La mujer (1893)

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_/ LA MUJER; POf'\ FERNANDO LOPE,Z TUERO. ·PUERTO-R I CO . ' l l l'OGRA F [A DEL BOLE. T IN MEIÍCANT I L, Ca ll e de In Fortaleza 2.f }' 26. ( /

./' 1.1º 1 E s propiedad del nutor. J j

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CAP [TULO J. SC.C l O LOGÍA DE LA MUJER. l. FormM q ue debe n em picarse ni hnbla r de la mujer.- ! r. O piniones sobre l;a muje r.- 111. Estados dl 11ti 111 os c¡uc r rc11c 111 n I n muj er.-!\·. Conce pt o m don::i l q ue debe t Cll l'r'SC d e la mujer.- \ ' . pri mordi al qu e difama á la muje r. Formar qu e d eben empicarse al habltir de la mujer: El que se proponga e scrib ir en sério un libro que trate el e la mujer ó ele la sociedad en qu e dla vive, co n ánimo dt, n:: dimir al mundo, d e ponga su em p e ño 6 hágase cuenta d.e que predica en des ie rto, y que han <le hacerle tanto caso como á a qu e l que quiso vaciar el mar. /

--- - --- ( . )------sacando el agua con las mano s; por la razón seitcilla de que la gente no recibe con gusto predicacion es de moral cuando no tiene convicción de que es nadie, individualm e nte considerado, se cree culpable de los vici os soc iales, y menos de lo .que ha en ll amarse defectos de la mujer, desestimando por tanto incnlpacien es y cargos de hechos que la mujer realiza, el tiempo sanciona y el mundo olvida. Habrá que seguir otro camino cu a ndo se vaya á escribir un libro de esta nat>1ral eza : tratar de la mujer en t o no festivo, apelando á los matices cómicos para h ace r resa lt ar s ns interesantes defectos y poner bajo la acción de la vista pública la s imperfecciones de su educación social. Así. el hombre¡ a utor de todo , bueno y m'alo, eno materia sociológica. verá su obra tal como es, y 'comprenderá sin ofensa si es bu ·e na ó mala, disponiéndose gustoso y sin . esfuerzo á corregirl a y perfeccionarla, si lo cree necesario . .. / 5 )---'-----Así como la madre de un nmo enfermo ha de ser solicita, cariñosa y aún esclava de su destino, dando á su hijo la s medic in as por distracción ó engaño y s in ob lig ar le pa ra qu e no se ni egue, e noje y llore, agravándose el mal , y pague a i fin co n la vida su indocilidad , así t a mbién e l que con un libr o pretenda , ingresar en la chísima orden de. los moralista s, ha de agotar s u p ac iencia, su habilidad y esmero en hac er tragar en dosis h omeopáticas toda la ti sa na nec esa ria para purgar al organismo social de la corrupción que su vientre gigante existe; de lo contrario, al dar su fallo la opi ni ón pública impondría al autor e l anatema de la descortesía. por ser preciso é indispensable, al habiar de la mujer, rectitud e n la forma, nobleza en e1 fondo y e n la mate ria. 11' Opiniones sobre la tme;ú·: ¡La mujer! )·

· 6) ¡ Qué cosas se de la mujer ! · j Qué c osas se dicen ! ¡Y qué Losas se ven! De la mujer hay tantas opiniones como hom br<!s sobre la tierra, pero cada se por la propia , sin que la op101011 a1ena le importe un bledo. Oigamos á la Historia. . En algunos pueblos del primitivo se creyó que la mujer era un 1rrac1 ona l, y la uncían al arado en compañía del asno para labrar la.tierra. Otros pu eb los han considerado á l a mujer como un árbol destinado á d'.lr fruto; cuando dejaba de produ cir, la mataba n por inútil. Otros pueblos vendían á sus mujeres; otros las quemaban; otros . las arro1aban al agua. • En el siglo diez. y siete se dudaba si la mujer e¡a ó no sér humano. e l siglo diez y ocho, en un Conc1ho, se discutió si la mujer tenía alma 6 nó. ( ¡ ----.,.---( 7 )------.

En e l siglo diez y nueve el nacimiento de una niña se ha considerado como una desgracia. .

• Dejemos la historia de los pueblos y de los tiempos y de nuestros días. Hemos oído aseglira'r que la muj er tiene un sentido menos que e l hom bre : el sentido común . - Las mujeres tien e n el cabello largo y e l sentido corto.. L a mujer es imbécil por naturaleza. -- La mujer es más amarga que la muerte. - La mujer fué quien peco pri· mero. ;La mujer es una cruz á la que todos se abrazan v pocos se salvan. - U na mu buena es un pájaro raro. - Las muj eres tienen siempre predilección por los nec id s. Más fácil es gobernar á un reino que á una mujer. )

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1 1 1 1 1 1 ¡ J ---( 8 ) No hay que elegir, entre las mujeres: ninguna vale nada. · _ La mujer es la esclava del hombre. En frente de estas opiniones hay otras, unas en verso, otras en prosa, algunas también con música. Oigamos: - L a mujer, como última obra de Dios, es la más perfecta. · La mujer es un poema. - La mujer es un manjar divino. Las muje'res siembra11 dellores el camino de la vida. ' -- cosas buenas ha dadó Dios á 1;/s- hombres: los perfumes y las mujeres. El corazón de la mujer es un abismo de amor. La mujer es el ideal del hombr e. - La mujer es. un estado intermedio entre el cielo y los hombres. En el mundo no hay más que dos bue nos bocados: las mujeres y el mel ó n. / 9 ) - La mujer ha nacido para amar. - El hombr e fué hecho en el can;ipo, la mujer e n e l paraiso. La mujer soporta mejor el doler que el hombre. Aún hay otras op iniones; la s de los tontos, á quienes s ie mp re les dá por hab lar bien de las mujere s No h ay cosa que más"·no s divierta que oir á un tonto hab lar bien de las m ujeres, por las a lab a nt'!s n ec ias que se le ocurren; p ero, e n cambio, no h a y cosa que más nos ent ri s t ezca que oir á un di,cret0 ha blar mal de e ll¡i s, por las in cu lp acio nes a marga s, p e ro fundadas. qu e ·les dirige. · Para mu c hos la muj e r es seg ún y cómo; hablan d e la fe ri a tal como les fu é e n e ll a. Por nu es tra parte. la opin ió n que má s nos g u s t a d e la mujer es la de lo s mudos: porque la callan. De la m tJje r no se debe hablar ni bien ni mal; el qu e e n un sentido ú otro habl e, t e nga por seguro que se equivoca. ) -

-------« 10) y la mujer, en tanto, Jque pensará' del hombre ? 111 Estados distintos que p1·cscuta la mu;e1·: Prescindamos, por ahora, de los elocuentes eje mplos que nos clan los casos de amores célebres, los grandes crímene.( de la historia, la s espelu z nantes t1t,gedias de la vida, la opinión profunda de mucho sáb io sesudo, y de todos los h ec hos , en fin. qué h a n dado motivo para formar desde la Divina Comedia, que Dante escr ibió pensando en su Beatriz, y l as joyas Je arte que nos legó Rafael, in spi rándose en su Fornarina, hasta los castillos en el aire que cada cual construye para alojar á su diosa, reina fcliZ del pensamiento, y veamos s i st puede ll egar á establecer algo cl aro y racional sob re el concepto vulgar que de la muj e r se debe tener. La mujer, como todos los se res de l a creación, pasa por tres fases de / ?esarr.ollo, tres etapas de la vida: la mfanct a, la madurez y la decrepitud. . En cuanto hablemos e n estas páginas de la mujer, siempre nos referiremo s al segundo período, al de la madurez; .la .fliña y la anciana quedan . excluidas; son mujeres por extensi ón ó por razón de tiempo, pero no por sus efectos; ' estos dos límites extremo s d e la vida del sexo querido apenas toman parte e n el mundo de las pasiones ; aunque figuran e n las escenas de la vida, no toman parte e n las del a mor. En e l prim e r estado, la mujer es una flor angel ical; la vida se desliza entre sueños, son risas y juguetes ; en el último, es un perfodo de perfección, fase en que á la crisálida le nacen las alas, tornándose e n mariposa para buscar la luz; período también en que la mujer tiene hijos y nietos que subliman su espíritu y engrandecen su alma hasta remontarla al cielo. Pero el estado intermedio, el ge nuino de mujer, ya es otra cosa.

La inm aculada gr,ndeza de una madre es t á e n su misión maternal, no en s u na tural eza d e mujer.

C ualqui e ra c;onoccrá madres c;uc irían hasta e l sacrificio por la salud 6 la dicha d e sus hijos , y sin e mbargo so1¡ esposas perjuras.

La leo na es · una madre que se esmera y sacrifica , pero es también

r 1. f. f 12 1 En este período del' sexo amable, períod o de plenitud y de perfección estética, es cuando se presenta más int eresa nt e. a l 111 e 11os para el a utor de un libro de es te estilo; período efímer o, fugaz y harto breve, pero que da ocasión á felicidades e t e rnas en un paraiso, ó á torturas t err ibl es y sin fin en un infiern o. En és ta época, en que Ja consi d e ram!'s, afecta la muj e r distintos estado s, alcanzando e n carla uno su categoría prop'.a. En unos casos se llama esposa, en o tros madre, e n otros muj er á solas. Conviene di s tinguir, porque el estado forma natural eza. El es t;ido de una muj e r influye tanto e n su conducta como en las flores la es tación, en Jos colores Ja lu z y e n las semillas el calor. Una mujer, una esposa y una madre son \'res p e rlas distintas procedentes d e la misma concha. Esta clasificación es conveniente y nec esa ria porqu e la mujer puede ) --r-· (r.) ) presentarse y se presenta afectando cualquiera de es tas tres for.i;nas. Cuanto se diga bueno ó malo de la muj e r, se rá 6 no aplicable al es tado en que se la considere. Co n fr ec u e nci a ocurre que algún desl e nguado, 'con motivo ó si.o é l, habla mal de la muj e r, y a l punto hay alguien que le interrumpe dole:preguntán,. -

¿No ha t e nido V . .madr e ? Lo cual es una pregunta importuna de d efe n so r es in sípiJus; porque si es una demencia atribuirá una madre lo s defectos de una mujer: lo es mayor t odavía atribl1ir á una mujer las virtudes de un a madre.

1. • una fiera con instintos sanguinarios. . . Las relacion.es qu 1 e ligan á una mujer con el mando y con sus hijos, s?n J e tan natural eza que se ejercen con independencia y libertad amplísima, s in destruirse unas á otras . ·- El mejor elogio que puede hacerse de u na. madre es no co mpararla á las demás miajeres. Si hay a lgún sér e n la creación que con justicia merezca llamarse rey de los demás, este sér es la madre, reina legítima de la naturaleza humana. -¡Bendita seas, oh, madre! son las palabras de Dios. . Tenemos necesariamente que e lim111ar en nuestras apreciaciones á la mujer, como madre. así como la hemos eliminado cuando niñ a y ·anc iana. La esposa, _en su ca lidad de compañera del hombre , tiene tantas analogías con 1'. nntjer simo lemente co n siderada, que apenas si es posible distin guirlas r menos separa rlas ; parece qne se confunden ; por esto quizás la esposa r ecibe también i;I nombre ele muj er propia. No obstante, las s imples aparicn· cías no just ifican la identidad. A la mujer se la mira con lo s ojos de la cara, pero á la esposa que mirarla con I0s ojos del Bajo e l punto de :;ista moral, creemos hallar diferencias entre estdS dos bellas id e as objetivas, como creemos también, · en harmonía con e l abate Constan, que la mujer no es esposa hasta ·que no ha siJo madre, La esposa, en d concepto .de mujer propia, debe ser ajena para no sotros y para todo el mundo; sólo e l dueño d e be juzgar la . porque lo s juicios del mundo y los fallos de la opinión 6 son infun dados 6 son injustos. la mujer, como esposa, hay mucho bueno que decir, pero también se podría decir a lgo malo; lo que dijéram os en pró, nadie no s la agradecería; en cambio, lo que dijéramo< e n contra, enojaría á muchos maridos que

¡· 1 -------1 16) tienen ojos· y no ven, que tienen o idos y no oyen. 1 Queda, pues, e:liminada la esposa también , como la madre, la niíia y la anciana. Y a l fin nos hemos quedado á solas con ella, con la m ujcr. ¡Momento feli z! . IV Co11crpto racional que debe tmcrse de la 1JJlL]C1': .-\ntcs de pasar adelante, vamos á fijar un concepto, base fundament al de nuestras apreciaciones y con el que tal vez logremos in spirar confianza . La Naturaleza, en su función cread ora, produce los seres aislados, uno á uno, por . unidades simples; así se presenta la ley á nuestros ojos, :.! parecer; sin embargo, las apariencias y los ojos engañan ; la ley es distint a, la natu r a leza no produce así, sino por parejas, y los dos indivfduos creados son de sexo distinto: ésta es la I 1 t -----..,-- ( '7) verdadera unidad natu ral, genésica y completa ; y para el contrasentido de llamarle u111dad doble, se h a convenido en e l lenguaje de los naturalistas llamar bisexuada á es ta unidad perfe cta con que la naturaí eza manifi esta su · función creadora La ley, á la vista, parece incompr e ns ible, p e ro para mirar. . á la natural eza los ojos di:! la son poca cosa: siempre c_1egos 6 miopes al me no s; habrá que abr!r mucho lo s de l espíritu y fij a rse bi e n para tras lu cir algo de lo que pasa en su seno fecundo. El qc.e con los ojos de la _cara mire a l sol, no verá más que un mía · tigabl e peregrino que pasa e l tiempo perpétuamente dando vueltas al.rededor ele nu estra térrea morada, s111 salir jamás de su paso lento y uniforme; asf le vemos, y si n embargo, ¡ pérfida apariencia ! ¡ cómo nos engaña n tros ojos! son ciegos ante la realid ad, porque con los ojos del espíritu se di s tingue á maravilla que 2 .J • ,,.

! 18' el sol no pierde el tielnpo en seme. jant l! p e regrin ac ión monóto na y s in objeto, y que nosotros somos los desatalentados caminantes qu e locos nos p r ecipitamos e n vertiginosa carrera por la pista marcad a e n e l e•pacio, sin voluntad para di s crepa r un tris del drculo celeste e n cuyo ce ntro se d es taca radiant e y se r e no el sol, que fijo nos contempla, a le nt á ndonos e n la marcha con efluvios de amor ard ie nt e que n os dén la v id a. Aún más: e l movimiento rea l del so? no lo 1..l;:,tinguc:;n lo s ujos humanos ¡otro engaño! sólo co n los del espíritu se percibe s u movimiento abso iu to , porqu e en e l Sol, como en la ti erra y como en todas partes, la inm ovi · lidad no existe; ha s ta lo s cµerpos mu e rtos que parecen los más tr an quilos es tán en ince sa nt e movimi e nto qu e termina por tran s formarlo s y deshacerlos . Basta lo dicho par a co nv e nc e r a l má s de sco ntentadi zo d e que no hay que fiar en lo s ojos d e la cara p ara ·. 1 ) / mirar á la madre común de los mortales . Si viéramos á todos los seres nacer por parejas, e l h e ch o de la ley que por ci e rta se tiene se rfa evidente á tod z.s luces ; pero no á todos les es dado r e prodúcir se de es ta sue rte. H ay a lgunos ·ej e mplo s. Las palo mas, se multiplic a n por parej as y los descendientes so n casi siempre de sexo d is tinto; la pa reja cr ece y juntos sig ue n hasta la muer t e ¡ pareja afortunada ! La s t órto las por -pa rejas se r eproduc en, r es ultai.<lo l ambi-"n tic sexo contrario, y asociaclas ' marcha n mientras viven. Otros muchos seres· se r eproducen p or parejas múltiples co nfirm a ndo la ley , y los qu e de o tra s u e rte lo h acen es porque circunstancias es p eciales lo <':x ig e n para asegurar con ma yor éx it o la perpetuación de las razas .

Tod o lo cual q uiere decir que los seres humanos, el hombre y la muj e r , se complementan, ambos constituyen .J.

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• -.-- 1>0) la unidad natural bis1 :x,ua da, y si nó . l es ve mo s nac e r simultáneamente es porque conv iene para que salga la obra ma s perfecta. Si e l ho1nbrc y la muj e r se co m · plementan. s i a mb os so n ig ualm e nte indi spensab les para constituir la verdade ra u ni dad natural y ge n<és ica , no hay razón fundada para a tribuir al uno más , -a lor que a l ot rq ; a nte la n aturaleza ambos valen lo mismo¡ para e l fin ele s11 creación desempeñan el mismo papel y ais lacl'!,s nin g uno aprovecha ; no r ecordamos e n qué a utor le imos el lin do sí mil de qu e la pareja humana es co mo las hoja s de unas tij e ras1 que un idos si rve n) pero desunidos y aisladus para nada va le n . Luego e n buena lógica debe desec harse por e rró nea la id ea 9e que, bajo nin gú n co ncepto, ni aun socialmente co n s iderada, la mujer valga.mas ni n\enos t:I hombre : vale lo mismo y a mbo s so n necesa rios. Que si e l hombr e por su naturaleza rob u s ta puede , como R o ldan, • / - f2r) ---p;¡rtir de un ' sab lazo un a r oca, y mon tado e n cólera pu ede, co ni o Orlando descuajar lo s bosques, e ntur. b1a:• Ios lagos, y allanar lo s montes , la muj er pued e co n un a so nri sa de s us labi os d e g ran a h acer la dicha ele cualqui er mo rr a l, y con u na mir ada de amor dar la glo r ia y la inm orta· lidad . Que si el hombre los castillo s y los l ibros, la muj e r co n su del i mano embe ll ece e l hogar y confecc1 o na n uestros 1·es tidos. Que s i necesar io es que e l hom. bre lu c h e co n los elementos y mate á las e s también que la m t:Jer n utra a los niño s y suav ice nu estra vida . Que, en fin , sin el hombre se aca.baría la es pecie hum ana; s in la muj e r se acabaría lo mi s mo. . D esec h e mo s, pu es, por fa l sa. la ide a d e que e l un o valga más que e l otro. Y pa semos ade l a nte .

