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PRESENCIA APOSTÓLICA

Revista bimestral núm. 77 MAY-JUN 2016 Donativo: $15.00•$2.50 US

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Adaptarnos a los cambios

Reflexiones de Pentecostés

La “llave

maestra”


San Judas Tadeo Semblanza del apóstol y su devoción en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México

Un libro que ofrece una visión de la devoción a san Judas Tadeo,

fundamentada en el conocimiento de la identidad e importancia del santo apóstol.

nta

A la ve mplo e en el T an de S

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Hipólit

Semblanza del apóstol y su devoción en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México Misioneros Claretianos de México

Ven a vivir

la alegría de

servir,

realizando labores de

evangelización y promoción social.

Presencia en México y en más de 60 países

MISIONEROS CLARETIANOS

TEMPLO DE SAN HIPÓLITO MISIONEROS CLARETIANOS DE MÉXICO


PRESENCIA APOSTÓLICA Director

CONTENIDO 2 . Editorial

Antonio Rangel Torres, CMF Consejo Editorial

Alejandro Cerón Rossainz, CMF José Juan Tapia, CMF Alejandro Quezada Hermosillo, CMF Enrique Mascorro López, CMF Lourdu Jerome Joseph, CMF Óscar Linares Rodríguez, CMF Rogelio Carmona Núñez, CMF Ernesto Bañuelos C. Editora

3 . Vida cotidiana 4 . Aventuras de un misionero 6 . La “llave maestra”

Marisol Núñez Cruz Raúl Méndez Colaboradores

Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF Distribución

8 . Por qué nos cuesta adaptarnos a los cambios 1 0 . La pérdida de la autoconfianza Ilustración: Leticia Asprón

Arte y Diseño

1 2 . La trampa para monos

Liga Nacional de San Judas Tadeo PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor responsable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Casiano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. Impresa en Carmona Impresores S.A. de C.V. Torreón, Coahuila. www.carmonaimpresores.com.mx • ventas@ carmonaimpresores.com.mx • Tel. (871) 707 42 00 con 30 líneas, lada sin costo 01 800 228 22 76. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmente, citando la fuente y sin fines comerciales. ¡Te invitamos a suscribirte! mail: ligasanjudastadeo@gmail.com Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío).

1 4 . Profundizar o ser sólo vagones 1 6 . Nuestra devoción 1 7 . Elogio de la mujer 1 8 . Obras son amores 2 0 . De la Palabra a la acción

Portada: Maximino Cerezo Barredo

Espíritu Santo (baldaquino en la iglesia-catedral de São Félix de Araigua)

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Editorial

El poder transformador del

Espíritu

A

l final de la Pascua, el evangelio nos habla de un amor que nos convierte en morada de Dios y en la Ascensión Jesús hace énfasis en que la nueva forma de su presencia será a través de su Espíritu. En Pentecostés celebramos el cumplimiento de la promesa de Jesús de enviarnos su Espíritu. A nosotros nos toca abrirle las puertas y vivir abierabier tos al poder transformador de su presencia. Si el Espíritu de Dios vive en nosotros, nos llenamos de su vida, de su amor, de su sabiduría y de su misericordia, y nosotros vivimos en Él. La Trinidad nos habla de diferentes formas de experimentar la presencia Divina; diferentes, pero relacionadas entre sí y relacionadas también con nuestra vida cotidiana. En este número ofrecemos artículos y reflexioreflexio nes para comprender mejor nuestra fe, así como herramientas para vivir de acuerdo con ella. 2

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tu

Vida cotidiana

EL ESPÍRITU

Santo

Ese Espíritu, dinamismo misterioso de la vida íntima de Dios, es el regalo que el Padre nos hace en Jesús a los creyentes para llenarnos de vida. Es ese Espíritu el que nos enseña a saborear la vida en toda su hondura, a no malgastarla de cualquier manera, a no pasar superficialmente junto a lo esencial. Es ese Espíritu el que nos infunde un gusto nuevo por la existencia y nos ayuda a encontrar una armonía nueva con el ritmo más profundo de nuestra vida. Es ese Espíritu el que nos abre a una comunicación nueva y más profunda con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Es ese Espíritu el que nos invade con una alegría secreta, dándonos una trasparencia interior, una confianza en nosotros mismos y una amistad nueva con las cosas. Es ese Espíritu el que nos libra del vacío interior y la difícil soledad, devolviéndonos la capacidad de dar y recibir, de amar y ser amados. Es ese Espíritu el que nos enseña a estar atentos a todo lo bueno y sencillo, con una atención especialmente fraterna a quien sufre porque le falta la alegría de vivir. Es ese Espíritu el que nos hace renacer cada día y nos permite un nuevo comienzo a pesar del desgaste, el pecado y el deterioro del vivir diario. Este Espíritu es la vida misma de Dios que se nos ofrece como don. El hombre más rico, poderoso y satisfecho, es un desgraciado si le falta esta vida del Espíritu. Este Espíritu no se compra, no se adquiere, no se inventa ni se fabrica. Es un regalo de Dios. Lo único que podemos hacer es preparar nuestro corazón para acogerlo con fe sencilla y atención interior. Jose Antonio Pagola Buenas noticias

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Aventuras de un misionero

Recordando al padre Macario Jesús García Vázquez, CMF

Jesús García, CMF y Macario Sánchez, CMF

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l padre Macario Sánchez Vargas nació el 17 de noviembre de 1937 y el pasado 23 de febrero partió hacia la casa del Padre. La vida del padre Macario fue una aventura misionera digna de contarse y con mucho orgullo. Originario de Zapotiltic, Jalisco, Maco nació y creció en el seno de una familia que lo apoyaba y lo quería. Fue un joven con muchas posibilidades de triunfar en la vida y el triunfo que eligió fue irse de misionero como Hijo del Inmaculado Corazón de María, para pre4

dicar La Palabra de Dios al estilo de san Antonio María Claret. Como gran misionero, siempre estuvo dispuesto a dar lo máximo, en dondequiera que fuera destinado. Era capaz de levantar el ánimo, quitar el desaliento e infundirle fe al más caído. Sólo hablaré de dos o tres lugares en donde fui testigo de su gran entrega misionera. Claro que me quedaré muy corto, en comparación con lo que pudieran decir de él sus compañeros de estudio y ordenación sacerdotal. El padre Macario fue un hombre capaz de dar sin recordar y de recibir sin olvidar. No le espantaban las montañas. Cuando le decía: “Maco, ¡qué hermosa montaña!”, me decía: “Si quieres disfrutarla mejor, no te quedes viéndola, vamos a escalarla.” ¡Cierto! La montaña se disfruta más cuando se va escalando. Y de igual manera, cada reto que le ofrecía la obediencia era para él como una montaña a escalar. Pasó varios años dedicado a la formación de sordomudos, en el Templo de San Hipólito, en la Ciudad de México, apoyado por su sobrina Lety. Labor titánica a la que no cualquiera le entra… Maco tenía ideales de quijote. Lo visité en la misión de San Rafael, Estado de Morelos, donde colaboró en la formación de algunos seminaristas. Hermoso lugar donde soñaba con un paraíso con distintos servicios para los Claretianos de México. Una de las ideas que le escuché enseñar a los chicos fue:

“Tú tienes que luchar por lo que es tuyo, grita, llora y pelea si es preciso, pero nunca dejes que te maten la ilusiones.” Actitud a veces difícil de alcanzar en medio de las dificultades de la vida en comunidad, pero no imposible cuando se confía en Dios. Lo conocí en otra faceta en Tlacoapa, Guerrero, enseñando a los Tlapanecos la apicultura, con su malla sobre un sombrero de paja que le protegía la cara mientras les pedía permiso a las abejas para extraerles un poco de miel, polen, jalea real, y cera. De él aprendí las maravillosas propiedades de estos riquísimos alimentos que no consumen los adictos a la comida chatarra. Ahora los indígenas siguen produciendo estos productos para su consumo y venta, ¡Gloria a Dios! Un detalle hermoso del padre Maco, uno de tantos: cuando llegué destinado a la hermosa montaña de Guerrero, la piel de mi cara estaba muy marcada por jiotes, una afección de la piel que la vuelve rasposa, como de cocodrilo, y da mucha comezón. En cuanto me vio el padre Maki (así le decían de cariño las enfermeras de la casa) me puso un producto de las abejas y yo le pregunté: —¿Y eso qué es? —Es jalea real —me explicó— el alimento de las reinas que hace que vivan varios años mientras que las abejas obreras sólo viven algunas semanas o meses. —Y ¿se puede comer para que duremos muchos años?— pregunté. —Sí —me respondió categóricamente—, pero muy poquita porque este alimento es capaz de hacer que la reina fecundada produzca tantos huevecillos que dan lugar a otro enjambre con otras reinas.

