La mejor arma es la esperanza Enrique A. Eguiarte, OAR

Ilustración: Leticia Asprón

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abía tenido que salir corriendo de su casa en medio de la noche, pues las sirenas que avisaban de la llegada de los aviones bombarderos nazis no le habían dado tiempo de agarrar nada. Salió de su casa con lo que tenía puesto, sin saber si iba a poder regresar a ella. Pronto pudo alcanzar el refugio antiaéreo más cercano a su casa y ahí, bajo la vacilante luz de una bombilla, podía oír la llegada de los mortales aviones que dejaban caer terribles bombas sobre su querida ciudad. No podía sino imaginar que todo lo que estaba afuera había quedado destruido, y que muy probablemente para estos momentos su casa ya estaría en llamas y él lo habría perdido todo. Por ello, ya sentado en el suelo de aquella vieja estación del metro londinense, no pudo sino cogerse las piernas con las dos manos y dejar que por sus ojos comenzaran a resbalar abundantes lágrimas. Mientras estaba absorto en sus tristes pensamientos y se dejaba llevar muy lejos por el abatimiento y la tristeza, sintió que alguien se acercaba. Una voz serena fue la que rompió sus melancólicas meditaciones: —Eso es precisamente lo que ellos quieren. No se deje usted derrotar, pues no hay peor derrota que no tener esperanza, y darlo todo por perdido. 14

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Al escuchar la voz, el que lloraba levantó los ojos húmedos y vio que quien le hablaba en medio del ruido de los aviones y del bombardeo era un anciano de barba gris y gruesos lentes. Al ver que había escuchado sus palabras, siguió diciéndole: —La derrota de un pueblo está en llegar a convencer a cada uno de sus habitantes de que ya no hay nada que hacer, de que ha llegado la hora de la de­ sesperación y de que cada quien se salve a sí mismo; convencernos de que el mal ha vencido y de que es más fuerte que el bien. Así pretenden dividirnos y desmoralizarnos. Usted no se deje derrotar. Los tiempos duros como los que vivimos nos piden a todos tener un alma grande y saber que podrán destruir nuestras casas y quemar nuestra ciudad, pero sus bombas no podrán destruir nunca nuestro espíritu de lucha y afán de superación. Cuando se tiene esperanza y fe, no hay enemigo grande. Después de levantarse lentamente los lentes y de acariciarse la barba blanca, siguió diciendo: —Al mal se le vence con el bien, porque el mal nunca será más fuerte que el bien. Y mientras las bombas seguían cayendo, el anciano se sentó junto a él y le dijo: Mire, yo antes padecía igual que usted, pensado que no había nada que hacer y que todo estaba perdido,