( 22) V Causa primordial que difama á la mujer: En las mesas del café en los divanes del ( 'írculo, junco á las chimeneas del club, en las tertulias, y en todos los centros y puntos donde los hombres se reunen -para matar el tiempo-se habla y se discute, Se habla de política: la cjemocracia y el absolutismo tienen briosos paladines ; si los demócratas se exaltan los realistas se irritan ; la discusión sube de tono, intervienen · algunos amigos y para e.vitar un se cambia de conversación. Se habla de rel igión : pues controversia segura; los ateos y libre pensadores son incompatibles con íos fanáticos y ortodoxos; al discutir, unos pierden las formas, otros se indigna n, los ánimos se alteran, y hay, para no acabar á tqtstazos, que hablar de o t ra cosa. Se habla de ciencias: unos por sabios eruditos se hacen inaguanta1 ' _/ • / bl¡s, otros 'por ignorantes supinos desesperan á por no ser .los asuntos de interés y competenc•a general la conversación des maya y se a.caba. Se habla ele otras muclias cosas: teatros, toros,, caballos, ca za, esgrima, asuntos. tt>elos qu e tien e n apolog1.stas e ntusiastas y :i.cérnmos ; la discusión no acaba ni convence á n;idie y cada cual sigue en sus trec e . . habla ele lt conlenti -todos son competentes práctico s y doctos; a lg uno s hablan po'. cos es c uchan y todQ.s ricn ; cada cual su. chist e y á cada sar¿asmo una carCaJaela : el grupo se anima, la alegría cr!'c e y la gracia varonil rebosa y se derrama ; no hay conversación tan sabrosa Y. festiva como hablar de mujeres. ¡ Pobres mujeres ! mejor dicho i pobres hombres! ' Y apropósito. Cuentan ele un inglés que al pre,f

1 .. , -------( .. 1------sentarse á diario en la mesa de Uf}ª .fonda. donde comían hombres so los, sacaba de la cartera i:n billete debanco, lo colocab a debajo del plato, comía impávido y a l terminar la comiqa cogía su billete, le guardaba en la Cdrtera y se marchaba sin hablar l)a labra ni pestañear siquiera; al día s igui c r.te y suc es ivos, se r epe t fa n lps mismas ceremonias . Picado por la curiosidnd: uno de los co ncurrentes se decide á preguntarl e por qué comía con e l b]llete debaj o <1el plato. i\ lo que el ingl és respond ió: ·- Mi estar dispuesto á gastar e l bill e t e e n cerveza el día que se aca bara la comida Rin h abe r hablado <le mujeres. Afortunadamente, estas conversaciones .10 entra n siempre e n el t0no de l a difamación; son simplemente reflejo de educación socia l y testimonio de frivolidad masculina ; pero tiene no obstante el asunto un aspecto grave, y es que,,á fuerza de estar . ¡. J • / • ( •5 1 de contfnuo exagerando las debilidade s femeninas, llegan ·á hacerse famili ares y de tal modo toman asiento y conformidad e n e l ánimo que ya es cosa corriente que las vele idades y aun los perjurios qu eden sin correctivo,. y aun e n muchos casos se ce le br e n, arrojando así la soc ied ad <:enixa al cielo, que .Ju ego cae en los ojos de la humanidad , haci e nd o incon sc ien t eme nt e que por ley de exte nsi ó n á todas las muj er., se las mida con la. misma vara. Aunque pequemos de indiscretos; ¿ es merecida la fama comt'111 que tie· ne e l bello sexo ? , Si las mujeres pusieran tanto emp eño en hacers e respetar como inter és en. inspirar a mor, con m as ventaja se cotizana el papel de su reputación. Ma, ent iéndase que si la mujer su fama y marchita su reputación es so lo por una ca usa, por el amor, ante e l cua l todos lo s se res d e la creación d ec linan su e nergía y se aprisionan, perdiendo por su gusto hasta la vida si es preciso li diar; pero ,,l·

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injusto sería: de<;ir que ¡a m.uj e r se de.grada por nmgun otro Y el hombre ¿por cuantas causas se d egJ"ada? Que r es ponda la muj e r. Ya in sistiremos: hablcm c s de otra cosa. 1 l / CAPITULO JI. EL l. de?nmor.- lt . El runor según los s:t bios..11 1. Sólo hay unncla!lz dcnmor. . Excélsitttd del a11uw: Acudid e n mi aux ili o, del H e \ic6°n y del Parn aso : ve ni d, ondinas del Penco v d e l Genil ; 11iy4des y ninfas de la Castalia ; n e r e id as y driadas; sí lfi des, diosas y deidades, hij as de la lu z y· d e la ese um a.; \'e n id todas, por favor, á coge r l a¡; mas lind as y perfumadas flores d e lo s márgenes risueña s d e vuestros predil ec t os ri os , Je vuestras n u tridas se lv as y vu es tros jardines amenos, para deshojar s us péta los y a l . ,J .

¡ El amor ! He aquí la frase más b e ll a di!l le ng uaje, e l sentimiento m ás grande del a lma ; cuando ·se ama se r espi ra sólo para desahoga r d e l pecho l a pa sió n irresist ible que oprime al corazón; an t e e l amor t<1>cio d e clina, tod o se pospo ne, y sea el a mor una se nsac ión, u1i a idea, ó la enc a rn ac ión íntegra y profunda de l es p íritu e n la materia, es lo c ie r to que e l·amor es la creación de la v id a er. los espacios, es la lu z de la mat e ria en los cu e rp c. 5 y es la poesía del a lm a, y ante é l todos los poderes e nmu dece n, las opu le u c ias s e achican y la s g randezas s e amino r an, porqu e más g r a nd e q ue rni ce rebro humano que remo'nta sus concepcion e s, dilata s u a lb e drío é ilumina l as im ágenes con e l sagraclo fu ego de s11 amor; más gra nd e que es to, s i hay • a lgo, se rá J)ios; o tra cosa, nó .

1 ·1 1 1 I· . ! (28) - - -fombrar co ·ello s mi n mino ; ar rebatad a l áura matinal su h á lito balsámi·co, al céfi ro sus suspiros y á la sus la¡n e ntos, y cchadlos .obre mi fr en t e cual purísim o beso que otorga el bu sca d e n e l espac io infinit o los dulc es trin os que esparce n las aves en s u di a rio sa lud o á la mágica y es pléndid a aurora , y arrullad con e ll os mi s o id os; coged la blanca espuma de vu es tra mansión . las ri zadas ondas <le vuestros 1nqu1ctos rios las h e bra s de oro de vuestro fecund; padre, la lu z de los.c ic los,_ los perfumes d e la ti e rra , las maravillas de los dadme. dadme todo esto, en volvedme en ello y dcspuGs .seguid co nmi go _sonrisas que alienten mi espíritu, y dejándome admirar vuestros nítid os e nca nto s P"ra • qu e brote en mi alnrn la in sp ira c ió n, se abran las venas de la elocue n cia y vi e r ta torrenres d e ar mo ní a a l h ab lar de lo más grande, lo más h e rmoso; lo má s fe cundo qu e pa lpit a en e l seno inm enso de la creación e t e rna .

En "los ti empos rle l pag a ni s mo el amor era conside rado como una divinidad y se le adoraba bajo la forma del pfcaro niño qu e todos cono ce mo s con los malhadados atribu -

J I ( '9 )

Tras e l paganismo vino la Redención, y desd e en tonces el amor ha ' -

¡· 1 1 ------- ( 3!' )------tos de la venda e n los qjoo, la s flechas. incendiarias y la antorcha e n la diestra para inflamar la s almas; la mujer entre los gentiles era no más que un manjar sa bro so, y e l amor un ape tito; con tal credo, ni la muj er podía ser objeto de grandes ternuras, ni e l amor de grandes sacrificios. Sin e mb a r go, e l trágico desenlace de los amores de Píramo y :risbe al pié de un mora l cuyo fruto desde entonces está teñido de rojo, testimonio es de <]Ue lo s gent il es no podían sobrevivir á lo s infortunios def amor. La av<::nturas J e Ulises por unirse á s u amada Penélope, elocue nt e <jemplo so n tam bié n de amo r fili al. El rapto de l a bella Elena causó la destrucción de · Troya y la gue r ra más estrepi t osa que regis.tr a la historia . Orfeo, el 11ijo de Apolo, el gra n músico Tracia, se precipitó a l Av erno en busca de su adorada Eurfdi ce, y tales prodigios ejecutó con la lira que l as Furias com·encidas l e - ------ (3•) ----,--otorgaron lo que pedía, á condiCión de qu e a l sal ir no hab ía de. vo lve r la cabeza; pero Eudírice, a! 0 ll eo-a r á la pu e r ta y ve r la lu z, se a lucin ó., por Ja dich a, vo lvi ó la cabeza y a l pu nto desapareció en las tinieblas. Órfeo e ntonc es, solo, abrumado y transido de dolor, se retiró á llprar con su Era á las cu e ,:a s de su patri¡i, despreciando la g lor ia y los laureles; pero hs Musas, ofe ndid as, se confabu laro n, le dieron mu erte y a rrojaron s"us despojos al Hebro . E ntonces s u padre le transformó e n cisne y su lir a fué co locada . entre la s co nste laciones. Ta) es e l fin de la hi stor ia gentilesca del músico inmortal y desventurado esposo.

Con tales ej e mplos se ve que los gentil es era n impulsedos por e l amor d e igual ,suer t e que Jo fuero n sus prelos egipc ios, los caldeos y así suces ivamente desde el génes is de Moi ses.

1 j · cambiado de forma no de ese nc ia ; aun se le rinde culto, pero int erno; porque e n cada p e cho cristiano hay un santuario donde el alma acude devota para postrarse de hinojos a nt e la imagen del corazón que es el cáliz del amor. Entre el amor mf s tico •<l e los antirruos , y el amor objetivo el e los 1110sólo hay una clifcrcnc;i<., pero fundamental y bas e d e toci as las apari encias y distincio.1es, y es, que para aquéllos la muj e r e ra 11n y para nosotro s es una fl or; para aquéllos, sabo reado el fruto, tocio acababa; para no so tros, aspirado el perfum e, aun queda l a Ao r superviva y b e lla.. . . Si los pueblo s del primitivo o riente hubieran tenido como nosotros la dicha ele o ir la p.alabra del Evangelio, hubieran clivi11izaclo á la mujer, hacientlo así la apoteosis del amor, por<¡ue eran m.a s artistas, y es positivo que en materia de amor el arte lo hace todo, ó entra por mucho. A pesar de los cuare nta siglos ·. \ ill / ( 33 1 tran scurridos' aun brota el amor con igual_ pujanza, sublima la s almas y alegra á las criaturas, lo que prueba que la natural<' za humana siempre fu é ) y será la mi s ma. Jesucristo r e dimió a la muj e r porque e l h ombre ha e nnoblecido e l amor, y es po si tivo que desde el Evange li o se r espeta á _ la muj e r, y el a mor, s ie ndo u11a pasión natural. n?, es ha sta qu e adq 1.1i e r e sa nc1on d1v1n a al p ié de los a ltares. 11 Et a111or segA11 los sabios,- Si para juzgar e l amor fué ramo s á int e.á la pléyade nmi1ero sa ele sab1?s y doctores qu e sobre é l h a n escrito y discurrido, caeríamos segura· ment e e n un m a r d e confusiones. Para. sa b er lo qu e es amor, hay que preguntarlo á .los ojos mágicos ele alguna dama hechicera; una sonrisa sola de unos labios de grana da del amor más exacta id ea qu e todas las academias y todos los po emas. ...

·- (34J . Sin embargo, bue110 será. saber -lo qu e dicen los sabios de tan. sante materia, sin que esto, cir que ·hayamos de creer a pifies iun.!las y sin protestar sus a rmac10 nes . Según Séneca,- un amor apag_a á otro amor; pero, con perdón sea_ dicho esto' no es cierto; un amo r, 1s1 • aga con na c a, n1 se . f é verdadero, se extmgue iamás' s i u será imperecedero, y tiene amor un carácter tan exclusivo Y. q.ue nf da cabida á otro sent1m1é'nto . igua análo o ni afine; podrá, por c1rcuns tanci!s ajenas á la propia vo l untad, mostrarse mudo, tranquilo, latente, e ro cuando la presión que le ab ruma P a surte de nuevo, se eleva. y si; como llama al fin avivada el sop lo de la dich.i. ; e l amor . que I ó se sus titu ye, no es a mor, se apaga ' uando está por satisfaes deseo f1. ue, c cer, presenta todas las y lanuras de que es suscept ible e ese . ritu humano ; pero después de sa tis) / ( 35) fecho, brinda tau sólo despojos que el deseo abandona para buscar novedades donde saciar su ins t into. T iene e n cambio mucha ra zó n la opinión vu lgar, cuando di.;e que só lo se a ma una vez en la vida; podrá un primer amor no ser el verdadero y serlo e l segu ndo ; e l anter ior fué nada nlas que un síntoma. un indicio, . una ilusión, algún deste ll o pas4j ero, no luz fija ni verdadero amor; de se rlo, hubiera sido único, sin segundo, firme, inquebrantable y permanent e, porque de tal suerte e l verdadero amor absorbe las potenc ias de l alma, qlle no resta ni albedrío qu<::' divague, ni c ue r po que se aleje, ni instinto que se p ie rda .

¡Cuán tas opinio nes, sa nto Dios, tenemos de l amor ! Desde la del místico S a n Bernardo, que decía que -e l único guarda del amor es el pudor, h as ta la del materialista Corneille, que afirma: que-el amor no es más que un placer, cab e de po r medio un vol umi-

- ------( :¡01 ---noso tomo con -apolog(as y ne¡;. Y es que todas \as personas no tienen su alma dispuesta de modo igual para hacer ostensibles tos del amor; unas presentan clacl predominante por el .subjetivo, otras por el amor ; para la s primeras, e l amor es una que otorga la dicha al llegar la reahdad, y poclr.ln decir con que --el paraiso está allí donde habita el amor; para los segundos, e l amor es se,nsación que tiene por fin el hast10 ; estos podrán pensar como Marco .l\ureliu tlue -- cl amor es una convuls16n momentánea; los que aman con el espíritu no ven extinguirse jamá5 la lu z mágica ele sus desvelos; los que aman con los sentidos, verán alguna ve1. agotado e l de su.s afanes ; el uno es amor 1nmaculado, unp erececle ro verdadero - amor ; e l amor id eal su.ele no ter<er otro lenguaje que e l de las lágrimas y los. suspiros ; el :mor ei<perimental va siempre acompanado ( 37 )------de ri.sas y 'a legrías ; de este amor nada por preferir- el primero, y consignaremos con A. Blay que-el amor. de la materia env ilece y el del espfntu enaltece.. que en tre untl .y otro amor debiera una línea demarcadora que deslinde Y distinga de •naturaleza, Y no la hay ni puede haberla, porque la hu¡nana no Ja admite; u.n id ea l contemplativo y plat6- • 111co, s m es¡;>eranza de posesión, no se ría una ¡;>as1ón natural dirigida por razón, smo un sín toma de ena<Tenaó una niñada hija de la aa • de t erm inar es te punto, a lgunos conceptos de autores 1ns1gn es que habrán sido tan esclavos de lá mujer como los hombres más humildes. . Diógenes : El amor es la ocupación d,e los desocupados. d · Bacon : El amor es el perturbaor del mundo. ..

La Bruyere: El amor que nace súbitamente es el más dificil de curar.

- --- - - - (38¡ -------

Pascal : El amor i¡io tiene edad, acaba siempre de nac e r. Ovidio : El amor tiene más hiel que miel. . La Salle ; El amor es el egoismo de dos.

Quiñones: El amor es el único sacramento del matrin10nio. Millet: El amor jamás ha pretendido una cosa en vano. El amor es el que dispone de los hombres. , Balzac: Cuando ama todo lo logra el amor. ___ , 39 ) El vulgo, : El amor es un sainete que termina de ordinario en boda. . Los refranes castellanos, por su parte, cantan también muchas iinde- . zas, respecto del amor; dignas de ser oidas. Amor, opinión y fortuna corren juntos la tuna. vén. Amor con ainor se paga. Amor de nii¡o, agua " en un cesto. El Amor y la fe en las obras se • Amor tramp ero, cuántas veo tanta s quiero. El amor por lo s ojos entra. Dond e hay amor, hay do1or. A mucho amor; muLho perdón. Obras so n amores, y no buenas razones . El amor y e l buñuelo han de comers e en caliente. Amor no mira fe, ni linaje, ni pleito hom e naj e. · Amor de padre, lo d e más es aire . ¿ Adonde ir ía mos á parar si nos guiáramos por estas opiniones y estas · ..J·

Paty : El amor es la locura del corazón. Hesiodo : El amor es el arquitecto del mundo. Cervantes : El amor igi1ala todas las cosas. Mariana: El amor y e l odio nos ciegan igualmente. . • Catalina: El amor es un poema cuyo canto primero es e l matrimonio .

\. -- ( •º) ------máximas? A donde dijimos, al mar el.e las confusiones; pero' afortunadamente está por medio la mujer, que la esencia del amor, es quien nos guía, y con su influjo arrobador brinda a l hombre un porvenir risueño de ternura inagotable. 111 Sólo liay 1ma clase de amor : El amor, por su carácter de universalidad y g r andeza, por su naturaleza perdurab le y suprema, y por sus efectos pród igos y fecundos, ha dade nombre á otros sentimientos del humano es· píritu, que son también d.e genera l prestigio y dignos de extels1tud y blimación · existie-ndo ante el sent ido común y 'la acepción vu lgar distintas suertes de amor, tales corno e l amor á la Patria, el amor á · Dios, el amor filial, etc., sobre lo s que nos Vamos á permitir algunas observaciones, empezando por el amor de paclre,. que sería el primero de los. amores, s.1 no existiera el amor propiamente dicho. / / ------- ( 4') -------

Tornantlo la palabra amor e n la acepción de cariño, cabe . hacer comparaciones, porque ambos son afectos del corazón, que es fuente de mil amores, y entonces tendrá apariencia de realidad el refrán que dice : -amor de pad re, lo demás es aire; au nqu e para expres·ar l o imponderable del amor paterno hay otro refrán mucho más expresivo, y, si se quie r e, que es : .un padre para cien hiJOS, y no cien hijos para un pa· dre. .

La abnegación paternal se muestra á veces heróica y subl im e hasta hacer real la leyenda del pelícano in.J

Es positivo que e l afecto que siente un padre por sus hijos es por su naturaleza el primero de todos lo s afectos; reutfe las estimables circunstancias ele ser desinteresado, ingénuo, permanente y preferido; elementos todos que intervienen en la esencia del amor; pero estos cuatro e lementos por sí solos rw lo co nstituyen, ni forma su naturaleza .

