BOLETIN I)K
LA
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO Diciembre 1932
Sbrie III—N^o. 2
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
Rafael W. Ramírez de Arellano
PUBLICA-DO
FOR
LA. XJNIVEBSir»A-X»
Río Rietiras, R. R.
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SAN JUAN. P. B.
NsaooiADo DB Materiales, Imprenta, y Transporte 1933
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BOLETIN DE LA
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO Seeie III—No. 2
Diciembre 19SS
IsBued lour times a year during March, May, September, and December at the University o£ Puerto Rico, Río Piedras, Puerto Rico. Entered as second-class matter Hay 14, 1930, at the post office at Rio Piedras, P. R., under the Act of Angust 24, 1912.
REQUEST FOll EXCHANGE
Collcíjes, Uuivorsities and other iiistitutious reeeiviug this Bulletin are respectfully requested to acknowledge its reeeipt by .sending lo us copies of thoir new bulletins, annual reports, or similar publieations.
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43
INDICE Página
Introclucc-iüii
7
^Los Hin-acanes de Puerto Eico
H
Apéndice A: Toriiientas que encontró Colón en sus viajes
Apéndice B:
Conducta de los puertorriqueños en 1797
51
Apéndice C: Comunicación del Gobernador Marchesi al Ministerio de Ultramar
52
Apéndice D: Comunicación al Gobernador Superior Civil de la Isla de Cuba
55
Apéndice E: Decreto del ICt de diciembre de 1867
57
Apéndice P:
Reglas sobre los préstamos a las víctimas del huracán de San Narciso— 58 • Apéndice G: Manifiesto del Gobernador Davis a los Alcaldes de la Isla
60
Apéndice H: Orden General No. 115, del 11 de agosto de 1899 Apéndice I: Circular de la Junta Superior de Sanidad
62
Apéndice J:
^
Circular de la Junta de Caridad de Puerto Rico
;
63
Apéndice K: Orden General de 19 de agosto de 1899
J
Apéndice L:
—^
Orden General No. 125, de 22 de agosto ,de 1899
Apéndice M: Circular No. 32, de 1°. de septiembre de 1899
l--^péndice N: Décimas populares sobre el huracán de San Felipe (1928)
Apéndice íí:
f ^ Lista de los huracanes ocurridos en Jr u'^rto Eico
~
Apéndice O: k Los huracanes de Puerto Rico—Meses y días Apéndice P:
^
Huracanes que han ocurrido en la misma fecha
71 ' -T
Bibliografía
71
Ilustraciones
74
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INTRODUCCION
Las páginas que siguen contienen las historia documentada de los huracanes sufridos por la Isla de Puerto Rico desde el año 1508 hasta el último ocurrido el 26 de septiembre de 1932. En ellas encontrará el lector las descripciones hechas en los siglos pasados por gober nadores, obispos y personas paxúiculares. Todas estas descripcione.s resultan sumamente interesantes en el momento actual.
Hemos añadido al trabajo principal una serie de apéndices en
los cuales reproducimos documentos oficiales difíciles de conseguir hoy día por no existir en el país colecciones completas de periódicos antiguos o de libros cixyas ediciones están comixletamente agotadas. También hemos creído conveniente dar en esta introducción una
reseña de las señales que desde tiempo antiguo se han tenido como señales precxxrsoras de los huracanes. Confiamos en que el lector las tomará no como señales de origen científico, sino como el resultado de la observación popular, observación que, en muchos casos, ha con tribuido a mievos inventos y a grandes progresos. Debemos la primera de estas manifestaciones al grande Almirante Don Cristólial Colón. El cronista Herrera,^ hablando de una tor
menta prevista por Colón, cuyos efectos supo el famoso navegante evitar, nos dice: ''Continuó navegando la costa an-iba, al Leste; vieron un Pez grande como una Ballena mediana: tenia el pescuezo una Concha grande como una Tor
tuga, que es poco menos que Adarga: la cabeza que tenia de fuera, era casi
como una Pipa ó Bota: la cola do Atún, i muy crecida, i con dos alas muy grandes en los costados. Por la
de este Pez y por otras señales del Cielo
conoció el Almirante, que el tiempo qiieria hacer mudanza, y procuró de entrarse en una Isleta, que los Indios llamaban Adamano, i los Castellanos la Saona, que
hace un estrecho de obra de una Legua o poco más con la Española, i tmdrá algo más de dos de largo: alli surgió, i porque los otros dos navios no pudierOir en trar, pasaron gr:in peligro.''
Esta tormenta tuvo lugar a principios de septiembre de 1494. El
mismo cronista, en oti'o sitio, al hablar del cuarto viaje de Colón, verificado en 1502, trae la siguiente información: "Llegó á 29 de .Junio á Santo Domingo, i embió a Pedro de Terreros, Capi tán de un Navio, en una Barca, a decir á Nicolás de Ovando la necesidad que traia de dejar aquel Navio, que tuviese por liien, que entrase con sus Navios en el Puerto, i no solo para trocar ó comprar otro Navio, sino para guarecerse de una gran Tormenta, que tenia por cierto que habia presto de venir, no le quiso dar lugar a ello, porque asi se lo habian ordenado los Reyes; y porque estando ' Herrera, Descripción de las Indias Occidentales. Década 1? Lib 2», Cap. 15, pág. , 58.
Madrid.
1726.
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UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
aUi Francisco de BobadiUa, de quien tantas quejas tenia, i Francisco Roldan i otros tales, pareció que no convenia, por escusar escándalos.
"Viendo, pues, que no le dejaban entrar y sabiendo que la Flota de los Treinta y dos Navios estaba para partir, embió á decir á Nicolás de Ovando, que no la dejase salir en ocho dias porque habia de haver una grandísima Tormenta, por lo qual se iba á meter en el primer Puerto que hallase: fué á Puerto Her moso, diez i seis leguas de Santo Domingo, acia el Poniente. Nicolás de Ovando no lo creió, i los Marineros, i Pilotos, que lo entendieron, unos burlaron de ello,
otros, mofando, decían, que era Profeta. Es aqui de saber que no es necesario ser Profeta, ni Adivino, para saber algunas cosas por venir, que son efectos de causas Naturales; porque los Astrólogos dicen, muchos dias antes que acaezcan,
que ha de haver Eclipses: porque teniendo ciencia de los cui'sos i movimientos de los Cuerpos Celestiales, que son causas naturales de los Eclipses, conocen,,que
de necesidad de aquellas causas, han de proceder aquellos efectos, i asi de otras muchas cosas naturales, como que ha de haver en aquel Signo muchas lluvias, ó sequedad: Los Marineros que han navegado, muchas veces, por las señales naturales, que por la Mar en el ponerse ó salir el Sol, de una ó de otra color, en la mudanza de los vientos, en el aspecto de la Luna, que vieron, i experimentaron muchas veces; i una señal muy eficaz de haver de venir Tormenta, i que por
maravilla ierra, es, quando sobreaguan muchas Toñinas, que deben de ser las que por otro nombre llaman Delfines, i los Lobos Marinos, i esta es la más averi guada, porque andan por lo hondo buscando su comida, i la tempestad de la Mar es causa de ciertos movimientos, que se hacen abaxo en el fondo de la Mar, en las Arenas, por los vientos que allá entran; i como estas Bestias lo sienten, van huiendo, con gran estruendo de aquellos movimientos, á la superficie del Agua, i á la orilla, i si pudiesen, saldrían a Tierra, i asi dan cierta señal, de que ha de haver Tempestad; i como de estas señales, i efectos, tenia el Almi rante larguísima experiencia, pudo conocer, i tener por cierta la Tormenta."^
Eazón tenía el cronista al referirse a la experiencia larguísima del Almirante en el asunto de las torwntas antillanas. Además de la mencionada en la cita anterior. Colón tuvo que defenderse y buscar protección para sus naves en 1492, 1493, 1494 y 1498.^ Fn el folk-lore encontramos muchas manifestaciones acerca de la nducta de los peces con anterioridad de las tormentas.
''La presencia de un gran número do peces en la costa occidental del Golfo de Méjico indica mal tiempo y vientos del Este.''
"Los puercos marinos, cuando se acercan a los barcos y se persiguen los unos a los otros como si jugasen, y son numerosos en la superficie del mar, indican tormenta.'''
En Cuba se dice que
"el pargo huye despavorido a las bahías y ensenadas y entonces recapacita la proximidad del huracán; si está próximo no se mueve del lugar que escogió por más cerca; pero si tiene tiempo, abandona las ensenadas que no le ofrecen 1 Herrera «P-
Dfc. U, Lib, 5?, Cap. 29, pág 126.
2 Véase el Apéndice A.
^
sEdward B, Garriott, Weather Folk-Lore and Local Weather Signs, pág. 24. Wash ington.
1903.
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buen asilo y va a buscarlo donde los fondos son de escollos, como el de la bahía de Mantanzas.''^
Hay además otras señales, mencionadas por multitud de autores, que han sido observadas en diferentes países bien por los habitantes o por hombres de ciencias.^
Bernardín de St. Fierre, en su PaUo y Virginia,^ nos presenta a uno de los antiguos habitantes de la Isla de Francia, en los mares de la India, diciéndole al gobernador que "se han oído durante la noche ruidos sordos en la montaña; en los bosques se mueven las hojas de los árboles sin que haya un sopló de viento; las aves ma rinas se refugian en tierra: todos esos signos anuncian :'i. no dudarlo la tempes tad."
Y más adelante: "Las nubes que se veían ep el zenit eran de un negro espantoso en el centro
y de nn color cobrizo en los bordes; y las aves acuáticas, llenando el aire con sus chillidos acudían de todas partes, á pesar de la oscuridad, buscando un re fugio en las guaridas que les ofrecía la Isla."
En las descripciones que hemos hallado de los huracanes de Puerto Eico aparece constantemente la referencia al color del cielo o de las
nubes en las horas que preceden al ciclón. ". . . las nubes que se distinguían tenían en el centro manchas negras, y terminaban en un color de cobre.''*
"A las 12 principió á cubrirse el cielo de unas nubes densas de color aplo mado.''"
El sabio francés, Morcan de Jonnes, a quien debemos algunas des
cripciones de los huracanes ocurridos en las Antillas, hace las si guientes observaciones al hablar del huracán del 10 de septiembre de 1804.
''Cuando á principios del siglo XVII se establecieron ios franceses en las Antillas menores, encontraron entre los indígenas algunos que sabían predecir los
huracanes; los misioneros, considerando como profesías estos pronósticos, ei£.-/ezaron por poner en duda su veracidad y cuando los hechos vinieron á demostrarla se persuadieron de que los sacerdotes de los Indios no adquirían ese conocimiento
sino por el comercio que mantenían con el demonio.''
Más adelante, al referirse al huracán arriba mencionado, dice: primer signo fué una de esas calmas profundas, mil veces más terribles para el navegante que la tempestad misma; los vientos cesaron de agitar las 1 Desiderio Herrera, Memoria sobre los Iluracanes en la Isla de Cuba. Habana. 1847. -Sobre este ,particular pueden consultarse: Manuel Fernández de Castro, Estudio sobré
los Jluraraves ocurridos en^ la Isla de Cuba durante el mes de OcMibre de 1870, cap. II. Madrid.
1871.
Benito Viñes, Apuntes relativos á los Huracanes de las Antillas en Setíem'
bre y Octubre de 1875 y 76, cap. III. Habana. 1877; WilHam H. Alexander, Hurricanes: SpeciaUy those of Porto Rico and St. Eitts, cap. II. Bull. No. 32, Department of Agriculture. Weather Burean.
Washington.
1902.
^Edición de 1788.
* Véase la página 27.
® De una carta escrita en Caguas cuando San Narciso.
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hojas de los árboles en los bosques, la mar pareció nivelar sus olas tumultuosas y reflejó en el espejo de sus aguas los rayos ardientes del sol que brillaba en el zenit; las aves que más se distinguen por su vuelo audaz rastreaban la tierra con pesadas alas en vez de remontarse por los aires; los cetáceos parecían in móviles en la superficie de las aguas y el hombre abrumado, por un calor so
focante, pedía en vano á la corriente de los arroyos y a la sombra de los bos
ques su benéfica frescura." "Varias personas han asegurado después que los animales domésticos, y so bre todo los rebaños de las sabanas, habían indicado con su inquietud, y con su intención manifiesta de acercarse á los lugares habitados por el liombrc, que te
nían una especie de previsión instintiva del peligro.'
El Sr. Desiderio Herrera, antes citado, nos habla de la conducta de los animales:
"Las reses perciben por el olfato con algunas horas de anticipación la ve nida del huracán; el cerdo lo siente mucho antes, y si sólo son barruntos de llu via, juega y retoza tomando en la boca pajas, basuras ó trapos que sacude con regocijo.'
El campesino portorriqueño, y sobre todo la gente antigua, tiene la creencia de que
'^Afío de mucho cosecho de frutos, año de ciclón." "Cuando desaparecen los grillos, las chicharras, los sapos y las ra nas, huracán seguro." "Cuando se caen las telarañas, tormenta .se acerca."
"Cuando se cae el polvo de las paredes, huracán que viene." "Rabijunco en la tierra, tormenta en el mar."
I Son estos signos los mejores, o debemos considerarlos como supers ticiones del pueblo? Algún día, al estudiar el folk-lore del tiempo en Puerto Rico, contestaremos con los documentos que obran en
nuestro poder. Hoy solamente hemos querido dar a conocer las creencias y dicho'; pasados de padres a hijos y de marineros antiguos a marineros modernos.
- - í como ñn a esta introducción pondremos la famosa rima del Capitán Nares sobre la probable ocurrencia de los huracanes tropi cales.
"June, too soon; July, stand by;
August, look out yon must; September, remember; October, all over."
Universidad de Puerto Rico,
R. R. de A.
Octubre de 1932. 3 Jíoreau de Jones, Hwtoire Physigue des AntUles Francaise. 3 Desiderio Herrera, op. cit., pág. 32.
y-"
París.
1822.
*(
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
Quejábase, en el 1765, el Mariscal de Campo Don Alejandro O'Reilly, de que los habitantes de Puerto Rico contaban por "épocas
de los gobiernos, huracanes, visitas de Obispo, arribo de flotas o si tuados".^ Tal costumbre,([ne para algunos pudiera ser señal de igno rancia, tiene su explicación histórica. Los cambios en el gobierno de, Puerto Rico no representaban, solamente, una substitución del go bernante que residía en el palacio de Santa Catalina, sino una alte ración completa en la política administrativa del país. Las visitas
de Obispo constituían un gran acontecimiento en la vida monótona de las poblaciones de la Isla. El arribo de flotas o situados signiflcaban el recibo do cartas de. los parientes o amigos de la Madre Patria o de noticias sobre los sucesos mundiales o el reparto de salarios a los miembros de la guarnición.
Al celebrar un cambio de gobierno se rendía homenaje al Rey. Al besar el anillo del Obispo se rendía homenaje a Dios y al esperar el
arribo de una flota con alboradas y músicas se rendía homeiiaje a la Patria.
Los tres acontecimientos daban oportunidad para la celebración de
grandes fiestas que rompían la vida rutinaria de los antiguos vi-cinos. Cada uno de ellos era símbolo de alegría, de nuevas esperanzas, de satisfacción de grandes ansiedades.
El primer cambio podía significar nuevos derechos para los fieles vasallos del Rey lejano. El segundo, la limpieza de la conciencia, la
paz espiritual. El tercero, un empuje, un avance en el desarrollo económico del país. Rey. Dios. Patria. Tres voces de alta signi ficación en los siglos que se fueron. Junto a estos tres acontecimientos ponían los fundadores del hogar
portorriqueño los huracanes. Estos representaban horas de dolor, de tristeza, de pérdidas irreparables muchas veces, tal vez de muerte.
Y así como no olvidaban los sucesos que marcaron días de gozo y de alegxúa, en cosas de la tierra y del cielo, tampoco borrar pudieron de siT memoria las horas fatales en que todos sus esfuerzos quedaron
anulados por la terrible furia de una tempestad. Al repasar las páginas de nuestra historia, y al hacer un estudio de los ciclones sufridos en este país, no podemos criticar a los antiguos habitantes ni a los modernos al contar por épocas de huracanes por lo menos. 'Tapia, Biblioteca Histórica de Puerto Rico, pág. 518.
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Ya se han ocupado de ellos, en el pasado, Fray Iñigo Abbad y
Lasierra,^ su comentador, Don José Julián Acosta,^ Don Pedro Tomás de Córdova.® En nuestra época, el Dr. Don Cayetano Coll y Tosté nos ha dado una reseña y catálogo de los ciclones que han pasado por nuestra Isla desde el siglo XVI hasta el año 1916.^ Ultimamente,
el Sr. Mariano Abril, Historiador Oficial de Puerto Rico, ha publicado un interesante artículo sobre el particular.''
Con motivo del último huracán de San Ciprián hemos leído las descripciones de desgracias similares ocurridas en el pasado, y creemos oportuno publicar los relatos más importantes que encontramos en
los'libros y documentos existentes en nuestro archivo particular. La primera noticia que encontramos aparece en la Relación que el Capitán Ppnce de León hizo al Comendador Ovando sobre su segundo
viaje a la isla de San Juan. Se hallaba el capitán en tierras del cacique Guaybaná cuando el 16 de agosto de 1508. "estando el dicho cáravelón surto, vino otra tormenta, que lo sacó a la costa, e lo saqué con mucho trabaxo.''"
En una larga carta dirigida a Su Alteza por los Oficiales Reales de Sant Xoan el 8 de agosto de 1515 aparece la segunda informa ción sobre el asunto que estudiamos. Después de referirse a varios particulares sobre la marcha del gobierno, dicen los representantes de la Isla:
"e también se pregonó la orden que Vuestra Alteza manda que se thengan en el pagar los debdores á sus aerehedores, sin que sean fatigados, ó se guarde ansi, porque los xustycias les reparte el oro á los aerehedores en presencia de
todos, dexando el debdor alguna parte con que se remedie para la otra demora; é porque á cabsa de la tormenta pasada (4 de julio) é de la dolencia de los yndios, algunos non coxieron oro, é los aerehedores los echaban presos; é estando en la cárcel, nin podían coxer oro para pagar, nin Vuestra Alteza rescebir pro vecho de los jmdios, se mandó, que qualquiera questobiese preso le soltasen, ..rma; para pagar á la primera demora, ó que se volverla á la cárcel; é esto fué provechoso para todos.'' '
Y más adelante los Oficiales Reales dan cuenta del poco oro que hubo en las fundiciones
1
Madrid.
1788.
Oivil y Política de la lula de San Juan Bautista de Puerto Jtico.
Cap. xxxiii.
Paert<f'SX"^83l-?m;3"' tolf¡ÍT-Í;
V estadistieas de la Isla de Puerto Rico.
! Rislórico Puerto1932. Ric¿, yol. y., 342-348 ^ El Mundo, 11 de de octubre, Proejo hecho en Puerto Rico ante el Ldo. Antonio de la Gama, Juez de Residencia y Justicia Mayor, entre partes; de la una el Adelantado Joan Ponce de Leen, y de la otra el Ldo. Sancho Velazquez, Justicia Mayor en dicha isla, sobre agravios y prejuicios que dice, le hizo o.ste sobre una cuenta, etc. A. de I. 2-1-1/23 ' Archivo de Indias.
1—1—1.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
13
"por la enfernieclad que clió a los yuclios, de que murieron hartos á cabsa de la tormenta é amlire, por necesidad de mantenymientos.'"
La próxima relación aparece doce años más tarde dando cuenta de la desastrosa tormenta de San Francisco que empobreció a muchos de los ricos que había en la naciente ciudad de San Juan. Debemos
la descripción de este huracán al Licenciado Juan de Vadillo, quien al dirigirse al Emperador, el 20 de marzo de 1527, dice así: "En la noche del 4 de Octubre pasado empezó en esta Isla tanta tormenta
de viento de agua, que llaman acá huracán, que durando 24 horas derribó la
mayor parte desta Ciudad, con la Iglesia é hizo tanto daño a las haciendas del campo por las grandes crecientes que hubo en los rios, que no se acuerdan en esta Isla de tal cosa; muchos ricos han empobrecido, entre ellos Pedro Moreno teniente de Gobernador desta."=
No se desanimaron, sin embargo, aquellos colonos a pesar de las dificultades que encontraban en la obra colonizadora. Levantaron nuevamente sus hogares, continuaron el laboreo de las minas y el cultivo de las plantaciones. El deseo de salvar la colonia de la ruina
dió fuerzas a todos para continuar con más brío la obra de la coloni zación.
Establecida la normalidad, y olvidados ya de la desgracia descrita
por el licenciado Vadillo, sufrieron los persistentes colonos una cala midad mucho mayor. El año 1530 trajo consigo tres tormentas: Santa Ana, San Timoteo y San Ramón. La violencia de las mismas
fué tal, y produjeron tal grado de miseria, "que un juez especial nomlirado para activar la recaudación de tributos, debido a la general
penuria, hubo de suspender espontáneamente sus funciones".^ El gobernador Don Francisco Manuel de Lando, en unión de Baltasar de Castro, Blas de Villasante y Martín Fernández, describe esta serie de ciclones en carta a Su Majestad, fechada en Puerto Rico a 8 de septiembre de 1530. ''De mes y metilo á esta parte ha habido en esta Isla tres tormentas de
agua y viento que han destruido todas las labranzas, ahogado muchos ganados,
y x'uesto en gran necesidad y hambre de pan. En esta Ciudad derribó la mitad de las casas por el suelo, de las otras, la mejor librada quedó sin una teja.
