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PRESENCIA APOSTÓLICA

Revista bimestral núm. 78 JUL-AGO 2016 Donativo: $15.00•$2.50 US

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No pierdas más de lo que has perdido

Construir la paz

Nuestros “puntos ciegos”

La amistad es saludable


San Judas Tadeo Semblanza del apóstol y su devoción en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México

Un libro que ofrece una visión de la devoción a san Judas Tadeo,

fundamentada en el conocimiento de la identidad e importancia del santo apóstol.

Desde 1892, los Misioneros Cla­ retianos se encuentran a cargo del Templo de San Hipólito, un recinto ubicado en el corazón de la Ciudad de México que forma parte de su patrimonio históri­ co y cultural, y que actualmente se distingue por la veneración al apóstol san Judas Tadeo, cuya de­ voción se manifiesta visiblemente por toda la ciudad.

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Semblanza del apóstol y su devoción en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México Misioneros Claretianos de México

TEMPLO DE SAN HIPÓLITO MISIONEROS CLARETIANOS DE MÉXICO 4/4/14 7:50:34 AM


PRESENCIA APOSTÓLICA Director

Antonio Rangel Torres, CMF

CONTENIDO 2. Editorial

Consejo Editorial

Alejandro Cerón Rossainz, CMF José Juan Tapia, CMF Alejandro Quezada Hermosillo, CMF Enrique Mascorro López, CMF Lourdu Jerome Joseph, CMF Óscar Linares Rodríguez, CMF Rogelio Carmona Núñez, CMF Ernesto Bañuelos C. Editora

Marisol Núñez Cruz

3. Vida cotidiana

4. Aventuras de un misionero

6. Nuestros “puntos ciegos”

Arte y Diseño

Raúl Méndez Colaboradores

Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF

8. La amistad es saludable

10. No pierdas más de lo que has perdido

Distribución

Liga Nacional de San Judas Tadeo PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor respon­sable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca­siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. Impresa en Carmona Impresores S.A. de C.V. Torreón, Coahuila. www.carmonaimpresores.com.mx • ventas@ carmonaimpresores.com.mx • Tel. (871) 707 42 00 con 30 líneas, lada sin costo 01 800 228 22 76. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmen­ te, citando la fuente y sin fines comerciales. ¡Te invitamos a suscribirte! mail: ligasanjudastadeo@gmail.com Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío).

12. El comprador de tiempo

14. Construir la paz

16. Urbanidad hoy

18. Viviendo plenamente damos gloria a Dios

19. De la Palabra a la acción Presencia Apostólica

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Editorial

vivir

Tiempo de

E

n esta época del año, a la que la liturgia llama tiempo ordinario, no es que no se celebre nada en especial… es una oportunidad de celebrar la vida; de vivir valorando todas las experiencias como un milagro; en el sentido de que todo es extraordinario y maravilloso, y en todo se manifiesta el amor de Dios. El tiempo ordinario representa nuestra vida, en la que debemos estar presentes y creciendo, como los árboles que crecen llenos de vida, en relación con toda la naturaleza, echando raíces profundas, tomando de la tierra lo que necesitan para vivir y beneficiando al mundo en muchas maneras: con su sola presencia, con su sombra, con sus frutos, etc… Nuestra vida la vivimos plenamente aprovechando el presente, haciendo lo que tenemos que hacer, aprendiendo de cada experiencia, así como relacionándonos con los demás y con nosotros mismos a través del amor que nos enseñó Jesús. En este número ofrecemos artículos que nos ayudan a valorar y celebrar la vida; a relacionarnos mejor entre nosotros y a poner lo que esté de nuestra parte para construir la paz. 2

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Vida cotidiana

Los árboles son

unos profesores

"Los árboles son unos profesores de idealidad". Tan sencillos y señores al sol y en la tempestad. Soportan con entereza. Se entregan sin vanidad. Detrás de la vejez de la corteza crían la savia de la actualidad. Bajo las flores, los frutos granan. Las hojas muertas caídas sustentan las nuevas vidas. Los árboles se buscan; se protegen; se hermanan. Dan paso al viento. Acogen la canción. Previenen la sequía duradera. Ríen, vivaces, en la ribera. Y aguantan, sobriamente, en el sertão. Donde están, están; y son, vivos o muertos, servicio: comida, sombra, madera; Si para recobrar lo muralla en el precipicio, recobrado y mojón en la ruta pionera. Si para recobrar lo recobrado, Pedro Casaldáliga, CMF debí perder primero lo perdido; si para conseguir lo conseguido, tuve que soportar lo soportado; si para estar ahora enamorado, fue menester haber estado herido; tengo por bien sufrido lo sufrido, tengo por bien llorado lo llorado. Porque después de todo he comprobado que no se goza bien de lo gozado, sino después de haberlo padecido. Porque después de todo he comprendido que lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado. Francisco Luis Bernárdez Presencia Apostólica

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Aventuras de un misionero

El tornado

¡H

ola, querido lector! Gracias por seguir mis aventuras. Hoy te invito a vivir conmigo ésta. ¿Te animas? ¡Deja volar tu imaginación! Está cayendo la tarde y estamos rodeados de grandes montañas, caprichosos barrancos y la­deras revestidas de hermosa vegetación. El cielo está encapotado, y encima de las nubes imagínate a 4

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Jesús García Vázquez, CMF

san Pedro como diciendo: apúrense que voy a abrir las compuertas del cielo… ¡Pero no nos dijo que iba a mandar un tornado! ¿Sabes lo que es un tornado? Bueno, los que saben dicen que arriba, donde viven las nubes, de repente se juntan como enemigos el calor y el frío. Aunque, en realidad, el frío no existe, sólo existe el calor. Te cuento una anécdota: Albert Einstein, estaba en la escuela

cuando apenas tenía once años. Su profesor trató de demostrarles a los alumnos que Dios no existe y en caso de existir, sería un Dios malo por haber creado la maldad, ya que es el creador de todas las cosas. Einstein se puso de pie, pidió la palabra y dijo: “Maestro, ¿existe el frío?” “¡Claro! —contestó el maestro— ¿quién no lo ha sentido? Albert le aclaró: “No maestro, usted está equivocado, el frío no existe. Según las leyes de la física, lo que llamamos frío es la ausencia del calor.” Y volvió a preguntar Einstein: “Maestro, ¿existe la oscuridad?” A lo que el maestro contestó. “¡Claro que existe la oscuridad!” Pero, ya con cierto temor, como pensando con qué le saldría el niño Albert. Y, en efecto, el niño le dijo: “Está equivocado, maestro, la oscuridad no existe. Lo que llamamos oscuridad no es más que la ausencia de la luz. Se pueden estudiar el calor y la luz, pero el frío y la oscuridad, no. En realidad el mal no existe ni lo creo Dios, pasa como con la oscuridad y el frío. Lo que llamamos mal, es la falta de Dios en el corazón del hombre. Esto me hizo reflexionar en lo siguiente: cuando a un ambiente le ha faltado el calor o la luz y de repente se encuentra con ellos, se forma un tornado que puede ser destructor. Cuando una persona ha vivido presa por años en la oscuridad, llegado el momento de ver la luz, ésta le lastima y dicen que hasta se puede quedar ciega, como le sucedió a san Pablo. Otro ejemplo, haz la prueba. Cuando un hielo, al que le ha faltado el calor por mucho tiempo, se pone en agua caliente, truena. O pongan agua en aceite caliente y verán ¡que feo hace! Bueno pues el tornado es el encuentro de un ambiente al que le ha faltado el calor y de repente se


