El Grito de Lares (1868)

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EL GRITO DE LARES por Lidio Cruz Monclova

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INTRODUCCION Hace cien años, un nutrido grupo de patriotas, perdida la

esperanza de lograr por vías pacíficas un cambio en la situación política que sufría el país, y actuando bajo la inspiración ideoló gica del prócer don Ramón Emeterio Betances, se levantó en ar mas contra el gobierno español para rescatar nuestra soberanía na cional y proclamar la independencia de Puerto Rico. En las mon tañas de Lares y San Sebastián resonó el grito de "Patria y Li bertad," ideales por que ofrendaron heroicamente sus vidas va rios de los patriotas.

Para señalar el centenario de la patriótica gesta, que consti tuye uno de los acontecimientos más destacados en el desarrollo histórico de nuestro pueblo, el Instituto de Cultura Puertorrique ña celebró, en el curso del 1968, una serie de actos conmemorati

vos destinados a perpetuar la memoria de dicho hecho histórico Durante los mismos se recordó a Ramón Emeterio Betances, Ma

nuel Rojas, Matías Brugman, Joaquín Parrilla, Mariana Braceti Manuel Rosado, Juan de la Mata Terreforte, Pablo A. Beau champ, Baldomcro Baurén, Aurelio Méndez, Leopoldo Plumey,

Manuel Cebollero, Clodomiro Abril, Clemente Millán, Rodulfo Echevarría, Bernané Pol, Casto Santiago, Venacio Román, Ma

nuel de León y a todos los que en el año 1868 sacrificaron vida y hacienda por lograr la libertad. Como recordatorio especial del centenario del Grito de La res, el Instituto también hizo acuñar una medalla conmemorativa.

La publicación del presente folleto es otra de las actividades del Centenario. El texto fue tomado de la Historia de Pueiio Rico

del Siglo XIX, del profesor Lidio Cruz Monclova.


(a Junta Informativa de Ultramar, que se había reunido en L Madrid, y en la cual habían participado brillantemente nuestros

comisionados, los patricios don Segundo Euiz Belvis, don José Ju lián Acosta y don Francisco Mariano Quiñones, terminó sus traba jos en abril de 1867. Las recomendaciones hechas en el seno de la Junta por los representantes liberales puertorriqueños para que el Gobierno español liberalizara nuestro régimen político, social y económico y aboliera la esclavitud en la isla fueron desoídas, y poco después (en mayo de 1867) el Gobierno metropolitano pro mulgaba un decreto imponiendo a Puerto Rico precisamente las contribuciones que nuestros comisionados habían combatido. Esta situación fue causa de que muchos de nuestros dirigentes liberales

perdieran por completo la esperanza de obtener de España las reformas que tanto necesitaba el país. El 7 de junio (1867), próximas las tres de la tarde, se levan

taban en ruidoso motín una porción de los artilleros de la guarni ción de San Juan, con motivo de haber sido excluidos de las

prescripciones de un Real Decreto concediendo ciertos beneficios a los artilleros de la Península.

El Motín de los Artilleros fue obra exclusiva de algunos solda dos españoles; obedeció a motivos internos de cuartel; y ninguna relación tuvo con la política insular.

No obstante, el general Marchesi simuló lo contrario. Y, presto a su propósito, haciendo uso de las facultades dictatoriales,

procedió a promulgar, entre los días 25 de junio y 5 de julio (1867), numerosas órdenes de destierro, con el expreso mandato de salir inmediatamente de la Isla y presentarse en el' término de dos meses ante el Gobierno en Madrid, contra don Ramón Emete-

rio Retances, don Pedro Gerónimo Goyco, don Julián Blanco Sosa,


don Carlos Elío Lacroix, don Vicente María Quiñones, don Calixto

Romero Togores, don Luis de Leiras, don José Celis Aguilera, don Vicente Rufino Goenaga, don Félix del Monte y don Segundo Ruíz Belvis, quien, en unión de los otros comisionados a la Junta Informativa, había llegado poco antes a la Isla.

Cumpliendo el mandato consignado en las órdenes, todos los exilados liberales, se dirigieron a España para presentarse al Go bierno Supremo.

Pero, Betances y Ruíz Belvis, rehusaron acatar el mandato, y, furtivamente escaparon de Mayagüez, con la ayuda del pres bítero don Antonio González, cura párroco de la ciudad, logrando embarcarse, con el auxilio de don José y don Eduardo Arenas, en un pequeño bote de la propiedad de don Matías Mussenden, por la rada de una finca de don Valentín Quiñones, pariente de Ruíz Belvis, que radicaba en el territorio de Guánica, rumbo a San Tomás. Mas, como el bote tuviera, por accidente, que dete

nerse en el islote de Caja de Muerto, desde aquí hubieron de ser conducidos, por varios amigos, a Ronce; y luego, otra vez, a la hacienda de Quiñones en Guánica, de donde pudieron salir en un nuevo bote que les proporcionara en esta ocasión, don Fernando Calder, hasta aportar, tras un viaje lleno de zozobras, a las costas de La Montalva, desolado lugarejo en la provincia del Seibo, en Santo Domingo.

El general Marchesi no tardó en conocer lo sucedido; y, el II- de julio (1867), sospechando que Ruíz Belvis y Betances pu dieran hallarse escondidos en la Isla, publicaba en la Gaceta la siguiente circular:

Habiendo desaparecido de Mayagüez D. Segundo Ruíz Belvis, Licenciado en Jurisprudencia, y D. Emeterio Betan ces, Doctor en Medicina, los cuales debían ser remitidos a disposición del Gobierno de su Majestad, he dispuesto que se proceda, por las Autoridades locales a practicar las más acti

vas diligencias para descubrir su paradero, y conseguido que sea, los envíen a este Superior Gobierno sin la menor demora.

Pero la nueva orden no alcanzó a los dos desterrados, quienes

de Santo Domingo, se habían trasladado a Nueva York. En dicha ciudad tuvieron conocimiento, por despachos proce dentes de La Habana, de la circular publicada por el general Mar chesi y de las noticias que se propalaban respecto de su responsa-


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Ramón Emeterio Betances


bilidad en el Motín de los Artilleros. Con este motivo, el 3 de

agosto (1867), Ruíz Belvis y Betances dirigieron al director del periódico New York Herald, en que aparecieran dichos despachos, una carta en la cual, después de rechazar las burdas imputaciones

que se les hacían, pasaban a protestar contra las arbitrariedades del gobierno colonial vigente en Puerto Rico y a manifestar que consideraban inútil gastar tiempo, trabajo y dinero en esperar buena fé del Gobierno español. Esta carta tiene incuestionable trascendencia. Pues señala

la reversión de Betances y Ruíz Belvis al antiguo sistema de que se habían apartado con motivo de la Junta Informativa; y marca, además, el categórico reconocimiento de la acción revolucionaria

como único medio para abatir el régimen colonial vigente en la Isla.

Allí en Nueva York, Ruíz Belvis y Betances entraron en rela

ción, por conducto del doctor José Francisco Basora, con los nú cleos revolucionarios antillanos que agitaban la insurrección en

las Antillas españolas, y, particularmente, con el que funcionaba

desde 1865, bajo el nombre de Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, cuyas figuras más destacadas eran el viejo revolucio nario cubano don Juan Manuel Maclas y el propio Basora; tenía ramificaciones en Filadelfia y Nueva Orleans; había editado en

calidad de órgano el periódico La Voz de América y contaba, entre sus sostenedores, al escritor y político chileno don Benjamín

Vicuña Mackenna, enviado a Nueva York por su país en comisión

especial, a raíz de la guerra entre Chile y España, para colaborar con la Sociedad Republicana.

La actividad y trabajos de la Sociedad impresionaron favora blemente a Ruíz Belvis y Betances; y, animados por su ejemplo,

éstos se juramentaron para entregarse por entero a la tarea de organizar la revolución en pro de la independencia de Puerto Rico.

Ya entonces, y mientras Basora permanecía en Nueva York para mantener vivo el contacto con los núcleos revolucionarios an tillanos y Betances se dirigia en busca de un sitio cercano desde donde impulsar la organización conspirativa en Puerto Rico, Ruíz Belvis partía hacia Chile, donde a consecuencia de la reciente

guerra (1865) con España, prevalecía un ambiente favorable, en misión política enderezada a lograr el apoyo del Gobierno chileno en favor de la emancipación de Puerto Rico.

Ruíz Belvis llegó a Valparaíso, en -el vapor inglés Santiago, el 27 de octubre (1867) y, auxiliado por don Benjamín Vicuña


Ruinas de la casa en que nació Ruiz Belvis, en Hormigueros.

Mackenna inició sus gestiones con el más lisonjero éxito. Pero, inesperada y misteriosamente, murió en una de la habitaciones del hotel Aubry, donde estaba hospedado, el 4 de noviembre (1867), desvaneciéndose con él la posibilidad de obtener la ayuda

de Chile, que se vió compehdo a desistir del empeño bajo la pre sión de Estados Unidos.

La noticia de la muerte de Ruíz Belvis la recibió Betances en

San Tomás; y, desde aquí, éste dirigió a los puertorriqueños una proclama, en la cual, luego de lamentar el hecho que privaba la

revolución de figura tan excelsa, excitaba a sus compatriotas a luchar por la independencia.


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II

17 de diciembre de 1867, arribo a San Juan, y se hizo cargo del Gobierno de Puerto Rico el mariscal don Juban Juan Pavía

Lacy, militar distinguido que había tomado parte a favor del pre tendiente en la primera Guerra Civil española y era, ademas, miembro de la Academia de Arqueología de España y de la So ciedad Económica de Amigos del País de Cuba.

El nuevo gobernante fué recibido con el ceremonial acostum brado; y, una vez que prestó el juramento correspondiente, proce dió a dirigir a los habitantes de la Isla una alocución, en la que prometía ceñir su gestión gubernativa, a las más severas normas de la equidad y dirigirla al fomento de los intereses del pais. El 7 de diciembre (1867), llegaba a la ciudad de Santo Do mingo, procedente de Nueva York, don Ramón Emeterio Betances,

y el 6 de enero de 1868, constituía allí el Comité Revolu cionario de Puerto Rico, cuya directiva integraron el propio Be tances, don Garlos Elio Lacroix, don Mariano Ruíz Quiñones y

don Ramón Mella; y el cual, siguiendo la tradición venezolana del separatismo insular, adoptó por lema la siguiente sentencia de Bolívar: Unión, unión o la anarquía os devorará.

Conforme a las prescripciones de la Constitución aprobada, el objeto del Comité era organizar una revolución, para constituir a Puerto Rico, en una república independiente de forma democrá tica.

Para este fin, el Comité, como gobierno supremo de la revo lución, tenía facultad para fundar en la Isla juntas y legaciones, nombrar delegados y agentes, recaudar fondos, comprar armas y

municiones, y resolver todos los conflictos de carácter interno que surgieran entre sus integrantes.

