Presencia Apost贸lica
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Ven a vivir la alegría de servir realizando labores de evangelización y promoción social en:
n Xochitepec, Montaña Alta de Guerrero n El Ciruelo y Lo de Soto, Costa Chica de Oaxaca n Ciudad Juárez n Nuevo Laredo n Torreón n León n Morelia n Guadalajara n D.F. n Toluca n Cuauhtenco, Estado de México (próximamente) n Y en más de 60 países
Presencia Apostólica de San Judas Tadeo en la Radio
Cápsula devocional Ahora los domingos a las 8:55 a.m.
ABC radio 760 AM 2
Presencia Apostólica
Ilustración: Leticia Asprón
MISIONEROS CLARETIANOS
CONTENIDO Director
Ernesto Mejía Mejía, CMF
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Editorial
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Vida cotidiana
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Una decisión difícil
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Nuestra devoción
Consejo Editorial
Alejandro Cerón Rossainz, CMF José Juan Tapia, CMF Alejandro Quezada Hermosillo, CMF Enrique Mascorro López, CMF René Pérez Díaz, CMF Marcos Garnica Fernández, CMF Ernesto Bañuelos C. Editora
Marisol Núñez Cruz Corrección de estilo
Ernesto Bañuelos C.
La fuerza interna, única vía para una vida plena
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Colaboradores
Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF Héctor Núñez Gutiérrez, CMF
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Convivir: vivir con otros…
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Y ahora ¿qué?
Arte y Diseño
Mirta Valdés Bello Distribución
Liga Nacional de San Judas Tadeo
Urbanidad hoy
14 PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor responsable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Casiano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmente, citando la fuente y sin fines comerciales. Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 mail: liganacional_sanjudas@claret.org Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío).
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El soñador
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De la Palabra a la acción
EDITORIAL
espiritualmente Mejorar
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uchos de nosotros hemos aprendido que lo importante es ganar y nuestro entorno nos ha enseñado a ser materialistas e individualistas: “Tanto tienes, tanto vales.” Si buscamos madurar y desarrollar nuestro espíritu, podemos empezar por preguntarnos cómo están funcionando estas enseñanzas para nosotros. Es muy probable que después de reflexionar sobre esto nos demos cuenta de que nuestra forma de pensar y de vivir nos esté volviendo ansiosos, egoístas y permanentemente insatisfechos. Este número incluye artículos y reflexiones que pueden ayudarnos a corregir nuestra perspectiva, a desaprender las enseñanzas equivocadas y a crecer y madurar como personas y como cristianos. La vida nos pone continuamente ante disyuntivas que nos exigen una opción: la autenticidad o la apariencia; el bien común o el egoísmo; construir o destruir; el respeto o el abuso… a fin de cuentas todas las disyuntivas se resumen en la famosa pregunta: ¿Ser o no ser? ¿Cuáles son nuestras opciones? ¿Las elecciones que hacemos nos están haciendo mejorar espiritualmente? Todo lo que hagamos por fortalecer nuestro espíritu nos dará mayor conciencia, así como auténtica felicidad y plenitud que se reflejarán en nuestras relaciones con los demás y con todo lo que nos rodea.
Vida cotidiana
El tren
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ejemos los escenarios sombríos sobre el futuro del planeta y pasemos a historias que hablan del destino final de la vida. Un tren corre veloz hacia su destino. Corta los campos como una flecha. Atraviesa las montañas. Pasa los ríos. Se desliza como un hilo en movimiento. Dentro de él se despliega todo el drama humano. Gente de todo tipo. Gente que conversa. Gente que calla. Gente que trabaja en su ordenador. Gente de negocios, preocupada. Gente que contempla serenamente el paisaje. Gente que ha cometido crímenes. Gente que es buena gente. Gente que piensa mal de todo el mundo. Gente solar que se alegra con el mínimo de luz que encuentra en cada persona. Gente a la que le encanta viajar en tren. Gente que por razones ecológicas está contra el tren. Gente que se equivocó de tren. Gente que no se cuestiona; sabe que está en su rumbo y a qué hora llega a su ciudad. Gente ansiosa que corre a los primeros vagones con el afán de llegar antes que los demás. Gente estresada que quiere retrasar la llegada todo lo posible y se va a los últimos vagones. Y, absurdamente, gente que pretende huir del tren andando en dirección opuesta a la que lleva el tren. Y el tren impasible sigue hacia su destino, trazado por los rieles. Lleva a todos despreocupadamente. No rechaza a nadie. Sirve a todos y a todos proporciona un viaje que puede ser espléndido y feliz, garantizando dejar a cada cual en el punto de destino establecido en su ruta. En este tren, como en la vida, todos viajamos gratuitamente. Una vez en movimiento, no hay como escapar, bajar o salir. Uno puede enfurecerse o alegrarse; no por ello el tren deja de correr hacia el destino prefijado y llevar a todos cortésmente. La gracia de Dios —su misericordia, su bondad y su amor— es así, como un tren. El destino del viaje es Dios. El camino también es Dios, porque el camino no es otra cosa que el destino realizándose paso a paso, metro a metro. La gracia carga a todos, a los que están a favor y a los están en contra. Negándolo, el tren no se modi-
fica. Tampoco la gracia de Dios. Sólo el ser humano se modifica. Puede estropear su viaje, pero no puede dejar de estar dentro del tren. Acoger el tren, hacerse amigo y compartir con los compañeros de destino es ya anticipar la fiesta de llegada. Viajar ya es estar llegando a casa. La gracia es «la gloria en el exilio, la gloria es la gracia en la propia tierra» como decían los antiguos teólogos. Rechazar el tren, correr ilusoriamente en dirección contraria, no sirve para nada. El tren carga y lleva también a estos rebeldes con toda paciencia, porque Dios se da indistintamente a buenos y a malos, a justos y a injustos. La vida, como la gracia, es generosa para con todos. De vez en cuando nos hace darnos cuenta de la realidad. En ese momento —y existe siempre el momento propicio para cada persona humana— el recalcitrante se da cuenta de que es llevado gentil y gratuitamente. De nada sirve su resistencia y su rechazo. Lo más razonable es escuchar la llamada de su naturaleza y dejarse seducir por la oportunidad de un viaje feliz. Entonces se deshace el infierno interior e irrumpe gloriosamente el cielo, el rostro humanitario de Dios. Descubre la gratuidad del tren, de todas las cosas y la presencia de Dios. Hay un destino bueno para todos; para cada cual a su medida. Y tú, lectora, lector, ¿cómo viajas? Leonardo Boff • www.servicioskoinonia.org Presencia Apostólica
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Aventuras de un misionero
Una decisión difícil Jesús García Vázquez, CMF
Hay momentos en la vida en que la fe parece hacerse pedazos, como cuando por una gran injusticia tu hija llora en tus brazos. ¡Qué difícil es convencer a una jovencita violada por varios rufianes, de que Dios existe y además de que debe defender la vida, fruto de sus entrañas!