En campo y minas no dejó casa que no derribó. Sucedieron en 26 de Julio, 22
y 31 de Agosto. Todos han quedado pobres y con pensamiento de se ir. Añá dese que no habiendo yndios, se sustenta la tierra con negros, los que con estar estancados, y no poderlos traer los vecinos, se venden á 60 ó 70 castellanos. Suplica esta Ciudad que por tres años se suspenda la cobranza de todas deudas.''* 'Tapia, pihlioteca Histórica de Puerto Rico, pág. 274. ' Tapia, cit., pág. 285. • Brau, nistoria de Puerto Rico. pág. 67. * Tapia pb. cit., pág. 293,
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¿Podemos culpar a aquellos vecinos de débiles al querer "se
ir"
de Puerto Rico en vista de tantos infortunios? ¿No habían llegado ya al país las interesantes noticias sobre las fabulosas riquezas del Imperio de los Incas? Quedarse en Puerto Rico significaba entre garse a los usureros que ya habían aparecido en aquella naciente sociedad, exponerse a nuevos ataques de corsarios y de indios de barlovento, y fracasar por completo en todas las empresas.^ En la Ciudad y en los campos sólo se oía el grito de ''¡ Dios me lleve al Perú!"
Olvidábanse aquellos hombres del gobernador. Lando, como los otros gobernantes españoles, no se amedrentaba ante la fuerza de los
elementos. Amenazó con fuertes castigos a cuantos intentaran ausen tarse. Estaba convencido de que la Isla "era la entrada y clave de todas las Indias"^ y no podía permitir su despoblación.
A pesar de los esfuerzos realizados por el gobernador se escapaban los que podían, huyendo de un país que sufría tantas calamidades. El 12 de septiembre de 1535 los Oficiales Reales dan cuenta de la tormenta de San Leoncio, y dos años más tarde informan a Su Majestad que
de dos meses aca liemos padecido tres tormentas de viento y agua, las inajores que en ella se han visto. Y como las labranzas están en las riberas, as comentes las han llevado é destruido. Se ahogaron muchos esclavos y ga na os y han puesto en gian nescesidad á los vecmos que ya antes estaban medio
levantados por irse; é agora mas. Dese el oro al 1/15 ó 1/12 por largo tiempo.'' »
que atou"sn\L'7órr,oítorr¡q„e'ÍM''«^
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los grandes esfuerzos cjue tuvieron que realizar ariiiVllnn arro.iíin mucha luz sobre leza y contra los enemigos de España •■'f'nellos hombres en lucha contra la natura. "Agora en punto a un año vinieron á e.stn PiuSna
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fi los vecinos; después las tormentas, huracanes v avenídao a» 1 o desde 28 de Julio, nos han destruido v ni sé nnrao
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mantenv-mientos. 'Estando en tai ésbio "éi'doSo nasadr2sTf\?'""^^^ Isla once canonq de cnríLec en nne pasado del presente, vinieron de hr¿nda5é mfnas de iabrénéas de pst^^ el Dagméo de
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principal desta. Matáronle con' ciertos"'Vr^Stín\^"^ hacienda de Cristóbal de Guzman, vecino
bravos é caballos que tenian apareiidnc ÍVvo i ? negros e indios 6 ciertos perros hicieron muchas crueldades en crisVinnr,? defensa. Quemáronlos á todos con las casas é negros é yndios para los comer se^un r'i, t Llevaron presos veinte y cinco indefensa, con mas pujanza: tal es el Temensc vengan sobre esta Ciudad sus casas y se van á la Iglesia y rnonasterm >' ."i"os no osan dormir en mos ciudad y caminos, sin poder entender de 1 de piedra. Los hombres vela"Insistimos en que se armen dos _ en doce años no osarán venir caribes- v hálné?®!' ru'oveyó el Rey Católico, y así IbIo. El Gobernador y los Oficiales cónáceé i en esto puerto, o se despoblará la mandado." (Carta al Emper.-idor. Domineo d I/-',?''®" eapreso Pedro de Espinosa. Puerto Rico 31 dé n . ? Ouellar, Juan de Villasante, García Troche, En 28 de noviembre, la Audiencia L T®P'®- <"'■ c''-. pág. 293.
I>i,iimos la gran tormenta oue hnbn ® recibieron ios vecinos della. Por Setiemhrl
3"
Domingo manifestaba lo siguiente: Agosto pasado, el mucho daño que
de perder las labranzas. Por Octubre fulrné huracanes que han acahado é mataron é llevaron ciertos negros é indios no'r tndTé™''™?' 7 ™ ^ estanciero
dieron en la estancia de Cristóbal de Guznní "h®ve piraguas en que irían 400 caribes, y aocorro contra caribes, que temen vendrán 'cadn
»Tapia, ob. eit., pág. 304.
' Tapia, ob. cit., pág. 314.
®"0-
"
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■ "einta y seis personas.
Tapia ob. cit., pág. 29-t.
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LOS HURACANES DE PUERTO RICO
15
Según las crónicas no se repite este fenómeno metcreológico hasta el 24 de agosto de 1568, día de San Bartolomé. El canónigo Torres
Vargas, en su Descripción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico, escrita en 1647, se refiere a esta tormenta contándonos" un milagro que él pudo comprobar. Sus interesantes palabras dan a entender la fuerza y velocidad del viento en aquella ocasión. "Uu milagro liallo comprobado en el libro de Nuestra Señora de Guadalupe, que fué cuando la tormenta rigorosa de San Bartolmé, que hubo en esta Ciudad, ha nuis de 70 años, se llevó el aire una criatura, que pasaba de una casa á otra, y encomendándose a la Virgen de la Guadalupe, de alli á tres dias se halló viva y sana debajo de una teja." ^
En esta misma descripción hace referencia a la tormenta de San Mateo ocurrida el 21 de septiembre de 1575, que es la última que tuvo lugar, según los datos que hemos hallado, en el siglo XVI.^ Regístranse en el nuevo siglo cuatro huracanes. Indudablemente, a juzgar por los ocurridos en el siglo anterior y los dos siguientes, debe ser mayor el número, pero, hasta ahora, no hemos encontrado documentación comprobatoria sobre el particular. La primera información acerca de esta segunda serie la encontra mos en la "Pretensión de la Ysla de Sant Ju° de Puerto Rico" en viada a S. M. el 8 de marzo de 1616.
"El 12 de Setiembre ubo eu ella Una Muy gran tormenta de agua y ayre de q. resulto que las casas de tabla y algunas de piedra que no tenian mucha firmeza se cayeron y otras quedaron sin tejas jruertas y ventanas y en los campos casas de estancias y yngenios se recivio el mismo daño y subcedieron algunas Muertes y heridas en las pers"". que se liaman recogido a ellas y el Gasave y los Cañaberales de los yngenios quedaron asolados y destruydos y las naos y
bajeles que havia en el puerto dieron a la costa barando en tierra y perdiéndose las mas dellas con la carga que tenían dentro.'' ®
También los vecinos de Puerto Rico, al solicitar por carta, ayuda, de S. M. y rebaja en los tributos hablan de "la tormenta de agua . y ajTe que allí hubo el año de 615."' El ya mencionado canónigo Torres Vargas se refiere también a ella en las siguientes palabras:
"Vino a su Obispado (el Maestro Don Fray Pedro de Solier), el año de 615, y en él fué la rigurosa tormenta que sucedió en esta Isla, después de mas de 40 años que habla pasado la de San Mateo, que llaman, y esta fué á 12 de Setiembre. Hizo tanto daño á la Iglesia Catedral, que fué necesario por una parte cubrirla de paja, y avisar á Su Majestad, suplicando la hiciese una limosna
para su fábrica; y concedió cuatro mil ducados con su acostumbrada grandeza."• ^ Tapia, oh. ext., pág. 458. ^ Tapia, oh. cit., pfig. 462. ^Archivo de Indias, 56—1—13 A. ^Archivo de Indias, 56—1—13 A. ® Tapia, ob. cit., pág. 462.
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Un dato interesante relacionado con esta tormenta del 1615 es
el que nos dice las medidas tomadas por el gobernador .para evitar el hambre. Torres Vargas, al hablar del gobierno de Don Felipe Beaumont y Navarra, manifiesta que "en su tiempo sucedió la gran tormenta de los 12 de Setiembre, y acudió á la necesidad con admirable dUigencia, enviando bajeles á todas las islas vecinas, con que no se sintió el hambre, remediándola su providencia, y porque en los púlpitos le acomodaban el lugar del Evangelio, 'Philipe unde emenus panem' se ñaló casa particular de depósito donde se diese el maiz y cazave que es el pan de las islas, á todos los pobres al mismo precio á que se habia comprado de las otras de donde se truxo ." ^
Sigue entonces un período de once años durante el cual los ve cinos de la Isla se vieron libres de huracanes.
La próxima tormenta ocurrió al año siguiente del famoso sitio holandés. La descripción de ella la debemos al gobernador Don Juan de Haro, el heróico capitán que defendió la Plaza en 1625. En su carta del 23 de septiembre de 1626, informa que "el 15 de setiembre hubo una tormenta que derribó la casa del teniente go bernador, parte de los alojamientos y el polvorín. Con las aguas quedaron los fru tos maltratados y murieron con las corrientes 22 personas en el lugar sin contar las de los campos donde en una sola casa murieron 16.
"Que del Convento de Santo Domingo se desplomó el campanario y dió en la bóveda de la capilla mayor y derribó gran parte de ella y destejó todo el con vento y otras tapias.
"Que se perdieron tres buques que venían cargados de bastimentos y que la gente anda desnuda.'' '
Es a otro representante de la Iglesia a quien debemos la descrip. ción de la tercera tormenta ocurrida en el siglo XVII. Como veremos, dicha tormenta, que "dejó estirilizada la tierra", resultó un tormento
para el buen eclesiástico. En su carta de 27 de septiembre de 1644, a Juan Díaz de la Calle, el Obispo Fray Damián López de Haro dice a su amigo, después de describir los vandálicos hechos de Boduyno Enrico, que
"el maycr trabajo fué el de la tormenta y tempestad que sobrevino el año 42 por el mismo mes de Setiembre que sucedió la de Burgos cuando dérribó el crucero porque aquí derribó la Iglesia y muchas casas, y en el campo arrancó muchos árboles y bujios y hizo tan grande estrago que dejó esterelizada la tierra hasta hoy que va volviendo en si, y es de modo que á todo cuanto falta se disculpa con la tormenta y viene á ser tormento para mi, porque en virtud de esto me fal tan todos los diezmos de que S. M. (Dios le guarde) me ha hecho gracia. ^ Tapia, ob. cit., pág, 472,
2 Archivo de Indias, Correspondencia de gobernadores, 54—3—7 3 Tapia, ob. cü., pág. 445.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
17
Termina este siglo con nna tormenta ocurrida en agosto de 1657.
Gobernaba la Isla el Maestre de Campo Don José de Novoa y Moscoso. Esta tormenta causó gran daño a la agricultui-a del país. En su carta a las autoridades españolas, fechada el 15 de noviembre de 1568, hace el siguiente relato. ''En agosto de G.ó7 liubo una tormenta en toda la Isla, no habiendo dejado en olla arl)ol de cacao en pie ni do otro fruto alguno, hasta las sementeras de los cazaves. Y hoy está padeciendo mas que nunca la hambre general en toda
ella i5or ser necesario tres años jiara volver los cacaos á producir su fruto y año V medio las plantas del casave que hasta su semilla ha faltado."^
Preséntase el siglo XVIII con una lista de veinte y dos huracanes.' Sobre ellos tenemos descripciones más completas y detalles muy inte resantes. ITaj'^ además algunos datos curiosos acerca de la ocurrencia de dichos ciclones. Los años 38, 40 y 80 se presentan con dos cada
uno; el 66 y el 72 con tres. Como veremos más adelante, estos hura canes fueron fuertes y desastrosos, y cuando examinemos su persis
tencia no podremos menos que sentir orgullo por la tenacidad demos trada por los habitantes de la Isla en el mejoramiento y reconstrucción de la misma ante los continuos y fatales acontecimientos.
Empieza la lista con Santa Eegina el 7 de septiembre de 1718. EJ gobernador Don Alonso Bertodano da cuenta en carta escrita al día siguiente de "la tormenta que inundó el Saeramouto en el convento de las Monjas, y des techó el edificio.'' ^
Cuatro años más tarde tuvo lugar la de San Agustín, el 28 de
agosto. Esta tormenta se dejó sentir en todas las Antillas mayores, causando grandes estragos en Jamaica. En Puerto Eico parece que fué más bien de carácter local.'
El 30 de agosto de 1730 dan cuenta los Oficiales Eeales de la
tormenta de Santa Eosa haciendo notar el daño producido en hogares y plantaciones.
Odio años más tarde nos encontramos con otro huracáp ocurrido también el día 30 de agosto. En una Eeal Cédula del 9 de julio de 1739 acusan las autoridades del Eeino "locivo del parte de las ruinas, y necesidad, que ocasionó la tormenta del
30 de Agosto del año anterior.''° ^Archivo de Indias, Correspondencia de gobernadores, 54—3—6.
Tal vez veinte y tres. En el 1714 hubo un fuerte huracán. El Mes y día no he po*
aiao comprobar. Sólo he hallado un dato sobre la pérdida de la fragata "San Juan" uaia el Situado para esta Isla.
Archivo de Indias.
56—1—13 B.
* Moreau des Jonnes. Mistoire Physique dea Antillea Franzaises, I, 389. ® Archivo de la Real Fortaleza. Véase Boletín Histórico, I, 16.
18
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
Y en otra Real Cédula del 16 de agosto del 1739, dirigida por
Don JosepK de la Quintana al Sr. Don Mathias de Abadía, Gober nador de la Isla, leemos el siguiente informe: "cuyo logro (apoderarse los ingleses de la Isla) les avrá prometido, sin duda la noticia del lamentable estado á que la dejó reducida la Tormenta y huracán acaecido en ella el 30 de Agosto del año próximo pasado; de que se halla S. M. informado como de los perniciosos efectos que produjo y ha referido al Consejo de Indias en la consulta que ha puesto en sus Reales manos con motivo de la carta de V. S. de 30 de Octubre del referido año, en que por aquella via dió V. S. quenta individualmente de ellos.'''
Cuál no sería la sorpresa de los portorriqueños al verse atacados trece días más tarde por otra tormenta (San Leoncio por tercera vez) mucho más terrible según las crónicas. "Sufrió (la Isla) una de aquellas tormentas que tantos estragos han causado siempre en el territorio. Todos los frutales de que so mantenía el ganado de cerca los derribó el huracán; las inundaciones repentinas ahogaron gran número de
rases; los vecinos de Ponce y Coamo abandonaron estos partidos por la miseria á que los redujo la tormenta; tuvieron que mantenerse de raíces nocivas que causaron muchas enfermedades; y como faltó el Situado en dicho año, las rea les Cajas se empeñaron en 50 mil posos, lo cual hizo mas efectiva la situación y menos posible al Gobierno para socorrer á las necesidades y recuperar la pérdida. Sobre estos malos pasó otro bastante grave, como lo fué una extraordi naria plaga de gu.sanos, que tuvo origen en lo encharcadas que quedaron las tierras, y que destruyeron las semillas que so sembraron pasada la tormenta.''=
Recordando qne el situado enviado desde Méjico representaba el ingreso principal de la Isla, atendiéndose con él al pago de los gastos de la guámición, podemos apreciar en todo su valor lo que repre sentaría el uso de los 50 mil pesos de las Cajas reales para atender a las necesidades del momento. La situación, además, hízose más difícil para los agricultores con la aparición de la citada plaga de gusanos destructores de los semilleros.
Los Oficiales Reales dan cuenta de una nueva tormenta el 3 de
agosto de 1740. Mr. Moreau de Jonnes, citando a un tal Mr. Nogaret, dice que la misma
"destruyó un bosque de palmeras de cinco á seis leguas de extensión, que existía cerca del pueblo de Ponce.'''
Y otro distinguido francés, Mr. Andrés Fierre Ledru, uno de los natnralistas de la expedición francesa que visitara la Isla en el 1797. nos dice que; "^'En 1740 uno terrible asoló el territorio de Ponce, en la costa meridional de
la Isla, y destruyó un considerable número de palmas.''* 1 Boletín Histórico, IV, 132. 2 Córdova, Memorias, III, 22.
SAbbad, Historia, ed. de Acosta, p6g. 434. * Ledru, Viaje a la Isla de Puerto Rico en el año 1797, pág. 186.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
19
Creemos que esta tormenta fué más bien de carácter local. El Dr. CoU y Tosté menciona en su catálogo de huracanes el de San Luis, el 11 de octubre de 1740. El mes indicado por el Sr. Coll
está equivocado. El huracán tuvo lugar en los días 11 j12 de sep tiembre como lo demuestra la carta del gobernador que hemos exa minado en el Archivo de Indias y la respuesta a la misma que publica dicho Sr. Coll.' Eii ese documento liallamos que ''la tempestad de agua y viento que se padeció" fué "más rigurosa que la del año de mil setecientos y treinta y ocho, por aver arruinado todos los fru tos y ahogando la mayor parte de los ganados.''
La situación era en esta ocasión bastante difícil también por haber dinero alguno en las Cajas reales, faltar la carne y las semülas de las plantas que producían los principales mantenimientos de los habi tantes.
Dos años más tarde fué visitada la Isla por la pequeña tormenta de San Judas ocurrida el 28 de octubre.-
El 18 de agosto de 1751 tuvo lugar la tormenta de San Agapito a la cual acompañó un temblor de tierra. Esta se sintió en todas las
Antillas y particularmente en Jamaica y Santo Domingo." Viene entonces un período libre de ciclones o tormentas. Pasan quince años durante los cuales la población de Puerto Eico pudo res tablecer el orden y la normalidad en todas las actividades de su vida. En la segunda mitad del siglo la lista arroja trece huracanes entre los cuales son dignos de mencionarse los ocurridos en el 1766, 1767,
1772 y el del 10 de octubre de 1780. Durante el gobierno del Coronel Don Marcos de Vergara, (12 de marzo de 1766 a 28 de octubre de 1766) cuando la falta de situados tenía a la Isla en la mayor penuria, tuvo lugar la famosa serie de tres ciclones ocurridos el 19 de septiembre y el 7 y 8 de octubre. Al referirse a ellos, Don Pedro Tomás de Córdova dice así: "como desgrneiaclamente se hubiese esporiinentaclo un furioso huraeaii él
19 de Setiembre, que se repitió el 7 y 8 de Octubre, llegó la miseria a su colmo, no bastante los préstamos que se hicieron al Gobierno, el cual tuvo que emitir papeletas de 8 reales, en falta do moneda, estinguibles con el Situado, que por
último se recibió cu cantidad de 271,929 pesos, 6 tomines y 6 granos y 100,000 mas para la fortificación, con cuyo auxilio se recogió una parte del papel, y se pagaron 50,993 pesos, 6 reales, de los préstamos. El huracán dejó arruinados los pueblos de Cangrejos, Rio Piedras, y Guayama; todas las cosechas de arro
ces, malees y yucas fueron perdidas j destruidas las casas y los bojíos de los ^Boletín Sistórit'o, IV, 140. ^Archivo de Indias, 56—3—6.
•Moreau des Jonnes, Sistoire Physique des Antilles Franzaises, I, 389.
20
UNIVEESIDAD DE PUERTO RICO
)
vecinos del campo; muy caudalosas las crecientes que hicieron los ríos; no
;
quedaron en pie frutales, cocos ni plátanos; los caminos se pusieron intransi-
^
tables; muchos buques se perdieron y los pocos que escaparon de la tormenta los empleó el Gobierno en solicitud de víveres y otros auxilios. Fué sin la me nor duda uno de los mas terribles liuracanes que haya csperimentado la Isla.
A este mal siguió otro que es muy común destmes de las tormentas. Una l)laga estraordinaria de gusanos no solo destruyó las semillas, sino que se apoderó del ganado y causó pérdidas de mucho valor; fué muy notable la escasez de casabe que hubo y con el cual se contaba para el mantenimiento de la tropa.'''
Al siguiente año (1767), el 7 de agosto, día de San Cayetano, "esperimentó Puerto Rico un fuerte temporal que destruyó los platanales y
se perdió mucho ganado por las inundaciones. Este suceso y la falta de Situados ofreció el mismo estado de miseria cjue se había csperimentado el afio anterior, y fué preciso se echase mano de los préstamos para proseguir las obras."-
A tanta desgracia productora de desaliento y de desanimación siguen cinco años de calma, aunque no de prosperidad, luchando con la cuestión económica (la eterna cuestión de Puerto Rico) que cada vez se hacía más importante, llegando a ser el problema más difícil para la administración.
Hubiera necesitado el país un período más largo de tranquilidad, sin interrupción alguna para la rehabilitación de los ingenios y es tancias, así como una organización económica más liberal que la vigente en aquel siglo. Pero el día 16 de julio de 1772 (Nuestra Señora del Carmen), hubo una tormenta fuerteA que había de repe
tirse con mayor intensidad el 28 de agosto siguiente, día de San Agustín.
Acerca de esta tormenta nos ha dejado nuestro primer historiador. Fray Iñigo Abbad y Lasierra, una interesante descripción. Se en contraba entonces en la Isla, y pudo darse cuenta exacta del signi ficado de un huracán tropical, y de los terribles efectos causados por el mismo.
Dice el buen fraile:
"En 28 de Agosto de 1772, ob.servé uno que fué general en toda la Isla:
se mudó el viento á las cuatro plagas, soplando el primero por el Norte, después por el Sur y últimamente por el Poniente y Oriente; siendo de notar que cada vez que mudaba de rumljo quedaba el tiempo de seis ¡i ocho minutos enteramente suspenso y en calma hasta que volvía á soplar por la parte opuesta con igual fuerza que antes.
"Comenzó á sentirse en la Capital de la Isla á las once menos cuarto do la
noche. Un trueno sordo y continuo que ocupaba toda esfera, el ruido de las ' Córdova, Memorias, III, 29 ' Córdova, ob. cit,, III, 31. 3 Boletín Histórico, Y, 343.
"arribó ó la playa por un fuerte temporal el Regimiento de Irlanda." Córdova, ob. cit., III, 35.