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Aventuras de un misionero

—¡Qué admirable es Dios! —Le comenté con asombro—. Y a los tres días mi rostro estaba curado, sano como piel de recién nacido. El padre Macario luchó por no rajarse ante los fracasos. Cuando pedimos ayuda al gobierno del estado, para meter la brecha hasta el pueblo, fracasamos porque, como casi siempre y sin temor a quitar el casi, el presupuesto se perdió entre los políticos. Pero Maco no se desanimó. Organizó al pueblo y entre todos construimos cinco kilómetros de brecha, y ¡claro! El gobierno se adornó con sombrero ajeno. Les dijo Maco a los indígenas: “No se dejen desanimar por los fracasos, aprendamos de ellos y sigamos adelante” e hicimos la brecha. Sin poder agotar lo que aprendí de él, hoy le digo lo siguiente: “Gracias, Maco, por renovar mi fe en la vida eterna; por renovar mi consideración sobre la fragilidad del ser humano; por renovar el recuerdo de lo transitorio que es nuestra vida en este mundo; por renovar la convicción del valor divino de lo humano y por renovar el deseo de aprovechar al máximo nuestra adhesión al Señor de la vida. Gracias por renovar la esperanza de obtener una cosecha abundante, ya que cada día es un surco que sembramos para la vida eterna. Gracias por el esfuerzo que pusiste para que todo lo anterior fuera luz que guiara mis pasos hacia Dios. La etapa final de la vida apostólica de Maco fue el silencio. Este fue más elocuente que miles de palabras. En silencio nos habló de la humildad y la vivió; nos habló de la pobreza y nunca estuvo apegado a nada de lo que tenía, siempre dispuesto a proporcionarlo a quien más lo necesitara. Alguien que lo

conoció cuando era joven me contó que un día le vio un reloj muy bonito que le habían regalado y le dijo: “Maco ¡qué hermoso reloj traes!” y sin más comentarios se lo quitó de la muñeca y le dijo: “Es tuyo, te lo regalo”. Nos habló de la obediencia; nunca dijo no a lo que se le proponía; comía y bebía lo que le dábamos; vestía lo que le proporcionábamos y dormía cuando no le proponíamos nada. Un día, le pedí que jugara dominó conmigo. Algunos pensábamos que ya todo se le olvidaba y que no coordinaba bien sus pensamientos y me dije: “Como ya casi no sabe lo que hace, me aprovecharé y le ganaré.” Y cuál va siendo mi sorpresa, como de diez juegos que jugamos, no pude ganarle uno solo. Ahí me di cuenta de que muchas veces juzgamos a los demás por lo que observamos en el exterior sin conocer realmente a la persona: su interior, su capacidad y sus cualidades. Igual me sucedió en una ocasión en que lo metí a la alberca, le dije, según yo, para que se animara: “No tengas miedo Maco, yo te sostengo.” Y que me hace a un lado y se pone a nadar como charal de lado a lado de la alberca, ahí me di cuenta de que también fue un gran nadador. Creo que es una gran irresponsabilidad hacer juicios temerarios sobre los hermanos, sin antes saber de lo que son capaces… El padre Macario también fue amante de la literatura. No sólo le gustaba leer muchos poemas que se aprendía de memoria y fue muy bueno para recitarlos, sino que también escribía. Logré rescatar uno que dice: Quiebra el camino el monte cuando subo montañas. Yo, sin saber de dónde. tengo fuerzas para escalarlas.

Voy hacia donde el pobre llora sus penas y el dolor calma. Camino que ves mis pasos, si tambaleo dame, si tambaleo dame, dame un descanso. Y seguirán mis pasos tras mi mirada, antes que el sol me alcance y queme mi espalda. Rompe el silencio el viento, un manantial me espera. No sé si voy o vengo o descansar quisiera, Pero yo voy contento A ver a mi madre, la madre tierna. Ya cuando cae la tarde y el sol desaparece, el pobre ya descansa. Buen sueño se merece ya que comer ahora o comer mañana es igual, parece. Camino que ves mis pasos, si tambaleo dame, si tambaleo dame, dame un descanso. Y seguirán mis pasos, tras mi mirada, antes que el sol me alcance y queme mi espalda.

Este poema lo compuso en la Montaña Alta de Guerrero, en Tlacoapa. El sueño fue su vehículo para irse a la casa del Padre. Estando cenando, de repente se quedó dormido para despertar en los brazos del Inmaculado Corazón de María. El padre superior de la comunidad, quien estaba cerca de él en esos momentos, le auxilió con los últimos sacramentos, mientras él bebía los últimos tragos de oxígeno en su vida. Que nuestro gran hermano Macario, quien ahora está en el cielo, interceda por nosotros y descanse en paz. ¡Hasta la próxima! Presencia Apostólica

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Filosofía de vida

“La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas.” Sigmund Freud

La "llave maestra” Lourdes García Avendaño

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eguramente alguna vez en tu vida, en alguna circunstancia especial has oído mencionar el término “llave maestra”. ¿Qué es eso? La “llave maestra” es una llave, valga la redundancia, capaz de abrir muchísimas cerraduras, por más extraño que eso parezca. ¿Cómo una sola llave podría hacerlo, a pesar de que cada cerradura es una pieza única y por ende la llave que puede hacerla abrir o cerrar, una sola también? Esa característica la convier convierte en una herramienta muy útil en casos específicos, como cuando se pierde la llave de la habitación de un hotel o también para las personas 6

que hacen limpieza de esos cuartos o para aquellos que proveen la seguridad y el mantenimiento de las instalaciones. Entonces, la “llave maestra” resulta en muchas ocasiones un gran alivio y es tan valiosa que por lo general se designa a una persona como responsable de su uso y cuidado. No conozco los detalles mecánicos que explican el funcionamiento de una “llave maestra” ni es ese el tema de este artículo en el que voy a hablar de otra “llave maestra” de la que todos podemos disponer. Una llave que, sin saberlo, tenemos al alcance de las manos todo el tiempo y para toda situación.

El poder de la amabilidad Pero, ¿qué puede ser?, ¿qué es eso que todos tenemos?, ¿qué es eso de lo que podemos disponer en todo momento, lugar y circunstancia, y que nos abrirá toda clase de puertas por más complejas cerraduras que éstas tengan? Esa “llave maestra” se llama amabilidad. Es una cualidad que al utilizarla a voluntad, en todo momento y lugar, hará para nosotros esas maravillosas, y hasta milagrosas, funciones y muchas otras más. Preguntémonos: ¿Había pensado en eso?, ¿me había dado cuenta de que la amabilidad puede ser tan importante?, ¿es la amabilidad una cualidad en mí?, ¿lo es en quienes me rodean?, ¿trato a los demás con amabilidad? y ¿me tratan a mí con amabilidad?

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Filosofía de vida

El término amabilidad tiene su origen en el latín, del verbo “amare” que quiere decir amar, y el sufijo “idad” que es equivalente a cualidad. Una persona amable es aquella que por su actitud afable, complaciente y afectuosa es digna de ser amada. La amabilidad es siempre un claro indicador de madurez y de grandeza de espíritu.

Amabilidad y cordialidad

esto hace la diferencia entre utilizar la amabilidad únicamente para obtener algún beneficio momentáneo, como un mejor trato en alguna oficina de gobierno, impresionar a alguien que nos interese sentimentalmente, por ejemplo, y ser amables porque tenemos conciencia del respeto que nos merecen los sentimientos y el bienestar de los demás.

