Presencia Apostolica 57

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Presencia Apost贸lica

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MISIONEROS CLARETIANOS 2

Presencia Apostólica


CONTENIDO Director

Ernesto Mejía Mejía, CMF Consejo Editorial

Alejandro Cerón Rossainz, CMF José Juan Tapia, CMF Alejandro Quezada Hermosillo, CMF Enrique Mascorro López, CMF René Pérez Díaz, CMF Ernesto Bañuelos C.

Editorial

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Vida cotidiana

4 Aventuras de un misionero

Editora

Marisol Núñez Cruz

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6 San Judas Tadeo, después de la resurrección de Cristo

Corrección de estilo

Ernesto Bañuelos C. Colaboradores

Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF Arte y Diseño

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El amor: un estado de conciencia Inteligencia emocional

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Mirta Valdés Bello Distribución

Liga Nacional de San Judas Tadeo

PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor respon­sable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca­ siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmen­te, citando la fuente y sin fines comerciales. Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 mail: liganacional_sanjudas@claret.org Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío).

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La pérdida de la salud, un duelo difícil de entender

1 4 El monje y el zorro 16

Fe y vida en 2013

1 8 Reflexiones que viajan por la web 19 20

El Concilio Vaticano II cumple sus bodas de oro De la Palabra a la acción

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EDITORIAL

espiritualmente

Crecer

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l año nuevo nos hace pensar en el paso del tiempo y en el sentido de nuestra vida. Nos hace tomar conciencia de que todo tiene un principio y un fin, al tiempo que despierta en nosotros –una vez más– la necesidad y el deseo de que todo tenga sentido. El año que comienza se nos presenta como un espacio abierto para vivir y actuar con libertad y con responsabilidad. Pero el cambio numérico de año no tiene un poder mágico sobre nosotros para quitarnos los defectos y renovarnos. Para que este año tenga en realidad algo de nuevo, quienes debemos renovarnos y mejorar somos cada uno de nosotros. Hay mucho que podemos hacer para lograr tener un espíritu que crezca, en lugar de envejecer. En este número ofrecemos artículos que nos pueden ayudar a seguir descubriendo nuevas dimensiones de nuestro ser y a incrementar nuestra capacidad de amar. El inicio de año es tiempo de invocar la bendición de Dios, de agradecer la vida, de pedir y construir la paz, que es nuestra misión como seguidores de Jesucristo. Una paz que comience dentro de nosotros, que se manifieste en todas nuestras relaciones y que alcance a la creación entera.


Vida cotidiana

Bendición sacerdotal El Señor te bendiga y te guarde, el Señor te muestre su rostro radiante y tenga piedad de ti, el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz. Nm 6,24-26

LA PAZ, DON Y QUEHACER

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l anuncio del nacimiento del Señor invita a pregonarlo «apresuradamente». María acude rauda a visitar a Isabel, y los pastores se apresuran a descubrir a Jesús. Asociados al coro angélico, los pastores dan «gloria y alabanza a Dios», porque se ha instaurado la paz. La paz no es ausencia de guerra (mera tregua) ni equilibrio de fuerzas adversarias (guerra fría) ni situación de calma impuesta (orden público). La paz es «Shalom», armonía con Dios, con los hermanos y con la creación: es felicidad espiritual y material, consecuencia de la justicia, la libertad y el amor. La paz es un don de Dios en Cristo, «príncipe de la paz». A la hora del nacimiento de Jesús, el mensaje que los ángeles pregonan es: «Paz a los hombres que Dios ama.» La paz es, asimismo, una tarea de todos y de cada uno (GS 78). Es responsabilidad común de la persona entera, porque es una aspiración profunda; es consecuencia del respeto a la dignidad personal; es cultura solidaria, bienes compartidos, sociedad justa. Pero la paz está amenazada constantemente por el pecado personal y social. No es algo del todo hecho, sino un constante quehacer.

CASIANO FLORISTAN (DE DOMINGO A DOMINGO EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS, SAL TERRAE. SANTANDER)

NUESTRA HORA

Es tarde pero es nuestra hora. Es tarde pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer el futuro. Es tarde pero somos nosotros esta hora tardía. Es tarde pero es madrugada si insistimos un poco. Pedro Casaldáliga

«Dios creó el tiempo, pero el hombre creó la prisa.» Proverbio Irlandés

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Aventuras de un misionero

Así se siente México…

en las misiones Jesús García Vázquez, CMF

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sto sucedió en Tlacoapa, Guerrero, misión de vanguardia para misio­ neros que arden en el fuego del amor por el prójimo, se gozan en las privaciones y abordan los trabajos con gozo. Un lugar donde Dios habla con sus misioneros en las caricias del viento que hacen cantar a los árboles, mientras son revestidos de bellos colores por el alba enamorada del amanecer. Un lugar donde se ve la mano de Dios en las majestuosas montañas, saludando los primeros rayos del sol y en las madrugadoras aves adornando el espacio para dirigirse al lugar donde Papá Dios las ha citado para alimentarlas. 4

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Estas y otras maravillas de Dios, se aprecian más cuando el misionero aprovecha la fresca madrugada para visitar las comunidades llevando la alegría de la resurrección del Señor: lluvia de estrellas matutinas como jugando competencias a ver quién llega más rápido a la tierra; en mayo se ve en el oriente una hermosa cruz formada por estrellas que parecen lejanísimos ojos brillantes del espacio, los plenilunios que coquetos iluminan el camino del misionero y por si fuera poco, la vía láctea, llamada así porque cuentan que al niño se le tiró un poco de leche cuando la tomaba del pecho de su madre. Bueno, todas estas maravillas disfruté mientras en tres horas

de camino brinqué una montaña para descolgarme a Totomixtlahuca. Pueblo como Nueva York, con rascacielos y muchas lenguas. Nomás que aquí los rascacielos son las montañas y las lenguas que se hablan: mixteco, tlapaneco, náhuatl, español y otras más que no recuerdo. Todo el pueblo me estaba esperando con una banda de música que había formado otro misionero, que en paz descanse, Felipe Barriga. Echaron a redoblar las campanas y hartos cohetes para avisar a los demás que el padrecito había llegado a celebrar la Pascua de Cristo. Guirnaldas hechas de bellísimas flores nos pusieron a la mula que me acom-


Aventuras de un misionero pañaba y a mí. Ni el presidente de la República se hubiera sentido tan importante y apapachado como yo. Y, después de un suculento almuerzo con riquísimas tortillas hechas a mano y carne de venado, cuyo último taco tuvimos que empujar con una buena jícara de chilote (bebida fermentada que lo pone a uno pero requete bien contento), nos sentamos a planear la fiesta. Era el día de la muerte de Cristo, Viernes Santo, y ya querían celebrar la resurrección. “No estoy de acuerdo.” Les dije en forma amable, a Cristo, hoy lo velamos, como ustedes velan a sus muertos, y mañana por la tarde, celebramos la fiesta. Sentí que no les agradó. Fueron a deliberar y regresaron con una actitud amenazante. Sacaron sus machetes, los pusieron sobre el escritorio y me dijeron: “Padrecito, aquí se hace lo que nosotros decimos.” Y yo, con una actitud respetuosa y segura, les dije: “Ah bueno. Está bien. Hagan lo que ustedes quieran, pero yo no tengo nada que hacer aquí.” Resuelto y seguro de lo que hacía, ensillé mi mula, agarré mis cositas y me eché de regreso por donde llegué y, claro, se quedaron trabados de coraje viendo que no les mostré ni el más mínimo miedo. Llevaba una hora de regreso a casa cuando el mismo grupo de señores, pero sin machete, me salieron al encuentro al cruzar un río. Y con una actitud humilde, no como la mía, me dijeron: “Padre, por favor perdónenos. Celébrenos la fiesta. Vamos a hacer como usted diga.” Por largo rato pensé qué hacer, hice de tripas, corazón y regresé con ellos. Hicimos los ritos propios del Viernes Santo y nos preparamos para la fiesta del sábado. Peleas de gallos, cantos y chilote envolvieron una competencia de carreras de caballos en la que fui invita-

do a participar. Por cierto, creían que yo sólo sabía montar mula y me pusieron el caballo más brioso que tenían y que sólo montaba el dueño. La competencia consistía en ensartar un aro del tamaño de un anillo, con un lápiz corriendo a caballo. Para empezar, el caballo no se dejaba montar y en cuanto logré subirme, le dieron una palmada en las ancas que por poco me tira. Luego supe que ese era su propósito. Pero no sabían que mi padre

me enseñó a montar no sólo caballos briosos, sino becerros bravos. Me le pegué como chicle en la silla, le pegué tres carreras largas hasta que lo cansé para que hiciera como yo quería. Tomé mi lápiz y sin presunción ensarté más argollas que nadie, ganándome así la admiración del pueblo. Ya por la noche, tiempo de regresar, ensillé mi mula y a caminar… satisfecho de lo ocurrido. ES FASCINANTE DESCUBRIR A DIOS EN ESTAS EXPERIENCIAS.

