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Presencia Apost贸lica

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Ven a vivir la alegría de servir realizando labores de evangelización y promoción social en:

n Xochitepec, Montaña Alta de Guerrero n El Ciruelo y Lo de Soto, Costa Chica de Oaxaca n Ciudad Juárez n Nuevo Laredo n Torreón n León n Morelia n Guadalajara n D.F. n Toluca n Cuauhtenco, Estado de México (próximamente) n Y en más de 60 países

Presencia Apostólica de San Judas Tadeo en la Radio

Cápsula devocional Ahora los domingos a las 8:55 a.m.

ABC radio 760 AM 2

Presencia Apostólica

Ilustración: Leticia Asprón

MISIONEROS CLARETIANOS


CONTENIDO Director

Ernesto Mejía Mejía, CMF

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Editorial

Consejo Editorial

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Vida cotidiana

Alejandro Cerón Rossainz, CMF José Juan Tapia, CMF Alejandro Quezada Hermosillo, CMF Enrique Mascorro López, CMF René Pérez Díaz, CMF Marcos Garnica Fernández, CMF Ernesto Bañuelos C.

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Defendiendo la vida

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Nuestra devoción

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Aceptar la muerte es un acto amoroso

Editora

Marisol Núñez Cruz Corrección de estilo

Ernesto Bañuelos C. Colaboradores

Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR Jesús García Vázquez, CMF Juan Carlos Martos, CMF Enrique Marroquín Zaleta, CMF Héctor Núñez Gutiérrez, CMF Arte y Diseño

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La vida no termina a los cuarenta ni a los cincuenta…

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¿Qué significó el Evangelio para Cristo?... y ¿qué significa para mí?

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Duelo en Venecia

Mirta Valdés Bello Distribución

Liga Nacional de San Judas Tadeo

PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor responsable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Casiano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmente, citando la fuente y sin fines comerciales. Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89 mail: liganacional_sanjudas@claret.org Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US. Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US. (Incluye gastos de envío).

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Nació de Santa María Vírgen

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El pacto de Juárez

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De la Palabra a la acción


EDITORIAL

“Cartas de Dios”

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i bien el espíritu o la esencia de cada uno de los tiempos litúrgicos especiales –Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Pentecostés– debe estar siempre presente en nosotros, ya que cada uno implica actitudes que son parte de nuestra espiritualidad cristiana, el tiempo ordinario es el tiempo perfecto para descubrir la presencia de Dios en la vida cotidiana. Es el tiempo para leer las cartas que Dios deja tiradas a nuestro paso, como decía el poeta Whitman: “Encuentro cartas de Dios tiradas por la calle y su firma en cada una.” Continuando con esta idea poética podemos decir que la forma y el contenido de estas cartas son muy diversos. Puede ser el pobre que nos sale al paso en cada semáforo, una sonrisa amable, los titulares del periódico, una flor o un pájaro. En el proyecto claretiano de La Fragua en la Vida Cotidiana también se retoma esta imagen para reflexionar sobre los signos de la presencia de la gracia de Dios y sobre la manera como nos acompaña en el día a día. Ser sensibles a esos signos y responder a ellos es parte de nuestra espiritualidad que puede expresarse en actos de bondad y amabilidad hacia la gente que nos rodea y hacia el mundo.


Vida cotidiana

SOLEDAD

Como una novia imposible, me ronda la soledad. Cuando la abrazo, me encuentro; cuando me encuentro, se va. Pedro Casaldáliga, CMF www.servicioskoinonia.org/ Casaldaliga

www.servicioskoinonia.org

La “regla de oro” «Traten a los demás como quieren que los demás los traten. En esto consiste la ley y los profetas.» (Mt 7,12)

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Aventuras de un misionero

Defendiendo

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s un domingo como otros tantos en este Templo de San Hipólito y San Casiano, hoy por hoy, también de san Judas Tadeo. Un domingo lleno de retos, esperanzas y frustraciones. De retos, porque hay que atender a gente de todas las clases sociales con todo tipo de problemas. De esperanzas porque llega mucha gente con ganas de participar en las actividades sociales que estamos realizando. Y de frustraciones porque muchas veces nos rebasan los problemas que hay que atender, hasta el punto de tener que sacar fuerzas de donde no las hay. Hay que pedirle una ración extra al Señor. Un domingo en el que hay que hablar un poco más para convencer a la gente de que lea esta revista, ya que es una rica fuente de alimento nutritivo para nuestro espíritu. Ya casi es hora de ir a descansar. Espero con ansiedad las nueve de 4

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la vida

la noche para tirarme un clavado a mi cama con la seguridad de que ni caso haré de los consejos que me dé la almohada. Apenas despedí a la última persona que había confesado, me dispuse a dirigirme a mi ansiada habitación, cuando me grita un señor: —¡Padre, por favor atiéndanos unos momentos! Yo, haciendo de tripas corazón y al verlo tan angustiado le dije: —¿Qué les pasa? Siéntense. Venía con él un chico demacrado, todo sucio, con olor a todos los tipos de droga habidos y por haber y con lágrimas en los ojos. Lo peor era que no se le notaban ni tantitas ganas de vivir. El chico tenía 18 años. —Pues aquí le traigo a este chamaco desgraciado que ya no quiere vivir, ahí se lo dejo a ver que hace con él– dijo el señor. —Pero, ¿por qué dice que ya no quiere vivir?– pregunté.

Jesús García Vázquez, CMF

Al señor se le dibujaba en el rostro coraje, desesperación y angustia. Yo hasta pensaba que iba a golpear ahí mismo al chamaco. —Pues, verá, padre, yo soy taxista y me disponía a recoger un pasaje que había pedido servicio por medio de la base. Iba como a cuarenta kilómetros por hora por el carril que da a la banqueta. El chamaco estaba como a cincuenta metros, como en ademán de cruzar la calle, pero no despegaba la vista de mi coche. Yo comencé a frenar creyendo que cruzaría, pero cuál va siendo mi sorpresa que al llegar a él, como a unos cinco metros que se tira de panza al carril por donde yo iba. Mis reflejos trabajaron mejor que de costumbre y alcancé a pararme al llegar a él, justo cuando la llanta estaba a punto de aplastar su cuerpo. Una señora que estaba por ahí cerca pegó un grito desaforado: “¡Ya lo mató!” Y antes de que se juntara la gente,


Aventuras de un misionero como de rayo, me bajé y lo primero que se me ocurrió fue levantar al joven y meterlo a mi carro, y así lo hice. Al arrancar, en quien primero pensé fue en san Judas Tadeo, y me vine para acá. Así que, padre, ahí se lo dejo yo ya cumplí con traérselo. Usted sabe si lo deja que se mate. Yo ya no quiero saber nada de este tarugo que por poco me mete en un grave problema. El señor se fue sin más. “Dios mío, ¿qué hago? –pensaba en mis adentros– si ya son las diez de la noche y en Casa Alianza no hay atención ahorita (Casa Alianza es un hogar para chicos de la calle que tenemos aquí enfrente).” —¿Cómo te llamas? –fue lo primero que le pregunté– ¿por qué te metiste a las drogas y por qué quieres matarte? —Me llamo Roberto –me contestó con tono despectivo– y me metí a las drogas porque en mi casa, a mis padres –como si no los tuviera– no les interesan mis problemas. Siempre están peleando. Y me quiero matar porque las drogas me han hecho sentir que para mí la vida ya no tiene sentido. Ya no le encuentro chiste ni siquiera a las mismas drogas. De momento no sabía que contestarle pero se me ocurrió decirle:

—Nada de lo que existe en este mundo le va a dar sentido a tu vida; ni siquiera las personas, aunque te quieran mucho o las quieras tú. El único que le va a dar sentido a tu vida es Dios. Las cosas fallan, las personas fallan, aunque sean tus propios padres, el único que no falla es Dios. Sus ojos derramaban lágrimas cada vez más constantes mientras me decía: —¿Qué hago, padre? ¡Ayúdeme! —De acuerdo, ¡claro que te ayudo, si te dejas ayudar! Si te llevo a una casa de rehabilitación, ¿te quedas allí? —Sí me quedo, padre, se lo prometo– me contestó resueltamente. “Y ahora, ¿a dónde lo llevo, quien nos abrirá las puertas a estas horas?”, pensé y me acordé de que tenía una lista de direcciones de casas para drogadictos y su número telefónico; me puse a llamar, hasta que, en una de ellas, me dijeron que lo llevara en ese mismo momento. Nos fuimos en el metro hasta Taxqueña, tomamos el tren ligero hasta adelante del Estadio Azteca y de allí tomamos un taxi hasta las faldas del Ajusco. Gracias a Dios, después de muchas peripecias dimos con la casa, ya que no encontrábamos la dirección que se encontraba entre las sinuosas ca-

lles de esa colonia cuyo nombre no recuerdo. Después de hacer los trámites pertinentes, lo recibieron con mucha amabilidad. Yo regresé a la casa a las dos de la mañana, muy cansado, pero contento de haber hecho la obra más grande del día. Allí se quedó Roberto durante seis meses y después lo recibieron en la Casa Alianza. Para entonces el chavo ya quería seguir estudiando. Le hice entender que el perdón a sus padres sería el remedio más eficaz para que dejara las drogas definitivamente; que se viera en un espejo y que le diera gracias a Dios por la vida que le había dado; que se diera cuenta de la obra maestra que Dios había hecho en él y que él mismo estuvo a punto de destruir; que ese cuerpo que veía era la casa del Dios vivo que lo había creado y que lo quería fuerte y sano. Se le derramaron las lágrimas, me dio las gracias y nos despedimos con un fuerte abrazo porque en esos días yo tenía que partir hacia las montañas de Guerrero. La obra más grande que podemos realizar en este mundo es salvarle la vida a alguien. Si conocen a alguna persona con problemas de drogadicción, ayúdenlo. Una de las angustias más grandes que sufre un ser humano es haber perdido el sentido de la vida.

Vivimos la alegría de servir

realizando labores de evangelización y promoción social en: n Xochitepec, Montaña Alta de Guerrero n El Ciruelo y Lo de Soto, Costa Chica de Oaxaca n Ciudad Juárez n Nuevo Laredo n Torreón n León n Morelia n Guadalajara n D.F. n Toluca n Cuauhtenco, Estado de México (próximamente) n Y en más de 60 países

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Nuestra devoción

La religiosidad popular juvenil y la devoción a san Judas Tadeo Grupo de Investigación Social Habitus

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sí como el mundo cambia continuamente, la forma en que se manifiesta la religiosidad popular es también cambiante y surgen nuevas manifestaciones. En nuestro contexto ha destacado la devoción juvenil por san Judas Tadeo. La religiosidad popular se puede entender como el resultado de la relación que existe entre lo que es formalmente aceptado por la institución eclesiástica y la interpretación que de ello realizan las personas. Los fieles, quienes son protagonistas de su propia devoción son quienes deciden cómo la manifiestan, innovando y creando nuevas expresiones. Estas expresiones, ya de por sí innovadoras toman matices distintos cuando se trata de jóvenes. La religiosidad popular en los jóvenes es una expresión singular dotada de especial fuerza e ímpetu. Los jóvenes devotos de san Judas Tadeo poseen características que los distinguen de otro tipo de jóvenes, así como de los demás devotos del santo de “las causas pérdidas o desesperadas”. Estos jóvenes han hecho de su devoción por san Judas Tadeo un elemento de identidad. Ellos forman parte de la gran variedad de grupos juveniles que existen en la ciudad de México. Lo que diferencia a este grupo de cualquier otro, además de sus vestimentas y conductas, es el hecho de haber tomado un motivo religioso como símbolo fundamental. 6

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Motivo por el cual causan asombro, incluso dentro de otros grupos de jóvenes.

Una devoción evidente

Los jóvenes devotos de san Judas Tadeo muchas veces rompen con las manifestaciones tradicionales de la devoción o las adoptan agregando sus formas particulares; por ejemplo, cargando su imagen de san Judas Tadeo y sus escapularios. Cada imagen tiene su propia historia y cada escapulario representa una vivencia particular. Estos jóvenes le muestran al mundo su devoción, llevando la imagen del santo en playeras, gorras, pantalones, collares y pulseras, o directamente en su piel, por medio de tatuajes temporales o permanentes. Algo que no es tan evidente como sus atuendos es la historia y las necesidades de cada uno. En su mayoría, estos jóvenes se encuentran en el Templo de San Hipólito y San Casiano pidiendo o agradeciendo por sus propias “causas difíciles”: salud, empleo, seguridad, educación, etc. Problemas que parecen escapar a sus potestades y, desde su óptica, al poder de cualquier persona o institución terrenal. Razón por la cual, cada 28 de mes, piden y agradecen milagros a Dios, así como la intervención del apóstol san Judas Tadeo. Grupo de Investigación Social Habitus (José Luis Ávila Romero, Nallely Cázares García y Erick Serna Luna)


Nuestra devoción

“Uno de los Doce” y uno como nosotros

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omo es el caso de muchos otros santos, la historia de san Judas Tadeo tiene algo que nos atrae. Sentimos una conexión especial con él porque:

= Es uno de aquellos a quienes Jesús dijo: Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.” = El Señor lo eligió como uno de los que compartirían la misión de esparcir por el mundo el mensaje del Evangelio y también “para que estuvieran con él.” Pero también porque: = Siendo un hombre ordinario, como nosotros con fuerzas y debilidades, quiso y supo responder al llamado de Jesús con lo mejor de sí mismo. Cuando los evangelios hablan de “los Doce” se refieren a: Simón Pedro, Santiago, Juan, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Judas Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote.

Oración por la

Oh, Dios, Creador del universo, que extiendes tu preocupación paternal sobre cada creatura y que guías los eventos de la historia a la meta de la salvación; reconocemos tu amor paternal que a pesar de la resistencia de la humanidad y en un mundo dividido por la disputa y la discordia, Tú nos haces preparar para la reconciliación. Renueva en nosotros las maravillas de tu misericordia; envía tu Espíritu sobre nosotros, para que él pueda obrar en la intimidad de nuestros corazones; para que los enemigos puedan empezar a dialogar; para que los adversarios puedan estrecharse las manos; y para que las personas puedan encontrar entre sí la armonía. Para que todos puedan comprometerse en la búsqueda sincera de la verdadera paz; Para que se eliminen todas las disputas, Para que la caridad supere el odio, Para que el perdón venza el deseo de venganza. Juan Pablo II

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Crecimiento personal

Aceptar la muerte es un acto amoroso Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez

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orir es indiscutiblemente el evento que nadie puede evitar. Todo lo demás que pensemos que nos sucederá estará siempre sujeto a posibilidades. Puede ser que hayamos puesto gran esfuer8

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zo en alcanzar un objetivo muy deseado o que la ciencia respalde el pronóstico de ciertos eventos o puede ser que tengamos la promesa de una persona en la que confiemos ciegamente… No obstante en ninguno de estos casos tenemos seguridad absoluta. En cambio la

m u e r t e e s l o m á s s e g u r o y, al mismo tiempo, lo más temido que nos puede ocurrir, especialmente si no hemos vivido lo que nos corresponde. Como dice aquel dicho muy cierto: “Sólo tiene miedo a morir quien no ha sabido vivir” o, añadamos, aquel a quien lo que ha vivido no le ha dejado plena y dignamente honrado. Pues como dice aquella otra frase: “Una buena muerte hace honor a una buena vida.” Indiscutiblemente, para los cristianos la muerte es un evento en el que la fe adquiere su dimensión y sentido más profundo, pero el propósito de este artículo es abordar el tema desde la perspectiva psicológica. Desde luego ambas perspectivas no están peleadas, sino que mutuamente se ayudan a profundizar. Cómo percibimos a la muerte Como hemos dicho, la muerte es universal y única, pero el problema no radica tanto en lo que ésta es, sino en cómo la pensamos y sentimos, pues en la mayoría de los casos, a pesar de decirnos personas religiosas, nos provoca un gran miedo y evitamos el tema en lo posible, como si nunca nos fuera a ocurrir. También se da el caso de que se utilice el hecho de la muerte como forma de chantaje. El problema que tenemos con la muerte está relacionado con el apego. Si entendemos que la muerte no es un evento final, sino de tránsito, podremos entonces soltar esta vida –situación que muchas veces se vuelve del máximo aferramiento–. Para quien tiene la certeza de que otra vida nos espera y depara, la muerte se volverá algo muy natural y consecuente con la vida, ya que ambas se implican y reclaman. Pero agarrarse a esta vida para no soltarla no sólo vuelve difícil morir sino también vuelve difícil vivir.


