El Viejo San Juan y su isleta (2017)

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EL VIEJO SAN JUAN Y SU ISLETA

COMPENDIO HISTÓRICO, TEMÁTICO

E

ILUSTRADO

POR: RAFAEL CALDERÍN MAYO

DE

2017


ESCULTURA DE SAN JUAN BAUTISTA DEL ARTISTA RAFAEL LÓPEZ DEL CAMPO EN LA PLAZOLETA FRENTE AL CAPITOLIO DE P UERTO R ICO FOTO DEL AUTOR DEL 6 DE ABRIL DE 2013 CUANDO LLEGARON LOS RESTOS DE RAMÓN POWER & GIRALT . AL FONDO EL BUQUE ESCUELA JUAN SEBASTIÁN ELCANO


Agradecimientos y advertencia

Agradezco a Dios por haber nacido en esta tierra a la cual amo tanto. Son también muchas las personas a quién le agradezco su ayuda y apoyo, primeramente a Eugenio Latimer quien desde el comienzo de este proyecto, desinteresadamente accedió a revisar y comentar mis escritos. A mis amigos que directa o indirectamente, aun sin ellos saberlo, me alentaron en continuar en estos afanes por conocer más de la historia de mi país, que tanto me apasionan. A los muchos colaboradores que revisaron y comentaron el borrador de este escrito y también los que desinteresadamente proveyeron fotos. Esta publicación se escribió como una guía ilustrada, dirigida a proveer información y datos históricos fidedignos a lectores interesados en conocer más sobre la historia del Viejo San Juan y su Isleta. Es un resumen histórico dividido por temas, que comprende desde los comienzos de la conquista y colonización, hasta llegar a las primeras décadas del siglo XX cuando ocurre la expansión poblacional y urbana en el área este de la isleta, Puerta de Tierra. Esta guía ilustrada no está dirigida hacia académicos que quieran estudiar la historia del Viejo San Juan y su Isleta a profundidad.


Dedicatoria

A mi esposa de ya casi cincuenta aùos de matrimonio y a mis hijos y nietos que son el futuro de nuestra patria‌


El Viejo San Juan y su Isleta Compendio Histórico, Temático e Ilustrado Tabla de contenido

1. Los comienzos de la colonización de la isla de San Juan Bautista

Precedentes históricos

1

El primer encuentro entre taínos y españoles

6

Los primeros asentamientos y la mudanza a la isleta

7

Desarrollo urbano durante los siglos XVI y XVI

10

2. Las fortificaciones en la isleta de San Juan

Las primeras fortificaciones

15

El Castillo de San Felipe del Morro

17

Las murallas y otras defensas de la isleta

23

El Castillo San Cristóbal

35

3. Los ataques a la Isleta de San Juan

El primer ataque inglés de 1595

40

El ataque inglés de 1598

42

El ataque holandés de 1625

46

El ataque inglés de 1797

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4. Instauración de la Iglesia en la isleta de San Juan

Los primeros templos y ermitas

58

El monasterio y la iglesia de la orden de los dominicos

61

El monasterio y la iglesia de la orden franciscana

65

La Catedral de San Juan

70

El protestantismo americano en el siglo XX

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5. El desarrollo urbano y económico de los siglos XVIII y XIX Medidas que propiciaron el desarrollo económico y poblacional de la isleta de San Juan

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Edificaciones de uso público, uso militar y el derribo de las murallas.

81

El desarrollo de los servicios públicos en la ciudad

88

La pavimentación de las calles de la ciudad

92

6. El Cambio de Soberanía

La Guerra Hispanoamericana y su legado en San Juan

96

La planificación de las instituciones a través de la Isleta 102

Comentarios Finales

110

Bibliografía de referencia

111


1. Los comienzos de la colonización de la isla de San Juan Bautista Precedentes históricos Cristóbal Colón fue el primer europeo que arribó al archipiélago de las Antillas y llamó a los aborígenes de estas islas, indios, probablemente por su creencia inicial de que había llegado a la India.

Mapa de Juan de la Cosa – 1500 [1er Mapamundi]

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Mapa de las Antillas – 1500 [sección del mapa de Juan de la Cosa] por Cayetano Coll y Toste en el libro Lealtad y Heroísmo de la Isla de Puerto Rico

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Mapa del Segundo Viaje de Cristรณbal Colรณn por las Antillas Trazo en color rojo por Cayetano Coll y Toste en el libro Colรณn en Puerto Rico

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Su segundo viaje a América, probablemente el más importante de sus cuatro viajes, fue una expedición colonizadora que constaba de 17 embarcaciones y cerca de 1,500 hombres escogidos. Traían caballos, semillas, herramientas, materiales y todo lo necesario para colonizar las nuevas tierras y cristianizar a los aborígenes de estas. En la expedición también venían indios intérpretes, que habían sido capturados en la Española durante el primer viaje del Almirante y que al llegar a España fueron instruidos y aprendieron el castellano. Zarparon el 25 de septiembre de 1493 del puerto de Cádiz y se dirigieron en ruta a las Islas Canarias, allí se apertrecharon de toda clase de animales domésticos y todo género de aves que pudieran multiplicarse al llegar a la isla de la Española. Continuaron su viaje y para el domingo 3 de noviembre comenzaron a avistar varias islas hasta llegar a una que llamaron Guadalupe. Aquí desembarcaron algunas lanchas y al llegar a la playa encontraron algunos indios de ambos sexos, que habían sido robados de la Isla de Boriquén por los indios Caribes, que cuando vieron las lanchas acercarse a la costa huyeron a los montes dejando libres a sus cautivos. Estos pidieron a los españoles que los regresaran a Boriquén, lo que le fue concedido. Durante los próximos días, los colonizadores encontraron y dieron nombre a muchas otras islas, hasta avistar el 19 de noviembre a la isla de Boriquén la cual bautizaron con el nombre de la Isla de San Juan

Bautista. Cristóbal Colón desembarcó y estuvo aquí por algunos días recogiendo agua para proseguir su viaje a la Española, sin embargo, no existe acuerdo sobre el lugar de este desembarco. La mayoría de los estudiosos del tema considera que fue en algún lugar de la bahía entre Aguadilla y Aguada. En la isla de Boriquén, como la llamaban los habitantes de esta isla existía una sociedad indígena establecida desde el año 1,000 a 1,200 de nuestra era, o sea aproximadamente 300 años antes de la llegada de los españoles; ellos se llamaban a sí mismos como taínos. Don Ricardo Alegría, primer Director del Instituto de Cultura Puertorriqueña, describe los rasgos físicos de los taínos de la siguiente manera: tenían la piel de

color cobrizo, pelo negro, grueso y muy lacio. No tenían barba ni bigote. Después del desembarco de Cristóbal Colón, la isla de Boriquén 4


permaneció con sus taínos viviendo en paz y sin colonizadores extranjeros, por los próximos 15 años.

Taíno – Cajigas -1989

Mapa de la Isla de San Juan de Puerto Rico – T. López -1791

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El primer encuentro entre taínos y españoles Juan Ponce de León, joven hidalgo leonés, había viajado junto a Cristóbal Colón en su segundo viaje de 1493. En la Española había participado en las guerras contra los indios, hasta destacarse como gran militar en el área este de la isla donde se estableció con su familia. Allí supo de viajes que existían entre la costa este de la Española y la isla de Boriquén, realizados por los taínos; donde conoció historias sobre la abundancia de oro en la isla. Interesado en la búsqueda de oro, en 1508 obtuvo permiso del gobernador de la Española para explorar la isla de San Juan Bautista. Aunque existen versiones diferentes sobre éste primer viaje exploratorio a la isla de Boriquén, se sabe que estaba constituido por cerca de una veintena de españoles, que viajaban en una pequeña barca. Ponce de León arribó por la costa sur [Coll y Toste establece que fue en la costa oeste] en territorio del cacique Agüeybana, nombre que en el idioma taíno quería decir mayor señor de la isla. En este primer encuentro, los colonizadores, recibieron una bienvenida amistosa. Ponce de León solicitó guías para explorar la costa, primeramente por el sur yendo en dirección este, luego viraron hacía el norte y bordeando la costa noreste en dirección oeste encontraron la bahía de San Juan a la que él llamó, puerto rico, nombre que describía la configuración topográfica de esta bahía, que prometía excelentes cualidades como puerto naval. Luego de explorar el área, escogieron como asentamiento un lugar a una legua de la costa en la parte sur de la misma. Allí construyó un bohío y caminos, realizó algunas labranzas y recogió oro, para luego regresar a la Española; dejando los fundamentos de un pueblo que luego se llamaría Caparra.

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Escudo de los Ponce de León

Juan Ponce de León II

Ruinas de la Casa de Juan Ponce de León en Caparra

El primer asentamiento español y la mudanza a la isleta Luego que Juan Ponce de León regresara a la Española de su primer viaje a la isla de San Juan Bautista, obtiene autorización del gobernador, para comenzar la conquista y colonización de Boriquén, y en 1509 regresa a la isla acompañado de su familia, para fundar definitivamente a Caparra. Tanto él, como las familias que vinieron de la Española acompañándolo, traían ganado, semillas y bastimentos. En este asentamiento, fue Ponce de León el primero en construir una casa en piedra, sin embargo ninguno de los otros vecinos se decidió a hacerlo, pues no estaban satisfechos con las condiciones de salubridad y del acceso a este primer asentamiento desde el desembarcadero en la bahía. Más tarde, en el 1510 se hizo la primera fundición de oro en 7


Caparra, se estima que entre ese año, y hasta el 1536 hubo un rendimiento del oro extraído en toda la isla de cerca de cuatro millones de pesos. Posteriormente, la extracción de oro cesó o dejo de ser económicamente viable. Fue evidente que los pobladores de Caparra, persistían en su resolución de no construir vivienda en piedra como lo había hecho Juan Ponce de León. Todos dejaban saber que las desventajas e inconvenientes de insalubridad y de inaccesibilidad a este asentamiento, superaban las posibilidades de tener vivienda cómoda y segura. Deseaban el traslado de la villa a un paraje más adecuado. Este malestar general influyó en la orden de los frailes Jerónimos, que autorizaba al Licenciado Rodrigo de Figueroa a ir a la isleta en 1519 para implementar las directrices establecidas en la misma. Parte de la orden lee de la siguiente manera:

NOS, por la presente, mandamos a VOS, el dicho CONSEJO y JUSTICIA y REGIDORES, que vayáis a la dicha isleta y tracéis el mejor sitio de los que os pareciere la dicha ciudad y tracéis la iglesia ancha, según y de la manera que pueda caber en ella mucha gente, porque confiamos en Nuestro Señor que su población ha de ser una de la señaladas de sus partes. Así mismo dejareis anchura proporcionada de cuadra donde sea la plaza principal, y las calles serán anchas y los solares que a los vecinos se han de dar, sean en los mismos lugares y partes cercanas a la dicha iglesia y plaza y demás de esto, señalareis los solares que fuere menester para hacer un hospital y casas oficiales. El Lcdo. Figueroa preparó una carta que decía; fui a ver la isleta con uno

que dibujase el puerto y la isleta, con la ciudad y estero y comarca de ella, desde un cerro alto donde se paresce todo. Ella está, como entramos en el puerto, a mano izquierda. El mapa incluye notas donde se marca lugar dónde debe ser el puerto y otra nota señala aquí ha de ser la ciudad.

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Mapa de la Isleta – 1519 Licenciado Rodrigo de Figueroa – AGPR

Por fin, durante el 1521, tuvo lugar el discutido traslado; el mismo año que Ponce de León fallece en la Habana, Cuba como resultado de una herida de flecha que sufrió durante su segundo viaje a la Florida, donde intentaba la colonización de la misma. La marca en el mapa del Lcdo. Figueroa señala la caleta como el lugar del puerto. Probablemente durante la mudanza, los vecinos de la antigua villa de Caparra llegaron a la pequeña playa, justo al frente de donde hoy se encuentra la Puerta de San Juan. Al este de esta caleta, un poco retirado de la costa, fue donde se construyó la plaza y la iglesia a la que la orden de los Padres Jerónimos hace referencia. La nueva ciudad localizada en la isleta, vino a llamarse La Ciudad de San

Juan Bautista de Puerto Rico.

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Desarrollo urbano durante los siglos XVI y XVII En las descripciones de la Ciudad de San Juan durante los siglos XVI y XVII, realizadas por cronistas y dignatarios que nos visitaron, se recogen datos que ayudan a entender como ocurrió el crecimiento urbano de la ciudad durante estos primeros dos siglos. Algunas de estas descripciones son las siguientes: Cuando venía a ocupar su puesto de Obispo en la Ciudad de Santo Domingo, don Sebastián Ramírez de Fuenleal se detuvo en la ciudad de San Juan en 1529 y por mandato del monarca español escribió una descripción que nos ayuda a entender el desarrollo en los primeros ocho años. La memoria lee así; vine a la isla de San Juan como V. M. me lo

mandó, y estuve en ella trece días. Vi como en la Ciudad había ciento veinte casas, de ellas de piedra, y las más de tablas y paja. La iglesia se acabó de cubrir estando yo allí, y es suficiente para otros doscientos vecinos más. Hácese un monasterio de Santo Domingo y lo más, esta edificado muy bien, y están en él más de veinte y cinco religiosos. Esta el pueblo junto al puerto y desviado del agua que beben una legua pequeña, aunque otra agua, que no es tal, se halla en pozos del pueblo. La yerba y todos los mantenimientos traen con barcos porque en la isla, do la Ciudad está, no hay labranzas sino algunas huertas que se comienzan a hacer y así viven con mucho gasto y trabajo. En otro fragmento de la carta que el obispo envía al rey nos da una idea de cómo crecía la ciudad; se consideraba vecino, un jefe de una familia de cinco personas y se estimó una población de 480 habitantes para ese año de 1529. En 1530 el Gobernador Francisco Manuel de Lando hizo un censo de la población y sobre éste, el historiador Francisco Moscoso, nos narra; La

ciudad de Puerto Rico tenía siete edificios de piedra (tapiería), uno de los cuales era la casa de 24 pies de García Troche, yerno y albacea de Ponce de León. Los otros eran las Casas Reales, que servían de residencia del tesorero y contador y de aduana y casa de fundición; la casa del Cristóbal de Guzmán (fenecido); la casa del obispo; la casa de “dos vecinos"; el hospital (decaído por los estragos de una tormenta); y la iglesia-catedral. Los dominicos vivían en un monasterio y había una pequeña ermita de los devotos de Santa Bárbara. 10


Los demás vecinos casados y solteros residían en 30 casas de madera y tejas y 20 casas de paja. Otros pobladores alquilaban unas 35 pequeñas tiendas de teja y madera, propiedad de la Iglesia, la cofradía y de mercaderes. Un número indeterminado de otras casas, casas de servicio y corrales completaba el complejo urbano. Todavía no existía una fortaleza y el gobernador de Lando se refería a ella como un proyecto.

La Casa Blanca y La Fortaleza –A. Montanus 1625

Esta recopilación surge de un informe que el gobernador Lando le pidiera a García Troche en 1531. El censo reportó el siguiente resumen de habitantes; blancos españoles eran 265 y los negros eran 2,952. En la copia del grabado holandés de 1625, muestra la Casa Blanca similar a lo que describe García Troche en su informe. Esta casa-fuerte deja de serlo cuando se termina la Fortaleza y pasa a ser solamente la residencia de la familia de Juan Ponce de León y así permanece por algo más de 250 años. En 1779, los descendientes la venden al gobierno español, y se designa como residencia de los ingenieros militares que en aquel momento realizaban las reformas a las fortificaciones de la isleta. En 1898 pasa a ser propiedad de ejército de los Estados Unidos y pasa a ser la residencia del comandante en jefe de las fuerzas armadas en la isla. En 1939 es restaurada y para 1967 se devuelve al gobierno de Puerto Rico que la declara monumento histórico y la transfiere al Instituto de Cultura Puertorriqueño, para luego de restaurarla y convertirla en lo que es hoy, el Museo Casa Blanca. 11


Detalle Casa Blanca – 1720 [Identificada como Casa de Novoa] – Juan Amador Courten AGI

La Casa Blanca – Revista ICP Núm. 24 ENE-JUN 2013

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En 1571 Juan de Velasco, Cronista y Cosmógrafo Mayor del Consejo de Indias describe la ciudad de la siguiente manera La ciudad de San Juan de

Puerto Rico está en 65 grados de longitud de la ciudad de Toledo [España], a que responde 930 leguas, y en 18 de altura; hay en ella como doscientos vecinos españoles, y reside en ella el gobernador y los oficiales y la catedral, desde el año 21 [1521] que se erigió, en la cual residen muy pocos clérigos por la pobreza de los diezmos. Continua diciendo, hay en la ciudad un Monasterio de Frailes Dominicos, dos Hospitales y dos Ermitas. También hay dos fortalezas, una la llaman el Morro a la entrada del puerto, la otra que es la principal, más adentro en el puerto. Refiriéndose esta segunda a la Fortaleza ubicada en el baluarte de Santa Catalina. La última descripción disponible que tenemos de la ciudad durante el siglo XVI, proviene del navegante y cartógrafo francés Samuel de Champlain en su visita de 1599, en ella dice De esta isla [La Margarita]

pasamos a San Juan de Puerto Rico la cual encontramos muy desolada; tanto la Ciudad, como el castillo o fortaleza que es muy fuerte; y el puerto es también muy bueno y protegido de todos los vientos, excepto el nordeste, que sopla directamente hacia la bahía. La población es muy mercantil. Había sido saqueada, poco antes, por los ingleses, los cuales dejaron señales de su visita. Quemada había sido la mayor parte de las casas, no hallándose en el lugar ni cuatro personas, salvo algunos negros que nos dijeron que en su mayor parte, los comerciantes de la ciudad habían sido apresados por los ingleses, y los que pudieron escapar habían huido a los montes. El visitante está haciendo referencia al ataque inglés capitaneado por el Conde de Cumberland ocurrido en 1598. Según el historiador Aníbal Sepúlveda, el crecimiento de la población de la ciudad fue lento y gradual durante los siglos XVI y XVII, éste nos ofrece los siguientes datos demográficos: para el 1540 San Juan tenía 2,000 habitantes; 1,000 para 1580 y 1,500 para 1630. Estos datos nos confirman que en algunos periodos la población se redujo y en otros el crecimiento poblacional fue sumamente lento, como ocurrió durante el siglo XVII. La última información disponible de los habitantes de la ciudad en el siglo XVII, reside en el censo de 1673 que el entonces Obispo de San 13


Juan, Fray Bartolomé García de Escañuela, solicitó. Este censo ofrece los siguientes datos: había en ese año 259 casas en la ciudad, 820 habitantes blancos de los cuales 2/3 partes eran mujeres, 667 esclavos y 304 pardos libres. El total de habitantes 1,791. Examinando en detalle el desarrollo de las obras en la ciudad de San Juan durante el siglo XVII, podremos notar que la gran mayoría de estas fueron de carácter militar. Se trata de las mejoras realizadas al Morro, la construcción y posterior reconstrucción del Fuerte del Cañuelo, del fuerte de la Perla, del fuerte de San Cristóbal (no nos referimos al Castillo que data del siglo XVIII), de las murallas del litoral sur y este de la isleta que da a la bahía y frente de tierra, con sus puertas y otras fortificaciones. Las únicas construcciones de importancia que no fueron de carácter militar, es la de la Iglesia y Monasterio de San Francisco de Asís que fueron terminadas en 1653 y en 1670 respectivamente.