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Nuestra devoción

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San Judas Tadeo, después de la Resurrección de Cristo

iguiendo los pasos del apóstol san Judas Tadeo, en números anteriores hemos revisado su origen familiar compartido con Jesús y, más importante aún, su relación con Él como discípulo y apóstol. Vimos que tanto Judas Tadeo como sus familiares fueron todos discípulos y vimos a cada uno de ellos en momentos muy significativos de la misión de Jesús, durante su peregrinaje, Pasión y Resurrección. Ahora presentaremos una cronolo­ gía y comenzaremos a presentar los rasgos más amplios de la vida de san Judas Tadeo como misionero predicando el Evangelio, después de la Resurrección, durante casi 30 años, hasta su muerte. Los hermanos san Judas y san Simón

ESQUEMA CRONOLÓGICO DE LA VIDA DE SAN JUDAS TADEO DESPÚES DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO  Del año 33-34 al año 48 San Judas Tadeo pudo haber estado en Edesa donde la tradición refiere los hechos relacionados con el rey Abgar. Predicó en Judea, Samaria e Idumea; más tarde por Arabia, Egipto y Libia, donde se encontró con su hermano el apóstol san Simón el Cananeo con quien partiría a Meso­ potamia, el país de los persas, donde permanecerían por 10 años. También se ubica a san Judas Tadeo en Armenia, junto al apóstol Bartolomé, fundando ahí el cristianismo.

 Alrededor del año 48

Muerte y Asunción de María. San Judas Tadeo se reúne con los demás apóstoles en Jerusalén.

 Año 50

San Judas Tadeo participa en el Concilio de los Apóstoles en Jerusalén.

 Del Año 50 al año 62

San Judas Tadeo predica en Babilonia y Persia. En esta época suceden los hechos de san Judas Tadeo y san Simón relacionados con el rey Jerjes y el general Vardac.

 Año 62

Muerte de san Judas Tadeo y de su hermano san Simón en la ciudad de Suamir en Persia. 6

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Judas Tadeo el misionero

Luego de que los apóstoles recibieron el Espíritu Santo, el día de Pentecostés, se esparcieron por el mundo predicando la salvación en nombre de Jesús. San Judas Tadeo comenzó a predicar el Evangelio por Judea, Samaria e Idumea. Más tarde fue a Mesopotamia, el país de los persas, donde se encontró con su hermano el apóstol san Simón. Los hermanos Simón y Judas En: Revista Cristiandad.org se dispone del texto de Brentano, Clemens. Overgerg, Bernardo E. y Wesener, Guillermo. Visiones y revelaciones de la venerable Ana Catalina Emmerick. Tomo XIII. Ed. Surgite! 2 Edesa es el nombre histórico de una ciudad del nor­ te de Mesopotamia, refundada sobre otra anterior por Seleuco I Nicátor. 3 De esta escena, contada por la beata Catalina de Em­ merick, así como de una variante en la tradición Siria, consistente en que Tadeo entrega a Abgar un retrato de Cristo, en una tela –conocido ahora como Mandylion–, se origina la tradición de representar a san Judas Ta­ deo portando una imagen de Cristo en el pecho. 4 http://es.wikipedia.org/wiki/Mandylion 5 En: Revista Cristiandad.org 6 Monreal y Tejada, Luis. Iconografía del cristianismo. El Acantilado. 1


Nuestra devoción Tadeo anduvieron por algún tiempo en compañía. Entonces Simón se dirigió al Mar Negro y hacia la Escitia; Tadeo fue hacia el Este, donde probablemente encontró a Tomás, acompañándole un trecho 1. Tomás, impulsado por Dios, para cumplir con una promesa que Jesús había hecho al rey Abgar, de Edesa2, consistente en enviarle un mensajero para curarlo de una enfermedad, envió a san Judas Tadeo con una carta. Cuando Tadeo llegó hasta el rey, vio éste, junto al apóstol, el rostro luminoso de Jesús3, y se inclinó profundamente. Por medio de la imposición de sus manos sanó Tadeo al rey Abgar de la lepra. En esta tradición se basa la representación de san Judas Tadeo llevando en su pecho el medallón con el retrato de Cristo. Habiendo Tadeo sanado a Abgar por la palabra de Cristo dejó maravillados a todos los presentes por sus asombrosos milagros. De tal manera quedó la ciudad de Edesa consagrada al nombre de Cristo. Después de haber sanado y convertido a muchos en Edesa, Judas Tadeo se dirigió con su acompañante

De acuerdo con la leyenda, el rey Abgar recibió el Mandylion del apóstol Tadeo.4

Silas a través de los países que Jesús había visitado y llegó, atravesando Arabia, hasta Egipto. En este viaje pudo el apóstol bautizar a muchos en Kedar, Arabia, donde poblaciones enteras abrazaron la fe5.

San Judas Tadeo y san Bartolomé, fundadores del cristianismo en Armenia

San Judas Tadeo se dirige luego a la región del Cáucaso, donde la tradición armenia le atribuye junto a san Bartolomé, ser los primeros en predicar ahí el cristianismo. Ambos son considerados santos patrones de la Iglesia Apostólica Armenia puesto que ambos fundaron el cristianismo en Armenia6. Luego de estos viajes, san Judas Tadeo fue misionero por toda la Mesopotamia durante diez años.

decisión del Concilio a los cristianos de Antioquía, acompañando a Pablo se envió a Judas, “llamado Barsabás” y a Silas, con una carta que sería leída por ellos a la comunidad. Hay duda de que este personaje –Judas Barsabás– sea Tadeo, ya que si bien se sabe el nombre de cada apóstol, no existe una lista completa con los nombres de todos los 72 discípulos restantes. Sin embargo, el sobrenombre Barsabás (cuyo significado es: “hijo del Sabath”), fue utilizado muy escasamente en esa época y el otro caso en el que se utiliza es en el hermano de san Judas Tadeo, José el Justo, “llamado Barsabás”, cuando en el cenáculo los apóstoles eligieron entre Matías y José quién sustituiría a Judas el Iscariote. Asimismo, en distintas tradiciones ve-

El Concilio de los Apóstoles

Hacia el año 50, san Judas Tadeo participó en el Concilio de los Apóstoles en Jerusalén. El asunto que reunió a los apóstoles en Jerusalén para celebrar el Primer Concilio de los Apóstoles fue que algunos fariseos cristianos en Antioquía, donde radicaba Pablo, insistían en que se requería circuncidar a los cristianos que no eran de origen judío para lograr la salvación, es decir, que exigían respetar la Ley de Moisés al pie de la letra. Después de discutirlo, Pedro concluye que eso no era indispensable para los no judíos, puesto que Dios les había comunicado el Espíritu Santo a judíos y no judíos por igual, sin distinción alguna, purificando los corazones con la fe y la gracia. Para comunicar la

El Concilio de Jerusalén

mos a Silas que acompaña a Judas Tadeo en la evangelización de distintas regiones, por lo cual consideramos importante no dejar pasar la posibilidad de que el mensajero portador de la carta y que acompaña a san Pablo a Antioquía, sea precisamente san Judas Tadeo. De todas maneras, con toda seguridad san Judas Tadeo participó en el Concilio de los Apóstoles. Presencia Apostólica

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Crecimiento personal

El amor:

un estado de

conciencia Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez

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s impresionante ver cuando una fuerza tan poderosa como el amor se abarata y se empobrece. Pierde su grandeza y muchos le huyen porque lo consideran debilitante. Algunos piensan que el amor vuelve a la persona vulnerable y que la lleva a un empobrecimiento del carácter. Consi­dero que los que huyen al amor en realidad no quieren enfrentar su pobreza interna y temen no tener la fuerza para tratar con ese torrente de vida. Para otros el amor representa un gran anhelo, pero se sienten con pocos elementos para alcanzarlo. Por estas posturas el amor se ve muchas veces reducido a enamoramientos pasajeros, como una moda, que se acaban simplemente cuando se termina el entusiasmo adolescente. No importa la edad que se tenga, simplemente tocará buscar otro “amor” cuando a las primeras de cambio se viva alguna frustración y la relación nos esté exigiendo madurez. 8

