La medicina de los glotones de Carlos Muñiz

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PROGRAMA DE TEATRO ESCOLAR

LA MEDICINA DE • ■■A

LOS GLOTONES

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CARLOS MUÑIZ

EDITORIAL DEL

DEPARTAMENTO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA 81 :■ ■ '• T-j,;

ESTADO LIBRE ASOCIADO DE PUERTO RICO


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INTRODUCCIÓN

El Programa de Teatro Escolar se propone fomentar, orien tar y mejorar el cultivo del teatro en la escuela; desarrollar la sensibilidad, personalidad y la expresión oral del estudiante y re lacionarlo vivamente con su lengua, cultura y tradición. Este Programa realiza las siguientes actividades: Provee libretos, planos, diseños e información a maestros, directores y estudiantes en sus diferentes distritos; monta, dirige y lleva por la Isla, en jira artística, producciones de las obras clásicas anti guas y modernas; asesora y orienta a los distritos escolares sobre técjiicas y medios de hacer buen teatro, impulsando así el desa rrollo de nuestra cultura.

Asimismo, el Programa pretende, en el futuro, poner un maestro-director de teatro y un teatro bien equipadó en cada dis trito y llevarle producciones anuales profesionales de obras clá sicas y de teatro infantil. Hasta ahora tiene más de sesenta obras en su colección que distribuye a las escuelas cuando lo solicitan. Ha montado, con creciente público y éxito, desde el 1961 hasta hoy las siguientes obras: FUENTEOVEJUNA de Lope de Vega, DOÑA ROSITA LA SOLTERA de Lorca, ROMEO Y JULIETA

de Shakespeare, LA MUELA DEL REY FARFÁN de los Hnos. Quintero, LA ALEGRÍA DE LA HUERTA y LA MARCHA DE CÁDIZ del maestro Chueca. Ha diseñado y preparado planos pa ra diferentes teatros típicos escolares a construirse en terrenos de escuelas.

Se invita a todo club dramático escolar a beneficiarse de

nuestros servicios. Le daremos ayuda e información, obras de teatro, diseños de escenografía y vestuario, etc. Toca a la juven

tud de Puerto Rico, interesada en desarrollarse culturalmente, darle respaldo a este Programa de teatro y procurar de sus ma yores que se le construya un teatro en sus escuelas y se le jirovea de un maestro-director.

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NOTAS AUTOBIOGRÁFICAS DE CARLOS MUÑIZ 1927

Nazco. Mi padre es médico. Acaba de terminar la carre ra y sólo cuenta para vivir con una tremenda afición a

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la Medicina. El enorme entusiasmo de mi madre, el cual no le há faltado desde entonces. 1929

Nace mi hermana, segunda hija del matrimonio. Luego no nacerán más. Somos, pues, dos hermanos.

1931 1932

Advenimiento de la República. Me da el sarampión. Debuto como estudiante en la primera clase de párvu los del Colegio de los Maristas.

1933

El Hermano Celso — marista — me da un caramelo de

premio por ser el único de la clase ciue sabe pronunciar correctamente la "elle" y la "y" griega. 1936

Hago la primera comunión. Estalla la guerra civil es pañola.

1937

1938

Aprendo a montar en burro a pelo. Me caigo de un ca ballo. Recibo una pedrada de mi hermana. No voy a nin guna escuela. Vivo muy cerca del frente, donde mi pa dre está de médico. Las tropas nacionales avanzan. Nos trasladamos a Madrid. Mi padre está muy enfermo del hígado. Tampoco asisto a ninguna escuela. Las tro pas nacionales continúan su arrobador avance. Me rom po un tobillo al correr hacia un refugio cuando empieza un bombardeo.

1939

La paz. Hago, en septiembre, el ingreso en el bachille rato en el castizo Instituto de San Isidro.

