Presencia Apostolica 64

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PRESENCIA APOSTÓLICA

Revista bimestral núm. 64 MAR-ABR 2014 Donativo: $15.00•$2.50 US

Cuaresma

y Pascua Vidas

olvidadas

La higiene mental:

Para que tu pensamiento trabaje a tu favor

¿Qué es la

REVISTA SAN JUDAS BIMESTRAL

espiritualidad cristiana? Presencia Apostólica

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Un libro que ofrece una visión de la devoción a san Judas Tadeo, fundamentada en el conocimiento de la identidad e importancia del santo apóstol.

Semblanza del apóstol

y su devoción en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México

TEMPLO DE SAN HIPÓLITO MISIONEROS CLARETIANOS DE MÉXICO

Ven a vivir la alegría de servir realizando labores de evangelización y promoción social en:

n El Ciruelo y Lo de Soto, Costa Chica de Oaxaca n Ciudad Juárez n Nuevo Laredo n Torreón n León n Morelia n Guadalajara n D.F. n Toluca n Cuauhtenco, Estado de México n Y en más de 60 países

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MISIONEROS CLARETIANOS

Presencia Apostólica


PRESENCIA APOSTÓLICA

CONTENIDO

Director

Ernesto Mejía Mejía, CMF

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Editorial

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Cuaresma y Pascua

Consejo Editorial

Rogelio Carmona Núñez, CMF Alejandro Cerón Rossainz, CMF José Juan Tapia, CMF Alejandro Quezada Hermosillo, CMF Enrique Mascorro López, CMF René Pérez Díaz, CMF Lourdu Jerome Joseph, CMF Óscar Linares Rodríguez, CMF Ernesto Bañuelos C.

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Editora

El misionero y el río

La limosna y la Cuaresma

Marisol Núñez Cruz Arte y Diseño

Mirta Valdés Bello

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La verdadera felicidad es un estado de conciencia

Colaboradores

Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF Distribución

Liga Nacional de San Judas Tadeo

PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor respon­sable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca­siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. Impresa en Carmona Impresores S.A. de C.V. Torreón, Coahuila. www.carmonaimpresores.com.mx • ventas@ carmonaimpresores.com.mx • Tel. (871) 707 42 00 con 30 líneas, lada sin costo 01 800 228 22 76. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmen­ te, citando la fuente y sin fines comerciales.

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La higiene mental y nuestro equilibrio

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Vidas olvidadas: La muerte social

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El juicio final (Historia para meditar)

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¿Qué es la espiritualidad cristiana?

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Y me olvidé de Dios

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De la Palabra a la acción

¡Te invitamos a suscribirte! mail: ligasanjudastadeo@gmail.com Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío). Presencia Apostólica

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EDITORIAL

La auténtica alegría de la

Resurrección

«Que la Resurrección de Cristo se convierta en la felicidad de nuestra existencia, que haga saltar de la tumba a nuestro corazón.» Karl Rahner

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abemos que el calendario litúrgico es cíclico y que año con año pasamos por las mismas celebraciones; cada año recorremos el camino de la Cuaresma y cada año nos felicitamos por la Pascua de Resurrección, pero ¿sería posible que cada vez sepamos mejor a qué nos referimos? Nuestra alegría será auténtica cuando se base en la confianza de que nuestro destino final es la Vida y no la muerte; cuando nos impulse a hacer realidad en nuestra vida la forma de amar que nos enseñó Jesús. Nuestra felicidad será auténtica cuando comprendamos y pongamos en práctica el sentido del mensaje de las bienaventuranzas que resumen los valores del Reino de Dios. Esto quiere decir que seremos felices amando, siendo justos y buscando la paz. En este número ofrecemos artículos para entender mejor en qué consiste la espiritualidad cristiana y qué implicaciones prácticas tiene en nuestra vida, según el proyecto de Jesús. También ofrecemos otros temas, cuyo conocimiento nos da herramientas para desarrollarnos y crecer como personas y como comunidad.


Cuaresma y Pascua

Cristo lo es todo para nosotros Si quieres curar tus heridas, Él es médico. Si la fiebre te abrasa, Él es la fuente de agua fresca. Si te oprime el peso de la culpa, Él es la justicia. Si necesitas ayuda, Él es la fuerza. Si temes la muerte, Él es la vida. Si deseas el cielo, Él es el camino. Si huyes de las tinieblas, Él es la luz. Si buscas comida, Él es el alimento. Buscad y ved cuán bueno es el Señor; dichoso el hombre que espera en Él. San Ambrosio

Oración de Cuaresma Ayúdame a hacer silencio, Señor, quiero escuchar tu voz. Toma mi mano, guíame al desierto para encontrarnos a solas, Tú y yo. Necesito contemplar tu rostro, me hace falta la calidez de tu voz, caminar juntos, callar para que hables tú. Me pongo en tus manos, quiero mirar mi vida, descubrir en qué tengo que cambiar, afianzar lo que anda bien, sorprenderme con lo nuevo que me pides. Ayúdame a dejar a un lado las prisas, las preocupaciones que llenan mi cabeza. barre mis dudas e inseguridades, quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado; ver dónde “aprieta el zapato” para apurar el cambio, para empezar de nuevo, humilde, sencillo, con la fuerza del Espíritu, para vivir fiel a ti. Amén www.mercaba.org

ALELUYAS PASCUALES Venció la paz a la guerra y al odio venció el amor. Las lanzas se vuelven cañas. ¡Aleluya, corazón!

Mi Cristo muerto regresa Resucitado y Señor. ¿Dónde pongo mis asombros? ¡Aleluya, corazón!

Venció la luz a las sombras y el gozo venció al dolor. El llanto cambia el sentido. ¡Aleluya, corazón!

La carne herida florece; las llagas, rosales son en el jardín de la Pascua. ¡Aleluya, corazón!

Venció al Viernes el Domingo. Virgen del Mayor Dolor diste paso a la Esperanza. ¡Aleluya, corazón!

Escuchadme la noticia: mi Cristo resucitó y es posible la alegría. ¡Aleluya, corazón!

Venció la gracia al pecado y al hombre le pudo Dios dejándole el gozo abierto. ¡Aleluya, corazón!

Alegría es la Palabra en este rosal en flor que es Cristo Resucitado. ¡Aleluya, corazón!

A la tierra venció el cielo y el bien al mal derrotó en el árbol de la Cruz. ¡Aleluya, corazón!

¡Aleluya, aleluya, aleluya, corazón, que el alba de este Domingo me sabe a resurrección!

La muerte ha sido quebrada. siembra de resurrección, el hombre lleva en su entraña. ¡Aleluya, corazón!

A.Bellido Almeida www.mercaba.org

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Aventuras de un misionero

EL MISIONERO

Y EL RíO Jesús García Vázquez, CMF

L

a vida sin aventuras no es vida. Es muy aburrida. Y si es una aventura con Cristo y por Cristo, mucho mejor, porque tenemos la seguridad de que siempre saldremos adelante, por difícil que sea. Las aventuras inventadas posiblemente sirvan de algo, pero las de la vida real, ayudan a hacerle frente a los problemas que encontramos en ella. ¡Nunca digas no a la experiencia! Si el intelectual viviera lo que piensa, sería muy sabio. Tu experiencia es única, cuéntala. La experiencia unida a la reflexión de la vida es la sabiduría. Yo te comparto otra de mis aventuras para que la analices. El misionero se dirige, lleno de amor a Dios y a sus hermanos los pobres, a una comunidad para celebrar la fiesta del pueblo. El cielo muestra su resplandor matutino, haciendo tal gala de sus hermosos colores, que el arco iris le queda chico. Su belleza invita a las aves a dar gloria a Dios con su canto y se escucha el murmullo de los ríos que las acompañan en su alabanza. Bailoteando con el escabroso camino, una coqueta camioneta, 4

