Energúmeno de Antón Chekov

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PROGRAMA DE TEATRO ESCOLAR

EL ENERGUMENO Antón Chekov

Traducción y Adaptación de LEOPOLDO SANTIAGO LAVANDERO

EDITORIAL DEL

DEPARTAMENTO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA ESTADO LIBRE ASOCIADO DE PUERTO RICO

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PROGRAMA DE TEATRO ESCOLAR

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EL ENERGUMENO

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Antón Chekov

Traducción y Adaptación de LEOPOLDO SANTIAGO LAVANDERO

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DEPARTAMENTO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA ESTADO LIBRE ASOCIADO DE PUERTO RICO 196Ó

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INTRODUCCIÓN

El Programa de Teatro Escolar se propone fomentar, orien tar y mejorar el cultivo del teatro en la escuela; desarrollar la sensibilidad, personalidad j* la expresión oi'al del estudiante y relacionarlo vivamente con su lengua, cultura y tradición.

Este programa realiza las siguientes actividades: Provee libretos, planos, diseños e información a maestros, directores

y estudiantes en sus diferentes di.stritos; monta, dirige y lleva por la Isla, en jira artística, producciones de las obras clásicas antiguas y modernas; asesora y orienta a los distritos escolares .sobre técnicas y medios de hacer buen téatro, impulsando así el desarrollo de nuestra cultura.

Asimismo, el programa pretende, en el futuro, poner un maestro-director de teatro y un teatro bien equipado en cada di.strito y llevarle producciones anuales profesionales de obras clásicas y de teatro infantil. Hasta ahora tiene más de sesenta obras en su colección ciue distribuye a las escuelas cuando lo solicitan. Ha montado, con creciente público y éxito, desde 1926 hasta hoy las siguientes obras: FUENTEOVEJUNA de Lope de Vega, DOÑA ROSITA LA SOLTERA de Lorca, ROMEO Y JULIETA de Shakespeare, LA MUELA DEL REY FARFÁN de los Hnos. Quintero, LA ALEGRÍA DE LA HUERTA Y LA

MARCHA DE CÁDIZ del maestro Chueca. Ha diseñado y preparado planos para diferentes teatros típicos escolares a construirse en terrenos de escuelas.

Se invita a todo club dramático escolar a beneficiarse de nuestros servicios. Le daremos ayuda e información, obras de teatro, diseños de escenografía y vestuario, etc. Toca a la

juventud de Puerto Rico, interesada en desarrollarse culturalmente darle respaldo a este programa de teatro y procurar de sus mayores que se le construya un teatro en sus escuelas y se le provea de un maestro-director.

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NOTAS BIOGRÁFICAS SOBRE EL AUTOR ANTÓN PAVLOVICH CHEKOV

Nació el 17 de enero de 1860 en Taganrog y murió el 2 de

julio de 1904 en Badenweiller. Fue el autor ruso más abierto a las corrientes modernas. Pi'océdía de una familia de hábitos

sencillos y medios escasos. Entre 1879 y 1884 cur.só medicina en la Universidad de la Capital pero se interesó más por la literatura y en el 1886 difundió su nombre a través de varias narraciones humorí.sticas en el libro Cuentos de imrios colores.

En 1887 publica su primera obra dramática IVANOV. Más tarde se estableció en Moscú donde escribió la mayor parte de sus narraciones y textos teatrales más famusos.

Su obra LA GAVIOTA resultó un éxito en el Teatro de Arte de Moscú, de Stanislavski. Chekov, que había tenido sus dudas sobre sus cualidades de autor dramático luego del fracaso de LA GAVIOTA en el Teatro Aleksandrinski de San Peters-

burgo se convenció de su capacidad. A la citada obra siguieron con no menor éxito EL TÍO VANIA (1898-99) y EL JARDÍN DE LOS CEREZOS (1904).

Una alegre melancolía se notaba en sus obras, pues tenía Chekov la capacidad de ver a las criaturas humanas en envol turas hechas adrede para provocar risa. Decía León. Tolstoi sobre las obras de Chekov: "Chekov posee como los im

presionistas una forma pi'opia. Veamos: el artista va poniendo los colores sin haber establecido, aparentemente, una selección

previa, como si las pinceladas no guardaran relación mutua alguna. Alejémonos, empero, un tanto contemplémosle nueva mente y recibiremos del conjunto una impresión extraordinaria: ante nosotros se halla un cuadro evidente e indiscutible."

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NOTAS DEL DIRECTOR DEL PROGRAMA A LOS MAESTROS

La obra en un acto EL ENERGÚMENO de Antón Cliekov, debe representarse tal y como está escrita. Yá me he encargado

de adaptarla, remozarla y traerla al ambiente puertorriqueño. La escenografía debe simular una antesala de una casona de hacendado puertorriqueño de 1900.

Para información sobre vestuario, montaje y todos los de más aspectos de la producción pueden ponerse en contacto con la Oficina Central del Programa de Teatro Escolar a través del teléfono 766-2355 o visitarnos en el 2ndo. Piso del Edificio

Pont Flores al lado del edificio principal del Departamento de Instrucción Pública.

Deben recordar que las obras deben planificarse a base de los espacios con que contamos en nuestras escuelas.

La

participación de los demás maestros del plantel en cuanto a promoción y ayuda en la producción es básica para el éxito de la actividad..