194Ü

Hago los cursos primero y segundo del bachillei'ato en el Colegio de los Escolapios de San Fernando. Aprendo a montar en bicicleta y a veces me suelto de manos.

1941

Tengo mi primera novia. Se llamaba Pepita.

1942-44

Hago mis cursos de bachiller hasta llegar a sexto. Descubro que leer es mucho más divertido que estudiar. Salgari, Julio Verne, Dickens y el Quijote son mis pri

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meros descubrimientos. 1945

Termino el bachillerato. Simuliáneamente obtengo pla za en el Ministerio de Hacienda. En junio voy destino a

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Bilbao, después de ser seriamente aleccionado sobre los

peligros que acechan en la vida a un hombre joven. En la capital vascongada vivo durante cerca de cuatro años. Amo a Vizcaya. Conozco a Guernica; descubro Sestao

y Baracaldo, y a veces me baño en las reales aguas de las Arenas. No tengo inconveniente en afirmar que, a pesar de ser para mí los primeros años de alejamiento de la familia, a pesar de ganar muy poco dinero con mi em pleo, a pesar de las grandes dificultades que existen es tos años para encontrar comida-con poco dinero, por supuesto-, son los años que recuerdo como más gratos. Me aficiono a Unamuno y descubro que San Manuel

Bueno, Mártir, es una gran novela, a pesar de su bre vedad. Entro en una época muy característica de la pri mera juventud. Escribo vei'sos, tengo una inquietud metafísica que me lleva a los más diversos estados, des,

ele la duda feroz a la mística más absoluta. Pido la exce

dencia en Hacienda para estudiar una carrera. 1949

Empiezo derecho en la Universidad Central. No entien

1950

do nada de lo que ocurre entre los universitarios. Escri bo de cuando en cuando algún poema. Voy al campamento de la Granja para hacer el primer

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curso de la IMilicia Universitaria.

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1952 .

Me trasladan de Toledo a Madrid. Asisto a algunas repi'esentaciones teatrales.

1954

Después de asistir a una representación en el Teatro Lara decido escribir teatro.

1955

Estreno Telarañas, en el teatro Lara. A las doce de la mañana, un domingo de mayo. La obra es criticada du ramente.

1956

Mi país se siente más a gusto en sus relaciones con el

mundo, América nos protege. Escribo En silencio, y un drama de esclavos: Villa Denaria. Ninguna de las dos obras se representará.

1957

Estreno El grillo con buena acogida de critica y público. Se repite la representación en el María Guerrero. Viajo por Europ»a. Descubro que Europa es una cosa muy se ria que los españoles estamos tomando en broma.

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1958

Ingreso en televisión española, donde trabajo como jefe de programas dramáticos. Intento hacer cosas. Es muy dificil. Siempre hay un obstáculo. Siempre haj' un cri tico o un temor. Es dificil, muy difícil esto de la televi sión. Mi criterio de que se trata de un medio eminente mente formativo y orientador de la masa es compartido por mis jefes, pero con orientaciones opuestas y, a mi modo de ver, negativas. Obtengo el premio Carlos Arniches por el Precio de los sueños. Me dan también el pre mio del Circulo Catalán para obras en un acto por mi drama Ruinas. Aprendo (lue la televisión es un invento para idiotizar a casi todos los ciudadanos de los países

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que recorro.

Regreso a España. Decido casarme con Paula. ¡Qué'contento estoy de haberlo decidido! 1359

IMe caso con Paula. A mi regreso de Francia soy expul sado de televi.sión española por el entonces director ge neral. Mi mujer está a punto de abortar. ¡Ah! Olvidaba decir la razón que me dieron para el cese no fue otra (pie el haberme dejado barba j* no haber escuchado la orden conminatoria del citado señor director general,

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que me dijo.-"O se quita la barba antes de quince días, o le echo." Mi mujer está encinta. Pasamos hambre. Pero nos queremos. Empiezo a trabajar en Radio Ju ventud como jefe de programas dramáticos. No gustan mis modos radiofónicos. El día de Nochebuena nace mi hijo Carlos. 1960

Escribo El guiñol de don Julifo. Ceso en Radio Juventud "voluntariamente", a ruegos de su director. Concluyo

I'JI tmlA'vo, que había comenzado el año anterior.