La auténtica amabilidad es la que surge del espíritu humano, de los sentimientos. Existe otra “amabilidad” que surge de una obligación, de un interés o de un compromiso. Tiene que ver con las formalidades y normas de conducta, y hasta con razones de conveniencia. Puede decirse que es falsa o aparente; sólo sirve para seguir la corriente de lo que es socialmente aceptado, para quedar bien, para aparentar; para fingir ser lo que no somos o creer lo que no creemos. Las dificultades de la vida, sus problemas y sus circunstancias cotidianas —a veces implacables— logran, en algunos momentos, transformarnos negativamente, logran irnos endureciendo, irnos cubriendo de una coraza fuerte y cada vez más grande que nos hace recelosos, precavidos y desconfiados, y que nos hace, muchas veces, ser como no somos, como no quisiéramos ser. Pero no podemos juzgar a nadie por ello, pues todos hemos caído en esas actitudes, aunque sea momentáneamente. Y hay quienes ya fingen de rutina, haciéndolo parte de su vida. Hay una palabra que se considera sinónimo de amabilidad y que nos ayuda a entender la diferencia entre ser “amable” entre comillas, por conveniencia y serlo de corazón, por convicción. Esa palabra es cordialidad y su etimología nos habla de hacer las cosas de corazón, con sinceridad. Comprender

Ser amables debe ser un rasgo de personalidad, un estilo de vida, una actitud o postura continua, cotidiana; un hábito, sin importar la actividad a la que nos dediquemos o si tratamos con pocas o con muchas personas. La amabilidad debe acompañarnos en todo momento y en todo lugar; sobre todo en el ámbito familiar. Y es muy importante tomar conciencia de que precisamente en el ámbito familiar que es de lo más importante es dónde al sentirnos “en confianza” con más frecuencia nos olvidamos de ser amables… Ahí, en donde más confianza sentimos para desempeñarnos, para desenvolvernos, para ser y hacer, ahí es donde con mayor razón debemos ejercer la amabilidad, como lo que es, la “llave maestra” que nos abrirá toda cerradura, por más sofisticada que sea: la “cerradura” de los hijos adolescentes, con sus problemáticas y dudas; la “cerradura” de nuestra pareja con sus conflictos y necesidades; la “cerradura” de los miembros de la familia extensa con las dificultades propias de la convivencia y un larguísimo etcétera. Ser amables, entre padres e hijos; ser amables entre marido y mujer; ser amables entre hermanos y amigos; ser amables entre vecinos; ser amables entre jefes y subordinados; entre parientes políticos… ¡ser amables, ser amables, ser amables! Nos abrirá y, lo me-

Un estilo de vida

jor de todo, mantendrá abiertas las puertas de todos los sitios y situaciones. Seremos reconocidos y recordados como “el Sr. Fulano, ese, tan amable”, “la Sra. Sutana, esa que era amable con todos…” “El muchacho más amable que he conocido”, “la chica tan amable que atendía la tienda, o el banco, o el puesto de flores o el de la verdura”. Sí, la amabilidad es la “llave maestra” para todos… para aquellos con escolaridad o sin ella, para jóvenes o viejos, para niños o adultos, para hombres y mujeres. La amabilidad abrirá toda puerta que necesitemos y la mantendrá abierta para todo aquél que se decida voluntariamente a usarla. Así como también no debemos olvidar que no practicarla, o lo peor, ignorarla o sustituirla por actitudes hostiles y groseras, nos puede condenar a vivir con mayores dificultades y a quedar aislados y solitarios cuando más necesitemos de apoyo y compañía. La amabilidad no puede comprarse, no habría dinero suficiente para poder adquirirla o lugar que la distribuyera. A pesar de su incalculable valor, la amabilidad está en cada uno de nosotros y sólo hace falta querer activarla, querer hacerla parte de nosotros, querer ponerla en práctica; primero hacía nosotros mismo… tratarnos con amabilidad para así poder hacerlo con otros. Tratarnos a nosotros mismos y tratar a todos con amabilidad, no sólo hará de nuestro diario vivir una experiencia más agradable sino que nos transformará en mejores seres humanos y el mejor de los regalos: nos hará trascender. ¿Tú eres amable? Si no lo eres todavía, ¡decídete a serlo! La autora es licenciada en Terapia Física y Logoterapeuta. luluwatty@yahoo.com Presencia Apostólica

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Desarrollo humano

¿POR QUÉ NOS CUESTA ADAPTARNOS A LOS CAMBIOS? GYLDA VALADEZ LAZCANO

A

veces, cuando nuestra existencia parece estable y sin sobresaltos, de pronto la vida parece dar un golpe de timón y sucede que esa “seguridad” desaparece o se tambalea. Entonces es cuando necesitamos echar mano de nuestra capacidad de adaptación.

Todo está en constante cambio

Los seres humanos solemos pensar que necesitamos una cierta seguridad para vivir tranquilos, y por ello nos anclamos a la ilusión de que las cosas no cambien, pero realmente no puede ser así. Todo está en constante cambio, incluidos nosotros, pero no somos conscientes de ello, hasta que el cambio es tan evidente que ya no tenemos más remedio que hacerle frente.

Nuestra actitud

Ante la inminente necesidad de cambio, hay personas que se dedican a renegar, que protestan y se enojan porque las cosas han dejado de ser como eran. Para estas personas es un tema recurrente hablar de que los tiempos pasados eran mejores en todos los aspectos. Otras, por el contrario, actúan con aceptación ante la situación que se presenta, y buscan alternativas para adaptarse a lo nuevo.

¿Por qué nos cuesta adaptarnos al cambio?

Ante nuestra dificultad y resistencia al cambio, hay que preguntarnos por qué. Muy probablemente la respuesta la encontraremos en una falta de confianza en nosotros mismos. Quizá estamos dudando de 8

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nuestras aptitudes y capacidad para lograrlo. Esto nos dice que debemos trabajar en nuestra auto estima Otra razón que dificulta nuestra adaptación al cambio es la falta de conciencia. No nos hemos dado suficiente cuenta de que nuestra vida no puede ser estática, de que por naturaleza va a haber un cambio continuo. Tomar conciencia de esto nos irá convirtiendo en personas más serenas que aceptan las cosas tal como son y fluyen en el río de la vida. Cuando detectemos nuestra

resistencia al cambio preguntémonos qué ventajas nos da resistirnos inútilmente. Hago esta distinción porque cuando hay cosas que sí están bajo nuestro control y que por razones valiosas para nosotros deseamos que no cambien, pues entonces hay que luchar por que así sea. Es decir hay que saber distinguir entre lo que podemos cambiar y lo que debemos aceptar, como dice la oración de la serenidad. Otra razón para nuestra resistencia es el miedo. Pero cuando au-


Desarrollo humano

menta nuestra conciencia y nuestra autoconfianza, el miedo disminuye.

Los cambios nos hacen crecer

El cambio nos hace ir en muchas direcciones; nos transforma, nos lleva a dónde no imaginábamos. Es parte del encanto de la vida. Es cierto que parece una amenaza para nuestra zona de confort, pero ese confort es sólo aparente. Los cambios conllevan crecimiento, creatividad y magia, si así lo queremos ver. El cambio forma parte de nuestra vida. Constantemente necesitamos adaptarnos a las diferentes circunstancias que van apareciendo en todos los ámbitos y que nos obligan a tomar decisiones. Al navegar, cuando el viento y las olas cambian de dirección, o se agitan, hay que ajustar las velas y dar un golpe de timón. Intentar que el barco permanezca igual o no hacer nada para adaptarse a la nueva situación, solo incrementa la zozobra y el riesgo de naufragar. Es necesario afrontar los cambios en forma activa; es decir, buscando soluciones, en lugar de evadir. Hacer esto es tomar las riendas de nuestra vida y no dejarlas a la deriva. Cuando nos adaptamos a los cambios crecemos. Poco a poco nos sentimos menos abrumados

y asumimos responsabilidad por nuestras decisiones; descubrimos capacidades que estaban dormidas en nosotros y logramos vislumbrar que detrás de cada eventualidad hay un aprendizaje. El cambio siempre será parte de nuestra vida, y en nosotros está verlo como un área de crecimiento o como una situación que nos estresa y nos trae inconvenientes. Otro ingrediente que está implicado en los cambios, es la aceptación.

No hay por qué encerrarse en lo que conocemos, cuando puede ser que lo mejor esté por suceder… Aceptar tiene que ver con fluir con y en la vida que es constante movimiento. ¿No crees que eso es mejor que insistir en nadar contra corriente, ya que saldremos lastimados, cansados y al final no llegaremos a ningún lado? La autora es psicoterapeuta corporal y terapeuta sistémica de pareja y familia. coordinacion.centroometeotl@gmail.com

Metamorfosis

Como sabes, la mariposa no nace tal y como la vemos en su momento de esplendor, con esas alas brillantes y coloridas. Nace en forma de oruga a partir de un minúsculo huevo adherido a una hoja. Durante las primeras semanas de su vida, se dedicará a devorar toda hoja que se encuentre y, a medida que crece, mudará varias de veces de piel porque no puede caber en su propio “traje”. En un momento dado —la naturaleza sabe bien cuando—, la oruga, obedeciendo lo que el instinto le dicta, se cuelga de una rama y se queda ahí, paralizada. Quizá por su cabeza pasan pensamientos del tipo: “Me siento rara. Creo que estoy enferma. Me debo de estar muriendo. Esto es el fin de todo…” Sin embargo, se encuentra muy lejos del final; más bien está a punto de experimentar un proceso asombroso que cambiará su vida para siempre. Durante la metamorfosis se crea un capullo que cubre todo el cuerpo de la oruga y en su interior comienza una actividad biológica frenética. Por fin, transcurrido el tiempo necesario, recupera la conciencia y con gran esfuerzo trata de liberarse de aquello que la tiene apresada. Cuando por fin sale al exterior, después de que la naturaleza haya hecho su trabajo, descubre que no está muerta, que todo lo que antes conocía sobre sí misma ha cambiado: ya no tiene esas patas cortas y torpes con las que se deslizaba por las plantas, y en su espalda descubre algo que no había visto nunca antes. Su instinto le dicta lo que tiene que hacer y al cabo de unos instantes la recién nacida mariposa está batiendo sus hermosas alas con energía, volando lejos del suelo, a una distancia alejadísima de su antiguo hogar. Antes ni podía imaginar que existiera lo que ahora está admirando a su alrededor. Christian de Selys

