Historias para pensar el Pais

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La Aldea

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Historias para pensar el País

Historias para pensar el País

Diana Ospina

Nicolas Chirokoff


La Aldea Historias para pensar el País



Este libro le pertenece a:



Carta de Click a los lectores

Este libro es, sobre todo, una invitación: una invitación a visitar La Aldea. A lo largo de diferentes historias conoceremos a los animales que la habitan, así como los múltiples retos y desafíos a los que se enfrentan a diario. Claro, hablamos de animales; no obstante, sus conflictos se parecen mucho a los nuestros y sus preguntas se asemejan a aquellas que nosotros nos hacemos todos los días. ¿Qué les molesta y qué los hace soñar? ¿Cómo resuelven sus diferencias? ¿De qué manera afrontan, por ejemplo, la escasez de comida, la falta de agua o la organización de una competencia deportiva? ¿Qué hacen cuando sienten rabia o miedo? Son muchas las preguntas y, tal como veremos, diversas las maneras de responderlas. Descubrir La Aldea es, de alguna manera, descubrirnos a nosotros mismos y nuestro entorno. Las historias de este volumen nos remiten tanto a la realidad más próxima (la familia, el colegio, el barrio, la ciudad o el pueblo) como a una más lejana (nuestra región o nuestro país), y quizás nos permitan entenderlas y relacionarlas mejor. La Aldea nos invita a cuestionarnos y a hablar, a decir lo que pensamos y a reflexionar sobre cómo reaccionaríamos frente a ciertas situaciones. Esto porque, al final, la literatura nos permite mirar con nuevos ojos aquello que nos rodea y descubrir nuevas maneras de contarnos.


Historia

Historia

Historia

Historia

Índice 1 2 3 4

Los favores

de Arnulfo................................. 12 Los privilegios

de Efrén...................................... 24 El equipo de

de Carmen........................ 36 La llegada de Enrique

y sus amigos...........................52


Historia Historia Historia Historia

5 6 7 8

Los desafíos

de Lorena.................................. 64 La molestia

de Paco........................................76 El sueño

de los Búhos........................... 88 Elecciones

en la Aldea............................. 100


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Personajes Lorena, la tortuga Lorena es la líder de La Aldea y se encarga de tomar las decisiones más importantes. Es respetada por la mayoría de los animales, pero es lenta y actúa con poca eficacia.

Arnulfo, la zarigüeya Arnulfo es una zarigüeya ágil e inteligente. Sin embargo, recurre constantemente a la trampa, y así evade las reglas y rompe los compromisos. Muchas veces sus acciones son fuente de conflicto entre los miembros de la comunidad.

Carmen, la osa de anteojos Carmen es amable y honrada, y suele estar dispuesta a tratar de resolver los conflictos que se presentan en la comunidad. Es soñadora y cree en la educación como motor de cambio y en las soluciones a largo plazo.


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Paco, el puercoespín Paco es un habitante de La Aldea que se indigna fácilmente por las situaciones injustas. Tiene poca paciencia y acude frecuentemente a la violencia para solucionar los problemas y los conflictos que surgen a su alrededor.

Efrén, el tapir Efrén es hijo de uno de los fundadores de La Aldea y, por esta razón, se cree merecedor de privilegios exclusivos y de más derechos que los otros animales. Es insensible y siempre busca el beneficio personal.

Enrique, el camaleón Enrique es un camaleón muy sensible, al que le cuesta controlar sus emociones. Es noble y generoso, y le gusta mucho ayudar a los demás animales.


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Personajes Inés, la jaiba Inés es una jaiba conflictiva. Comúnmente siembra discordia entre los demás animales. También inventa muchos rumores, es territorial y egoísta.

Las gallinetas Las gallinetas tienden a andar en grupo y tienen poca capacidad de reflexión. Son muy asustadizas y se dejan llevar tanto por el miedo como por los rumores.

Las Guacamayas Las guacamayas son las encargadas de informar a los demás animales de lo que sucede en La Aldea y en sus alrededores.


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Las hormigas Las hormigas son trabajadoras, y gustan de servir a la comunidad. Siempre van en grupo y son las encargadas de construir o de reparar la mayoría de estructuras de La Aldea.