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1961

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Estreno El tintero, en Madrid. Nace mi hija Paloma. Se publica El tintero en primer acto, y El guiñol de don Julito, algún-tiempo después, en la Editorial Doncel.

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Escribo Un solo de saxofón, una farsa en un acto, y otra, larga, que titulo Las viejas difíciles. 1962

Estreno El tintero en la sexta temporada del Teatro de

las Naciones. Pero yo sé (lue mi obra no vale nada, que nada de lo que he hecho hasta ahora vale nada. Sin em-

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bargo, a pesar de tener conciencia de ello, sigo trabajan do. ¿Por qué? Seguramente porque no me resigno a no

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aportar mi granito de arena en esta evolución constan

temente de la Humanidad. Ojalá mi hijo Carlos, mi hija Paloma y todos los niños del mundo, aunque sean tan mediocres como yo, sigan trabajando para que el mundo no aea tan injusto, tan repugnante, tan mezquino.

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PERSONAJES Tiburcio. Catalina.

Serapio. Aldeano 1.' Aldeano 2.'' Aldeano 3.9

Aldeano 4.9

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LA MEDICINA DE LOS GLOTONES Dorado ■. Casa ds un kñajcr. En la cama está acostada Tí. burdo

TiBURClo:

{Cantando.)

Si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño, que es mi persona. Ay, chmita que sL

Ay, chinita que no.

Ay, que vente conmigo, chinita adonde vivo yo.

catalina;

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{Fuera de escena.) ¿Qué estás diciendo?

TIBUKCIO:

¡ Que me encuentro muy mal!

CATALINA:

{Igual que antes.) ¡Ahora voy!

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{Aterrado.)

TIBURCIO:

No, no vengas. No hace falta. No haces ninguna fal «i/':,;

ta.

{Para si.)

¡Pues estaría bueno! Cada vez que viene mi mujer ílV '•:

es para armarme un jaleo.

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{Entrando.)

CATALINA:

¡Ea! ¿Qué pasa?

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{Llevándose las manos a la barriga.)

TIBURCIO:

¡Ay, ay, ay I ¡Desgraciado de mí, pobre Tiburcio; me voy a morir de un cólico miserere!¡Ay, ay, ay!¡Qué malito estoy, cómo me duele la tripita! ¡Ay, ay! {Gruñendo.)

CATALINA:

Te duele la tripita porque eres un tragón de siete suelas, pero como te vuelva a ver otro día metido en la pastelería de la tía Nicolasa comiéndote los bizco chos te voy a romper la crisma, Tiburcio. ¡Ay, ay, ay, pobre de mí! Prometo que nunca mas volveré a comer bizcochos, ni chuletas, ni jamón, ni

TIBURCIO:

tocino, ni salchichón. I

CATALINA:

y como vuelvas a comer te romperé la crisma con el hacha de cortar los árboles.

{Llaman a la puerta.)

¡Ay, ay, ay! Ése es el médico. Seguro.¡Pobre de mi!

TIBURCIO:

Me pondrá otra...

{Mirando por la mirilla.)

CATALINA:

¡Qué médico ni qué lavativas! Es tu amigóte Serapio.

{Abre y entra Serapio.) {Muy contento.)

TIBURCIO;

Pasa, Serapio. Pasa. catalina:

¿,Ya se te ha pasado el dolor de barriga?

TIBURCIO:

No, no.

{Cogiéndose el vientre y haciendo grandes aspavientos.)

¡Ay, pobre de mí, que me estoy muriendo 1 8

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CATALINA

Me río yo de tus dolores.