Aventuras de un misionero

lo encuentra en el espacio, entonces se transforma en un remolino gigante, proporcional a las masas que se encuentran en el espacio; a tal grado que, si se forma entre las nubes, forma una cola a la que la gente, normalmente, le llama culebra, que es capaz de destruir cerros por la cantidad de agua que lleva en vertiginoso movimiento. Y así, el hombre que ha hecho a Dios a un lado, se convierte en un tornado que destruye cuanto encuentra a su paso. ¡Si no tomamos en cuenta a Dios, acabaremos destruyéndonos entre nosotros! A mí me tocó ver un tornado en la sierra de Guerrero. Te cuento: Regresaba de una misión a descansar en una hermosa mansión hecha de palitos y zacate, a la cual le entraba el viento por todas partes, de unos extensos cinco metros cuadrados, más o menos. El cielo estaba encapotado, o enojado, amenazando con una fuerte tormenta. Mi hermosa mansión estaba rodeada de imponentes árboles, cuajados de distintas especies de aves que pernoctaban cada noche en ellos. Entre ellas, pintorescas guacamayas que sobresalían con sus gritos sobre el gorjeo de los demás pájaros. Más el viento que hacía silbar melodiosamente a los árboles. Aunque, paulatinamente, como que se quedaban en silencio para escuchar los estruendosos aplausos de las nubes, acompañados de tremendos flashazos de luz potente que bajaban del cielo como tomando fotografías. En esta agradable contemplación estaba, dándole gracias a Dios de haber llegado a mi agradable y acogedor jacal, antes de la tormenta, cuando, de repente me dieron ganas de ir al baño, por lo que tuve que salir de la casita, que a pesar de ser “lujosa” no contaba con ese ser-

vicio… Sin mucha demora, salí y, estando como a veinte metros de la casa, de repente vi que en el cerro de enfrente se erguía algo imponente, como un sombrero negro en su cabeza, como cuando una persona se levanta el sombrero para saludar, sólo que esto no era un saludo, sino una amenaza. De repente, del sombrero, o nubarrón negro, comenzó a salir una especie como de colita que, a lo lejos, parecía de ratón. Me le quedé viendo a aquel fenómeno y, en cuestión de segundos, la "colita de ratón" creció hasta volverse gigantesca. Comencé a sentir miedo, al ver cómo llegó al cerro destruyendo árboles y abriendo un hueco de muchos metros a la redonda. Pero lo peor de todo fue que avanzaba hacia la aldea donde me encontraba. En esos momentos me acordé de una oración que mi santa madre (que en paz descanse) pronunciaba en medio de las tempestades. “Señor, aplaca tu ira y tu rigor.” Creo que la repetí cientos de veces. Y recordé algo muy simpático que me enseñó. Temo que no me lo creas, pero lo cuento tal y como lo viví. Me dijo mi madre que ese tipo de culebras, se destruyen a base de oración y machetazos en forma de cruz. Ni tardo ni perezoso corrí al jacal sin dudar un momento. Saqué el machete de su hermosa funda de cuero —el mismo que me había sacado de apuros, abriéndome paso por la maleza, cuando me perdí en el Cerro del Gachupín— y que agarro y comienzo a tirarle machetazos en forma de cruz a esa infernal culebra que cada vez la sentía más cerca y que venía desgarrando la montaña. También recordé a mi padre que me enseñó la frase: “A Dios rogando y con el mazo dando”, aunque en este caso era con el machete… Dicen que la fe

mueve montañas. Y yo comprobé que también destruye tornados… Porque, gracias a mi fe, sentí que Dios estaba conmigo y pasado un tiempo empecé a ver como el tremendo meteoro, como le llaman ahora los científicos, se comenzó a fragmentar y vi cómo las nubes, como hambrientas, se tragaban los fragmentos de la culebra. Para entonces, ya estaba yo bien empapado, porque lo que parecía que iba a ser la destrucción de la aldea, se convirtió en una tormenta que ya ni los cerros se veían de tan fuerte que estaba, pero, ¡gloria a Dios que no pasó de allí! Al día siguiente, un hermoso amanecer nos mostró los estragos que había causado el tornado que, de haber llegado a la aldea, no lo hubiéramos contado. La gente, bien espantada, sólo esperaba el momento en que llegara el chirrionazo de la culebra. No te puedo asegurar que mi pintoresca y solitaria lucha contra el fenómeno meteorológico haya evitado el desastre, de lo que sí estoy seguro es de que quien tiene fe nunca está solo y tiene más probabilidades de superar la adversidad. A las seis de la mañana, todo el pueblo acudió a misa a dar gracias a Dios porque estábamos vivos. Esto me hizo recordar un cuento que muchos de ustedes conocen: el de la paz perfecta. El mensaje del cuento es que la paz perfecta no es la que se da en medio del ambiente más tranquilo y apacible, sino la que se logra mantener en medio de la más fuerte tormenta o de cualquier otra adversidad. Ante las dificultades de la vida, no desistas. Si pones tu confianza en Dios, tendrás una gran fuerza para vencer a la adversidad. Serás capaz de mover montañas y destruir demoniacas serpientes. ¡Mucho ánimo! Y hasta la próxima. Presencia Apostólica

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Filosofía de vida

Nuestros “puntos ciegos” Lourdes García Avendaño

“Como la vista es al cuerpo, la razón es al espíritu.”

¿H

Aristóteles

as oído esta expresión?, ¿la has utilizado? Vamos a poner sobre la mesa, juntos, este tema, que toma su nombre de una función natural del ojo humano, que se utiliza como analogía. Desde el punto de vista anatómico y fisiológico, la expresión hace alusión a que hay una zona del ojo que carece de células sensibles a la luz, por lo que no puede percibir la presencia de un objeto lejano, que finalmente logramos percibir gracias a la información que proporciona el otro ojo y gracias al cerebro que hace alguna maniobra de compensación. En 6

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la vida cotidiana la expresión es utilizada por los conductores de vehículos. Se refiere a un ángulo en el que un vehículo que quiere “rebasarnos” desaparece de la vista del espejo retrovisor externo, como si se hubiera esfumado, convirtiendo esos segundos, en unos que pueden ser peligrosos, ya que un mínimo descuido de nosotros como conductores podría provocar un accidente.

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”

A este fenómeno es al que nos vamos a referir, pero en relación con la vida. En nuestra vida, nuestro punto ciego puede ser la incapacidad para ver nuestros errores o nuestros defectos, así como todo lo que estos pueden provocar en nuestras relaciones, en “daños a terceros” o en repercusiones en nuestra salud a largo plazo.

Como sociedad también podemos tener un punto ciego en la falta de conciencia del origen de los males que nos aquejan: la desigualdad, la violencia y la corrupción, por ejemplo.

El autoengaño

Daniel Goleman, estudioso de la inteligencia emocional, ha utilizado también esta expresión y, a manera de analogía, la emplea para describir la ciencia del autoengaño. Sí, los seres humanos utilizamos esto como mecanismo de defensa y por muchas razones, siendo la más común el deseo de evitarnos sufrimiento o dolor y sus consecuencias, solemos recurrir al autoengaño inconsciente. Preferimos permanecer en nuestra llamada “zona de confort” que tomar riesgos y no nos damos cuenta de que no hacer lo que debemos hacer o no decir lo que de-