... 1 diano, q•1e desgarra sus 1carnes Y.abre sus e11trañas y llega hasta sacrificar la vida por salvar la de sus hijos, y si el cariño del padre al hijo tiene tal grado de excelsitud, el cariño redproco, el del hijo para el padre, no es menos heróico, ni menos · sublime: y si para el primero hemos evocado la leyenda del pelícano, para el segundo podemos evocar la leyenda ¡!el Cid, que, al recibir la noticia de que el Conde de Gomar había ofendido á su padre, sin averiguar la caus\), sin ver la razón y sin perder tiempo 1 monta á caballo, le llama, le desafía : Mano en mi padre,. pusisteis delante el rey con furor, sin mirar al denostarle de que soy su fijo yo. ¿Y cómo vos atrevisteis, á un home á quien solo Dios, siendo o su fijo, pudo facer aquesto, otro nó? " y con la vida le hace pagar la fechorla. (43 ) Pero á rasgos naturales, reales y frecuentes, de protécción recíproca, á estos ejemplos de cariño inmenso y sublime afecto, no debe lla/ marse amor, yorque no lo es; son, el amor propiamente dicho y el afecto paterno, nobles pasiones capaces de remontar al hombre á igual altura en el concepto moral ,' pero son de semejantes, tienen distinto orígen y van á término distinto. Por algo dijo Dios ál.hombre :por la mujer dejar ás á tu padre y á tu ma?re. . No cabe mayor e logio de la muJ er, 01 más ensalzamiento del amor. El amor á la P.atria es pa sion vehemel'tte, capaz de elevar al hombre á la altura de los dioses al reino de la inmortalidad; en su defensa, se da la fortuna, se vierte la sangre, se lucha hasta el delirio, realizando la tragedia de Guzmán en el muro de Tarifa; por la Patria se da hasta la vida, pero nada más ; no se da el pensamientp, el albedrío, el sueño, el espíritu entero, porque éstos

son los atributos del alma, y patrimonio del amor; llám ese 1á lo que la Pa. tria ¡nspira, á ese f4ego ardiente que tanto nos .arrebata, llámesele honor pátrio, orgullo pátrio, ó como se quiera, pero nunca amor.

l.i 1 . r.

Todas las 0 exaltac ion .es es píritu, los rasgos subl iin es del honor, lo s nobl e s sac rificios afecto ' pat e rnal, e tc, qu e pon e n ;;l h o mbi e á la altura de su d es tino y h a ri d e se r sie mpr e e n todo ti e mp o y lu ga r g lo rifi'cados por la s generacio nes , deb e n t e ne r e n e l lenguaj e común algún nombre, e l qu e les corr es pond a, p e r9 no co n la pa labra amor, po'rqu c el a mor es facultad inher e nte á la muj e r, y tal vez exista alguna mujer sin amor, pe ro afirmamos que n o existe ningún amor sin muj er. . Reclamamos, en fin, como imp erio único d e la mujer, el amor; . ella lo siente y lo- inspira; donde la mujer no esté no hay am9r. . -· -.• .,, ..

1

)

Cuando 4n alma enamorada se siente henchida de felicidad, que no venga otro amor á pedir- la ·prefe rencia, porque será d esai rado sin r eme dio; y en t a nto la razón limpia y seren¡i / puede seg uir r eco no cie ndo y respetando lo que es t á por e ncim a de las criatura s.

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El misticismo religioso de los .siglos precedentes ha dado origen al amor místico :--a mar á Dios soLre todas las cosas, es e l primero d e los artículos de la fé cris-tiana. Si la palabra amor fu e ra sinónimo de la palabra respeto, podría cumplirse fielmente el primer · artículo de la fé ; pero como ambas palabras no son sinónimas, creemos que el artículo primero de la fé debiera cambiarse de redacción, llamando á las cosas por su nombre ; así no lugar á confusión, ni quiz,ás á menudo ·; dígase :-respetar a . Dios sobre todas las cosas, y todo el mundo lp ha.i;á; pero que se le ame sobre todo, con perdón del Catecismo, nadie lo hace, ni es posible haco:rlo. -------·- 45 ·--------

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CA PlTULO Ill . LA EDUCAC I QN SO C h\ L. l. El tal en to de lns mujcrcs.-1 1. L.'l im11ruccl611 arlfs tlca El talento de l as 11mjcres: Hemos leido y t:sc uc ha d o co,as ' muy n o t ab les respecto a l ta len to de las m uj eres. Lí mite e n p rog res ió n cr ec ie nte : - -l a muj e r, int e lec tu a lm e nte c on s id e rad a, es supe ri or a l h o mbr e; co n ve ntaja le r e levarla e n los n egoc ios d e E s tado, e n la cáted ra, e n el for o , e n las C o rtes, h as t a e1< el púlpito. Límite e n p ro_g:r es ió n d ec r<:ciente: -la muj e r ni se nt ido c o mún tien e ; se-

-----.. - ( •• 1----ría un error funesto darlf! parttctpación en el mundo int e le ctua l ; es refractaria al progreso, in compat ibl e con la civilizaci:Sn. Pero los términos ext remos de las progresiones son e l infinito positivo y el infinitivo negativo, es decir, con lic e 1icia matemática, e l absun.lo de uno y otro lado; por eso al decir que la mujer todo lo puede 9 que para natla sirve. es salirsr. de los límites racionales para ir á caer en los abismos de lo absurdo. El término equidistante de lo s extremos matemáticos que hemos apuntatlo es ,;iempre el cero; así qu e no d'.remos que la mujer tit:nc un talento iotermedio á dichos límites, porque sería igualarla á cero, carencia absoluta de todo valor. Sin emba rgo, l a mujer e1itrc los hombres tien e muchas a nalo gías con el cero entre 1os números. l)n cero nada vale, ningún valor absoluto tiene; esto es cierto: pero también lo es que cuando un núm ero se acerca á é l, se hace diez Yeces mayor ó diez veces menor, según se coloqu e á la izquierda, ó á la derecha· tien s, pues, el cero un gran valor lativo ó de posición; doble naturaleza, física y moral. Tal s uc epe con la mujer; su naturaleza física, por su coústitución 1nccánica1 su valor · es nulo; pero cuan. do un h o mbre se acerca á ·ella, se e ngrandece ó se empequeñece, segú n e l lu gar que ocupe; particiP.a. p o r tanto, l a muj er, como el cero, · de un inter esa nte valor relativo, ó de posición. Sin la muj er, como sin el cero, no habría aumento 9 posib le. · Otra anal ogía. El r e presenta también, en mat.;máttcas, el estado neutral e ntre cantidad!'!s de distinta naturale za; no se puede ir de lo positivo á lo ne<Tativo, si n pasar a nt es por •u modesta estación. Asf es l a m ujer estado neutral entre e l bien y el mal, ó punto de 4 ..f

------- 1So) partida para las ideas ó pecadoras; toda la humanidad pasa por esta bella estación ; si no marcha por buen camino, ¡,, culpa S(; rá de los Nuías del 1110\·imi c nto socia l. ::> Que haya mujer es co n más tal_cnto prf1ctico que..: s u s marido s, es cosa comú n y muy frecuente¡ p e ro esto, aunque a l g-o en favor del talento femenino, no dice nada del .talento masculino, y t:llcs ejemplos n o pueden, ;111 11quc lo parezca, justilicar la supcriorid.td c:d talc11to <le la 'lrnj e r . \'que h a > ' ª hombr es capaces de escribi r libr os t;n fdio y d..; conquistar las tag-arn in:1 s, que sw; mujeres sean <le ha cer ur.a j ota ni tar nn mosquito. esto, aunque chga algo del talc.1to y <lel poderío h ombre, nada dice del talento ícmen 1n o, ni sirY c n estos h echos tampoco para comprobar-la superi0ridad de talento del ho<nbrc. Iluminad el cerebro de la mujer con los r esp \¡¡ndores de . la ciencia y dejad en cambio á oscuras e l del hom.. í -------(s • J br e, esto es: cambiad la oración que ahora rige :, y e ntonc es sabremos si Ja muj e r, intelectualmente co ns iderada, es super io r ó·iníer io r al h om bre ; mientanto cuánto se diga es hipoté tico. El talc1ito es una función del cer ebr o, el cual, a l 511 1 es un 6r.o-ano cuya apt itud intelectual puede desarroll arse median le cl 'cjercicio, 6 gim ná sti ca funcional; y como el del hombre se cultiva y se ejercita incesa11tcmcnt e e 11 ·asuntus múltiples, es natural que haya adquirido un desarro llo superior a l de la muje r. que no b a recibid o tantos }.{imnas ia. Balzac ha dicho, y co n raZ<Ín, que - la muj er está' má s maltratada por la civilizaci611 que por la n a tural eza. P ero la mujer y e l hombr e, socialmen.te cons id erados , tienen distinta mi s ió n que cumplir, y· cada cual puede alcanzar e l máx imutn de aptitud, el mayor grado de perfección y el summum de talento si41 c¡ue el cerebro de un o y otro haya producido ni )

un fruto igual por haberse cultivado en .ellos cosas muy distind.s. Hacer comparaciones entre el ta1ento de la mujer y el talento del hombre es incurrir en deducciones absurdas; y as[ resucitaran Aristóteles y Salomón, los doctores de la ley y los siete sabios de Grecia, y todos juntos se pusieran á aver iguar quiéil tiene talento, si la mujer ó el hombre, tendrían que dejarlo y morirse otra vez sin lograr averiguar lo que tan lisa y llanamente se suele afirmar en pró ó en co;1tra en algunos libros so bre estas materias.

El talento de la mujer no tiene para qué seguir el derrotero del talento del hombre; de ii;,juntos se llegaría a l fin al punto de la competencia, y la galantería rechaza noblemente semejante pugilato: el hombre jamás debe hacer la competencia á la mujer e,n la l ucha p1;>r"la existencia, pero la mujer nunca debe marchar por el camino donde la.encuentre. . No adelantemos imprésiones; ya / hablaremos' de la misión de la mujer; antes pasemos á otra .cosa. 11

La instrucción artística: - ¿ Es rica tu prometida? No;. pero está muy bien educada; sabe el.francés, toca e l piano, canta, pinta al ól\_!o, etc., ·etc. Así rcspond(a un adorador satis- · fecho que hoy vive en divorcio amisto so con su bien educada consorte. ¡Y cómo nó ! Ante una ec;\.1cadón tan bufa ¡qué ha de resultar sino conocimientos ridículos y ' pretens ior.es funestas! · · La instrucción artística ó educación de adorno, que hoy se da á las mujeres, es una de las obras del siglo actual que más darán qué á los sig los foturos. · Desintegremos este problema. lJna seliorita que haya apre ndido á tocar el piano tiene una buen·a recomendación para hombre j·

-. f;.¡1 que piense casarse ; Jos hombr es somos muy aficionados á la nn'tsica. . Si alguno se aburre oyendo t oca r d pi a no, es un a cxcCpc ió n; no tiene a lm a. Para Napoleón la mú sica era no m ás que un ruido ag r adable;· p e ro esto l o decía e l in sig ne gue rre r o porque tenía ca ll us en el tímpan o; acostu mbrado al es tampido de l ca flón. y a l con c ierto múnstruo de comba t es , ·l a ml1 s ica para él sería no más auc un hormi gueo in si g 1.ifi cante. 1 ]'ero ante ias md oJías arranqdas á un piano po r unas mnncc i tas de nic\' C, Napoleón, co rn o cua l quiera, se lu1bi':!ra co nm ov i do, p orqu e es .mucha me lodía Ja de una piani s t a que toque co n se ntimi e nto. Cue nt an que un 1rran pianista as is tió ;, un co ncie rt o d o nd e la · •seiioritti. d e la casa· luci ó durante una h ora t ocio s u di/eÚa1tl i .<1110. -· ¿Q ué os par e ce, maes tro? Pod e is casaros . se 1iorita. ¡ Qué sa rc as mo! La s muj e re s a l " / -------{ 55 1 casars e aba ndonan e l pian o y Jo o lvidan. · H ace a lg un os años los p iano:; n o est aba n al alca nce de t odas las fortu./ n as, era n muebl es de lujo qu e cos t aban un capita l, y, por lo mi smo, e l toc ar bi e n 6 ma l dab a gran t o no á Ja ra sa; pero ho y, .que se vt: nd e n po r un a fri o ler a y se d an á pla zos, no hay señor ita, po r m oElesta qti"e sea. qu e n o pu e da ad quirirl e y proporcionú así ú su s vec inos l a di cha. i nco m parabl e d e oír s in cesa r los h a r111oni osos aco rd es del t eclado . En a lgú n tiempo c re im os c)c bu e n a fé rocar e.1 piano se nec.esi t aba un oido finí sim o, poco menos qu e de tí s ico; p ero a l yer un día á un p a ri e n te, so rd o como una tapia, to ca r e l pian o d e o ido, nos qu e d a mos con la b.oca abi e rta y co n ve ncidos el e qu G es el piano un a h ab ili da d a l a lcan ce tl e cualqu ie r mano. . El dibuj o quc a pr e nd en las hij as de familia e s tan. important e, 6 111:.\s, como tocar e l piano; una y o tra ha , ) .

(56) bilidad prepa r a n muy bien á la mujer . par¡t la vida ulterior, matrimonio, sobre t odo ; los hombres somos muy aficio nados al dibujo también . Oigamos, sioó, lo que d e cía Font a nill e: tr es cosas me han g u stado sie mpr e s in compre nde rl as :· la música, la y la s muj e r es.

L as oo pia s d e un pai saj e n eva do, de una marina torm e ntosa, ó de un so l na c ie nte, asu nt os so n de trasce ndencia que lo s padr es de fami lia sue len mira r al gú n descuido. E l dinero y e l tiempo que 'se invierten e n es tos pr ec iosos adornos nunca se pierden; Jo que pasa es qa e no tocios (os hombres ti e ne n la delicadeza df se ntimi e nto y e l es ¡)f ritu art íst ico s ufid e ntes para sabe rlo apreciar; e l lna ri do que log ra a lca nzar alg un a dtj es ta s discípu las ele Apeles, . , n o cabe se lleva una ga nga . Posef!mos e l r e trato de un am igo h ec h o por su novia; es una ma ravilla, por más qué e l origina l y e l retrato t ien en de co mún un detalle, e l dt: no p e r------- ( sn------t e n ecer á su insp irad a y complaciente autora. Esta pin tora, segú n nos aseguran, ti e n e ya t r azados varios boceto s para pintar un soberbio mico . ;:;:ntre los d istintos de p in tura que us a n las dam as , esto es, e l ó leo, la ag u ada, e l pa s t el, etc., hay o tro m ás inte r esa nte par a el lin · que fu e ran crea d as : Ja' p intu r a a l es p ejo. Muchas dam ise las sue le n . domin ar este a rte si n hab e r t e nido maes tro, s in e nsucia r se los ded9s, y si n ha . ber hecho los dispenrlios que !os o t ros g-éneros o ri gina n" Desde e l punto de vista económ ico, e s mil veces pr.e fe ribl e, más veniente y más sa na la pintur a del Lt•cador que la pintura a l tra¡:;o ó i Ll t ab la. Y desde cualqui e r otro punto de vista se le cons id e re es tambi é n pr e fe ribl e; no s a tr eve mo s á aco nsc · j a r á las muj e r es q ue , e n tanto q ue la sociedad no ex ij a d e e ll as más qu e instrucción artíst¡ca, y e l hombre no busque otra cosa y prefie ra lo agrada)· '•

.<s• J--blc á lo bueno; mientr as r¡o se les pida .a lgo rle provecho, s iga n con s us detalles de to cado r, embe ll ec iéndo se cuánto puedan; la h e rm osura apa r e nt <; ó fingida es lo que busca el h om br e y por tanto lo que dá m ejo res r esu lta dos; v ríanse á maedíbul a batiente oiga n á a lgí1 n c hu sco decir como Nocliir , quc,--entre tocios los a ni males, los gatos, las moscas y la..s mujeres son los qu e pierden más tiempo e n componerse. L a moda de hacer Aores Y. fruta s de cera era muy inofensi,·a, y por eso pasó; como tnmbién pasó la de hac e r ílores d e trapo y de o rn amentación funerari'l; l a in dustria t omó cartas en el asunto, y nos ti e ne e n pr im itvera perpe tu a. D esde que las flores ar tiJi c ia les se venden, no se h ace un a en casa, ni . • por pasatiempo s iqui e ra; se compra n, y c ui da<lf> que algunas mu c hac h as neces it a n g r a n pro v is ió n. de fl o r es para las reformas y r epa racio nes de· s us c h apeas; q u e parecen ti estos de .. ( 59) ·--·balc:Sn ó j ard in es e n primav era , con sus pájaros y todo. Aí1n se h acen· algunas flores . case ras; las que hac en las beatas pa·ra el camarí n de a lgun santo. y las que ha ce n las mo nj as que sa len al mundo profano á tru eque d e los obsequios, regalo s y friolera s que r ec ib en e n festivid ades seña ladas y e n l.os dí as ele alguna Sor. ' El ca n to al piano, qu e ejerc itan la s hij as de familia, tendi e ndo á tipl e ó contra lto, es o tro precioso detalle de educación socia l, ó exige ncia de sa lón. I-1 ubo muj e r e n la qne co n la música amansaba las fieras y conmoví a las piedras; las si r e nas también se ponían á cantar, y •como atraidos por un im á n lo s hombr es se acercaban á e ll as ha sta que les echaban mano y c r eemos qu e la s muy pícaras se los co m ía n. S i las muj e re s antigua s hacían toda s esas gracias que acabamos de refe rir, las mode n ras con e l canto parten l o.,; corazones . ,J

1 1 ·l 1 1 ( 6o)

Porque si algo cautiva, rinde y absorbe la volu ntad mascul ih a es una garga nta de a bi ert¡ al aire, dejando escapar torrentes de harn10nías; hay hombres ent usi astas que por poseer . la gargan ta de algunas tiples de cierta falla, darían gustosos la mitad ó más de su fortuna. Prosigamos con ·la .eclucació n social. A la mujer también se le e nseñan idi o mas , y esto es ya otro ca nt a r. Si e l manejar el pincel ó tocar algo es un adorno, e l dominar qui e r len g ua extraña es una nec es idad, y no hay que darle vueltas: . las necesidades . imponen. Hay quien dice que el que lengua tiene á Roma va ; pero P.sto es un ,J .

Ante una diva en acción que no se !)OS ponga nada , porqu e' ._ ¡cuidado qu e á lo s hombres nos gusta el canto, sobre todo el canto de salón! Al canto aquél, espóntaneo ó natural, de nuestr;¡is madres, entonau<lo aires nacionales, coplas del país ó tonadas de trovador, faltábale la belleza del método, el e la escuela, y, sobre tocio , la lengua italiana; ".erdad es que imit aba n al rui señor y á la alo ndra, q1Je, libr es en la e nramada, cantan á sus anchas si.;s penas á las flores, y e n trinos lastim e ros cuen'tan sus amores á la luz del día, lo cual ha pasado ya de moda e ntre las mujeres, Aquellos cantos populares y pro sáicos sirvieron no más qu e para caut iv ar e l albedrío ele nuestros padres, que eran unos tontos; nu es tras lindas hermanas necesitan seguir otros derroteros por<¡1 ue los gustos han cambiado con los tiempos.

