Federico Fernández- La Fotografía como Identidad y Pertenencia

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Esta colección surge con el propósito de testimoniar el quehacer de los creadores nacionales galardonados con el Premio Nacional de Cultura que otorga el Estado venezolano en cada área, como reconocimiento a sus innegables méritos, cosechados durante una larga trayectoria dedicada a la construcción espiritual de la República Bolivariana de Venezuela.

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PREMIOS NACIONALES DE CULTURA

FOTOGRAFÍA

FEDERICO FERNÁNDEZ 1995

texto de Luis Gonzaléz

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© Fundación Editorial El perro y la rana, 2009 Centro Simón Bolívar Torre Norte, piso 21, El Silencio Caracas - Venezuela, 1010. Telfs.: (58-0212) 3772811 / 8084986 Correos electrónicos premionacional@gmail.com elperroylaranacomunicaciones@.yahoo.es editorial@elperroylarana.gob.ve Páginas web: www.elperroylarana.gob.ve www.ministeriodelacultura.gob.ve Hecho el Depósito de Ley N° lf 40220088004766 ISBN 978-980-14-0238-1 Edición al cuidado de: Gabriela Correa Luis Miguel Henríquez Karen Rosa Francisco Romero

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Veredicto Por la trayectoria firme acompañada por la capacidad de búsqueda experimental, arriesgada y personal en el desarrollo de una obra en permanente evolución, lo cual señala aportes significativos en el ámbito de la Fotografía Venezolana Contemporánea. Jurados: José Antonio Navarrete Félix Molina Zuleiva Vivas María Luz Cárdenas Carlos Ayesta

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Federico FernĂĄndez

La fotografĂ­a como identidad y pertenencia

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introdUcciÓn LA FOTOGRAFÍA, AUXILIAR DE LA MEMORIA La memoria es receptora del instante pensado, soñado o contemplado, recordar es apropiarse de lo que se observa. Pero las experiencias, por ser inasibles, no pueden transferirse sin sufrir modificaciones. Si no se transforman en imágenes, difícilmente subsisten. Por siglos las vivencias sobrevivieron a través de las artes, encontrando en ellas la manera de materializarse. Sin embargo estas herramientas no atrapaban el instante de su consumación, para hacerlo posible requerían largas sesiones contemplativas del artista hacia el objeto a representar, lo que terminaba siendo una interpretación idílica del sujeto y no la visión objetiva del hecho, producto del genio individual. A Leonardo Da Vinci -por ejemplo- le tomó más de diez años pintar La Gioconda y al final acabó el retrato de memoria. Debieron transcurrir muchos siglos para fijar el instante en una superficie. Y así continuaría siendo, si a mediados del siglo XIX, no se le hubiera ocurrido al francés Luis Daguerre, perfeccionar su máquina de cazar recuerdos, congelando el tiempo en sales de plata, entre una cámara oscura sobre placas de metal emulsionado. Desde entonces la memoria encontró su mejor aliado

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en la fotografía. El cine, la televisión y el video fueron secuelas tecnológicas de este invento genial. Las balbucientes impresiones sobre papel transformaron la forma de mirar. Este invento pronto alcanzó legitimidad cambiando para siempre los conceptos acuñados por siglos, obligando al arte a tomar rumbos distintos donde todos ganaron. La fotografía se transformó en arte y la pintura dejó de ser accesorio de la memoria para penetrar en la sensibilidad humana hasta visibilizar los sueños más recónditos y colocarle alas al ingenio. Por encima de los méritos propios, el hecho fotográfico como documento, estímulo a la vanidad o crónica visual, hizo aportes significativos a la cultura artística impulsando las vanguardias. Su evolución tomó de la mano al arte y la industria, transformó los medios de comunicación impresos, la publicidad, la fantasía… y ayudó al desarrollo de la óptica, la mecánica y la estética. Se hizo cómplice de la retentiva y ha sido el testigo más fiel de la historia. La fotografía, más que objeto, se convirtió en concepto, congeló la velocidad en el visor y es una retina adicional de la mirada, capaz de captar huellas imperceptibles para el ojo humano. Imagen, señal, fondo y continente, signo, símbolo, alter ego del objeto captado y del sujeto que obtura. Pasarían muchos años de su descubrimiento para que la fotografía se estableciera como una industria sólida en nuestro país, más allá de los escarceos iniciales de Enrique Avril (1870-1950), Juanito Martínez Pozueta y Luis Felipe Toro (1879-1955), por la inexistencia de una academia capaz de dejar huellas. Aquellos cronistas solitarios cultivaron una actividad marginal hasta cercano el medio siglo XX, cuando surge una mirada más honda en las cámaras de Alfredo Boulton (1908-1995), Fina Gómez y Margot Benacerraf (14, 8, 1926). Boulton nos legó su magnífico mural tropical Latinoamericano con La Margarita, un libro lleno de sol del vecindario isleño. Por su parte Benacerraf nos hizo ver la fotografía en movimiento. 14

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1. NOTA INTRODUCTORIA

Araya terminó siendo un fastuoso monumento de cine, característicamente fotográfico que le valió el Premio Internacional de la Crítica, en el Festival de Cine de Cannes, Francia, en 1959. También Fina Gómez nos mostró el paisaje con una visión distinta, al fotografiar sinuosos troncos y surcos de tierra sedienta. En el campo del reporterismo gráfico emergió la figura gigante de Héctor Rondón Lovera, para incrustar en la retina nacional el dramático cuadro de un cura socorriendo a un soldado herido durante los acontecimientos políticos de “El Porteñazo”. Un testimonio fotográfico que recorrió el mundo a través de los más importantes periódicos, y le hizo merecedor del World Press en 1962 y el Premio Pulitzer en 1963, galardones otorgados por primera vez a un reportero gráfico latinoamericano. La foto fue captada en una calle de Puerto Cabello, la ciudad que le dio abrigo a la familia Fernández Ackermann. Todo este anecdotario de nombres y sucesos constructores de la historia de la fotografía nacional, lo aprendió ampliamente Federico por estudiar con precisión de relojero la alquimia del arte fotográfico y su oficio. Conoció las propuestas innovadoras de antecesores suyos como Claudio Perna a quien le uniría una sincera amistad, reconociendo en él, a un portador de saberes con quien adquirió valiosos conocimientos sobre vanguardias fotográficas que lo impulsaron a la experimentación. Gracias a las investigaciones hechas en los años setenta, cimentó un complejo mapa de experiencias compartidas ampliamente con discípulos y amigos en academias, talleres y conversatorios. El estudio paciente no le impidió la impronta y el ensayo. La práctica le haría descubrir que el rigor no es la norma, cuando la luz y sus matices juegan para alterar el resultado. De ahí la paciencia y el ansia conjugados por ver surgir la imagen en el laboratorio.

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Para Federico Fernández primero es la idea, la exploración del ojo. Sobre el particular expresa: pienso que la fotografía va más allá de un hecho espontáneo de gusto o disgustos, tiene su historia, sus variables proposiciones, sus etapas cerradas, sus teorías. el placer de su exploración proviene del enlace sensible de sus hitos y variantes, y el acceso a estos permite aprender, observar, investigar. Los organismos adecuados que todos conocemos están obligados a servir los recursos apropiados.

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PARTE I

LO Que dicen sOBre eL creadOr y su OBra Evidentemente Fernández se sobrecarga de ideología en la apreciación del mundo; sus ideas atropellan sus imágenes, va predispuesto a la fotografía que va a tomar; sin embargo, posee una sensibilidad, una intuición de la armonía visual que lo lleva a andar por nuevos espacios fotográficos. Es una rabia guardada, un reclamo a la justicia que aún no estalla. Es un fotógrafo que ha ido crecido conflictuado entre él y el espacio que habita. David Suárez En la obra fotográfica de Federico Fernández, observamos y podemos nombrar gracias a los teóricos la búsqueda de un estilo, a pesar de que él mismo no nos lo comentó. El estilo es quizá lo que ha llamado “humor” en las tiras de Brainstorm (torbellino cerebral, como pudiera traducirse), o “el ritmo” para la solución de las connotaciones. Son frases, quizá más parecidas a un texto que a un ensayo fotográfico, son textos visuales que buscan un estilo discursivo con el que traspasa los límites de la foto. De ahí su inquietud por la escritura y el interés por cómo puede quedar esta investigación que trata de imitar, en su estructura y en su estilo el carácter de la obra del fotógrafo. Argimiro Serna El estilo de Fernández Ackermann puede ser definido como documentalismo crítico. Durante toda su carrera realiza reportajes acerca de las actividades en los museos con un mirar observador y de curiosidad. Su trabajo de primera importancia acerca de la época del Sandinismo en Nicaragua representa un aporte fundamental a la fotografía de reportaje latinoamericana. Diccionario mundial Larousse de la fotografía, 1999

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Observar el cuerpo fotográfico de Nicaragua, tiempos de guerra, es entrar en la descripción de un momento histórico muy cercano para todos los latinoamericanos. Al contemplar detalladamente sus imágenes, podemos adentrarnos progresivamente al proceso nicaragüense con una mirada, a veces crítica, a veces amorosa, a veces épica. Es difícil para mí hacer una lectura semiológica de la obra de Federico Fernández en este trabajo, ya que formé parte del proyecto por muchos atajos de nuestras vidas. Por no ser especialista en el tema, me aventuro a hacer una aproximación totalmente cargada de subjetividad. Flérida Alcalá, Nicaragua, tiempos de Guerra. Catálogo de exposición Cuartel San Carlos, Caracas 2007.

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PARTE I

LO Que dice eL creadOr sOBre su OBra Creo que las apariencias son esencia, creo que fotografía, la representación, es decir, la obra de teatro, creo que soy un fotógrafo de escenas de teatro. En cuanto a la suspicacia que esta declaración pudiera producir, me remito a la toma final de Pierrot le Fou, en la que éste intenta coger al vuelo el proyectil que acabará con su vida. Como padezco una obstinada timidez, fotografío generalmente en condiciones donde el acto de hacerlo pase desapercibido o por lo menos socialmente aceptado. El modo de fotografiar tergiversa, a menudo, las intenciones el actor y distorsiona a su vez las relaciones con la escenografía. Todo esto nos lleva a pensar que “La fotografía es la ilusión de una descripción literal de un pedazo de tiempo y espacio” (1) aunque de todos modos la mera fotografía de algo, sin introducir elementos en movimiento, sería también esta misma ilusión. Tiendo a presentar grupos de fotografías en forma de libros, porque me interesa el orden de lectura, la decisión de tamaño, la intimidad y disponibilidad que otorga la presencia del libro… la exposición y el audiovisual me quitan la posibilidad de volver a ver en coincidencias con mi apetito.

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G.Winogrand, citado por Tod Papageorge. Public Relations, 1977. M.O.M.A. 19

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PARTE I

PArte i Se trata de no ser acorralado por el tiempo

F.F

inFancia sin iMaGen Villa d´Eu es una pequeña ciudad de la Picardía, que forma parte del territorio francés de Normandía. Fue fundada por Henry le Balafré, duque de Guise, quien dispuso erigirla en el norte de Francia en 1578. Para 1939, los jóvenes esposos José Fernández Vásquez (1904-1986) y Margarita Ackermann von Haag (1913-2003) residían en esa villa en condición de refugiado él y como turista ella, en una casa de la abogada Guillard Renné, tía de Margarita, que residía en París, donde era funcionaria del Consejo de Gobierno francés, colaboracionista nazi durante la ocupación alemana. La casa estaba ubicada en Criel sur Mer y allí nació su primer hijo, al que presentaron con el nombre de Luis Federico ante el Registro de Ville d´Eu Seine Maritime, según lo confirma su partida de nacimiento. José Fernández nació en Pobra do Caramiñal, La Coruña y fue un niño expósito, recogido por una vecina de aquel pueblo y registrado como hijo de “padres desconocidos”. Según testimonios no corroborados habría sido militar republicano, combatiente 21

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en el Maquis durante la invasión alemana en Francia y destituido del cargo como agregado naval de la embajada republicana española en París, por la dictadura fascista de Francisco Franco. Por su parte, Margarita provenía de Breisgau y perdió su nacionalidad alemana en tiempo de los nazis, a causa de su matrimonio con un español, que además era Republicano y Comunista. En una conmovedora carta que Margarita le envió a su hijo Luis Federico en 1988, le explica las causas de su azarosa infancia: -eran tiempos de guerra… carecíamos de residencia y éramos españoles refugiados... -expulsado tu padre de la embajada republicana de españa en parís, tras la victoria de Franco hubiésemos tenido que compartir el campamento de refugiados en Moingt al sur-este francés… la ciudad de criel fue declarada ‘zona prohibida’ y todo extranjero obligado a evacuarla. Gracias a esta carta Federico se enteró que su primera prisión la padeció en Francia, entre los brazos de su madre con apenas seis meses de edad, en un campo de concentración alemán. -’a ti y a mí nos enviaron a prisión y debido a tu corta edad, fuimos alojados en la enfermería, así permanecimos un tiempo hasta que decidieron ubicarnos en Moingt, pequeña aldea de unos cien habitantes. sin embargo, poco tiempo después, debido a una ordenanza del gobierno de daladier, la cual obligaba a toda mujer alemana, nacida antes de la toma del poder por parte de Hitler, a ser internada en un campo de concentración, nos volvieron a detener. esta vez la prisión fue mucho más dura aunque relativamente breve’.