TIBURCIO:

Serapio, hijo mío, tú eres testiijo de que prometo so lemnemente no volver a bajar al pueblo para darme atracones.

SERAPIO:

TIBURCIO:

Yo soy testigo, Tiburcio, y lo puedo asegurar delante del propio presidente del Concejo.

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Lo estás viendo, lo estás oyendo, Catalina. Lo he pro metido. Déjame en paz.¡Ay, mi tripita!¡Ay, mi tri-

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pita!

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CATALINA;

{Marchándose.)

Condenados hombres, que siempre la matan a una a disgustos. TIBURCIO;

{Como si se le hubiera pasado toda la etv-

fermedad. Confidencialmente a Serapio.) Acércate a la puerta a ver si se ha marchado. TIBURCIO:

Sí. Se ha marchado. ¿Me has ti*aído eso?

SERAPIO:

Aquí lo tienes.

SERAPIO:

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(Saca de debajo del chaquetón un queso y vm pan.) TIBURCIO:

(Tirándose de la catna.)

¡Qué bueno eres, Serapio; qué bueno eres! (Le da dos besos an la cara, luego saca una navaja de debajo de la almohada y se po ne a comer como un descosido. Se vuelve

aabnr la puerta y entra Catalina. TiburCIO se mete de prisa y corriendo en la caTIBURCIO;

¡Ay, mi. tripita! ¡Ay, mi tripita!

CATALINA:

¿Has visto las llaves del arcén grande?

TIBURCIO: CATALINA:

y la navaja.)

No, no 1.3 he visto.¡Ay. mi tripita! i Ay. mi tripital ^mo no te calles ya sabes lo que me ha dicho el médico. Te pondré una lavativa.

TIBURCIO:

CATALINA:

Lavativa no, lavativa no.¡Ay, mi tripita! (Buscando por debajo de la cama.) ¿Dónde demonios habré puesto yo las llaves?

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(Con cara de cordero moribundo.) ¡Cómo van a estar debajo de la cama, mujer! (Cogiéndose el vientre.) ¡Ay, ay, ay!

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CATALINA:

(Poniéndose seria de repente y mirando a los dos.)

¿A qué huele aquí?

(Después de mirarlos un buen rato.) Aquí huele a queso. SERAPIO;

CATALINA:

Seré yo que he comido queso.

(Muy escamada.) I

A ver, échame el aliento. CATALINA: TTBURCIO:

(El otro le echa el aliento.) A lo que hueles tú es a vino, tío cochino.

Déjame en paz, mujer. Me estás levantando dolor de cabeza y estoy muy malito, muy malito.

(Catalina se acerca a Tiburcio y le huele la boca.) CATALINA: TIBURCIO:

Tú hueles a queso. Tú has comido queso.

¡Válgame la Divina Providencia! ¡Pobre de mi! Lle vo sin comer ochenta horas.

CATALINA:

Ochenta años te tendría yo sin comer. Tú me estás engañando.

(Empieza a mirar toda la habitación. Se va a un armario.) SERAPIO: CATALINA:

SERAPIO:

Frío, frío, frío. ¿Qué dices tú?

Que este hombre tiene frío, habrá que abrigarle. Cie rre usted la puerta, no se vaya a enfriar.

CATALINA:

(Catalina vase hacia la puerta.) ¿Dónde habré puesto mis llaves?

(Sale y cierra. Los dos hombres se ponen

a reír estrepitosamente. Tiburcio saca el queso y se pone a comer. Se vuelve a abrir la puerta. Mientras los dos hombres esconden otra vez el queso en la cama.) 10

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CATALINA

: i Como te vea catar una sola miga de pan te cuelgo, condenado!

{Vuelve a cerrar la puerta. Los dos ho?n-

bres respiran y Tibureio saca el queso y vuelve a comer. Se vuelve a abrir la puer

ta y aparece otra vez Catalina. Tibureio, con la boca llena, se vuelve a meter den• tro de las sábanas.) CATALINA

Ya sé dónde están las llaves. Están en el gallinero. ¡Qué cabeza la mía!