Crecimiento personal Aferrarse a la vida impide vivir En la medida en que aprendamos a soltar cosas que erróneamente consideramos de nuestra propiedad, sabremos vivir y morir. De forma que la muerte no es en sí misma trágica y dramática, pero podemos hacer que así sea. Ya sea la propia o la de aquellas personas amadas a las que muchas veces nos aferramos egoístamente. Por lo que enfrentar la muerte, si bien puede ser doloroso, no tiene que ver con permanecer en un estado sufriente. Se trata de un proceso normal y natural que puede cerrarse en un punto de paz, aprendizaje y trascendencia. Cuando nos aferramos a la persona que se fue y damos rienda suelta a sentimientos alejados del amor auténtico como son el enojo, el reclamo y el resentimiento, hacemos que el dolor transitorio se vuelva sufrimiento permanente. La tanatología –disciplina que estudia el fenómeno de la muerte en los seres humanos– nos dice que lo que duele no es morir, sino el apego a lo que dejamos; por lo que soltar apegos es soltar sufrimiento. Por supuesto esto no es fácil ni se logra de un momento a otro. Es un proceso en el que nos alejamos de las sombras del aferramiento sufriente para poder pasar así a soltar amorosamente y en paz. Esto es tanto para el que se va como para los que se quedan. El sufrimiento del que muere muchas veces se da por enojo o aferramiento. Los deudos suelen verse atrapados en la misma trampa. No olvidemos que el dolor es inevitable y transitorio, mientras que el sufrimiento es en el fondo opcional, pero puede ser permanente. La aceptación de la muerte La muerte, al contrario de la tradicional visión trágica, tendría que poder llegar a ser vivida con gozo, como el nacimiento mismo, aunque esto parezca escandaloso.

Como una partida en la cual los que se quedan tendrían que desearle un buen viaje al que se va y expresar la promesa de que “allá nos veremos”. Pero paradójicamente la muerte se vive dramáticamente como un final en donde se pierde todo y la persona desaparece para siempre. De hecho la muerte es tan natural en la psique humana que todos tenemos una energía tanática, la cual, bien equilibrada con la de la vida, nos advierte del peligro y nos incita a aprovechar nuestra existencia en este mundo. Esta energía o la certeza de la muerte no la tenemos para que vaya en nuestra contra, sino para que actúe a nuestro favor, si la sabemos asumir y aprender de ella. Cuando no

venganza, enojo, envidia, etc.– y aprender a soltar cada uno de ellos, pero no evitarlos, pues la evitación de sentimientos nos lleva a estancarnos en duelos “constipados” que no pudieron fluir. También se necesita trabajar las actitudes de juicio –a los demás, a nosotros mismos, al que se fue y hasta a Dios–, así como las actitudes de culpa o vergüenza. Por otra parte, la mayoría de las agonías sufrientes no deberían aparecer para morir, pues el origen de la llamada agonía generalmente aparece como mal morir o vivir desastrosamente el proceso de muerte de un ser querido, lo cual estriba precisamente en el tipo de sentimientos o actitudes de aferramiento y escasa comprensión de los que hemos hablado.

Amar la vida implica aceptar la muerte. se tiene este equilibrio la persona genera situaciones agresivas hacia su propia vida. Entre más situaciones dramáticas vivimos y propiciamos, habrá más desequilibrio entre estas fuerzas psíquicas de la vida y la muerte. Por otro lado, el proceso de la muerte se vive muchas veces por parte de los propios cristianos con una fe que algunos llegan a tener sólo en su cabeza pero no en su corazón, pues quien entiende y vive la aceptación de la muerte como un acto de amor, sabe cerrar con el que se va. Sabe despedirse. Lo que sigue a esto, aunque no de manera inmediata, es un estado de tranquilidad y seguramente de gracia. Indudablemente que llegar a este punto no es un acto ni fácil ni común y mucho menos sin dolor, pero sí sin sufrimiento permanente. De hecho se trata de un acto valiente, pues uno de los principales obstáculos en este tránsito es el miedo. Hay que atravesar por todos los sentimientos que se presenten –miedo,

Como ante otros aspectos de la vida, también ante la muerte hay que saber tomar decisiones. Por ejemplo, hay que decidir entre la lucha y el sufrimiento o la entrega y el dejarse llevar. Hay que saber que la muerte en el sentido más profundo tiene que ver con el ámbito del alma y a quien no está en buena conexión espiritual –lo que no se limita a cumplir con rituales religiosos– le será muy difícil liberarse, aprender a dejar de sufrir, soltar y cerrar los ciclos que implica ese tránsito mayor. Amar la vida implica aceptar la muerte –que es parte de ella– y amar a nuestros seres queridos implica asumir que en su momento tendrán que dejar este mundo, al igual que nosotros. Una buena muerte para el que se va y para los que se quedan deja necesariamente grandes espíritus. El autor es licenciado en psicología y filosofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Terapeuta, catedrático universitario y conferencista. datrujillo@hotmail.com Presencia Apostólica

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Desarrollo humano

La vida no termina

a los cuarenta ni a los cincuenta... Gylda Valadez Lazcano

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ada década de nuestra vida implica sus propias crisis, la palabra “crisis” significa cambio y no hay crecimiento ni evolución sin cambio. Entonces para crecer es necesario vivir las crisis y salir adelante de cada una, trayendo a nuestra vida un aprendizaje que sea significativo. Etimológicamente la palabra “crisis” nos habla de algo que se rompe, por lo que también es momento de analizar –de ahí viene también la palabra ‘crítica’– y de decidir. Las crisis no son necesariamente una mala noticia, ya que una crisis puede ser el anuncio de cambios favorables. Una de las acepciones del diccionario habla de un cambio brusco –para bien o para mal– en el curso de una enfermedad.

¿Cómo enfrentamos la crisis de los cuarenta?

Por supuesto que la forma en que cada uno encara las crisis tiene que ver con nuestro crecimiento personal. A veces hombres y mujeres consideran que al llegar a la década de los cuarenta la vida comienza a terminarse en algún sentido; es probable que la relación de pareja haya llegado a un punto en el que hay cansancio; quizá los hijos, ya adultos, hayan tomado su 10

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propio camino dejando, como suele decirse “el nido vacío”. En los hombres es una de las fases más sintomáticas. Algunos sienten la necesidad imperiosa de buscar la felicidad y ésta la asocian con la juventud que han perdido. Por tal motivo, quieren recuperar una vida que ha quedado atrás –junto a sus veinte años ya enterrados– y hacen lo que sea para reconquistar esa pérdida. Algunos terminan con su matrimonio y hasta pueden llegar a cambiar de trabajo y círculo social y comienzan a interesarse por mujeres más jóvenes que ellos. Como dice la canción: “Cuarenta y veinte…” Esta búsqueda de estimulación hace que durante un tiempo se sientan a gusto con un estilo de vida lejos del compromiso y tratando de recuperar la libertad ya consumida por las responsabilidades y exigencias de la vida madura. No obstante, a largo plazo, será uno de los mayores errores cometidos, porque se pone en juego la verdadera estructura emocional y social que tanto sacrificio ha costado conseguir, y todo por un momento pasajero de confusión. Parece que esta sintomatología de la edad intermedia es mundial. Se supone que una persona de esta edad tendría que haber alcanzado

un equilibrio social y laboral, por lo que iniciada esta etapa se efectúa un análisis sobre la vida, así como sobre logros y temas pendientes. Entonces comienzan los lamentos por no haber realizado todo lo que se había planeado para el futuro y sobreviene la sintomatología del “viejazo”, cada vez más común en varones que tienen muchas exigencias y presiones sociales, pero que desean liberarse de ellas. No poder enfrentar conscientemente esa lucha entre lo que se debe hacer y lo que se quiere hacer, es el primer síntoma que florece en hombres de esta edad que ya cansados de obedecer mandatos, no encuentran la manera sana de dejar de cumplirlos. Se limitan a querer vivir en el pasado y recuperar lo que ya es imposible. Si sumamos a esto el deterioro físico que a esta edad suele manifestarse, es casi lógico que muchos hombres no sepan manejar la situación hasta verse frente a una crisis que para algunos es sin retorno o que suele durar varios años. La entrada a esta nueva década produce ansiedad y desconcierto. En muchas ocasiones, el hombre ve que va perdiendo cabello y que su vida sexual ya no es lo que era y comienza a tener actitudes hipocondríacas. Es muy importante esta etapa, porque por primera vez la persona toma conciencia de su propia mortalidad. El paso del tiempo no se puede engañar dejando un trabajo por otro, cambiando a la mujer de siempre por una veinte años más joven o yendo al gimnasio y a bailar todos los fines de semana, pero estas son maneras de querer esquivar la edad adquirida, de no aceptar lo inevitable y querer de forma frenética buscar la juventud perdida. Frecuentemente la mujer vive la década de los cuarenta de otra manera. A veces esta década lle-


Desarrollo humano ga a las vidas de ellas como una brisa de aire fresco. Por fin pueden ocuparse de ellas mismas y de su proyecto de vida. Ya han criado a sus niños y pueden retomar la vida profesional postergada. Ahora ya no es necesario rendirle cuentas a nadie. Disponen de su tiempo como quieren, y logran en menor lapso de tiempo que los hombres, instalarse en donde siempre han soñado estar. Algunas mujeres viven esta etapa como un renacer, como una primavera. Parece ser que la mujer está mejor preparada para atravesar las crisis de esta edad sin salir herida de muerte, pero ninguna está exenta de sentir la presión del reloj biológico, ya que en poco tiempo estará entrando a la menopausia. Puede ser que para algunas, entrando en la década de los cincuenta se presente el síndrome del nido vacío y sientan confusión sobre su motivación para seguir viviendo. La década de los cuarenta puede ser muy positiva o muy negativa; puede ser de crisis o de esplendor. Todo va a depender de la predisposición de la persona y de su actitud ante esta etapa y ante la vida en general.

