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Facultad de Agricultura y el Comité de Actividades Edu cativas del Cincuentenario del Colegio de Agricultura de la
Universidad de Puerto Rico.
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APUNTES SOBRE LA HISTORIA DE LA ENSEÑANZA DE LA AGRICULTURA EN PUERTO RICO
POR JAIME BAGUÉ, V. M. D.
Conferencia dictada ante el Cuerpo de Estudiantes del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de la Universidad de Puerto Rico, el dia 27 de noviembre de 1961, a instancias de la Fraternidad Honoraria
de estudiantes de Agricultura Alpha Zeta y el Club 4-H Colegial, con motivo de la celebración del cincuentenario de dicho Instituto MR. & MRS. ja/me: BaGu
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Depósito legal: P. 17.-1962.
Industrias Gráficas "DIARIO'-DiA", Mayor Pral., 99.—FALENCIA DE CASTILLA
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DATOS BIOGRÁFICOS ' SOBRE EL DR. JAIME BAGUÉ RAMÍREZ
La figura intelectual del Dr. Jaime Bagué Ramirez destaca con
firmes relieves en el panorama cultural de Puerto Rico. Entre
las distinguidas figuras contemporáneas de nuestro pais, su nom bre está destinado a servir de ejemplo y estimulo a la juventud isleña.
Su labor, asi como su existencia, no ha sido nada fácil. Ha pa sado por muy diversos oficios y desempeñado tareas disímiles en
el campo de la actividad humana, pero toda su obra atestigua con elocuencia verdadera que ese puesto que ha alcanzado en el grupo de los más destacados valores puertorriqueños no es obra de la dama Fortuna ni de la señora Suerte, sino sana y justa consecuencia
de la densa labor por él cumplida, de su alto sentido de responsa bilidad y de su abnegación en el trabajo.
El Sr. Bagué Ramirez se graduó de Profesor Principal en la Universidad de Puerto Rico, allá por el año 1910, Fue uno de los
primeros peldaños que escaló en la brillante carrera académica que culminó años después, en el lOlti-, en la Universidad de Pennsylvania donde se doctoró en Medicina Veterinaria.
Pero la mayor confirmación de la importancia acordada al
Dr. Jaime Bagué Ramirez en el panorama cultural puertorriqueño nos la da
por si misma
la excelente hoja de servicio.s por él
prestada. Veamos;
Bibliotecario en la Universidad de Puerto Rico; Catedrático de Zootecnia en el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas, Univer sidad de Puerto Rico (1916); Jefe de Sección en Zootecnia en la
Estación Experimental Insular (1919-23); Siib-Comisionado de Agricultura y Trabajo (1931); Sub-Comisionado de Agricultura y Comercio (1931-33); Jefe de Sección en Ganaderia P. R. R. A. (1937); Presidente de la Asociación de Veterinarios; Presidente del Tribunal Examinador de Veterinarios de Puerto Rico.
De manera, pues, que D. Jaime Bagué Ramirez ha sido auxi liar y asesor de todos los Comisionados de Agricultura de Puerto Rico desde 1919, con D. Manuel Camuñas, primer Comisionado de Agricultura, hasta el último Secretario de Agricultura, D. Imís Ri vera Santos, 1957.
A esa meritoria labor pública tenemos que sumarle las varias obras por él publicadas sobre la ganadería en Puerto Rico. Valiosos estudios de interés general, cuya lectura ha sido muy útil a nues tros coetáneos compatriotas.
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Pรกginas
Introducciรณn
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Acontecimientos del siglo XVI
11
Sucesos del siglo XVII
13
La centuria de las luchas
16
El siglo de la sistematizaciรณn
21
El siglo de la realizaciรณn
43
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Señor/^íicerrector de la Universidad; Señores Decanos y Cate
dráticos déjColegio de Agricultura y Artes Mecánicas; Señores Pre
sidentes deja Fraternidad Alpha Zeta y del Club 4-H Colegial; jóvenes del cuerpo de estudiantes; damas y caballeros: Bien que quisiéramos, en este momento solemne, dominar a
fondo la lengua española, para poder rebuscar en sus escondrijos
semánticos los vocablos ajustados y exquisitos que nos permitieran expresarle nuestra felicitación entusiasta a este Colegio de Agricul tura y Artes Mecánicas de la Universidad de Puerto Rico, con mo
tivo de cumplir cincuenta años de fundado. Impedidos de ello por limitaciones de talento, nada ni nadie nos puede privar de darle riendas a nuestros sentimientos cordiales más acendrados, para
desearle a la institución una vida repleta de cincuentenarios, ya que
las corporaciones académicas, al revés de los individuos, se nutren y fortifican con el acopio de años de vida y de tradiciones.
Permitidnos que nos demoremos un instante para expresarle
nuestras cumplidas gracias al Catedrático Asociado Don Federi
co G. Blay por la forma gentil y convincente que usó para trasmitir nos la invitación que la Fraternidad Honoraria de Agricultura Alpha Zeta y el Club 4-H Colegial nos extendieron para tomar parte en este acto. Confesamos candorosamente que la distinción despertó
en nosotros sentimientos contradictorios: unos de complacencia, otros de sobrecogimiento.
Nos satisfizo en extremo el que hubiese alguien en el viejo plantel donde dictamos cátedra en una época de impresiones, espe ranzas y recuerdos gratos, que pensase que nos quedaban arrestos para cumplir la honrosa encomienda que ocupa vuestra benévola atención en estos momentos. También nos llenó de entusiasmo el
que se recurriese a la historia para señalarnos tema, ya que nos otros los puertorriqueños somos muy dados a entregarnos a los que
haceres del momento y nos empeñamos en vivir de espaldas a la
historia, precisamente, a la historia de la tierra en que nacimos. Hacemos eso porque se nos olvida que la historia es libro que enseña mucho y por lo mismo evita que se cometan y repitan errores. Además, nos pone de manifiesto las luchas y sinsabores de nuestros ascendientes para legarnos un mundo mejor y una so-
ciedad más comprensiva. Es preciso que nuestros jóvenes sepan que este Puerto Paco no es el resultado de la varita mágica de un prestidigitador, sino que se debe a la acumulación progresiva del pensamiento de los hijos del país a través de los años. Por eso harán muy bien la Alpha Zeta y el Club 4-H Colegial en insistir en la propagación de las disciplinas de este carácter, ya que la historia de Puerto Rico en general y de su agricultura en particu lar, atesoran información valiosa que ningún agrónomo puede ignorar, si es que aspira a granjearse el lugar de respeto que como profesional le toca en la sociedad en que se desempeña. Digamos como el arquitecto Philip Johnson, citado por Cranston Jones en
su libro Architecture Today and Tomorrow: "Nosotros no pode mos desconocer el pasado" *. Ya hemos dejado constancia de que fuimos presa de sobreco
gimiento. No podía ser de otra manera. No es, amigos mios, nada fácil el venir a esta región de Puerto Rico a perorar sobre la his
toria de nuestra agricultura. Eso es asi, porque el que la conoce medianamente tiene que llegar a la conclusión de que se encuen tra pisando terreno consagrado por acontecimientos notables, tanto en el orden social como en el científico. Por esta comarca,
no muy lejos de aquí, en el año 1505, el Capitán Vicente Yáñez
Pinzón inició nuestra agricultura soltando en la playa de La Aguada una manada de cabros y otra de cerdos. Más cerca todavía, en los terrenos de la conocida Hacienda Eugenia, se encontraba
el molino de caña llamado San Juan de las Palmas que fue el pri mero que tuvo la isla. Estas tierras sintieron los pasos del natura lista notable que se llamó Juan Gundlach y la de sus amigos de
Puerto Rico, Alfredo Krug, A. Bello y Espinosa y el Dr. Agustín Stahl. Recordemos que este distrito fue el escenario donde hizo
estragos la exterminadora "enfermedad de la caña del Cuarto De partamento". Cuando al correr de los años Puerto Rico tuvo esta ciones agronómicas, una de ellas se estableció en Mayagüez. Fue
también esta ciudad la primera población de la Isla que en años remotos solicitó el permiso necesario para establecer en sus escuelas una clase de agricultura. Cuando Don Román Baldorioty de Castro pensó en organizar su Escuela Filotécnica, escogió como sede para ella a la Sultana del Oeste. Por estas razones, por lo que ellas repre
sentan y pesan en la vida puertorriqueña, es que se hace tarea difícil el perorar aquí sobre la "Historia de la Enseñanza de la Agricultura en Puerto Rico". La verdad es que nuestra timidez deriva del res peto y admiración que sentimos por todos esos hechos y por la calidad de los personajes que participaron en ellos.
* Revista "Time" del 13 de octubre de 1961, página 57. 10
Acontecimientos del siglo XVI. La enseñanza de la agricultura en Puerto Rico comienza a ma
nifestarse temprano. Esto ocurrió en el siglo XVI, o sea, 431 años
atrás. Nos dejó dicho Don Salvador Brau * que el Rey Don Fer nando el Católico le ordenó al Capitán Poblador Don Juan Ponce
de León, en una fecha indeterminada del primer cuarto del si
glo XVI, el que organizase una granja en las riberas del Toa, pre cisamente en el paraje en que se encuentra enclavado el "Puente de los Reyes Católicos". Colón **, citando a Brau, dice:
"En ella y, a expensas de las rentas reales se ensayaron y fomentaron, por labradores expertos, los cultivos de frutales,
gramíneas, hortalizas, y otras plantas útiles traídas de España y de_ Canarias y aclimatadas en la isla, dando así ejemplo y enseñanza práctica a los colonos. Pocos meses antes de morir
el soberano, se le pedia la instalación de otra granja idéntica en el distrito de San Germán; pero ni esta concesión llegó a utilizarse, ni la hacienda del Toa, privada de regia protección, mantuvo sus enseñanzas largo tiempo." Ustedes encontrarán que los historiadores más caracterizados
del país —el Padre Abbad, Don José Julián de Acosta, el Dr. Caye
tano Coll y Tosté, Don Adolfo de Hostos, el Dr. Tomás Blanco y los Dres. Augusto y Salvador Perea y otros— celebran con entu
siasmo el éxito notable que tuvo este campo de aclimatación de
plantas en el San Juan Bautista de la Conquista. Los puertorrique ños, por haber tenido en nuestra tierra la llamada Granja Real podemos ufanarnos de haber iniciado el portentoso movimiento sistemático de plantas que le imparte carácter a la colonización de
este hemisferio. También podemos jactarnos de haberle brindado
albergue a la primera estación experimental agrícola que conoció el Nuevo Mundo.
Dentro del propio siglo XVI buho otro suceso que no podemos pasar por alto, si es que queremos compenetrarnos del pensamien to de aquellos tiempos. Se trata de la preparación de la llamada
Memoria de Melgarejo, escrita en el año 1582 —según el propio Go bernador— por el clérigo presbítero Don Juan Ponce de León v el bachiller Antonio de Santa Clara. Tiene esta crónica el doble mérito
de ser el primer documento de esta índole que se ha escrito en el país y que lo redactase el nieto del Capitán Poblador, nacido en esta tierra.
El informe Melgarejo *** consiste en una descripción detallada ♦ Salvador Brau, Historia de Puerto Rico, capítulo V, página 54. »» Edmundo D. Colón, Datos sobre la Agricultura de Puerto Rico antes de 1898, página 241. »** El original está en el Archivo de Indias - Patronato. Estos comentarios se 11
de los diversos aspectos de la isla y de las ocupaciones a que se entregaba su gente. Por ella se entera el lector de la antigüedad de los nombres que llevan muchos de nuestros rios, quebradas, cabos V montañas. El texto da una idea bastante clara de la agricultura, en la cual se enumeran muchos de los árboles silvestres que pobla ban el lugar y de los usos a que se destinaban. A la vez relata las frutas que ya se hablan aclimatado en el nuevo ambiente —higueas parras, naranjos, cidrales, toronjales,limoneros y limeros, etc.— V las autóctonas como la guayaba, el anón, la pitahaya, el mamón, p1 corazón y la piña, a la cual se le coqipara en tamaño a un pan equeño de azúcar, nombre que aún se conserva en una de sus va riedades más sabrosas.
Los autores también anotan el comportamiento de las semillas 1p hortalizas traídas de España, tales como "los rábanos, coles, lebimas perejil, zanahorias, nabos y otras legumbres". Al apuntar ^ se dan en abundancia recalcan que "danse también las semillas ellas producen". No olvidaron las plantas medicinales —el hiJa yerba de Santa María y el bálsamo— y las reputadas como
^pnenosas, el quibey y el manzanillo. A la vez se hacen lenguas de 7 cantidad de ganado mayor existente y de los puercos alzados ontesinos que en gran número merodeaban por los campos para ^prvirle de sustento a los perros cimarrones. También dejan asenf do que el Canónigo de Cabo-Verde, Don Diego Lorenzo, nos trajo n 1549 gallinas de Guinea y la palma de coco, y nos enseñó a hacer molinos para beneficiar la caña de azúcar, impulsados por fuerza hidráulica, provocando asi un gran paso de avance en los
albores de dicha industria. Que sepamos, es en el Melgarejo que se encuentra la primera 1 isión que se hace en nuestra historia en materia de enseñanza. El annnte se halla en el capitulo 37, que trata de los hospitales. En este
aso conviene tener presente que en aquellos tiempos la caridad y la instrucción estaban al cuidado de la Iglesia. En la sección perti nente dice: "hay otro que llaman el hospital de Sant Alifonso, fun dólo el obispo de esta isla, inquisidor general de las indias, que murió electo Arzobispo de Granada, con cierta parte de los diez mos y no se cura en él'enfermos, las rentas de él se le ha prestado a la'fábrica por estar muy pobre, para la obra de la Santa Iglesia, léese en él gramática; dejó cierta renta para ello Antón Lucas, ve cino que fue de esta ciudad". Este hombre, el primero en hacer un donativo en esta tierra para beneficio de la instrucción, merece que se le recuerde siempre. Todo eso se hizo en medio del sobresalto hijo de las amenazas extranjeras. A España se le pinta como a un ogro de fauces enormes
que en lugar de mantenerse con carne humana como el monstruo han basado en lo publicado en el Boletín Histórico, editado por el Dr. C. Coll y TOSTE, vol. I, pág. 75. 12
de la leyenda, exigía oro, mucho oro. La nación descubridora dio
con él y empezó a explotarlo. Sus vecinas de Europa, celosas por el hallazgo y su cuantía, decidieron extraerlo en alta mar de las
bodegas de los galeones españoles. Este procedimiento era más rápido y fácil, pues... ¡al abordaje! Tras el oro español andaba Sir Francis Drake en este siglo por el mar Caribe, cuando se acercó a San Juan el 22 de noviembre
de 1595 con ánimo de ocuparlo. Se retiró a los tres días, porque una bala de cañón le desbarató el taburete en que estaba sentado to
mándose una jarra de cerveza, con varios de sus oficiales que mu rieron en la ocurrencia. Cuando recaló en La Aguada y supo de lo exigua que era la guarnición que le había vencido, se tiró de las
barbas. Las barbas eran su preocupación eterna. Siempre estaba amenazando con quemárselas al enemigo. A los ingleses no les agradó la derrota sufrida por Drake. En son de desquite volvieron en junio de 1598, bajo las órdenes de Jorge Clifford, Conde de Cumberland. También el señor Conde, con su
gran morrión empenachado y su escuadra espléndida, tuvo que abandonar la isla, aun después de ocupar su capital. En este caso, el arma vencedora fue la disenteria.
En resumen, el siglo XVI, en San Juan Bautista de Puerto Rico,
fue testigo de dos invasiones extranjeras; de la preparación de la
Memoria de Melgarejo,la primera crónica escrita sobre el país, en la cual aparece la primera referencia que se hace en nuestra historia en
cuanto a enseñanza; y del establecimiento de la Granja Real debido a las órdenes dadas por S. M. el Rey Don Fernando el Católico. La preocupación del trono por el desarrollo de la agricultura fue cosa providencial; pues cuando se agotaron las minas de oro en el
año 1536, los vecinos se encontraron preparados para dedicarse al cultivo de la tierra, gracias a las enseñanzas emanadas de la agri cultura criolla y de los campos de la Granja Real que era, según la descripción de los cronistas, algo muy serio en tamaño y calidad. Sucesos del siglo XVII.
En párrafos subsiguientes veremos cómo la paz huyó de Puerto Rico tan pronto como los españoles se resolvieron a poblarlo. Euro pa, en lucha abierta y tenaz para acabar con el poderío de España, hacia sentir sus efectos en las Antillas. Estas se pasaban la vida en
expectativa para no dejarse sorprender. Fue en medio de esos in fortunios bélicos —los pasados y los por venir— que Puerto Rico logró desarrollarse. Por lo expresado es que los anales del país registran otra inva
sión en el siglo XVII. En ésta los holandeses, en el año 1625, prepa raron una buena escuadra que atacó a la ciudad y logró incendiar
parte de ella. El Gobernador Don Juan de Haro dirigió la defensa 13
y el enemigo se vio precisado a embarcarse precipitadamente bajo las órdenes de su jefe Boudoino Enrico.