Una boca de carmín y .p e rlas modulando arpegios y fermatas en ita/ {6I )------lianO es el bello ideal por guíen suspiran los hombres del día .. Aviso á las madres . Una joven qu e cante, aunque sea / poco, tien e la mitad del camino anclado p ara ll ega r al corazón de muchos hombr es. ·

-( 62) refrá n que sería ci e rto allá e n tiempo el e nu es tros abue los; h oy lo que se necesita para ll ega r á Roma es dinero para el viaje; lo d e la le n gua e s co nversac ió n. S ucede con las muj e res, por regfa ge n era l, que no se a lejan media 1 ·gua de la casa d onde naécn, y aunc¡uc se case n co n c m pl eac.lns, militares, cte., y tcngG n f)UC atra,·c..::sar ll a nos, tr aspunc r montafias y cr uza r k"'s mares. yendo siemp re {L si ti os do nde se h abla d 111is1116 idioma, á pesa r de t ocio t:slo no hay razón para.co ndeá oir pcrpctl1 amc ntc el l c n <r uaj e de la in fancia ; se: cas:ir con quit:n las lle'" {1 Yiaja r por el ext ranjero; y sobre l odo, que el sabe r no ocupa lug-ar, y h:iy tiempo para todo, :l'lem,is, á b clonccl la r¡uc es h o nesta el h ac r alg-.o es s u fi c< ta; d e donde se dedu ce que á l::.s • seño rit as debe cirse 1-¡¡\rsclcs por ]r· menos el fran cé. qu e es el le nguajc de las Potencias, es d ec ir, e l diplom á tico. Se h a n dado y se seguirá n clan-------(., )-----·--do casos de que una muj e r saque d e apuros á su marido al en,cpntra rse en ti e rr a extraña.' g r ac ias á. la buena educació n soc,i a l q ue r ecibiera cua nd o ni11 a: ../ . · U na muj e r espa ño la , h abla ndo in g lés, es un a pr ec ios id ad. Y esto nos recuerda lo q ue no s r efiri ó un amigo . - F uí un día ele á un a ca sa e n ocasió n c n' que tie e n co ntraba a llí un caba ll ero, a l que . e n mi vida ha bía visto; distraído y h ab la ndo ll egó :'t m is oidos un murmul lo de so nidos raros que me ll a maro n l a ate nc ión; vuelvo la cabeza, y veo. á un a de las se ño rit as d e partitndo e n inglé s con el caba ll ero extra ño. L os ojos de aque ll a m uc h ac h a. que eran lo s qu e me ll eva ron a ll í de visita y que me h abía n parecido siem pr e má s e lo cuentes -qu e t odos los idiomas del nnm<lo , se fij a r o n e n mí, p e ro ya mudos, yo me pu se en p'é )' sa lí; aún no h e vuelto. Yo soy as í. -- L a muj er-- co ntinu ó-q uc co-

. . -------. ( 6.¡) nazca otra lengua distinta. de la mía, no me aprovecha. La inmensa mayoría de los hombres no pondrbn seguramente su firma al pié del último pensamiento expresado por nuestro amigo, porque, más discretos quizá, reconocerán la neces i<.lacl de <jUe la mujer se instruya y se generalice. El autor ele estas páginas , aunque incurra en muchos errores, no caerá en i;:l de aconsejar á la s mujere s que cambien e l r ec r eo de sus arrísticos estud ios, para meterse en el grave estudio de la filosofía. ¡Dio s nos libr e! Las lucubracion es y controversias metafísicas de los sabios no deben proyectar su sombra, ni mucho menos, en el cerebro virgen de nu cs-. • tras hermanas. La filosoqa ·se ha hecho para e l filósofo, y nada más. Ella y él, juntos, deben marchar por la subjetiva vía de las abstraccio( 65 ) nes; si se separan, ni el filó.so fo ap r ovecha ni la filosofía tampoco. ¡ Filosofía,! Llevas nombre de mujer'; po.r eso tienes adoradores. ,. ..

CAPITULO IV. LOS OJOS. l . Poder mágico de In mimda.-II. Confusión que o rigin an las lágrimns. Poder mágico de la miracfa: A la mujer no basta r¡!spetarla, . no bast a quererla; hay que adorarla, aunque s<'>lo sea por los dos soles de mágicos destellos que lleva en. el cielo <le su cara. Si los ojos hablaran , no tendrían seguramente e l lenguaje hechicero que tanto nos enamora, porque no hay voz. ni ca nto, ni so nido que dispon ga de arte igual para expresar lo que los ojos con sus fulgores, 1 -H

/

Cuando e l h ombre se siente inun_,; . .

--------· ( 68 ) que es á la vez dulce, h:vmó nico y lum.inoso. Hay mujeres con un os ojos tan retrec hP- ros, que se quisiera, al verlos, si posibl e:: fuera, otorga rl es la fe licidad ete rn a, un mundo de ventu r as y un cie lo de a legrías. En e l firmamento n ada más hay luc es. estrellas y ful go res de belleza cc,mparables á los ojos de la n1uj \! r. La geog rafía físic a del g lobo di stingue ' e n cada clima y reg ió n flo res, sus frutos y sus <!nca nt':!s s mgulares. De la muj e r no puede por menos la ciencia gec g ráfica, como todas, que hac e r también sus distingo s. La s h ij as d e los trópic os ti e n e n unos ojos neg ros y endomoniados que hacen temblar las carnes d e lo s. mí sero s mortales ; más queremos que e l . , cielo nos abru me con su justicia y su rigor, que tene.r que e l traidor de la lu z d e unos OJOS trop1ca. le s qu e nos nieguen sus favore s, porque un rayo de la cólera divina mata / ---'-----.--- ( 69 ) ------sin d"lor , y una mirada inhumana hac e morir d e enojo. En cambio, una miraJa b la nda y piado sa de estos ojos n egros es inil veces má s- be ll a que los ' albores de M a yo y e l c r ep ú sc ulo d e Abril. La s d e l polo, á vez, ti en e n un os ojos azu les que h ace n caer por ti e rra las leyes del <i quilibrio y a lt e r a n adem:\s los ' co r azo nes, s in que h aya cr iatura capaz d e estarse quieta cuand"o recibe e n e l a lm a los destellos Je ·estos dos zafiros. Esto n o quita p<.ra que las hija s de la región templada ó intermedia teng a n unos ojos patdos sem;ejantes á lo s ast ros de ma yor mag nitud. a lr ededor d e los cua les gi ra una porció n d e hombr es, ó de mund os; es lo mi smo , porque cada hombre e-; un mundo. Es t a peregr in a h e rmo s ur a de los ojo s d e la muje r e n todos lo s lu ga res de la ti e rra, es, co mo la lu z de t·as estrell as, igu a lm e nt e bella en t odos los punto s d e l inm e n'So cielo .

Cuando vientos de voluble embate maltratan la flbr de unos amores, necesita como rocío vivificador el que ,.! .. ·.

------(· ;o) ------da¿o por la mirada de la lnujer que agita: su p l!cho. entra en éxtasis inefable -:¡ue le torna en un sér superior á las demás criaturas; el afortunado que disfruta este trasporte de embeleso, se olvida del mundo exterior. piercle la noción de sus actos, pasan para él desapercibidas las escenas más · fuertes y aún los sonidos más agudos; todo lo absorbe la mujer con su mágica mirada, la existencia entera con potencias y sentidos, y el hombre hipnotizado bajo la luz de sus amores'. no conserva libre más que la facul1ad de la adoración y ve en su fantasía una imagen inmaculada digna de un trono en los cielos. Nada eleva, sublimiza ó ennoblece tanto la imaginación de un hombre como el vivo resplandor de unos <;os fijos en él. La mirada es lá que decide siempre en los ruml:Jbs del amor, y esto nos mueve á preguntar: ¿cómo amarán los ciegos? ¡ Compadeceos, lectores! El principal encanto de la ·. J. I· , mujer está en sus ojos.. y los pobres ciegos no pueden disfrutarlo;. el amor entre !'!•tos seres desáiehados debe ser un cielo nublado. Cuando en un pecho s<e agita la tormenta de los celos, una n¡irada impíá dirigida á' horizontes e¡ctraños causa estragos horribles. 1 Un amor que vaga por .el campo florido · de la .. necesita el impulso repetido del fluido de los ojos para no morir en la tierra· estéril de la duda, como la nave abandonada y lej a na ha menester el impulso incesante de la poderosa ola para franquear el mar amargo 'y Hegar á puerto seguro que la ampare. Para el corazón que empieza á sumlrgirse en las aguas del olvido, no hay más que un áncora de sa.lvación: la luz fija y seren> de una pupila amante le poodrá á flote y le dejará henchido de ventura . ·

-:- ( 72 1 man e del ro stro ·celestia l d\! una mujer quericla. Algunas damas tentadoras ti enen la pícara costumbre de e ntornar lo s párpados para no hac e r tanto daii o co n los rayos de sus lind os ojos, s i11 que la compasión las ·mu e va á considerar que cuánto más los e ntornan, m:b hi e ren y mortifican, porque m ás op rimen el corazón enemigp, sin que sea po s ibl e ni n :spirar s iqui e ra ante un as pupilas que a menac e n con ce r ra r se. Cuando algunos ojos dtja"n caer sus párpados, parece que se anubla e l día , se e utri s t ece n los cielos y entran ga n as de ponerse á r eza r po s trado de hinojos a nte la im age n piadosa de l dolor. Cua nd o, en cambio, párpados se leva ntan, parece qu e rompe e l ca ntan la s aves, sonríe n los cielos. y se a leg ran Ii:is corazo n es. ¡Ay! -Las afortunadas hijas d e Eva ll eva n esc rito e n s us pupilas e l destino de los d esd ichados hijo s de / -------( 73J ------y lo diÍíci l para e l hombre es aprender á lee r en e l libro efe! corazó n, para deletrea r algo .de lo niucho que dic e n •lo s ojos de la muj e r. Son lo s ojos tan e locuentes , d ice n tan to , y de e llos se han escr!tto t a ntas lind ezas. qu e no es ex traño que e l h o mbr e se ofusque, se .confunda y e nloqu ezca: andan por esos mundo s d e Di os oj itos de reli gios a qu e "ll e van escrito la salve, lo s a rtícul os de la fé, la Divina Comedia y a un que la Const itución, y ll eva n además e n r edado e n Sl\S pestañas lo que no puede decirse. . , • L a hz de los ojos. al incidir sobr e el prisma de l corazón, se descompon e en un ir is ó mágico que refl eja e n e l rostro mo rta l los matic es de l ge nio y e l ton o de las pasiones, com o la lu z del so l ó de las es tr e lla s , a l in c idir so bre el prisma de cristal, se d esco mpon e y da por sus variado s tonos y matic es : dt·a cabal de la compo s ición y n a turaleza de los astros r es· pectivo s. . .J 1 -+-'

i 1 \ • ( 7' )-Así, pues, bajo la miratla de una muje"r, unos hombres se ponen rojos, otros amarillos, otros pálidos, algunos recuerdan al lila y muchos quedan violados. De modo que si por la luz averigua la ciencia la natur.aleza de los mundos, por los ojos aver igua e l arte e l temperamento de los pecadores. Entre los astros que adornan el manto awl del infinito cielo, y los ojos que engalanan la superficie Aorida de la madre tierra, la elección sería- dudosa, porque . ¡son tan seductores los ojos! . Tal es la extraordinaria elocuencia de los ojos, mil veces superior á todos los idiomas conocidos. 11 Co11:fusión q¡¡e· ortgwan las lá.trrimas: Si, c mo hemos apuntado anteriormente, la luz bellísima que brota de Jos ojos de la mujer produce distintas imágenes de refracción al / incidir ' sobre el corazón del ·hombre, vamos á estudiar ahora los efectos del rocío del mismo cielo, ¡las lágrim as ! líquidas perlas de amargo jugo que se evaporan ó se c"' ndensa n según el estado !"'oral en q11 a se halle el pecho receptor. Según opina el del l ibre to de no recordamos qp é éipera ·-si el llanto d e la s mujeres p11' liera fecundizar la tierra , de cada lágrima nacería un cocodrilo. · Y según otro autor : -El llanto de las mujeres, como el del cielo, vivifica . De estas. dos ideas tan diametralmente opuestas se deduce una consecuer:cia: ó ha y dos clases de llarrto, ó dos clases de hombres. Optamos por lo primero, esto es, que hay en· la mujer lágrimas le gítimas 6 naturales, y lágrimas fingidas ó artificiales. Si las primeras al caer al suelo germinaran, producirían flores de fragancia exquisita; de segundas na

-- -----. - (,.) ----cerían reptiles ó de h edor nociv o . El primer llanto nos distino-u e de· los irracionales; á nin gún le es dado llorar ; sólo la. muj e r y e l hombre pueden exp resa r su do lor con e l suave ge mir del ll a nt o. E l seg undo , e l llant o ar tifi cia l ó lo produce e l despecho . la ira, e l e nc o no; es te ll a nto nos Jéja á la ,altura de los bruto s; así ll ora e l cocodrilo. Esta clase de ll anto debió. inspirar á Publio -Siro la conoc ida máxima que corre por ahí e n latín , caste ll a uo y e n todas las le nguas, que dice :-la s aprend ido á llorar. para men tir meJOr. Y ·e l hombre, que ti e ne la desgrac ia de dar con una mujer falaz que se s ir ve d e l llanto pa ra e nga ña r, se 1rnta y expresa rá s u e noj o como el au tor de l libre to d e la ópe ra a nt es citado. E l corazón d e estas ·dam as, impresionabl es, tiernas y. se ns ibl es, como -. ·. / ------,- lnl------mimos a púdica, sostiene la opin ión co mún de que -e n cojera d!" perta y l ág rim as de muj er no h ay que creer. Pero e l ll anto n a tural, opo rtuno J y justifi cado, es muy r esp.e t ab le; no habrá quien se mofe de é l; es t as lá. grimas so n bál sa mo, y e l ún ico, para el corazón cont rito 1 ; lágr ima s qu e embe ll ecen á .Ja muj erº haciendo e n su rost ro de cada gota una perla ; la muj e r qu e ll or a s iemp r e interesante. ¡ Bendito e l qu e t a le s lág rima,s e nju g ue! U na h e rm osa qu e ll ora, es otro tanto má s h e rm osa, ha dicho La Fontaine . · . La muj er, e·n soci edad, cas i s ie m- · pre que emp le a s us lág ri mas, lo hac<:: para llorar injusticias humanas '; p e ro a lguna s veces las e mplea co mo a rm a e fi caz para combat ir fortale zas masculina s ; tal es e l co nv e ncimi e nto qu e tiene del poder a rrob ador de su ro stro cuando con t rae la expresió n de una Doloro sa. Y en la lucha social de l as pasio-

CAPÍTULO V. LOS CELOS. 1. Los celos no so.n hijos dcl' nmo r. ll , L11 mujer no tiL"nc derecho :\se r celosa. 111. Los celos son inevitab les . Lo s celos 110 son hijos del amor: A sf como la nave a ncl ada e n. pue rto estrecho n eces it a, 'pa'ra pon erse e n m a rc ha , la maniobra h áb il y le nt a que la ha ga ava n za r para leva r e l a ncl a y pod e r vir ar, retrocede r después y volver á ava .1zar, dando cambios r epetido s y variados g iro s á fin de sa1var escollo s, ladea r los bajes y huir de los puntos peligrosos, ha s ta lograr pon e rse en rumbo y ganar !a anchura; as{ también este capítulo sobre los celos, .)' . •

-------( :>111------nes, el llanto que vierten las tiernas llijas de Eva es un bomb'ardeo de perlá s diri g ido casi siempre á la fortaleza d e l corazón ingrato de los hijos crueles de Adán. ¡ Qué bien lo saben nuestras lindas enemigas ! Ante un rostro de cielo nublado' por e l llanto, no hay fortal eza que r esistirse puctla. y mucho ojo: q11e la fó rtaleza que más blasona de tal , será la que antes se r inda; r es istirá, luchará , gruñirá y pondrá la cara llo sca, · p e ro al fin se r e ndirá . -El hombre debe se r s iemp re muy delicado con la mujer e n todas la s cuestiones que e ntr e ambos y . ni e ntr as no haya po r medio una cuestión de ho nor, y por tanto g rave, d ebe depcme r su amor propio, sacrificar po r e ll a e l prgullo antes de aparecer cruel á sus ojos. S e d ge1 erosos y os bendecirán las d a mas .

C11ando un corazón navega por el amargo mar de los celos, choca a l punto con la oculta roca de la duda, y allí encallado ve cernerse las tor• mentas del a lma y el turbión de la conciencia que en consorcio horrible pug1.an por ec. arle á pique.

Ahora bien: si los celos entre amantes son no más que enojos de poco fundamento, que se disipan con la luz ele una mirada tija. ó con e l perfume ele una sonrisa graciosa, y las · dudas é inqui etudes como ne blina leve impul sada por l;i brisa ele la dicha, entonces se reconcilian los espíritus, hay efusión de a mor y trasportes de alegría que acrecie nt an l a ilusión y tornan en in stantes de ventur'1 la s horas del dfa; los celos así son salsa y son caldo )'.sus tancia, por 6

Los ce lo s, dice el refrán, son hijos del amor, lo cual' es falso á todas luces; e l am<fr no puede engendrar e l veneno que lo mata; los celos son hijos de la herman os.de la éesconfianza y compañeros íntimos de la venganza y la mUerte; n ada m ás cierto que la conoLida máxima q¡ue dice ; -los celos son d infierno del a mo r. También, ·según much9 s, los celos son la salsa del · amor, pero esto rezará con las personas c¡ue .g usten ele las cosas picantes, que 'ºn las me nos; lo corriente es que los manjares gustan en punto.

anclado en los estrechos Jrmites de un cerebro, necesita laboriosa tarea de correcció11 atenta, para sacacle á Rote sin dar tropiezo a lguno, ni choque funesto, ni rozamiento peligroso porque en él va navegando la mujer Y· nuestro honor está empeñaclo en sal ir airoso, marchar sereno y arr ibar s in contratiempo al punto deseado. Estamos, pues, en franquía y navegando ya, no por el ancho océano sino por e l mar inm enso de los celos, que son, por cierto, no mas grandes ni mas chicos que el mar, pero sí afirmamos que son tan amargos como sus aguas, tan procelosos como su seno y tan crueles como sus ondas.