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ra hora de dormir, después de haberle dado gracias a Dios por el día que terminaba, aparentemente tranquilo, con lo ordinario de la jornada: celebración de misas, confesiones, repartir desayunos a los niños de la calle, dar limosna a tres o cuatro limosneros que aunque sabemos que Jesús está en ellos ¡a veces nos cuesta verlo!, porque hay algunos medio tramposos y mentirosos que se inventan historias muy dramáticas para conmover al padre y les suelte la lana… Y para finalizar, por la noche, como era viernes, una reunión con el consejo parroquial para revisar y afinar detalles de nuestro caminar pastoral y para preparar la catequesis del sábado y la liturgia del próximo domingo. Ya a punto de cerrar las persianas de mis ojos, oigo por el pasillo unos pasos apresurados, pero como arrastrándose por el piso, que de repente se detienen justamente en la puerta de mi cuarto. En seguida escucho tres fuertes golpes en la puerta acompañados de un desesperado “¡Padre, Padre!” A lo que enseguida respondí con voz fuerte para que no me fueran a tumbar la puerta: “¿Qué pasa?” Apresuradamente abrí la puerta. Era mi superior, un sacerdote ya mayor, pidiéndome que por favor atendiera a unas personas a quienes que les urgía ver a un sacerdote. Creyendo que era para ver 4
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un enfermo, baje dispuesto a atenderlo. Llego al recibidor y lo primero que oigo son lamentos y sollozos de una jovencita de diecisiete años, acompañada de un matrimonio de esposos jóvenes, quienes le insistían que me contara lo que le había sucedido. Después de un no tan corto silencio, la señora fue la que comenzó a hablar, porque la jovencita sólo mostraba con su actitud, dolor, vergüenza y angustia. Padre, esta jovencita fue violada por tres individuos quienes la amenazaron con matarla si no accedía a sus bajas pasiones. Tiene mucho miedo de llegar a su casa en este estado y dice que prefiere quitarse la vida. Yo trataba de buscar la forma de que ella misma respondiera y lo primero que se me ocurrió fue preguntarle: —¿Cómo te llamas, chiquilla? Traté de hablarle lo más tiernamente que pude. —Me llamo Esperanza y no quiero vivir. Me dio mucho gusto que me contestara, porque vi que sí era posible dialogar con ella y que me escucharía. —Perita— le dije, mostrándole mi dolor por lo que le había pasado —es terrible lo que te ha sucedido, sé que te sientes destruida, pero ¿sabes una cosa? Dios es tan poderoso que puede reconstruir lo que tú sientes que has perdido, así que déjate guiar por Él. Mira, ahorita mismo vamos a ver
a tus papás que han de estar sumamente angustiados porque no has llegado. Ellos, al verte, se pondrán contentos, estés como estés. Lo que les importa es verte. Quitándote la vida sólo vas a causar más dolor a tu familia. —¿Está seguro Padre?– me preguntó con cierta duda. —¡Claro que estoy seguro!– le respondí. Sin más, nos fuimos a su casa, gracias a Dios no estaba tan lejos, era en la misma colonia donde estaba la parroquia. Ella le había dicho a la pareja joven que me conocía porque venía los domingos a misa, a la hora que yo la celebraba. Llegamos a su casa y tanto los papás de Esperanza como sus hermanos estaban llenos de angustia porque la joven no llegaba. Cuando les contamos lo sucedido, la abrazaron, lloraron con ella y la hicieron sentir apoyada. A la chamaca le cambió el semblante de miedo que llevaba, al saber que sus padres estaban con ella. Antes de despedirme de ellos, alcancé a oír unas palabras que nos tranquilizaron, a la jovencita, a la pareja que la acompañó y a mí: —Hija, no te preocupes, Dios nos dará la fortaleza para salir adelante de esta, confía en Dios y en nosotros. Nos despedimos creyendo que este asunto lo habíamos cerrado. Pero, como al mes, llegan los papás con Esperanza que decía estar muy resuelta a abortar:
Aventuras de un misionero —Padre, yo no quiero a este niño, no sé de quién es y si lo supiera, voy a odiar por siempre a su padre. —Siéntate, Perita, vamos a pensarlo juntos– le dije lo más amablemente que pude. —Yo ya lo pensé y tengo todo el derecho a decidir qué hago con esto que traigo en mi vientre– me contestó muy alterada y ni siquiera se le ocurrió decir que era su hijo. —Está bien Perita, pero escúchame primero y luego haces lo que se te pegue la gana– le dije ya en un tono más exigente. Se quedó callada como esperando que yo continuara. —Mira, ahora tenemos que considerar a una nueva víctima que está viviendo dentro de ti y que también tiene derecho a la vida. A pesar de que tú has sido la primera víctima en todo esto, ahora está en ti decidir sobre la vida o la muerte de ese nuevo ser. Si tú abortas, puede ser que tu conciencia te reclame siempre la muerte de tu hijo y que ese hecho se con-
vierta en algo que nunca te perdones. Además, al destruir a ese niño, en cierto modo te vas a destruir a ti misma porque ya es parte de tu vida. Como haya sido el inicio de esa vida, tú eres la que le das la mayor parte a ese ser inocente, ese niño te va a querer mucho, entiéndelo y además, él tampoco tiene la culpa de lo que ha pasado. Quitarle la vida sería una vez más hacer que “paguen justos por pecadores”. —Pero, padre, yo quiero estudiar, y ese niño me va a echar a perder mi vida. La chiquilla era muy bonita y pertenecía a una clase social muy, muy pobre. —Mira, Esperanza, si tus papás no pueden sostenerte a ti y a tu hijito, y tú quieres seguir estudiando, ten a tu bebé y cuando nazca, me lo regalas. Y mientras llega ese momento yo te voy a apoyar en lo que sea necesario. Yo no encontraba qué más decirle para que no abortara. Medio que la convencí y me dijo:
—Pues no se lo aseguro, porque este hijo, ni lo deseo ni sé quién es su padre, pero trataré de hacer lo que me dice, padre. Me quedé más tranquilo y, para no hacerles el cuento largo, le pagamos todo el embarazo hasta el nacimiento del chiquitín, entre la pareja y yo. Le dije a Esperanza que durante los nueve meses, hablara con su hijo y le dijera que no se preocupara, que con la persona que estuviera, estaría muy bien, que le disculpara porque ella quería seguir estudiando y en su situación no se podía hacer cargo de él y por eso lo iba a regalar. Cuando nació el niño, estuvimos puntuales para recogerlo, ya estaba lista toda la documentación para recibirlo. La pareja que me llevó a Esperanza ya estaban listos también, para quedarse con el niño. Pero ¡oh sorpresa! La tierna mamá del recién nacido, angustiada y apretando contra su pecho al chiquitín nos dijo: —¡Padre, perdónenme, no quiero regalar a mi hijo, no me lo quiten. Haré hasta lo imposible por sacarlo adelante, pero por favor no me lo quiten! La emoción nos llegó hasta la médula y no pudimos detener las lágrimas. Entre sollozos y voz entrecortada, le dije: —Es tuyo, Perita, Dios te lo ha dado y nadie te lo va a quitar. ¡Felicidades! Felicitamos también a sus papás con un fuerte abrazo y a Perita, que estaba bañada en lágrimas, le dimos un beso y nuestras bendiciones y nos salimos llorando de contentos el matrimonio y yo. Nos pareció haber hecho una buena labor con Esperanza, pues le habíamos ofrecido, no sólo nuestras razones, sino apoyo y alternativas reales. ¡Gracias a Dios y que viva la vida! Presencia Apostólica
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Nuestra devoción
La religiosidad popular y el encuentro con Jesucristo
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l documento de la V Conferencia de Aparecida (n. 258) destaca, citando al papa Benedicto XVI, la riqueza y profundidad de la religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos. El documento nos dice que el Papa invita a promover y a proteger la religiosidad popular, y que ésta “refleja una sed de Dios…” Esta religiosidad popular contiene una espiritualidad que se expresa por ejemplo en el cariño a los santos, las promesas y las peregrinaciones: «La mirada del peregrino se deposita sobre una
imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios» (n. 259). El mismo documento nos invita a no devaluar la espiritualidad popular, sino a reconocer en ella la gracia de Dios: «Por eso, la llamamos espiritualidad popular. Es decir, una espiritualidad cristiana que siendo un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico y las necesidades más concretas de las personas. Es una espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos, que no por eso es menos espiritual, sino que lo es de otra manera» (n. 263)
El sentido de las imágenes religiosas u Las imágenes sagradas son parte del patrimonio artístico y cultural que podemos encontrar en iglesias y santuarios. uNunca debemos olvidar que los honores tributados a las imágenes se dirigen a las personas que ellas representan y no a las imágenes mismas. uSegún la enseñanza de la Iglesia, las imágenes son traducciones iconográficas (es decir representaciones) del mensaje evangélico. Representan actitudes muy acordes con el Evangelio: “Imagen y Palabra se esclarecen mutuamente.” (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1160). uSon recuerdo de nuestros hermanos santos que continúan participando en la historia de la salvación y son un estímulo para la imitación de la fidelidad a Cristo, así como de la apertura al Espíritu Santo. 6
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Nuestra devoción
uAyudan a la oración y a la meditación: «La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios» (San Juan Damasceno). uLa veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. En cuanto a mí, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo» (San Bernardo). uTodas las imágenes de los santos hacen referencia a Cristo que es glorificado en ellos (Ibíd., 1161).