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Crecimiento personal

La pérdida de la autoconfianza confianza

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Ana Laura Rosas Bucio

e dice que todos nacemos con dones o con un potencial precioso que algún día se desarrollará y hará de nosotros personas con grandes talentos. Y algunas personas, por supuesto, llegan a desarrollarlos y no sólo los que originalmente tenían, sino que son estimulados a desarrollar más. Pero, ¿qué pasa con esas personas que, a pesar de tener grandes talentos, sienten que han fracasado? A pesar de tener habilidades y capacidades, al momento de mostrarlas les gana el nerviosismo o se llenan de pensamientos negativos, o de emociones intensas que las llevan a no poder ejercer esas habilidades o capacidades. La importancia de la autoconfianza El problema no es que la gente no tenga habilidades, sino que a pesar de tenerlas, carece de algo muy importante, carece de confianza. Y no se trata de la confianza que podamos tener en los demás que es muy importante, ya que nos permite relacionarnos con otras personas de una manera saludable. En esta ocasión platicaremos de la autoconfianza; de la fuerza, convicción y seguridad interna que sentimos y que nos permite estar convencidos de que vamos a lograr determinados objetivos y/o a superar obstáculos en la vida. Significa creer en uno mismo, en lo que hacemos y en lo que podemos hacer, y desenvolvernos adecuadamente en los diferentes ámbitos de nuestra vida cotidiana. Por qué perdemos la confianza en nosotros mismos Estoy convencida de que todos nacemos con esa confianza, pero a veces la vamos perdiendo con el paso del tiempo. ¿Y cómo sucede esto? Tal vez nos han enseñado o nos han dicho cosas negativas sobre nosotros mismos, y ahora nosotros repetimos esas declaraciones, sin percatarnos del impacto negativo que tienen en nuestra autoconfianza. Pero, ¿realmente son verdad esas cosas que los demás puedan decir de nosotros? Pues depende… En un ejercicio autocritico realista, cada uno de nosotros tendría 10

“La desconfianza en nosotros mismos es un enemigo traidor que nos priva de hacer muchas cosas buenas, sin más razón que la de no poder decidirnos a intentarlas.” William Shakespeare

que admitir que tenemos aspectos negativos que podemos mejorar, pero que al mismo tiempo tenemos también aspectos positivos que nos definen. En todas las personas es así, ¡siempre! Tenemos aspectos positivos y aspectos negativos; sin embargo, a veces lo que sucede es que nos guiamos por las opiniones de los demás que por supuesto pueden ser ¡muy diversas! Por ejemplo, aspectos como la belleza o la inteligencia pueden ser tan subjetivos y tan variables como personas hay en la tierra. La diferencia entre confiar y no confiar La autoconfianza es importante en nuestra vida porque nos ayuda a ver las oportunidades que hay a nuestro alrededor. No confiar nos ciega ante las múltiples posibilidades que nos ofrece la vida; no se generan soluciones creativas, ya que nos llenamos de incredulidad y de ansiedad. La confianza estimula el razonamiento y la creatividad. Confiar en uno mismo hace que nos demos la oportunidad de usar todo

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Crecimiento personal

nuestro potencial y todos nuestros recursos. Nos da una sensación de paz interna y de seguridad. No confiar hace que sintamos un miedo constante que termina siendo muy agotador. La autoconfianza estimula la proactividad y la perseverancia; nos da fuerza y motivación. Transitar en la vida con la sensación de que todo sucederá positivamente es muy gratificante. Y la pregunta que me han hecho con frecuencia en este tema es ¿y cómo sabes que sucederá así? Y siempre les contesto, no lo sé, pero confío en que sucederá, porque puedo hacer lo que esté de mi parte para que así sea. Hablaba hace poco con una chica muy jovencita llena de dudas acerca de sí misma y me decía: ¿Cómo sabes que podrás solucionar alguna situación que se te presente? Y le contesté que la mayoría de las veces no sé cómo hacer para solucionar las cosas, principalmente las difíciles. Pero sí sé algo, y estoy convencida de ello, que siempre puedo enfrentarlas. Esto es autoconfianza, es la sensación interna de que tengo el poder y la capacidad para hacer frente a lo que sea necesario y hacer todo lo que esté de mi parte para lograr lo que deseo. Además, la autoconfianza hace que la comunicación que establecemos con los demás sea más efectiva. Confiar en uno mismo genera que los demás confíen en uno. Hablar con la seguridad de lo que estamos diciendo transmite seguridad a los demás. Muchos de nosotros hemos dejado de confiar en nosotros mismos y esto la mayoría de las veces, como dije anteriormente, tiene que ver con expresiones negativas de los demás sobre nosotros: “No vas a poder”, “eres tonta”, “no vales nada”, “nadie va a quererte nunca”, “eres feo”, “nunca lograras nada”, etc. Y díganme si estas frases realmente definen a las personas. La belleza es algo relativo y subjetivo, y nadie está obligado a saberlo todo en la vida ni sería posible. En realidad, estas frases más bien hablan de la intención de algunas personas de lastimar nuestros sentimientos, haciéndonos sentir mal, inferiores, incapaces, porque cuando nos sentimos así, somos dependientes y mucho más fáciles de controlar. Estas frases tienen la intención de hacernos perder la autoconfianza; nos hacen obedientes, dóciles, dependientes. Tener autoconfianza nos hace seguros, independientes, rebeldes, cuestionadores, lideres, autosuficientes, capaces para lograr todo lo que queramos. Si este tipo de agresiones hicieron que perdiéramos algo tan personal, tan nuestro, como la seguridad interna de nuestro poder y de nuestro potencial. Es importante saber que no todo está perdido, pues esa fuerza sigue ahí, esperando que la usemos, nadie

puede quitarnos algo tan esencial como esto. Ésta en nosotros poder recuperarla. ¿Qué podemos hacer para aumentar la autoconfianza? Concentrarnos en pensamientos positivos: imaginar las diversas situaciones a las que nos enfrentamos con finales positivos y exitosos. No importa qué nos dijeron, lo que importa hoy es visualizarnos logrando lo que deseamos. Tal vez al principio sea una fantasía, pero poco a poco iremos acostumbrándonos a mirarnos más compasivamente, más amorosamente, hasta convencernos de que lo positivo sobre nosotros es verdad. Decirnos frases como: “soy bonita”, “soy inteligente”, “soy capaz”, “puedo hacerlo”, etc. Si bien es cierto que no tenemos la obligación de saber todo en la vida, si resulta muy útil ampliar nuestros conocimientos, aprender cosas nuevas, cosas que nos interesen y que disfrutemos. El proceso de aprendizaje nunca termina. Y aunque nunca vamos a tener todas las respuestas, lo que vamos a tener es un “no lo sé, pero lo puedo aprender”. Trabajar con amor. Disfrutar lo que hacemos en la vida. Y si por alguna razón hay algo que no nos agrada, podemos agregarle algo que sí nos agrade. Por ejemplo, un trabajo pesado puede ser más grato escuchando la música que nos gusta. Cuidemos y mejoremos nuestro aspecto físico, y nunca nos comparemos con nadie más. Esa es una gran arma para la seguridad interna. Establecer metas realistas, centradas en los logros. Siempre habrá obstáculos en la vida, pero si somos disciplinados y no abandonamos nuestros objetivos, algún día los veremos hechos realidad.