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Es tan poca la consideración en que se tiene al amor que algunos a cualquiera le llaman “amor”, olvidando o ignorando el nombre de la persona que así llaman, quitando peso y respeto, tanto a la persona, como al amor mismo. El anhelo de amor puede infantilizar, cuando tiene un tinte de sentimentalismo que sólo pretende lograr una dicha pueril, sin ningún esfuerzo por parte del involucrado para transitar valientemente por la experiencia, dejándose transformar por el amor, desde su ser más auténtico, tocando el fondo del alma. Ni narcisismo ni masoquismo Muchas veces entramos a la experiencia del “amor” con una actitud narcisista en la que sólo jugamos con espejismos creados por nosotros mismos, sin estar dispuestos a ser transformados, ni a crecer ni a dar, como lo demanda el estado amoroso real. Esa postura consiste en creer que al otro le toca dar y entregar, pues está en la obliga-

ción de hacer feliz al enamorado demandante quien se encuentra en la misma actitud infantil de un bebé hacia su madre. Hay otras personas que, por el contrario, al enamorarse creen y se ponen en la actitud de que hay que darlo todo sin esperar nada a cambio, hasta el punto de llegar a sacrificios malsanos que encierran, en el fondo, un gran masoquismo y una falta de dignidad, olvidando que el amor no se puede dar sin ésta. Ya sea que se tenga una perspectiva del amor cargada de ideas de sometimiento o de posesividad, se trata de ideas patológicas, contrarias a la naturaleza del amor y que nos alejan de la vida. “Nueva” relación Existe la creencia de que cada nueva relación amorosa es una nueva oportunidad, como a veces trasmi­ ten con ingenua y buena voluntad amistades, cuentos y hasta relatos familiares. Pero puede ser que empezar con alguien nuevo sólo sea


Crecimiento personal novedad entre comillas, por tratarse de una persona con la que antes no habíamos tratado. En el fondo la relación no estaría siendo nueva, a menos que realmente estemos poniendo en juego lo que aprendimos y maduramos para pasar, ahora sí, a un nuevo ciclo. El hecho de tener un nuevo enamorado o enamorada no significa por sí mismo, que se tendrá una nueva y renovadora experiencia. Se trata, entonces, de qué tanto hemos entendido y aprendido de lo vivido, por lo que la nueva “oportunidad” es más bien un examen para ver si podemos pasar a otro tipo de relación o si seguimos siendo los mismos, simplemente ahora con distinta persona. Si no hemos cambiado lo que teníamos que cambiar, aunque estemos en una nueva relación, simplemente nos quedamos como el muerto: inertes y siendo exactamente los mismos. No se trata de cambiar de “amor” sino de cambiar uno mismo De manera que el amor no tiene que ver tanto con un estado emocional sino con un estado de conciencia. A mayor conciencia y mayor comprensión de lo experimentado y de los cambios profundos requeridos y logrados, mayor será entonces el contacto con nosotros mismos. La transformación que hayamos experimentado será la que nos llevará a vivir el nuevo amor de forma diferente. Para tener relaciones diferentes necesitamos ser nosotros mismos diferentes. Solamente así es posible vivir el amor con más plenitud, pues se aprende a fluir con la vida misma, la cual exige vivir en permanente cambio. Por eso quien está en el amor está en la vida, la cual siempre implica novedad. Sólo podemos saber lo que es el amor, amando. No se trata de un concepto que se vuelva comprensible sin la vivencia, por lo que

siempre se actualiza en la acción. El amor es una fuerza muy grande y profunda que trasciende el mero sentimiento y la moda. Atreverse a entrar al amor es permitir una gran transformación. Quién lo ha transitado verdaderamente nunca será el mismo y, necesariamente, se volverá un ser más humano. El amor y la vida A estas alturas, para comprender el amor necesitamos ver su relación con la vida. Para entender la vida tenemos que trascender el aspecto meramente biológico dónde queda circunscrita a lo orgánico solamente, empobreciéndose su visión y experiencia. No es que se pretenda en este breve espacio hacer todo un tratado sobre la vida, pues cuando se quiere comprender algo de ella, se escapa siempre a la cabeza, siendo su lugar natural el corazón. Al caminar por la vida, cuando tratamos de llegar a alguna conclusión sobre ella, nos encontramos con que ya cambió. Nuestro entendimiento siempre lleva un paso atrás con respecto a ella, hasta que comprendemos que la vida simplemente nos invita a ser lo que somos libremente. Cuando buscamos algo de la vida estamos en rumbo incorrecto para saber lo que es. Cuando no se busca nada de ella, simplemente se le ama y vive, entonces se fluye en su devenir, sus misterios se develan y se da el encuentro profundo con Dios. Pero Dios pide amarlo a Él y al prójimo, lo que relaciona vida y amor. Si no amamos y somos individualistas en las relaciones humanas nos empobrecemos y nos alejamos de la inmensidad de la vida, reflejada en la totalidad de la naturaleza, la cual siempre nos sobrepasa y al mismo tiempo nos incluye. Superar el engañoso encierro del individualismo nos permite comprender que las relaciones son caricias de la vida. Estamos

hablando entonces de que la vida y el amor son fuerzas que no tienen principio ni fin en nosotros mismos, sino que se extienden a los demás. De hecho, se trata de principios que abarcan al universo en su totalidad, el cual por todos lados nos trasciende y envuelve también. La vida es el impulso que mueve todo y que a nivel meramente fisiológico se entiende limitadamente cómo nacer, crecer, reproducirse y morir. El asunto es que la vida no se agota ni se limita a esto evidentemente. El amor nunca se encierra en sí mismo En el fondo, cada individuo es una forma en que la vida se manifiesta. Entenderemos la dignidad que tenemos si dimensionamos que cada uno somos representantes de la vida. Si recordamos que nuestros sentidos son limitados, veremos que captamos únicamente manifestaciones parciales de la realidad, y no la fuente y principio de ésta. Por eso es que la naturaleza es la vida misma y el amor en sí. Si recordamos que ambos están entretejidos en una unidad y principio fundante, entenderemos enton­ces que el que realmente vive está transitando por el amor, y que el que ama vive. El problema es cuando confundimos el amor o la vida con algunas visiones superficiales y efímeras que a veces nos son dictadas, cayendo entonces en pseudo-amores y pseudo-vidas. Esos “amores” en nuestra cultura ahogan la vida misma y llegan incluso a encerrar egoísmos asesinos. El que ama y vive nunca se encierra en sí mismo, siempre está abierto para los demás, pues esa es la naturale­za del amor, de la vida y de la libertad. El autor es licenciado en psicología y filosofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Terapeuta, catedrático universitario y conferencista. Presencia Apostólica

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Desarrollo humano

Inteligencia emocional Gylda Valadez Lazcano

¿

Por qué algunas personas parecen dotadas de algo especial que les permite vivir bien, independiente­ mente de lo inteligentes que parezcan? ¿Por qué algún estudiante que termina siendo exitoso en la vida no aparentaba ser el más inteligente? ¿Por qué algunas personas son tan capaces para enfrentar contratiempos, superar adversidades y ver las dificultades bajo una óptica distinta, hasta llegar a verlas incluso como una oportunidad? La respuesta a estas preguntas tiene que ver con la inteligencia emocional, que es un concepto relativamente nuevo. El término fue acuñado en 1990 por psicólogos norteamericanos y su mayor difusión se dio principalmente debido a la publicación del libro de Daniel Goleman, La inteligencia emocional, en el que presenta una teoría revolucionaria. 10

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La inteligencia emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones en el trabajo, o en cualquier otro ámbito, acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo y adoptar una actitud empática y social, que nos brindará mayores posibilidades de desarrollo personal. Según Goleman, es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. Estas habilidades configuran o construyen rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo que resultan indispensables para una adaptación social buena y creativa. Desde la perspectiva de la inteligencia emocional, los objetivos a reeducar como clave fundamental son los siguientes: Confianza. La sensación de controlar y dominar el propio cuerpo, la propia conducta y el propio mundo. Hay que fomentar en las personas la sensación de que se tienen muchas posibilidades de éxito en lo que se emprenda y de que los demás pueden ayudar en esa tarea. Curiosidad. También hay que valorar y promover la curiosidad que es la sensación de que el hecho de descubrir algo es positivo y placentero.

Intencionalidad. Es el deseo y la capacidad de lograr algo y de actuar en consecuencia. Esta habilidad está ligada a la sensación y a la capacidad de sentirse competente, de ser eficaz. Autocontrol. Es la capacidad de modular y controlar las propias acciones en una forma apropiada para cada edad; es una sensación de control interno. Relación. Es una habilidad muy importante; es la capacidad de rela­ cionarse con los demás, con base en el hecho de comprenderles y de ser comprendido por ellos. Capacidad de comunicar. Es el deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en los demás y el placer de relacionarse con ellos. Cooperación. Se basa en la capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás en las actividades grupales.

