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Por la unidad de las fuerzas independentistas
Por la unidad
de las fuerzas independentistas
Por Georg H.
Fromm Al comenzar el 1972, el panorama político independentista sigue dominado por el impasse-en las negociaciones entre el MPI (PSP) y el PIP en torno al frente unido electoral. Las declaraciones hechas recientemente por líderes emepeístas, tanto en actos públicos (el homenaje a Hostos en Mayagúez, por ej.) como en las páginas de CLARIDAD, constituyen un nuevo episodio en la disparatada historia del frente unido. En estas declaraciones, el MPI (PSPS no sólo reafirma la consigna, “Unidad o Cero Votos”, aprobada en su asamblea de noviembre pasado, sino que ya comienza a dar por sentado que no se logrará un acuerdo unitario y que los emepeístas llevarán a cabo una campaña de huelga electoral en 1972. Así, por ej., en su artículo, “Las Elecciones: Un Reto” (CLARIDAD, 16 enero 72), Manuel de J. González afirma rotundamente: “Por eso el PSP a partir de febrero comenzará la campaña de “Cero Votos” . Creo que esto es un desacierto político que merece un examen detenido no sólo por ser el disparate más reciente, sino también porque su análisis permite entrever las causas reales del estancamiento de las gestiones uni- tarias durante los últimos meses. I. Anatomía de una
Consigna A primera vista, resulta incongruente que una organización política que apenas había reconocido la conveniencia de la participación electoral en 1972 se proponga ahora desatar una campaña de huelga electoral. La incongruencia se dramatiza al plantearnos el problema: ¿cómo se podría justificar ahora un boicot electoral? No se podrían usar los argumentos tradicionales (que las elecciones son coloniales, que no deciden nada, que son meramente un carnaval publicitario, etc.) : pues el liderato emepeísta los conocía a perfección (ya que los había usado en ocasiones anteriores) y, a pesar de ello, llegó a la conclusión de que convenía participar en los comicios de 1972. Por otra parte, no ha ocurrido en los últimos meses ningún cambio fundamental en la situación del país que pudiera justificar un viraje de 180 grados en la política del MPT (PSP) respecto a la cuestión electoral.
Lo único que ha sucedido es que el liderato del MP1 (PSP) no ha podido llegar a un acuerdo unitario con sus colegas del PIP. Parecería que esto no ofrece suficiente base para justificar un cambio drástico de táctica; no obstante, eso es precisamente lo que trata de hacer el MP1 (PSP), erigiendo toda su argumentación so- bre el simple hecho de que se han frustrado sus gestiones unitarias.
El temor al ridículo.
Dada la peculiaridad del razonamiento emepeísta, conviene examinarlo en sus textos originales. La resolución aprobada en la asamblea de noviembre pasado afirma: El PIP, por sí solo, no es el instrumento adecuado para canalizar eficazmente el extraordinario potencial de nuestra lucha, como tampoco podría serlo el PSP en forma individual. Ninguna de ambas organizaciones por sí sola tiene la capacidad organisativa para movilizar los recursos necesarios para dar la demostración de fuerza de que es capaz el independentismo en este momento. No podemos darnos el lujo de conducir al independentismo en forma fragmentaria a las próximas elecciones y de que hagamos el ridículo en éstas. La participación independentista en las elecciones sólo se justificaría en un frente unido. (CLARIDAD, 5 dic. 71) Abundando sobre el particular, Juan Mari Brás comenta: Entendemos que el PIP no es un instrumento adecuado para canalizar electoralmente la pujante fuerza independentista de hoy y que —de no lograrse la creación de ese instrumento adecuado a tiempo para realizar la campaña masiva que requiere el momento— es contrario a los mejores intereses de la independencia que participemos en las próximas elecciones. Nosotros no vamos a ayudar a que la independencia haga el ridículo en los comicios . Como vanguardia, tenemos que garantizar que el error de un partido no se convierta en revés fundamental para la lucha de independencia en general. Por su parte, M. de J. González sintetiza el argumento de la siguiente forma: Sin frente unido, que hasta ahora es lo más probable, participar sería correr los riesgos de quedar marginados en una campañita aparte, sin eco ni resonancia popular, hipotecando el futuro de la lucha, con una probabilidad casi en cero de evitarlos. Por eso el PSP a partir de febrero comenzará la campaña de “Cero Votos”, tratando de salvar la independencia del ridículo. (CLARIDAD, 16 enero AD
Se desprende claramente de estos textos que el razo- namiento emepeísta gira fundamentalmente en torno al temor al ridículo. El alegato del MPI (PSP) se reduce, en esencia, a dos aseveraciones: sin frente unido, el PIP —y con él, la independencia—, hará el ridículo en los próximos comicios; y el único antídoto para ello es la huelga electoral. l Fs curiosa esta argumentación. En primer lugar: al destacar como preocupación central el dículo, los emepeístas, sin proponérselo, problema del ri- están haciéndose eco en cierta medida de la propaganda del régimen, que siempre ha alegado en el pasado que los independentis- tas, como no son más de cuatro gatos, se abstienen de participar en las elecciones para no hacer el ridículo. En segundo lugar: aún si aceptamos como problema principal la necesidad de “salvar la independencia del ridículo”, parecería que una campaña de huelga electo- ral por parte del MPI (PSP) sería el remedio menos in- dicado. Veamos. El PIP está comprometido a participar en las elec- ciones de 1972 y los emepeístas no pueden evitar que lo haga, a no ser que pretendan fusilar los. El MPI (PSP) tampoco tiene la (los recursos humanos, materiales y en masa a los pipio- capacidad necesaria organizativos) para desarrollar una campaña de boicot de tal magnitud e in- tensidad como para eclipsar totalmente la actividad elec- toral pipiola en 1972 (aparte de que el régimen proba- blemente se ocupará también —a su manera y por sus razones particulares— de destacar públicamente la par- ticipación del PIP en las elecciones) . Es decir: gústele o no a los emepeístas, la causa independentista (a través del PIP) estará involucrada, ante los ojos del pueblo, en la contienda electoral de 1972. Si ésa es la situación, y si de lo que se trata es de “salvar la independencia del ridículo”, lo peor que po- dría hacer el MPI (PSP) es desatar uha campaña de huel- ga electoral, pues eso sería minar la campaña del PIP, restarle votos y, por ende, contribuir a que el PIP y la causa hagan un ridículo en los comicios de noviembre próximo. Es decir: si fuéramos a tomar en serio la preocupación que se expresa en la argumentación emepeísta, tendríamos que concluir que el MPI (PSP) debería pasar por alto las actividades tercas o intransigentes del lide- rato del PIP y prestarle su apoyo en la campaña elec- toral. O de no ser esto posible —por resultarle demasiado antipático a los emepeístas— deberían, por lo menos, abstenerse de entorpecer o fastidiar el esfuerzo de sus compañeros pipiolos. Las causas reales.