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EL ENERGUMENO ANTON CHEKOV

ADAPTACION DE

LEOPOLDO SANTIAGO LAVAr^lDERO

PERSONAJES

DOÑA PEPITA IBÁÑEZ DE NOGUERAS

Una viudita puertorriqueña de unos 35 años, muy guapa y con brío.

GREGORIO SÁNCHEZ CONTRERAS

Hacendado español — fuerte, apuesto y bigotudo. unos 40 años.

MARCOLA

Criada vieja de la casa. LUCAS

Jardinero viejo, un poco sordo.

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EL ENERGÚMENO

Coineclía en un acto ele Antón Chelíc",' adaptada il anihíente puei ton iyuüñü por Leoijoldo Santiago Lavandero. Escena :

Antesala de una casona de hacendado puertorri queño de 1900.

liOEA:

La tarde de un día muy caluroso.

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(Antesala en una Casona de Hacendado Puertorriqueño del 1900.)

(Doña Pepita sentada en un sillón contempla una fotogi'afia) Marcóla:

Pero señora, usted se va a acabar así. La co

cinera y la muchacha se han ido de paseo al pueblo a gozar de las fiestas patronales; hasta la gata anda por ahí que no hay quien la aguan te; y usted se la pasa aquí sentada como si estuviera en un convento. ¡No quiere salir ni al balcón! Y esto va de largo.... va a hacer

casi un año que usted no sale. Doña Pepita: Jamás saldré de aquí... ¿para qué?

Ya mi vida toca a su fin. ¡Que estas cuatro paredes sean mi tumba! Tanto él como yo desapareci mos de este mundo.

Marcóla:

Ay, no hable así, señora. ¡Si su espo.so Don Ni colás murió, fue poi-que así lo quiso Dios, y que en paz descanse! Usted le dio un gran entierro, una misa de réquiem cantada, nueve rosarios" y desde entonces le ha guardado luto cerrado.

Y

eso está, bien, pero usted no puede seguir llo rando luto toda la vida. (PAUSA) Mire, mi marido se murió cuando le llegó la hora, y yo, claro, como toda buena mujer, lo sentí mucho y lo lloré por un mes, pero hasta ahí llegué. Pero eso de llorarlo por el resto de mi vida... ¡Ah, mire, me desaparezco del mapa! Y para serle franca, el pobre ni se lo merecía. (PAU SA) (suspira y la contempla) Usted se ha ol vidado de todos sus vecinos; no sale, no ve a' nadie. Aquí nos pasamos la vida como los múcaros sin ver la luz del sol, y un día de e.stos la polilla nos va a dejar sin ropa. Fíjese en esta saya. ¡Y cuidao que por este barrio hay gente buena! Y en el campamento de Guánica hay un regimiento de americanos que le llenan el ojo a cualquiera mujer, según dicen por ahí las muchachas. Ahh, y los domingos celebran unos bailes que le zumban la manigueta. (PAU-

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¿VI) Dígame señora, usted es joven y bonita... no se maltrate así. La belleza no dura mucho...

y si sigue como va, al cabo de diez años no la mira ni un tuerto.

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Dona Pepit.^: Marcóla, hazme el favor de no seguir con tus impertinencias. Para mí, desde que murió Ni colás la vida ha perdido todo su significado. He jurado llevar este luto así encerrada hasta el

■fin de mi vida. ;

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{PAUSA) ¡Que su alma vea

. como le he amado! {Marcóla hace una mueca qiie ella nota. Doña Pepita continúay ¡Ya sé lo que estás pensando. bien lo saben todos

lo desconsiderado que fue conmigo, lo cruel, lo,

injusto, y ya que hablamos con franqueza, su' •

gran infidelidad! Pero aún después de todo eso no dejaré de amarlo ni de serle fiel. Así, para, que desde el más allá pueda verme tan pura como lo fui antes de su muerte.

Marcóla :

¿Por qué en lugar de seguir hablando así no se; da un paseíto por el jardín, o manda que le en sillen el Rucio y se da una vueltecita a ver a' sus vecinos?,

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¡Ay! {Llora)

Marcóla :

Pero sehoi-a, ¿qué le pasa? ¡Bendito sea Diós!

Doña Pepita

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Doña Pepita

¡ El Rucio, el Rucio!

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¡ Qué mucho quería al Ru

cio y qué elegante se veía cuando lo montaba!

¿No recuerdas. Marcóla, cua,ndo visitábamos a^' los Córchado?

¡Pobre Rució, con su paso tan

fino! Dígale a la gente del establo que le doblen!

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la ración de pienso y melaO al Rucio.

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Marcóla ; Doña Perita

Sí, señora. {Suena una calnpanilla) {Nerviosa) ¿Quién será? Dile a quien sea, que no recibo á nadie. ' i

Marcóla : Doña Pepita;

Sí, señora^

{Sale)

{Sola, contempla de nuevo el retrato) No te da,', vergüenza, Nicolás, después de lo mucho que

me hiciste sufrir cuando me dejabas sola por semanas enteras y me maltratabas.

Qué nialj

criadito eiias, mi vida, y '.qué muchas veces jmei)

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la... me engañaste con otras.

Sin embargo

aquí estoy con el corazón hecho pedazos y amán Marcóla:

dote hasta que muera —ya verás, Nicolasito. {Entra consternada) Señora, hay alguien que

Marcóla:

la procura. Dice que quiere verla... y que... ¡Pero no te he dicho que desde la muerte de mi esposo no recibo! Se lo dije, pero insiste en verla. Dice que es un

Doña Pepita:

asunto de mucha importancia. Ya te he dicho que no recibo.