Las juntas eran los organismos revolucionarios que habían de 8


funcionar en los pueblos. Teman poder para nombrar un presi dente y un secretario; adoptar un reglamento interior, instituir legaciones, y activar la propaganda militante y económica. Y ve nían obligadas a comunicar al Comité, por lo menos dos veces

cada mes, el estada de sus actividades generales, y, a proveer sus miembros con las armas necesarias para la guerra. Las legaciones, eran los organismos revolucionarios que habían de funcionar en los barrios o campos de la Isla. Y, en el orden jerárquico, estaban sujetas a la jurisdicción de las Juntas, como

éstas al Comité, si bien' podían comunicarse directamente con éste, una vez que hubieran sido reconocidas.

El cargo de Delegado estaba reservado a los miembros del

Comité, los que en tal earácter, tenían derecho para convocar y presidir las juntas y legaciones con voz y voto. Y el de Agente a aquellas personas que hubieran depositado en el Comité, con destino a los fondos de la revolución, no menos de cuatrocientos

pesos. El Agente, podía asistir a las sesiones de las juntas y le gaciones, con el consentimiento de éstas y después de presentarle sus credenciales, pero, sin voz ni voto.

La Constitución prohibía expresamente la distinción de cla

ses, y exigía que todos los afiliados hicieran, al tiempo de su ingreso, la prestación del siguiente juramento: Juro por mi honor

llenar bien o fielmente las obligaciones del cargo que me confiere el Comité Revolucionario de Puerto Rico; someterme a la Consti

tución y defenderla contia ataque; y trabajar por la independencia de Puerto Rico mientras me quede un átomo de vida. Merezca yo

la reprobación de todos los hombres honrados si falto a mi jura mento.

Terminadas las tareas preparatorias el Comité emprendió in mediatamente una intensa labor misionera y propagandística en

Puerto Rico, siendo uno de sus primeros actos gestionar el apoyo de los más destacados representantes del sector liberal, como don Julián Blanco Sosa, don Calixto Romero Togores, don Román

Baldorioty de Castro, don José Julián Acosta, y don José Celis Aguilera. En tal gestión alentaba al Comité la concilia

ción de 1838 y la más reciente con motivo de la Junta Informativa de 1866. Pero, esta vez, los liberales, ratificando su fé en la fuerza

de las ideas y en la eficacia de la propaganda pacífica de las mis mas, declinaron la invitación, respondiendo que, aparte de la dife

rencia de aspiraciones entre uno y otro sector, su criterio político preconizaba el método evolutivo y era ajeno a las transformaciones bruscas.


III

No _ lo obstante el rechazo liberal, los separatistas prosiguieron

su propaganda, logrando no solo la adhesión de numerosos adep tos, sino la de algunas damas. Y poco después, quedaba constitui da en Mayagüez, que se convirtió en centro de la conspiración, la primera junta revolucionaria, la que adoptó el nombre de Capa Prieto, y, en cuya directiva, figuraban don Matías Brugman, pre sidente;^ don Juan M. Terreforte, vicepresidente;^ don Pablo Antonio Beauchamp, tesorero; don Baldomcro Bauren, secretario,^ y don Francisco Arroyo Salazar, don Pedro Beauchamp y la benemérita ciudadana doña Eduvigis Beauchamp, suplentes. En Lares se fundó otra junta con el nombre de Centro Bravo,

cuya directiva estaba compuesta por don Manuel Rojas, presiden te;* don Francisco Ramírez Medina, vicepresidente;^ don Miguel Rojas, tesorero;'* don Clemente Millán'' y don Miguel Pol, vocales; y la benemérita ciudadana doña Mariana Braceti, suplente.^ ^ Don Matías Brugman era oriundo de Estados Unidos. Usaba por seudóni mos revolucionarios Misisipí y Capá. Y tema, ademas de una hacienda denominada Buenavisia, situada en el barrio Furnias, de Mayagüez, vanas

otras propiedades, valoradas en total, en más de diez mil pe^s.

2 Terreforte era comerciante con establecimiento en el barrio Furnias. ® Bauren era oriundo de Santo Domingo. ^

* Don Manuel Rojas era oriundo de Venezuela; y según sospechamos, hijo del doctor don José María Rojas, puertorriqueño que había pMücipado en la guerra de emancipación venezolana junto a Bolívar. Se había radicado en la Isla desde su infancia. Estaba casado con una hija de don José Ma

nuel Serrano, sacristán de la parroquia de Lares. Se dedicaba a la agricul

tura en una finca que poseía en el barrio Bartolo, donde residía. Figur^a entre los mayores contribuyentes de la municipalidad. Usaba por seudó nimo revolucionario Tacoma. Y tenía una hermana o parienta, doña Car

men Rojas que estaba casada con don Andrés Vizcarrondo Martínez, propulsor del movimiento separatista de 1838. 5 Don Francisco Ramírez Medina era propietario y comerciante en Lares;

y estaba casado con otra hija de don José Manuel Serrano. ® Don Miguel Rojas era hermano de don Manuel y esposo de doña Mariana Braceti.

' Millán era dependiente de comercio y estaba casado con otra hija de don José Manuel Serrano.

8 Doña Mariana Braceti era esposa de don Miguel Rojas y usaba por seu dónimo revolucionario Brazo de Oro.

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En San Sebastián se fundó la junta Porvenir, cuyo presidente

era don Manuel Cebollero Aguilar;" y en cuya directiva figuraban don Ensebio Ibarra" y don Juan Nepomuceno Méndez." En Camuy se estableció otra junta nombrada Lanzador del

N" orte y en cuya directiva figuraban don Manuel María González, presidente;^^ don Marcelino Vega, secretario;^^ y don Rafael Ri-* vera, suplente.

En Ronce se fundó otra nombrada Lanzador del Sur, que estaba presidida por don Carlos Elio Lacroix y entre cuyos afi liados figuraban don Sandalio Delgado y don Ezequiel Díaz. Al paso que otras juntas y legaciones quedaban fundadas en otros pueblos y barrios. La labor propagandística y misionera de los separatistas fue

verdaderamente ardua y titánica. Pues, por efecto de la antigua y persistente propaganda colonialista que se venía haciendo desde los tiempos del general de la Torre, el solo nombre de república o

independencia se unía a las ideas de desorden, crimen y rapiña, o se tomaba como algo vago, remoto y horro de contenido. Al principio, en consecuencia, la propaganda separatista se desenvolvió con harta lentitud. En la Isla —escribía Betances el

28 de abril (1868)—, no hay más que Mayagüez, y de Mayagüez la minoría, tal vez. ¡Qué desengaño! ¡Qué vergüenza para mí, después de haberme comprometido con tanta gente! Esto, debe mos callarlo, si queremos seguir trabajando, pero entonces hay que mover el resto de la Isla. Pero los separatistas no cejaron; y como resultado de su tenaz

empeño, las sociedades fueron creciendo en número y actividad y las colectas pecuniarias alcanzaron lo suficiente para que Betances pudiera comprar en Estados Unidos, por mediación del cubano ®

Cebollero era comerciante, propietario y Comandante de Milicias de San Sebastián.

Ibarra era Alférez de Milicias en San Sebastián.

" Don Juan Nepomuceno Méndez era agricultor. '2

González era oriundo de Venezuela.

'3 Don Marcelino Vega era cuñado de don Manuel María González.

El número, exacto de las juntas revolucionarias establecidas en la Isla no está claramente determinado.

Según el gobernador Pavía, el movimiento revolucionario estaba limitado al centro de la Isla y no tenía ramificaciones aparentes en otros pueblos.

Según el juez don Nicasio Navascues Aisa, además de las citadas

había juntas en formación en Arecibo, Isabela, Aguada, Añasco, Yauco Vega Baja y San Juan.

Según Pérez Moris y Cueto había una en casi todos los pueblos.

Según don Luis Llorens Torres las juntas ascendían a cincuenta y cuatro y, según Todd, a 70.

Pérez Moris y Cueto censuran la intervención de extranjeros en el movimiento revolucionario insular. Pero el cargo resulta obviamente tonto. 11


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La bandera revolucionaria, que se dice fue la original cosida y bordada por Mariana Braceti. don Domingo Goicuría y traer a Santo Domingo, para ser utiliza dos en la revolución de Puerto Rico, quinientos fusiles, seis caño nes y un pequeño transporte nombrado el Telégrafo}^ A fines de mayo o principios de junio (1868), don Manuel Rojas presentaba en una reunión de la junta Centro Bravo, de Lares, el diseño de una bandera ideada por Betances. Formaban el cuerpo de esta bandera una cruz latina blanca al centro, cuyos

brazos y base tenían de ancho la tercera parte de la latitud del emblema; cuatro cuadriláteros situados arriba y abajo de los bra zos de la cruz, de color azul los dos superiores y de color rojo los inferiores; y una estrella blanca de cinco puntas colocada en el centro del cuadrilátero superior izquierdo. El diseño fue recibido con jubilosa satisfacción por los junteros. Sirvió de modelo para que doña Mariana Braceti confeccionase la primera bandera. Y ésta quedó convertida, al punto, en símbolo de la revolución.

Por entonces, adquiría extensísima popularidad en toda la Isla la música de una danza intitulada La Borinqueña, escrita por el compositor catalán don Félix Astol Artés y estrenada durante El presupuesto general calculado por Betances para organizar la revolución de Puerto Rico ascendía a cincuenta mil (50,000) pesos.

Con esto —escribía Betances el 1 de abrü, 1868— me atrevo a lanzarme, si ustedes ayudan con fe, actividad y energía; y lo que es más, no dudo del buen éxito.

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una fiesta en la casa de campo de don Eugenio Cuevas en el barrio Salud, de Mayagüez. La popularidad de la música sugirió a la poetisa doña Lola Rodríguez de Tió la idea de adaptarle una letra de tono patriótico propio para excitar a la rebelión. Y, tras esto, la danza, con la nueva rima, quedó convertida en himno revolu cionario.^®

Al acrecentamiento y solidación del movimiento revoluciona

rio, que venía desenvolviéndose al rescoldo del secreto, contribu yeron en mayor o menor proporción, diversos factores.

En primer término debe colocarse la persistente labor de pro paganda realizada por los revolucionarios. Según las circulares, hojas volantes, periódicos y proclamas, que resumen substancialmente su ideología, los separatistas señalaban como razón básica de la independencia, el derecho de los puertorriqueños a gober

narse por sí mismos. Propugnaban que constituyendo Puerto Rico una entidad geográfica, histórica, social y cultural, debía consti tuir también una entidad política soberana. Que después de tres

y medio siglos de coloniaje, Puerto Rico había adquirido la ma yoridad necesaria para emanciparse de la tutela de España. Que si las Trece Colonias norteamericanas se habían emancipado de

Inglaterra y las colonias hispanoamericanas lo habían logrado de España, Puerto Rico, con igual derecho, debía y podía hacer lo mismo. Que todos los hombres eran nacidos libres. Que los ingle

ses, franceses, norteamericanos, mexicanos, venezolanos y domini canos lo eran y que ninguno de aquéllos tenía mejor ni mayor derecho para serlo que los puertorriqueños. Que Puerto Rico no

debía esperar nada de los gobiernos de España por la ignorancia desdeñosa con que trataban la Isla y mucho menos de los gobier nos de Isabel II, porque éstos mismos le habían cerrado las puer tas de la representación nacional a los representantes insulares.