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PARTE I

Entre líneas conoció la fragua del desarraigo materno que duraría casi un lustro: -alemania se retiró hasta la denominada ligne de demarcation; tu padre quedó sin trabajo, cerraron las fábricas. no sabíamos qué hacer. Lo único que atiné fue buscar mi antiguo pasaporte alemán…

Tenía apenas un año cuando Federico fue llevado a vivir para la casa de sus abuelos maternos en Gunterstall, a las afueras de Friburgo en Alemania, cerca de Francia. En aquel lugar vivió rodeado del amor de su nana Maia y de su abuela, una fina pianista que interpretaba lieders de Schuman, Schubert y estudios de Chopin, cultivaba rosas en su jardín y sembraba manzanos en su huerta. El abuelo era un respetable pastor protestante que gozaba del cariño de todos en el sur de Günterstall. Junto con ellos crecía en la fecunda Selva Negra, hasta que un día su madre regresó a buscarlo y se lo llevó a París, adonde conoció de frustraciones y precariedades. En el país galo la apacible vida en la casa de sus abuelos desapareció abruptamente, padeció las contradicciones de la Rue La Vieux Ville de París y conoció a Henri (Enrique), el hermano que nació mientras estuvo ausente, junto con quien aprendió a compartir miedos, música y los estudios en la escuela elemental pour garcons, donde las disciplinarias manos de maestros conductistas lo castigaban por sus errores gramaticales y de su desconocimiento de la geografía francesa... Mientras su hermano se destacaba como excelente alumno y recibía elogios de los maestros, la preferencia de la madre y los desvelos de Dade su nana francesa que lo persiguió por barco hasta Venezuela luego que la familia se trasladó al país. Aquella escuela, le dio las primeras enseñanzas, sin especial afinidad por materia alguna.

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Acosado por las dificultades de su condición de refugiado en suelo francés y sin poder brindarle las comodidades mínimas a su familia, José Fernández se acogió a un plan de migración y en 1948 viajó a Venezuela. Tras su llegada deambuló durante los primeros meses por calles y portones en busca de trabajo, principalmente en negocios de inmigrantes españoles, hasta que encontró empleo en el puerto de La Guaira, apoyado por Miguel Uzcanga, su amigo y por largo tiempo benefactor, quien tenía un cargo administrativo en el puerto de La Guaira. A comienzos del año cincuenta la familia se reúne en La Guaira y en pocos días los Fernández Ackermann se encuentran rodeados de personas que hablan un idioma incomprensible y escuchan a todo volumen “El derecho de nacer” en las radios de las casas y en el transporte público. Los niños están encantados por la hermosura de su paisaje, los frutos de sabor extraño y las playas de Macuto.

VenezueLa, ensayO perenne La familia Fernández Ackermann se instaló en la calle Vilachá de Maiquetía y en aquel pueblo costero vivieron un tiempo. Posteriormente se trasladaron a Caracas y viven en La Pastora, en la pensión de Josefa Díaz “La Mami”, una emprendedora francesa que llegó huyendo de la guerra con su pareja de hijos, y se hizo amiga incondicional de Margarita cuando los 24

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PARTE I

Fernández Ackermann se fueron a vivir en la pensión. Con el tiempo La Mami logró acumular una fortuna con la venta de prendas de oro y piedras preciosas. Después adquirió un local que se transformó en la legendaria joyería Radiocity de Sabana Grande. Su hija murió ahogada entre las olas, golpeada por las piedras del litoral guaireño, mientras el varón se hizo piloto y exitoso ingeniero. Dade, la amiga francesa de Margarita, que se transformó en nana de su hermano Enrique por amor y compartió con él sus desvelos y su tarjeta de racionamiento, lo siguió hasta el país para continuar siendo su ángel guardián y terminó cocinando y manteniendo pensiones en Caracas, después que Enrique regresó a Europa con su madre. En el tercer piso del edificio Míchigan de la avenida La Salle, Dade acabó sus días desangrada, a causa de una vieja herida en una de sus piernas que nunca sanó hasta degenerar en úlcera varicosa, resultante de un accidente en el barco que la traía de Francia. La familia Fernández Ackermann regresó de nuevo a Puerto Cabello, cuando el padre comienza a trabajar en la construcción del Dique Seco (otra vez por gestiones de Uzcanga). Viven en la calle Plaza número 10, a tres casas del Teatro Municipal, donde los niños presencian películas en blanco y negro. Federico alcanza la adolescencia y surgen los primeros amores en la falsa quietud del cinematógrafo. El lugar para los aprendizajes formales fue el Colegio La Salle. Pero el orfeón y las clases de música impartidas por Carlos Riazuelo (padre), atrapaban a los hermanos en la Escuela de Música Augusto Brandt, como estímulo y sustento de nuevas pasiones. Por su parte el matrimonio Fernández Ackermann renueva amistades francesas y españolas. Pero con el tiempo también aumentan las diferencias que se hacen irreconciliables hasta culminar en divorcio, compartiendo la patria potestad de sus 25

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hijos. En Puerto Cabello Federico continúa con el padre empeñado en culminar sus estudios de Técnico Electricista, a distancia. Mientras Margarita se traslada a Caracas con el hijo menor y vive los años siguientes con un arquitecto yugoslavo. El tiempo de Federico se multiplica entre la calle Plaza de Puerto Cabello y la urbanización Guaicaipuro de Caracas, transita entre una desavenencia y otra, según el temperamento de sus padres. Cuando la madre y el yugoslavo se separan, se muda al edificio Michigan de la avenida La Salle. Para esa época Federico estudia Contabilidad y Mecanografía, y su madre le consigue un empleo en las empresas H. Blohm. Comienza como repartidor de correspondencia y, al terminar sus estudios, asciende al cargo de auxiliar contable. Al contrario de José, que se había aquerenciado con Venezuela, Margarita no estaba a gusto en el país y decide a regresar a Europa. Le propone a Federico irse con ella, pero un pleito entre ambos la hace cambiar de opinión tiempo después. Un día “mi madre y hermano se irán en fuga del país terrible y cambiante hacia Friburgo”. Para ese tiempo José se asocia con su compatriota José Seoane y fundan un aserradero industrial en la vía Dique Seco de Puerto Cabello. Por la experiencia adquirida en H. Blohm su papá lo encarga de administrar el aserradero. Para el joven comienza una vida holgada con moto, lujos y placeres, que contradice el austero ejemplo de su padre, quien mantenía una posición política de izquierda radical alineada al movimiento antifranquista y reacciona contra la actitud dispendiosa y despreocupada del joven. Esta confrontación culminó en su decisión de despedirlo del aserradero con acusaciones improbadas de corrupción, sin prestaciones ni beneficios para castigarlo.

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PARTE I

Sobrevino una época dura, sin moto, ni dinero, ni casa. Y además debía mantener a Marlist, la hija recién nacida producto de su relación con Zoraida López, una joven de Puerto Cabello que fue su secretaria en el aserradero, con quien terminó viviendo en un bloque del 23 de Enero de Caracas, prácticamente secuestrados por los continuos enfrentamientos que azotaban el sector entre las fuerzas policiales y grupos subversivos. La situación económica era grave para el joven que deambulaba en busca de trabajo y recursos para sostener a su nueva familia, cubriendo precariamente los requerimientos de la recién nacida. Agobiado por la situación, de nuevo acudió a su padre y este lo empleó colocando radio-faros para la aviación en diversos lugares del país. Al principio el trabajo era duro, pues debía excavar hondas zanjas a fuerza de pico y pala. Pero tiempo después culminó el martirio y fue ascendido a gerente de obra, debiendo viajar por pueblos de Táchira, El Tuy, Monagas y Guayana. Para cumplir las tareas le asignaron un jeep, dinero y mando. Regresaron los placeres tarifados y de nuevo desatendió compromisos, despertando fuertes iras del padre, que otra vez decidió despedirlo. En aquel tiempo la fotografía no ocupaba su tiempo, ni pensaba en rasgar papeles para escribir cuentos o poesía, aunque era un ávido lector. Pero soñaba con el canto lírico y admiraba a los tenores y barítonos italianos, mientras entonaba melodías de su ídolo mayor, Mario Del Mónaco. Se dejaba llevar por el disfrute de las noches, entre affaires constantes con mujeres que le quitaban espacios para estudios formales, aún los de música. Por su parte el hermano intentó estudiar canto en Europa para terminar siendo agente aduanal y vendedor de automóviles en Friburgo, hasta jubilarse. Aunque se dedicó a estudiar canto y guitarra por cuenta propia. Sin ser un profesional, realiza conciertos y recitales en fiestas privadas donde canta en español, 27

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francés y alemán. Actualmente dedica varias horas diarias al ejercicio del canto y la guitarra. La vida condujo a Federico por caminos que él nunca pensó transitar, cuando su papá fue a buscarlo a Maturín para resolver los problemas que el hijo le causó en el negocio de los radio-faros. De regreso y tras una agria discusión sobre sus faltas, le hizo una reveladora confesión y una propuesta que el joven resolvió sin titubeos.

reVOLuciÓn sin FrOnTeras En el lujoso automóvil de su progenitor, Federico escuchaba sus reclamos sin encontrar alegatos para su defensa, por conocer su decisión. Después de un largo silencio que duró varios kilómetros, José Fernández dijo: -escucha Federico, he dedicado demasiados esfuerzos para hacerte un hombre útil, pero pareces destinado a no servir para nada. Queda una oportunidad, por mi parte la última que se me ocurre ofrecerte: !¡si quieres puedes participar en una acción contra Franco! estamos a punto de apoderarnos de un barco, ir al áfrica, crear un grupo guerrillero en angola, colaborar en la liberación de las colonias portuguesas, derrocar a salazar, invadir españa... (agosto 15 de 1960)

Federico aceptó la propuesta sin reservas, aunque estaba distante de los intereses políticos del padre, que había sido militar del Ejército Republicano Español y padeció el exilio provocado por la dictadura franquista. Mientras que él apenas participó en alguna manifestación estudiantil lanzando piedras contra la policía por los toques de queda previos a la caída de Pérez Jiménez. Sólo recordaba haber presenciado el saqueo del edificio de la Seguridad Nacional, donde vio morir a un miembro de esa fuerza.

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PARTE I

El atractivo que le ofrecía esa aventura, era sentirse participando en un filme de guerra parecido a cualquiera de los vistos en el viejo cine de Puerto Cabello, mientras intentaba acariciarle los muslos a alguna muchacha en la sala oscura. También le serviría esta aventura para demostrarle al padre su confianza en cualquier empresa, por más descabellada que le pudiera parecer.

eL secuesTrO deL sanTa MarÍa Los preparativos se hacían en el tercer piso del edificio Palermo frente a la plaza Venezuela, donde se discutían los posibles eventos del secuestro al mando de Henrique Galvão, un capitán portugués que había sido gobernador de Angola en los primeros años de la dictadura de Salazar y al entrar en contradicciones con este fue destituido y recluido en un hospital militar de Lisboa, escapando hacia Brasil que le dio asilo. Desde allí entró en secreto a nuestro país donde se puso en contacto con un grupo de refugiados españoles del movimiento “Libertad para España” y por esa vía afinaron las acciones que dieron nacimiento al DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación) con el propósito de derrocar al gobierno portugués y combatir al fascismo español. En ese edificio revisaban cartas de navegación, planos del barco, tripulación, financiamiento, armas, legalismos internacionales ante tales acciones, y otros instrumentos propios del plan. El tiempo pasaba y ni las armas ni el dinero aparecían. Además surgieron conflictos interpersonales entre los cabecillas por métodos incongruentes que hicieron desertar a varios integrantes de la expedición. La participación de Federico en aquellas largas jornadas preparatorias consistía en aprender a manejar una pistola y salir con cautela al finalizar la tarde rumbo