Doña Pepita:

Marcóla:

Pero si es que se lo dije... es que... ese demo nio de hombre me ha empujado y se ha metido en el comedor. Me ha dicho cada palabrota...

Doña Pepita: (Molesta) Muy bien, mándalo a pasar.

(Sale Marcóla) ¡Qué atrevimiento! ¡Como me mo lesta esta gente! (Instintivamente se acerca a

un espejo.) ¿Es que no puede una vivir en paz? Si esto sigue, tendré que irme a un convento. Sí; a un convento donde... (Entra Don Grego rio Sánchez Contreras) Gregorio:

(Entrando seguido de Marcóla.) ¡Cállese, vieja estúpida y no hable sandeces!... (Al enfrentarsc con Doña Pepita habla con respeto.) Se

ñora, como no he tenido el placer de conocerla me presentaré yo mismo. Gregorio Sánchez Contreras para servirle, ha-' cendado y teniente retirado del ejército español. Me veo precisado a molestarla por ser un asunto de mucha importancia. Doña Pepita: Gregorio:

(Sin darle la mano y muy fría.) ¿Qué desea? Su difunto esposo, a quien tuve el honor de co

nocer, murió debiéndome 1,200 duros y un pagaré al portador. Como tengo que pagar un fuerte interés sobre una hipoteca mañana mismo he

Doña Pepita:

venido donde usted, señora, para ver si puede usted pagarme la deuda de su esposo hoy. ¿ Mil doscientos... y por qué tenía mi marido esa deuda con usted?

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Gregorio:

Me compraba el nielao para los caballos. Lucas, no te ol vides de la doble ración de melao y pienso que ordené darle al Rucio. (Sale Lucas y continúa liahlándole a Gregorio.) Puede usted estar seguro de que, si mi marido tenía una deuda con usted, se la saldaré, pero va a tener que perdonarme hoy, pues no tengo suficiente dinero para pagarle. Pasado mañana,

Doña Pepita: (Suspira y le dice a Lucas.)

cuando regrese mi mayordomo del pueblo le daré instrucciones para que le ari'egle su cuenta, pero por ahora no puedo hacer más. Además, hoy cumple mi marido siete meses de muerto y estoy

en un estado de nervios que no me permite pres tarle atención a asuntos de dinero. Gregorio:

Y yo las estoy pasando tan gordas, que si no pago ese interés mañana tendré que tomar las de Vi

lladiego o partir para el otro mundo. ¡Me quitan la finca! Doña Pepita:

Se le pagará pasado mañana.

Gregorio ;

Es que no lo quiero pasado mañana, lo quiero hoy.

Doña Pepita :

Usted perdone, pero no puedo pagarle. Y yo no puedo esperar hasta pasado mañana. ¿Pero qué quiere usted que yo haga, si no tengo

Gregorio:

¿Usted me quiere decir que no me, va a pagar? .

Doña Pepita:

No puedo.

Doña Pepita : Gregorio:

el dinero?

Gregorio ;

¡Hum! ¿Es esa su última palabra?

Doña Pepita:

Mi última palabra.

Gregorio:

Con que así, ¿eh?

La última palabra y aquí

paz y en el cielo gloria. Doña Pepita:

Ni más ni menos.

Gregorio:

Gracias, muchas gracias. ¡Ya, ya comprendo, ya!

Ya tomaré nota de ello.

(Se encoge de

hombros.) ¡Y después quiere la gente que uno tenga calma! El otro día, al salir de casa, me

dice un peón: "Ay, don Grego, ¿qué le pasa que y

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ancla usté siempre tan enfurecido? ¿Pero cómo puede uno no estarlo, si cuando más se necesita

dinero no se tiene?

Ayer, bien temprano por

la mañana salí a cobrar mis cuentas.

Ni uno

solo de mis acreedores tenía con qué pagarme.

Después de tantos malos ratos, y ya cansado y con sueño, tuve que dormir en una fonda as

querosa. Por fin, llego aquí con la última espe ranza de cobrar y habiendo recorrido más de veinte leguas y se me recibe con "un estado de

nervios". ¡Hágame el favor! ¡Es para vol verse loco!

Doña Pepita: Me parece haberle explicado suscintamente, que mi mayordomo le pagará cuando regrese del pueblo. Gregorio:

Es que yo no he venido a ver a su mayordomo,

sino a verla a usted. ¡Qué demonios! (y per done la palabra) tengo yo que ver a su mayor domo.

Doña Pepita:

¡Un momehto! Y perdone, pero no estoy acos

Gregorio ;

tumbrada a tolerar tales expresiones y en ese tono de voz. No quiero oír más. {Sale.) {De pronto queda perplejo.) ¡Esto sí que es

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grande! {haciéndole hurla.) **Mi marido murió hace seis meses y estoy en un estado de ner

vios...

¡Boto a sanes! {Gritando) y yo no

tengo que pagar el interés. ¿Qué dice usted a

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eso, señora? ¿Tengo o no tengo que pagarlo?