Para superar las crisis de los cuarenta es importante:

lValorar lo que ha costado tanto esfuerzo conseguir a lo largo de los años: pareja, hijos, amigos, trabajo. lTener una actitud positiva con la propia vida y el futuro y valorar lo vivido, en lugar de querer recuperar lo que ya ha quedado en el pasado. lTrabajar la autoestima en la juventud ayudará a pasar por esta edad y las siguientes, sin que se den las conductas nocivas que predisponen a la crisis. Hay que moldear la estructura emocional para que llegado el momento se tenga la fuerza necesaria para llegar a la aceptación de cada etapa.

lDisfrutar de los logros que se han podido conseguir, y no poner demasiada atención en lo que ha quedado pendiente. lSi se ha caído en la crisis, buscar ayuda rápidamente y hablarlo con la familia. Los más cercanos deben saber exactamente qué es lo que está pasando para poder actuar correctamente, ver el panorama más claro y consultar con el profesional adecuado. Cuanto antes se asuma el conflicto, más rápido se saldrá de él. lHacer todo lo que esté a nuestro alcance por tener buena salud y bienestar. He querido hacer énfasis aquí en la problemática que experimentan los hombres al pasar por esta década, ya que existe la creencia de que las mujeres son las que más sufren por la pérdida de la juventud. Se cree que para las mujeres es más difícil asumir y “confesar” su edad. Pero como he expuesto antes, los hombres también sufren por este proceso y ahora se cree que ellos también sufren un proceso similar a la menopausia femenina, al cual los expertos llaman climaterio masculino. Se trata de un envejecimiento no sólo sexual, sino físico en general, que en muchos casos se ve acompañado por una crisis de identidad. Por más que hagamos para no afrontar esta década de los cuarenta y las siguientes, a fin de cuentas todo son fórmulas, cuyo objetivo –consciente o inconsciente– es espantar el miedo que todos sentimos a esa amiga inseparable de la vida que es la muerte. Pero aun sabiendo de antemano que tenemos la batalla perdida contra esos dos gigantes que son la vida y la muerte, no por ello tenemos que guardar nuestra mejor arma para luchar. ¿Qué arma?, pues el sentido del humor. Así que, cuarentones y cuarentonas, pensar solamente en una cosa:

nosotros somos la suma nada despreciable de dos veinteañeros, con la diferencia de que les ganamos en sabiduría, claro está, porque, alguna ventaja tenían que traernos las arrugas, ¿o no? A fin de cuentas resulta que a ambos géneros este nuevo ciclo –y los siguientes– nos afectan. Seguramente a las mujeres nos ayuda –ya que nos sirve de terapia– reunirnos y hablar de nuestras pérdidas, así como tratar de entender el nuevo sentido que necesita tomar nuestra vida. Los hombres –que no suelen ser tan afectos a estos temas– a veces pasan en silencio estas tormentas, aunque los tiempos van cambiando y hoy por hoy los varones han ido rompiendo esta tendencia.

La sabiduría que necesitamos

Hay que entender que sólo se cierra un ciclo y comienza otro. La clave es disfrutar los logros, mirar el camino andado y encontrarle a cada adversidad un aprendizaje y a cada tema o asignatura una lección de evolución. Saber que la edad viene acompañada de sabiduría. Esa sabiduría que necesitamos para entender que nada es para siempre, incluyendo la juventud. Esa sabiduría que necesitamos para orientar nuestra brújula personal a ese lugar al que queremos llegar con conciencia y no sólo arrastrados por las circunstancias. Esa sabiduría que necesitamos para entender cuál es nuestra misión en la vida y que estamos acá exactamente para algo que necesitamos terminar de descubrir en esta etapa. ¡Re-encantémonos con la vida, y encontremos nuestra melodía personal para poder danzar en sintonía con el universo y aprovechar esta hermosa oportunidad que tenemos hoy por estar vivos! La autora es psicoterapeuta. centro.ometeotl@gmail.com Presencia Apostólica

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Foto: Isaías Lara Klahr

Espiritualidad

¿Qué significó

el Evangelio

para Cristo?... y ¿qué significa para mí? Román Ángel Moreno, CMF

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i alguien que no conoce el Evangelio nos hiciera esta pregunta, le podríamos responder de manera breve que el Evangelio es un libro que habla de la extraordinaria irrupción en la historia de Alguien que se sentía consciente de ser enviado de Dios y que, con su vida, sus palabras y acciones, vino a traer a los hombres y mujeres el perdón de sus fallas morales, a liberarlos de miedos y esclavitudes, a curarlos de sus males y a anunciarles que Dios es Comunidad de Amor. El Evangelio habla de la historia de Alguien que vino a enseñarnos que Dios es un Padre amoroso que nos 12

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estimula y ayuda a imitarlo y que, si colaboramos con Él, nos promete una nueva tierra y un nuevo cielo: el “Reino de Dios”.

¿Qué significó el Evangelio para Cristo, “Evangelio viviente”? Significó que, habiendo llegado la “plenitud de los tiempos”, se sintiera enviado del Padre y ungido del Espíritu, para anunciar buenas nuevas a los pobres, para dar vista a los ciegos y para liberar a los cautivos y oprimidos. De ahí que los principales destinatarios de la buena noticia del Evangelio sean los pobres, los enfermos y los pecadores; pero con una condición: deben considerar-

se pobres, hambrientos, enfermos y pecadores. Para ellos eran las curaciones, las promesas, la liberación; así como para los que se sentían excluidos, oprimidos, insatisfechos con su vida; para los que lloraban y eran perseguidos por la justicia de los hombres. Jesús tenía gran gozo al anunciar ese Evangelio y al comprobar que su mensaje era captado por los pobres y sencillos. “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25). Al ladrón arrepentido y a la prostituta les prometía el paraíso. Se volcaba hacia todos los


Espiritualidad necesitados; se fatigaba y se desvivía por ellos. Sabía, además, que había venido a derrumbar el poder del mal y por ello su Evangelio era buena y alegre noticia para quienes padecían la influencia del mal: “Pero si por el dedo de Dios expulso yo a los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (Lc 11,20). Jesús instaba a todos a darse cuenta de su mensaje y presencia salvadora: Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron” (Lc 10,23-24).

Pero, ¿qué significa el Evangelio para nosotros? El Evangelio ha transformado la historia de la humanidad; a través de él, muchísimos han encontrado nuevo sentido a su existencia. Por el Evangelio millones de hombres y mujeres han cambiado radicalmente sus vidas, mientras tantos y tantas otras se han gozado en las tribulaciones y han cantado y alabado a Dios frente al martirio. Para cuántos no ha bastado una sola frase (¿acaso para ti o para mí?) de ese inspirador libro para ¡dejarlo todo y emprender una nueva vida! ¿A cuántos comprender el Evangelio les ha hecho explotar de gozo en lo más íntimo de su ser? ¡Cuánta esperanza ha dado a los tribulados o afligidos en situaciones límite! Y ¡cuánto bien ha hecho a toda la humanidad, proporcionándole sentido, meta, fuerza, razón para vivir y dar la vida! Algo de eso, tal vez, ha significado para mí anteriormente. Pero, ¿qué significa de hecho ahora? En la película Hermano Sol, hermana Luna, de Zefirelli, el papa Inocencio III le pregunta a Francisco de

Asís: “Hermano Francisco, ¿qué deseas de mí?” Y el sencillo fundador de los franciscanos le responde: “Santo padre, no pido ninguna otra cosa, sino que nos permita a mí y a mis hermanos vivir según la regla del santo Evangelio.” Enton-

sonó fresco en nuestros oídos y sacudió todo nuestro ser? El Evangelio seguirá con su fuerza incontenible convirtiendo a muchos y llegándoles a lo profundo del alma, tal vez en otras latitudes del planeta no “tradicional-