Dibujo de la isleta de San Juan por Baltazar Vellerino - 1592

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2. Las fortificaciones en la Isleta de San Juan

Dibujo de las primeras fortificaciones de la Ciudad de San Juan (ca. 1597)

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Las primeras fortificaciones Considerada y valorada la Isla de Puerto Rico como un lugar estratégico en el Caribe, al cual se refirió Felipe IV de España como el frente y

vanguardia de todas mis Antillas Occidentales y, como consecuencia, es la más importante y la más codiciada por mis enemigos; las fortificaciones en la ciudad de San Juan fueron paulatinamente desarrollándose a través de doscientos cincuenta años para convertirse en una de las ciudades mejor defendidas en el Nuevo Mundo. En el lugar del primer asentamiento al lado sur de la bahía, llamado Caparra, fue donde Juan Ponce de León construyó la primera casafuerte. Posteriormente, cuando ya los vecinos de Caparra se habían relocalizado en la isleta, es cuando se construye un modesto baluarte en la punta de entrada al puerto. Nos narra el historiador Francisco Moscoso que un año antes de que se construyera la Casa Blanca en San Juan, para julio de 1522, las autoridades locales recibieron noticias que Francia armaba tres navíos con 700 hombres para atacar a Puerto Rico. En ese período fungía como gobernador de la isla el Obispo Alonso Manso, y en reunión con el cabildo se acuerda construir a la entrada del

puerto un baluarte, específicamente en la punta de la entrada del puerto. Este pequeño baluarte quedó listo para septiembre y en él se utilizó el cañón que se trajo de la casa-fuerte de Ponce de León que existía en Caparra. Ya para 1523, García Troche había edificado la Casa Blanca, la cual sirvió como casa-fuerte en la defensa de la ciudad mientras se construía la Fortaleza en el baluarte de Santa Catalina. La Casa Blanca es hoy un museo, administrado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Algunos años más tarde, en 1531, es que se ordena levantar los planos de la Fortaleza y se comienza a construirse en 1532, terminándola para 1539. Esta nueva Fortaleza se construyó, donde en fecha posterior se construiría el baluarte de Santa Catalina, actualmente residencia de los gobernadores de Puerto Rico. El historiador, Adolfo de Hostos, nos narra que ésta consistió de una cortina flanqueada por dos torres como correspondía al arte de fortificación anterior al uso de baluartes para flanquear una cortina de murallas.

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Foto aérea de la Fortaleza Cortesía de Puerto Rico Historic Building Drawings Society Se distinguen la cortina flanqueada por dos torres como describe A. de Hostos

El Castillo de San Felipe del Morro En 1537, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo escribe una carta al monarca español Carlos V que dice: aunque la edificaran ciegos, no la

pudieron poner en parte tan sin provecho, éste se refería a la fortaleza ubicada en el baluarte de Santa Catalina. Luego la carta recomendaba reubicarla a la punta o entrada del puerto como sitio más adecuado. Fue para 1539 que dio comienzo a la construcción de una fortaleza en el morro. Consistía de una torre de defensa que fue terminada para 1544, pues en carta de ese mismo año, el Obispo Bastidas nos dice: la fortaleza

y el morro desta cibdad son buenas fuerzas, pero falta artillería.

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La palabra morro al que el Obispo Bastidas hace referencia es definida por la Real Academia de la Lengua Española como un promontorio o

peñasco escarpado que los navegantes podían utilizar como orientación. A esta torre original ubicada en el morro, se le añadió la batería auxiliar que hoy conocemos como la batería de agua y es sin duda, a la que se refiere el tesorero Cristóbal de Salinas, en carta de 1554, cuando dice:

el morro que es un cubo y bastión, que está a la boca del puerto, si estuviera bien edificado podría defender la entrada con seis piezas.

Mapa de San Juan 1582 – se destaca la torre original del Morro Se atribuye a Juan Ponce de León II y al Bachiller de Santa Clara

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Más tarde en 1582 el Rey Felipe II solicita al entonces gobernador de la isla, Juan Melgarejo a preparar una Memoria y Descripción de la Isla de Puerto Rico. La memoria preparada por Juan Ponce de León II, nieto del conquistador, junto a bachiller Antonio de Santa Clara nos la describe de esta manera: a la entrada del puerto, en una angostura, esta una fuerza que

llaman el Morro, que es una plataforma que tiene seis piezas medianas de bronce. Los datos que provee esta memoria y los frecuentes ataques de los franceses, holandeses e ingleses a las posesiones españolas en el mar Caribe, es sin lugar a dudas, lo que motiva al rey a enviar en el año de 1586 al Maestre de Campo Juan Tejeda y al ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli, a visitar a Puerto Rico con la encomienda de transformar el fuerte del morro en una ciudadela, que sirviera de refugio a la guarnición. En memoria de este rey, es que el castillo toma el nombre de San Felipe del Morro. Tejeda y Antonelli estuvieron en el sitio donde había de construirse el castillo, tomaron las medidas y determinaron los desniveles que eran necesarios para poder representar los perfiles y trazar los planos. La primera fase que consistía en terraplenar y crear las plataformas donde estarían ubicadas las baterías de tiro en los diferentes niveles. Fue durante esta etapa de terraplenar, cuando se fue ocultando el contorno cilíndrico de aquella torre primitiva. Al llegar a Puerto Rico el capitán Pedro de Salazar en 1591, acompañado de algo más de 200 soldados, venía con la encomienda de ser el encargado de la construcción del castillo y junto a los 400 negros esclavos asignados por el cabildo de San Juan, comenzó de inmediato con las obras que había sido instruido de realizar. Al cabo de dos meses desde su llegada a finales de mayo, Salazar informa: el revellín delante de la puerta lo tengo ya en defensa y terraplenado

por servirme de través para toda la cara… el caballero questa a la mano derecha, que se llama de Austria, que de cantería y tapias lo he levantado… yo no me salgo de lo que dejó aquí ordenado Juan de Tejeda y Antonelli y por su planta y orden voy prosiguiendo.

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Dibujo del Morro – 1591 – Capitán Pedro Salazar En el trazo de este mapa podemos notar que para esta fecha el baluarte que hoy conocemos como de Ochoa no estaba levantado.

En esta manera se estaba siguiendo la nueva tecnología defensiva, de proteger la cortina frontal con dos baluartes, en vez de dos torres como ocurrió en la Fortaleza. Este arreglo se conoció como hornabeque por la manera que salían hacia afuera los bastiones respecto a la cortina frontal, que daba la apariencia a los cuernos de un toro. Fue durante el ataque de Francisco Drake en 1595, lo que llamaríamos la primera prueba de fuego al castillo, donde quedaron reveladas algunas de las deficiencias de la incipiente ciudadela y ayudó a impulsar nuevas obras y la urgencia de remediarlas prontamente. En 1597 se ordenó asignar al gobierno de México, el envío de un situado para cubrir el costo de las nuevas construcciones. Cuando Jorge Clifford, atacó a la ciudad en 1598, probablemente el baluarte del lado izquierdo originalmente conocido como de Tejeda, y 20


que hoy lo conocemos como el baluarte de Ochoa, estaría ya terminado y conectado a la cortina de unión con el otro baluarte de Austria. Cuando llega el capitán Alonso de Mercado a la isla, en 1599, enviado con 3,000 soldados para recobrar la ciudad que había sido rendida a Clifford, ya los ingleses se habían retirado desde septiembre del año anterior. Este toma el cargo de gobernador como se le había asignado y activa la reparación de los daños que habían sido infligidos al del castillo del Morro durante el ataque de Jorge Clifford. Los dos próximos gobernadores posteriores a Mercado, Sancho Ochoa (1602-1608) y Gabriel Rojas (1608-1614) reparan y mejoran los baluartes del hornabeque levándolos a la altura que hoy tienen, añaden las casamatas que rodean la plaza de armas y una cisterna. Durante la gobernación de José Novoa y Moscoso (1655-1660) se realizó una extensa reparación de los edificios del castillo y se reconstruyó el puente sobre el foso seco, que había sido destruido durante el ataque holandés de 1625. Las próximas mejoras significativas al castillo ocurrieron, al enviar Carlos III, en 1765, al Mariscal de Campo Alejandro O’Reilly para llevar a cabo una reforma completa de las fortificaciones militares en la isla. Como parte de este proyecto, designó al comandante de Ingenieros Tomás O’Daly responsable de las obras, éste comenzó las mejoras del castillo del Morro en 1766. Fue responsable de completar las baterías bajas tal como hoy las conocemos, que incluían parapetos de 18 pies de espesor, colocó garitas en las salientes de estos parapetos, proveyó troneras en los muros, demolió las edificaciones independientes que tenía el castillo, remplazándolas con estructuras en piedra adosadas a los muros del castillo, reemplazó el puente levadizo de la entrada por el puente de arcos que conocemos hoy día. Proveyó una cisterna a prueba de bombas debajo de la plaza de armas, diseñado con capacidad suficiente para proveer agua por un año a los soldados y refugiados que en caso de ataque acogiera el castillo. Estas mejoras fueron completadas para 1776.

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Plano de la batería baja del Morro – 1856 Cortesía de San Juan National Historic Site

De manera similar a lo que hemos descrito anteriormente, se encontraba el Castillo de San Felipe del Morro cien años después, cuando dio comienzo la Guerra Hispanoamericana en 1898. Como un dato de interés, los accesos a la torre original que se había construida hacía ya más de 350 años, quedaron sepultados como consecuencia del bombardeo de la flota americana a la ciudad ocurrido el 12 de mayo de ese año. La misma permaneció oculta por aproximadamente 40 años, cuando fue redescubierta en 1938, al remover los escombros del derrumbe producido por este bombardeo. Hoy podemos visitar y apreciar esta primitiva fuerza, localizada en el segundo nivel del Castillo de San Felipe del Morro. Entre las modificaciones posteriores realizadas al Morro se destacan los búnkeres de observación construidos en 1942, con el objetivo de vigilar el posible acercamiento de submarinos alemanes a nuestras aguas. 22


Foto aérea del Castillo de San Felipe del Morro Cortesía de Puerto Rico Historic Building Drawings Society [PRHBDS]

Las murallas y otras defensas de la isleta De las defensas construidas por los españoles fuera de la ciudadela del Morro, con anticipación al ataque inglés de Francisco Drake de 1595, menciona el gobernador Menéndez Valdés (1582-1593) que existían plataformas artilladas, una donde hoy está el baluarte de Santa Elena, la de San Gabriel cerca donde está hoy el baluarte de San Agustín, otra en la caleta junto a la fortaleza, también en la Puntilla y en la boca del río Bayamón, en el Boquerón y también en el Escambrón, otra en el 23


Morrillo, donde luego se construyó el baluarte de Santo Domingo y finalmente en el puente de agua (San Antonio); tenían cerca de 35 cañones repartidos entre todas, según nos narra Enrique T. Blanco en su escrito Por el adarve de San Juan.

Mapa de la isleta de San Juan – 1598 Archivos General de Simancas El mapa nombra [siguiendo la manecillas del reloj] el morro, el morrillo, Santa Bárbara, el cambrón, el boquerón, la fuente, el tejar, la fortaleza, Santa Elena.

En los comienzos del siglo XVII, se construye el fuerte del Cañuelo, sobre un peñón que existía entre la isla de Cabras y la costa de Palo Seco dejando una pequeña entrada a la bahía. Luego del ataque holandés de 1625 fue reconstruido para 1647 y tomó el nombre de San Juan de la Cruz. Preocupado por este ataque y las múltiples incursiones de franceses, ingleses y holandeses a islas tan cercanas a San Juan como Santa Cruz y San Cristóbal (hoy conocida como Saint Kitts), el rey Felipe IV ordena al entonces gobernador de Puerto Rico, Enrique Enríquez de Sotomayor, a que cercase [amurallar] la ciudad de San Juan. Nos dice el canónigo Torres Vargas, en su Descripción de la isla y ciudad 24


Fortín de San Juan de la Cruz [Cañuelo] Dibujo de Erick Pérez

de Puerto Rico de 1647, que el gobernador Enríquez comenzó su cerca con

tanto desvelo y trabajo que no reservaba ninguno y al fin dejó una puerta y dos plataformas. Dio Enríquez prioridad al amurallado del el lado suroeste desde el Castillo de San Felipe del Morro hasta la Fortaleza de Santa Catalina.

Foto de parte de las primeras murallas construidas durante la gobernación de Enrique Enríquez de Sotomayor 1631 – 1635

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Esta sección del amurallado consistía de los siguientes tres baluartes, el de Santa Elena, el de San Agustín y el de Santa Catalina. Entre estos últimos dos está la Puerta de San Juan a la que Torres Vargas se refiere; las dos plataformas a que él hace referencia son; el fuerte de la Perla situado en el lado norte de la ciudad y el fuerte de San Cristóbal situado en lo alto del monte peñascoso donde hoy se encuentra el Castillo de San Cristóbal. El próximo gobernador, Iñigo de la Mota Sarmiento (1636-1641) es el que continúa el cerco hasta cerrar el amurallado por toda la parte sureste de la ciudad. Esta sección de muralla comprendida entre el baluarte de Santa Catalina hasta el fuerte de San Cristóbal, consistía de los siguientes baluartes; el baluarte de la Concepción adyacente a la Fortaleza, el de San José de las Palmas, el de San Justo al lado oeste de la puerta del mismo nombre, seguido por el baluarte al este de la misma puerta conocido como el baluarte del muelle, seguido por el baluarte de San Pedro Mártir y finalizando con el baluarte de Santiago que estaba cercano a la puerta del mismo nombre y la cual conectaba entonces, al fuerte de San Cristóbal. Con estos suman a nueve los baluartes que cubrían el lado oeste, sur y este de la ciudad y que estuvieron completados para aproximadamente 1641. En este tramo amurallado, hubo originalmente tres puertas, sin embargo, para 1873 se añadió una entrada adicional que se conoció como la Puerta de España. Que se construye para facilitar el acceso de mercancía de los muelles hacía la ciudad, por las restricciones de espacio que entonces causaba la Puerta de San Justo.

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Dibujo de la ciudad mostrando las murallas y garitas que existen al día de hoy Cortesía de Puerto Rico Historic Building Drawings Society

Las tres puertas originales tenían leyendas en sus entradas y una pequeña hornacina que servía como altar a la advocación del santo que daba nombre a la puerta. Las leyendas estaban escritas en latín y su traducción era la siguiente: la Puerta de San Juan que es la única que no fue derribada a finales del siglo XIX dice bendito el que viene en el

nombre del Señor; la de San Justo y Pastor que daba al muelle decía: el Señor es mi ayuda ¿a quién temeré? y la de Santiago que daba al este y era las más majestuosa de todas decía: si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela quien la custodia.

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La Puerta de San Juan construida bajo la gobernación de Enríquez

La Puerta de San Justo y Pastor construida bajo la gobernación de la Mota Sarmiento - Ilustración de 1884

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La Puerta de España -1875 - construida bajo la gobernación de Sanz Dibujo de José Laguna y Saint Just – AGPR

Puerta de Santiago –construida bajo la gobernación de la Mota Sarmiento Foto de 1897 durante el derribo de las murallas

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Para llegar a la Puerta de Santiago y poder entrar a la ciudad, luego de las reformas a las fortificaciones militares realizadas en la segunda mitad del siglo XVIII, se requería pasar por el Revellín el Príncipe, donde existía una puerta, conocida como la Puerta de Tierra, ver el grabado de Erick Pérez para notar el sistema de control que existía para ganar acceso a la ciudad murada por el lado este.