Ahora bien. Los líderes emepeístas no son torpes,
por lo cual hay que suponer que están perfectamente conscientes de la fragilidad de la argumentación que han presentado. Por lo tanto, si recurren a argumentos fatulos, debe ser porque no les ha: quedado otro remedio: se habrán visto forzados a asumir la posición que han asumido movido por razones que ellos —desde un punto de vista. político— no pueden reconocer públicamente; y esto los lleva a ingeniar racionalizaciones o justificaciones artificiales. ¿Cuáles son, entonces, las causas reales subyacentes? ¿Cómo se explica la posición adoptada por el MP1 (PSP)? Me parece que el factor decisivo es que el liderato emepeísta ha cobrado conciencia de que la táctica abstencionista representa para su organización, en la situación actual, una encerrona, un callejón sin salida. Muchas de las condiciones que hacían al boicot plausible y atractivo como alternativa política han ido cambiando en años recientes; para nuestro propósito, basta mencionar dos transformaciones importantes: (a) el proceso electoral ha dejado de estar totalmente monopolizado por el partido de gobierno (como fue el caso durante el apogeo del PPD), por lo cual a muchos independentistas ya no les parece tan estéril e inútil como frente de lucha; .(b) el independentismo ya no está representado en la arena electoral por el viejo PIP, carcomido y desmoralizado, sino por un PIP renovado, lleno de entusiasmo y empuje, radicalizado en sus concepciones y posturas programáticas, y encabezado por un liderato joven, dinámico y con cierto carisma. El dilema del MPI (PSP) ante inielecióne de 1972
Ya en 1969. —cando estas transformaciones aún es- taban gestionándose— resultó ¡prácticamente imposible desarrollar un movimiento serio de boicot electoral y generar entusiasmo, en torno a ¡él: de hecho, el MPI se - circunscribió ¡a hacer una campaña pro forma. En las condiciones actuales, lanzarse a hacer una huelga elec- A toral acia x militañite sería asumir a papel de fratrici-
das: sería aparecer desempeñando una función pura: mente negativa, de sabotaje y destrucción del trabajo de otros compañeros independentistas. Por otra parte, hacer una huelga electoral” “pasiva” (esto es, limitarse a proclamar la posición abstencionista, sin obstaculizar o tratar de contrarrestar la campaña elec- toral pipiola) implicaría para el MPI (PSP) correr. el peligro de desvincularse, como organización política, del pueblo independentista. Cruzarse de brazos ante la con- tienda electoral —que promete este año acaparar la atención pública como nunca antes— sería condenarse a estar al margen del cauce principal de la vida política puerto- rriqueña durante los próximos meses, sería condenarse a tener muy poco o nada que decirle a la mayoría de los independentistas sobre sus preocupaciones y aspiraciones del momento; en fin, sería condenarse a la irrelevancia. Esto sería particularmente desastroso para el MPI (PSP) en estos momentos ya que, contrario a lo que sucedía con el viejo PIP, el nuevo PIP —remozado, socialista 'y con “sex appeal” constituye una alternativa real, una al ternativa sumamente atractiva para la generalidad de los independentistas. Quiere decir que, de. ¿quedar 'el MPI (PSP) relegado durante los próximos meses a la periferia del proceso político del país, podría fácilmente ' precipitarse un éxodo considerable de sus afiliados y rEspat zantes hacia las filas pipiolas.
La alternativa ideal — pero ivrealizable.