A
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
21
aguns, scineiaiite al que se oye euaiiflo se aproxima algún aguacero grande, la vista espantosa de continuos relámpagos y un temblor lento de la tierra acom pañaban al furioso viento: el destrozo de árboles, tejados, ventanas y de cuanto encontró con el mido espantoso (jue liaeiaii estos deshechos, manifestaron su arribo. Duró con igual furia en la ciudad hasta después de la una de la misma noche; en otras partes de la isla se sintió desde la misma hora, pero sin parti cular efecto hasta mas tarde. En el pueblo de la Aguada, en que me hallaba en
esta ocasión y dista de la Capital como 20 leguas, no empezó a sentirse hasta las dos V media de la misma noche, sopló con vehemencia hasta las cuatro menos
cuarto de la mañana y prosiguió, aunque aílojando mas cada vez hasta las doce del día. En este tiempo corrió toda la aguja, .v fué dando vuelta á toda la isla, aumpie en distintas horas causando mas ó menos oxtragos en unos
pueblos que en otros, según sus posiciones. "Dos dias antes de suceder e.ste hmacan el cielo estaba enteramente cu
bierto: la resaca y demás señales ya insinuadas vistas en esta ocasión persuadieron á los moradores de aciuel partido la proximidad de este terrible azote, recurrieron
á implorar la misericordia divina con dos dias do rogativas públicas en la ermita de Nuestra Señora del Espinal, i>ero no fueron oidos y al tercer dia experimen
taron esta, desgracia, y con ella el hambre, miseria, enfermedades y muerte. Los
caminos quedaron enteramente intransitables, cubiertos de los árboles arrancados por los vientos; los rios salieron de sus cauces, inundaron las vegas, destru yeron los sembrados, en fin una suspensión general se apoderó de los espíritus "de los habitantes, hasta que la naturaleza volvió á tomar su curso, y la tierra auxiliada del cultivo renovó sus frutos y plantaciones destruidas. Por todas las costas de esta isla se ven tristes vestigios de los barcos que naufragan con estos huracanes ó tormentas, especialmente en la costa del Sur se encuentran
playas cubiertas de deshechos de embarcaciones."'
Tres días después (31 de agosto de 1772), ''Re espcrimentó un fuerte humean; el convento de -Santo Domingo fué des techado lo mismo que otros varios edificios, entre ellos la Fortaleza de Santa Catalina la Capilla del Morro y cuarto del oficial se undieron; se fueron á
pique li buques y vararon 8; se perdió toda la cosecha, muchos animales ahoga dos, y se inutilizaron los caminos.""'
Sicueii a estas dos tormentas las del 1°. de agosto de 1775 (San
Pedro"), y la del 7 de septiembre de 1776 (Santa Regina),- terminando el siglo con cuatro ciclones más. Uno de ellos ocurrió en el mes de junio, siendo éste el único ciclón registrado o catalogado en este mes. Creíamos al principio que esta fecha pudiera ser un error de imprenta,
pero los documentos y libros consultados no dejan lugar a duda sobre el particidar. Esta tormenta fué conocida por el nombre de San Antonio.
"El dia 13 de dicho mes (junio do 1780), se esperimontó un furioso huracán
que causó bastante de.strozo en los campos. Una fragata de guerra inglesa que se ^ Abbad, ob. cit., 2? ed., pfig. 431. 2 Cdrdova, ob. cit., III, 36.
S Córdovft, ob. ext., III, 40.
\
1/ 22
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
vió forzada á separarse de Sta. Lucia, encalló y se perdió en las costas de Guayama,
habiéndose salvado 100 hombres y oficiales de su equipaje por los socorros que prestaron los vecinos de aquel pueblo.'''
Sigue a éste el huracán conocido con el nombre de "el gran huracán" de las Indias Occidentales. Extendióse del 3 al 12 del mes de octubre de 1780.
Tocó en Puerto Rico el día 10.
Partió de la
Barbada donde hizo grandes estragos. En Santa Lucía perecieron seis mil personas. En Martinica dejó sin vida a nueve mil seres, soplando entonces sobre la Dominica, San Eustaquio, San Vicente y Puerto Rico. En nuestra isla las poblaciones y campos quedaron completamente asolados.^
"El 25 de setiembre (1785) sufría la isla un fuerte huracán",^ y el 16 de agosto de 1788 el íütimo que encontramos catalogado durante la tercera centuiúa de vida e.spañola.^ Tal fué el siglo XVIII para Puerto Rico, siglo que había de cerrarse con un nuevo ataque por parte de Inglaterra, para hacer
todavía más precaria y triste la situación de un pueblo que constante y persistentemente había luchado por levantar en esta isla una colonia
digna de la Corona de España. Como en siglos anteriores, los invictos portorriqueños arrojaron de su suelo a los invasores, demostraron su lealtad y valor, y conservaron para España la isla que era "la entrada y clave de todas las Indias", como siglos atrás dijera el goliornador Don Francisco Manuel de Lando."'
Llegamos al siglo XIX, el más importante en la historia de Puerto Rico desde diferentes aspectos. Importante, porque a principios del mismo, y gracias a los esfuei'zos de nuestro Diputado a Cortes, el Excmo. Sr. Don Ramón Power, se concedieron a la Isla grandes re formas económicas que, implantadas bajo la sabia dirección del Inten
dente Don Alejandro Ramírez, contribuyeron a dar nuevo impulso a la vida del país. Las emigraciones procedentes de la Luisiana. Haití, Santo Domingo y la Costa Firme trajeron nuevos elementos de trabajo, nueva cultura, nuevos ideales que resultaron sumamente beneficiosos para el desarrollo de Puerto Rico.
Todo esto fué una bendición para el pueblo que había quedado
bien gastado con las anteriores catástrofes ya descritas y con el ataque inglés del 1797, y que había de prepararse para nuevas desgracias originadas por la que bien puede llamarse la más terrible serie de ciclones o huracanes ocurridos en el país. ^ Córdova, oh. cit., III, 42.
mocrlña%%J^°eptieíhle
Tridos en la Isla de Guba, 45 a 47.
^ Garriott, West Indian Hurricanes, pág. 24. ' Véase el Apéndice B.
De-
<1° lastro, Estvcho sobre los Huracanes ¿iL
3 Córdova, ob. cit., III, 51.
u
LOS huracanes de puerto RIQO
23
La lista de este último siglo español comprende treinta huracanes, todos fuertes y terribles como vamos a ver. Es de notar el corto ■ intervalo cjue existe entre los sucedidos durante la primera mitad de la centuria. Con rarísimas excepciones, podríamos decir que pasaron a ser acontecimientos anuales. En la segunda mitad es mayor el
pexú'odo de intermedio, pero a juzgar por las crónicas, la fuerza de los huracanes fué mayor cada vez.
Empieza la serie con el de Santa Bosalla, el 4 de septiembre de 1804. Según Don José Julián Acosta, este "gr.Tnclo Imraeñii fu,', flcscrito eivcunstancind.amente por Mr. Morean de Jon-
E1 21 del mismo mes y año tuvo lugar el de San lilateo. Los es tragos hechos por este grande huracán fueron recordados durante muchos años.^
Al año siguiente, gobernando la Isla, el Mariscal de Campo Don Toribio de Montes, a quien el país debe la implantación de la im prenta y la publicación del primer periódico,® ocurrió el huracán de , San Vicente.
'-""^'El 11 de sopticuníre (ISOó) en la parte Sur do la Isla se esperimeutó un huracán de los mas fuertes que han sufrido sus haliitantes; varias iglesias fueron derribadas y mucha parte do las casas de los partidos de aquella costa; arboles frutales y plantas útiles apenas"quedaron algunos; las fábricas de los ingenios fueron arruinadas; los ríos salieron de madre y se ahogaron en ellos porción de roses; en la Capital se perdieron muchas emb.arcaciones, y algunas con cargamentos de consideración; el General pidió auxilios esteriores y socorrió las partes del Sur con arroz v harina."^
La próxima noticia la debemos al mismo gobernador quien en carta
dirigida a los Tenientes a Guerra, el 17 de octubre de 1806, les ofrece, en vista del ciclón platanero del 11 de septiembre, "franquear harina buena y fresca .al precio de diez y seis pesos barril." ^ Gomo si estos dos ciclones no hubieran sido suficientes para para
lizar los trabajos agrícolas, tuvieron los habitantes de Puerto Pico que defenderse, en 1807, contra un nuevo huracán que se extendió por espacio de tres días, de efectos muy desastrosos no sólo en las
pérdidas de plantaciones sino en la de vidas y haciendas también. Esta fué la segunda visita de San Agapito desde el 1751. "Volvió a sufrir la Isla en los días 17, 18 y 19 de Agosto un fuerte hu
racán del Leste, que duró 50 horas. Los treinta y seis rios que la fertilizan ^ Abbad, Historia, 2? ed., pág- 434. ® Ascn.io, Efemérides, pág. 94.
^ Qa^.e.ta del Gobierno, ^ Córdova, Memorias, III, 153.
' Archivo particular del Autor, Oajón No. 4.
V UNIA^EKSIDAD DE PUERTO RICO
24
y cuya mayor parte sou navegables salieron de madre, inundaron las tierras
bajas, y arrastraron con los arroces, platanales, malees y otros frutos que estaban a punto de cosecha. Se abrieron montañas y formaron caudales de agua, y a los cuatro días de la tormenta se comunicaban todavía los vecinos en canoa
y pescaban en las vegas y sembrados. Perecieron algunas gentes y la pérdida
de pnados fué considerable. A las dos horas de la tormenta hubo pueblo en que habían ya cardo 100 casas. En Aguadilla se abrió un torrente entro dos peñascos mmediatos y se formó un caudaloso rio que siguió su curso por medio de la calle principal. Tres buques daneses que se hallaban fondeados en la Isla
de Santa Cmz se estrellaron en la costa do Puerto Rico, y uii cúter inglés de cañones que estaba cruzando entre esta Isla y la de Vieques naufragó sin que se salvara un solo individuo. ^ ^
M2 de septiembre de 1809-tuvo lugar la tormenta de .§an__Es®sta fué también del grupo llamado platanero y de carácter local.
Pasan tres años, y al llegar el de la constitución, (1812) cuando el país se disponía a gozar de los nuevos privilegios, tuvieron los portorriqueños que sufrir dos huracanes que, aunque locales, al pa recer hicieron los destrozos consiguientes.
"Hubo en este año dos fuertes temporales en los días 23 de Julio y 21 de Agosto en la parte Rur j Oeste de la Isla, que aimque no deban caracterizarse de huracanes, causaron bastante daño en las .siembras."''
Veamos ahora cómo describe el Señor Intendente, Don Alejandro
Ramírez, las dos tormentas ocurridas en 1813 y 1814, llamadas de Santa Ana y de San Liborio respectivamente.
"El huracán de 23 de Julio iiltimo, que se experimentó en esta ciudad el
nusmo día, y casi en igual hora, aunque no con tanta fuerza, que el del añ anterior, ha causado daños en los campos; mas o menos, como siempre sueed." en los diferentes partidos. En el de Maunabo arruinó bastantes pies do nlá'
taño, sin dañar a los arrozes y malees. Casi lo mismo so sabe de Paxardo hÍ. macao, y de oHos pueblos de aquella parte de la Isla. En donde ocasionó mas estragos, lo mismo este año que el anterior, parece haber sido en San Gerimb! y Yaueo, según los informes que acaban de recibirse. En San Germán quedarlr. arrasados los mas de los platanales, padecieron muebo los cafetales v á i.r,^ porción las demás siembras y plantaciones: muchas casas perdieron bás'cobiias.
y como esta calamidad recae sobre la del año anterior, y la grande seca de 'lo¡ pnmeros meses de este afie, y sus consiguientes efectos de carestía de ma7teiü mientos, y enfermedades, son mas sensibles, y mas difíciles de repararse os
indicados per.iuici08. Se asegura que apenas hay casa que no tenga dos 6 tlZ el desconsuelo de carecerse de un hospital y de médico y botica
2 ÜG It? SlGlG 1116S6S*
T"
V Hg mío
i'i.
= Garriott,' ° Córdova, Memorias, III, 183.
de la escasez de lluvias ~e„ ~ C6r0<l
^ •
se han perdido;" volvLdl A ' ' hiendo a entregarse
a
1 • la raíz
nociva del marunguey, á
XIII, 43.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
■
25
cuyo liso iilimoiitieio, sin la conveniente precaución, se atribuyen en niuclia parte las enfennedacles rcynantes. Seria de desear un análisis científico de esta planta, y f|ue resultando peligrosa, y iicrjudicial, como se cree, á la salud pública, se desterrase de nuestros campos; siendo tan fácil substituir otras, que aun sil
vestres se reproducirían con la mayor facilidad y abandancia."'
No sabemos el mes en que ocurrió el siguiente huracán. Tuvo lugar en el 1816 y duró tres días." El cronista nos ha dejado una estadística bastante interesante. El pueblo de la Tuna a que hace
referencia, ha desaparecido, y en su lugar tenemos hoy a Isabela situado a corta distancia del sitio en qtte estuvo enclavado el anterior.
"^•'Eh los diiis 18, 19 y 110 sucedió un furioso temporal, cuyos estragos fueron estraordinarios. En el ]iuerto do Cabo-rojo naufragaron tres buques y se aho garon una ])orción do ])ersonas. En el pueblo do la Tuna fueron derribadas jior el viento 72 casas y las siembras de tabaco, maíces y platanales totalmente arrui nadas. Murieron dos ]iersonas en las ruinas y gran número de reses. En la villa de San Gorman crecieron los rios caudalosamente, cayeron 101 casas, y so ahogaron 82 reses, 6 caballos, 119 cerdos y multitud de aves domésticas. En otros muchos pueblos del Sur y Oeste, se padecieron graves pérdidas y desgra cias.' ■ -
Para darnos cuenta exacta de lo que significaría tan terrible hecho para Puerto Rico, debemos recordar que el 10 de agosto de 1815 se otorgó la Real Cédula titulada Reglamento para aumentar la pohlación, el comercio, la indtistria y la agricultura de Puerto Rico. En virtud de esta ordenanza se establecía la industria en el país, se con cedía el derecho de naturalización a los extranjeros concediéndoles
gratuitamente tierras en proporción a sus brazos. Se reorganizaba la finanza, se dictaban otros beneficios importantes y se resolvía que Puerto Rico debía ser tratado por la metrópoli como las demás pro vincias de la Corona.
Tales medidas produjeron los más felices resultados en el comercio
y la riqueza de la Isla, pues se formaron empresas agrícolas y estable cimientos industriales de importancia. Para tener el más completo éxito el país hubiera necesitado quedar libre de destructores ciclones por un largo período. Urgencia pedía, además, la solución de otros problemas que se presentaban a la administración dificultando la marcha del progreso en todos sus órdenes. Los piratas que infestaban el Caribe continuaban haciendo daño
en las poblaciones de la costa, apresando a los vecinos y exigiendo crecidas sumas por su rescate. No era posible pensar en grandes ^Diario Económico de Puerto Rico, 11 de Agosto de 1814, Fol. 62.
y Aunque el Sr. Oórdova no menciona el mes, a juzgar por el método cronológico que ^plea en su traba.io. podemos colocar esta tormenta en enero. En carta del gobernador Meléndez, a las autoridades españolas, escrita en febrero de 1816, habla, entre otras cosas, de los fortisimos vendábales que duraron tres días en el raes pasado." (Archivo particu
lar del Autor. Caja 14.) ° Córdova, ob. cit., III, 258.
t'NIVERSIDAD DE PEERTO RICO
26
planes de defensa por la carencia, casi absoluta, de fondos en las arcas del gobierno.^ La muerte-del Intendente Sr. Morales creó una situación política
difícil que había de destruir una de las victorias obtenidas por Power en su labor en las famosas Cortes de Cádiz. En ellas había logrado
nuestro diputado la separación de la intendencia que hasta entonces desempeñaran los gobernadores. Ramírez reorganizó todos los tra bajos pertenecientes a esta importante rama de la administración qne
en el 1819 había de pasar de nuevo a ser función exclusiva del capi tán general gobernante.
Piratas, penuria, política. Tres fuerzas tan poderosas y tan des tructoras como la de la tormenta de San Mateo que hizo su aparición
el 21 de septiembre de aquel mismo año. El francés ya citado, Mr. Moreau de Jonnes, la menciona en su lista, y el Sr. Córdova se refiere a ella diciéndonos que "En ineclio ele tantos apnvos sucedió el 21 de Setiembre y parte del 22, uno de los mas horribles y desastrosos uracaiies que se li.nyan experimentado en la Isla. Principió en la noche del 21 y calmó al medio di.a del 22, dejando á todos los habitantes en la mayor consteniaeión y miseria. Se perdieron todos los buques que había en sus puertos, se destruyeron la mayor parte de las casas en los pueblos y campos, se arruinaron las cosechas que iban á recogerse, c.ayeron las máquinas de azucai' y café, presentando el todo un cuadro de desolación. Esta desgracia que abatió sobro manei-a á los habitantes, hizo mas aflictiva, la del Gobierno que acababa de hacerse cargo do la dirección de la Real H.acienda, y sus tr.abajos se duplicaron. .
Sigue en el orden cronológico el ciclón de la Monserrate, acaecido el 8 de septiembre de 1824.''
Examinaremos ahora algunas descripciones de toi'mentas famosas entre los antiguos. Debieron ser éstas mayores que las precedentes o quizás nuestros abuelos las recordaban vividamente por halier oído hablar de ellas a sus antepasados o por haber sido testigos de las mismas.
La primera de este grupo fué la conocida generalmente con el nombre de Santa Ana, que sucedió el 26 de julio de 1825. "Destruyó los pueblos de Patillas, Maunabo, Yabucoa, Humacao, Gurabo y Caguas. Causó muchos daños en otros del Este, Norte y Centro de la Isla. Perecieron mas de 300 almas y 500 heridos é infinidad de ganados. Los rios crecieron cual no liabia noticia y apenas quedó una casa en pie. En la Ca pital se derribó parte del pueblo de San Antonio, se hizo una grieta en la mu ralla que cae á la Alarina sobro el caño de la Tanca. Padeció mucho la Real
Fortaleza, la ea.sa de Ponce de León y cayeron los pararrayos de los alma cenes de pólvora."' 3 Córdova, ob. cit., III, 326; 327. 2 Córdova, ob. cit., III, 355. Véase también Córdova, ob. cit., II, 13; II, 21. tin Histórico, IX, 18.
^Gaceta del Gobierno, 10 do septiembre de 1824. * Córdova, ob. cit, II, 21.
BoU'
LOS HUEACANES DE PUERTO RICO
27
Y el mismo cronista, en otra de sns interesantes y valiosas obras, nos da una descripción más extensa de este huracán. "El último que sufrió la Isla eii 1825, causó los mayores estragos en toda ella. La relación de esto fatal suceso dará uua idea de esa clase de fenómenos.
La antevisiíera del 26 de .iulio se habían esperimentado lluvias copiosas, y en la madrugada de dicho dia se sintieron algunas ráfagas de viento bastante fuertes, mas la atmósfra aclaraba por intervalos, y no presagió durante el día el tiempo
que descargó á la noche, aunque si se notó un calor esecsivo alternando con la lluvia.
A las ocho de la noche empezó la atmósfera á cubrirse con vapores
densos, y el viento era ya mas fuerte. Sobre las cimas de Luquillo se vieron serpentear algunos fuegos que procedían al parecer de ellas; los relámpagos se hacían mas frecuentes, y el agua cala á torrentes; á las once so declaró ya un huracán horroroso; las nubes que se distinguían tenían en el centro manchas
negras, y terminaban en un color de cobre; el viento fué aumentando en fuerza progresivamente; había soplado por la tarde del Esto al Nordeste, pero á las once y media de la noche siguió con mucha fuerza por la misiua parte, incli nándose cuarta mas ó menos en el mismo cuadrante hasta las dos y cuarto que
pasó al NNO., manteniéndose asi media hora; sopló de repente al SO., y su cesivamente al SSE. y SE., donde permaneció hasta las ocho y media de la ma
ñana que principió a ceder quedando en calma y concluyendo con grandes llu vias.
"Fueron inauditos los estragos rjue causó tan cruel accidente. Sufrió mucho
la casa de gobierno, se hundió el puente de San Antonio y padecieron bastante otros varios edificios públicos y particulares; dos barrios de la Capital habita dos por la gente mas infeliz casi desaparecieron; la Ciudad quedó incomu ücada con el resto do la isla; un lienzo de muralla sentido; abatidos los para-rrvos de los almacenes de pólvoi-a, y arrancadas muchas puertas y ventanas de las casas. En la bahía todos los buques encallaron en la costa, de los cuales tres fu 'ron á
pique. Los destrozos que causó este huracán en los pueblos de la isla fueron, como se ha dicho, inauditos; perecieron muchas personas á impulsos del viento,
6 ahogadas en las ostraordiuarias crecientes de los rios, siendo mayor el número de heridos y contusos debajo de has ruinas de las casas y caída de los árboles. El número de animales y de aves que perecieron fué proporcionado al meteoro. Las tierras cjuedaron yermas, las siembras absolutamente perdidas y destruidos los montes, presentando el todo un cuadro mas desolador y aflictivo, cuyo resu men fué el siguiente;
374 479 731 6, 710 465
1, 264
personas muertas personas heridas personas contusas casas caídas
220 2581/í. 1,078 1,249
cuerdas de caña perdidas cuerdas do maíz perdida.s palmas de coco arrancadas cabezas de ganado mayor
990
cabezas de ganado menor
casas descompuestas
cuerdas de plátanos perdí-
muertas
das
5731/4 cuerdas de café perdidas 809 cuerdas de arroz perdidas
muertas
321 11,345
caballos muertos — aves domésticas muertas
"La pérdida se calculó en mas de 500,000 pesos."' ' Córdova, Memoria sohre la Administración de Puerto Rico, pág. 6.
28
TNIVEESIDAD DE PUERTO RICO
Al leer tan perfecta relación y estadística tan interesante com prendemos la razón por la cual las personas mayores del siglo pasado se referían a Santa Ana para describir la fecha de los acontecimientos más importantes del año 1825. Una catástrofe semejante debe haber dejado una impresión muy duradera en todas aquellas personas que la presenciaron o tuvieron que sufrir sus resultados. En nuestra juventud conocimos algunos negros que liabían sido esclavos quienes al hablar de esta tormenta la citaban como la "cosa más terrible que se bía veío en el pái."