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dirigida a placer por el misionero, escala la montaña, aparentando conocer los caminos que, ya en muchas ocasiones había recorrido. No obstante, le faltaba un detalle: conocer la soberbia de un tímido, mentiroso e hipócrita río que se mostraba sencillo, humilde e inofensivo. Cuando lo cruzábamos, apenas se refrescaban un poco las llantas de la camioneta, al ser acariciadas por sus aguas. El tiempo había volado, y más cuando el misionero se enfrascó en la fiesta, disfrutando de una sucu­ lenta barbacoa con deliciosas tortillas, hechas a juego de palmas de las hermosas y artesanas manos de mujeres campesinas, que conservan la habilidad para esta tarea, y empujadas con refrescantes tragos de agua fresca de la tan nutritiva chía que tanto se produce por estas encantadoras tierras. Tras concluir sus servicios celebrativos en la comunidad de la erguida montaña, el misionero termina de comer. Entonces, comienzan a aparecer negros y amenazantes nubarrones que ya estaban descargando torrentes de agua más arriba en la montaña. El Padre se prepara

para regresar a la cabecera de la misión. Desafortunadamente, tenía que pasar por el río hipócrita… ¡Perdón! ¿Qué culpa tiene el río, si ni él sabía qué caudal de agua pasaría por él ese día. Al llegar a él, el misionero vio que el agua estaba en el nivel acostumbrado, por lo que no encontró inconveniente en pasar. Pero, justamente cuando estaba a la mitad del río, se encuentra con la turbulencia del agua que bajaba como endemoniada de la alta montaña. De pronto el misionero sintió que la camioneta no avanzaba por más que aceleraba, es que no pisaba tierra, sólo nadaba y la corriente la arrastraba río abajo. El misionero ya no podía hacer nada más que rezar y pedirle a un niño con muletas que le acompañaba que le ayudara a hacerlo. Si ya no salían de ahí vivos, por lo menos que los admitieran en el cielo... La camioneta apuntó sus faros hacia donde iba la corriente, iluminando el río y el cauce del agua. Hay que decir que, cuando los faros se hundían en el agua turbulenta, se sentían como en boca de lobo. El agua ya casi entraba a la cabina


Aventuras de un misionero pes cuando ya no puedes dirigir el barco de tu vida, nuestro capitán, Dios, toma el timón. ¡Ah!, pero necesitas pedírselo con confianza.

La vida da sorpresas inesperadas, pero con Cristo las sorpresas siempre son muy buenas. ¡Ánimo!

“Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y nada le arredra.” Y canta el misionero: Quiebra el camino al monte cuando subo montañas. Yo, sin saber de dónde, tengo fuerzas para escalarlas. Voy hacia el rumbo donde trabaja el hombre de madrugada.

Camino, que ves mis pasos, si tambaleo, dame, si tambaleo, dame, dame un descanso. Y seguirán mis pasos, tras mi mirada, antes que el sol me alcance y queme mi espalda.

¡Hasta la próxima!

Sumérgete en la lectura

de Presencia

Apostólica y profundiza en tu

fe.

Ilustración: Leticia Asprón

de la camioneta. El misionero llegó a pensar que el fin se acercaba para ellos. Sólo un milagro los podía salvar. Mientras, la camioneta seguía cuesta abajo, como un pequeño barco en un naufragio, luchando por mantenerse a flote. Aun cuando la cabina estaba cerrada, el agua subía y subía de nivel, y claro que la angustia también subía de nivel. Después de casi media hora, que les pareció una eternidad, ¡gracias a Dios, se presentó el milagro! Una enorme roca apareció valiente para ayudar a los náufragos y detuvo a la camioneta como diciéndole: “No te preocupes, conmigo estarás a salvo.” Y ahora, ¿qué hacer? Pues esperar a que bajara el nivel del agua para poder salir de la camioneta. Una larga hora de espera hasta que bajó la corriente y pudieron salir. Cuando lo lograron y el agua bajaba su nivel, en ellos crecía la esperanza de seguir vivos. Caminaron, guiados por su instinto de conservación, hacia el rancho más cercano –que estaba como a dos horas–, en la noche, sin lámpara, cayéndose y levantándose y, a veces, el misionero cargando al niño con muletas. En ese rancho, les dieron cobijo y alimento. Al amanecer, unos hombres se organizaron para ir a sacar la camioneta, que ya estaba con las cuatro llantas a flor de tierra, porque el río ya llevaba la poca agua que acostumbraba dejar pasar, como si nada hubiera pasado. Bendito sea Dios que siempre acompaña a sus misioneros en la buenas y en las malas, mejor dicho: en las buenas y en las buenas, porque muchas veces lo que nos parece que son malas, son muy buenas experiencias que nos enseñan a agarrarnos de la mano de Dios para no hundirnos en la tormentas de la vida. No te preocu-

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Cuaresma

La limosna y la Cuaresma Molly P. Hynes

E

Por tanto, cuando des limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; les aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha (Mt 6,2-3).

n ciertos ambientes, la palabra limosna tiene una connotación negativa; con frecuencia se le asocia con prácticas paternalistas pasadas de moda. ¿Pero qué es realmente la limosna? ¿Cuál es su sentido bíblico y cristiano? La lectura del Evangelio que corresponde al Miércoles de Ceniza, primer día de la Cuaresma, está tomada de san Mateo (Mt 6,1-6.16-18) y nos ayuda a darle dirección y tono a nuestro camino cuaresmal.

cir, ¿si doy limosna, realmente ayudo a transformar la realidad de mi entorno? ¿Si hago oración, cambia de verdad algo? ¿Si ayuno, de qué sirve realmente? Es cierto que estas prácticas pueden ayudar al fortalecimiento del temple personal, ¿pero si sólo aprovechan o brindan una cierta satisfacción a quien las practica? ¿Cómo le hacemos para que nuestras prácticas cuaresmales "sirvan del algo"?

¿Cómo quiere Jesús que nos comportemos?

Aquí es donde el mensaje del papa Francisco con motivo de la Cuaresma 2014 nos puede orientar. Dicho mensaje comienza reflexionando sobre un pasaje de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2Cor 8,9). Y a continuación añade: «El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad». Parece claro que la intención es ayudar a los que están necesitados, pero ¿cómo se puede "enriquecer" a alguien con pobreza? Hace énfasis en el hecho de que Jesús, siendo rico, se hace pobre y esa es la forma que ha escogido para revelarse. Esto lo podemos entender si aceptamos que en realidad no hay ni puede haber obligación de "hacerse pobre"; si alguien decide hacerse pobre o se priva de algo en favor de alguien, se trata de un acto de solidaridad inspirado por el amor. De aquí el sentido de las palabras: «La caridad, el amor, es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias.» Esto nos comienza a abrir los ojos sobre una de las prácticas de la Cuaresma: la limosna, pero la limosna entendida como Dios la practica, es decir: «Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica». La reflexión del Papa nos lleva así a una de las consecuencias prácticas de esta forma de entender el sentido cristiano de la limosna: «A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos

En el pasaje bíblico del que hablamos, Jesús habla de los tres actos de piedad —limosna, oración y ayuno— que constituían tres aspectos fundamentales de la práctica religiosa judía de aquel tiempo. Al hacerlo, Jesús les pide tres veces a sus discípulos que no sean como los hipócritas. La palabra griega hipocrités significa actor, es decir uno que actúa frente a los demás haciéndose pasar por alguien que en realidad no es. Más bien los instruye para que trabajen en secreto y, con el fin de subrayar la importancia de esta enseñanza, se utiliza también tres veces una expresión griega que significa “tú, en cambio” y que se utiliza para dar énfasis a lo que se va a decir a continuación, que en este caso es cómo quiere Jesús que sus discípulos se comporten. Jesús no condena estos actos piadosos en general, más bien condena la intención de convertir los actos de piedad personales y privados en espectáculo público. De esta forma, sus discípulos están llamados a dar limosna, orar y ayunar, pero en privado, sin hacer un show ni buscando ser recompensados.

¿Puedo cambiar en verdad algo?

Un dilema con el que los cristianos nos encontramos frecuentemente es la puesta en práctica de una enseñanza que en el papel se ve fácil. Parte de la dificultad radica en el hecho de que muchos de nuestros esfuerzos por dar limosna, ayunar o hacer oración parecen ser inútiles en un mundo dominado por la eficacia, en donde todo debe servir para algo. Es de6

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El mensaje del papa Francisco


Cuaresma

Una ayuda oportuna ofrecida a una persona en necesidad puede realmente cambiar el mundo o la vida de alguien. llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual». El reto parece claro pero, ¿por dónde comenzar? «La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.» Para los que vivimos en México no debe ser tan complicado mirar a nuestro alrededor para encontrar a alguien con algún tipo de miseria (material, moral o espiritual). Por ejemplo, en 2013, según las cifras del Banco Mundial, casi una quinta parte de la población mundial vivía por debajo de la línea de pobreza. El panorama es mu-

cho más complicado en México pues, según cifras de las Naciones Unidas, en 2013 casi la mitad de la población total del país vivía en pobreza; entre los niños, el 53.8% viven en pobreza. Son números escandalosos para un país con tanta riqueza y recursos naturales. Son cifras que contrastan con la lista de las personas más acaudaladas del mundo que la revista Forbes publica regularmente y que en su reporte más reciente dice que hay tres mexicanos entre las cuarenta personas más ricas del mundo. En conjunto, la riqueza de estas tres personas representa casi el 10% del producto interno bruto anual de México. No cabe duda de que México es un país de muchos contrastes. Quizá nos hemos "acostumbrado" tanto a mirar esa miseria y ese contraste a nuestro alrededor que ya ni nos molesta; parecen parte del paisaje. En ocasiones, el problema parece tan grande, que dar o no dar limosna parece que en nada va a cambiar la realidad. Pero es aquí en donde debemos darnos cuenta de que una ayuda oportuna ofrecida a una persona en necesidad, puede realmente cambiar el mundo o la vida de alguien. Es aquí en donde podemos concentrar nuestros esfuerzos: una ayuda económica para que alguien pueda ir a la escuela o comprar unos medicamentos, le cambia la vida a una familia; ofrecer nuestro tiempo para cuidar o visitar a algún enfermo, también le puede cambiar la vida a alguien; poner a disposición de alguien necesitado nuestros talentos como profesionistas, mediante una consulta o un servicio gratuito, puede abrirle una puerta a alguien a quien se le cierran todas las puertas que toca.