Cuando la muj e r apas ionada choca con un espíritu pasivo y obser va que n o iosp.ira celos, trab aja por inspirarlos, porque ha menester la co n vicción viva y consta nt e de que ju ega un papel activo en la esce na del cor:i tó n, A la m11jer, por regla ge neral, le

La naturaleza exp losiva Y• pe ligrosa de los cel os ca 11 sa quizá la incl i nación de mucha s damas ft ql•Crer fam ili arizarse con ellos.

(S:z)que nada hay c¡ue alcg-re tant<..l ;.i. un alrl.la enamorada como la dxt in ción de una clud:; insana. Pero no ha menester el amor esta sa lsa peligrosa, para seí más grato que todos los rnanjarc ,; imaginabli: s ; hartos y re.:ursos ti ene para col mar de ?1 cha al más ex ige nt e y <lesconte ntad1zo mortal. Los ce los, e n c iertos casos, so n in<lependientes del amor; e n efecto ; en d matrimonio existe frecuentement e, con su cariz repulsivo, l a pasión de lo s ce los, y sin embargo có nno se aman. . . .El con los celos tem e el peligro de ver manchado su nombre, y no teme más; élla vé que otra muj e r ha . tenido arte para setluci r y cautiva r, y siente profundo enoj o y nad ¡_i más . El hombre está dispuesto á descargar s u ira contra la infiel culpable sin reparar siquiera, eh el rival afortuna?o; Ja mujer anhela ve ngarse de la nval liviana, sin culpar en nada al ama.1te perjuro. Si e! a mor es un los celos son un inri crno, porque sólo brinda n tortura s y su frimiento s. U n amor que se presienta ha de estar siempr e acompañado de los celos. ten e rs e el h eroisma de sacriílcarl c:, arrancarle ele! peclto co n m ano desp iadada .y re nunciar á é l a nt es que se r su víctima: e l.mayor infortunio que pue<l e' sobreve ni r á una persona, es que los ce los h agan presa e n sus entrañas; es desdicha in co m parable que desen laces b ru ta les como e l de Otelo y Desdémona.

E l hcu11br e qu e se e ncuentre unido á un a mujer hermosa é inm atu la da, s in h ab e r s e ntido jamás l a to rtura de los ce los, h ágase cu e nta d e que la tierra es el paraí s o, y no pida nada a l cielo.

gusta que su adorado tenga sus punto s de celoso; e n unos celos moderados, vé la pasión que in sp ira y se siente además h alagada por la id ea d e que su elegido tiene su ri,·al, que l e exc ita y le obliga á est im a rl a y co nservarla; el hombre, s in l': mbargo , no d ebe excede r,e e n sus celos, porque e nt onces la mujer IC coge mi edo; los arrebatos bruscos de los celos hiere n de tal suerte su exc itabi li dad' que sicmpn.! t eme y hu ye, y no conv i ene que la muj er que teme no ama . En de ce los e l hembre d c h < , se r m uy prudente, la m ujer muy delicada; y si po r ci rcunsta nc ia fato ! se ven c o nvertidos en amarga r ealidad, aquí debe t e rminar la hi storia t.lcl· amor el<> todo hombre de honor, 6 empezar la prudencia suma de tocia muj er delicada. · . , Los ce los s in pru ebas son peores que e l infierno; es preferible ll eva r un puñal clavauo e n la ga rga nt a, que ten er gravada la duda e n e l co r azó n. Un hombre celoso, unid o á una 1 I' ( 85 ) mujer perjura, resu lta una ridícul a y triste. . Como un hombre celo so, unido á un a mujer impecable, es un es trafa laí' ri o que parece anda buscan'do lo que teme. De do n de 'se deduce que: E l ho mbr e debe a hogar e n su pecho todo síntom a <;le c<;: los ·y enm u dece r siempre que á sus labios ose acercar se una fr ase d e la tor a de s u pen a ..' p o r q ue In muj e r harto ' p e r s picaz e s para a div in arla. y s i' e s le a l, me d ios mil t e ndr á p a r a di s ip a r las ducl,as y h ac e r vo lve r la al e gría a l corazó n contrito. ·

Sigamos la máxima de Montesquieu ;- los ce los es una pasión q ue se pu ede sentir, pero que se debe ca llar.

( 87 ) pertenecen á l a ;;anidad al amor. Cuando una mujer lo ha cltc110, sus motivos tendrá, y hay que creerlo; de modo que la mujer celosa pro_/ tege su orgullo, no tiene ta,mpoco que defender ninguna otra cO'Sa, porq.ie aun en el caso.funesto de tener pruebas positivas ele que le han fa lt ado á la fidelidad, su honor no queda mancha<lo: t a l es Ja fortuna de la mujer qu e es qui e n dispone Cle su honor y en s u voluntad está vivir y monr honrarla; no así el hombre. q[1 e por ley ineludible tien e ,,u honor depositado e.n la mujer , y és ta se distr_a_e; el hombre queda mane.hado para s iempre ; por eso el hombre celoso protege su honor y la mujer protege su orgullo. y el honor es siempre sagrado al paso que el orgullo es pecado. Como los celos de la muier no son centi;1elas de su honor. 1Íi aun de su amor. poco simpáticos; el hombre no los ag-radete y los ven co¡Í desagrado las demás mujeres; , he aquí por qué nos ,!·

--------¡ 86 J 11 Las mujeres no tienen derecho á ser celosas: Pregunta suelta: ··-¿La muj"r tiene derecho á ser celosa? C?ntesta"Ción categórica . No, no lo tiene. Nos exp licar emos. La mujer siente celos cuando tiene vehemente sospecha ele que e l hombre á quien inclin:?. su voluntad se dirige á otra muj e r, y no teme perder el a.macla, pues sabé que no lo pierde; siente sólo ira y despecho contra la rival liviana que da oidos á galanteos de un hombre que ya es de otra, haciéndole olv id ar · sus anteriore's prome;as, y esto basta para i'.1Aa111ar la pasión ele Jos celos, que se tnf!ama por cierto muy pronto, .porque las mujeres necesitan muy poco, nar.\a, para es tar celosas unas de otras y sentir oíend id o su amor propio; por eso dijo ·COn mucha razón Madme Stael,-los celos.

.. ) a\'c ntur JlllUS á decir que lcls cC'los fem e riinos, ·en la mayoría d e los casos, .so n indi scre to s; ninguna de t a le nt o d e b e in c urrir en esta d e bili, 1.td. !. las da ma s 4u e cuán to má s , . il'O S ostente n los efec•os de ws celos m ás aleja 1Y y de s dan a l h ombre que acusa n. , L a muj 2r celo sa es i.n s ufrible y cocora ha s ta la desesperación; 11iayor n ú me ro d e celosas tienen que ll ora r <.:l aba n dono y su ais lami ento por la !mpcrtinenc ia de sus celos, q11<' pnr e l abso rb e nt e d e la rival culpable. A un c u ando la d eslealta d del hombre no arroj a ni so mbra <l e man cha sobre la reputación de una 1m1j er, ésta , s in e mbargo, si la d es lealtad es co ntinua y r epe tida y ostensibl e, debe con e n e r g ía é imperio r e clamar su ,Pu es to de muj e r leg ítima, porqu e aun c ua nd o lhJ quede m a nchada , ofendida , a l verse Jospuesta ó ca id a e n flH:! no sprccio; si lo evita, g ra c i as a l cielo; ' i n<\ so lo le queda .un recurso: ll ora r. ( '9) No se o lvid e e l dicho ·de Commersan: - las muj e r es, mas quieren que Ja¡; ajen sus vestidos , que 5 11 amor En la generalidad de· los ca sos no tien e justific ac ión e l proceder li viano d e mucho s hombr es ; p e> r eso 1'1 ley fatal el e las compensac ion es trae con s ig o innum e rabl e.s conflictos conyuga les y pro fund a pe7turbación social. El h omb r e que después d e casac:o olv ida su p romesa, clá motivo sufificiente para que la mujer s iga s u ejemplo; a l gu nas lo s igue- n, pero 0 1ra s . l a mayoría, ll ora n su infortuni o e 1> un rincón de su ho gar; ¡compad eceos de estas víctimas de los derechps del hombre! Si los qu e bo s qu ejaron. e n l;¡ infancia de la hi sto ria de la huma nid ad e l concepto d e Ju mo r a l, y los que des pués h a n v e nid o leg-is lando y da ndo norma á la s co stu mbr es soc ia les, lll1bi era n t e nido conoc imi en to exac to de sí mismos y de ·la naturaleza de Eva,

---,. f 90) autora de nuestras penas, , Ja vida actual sería más cómoda y el hombre se evitaría muchas inquietudes y sobresaltos. Desde e l orígen de la sociedad cuánto se ha construido para leva ntar el venerable t emp lo de la · moral, no ha tenido otra base que la esclav itud de la mujer; ni m as reli eves que e l orgullo cie l hombre, sin tener e n.cuenta qne la mujer es débil para res istir tan pesada carga y el hombre es impotente para absorb e r tanto ppderí0. Los conceptos actua les de moralidad, consecuencia lógica de lo que existía anter iormente, están completamente en contra de la natura leza de la mujer y por tanto fuera de Diremos por qué: E l destino ha dotado á la mujer de una apt itud de que no disfrutan la s demás hembras ; ·favor especial oto r<raclo sin clud. á la raza humana para que clisppnga de mayores medios de perpetuar el ser preferente; á excepción de 1 algunas aves, Ja mujer es la 1 / única hembra, de costumbres conocida s, que pueda de contínuo y voluntari :11¡1ente oir con ternura Jos cant os de un trovador; tod ts las hembras tienen en ciertas épocas d e l año, por lo co mún e n Ja pr im avera, facul tad por algunos oías tzn só lo para dar satisfacción cumplida á SLis ado r adores ; en las demás épocas y días restantes, los tr inos, los arrullos y otros ecos a morosos se pierden . en el espacio, porqu e lej os de halagar ofenden y mol e sta n á las he mbras li bres del bosque y la campiña. Si Ja muj e r fuera así , e l 1l'lundo sería una ba ls a de aceite ; pero por misterio impenetrable, la mujer, como cierta ave, tien e una aptitud especia l de servicio permanente que or igina al hombre inqui e tudes mil y Je hacen tornarse en ojos de Argos. E n e l reino de la naturaleza se observan á cada paso las leyes de armonía, de conccrdancia, de compe n sación, etc., que ri¡;en e n todos lo s seres y en tocios los cuerpos hasta en ,J .

Además los antecedente s del sfr amado inAuyen mucho en el or igen y na tu raleza de los celos . Un hombre con a n teced e nt e s <le lib e rtin o y ca lavera . · verá siempre á s u amada más predispuesta :í los ce lo s, que á la <le otro h ombre de antecedentes correctos; la primera v ive escamada, y la segu nd a v ive co nfi ada: es t a· r eg l;i , t o mad a en se ntido m asc ulin o1 es inv e rsame nt e c; ie rta tam · bién . En e l primer caso qu e venimos analizando. basta 1a li ge ra aparición de una nub e de forma hum a na.e n lo s )

-------·( 9') lo s actos de orden mora} como el amor. Así vemos entre la s aves, la fidelidad de las palomas, la hembra muy tranquila )' el mac ho muy a mante; ent r e la s ga llin as la h e mbra s iempre a lborotada y e l ga ll o s ie mpre a ltivo y orgulloso, c uyo eje mpl o imit a el hombr e e n muchos casos. Todo In dicho anteriormenl!e se concreta en la r eg la ge nera l s igu ie nte: Entre t odos los séres, cuán to más y veleidosa es Ja hembra , .ta nto m;ís a lt anero y ridículo es e l macho; p o r el contrario, á hembra recatada y pudorosa, macho humild e y car iñoso. Prosigamos. 111 Los rJos son inevitables: Dígase ·en co ntra lo q ue se quiera, no hay celos porque así co rno allí donde no hay una mujer no puede haber amo r, así ta111bién donde no hay un rival no pu ede haber celos. I (- ./ / Ahora hien : alg¡¡nas · personas <le uno y otro sexo tienen t a l predisp os ic ió n á se ntir ce lo s, que los dedos se les figuran huéspedes, lo c u a l sucede á la muj e r por la fama tiene el hombr e de se r e l a mo r trampero; á Cuanto s veo t a.ntos quiero; y l e de tam b ién a l hombre por las muj eres qu e ha v isto, que pareGen á las veletas, que vue lve 11 la cara á la última brisa que las aca ri cia.

94) hori zo nt es del . a mo r , para se ntir el e fec t o de la tormenta db los celos; . e n. e l segu nd o es preciso que la s sombra s tom e n cuerpo y se acerq uen y qu e tru e n e rec iQ par a apercibirse de la pr ese nc ia d e la t e mpestar!; la primer a pu e de d is ip a rse y a p a recer de nu evo e l so l de la dicha, qu eda ndo las cosa s como antes; l a segu nda aunqu e p ase, y aunque el so l de l amor lu zca de nuevo é s de ?pués de ' hab e r causado graves est ragos, porque todo pecho sa n o y confiado que r ec ibe e l go lp e del puñal de los celo'l;, si no tnu e re , n o podrá cu rarse nunca. El tal e nto, la in s tru cc ió n y la buena educació n, hacen var iar tan só lo los of"c tos de lo ; celos , pero no l os ev i ta n; si amar :S no ama r, no est á e n nu est r as. manos; t ener celos ó no tene rlo s depende del cariñó aje no , J CA PlTULO V I. LA DOCA. I. Eíccto seductor de la sonrisa.- 11. Ln cO:'l. \·ersnción de las mujere s. Efecto scductoi·de la sonrisa¡ La mujer que tiene la fo.rtuna de poseer una boca bonita, lleva consigo don s ulici e nte para gana r se la voluntad de la mayoría de las personas á qui e n c; so nrí a . Para. q u e u na bo ca s ubyugue y atraiga, para qu e a rrob e y s uspe nda, no basta qu e sea corre c ta ; de labios rojos y dientes oo mo p e rla s ; ha de ten er además una singu lar en .el conjunto de sus inflexiones y movi,.!·

, -------( 9Ó ¡ mi entas, 6, como dicen los hficiu::a .?1.!--i , un 'juego gracioso. U na boca lin da y tic gracioso juego es una joya de valor incomparablt:'; la mortal dichosa que la posea puede r eirse con su suerte. Andan por esas calles de Di<>s dt: sirena que pare ct n nido' de amor donde las grac ias se h :rn compldcido en depositar todo el coral, las perlas y perfumes c¡ue h a n encontrado en el seno de su capricho; al contemplar alguna de estas• bocas privilegiadas acude siempre la mis:n .i tentación: arrancarles una sonris?., ¡benditas sean! A s í como la mirada es el lcngu.tje del corazón, la sonrisa es su escritura: una y otra cxpresaa á mara v illa cuánt0 expresarse puede en un in · in enso amo r. El placer de la sonrisa, es el único de los p lacu es que ni cansa ni hastí a, porque es sin duda l• mas pura, suave y grata de cuántas pueden impresionarnos; en este se nt / ( '71tido, reconocemos la verdad Je la inspirada máxima que cl ic.e :-la sonrisa. es el beso del alma. Hay somisas oponu1ias que estrem ecen de p lacc;r, y borran, como · por encanto, de la mente humana, esnub es d e 'fuego y san gr". fodo pecho euamorado que gima bajo el peso de una dud a in sa n a , ¡JUede, mediante una Sonrisa gc:nerosa, torn ar en himnos de gloria sus lamentos de agonía, y nada tanrbién como una so nri sa furtiva dirigida á campo extraño puede camb iar tan profunda y radicalmente el destino de algún infortunado hijo de Adán: Cua nd o unos labios de carmín dibujan una sonrisa piado;,,, se alegra e l co r azón amante, como a legra l a creación cuando luce <.'Spléndido y fecundo el so l d e primavera Es admirabk la mágica influ e ncia qu e ej e rc e la mujer con su :;i una mujer jamás i;;o nri t:ra. sería como u na n ota ha n1l"Ó"nica .. so rdos. ó como un herm oso cua Jrv .. :1:c cie·.J · '

( .. , ------gos; sus prodigiosos encantos perderían e l tono y la dulzura. 1 ·La suqrisa es el mayor baluarte, ó punto el e más resistencia que hay que abatir cuando se pone sitio á una fortaleza femenina; rota la brecha, la vistoria es probable, porque la plaza ca!:ti siempre se rinde; está, pues, en lo cierto Richardson, al afirmar riendo, se pierden las mujeres .

Cuando una mujer os favorezca con sus miradas, es porque está dispuesta á rendiros el t"soro de sus terj / nuras; cuando os sonría, es tad tranquilos, que s u corazón es vhestro; si por el mom ento no os escucha. es porque no pue:le; seguid a maoclo, y V!!reis al fin coronados vuest ro s ideales. La sonrisa ele las afortu nadas hijas de Eva cruza por nuestros ojos dejando una bellísima este la placentera. semejante á la s es trellas que se corren en e l manto , azul dél cielo e n la s noche s del estío; hay, si n embargo, una diferencia esencial , y es que las ráfagas del cielo se extÍnguen enseguida, al paso las que brotan de un ro stro celesEial jamás se b?rran ni se olvidan ; siempre acucien durante la ausencia, por larga que sea, á hal aga rnos con su este la vivificadora de espP. ranzas. Mirar cuando so nríe á la bo.::a el e la muj e r preferida, es olvidar la existencia para trasportar se al paraiso; todo mortal se queda absorto, extático, ante la maravilla que la fortuna ha puesto delante .de sus ojos. Serla preciso que la sangre estu......

Cuando se pretende á una dáma, se le hace la corte ó se pasea su calle, el galán no sabe á qué atenerse mientras la bella perll'lanece séria, inflexible y cruel, pero desde el punto en que ella deja asomar una sonrisa bien hechicera, está despejada la inoógnita y él sabe que no va á sembrar en . campo estéril; si trabaja con afán y delicadeza, cogerá fruto abundante. S i la mirada es la luz del ámor, Ja son risa es la esencia ele la esperanza.