La impresión causada por la tormenta del 17 de agosto de 1827 no fué tan honda como la producida por la ya descrita anteriormente. Hubo grandes pérdidas en la cosecha y una total destrucción de pla tanales. En Ponce se perdieron 5 buques, 3 en Guayama, 2 en Humacao, 1 en Mayagüez, y 1 en San Juan.'^
Toca el tumo ahora a la famosa tormenta de los Angeles, acaecida el 2 de agosto de 1837. Acosta la describe brevemente: "Fué general en la isla, causando graves pérdidas en vidas y liaciendas. So perdieron todos los buques surtos en la bahía de la Capital.''-
Don Alejandro Tapia y Rivera nos da la siguiente reseña: "Conienzü a las 6 de la tarde y á las 10 de la noche era insufrible el
viento. Este duró así hasta después de madrugada. ,No dejó barco en pie oii la bahía donde pereció alguna gente de las tripulaciones y en los campos hizo bastante daño.
"La goleta Pepita, procedente de Cádiz, que entró por la tardo al co
mienzo del temporal, naufragó también en el bajo Punta Larga. Los pasajeros T tripulación que no desembarcaron jior no haberse podido pasar visita de Sa nidad, murieron. Los que no se ahogaron fueron sacados por una parte abierta
al efecto en el costado del buque, a las 3 de la madrugada, para morir algunos días después de las resultas. Era lástima ver por la mañana en los topes de
la goleta zozobradas las banderas que hizó para entrar en el puerto donde creyó encontrar su salvación y que no tuvo tiempo de arriar. "Al dia siguiente no había agua potable en la ciudad, pues la de los algibes se encontró salobre.
"El huracán reinó del Sur principalmente, por eso hizo tarito estrago en la bahía. De los 37 buques surtos en ella no quedó uno en jjie o que no se encayara en los mangles. Alguno apareció en tierra á muchas varas de la playa. Entre los encayados en los manglares se hallaban el pontón, que se construyó tres años antes en este arsenal para la limpis del puerto y un vapor inutilizado que se había adquirido para remorcarle; el primero que vi en mi vida.""
Entre los numerosos documentos que poseo en mi archivo tengo uno que voy a transcribir íntegro por la importancia de su carácter.
Es un manifiesto gubernamental expedido en la Capital el 26 de ' Córdova, Memorias, V, 201. "Abbad, Historia, 29 ed., pág. 434.
"Tapia, Mis Memorias, pág. 94.
LOS íH^RACANES DE rUEETO RICO
29
agosto de 1837 por el entonces gobernador, ]\Iariscal de Campo Don Francisco Moreda y ^rietod Los consejos y advertencias que con tiene son de tal naturaleza que al leerlos en el momento actual nos
parece que han sido escritos a raíz de la reciente catástrofe. Dice así; "Habitantes de Pueeto Eico.
''si por Tiri ventura lie logrado que los aprcciables puertorriqueños se liayan ya jiersuadido del intrínseco afecto que les profeso a pesar del niui poco tiempo (pie lia transcurrido desde que S. M. se dignó honrarme con el precioso cuidado de hacer su felicidad, y si por mi incesante laboriosidad y cuidado especial de ins truirme de todo cuanto pueda conducir á este objeto, no hay en esta Isla quien des conozca mis intenciones y deseos, fácil habrá sido á todos inferir la parte intima,
el pesar de que he debido ser y de que estoy atormentado por la última desgracia acontecida en la noche del 2 al 3 del presente mes, en que tantas esperanzas Imn
sido frustadas, y en que tantas pérdidas se han experimentado, y en que un acon tecimiento infausto ha privado á muchos de las dulces y bien fundadas esperanzas
que con razón alimentaban. Yo mismo soy una de las víctimas que en este caso debe considerarse, pues que antes me complacia y ya no puedo complacerme en la consideración de que una cosecha abundante de toda especie de frutos iba a derra mar el más intrínsico bienestar, no siéndome ya dable considerar tan .lisonjera
pers|)ectiva; y lo que es mas, no imdiendo ni acompañarme el consuelo de dispensar con mano reparadora los auxilios que tan lisonjeros me hubieran sido, porque exhausto de recursos este Gobierno para acudir al remedio de los males, no
es el presente momento el-propio para crearlos. No es que no me haya desvelado, apreciables puertorriqueños, en imaginarlos y que no me haya dominado el más vivísimo deseo de conseguirlo. Los recursos para aliviar estas desgracias han de
ser ¡(revistos de antemano para que imcdan usarse sin perturbar el órden de las cosas sin hacer alteraciones que producen nuevos males aunque á primera vista
parezcan reparadores y puedan reputarse como talos por los que no mirando mas que al primer término del cuadro, ni considerando mas que las primeras é in mediatas influencias, miren como remedio á los malea otros que también los ori
ginan y que atacando la. existencia social en su basa fundamental y su im portante organización, los pululan sin cuento, originan injusticias, vician resor tes primordiales y ofrecen un efecto el mas pernicioso entre todos. Suprimir unas imposiciones y disminuir otras, parecen los remedios mas inmediatos, las reparaciones mas justas, los alivios mas efectivos cuando los medios de contri buir han disminuido, cuando las fortunas de los contribuyentes han sufrido me
noscabos y hasta en apoyo de esta medida directa suelen citarse casos en que se
han practicado, mirándose como rasgos do beneficencia, cuya imitación se con vierte en justicia. Al Gobierno ni sorprende esta tendencia de los ánimos, ni desconoce esta lógica, ni extraña este modo de discurrir, consiguiente todo á las
situaciones angustiosas do unos, al paso que en otros tienen su origen en la muy natural falta de conocimientos del modo como las cosas se difunden en la so
ciedad y ejercen su influencia; consideraciones cjue apenas pueden tenerse pre sentes por otros individuos que por aquellos, que encargados de mirar al todo,
que responsables de los actos públicos, tienden la vista en derredor de todas ^ Su gobierno empezó el 14 de enero de 1837.
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UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
las cosas y calculan de antemano las influencias para no dictar medidas que aunque de aparente beneficio, que aunque de efectivo alivio para los unos, envuel
ven injusticias para otros; comprometen las operaciones y atenciones del Go
bierno á quien ponen en cierta especie de nulidad, descrédito y falta de ver dadera acción y actividad, mal que lleva consigo otros trascendentales, que de todo punto es preciso evitar. Condonar á los pueblos que han sufrido la parte de contribución directa ó subsidio que aun adeudan del presente año ó rela tivamente á él, y disminuir los impuestos de las aduanas para de este modo
abaratar los renglones de introducción y entre ellos muchos de primera necesi dad, parece á primera vista una medida justa, urgente y adaptable en alivio de tantos desgraciados. Mas ¿ se ha reflexionado bastante sobre una innovación de
esta naturaleza cuando las rentas públicas ordinarias bastan apenas para sufragar
las atenciones mas esenciales? jSe ha reflexionado en que ya por efecto de la misma disminución de productos habrán necesariamente de disminuirse las rentas
de exportación é importación causando esta circunstancias un déficit considerable? ¿No será esta ya una verdadera desgracia pues que no x'odrán atenderse del
mismo modo las obligaciones que pesan sobre,las rentas de la Isla? ¿Y será justo, será prudente ponerse en mayor compromiso, sujetar a mayores privacio nes a los que consagrándose al servicio público y empleando todo su tiempo en vacar a sus deberes para atender á sus servicios respectivos, experimentan ya por su parte las privaciones Cjue son consiguientes á las carestías, á la alza de
de todos los precios procedentes de la escasez de los productos y por razón natural a la oferta de ellos? ¿Podrán desatenderse obligaciones sobre que es triba la defensa de la Isla y el sostenimiento de su organización y conjunto, y
hasta de su propio culto? No le han parecido pues adoptables al Gobierno los dos medios que generalmente se suponen como remedio á los males, sin considerar los que de suyo engcndrarian, y solo ha podido combinar con el gefe inmediato de la hacienda en esta Isla, que atendiendo este, según siempre fueron sus ■ intenciones, a las situaciones particulares de los pueblos, conceda aquellas mora torias que permitan las circunstancias y que absolutamente exijan las situacio nes respectivas, si bien es siempre de estricto deber, de conveniencia de todos, de patriotismo el hacer los mayores esfuerzos, el i^restarse de todas veras á contribuir
con las cargas precisas para sostener el órden social, sin el cual se aumentan los males y agravan las circunstancias. La agregación del sacrificio de contribuir
con todo esfuerzo á sufragar las cargas públicas es de un cálculo prudente, de digna reflexión y convencimiento de la penetración de estos distinguidos natu rales, pues claro está que los medios de cubrir las expresadas cargas lo son de órden y de buen servicio, y nunca estas circunstancias son mas esenciales que
en las^ calamidades generales en que los resortes sociales tienden á relajarse, en gendrándose el egoísmo, germen antisocial. Preciso es pues cobrar nuevos alien tos en las desgracias, redoblar de esfuerzos para remediarlas, y en lugar de abatirse y aflojarse en el cumplimiento de las obligaciones á que la misma so ciabilidad nos constituye, procurar con mas veras el llenarlos, persuadidos de que el interés mas bien entendido y filosófico lo dicta asi por no cooperar con
la apatía al aumento de unos males, que ya que en su esencia no puedan ser remediables, es de nuestro deber moderar y mas que todo impedir su aumen
tación. Consagrarse pues con nuevo ánimo, con más bríos á reparar las desgra
cias, y empuñar nuevamente el arado para obligar á la madre común á darnos
con mano pródiga lo que nos robó la furiosa tempestad, es lo que dieta la pru dencia, el único partido que en este momento nos queda. No desconoce el Ge-
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
.
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bienio que liay niales que con esto no tienen su total remedio; mas también de ben eonocer los sensatos puertorriqueños que á aquel no le es dable en estos momentos ni aliviar definitivamente cargas ni adoptar medidas y supresiones
que lia probado tendrían consecuencias perjudiciales. Ya lia dicho que de an temano lian do proveerse los remedios que reparen estas desgracias, las cuales
parecen anejas á nuestra región, habiendo de contar con ollas casi en períodos determinados, casi en estaciones fijas, y sin que año alguno ofrezca segurida des que permitan confianzas racionales de que el furor de los elementos no atente á nuestra seguridad y fortunas, que no conspire contra nuestra riqueza.
¿Qué partido pues dicta la prudencia en la anual amenaza y en la incertidumbre del momento, aunque con la probabilidad de la estación? Dieta prevenirse
con las posibles, seguridades en los edificos, construyéndolos todos con considera ción á la resistencia para estos casos, ya sean de manipostería ó de madera; y estos últimos ofrecen recursos de bastante seguridad aun en sus mismas ligeras
eoiistruccioues, que por desgracia se descuidan y ocasionan inseguridades y ca tástrofes. Lo primero es pues tener m.ayor previsión, emplear algún tiempo más en estas construcciones, añadir algún trabajo para consolidar la trabazón y en
sambladura con recursos sencillos ciue el arto enseña y que poco aumentan el
tralmjo en la construcción de las casas edificadas sobre estantes, al paso que su resistencia es mucho mayor á los ímpetus, á los furores de las tompcstades. Es
tos consejos minuciosos ó advertencias prolijas, que podrán caracterizarse de
tales por los que no miran á los gobiernos como númenes tutelares, son propias de su incumbencia cuando la experiencia acredita lastimosamente la necesidad,
y cuando el interés particular á quien otros quieren dejarlo todo confiado, deniuestra también que no es bastante previsor, bastante cauto, v el Gobierno de Puerto-Rico monos quiere proeiarse de sistemático y orgulloso, que de paternal y benéfico, aconsejando y dirigiendo, llamando la atención y observando como padre común, que aconseja sobre hechos, que raciocina sobre datos. Si la pru dencia exige construir con maj-or cautela para no encontrarse á la intemperie en los lances críticos con que aqui es de toda necesidad contar como infalibles,
;cjué diremos también de la falta de previsión en las siembras en un pais en donde las raices prestan abundante y pronta cosecha, y en donde solo lo que está debajo de la tierra ofrece en ciertas épocas seguridad? El plátano, tan genero
sísimo en su producción, no opone por desgracia ni la mas pequeña resistencia al viento algo impetuoso, y los abundantes cereales de arroz y raaiz que tan generosamente retribuyen del cultivo, se agostan, so anonadan y burlan las mas
lisonjeras esperanzas si el huracán los azota ó combate; y la prudencia dicta no cifrar en estos cosechos el sustento, la salud y aun la vida de las familias,
que si bien no deben abandonar este cultivo, han de tener siempre en reserva el recurso menos agradable pero mas seguro de las raices que pueden suplir las
escaseces y ocurrir a las mas urgentes é imperiosas necesidades. De este modo •
es, pues, como se precaven por los particulares las extremas miserias en las desgracias de los temporales, que no es inútil repetir, nos amenazan en cada año. Esto no obstante la previsión humana, las reglas de prudencia mas esquisitas
no siempre pueden seguirse por todos, é imposible os tomar precauciones bastantes para que tales acontecimientos dejen de ser calamidades, y aqui es donde debe entrar, donde tiene su cabida el beneficio social, el auxilio del concurso de las
fuerzas y de los medios reunidos, y para remediarlos tienen aplicaciones las rebajas de los derechos, las condonaciones de los impuestos, y hasta los auxilios direetos y efectivos; pero ¡qué ha debido preceder para ello? ha debido preceder
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UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
la previsión del Gobierno, los sacrificios de los particulares y la acuiiiulacioii en los años de prosperidad para reparar las adversidades sin necesidad de
trastornos y alteraciones periudiciales. Las reglas de las familias ¡¡articulares aplícanse con frecuencia útilmente á la gran familia social, y los ahorros
de la abundancia, los pequeños sacrificios licehos en la prosperidad y acumulados para la adversidad, son los que evitan los males extremos, los que prestan los auxilios para las reparaciones en las desgracias, y los que evitan las conse cuencias de los niales. He aquí a lo C|ue el Golderno de Puerto-Rico aspira,
J lo que impetiara de S. M. en la primera correspondencia, al atormentar su piadoso corazón con la cuenta de nuestra desgracia, aunque consolándolo con los
medios de que esta tenga en lo sucesivo menos extensión. Una parte del .sub sidio es fácil de condonarse cuando hay medios de reponerlo: los derecho.s iiueden di.sininuir.se en alivio general cuando por otro lado no precisa esto .á desa tender obligaciones imperiosas. Aun hay mas, los que experimentan pérdidas (lue exponen sus personas, que comprometen sus capitales, que obstruyen sus e.speeulacioiies, pueden por medio de la posesión indicada o de un sistema de ase-
guros, pueden encontrar recursos en sus recursos y auxiliarse con lo que de an
temano hayan ya reputado como preciso, si no para reparar enteramente todas las pérdidas, al menos para no carecer de lo necesario v poder continuar en el ejercicio de su industria. A esto es a lo que aspira el Gobierno de PuertoRico, y lo que espera conseguir, y lo que no ora posible realizar en el presento . momento. Impetrara de su majestad para ello el consentimiento necesario, y
no duda que el reflexivo y sensato puertorriqueño se prestará gustoso á los sacri
ficios que paia ello en la prosperidad son necesarios, y que asegurando asi un impulso más metódico, mas cierto y sobre bases mas'solidas, se logrará contrarestar las irremediables adversidades, y seguirá esta Isla una marcha firme en su progreso Cjue nada podrá obstruir, cumpliéndose en ello la voluntad ma
ternal de S. M. y mis mas sinceros deseos. Mientras tanto otro partido no queda al Gobierno sino el recomendar ;i los Ayuntamientos despleguen el mayor celo paia animar al trabajo, reparador el mas seguro de las sensibles ])érdidas experimentadas, aconsejando, estimulando, vigilando y persuadiendo á cada uno en particular, y ocurriendo por último á remediar las necesidades cxtrema.s, las
que no admiten demora por medios análogos á los que el Gobierno ha empleado en esta capital, en que estimulada la caridad cristiana y puestos en juego los tesoites de la beneficencia, han acudido en auxilio de los nuis desgraciados los colocados en mas pióspera situación, satisfaciendo asi por un lado los senti mientos de beneficencia que son tan propios del carácter dulce de estos habitan-
tes, y tan consiguientes a aquel espíritu de sociabilidad que con razón hace
mirar las desgracias agenas como íntimamente ligadas con la suerte general, y que además de mfundir la compasión consiguiente á los corazones sensibles y generosos, sugieren el calculo de que de la infelicidad de las clases menos aco
modadas se resienten también las que no están en este caso, pues que resul tando de ellas enfermedades, defensiones y disminución de población, cede
esto en perjuicio de todos por la debilidad cfue en la masa social engendra, por la falta de recursos á qué dá origen, y por el principio general tan luminoso como humano y cierto de que del aumento de población y del feliz estado de
esta resultan bienes generales de que todos son pai'tícipes, enlace social que parece impuesto por la misma Providencia x)ara interesarnos á todos por el bien
de nuestros consocios, á cuyo alivio no se negarán los generosos y humanos puer torriqueños. En este concepto y para llenar ordenada y metódicamente estos
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
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recursos, se formará en cada pueblo una junta denominada de Beneficencia com puesta del primer alcalde presidente, del venerable cura párroco, y además por el Ayuntamiento so nombrará uno de los síndicos en el caso de haber dos, que habiendo solo uno se considerará desde luego como nombrado, un regidor y dos
individuos del partido, uno de la clase de hacendados y otra de la do comercian
tes, cuya junta será desde luego instalada por el alcalde y se ocupará en los me dios de realizar una suscripción en favor de los infelices del partido, que redu
cidos por los efectos de la tormenta á la deplorable situación de carecer de lo necesario para alimentarse y sufragar á sus primeras necesidades, sean acreedo res á la beneficencia publica por su estado, cuya noticia se adquirirá con todo el
celo é imparcialidad que debe distinguir á; reunión tan respetable, empleando para ello y para verificar la suscripción y distribución de lo que se recolecte los medios que tengan por conveniente, venciendo todos los obstáculos y llevando á efecto estas intenciones sin dificultades, nombrando para ello el preciso deposi
tario, sin excepción do clase y circunstancias, bien persuadido este Gobierno de que ningún vecino de esta Isla se rehusará á cooperar por su parte á esta be néfica intención. Luego de instalada la junta se dará por el alcalde cuenta á este Gobierno para su conocimiento, y seguidamente se hará de la relación no minal de la suscripción para que se inserte en la Gaceta, y después de la distri
bución, también nominal, que se haga, con el mismo objeto. El Gobierno creerla ofender a la filantropía de los dignos habitantes de
esta Isla abrigando el mas pequeño recelo de que en este desempeño por parte de los nombrados para componer la junta de Beneficencia pueda haber la menor
tibieza, asi como el que esta pueda hallarse en los corazones y disposiciones be néficas de los que se hallan en el caso por su situación de favorecer á la huma nidad afligida, deber tan religioso como social, al paso que de común interés, pues que, como ya se lleva indicado, no solo existen estos móviles para prestarse á actos tan conformes á los principios de caridad y humanidad, sino que en
disminuir, en mitigar, en impedir la propagación de semejantes desgracias, hay un interés por parte de cada uno, pues que á la infelicidad general se siguen males que alcanzan, á los mas acomodados y que los envuelven y perjudican'en su propia prosperidad, bienestar, y aun conservación, pues si desgraciadamente la miseria pública diese lugar á enfermedades que cercenasen la población, haria dar esto pasos retrógados á la i)rosperidad pública, y pudiera engendrar epi demias que infestando el aire que respiramos, no fuera dado á nadie preservarse. No ignora este Gobierno que en los campos han sido harto generales las pérdi das, y que al paso que ellas han disminuido las fortunas obligan también á dis pendios en las reparaciones; pero también está penetrado de que aun en este caso no faltan individuos bastante acomodados para consagrar, para sacrificar
una parte de lo que les ha quedado en alivio de los mas desgraciados, en cuya conducta obrarán como dicta la caridad de nuestra santa Religión, los princi
pios sociales mas respetables, y el interés individual mejor entendido. Puerto Rico 26 do Agosto de 1837. Pií.¡VNcisco Moreda.^
Este manifiesto nos obliga a pensar en los planes que en el momento actual se discuten para la rehabilitación y reconstrucción
del país. Los que verdaderamente estamos interesados en el mejora miento de la clase más sufrida, la clase campesina, debemos recordar * Archivo particular del autor, Caja 2, Documentos del 1825—1840.
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UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
los anteriores consejos y advertencias del gobernador Moreda. De ahora en adelante téngase especial cuidado con las construcciones, ya , sean de mampostería u hormigón armado, ya sean de madera. ¿Debemos continuar permitiendo la construcción de bohíos de
yagua y paja, débiles albergues que han de ser de nuevo destruidos por el viento fuerte, ocasionando en muchos casos desgracias perso
nales? ¿,0 debemos aprovechar esta oportunidad para la formación y el establecimiento de aldeas campesinas, especie de granjas pequeñas individuales que ayuden a despertar en nuestro jíbaro el sentimiento o concepto de la posesión?
Tienen la palabra los Departamentos del Interior y de Agricultura,
los economistas del país, y aun los mismos agricultores, quienes des prendiéndose de pequeñas parcelas en sus propiedades pueden coopei'ar con el Gobierno en la realización de un plan salvador y previsor, que además de ofrecer níayor seguridad y protección contra futuras desgracias tendría un valor social y cívico de grandísima impor tancia.
Y ya que hablamos de esto, permítasenos un consejo o advertencia.