Que a los puertoitiqueños se le habían prometido leyes especiales propias para hacer su felicidad, pero de hecho eran gobernados por los llamados Bandos de Policía y Buen Gobierno que eran pre cisamente la negación de todo derecho. Que las facultades dicta

toriales otorgadas al gobernador en 1825 y todavía vigentes, cons tituían la máxima expresión de la tiranía. Que la región rentística de la Isla era detestable. Que jamás,había existido perecuación o El propio Betances pensó en la necesidad de dotar la revolución de un himno; y con tal objeto escribía a don Ramón Isaza, en Puerto Cabe llo, Venezuela: "Mi pasión, mi única pasión es hoy, la revolución puertorriqueña. Mándeme, pues, un himno que haga salir fusiles, fusiles nada más, (no

pido hombres) de la tierra, que arrastre las piedras y sople fuego sobre los déspotas." 13


igualdad de tributos. Que los puertorriqueños vivían en su propia tierra relegados a segundo plano. Que el monopolio económico de España en general y de los españoles en particular, estrangulaba la industria y el comercio nativos. Que el mejor gobierno monár quico español resultaría inferior al gobierno democrático de la República de Puerto Rico. Que todo el sistema colonial mantenido

aquí era un bochorno porque España había perdido la vocación colonizadora. Que la razón y la palabra nada podían contra tal engendro. Y que, en tal guisa, los puertorriqueños tenían el deber y el derecho de hacer uso, para liquidarlo definitivamente, del sagrado derecho de rebelión. Al propio tiempo, los separatis tas proclamaban como aspiracio nes suyas, la derogación del sis

tema de libretas impuesto por el general Pezuela a las masas jor naleras y la abohción inmediata de la esclavitud.

Otro factor fue el temporal del

29 de octubre anterior, cuyos de primentes efectos, sociales y eco nómicos, supieron aprovechar los agitadores separatistas." Otro lo constituyeron los efec tos del Decreto del 13 de mayo

(1867) y de las Circulares dicta das para su ejecución, por las que-

Manuel Rojas

se disponía, no solo que el reparto se hiciera sobre el producto

bruto y no sobre el producto líquido como aquel ordenaba, sino que en caso que el importe contributivo al seis por ciento no bas tara para cubrir el presupuesto, se aumentase el mismo en pro porción a las necesidades del Tesoro, aunque la tributación se ele vase al diez o al doce por ciento. Tales disposiciones hicieron au mentar la irritación popular. Y más todavía los fraudes cometidos

por algunos funcionarios inescrupulosos, que abusando de la ig norancia de las gentes, particularmente del campo, hacían la cobranza del tributo en escudos de oro, cuyo valor era de cuaren ta y dos y medio (42%) reales de vellón, por no expresarse en el recibo que la unidad monetaria era el escudo de plata, cuyo valor era solamente de diez reales.

En Lares, en particular, el huracán causó grandes pérdidas y grandes desgracias entre los vecinos.

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Otro factor lo integraron los resultados inintencíonados, pero adversos, del Decreto de 10 de diciembre (1867), autorizando la

libre importación de artículos de consumo. Pues éste, en lugar de beneficiar al público, favoreció en particular a los comerciantes

y almacenistas, en su mayoría españoles y conservadores. El objeto de esta medida —comentaba un contemporá neo— era hacer que los artículos abundasen, abaratándolos

para el consumo, resultado que, como el Gobierno mismo hubo de reconocer después, apenas se consiguió, pues los

precios al detal de aquellos efectos continuaron sin sensible alteración y sin que el público en general ni las clases más necesitadas en particular obtuvieran ventaja alguna, por con

siguiente. Pero, en cambio, muchos importadores hicieron su

agosto y las arcas del Tesoro, privadas de los derechos que aquellos economizaron añadiéndolos a sus ganancias, hubie ron de encontrarse exhaustas y sin los recursos necesarios para cubrir sus atenciones.

Otro factor lo constituyeron los efectos de una Circular dic

tada por el Gobernador ordenando el pago adelantado de dos ter cios de la contribución correspondiente al primer cuatrimestre del año 1868-69. Tal medida, destina da a remediar la precaria situa ción del Tesoro, logró en parte

su objeto. Mas, no sin acrecer el malcontento reinante. Pues, obli

gados por la necesidad y los apre mios gubernativos, numerosísimos terratenientes se vieron compelidos a concertar préstamos y refac ciones con los grandes almacenis

tas y comerciantes, los que apro vecharon la ocasión para impo nerles las condiciones más onero

sas; y a sufrir bochornosos abusos a manos de funcionarios poco es

crupulosos. En Yauco, por ejem

Mariana Braceti

plo, al verificarse el reparto de la cantidad remitida por la Junta de Socorros para auxiliar los perjudicados por el huracán del 29 de octubre, el Alcalde, desnaturalizando el espíritu de caridad del

donativo, les descontó a la mano a muchos de aquellos lo que adeudaban por concepto de contribuciones. Y, en Lares, aunque las autoridades recurrieron con frecuencia a la vía del apremio, la

recaudación fue tan limitada, que el Ayuntamiento tuvo, que dis15


poner de los fondos destinados a la construcción de una casa

alcaldía para poder cubrir las erogaciones del presupuesto. Otro factor lo constituyeron también los efectos de una dis posición del Gobernador autorizando la celebración de fiestas

patronales en los pueblos, de los cuales supieron aprovecharse los revolucionarios para verificar bailes, bautizos, hermandades y co midas que les sirvieron, de puntos de reunión al par que de centros de propaganda.^® Y, finalmente, otro factor activante de la revolución lo cons

tituyó asimismo el desprestigio del propio Gobierno harto que brantado por la ineficacia de la Junta Informativa y los repetidos desmanes de sus representantes coloniales. Pero, tales ventajas, infundieron tan excesiva confianza a los

revolucionarios que, como estos quisieran aprovecharlas en todo su mayor alcance, sus designios no tardaron en trascender el ámbito

de la reserva y las autoridades en comenzar a adquirir indicios de la trama.

JL

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La hacienda de Manuel Rojas, como aparece hoy.

Conforme a dicha disposición, el 13 de junio, el Ayuntamiento de La res acordaba celebrar grandes fiestas populares durante los días 23 al 30 del mismo mes en memoria de San Juan Bautista, patrón de la Isla. 16


IV

m efecto, a mediados de julio (1868) era sorprendido en E,

Mayagüez por el Corregidor don Antonio Balboa, en los precisos

momentos en que colectaba fondos para la revolución, el agente don Pedro García en cuyo poder se hallaron varias listas de sus-

criptores y donantes. Poco después el Comandante militar de Aguadilla recibía informes del Alcalde de Lares sobre una reunión de carácter conspirativo celebrada en la casa del joven comercian te don Joaquín Parrilla, natural de Añasco y residente en el barrio Mirasol, situado a tres leguas del pueblo. Mientras, ya luego, por revelaciones que Hilario Martínez, ün afiliado a la conspiración, hiciera a un sobrino suyo nombrado Carlos Antonio López, quien

de todo informó al Capitán de Milicias de Quebradillas, don Juan Castañón, quedaba en descubierto la existencia de la junta Lan zador del Norte y la identidad de su presidente. Informado por Castañón de las indiscretas confidencias de Martínez, el Comandante militar de Arecibo, don Manuel de Itu-

rriaga, se dispuso a actuar de inmediato. Y, en la madrugada del 19 de septiembre (1868), procedía a practicar de sobrevienta y con el auxilio de una escolta, el allanamiento de la residencia de

don Manuel María González, radicada en el barrio Palomar, de Camuy, acto que culminó en el hallazgo de numerosos documen

tos comprometedores y en el arresto de González, quien hubo de ser trasladado a la cárcel de Arecibo. Mientras, para asegurar la tranquilidad pública, el Coronel Iturriaga ordenaba poner sobre las armas cincuenta milicianos en Arecibo y destacaba a Camuy parte del batallón de Cádiz al mando del Capitán don José Pujols. La noticia de la prisión de González fue comunicada, por conducto de emisarios secretos de la junta de Camuy, al presiden te de la vecina junta de Lares y al de la junta Capá Prieto de 11


Mayagüez, distante doce o catorce leguas. A la noche siguiente, 20 de septiembre (1868), se reimieron los miembros de la directiva de la junta mayagiiezana en la casa de don Matías Brugman, si tuada en el barrio Buenavista (Fmmias). Y, consideradas las cir

cunstancias del momento y las sugestiones consignadas por don Manuel Rojas en una carta dando cuenta de lo octirrido en Camuy,

aquéllos, después de convenir en antelar la revolución, acordaron señalar el golpe para tres días más tarde. Fijar como objetivos

inmediatos del mismo la toma de Lares y San Sebastián y subsi guientemente la de Moca, Quebradillas, Gamuy y Arecibo. Y, adoptar por sitio de reunión de los participantes, la finca de Rojas,

situada en el barrio Pezuela, distante poco más o menos de una legua del pueblo de Lares. Al paso que, un instante después, des pachaban sendos expresos para comunicar los acuerdos a las de

más juntas y demandar la más pronta ejecución de los mismos. Los móviles de tales resoluciones surgen, según parece, de los mismos hechos. El acuerdo fijando el 23 de septiembre para el estallido tuvo, quizás, por fundamento la consideración de que ese

era el plazo más breve, dentro de las apremiantes circunstancias del momento, para lograr la acción concertada de las juntas, sin

el peligro inminente de que esta pudiera ser impedida por el go bierno. El acuerdo señalando a Lares por objetivo, obedeció, qui zás, a las ventajas estratégicas que ofrecía la región con la estruc tura particular de sus núcleos montañosos y la fragosidad de sus bosques, así como por su remotez de los centros militares de San Juan; su condición de ser la zona donde el movimiento contaba

con mayor numero de partidarios; y su vecindad de Arecibo, pun to que ocupaba lugar preferente en la atención de los revoluciona

rios por hallarse allí encarcelado don José María González. El acuerdo sobre la toma de San Sebastián lo determinó la necesidad

de apoderarse de un conjunto de armas y municiones depositado en el Cuartel de Milicias de la localidad. Y el acuerdo fijando la finca de Rojas como punto de reunión obedeció, sin duda, tanto a

su proximidad a Lares como a las ventajas de comunicación que ofrecía con Arecibo, San Germán, Yauco, Adjuntas y Mayagüez. El momento, empero, distaba mucho de ser propicio para la ejecución del plan. No solo porque la revolución se veía compe-

Uda a pasar súbitamente del estado preparatorio al de acción ininediata, y en tan crítico instante se hallaba fuera del control de sus jefes supremos, sino, porque entonces ni después, contaba con el equipo necesario ni con los hombres que habían de venir a auxi

liarla, por haber sido aquél embargado y prohibida la salida de 18


éstos por orden del presidente de Santo Domingo don Buenaven tura Báez; y decomisado el transporte El Telégrafo por las autori dades de San Tomás.^®

De las juntas desparramadas por la Isla, muchas no recibie ron a tiempo y otras no llegaron a recibir jamás, la notificación de la de Mayagüez. Al paso que, muchos de los junteros se abs tuvieron de atenderla, movidos por la consideración pesimista de

que la prisión de González era un infortunio irremediable para la revolución. Sin embargo, pese a lo adverso de las circunstancias, otros junteros, colocados en la alternativa de abstenerse o actuar, optaron, siguiendo el ejemplo de los de Mayagüez, por la acción inmediata, juzgando quizás que revolución tímida es revolución

perdida. Mas sin considerar que el principio de estrategia de la economía de las fuerzas postula que para vencer en campo abierto se necesita una masa de fuerza igual o superior a la del adversario.