Un reto para vivir nuestra Cuaresma

Una de las dificultades es que con frecuencia pensamos en abstracto ¿qué puedo o debo hacer?, cuando podríamos pensar en concreto ¿a quién puedo ayudar hoy? Si tenemos en mente a una persona concreta con una necesidad también concreta, esa persona nos podrá ayudar a responder la primera pregunta. Por todo lo anterior, se podría cerrar esta reflexión con un reto para que vivamos nuestra Cuaresma: pensemos en este momento en una persona concreta a quien podamos ayudar a aliviar alguna miseria, ya sea material, moral o espiritual. Al tener presente a una persona a quien podamos ayudar de esta manera, seguramente veremos más claramente, de qué nos podemos privar, con quién podemos compartir nuestros, recursos, nuestro tiempo o nuestros talentos. La autora obtuvo la licenciatura en Ciencias Religiosas por Our Lady of the Lake University en San Antonio, Texas y la maestría en Teología Bíblica por la Catholic Theological Union de Chicago. Presencia Apostólica

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Crecimiento personal

La verdadera felicidad es un estado de conciencia

Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez

A

ndrea admiraba a su amigo Pablo por ser una persona siempre positiva, generosa y honesta. En las fiestas, él era el más festivo, sin embargo, no era sólo el relajo lo que le caracteri­zaba, pues sabía ser solidario y estar con los amigos cuando lo necesitaban. Cuando tenía que decir verdades era muy directo, y sin titubear expresaba lo que pensaba. Ella percibía que él vivía la vida con intensidad y libertad. Habían hablado muchas veces de los problemas de ella y si alguien la conocía ese era Pablo. En una ocasión en que Andrea pasaba por una de sus situaciones difíciles, quiso platicar con él, pero no logró encontrarlo. Al principio se enojó, pero luego 8

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comprendió que esperaba de él como si tuviera la obligación de estar siempre cuando ella lo necesitaba y de arreglarle sus asuntos. Al darse cuenta de que estaba siendo muy egoísta, decidió mejor preocuparse por su amigo. Cuando finalmente Pablo apareció, Andrea le dijo lo preocupada que había estado por él. Él le contó que había estado arreglando un problema viejo con su padre. Sonaba extraño y meditabundo. Un par de semanas después, Andrea se lo encontró y lo vio de muy buen ánimo, como siempre. Le expresó el gusto que le daba verlo ahora bien, muy diferente de la última vez. Pablo entonces le explicó que había estado mal, enojado y triste, hasta que dio un paso muy importante, se trataba

de un pendiente con su padre que había tenido “atorado” desde hacía mucho tiempo. Le dijo que al soltar el resentimiento contra su papá y dejar que la vida actuara, todo volvía a su buen sitio. Había entendido, le dijo, que ser feliz no sólo era divertirse, que la vida le había permitido afrontar todo lo que sucediera y eso le permitía sentirse fluido. Aquel asunto del pasado ya era pasado y el hoy siempre sería mejor sin cargar con lo que ya no está. La moraleja o la perla preciosa que había encontrado, decía él, era que no hay que buscar sentirse feliz tan sólo por sentirse bien, sino dejarse atrapar por el devenir de la vida y dejar que ésta te experimente; decía: “que sea la felicidad la que te encuentre y no al revés”.


Crecimiento personal ¿Qué es la felicidad? Ante la pregunta: ¿Qué es la felicidad? Existen varias posibles respuestas; desafortunadamente, la respuesta habitual generalmente tiene que ver con el logro del placer propio, con la irresponsabilidad y sobre todo con una enorme dosis de egoísmo. Lo importante, pensamos, es “cómo estoy yo”, que yo me sienta bien, independientemente del bienestar de los demás. Se trata de saber ser Otra posible respuesta es que la verdadera felicidad es lo que sucede cuando se aprende a ser sabio en la vida, como Pablo comprendió. La felicidad es mucho más que un asunto de sentimientos pasajeros. El punto de ser feliz se trata en realidad de saber ser. Es un estado de conciencia que nos vincula no sólo con nosotros mismos, sino con todo. Tiene que ver con permitirse existir. Se podría decir que no eres tú el que encuentra la felicidad, simplemente permites que la felicidad te encuentre, como diría Pablo. Tal conciencia viene de un estado de apertura y aceptación, donde lo importante no es controlar, sino aceptar la vida como es y como viene, y descubrir que su flujo está a nuestro favor. Si se es oposicionista, se entra en conflicto Cuando vivimos la vida como una enemiga es cuando nos alejamos de la sabiduría, pues en los momentos difíciles siempre hay una gran enseñanza que dura el tiempo que tardamos en aprender la lección. Cuando miramos con una mirada que ve todo mal, perdemos de vista dónde está la salida y perdemos la ayuda que nos viene de la vida misma, tropezando con la misma piedra. Con esa actitud lo que se encuentra son salidas erróneas, una felicidad ficticia que lleva en realidad a la infelicidad. La naturaleza de la vida no es el sufrimiento, es

Se es feliz cuando se vive con sabiduría. el gozo y el placer que viene de su totalidad. Por eso el estado de apertura y conciencia a que nos estamos refiriendo, en el que no controlo la vida, sino que fluyo con ella, no tiene límites, como ella misma no los tiene. El peso del pasado y el peso del futuro Detengámonos aquí a ver qué nos aleja de la felicidad de vivir. Lo primero es no saber estar con nosotros mismos en el momento presente. Tenemos una tendencia generalizada, aprendida socialmente, a poner la vista en el futuro o en el pasado. Desdeñamos el presente cargándolo con el peso del pasado, lo cual no nos permite vivir ligeramente, con lo que el ahora nos da. Generalmente las emociones negativas: resentimiento, culpa, enojo, tristeza, etc., son fantasmas del pasado que seguimos cargando mientras nos esclavizan. Al que se va hay que despedirlo y dejarlo ir y no querer atraparlo emocionalmente, pues el recuerdo no superado de aquella persona, aunque haya sido amada en su momento, es un lastre que no nos permite vivir. Los resentimientos, envidias y enojos contra alguien por lo que ya pasó y no superamos, se vuelven los barrotes de una jaula que nos atrapa y nos obstaculiza para vivir el presente y fluir con la existencia. También acostumbramos sobrecargar al presente con el futuro, lo cual nos lleva a un estado de angustia. Mientras más estemos enfocados en el futuro, más nos pesa lo que vendrá y menos vivimos. Los fanatismos También el apego ciego y excesivo a ideologías no nos permite vivir la vida porque la vemos con los lentes del pensamiento del grupo social al que pertenezcamos.