De Uevarse a cabo esta obra no debe hacerse única y exclusivamente a base de caridad. Tomemos la ocasión para despertar el interés personal en la clase jíbara. No cedamos estos hogares simplemente en vista de la catástrofe que ha sufrido el país. Pónganse, condi ciones (ajenas a afiliaciones políticas), para la recepción de estas casas o granjas. Requiérase cierta clase de cultivos que no sufren con los ataques de los huracanes, tales como las llamadas viandas, y la tan
bien recomendada patata blanca que introdujera extensamente, a raíz del huracán del 1813, el bien amado Intendente Don Alejandro
Ramírez.^ Ofrézcase por el Gobierno Insular y por el Municipal un premio anual a los campesinos que presenten los mejores y más abun dantes cosechos, y propáguese al mismo tiempo la siembra de plantas productoras de materias útiles para industrias que contribuirían al mejoramiento social del jíbaro y al bienestar general de la Isla. Más adelante volveremos a insistir sobre este particular, y basán
donos en lo que nos dice la historia pasada haremos hincapié en el hecho de que estas medidas previsoras son de suma importancia cuando recordamos que aunque hay quien cree existir cierta periodicidad en la ocurrencia de los huracanes, no debemos olvidar que tanto los
llamados plataneros como los fuertes, pueden ocurrir anualmente, y que es nuestro deber prepararnos en mejor forma para resistir la
^ la
Bou Alejandro Ramírez a los Alcaldes, de 29 de julio de 1813, recomendando
patata pianca, y sugiriendo premios a los labradores que las cultiven. En la de 20 de octubre del mismo año anuncia el arribo de las semillas y una instrucción sobre su rultivo
krchivQ del Sr. Junghanns, Bayamón.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
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fuerza y el empuje del próximo, y evitar desgracias personales, pér didas materiales, hambre y epidemias.
Volviendo a la serie de ciclones del siglo XIX nos encontramos
con que, el 11 de septiembre de 1846, fué azotada la Isla por uno
que, partiendo de Trinidad, entró por Ponce y salió por Aguadilla, causando a su paso por esta región los daños consiguientes.^
Según Acosta, el 18 de agosto de 1851, volvió San Agapito y causó algainos estragos.^ Para el año siguiente el Profesor Garriott® re
gistra otro que se extendió de septiembre 22 a 26. El Dr. CoU y Tosté ■' anota el huracán de San Evaristo e]~23~cle~óét.ubre de 1853
Todos estos pertenecen a la categoría de liuracanes locales y plataneros. Llegamos ahora a la llamada tormenta de San Narciso ocurrida, el
29 de octubre de 1867. Además de las descripciones que vamos a citar hay, acerca de San Narciso, una obra titulada La Memoe.able
Noche de San Narciso. De eUa tomaremos la estadística referente
a las pérdidas de vida y propiedades que hubo en dicho año que fué quizás el peor en la historia de Puerto Eico en lo que se refiere a catasti'ofes, pues al mes siguiente de la tormenta ocurrieron los terribles temblores de tierra que tanto daño hicieron en las diferentes poblaciones del país.
Pertenece este huracán al grupo de los más terriblés que han azo tado el país. Los vecinos de Barranquitas que conservaban recuerdos
de la tempestad del día de la R&ina de los Angeles, decían que ésta no podía compararse con la catástrofe del 29 de octubre de 1867.5
Y en la Ceiba, las personas de más longevidad, aseguraban que "esta tempestad por su duración, por su intensidad y por los estragos que produjo, hace menos memorable la tormenta de Santa Ana."®
El Dr. Coll
Tosté nos da la siguiente descripción que encierra
parte de la que aparece en la obra ya citada. "Los efectos del tenii)or,il do San N.arciso en la baliía de la Capital fueron desastrosos. A las (i menos cuarto de la tarde el barómetro señalaba 29.06. A las 7 y cuarto se desataron todos los elementos. La obscuridad de la noche
lo copioso de las lluvias, el ímpetu de Is vientos, el estridente ruido de puertas y ventanas de los edificios era espantoso. La bahía estaba en plena catástrofe:
el huracán desarbolaba los buques y los sumergía ba.io las aguas. Se perdieron las goletas Cannen, .Tosefita, Rita y la falúa de la Capitanía de Puerto y la de Sanidad. Y se vararon en diferentes puntos, rotas las anclas, el bergantín Joa
quín, la fragata Apolo, la barea^ inglesa Mary, el pailebot Fe, y otras más
embarcaciones. En los campos fué un desastre, las desgracias personales fueron
muchas y las pérdidas materiales enormes. El parte del Gobernador al Ministro ^ Mapa antiguo, Archivo del Autor. ^ Abbad, Historia, 2? ed., pág. 434. ® West Indian Hurricanes, pág. 25. * Boletín Histórico, V, 343.
®Fontán y Mera, La Memorable Noche de San Narciso -oie 65
®Foiitán y Mera, ob. di., pág. 72.
^
,i-.'
30
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
de Ultramar señala 200 muertos, entre náufragos ahogados por las ereeicntes de los ríos y aplastados por la caída de rocas cu las montañas.'' ^
Es de advertir que el país atravesaba en aquel año por una
terrible. crisis. Lamentábanse todos de la situación tan estrecha dando como causa la.^guerra de Santo Domingo. Otros creían que además de la guerra la causa del mal estaba en que se gastaba mucho y se producía poco, de lo cual resultaba un déficit considerable en el ejercicio de los presupuestos generales. Algunos opinaban que el cáncer que iba paulatinamente correyendo las entrañas de esta sociedad, no consistía ni en las guerras ni en que el presupuesto de gastos fuera mayor que el de ingresos; sino
en el abandono en que estuvieron por algún tiempo todas las cosas que facüitan legítimos derechos al tesoro público.^
Sea cual fuere la causa, lo cierto es que la situación que atrave saba el país era muy seria.
Don Federico Asenjo, uno de los economistas portorriqueños mas
notables del siglo pasado, nos ha dejado la siguiente relación referente a San Narciso.
''Así corría el mes de Octubre último y todos esperaban la llegada de las próximas cosechas para salir algún tanto del malestar que generalmente se es-
perimentaba; pero la Providencia, en sus altos é inserutables juicios, tenia de cretada otra cosa. El pueblo de Puerto Rico liabia de sufrir mayores pruebas; y la crisis económica no era mas que un preludio de lo qué venia tras ella. El dia 29 de Octubre terminó en medio del soplo devastador del huracán; en menos de dos horas, desencadenados los elementos, arrasaron cuanto en su camino se
interpuso; desde los débiles arbustos, que en sus espigas contenían el alimento de centenares de familias, hasta los árboles seculares, que proporcionan la ma teria prima de las habitaciones ó el combustible cjue arde diariamente en las casas, fueron arrancados violentamente y arrastrados por los ríos que desencade nados corrían hácia el mar llevando en su impetusa corriente cuanto encontra ban á su paso.
'' El sol del dia siguiente alumbró una escena de desolación que nadie hu biera imaginado la víspera: los campos que el dia anterior ostentaban lozanas
plantaciones, esperanzas del laborioso cultivador, estaban talados por el soplo destructor del vendabal, ó anegados por el desbordamiento de los ríos; y los po bres campesinos lloraban desconsolados la pérdida del hogar en que algunas horas ántes se albergaban. En las costas, el mar había arrojado á las orillas los restos de las embarcaciones que no X'udieron soportar el empuje de los vientos. No era
posible contemplar con ojos indifrentes tantos intereses destruidos, tanto trabajo perdido, tantas esperanzas frustradas eif el intervalo de una sola noche; y en medio del pesar que embargaba todos los corazones resonó espontánea y pura la voz de la caridad en favor de los desgraciados que mas habían sufrido en aquella espantosa catástrofe. Pocos días bastaron para mitigar las penas y consolar las aflicciones que dejó tras sí la noche del 29 de Octubre, gracias al
privilegio que para ello tiene la hermosa virtud de la caridad.'' ^ 1 Boletín Histórico, V, 347—8. 2 Fontán y Mera, oi. cit., pSg. 8.
'Asenjo, Las Fiestas de San Juan, págs. 62—3.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
37
Muchos fueron los actos de heroísmo personal en aquella ocasión. Tanto en la Isla como en el mar hubo acciones dignas de mencionarse. Referiremos solamente dos, citadas por el Sr. Fontán y Mera,, llevadas a cabo por dos negros esclavos de Carolina y Gurabo respectivamente. "Antes ele terminar la relación ele los sucesos ocurridos en el pueblo de 1.a
Carolina, debe hacerse mención de los hechos y del heroico comportamiento del esclavo llamado Alejo Aruz, cjue en los momentos de mayor conflicto, cuando el huracán arrancaba las casas, cuando todos procuraban salvar sus vidas, se tras lada infatigable, á todos lugai-es; donde escuchaba el clamor de las mujeres que
imploraban misericordia rodeadas de sus pequeñuelos. Cuando una acción en vuelve el cumplimiento de un deber público, todo elogio es improcedente. Alejo Aruz resistía como un hércules el empuje de los vientos. Sus irropósitos de salvar á muchas ])ersunas, llevándolas sobre sus hombros, no pudieron ser mas
dignos de alabanza. A no haber sido por la actividad incansable de Aruz, verda dera providencia para aquel pueblo durante las horas de mayor tribulación, las madres hubieran visto desaparecer sus hijos arrebatados por el furor de la
tempest.ad. Este esclavo es digno no solo de su libertad, sino de la estimación que procede de grandes virtudes y de grandes sacriíicios. "Cuando la tempestad rugía amenazando destruirlo todo, en aquellas horas
de mayor conflicto, un esclavo rompe las puertas del calabozo de la cárcel donde estaba jueso y encerrado, y obtenida su libertad, lejos de emprender la fuga, para no ser habido, colócase al lado de la autoridad, y salva de una muerte trágica y segura á algunas personas, conduciendo unas al ediñcio de la alcaldía y otras al mismo calabozo de flonde poco há él mismo había salido. Este hecho no ne cesita comentarios."'
Llamábase este último esclavo Juan Quiñones.
Como la Sociedad Económica de Amigos del País tenía un fondo
dedicado a premiar la virtud, se obtuvo el consentimiento de la Reina para pagar la suma de irdl escudos al dueño de este esclavo, cantidad en que había sido comprado, y concederle la libertad.^ Pasado el huracán empezó el Gobierno a recibir de sus delegados
en los distintos pueblos de la Isla, la relación detallada de las pér
didas personales y materiales. Hemos hecho el sumario de las mismas y lo damos a continuación para que puedan juzgarse los efectos de aquella terrible desgracia. Personas muertas: 211. Personas heridas: 180. Personas contusas: 582.
».
Pérdidas en casas y edificios públicos: Pérdidas en casas particulares: Pérdidas en cultura:
121,()47 Escudos 2,834,162 Escudos 5,750,179 Escudos
Pérdidas en productos:
3,777,824 Escudos
Pérdidas en crianza: Total ^ Fontán y Mera. ob. cit., págs. 70 y 82. ^ Gaceta de Puerto Rico, 2 de mayo de 1868.
376,830 Escudos 12, 860, 642 Escudos
38
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
El 5 de noviembre el gobernador, Teniente General Don José María Marehesi, pone en conocimiento de S. M. todo lo ocurrido en la Isla
en la noche del 29 de octubre ^ Y en igual fecha se dirige al Go
bernador de la Isla de Cuba con el propósito de solicitar auxilio para las víctimas del huracán.-
En la Gaceta de Madrid del 20 de noviembre aparece la siguiente comunicación;
Ministerio de Ultramar.—Según parto del gobernador superior civil de
Puerto Rico, comunicado desde la Habana en despacho telegráfico del 13 del actual noviembre, el 29 de octubre se había sufrido en aquella Isla un hura cán que ocasionó bastantes derrumbamientos de casas, daños de consideración en los campos, el naufragio de varios buques y la escasez de subsistencias. In mediatamente el Gobierno dió las instrucciones oportunas al de Cuba ]ior el ca
ble, para que se socorriesen las más apremiantes necesidades y so hiciesen remesas de fondos y de víveres mientras no llegan los demás auxilios que se acuerden con noticia detallada del suceso. Cumpliendo con este mandato, el Gobernador Ca pitán Geneial de la Isla de Cuba, en telegrama do 18 del corriente recibido ayer, manifiesta, que el 17 había remitido á Puerto Rico 25,000 escudos y c(ue pronto repetiría las remesas de dinero y haría los envios de víveres.'' ■'
El 10 de noviembre el Exemo. Sr. Ministro de Ultramar dirige al Gobernador Pavía copia del Real Decreto ^ por el cual quedaban libres del pago de toda clase de derechos a su importación por la.s Aduanas de Puerto Rico ciertos artículos de consumo alimenticio y de aplicación al cultivo, así como también los abonos y aparatos me cánicos para la agricultura, la industria, la fabricación y el cultivo.^ Por otro decreto de igual fecha se da también cuenta de la sus cripción general abierta en la Península, y se ordena la creación en Puerto Rico de una Junta general y tantas locales como fueren nece sarias, con el fin de atender a la recaudación de fondos e inversión de los mismos.
La Junta General Insular quedó formada por las siguientes per sonas: Presidente, el Exemo. Sr. Gobernador Superior Civil; Voca
les: El General 2°. Cabo de la Isla, el Regidor de la Real Audiencia,
el Gobernador del Obispado, el Intendente de Hacienda pública, el Director de Administración local, el Arcediano de la Catedral, Don José María Báez, Don Juan Bautista Machicote, Don José Ramón Fernández, Don Manuel Valdés Linares, Don Lino Dámaso Saldaña, Don José María Caracena, Don Jorge Látimer, Don Romualdo Chavarri y Don Martín J. Travieso como Secretario. ^ Véase Apéndice O.
2 Véase Apéndice D.
SFontón y Mera, oh. cit., pág. 119. * Gaceta de Puerto Rico, 2 de enero de 1868.
'Véase Apéndice E.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
39
Organizáronse las juntas locales y comenzaron los trabajos de recandación, llegando a reunirse en la Isla la suma total de 200,000 escudos.'^
Dedicóse esta cantidad a auxiliar con ropas y víveres a las víctimas del ciclón, y en muchos casos se invirtieron sumas para la composi ción de casas que habían perdido techos y paredes, así como en la reedificación de bohíos que habían sido totalmente destruidos. Al estudiar los datos concernientes a los tristes acontecimientos
de octubre y noviembre de 1867, nos Uama la atención la actitud
asumida por el gobernador Don Juan J. Pavía. En la Circular No. 3 del 9 de cuero de 1868, dirigida a los Sres.
Corregidores y xMcaldes de los pueblos de la Isla, manifiesta dicho gobernador que la mayor parte de los pueblos nada han sufrido y se valen del pretexto del huracán para dilatar el pago de una deuda tan sagrada como las contribuciones, y mantener al Tesoro en condi ción de no poder cubrir sus compromisos. Pide a los municipios que desplieguen todo el celo e interés de
que sean capaces para proceder al cobro de las contribuciones, bien por la persuasión, bien por el apremio y demás medidas coercitivas que señalaban los reglamentos de la tesorería de hacienda publica.^ Las estadísticas que hemos examinado nos demuestran que todos los pueblos sufrieron grandes pérdidas con el huracán, añadiéndose a
éstas, las producidas por los temblores de noviembre, que unidas al estado de crisis ya mencionado anteriormente, produjeron en Puerto Rico la situación más triste que imaginarse pueda, para los pobres
agricultores que estaban llenos de deudas y compromisos en la víspera del acontecimiento que venimos relatando.
Nos sorprende pues, la actitud del gobernante, cuando en 24 de enero del mismo año, y en la Circular No. 5 dirigida al Intendente de
Hacienda, vuelve su Excelencia a insistir sobre el particular amena zando con cesantía a los colectores y administradores de hacienda que "no han procedido a las vías de apremio contra los morosos", e in sistiendo en que por haber "resultado exajeradas las noticias de pér didas ocasionadas por el huracán", se proceda "sin consideración alriuna al cohro de todas las cantidades que se adeudan." Si los colectores o administradores de hacienda emplearon la per
suasión o el apremio no lo sabemos, pero lo cierto es que el 22 de febrero el gobernador Pavía manifiesta su complacencia por las con tribuciones que se hicieron efectivas, sin que por eso deje de exigir ^ Gaceta de Puerto Rico, 9 de enero de 1868. ^Idem, año de 1808. 5 Gaceta de Puerto Rico, 25 de enero de 1868.
i UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
40
im nuevo ingreso para el quince de marzo y amenace nuevamente con cesantía a los que no recauden lo adeudado^
Volviendo ahora a las cantidades suscritas por el Estado y por los particulares, se acordó, además del auxilio a los pobres, conceder préstamos a los que se hallaren en la imposibilidad de seguir ejer ciendo su industria, arte o profesión. Para este fin la Junta Central
acordó las reglas necesarias." Más adelante veremos que parte de estos fondos habían de servir para el socorro que había de repartirse a nuevas víctimas .nueve años después. "El día 29 de Octubre de 1867 será memorable siempre para los hijos de esta provincia.
"La historia consignará en sus páginas esas escenas de horror y de espanto que produjo la naturaleza en sus magcstuosas é imponentes revoluciones. "Los huérfanos, cuando hayan llegado á la edad provecta, referirán esos
episodios tristísimos á sus descendientes y á sus amigos. . . . "Se oirá que por vez primera numerosas familias abandonaron el teatro
de terribles desventuras, los campos agostados por la tempestad y los bosques talados por el huracán de la noclie de San ííarcUio para implorar la caridad pública entre las personas que la suerte hizo menos infortunadas.
'Que en aquellas circunstancias azarosas hubo prodigios de valor: que nunca faltan ánimos bastantes templados en los peligros que sacrifiquen vida y hacienda en aras de la humanidad atribulada. . . .
"La generación que crece contará a los hijos de otro siglo que la Isla de Puerto Rico fué en el año de 1867 azotada por todas las calamidades públicas."^
\
Así ha sido. Cuando Scm Ciríaco, nuestros abuelos y amigos ancia nos se referían a San Narciso como la más grande y fuerte tormenta
del siglo XIX; y en estos días ¡cuántos ancianos han repetido lo que nos dice el autor citado!
Después de tal desgracia, pasa casi desapercibida la del 21 de agosto de 1871.^ Comparada con la anterior, la de Santa Juana fué una tormentaa probablemente del grupo platanero. Tormentita tenía que ser, pues cinco años más tarde sufría Puerto
Rico otra tormenta que pasó a formar parte del grupo comprendido por Santa Ana, la Reina ele los Angeles y San Narciso; El huracán de San Felipe, ocurrido el 13 de septiembre de 1876 volvió a sembrar de ruinas y dolor al país.
Sobre este huracán vamos a citar al distinguido Padre Jesuíta Be nito Viñes. autoridad científica a quien debemos la más interesante
información que se ha publicado acerca de los huracanes ocurridos en las Antillas en el 1875 y 1876. ^ Gaceta de Puerto Rico, 25 de enero de 1868. 2 Véase Apéndice F.
® Fontón y Mera. ob. cit., pág. 149. * Gaceta del Gobierno, 1871.
* De San Felipe el Primero, debiéramos llamarle.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
41
El Padre Viñes estuvo en Puerto Rico con el propósito de hacer un estudio sobre el terreno de los efectos del huracán de San Felipe y recoger todos los datos de valor científico para la preparación de su obra.
En su viaje a San Juan tocó en Mayagüez y Águadilla, y recogió de paso observaciones en todos estos sitios. ''Durante mi permanencia on Puerto Rico,'' nos dice, ''con el objeto de
precisar el punto por donde entró en la Isla el huracán de Setiembre y poder juzgar por mí mismo del estrago causado, hice una excursión á Humacao y de , allí al ingenio ''Buena Vista" do D. Fermín Martínez Villamíl, que está limitado con el mar frente á la isla de Vieques entre el puerto de Humacao y el de Gua-
yanés. Como el estrago ocasionado por el tempioral en aquel punto era muy considerable, el sitio despejado y los palmaros abundantes; se pudieron tomar
en poco tiemiio y en todo lo largo de la costa^ desde el punto dicho hacia Yabucoa, numerosas y muy buenas observaciones. Es verdaderamente admirable la precisión con que quedó allí marcado el paso del vórtice, pues en un espacio de dos leguas son innumerables las palmas de coco arrancadas ó tronchadas, y es de notar que las del lado de Humacao cayeron con vientos genei'almente del 1° y 2° cuadrantes, y las del lado de Yabucoa con vientos del 4° y 3°. En al gunos puntos quedaron tendidas por el suelo más de la mitad, y con ser tantas, no sólo se entrecruzaron al caer, sino que algunas quedaron sobre las otras, lo que da á la vez la dirección y sucesión do los vientos. De suerte que en el corto espacio de unas dos leguas se ve allí perfectamente marcado el estrago que á un tiempo causaron los vientos circulares arremolinados á uno y otro lado del re ducido círculo de calma vertical
''En cuanto al punto por donde el vórtice del huracán abandonó la Isla,
queda suflcientemen'tc determinado, aunque no con igual precisión, por las ob servaciones hechas en Hayagüez, Aguadilla y puntos inmediatos de aquella costa." '
Al determinar el curso del huracán de Sau Felipe, él autor que
venimos citando opina que se originó al ESE. de las islas Antigua y San Cristóbal.
"El 12 por la noche tocó el vórtice en la isla de San Cristóbal cruzó en dirección al ONO. próximamente, por entre las islas de Santa Cruz y San Thómas,
y muy cerca de la primera; tocó en la punta SO. de la de Vieques, y penetró en la de Puerto Rico, cruzando el centro del vórtice por entre Humacao y Ya
bucoa á las 7 de la mañana del 13; en ambos puntos tocó la calma vortical. Recorrió luego la Isla a lo largo y fué á salir por cerca de Mayagüez, punto donde se sintió la calma vortical de la porción izquierda del vórtice á las II de la mañana.''°
La velocidad media de traslación desde la isla de San Cristóbal a
Mayagüez fué de I8V2 millas por hora; la de Mayagüez a Gitantánamo, Cuba 15. ^ Viñes, Los Huracanes de las Antillas, págs. 21 y 22. 'Viñes, ob. cit., pág. 59.
42
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
"Según las observaciones hechas á bordo del vapor "Pizarro", á las 10 de la noche del 12 desfogó en San Juan de Puerto Rico el primer clmbnsco con viento fresco del N., quedando muy mal caris. A este tiempo estaba el vórtice no léjos de la isla de St. Kits, por donde habia pasado íi las 8i/¿. El radio del disco nimboso y área de lluvia de la parte anterior de este huracán, en la pri mera porción de su trayectoria, era, pues, de solas 185 millas.