Esta fue la época en que el Obispo Fray Damián López de Haro escribió su famosa carta a Juan Diez de la Calle, Oficial de Secre taria en el Consejo de Indias, describiendo la isla *. La comunica
ción es del año 1644 y puede que su estilo algo zumbón se deba a su condición de andaluz. Salta a la vista que nuestro hombre creia que le habían engañado en cuanto a las condiciones del lugar, ya que no estaba conforme con la sede que Dios le habla deparado para ejercer su prelacia. Al hablar de las carnes, frutas, granos y
viandas que consumía, aunque siempre en tono de censura, con firma la existencia de ellos en el país, tal y como quedó informado 92 años antes por la Memoria de Melgarejo. Tocóle a otro hombre del altar, a Don Diego de Torres Vargas, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral, contradecir a su superior el Señor Obispo López de Haro. Su "Descripción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico" data del año 1647 **.
Torres Vargas, hijo de nuestra capital, cita los cosmógrafos e historiadores antiguos —Herrera, Benzoni, Solorzano, Pedreira y otros—• que se ocuparon de la isla en sus libros. Aunque este memo
rialista destaca la obra de los gobernadores y obispos que había tenido San Juan Bautista de Puerto Rico basta la fecha de su reco
pilación, no se olvidó de otros pormenores que hoy resultan de valor inestimable.
Al tratar de los productos agrícolas del país se expresa en la forma siguiente:
"Los principales frutos en que se funda el comercio de esta isla son gengibre, cueros y azúcar de que hay siete ingenios. Cuatro en el rio de Bayamón, dos en el rio de Toa, y uno de agua en el rio Canóvana... También hay otros trapiches que
nacen melado en la Villa de San Germán y Valle de Coamo, y
las cañas se dan con tanta fertilidad que no necesitan de riego ni de sembrarlas más de una vez, que en cortándolas, vuelven
al año a crecer de la misma manera que de antes... El gengibre se da en cantidad habiendo año que se ha cogido catorce mil quintales en toda la isla, pero con la guerra o la abundancia se le han minorado el precio, con que ha dejado de sembrarse, y este año de 1646 sólo se han cogido cuatro mil quintales; y se ha esforzado la siembra del cacao de que habrá dentro de cuatro años cantidad para poder cargarse bajeles, y se da con las ventajas que los demás frutos, y al presente se coge alguno iiitn tuto
Tapia, Biblioteca Histórica d^e Literatura. San Juan, 1945, página 449. de
tuto dp fñrinn dp Puerto ^ ^ corico de
Puerto Rico. Edición del Insti-
Tapia, Biblioteca Histórica de Puerto Rico. Edición del InstiJuau, Rico, vol. IV,1945, 257. página 457. Cayetano 14
Coll y Tosté, Boletín His-
más no bastante para poder hacerse comercio. Los cueros llegan
a ocho y diez mil los que se cargan cada año para España... El tabaco, de diez años a esta parte, se ha comenzado a sembrar
y embarcarse para fuera de la isla, dase con gran facilidad y es mejor que el de La Habana, Santo Domingo y Margarita, exceptuando el de Harinas, y vale la libra a dos reales. Hay
excelentes maderas para fábricas de navios y galeones, de que se han hecho algunos de porte de ochocientas y novecientas toneladas..."
Es curioso y divertido lo que apunta sobre los habitantes; pues para el Canónigo Torres Vargas "las mujeres son las más hermosas
de todas las Indias: honestas, virtuosas y muy trabajadoras, y de tan lindo juicio que los Gobernadores Don Enrique y Don Iñigo * decían que todos los hombres prudentes se hablan de venir a casar a Puerto Rico, y era su ordinario decir: Para casarse, en Puerto Rico".
Para los efectos de esta plática conviene hacer notar que Torres Vargas habla de la existencia en la capital de tres institutos de en
señanza. Nos asegura el Canónigo que en el "osphital Sant Alifonso"
se proseguía la obra bienhechora de leer gramática; que la Santa Iglesia Catedral tenia dotación de cien ducados de renta al año para sostener un maestro de gramática. Los cien ducados de esta
renta provenían de una donación hecha por un vecino llamado Francisco Ruiz en el año 1589. Hacia el 1641, esto es, más de medio siglo después, el Capitán de Infantería Don José de Jarava estaba
a cargo de dicha cátedra. Prosigue la Memoria informando que nuestro paisano Fray Jorge Cambero puso casa de Artes y de Gra mática para los vecinos de la ciudad que quisieran estudiarlas. Las
actuaciones de Antón Lucas, Francisco Ruiz y Fray Cambero son una prueba^fidedigna de que la preocupación por el adelantamiento de la enseñanza comenzó bien temprano en nuestra vida como pueblo.
Al intentar una recapitulación de los sucesos del siglo XVII diremos que la vida en Puerto Rico era difícil, áspera y cara; que la gente era pobre; que surgió el contrabando con los ingleses y los holandeses; que a los>152 años de su fundación San Juan con
taba con unos 1.800 habitantes. Ahora si, para dicha época los pro ductos alimenticios de la tierra eran plátanos, arroz, casabe, maíz, batatas y carne de tortuga y de vaca. En el orden intelectual, el siglo nos legó la carta del Obispo López de Haro, así como también la notable "Descripción de la Isla" debida a la pluma del bene
mérito paisano, el Canónigo Don Diego de Torres Vargas.
♦ Enrique Enríquez de Sotomayor; Iñigo de la Mota Sarmiento. 15
La Centuria de las Luchas.
El siglo XVIII, desde el punto de vista bélico, resulta el más movido de nuestra historia. Al igual que en otros tiempos, los suce sos ocurridos aquí derivaron de situaciones propias de la política internacional en Europa. Veamos:
Luis XIV, el famoso Rey de Francia, le consiguió el trono espa ñol a su nieto. Este, con el nombre de Felipe V, sustituyó al fene cido Carlos II. Asi fue cómo pasó el trono de España de la Casa de Austria, a la de los Borbones. Cómo el Emperador de Austria pretendía dicho solio para su hijo Carlos, al no conseguirlo, formó una alianza contra Francia y España. De ahí surgió la llamada Guerra de la Sucesión, la cual duró trece años.
En síntesis, los acontecimientos guerreros del siglo fueron los siguientes: el ataque a Arecibo en el año 1702 en que se cubrió de gloria el Capitán Correa; la intentona holandesa en el 1703 para tomar a Guayanilla; la expulsión de los daneses de la Isla de Santa Cruz en el 1735; el combate de Boca Chica en el 1742 con barcos
Ingleses; las luchas por cimentar el pabellón español en Vieques en los años 1718 y 1752 y el llamado Sitio de los Ingleses cuando éstos, bajo las órdenes del Almirante Harvey y del General Abercromby, cercaron la ciudad en abril de 1797. Para aquel entonces
la guarnición de San Juan estaba al mando del valeroso y brillante Brigadier General Don Ramón de Castro. En los siete ataques ano tados, el enemigo fue siempre repelido. También la historia registra durante este siglo hechos pacíficos indicadores de preocupaciones de civismo y de ansias de progreso.
Ya en el año 1765, el Mariscal O'Reilly hace constar en su Memoria
que, además de la Capital y la Villa de San Germán, en dicha época existían veinte pueblos organizados. Diez años más tarde, en el 1775. el Cabildo de San Juan informa de 29 de ellos. Pues bien, en el
siglo XVIII llegaron otros 28 villorios * a la categoría de pueblos. En otro orden de cosas los anales del país nos hablan de la
Memoria de Don Alejandro O'Reilly, Mariscal de los Ejércitos de S. M. Este informe ** tiene fecha de 1765 y pertenece al grupo de memorias que se hicieron sohre el estado de las colonias du
rante el reinado de Carlos III. Su propósito fue hacer una reforma convertidas en poblaciones: —Aguadilla en 1775; Añasco en
ir,
(Caguas) en 1775; Bayamón en 1772; Cabo Rojo en 1771; Cayey
170Q T 1736; en Guaynabo en 1723; en 1/93; Juncos en 1797;1760; LoízaGuayama en 1719; en Luquillo 1797; Manatí en Humacao 1738; Mayaguez en 1760; Moca en 1772; Pepino (San Sebastián) en 1752; Ponce en 1752; Piedras en 1714; San Antonio de la Tuna en 1725; San
Mateo de Cangrejo en 1760; Toa Alta en 1751; Toa Baja en 1745; Utuado en 1739; 1776; Yabucoa en 1793; y Yauco en 1756. Datos basados en la His
toria de Puerto Rico, por Paúl G. Miller, pág. 201.
** A. Tapia, Biblioteca Histórica de Puerto Rico. Edición del Instituto de Li
teratura, San Juan, 1945, págs. 526-555. 16
en el gobierno del imperio, para mejorar las condiciones de sus
vasallos tanto en lo oficial como en lo particular. O'Reilly, quien pertenecia al Cuerpo de Intendencia Militar, se fue tras la información, escudrinando la vida de la colonia en todos
sus aspectos. Esto le permitió preparar un trabajo notable. Dicho oficial tuvo muy buen cuidado de enriquecer su obra con una co piosa recopilación de tablas estadísticas. Basándose en ellas res
paldó sus criticas y alabanzas, utilizándolas también para cimentar sus recomendaciones.
En manos de O'Reilly, nuestros agricultores a quienes consideró
ineptos por varias razones, no salieron muy bien librados. Aunque condenó siempre el contrabando, pensó que en Puerto Rico por mo tivos extraños, podía tolerarse, aun con el agravante de que perju dicaba las rentas reales. Como consecuencia de todo un cúmulo de
circunstancias, la mayoría adversa, el Mariscal preparó una serie de consejos, proponiendo modificaciones trascendentes en la vida
de la colonia. Por años, la Memoria de O'Reilly fue una especie de plan magistral que guió los pasos de la Corona en relación con Puerto Rico.
Otro bito señalado de dicha época fue la introducción del café.
En el año 1757 salió de Puerto Rico para Venezuela, con grado de Capitán General, Don Felipe Ramírez de Estenós, quien fue nuestro gobernador desde el 1753. Don Felipe llegó a estas playas procedente de Cuba. Allí se familiarizó con el café, se entusiasmó
con él y más tarde logró trasmitirle su devoción por dicho fruto a los puertorriqueños. Trajo semillas, consiguió que se sembrasen, el arbusto se aclimató y ya para el 1765 se producía suficiente café como para que fuese objeto de contrabando en gran escala. El Padre Abbad señala que para el año 1775 su producción fue de 45.049 arrobas *.
Desde los días venturosos del Descubrimiento, S. M. el Rey habla reservado la propiedad absoluta de las tierras americanas
para la Corona.^ Esto significaba que todo el que quería comprar tierras en América sólo podía adquirir el derecho al usufructo de
ellas. Eso y otras ideas más en torno del asunto, puso sobre el tapete lo que ha pasado a nuestra historia con el nombre de La Cuestión
Agraria. Son muchas las páginas que se han escrito sobre ella; por que los vecinos le pedían continuamente a su Rey que les otorgase el titulo absoluto sobre las tierras que cultivaban.
Don Miguel de Muesas quien fue un gobernador que se ocupó ■» Entre nosotros el café siempre fue un producto muy favorecido por el
Gobierno y mimado por ios paisanos. En el Archivo General de Puerto Rico Indice
dé la Real Diputación, se encuentra el cuadernillo núm. 12, el cual, en su página tres toma nota de un reglamento del año 1877, que tenía por "objeto el propulsar eí desarrollo del arbolado en general, con miras especiales al impulso de la siembra del cafeto. Eran los tiempos en que se cantaba aquello de *'no hay mejor cafe que el de Puerto Rico". 17
de los deberes de su cargo, se propuso apaciguar el sobresaltó pe renne en que vivían los terratenientes. Al efecto, en el año 1774
propuso ante una reunión de ellos convocada por el Cabildo de San Juan, que el Gobierno suspendería todos los pleitos sobre las tierras y que los propietarios, en cambio, abonarían un pequeño tributo que se destinaría a pagar el vestuario y armamento de las Milicias Disciplinadas. Asi se acordó. Al llegar el documento al real despa cho, S. M. le impartió su aprobación. Ahí, en ese pacto y en ese
tributo, tienen ustedes el origen de la Contribución Territorial en Puerto Rico.
Cuatro años más tarde, en el 1778, el Rey dio el paso definitivo que solucionó la cuestión agraria. Con dicho fin autorizó una Cédula
Real * otorgando títulos a perpetuidad sobre las propiedades rura les. En éste, como en otros casos, la guerra se interpuso por estar cortadas las comunicaciones con España. A los postulados de dicha Cédula Real se les vino a dar cumplimiento mucho más tarde. Asi y todo, nunca se terminó el deslinde de terrenos. Nosotros sospe
chamos que todavía hay en el país propietarios que poseen sus tie rras amparados por los preceptos de las sabias Leyes de Indias, los
cuales proclaman como título legal la ocupación pacífica de tierras durante cuarenta años. De acuerdo con nuestra manera de pensar,
la solución que se le dio a la cuestión agraria es una de las conse cuencias del informe de O'Reilly y uno de los grandes triunfos cívi cos del siglo XVIII.
Otro monumento de aquella centuria lo tenemos en el libro Historia Geográfica, Civil y Natural de la Isla de Puerto Rico, por
Fray Iñigo Abbad y Lasierra. El manuscrito le fue presentado en
el año 1782 al Ministro de Carlos III, el Conde de Floridablanca, por cuyo encargo se preparó. La primera edición, impresa en Ma
drid, corresponde al año 1788. Para el 1830 Don Pedro Tomás de
Córdoba, Secretario General del Gobierno de Puerto Rico, la repro
dujo íntegra en el primer volumen de sus Memorias. En su propia
imj^enta de la Calle de la Fortaleza, Don José Julián de Acosta y
Calbo, tiró una nueva edición en el año 1866, acotando la parte
istórica y continuando la estadística. A los desvelos de dichos se ñores se debe el que podamos ofrecerles una síntesis de obra tan importante.
El documento de este fraile de la Orden Benedictina consta e cuarenta capítulos. Los mismos contienen una descripción geo-
gra ica e histórica de la Isla y otra topográfica de la Ciudad de uer o Rico y de los pueblos existentes que nos lo pintan como viajero avisado, observador acucioso de pluma fácil y poder descrip ivo admirable, capaz de señalar defectos y marcar derroteros p ra corregirlos. Parte de ellos los dedicó a describir el estado de
• Boletín Histórico de Puerto Rico, yol. I, pág. 271. 18
nuestra agricultura y a dar noticias sobre las aves, y árboles —ma derables y fructíferos— que poblaban el país. La agricultura, dice, está muy a los principios, ya que se redu ce al cultivo de legumbres y frutos de primera necesidad". Se la menta de que el teireno no se araba ni se abonaba y que los únicos
aperos de labranza que se conocían en nuestros campos eran las hachas y machetes, cuj'^os oficios se completaban con la aplicación desmedida del fuego. Aun asi dejó sentado que se sembraba tabaco, café, arroz, yuca, plátanos, frijoles, batatas y legumbres, alimentos que se suplían con raices, pescado y carne de aves. Las raices de
que habla el Padre Abbad eran yautias, ñames y otros tubérculos. ^ Abbad era un descriptor notable que estaba a sus anchas, mienti as más dilatada era la comarca que quería reseñar. Por eso está repleta de donosura aquella parte de su obra en que pinta el territorio de oriente, desde Fajardo hasta Guayama. Ahí, como en otios paríalos de la obra, aparecen los robles, nogales, caobos, gra nadinos, guanábanas, tamarindos, palmas, guayabos, zapotes y papayos que poblaban nuestros campos. Eran árboles que el autor admiraba como artista, pero cuyo valor económico no se le esca paba.
Fraysiguiente: Iñigo la riqueza agrícoladedecaña la Isla estaba distribuida en lade forma 3.155 cuerdas de azúcar
que producían 10.949 arrobas de azúcar; 103.511 cuerdas de algodoneros que producían 4.4/5 arrobas de algodón; se contaba con una producción de 28.070 arrobas de tabaco; ya se cuidaban con esmero, por la demanda que tenia en el exterior, los cerca de dos millones de cafetos que daban 45.049 arrobas del fruto sin pilar va que no se tenían máquinas para beneficiarlo; se disponía de 8.315 cuerdas de plátanos; se cosechaban 62.000 arrobas de maíz, además
de frijoles, arroz y yuca, de la cual fabricaban casabe y almidón. La rama ganadera del país, de acuerdo con el libro de Abbad
y Lasierra la componían las siguientes cabezas: 77.384 del ganado vacuno, 1.524 del mular; 23.195 del caballar y 49.050 del ganado
menor. Completa este apunte anotando la presencia de gallinas, pavos, patos, guineas, gallaretas, garzas, ruiseñores, palomas, mon teses, cotorras y alcatraces, asi como riqueza notable en peces de agua dulce y salada.