Claro. estálen teoria) (PSP) podría desarrollar queda otra en torno a alternativa: los, grandes, el MPI proble- + mas del país vergadura y. una serie de repercusión, campañas como para de pueblo de tal en- que la organización : | no desapareciera de la conciencia pública (particular- a mente del pueblo patriota) a pesar de no participar activamente en la contienda electoral de 1972, Desgraciada- mente, en la. práctica, —y no obstante lo que diga: su aparato propagandístico— el MPL(PSP) carece de los medios necesarios tud, complejidad para realizar y dificultad. vina tareade El MPI(PSP) tal magnipodrá ser, | hoy por hoy, la colectividad independentista con el ni: vel más alto de organización y conciencia patriótica y revolucionaria: no obstante, no da abasto, a mi juicio, para una empresa de la naturaleza y dimensiones : teque- ridas para lograr el propósito de contrarrestar. el í impac- to del carnaval electorero sobre la. conciencia pública. 2 ... Estas fueron, con toda probabilidad, las comsidera-— * ciones principales que llevaron al liderato emepeísta a So abandonara fines del verano pasado su tradicional acti-. > tud abstencionista y buscar 1 un - rdo y PIP. Pero al PIP rechazar. de plan
, ya
Y, Y emepeísta quedó arrinconado, sih un curso de viable para el inminente período eleccionario. acción
Un chantaje
desesperado. Creo que sólo a la luz de esta situación puede esclarecerse el por qué de la consigna “Unidad o Cero Votos”. Me parece que —no obstante el lenguaje y los vaticinios furibundos de los textos citados al comienzo de este artículo. los líderes emepeístas saben muy bien que no. pueden llevar a cabo una campaña activa y mi- litante de huelga electoral. Si invocan su posibilidad, no lo hacen, a mi juicio, como anuncio de un proyecto realizable, sino más bien como amenaza, como forma de presión para forzar al PIP a aceptar un acuerdo unita- rio. En fin, se trata de un chantaje contra el liderato pipiolo. Chantaje que, claro está, no está animado por propósitos malsanos, aunque sí es resultado de una pers- - pectiva estrecha y sectaria. Es, en el fondo, una medida desesperada, fruto de la situación difícil descrita ante- riormente.
Hay que señalar además que, aparte de su función principal de chantaje, la consigna “Unidad o Cero Votos” probablemente cumple también la función com- plementaria de peésta. Al MP1 aplacar a (PSP) le un sector de costó mucho la militancia esfuerzo —y eme- tiem- po— decidir abandonar su postura abstenciónista y acep- tar la participación electoral para 1972. Conviene re- cordar que, todavía a comienzos del verano pasado, los principales dirigentes emepeístas, incluyendo a Mari Brás, eran partidarios de la abstención electoral para los pró- ximos comicios (véase, por ej., el “Comentario Político” de J. M. B. en CLARIDAD, 23 mayo '71). Es de suponer que un sector no despreciable de la membresía del MPI- (PSP) aceptaron el viraje táctico a regañadientes, por disciplina, y especialmente, en aras de la unidad de las fuerzas independentistas, en torno a la cual se habían venido generando expectativas muy risueñas y halagado- ras. Al estrellarse las gestiones unitarias ante la intran- sigencia pipiola, el sentimiento abstencionista tiene que haberse reavivado —y hasta fortalecido— entre las filas emepeístas. De ser cierto esto, los dirigentes del MP1 (PSP) se enfréntan a dificultades aún mayores que las apunta- das anteriormente: a la vez que tienen que esforzarse pof lograr un acuerdo con el PIP para evitar la ence- rrona de la huelga electoral, tienen también que tomar en cuenta la existencia de una corriente abstencionista de considerable fuerza afiliados. Esto restringe entre sus propios militantes y enormemente el margen de ma- niobra del liderato emepeísta, ya que probablemente sólo un acuerdo unitario que claramente favoreciera al MPL(PSP) '—un arreglo unitario, por ej., en el que el
MPI (PSP) tuviera una posición dominante— podría aplacar los temores y reparos del sector anti-electóral recafcitrante de su membresía. Pero, en las circunstán- cias actuales, es prácticamente imposible que e logre un «acuerdo de tal naturaleza. En suma: el camino que tienen por delante los dirigentes del MPI(PSP) es muy cuesta arriba.
II. La Actitud del
PIP Los líderes del PIP, por su parte, tampoco son tor- pes, por lo que hay que suponer que ellos tienen plena conciencia de toda la situación que hemos estado dis- cutiendo. Esto explicaría en gran medida la intrañsi- gencia que ha mostrado el PIP frente al MPI (PSP), su desinterés por ción al frente llegar a unido un acuerdo electoral: la satisfactorio con rela- falta de interés por resolver razonablemente el problema unitario llegó has- ta el punto de que el liderato del PIP ni se preocupó por justificar sus posturas de “Basta cón un solo partido electoral”, y “No hay nada que discutir”, gon argumen-. tos que por lo menos fueran menos raquíticos que los empleados por el MPI (PSP) (para una discusión de:algunos de estos argumentos endebles y artificiales, véase el editorial de LA ESCALERA, V, 5-6).
Una actitud comprensible
... La actitud asumida por la dirección del PIP es com- prensible. Los pipiolos siempre han sentido una mezcla de respeto y recelo frente a sus compañeros emepeístas. El nivel más alto de capacitación política, la amplia“ ex- periencia organizativa, la cohesión interna y disciplina que han caracterizado al MPI a través de los años son, ciertamente virtudes admirables; pero constituyen tam- bién —desde la perspectiva pipiola— una amenaza cons: . tante, por la influencia y poder de atracción que ejer- cen sobre la membresía del PIP. Es natural que, al ver al MPI(PSP) arrinconado y en' peligro de marginarse políticamente en los próximos méses, el liderato pipiolo haya experimentado un gran alivio y un impulso irrefre- ' : nable do:su a desearle a propia fosa! sus No rivales: ¡fastídiense! habrá faltado quien ¡sigan cavan- haya vislum- brado en la situación actual la posibilidad de que el PIP asuma por fin el rol de vanguardia del independen- tismo por tanto tiempo ha tenido que reconocerle y envidiarle— al MPL : _ Las últimas dudas que pudieran haber quedado en- tre los líderes pipiolos sobre qué actitud asumir ante el frénte unido electoral se habrán disipado ante la deci- sión de la asamblea del MPI(PSP) de lanzar la consig-. na “Unidad o Cero Votos”. No se puede: aceptar un chantaje, sino que hay que resistirlo y repelerlo firme y
vigorosamente. Doblegarse ante la: presión sería claudicar, sería suicidarse políticamente.- Además: la truculen- cia emepeísta favorece en cierta medida al liderato pipiolo, pues le permite justificar' retroactivamente, su intransigencia original frente al MPI (PSP). Ahora le ' pueden decir a su militancia y a los independentistas en general: “Ya ven ustedes por qué nos riegamos a dis cutir: con los emepeístas no se puede dialogar realmen- te, pues, en el fondo, a ellos sólo le interesa imponer su voluntad. y son capaces de usar cualquier medio para lograrlo”. . pero equivocada. La actitud asumida por el PIP es comprensible, “natural”, y no carece de cierta justificación; pero es políticamente desacertada. Es incorrecta porque las cosas, - desafortunadamente, no son tan sencillas como parecen a primera vista. Vale la pena recordar el axioma clásico: la realidad es compleja y contradictoria. Si bien es cierto que el PIP no puede dejarse apabullar por el chantaje emepeísta, no es menos cierto que tampoco puede hacer caso omiso del MPI (PSP). Y esto quiere decir que el PIP necesita —y lo necesita urgentemente— llegar a un acuerdo razonable con el MPI (PSP) para los comicios de 1972.