Las abejas Las abejas están monitoreando constantemente el clima y el estado de las plantas y de la naturaleza. Son las responsables de alertar a los demás animales de que existe algún peligro para La Aldea.

Los búhos Los búhos son sabios y educan a los más pequeños de La Aldea.


Historia

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Los favores de

Arnulfo



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Nadie

recuerda

muy bien cuándo se formó La Aldea.

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a crecido mucho en los últimos años, y han ido llegando especies muy diversas, atraídas por el clima agradable, el suelo fértil y el abundante agua. En un principio, en la parte más alta, se instalaron gallinetas, tapires, búhos, hormigas y muchos otros animales que no tardaron en construir cómodos refugios y madrigueras acordes a las necesidades de cada uno. Con el tiempo, algunos se sintieron atraídos por un clima más cálido donde podrían culti-

var grandes variedades de frutas como limones, naranjas, sandías y bananos, y decidieron ubicarse más abajo sin alejarse del río. Todas las hormigas se trasladaron allí, pero las demás especies se distribuyeron de manera equitativa entre la parte alta y la parte baja. Gracias a esto, se crearon lazos entre todos, y así descubrieron que lo mejor era aliarse y distribuirse ciertas responsabilidades. De este modo, las hormigas se especializaron en la construcción; las tortugas, en el transporte de lo que se necesitara, y los ratones, en la limpieza del lugar.


15 Los búhos fueron elegidos responsables de la educación de los más pequeños, y los puercoespines, con sus poderosas púas, protectores de La Aldea. Tras muchos debates, los animales idearon un sistema alimentario que terminó por convencerlos. Primero, las gallinetas y zarigüeyas se encargarían de la siembra; luego, los tapires se ocuparían de la recolección junto con Carmen, la única osa de anteojos del lugar, y después, un grupo de diferentes animales almacenaría la cosecha en la parte alta de La Aldea. Esta permane-

cería en un sitio resguardado del sol y la humedad, desde donde, finalmente, sería distribuida de manera equitativa entre los animales. Es decir, de modo tal que todos tuvieran provisiones acordes a sus necesidades. Para evitar futuras discusiones, decidieron nombrar a un encargado de hacer respetar las reglas acordadas y de tomar decisiones en beneficio de la comunidad. La tortuga Lorena —pausada, amable y dócil, que se llevaba bien con todo el mundo— fue quien ganó las primeras elecciones celebradas en La Aldea.


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urante un tiempo, las cosas funcionaron y la comida abundó. Sin embargo, de un momento a otro, el clima se volvió impredecible. Llovía poco, y los animales de La Aldea se vieron forzados a regar los sembrados con el agua que tenían reservada para su propio consumo. Los frutales empezaron a dar menos frutos de los habituales y varios cultivos se perdieron a causa de la

sequía. Las abejas, encargadas de la polinización y consideradas las meteorólogas del reino animal, no tardaron en pedir ayuda a Lorena para afrontar estos cambios en el clima. Después de pensarlo durante mucho tiempo, la tortuga tomó varias medidas para asegurar la alimentación de todos. Primero, visitó a los encargados de las cosechas en los sembrados para hablar sobre la importancia de trabajar intensamente y no dejarse ganar por la sequía; después aumentó el


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número de animales recolectores de alimentos y encargó a un grupo de hormigas vigilar el cauce del río y avisar oportunamente si notaban algún cambio; por último, designó a Arnulfo, una joven e inteligente zarigüeya, como el principal responsable de la distribución de los alimentos.


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Para Arnulfo fue una

sorpresa

que le dieran esta nueva responsabilidad y la asumió con seriedad y compromiso. Solo pensaba en hacer bien su trabajo y en distribuir equitativamente las porciones de alimentos. Eso sí, no tardó en darse cuenta de que los animales que antes lo ignoraban ahora conocían su nombre y eran gentiles con él. Un día, una gallineta le preguntó en privado a Arnulfo si sería posible obtener un poco más de la ración habitual. La pregunta lo tomó por sorpresa.