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a la habitación que ocupaban en un bloque del Mirador, en el barrio 23 de Enero. Partía con diez bolívares que le proveían diariamente para manutención de su mujer y su hija. El 19 de enero de 1961 un grupo de 23 hombres embarcó en La Guaira en el trasatlántico turístico “Santa María” procedente de Lisboa, con 612 pasajeros y una tripulación de 350 marinos capitaneados por Mario Simões da Maia, de la Marina Mercante portuguesa. De la totalidad de los secuestradores sólo catorce llevaban armas, el resto se armaron de temeridad y miedo. Federico portaba un revolver cañón corto 38 mm, por ser el encargado de silenciar la sala de máquinas, ubicada al fondo del barco. Pero este procedimiento se abortó durante el procedimiento para concentrar los esfuerzos los 24 hombres en la sala de comunicaciones, sala de mandos y los accesos exteriores hacia la zona de mandos y dormitorios de los oficiales. A las 01:45 AM del 22 de enero de 1961 se puso en marcha la “Operación Dulcinea”, los 24 hombres, españoles y portugueses, bajo el mando del capitán Galvão quien se embarcó en Curazao, secundado por Sotomayor, seudónimo de José Fernández. Federico y dos hombres tomaron el cuarto de radio comunicaciones. Ocho hombres tomaron la sala de mando y sometieron a los oficiales del barco. En un acto de confusión, el tercer oficial de puente, João José Nascimento Costa fue herido. Lo mismo le ocurrió a un oficial que se acercó a la sala de máquinas y al ver a los asaltantes corrió por el pasillo y fue herido por desacatar la orden de alto que le dio Federico. Posteriormente el “Santa María” cambió su rumbo al este, intentaba alcanzar lo más rápidamente posible el Océano Atlántico. El 23 de enero el buque alcanzó la isla de Santa Lucía y desembarcó a dos oficiales heridos y cinco tripulantes. Este hecho comprometió la posibilidad de alcanzar la costa de África sin ser detectados. El 25 de enero el barco fue avistado por un buque frigorífico danés, revelando su posición al U.S. Coast 30

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PARTE I

Guard, lo que le permitió a un avión norteamericano localizar al “Santa María” horas después del incidente. Finalmente el 2 de febrero el “Santa María”, rebautizado por los secuestradores con el nombre de “Santa Liberdade”, atracó en el puerto brasileño de Recife, permitiendo desembarcar a todos los pasajeros, miembros de la tripulación y secuestradores, estos últimos como asilados por decisión del presidente de Brasil Janio Cuadros y recibidos como huéspedes de honor durante el carnaval de Río de Janeiro. Las celebraciones y el jolgorio por los héroes pasaron muy pronto, debido a los excesos cometidos por el grupo entre “alegres garotas” durante las carnestolendas. Un diario derechista reseñó con fotos sus farras nocturnas titulando: “Los héroes se divierten”, obligando al gobierno brasileño a quitarles su apoyo. Olvidados y, muchos de ellos sin dinero, se dispersaron, intentando sobrevivir en ese país o regresar al suyo. La toma del “Santa María” inició una serie de secuestros de barcos y aviones por motivos políticos, uno de los cuales ocurrirá dos años después, nuevamente en nuestro país, con la participación reincidente de Federico Fernández, alias Carlos Hidalgo.

GuerriLLa y secuesTrO deL anzOáTeGui. Durante los meses siguientes al secuestro del “Santa María”, Federico permaneció en Brasil, intentando trabajar sin lograrlo. Con escaso dinero y alguna nostalgia, su padre logró contactarlo y le envió el pasaje y la visa de regreso a Caracas. Pero ninguno de los dos sabía que el gobierno de Rómulo Betancourt prohibió la entrada al país a los extranjeros que participaron en la acción guerrillera. Por lo cual, apenas pisó el suelo venezolano, el joven fue detenido por las autoridades y estuvo a punto

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de ser deportado, de no ser por la intervención del líder sindical González Navarro, para ese tiempo un destacado líder obrero del partido de Gobierno y presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), quien logró modificar la decisión oficial. Cuando llegó a Caracas, Federico fue en busca de su mujer y su pequeña hija. Tras un cálido recibimiento que presagia continuar la unión iniciada en Puerto Cabello, la mujer le aclara que no desea continuar junto a él, por no estar dispuesta a continuar sufriendo angustias y sobresaltos con su hija, debido a su actividad guerrillera, y le exige alejarse para siempre de sus vidas. Federico comprendió la decisión de la mujer, por no tener que ofrecerle y las abandona hasta que su hija se acercó hasta él, siendo ya una adolescente. En Brasil había conocido a un viejo republicano español que buscaba prologuista para un libro de su hijo poeta. Este le habló de las actividades subversivas del muchacho y le sugirió contactarlo cuando regresara al país. El viejo republicano era el padre de Paul del Río, un joven combatiente de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, FALN, reconocido por su seudónimo legendario Máximo Canales. El contacto con el poeta-guerrillero lo llevó a integrar de inmediato la Unidad Táctica de Combate (UTC) Alberto Rudas Mezones, fundada y comandada por Canales, y en poco tiempo Federico se encontró por los barrios Guaicaipuro y Pinto Salinas, portando un arma de fuego y combatiendo contra patrullas policiales, oculto tras el seudónimo de Blas. Rápidamente la UTC Rudas Mezones se convertiría en un grupo de élite que realizaba arriesgadas acciones de guerrilla urbana en todo el país, incautando dinero, armas y el rescate de prisioneros. Preparada para acciones de combate más riesgosas, la UTC Rudas Mezones se alistó en una aventura de secuestro.

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PARTE I

A raíz del fracaso de las insurrecciones cívico militares de Carúpano y Puerto Cabello, el joven suboficial Wismar Medina Rojas se propuso colaborar con las guerrillas, ofreciéndose para secuestrar un navío mercante del cual era tercer oficial. A pesar de las dudas y las indecisiones, el MIR aceptó la tarea, designando su mejor tropa de combatientes para la misión que integraron: “La bestia” Hernández, Máximo Canales, Federico Fernández y Rómulo Niño. Al grupo se incorporó un comando comunista, que renegaba de la política pacifista de su partido. De esa forma, el 12 de febrero de 1963, nueve guerrilleros comandados por José Rómulo Niño abordaron el navío camuflados de marineros con la complicidad interna del suboficial Medina Rojas. La operación fue relativamente sencilla y como sucedió con el “Santa María”, estos desviarían el curso del barco hacia Brasil mientras las fuerzas militares los buscaba por la ruta hacia Cuba. Pero no contaban que, en el trayecto, se presentarían algunas emergencias como el corto bombardeo de un avión militar con siglas venezolanas cuando el barco penetraba en aguas brasileñas. Otro inconveniente en este secuestro fue no poseer permiso del gobierno de ese país, por lo que fueron detenidos cerca de la desembocadura del río Amazonas acusados de piratería. Desde allí los condujeron hasta Belem do Pará, confinados en el hospital de Nova Friburgo. De nuevo Federico se encuentra frente al carnaval de Brasil. Pero esta vez no es el héroe de guerra que disfruta los desafueros saturnales, sino un pirata con la falsa identidad de Carlos Hidalgo, en espera de que el gobierno brasileño decida su destino. Pero las gestiones del dirigente comunista Héctor Mujica (para la época diputado del congreso venezolano), evitan la extradición solicitada por del gobierno de Rómulo Betancourt, y finalmente, el presidente de Brasil, Joao Goulart, de tendencia izquierdista y simpatías por el gobierno de Fidel Castro, les

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concede asilo y son trasladados a Río de Janeiro donde gozan libertad plena. Ante la difícil situación de ser refugiado por segunda vez, por un gobierno brasileño, el Partido Comunista de Brasil le recomienda no acogerse al asilo y se decide pasar a la clandestinidad apoyado por un diputado de ese país que lo aloja en una hacienda cerca de Niteroi hasta ser contactado por sus camaradas. Con dinero norteamericano y pasaporte falso de ciudadano carioca de nombre de David Callado, hace honor a su apellido hasta llegar a Uruguay en autobús, haciéndose parar por un mudo, pues desconoce el idioma portugués y teme delatarse al hablar y que lo detengan en cualquier alcabala fronteriza. Del suelo uruguayo voló hasta París donde trató de reencontrarse con su infancia al pisar nuevamente sus calles y plazas. Desde ahí viajó hacia Checoslovaquia y en Praga conoció el amor de María, su guía checoslovaca, y reencontró a “La Bestia Hernández”, cuya amistad se fraguó en la UTC y creció durante el secuestro del Anzoátegui. A pesar de ser iletrado “La bestia” poseía arraigadas convicciones socialistas, disciplina revolucionaria y grandes aptitudes para el atletismo y la natación. En Praga abordaron un avión hacia Cuba para compartir los duros entrenamientos militares y fraguar futuros encuentros que nunca cristalizaron porque lo impidió el ejército venezolano, al asesinarlo en las montañas de El Bachiller, lanzado desde un helicóptero tras mutilar sus brazos. Federico llegó a La Habana y se incorporó a un intenso entrenamiento militar donde todos los participantes eran compatriotas. Aprendió a manejar diversas armas y explosivos, realizó simulacros de combates, estrategias de guerrillas, batallas... Finalizó su entrenamiento en las montañas de Scambray en Pinar del Río y se disponía a regresar al país para reintegrarse a la lucha subversiva cuando encontró a Beatriz Hidalgo, su novia

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PARTE I

guerrillera venezolana y, luego de un impetuoso reencuentro, decidieron aprovechar su breve estancia en la Isla para casarse. Esta decisión contó con el beneplácito de los comandantes cubanos y de sus compatriotas. “Los camaradas comunistas nos regalaron una luna de miel con esencia burguesa y en un lujoso Cadillac llegamos a Soroa para pasar tres días de romántico encierro”. Pero cada uno debía regresar por una ruta distinta, según las normas impuestas por la revolución a quien pasaba por Cuba, pues la CIA, los consideraba agentes comunistas y por tanto, enemigos del sistema imperial norteamericano. Federico y Beatriz partieron cargados de añoranzas en la piel, que en Federico durará muy poco, porque en el aeropuerto de Praga lo espera María para espantar su nostalgia. Encuentra a su guía dispuesta a compartir su territorio de pasiones y navegan por él hasta el momento del viaje de retorno, cuando se detiene el tiempo entre vinos y abrazos. Es una despedida condimentada con platos de cacería, y el avión parte mientras él se despide. Así inventa nuevas postergaciones que incluye Italia en su itinerario. En su suelo sigue las huellas de Petrarca y Leonardo, visita la Roma de los césares, la Vía Venetto, Venecia, la Capilla Sixtina y el Castelo de Sant’ Ángelo entre tantas joyas del Renacimiento. El regreso se pauta por Bogotá donde lo esperan atentos unos camaradas del P. C. colombiano que el joven guerrillero no conoce. Tras una rigurosa requisa disciplinaria es despojado de todo vestigio burgués de su indumentaria le decomisan un traje italiano de sastre y las prendas traídas de su periplo europeo. También retienen su pasaporte brasileño, compañero por meses, como prerrequisito para ponerlo de este lado de la frontera, de donde parte por carretera lentas horas de autobús, hasta arribar al Nuevo Circo de Caracas.

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La cárcel y sus aprendizajes Desde su llegada, Federico se dedicó a organizar una escuela para el entrenamiento guerrillero en San Antonio de Los Altos. Avanzaba en sus preparativos cuando un delator lo empujó hasta la Digepol (policía política gubernamental) el 17 de diciembre de 1973, donde lo esperaban los esbirros Orlando García y el despiadado capitán Vegas, autores de numerosos crímenes políticos. Ante aquellas presencias, su vida corría inminente peligro. Sin embargo, se libró de las torturas cuando fue presentado a los diarios como uno de los secuestradores del mercante “Anzoátegui”. Su captura significó un triunfo político sobre la guerrilla para el presidente Betancourt, por eso publicitó su detención, impidiendo su tortura y probable muerte. En la emboscada también apresaron a su padre y a Beatriz, quienes fueron liberados algún tiempo después. A su padre no le encontraron pruebas incriminatorias. Pero sobre Beatriz había muchas dudas y la trasladaron al internado femenino, INOF, para luego darle libertad condicional ante un evidente embarazo y subsiguiente alumbramiento de la segunda hija del guerrillero, confinada al hogar materno. La ambigüedad en la calificación de su caso, por una acción subversiva sin precedentes en nuestro país, colocó al prisionero en un limbo jurídico entre un posible juicio militar que lo retuvo en el cuartel San Carlos por varios meses, donde logró conocer algunos “chivos de la guerrilla” (diputados del MIR despojados de su inmunidad parlamentaria, presos por orden presidencial), que estaban presos en el pabellón contiguo. Y un juicio civil que lo mando para la Cárcel Modelo de Caracas, por casi cinco años, donde estrenó el pabellón político junto con otros doscientos cincuenta prisioneros, que cumplían su encierro en estricta disciplina militar: horas para el estudio y discusiones ideológicas, labores de limpieza, comida colectiva y hasta