¿ Qué me importa a mí su estado de nervios y que su mayordomo ande por el pueblo? ¡Mal

dita sea mi suerte! ¿Quiere usted que pierda JO mi finca, eh?... ¿y que me estrelle la cabeza

contia un muro? ¡Esto es el coirno! Ayer voy a ver a González y no está.en la casa; Casimiro se me escondió el sinvergüenza; a Cortado por

poco le parto la cabeza por sus impertinencias; a Mol ales lo encuentro en casa y con diarreas y a esta señora me la encuentro con un estado de

nervios... ¡Sinvergüenzas! ¡No quieren pagar-

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i! Y todo me pasa por haber sido considerado; me: .así me pagan toda mi generosidad y mi pa ciencia. Pero ya, ya... ya voy cayendo en cuen ta. Ya verán todos quién es Gregorio Sánchez Contreras. ¡LrO que es conmigo no juegan más!

¡Esto se acabó! ¡O me pagan o revientan 1 De aquí no me muevo hasta que suelte la mosca la viudita esta. ¡Me ahogo I Es que me tiembla el

Marcóla: Gregorio:

cuerpo del coraje que tengo. No puedo respirar. ¡Ay, ay! ¡Qué mal me siento! ¡Eh! (da unas palmadas y llama gritando.) ¡Oiga, vieja! (entrando) ¿Qué desea? Tráigame un refresco de limón. (Sale Marcóla.) Qué razonamiento el de la viuda ¿eh? ¡Aquí se

halla un hombre desesperado y ella, como si nada, no se siente en disposición de discutir asuntos de dinero! ¡Qué lógica! ¡Qué eminen cia la de estas femeninas! ¡Es para matarlas! Por eso se me revuelve la bilis cada vez que

tengo que entendérmelas con una de ellas. Es más fácil bregar con los americanos (Resopli do.) ¡Me ahogo! Y todo a causa dé ese figurín engalanado. ¡Maldita sea! Cada vez que veo

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una de esas criaturas poéticas con tanta cursi lería se me revuelven mil demonios. De mirar

las, nada más, me pongo de mal humor. (Entra Marcóla con el refresco.) MARCOLA: Gregorio:

Dice la señora que se siente mal... que... y no puede ver a nadie. ¡Lárguese...! (Sale Marcóla a prisa.) Con que se siente mal, ¿eh? Pues aquí me quedo hasta que me pague. Ya puede enfermarse por una semana, que me quedaré aquí sentado por una semana. Y si sigue mal por un año, aquí me tendrá por un año. Esta no se sale con la

suya. A mí no me las das con tus sayas, tus per fumes y tu lunar en la mejilla. Como si no conociera yo para qué sirve tanto perifollo. (Gri

ta por la ventarut.) Simón, desensilla los caba» 8


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líos. No, no nos vamos. ¡Llévalos al establo y quédale por allí hasta que te avise! ¡Bruto! ¡Mi

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las riendas! No, no. .. no aprendes nunca. .. Na, ya, yn nielas veré contigo luego. . . anda, ci\iiiiiia, ¡ animal! No es al caballo, es a ti que te lo digo, imbécil. (Se retira de la- ventana.)

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ra que se te enredan las patas de ese caballo en

¡ Ay, que vida. Dios mió! Entre este calor y ' estos sinvergüenzas que no pagan, me van a lle var a la tumba. ¡ No he dormido, ay, no puedo respirar!

Y la tonta de la viuda con su estado

de nervios. .. ¡ Huy, qué dolor de.cabeza! {Pate na.) No vendria mal un palo de ron. . . {gríiando.) ¡Vieja!

{Entra Marcóla.)

Marcóla ;

¿Qué desea?

GKLGORjlO;

Tráigame un pjalo de ron y un vaso de agua. {Sale Marcóla g Gregorio resopla.) ¡Válgame Dios, que vida! {Pasa por frente a una consola g se mira al espejo.) ¡Qué facha! Sucio y sin afeitar, todo lleno de lodo. ..

Esta señora me

ha tomado por un cualquiera —eso es lo que parezco porque asi no, se entra a una sala. ..

,¡Al diablo con el Carreño. .. ! ¡No estoy yo para eso ahora. . . he venido a cobrar y para eso no hay traje especial! ¡Que se las aguante! {Se acomoda en el sofá.) {Marcóla entra con Marcoiía ; I

Gregorio : Marcóla :

GregorIo :

Marcol[\ : f

GregÍriü ;

el ron y el agua.) Usted se está tomando demasiada libertad en esta casa. . . ; {Da un brincó.)

¿Qué dice?

Yo. . . nadaA. nada. . . es que. . . ¿A quién cree usted que le está hablando, so bruta? ¡'Cállese! {Sale refunfuñando.) Ay, ay. .. sálveme Dios de este hombre. . . De esta yo las lio.

¡ Qué coraje. Dios, qué coraje! Es para pegarle fuego a todo esto. . . ¡ Maldita sea. .. ! {Se tra

ga el palo, tohia agua, se acuesta en el sofá, se toca la frente.) ¡ Estoy mal, de esta me enfermo. 9

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¡Vieja! (PAUSA y Gritando) ¡Vieja! (Eri' ira Doria Pepita.) DoÑ/ PepiTí^;

(Con los ojos entornados.)

Señor; en la sole

dad de mi viudez se me hace muy difícil oír la voz masculina aun cuando grita. No lo puedo

soportar. Le ruego que no continúe pertui'bando Gregorio:

mi paz. Págueme y me voy.

Doña Pepita;

Ya le expliqué con suma claridad que no tengo el dinero y que tendrá que esperar hasta pasado

Gregorio:

Y yo también le expliqué con suma claridad que no Iq quiero pasado mañana, sino hoy. De ma nera que si no me paga hoy, me reviento, tendré que pegarme un tiro. Pero, ¿qué quiere usted que yo haga, si no lo tengo? ¡No sea impertinente! De manera que hoy no me paga, ¿eh?

mañana.