Oración a san Judas Tadeo para pedir esperanza Dios de esperanza, ven a mí. Ayúdame a saber que tu esperanza está viva en mí, mientras yo ofrezco a otros bondad, perdón y ternura. Quiero tener la paz interior que viene de confiar en ti. Dame valor y la capacidad de estar consciente de tu presencia sanadora. Confío en que san Judas Tadeo camina a mi lado en los tiempos difíciles e intercede en mi beneficio. San Judas, llena mi corazón de esperanza. Amén Traducido de A Prayer to St, Jude for Hope
www.shrineofstjude.claretians.org
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Crecimiento personal
La fuerza
interna, única vía para una vida plena
Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez
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l mundo contemporáneo demanda y sobrevalora la fuerza y el poder en distintos ámbitos. Esto lo podemos ver desde en expresiones populares que llegan al circo y al ridículo, como lo es muchas veces la lucha libre, hasta expresiones más sofisticadas como la despiadada lucha y competencia que normalmente se da y se exige en la mayoría de los trabajos. ¿Ganadores y perdedores? El asunto es mostrar cuán fuerte se puede ser y lograr debilitar y vencer al contrincante. Esta filosofía de vida se enseña desde la escuela, donde con frecuencia lo importante es mostrar que se es fuerte y se destaca. La filosofía de compartir y hacer las cosas comunitariamente está lejos de este enfoque cada vez más individualista, de ganadores y 8 Presencia Apostólica
perdedores, donde el heroísmo –el afán de realizar actos extraordinarios en servicio del prójimo– es descalificado o se piensa como algo para unos pocos elegidos. El acento se pone en demostrar que se es fuerte, aunque esto implique, en la mayoría de los casos, ocultar nuestra debilidad interna. En aras de demostrar fuerza se cultiva el orgullo, mientras la humildad –su opuesto– queda descalificada de antemano, al ser interpretada como debilidad y falta de carácter. La verdadera fortaleza La mayoría de la gente no se da cuenta de que la dignidad y la humildad tienen como base el amor y la verdad. Por sí mismos estos requieren de una fuerza profunda que sólo se alimenta del espíritu. Estas cualidades son las que constituyen la verdadera fortaleza y la
autenticidad. En cambio, el odio y el orgullo vienen de emociones estancadas que dañan principalmente a quien los experimenta. Son sentimientos que encubren por principio una debilidad profunda, tapándola mediante la elaboración de una personalidad exagerada, arrogante y falsa. A fin de cuentas lo que se intenta con esto es alejarse del ser real y profundo de cada quien. Al caminar por esta vida, y no pudiendo evitar lo golpes que ella implica, elegimos la sabiduría o a la necedad. El punto es qué aprendemos y qué hacemos con las experiencias que vivimos. De acuerdo con nuestras elecciones, con nuestro aprendizaje en la vida y con la forma en que aprovechamos las experiencias, podemos decir que en el aspecto emocional y existencial podemos ser muertos, sobrevivientes o seres plenos. Hay “muertos en vida” De acuerdo con esta perspectiva los muertos son los que reniegan de lo vivido y que, a pesar de encontrarse mal, pretenden no hacer cambios en su vida, aunque el resultado sea vivir siempre en un círculo vicioso, amargados y lamentando lo que les ha tocado vivir. Estas personas le dan un gran peso al pasado y se niegan a vivir en el presente que es la única realidad cierta. No se dan cuenta de que todos tenemos responsabilidad en lo que hemos vivido y de que en cierto modo somos creadores de nuestra existencia, aunque el resultado no nos guste. Paradójicamente, estas personas están paralizadas y buscando que no haya cambios, aunque se quejen de su vida y la rechacen. De algún modo se acostumbran al mal vivir porque tienen miedo al cambio y, en última instancia, miedo a vivir. Estos muertos existenciales los podemos encontrar en cualquier edad y
Crecimiento personal circunstancia, desde los ancianos que viven amargándose la existencia y ahuyentando a los demás con su actitud. Como resultado de esta actitud, estará entonces la soledad y la confirmación de que esta vida es de color negro para la mayoría de estos “muertos vivientes”. Pero los muertos en vida no sólo se encuentran entre la gente mayor, ya que podemos encontrarnos también con jóvenes que lo están internamente y, a veces, también externamente, como resultado de su visión de la vida. Así encontramos, desde los que están sin oficio ni beneficio, hasta los que de hecho recurren a la autoagresión y a la autodestrucción, llegando incluso al suicidio. Así se les puede ver consumidos por la droga o en grupos que no tienen mas sentido que el unirse en la inmovilidad o el vandalismo. Muchos son captados por bandas criminales y destructivas. Su música, símbolos, formas de interacción y, en general, sus formas de identidad suelen basarse en el pesimismo que atrapa sus mentes e ideologías. Muchos adultos se encuentran también en este grupo. Son hombres y mujeres que trabajan sin más sentido que trabajar, lo cual se vuelve como una droga que envenena la existencia y siempre están peleando con lo que tienen enfrente, pero sin buscar una salida más real y satisfactoria. Parecería que la mala vida los hace sentir importantes, mientras que la felicidad en el fondo les atemoriza. En muchas ocasiones sus caras los delatan: son muertos en vida. Los sobrevivientes Son los que no se han quedado en la conformidad de una vida sin sentido y que logran aprender de lo vivido, pero que han buscado matar u ocultar sus partes vivas como si fuera peligroso mostrarlas. También han muerto en al-
gún sentido para dar nueva vida a otros aspectos de su ser que, generalmente, los vuelve mejores seres humanos. El asunto que los mantiene en un nivel de sobrevivencia –y todavía no viviendo plenamente– es que ocultan su buen corazón y su buena voluntad, ya que estos aspectos los perciben todavía como alta vulnerabilidad. Hay que recordar que sobrevivir implica valentía y no dejarse hundir, lo que ya les deja lejos de los muertos en vida. Quien está en este grupo, mucho menor que el anterior, generalmente ha logrado crecer en dignidad y sabiduría, ya que estas cualidades se van convirtiendo en el sendero que los lleva a una vida más plena. Los cambios y las crisis de la vida se pueden convertir en sus mejores maestros y ellos se van convirtiendo en alumnos más humildes, ante los avatares de la existencia. El requisito será aprender a tener un paso más firme por la vida, pero entendiendo que esto se logra abriendo el corazón. Habría que puntualizar que es con esta apertura y no cerrándose –que es lo que la mayoría de los sobrevivientes todavía hacen– como se volverán seres fuertes desde su centro y ser profundo. Así éstos podrán transformar las heridas de la vida en cicatrices, superando el sufrimiento y dejando huellas que hablan de la grandeza de alma que están alcanzando. En muchos casos los sobrevivientes se vuelven maestros para otros, pero el proceso de desarrollo que experimentan todavía no implica que estén “más allá del bien y el mal”, puesto que algunos pueden, como resultado de lo vivido, aprender a “tener colmillo”, y llegan a moverse por maldad e intereses egoístas, pudiendo hacer daño a otras personas y, finalmente, a ellos mismos. Estos sobrevivientes están aprendiendo a vivir,