(Se va, Tibureio, tirándose de la cama y casi llorando.) TIBURCIO:

No puedo más, Serapio; no puedo más. Esta maldita

mujer acaba conmigo. Estoy muerto de hambre y el médico no quiere darme de,comer, y ella tampoco, y si. me pilla comiendo es capaz de molerme las costi

llas a hachazos. Tengo que hacer algo para liquidar tranquilamente este queso sin que me moleste nadie. SERAPIO:

Tengo una idea, verás. ¿Por qué no te vas al monte a comértelo tranquilamente?

TIBURCIO:

Y SI viene Catalina y ve que no estoy, cuando vuelva me rompe la crisma.

SERAPIO:

No te la romperá.

TIBURCIO:

Tu no la conoces. Me la romperá en mil pedazos.

SERAPIO:

Si haces lo que yo te digo no te pasará nada.

TIBURCIO:

Dime lo que tengo que hacer, Serapio de mi alma, y lo haré por encima de todo.

SERAPIO;

Lo que tienes que hacer es llamar a tu mujer ahora mismo y decirle que te tape hasta la cabeza, que es tas muj mahto, y que has comprendido que debes ha

cer lo que manda el médico Luego, cuando se vaya, arreglare yo las cosas. TIBURCIO:

Ahora mismo lo hago. Corre, llámala.

SERAPIO;

Dile que estás peor. (Saliendo.) '

Señora Catalina. Señora Catalina. 11

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te CATALINA:

{Entrando.)

¿Qué demonio pasa ahoi-a? SERAPIO:

Tiburcio dice que está peor.

CATALINA:

Me voy corriendo a llamar al médico.

TIBURCIO:

No, no hace falta, Catalina; lo único que me puede mandar el médico es que no me mueva de a cama, y eso ya me lo ha dicho.

CATALINA: TIBURCIO:

Entonces, ¿para qué demonio me has llamado? Para que me tapes hasta la cabeza y me dejes or mir hasta mañana. Necesito descansar.

h-f-i CATALINA :

Así me gusta. Si eres bueno, la semana que viene te dejaré comer un poco de pan y chocolate.

TIBURCIO:

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{Co7i risita de conejo.)

¡Qué buena eres, Catalina mía! CATALINA:

Anda, anda, no digas tonterías.

(Le tapa hasta la cabeza de guanera que no

se ve nada de él y prcyunta a Serapio.)^

¿Y tú? ¿Te vas a quedar aquí en vela toda la noche? SERAPIO:

Me quedaré un rato a ver si se duerme y luego me iré por la puerta de atrás.

CATALINA:

No estaréis tratando de hacerme una jugarreta.

SERAPIO;

¡Dios me valga, señora Catalina! A usted no puede hacerle jugarretas nadie.

CATALINA:

Y aue lo digas, hijo; y que lo digas. {Sale.)

TIBURCIO:

{Destapándose.) ¿Qué ha dicho?

SERAPIO:

Que no le hace jugarretas nadie.

TIBURCIO:

¿Y ahora qué vamos a hacer?

{Ríen los dos estrepitosamente.) SERAPIO:

Muy sencillo. Mira: tú te vas por la puerta trasera

y te comes tranquilamente el queso entre los arboles. TIBURCIO:

Eso. Y si todavía tengo más hambre me bajo al pue

blo y me como unos bizcochos en la pastelería de la tía Nicolasa. 12

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{Vuelven a reír los dos.) tiburcio :

Venga, vamos a darnos prisa. Métete en la cama, no sea que vuelva.

(Serapio se mete en la cama y Tiburcio le arrojm igual que le había arropado a él su miijer.

Luego le da un azote mien

tras le dice. . .) TTBURCIO:

No te muevas.

