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Presencia Apost贸lica

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Ven a vivir la alegría de servir realizando labores de evangelización y promoción social en:

n Xochitepec, Montaña Alta de Guerrero n El Ciruelo y Lo de Soto, Costa Chica de Oaxaca n Ciudad Juárez n Nuevo Laredo n Torreón n León n Morelia n Guadalajara n D.F. n Toluca n Cuauhtenco, Estado de México n Y en más de 60 países

Presencia Apostólica de San Judas Tadeo en la Radio

Cápsula devocional Ahora los domingos a las 8:55 a.m.

ABC radio 760 AM 2

Presencia Apostólica

Ilustración: Leticia Asprón

MISIONEROS CLARETIANOS


CONTENIDO Director

Ernesto Mejía Mejía, CMF Consejo Editorial

Alejandro Cerón Rossainz, CMF José Juan Tapia, CMF Alejandro Quezada Hermosillo, CMF Enrique Mascorro López, CMF René Pérez Díaz, CMF Ernesto Bañuelos C. Editora

Marisol Núñez Cruz Corrección de estilo

Ernesto Bañuelos C.

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Editorial

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Vida cotidiana Aventuras de un misionero

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¿Quién fue san Judas Tadeo? El alma: recinto profundo de transformación y de crecimiento personal

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Colaboradores

Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF

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Vivir con conciencia

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El cafetal

Arte y Diseño

Mirta Valdés Bello Distribución

Liga Nacional de San Judas Tadeo

Nuestra misionera del mes

15 PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor responsable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Casiano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmente, citando la fuente y sin fines comerciales. Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 mail: liganacional_sanjudas@claret.org Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío).

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Justicia social

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Amor es…

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Cristianos felices

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De la Palabra a la acción


EDITORIAL

Una espiritualidad auténtica

A

ño con año vivimos los tiempos litúrgicos −como son la Cuaresma y la Pascua− y corremos el peligro de vivirlos de manera rutinaria, como simples vacaciones, sin que tengan ninguna repercusión en nuestra vida. Nos hace falta recordar que el año litúrgico es un camino de espiritualidad para recorrerse personalmente y en comunidad. En este número presentamos artículos sobre la importancia de vivir con conciencia y de tener como prioridad el aspecto espiritual de nuestra vida. Son temas que nos pueden ayudar a tener una espiritualidad auténtica en los tiempos de Cuaresma y Pascua, que además dé frutos de amor y de justicia. La Cuaresma es un camino de conversión, renovación y esperanza que nos lleva al encuentro con Jesús resucitado. Pascua es el tiempo en que la luz de Cristo vence a la oscuridad del sufrimiento y de la muerte. Pascua es el tiempo en que, rodeada de primavera, florece nuestra esperanza, y las flores con que la naturaleza nos alegra son señales de vida y nos recuerdan la promesa de los frutos del Espíritu.


Vida cotidiana

NADA TE TURBE Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta. Eleva tu pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe. A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, nada te espante. ¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa. Aspira a lo celeste, que siempre dura; fiel y rico en promesas, Dios no se muda.

NO ME MUEVE MI DIOS PARA QUERERTE No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera. Autor anónimo

Ámala cual merece bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza. Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios tu tesoro nada te falta. Id, pues, bienes del mundo; id dichas vanas; aunque todo lo pierda, sólo Dios basta. Santa Teresa de Ávila 1515-1582

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Aventuras de un misionero

El misionero intrépido

enfrenta al “Diablo”

Jesús García Vázquez, CMF

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ara un Hijo del Inmaculado Corazón de María la mejor distracción es el trabajo. Así era para mí en la Montaña de Guerrero. El “Diablo”, nada más ni nada menos, era el nombre que la gente le dio al presidente municipal de Chilapa, Guerrero, cuando estuve de misionero en Tlacoapa. Yo tenía que pasar por Chilapa para llegar a la gran misión, pero al misionero nada le arredra. “El Diablo” tenía una camioneta Ford 350 con la que transportaba a los indígenas a la ciudad para que llevaran a vender sus productos: morrales, gabanes, tila o fruta y miel. Los indígenas vendían sus productos y luego compraban algo de alimentos para llevar a la montaña. Pero los pobres se quejaban mucho de que el “Diablo” les cobraba muy caro y de que, cuando a su chofer se le pegaba la gana, los tiraba a medio camino y tenían que caminar hasta todo un día para llegar a su casa. También les compraba mamey a 50 centavos el kilo, mientras él en la ciudad lo daba a diez pesos el kilo. El chiste es que el “Diablo” se hacía rico con el trabajo de los indígenas. 4

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Un buen día tuve que bajar de la montaña y me trasladé en su camioneta. Fue cuando me di cuenta de las injusticias que cometía ese señor y, como al misionero nada le arredra, llegué a la ciudad de México decidido a comprar una camioneta. Pero, ¿con qué ojos, divino tuerto? Se me ocurrió una idea: con el debido permiso, pedir dinero en el templo del Purísimo Corazón de María que está en la Colonia del Valle, para comprar la camioneta. Le comenté a la feligresía la situación de aquella gente y en dos domingos tuve para comprar una Dodge de tres toneladas y media. Sólo que, a la muy catrina, no le gustó trabajar en la montaña. Nuevecita se comenzó a desarmar. Primero se le desprendió el mofle, luego se le desprendió la caja y, finalmente, se desprendió el volante de la dirección. Terminó yéndose al barranco y allí quedó. A pesar de esto, nunca me desanimé, porque para mí, la peor bancarrota de un misionero es el desánimo. Lo bueno fue que, cuando se desbarrancó, todos los que iban en ella se alcanzaron a bajar. Luego, con lo que el seguro me dio, dí el enganche de una

Ford 350, exactamente como la del “Diablo” pero de otro color; la mía era verde y la de él, roja. La camioneta me la vendió un amigo que tenía una agencia. Después, con la venta de los mameyes, la terminé de pagar. La Ford 350 sí me salió muy trabajadora. Se venían los indígenas en ella y no les cobraba ni un cinco. Traían sus productos y les rendía más el dinero. Yo les decía cuándo iba a regresar a la montaña y algunos me esperaban para regresar con sus compras a sus casas. Esto, por supuesto, siempre lo hice con mucha cautela para que no se enterara el “Diablo”. Pero, como ustedes saben, no faltan los chismosos y los envidiosos. Por cierto, la envidia es el más vil de los sentimientos. Tengan cuidado con ella. Un día, los policías del “Diablo” me apañaron, me quitaron la camioneta y la detuvieron por tres días. Pero el misionero se goza en los tormentos. Pasados los tres días, me dijo: –Mire, padre, si vuelve a llevar gente a la montaña, le va a pesar. Y, de muy mala gana, me entregó la camioneta. Aquí me di cuenta de que el defecto más grande que un hombre puede tener es el egoísmo. Entonces le dije: –Mire, señor, usted tiene muchos otros lugares adonde llevar gente. Lo que yo hago no es ningún negocio. Sólo ayudo a mis hermanos que tanto sufren en la montaña. Usted como presidente, debería ayudarlos y no explotarlos. Si actuara así, Diosito le daría muchas bendiciones. Dios me dio un valor muy grande para lograr decirle esto sin miedo. Creo que el miedo, es el obstáculo más grande para un misionero. Pero, como a los diablos no les gusta oír la palabra Diosito, se le pusieron los ojos rojos como de semáforo en alto. Me insultó hasta donde pudo, advirtiéndome que