Coeficiente intelectual y coeficiente emocional

Todos sabemos que existen pruebas de inteligencia para conocer el coeficiente intelectual de una persona, sin embargo las habilidades intelectuales no son por sí mismas suficientes para afrontar los problemas de la vida. Es decir, un coeficiente intelectual elevado no es garantía de felicidad, prosperidad y plenitud; sirve para obtener buenas notas en la escuela,


Desarrollo humano pero para responder con eficiencia frente a las distintas situaciones que se presentan en la vida diaria se requiere algo más. Como complemento del coeficiente intelectual, Goleman introduce el concepto de coeficiente emocional. La inteligencia emocional incluye habilidades como la capacidad de auto motivarse, la perseverancia y el autocontrol. La etimología de la palabra emoción nos remite al movimiento. Las emociones son lo que nos mueve, nos llevan a entrar en acción. Esto es muy claro en los animales y en los niños; en los adultos no tanto, porque aprendemos a enmascarar nuestras emociones y a separar la emoción de la acción. Las emociones cumplen una función natural. Con el miedo, la sangre se retira del rostro (por eso palidecemos) y se dirige a los músculos de las piernas para facilitar una reacción de fuga ante el peligro. En la ira, la sangre fluye a las manos, aumenta el ritmo cardíaco y también aumenta el nivel de adrenalina, generando condiciones propicias para una acción enérgica. No obstante, no podemos estar totalmente a merced de nuestras emociones.

Importancia de aplicar la inteligencia emocional

Es importante educar las emociones, porque éstas no esperan; son tan rápidas que actúan antes de que la razón entienda y no la dejan ni pensar. Las emociones son imprecisas y altamente falibles. Su efecto disminuye en instantes, pero perduran como estado anímico. Si nos dejáramos llevar únicamente por nuestras emociones podríamos hacernos daño, golpear a alguien, tomar decisiones equivocadas, etc. La lógica del corazón tiene razones que la razón no entiende, y opera sin considerar el principio

de la causa y el efecto. Le importa más lo que percibe que lo que es, se centra en sí misma y tiene tal influencia que incluso hace que la mente racional racionalice, apoyándose en falsas razones. Pero la mente racional no tiene que ser esclava de las emociones, puede indicarnos cómo reaccionar, e incluso puede educar y hacer inteligente a la emoción. El primer paso para lograr esto es tomar conciencia de nuestras emociones. Cuando el reflejo emocional es comprendido y aceptado por la inteligencia cognitiva, se produce un pensamiento sistémico muy productivo que sintetiza una coherencia ecológica que preserva la armonía y hace viable el máximo rendimiento con el menor esfuerzo.

mas. Algo que sucede provoca nuestra furia, lo cual parece inevitable. Pero esa furia puede durar un minuto, una hora o toda una vida. Algo que acontece nos pone tristes, pero ¿cuánto tiempo haremos que dure esa tristeza? Capacidad de automotivación. Las emociones nos ponen en movimiento, así que desarrollar la capacidad de entusiasmarnos con lo que tenemos que hacer, para poder llevarlo a cabo de la mejor manera, aplacando otros impulsos que nos desviarían de la tarea a realizar, mejora el rendimiento en cualquier actividad que se emprenda. Empatía. Es el nombre que recibe la aptitud para reconocer las emociones en los demás. Proviene del griego empatheia, que

Las emociones son lo que nos mueve; nos llevan a entrar en acción. Conciencia de las propias emociones. Quien no se percata de sus emociones queda a merced de ellas. Identificar las propias emociones al evaluar situaciones pasadas implica una inteligencia emocional primaria o básica. En tanto que distinguir un sentimiento mientras está aconteciendo supone una inteligencia emocional más desarrollada. Manejo de las emociones. Se refiere a la capacidad de controlar los impulsos para adecuarlos a un objetivo. Habilidad que se puede entrenar, como lo hacen los actores que son capaces de generarse el estado emocional más apropiado para representar un papel. Aprender a crear un determinado estado emocional requiere una preparación y son palabras mayores. Podría ser un comienzo en el manejo de las emociones intentar controlar la duración de las mis-

significa algo así como “sentir dentro”, es decir, percibir lo que el otro siente, como se dice coloquialmente “ponerse en sus zapatos”. Los sentimientos no solo se expresan verbalmente, también lo hacen a través del tono de voz, de los gestos, de las miradas, etc. Hay que aprender a interpretar el lenguaje corporal de los demás, así tendremos una idea de cómo se sienten. Manejo de las relaciones. Así como un paso posterior a reconocer nuestras emociones consiste en aprender a controlarlas; del mismo modo, la empatía nos permitirá mejorar nuestras relaciones con los demás e influir positivamente en sus actitudes, tanto para el trabajo, como para la convivencia. La autora es psicoterapeuta corporal y terapeuta sistémica de pareja y familia. centro.ometeotl@gmail.com Presencia Apostólica

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Tanatología

“La mejor medicina es un ánimo gozoso.” Salomón

La pérdida de la salud, un duelo difícil de entender Ana Laura Rosas Bucio

L

os seres humanos damos por hecho muchas cosas… Fantaseamos con que siempre vamos a estar bien y sanos; creemos que no deberíamos tener problemas y, a veces, hasta pensamos que nunca vamos a morir. Cuando yo era niña, algún día escuché a los adultos prometer que siempre iban a estar con noso­tros y, aunque fue cierto durante muchos años, terminó siendo una mentira… Algunas de esas personas ya ni están. Si bien es cierto que los seres humanos tenemos muchos momentos de salud y de bienestar, en otros podemos estar enfermos. Salud y enfermedad son parte de la vida que algún día terminará en muerte. La enfermedad es una alteración perjudicial del estado de salud que tiene como consecuencia la desarmonización de un sistema a cualquier nivel. Algunas enfermedades tienen curación, como una gripe o una infección en el estómago; otras tienen control, como la diabetes o la hipertensión arterial, y otras, dependiendo del momento en que se diagnostiquen, quizá ya no tienen cura y pueden llevarnos a la muerte. Pero la intención de este artículo no es hablar de las enfermedades, sino de las consecuencias emocio12

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nales que implica estar padeciéndolas, del proceso emocional que implica perder nuestra salud, principalmente cuando padecemos enfermedades crónico-degenerativas o enfermedades graves. Empecemos hablando de lo que es un enfermo. Un enfermo es un ser humano que padece una enfermedad y el rol de enfermo es la posición que asume una persona cuando se siente enferma. No todos reaccionamos de la misma manera ante la presencia de una enfermedad.

Cuando nos enfermamos todos los aspectos de nuestra vida se alteran

Dicen que cuando una persona se enferma lo hace de manera integral, no es en partes, todos los componentes del ser humano quedan alterados y cada uno de ellos demanda sus propias necesidades. Si la enfermedad que tengo no me deja respirar adecuadamente y me genera dolor físico, esos serán los síntomas de la enfermedad, pero también al mismo tiempo la enfermedad genera síntomas emocionales o psicológicos como miedo, enojo y depresión; así como necesidades espirituales como la necesidad de paz interior, sentimientos de culpa etc. La enfermedad genera también de-

mandas sociales como la necesidad de no estar solo/a y de que la gente tenga consideración hacia mí, como persona enferma. ¿Vemos como no sólo es el cuerpo lo que se enferma? Todo lo demás también se altera. La experiencia de la enfermedad es un proceso que no sólo implica que nuestro estado de salud se vea alterado, empezamos por experimentar las dolencias físicas, nos sentimos mal, asumimos el papel de enfermos y buscamos apoyo médico para conocer qué tenemos y cuál es el método de “curación” para esas dolencias. Seguimos el tratamiento y, según la enfermedad de que se trate, entramos a una fase en donde tiene lugar la recuperación, la rehabilitación o la aceptación del estado de la enfermedad en caso de que esta sea crónica o terminal. Pero muchas veces el tratamiento no cubre todas las otras demandas que tenemos. El estar enfermos parece dejarnos con muy pocas cosas que elegir. No escogimos esta situación, no nos preguntaron si nos parecía justo y tampoco nos dan respuestas abso­lutas y definitivas sobre nuestra vida o sobre nuestra muerte. La sensación podría ser como la de ir a la deriva. Y ante esto podríamos tener la opción de resignarnos, quedándonos con los brazos cruzados, dentro de una situación en la que todo nos es impuesto: medicamentos, citas, horarios y condiciones.