(Y con su queso, su pan y su navaja se marcha por la puerta trasera. Hay una CATALINA;

larga pansa.) {Entrando.)

Ya esta todo, he echado el pienso a las gallinas, he

cerrado la puerta con llave y rae voy a acostar. {YLirando al bulto de la cama.)

Que duermas bien, Tiburcio, y ya verás cómo, si eres

bueno y me haces caso, conseguirás que no te vuelva

a doler nunca la tripa y podrás salir a trabajar todos los días, ¿me has oído? ¿Me has oído, Tiburcio? ¡ Pobrecito! Se ha dormido como un tronco. •

{Se oyen f uertes ronquidos de Serapio.) Está roncando como un bendito. En el fondo es más bueno que el pan. Así me gusta, Tiburcio, que hagas

lo que te mando y para que veas lo contenta que me tienes te voy a dar un beso.

{Destapa la cania y se encuentra con Sera pio.)

jEh! ¿Qué es esto? ¿Dónde está mi .marido? SERAPIO:

No lo sé, la juro que no lo sé,

CATALINA:

i Que no lo .sabes, alcahuete, renacuajo, sabandija! i Ahora verás si lo sabes o no lo sabes 1

{Catalina coge wn palo y empieza a darle en las eos tillas.) SERAPIO:

I Socorro, que me matan! ¡ Ay, ay!

CATALINA:

¿Dónde está mi marido? ¿Dónde está mi marido? ¡ Que te mato ahora mismo! 13

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SERAPIO:

Basta, no me pegue más; se lo diré.

CATALINA:

Habla de una vez.

SERAPIO:

Se ha marchado al bosque a comerse un queso que le había traído yo.

CATALINA:

A comerse un queso que le habías traído tú, ¡he!

SERAPIO:

Sí.

CATALINA:

(Le j)ega otro 'palo.) i Ay, ay, ay!

SERAPIO;

CATALINA:

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Habla de una vez, alcahuete, renacuajo, sabandija; acaba con tu historia.

SERAPIO:

Me ha dicho que luego iba a ir al pueblo, a casa de la Nicolasa, a comer dulces.

CATALINA:

Conque sí, ¡eh! Pues ahora verá.

(Coge uva cuerda y le ata las manos a, la espalda, luego le amordaza con un pamie lo y le mete debajo de la cama.) CATALINA:

Ahora veréis vosotros quién es la Catalina.

(Coge la estaca y con ella se mete dentro de la cama y se arropa igual que estaba Serapio. Fuera se oye a Tiburcio, que can ta.)

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TIBURCIO:

Tra la ra la ra la la...

(Tiburcio entra cantando y frotándose las manos; de vez en cuando se da golpes en la barriga.) TIBURCIO;

Ya estoy de vuelta, Serapio. Esto si que es buena vida. Todavía me estoy relamiendo. ¿No me oyes.

Serapio, ya puedes levantarte. Soy yo, Tiburcio.

(Serapio desde debajo de la cama gime amordazado.) TIBURCIO:

¿Qué estás diciendo? No entiendo ni una palabra. Despierta y habla claro.

(Le da un azote en el trasero.)

Vamos, sal de ahí de una vez, que como venga mi mujer nos jugamos la vida.

(Nuevos gemidos de Sarajiio.) 14


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Te ríes de mí luujer, ¿verdad? Yo también me río. ¡ja, ja, ja, ja! (Se ríe.)

¡Si ella supiera la jugarreta que la he hecho! Se pondría hecha una furia.

(Vuelve a Tcir.)

Pero, demonio, Serapio, sal de ahí, que como venga mi mujer y nos pille aquí tendremos que echar a co rrer y no podremos parar hasta el fin del mundo. ¡Hala, gandul, arriba!

(Coge la ropa y destapa la cama. Tiburcio se frota los ojos.)