Filosofía de vida

bemos decir nos va finalmente a provocar mayores daños. Igual que como sucede en el fenómeno del ojo del que proviene la expresión, nuestro cerebro sale “a nuestro rescate”, a manera de un filtro, que no permite que pasen tan fácilmente aquellas emociones incómodas que identifica como “dañinas”, bloqueando la atención a las mismas, desviando y minimizando su interpretación, evitando las conductas consecuentes. Todo esto al amparo del famoso refrán que dice: “ojos que no ven, corazón que no siente” y queriendo que la realidad funcione así… Y lo lógico sería pensar: “¡qué maravilla!” un mecanismo inconsciente que transforme o postergue indefinidamente el sufrimiento, el dolor emocional y la ansiedad que nos pueda provocar un cierto estímulo o un hecho. Esa transformación o postergación indefinida se presenta en forma de pequeñas distorsiones de la verdad o pequeñas mentiras —o grandes en ambos casos—, que nos decimos repetidamente a nosotros mismos y que no son otra cosa que autoengaños, “puntos ciegos emocionales” que tarde o temprano se develarán y pueden ocasionarnos “accidentes severos de vida” de grandes consecuencias y proporciones. ¿Con qué motivo se activan, inconscientemente, estos “puntos ciegos” emocionales? Aunque no se puede generalizar, se ha estudiado que en la mayoría de las ocasiones se utilizan, o bien para disimular las incongruencias e inconsistencias entre nuestro pensar y actuar o para adaptarnos a una exigencia social. Cuestionémonos, cuando damos una opinión sobre algún tema polémico, ¿decimos lo que realmente pensamos o sentimos? O, paradójicamente, estamos dando nuestra

opinión “a medias”, adaptándola a la conveniencia del contexto, usando para ello muchos “puntos ciegos” para evitarnos problemas y sufrimientos que nos parecen mayores y más profundos. Esto nos crea el hábito de hablar y actuar con el principal objetivo de “dar gusto a los demás” olvidándonos de la importancia de ser auténticos y fieles a nuestros valores y principios. Hablar con la verdad y que haya congruencia y consistencia entre nuestro ser, pensar y hacer, pone a la vez en evidencia los “puntos ciegos” de quienes prefieren mantenerse en el silencio por cobardía, ante el dolor emocional que alguna verdad pudiera causarles, o por razones de conveniencia personal como conservar privilegios, aunque estos sean injustos, o por no perder control sobre los demás.

¿Qué hacer?

Pensemos diferente y mejor. Observemos nuestros pensamientos y la autenticidad y justicia en lo que hablamos y actuamos. Un equilibrio —dirían muchos— casi imposible de conseguir. Pero dijimos, casi… Ya que si acostumbramos a nuestro cerebro a enfrentarse con mayor frecuencia a las situaciones

que la vida nos trae, aceptarlas y tomar acciones constructivas y responsables en consecuencia —aunque hacerlo nos provoque ciertos dolores, sufrimientos o incomodidades—, no tendrá por qué recurrir a favorecerse del autoengaño, de los “puntos ciegos”, y sí a utilizar otros mecanismos para enfrentarlos y sobrellevarlos, como la resiliencia, la actitud positiva, la paciencia y todas las capacidades de nuestro espíritu. Recordemos que la verdad sana y libera. Es decir, que a mayor conciencia, mayor plenitud. Este diferente tipo de pensamiento nos evitará, con toda certeza, accidentarnos gravemente en la carretera de la vida, manteniendo la vista no sólo en lo inmediato del camino, sino intuyendo lo que pueda estar más allá de nuestra corta visión y ponernos en algún riesgo inminente. No permitamos que el cerebro, como hace con nuestra visión, “compense”, esa debilidad y nos conduzca a una peligrosa, ceguera emocional. Activemos la razón y la fuerza de nuestro espíritu para evitarlo. La autora es licenciada en Terapia Física y Logoterapeuta. luluwatty1@yahoo.com

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Desarrollo humano

La amistad es saludable

C

asi todos conocemos el valor de la amistad y la importancia del papel que los amigos juegan en nuestra vida. Sin embargo, cuando se trata de buscar soluciones para mejorar la salud, con frecuencia olvidamos que uno de los recursos más poderosos para combatir enfermedades con mayor rapidez, superar la depresión, retrasar el envejecimiento y prolongar la vida, es el vínculo con los amigos, esos hermanos que nuestra alma escoge. 8

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Gylda Valadez Lazcano

Con amigos se vive más y mejor Para escribir este artículo, estuve revisando investigaciones sobre la amistad y sus efectos en la salud y encontré muchos reportes de efectos positivos. Por ejemplo, un estudio realizado en Australia demostró que las personas de la tercera edad que contaban con un gran círculo de amigos, tuvieron menos probabilidades de morir durante el período del estudio, en comparación con aquellos que no contaban con un fuerte círculo de amigos. Otro

estudio demuestra que la salud cerebral se conserva, a pesar del envejecimiento, gracias a los lazos sociales con los que contamos. Otro estudio, dedicado a la amistad entre mujeres, demuestra que esta es verdaderamente especial. Se descubrió que las amigas contribuyen al fortalecimiento de la identidad y protección de nuestro futuro, ellas constituyen un remanso en medio del mundo real, lleno de tempestades y obstáculos. Las amigas nos ayudan a llenar los vacíos emocionales de nuestras relaciones con los hombres y nos ayudan a recordar quiénes somos realmente. Incluso se han identificado sustancias químicas producidas


Desarrollo humano

por el cerebro que ayudan a crear y mantener lazos de amistad entre las mujeres. Se ha encontrado, por ejemplo, que cuando la hormona oxitocina es liberada, como parte de la reacción de las mujeres frente al estrés, ellas sienten la necesidad de proteger a sus hijos y de agruparse con otras mujeres; cuando pasa eso, se produce una cantidad aún mayor de la misma hormona, que reduce el estrés más agudo y provoca un efecto calmante. También se ha demostrado que los lazos emocionales existentes entre las mujeres que son amigas verdaderas y leales, contribuyen para una reducción de riesgos de

enfermedades ligadas a la presión arterial y al colesterol.

Oportunidad para dar y para recibir

Entonces, valoremos siempre la amistad como algo que nos aporta un mejor estado de salud, tanto física como mental y emocional, y sobre todo que nos permite aportar esos mismos beneficios a otras personas. Seamos sensibles para poder brin­ dar nuestra amistad también a quien más la necesita y no única­mente a un cerrado círculo de amigos. La autora es psicoterapeuta corporal y terapeuta sistémica de pareja y familia. coordinacion.centroometeotl@gmail.com

¿Qué hacer para tener buenos amigos? La web de la Clínica Mayo sugiere los siguientes consejos para fomentar la buena amistad: • Acéptate. Cultiva una autoima­gen realista y saludable. Desarrolla tu autoestima y cuida tu salud. La inseguridad y la autocrítica constante pueden alejar a posibles amigos. • Acepta a los demás. No juzgues. Dale a tus amigos espacio para cambiar, desarrollarse y cometer errores. Fomenta que se sientan con libertad de expresarse. No menosprecies ni hagas burla de lo que otra persona piensa o siente. • Sé positivo. Piensa en la amistad como en una cuenta de banco emocional. Cada acto de amabilidad y cada expresión de aprobación son depósitos en esta cuenta, mientras que la crítica y la negatividad hacen que la cuenta baje. Las quejas continuas tensan y frenan las condiciones de amistad. • No compitas con tus amigos. En vez de ello, reconoce sus talentos y celebra su buena fortuna.

Sobre la amistad • “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas.” —Aristóteles • “Para ser un buen amigo de los demás, hay que ser un buen amigo de uno mismo.” —Aristóteles • “Un buen amigo es alguien que lo sabe todo de ti y que a pesar de ello te quiere.” —Elbert Hubbard • “Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano.” —DEMETRIO DE FALERO • “Ya no los llamo sirvientes, porque el sirviente no sabe lo que hace su señor. A ustedes los he llamado amigos…” ­­—Jn 15,15

• Escucha. Pregunta qué está pasando en la vida de tus amigos. Demuestra a la otra persona que estás atendiendo a lo que dice, mediante contacto visual, lenguaje corporal y comentarios ocasionales positivos. Cuando un amigo te hable de situaciones difíciles o de malas experiencias, sé empático, pero no des consejos, a menos que te lo pida. • Respeta los límites. Mantén de forma confidencial cualquier información personal que tu amigo comparta.

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Tanatología

No pierdas más de lo que has perdido Ana Laura Rosas Bucio

“Voy a vivir hasta que muera.”

