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ECOS DE LA GRAN PERDIDA

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LA elegía resonó en el alma con un largo son de órgano funéreo....

Y la flauta, desesperada, convoca a los pájaros fugitivos. cantando:

La caravana de la muerte va camino de la nada a donde llegará antes de que enel bronce de la nmoche se enciendan las antorchas estrelladas.

Cuando aparezca el nácar del mañana estará ya perdida entre la densidad incomprensible de los miles de años del ayer.

Lleva la caravana un anciano perfumado de virtudes helénicas.

Lleva a Brau que supo atesorar los granos de oro del valor cívico y el saber. -

¿Cumplirá la patria su postrer deber para con él?

¿Habrá que reeordarle su múltiple laboque fué honor de la tierra de primera cali- dad, sacra reliquia que la historia preservará para la justicia del fururo?

¿Se olvidará que la gloria de los pueblos se perpetúa por el recuerdo de las conquistas de sus cerebros?

¿Habrá. que, una vez más, llorar el desdén con que se mira a aquellos que en vida nos iluminan cor los resplandores de su arte?

¿No entenderemos que honrar el mérito es honrarnos a nosotros mismos?

¿Se permitirá la sentida y acusadora frase de ¡No amamos a nuestros muertos ilustres!

¿No aunaremos nuestros esfuerzos, voluntades y medios para ir contritos y fervorosos a llevar al vencedor de la idea, que duerme el sueño perennal, el laurel póstumo, la apoteosis marmórea y augusta a que se hizo acreedor por su excelsitud.

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