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PARTE II

los turnos para la intimidad sexual y familiar. Incluido el temor colectivo durante el terremoto del 29 de julio de 1967. Durante los primeros años de cárcel Federico cultivó una constante actividad intelectual y familiar, mientras compartía con los demás prisioneros las lecturas sobre materialismo histórico y las tareas propias de la organización. Después se separó del movimiento político penitenciario, por negarse a segregar a un camarada de apellido Tellechea, amonestado con “Ley del hielo” (consistía en quitarle la palabra al infractor de alguna norma), que utilizaban para mantener la disciplina en el pabellón. En diversas instancias Fernández intercedió a favor de Tellechea, para que el buró exceptuara la aplicación del castigo durante la visita de su anciana y enferma madre, que sufriría un dolor mayor al enterarse que sus compañeros no le hablaban al hijo. La dirigencia no aceptó el pedimento y Federico decidió abandonar el grupo al rechazar esos absurdos métodos. El buró respetó aquella decisión por provenir de un guerrillero que secuestró dos barcos y poseía entrenamiento cubano. No así le sucedió a su camarada Rescanieri, quien por negarse a aceptar situaciones incompatibles con sus principios, exigió ser trasladado al pabellón donde estaban los delincuentes más peligrosos del penal, logrando sobrevivir hasta convertirse en jefe. Federico continuó en el pabellón de presos políticos pero sólo cumplía con las obligaciones domésticas. Aislado de la mayoría compartía con un pequeño grupo de renegados calificado de selectos por la mayoría, debido a sus afinidades con ciertos gustos “burgueses” como el vino y el güisqui. Los barrotes y el tiempo también lo separaron de Beatriz, no así de su hija Maite que lo iba a visitar entre los brazos de su abuela Helena. Para paliar su soledad realizaba actividades artísticas: pintaba, hacía collages, esculturas, teatro, leía y escribía literatura de los

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escritores del boom latinoamericano como García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar. Sobre todo Borges y Camus influenciaron sus propios textos. Pero fue de Juan Rulfo del que extrajo el estilo sintético y fragmentario, característico de sus cuentos en prisión. En la cárcel los presos recibían visitas de personas interesadas en conocer y alentar sus luchas. Una de ellas se llamó Nora Uribe, una estudiante de comunicación social de la Universidad Central de Venezuela que compartió su entusiasmo por el periodismo y la literatura. Entre los dos surgió una relación intelectual y afectiva que aliviaría su reclusión. Federico no tenía claro qué haría al salir de prisión, sólo sabía que sus días de subversivo habían terminado. Los años de encierro moldearon criterios desfavorables hacia muchos compañeros, derrumbando sus convicciones. Mientras más tiempo pasaba, mayor era la decepción. Supo de sus miserias, constató ambiciones y la estafa de una militancia mediocre y traidora. Percibió el ambiguo talento de un personaje como Alejandro Gil Bustillos un famoso criminal internacional que llegó a ser enemigo público de la policía judicial, capaz de conmover al auditorio del pabellón político (donde no se justificaba su permanencia, por sus antecedentes de delincuente común) con relatos sobre la guerra mundial y el socialismo, y a su vez disfrutar contando los métodos crueles que utilizaba al asaltar transportes de valores, cuando disparaba con armas de guerra, a las piernas de los vigilantes para dejarlos paralíticos, solo por ser más altos que él. Pero no todo fue decepción, también departió con soñadores utópicos como Oswaldo Barreto Miliani, Luis Rodríguez Bauza, Emilio Arrieta; fundador de sindicatos de izquierda, Prada Lara; quien sufrió quemaduras de tercer grado por ayudar a un preso, durante un incendio en la cocina del pabellón, o enigmáticos como Víctor Zavarse, testigo de la muerte de Argimiro 38

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PARTE II

Gabaldón. Muchos continuaron luchando y algunos murieron en enfrentamientos o torturados por el ejército. Fueron tantos, que la mente del fotógrafo, en sus cercanos setenta años de existencia, los echó de su memoria para no albergar tanto fantasma. Pero aún mantiene en su memoria a valiosos personajes como el doctor José Vicente Scorza, colaborador del sabio José Francisco Torrealba, quien, siendo decano de la Facultad de Ciencias de la UCV, lo apresaron el 28 de octubre de 1965 por su desacuerdo con el gobierno de Betancourt. Igualmente recuerda a José R. Bosque Figueroa, Antonio Paiva Reinoso, Rubén B. Palma Delgado, Efraín E. León Marcano y Girman Bracamonte, los conocidos “Aguiluchos”, aquel grupo de muchachos de la Juventud Comunista que el 28 de noviembre de 1961 secuestraron un avión de “AVENSA” para lanzar propaganda subversiva desde el aire y denunciar la represión, en una acción denominada Livia Gouverneur (1941-1961), para homenajear a la joven estudiante asesinada por la policía política en julio de aquel año. Algunos años después lo acompañó en su celda Rómulo Niño, su amigo y comandante del secuestro del Anzoátegui, que lo convenció de incluir en su defensa al prestigioso abogado Angarita Trujillo, especialista en secuestros políticos, que intentaría conducir el juicio hacia una calificación política, sobre la cual había jurisprudencia por casos anteriores. El abogado realizó gratuitamente su defensa por sentar precedente jurídico en el país y obligó a la Corte Suprema de Justicia a cambiar la sentencia que dictó la Fiscalía, de veintitrés años de condena por delito de piratería, a cinco años por motivos políticos. El lapso de la sentencia se debía cumplir el 17 de diciembre del sesenta y ocho. Pero, ante el rumor de un posible desconocimiento del triunfo electoral del doctor Rafael Caldera, por parte de Acción Democrática, el condenado solicitó un recurso de reconsideración 39

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que le fue concedido, permitiéndole salir una semana antes de la fecha prevista, con la condición de presentarse cada día en la ciudad de Valencia, que nunca cumplió. Por mediación de su esposa Beatriz, el 10 de diciembre de 1968 un cura progresista de apellido Calderón lo fue a buscar a la salida del penal, evitando con su acción, el ruleteo de amedrentamiento que la policía política practicaba con los presos que no tenían dolientes, que muchas veces culminaba en nuevas torturas y extrañas desapariciones.

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PARTE II

PArte ii LA FOTOGRAFÍA COMO RESURRECCIÓN La imagen inerte construye su propia realidad

F.F.

Cuando Federico salió de la cárcel Modelo se encontró en la calle sin trabajo ni proyectos. Cargaba el vacío desconcertante del extrañamiento, deambulaba por las calles caraqueñas entendiendo a los ex presidiarios cuando decían que más fácil era vivir en prisión que fuera de ella. Para buscar un rumbo, insistió en la escritura de prosa cruzada sin atinar un estilo que le permitiera sentirse a gusto con sus logros. De nuevo comenzó a vivir con Beatriz en apartamentos alquilados en diversos sitios de Caracas.

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En el transcurso de los meses obtuvo un empleo provisional (que duró tres años) en la Universidad Central de Venezuela, como secretario del Departamento de Computación dirigido por el profesor Manuel Bemporad. Fue un sitio grato y productivo que le enseñó cosas valiosas, hasta la motivación por estudiar esa carrera, cosa que nunca hizo porque la fotografía se le atravesó en su ruta y un día se descubrió como oyente de un curso que impartía el fotógrafo Carlos Herrera en la vecina Facultad de Ciencias. Asistió junto con Pedro Alcocer, un amigo expiloto de la Guerra Civil española, revelando la complejidad de componer imágenes y las infinitas posibilidades que ofrecía como arte y oficio. Así decidió entregarle sus ideales al arte. La fotografía le ayudó a cambiar el ángulo de sus visiones del mundo, estimulado por las enseñanzas del viejo Herrera y en compañía de nuevos colegas, intentó la aventura de formar una escuela de fotografía. Sus nuevos compañeros de combate en esa guerrilla cultural fueron Félix Molina, Octavio Guardia y José Urdaneta. Desafortunadamente esta misión docente no prosperó y de nuevo Federico se vio en apuros, sin trabajo ni medios para subsistir. El tiempo transcurría y el novel fotógrafo, embargado de cierta desazón cotidiana, activada por la derrota de sus luchas revolucionarias, decidió marcharse de la capital. A principios de 1972 compartió junto con varios amigos, la necesidad de trasladarse a la tranquila ciudad de Mérida para intentar una experiencia de comuna cerca de la montaña. Era un ensayo natural influido por la novedad hippie norteamericana donde participarían distintas personalidades de las ciencias, la docencia y el arte. En esta experiencia lo acompañó su esposa Beatriz y sus hijos Maite y Luis Carlos, reconciliados y dispuestos a iniciar una relación de familia desprejuiciada que duraría tres años.

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PARTE II

La fuerza del paisaje y las cualidades de sus habitantes le dieron herramientas para ejercer plenamente el oficio fotográfico. Inició una relación de trabajo en el Museo de Arte Moderno de Mérida dirigido por Juan Astorga, donde realizó sus primeros intentos profesionales al elaborar el catálogo del museo. Sus salas le sirvieron además para mostrar individualmente sus primeras fotografías, tituladas modestamente Exposición de fotografías de Luis Fernández Áckermann (1974), con una selección hecha durante un viaje terrestre desde Caracas hasta Chile, acompañado de Beatriz. Aquella experiencia chilena llevaba la expectativa de acercarlo nuevamente a Paul del Río, amigo y jefe guerrillero de la UTC Rudas Mezones, que vivía con su familia en Santiago, donde apoyó la causa socialista de Salvador Allende con mística y fervor revolucionario. Esa primera individual le brindó relativo éxito y la oportunidad de entrar al círculo de fotógrafos merideños e iniciar el historial curricular que presentaría en Caracas unos años después. La exhibición la integraban imágenes dispersas del viaje. No mostraban la visión del turista, ni una representación ornamental de imágenes del recorrido, ni evidencias de denuncia social. En ellas comenzaba a prefigurar un estilo particular con encuadre personal de alguien que quiere mirar de manera distinta. Esta experiencia lo conminó a estudiar más para mejorar el oficio y las técnicas del revelado, también le impuso el compromiso de exponer al menos anualmente. Y lo hizo durante los años siguientes en la galería La Otra Banda, dirigida por el Catire Enrique Hernández D’Jesús. En ella hizo una proyección de diapositivas sonorizadas sobre los Vasallos de La Candelaria (1975). Posteriormente expuso …y la identificación de un pueblo (1976), para cerrar lo que se podría proponer un primer ciclo donde el fotó-

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grafo presentó la esencia popular con la sencillez y la pureza de su gente. Los reconocimientos iniciales recibidos por Fernández como fotógrafo, le imponen tareas más comprometidas que la ciudad no está en condiciones de asimilar. En Los Chorros de Milla subsiste a expensas de su esposa que ejerce la profesión docente en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Los Andes. Tal situación, aunada a otros asuntos, provocan la separación de la pareja en 1975. Tras la ruptura, se va a vivir a la casa de Iraides Ríos, quien apoya esta etapa de su carrera artística, incluido un financiamiento para su primera incursión en Nicaragua. En 1976 vuelve a Caracas y se vincula a diferentes grupos que realizan y divulgan la fotografía sin perder los vínculos con la actividad cultural merideña. En Caracas participa en discusiones conceptuales sobre fotografía con Paolo Gasparini, Gorka Dorronsoro, José Sigala, Luis Brito y María Teresa Boulton, entre otros. Pero no deja de compartir con diversos grupos antagónicos. Finalmente se afilia al Consejo Nacional de Fotografía, sede de La Fototeca, ubicada en Sabana Grande, al lado de la histórica galería Viva México. Entre 1976 y 1981 trabaja como fotógrafo del Museo de Bellas Artes de Caracas, contratado por el escritor Marcos Miliani, ex decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Los Andes, en Mérida. El Museo de Bellas Artes (MBA) fue su escuela de técnica fotográfica donde logra especializarse como fotógrafo de obras de arte, un método de difícil registro por los múltiples problemas que confronta, no tanto por el encuadre y la luz particular de cada pieza, como por la fidelidad de los tonos y registros que se requieren captar para impresos de catálogos y libros. En la primera etapa se apoya en la experimentada obra de Petre Maxim y de su maestro Carlos Herrera, mientras comparte con Pepe Garrido, Gerd Leufert, Miguel 44

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PARTE II

Arroyo y los hermanos Graciano y Paolo Gasparini, entre otras destacadas promesas del arte fotográfico. Posteriormente viaja a Londres donde observa el trabajo de fotógrafos de museos en aquella capital europea. El resultado más acabado de este aprendizaje se expresa en el catálogo de La pintura latinoamericana publicado en 1978. Bellas Artes le permite al mismo tiempo presenciar importantes eventos sobre el arte y conoce artistas de todas las latitudes. En ellos fotografía sin compromiso, escenas y momentos que alimentarán Inauguraciones (1979), su primera experiencia sistemática de ensayo fotográfico con la cual alcanza justos reconocimientos en el país y fuera de él. Este escenario también le permite observar a ras del lente, rostros de los objetivos de sus pasadas luchas revolucionarias. Fotografía al expresidente de la República Rómulo Betancourt, a Carlos Andrés Pérez; su ministro de Relaciones Interiores y posterior presidente, al doctor Rafael Caldera y al expresidente Herrera Campins. Pero también retrata admirados escritores como Carlos Fuentes y artistas visuales como Jesús Soto, Amelia Peláez, Max Bill, Rufino Tamayo, Julio Le Parc, toda una constelación de personas y personajes con distintas representaciones del poder.