"De 7 á 8 de la noche del 13 cesaron en el mismo punto los chubascos y aclaró el tiempo. Ha^iiendo tocado el vórtice en Mayagüez á las 11 Ve de la
mañana y siendo la velocidad media de traslación en esta parte do la trayec toria de unas 18 millas, y tal vez algo menor, por ir desde este punto el me teoro, con velocidad decreciente; resulta para el radio del disco nimboso y
área de lluvia de la parte posterior una longitud de poco más de 140 millas. Este radio debía ser todavía menor en la primera posición del vórtice, en las in
mediaciones de St. Kits; y por consiguiente se deduce que el área de lluvias se extendia notablemente más por la parte anterior del ciclón que por la parte posterior."'
El diámetro del huracán en esta Isla fué pequeño. - Más adelante encontramos que
"Entro 6 y 7 de la mañana del 13 desfogaban en Mayagüez y Cabo Rojo, chubascos del NE. y N. respectivamente, con barómetro bajo, vientos frescos
y algunas rachas. A la hora indicada se hallaban, pues, ya dichos puntos evi dentemente envueltos en el cuerpo de la tormenta. El vórtice en aquellos mo mentos estaba ya próximo á entrar en la Isla por entre Humaeao y Yabucoa,
y su centro á menos de 10 millas de aquella costa. De suerte que el diámetro de la tormenta puede calcularse en unas 180 millas próximamente . . . la tor menta duró por término medio en las diversas localidades de la Isla, por donde pasó su vórtice, unas 10 horas, lo que teniendo en cuenta la velocidad media
de traslación del metéoro en aquel punto, daria para el cuerpo de la tormenta un diámetro de unas 185 millas.
—
El ciclón de San Felipe fué de extremada violencia en nuestra isla.
Los daños causados, considerables. Fué una de las grandes y famo sas tormentas del siglo pasado.
El gobernador Don Segundo de la Portilla publicó un manifie.sto solicitando la ayuda de hombre.s y mujeres para formular los planes necesarios para ayudar a las víctimas de aquella nueva catástrofe.
Establecióse una Junta Local de Beneficencia en cada uno de los pueblos de la Isla para recaudar fondos que habían de unirse a la suma que existía en efectivo a disposición de la Junta de Donativos v Préstamos, y que quedaba como balance de los fondos recaudados du rante el huracán de San Narciso.'^
Esta Junta de Beneficencia rindió excelentes servicios a las víctimas
del huracán. Una ojeada a la Gaceta de la época dará una idea de la manera en cjue el pueblo respondió al llamamiento de las autoridades. ' Viñes, ob. cit., págs. 71 y 72.. ^Viñes, ob. cit., págs. 76 y 77.
® Gaceta de Puerto Rico, 19 de septiembre de 1876.
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LOS HURACANES HE PUERTO RICO
43
El Ayuntamiento de San Juan fué el primer suscritor eon la suma de mil pesos. Hubo muchos comerciantes que generosamente donaron víveres y reses para el alivio de los pobres.^ En aquel entonces como en el momento actual hubo mucha exa
geración por parte de algunos alcaldes y 'otros representantes del go bierno.
"El sistema de exagerar las desventuras en casos semejantes, sobre perju
dicar el crédito de que vivimos en el extranjero, entraña el peligro de que resulten más compadecidas las jurisdicciones menos lastimadas.-
í> 3
Bien diferentes son estas palabras de las citadas como pertenecien tes al General Pavía. El gobernador La Portilla se limita a llamar la
atención sobre los dos grandes peligros resultantes de tina exageración en casos semejantes. Guando el San Felipe del 1928 no faltó quien recordase, enérgica y sabiamente, a nuestros paisanos la necesidad
de ser sinceros y veraces en la apreciación de los daños causados por
i
dicho huracán.®
.Sigue a la tormenta que acabamos de describir una serie de seis
pequeños buracanes que tienen que ser clasificados en el tipo de tor_^entas plataneras. Los mismos tuvieron limar en 1888. 1889 1891 y lytJb.-i
!-
Viene entonces un intervalo de tres años entre la de San Gil 1°. de septiembre de 1896 y la última del siglo XIX llamada de San Cinaco por baber ocurrido el 8 de agosto de 1899.
~
En este año la Isla estaba sometida al régimen militar americano implantado por el gobierno de los EE. Vil. a raíz de la guerra hispano americana.
El lo de agosto, el Gobernador General, George W. Davis, se diri gió a los alcaldes de la Isla, notificándoles haberse comunicado eon las
autoiidades nacionales en solicitud de auxilio, y dando cuenta de la formación en la Capital, de una Junta de Benkeeneia bajo la direc ción del Coronel John Van E. Hoff.®
Al día .siguiente se publicó la Orden General No. 115, dividiendo la Isla en doce distritos de inspección a cargo de los comandantes de puestos con el fin de averiguar con exactitud los efectos del huracán.®
Llamóse la atención de todos los alcaldes respecto de la inmediata nece.sidad de liiiipiar y poner en condiciones higiénicas las poblaciones de su distrito.' ^ Gaceta de Puerto Rico, 19 de septiembre de 1876. 'Gaceta de Puerto Rico, 21 de septiembre de 1876
'Lew pérelidas que no «e ven, "El Mundo", 27 de septiembre, 1928 ■•Véase el Apéndice Ñ, ® Véase el Apéndice G. ® Véase el Apéndice H. 'Véase el Apéndice I.
i'
.
44
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
Tomáronse medidas para evitar la duplicación en el reparto da víveres y materiales a las víctimas del ciclónd Y por la Orden General No. 124j se proveyó lo necesario para evitar la vagancia o resistencia contra el traba.jo que debían baeer todos los Jiombres cpie recibían socorro.^
Por los daños sufridos a consecuencia del huracán, se suspendió el
cobro de las contribuciones adeudadas al Tesoro Insular y a las muni cipalidades.®
Con objeto de hermosear las ciudades y aldeas en el período de re construcción se llamó la atención sobre la circular de junio 8 del 1893, e.xpedida por el Gobernador General español, acerca de los materiales
que habían de emplearse en la construcción de edificios y casas.^ Interesante resulta la lectura de los periódicos de la época. Arro jan ellos mucha luz sobre el estado del país en aquellos día.s difíciles en sí por el gran cambio político que acababa de realizarse. Resultaría
. muy largo este trabajo si fuéramos a citar todas las opiniones que fue
ron emitidas en aquel entonces con motivo del ciclón y de la recons trucción de las poblaciones más azotadas. Sólo daremos unas líneas
de uno de los trabajos publicados por el señor Antonio J. Amadeo con
el título de "El Remedio." En dicho artículo proponía, entre otras cosas, las siguientes:
"Condonación de las eontribueiones por algunos años. Prórroga para el
pago de toda clase de deudas. Protección a la agricultura mediante présta
mos a largo plazo e interés módico. Franquicias para nuestros principales pro ductos y entrada libre de los artículos de primera necesidad, así como los materiales de construcción y maquinarias procedentes de la Metrópolis. ... Sistema ban-
cario de lato alcance hasta movilizar el suelo laborable y sus productos. Ase gures de cosechas, cajas de abonos, sociedades benéficas y otras cosas que la
previsión aconseja y se conocen en todos los pueblos cultos y prósperos."' En la sección dedicada a los Apéndices publicamos varios documen
tos oficiales relativos a este terrible huracán que deben conocerse y quizás estudiar.se en el momento presente. Muchas de e,stas disposicio nes oficiales pudieran seindr de norma o guía para futuras desgracias ocasionadas por ciclones u otras calamidades públicas
iii. Entre el huracán de San Ciríaco y el último ocun-ido el 26 de sep tiembre de e.ste año, tuvieron lugar los conocidos
i
.
i
, J ÍY /7 ' R a TT- n-s . generalmente con los nombres de San Zacarías,^ San mpoMo,^ San Bernardo» San Felipe y.San Nicolás.'' Aunque los tres primeros causaron estragos en las" J Véase el Apéndice J. Véase el Apéndice K. "Véase el Apéndice L. Véase el Apéndice M.
'La Democracia, 18 de agosto de 1899. « 6 de septiembre de 1910. ' 22 de agosto de 1916.
"23 de julio de 1926.
'10 de septiembre de 1931.
>
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
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plantaciones, caminos y edificios, no pueden clasificarse en el grupo de verdaderos huracanes. Los mencionamos x)ara completar el catálogo.
San Felipe, sin embargo, mereee especial mención. No vamos a ira-* tar de describir lo que tan bien ha sido descinto por los periódicos de
nuestro país. A ellos remitimos a nuestros lectores. En las páginas de la Prensa de Puerto Rico, hallarán las generaciones venideras des
cripciones de los estragos causados en los diferentes pueblos de nues tra Isla.^ En los periódicos ilustrados hallarán una valiosa informa
ción gráfica no sólo de los daños causados sino de los trabajos reali zados en pro de las víctimas de semejante acontecimiento. En esta ocasión, como en las anteriores, los sentimientos caritativos
del pueblo puertorriqueño han respondido a la necesidad. Y no ha sido el corazón borincano el único que ha sentido nuestro dolor. El
pueblo americano, la vecina Repiiblica de Santo Domingo, Colombia, el Salvador, Venezuela, España y otros países han contribuido con ví
veres y generosas sumas de dinero para "vestir al desnudo y alimen tar al hambriento."
La Cruz Roja Americana llevó a cabo en aquellos momentos una
obra de rehabilitación y socorro sumamente importante. El pueblo la
reconoció, la aplaudió y bendijo dicha labor. Véanse las décimas que
publicamos en otro sitio demostrativas de la gratitud que sabemos sentir todos éh horas de dolor y de angustias.^
El huracán del 13 de .septiembre de 1928 como el del 26 del misino mes en este año de 1932 serán eternamente recordados. Pero somos de
opinión que no deben pasar a nuestra historia como dos catástrofes más. No. Las páginas que preceden nos demue-stran la gran fe y
1
perseverancia de nuestros antepasados. Aunque hulio algunos de ellos que en los primeros momentos, al ver perdida toda su labor, tuvieron dudas acerca de la conveniencia de continuar la obra civilizadora que había comenzado, no desmayaron; y con nuevos entusiasmos comenza
ron de nuevo a trabajar y a mejorar. Y triunfaron, porque llenos de
amor por la Isla dedicaron sus fuerzas al trabajo y al orden. Así se hizo el Puerto Rico que de ellos heredamos y por el que debemos, uni
dos todos, continuar laborando en pro del progreso y del bienestar general.
Hoy como ayer, quizás más que ayer, nuestra Isla continúa siendo "la entrada y clave de todas las Indias"; y con aquella misma fe, con la misma constancia y con el mismo deseo de los antiguos colo
nizadores y antepasados, debemos añadir una nueva y gloriosa página 1 Véase: Van Deusen, Elizabeth K. The Hurricane (El Huracán de San Felipe). OompUación de sus artículos d d "New York Herald Tribune , Tke Review of Reviews", "Cu*** rent History", y las traducciones españolas en **E1 Mundo". Govt. Bur. Ptg.. San Juan, 1929.
2 Véase el Apéndice N.
ir
46
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
íf'
a las muchas que ya hay en nuestra historia. Esta página se escri
birá con el sudor de nuestros esfuerzos y de nuestra labor para la reconstrucción del país.
Aprovechemos la hora presente, el triste aeontecimiento, para se ñalar el principio de la mayor obra constructiva que ha de hacerse en Puerto Rico. Que marquen para siempre estos dos últimos hura
canes, el comienzo de una nueva era de socialización y de industria.
Aprovechemos la ocasión para rec'onstruir sabiamente.
Tengamos
presente los horrores del pasado y preparémonos eficazmente para evitar mayores desgracias en el porvenir.
Ha.llegado el momento de mejorar la condición del campesino. Congregúese al jíbaro en grupos, facilitando así todas las labores del
Gobierno. Acabemos con el débil bohío de paja y yagua. Ayudé mosle a levantar su nuevo hogar con materiales más resistentes.
Agrupándolos, será más fácil protegerlos en otra ocasión semejante. ^ Haciendo esto, se mejorará el trabajo sanitario. Se hará más eco nómica la instrucción rural. La escuela consolidada de la nueva aldea
podrá admitir mayor número de alumnos. La inspección de las mis mas será más frecuente y eficaz. La escuela llegará a ser el centro comunal en que ofreceremos a nuestros campesinos, a través del radio,
del cinematógrafo y de la conferencia, los placeres espirituales e in telectuales que hoy se hacen tan difíciles para ellos. Se continuará con mas ímpetu la obra de la biblioteca escolar. Allí, en la escuela
consolidaúa, las Asociaciones de Padres y Maestros, en combinación con los Municipios, sostendrán sus botiquines y sus gabinetes dentales. Mh se daran los nuevos pasos hacia la verdadera escuela industrial.
^li se destruirá el presente éxodo del campesino hacia la ciudad. Allí, por fin, s^e formará el futuro portorriqueño hijo de una escuela
que prepare eficazmente para la vida.
En 1928, cuando la catástrofe de San Felipe, alguien dijo que nuestro campesino vive feliz y contento en su bohío, al pie de sus talas, durmiendo con un ojo cerrado y el otro abierto, vigilando sus trutos y que no habría argumento que le convenciera que debía vivir ale.iado de sus siembras".^
Con la aldea rural que proponemos no le alejaríamos de sus siembras, la hemos dicho anteriomente que estas aldeas deben ser aldeas-granjas. No se trata de la fundación de nuevos pueblos resi denciales, no. Se trata de una aldea de pequeñas fincas o pfopie-
aaues completamente rurales, pero con las ventajas de la civilización 7 aei progreso modernos a que tienen grandísimo derecho los jíbaros
de Puerto Rico. Se trata de aldeas-granjas en las que además de í Eduardo Larroca, Bl plan de reconstrucción. "El Mundo", 23 de octubre de 1928.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
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poseer mejores viviendas, puedan estos campesinos poseer un pedazo de tierra para esas mismas talas y para el cultivo de plantas cuyos
productos llevarían al establecimiento de pequeñas industrias que antes existían y hoy han desaparecido. Ningún hombre, por ignoraute que .sea, se opone a recibir los be neficios de la vida moderna. Los que hemos sido inspectores de esciiela y que continuamos interesados en el magno problema de la ins
trucción. que con el económico, constituye un problema capital pai*a el ]iorvenir de nuestra Isla, sabemos que el jíbaro de .hoy no es el de ayer. Con visitar o asistir a una de las conferencias que se ce lebran regularmente en nuestras escuelas rurales puede uno darse cuenta de dos cosas maravillosas: la fe que el jíbaro tiene en nues
tros planteles de enseñanza y el hambre de escuchar la palabra de los que algo nuevo pueden enseñarle, de enterarse de los progresos modernos y de discutir los problemas que más le interesan. Por pequeña que haya sido la influencia del alumno rural en su hogar ha servido para despertar nuevos deseos y nuevas ambiciones. El negar esto sería negar todos los esfuerzos que hemos hecho en
nuestra grande y magnífica labor educativa en los últimos treinta y tres años.
Al establecer estas aldeas, establezcamos nuevos cultivos con la
ayuda de nuestro Departamento de Agricultura, y extendamos hasta el campesino y el pequeño agricultor las ventajas que a los mismos ofreciera el Colegio de Agricultura en los primeros años de su exis tencia.
Que vuelvan las antiguas ferias locales e insulares para despertar
el interés por los métodos agi-ícolas modernos y por la crianza de ga nado mayor y menor.
Con la experiencia adquirida por el Ciclón de San Ciríaco, por el de San Felipe y el de San Ciprián, fúndese en cada pueblo una Junta de Emergencia y Socorros, dependiente de una Insular, que forme los cenaos, que generalmente se hacen después de la catástrofe, al llegar
la primavera. Así con anterioridad podrá saberse de manera fija y real quiénes son los verdaderos pobres que deben recibir ayuda en caso de pérdidas o de desgracias personales. Revisemos nuestros reglamentos para construcciones. Exijamos el
fiel cumplimiento de las ordenanzas al efecto, y castiguemos dura mente la infracción de las mismas.
En las nuevas urbanizaciones exíjase la instalación de alambres de corriente eléctrica y de teléfono, ayudando así a hermosear las nue
vas barriadas. Cierto que esta obra es más costosa, pero a la larga
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UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
^
resultaría más económica para ambos—^las compañías instaladoras y los clientes, en días de huracán.
¡Preparados todos! Esa es la idea. Preparados para reducir no solamente el montante de pérdidas materiales sin'o el número de víc timas.
Preparados para oponer los recursos de la ciencia y del progreso modernos a la fuerza de los elementos.
Preparados para hacer de Puerto Rico lo que todos queremos que sea: una isla feliz y contenta. • Si así lo hacemos, sentiremos la satisfacción de haber convertido un gran mal—el Huracán, en un inmenso bien: la Rehabilitación
DE Puerto Rico Sobre una Base más Sólida, más Permanente, más Civilizadora.
i Quiera Dios iluminar a los que en sus manos tienen el poder para llevar a cabo una gran obra de reforma y utilidad públicas!
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APENDICES
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APENDICE A
1492. El miércoles 24 de octubre cuando iba de camino para Cuba, acordó "de amainar las velas todas, salvo el trinquete, y andar con él, y de á un rato crecía mudio el viento y hacia mucho camino de que dudaba, y era muy gran cerrazón, y llovía: mandé amainar el trinquete". 1493.
Al volver a España con su flota se encontró con una fuerte
tormenta que duró tres días. Empezó el 12 de febrero con "mucho trabajo y peligro". El 13 "blandeó un poco el viento; pero luego creció, y la mar se hizo terrible, y cruzaban las olas que atormen taban los navios". El día 14, "creció el viento, y las olas eran es pantables, contraria una de otra, que cruzaban el navio que no podía pasar adelante ni salir de entremedias dellas y quebraban en él:... crecía mucho la mar y el viento". En esta ocasión, el Almirante, escribió una relación de sus descubrimientos y encen-ándola en un paño encerado, la colocó en un barril, lanzó éste al mar en la es
peranza que pudiera llegar a las plajms españolas. 1494. Llevando a cabo su segundo viaje, ancló en el Cabo de
Santa Cruz y experimentó "el 16 de julio tal .huracán que el Almi rante declaró que sólo el servicio de Dios y la extensión de la Mo narquía le inducirían a exponerse a semejantes peligros". 1498. ". . . . navegué al Sudueste cuatrocientas y ochenta mi
llas, que son ciento y veinte leguas, adonde en anocheciendo tenía la
estrella del Norte en cinco grados; allí me desamparó el viento y entré en tanto ardor y tan grande que creí que se me quemasen los
navios y gente, ((ue todo de un golpe vino á tan desordenado, que no había persona (pie osase descender debajo de cubierta á remediar la
vasija y mantenimientos; duró este ardor ocho días; al primer día fué claro, y los siete días siguientes llovió é hizo ñumblado, y con todo no fallamos remedio, que cierto si así fuera de sol como el pri mero, yo creo que no pudiera escapar en ninguna manera."
De Belaciones y Cartas de Cñstóhal Colón, tomo CLXIV, Biblio teca Clásica. Madrid. 1892. APENDICE B
Sobre la conducta de los portorriqueños durante el sitio de loa
ingleses pueden consultarse las siguientes obras: Coll y Tosté, Cayetano: Ataques de los Ingleses a San Juan en 1797. (25®. conferencia.) Boletín Histórico, XH, 193. R1
XJNIVEESIDAD DE PUERTO RICO
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Neumami Gandía, Eduardo: Gloriosa Epopeya.
Ponce, F. R.
1897.
: Patriotismo de D. Ramón de Gastro
y demás heroicos defensores de Puerto Rico en 17.97. En Benefuciores y Hombres Notables de Puerto Rico. Ponce, P. R., 1896. I, 269. Diario y docimentación del sitio que pusieron los ingleses a la
ciudad de Puerto Rico en 1797. En Tapia: Biblioteca histórica de Puerto Rico. P. R., 1854. págs. 550—587.
Lealtad y heroísmo de la Isla de Puerto Rico, 1797-^1897.
San
Juan, P. R., 1897.
Córdova, Pedro Tomás de: Memorias, III, 69-119. Véase además el Acta del Cabildo Municipal de la Ciudad de San Juan, de 29 de octubre de 1799. (Archivo del Ayuntamiento.) APENDICE C
Comunicación del Gobernador Marchesi al Ministerio de Ultramar. Excmo. Sr. Ministro de Ultramar. Excmo. Sr.:
Un triste acontecimiento cpie ha llenado de desolación y de luto á esta Isla tengo que poner en conocimiento de V. E.
El dia 29 de Octubre último se desató un fuerte huracán, empe zando á la una de la tarde por la costa N. O. de la Isla y corrién dose sucesivamente á toda ella hasta media noche, á cuya hora amainó algo y se pudo tener conocimiento de los estragos que habla causado. En la capital ha sido de poca consideración; tanto que al ama necer del dia siguiente, se avistó el vapor-correo de la península, el cual entró pocas horas después, sin haber sentido los efectos del tem poral.
Pero en los demás pueblos de la Isla y particularmente en los campos los resultados han sido desastrosos.
Los partes oficiales que he recibido de todas las autoridades loca
les contienen pérdidas enormes y desgracias de consideración, á pesar de no conocerse aun en toda su extensión; de modo que puede ca lificarse el suceso de verdadera calamidad pública. En los diferentes puertos de la Isla se han perdido siete buques con el cargamento y la tripulación; otros siete han sufrido grandes
averías ademas de un considerable número de lanchones y botes que han sido sumergidos.
Las casas que habita la gente pobre y que en el pais se conocen con el nombre de bohíos, han desaparecido casi por completo, dejando sin abrigo y en la mas espantosa miseria á mas de tres mil familias.
LOS nUlíACAXKS DE PUERTO RICO
53 .
Las demás casas todas han tenido averías de mas ó menos eonsi-
deraeion, habiendo pueblos en que no ha quedado ni una sola ilesa y siendo mas de mil las que se han destraido por completo. De los edificios públicos, son muy pocos los que no se han resen tido; veinticinco Iglesias se han destruido por completo. No conozco aun detalles sobre las pérdidas experimentadas en las obras públicas; pero deben haber sido enormes, pues casi todos los rios se salieron de madre, llegando las aguas á mayor altura extra ordinaria y desconocida en el país. Hasta ahora solo se sabe la caída de catorce puentes.