Historia para meditar que era hora de lamentarse y de llorar y quejarse con- por la desilusión. De hecho, gracias al capitán, nuestra Dios. No obstante ahora he comprendido que el tro destacamento llegó a distinguirse entre todo el ser humano tiene una gran fuerza en su interior y que ejército inglés, pues procurábamos vivir pensando precisamente los momentos de crisis y de conflicto más en los demás que en nosotros mismos. No desson los que dejan ver lo mejor que hay en el corazón cuidábamos nuestro aspecto exterior como comen­zó del hombre. Déjeme que le cuente que hace veinte a hacer el enemigo. Nos afeitábamos todos los días años estuve en la Primera Guerra Mundial y ahí, en y procurábamos llevar el uniforme limpio. Algunos medio de las trincheras, viendo morir a mis compa- comandantes que nos visitaron nos dijeron, en son ñeros, me sentía derrotado y llegó un momento en el de broma, que parecía que nosotros estuviéramos que aplastado por la humedad, el hambre, la soledad todos los días esperando la visita del Rey de Inglatey la muerte que vivíamos todos los días en aquellas rra, pues siempre íbamos limpios y bien presentados. terribles trincheras, llegué al borde de la desespera- Nuestro espíritu, optimismo e ilusión poco a poco se ción. Dejé de preocuparme por mi persona y ya casi fue contagiando a otros destacamentos de nuestro no comía, hundido en una profunda tristeza. Llegué ejército –pues el optimismo más que el pesimismo, a ser un fantasma andante. En aquel momento el ca- se extiende y se contagia con mucha facilidad–, y pitán de nuestro destacamento me llamó y me dijo, permítame que le diga que la guerra la ganamos, mientras por encima de nosotros silbaban algunas entre otras cosas por eso. Porque no nos dejamos debalas enemigas y cerca caían algunas bombas. rrotar en lo más íntimo de nuestro ser. Cuando un ser —Soldado, lo veo a usted, desde hace unos días, humano se ha dado por vencido en su interior, su muy desmoralizado y triste. ¿No se da usted cuenta vida se vuelve una ruina y su figura la de un fantasma de que eso es precisamente lo que quieren los ene- que vaga arrastrando su lastimera existencia por migos? No hay mayor derrota que cuando uno se da todos los rincones. por vencido. Nuestra mejor arma es la esperanza, y Por ello, amigo, no importa que lo haya perdido nuestra mejor defensa es la fe en que los males que todo en este bombardeo o en los que puedan venir. sufrimos no podrán durar para siempre, sino que al- No se deje derrotar. Vista todos los días su corazón gún día se acabaran. Soldado, el ser humano tie- de fiesta, no pierda la esperanza, no olvide que su ne que vivir la adversidad para descubrir quién es, para aprender a compadecer, La grandeza de un ser humano está para sacar lo mejor de sí mismo. Así que en su interior. me va a hacer favor –me dijo el capitán– de lavarse la cara, rasurarse, lavar su uniforme y vestirlo con orgullo. Me va a hacer el favor mejor defensa es la fe. Que los enemigos no lo quede no quejarse de todo lo malo que puede haber en branten en su interior. estas trincheras y de dar gracias a Dios por todo lo Dicho esto, el anciano se fue y cuando lo busqué que tiene. Por lo menos dele gracias a Dios de que entre la gente ya no lo pude distinguir. Muy pronestá usted vivo y de que, si Dios lo quiere, usted to el bombardeo había terminado y paulatinamente saldrá de estas trincheras para poder comprender fuimos saliendo del refugio antiaéreo. lo mucho que aprendió en medio de este barro y de Es verdad que esa noche aquel hombre había esta miseria. Así que, ¡empuñe su mejor arma perdido muchas cosas materiales, pero había desy derrote al enemigo! cubierto que la grandeza de un ser humano está El anciano guardó silencio un momento, como en su interior, en no dejarse vencer por las adversi hubiera retrocedido en el tiempo y él volviera a sidades, en pedir a Dios su ayuda, en tener siemescuchar la voz de su capitán. pre entre los brazos el arma de la esperanza y el Posteriormente me siguió diciendo: escudo de la fe. —El capitán tenía razón. Yo era una persona que A partir de aquel día ese hombre no se olvidó de había vivido una vida superficial, llena de placeres vestir su corazón de fiesta todos los días y en medio y comodidades; que había aprendido a quejarme de los bombardeos que siguieron, él mismo se dedicó pero no a agradecer, y por ello no tenía fuerza en el a infundir ánimo y aliento a quienes, como él antes, se alma. En medio de aquella miseria de las trincheras, sentían abatidos y derrotados, pues había comprendicomprendí que esa era la escuela en la que debía do bien la lección: donde hay esperanza no tiene lugar aprender a agradecer y a sacar lo mejor de mí mismo. la tristeza; cuando se cree tercamente en la fuerza del A partir de ese momento, nunca más me dejé derrotar bien, el mal ya está derrotado. Presencia Apostólica

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k Fe y vida LAS MAQUILADORAS DE CIUDAD JUÁREZ: EL VERDADERO ROSTRO DEL NEOLIBERALISMO Enrique Marroquín, CMF

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uve la oportunidad de prestar mi servicio misionero de Semana Santa 2013 en la parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza, atendida por una comunidad de misioneros claretianos. La parroquia comprende un vasto territorio, que se ha sectorizado para atender a nueve capillas, a una de las cuales –el Corazón de María– fui asignado. Mis hermanos tuvieron la buena idea de programar que mis alimentos los tomara con distintas familias, lo que me permitió un buen conocimiento de sus condiciones de vida. “¿Por qué tantísima gente como ustedes –les preguntaba yo– tuvieron que dejar diversas regiones de la República, para aglomerarse en este desierto infernal convertido en basurero?” ¿Por qué residir en este lugar con calores que superan los 40° y fríos hasta por debajo de los 26° 16