pero para poder lograr lo que quieren a veces recurren a venganzas y destrucción. Seres que logran vivir Tenemos finalmente a aquellos que son seres plenos y abiertos los cuales no nacen siendo de esta manera, generalmente vienen de ser sobrevivientes e incluso han sido en otro tiempo “muertos vivientes”. La diferencia está en que han aprendido de la vida y ya no se comparan con otros en relación con cuánto han sufrido. Pueden tener un sinfín de cicatrices, pero todas cerradas. Ya no hay heridas o han aprendido a sanarlas sabiamente. Las personas que saben vivir fluyen con la vida, pues no la perciben como enemiga, aun en los peores momentos, sino como una gran maestra que a veces enseña con apapachos y a veces con golpes. El asunto será que estos han aprendido que entre más se aprende a vivir y a fluir, más nos apapachará la vida, pues cada momento que vivimos es un regalo de crecimiento, si se sabe recibirlo con humildad. Muchas veces van contra el sentido convencional de valores deshumanizantes, por lo que la humildad, la verdad y el amor son sus fuente de dignidad y grandeza. Estas personas saben respetarse y saben lo que implica la palabra dignidad, pero no la desfiguran transformándola en orgullo ni en egocentrismo, pues el vínculo con la vida les ha enseñado que no estamos solos y que los demás no sólo merecen nuestro respeto, sino que son importantes en nuestra vida. La vida de los que logran vivir plenamente es más auténtica y verdadera, pues no se nutre de lo que tienen sino de lo que son. El autor es licenciado en psicología y filosofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Terapeuta, catedrático universitario y conferencista. datrujillo@hotmail.com Presencia Apostólica
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Desarrollo humano
Convivir: vivir
con otros…
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as investigaciones han comprobado, pasando por la fisiología y desde luego por la psicología, que la convivencia es uno de los factores más trascendentes, no sólo para el bienestar y la felicidad, sino para el sostenimiento de la salud total. Los enfoques psicosomáticos y holísticos no tienen ninguna duda sobre esto. Pero, aunque todos conocemos los beneficios de una buena convivencia con familiares y amigos, también conocemos las grandes dificultades que representa la convivencia cuando no se ha logrado fundamentarla en el respeto y la mutua aceptación. 10
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Gylda Valadez Lazcano
¿El infierno son los otros? El ser humano busca con frecuencia imponer su voluntad, su proyecto de vida; de ahí que las relaciones pueden muchas veces ser conflictivas, pues intentamos imponer a los otros nuestra voluntad, aun a costa de aniquilar su individualidad. En las relaciones familiares abundan los ejemplos de relaciones conflictivas que causan mucho malestar y sufrimiento, ya sea entre los integrantes de la pareja, entre padres e hijos, las que se dan con la familia política –que ya son “clásicas”, como la de la suegra–, entre hermanos o incluso entre amigos, donde también se llegan a dar situaciones muy conflictivas, como
la envidia y el abuso de confianza. En muchas familias se vive la “ley de la selva” y domina quien se logra imponer, ya sea por la violencia o por el chantaje. Desde esta perspectiva no debe extrañarnos que Sartre termine una de sus obras literarias afirmando que «el infierno son los otros». Y también hay dichos populares que refuerzan esta idea como el que dice: “pueblo chico, infierno grande” o el muy conocido “más vale solo que mal acompañado.” Pero antes de echarle toda la culpa a los otros, pensemos en la necesidad de asumir “nuestra propia sombra” para después poder tolerar “la sombra de los demás”. En-
Desarrollo humano tendiéndose como sombra aquellas cosas que al no gustarme en mí me cuesta trabajo reconocer y, sin embargo, es muy fácil reconocer en los otros. Por experiencia sabemos que “es más fácil ver la paja en el ojo ajeno…” Así que no nos especialicemos en señalar los defectos de los demás, cultivemos también el conocimiento de nuestros propios defectos, la autocrítica. El respeto como punto de partida Tanto para poder salir del “infierno” de la mala convivencia, como para gozar de los infinitos beneficios que nos ofrecen los auténticos vínculos de amor y amistad con los demás seres humanos, tenemos que partir del respeto. La palabra respeto significa atender o considerar, tomar en cuenta al otro, pensar en su valor y en su bienestar. Tengamos como punto de partida la “regla de oro del Evangelio: «Traten a los demás como quieren que los traten…» (Mt 7,12). Más vale bien acompañados Hay infinidad de estudios sobre el efecto terapéutico de la conexión social en la vida del individuo. Se sabe que el vínculo auténtico otorga protección contra las enfermedades y la muerte prematura. En el tema del mantenimiento de la salud, además de evaluar la importancia de factores de riesgo reconocidos como fumar, la falta de ejercicio y la obesidad, los investigadores también han estudiado la importancia de factores psicosociales como: el estado civil, las redes de amistades, la pertenencia a una iglesia y la participación en organizaciones comunitarias. Cada uno de estos factores psicosociales ha resultado ser un factor determinante de la salud. Se ha observado que los individuos
no casados que tienen pocos amigos y no están vinculados con una iglesia o un grupo comunitario presentan una tasa de mortalidad muy superior a la de aquellos que tenían una red bien desarrollada de amistades y relaciones. La amistad La amistad es un sentimiento puro e incondicional. Es una de las pasiones más placenteras que tenemos. Los amigos son la familia que uno elige, son aquellas personas que sabemos que siempre van a estar, que nos llenan de felicidad y que nos hacen la vida más fácil, porque nos acompañan en los momentos amargos y difíciles. La amistad está basada en una elección libre y gratuita. Es uno de los dones que recibimos en esta vida. La amistad es sinónimo de buena salud y de tener una vida más larga y feliz. Cuantos más amigos tengamos, más beneficios obtenemos en nuestro organismo porque nos reduce las afecciones cardíacas, el nivel de colesterol y la presión arterial alta. A la vez que nos ayuda a recuperarnos en menor
tiempo de los malos momentos y las enfermedades. Por estas razones se cree que las personas que no tienen amigos en quienes confiar tienen más posibilidades de enfermarse o deprimirse. Diferentes modos de relacionarse Concretamente las mujeres necesitamos exteriorizar los problemas, comunicarlos. Por eso lo primero que hacemos cuando estamos mal o tristes es acudir a las amigas, queremos que nos escuchen o simplemente que nos den un abrazo, razones suficientes para sentirnos mejor y poder seguir adelante. Las mujeres sentimos, por ejemplo, una gran necesidad de hablar de nuestras relaciones con los demás, quizá de ahí nos viene la fama de “chismosas”, mientras que una gran cantidad de hombres encuentran prioritario hablar de deportes y de automóviles. Cuando la mujer está atravesando un mal momento, siente deseos de acercarse a las personas que ama, a diferencia de muchos hombres que tienden más a aislarse
Los amigos son la familia que uno elige... Presencia Apostólica
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Desarrollo humano y que al sentirse vulnerables optan por encerrarse en sus casas, hasta que resuelven el problema. Esto tiene una explicación bioquímica. El género femenino posee sustancias químicas producidas por el cerebro, que favorecen los sentimientos de amistad. Cuando el estrés libera una hormona llamada oxitocina, la mujer siente la necesidad de estar con sus seres queridos y, apoyándose en ellos, trata de resolver sus inconvenientes. De esa manera se libera aún más oxitocina que contrarresta el estrés y por esa razón se siente con más fuerza para continuar y fortalecer otros vínculos. El estrógeno (hormona femenina) incrementa la producción de la oxitocina. Mientras que la testosterona (hormona masculina), que se produce en mayor cantidad cuando los hombres enfrentan situaciones estresantes, tiene el efecto contrario.
Dar la bienvenida a las diferencias Tanto la amistad como la buena convivencia con familiares, y con toda la sociedad, parten de la aceptación de las personas como esencialmente son y esto implica una verdadera aceptación de las diferencias. Además todos tenemos la necesidad de ser aceptados, a la vez que, en menor o mayor grado, el temor de ser rechazados. Entonces resulta que, como parte de nuestro aprendizaje, tener que convivir con personas diferentes a nosotros, es una oportunidad para trabajar nuestra intolerancia, la falta de respeto y la rigidez que a veces nos impiden abrirnos a la diversidad de creencias y de filosofías de vida, para ampliar nuestra propia visión y enriquecernos. Tenemos que aprender de las diferencias que, a fin de cuentas, nos complementan y nos permiten lograr vínculos más auténticos.
Cultivemos el conocimiento de nuestros propios defectos, la autocrítica.