Aventuras de un misionero me pesaría. Pero no me di por vencido, porque ese hubiera sido mi peor error. Era de noche cuando emprendí el viaje a la montaña. Las nubes amenazaban con dejar caer chaparrones de agua. La camioneta se bamboleaba de un lado para otro con dos toneladas y media de víveres, clavando los dientes de sus llantas en el lodo para no salirse del camino. La tormenta era cada vez más fuerte y los rayos iluminaban mucho mejor el camino que los ojos de mi camioneta. Cuando menos lo esperaba, otro vehículo me iba alcanzando. Al llegar a un lugar donde, más o menos, cabíamos los dos, le di el paso. Pero lo que nunca pensé es que el chofer llevaba malas intenciones. Apenas se adelantó tantito, hizo señas para que yo pasara y se detuvo. Pero, en cuanto quise rebasarlo, me aventó la camioneta. Mis reflejos reaccionaron más rápido que inmediatamente. Luego, luego frené y, por un pelito de rana calva, no me pegó. Entonces me di cuenta que era la camioneta del “Diablo”. Enseguida me puse las pilas y me preparé para lo que fuera necesario. El chofer era un chavo como de 18 años, muy experto manejando en la montaña, pero la experiencia debe ser acompañada con la astucia, y eso no lo tuvo en cuenta. Tres o cuatro veces me echó encima la camioneta sin éxito. Yo pensé: “Él no lleva peso, yo sí. Aunque me pegue, no podrá sacarme del camino… Así que, padrecito, en el nombre sea de Dios…” Y yo creo que el peor error de él fue no haberse encomendado a Dios. La cuarta vez que intentó echárseme encima bajé mi velocidad a segunda, aceleré lo más que pude y, aprovechando el fuerte relámpago de un rayo, que me lanzo. En cuestión de segundos, cuando quiso echárseme encima, ya estaba yo

del otro lado. Nada más veía por el retrovisor como sus faros se meneaban de un lado para el otro. Por poquito y el que se iba al barranco era él. Me pegué al volante y decidí no dejarlo pasar más. Poco a poco se fue quedando hasta que lo perdí de vista. Desde entonces pienso que el día más hermoso de mi vida es el día de hoy. Como al mes, bajaba yo de la montaña cargado con mameyes para venderlos y traer alimento para los indígenas. Cuál va siendo mi sorpresa que el chavo que intentó desbarrancarme estaba pidiendo auxilio, porque su camioneta se le fue a una zanja y nadie la pudo sacar. Yo le pregunté a mi camioneta: –¿Lo sacamos? –¡Claro que lo sacamos! Si estuvieras en su lugar, ¿no te gustaría que alguien te sacara, aunque fuera tu enemigo? Me preguntó muy coqueta. –¡Verdad que sí, manos a la obra!– Le contesté entusiasmado. Cuando me vio, el joven agachó la cabeza de vergüenza y le dije: –No te preocupes, chamaco. No te guardo rencor, porque fue tu patrón el que te mandó a desbarrancarme y tú tenías que obedecer. Sólo quiero que le digas al “Diablo” que te fuiste a una zanja y que yo te saqué. Amarré las cadenas de mi camioneta con la de él, le puse otras cadenas enredadas a las llantas traseras de mi camioneta para que no se patinara y, en un abrir y cerrar de ojos, lo saqué de allí. Como él venía más liviano que yo, se adelantó y llegó a Chilapa dos horas antes que yo. Le dije a mi camioneta: –Te felicito, preciosa, porque no eres rencorosa y me has enseñado que el regalo más hermoso es el perdón. Llegué a Chilapa, cargué gasolina y seguí mi camino. Pasando Chilpancingo, como a tres ki-

lómetros, que escucho el silbido de una bala que se impactó en el retrovisor de mi lado dejando un hoyo, el cual, a los pocos segundos se estrelló todito. En seguida pensé que esa bala iba dirigida a mí y no tardarían otras más. Bajé la velocidad y comencé a serpentear la camioneta. Cuando llegué a México algunos mameyes llevaban un gran agujero y en uno de los rines traseros sólo traía un birlo; los demás se habían salido por el impacto de las balas. Dios siempre estuvo conmigo, porque llegando a México, como a las cinco de la mañana, en seguida me dirigí a la Merced donde ya estaba un comprador esperándome como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. En cinco minutos vendí todos los mameyes que llevaba. Aprendí que el rencor y la ira envenenan el alma y enferman al cuerpo. Mejor es tener paciencia y confiar en Dios. Pero, amigos, ¿qué es un misionero? San Antonio María Claret dice: “Un misionero hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se goza en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo, en trabajar, en sufrir, y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.” Yo pregunto a los jóvenes: ¿no les gustaría experimentar la gran aventura viviendo de esta manera? ¡Es padrísimo, lo máximo! Yo, hace 34 años que lo estoy intentando y, si volviera a nacer, lo intentaría de nuevo, creo que no hay nada mejor que esto. Presencia Apostólica

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Nuestra devoción

¿Quién fue san Judas Tadeo?

S

an Judas Tadeo nació en Galilea, probablemente en Séforis, provincia cercana a Nazaret. Antes de convertirse en apóstol, probablemente fue agricultor.

Sus nombres

El nombre «Judas», un nombre común entre los judíos del tiempo de Jesús, viene del idioma hebreo y significa “alabanzas sean dadas a Dios”; el nombre «Tadeo» proviene del idioma arameo y significa valiente o magnánimo. También ha sido llamado «Lebbeo» que significa: hombre de corazón tierno. En la lista de apóstoles del evangelio según san Lucas aparece con el nombre de «Judas» (6,16); en Mateo (10,3) y en Marcos (3,18) se utiliza el nombre «Tadeo». Según los relatos genealógicos, san Judas Tadeo fue primo de Jesús. Cuando Jesús, enseñando en la sinagoga, se encuentra con la incomprensión y el rechazo del pueblo de Nazaret, Judas Tadeo es mencionado como uno de los miembros de la humilde familia de Jesús: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?” (Mt 13,55).

tol san Judas Tadeo, del apóstol Santiago el Menor y del apóstol Simón, llamado el cananeo o zelotas. También fue madre de José, llamado el Justo. A María de Cleofás se le llama también María de Santiago por su hijo el apóstol con ese nombre, (RIIAL1). Santa María de Cleofás era del grupo de las que siguieron a Jesús desde que estaba en Galilea, pues era su discípula. En los evangelios siempre estuvo entre las mujeres piadosas que en torno de Jesús conformaron un grupo afectuoso en la alegría y adolorido en la pasión. En las pinturas de los artistas medievales esta santa aparece en “todos los hechos principales de la vida y la pasión de Jesús: cuando el Maestro predica, cuando realiza milagros, cuan-

Su familia

San Judas Tadeo fue hijo de Alfeo Cleofás, hermano de José; su madre fue María de Cleofás, prima hermana de la madre de Cristo. Los hermanos de Tadeo fueron cuatro: María Salomé, Santiago el Menor, Justo y Simón el Cananeo. Santiago fue también apóstol de Jesucristo y Simón acompañó a san Judas Tadeo en sus viajes.

La madre de san Judas Tadeo

María de Cleofás, santa, discípula de Jesús. Abril 24. Martirologio Romano: En Jerusalén, conmemoración de las santas mujeres María de Cleofás y Salomé, que, junto con María Magdalena, muy de mañana del día de Pascua se dirigieron al sepulcro del Señor para ungir su cuerpo y recibieron el primer anuncio de la Resurrección (s. I). La madre de san Judas Tadeo, María de Cleofás, era así llamada por el nombre de su marido, Cleofás, en hebreo, o Alfeo, en griego. María de Cleofás fue discípula de Jesús, prima de María la Virgen y madre de tres apóstoles: del após6

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4Santa María de Cleofás “El RIIAL es un proyecto iniciado en 1987 desde el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) para impulsar la informatización y la cultura de uso de las nuevas tecnologías en la misión de Iglesia católica en América Latina, llamada a comunicar el Evangelio y ser signo de comunión en la sociedad actual.” http://es.catholic. net/ligas/ligasframe.phtml?liga=http://www.riial.org 1

“Pan y Vida es una Organización sin fines de lucro que trabaja conjuntamente en RED con varias organizaciones católicas por ejemplo: Diosbendice.org, Iple.org, Corazones.org, Catholic.net, Librería La inmaculada, RAR COMPUTACIÓN, entre otros.” http://www.mensajespanyvida.org/site/index. php?option=com_content&view=article&id=278:maria-de-cleofas-&catid=15: pascua&Itemid=38 2


Nuestra devoción

do triunfa. La desolación del mundo aparece en el rostro de María Cleofé y en el de las otras mujeres al pie de la cruz” (Pan y Vida2). Por todo lo anterior, más que por el parentesco con la Santísima Virgen y con Jesús, “a esta santa se le venera por su continua y vigilante presencia cerca del Salvador, lo que le ha merecido un puesto particular en la devoción de los cristianos” (RIIAL, op. cit.).