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Doña Pepita;

Gregorio ; Doña Pepita; Gregorio:

No puedo... En ese caso, me quedaré aquí y esperaré hasta

que lo consiga. (Se sienta.) Dice usted que me pagará pasado mañana, muy bien, pues aquí me tendrá hasta pasado mañana. De aquí no me muevo. (Brinca.) óigame una cosa señora.

¿No ve usted que tengo que pagar ese interés mañana? (Gritando.) ¿O es que con tanto americano por estos contornos ya no entiende

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usted español? Doña Pepita; Gregorio:

¡No me grite! ¡Esto no es un establo! No le estoy hablando de ningún establo.

Le

hablo del interés que tengo que pagar mañana. ■

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Doña Pepita;

Usted no sabe comportarse con las mujeres.

Gregorio;

¿ Que no sé comportarme con las...?

Doña Pepita:

No, no lo sabe. No tiene maneras, no tiene for mas. La gente decente no se comporta asi con las damas.

Gregorio:

Eso sí que está bueno. ¿Y cómo quiere que me comporte? ¿Quiere que le hable en francés? 10


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Madam, je vous prie... ¡Qué encantado estoy por su exquisita finura al no pagarme!

Ah,

¿la he molestado? Perdóneme... ¡Qué día de

licioso! i Qué frescura! ¡Qué verdor! ¡Y qué bien se ve usted con traje de luto! {Hace una reverencia.) Doña Pepita: No sea grosero. Gregorio:

¡Ajaja, grosero también! ¡Y sin formas para tratar a las mujeres! Mire, señora, yo he cono

cido en mi vida más mujeres que todos los pitirres que haya usted visto. Tres veces me he

batido por mujeres. A doce dejé plantadas y nueve me dejaron a mí. Sí señora. Había una

época que me la pasaba untado de agua de colo

nia, usando frases almibaradas, atestado de jo yas, haciendo mil reverencias... -y para qué seguir... amaba intensamente, sufría, suspilaba cuando salía la luna, me enturunaba por cualquier cosa y luego me derretía como

la cera... Amé como un joco; me desespeiaba por unos ojos negros y hablaba como un

loro sobre la emancipación de las mujeres. Gasté una fortuna haciendo regalos y yendo a fiestas. ¡Qué delicadez de sentimientos tenía entonces!

Pero ahora a mis años... no señora, usted per done... ya he tenido bastante... ya no se me puede engañar con miraditas, lunares en la me

jilla, suspiros, labios rojos, papelítos, pañuelos olorosos y toda la sarta de engañifas femeninas.

No valen una perra chica... Las mujeres, con peí miso y exceptuando la compañía presente, son

todas (grandes y pequeñas, gordas y flacas, ru bias, castañas y morenas, locas y cuerdas) to das... uiiiis chismo.sas, desleales, envidiosas,

poco sinceras y mentirosas hasta el tuétano dé los huesos. Son así, vanas, triviales, despiadadas,

tontas... se lo aseguro. En cuanto.a mí toca,' puedo decirle, y perdone la franqueza, que una cotorra le puede dar lecciones a cualquiera de 11

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esas filósofas con enaguas que usted quiera nom brar. ¡No mire, si es que uno ve una de esas figurillas mimosas, -todo encajes, entredós, y enaguas almidonadas, una de esas diosas de mu

.

selina que cortan la respiración, y va a buscarle el alma y lo que encuentra es un simple cocodrilo! Ah. . . y lo peor de todo es que se creen con

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derecho a monopolizar todos los nobles senti mientos humanos. Que me cuelguen de un clavo, . ■

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si puede usted nombrarme una que ame verda

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deramente a alguien que no sea su perro faldero.

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Cuando quieren de veras, ¿sabe usted lo que hacen?—jirimiquear y soplarse las narices. Mien tras el hombre sufre y se sacrifica, no se les ocurre btra para atraerlo que suspirar hondo y retorcer el pañuelo para que venga al redil.

Óigame, usted tiene la desgracia de ser mujer y por lo tanto conoce la naturaleza de esa alma esquiva; ¿puede usted nombrarme alguna que sea sincera, leal, fiel y constante? No puede, es

imposible. Sólo las bestias y las mujeres viejas son fieles y constantes. Puede encontrarse usted antes un gato con cuernos y un perro con alas

que con ese tipo de mujer. ¡Uf, que calor! Doña Pepita: Entonces, de acuerdo con su discursito, ¿quién es leal y constante en el amor? ¿El hombre? Gregorio : Doña Pepita; k-

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Pues claro, el hombre.

¡El hombre!

{Se ríe con sorna.)