“¿Acaso los grandes retos del Evangelio no nos tocan ya y su espíritu revolucionario y subversivo no nos mueve de hecho?” ces el Papa le confiesa: “Francisco, cuando yo era joven como tú, deseé también vivir según el Evangelio, pero después mi alto rango y las dignidades me han enmohecido. Pero tú con tus hermanos, ¡ve y vive según la ley del Evangelio!” ¿No nos habrá sucedido quizá también a muchos de nosotros que de tanto haberlo leído, estudiado, comentado, predicado y repetido, se nos ha vuelto rutinario?

mente cristianas”. Mientras tanto se seguirá desgastando en otros lugares, pues no pocos tratan de “domesticarlo”, según sus intereses. La buena noticia de Jesús todavía espera ser escuchada y aprovechada al máximo. La escandalosa carencia de frutos en muchos lugares donde ha caído la semilla nos está hablando de ello. Esto ciertamente no es por falta de fuerza en sí mismo, tampoco por falta de

“A pesar de tener el libro en nuestras bibliotecas y de escucharlo cada semana se nos ha hecho costumbre ignorarlo y se nos va volviendo el gran ausente de nuestras vidas.” ¿Acaso sus grandes retos no nos tocan ya y su espíritu revolucionario y subversivo no nos mueve de hecho? A pesar de tener el libro en nuestras bibliotecas y de escucharlo cada semana, o incluso diariamente, se nos ha hecho costumbre ignorarlo y se nos va volviendo el gran ausente de nuestras vidas. ¿Estaríamos dispuestos ahora a tomar las decisiones radicales y generosas que tomamos, tal vez, hace años cuando el Evangelio

intención de parte de Cristo, sino por la débil y, a veces insignificante, asimilación nuestra. El Evangelio será verdadera alegre noticia, hasta que lo sea para todos, para los que lo escuchan y para los que lo predican, para los cercanos y para los lejanos. Qué bien decía una vez García Lorca: “El día en que el hambre haya sido extirpada de la tierra habrá una gran explosión espiritual como el mundo no la ha visto”. Presencia Apostólica

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Historia para meditar

Duelo en Venecia (Una escena de Canaletto) Enrique A. Eguiarte, OAR

A

quella noche, sin avisar a nadie, subió a su góndola privada y guiado por el experto gondolero fue directamente hasta la iglesia de san Giorgio degli Schiavoni, atravesando diversos canales de su Venecia natal. Era ya tarde cuando la góndola se detenía en un embarcadero cercano a la tradicional iglesia. Al bajar le dijo a su fiel sirviente que fingiera marcharse, pero que regresara en diez minutos, pues de seguro ya todo estaría resuelto. También le dijo que, si él no aparecía en esos diez minutos, se fuera rápido de regreso a la casa, y que no le dijera a nadie dónde había estado esa noche. No había nadie en el embarcadero y sólo se oía el golpe de su bastón y el arrastrar de sus pies sobre el empedrado, así como el remar del gondolero apartándose de prisa del muelle. Después de caminar algunos metros, lo descubrió. Ahí estaba. De pie, frente a la entrada principal de la iglesia, tal y como se había acordado el día del desafío, cuando el Comendador de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni había abofeteado con un guante carmesí al Marqués de Mantua. Al verlo acercarse cojeando entre la oscuridad de la noche, el hombre que estaba de pie frente a la iglesia, dejó caer la gran capa negra con capucha que lo cubría y sacó velozmente su espada, que brillaba amenazante reflejando las tímidas luces de aquella noche. Nuestro hombre se detuvo a distancia al ver tan amenazante gesto, y casi no tuvo tiempo de reaccionar, pues el comendador se abalanzó sobre él empuñando la terrible espada, confiando en que la edad y la torpeza del Marqués no podrían esquivar su 14

Presencia Apostólica

embestida mortal. Nuestro hombre, contrariamente a lo que el otro pensaba, ayudado por la oscuridad y sus rápidos reflejos, esquivó el golpe y pudo darse maña para hacer caer con su bastón al enemigo, quien soltó la espada, que rebotó sonoramente contra el empedrado, mientras él rodaba estrepitosamente por el suelo. Cuando el Comendador intentaba levantarse, nuestro hombre se le acercó velozmente, y dándole un fuerte puntapié lo dejó sin sentido, tendido en el empedrado. Posteriormente le quitó el anillo que llevaba en la mano derecha y la insignia que colgaba de su cuello: la cruz bizantina del Gran Comendador de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni. Después arrojó encima de él, el guante carmesí con el que públicamente lo había abofeteado, provocado este desafío, y se marchó a toda prisa, pues por las calles cercanas a la iglesia se empezaba a oír ruido de gente. De seguro serían los cofrades de la Hermandad de san Giorgio, que venían a presenciar el duelo, aunque llegaban tarde, pues ya todo había terminado, con la gran afrenta puesta ahora en el terreno de los de san Giorgio, pues su gran Comendador se quedaba tendido en el suelo, sin el valiosísimo anillo de rubí y sin la gran cruz bizantina, que encerraba un gran misterio según decía el pueblo. Cuando nuestro hombre llegó al embarcadero ya lo estaba esperando el fiel siervo, y a toda prisa se marcharon, viendo cómo las calles aledañas a la iglesia se iban llenando de gente con antorchas. Cuando ya estaban muy lejos de la orilla pudieron oír el griterío de los miembros de la hermandad, que de seguro ya habían descubierto a su Comendador postrado en


Historia para meditar el suelo, con algunas contusiones, pero sobre todo, sin el anillo y la cruz. La única pista para saber que no había sido un robo, era el guante carmesí con el que el Comendador había abofeteado al Marqués en la cena del Gran Dux de Venecia la semana pasada, con motivo del carnaval. Todo pues apuntaba a una venganza del Marqués. Ya en la góndola nuestro hombre le dijo a su criado: —Pensé que el Comendador era un hombre más prudente, pero el deseo de venganza y su soberbia lo han perdido. —Sí –dijo el criado– y ahora le queda una triple afrenta muy merecida: el haber sido derrotado en el duelo, el quedar vivo para vivir la vergüenza y el haber perdido la cruz de la Hermandad. Ágilmente, la góndola se perdió entre la oscuridad de los canales. A la mañana siguiente, una nutrida comisión de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni ataviada con su llamativo hábito rojo carmesí con capucha blanca y una gran cruz blanca sobre el pecho, se presentó en el Palacio Ducal de Venecia. Al saber de su presencia, el Dux decidió recibirlos para evitar que pudieran causar algún escándalo, pues tenían muy mala fama. Así pues, el numeroso y llamativo grupo entró en la amplia sala de audiencia. Después de los saludos protocolarios, el Dux les preguntó: —Díganme, señores, ¿qué asunto es el que los trae a mi presencia? El alférez de la hermandad fue el que tomó la palabra y dijo: —Su excelencia, hemos venido a denunciar ante usted el abuso que el Marqués de Mantua llevó a cabo ayer con nuestro Comendador Mayor. Como usted sabe, la semana pasada, en la fiesta que usted ofreció en este su palacio, hubo una fuerte discusión entre el Gran Comendador de nuestra Hermandad y el Marqués de Mantua, y el Comendador abofeteó y retó a duelo al Marqués, arrojándole finalmente el guante carmesí con el que lo había abofeteado. Y el alférez sacó de entre sus ropas el guante carmesí para mostrárselo al Dux. Después siguió diciendo: —Ayer por la noche era la cita y el Marqués en lugar de portarse con honor, sabiendo que en los duelos lo que está en juego es la vida, sólo golpeó al Comendador en lugar de matarlo, y además se apoderó de su valioso anillo de rubí y sobre todo de la gran cruz bizantina del Comendador de la Hermandad de San Giorgio degli Schiavoni. Cuando el Dux les pensaba decir algo, el alférez siguió diciendo: —Nuestra presencia esta mañana es para pedirle