Las ideologías fanáticas conllevan ruptura y separación, implican divisiones y una falsa fraternidad que aleja a unos de otros. Ideas infundadas sobre uno mismo Por otra parte, el llegar a conclusiones apresuradas y falsas con respecto a nosotros mismos nos limita, pues lo que digamos infundadamente que somos, el rumbo y control que a partir de ahí tomemos, nos llevará a repetir situaciones que generan sufrimiento. La falta de afrontamiento La falta de afrontamiento también nos aleja de la vida. La fantasía normalmente nos permite crear cosas y resolver situaciones, pero a veces cometemos el error de refugiarnos en ella cuando no nos atrevemos a afrontar la realidad, es decir que abusamos de ella cuando no nos gusta lo que vivimos y queremos otra situación por un camino fácil: cambiar sólo en nuestra imaginación. Es importante distinguir si nuestras fantasías son creativas o evasivas, pues no se trata de sustituir la vida con las fantasías. Las fantasías deben estar al servicio de la vida y no al revés. La diferencia entre los dos tipos de felicidad que hemos tratado aquí tiene que ver principalmente con el amor. El amor es algo siempre vivo y transformador. Cuando uno entiende que para cambiar el mundo lo importante es aprender a amar el flujo del mundo, entonces lo que necesitamos se pondrá a nuestro favor. Simplemente es recordar que tal sabiduría siempre es divina, es entender y saber abrirse a la sabiduría y amor de Dios. El autor es licenciado en psicología y filosofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Terapeuta, catedrático universitario y conferencista. Presencia Apostólica

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Desarrollo humano

La higiene mental y nuestro

equilibrio

(Para que tu pensamiento trabaje a tu favor) Gylda Valadez Lazcano

A

l hablar de cuidado de la salud, es imprescindible incluir no sólo la salud física, sino también la higiene mental. La palabra higiene es sinónimo de limpieza. La higiene mental es una disciplina que tiene como objetivo conocer lo que se considera como normalidad sana en cada etapa de la vida. Dicha disciplina ha ido descubriendo algunos principios generales que nos pueden ayudar a dirigir nuestra vida, ayudándonos a enfocarnos en la importancia de mantener nuestra mente limpia de aquello que la perjudica. Seguir dichos principios nos puede ayudar a lograr que nuestra mente trabaje a nuestro favor y que no sea nuestra principal saboteadora a través de dudas, desconfianza y mensajes negativos. En efecto, darnos cuenta de la relación que existe entre los pensamientos que elegimos y sus consecuencias nos ayudará a hacernos responsables de nuestras actitudes. 10

Presencia Apostólica

Hoy necesitamos estar atentos en el cuidado de esta higiene, ya que es algo que se contagia y crea una sinergia colectiva. Reglas básicas de higiene mental para mantener un estado de bienestar mental: 1. Reconocer y honrar nuestras emociones, todas y cada una, tanto las positivas como las negativas, para poder encauzarlas y evitar que se somaticen (en nuestro cuerpo), o que estallen, como olla exprés. 2. Libérate de rencores. Deja ir el pasado. 3. Permitirnos que si nos equivocamos respecto a algo, podemos tomarlo como una experiencia de la cual aprendemos. Mantén tu mente limpia perdonando errores propios y ajenos. 4. Acéptate y acepta a los demás. Valorarnos positivamente incrementa nuestra autoestima.

5. Sé amable. 6. Evita culpar a otros. 7. Deja de hacer suposiciones paranoicas acerca de que otros conspiran contra ti y pon en duda tus propias interpretaciones negativas de lo que ves y oyes. 8. Si te enfocas en lo bueno de los otros, ellos te responderán favorablemente. 9. Recordar y tener en cuenta nuestros logros, especialmente la manera en que hemos podido salir adelante en circunstancias adversas. De esta manera podremos echar mano de esos recursos e irlos acrecentando. 10. Tener cubiertas necesidades básicas como el descanso, esparcimiento, comer sanamente, realizar actividades que nos llenen de energía positiva, etc.

El poder del pensamiento positivo El pensamiento positivo incrementa nuestra energía y atrae cosas semejantes, o sea positivas, al contrario de los pensamientos negativos que generan un malestar mental y causan emociones como frustración, enojo, miedo, tristeza, etc. Todos alguna vez hemos llegado a un lugar y hemos percibido a través de sensaciones eso que hoy llamamos buena o mala “vibra”, por supuesto que esto tiene que ver con la energía que se crea al estar generando pensamientos positivos o negativos. Entonces, nadie puede pretender tener una colectividad con higiene mental si antes como individuos no hacemos algo. Cada que tenemos un pensamiento, éste vibra en una frecuencia, y generamos ya sea energía positiva o energía negativa. No se genera lo mismo al estar agrade-


Desarrollo humano cido que al estar resentido, por ejemplo. Nuestra mente se puede ir acostumbrando, por decirlo de alguna forma, a generar pensamientos positivos o negativos, necesita­ mos estar en una constan­­te auto-observación, para evitar que entren en automático los pensamientos que no generan una buena higiene mental. Siempre podemos elegir Hay que recordar que tenemos la capacidad de elegir deliberadamente los pensamientos que generamos. No tenemos que estar a merced de los pensamientos de otras personas, permitiendo que determinen nuestras emociones. Podemos cambiar nuestra energía en cualquier momento que así lo decidamos. Podemos hacer mucho La higiene mental en una persona se refleja en su comportamiento cotidiano y está vinculada con la capacidad para manejar sus temores y angustias, controlar la ansiedad, enfrentar las dificultades y aliviar las tensiones. La higiene mental tiene que ver con llevar una vida independiente, sin que las relaciones interpersonales afecten demasiado el poder propio y la capacidad de tomar decisiones. Al tener una buena higiene mental evitamos enfermedades y trastornos que tienen su raíz en asuntos no resueltos, por ejemplo, la ansiedad tiene que ver con asuntos que no hemos afrontado, que nos generan estrés y que necesitamos resolver. El ejercicio físico permite la liberación de endorfinas, también conocidas como las hormonas de la felicidad. De esta manera, no sólo cuidamos nuestro cuerpo, sino también nuestra mente, ya lo decían los griegos: mente sana en cuerpo sano. Los ejercicios de relajación y respiración son fundamentales

La casa de los mil espejos

H

ace mucho tiempo, en un pueblo pequeño y alejado, había un lugar conocido como la casa de los mil espejos. Un día, un pequeño perro alegre y curioso pasaba frente al lugar y decidió entrar. El perrito subió alegremente las escaleras y se paró en el vestíbulo, con sus orejas paradas y moviendo la cola tan rápido como le era posible. Para su sorpresa, se encontró contemplando otros mil perritos felices que levantaban las orejas y movían la cola, justo como él. Él le sonrió a los perritos y todos le devolvieron la sonrisa con igual alegría. Cuando se fue de la casa pensó: “Éste es un lugar maravilloso. Volveré con frecuencia.” Otro día, en el mismo pueblo, otro pequeño perro, que no era tan feliz como el primero, decidió visitar la casa de los mil espejos. Apesadumbrado, subió lentamente las escaleras y al llegar al vestíbulo, cabizbajo miró hacia el frente. Horrorizado se encontró ante mil perros nada amigables, parados frente a él. Él le gruñó a los perros y todos le devolvieron el gruñido. Al salir de la casa el perrito pensó: “Qué horrible lugar. No volveré nunca.”, «En el mundo, todas las caras son espejos.» Cuento tradicional japonés

para tener una adecuada higiene mental. Es recomendable realizar actividades que mantengan activa la mente, como por ejemplo, hacer crucigramas, leer –que es la mejor gimnasia mental–, etc. Las relaciones interpersonales son una parte importante de nuestra vida, compartir momentos, sentirse querido y contar con personas positivas en nuestro entorno forma parte de nuestra salud mental. Hay que atreverse a relacionarse con los demás. La capacidad de disfrutar también tiene que ver con una buena higiene mental, por ello tenemos que permitirnos disfrutar las peque-

ñas cosas que nos suceden cada día, valorar lo que logramos y sentirnos agradecidos por las oportunidades que tenemos. En conclusión La higiene mental es algo en lo que necesitamos enfocar nuestra atención, para generar cada vez intenciones positivas y así poder compartir con otras personas ese aprendizaje. Es importante que cada vez más personas tengamos la conciencia de lo importante que es mantener una buena higiene mental. La autora es psicoterapeuta corporal y terapeuta sistémica de pareja y familia. coordinacion.centroometeotl@gmail.com Presencia Apostólica

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Tanatología

V

ivimos en un mundo muy rápido. Siempre es­tamos corriendo de un lado a otro. La tecnología nos ha facili­ tado tanto las comunicaciones, como el acceso a la información, y en muchos casos ha ayudado a acortar las distancias entre las personas. Pero también esa misma rapidez, el estrés, el cansancio, la sobrecarga de trabajo, los problemas económicos y las dificultades para tener una comunicación directa han construido frecuentemente un desinterés mutuo entre las personas. Ahora podemos estar alrede­dor de una mesa comiendo y supuestamente compartiendo en familia, pero cada uno de los integrantes de la misma puede estar en lo suyo: viendo televisión, revisando sus redes sociales o chateando con alguien más, mientras se pierden de compartir y de estar con quien tienen junto a ellos. Estas situaciones nos llevan a matar socialmente a los demás. ¿Qué es muerte social? Entendemos por muerte social a lo que sucede en el momento en que somos tratados como objetos y no como seres humanos, quedando al margen de lo que acontece en nuestra sociedad. Esto puede ocurrir antes del fallecimiento de una persona, durante el proceso de enfermedad o vejez e, incluso, después del fallecimiento. Aunque también puede suceder desde la niñez o juventud, en el momento en que no somos involucrados ni tomados en consideración. Las personas que son marginadas de esta manera son como muertos en vida, porque suceda lo que suceda a su alrededor, no son tomados en cuenta. No se les pregunta nada y sus necesidades son reducidas a lo básico en la vida. Otra manera en que se da la muerte social es cuando alguien 12