¡Los hom

bres . . . leales y constantes en el amor! ¡ Habráse visto descaro! (con fuerza.) ¿Con qué derecho habla usted así? El hombre fiel y cons tante... Ya que ha traído el asunto, quiero

decirle que de todos los hombres que he conocido mi marido fue el mejor —que Dios lo tenga en la Gloria. Lo amé con todo mi ser, como toda

mujer joven y apasionada pueda amar. Le di los mejores años de mi vida, mi felicidad, mi fortuna; lo adoraba como si fuese un Dios. ¿ Y ese venerado ejemplar masculino, sabe usted lo 12

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que hacía? Me engañaba miserablemente. Des

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pués de muerto, me encontré en las gavetas de su escritorio un paquetón de cartas amorosas...

y cuando vivía... es muy duro tener que recor

dar estas cosas... me dejaba sola por semanas y semanas y le hacía el amor a otras mujeres casi delante de mis ojos. Desperdició mi dinero y se burlaba de mis sentimientos. Y a pesar de

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todo eso, siempre lo amé; nunca le fui infiel y aún después de su muerte le sigo siendo leal y constante. Por ello me he encerrado en estas cuatro paredes y guardaré luto riguroso hasta ■' •

el fin de mis días. r. 1

Gregorio

{Suelto, uno gvon conco]odo.) ¿Con que luto ce rrado, eh? ¿Quién usted cree que yo soy, para veniime con esos cuentos de trapos iiegros y cuisilería de las cuatro paredes? Como si no me hubiese dado cuenta del por qué de toda esa

parafernalia fúnebre, y de todo ese suspirar y entornar los ojos. Está usted esperando que cuando pase la gente diga ahí vive la viuda rica, misteriosa, y buena hembra que por el amor de su malido se ha encerrado en esas cuatro pare

des... ^ (Ríe.) ¡Qué interesante... a ver si Doña Pepita:

algún día pica alguno. Conozco el jueguito! {Enfurecido.) ¡Insolente! ¿Cómo se atreve a hablarme de ese modo?

Gregorio:

Usted se habrá enterrado viva, pero no se olvidó de empolvarse la cara.

Doña Pepita:

Atrevido. ¡No le tolero más insultos!

Gregorio:

No me grite, que no soy su'mayordomo, ni su ciMada. Yo llamo las cosas por su nombre. Como no soy mujer, me gusta decir sin rodeos lo que se me viene a la cabeza. De manera que hable

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quedo, que no soy sordo. Doña Pepita: Gregorio: Doña Pepita:

Váyase de aquí inmediatamente. Págueme y me voy. No le pagaré.13

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Gregorio: Doña Pepita:

¿ Cómo dice...? No le daré ni un céntimo, para que se fastidie,

por insolente.

De manera que salga de aquí

ahora mismo. Gregorio:

No tengo el placer de ser su marido, ni su novio. Suspéndame las escenitas... no me gustan. (Se sienta.)

doña Pepita: ¿Quién le ha dado permiso para sentarse? Gregorio:

Yo mismo.

Doña Pepita: ¡Le he dicho qué se vaya! Gregorio:

Deme mi dinero. ¡Maldita sea mi suerte I ¡Qué rabia me da todo esto!

Doña Pepita:

No quiero seguir hablando con impertinentes y groseros. Me hace el favor de retirarse ahora mismo. {Pausa) ¿No se va? {Pausa) ¡Con teste!

Gregorio;

No.

Doña Pepita:

¿Que no?

Gregorio:

¡No!

Doña Pepita:

Muy bien. {Se acerca a iina puerta y llama.) ¡LUCAS...! {Entra Lucas.)

Lucas:

¿ Cómo dice?

Doña Pepita:

¡Que haga el favor de sacar a este hombre de aquí!

Lucas:

{Incrédulo.) ¿Yo sacar a...? ¡ay bendito, Doña , Pepita!

Doña Pepita: Lucas:

¡Vamos, no sea cobarde! {Acercándose amedrentado a Gregorio.) Señor, haga el favor de salir de aquí... la señora no desea su compañía y me ha encargado...

Gregorio:

¡CÁLLESE! {Brinca.) ¿Cómo te atreves, im

Lucas:

¡Ay! {huyendo alrededor de los muebles.) Ay, ay... Bendito sea Dios... El corazón se me quiere salir, ¡señora! ¡Ay, qué iK)ca conside

bécil? ¡Te parto de un cantazo!

ración! Otro susto así y las lío. 14


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Doña Pepita; (llammido.)

Damián,

Damián...

¿Dónde

está Damián? Lucas:

Ordeñando las vacas, señora, No hay nadie más

que Marcóla en la casa... y yo estoy que... ni los i3ies me aguantan. (Signe refunfuñando en Doña Pepita::

(Llamando.) ¡Marcóla!

Marcóla:

(Eyiti'ando.) ¿Qué desea, señora?

Doña Pepita: Marcóla ;

¡Que ayudes a sacar a e.ste hombre de aquí! ¿Usted me quié matar, mi niña...? ¡Ave Ma

Doña Pepita:

(A Gi'egoi'io.) ¡Déjese de insolencias y salga

Gregorio:

¿Es que usted no tiene maneras?

ría Purísima! ahora mismo!

¿Dónde está

su cortesía?

Doña Pepita:

(Fuema de sí y dando e-n el piso.)

¡Insolente...

- atrevido...! ¡grosero! ¡animal .! ¡mal nacido...! ¡desvergonzado! ¡Es uftted U7i Energiimeno!

Gregorio: ¿Cómo fue eso? ¿Qué Doña Pepita; ¡ENERGÚMENO! Gregorio:

dijo usted''

(Acercándosele.) ¿Con qué derecho me insulta usted así?

Doña Pepita:

Por su insolencia. ¿Usted cree que le tengo

Gregorio:

¿Y usted cree que porque lleva faldas tiene derecho a insultarme impunemente? ¿Eh? Con migo va usted a vérselas ahora mismo. No fal

Lucas y

¡Ay Virgen del Perpetuo Socorro...!¡qué bar baridad...! ¡Ciégalo Santa Marta...! Mire

miedo?

taba más. Marcóla:

oiga, señor. Gregorio:

'

Esto no se queda así. Me la paga porque me la paga.