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La autoconfianza es una cualidad que se desarrolla y que requiere de un alto grado de conciencia. Esto quiere decir que solo uno mismo puede creer en sus capacidades. No importa que los demás crean, si uno mismo no lo cree. No importa lo que los demás opinen ni positiva ni negativamente. La opinión más importante es la propia. Todo lo que deseamos podemos lograrlo, pero recuerden que para que este poder interno se active con más fuerza, jamás debemos dañar a nadie para progresar nosotros. Antes bien, busquemos el beneficio de todos, junto con el propio. La autora es psicóloga clínica, experta en intervención en crisis, tanatóloga, logoterapeuta y conferencista. Directora General del Centro de Capacitación Profesional Industrial y Personal S.C. CECAPIP. lrosasb@hotmail.com Presencia Apostólica

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Historia para meditar

La trampa para monos

Ilustración: Leticia Asprón

Ilustración: Leticia Asprón

Enrique A. Eguiarte, OAR

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uentan que un día un experimentado cazador de África les reveló a sus amigos el secreto para atrapar a unos monos que habitaban en las soledades más recónditas de la selva virgen. Los amigos del cazador, en un principio, creyeron que todo era un engaño o una broma, pues nadie había podido atrapar a esos monos, debido a que poseían un talento especial para percibir la presencia de los cazadores, y su agilidad y astucia eran tales que no había cazador —por veloz que fuera— que los pudiera capturar. —Pues yo les voy a contar cómo los he capturado —dijo el cazador, echándose hacia atrás en su asiento, llevándose a los labios su pipa negra y sacando una gran bocanada de humo—. 12

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—Les habrás disparado con tu mejor rifle —le dijo uno de sus conter contertulios con un dejo de incredulidad—. El cazador le miró de soslayo, esbozó una sonrisa y con la pipa en los labios le contestó: —No he necesitado arma alguna ni he disparado un solo tiro… — Un murmullo de asombro recorrió la sala. El viejo cazador, saboreando el momento de expectación, y después de lanzar una triunfante humareda, les dijo—: Es muy sencillo. Los monos son los animales más curiosos de la selva. Por ello, yo hago mucho ruido, para que sepan que estoy presente, y les pongo una trampa muy atractiva. —Todos escuchaban sus palabras sin parpadear, pendientes de su relato—. En primer lugar —dijo el cazador— lleno unos frascos de cristal, con un cuello muy estrecho

y un fondo ancho, con cacahuates, que es lo que más les gusta a los monos. A continuación entierro y aseguro firmemente los frascos. Entonces finjo irme y me escondo a prudente distancia para observar lo que sucede. —El cazador se llevó la mano al bigote, se lo atusó dos veces y continuó relatando—: Al poco tiempo de irme, los monos, movidos por la curiosidad, poco a poco bajan de sus escondites y, con mucha precaución, se acercan a los frascos enterrados. Entonces, meten la mano en ellos y, al descubrir en el fondo los cacahuates, se llenan de gozo y empiezan a comer. Cuando hay ya suficientes monos comiendo cacahuates es cuando salgo yo… —Los monos han de huir de inmediato, volviendo a sus escondites… —dijo uno de los presentes—.


Historia para meditar

—De ninguna manera. El frasco de cristal tiene un cuello tan estrecho que sólo tienen espacio para sacar la mano con un cacahuate. Si tratan de sacar un puñado, la mano no les cabe por el cuello de la botella y no la pueden sacar. Los monos quieren huir, pero a la vez quieren llevarse un buen puñado de cacahuates, y es entonces cuando los capturo con una red. Ellos mismos se hacen prisioneros, al no poder sacar la mano del frasco. Para concluir, haciendo una señal a un mayordomo indio, el cazador dijo a sus amigos:

el tesoro escondido del que nos habla el Evangelio, por el cual vale la pena perderlo todo. La felicidad de la mujer y del hombre no radica en lo que puedan tener, sino en descubrir la meta para la que fueron creados y buscar alcanzarla, por encima de todo lo demás. Fuimos creados para dar y para darnos, y para encontrar en ello la felicidad. El mundo actual ha convertido al ser humano en un “homo consumens”, denominado por la mercadotecnia “el consumidor”; en un ser que cree que pue-

“La felicidad de la mujer y del hombre no radica en lo que puedan tener, sino en descubrir la meta para la que fueron creados...” —Caballeros, quiero mostrarles un ejemplar de estos exóticos monos africanos. El mayordomo entró en la sala —ante la admiración de todos los presentes—, llevando sentado sobre el hombro derecho un hermoso mono, atado con una fina cadena de hierro…

Sumérgete en la lectura

de Presencia

Apostólica y profundiza

Que no nos suceda lo mismo…

en tu

fe.

Ilustración: Leticia Asprón

Lo que nos cuenta esta historia nos puede suceder a nosotros. Los medios masivos de comunicación nos hablan tanto del consumo y de la felicidad que supuestamente nos dará poseer innumerables cosas, que no deseamos y hasta tenemos miedo de despojarnos de los bienes materiales, y muchas veces preferimos perder la libertad, e incluso la vida —física y espiritual— por no desaferrarnos de aquello que nos esclaviza. No seamos como los monos del cuento. Nuestra vida —en el más amplio sentido— vale más que los más grandes tesoros que el mundo nos pueda ofrecer. Además de que ante el Reino de Dios, todo lo demás pierde su valor. El Reino es la perla preciosa y

de encontrar la plenitud de la vida rodeándose de cosas y siguiendo todos los dictados —o mejor dicho, la dictadura— de la moda… Hace muchos siglos, san Agustín escribió una frase luminosa y verdadera: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto, hasta que no descanse en ti.” Sólo Dios puede llenar las aspiraciones más profundas del ser humano. Lo que nos da el consumismo únicamente nos adormece… Lo malo es que vivimos tan sumergidos en ese mundo, que muchas veces no nos percatamos de que aquello que creemos que nos va a dar la vida es lo mismo que nos da lentamente la muerte y nos impide alcanzar la verdadera felicidad.

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Reflexión

¿Profundizar o ser sólo vagones? No tiene sentido aumentar el número de vagones cuando no se tiene locomotora... Román Ángel Moreno, CMF

Lo valioso en lo profundo La superficialidad es cómoda, pero sólo produce insatisfacción. Casi siempre los valores de la naturaleza se encuentran en la profundidad (el oro, las piedras preciosas, el petróleo); pero una cosa es cierta: los valores del espíritu sólo se encuentran en lo profundo. No todo aquel que puede hablar está mostrando con ello que piensa. También un papagayo habla y grita mucho, pero eso no quiere decir que piense. Lo que uno ve, oye o “se le ocurre” es lo que está en la superficie. Lo que primero emerge en la fantasía es algo superficial, no reflexionado. El que acostumbra quedarse allí es una persona superficial. Los rayos de la rueda de una bicicleta o de una carreta convergen hacia el centro, allí, en el eje, se apoya toda la rueda… Así también en el “centro”, en la profundidad del alma se encuentra, “como atada”, la persona entera. Por ello decía san Agustín: «Volvamos al corazón para encontrarlo.»

La rutina y el activismo

“El Reino de Dios es como un hombre que sembró un campo: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece…” (Mc 4,26-29). Pero para la mayoría de las personas es de día y es de noche, y el disco se raya y ¡el espíritu 14

se atrofia! ¿Por qué? La monotonía y la rutina pueden matar al espíritu. Lo viejo se puede volver senil. El espíritu necesita de la frescura; el espíritu necesita volar o estar dispuesto a levantar el vuelo. Ni el cuerpo ni el trabajo ni las preocupaciones deben rendirlo. El estar pretextando continuamente que se tiene demasiado trabajo y que se está sobrecar sobrecargado de actividades, está indicando un espíritu débil. Bernanos decía: “No conoce nuestra civilización actual quien no se ha dado cuenta de que ella es una confabulación contra todo tipo de interioridad.” El que tiene espíritu se sabe liberar de modas y de activismos.

La autodisciplina

Para fomentar el espíritu, la profundización, es necesario el autodominio, la propia disciplina, darse sufi-

ciente tiempo para el sueño, dar al cuerpo el correspondiente alimento (no más, pero tampoco menos de lo necesario). Es cuestión de disciplina personal el no aceptar más trabajo del que uno puede decente y responsablemente cumplir, no dejarse llevar por las prisas, saber rechazar cargas molestas, saber decir “no” a la acumulación de cargos.

El “desierto” necesario

También es importante buscarse los necesarios momentos de silencio y de recogimiento, tiempos de “desierto”. El trabajo espiritual y profundo se desarrolla en la tranquilidad, en el silencio, en la concentración sin distracciones. Santo Tomás de Aquino decía: “Ama tu celda si quieres ser introducido en la taberna”, que libremente traducido sería: “Si quieres aportar algo en

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Reflexión

medio del bullicio del mundo, concéntrate primero en ti mismo.” Y el filósofo Nietzche decía: “Quien va a proclamar algo, entra primero dentro de sí; quien va a encender el relámpago, deberá ser por largo tiempo nube.” La recreación, la frescura, la tranquilidad dan fuerza a la inspiración.