Cuando en la tarde del miércoles 23 de septiembre (1868), después de una jomada de seis o siete leguas, arribó a la finca de Rojas, el gmpo de Mayagüez, compuesto de cerca de cien hom

bres bajo la dirección de don Juan M. Terreforte, ya estaban allí los afiliados de Lares en número de cerca de doscientos. Poste

riormente, fueron llegando desde distintos puntos otras partidas. Y, bien entrada la tarde, el número total alcanzaba entre tres cientos y cuatrocientos hombres.^"

La gran mayoría de los revolucionarios era ajena a toda expe riencia militar. Y, si algunos estaban armados con fusiles, escope tas, revólveres y carabinas, los más, reclutados de entre el cam pesinado, no poseían otra arma que el cuchillo o el machete de chapear.

Reunidos los jefes principales— Brugman, Rojas, Cebollero, Ibarra, Beauchamp— éstos procedieron a tratar sobre la designa ción del jefe que debía asumir la dirección del movimiento. Varios de los presentes propusieron para el cargo a don Manuel Cebolle

ro. Pero, como Bmgman llamara la atención hacia el hecho de que Poco antes, en abril de 1868, el presidente Báez, sirviendo también los intereses de España, había intentado, con fútiles pretextos, arrestar a

Betances y embarcarlo para Puerto Rico. Mientras, años adelante, el Go

bierno español compensaba los servicios de Báez dándole asüo en Püerto Rico, cuando a consecuencia de un golpe revolucionario, aquél era de puesto de la presidencia de Santo Domingo. 20 Otras fuentes, sin embargo, señalan distintas cifras. D. Pedro Mediavilla, Alcalde de Lares, fija el número de los insurrectos en 1000 hombres,

el gobernador general don Julián Pavía, en 1000, D. Antonio Cánovas del Castillo, en 1000, Don Eugenio Carda Ruiz, en 1000, Figueroa, en 1000, Pérez Morís y Cueto, entre 800 y 1000, Celpí y Ferro, entre 800 y 1000, D. Justo Zaragoza, en 700, el juez Navascues Aisa, en 600, el alcalde de Aguadilla, en 600 y don José Ramón Freyre, en 500. 19


DE LA ISLA DB PUERTO-RICO.

DEL GOBIERNO SUPERIOR CIVIL

SÍNDICO,

D. Ramón Mañero.

cretaría de mi cargo, se acto." eocuentra una celebrada Correspondo bien y fielmente con el orijínal de el dia treinta y uno del BU contenido á que me refiero y para remitir d la

rior Gobierno á quien se oíevará copia de este

cumpliiuTento de las disposiciones de este Supe

Certifico: que en el puebió,' que todos están prontos á cooperar cuaderno de actas Muoi- fiosta cdn sus vidas siendo úeeesario, y por el

D. Fraacisco Rodríguez. cipales que lleva esta Se

Pazsidbktb, D- Emiliano Díaz. VOCALBS,

cómo támbien por ta tranquilidad y órden de e8|;9

Yo EL Infrascrito Secretario de la Mc- tará según lo ptevieno S.E.en la citada circular,encargándose la la Tpublicidad al Sr." Fresideute, a.,

NICIPAUDADDB ToA-ALTA.

"'Jún Lorenzo.

reunió en sesión extraor

A*A. wodncvtia

ú acL_duaat\o. a\\Uui\ou -

queña y transitoria alteración-' induiria po- L E. por Decreto de esta fecha, nombrar «n pro: Manuel Cabrera. de Presidente dijo: Que D. Victoriano Divilo. .der-os^ente para quebrantan el erédito y iedaa ^ara dicha Secretaría, por el turno de. cnoyjliendo con lo dispuesto por el Excmo. „ Jujian Delgado. Áiidráa Ooidero. suspender ^as transacciones c|pmerc|flilea que eleócíoo, ál que lo es de la -Moca, Don Luis R. Sr. cfobernador Supérior Civil que encarga,s( „ Pando. son la vida de esta Aotiila. ditacion mas García. le dd la mayor publicidad ¿ laa iraportantísi „ Mannel SÍNDICO. Resultando vacante la Secretaría de la Moca, lijera, cualquier acto público qqe no esté I noticias do la madre Pátria que coutícne D. Emilio Uivcro. ayustado ¿ toa Leyes ni ú las costumbres pa- por aaceoao del que U aervia, ha tenido por con- el Suplemento á ojm número 1*30, de MÍVOBBS CONTUIDUveniente S. E. nombrar en propiedad á Don Uli.. . , . .juez Qo . .. • jclficas y ordeOTChw neta ^ucia- !p«S"Oimeaez', TSNTKS. Secretario c^ue ha BÍdo de dicho Quo hizo lectura o'

Moion de sos^pcfr

"En el pueblo do Patillas

CuDaistorial AlL J unta

estilo,80 reunió en la Óasa

convocatoria á política de

sesenta y ocno auós, prévlá

tubre de mil qchocientos

el dia veinte y siqte de Oc

provincia de Puerto-Rico,

PbbsidAsts, órden j U.tranquiii lu^ por .el turno de antigüedad, al Secretario " Florencio Cintron. dinaria la Junta Munici CERTIFICO: que en el " Antonio Qarcia. pal y mayores coutribu- Don Agusliu Póirona. cuaderno da actas do esta dad. Estoy firmemente resuelto á que esta "^el Pepino, D. Femando de Arce. •* Pedro Peroz. OouDTS.sz Coabtet., yenles aiiotados al miirMunicipalidad, existe ut| se conserve, por que además de mi' dol^.er, Hollándose vacante la Secretaría del Pepino, " Ezcquicl Cabrera. Don Jacinto Disdior. acuerdo ij[ue .copiado dicé: ^Dgo la íntima persuasÍQu de que la mas pe del que la obtenía, ha tenido & bien " Manuel Chéveres. gen, y el Señor Alcal Voc.^Ba,

la Nación, me hallo en la imprescindible ol^li- A^sda D. Juan P. Rodríguez, nombrando en su

Caballería. " Lízaro Salgado. del afio de mil ochocieufro.?incia y también ú virtud de laa órdenes dePor de esta fecha ha tenido á bien S. E. " Feliciano del Valle. tos sesenta y ocho, se Qq» Ventura Barbes t Sanz, Secbbtahio db que he recibido del Gobierno provisional de declararDecreto LA MCNÍCIPAUDAD DE PATILLAS. fepaf&do del servicio al Alcalde de lá " Juan Ramírez.

pE LA ISLA DE PüERTO-EICO.

ElExcmo. Sr. Gobernador Superior Civil, en D. Felipo Sánchez. Decreto de eatp feoha, ha tenido pijr conveniente MaTOBKS CpNTBIBlJ- mesprózimo|pasado que Superioridad, libro la presente en la ^rolina. separar del cargo de Correjldor de San Germán á dos de Noviembre do mil ochociontos'sasonta, y. Q. Pablo Morales. dice así: á D. Manuel Goníalez, por convenir así al mejor " Circular número 15. Manuel Salgado. "En el pueble» de Ton- ocho.—Eicardo Zecdlos.—V.® B* ® Joan M. servicio; ÓQmbrando en su lugar en.comlaion, al " Valentin Claudio. de Sirraga. alta á "los treinta y un Comandante militar Don Rafael Aiberico y Pal-; " Manad Vázquez. días del mes de Octubre Jln mi posición de Gcfe superior de esta ma, pricqer gefe del S.^ Regimiento de milicias '* Rafael Boca.

flOe»NO SDPEKIOB CiriL

PARTE OEICIAL.

Dírcccioii d&Admialstracloa Local

SABADO 7 DE NOVIEMBRE.

NüM.im.

En la Imprenta de Gniizalez. Fortaleza 15.

SE SUSCRIBE

PERIODICO OFICIAL DEL GOBIERNO.

Todos los lártes, Jaéres y Sá

8E PÜBLIOA

fi AílTA Di PliRTD BKO.

T-


~

tr^

'£/<> qv0 por órden del Excmo. Sr. Qobe ■nadqrjteradñ acordó consignar por la presenté, que

,. JüaaJ. Oiiiirun.

Yo EL Inprasciuto Sbcretario interino DE LA Municipalidad del pueblo de Cayby. cias al Excmo. Sr. Gobernador Capitán Ge

I, José O- de lllvtro.

„ Juan J. Lebrón.

ye^s expresados al már

las graves ocurrencias quo bao tenido lugar én'la Má-

[2G de 20 del actual, sobre

inserta en la Gaceta núml

da lectura á la proclama

sesión extraordinaria. Da

gen á efecto de celebrar

-

...

de cosa", que rijc la Nación, que acatará y respe- Ita y

.

'

^

ocho Aüo% próvin convocatoria y b.ijo

„ Claudio Collazo. ., Jacinto Dolaan.

La Gaceta de Puerto Rico, periódico oficial del gobierno, inforvui al pueblo sobre la revuelta de Lares.

Cokcubrs.sxks.