Posiblemente el hombre necesite aprender y atreverse a vincularse más con los de su mismo género y con la mujer. También hay que saber que no es necesario tener una relación sentimental de pareja para expresar lo que se es y lo que se siente. Probablemente tomar conciencia de esto nos generaría relaciones más auténticas y duraderas. Como vimos en otra ocasión, la hormona de la felicidad es la endorfina y es una sustancia que tiene mucho que ver con la amistad y la buena convivencia. Hace mucho tiempo Aristóteles escribió: “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas.” Las buenas relaciones empiezan por uno mismo Los amigos son los hermanos del alma que elegimos para transitar en esta vida y de los cuales aprendemos. Gozamos lo que nos pueden dar, pero también debemos saber que en aquello que no nos dan hay un regalo, pues eso nos hace crecer y saber que antes de tratar de salir al mundo a hacer amigos, lo siguiente es importante para cada uno: ser mi propio amigo, caerme bien, aceptarme, respetarme, procurar saber qué necesito, pero sobre todo dármelo. Saber que nadie puede dar lo que no tiene me da el enfoque necesario para trabajar en mi persona, para lograr ser cada vez más fuerte y autosuficiente, y de esta manera evitar relaciones co-dependientes y apegos que sólo van a menguar mi poder personal y que propiciarán que cuando no esté recibiendo de fuera lo que necesito me sienta mal, me deprima y pierda el sentido de vida que me permite vivir y saber que la buena convivencia es necesaria en nuestras vidas. La autora es psicoterapeuta. centro.ometeotl@gmail.com
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Y ahora ¿qué? El que quiera venir en pos de mí...(Mt 16.24)
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Ernesto Bañuelos C.
ace como 30 años, en Estados Unidos hubo un predicador muy famoso en Nueva York. Fue el obispo Fulton J. Sheen. Para que se comprendiera bien la concepción de la fe en el capitalismo y en el comunismo decía que el primero quería un Cristo sin Cruz, y el segundo anhelaba una Cruz sin Cristo. Lo decía a propósito del exceso de confort en que se pretende vivir en el capitalismo y de las graves carencias en que vivían los países que se decían socialistas o comunistas. En verdad, dondequiera que vivamos habrá dificultades y es indispensable luchar para superarlas. En cristiano le llamamos “el camino de la cruz”. El camino de la cruz no es sencillo pero es una condición que nos ha puesto nuestro Señor: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16,24). Jesús sufrió. Él es hombre expuesto al sufrimiento. Es capaz de sufrir no sólo porque siente dolor donde pueden herirle, sino sufre también el dolor de la humillación que proviene de su condena y de la vergonzosa ejecución con que murió. Y este es el Jesús que confesamos como Hijo de Dios. Seguir el camino de la cruz significa esencialmente estar al servicio de los hermanos, como Jesús que estuvo a disposición de los hombres con quienes se encontró. Se acercó sin prejuicios a los leprosos que se le cruzaron, atendió el grito del ciego Bartimeo y, estando a la mesa en casa de Simón, dejó que se le acercase la pecadora. En pocas palabras, estaba al servicio de la persona concreta que encontrara. Esta manera de actuar no es otra que poner en práctica una confianza extrema y sin límites en el Padre, que fue lo que predicó a sus discípulos. Seguir el camino de la cruz es aceptar la vocación de mártir en su significado original de testigo, del que da testimonio, o sea, el que es consecuente con su fe a sabiendas de los riesgos que se corran. Aceptar la cruz significa que aceptamos oponernos a los antivalores que hoy pueden ser comunes en nuestra sociedad. Que a pesar de lo que nos diga la radio, TV y otros medios de comunicación, nosotros defenderemos la cultura de la vida, la familia como sociedad indisoluble, la honradez en el traba-
jo, la fidelidad como el mejor medio para evitar el sida y la pureza como flor agradable en la presencia de Dios nuestro Señor. El camino de la cruz es, para el cristiano que lo vive, un signo de madurez. No es la resignación, sino es la plena aceptación de las circunstancias de esta vida, porque se tiene fe en la providencia de Dios: Él hace salir el sol para buenos y malos, Él no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Sobre todo, el cristiano tiene presente que si el Señor cuida de las aves y de las florecitas del campo, que hoy son y mañana no, cuánto no ha de velar por nosotros. ebanuelosc@gmail.com Presencia Apostólica
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k Fe y vida
Urbanidad hoy Enrique Marroquín, CMF
A
quienes tenemos cierta edad se nos inculcó en nuestra infancia la “urbanidad y buenas maneras”, lo que nos recuerda especialmente el Manual de Carreño. El conocimiento de la “urbanidad” consistía en normas de etiqueta o buen comportamiento para observar en las diferentes circunstancias. Por ejemplo, en la mesa, cuando éramos invitados a comer. Se llamaba “urbanidad”, haciendo referencia al comportamiento “burgués” (habitante de los burgos o ciudades, es decir, de la urbe), en contraposición con el de los “rústicos” o campesinos, quienes supuestamente no se hacían problema de estas cuestiones, y que por cierto, de forma espontánea, observaban tales hábitos, no como cumplimiento de reglas de “buena conducta”, sino por la delicadeza y atención debida a los demás. Desde hace algunos años, tales manuales nos resultan cursis e inútiles, pues una persona sensible, que se mueve por la caridad, procura evitar todo aquello que pueda ocasionar molestias o repugnancia a sus semejantes, sin necesidad de prescripciones y convencionalismos artificiales. No obstante, hoy en día, las nuevas situaciones de nuestras megápolis nos están obligando a volver a las normatividades para la convivencia entre ciudadanos, no motivadas por aquellos convencionalismos, sino por la racionalidad a que nos 14
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obliga la circunstancia de vivir en la densidad urbana. El año pasado, el Consejo Ciudadano de Seguridad y Procuración de Justicia del Distrito Federal ´difundió un Decálogo que glosaremos y ampliaremos ahora. 1. No tirar basura en el espacio público. Vivimos en la sociedad del desperdicio. Cada día tiramos toneladas de basura, de productos que muchas veces podríamos reciclar y aprovechar (tan sólo la Ciudad de México genera cada día ocho mil toneladas de basura.) Al tirar la basura en la vía pública se ocasiona que se tapen las coladeras, lo que en tiempos de lluvia ocasiona las inundaciones. Además, afean las ciudades, dando la impresión de vivir entre la mugre y suciedad. De una manera especial, evitar tirar chicles en el pavimento o en las aceras.
2. Cuidar los recursos no recuperables. Ya somos muchos los que habitamos este planeta. Cada ser vivo requiere satisfacer sus necesidades vitales; pero a esto se añade que las clases consumistas derrochan recursos que hacen falta a otros, de esta y de próximas generaciones. Necesitamos cuidar nuestros recursos. El agua es un elemento vital indispensable, al que todos tenemos derecho (aunque algunos la ven como un bien escaso susceptible de ser mercantilizado). A veces, por inconsciencia gastamos más agua de la que en sentido estricto necesitamos. Son reglas de urbanidad lavarnos los dientes con sólo un vaso de este liquido, lavar el coche con una cubeta y un trapo, no dejar que fluya incontroladamente la manguera en el jardín, cambiar nuestro inodoro y revisar pe-
Fe y vida 6. Cuidar el mobiliario urbano. Se trata de bienes públicos, es decir, de todos (no son “del gobierno”). Cuidar las casetas telefónicas (en cualquier momento necesitamos usarlas), no pintar o grafitear en lugares públicos o privados (en todo caso, solicitar permiso al dueño de la barda, mostrando el diseño (si de alguna manera es artístico), respetar las plantas, etc.