Doña Pepita :

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voz baja.)

¿Cree usted que por tener ese cuello de toro y esos puños le voy a tener yo miedo ? ¿ Eh ? ¡Usted es un bribón! (Lucas y Marcóla tratan de apa ciguarlos y balbucean algunas frases.) 15


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Gregorio :

A tiros nos la vamos a ver. A mí no se me in sulta así, y no me importa que usted sea una

mujer; una de esas del cacareado sexo débil. Doña Pepita:

¡Bribón, desvergonzado, animal, ENERGÚME NO !... ¡ bribón. . . bribón!

Gregorio :

Aquí acabo yo con ese prejuicio de que solo el hombre paga por los insultos, j Al demonio con todo eso! ¿No quieren igualdad de derechos? Pues ahora los van a tener.

Esto me la paga

usted a tiro limpio. fís. , f

Doña Pepita:

Eso es un duelo.

Gregorio :

Y ahora mismo.

¡Muy bien!

Doña Pepita:

Al instante. Mi marido tenía varias pistolas y revólveres; los traeré, (va a salir y se vuelve.)

¡Qué placer me dará poder meterle un tiro en esa cabeza de buri'o que tiene!

estampa! Gregorio :

Lucas:

¡Maldita sea su

{Sale y le sigue Marcóla tratando de

calmarla con frases incoherentes.) La viro como a un guaraguao. Hay que dejarse de tonterías. Aquí se acabaron las considera ciones para el sexo débil.

{Lucas, que lo ha seguido consternado.)

Señor,

mire, óigame. ¿Qué va usted a hacer? Por las once mil Vírgenes...

Oiga lo que le dice un

viejo... no haga eso, por lo más que quiera. Compadézcase. ¿ Cómo se va a batir con esa se ñora, si debe estar ya muerta del miedo... la pobre?

{Sin hacerle caso.)

¡Que pelee!

¿Igualdad de

derechos? Bien pues igualdad de responsabili dades. La tumbo de un tiro como cosa de prin

cipio y a Dios que reparta suerte. ¡ Qué mujercita esa! {parodeándola.) ¡Maldita sea su estampa! ¡ Qué güsto me dará meterle una bala en esa ca beza!, ¿eh? ¡Qué temple! Estaba roja como un clavel. Cómo temblaba de coraje. Y lo cierto

es que me aceptó el reto.

Cáspita.

mera vez que veo una cosa así....

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Lucas:

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Mire señor, ví'iynse. Yo le ruos'o a Dios por su salud, váj'ase.

Gregotíto :

Ésta es una mujer. Lo demás son bobadas. A una mujer así se le puede tener respeto. Una mujer de a vei'dad. Nada de Jio'ñerías, sino fueoro, di namita, -caiácter. voluntad... ¡c|ué pena tener

Lucas;

Ay bendito... Dios la ampai'e —váya.se .señor,

que pegarle un tiro!

no haga eso.

Gregorio:

Nada... que me gusta esa mujer. No hay más que hablar. Me gusta—eso es todo. {Pansa.) Hasta le condonaría la deuda. Y... creo que se me ha pasado el coraje. ¡Es una gran mujer! {Eyüra doria Pepita^)

Doña Pepita: Aquí tiene las pi.stolas. Antes de batirnos, me va a tener que enseñar a tirar, pues nunca he tenido una pistola en mis manos.

Lucas:

¡Santo Dios, esto va en serio! Yo voy a buscar a Marcóla... o estos dos cabeciduros se matan a tiros. (Sale.)

Gregorio:

{Examinando las pistolas.) Aquí hav varias cla ses de pistolas... pistolas Mortimer, muy buenas para duelos. Estos son revólvei-es Smith y Wesson. Esta es una pistola del ejército Americano

Tengo una igual, son muy buenas... ;cómo la con.seguiría su marido?

'

Doña Pepita : Olvídese de eso. Al grano.

Gregorio:

Muy bien. Usted sostiene el revólver én esta forma. (Le demuestra y se lo entrega.) ¡Qué ojos. Dios mío, qué ojos! ¡Qué mujer!

Doña Pepita: {Demostrando.) ¿Así?

Gregorio:

Sí, así es. Ahora tiene que halar el gatillo; de esta manera: {demuestra y se lo entrega.) To me puntería de esta manera, {demuestra.) {Ella lo imita.) Muy bien... la cabeza un poco hacia atras. Mantenga el brazo tieso y quieto. Guiñe el ojo y tome puntería... {para sí.) Esta mu jer me obsesiona... qué cuerpo... que... 17


Doña Pepita:

¿Así?

Gregorio:

Eso 63... eso es... Ahora apriete el gatillo...

(¡o hace.) bien... y... bueno... eso es todo. Lo importante es tener calma cuando hale el gatillo para disparar.., Doña Pepita:

Muy bien. Aquí es imposible tirar. Salgamos al jardín.

Gregorio:

Bien. Pero antes de salir deseo manifestarle que tiraré al aire.

-Doña Pepita: Gregorio:

Esto ya es el colmo. ¿Por qué?

Porque... porque... eso es un asunto de mi in cumbencia.

IL4 .

Doña Pepita:

¿Qué le pasa? ¿Tiene miedo? ¡Vamos! U.sted no se .sale con la suya. Vamos. ¡Afuera! No

tk ,í.-

voy a estar tranquila hasta que le haga un roto en esa cabezota que odio con todas las fuerzas Gregorio:

de mi ser. ¿Tiene miedo? Sí, tengo miedo.