Las etapas del duelo por enfermedad

Elizabeth Kubler Ross afirma que al perder nuestra salud, especialmente cuando padecemos una enfermedad que en algún momento terminará con nuestra vida, es normal entrar en un momento de negación, en el que nos cuesta mucho trabajo reconocer lo que nos está sucediendo. Nos resistimos a aceptar que sea verdad lo que el médico nos dijo. Después, al empezar a darnos cuenta de que


Tanatología puede ser verdad, el enojo y la ira, son las emociones que vamos a sentir: “No es justo que esto me esté pasando a mí.” En esta etapa comenzamos a negociar con la ciencia médica y en algunas ocasiones con Dios para que nos cure. Al ver que continuamos enfermos, lo que sigue –dice la Dra. Kubler-Ross– es que entremos en una fase de depresión, que nos dejemos vencer e invadir por una tristeza muy profunda, para terminar entrando a la etapa de aceptación de lo que nos está pasando. Estamos enfermos y sólo nos queda aceptar esa realidad.

Aceptación no es resignación

Sin embargo, considero importante diferenciar entre aceptación y resignación. La aceptación es una postura de brazos abiertos, en la que se reconoce lo que se tiene con una actitud abierta para hacer lo que se tenga que hacer. La aceptación es activa; la resignación es pasiva. La aceptación nos lleva a ser corresponsables en nuestro proceso de curación, en el cuidado que debemos tener ante nuestra enfermedad. Resignación implica dejarnos vencer por la situación y dejar de luchar. Nada nos confronta más con el verdadero significado de la vida que la sola posibilidad de perderla, y ver que nuestra salud se está debilitando con una enfermedad crónica puede entristecernos o deprimirnos y llevarnos a dejar de vivir con responsabilidad. Cuántas veces hemos escuchado: “¿Ya para qué cuidarme… o tomarme la medicina, para qué aceptar el tratamiento o intervención médica? ¡De todas maneras me voy a morir!” O peor aún: “Decidan ustedes, de todas maneras ya no hay nada que se pueda hacer para curarme…” y esto nos quita el papel protagónico que debemos tener ante nuestra propia vida. Esta actitud significa que nos dejamos vencer por la enfermedad.

Participar activamente Diagnóstico no es sentencia ni conlleva una condena. Mirarnos como seres pasivos ante la enfermedad, dejar que únicamente los médicos y los medicamentos sean los que nos curen o nos controlen no nos ayuda. Aunque no lo parezca, pode­ mos tener una participación activa en cualquier tratamiento médico o procedimiento quirúrgico. Por ejemplo son de mucha ayuda una preparación mental previa, tranquilidad y una actitud positiva. Hay actitudes que hacen una gran diferencia como tener esperanza y confianza, alimentarnos bien y dormir lo mejor que podamos. Mantener tranquila nuestra mente favorece a nuestra presión arterial y al buen funcionamiento de todos los sistemas de nuestro cuerpo. Si me toca estar en el rol de enfermo/a puedo hacer mucho, aunque parezca que no hago nada. Puedo esforzarme por dominar mis miedos y nerviosismo, llenarme de pensamientos que me relajen y me inyecten ganas de vivir. Esta actitud nos ayudará a conseguir una más rápida recuperación y con menores complicaciones.

Mantener una actitud positiva y tomar decisiones

Muchas personas sanan al considerar que aún tienen mucho por qué vivir, y otras viven mucho más de lo que los pronósticos médicos afirmaban, cuando sienten que les quedan metas por alcanzar. Temer a la muerte es normal, temer a la enfermedad y al dolor también lo es, pero si dejamos que este temor nos invada, se puede precipitar la aparición, el desarrollo y la complicación de la enfermedad. La enfermedad no necesariamen­ te nos va a llevar a la muerte de inmediato. Pero sí se lleva rápidamente algo que para nosotros es muy valioso, pero que penosamente, a veces lo valoramos hasta que lo vemos perdido: nuestra salud. El proceso de

aceptación implica darle la bienvenida a la vida a mi ser humano enfermo, pero aun cuando esté enfermo tiene muchas cosas que seguir haciendo, tiene que seguir conociendo, aprendiendo, logrando, gozando. A veces las enfermedades lastiman por dentro nuestro cuerpo, aunque por fuera nos seguimos viendo más o menos sanos. Esto a veces implica hacer un duelo por algo que no se nota tanto. Por ejemplo: Un diabético no se ve enfermo por fuera, pero por dentro todo su cuerpo está siendo alterado por la enfermedad. Aceptar al enfermo, no significa rendirnos ante la enfermedad, implica asumir una actitud responsable ante uno mismo como una persona enferma y decidir activamente qué queremos para nosotros mismos en la situación en la que estamos. Una aceptación positiva de la enfermedad implica aprender de los errores que cometimos, tener fe y esperanza, ser optimista, disfrutar de lo que hacemos y de lo que tenemos. Tener objetivos y aspiraciones es nuestro reto en la vida que nos queda y no podemos permitir que ninguna enfermedad nos robe eso: Ya nos robó la salud, ¡no dejemos que se lleve más! Por último hay que recordar que “si podemos curar, curemos; si no lo podemos hacer, aliviemos las dolencias y si no se puede, solicitemos consuelo y acompañamiento.” Y cierro diciéndole a los familiares de enfermos que acompañar significa estrechar la mano para sentir el dolor ajeno y compartir los buenos y los malos ratos. Ofrecer la totalidad de nuestro tiempo a alguien que tiene el tiempo limitado, implica trascender lo humano para acercarse a lo divino. La autora es psicóloga clínica, experta en intervención en crisis, tanatóloga, logoterapeuta y conferencista. Directora académica del Instituto de Formación y Atención en Psicología IFAPS. lrosasb@hotmail.com Presencia Apostólica

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Ilustración: Leticia Asprón

Historia para meditar

El monje y el zorro

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Enrique A. Eguiarte, OAR

n día un abad envió al fraile más inocente a trabajar en la viña de su monasterio. El fraile se encontró con un zorro que estaba comiéndose las uvas de una parra. El zorro iba a huir. No obstante, al ver que se trataba del fraile más inocente del monasterio, pensó engañarlo y siguió comiendo tranquilamente. El fraile, sorprendido, le dijo: —¿Usted quién es y qué hace aquí en el monasterio? A lo que el zorro respondió: —Soy un monje de la abadía vecina de Clairmont y mi abad me dio órdenes de venir a probar sus uvas, pues desea comprarles vino. El monje le dijo: —¡Oh, hermano, disculpa! Yo también he sido enviado por mi abad para cuidar la viña. Sigue cumpliendo con tu misión. El zorro se quedó comiéndose las mejores uvas de la viña con toda tranquilidad y una vez que se sació, se marchó. El monje estuvo escardando la viña, hasta el atardecer, cuando sonó la campana que llamaba a la oración. A esa misma hora, el zorro se encontró en el bosque con un tordo negro y gordo, quien le dijo: —Así que, señor zorro, al terminar el verano, usted pasa mucha hambre. El zorro le dijo: 14

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—No amigo tordo. Gracias a Dios puedo saciar mi hambre todos los días. El tordo le dijo: Pero si he sabido que ahora en la granja encierran a todas las gallinas y que los zorros pasan una gran necesidad. —Oh, amigo tordo –le dijo el zorro–, eso les sucederá a los que no sepan adaptarse al ritmo de las estaciones... Y, despidiéndose del tordo, el zorro se marchó, satisfecho por no haber revelado su secreto. Pero como el mismo tordo estaba pasando mucha hambre, decidió espiar al zorro, pues sabía que con su astucia habría buscado donde saciarse sin trabajar y él quería hacer lo mismo. Así, el tordo comenzó a seguirlo a escondidas. Antes del amanecer, el zorro salió de su madriguera y el tordo, guardando una prudencial distancia, lo fue siguiendo hasta la huerta del monasterio, pensando que los monjes lo echarían a garrotazos, como a otros animales que habían querido comerse sus uvas. Así que lo estuvo observando, y vio cómo comenzaba a comerse con tranquilidad las uvas. Cuando el tordo pensaba también ponerse a comer, vio que se acercaba un monje con una azada al hombro y se escondió, esperando presenciar una paliza. Pero, para su sorpresa, el monje se puso a conversar con el zorro: —¡Hermano monje, buenos días!, ¿qué haces hoy aquí? A lo que el zorro le respondió con tranquilidad: —Querido hermano, mi abad me ha vuelto a mandar, pues quería estar seguro de que el vino de estas uvas sea excelente. —Oh, comprendo –dijo el monje simple–, tu abad quiere estar seguro de que no te has engañado a ti mismo. Pues bien, obedece sus órdenes. Y con su azada al hombro el monje se marchó a seguir escardando la viña, mientras el zorro se quedaba comiendo las deliciosas uvas. El tordo, por su parte, decidió aprovechar, él también, la simplicidad del monje y se puso a comer uvas. Cuando el monje lo vio corrió hacia él. El tordo le dijo: —Oh, hermano, buenos días, me da gusto saludarte. El monje le dijo: —A mí también me da gusto saludarte, pero, ¿quién eres? —Oh –dijo con voz digna y sentida el tordo–, soy un monje del monasterio de Clairmont, y el abad me ha enviado a probar sus uvas, ya que desea comprar casi toda su producción. Es verdad que ayer el abad envió a otro de los hermanos, no sé si lo viste. —¡Claro que lo vi, el hermano zorro!– dijo el monje simple.