a usted que comprenda la situación en la que se encuentra nuestra Hermandad sin esa cruz, que es la mayor insignia y representa nuestro honor desde hace siglos, y que le pida al Marqués que la devuelva. El Dux de Venecia se quedó un momento en silencio y una vez más el alférez volvió a tomar la palabra: —Su excelencia, si usted no nos hace justicia, tendremos que ir a recuperar la cruz por la fuerza. El Dux se levantó con enfado y dijo gritando con gran enojo: —¡Agradezcan que soy un hombre que ama la paz, de lo contrario, en estos momentos los haría apresar a todos y los enviaría a remar a las galeras por el resto de sus vidas! En este palacio no se acepta a nadie que venga con amenazas. ¿No les parece que el Marqués ha pagado bien las insolencias del Comendador Mayor? ¿No ven que quien provocó todo esto fue el Comendador y que el Marqués sólo se estaba defendiendo? El Marqués podía haber perdido la vida esa noche, y como caballero que es y buen cristiano, pues lo conozco, respetó la vida del Comendador para darle la oportunidad de que se convirtiera de su vida desordenada. El detalle de haberse apoderado del anillo y de la cruz debe tener algún significado… Guardó silencio por un momento que a todos les pareció infinito, pues al oír los gritos del Dux, la guardia de palacio había acudido en tropel. En un instante ya rodeaban a los de la hermandad, dispuestos a cargar contra ellos a una sola orden del Dux. El Dux se sentó, levantó la mano y con un gesto autoritario, les dio la orden a los miembros de su guardia personal de que salieran y ocuparan de nuevo sus puestos. Los miembros de la Hermandad de san Giorgio respiraron aliviados. El Dux dijo entonces: —Este asunto tenemos que terminarlo por la vía de la paz, pues sólo la paz traerá paz, ya que las terribles compañeras de la violencia son el odio, el rencor, la venganza y la muerte; no quiero que ninguna de ellas se apodere de nuestra república. Yo mismo, mañana por la mañana zanjaré la cuestión. El Dux se levantó y salió de la sala de audiencias. Los de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni también se dieron prisa en salir, pues como no eran hombres de palabra, ni sinceros, tenían miedo de que el Dux les estuviera tendiendo una trampa, y como todos los que hacen el mal, creían que todos eran tan malos como ellos. Una vez que estuvieron en la calle, urdieron un plan para la entrevista del día siguiente. Por su parte el Dux mandó sendos citatorios tanto al Comendador como al Marqués para el día siguiente. Al salir el sol toda la ciudad de Venecia estaba pendiente de lo que iba a pasar en el Palacio Ducal. Antes Presencia Apostólica

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Historia para meditar de que el reloj de la catedral de San Marcos diera las nueve, hizo su entrada la comitiva del Marqués, con el viejo y tullido Marqués a la cabeza. Después de ellos, entró la comitiva del Comendador, vestidos todos con sus vistosos hábitos rojos con capuchas blancas y con una cruz también blanca en el pecho. Los dos bandos estaban en dos extremos de la sala de audiencia. Ambos grupos eran estrechamente vigilados por los guardias. Cuando sonó la última campanada que anunciaba las nueve en el reloj de la catedral de san Marcos, entró el Dux, y después de subir los tres escalones del estrado en donde se encontraba su sede, se sentó y dijo: —Quiero que se acerquen al centro de la sala el Comendador de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni y el Marqués de Mantua. Ambos lo hicieron. El Comendador caminaba lentamente por las contusiones de la caída de la noche del duelo. El Marqués también se acercó lentamente cojeando y arrastrando los pies, como era lo propio de él. Una vez que estuvieron frente a frente, el Comendador echaba chispas de odio por los ojos, y si le hubieran dejado, se hubiera lanzado contra el Marqués para quitarle la vida; tanto era su odio. El Marqués, por su parte, no perdía la serenidad. Era un hombre muy anciano, y de joven había participado en muchas batallas, por lo que estar cerca del enemigo no le inspiraba miedo. El Dux dijo: —Ordeno, que el Marqués de Mantua le devuelva al Gran Comendador el anillo de rubí y la gran cruz bizantina de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni. Cuando el Comendador oyó estas palabras se llenó de una insana alegría y sonreía triunfante. El Marqués dijo con humildad: —Su excelencia, si tuviera en mi poder ambas cosas, se las devolvería al Comendador, pero yo no las tengo, ni tengo la más remota idea de quién las pueda tener.– Y guardó silencio. El Comendador cambió la alegría por una gran cólera y comenzó a gritar mientras casi se abalanzaba sobre el Marqués: —¡Mientes! ¡Tú me las robaste la noche del duelo! ¡Devuélvelas, cobarde, o te juro que…! —¡Basta! –gritó con autoridad el Dux– El Marqués dice la verdad, él no tiene esas joyas. Las joyas las tengo yo. Y ante la admiración de todos entró el fiel gondolero del Dux llevando en un cojín blanco ambas joyas, el anillo con el rubí y la cruz bizantina, y en la mano un bastón y una peluca blanca, los elementos que el Dux había utilizado para hacerse pasar por el Marqués la noche del duelo. El gondolero subió las escaleras del estrado y se colocó junto al Dux mostrando a todos 16

Presencia Apostólica

las joyas y los demás objetos. El Dux dijo: —Al saber que iba a haber un duelo, quise evitar el derramamiento de sangre, pero también quise aprovechar la oportunidad para conocer más de cerca a la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni, pues se les atribuían muchos crímenes, robos y atrocidades que no se habían podido comprobar. Así que una noche mi fiel gondolero robó el guante carmesí de la casa del Marqués, sabiendo que el Marqués, como persona de paz, no acudiría al duelo. Así, la noche de la cita, fui yo quien fingí ser el Marqués, simulando al caminar la cojera que lo aqueja y que es por todos conocida. Yo fui también quien le quitó al comendador el anillo de rubí y la gran cruz bizantina. Con la cruz en mi poder pude comprobar que esta era la llave de una puerta oculta detrás del cuadro de san Agustín en la Iglesia de san Giorgio degli Schiavoni, tal y como lo dice la inscripción del anillo: Sub Aug. Ep. Hipp (o sea detrás de Agustín, obispo de Hipona). Ahí pude darme cuenta de que ese era el lugar donde la hermandad escondía los frutos de sus robos y rapiñas: joyas, oro y muchas riquezas. Por todo ello, la República de Venecia declara abolida la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni. Todos sus miembros serán arrestados y serán llevados a prisión hasta que se juzgue a cada uno según sus delitos. Mientras el Dux decía esto, los guardias del palacio ducal encadenaron a todos los miembros de la Hermandad que estaban ahí presentes. Y mientras les colocaban las cadenas, vieron entrar al capitán de la guardia del Dux: —Su excelencia ya hemos cumplido nuestra labor. El Dux hizo una señal con la mano y entró en la sala otro grupo grande de la Hermandad de san Giorgio con las manos aherrojadas con cadenas. El Dux dijo: —Estos son también parte de esta hermandad. Estaban apostados en las afueras del palacio esperando el final de este juicio para tender una emboscada al Marqués y a toda su comitiva, una vez que les hubiera devuelto el anillo y la cruz. El pueblo de Venecia aquella mañana echó las campanas al vuelo pues la astucia del Dux les había librado de la banda más peligrosa de malhechores y asesinos, que actuaban escudados tras las apariencias de la piedad y la santidad. Al Comendador le perdió su soberbia y su impaciencia. A los miembros de la hermandad, su impuntualidad… El Dux de Venecia fue inmortalizado en un retrato hecho por Giovanni Bellini, que se conserva hoy en la National Gallery de Londres, en donde el Dux luce la ropa que llevaba aquel día solemne, incluido su típico gorro.


Teléfono abierto

Nació de Santa María Virgen

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

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Ernesto Bañuelos C.

esús no sólo quiso quedarse Él mismo en persona como compañía, sino que al decirnos que el pan y el vino consagrados son su cuerpo y sangre reales se está entregando como alimento. Esto significa que Él es nuestro vigor, nuestra fuerza, nuestra transformación.

Estas consideraciones tal vez nos den una explicación de por qué en la cruz, antes de expirar dijo a Juan el Evangelista: Ahí tienes a tu madre. El texto sagrado agrega que Desde ese momento el discípulo se la llevó a su casa (Jn 19,27-28). Con las primeras palabras dichas a Juan, María quedó constituida Madre de los creyentes.

Humano totalmente Ese Jesús que ahora nos transforma, como todos los hombres comenzó una existencia terrena en el seno de una mujer. En el seno de una mujer fue concebido y se desarrolló como ser humano hasta su nacimiento. Nació como todos los hombres, niño impotente y dependiente por completo de los cuidados de sus padres. Alimentado y cuidado por su madre, creció en este mundo. Sus manos empezaron a tocar, a buscar. Esas manos extendidas para tocar el mundo circundante, encontraban sobre todo a su madre. Se abrió a la vida gracias a los cuidados y al amor de su madre.

