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1.2 Archivo: por un concepto amplio y crítico
1.2 Archivo: por un concepto amplio y crítico
En este apartado se reflexiona sobre las prácticas colectivas de conformación de archivos familiares, locales, regionales y comunitarios, concibiéndolos como una estrategia de los procesos de patrimonialización.
Se aborda la construcción del concepto de archivo desde distintas prácticas en México, posteriormente se describen diferentes experiencias a partir de identificar un modelo de cadena documental, con el objetivo de reconocer que son los sujetos, con sus decisiones y las acciones que estos realizan, los que construyen al archivo.
Los archivos son los espacios donde se acude para adquirir conocimiento sobre nuestras sociedades; son producto de un proceso de selección y descarte de objetos (libros, mapas, textos, cartas, fotografías, piezas arqueológicas, películas, etcétera) que representan la producción cultural de una comunidad local, regional o nacional; por ello, lo que se contiene en esos espacios, el proceso para su configuración y su forma de operación constituyen el medio por el cual conocemos lo que como sociedad hemos producido, después de haberlo preservado, conservado, clasificado y difundido, es decir, archivado.
Pensemos, por ejemplo, que realizamos una investigación sobre la población en el municipio de Candelaria en Campeche. Si nuestro lugar de residencia es cerca del municipio tal vez comencemos buscando en el Archivo Municipal del Estado. Pronto descubriremos que es poca la información al respecto, pues una parte de sus habitantes fueron migrantes provenientes de Coahuila. ¿Dónde más buscaríamos? Pensamos entonces en la posibilidad de que los pobladores guarden sus documentos, por ejemplo, las fotografías de la construcción de las primeras viviendas, y así nos acercamos al grupo de vecinas que realizaron una exposición fotográfica con motivo del aniversario de una población en Candelaria.
¿Qué pasaría entonces si esas fotografías en lugar de haberlas encontrado en los domicilios de las vecinas estuvieran resguardadas en el Archivo Municipal
En esta imagen se observa un recuadro que sirvió de comentario en la exposición que se llevó a cabo sobre el municipio, el cual da cuenta de la relación de lo que vemos con su identificación, lo cual pudieron realizar los organizadores por su participación en el hecho retratado.
Autor no conocido, municipio Candelaria, Estado de Campeche, 1967, México, Fondo María Antonia Reyna Ibarra, en Archivo de la revista Blanco y Negro. Imágenes, 2004.
del Estado?, ¿sabríamos cuándo fueron tomadas?, ¿sabríamos quiénes aparecen en ellas? ¿cómo llegaron al Archivo?, ¿podríamos relacionarlas con otros documentos? En el apartado anterior, se abordó cómo es distinto investigar fotografías que tomamos nosotros a las que tomaron otros, pensemos ahora en las diferencias de investigar las que archivamos nosotros a las que archivan otros.
En el número dedicado a Candelaria de la revista Blanco y Negro. Imágenes hay dos textos dedicados a la colonización que tuvo lugar en la década de los sesenta, como parte del proyecto gubernamental para movilizar campesinos de la Comarca Lagunera, en el norte de México, con el fin de formar comunidades en la zona selvática de Campeche, dedicada anteriormente a la explotación del chicle. Uno de los textos se nutre de testimonios de los habitantes de Candelaria recopilados por Juan Carlos Saucedo Villegas y Janet Novelo Queb, acompañados de la transcripción de la locución (texto original de Emilio Carballido) del documental institucional Del desierto a la
selva (1964). El otro es un relato de Francisco López Serrano (encargado institucional de llevar a cabo la colonización), publicado con anterioridad por la editorial Diana (1984). Ambos se acompañan, sin distinción, del Fondo fotográfico del H. Ayuntamiento de Candelaria y del Fondo fotográfico reunido por María Antonia Reyna Ibarra (una de las principales dirigentes de la localidad). En el conjunto de imágenes publicadas, se observan fotos del traslado en tren de las familias de los campesinos, del trabajo de construcción de las viviendas y de la organización comunal para atender los servicios de salud y educación. Candelaria emerge sólo entonces como producto de la colonización, de la cultura norteña, aunque sólo queden catorce familias de las que llegaron con la colonización.
Por tanto, tenemos que la configuración de archivos locales se realiza a partir de la recontextualización de imágenes, y la investigación social trabaja justamente sobre el reconocimiento del contexto de producción y también del de circulación. Por ejemplo, la edición parte del reencuadre rectangular con el que se quitan los bordes de la fotografía, así se separan imágenes de sus portarretratos, de sus marcos y de sus contextos. Las fotografías se extraen de sus conjuntos originales y se insertan en otro de significación. Así, es posible quitar las inscripciones que fueron hechas sobre la imagen y asignar nuevos textos: los pies de fotografía. El conjunto de estas operaciones construye un relato sobre las fotografías; esta es condición de la archivación.
Pues bien, con esta premisa reconocemos como imprescindible la reflexión acerca de la forma en que se crean los archivos, lo que pensamos que son y hacen, su forma de operación y los sujetos que participan en este proceso, para reconocer que distintas prácticas producen distintos archivos y, por consecuencia, distintas formas de conocer nuestras sociedades. A continuación se expondrán los elementos que configuran nuestra forma de crear y hacer uso de los archivos, tomando en cuenta distintas perspectivas, desde una visión de la investigación social que propone una postura frente a las políticas públicas de nuestro país, haciendo hincapié en los archivos locales, familiares, comunitarios y regionales.