El padre de san Judas Tadeo

El padre del apóstol san Judas Tadeo fue san Cleofás3, quien era hermano de san José y por lo tanto tío de Jesús. Cleofás fue uno de los dos discípulos que fueron alcanzados por Jesús Resucitado en el camino hacia Emaús, la tarde de la Resurrección: “Aquel mismo día, dos de ellos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, que está a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino conversaban sobre todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó: –¿De qué van conversando por el camino? Ellos se detuvieron con rostro afligido, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: –¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días? (Lc 24,13-18).” Cleofás murió lapidado en su propia casa por confesar que Jesús era el Mesías anunciado por los profetas (Sabino de Sandoli, OFM4). La importancia que para Jesús tenían los padres de san Judas Tadeo –María de Cleofás y Cleofás–, y la importancia que por lo tanto tienen para la tradición católica, se puede comprender si se toma en cuenta que fueron testigos de la primera noticia de la Resurrección y de la primera aparición de Jesús Resucitado, respectivamente.

Según Eusebio de Cesárea, citando a san Hegesipo, en: Página de la provincia Custodia de Tierra Santa de los Hermanos Menores franciscanos. http://es.custodia.org/default.asp?id=784&id_n=9466&Pagina=39 La enciclopedia Católica on Line indica que San Hegesipo fue un escritor del siglo II, a quien se conoce principalmente por Eusebio quien dice que Hegesipo escribió la tradición de la predicación apostólica en cinco libros. Su obra se tituló hypomnemata (Memorias). Hegesipo apeló principalmente a la tradición según estaba incluida en la enseñanza que se había transmitido a las Iglesias a través de la sucesión de obispos. En: http://ec.aciprensa.com/wiki/San_Hegesipo

4El ángel da la Noticia de la Resurrección

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Un folleto del hermano Sabino de Sandoli, ofm, publicado en 1968 y reeditado varias veces, ofrece estos datos. 4

4San Cleofás y san Simón —el padre y el hermano de san Judas, respectivamente— son alcanzados por Jesús Resucitado en el camino de Emaús. Presencia Apostólica

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Crecimiento personal

El alma:

recinto profundo de transformación y de crecimiento personal Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez

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uan juraba que había encontrado al amor de su vida. Verónica le parecía la mujer ideal y él, que tenía baja autoestima, sentía que le había llegado un regalo del cielo, del cual no se creía merecedor. Su relación parecía ir sobre ruedas, aunque amigos y familiares le señalaban su incapacidad de verla tal cual era, debido a su autoconcepción tan devaluada. Se aferraba a la imagen que se había formado y no podía ver ni quién era ella ni siquiera quién era él mismo. Tuvo que pasar por situaciones dolorosas en las que descubrió infidelidades, mentiras y traiciones que lo llevaron a desmoronarse, junto con su mundo. 8

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Durante muchos meses se encerró en sí mismo y no quiso saber de nadie. Pretendía olvidar a Verónica, pero a cada momento se descubría pensando y sintiendo desgarradoramente lo que ella era en realidad, así como el espejismo que había perdido y que había creído tan seguro y real. El odio no tardó en aparecer, pero no se dirigía únicamente hacia ella, sino también a sí mismo, pues se preguntaba una y otra vez cómo había sido tan ciego e iluso y había permitido tanto, o no había querido darse cuenta, a pesar de lo que se le había advertido. Poco a poco empezó a tener que ver sus puntos ciegos y a reconocer aspectos que tenía pendien-

te afrontar, y lentamente lo vivido le forzó a conocer su ser profundo y a superar muchos autoengaños. Conforme fue logrando pasar del odio al entendimiento y al perdón, también fue siendo capaz de alcanzar un amor propio más digno y reconciliador. Sin quererlo, su alma emergía y con ella las verdades a las que había huido y que ahora le traían tanta paz. Tal travesía lenta, profunda y dolorosa había tenido un enorme sentido: llevarlo a ser él mismo de manera coherente con lo que había en lo profundo de su ser. El alma: recinto de transformación Para entender situaciones difíciles como ésta, por las que todos tarde o temprano podemos pasar, necesitamos aceptar la realidad y ahondar en nuestro ser, en nuestra alma. Pero la palabra alma ha caído en tal desuso y descrédito que parece que no existe más o que fuera una falacia. Palabras modernas le han sustituido y ocuparse de ella parece corresponder a la psicología, por lo menos por su definición etimológica; pero esta disciplina al tratar de alcanzar el estatus científico, con los estándares positivistas del siglo XIX, se ha limitado a cuestiones más bien mentales, emocionales y conductuales. Dejar de lado en nuestra vida la perspectiva del alma ha generado superficialidad y un ocultamiento de la propia verdad y profundidad de lo que somos los seres humanos. En cualquier momento de la vida se nos pueden presentar cambios profundos y pueden salir a la luz verdades dolorosas que nuestro ser está queriendo gritar. Muchas veces callar estas verdades nos provoca un cuadro que etiquetamos como depresión y tratamos de solucionar con fármacos lo que en el fondo es un problema espiritual.


Crecimiento personal No podemos ignorar nuestra dimensión espiritual No podemos seguir perdiendo de vista la dimensión espiritual de nuestras vidas. El problema de no entender esta dimensión se puede dar incluso en ambientes religiosos. Lo que tal pérdida de la dimensión del alma o del espíritu provoca es un mundo literalmente desalmado. Un mundo en el que la destrucción y la violencia se vuelven cotidianas, y donde se exalta una sexualidad en la que sólo parecen importar el placer y el egoísmo. Todo este panorama que enfrentamos día con día y del que nos alimentamos, nos deshumaniza y hace que la noción de alma se vaya perdiendo en el mundo contemporáneo. Se vive en la superficialidad Hay que partir de que lo más profundo de nuestra existencia es lo más oculto y de que andamos temerosos de conocernos verdaderamente y de vivir. Se pretende contrarrestar nuestras carencias mediante un mundo exteriorizado que sobreestimula nuestros sentidos. El mundo comercial y enajenante nos bombardea a los consumidores con la creación de necesidades aparentemente inevitables y con “valores” hechos para engrandecer nuestro ego, que es lo más alejado del alma misma. El pretendido autoengrandecimiento con objetos o estatus probablemente inalcanzables crea una amargura que vemos hoy día en tantos rostros. Cuando el alma emerge No nos damos cuenta de que la imagen del yo, de nuestra propia identidad, se va llenando de demandas o necesidades creadas, desde el nacimiento hasta la muerte. Con frecuencia no alcanzamos a ver que por ese camino, tarde o temprano llegaremos a una ruptura con nuestro ser auténtico.

Desde esta ceguera pareciera que para despertarnos, a la vida no le queda otra cosa que empujarnos a noches oscuras del alma. Con frecuencia, tras vivir situaciones difíciles terminamos siendo otros. De ahí que después de pasar por vivencias y cambios radicales, como el caso de Juan, la persona nunca es la misma. Se trata de travesías nocturnas, oscuras para nuestra conciencia cotidiana, que nos transportan a nuestro yo primigenio, nuestro yo más noble, propio y profundo. Es como si, al golpearse el ego, permitiera que el alma se abriera. Esto ocurre finalmente cuando se encuentra el significado de la oscuridad. En realidad implica un renacer a sí mismo y no permanecer en nuestro yo cotidiano, enajenado y falso. Se trata de una transformación lenta, a través de los problemas profundos, que redefinirá el significado de la vida y de uno mismo.

noches oscuras no es destructivo para lo que realmente somos y en el fondo es valioso, aunque para nuestro yo implique la destrucción de su mundo seguro. Tras un proceso de purificación, tenemos la oportunidad de un nuevo comienzo sobre las bases sólidas de la verdad sobre nosotros mismos. El resultado, que toma su tiempo para suceder y ser entendido, es la apertura y expansión de nuestra mente y corazón. El cambio de la falsedad por la autenticidad, de la mentira por la verdad, del egoísmo por la apertura al otro y a uno mismo, conlleva la vuelta al amor auténtico. A veces esta es la razón por la cual alguien pasa por mucho dolor en su vida, necesita derribar al rey que le domina y le endurece: su ego. Cuando el alma tiene finalmente su entrada en nuestra vida, entre las manifestaciones que veremos estará que la dureza