riódicamente los “sapos” del escusado, así como las eventuales fugas de las tuberías, etc. Otro tanto podemos decir acerca de la electricidad. Toda forma de energía contribuye al calentamiento global, lo que constituye un gravísimo problema ecológico. Ahorrar energía, verificar el automóvil, emplear más la bicicleta, no dejar encendidas lámparas o aparatos, etc., son también ahora formas de urbanidad. 3. Usar el cinturón de seguridad. Éste es un arnés diseñado para sujetar a un ocupante de un vehículo, para que si ocurre una colisión, se mantenga en su asiento. Su uso en automóviles es actualmente obligatorio en varias ciudades del país. El cinturón de seguridad está considerado como el sistema de seguridad pasiva más efectivo jamás inventado. Usarlo no sólo puede salvar a quien lo lleva, sino evita perjudicar a otras personas que viajan junto. (Aquí habría que agre-
7. Dar preferencia a personas más vulnerables. Si todos tenemos necesidades, hay algunos que por su misma condición merecen un trato especial: hay que respetar los espacios reservados para personas con gar una medida inexcusable discapacidad, ancianos, mujeen la actualidad que es evitar ir res embarazadas o con hijos hablando por celular, mientras pequeños, etc. conducimos o, lo que es todavía peor, escribiendo o leyendo 8. Respeto sexual. No ejermensajes de texto.) cer contra las mujeres acoso en el transporte ni en la vía pública. 4. Urbanidad del automovilista. Se puede observar 9. Responsabilizarse de que hay más delicadeza en las mascotas. Un animal es los encuentros entre peato- un ser vivo, y las mascotas suenes que entre automovilistas len ser acompañantes de per(p. ej.: ceder el paso). Condu- sonas y nos sensibilizan hacia la cir no es sólo saber mover la vida; pero hemos de evitar que máquina, sino hacerlo con res- ocasionen molestias. Cuando ponsabilidad de los daños que los saquemos a pasear, cuidar se pueden ocasionar: afinar que lleven correa y recoger sus el vehículo para disminuir los heces, pues generalmente son contaminantes, observar los se- portadoras de microbios. ñalamientos viales, respetar al peatón (aunque sea atraban10. Evitar ruidos innececado), no conducir en estado sarios. Ya de por sí, el tráfico de ebriedad, etc. produce un grado de decibeles y la contaminación acústi5. También los usuarios ca afecta el oído y aumenta el de transporte público han de estrés. A esto se añaden conmostrar su buena educación ductas poco educadas, como ocupando el espacio trasero en llevar en el coche radios con los microbuses, dejando pasar mucho volumen, claxonazos, a otros, cediendo el asiento a “headers”, vendedores de CDs quien lo necesite, etc. en el Metro, etc. Presencia Apostólica
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k
Historia para meditar
El so(Ñ)ador La historia de un personaje que haciendo el bien y ayudando a los demás era verdaderamente feliz.
N
uestro personaje de hoy se llama Ñ. A Ñ siempre le habían dicho que tenía mucha imaginación. Desde niño había vivido en un mundo de fantasía en ebullición que no había cesado al terminar el tierno calor de la infancia, sino que había continuado hirviendo en la cocina de la vida, al calor de la adolescencia y de la edad adulta. Son verdaderamente pocos los adultos que, como él, conservan viva la imaginación y la fantasía. Algunos conservan vivas algunas áreas, lo que les permite realizar su trabajo con creatividad, otros simplemente la han olvidado o la dejan echar a volar en contadas ocasiones a lo largo de su vida. Otros han ensuciado de tal manera su imaginación que no pueden sino hacer que este ángel de luz y fantasía se revuelque en barros sórdidos. 16
Presencia Apostólica
Ilustración: Leticia Asprón
Enrique A. Eguiarte, OAR
Así pues, nuestro personaje, Ñ, tenía una imaginación viva y limpia. Sin embargo, aquello que lo hacía particular, era que su fantasía no sólo lo llevaba a imaginar, sino que también las cosas que imaginaba con una cierta fuerza y deseo, se materializaban. De este modo, a Ñ le pasaron muchas cosas cuando era niño, como la vez que tuvo que esconder a los pingüinos que imaginó en un caluroso día de verano y que de pronto aparecieron en su habitación y bailaron con él. Ante el escándalo que se formó, su madre subió a la habitación a ver qué era lo que pasaba y él, en su apuro, lo único que pudo hacer fue imaginar que el armario de su cuarto era un paisaje helado, y ahí pudo meter a los pingüinos antes de que su mamá entrara gritando: —¿Se puede saber qué estás haciendo en el cuarto? A lo que él respondió, diciendo la verdad:
Historia para meditar —Nada mamá, sólo bailaba con unos pingüinos… —¿Que bailabas con unos pingüinos? Mira nada más, ¡qué desorden tienes en tu habitación…! —Sí mamá, los pingüinos son muy desordenados… —Pues dile a los pingüinos, que a ver si te ayudan a arreglar un poco tu habitación, que está hecha un desastre, y ya que ellos son los culpables, que recojan lo que han tirado. —Se lo diré mamá, pero creo que es mejor que la acomode yo, porque como te digo, ellos son muy desordenados… —Bueno, hijito, se lo dices a los pingüinos, y si no te quieren ayudar, pues acomodas tú solito tu habitación. –Y diciendo eso la mamá se marchó pensando, como siempre, que su hijo tenía demasiada imaginación. Menos mal que la mamá no abrió el armario, pues se hubiera desmayado de la sorpresa. Detrás de la puerta se abría una extensa estepa, de hielo y nieve, en donde los pingüinos bailaban, corrían y de vez en cuando hacían un agujero en la nieve para merendarse algún pescado. Nuestro pequeño amigo entraba algunas veces en el armario, imaginando el paisaje helado, para jugar con los pingüinos y de paso, refrescarse un poco. Cuando necesitaba su ropa, la imaginaba dentro del armario y ésta volvía a aparecer. Al ir creciendo él, su imaginación fue creciendo también, movida siempre por la fuerza pura de su fantasía. Y el armario dejó de ser la Antártida para convertirse en la entrada a un palco, en un famoso campo de futbol o en la cabina de un avión en donde recorría la tierra de un lado a otro. Muy pronto, cuando consiguió un trabajo, se independizó y se compró un hermoso departamento. Ese lugar era el reino de la imaginación. Sus vecinos le decían que era peligroso no poner alarmas. Él simplemente se reía, pues antes de salir de su casa, se imaginaba alguna cosa que la protegiera, por ejemplo que era un infinito e insalvable laberinto. Y tuvo siempre buenos resultados. El único ladrón que logró salir de su apartamento vive hoy en un manicomio, pues nuestro personaje antes de salir imaginó que su casa era una selva llena de tigres de Bengala… Pero claro, resultaba más cómodo y silencioso el laberinto, pues con los tigres o leones, los vecinos se quejaban del ruido, y por qué no, también del olor… Muchos de sus vecinos decían que tenía mucha suerte, porque en cuanto se detenía ante la parada, a los pocos segundos aparecía el autobús que lo llevaba a su trabajo. Pero no sabían que no era suerte, sino el poder de su imaginación y fantasía. Si algún anciano subía al autobús y no había lugar para que
se sentara y nadie se quería levantar, imaginaba que en la siguiente parada bajaban casi todos los pasajeros y así sucedía, y el anciano podía sentarse cómodamente y llegar con tranquilidad a su destino. Cuando un día un asaltante se subió al autobús, pistola en mano, imaginó que la pistola se convertía en un pepino, y así fue. Y después del terrible susto, la gente se moría de risa. Y para que fuera mayor la alegría, imaginó que los pantalones del asaltante se convertían en unas enaguas de color rosa con motitas rojas, y así el asaltante se tuvo que bajar del autobús en la siguiente parada con su pepino en la mano y sus enaguas rosas ante la risa de todos los pasajeros, que hasta aplaudían por el gozo de lo que veían. El asaltante, una vez en la calle, con el pepino en la mano (no lo pudo soltar en dos meses) y las enaguas rosas (no se las pudo quitar por medio año), no tuvo otro remedio que afrontar el castigo de la vergüenza y de la risa, para proponerse nunca más hacer el mal, porque hacer el mal es mucho más vergonzoso que andar por la calle con un pepino en la mano y unas ridículas enaguas rosas con motitas rojas… Si algún día le tocaba un terrible embotellamiento de tráfico, simplemente imaginaba que las calles se habían quedado vacías, como sucede a altas horas de la noche. Y así en pocos instantes, el atasco rápidamente desaparecía, y toda la gente podía circular con velocidad y alegría. Cuando le tocaba salir a pasear con su novia, imaginaba que había un sol espléndido y de este modo aunque estuviera cayendo la tormenta más fuerte, de pronto los cielos se despejaban y brillaba un sol maravilloso. Todos sabían que Ñ era un hombre muy feliz, sobre todo porque con su imaginación procuraba principalmente ayudar a los demás y no tanto buscar lo que a él le gustaba. Él era consciente de que la fuerza que Dios le había regalado con su imaginación, como todos los demás dones del Señor, no eran para que la persona los disfrutara ella sola y para su propio y exclusivo beneficio, sino para que los pusiera al servicio de los demás, para de este modo multiplicarlos, y poder así rendirle mejores cuentas a Dios. Su felicidad consistía en poder hacer felices a los demás. En ocasiones le venían tentaciones de imaginar que sus armarios se convirtieran en las cajas de algún banco lleno de billetes y dedicarse a gastar todo el dinero que quisiera. Pero en el fondo de su corazón, una voz le decía que eso no era la felicidad y que así no sería feliz. La misma voz lo empujaba a hacer el bien y así, haciendo el bien y ayudando a los demás, era verdaderamente feliz. Y una cosa más, sin esperar nunca recompensa, pues él con su Presencia Apostólica