P

Frank Sinatra

erder es una experiencia natural en la vida humana. Nos guste o no, vamos a tener pérdidas en diferentes momentos de nuestra vida. Tendremos pérdidas de seres queridos por fallecimiento o por ruptura de las relaciones. Podemos perder objetos importantes y significativos, trabajo, dinero, etc. Las diferentes situaciones de pérdida en la vida son en gran medida inevitables. Nuestra actitud puede hacer las pérdidas más grandes Las pérdidas de personas, objetos o situaciones provocan un duelo, pero nuestra manera de afrontarlo puede hacer que las cosas se compliquen aún más. El dolor de la experiencia de perder a veces nos llena tanto de miedo que nos asusta pensar en volver 10

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a relacionarnos con otras personas por el temor de perder nuevamente. Perder duele y a nadie en su sano juicio nos gusta el dolor, por lo tanto tratamos de evitar sentirlo. Pero es importante que entendamos que querer evitar el dolor sólo nos hará perder más de lo que ya perdimos. Por ejemplo, la ruptura de una relación de pareja es muy dolorosa y entre las cosas que nos puede hacer pensar es que para qué volvernos a enamorar, si va a volver a pasar una ruptura. Y al no querer tener que volver a pasar por eso, pues entonces decidimos que ya nunca más volveremos a enamorarnos. Esto significa perdernos la posibilidad de volver a sonreír, a sentir emociones intensas y a ser felices; todo por no querer volver a arriesgarnos. Uno de los riesgos del amor es que nuevamente las cosas puedan no funcionar. Eso es cierto, pero perdernos la oportunidad de volver a gozar, sólo por miedo a perder, es no haber entendido que en la vida siempre pasará así: algo inicia, continúa, fluye y algún día se acaba. Así es la naturaleza: amanece, llega el medio día, después la tarde y luego la noche. Pero la llegada de la oscuridad no significa que no volverá a amanecer horas después. Nacemos, crecemos y algún día moriremos. Son ciclos, unos se tardan más que otros, pero todo lo que inicia algún día se acabará. Y no es una maldición ni un mal deseo, es una realidad. Y precisamente por eso tenemos la obligación de entenderlo. Si iniciamos algo, ya sea un proyecto nuevo, una relación de pareja, o de amistad, o compramos algo nuevo, es muy normal que al menos al principio ocupemos toda nuestra energía en eso, porque nos da placer, porque nos gusta disfrutarlo. Y un problema que sucede con frecuencia es que a veces al gozar tanto algo nos apegamos a ello. Y mientras más apegados estemos, más difícil será desprendernos, más dificultades tendremos en dejarlo ir. Y precisamente por eso, más complicado será volver a arriesgarnos a nuevas experiencias. Y esa es una de las formas de perder más de lo que ya hemos perdido, porque nuestros temores nos llevarán a no volver a intentarlo. Pero el problema radica en que nos apegamos inseguramente a las personas o situaciones.


Tanatología

¿Qué es el apego? El apego es la relación que establecen los cachorros de todas las especies animales, incluyendo la especie humana, que responde a la necesidad de ser cuidados por alguien más grande, por lo general su madre, para asegurar su sobrevivencia. En el caso de los humanos, más allá de la necesidad de cuidados para asegurar que los bebés puedan seguir sanos y vivos, también hace referencia a la relación emocional que se establece entre los bebés y sus cuidadores primarios, sus padres principalmente. Cómo establezcamos esta relación de cuidados y de afectos va a influir en la manera en la que nos vamos a relacionar a lo largo de la vida. También influirán otras relaciones significativas que hayamos tenido. Seguridad e inseguridad Hay dos tipos de apego: el apego seguro, mejor llamado vínculo, que hace referencia a la relación afectiva que se establece entre las personas y que da la certeza de ser amado por el otro, y el apego inseguro, mejor llamado dependencia, que se trata en realidad de la sensación de inseguridad en el amor entre las personas. Ambas situaciones se pueden trasladar de las personas a los objetos y a las diversas situaciones que nos rodean. Me puedo sentir segura o insegura, tanto en las relaciones personales, como en las situaciones, como en mi relación con los objetos. Establecer vínculos me aporta muchas cosas positivas que disfruto y me enriquecen, pero implica entender —aceptando el dolor que implica perder— que si el otro tiene que irse, o decide hacerlo, tengo que dejarlo ir, y que aunque no esté, yo me quedo con la certeza de lo vivido y de lo gozado. Tener apegos inseguros hace que suceda lo contrario. Como me siento insegura de merecer el cariño de alguien o de merecer estar en una situación o disfrutar de un objeto, entonces siempre estaré aprehensiva y con temor a perderlo. Lo que sucede muchas veces es que desde el principio de nuestra vida no aprendimos a relacionarnos sanamente con los demás y siempre nos hemos sentido inseguros del amor, o de merecer las situaciones. La parte difícil es que cuando vienen las pérdidas de esas personas o situaciones, entonces tendremos mucho dolor y la sensación constante de que sabíamos que eso nunca sería nuestro y esto incrementará más el dolor de perder. Porque en realidad desde que empezó esa situación que hoy se perdió, teníamos el miedo constante de perderla. Y entonces pensar en volver a intentarlo se puede volver muy difícil. Pero entonces, con esta manera de relacionarnos, ¡estamos perdiendo antes de perder! Y esto

nos lleva a no gozar la vida, a no disfrutar con plenitud de ella. Estamos perdiendo incluso antes de tener algo y nos privamos entonces de la capacidad de vivir plenamente la vida y las relaciones con los demás, así como de disfrutar las diversas situaciones que tenemos. Lo vivido es lo que cuenta Vivir la vida con plenitud implica disfrutar los momentos en el presente —en el aquí y el ahora— por todo el tiempo que tengamos en esta vida, o que esa persona o situación esté con nosotros, y si algo acaba antes de que nosotros nos vayamos de la vida, dejarlo ir, con la certeza de que ya lo vivimos y de que en este momento tendremos la oportunidad de disfrutar de otras nuevas situaciones. Sé que suena sencillo, pero tengo claro que no lo es. Requiere de madurez de nuestra parte y de mucha conciencia; de reflexionar si nuestra manera de relacionarnos con los demás o con las situaciones es saludable, y que si queremos aprender a vivir con plenitud, debemos aprender a desapegarnos. Seamos conscientes de que sólo tenemos este momento de vida, y de que no sabemos si pronto se acabará, así como de que todo lo que tenemos algún día cambiará, o se irá también. Entonces aprendamos a vincularnos, a amar con intensidad, a disfrutar de las cosas, de los momentos, de las situaciones y a aprovechar las oportunidades, para que después no tengamos que decir: “si yo hubiera hecho”, “si me hubiera atrevido”… En la vida no hay lugar para el miedo, entendamos que éste es sólo una alerta para los peligros, pero amar no es peligroso, disfrutar tampoco, llenarnos de experiencias tampoco lo es. Hay que aprender a vivir con la conciencia de que algún día vamos a morir, de que las relaciones, las circunstancias algún día se van a acabar, pero por eso no debemos dejar de vivir. Lo que nos vamos a llevar el día que nos vayamos es sólo lo vivido y yo creo que una de las obligaciones en la vida es aprovecharla al máximo. Vive cada día con intensidad y, cuando las cosas se compliquen, a pesar del miedo y las limitaciones, atrévete a seguir viviendo, a seguir amando y disfrutando. Vive hasta que la vida se acabe, y cuando llegue ese momento descubrirás que te vas lleno de vida, de experiencias, de vivencias y de amor. La autora es psicóloga clínica, experta en intervención en crisis, tanatóloga, logoterapeuta y conferencista. Directora General del Centro de Capacitación Profesional Industrial y Personal S.C. CECAPIP. lrosasb@hotmail.com Presencia Apostólica