La argumentación emepeísta e en torño al frente unido encierra una media verdad: el PIP no. puede alcanzar el objetivo que se ha propuesto paa las próximas elecciones si acude a las urnas solo .. . y con la oposición abierta del MPI(PSP) (esto último constituye la segunda mitad de la verdad, la cual no mencionan los emepeístas en su argumentación).
Aparentemente, el lideráto pipiolo calcula que. se puede prescindir de MPI (PSP) ya que, aún sin frente unido, los independentistas, no importa las diferencias de criterio y si les guste o no, terminarán votando por el PIP en noviembre próximo. Este cálculo no sólo es mezquino, sino que también encierra, 2 mi entender, un grave error de juicio sobre el proceso política del país, y particularmente, sobre la situación actual del independentismo. En primer lugar, no se debe subestimar la importancia del MPI (PSP). Parece que hay una tendencia entre muchos pipiolos a creer que el MPI(PSP) está en plena decadencia como organización política y que pronto quedará reducido al nivel de una secta. Consideran que la radicalización desmesurada de sus planteamientos ideológicos y programáticos, junto a una serie de errores políticos recientes, han ido desvinculando al MPI (PSP) del pueblo patriota, por lo cual ha menguado considerablemente su tradicional capacidad de movilizar masivamente a los independentistas en torno a sus consignas y actividades. En abono de esta evaluación se suele aducir la desproporción que se evidenció entre el inmenso - esfuerzo publicitario y organizativo que desplegaron los cuadros emepeístas para su asamblea en noviembre pasa: * -do y la concurrencia. relativamente modesta que de hecho presenció el i acto de clausura en Ñ Bayamón. -
El futuro del
MPI (PSP). En mi opinión, estos juicios son muy discutibles.”
En primer lugar, no es lo mismo movilizar para una asamblea de partido que para una marcha de protesta contra el SMO o la visita de los gobernadores yanquis: es decir, 4 o 5 mil personas en Bayamón probablemente equivalen a. varias veces ese número en términos dé una concentración o manifestación de protesta. En ségundo lugar, y más importante aún: en repetidas ocasiónes en ' * el pasado se ha vaticinado el ocaso inminente del MPI,. vaticinios- que siempre han resultado ser, : ando menos, prematuros —para no “decir, infundados al ajenos ada. realidad. No quiere: esto dese que el Me ño haya a Es
sar de la variedad y envergadura de los obstáculos. No me parece que las dificultades presentes —que creo que son serias, como he indicado anteriormente— justifiquen, sin más, hacerle presagios tétricos al MPI (PSP). Ciertamente, el camino que los emepeístas tienen por delante es muy cuesta arriba; pero no es intransitable. Y no hay nada en la trayectoria histórica del MP1 que permita concluír, a priori, que los compañeros emepeístas no podrán hacerle frente airosamente a este nuevo reto. Supongamos, sin embargo, que tengan fundamento las profecías pesimistas y que el futuro del MPI (PSP) séa tan tenebroso como algunos le vaticinan. Aún así, no habría base para despreciar o ignorar al MPI (PSP) en el presente, en los momentos actuales. La organización. podrá estar en vías de desaparecer como factor significativo en el panorama político del país: pero esto es un proceso, más o menos prolongado; una colectividad política no se esfuma instantáneamente, de un día para otro, sin dejar rastro. En términos metafóricos: no se trata de un apagón, sino de un ocaso, el cual se consuma gradual y paulatinamente. Por ello, aunque estemos convencidos de que el MPI (PSP) tiene los días contados, no podemos dar por sentado que ya carece de importancia, que ya no cuenta para nada. Máxime cuando se trata de una organización que tiene tras sí trece años de vida intensa y vigorosa, que tiene un núcleo de dirigentes de prestigio y capacidad política ampliamente reconocidos (aún por sus enemigos acérrimos), y que, sin lugar a dudas, ha desempeñado un papel predominante en la llamada “nueva lucha” de independencia, Es posible que ya no sean tantos los simpatizantes que estén dispuestos a respaldar activa y militantemente las cónsignas y las campañas del MPI- (PSP) pero no me cabe la menor duda de que los planteamientos y las posturas asumidas por el MPI (PSP) todavía ejercen —y seguirán ejerciendo en el futuro inmediato— una enorme influencia sobre el pueblo. patriota. Condiciones para el éxito del PIP. Esto tiene una importancia inestimable para la campaña electoral del PIP. Para lograr el objetivo que se ha trazado, el PIP tiene que reclutar el máximo apoyo posible entre los independentistas y simpatizantes de la independencia. Es decir, necesita obtener 'el respaldo decidido de no sólo sus propios militantes, sino también de la masa de independentistas (que probablemente constituye la mayoría. del pueblo patriota) que no €stán afiliados a una organización en particular y que, por. ende, no responden a una disciplina de partido sino que actúan con criterio _propie, apoyando aquellas acti vidades pertiqulares que: les parecen atractivas o que
creen efectivas o útiles. Es decir, este sector del independentismo no respaldará automáticamente la campaña electoral del PIP, sino que lo hará sólo si se convence de la necesidad y conveniencia de ello.