El alma no puede emerger en medio de tanta falsedad. Habría que partir de que vivir es un ciclo continuo de nacer y morir, pero la tendencia es a aferrarse al mundo creado y a la imagen propia, la cual también es creada. Sostener nuestras creaciones a veces se paga con amargura y guerra con los otros (aunque sean las personas que amamos), así como con autoengaños. Muchas veces nos cuesta cambiar nuestra forma de ser y la forma de vida que tenemos, aunque no nos guste, pues el ego se aferra a ilusiones, buenas o malas, que le dan un sentido y lo sostienen en su apariencia. El alma no puede emerger en medio de tanta falsedad y su tendencia será a romper con nuestras seguridades que la ocultan y, en ocasiones, la sofocan. Por eso el paso por estas

egoísta del corazón se empezará a disolver. Necesariamente la persona que entra en esta dimensión espiritual experimentará muchos cambios, y no sólo internos, pues se conectará con la vida y su flujo de otra forma, más confiada y con menos control, el cual viene normalmente de nuestro viejo, cansado y testarudo yo. Finalmente hay que aclarar que el camino hacia una mayor espiritualidad no necesariamente es por el sufrimiento. Podemos adelantarnos a dar por nosotros mismos, y no sólo obligados por la vida, los pasos necesarios para nuestra transformación. El autor es licenciado en psicología y filosofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Terapeuta, catedrático universitario y conferencista. Presencia Apostólica

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Desarrollo humano

Vivir con

conciencia

Gylda Valadez Lazcano

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a conciencia, algo que nos hace tan particulares como especie, es la herramienta más poderosa con la que cuenta cada persona para vivir su vida de la manera que elija hacerlo. La conciencia nos permite definir la forma en que interactuamos con nuestro entorno, la forma en que lo asimilamos, lo experimentamos y lo transformamos. La conciencia nos permite crear nuestra experiencia de vida exactamente de la misma forma en que un guionista escribe el libreto de una película. La conciencia nos mantiene dentro de nuestras elecciones personales. La conciencia es la capacidad de darse cuenta y para eso necesitamos estar alerta, prestar atención. Darse cuenta se convierte en algo habitual que da poder y libertad, en el sentido estricto de esas palabras. Entonces cuando observamos a una persona sin poder y sin libertad, es seguro que vive con poca conciencia. 10

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El vivir en automático, sin darnos cuenta, es algo que nos quita creatividad en nuestra vida, pues impide que nos maravillemos con cada situación que vivimos, convirtiendo nuestra experiencia en algo rutinario. Tener conciencia de nuestras emociones Vivir es un arte y para poder desplegarlo necesitamos ser conscientes de las emociones que nos acompañan día a día y forman parte de nuestra personalidad. Sin embargo, muchas veces ignoramos, bloqueamos o tratamos de evitar dichas emociones. La aceptación es un ingrediente importante para tomar conciencia, pues a veces lo que sentimos o deseamos es inaceptable para nosotros y no queremos ni imaginar cómo será para nuestro entorno. Por ejemplo, una persona que tiene el deseo de ascender en su empleo y que de pronto se da cuenta de que no es tomada en cuenta para el puesto que desea, enfrenta muchas emociones, como

la envidia, la inseguridad, el enojo, etc. El primer paso que necesita dar esta persona es el de validar lo que está sintiendo, respetándose y encontrando la manera de dar salida a esas emociones de manera “ecológica”. Es decir, protegiendo nuestra naturaleza, a la vez que buscamos un equilibrio dentro de nosotros y en nuestras relaciones con los demás y con nuestro entorno. Muchas veces el sentimiento que se genera, como en este caso de no haber obtenido el puesto, no tiene que ver única o principalmente con ese evento, sino que hay otras experiencias importantes que quedaron sin resolver en nuestro pasado, y ahora ese asunto o cualquier otra frustración, sólo son disparadores de las emociones de aquel entonces que vuelven a invadirnos aquí y ahora. Entonces lo que sucede es que actuamos impulsivamente, sin control y sin poder entender lo que nos sucede. A medida que aprendemos a tomar conciencia de nuestras emociones, comprendemos más claramen-


Desarrollo humano te los impulsos ocultos que existen detrás de nuestras reacciones. Desarrolla tu conciencia emocional Existen técnicas para aprender a desarrollar nuestra conciencia emocional. Prueba la siguiente: l Simplemente siéntate en silencio, con los ojos cerrados y respira despacio y profundamente por la boca hacia la cavidad abdominal, mientras prestas atención a los más pequeños detalles de lo que sientes en tu interior. Percibe lo que estás sintiendo, obsérvalo sin analizarlo ni juzgarlo, sin especular respecto del significado que encierra. Así ejercitarás tu conciencia emocional y corporal. Este ejercicio, aparentemente simple, tiene una gran capacidad de despertar los sentimientos. La respiración tiene la finalidad de contactarnos con nuestras sensaciones corporales y llevarnos a una emoción. Validar y expresar esa emoción nos proporciona salud y equilibrio. Como seres con múltiples dimensiones poseemos conciencia corporal, emocional, mental y espiritual.

Expandir nuestra conciencia La conciencia espiritual tiene que ver con sumergirnos en nosotros de manera expandida y observar; permitir que se derrumbe esa visión de la realidad que se basa en el miedo, y generar bases en la confianza y en nuestro propio poder creador. La vieja estructura se basaba en el control a través del miedo; así fue en la estructura económica, en la educación y en la religión. Las bases en que se apoyaba toda la vieja estructura ahora van cayendo, ya no tienen dónde sostenerse y eso ahora crea un gran caos porque tenemos que recuperar nuestro poder y esto sólo lo lograremos vaciándonos de las creencias nocivas basadas en el miedo y el control de las que nos habíamos estado alimentando. Necesitamos nuevas estructuras basadas en nuestra propia capacidad y poder de crear. Cuando somos conscientes de que a partir de nuestros pensamientos y de nuestras emociones creamos nuestra realidad, en este momento empezamos a co-crear. Para ello debemos recordar quiénes somos y de dónde vinimos.

Las nuevas estructuras que necesitamos para vivir mejor las vamos a crear sobre la base sólida de tener mayor conciencia. A eso es a lo que se refiere la expresión expandir nuestra conciencia. En la medida que nos adentramos en nuestra conciencia expandida comprendemos que somos los responsables de nuestras creaciones. Vive con conciencia y marca la diferencia Somos seres en evolución continua. Enfoquémonos en valores como la libertad, la belleza, el equilibrio, la colaboración, la responsabilidad, el amor, la unidad, la gratitud. Enfoquémonos en despertar nuestros dones y ponerlos al servicio de los demás; en realizar nuestros mayores sueños, en compartir, en amar, en celebrar, en agradecer, en aportar, en ser presentes en el ahora. Cuando estemos enfocados en estos valores es cuando manifestaremos nuestra verdadera energía. Así es como estamos creando una nueva forma de vida. Es responsabilidad de cada uno de nosotros tener conciencia de a dónde queremos llegar y cómo lo vamos a hacer. Recibimos constantes mensajes acerca de la necesidad de vivir de manera diferente, pero permanecemos en el piloto automático sin darnos cuenta de que hoy es muy necesario hacer cambios en nuestra vida para vivir de manera consciente y responsable. Incrementar nuestra conciencia en todos sus aspectos nos traerá mayor conocimiento de la vida. Expandir nuestra conciencia nos permitirá mejorar en todas las áreas: nuestra espiritualidad, nuestra alimentación, el manejo de nuestro tiempo, nuestras relaciones con los demás y con todo lo que nos rodea. A mayor conciencia, mayor paz interior; mayor salud y bienestar. La autora es psicoterapeuta. centro.ometeotl@gmail.com Presencia Apostólica

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Historia para meditar

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El cafetal Enrique A. Eguiarte, OAR

arecía un día como otro cualquiera. Cuando salió de su casa el sol brillaba en todo su esplendor y el cielo azul parecía venirse abajo por la intensidad de su propio brillo. También brillaban, resplandecientes de verde, los árboles, las plantas y los arbustos de café. Nuestro personaje, un sencillo recolector de café, no podía percibir nada de esto, pues estaba encerrado en el mundo de la rutina De este modo, una vez que llegó a su campo de trabajo, se inclinó para comenzar la dura labor de la recolección del café. Mientras lo hacía casi no pensaba en nada, pues sólo venían a su mente pensamientos oscuros y tristes. De pronto, al llegar a un arbusto y después de arrancar mecánicamente los rojizos granos y quererlos depositar en el pequeño morral que llevaba colgado, se dio cuenta maravillado de que, entre los granos color granate del café, había un grano de oro. Sus ojos se abrieron desmesuradamente al contemplar lo que tenía en la mano, sin acabar de creer lo que veía. Lo sacó de su sueño el dorado resplandor que el grano de oro arrojó cuando fue tocado repentinamente por un rayo de sol que se colaba entre los arbustos. Lo primero que hizo fue guardarse ese grano de oro en el bolsillo de su blanca camisa y, después de mirar de reojo a sus compañeros –no fuera a ser que se hubieran dado cuenta y vinieran a arrebatarle su grano de oro–, se dio cuenta de que nadie lo miraba. Todos estaban como él había estado hasta unos instantes antes: encerrados en la gris rutina, donde no tiene por qué suceder nada especial. Nadie había visto lo que él había hallado. A continuación rebuscó ansioso el arbusto que le había dado el grano de oro, para ver si había más y se pudo dar cuenta de que el arbusto sólo tenía granos de café. Intrigado y sin saber de dónde procedía el grano de oro, cortó una larga hilacha rojiza que colgaba de su morral y la ató en la parte más alta del cafetal diciéndose a sí mismo: “Después volveré a ver qué es lo que este cafetal tiene de extraordinario.” Posteriormente, cogió los granos de café que quedaban en el cafetal donde había encontrado el grano de oro y siguió su trabajo aquella mañana, como lo había hecho durante muchos años, siguiendo su rutina, pero sin dejar de pensar en el grano de oro que tenía en el bolsillo de su camisa. 12