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Ilustración: Leticia Asprón

Historia para meditar

El comprador de tiempo

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Enrique A. Eguiarte, OAR

uenta una antigua historia que había un hombre que vivía en una de las ciudades más grandes y bonitas de la antigua Mesopotamia. Era un activo comerciante, quien todos los días salía con prisa de su casa y recorría a grandes y veloces zancadas las calles de su ciudad. Por el camino no se detenía a saludar a nadie ni, mucho menos, a conversar. Muy frecuentemente no contestaba los saludos que le dirigían algunas personas, porque era preciso llegar a su tienda para abrir y vender la mayor cantidad de mercancías a sus clientes. Este hombre 12

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era visitado por comerciantes de otras partes del mundo, con quienes negociaba para que su tienda estuviera siempre surtida de todo lo que una persona pudiera necesitar o desear. Si usted necesitaba una lámpara de aceite, no dude que en esa tienda la iba a encontrar; ¿una alfombra persa de color granate?, el comerciante le presentaría varias opciones con diferentes dibujos… Un día llegó a la tienda una persona muy extraña y le dijo al dueño: —Buenos días. Mire, yo lo que quiero es que usted me venda treinta minutos de su tiempo. Nuestro comerciante se quedó asombrado ante esta petición, sin

saber si se trataba de una broma… El personaje que recién había llegado le explicó: —Mire, es muy sencillo. Basta con que usted acceda y que le ponga precio a lo que le pido. Yo me lo llevaré en este frasco.— Al decir esto, el extraño personaje sacó de entre sus vestidos un fino frasco de color azul, mientras sus ojos brillaban con avidez e inquietud. El comerciante no sabía qué hacer y sólo acertaba a mirar la cara del extraño interlocutor y al frasco que sostenía. El extraño insistió: —Es muy sencillo, sólo póngale precio, sople dentro del frasco y todo quedará listo. No le pido más que treinta minutos. El comerciante, ya sin vacilar le dijo, mientras tomaba el recipiente de cristal entre sus manos: —Le va a costar caro— y sopló dentro del frasco. A continuación le dijo: —Son dos monedas de oro. El hombre, sin inmutarse ante el precio, echó mano de una bolsa en la que llevaba varias monedas de oro y le dio indiferente lo que el comerciante le había pedido. Después, casi le arrebató el frasco de entre las manos, le puso un tapón de corcho y salió de la tienda con gran alborozo. El comerciante se quedó unos instantes pensativo, pero pronto lo reclamaron otros clientes, con lo que olvidó el hecho. Un tiempo después el misterioso hombre volvió. El comerciante no lo reconoció plenamente, hasta que oyó su petición. —Quiero que me venda dos horas de su tiempo. Creyéndolo un loco, el comerciante le contestó: —Con gusto, pero el precio ha subido… en esta ocasión le va a costar diez monedas de oro. Como respuesta, el extraño per-


Historia para meditar

ras de mi tiempo que le vendí la última vez… El personaje permaneció indiferente, por lo que el comerciante insistió: —Le pagaré el triple de lo que me dio… Al no obtener respuesta, el comerciante suplicó: —Véndame por lo menos la media hora que le vendí la primera vez. Necesito ese tiempo para despedirme de los míos y para arreglar asuntos importantes. Se la pagaré con cien monedas de oro. Parecía que el comprador de tiempo estaba dispuesto a venderle

la media hora, pues sacó de entre sus ropas el frasco azul y se lo dio al comerciante. Pero el personaje sombrío se lo llevó, sin darle tiempo de abrirlo. Ante esto, el comprador de tiempo abandonó el local con indiferencia y se marchó a seguir buscando vendedores de tiempo. Esta historia nos enseña que el tiempo es un recurso no renovable que debemos aprovechar y valorar. Aprovechemos nuestro tiempo para amar y para luchar por ser mejores personas, pues el tiempo malgastado en cosas vanas no lo podremos recuperar a ningún precio.

Sumérgete en la lectura

de Presencia

Apostólica y profundiza en tu

fe.

Ilustración: Leticia Asprón

sonaje sacó de entre sus vestiduras un hermoso frasco de color rojo y una bolsa de monedas de oro y, sosteniendo el frasco, le dijo: —Sople, por favor. El comerciante tomó el frasco y sopló con fuerza. Entonces lo devolvió al extraño personaje, quien lo tapó con un corcho y le dio al comerciante las monedas de oro, tal como habían acordado. No pudieron despedirse, pues una avalancha de clientes llegó al negocio, con lo que el comerciante se ocupó y nuevamente olvidó lo sucedido. Un día sombrío de otoño, cuando las aguas del río Tigris causaban una espesa niebla sobre la ciudad, el comerciante salió de su casa pensando en que, a causa del clima, esa mañana se venderían muchos abrigos y artículos para protegerse del frío. Al poco tiempo de abrir la tienda, llegó a ella un personaje sombrío, quien estuvo viendo varios artículos. Poco después llegó el comprador de tiempo. Esta vez el comerciante sí lo reconoció y lo saludo: —Buenos días. ¿Qué es lo que le puedo vender hoy? El personaje se quedó mirándolo un momento y respondió: Creo que debe atender primero al cliente que ha llegado antes que yo… El comerciante se volvió hacia el personaje sombrío, que había entrado primero, y le preguntó: —¿Qué es lo que desea? Mostrando un rostro cadavérico el personaje contestó: —No he venido a comprar nada, sino a llevarte conmigo, pues tu tiempo se ha terminado— y le mostró un reloj en el que ya no quedaba más arena por caer. Ante estas palabras, el comerciante se volvió hacia el hombre que compraba tiempo y le dijo: —Por favor, véndame las dos ho-

Presencia Apostólica

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Fe y vida

Construir la paz Román Ángel Moreno, CMF

E

n un mundo en el que parece estar privando cada vez más la lógica de la guerra, la confrontación y el terrorismo en variadas formas, en lugar de la lógica de una sociedad cada vez más integrada y dialogante, y ante los fuertes y amenazantes conflictos de entendimiento en nuestra nación, sentimos de nuevo el impulso de volver nuestros ojos a la búsqueda de la paz. Pero, ¿cuál paz?, ¿paz, a qué precio?, ¿dónde empieza la paz?, y ¿cómo luchar por la paz? En una ocasión le preguntó un estudiante a san Francisco de Sales: “¿Qué puedo hacer por la paz en el mundo?” A lo cual le respondió el santo: “No cierres la puerta de tu casa golpeándola”. ¿Qué le quería decir? Que si se quiere uno comprometer por la paz en el mundo, debe comenzar por construirla en la propia casa.

Comenzar en la propia casa

Un famoso escritor ha dicho una vez: “Amar al prójimo no sería difícil si él no estuviera tan cerca.” ¿No es cierto que la mayoría de las guerras y los conflictos se dan entre naciones vecinas e incluso entre connacionales? En la propia familia tiende uno a permitirse fácilmente los arrebatos espontáneos y a practicar menos la paciencia, la amabilidad y a veces, el mismo amor. Es interesante que cuando san Pablo nos habla del amor entre los cercanos nos dice: “Sopórtense mutuamente…” (Col 3,13). Dentro de la misma familia 14

Presencia Apostólica

somos diferentes y con intereses y gustos diversos. Cada cual va adquiriendo sus manías; humorísticamente se dice que cada uno tiene sus “cadaunadas”. Pero, no basta con tener paciencia soportando a los demás, dado que a veces llegamos a ofendernos realmente… Por eso la misma frase de san Pablo continúa: “Perdónense si alguien tiene queja del otro.” Al lado de estas dos condiciones el “soportarse” y el “perdonarse”, se necesitará naturalmente un esfuerzo positivo por practicar la bondad, la gratitud, la solicitud en los detalles, la corresponsabilidad, la espontaneidad en servir, etc.; sin las cuales, a la larga, la paz entre los cercanos no estará garantizada.