Historia para meditar —Pues bien –dijo el tordo–, el abad no se fía del juicio del hermano zorro, pues en ocasiones es exagerado, y por eso me ha enviado a mí. —Pero si hace un momento he visto al hermano zorro– dijo el monje simple. —¡No me digas hermano! –dijo el tordo–, de seguro habrá venido sin el consentimiento del abad. Si lo ves, no le permitas comer uva, pues el abad ya no se fía de su juicio. —Ya me parecía a mí que el hermano zorro esta mañana tenía algo raro– dijo el fraile simple y se fue a buscar al zorro, sin saber que éste había escuchado la conversación y había salido de la huerta. El tordo, por su parte, comió las últimas uvas que le cupieron en el estómago y se fue cuando el sol ya se ponía y sonaba la campana conventual. Lo que el tordo no sabía es que el zorro había urdido un plan para vengarse y para seguir comiendo el fruto de la viña, antes de que llegara la vendimia. A la mañana siguiente el tordo se encaminó a saciar su hambre. El monje simple que estaba ya en la huerta con su azada, al verlo le dijo: —Hola, hermano tordo. ¿Qué haces por aquí? —Pues ya ves, hermano monje, de nuevo el abad me ha enviado, pues le he dicho que la uva era excelente, pero él quiso que me cerciorara de si lo era en toda la viña o sólo en donde yo había comido. Al monje le pareció razonable la respuesta y le dijo: —Adelante, hermano tordo, cumple con esas órdenes y llévale noticias a tu abad. Y sin más el monje se puso a trabajar. En tanto, se acercó el zorro, quien se había vendado como si hubiera recibido una paliza. El monje con sorpresa le dijo: —Hermano zorro, ¿qué te ha pasado? El zorro, con voz lastimera y cojeando, le dijo: —Querido hermano monje, ayer fui asaltado por un grupo de tordos que se hacen pasar por monjes de Clairmont y me dieron una paliza. Yo se lo dije a mi abad, pero él me dijo que volviera, pues debía terminar este trabajo. Así que aquí estoy, dispuesto a cumplir mi misión, aunque al regresar al monasterio los tordos me vuelvan a dar una paliza. Dicho esto dejó salir de sus ojos algunas lágrimas. El monje simple, emocionado por las palabras del zorro y particularmente por su estado tan deplorable, le dijo compasivo: —Hermano zorro, cumple tu misión y llévale noticias a tu abad. Yo hablaré con ese tordo embustero. Y dicho esto dejó al zorro comiendo uvas y él se fue a buscar al tordo gritando: —¡Hermano tordo, falso monje, golpeador de zorros!, ¿dónde estás?

Cuando el tordo oyó esto se marchó y el monje simple no lo pudo encontrar. El monje simple se quedó pensando que estaba sucediendo algo extraño. Por ello, al final del día, decidió hablar con el abad. Así, terminado el rezo coral, el monje simple se acercó al abad, que era un respetable anciano de luenga barba y más larga sabiduría y le expuso el caso. El abad se sentó y, mientras consideraba el caso, se mesaba su larga barba. De pronto sus ojos azules se encendieron y le dijo: —Ven conmigo. Y sin más se dirigió a su celda. En ella le dio al monje simple un objeto y le dijo lo que tenía que hacer. Al despuntar el alba del siguiente día, el monje simple se dirigió a la viña. Ahí se encontró con el tordo, quien venía acompañado por otros dos tordos. Después del saludo acostumbrado, el tordo le dijo: —Hermano monje, hoy hemos venido en comunidad para denunciar a un falso monje, el zorro, quien nos ha acusado de haberlo apaleado, siendo que quien realmente nos ha amenazado es él, y nosotros sólo cumplimos las órdenes de nuestro abad. Los otros tordos asintieron a estas palabras. El monje guardó silencio y buscó al zorro que estaba un poco más allá, todavía con sus vendajes, y claro, comiendo uvas. El monje se le acercó y el zorro, después de saludar al monje simple le dijo: —Hermano monje, ayer cuando regresaba al monasterio, de nuevo los tordos me golpearon, pero el abad me ha pedido que regresara, pues desea saber si las uvas tienen semilla. Fue entonces que el monje puso en práctica lo que el abad le había dicho. Metió la mano al bolsillo de su hábito y sacó de él un muñeco de guiñol que representaba a un abad. Y, llamando a los tordos y al zorro, quien vino cojeando, les mostró el muñeco y les dijo: —¡Aquí está el abad de Clairmont y les manda que regresen a su monasterio, pues hay mucho trabajo que hacer! El zorro y los tordos abrieron los ojos grandemente y luego se echaron a reír, y el zorro dijo: —Vamos hermano, no pensarás que vamos a creer que éste es el abad de Clairmont. A esto el monje les respondió: —Pues si ustedes no creen que éste es el abad de Clairmont, yo tampoco creo que ustedes sean monjes. Al saberse descubiertos, el zorro y los tordos salieron huyendo, temerosos de que el monje usara su azada. El monje por su parte aprendió una lección: Todos amamos la verdad cuando no queremos que nos engañen, pero en el mundo hay muchos que quieren en­gañar a los demás… Presencia Apostólica

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k Fe y vida

FE Y VIDA EN 2013 Enrique Marroquín, CMF

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uestra sección FE Y VIDA cobra relevan­ cia en este Año de la Fe. La fe no se redu­ ce a unos cuantos dogmas o verdades en las que “tenemos que creer aunque no las comprendamos”. La entendemos como un confiarnos en Jesús y en su Evangelio, arriesgándonos a vivir conforme a Él y sus ense­ ñanzas, aunque esto implique re­ nuncias y riesgos. Sabemos que el Espíritu Santo está actuando en la historia, pero que también actúa el espíritu del anticristo, presentando obstáculos a la construcción del 16

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Reino de Dios, tal como nos lo en­ señó Jesucristo. No creemos en un Dios “titiritero” que mueve los hilos arbitrariamente, repartiendo bienes o desgracias como y cuan­ do se le ocurra. Si así fuera, la natu­ raleza sería un caos, ya que prácti­ camente no habría leyes naturales, sino que éstas se suspenderían ante la voluntad de cualquier devo­ to que supiese cómo “conmover” a Dios. Los sufrimientos humanos se deben a la condición mortal de todo ser vivo (que enferma y muere), a fuerzas incomprensibles deno­ minadas “azar” y a la interacción entre seres humanos proclives al

egoísmo, la ambición, el poder de dominación, etc. Esto supone la li­ bertad humana, a la que Dios res­ peta a pesar de todo. Es posible, sin embargo, que nosotros po­ damos hacer algo para disminuir muchos sufrimientos en el mundo. Esto es justamente lo que quiere nuestro Padre Dios, y el medio para ello fue la propuesta del “Rei­ no de Dios” que hizo Jesús, primer proyecto en la historia a nivel glo­ bal. Su objetivo, hacer de todo el mundo una única familia, que ten­ ga como Padre a Dios, y por tanto, que todos vivamos como herma­ nos, en la justicia, la paz, la vida, la libertad, la verdad… Teniendo lo anterior como premi­ sa, habría que discernir lo que nos toca hacer en estos momentos. Se ha ido cobrando conciencia de que el mundo entero está sometido a un pequeño grupo de poderosos, a modo de un neocolonialismo planetario, que aparte de mante­ ner en los límites de sobrevivencia a amplias capas de la población mundial, está agotando irrespon­ sablemente los recursos natura­ les, contaminando la naturaleza, y está sostenido por un sistema de comunicación manipulable y por el poderío militar. 1 Comienza el año 2013 en los inicios del nuevo sexenio, oportunidad para corre­ gir rumbos inadecuados y hacer avanzar al país hacia estructuras más equitativas y pacíficas. Es to­ davía demasiado prematuro aven­ turar diagnósticos. Los analistas conceden a los nuevos gobernan­ tes los clásicos primeros 100 días. Sabemos, por otra parte, que la suerte del país no depende sólo de un hombre, ni siquiera de un solo partido: cualquier gobierno se en­ cuentra con varias fuerzas que tie­