Sin embargo, tras pensarlo un rato, decidió que no pasaría nada si en esta ocasión le daba un poco más a alguien que parecía necesitarlo. Lo hizo con disimulo para que nadie sintiera envidia, y la gallineta, que sabía que a Arnulfo le encantaban las nueces, le dio un puñado en pago por el favor. Días después,


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la gallineta regresó con una amiga y pidió una ración de alimentos adicional para las dos. —No estoy seguro de que pueda hacerlo, esas no fueron las instrucciones que recibí —respondió Arnulfo.

—Es solo un poco. Mira la cantidad de comida que hay, nadie lo va a notar —dijo la gallineta tratando de convencerlo, mientras lo sobornaba con un nuevo puñado de nueces. A Arnulfo se le hizo agua la boca y a partir de ese momento la práctica se volvió costumbre. Quienes obtenían este beneficio acordaron no hablar con nadie más sobre la posibilidad de obtener raciones adicionales a cambio de nueces. Arnulfo nunca fue tan querido como en ese momento ni oyó tantos halagos como entonces. Recibía numerosas invitaciones y tanto su popularidad como su reserva personal de nueces crecieron significativamente.


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in embargo, al realizar la distribución, la zarigüeya no tardó en notar que ahora las cantidades, que antes alcanzaban para todos, ahora eran insuficientes. Y una mañana pasó lo inevitable. Paco, un puercoespín fuerte y malgeniado, notó su ración más ligera.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué hoy recibo menos? —preguntó molesto. Por un momento, Arnulfo quedó frío y confundido, pero entonces se le ocurrió la excusa perfecta: —¿Acaso no has visto que el clima ha estado afectando los cultivos? Esos problemas empiezan a reflejarse en las raciones —respondió.


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El puercoespín no supo qué contestar a la excusa de Arnulfo y se fue refunfuñando. Con el paso de los días, las raciones siguieron disminuyendo y varios animales comenzaron a recibir alimentos en mal estado. La situación se tornó preocupante, diversas historias asociadas a la falta de alimentos circularon por

La Aldea. El crecimiento de los más pequeños se vio afectado, se sentían débiles y cansados; los mayores enfermaron con aún más facilidad. Arnulfo se sintió culpable y empezó a tener dificultades para dormir.


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Una mañana,

Paco, el

puercoespín empezó a protestar durante la distribución de alimentos; la primera en unirse a su protesta fue Carmen, la osa de anteojos. Durante varios días, ambos se mantuvieron firmes y consiguieron que más y más animales se les juntaran para expresar su descontento por medio de carteles. Los rumores de división en La Aldea llegaron, entonces, a los oídos de Lorena: algunos animales pedían el reemplazo de Arnulfo, y otros, querían que se quedara. Tras pensarlo por unos días, Lorena decidió crear una comisión conformada por distintos animales para que iniciaran

una investigación que determinaría lo que estaba pasando. Pero la tortuga ignoraba que, dentro de los elegidos, algunos eran cercanos a Arnulfo y a su círculo de beneficiados. Ellos se encargaron de convencer a los demás miembros de la comisión de que la escasez de alimentos se debía únicamente a la sequía. Sin embargo, bajo la presión de varios animales descontentos, Arnulfo fue citado al día siguiente para que se escuchara su versión de los hechos.


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Entonces, la zarigüeya preparó lo que iba a decir frente a la comisión. Fue una noche larga, llena de dudas, en la que Arnulfo no sabía si arrepentirse por su falta de honestidad o si sentirse orgulloso de la gran reserva de nueces que había acumulado. Recordaba tanto las voces de las gallinetas agradecidas con él como las imágenes de los animales protestando por la falta de alimentos.

A la mañana siguiente, mientras se dirigía a la comisión, escuchó a unas hormigas preocupadas que gritaban: —¡Algo grave está pasando con el río, debemos ir cuanto antes! ¡Necesitamos a Lorena con urgencia!