En la obra de Abbad, una que otra vez, se nota cierta contra dicción entre los acontecimientos de que babla y sus conclusiones. A cada paso Fray Iñigo nos recuerda con generosidad de detalles lo devastador de los huracanes, los ataques de los indios Caribe, la frecuencia de las invasiones extranjeras, lo numeroso de los pará sitos e insectos y las faltas de comunicación. Sin embargo, al bus carle explicación al estado de ati aso de la agricultura de su época, deja entrever algo asi como una protesta —más bien hija de su dinamismo— ya que solía achacarlo a una supuesta incuria de los naturales del país. En esos momentos Abbad escribe en el tono en
que acostumbra hacerlo el amo bien comido y mejor servido, que 19
siempre quiere que su sirviente desnutrido le trabaje a todo tren. Ese regañamiento, a la luz del saber moderno, tiene su explicación. • Aunque Fray Iñigo nos habla de los parásitos e insectos que solia ver, ignoraba que aquella dejadez se debia a la uncinariasis. No se le puede culpar, porque la humanidad tardó 115 años más en ave riguar que existian parásitos e insectos capaces de trasmitir enfer medades graves. Esa obra valiosa fue la que editó de nuevo Don José Julián de
Acosta y Galbo. Dicho editor la enriqueció añadiéndole una serie de notas a cada capitulo, con el propósito de traer su contexto al día. Don José Julián dejó constancia de su honradez intelectual
al manifestar que para escribir sus notas consultó las fuentes si
guientes: la Biblioteca Histórica de Puerto Rico, por Don Alejandro Tapia y Rivera; a los historiadores primitivos de las Indias; a los historiadores, viajeros y publicistas modernos y a las Memorias Históricas, Económicas y Estadisticas de la Isla de Puerto Rico, por Don Pedro Tomás de Córdova. Como se sirvió también de un núme
ro de documentos estadísticos oficiales, los apuntes de Acosta resul tan ser un aporte de valor incalculable, máxime para el que quiere escudriñar datos, relacionados con la agricultura del país. Tan in teresantes son que algunos resultan curiosos. Por ejemplo, en el año 1866, en toda la isla, se encontraban 64 carretas. De ellas habla una en Loiza, otra en Manatí y una tercera en Arecibo; mientras
que Las Piedras poseia treinta y Caguas treintiuna. En el resto de la isla se seguía arrastrando la carga en canoas tiradas por bueyes, utilizando sendas que eran intransitables en los meses de lluvia. De más valor agronómico nos resulta una tabla en la cual Don José Julián recapitula las alturas sobre el nivel del mar, la temperatura media de limites de siembra, el tiempo medio que ne cesita la planta para producir, el número de plantas que caben en una fanegada de 170 varas en cuadro, el tiempo medio de la dura ción de las plantas y el producto medio de cada planta en un año,
de tales cultivos tropicales como el cacao, el plátano, el maiz, la yuca, las papas, los cocos, el tabaco, el algodón, el café, la caña de azúcar, el añil y el trigo. Ya tendremos ocasión de ahondar más en la sabiduría agronómica del señor Acosta y Galbo. Al compendiar lo expuesto en relación con el siglo XVIII nos
encontramos que la época se distinguió por el número desusado de ataques que sufrió la Isla. En contraste con ellos están los acuerdos tomados elevando 28 conglomerados de población a. la categoría de pueblos. Fue durante ese período, en el año 1765, que el Mariscal O'Reilly preparó su célebre Memoria, la cual influyó grandemente en los concilios gubernamentales de la nación. También en dicho
siglo, a petición del Ministro de Garlos III, el señor Conde de Floridablanca, recogió Fray Iñigo Abbad y Lasierra los datos que le
permitieron presentar su Historia Geográfica, Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, en el año 1782.
El siglo se caracteriza también por dos acontecimientos tras20
cendentales de gran relieve, dentro de la historia de nuestra agri cultura. El uno fue la introducción del cafeto, allá para los tiempos del Gobernador Ramírez de Estenós y el otro, la solución de la Cuestión Agraria mediante la proclamación de la Real Cédula
de 1778, otorgándole a los terratenientes de la colonia la propiedad absoluta de las tierras que basta ese momento gozaban sólo en usufructo.
El Siglo de la Sistematización.
Hemos llamado al XIX el siglo de la sistematización; porque precisamente durante él se comenzó a fijarle derrotero a la ense ñanza de la agricultura.
Antes de entrar a analizar el material que tenemos sobre dicho particular, solicitamos vuestro consentimiento para separarnos un tanto del plan trazado, con el propósito de dejar constancia de un número de trabajos relacionados con el tema de esta conferencia, en cuyos pormenores, por falta de tiempo, no podemos entrar. En primer término, hemos de colocar la colección de la "Gaceta Oficial de Puerto Rico". Este órgano del Gobierno de la Isla se comenzó a publicar en el año 1807. Estuvo rindiendo servicio basta
el 1901, fecha en que se suspendió. En esa hoja modesta el Gobierno
español, alejándose de la estrechez administrativa, daba al público todo aquello que consideraba de interés general. En la "Gaceta" hemos encontrado censos agrícolas y de población, reglas para el fomento de los ganados, indicaciones sobre cultivos y advertencias sobre las enfermedades del ganado y de los seres humanos. Se trata, pues, de una fuente inagotable de información histórica.
Durante el siglo XIX Puerto Rico fue testigo de acontecimientos destacados, ya que presenció el desarrollo de nna serie de indaga ciones cientificas, la preparación de varias colecciones y la conse cuente publicación de memorias basadas en el material coleccio nado.
En parte, forma dicho catálogo:
1.—Viaje a la Isla de Puerto Rico en el año 1797, por Andrés Pedro Ledrú. Versión española por Don Julio L. de Vizcarrondo, correspondiente al año 1863.
2.—Memoria sobre todos los ramos de la Administración, por Don Pedro Tomás de Córdova, Secretario del Gobierno Ge
neral. La obra original salió a la luz en el año 1831. Se repi tió la publicación en el 1838.
3.—La Memoria de Ormaechea, año 1847, que puede consul tarse en el vol. II, pág. 4 del "Boletín Histórico de Puerto Rico". 21
4.—^Lista de 180 maderas del país con nombres científicos y anotaciones, en la Memoria de la Exposición de la Indus tria, la Agricultura y Bellas Artes, celebrada en junio de 1854. C. CoLL Y Tosté. "Boletín Histórico de Puerto Rico", vol. III, pág. 3.
5.—Los Estudios Económicos de Don Federico Asenjo, publi cados en el año 1862.
6-—List of Birds presented to the Smithonian Institution by Robert Swifs and George Latimer in the year 1866. 7-—Aves de la Isla de Puerto Rico, por el naturalista sueco Dr. C. J. Sundevall. "Anales de la Academia Real de Estocolmo", 1869.
Flora de Puerto Rico, por el Dr. en Leyes Domingo Bello Y Espinosa, en "Anales de la Sociedad Española de Historia Natural de Madrid", 1881-83.
9.—Catálogo del Gabinete Zoológico, del Dr. Agustín Stahl, 1882.
10.—Apuntes sobre la Flora de Puerto Rico, por el Dr. Agustín Stahl, 1883 al 1888. Hay una edición reciente publicada por la Administración de Reconstrucción de Puerto Rico en el año 1936.
11" Viaje por la Costa Noroeste de la Isla de Puerto Rico, por el Ingeniero Mariano Sichar, 1886.
12- Apuntes para la Fauna de Puerto Rico, por Juan Gundlach. Estos trabajos cubren un número de años, pues el Doctor llegó a Puerto Rico en 1873 y por largo tiempo escribió sobre el material coleccionado aquí. Tenia predilección por el Museo de Berlín (Tomado de un articulo de J. Bauza
Rullán, "El Mundo", 7 de octubre de 1961).
Estamos, pues, en el umbral de una época señera, el siglo XIX. Todavía a su principio encontramos residuos de resabios gue rreros; pues a la ciudad de Ponce la atacaron barcos ingleses en
los años 1800 y 1801. En el último de ellos, una fragata inglesa cañoneo a Aguadilla y_un corsario de la misma nacionalidad bombardeó 1803. Ahora bien, en lo interno, España se vio
obligada a confrontarse con las guerras de la independencia. Como resultado del trayecto recorrido esta noche y de la ma
nera corno se ha hecho, se puede decir, robándole un término a la
agronomía, que sólo hemos ramoneado jior la historia de la agri
cultura de Puerto Rico. Este despunte de datos ha tenido el projiósito de descollar un número de factores que al aunarse al correr del tiempo, ejercieron influencia notable en los hombres de pensa miento que se entregaron a alentar la enseñanza de la agricultura entre nosotros.
Creemos oportuno recordar que todavía para los años 1800 España era una monarquía absoluta. Ahora bien, hasta estos mo22
narcas absolutos, dueños de vida y hacienda, cuando se les acon sejaba bien, solían tener chispazos de hondad, ecuanimidad e inte
ligencia. Un notable puertorriqueño, el capitán de fragata Don Ramón Power, consiguió que por Real Orden de 28 de noviembre de 1811, se desligase la Intendencia de la Gobernación de la Isla.
Para ocupar el puesto de Intendente llegó Don Alejandro Ramírez en el 1813. Este, que era hombre de conocimientos y de acción se entregó de lleno a sus tareas, las cuales no eran otras que organizar la economía de esta tierra.
Vamos a ofrecer a continuación una síntesis de lo que significó para la enseñanza y la agricultura el trabajo del Intendente Ramí rez. Son párrafos entresacados de nuestro libro La Administración
Pública y sus Raices Históricas. Dicen asi:
"A su modo, el Intendente Ramírez era un educador; pero uno que gustaba compartir sus conocimientos con el pueblo. Quiso él, desde el primer momento, acercarse al público y al efecto fundó el "Diario Económico de Puerto Rico", en el año
1814. Lo utilizó para propagar en el pais las ideas de los eco nomistas notables de su época. Al así hacerlo, fue señalando los defectos predominantes en nuestra economía, al par que
aconsejaba soluciones. En este sentido su gran caballo de bata lla era la recomendación de que Puerto Rico debía dedicarse con predilección, al fomento de la merca interior de sus cose chas y en segundo lugar, al comercio exterior de ellas.
"Esa preocupación por el acrecentamiento agrícola le ve nía de lejos pues ya lo vimos cómo se ocupó de llevar a Gua temala semillas de las variedades de caña dulce —la Borbón
y la Otahiti— asi como la yerba de Guinea. 'Aquí —apunta
su biógrafo Don Eduardo Newmann— proporcionó simientes de nuevas especies, e inició la inmigración de isleños canarios, fomentó el cultivo de los campos, decretó la introducción de
máquinas y utensilios para la agricultura e hizo repartir car tillas que daban a conocer los nuevos sistemas de siembras de
otros países. Pensándolo bien, en el empeño singular de Ramí rez por organizar el mercado, el autor ve algo asi como un esbozo del plan que ha venido implantando en los últimos años, con cautela muy j)lausible, nuestro Departamento de Agricultura. También puede decirse que Ramírez fue un pre cursor del Servicio de Extensión Agrícola que regentea nues tra Universidad."
Puerto Rico, máxime su agricultura, tuvo otro momento cum
bre el día 10 de agosto del año 1815. Ese fue el instante en que S. M. el Rey le impartió su aprobación al documento de gran valía que conocemos bajo el nombre de Cédula de Gracias *. Vuestro confe* C. CoLL Y Tosté, Boletín Histórico de Puerto Rico, vol. I, pág. 6. 23
renciante de esta noche, en la página 44 de su libro ya citado, se aventuró a expresarse asi:
"Seria interesante averiguar las mañas que puso en juego el Intendente Ramírez para arrancarle a un rey déspota como Fernando VII, la Real Cédula de agosto de 1815. Este docu mento es un dechado de liberalidad económica de tal natura
leza, que aun a pesar del ambiente politice desfavorable, pro vocó dentro del campo crematístico una serie de cambios nota
bles. Newmann, en su estilo campanudo, los pinta asi: "De
pronto, de pobres nos convertimos en ricos; la población aumentó, el comercio floreció, la agricultura se levantó y medró con la importación de la caña de Otahiti; los montes vinieron al suelo, la tierra se roturó, el cultivo comenzó, los hatos se
convirtieron en frondosos cañaverales y floridos cafetales; los extranjeros llegaron, y la dicha y la alegría reinaron, centu plicándose la riqueza y la producción." "Newmann nos presenta al Intendente Ramírez como ad
mirador sincero de las teorías económicas de Campomanes, Jovellanos y Cabarrús, a la vez que lo parangona con los ha
cendistas franceses Turgot y Necker. No se queda atrás en alabanzas el Dr. Paúl G. Miller quien apunta en su Historia
de Puerto Rico que "Alejandro Ramírez fue para Puerto Rico lo que Alejandro Hamilton fue para los Estados Unidos: el fundador de la hacienda de su pueblo, cuyas rentas llegaron a sostener los gastos de la administración."
Bajo auspicios tan brillantes comenzó para Puerto Rico el si glo XIX. El Dr. Juan J. Osuna, malogrado catedrático de esta Univer sidad, en la página 93 de su Education in Puerto Rico, señaló que
para el 1820 la educación secundaria recobró brios. El ayuntamien to de San Juan pedia la creación de un colegio, porque sólo expli caban cátedra los frailes Dominicos y los Franciscanos. La situa ción política del momento era tal, que los hijos del país no podían ir a la Universidad de Santo Domingo, porque dicha isla estaba en manos extranjeras y tampoco podían ir a Caracas donde ya prendía la revolución. Al mismo tiempo se miraba con desconfian za lo de enviar jóvenes a Estados Unidos, porque decían que re gresaban imbuidos de ideas peligrosas y radicales. El Dr. Coll y Tosté, en su libro sobre Instrucción Pública, nos
presenta la actitud del país desde el punto de vista particular. Es entonces que se habla por primera vez de fundar una escuela de agricultura en Puerto Rico. ¡De esto hace 140 años! Alrededor del tema, nuestro notable historiador se expresó asi:
"En el año 1820, con la implantación de nuevo de la Cons titución del año doce, despertóse el deseo de avanzar en la 24
instrucción. Hay muestra de ello en las actas de la Sociedad
Económica de Amigos del País *. Una de ellas, la de 15 de sep tiembre de 1821, dice: 'Se leyó el decreto de S. M. acerca del establecimiento del Jardín Botánico de aclimatación y de una
Cátedra de Agricultura dirigido al señor Jefe Político Supe rior, pasado por este señor a la Excelentísima Diputación Pro vincial, que lo ha pasado a la consideración de esta Sociedad. Se acordó pedir a Madrid un maestro de suficientes conoci mientos para la enseñanza de esta asignatura en la Isla."
La Sociedad Económica seguía su forcejeo en pro de la ins trucción superior. Al efecto, en el año 1822 estableció cátedras de
matemáticas, dibujo y gramática, añadiendo al plan una de juris prudencia al siguiente año y ótra de gramática en el 1824. Esas cátedras duraron muchos años.
En tan feliz coyuntura llegó a nuestras playas la figura prócer del Padre Rufo Manuel Fernández, a quien por sus ideas liberales, el absolutismo lo sacó de su cátedra de física experimental en la Universidad de Santiago de Galicia y por^ buen tiempo anduvo errante. La maldad máxima del Padre Rufo consistió en que quería difundir la enseñanza en toda la nación. En la Biblioteca del Con
greso en Washington, guardan como oro en paño, el plan que subdividido en dos partes, propuso este sacerdote para hacer lo propio en Puerto Rico.
Desde el punto de vista de ustedes los alumnos y claustrales de este Colegio, este gran hombre cobra una importancia inusi tada, ya que él fue quien inició entre nosotros la enseñanza de
las Ciencias Naturales. Si no se ha hecho ya, ¿no creen ustedes que esta institución debe colgar en su Aula Magna un retrato del Padre Rufo con la correspondiente placa conmemorativa? En la parte segunda del programa del Padre Rufo, éste abo
gaba por la fundación de un Colegio Central que se ocupase de dichas cátedras y de las que venia prohijando la Sociedad Econó
mica. A dicha organización le fue fácil recoger entre sus socios treinta mil pesos para iniciar el proyecto. Como el General La Pe-
zuela no lo aprobó fue preciso devolver los fondos; pero asi y todo, la idea tuvo repercusión en la vida de nuestro pueblo. Al percatarse el Padre Rufo que el pais no contaba con pro fesores idóneos para su proyectado Colegio Central, buscó la for ma de prepararlos. Gracias a unas subvenciones que consiguió pudo llevar a España en el año 1846 a cuatro de sus discípulos predilectos, a saber, Eduardo Micault, Julián Núñez, José Julián * Esta organización la inició y propulsó el Intendente Ramírez. Era una entidad particular cuyos socios estaban desparramados por toda la Isla. Su labor
perduró hasta el cambio de soberanía. 25
de Acosta y Galbo y Román Baldorioty de Castro. De ellos sólo los señores Acosta y Baldorioty regresaron, pues Micault y Núñez •fallecieron allá. Para los 1840 subsistían las cátedras de jurispru
dencia y se hablan organizado las de farmacia bajo el patronato de la Subdelegación del ramo.