ne que equilibrar con pesos y contra­ pesos (no olvidemos, por ejemplo, a los llamados “poderes fácticos”, que no son elegidos). Lamentablemente, México tiene una arraigada cultura de corrupción, de beneficiar a los privilegiados, así como un poderoso crimen organizado. El gran desafío es mejorar la suerte de los pobres, que constituyen un 70% de la pobla­ ción, entre la cual, un 20% vive en extrema pobreza. Ya hemos ido cobrando concien­ cia de que la fe cristiana es insepa­ rable de la caridad. Pero no bastan las buenas obras a nivel individual, sino que se requiere de la dimensión social de dicha virtud, es decir, de ac­ ciones dirigidas a transformar estruc­ turas injustas y opresivas que dañan a las personas más vulnera­bles. Esto no lo podemos hacer los ciudadanos cada uno por su lado. Se requiere de organizaciones, movimientos cí­ vicos, asociaciones civiles, partidos políticos, ONG’s, sindicatos, etc. La Iglesia impulsa a los laicos a partici­ par en estas tareas con prudencia y sentido crítico; pero también con au­ dacia; aunque muchos de estos mo­ vimientos no sean exclusivamente de cristianos, apuntan hacia los ideales de Jesús. Hay en el mundo mucha gente que trabaja en esto, y la faci­ lidad de conectarnos con ellos va siendo más fácil con las tecnologías comunicativas actuales. De cualquier forma, luchando por un mundo más justo, más pacífico y más ecológico es como iremos construyendo en la historia el ideal de Jesús –el Reino de Dios–, para cuyo advenimiento rezamos todos los días en el Padre Nuestro. Ojalá que al comenzar el año nuevo, entre nuestros propósi­ tos, hagamos alguno en este sentido: si todos pusiéramos nuestro granito de arena en la dirección correcta, podríamos tener un mundo mejor.

Cuidemos nuestro mundo en todos los aspectos.

Estados Unidos mantiene en el mundo unas 1,500 bases militares pequeñas (las “nenúfares”, esas plantas acuáticas que sirven de base a las ranas para cazar sus presas), con intervenciones armadas en 75 países.

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Reflexiones que viajan por la web

Un nuevo tiempo

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uizás dé lo mismo si se trata de un año “nuevo” Nada puede ser realmente nuevo si uno lo vive desde viejas actitudes. Por eso hay que desearnos que no se nos vaya nuestro tiempo de vida en asuntos que realmente no valgan la pena. Nadie vino a este mundo a encerrarse en un lugar seguro ni a lograr la aprobación de los demás ni a matar el tiempo. El tiempo es algo precioso, un recurso no renovable. Que miremos hacia atrás sólo para cerrar los asuntos pendientes. El único modo en que el pasado puede realmente pasar es decir lo largamente callado; hacerse cargo de los errores y pedir disculpas; reconocer lo recibido y dar las gracias; comprender lo no comprendido; dejar ir lo que ya no es. Cerrar lo inconcluso es comenzar a hacer espacio para lo nuevo. Que sepamos pedir ayuda cuando la necesitemos para poder volver a pararnos sobre nuestros propios pies. Que sepamos ayudar a quien lo necesite sin perdernos en el otro, sin invadir ni manipular, sin generar dependencia y sin forcejear para que nadie cambie lo que no está dispuesto a cambiar. Que permanezcamos abiertos a encontrar verdaderos compañeros de camino, afines a nuestra más íntima esencia. Que seamos parte de aquellos que, más que un año nuevo, celebran cada día nuevo, intensamente vivos. Autor desconocido

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Los 50 años del Concilio Vaticano II

El Concilio Vaticano II cumple sus bodas de oro Ernesto Bañuelos C.

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oma, 8 de diciembre (1965).– ¡Ha terminado el Concilio! ¿Continuará? ¿Dónde principia verdaderamente? Había una multitud dominguera reunida en la plaza de San Pedro en la mañana del 8 de diciembre; al aire libre iba a celebrarse la gran ceremonia final del Vaticano II, en la fiesta de la Inmaculada Concepción… Se temía que lloviera, pero el tiempo fue bueno… Por consiguiente, el Concilio había cerrado la obra que se había propuesto… Y dio principio la última ceremonia del Concilio. Primero hubo una procesión de todos los Padres presidida por el Papa… Al finalizar la misa, el Papa dirigió breves mensajes a diversas categorías de hombres de hoy: a los intelectuales, a los gobernantes, a los hombres del pensamiento y de la ciencia, a los artistas, a las mujeres, a los trabajadores, a los jóvenes, a los que sufren. (Tomado de Informaciones Católicas Internacionales, n. 254, 22 de diciembre de 1965.) A las mujeres Hermoso fue el pensamiento del Papa a las mujeres: La Iglesia se enorgullece de haber magnificado y liberado a la mujer, de haber hecho resplandecer su igualdad con el hombre. A ustedes mujeres se ha confiado la vida, a ustedes les toca salvar la paz del mundo. ¿Sólo quedan recuerdos? Cuánta alegría en nuestros corazones, en donde ardía el entusiasmo. El Papa Bueno, Juan XXIII, nos había abierto las ventanas de la Iglesia para que soplaran nuevos vientos en nuestras comunidades y estábamos ansiosos de ver cómo se abrían las flores de esta nueva primavera de la Iglesia. A 50 años de clausurado el Concilio es triste que aún existan quienes piensen que el Concilio solamente fue para que se dijera en español la santa misa y para que se reunieran más de 2,000 obispos del mundo alrededor del Papa. Peticiones de una Carta Antes de despedirse de aquella asamblea en que el

Espíritu Santo había derramado sus dones en abundancia, varios obispos discretamente entregaron a todos los Padres de la asamblea conciliar una carta hermosa apelando a que todos se comprometieran a vivir con sencillez en medio de sus fieles, a renunciar a las apariencias y a la realidad de cualquier forma de riqueza o de poder; a que renunciaran a conceder cualquier privilegio, cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos, para que se ocuparan, particularmente, de defender a los pobres; para que colaboraran humildemente a las obras públicas de justicia social; para que realizaran la colegialidad por la ayuda práctica de los episcopados ricos a los episcopados pobres; para que consideraran, en todas las cosas, su ministerio como un servicio, y para que dieran a conocer a sus diocesanos las decisiones que adoptarían respecto a estos compromisos. Lo que dijo Pablo VI El Santo Padre dijo en la clausura: “…El Concilio se ha ocupado… en reflexionar sobre la Iglesia, para conocerse mejor, para definirse mejor… Los documentos conciliares… muestran cuán límpida, fresca y rica es la vida espiritual que el contacto vital con Dios hace surgir en el seno de la Iglesia y extenderse desde la Iglesia, sobre el árido suelo de nuestra tierra… Nuestro Concilio siempre estuvo vivamente interesado en el estudio del mundo moderno. Tal vez nunca, como en esta ocasión, la Iglesia ha experimentado la necesidad de conocer, de acercarse, de comprender, de penetrar, de servir, de evangelizar a la sociedad que la rodea, de atraparla y, por así decirlo, de perseguirla en sus rápidas y continuas transformaciones…” Falta mucho por hacer. Debemos ser claros y valientes en aceptarlo. En primer lugar debemos dejarnos evangelizar totalmente. Y nada como estudiar o volver a estudiar los documentos del Concilio Vaticano II. ebanuelosc@gmail.com Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción

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Palabra enero-febrero

Enero

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La Epifanía del Señor Mt 2,1-12 Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo.” Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel.” Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo.” Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. La palabra Epifanía viene del griego y significa “manifestación”. Esta fiesta se celebra doce días después de la Navidad. La luz de la estrella de Belén ilumina como lo 20

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hace la manifestación de Cristo al mundo. Es una luz visible para todo el mundo, pero es una decisión personal dejarse guiar e iluminar por ella. Cristo, luz del mundo, nos invita a seguirle, como los magos, y a entregarle generosamente no ya oro, incienso y mirra, sino nuestras mismas personas con todo lo que somos, tenemos y podemos, recordando que todo lo hemos recibido de Dios. Que Jesús, niño, que se manifiesta a todo el mundo, porque ha venido a salvar a toda la humanidad, mueva nuestros corazones para continuar su misión de justicia, verdad, amor y paz.