El revellín El Príncipe y la Puerta de Santiago Dibujo de Erick Pérez

Como se había mencionado antes; en 1765 llega a Puerto Rico el Mariscal de Campo Alejandro O’Reilly para llevar a cabo una reforma mayor de las fortificaciones militares en la isla. Esta encomienda a O’Reilly, surge por la amenaza real de que ya desde 1762 los ingleses se habían tomado las islas de Martinica y Santa Lucía, además de haber capturado la ciudad de la Habana en Cuba. Esta ciudad fue retenida por cerca de un año hasta que en negociaciones con Inglaterra, España realizó un canje donde el territorio español en la Florida pasaría a 30


Inglaterra si Inglaterra a su vez renunciaba a la ciudad de la Habana y a todo el territorio cubano, el canje se realizó en julio del 1763 luego de once meses de ocupación. O’Reilly preparó un reporte y plan que fue prontamente aprobado por el rey. Tomás O’Daly y a Juan Francisco Mestre fueron reclutados para ejecutar las obras de mejoras a las defensas. Como ya se mencionó anteriormente, los trabajos que realizó O’Daly en el Morro fueron de prioridad y que estaban completados para 1776; sin embargo, simultáneamente se trabajó en la construcción de dos de los cuatro polvorines (almacenes de pólvora); el de San Jerónimo concluido para 1769, el de Miraflores para 1776. Los últimos dos construidos fueron el de Santa Elena en los predios del campo del Morro para 1787 y finalmente el de San Sebastián para 1791.

Dibujo comparativo de los 4 polvorines Cortesía de Puerto Rico Historic Building Drawings Society

Aunque para 1788, O’Daly y Mestre habían culminado con la mayoría de las obras militares en el San Juan murado, decidieron que era también importante reforzar y fortificar el resto de la isleta. Para esto, decidieron construir las líneas defensivas; siendo la primera la que cubría el lado 31


este de la isleta, desde la punta del Escambrón, al norte, hasta los manglares en el caño San Antonio, al sur. Esta primera línea, consistía de la Batería del Escambrón, cortina de murallas bajas o parapetos que la unía a la batería de San Ramón, que estaba adyacente al fuerte de San Jerónimo, que continuaba con cortina de parapetos hasta unirla al puente fortificado de San Antonio, de ahí la línea continuaba adentrándose en el canal San Antonio donde estaba la batería de San Antonio; parte de esta línea incluía el almacén de pólvora de San Jerónimo al que nos habíamos referido antes. Hay que aclarar que algunas de estas estructuras existían desde antes, como la batería del Escambrón, el puente San Antonio y el Fuerte de San Jerónimo (conocido anteriormente como la batería del Boquerón); pero fue durante esta reforma militar de O’Daly y Mestre que fueron reparados o reconstruidos, para llevar estas defensas a los estándares militares de fines del siglo XVIII.

Primera Línea de Avanzada – dibujo de Erick Pérez Cortesía del San Juan National Historic Site

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La segunda línea defensiva, menos sofisticada que la primera, consistía de un parapeto o muralla baja que cruzaba de norte a sur la isleta con un revellín aproximadamente en el centro, detrás de esta línea existió una casa de guardias y una escuela de tiro de artillería. Acercándose a la ciudad existió una zanja defensiva o trinchera, conocida como el trincherón que también cruzaba la isleta de norte a sur.

Segunda Línea de Avanzada – dibujo de Erick Pérez Cortesía del San Juan National Historic Site

La muralla del lado norte de la ciudad, que unía al Morro con el nuevo Castillo de San Cristóbal data también de esta época y del esfuerzo de estos dos ingenieros militares antes mencionados. Esta cortina de murallas incluían los siguientes baluartes, empezando por el de San Antonio cercano al Castillo del Morro, seguido por el de Santa Rosa, luego el de Santo Domingo, más al este el de las Ánimas, después el de Santo Tomás y finalizando con el de San Sebastián que conectaba al Castillo de San Cristóbal. En este tramo norte se construyeron dos salidas, la primera conocida como la Puerta de San José o del Cementerio entre el baluarte de Santa Rosa y el de Santo Domingo y la 33


segunda conocida como la puerta del Matadero en el baluarte de Santo Tomás. Toda la muralla norte, así como ambas de estas salidas se conservan, hasta el día de hoy. Fue para esta época en el último cuarto del siglo XVIII que la ciudad de San Juan Bautista de Puerto Rico quedó completamente abaluartada y rodeada de un circuito de murallas, que tenía una longitud aproximada de tres millas a la redonda y donde existieron quince baluartes alrededor de su perímetro. [sin incluir los baluartes de los castillos]

Plano de San Juan – 1861 cortesía de San Juan National Historic Site Muestra las murallas y los baluartes alrededor de la ciudad

La ciudad y el Castillo de San Cristóbal Vista desde el sur 1824 - Biblioteca del Congreso

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El Castillo de San Cristóbal

Castillo de San Cristóbal Vista desde el este 1824 - Biblioteca del Congreso

El Castillo de San Cristóbal fue, sin duda, la obra cumbre de Tomás O’Daly y Juan Francisco Mestre. El propósito para el cual fue diseñado, era el de proteger la ciudad de ataques provenientes del frente de tierra y también para auxiliar al Castillo del Morro en ataques por la costa norte y por la bahía. Según Adolfo de Hostos, para estas grandes obras realizadas por O’Daly y Mestre, se usaron cerca de 700 confinados provenientes de España, Venezuela y Colombia, dirigidos por obreros diestros que vivían en la ciudad. Para estos años, estima el mismo autor, que la población de San Juan aumentó cerca de 2,000 habitantes, de cuatro mil quinientos en 1765 a seis mil quinientos en 1783. Aunque la construcción del fuerte de San Cristóbal y la Puerta de Santiago con sus defensas había comenzado desde 1634 y 1641 respectivamente, estas obras de reforma total de las defensas de la isleta y la construcción del monumental Castillo de San Cristóbal se completó en un periodo de poco más de veinte años. Ocupa el castillo cerca de 27 acres (aproximadamente 28 cuerdas) en un promontorio que tiene cerca de 150 pies sobre el nivel del mar y que requirió cambios de topografía, para alinear sus baterías de forma efectiva y cumplir su propósito que antes describimos. 35


Fachada y Cortes del Castillo San Cristóbal 1861 Dibujo de Manuel F de Castro – cortesía del San Juan National Historic Site

El castillo consta de un caballero, llamado de San Miguel, que está en la parte más alta del mismo, a un nivel algo más bajo, está la batería principal, provista con almenas y troneras y dirigidas a proteger por un lado la costa y por el otro ataques por tierra, A otro nivel aún más bajo esta la plaza de armas, bajo la cual están construidas cinco enormes cisternas para recoger y almacenar el agua de lluvia, consta también de un cuartel para los soldados y otro para los oficiales que están en este nivel, la parte norte de esta plaza la cubre una serie de casamatas, precedidas de una galería o pórtico que permite el paso cubierto hasta la entrada de tres túneles. El de la izquierda, que es el más largo, pasa por donde está el único calabozo que tuvo el castillo y eventualmente sale al exterior del lado este. El túnel del centro el más corto es una rampa que sube de la plaza de armas al nivel de la batería principal, el túnel de la derecha conducía también al exterior este del castillo. Los túneles de la izquierda y la derecha fueron diseñados para ser minados y cerrar el acceso al enemigo (cosa que nunca ocurrió). En la salida de la plaza de armas que da a la ciudad, está una casa de guardias que da acceso a una rampa que baja hasta el nivel de la calle, próximo al baluarte de 36


San Sebastián y al polvorín del mismo nombre. En el nivel de la plaza de armas está la capilla del castillo con advocación a Santa Bárbara.

Detalle de la fachada principal del Castillo San Cristóbal

Detalle del altar de la capilla con la imagen de Santa Bárbara

La parte este del castillo estaba rodeado de una serie de fosos secos que conectaban con la Puerta de Santiago, allí existía el revellín del Príncipe que protegía a ésta de posibles ataques por el frente de tierra. Protegiendo la parte oriental del castillo están las llamadas defensas externas que constan del revellín de San Carlos, con la batería de Santa Teresa a lado norte y la Contraguardia de la Trinidad al lado sur. Luego comienza el glacis que se extiende hasta el fuerte del Abanico y al lado norte del Abanico, la batería de la Princesa. A medio camino, entre el revellín de San Carlos y el fuerte del Abanico, existían dos líneas de retirada, que protegía a los soldados que estuvieran huyendo del enemigo. 37


Foto aérea de las defensas externas en la parte superior la contraguardia de La Trinidad, al centro el revellín de San Carlos y abajo la batería de Santa Teresa. Entre estas defensas y el castillo existía un foso donde hoy está el búnker donde se encuentra el centro de visitantes del San Juan National Historic Site. Abajo el lado este del glacis, en la parte superior el Fuerte del Abanico y al frente la batería de la Princesa - cortesía de Puerto Rico Historic Building Drawing Society

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Ilustración del Castillo San Cristóbal con sus defensas externas completas al terminar del siglo XVIII Cortesía de San Juan National Historic Site -NPS

Estas defensas externas incluían el concepto de estrategia militar conocida como Defensa en Profundidad, que considera, que en lugar de colocar una línea única muy fuerte, se colocan varias líneas consecutivas. De modo tal, que si alguna línea del sistema defensivo es capturada por el enemigo, al estar ésta apoyada por una o más unidades del sistema; es todavía posible repeler al enemigo. Sin lugar a duda, el Castillo de San Cristóbal y sus defensas externas son el mejor ejemplo de este concepto de defensa militar para proteger los tres escenarios bélicos, al norte el Océano Atlántico, al sur el frente marítimo de la bahía y al este el frente de tierra.

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3. Los ataques a la Isleta de San Juan El primer ataque Inglés de 1595 Con la destrucción de la famosa Armada Invencible Española en 1588, comienza Inglaterra la amenaza de conquista sobre las tierras reclamadas por España en el Nuevo Mundo, y en 1595 San Juan recibe el primer ataque inglés. Estuvo al mando de la flota invasora el Caballero Francisco Drake, conocido como el terror de los habitantes de las posesiones españolas en América. Drake fue educado y entrenado en los artes de la navegación por su pariente, el famoso corsario inglés, Juan Hawkins. La Reina le confirió la dignidad de Caballero a Francisco Drake, luego de éste completar una larga expedición de casi tres años (desde 1577 a 1580), cuando se convirtió en el primer marino inglés en circunvalar el globo terrestre. Ya convertido en Caballero, partió nuevamente de Inglaterra en septiembre de 1595, en una nueva expedición para no volver jamás. La flota que traía se componía de 26 navíos y con 1,500 marineros y cerca de 3,000 soldados de desembarco. Luego de haber sido rechazados al tratar de atacar las Islas Canarias, tomó rumbo suroeste hasta llegar a la isla de Dominica a principios de noviembre.

Dibujo de Francisco Drake con su Escudo de Armas

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Separadamente navegaba rumbo a Puerto Rico una escuadra española al mando de Don Pedro Tello de Guzmán. Estaba compuesta por cinco fragatas que venían con la misión de transportar a España dos millones de oro y plata que se guardaban en la Fortaleza y que había llegado a Puerto Rico desde abril. Había sucedido que el general Sancho Pardo había salido de Cuba en dirección a España con la Capitana de la flota de tierra firme y al encontrar mal tiempo y sufrir averías en su nave, fue obligado a detenerse y refugiarse en San Juan. En ruta a la isla, la escuadra de Don Pedro Tello de Guzmán, interceptó y capturó una de las naves de la flota de Drake que se había apartado, cerca de la isla de Guadalupe. Al llegar don Pedro Tello de Guzmán el 13 de noviembre a San Juan, se reúne con el gobernador Pedro Juárez y le informa de su encuentro con la flota de Drake. Organizaron las defensas de la ciudad, logrando reunir cerca de 1,300 hombres, entre los que desembarcaron y los de tierra; quedando 300 en las fragatas. Se desplegaron los 1,300 soldados y 70 cañones a través de toda la isleta, el resto de los hombres y armamentos se destinaron al Morro y a la plataforma de Santa Elena. Pedro Tello se quedó a cargo de las fragatas, con sus 300 marinos, el gobernador con la caballería se situó en la Plaza de Armas para proveer asistencia donde más se necesitara, mientras que el General Sancho Pardo asumió el mando de todas las tropas.

Mapa ilustrando el ataque de Francisco Drake a San Juan en 1595 Cortesía de San Juan National Historic Site

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El 22 de noviembre de 1595, se avistó la escuadra de Drake con 23 navíos desde el Boquerón. Como habíamos indicado, venían 1,500 marinos y 3,000 soldados para desembarco y acciones en tierra. Esa tarde, al fondear la escuadra de Drake frente al Boquerón, los artilleros que defendían esa área fueron los primeros en disparar, con tan buena puntería, que mientras estaban los capitanes ingleses sentados en la mesa; hirieron mortalmente a tres capitanes ingleses. Al otro día, el 23 de noviembre amaneció la flota inglesa resguardándose, detrás de la Isla de Cabras. Temiendo Don Pedro Tello que el enemigo entrara entre Isla de Cabras y Palo Seco, ordenó a dos lanchas con treinta hombres para proteger esa entrada, desde el peñón donde hoy se encuentra el Fuerte del Cañuelo. A las diez de esa noche y aprovechando la obscuridad, entraron 25 lanchas inglesas a la bahía, cada una con cerca de cincuenta soldados bien armados. El objetivo era quemar las fragatas españolas; comenzaron con la fragata Tejeda, en la cual se pudo apagar el fuego sin causar mayor daño. Continuaron así con las otras, hasta llegar a la Magdalena, que se incendió con mucha furia y no pudieron controlar el fuego. El resplandor del incendio de esta fragata sirvió para iluminar la bahía y permitir que la artillería de tierra pudiera ver claramente a su enemigo. Recibieron tanto castigo dichas lanchas, que al cabo de una hora se retiraron, habiendo perdido entre 9 y 10 lanchas y más de 400 hombres. Ante la situación, el 25 de noviembre, partió Drake y su flota rumbo oeste para ya no regresar.

El ataque Inglés de 1598 La expedición que dirigió el Conde de Cumberland, consistía en una flota de 20 navíos, los marinos de la tripulación y 1,000 tropas de desembarco. Su vicealmirante era el caballero Juan Berkley y también venían un buen número de oficiales que pertenecían a la nobleza inglesa. El Reverendo Juan Layfield, vino como capellán de esta expedición y a él le debemos la narración sobre lo acontecido durante este ataque a la ciudad de San Juan.

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Mapa ilustrando el ataque del Conde de Cumberland a San Juan en 1598 Cortesía de San Juan National Historic Site

Layfield indica que el 10 de mayo de 1598 desembarcaron en una de las islas vírgenes (no se precisa cual) y estuvieron allí cerca de un mes. El día 10 de junio, prosiguieron rumbo a Puerto Rico y al amanecer del 16 de junio, ya habían llegado a la isla. Desembarcaron por una de las playas de Cangrejos, donde fueron avistados por una patrulla de caballería. Tan pronto las tropas de desembarco pisan tierra, marcharon hasta llegar al Condado donde pudieron divisar la plataforma del Boquerón con sus 5 cañones de bronce. Aquí decidieron retroceder para llegar al camino que los conduciría al puente de San Antonio, donde llegaron al atardecer. Notaron que el puente había sido derrumbado y también observaron que el mismo tenía una fuerte puerta abovedada sobre la cual había una batería con seis cañones. Decidieron aguardar hasta el amanecer del próximo día para comenzar el ataque. Al amanecer del 17 de junio, aprovechando la marea baja, decidieron dar inicio al ataque y narran que al intentar avanzar cruzando el caño de San Antonio, Clifford tropezó y cayó al agua. Su pesada armadura, hace que por poco se ahogara, requiriendo ayuda para 43


evitarlo. Tragó gran cantidad de agua salada y esto lo indispuso tanto que tuvo que retirarse a descansar. Entonces Berkley tomó el mando y ordenó avanzar con la intención de tomar el puente, pero fue rechazado, sufriendo cerca de 50 bajas. Al notar Clifford que la lucha de tomar el puente no resultaría fácil, decidió preparar una estrategia nueva. Asignó un navío de la flota para acercase a la costa cerca del Escambrón y allí desembarcó 200 hombres, protegiéndolos con la artillería de la flota. Cincuenta mosqueteros españoles defendían el avance y también protegían la retirada de los hombres que estaban apostados en la batería del Boquerón. Los ingleses al ver que se retiraban los de la batería del Boquerón, entraron lanchas y desembarcaron tropas detrás del puente. Los defensores del puente resistieron por corto tiempo, pero siendo menor en números y con peligro de ser atacados por la retaguardia, se retiraron hacia el bosque que allí existía en ese entonces, dejando paso libre a los ingleses. Sin encontrar resistencia alguna, los ingleses continuaron su marcha hacia la ciudad donde llegaron al amanecer del día 18 de junio. Enterado de lo que acontecía el gobernador Mosquera había ordenado concentrar todas las tropas en el Castillo del Morro, también fueron al Morro los oficiales de gobierno y gran parte de los hombres disponibles en la ciudad. Permanecieron en la ciudad los ancianos, los heridos y las mujeres, dando lugar a que soldados ingleses cometieran violaciones, robos, atropellos y saqueos en las casas y en las iglesias. Nos narra Blanco que los comandantes ingleses formaron consejos de guerra para juzgar a los soldados ofensores. Como resultado de estos juicios algunos soldados ingleses fueron desarmados en público y otros ahorcados en la plaza del mercado. Cumberland pidió la rendición del Castillo del Morro, recibiendo la respuesta negativa del gobernador Antonio de Mosquera. Contrariado Cumberland ordenó levantar baterías en la explanada para atacar las murallas del castillo. Los preparativos duraron hasta el sábado 27 de junio y el lunes 29 dio inicio el ataque. A la caída de la tarde, la gente que defendía el terraplén del revellín que servía de través a la puerta, había abandonado sus puestos y el murallón comenzaba a derrumbarse, y para el oscurecer habían abierto una brecha.