En los campos es difícil describir lo que ha pasado y casi impo sible apreciar las pérdidas. La mayor parte de las haciendas han perdido sus fábricas de elahoi'acion y los frutos que tenían cosechados. El ganado se ha abogado en su mayor parte, no conociéndose aun el número de reses muertas, pero debe ser grande á juzgar por los pocos partes de algunos pueblos en que se detallan estas pérdidas. Las siembras de caña y de café han sufrido muchísimo y los fru tos menores como plátanos, maíz, arroz y otros se han perdido por completo lo mismo que las plantas tuberculosas como batatas, ñames, yautías y patatas que han sido arrastradas por las corrientes, dejando en la miseria á los pequeños cultivadores, que aquí se llaman gibaros y privando del alimento ordinario á la clase proletaria, que se man tiene casi exclusivamente de aquellos frutos.
Debemos sin embargo dar gracias á la Providencia, porque el nú mero de víctimas ha sido corto en proporción de los estragos que el bnracan ba hecho en los terrenos, en los edificios y ganados.
Hasta ahora solo ascienden á doscientos muertos, heridos y contu sos en toda la Isla entre náufragos, ahogados en los rios y aplastados por la caída de las casas, siendo reducido el número de .herido.s y
contusos y muy probable c(ne el de muertos sea mayor. Sensible y doloroso hubiera sido este espantoso desastre en cual quiera época en que se hubiese presentado, pero en las circunstancias actuales ha sido para el jiais un golpe de muerte y para este gobierno un conflicto difícil de remediar.
En efecto después de la larga y penosa crisis monetaria que ex
perimentamos, de la paralización de las trairsaeciones comerciales, de la baja de las rentas públicas, de las cargas enormes que pesaban
sobre el tesoro, del atraso en que se hallaba la recaudación á conse
cuencia de haberse ejecutado muchas fincas por la suspensión del privilegio de Indias, y del desembolso hecho por estas cajas, para hacer frente á los gastos de guerra de Santo Domingo, un suceso de
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UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
la especie del huracán que acaba de tener lugar, es capaz de abatir el ánimo mas sereno, y no bastada fuerza de voluntad, para hacer frente á la grave situación que ha creado. Los efectos empiezan ya á sentirse con intensidad en la carestía y escasez de los mercados y en el inmenso número de indigentes que recorren las calles de los pueblos y los caminos, implorando casi des nudos la caridad pública.
La c'obranza de los impuestos va á dificultarse de un modo terri
ble; pues raro es el propietario que no ha experimentado pérdidas de consideración.
En medio de este conflicto general la situación del tesoro no puede ser mas aflictiva, pues se deben dos meses de sueldo á todas las clases
ademas de otras muchas atenciones vencidas que no han podido aun satisfacerse; y con la exigua existencia que hay en las cajas no hay ni lo mas preciso, para dar pan á los infelices que han quedado en la miseria, aunque toda ella se destinase á este objeto, desatendiendo las demás obligaciones del Erario.
En tan crítica situación, y AÚéndome jlor la fuerza de las circuns tancias obligado á hacer algo en favor de la clase menesterosa, ya que al Tesoro le es absolutamente imposible sufragar el socorro ne cesario ; y que no puede contratar empréstito alguno con que suplii' la carencia de metálico, he apelado al único i*ecurso que me quedaba, escitando al sentimiento público en pró de la desgracia y promoviendo suscriciones voluntarias en todos los pueblos de la Isla, creando en ellas Juntas de beneficencia compuestas de per.sonas de reconocida moralidad y arraigo que recauden los productos de la pública caridad y los distribuyan equitativamente en cada localidad entre los mas necesitados.
Al propio tiempo he autorizado á los Municipios para que ec.hen mano de aquellos fondos cuya inversión sea menos urgente y los apliquen al socorro de la indigencia y á la adquisición de subsisten cias encargando á los Corregidores y Alcaldes el mayor esmero en
la observancia de las reglas de la higiene pública, para evitar que la miseria, el estancamiento de las aguas y los miasmas pútridos ])roducidos por la muerte de animales, desarrollen una epidemia v venga á añadir una nueva calamidad á las muchas que ya esperinientamos. Esto es todo cuanto ha estado en mis manos practicar para hacer
frente a las necesidades del momento; pero debo manifestar con
franqueza, que los medios empleados los considero ineficaces, para aliA'iar el mal, porque las existencias de las Cajas municipales son muy ¡tequeñas y los productos de la caridad pública tampoco podrán ser considerables, no porque no abunde este pais en almas generosas
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
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y caritativas, sino porque la crisis lia heclio sentir sus efectos á todas las clases de la sociedad, y el huracán ha venido á afectar á todas las fortunas.
Debo sin embargo hacer presente á V. E. que muchos pueblos de la Isla han remitido ya listas de suscritores; y que todos los fun
cionarios públicos civiles y militares han 'ofrecido espontáneamente dias de su haber, para atender á la clase menesterosa.
Proveyendo la ineficacia de las disposiciones que humanamente he podido adoptar, y Considerándolas únicamente como un paliativo ín terin el Gobierno de S. M. (q. D. g.) tiene conocimiento de los hechos
y pone con mano pródiga remedio á este mál, he acudido igualmente al Capitán General de la Isla de Cuba esponiéndole la crítica situa ción en que me hallo á fin de que con la urgencia posible remita cien mil escudos á cuenta de la cantidad que a esta Isla adeudan aquellas
Cajas por anticipos hechos para la Guerra de Santo Domingo; ro gándole que exite igualmente el sentimiento público de aquellos ha bitantes y promueva una suscricion en favor de los desdichados Puerto-riqueños.
Confío en que el bondadoso corazón de S. M. la Reina no podra menos de conmoverse al ver la aflicción de sus leales súbditos y to
mará la iniciativa, excitando la caridad en todas las provincias del Reyno en favor de sus hermanos de esta Antilla, sin perjuicio de las demás disposiciones que eu su elevado criterio el Gobierno tenga por conveniente adoptar, para evitar mayores males á este infortunado pais.
Aun cuando sin suficientes detalles para apieciar la extensión de
los. da.ños causados por el temporal, remito a V. E. el adjunto estado
en el que se contienen las pérdidas que hasta ahora son conocidas,
según los partes que han dado las Autoridades locales de la Isla, sin perjuicio de x-emitir á V. E. parte detallado de todo lo ocurrido tan luego como sea posible hacerlo.
Dios guarde á V. E. muchos años.—Puerto Ric'o 5 de Noviembre de 1867.—Excmo. Sr.—José Mai'chesi.^ APENDICE D
Comunicación al Gobierno superior Civil de la Isla de Cuba. Excmo. Sr. Gobernador Superior Civil de la Isla de Cuba. Excmo. Sr.
Un ti'iste acontecimiento acaba de llenar de luto y desolación á los habitantes de esta Provincia. ' Fontán y Mera, ob. cit., págs. 114-117.
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UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
El dia 29 de Octubre último se declaró un fuerte huracán que
empezó por la costa N. E. á la una de la tarde y se corrió por toda la Isla durando hasta media noche. Según los paihes que he podido adquirir ha sido el mas desastroso de cuantos registran los anales de este país. Difícil es describir el horroroso cuadro que presenta, y con tristan el ánimo los partes que continuamente están llegando de los pueblos, en los que cada vez es mayor el número de desgracias que se enumeran. Hasta ahora hay mas de 200 muertos entre náufragos
ahogados por las crecientes de los rios y aplastados por la caida de la,s rocas. Veinte y cinco edificios públicos se .han desplomado con la violencia del viento habiendo quedado resentidos los demás con ave rías de mas ó menos con.sideración. Mas de mil casas, muchas de ellas de mampostería han venido al suelo quedando otras varias sin techo y resentidos casi todos. Las chozas ó bohíos de la clase pobre
han desaparecido casi por completo, dejando .sin habitación á millares de familias y á unas tres mil en la mas espantosa miseria. En los puertos se han ido á pique siete grandes embarcaciones con sus cargamentos y tripulación, otras siete han quedado inútiles,
aunque salvándose la tripulación, ademas de un númer'o considerable de buques varados, otros que han tenido averías de mas ó menos im-
portancia, y multitud de pequeñas embarcaciones que .han desapare cido.
Peí o donde el cuadro se presenta mas triste y desconsolador es en los campos. Las fábricas de las haciendas han quedado inútiles en su mayor parte; perdidos los frutos cosechados y destruidos los
que esta,han por cosechar. Los ganados ahogados en gran parte por las crecientes, los cuarteles de la esclavitud han sido casi todos des
truidos, no teniendo los hacendados en donde cobijarla. •La caña perdida, el cafe poco menos y los frutos menores y plan tas tuberculosas arrasadas por completo.
Las subsistencias se han encarecido de un modo prodigioso, sin tiéndose en los mercados una gran escasez de víveres, mientras que por las calles de los pueblos y por los caminos pululan multitud de personas medio desnudas implorando la caridad pública. En medio de tanta calamidad el Tesoro público se halla en la situación mas precaria: con una exigua existencia, suspendida la re caudación de las rentas públicas por efecto del de.sastre general: de■biendo á todas las clases dos meses de sueldo, ademas de otras aten ciones vencidas que no han podido cubrirse.
Contrista el ánimo no
poder hacer frente á las mas perentorias nece.sidades y atender á lo menos a la subsistencia de tanto indigente e.spuesto a perecer de hambre.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
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En tal concepto, por el mismo vap'or que lleva esta comunicación me dirijo al Gobierno de S. M. (q. D. g.) esponiéndole la precaria situación de esta Antilla y el triste estado del Tesoro, á fin de que la auxilie con algunos recuraos y promueva en la Península una susci'icion voluntaria á favor de los desgraciados que han sufrido los teiTihles efecto del huracán, pero por grande que sea la largueza de la Eeyna y mucha la actividad del Gobierno en acudir á aliviar los
males (jue afligen á este desdichado pais no llegarán á tiempo á so correr las mas apremiantes necesidades del momento; y por eso no he dudado en acudir á V. E. rogándole que con toda urgencia remita
cien mil escudos para cubrir tan perentorias y humanitarias atencio nes, no dudando de su reconocida filantropía que prescindirá de otras
menos precisas en favor de las que no admiten espera, y que si á esas cajas les es posible desprendex'se de mayor suma la remesará
desde luego. Al propio tiempo espero merecer de V. B. que tomando la iniciativa en esa Isla á favor de los habitantes de Puerto Rico pro
moverá una suscrición para socorrer á los desgraciados.
Con el objeto de que el Gobierno de S. M. (q. D.g.) conozca cuanto antes el triste acontecimiento que motiva estas líneas tengo el honor de remitir á V. E. el adjunto resumen de las pérdidas sufridas
para que se sirva comunicarlas por telégrama.—Dios guarde a "V. E. muchos años.—Puerto Rico Noviembre 5 de 1867.—José Marchesi.^
APENDICE E
Decreto del 10 de Diciembre de 1867. Numero 1.—Relación de los artículos de consumo alimenticio y de aplicación al
cultivo que se declaran libres de derecho á su importación en las islas Fili pinas Y en la isla de Puerto Rico, conforme a lo dispuesto por el Real de creto de fecha arriba indicada.
1°. Aceite de comer, incluso el envase. 2°. Ai-roz, incluso el envase. 3°. Bacalao. 4°. Carnes saladas ó ahumadas de vaca y carnero, y de
cerdo, jamones y paletos. 5". Garbanzos. 6''. Granos, legumbres y semillas, como avena, centeno, alubias, maiz, lentejas y otros seme jantes. 7". Ilarina de trigo y de otros cereales, incluso el envase.
8". Hortalizas verdes, ajos, cebollas, patatas y otras semejantes. 9°. Manteca de leche y de cerdo. 10. Féculas alimenticias. 11. Pescados secos, salados, ahumados, en salmuera, 6 escabeches y sardinas saladas.
12. Tasajo. 13. Tocino y tocineta. 14. Trigo. 15. Carnes vivas. 16. Ganado asnal, caballar, mular, lanar, vacuno, ganado de cerda y los ^ Fontán y Meras, ob. ext., págs. 117—118.
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
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carabaos. 17. Arboles, plantas vivas y semillas para plantíos y siem bras. 18. Carbón mineral y vegetal. 19. Pescado vivo.
Aprobado por S. M.—^Marfori. Numero 2.—Relación de los abonos y de los ap.aratos ineeánicos para la agricul tura, la industria, la fabricación y el cultivo que se declaran libres de dere cho á su importación en Puerto Rico por Real Decreto de esta fecha.
1°. Guanos y toda clase de abonos naturales y artificiales. 2°. Má quinas y toda clase de aparatos é instrumentos mecánicos que se im porten para la agricultura, arrastre de .sus frutos en el interior de las fincas y cualquiera otra clase de ai)]icaeion y que tiendan á eco
nomizar brazos ó á hacer de cualquier modo menos costosa la esplotacion de las propiedades rústicas ya en cultivo ó que para lo suce
sivo se beneficien. 3°. Máquinas y aparatos mecánicos de todas cla ses con destino á las operaciones que tienen por objeto la esplotacion industrial de los ingenios, desde el arrastre de la caña y la molienda de la misma, ha.sta el envase del fruto y su estraccion de la finca, asi como todas las partes ú objetos componentes ó auxiliares de dichas máquinas ó aparatos, siempre que sean artículos que usualmente no
tengan ó reciban otras aplicaciones no peculiares de los ingenios. 4°.
Máquinas y aparatos con especial destino á la esplotacion industrial de las fincas en que se cultive el cacao, el café y el algodón. 5". Ma quinaria con destiño especial á la aiiertura de pozos artesianos. 6°. Molinos para pilar el arroz y preparar el maiz.
Madrid 10 de Diciembre de 18G7.—Aprobado" por S. M. Marfori.^
APENDICE F
Reglas sobre los préstamos a las víctimas del huracán de San Narciso.
Sesta; Los préstamos como reintegrables, se darán por las Juntas de mod'o que quede asegurado el reintegro, .según la voluntad espresa de S. M.
Sétima: Para conseguir este reintegro, los iiréstamos serán hipo tecarios ó se darán bajo la garantía de dos pex-sonas de arraigo abo nadas á satisfacción de las Juntas, quienes mancomunadamente se obliguen con el fiado in solidum como principales pagadores, con re nuncia espresa de los privilegios concedidos á los fiadores.
Octava: Las hipotecas que se otorguen para recibir los préstamos serán precisamente especiales y consistirán en bienes libres de toda 1 Qaceta de Puerto Rico, 4 de enero de 1868.
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
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otra responsabilidad y de un valor al menos doble del préstamo que se reciba.
Novena: Los que aspiren á obtener préstamos con .hipoteca, acom pañarán precisamente á la esposicion en que los soliciten,-los^ítulos"
de propiedad de la finca ó fincas que traten de hipotecar, certificación de dos peritos que tasen su Amlor, y otra del oficio de hipotecas en que se acredite la libertad de todo gravamen. Décima: Una vez garantizado suficientemente á juicio de la Junta
el reintegro de los préstamos, los que los reciban otorgai'án la corres pondiente obligación siendo de su cuenta los gastos que 'originen. Undécima: Los plazos y condiciones del reintegro se fijarán por
las respectivas Juntas en cada obligación que se otorgue, según las condiciones de la localidad y de la persona socorrida; pero dentro
del plazo máximo de diez años con hipoteca y de cinco con fianza, pai'tiendo del principio de que la mente de S. M. es que se haga una obra benéfica y que el auxilio sea todo lo eficaz que exija la nece sidad por que se otorgue: los plazos, pues no serán angustiosos ni
cortos; antes al contrario se dan para el reintegro dentro del seña lado como máximo, todo el tiempo que prudencialmente se crea bas
tante para que los que reciban los préstamos, puedan cómodamente enjugar ios quebrantos que hayau .sufrido y devolver la.s cantidades recibidas.
Duodécima: Podrá autorizarse el reintegro de los présta-ios en
cantidades parciales por años ó por meses á Amluntad de los agracia dos siempre que c.stas entregas parciales no bajen de la décima parte del total (pie recibieron. Trece: Terminado el plazo, si los que reciban préstamos no pa
gasen, se procederá contra ellos ante los tribunales de justicia en la fonna y por las lAcrsonas que en su dia se determine. En .su consecuencia encargo á todas las Autoridades locales que
por cuantos medios estén á su alcance y sean de costumbre, las hagan pul)licar en el territorio de su mando, no perdonando medio alguno de hacerlas llegar hasta el mas apartado rincón de cada barrip. En
la inteligencia de que los Presidentes de las Juntas no tendrán en cuenta para ninguno de los efectos que dichas reglas espresan las solicitudes pi'esentadas anteriormente á la publicidad de este Decreto, debiendo ceñirse siempre al estricto cumplimiento de los enunciados precei^tos que son los emanados de la Soberana voluntad de S. M.—• Puerto Rico 10 de Marzo de 1868.—J. Pavia.^ ' Gaceta de Puerto Rico, 12 de marzo de 1868.
■
' 60
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO APENDICE G
Manifiesto del Gobernador Davis a los Alcaldes de la Isla.
CUARTEL GENERAL Departamento de Puerto Rico
San Juan, Agosto 10, 1899. A los 8res. Alcaldes de la Isla
Causándome pena profunda llegan á mi conocimiento las noticias de los males cpie ha ocasionado en la Isla el ciclón del día 8 del co
rriente, de.jando sin hogar á millares de seres infelices y creando un estado de miseria digno de inmediata atención.
Utilizando la autoridad y medios que están á mi alcance para mi tigar en lo posible esa desgracia general, dirigí un cablegrama á
Wáshington dando cuenta del fatal acontecimiento, y solicitando que se haga público para que las personas caritativas en los Estados Uni
dos auxilien á las víctimas del .huracán con fondos, alimentos y ves tidos.
He dispuesto la formación de una Junta de auxilios en e.sta Ca
pital, que celebrará reuniones diarias, con el encargo de recibir y organizar los recursos que se destinen al benéfico fin de remediar á los necesitados.
Juntas de tres personas de respetabilidad, serán asimismo forma das en todos los pueblos para obrar de acuerdo con la Junta de San Juan en el objeto indicado.
Las peticiones de socorros que se hagan de cada pueblo, serán dirigidas al Presidente de la Junta de San Juan, Coronel John Van R. Holff.
Yo abrigo la esperanza que las Autoridades de los Estados Uni dos, tomaian medidas y resoluciones que beneficien de modo conve
niente a los agricultores, salvando además la penosa situación que agobia actualmente á las clases menesterosas.
Réstame hacer un llamamiento á los elementos pudientes de la
Isla, para que en todos los pueblos se levanten suscripciones, bajo la dirección de las Juntas locales indicadas, con aplicación á mitigar el infortunio de las víctimas del temporal.
Seguro estoy de que en esta 'ocasión, como siempre, quedarán acre ditados los generosos y caritativos sentimientos de los habitante.s de este pals.'^
(Firmado)
Geo. W. Davis,
Oohernador General Comandante. ' Gaceta de Puerto Rico, 12 de agoato de 1899.
X LOS HURACANES DE PUERTO RICO
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APENDICE H
Ordenes Generales
Cuartel General
Departamento de Puerto Rico No. lió
San Juan, Agosto 11, 1899
A fin de averiguar con exactitud los efectos del reciente huracán en los distritos municipales de la Isla, establécese en ésta doce divi
siones de inspección, correspondientes á los doce puestos militares, comprendiendo respectivamente las municipalidades relacionadas á continuación: II. Humacao
I. San Juan
1. Bayamón.
1. Patillas.
2. Trujillo-alto.
2. Naguabo.
3. Loíza.
3. Juncos.
4. Luquillo.
4. Maunabo.
5. Río-piedras.
5. Ceiba.
6. Carolina.
6. Piedras.
7. Rio-grande. 8. Fajardo.
7. Yabucoa.
8. Arroj'O. lY. Aibonito
III. Catey
1. Salinas. 2. San Lorenzo.
3. Cáguas. 4. Guayama.
1. Sabana del Palmar.
2. Aguas-buenas. 3. Cidra.
5. Gurabo. V. PONCE
1. Juana Díaz. 2. Coamo. 3. Barros.
VI. San Germán
1. Cabo-rojo. 2. Sabana-grande. 3. Lajas.
4. Barranquitas. ó. Santa Isabel. VIII. AguadHiLA
VII. Mayagüez 1. Maricao.
1. Isabela.
2. Hormigueros.
2. Moca.
3. Añasco. 4. Las Marías.
3. Rincón.
4. San Sebastián.
5. Aguada.
j-í
62
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
IX. Arecibo
X. Manatí f
1. HatiUo. 2. Quebradillas.
1. Vega-baja. 2. Toa-baja.
3. Camuy. 4. Barceloneta.
3. Dorado. 4. Corozal.
'J
5. Cíales.
6. Vega-alta. 7. Toa-alta.
8. Naranjito. 9. Morovis.
XI. Lares
1. Utuado.
XII. Adjuntas
1. Yaueo. 2. Peñuelas.
3. Guayanilla.
Los Comandantes de puestos quedan designados como inspectores de las respectivas divisiones, é inmediatamente enviarán á un oficial,
individuo d« las clases ó soldado inteligente para averiguar la imp'ortancia de los daños causados á las casas y á las cosechas; el nú mero de heridos y enfermos y el de los necesitados; la cantidad pro
bable de comestibles en el distrito y los puntos que exigen inmediata atención. Dichos informes se remitirán á este Cuartel General á la
mayor brevedad posible. También será obligación de los inspectores vigilar la distribución de los fondos y efectos enviados para su dis tribución entre los pobres, por la Junta de Beneficencia, ó de otras procedencias.
Por mandato del Brigadier General Davis; W. P. Hall.,
Ayudante General} APENDICE I
Junta Superior de Sanidad
Se llama la atención de todos los Alcaldes respecto! de la inme diata necesidad de limpiar completamente las poblaciones de sus dis tritos y poner todo en él en las mejores condiciones higiénicas. Con esto se faeüitará trabajo á los ociosos y se evitan las enfer
medades. Todo hombre de habilidad física que n'o esté ocupado en otros trabajos se empleará inmediatamente en dicha obra. ^Gaceta de Puerto Rico, 15 de agosto de 1899.