(.ux>)viera helada en las venas 4 tener el coraz.:Sn de bronce, para mirar impasible una sonrisa halaf,¡'adora, sin qti., brote del pecho eterna gratitud. El mayor obsequio que puede ha·cer una mujer es otorgar una so nri sa, y nada clel)e enorgullecer tanto al hombre cono el honor de ha heria merecido ó la glo ria de hab e rla conquistado E n cambio. cuando una boca de ángel niega sus favores, ent ra una tristeza incomparable ó un despecho insnlribl e, segú n el estado del án)mo 6 la naturaleza la s causas tiernas que la impidan. El hombre qu" tiei:ie la dicha de ser dueño de una mujer de risa fácil y alegría habitual, está muy cerca de Ja felicidad si no bu llegado á ella. Como e n general la mujer es qui en imprime sello. al hogar '!. hace 6.no la alegría de su· casa, consideramos que es mu1 l10 más esencial la alegría eo la mu1er qt1e en el hom bre; pero conviene distinguir c:ntre una mujer risueña y cariñosa, y una · . • ¡. ------- IIOl) ------ffiajer que el mundo llame alegre, porque hay un abismo insoJldable entre ambas ; y no porque, como ha dicho cierto autor,-la alegría "sea causa de muchas locuras, sino P,Orque hay locuras que en la superficie llevan risas y alegría. por más que e n el fondo ll even ayes y lág rima s. Cuando la mujer rind e. su voluntad 6 entrega su corazón, debe hacer un estudio especial de su sonrisa, porque ésta suele con frecuencia cambiar el rumbo de las cosas y la suerte de las personas ; y aut'f cuando e l anior será siempre el guía principal que la lle ve por la se nda de sus deberes, ha no obstante de tener presente su situación forzada de s0 nreir sólo á su dueño y con el mundo no es tar séria, contraste al parecer inharmonizable ; pero la muj e r instintivamente legitima su situación con sólo observar el precepto de que al objeto amado se le sonrle con una leve y graciosa contracci6n de labios, y al mundo se le ríe á mand(bula batiente, porque la alegria

i100) que .produce el ainor debe 1ser muda, silenciosa al menos; sólo tiene que apreciarla el alma; y la alegría que produce la gente puede apreciarla todo el mundo;· por eso se expresa con una carcajada más ó menos ostensible, los sitios, los motivos y la ocasió1i: los sonidos de la risa se disipan en el espacio como las notas musicales y los trinos d e los pájaros ; los de lo sonrisa producen una onda de luz y de perfume que llega al pecho rendido donde se acoge y se guarda con gratitud inefable. La propensión de al<>unas persona s á reirse sin motivo y" estrepitosament e, es un defecto de muy mal gusto, y aunque por fortuna y en justicia esto es poto frecuente en .la mujer, vamos á recordar una célebre ocurre ncia del ingenioso hidalgo don -Quijote de la Mancha.

Existen algunas damas qu.e llevan impr eso e n su rostro un entrece_io enemigo, que es sin dud a el se llo que la naturale za les puso en la frt:nte como garantía d e la bondad del género, tal como la s joyas d e valor legítimo llevan grabado á la vista e l contraste de Ja ley que garantiza . Estas dama s, de semblante al parecer inflexible y duro, so n luego en d seno de un buen quere r tan suaves y seductoras como lós genios abiertos 1

En resumen : la mujer que tenga dueño puede r e ir con fr ecue ncia oara alegr a r a l mundo, pero sonreir poco y sólo á . su para no disgustarle.

Cuando D. Quijote ll eg ó á la venta, que á él se le figuraba un gran castillo, e ncontró á la puerta dos fermosas doncellas, que eran no mas / ·, ( 103) que dos · mozas rollizas, criadas del mesón, las cuales, al ver ll éga r al caballero de la triste figura tan malt recho y' raro, rompieron á r eir descom. pasadam e nt e, sin recato alguno, en las barbas del buen s<llñor ; entonces Don Quijote • . mohino y corrido , les dijo: - bien parece la mes ura en ·las fermósas y es además mucha sa nd ez la risa que d e leve cansa procede.

---------J 104 )------y las caras de pascua; una1 de estas bocas esqU1ivas que otorga la merced de una sonrisa <;S un triunfo señalado para el galán afortunado. Otras damas parece que tienen pacto con los espíritus magos y hechiceros para poner en su boca 'una sonrisa picaresca y desesperante que tiene d don de quitar eJ sueño al desdichado que pone sus ojos en ellas. Cuando algunas mujere s entornansus lindos ojos y se sonríen ¡ay ! 1 cómo se oprime el corazón ! 11 La conversación de las mujertS: La mucha conversación es causa de menosprecio, dice el refrán; pero est e dicho no reza con las mujeres,. porque lasmujeres hablan por los codos, . y sin embargo cada· dfa aumentan en estimación y na<; gusta más oirlas y verlas. Positivamente aun hay bocas de maga; algunas damas tienen tal arte l t 'Pªra moverlo< labios, juegan• cuando hablan de un modo tan hechicero la boca, ¡:¡ue no hay otro remedio que callarse y dejarlas que hablen, que digan, y hagan cuánto les plazca de l mísero oyente que las escucha. Si las mujeres al hablar •e stuvieran ocultas , si no viéramos la expresióú de ·sus ojos y la s de su rostro, seguramente su conversación perderla la mitad ó más del interés que nos inspira. · . Ante el amor; la función predominante y casi 1ínica de h boca es la sonrisa ; la voz y la palabra apenas si es prec iso que intétvengan en sus dulces coloquios,-obras so n amores y no buenas razones.

La muj e r tiene más facilidad para charlar que el hombre, porque la estructura del aparato de su v.oz es más fina, los órganos especiales más flexibles, la lengua y los labios más delg:tdos y el sonido más ag•1do, circunstancias favorables para articular, pronunciar y emitir la voz sin esfuerzo,

Algunas niñas candorosas, cual pollas faisanas, cuando está.1 al lado de algún caballero , vaya éste con interés 6 sin él, se dan un punto en la boca y no hablan hasta que el caballero dá el pié de la conversación, y aun así se limitiln á un honesto sí ó no, .J

-...,.. disponiéndÓla á hablar con ligereza y soltura, Ji una vez puesto en función el órgano de la voz, si el sistema nervioso interviene, excitándole, entonces ·Ja mujer habla y habla sin término ni fin; de modo que la verbosidad de la mujer es consecuencia natural de la aptitud de su boca para pro- . nunciar palabras.

Por otra parte, el hombre,. además de articular, pronunciar y emitir co!1 dificultad. lo que en algunas ocasiones le desanima, en tan.to que no se ve excitado ó en caso preciso, permanece callado; además de esto, en muchas ocasiones está preocupado y no tiene sin darse cuenta humor de hablar por hablar. No se objete que las mujeres también están sometidas á causas que las preocupen, porque contestaremos • que tambieo las I'tlujeres en ·muchas ocasiones em111udecen y sería preciso á veces un tirabuzón para sacarles las palabras del cuerpo. Las mujeres por regla general ·y / en estado normal todas hablan sin cesar; los hombres no; muchos cuando nohab!an reflexionan, porque el pensamiento, creemos, pocos instantes suele estar parado. Cuando en las tertulias de cierto tono, en las visitas, etc., se observan grupos de señoras selas, y grupos de hombres, se nota que la conversación de los hombres es pausada, lenta, grave en el sentido musical, y hay algunos instantes de silencio ·ó C()mpases de espera ; y que el grupo de señoras parece propiamente una cana riera; no hay intantes de silencio, •sino continúa algarabía de voces atiplaáas y confus.ión cle sonidos que se oyen á distancia y sem ejan al jilgueo de las pajareras.

y capaz de enloquecer ásu tnt<:rlocutor. Estas tímidas •. que no se atreven á soltar la sin hueso, c?mo lo harían 4 solas con sus amigas, tienen al .hom?re que las acompaña en una s1tuac1ón sumamente diversobre todo cuando se va á paseo y hay por delante una alameda de legua que hay que recorrer de y vuelta; ó una glorieta, un can11no real. etc., ó bien bailando unos clásicos r igodones á toda · en los que de fig,ura en figura transcurren como tres cuartos de hora ; en -estos casos en que la conversación l? es todo, la compañía de una señorita reservada, repetimos que es su...: mamente divertida máxime cuando no hay de por medio iptención ni esperanza. En estos casos, cuando las madres no están lejos, suelen acudir y echan su <.t:arto á espadas, con lo cual el pobre víctio¡:¡a nota algún alivio y encuentra tela donde cortar: sin la intervención de las madres, en muchas ocasiones habrla hasta desm!lyos, porque ·. ). / ,e en los bailes y paseos el homb.re es el • sexo débil, es quien primero se fatiga, . se cansa y se rinde. En una ciudad de Melbourne se ha fundado recientemente un club ó asociación de señoras para fomentar la instrucción y las vírtudes doméstic.as; en uno de los artículos de su . reglamento se lee: se prohibe en ¡.iusoluto hablar mal de ¿Así se juzgan las muj_ere s entre sí? Segurame11te. este artículo es no más que una medida d"! previ s ión por si alguna oradora pudiera extra¡irnitars e al hacer e l panegírico de los méritos y virtudes del s<:xo concurrente . Aunque se cn::a que los hombres piensan mal de las mujeres, jamás se les hubiera ocurrido, ni mucho menos, atreverse á r.:dactar con tal desahogo el artículo citado. -Las mujeres, d ice Zola, no pueden referir e.<act:imentc las cosas, micr.ten á todo el mundo: esto es una acusación horrible arrojada sobre "Ja _ ..J . ..

{ 110) ------muj er, y de la cual protestamos por in justa, como protestamos igub.lmente de la g·enialidad de Stendhal, al decir que, -ser franca, sería para la mujer tanto como andar desmida; y, para que las damas juzguen, les transcribiremos un pen's'lmiento el e un sabio it¡¡liano, e l Dr. Lombroso, que dice: la mujer, por n aturaleza y por instinto, es mentirosa, y el buen Dr. para demostrarlo ha escrito un tratado especial; pt!ro "otro tratado se podría escribir para demostrar á este sabio y á tocios los que en el niundo haya con el mismo criterio, que las palabras falsas de la mujer nacen ele las perfidias del hombre; s ea el hombre leal. y la mujer será s inc e ra ó mejor, como dice SaintPierre-las mujeres son fa lsas en los países donde los hombr es so n tiranos. Terminaremos con las palabras de J. Landa :-p or_l os labios de la mu' jer pasa el aliento de Dios. ).

CAPÍTULO VII. EL MATRDl 'ONtO . l. Natural eza del mauimo ni o. f l. l.egisl:!.ció n del ma 1rimo ni o.- l ll . económ ico d d mmri mo nio Nat1tra/cza del matrimonio: ¿Habeis tenido alguna vez palomas ' e n vuestra azotea ó en vu e stra boardilla? ¿ habeis observado con detalle la du l ce vida de estas lind as aves? El que haya pasado largas horas sentado e n un palomar habrá observado el amor firme y fiel entre estos seres. Mirad con qué nrmonía cumplen "Ja ley natura l-p erpetuar la especiela hembra siempre lea l. y señora, el macho siei;npre amante y esclavo.

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{112) La hembra en su función de ma dre·¡ qué amor, qué paciencia. qué dul zura! veintiun día sl!guidos ocupando e l nido para dar tibio calor á la fntura pareja•; ni un in stante abandona su deber sagrado; solo a l medio d a . )' vec es al amáneccr es por su compañei·o de amores, que ga lant e y =lOiít ito acu de al nido para 'l" e sa l¡;a á s11 casta y dulce adorada; rítmica amo.' rosa qu e se re pit e diariamente sin qu e haya qu e lam e ntar co ntr atic1upos; v ed los e n la época dd celo, to 1los los m eses . ve nturosa lun :i d e 1ni c1 (i!..IC se renueva cada tr ein t a días con 1:t m i sm a unión, con i g ua l es ca ri cia5. halrlgos y e ntu s iasmo qu e el prim<;: ; uni ó n eje mplar y amor not ab le dura ha s ta la muert e. Ya puede ir c ual q ui er <·xtraño ton so li citud es á · a lgun a hembra, qu e con orguJ.\oso de s vío será r e· cib i1:0 por la honesta danrn que . no · tol e ra caricias. ni da oídos .í picante s . arru Hos . ·. Echad e n un p a lomar Yeiute, tre inta, cien pa lomas de procedencia distinta ; d ejad que pasen un os días para qu e e ll as se co h ozca n, se e nt ie nd a n y conv e n ga n ; obse r vad lu ego y os encontrareis co n un a soc iedad t ra n quila , comp uesta de matri m onios fdice s ; las qu e queda rán sin pareja, ó emigra n ó espe ran vacante. .. L as paloma s no tienen sacran1 e nt o, ni contrato c ivi l, ni al parec e r conci e ncia que las acuse. y s in embargo viv e n tranquilas y felices, sin la. 1n e nt ar abandonos, h2stíos, Qfensas ni p e rjuri os: ¿puede dec ir otro tanto de sí la raza humana? Si la h umanidad emplea su intc· li gencia para alejarse de la naturaleza, ento nces la inte l igenc ia humana no merece la a ltura de su rep ut ación ; di, ·aga e n vez de se a lej a de la p er fecc ió n y st: acerca á la p e rdición. Lo s sé res libr es de la campiña se aman co n más espo nta ne id ad que lo s séres human os: el matrimonio de las 8 ,,l· ,,.. .

------ (Uo4)----aveS es mucho leal qu1 e el de las personas. Estos conceptos p arecerán desplantes, absurdos, ah_errac1ones deterministas, ó comparaciones siempre odiosas; el que así los ju ig ue, puede pasarlos por alto . Sentimos tener un concepto, más mode s lb que la ge nera lidad , dél ser humano, considerado los demás seres ; unos y otros son 1gualn_1ente esclavos de las leyes de la y conceptuamos que lo s mas mentc las cumplen m:ís íehces Si el hombre es el rey de ammales, es por s us dos facultades: la de hablar y la de progresar_; pero no se busque otra porque .10 existe. , · Y qué es el progreso? Donde est.á f Cinco ó seis mil años lleva la humanidad en el camino del progreso y au n no ha llegado. ¿Será· acaso • una quimera? . . Ah ! i\lirad á la go londnna, al castor, mirad á la abeja etc.; estós débiles animales, no son párias; pero desde el princ1p10 de ·. J - -----...,-- ( nsJ------lacreación construyen su nido con perfección suma, y t a l como lo nece s itan; el castor fabrica su vivienda bajo el agm• , según las reglas más exac ta s de la construcción hidráulica; nai'.iie sería capa z de hacer una const rucci ón más int e ligente ni mej or conc luida ; ,Ja abej a fabrica su panal en forma tal que ha sido prec iso el trascurso de varios siglos para q11e los sabi0s determinen por fó rmulas algébricas una construcción aproximada á la maravillosa ob ra , que no es 't1Sce ptible ele mayor perfección. Estos ani;nc]r, no pücden mtjorar ; ll egaro n á la 1wrfl! cc ión y por eso no progresa n ; ¿ para qué ? Cuando el hombre, atendiendo á sus nec es idade s, construya su vivienda en forma t;,] que no haya necesidad ele perfc::ccionarla, como no la hay de p erfeccionar e l panal de las abejas ; cuando vue lva á su cu na terrestre y se reduzca á los límites del área geográfica cuyo clitna le ' permite vivir sin ropajt: artificial, como vive el ,J • t

(u6 ) castor; y cu a ndo ame á compañera lealment e sin llevar en el cerebro la id ea del perjurio como ama la golondrina , e ntonc es e l hombr e habrá llegad o á la no · tendrá nec es idad de mejorar n1 querrá progresar¡ en ton ces sere:í e l hombre natural y será fcl iz. ¿Es esto posible? 1\o; la li zación, las costumbres y las ncccst<l adl'!s soc ial es se oponen, lo impiden, lo rehusa n. Por eso la hu111 an ic.lad, en el 'O rd e n material , jamás ser:í feliz; y h ay q u.e aceptar el dicho fatal de que la fcltcida<l n o existe en la tierra. En el o rd en material de la \" ida la raza humana está menos satisfecha que las d e más razas de la en este sentido estamos por debajo de los irr ac iona les; t}uestra inteligencia • de poc o n os ha serv ido ; es d ec ir, nos ha se rvido d e 111u cho, pero para ha cerno s d esd ic hados . El matrim o nio actual no es una manifestación d e la naturalez a ; de ·, 1 l / -'-- (117 ) serlo, serfa indisp e nsabl e y · perfecta; es simplemente un organismo soc ia l, y con10 tal afecta la natur a leza de l cuerpo á qu e per t enece; padece de sus vicios y g.oza de- sus \<it1l:udes. En la in st itu c ió n del' ma trimonio e l hombre se ha separado tatlto de la Naturaleza co1110 al construi r su v ivienda , al cubrirse ele ropa y a l dejar su cuna : cadJ una de es tas fases de civilización son otras tantas cau sas de a mar gu r a . · El matrimonio es una exicre ncia social, no una n ecesidad n atural; fu é i nstituido. porque co!1vino, para' dar fo rm a á la fami li a, y es antiquísi 1110; su orige n se p ierde e n los a lbor es de la historia .

Para dar estab ili dad á las relaciones amorosas entre e l hombre y la mujer, no ·concebi mos pacto más ventajoso que e l matrimonio; cualquie r a otra forma que se adoptase sería · defectuosa é ineficaz ; por e s ta razón el matrimonio es nec esa rio ; además, dado el estado actual de creencias y ,J .

-------'" (118) costumbres, las modificaci<lnes e n est e e"nlace son inadmi s ibl es; tal como es, bu e no ó malo, h ay que aceptarlo; si ti ene d e fe cto s, no se corregirán actuand o so br e éf, si no sobre la socied a d d e la cua l es función dir ec ta. Cuántas ley es se dic t e n para dar estabilidad a l matrimonio, se aceptará n con aplauso unánime; pero por mucho que se leg is le, jamás se llcg:irá á l a . perfección, a l e nlac e de las palom as . 11 L egislación del ma t rimonio: El di vorcio en a lg un os casos se p erm ite, p orque, seg ún i\lontesquieu es necesar io en las civili zacio n es a delantadas _ E l marido puede desligarse de su esposa, s i es perjura; l a muj er li• vian a es indi g na d¡: lle.v a r otro nombre que e l d e pi la; por fal lo de la l ey quedad es hL cha la fusión e t e rna de d os almas; aque l s uulime juram e nto, d ado al pi é del altar, e co fiel d e la fibra más sensible d e l cor azó n , que ex 1 ). / pre saba el alma y la vida de los contrayente s, fu é un juego ; á la mujer hay qu e cjespreciarla, postergarla a l tormento de que so la y abandonada . expíe s u falta. Pero la ley no pára aquí; si parar a, tal vez fuera ju s ta ; ti e n e segu nda p arte, en virtud d e la cual e l marido, d espues de dcsp!ec ia r á la p e rjura in fam e, tiene derecho á la admi ni s traci ón de los bi,e nes de la pérfida muje r. Extr¡¡ño es que la ley ex is t a , pero más extraño par ece que h aya h ombr es qu e acep ten la adm ini s tr ac ión d e t a les bienes sin sentirse abra sa r las m a no s al toca rl os . Citar e mos otros hecho s. Muere el marido dejando viuda y s in hijos á una muj e r d igna y h onrada, que ·a maba á su esposo con toda e l a lm a, y qu e a l perde rl e h a perdido e l cora zó n, la dich a y la fe licidad en la ti e rra . Sobre este torm ento que e l destino suele d ej a r caer sobre la mu..