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Historia para meditar imaginación ayudaba a todos y estas personas nunca iban a saber que aquello les pasaba gracias a la imaginación y fantasía de nuestro personaje. Pero la alegría y el gozo de Ñ se apagaba cuando veía la televisión y se enteraba de las muchas cosas malas que pasan en el mundo por culpa del mismo hombre. Fue entonces que se puso a pensar, ¿cómo podría combatir el mal? ¿Tal vez imaginando un poderoso ejército que entrara de pronto en la ciudad y capturara o hiciera desaparecer a todos los malhechores y protagonistas de la corrupción? Sin embargo se dio cuenta que esa no era la solución, pues el mal es como la cabeza de la Hidra, si la cortas, de ella vuelven a salir otras muchas cabezas, que si son también a su vez cortadas, de ellas salen otras más, y en lugar de acabar con el mal, lo único que se hace es multiplicarlo. Pensaba en estas cosas, preocupado, una mañana en la que se volvió a subir al autobús. Mientras pensaba, se dio cuenta de que una mujer joven quería subir con la carriola de su hijo, pero no tenía fuerzas para cargarla. Nuestro personaje imaginó que detrás de ella había un fuerte y amable joven que en cuestión de segundos y con delicadaza, le ayudaba a subir la carriola al autobús, y cuando la mujer se tuvo que bajar, este mismo personaje, le ayudó a bajarla. Una vez que le ayudó y la feliz madre le agradeció con la mejor de sus sonrisas, este personaje imaginario se marchó por las calles de la ciudad para desaparecer cuando nadie lo notara, habiendo ya cumplido su misión. Pasado algún tiempo, volvió a encontrarse con la misma joven madre y su carriola. Cuando se disponía a imaginar de nuevo al joven atlético y servicial que le había ayudado en la última ocasión, se dio cuenta de que no era necesario, pues un joven estudiante, sin ningún atributo especial, amablemente le ayudó a la joven madre y nuestro personaje pensó entonces en lo importante que era el ejemplo y el sembrar el bien, pues cuando siembras el bien sólo se puede recoger el bien. Y se propuso recorrer todos los días la ciudad sembrando el bien con su imaginación, para de esta manera combatir el mal que estaba asfixiando a su ciudad. Y donde había cosas malas, él imaginaba cosas buenas: respeto, ayuda, colaboración, paciencia, servicialidad, amabilidad, generosidad, pero sobre todo, paz y amor. Muy pronto se dio cuenta de que el bien que él había sembrado con su imaginación y fantasía iba dando sus frutos. Ya no necesitaba imaginar tantos personajes que ayudaran a los demás, pues la misma gente se iba animando a ayudar, a hacer el bien motivada e inspirada por los ejemplos que nuestro personaje había imaginado. 18
Presencia Apostólica
Los asaltantes, ladrones y gente violenta, avergonzados por lo que les pasaba en muchos casos cuando querían cometer sus crímenes, poco a poco dejaron sus malas acciones porque se dieron cuenta de que quien hace el mal, vive mal y muere peor. Así, cuando varios asaltantes enmascarados, armados con ametralladoras, entraron a un comercio en donde estaba nuestro personaje, él imaginó que las ametralladoras se convertían en plumeros. De modo que, después del susto inicial, la gente presente en la tienda no pudo sino reírse y, para mayor vergüenza, las máscaras se les cayeron de la cara y todos pudieron ver con claridad quiénes eran. Además imaginó que no pudieran quitarse el plumero por espacio de un mes. Por más intentos que hicieron, tenían que ir con los plumeros en la mano derecha a todas partes, con lo que la gente los identificaba en seguida. Optaron por no salir de donde vivían. Cuando finalmente el plumero desapareció, se propusieron nunca más llevar a cabo una mala acción. Entre otras cosas, el mal recuerdo del plumero los detenía. Y así paulatinamente su ciudad fue cambiando. Él seguía imaginando personas que daban ejemplos de diferentes virtudes, pero cada vez se daba cuenta de que iban siendo menos necesarias, pues la gente se animaba a vivir en la virtud y en la solidaridad, prestándose ayuda unos a otros, procurando convivir con respeto, colaboración y paz. Fue entonces cuando nuestro personaje, Ñ, imaginó que todos los habitantes de la ciudad pensaran que había dos cosas muy importantes que eran: el no olvidar que el bien que hacemos a los demás redunda siempre en el bien propio; y que la bondad, la paz, la justicia y el amor tiene más fuerza que el mal. E imaginó que el mundo era como la palabra “sonar”, pues las cosas tienen un sonido que se ajusta a una determinada realidad y siempre hacen ruido; algunas cosas más que otras. Y pensó que la fantasía y la imaginación son como la rayita que se le pone a la ‘n’, para que se convierta en ‘ñ’ y que transforme la realidad. Es decir, que la fantasía y la imaginación pueden hacer la diferencia y ayudarnos a comenzar a transformar el mundo en un lugar mejor. Y así se pueda trabajar y rezar, para que las cosas dejen de hacer un ruido molesto y lleguen a ser algo mejor, como siempre las hemos soñado.
De la Palabra a la acción
De la Palabra a la acción
La
Palabra septiembre-octubre
Septiembre Domingo Mt 18,15-20
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(…) Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano. Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Yo les aseguro también, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi padre celestial se lo concederá; pues donde
Septiembre Domingo Mt 18,21-35
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(…) Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.” Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: «Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.» El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos.” El evangelio nos dice que entre los seguidores de Jesús no puede caber la indiferencia. Lo que le pase al otro nos incumbe. El apoyo y el cuidado del prójimo deben ser rasgos distintivos del cristiano. La enseñanza que nos da Jesús en este tema es muy precisa en el cuidado de las formas en que se reprende al hermano: primero en privado, después en pequeño grupo y, por último, en comunidad. Todo esto debe estar fundamentado en el amor al otro, nunca en deseos de superioridad, rencor o venganza.
¿Sabes manifestar tu amor a través de la corrección al otro
o prefieres evitarte “problemas”? Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: «Págame lo que me debes.» El compañero se le arrodilló y le rogaba: «Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.» Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: «Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?» Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.” Presencia Apostólica
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De la Palabra a la acción
¿Has pensado seriamente que debes perdonar para poder recibir el perdón de Dios?
Septiembre Domingo Mt 20,1-16
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(…) Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo.» Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo. Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: «¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?» Ellos le respondieron: «Porque nadie nos ha contratado.» Él les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña.» Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: «Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros.» Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno. Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: «Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor.» Pero él respondió a uno de ellos: «Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que 20
Presencia Apostólica
te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?» De igual manera, los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos.” Esta es una de las parábolas que nos enseñan cómo es el Reino de Dios. El tema del Reino siempre nos sorprende, nos pone ante retos y nos pide evolucionar como personas, buscando tener más madurez y conciencia. En este caso se nos pide que no nos creamos mejores que otros y que dejemos atrás las actitudes infantiles de estar comparando lo que recibimos con lo que otros reciben. Con esta parábola, Jesús nos recuerda que nunca es tarde para comenzar a trabajar por el Reino de Dios.