Certifico: quu en el neral D. Julián Juan Pavía, por el buen con

TimrBmMMMMBMMMiiiiiii

consentir el que se quebranten ni mcnosca}}en los grandes principios que aquellas es •tablecen. Encargo á ü,ü., pues, que de mo-

trópóli, mántfóátenáo el Sr. Presidente, qué córho íoGregorio Márquez, legado del Supsric. ...... .Oocepto que se ha dignado fWrm'ar de estos lea bierno, desea conocer el pensamiento y¡rior Prcaidcoto Alcalde, sentir de cuaderno de actas de la U. Josü MuQoz. les vecinos. moradores y espera quo nq desdecirá á los 4o alguno autoricen ni consientan el que por Comandante de Caartel, Municipalidad de este Que así'se. manifieste ¿ S. E. con cppia de estos anteriormente manifestados con motivo do los p;i^eblo, y en sesión cele ,nna cTmae personas, sea cual fuere su calidad, D. Tomás Moralc^. ácoDtccimicqtoa^e Lares. En su consecueDcia por CuRl PARROCO, brada en esta fecha, se está acta para su superior conocimiento. ■se perpetre acto DÍngnno ostensible ni ^ unanimidad'sé acordó: que siendo esto Munici Con lo que se dió por terminado él acto D. Mi^uo] Fntó, encuentra una del tenor -tion jjjublica, sin excepción de .objeto, c\ pio la representación moral y gonuina del vecinque firman los Srés. concurrentes de que yo VoCALBS, ■Jesquíera que sean, las garantías que ofrezcan D. Ramoo Nogueras. siguiente : 9^0,80 hace eco y fiel intérprete do sus senti "En el pueblo de Ca- el Infrascrito Secretario certifico.—COncuer- mientos y.aspiracioues, para asegurar al'Gobier ios que pudieran solicitarlo. Ignacio Ortiz. da.hien y fielmente con el acta original Pedro Ji Vazq^Qci. yey á dos de NoviemSi hubiera alguna persona, que no lo es no que puede contar con su kiiltad y ñolpleza á que me remito. Y para para conservar ilesos pero, que, contrariado las dispoaiciqnep de Sindico, V.e de ínü ochocientos de;^i,LContenido los 'sagrados intereses de lá Üü., se permitiera cualquiera demóstracrón <5 D. Cárloe Lopes. sesenta y ocho, reunidos elevfi¿ á las Superiores manos del Excmo. Sr. Pátria y cl.explendor de la Bandera Española: qué Capitán General, en cumplimien por deber y norsirnpátfa, todos nos agregamos al acto público de loe,qué las ^eyes no autori loa Srea que componen la Junta Municipal, GoKwftudor zan, procederán ÜU. coii"m mayor energía anotados al márgen, se abrió la sesión por el to ds lo acordado por el Municipio, libro él rededor del digno Qefé tan sábiamcnté elejido pa á prenderla y entregarla ¿los tribunales de $r. Presidente con lectura del Decreto Supe presente . con el V.® B.® del Sr. Álcaldo en ra volar por nuestra seguridad y ventura? y qué jQs^a, con los quele hubieren aco^añado, rior, fecha veinte y nuevédel mes de Octubre foa-alta á los dos dios c^l mes de Noviem lo damos gracias por haber esperado de nuestra sin Tepatar en su número; y si hiciesen ade último, relativo al despacho oficial que por el bre dé mil ochocientos sesenta y ocho.—Joa sensatez y cordura, la áqúicsceiicia que so necesi ta para oguar.lar confiados íaa determinaciones man de resistencia prp^déráu Uü. á recha-' Ministro de Ultramar se le dirije con fecha quín Izquierdo.—Y® B?, Díaz. superiores. Terminándose el acto que firman los zarla con las armas en la inteligencia de que, trece del mismo mes, consecnente al alzamien Sres. concurrentes de que certifico.',' con solo desistir á la fuerza militar que auxi to ntwioDal que ha dado logar al nombra Es cnpiá conforme con el orijinal á quo m" re Don Ricardo Zevallos, SscBirrARio dr '-a Mu lie á la Aotoridad, serán juzgados militarroen- miento con fecha ocho del mesenarrado, ba mito; y para elevar al Excmo. Sr.Gobornadoi Junicipalidad DB LA Carolina. ,te considerándolo como rebelión, con arreglo jo la digna Presidencia del Excrno. Sr. Duperior Civli; libro la presente co'n el V? Bí Hel que dé la Torre, D. Francisco Serrano, Ge á It ley de 17 de Abril de 1821. Presidente, en Patillas á veinte y nueve do CoDCurreutee. CERTIF|P0: que en se Br. Conozco el buen criterio, y sensatez de neral en Gefe del Ejército español. La Junta Srts.pREStDEtrrE, Octubre do mil ochocientos sesentay ocho.—Fw»'inmensa mayoría de los habitantes de esta enterada de cuanto se sirve expresar el Excmo. D. Jm U. SArraga. flion celebrMá el día do tura Barócr.'—V? B9, Peyrona. ^er con osiatencia de loe Provincia, y eato es para mí una garantía de Sr. Gobernador Superior Civil y las demás VoüALÉS,' M. ^^uiyo. ores, anotddoa 4.I márgen ' ^ue no jhá de llegar aquel caso; antes al con; disporiciooes superiores insertas, acordó co D.1,'MuacI I. SaldaCa. se traté y acoiUé el parti < ;trario, estoy .en la persuacion de^jue todos se mo un deber innato de su adhesión, protes dblar siguiente: Don Juan Iglesia, SECRCTAnroDE la al Síndico, pondrán al .1^9 de la Autoridad y de que tar á su ilustrada primera AutoridAd, que, D. JoeASutrcz. "Se dié cuenfia con ja' Y JUNTA MUNICIPAL DEL PUEBLO DB ^an de influir poderosamente para que por' siempre consecuentes á sns principios dé ór Uayorcs coatribuyentcei, Circular del Excm^. Sr. caldía Monovis. padie se perturbe el drden y todos Se manten den y justicia, estarán dispuestos, en nonibre D. MáxÍBo LtDdroQ. Gobernador Superior Civil, J09Í Mprcado 2? gan con ía cordura juicipque ha aido: del pueblo qne représeutan, á 'secuRáar la vo ^ .Pldt.Iidcs á veinte y nueve do Octu CONCOBRBNTES. Quindocs.' bre éltimo, inserto en la CERTIFICO: quu en proverbial en este país á travos de los acón luntad Superior con la decidida abnegación, w. m^igaoz.' Presidist., pesion celebrada hoy tecimientos que tuvieron lagar en épocas aa-< que hoy como siempre, ea necesaria á todo 1 Antotlio Martines. Gaceta extraordiuaría que» recibió en esta Alcaldía! BonEzequiel Mediavills.^'^ de líi fecha por los teriórea. país civilizado, que conoce sus propios inte Colon. por él' correo do ' ayer tardo, ' 'lOJ Cou'üTE. DE CUARTEL, Srcs. de csto MunicIplo Moscoao. ' Sírvanse Uü acusarme el conocimiento dt' reses y los de ja Nación. Don Jorge Cebollero . „ BaaHió Pinero. ca ta cual S. É. manifiasi expresados al márgen, esw disposición, de quedar enterados dé ella Y para elevar é manos del Excmo. Sr. Go- I^ilááio Díaz. Vocales, según los despáchoi/ tuvo lugar un acuerdo y de procurar sn cumplimiento. beñiador Snperior Civil de esta Isla, librala' que ha recibido do la que Península, se ha constitu!. Don Agustín' Pádré. que copiado j^eralDios gUM-í^e á ü. mochos años. Puertor pr^nte en Cayey á dos de Noviémbre de do allí un Gobierno Provisional de la Nación, se " Fsliclano Pares. " Manuel Colon. mente, es como' sigue; Rico 5 de Novi^^re de 1868,—J. PAVIA.' mil ochocientos sesentay ocho.—AttreZtb Cb- gún mal por menor consta do los Decretos tam Sandoval Sres. Comandantes ^Militares de loa Depar Ion, Secretario interino.-V.' B.', José Mu bién írftiNtos en la referida Gaceta y de lus cuales ' Manuel En el pueblo de MoSindico, tamentos, y Sres. Corregidores y Alcaldes de ñoz. se hizó.''JK'ira en este acto. En su consecuencia Don Victoriano Mnüiz. los dos dÍ03 del la Corpiracion quiyla enterada del nuevo órden mes de Noviembre derovisí los pueblos de esta Isla. mil ochocientos sesen-

zan de una manera ¿ranqnila el (^rden dé Íq£ ^uebloa El sosiego de estos,«depende de no

mo base principal de ía felicidad (Jé los pue blos. Y asímisti^o consigna un vo o de gra

Runon Ibarra. Superior Civ/1 ao publica eb la Gaceta para cono está pronta á obedecer y respetar con la su „„ Manuel Cintrun. ^ iío ae alcanzar este objeto, me dirijo á cimiento general. misión debida las órdenes del Gobierno que „ Manuel Alvnrcz. oti., para mnnifestarlea qae la primera mi- Puerto-Rico 6 de Noviembre de ISQS.—tTiir/oi la Nación constituye, así coracf á mantener d „ Pedro Moyol. fien de las Autoridadca, tanto civiles como de Sojas. José A. Mapdez. todo tranco exponiendo sus vidas y hacien Quintero. mílit^ires, és el no óonsentir la violacioo de' das, si necesario fuese, el órden público, co „,. José Felipe Paado. jías íeyea .qoe están en vigor y qno.regulari

ioe ánimoa,

ijnílos ^fiffíritaa do sos bapi^ates.


Miembros de la Junta Centro Bravo Núm. 2, de Lares,

el plan que debía ponerse en planta era el que había expuesto Rojas en la carta remitida a la junta Centro Bravo a raíz de los sucesos de Camuy, aquéllos se avinieron a su nombramiento. Otor

gándose, luego, distintos rangos auxiliares a don Andrés Pol, don Juan Francisco Terreforte, don Manuel y don Joaquín Parrilla,

don Nicolás Rocafort, don Gabino Plumey, don Francisco y don Rafael Arroyo, don Abdón Pagán y don Pablo Rivera.

Repartidas algunas armas de fuego logradas a última hora y municionados también algunos de los que las poseían de antema no, comenzó a organizarse la pequeña fuerza. Al frente, se colocó un grupo de caballería capitaneado por don Pablo Rivera. Inme diatamente después el jefe supremo, portando una bandera roja 22


igual a la que habían tremolado los separatistas de 1838, acaudilla dos por Vizcarrondo Martínez. A su izquierda, don Clemente Millán, portando una bandera blanca, terminada en dos puntas a gui sa de gallardetón y sobre cuyo cuerpo lucía la siguiente leyenda es crita por Cebollero con un trozo de su propio tabaco: ¡Muerte o Libertad! ¡Viva Puerto Rico Libre! ¡Año 1868! Y, ya en pos de éstos, formaron los lugartenientes y números de infantería, entre

los que figuraban blancos y negros,^^ ricos y pobres.^^ Próximas las nueve de la noche y después de pronunciar Ro

jas una breve arenga, el pequeño ejercito emprendió el camino de Lares, donde, tal y como se había planeado, hizo su entrada sin oposición al filo de la media noche. Mas, no sin que produjeran extraordinaria conmoción en el vecindario, varias descargas he

chas al vuelo y las repetidas aclamaciones de los insurrectos de ¡Viva Puerto Rico Libre! y ¡Abajo los impuestos! Si bien se observa, aquel grito de ¡Viva Puerto Rico libre!,

juntamente con la bandera diseñada por Betances y confeccionada por doña Mariana Braceti, eran expresión y emblema del propósi to político de la revolución. Y, aquel grito de ¡Abajo los impues tos!, juntamente con la bandera encamada, tremolada por Rojas, eran expresión y emblema de su propósito económico-social. Tal y como la bandera blanca, tremolada por Millán y rotulada por Cebollero, era expresión de la pura y firme voluntad de morir por la causa de la libertad de Puerto Rico, que inspiraba a los jefes,

según la habían manifestado al optar por la acción militante, aun que resultara suicida, y ratificarían en el primer acuerdo del Gobierno Provisorio.

Digno de mención particularísima es el hecho de que don Pedro Beauchamp y don Enrique Bemal declararan libres a cuatro esclavos que

cada uno de ellos había conducido a las filas insurrectas, tan pronto como

tomaron puesto en las mismas y siendo los únicos útiles que poseían.