Ahora bien. De no lograrse un acuerdo unitario, la oposición del MPI (PSP) —aunque sea sólo “pasiva”— a la participación electoral tendrá, seguramente, una profunda repercusión en el pueblo patriota. Claro está, el |
MPI (PSP) terminará perjudicándose, como hemos se- ñalado anteriormente; pero'se perjudicarán también las posibilidades de éxito de la campaña electoral pipiola. Habrá, sin duda, muchos que voten por el PIP aún sin frente unido y a pesar de la oposición emepeísta: votarán. los miembros activos del PIP; y votarán aquellos independentistas que, aunque hubieran preferido: un frente unido, considerarán que respaldar electoralmente al PIP constituye la menos mala de las alternativas que se les ofréce en ese momento. Pero habrá otros —y no pocos— que se solidaricárán con la posición abstencionista del MP1 (PSP). Y todavía más importante: habrá un sector considerable de independentistas entre los cuales reinará la confusión, la in- _certidumbre, y junto con ello, el desaliento. De modo que podemos preveer que muchos independentistas op- -tarán —ya sea porque estén convencidos de la corrección " del planteamiento emepeísta,-o ya sea simplemente. por-
que estén desconcertados y desencantados por el curso que ha tomado la lucha— por quedarse en sus casas e día de elecciones. El PIP —si quiere alcanzar su ambiciosa meta de multiplicar varias veces el total de votos obtenidos en 1968— no puede darse el lujo de que se quede un solo independentista o simpatidante sin emitir su voto en los próximos comicios. Aún más: el PIP necesita que cada independentista, además de darle sú voto, se convierta en un activista, en un proselitista entusiasta y decidido de la causa que lleve el mensaje independentista más allá de los confines tradicionales del pueblo patriota. Sólo así —generando un entusiasmo desbordante que permita desplegar un esfuerzo ingente por irradiar la influencia del independentismo sobre nuevos sectores de la población y conquistar su apoyo— puede el PIP lograr un aumento dramático en su total de sufragios. Esta tarea, que es ya de sí difícil, se complica enormemente con la amenaza que representa el Partido Popular (PPD) para las aspiraciones electorales del PIP en 1972. Un cuadro demasiado optimista. Originalmente, cuando comenzaron a hacerse los estimados optimistas sobre las posibilidades del PIP en las elecciones de 1972, se partía de la premisa que el PPD, tras el descalabro sufrido en 1968, entraría en un proceso acelerado de descomposición. Se esperaba que el partido quedara desmoralizado ante ta pérdida del poder y despedazado por rivalidades y pugnas internas: todo lo cual provocaría una desbandada general de sus militantes y afiliados, de modo que sería incapaz de ser un reto para el PNP en 1972. Al desintegrarse —o por lo menos, debilitarse grandemente— el PPD, se polarizaría el espectro político del país; y en esta nueva situación, se esperaba que muchos votantes centristas, liberales y autonomistas —que ya no podrían canalizar efectivamente sus ansias e ilusiones reformistas a través del PPD, como solían hacerlo— optarían por votar por el PIP antes que apoyar el asimilismo y el conservadurismo descarnado del PNP. Desgraciadamente, la experiencia reciente ha demostrado —y el propio liderato del PIP así lo reconoce véase la entrevista a los líderes del PIP en LA HORA, 3 enero 72) — que este cuadro bello y esperanzador tiene muy poca correspondencia con la realidad. Aunque el PPD todavía arrastra un sinnúmero de problemas, ofre ce en la actualidad todos los indicios de poseer tanto la capacidad como la disposición de darle una buena pelea al PNP en las próximas elecciones. A
El peligro del
reformismo. La nueva vitalidad del PPD afecta grandemente las posibilidades electorales del PIP, ya que propiciará que afloren nuevamente las ilusiones reformistas en un sec- tor del electorado puertorriqueño y se genere una ten- dencia muy fuerte a votar por el PPD en las próximas elecciones para “acabar con el PNP”. A pesar de que la campaña electoral apenas comienza a cobrar impulso, ya se puede palpar claramente esta tendencia entre mu- chos votantes: ¡¡ya hay hasta pipiolos convencidos de la necesidad de votar por el PPD en el “721! Cuando la contienda electoral alcance su apogeo y el PPD parezca tener buenas posibilidades de triunfo, la tendencia a apoyarlo como antídoto del PNP se intensificará dramáticamente. Sólo un vigoroso y pujante movimiento independentista, que reclute y encauce todo el caudal de fervor, dedicación y energía del pueblo patriota, puede aspirar a contrarrestar la propagación de esta ilusión reformista. En cambio, un independentismo dividido, desgarrado por conflictos internos, no puede fungir en las próximas elecciones como una alternativa “realista”, como una alternativa atractiva para el espíritu pragmático del vo- tante reformista que tradicionalmente ha apoyado al PPD. Al contrario, le parecería que, en esas circunstancias, apoyar a los independentistas equivaldría a “botar” su voto: y antes que eso, preferirá dárselo a los Populares para, al menos, “tumbar a Ferré”. Es una opción seductora: por lo que no debe sorprendernos mucho si. incluso un número considerable de independentistas llegue a pensar en forma similar al grupo de pipiolos despistados mencionado en el párrafo anterior. En suma: todo lo anterior apunta hacia la urgencia de que se armonicen los intereses divergentes y cese la discordia en el seno de la familia independentista. Lo cual quiere decir, en primera instancia, que para el PIP, no menos que para el MPI (PSP), es una necesidad apremiante resolver por fin, y en forma satisfactoria, la cuestión del frente unido electoral.