Presencia Apostólica

VIDAS OLVIDADAS:

LA MUERTE SOCIAL

Ana Laura Rosas Bucio

"Si peleamos contra el mal, peleemos contra el más terrible de todos: la indiferencia." Robin Williams

después de fallecido ya no es recordado por nadie. Lo normal sería que ese proceso se diera con el paso de las generaciones. Precisamente, un buen uso de las tecnologías como la fotografía digital y el video sería el de lograr que los recuerdos de nuestra vida pasen de generación en generación. Necesitamos de los demás Somos seres sociales por natura­leza y nuestra existencia no se explica en forma aislada. Como jóvenes o adultos seguramente podemos solucionar muchas cosas por noso­tros

mismos, pero en diferentes momentos de nuestra vida –cuando somos pequeños o muy mayores, cuando estamos enfermos o discapacitados–, necesitamos de otros para la satisfacción de nuestras necesidades físicas, emocionales, sociales y morales. Incluso cuando podemos ser independientes, tenemos necesidades emocionales y de relación que sólo se pueden cubrir involucrando a los demás. Por otra parte, los seres huma­ nos tenemos también un rol social: como madre, hija, esposa, traba-


Tanatología jadora, profesionista y en algunas ocasiones cuando perdemos ese rol se inicia el proceso de olvido. Esto lo vemos en frases como las siguientes: “El abuelo ya no puede hacer nada.” “María esta tan enferma que ya no puede ir a la fiestas familiares, y entonces mejor no la invitemos.” Son frases que seguramente todos hemos escuchado o hasta dicho, sin darnos cuenta de que comentarios como estos contribuyen a la muerte social de los involucrados. Y ya en esa situación de muerte social, con el paso del tiempo sucederá la muerte existencial que es la que sucede cuando la vida pierde su sentido y, por lo tanto, ya no se tienen ganas de vivir. Si los demás ya no nos visitan, nos ignoran y ya se olvidaron de nosotros, ¿para qué seguir viviendo? En la vejez y la enfermedad es donde más frecuentemente sucede. En estos momentos de la vida tiene un impacto muy negativo en las personas porque en estas circunstancias es más probable que ya no podamos valernos por nosotros mismos y satisfacer nuestras necesidades. Uno de los duelos más difíciles Como lo hemos dicho en otros ar­ tículos, cuando vivimos una muerte, la reacción emocional que tenemos se llama duelo, y en el caso de la muerte social también se vive un duelo. También hay alguien que "murió", sólo que la parte más penosa es que los demás no se han dado cuenta o son los que están propiciando que eso suceda. Quién tiene la conciencia de la "muerte" es la propia persona que está experimentándola. Y eso es una de las partes más complicadas de este proceso. La persona sabe que está viva, pero ve que los demás ya no la miran ni la escuchan ni la incluyen en la vida, y, si lo hacen, lo hacen sólo de manera parcial, sin considerar sus verdaderas necesidades y de-

seos. Esto provoca que se viva un duelo por la propia muerte social y por la indiferencia de los demás y esta es probablemente una de las experiencias más dolorosas que alguien pueda experimentar. Las razones Todos nos hemos equivocado y hemos cometido errores tan importantes en nuestra vida, que tal vez han hecho que la gente en determinado momento no quiera estar con nosotros y llegan a tomar la decisión de que la persona muera socialmente. Abiertamente la sacan de su vida y justifican este acto diciendo que esa persona "fue mala, hizo cosas equivocadas, y se lo merece". Si bien es cierto que no podemos obligar a nadie que vivió abandono, maltrato emocional, físico o sexual, a que esté cerca de esa persona que lo lastimó, sí podemos pensar que no somos nadie para cobrarle las cuentas de los errores que cometió con los demás. Yo he tenido la oportunidad de reflexionar con muchas familias acerca de esas historias difíciles y de que no quieren ni acercarse a esos familiares que los lastimaron en el pasado, y algo que les he dicho es que actuar de esa manera nos hace igual a ellos. Los invito a ser seres humanos diferentes y en caso de no querer cuidar y atender a una persona, a que busquen opciones de dónde y quién podría hacerlo, pues tienen derecho a ser tratados con dignidad sin importar lo sucedido en el pasado. ¿Hemos visto a la persona mayor sentada en un rincón de la fiesta familiar sin que nadie se le acerque? La familia se queda con la idea de que integran a la persona y no la dejan sola en casa, pero la pregunta sería... ¿le preguntamos si quiere estar ahí? ¿si se la está pasando bien? o ¿qué es lo que necesita y procuramos dárselo? Otras

veces, decidimos no comunicarle al enfermo sobre su condición, gravedad y tratamiento y no le preguntamos qué es lo que necesita. Estas son maneras sutiles de "matar en vida". Tenemos derecho a que nuestros deseos y necesidades sean cubiertos en la medida de las posibilidades. No sólo porque somos "los padres o los abuelos", sino porque somos personas y tenemos derechos humanos. Hemos visto que en los últimos años ha habido una moda acerca de los "zombies", independientemente de lo interesante de las series o películas, lo real es que pareciera haber un interés mezclado con temor acerca de lo que estamos llamando "muerte social", miedo a convertirnos en muertos en vida, solamente dedicados a comer y deambular, sin un rol social, sin un sentido de vida, a los que hay que huirles. Huir de los "muertos vivos" para asegurar nuestra sobrevivencia, se podría expresar como huir de las personas que nos pueden reflejar carencias, necesidades básicas, cercanas a la posibilidad de la incapacidad o discapacidad, o la dependencia de los demás. Ninguna vida debería ser olvi­ dada. ¡Resolvamos estas situaciones! Cuando alguien fallece, a veces nos damos cuenta de que no estuvimos tanto con ese familiar y eso nos puede llenar de culpas y remordimientos que no son necesarios. Toda vida vale la pena y de todas podemos aprender y crecer. La muerte de nuestro cuerpo físico sucederá algún día, pero que nuestra vida, lo que hicimos en vida, lo que fuimos, logramos, aprendimos y maduramos.... ojalá eso nunca se muera. La autora es psicóloga clínica, experta en intervención en crisis, tanatóloga, logoterapeuta y conferencista. Directora General del Centro de Capacitación Profesional Industrial y Personal S.C. CECAPIP. lrosasb@hotmail.com Presencia Apostólica

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Historia para meditar

EL JUICIO FINAL

A

Enrique A. Eguiarte, OAR

parentemente era un día ordinario. Nuestro personaje se dirigía hacia su trabajo y el sol bañaba las calles y las plazas de la ciudad. De pronto sucedió algo inaudito. Repentinamente, una densa oscuridad lo envolvió todo. Nuestro personaje tuvo que detenerse, pues no podía ver. A la oscuridad la acompañó un profundo silencio, cargado de temor, que súbitamente se vio roto por el estruendo de una trompeta y por la voz de un ser celestial que decía: —¡Ha llegado el juicio final! A nuestro personaje se le encogió el corazón en el pecho y le empezaron a temblar las piernas. Había llegado el juicio final y él de pronto se daba cuenta de que no estaba preparado para el encuentro con Cristo. Y pensaba que, aunque no había sido una persona que hubiera causado grandes males o que hubiera cometido grandes pecados, su conciencia le decía que necesitaba pedir perdón a Dios por sus faltas. Pero en estas circunstancias, ¿dónde podría encontrar un confesor? Recordó que muy cerca de donde se encontraba, había una famosa universidad eclesiástica a la que asistían muchos sacerdotes. “Sí –se dijo a sí mismo–, correré hacia allá y de seguro alguno de ellos escuchará mi confesión y podré salir al encuentro del Señor con el corazón puro.” No obstante, se dio cuenta de que en la oscuridad no podía dar un paso. Mientras pensaba estas cosas, vio descender del cielo una luz cegadora. Iluminado por la luz, corrió hacia la universidad eclesiástica. Cuando estaba cerca de ella, se percató de que la luz provenía de una especie de nave que se había posado en una gran explanada, cerca de la universidad. Su sorpresa fue aún mayor, cuando vio que se abría una puerta de la nave y de ella salía un ser luminoso que gritaba: —¡Vengan los santos y puros, suban a esta barca de salvación! Y vio de pronto cómo de la universidad eclesiástica empezaban a salir a toda prisa sacerdotes, seminaristas, monjas y laicos. Todos querían ser los primeros en subir a la nave. Nuestro personaje pensó en correr y subir también, pero en lo más profundo de su corazón sabía que no podía hacerlo. Su conciencia le decía que primero tenía que purificar su corazón. Por ello decidió pedirle a uno de los sacerdotes que iban corriendo que lo confesara: 14