Historia

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Los privilegios de

Efrén



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Paco, el puercoespín, y Carmen, la osa de anteojos, fueron los primeros en llegar al río tras la alerta de las hormigas. Encontraron que su caudal se había reducido drásticamente y que el agua era turbia y de color extraño. No tardó en llegar la tortuga Lorena, líder de La Aldea, en compañía de otros animales: —Esto puede ser muy grave, necesitamos el agua para beber y para regar los cultivos —dijo angustiada. —Si vamos hacia arriba, en contra de la corriente del río, seguramente encontraremos respuestas —propuso Carmen.

Aunque Lorena dudó en aceptar, se convenció al ver que los demás animales apoyaban la idea. Remontar el río implicaba subir a la parte alta de La Aldea, en la que en un principio se habían asentado gallinetas, tapires, búhos, hormigas y muchos otros animales que habían construido cómodos refugios y madrigueras. Allí, las tierras eran fértiles y crecía con facilidad la papa, un alimento apreciado por todos.


Con el tiempo, algunos animales (como Paco, Carmen, Lorena y todas las hormigas) prefirieron instalarse en la parte más baja, donde la temperatura era cálida y era fácil cultivar banano, maíz y diferentes cítricos. Además, a orillas del río, se podía disfrutar de una pequeña playa de arena amarilla. Otros, como el tapir Efrén y su familia, se quedaron en la parte alta, donde estaba la despensa de alimentos y desde donde se podía apreciar una vista privilegiada.

Aunque todos pertenecían a una misma comunidad y se distribuían las diferentes labores de manera equitativa, de vez en cuando había diferencias y se producían enfrentamientos y rencillas entre las dos partes, sobre todo porque los de arriba tendían a sentirse superiores y poco les gustaba salir de su zona.


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ran sorpresa se llevaron Lorena, Carmen, Paco y los demás animales que caminaron río arriba cuando descubrieron una construcción hecha con palos y piedras. Esta desviaba parte del curso del río; al otro lado, se podía ver un vertedero de desechos fabricado con guaduas y lianas. —Yo no he autorizado ninguna construcción sobre el río —aclaró Lorena sorprendida—. ¿Qué es todo esto?

No tardó en aparecer el tapir Efrén, hijo de uno de los fundadores de La Aldea y muy apreciado por los habitantes de la parte alta. Orgulloso, el tapir procedió a explicarles que lo que estaban viendo no era otra cosa que el resultado de muchos días de trabajo. —Lo hicimos en nuestras horas libres y funciona desde ayer. ¿Qué les parece? —dijo, y luego destacó que el desvío les permitiría regar mejor sus cultivos de papa y abastecerse de agua directamente en sus casas, sin necesidad de desplazarse­—. ¡Ahora aquí todos vivimos mejor!


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espués los llevó al vertedero de desechos, otra invención que tenía contentos a los habitantes de la parte alta. Cansados de llevar la basura al depósito que quedaba a medio camino entre la parte alta y la parte baja de La Aldea, construyeron un canal para evacuarla a través de las aguas del río. —¿No es innovador? —continuó Efrén—. Funciona a la perfección, ya no perdemos tiempo transportando los desechos, no hay malos olores y todo se ve limpio.

—¡Nos están quitando el agua y la están ensuciando! —exclamó Paco molesto—. Venimos de abajo y la poca agua que llega del río está amarilla. —Aquí nadie debería tener ningún privilegio. En La Aldea todos somos iguales y tenemos los mismos derechos —agregó Carmen—. El agua es de todos. ¿No se dan cuenta de que es un bien público?


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—Creo que exageran —respondió Efrén sorprendido—. Solo tomamos un poco de agua para regar nuestros cultivos y consumimos lo que nos corresponde. ¿O acaso no podemos usar el agua del río? Además, los desechos se los lleva la corriente y los desaparece rápidamente. ¡Procuramos vivir en un lugar limpio! La discusión entre las dos partes fue subiendo de tono hasta que Lorena se impuso:

—¡Paremos ya esta pelea que no nos lleva a ninguna parte! ¡Vámonos! —dijo mirando a quienes la acompañaron—. Pensaré en una solución. Fue entonces que los animales de la parte baja abandonaron el lugar y volvieron indignados a sus hogares a narrarles a sus familiares lo que estaba sucediendo.


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La situación

se agravó con el paso de los días.