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Fue en la mañana del siguiente día que la artillería enemiga había forzado la puerta y para el mediodía, salía un parlamentario del castillo para pedir una reunión para establecer las bases de la rendición. En la reunión los representantes españoles solicitaron a Clifford que se retirara de la ciudad; petición que fue rechazada. Éste a su vez le manifestó al gobernador que él, sus capitanes y sus oficiales podían salir del castillo con todas sus armas, no así para el resto de la tropa. Todos permanecerían bajo la custodia hasta que pudieran conseguir embarcación para salir de la isla. Al amanecer del 1ro de julio de 1598, Antonio Mosquera entregó la llave del Castillo del Morro, a Jorge Clifford, Conde de Cumberland. Había un total de 400 hombres refugiados en el Morro, que incluían militares, oficiales de gobierno y vecinos de la ciudad; todos fueron conducidos a la Fortaleza como prisioneros. Luego de la ceremonia de entrega y la retirada de las tropas españolas del castillo; se enarbolaron las banderas y estandartes de Clifford y Berkley en el tope del Castillo del Morro. Debemos aclarar que no se enarboló la bandera con la cruces de San Jorge, de San Andrés y de San Patricio, conocida en idioma inglés como Union Flag; porque ésta vino a usarse en el Reino Unido por primera vez, en el 1801. El día 2 de julio la flota inglesa entraba a la bahía de San Juan y el 17 de julio las tropas españolas partían hacia Cartagena; el gobernador con algunos oficiales españoles no salió hasta algunos días después. Para este período, la epidemia de disentería comenzaba a causar bajas en la tropa invasora y en el pueblo en general, Layfield nos dice: Los

españoles, lo mismo que los ingleses, se enfermaban y morían de esa misma enfermedad. Las bajas en las tropas inglesas fueron sobre 400 y hubo muchos otros enfermos. Preocupado con esta situación, decidió el Conde preparar su botín de guerra y tomó para sí, un cargamento de esclavos y un cargamento de perlas que había llegado al puerto de la ciudad. También se apoderó de pieles, jengibre, azúcar y de 80 cañones de los que habían desplegado por la isleta los españoles, además de robarse el órgano y las campanas de la Catedral. El 24 de agosto, Cumberland zarpaba de San Juan en dirección de las Azores, dejando a Berkley en la ciudad. Éste dio órdenes de destruir el Morro y algunos pocos días

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después abandonó la isla. En el cabildo se comunicaba el 5 de septiembre como el día de retirada de los últimos invasores. Por primera vez, el Castillo del Morro fue rendido al enemigo que enarboló sus banderas en esta ciudadela por algo más de dos meses. El ataque holandés de 1625 Fue en la mañana del miércoles 24 de septiembre de 1625 que desde el Castillo de San Felipe del Morro se avistaron inicialmente ochos navíos que venían del oeste acercándose al puerto. El propio gobernador de Haro fue hasta el lugar donde estaba la ermita de Santa Bárbara para verificar y fue entonces cuando llegaron noticias que ya habían visto hasta 25 naves. El gobernador despachó 10 hombres a caballo para que investigaran si había ocurrido algún desembarco; la próxima información que le llegó, fue a las ocho de esa noche donde uno de los de a caballo informó que había contado 17 velas.

Mapa ilustrando el ataque de Balduino Enrique a San Juan en 1625 Cortesía de San Juan National Historic Site

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El día 25 todas las 17 naves amanecieron como a dos o tres leguas del puerto. Temiendo que el enemigo repitiera la estrategia seguida por Cumberland de desembarcar en Cangrejos, el gobernador envío dos cañones y hombres para reforzar la batería del Boquerón. También asignó personal para defender el Escambrón. Sin embargo, fue tanta la audacia del capitán holandés, Balduino Enrique [Boudewyn Hendricks] quien mandaba la flota invasora, que sorprendió a todos y aprovechando un buen viento entró a la bahía antes de que los artilleros del Morro pudieran estar preparados. El día 26 de septiembre, Balduino Enrique bombardeó La Puntilla, como preparativo para el desembarco de 800 hombres. Ya a media mañana habían obligado a las fuerzas españolas que defendían la zona a retirarse, lo que permitió el desembarco. El gobernador de Haro había ordenado refugiarse en el Castillo del Morro que ya había sido abastecido con provisiones, desde la noche anterior. Entrada la noche del 26, escuadrones de soldados holandeses entraron en la ciudad y llegaron hasta la Fortaleza, esta fue usada por Balduino Enrique para alojarse y allí enarboló la bandera de franjas azul, blanca y amarilla del Príncipe de Orange. Para el domingo 28 ya estaban los holandeses preparando el ataque para tomar el castillo, cavaron trincheras, prepararon traveses y movieron seis piezas de artillería en la explanada. Mientras los españoles se preparaban para la defensa del Morro, contaban con 330 hombres y con las provisiones para sustento de la tropa que habían podido reunir con el poco tiempo que tuvieron. El castillo del Morro que encontró Balduino Enrique era diferente al que Jorge Clifford había encontrado 28 años antes. Las mejoras realizadas al castillo luego del ataque inglés lo hacían más resistente a los cañonazos. Con el objetivo de establecer un bloqueo para impedir que le llegaran suministros a los del castillo, el capitán holandés decidió tomar el fortín del Cañuelo, desplegar un barco en la entrada del puerto, otro a mitad del canal de San Antonio y otro, más pequeño, en la laguna del Condado. También apostó lanchas en la boca del río Bayamón, y

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realizaba vigilancia nocturna de canoas que pudiesen traer suministros al Morro.

Grabado de la Ciudad de San Juan - De Arnaldo Montanus, c. 1625 Cortesía de San Juan National Historic Site

Confiado, Balduino Enrique, de las medidas tomadas; el martes 30 de septiembre envía una carta al gobernador Juan de Haro exigiendo su rendición, so pena de pasar por las armas a los hombres, mujeres y niños que no habían podido salir de la ciudad. Claramente enojado contestó el gobernador de Haro lo siguiente:

Visto el papel que V. merced me ha escrito, y me espanto, que sabiendo que estoy yo aquí y con 13 años de Flandes, donde he visto bravatas de aquella tierra, y saber lo que son sitios, se me pidan semejantes partidos; y si V. Merced quisiere o pretendiese alguno, ha de ser entregándome los bajeles que están surtos en ese puerto, que yo les daré uno para que se retiren; que esta es la orden que tengo de mi Rey y Señor, y no otra conque he respondido a su 48


papel. En este Castillo de San Felipe del Morro a 30 de septiembre de 1625. – Don Juan de Haro. Molesto Balduino Enrique con esta respuesta, hizo disparar más de 150 tiros de artillería sin causar bajas a los defensores del castillo.

Foto del Fortín de San Juan de la Cruz [Cañuelo] -1914

En los próximos días los españoles lograron evadir el bloqueo y entrar víveres al castillo, cosa que les subió el ánimo, y para el 4 de octubre, dio el gobernador la orden de tomar la ofensiva y salir del castillo para atacar al enemigo en sus trincheras. Fueron 80 hombres al mando de Sebastián de Ávila auxiliado por el capitán Andrés Botello, que salieron por una puerta oculta a la vista del enemigo que desde el castillo llegaba al fondo del foso. Al escalar el foso debió haberse coordinado una avanzada hacia las trincheras enemigas, pero por la confusión ocurrida, este primer contrataque no resultó exitoso. El próximo día, domingo 5 de octubre dieron aviso al gobernador que los holandeses movían un cañón por las trincheras para acercarlo al foso del castillo, este último ordenó a un artillero que le hiciera un disparo. El 49


tiro fue tan efectivo, que dañó el cañón y mató a ocho holandeses. Entonces inmediatamente ordenó al Capitán Juan de Amezquita que saliese con cincuenta hombres y embistiera las trincheras. Este ataque se hizo con tanta efectividad que lograron matar a 60 soldados holandeses, incluyendo un capitán y un sargento. También se capturaron algunas armas abandonadas por el enemigo. Salvo algunos heridos, no hubo bajas del lado español. Esto mejoró aún más los ánimos de los españoles y ese mismo día al atardecer los vecinos en la zona de la desembocadura del río Bayamón lograron capturar una lancha holandesa, matando todos los tripulantes excepto a dos que llevaron ante el gobernador. De Haro ordenó al Capitán Botello que usando la lancha capturada fuera a buscar otras lanchas enemigas al río Bayamón, así capturaron otra lancha que vigilaba la desembocadura del río y mataron a todos. Otra lancha con holandeses que estaba algo río arriba vino al auxilio de la primera, y en la lucha los españoles lograron matar a muchos, solo cinco pudieron huir. Los españoles guardaron las dos lanchas capturadas, en lugar seguro y apartado río arriba. Esta batalla permitió liberar el acceso al castillo con suministros y víveres provenientes del área de río Bayamón y así prolongar la resistencia de los defensores del Morro. El enemigo muy contrariado al ver que el rendir las defensas del castillo por la falta de provisiones y comida no le iba a funcionar, trató de entrar río arriba para recapturar las lanchas pérdidas, pero no fueron exitosos. El jueves 16 a las diez de la noche, el gobernador dio orden al Capitán Botello para que con 30 hombres recapturara el fortín del Cañuelo y luego de una batalla donde valerosamente combatieron con dos lanchas holandesas que habían salido en defensa de los del fortín, lograron matar a todos los de una de las lanchas y lograron que la otra se retirase, lo que permitió que los soldados del fortín se rindieran. Nos dice Adolfo de Hostos lo siguiente; la caída del Cañuelo indujo a Balduino

Enrique a dar por terminada su misión en Puerto Rico y tres días después comenzaron los holandeses a embarcar su botín de guerra, en preparación de su retirada. Algo frustrado el capitán holandés, decide nuevamente pedir la rendición del castillo, esta vez, so pena de quemar la ciudad. A esta petición el gobernador de Haro contestó: 50


He visto el papel que me ha escrito; y si todo el poder que queda en Holanda estuviera hoy en Puerto Rico, lo estimara en mucho, porque vieran el valor de los españoles. Y si quemaran el lugar, valor tienen los vecinos para hacer otras casas, porque les queda madera en el monte y los materiales en la tierra. Y hoy estoy en esta fuerza con la gente que me basta para quemar toda la suya; y no se me escriban semejantes papeles porque no respondo a ellos; y esta es la respuesta que doy. Y en lo demás, hagan lo que les pareciere. Desde Castillo de San Felipe del Morro 21 de octubre 1625. – Juan de Haro. El 22 de octubre ardía toda la ciudad, con daños mayores a la Fortaleza y a la casa del Obispo que contenía la valiosa biblioteca del Obispo Balbuena. También hubo daños a la Catedral y a otros edificios principales. Noventa y ocho casas fueron destruidas. Mientras San Juan ardía en llamas el Capitán Amezquita atacó con 150 hombres obligando a los holandeses a retirarse y reembarcarse precipitadamente. Nos dice Adolfo de Hostos; esa noche el gobernador le

tocó la oportunidad de llevar a cabo una de las acciones más brillantes en su encomienda de defensor de la ciudad; hostilizar la flota enemiga para obligarla a huir desordenadamente. Comenzó moviendo tres cañones al área de La Puntilla y la confusión causada por el fuego de artillería en el momento cuando no había viento para salir con velas, obligó a que usaran lanchas para remolcar las naves fuera de tiro. Los daños a las naves holandesas fueron mayores. Al amanecer del día 1ro de noviembre los cañones destinados a La Puntilla fueron movidos, acercándolos a las naves holandesas. De igual forma se ordenó mover cañones del castillo para colocarlos cuatro plataformas a lo largo del canal. Para el domingo 2, ya habían salido todas las naves enemigas, excepto una que quedó encallada en puerto. Por esta heroica defensa de la Ciudad de San Juan, el Rey Felipe IV premió al gobernador Juan de Haro con la insignia de Santiago y al bravo capitán Amezquita se le otorgó la gobernación de la ciudad de Santiago, Cuba.

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El ataque inglés de 1797 Entre el ataque de Balduino Enrique y éste tercer ataque británico a la ciudad, transcurrieron algo más de 170 años. Tiempo durante el cual la isleta de San Juan había mejorado significativamente sus defensas. La ciudad se encontraba completamente amurallada y abaluartada; el frente de tierra protegido por el magistral Castillo de San Cristóbal. Había varias líneas de defensa al este de la isleta, siendo la primera

línea, compuesta por la batería del Escambrón, el fuerte de San Jerónimo y el puente fortificado de San Antonio; combinado con la cría de nuestros criollos, suficiente para detener el más poderoso de los ataques a la ciudad. Pocos días después de la victoria naval inglesa en el Cabo de San Vicente, al suroeste de Portugal, donde los españoles fueron derrotados; una flota inglesa al mando del vicealmirante Henry Harvey con un contingente de tropas de desembarco al mando de Sir Ralph Abercromby; tomaba el 18 de febrero de 1797 a Puerto España, en Trinidad. Esto dejaba libre el camino para llegar a Puerto Rico. El 17 de abril se avistaba en nuestras costas la escuadra inglesa. Nos narra Enrique T. Blanco que el gobernador de la Isla de Puerto Rico era don Ramón de Castro y Gutiérrez y que la defensa de la ciudad contaba con algo más de 4,000 hombres, entre soldados, tripulación de las embarcaciones en puerto y compañía de negros. De varias partes de la isla vinieron a defender a San Juan más de 2,400 milicias urbanas. Incluidos, había 270 franceses que se destinaron a diferentes puntos de defensa a través de toda la isleta. De éstos, entraron en acción algo más de 100. La flota inglesa contaba con 60 navíos y las tropas de desembarco se estimaban en algo más de 10,000 soldados. El día 18 de abril el General en Jefe de la Expedición, Sir Ralph Abercromby desembarcaba en las playas de Cangrejos con 3,000 hombres y moviéndose rápidamente ocupó el territorio que hoy conocemos como Santurce. Estableció su cuartel general en la casa del Obispo, la cual quedaba cerca de donde está hoy la Iglesia San Mateo.

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Mapa ilustrando la 1era fase del ataque de Abercromby a San Juan en 1797 Cortesía de San Juan National Historic Site

Los ingleses montaron cuatro baterías, una la del Rodeo (hoy Miramar), justo al frente del puente fortificado de San Antonio; la del Condado, a una legua de la costa al otro lado del Fuerte San Jerónimo, la del puente Martín Peña y la de Miraflores, cerca del polvorín del mismo nombre. El cañoneo español desde el San Jerónimo, desde el puente fortificado de San Antonio y desde las lanchas artilladas retrasó la construcción de parapetos que fabricaban los ingleses para proteger sus baterías. A pesar del esfuerzo de los defensores, finalmente las baterías inglesas fueran instaladas. Desde ellas los ingleses realizaron intensos y severos ataques de artillerías contra estas fortificaciones. Sin embargo, la defensa valerosa del Fuerte San Jerónimo y la del puente fortificado de San Antonio logró detener las avanzadas y evitó que el enemigo cruzara hacia la isleta como lo había hecho Cumberland 170 años antes. Los daños causados en el puente San Antonio y en el San Jerónimo, dejaron estas fortificaciones poco menos que destruidas. Resalta el hecho de que las defensas en la ciudad amurallada nunca entraron en acción durante todo el ataque, con la excepción de las

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baterías en las defensas externas del Castillo San Cristóbal, que cañonearon la batería inglesa que estaba en Miraflores. También resultó muy efectiva, la estrategia del gobernador de Castro, que tomando la ofensiva mandó a preparar lanchas artilladas de bajo calado. Éstas eran divididas en grupos pequeños de no más de 150 hombres, que podían penetrar por los caños y lagunas de Cangrejos para atacar directamente al enemigo. El puente de Martín Peña y sus alrededores estaba fuertemente controlado por el enemigo. Veremos que fue allí donde se realizaron las principales y heroicas batallas, estas se reservaron a las milicias urbanas criollas que llegaron de diferentes partes de la isla y a los morenos de Cangrejos.