Tiempo hay suficiente

Muchos se quejan de que no tienen tiempo. En ninguna otra cosa se puede decir que la justicia divina es tan clara: Todos los hombres, sin excepción, tienen “por promedio” 24 horas al día a su disposición ¡La sabiduría consiste en saber qué se hace con esas 24 horas! Si uno observara y examinara bien lo que hace cada día, se daría cuenta de que podría tener “mucho tiempo”, si no lo empleara en tantas cosas baladíes, sin espíritu y sin sentido. ¡Un mínimo de espíritu es necesario para ganar tiempo y ponerlo a disposición del espíritu!

Saber leer

En México tenemos muy pobres hábitos de lectura, leyendo sólo un promedio de medio libro por año, por habitante. Pero la tragedia en nuestros días es que mucha gente puede estar muriéndose de hambre mientras “su mesa está demasiado bien servida”: Son tántos y tántos los libros y revistas que se publican que uno no atina por cuál decidirse. Es imposible leer todo lo que se nos está ofreciendo. Es necesario tener un sentido para saber escoger lo necesario, lo motivador, lo actual, aquello que realmente me va a enriquecer o me va a hacer reflexionar. Pero también será importante saber leer: Hay que comprender lo leído y, posteriormente, preguntarse qué de ello es importante, valioso, profundo, para después tratar de reflexionarlo y asimilarlo.

Así podré “conservar el agua en mi propio lago”, en lugar de dejar que pase sin mojarme.

Valor para preguntar

Al principio de la vida del espíritu está la pregunta. El hombre y su vida son preguntas que piden respuesta. El principio de toda profundización es la pregunta. ¿No comienzan así los niños?... Al principio la pregunta produce desorientación e inseguridad, por ello hay una especie de temor a preguntar y ser cuestionado. Pero después la pregunta desencadena una serie de fuerzas interiores que emergen espontáneas. Los grandes descubrimientos y logros humanos han comenzado con una pregunta inquietante.

Acción y contemplación

La frase benedictina “ora et labora” (ora y trabaja) habla de la unidad que caracteriza al ser humano. Acción y contemplación constituyen la vida del espíritu. A través de la acción se confirma la contemplación; a través de la contemplación se humaniza y se espiritualiza la acción. El proceso debe consistir en una continuada espiral: de la interiorización a la acción y de la acción a la interiorización.

Criticar requiere madurez

La verdadera crítica exige madurez: un niño es casi incapaz de criticar y un tonto es capaz de criticarlo todo, aunque sin ton ni son. San Pablo dice: “Probadlo todo, conservad lo bueno.” Hay que pasarlo todo por la “ley del cedazo”, filtrarlo todo. Esa es la actitud correcta de la crítica. La misma etimología de la palabra significa “saber diferenciar”. Y saber discernir en cosas importantes es con frecuencia muy difícil (por ello la necesidad de ser maduro). Se debe saber diferenciar la apariencia de la realidad, lo superficial de lo esencial; y de lo pro-

fundo, relativizar la parte frente al todo. La mayoría de los críticos se quedan en la superficie (se reacciona ante palabras, gestos instintivos, slogans), les cuesta ir a lo profundo. Y esto es difícil. Heidegger decía: “El inmaduro critica, el maduro comprende.”

Desde la profundización a una actitud religiosa auténtica

Cuando Dios habla al hombre desea ser entendido; por ello Cristo se disgusta y reprende a quienes no le han entendido: “(…) ¿Todavía no entienden ni comprenden? ¿Tienen acaso la mente cerrada? Tienen ojos, ¿y no ven?, tienen oídos, ¿y no oyen?” (Mc 8,!7-18). Recordemos la parábola del sembrador: sólo la semilla que no cae en la superficie es la que produce fruto duradero. A la voz de Dios hay que ponerle ojos, oídos, corazón; para que la semilla de su Palabra caiga en lo profundo de nuestro ser. Querer ser cristiano sin profundizar es extremadamente peligroso. Una religión no suficientemente apoyada y profundizada termina fácilmente en fanatismo, sentimentalismo, terquedad o miedo. ¡De eso hay suficientes ejemplos en todas las religiones! Esas actitudes hacen de los hombres esclavos; precisamente todo lo contrario de lo que el cristianismo pretende: liberar y redimir. Solo a través de la profundización de la Palabra se puede uno convertir en un verdadero “revolucionario del amor” que, a través de un conocimiento más fundamentado de las cosas y mediante una sana crítica, sea capaz de comprometerse por la extensión del Reino. Sin profundidad, siendo sólo “vagón”, dejándose únicamente llevar por la corriente, es imposible ser luz del mundo, sal de la tierra, columna vertebral de la comunidad. Presencia Apostólica

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Nuestra devoción

El sentido de las imágenes religiosas

La religosidad popular y el encuentro con Jesucristo

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l documento de la V Conferencia de Aparecida (258) destaca, citando al papa Benedicto XVI, la riqueza y profundidad de la religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos. El documento nos dice que el entonces Papa invitó a promover y a proteger la religiosidad popular, y que ésta “refleja una sed de Dios…” Esta religiosidad popular contiene una espiritualidad que se expresa por ejemplo en el cariño a los santos, las promesas y las peregrinaciones: «La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios.» (259) El mismo documento nos invita a no devaluar la espiritualidad popular, sino a reconocer en ella la Gracia de Dios: «Por eso, la llamamos espiritualidad popular. Es decir, una espiritualidad cristiana que siendo un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico y las necesidades más concretas de las personas. Es una espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos, que no por eso es menos espiritual, sino que lo es de otra manera.» (263) 16

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• Las imágenes sagradas son parte del patrimonio artístico y cultural que podemos encontrar en iglesias y santuarios. • Nunca debemos olvidar que los honores tributados a las imágenes se dirigen a las personas que ellas representan y no a las imágenes mismas. • Según la enseñanza de la Iglesia, las imágenes son traducciones iconográficas (es decir representaciones) del mensaje evangélico. Representan actitudes muy acordes con el Evangelio: “Imagen y Palabra se esclarecen mutuamente.” (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1160). • Son recuerdo de nuestros hermanos santos que continúan participando en la historia de la salvación y son un estímulo para la imitación de la fidelidad a Cristo, así como de la apertura al Espíritu Santo. • Ayudan a la oración y a la meditación: «La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios.» (San Juan Damasceno) •Todas las imágenes de los santos hacen referencia a Cristo que es glorificado en ellos. (Ibid., 1161) «La veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. En cuanto a mí, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo.» (San Bernardo)

ORACIÓN A SAN JUDAS TADEO PARA PEDIR ESPERANZA Dios de esperanza, ven a mí. Ayúdame a saber que tu esperanza está viva en mí, mientras yo ofrezco a otros bondad, perdón y ternura. Quiero tener la paz interior que viene de confiar en ti. Dame valor y la capacidad de estar consciente de tu presencia sanadora. Confío en que san Judas Tadeo camina a mi lado en los tiempos difíciles e intercede en mi beneficio. San Judas, llena mi corazón de esperanza. Amén Traducido de A Prayer to St, Jude for Hope www.shrineofstjude.claretians.org


Nuestra devoción

El pensamiento del Vaticano II Sin duda que el pensamiento de Francisco no es sino el reflejo de lo que se expresó hace 50 años en el Mensaje del Concilio a las Mujeres. En el segundo párrafo reconoce el alto valor humano femenino al decir: “La Iglesia está orgullosa, vosotras lo sabéis, de haber elevado y liberado a la mujer, de haber hecho resplandecer, en el curso de los siglos, dentro de la diversidad de los caracteres, su innata igualdad con el hombre.” Da un paso más cuando ve que ese valor influye decisivamente en nuestro mundo: “…Ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzado hasta ahora… las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga.”

Hermosa misión de la mujer

Elogio a la mujer

“M

aría es más importante que los apóstoles... y así, la mujer en la Iglesia, es también más importante que los obispos y los sacerdotes.... Hay que progresar en la explicitación del papel y del carisma de las mujeres en la Iglesia...” Son palabras de Su Santidad Francisco en respuesta a un periodista que le preguntó del papel de la mujer, en su retorno de Brasil al término de la Jornada Mundial de la Juventud. Sin duda sus ideas están muy bien pensadas, relacionándolas con la Virgen María, ya que a pocos días de su elección, al visitar la Iglesia de María, Salud del Pueblo Romano, se expresó de esta manera: “Toda la existencia de María es un himno a la vida, un himno de amor a la vida: ha generado a Jesús en la carne y ha acompañado el nacimiento de la Iglesia en el Calvario y en el Cenáculo.”