La TÉcnica FOTOGráFica Federico dedica gran parte de sus reflexiones al ejercicio de la técnica fotográfica. Sobre ella expresa: La técnica me la planteo en el sentido de que la fotografía es una tecnología aplicada. Hay que saber seleccionar la técnica más adecuada a las finalidades propuestas, me parece que en general los fotógrafos tendemos a buscar la mayor simplicidad posible en el área de lo que llamamos el trabajo personal. En mi caso la selección de una visión angular, el formato 35 mm., el encuadre horizontal predominante, un tipo de película y el tratamiento más breve en el laboratorio son los elementos 45

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básicos. Obviamente, cada una de estas escogencias se deben al tipo de resultado que proponen. Esto también supone ciertas adecuaciones a automatismos que uno no sabría explicar detalladamente. (s/f)

LLeGan LOs preMiOs La fotografía se instaló en su vida para salvarlo del hastío. Gracias a ella pudo manifestar sus atávicas dotes para el arte, buscadas infructuosamente desde niño cuando, en su primera edad se colocaba junto al piano para escuchar tocar a su abuela con armonía profesional, intentando seguirla con el canto. O en la parisina Ecole pour garcons donde la maravilla del cine blanco y negro era la única materia que captaba su atención. Años después intentó ser cantante en la Escuela de Música de Puerto Cabello, incorporado al coro de voces blancas bajo la severa dirección del profesor Riazuelo, aunque dejó sus clases de piano al negarse a cortarse las uñas. Pero fue la cárcel la que le dio la oportunidad de expresar mejor el mundo de las artes. Contradictoriamente el encierro le permitió experimentar la libertad de practicar pintura, escultura, actuación y escritura ante un público pasivo, tal vez poco riguroso; pero atento a la manifestación de su talento. Estos antecedentes impulsaron a Federico a esforzarse por aprender los secretos del arte fotográfico. Inicialmente consultó numerosa literatura sobre el género, visitó exposiciones, discutió con sus más exigentes protagonistas residentes o 46

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PARTE II

visitantes en el país. Y sobre todo, se dedicó a fotografiar cuanto objeto y sujeto penetró su retina. Dedicó innumerables horas al laboratorio, atrapó luz sobre papel emulsionado hasta encontrar el gris exacto de sus expectativas. Gracias a esa total entrega comenzó a obtener importantes reconocimientos como el segundo Premio (compartido con Carlos Germán Rojas) en el Salón “Premio Fotografía Venezolana”, otorgado por el Consejo Nacional de la Fotografía en 1981. En 1983 recibió el Primer Premio y al año siguiente obtuvo una mención especial en el mismo salón. En 1987 ganó el Primer Premio Luis Felipe Toro del Consejo Nacional de la Cultura, CONAC, y en 1992 recibió el Premio Enrique Avril, en el 50vo. Salón Arturo Michelena de Valencia, estado Carabobo. Finalmente en 1995 el Estado venezolano le otorgó el Premio Nacional de Fotografía en reconocimiento por su destacada trayectoria “acompañada por la capacidad de búsqueda experimental, arriesgada y personal en el desarrollo de una obra en permanente evolución”.

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PArte iii SerieS Y enSAYoS FotoGráFicoS El trabajo fotográfico de Federico Fernández se fue cargando de referencias y estudios donde incorporó su cosmovisión integradora y su personalidad incisiva y cuestionante. Tales cualidades le impusieron un rigor de análisis sistémico que traspasó las categorías formales del hecho visual. Pleno de búsquedas hacia una perfección que sabe inalcanzable, el artista hurga hasta la saciedad las implicaciones internas y externas de cada una de sus agrupaciones de imágenes. Apoyado en largas reflexiones con objetivos claros o previstos, aunque esto no siempre fue así, principalmente durante la primera etapa de su producción intuitiva, febril y de alguna forma compulsiva, cuando más que buscar la imagen, esta se aproximaba como una mujer queriendo seducirlo, invitando a la eternidad con su cámara oscura. Después su ojo se fue volviendo selectivo, exigente y pulcro, el clic sonaba en el instante preciso para captar la imagen requerida. La cámara como extensión de la mirada, la técnica sería la aliada de su pericia en el laboratorio, hasta alcanzar los matices exactos. El tiempo crea la disciplina, mientras la imaginación formula unos dilemas que trata de resolver antes de obturar el visor.

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En Fernández las motivaciones en torno al ensayo fotográfico surgen a propósito de la obra del reportero fotográfico norteamericano William Eugene Smith, (1918-1978) motor de la “fotografía humanista” quien trabajó como corresponsal para la publicación Ziff-Davis, y para la revista Life. Smith fotografió la Segunda Guerra Mundial desde las fronteras de las islas americanas realizando fotografías de la ofensiva americana contra Japón. Tomó fotos de los marines norteamericanos y de los prisioneros de guerra japoneses en Saipán, Guam, IwoJima y Okinawa, en Okinawa. Fue herido por un mortero, una vez recuperado y profundamente desilusionado de la fotografía de guerra continuó su labor en Life y perfeccionó el Ensayo Fotográfico, desde 1947 hasta 1954. En la década de los 50 se unió a la Agencia Magnum y en 1978 muere, debido al abuso de drogas y alcohol.

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PARTE III

eXpOsiciÓn de FOTOGraFÍas de Luis Fernández ácKerMann Fotografía de Latinoamérica (1974)

Su primera muestra individual fue catártica y carente de pretensiones estructurantes, estaba signada por la expectativa de mostrar el producto de su travesía entre dos Santiagos, el de Caracas y el chileno. Intentó narrar sucesivas acciones de un diálogo entre pueblos por caminos de la diversidad. Fue un recorrido con carencias y expectativas del blanco al negro, intentaba reunir todos los matices encerrados en una acuarela horizontal formalmente convencional con destellos personales. Imágenes captadas en la urgencia de quien hurta una joya fantástica y tiene prisa por regresar a su guarida para disfrutar la prenda sustraída en cada rollo de película de 35 mm., más que del viaje mismo. En ese itinerario capturó imágenes sin mirada de turista, ni objetividad de reportero gráfico. Del recorrido surgió Exposición de fotografías de Luis Fernández Áckermann, Fotografía de Latinoamérica (1974).

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PARTE III

LOs VasaLLOs de La candeLaria (1975)

El entusiasmo que provocó tal atrevimiento le dictó la urgencia de continuar exhibiendo el producto de su ímpetu en una segunda aventura expositiva en la galería La Otra Banda de Mérida, titulada Los vasallos de la candelaria, (1975). Desde ahí se intuyen sus primeras inquietudes conceptuales. El ambiente merideño se impuso motivándole al riesgo y la experimentación, el artista aparece y se propone provocar al espectador sobre la inmanencia del efecto Retina-memoria, incorporando a la experiencia a través de diapositivas proyectadas por tiempo limitado y recogidas en la memoria del que observa para constatar cuántas y cuáles atrapa la retícula de su cerebro. Al performance lo acompañan sonidos musicales de diversa procedencia.

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PARTE III

…y La idenTiFicaciÓn de un pueBLO (1976)

Mérida continúa brindando sus calles, personajes y atmósferas para que el artista adiestre el ojo argumental, poético y conceptual. Pero también le otorga la oportunidad de continuar mostrando su trabajo y expone ...y la identificación de un pueblo, otra vez en la galería “La otra banda”, adonde muestra las manifestaciones tradicionales de un pueblo que se abre ante el lente de su cámara en una observancia que años después repetirá en su ensayo Viacrucis (1983), en el cual recoge con naturalidad un teatro de manifestaciones populares que reanudará al otro extremo del país diez años más tarde en Río Caribe (1994), un ensayo que recoge fragmentos de calles, paisaje y habitantes de esa costa oriental.

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PARTE III

inTerVenciOnes Hacia eL BLancO (1978)

Federico Fernández irrumpe con propuestas más conceptuales. Ese año se atreve a mostrar el inicio de un juego entre el sujeto y el vacío como espacio posible. Es un experimento de técnica fotográfica en complicidad con el laboratorio donde el autor difumina o borra espacios de la composición para crear atmósferas de duendes y espíritus como en un ejercicio rulfeano, transmutando el pueblo de Comala en suelo merideño. Las figuras surgen de la Nada, son etéreas y humanas, permiten al que observa acabar de construir el noespacio. Este trabajo estuvo influido por la obra del artista merideño Omar Granados.

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PARTE III

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idenTidad cOn eL TeaTrO (1978)

Pocos fotógrafos venezolanos han incursionado con éxito en la fotografía del espectáculo, tal vez por el manejo de la luz teatral que gobierna al lente del fotógrafo o por la provocativa expresividad del gesto actoral que hace predecible cualquier resultado. Esta subjetiva opinión, parecen contradecirse plenamente en los lentes del maestro Miguel Gracia (1931-2009), que dedicó gran parte de su vida al registrar la escena teatral venezolana y gracias a él, el país conoce una parte vital de nuestra historia teatral en la segunda mitad del siglo XX. Y el propio Federico Fernández, quien incursionó un corto tiempo en ese terreno con acierto, reflejando su experiencia en una interesante muestra realizada en Caracas (1978), durante la V Sesión del Festival Internacional de Teatro de las Naciones, donde hizo un amplio registro de cada montaje con resultados de gran factura técnica y creativa, en el Ateneo de Caracas, incluidas las escenas de

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teatro bufo representadas por los políticos y funcionarios de las élites intelectuales del país, cuyo principal bufón fue el depuesto presidente Carlos Andrés Pérez, mientras el grupo Rajatabla causaba furor con el sibilino apoyo de los Otero Castillo-Ramia. La proximidad de Federico con el teatro no es casual, refleja su forma de mirar el mundo que lo rodea. Sobre esto escribió: “Creo que las apariencias son esencia, creo que fotografío la representación, es decir, la obra de teatro, creo que soy un fotógrafo de escenas de teatro”.

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inauGurandO (1979)

EL ESCRITOR ES UN ‘SUJETO EN PROCESO’, UN CARNAVAL, UNA POLIFONÍA SIN RECONCILIACIÓN POSIBLE, UNA REVUELTA PERMANENTE.

julia Kristeva, EL PORVENIR DE LA REVUELTA (PÁG 82)

La destacada lingüista, antropóloga y psicoanalista Julia Kristeva (1941), realizó una intensiva investigación sobre carnavalización para develar la condición humana desde la obra de arte, mostrada en diversos escenarios en publicaciones donde aborda el desdoblamiento del modelo en acontecimiento lúdico y sarcástico. En la panorámica venezolana Federico Fernández asume la imagen fotográfica como acto teatral, en tanto que espectáculo cotidiano de la vida colectiva. Inauguraciones es una ingeniosa muestra de carnavalización según la teoría planteada por Kristeva, como polifonía de imágenes. No se trata del espectáculo teatral en las fiestas tradicionales o del espacio festivo. Inauguraciones es en sí mismo un ejercicio actoral de grupos e individuos que buscan mostrarse

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como modelos sociales, mediante híbridos actos exhibicionistas en los eventos adonde confluyen. En buena medida transformados en modelos, al presentir la presencia de la cámara del fotógrafo que registrará la acción promotora de su protagonismo. Las inauguraciones de numerosas exposiciones artísticas en el Museo de Bellas Artes de Caracas y otros espacios expositivos le sirvieron para evidenciar esos modelos, aunque su propósito nunca intentó ser crítica despiadada de la sociedad caraqueña que frecuentaba esos espacios, alternando con personalidades de la vida política y artística de la urbe local. La fingida solemnidad de los viandantes se desnuda entre un público que busca hacerse notar o simplemente disfrutar la fanfarria. En distintas escenas aparecen personeros oficiales de bajo rango, que buscan ser identificados por unos líderes que, ignorantes de su presencia, por la profusa ingesta etílica que los mesoneros descargan dentro de sus vasos, sudorosos por el esfuerzo de cumplir su faena. Una emisión de flashes que confunden funcionarios y guardaespaldas en sus trajes oscuros. El lente del fotógrafo es incisivo y se mueve por lugares infrecuentes, evadiendo la formalidad de las poses sin pretender obtener ventaja política. Sin embargo, la mirada inteligente del fotógrafo capta cuanto le rodea y no es su culpa si lo que fija en el papel es una presencia kitsch de vanidad mundana que opaca a las propias obras de arte que fingen observar. Las fotografías de este ensayo están hiladas en un ejemplar único de bibliofilia, conformado por imágenes rigurosamente seleccionadas en un ejercicio de decantación por los trabajadores del Museo de Bellas Artes de Caracas, quienes opinaron sobre sus afinidades gráficas a través de una encuesta. Un ejercicio resumido en 32 fotografías mostradas en la Galería del Consejo Venezolano de la Fotografía de Caracas en 1979, cuya originalidad fue respaldada por el público y la crítica nacional, hasta

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generar justos reconocimientos dentro y fuera del país. Una de las más identificables por su calidad, fue adquirida por la Fundación Televisa de México y figura en el libro Fotografías, donde comparte protagonismo con las de fotógrafos de la dimensión de Nadar, Robert Cappa, Maplethorpe, Margaret Cameron, Manuel Álvarez Bravo, Josef Kudelca, Tina Modotti, Edward Weston y Raul Corrales, entre otros destacados maestros de la fotografía contemporánea mundial. Las imágenes del libro fueron “intervenidas” por la pluma de insignes escritores de fama universal en un intento de lectura textual con la tinta de su ingenio. La fotografía icónica pareja del museo de Federico Fernández, se acompaña de la pluma del cineasta cubano Juan Carlos Tabío.