------- (•ro)------jer, viene o tro: la ley, y á su 1 amparo la familia del marido, que r e cl a ma cuánto éste apo rt ó a l matrimonio, dejando á la viuda desolada y e n la indi ge ncia. ¿Y se quiere moralidad? ¿se e xi ge que la muj e r sea leal y desinter esada? Sería ped ir gollerías. . Co n ocemos má.; de una esp osa JOVen, que, pró:xima á verse viuda, en la indi ge ncia y aba ndonada, a nte la perspectiva del porvenir, ha sacr ificado e l juramento que hici era d e cora zó n, "" Los j óve nes de buena posición s'?cia l, de carreras brilla n tes y po rvenir seguro, so n los que liban el né ctar de las flores maltratadas por la borrasca de las leyes socia les. Según el espíritu del sacraf!1ento que nos ocupa, el matrimonio es una fusi ó n d e a lm as qua dura hasta el o tro lado del y, según e l contrato de la ley civil, la sociedad conyugal persiste a u¡¡ por muer te de uno de los P e ro esto es cuando la mujer ha · . ) ) ---'-- ( m ) tenido sucesión; si ha sido es t é ril ¡ay de ella! Sacramento ó co ntrato, so ciedad- ó fu sió n, todo fu é un j uegu : l a viuda queda sola, despojada y aba ndon ada. Pero cons\lélese la muj e r y oiga: En los pueblos de oriente mat aban á la mujer esté ril ; era un árbol si n fruto que cortaban por in {1til. En ot r os pueb lo s á la viuda la quemaban sob re la tumba del marido. L as r ei n as de España "que mu er e n s in s uc es ió n no reposan e n e l pant eo n junto á s u s esposos, ni a{111 e n la c ripta de s us mayo res; s in e mb a rgo , se les h ace la obra pía de darles sep ultura en la mansión dest in ada á los niños. El legislador que te nga la fortuna de d ec retar ,que el marido y su esposa son h e rederos forzosos y recíprocos se lle vará uñ a plau so un á nim e de la mit ad más bella d e l linaje hum a no , y el r es peto y h omenaj e de la mitad r estante.

Las leyes d e fi aren t esco ó consanguinidad y h e rencia se formularon .J

allá en los comienzos de la tiv ilización actual; y entonces el verdadero conocim_i ento de estas leyes natmales era casi totalm_ente ignorado, originándose y errores que nos han sido trasm1t1dos y que subsisten en e l de muchos qu e no están familiarizados con las modernas doctrinas fisiológicas. . Tal sucede con la antigua pre'ocuel e at_ribuir á la consangu inid ad una influ e ncia p e rjudici a l en la constitución de los nuevos se re s; seg ún' esta cuando dos indivícluos qu e son parientes contraen ma trimonio sus de sce ndi en t es se manifie s tan débil es escrofulosos, raquíticos, albinos, <lomudos, imb éc il es, estériles y mal conformado s. Hoy casi todo el mundo ilustrado que la selecció11 consanguínea es precisamente el método más eficaz para la.mejora ele 1as razas; es el método segllldo por Ja naturaleza; as! io declara la ciencia zooti!cnica. Esto, se comprende, que no im/ pida Ja trasmisión de si un tísico se casa , sus h1JOS llevan e l • gérmen d e la e n '.ermedad, • Y si d es pués contra e n n u pc ias los descendiente s más ó méno s lejanos de este tr o nco enfcri110, Ja . enferm edad se manifes tará tambi é n y e n much os casos con ma yo r br e ve d a d y viveza. Mas únanse dos indivícluo s sanos parientes p.-Óxi.mos, y s us d esce ndi e ntes y Jos s u ces ivos será n tan sa nos como sus proge nitores. Pu es bi e n; estas preocupaciones amalgamadas con sobre m ot iva r on las leyes qv ".es y canÓ1\1cas que h oy no s r igen so bre her e ncia y parentesco . ,· S i e l marido y la esposa no so n pari e nt es lo esp irituale s, y_la ley c1V1l debe .considera rlo s como pari e ntes en grado para Jos fines ele herencia . De este mod o se morali za da el matrimoni o, Ja muj e r no se tan cruelmente tratarla por la sociedad, y el hombre, en fin, daría pruebas ele

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_______ .,,.., _______ querer á lo que ama y respeta , lo que adora . ' Esta es la protección que pedipara la mujer; e s tos puntos de la le gislación son los que deben estudiarse y rc :formarse en favor de .nuestras hermanas. 111 . C01 ádcr eco11ómico del 111atrimoEn los muchos libros escritos que ex 1s t e n el matrimonio, en .unos se es tudia su fin sagrado, se habla del s acramento y desde el punto ele vista t e ológi co lo hacen sagrado y perdurabl e; otro s s e habla del contrato, . se es tudi a su aspecto JecraJ y se discurre s obre po s ible resci;;ión , llegando 6 n? a l divorcio absoluto; pero en cam-?10 sobre el tercer punto de vista baJO el qu e debe mirarse al matrimonio de s u e onómico, nadie nt escnbe. .El aspecto económico de·I matrimonio, ó sea la relación de los ele·. / {125)mentos con que cuentan los . contrayentes para crear una mantenerla y educarla es tan importante 6 más par'a la soci e dad como pu ed e serlo el sacram e nto, y como pued a s e rlo e l contrato. Es notabl e 'la lig e reza co n qu e algunos indivícluo s co1)tra e n ma trimonio; b ás tal es un mo d es t o e mpl eo 6 un sueld e cill o in s ig nifi ca nt e, p a r a un i rse á una j o ve n y hac e rla cl escl ic h acl a ; ca mpeando lue go p o r e l mund o ·co n ínfulas d e g ran se fi o r s in qu e n ad ie les va ya á la ma n o e n el di s p a r a t e q ue h an hecho. · , Si li "e r eza es e n e l . hombre c asars e sin bt en e r una fortun a m ¡Í. s 6 m é· no s con s ip e rabl e , li g ereza es t a mbi é n en Ja muj e r a ce pt a r e l p a rti d o '·de semejantes caball e ro s. · · Uno y. otro, apenas pas a la luna de miel, s e qu e dan á la de Val e ncia, y tienen á vec e s que resolv e r el problema de la lucha por la existencia tomando rumbo opuesto; ¡ así está el mundo! .. •

• · ' 126) . . Los que se casan en condicontraen una responsabilidaci que n\) debe mirars e con indiferencia. Casarse sin racursos pecuniarios es crear una familia d esrr raciacla ci:intr!buir dir ec ta.m e nte {1 desorganización de la sociedad . . . El hombre, al casarse, exig irá pos1L1 vé111 1e nt t:, á. su consorte, que en todos sus actos, en tocios sus hecho s y 6 todas h oras d e l db sea una seño ra , y parcc_:e que p::ira que una mujer sea.u na le bas ta co n serlo, no ne ces ita n1 as; lo cual no es c i e rto, p o rciu c chos ó pocos, so n siempre pre c isos algunos e lementos para co nservar e l pu.esto oc upa si n cl csce ncler ja. m as en 111n gu n orden; pero no di sc ucon s utilezas , y con s ig ne mos que casarse sin estar en cpnd1c1o nes es una lacu ra de la ·cual e l hombre casi si,empre tiene que arrep e ntir se . · La falta de int ereses es e l cisma cl e los matrimonios, y sus cons.ecuen1 t . , ' ------- (r:r,) _ , cias funestas siempre sobre Ja reputación de la mujer. · Se estima poco 'el hombr"e que se lanza al matrimonio sin ten e r fortuna suficiente para soportar el p eso de una familia; pero s e est ima me nos Ja muj e r que da su. mano á cualquiera si n tener la certeza efe que h a d e poder co ndu c irla sepa rá nd ola del lodo y de todo t e rr e no esc abroso . ··

Est as union es irrcA e"xiva s, fuente de si n sa bor es y lág rimas y to s d e mi l tra ge di as, han de h aber inspir ado la innum erabl e sé ri .e de máx im as, pr ove rbios y fr ases in gen ipsas que d e prim e n e l matri111o nio y que diga Bal zac qu e --el matrimonio ta l con;io se practica en e l día es una prostituci ó n lega l, y qu e diga e l vulgo quee l anillo del matrimonio no es más que un círculo y ic ioso; y e n efec t o, un vicio es todo matrimonio inc onve niente, prematuro y fuera de ocasión; cuando faltan los medios materiales d e subsis tenci a, ¿qué · guía á .. tos contrayentes? No lo consignaremos . •

Todo es t o está muy lejos de significar que-el matrimonio pe n sarse mucho y luego no ·hacers e; pero . sí dire mos a l lec tor·que-cu a ndo te c ases mira lo que haces ; y-bod a y mc¡rtaja del ci e lo baja, y la media naranja no se busca, s e encuentra, y e n fin -- y quien en casarse acierta en nad a yerra. Las cla ses poderosas de la soc iedad, d e alta posición , de fortun a abumda:nte, sor\ felic es, porque pu ede n casarse cuando quieran ; no ti e nen que echa r cuen t as, ni hacer núm e ros, ni formar cálculo s; les basta estar enamorad os, y luego, si no so n perjuros, se rán dicho sos. 9

1•201 se juega, dijo no recordamos qui én, la felicidad á cara 6 cruz; á éstos l es r eco rdaremos el r e frán castellano qu e dic e: -qui e n lejos va á casar, 6 va engañado 6 á e ngañar; y au nqu e se dice lu ego qu e e l trato engendra e l cariño; por si ó por no, ei mejor de los dados es no juga rlo, y como se d ic e vulgarm ente-á casa r á tu t ie rra, gru lla, aunque sea en una patl. ..

------- (128)

Del lfmite raquítico di( contraer matrimonio sin poder hac e rlo, se pasa fácil y fre c ue nt e ment e á otro ext re mo d esas t roso : e1 de asp ir a r á la mano de persona rica, pasando por alto las circunstancias indispensables de educación,. •. orige n cuyos matrimo111os, l111 os del "cálcul o, so n ta11 funestos a l n!g imc n soc ial co mo los matrimonios i rreflex i vos. A unos y ot ros les es ap li éabl c l a máxima e.le Dupu y-es muy raro que a l r ecibir e l sacrame nto dd matrimonio n o se r e ciba también o t ro: el de la penitencia. Aquellos matrimonios por e xc es o de son indiscretos; éstos por falt a de re fl e xión so n absurdos; unos y otros ti e nen un carácter comlrn: la falta de cordura. No ha b lem os de otros e nl aces, ;ipadrinados por las.familias y rea lizad_o s á vec es á la¡gas distancia s y aún s 111 conoc e rse los contrayentes ; apadrinar estos matrimonios es verdadera.mente apadrinar locuras, en las cuales .

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La clase artesana y proletaria, que vive al día, que no tie'ne apenas necesidades ficticias, que son las costosas, ni compromisos imperiosos, ni la sociedad le exige más que órden y trabajo, es también feliz respecto al ' matrimonio; no tiene por qué temer al porvenir; con tener salud y trabajar vive, y como la clase anter ior si son fieles, será n felices.

Para la gente rest<1nte, la clase media, la que tiene todas las neces ida -· des de la pri1:1era, y toda s las pobre,.as de la seg und a, para esta clase social, que es la única infortunada, e l matrimonio es un problema . Si el matrimonio se redujera á la unión de dos séres para realizar simplemente sueñ?s de como .se piensa á los qu1rtce años; s1 se redujera á llenar una exigencia socia l · para legitimar sagradamente la s simpat ías 'de dos espf ritu s que se corresponden, como se piensa á los veinticinco años, ó fuera e n fin e l matrimonio la realización de un contrato moral y mate/ (131J ria! con el fin de ayudarse y .protegerse dos individuos que se co1)1prenden, como se pieri¡;a e n la edad madura; si e l matrimonio no fuera más que cualqaiera de estas cosas, entonces se e.asaría to<lo e l mundo, porque nada más grato para el hombre que se r du eño de una mujer querida, como nada más grato á la mujer que;; _ tener un dueño adorado que ' la ampare y la proteja Pero el matrimonio trae consigo ufla série dé atenciones de carácte r econó mi co cuya importancia detiene la acción voluntaria y decidida d e. muchos hombres que piensan casarse. Ante la imposibilidad de reunir plenamente todos los elementos necesarios, el hombre soltero que reflexiona, piensa que estando soltero no es f e liz, pero. casándose pudiera ser desdichado, y este temor le amedrenta y permanece en su esta do con la esperan za de mejorar de si tuación y ll eva r al n'atrimonio más probabilidad de encontrar y disfrutar la dicha soñada. .J

------- (132)------¿Qué elementos necesita el hombre para oontraer matrimonio? U no principal : ser discreto; lt> demás, es función de esta facultad. • • 11 / CAPfTULO VIII. LA DEVO,C!ÓN. l. E xagerado espíritu religioso de la.5 mujeres.-11. Asociacionesdednmns noblcs.-111. Las bentns.-IV. La oProfesidn rcliglosn.-V . Los ejercicios piadosos. Exagerado espirittt· reli"gioso de las mttjeres: El l ecto r no habrá olvidado seguramente nuestra advertencia preliminar cuando empezamos estas páginas,. prometiendo echar á un lado el tóno doctoral y el aire de .maestros, para seguir un camino genial y festivo , sailpicado de franquezas y alegrías que más conviden á reir que á llorar, pero dejando caer de vez en .cuando alguna que otra verdad ele,i .

A las familias pobres y séres desvalidos es dond e deben dirigir sus generosos sentimientos esas damas es · pléndidas; tiendan su blanca y per_,J .

U na joven de doce á veinte abriles va á la iglesia porque la llevan ; la devoción y los ejercicios espirituales en estas delicadas vfrgenes solo tienen un punto grave, y lo es tanto, qu e no está comprendido en los -Iíinites de este libro: para no ser explícitos hagamos punto:

Toda mujer ptuderite debe abstenerse de esas ofrendas costosas y desprendimientos continuos sacriJican:lo á veces la fortuna de sus h e rederos, porque nada gana en el cielo y mucho pierde en la tierra.

mea tal, al alcance de toáas las in teligencias, que á nadie pueda' amargar ni ofender , y con ese propósito, con ese estilo y con ese compás seguiremos discurriendo, especialmente en el presente capítulo, sobre la devoción del bello sexo ; conste, pues, la advertencia, Sres. ortodoxos y Sres. pusilánimes.

La mujer <te edad madura va á la iglesia á llevar á sus hijos para que :>.prendan el camino de la virtud, pero J si va sola, la iglesia es con frecuencia un pretexto para abandonar los deberes del hogar y recoger lodo en la calle, que luego cae sobre la familia. Es común en ciertas damas alardear de fé religiosa, y la fé afectada es poco grata \i los ojos de Dios.

El espíritu religioso de las mujeres va saliendo al exterior con los a:ños: cuando llegan á la ancianidad se ha ·n exteriorizado por completo, están totalmente inundadas. • Pero hay que distinguir.

La que se proponga desori e ntar la murmuración haciendo alardes de santa desista de su empeño, porque más i 0 ncurre en ella. '

Cuando el celo religioso se manifiesta con ofertas y desprendi.mientos inmoderados, el .pecado ·es grave, porque se ofende á Dios y se grava el bolsillo del marido.

l •J61 fumada m7no sobre los desgraciados, no teman . a mancha de una lágrima que en perla se convertirá ante los ojos de Dios.

E .sto consiste en que las damas que por su . rango social tienen que aceptar la presidencia ó de tales asociaciones, declinan luego. de hecho la gestióh de todos los ¡isilntos en las señoras de aptitud más recc nocida ó de entusiasmos más vehementes por el fomento de la asociación. De aqui nacen rifas, .suscripciones , loterí as, señoritas postulantes y ventas á domicilio, que son esfuerzos nobl es para sostener la asociación, pero t a mbi e n motivo pai;a que la gente sonría maliciosamente de la gestión caritativa y voluntaria de estas Sras.

Una mujer devota · es un ánget de redención, pero la que se engolfa plenamente en la tarea de sostener el de una imágen, si no es una fa- · nát1ca lo parece : y el fanatismo como la superstición es pecado. · . 11 A sociact'ones de damas nobles : casi. todos las capitales de provin.Y cIUdades importantes hay asode se ñoras que administran la candad en una ó varias de sus múltiples manifestaciones, sosteniendo asilo s de inv á lidos, de infantes, huérfanos, e tc. · Tan laudable oora de mis e ricorejercida p o'.t la mediación simpática de un grupo de damas, debiera de gratitud y aplauso unámm e, y s in e mbargo el vulgo irrespe1 I / trata con malicioso dl'!sdén esta obra pía de las sP.ñoras.

U na dama que acerque su boca de grana y perlas ·á la frente de un niño, ó que deje una moneda en la mano temblorosa de un anciano es un ángel de luz que hará sonreir á los cielos; pero en cambio la que se obstina en fomentar la caridad á costa ajeno, forzando voluntades y comprometiendo amigos, es una mujer que se . 1 )

La be a ta es e l recuerdo vivo que nos q ued;i d e l fanatismo horroroso y cruel de otros ti empos; por regla general no ti e ne familia, vive so la en la sociedad como esas plantas estériles qu e crecen en medio de los campos con daño grave de l as plantas útiles, á las )

L'a caridad individual puede cumplir el precepto div in o-que no sepa tu derecha lo que hizo tu i'.zquierdaJa filantropía en colectividad no puede cumplir el precepto cristiano.

( r38J------estima e.n poco, porque S'; expone á: en cualquier ocasión algún desaire.

Ayudar al personal y dependencia de un asilo, io formarse del estado administrativo, higiénico, etc. en que se encuentre es una misión · l evantada que honra á cualquiera; pero abandol?s asuntos propios por los ajenos, dmg1r ó administrar bienes extraños sin que la indigenc ia obligue, dama debe hacerlo. La mujer debe ejercer la caridad, pero no la filan.tropía. • La caridad es la esencia del hijo d e Dios, la que se lee en el santo evangelio. La filantropía es el vapor del aliento humano, la que se aprende en la.s obras sociológicas. La primera se ve que ha p asado . , por las lágrim as que deja en su camino ; la segunda se sabe que viene ·por la músic a que la anuncia. U na muj e r caritativa, dá ; una mujer filantrópica , pide; la primera· Ínunda de lu z y de alegría l.a mansión que pisa ; la segunda hace ,visitas decolecta dejando tristes á los señores.