Aludiendo a su condición económica y social Pérez Moris, Cueto y otros, califican a los revolucionarios de Lares, de propietarios arruinados, cala

veras y bandidos. Pero, aparte de que no es indispensable que una revo lución sea obra de gente de buena posición, el aserto dista mucho de ser e.\acto. Pues, el propio Juez Instructor del proceso, dice en contrario, que

muchos eran individuos de alguna importancia, contándose entre eflos propietarios de mayor o menor escala o pertenecientes a familias cono cidas en la Isla.

23


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V

líjiguiendo la calle principal del pueblo, los revolucionarios se dirigieron, en ordenada formación, hasta el Ayuntamiento, donde sustituidos los símbolos de la soberanía española por los de la revolución, sus jefes procedieron, a moción de Rojas, a proclamar la independencia de Puerto Rico y a constituir, de inmediato, en tre los aplausos y aclamaciones de los junteros y la muchedumbre que iba invadiendo el local, el Gobierno Provisorio, que hubo de quedar compuesto por don Francisco Ramírez Medina, Presidente; don Federico Valencia, Ministro de Hacienda;^^ don Aurelio Mén dez Martínez, Ministro de Gobernación;'^* don Clemente Millán, Ministro de Gracia y Justicia; don Manuel Ramírez, Ministro de Estado; y don Bernabé Pol,^^ Secretario.'^" Reunidos en sesión deliberante, los miembros del Gobierno

Provisorio, aprobaron una declaración jurando que estaban resuel tos a morir por la causa de la revolución, de suerte que se la con siderase como un movimiento patriótico y no como una asonada o motín. Y, ya luego, dictaron, entre otros varios, un decreto, decla rando que todos los puertorriqueños tenían la obligación de tomar Don Federico Valencia había desempeñado el cargo de escribiente del ramo de jornaleros en el Ayuntamiento de Lares; el de Secretario de la Junta Local de Instrucción; y el de escribiente del Juzgado de Paz.

Don Aurelio Méndez Martínez, había desempeñado el cargo de Mayor domo de fábrica de la Iglesia de Lares, a propuesta del párroco don José Gumersindo Vega. Era propietario y comerciante, y figuraba entre los mayores contribuyentes del partido. Don Bernabé Pol, figuraba entre los propietarios de la localidad.

Pérez Moris y Cueto, con la agria hostilidad con que suelen tratar todo lo relativo a la revolución, señalan y subrayan el hecho de que casi todos los miembros del Gobierno Provisorio estaban relacionados por lazos de parentesco, sin intentar siquiera buscar una explicación al mismo en la perentoriedad del momento. Pero, en cambio, omiten puntualizar el hecho, verdaderamente significativo, de que los miembros del Gobierno Provisorio eran todos puertorriqueños.

25


las armas en pro de la independencia de Puerto Rico; que todo extranjero, que voluntariamente tomara las armas con igual pro

pósito, sería considerado patriota; y que todo esclavo, por el mero hecho de hacerlo, sería tenido por libre. Y otro, aboliendo el sis tema de libretas para jornaleros, vigente en la Isla, desde los

tiempos del general Pezuela. Como resulta obvio la revolución acreditaba con los hechos, en el mismo primer instante de su existenica, la firme decisión de

convertir en realidad la bella trilogía de sus supremos ideales de libertad política, libertad económica y libertad social. Posteriormente, el Secretario del Gobierno Provisorio, cum pliendo instrucciones del Presidente Ramírez Medina, que según parece, buscaba solidar con un acto solemne el entusiasmo de los

insurrectos, procedía a requerir al presbítero don José Gumersindo Vega para que celebrase en la Iglesia del pueblo un tedeum, por el buen éxito del movimiento. A esta solicitud, se negó en redondo el padre Vega, quien más que con el pensamiento del Obispo de Autun o los curas de San Luis y Dolores, comulgaba con las ideas de los Obispos Rodríguez de Olmedo y Gutiérrez de. Gos. Pero, don Federico Valencia mantuvo su petición con energía, y el Padre Vega, al fin y al cabo, se vio compelido a verificar la ceremonia, a la cual, además de mucha gente del pueblo, concu rrieron los principales miembros del Gobierno Provisorio y nume rosos insurrectos, quienes desplegaron sobre la baranda, frente al Altar Mayor, la bandera diseñada por Betances y confeccionada por doña Mariana Braceti, y entonaron el Te Deum maHyrum candidattis laudat exercitus, con una emoción bien distinta de la

que sintiera el padre Vega, quien, poco después, se apresuraba a La iglesia de Lares a fines del siglo 19.

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dirigir al Obispo, fray don Pablo Benigno Carrión, en San Juan, dos comunicaciones haciendo constar, que había celebrado la cere monia contra su voluntad, bajo la amenaza de los revolucionarios y sin los requisitos .prevenidos para tales casos. Mientras estos sucesos se desarrollaban en el Ayuntamiento y

en la Iglesia, los revolucionarios, atentos a su interés, no dejaron mano sobre mano. Varias patrullas se encargaron de la vigilancia

de las salidas y sitios más prominentes del pueblo. Otras, se ocu paron de poner bajo arresto a los funcionarios municipales, al Alcalde don Pedro MediaviUa y al Secretario don Lorenzo Camu ñas, y otras a las personas de más reheve en las filas conservado

ras y sus allegados, como don Antonio Ferrer, don Pedro Mayol, don Pedro Llinás, don Gregorio Gandarillas, don Ramón Verdier, don Gabriel Magrañer, don Juan José González, don Bartolomé Bemal, don Pedro Rulla, don Juan San Miguel, don Pablo Velilla

y don Jorge Frontaura, todos los cuales fueron encerrados, ya en la cárcel municipal, ya en la casa de don Tomás Hernández, con vertida en prisión temporal. Al paso que, otras patrullas se ocu paban de reunir y machetear las hbretas de jornaleros; otras, pro cedían a allanar los principies establecimientos de comercio de la locahdad como los de Ferrer, Márquez & Go., Galoca & Go.,

don Gregorio Cardona, y Fernández Hnos., y a quemar los hbros de contabilidad en que aparecían asentados los contratos verifica

dos, por muchos de ellos, a raíz del Decreto del 13 de mayo de 1867, en grandes fogatas levantadas en la vía púbhca, que eran

expresión del odio general contra aquel decreto; y aun otras, al mando de don Cesáreo Martínez, se dirigían hacia los campos, a

exhortar a los propietarios a que remitieran sus esclavos a la Gasa Alcaldía para darles la libertad, y todo sin que se cometiera nin gún acto de sangre contra los encartados ni hubiera otra víctima que don Grisóstomo Torres, uno de los mismos rebeldes, que murió a consecuencia de un balazo que se le escapara a otro insu

rrecto. Aunque,, antes y después, no faltaron algunos actos ocasionale's, de esa anarquía espontánea que es común a todos los movimientos revolucionarios.

27


VI

R

o obstante la diligencia desplegada por los insurrectos, va rios adictos a las autoridades españolas lograron salir de Lares para llevar noticia de los sucesos a los centros militares de Arecibo

y de Aguadilla. Si bien, pese a la mayor distancia, se recibieron primero en Aguadilla que en Arecibo, porque la mala condición del camino hacía que, para llevar un parte de Lares a Arecibo, se invirtiera más tiempo que para llevarlo a Aguadilla. Informado de lo que acontecía, el Comandante de Aguadilla,

don Francisco Saavedra, procedió a enviar, en misión especial, al pueblo de Moca, residencia del Comandante de la tropa. Capi tán don Ramón Egea, al Corregidor de la ciudad, don Jacinto

García Pérez, quien cumplida su misión, prosiguió hacia San Sebastián, donde hubo de arribar, después de un viaje de ocho horas, a las ocho de la mañana del 24 de septiembre (1868), y unido al Alcalde don Luis Chiesa Doria, se entregó a la tarea de organizar a los milicianos y a distribuir algunas patrullas de vigi lancia, las que, una o dos horas más tarde, comunicaban al Corre gidor y al Alcalde, que los revolucionarios se aproximaban a la población, dando vivas a Puerto Rico libre, a la independencia y a Betances, y mueras a España y a los españoles. En efecto, concluido el tedéum celebrado en la Iglesia de

Lares, los revolucionarios organizaron una fuerza de cien o dos cientos hombres. Frente a éstos se colocó don Manuel Rojas, por

tando la bandera encarnada, con que había entrado en Lares poco antes. Junto a éste, don Manuel Rosado, conocido también

por el nombre de Manolo el Leñero, portando el gallardetón blan co, con la inscripción en negro, que Clemente Millán había llevado desde la finca de Rojas; y, junto a éstos, don Ensebio Ibarra y don Pablo Rivera. Al despuntar el alba, conforme al plan adop28


tado en Mayagüez, partió la pequeña fuerza camino de San Se bastián. Y sobre las nueve o nueve y media de la mañana tenia ya a la vista la población.

Una vez en las cercanías. Rojas dió orden de detener la mar*

cha y procedió a destacar una patrulla montada de reconocimien to, compuesta de cuatro o seis hombres, la cual, penetrando por la calle principal, pudo llegar hasta la proximidad de la plaza. Pero atacada a tiros por los milicianos, situados en distintos pun tos, al mando de los Tenientes don Pablo López Chavarri y don Pedro San Antonio, el Corregidor García Pérez y el Alcalde Chiesa, aquella se vió compelida, tras breve escaramuza, a retirarse a toda prisa.

Informado de lo acontecido, bien pudo Rojas, siguiendo el consejo de Napoleón a Murat, distribuir sus fuerzas y atacar el pueblo por distintos puntos sin meterse en las calles. Sin embargo,

lo que hizo fue, penetrar en él, por la calle principal, y diri girse hacia la plaza, donde sabía que estaba el Cuartel de armas de los milicianos, los cuales, tan pronto como aparecieron los insu rrectos por el costado sureste de aquella, comenzaron a descargar sobre ellos, desde los balcones, techos e interior de las casas veci nas, un verdadero turbión de balas. La columna insurrecta' resis

tió, con decidido denuedo, la granizada, y venciendo las dificul tades para maniobrar que le dejaba el poco espacio de la calle, logró alcanzar hasta el mismo costado de la Iglesia. Pero, después

de sostener por algún tiempo la posición, tuvo que abandonarla, retirándose a las afueras del pueblo, no sin haber sufrido la per dida de dos hombres.

Rojas, pese al revés, no se dió por vencido. Y confiado en el triunfo resolvió repetir el ataque. Con tal proposito, reorganizo sus fuerzas. Dejó transcurrir algún tiempo, a fin de hacer creer a sus contrarios que todo había terminado; y, ya entonces, si

guiendo la misma táctica anterior, penetró en el pueblo por la calle principal, hasta colocar sus hombres, mediante.un rápido movimiento de avance, en el propio lugar que había ocupado po co antes al sureste de la Iglesia, desde donde, luego que Cebolle ro e Ibarra dirigieron a los milicianos una breve arenga para que se les unieran, los insurrectos iniciaron un vivaz tiroteo, al que hubieron de responder en igual forma los milicianos y adictos al Gobierno, mandados, en esta ocasión, por los Tenientes López Chavarri y San Antonio y el Alcalde Chiesa. Pues, García Pérez, comprendiendo que allí se necesitaba fuerza armada, con ánimo de buscarla, había salido nuevamente hacia la Moca. 29


El fuego se mantuvo regular y continuo, durante algún tiem po, sin que el triunfo se inclinara, por el momento, en favor de

ninguno de los bandos contendientes. Un instante después, sin embargo, los fusilazos de los milicianos comenzaron a amainar.

