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Habitando el recuerdo: Experiencia 3

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Conclusión

Conclusión

dos veces para salir de casa. La puerta se convirtió en un límite entre la zona segura del hogar y el caótico exterior.

Claramente uno de los elementos que más nos ha ayudado a evadirnos ha sido la ventana. Esta era el contacto con exterior, y gracias a ella veíamos la calle en la que jugábamos de pequeños, en la que tantas veces nos caímos con la bicicleta. A través de ella

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hemos intentado buscar algo de inspiración para seguir estudiando. La ventana nos daba pequeñas dosis de realidad, ya presente o pasada, que nos ayudó a continuar. 6

Figura 1: Imagen 2: dibujo de elaboración propia, 2020

HABITANDO EL RECUERDO: EXPERIENCIA 3

En Arganda del rey, al sureste de la comunidad de Madrid,. Abril 2020.

Despierto... todo negro, me levanto corro la persiana, luz, claridad. Observo el entorno desde la ventana, tan solo un día más, no muy diferente al día de ayer, ni seguramente que al de mañana.

Empezamos a ser esclavos de la monotonía y aun con las condiciones por las que estamos pasando, no dejamos aparte esa “sociedad del rendimiento” de la que habla el autor ByungChul Han en -La sociedad del cansancio.

Con todo esto, llegamos a un punto de evasión donde aparece el aburrimiento profundo, el punto álgido de la evasión espiritual en el cual “nos envolvemos a soñar [...] y nos encontramos en casa” (Walter Benjamin) y entonces, es cuando aparecen los recuerdos. En ese mismo espacio, donde se han reducido mis límites y se ha ampliado mi tiempo, empiezo a recuperar mi pasado. Y recuerdo.

7 Recuerdos como una serie de imágenes que hacen referencia a hechos o sentimientos vividos en un espacio, recuerdos que no narran la casa como algo descriptible (definiendo sus aspectos), sino que reflejan como hemos ido habitando sus espacios a lo largo del tiempo. La casa, que se divide según los sentimientos experimentados o según el inconsciente, donde crea espacios para la soledad, como en mi caso era mi cuarto. Mi refugio, donde se escondía mi intimidad y mis olores, un espacio aislado del mundo exterior, pero al mismo tiempo lo único que me comunicaba con él, mediante una ventana que era mi foco de luz saliente, en lugar Figura 1: Imagen 3: dibujo de entrante y la cual me dotaba de dosis de realidad. de elaboración propia, 2020

Para la incertidumbre, el “ser oscuro” de la casa, el desconocimiento y el recuerdo del miedo que tenía cuando era pequeña: el sótano, donde siempre era inquietante estar ahí, pero al mismo tiempo era un espacio fresco, aislado, que te calmaba cuando necesitabas evadirte de la evasión o confinarte del confinamiento.

Y “…el soñador se extrae de las profundidades de la tierra y entra en las aventuras de lo alto”3, la tentación y lo prohibido, casi lo inalcanzable y lo más cercano al cielo en diversos sentidos, la buhardilla. Una caja cerrada con dos huecos medianos que dejan paso a la luz cenital, creando una atmósfera que Álvaro Urbano describe muy bien como “Un lugar donde la arquitectura parece estar suspendida en el tiempo, donde se encapsula un paisaje pictórico que relata historias vividas en su interior… y un crepúsculo de luz que no termina baña el espacio de color y le da vida” donde yo imaginaba un paraíso de diversión, pero tenía un limitado acceso. Todos estos espacios conectados por una larga escalera que a veces sus peldaños me parecían interminables y otras demasiado cortos.

Y por último una puerta acristalada que da paso a una libertad encerrada, un “dentro” que me hacía sentir “fuera” y un “fuera” que me hacía sentir “dentro”, la terraza y el jardín. Espacios reservados al disfrute y a la relación social, como un lugar de ocio y entretenimiento dentro

3 La casa. Del sótano a la guardilla. (Pág.42) Gastón Bachelard

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