Presencia Apostólica

—Padre, ¿me podría confesar? Pero el sacerdote no lo escuchó. En su mente sólo había un pensamiento: subir a la nave de los santos y puros. Nuestro personaje no se dio por vencido y se acercó a un monje gordo que corría menos aprisa que los demás y le hizo la misma petición: —Padre, ¿me podría confesar? El monje sin dejar de trotar, de pronto se le quedó mirando con desprecio, pensando en su interior: “Este es uno de los condenados, de los pecadores…” Y, acelerando su trote, se alejó. Muchos de los sacerdotes, en su carrera, no sólo no lo escuchaban, sino que casi lo atropellaban. Dos profesores de la universidad se pusieron a discutir a un lado de la puerta quién debía entrar primero. Uno comenzó a decir que él tenía más títulos universitarios, el otro le dijo que él tenía también un largo currículum. Al ver que no podían diferenciarse por el historial académico, apelaron a los apellidos y condición económica. Una monja que pasó a toda prisa y que escuchó cómo nuestro personaje pedía confesión a un sacerdote, lo miró también con desprecio y alzando orgullosa la cabeza, pues creía que ella era pura y santa por sus múltiples penitencias y ayunos, y no por la gracia de Dios, se alejó de él, pensando con alegría que serían muchos los que no se salvarían. Y, sintiendo en su interior el calor insano de la soberbia, aceleró el paso para subir ostentosamente a la nave de los puros y junto con ella subieron algunos estudiantes. Estaba ya a punto de darse por vencido nuestro personaje, cuando vio que de la universidad salía caminando un sacerdote de mediana edad que vestía modestamente. Se acercó, esperando de nuevo una negativa, pero, para su sorpresa, pudo escuchar cómo el sacerdote le decía: —Claro que te puedo confesar. Y lo invitó a que se sentara en unas escaleras de piedra a la entrada de la universidad. Una vez que se sentaron y antes de comenzar la confesión, el ser celestial que estaba a la puerta de la nave de salvación gritó con gran voz: —¡Corran, hermanos elegidos! ¡Corran! ¡Dentro de un minuto se cerrarán las puertas! Nuestro personaje pensó que el sacerdote iba a salir corriendo y lo iba a dejar ahí sentado con sus


Historia para meditar

Ilustración: Leticia Asprón

pecados. No obstante, para su sorpresa, el sacerdote miró hacia la nave y hacia él, y le dijo que podía comenzar su confesión. Aunque nuestro personaje procuró ser muy breve, cuando el sacerdote había comenzado a hacer la señal de la cruz, dándole la absolución, la nave se elevó velozmente por los aires, dejando de nuevo al mundo en una profunda oscuridad. Nuestro personaje guardó silencio. Sentía una gran alegría y gozo en su corazón, el regocijo propio de la gracia y de la vida de Dios, pero lo invadía una profunda pena: por su culpa el sacerdote que lo había confesado no había podido subir a la nave de la salvación. Después de algunos momentos de silencio nuestro personaje le dijo al sacerdote: —Padre, le agradezco infinitamente que haya tenido compasión de mí, pero discúlpeme por favor, pues por mi culpa usted no ha podido subir a la nave y ahora debe quedarse junto con nosotros, los pecadores, en las tinieblas de este mundo… Hubo otro momento de silencio, antes de que el sacerdote le respondiera con serenidad: —No te preocupes, hijo. No tienes ninguna culpa. Tú me pediste que te confesara y yo no te lo podía negar, pues yo también tengo conciencia de mis pecados y de mi propia fragilidad, y no podía dejarte de lado ni desoír tu petición. Y ahora, no te preocupes, ni por ti ni por mí, pues estoy convencido de que el Señor no nos habrá de desamparar, pues la salvación no es cuestión de sentirse perfectos y puros y de despreciar a los demás o de necesitar sus pecados para sentirse más santo, sino que la salvación es reconocer con humildad que todo es un don de Dios y que sin su gracia no podemos hacer nada... Y cuando acabó de decir esas palabras, repentinamente el sol volvió a brillar. Vieron entonces que ellos dos no eran los únicos en la escena. Había otras personas, en situaciones similares que permanecieron en el lugar por preferir ayudar compasivamente a otros, antes que subir a la nave de salvación. En esos momentos se acercó, caminando lentamente, un joven majestuoso que estaba revestido de un poder indescriptible y que se sentó con ellos en las escaleras de piedra de la universidad. Ellos, como los discípulos, cuando estaban pescando junto al

lago después de la resurrección de Cristo, no necesitaron preguntarle quién era, pues ambos lo sabían bien: era el Señor. Sobrecogidos por su presencia, no osaron abrir la boca. Él comenzó a decirles con voz serena: —Estoy seguro de que los fariseos de mi tiempo también hubieran corrido con la misma prisa hacia la nave de la salvación, como todos los que lo hicieron, incluyendo a esos sacerdotes y religiosas. Ahora todos ellos estarán siendo catequizados para que comprendan que la santidad no es la obra de sus manos, sino de la gracia de Dios en ellos. También se les recordará que en el Reino de los cielos lo más importante es el amor, la misericordia y la compasión. Y tal parece que hoy –dijo, dirigiéndose al sacerdote– sólo tú, hermano, y las otras personas que están aquí se han compadecido de sus hermanos. Es preciso recordar que yo no dije que había que competir unos contra otros, ni buscar los primeros puestos o ser mejores que los demás, sino que había que amarse los unos a los otros, y que nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos. Por eso les digo: Vengan benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estuve en necesidad y se compadecieron de mí… Y así fue como todos los que pensaron en servir, y no en ser los primeros, gozaron de la presencia del Señor. Presencia Apostólica

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Espiritualidad

¿Qué es la

espiritualidad cristiana? P. Epi Diez

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor. (Lc, 4,18-19)

N

o sé si decir hoy que una persona es “espiritual” es un elogio o, más bien, es calificarla como no apta para algunas de las tareas sociales que precisa toda comunidad humana para funcionar. Muchos podrían pensar que no se cuenta con los “espirituales” para una fiesta, con banquete y baile incluidos. Tampoco para una manifestación justa ante los abusos de algún poderoso. Se piensa que los llamados “espirituales” sólo sirven para rezar, resignarse y sufrir. ¿Qué es espiritualidad cristiana? Yo creo que el cristiano debe tener claro en qué consiste la espiritualidad cristiana. Entre las muchas definiciones que se han dado, me gusta la del teólogo J. A. Estrada por lo breve y clara. Espiritualidad cristiana, dice este autor, es “la forma de vida que se deja guiar por el Espíritu de Cristo”. Así pues, nunca debemos perder de vista que lo que define a un cristiano no son las prácticas litúrgicas o piadosas, por buenas que éstas sean. Lo que realmente le define es vivir según el estilo de vida de Jesús de Nazaret. La espiritualidad del Reino Ahora bien, la vida y la enseñanza de Jesús giran constantemente alrededor de un tema: el Reino de 16

Presencia Apostólica

Dios. En el Padre nuestro, que es el núcleo central de su mensaje, esta petición ocupa el lugar central: «Venga a nosotros tu Reino.» Jesús comenzará su vida pública anunciando con entusiasmo que ese Reino de Dios, tan anunciado por los profetas y esperado con creciente entusiasmo por gran parte del pueblo judío, ya está presente. Su presencia es comprobable, dice, porque los que sufren son aliviados, los marginados son objeto de especial predilección de Dios y los pobres descubren su dignidad. Sin embargo, Jesús nos manda orar al Padre diciendo: «Venga a nosotros tu Reino.» Y es que esta nueva comunidad, formada por los seguidores del estilo de vida de Jesús, a la que pronto llamarán cristiana, tendrá siempre como misión ir anunciando al mundo con su estilo de vida fraternal, con su espíritu de servicio, con su intimidad con Dios, etc. que otra sociedad es posible y querida por Dios. Me encanta que el papa Francisco, desde el principio de su pontificado y con un lenguaje pintoresco a veces, nos recuerde todos los días cuál es nuestra misión en la sociedad, si queremos seguir llamándonos cristianos. En los evangelios tenemos unas cuantas parábolas, llamadas por los exégetas parábolas del Reino, en las que se nos exponen, con admirable pedagogía, las características de este Reino y el empeño que los cristianos debemos poner en construirlo.