Espitualidad mariana El creyente laico que recibe a María en su casa, igual que Juan, tendrá en su vida paz interior y devoción sencilla y sana porque no tiene el corazón endurecido ni amargado, como puede estar el que se siente huérfano y desamparado de madre. Todo esto significa que María es otro pilar importante de nuestra espiritualidad de laicos. A ella podemos acudir para que nos enseñe a modelar nuestro corazón como lo hizo con su Hijo y nos acompañe toda la vida como también lo hizo con Jesús hasta la Cruz Cuanto se diga al respecto no significa en modo alguno que estamos abandonando nuestra posición cristocéntrica. Cristo es para nosotros Alfa y Omega, Principio y Fin. En Él veremos el modelo a imitar para llegar al Padre; Y siempre podremos decirle: ¿A quién iremos si sólo tú tienes palabras de vida eterna? (Jn 6,68). Pero la bienaventurada Virgen María formó el corazón de Jesús en la piedad que manifestó de joven y de adulto, en el respeto a la mujer que Cristo siempre tuvo con todas las mujeres con quienes trató: la adúltera, la Magdalena, la viuda de Naím, las hermanas de Lázaro..., en la decisión de cumplir la voluntad del Padre. Todo esto se lo estaremos solicitando a la Virgen para que también lo forme en nuestros corazones. Servir: virtud mariana por excelencia En fin, también estaremos tratando de imitar sus virtudes: servir, como lo hizo con su prima Isabel, confortar, como lo hizo con los apóstoles después de la Resurrección, en la aceptación de la voluntad de Dios, como lo hizo cuando le anunció el Ángel que sería Madre del Salvador: Hágase en mí, según tu palabra. ebanuelosc@gmail.com

Presencia Apostólica

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k Fe y vida

El Pacto de Juárez Enrique Marroquín, CMF

U

no de los problemas más agudos que está padeciendo nuestra patria es la situación de inseguridad. Se ha evidenciado la incrustación orgánica del crimen organizado en la sociedad, en niveles que no sospechábamos, corrompiendo las instituciones y degradando la gobernabilidad con la impunidad y complicidades de muchas autoridades. El combate frontal que emprendió este gobierno provocó pugnas entre los cárteles, con la saña y crueldad propias de un salvajismo primitivo. Esta situación tiene graves consecuencias en la población: más de 40,000 homicidios (muchos de ellos con signos de terribles torturas), 10,000 desaparecidos, secuestros, “levantados”, narcofosas, descomposición del tejido social, trata de personas, ciudades que se vacían, negocios en quiebra, regiones enteras en las que el Estado deja de gobernar, etc. Pese a autocensura de la prensa temerosa, la población expresa ya su hastío y exige el cambio de estrategia en este combate. De lo que se trata es de pasar de una concepción de “seguridad pública”, con modalidad militarista –abocada a que el Estado recupere el monopolio de la violencia y la indispensable soberanía nacional–, hacia otro enfoque de “seguridad de los ciudadanos”, de modo que el Gobierno dé prioridad a la protección civil. 18

Presencia Apostólica

Un catalizador de esta inconformidad de la sociedad lo representa el movimiento desencadenado por Javier Sicilia, a u n que él expresa que no pretende ser su caudillo. Golpeado certeramente por el asesinato de su hijo Juan Francisco, es canal de expresión de numerosas víctimas civiles inocentes, caídas en esta “guerra”, y que son consideradas, fría e insensiblemente, como “daños colaterales”. Ya poco tiempo antes, algunos caricaturistas, encabezados por Eduardo del Río (“Rius”), habían difundido un ingenioso logo con el clamor de “No más sangre”. Emerge nuevamente la sociedad civil, o sea, ciudadanos que se organizan espontáneamente, al margen del Gobierno y de sus aparatos, así como de los partidos políticos. Reiteradamente suelen aparecer movimientos cívicos semejantes, a veces espontáneamente –como fue la movilización inmediatamente después del terremoto de 1985 en la Ciudad de México–, o a veces motivados por alguna personalidad carismática, como las recordadas movilizaciones de Salvador Nava en San Luis Potosí, la de Heberto Castillo, la de Manuel J. Couthier, etc. La sociedad civil, empero, no deja de ser un poco gelatinosa, es decir, “hay de todo” y posee distintas tendencias ideológicas; pero se unen e n tor no a algo que quiere n en común. En este caso, son más de 250 organizacio-

nes sociales, aparte de grupos y personas individuales que se han unido en este hartazgo. Javier Sicilia es partidario de la No-Violencia Activa, aquella que inspiró a Mahatma Ghandi, a Martín Luther King o a Lanza del Vasto (mentor preferido por el líder). Esta actitud trata de vencer el miedo, como sentimiento paralizante, y ponerse en movimiento. Nos presentamos vulnerables, expuestos a la represión y renunciando a la violencia defensiva; pero al mismo tiempo, atacamos la conciencia del agresor, para quitarle aquellas pantallas con las que justifica su agresión. Sicilia tiene palabra fuerte, pues es poeta. Congruente y responsable, su voz ha sido respaldada por muchas otras voces que habían sido acalladas por el temor. El dolor por su “Juanelo” fue inmenso, pero supo convertirlo en el detonador de un estado social compartido, compuesto de rabia e impotencia colectivas, así como del convencimiento de que es posible otra forma de afrontar el problema. Sicilia es cristiano, y se inspira en lo dicho por Jesús, cuando declara que son los “no-violentos” (los mansos, según cierta traducción bíblica) y no los violentos, quienes “poseerán la Tierra”. Sabe que hay momentos en los que debe ponerse la mejilla izquierda (no la derecha, que se da con el dorso en señal despectiva, sino la izquierda, expuesta a la bofetada con la palma abier-


Fe y vida

ta); de entregar la túnica a quien pelea el manto; la que carga las armas del romano dos kilómetros, y no uno, como tenía “derecho” a coaccionar cualquier soldado romano, justamente para hacer patente la agresión y deslegitimarla. Como tantos otros, Sicilia está harto. Apela en primer lugar, a la conciencia de los “barones de la droga”, para que tengan una mínima sensibilidad, la de respetar, como se hacía antes, al menos los “códigos de honor”, sin exacerbar crueldades innecesarias y contraproducentes. También critica, en general a la clase política y a la manera concreta como la autoridad está afrontando esta lucha, criminalizando muchas veces a las víctimas mismas, al dar a entender que se trata de delincuentes muertos por sus vínculos con el hampa. Las fuerzas armadas mismas, preparadas para condiciones de guerra, ocasionan muertes de civiles (los habitantes norteños afirman temer más al ejército que a los delincuentes). Muchos de aquellos millares de asesinados –dice el poeta– lo fueron tres veces: por el homicidio propiamente dicho, por su criminalización y por las fosas comunes... muchos otros han sufrido atropello en sus derechos civiles o han tenido que enfrentar la indiferencia de algunos funcionarios. Por su insensibilidad e ineficacia, la falta de investigación, la impunidad

y la descalificación. Atacar la violencia con más violencia es entrar en una espiral de violencia, que engendra siempre más y más. Se precisaba entonces la intervención de otro nuevo sujeto, justamente la “sociedad civil”, para buscar creativamente nuevos caminos. Por supuesto, nadie pide, como se le atribuye al movimiento, algún inminente regreso del ejército a sus cuarteles (el Estado se estaría dando por derrotado). Pero exigen que se vaya apuntando hacia ese objetivo, acelerando el paso y dentro de una solución más clara e integral. Después de la multitudinaria marcha del 6 de abril, la marcha del 8 de mayo desde Cuernavaca al Zócalo de la Ciudad de México, se organizó la Caravana de la Consolación, recorriendo aquellos lugares emblemáticos de violencia criminal, para llegar a Ciudad Juárez, el epicentro de la violencia e n n u e s tro país, donde se formalizó un pacto. No hacen crítica destructiva, sino que se proponen ser constructivos. Así, hacen sugerencias concretas y viables, para el advenimiento de un nuevo camino de paz con justicia y dignidad. Exigen esclarecer los hechos, empezando por algunos casos

emblemáticos (como el del propio hijo de Sicilia), y rescatar la memoria (poniendo nombres de las víctimas en placas en las plazas). Proponen una reforma constitucional en derechos humanos y la protección de los defensores de tales derechos, así como la de los periodistas. Afirman que se mantendrán alerta para impedir que pase una Ley de Seguridad sin haber sido antes discutida y estudiada por la misma sociedad civil, evitando que se conculquen garantías individuales. Exigen también, para combatir la corrupción y la impunidad, que se elimine el fuero para los legisladores y funcionarios de los tres órdenes de gobierno, en materia de delitos comunes o de vínculos con el crimen organizado. Exigen que se combata frontalmente el lavado de dinero y que se hagan públicos los nombres más connotados. Propugnan un enfoque integral de la violencia que atienda mejor a los jóvenes, en estudios y empleo, de modo que se destine a esto en la misma proporción de lo destinado a las fuerzas armadas. Exigen mayor democracia participativa, representativa y comunicativa. Demandan un diálogo constructivo con el Gobierno en todos sus niveles y las distintas fuerzas políticas del país. El movimiento significa un aire refrescante y esperanzador para salir de esta atroz situación que padecemos. Presencia Apostólica

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k


De la Palabra a la acción

De la Palabra a la acción

La

Palabra Julio

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Domingo Mt 11,25-30 (…) Jesús exclamó: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar. Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi

Julio

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Domingo Mt 13,1-23

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo: “Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga.” (…) * 20

Presencia Apostólica

yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera.” La preferencia por la gente humilde y sencilla es un rasgo muy propio de Jesús. En contraste, nosotros vivimos en un mundo donde los poderosos son los atractivos y la mayoría de la gente se desvive por estar cerca de ellos. Jesús nos llama a los que vivimos agobiados por alguna carga y nos ofrece una enseñanza verdadera que nos liberará y nos dará descanso.