Paz en las relaciones con los demás Por supuesto que no nos debemos quedar sólo en el ámbito de la familia o de la pequeña comunidad para fomentar la paz. Debemos ser constructores de paz en el mundo. Ya desde la antigüedad decía Plautus: “Homo homini lupus” (el hombre es para el hombre un lobo) refiriéndose a esa falta de confianza fundamental que de ordinario se tiene ante el desconocido. Aunque de suyo la reacción cristiana frente a esta frase debería ser “Homo homini agnus” (el hombre debería ser para otro hombre un cordero). El ser humano debería ser para el otro ser humano el shalom (la paz de Dios). Y aquí cabría la frase de


Fe y vida

Séneca: “Homo homini res sacra” (el hombre para el hombre es algo sagrado). Si así fuera y respetáramos a cada uno en lo profundo, estaríamos dispuestos de entrada a tener una actitud muy diferente frente a los demás.

del ambiente en que se vive, y por ello es muy difícil erradicarlo. Los prejuicios han sido un flagelo para la humanidad y para las relaciones sociales; pensemos, por ejemplo, en los de tipo racial y religioso, así como el odio al extranjero.

El famoso estadista alemán Konrad Adenauer decía: “Acepta a los hombres como son, no hay otros.” A esta actitud se le llama tolerancia y nace del convencimiento de que vivimos en un mundo plural en el que existen las más variadas concepciones de la vida y diversas maneras de pensar, las cuales tienen el mismo derecho a coexistir con las demás y a ser respetadas no sólo en las declaraciones escritas de derechos, sino en la vida normal. Los modos monolíticos de pensar y actuar van siendo una cosa del pasado. Es claro que la tolerancia no es fácil y por falta de ella se pasa a las fuertes tensiones, a las confrontaciones, a las actitudes irreconciliables, al odio y a las guerras, pues tenemos el impulso —casi instintivo— de querer que, en cosas importantes, los demás piensen como nosotros. Por ello rogaba Ghandi a Dios: “Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.”

Cuando no son sólo los conflictos entre personas o grupos humanos los que atentan contra la paz, sino que por causa de ellos se han llegado a producir heridas profundas, la situación se vuelve todavía más dramática y difícil de superar. Pero allí vale la máxima del amor al enemigo que Wernehr von Braun, el famoso científico espacial denominaba la “quintaesencia del Evangelio”. Por supuesto que al hablar de este perdón no se trata de que nos quedemos como un pasivo cordero que acepta, sin más, ir al matadero, ante las agresiones de los otros. Existe un sano e irrenunciable sentimiento de autovaloración y de saber defender las propias ideas, convicciones y actitudes. Pero existe también la posición de quienes, ante una agresión, responden con otra igual o mayor agresión (“diente por diente”); eso sólo puede conducir a una escalada del círculo de violencia y odio que nadie parece ser capaz de romper. Jesús aquí nos dice que debemos tener la “osadía” de ofrecer una respuesta activa para romper este círculo vicioso del mal y no responder con otro golpe, sino que, de manera simbólica, presentar más bien la otra mejilla.

Aceptación

Prejuicios

Una actitud de tolerancia fundamental nos ayuda a combatir la reacción instintiva que tenemos de prejuzgar a las personas, incluso antes de tratar con ellas. El prejuicio es aquello por lo cual uno supone algo de otra persona, sin tener suficiente fundamento para ello. Se trata de un juicio, cargado de emoción, de sentimientos y afectos, que no permite que nuestra mente actúe con libertad y objetividad. Muchas veces el prejuicio proviene de la educación y de la influencia

Y con los enemigos…

¿Es esto posible?

Hablando de la utopía que nos presenta la Escritura (Is 11,6-8), podemos decir que la paz lograda es algo que está por delante y que aunque la veamos todavía muy lejana, debemos siempre esperar y soñar: «Entonces el lobo y el cordero irán juntos, y la pantera

se tumbará con el cabrito, el novillo y el león engordarán juntos; un chiquillo los pastorea; la vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas, el león comerá paja como el buey. El niño jugará en el agujero de la cobra…» Y sin embargo, este sueño ya empieza a realizarse. Las palabras y el comportamiento de un gran luchador por la justicia y la paz, Martin Luther King, nos lo demuestran. Desde la celda de la cárcel de Georgia, donde estaba preso antes de su martirio por luchar contra la segregación de la raza afroamericana en los Estados Unidos de manera pacífica, decía, refiriéndose a lo que con él mismo habían hecho: Haced de nosotros lo que quieran, los seguiremos, sin embargo, amando. Refúndanos en la cárcel, les seguiremos amando. Arrojen bombas sobre nuestras casas, amenacen a nuestros hijos, les seguiremos, con todo, amando. Envíen a sus emisarios de violencia a media noche a nuestros hogares, para que nos golpeen hasta la saciedad y nos dejen medio muertos, les seguiremos, con todo, amando. Y estén seguros de ello: ¡Con la fuerza de nuestro sufrimiento les venceremos! Algún día habremos alcanzado la libertad. Pero ella no será sólo alcanzada para nosotros. Estaremos constantemente apelando a su corazón y a su conciencia, hasta que les hayamos ganado también a ustedes. Y entonces nuestra victoria será doble. Lo que Luther King logró con su actitud heroica y su movimiento pacífico por la justicia, contra el racismo y a favor de la paz, ¿se quedó sólo en utopía? Presencia Apostólica

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Comunidad

Urbanidad hoy Enrique Marroquín, CMF

A

quienes tenemos cierta edad se nos inculcó en nuestra infancia la “urbanidad y buenas maneras”, lo que nos recuerda especialmente al Manual de Carreño. El conocimiento de la “urbanidad” consistía en normas de etiqueta o buen comportamiento para observar en las diferentes circunstancias. Por ejemplo, en la mesa, cuando éramos invitados a comer. Se llamaba “urbanidad”, haciendo referencia al comportamiento “burgués” (habitante de los burgos o ciudades, es decir, de la urbe), en contraposición con el de los “rústicos” o campesinos, quienes supuestamente no se hacían problema de estas cuestiones, y que por cierto, de forma espontánea, observaban tales hábitos, no como cumplimiento de reglas de “buena conducta”, sino por la delicadeza y atención debida a los demás. Desde hace algunos años, tales manuales nos resultan cursis e inútiles, pues una persona sensible, que se mueve por la caridad, procura evitar todo aquello que pueda ocasionar molestias o repugnancia a sus semejantes, sin necesidad de prescripciones y convencionalismos artificiales. No obstante, hoy en día, las nuevas situaciones de nuestras grandes ciudades nos están obligando

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a volver a las normatividades para la convivencia entre ciudadanos, no motivadas por aquellos convencionalismos, sino por la racionalidad a que nos obliga la circunstancia de vivir en la densidad urbana. Hace unos años, el Consejo Ciudadano de Seguridad y Procuración de Justicia del Distrito Federal (ahora Ciudad de México) difundió un Decálogo que glosaremos y ampliaremos ahora. 1 No tirar basura en el espacio público. Vivimos en la sociedad del desperdicio. Cada día tiramos toneladas de basura, de productos que muchas veces podríamos reciclar y aprovechar (tan sólo la Ciudad de México genera cada día ocho mil toneladas de basura). Al tirar la basura en la vía pública se ocasiona que se tapen las coladeras, lo que en tiempos de lluvia ocasiona las inundaciones. Además, afean las ciudades, dando la impresión de vivir entre la mugre y suciedad. De una manera especial, evitar tirar chicles en el pavimento o en las aceras. Cuidar los recursos no recuperables. Ya somos muchos los que habitamos este planeta. Cada ser vivo requiere satisfacer sus necesidades vitales; pero a esto se añade que las clases consumistas derrochan recursos que hacen falta a otros, de esta y de próximas generaciones. Necesitamos cuidar nuestros recursos. El agua es un elemento vital indispensable, al que todos tenemos derecho. A veces, por inconsciencia gastamos más agua de