Con qué ternura podemos leer que “las mujeres tenéis siempre como misión la guarda del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna… Nuestra técnica corre peligro de volverse inhumana. Reconciliad a los hombres con la vida. Y sobre todo, velad, os lo suplicamos, por el porvenir de nuestra especie. Detened la mano del hombre que en un momento de locura intentase destruir la civilización humana”.

Un llamado a cada estado de la mujer

Primero se dirige a quienes velan por el hogar: “Esposas, madre de familia, primeras educadoras del género humano en el secreto de los hogares, transmitid a vuestros hijos y a vuestras hijas las tradiciones de vuestros padres…” Pero tiene presente a las demás mujeres: “Y vosotras también, mujeres solitarias, sabed que podéis cumplir toda vuestra vocación de entrega. La sociedad os llama por todas partes. Y las mismas familias no pueden vivir sin la ayuda de aquellas que no tienen familia.” Les habla a las vírgenes consagradas y a las que sufren. A todas las exhorta a permanecer firmes, como María, ya que a menudo, “en el curso de la historia, habéis dado a los hombres la fuerza para luchar hasta el fin… ayudadlos una vez más a conservar la audacia de la grandes empresas…” El final es digno de un himno de gloria y de elogio a la mujer: “Mujeres del universo todo, cristianas o no creyentes, a quienes está confiada la vida en este momento grave de la historia, a vosotras os toca salvar la paz del mundo.” Presencia Apostólica

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Año de la misericordia

Obras son amores Antonio Bellella, CMF

Las comunidades religiosas y la historia de la misericordia

Partiendo de estos hechos y queriendo ampliar el horizonte, este artículo quiere responder a algunas preguntas: ¿Cómo se han integrado las comunidades religiosas en la historia de la misericordia? ¿Cómo se ha vivido y realizado esta dimensión de la fe entre las personas consagradas? ¿Cómo han colaborado las órdenes y congregaciones religiosas a la construcción de un mundo mejor? Para empezar, hay que situar a la vida consagrada en su lugar natural: dentro de la Iglesia. Las comunidades religiosas sólo se entienden al servicio de la misión de la Iglesia, forman parte de su identidad y enriquecen con sus carismas a los lugares donde se sitúan. Los consagrados viven estrechamente unidos al resto de los cristianos, pero no se difuminan en el conjunto porque su modo de ser y estar se despliega 18

Misión de Santiago de Jalpan, Querétaro Foto: David Gutiérrez Escudero

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os religiosos están presentes en México desde el inicio de la evangelización; fueron ellos quienes trajeron la luz del Evangelio. Cuando el cristianismo llega a esta tierra, la Iglesia en Europa está en un proceso de reforma y el deseo de predicar va unido a la aspiración de centrarse en lo más genuino del mensaje de Jesús. Por eso, los primeros evangelizadores de América asumirán el reto de fundar nuevas iglesias con la voluntad de establecer una Iglesia nueva, sabiendo que «después de mil quinientos años de cristianismo, ninguna región ofrecía tantas posibilidades para plantar en ella una Iglesia como la de los apóstoles». Una Iglesia así es una Iglesia que practica la misericordia y, por eso, la voluntad de vivir esta dimensión de la fe está presente desde el primer momento. De hecho, la primera orden religiosa fundada en América es hospitalaria: los frailes de la Caridad de San Hipólito (México, 1567), que se establecieron en el antiguo convento que todavía hoy se alza al lado de la iglesia.

en propuestas carismáticas reconocibles, que subrayan la búsqueda de Dios, la identificación con Cristo, la lectura creyente de la realidad, la entrega generosa a los hermanos y el diálogo con los tiempos y lugares. Estas aportaciones específicas matizan, enriquecen y dan color a la vida de la Iglesia. Cada comunidad religiosa es una comunidad carismática y expresa su voluntad de servicio, resaltando un aspecto de la persona de Cristo: Cristo pobre, Cristo orante, Cristo maestro, Cristo obrero, Cristo anunciador del Reino, Cristo sanador, Cristo sufriente, Cristo misionero, etc.

“Bienaventurados los misericordiosos…”

La vivencia de la bienaventuranza de la misericordia, declinada en todo el abanico de sus significados, no sólo ha sido el motor principal de esta realidad someramente descrita en las líneas precedentes, sino también el subrayado más destacado. Un breve recorrido histórico ayuda a entender estas afirmaciones. Los primeros monjes acentuaron el don de la reconciliación con Dios que acoge a toda persona y le muestra un horizonte de conversión hecho norma e itinerario existencial. Aun viviendo en lugares apartados, se esforzaron por servir al pueblo de Dios con la oración, el silencio y la construcción de cultura; promovieron proyectos de concordia, estabilidad y centralidad del amor cristiano. En un mundo donde la guerra, la desintegración y la violencia parecían prevalecer, los monjes practicaron el perdón, la serenidad, la sobriedad, la paz y la reconciliación como ideales de vida.

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Año de la misericordia

Fidelidad al Evangelio Desde el siglo XII, las transformaciones sociales y religiosas trajeron nuevas formas de vida consagrada, que subrayaron la necesidad de mirarse en el espejo del Evangelio y contemplar a Jesús que, movido a misericordia, se hacía uno más, compartía los sufrimientos de los hombres, se identificaba con quienes tenían hambre y sed, sufrían la soledad, carecían de casa, estaban desnudos o eran ignorantes… Los nuevos consagrados utilizaban otro lenguaje para expresar su voluntad de hacer penitencia y vivir el perdón de Dios: querían reproducir la vida de Cristo sin glosa, en autenticidad, sin aditivos ni conservantes. Francisco de Asís besó a un leproso porque vio en él la imagen de su Señor; de este modo, quiso reintegrar a ambos (a Cristo y al leproso) en una sociedad ajena al don de la misericordia, que los rechazaba directa o indirectamente. A partir de entonces, mil matices de misericordia, bondad, clemencia y compasión han sido desplegados por los consagrados: desde la liberación de esclavos, hasta la fundación de hospitales; desde el deseo de convertir las nuevas universidades en lugares donde se piensa, construye y procura un mundo más próximo a la verdad de Dios, hasta el compartir el pan con los más humildes; desde las instituciones dedicadas a la plegaria, hasta la práctica benéfica de toda obra buena; desde presencias cualificadas, animadas por comunidades de religiosos profesionalmente preparados, hasta el trabajo compartido con hermandades, cofradías, gremios y asociaciones que sostenían instituciones dedicadas a hacer presente la caridad en los sitios más difíciles; desde el compromiso con las diócesis, hasta la construcción de Iglesia allende los mares.

El proceso de la conquista de América generó un dolor inmenso y estuvo plagado de in-misericordia; pese a sus límites, las comunidades de consagrados evangelizaron con las armas de la acogida, la escucha y el respeto, al tiempo que estimularon la sensibilidad profética, convertida en conciencia crítica y en grito que reclama justicia. A día de hoy, siguen resonando las voces que alzaron los primeros dominicos establecidos en las islas del Caribe y en el Continente, para defender y reclamar los derechos de los indios. La Iglesia conoció un salto de gigante a mediados del siglo XVII cuando, tras muchos pasos en falso, la mujer consagrada comenzó a participar de lleno en la vida apostólica, y lo hizo precisamente por medio del compromiso callado y discreto con las situaciones humanas más desafiantes. La imaginación de la caridad, presente sobre todo en las comunidades femeninas, acusó los golpes revolucionarios más duros, salvó resistencias reales en el seno de la misma comunidad cristiana y se convirtió en el germen de una renovación eclesial que hoy sigue dando frutos granados.

Otro mundo es posible

Una mirada crítica al ayer busca ir más allá de lo que aparece a primera vista y no se conforma con reseñar un catálogo de méritos. En todo caso, es preciso reconocer que los consagrados han luchado con fuerza para que otro mundo fuera posible. Ningún testigo del Resucitado puede pretender estar lejos de donde los hombres necesitan sentir el don de la compasión. En este sentido, el Jubileo de la Misericordia propone a toda la Iglesia un cambio de ruta. Quiere acentuar los dones de la caridad y del perdón; invitar a la generosidad sin límites; mostrar un rostro materno, donde prevalezcan las obras de misericordia, los rasgos que revelen preocupación por los más pequeños y atención a las necesidades concretas de las personas. Sirviendo a las comunidades cristianas, los consagrados de todo el mundo acusan recibo de estas interpelaciones y ven en el don de la misericordia una especie de crisol donde se concentra su historia, se refleja su presente y se proyecta su futuro. El papa Francisco pide a todas las comunidades y a todos los cristianos una conversión pastoral, que en el fondo no es otra cosa que una mayor atención al Evangelio y a su mensaje. Hoy como ayer vivir la misericordia es parecerse a Cristo; es ser y construir Iglesia. Antonio Bellella, CMF Instituto Teológico de Vida Religiosa – Madrid Istituto Teologico di Vita Consacrata - Roma Presencia Apostólica

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La

Palabra mayo-junio

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6º Domingo de Pascua Jn 14,23-29

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: «Me voy, pero volveré a su lado.» Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean.”