Al fracasar la idea del Colegio Central la Sociedad Económica
de Amigos del País no se arredró, pues en el 1846 le pidió al Go bierno que fundase un colegio de segunda enseñanza. En esta oca sión el Procurador General se opuso por falta de fondos; pero dejó asentado que debia hacerse algo a favor de la enseñanza del co mercio y la agricultura.
Para el 1853 ya habían vuelto de sus estudios, ostentando li
cenciatura en ciencias, Don Román y Don José Julián. En dicho año el segundo de ellos, el Sr. De Agosta y Galbo dio a la estampa
un tratado bajo el titulo de Cuestión de Brazos para el Cultivo Actual de las Tierras de Puerto Rico. En este tratado se encuen
tran, incidentalmente, las primeras noticias publicadas aquí sobre
el cultivo de la caña de azúcar, constituyendo ellas el comienzo de nuestra bibliografía sobre la materia. Fue desde entonces que
dichos caballeros no desperdiciaron una sola oportunidad jjara fomentar la instrucción pública en su lar nativo. Esta noche, por limitaciones de tiempo, nos ocuparemos únicamente del papel des
tacado que jugaron en la enseñanza,de la agricultura. Como os anticipé, en los afanes en pro de dichas disciplinas, Mayagüez entró en liza en el año 1854, solicitando ayuda moral y material para fundar una sección de agricultura anexa al Liceo de Mayagüez. Tal parece como que este instituto de enseñanza era
la rama del Liceo de San Juan, fundado por los Padres Escolapios en el 1837. ¡Ya ven ustedes que hace 107 años Mayagüez comenzó a buscar su escuela de agricultura!
Precisamente en el año 54 la .Tunta de Fomento y Comercio organizó clases de agricultura, náutica y comercio, con el propó sito de ilustrar a la juventud y a la vez cumplir el compromiso tácito que se tenia con los señores Baldorioty y Acosta, a quienes se les habla preparado para este tipo de enseñanza. El decenio entre el 1860 y el 1870 fue pródigo en aconteci mientos relacionados con la agricultura y su enseñanza. Llegó un momento en que la política sedujo a la ilustre pareja
Baldorioty de Castro y De Acosta y Galbo. Al primero lo llevó a fundar el Partido Autonomista en el año 1887 y a ser su primer presidente. Aunque el segundo no fue tan vehemente en las bregas partidistas, tampoco se sustrajo a ellas. Al Gobierno no le agra
daban las ideas liberales de estos caballeros, las cuales, para aquel entonces se consideraban radicales. Creyendo que el salón de clase era un medio eficaz para propagarlas, tomó el acuerdo de supri mir la Escuela de Comercio, Agricultura y Náutica, donde ambos explicaban cátedras, mediante la Real Orden del 11 de marzo 26
de 1871 *. Corno Don José Julián prefirió la de agricultura, se encuentran ustedes ahora ante la figura respetable y egregia del primer maestro de agricultura que ha tenido nuestro pais. Por esa distinción también le deben un retrato con su placa conmemora tiva.
Mucho antes de salir de su cátedra, Don José Julián dio un
paso caracteristico en él: escribió un libro. Afortunadamente para la posteridad, con calma y cuidado, recogió las conferencias que dictaba y las dio a la estampa en el año 1862, bajo el titulo de Tratado de Agricultura Teórica con Aplicación a los Cultivos Tro picales.
Según dicho autor "la agricultura teórica es una colección de preceptos que pertenecen primitivamente a vaiáos ramos de los
conocimientos humanos". Para Don José Julián la "química ense
ña al labrador los principios constituyentes de todos los cuerpos de la naturaleza a fin de que proporcione al terreno los elementos
de que carezca o que pierda"; mientras que "la física explica las propiedades generales de la materia y explica el uso de termó metros, barómetros e bigrómetros" y la "mecánica le da medios para utilizar los motores naturales (agua, viento), el de los útiles e instrumentos y el de los animales de tiro", a la vez presentando a "la geografía como la materia que da a conocer el clima de una
localidad". El autor se cuidó de realzar la crematística de la agri cultura al mostrar la conexión existente "entre las estadísticas
agrícolas que ponen de manifiesto la producción y los movimientos de los mercados" y la "economía que enseña a manejar con pru dencia y tino un establecimiento rural".
Ya en los tiempos de Acosta y Galbo, esto es, desde hace más de un siglo, se había planteado el problema del abonamiento de
las tierras y su aliado la alternativa de cosechas. En el segundo de los casos habla de plantas mejorantes y agotadoras, conside rando mejorante toda planta que se entierra cuando está verde,
porque proporciona al suelo materia orgánica. Toda planta que se dedica a nutrir ganado se considera por su transformación en
estiércol como en alto grado mejorante." Al sintetizar sus pensa mientos sobre este particular, el distinguido catedrático dejó asen tado que "cuando el acrecentamiento de población de un país le ha dado gran valor a la tierra y no se quiere disminuir su fertili dad natural es indispensable establecer la alternativa de cosechas,
esto es, mantener el fundo cubierto de prados naturales y artifi ciales y que al cultivo de una planta suceda el de otra de distinta
naturaleza, manteniendo la marcha paralela del cultivo y la crian za para que el beneficio al campo sea de una serie no interrumpida de producción y restitución". Precisamente por lo expresado, se * CoLL Y Tosté, Estado de la Instrucción Pública, pág. 151. 27
mostró partidario del cultivo alterno aplicado a los terrenos del litoral.
De las 32 lecciones que comprende la obra que nos ocupa, buena parte de ellas se consagra a los aperos de labranza, a sus
usos en general y especialmente a los métodos de arar el terreno. Como estamos seguros que ustedes quisieran conocer lo que en el concepto de Don José Julián de Acosta constituye un buen
agrónomo, transcribimos a continuación uno de sus párrafos que dice: "El buen agricultor o con más propiedad el agrónomo es el
que, tomando en cuenta las condiciones fisicas y económicas del pais en que vive, sabe aplicar del modo más conveniente los con sejos de la ciencia". Amigos mios: ¡no puede pedirse más galanura al escribir, ni más claridad en la exposición!
Repetimos que a través de la obra de Don José Julián de Acosta campean, como rasgos característicos, su honradez intelec
tual y el amor y respeto que le inspiraban los sabios de todas las
épocas y de todos los pueblos. Un hombre de sus quilates —era indi viduo correspondiente de la Real Academia de la Historia—, bien
pudo sentarse a escribir la historia patria; pero cuando lo pensó,
allá para el año 1866, resolvió que lo lógico y prudente era repro ducir integra la Historia Geográfica, Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, por Fray Iííigo Abbad y Lasie-
BRA, enriqueciéndola con una serie de anotaciones que le impri mieron novedad al libro. Como dejamos asentado en párrafos an teriores, las dedicadas a los capítulos de comercio y agricultura con sus comentarios de rigor, forman un caudal estadístico de valor inapreciable.
En 10 de junio de 1865, el General Don Félix María Messina expidió su decreto orgánico, con el propósito de reorganizar la
enseñanza en Puerto Rico . En él se estipula que era requisito
para los que aspiraban al título de maestro de primera clase para dedicarse a la enseñanza elemental, el estudiar, entre otras mate
rias, un curso de nociones de agricultura y otro de agrimensura En el mismo decreto se encuentra el plan de estudios prescrito para los aspirantes al titulo de Maestro de Escuela Superior el cual exige, además, la adquisición de "conocimientos de ciencias Fisicas y Naturales" y el "hacer prácticas de agricultura".
El Gobernador Don José María Marchesi tropezó con diflcul tades al tratar de desarrollar algunos de los postulados del decreto de su antecesor Messina. Con dicho motivo autorizó reformas al mismo en 14 de abril de 1866 pero no alteró la parte correspon diente a la enseñanza de la agricultura. Antes al contrario la
afianzó. En junio de dicho año 66 —según medida autorizada por * Página 115 del Apéndice al Prontuario de Disposiciones Oficiales de Ramos
Imprenta de González, 1867. 28
el Secretario General del Gobierno Superior Civil, Don Carlos de Rojas— se declararon libros de texto, entre otras, las obras si guientes: Elementos de Agricultura teórica y práctica, de Don Ale
jandro Oliegaray; Elementos de Agricultura, por Don Antonio Blanco Fernández; Manual de Agricultura, por Don Alejandro Olivan; Guia práctica de Agrimensura y labradores, por Don Fe derico Verdejo Páez y Tasación de Tierras, por Don Francisco Ruiz Y Portera.
Señala Cruz Monclova *, citando a Rodriguez San Pedro, que entre las medidas e iniciativas de mérito adoptadas por el General Marcbesi, figura su autorización, también del año 1866, para esta blecer "dos Escuelas Prácticas de Agricultura, una en el norte y otra en el sur de la Isla, para huérfanos desvalidos mayores de ocho años, y los hijos de labradores y jornaleros que lo solicitaran". Después de paso tan señalado en favor de la enseñanza de la agricultura, se pierde la trayectoria de las Escuelas Prácticas. Como ya el pais venia presintiendo los trabajos de los separatistas que culminaron en la Revolución de Lares, no es muy aventurado el pensar que dichas instituciones no llegaron a fundarse precisa mente a causa del desasosiego reinante en aquellos años. Los suce
sos de Lares y San Sebastián, primero; su represión en segundo lugar; la larga duración del proceso instituido y el nada halagador
resultado de los juicios celebrados que afortunadamente no llegó a ejecutarse, eran demasiado peso para una sociedad morigerada como la nuestra.
Pasaron catorce años antes de que la idea de organizar una escuela de agricultura volviese a ocupar la atención pública. Según Cruz Monclova**, "el diez de abril de 1880, Don José Julián de Acosta y Calbo solicitaba del Gobierno de Madrid, la fundación
en la Isla de una Escuela Especial de Agricultura y de una Escuela Normal para Maestros y otra para Maestras". Añade dicho histo
riador que el 4 de febrero de 1885 se manifestó en igual sentido ante el Gobierno Supremo, el Senador Don Félix Simplicio Alfonzo.
Al hablar de Don José Julián, siempre viene a la mente el nombre de su noble compañero de estudios, Don Román Baldo-
rioty de Castro. Conviene recordar que juntos hicieron carrera, labor de cátedra y de politica, dentro del autonomismo. Ajlistán donos al tema, nos limitaremos a presentar ante ustedes aquel aspecto de la vida de Don Román hoy casi olvidado, en pro de la enseñanza de la agricultura. Las autoridades del pais vieron siempre en las ferias un arma ♦ Cruz Monclova, Lidio, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX), tomo I, pá gina 572. Editorial Universitaria, 1952.
** Cruz Monclova, Lidio, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX), página 835.
Editorial Universitaria.
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adecuada para la enseñanza agropecuaria. Se dedicaron a desarro
llarlas desde bien temprano. Para el 1822 —según Cruz Monclova— el Brigadier Aróstegiii patrocinó una mensual en las cabece ras de partido. Don Juan de la Pezuela, en el 49, convocó a "una ex posición pública como el exclusivo objeto de fomentar la cria de
ganado caballar", la cual se efectuó en los terrenos del hov Parque Muñoz Rivera *.
Más tarde vinieron otras ferias. Según Abbad y Newmann Gan día, el General Norzagaray las organizaba anualmente. La prime ra de ellas ocurrió en junio de 1854; la segunda —de acuerdo con Coll y Tosté— se celebró en 1855. La tercera, cuarta y quinta co rresponden a los años 1860, 1865 y 1871 **. La memorable Feria Kxposición de Ponce se efectuó en el año
1882 y le dio al secretario de la Comisión organizadora, el avisado
periodista Don José Ramón Abad, la oportunidad de legarnos un cuadro admirable de la agricultura de entonces. En él propuso la fundación de^ una escuela de veterinaria, como función pública
de importancia primordial, indudablemente influenciado por nues tro colega Don Eusebio Molina Serrano quien en dicho año pu blicó su estudio Las liazas Bovinas de Puerto Rico, al cual el Ate
neo le otorgó un primer galardón en los juegos florales que celebró con motivo de su inauguración.
En.el 1890 hubo otra feria en San Juan. Cerró ese ciclo de exhibiciones que fueron paulatinamente entrando en el campo in dustrial y artístico, las muy recordadas del año 1893 y 1897 orga nizadas para celebrar respectivamente el cuarto centenario del
descubrimiento de la Isla y el centenario del sitio por los ingleses. Precisamente a ese entusiasmo por las ferias que como es sa bido tuvo sus alzas y sus bajas, atribuímos nosotros el que la Ex
celentísima Diputación Provincial se apresurase a aceptar la invi tación que llegó a Puerto Rico procedente de Francia, invitando a la provincia a participar en la renombrada Exposición Univer sal de París que se celebró en el año 1867. Fue en ella que se des lumhró al mundo con el estreno de la imponente y atrevida Torre de Eiffel que todavía todos admiramos. Entre otras novedades de
menor cuantía entonces, pero que ha acabado por revolucionar el
arte de la construcción, se le mostró a los visitantes el hormigón, cuyo componente básico, el cemento, se conocía por el nombre de "piedra plástica". La Excma. Diputación Provincial, teniendo en cuenta los
servicios que el señor Baldorioty, junto al Dr. Goyco, a los señores Viñas, Salazar, Abad y otros le había prestado al país en la orga nización de sus ferias, y pensando en que tuviésemos una repre» Gaceta de Puerto Rico, yol. 78, núm. 82. *♦ El autor estudió las memorias correspondientes a las exhibiciones de los años 186Ú y 1865 en la Biblioteca Pública de New York.
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sentación digna en París, nombró comisionado a Don Román. Este que a la sazón residía en Madrid, se fue directamente a cumplir
su cometido. Ya en su puesto vio lo exiguo del material enviado y la esmirriada presentación del mismo. Como era tarde para ende rezar entuertos, el delegado puertorriqueño limitó su actuación a
asistir a los actos oficiales ineludibles y el resto del tiempo lo dedi có a recoger copiosas notas.
Tomando dicha información como base, preparó su informe oficial bajo el rubro de "Exposición Universal de Paris en 1867.—
Memoria presentada a la Comisión Provincial de Puerto Rico jjor el Licenciado Román Baldorioty de Castro", el cual se imprimió en el año 1868. No vayan ustedes a pensar que aqui se trata de un reportaje más, escrito con festinación para descargar un cometido oficial que produjo desazón desde el primer momento. ¡Don Ro mán valia mucho para conformarse con tan poco! Quiso hacer obra perdurable con su Memoria y lo hubiese conseguido si aquellos a
quienes quiso acidar hubiesen estado en ánimo receptivo. Para cumplir su propósito el Sr. Baldoriotv de Castro tuvo
por norma el ir presentando lo que había visto en Paris, rela
cionándolo a la vez conjos problemas afines existentes aqui. El autor desarrolló su empeño con miras especiales a la agropecuaria. Sus esfuerzos en este sentido fueron tan minuciosos que siguiendo a Baldorioty, el lector de hoy puede enterarse de hechos y prác ticas por demás interesantes, que entre nosotros suelen pasar des apercibidos para la mayoría de los observadores y cronistas. Por ejemplo, gracias a él podemos trazar ahora, con bastante exactitud, el desenvolvimiento de la avicultura y tener una idea de las carac
terísticas de las distintas razas de gallinas que poblaron nuestros corrales. Su pulcritud por los detalles y el afán de relacionarlos con los problemas de Puerto Rico se palpa por toda la obra, máxi me en lo que se refiere a agronomía. Puede que nosotros estemos errados en nuestra apreciación; pero nos parece que la Memoria alrededor de la "Exposición de Paris de 1867", por Don Román Baldorioty de Castro, como obra de conjunto, ocupa el primer puesto en nuestra literatura agropecuaria, como libro de extensión agrícola. Para completar sus afanes de esta época, Don Román, en el año 1871, publicó sus Roses para la fundación de un banco
de emisión y descuento destinado a préstamos a la agricultura. ¿No les parece bien, amigos míos, que en obsequio a esas ejecutorias este Colegio debiera colgar en su Aula Magna un retrato y una placa conmemorativa honrando asi la sapiencia de Don Román?
Hemos hablado del siglo XIX como uno señero. Los episodios de sus últimos treinta años nos reafirman en considerar la época como una de actuaciones trascendentales. En lo político se pro clamó la república en España (1873) y aunque fue un cambio efí
mero, trajo por consecuencia rachas de liberalidad que resultaron beneficiosas. Una de ellas, la abolición de la esclavitud.