Mapa ilustrando la 2nda fase del ataque de Abercromby a San Juan en 1797 Cortesía de San Juan National Historic Site

Participaron en batallas en la región del puente; los primos Francisco y José (Pepe) Díaz, ambos sargentos de Toa Alta, que al ser avisados del ataque inglés partieron a San Juan como un grupo de las milicias urbanas. Francisco Díaz, entrando en el caño de San Antonio con cerca de 70 hombres desembarcó cerca de las trincheras enemigas y realizó 54


un asalto sorpresa que habiendo matado a varios, hizo huir a 300 soldados enemigos y capturó a otros 14. Esto le valió una recompensa de 500 pesos. El sargento mayor Pepe Díaz, pereció en un ataque realizado al puente de Martín Peña el día 30 de abril, que logró que los ingleses abandonaran esta posición y esa misma noche suspendieran el fuego y procedieran a reembarcarse precipitadamente. Pepe Díaz es recordado en la memoria popular con la copla que dice:

En el puente Martín Peña mataron a Pepe Díaz que era el hombre más valiente que el Rey de España tenía El ataque y sitio había durado solo trece días. Ya para el 2 de mayo la flota inglesa se alejaba de las costas de Puerto Rico. Con la prisa de salir, habían dejado un buen número de cañones, otros armamentos y pertrechos que incluían, pólvora, herramientas y algunos víveres. Se tomaron sobre 280 prisioneros, incluyendo varios oficiales ingleses. Según los prisioneros declararon el número de enemigos que murieron fueron considerables. De los defensores de la ciudad, hubo 42 muertos y sobre 150 heridos. Durante este ataque, el Obispo de San Juan Fray Juan Bautista de Zengotita, realizó una rogativa, marchando alrededor de la ciudad con las mujeres portando antorchas. Este evento originó la leyenda que narraba que al finalizar esta rogativa, la flota inglesa había partido temiendo que las antorchas, eran en realidad, tropas de soldados que venían a reforzar las defensas de la ciudad. Como premio, el gobernador Ramón de Castro fue ascendido a mariscal de campo y cesó en el mando de esta Isla, el 12 de noviembre de 1804, embarcando para España. Por su parte el monarca español Carlos IV, a los dos años de la victoria concedió al ayuntamiento de la capital en abril del año de 1799, que se impusiera sobre el escudo de la capital la frase Por su constancia, amor y fidelidad es muy noble y leal esta ciudad. Los criollos y morenos puertorriqueños no solamente habían demostrado su capacidad militar en esta batalla sino que habían demostrado su amor patrio por la isla que los había visto nacer. 55


Escudo de la Ciudad de San Juan posterior a 1799 cuando se añadió el blasón que leía

Por Su Constancia, Amor y Fidelidad Es Muy Noble y Muy Leal Esta Ciudad 56


La Rogativa del artista Neozelandés Lindsay Dean Se erigió este monumento en 1971 para conmemorar los 450 años de la fundación de la ciudad de San Juan. La escultura se inspira en una rogativa efectuada por el Obispo Zengotita en abril de 1797 – Foto cortesía de Puerto Rico Historic Building Drawing Society

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4. Instauración de la Iglesia en la isleta de San Juan Los primeros templos y ermitas En 1508, el Rey de España logra que se emita una bula papal que establece en Patronazgo Real, donde nos dice Else Zayas lo siguiente: la

importancia trascendental de ésta, estriba en que de hecho, en virtud del Real Patronazgo los reyes de Castilla y León serán en lo sucesivo dueños y señores del Nuevo Mundo no solo en lo temporal, sino también en lo espiritual. Es para 1511, ya bajo el patronato real que se nombran los tres primeros nombramientos de obispo en América a sus correspondientes diócesis. Dos para la isla de la Española y una para la Isla de San Juan Bautista. Es don Alonso Manso, el obispo que fue nombrado para la diócesis de la isla y luego de consagración en la ciudad de Sevilla, finalmente llega a la el 25 de diciembre de 1512, siendo el primer obispo

en arribar al Nuevo Mundo. El Obispo se establece en la villa de Caparra, y nos continua diciendo Else Zayas; el Obispo Manso tiene que haber sufrido un choque emocional al

encontrase que su catedral sería una pobre choza. Esta situación unida al ataque de los indios a la villa de Caparra en 1513 y a un huracán que azotó la isla en 1514, hizo que se decidiera a regresar a España. Cuatro años después regresa Manso a Caparra, y pocos años pasaron desde su regreso cuando los vecinos de Caparra se mudaron a la isleta y fundaron la ciudad de San Juan Bautista de Puerto Rico en 1521. Una vez allí, Manso comenzó prontamente la construcción de la Catedral de San Juan que según nos narra el Obispo Fuenleal en su visita de 1529, La iglesia se

acabó de cubrir estando yo allí, y es suficiente para otros doscientos vecinos más. La iglesia a la que Fuenleal se refiere es la Catedral. Durante la primera mitad del siglo XVI, los vecinos optaron por erigir ermitas en varios lugares de la ciudad. En la parte norte hubo dos, con advocaciones a Santa Bárbara y a San Sebastián, y en el lado que da a la bahía hubo una con advocación a Santa Ana y otra a Santa Catalina. De estas, la primera en construirse fue la ermita de Santa Bárbara, que para el año de 1530 es la única registrada en el censo del gobernador Francisco Manuel de Lando. 58


Mapa de Juan Escalante – 1575

En el mapa de la isleta de San Juan de 1575 y atribuido a Juan Escalante, que aquí incluimos, se pueden identificar tres de ellas, la de San Sebastián, la de Santa Bárbara y la de Santa Ana. La única de las ermitas que en su desarrollo llegó a ser iglesia, fue la de Santa Ana. Al comenzar la construcción de las murallas a principios del siglo XVII, la ermita de Santa Catalina quedó fuera de la muralla y el gobernador Iñigo de la Mota Sarmiento mandó a demolerla. Para no agraviar a sus fieles, construyó una capilla y altar de la misma advocación sobre la misma muralla. Historiadores refieren que el altar en lo alto de la muralla existió en el mismo lugar donde hoy se encuentra la Capilla del Cristo. Sobre esta capilla que data de la mitad del siglo XVIII, existe una leyenda. Esta nos narra que durante una carrera de caballos de las que se solían celebrarse en la calle del Santo Cristo de la Salud (hoy conocida como la calle del Cristo), ocurrió un milagro cuando al concluir la carrera, dos jinetes optaron por galopar cuesta abajo de la calle y uno de ellos al perder el control de su caballo cayó al precipicio sobre la muralla. Por las plegarias de algunos que observaban la carrera, ocurrió 59


Capilla del Cristo Acuarela de Guillermo Sureda (ca. 1950)

el alegado milagro, que logró salvar al jinete. La historia que se conoce, difiere de la leyenda y deja saber que el jinete pereció. Aquellos que favorecen la versión según la leyenda, dicen que la capilla se construyó para conmemorar el milagro. Los que favorecen la versión histórica, dicen que se construyó para evitar que un accidente similar, volviera a ocurrir. Durante la primera mitad del siglo XX, con el objetivo de permitir el tráfico vehicular; la capilla del Cristo estuvo amenazada y a punto de ser demolida. Gracias al esfuerzo de un grupo de mujeres dirigidas por doña Isabel Alonso de Mier, lograron evitarlo. Estas organizaron la Hermandad del Santo Cristo de la Salud, quienes no solo consiguieron evitar la demolición, sino que lograron restaurarla, preservándola hasta el día de hoy.

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El monasterio y la iglesia de la orden de los dominicos En terrenos donados por Ponce de León en la parte norte de la ciudad, comenzaron los dominicos a erigir su convento en 1523. Ya para el 1529 el obispo Fuenleal hace la siguiente descripción del convento; Hacese un

monasterio de Santo Domingo y lo más está edificado muy bien, y están en él más de 25 religiosos. Para el año de 1548, el obispo Bastidas, nos narra que encontró el convento terminado y lo describe de la siguiente manera; de grandor bastante para un pueblo de dos mil vecinos. Sobre la construcción de la iglesia los datos son muy escasos, se conoce que para 1532 había comenzado la construcción. Aunque esta fecha fue posterior al comienzo de la construcción de la Catedral en 1529, al quedar esta última completamente destruida en un temporal que azotó la isla; se considera a la iglesia de San José, la más antigua de Puerto Rico y la segunda más antigua de América. La misma se conoció originalmente como la iglesia de Santo Tomás de Aquino y con ese nombre permaneció por algo más de 300 años, hasta que se entregó en 1858 a la orden de los Jesuitas, quienes se la dedicaron a su patrón, San José. La arquitectura gótica de la iglesia es reconocida como uno de los mejores ejemplos de su clase en América, por lo que es muy apreciada. La planta del templo es de cruz latina, con una nave y capillas laterales; el presbiterio y el crucero son bóvedas góticas de crucería estrellada con arandelas y conchas en las intersecciones de los nervios y en la clave. Nuestro pintor e historiador, Osiris Delgado describe la arquitectura de la iglesia de la siguiente manera; La Iglesia de San José, tiene el mérito de

darnos el primer rasgo en esta isla que corresponde a una solución independiente de las acostumbradas formulas españolas... el rasgo consiste en que en un espacio relativamente reducido como es el crucero, se logra una gran sensación de amplitud a base de contrarrestar ambos lados de la bóveda principal con cuartos de esfera, cuya clave es común a la del arco formero.

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Foto de la bóveda de la Capilla mayor -1934 Se pueden ver detalles de los nervios y las arandelas en las intersecciones

Aunque no se tienen datos precisos, se estima que la capilla de Belén y la del Rosario fueron añadidas para el último cuarto del siglo XVI. La nave, que originalmente fue techada en madera, data de la primera mitad del siglo XVII. Veintiocho años luego de que la iglesia se entregara a los Jesuitas y cambiara el nombre a San José, éstos salieron de la isla y en 1887 la administración de la iglesia pasó a los Padres Paúles. Posteriormente, cuando ocurre el cambio de soberanía en 1898 y con el nuevo enfoque norteamericano de separación entre iglesia y estado cesaron los fondos para el mantenimiento de estas propiedades y el mantenimiento de la iglesia decayó. Fue para 1937 que el Departamento del Interior de Estados Unidos, designa la Iglesia San José como monumento de interés histórico y artístico digno de ser conservado. En 1977, se realizaron trabajos de restauración bajo la dirección del Dr. Ricardo Alegría, que por lo limitado de los fondos disponibles, no llenaron las expectativas

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esperadas y ya para la década de los 1990’s la iglesia decayó en una condición crítica por lo que tuvo que cerrar.

Fachada de la Iglesia San José durante el actual proceso de restauración

Desde el año 2000, se comenzó, la más importante de las restauraciones jamás realizada, esta vez dirigida por la arquidiócesis de San Juan en conjunto a un equipo multidisciplinario. Esta restauración que actualmente está en curso, se está realizando con el objetivo de garantizar la preservación del templo a través del tiempo. Se espera que en pocos años concluya y la iglesia se abra al culto y al público general como museo.

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Fotos de algunos de los frescos restaurados, en la parte superior San Telmo [se estima data de 1540], abajo una de las sirenas en la bรณveda de la capilla del Rosario

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Vista aérea de la Iglesia San José y del antiguo Monasterio de los Dominicos Publicación del Banco Santander - Puerto Rico desde el Cielo

El monasterio y la iglesia de la orden franciscana Luego de estar ausentes por más de 100 años, es a principios del siglo XVII que los Franciscanos expresan su deseo de restablecerse en Puerto Rico. El empobrecimiento que existía en la isla para ese entonces y el arraigo que ya gozaban los dominicos en la población de la ciudad, no dejaba terreno fértil para construir un nuevo convento. Luego de numerosos intentos fracasados, en 1642, se les concede un amplio solar en la parte este de la ciudad cercano a la puerta de tierra y al lado suroeste del Castillo de San Cristóbal. En 1652, el gobernador don Diego de Aguilera y Gamboa, quien era devoto de San Francisco le escribe al rey sobre la construcción del convento y la iglesia, informándole que ya está casi acabada y suplica que le envíen ornamentos para poder celebrar misa. Es en 1653 que la 65


iglesia quedó terminada; el convento demoró diez y siete años más, para ser terminado en 1670.

Iglesia y Convento de San Francisco de Asís – dibujo por Erick Pérez Como debió haberse visto el Convento y la Iglesia a finales del siglo XVII

El convento tenía la fachada dando a la plaza de San Francisco y tenía una arquitectura muy sencilla, de largas líneas rectas y casi totalmente desprovisto de ornamentación. Al lado sur estaba adosado a la iglesia y hacia el este se extendía dividido en celdas para los monjes y otras dependencias. El edificio de la iglesia constaba de una nave central con bóveda redonda, algo más alta que los cuerpos laterales de techo plano que estaban a un lado y al otro de la nave central y eran reservados para las capillas. En el cuerpo del lado norte, tenía la fachada, dando hacia la misma plaza. La fachada terminaba en punta y tenía una espadaña con huecos para las cuatro campanas. Hubo mucha estrechez económica para los franciscanos en San Juan, pues la población durante estos años era escasa. Sin embargo, para el siglo XVIII, las doctrinas franciscanas habían ganado muchos adeptos en la ciudad, lo que propició que se organizaran para formar un capítulo de 66


la orden terciaria franciscana. Con el tiempo, los miembros de esta orden seglar consiguen permiso para la construcción de una capilla y ya para 1766 se informaba de la primera misa en la capilla recién construida. Esta capilla tenía el nombre de San Luis Rey de Francia quien era el patrón de la orden terciaria. Durante la primera mitad del siglo XIX, España propulsó la separación de iglesia y estado. Como consecuencia surgieron las llamadas desamortizaciones, donde el gobierno civil readquiría la titularidad de los conventos con sus iglesias que habían sido construidos con fondos públicos. Se cerraron los conventos y a estos se les dio otro uso; en San Juan el convento de San Francisco fue convertido un cuartel de milicias en 1838, situación que también sucedió en el convento de los dominicos. Las iglesias conventuales se convirtieron en parroquias que en el futuro dependerían de diezmos y limosnas. En el caso de la iglesia de San Francisco, esta fue declarada parroquia diocesana, por real orden de 20 de abril de 1858. Vino a ser auxiliar de la Catedral, cuya feligresía estaba comprendida entre la acera del este de la calle de San Justo, cubriendo todo el territorio de Puerta de Tierra hasta llegar al puente de San Antonio. Continúo funcionando como parroquia diocesana y celebrando misa diaria hasta 1861. Los dos últimos frailes del convento siguieron ofreciendo este servicio mientras envejecían. Eventualmente, el templo cayó en desuso y se decidió demolerlo en 1918. Ya en el siglo XX, la antigua capilla de la orden terciaria pasó a ser administrada por la orden de los padres capuchinos, se convirtió en parroquia y pasó a llamarse Iglesia de San Francisco. Al día de hoy, continúa bajo la administración de los capuchinos, y se mantiene abierta ofreciendo culto diario.

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Vista de la entrada a la capilla desde el callejón del mismo nombre a la derecha fotos de la Academia Católica

Contiguo a esta capilla se construyó la Academia Católica, en parte del solar que antes ocupo la Iglesia conventual de San Francisco. El edificio donde estuvo la academia, la cual operó de 1918 al 1972 fue demolido en 1998 y todo el solar pasó a ser parte de la plaza de Salvador Brau. El antiguo edificio del convento de San Francisco que había pasado a ser cuartel de milicias, fue demolido a principios del siglo XX y en el solar se construyó la Escuela Ramón Baldorioty de Castro. Hoy el edificio donde estuvo la escuela, es la sede de la Universidad Carlos Albizu.

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Al fondo la Escuela Baldorioty, a la derecha la Academia Catรณlica (ca. 1921) El espacio del convento y de la iglesia luego de haber sido demolidos, fue ocupado por estas escuelas

Vitral de San Francisco en el altar de la actual Iglesia de San Francisco

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La Catedral de San Juan

La Catedral de San Juan - foto LaBrucherie

En julio de 1511, el monarca español da instrucciones para que se erija la primera iglesia con advocación de San Juan Bautista. Esto ocurrió en Caparra y de este templo que debió ser de madera y paja, no quedó rastro alguno al mudarse los vecinos a la isleta. En 1529, ocho años luego de que la ciudad se estableciera en la isleta, el techo de la catedral había sido terminado. Sin embargo, poco tiempo después su estructura sufrió mucho deterioro por causa de varios huracanes que azotaron la isla durante esa época. Durante su visita a San Juan en 1532, el Obispo Bastidas sometió una propuesta para la reconstrucción de la catedral a una junta presidida por el Obispo Manso, pero lamentablemente ya Manso contaba con una avanzada edad y esta reconstrucción nunca se llevó a cabo. En septiembre de 1539, muere el Obispo Manso, siendo sepultado en el presbiterio, donde se erigió a su memoria un sepulcro de alabastro con

estatua yacente y un cordero a los pies, que existió hasta el año 1625. Como 70


habíamos referido anteriormente, durante el ataque holandés de ese año, éstos destruyeron el sepulcro y la escultura. Es para septiembre de 1540 que se nombra al Obispo Bastidas a ocupar la sede vacante de esta diócesis y convertirse en el segundo obispo de San Juan. Sin embargo, éste no pudo llegar a San Juan hasta dos años después del nombramiento y al llegar continuó la construcción de la Catedral de San Juan que ya había comenzada en piedra desde mediados del 1540 por acuerdo del Cabildo Eclesiástico y los oficiales reales de la ciudad. Para ese momento, encontró que los cimientos de la capilla mayor habían comenzado. La falta de recursos era evidente y en carta del Cabildo Eclesiástico al monarca español en 1549, dice lo siguiente; Ha nueve años que va la obra

desta Iglesia. La fábrica es pobre, los vecinos con poca posibilidad. V.M. hizo limosna de 600 pesos en tres años. Suplicamos se continúe. Ello está subido de presente altura de entablamentos, todo de cantería, y de muy real edificio. Los trabajos de la Catedral quedaron suspendidos por falta de recursos, cuando ya había quedado terminada la capilla mayor y las dos laterales. Aclaramos que la capilla mayor a la que nos referimos en la época del obispo Bastidas no es la que existe actualmente que data del siglo XIX. Sin embargo, las cuatro salas góticas, dos al lado norte del presbiterio y dos al lado sur, con su torre si datan del siglo XVI.