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bajo 0, con tormentas de arena que ocultan el sol y torbellinos que hacen volar los tambos de basura? La respuesta era obvia: la oferta de trabajo en un país castigado por el desempleo. Es verdad que nuestro ritmo demográfico ha crecido mucho, pero ¿por qué muchos empresarios mexicanos, en vez de invertir en su país, sacan sus fortunas para depositarlas en bancos o inversiones del extranjero? ¿Por qué la política de creación de empleos no fomenta las inversiones extranjeras donde se encuentra la fuerza de trabajo y donde el territorio es más hospitalario? La globalización permite a las grandes corporaciones hacer muchos ahorros en sus gastos de producción u obtener mayores ganancias, si diversas partes del proceso se ubican en lugares diferentes de donde está la matriz (a veces en distintos países), según donde estén

ubicados los mejores recursos, la mejor oferta de mano de obra, el mejor mercado de consumidores, los menores impuestos, los menores gastos en transporte, etc. Ciudad Juárez es la exhibición más patente del verdadero rostro del neoliberalismo. Los empresarios estadounidenses tienen a su disposición, a la puerta misma de su territorio, una mano de obra abundante y calificada (capacitada por México), a la que explotan intensivamente, en condiciones de semiesclavitud. El gobierno mexicano, por su parte, les brinda muchas facilidades: los terrenos donde se asientan las maquiladoras propiedad de ciudadanos mexicanos, no pagan impuesto predial ni agua; se les brindan estímulos fiscales, se les proporciona infraestructura y se les adecúa el marco legal. Si se instalara tan sólo unos cuantos metros más arriba, cruzando el río,


Fe y vida la misma firma corporativa, con las mismas máquinas y elaborando exactamente el mismo producto, tendría que pagar diez veces más. Con los 6 o 7 dólares con que en Estados Unidos pagan una hora de trabajo, aquí se pagan 12 horas, incluyendo el transporte y el tiempo de las comidas1, teniendo como salario mínimo 65 pesos la jornada. La reforma laboral en ciernes ha disminuido el salario: las horas extras, que se pagaban al triple, ahora se pagarán al doble. Las maquilas son verdaderos campos de concentración (concentran miles de trabajadores y trabajadoras), donde se fabrican ciertas partes de un producto total, que será finalmente armado en los Estados Unidos. La técnica para el trabajo es el “taylorismo” o “fordismo”: una banda va corriendo a velocidad racionalmente controlada. Cada equipo de obreros debe realizar determinada acción, repetida indefinidamente, a ritmo fijado, durante toda la jornada. Cada movimiento fue diseñado por ingenieros laborales, formados por Ciudad Juárez y vigilados por supervisores. Este modelo fue primero exportado de EU a China, dónde se les pagaba el equivalente a unos 40 pesos, con la diferencia de que aquí las ganancias van a parar a la empresa extranjera; en cambio, allá, siendo una sociedad “socializada”, buena parte se revierte hacia la población en forma de servicios públicos. Gracias a esto los trabajadores chinos han venido mejorando su estilo de vida. Como dije antes, mis compañeros tuvieron la buena idea de que compartiera los alimentos con diversas familias del sector, lo que me permitió conversar con ellos sobre su forma de vida. Platican sin ningún reparo de sus tremendas condiciones de trabajo. Los turnos son larguísimos, los horarios de re-

levo varían de empresa a empresa y los empleadores se reservan el derecho del tiempo total de sus operadores (pueden ordenar de momento tres horas extra sin pedir el consentimiento del trabajador). La norma generalizada es que el trabajo se realice de pie, incluso en actividades, como la costura, que presumiblemente podrían realizarse mejor sentados. De esta forma, por ejemplo, para armar refrigeradores, quienes ponen los tornillos en la parte de abajo tienen que pasar todo el tiempo agachados, y

terminan por aficionarse uno al otro. No habiendo contacto con los hijos, los valores tradicionales no pueden menos que perderse. La otra parte de la pinza que se cierra sobre los trabajadores son los fraccionamientos, los cuales surgen como hongos en islotes en medio del desierto. Uno de mis compañeros claretianos me llevó a visitar unos establos en el desierto: cada vaca, encerrada en su casilla, se dedica simplemente a alimentarse en comederos corridos. Me recordó, tanto la maquila, como los fraccio-