¿Qué es esto? ¿Pues no me está pareciendo que ten go a mi mujer delante? ¡Si la tendré miedo que has b"i-

ta veo visiones, Serapio!

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(Saltando de la cama con la estaca en alto.)

CATALINA:

¡Sí, visiones!

(Empieza a descargar unos tremendos pa los en las costillas de su marido.)

¡Torna, bribón, para que te rías de mí!¡Toma, por desobedecer al médico!¡Toma, para que te acuerdes

de los fantasmas!¡Toma, toma, toma! TIBURCIO:

¡Ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay!

CATALINA;

¡Toma, toma, toma!

(Serapio sale arrastrándose de debajo de la cama y echa a correr como altna que lleva el diablo, mientras se quita la mor daza que le ha puesto Catalina.) (Mientras se marcha va gritando.)

SERAPIO;

¡Socorro! Esta mujer se ha vuelto loca. Vecinos, ve nid a salvar a Tiburcio...

(Se apaga su voz.) CATALINA;

(Sin parar de zumbarle.)

¿Por qué no te ríes ahora, calabacín? Anda ríete, adoquín. TIBURCIO;

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¡Ay, ay, ay, ay,! ¡Socorro, que me matai 15

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'{Entran corriendo los cuatro aldeanos.)] ALDEANOS:

{A la vez.)^ ¿Qué pasa aquí? . .

(Catalina deja de pegar a su marido.) No pasa más que éste es un bribón. (Le pega otro porrazo.) aldeano 1.°¡Tente de una vez! Pareces un basilisco. ALDEANO 2,° Y no pegues más a este hombre. (Catalhia vuelve a sacudhde.) CATALINA:

TIBURCIO;

^

¡Cogedla, que me mata!

(La sujetan dos aldeanos.) ALDEANO 3.^¿Quieres TIBURCIO:

decir qué pasa?

Pasa que me ha dicho el médico que no coma poique

estoy atascado. Y pasa que esta mujer lleva el régi men tan severamente que llevo ochenta días sin pio-

bar bocado. Y pasa que ya no tengo en el cuerpo ni un tanto asi de calor y que me estoy muriendo por culpa del régimen, ALDEANO 4 í» Pero si hace un rato estabas comiéndote ahi fuera un queso.

ALDEANO 1,^¿Pues

yo juraría que te he visto hace un rato en ca sa de la Nicolasa dando cuenta de una fuente de dul ces?

CATALINA:

¿Veis como tengo razón?

TODOS LOS

ALDEANOS:

Tiene mucha razón. Nos ha tomado el pelo. ¡Duro con él!

TIBURCIO:

(Todos empiezan a saeudirle estacazos.) lAy, ay, ay! Juro que me moriré de hambre... De jadme, dejadme... Basta ya...

(Empieza a sacar de todos los bolsillos cho rizos, pinúís y golosinas.)

Tomad, no quiero comer nada. CATALINA:

¿Lo promete?

TIBURCIO:

Todos éstos son testigos de que lo prometo.

TODOS:

Lo somos. 16


CATALINA: Pues te dejaremos. Pero como vuelvas a las anda das...

TIBURCio:

No volveré.

TODOS:

¿Lo prometes?

TIBURCIO:

Sí. Me he dado cuenta de que mentir no sirve para nada. Y si algún día necesito algo se lo pediré a Ca talina.

TODOS: Eso está bien. Te perdonamos. CATALINA: Si este Tiburcio es un bendito en el fondo. {Le da un sonoro beso.) ¡Pobrecito! Está lleno de chichones.

{Cogiendo un chorizo y dándoselo.) TiBUEClo:

Toma, ¿quieres comerlo? ¡Nooo!

{Cae desmayado.)

CATALINA: ¿Habéis visto qué fácil resulta quitar el apetito al más hambrón?

{Levanta la tranca y todos salen corriendo.)

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DEPARTAMENTO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA SAN JUAN, PUERTO RICO 1967

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