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“Las 10 reglas de urbanidad”, Periódico La Jornada, 24 de septiembre de 2010, p. 37

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Presencia Apostólica


Comunidad

la que en sentido estricto necesitamos. Son reglas de urbanidad lavarnos los dientes con sólo un vaso de este liquido, lavar el coche con una cubeta y un trapo, no dejar que fluya incontroladamente la manguera en el jardín, revisar periódicamente el funcionamiento del w.c., así como las eventuales fugas de las tuberías, etc. Otro tanto podemos decir acerca de la electricidad. Toda forma de energía contribuye al calentamiento global, lo que constituye un gravísimo problema ecológico. Ahorrar energía, verificar el automóvil, emplear más la bicicleta, no dejar encendidas lámparas o aparatos, etc., son también ahora formas de urbanidad. Usar el cinturón de seguridad. Éste es un arnés diseñado para sujetar a un ocupante de un vehículo, para que si ocurre una colisión, se mantenga en su asiento. Su uso en automóviles es actualmente obligatorio en varias ciudades del país. El cinturón de seguridad está considerado como el sistema de seguridad pasiva más efectivo jamás inventado. Usarlo no sólo puede salvar a quien lo lleva, sino evita perjudicar a otras personas que viajan junto. Y una medida inexcusable en la actualidad es evitar ir hablando por celular, mientras conducimos o, lo que es todavía peor, escribiendo o leyendo mensajes de texto. Urbanidad del automovilista. Se puede observar que hay más delicadeza en los encuentros entre peatones que entre automovilistas (p. ej.: ceder el paso). Conducir no es sólo saber mover la máquina, sino hacerlo con responsabilidad de los daños que se pueden ocasionar: afinar el vehículo para disminuir los contaminantes, observar los señalamientos viales, respetar al peatón (aunque sea atrabancado), no conducir en estado de ebriedad, etc. También los usuarios de transporte público han de mostrar su buena educación ocupando el espacio trasero en los microbuses, dejando pasar a otros, cediendo el asiento a quien lo necesite, etc. Cuidar el mobiliario urbano. Se trata de bienes públicos, es decir, de todos (no son “del gobierno”). Cuidar las casetas telefónicas (en cualquier momento necesitamos usarlas), no pintar o grafitear en lugares públicos o privados. En todo caso, solicitar permiso al dueño de la barda, mostrando el diseño (si de alguna manera es artístico), respetar las plantas, etc. Dar preferencia a personas más vulnerables. Si todos tenemos necesidades, hay algunos que por su misma condición merecen un trato especial: hay que respetar los espacios reservados para

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personas con discapacidad, ancianos, mujeres embarazadas o con hijos pequeños, etc. Respeto sexual. No ejercer contra las mujeres ni contra ninguna persona acoso en el transporte ni en la vía pública. Responsabilizarse de las mascotas. Un animal es un ser vivo, y las mascotas suelen ser acompañantes de personas y nos sensibilizan hacia la vida; pero hemos de evitar que ocasionen molestias. Cuando los saquemos a pasear, cuidar que lleven correa y recoger sus heces, pues pueden ser portadoras de microbios. Evitar ruidos innecesarios. Ya de por sí, el tráfico produce un grado de decibeles y la contaminación acústica afecta el oído y aumenta el stress. A esto se añaden conductas poco educadas, como llevar en el coche radios con mucho volumen, claxonazos, “headers”, vendedores de CDs en el Metro, etc.

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Reglas mínimas de convivencia Si abriste, cierra. Si encendiste, apaga. Si conectaste, desconecta. Si desordenaste, ordena. Si ensuciaste, limpia. Si rompiste, arregla. Si no sabes arreglarlo, busca al que sepa. Si no sabes qué decir, cállate. Si debes usar algo que no te pertenece, pide permiso. Si te prestaron, devuelve. Si no sabes cómo funciona, no toques. Si es gratis, no lo desperdicies. Si no es asunto tuyo, no interfieras. Si no sabes hacerlo mejor, no critiques. Si no puedes ayudar, no molestes. Si prometiste, cumple. Si ofendiste, discúlpate. Si no sabes, no opines. Si opinaste, hazte cargo. Si algo te sirve, trátalo con cariño y sobre todo… Si no puedes hacer lo que quieres, trata de querer lo que haces.

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Reflexión

Viviendo plenamente damos gloria a Dios P. Epi Diez

“Gloria Dei, vivens homo.”

Q

uiero comenzar justificando por qué inicio este artículo citando a san Ireneo en latín. Me parece que una sencilla traducción no expresa la hondura, que este gran teólogo del S.II quiso imprimir a esta frase. La traducción más conocida es “la gloria de Dios es que el hombre viva”. En efecto, Ireneo nos dice que, para dar gloria a Dios, debemos empeñarnos en desarrollar nuestro “yo personal”, hasta lograr la mayor plenitud posible a lo largo de nuestra vida histórica. Siendo Dios “Amor”, como nos recuerda la primera carta de Juan y nos muestra la Encarnación histórica en Jesús de Nazaret, toda la Creación está habitada e impulsada por el Amor. Por lo tanto, ser hombre será tratar de vivir en el amor. Ahora bien, la dificultad se pre­ senta cuando intentamos llevar a la práctica lo que nos dice la revelación bíblica. Para vivir en el Amor es necesario librar constantes batallas dentro de nosotros mismos entre las dos fuerzas antagónicas que pretenden monopolizar nuestro “yo”. No es fácil salir vencedores en esta lucha, como sabemos todos por experiencia y nos atestigua la historia de la humanidad y nos confirman los santos, quienes nos han relatado sus experiencias. Bástenos con recordar lo que nos dicen sobre esta lucha algunos cristianos de primera división, como Pablo de Tarso en alguna de sus cartas, Agustín de 18

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San Ireneo de Lyon

Hipona en sus Confesiones o Teresa de Ávila en el libro Las Moradas. Sin embargo, aunque la batalla sea dura y prolongada, abrigamos la firme esperanza de salir airosos, si no perdemos el contacto con

Dios, quien nos da la vida como un don, pero también como una tarea. Usando correctamente nues­ tra libertad, haremos que el soplo divino (Gn 2), que nos hace partí­ cipes de la vida de Dios, nos empuje para ir creando vida, ya que el Amor es eminentemente creador. El problema más grave de gran parte de humanidad contemporánea consiste en ignorar a Dios o, peor aún, en intentar expulsarlo de su vida.

Detalle del rostro de san Ireneo, obispo de Lyon y padre apostólico, en un grabado


Año de la misericordia Reseña

La

Palabra julio-agosto

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Domingo

Lc 10,1-12.17-20 (…) Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mando por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: «Que la paz reine en esta casa.» Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: «Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios». Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: «Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca». Yo les

digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad.” Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.” Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les someten. Alégrense más bien de que sus nom­bres están escritos en el cielo.” Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Julio

Los setenta y dos discípulos enviados por Jesús “como corderos en medio de lobos” nos representan a todos cuando asumimos la misión de llevar la buena nueva del Reino de Dios. Los temores y los sentimientos de impotencia de aquellos discípulos son iguales que los nuestros. Los enviados no llevan dinero ni equipaje, pero llevan lo más importante: fe en Jesús. La fe es el poder que han recibido de Jesús y ella los fortalecerá para realizar todos sus trabajos. Jesús, como siempre, lleva la reflexión un paso más adelante diciéndoles que no se alegren en ese poder, sino en entrar al reino de Dios, pues, como nos dice en otra parte del Evangelio, si buscamos el Reino de Dios, todo lo demás lo recibiremos por añadidura. ¿Nos damos cuenta de que la fe es nuestra fuerza? Presencia Apostólica