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Al terminar la pesada jornada laboral, que este día se le había hecho breve, nuestro personaje, sin que nadie lo notara, pues todos estaban instalados en el mundo gris de la rutina, regresó a ver el cafetal donde había encontrado el grano de oro. Pudo reconocerlo por la larga hilacha roja que había atado a sus ramas. Al observarlo pudo ver que era un cafetal ordinario, como todos los demás. Había perdido algunas hojas por la recolección de los granos de café, pero no tenía nada especial. Consternado, regresó a su casa. Su mujer notó que le pasaba algo extraño y le preguntó: –Te veo muy pensativo y un poco raro, ¿te pasa algo? ¿Estás preocupado por algo? Dímelo. Nuestro personaje, con la cabeza todavía llena de interrogantes no le quiso contar nada a su mujer, sino que se limitó a decirle: –No, no me pasa nada. Sólo es que estoy muy cansado, pues ha sido una jornada muy pesada. Al llegar a su habitación y mientras su mujer iba a acostar a los niños, él sacó de su camisa el grano de oro, que resplandecía admirablemente bajo la luz de la vela, y pudo comprobar que era exactamente igual a un grano de café, pero de oro. Sigilosamente lo escondió en una caja de madera que tenía en el fondo de uno de sus cajones. Su esposa no notó nada. Al día siguiente se levantó más temprano y muy pronto estaba listo para ir a la plantación de café. Al llegar, después de saludar a sus compañeros de siempre, se dirigió velozmente hacia el cafetal en donde había encontrado el grano de oro. Pudo reconocer el arbusto por el hilacho rojo que estaba puesto en él. Posteriormente volvió a echar la mano hacia sus pequeñas ramas, como si fuera a recoger de nuevo granos de café. Y cuál fue su sorpresa que de nuevo el cafetal tenía granos de café, pero su admiración fue mayor al comprobar que entre los granos de café, ¡había ahora dos granos de oro! Sin que nadie lo viera, una vez más, se guardó estos dos granos de oro en el bolsillo de la camisa. Con estos nuevos granos de oro, el trabajo no sólo no le resultó pesado, sino que comenzó a darse cuenta de que el verdor que le rodeaba era verdaderamente paradisiaco y de que el trabajo, aunque era duro, tenía también sus compensaciones. Y lo que había vuelto a suceder esa mañana se repetiría a lo largo exactamente de dos semanas.


Ilustración: Leticia Asprón

Historia para meditar

La primera semana los granos se multiplicaron de manera doble: Uno, dos, cuatro, ocho… La segunda semana en simple progresión aritmética: uno, dos, tres… Pasadas las dos semanas, cuando nuestro personaje regresó al cafetal de los granos de oro, pudo darse cuenta de que no tenía ya nada. Ni granos de

café ni granos de oro. El cafetal mágico había vuelto a ser un cafetal ordinario. De todos modos no quitó la señal que había puesto en él y todos los días durante mucho tiempo estuvo regresando a visitar este cafetal, aunque ya no iba a encontrar nada en él. El tiempo fue pasando y he aquí que llegaron las Presencia Apostólica

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Historia para meditar fiestas del pueblo. Ese día la jornada de trabajo fue más corta pues había que celebrar y, antes de marcharse, alguno de sus compañeros de trabajo le ofreció unos cuantos tragos de aguardiente. La animación que el alcohol causó en su cerebro bastó para que decidiera que había que celebrar. Que no estaría mal cambiar algunos de sus granos de oro por incontables botellas de aguardiente. Así podría beber sin parar durante todos los días de la fiesta, día y noche, sin ningún límite ni medida. ¡Tenía oro como para comprar todo el aguardiente que había en las tiendas del pueblo y en las de todo el país…! Con esta idea fija y con la mente medio obnubilada por el alcohol, entró en su casa sin saludar y fue directamente a su habitación a abrir su cajón. Una vez que tuvo la caja de madera entre sus manos, la abrió esperando ver el admirable resplandor dorado del oro. Se llevó una sorpresa tan grande, que la iniciada ebriedad le desapareció de golpe. Ahí no había granos de oro, sino sólo ordinarios granos de café… Una vez que pasó la primera impresión, la sorpresa se convirtió en ira, y de pronto le dieron unas ganas enormes de arrojar por la ventana los granos de café, pues pensaba que todos sus sueños se habían esfumado. No obstante, algo en su interior le dijo que no ganaría nada tirando esos granos de café y que debía dejarlos de nuevo en donde estaban. Obediente a esa prudente voz de su interior, volvió a dejar los granos en su lugar y posteriormente salió de su casa para dar un paseo y despejar un poco su mente. Mientras caminaba por las calles se encontró que muchos reían y bailaban, pero pudo darse cuenta también de que no todos disfrutaban de las fiestas. Él nunca se había dado cuenta de eso, pues vivía muy feliz durante las fiestas, dentro de sus modestas capacidades, y la felicidad y la alegría que lo llenaban en esos días lo habían vuelto ciego para ver lo que en esos momentos estaba viendo. Había sido muy egoísta y creía que porque él era feliz en esos días todos eran también felices. Se dio cuenta de que había muchos que no disfrutaban de las fiestas, pues no tenían nada para celebrar. Sus mismos vecinos eran tan pobres, que nunca habían podido celebrar las fiestas. Fue entonces cuando pensó: “Si yo tuviera esos granos de oro, les daría a esas pobres familias uno para que comieran bien en estos días, y otros más para que se compraran algunos animales y semillas, y con su trabajo pudieran ir saliendo adelante…” Pero también recordó que los granos de oro habían desaparecido y que ahora solo quedaban unos 14

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granos de café que en poco podían ayudar a remediar tanta necesidad. Muchas ideas se agolpaban en su mente cuando por fin emprendió el camino de regreso a su modesta casa. Al entrar saludó a su mujer y se dirigió de nuevo con prisa a su habitación y abrió el cajón. Sacó del fondo del mismo la caja de madera y comprobó que los granos que habían sido de oro…, seguían siendo simples granos de café. Con cuidado volvió a depositar la caja de madera en el fondo del cajón, y se sentó pensativo sobre su pobre cama. Fue entonces cuando tuvo una idea. ¡Invitaría a comer a sus vecinos y les regalaría algunos alimentos! De este modo aunque no pudiera remediar todas sus necesidades, ellos podrían experimentar el calor de la solidaridad y tal vez eso ayudaría a que su situación pudiera mejorar. Y así se hizo. Ambas familias vivieron unas fiestas muy alegres, pues, aunque la comida había sido más bien modesta, el gozo de compartir había dado un gran esplendor a la celebración. Pasados unos días, y todavía dentro de las fiestas, nuestro personaje pudo comprobar que sus vecinos habían invitado a su vez a otra familia más pobre, y que compartían con ellos parte de los alimentos que él les había regalado. Esto le llenó el corazón de alegría, pues pudo comprobar que cuando siembras amor, su fruto no puede ser otro que el amor y que la fuerza del verdadero amor siempre es difusiva. Y esa misma noche, cuando ya estaban solos en el dormitorio, se decidió a contarle a su esposa la verdad sobre los granos de café. Ella lo escuchaba abriendo grandemente los ojos y pensaba: “¡Unos granos de oro! ¡Lo que se podría hacer con ellos!” Su marido finalmente se levantó y volvió a abrir el cajón para mostrarle a su esposa los granos de café que habían sido de oro. Al abrir la caja de madera, la habitación se llenó con los esplendores del oro. ¡Los granos habían vuelto a ser de oro! Y nuestro personaje, al día siguiente, cumplió lo que se había propuesto. Le dio a todas las familias pobres del pueblo varios granos de oro para que ellos pudieran salir adelante. Hoy sabemos que en ese pueblo, en esa lejana región de ricos cafetales, ya no hay pobres, pues todos han aprendido a compartir. La tradición cuenta que esos granos de oro volvían a ser de café si no se compartían, y que cuando se compartían, nunca faltaban. A partir de aquel día, la caja de madera en el fondo del cajón nunca dejó de estar llena de granos de oro, y nuestro personaje siempre tuvo granos para compartir con los demás…