La globalización permite a las grandes corporaciones hacer muchos ahorros en sus gastos de producción y obtener mayores ganancias. quienes los ponen en la parte de arriba, parados de puntitas (técnicamente la banda bien podría subirse o bajarse). La explicación dada es el bien del organismo (“evitar la obesidad”), aunque haya muchas mujeres varicosas... Cada operador tiene su reducido espacio y no puede hablar más que lo necesario durante el turno (consiguieron que se les permitiera poner las fotos de sus hijos o de la Virgen de Guadalupe en su casilla). Una consecuencia de esto es la desintegración familiar, Ya que ambos esposos trabajan en la maquila y los turnos no coinciden. A veces llega la mujer por la noche (incluso a la 1 de la mañana) y el varón sale tempranito (o viceversa). Casi no ven a los hijos. Me contaban de un niño de ocho años que se queda cuidando a sus hermanitos, o bien, son las abuelas quienes se hacen cargo total de los nietos o los encargan con los vecinos. Por otra parte, es frecuente que en el equipo de trabajo haya personas de ambos sexos y por el contacto frecuente (que no tienen con su cónyuge)

namientos. Se trata de casitas todas iguales, minúsculas. Están amurallados, supuestamente por razones de seguridad, de modo que el gobierno no puede, ya que son privados, ni siquiera cambiar alguna lámpara del alumbrado, tapar baches o patrullar. Se supone que los fraccionamientos, por ley, deben tener alguna área común (por ejemplo, donde celebrar cultos religiosos de diversas denominaciones, cumpleaños, asambleas, etc.), pero esto no se cumple. El resultado, además de la desintegración familiar ya aludida, es una cultura de individualismo, de indiferencia, de pérdida de valores, de inter-devoramiento y de estrés. Por eso, el templo representa el único espacio relativamente seguro donde las personas se encuentran, se conocen, se ayudan entre ellas y se solidarizan. Por ejemplo, la espiritualidad de “renovación del Espíritu” les proporciona catarsis, revalorización del cuerpo, fiesta y mantenimiento de los valores cristianos. 1

La jornada de 9 horas y media se considera legal, pues compensa el descanso de sábado y domingo.

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Actualidad

Francisco, el nuevo Papa Ernesto Bañuelos C.

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an Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús (los jesuitas) y a él se le unieron personas que serían grandes figuras: san Francisco Javier, san Francisco de Borja, Pedro Fabro, Diego Laínez, san Pedro Canisio, san Pedro Claver; algunos darían la gran batalla en el Concilio de Trento. Una obra de titanes Después, la Compañía arrastraría a las juventudes formadas en sus colegios; y de las filas de esta congregación religiosa han descollado grandes personajes de la historia, la filosofía, la antropología: Francisco Javier Clavigero, el P. Kino, Baltasar Gracián, Pedro Arrupe, Francisco Suárez, Miguel Agustín Pro, Theilard de Chardin, Jean Danielou, Karl Rahner. De sus obras no podemos dejar de citar las Reducciones del Paraguay, los colegios que fundaron en México y en muchas partes del mundo entero; los seminarios que dirigieron por mucho tiempo como el de Montezuma, en los Estados Unidos, durante y después de la persecución religiosa en México; la Universidad de Comillas, la Pontificia Universidad Gregoriana, por poner unos ejemplos. En pocas palabras, la Compañía ha trabajado y trabaja en la acción social, la educación, el ámbito intelectual, el servicio a parroquias y comunidades cristianas y en medios de comunicación. En 1975 Pablo VI describió así a los jesuitas: “Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas.” Allí se formó el nuevo Papa De esta cepa, de la Compañía de Jesús, está hecho el nuevo pontífice Su Santidad Francisco. ¡Cuánto no escribieron los futurólogos! Se predijo, se apostó, se pensó en fuerzas antagónicas, en coaliciones. Se especuló en cuanto a edad, nacionalidad, experiencia, capacidad intelectual, cercanía al papa anterior, tendencia, etc. Él lo dijo con sencillez: Mis hermanos cardenales fueron a buscar al nuevo Papa al fin del mundo. Pero lo único cierto es lo que afirmó Benedicto XVI al despedirse: Siempre supe que en aquella barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la 18