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Domingo

Lc 10, 25-37 (…) Se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?” El doctor de la ley contestó: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo.” Jesús le dijo: “Has contestado bien; si haces eso, vivirás.” El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús le dijo: “Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: «Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso.» ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?” El doctor de la ley le respondió: “El que tuvo compasión de él.” Entonces Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo.” 20

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Julio

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Domingo

Lc 10,38-42 (…) Entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su Palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercán-

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Julio

El “buen samaritano” es un personaje anónimo del evangelio y es ampliamente conocido. Todos sabemos que un “buen samaritano” es alguien capaz de detenerse a ayudar a alguien en necesidad. También sabemos que los samaritanos no eran bien vistos por los judíos, así que el ejemplo puesto por Jesús resultaba desconcertante para sus interlocutores. Hagamos una lista de todo lo que dio el samaritano de la historia: 1. Dio su tiempo, 2. se puso en riesgo de ser asaltado o de ser culpado por algo, 3. dio sus cuidados y 4. dio su dinero… y todo esto por alguien desconocido; por el simple hecho de que ese “alguien” estaba sufriendo. La historia apela a nuestra solidaridad, pues el que está tirado al borde del camino puede ser cualquiera de nosotros; su dolor y sus necesidades son los nuestros. ¿Actúas con el que sufre como quisieras que actuaran contigo?


De la Palabra a la acción

Todos nos vemos continuamente urgidos a atender necesidades, pero tenemos que aprender a estar ocupados sin perder la noción de lo que es más importante. Por ejemplo, al convivir con nuestros hijos una gran cantidad de deberes y necesidades acaparan nuestra atención —esa es la parte de Marta— y terminamos olvidándonos de escuchar, de reír, de mirar, de acompañar en silencio —la parte de María—. Esta segunda actitud es la que nos va a permitir conocernos mejor y construir vínculos más fuertes y profundos, y es la que nos señala Jesús como la más importante. ¿Se nos ha ocurrido pensar que ocuparnos de lo urgente y necesario puede distraernos de lo esencial?

Julio

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Domingo

Lc 11,1-13 Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.” Entonces Jesús les dijo: “Cuando oren, digan: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación.»” También les dijo: “Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a media noche a decirle: «Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle». Pero él le responde desde dentro: «No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados». Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite. Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá.

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

dose a Jesús, le dijo: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude.” El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará.”

Porque quien pide recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?” Un discípulo le pidió a Jesús, a nombre de todos, que les enseñara a orar. Ellos, como nosotros, tenían la necesidad de comunicarse con Dios. Jesús nos enseña a orar con palabras sencillas, llamando Padre a Dios; nos enseña a pedir con confianza lo que necesitamos —el pan de cada día—. En la oración que nos enseña Jesús pedimos y ofrecemos perdón, y esto nos hace ver que para nosotros el perdón debe ser algo tan cotidiano como el pan de cada día. La petición de poder superar la tentación, y vivir libres del mal, implica que luchemos por ser cada día mejores personas, más conscientes y más justas, con la ayuda del Espíritu Santo. ¿Mantenemos con Dios la comunicación que nos enseña Jesús?

Julio

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Domingo

Lc 12,13-21 (…) Hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia.” Pero Jesús le conPresencia Apostólica

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testó: “Amigo, ¿Quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?” Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea.”

en ellas, y se olvida de hacerse rico de lo que vale ante Dios: amor, conciencia, humildad, justicia, etc. Una vez más, Jesús nos ayuda a ver lo esencial. ¿Puedo distinguir cuál es la verdadera riqueza?

Agosto Domingo

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Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: «¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años, descansa, come, bebe y date a la buena vida». Pero Dios le dijo: «¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?» Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios.” En esta lectura Jesús nos advierte contra la avaricia, un vicio que nos hace desear poseer siempre más, en busca de satisfacción, pero que sólo aumenta nuestra insatisfacción. Vivimos en una cultura que promueve ese vicio; que diseña estrategias para convencernos de que necesitamos lo que no necesitamos y de que seremos felices al adquirirlo. El ejemplo de la parábola nos hace ver la insensatez de quien se esfuerza en acumular cosas materiales, buscando seguridad 22

Presencia Apostólica

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón. Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. (…) Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre.” Entonces Pedro le preguntó a Jesús: “¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?” El Señor le respondió: Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. (…)* Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Lc 12,32-48


Esta lectura nos invita una vez más a ver lo esencial: “donde está su tesoro, ahí estará su corazón”; una vez más nos recuerda que los bienes más valiosos no son los materiales… Seguramente a la mayoría de nosotros no nos suena sensato lo de vender bienes para dar limosnas... las palabras de Jesús nos confrontan con lo que creemos acerca de la vida; nos hacen pensar en el sentido de todo y en nuestro compromiso con los demás. Tengamos conciencia para no dejarnos llevar por la cultura del consumismo y promovamos la solidaridad para que todos tengan lo necesario para vivir dignamente. ¿Entiendo que vivir con conciencia es estar preparado para el encuentro con Jesús?

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Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Lc 12,49-53

Muchas veces las palabras de Jesús nos desconciertan. Es el caso de esta lectura, Jesús nos dice que ha venido a traer fuego y división… ¿por qué? Porque el mensaje de Jesús implica un cambio profundo en los valores y las estructuras de este mundo; porque defiende a los pobres y a los oprimidos; porque incluye a los excluidos; porque señala las contradicciones de quienes por tener poder creen que deben tener privilegios y les señala que están para servir… Por eso su mensaje causa conflicto y división; por eso quienes deciden participar en su misión se enfrentan al conflicto y en algunos casos a la persecución. ¿Entiendo por qué el mensaje de Jesús resulta incómodo para muchos?

Agosto Domingo

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Lc 13,22-30 (…) Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos lo que se salvan?” Jesús le respondió: “Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: «¡Señor ábrenos!» Pero él les responderá: «No sé quiénes son ustedes.»

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

(…) Jesús dijo a sus discípulos “He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega! ¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.” Presencia Apostólica

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Ante la pregunta sobre si son pocos los que se salvan, Jesús hace ver con su respuesta que el problema está mal planteado, que lo importante no es el número de los que se salvan, sino qué hay que hacer para salvarse. Seguir el camino de Jesús es difícil; implica un esfuerzo, como cuando tratamos de entrar por una puerta angosta. Jesús nos dice que no hay que hacer el mal y no hay que sentirse confiados ni mejores que nadie por pertenecer a un grupo o a una nacionalidad ni por tener alguna posición de poder. ¿Nos queda claro que el camino de la salvación es hacer el bien y no buscar estar entre los privilegiados?

Agosto Domingo

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Lc 14,1.7-14 Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: “Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: «Déjale el lugar a éste», y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: «Amigo, acércate a la cabecera.» Entonces te verás honrado en presencia de

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura (por razones de espacio), se invita a leerlo en la cita bíblica. 24

Presencia Apostólica

todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.” Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará cuando resuciten los justos.”

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Entonces le dirán con insistencia: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas.» Pero él replicará: «Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí todos ustedes los que hacen el mal.» Entonces, llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera. Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos.”

La parábola del banquete es una de las muchas maneras en que Jesús nos dice que no busquemos grandeza y privilegios. Nos hace ver que nuestra manera de proceder cuando invitamos sólo a nuestra familia y amigos, así como a quienes por ser ricos y poderosos nos pueden beneficiar de algún modo, y nos olvidamos de invitar a los pobres, es contraria al Reino de Dios. Además, Jesús nos recuerda que el Reino de Dios se asemeja a un banquete donde estarán presentes quienes cumplieron su mandato de ver por los pobres y necesitados, sabiendo que no recibirían nada a cambio por parte de éstos. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo entender y asumir estas enseñanzas de Jesús?



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