De la Palabra a la acción

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(…) Como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.” Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco.” Jesús es bautizado “entre la gente”, sin buscar privilegios. Él viene a promover con su actitud la justi-

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Domingo Jn 2,1-11

(…) Hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino.” Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga.” Habían allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas.” Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al encargado de la fiesta.” Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían,

Ilustraciones: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Bautismo del Señor Lc 3,15-16.21-22

cia y la paz esenciales para el Reino de Dios. Al pedir el bautismo sin necesitarlo, pues Jesús se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado, se solidariza con la humanidad y nos invita a tener una actitud de humildad en nuestras vidas. La mejor manera de mostrar nuestra fe es a través de las obras, las acciones de cada día, que inspiradas por el Espíritu Santo que recibimos en nuestro bautismo, nos hacen convertirnos en verdaderos discípulos misioneros del Reino por el que se encarnó, vivió, murió

y resucitó nuestro Señor. Que la solidaridad sea un valor constante en nuestra vida cotidiana como nos enseñó con su propia vida el Maestro.

llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora.” Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Es muy significativo que este primer signo realizado por Jesús en las bodas de Caná haya tenido la finalidad de resguardar la alegría de la comunidad en un evento significativo. Jesús realiza esta acción a instancias de su madre, quien, ante los problemas de los otros, no se cruza de brazos e insiste en ayudar. En María, verdadero prototipo de los discípulos del Señor, encontramos el modelo de seguimiento. María escuchó siempre con disponibilidad la palabra de Dios, la meditó en su corazón y la puso en práctica cumpliendo la voluntad de Dios y sirviendo con sencillez al prójimo, sobre todo al más necesitado. Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción

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Domingo Lc 1,1-4;4,14-21

(…) (Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró él pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga

Febrero Domingo Lc 4,21-30

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(…) Después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oír.” Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?” Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’ y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm.” Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas, en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria.” Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, 22

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estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.” Jesús reafirma la profecía de Isaías de que la razón de ser de su misión es ser buena noticia para los pobres y libertad para los oprimidos. Esa es la esencia del programa de Jesús, para eso lo ha ungido el Señor, y no es posible ser cristiano y no compartir esos objetivos, por difíciles que nos parezcan. Para entender este anuncio debemos recordar las expectativas del pueblo humilde que había constatado el fracaso de los reyes de Judá e Israel en su misión de paz y justicia. Por eso los pobres esperaban el reinado de Dios, y esperaban con ansias el reinado de su Ungido o Mesías y esto se cumple plenamente en Jesús. En esta actividad Jesús asocia a sus apóstoles y a nosotros, sus nuevos discípulos, para ser germen y signo del Reino de Dios en este mundo.

para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de ahí. Jesús, como todos los profetas, fue incomprendido y sufrió la oposición y el rechazo de quienes le rodeaban. La razón principal de ese rechazo es porque pide la conversión como nuestra respuesta radical al Reino. Nuestra conversión no puede quedar sólo en la interioridad de nuestro ser, sino que debe manifestarse en la vivencia personal y comunitaria, en la orientación que damos a nuestra vida, en las actitudes que tomamos hacia Dios y hacia nuestros hermanos, en los criterios y valores que rigen nuestra conducta. De esta respuesta radical que es la conversión se desprenden muchas actitudes concretas como son: escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios, seguir el camino trazado por Jesús, renunciando a aquellos privilegios que dañan a los demás o nos alejan de ellos, y no querer escuchar sólo lo que conviene a nuestros intereses.

¿Por qué será que el mensaje de Jesús resultaba en su tiempo tan incómodo?

¿Nos sucede lo mismo ahora?


De la Palabra a la acción

Febrero Domingo Lc 5,1-11

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(…) Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar.” Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes.” Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.” Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron. Jesús nos enseña a confiar y a perseverar en nuestro esfuerzo, aun cuando las circunstancias sean desfavorables. Él cree en el ser humano a pesar de nuestras limitaciones y ambigüedades. Él desea que nosotros colaboremos desde nuestras posibilidades que pueden crecer con la gracia de Dios en nuestra vida, como le sucedió a Pedro. Esta acción llena de la gracia de Dios necesita dos respuestas de nuestra parte: la primera es no tener miedo, pues es el primer enemigo contra la fe y nos impide dar la segunda respuesta que es el seguimiento. Muchos, a causa del miedo a “soltar sus redes”, sus pequeñas seguridades, se quedan en el camino y dejan pasar la oportunidad de crecer y de dar fruto abundante en sus vidas. Muchos a causa de sus “barcas”, sus propiedades, no son capaces de seguir al Maestro y obtener así una vida de libertad y alegría plenas.

Febrero

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Miércoles de Ceniza Mt 6,1-6.16-18

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando des limosna que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.” Iniciamos la Cuaresma con esta lectura que nos habla de cómo tener una auténtica espiritualidad. Queda claro que las acciones de nuestra vida espiritual no son para darle gusto a nadie ni para aparentar lo que no somos, sino para tener una auténtica comunicación con nuestro padre Dios, quien “ve lo secreto”. Aprovechemos este “tiempo oportuno” para renovar nuestro espíritu, recuperar la gracia perdida y establecer una amistad profunda con Dios: buscando más tiempo y espacio para estar con Él –oración–, encontrándonos con nuestros hermanos, a través de nuestra solidaridad con ellos –limosna–, y encontrándonos a nosotros mismos, resistiendo aquellos impulsos que nos impiden tener paz interior y, por último, absteniéndonos de aquello que nos lastima –ayuno–. Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción

Febrero

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1er Domingo de Cuaresma Lc 4,1-13 (…) Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y conducido por el mismo Espíritu, se internó en el desierto, donde permaneció durante cuarenta días y fue tentado por el demonio. No comió nada en aquellos días, y cuando se completaron sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.” Jesús le contestó: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre.” Después lo llevó el diablo a un monte elevado y en un instante le hizo ver todos los reinos de la tierra y le dijo: “A mí me ha sido entregado todo el poder y la gloria de estos reinos, y yo los doy a quien quiero. Todo esto será tuyo, si te arrodillas y me adoras.” Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios y a él sólo servirás.” Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, arrójate desde aquí porque está escrito: Los ángeles del Señor tienen órdenes de cuidarte y de sostenerte en sus manos, para que tus pies no tropiecen con las piedras.” Pero Jesús le respondió: También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios.” Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta que llegara la hora. Como todos nosotros, Jesús tuvo que elegir entre diferentes opciones en su vida. Las elecciones que él hizo fueron siempre de acuerdo con los valores del Reino de Dios. Esto le permitió vencer las tenta­ciones que se le presentaron en su vida y que se nos presentan a nosotros en todo momento. Estas tentaciones las podemos resumir en tres tipos: La tentación del placer que nos hace buscar satisfacer nuestros gustos y deseos de manera egoísta y olvidando a nuestro prójimo o, peor aún, utilizándolo y dañándolo. La tentación del poder, por la que buscamos obtener autoridad a cualquier precio, no para servir sino para oprimir, burlar y destruir a nuestro prójimo y a nosotros mismos al no valer por lo que somos. La tentación del tener, cuando únicamente buscamos poseer bienes y riquezas para nuestro bienestar, alejándonos de Dios y del prójimo, mientras olvidamos que los bienes son para administrarlos (no somos dueños) y para compartirlos. 24

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Febrero

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2º Domingo de Cuaresma Lc 9,28-36 (…) Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vesti­duras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos persona­jes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía. No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Éste es mi hijo, mi escogido, escúchenlo.” Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo. Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto. El relato de la transfiguración nos invita a subir a la montaña, a dejar por un momento nuestros compromisos y trabajos para escuchar la voz del Señor. Es una invitación a transformarnos y transformar así todo lo que nos rodea. Escuchar y compartir este relato de la transfiguración del Señor durante la Cuaresma es una motivación para superar el “escándalo de la cruz” y renovar nuestro ánimo de continuar el camino del desierto cuaresmal para llegar a la tierra prometida, a la pascua, a la resurrección. Nos recuerda que vale la pena el esfuerzo constante y a veces el mismo sufrimiento por ser fiel al Reino promovido por Jesús con su mismo sufrimiento y muerte y avalado por el Padre en la resurrección. Que este caminar cuaresmal, en el que trabajamos por rehacer al “hombre nuevo” (la gracia) que habita en nosotros rompiendo con el “hombre viejo” (el pecado), lo aprovechemos al máximo.

Comentarios elaborados por Alejandro Cerón Rossainz, CMF y Marisol Núñez Cruz.


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Manantial San Judas Tadeo

Agua del Nevado de Toluca 26

www. aguasanjudastadeo.com

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