III. Condiciones y Perspectivas Electoral. +? del Frente Unido
Pero, a la altura de hoy, ¿puede todavía lograrse un frente unido para las elecciones de 1972? ¿Pueden todavía las dos organizaciones patrióticas principales llegar a un acuerdo razonable entre sí sobre este asunto? Creo que las preguntas se pueden contestar afirmativamente, siempre que se recalque el adjetivo “razonable”: no se puede aspirar, en las circunstancias presentes, a lograr un acuerdo ideal, que satisfaga total y absolutamente los 17
deseos e intereses de cada una de las partes; pero sí puede lograrse un acuerdo decoroso, que sea aceptable para ambas partes, y que permita sacar al independentismo del atolladero en que se encuentran actualmente. Las fricciones que ha sucitado la polémica de los últimos meses entre el PIP y el MPI (PSP) pueden crear la impresión de que las dos organizaciones difícilmente pueden ponerse de acuerdo; en particular, si fuéramos a tomar al pie de la letra las acusaciones que cada ban- do a lanzado contra el otro, tendríamos que llegar a la conclusión de que las dos colectividades están separadas por un abismo. Pero en realidad, no hay tal cosa. Hay divergencias, algunas de considerable importancia: pero éstas no abren una brecha insalvable entre las dos organizaciones. (1)
Además: lo que se busca en estos momentos no es
una fusión de las dos organizaciones, sino sólo que logren ponerse de acuerdo sobre un problema particular ACORTAR ATREA ARRANCAR (1) Los reproches que suelen hacerse mutuamente el MP1 (PSP) y el PIP encierran una dosis considerable de retórica y exagera- ción polémica. Por ejemplo, los líderes emepeístas gustan de tildar al PIP de “pequeño-burgués”, para de esto concluir que las concepciones y planteamientos pipiolos tienen que ser, irremediablemente, reformistas y pseudo-socialistas. La implicación es clara: el MPI(PSP) es, en cambio un partido proletario, de ahí su política y programa revolucionarios. En realidad, si fuéramos a describir seria y
desapasionaday concreto. Para ello, no se necesita que se salven todas las discrepancias, que ambas colectividades coincidan ab- solutamente en todo, sino sólo que sean, en términos generales, compatibles entre sí y que compartan fundamentalmente el mismo interés o finalidad con relación a la cuestión específica bajo consideración. ER el caso que nos ocupa, el MPI (PSP) y el PIP coinciden en es- timar que sería muy beneficioso para la lucha que el independentismo lograse hacer una dramática demostración de fuerza en los comicios de 1972. Por otra parte, las discrepancias importantes que existen entre ambas organizaciones sobre el concepto de socialismo, los mé- todos de lucha, etc., no sobre la relevancia directa cuestión especifica del problema electoral, por lo cual no es necesario esperar a que se armonicen estas diferencias para poder bregar con este asunto particular y concreto. Bases para una transacción
Corresponde, entonces, ANT ATAARA razonable. examinar ahora cuáles
mente al MPI (PSP) desde el punto de vista de su composición de clase, tendríamos que concluír que también es, fundamental- mente, dríamos una organización pequeño-burguesa. Lo más que po- decir es que en el MPI (PSP) hay una tendencia —o al menos, la aspiración— a obrera. Pero, como dice En fin: lo que hay en del estrépito retórico— convertirse en un partido de la clase el refrán: del dicho al hecho . el fondo —una vez se hace caso omiso es una diferencia de grado elevada, por motivos polémicos, a la categoría de diferencia sustancial, «de diferencia cualitativa.
rían las condiciones indispensables para un acuerdo uni- tario entre el PIP y el MPI(PSP) en torno a las elec- ciones de 1972.
Un acuerdo de este tipo tiene que ser, necesaria- mente el fruto de una transacción: es decir, presupone que cada una de las partes esté dispuesta a ceder en algo, a hacer alguna concesión frente a la otra parte. Veamos cuáles tendrían que ser las concesiones mínimas que el PIP y el MPI (PSP) tendrían que hacer para lograr un acuerdo, e indaguemos las posibilidades de que estas concesiones sean, en principio, aceptables o “tragables” para las respectivas organizaciones. En primer lugar, resulta evidente que no hay la más remota posibilidad de llegar a un acuerdo —ni siquiera de establecer un verdadero diálogo— mientras el MP. (PSP) siga emperrado en su pretensión de imponerle su voluntad al PIP y establecer su hegemonía sobre to- dos los aspectos de la lucha de independencia, inclusive el electoral. Es decir: el MPI (PSP) tiene que aceptar —y asimilar— el hecho de que el PIP ha sido tradicio- nalmente el vehículo electoral del independentismo y que es, en la actualidad, la organización que tiene la franquicia electoral, o sea, que es la organización que puede legalmente representar la causa de independencia en las elecciones de 1972. Por consiguiente, los emepeístas tienen que reconocer que no pueden —a última hora— pretender usurparle esta función al PIP: es decir, dis- putarle a los pipiolos el liderato en este campo de ac- ción patriótica. El PIP, por su parte tiene que reconocer —no sólo en abstracto, sino también en la práctica— que es políti- camente estéril y nocivo asumir la actitud del avestruz: el PIP tiene que reconocer que no «puede pretender ig- norar la importancia del MPI (PSP) dentro de la lucha común por la liberación de Puerto Rico. Esto conlleva que los pipiolos tienen que propiciar la participación positiva y activa del MPI (PSP) en la próxima campaña electoral. El grado de participación, claro está, tendría que fijarse por medio de negociaciones entre las dos organizaciones, y podría fluctuar desde el simple apoyo a las candidaturas pipiolas (apoyo condicionado por acuerdos específicos sobre las formas y los fines de la lu- cha electoral) hasta la colaboración en diferentes aspec- tos de la campaña misma. Lo esencial es que se reconozca el principio de que no se debe excluir al MPI (PSP) del esfuerzo electoral del independentismo en 1972.