Un archivo, entendido como un conjunto de documentos, puede ser el punto de partida para un proyecto de investigación. Un archivo es un transmisor, un potencial medio de comunicación, de él heredamos información y códigos para interpretarla. Existen diversas formas de constituir un archivo: desde un álbum familiar hasta todos aquellos documentos que se guardan
en los acervos estatales y nacionales. De la misma forma, podemos afirmar que todo archivo es patrimonio en potencia porque es susceptible de ser valorado, y no sólo comercialmente.
Pensemos en un grupo de documentos y en el interés que pueden tener estos para conocer diversos aspectos sobre las personas y la sociedad que los produjeron. Ahora consideremos que estos documentos son imágenes que muestran no sólo retratos o momentos de convivencia familiar, sino también aspectos de barrios, viviendas, zonas rurales y urbanas, procesos de fabricación, elaboración de productos diversos, entre muchos otros temas. Podemos suponer varios tipos de valor adjudicables a estos documentos, relacionados sobre todo con la posibilidad de conocer sobre esos espacios y procesos en diversos momentos y según diferentes contextos.
Las posibilidades frente a documentos de este tipo son varias: seguirlos acumulando y almacenando sin mayor orden ni preocupación por su acceso, como sucede a menudo; ocuparse en elaborar inventarios y catálogos que permitan organizarlos y acceder a ellos; recurrir a los que nos interesen y convertirlos en fuentes de investigación de acuerdo con nuestros marcos teóricometodológicos y nuestras preguntas; indagar acerca de los tipos de soporte físico de estos documentos y sus transformaciones; o bien, sobre sus contenidos, o ambos. A lo largo de este libro revisaremos todas estas opciones.
De todo posible valor que podamos dar a cada documento encontrado y preservado, hemos privilegiado el relacionado con el conocimiento, su valor epistémico: qué podemos conocer a través de él. Con el principal interés puesto en la investigación social, anteponemos este valor a cualquier otro de los más comunes, como es la mera ilustración y la comercialización.
Supongamos que en el álbum familiar de la abuela, originaria de la Ciudad de México, está incluida una fotografía de la entrada de una fábrica textil donde trabajó el bisabuelo por décadas. Aunque él ya no vive, al preguntarle a la abuela, a su hermano, y a sus hijas e hijos, probablemente sabremos que el bisabuelo nació cerca de Querétaro y desde muy joven comenzó a trabajar en la fábrica El Hércules, dedicada a la elaboración de hilados y tejidos que tuvo una gran producción y cerca de tres mil obreras y obreros a finales del siglo xix.
En la medida en que podamos localizar más fotografías, otros documentos resguardados en archivos municipales y estatales, o incluso algún material
fílmico registrado en la fábrica o sus alrededores, no sólo conoceremos que el bisabuelo fue originario de Querétaro, sino que fue obrero, que trabajó en el área de telares como supervisor, que ahí conoció a su esposa, que también conoció a Maximiliano en persona cuando visitó la fábrica, que le gustaba hablar de los asaltos de Chucho el Roto en la zona, que alcanzó a ver las primeras llegadas del ferrocarril Central a Querétaro, entre otros muchos detalles de su vida. Pero también nos acercaremos a numerosas caras de la historia local de La Cañada, donde él nació, y el municipio de El Marqués, así como a la historia de Querétaro y de la industria textil. De ahí surgirán más preguntas y muchos más documentos por localizar, pero también espacios y personas para conocer y entrevistar.
Después, con la posibilidad de comparar la historia de esta región con otras de carácter similar, podremos replantear nuevos enfoques de este estudio regional y encauzarlo con nuevas preguntas de investigación que nos lleven hacia otras latitudes y quizá hasta comparaciones de carácter nacional e internacional.
Al final del camino, no sería de extrañar que se hayan encontrado diversos álbumes familiares de vecinos de la localidad donde todavía podemos ver lo que fuera la fábrica El Hércules, más una cantidad de documentación importante relativa al devenir de esta fábrica textil queretana, a la historia de la familia conservadora propietaria, a la historia de la industrialización de la región, entre otras muchas experiencias y documentos que pueden constituir el inicio de futuras investigaciones, siempre y cuando seamos conscientes de la importancia de sistematizar y poner en acceso todo lo localizado, registrado y reproducido para fines de nuestro estudio.
Más allá de los múltiples depósitos que pueden crearse a partir de colecciones particulares, invitamos a pensar en el potencial de cada acervo propio para conocer acerca de nosotros y nuestro entorno, para entendernos y explicarnos mejor de acuerdo con el contexto en el que vivimos. De ahí la importancia de organizar, sistematizar, catalogar, entre varios pasos más para impulsar la gestión y puesta en acceso de este patrimonio que será la clave de una futura investigación social.
Todo ello con la idea de repensar qué archivamos, cómo y para qué lo archivamos. ¿Cómo se relacionan estos procesos de archivación del patrimonio con la búsqueda del tiempo perdido o la recuperación de la memoria que tanto ha preocupado históricamente a la humanidad?