El regreso del hijo pródigo, Bartolomé Esteban Murillo


Reflexión Aunque todas las parábolas evangélicas de alguna manera tocan este tema, recordaré solamente una, como botón de muestra: La parábola del sembrador. En esta parábola aparece la humanidad como un inmenso campo, al que la Palabra divina intenta fecundar, pero, lamentablemente, la ruindad y el egoísmo de muchos ralentizan el intento divino. Así el campo (la humanidad) en lugar de aparecer como un vergel, agradable a la vista y cargado de sabrosos frutos, sigue pareciéndose más a un desierto con pequeños oasis. Conclusión Quisiera concluir este breve recordatorio con una sincera confesión: Hace ya algún tiempo que viene golpeando mi conciencia aquello de la mediocridad espiritual en nuestra Iglesia católica, que denunciaba Karl Rahner, hace ya bastantes años. Hoy tenemos buenos análisis sobre el mundo contemporáneo. Abundan desde hace varios años las publicaciones, los congresos y todo tipo de reuniones sobre el tema de la “Nueva Evangelización”. Sin duda alguna, en todas estas actividades existe buena voluntad y algunas nuevas aportaciones. Sin embargo, cada día estoy más convencido de que el entusiasmo, indispensable en el auténtico evangelizador, surge únicamente del trato, cada día más familiar, con Jesús. Ahora bien, es de común experiencia que el amor inicial, con el trato va creciendo y consolidándose y todos sabemos que al enamorado no hay que insistirle para que nos hable del objeto de su amor. Ya que, por su propia iniciativa, él lo hace constantemente y con entusiasmo. Ahora bien, enamorarse de Jesús conlleva enamorarse de su proyecto de humanidad. Jesús vivió a tope este proyecto, al que llamamos Reino de Dios, cultivando intensamente las dos relaciones fundamentales del ser humano: la relación con Dios y la relación con todos los integrantes de la humanidad. Hay dos parábolas en las que el Evangelio nos sintetiza, con pedagogía divina, cómo deben ser esas relaciones: La parábola del hijo pródigo y la parábola del buen samaritano. Solamente intentando vivir así nuestra fe, viviremos al estilo de Jesús y, por consiguiente, nuestra espiritualidad será cristiana.

Y me olvidé de Dios Edgar Alejandro Salgado Tapia Estudiante claretiano

U

n día común y corriente me levanté por la mañana… Me encontré con el consumismo cuando lo primero que hice fue ver mi celular y encender la televisión. Y me olvidé de Dios, porque no lo saludé haciendo la señal de la cruz en primer lugar. Me vi en el espejo… Me encontré con la deshumanización cuando vi mi cuerpo como un instrumento. Y me olvidé de Dios cuando no vi en mi cuerpo el lugar donde Él se puede manifestar. Entré a la capilla… Me encontré vacío en mi vocación cuando crucé la pierna y me puse a leer. Y me olvidé de Dios que estaba en el Sagrario, esperando a que le compartiera mis planes para el día. Me vi entre mis hermanos de comunidad… Me encontré con la soberbia cuando empecé a criticarlos. Y me olvidé de Dios que me ha dado hermanos no solamente para no estar solo, sino también para que juntos trabajemos por el Reino. Celebré la misa… Me encontré con el egoísmo cuando planes, proyectos e intereses personales invadían mi mente. Y me olvidé de Dios que se hacía presente por amor a mí en un pequeño trozo de pan. Me senté a la mesa a comer… Me encontré con la gula cuando desesperadamente llené mi plato de comida y comí desenfrenadamente. Presencia Apostólica

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Reflexión

Y me olvidé de Dios cuando se acercó a mí en ese indigente que me pidió un pan para calmar su hambre y lo único que hice fue despreciarlo. Salí a la calle y en el crucero vi a un anciano… Me encontré con la indiferencia cuando pensé: “Este anciano está siendo explotado por sus hijos, instrumentalizado por ellos para obtener dinero, pero no le daré nada, que sus hijos se esfuercen en ganar el dinero con su trabajo, limpio y honesto.” Y me olvidé de Dios cuando no fui capaz de darle una moneda, olvidando que si me pide es porque necesita, al menos para no ser torturado por sus hijos. Llegue a la escuela a estudiar… Me encontré con el nihilismo cuando comencé a creer que yo era suficiente y que Dios no tenía nada que hacer en mi vida, que todo lo relativo a Dios ha pasado de moda. Y me olvidé de Dios que me dio la capacidad de razonar, pero sobre todo de amar. De regreso a casa, una señora con muletas subió al camión. Yo iba sentado y ya no había lugar… Me encontré con la comodidad cuando fingí ir leyendo para no ver a la señora y dejarle mi lugar. Y me olvidé de Dios que me ha dado salud y fuerza para poder recorrer el camino de la vida con mis propias piernas. Ya en casa, encontré basura tirada en el suelo… Me encontré con la irresponsabilidad cuando dije: “El aseo de este lugar no es de mi incumbencia que lo haga quien está a cargo.” Y pasé sin levantarla. 18

Presencia Apostólica

Y me olvidé de Dios que me ha llamado a servir también en los pequeños detalles. En la hora destinada a estudiar… Me encontré con el ocio cuando sabiendo que tenía poca tarea me dediqué a perder el tiempo. Y me olvidé de Dios y de tanta gente que apoya a los religiosos con oración y dinero para que podamos formarnos íntegramente y después ser santos religiosos y sacerdotes. Entré a rezar el rosario… Me encontré con la tibieza espiritual cuando lo recé sin fervor y empecé a bostezar y a pensar: “A qué hora se terminará esto.” Y me olvidé de Dios que me puso como ejemplo a María y su plena fidelidad al llamado que recibió. A la hora de preparar la reflexión para la misa del día siguiente… Me encontré con la pereza cuando dije: “Ahora veo cualquier cosa. Ya mañana a ver qué sale. Hoy ya estoy muy cansado.” Y me olvidé de Dios que me llamó a ser misionero para proclamar la Palabra y que si desde ahora me da flojera preparar las reflexiones, cuando sea sacerdote también me dará. Y me fui a acostar… De pronto al reflexionar caí en la cuenta de que todo el día estuve encontrándome fácilmente con todo lo que me aleja de Dios y me olvidé de Él. Me levanté de nuevo, me fui a la capilla y vi que Jesús estaba con los brazos abiertos en una cruz por amor a mí. Me puse de rodillas, comencé a llorar y le pedí perdón, le dirigí mi mirada y le dije: “Háblame Señor, aquí estoy.” Y descubrí que todo el día me estuvo hablando, pero preferí escuchar otras voces. No fui capaz de encontrarlo en cada detalle. Miré al Sagrario y vi esa lámpara encendida y entendí que me dijo: “Aquí y en cada uno de tus hermanos siempre estaré.” Le dije: “Señor, dame una oportunidad más.” Él me respondió: “Te doy toda una vida.” Yo le contesté: “Quiero estar contigo, llegar a ti, ser santo” y replicó: “Sirve a tus hermanos y me estarás sirviendo a mí, sé cercano a ellos y yo seré cercano a ti, ámalos y así nos estaremos amando los dos”. De pronto sentí paz y tranquilidad, me llené de amor y al recostarme nuevamente le dije: “Señor, una cosa más, si mañana vuelvo a olvidarme de ti, tú no te olvides de mí, Amén.”


La

Gotitas bíblicas

Palabra marzo-abril

Marzo

Domingo Mt 6,24-34

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(…) Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden servir ustedes a Dios y al dinero. Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán, o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento? ¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe? No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas.”

«Miren las aves del cielo,

que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el padre celestial las alimenta.» Esta lectura del evangelio nos ofrece una gran sabiduría. Jesús nos habla de la importancia de vivir el presente, confiados en Dios, y nos hace ver la inutilidad de preocuparnos obsesivamente por el futuro. Jesús nos invita a concentrarnos en lo esencial, enfrentando los problemas de cada día y buscando el Reino de Dios y su justicia, y nos recuerda que desvivirse por puras cosas materiales refleja un desconocimiento de Dios, así como falta de confianza en su misericordia. Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción

Marzo

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Miércoles de Ceniza Mt 6,1-6.16-18 (…) Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando des limosna que no sepa tu

Marzo

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1er. Domingo de Cuaresma • Mt 4,1-11

mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.” (…)* La Cuaresma inicia con el Miércoles de Ceniza. Es un tiempo propicio para reflexionar sobre nuestras actitudes y sobre el sentido de nuestra existencia, mientras recorremos el camino hacia la Pascua. Como actitud básica para vivir mejor este tiempo el Evangelio nos invita a ser auténticos. No es necesario hacer alarde del bien que hacemos ni estar buscando continuamente el reconocimiento de los demás por nuestras acciones, pues nuestro Padre que “ve lo secreto” nos recompensará.