Misioneros Claretianos

Chelito Barona,

nuestra misionera del mes

E

Enrique Mascorro López, CMF

n los libros claretianos, donde se escribe nuestra misión diaria, encontramos nombres, fotografías y crónicas que destacan el gran corazón de hombres y mujeres que acompañan nuestra misión en la Iglesia. En días pasados abrimos uno de estos libros, localizado en la parroquia de la Colonia del Valle de la Ciudad de México, y en sus páginas encontramos escrito el nombre de la señora María del Consuelo Barona y de la O, conocida popularmente como la señora Chelito. La lectura nos resultó sorprendente por la labor que realizó esta gran misionera en el dispensario médico de la parroquia y, por tal motivo, decidimos colgarle la medalla y nombrarla nuestra “misionera del mes”. En 1941 Chelito, siendo muy niña, fue testigo de la fundación de nuestro dispensario parroquial. En ese tiempo su madre, la señora Guadalupe y de la O, apoyaba a los misioneros claretianos con el servicio a los pobres. Nos cuentan las crónicas, corroboradas por Chelito en reciente entrevista, que en el año 1945 iniciaba la construcción del actual templo parroquial y por tal motivo el dispensario corría el riesgo de desaparecer. Ante tal situación, la señora Guadalupe ofreció a los claretianos su casa como nueva sede de la obra naciente. Con el tiempo muchos pobres agradecerían a la noble señora esta decisión, por los beneficios que les trajo. La entonces niña Chelito, de ojos azules y vivaces, observaba el ir y venir de su generosa madre. No imaginaba que en un futuro estaría llamada a ser el alma de esta obra misionera. Después de tres años, el número de enfermos y de necesitados se multiplicó, por lo que la casa de la señora Guadalupe resultó insuficiente. En respuesta,

Mario Moreno “Cantinflas”, entonces bienhechor de la Parroquia, pagó la renta de un edificio vecino a donde se trasladó el servicio a los desprotegidos. A mediados del los 50 iniciaron las obras del actual dispensario y se concluyó en el 1958, año en el que alcanzó su esplendor máximo, a tal grado que fue reconocido como el dispensario número uno del Distrito Federal. El tiempo pasó y en año 1980 Chelito se sintió llamada por Dios a colaborar en el Dispensario como voluntaria. Una vez que nuestra misionera adquirió la experiencia necesaria, los Claretianos de ese entonces le confiaron la administración y el cuidado de este recinto. Su gran corazón y su temple misionero le permitieron mantener vivo y fuerte el brazo de la caridad de nuestra parroquia del Purísimo Corazón de María. En total, Chelito dedicó 20 años de su vida al servicio de los pobres, hasta que en el año 2000, por su edad avanzada y el eminente cansancio, tuvo que entregar el dispensario en custodia a las Misioneras Claretianas. Ellas estuvieron hasta el 2010. En nuestros libros misioneros, pero sobre todo en el de Dios, queda escrito el nombre de esta gran misionera, así como los de todos aquellos que han contribuido con sus servicios para apoyar a quienes lo necesitan. Hasta la fecha muchos pobres y amigos siguen nombrando y agradeciendo a Chelito por su gran servicio. Hoy a sus 94 años y desde su sillón, después de una operación del fémur, sigue orando por la obra del dispensario y por toda nuestra misión claretiana. ¡Chelito, eres nuestra misionera del mes! Presencia Apostólica

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k Fe y vida

JUSTICIA SOCIAL Enrique Marroquín, CMF

¿

Qué entendemos por “justicia social?” No se trata, obviamente, de la justicia legal, o sea, del “conjunto de reglas que norma las relaciones entre particulares o entre instituciones, autorizando y prohibiendo acciones específicas, para posibilitar la convivencia”. Cada época y cada cultura tiene su sentido específico acerca de lo bueno y de lo malo, lo cual queda codificado en disposiciones escritas y designa a ciertas personas que lo vigilen con imparcialidad. Sabemos, sin embargo, que no siempre coincide este marco legal con la justicia ética (justicia conmutativa), que es una de las virtudes cardinales, ya que el aparato legal de cualquier sociedad, puede ser manipulado por legistas y favorece a determinados grupos. La justicia social, en cambio, busca el equilibrio entre par16

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tes desiguales, a favor de los más débiles o más desprotegidos. Generalmente se basa en los derechos humanos, especialmente los derechos económicos y sociales. De modo que la justicia conmutativa regula las relaciones entre iguales; mientras la justicia distributiva (justicia social) lo hace entre desiguales. Una característica de nuestro tiempo –y particularmente de México– es la desigualdad económica. Dios nos hizo a todos los seres humanos iguales en dignidad, creados a su imagen y semejanza. Entregó la Tierra a la humanidad en su conjunto, para que, custodiándola, pudiéramos obtener de ella los recursos necesarios para la supervivencia. Debidamente repartidos estos recursos, el Planeta tendría capacidad suficiente para satisfacer las necesidades básicas de todos sus habitantes. Con la tecnología, se produce ahora tanta

riqueza como nunca antes en la historia. Sin embargo, como nunca antes, dicha riqueza ha estado tan mal distribuida: = La mitad de la población mundial sigue viviendo debajo de los umbrales de pobreza. La cuarta parte, en situación vulnerable. = En 1992, el Banco Mundial dividió a todos los países del mundo en cinco grupos de igual cantidad de países, según su riqueza. El primer grupo tenía una riqueza 150 veces mayor que la del último grupo. = El primer grupo concentraba el 86% de la riqueza mundial. Los otros cuatro grupos juntos (80% de la humanidad) tenían el otro 14% sobrante. Pero el último grupo disponía apenas del 1.5% de la riqueza mundial. = Los tres hombres más ricos del mundo poseen en conjunto una riqueza equivalente a la de 42 países.


Teléfono abierto

= El movimiento “Ocupa Wall Street” asegura que 400 estadounidenses tienen una riqueza equivalente a la de la mitad de los pobladores de dicho país. = En México, según información del Banco Mundial, una décima parte de los mexicanos concentra 41.4% de la riqueza generada anualmente en el país. = En México, el 0.18% de la población (204,472 personas) poseen inversiones por un monto similar a 42% de la riqueza que produce México en un año. Según la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, este grupo concentró activos en el mercado bursátil mexicano por 6 billones 26 mil 954 millones de pesos. = Al mismo tiempo, un 52% de los mexicanos viven debajo de los umbrales de pobreza, y cerca de veinte millones, en pobreza extrema. Obviamente, esta brecha económica no se debe, ni a la pobreza de la tierra que les tocó a los países pobres (algunos de ellos son ricos en recursos), ni a mayor capacidad intelectual o laboral de su población. Se debe a causas estructurales: mecanismos económicos impuestos por el poder de dominación (respaldado por armas mortíferas) que posibilitan que la riqueza producida en conjunto se vaya concentrando en menos manos. Es, por tanto, urgente construir nuevos modelos alternos que permitan un mundo con menor injusticia. La fe cristiana tiene como imperativo el colaborar a construir un mundo de fraternidad, en la justicia, la paz y la verdad (Jesús llamó a este proyecto “el Reino de Dios”). Sin embargo, en no pocas ocasiones los cristianos hemos permitido que la religión legitime situaciones de injusticia.

Amor es...