Unas realidades amargas, pero insoslayables. Sería ingénuo pénsar que estos planteamientos sean fácilmente aceptables, pues plantean grandes dificulta- des para ambas organizaciones. Sin embargo, creo que 19
las dificultades no son insuperables, y que los beneficios que produciría la reorientación propuesta de las actitudes básicas del MPI (PSP) y el PIP sobrepasarían, a la larga, los sacrificios y los traumas necesarios para su realización. Para el MPI (PSP) será, sin duda, muy desagradable aceptar una limitación a su hegemonía tradicional sobre el independentismo y resignarse a que el PIP lleve “la voz cantante” en la esfera de la lucha electoral durante los próximos meses. Un trago amargo, sí, insoportable, no. En primer lugar, esta dura realidad —que en gran medida es fruto de las propias actitudes del MPI- (PSP) en el pasado, específicamente su renuencia a revisar y flexibilizar su postura frente al boicot electoral— no tiene necesariamente que perpetuarse: si el MPI (PSP) decide que, de ahora en adelante, le interesa tener una participación mayor, más adecuada, en las campañas electorales del independentismo, puede tomar las medidas necesarias con suficiente tiempo (como, por ej., inscribirse como partido) y, sobre esa base, negociar un acuerdo más favorable con sus colegas pipiolos para las ocasiones futuras. En segundo lugar, y más importante: los emepeístas siempre han sostenido que la lucha electoral constituye un frente secundario, subordinado, dentro de su concepción global de la lucha de liberación. Este principio —repetido innumerables veces por el liderato emepeísta— se expresa con claridad y yigor ejemplares en las siguientes palabras de su Secretario General, Juan Mari Bras: “no importa cuál sea la decisión que tomemos sobre las elecciones de 1972, lo que debemos tener claro es que nuestro partido no va a girar alrededor de las reglas del juego que establece el régimen. Nosotros seremos quienes decidiremos cuáles son las áreas de lucha. Y, ciertamente, las elecciones serán un campo de acción muy secundario en el conjunto de las acciones y trabajos del partido. . en este sistema colonial en que vivimos ahora, no vemos la más remota posibilidad de que el centro de nuestro esfuerzo se desvie hacia algo tan inocuo como los comicios electorales de embuste que aquí se efectúan cada cuatro años”. A la luz de este estimado de la importancia de las elec
ciones, no veo por qué los emepeístas no pueden, aunque les disguste, concederle al PIP — para 1972- el rol de vanguardia en la lucha electoral, siempre que no se pretenda excluír de la misma al MPI (PSP). Ciertamente, los emepeístas podrán creer que la lucha electoral sería llevada a cabo mucho mejor bajo el liderato del MPI (PSP) o con un frente unido al estilo emepeísta; pero la campaña electoral, a la pipiola, no tiene por qué ser un desastre (particularmente si los emepeístas colaboran en ella). Y como se trata de un mero frente secundario -hasta inocuo, como dice Mari- el hecho de que el resultado se quede en cierta medida por debajo del ideal, que no corresponda, total y absolutamente, a los propios deseos y aspiraciones, podrá ser para los emepeístas motivo para lamentarse, pero no para desesperarse. Por consiguiente, lo razonable y sensato sería que el MPI (PSP) acepte colaborar con el PIP en la contienda electoral de 1972: mo como la alternativa ideal, sino como la alternativa mejor, o menos mala, dentro de las circunstancias actuales. Un problema delicado. Claro está, de ser correctas nuestras especulaciones anteriores (véase págs. 5-6) y existir en el MPI (PSP) una tendencia abstencionista de considerable fuerza, el liderato emepeísta tendría en sus manos un difícil y delicado problema y se vería obligado a desarrollar un intenso proceso de discusión interna conducente a
persuadir y ganar el apoyo de este sector de su mem- (CLARIDAD, 23 mayo “71)
| 2, brecía. Y cabe la posibilidad que no lo logre, pues el acuerdo unitario que se pueda lograr en las circunstancias presentes no va a ser -con toda probabilidad- demasiado favorable a los intereses particulares emepeístas. En este caso extremo, los líderes del MPI (PSP) se se verían forzados a escoger entre aceptar un desprendimiento de un sector de sus afiliados o persistir en la aventura- con todas las consecuencias negativas ya indicadas- de la huelga electoral. Sería, ciertamente, una disyuntiva horrible; pero creo que, si se evalúa el problema desde una perspectiva a largo plazo, tomando en cuenta cómo se afectarían las posibilidades de influencia y crecimiento de la organización en el futuro, hay que concluír que la balanza se inclina a favor de la
primera de las opciones. Por otro lado, la penosa situación que acabamos de describir constituye sólo una posibilidad, la cual no tiene que realizarse inexorablemente: pues no debemos subestimar la capacidad del liderato emepeísta para persuadir y convencer a sus militantes y afiliados aún frente a las situaciones y cisiones más incómodas e ingratas. La situación en el PIP. Por su parte, los dirigentes del PIP también drán que enfrentarse a cierta oposición interná a deten-. un acuerdo unitario con el MPI (PSP). Participar con el MPI en una campaña o actividad siempre ha suscitado preocupación y reservas entre los pipiolos: basta recordar el trabajo que ha costado en el pasado conseguir el concurso del PIP en las actividades contra el S.M.O o la celebración de efemérides como el Grito de Lares. Todavía mayores tendrán «que ser los reparos pipiolos ante la perspectiva de una colaboración emepeísta en la