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sÚper GaLaXia (1983)

El éxito obtenido con el ensayo Inaugurando impuso retos cada vez más complejos a su autor. La presencia de aquellas imágenes lo había marcado por el impacto causado, motivándole a encontrar el hilo de Ariadna en nuevas incursiones ensayísticas tan vigentes como este, impregnado de nuevas propuestas. Su ensayo lo ubicaba entre los fotógrafos más interesantes de la actualidad, surgiendo un dilema que debía desentrañar. Durante algún tiempo Federico ambuló por el país a la caza de un tema cautivante y lo encontró en un parque de diversiones del oriente del país. Así nació Súper Galaxia cuando capta detalles poco usuales del público que asiste cotidianamente a esos lugares, los retrató montados sobre estáticos corceles mecánicos o en veloces carruseles, con sonrisas fingidas o aferrados a las obsoletas máquinas de divertir. Para este ensayo seleccionó 35 fotografías donde prevalece una inocente nocturnidad, con diversos encuadres en contrapicado y composición casual. Aunque no obtuvo los reconocimientos de su trabajo anterior, logró consagrarse como ensayista.

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El resultado de su conjunto también lo recogió en un libro-arte, que permanece inédito.

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VÍa crucis (1983)

26 fotografías componen Vía Crucis, un ensayo fotográfico realizado en los poblados campesinos de Montalbán y Ejido en el estado Mérida, durante el festejo de la Semana Santa del año 83, con presencia de la población religiosa, y numerosos curiosos visitantes, incluidos algunos medios de comunicación televisiva, que le otorgan buena dosis de teatralidad al culto. Se concibió como un performance fotográfico de un solo acto. Para lograrlo el artista retrató cada escena sin preocuparse por la formalidad estética de sus encuadres, donde público, clérigos y actores se confunden, generando incongruencias de cierto sarcasmo. Retrata automóviles con sus megáfonos que invitan al público y las cámaras filmadoras a dialogar con soldados “romanos” y mártires. Es un trabajo espontáneo y fresco, cuyo resultado forma parte de los Libro –Arte que el fotógrafo atesora en su biblioteca.

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nicaraGua, TieMpOs de Guerra (1984-1986)

PORTADA LIBRO NICARAGUA La experiencia nicaragüense fue muy enriquecedora para Federico Fernández. Este recorrido lo realizó en dos etapas 1984 y 1986, penetró por lugares inhóspitos de ese país centroamericano, acompañando a las tropas militares sandinistas por campos minados y la hostilidad de la milicia contrarrevolucionaria. Sobre esta experiencia Federico comenta: hacia los años ochenta emprendí, con cierta alevosía, una des-construcción de mi rutina. Tal como lo hice cuando secuestramos barcos, o intentaba escribir cuentos y poesía en mi celda de presidiario, haciendo fotografías o buscando pareja. para ese momento, la opción más atractiva resultó tener su modelo en esas historias, fascinantes y ambiguas del reportero de guerra. …al poco tiempo de estar en Managua comprendí que sin una credencial de prensa no tendría ninguna posibilidad de realizar el trabajo. Fui con mi carta de la Biblioteca nacional a interpren (oficina gubernamental para la prensa extranjera) y al funcionario de turno se le antojó inservible… traté de razonar con él…no hubo nada que hacer. decidido y sordo me devolvió la carta. solamente la intervención de Freddy Balzán pudo cambiar el panorama… al fin obtuve mi licencia de reportero.

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…rápidamente me describieron el caos del trasporte público, la ausencia de repuestos, la escasez de combustible y el creciente deterioro de las carreteras… Me estaba asomando a un país en guerra. el estupor se adueña de tus ojos cuando, saturado de ruinas y de apacibles vacas, das la espalda al lago. Te sobrecoge el esqueletote la catedral remodelada a balazos, con sus estatuas de santos crispados y conquistadores sin yelmos ni brazos. no me costó imaginar los aviones de anastacio somoza, en picada feroz, intentando detener el tiempo, agujereando el campanario. … nos dedicamos a tramitar los múltiples y obligados permisos y apenas obtenidos nos despedimos de Managua…pidiendo Raids, como se llama en nicaragua pedir colas o aventones, llegamos a estelí. ubicamos una posada austera, soltamos los maletines de ropa y salimos de inmediato a patear calle, a trabajar…La gente afable, no se mostraba reacia cuando los fotografiábamos, más bien, sugerían temas y lugares que se nos escapaban por desconocimiento… durante la guerra, estelí fue atacada de manera inmisericorde y tenía marcas de sus heridas en casi cualquier pared… sus habitantes estaban en la mira de la contra, que incursionaba desde Honduras o se ocultaba en las serranías de peñas Blancas y Quilambé… durante las semanas siguientes sentimos gran tensión. La guerra irregular se hacía omnipresente con su aura de destrucción y violencia… La pasamos mejor en la medida en que los tragos nos quitaban el hambre, el frío y las ganas de dormir. Los soldados intervenían con relatos de combates, actos heroicos, aventuras de amor y sexo. por sus comentarios aprendimos que era más afrodisíaco para las jóvenes, un soldado luciendo un Kalashnikov ruso, en vez de su versión china… nos acostumbramos a madrugar y anochecer en medio de arengas y cantos revolucionarios, hacer largas colas para las comidas servidas en hojas de plátano, dormir sobre el duro suelo de concreto envueltos en sacos de plástico que se usaban para la cosecha y, aunque suene raro, pasar frío sabroso. aprendí de todo y me percaté de que había entre la gente un cariño por la tierra que nunca tuve y que me costaba compartir… cerca, a unas horas de fin de año, escucho la voz de un herido del la contra que militaba en el grupo de edén pastora y a quien conocí en la cocina de la mansión eleta donde se recuperaba

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lentamente… cuando le pregunté porqué su gente ametrallaba y hacía volar vehículos con mujeres, viejos y niños, quienes huían de la guerra hacia lugares más seguros, me contestó que al inicio solo atacaban objetivos militares. Luego se quedó pensando y añadió: así son las guerras. (Nicaragua, tiempos de guerra, Fundación editorial el perro y la rana (2007). Ministerio del poder popular para la cultura.)

Las fotos de Nicaragua, tiempos de guerra, seleccionadas por sus autor para el ensayo, se mantuvieron escondidas entre las páginas de un libro inédito durante varios años, hasta que se le presentó a la directiva de la fundación Editorial El perro y la rana, y fue editado en la serie Libro Libre de la colección Armando Reverón. Luego, sus imágenes se expusieron en diversas ciudades del oriente venezolano con apoyo del centro de Arte La Estancia y el patrocinio del Ministerio del Poder Popular para la Energía y Petróleo (2008). También se expusieron en el Cuartel San Carlos de Caracas, lugar donde paradójicamente, Federico pasó los primeros meses de prisión, tras su captura durante el gobierno del acciondemocratista Raul Leoni.

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Mi padre eL inMiGranTe (1996)

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Este trabajo es un homenaje afectivo a José Fernández, su padre, fallecido en 1986 en la comunidad andina de Ejido, pueblo del estado Mérida donde vivió los últimos años de su vida acompañado de su tercera esposa Sacramento Peña. Mi padre el inmigrante recoge un conjunto de documentos, cartas, recortes de prensa sobre el secuestro del “Santa María” y otros eventos políticos, junto con fotografías familiares que destacan escenas de su infancia con su hermano, algunas postales de la madre y su entorno, y tomas del propio Federico, compiladas y seleccionadas junto a otros recuerdos celosamente guardados por su progenitor durante décadas. Con paciencia y creatividad Federico fue formando agrupaciones de textos e imágenes seleccionadas, que luego transformó en collages fotográficos, copiados en blanco y negro, intervenidas directamente por su mano a través de la técnica de la foto sin cámara, a la manera de Man Ray, yuxtaponiendo flores, espigas con hojas y juguetes negativando el papel emulsionado afectado por la luz en el laboratorio.

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Para iniciar la puesta en escena bibliofílica, Federico escribió una aclaratoria necesaria en el liminar del manuscrito: cuando la muerte de sacramento, la tercera y última esposa, recogí libros, escritos, mapas, fotografías, ese cúmulo de documentos que usualmente nos acompañan. nunca tuve idea que hoy 22 de marzo de 1996, a noventa y dos años de su nacimiento, mostraría a otras personas esta síntesis biográfica. Mi padre, sotomayor, como gustaba hacerse llamar, Fernando para otros, mi padre español, gallego orgulloso de serlo, inmigrante, tres veces marido, casi cuatro, desconocido de tantos nietos, se convierte así en el eje de una síntesis de mi propio trabajo: seducciones mutuas de verbo, imagen y memoria, combinatorias de recursos propios y ajenos, puesta en página como quien compone, buscando las relaciones con la vida, diría que es casi ir de la cámara oscura a la lúcida recordando a Barthes. así me sucede mientras pongo a punto este proyecto… (pp.6)

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La Guaira, dOs VisiOnes de un MisMO dOLOr Fotos Guaira 1981 Guaira 1999 (1) Falta imagen Este es un ensayo realizado en dos tiempos. El primero lo ejecutó en 1981 y lo componen 22 imágenes de la ciudad litoral, destacando elementos de su estructura urbana que obliga al fotógrafo a una mirada vertical para atrapar la imponencia de sus calles. Retrata personajes viejos (en su mayoría) que parecen aguardar la muerte en los zaguanes y las viejas escaleras de madera que expresa un tipo de ruinas, diferente a las que dejo la ferocidad del agua, producto del deslave de 1999. La segunda parte de este ensayo se realizó con visones enfrentadas con sus amigos fotógrafos: Carlos Germán Rojas y Jorge Vall. Detalles residuales de la devastación de La Guaira, posterior a los deslaves del estado Vargas que muestran huellas del desastre que provocó el agua indomable, sobre las playas de Tucacas. Fotos tomadas con cámara 6x6, impresas sobre papel coloreado que presentan en tomas cerradas las secuelas de una agonía. Es un conjunto homogéneo sin efectismos ni grandilocuencia. Pudiera decirse que develan el tiempo de la desolación y evocan una belleza escapada hacia el mar. Con Carlos Germán Rojas, Federico ha cultivado una perdurable amistad y trabajo. A finales de los años ochenta compartieron taller y laboratorio, y se dedicaron a reproducir obras de arte y fotografiar la intensa actividad económica de la industria petrolera. Sin embargo, cada quien mantiene una independencia estética y temática en su obra personal. Fotos La Guaira 1981 / La Guaira 1999 (2 fotos c/u) Falta imagen

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La esTaTuaria de caracas (1994)

El resultado de un conjunto de fotos captadas durante distintos recorridos por plazas, palacios y centros históricos, académicos y funerarios, fotografiando esculturas y monumentos públicos, surgió el libro Las estatuas de Caracas, editado por Fundarte con textos y coordinación de Ruth Auerbach. La publicación recoge imágenes de los más sobresalientes monumentos caraqueños, que muestran la iconografía representativa patrimonial, ubicada en la capital del país. Es el primer intento sistemático de aglutinar la estatuaria de la ciudad, erigida desde mediados del siglo XIX hasta la década de los años ochenta, captadas por la impronta del artista que no conforme con el testimonio gráfico, va más allá y le imprime su huella en el detalle.