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Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda: es Él quien conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, porque así lo quiso. Es decir, los hombres, los cardenales, han elegido al nuevo Pontífice, han sido los instrumentos del Señor, pero ha sido el Espíritu Santo el que ha movido su inteligencia y su voluntad para que la decisión tomada sea la que su Iglesia necesita en estos momentos. El Espíritu Santo fue lo que Jesús, nuestro Señor, prometió: Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes, el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce (Jn 14,15). Y como recibió la formación de jesuita, sin duda que estará atento a la consigna de todo hijo de San Ignacio de Loyola: Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra. ebanuelosc@gmail.com


Manantial San Judas Tadeo

El Nevado de Toluca

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l Nevado de Toluca es un volcán ubicado en el estado de México, en el Valle del Matlatzinco, 22km al suroeste de la ciudad de Toluca. El nombre autóctono de este volcán es Xinantécatl, palabra que proviene del matlatzinco y del náhuatl, cuya traducción más aceptada es “hombre desnudo”. Existen varias leyendas matlatzincas acerca del origen de este volcán. El Nevado de Toluca es la cuarta formación más alta de México y alcanza una altitud de 4680 metros sobre el nivel del mar. El volcán presenta varios picos y laderas, entre los que destacan el Pico del Fraile (cima) y el Pico del Águila (cima secundaria). Actualmente es un volcán extinto. Su última erupción fue en el año 1350 a.C. La temperatura media del volcán es de entre -2°C y 12°C, y en las faldas el clima va de templado y lluvioso, en verano, a fresco y frío en invierno. El enorme y majestuoso Xinantécatl, se ubica en el Parque Nacional Nevado de Toluca, uno de los parques nacionales más espectaculares del país, y forma parte del Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas. En él se desarrollan bosques de encinos y coníferas, así como helechos, arbustos, pastos y musgos que van variando con la altitud. La fauna se compone de venados de cola blanca y coyotes (ambos en peligro de extinción), conejos, mapaches, ardillas, halcones y águilas reales; además del ganado de la región. También pueden encontrarse truchas arcoíris y truchas blancas.

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Misioneros Claretianos

53 años de misión en la

Montaña Alta de Guerrero

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os Misioneros Claretianos de México manifestamos nuestra gratitud al pueblo Tlapaneco (Meph’aa) y a todas aquellas personas, seglares mexicanos y extranjeros, religiosas y religiosos, así como sacerdotes, que en forma misionera y solidaria han contribuido a la evangelización de este maravilloso pueblo, durante los últimos 53 años. La labor misionera se ha realizado en numerosas comunidades de la Montaña Alta de Guerrero, pertenecientes a las diócesis de Chilapa y Tlapa. A lo largo de estos 53 años han participado en la evangelización misionera de este pueblo, además de los Misioneros Claretianos, tres congregaciones religiosas femeninas: Las Misioneras Cordimarianas, las Hermanas de la Providencia de Gap y las Misioneras Eucarísticas de María Inmaculada. Al acercarnos a la fase de consolidación y entrega de esta misión, nos retiramos con un profundo agradecimiento por lo que Dios nos permitió realizar, a lo largo de tantos años, y confiando en que los nuevos grupos evangelizadores den continuidad al trabajo y lo superen con creces.

Es una misión que ha dado un fuerte impulso misionero a toda la provincia. Hemos tenido que ser no sólo una comunidad evangelizadora, sino una comunidad evangelizada.

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Presencia Apostólica


La

De la Palabra a la acción

Palabra mayo-junio

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6º Domingo de Pascua Jn 14,23-29

Mayo

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La Ascensión del Señor Lc 24,46-53

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: «Me voy, pero volveré a su lado.» Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean.”

(…) Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto.” Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.