Marzo

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2º Domingo de Cuaresma • Mt 17,1-9

(…) Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes.” Jesús le respondió: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.” Jesús le contestó: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.” Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los rei­nos del mundo y le dijo: “Te daré todo esto si te postras y me adoras.” Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás.”

(…) Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo.” Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman.” Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.”

Nos dice el Evangelio que, al comienzo de su misión, Jesús fue tentado por el diablo. Es importante observar que, ante las tentaciones que se le presentan, Jesús contesta siempre con argumentos de la Escritura: “Está escrito…” La Palabra de Dios es el alimento que hace fuerte a Jesús ante las tentaciones. También para nosotros las tentaciones son un tema de permanente actualidad y también nosotros podemos resistirlas basándonos en la confianza en Dios y en su Palabra.

La transfiguración es un acontecimiento en el que Dios se manifiesta de una manera extraordinaria y es nuestra labor reflexionar en cuál es su mensaje para nosotros. En la transfiguración, Jesús es señalado por el Padre como redentor y la forma como resplandece se ha interpretado como un anuncio de la resurrección. La presencia de Moisés y Elías representa la ley y los profetas que tienen su culminación en Jesús. La transfiguración nos anima y nos da esperanza en nuestro camino de preparación para la Pascua.

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Presencia Apostólica


De la Palabra a la acción

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3er. Domingo de Cuaresma Jn 4,5-42 (…) Llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía. Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber.” (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.” La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? (…) Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que be­ ba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna.” La mujer le dijo: “Señor ya veo que eres profeta. (…) La mujer le dijo: “Señor dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla.” Él le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve:” La mujer le contestó: “No tengo Marido.” Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido.’

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4º Domingo de Cuaresma Jn 9,1-41 (…) Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: “¿Maestro, quién pecó para que este naciera ciego, él o sus padres?” Jesús respondió: “Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo.” Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé” (que significa «Enviado»). Él fue, se lavó y volvió con vista. (…)*

Has tenido cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.” La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo.” Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo.” En esto, llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: “¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?” Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo, y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba. (…)* El encuentro de Jesús con la mujer Samaritana nos enseña cosas esenciales para vivir mejor este tiempo de Cuaresma. En este evangelio, el agua viva representa la vida espiritual que tendremos si creemos en Jesús. En el encuentro con Jesús la samaritana está recibiendo de él esa agua viva y podemos ver cómo su fe va creciendo. Ella le pide a Jesús: “Señor, dame de esa agua”, lo reconoce y asume la misión de ir al pueblo y hablarle a la gente de él, incluso deja su cántaro en el pozo.

Pidamos nosotros también a Jesús de esa “agua

viva”.

En la Cuaresma nos aproximamos a la luz de la Pascua y la fuente de esa luz es Cristo. El significado de la historia del ciego tiene que ver con la afirmación simbólica de que Jesús es la luz del mundo. Al encontrarse con un ciego de nacimiento Jesús lo cura y luego reflexiona sobre otro tipo de ceguera: la ceguera espiritual de quienes prefieren permanecer en la oscuridad.

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5° Domingo de Cuaresma Jn 11,1-45 (…) Se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. (…) Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo.” (…) Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén (…) Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas.” (…) Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.” Jesús al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompa-

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Domingo de Ramos Mt 26,14-27,66 (…) El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” Él respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: «El maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa».” (…) Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce, y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme.” Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?” (…) Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen y coman. Éste es mi cuerpo.” Luego tomó en sus manos una copa de vino y, pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo: “Beban todos de ella, porque ésta es mi sangre, sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados.” (…) Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos: “Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá.” Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sen22

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ñaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” (…) Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea para que crean que tú me has enviado. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de allí!” Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. (…) * La resurrección de Lázaro es un signo que nos muestra que el poder de Dios, presente en Jesús, está por encima de la muerte en todos los niveles. La resurrección de Lázaro nos hace caer en la cuenta de que Jesús es la vida y es un signo de la resu­ rrección final de los cristianos. La fe en Jesús es un paso de la muerte a la vida y lo es en más de un sentido, pues en esta vida también se puede no haber muerto todavía y, sin embargo, estar como muertos en vida, sin vivir de verdad.

tir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo.” Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo: “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú.” (…)* Iniciamos la Semana Santa con el Domingo de Ramos en el que el Evangelio nos presenta la Pasión, según san Mateo y recorremos lo que ha de vivir y sufrir Jesús por amor a nosotros. Hemos tomado sólo unos fragmentos, pues, como sabemos, la lectura es extensa. En esta ocasión pongamos nuestra atención en dos aspectos. El primero es que Jesús está al mando de los preparativos de la Pascua y de todo lo que se ha de hacer, y que continuamente está enseñando a sus discípulos el sentido de todos los acontecimientos. El segundo es que ante el difícil escenario de enfrentar su propia muerte, Jesús no busca en ningún momento la protección humana y que es fortalecido en todo momento por su aceptación y entendimiento del plan de Dios, así como por su comunicación con el Padre.

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura (por razones de espacio), se invita a leerlo en la cita bíblica.


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Jueves Santo Jn 13,1-15

En el marco solemne de la última cena, el punto central del evangelio del Jueves Santo es relatarnos como Jesús se pone a lavarles los pies a sus discípulos. Jesús decide libremente hacer a sus discípulos el gesto más humilde, el de lavarles los pies, para darles a entender, a ellos y a nosotros, cómo debe ser una comunidad cristiana. Con este gesto, Jesús nos enseña que debemos amarnos y servirnos unos a otros “hasta el extremo”.

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Viernes Santo Jn 18,1-19,42

(…) Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?” Le contestaron: “A Jesús el nazareno.” Les dijo Jesús: “Yo soy.” Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: “¿A quién buscan?” Ellos dijeron: “A Jesús, el nazareno.” Jesús contestó: “Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan.”

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

En el transcurso de la cena (…) se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. (…) Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan.”

Y a nosotros también Jesús nos pregunta: ¿Comprenden lo que acabo de hacer? Así se cumplió lo que Jesús había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: “Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?” (…) “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí.” (…) * Tomemos únicamente para nuestra reflexión la idea de que Jesús enfrenta los acontecimientos injustos y dolorosos de su Pasión con toda la fuerza interior y la gracia que le da el Espíritu Santo. Que la confianza de Jesús en su Padre nos enseñe a pedir la gracia de Dios en los momentos de dificultad y dolor, para no vernos vencidos por esos momentos de tentación en los que, a veces, sólo buscamos culpables y nos amargamos la vida. Presencia Apostólica

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Vigilia Pascual • Mt 28, 1-10 Transcurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: “No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y

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Domingo de Pascua • Jn 20,1-9 El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto.” Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso, llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lien-

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2° domingo de Pascua o “de la Divina Misericordia” Jn 20,19-31 Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.” Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los 24

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ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán.» Eso es todo.” Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y le adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán.” Hoy celebramos la resurrección de Cristo que ha venido a renovar el mundo entero. Jesús nos dice: “No tengan miedo.” El Señor resucitó y vale la pena ser su discípulo-misionero, llevando la alegre noticia. ¡Felices Pascuas de Resurrección! zos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no había entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos. La resurrección de Jesús –que celebramos todos los domingos y en especial éste– es el fundamento de nuestra fe. Nuestra fe en la Resurrección nos pide vivir entregados a transformar este mundo con la plena esperanza de saber que el amor es más fuerte que la muerte. Creer en la resurrección de Cristo es creer en el triunfo definitivo sobre el pecado, la injusticia y la muerte. El amor de Jesús no es un amor fracasado y vencido, sino un amor victorioso y lleno de sentido. pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.” (…)* Reproducimos únicamente la primera parte de la lectura en la que el Evangelio nos narra lo sucedido a la primera comunidad cristiana el domingo de la resurrección. Los discípulos se hallaban reunidos, tristes y atemorizados. Jesús se presentó en medio de ellos y les dio justamente lo que más necesitaban: su Espíritu y su paz.

Vivamos también nosotros, en comunidad, la alegría de la resurrección y dejémonos llenar por el Espíritu y la paz de Jesús.


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