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Para cada uno de nosotros, nuestro hogar es importante. El evangelio de hoy nos dice que nosotros también somos un hogar que Dios quiere habitar. Imaginemos nuestro interior como un espacio; quizá esté lleno de preocupaciones, de miedos, de resentimientos, de egoísmo, etc. Si dejamos que Dios nos habite, todos estos pensamientos y sentimientos negativos irán desapareciendo. Si le damos la bienvenida a Dios a nuestro espacio interior, entonces todas las personas—y toda la creación— serán bienvenidas, pues quien ama a Dios siempre ama a los demás. Cuando somos habitados por el Espíritu de Dios estamos en paz y nuestro interior se expande para dar cabida a todas las experiencias de nuestra vida. ¿Estoy dispuesto a ofrecerle mi espacio a Dios para que lo habite?

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La Ascensión del Señor Lc 24,46-53 (…) Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto.” Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorar adorar-

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De la Palabra a la acción

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Cuando Jesús está por regresar al Padre, asegura a sus discípulos que les enviará otro “Paráclito”, que quiere decir consolador y protector, y que además nos enseña a ser cristianos. En Pentecostés celebramos el cumplimiento de esa promesa, el envío del Espíritu Santo. Jesús nos dice también en esta lectura que quien lo ama cumple su palabra. Nuestra fidelidad a la Palabra de Dios es lo que nos hace verdaderos cristianos y ser fieles a su Palabra es vivir de acuerdo con las enseñanzas de Jesús: amándonos unos a otros. Si vivimos de acuerdo con lo que nos dice la Palabra de Dios —la Biblia— eso es señal de que amamos a Dios y entonces Él habita en nosotros. ¿Nos sentimos acompañados y protegidos por el Espíritu Santo?

lo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.

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Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

En la Ascensión conmemoramos el regreso de Jesús al Padre. Jesús regresa al Padre una vez cumplida su misión e indicando claramente cómo será, de ahí en adelante, su presencia, a través de su Espíritu. Ahora la tarea de sus discípulos es orar y esperar recibir “la fuerza de lo alto”. Esta fuerza es poder para continuar la misión de Jesús; es decir, para hacer realidad el Reino de Dios. ¿Nos damos cuenta de que las actitudes que nos pide la Ascensión las debemos mantener en todo momento?

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Domingo de Pentecostés Jn 14,15-16.23-26 (…) Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”.

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La Santísima Trinidad Jn 16,12-15 (…) Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a Presencia Apostólica

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Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mi lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes.” Ahora que Jesús ya no está físicamente en el mundo, su Espíritu —el Espíritu de la verdad— es quien nos lleva a una comprensión más profunda de su mensaje. La acción del Espíritu se da en la comunidad, haciéndonos comprender quién es Jesús y cómo puede transformar al mundo, a la vez que manifiesta el amor infinito del Padre. El Espíritu de la verdad nos ayuda a ser auténticos, a comprender el sentido de nuestras experiencias y a calmar nuestro miedo y ansiedad. “La Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos; es el rostro con el que Dios mismo se ha revelado, no desde lo alto de una cátedra, sino caminando con la humanidad.” SS. Francisco

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Domingo Lc 7, 1-10

(…) Cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: “Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga.” Jesús se puso en marcha con ellos. 22

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Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: «¡Ve!», y va; a otro «¡Ven!», y viene; y a mi criado: «¡Haz esto!», y lo hace.” Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande.” Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano. El evangelio de hoy nos muestra el ejemplo de un personaje, el centurión romano, cuya fe es elogiada por Jesús. Cada uno de los rasgos que nos narra la lectura acerca de este hombre es digno de imitación. Primero nos dice que era bueno con el pueblo judío, hasta el punto de haberles construido una sinagoga. Después —y este es un rasgo fuera de lo común, especialmente para la época— que amaba a su criado y se preocupaba por su salud y bienestar. Notemos también que siendo un oficial con soldados a sus órdenes habla a Jesús con total humildad. Y por último lo más importante: tenía fe en Jesús, al grado de afirmar que bastaba con una sola palabra pronunciada por él para que se realizara el milagro que le pedía.

Junio

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Domingo Lc 7, 11-17

(…) Se dirigía Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “No llores.” Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo Jesús: “Joven yo te lo mando: Levántate.” Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.” La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.

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El centurión beneficiado por un milagro de Jesús en la lectura del domingo pasado era un personaje ejemplar. En el caso de la lectura de hoy no sabemos nada sobre los méritos ni sobre la fe de la viuda ni de su hijo muerto. En este caso Jesús actúa sólo por compasión. Sabemos que una viuda enterrando a su único hijo —especialmente en esa época— está en una situación catastrófica en muchos aspectos: emocional, económico, social, etc. Apenas se encontró con la mujer, Jesús entendió el sufrimiento por el que estaba pasando y toda la complejidad de su situación; fue capaz de sentir lo que ella sentía y decidió actuar para evitar su sufrimiento. ¿En cuántas maneras el contacto con Jesús puede hacernos pasar de la muerte a la vida?

Junio

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Domingo Lc 7,36-8,3

(…) Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas le bañaba los pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume. Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: “Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora.” Entonces Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte.” El fariseo contestó: “Dímelo, Maestro.” Él le dijo: “Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?” Simón le respondió: “Supongo que aquel a quien le perdonó más.” Entonces Jesús le dijo: “Has juzgado bien.” Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son mu-

chos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama.” Luego le dijo a la mujer: “Tus pecados te han quedado perdonados.” Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: ¿Quién es este, que hasta los pecados perdona?” Jesús le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz.” Después de esto, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes. El fariseo que aparece en esta lectura considera que Jesús debería huir de las personas de mala reputación. El fariseo era una persona religiosa y se sentía superior a aquellas personas que podían ser señaladas como pecadoras. Jesús nos enseña a ver más allá de las apariencias y a no poner “etiquetas” a las personas. El amor de Dios no excluye a quienes han cometido errores, sino, todo lo contrario, hace todo por llegar hasta ellos y transformarlos, a través del perdón. Jesús nos enseña a ser generosos en el perdón, pues a mayor perdón, mayor amor. La lectura nos invita a liberarnos del peso de la opinión de los demás, a tener fe en que Dios siempre nos perdona y a vivir en paz. ¿Me doy cuenta de que poner “etiquetas” a las personas no es una actitud cristiana?

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Domingo Lc 9,18-24

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado.” Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Respondió Pedro: “El Mesías de Dios.” El les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: “Es necesario que el hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los anPresencia Apostólica

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Esta lectura comienza diciendo que “Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén”. ¿Qué significa esto? Significa que Jesús estaba completamente decidido a cumplir con su misión. Él sabía lo que le esperaba en Jerusalén y, sin embargo, no tenía ninguna duda sobre lo que tenía que hacer. Las respuestas a las llamadas de Jesús contrastan con su firme decisión… Ante las llamadas de Jesús a seguirlo, solemos poner pretextos como “el deber”, para excusar nuestro miedo. O miramos hacia atrás, buscando refugio en el pasado para evadir el presente, para no emprender las acciones que nos exige el ahora. ¿Sabemos poner lo importante en primer lugar?

Junio

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Domingo Lc 9, 51-62

Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura (por razones de espacio), se invita a leerlo en la cita bíblica. 24

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Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Las preguntas de Jesús “¿Quién dice la gente que soy yo?” y “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” nos llevan a una importante reflexión, pues muchas veces nos hacemos una imagen de Jesús a nuestra conveniencia o a nuestra semejanza… De las respuestas que demos a estas preguntas depende qué tipo de cristianos seremos. Reflexionemos en si estamos captando a Jesús y si estamos recibiendo su auténtico mensaje, tal como se encuentra en los evangelios, o si con frecuencia tratamos de acomodarlo a nuestros intereses… Jesús habla de la necesidad de pasar por el sufrimiento, antes de su victoria final y de la misma manera nos dice que es necesario pasar por las dificultades de cada día para encontrar la vida.

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

cianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día.” Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará.”

mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?” Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea. Mientras iban de camino, alguien le dijo a Jesús: “Te seguiré a dondequiera que vayas.” Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza.” A otro, Jesús le dijo: “Sígueme.” Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.” Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios.” Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia.” Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.”

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