Los revolucionarios advirtieron bien el hecho; y, espoleados por el deseo de anticipar la victoria, redoblaron los suyos, a tiempo que algunos se aventuraban a colocarse en descubierto, buscando

afianzar la ventaja que se iba mostrando. Pero, de pronto, la posibilidad del buen éxito se desvaneció. Pues la tropa veterana, acampada en la Moca, irrumpió repentinamente en el lugar y, ante su empuje, la bisoña e improvisada fuerza revolucionaria,

tuvo que ceder y luego retirarse en desorden, que los jefes no pudieron impedir, dejando tras sí, cuatro muertos, que fueron don Casto Santiago, don Venancio Román, don Manuel de León

y don Leopoldo Plumey; cuatro heridos, entre los que figuró don Manuel Rosado (a) El Leñero; siete prisioneros, que fueron don Antonio Irizarry, don Santiago del Toro, don Juan Márquez Cruz, don Carlos Medina, don Juan Estanislao Quiñones, don Manuel Daniel y don Miguel Santana; y algunas armas, cartu chos y caballos.

La noticia del desastre de San Sebastián y un parte de Rojas mgiendo el inmediato traslado de los jefes revolucionarios, a su finca del barrio Pezuela, los llevó a Lares, tras veloz carrera a ca

ballo, don Pablo Rivera, quien hubo de validar con creces, pese a su diez y seis años de edad, el título de Capitán de cabaUeiia que le había otorgado la jefatura revolucionaria.

Reunidos los jefes, con excepción de don Aurelio Méndez y don Federico Valencia, quienes optaron por permanecer en el pueblo, aquellos tomaron el acuerdo de esperar, arma al brazo, hasta saber si se había verificado, con mejor fortuna, algún otro levantamiento en que pudieran ser útiles. Pero, como las noticias e informes que fueran recibiendo, indicaran lo contrario, ya en tonces, períhda toda esperanza, resolvieron echarse al monte, movidos quizás por la más remota de ganar la costa y buscar refogio en el extranjero. En tal guisa, el movimiento quedó frustra

do; resultando Lares la Covadonga malograda del ideal separa tista.

30


VII

jA^nalizando el fracaso de la revolución iniciada en Lares, Betances señala, como causa determinante, la precipitación con que ésta tuvo que pasar de la etapa preparatoria a a ejecutiva, es

tos, en cambio, apunta la mala dirección. Perez Morís y Cueto, pese a su manifiesta hostilidad, hablan de U falta de armamento adecuado. Y Quiñones lo atribuye a la carencia de ambiente. Pero a lo que parece, más que a una causa en particular, aquel se debió al complejo de todas las señaladas; así como a la falta de entrena miento militar de los insurrectos; la ausencia de auxiho exterior debida a la intrusión del presidente Báez; la desorientación producida por la súbita e inesperada prisión e onza ez, os ^ primentes efectos que tuvieron en la

de continuidad que había experimentado, desde 1838, la tradición revolucionaria, y, la persistente campaña antiseparatista que se venia haciendo en la Isla desde los tiempos del General de la Torre.^'

2^ Por entonces el juez, Navascues Aisa, señalaba, como he^o cierto, que el movimiento revolucionario puertomqueno estaba relacjonado con la Revolución española de 17 de sepHembre y la Revolución miciada en Cuba el 10 de octubre de 1868. La misma afirmación hiñeron, mas ade

lante, Pérez Moris y Cueto. Y posteriormente la han mpebdo don José de Granda en sus Reflexiones sobre la Insurrecct^ de Cuba don Gd Gelpi y Ferro, en su Historia de la Revolución y Guerra de Cuba, y, Ef^le, (pseudónimo) en el libro El Desastre Nacxonal y los Vtctos de Nuestras Instituciones Militares.

Pero, la relación entre el movimiento de Puerto Ríto y el de ^ba la niega Betances rotundamente. "Es cierto , —escribe Betances,-- que en 1867 se conspiraba en Cuba y en Tuerto Rico. Lo que no es cterto es

que las islas conspiraran de acuerdo; y esa fue una gran desgracia. Al paso que, la relación del movimiento revolucionario puertorri queño y el de la Península, la niega rotundamente el gener^ Sanz Posse, primer representante en la Isla del Gobierno Provisional de la Revolu ción Española de 1868, quien, califica el aserto, de suposición gratuita y

deleznable.

31


Notificado, entretanto, de los sucesos, el Mariscal Pavía, sin perder ripio, se apresuró a trasmitir un oficio al Jefe del Estado

Mayor del ejército. Coronel don Sabino Gamir y una circular a los Comandantes de San Juan, Arecibo, Aguadilla, Mayagüez y Ponce, instruyéndoles para que procedieran militarmente contra los insurrectos.

Mientras, por resolución de 27 de septiembre (1868), la Au diencia Territorial nombrada en comisión especial para investigar los hechos e instruir la causa correspondiente, al Juez de primera Instancia de Ponce, don Nicasio Navascues Aisa, quien, después de expedir aüto de prisión contra los cabecillas revolucionarios por

el delito de Rebelión para derrocar el Gobierno español en Puerto Rico, se trasladaba a Arecibo el 4 de octubre (1868) e iniciaba allí

sus funciones, auxiliado por el Promotor Fiscal, don Miguel Comesaña, y otros escribientes.

Las órdenes del Gobernador fueron cumplimentadas con ejemplar puntualidad; y, una vez sobre el terreno, las fuerzas del Gobierno comenzaron a desplegar un movimiento envolvente des tinado a encerrar, como dentro de un anillo, los núcleos insurrec

tos desperdigados por los montes de la región occidental, no sin que durante dichas operaciones aquellas devastaran sembrados, saquearan domicilios y cometieran otros abusos.

El 26 de septiembre (1868), después de haber realizado una

batida por el barrio. Pezuela, entraba en Lares con los primeros prisioneros, diez y nueve en total, la columna volante del Coman

dante don José Arce, procedente de Mayagüez. En esta misma fecha, y los dos días siguientes, eran apresados por la columna del Coronel Gamir en el barrio Palomar de Ca-

niuy, y en el valle del Cibao, veintiséis insurrectos, los que fue ron remitidos inmediatamente a la cárcel de Arecibo.

El 29 de septiembre (1868), llegaba a Lares, con otros va rios presos, la columna del Coronel don Juan Manuel Ibarreta, que desde San Juan se había trasladado a Aguadilla en el vapor de guerra Nuñez de Balboa. Y, el mismo día, arribaba con otros

la columna del Comandante don Juan Iglesias, procedente de Ponce.

En la madrugada del 30 de septiembre eran sorprendidos, por una patrulla al mando del Capitán don Francisco Martínez y los Sargentos don José González Portelli y don Antolín del Pra

do, y luego muertos a tiros, mientras dormían bajo un cobertizo de yaguas construido en el abrigaño de una tupida maleza de la Hacienda Asunción, propiedad de don Eduardo Quiñones, situa32


El mariscal Julián Juan Pavía, gobernador de Puerto Rico.. da en el barrio Río Prieto de Adjuntas, don Matías Brugman y don Baldomero Bauren. Y acribillado a balazos en un camino de monte don Bautista Toledo.^®

El 2 de octubre (1868), una columna, al mando del Alférez

de Milicias don Francisco Serrano, apresaba, en el barrio Guayo, del mismo término de Adjuntas, a don Francisco Ramírez Medi

na, don Ignacio Balbino Ortolaza y don Andrés Pol; y otra, al mando del Teniente don Pedro Quintana, apresaba, en el territo rio de Lares, una partida insurrecta encabezada por don Bernar do Soto.

Al día siguiente, una patrulla, al mando del Capitán don

Luis Prats, apresaba, en las sierras de Las Marías y San Germán, a don Pedro García Segundo, don Leoncio Rivera y dieciocho in dividuos más, todos los cuales fueron remitidos a la cárcel de 28 El descubrimiento y muerte de Brugman y Bauren sobrevinieron a consecuencia de las delaciones de José Aparicio y Bernardo Navarro,

Comisarios de los barrios Guayo y Río Prieto, respectivamente, y de un peón nombrado Francisco Quiñones (a) El Viejo. 33


Ponce; mientras la patruUa del Coronel Gamir, después de ocupar la casa y explorar la finca de Brugman, apresaba otros varios. El 4 de octubre (1868), una columna al mando del Coronel

don Cayetano Iborti, apresaba, en el barrio Guabas, de Maricao, una partida insurrecta encabezada por don Polo Angleró; otra, al mando del Teniente López Chavarri, apresaba, en territorio de Lares, otra partida insurrecta compuesta de dieciocho individuos; y otra, al mando del Teniente don Miguel Peris, apresaba, en el

barrio Bartolo, otra partida compuesta de seis individuos. El 5 de octubre (1868), entre la una y media y dos de la tar

de, una columna, al mando del Comandante don Juan Iglesias, los Capitanes don Francisco Martínez, don Vicente La Roche y don Luis Prats y el Teniente don Isidro Pablo Costa, lograba apresar, durante una batida por el barrio Río Prieto, a don Ma

nuel Rojas, don Manuel Cebollero, don Rodulfo Echevarría y don Clemente Millán; lo que dió motivo para que el Comandante Mi

litar de Ponce, Coronel don Elíseo Berriz, pubhcara, al otro día, la siguiente proclama:

Habitantes de Ponce.—Conociendo vuestra lealtad y hon radez, he prescindido hasta ahora de dirigirme a vosotros para excitar vuestro patriotismo, pero la comunicación que me dirige el teniente coronel don Francisco Martínez anun ciándome la captura, a la ima y media del día de ayer de los cabecillas Manuel Rojas, Manuel Cebollero, Clemente MilIán y Rodulfo Echevarría, me pone en el deber de co municaros tan grata nueva para satisfacción general.

Las columnas que salieron de Ponce en persecución de los insurrectos al mando del Teniente Coronel Martínez, Co mandante Iglesias y Capitán Prats, han merecido bien de la patria.

Con la captura de los cabecillas citados han caído ya en poder de nuestras tropas todos los titulados jefes de esa tiurba de amotinados que en hora funesta para ellos concibie ron el desatentado proyecto de turbar la proverbial tran quilidad del país, y el mal éxito que ha tenido tan criminal tentativa, convencerá a los ilusos y mal intencionados de

que todas sus maquinaciones se estrellarán siempre contra la sensatez de estos habitantes y el valor de nuestras tropas.^® El 6 de octubre (1868), se presentaban al Coronel Gamir, en Mayaguez, don Enrique Brugman y don Bruno y don Augusto Chabrier; y al Coronel Balboa, don Eugenio Bemal. 28 La aprehensión de Rojas, Cebollero, Echevarría y Míllán la verifi caron el Alférez José Serrano y el Cadete Manuel SantaeUa; y la misma sobrevino a consecuencia de los informes y auxilios suministrados por Juan Bartolomei, Manuel Cirilo Irizarri y Domingo Mariani. 34


El 9 de octubre (1868), una patrulla, al mando del Capitán don Rodulfo del Toro, apresaba, en el barrio Guajataca. a don Ensebio Ibarra y varios otros insurrectos.