La Liturgia nos ofrece hoy apenas siete de los treinta y un versículos del capítulo catorce del evangelio de Juan. ¿Qué tal si nos atrevemos a leer, pausadamente, el contenido de todo este capítulo que nos habla del amor incondicional de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo? En su despedida, Jesús advierte que se va para prepararnos un lugar en una de las muchas habitaciones que hay en la casa de su Padre: “…para que donde estoy yo estén también ustedes.” Pero, mientras llega ese día, no caminaremos desorientados, porque: Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y no quedamos en orfandad, porque Jesús nos ofrece la constante compañía del Paráclito, que es el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad, el Consolador. ¡Sólo Dios puede ofrecernos tanto a cambio de nada!

Ante el misterio de la Ascensión, no podemos plantarnos con una actitud racionalista. En éste, como en los otros misterios, no hay que preguntarnos el “cómo”, sino el “para qué”. Jesús mismo se encarga de decir el para qué de su Ascensión: para “enviar al que mi Padre les prometió”. Nos pide, entre tanto, que permanezcamos unidos orando con toda la Iglesia: “Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros que somos de su cuerpo.” Amén. ¡La Ascensión del Señor es también fiesta de la esperanza! Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción

Mayo

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Domingo de Pentecostés Jn 20,19-23 Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.” Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.” Se advierte de inmediato que esta escena es muy distinta a la muy conocida del día de Pentecostés con sus lenguas de fuego. Con diferente simbología, este relato habla de lo mismo, y de algo más: Jesús, después de su saludo pascual, pone en movimiento a los bautizados: “La paz esté con ustedes.” “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.” “Sopló sobre ellos…” En este nuevo “ruah” (que significa viento o aliento) advertimos la intención de Jesús de instaurar una nueva creación con el soplo de su Espíritu: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados les quedarán perdonados…” ¡Felices nosotros –laicos, pastores y consagrados– que pertenecemos a la misma Iglesia, la Iglesia del perdón y de la paz, y del gozo de ser en el mundo testigos de Jesús resucitado! ¡Ven, Espíritu Santo! ¡Ven! 22

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La Santísima Trinidad • Jn 16,12-15

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes.” Entre las muchas cosas que todavía no podemos comprender, como advierte Jesús, está el misterio insondable de la Trinidad de Dios. Sin embargo, en cada paso que damos por la senda del Evangelio vamos descubriendo que Dios es amor, y lo vamos descubriendo al sentirnos arropados por el mismo Dios que, “al llegar la plenitud de los tiempos”, se nos revela enviando a su Hijo, nacido de mujer, para rescatarnos de la ley, y recibir la adopción filial con el Espíritu que nos enseña a clamar “Abba, Padre” que significa “Padre mío” (cfr. Gal 4,4-7). La Trinidad de Dios es incomprensible, sí, pero tan cercana a la vez, que Juan se atreve a decir en su primera carta: “Lo que hemos visto y oído lo anunciamos a ustedes, para que estén unidos a nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.”(1 Jn 1,1-3). ¡Increíble, pero cierto!

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Domingo • Lc 7, 1-10

(…) Cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: “Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga.” Jesús se puso en marcha con ellos. Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: «¡Ve!», y va; a otro «¡Ven!», y viene; y a mi criado: «¡Haz esto!», y lo hace.” Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande.” Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano. Si prescindimos de la soldadesca que en el pretorio y en el Calvario martirizó a Jesús sin saber ni de qué ni de quién se trataba, ¿será mera casualidad que los evangelios pongan a más de un militar como protagonistas de acciones ejemplares? Tres centuriones ejemplifican esta afirmación: el centurión de Cafarnaúm cuyas humildes palabras hacemos nuestras al acercarnos a recibir el cuerpo del Señor, el centurión que dice sorpren-


De la Palabra a la acción dido: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” y el centurión bautizado por Pedro, cuando el Espíritu Santo, inspirando, primero al centurión y luego a Pedro, abre de par en par las puertas a los paganos. El relato de hoy parece movernos a un afecto especial por los soldados, que, sin facilidades para leer el Evangelio, van ganando cielo en cada momento crítico de nuestra patria: “Vengan a mí, benditos de mi Padre, porque estuve en desgracia y ustedes me ayudaron.” ¡Oremos por ellos!