A la izquierda, la bóveda de una de las salas góticas; a la derecha dibujo de la torre [de Erick Pérez], ambas datan de 1540.

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Todavía para el 1572, a la llegada del nuevo obispo Manuel de Mercado, se encontraba la Catedral con el techo provisional de paja y en muy mal estado. La situación era tan pobre que no había aceite para las lámparas, ni velas de cera. El saqueo de los soldados ingleses en el ataque de 1598 del Conde de Cumberland afectó aún más esta crítica situación, al llevarse estos como botín, el órgano y las campanas de la Catedral. El nuevo obispo, Vázquez de Arce, que entró a ocupar el cargo a principios del siglo XVII, solo pudo encargarse de reparar los daños ocurridos en este ataque. Durante el 1615 hubo un huracán, que según el obispo Pedro de Solier y Vargas, hizo tanto daño a la Iglesia Catedral, que fue necesario por una parte

cubrirla de paja. Diez años después llegó el ataque holandés, donde la catedral fue nuevamente saqueada, que además de destruir el sepulcro del obispo Manso, se robaron alhajas, quemaron los archivos parroquiales y la biblioteca del obispo Balbuena. En su descripción de la ciudad en 1647, nos dice Torres Vargas que en el año de 1641 se reparó el crucero de la catedral y pocos años después en carta que escribe el obispo Damián López de Haro en 1644, nos describe la situación de cómo se encontraba la Catedral de la siguiente manera; …la Iglesia comenzó de sillería, pero jamás tuvo con que poderse

acabar y dándose por desahuciados, sobre dichas paredes de sillería la hicieron de mampostería y mucho menor que la traza, será algo mejor que la de San Sebastián de esa corte , la bóveda de la capilla mayor es de piedra excelentísima y el cuerpo de la Iglesia de buenas maderas y el retablo pobre como a fábrica. Súbese a ella por gradas de piedra y por los tres lados está cercada de una plazuela con parapetos de piedra de mampostería y sillería con algunas palmas de cocos que la adornan y la vista es al mar, al modo todo de nuestra casa de Málaga, y del otro lado están las casas de la dignidad con las mismas vistas, pero todo lo más principal de ellas derribado y quemado del Olandés de modo que después que vine, he tenido necesidad de labrar cocina y demás oficinas, estrella que me ha seguido desde que nací. Luego de esta descripción no existen muchos datos de que ocurrió con la Catedral durante los próximos cien años; es Fray Iñigo Abbad, historiador que vivió en Puerto Rico a finales del siglo XVIII que nos 72


describe la Catedral de la siguiente manera; La Iglesia Catedral única

parroquia de la Ciudad, es de una suntuosa planta; tiene tres naves bien capaces, el pavimento y paredes y columnas de excelente sillería con dos órdenes de capillas muy decentes; pero la bóveda es de tabla, excepto la Capilla Mayor, que es de piedra bien labrada; su ornato es poco y nada se ve con primor en los retablos, coro ni demás piezas. En 1780, siendo don Manuel Jiménez de Pérez, obispo de San Juan se nombró una comisión por Real Cédula, para que realizara un reconocimiento a la Catedral y se preparara un estimado de las reparaciones. Sin embargo, el monto salió más alto que el cálculo que se había hecho anteriormente para la reedificación del templo. Nuevamente las autoridades pidieron un nuevo estimado, solicitando reducir las reparaciones a lo esencial y necesario. Todavía para el 1799 no se había realizado reparación alguna, y en carta del obispo Zengotita al monarca español decía; dicha Iglesia Catedral es

una suntuosa fábrica y de una excelente arquitectura: tiene tres naves, bien capaces, pero, como la bóveda es de tabla, excepto la capilla mayor que es de piedra bien labrada, el comején ha hecho en ella tanto estrago, que está amenazando una próxima ruina; tiene entendido vuestro Obispo que a Vuestra Majestad se le ha informado varias veces sobre la necesidad urgentísima de hacer una bóveda nueva, o de piedra, o de ladrillo, para asegurar con alguna solidez dicho edificio; como así mismo que los ingenieros a quienes se ha pedido informe sobre este particular, han graduado que se necesita una gran suma para la indicada fabrica; más él es de parecer, fundado en el dictamen de una facultativo muy instruido, que para hacer una bóveda sencilla y segura de ladrillo esquinado y poner dicha Iglesia con la firmeza y decencia que exige una Iglesia Matriz habrá suficiente con diez o doce mil pesos que Vuestra Majestad libre de sus Reales Cajas, y, con las limosnas que se podrán recoger de la piedad de los fieles . La necesidad de la obra es urgentísima y requiere providencia pronta antes que se desplome la bóveda vieja. Luego de muchos años y varios estudios para rehabilitar la Catedral no fue hasta la llegada del obispo Gil Esteves a principios de 1849 que se 73


decide generar fondos, vendiendo al gobierno civil, un solar adyacente que daba al lado sur de la catedral y que se usaba como cementerio. De los fondos recibidos por este solar se comenzó un proyecto bajo la ejecución del arquitecto y maestro de las obras de fortificación, don Manuel de Zayas. Se preparó un extensísimo documento donde se detallaba la empresa a realizarse. En adición a las obras a construirse el obispo Esteves realizó un contrato con el pintor-decorador, José Sotta para pintar los frescos que todavía hoy podemos apreciar en las pechinas y en la cúpula de la capilla mayor.

Nave y capilla mayor de la Catedral de San Juan – foto de Buschiazzo – 1955

La apertura de la Catedral al culto ocurrió en agosto de 1852. Para la década de 1860’s el obispo Carrión continuó embelleciendo la Catedral. Uno de los proyectos que se destaca y que todavía se conserva es la 74


instalación de las losas negras y blancas en el pavimento del templo, éstas fueron traídas de Bélgica e Italia, respectivamente. La Catedral de San Juan que hoy podemos ver y apreciar data de varias épocas; sus salas góticas del siglo XVI, el presbiterio con su crucero y la nave central datan de mediados del siglo XIX, y el cambio a la altura de la fachada data de principios del siglo XX.

Vista aérea de la Catedral de San Juan Publicación del Banco Santander - Puerto Rico desde el Cielo

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El protestantismo americano en el siglo XX Con la invasión de los Estados Unidos a Puerto Rico en 1898 y el eventual cambio de soberanía, nos llega la libertad de culto que era reconocida en la Constitución de los Estados Unidos que entraba a regir en la isla. Prontamente se establecen iglesias protestantes en San Juan, las primeras denominaciones fueron los metodistas, presbiterianos, bautistas, luteranos, la iglesia evangélica unida y la iglesia discípulos de cristo. En reunión de estas congregaciones, se dividen la isla en cuatro regiones, sin embargo también se acuerda que las dos ciudades principales, San Juan y Ponce, estarían abiertas a todas la denominaciones. Los metodistas son unos de los primeros en llegar a San Juan, su primera congregación, llamada La Santísima Trinidad se fundó en abril de 1900 y estuvo inicialmente ubicada en la calle de la Cruz. Más tarde en ese mismo año se trasladan a la calle Sol donde adquieren un edificio. Para el 1922 comienzan la construcción de un nuevo templo diseñado por el famoso arquitecto Antonin Nechodoma, que todavía está abierto al culto y puede visitarse.

A la izquierda la Catedral Metodista; a la derecha la Iglesia Bautista original en la calle San Francisco

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La primera Iglesia Bautista en establecerse en San Juan fue en la calle San Francisco, justo al frente de la Iglesia de San Francisco, al cruzar la plaza del mismo nombre. Fue erigida durante la primera década del siglo XX. En el 1910, los bautistas, se relocalizan a la calle San Agustín de Puerta de Tierra. Luego en el 1919 adquieren terrenos en la Avenida Ponce de León, en la zona de Puerta de Tierra y ese mismo año comenzó la construcción del nuevo templo que todavía existe. El templo original de la calle San Francisco, se convirtió luego en el cine Rialto y actualmente es un restaurante de comida rápida. En un edificio en la calle de La Fortaleza que había sido construido a principios del siglo XVIII, se establece la Iglesia Presbiteriana “Hugh O’Neil Memorial” en 1904. Fue aquí donde se almacenaron las primeras biblias que llegaron a Puerto Rico para su libre distribución, ya que antes de 1898 su distribución y su lectura no autorizada estaba prohibida. Algunos datos curiosos sobre esta iglesia son; que el compositor de En

mi Viejo San Juan, Noel Estrada fue feligrés de esta iglesia; y en la década de 1970 el entonces gobernador Luis Ferre, solía ir a tocar el piano de cola que había en este templo. Los luteranos se establecen originalmente en un edificio frente a la Catedral de San Juan, aunque luego se mudan a un edificio en la calle de la Luna esquina calle de la Tanca para el año de 1900. Contaban con una pequeña congregación de 24 miembros que eran originarios de las Islas Vírgenes Británicas. Esta congregación se trasladó posteriormente a Puerta de Tierra en el 1916, a un templo que está en la calle Matías Ledesma, esquina Avenida Muñoz Rivera.

A la izquierda la Iglesia Luterana, a la derecha la Iglesia Episcopal [demolida] donde hoy se encuentra el Museo del Niño

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Posteriormente, en el 1911 se había levantado una Iglesia Episcopal justo al frente de la Catedral, donde había estado el primer templo luterano. Durante la primera década del siglo XX el obispo americano de la Catedral, decidió añadir un tercer cuerpo a la fachada, supuestamente para evitar que el campanario de la iglesia Episcopal fuese más alto que la Catedral. Esta iglesia episcopal fue posteriormente demolida y en el solar que antes ocupaba, existe hoy El Museo del Niño. En el Viejo San Juan existen otros templos protestantes de otras denominaciones; como la Iglesia de Dios Pentecostal en la calle de la Cruz, esquina con la calle del Sol, éstos también cuentan con otro templo en la comunidad de La Perla. El Templo La Hermosa de Iglesia Cristiana Defensores de la Fe ubicado en la calle del Sol. Además de estos dos, existió en un edificio en la calle del Sol, esquina calle del Cristo; un Salón del Reino de los Testigos de Jehová.

A la izquierda el Templo la Hermosa; a la derecha la Iglesia Presbiteriana

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5. El desarrollo urbano y económico de los siglos XVIII y XIX Medidas que propiciaron el desarrollo económico y poblacional de la isleta de San Juan Resumiendo el desarrollo urbano del siglo XVIII, se trató principalmente de las mejoras a las fortificaciones de la ciudad y de toda la isleta, mencionadas anteriormente. En edificaciones de carácter religioso, el convento e iglesia de San Francisco fue la más significativa, aunque también, durante este siglo se construyó la Capilla del Cristo (ca.1753), la Iglesia de Santa Ana (ca.1776) y el Palacio Episcopal (ca.1777). Relacionado al desarrollo poblacional, Adolfo de Hostos nos dice que al comienzo de este siglo, los habitantes eran 2,600 y hubo un aumento gradual pues para 1765 había unos 4,500. El mayor aumento ocurrió durante las reformas de las fortificaciones, donde ya para 1783, había 6,500 habitantes. Entrando en los comienzos del siglo XIX, para 1808 ocurre la invasión francesa a España, donde el gobierno provisional establecido en Cádiz convoca delegados de las colonias americanas y en 1812, las cortes aprueban la primera constitución de la historia de España. Todos estos eventos despiertan en América aires de independencia y ya para 1825 todas las colonias españolas eran países libres. Las únicas colonias que España mantuvo fueron las islas antillanas de Cuba y Puerto Rico. Con la perdida de las colonias, cesó el ingreso que se recibía del situado mejicano, una principal fuente de ingresos de la isla. Se hizo necesario que San Juan, la ciudad capital de Puerto Rico había sido principalmente un bastión o base militar española que defendía la entrada al Caribe y servía de primer frente de batalla en la defensa de las posesiones españolas de tierra firme, tuviera que renovar el sistema económico. En 1811 se establece la primera intendencia de la Real Hacienda en Puerto Rico, y en 1813 llega a San Juan, don Alejandro Ramírez quien había sido designado como su primer intendente. Se referían a este destacado administrador como un brillante hijo de la Ilustración. Entre varias medidas que prontamente implementó; se le atribuye a él la Cédula de Gracias de 1815, que establecía medidas que ayudaron al desarrollo económico y poblacional de San Juan y de toda la isla de Puerto Rico. 79


Algunas de las medidas de la Cédula de Gracias eran las siguientes: se abrieron los puertos al comercio legal con países extranjeros, se permitía la importación de maquinaria sin pagar impuestos, a los empresarios católicos de las antiguas colonias y territorios franceses de América se les permitía traer más esclavos, se permitía la entrada libre a los refugiados de las guerras de independencia en América del Sur y se les cedía tierras a los emigrantes en general. Sin lugar a dudas, esta cédula fue la piedra angular que permitió el eventual cambio de una colonia que era meramente una base militar, a una colonia agrícola que eventualmente se desarrolló con un balance comercial positivo entre exportaciones e importaciones. Eran principalmente los Estados Unidos, las Antillas (no españolas) y España, los mercados de Puerto Rico. Las principales industrias agrícolas fueron inicialmente la caña de azúcar y la ganadería. Más tarde en el siglo se añadieron, la industria del café y la del tabaco. La población de San Juan que en 1816 era de 8,900 habitantes aumentó a cerca de 32,000 para el 1899 y en la totalidad de la isla de Puerto Rico ésta incrementaba de 155,400 habitantes en el año de 1800 a algo más de 950,000 habitantes para el final del siglo XIX. Durante este siglo se formaron centros urbanos en Mayagüez, Ponce y Arecibo, próximos a los cultivos de caña de azúcar. Estos nuevos centros urbanos llegaron a competir contra la hegemonía que hasta entonces tenía la ciudad capital. De la misma manera se establecieron puertos alrededor de la isla que también competían con el puerto de San Juan.

Croquis de los centros urbanos de Mayagüez, Ponce y Arecibo que datan de la década de 1880.

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Este crecimiento trajo como consecuencia la necesidad, no solo en San Juan sino en todo Puerto Rico, de mejorar los sistemas de transportación y servicios básicos. Edificaciones de uso público, uso militar y el derribo de las murallas La ciudad y la isleta de San Juan también serían impactadas por toda esta transformación que estaba ocurriendo en un Puerto Rico, que hasta finales del siglo XVIII había sido meramente una plaza militar. En este siglo se construyeron dentro de las murallas de la ciudad varios edificios institucionales, cívicos y militares, algunos de estos son: el Palacio de Santa Catalina, sede de gobierno, que aunque había sido construido desde el siglo XVI, no fue hasta el año de 1846 cuando se realizó una reconstrucción mayor que dio a su fachada principal la apariencia que actualmente tiene.

La Fortaleza -1845 Publicación el San Juan Español 1519-1898 - AGPR

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La Casa Alcaldía que estaba ubicada frente a la Plaza de Armas, sufrió también una renovación mayor en la primera mitad del siglo XIX para quedar con la fachada en arcos con su pórtico, tal y como la conocemos hoy. Hacia el lado oeste de la misma plaza se construyó para 1850 el edificio de la Real Intendencia de Hacienda, en el lugar donde existió un antiguo presidio. El edificio para albergar la Diputación Provincial, ubicado al lado del edificio de la Real Intendencia, al cruzar la calle San Francisco. Se terminó el mismo para el 1876 y allí se mantuvo la Diputación Provincial hasta el cambio de soberanía; luego de otros uso pasó a ser el anexo al Departamento de Estado que ya había ocupado el edifico de la Real Intendencia.

Casa Alcaldía de San Juan – 1908 Foto de Arguinzoni

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Edificio de la Real Intendencia (cerca de 1910)

En 1832 se construyó en la calle de la Fortaleza, justo al frente de la Plaza de Colón, el teatro permanente más antiguo de Puerto Rico, conocido inicialmente como el Teatro Municipal, que hoy conocemos como el Teatro Alejandro Tapia y Rivera.