campaña electoral de 1972, en vista del rechazo. tradicional del MPI de ese tipo de lucha política. Habrá muchos en el PIP que teman que, en vista de que las dos organizaciones operan a partir de concepciones e intereses tan disímiles, van a estar en constante desacuerdo sobre cómo hacer las.cosas, en desmedro de la campaña electoral misma. | Los recelos pipiolos no carecen de cierta justificación, aunque a menudo se exageran hasta el punto de alcanzar el nivel de puros prejuicios. Sin embargo, no consituyen, a mi juicio, razón suficiente para negarse a tratár de llegar a un acuerdo con el MPI (PSP), sino que, a lo sumo, deben servir de acicate para el liderato del PIP, deben estimularlo a esforzarse por fijar y definir claramente, por medio de acuerdos específicos e inequívocos, los principios, objetivos y términos 'de la acción conjunta, de modo que se eviten en lo posible las confusiones y los malentendidos. Por otra parte, y contrario a lo que sugieren las apariencias, la lucha electoral es precisamente una de las áreas de trabajo patriótico donde las discrepancias entre las dos organizaciones se han ido reduciendo considerablemente en los últimos tiempos; de modo que, en”principio, no hay- obstáculos serios a que las dos. colectividades desarrollen en forma armónica un trabajo eficaz en este campo. Ya he mencionado anteriormente que ambas organizaciones coinciden en su eva-. * Juación de la importancia de una demostración de fuerza del independentismo én los próximos comicios. Por otra parte, el PIP ha proclamado en su Programa que su participación en el proceso elecotral tiene.un sentido y una finalidad diametralmente opuestas a las de los - partidos coloniales: Contrario al juego político características de los
partidos coloniales, el PIP establece mediante este Programa la nueva tradición de presentar a la más seria consideración del pueblo un verdadero pro-, grama cuya finalidad no sea escalar la administración de la colonia capitalista, sino lograr la plena y cabal liberación de nuestro pueblo en todos los . Órdenes de su existencia. (pág. 3) El PIP reconoce que el voto en el vigente sistema es un voto incompleto y trunco, como son incómpletos y truncos todos los. derechos civiles en un régimen que además de colonial es capitalista. (pág. 15) El PIP, como partido revolucionario, aspira a llevar a cabo un cambio social profundo y concibe las elecciones como un instrumento de organización de fuerzas para reclutar y capacitar a las personas a fin pero de no aumentar cada día el nivel de militancia, como el único medio para lograr ese fin... (ibid.) El PIP ha enseñado la lección de que un partido pouES puede ser al mismo to” militante todos los otros tiempo un “movimien- días de cada año pre- eleccionario. Creemos en el voto de todos los días. A esta transformación del sentido de las eléctiones añadirá la militancia continua contra todos los puntos vulnerables del sistema. (ibid.) Aparte de matices y cuestiones de énfasis -y el tono un tanto arrogante- hay una congruencia fundamental entre estos textos pipiolos sobre el valor y la función de las elecciones coloniales y las declaraciones CcOrres-- pondientes del MPI (PSP). No veo por qué esta coin» : cidencia sustancial en cuantó al problema de las elec- ciones no pueda servir como la base sobre la que se conjuguen los esfuerzos de las dos organizaciones en el período electoral de 1972 La participación: activa de los emepeístas- no sólo sería un factor aglutinante en el pueblo patriota, sinó que también contribuiría grandemente a enriquecer y fortalecer el esfuerzo electoral independentista en 1972. Por una parte, el PIP podría muy bien aprovechar la amplia y rica expériencia que ha acumulado el-MPI (PSP) en cuestiones de organización, movilización y propaganda. Además: dado-que la mecánica misma del proceso electoral obligará al PIP a prestarle cada vez más atención -y esfuerzo a problemás especificamente electorales (como reclutar y capacitar centenares de oficiales de mesa, por ej.), en desmedro de otras tareas, . | la colaboración emepeísta. «orientada - primordialmente hacia precisamente otros, problemas que los. específica: O E mente “electorales, puede sér un' complemento de ines- timable valor al trabajó del PIP, de modo. que se ase- gure -a pesar del bárulls eleccionario- h ubicuidad del cal
afán emancipador: el independentismo no puede darse el lujo de desatender tan siquiera un sólo frente de lucha en 1972. -
Nos hemos limitado a indicar las condiciones míni.- mas, los requisitos indispensables para un acuerdo unitario, buscando demostrar que éste es, en principio, posible. Pero esto es, claro está, sólo' el primer paso; para los demás, no se pueden ingeniar fórmulas de antemano. Las disposiciones particulares y las medidas específicas que viabilicen un frente unido para las próximas elecciones tendrían que surgir de las discusiones y negociaciones concretas entre las dos organizaciones.
Todo lo dicho en este ensayo apuntá hacia la conclusión de que este proceso de forjar un acuerdo unitario sería, seguramente, sumamente complicado y trabajoso. Pero también apunta hacia la conclusión de que es de vital importancia que no se perpetúe el actual estado de división y discordia del independentismo. Por ello, no debemos -aún a riesgo de parecer optimistas empecinados- cejar en el empeño unitario hasta agotar todas las posibilidades, a la vez que exhortamos a todos los independentistas a poner cada uno de su parte, con sensatez, racionalidad y buena voluntad. |
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