C

Ernesto Bañuelos C.

uando iniciamos estas sencillas reflexiones sobre la espiritualidad del laico, mencionamos las palabras de san Pablo tan llenas de confianza: todo lo puedo en Aquel que me conforta (Flp 4,13), para lograr que la fe brille en un mundo difícil. Nuestra espiritualidad tiene un programa bien definido: imitar a Cristo, ser como Él (espiritualidad cristocéntrica), crecer y caminar con sentido ascendente, en dirección del Padre, a impulsos del Espíritu Santo. En consecuencia, nuestra fe y espiritualidad son trinitarias, sumergidos en nuestras realidades temporales -familia, escuela, trabajo, diversiones- pero viviendo con la libertad de los hijos de Dios. ¿Cómo lograrlo? Tenemos los medios adecuados: la Palabra de Dios, la Eucaristía, el amparo de María, madre de Dios. Condición para madurar como discípulos del Señor, la Cruz aceptada, no sufrida con resignación. Con todo ese arsenal de combate, no queda sino prepararse para cumplir la consigna del momento que es poner nuestros talentos al servicio de todos los hermanos y empeñarnos en la construcción de un mundo justo a la manera de Jesús, cuya vida tuvo una sola exigencia, el amor, que fue lo que nos dejó en herencia: Yo les ordeno esto: que se amen unos a otros (Juan 15,17). ¿Cómo es el amor? El amor es paciente y servicial y sin envidia (¿respeto la manera de ser de los demás, los acepto tal y como son, trato de ayudarlos aunque me cueste?). No quiere aparentar ni se hace el importante (¿soy sincero u oculto mis negras intenciones?, ¿aparento ser el mejor, quiero llevar la batuta en todo lo que hacemos, intento ser el jefe y me molesta obedecer?). El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida y perdona (¿por lo menos hago el esfuerzo?, ¿o soy de los que dicen perdono pero no olvido?). Nunca se alegra de algo injusto, y siempre le agrada la verdad. El amor disculpa todo, todo lo espera y todo lo soporta (sin comentarios, para meditar una y otra vez y preguntarme si hay algo parecido con mi vida). Léase 1ª Corintios 13,4-7. ebanuelosc@gmail.com Presencia Apostólica

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Reflexión

Cristianos felices Queridos amigos:

L

a vocación cristiana, y en particular la consagrada, sigue sin gozar de buena prensa. Lo palpamos en tantos indicadores conocidos, pero no nos confundamos, lo más preocupante no es el bajón en la valoración social. Que los cristianos, y en particular los consagrados, hayamos dejado de ser parte de los “notables” de la ciudad, no es ninguna pérdida. A Cristo y a los suyos, evidentemente, nadie los colocaba junto a Pilato y Herodes. A mucha honra. Es muchísimo más peligrosa la pérdida de nuestra autoestima en relación con nuestra misión en el mundo y, como consecuencia, que se ponga en duda «la propia identidad cristiana o misionera». Esto es, que algunos no acaben de ver muy bien para qué sirven y que tampoco lo entienda y valore suficientemente la comunidad. Más aún, lo más nefasto y suicida es que se abandone la propia vocación por cansancio, por desilusión, por sensación de inutilidad o porque –dicen– les asfixia la estructura de la Iglesia, para encontrarse –al salir– con que todas las estructuras de este mundo son hermanas gemelas, y la peor de todas es la propia mediocridad. Esta serie de factores que hemos mencionado ha hecho que hayamos ido pasando de la figura del cristiano orgulloso de su vocación, al avergonzado de ser lo que es. Cuando yo ingresé, de niño, en el postulantado lo hice ante todo por razones religiosas. Pero también porque admiraba a algunos claretianos muy concretos, porque veía que sus vidas estaban muy llenas, y porque entendí o imaginé que siendo como ellos sería feliz, como ellos eran. Hoy entiendo que sea dificilísimo para una chica comprometerse cristianamente los fines de semana o para un muchacho iniciar una carrera al servicio del Evangelio, si no ven felices y radiantes a quienes viven esos mismos compromisos. Creo que una de nuestras primeras tareas –de todos, pero en particular de los que nos sentimos más vinculados a la tarea evangelizadora de la Iglesia–, es la de devolver a quienes la hayan perdido su alegría cristiana y lograr que quienes la tienen, pero apenas se atreven a mostrarla, saquen a la calle el gozo de ser lo que son. Aunque tengan que ir contra la corriente de una civilización en la que lo que parece estar de moda es pasarse las horas contando cada uno la tripa que se nos rompió ayer por la tarde y en la que ser feliz y demostrarlo resulta una rareza. Para ello no hace falta ponerse una careta con sonrisa “colgate”, basta con vivir lo que de veras se ama. Y saber que aunque en la barca de la Iglesia entra mucha agua por las ranuras de nuestros egoísmos, es una barca que nunca se hundirá porque el plan de Dios sobre cada uno de nosotros la mantendrá a flote. Vuestro buen amigo, Juan Carlos, CMF 18

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De la Palabra a la acción

La

Palabra marzo-abril

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2o Domingo de Cuaresma Mc 9,2-10 (…) Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se le aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados. Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Éste es mi hijo amado; escúchenlo. En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. (…)* En nuestro caminar cuaresmal somos invitados a vivir una experiencia más cercana con nuestro Señor a quien acompañamos a Jerusalén para ofrecerse generosamente por nosotros. Pedro, Santiago y Juan estaban cercanos a Jesús, hablaban con Él, lo veían actuar; sin embargo no le conocían del todo. Al invitarlos a la montaña y vivir esa experiencia de la transfiguración descubrieron en Jesús al Mesías. Ese mismo de quien el Padre dijo desde el cielo que “es su hijo amado” y por lo tanto hay que escucharlo. Esto fue una muestra de la felicidad que nos espera y que da sentido a los esfuerzos de la vida ordinaria. Este evangelio de la transfiguración nos motiva a esforzarnos para poner en práctica lo que nos propone la Cuaresma. ¿Por qué no vivir una experiencia de soledad y oración para encontrarnos con el Señor?

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3er Domingo de Cuaresma Jn 2,13-25 Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre.” En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora. Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así? Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré.” Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho. Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre. Denunciar los abusos en el templo y exigir un culto verdadero es una acción profética de Jesús, pero el alcance de su gesto se nos revela más adelante cuando nos habla del templo de su cuerpo. Él es el verdadero templo en el que se manifiesta plenamente la presencia de Dios. También tengamos presente la última frase de esta lectura: “…no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.” Esta cita nos puede ayudar a reflexionar sobre la profunda comprensión que tiene Jesús de la naturaleza humana. ¿Descubro que soy templo del Espíritu Santo? ¿Cómo lo cuido y venero? Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción

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bio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

4o Domingo de Cuaresma Jn 3,14-21 (…) Jesús dijo a Nicodemo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella para que sus obras no se descubran. En cam-

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Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: “Señor, quisiéramos ver a Jesús.” Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y él les respondió: “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre. Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: ‘Padre, líbrame de esta hora’? No, pues preciPresencia Apostólica

¿Eres consciente de que vivir en la verdad es vivir en la luz y el amor del Señor?

Ilustraciones: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

5o Domingo de Cuaresma Jn 12,20-33

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En esta lectura Jesús dialoga con Nicodemo, autoridad religiosa. De entrada se nos dice que la razón por la que Jesús vino a este mundo es el amor de Dios que desea que todos los hombres tengan vida eterna. Pero la vida eterna no es algo que sólo se ubica en el futuro, más allá de la muerte. La vida eterna comienza en el presente con una existencia plena y total. Dios nos ama y desea que tengamos ese tipo de existencia. Jesús no ha venido a condenar sino a salvar. Quien acepta la luz se salva, pero la lectura hace énfasis también en la libertad del hombre que a veces prefiere hacer el mal y vivir en la oscuridad.

samente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre.”* El grano de trigo, la semilla, es símbolo de esperanza que nos ayuda a comprender el sentido de procesos dolorosos –esfuerzos, sufrimientos o incluso la muerte– que pueden producir frutos de vida y de plenitud. Esto unicamente lo puede comprender quien ha desarrollado la capacidad de amar, pero no sólo a sí mismo. A esto le podemos llamar trascendencia, a que nuestro amor alcance a otros y nuestra existencia beneficie también a otros. La acción “inútil” desde parámetros mundanos de misioneros, ancianos, madres, luchadores sociales sigue siendo necesaria. El amor “inútil” es más poderoso que cualquier enfermedad, la bondad “inútil” es más fuerte que toda lógica; la muerte “inútil” de Jesús nos da la vida.

¿Sirves para vivir? ¿Vives para servir?