Ya en el año 1872 se inició en Puerto Rico el registro de los 31
fenómenos meteorológicos; en el 75 se fundó en Ponce la primera asociación de agricultores, a la cual le siguieron bien pronto las de los Departamentos de Mayagüez y de Guayama. En el año 76
vio la luz el Manual del Cultivo del Tabaco, por Don Ricardo Aguayo, del cual se hizo una segunda edición en el año 1884, corregida y aumentada. Puede que a este entusiasmo editorial
contribuyese el calor que recibía el fomento de este producto desde las esferas oficiales, como consecuencia del Inf.orme sobre la Agricultura, Cultivo e Industria del Tabaco, preparado y rendido en el 1880, por J. Rodríguez Fuentes en representación de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio. Este señor era un connotado fabricante de cigarros que tenia su establecimiento en la calle de
Tetuán, en la casa frontera al edificio que ocupa hoy el Raneo Popular.
En relación con el tabaco y su siembra, es bueno dejar asen tado que las primeras lecciones que conocemos sobre él se encuen
tran reproducidas en las páginas del "Prontuario de Disposiciones Oficiales" (1824-65) de Don Francisco Ramos. También en el 76 se
dió a la estampa un Manual Sobre el Cultivo del Café, por un autor cuyo nombre se nos ha escapado.
Paso grande en materia educativa lo fue la apertura en 1873 del primer Instituto Civil de Segunda Enseñanza *, el cual se puso bajo la destacada dirección de Don José Julián de Acosta y Galbo. Tres años después, Don Antonio Baralt ** en representación de la Sociedad de Agricultores de Ponce, urgía al Ministerio de Ultra
mar para que fundase una escuela provincial de agricultura, en relación con una estación agronómica en dicha ciudad. En forma
parecida, a nombre de la Real Sociedad Económica de Amigos del Pais y del Ateneo de Puerto Rico, se pronunciaba el Dr. Calixto
Romero. Estas manifestaciones parece que dieron pie a las Reales Ordenes, en enero y abril de 1879, presentando el caso a las auto
ridades de aquí, disponiendo que la Diputación Provincial esta bleciese y sostuviese con sus fondos una granja modelo. El expe diente quedó cerrado en el año 1883 por falta de fondos.
Resultan de gran interés para los agrónomos que nos escu chan, las disposiciones del Real Decreto de nueve de junio de 1876 *** las cuales aclararon los términos del Real Decreto de 4 de
diciembre de 1871, autorizado por el Rey Amadeo. Dichos decretos
fijaron los depcbos y atribuciones que concedían los títulos de Ingeniero Agrónomo y Perito Agrónomo en Puerto Rico, parango nándolos con los de la Península. A la vez especificaba que los trabajos en los terrenos baldíos del Estado quedaban a cargo del » Boletín Histórico de Puerto Rico, vol. XI, pág. 318. *♦ Edmundo D. Copón, Datos sobre la Agricultura de Puerto Rico antes de 1898, pág. 235. Tip. Cantero, San Juan, 1930.
**• "Gaceta del Gobierno de Puerto Rico", de 25 de julio de 1876. 32
personal facultativo del Servicio de Montes. Un agrónomo podia desempeñar cátedras en todo establecimiento de enseñanza agrieola; proceder a la tasación de fincas; desempeñar plazas adminis trativas que exigiesen conocimientos agricolas; ejecutar los servi
cios periciales del ramo, tales como extinción de plagas, estragos a cosechas; dedicarse a la formación y renovación de la estadís tica agrícola; asumir la dirección y administración de fincas del
Estado; e intervenir como facultativo en el aspecto agronómico de los canales de riego. En cambio los que ostentaban titulo de
Perito Agrícola sólo pqdian optar a puestos como ayudantes, maes tros de agricultura y auxiliares de agrónomos.
El año 1877 ha pasado a la historia como uno de gran acción en el campo agrícola. Desde Mayagüez el Ingeniero Don Antonio Ruiz Quiñones se hace oir con respecto a la enfermedad de la caña
de azúcar en el Cuarto Departamento; Don Adolfo Runge, desde las columnas del "Agente de Negocios", presenta su Proyecto de Riego y la Sociedad de Agricultores, fundada dos años ha, deja sentir su influencia y con dicho motivo se convierte en receptora de varias comunicaciones de su propio Presidente, del Dr. Domin
go Bello Espinosa y del prominente agricultor Don Santiago McCormick. El año 77 cierra dando cuenta de un "expediente pro movido por la Real Orden número 485 de 22 de septiembre de 1877 disponiendo que por las Corporaciones competentes y por este Go bierno General se informe acerca del establecimiento en esta isla
de una Escuela Provincial de Agricultura, con su granja modelo experimental y su estación agronómica y de los medios para cos tearlo".
Hace unos momentos hablábamos de Mayagüez; pero en lle gando al año 1878 y tratándose de agricultura, hay que ser más lato y abarcar a todo el Cuarto Departamento. Fue en el año 77 que la Excma. Diputación Provincial tomó conocimiento oficial de la existencia de la llamada "Enfermedad de la Caña de Azúcar del Cuarto Departamento", como resultado de una Memoria sobre
la Enfermedad de la Caña de Azúcar, redactada por el Ingeniero Don Antonio Ruiz Quiñones, de Mayagüez, y presentada a dicho cuerpo legislador por varios hacendados del mencionado Departa mento. También el Ayuntamiento se movió en ese sentido.
Actuando^ de acuerdo con la gi'avedad del caso, la Diputación procedió a asignar fondos para estudiar el gran mal que ya seño reaba los campos de cañamiel de la comarca mayagüezana y se habla extendido a los municipios de Cabo Rojo, San Germán, Hor migueros y Añasco. La comisión recayó en los Doctores en Medi
cina Carlos Grivot Grand-Court y Agustín Stahl y en el Licencia do en Ciencias Fisico-Matemáticas José J. de Acosta. El informe
de este comité se rindió en 17 de junio de 1878; pero no se impri* Edmundo D. Colón, obra citada, págs. 23 y 24. 33
mió en forma de folleto hasta el 1880. Hay una edición reciente, costeada por el centralista mayagüezano Don Oscar Bravo, cuando hizo su aparición en Puerto Rico el matizado de la caña de azúcar. Aquel fue un período duro para la industria del "bastón de oro". El informe de los comisionados habla de una disminución
sucesiva persistente que en el espacio de cuatro cosechas sufrió
una haja de 2.000 bocoyes de a 13 quintales por cosecha, mientras que en la de 1877 el descenso fue de 7.000 bocoyes. Asegura el in forme que por lo menos dos haciendas bañadas por el Yagüez, debido a los estragos del mal, fueron del todo abandonadas. Aque llos eran los tiempos en que predominaba la variedad Otaiti en los campos puertorriqueños. Los caballeros del comité procedieron a sus observaciones al rededor de la enfermedad en sí y en sus relaciones con los insectos
y tuvieron a bien repasar los remedios infructuosos y anotaciones hechas por los hacendados. De su investigación llegaron a la con clusión de "que las cañas morada, de listas y cristalinas oponen a la enfermedad, que destruye la blanca, una resistencia más o menos tenaz e invencible". Su recomendación fue "que antes que
todo es necesario y de mayor urgencia, que la caña de Otaiti, sea sustituida por nuevas variedades, procedentes directa o indirecta mente del Oriente, y hasta ahora desconocidas en la isla entera".
De esta situación surgió una lección provechosa que dio oca sión a que el Dr. Agustín Stahl, de su peculio particular, se deci diese a establecer en el pais el primer campo para la producción' de variedades selectas de caña de azúcar. Desconocemos los deta
lles de este paso tan importante dentro de la industria sacarina.
Ahora bien, podemos sin lugar a dudas, asegurar que La empresa existió, ya que en la "Revista de Agricultura, Industria y Comer cio" fundada en el año 1885 y publicada hasta el 1893, hemos leído sus anuncios ofreciéndole en venta a los terratenientes semillas de
unas 15 ó 20 variedades de caña de azúcar distintas producidas en sus predios. Es posible que la indiferencia innata en los hom bres llamados prácticos hacia los doctos, diese al traste con obra tan beneficiosa.
Ya hemos señalado a Mayagüez como el lugar escogido por Don Román Baldorioty de Castro para ubicar su proyectada Es cuela Filotécnica. Esto ocurrió, más o menos, en el año 1878. ¿Qué clase de institución hubiese sido esa? Cedamos la palabra al Li cenciado Don Manuel Elzaburu *:
"Entre aquel tiempo, relativamente lejano, y nuestra épo ca presente aparece otra mira nobilísima y desgraciada cual * Manuel Elzaburu, Fundador y Presidente del Ateneo de Puerto Rico.— Discurso sobre "La Instrucción de Enseñanza Superior en Puerto Rico",'pronuncia do en 10 de octubre de 1888.—Boletín Histórico de Puerto Rico.
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fue la de nuestro amigo querido profesor de Historia Natural en el Colegio-Seminario: el respetable y competentísimo Li
cenciado en Ciencias Don Román Baldorioty de Castro. Su designio fue el de fundar en la ciudad de Mayagüez, con el nombre de Escuela Filotécnica, una que dirigida por él, como
lo explicaba el ilustrado periódico de Ponce, "La Crónica", que tuviese por objeto los estudios de aplicación a la Agricul tura, Comercio, Industria, las Artes Mecánicas, y muy particu larmente los cultivos principales de nuestros campos, todo con el propósito de "formar en el país, sin el sacrificio de aban donarlo, agricultores y comerciantes inteligentes, industriales y artesanos aptos, con el conocimiento técnico, todos de sus profesiones."
El General Despujol negó el permiso y la escuela no se pudo abrir. El gobernador dijo: ¡pásmense ustedes!, que su resolución se fundaba en el hecho de que Don Román no tenia titulo de Maestro
de instrucción primaria. Como la historia se repite, en nuestra
Escuela Normal no aceptaron como profesor al eximio pintor puer torriqueño Don Frasquito 011er, porque dijeron que no sabia di bujar. ¡También las pasiones se revuelven en inglés!
Esos hombres que a pesar de su posición social y del orgullo desmedido que solian desarrollar al saberse doctores, no vivian.
como se suele pensar y proclamar, de espaldas a los problemas deí proletariado. De ahí el que sean de entonces Páginas para los Jor naleros, de Don Federico Asenjo, publicadas en 1879, seguidas de Las Clases Jornaleras de Puerto Rico, por Don Salvador Brau en el 1882 y complementadas por el Dr. F. del Valle Atiles con su
Estudio sobre las Condiciones fisicas, intelectuales y morales de los aldeanos, señalando a la vez las causas que las determinan y los medios para mejorarlas, que dio a conocer en el año 1889 con el titulo de El Campesino Puertorriqueño.
El decenio que nos ha venido ocupando cierra con una nota de
desencanto para la instrucción en general y otra de aliento para la enseñanza de la agricultura en particular. Se dio el caso de que el Dr. Calixto Romero,como siempre dispuesto a machacar por el ade lantamiento de la instrucción pública, compareció en el 1879 ante la Junta Supeiior de Instrucción, sometiéndolo un informe v soli citando la creación de una Universidad entre nosotros. Como era
de rigor, el asunto pasó a estudio y la Junta nombró como ponentes a Don José Pérez Moris y a Don Ramón Martínez Gandía.
Basándose en la ponencia, como era natural, la Junta ne^ó
la conveniencia de fundar una Universidad aquí; pero los ponentes se encargaron de hacer la salvedad siguiente:
"Lo que sí hace falta en el país es la enseñanza profesional con aplicación a la agricultura, industria y comercio y navega ción. Agrónomos, industriales, mecánicos, químicos, comercian35
tes, pilotos, maestros de obras, etc., es lo que necesita el pais para que puedan desarrollarse sus grandes riquezas naturales y subvenir holgadamente a la manutención del gran número relativo de sus habitantes."
Hace años un amigo nos enseñó aquello de que los gobiernos actúan por gestos. Para nosotros la resolución que sigue es un bo
nito ejemplo del aserto de nuestro amigo. El Gobierno Superior en Madrid aceptó la negativa de la Junta Superior de Instrucción de esta Provincia, salvaguardando asi el principio de autoridad que
era cosa principalísima en aquellos tiempos; pero en el acto le or denó al Gobierno Provincial de Puerto Rico que subvencionase las
clases que se daban en el Ateneo de Puerto Rico y que procediese a abrir de nuevo el Instituto Civil de Segunda Enseñanza que estaba cerrado desde el año 1873, por órdenes de Don Laureano Sanz.
Remachóse el incidente al bajar las Reales Ordenes de enero y abril de 1879, disponiendo el establecimiento por el Estado de una granja modelo a ser sostenida a expensas de la Diputación Provincial.
Los años ochenta aparecen repletos de acontecimientos que, ya directa o indirectamente, ejercieron su influencia en el desarrollo de la enseñanza de la agricultura entre nosotros.
Don Santiago McCormick, por encargo de la Excma. Diputa ción Provincial salió de Puerto Rico a estudiar el montaje y funcio namiento de las factorías centrales. Volvió convencido de que si
la Isla quería conservar una posición de avance dentro del mundo azucarero, tenia que procurarse los medios para establecer dichas factorías tal y como las había visto en las Antillas vecinas. Su in forme data del año 1880. Esta idea despertó un gran interés en el
país. Se formaron dos bandos. Los partidarios de los métodos ruti narios diagnosticaron que los progresistas del ramo padecían de una enfermedad que denominaron "ingeniomania". Ahora bien,
tengan siempre presente que fue con la llegada de las factorías cen trales, en los ochenta, que comenzó el acaparamiento de tierras en el litoral.
En el mes de octubre de 1882 se terminaron los preparativos
para la reapertura del Instituto Civil de Segunda Enseñanza * orde nada desde Madrid, como ustedes bien recuerdan, en el año de 1879. En esta ocasión los liberales como Don Manuel Fernández Juncos
y otros que formaban parte de la Diputación Provincial, tomaron el asunto a pecho y no escatimaron esfuerzos para llevarlo a feliz término.
El nombramiento de Director, extendido por el General Des-
pujol, recayó en Don José Julián de Acosta quien estaba de vuelta de haber cumplido su cometido en el Parlamento Español. Don José • C. CoLL Y TOSTE, Boletín Histórico de Puerto Rico, vol. XI, pág. 318. 36
Julián asumió la dirección por esta segunda vez y la conservó hasta el 1884 en que la renunció para ocuparse de lleno de la Cátedra de Agricultura, la cual retuvo hasta su muerte en 26 de agosto de 1891. La de agricultura elemental e Historia Natural la explicaba el Dr. Esteban Garcia Cabrera, con cuya amistad me honré.
El Instituto concedía el título de bachiller con miras a ingreso en estudios de facultad mayor. Adscritos al mismo, desde su reaper tura en el 1882 basta el cambio de soberanía en el 1898, bahía un número de colegios repartidos por la isla, los cuales mandaban anualmente sus discípulos a examinarse a la institución central. Estos eran: El Colegio Central de Ponce de Don Hemeterio Colón
Warrens, donde explicaba agricultura Don Román Baldorioty de Castro; el Liceo de Mayagiiez de Don Arcadio Ramírez Casablanca, en el cual enseñaba agricultura Don Benito Gaudier Texidor; el Colegio de Maricao de Don Rafael Janer y Soler, en el cual Don Domingo Sulsona enseñó Agricultura y Don Enrique Piña, Histo ria Natural; el Colegio de Caguas de Don Manuel Jiménez Sicardó, en el cual tuvo a su cargo la enseñanza de la Agricultura Don Ma
nuel Rosa Requena y la de Historia Natural el propio director; el Colegio de Humacao del Dr. Elíseo Font y Guillot era el único que carecía de clases de agricultura. ¿No ven ustedes, amigos míos, cier ta semejanza entre este sistema y los cursos extramurales que patro cina nuestra Universidad?
En el año 83 nos encontramos al Ayuntamiento de Cayey pi
diendo con celo inusitado el establecimiento de una granja agrí cola. Para conseguirla tuvo que esperar al año 1924, cuando el en
tonces Departamento de Agricultura y Trabajo estableció allí la primera de una serie que logró esparcir por el país, que rindieron trabajo efectivo y que otros, al asumir responsabilidades oficiales, creyeron conveniente y necesario suprimir. En los años 80 la Isla necesitaba con premura los servicios de agrimensores, aparejadores, maestros de obra, peritos de comercio, maquinistas de vapor, peritos industriales y otras ocupaciones afi nes. De esa necesidad surgió la idea de una Escuela Profesional
que se fundó en el 1883 gracias a los esfuerzos de Don Federico Asenjo y el padrinazgo del General Despujol. A propósito de la existencia de la Profesional, Don Francisco Hernández aprovechó dicha coyuntura para presentar en el 1884
una Memoria contentiva de un programa para instalar una granja modelo donde explicasen las materias correspondientes a la carre ra de ingeniero agrónomo, aunándolas a los cursos de la Escuela Profesional. La idea del señor Hernández mereció una atención
preferente, pues el proyecto fue a la Junta Provincial de Agricul tura y el ponente, el Ingeniero Don Enrique Gadea, un profesional
y funcionario de talla, lo recomendó encomiásticamente. El pro yecto se topó con el inconveniente de que ya estaba en el aire la idea de transferir los cursos de la Profesional al Instituto Civil. Un buen día del año 1884 las librerías de Puerto Rico le ofre37
cieron al público una obra titulada Manual Práctico de la Agricul tura de la Caña de Azúcar, por Don Manuel Fernández Umpierre A este señor que no era hombre de carrera, se le debe el primer libro completo que se ha escrito en Puerto Rico sobre la cultura de
cañamiel. Esto ocurrió hace setenta y siete años. El Sr. Fernández Umpierre —miembro de la Junta de Agricultura, Industria y Co mercio—■ era todo un caballero que a juzgar por las referencias
múltiples que sobre él hemos encontrado, se dedicó a la agricultura de nuestro producto principal, a la vez que sus actuaciones en otras
actividades le granjearon el respeto, la consideración y admiración de sus conciudadanos. En otras palabras, este Don Manuel era un puertorriqueño digno.