Doña Pepita:

¡Mentira!!! ¿por qué no quiere batirse?

Gregorio:

Porque... porque usted me gusta.

Doña Pepita:

Gregorio:

{Se ríe sarcásticamente.) ¡Ah, con que le gus to! Todavía tiene el descaro y la frescura de insinuar..., {Señalando.) ¡Esa es la puerta! {Carga el revólver, camina a la puerta, se vuelve, la mira y después de una pausa, se le acerca va

cilante.) Señora, ¿es que todavía tiene usted coraje?... Yo claro... estoy molesto... pero, como usted comprenderá... yo... ¡cómo diablos salgo yo de esto! {PAUSA.) Se trata de lo siguiente... al estar yo... cómo se dice... {Grita) ¡Qué demonios!... ¿Es que tengo

yo la culpa de que usted me gu.ste? {Al decir Sí

esto da contra una silla y la rompe.) Maldito

sea, ya le he roto a usted un mueble. {Recoge los pedazos y luego los tira.) Se lo aseguro, se ñora, u.sted me gusta. ¿No lo comprende? Me

gusta... es más, creo que estoy enamorado de usted.

tó!'

18


Doña Pepita Gregorio:

Doña Pepita Gregorio:

: ¡Quíteseme del frente! ¡Lo odio!

{Esta mujer me va a matar. Aquí me ■pierdo. Me he dejado coger como un niño.) Señora, {acercándose a ella.) míreme, no siga. .. {Se vuelve.) ¡Un poco más y disparo!

{Violento, tira el revólver ij cae de rodillas.) Dispare, máteme. Usted no sabe lo alegre que moiiría mirando esos ojos tan bellos; herido por una bala de un revólver que disparó una mano

tan blanca y suave. {Para si.) Me estoy vol

viendo loco, {se levanta.) Piense y actúe con rapidez, porque si me voy de aquí, jamás me volverá a ver. Decídase ahora. . . soy un hom

bre respetable. Tengo propiedades, fincas, ga nado, tienda al por mayor y al detal y cerca de

cien mil duros en un banco, comulgo una vez al año y tengo buenos caballos. ¿Quiere ser mi esposa? Doña Pepita; Gíiegorio:

Déjese de tonterías y salga a batirse.

i Esta mujer me vuelve loco! ¡ loco! ¡ Uf, qué ca lor! ¡agua!...

¡Vieja!

Doña Pepita:

Salgamos a batirnos. No sea cobarde.

Gregorio:

¡Qué desgracia! ¡Cómo me he puesto. Dios mío!

(La toma de una mano, ella grita.) La amo, la adoro. Y no puedo contenerme. {Se arrodilla.) No puedo más. Nunca me había enamorado de

esta manera. A diez mujeres dejé plantadas y nueve me rechazaron pero nunca amé a nin^na

de ellas como a usted. Míreme aquí a sus pies

hecho una piltrafa, derretido, muerto de amor

por usted. {Le deja la mano y para sí.) {¡Qué vergüenza! ¡Después de tantos años sin enamo

rarme, después de tantas promesas, ahora caigo como un niño! {Se levanta.) Señora, le ofrezco

mi mano. ¿Sí o no? {Pausa.) Muy bien. {Se levanta y cruza la puerta.) ¿no me acepta? Doña Pepita;

Un momento... 19


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I

(Sr para — Pmtaa.) ¿Qik? me dice? DoÑ.J. Pepita': Nada, vá3ms!e... : No, aguarde... 'No, váj'aGrí:<iopjo:

se... lo odio. No, e.=ípere... es que:no sé..,,

estoja tan enojada,! es tanto el coraje que sipnto que.'.. {tira el revólver en ¡a 7nefta.) Me duelen los dedos de .sostener ese revólver... (Gregorio .

ae le acerca compadecido.^ ¿Qué hace usted aquí? Váj'ase... Gregorio:

(La mira fijámente.) Adiós...

Doña Pepita:

Sí, sí vajease... (Grita.) No, no, ¿a dóqde va usted? (Gregorio para... se vuelve despacio,

entra, tira el sombrero y se acerca despacio a

tomar su presa. ) No, no, retíreseí, Ay, qué coraje tengo. No se me acerque. ,No, no se acerque.

Gregorio:

(Acercándose más.) i Qué vergüenza! Enamoráo como un estudiante. Me he arrodillado...

y todo por ti, mujer extraordinaria. (La toma bruscamente por ios hombros y la mira fijamen

te.) ¿Cómo es posible que me hayas conquistado así?

Mañana tengo que pagar ese interés y

empezar a cortar caña, y tú me retienes como tuyo... Nunca me perdonaré esto. (La va acercando con sus brazos.) Doña Pepita:

¡Déjeme... Suélteme... quite. No, te odio, ta... (termina entregada a un beso prolongado.)

Lucas:

(Entrando con híarcola.) Señora, señor... ten* gan calma... no se precipiten... no encuentro a Damián... y (ve el cuadro.) ¡Ave María Purísima!

Doña Pepita

(Saliendo del beso y aún abrazada.) Marcóla, dile que le corten el melao y la avena al Rucio. (Vuelven a besarse, mientras Lucas se marea y cae redolido en los brazos de Marcóla, que sonrieú) TELÓN 20

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DIVISIÓN DE IMPRENTA

DEPARTAMENTO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA SAN JUAN, PUERTO RICO 1966

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