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rÍO cariBe

FALTA IMAGEN

Se acercaba la Semana Santa de 1994 cuando el fotógrafo viajó a Río Caribe, capital del municipio Arismendi del estado Sucre, con su compañera y modelo Flérida Alcalá, nativa de aquel auspicioso territorio de la costa de Paria, adonde se encontrarían con el numeroso tronco familiar de Flerida. Por la variedad de la topografía lugareña y la espontaneidad de sus habitantes, Río Caribe ofrece un inagotable manantial de posibilidades para convertirse en fotos. Flérida le sirvió de lazarillo como a un fotógrafo ciego que se dejaba conducir por sus recodos más íntimos, no sólo en su rol de modelo, sino como mirada accesoria. Su ojo baquiano también lo apoyó a seleccionar con precisión las imágenes del dossier,

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además le sirvió de escribana con trazo ágil, en cada lugar de la bitácora que recogió aquel viaje. Este es el ensayo más voluminoso de cuantos realizó el artista. Lo estructuran 80 imágenes que muestran detalles de paredes, fachadas de casas solariegas, sin desechar fragmentos de paisaje, personajes populares y algunas miradas indiscretas del artista Voyeur, opuestas a la presencia religiosa que emana de las iglesias y sus detalles. Es un mosaico minimalista de encuadres pictóricos y tratamiento riguroso de las escalas que cautivan por su sencilla belleza.

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Triadas, cOMpOsiciOnes y BrainsTOrMs

En la última década del milenio pasado Federico experimentó sobre un conjunto de obras, diversas en su estructura, pero atadas a la búsqueda de un lenguaje personal. El primero de estos ejercicios inconclusos lo denominó Triadas, y consistía en la disposición de tres secuencias articuladas por el artista, según referencias arbitrarias. El artista provoca la contemplación del público en formato mediano en blanco y negro, con tiras de contactos ampliados dispuestos horizontalmente, la mayor parte de ellas copiadas en blanco y negro. Algunas con trazos de colores primarios. En otro contexto ejecutó un variado conjunto de composiciones bajo el gobierno del color, encoladas sobre telas, fijadas en bastidores a la manera de collages. Son espacios modulares con una imagen básica que obliga a articular una lectura visual alrededor de ella sin propósito narrativo preestablecido. Allí fusiona sus conceptos de ensayo fotográfico con obra plástica, de evocativas referencias de poesía surrealista. Ese mismo año desarrolla un lúdico e imaginativo proyecto de fotografías con cierto automatismo en la mirada. Fue una manifestación de poesía visual irreflexiva sin que el cerebro 84

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instruyera a la mirada. El ojo ordena las secuencias obviando en lo posible la acción reflexiva. Son tomas primarias y compulsivas en las que el creador se deja llevar por sensaciones y el objeto entra al lente sorprendiendo a su propio autor al revelarlas. Los resultados de esta investigación los titula Bainstorme, inventariados como tormenta de imágenes, mostrados de diversa manera. Algunas las colocaba verticalmente sobre una superficie y otras cuelgan como cintas de lluvia, sueltas en forma de hilos, serpenteantes para incitar la observación sensible de un espectador que avista sus propias conexiones en un penetrable libre de sospechas lógicas, de ideologías predecibles o discursos formales, inspirado en los Penetrables de Jesús Soto. Podría parecer una revisión del automatismo psíquico de impulso y antecedente dadaísta que propone una nueva poética, en la que su autor estimula el caos y el espectador se premia ante la posibilidad de construir su propia coherencia. Federico realizó un total de noventa y una tiras de este ensayo. Todas tituladas en inglés.

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Las áGuiLas

En Las Águilas el autor propone un ensayo fotográfico que conceptualizó como “conexión arbitraria de imágenes atadas a un texto propuesto”. El proyecto se plantea como “ejercicio de anclaje”, en el que cada espectador debe encontrar conexiones entre texto y foto, a veces sin aparente conexión. La exposición se conformó con más de treinta fotos en blanco y negro de 25 ½ x 38 cms., y textos con las distintas definiciones de águila y sus derivados, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su 21 edición, y provocadoras citas de Ciorán al final del conjunto que quedó estructurado con 23 imágenes. Las fotos combinan el encanto sórdido de encuentros casuales en hoteles de paso, prostíbulos, con escenarios de sitios (Nicaragua, costas venezolanas y europeas, etc.), con presencia femenina en todas, donde las protagonistas emanan intimidad. Sobresale la provocadora irreverencia de Flérida Alcalá desafiando el vouyerismo del Fernández. Esta serie integra fotos de otros ensayos con buena dosis de nocturnidad, sin ser una condición preponderante del conjunto. Federico transformó Las Águilas en un volumen de bibliofilia, de pequeño formato (12x 17cms) con una edición limitada de tres ejemplares.

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aLGunOs reTraTOs casuaLes

El lente de Federico Fernández ha hecho un amplio recorrido por los rostros de la cultura y la política nacional, lo demuestran las numerosas fotografías de personalidades nacionales y personajes populares anónimos que ha inmortalizado a través de su cámara. Un amplio repertorio de estos retratos lo recogió y encuadernó con su técnica de bibliofilia, en un ejemplar único que merece una pronta publicación por el valor histórico, documental y principalmente artístico que poseen los retratos. También produjo para amigos y coleccionistas, una secuencia de micro retratos de contacto, que hizo del presidente Hugo Chávez durante su primera alocución pública en el Ateneo de Caracas, tras su triunfo electoral en 1998. Trabajo que se incluye en el ensayo de Brainstorme, realizado con el impulso del clic de un rollo de película 35 mm., están impresas con sus marcas de registro, en número de 36 fotogramas. De este evento el fotógrafo copió, en tiraje limitado, diez ejemplares en forma de acordeón y dimensión de contactos. En él muestra al recién electo presidente en sus características gesticulaciones. Algunos retratos casuales, placeres del tiempo titula el libro único de retratos fechado en 1995, con la selección ya mencionada.

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Destacan los rostros de personalidades ya fallecidas del arte y la literatura nacional: Adriano González León, Gabriel Bracho, Aníbal Nazoa, Jesús Soto, Alfredo Boulton, Juan Carlos Palenzuela, Alejandro Salas, Jesús Sanoja Hernández, Alí Primera, Alejandro Otero, Claudio Perna y el juglar oriental Perfecto Aristóbulo Aguilera (Cantalicio), entre otros. Comparten sus páginas José Balza, Cruz Diez, Ana Enriqueta Terán, Luisa Ritcher, Gerry Weill, Lía Bermúdez, Manuel Quintana Castillo, Zapata y el extravagante Boris Izaguirre, incluido “Peñita”; popular personaje que por años ayudó a estacionar sus automóviles, a los usuarios del sector museos de Los Caobos cuando visitaban sus adyacencias, con preferencia los que frecuentaban el ateneo. En sus retratos Federico atrapa gestos que identifican la personalidad de sus modelos, en ambientes que incluyen, no sólo oficio, sino perfil psicológico. Son 43 imágenes blanco y negro, de 8x10 plg., maestramente acopladas en un volumen de insólita portada que muestra unas caderas de mujer con una trampa de cazar ratones sobre el pubis. Insólito homenaje al sarcasmo que dio pie a una selección que reúne a los protagonistas del agónico fin de siglo XX.

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pLayas y OTras series incOncLusas

Las costas centrales del país le ofrecieron a Federico buenos modelos para ajustar su mirada a la luz tropical, lugares y cotidianidad. En contrastes de formas y efectos. A principios de los años ochenta se sirvió de sus límites para retratar seres y enseres que tratan la actitud evasiva de quienes visitan las orillas de cualquier playa. Al posar sus pies descalzos en la arena el playero asume un ejercicio de desnudez para el disfrute pleno del instante. Absortos en su propia interioridad, dominan el paisaje. Mientras la cámara capta su otra piel, las preocupaciones citadinas desaparecen en el baúl de algún automóvil o entre el bulto de ropa que deja bajo algún árbol. Para representar una libertad ensimismada, el fotógrafo usa un formato distinto al

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proliferante en otras series y ensayos suyos donde gobierna el horizonte. Alejado del estándar, en Playas recurre al 6x6 para resolver la circularidad que sugieren los volúmenes seleccionados, contradice la lógica espacial. Esta serie de pocas imágenes, nunca fue expuesta. Sin embargo sus primeras fotos seleccionadas se incluyeron en la primera edición del libro Fotografía Latinoamericana desde 1869 hasta hoy, publicado en Kunstahus, Zurich en 1981, con selección y notas de Erika Billeter; especialista Suiza de fotografía latinoamericana. En edición reciente con un cambió en su título: Canto a la realidad, fotografía latinoamericana desde 1869 hasta hoy, su autora sustituyó las imágenes de Playas por fotos del ensayo Inaugurando (la que se publicó en el libro de la Fundación Televisa) y de Nicaragua, tiempos de guerra. (Soldado Sandinista muerto)

Serie playas 1980. Fotografía publicada en el libro de erika Billeter Fotografía Latinoamericana desde 1860. kunlstaus, Zurich 1981.

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Otros ensayos inconclusos del autor, diferidos o desechados son: Kids (1990), cuyas tomas fueron hechas desde 1975, recoge escenas infantiles. Tiempos de Flérida (1991), realizadas mayoritariamente en Venecia, buena parte de ellas incorporadas a las series Triadas y Las Águilas. También emprendió experiencias como Salinas de las Cumaraguas, (1980) y Sitio Caracas, (s/f), donde retrata la noche caraqueña, multifacética y plena de encanto sórdido. Su extensa producción abarca además, ristras de fotos sin clasificar, producto de la mirada imaginativa de un maestro. Algunas intervenidas con otros objetos o pintadas en secciones de colores primarios o agredidas como la serie Winnie Mandela, al cambiar su percepción sobre el personaje, al enterarse de sus desmanes mientras gobernó Suráfrica.

Salinas de las Cumaraguas

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Tiempos de FlĂŠrida

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Sitio Caracas

Kids

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PARTE III

PoSdAtA cOnViVencia y MuerTe deL padre

A pesar de todas las contradicciones entre padre e hijo, la relación de Federico y José fue constante. Siempre hubo motivos para la discordia pero mayores fueron los encuentros y las disculpas mutuas y el amor probado entre ambos seres potencialmente distintos. No de otra manera podrían entenderse las múltiples disculpas dadas de padre a hijo y viceversa que rompía las reglas de la convivencia. Y por otro lado, ¿qué sino el amor podría motivar al hijo a seguir la peregrina idea de acompañar al padre en un proyecto que no era suyo de secuestrar un buque y llevarlo hasta Angola para, desde allí unirse a la guerrilla para derrocar al dictador de un país que ni siquiera conocía? Vidas distintas con grandes y contradictorias afinidades y gran admiración mutua que ninguno de los dos se atrevió a expresar. Ante todas las contradicciones con la madre, el padre fue refugio. Parte de los ideales de Federico se los transfirió su padre cuya herencia consistió en un legajo de fotos, documentos y cartas

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que sirvieron de estímulo creativo para elaborar un proyecto expositivo de gran valor creativo, documental y patrimonial denominado Mi padre el inmigrante, parodiando el hermoso poema de Vicente Gerbasi, cuyos originales se conservan en la ciudad gallega de Vigo como patrimonio de una vida intensa, que pronto se dará a conocer a través de un libro de próxima publicación en España, con documentos del padre, postales y fotos familiares, muchas, a través de la cámara de Federico. En los últimos años de existencia José Fernández, o el comandante Sotomayor, se dedicó a la escrituras de teatro, cuentos y relatos. Envió sin éxito a concursos nacionales, como el 40 Concurso Anual de Cuentos del diario El Nacional, donde participó con el relato “Suicidio en azul” bajo el seudónimo J. Sotomayor. José Fernández murió en Ejido en 1986, poco antes de cumplir 82 años.

reencuenTrO y MuerTe de La Madre

La ruptura matrimonial de los esposos Fernández–Ackermann llevó a la pareja a un distanciamiento trayendo consigo la separación de los hermanos, con esporádicos encuentros en Caracas.

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PARTE III

El hijo mayor permaneció junto al padre, mientras el menor lo hizo con su madre. Cuando la mujer decide regresar a Europa, pensó llevarse a ambos hijos. Sin embargo, fuertes desavenencias con Federico le hicieron partir con el hijo menor y vive entre Francia y Alemania, con frecuentes vistas a Venezuela para visitar al hijo y comprarle joyas a su amiga Mami, que luego vendía en Europa. Finalmente se residencia en Friburgo, donde fallece a los 90 años, en 2003. A principios del nuevo milenio Federico visitó a su madre. Aprovechaba un recorrido inverso hacia su infancia, acompañado de su amiga Dora Abreu. Deambuló por las calles de la Ville d`Eu y paseó por sus calles sin descubrir el hogar de su primera infancia ni encontrar afinidades especiales con ningún lugar. Luego viajó hasta Friburgo donde lo esperaba su hermano de vida bucólica y formal que lo llevó a visitar a la madre de ambos. Y la halló en un asilo de ancianos apartado, trasmutada hacia su mundo interior, sin lograr reconocerlo. Pensó hacerle muchas fotografías, igual que hiciera Richard Avedon, aquel fotógrafo que documentó el deterioro de su padre, hasta verle morir. Pero consideró prosaica la idea, cargada de premeditación y nada original. Regresó a Venezuela, dejando a su madre en compañía del alzhéimer, evadida en una vejez tranquila.