¿Por qué será que Dios prefiere a los humildes y sencillos?

El Evangelio nos dice que tenemos la misión de ser la buena tierra en la que pueda germinar la semilla de la Palabra. Si cumplimos con esta misión todo un proceso productivo de vida se desarrollará a partir de esa semilla; pero no olvidemos que la semilla es la Palabra y es en sí misma poderosa. Tomemos por ejemplo a esas plantitas cuya voluntad o misión de ser vida nos sorprende cuando las vemos nacer y crecer en las situaciones menos propicias: en una grieta en el concreto, a la mitad del muro de un puente o en el borde alto de un antiguo edificio. Así se abre paso la Palabra para dar vida donde menos lo esperamos.

¿Confiamos en el poder de las

semillas de la Palabra de Dios? * Cuando no se reproduce el texto de la lectura (por razones de espacio), se invita a leerlo en la cita bíblica.


De la Palabra a la acción

julio-agosto

Julio

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Domingo Mt13, 24-43

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

(…) Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: «¿Señor, qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?» El amo les

respondió: «De seguro lo hizo un enemigo mío.» Ellos le dijeron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero él les contestó: «No. No sea que al arrancar la cizaña arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero.»” Luego les propuso esta otra parábola: El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas.” Les dijo también otra parábola: “El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar.” (…) * Es interesante destacar la pregunta de los trabajadores en relación con la cizaña: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” y la respuesta del amo: “No. No sea que al arrancar la cizaña arranquen también el trigo...” A través de esta comparación con el trigo y la cizaña Jesús nos enseña a ser tolerantes con los errores de los demás y aun con nuestros propios defectos. Nos invita a concentrarnos más en ser buena semilla y no en juzgar. Nos enseña a no tener prisa de juzgar, pues corremos el riesgo de equivocarnos. También queda claro que aquel que se complace en la propia conducta y que juzga y desprecia a los demás no es un auténtico cristiano.

¿Has sentido prisa en deshacerte de “la cizaña” o la “mala hierba” al ver los errores de los demás? Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción

Julio

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Domingo Mt 13,44-52

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra. También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiem-

Julio

pos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. “¿Han entendido todo esto?” Ellos contestaron “Sí.” Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas.” Las parábolas de hoy comparan el Reino de Dios con un tesoro que debemos buscar y valorar y que vale más que todo lo que tenemos. Se trata de un tesoro que contiene “cosas nuevas y cosas antiguas” y del cual podemos ir sacando y compartiendo mucha sabiduría para nuestra vida.

¿Estás valorando tu fe como un verdadero tesoro?

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(…) Al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer.” Pero Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer.” Ellos le contestaron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados.” Él les dijo: “Tráiganmelos.” Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños. Con el gesto generoso y sincero de compartir con todos lo mucho o lo poco que se tiene, Jesús enseña a 22

Presencia Apostólica

Ilustración: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Domingo Mt 14,13-21

sus discípulos y a nosotros a hacer realidad el Reino Dios. En Jesús la compasión conduce a la acción, él se compadece y enseguida cura y alimenta. No sirve de nada limitarse a decir ¡pobre gente!


De la Palabra a la acción

Agosto

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Domingo Mt 14,22-33

(…) Inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí. Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua se espantaron y decían: “¡es un fantasma!” y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo.” Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua.” Jesús le contestó: “Ven.” Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediata-

Agosto

14

Domingo Mt 15,21-28

(…) Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio. Jesús no le contestó una sola palabra, pero los discípulos se acercaban y le rogaban: “Atiéndela porque viene gritando detrás de nosotros.” Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel.” Ella se acercó entonces a Jesús, y postrada ante él, le dijo, ¡Señor, ayúdame! Él le respondió: No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos.” Pero ella replicó: Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas.” Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

mente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe. ¿Por qué dudaste?” En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.” Todos de una u otra forma experimentamos el miedo, ya sea al fracaso, a la soledad, a la enfermedad, a la violencia… Ante estos miedos contamos con la presencia del Señor que nos dice con claridad: ¡No teman, yo estoy con ustedes! El Señor no resolverá nuestros problemas como si fuera un mago, pero sí nos acompaña solidariamente y con la presencia del Espíritu Santo nos ofrece sabiduría y fortaleza para salir adelante. La persona miedosa no alcanza a ver la vida con claridad –los discípulos por miedo pensaban que Jesús era un fantasma–. El miedo no reconocido ni vencido es el principal obstáculo para seguir a Jesús.

¿Por qué no es posible tener fe y tener miedo al mismo tiempo?

Nosotros necesitamos una fe perseverante sin que esto se confunda con la terquedad. Una de las cualidades de la fe debe ser la perseverancia. La mujer de la lectura nos muestra esta virtud de manera sorprendente, pues habiendo descubierto en Jesús la presencia de Dios no desiste de pedir su ayuda a pesar de los obstáculos y negativas que obtuvo al principio del mismo Jesús. El final de la historia nos muestra que el Señor que ve lo profundo de los corazones no rechaza nunca una fe humilde y perseverante.

¿Qué tan sólida es nuestra fe en Jesús?

Presencia Apostólica

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De la Palabra a la acción

Agosto

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Domingo Mt 16,13-20

(…) Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros que Jeremías o alguno de los profetas.” Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Simón Pedro tomó la Palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo.” Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.”

Agosto

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Domingo Mt. 16,21-27

(…) Comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén Para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos de sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: “No lo permita Dios Señor, eso no te puede suceder a ti. Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: ¡Apártate de mí Satanás y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!” Luego Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí la encontrará ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras. 24

Presencia Apostólica

Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías. Jesús nos recuerda hoy que su Iglesia está fundada sobre una cabeza humana para realizar el servicio de unidad y autoridad. Dios se vale de hombres, limitados e imperfectos, para realizar su obra de salvación. Por otra parte Jesús concibe la autoridad como un servicio, no como un privilegio. Este servicio de autoridad es necesario y se lo ha confiado a Pedro, cabeza visible de la Iglesia, para que exista la unidad. Esto vale para la Iglesia universal en la que el Papa desempeña este oficio pero esto también vale para la Iglesia diocesana, parroquial y familiar. Jesús nos invita a trabajar por el Reino de Dios en unidad y compromiso diario edificado sobre Pedro.

¿Cuál es mi relación con las autoridades con las que colaboro?•¿Qué beneficios encuentro; qué dificultades tengo? ¿Cómo trato de superarlas?

Jesús ha puesto a Pedro como cabeza visible de la Iglesia y hoy nos muestra que eso no obsta para que sea reprendido con severidad por su debilidad, aunque no le quita la grave responsabilidad que le había confiado. Hoy se toca un punto importante: la autoridad de la Iglesia, no por serlo está exenta de fallas. Las fallas de la cabeza repercuten en el cuerpo. ¿Qué hacer cuando una situación así se produce en nuestra Iglesia actual? El espíritu cristiano nos pide encontrar caminos de solución. El amor a la Iglesia toda, a los fieles y al pastor mismo, así lo pide. Sírvanos de brújula orientadora que el amor debe ser el impulso fundamental que nos lleve a la corrección. No la impaciencia, ni el rencor, ni la envidia, ni nuestros intereses egoístas. Si no es el amor lo que nos impulsa, seguramente será mayor el daño que causemos que el que tratamos de remediar.

¿Estarías dispuesto, por amor, a hacerle notar sus fallas a quien es cabeza o autoridad, en caso de necesidad? Comentarios elaborados por Alejandro Cerón Rossainz, CMF y Marisol Núñez Cruz.


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