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A Tierra ensu traslación sideral produce con el afelio y el perihelio del 5ol, las cuatro estaciones del año, que e suceden al compás de un movimiento de inclinación del gloto sobre suórbita celeste. El planeta cambia de ropaje á medida que pasa de un equinoccio á un solsticio, como las mujeres del gran mundo se despojan de una ¿oillette para ceñirse otra, cuando los modistos parisienses lanzanal boulevar los últimes caprichos de la indumen. taria femenina.

El Verano ardoroso cubre de vegetación las capas arborecentes de la esfera, y saca del maridaje del agua con la luz, bosques espesos y selvas inextricables que bañan y refrescan torrentes caudalosos. y pueblan espec:es de toda la fauna, y embriagan corolas'de toda la flora.

El Otoño es melancólico como la caida de la tarde: la vegetación languidece en él, como el corazón en un pecho que se muere de frío;: las mariposas y las golondrinas se pierden en el horizonte buscando asilo en la canícula del trópico, mientras el cierzo frio del septentrión baja á ráfagas por el meridiano, desnudando los castaños y encendiendo las estufas.

El Invierno es la vejez del planeta, que muere á la edad de 365 dias, con los ojos fijos en el calendario romano, una mano apoyada en su lecho mortuorio, y la otra asida á la cuna de su renacimiento: diríase que la Tierra es como el Fénix, que resurge de sus propias cenizas á una señal convenidadel Dios Cronos. Sus exequías funerarias las celebra Enero en la inclemencia aterradora de las nmoches invernales con su cortejo de cirrus blancos que destilan nieve, y de auroras boreales que remedan cirios. Aquilón y Eolo cantan en lo alto salmos rumorosos de una extraña litúrgica, que contestan abajo los pinos y los sauces del gran túmulo, y repiten en ecos que se apagan, los desfiladeros y los acantilados. Un día el esqueleto se estremece, rompe en brusco espasmo el sudario de hielo que le cubre, y del fondo del sarcófago terrestre brota radiante con la florescencia de la vida, cubierta de nardos y de rosas, alegre y juguetona como una Sílfide, la hermosa Primavera, á la que saludan con sus mejores trinos las aves del campo, y con sus fragantes esencias, las brisas de la floresta.

Abril, Mayo, Junio, meses que endulzáis la vida, que estremeceis á la humanidad hasta hacerla sentir de cerca el raudo despertar de la naturaleza; que cantáis un himno á la alegría empujando en saturnal carrera á los humános á gozar de las delicias de la estación; ya es- tais aquí. convidanCo á la olimpiada veraniega. á la gran orgía estival; Quien se queda.? Quien se resiste.? Las calderas de locomoto ras y trasatiánticos expanden sus lomos y respiran afanosas. gritando con campanas y silvatos <obre la multitud aturdida que se apiña en andenesy escolleras para emprender la excursión. Yo he sentido siempre la atracción de los viajes, en ésta bacanal de la primavera. y al despedir afectos que se marchan, me ha roido la nostalgía de la soledad.

Salir. correr, viajar, rendir millas y lepua, empujados por un escape de vapor. ó auxiliados de una chispa eléctrica: salvar fronteras, escalar montañas, trasponer mares y lagos. visitar ciudades, subir y bajar, correr siempre, vencer al frío bajando al ecuador, y burlar al calor subiendo al ventisquero, y en todos lado y de todas partes, arrancary guardar una emoción. El detalle de una cúpula que nes sorprende en Milan; el fresco de una gale ría que nos maravilla en Roma; el gesto viviente de una estatua que nos aturde en Vercalles: una sesión del Aeichstag que nos exita en Berlín: la conferencia de un explorador que nos deleita en Copenague: el capricho de un anuncio que nos reclama en New York: la sonrisa de una mujer que nos provoca en París, eso es vivir; sentir, ver, estudiar, gozar y hasta sufrir. Buscar la emoción estética, perseguirla, y encontrarla escondida en un museo. en un parque ó en un parlamento, y saber rescatarla de allí agitando muestra psiquis, . basta lanzar conmovidos una interjección de júbilo, ó quedar petrificados de asombro.

Tal es la vida como yo la comprendo; que el que vegeta atado á su tierruca sin abismarse en la contemplación del exterior sublime, es un hilota encarcelado, sustraido al movimiento universal, que podrá en la atonía de su apartamiento ser feliz como ciertos cuadrúpedos de vida centenaria, pero su horizonte visual habrá sido el de la demarcación de su aldea, sus concepciones mentales habrán sido estériles, y su contribución al prugresdel mundo, casi nulo, ó parecido á cero.

La primavera está aquí, cantando á la vida, y convidando á la emoción; trenes y vapores aguardan empavesadoscon penachosde humo. Quien se resiste.? Quien se queda,?

San Juan, P. R. 12 de Mayode 1912.

RAFAEL F. FERRER

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