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MeMOrias deL desencanTO

Luis Federico Fernández Ackermann siempre fue un borderline, que ha vivido jugándose el futuro con el arbitrio de quien se sabe propietario de méritos reconocidos e irreconocibles pero nadie le puede mezquinar. Por momentos se vuelve irrefrenablemente ácido e intolerante contra quienes no comparten sus bordes de precipicio. Sus originales criterios contracorriente lo vuelven un personaje incómodo e inquietante, que defiende sus fines y cuestiona sus propios principios. Nunca fue persona de acumular riquezas materiales ni construir amores perennes. Lúdico y lúbrico de desmesura ejemplar, impone su presencia así permanezca en silencio. Mantiene una relación defensiva

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PARTE III

que cimienta su carácter esquivo y refractario. Convicto de marcados presagios, anda solitario entre recuerdos que conserva entre sus fotos, mientras le sigue el pulso al día a día, a través de la prensa y la televisión, que contempla sin expectativas el futuro, en un minúsculo cuadrilátero de papeles, libros y discos, en una casa prestada cerca de San Antonio de Los Altos, en el estado Miranda. Lo rodea un paisaje bucólico que se niega a admirar, aunque existe, a pesar de su premeditada inobservancia. Tal vez sea esa luz el móvil que le hace abrir los ojos cada mañana. Intentando sostener el mundo con su obra, nada contracorriente sin cansancio, huraño, irreverente, insatisfecho... tal vez espera el silencio de la nada por ser ácrata, ascético y caótico, cuestionador de fórmulas sin piedad. Tal vez los años le hayan enseñado a ser un solitario, a él, que siempre tuvo varias mujeres bellas para acompañarlo. Ya no bebe con desmesura juvenil. Pero el humo del cigarro se hizo crónico, sin molestarse si a los demás le importa. Total, tampoco a él pareciera importarle las consecuencias que ya son evidentes. Sólo se desahoga de vez en cuando, entre amigos y su sarcasmo es la mejor arma que maneja, mientras espera que alguien pague lo que le deben.

eXTraÑaMienTO y desarraiGO A pesar de vivir sesenta años continuos en este país, y de ser uno de sus cronistas más aventajados, demostrable en sus gráficas y ensayos de los Andes, Río Caribe, La Guaira, Caracas; donde ha retratado artistas y paisajes con sus mutaciones. Además de legarnos el recorrido más orgánico jamás hecho, de la estatuaria de la ciudad de Caracas y su apasionante testimonio de sus parques mecánicos, el artista no está nacionalizado venezolano, aunque representa a Venezuela en innumerables eventos, publicaciones y sucesos como los protagonizados

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con sus luchas contra los representantes del poder cuarto republicano durante buena parte de los años sesenta del siglo XX. Y precisamente ha sido esa “mancha en su hoja de vida”, la que le privó obtener la nacionalidad venezolana, porque todas las veces que la solicitó, se lo impidieron sus antecedentes revolucionarios. Hoy no le preocupan los asuntos de nacionalidad, por tener claro que su carné de identidad está en su obra, que ha contribuido a construir la mirada del país. Aún sin proponérselo sus fotos mantienen el sello característico del trópico, demostrable en sus series, incluida la cosmopolita Inaugurando, que muestra la cultura híbrida del venezolano citadino, sus poses coreográficas y sus atuendos de marcas extranjeras. Para expresar la identidad nacional, Federico no ha requerido de mirada antropológica alguna, le basta con mostrar nuestra diversidad y por qué no, su universalidad.

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PARTE III FOTOGRAFÍAS EN COLECCIONES

reperTOriO MÍniMO Cerro Grande (1972). 2 Fotos / Paisajes. 2 fotos / Petroleros, 2 fotos / Triadas, 2 fotos / Baimstorme 2 fotos incluida la de Chávez en el Ateneo.

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CRONOBIOGRAFÍA

cronoBioGrAFÍA 1939 -Nace el 31 de octubre en Ville d’Eu Francia. Es hijo de José Fernández y Margaret Ackermann. 1941 -Huyendo de la guerra viaja con su madre a Alemania y vive con su familia materna. 1946 -Regresa a Francia, donde cursa estudios primarios. 1948 -Su padre viaja a Venezuela. 1950 -Con su madre y su hermano se trasladan a Venezuela y viven en Maiquetía. 1951-1956 -Vive con su familia en Puerto Cabello.

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1960 -Se inicia en la actividad subversiva, siguiendo los pasos de su padre. 1961 -Participa en el secuestro del barco crucero “Santa María”, junto con milicianos españoles y portugueses para denunciar la dictadura de de Portugal. 1963 -Secuestra el barco civil “Anzoátegui” junto a otros guerrilleros venezolanos. -Cae preso y es confinado en el Cuartel San Carlos de Caracas. Posteriormente es trasladado a la Cárcel Modelo, donde permanece hasta el 10 de diciembre de 1968, tras el proceso de pacificación de la guerrilla. 1969. -Trabaja en la Universidad Central de Venezuela (UCV), como secretario en el Departamento de Computación. 1970 -Estudia fotografía en el taller que Carlos Herrera impartía en la Facultad de Ciencias de la UCV. 1971 -Realiza un viaje por tierra a Chile, durante el cual fotografía escenas populares latinoamericanas. -Renuncia a su trabajo en la Universidad Central de Venezuela. -Monta una escuela de fotografía con Félix Molina y José Urdaneta.

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1973 -Vive y trabaja en Mérida como fotógrafo. 1974 -Expone individualmente Fotografías de Luis Fernández Ackermann en el Museo de Arte Moderno de Mérida, con fotos de su viaje a Chile. 1975 -Expone Los Vasallos de la Candelaria. Galería La Otra Banda. Mérida. 1976 – 1981 -Expone en Mérida …y la identificación de un pueblo en la galería La Otra Banda. -Regresa a Caracas y trabaja como fotógrafo del Museo de Bellas Artes (MBA). 1978 -Exposición individual Intervenciones hacia el blanco. Galería la Otra Banda Mérida. -Exposición colectiva Consejo Mexicano de Fotografía, México -Exposición colectiva Biblioteca Nacional, Caracas. 1981 -Obtiene el segundo premio (compartido con Carlos Germán Rojas), en el Salón Premio Fotografía Venezolana, Consejo Nacional de la Fotografía, CONAC, Caracas.

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1981 -Exposición colectiva Fotografía Latinoamericana, Kunsthaus, Zurich, Suiza. -Exposición colectiva Fotografía Documental de la Biblioteca Nacional, Caracas. 1982 -Exposición colectiva Los Venezolanos, The Photographer’s Gallery, Londres. -Exposición colectiva Fotografía Contemporánea de América Latina, Centre Georges Pompidou, París. -Exposición colectiva Fundación Cultural Televisa, México. -Exposición colectiva Biblioteca Nacional de Francia, París. -Exposición colectiva Fotografía Documental de la Biblioteca Nacional, Caracas. 1983 -Realiza fotografías de su serie Víacrucis. -Realiza la serie Súper Galaxia. -Recibe el primer premio, Premio Fotografía Venezolana, Centro Nacional de la Fotografía, CONAC, Caracas. -Exposición colectiva Cuando las ventanas son espejos, Museo de Bellas Artes,Caracas.

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CRONOBIOGRAFÍA

1984 -Mención especial, Premio Fotografía Venezolana, CONAC, Caracas. -Exposición colectiva III Coloquio Latinoamericano de Fotografía, Cuba. -Viaja a Nicaragua y realiza la primera parte de la serie Nicaragua en tiempos de guerra. -Participa en el III Coloquio Latinoamericano de Fotografía, Cuba. -Exposición colectiva Fotografía Documental de la Biblioteca Nacional, Caracas. 1985 -Exposición colectiva Fotografía venezolana actual, Casa de Cultura Cándido Méndes, Rio de Janeiro, Brasil. 1986 -Realiza un segundo viaje a Nicaragua para completar la serie Nicaragua en tiempos de guerra. -Fallece su padre en la ciudad de Ejido, estado Mérida. 1987 -Obtiene el Primer Premio Luis Felipe Toro, Consejo Nacional de la Cultura, CONAC, Caracas. 1989. -Una fotografía suya integra el libro John Berryman/Leroi Jones (S & M, Caracas). -Exposición colectiva Fotografía Documental de la Biblioteca Nacional, Caracas.

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1990 -Exposición colectiva Los ’80. Panorama de las Artes Plásticas en Venezuela, Galería de Arte Nacional.

1991-92 -Artista invitado a la II Bienal de Arte de Guayana, Museo Jesús Soto, Ciudad Bolívar. -Exposición colectiva Fotografías en colecciones. Caracas. 1992 -Exposición colectiva Feliz Accidente en la Sala RG, Caracas, con motivo del descubrimiento de América. -Obtiene el premio Enrique Avril en el elSalón Michelena, de Valencia, estado Carabobo. 1993 -Los testigos de la Ciudad. Exposición Individual. III Encuentro Iberoamericano de la Cultura. Posada del Corregidor, Santiago de Chile. 1994 -Publica Las estatuas de Caracas con textos de Ruth Auerbach. Fundarte, 1994. -La Estatuaria de Caracas, Huellas de la historia en el paisaje urbano. Galería de Arte Nacional. Exposición individual. Galería de Arte Nacional, Caracas DC. 1995 Realiza la serie Río Caribe. 1995 -Obtiene el Premio Nacional de Fotografía, Caracas.

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CRONOBIOGRAFÍA

1996 -Realiza las series Triadas y Brainstorm. 1997 -Obtiene el Premio Gerd Leuferd, IV Bienal Nacional de Artes Plásticas, Puerto La Cruz, Edo. Anzoátegui. Expone el ensayo fotográfico Mi padre el inmigrante. 1998 -La Asociación Venezolana de la Comunidad Fotográfica y Afines de Caracas, le confiere el título de Maestro Honorario de esa organización. 1999 -Realiza la serie La Guaira, sobre el tema del deslave en el estado Vargas, en compañía de Carlos Germán Rojas y Jorge Vall. -Exposición individual Las Águilas. Escuela de Medicina, Hospital Vargas. Departamento de Fisiología, La Pastora, Caracas. 2000 -Exposición individual Las Águilas. Universidad de Carabobo, Dirección de Cultura. Sala de Exposiciones del carabobeño. Valencia, estado Carabobo. 2001-2002 -Participación como actor documental en el filme Santa Libertade, acerca del secuestro del buque “Santa María” en 1961. 2002 -Exposición colectiva acerca de la tragedia de Vargas. Museo Jacobo Borges, Caracas DC.

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2003 -Tres tiempos, un espacio. Galería de Arte La Otra Banda, ULA, Mérida. 2005 -Participa en la subasta Artcurial en París. 2007 -Nicaragua, tiempo de guerra. Cuartel San Carlos, con patrocinio del Ministerio del Poder popular para la Energía y Petróleo, Caracas DC. -La Fundación Editorial El perro y la rana, del Ministerio del Poder Popular para la Cultura publica su libro Nicaragua, tiempo de guerra y se presenta ese año en la Feria Internacional de Libro de Caracas. 2008 -Nicaragua Tiempos de Guerra, exposición itinerante por Anzoátegui y Monagas. -Exposición itinerante exposición Mi padre el inmigrante en España: Galicia; ciudades Vigo y Lugo.

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CRONOBIOGRAFÍA

FotoGrAFÍAS en coLeccioneS 1978

Consejo Mexicano de Fotografía, México.

1981

Biblioteca Nacional, Caracas.

1982

Fundación Cultural Televisa, México. Biblioteca Nacional de Francia, París.

1983

Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), Caracas. Museo de Bellas Artes, Caracas. BIBLIOGRAFÍA

Boultón, María Teresa.

Anotaciones sobre la fotografía venezolana

contemporánea. Edit. Monteávila, Caracas, 1990. DORRONSORO, Josune. Significación histórica de la fotografía. Editorial Equinoccio. Universidad Simón Bolívar. Caracas, 1981. P. 27. Fernández, Federico. Nicaragua, Tiempo de Guerra. Ed. El Perro y la Rana, Ministerio del PP Cultura. 2007. Auberbach Ruth y Fernández Federico- Las estatuas de Caracas. Fundarte 1992. Palenzuela, Juan Carlos. Arte en Venezuela. 1959-1979. CANTV, Cara cas, 2005. Salas, Alejandro y otros… Diccionario de las Artes visuales en Vene zuela. Galería de Arte Nacional. Carcas, 2003.

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Índice 1. FEDERICO FERNÁNDEZ

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2. INTRODUCCIÓN

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3. PARTE I

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4. PARTE II

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5. PARTE III

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5. CRONOBIOGRAFÍA

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6. FOTOGRAFÍAS EN COLECCIONES

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Este libro de la colecciรณn

PREMIOS NACIONALES DE CULTURA se terminรณ de imprimir en los talleres de la imprenta de la cultura La ediciรณn consta de 3.000 ejemplares

Caracas, noviembre 2009

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