El libro en cuestión está dividido en tres partes principales. La primera da una idea ligera del aspecto histórico del cultivo de la caña dulce en Puerto Rico, presentando también una descripción
de la planta, de los métodos para su propagación, acompañada de una clasificación de los tipos de terreno en que suele sembrarse. La segunda sección abarca lo pertinente a la preparación de terre nos y a los métodos de siembra, señalando el uso discreto de los
aperos de labranza y la elección y preparación de la semilla a sem brarse. La tercera y última parte la dedicó el autor al cultivo de la
plantación, en todos sus aspectos y pormenores. Al resumir su ponencia sobre dicha obra ante la Junta de Agri cultura, Industria y Comercio ** Don José Julián de Acosta y Galbo hizo el comentario siguiente:
Primera.—"Que el Manual Práctico de la Agricultura de la
Caña de Azúcar, por la ordenada distribución de sus partes y de sus capitules, por la riqueza de sus detalles, por los procedi mientos que en la mayoría de los casos recomienda y por la sencillez y claridad de su exposición, es un buen tratado fitotécnico, que viene oiDortunamente a llenar un gran vacio." Segunda.—"Que su autor, el señor Don Manuel Fernández Umpierre, a quien no han detenido ni la falta absoluta de obras especiales publicadas antes en el j)aís, que poder consultar; ni la casi completa fria indiferencia con que se mira, entre nos otros, este fecundo género de actividad intelectual, merece bien de la Provincia que lo vio nacer, y es acreedor a todo el apoyo
que pueda dispensar esta Junta, llamada a promover el fomento de los intereses morales y materiales de la Isla." Réstanos señalar que como apunta Colón "todavía son de ac tualidad muchos de los capítulos del Manual". Este debió haber ♦ Manuel Fernández Umpierre, Manual Práctico de la Agricultura de la Caña de Azúcar. Imprenta del "Boletín Mercantil", San Juan, 1884. Organizada por Real Decreto del año 1863. 38
encontrado una acogida muy favorable; porque ya para el año 1886 el señor Fernández Umpíerre daba a la estampa otro libro titulado Estudios sobre el Cultivo de la Caña de Azúcar.
Mientras en San Juan el señor I. Díaz Caneja daba al público sus Campañas Económicas, Don Ermelindo Salazar, desde Ponce, citaba a los agricultores para un congreso agrícola. Este se reunió en la Villa de Aibonito en el año 1886. Fue una manifestación im
ponente del agro puertorriqueño, tanto en calidad como en canti dad, que por un número de dias se mantuvo reunido discutiendo sus problemas. Los informes de las Comisiones Departamentales son
fuente de mucha valia en lo que respecta al modo de pensar de los concurrentes. También lo son las resoluciones adoptadas. Fue tan inusitado el acto que las voces de la Junta Magna repercutieron en Madrid en tal forma que el Superior Gobierno tuvo a bien no sos layar sus proposiciones.
Según Newmann y la "Revista de Agricultura, Industria y Co mercio", la Provincia repitió en el año 86 su solicitud invitando
al Superior Gobierno a establecer en ella dos estaciones agronó micas. Los sucesos acaecidos en el transcurso de la última década
—^la enfermedad de la caña de azúcar en el Cuarto Departamento, la introducción de variedades nuevas de la cañamiel, los esfuerzos
por el adelantamiento en el aspecto fabril, las múltiples manifes taciones solicitando la fundación de establecimientos para la ense ñanza de la agricultura— unidos a los acaecidos anteriormente, constituían un cúmulo de argumentos favorables difíciles de es quivar.
El peso de los hechos, no nos cabe la menor duda, trajo por con secuencia el que bajase del Trono un Real Decreto firmado el 3 de
agosto de 1888 por S. M.la Reina Regente Doña María Cristina, cuyo primer articulo dice: "Se crean en la isla de Puerto Rico dos
Estaciones agronómicas, una en Rayamón, lo
más cerca posible de la capital, y otra en Mayagüez."
Ahí tienen ustedes el linaje que se gasta esa Estación Experi mental Federal que está al otro lado de la verja de este Colegio. ¡Muy bien puede vanagloriarse de que la creó una Reina! Las estaciones tenían el encargo de entregarse a la investiga ción de los problemas agrícolas, dedicándose a los análisis de tie
rras, aguas, abonos, enmiendas, y productos de la industria agrí cola; a los ensayos de connaturalización y cultivo de nuevas plantas
y mejoramiento de las conocidas en la región; al estudio de la ali mentación vegetal y animal; al ensayo y propagación de las máqui
nas agrícolas más adecuadas para campos y cultivos; al estudio de las enfermedades de las plantas y de los insectos perjudiciales; al estudio de industrias rurales ya establecidas y que pudieran intro39
ducirse; a la creación de campos de experiencias agricolas en las explotaciones de la región, cuyos propietarios lo solicitaren o cedie sen terrenos para hacerlos a instancias de los Directores de las Esta
ciones; y a la instrucción de doce aspirantes a capataces, que sos tendrán los Municipios o los particulares.
Para desarrollar dicho plan las Estaciones dispondrian de un campo propio y anejp de experimentos y ensayos; de las corres
pondientes cajas de vegetación para estudios de fisiologia vegetal; de un lahoratorio químico y fisiológico; de un observatorio meteo
rológico; de una colección de vegetales conservados, muestrarios de tierras y productos de la región. También, cuando las condicio
nes del erario lo permitieran se instalarían establos de experimen tación y un museo de máquinas y productos agricolas. A la dirección de ambas estaciones, una quedó instalada en
Río Piedras, llegaron dos agrónomos procedentes del Instituto Agrí cola Alfonso XII. Don Fernando López Tuero era oriundo de Mur
cia y Don Guillermo de Quintanilla y Fábregas de San Juan Bau
tista de Puerto Rico, donde nació el 8 de marzo de 1867. En aquellos tiempos, para ingresar en dicho Instituto, era preciso ostentar el
grado de Bachiller y para recibirse como Ingeniero Agrónomo, des pués de aprobar el curso preparatorio, era preciso dedicarle cuatro años a la carrera propiamente dicha. Nuestro paisano Quintanilla salió de Puerto Rico por razones que no vienen al caso y se marchó a la Península. Allá, entre otras cosas, fundó la Estación Agronó mica de Alcalá de Henares, pasando luego a dirigir "La Moncloa"
que es la estación agronómica central de España. En el 1927 fue
nombrado Presidente del Instituto Nacional de Investigaciones y
Experiencias Agronómicas y Forestales. Por su dedicación a la
ciencia y al trabajo ostentaba la Gran Cruz del Mérito Agrícola y la de la Orden de Carlos III. Quintanilla falleció en Madrid en el año 1929.
Entre el primero de julio 1890 y basta el año 1897 estuvieron
López Tuero y Quintanilla rindiendo informes y partes sobre sus labores*. Muchos de ellos se publicaron en la "Gaceta del Gobierno de Puerto Rico". Entre sus escritos de índole particular están La Caña de Azúcar en Puerto Rico, de López Tuero (1895), su Tratado de Cultivos Tropicales (1896) y su Memoria sobre Plantas Textiles (1897) que compartió la atención pública con el libro Plantas Tex
tiles, por José Cordovés Berríos, quien para aquella época era maestro de instrucción pública en San Lorenzo. Quintanilla dio a
la estampa Breves Apuntes Sobre el Cultivo, del Cafeto (1892) y Fábrica de Superfosfatos y Abonos Minerales en Mayagüez (1895), trabajo que mereció los honores de una tercera edición. López Tuero vino procedente de Cuba y llegó, nos lo dice su Estado Morcd de los * Véase el panegírico de E. D. Colón sobre Quintanilla, en la Memoria del Homenaje del Colegio de Agrónomos. Mayo de 1958. 40
factores de la Producción en Cuba y Puerto Rico, cargado de la iracundia hija de la lucha armada. En camhio Quintanilla tenia la tendencia a circunscribir sus escritos, a presentar sus programas,
a desarrollar y a las consecuentes memorias sobre su adelanta miento.
Careciendo nosotros de conocimientos agronómicos, vamos a dejar que Don Edmundo D. Colón —ex Director de la Estación Ex perimental y ex Comisionado de Agricultura y Comercio— estu diante aprovechado de la historia de nuestra agricultura y conoce dor de ella como profesional y practicante de agronomía, nos dé
su opinión autorizada en relación con los trabajos efectuados en ambas instituciones. Héla aqui *:
"Varios y dignos de mayor conocimiento general fueron los estudios emprendidos en el transcurso de sus funciones en ambas instituciones. Basta por ahora que mencionemos, por su
imijortancia, que a su sombra se hicieron los primeros ensayos científicos de alimentación vegetal y de abonos en Puerto Rico, debiéndose sin duda a la influencia, de Quintanilla que funcio nara en Mayagüez luego nuestra primera fábrica de abonos artificiales, y única basta la fecha productora de superfosfatos;
los iDi-imeros estudios sistemáticos de vigor vegetativo y riqueza sacarina de las principales variedades de su tiempo; los pri meros estudios sobre el gusano blanco de la caña y ensayos para su represión; las primeras observaciones regionales co nocidas sobre el proceso de la cura del tabaco; sobre los gor
gojos (vaquitas) del café; la inadaptabilidad a nuestra tiei'ra del trébol, la alfalfa y cereales de climas templados; el apro vechamiento de nuestras frutas por destilación; y nuestro pri mer estudio sistemático del clima de una región."
Repitamos con Colón: "estaban echados los cimientos de nues tra cultura agrícola"; pero recordemos con él que "ocultóse luego toda esta cultura tras el telón de los acontecimientos políticos. Las
ciencias y las artes no moran donde priva el apasionamiento y el interés temporal." Tras esa cortina de que nos habla el señor Colón desaparecie ron las estaciones agronómicas. Trataron de rasgarla dos puerto
rriqueños nacidos en Ponce que salieron al extranjero y volvieron a su país ostentando títulos de agrónomos, autorizados por la Es cuela Superior de Agricultura del Estado en Gembloux, Bélgica. Sus nombres: Don Angel Vicente de Fano y Marxuach y Don Adol fo Vendrell.
En el inventario ** que se hizo de la biblioteca de la Dirección * Edmundo D. Coijón, Datos sobre la Agricultura de Puerto Rico Antes de
X898 Tip. Cantero Fernández & Co. Inc., San Juan, 1930, pág. 123. ** Él original puede consultarse en el Archivo de Puerto Rico. 41
de Agricultura, Industria y Comercio, al ser suprimida la depen dencia por la Orden General núm. 116 de 12 de agosto de 1899, y sustituida por un Negociado de Agricultura adscrito al recién creado Departamento de lo Interior, aparece una ficha dando cuenta de la existencia en ella de una copia del libro La Caña de Azúcar - No
ciones sobre su Cultura y Trabajo Industrial por Adolfo Vendrell, publicado en el año 1892.
_ 26 de junio de 1897 la Excma. Diputación Provincial se deci dió a crear una escuela teórica práctica de agricultura. El terreno para impulsar la idea estaba más que abonado. Al efecto nombró
una comisión que estudiase el proyecto, preparase un presuiiuesto y redactase el reglamento de rigor, con miras a proceder a la orga nización y TOmenzar la enseñanza. Para noviembre de 1897, Don
Vicente de Fano, estusiasmado con la idea, instó a la Diputación Provincial en una serie de memorias brillantes a que fundase el
plantel aprovechando los edificios, enseres y dependencias de la extinta Estación Agronómica de Rio Piedras. Ofreció a la vez un
programa de estudios.
Ustedes, jóvenes al fin, no oyen, no pueden oir el sonar de cornetas, el paso marcial de soldados y el murmullo sordo de caño
nes que hace rato viene acompañando a esta peroración. Cuba pe leaba por su independencia y en apoyo de ella, los Estados Unidos aportaban su influencia. Ese estado de incertidumbre agarrotó a todas las ramas del Gobierno de España. Aquí, éste y otros planes que conocemos, quedaron en suspenso, pendientes del camino a se-
guir hajo la Autonomía y de una declaración de guerra con los Estados Unidos que no se hizo esperar mucho.
el proyecto sobre la escuela de agricul tura^ había suponer quedado que en etapa casi final; porque el General Eaton, en una orden que puede verse en la "Gaceta del Gobierno de Puerto
Rico correspondiente al 5 de mayo de 1899, autorizó la organiza ción de escuelas profesionales, incluso la de agricultura, la de far macia y la de comercio, dentro de la Universidad de Puerto Rico. Eomo pasadas las hostilidades —el Gobierno Militar de Estados
Unidos entró en funciones el 18 de octubre de 1898— sobrevino lo que en otra oportunidad hemos llamado "años de titubeos", de ahí sorprendido en lo más mínimo, el que el Gene-
Eaton hable de una Universidad de Puerto Rico que no existia
para aqu^ entonces. Dejamos el dato consignado, más bien como
o ra prueba del deseo que se tenia por contar con organizaciones de facultad mayor.
T,,-., la in f
dejado atrás un siglo interesante. Durante él se orgapaís; bajó la Cédula de Gracias; se impulsó
íS.?? lle^o el Padre Rufo de ello él la surgieron Real Sociedad de AmigosDon del País, y con sus discípulos
José Juhan de Acosta y Don Román Baldorioty de Castro; la Junta e ome o es a i ecio sus clases de náutica, agricultura y comer cio; se celebraron las primeras ferias agrícolas; Agosta publicó su 42
Tratado de Agricultura, Baldorioty de Castro su Exposición de Paris; el gobernadoi' aprobó los primeros libros de texto para la enseñanza de la agricultura y dieron también la luz los primeros
libros sobre temas del trabajo; se organizó la primera asociación de agricultores; Aguayo dio a la estampa su Manual para el Cultivo del Tabaco; se fundó el Instituto de Segunda Enseñanza y se adscri bieron a él varios colegios de la Isla; se proclamaron las reglas para la práctica de la carrera de agrónomos; apareció la enfermedad <le la caña de azúcar en el Cuarto Departamento; el Dr. Stahl orga nizó su plantel para la producción de esquejes de cañas de azúcar selectas; se acentuó la controversia alrededor de la conveniencia de
establecer ingenios o centrales azucareras; Fernández Umpierre puso al alcance de los agricultores su Manual Práctico de la Agri cultura de la Caña de Azúcar; Molina Serrano estudió las razas bo vinas; Abad redactó su brillantisimo informe sobre la Feria de
Ponce; se reunieron los terratenientes en junta magna en la Villa de Aibonito; se crearon y fundaron dos estaciones agronómicas y la Excma. Diputación Provincial se resolvió a organizar una es cuela superior para la enseñanza de la agronomía. De ahi el que le diésemos el apelativo de Siglo de la Sistematización. El Siglo de la Realización.
Durante el transcurso de los años los elementos dispersos que hemos hecho desfilar ante ustedes acabaron por encontrar el lugar que les correspondía. Hoy se puede decir, con orgullo y regocijo, qüe una transformación natural, lógica e histórica, en lo que va del siglo XX, ha conseguido para Puerto Rico su anhelo de entrar de lleno en la enseñanza de la agiücultura en todas sus ramas tradi cionales, habiéndole subordinado otros servicios por lo general de carácter económico. Es un hecho reconocido por todos que esta labor docente ocupa lugar destacado en el plan de estudios de las escuelas rurales; que en el aspecto adulto llega al agricultor, tanto
en la finca como en su hogar, enseñoreándose en todo ello el Cole gio de Agricultura y Artes Mecánicas por medio de sus graduados. Al tratar esta época no debemos olvidar que al principio, del
siglo que nos ocupa, la situación económica del país y por tanto la de su agricultura, distaba mucho de ser halagüeña: el progreso azucarero no pasaba entonces de la categoría de esperanza. La rea
lidad era que la Isla arrastraba todavía las consecuencias de tres acontecimientos sobresalientes; a saber, primero, la pérdida del mercado europeo en 1898 que era parcial a nuestro café; segundo,
la devastación general que nos legó el huracán de San Ciríaco acaecido el 8 de agosto de 1899 y tercero, el decreto del año 1900 ordenando el canje de la moneda provincial por la de oro norte americana, con un descuento del cuarenta por ciento. Toda esa situación deprimente en extremo, no fue obstáculo 43
para que el pueblo de Puerto Rico concurriese con fondos para la
compra de terrenos para establecer la Estación Experimental Agrí cola que la Secretaría de Agricultura de Estados Unidos, por reco mendación convincente del Dr. Seaman A. Knapp, consideraba de importancia primordial para el adelantamiento del pais. Al Gobier no de los Estados Unidos le urgía dicha diligencia y como en aque llos momentos, creemos nosotros, no podía adquirir legalmente terrenos en la Isla, se recurrió al artificio de la donación. Dicho
instituto que estaba señalado para ubicarse en Rio Piedras, quedó, como ya hemos indicado, constituido en Mayagüez.
