2 minute read
le| y
A un jilguero
¡Oh cuánto es á la tuya párecida Esta mi triste vida! Tú preso estás, yo preso: Tú cantas, y yo canto, Tú simple, yo sin seso, Yo en eterna quietud y tú travieso, Música das á quien tu vuelo enfrena, Música doy, aunque á compás del llanto. A quien me tiene en áspera cadena. En lo que es diferente Nuestro estado presente Es en que tú, jilguero, Vives cantando, y yo cantando muero.
BATTISTA GUARINL y plantear la recogida de los desperdicios domésticos por medio de una brigada de muchachos, que los conduzcañn á una gran huerta, donde se utilicen como abono, y suprimir por anti-higiénicos lus zafacones. El excreta en muchas ciudades, bien administradas, da dinero, y aquí provoca gastos y molestias al vecindario.
Regreso
Don Fernando Fernández González, socio de la popular casa Gonzáles Padín Hermanos, ha retornado á sus tareas comerciales, después de un viaje de recreo y negocios, conjuntamente, hecho por Europa.
Muchas de las compras efectuadas llegaron con el señor Fernandez y son de alta novedad.
Todo amante cuando dá una cita siempre dice: A tal hora en punto.
Y quien asegura esa hora correctamente? Solo un reloj Waltham de la joyería Kerhan.
La casa que no vende á plazos. San Justo 14%
Un doctor tenía un criado y, por descuido ó desgracia, Ó ambas cosas, sucedió que le quitaron la capa. Dió cuenta al doctor del hurto. pensando que en él hallara el remedio de aquel mal, y él, espetado en su barba, le dijo: Sangraos, y el criado respondió: Pues quien se sangra ¿convalece de los hurtos? Necio, le dijo, en mi casa ¿hay más remedio? Sangraos y de la vena del arca; potque así podréis comprar otra capa y muchas capas. H
D Alvaro Cubillo.
La madre de un gran doctor cayó en Nápoles enferma de una enfermedad que nadie llegó á entender su fiereza. Los médicos afamados fueron con gran diligencia á visitarla, cumpliendo la urbanidad que profesan. Y viendo tan grande achaque, poniendo en arcos las cejas, decretaron que no había en toda la humana ciencia remedio á 1an grande mal.
Pero suplicó la vieja: Mi hijo me ha de curar, y por dejarla contenta recetó algunos remedios, y obraron de tal manera que cobró luego salud. Y del mismo la suegra -' del doctor ¿a_vó al instante y le negó la asistencia, diciendo: A mi madre, es claro que lo que la dejó buena no fué lo que receté, sino el hallarla dispuesta de la fe que en mí tenía, cor que ga¿é fama eterna: pero en mi señora es cierto que va volada mi ciencia, porque en su yerno jamás tuvo fe ninguna suegra.
L
IBien pienso que conociste á Pedro Núñez de Soria. En Castilla le traté y era hombre amable y gustoso. Ese, pues, poco dichoso, tan pobre en un tiempo fué Que por alcanzar apenas para el sustento, jugaba la mohatra, y se adornaba tedo de ropas agenas. Riñó su dama con él, y en el cuello que traía, ajeno como solía, hizo un destrozo cruel. El dueño, cuando entendió la desdicha sucedida, á la dama cuellicida, fué á buscar y así la habló: Una advertencia he de haceros, por si acaso os enojáis otra vez, y es que rifáis con vuestro galán en cueras: que cuando la furia os viene, si vestido le embestís, haced cuenta que reñis Ccon cuantos amigos tiene.