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ío abajo el agua se mantenía turbia y empezaba a escasear; las crías se enfermaron y los cultivos empezaron a secarse. Al ver que Lorena no resolvía la situación, varios animales decidieron trasladarse a la parte alta de La Aldea para tener acceso a los mismos privilegios que el tapir Efrén. —¿No se dan cuenta de que así no solucionan nada? Simplemente están huyendo del problema. Van a terminar empeorando la situación. Entre todos podríamos buscar una solución —dijo Carmen.

Sin embargo, los animales la ignoraron y siguieron empacando, haciendo oídos sordos a sus palabras. En la parte alta no estaban preparados para recibir a todos los animales que fueron llegando a instalarse con sus pertenencias. Efrén no tardó en ir a donde se encontraban y les ordenó que se fueran de ahí. —No lo haremos —contestaron con firmeza—. Abajo tenemos muchos problemas; aquí se vive bien porque hay agua y los desechos no ensucian el lugar.


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unque ofuscado, a Efrén no le quedó más que aceptar la situación. Con el paso de los días, fueron creciendo los campamentos improvisados que construyeron en la parte alta los recién llegados. Por primera vez, era necesario hacer fila para verter los desechos, y las estructuras construidas para albergarlos empezaron a caerse por tanto peso. Finalmente, terminaron por romperse, y el lugar se inundó de basura y un desagradable olor se extendió por todas partes. Desolado, Efrén vio cómo los cultivos de papa se veían afectados por esas aguas nauseabundas.


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—¿Y ahora qué vamos a comer? —lamentó. Apenas fue alertada de la dramática situación, Lorena subió tan rápido como pudo a la parte alta. —¿Ya ven? —les dijo—. Esto ocurre por ponerse a pensar solo en ustedes y olvidarse de los demás. ¡La situación nos perjudica a todos y La Aldea está asquerosa! —dijo en voz alta para ser escuchada. Los animales, que se sintieron culpables, agacharon la cabeza. Luego, Lorena exigió que todos los animales volvieran a sus refugios habituales y preparó la expedición para limpiar la

parte alta y desmontar, de una buena vez, lo que quedaba de las construcciones sobre el río. Lo ocurrido hizo pensar a la tortuga que la mayoría había olvidado la regla de oro que pactaron cuando se fundó La Aldea: “Todos los animales tienen los mismos derechos y deberes y, por ello, deben respetarse los unos a los otros”. Fue entonces cuando se le ocurrió que las competencias deportivas anuales, que se celebrarían en poco tiempo, serían la oportunidad perfecta para recordarles a todos la importancia de ese acuerdo.


La Aldea Historias para pensar el País

SEGUNDA EDICIÓN julio del 2019 © Diana Ospina, 2018
 © Emmanuel Neisa, 2018
 © Nicolas Chirokoff, 2019 @ ClickArte SAS 2019 www.clickarte.co Carrera 16 # 85-15 Oficina, 301 Bogotá – Colombia Teléfono +571 6917191 Correo: info@clickarte.co

EDICIÓN

DIRECCIÓN DE ARTE

Lisa Neisa

Mateo L. Zúñiga y Lisa Neisa

REVISIÓN DE TEXTO

DIAGRAMACIÓN

María Angélica Ríos

.Puntoaparte Bookvertising

Emilio Rodríguez

Jerson SIabatto

Katia Rodríguez

José Luis Bedoya

ISBN 978-958-58146-5-3

Impreso en Colombia por La Imprenta Editores

Todos los derechos reservados. Bajo las condiciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares de copyright, la reproducción total o parcial de esta obra.


Estas ocho historias de La Aldea fueron creadas para el periódico El Espectador en septiembre 2016 y circularon como un fasciculable durante dos meses. Fueron concebidas como una estrategia para acercar a niños de 8 a 12 años a las noticias del país y para hacerlos reflexionar sobre la vida en comunidad. Este proyecto contó con la colaboración del equipo de Colombia 2020 de El Espectador en alianza con la Unión Europea conformado por Elva Lucía Daza (Gerente del proyecto), Laid Pérez Montaguth (Directora del proyecto) y Gloria Castrillón (Directora editorial del proyecto).


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