Otro paso significativo de aquella Primera Asamblea Legisla tiva que debemos traer ante ustedes fue la conversión en Ley, en 18 de enero de 1901, del proyecto de la Cámara núm. 54, asignando la cantidad de diez mil dólares para que Puerto Rico concurriese a la Exposición de Búffalo. La medida se cumplió a cabalidad. Hay otro acuerdo de aquella sesión legislativa que cabe per fectamente dentro del marco de esta conferencia. Esta fue la apro bación del Proyecto del Consejo núm. 12, en 30 de enero de 1901,
asignando fondos para,ayudar a aquellos jóvenes que quisiesen estudiar artesanía. El articulado de la ley señala específicamente
a los institutos Hampton de Virginia y Tuskegee de Alabama, como las únicas escuelas a las cuales podían asistir los favorecidos. Esos dos nombres nos hacen pensar que lo que se quería era desarrollar agrónomos. Para los interesados en otras carreras había otro grupo de becas donde el estudiante estaba en entera libertad de seleccio
nar su escuela. Tras este plan incipiente de becas se puede entrever la mano juiciosa y magistral del Dr. Brumbaugh quien desde su
pupitre del Consejo Ejecutivo se afanaba por ir echando hases para el desarrollo de su vasto plan de instrucción pública. Por eso no
tardaron en aparecer los programas para los Tnstitutos para Maes tros y para la organización de la Escuela Normal.
El Dr. Martín G. Brumbaugh * —el primer Comisionado de Edu cación que tuvimos al implantarse el Gobierno Civil en el año 1900 creía en la educación del pueblo. Por eso le dedicó sus esfuerzos a
organizar y alentar la instrucción elemental urbana y rural. A renglón seguido se propuso darle énfasis a la enseñanza de la agricultura en los campos del pais. Al efecto consultó con el
sabio naturalista Dr. Agustín Stahl. En el año 1901 este señor preRinr, TI PiiPrfn man
piardaba recuerdos muy agradables de su estancia en Puerto Piedras, al agradecerle el haber escogido a dicha la a-
niiert-nrrinnafino oJi?
nrnnia rip mnaii í '"a
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Normal —núcleo de la hoy Universidad de
^ ^9- Calle que daba acceso directo a ella. A cuantos
triunfal solía preguntarles con Ingenuidad
raUpí»^ Al pnt°' RÍO Piedras noCatedrático le han cambiado el nombre soguia siepdo suya, el de la Universidad Trfoifá tí de Escuelas de Philadelphia y futuro Gobernador del Estado, no disimulaba su contento. 44
sentó su "Programa para una Escuela Elemental de Agricultura". Dicho plan estaba dividido en seis partes, a saber,(1) elementos de
Historia Natural; (2) de fisica y (3) de química; la cuarta corres pondió a la instrucción especial de agricultura (el aire, el suelo, la nutrición de las plantas, los abonos, etc.); la quinta la dedicó
a las plantas útiles incluyendo su cultivo, enfermedades e insectos, habiéndole señalado la sexta a los animales útiles (ganado mayor y menor, aves y peces) y a la utilización de las lanas, cerdas, astas, etc. El proyecto anterior fue preciso abandonarlo pronto, porque
en el país había un número muy limitado de maestros especiali zados en la materia. Para los años veinte se revivió, siendo Don
Juan B. Huyke y Don Francisco L. Yizcarrondo, Comisionado y
Subcomisionado de Instrucción respectivamente. Bajo su patroci nio se organizaron las Segundas Unidades Rurales y reaparecieron los huertos al lado de las escuelas, asi como también se oía el gru ñido de los cerdos y el cacarear de las aves domésticas. Las Segun
das Upidades fueron progresando y sirvieron de base para el vasto y eficiente plan de Instrucción Vocacional, prohijado en su periodo formativo por el Comisionado del ramo Dr. José Padin, con quien
cooperaba decididamente desde su puesto de Secretario de la Junta,
el brillante escritor Dr. Miguel Meléndez Muñoz. La dirección reca yó en el competente agrónomo Antonio Texidor. Los cursos voca-
cionales no son otra cosa que la versión moderna, con los adelantos impuestos por el progreso, de los estudios periciales que ofrecía la Escuela Profesional del año 1883.
La enseñanza de la Agricultura entre los adultos tardó más en extenderse. Como es tan complicada, sobre todo en su comienzo, exige elementos muy precisos en el arte de la intercomunicación: se necesita ser agrónomo sin petulancia y hombre de vínculos. Cuando Puerto Rico era Provincia de España, aqui funcionaba un organismo oficial llamado Dirección de Agricultura, Industria
y Comercio cuyo defecto era que estaba carente de facilidades para estimular la intercomunicación con el campesino. En condiciones similares trabajaba el Servicio de Montes bajo la jefatura del In geniero de Montes Don César de Guillerma. Alguien, algún dia,
estudiará la estructura y funciones de ambas oficinas. Las mismas quedaron suprimidas por virtud de la Orden General núni. 116, proclamada en 12 de agosto de 1898. Se les sustituj'^ó por un Nego ciado de Agricultura y Minas, adscrito al Departamento de lo In terior.
Hay en nuestra agricultura contemporánea una anomalía que no nos explicamos. Cuando Estados Unidos se esforzaba por buscar una fórmula para organizar el Gobierno Civil en Puerto Rico, man dó al país grupos de hombres que estudiaron nuestros problemas. Los encargados de los forestales y agropecuarios, lo eran de fuste. * "Gaceta del Gobierno ,de P. R.", mayo de 1886.
45
Las monografías rendidas por ellos acusan una serie de observa ciones perspicaces de gran valer. Hija de una de esas memorias es
vuestra vecina la Estación Experimental Federal ubicada, por cier to, en los propios terrenos de la Estación Agronómica que dirigía Don Guillermo de Quintanilla. Lo inexplicable es que al preparar y aprobar la Ley Foraker, el Congreso se olvidó de hacer figurar un Departamento de Agricultura dentro del poder ejecutivo auto rizado por dicho estatuto. Igual suerte corrieron los asuntos de salud pública. Como consecuencia, nuestra agricultura, desde el
punto de vista oficial, anduvo al garete por varios años y los de sanidad ocuparon un lugar muy secundario.
Don Juan B. Rodríguez Cabrero,,competente Ingeniero de Caniinos. Canales y Puerios, quien ocupaba el cargo de Subcomisiona-
do del Interior bajo las órdenes del señor W. H. Elliott y a cuyo despacho estaba agregado el Negociado de Agricultura y Minas quiso reparar el olvido del Condeso. En 10 de enero de 1901 Don Juan le propuso a su superior jerárquico que se le insuflara vida al Negociado de Agricultura y Minas organizando un sistema am
plio de recopilar estadísticas de los productos agrícolas y sus usos; instalando la experimentación agronómica para buscar el mejora miento de los métodos más adecuados de cultura, cuidando a la vez, de la introducción de nuevas ideas, plantas, ganados e indus trias rurales; proveyendo para hacer observaciones alrededor de las condiciones y recursos del agro; autorizando el reparto de infor mación impresa de carácter práctico asi como científico, y de esta dísticas agropecuarias. Terminaba Don Juan recomendando el alen tar la formación de asociaciones e institutos de agricultores.
Los propósitos de un organismo como el esbozado, según ol Subcomisionado Rodríguez Cabrero, no eran íotros que estrechar lazos con los agricultores,- establecer una estación experimental v
hacer llegar a todos los interesados, boletines de carácter agrícola repletos de información adecuada.
En el informe del señor Rodríguez Cabrero que forma parte del primero que rindió el gobernador Charles H. Alien, aparece en la sección correspondiente a agricultura, un solo párrafo que dice; "Como hasta la fecha no se ha hecho una asignación ni para establecer la estación experimental, ni para recoger y publicar esta dísticas, las actuaciones del negociado se han limitado a coleccio nar información sobre los cultivos y su producción y a atender las solicitudes para autorizar explotaciones mineras". La desilusión del autor está pintada de mano maestra.
La ética administrativa no le dejó decir a Don Juan que el Negociado de Agricultura y Minas se evaporó debido a la indife
rencia del señor Elliott. Otras paginas del susodicho informe ponen de manifiesto que su preocupación y entusiasmos los compartía con la construcción de casas escuelas y, principalmente, caminos ca rreteros. Después de todo, esas eran las aspiraciones máximas del momento. 46
Más tesonera que la oíicial era la marcha de la agricultura par ticular. Esta llenaba sus necesidades técnicas trayendo del exterior agrónomos, químicos, ingenieros y hasta mecánicos. A pesar de la demanda existente, nuestros jóvenes seguían apegados a las ca rreras clásicas; medicina, leyes, milicia y sacerdocio. Entonces el
Gobierno se negó a dar becas para cursar las mismas y propulsó los estudios de ingeniería en todas sus ramas, la química, especial mente la del azúcar, la agronomía, la veterinaria y otras. Se abrie ron nuevos horizontes. Para el año 1912 ya bahía un número de
jóvenes puertorriqueños bien dotados para encargarse de la super intendencia de centrales azucareras y para irse por esos campos a abrir brechas en preparación para la ejecución de una red ge neral de caminos, cuyos planos estaban levantados desde el año
1860. Todos procedían de universidades norteamericanas y por sus ejecutorias personales y profesionales, acabaron por formar un nú cleo respetado, al cual se acudía en busca de liderato.
Al rescate de la agricultura oficial vino la Legislatura de Puerto Rico, autorizando la organización de un cuerpo que deno minó Junta de Comisionados de Agricultura. Esta publicó su primer informe en el año 1912 y su quinto y último, en el ejercicio 1915-1916. El secretario de este organismo lo era el señor W. V. Tower, cuya especialidad era la entomología. Como es natural, hacia ella inclinó
las actividades que la Junta podía efectuar con las mezquinas asig naciones de su presupuesto. Sin embargo, a esta comisión se le de
ben los primeros esfuerzos contemporáneos para proteger a nuestra agricultura de la irrupción de enfermedades, pestes e insectos da ñinos procedentes del exterior. Estos acontecimientos nos colocan en el umbral del año 1917
que fue cuando entró en vigor la Ley Jones. Esta nos trajo, dentro del Gabinete del Gobernador, una rama oficial denominada Depar tamento de Agricultura y Trabajo. A él fueron a parar las obliga
ciones y pertenencias de la Junta de Comisionados de Agricultura, la cual fue suprimida por la legislación de rigor. Entre esas pro piedades estaba la Estación Experimental de la Asociación de Pro ductores de Azúcar, la cual fue traspasada gratuitamente al pueblo de Puerto Rico, por mor de la crisis que provocó en la industria azucarera el triunfo del Partido Demócrata capitaneado por el Pre sidente Woodrow^ Wilson.
Ahora bien, en Puerto Rico, en cuanto a la enseñanza agrícola entre los adultos, cosa que ahora denominan extensión agrícola, la prelación le corresponde a uno de esos cuerpos oficiales que surgen al imperativo de una situación y llenado su cometido, caen en el más abyecto de los olvidos.
Poco tiempo después de haberse desatado en Europa la Prime ra Guerra Mundial, el Presidente del Senado, Don Antonio R. Rarceló, tuvo visión para darse cuenta que los Estados Unidos acaba rían por entrar en ella. Se veía que la cuestión de alimentos era
cosa principal en la contienda. Don Antonio consiguió, por medio 47
de una resolución conjunta de la Legislatura, que se autorizara la
formación de un comité que entendiese en la reglamentación de los
precios de las vituallas. Asi surgió la Comisión de Alimentos que vino a ser el primer organismo de esta Índole bajo la bandera ame
ricana. Lo presidió el ponceño Don Alberto E. Lee y le acompaña ban en su misión los señores John M. Turner y Luis Sánchez Mora les. Se unió a ellos en sus empeños agrícolas, Mr. H. C. Henricksen,
cedido por la Puerto Rico Agricultural Experiment Station, preci samente por conocer bien al país, a su gente y a su agricultura. Cuando todo esto sucedía, el Departamento de Agricultura y Tra bajo todavía estaba en ciernes; pero como la muletilla nacional del momento era "con municiones de boca ganaremos la guerra", di chos caballeros se apresuraron a organizar, dentro de su Comisión, una sección que se dedicase a estimular la siembra de productos alimenticios. En las filas de dicha sección ingresaron los primeros graduados de vuestro Colegio, formándose asi el primer cuerpo ofi cial de agrónomos que ha conocido Puerto Rico.
Conjuntamente con la Comisión de Alimentos, la Estación Ex
perimental Federal y lo que había de Agricultura y Trabajo, vues tro plantel convocó a un Congreso Agrícola en el 1918. Las sesiones eran a salón lleno; pues durante seis días los agricultores del país, desde el más destacado hasta el más humilde, se dieron cita para aunar sus esfuerzos en pro de nuestra agricultura. De él surgió la campaña garrapaticida, delineada como paso preliminar al mejo ramiento sistemático de los vacunos, cuya propaganda inicial por campos y pueblos —en el verano de 1918—- estuvo a cargo del que os habla, por cuenta de la Comisión de Alimentos. El Congreso
Agrícola fue un acto imponente y trascendental. Que sepamos, esta ocasión ha sido la primera en los tiempos contemporáneos en que agricultores adultos se aprestasen en masa a visitar una institu
ción dedicada a la docencia agrícola científica. Terminada la guerra quedó disuelta la Comisión de Alimentos
de Puerto Rico. Los agrónomos de ella pasaron al recién organizado Departamento de Agricultura y Trabajo, el cual, desde ese mo mento, se dedicó a servicios de investigación, a servicios de fomento y a servicios regulares, todos en beneficio de la agricultura. Bajo el
titulo oficial de sub-inspectores de agricultura, dirigidos por Don Fedeiáco Legrand y más tarde por Carlos A. Figuei'oa * primero e Ignacio L. Torres, después, esos agrónomos,la casi totalidad salidos de esta casa de estudios, se desparramaron por nuestros campos para llevar a las fincas el tesoro de. su saber. Fue entonces que se
convirtió en hábito entre los dirigentes del Departamento, el atem perar el desarrollo de sus planes de extensión al compás con el nú mero de graduandos de aquí, para evitar que se desarrolle entre ellos el desaliento que suele causar la falta de trabajo. * De ahí salló Figueroa para el decanato de esta institución. 48
Poco a poco fueron mejorándose técnicas para llenar los pro pósitos oficiales. Asi surgieron las demostraciones agrícolas, las granjas de demostración con su complemento de sementales de pura raza y las excursiones de agricultores a comarcas distintas en busca de orientación. Fue un trabajo netamente puertorriqueño, labrado sobre el yunque de nuestro agro, a la luz de sus peculiari dades, ya que para aquella época se desconocían los libros de texto sobre métodos de extensión agrícola. Aquellos interesados en este aspecto de nuestra conferencia encontrarán en la "Revista de Agri cultura", publicación que el Departamento ba sostenido desde el año 1918, el material que habrá de colmar sus deseos.
Hacia el año 1933 sobrevino un cambio radical cuyo propósito primordial fue el aumentar los fondos para investigación y exten sión con un aporte federal cuantioso. Firmados los acuerdos de
rigor, tanto la Estación Experimental como el extinto Negociado de Fomento Agrícola fueron transferidos a la Universidad de Puerto
Rico con el éxito notable qiie todos conocemos y palpamos. A él han contribuido, desde la dirección de la Experimental, el Doctor J. A. B. Nolla y Don Arturo Roque y desde la Jefatura de Extensión, el Dr. Barrus, el Dr. A. Rodríguez Géigel y Don Roberto Huyke. De momento, como es natural, la reorganización descrita, al teró la marcha del nuevo Departamento de Agricultura y Comer cio. En aquellos instantes todo parecía indicar como que la rela ción existente entre la casa oficial de los agricultores y la tierra puertorriqueña, había desaparecido por completo. Los que tal cosa pensaron no tuvieron en cuenta lo complejo de la agricultura. Hoy
el viejo Departamento prosigue su labor de enseñanza acompañada por la fuerza contundente que representa la ayuda económica que recibe el agricultor directamente para mejorar pastizales, cafetales y cañaverales. Un aspecto de su trabajo que le ha dado renombre a esta rama de gobierno, ha sido la labor amplia y edificante que
a favor de la gran crianza * desarrolla su Administración de Pro gramas Sociales.