Teatro Municipal – cerca de 1920 Foto cortesía de Fred Rodríguez

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En la calle del Cristo, contiguo al Palacio Arzobispal, se construyó el edificio del Seminario Conciliar que estuvo terminado para el 1842. Posteriormente y por varios años se usó como instituto civil de segunda enseñanza. Ya en el siglo XX y luego de una restauración concluida en 1986, pasó a ser la sede del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y del Caribe, fundado por don Ricardo Alegría. Al norte de la ciudad, donde anteriormente ubicaba el barrio de Ballajá se construyeron tres edificios de enorme tamaño, uno fue la Casa o Asilo de Beneficencia construido en 1841. Otro fue el Manicomio Insular cuya fachada da hacia el campo del Morro, éste se comenzó a construir en la década del 1860 y antes de concluir fue usado para albergar heridos de la guerra que España tenía con Santo Domingo; lo que retrasó su construcción para terminarse en el 1873. El primero de los mencionados es en el día de hoy la sede del Instituto de Cultura Puertorriqueña, el segundo es la sede de la Escuela de Artes Plásticas. El tercer edificio, éste de uso militar, es el Cuartel de Ballajá, terminado en 1864, fue el último edificio militar y también el más grande construido por España en América. Fue diseñado para albergar dos regimientos de soldados, que fue su uso inicial hasta la Guerra Hispanoamericana, durante la cual, parte del edifico colapsó al ser impactado por el cañoneo del 12 de mayo de 1898. Posteriormente, ya bajo la soberanía americana, pasó a ser el Hospital Militar Rodríguez y en la segunda mitad de siglo XX, luego de una restauración pasó a ser la sede de varias instituciones y oficinas culturales, entre estos el Museo de la Américas. El museo consiste de cuatro salas permanentes dedicadas, una a las Artes Populares, al Indio de América, a la Herencia Africana y a la Conquista y Colonización; puede ser visitado de martes a domingo para admirar sus colecciones.

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Cuartel de Ballajá – foto de Puerto Rico Historic Building Drawings Society

Planos, vistas y perfiles del Cuartel de Ballajá – 1857 Publicación el San Juan Español 1519-1898 – AGPR

Con anticipación al siglo XIX, los militares no permitían estructuras permanentes en los sectores extramuros, como lo eran la Puntilla de San Lázaro, la Marina y Puerta de Tierra. Debido a la transformación que estaba ocurriendo, resultaba imperativo modificar estas restricciones. Para la primera mitad de este siglo se comenzó la

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construcción en las áreas de la Puntilla y de la Marina muelles públicos y privados con sus respectivos almacenes. También se construyó el edificio del Depósito Mercantil, la Real Aduana, la Capitanía de Puerto, la cárcel de la Princesa y el Arsenal. Para 1852 y como parte de la planificación urbana de la zona se establecieron manzanas residenciales, y para embellecer el área se construyó un paseo y un jardín botánico, que hoy conocemos como el Paseo de la

Princesa, llamándose así en honor a la Infanta María Luisa.

Cárcel la Princesa – antes de 1917

Según se desarrollaba y crecían los sectores de la Marina y la Puntilla, el tráfico desde esa zona hacia la ciudad murada incrementó y ya para 1873 se permite derribar parte de la muralla para construir un nuevo y más amplio acceso desde la Marina a la calle de la Tanca, que se llamó la Puerta de España. Posteriormente en 1894 se consigue la autorización para demoler la Puerta de San Justo. También en esta época se realizaron proyectos para rellenar y ganarle terrenos a la bahía. En la 86


costa sureste de la isleta, que estaba completamente cubierta de manglares, se consiguió autorización para rellenarlos.

Mapa de la Isleta de San Juan de 1886 [antes de ganar terrenos a la bahía y rellenar los manglares de Puerta de tierra]

(parte del mapa de San Juan y sus alrededores de Rafael Aguirre)

El crecimiento poblacional de Puerta de Tierra fue notable, para la segunda mitad del siglo XIX llegaba a 2,500 habitantes, principalmente obreros. En 1897 la necesidad de abrir la ciudad hacia esa área de la isleta, logró conseguir la autorización y eventual derribo del resto de las murallas en la zona sur y este, incluyendo la Puerta de Santiago con su revellín del Príncipe y su baluarte de Santiago. Curiosamente, el revellín de Príncipe, que era parte de las fortificaciones construidas por O’Daly y Mestre durante el último cuarto del siglo anterior, nunca participó en conflictos bélicos. El primer gran edificio de uso institucional en Puerta de Tierra, fue el Hospital Civil, construido en 1887, posteriormente sirvió como cárcel provincial y más luego fue una fábrica de cigarros, después fue una destilería y hoy es la sede del Archivo General de Puerto Rico.

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El Archivo General de Puerto Rico Foto cortesía de Puerto Rico Historic Building Drawings Society

El desarrollo de los servicios públicos en la ciudad Uno de los primeros servicios públicos implementados en la ciudad durante este siglo, se trató del Cuerpo de Serenos, establecido en 1837. Su objetivo era proveer vigilancia nocturna a las propiedades privadas y públicas. Además de ofrecer vigilancia, los serenos, anunciaban en voz alta, la hora y el estado del tiempo; este servicio duró hasta el 1875. El tranvía de vapor, inaugurado en el 1880, era manejado por una empresa privada que pertenecía a don Pablo Ubarri, próspero comerciante de San Juan, y proveía transporte entre San Juan y Río Piedras. Se usaba para llevar o traer pasajeros y mercancías desde los muelles en San Juan hasta el terminal en el pueblo de Río Piedras, sin tener que entrar al interior de la ciudad. Este servicio público ayudó a resolver el problema que existía, donde luego de ser abierta la Puerta de España la mercancía destinada a lugares fuera de la ciudad tenía que ir a través de sus estrechas calles para luego salir a través de la Puerta de Santiago. 88


Tranvía en la calle San Francisco frente a la Casa Alcaldía – 1903 Biblioteca del Congreso

El servicio de agua a la ciudad de San Juan tiene los siguientes antecedentes. La isleta de San Juan carece de ríos y aunque desde la época de su fundación se tiene constancia de pozos de agua dulce en algunos lugares de la ciudad, la mayoría de las residencias y edificios institucionales, incluyendo las fortificaciones, tenían cisternas para recoger agua de lluvia, de la que había gran dependencia. También se traía agua del río Bayamón y del manantial que había en Miramar, conocido como la Fuente de Aguilar. Desde mediados del siglo XVI, existió un pequeño acueducto desde este manantial, que corría sobre el puente de San Antonio, allí se envasaba el agua en barriles para llevarlos a la ciudad.

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Señora recogiendo agua en una fuente pública En la plazoleta frente a la Catedral -1901 Foto de la Biblioteca del Congreso

Aunque desde mediados del siglo XIX existieron varios proyectos para crear un acueducto originado en el río Piedras que pudiese abastecer de agua la ciudad de San Juan; no fue hasta el 1896 que aprueban el proyecto, cuyo desarrollo fue interrumpido por la Guerra Hispanoamericana. En el 1899, ya bajo la soberanía americana, se concluyó la instalación de fuentes públicas en varios lugares de la isleta de San Juan. Dentro de la ciudad había fuentes públicas en la Plaza de Colón, en la plaza de San Francisco, en la de San José y en la plazuela de las Monjas frente a la Catedral. Además había una cerca de donde estuvo el Polvorín de San Sebastián (hoy Escuela Lincoln), otra en el sector de la Marina. Fuera de las murallas, ya derribadas para ese entonces, se instalaron tres fuentes públicas en la zona de Puerta de Tierra. Otro servicio que se desarrolló durante este siglo, fue el alumbrado público. Según datos provistos por el historiador Coll y Toste, fue desde 90


la segunda década del siglo que comenzó el primer alumbrado usando faroles que se colgaban en cuerdas que atravesaban la calle, estos faroles tenían depósitos de aceite de oliva, que se quemaba en las mechas de los faroles. Existía un servicio de peones que usando escaleras daban limpieza a las mechas y mantenían los abastos de aceite. Posteriormente, para el 1855, el aceite fue reemplazado por petróleo y ya en el 1857 se comenzó a usar el gas (hidrógeno) en algunos lugares como fueron la Plaza del Mercado y el Teatro Municipal entre otros. El alumbrado por gas se continuó usando por varias décadas hasta que en las postrimerías del siglo se instaló el alumbrado eléctrico. Narra el historiador Eugenio Latimer Torres en su libro Historia de la Autoridad de Energía Eléctrica que para enero de 1893, la Sociedad Anónima de Luz Eléctrica obtuvo autorización para establecer el alumbrado eléctrico en el Viejo San Juan. Este fue el inicio la industria de energía eléctrica y ya para febrero se instalaban 10 luces en la Secretaría General de Gobierno.

Visita de la Infanta María Eulalia -1893

En mayo del mismo año surgió la segunda instalación, motivada por la visita de la Infanta María Eulalia de España, que acompañada por su 91


marido hizo una corta parada en San Juan mientras realizaba un viaje para asistir a la Exposición Universal de Chicago. Habiendo llegado la Infanta en horas de la mañana del 5 de mayo, participó por aproximadamente 12 horas de varias actividades que se habían programado en su honor, por ser esta la primera visita de algún miembro de la Monarquía Española a Puerto Rico. Continúa Latimer narrándonos que al embarcarse, en las primeras horas de la noche, no cabía un alma más en la Plaza de Dársenas. Para darle mayor esplendor a la despedida, la Sociedad Anónima de la Luz había instalado ocho focos y 600 lámparas incandescentes, que en esta ocasión podían ser vistas por el público en general por primera vez en San Juan. El templete en el medio de la dársena, estaba rodeado por una guirnalda de lámparas de colores, todo el contorno se iluminaba con brillante luz eléctrica. Más tarde en el mismo mes de mayo la Sociedad obtiene su certificación y se comenzó formalmente la instalación de un sistema de alumbrado eléctrico que poco a poco siguió expandiéndose, reemplazando el sistema de gas. Para el 1898 el sistema eléctrico de alumbrado era el más usado, sin embargo el alumbrado con gas se mantuvo en algunos lugares de la ciudad hasta el 1903. La pavimentación de las calles de la ciudad La primera pavimentación de las calles en San Juan ocurrió a finales del siglo XVIII. En sus Memorias, Pedro Tomas de Córdoba nos dice que fue en el año de 1772 que el gobernador Coronel Miguel de Muesas somete una propuesta para empedrar las calles de la ciudad. En una pintura de José Campeche realizada en el 1792, se resalta este acontecimiento histórico. En este cuadro del entonces gobernador de Puerto Rico, don Miguel de Urtáriz; se puede ver, a través de una ventana, a unos obreros trabajando en la pavimentación de una calle. Esta primera pavimentación consistió en el uso de piedras silíceas, comúnmente conocidos como "chinos". En ese entonces, el perfil de la calle proveía un declive hacia el centro de la misma, que estaba cubierto con losas donde se recogían las aguas de lluvia. Para 1825 la mayoría de las calles ya habían sido pavimentadas de esta manera.

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Calle Recinto oeste [hoy Clara Lair] - empedrada con chinos de río

Sin embargo, con el paso de los años el personal del ayuntamiento comenzó a quejarse de la frecuente necesidad de reparar las calles con este tipo de empedrado. Esto hizo que se exploraran otros materiales que pudiesen ser usados para la pavimentación de calles y que fueran más duraderos. En 1880 deciden experimentar usando adoquines de madera en un trozo de una de las calles más transitadas de la ciudad. Al cabo de dos años, el arquitecto del ayuntamiento, Pedro Cobrero, emite un reporte en 1882, que dice; hace cerca de dos años que fue colocado el adoquinado de

madera en el trozo de la calle de la Tanca próximo a la Puerta de España, y desde que fue colocado no habido necesidad de hacer reparación alguna en él, por cuya razón y atendido al tiempo que aún pueden durar sin que se deteriore, puede juzgarse que el resultado ha sido satisfactorio. Luego el mismo arquitecto recomienda que los adoquines deban ser de piedra caliza y no de madera; ya que la madera al exponerse al sol y al agua se pudre al cabo de pocos años. Transcurrieron siete años donde se evaluaron costos y fuentes de varios tipos de adoquines de piedra sin que se tomase decisión alguna. Es en el 1889 que se recibe una circular 93


de la casa Huntly Brothers de Sunderland, Inglaterra ofreciendo los adoquines de escoria. Esta circular, menciona varias de las ventajas de este tipo de adoquín donde se destaca que los mismos se están usando

hace ya 14 años y están considerados como el empedrado que reúne las mejores condiciones higiénicas de cuantos existen. También advierte que los mismos se pueden ver en Bilbao y que hay gran demanda de estos en España. En la ciudad de Sunderland y en su vecindad existían varias casas de fundición de hierro, la escoria del proceso de fundición del hierro era descartada y acumulada. Buscándole uso, se comenzó derretir y verter en moldes formando los cubos azulados que llamamos adoquines. El color azul que hace nuestros adoquines únicos y muy admirados por visitantes locales y extranjeros, es por la combinación de los metales que conforman esa escoria. La primera orden a la casa Huntly Bothers, quienes eran principalmente una casa de exportación de carbón y no una fundición, se tramita a través de la casa naviera Larrinaga y Co. con sede en Liverpool, en marzo de 1890. Fueron 50,000 adoquines que finalmente llegaron a San Juan el 11 de noviembre de ese mismo año, a bordo del vapor Cádiz. A principios del 1891 se procede a instalar los mismos en el trozo de la calle de la Tanca, que comprende desde la Puerta de España (que existía en la muralla cercana a la calle Recinto Sur) hasta la calle San Francisco; ya para marzo de 1891 se había completado la construcción, siendo este trozo de la calle de la Tanca la primera en ser adoquinada. Durante el resto de esa década se continúa ordenando más adoquines de escoria usando la casa Huntly Brothers. Sin embargo, la transportación marítima de éstos fue tramitada, inicialmente con la casa naviera Larrinaga, luego por algún tiempo se usó la casa naviera Henry Ramm que tenía oficina en Manchester, y ya los últimos embarques fueron nuevamente tramitados usando a Larrinaga y Co. También por recomendación del arquitecto del ayuntamiento Arturo Guerra se comenzó a cambiar el perfil de las calles dándole al adoquinado en el centro, la forma alomada para que las aguas de lluvia corran paralelas a las aceras y no por el centro de la calle como cuando el empedrado era con chinos. Este cambio se implementó en 1893 por 94


primera vez en la calle San Justo, en el tramo entre la calle Tetuán y la calle San Francisco.

Calle de Cristo esquina Caleta de San Juan – 1901 La calle de Cristo se ve adoquinada mientras la Caleta está pendiente

El último embarque de adoquines de escoria ocurrido durante la soberanía española fue recibido a finales de 1896 en el vapor Crown de la casa Larrinaga, saliendo del puerto de Middlesborough localizado al sureste de la ciudad de Sunderland. Durante los primeros años del siglo XX se continuó el adoquinado, pero prontamente se comenzó a asfaltar algunas calles, otras se pavimentaron usando concreto. Más recientemente algunas calles se han adoquinado usando adoquines manufacturados en Puerto Rico, aunque de otros materiales. Uno de los resultados de la pavimentación de calles, fue la necesidad de proveer a la ciudad con un sistema de alcantarillado. Aproximadamente para la mitad del siglo XIX, se comenzó con la instalación de tuberías bajo el pavimento de las calles que descargaban en diferentes lugares de la bahía. 95


6. El cambio de soberanía La Guerra Hispanoamericana y su legado en San Juan

Mapa de Eugenia Wheeler Goff – 1899 Ilustra los eventos de la guerra Hispanoamericana – Biblioteca del Congreso

El hundimiento del acorazado Maine en la bahía de la Habana en Cuba fue el evento que precipitó que el Presidente William McKinley de los Estados Unidos de América, declarara la guerra a España el 21 de abril de 1898. Ya anteriormente y dejando ver su interés en la zona del Caribe, este país había hecho ofertas para comprar la isla de Cuba a España, la más reciente había sido en 1897. También debemos recordar que la prensa amarillista durante esa época, publicó varias portadas y viñetas en los periódicos estadounidenses, ejerciendo influencias en el gobierno y buscando apoyo en el pueblo para declarar la guerra a España y así continuar la expansión fuera del territorio continental.

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La explosión de Maine en la bahía de la Habana - 15 de febrero de 1898

Respecto a los acontecimientos de guerra que ocurrieron en Puerto Rico, estos comienzan con un bloqueo del puerto de San Juan que comenzó el 29 de abril. Un dato curioso es que los barcos de la marina estadounidense que estaban realizando el bloqueo, no enarbolaban

Viñeta de la prensa amarillista

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bandera y por eso, los militares y el pueblo en general de San Juan, se refería a ellos como buques fantasmas. El día 9 de mayo apareció, un buque fantasma, que en realidad era el crucero auxiliar Yale y según el capitán Ángel Rivero nos dice; el pueblo le había puesto el nombre de Tres Chimeneas. El gobernador ordena que se envíe al crucero español Alfonso III a salir de puerto e ir tras el Tres Chimeneas, sin embargo éste decidió huir y no hacerle frente. Al otro día, temprano en la mañana volvió a aparecerse el Tres Chimeneas frente al Castillo San Cristóbal y en narración en su diario de guerra el Capitán Rivero escribió lo siguiente: está a tiro y pedí permiso para hacerle fuego, permiso que no llegó

hasta las 12, hora que el buque estaba fuera del alcance de mis cañones. Para que muestre los colores de su bandera, a las doce y diez minutos le disparo un cañonazo. El primero de la guerra. El 12 de mayo de 1898, la escuadra de la Marina de los Estados Unidos al mando del Almirante William Sampson, comenzó un intenso bombardeo a la ciudad de San Juan a eso de las cinco de la mañana. El acorazado Iowa fue el primero en disparar, pocos minutos después los cañones del Castillo de San Cristóbal contestaron el fuego y le siguieron prontamente las baterías del Castillo de San Felipe del Morro, los cañones desplegados en el baluarte de San Antonio (en el campo del Morro) y las baterías de Santa Teresa y la Princesa en las defensas externas del San Cristóbal. El bombardeo duró algo más de tres horas y durante ese tiempo la escuadra de Sampson daba círculos navegando entre el Castillo de San Cristóbal y la Isla de Cabras.