¿Estás dispuesto a trabajar por el Reino de Dios en esta hora de “tu día” (vida)?
Ilustraciones: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org
Cuando rezamos el Padrenuestro pedimos el perdón de Dios y nos comprometemos a perdonar a nuestros hermanos. De manera que negar el perdón no es una opción para el cristiano, ya que perdonar es lo que ponemos de nuestra parte para obtener nosotros el perdón de Dios. Cuando no somos capaces de perdonar, alimentamos el rencor y este sentimiento envenena nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Por otra parte, el perdón a nuestros semejantes no implica tolerar el mal, sino aceptarlos como son y ofrecerles nuestro apoyo para mejorar.
De la Palabra a la acción
Septiembre Domingo Mt 21,28-32
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(…) Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: «Hijo, ve a trabajar hoy en la viña.» El le contestó: «Ya voy, señor», pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: «No quiero ir», pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” Ellos le respondieron: «El segundo.» Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le
Octubre
Domingo Mt 21,33-43
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(…) Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: “Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero estos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo. Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: «A mi hijo lo respetarán.» Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: «Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedamos con su herencia.» Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Ahora, díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?” Ellos le respondieron: “Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entre-
creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él.” Esta parábola nos hace reflexionar en dos actitudes; la del primer hijo representa la de aquellos que dicen cumplir con la voluntad de Dios, pero que a fin de cuentas son pura apariencia. El segundo hijo representa a aquellos que, aunque en principio tengan que luchar contra ellos mismos, al final son capaces de escuchar a su conciencia y responder al llamado de Dios. Esto nos enseña a no sentirnos más que aquellas personas que normalmente consideramos pecadoras, porque muchas veces nos sorprenderán con sus actitudes y con su capacidad de cambio.
¿Sueles cumplir lo que ofreces o prometes?
guen los frutos a su tiempo.” Entonces Jesús les dijo: “¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable? Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos.” Jesús nos recuerda que, como personas, tenemos todos los elementos que necesitamos para ofrecer buenos frutos en la vida. Cada uno de nosotros tenemos cualidades que son dones que nos capacitan para que, siguiendo el ejemplo de Jesús, “pasemos por el mundo haciendo el bien”. Sin embargo, muchas veces olvidamos que somos administradores de estos bienes, no dueños, y como en el ejemplo de la parábola nos cerramos a ser agradecidos, no entregando al Dueño de nuestras vidas lo que le corresponde. Hagamos un alto en nuestro camino para considerar cómo estamos respondiendo al don de nuestra vida que existe para entregarse a Dios y a nuestro prójimo. ¿Qué hago en mi vida cotidiana para promover la justicia, la verdad, la solidaridad, el amor y la paz que habitan en mí por ser bautizado e hijo de Dios? Presencia Apostólica
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De la Palabra a la acción
Octubre Domingo Mt 22,1-14
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(…) Volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero estos no quisieron ir. Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: «Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda.» Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron. Entonces el rey se llenó de cólera y mando sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego les dijo a sus criados: «La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren.» Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados. Cuando el rey entró a saludar a los convidados vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?» Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: «Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»” Evidentemente los invitados al banquete de la parábola tienen un problema al ordenar sus prioridades, ya que por atender sus intereses, labores y negocios ¡desprecian el banquete del rey! Y su ceguera llega tan lejos que hasta tienen actitudes criminales contra los mensajeros del rey. No obstante, ni el que los primeros invitados no fueran dignos ni la destrucción de los mensajeros detie22
Presencia Apostólica
nen el mensaje de invitación del rey que llega a “malos y buenos” que sí asisten al banquete. Para quienes creemos en Cristo, la muerte se convierte solamente en una puerta que nos permite pasar a un banquete preparado por Dios para todos nosotros. Sin embargo, vivir con actitudes contrarias a nuestro bautismo es rechazar esta invitación. Por último, no olvidemos que el “traje de fiesta” que llevamos al banquete son las buenas obras que realizamos en esta vida.
¿Si el Señor te llamara hoy a su presencia para disfrutar de su banquete, estarías vestido con el traje de fiesta?
De la Palabra a la acción
Octubre
Domingo Mt 22,15-21
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(…) Se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo. Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: “Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie. Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?” Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: “Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo.” Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” Le respondieron: “Del César.” Y Jesús concluyó: “Den, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.” Cualquier persona, aunque no esté familiarizada con los evangelios, conoce la frase: “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Sólo que inmediatamente se capta uno de sus sentidos
Octubre
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Domingo mundial de las misiones Mc 16,15-20 (…) Se apareció Jesús a los once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Éstos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos.” El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían. Este domingo es propicio para guardar en el corazón la convicción de que: “La Iglesia existe para evangelizar”. Esa es su principal misión en el mundo. Para ello necesita misioneros. Se nos ha recor-
más equivocados: que los cristianos deben preocuparse por lo espiritual, y otros (generalmente los gobiernos civiles) por lo demás. Nuestra propuesta es que tomando en cuenta los elementos anteriores consideremos que Jesús al decir: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” no estaba separando campos sino delimitando actitudes. Es decir, estaba dejando claro en qué consistía el señorío del César y en qué el de Dios. Dios es el único dueño de las personas; Él las creó a su imagen y semejanza. El César poseía sólo lo que él había acuñado, las monedas para el impuesto. Desde esta perspectiva el evangelio contiene una fuerte invitación a evitar el endiosamiento sobre las personas. Nadie es dueño de los demás; ninguna autoridad o poder puede adueñarse de los seres humanos. Los poderes y las autoridades pueden constituirse en dueños de las cosas pero nunca en señores absolutos de las personas. Cuando esto sucede quienes ejercen la autoridad o el poder se introducen en una carrera interminable de endiosamiento adueñándose de la persona, su conciencia, decisiones, esperanzas, etc. ¿Conoces gobiernos, instituciones o personas que se creen dioses y dueños de las personas?
dado últimamente que todos los bautizados somos “discípulos-misioneros”, es decir, seguimos a Cristo y con nuestro testimonio cotidiano llevamos la buena noticia, el evangelio del Señor Jesús, de que todos somos hijos de Dios y que la gloria de Dios consiste en que el hombre viva. Además de esto, recordemos que de los más de seis mil millones de habitantes en el mundo sólo mil millones conocen a Cristo y su Evangelio. Necesitamos orar al dueño de la mies para que siga enviando hombres y mujeres generosos que dejándolo todo quieran seguir y servir a Cristo como discípulos-misioneros de tiempo completo para conseguir que más personas conozcan a Cristo y sean sus discípulos. Y quienes han optado por otras formas de vida que apoyen a los discípulos – misioneros de tiempo completo con su solidaridad espiritual y material.
“¿De qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero si al final pierde su vida?” Presencia Apostólica
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De la Palabra a la acción
Octubre Domingo Mt 23,1-12
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Seguramente a todos nosotros nos suena familiar eso de decir una cosa y hacer otra. A todos nos cuesta predicar con el ejemplo y lo que sí suele ser más fácil es decirles a otros cómo deben actuar. Cuando nos encontramos en una posición de poder solemos exigir de los subalternos, de los alumnos o de los hijos, más de lo que nos exigimos a nosotros mismos. Por otra parte, nos gustan los honores y los primeros lugares… pero Jesús nos dice que solo la humildad nos enaltecerá de verdad. Jesús nos recuerda de manera radical que a los ojos de su Padre, que es nuestro Padre, todos somos hijos y hermanos entre nosotros por lo tanto somos iguales en dignidad. 24
Presencia Apostólica
Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org
(…) Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’. Ustedes en cambio, no dejen que la gente los llame ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.”
¿Cómo cultivo la virtud de la humildad en mi vida?
Comentarios elaborados por Alejandro Cerón Rossainz, CMF y Marisol Núñez Cruz.
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Ilustración: Leticia Asprón
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