En esta reseña de las ejecutorias de la enseñanza agrícola entre
los adultos que se vienen desarrollando en el país, no deben faltar las de tres organizaciones federales que han sabido desplegar muy acertadamente sus actividades en nuestros campos. Se trata de la extinta Administración de Reconstrucción de Puerto Rico, cuyo monograma PRRA fue muy conocido; del perseverante Servicio
de Conservación de Suelos y de la estimada Administración de Ho gares de Agricultores. La Administración de Reconstrucción de Puerto Rico (Puerto
Rico Reconstruction Administration), popularmente conocida por * "Gran Crianza". Término acuñado por E. D. Colón en relación con los habi
tantes de un pais y su adelantamiento. La Gestión Agrícola Después del 1898. Im prenta Venezuela, San Juan, Puerto Rico, 1948. 49
PRRA, comenzó a trabajar en mayo de 1935 como una rama del
Departamento del Interior de Estados Unidos. Su organización se debió al Presidente Flanklin D. Roosevelt, como consecuencia del llamado Plan Cbardón, preparado por los señores Rafael Menéndez Ramos, Carlos E. Cbardón y Rafael Fernández Garcia *. Fue,
en síntesis, el paso que dio la Administración Nacional para borrar en la Isla los efectos de la depresión, bijos del pánico económico en que estaba sumida la nación para aquella época. La PRRA gastó aquí setenta millones de dólares, desarrollando un número de actividades provechosas. Con ellas inició la solución
del pavoroso problema del desempleo; pero tuvo a bien cuidarse de que los trabajos pudiesen servir de guía para otros menesteres
apremiantes, tales como construcción de casas higiénicas y baratas, provisión de salones de escuela, desarrollo de la electrificación y otros.
En distintas épocas, la dirección superior de la organización estuvo a cargo del Dr. Ernest Gruening y el Dr. Carlos E. Cbardón, como Administrador General y Administrador Regional respectiva mente. Al Dr. Cbardón le sucedió el Ledo. Miles H. Fairbank. Todo
el tiempo y basta el momento de su liquidación, sirvió de Sub-
Administrador Regional, el Ingeniero Guillermo Esteves quien había sido, por años. Comisionado del Interior de Puerto. Rico.
Para el desarrollo de sus proyectos, la PRRA quedó subdividida en un número de secciones —^finanzas, abogacía, ingeniería, trabajo social, asistencia médica, etc.— siendo la de Rebabilitación Rural la que nos importa de momento. Su primer jefe fue Don Rafael Fernández Garcia, habiéndole seguido los señores F. A. Ló
pez Domínguez y Agustín M. de Andino. El que os habla ingresó en ella como director de ganadería y durante la administración del
Sr. Andino fue ascendido a Segundo Jefe de Rehabilitación Rural, puesto que ocupó hasta el cierre de operaciones.
Rehabilitación Rural contaba con un personal compuesto de agrónomos y peritos agrícolas desparramados por el país, que sen tía dedicación por este tipo de trabajo. A través de él, propulsó el mejoramiento de las aves y los cerdos; el enlatado de frutas y vege tales; la conservación de suelos y la repoblación forestal; alentó decididamente la formación de cooperativas aprestando para tal fin fuertes sumas en metálico, y se tomó a empeño intensificar los cultivos alimenticios en los terrenos marginales. Para los efectos de rehabilitación rural permanente, la PRRA adquirió cuarenta mil acres de tierra. Hacia el año 1950 había cons truido en ellas 7.093 casas que costaron cerca de siete millones de * Rafael Fernández García había sido Director de la Estación Experimental Agrícola del Departamento de Agricultura; Rafael Menéndez Ramos era Comi sionado de Agricultura y Comercio y Carlos E. Cbardón, Rector de la Universidad de Puerto Rico.
50
dólares. Ahora bien, hay que darle crédito a la institución en el
sentido de que antes de seleccionar los ocupantes para las granjas, los hizo pasar por un periodo de adiestramiento en los campamen tos que organizó para granjeros. Dentro de cada conglomerado de granjas estableció una Granja Central de Servicios, a cargo de agró nomos de experiencia, a la cual acudían los granjeros vecinos a buscar pautas a seguir en sus afanes, a solventar sus cuentas, a solicitar ayuda tangible y apoyo moral, además de solaz para su espíritu, pues los centros comunales eran el eje del trabajo médico y social, los cuales se desarrollaron en escala superlativa. Otra entidad federal que se dedica a la enseñanza de la agri
cultura entre los adultos puertorriqueños, responde al nombre de Servicio de Conservación de Suelos (Soil Conservation Service) y forma parte del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Hace veinticinco años que trabaja aqui.
Sus primeros representantes llegaron al pais en el año 1936 bajo
la jefatura del eficiente y caballeroso Sr. George L. Crawford, a trabajar en colaboración con la Administración de Reconstrucción
de Puerto Rico. Cuando ésta cerró sus puertas en el 1940, el Ser
vicio de Conservación abrió oficinas por cuenta propia y desde en tonces ba seguido prestando beneficios al agro puertorriqueño. En distintas épocas los trabajos han estado bajo el liderato respectivo de los señores U. S. Allison, Tbeodore Creen, J. W. Sargeant, R. L. Bou Trava, y Harry M. Cbambers. Con el tiempo, buscando estrechar lazos con los agricultores,
el servicio ayudó a comprobar las ventajas que se podían derivar al dernocratizar esta clase de trabajo dándole más participación a los interesados. Al efecto, conjuntamente con el Departamento
de Agricultura del gobierno estatal, ajmdó a preparar los bocetos de lo que vino a ser la ley autorizando la formación de distritos de conservación de suelos que rige actualmente. En este caso la autoridad central descansa en un comité estatal que nombra dos miembros para cada comité de distrito, mientras que los 15.000 agricultores agregados a los mismos eligen tres. La ley que le da vida al Servicio de Conservación de Suelos lo
faculta únicamente .a prestar y facilitar toda aquella ayuda de ca rácter técnico que se necesite para el adelantamiento de la agricul tura, siempre con miras a la conservación del suelo y las aguas. El Servicio, que carece de recursos para ofrecer incentivos de clase alguna, se esmera en prepararle a los agricultores los planes más factibles para la explotación provechosa de los terrenos dentro de un régimen juicioso y sistemático. Después de hacer un estudio
cuidadoso de los suelos dentro de una finca cualquiera, surge un proyecto de trabajo acompañado de los planos correspondientes en papel ferroprusiato, que abarca los problemas correspondientes a avenamiento para darle salida a las aguas embalsadas, a la cons trucción de charcas para riego y otros menesteres, al trazado de zanjas en las laderas y al levantamiento de barreras vegetativas 51
con el propósito de aminorar el arrastre de la capa vegetal de los suelos, disminuyendo la impetuosidad del escorredero y por ende sus efectos contraproducentes. Esa es la clase de cooperación que ofrece este Servicio, la cual resulta de valor incalculable por su Índole progresiva permanente. En los últimos años. Conservación de Suelos ha extendido su
radio de acción; pues a la atención individual de las fincas le ha
sumado el ocuparse de desarrollar sus planes abarcando la con
servación de aguas y suelos en las cuencas hidrográficas del país. Con este motivo ya ha preparado el estudio definitivo para abordar los problemas inherentes al valle del Añasco. También se encuen
tran adelantados los correspondientes a la comarca que compren de los municipios de San Germán, Hormigueros y Cabo Rojo. A la vez se vienen efectuando los estudios preliminares relacionados con las cuencas de los ríos Guayanés en Yabucoa y Yaurel en Guaj'ama. Dos años después de trabajar aquí el Servicio de Conservación de Suelos, la Secretaria de Agricultura de Estados Unidos extendió a Puerto Rico en el 1938 las actividades de la Administración de
Hogares de Agricultores (Farmer's Home Administration) la cual,
para aquel entonces se llamaba Administración de Seguridad Agrí cola (Farm Security Administration). Para el campesino puertorri
queño lo de "Farm Security" resultaba muy complicado y lo i'esolvió todo llamando "La Fancy" al nuevo organismo. Los cambios hechos por el Congreso Nacional en nada han alterado la resolución de
nuestro jíbaro. En otros lugares de la nación se conoce la institución como "Farmer's Home Administration"; pero en nuestros campos sigue siendo "La Fancy". Aquí como alláj^la Administración de Hogares de Agricultores trabaja de acuerdo con un estatuto del Congreso aprobado en el año 1937, conocido por Ley Bankhead-Jones. Sus postulados tienen
por objeto el fomentar la compra de fincas, pero en la práctica re sulta una fuente de crédito territorial adecuado que le facilita fon dos a agricultores de ingresos escasos, a un interés razonable, por periodos largos.
Con los años y la experiencia ganada encontramos hoy que el objetivo priinordial se ha ramificado hasta el extremo de que ade
más de adquirir tierras, el prestatario puede comprar aperos de la branza, abonos, semillas y ganados, a la vez que se le facilitan fondos para la construcción de casas para vivienda y otros edificios dentro de la finca y para trabajos de conservación de suelos y aguas. Uno de los objetivos más destacados de la Ley Bankhead-Jones es la promoción de las condiciones de vida de la familia campesina
en sus aspectos físicos, intelectuales, morales y culturales. Con ese motivo autoriza la constitución de un cuerpo de demostradoras del hogar que le enseñan a la esposa del agricultor la forma más ven tajosa de convertir lo que produce la tierra, en artículos beneficio sos al plan de mejoras de su casa.
La Administración de Hogares de Agricultores, desde su prin52
cipio ha sido una propulsora de la llamada finca familiar, esto es,
de un predio de terreno de tal cabida que produzca lo suficiente para pagar las contribuciones, solventar los plazos de la deuda, producir un ingreso razonable al propietario y proveerle ocupación a todos los miembros de una familia. Bien visto, el objetivo es la conservación del buen uso de la tierra y del progreso general del
conglomerado, mediante las actuaciones en grupo. Es natural que esto se baga de acuerdo con una serie de programas que colocan las actividades de la finca y del bogar sobre una base técnica. Este
tipo de dirección que denominan crédito intervenido ("supervised credit") está a cargo de un cuerpo de agrónomos y de las demostradoras del bogar.
El crédito supervisado, que se inclina a limitar el monto y con
diciones de los préstamos a la capacidad productora anual del pres tatario tiene, a primera vista, el aspecto de un dogal que lleva al cuello el agricultor. Si es o no dogal, no debe ser muy opresor; porque al cliente a quien visita la adversidad en forma de ciclón,
sequia, azote de plagas, epizootias, enfermedades en la familia, etc.,
todavia tiene la oportunidad de poder seguir gozando de las venta jas que le brinda la ley y al mismo tiempo prepararse para solven tar lo atrasado, mediante el pago a plazos cómodos, calculados de acuerdo con las circunstancias, después de un ajuste de lo adeu dado.
Los clientes de la Administración de Hogares de Agricultores no se ban mostrado remisos a utilizar los consejos y ventajas que
ella ofrece. En la actualidad, en el pais existe un número respetable de terratenientes modestos y solventes, que ban conquistado dicha categoría, unificando sus esfuerzos con la colaboración que brinda esta Administración.
En el ejercicio fiscal 1958-59 sus préstamos alcanzaron a 3.800.000 dólares; en el 1959-60 fueron 3.100.000; mientras que en el 1960-61 su monto fue de 4.000.000 de dólares. Como puede cole girse, desde que el Sr. Ralph Will inició sus funciones hace 23 años, pasando por sus directores subsiguientes. Dale B. Jacques, Clay C.
Stubbs y el actual Celestino Matta Dueño, la organización ba pres tado y cobrado muchos millones de dólares. También ba confron
tado ciclones, sequías e inundaciones; pero su diligencia nunca ba decaído, porque los agricultores acogidos a su plan económicosocial tampoco ban rehuido sus obligaciones. Tan en lo cierto esta mos a este respecto, que podemos asegurar, con toda certeza, que
Puerto Rico figura entre las primeras regiones reintegradoras de la nación.
¿Cuál ba sido la fuente principal que ba provisto el material
humano necesario para llevar adelante los trabajos contemporá neos en pro de la enseñanza de la agricultura? Nuestra experiencia
de muchos años dedicados a estos quehaceres, señala hacia el Cole gio de Agricultura y Artes Mecánicas de nuestra Universidad. 53
Samuel D. Lindsay, el segundo Comisionado de Instrucción de
Puerto Rico, tuvo a empeño el dotar al país de una institución uni
versitaria. Al efecto preparó el prpyecto que se convirtió en Ley en 12 de marzo de 1903, "con el propósito de proveer, tan pronto se pueda, los medios de adquirir conocimientos en varias ramas de
la literatura, las ciencias y las artes útiles, incluyendo la agricul tura y los oficios mecánicos y las profesiones de medicina, leyes, ingeniería, farmacia y la ciencia y arte de la enseñanza". La ley estableció un orden riguroso en cuanto a la creación
de.las escuelas, haciendo figurar la Normal en primer lugar, segui da de la de Agricultura y Artes Mecánicas para preparar maestros y fomentar la agricultura y artes mecánicas, ajustándose a la ley del Congreso de 2 de julio de 1862 y a las exigencias de la del 30 de agosto de 1890. Seguían a las mencionadas, las escuelas de ciencias naturales e ingeniería, las de artes liberales, la de medicina, la de
leyes, la de farmacia, la de arquitectura y un hospital. Con el fin de acelerar la fundación de la escuela de agricultura se adquirió una finca en Río Piedras que colindaba con los terrenos que ocupaba la Escuela Normal. Según el Informe del Gobernador del año 1911, página 247, los primeros discípulos llegaron en 3 de
febrero de 1905. En la primavera de 1908 suspendieron las clases y se trató de convertirlo todo en una granja modelo. Se reabrió el
colegio en el ejercicio económico 1909-1910 y entonces se inició la vaquería, a la vez que reanudó la labor educativa. A la institu
ción Üegaron 40 estudiantes que quedaron bajo la dirección de cinco maestros, capitaneados por Mr. Frederick M. Pennock, agró nomo de la Universidad de Cornell. Las dificultades que se adivi nan tras de esos movimientos eran hijas de una falta de interés
que hacia difícil el conseguir estudiantes preparados, dispuestos a seguir la carrera. Simplemente, nuestro público no le concedía mé ritos a la agronomía.
En su segunda etapa, acá en Mayagüez, la actitud pública se mostró más propicia. En el 1908 se extendieron a Puerto Rico los
beneficios derivados de los fondos que se asignan por mandato de la Ley Morrill-Hatch. Entonces la Legislatura de Puerto Rico, a instancias del Presidente de la Cámara Don José de Diego, votó una cantidad de dinero para comprar tierras y construir edificios para el Colegio de Agricultura en Mayagüez. Según el Informe del Go bernador, correspondiente al ejercicio 1912-1913, en enero de 1912 se escogió una facultad y en septiembre comenzó el curso con 126 estudiantes y 18 profesores. Los cursos que se ofrecieron fueron: química de azúcar, agronomía, ingeniería mecánica, eléctrica y civil
y economía doméstica. La institución comenzó a prosperar; pero era un movimiento tímido. La verdad es que lo que le abrió los ojos a nuestros jóvenes a favor de la carrera agronómica, fue el
nombramiento del Dr. Carlos E. Chardón en el año 1923 para Comi sionado de Agricultura y Trabajo de Puerto Rico. Al comenzar nuestra conferencia apuntamos que las tradicio54
nes le imparten vida a los institutos de enseñanza. Vosotros nunca
debéis olvidar el espíritu de cohesión que reinó en esta escuela a
raiz de los famosos terremotos del 1919. Tampoco debéis olvidar que fueron los graduados de este Colegio los primeros hombres de
la Universidad de Puerto Rico que salieron mares afuera a pres tarle cooperación técnica a pueblos amigos. Testigos de esas actua ciones son la Escuela Nacional de Agronomía en Medellin y la Esta ción Experimental del Valle del Cauca, ambas en la República de Colombia.
Tradiciones como las anteriores son las que amarran. Cuando ustedes entraron por los portales de esta institución ingresaron, casi sin darse cuenta, en esa sociedad que se llama mundo univer
sitario, mundo repleto de sabiduría que se encuentra siempre presto a impartir grandes satisfacciones. Es, a nuestro juicio, la obra más perdurable que ha levantado el hombre. Cuando abandonen estas
aulas, ya convertidos en hombres de carrera, tengan presente que
por virtud de ella, quedan aún más atados a dicho mundo, el cual espera que para vuestra satisfacción, para crédito de vuestra Alma
Mater y para bien de vuestra patria, se conviertan en eternos estu diantes, cosa que sigan tras la cultura en su sentido más dilatado. He dicho. Muchas gracias.
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DÍA 14 DE ABRIL DE 1962, EN LOS TALLERES DE Industrias Gráficas «Diario - Día» en
Falencia de Castilla, y se ha realizado BAJO
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«EDICIONES
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PONCE DE León»
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