De la Palabra a la acción

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Domingo de Ramos Mc 14,1-15,47 (…) Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar.” (…) Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo.” Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza que se derrama por todos. (…) Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo: “Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero, cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea.” Pedro replicó: “Aunque todos se escandalicen, yo no.” Jesús le contestó: Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres.” (…) (…) Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los

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Jueves Santo Jn 13,1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. En el transcurso de la cena (…) se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos… Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el maestro y el Señor, les he lavado los

judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores. (…)* Hoy, domingo de Ramos, acompañamos a Jesús en su entrada a Jerusalén. Acaba de ser ungido en Betania y nosotros le recibimos con “Hosana” ¿Quedaré impasible a la salvación de Jesús? Hoy proclamamos la pasión de Jesús según san Marcos. Agitaré el ramo, la palma… pero ¿cambiará algo en mí? Jesús conoce muy bien el final de su camino y conscientemente lo asume con valentía y en fidelidad hasta la muerte. Semana de Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, nosotros, Iglesia nos unimos a esta celebración. Reunidos en comunidad, lo celebramos en la Palabra y la Eucaristía, presencia sacramental del Señor en medio de nosotros. Jesús en todo momento es fiel a su Padre y a nosotros, la humanidad, y da, con amor, hasta la última gota de sangre.

¿Y yo, qué puedo aportar en estos acontecimientos?

pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan.”* Con una acción simbólica –lavarles los pies a sus discípulos– Jesús nos muestra de manera contundente cuál debe ser nuestra actitud como seguidores suyos: la acción en servicio de los demás. Después es de este gesto, el mismo Jesús pregunta: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?” Y nosotros, ¿comprendemos lo que esto significa? ¿Somos capaces de tener siempre esa actitud de servicio?, o sólo muy de vez en cuando…

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura (por razones de espacio), se invita a leerlo en la cita bíblica. Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción

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Viernes Santo Jn 18,1-19,42 (…) Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua. (…) Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo.” (…) Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz se

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Vigilia Pascual Mc 16,1-7

Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?” Al llegar, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: ‘Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo.’” 22

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dirigió hacia el sitio llamado “la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. (…)* El Viernes Santo nos invita a reflexionar en la injusticia de la vida, las injusticias que palpamos todos los días y la consecuente pregunta ¿Por qué? ¿Por qué?... Como si Dios tuviera que darnos explicaciones. Dios hace más que eso: participa en la aventura y desventura humanas. Carga sobre sí el dolor humano. La soledad del anciano es la de Jesús, los gritos del parapléjico, la silla vacía en la mesa, la impotencia del enfermo de sida, la mujer abandonada, tu vida y la mía. Un día lo comprenderemos. Todo será luz, como aquella mañana de Pascua.

¡Es Pascua! Vemos al Señor resucitado, nuestros ojos, nuestro corazón, todo nuestro ser. ¡El Señor resucita y nosotros con Él! Jesús es el buen pastor y nos carga sobre sus hombros. Nos llama a la vida plena y nos invita a no tener miedo a quienes matan el cuerpo pero no pueden matar el espíritu. En Jesús resucitado el amor es posible, somos amadas y amados porque sólo el amor salva. Es Pascua y nuestra tierra puede ser un cielo en Cristo Jesús Resucitado. Somos sus discípulos, vayamos a la “Galilea” de nuestros espacios y tiempos a encontrarlo en los hermanos que nos necesitan y esperan que les ofrezcamos lo que somos, podemos y tenemos.

¡Felices pascuas de resurrección!

Ilustraciones: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

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De la Palabra a la acción

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Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor Jn 20,1-9 El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo habrán puesto.” Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús… Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

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2o Domingo de Pascua Jn 20,19-31 Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el padre me ha enviado, así también los envío yo.” Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.” Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor.” Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.” Ocho días después estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La

¡Vio y creyó! Como el otro discípulo también nosotros debemos ver y creer que la resurrección de Cristo llena el mundo de nueva vida; se logra el triunfo definitivo del Amor sobre el odio, de la Vida sobre la muerte. Aunque el ser humano no se cansa de seguir sembrando cruces de destrucción y muerte en nuestro mundo, sabemos que el amor y la fuerza irresistible de Dios tendrán siempre la última palabra. ¡Palabra de Vida Eterna! Es cierto que mirando a nuestro alrededor y escuchando las noticias vemos tanto sufrimiento y tantos signos de muerte que hacen vacilar nuestra esperanza; sin embargo, Cristo nos hace comprender el misterio de la vida que pasa por el camino del calvario para llegar a la resurrección. Aprendamos a vivir intensamente la vida de cada día con quienes nos rodean, nuestros hermanos, reflejando en nuestra mirada “la llama” de la Vida nueva y la Resurrección obtenidas por Jesucristo.

¿Crees tú en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? paz esté con ustedes.” Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree.” Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: Tú crees porque me has visto, dichosos los que creen sin haber visto.” La resurrección del Señor Jesús es un misterio que nunca acabaremos de comprender. Sin embargo lo sabemos y sentimos presente en nuestras vidas con el don de la paz que nos trae y que abre nuestras puertas cerradas por el miedo y por las dudas que sobrevienen ante la realidad que vivimos. Responde a nuestra incredulidad, como la de Tomás, con la generosidad de su presencia. Ahora nos pide que nosotros seamos portadores de su amor y perdón para sembrar la paz en todo el mundo.

¡Seamos testigos fieles de la presencia del Resucitado en el mundo!

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura (por razones de espacio), se invita a leerlo en la cita bíblica. Presencia Apostólica

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3er Domingo de Pascua Lc 24,35-48 Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo (…)” Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos. Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de lo que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.” Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito

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4o Domingo de Pascua Jn 10,11-18 (…) Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.

que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto.” Hoy recordamos cómo para los apóstoles el camino de la fe fue largo. Algunos habían vivido con Él alrededor de tres años, le habían escuchado y habían visto sus milagros. También habían orado con Él y compartido la última cena. Esa cena de confidencias, recomendaciones, plegarias y comunión. Ahora algunos ya le habían visto resucitado, pero con su mirada humana, no acababan de reconocerlo hasta que partió y compartió el pan. Compartió su vida, lo mejor que tenemos. Crece con nosotros, cuando comemos el pan que a todos da vida. Son muchos los que todavía hoy no creen en Jesús y lo ignoran porque no han tenido la suerte de descubrirle como lo hicieron los discípulos de Emaús.

¿Cómo muestras al Resucitado y tu fe en Él a quienes te rodean? El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre.” La figura del pastor fue muy significativa en el contexto en el que vivió Jesús y como comparación es muy simbólica y fácil de comprender. Jesús es el modelo de buen pastor que mantiene con sus ovejas una relación de conocimiento y amor; al extremo de ser capaz de dar la vida por ellas. La lectura nos habla también de que a Jesús no le importan sólo las ovejas de un cierto rebaño: “Tengo además otras ovejas…” por ello necesitamos seguir orando al dueño de la mies que envíe operarios a sus campos. Hoy, al celebrar el domingo de las vocaciones claretianas, pidámosle al Señor que suscite nuevos seguidores de su Hijo al estilo de San Antonio Ma. Claret, y los envíe al campo del mundo para predicar el Evangelio.

¿Cómo promueves y apoyas las vocaciones sacerdotales y religiosas?

Comentarios elaborados por Alejandro Cerón Rossainz, CMF y Marisol Núñez Cruz. 24

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MISIONEROS CLARETIANOS

abraszando

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Tu trabajo hace la diferencia Si deseas ofrecer parte de tu tiempo a la acción solidaria y gratuita en los campos: pastoral, educativo, cultural, salud y cuidado del medio ambiente, contáctanos. Voluntariado de la Liga Nacional de San Judas Tadeo Templo de San Hipólito, México, D.F. Tel. 55187950

CENTRO DE PASTORAL VOCACIONAL P. Rogelio Carmona Núñez, CMF claret_provoca@claretianos.org.mx (722) 4-90-17-09 TEMPLO DEL SEÑOR DE LA SANTA VERA CRUZ Portal 20 de Noviembre 113, Zona Centro, Toluca Edo. de México (722) 2-15-47-33

PARROQUIA DEL PURÍSIMO CORAZÓN DE MARÍA Gabriel Mancera 415, Col del Valle, México, D.F. 55 23 52 25 y 55 43 20 90

TEMPLO DE SAN ANTONIO TEMPLO DE SAN HIPÓLITO MARIA CLARET Zarco 12, Col Guerrero, Cuauhtémoc 939, México, D.F. Col Narvarte, 55-10-47-96 y 55-21-38-89 México, D.F. Presencia Apostólica 25 55-43-27-66 y 56-69-15-59


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