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Domingo • Lc 7, 11-17 (…) Se dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “No llores.” Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo Jesús: “Joven yo te lo mando: levántate.” Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.” La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas. Al contemplar el cortejo fúnebre de Naím, no puede uno menos que pensar en el dolor del número casi infinito de madres que lloran al lado de un hijo muerto. La “resurrección” del hijo único de una mujer viuda se nos vuelve símbolo del poder del Hijo de Dios, en quien se cumplen las palabras del profeta Isaías: “El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros.” La autoridad de Jesús, manifestada en el milagro que realiza, no es sólo la de un profeta, sino la de aquel que se presenta como el Mesías de Israel, el Hijo de Dios y el Señor de la vida y de la muerte que sabe compadecerse de la necesidad humana. Jesús hace presente en la historia la salvación de Dios. Ahora sólo hay que esperar, vigilantes, que vuelva de nuevo. Conociendo a Jesús, ¿quién puede dudar de su promesa?: “Volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo estén también ustedes.” Mientras llega ese día venturoso, sigamos confesando con toda la Iglesia: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”

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Domingo Lc 7,36-8,3

(…) Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume. Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: “Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora.” Entonces Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte.” El fariseo contestó: “Dímelo, Maestro.” Él le dijo: “Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?” Simón le respondió: “Supongo que aquel a quien le perdonó más.” Entonces Jesús le dijo: “Has juzgado bien.” Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: Sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama.” Luego le dijo a la mujer: “Tus pecados te han quedado perdonados.” Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: ¿Quién es este, que hasta los pecados perdona?” Jesús le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz.” Después de esto, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes. Esta escena evangélica parece no necesitar mayor comentario. Sucede en la casa de un fariseo que parece más movido por la curiosidad de conocer de cerca a su invitado que por escuchar su mensaje… El suceso nos habla de la intención central de Jesús: el perdón de los pecados; nos Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción muestra cómo los pecados quedan perdonados, cuando se ama de verdad. Esta enseñanza de Jesús nos lleva de la mano a otra escena muy suya de perdón, cuando le pregunta a Pedro: “¿Pedro, me amas más que estos?” y éste le contesta “¡Sí, Señor, tu sabes que te amo! ¡Asunto arreglado! Lo increíble del caso es que, después de años de contemplar a Jesús en sus muchas escenas de perdón, muchos, desafortunadamente, aún seguimos dudando de su poder para exorcizar el demonio de los sentimientos de culpa.

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Domingo Lc 9,18-24

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado.” Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Respondió Pedro: “El Mesías de Dios.” El les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: “Es necesario que el hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día.” Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará.” En la reflexión del domingo anterior contemplábamos el amor y el perdón incondicional de Jesús. Hoy, un escenario diferente nos conduce a un lugar solitario para hacernos una pregunta muy personal: “¿Y tú, quién dices que soy yo?” La respuesta acertada la conocemos de sobra: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.” Lo que ya no parece tan obvio, como no lo pareció a Pedro, es que el Mesías seguirá sufriendo, ahora en su cuerpo místico, que es la Iglesia. No hay vuelta de hoja: “Si alguno quiere seguirme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga.” Sin embargo, no olvidemos las consoladoras palabras de Jesús: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré.” Con Jesús, no se pierde la vida porque, cuando es por su causa, se vuelve a encontrar. Les invito a leer el texto en el evangelio según san Mateo (11,25-35). 24

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Domingo Lc 9, 51-62

Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?” Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea. Mientras iban de camino, alguien le dijo a Jesús: “Te seguiré a dondequiera que vayas.” Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza.” A otro, Jesús le dijo: “Sígueme.” Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.” Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios.” Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia.” Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.” En esta escena vemos a Jesús subiendo decididamente a Jerusalén y escribiendo con trazos fuertes, con su propio caminar, las condiciones indispensables para el seguimiento. No todo es Navidad en el Evangelio. Y a la Pascua se llega sólo después de una penosa subida a Jerusalén. Jesús deja en claro que en su seguimiento hay que despojarse de toda ostentación de poder, por eso reprende a sus discípulos cuando preguntan: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?” También deja claro Jesús que en ocasiones el seguimiento exige el desprendimiento incluso de la seguridad familiar: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.” Con Jesús “no se puede poner la mano en el arado y mirar hacia atrás...”, pero recordemos que lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

Comentarios elaborados por Domingo Vázquez, CMF


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