,, ,,

El 18 de octubre, era abatido a balazos, por la patrulla del

Capitán Prats, en una ceja de monte de una finca propiedad de

don Manuel Cuindulain, situada en el barrio Indtera de Yauco,

don Joaquín Parrüla, después que éste había agotado los tiros de su revólver.'"

Al día siguiente se presentaba y entregaba a don Demetrio SantaeUa, Corregidor de Ponce, don Clodomiro Euclides Abril, quien, desde el 28 de septiembre anterior, había andado errante por los montes, con don Manuel Rojas.

El 27 de octubre (1868), eran apresados, por la patrulla del Teniente López Chavarri, en el barrio Las Marías, de Mayagüez, don Juan M. Terreforte y don Francisco Arroyo.

Y. al día siguiente, era apresado, por la columna volante del Teniente Resano, don Bernabé Pol.

Detallar -consignan Pérez Moris y Cueto- las m^e-

rosas prisiones que diariamente hacían las iversas co umnas a su paso por los infinitos y variados accidentes que presenta el terreno en la feraz y pmtoresca isla de Puerto Rico, sería, sobre prolija, cansada tarea. Baste decir que en los veinte y tantos días que operaron las columnas, se hicie

ron sobre seiscientos prisioneros que fueron conducidos a as cárceles de Arecibo, Aguadilla y Lares, para tenerlos en las inmediaciones del primero de los puntos citados que fue donde se instaló el juzgado que debía entender en la forma ción de la correspondiente causa.

La labor del juez Navascues Aisa, por su parte, no resultó menos fructífera.

En los primeros días de octubre (1868), eran arrestados, en calidad de complicados en los sucesos de Lares y San Sebastián, don Felipe González, don Avelino Feliciano, don Rodulfo Cha varri, don Domingo Paoli, don Feliciano Ojio, don Reyes Coronel

y el presbítero don Juan López Aguas. El día 8, don Salvador y

don Celedonio Carbonell Toro, don Julio Audinot, don José María Gonze, don Cornelio Martínez, don Juan Chavarri, don Manuel so El descubrimiento y muerte de Parrilla sobrevino a consecuencia de los informes suministrados, a las tropas españolas, por un vecino de ban Germán nombrado Diego Torres.

.

,

SI El apresamiento de Terreforte y Arroyo sobrevmo a consecimncia de la delación de im individuo de apellido Souffront, quien era Comisario del barrio.

35


Mangual y don Adolfo Betances Alacán. El 9, los presbíteros don

Juan Montes de Oea y don Juan de Dios Díaz, curas de Vega Baja e Isabela; don Carlos Elio Lacroix, don Julio H. Henna, don Fran cisco Parra, don Julio Delgado, don Rafael Pujáis, don José Rufino Goenaga y don Adolfo Ruíz Belvis. El 10, eran arrestados en San

Juan, don José Julián Acosta, don Julián Blanco Sosa, don Calixto

Romero Togores y don Pedro Gerónimo Goyco, quienes fueron trasladados a la cárcel de Arecibo en distintos carruajes, custo

diados por la Guardia Municipal, después de haber permanecido varios días encerrados en el Morro, los dos primeros, y los últimos en el Castillo de San Cristóbal. Dos o tres días más tarde, eran arrestados, don Eduardo Heyliger y don José Gualberto Padilla. Y para fines de mes, se encontraban recluidos, en las cárceles de Lares, San Sebastián, Aguadilla, Mayagüez y Arecibo, más de

ochocientos presos, gran número de los cuales nada tenía que ver con los sucesos.

EN ESTE LUGAR RADICO LA HACIENDA DE CAFE DE

DON MANUEL ROJAS JEFE DE

LAS FUERZAS REVOLUCIONARIAS

QUE DESDE AQUI PARTIERON EL 23 DE SEPTIEMBRE DE 1868 PARA OCUPAR EL PUEBLO DE LARES Y PROCLAMAR ALLI

LA INDEPENDENCIA DE PUERTO RICO EN OCASION-DEL CENTENARIO DE LA HISTORICA JORNADA COLOCO ESTA LAPIDA

El Instituto De Cultura Puertorriqueña

1968

36


VIH

T JA situación de los encausados no tardó en ser harto difícil y dolorosa. Pues, si con motivo de una epidemia de vómito negro, causada por las deficiencias del régimen carcelario perecían alre dedor de ochenta, otros muchos hubieron de sufrir los abusos y

excesos de algunos, que como el Coronel Balboa y el Capitán Mar tínez, se dedicaron a humillarlos con golpes, insultos e imprope rios.

A engendrar tal situación cpntribuyeron, de consuno, la ani madversión y la suspicacia oficiales, y, más particularmente, la énorme avalancha de comunicaciones dirigidas a las autoridades

por numerosísimos individuos de toda la Isla, en las que se prodi gaban, nemine discrepante, grandes elogios al Gobierno y virulen tos denuestos contra los revolucionarios.

Tal fue la conducta, entre otros, de los miembros de los Ayun tamientos de Guayama, Añasco, Arecibo, Lares, Toa Baja, Camuy, Carolina, San Sebastián, Yauco, Juana Díaz, Mayagüez, Morovis,

Arroyo, Patillas, Ceiba, San Germán, Guayama, Naranjito, Aguadilla, Caguas y Río Piedras, quienes, se apresuraron a remitir al Mariscal Pavía sendos mensajes, en que, repitiendo los conceptos de los componentes del Ayuntamiento de San Juan de 1838, ofre cían vida, servicio y hacienda en pro de la causa oficial; y, decla raban su inquebrantable lealtad al trono de doña Isabel II, al par

que su deseo, de que gimieran bajo el imperio de la ley, los crimi nales, revoltosos, torpes, ingratos, calaveras y obcecados bandidos

que neciamente habían intentado turbar la paz y tranquilidad de esta feliz y preciosa parte de la nación española. Mientras, los de Añasco, Arecibo, Ponce, Yauco, Camuy, Juana Díaz, Maya

güez, Morovis y Guayanilla, en particular, procedían a iniciar sen das suscripciones públicas, con el objeto de obsequiar la oficiali37


dad e individuos de la tropa y ¡as milicias que habían operado en unión de la fuerza veterana para defender el Trono de doña Isabel II, la Buena, de las criminales acechanzas de los rebeldes de Lares.

En tales circunstancias, fue nombrado un Consejo de Guerra, para juzgar, conforme a las órdenes del ejército, a don Manuel Rojas, don Andrés Pol, don Pedro García Segundo, don Rodulfo Echevarría, don Leoncio Rivera, don Pedro Pablo Quiñones, don Clemente Millán y don Francisco Ramírez Medina. El Consejo desplegó inusitada diligencia. Y, poco después, dictaba sentencia condenando a dichos procesados a sufrir la pena de muerte en garrote, con expreso mandato de que la misma debía ejecutarse en el pueblo de Ponce. Pero al revisar el expediente, movido por

las muchas solicitudes de perdón que le dirigieran las damas de todos los pueblos, el Obispo y el Clero, el general Pavía procedió a suspender la sentencia impuesta a don Manuel Rojas y don Rodulfo Echevarría, hasta que se resolviera un incidente de juris dicción provocado por el juez Navascues Aisa; y, a conmutar por la de diez años de reclusión en un presidio de la Península, las sentencias dictadas contra los demás. Posteriormente los presos Francisco Ramírez, proclamado presidente de la república.


La reina Isabel II de España. fueron trasladados al Castillo del Morro. Y el 16 de diciembre

(1868), el Mariscal Pavía, comunicaba al Ministro de Ultramar en Madrid, que éstos habían sido embarcados en el vapor Santander,

con destino a La Habana, para que el gobernador de Cuba dispu siera su envío a la Península; y que, antes de embarcar, los presos le habían dirigido una exposición, testimoniándole su agradeci miento por su conducta.

Pero, todo esto quedó al fin sin resultas, a causa de los suce sos acaecidos en España. En efecto, el 17 de septiembre (1868) había estallado en Cádiz una pujante revolución contra el Gobier no de doña Isabel II. El movimiento, entre cuyos principales mantenedores figuraban los Generales don Juan Prim y don Fran cisco Serrano, don Antonio Cánovas del Castillo, don Práxedes

Mateo Sagasta, don Manuel Ruíz Zorrilla y don Adelardo López de Ayala, adquirió, en poco tiempo, vigorosísimo impulso. Y, ya

en pos de la Batalla de Alcolea, 28 de septiembre, el Gobierno quedaba vencido, doña Isabel II tenía que buscar refugio en Fran cia y en su lugar quedaba constituido un Gobierno Provisional presidido por el general Serrano.^®32 Para entonces un grupo de republicanos catalanes solicitaba del nue vo Gobierno la libertad de los revolucionarios insulares.

39


Los sucesos de la Península no tardaron en ser conocidos en

Puerto Rico; y si, poco después, se recibía un decreto amnistiando los complicados en la Revolución de Lares, más adelante, se reci bía otro, relevando del gobierno al Mariscal Pavía, quien hizo entrega del mismo a su sucesor, el 30 de diciembre (1868), y se embarcó de inmediato, para la Península. No obstante los graves sucesos que llenaron su mando, si en

el orden político, el Mariscal Pavía, se condujo con desusada gene rosidad, en el orden administrativo, y hubo de adoptar algunas medidas e iniciativas de interés.

EN LA ANTIGUA ALCALDIA DE LARES

UBICADA EN ESTE LUGAR FUE PROCLAMADA U INDEPENDENCIA DE PUERTO RICO Y CONSTITUIDO EL GOBIERNO PROVISIONAL DE LA REPUBLICA

EN HORAS DE LA MADRUGADA DEL 24 DE SEPTIEMBRE DE I8G8.

EN EL CENTENARIO DEL HISTORICO ACONTECIMIENTO

COLOCO ESTA LÁPIDA A

EL AYUNTAMIENTO DE LARES. I9G8

40


INDICE página

I

3

II

8

III

10

IV

17

V

25

VI

28

VII

31

VIII

37

El ste folleto forma parte de la serie Libros del Pueblo que publica el Instituto de Cultura Puertorriqueña. La serie, de un carácter aún más difusivo que la Serie Popular del Instituto, se reparte gratuitamente, en forma de folletos, monografías sobre temas de interés general y trabajos de literatos puertorriqueños del pasado y del presente. Los folletos ayudarán al lector a iniciarse en la lectura de las mejores obras lite rarias de Puerto Rico y a adquirir conocimien tos de la historia, las artes y las ciencias.

Las personas interesadas en adquirir ejem

plares de estos folletos podrán solicitarlos en el Departamento de Instrucción Pública, principal encargado de la distribución, en los Centros

Culturales de los pueblos, o en las oficinas del Instituto en San Juan.

Núm. 10/diciembre de 1968

Esta serie. Libros del Pueblo, es publicada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña


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