T> LOS HURACANES DE PUERTO RICO
-63
Se recomienda con especialidad que á las personas y animales muertos se les dé sepultura inmediatamente.
Por orden de la Junta Superior de Sanidad, JoHN Van R. Hopp, Presidente.^
APENDICE J
Junta de Caridad de Puerto Rico
Con el objeto de facilitar la emisión de raciones á los necesitados
se lia preparado la siguiente targeta: Núm Nombre
Resid"
1899.
Número de familia
Adultos
Niños
Certifico que los arriba nombrados son indigentes y necesitarán comida para Adultos Niños, por semanas.
Presidente de la Junta de Caridad.
Una ración semanal pesa 7 libras. Eeeha
Expedido Expedido Expedido Expedido
Hab.
Arroz
Kilos
Kilos
Kilos
1' semana 2' semana 3' semana 4' semana
Esta targeta es intrasmisible y solo sirve en este Distrito. Debe presentarse antes de ser despachada y constará en la última emisión. Si fuere necesario se expedirá una nueva targeta por el Presidente de la Junta de Caridad. Cada emisión debe anotarse en un libro. Identificación
del pulgar
Estas targetas se están imprimiendo con toda la rapidez posible, pero probablemente no habrán terminadas las necesarias para la pri1 Qaceta de Puerto Rico, 16 de agosto de 1899.
/ /I 64
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
mera emisión de comida. Se suplica por lo tanto á todos los Alcal
des tengan dichas targetas preparadas al momento, en sus respectivos distrito.s, llenándolas y firmadas por la Junta Local de Caridades, de modo que todo esté dispuesto para la inmediata emisión de las pro visiones á su llegada á las Alcaldías. Un censo de todas las personas necesitadas deberá, formularse al momento.
Por orden de la Junta de caridades de Puerto Rico, JoHN Van R. Hopp, Presidente}
APENDICE K
Ordenes Generales
No. 124
Cuartel General
j
Departamento dk Puerto Rioo
gan Juan, Agosto 19, 1899
I. Habiendo llegado á noticia del Comandante del Departamento que hombres robustos y sin ocupación, rehusan traba,iar por .iornales
equitativos, dispónese por la presente que á ningun'o de los tales se
les permita proveerse, para sü uso ó el de su familia, de los víveres destinados para socorrer á los menesterosos. A todos los que reciben socorros de comestibles se les exige hacer el trabajo ó prestar el ser vicio que ordene el inspector de su división.
II. Toda persona que malversare cualquier material .suplido para .socorro de los menesterosos, ya obteniéndolo fraudulentamente, ya
vendiéndolo ó de otro modo disponiendo de él, será castigado con una multa que no pase de $500.00 ó prisión máxima de un año, por cada infracción.
III. Cuando no es posible conseguir víveres en ninguna otra parte, queda autorizado el inspector de división para vender á precio de costo (según lista del Comisario de Guerra) directamente á los jefes de familia residentes en su distrito, de la exi.stencia de víveres que tenga en su depósito, lo absolutamente necesario para impedir el hambre en dichas familias. La cantidad de alimento así vendida no pasará de la provisión correspondiente á una semana á razón de una libra diaria por cada individuo de la familia. Del dinero recibido por este concepto se dará cuenta á la Junta de Beneficencia para
Puerto Rico, en San Juan, con arreglo al régimen general que pres criben las Ordenanzas Militares.
Por mandato del Brigadier General Davis: W. P. Hall, Ayudante General.2 ^ Gaceta de Puerto Rico, 16 de agosto de 1899. 2 Gaceta de Puerto Rico, 21 de agosto de 1899.
\ y 65
LOR TIUJÍACAXES DE PUEETO EICO APENDICE L
O L'ARTEL GENER.-VL
Ordenes Generales
DEPARTAirEXTO DE PUERTO ElOO
San Juan, Agosto 22, 1899 _ _
No. 12Ó
Rn t'ista del reciente huracán que ha asolado esta Isla, dispónese
por la presente ((ue el eohro de las contribuciones á los terratenientes, por el Tesoro Tn.snlar y los IMunicipios, y él de las atrasadas que se A'enía haciendo jior la vía de aprendo, .se suspendan hasta nuevas órdenes. A los dueños de fincas urbanas cuyas casas hatean sido des
truidas ó muy deterioradas ])or la tonnenta, se les condona la con tribución, previo expediente justificativo. Por mandato del Brigadier General Davis; W. P. Hale,
Ayudante General} APENDICE M Cuartel General
Ordenes Generales
Departamento de Puerto Eioo No. 32
San Juan, Septiembre 1, 1899
Ba destrucción cansada por el reciente temporal aunque en sí
lamentable, puede, después de todo, resultar en beneficios materiales liara los habitantes de Pnei'to Rico.
Entre estos beneficios no es el de menos importancia la oportu
nidad que brinda para hermosear las ciudades y aldeas, mejorando á la vez sus condiciones sanitarias.
A e.ste propósito se invita la atención hacia la circular de Jumo 1893, expedida por el Gobernador General español, cuyas disposi ciones (luedan confirmadas, ha.sta donde sean aplicables en las actuales circunstancias, y salvo las variantes introducidas en ellas por la pre-
8
sente.
/ j- •
El casco de cada una de las poblaciones de la Isla deberá divi dirse en tres zonas, á saber:
1". Aquella en que no se podrán construir sino casas de piedra, ladrillo ó manipostería.
2=». Aquella en que los edificios ]iodrán ser de ladrillo, piedra, manipostería ó madera, debiendo estos techarse de metal 6 tejas y construirse sólidamente. Podrán emplearse también materiales que sean tan duraderos como la madera.
•3". Aquella en que las casas podrán construii*se de materiales li geros. con techos y costados de paja ó yagua. -
> Gaceta de Puerto Pico, 23 de agosto do 1899,
,.
. i
i
.
/
A
66
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
Se llama especialmente la atención hacia la 3". zona, que por lo general es una colección de bohíos de mala apariencia, los cuales por sus condiciones malsanas, constituj'-en una amenaza á la salud pública.
Esta zona, al igual de las demás, deberá trazarse en calles y calle juelas bien definidas. En la 3". zona cada calle deberá tener por lo menos diez metros de andiura, y cinco las callejuelas.
Cada solar
deberá medir 336 metros cuadrados (8x42 metros), lo cual propor cionará espacio suficiente para una huerta ó jardín, á más de la casa,
debiendo^ ésta situarse á tres metros de la línea de la calle. Ningún solar deberá ser ocupado por más de una familia, ni con tener más de una vivienda. Cada casa habrá de tener una letrina,
construida en la debida forma y situada á conveniente distancia de
ella; también se colocarán pozos en los sitios que al efecto designe la Junta de Sanidad.
Por mandato del Brigadier General Davis: W. P. Hall.
Ayudante General.^ APENDICE "N" DECIMA
EL CICLON DE SAN FELIPE
La ''Cruz Roja'' de Aguadilla Con motivo del ciclón. Les está ayudando a ios pobres Con dinero y mantención.
El temporal nos dejó Con la agricultura en ruina, Desolando propiedades Y viviendas camijesinas;
Ellos tesoneramente
La zona urbana también.
Se esfuerzan por remediar Las funestas consecuencias
Sufrió malas consecuencias
De un gran fuerte temporal Que arrasó todos los campos De Aguadilla en general
González Mena y Añeses
Miembros de la Cruz Roja Se ven en todos los sitios
Haciendo muy buenas obras; Ellos saben que el ciclón A todos dejó muy mal, Pero la "Cruz Roja" tiene
Dinero para afrontar Los peligros del tornado
Que hizo estrago en general.
Dejando a familias pobres
Sometidas a la indigencia Pero la "Cruz Roja" nos da Comida y buena asistencia.
La gran ciudad de Aguadilla Siempre ha sabido, bien, dar Su gran mano protectora : Para los pobres ayudar. En cualquiera otro tiem]io Que se presente al azar,
La Cruz Roja está por medio Para poder remediar El hambre y las desnudeces Del país en general.-
1 ffctceía de Paerio Blco, 9 de septiembre de 1899.
Cruz Bofa en Puerto Rico ^ El t^r'^es"
R.''
LOS HUEAOANES DE PUERTO RICO
67
DECIMA
LA CRUZ ROJA AMERICANA
Todavía queda en el mundo algo que debe elogiarse;
Siempre que el dolor asalte en una playa lejana
algo que debe apreciarse
veo flotar un estandarte:
con un respeto profundo. El fuego del sentimiento
la Cruz Roja Americana,
prendió la luciente llama
por el dolor afligido que todo no está perdido en un abismo profundo ni está todo corrompido en ese pueblo fecundo.
como diciéndole al mundo
instruyendo el pensamiento con la caridad cristiana,
dejándonos el ejemplo
la Cruz Roja americana. Ese gruijo hospitalario socorriendo al afligido me recuerda aquel santuario que lo contemplé dormido;
Fué verdad que el sentimiento, la maldad y el egoísmo, quiso tomar como asiento las formas del fanatismo.
a veces veo una diosa
También es cierto que hoy día
con su cabellera cana
la Cruz Roja americana
como una hada misteriosa
habla de una edad lejana que cual perfume de rosa será la familia humana.
^
tiene presa el alma mía al socorrer a porfía esa amada tierra mía
que es la tierra bormcana.
Que tierno y sentimental
También mi Quisqueya hermana,
ese grupo americano:
llbi-c, sabia, independiente, contribuye honestamente con su caridad potente do resignación cristiana, contemplando tiernamente
viene de un país lejano cruzando el azul del mar;
ahora no viene a reir con astucia de invasor
hoy se acerca a redimir
a su hermana borincana,
tratando de relucir
sintiendo sencillamente
su verdadero esplendor
aquel recuerdo latente
ante quien puede sufrir.
de la raza indo-antillana.
Parece que en el dolor los pueblos confraternizaxi que pronto se simpatizan camina a prisa el amor.
Hasta el hombre espectador
que aparte de la mudanza se aleja con la esperanza de ser solo un soñador
contempla con sacro ardor la lumbre de bienandanza.' ' Copia facilitada por la Srta. Beatriz Lasalle.
-I ■ fui
UiN'lVERSIDAD DE PUERTO RICO
68
ArKNDICE N'
LISTA DE LOS HURACANES OCURRIDOS EN PUERTO RICO
Siglo XVI Año
1508. 1515. 1526.
Mes
sNombre
Día
Fuente Histórica
Agosto
San Roque
Julio Octubre
San Laureano.
Archivo de Indias, 2-1-1/23. 1. Archivo de Indias, l-l-l.
San Francisco. Santa Ana....
Gobernador Lando.
1530. 1530, 1530. 1535
Julio
1537 1568
Julio Agosto
1575
Septiembre
Licencia<lo Vadillo.
San Hipólito..
Agosto Agosto
San San San San San
Septiembre.
Gobernador T/ando. 2. Gobernador Lando. 3. Oficiales Reales.
Ramón... Leoncio.., Pío Bartolomé Mateo
Oficiales Reales.
Licenciado Torres Vargas. Licenciado Torres Vargas.
Siglo XVII
i 1
1615
1
1626
Septiembre Septiembre....
i»
1642
Septiembre...
1657
Agosto
Licenciado Torres Vargas.
12 15
Gobernador Juan do líaro. 4.
?
?
Fr. Damián López de Ilaro.
9
Gobernador José de Novoa. 4-
Siglo XVIII 1718.-..
Septiembre...
Santa Regina,.
Gobernador Bcrtodano. 4.
1722...
Agosto Agosto Agosto
San Agustín..'..
Morcan de Jonnes. 4.
1730.-.. 1738...
Santa Rosa Santa Rosa
Oficiales Reales. Real Códula No. 72. 5.
1738:. ,
Septiembre...
San Leoncio
Pedro Tomás de Cóidova.
1740..
Agosto
San Estoban..
Morcau do Jonnes; Ledru.
1740!.
Septiembre... Septiembre...
San Vicente— San Juilas
Boletín Tlistórico. Archivo de ludias, .56-3-6. 4. ■Moreaii de Jonnes.
1742..
175U.'^
Agosto
San Agapito...
1766..
Septiembre
1766 ".. 1766,,
Octubre
San Genaro... San Marcos...
San Adrián...
1767.. 177Í..
Octubre Agosto Julio
Del Carmen...
Pedro Pedro Pedro Pedro Pedro
1772..
Agosto
San Agu-Stín...
Abbad; Moreau do Jonnes.
1772,. 1775.. 177&.. 1780.. 178(L. 1785;.
Agosto.. .^
San Ramón... San Pedro
Pedro Pedro Pedro Pedro
Agosto Septiembre..
1788..
San Cayetano.
Santa Regina..
Junio
San Antonio. .
Octubre Septiembre.. Agosto
San Paulino... San Lope San Roque
Tomás Tomás Tomás Tomás Tom'is Tomás Tomás Tomás Tomá.s
de de de de de de de de de
Córdova. Córdova. Córdova. 1. Córdova. Córdova. Córdova. Córdova. Córdova. Córdova.
Andrós Poey; Fern vndcz de Castro. Pedro Tomás de Córdova.
Profesor E. B. Garriott. 1.
1. No lo menciona el Dr. CoU y Tosté. 2. Llamado también de San Timoteo.
3. El día 1° de septiembre de esto ano hubo un terremoto con levantamiento del mar que se internó en la tierra. (Herrera, D6c. 4a Lib. 7° pág. 136). 4. No aparece en ninguna de las listas publicadas hasta la fecha.
5. Del 9 de julio de 1739.
I ■
.
..
^
S
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69
LOS HURACANES DE PUERTO RICO Apéndice Ñ LISTA DE LOS HURACANES OCURRIDOS EN PUERTO RiCO-Continuación
Siglo XIX Ano
Mes
1800...
Septiembre Septiembre Septiembre Septiembre
1807. ..
Agosto
1809...
Septiembre
1812...
Julio
1804...
1804... 1805...
4 21
-II '11
1812...
Agosto
18 2 23 21
1813... ,
Julio
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1814...
Julio
181G... 1819... mi- ..
Enero t?)
23 18-19-20
^825... >&e7... 1837... 1846...
1851... WSTT.. 1853.. . •.I8G7... 1871... ^187G.. . 1888... 1889. . . 1891...
1803... 1893...
. 1890... 1899...
Fuente Histórica
Nombre
Día
Moreau de Jonnes. Efemórides. I.
Santa Rosalía San Mateo San Vicente
Pedro Tomás de Córdova. -s. Gobernador Torivio Montes. 2.-— > Pedro Tomás de Córdova.
San Vicente
San .\gapito San Esteban.
Profesor E. B. Qarriott. 1. Pedro Tomás de Córdova. Pedro Tomás de Córdova. Diario Económico. 3. Diario Económico.
San Liborio Santa Juana
San Liborio San Liborio Santa Frisca
Pedro Tomás de Córdova.
Septiembre Septiembre
21
Julio
Agosto .\gosto
26 K 2
Septiembre
IT
San Vicente
18 22 a 26 26 29 21
San Agapito
Acosta.
San Mauricio.. .
Profesor E. B. Qarriott. 1. Gaceta del Gobierno. Gaceta del Gobierno. Fontan. i. Gaceta,del Gobierno.
Agosto
Septiembre Octubre
_Octubre vVgosto
Septiembre
Septiembre.
Septiembre. .liilio Agosto
Agosto
Pedro Tomás de Córdova.
Gaceta del Gobierno.
Pedro Tomás de Córdova. 1. Aeosta?'Tapia. Mapa de ciclones. 1.
San Jacinto
Los Angeles
San Evaristo
Saí^Narcisol^... Santa Juana
•San Fojipe-A^"- •
San Lorenzfl!^. .
Gaceta del Gobierno.
^
5 4
Dr. W. J. Branch. 1.
^
Safí Moisós
Profesor E. B. Garriott. 1.
li
Septiembre.
Moreau de Jonnes; Córdova. 1.
La Monserrate.. Santa Ana......
•13
19
Agosto
San Mateo
San Magín Del Carmen, San Roque.
Rev. Agri. Ind. y Com. 5.
.
La Prensa, i .
La Prensa. El País. 1.
San 011.
San Ciríaco,.j^.
Gaceta de Puerto Rico.
Siglo XX 1910... 1916...
Septiembre..
San Zacarías.
Agosto
San Hipólito.
1926.. .
Julio..
San Lib.oriox
La PrensaLa Prensa.
1928...
Septiembre.. Septiembre,. Septiembre
San Felipe p-ít-
La Prensa.
San Nicolás..
La Prensa. La Prensa.
lIlMT'. . 1932.. .
ÜlSI No
La Prensa.
Sao, Ciiyíáq.^^.
el Dr. ColíVrosle!^*'"*^"
I ^
^\ V
2. Tampoco está en la lista del Dr. Coll. En el documento que poseo, el gobernador se firma como aparece arriba. 3, Coll y Tosté, y Mlller que lo copió, dicen equivocadamente julio 26. 4 Corríjase esta fecha en Coll y en Miller.
II
> iii f
UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO
70
Apéndice O
LOS HURACANES DE PUERTO RICO-MESES Y DÍAS Enero
Año
Julio
Junio
1508.... 1616
Septiembre
Agosto
16 4
1526
4
1630
26
22-31
1535
12
1537 1568
11 24
1575
21
12
1615 1626
15
1642
7
1657,. 1718..
? 7
1722 1730
28 30 30 3
1738 1740 1742 1761 1766 1767 1772
12 11 28
18 19 16
1775 1776
7 10
13
25
1788 1804
16 4-21 11 11
1805
1806.. 1807 1809.
18 2
1812
23
1813
21
23 23
1814 1816 1819
18-19-20 21 8
1824
1825
26
1827
f 'í 17 2
'
.1846
11
1851 1852
18 22 a 26
1853
»
26
1867
29
1871 1876
21
188Í 1889
4
Í9
1891
1893
16
16
1896
1
1890
8
1910
6
1916
22
1928
1931
7-8
7 28-31 1
1780 1785
1837
Octubre
13 10 26
""
1932
LOS MESES TERRIBLES
Julio, con un total de 9 huracanes. Agosto, con un total de 25 huracanes.
Septiembre, con un total de 29 huracanes.
■■ ■
.,•> I
»■ ..
LOS huracanes de puerto rico
71
APENDICE P
HURACANES QUE HAN OCURRIDO EN LA MISMA PECHA
San Liborio, 4 veces 24 de julio. 1812; 1813 ; 1814; 1926. San Vicente. 4 voces 11 de septiembre. 1740; 1805; 1806; 1846. San Afíapito, 3 veces 18 de agosto. 1751; 1807; 1851. San Leoncio, 3 veces 12 de septiembre. 1535; 1615; 1738. San Mateo, 3 A'eces 21 de septiembre. 1575; 1804; 1819. San Roque, 3 veces 16 de agosto. 1508; 1788; 1893. San Agustín, 2 veces 28 de agosto. 1722; 1772. Santa Ana, 2 i'^eees 26 de julio. 1530; 1825. El Carmen, 2 veces 16-de julio. 1772; 1893. San Felipe, 2 A'eces 13 de .septiembre. 1876; 1928.
San Hipólito, 2 veces 22 de agosto. lüSO; ^916. Santa Juana,
2 Aceces 21 de agosto. 1812; 1871.
San Ramón,
2 veces 31 de agosto. 1530; 1772.
Santa Regina, 2 veces ' 7 de septiembre. 1718; 1776, Santa Rosa, 2 A'eces 30 de agosto, 1730; 1738.
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ViÑES, Benito, Apuntes relativos a los huracanes de las Antillas en setiembre y octubre de 1875 y 7fí.
Habana. 1877.
documentos y PERIÓDICOS CONSUI.TADOS
Documentos del Archivo de Indias:
Correspondencia de gobernadores.
Correspondencia de obispos. Correspondencia de personales seculares. Reales Cédulas.
Cartas y Circulares del Gobierno de Puerto Rico. Diario Económico de Puerto Rico. Gaceta del Gobierno ele Puerto Rico.
La Correspondencia de Puerto Rico. La Democracia. El Mundo.
El Tiempo. El País.
El Heraldo E.spañol. El Boletín Mercantil.
Revista de Agricultura, Industria y Comercio.
Las personas interesadas en este asunto pueden consultar la biblio grafía del Dr. Antonio S. Pedreira, publicada en IMadrid en e] pre sente año.
Para un estudio completo del huracán de San Felipe. (13 de Septiembre de 1928) véase la Circular del Negociado del Tiempo, San Juan, P. R. El documento más importante sobre este huracán es el siguiente:
jí
78
LOS HURACANES DE PUERTO RICO
.Toint hearings before tlie Committee on Territories and Insular Possessions, United States Seuate, and tlie Committee on Insular Affairs, House of R-epresentatives, Seventh Congress, Second Session, on S. J. Res. 172 and H. J. Res. 333—A Bill for tlie Reliof of Porto Rico—December 10 and 11, 1928.—Wash ington, 1929.
^.
Sol)rc el ciclón de San Nicolás, (1' de Septiembre de 1931), Hartwell, P. E., ''San Nicolás''—The Tropical Storm of September 1, 1931, in Porto Rico. U. S. Department of Agriculture, Weatlier Burean. Reprint from Monthly Weatlier Review, rol. 59, pags. 347-^3^8. Washington, 1932.
Sobre el ciclón ele San Ciprián: Circnlar del Sr. F. E. Hartwell, "VVeather Burean, San Juan. P. R.
O—0~o
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Waí,.
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Ilustración No, 1.— Trayectoria del ciclón de San Ciríaco, 1899.
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SOAYAMA
■5^" Juan
fiüst'ración No. 2.—Trayectoria del Ciclón de Sái Pélipe, 1928.
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AT€CID0
•yoficE
,GuA-<AMfl
UüHACAa
Ilustración No. 4.—Trayectoria del Ciclón de San Ciprián, 1932.
AdUADI^A
5AM JüAH
Ilustración No. 3.—Trayectoria del Ciclón de San Nicolás, 1931.
•MAYOüC*
ARECIW
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