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Bombardeo a San Juan – 12 de mayo de 1898 Biblioteca del Congreso

Algunos de los edificios públicos que afectados durante el bombardeo fueron, el Manicomio Insular, la cárcel Provincial en Puerta de Tierra, el edificio de la Real Intendencia, la Casa Blanca, la Fortaleza, la Iglesia de San José y la Catedral. Además de dieciocho casas residenciales privadas. Los daños en las fortificaciones y edificios militares fueron los siguientes; en el cuartel de Ballajá derribaron una sección del edificio en la parte noroeste del mismo; en San Cristóbal destrozaron parte del muro en el Caballero de San Miguel y dañaron algunos de los cañones que allí había. En el Morro destruyeron el Faro que estaba en el baluarte de Ochoa, un cañonazo dañó y silenció los cañones que había en la batería del Carmen. Otro perforó el muro del castillo y penetró hasta la torre original que había sido construida en 1539, el túnel de acceso colapsó y así quedó escondida la torre por cerca de 40 años. Fue en el 1938 cuando se escavó el túnel, que encontraron la torre, la cual fue posteriormente rehabilitada; hoy se puede visitar y observar un pedazo 99


de la metralla que se incrustó en la pared interior y que allí permanece como recuerdo de este ataque. Los resultados de ambos bandos fueron los siguientes; dos soldados españoles perdieron la vida y treinta y cuatro resultaron heridos. El buque New York recibió impacto de las baterías de tierra, también el Iowa; dos marinos estadounidenses perdieron la vida y hubo siete heridos. Posterior al bombardeo del 12 de mayo de 1898, hubo en San Juan batallas navales el 22 y el 27 de junio, en ese día el buque español Antonio López trató de evadir el bloqueo naval y entrar en puerto pero el Yosemite lo cañoneó haciendo que el buque español encallara en la costa cerca del pueblo de Dorado. A partir del 28 de junio San Juan dejó de ser un escenario de batalla por el resto del conflicto bélico. Entre las estrategias de espionaje militar realizadas por la marina enemiga, resalta una que trata de un teniente del servicio de inteligencia militar estadounidense de nombre Henry Whitney, que fingió ser marino inglés para visitar a San Juan. Entre otras cosas este espía, tomó información sobre las defensas de San Juan y su vecindad para preparar mapas muy detallados con valiosa información militar que hizo llegar a sus superiores.

Uno de los mapa del espía Henry Whitney Cortesía de San Juan National Historic Site

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Sin embargo, la invasión de las tropas americanas bajo el comando del General Nelson Miles, ocurrió por la bahía de Guánica al suroeste de la Isla, el día 25 de julio de 1898. Ese día se conmemora al Apóstol Santiago como el Patrón de España; probablemente, el que se escogiera ese día para la invasión no fue mera casualidad. El plan de la invasión era rendir la isla por tierra y su estrategia era continuar hacia el norte a través de la cordillera; mientras ocurría la batalla de las lomas Asomante, el 12 de agosto de 1898, fue firmando el protocolo de paz. En solamente diez y nueve días después de la invasión, las hostilidades por tierra habían cesado… La guerra había terminado. El día 14 de agosto dos cruceros de la marina se acercaron al puerto de San Juan y luego de comunicarse con el Morro, el gobernador autorizó izar la bandera blanca en dicho castillo y permitir la entrada de una lancha con representantes americanos que venían a discutir las reglas de las próximas negociaciones. Desde esa fecha hasta el 16 de octubre se organizaron y se llevaron a cabo reuniones de una comisión conjunta para discutir pormenores de la evacuación de las autoridades españolas. Mientras estas reuniones se llevaban a cabo, las tropas y oficialidad española se mantuvieron acuarteladas en el Arsenal de la Puntilla, que resultó ser el último territorio de la soberanía española en la isla. El día 16 de octubre salían de San Juan el Capitán General Manuel Macías acompañado de su gabinete insular y municipal. El 18 de octubre se realizó una ceremonia simbólica del traspaso de la soberanía de Puerto Rico a los Estados Unidos de América. En el mismo día que se realizó la ceremonia de traspaso de soberanía, el General John Brooke, fue nombrado por el presidente McKinley como el primer gobernador militar de Puerto Rico. Éste ejerció el cargo hasta el 6 de diciembre de ese mismo año cuando fue reemplazado por Guy Henry, que a su vez es reemplazado por el último gobernador militar de la isla, quien fue George Davis.

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La planificación de las instituciones a través de la Isleta Con el cambio de soberanía y una vez terminado el gobierno militar norteamericano, se comenzó la construcción de edificios de carácter cívico en el área de Puerta de Tierra, fuera de donde habían estado las murallas. Algunos ejemplos de estos edificios y áreas recreativas construidos durante la primera mitad del siglo XX son: en dirección de oeste a este por la avenida Ponce de León (hoy conocida como Avenida Constitución); la Escuela José Julián Acosta que data del 1907, originalmente una escuela superior y más recientemente se convirtió en escuelas Especializadas en Bellas Artes, Artes Visuales, Teatro, Baile y Comunicaciones de Puerto Rico.

Escuela José Julián Acosta Cortesía de Puerto Rico Historic Building Drawings Society

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El casino de Puerto Rico, comenzó su construcción en 1913 y por falta de fondos se dilató su construcción la cual fue completada para 1917. Posteriormente perteneció al ejército y fue usado como club social del United Services Organization (USO), después de la Segunda Guerra Mundial el gobierno lo adquiere y pasó a ser la Escuela Libre de Música, luego fue sede de Instituto de Cultura Puertorriqueña y actualmente sirve como Centro de Recepciones del Gobierno.

El casino de Puerto Rico

Le sigue el edificio de la YMCA, hoy sede de la Casa Olímpica. Este data del 1913 con acceso a la Avenida Ponce de León y por el norte a la Avenida Muñoz Rivera. Originalmente sus facilidades incluían piscina pública, cancha de baloncesto bajo techo, gimnasio. Hubo un periodo donde aquí se proveían facilidades para hospedar hombres.

Casa Olímpica – antigua YMCA

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El próximo edificio, es el de la actual sede del Ateneo Puertorriqueño, construido en 1924 y cuya entrada da a la Avenida Ponce de León. Establecida esta institución cultural en el último cuarto del siglo XIX por personalidades de la época como Alejandro Tapia y Rivera, José Julián Acosta, Manuel Elzaburu, entre otros; continua sirviendo como centro cultural, dedicada a fomentar las ciencias, las letras y las bellas artes.

Edificio del Ateneo de Puerto Rico

Le sigue el edificio de la biblioteca Carnegie, construido en el 1915. Fue la primera biblioteca pública organizada que existió en Puerto Rico. Originalmente establecida en el Viejo San Juan en 1903, en ese entonces conocida como la Biblioteca Insular. Funcionó por varias décadas exitosamente, con una gran membresía, en la década de los años cincuenta fue transferida al Departamento de Instrucción Pública.

Biblioteca Carnegie

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Luego se encuentra el edificio actual de la Casa de España fue construido en 1934, con una arquitectura de un estilo andaluz. Cuenta con diversas dependencias, tales como el esplendoroso Salón de los Espejos, el Salón Biblioteca, una Sala de Exposiciones, y el Patio Andaluz. Como dato curioso en la fachada principal, bajo un pórtico, puesta sobre un pedestal adjunto a la pared, está una de las dos placas que una vez pertenecieron a la Puerta de España.

La Casa de España

Le sigue el Capitolio de Puerto Rico que comenzó su construcción en 1925 y fue inaugurado en febrero de 1929. Diseñado por el arquitecto puertorriqueño Rafael Carmoega, en estilo revival neoclásico. Su fachada principal da al norte, mirando en Océano Atlántico y su exterior está cubierto de mármol traído del estado de Georgia en los Estados Unidos. Pocos años luego de su inauguración, se relocalizó allí en el 1933 la Supreme Court of Justice que era el cuerpo judicial principal que entonces operaba bajo el Acta Jones y que anteriormente tenía al antiguo Monasterio de Santo Domingo como su sede. En el 1952, con la aprobación de la Constitución de Puerto Rico, se estableció el Tribunal Supremo de Puerto Rico que se mantuvo en el Capitolio hasta el 1956 cuando se relocalizó al nuevo edificio construido el lado este del parque Luis Muñoz Rivera. Quedaba la isleta con sus tres poderes gubernamentales localizados de la siguiente manera; al oeste el poder 105


ejecutivo en el Palacio de Santa Catalina, al centro, el poder legislativo, en el Capitolio y al este el poder judicial en el nuevo edificio del Tribunal Supremo de Puerto Rico.

El Capitolio de Puerto Rico – fotos cortesía de PRHBDS

Detalle de la bóveda del Capitolio

Detalle de la escalera interior

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En el barrio de Puerta de Tierra, también fueron construidos templos de varias de las denominaciones de iglesias protestantes y el templo católico de la Iglesia de San Agustín, además se construyeron varios edificios institucionales entre los que se destacan la Escuela de Medicina Tropical y la Escuela José Celso Barbosa. Cercano al extremo este de la isleta se construyó el parque Luis Muñoz Rivera. Resultó que en 1917 muere este líder político, y para preservar su memoria, se aprueba una ley, donde se especificaba que el parque a construirse debía de incluir una estatua del prócer Luis Muñoz Rivera, además de proporcionar atractivos al público de todas las edades y principalmente a los niños.

Estatua del Prócer en la cruceta principal del parque

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La construcción inicial del Parque Luis Muñoz Rivera oficialmente comenzó, el 1 de noviembre de 1926. Esta primera fase duró hasta el 1932 consistió en proveer la infraestructura y la construcción de accesos, aceras y jardines. Una segunda fase incluyó los trabajos de desarrollar el mobiliario del parque y los elementos arquitectónicos significativos como la guitarra, la pirámide, la rosa de los vientos y el reloj de sol. Luego en 1932, el antiguo polvorín de San Jerónimo, que había sido preservado, pasó a ser un Museo de Historia Natural.

Polvorín de San Jerónimo – construido en 1769

Entre los años del 1934 y 1935, el artista puertorriqueño Víctor Cott fue responsable del diseño y construcción de las pérgolas, de los bancos y de los cobertizos usando la técnica de imitación a madera (faux bois) donde se construían armazones de tubos galvanizados o varilla recubiertos con una malla metálica para que el cemento pudiese adherirse a la superficie mientras que el artista lo aplicaba dando formas y contornos que imitaban la madera. 108


Fotos de algunas de las obras de Víctor Cott – imitación a madera

En la década de 1940 el exterior del polvorín de San Jerónimo se convirtió en un zoológico que tenía, entre otros, los siguientes animales; monos, serpientes, pájaros y su famosa charca de cocodrilos. En su interior ya existía el Museo de Historia Natural donde se exhibían animales disecados. Este pequeño zoológico se convirtió en una gran atracción visitada por familias de todos los lugares de Puerto Rico. También se proveyó un área para juegos de niños, contiguo al antiguo polvorín. Una sección del parque exhibe bustos y estatuas de próceres de países latinoamericanos que incluye a Perú, Chile, Venezuela, México, Argentina, Brasil y Uruguay; todas estas regaladas por los respectivos países.

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Comentarios Finales La ciudad San Juan, capital de Puerto Rico, fue fundada en 1521. Dentro de cuatro años, a partir de la fecha que escribimos esta publicación, San Juan cumplirá 500 años de fundación, sin dudas una de las ciudades más antiguas de América. Esperamos una gran celebración para conmemorar ésta efeméride, como se merece esta ciudad tan admirada y querida por sus habitantes, como también por los visitantes extranjeros que a ella llegan. Fue en siglo XIX cuando Alejandro Tapia y Rivera escribiera “Mis Memorias” o “Puerto Rico como lo encontré y como lo dejo” y al principio de esta obra, nos ofreció lo que en mi humilde opinión, es la expresión de amor patrio más hermosa que este servidor a leído… y en sus propias palabras nos dice;

“A veces he creído que mi amor a este pedazo de tierra tenía algo de fatídico y misterioso como el de Quasimodo a la campana grande de Notre Dame de Paris, cuando abrazado a ella parecían hombre y campana convertirse en una cosa misma, en un solo cuerpo con dos almas o en un alma con dos cuerpos. Lo que pasa entre mi tierra y yo, no es menos singular y acaso más extraño; jamás pudo verse amalgama de cosas más opuestas. En lo físico hubiera preferido otro clima menos variable y ardoroso y húmedo; en lo humano, otra gente; y sin embargo, encuentro no sé qué atractivo en uno y otro. Nací todo vida y actividad; mi país es todo hielo y negligencia. Yo idolatro la luz; él parece bien hallado con sus oscuridades; yo anhelo el volar del rayo; él camina a paso de tortuga; y, sin embargo, no he podido vivir sin él, y me quita el sueño; si trato de no sufrir por su suerte, no puedo evitar que me atormente más: deseo no amarlo, y se mete dentro de mi alma. ¿Qué vínculo fatal es éste de que no logro deslizarme?”

Alejandro Tapia y Rivera – Mis Memorias (extracto del capítulo I)

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Bibliografía de referencia

Historia de San Juan – Ciudad Murada de Adolfo de Hostos 1983

La colonización de Puerto Rico de Salvador Brau – 2011

Conferencia del Arqueólogo Miguel Rodríguez López, en la Universidad del Turabo (2013)

Historia de Nuestros Indios de Ricardo Alegría – 2003

Historia General de Puerto Rico de Fernando Picó – 1986

Crónicas de Puerto Rico de Eugenio Fernández Méndez -1969

Crónicas Taínas de Miguel Rodríguez López – 2010

Memorias de Cayetano Coll y Toste en el Boletín Histórico de Puerto Rico, Tomo I – 2004

Artículo “Descripción de la Ciudad de San Juan Siglos XVI y XVII” de varios autores en las pág. 75-84 de la Revista del ICP - OCTDIC, 1971 Núm. 53

Escrito “Casa Blanca y los Ponce de León en los Documentos, Planos y Mapas” de Francisco Moscoso en la Publicación del ICP con motivo de la reapertura del Museo Casa Blanca en diciembre de 1991

“Por el adarve de SJ” de Enrique T. Blanco, publicado en la revista Alma Latina de febrero de 1932

“Descripción de la isla y ciudad de Puerto Rico” de 1647 del canónigo Torres Vargas en la Biblioteca Histórica de Puerto Rico de Tapia 1854 111


“El Castillo de San Felipe del Morro”, de Enrique T. Blanco, publicado en la revista Puerto Rico Ilustrado del 9 de junio de 1945

Las Memorias de Melgarejo – de Juan Ponce de León II y el bachiller Antonio de Santa Clara en el 1582, publicadas en el Boletín Histórico de PR por Coll y Toste

San Juan – Historia Ilustrada de su desarrollo urbano de Aníbal Sepúlveda

Los Tres Ataques Británicos a la Ciudad de San Juan Bautista de Puerto Rico de Enrique T. Blanco – 1968

Relación de la entrada y cerco de Balduino Enrique a la Ciudad de Puerto Rico en 1625, de la Biblioteca Histórica de Puerto Rico de Tapia 1854

Diario y Documentación del sitio que pusieron los ingleses a la ciudad de Puerto Rico en 1797, del Gobernador don Ramón de Castro, de la Biblioteca Histórica de Puerto Rico de Tapia 1854

Crónica de la Guerra Hispanoamericana en Puerto Rico de Ángel Rivero, Capitán de Artillería - 1998

Pedro Tomas de Córdoba: Memorias de la isla de Puerto Rico, Tomo III

Historia de la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico – 2011 Else Zayas, colaboradora en la parte que explica el siglo XVI de esta Publicación del 5to Centenario de la Arquidiócesis de SJ

Artículo “Notas de Santa Ana” de Bibiano Torres en la revista del ICP núm. 8, pág. 59

El Monasterio de Santo Tomás de Aquino, de Enrique T. Blanco, Publicado en el Puerto Rico Ilustrado de 26 de septiembre de 1936

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Iglesia de San José – Templo y Museo del Pueblo Puertorriqueño por P. Emilio Tobar C. M. -1963

Memoria y Profecía – La Familia Franciscana en Puerto Rico de Alfonso Guzmán Alfaro – 2015

La Catedral de San Juan Bautista de Puerto Rico de Enrique T. Blanco, publicado en la revista Alma Latina de julio de 1936

Historia de Puerta de Tierra, publicación digital que tiene su propia página en Internet administrada por Juan Torres Rivera

Los Monumentos Históricos de Puerto Rico de Mario J. Buschiazzo - 1955, versión digital de Yesica Soledad Lamanna, publicada por la Universidad de Buenos Aires

Historia de la Autoridad de Energía Eléctrica de Eugenio Latimer Torres – 1997

Los adoquines de escoria en San Juan – Rafael Calderín 2015, publicado en la biblioteca de Ediciones Digitales

El Capitolio de Puerto Rico – 2004, este libro es una publicación del Senado de Puerto Rico con la participación de varios historiadores

Contextos - El parque Muñoz Rivera y el Tribunal Supremo de Andrés Mignucci 2012

El parque Luis Muñoz Rivera – Rafael Calderín 2013, publicado en la biblioteca de Ediciones Digitales

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