Terminaremos con '!n pensamiento de Mma . Gen lis-la beneficencia y la caridad hermosean á las mujeres. 111 Las beatas : la tuviera desperdicio , resíduo ó escoria, nos sería fácil definir á ia beata, pero la r eligíón no tiene nada de es to.

¡

.... )------que ningún animal come, ' siendo preciso, pan extinguirlas, quemarlas.

Parece increible, la mujer degenerar en beata! Verdad es que del ángel nació el demonio, y del vino nace el vinagre. -Las mujeres pasan su vida ofendiendo á Dios y confesándose luego de haberle ofendido, ha dicho Clemente XIV, digno sucesor de San Pedro, que debió contesar á mucha beata; de otra suerte este sabio, padre de la Iglesia, no se hubiera atrevido á consignar tan tremenda acusación. No hay nada que más excite, provoque y precipite á la juventud como las represiones y exigencias de una beata importuna. En mi tiempo, hijo mío-dicenla juventud no e,;taba tan corrompida, l as costwnbres del siglo son detesta• bles, olvida á Dios y se vive en el pecado. .

La es la primera potencia del alma ¡:¡ue pierden estas pobres señoras, porque no recuerdan lo que fueron é hicieron en su juventud, porque en aquel tiempo no existía el con •us inefables esperanzas y dulcísimas realidades ; no dieron su blanca m ano á un hombre para que Jas llevase junto á un alt.ar y recibir Dios la corona del t!riunfo d e su virtud y hermo sura.

¡ Ah! quitad, quitad, mujeres fú. nebres, que vuestra presencia nos hace odiar la vida in c urri e ndo así en e l mayor de los pecado s.

Todos sabemos lo que dice el refrán, Sras. beatas : Del dinero y santidad la 'mitad de la mitad. rv La profesión religiosa: Todos los fanatismos, todas las supersticiones

¡ L a muerte ! $iempre ·es ta funesta palabra e'n su boca, siempre atormentando con la brevedad de la existencia coi; los pe li gros del alma, con el suplicio eterno al otro lado del sepulcro.

Si Santa Teresa pudiera leer estas lfneas, nos daría la razón, porque hoy l a mística castellana y doctora ilustre no se dedicaría á la est-eril misión df: fundadora.

• 1 r (143)-N uestra'.s hijas y nietas no entrarán en los conventos, porque para esa fecha, probablemente, ya no habrá monjas.

En tiempl)s de nuestras · hermanas, la re li giosa es un esla g ,ellte acude curiosa á presenc1at ua a ceremonia que tal vez no tenga ocasión de volver á ver en la vida.

(142) -de la han tenido su época de á lgida manifestación, y llegado despues á .su período de decadencia . En tiempo de nuestras abuelas, hace apenas un siglo, el gusto de la época y la_ moda del día sepultaba un por ciento de las que nac1an en las estrechas y frias m:rnsiones de un convento, privando as! al paraíso terrestre de sus más bellas perfumadas flores.

En tiempo de nuestras madres, aquel gusto se moderó en parte, toler ándose que las hijas de familia optaran por el convento ó el matrimonio: á las destinadas al servicio del Señór se enseñaba á.leer para que leyeran el ltbro de devociones; á las destinadas al matrimonio no se las enseñ¡i nada.

¡ Cuántas lágrimas vertidas por mujeres sin ventura ! J

¿Cuántas madres de familia habrán deshecho fas doctrinas teresianas? Afortunadamente la perfección moral, el cambio de costumbres, e l progreso ó bien las ideas distintas de este siglo han desterrado el fanatismo religioso, y las supersticiones, dando fin de los conventos donde la muje r entraba sin saber donde iba, unas veces seducida por fanáticos, y otras obligada por sus padres ó tutores, algunas por decepc iones del mundo y pocas por su voluntad plena y libre albeldrfo.

-------1 v. Los ejercidos piadosos: En el siglo III de la Iglesia , e l Papa dió un decreto prohibiendo á las mujeres el uso del sacerdocio. Desde aquella fec ha ·la carrera eclesiástica es so la y exclusiva de hombres. · Otro decreto posterior separaba en los templos á hombres y rhujeresno era grato á 'los ojos de Dios que juntos lo adoraran . . De aquí debió nacer e l cónocido refrán :-e ntr e santa y santo, pared de cal y can to. Según e l decreto pontificio, las mujeres debían de tener sus templos y los hombres los suyos. Esta ley ó fué derrogada posteriormente· ó se ha convertido en letr¡¡. muerta , porque no nos hemos apercibido de que haya en los templos separación alguna entre éllas y éllos . En este caso, como en todos, la costumbre hace la / ( 145) Supong a mos por UIJ mo me nto que existi e ran templos 'par;¡. las damas, para éllas, y t e mplo s r ese rvado s O: p¡¡ia' hombr es . • / Al g ui e n quizá lo dud e, p e ro es s i no ci e rto , mu y probable, que lo s t e mplos el e h o mbr es es t a rí a n cas i s ie mpr e so los ; d e los de é lla s no r es po n demo s. .. Nosot ros las ' seguiríamos, la s acompañarí a mos ga la n t ha sta la pu e rta fatal' qu e nos cierra el pa so y a llí esperaríamos im pac ie nt es; ¿t ardarí a n mu c h o e n salir? Los padr es ele la ig les ia h ;i n s iclo uno s sabios y h an h echo perfe ctament e a l no dar v irro r á es ta ley cruel par a nosotros, nos h11biera privad o. la dicha de co nt emp la r con de voto r ecog imi e nto y e n s il e nc io r e li · gioso, cl e la rite de los santos, Ja · obra ma s b e ll a qu e ha salido ele las mano s de ] a, divinidad. Verdad es que ant e los ojos el e Dios se clan espectáculos no muy edificante s con la actual' confusión d e ' º j

Lu ego vie ne n las s impatías men ores ó sc:c un 'cli a ria s e p las que cada cua l ti e ne sa nt os de su d evoció n, los que parecen más s im pátie-0s; á es tos se rec "rr e con pl eg aria s e n l os momen to s de tribulaci ó n y a ng us ti as. La s muj e re s además de lo s sa n t os d e s u d evoc ió n tienen tam b ié n s us sa ntos abogados. U nos so n abo g- ados d e o1Jjetos p<>rclidos, otros ele ca us as impo s ibles, otros de las so lt eras qu e se impa c ienta n, etc. D e los demás sa n tos nadie se acuerda, y de Saota Bárba ra so lo cuando truena. A lgu no s esc ritor es moralistas des ca rga n go lpes rud os sobre las muj e re s s in re li g ió n ; es tos señores mora li s tas se pasan d e li•to s. No hay mujer es im pías, lo neg a..J

( 46) sexcs; pero en camb io muchas miradas mís.:icas y al g una s so nrisas leves dirig i<l as e ntr e c ílul'i os de piedad r eciue n lu ego sa nci ó n sag r ada a l pié mi s mo d e l a lt a r ·qu e s ir vió para darles acció n y vida. Aconseja r á las muj eres q ue t e mplen )' mode r e n sus afa n es r e li giosos se ría tar ea inútil; tan afcrrndas es tán á sus creenc ias qu e no h arí.an caso; en este punto co mo e n otros mu c hos nos gan;i n . Pocas so n las muje res que no son cató lic a5 , co mo pocos son los homb r es que lo so n de veras. l'or much as , variadas )' pode rosas razones la mujer es mas in c lin a da que e l h o mbr e á lo mi ster ioso , fa nt ás tico )' sob re n a tural. A l hombr e le enca n ta y .ad mira la r e li gión por s u doc trin a; á la mujer le g usta la relí g ió.n po r, los .milag r os; el ho mbre qui e r e a Jes us, la muj ¡; r adora á l\larfa ; los hombres re spe tan la r e ligión , la s mujeres la t e· men. 1 ( 1.¡7) En religión como e n todo lo que conmu e ve a l cora zó n las s im patías e ntran po r much o; la primera s im patía ya h e mo s dicho que es la que disti ng ue cl0 sexo .

CAPITULO IX LA 1Nl"10EUDAD . .. l. D oct rinn cvnngc!licB sobre el ndult c rio. -11. c u¡mcib n soci nl sob re es te dcli to.-iq . Ln tmic ió n e n la mujer es más que e n el ho rnbrc.- lV . L:i inCO!>tnncin de l n mujer no es origen del p1,.'Cndo D otri11a ev a11gél i ca sob1·e el ad11 lte1·io: M irad le s e ntado en e l sue lo con humildad infini ta. Es muy joven y de actitud apac ible como las pa lomas libre s del Car me lo; sus oj os no ti e n e n e l fuego ele los hijos del d es ie rto , pero sí la l uz de los a lbor es ele Mayo ; s u boca e ntrea bi e rta no so nde, da t a n só lo paso á los suspiros que la esperanza le arranca del pec ho; sobre

. 1 -------'- ( ,.,, _____ mos rotundam e nte ; e l es una esc'ue la fi losófica qu e solo cu en t a sectario s, la muj e r no conoce ni la primera pág in a d e sus obras. Si ex is t e n muj e res frí as e n religión, a lg ui e n tendrá la culpa, y a lgú n h omb r e !o sab rá; estas muj eres esccpticas, porque moralmente les h a n arrancado e l curazón, no pueden tener l é. ni a111or, ni al egría, ni c·:spci-a1 \ za; ¡compadeceos ele estas pobr e s víctima s! · E s tamos conformes e n qu e fa mujer d e be ten e r religión . pero no ll e vad a a l fanatismo ni a l fune s to d es pilfarr o que h emos criticado precede11ten1 e ntc. N' os hac e mo s eco de la opini ó n común. E l vino moro y l a mujer cristiana. /

la arena tiene su frente pu. rísima como los ampos de nieve que se posan en las cumbres del Líbano ; está rendido, acaba de suplicar que le oigan, que le sigan, que acepten las doctrinas de su Padre. A é l se acercara en tropel con fuso, una horda ele fariseos; entce ellos iba una mujer. Maestro--le el ijera-, ri loisés. mandó en su ley que la mujer s0rprendicla e n adulterio sea muerta á pedradas ¿y tú q11é dices? Jesucristo en tanto continuaDa escribiendo con el dedo en la arena. ¿ Qué dices, maestro? Jesucristo se levant ó y les elijo: -El que esté sin pecado entr.e vosotros; tire contra élla la primera piedra. La voz de la conciencia acusó á • todos, y uno en pos de otro, avergonzados, se retiraron. Solos quedaron Jesús y la pecadora. Mujer, le dijo:- ¿dónde están . / / -------(•S'i tus acusadores ? ¿ninguno te ha conden ado? inguno, Señor respondió élla. --Y yo tampoco -rep licó Jesús -yo no te condenaré ; marcha y no pequ es más. · ' Tal es la doctrina evangé lic a. ¿ Se sigue ? , ·· Que p0r .nosotros la estadística de la La ley mosaica , p ropia .de aquel pueblo rupo, carnal y leva1]t1sco, condena á la mujer pecadora a mu e r· ta á pedradas ; tal ley. corresponde á tal pueblo. Jesucristo despues ,e,sta.b lece en el Evangelio l a ley sublime del perdón ; tal es la ley digi\a del ha.ubre . Desde la Redención del hombre hasta el fin del siglo XlX, h emos avanzado poco en este terreno, y en efecto : .J.

El sn11sft1co1t co nt e mp o rá ne o qu e se va po r todas las ca pas soc ia les . no s 11 eva al más cómodo, a l m ás tranqui lo, pe r o al más de ni g r a nt e de . cuá nt os acuerdos adopte la conv e ni encia hum ana. E n la s clas es pri vil egiadas de la ·sociedad la tol era ncia es no table ; la

( >S•J La doctrin·a de Cristo condena el perjurio y p e rdona á Já pecadora, l a do ct ri na de lo s homhres ama el pecado y aborrece la pecadora. El que sorprenda á su muj e r in· fiel ilifra.r;tmti d elito pu e de ri1atarla; .tal r eza el Cód igo Penal; es decir, como e n tiempo el e los faris eos; ¡y som os ! ¡Ay! L a sem i11 a que arrojó Jesús n o ha ge rminado á pesar de los diez y nu eve siglos tran scur rid os , ¡pe. ro, no i•nporta ! un s ig lo má s y t: 11a germi n ará, no es tá perdida, la fiumanida<l J,1 g uarda e n su sc tl o , donde conscn·a aun la t e nte todas sus ene rgías ,-it a les; faltan t a n solo co ndicioade cuadas para su clesarro11o; ed ucaci ó n y temp lan za, y ya ve ndrá e l rocío de los ojos hum a nos ci a ndo abu n da nt e riego, ya vendrá e l" calor . , d e l al ie nto ele los .a rr epe ntidos y la sem illa ger minará lozana, 11 e n á nclose el can.1po soc ial con e l árbol d e lasabi duría que brindMá e l sazooaclo fruto d e la felicidad y la dicha. / / ll D espreocupación socia'/ en es te de- · l ito: · EntrP. la ley ruda de Mois é s y la ley santa de J es ús, est.í la ley a l uso ; l e y nefa nd a de l mundo a c tual y cor riente. Si no exis ti e r;t la co n cie nci a pública qu e ju zga so lo ·por los h ec h os y fa11 a· s ie mpr e co n -e r ror, sería ·qu izá s p osib le apro.< iman:e e n este punto á ·l a d oc trina de l e van ge lio ; p e ro no es posibl e: la soc iedad se opone : quier e sa ng r e, y no lág rim as. Ante Csta cxig-e nc·ia cr imif\al, imp os ibl e de cump lirse e.o la ma yo ría ele "Jos casos re c urr a la soc iedad á un medio que la elude: la despreoc upación.

La id o ne idad e n la lu cha natural, logra la s up e rvivencia ; d ice ya á coro todo e l mundo ilu s trado.

haulc vic lleva consigo utl ais lamiento ccin yug:;il que es equ iva le nte á un divorc io amistoso; ni e l uno ni e l otro d escienden j amás áaver iguac iones inoportt:n as, ¿ 1)a ra qué? Ti e nen la s cla ses s uperiores e l gran tal e nto de n o sac rific a r su calma y bi e ne s tar por t ales niñ e rí as .. Las demás cla ses s oc ialcs sabe n tambi e n filosofar y cada cual !ilosofa seg(in las circunstanc ias. D esde el marid o que, c i,ego d e ira, empuña la daga , h asta e l que si n r e nta5 \"iv e bien y no trabaja, hay una gradac ión infinita d e temperamentos y genios, costumbres y circunstancias, imp osible de fijar. La mayoría de las enfe rm edades sociale s que af<¡!cta n al matri mo nio so n pa saje r as, b e nign as , leves; la t e rap éutica moral lo gra· combatirlas ; basta el bál sa mo d . )a bu e na educación. P ero hay una de naturale za cancerosa y cari z mortal , para la cual no basta ni e l cauterio de la ley, ni la cu ch ill a d e ace ro ó l eng ua d e la opinión pública . · · • El dncer que ma ta a l matrimonio hiri endo á la es el adulterio. Esta e nfe rm eda d sociai, tan crue l c c, mo fun esta, ha causado la mu erte m oral y ma te ri a l, e n e l cu r so d e la hi storia, de much ós millones de individu os y d e indi' i(luas. ··

P ero res ulta que cuando lo s mal es acomete n á muchos in dividuos, l os más tlébiles s ucumb e n, los más fu ertes res is ten , domina n la enfer me dad y s uperviven ; es t e fe n óme no, m ejor dicho, esta ley, exp lica como las epidemias re petidas t oman carta de n a tura leza ll amá ndo se e nd é micas e n su nu eva na cio nalidad, y nadi e ya les h ace caso.

Al d esc ubrir se una ley tan útil, á todo se aplica; porque lo s hombre s somos muy filósofos, en materia de mujeres sobre todo.

•s•) .

1ncreible parec e que la r..a za hum a na, después de tantos siglos de quebrar se la cabeza di<curriendo e n las esc ue la s filo sóficas, los s is t emas de moral )' las doctrinas rel igiosas, re s ulte qu e, lejos de avanzar un paso e n e l pr incipa l ohjetÍ\' O, h a r etroce dido en e l terreno fí s ico y ha perdido . el rumbo e n el t e rr e no moral. ·

¡ Si se pudieran reunir t odos los liLros que h'lly condenando las infidelidad ! ¡ Si se pudieran imprimir todos los sermones de los padres de la ( - -----,.-- (157) ------iglesia anatematizando este p ecad o ! ¡Si se coleccionaran todas las leyes ¡¡romulgadas condenando este delito, se fonna.ría seguramente un montón de papel es tan grande como una casa! ¿Y qu é r Na da, palabras, papele s, t odo, todo inútil. . L a le y de Dio s, integrada p o r misterio 5atYra<lo, e n Icl ese ncia del sacra111 ento matrim o nio, no ti ene virtud par a ·imped ido : el dt:!)ir? s<; consuma diariament e y conc1enc1as no se conturb c. n. L a ley c ivi l ni lo r e prim e, • ni lo evita; la exper ie ncia -lo demuestra : d estierro, reclusión, mult a, t odo, todo es excusado, s up é ríluo, in e fica z. Si e l h ombre no pon e fr e no á sus pasion es in sa na s, y la muj e r no r eflexiona ·en los conflictos á que dan or!g e n las li ge r ezas, el mal segu irá su . marcha verti g inosa hácia la de gra'di¡ición total de la sociedad. Estudiemos ahora el perjurio bajo otro aspecto.

La medicina social impulsada por la filosafia ha hecho prodigios.

Un cáncer matrimonial, no tiene ya, ni con mucho, la importancia de una Real Orden de un Ministro, que un baile de trajes ó que e l aria de una soorano.

NÓ cabe duda que hemos ganado, vivimos más tranquilos. De cada cien maridos ofendidos noventa y cinco-no lo dude nadiese aguant;; n.

-------.-( '58) 11 1. .7, a traición de l<i m11;er es más ,i;rave que la del hombre: ¿Son igualmen t e culpab les. e l mar!do )' la esposa perjuros? Que hable MicheLt: --l én cuanto á la d csle:illad y á la vio lac ió n de la prom 2sa, s ' ; pero no bajo otros aspectos. La tr.aición de Ja· mujer trae consecue ncias má s trascendental es que la de l hombre ; t! n trega con su traición la vida )' la honr a de su ric.Jo'; 112.ce que la silben, que la señalen co n e l dedo : le arrastra al azar de perecer 6 de matar á otro hombre, y ciueda obligada á alime ntar y á dütar una progenie eq uív oca ó á dar al pt'1blico el espectác ul o de un proceso <·n. el que ga na ndo pierde, pürque deja á su nombre una burles.€a. Es in dudable que la traición es mil veces. s in comparación · posible, más grave y funesta en la muj e r que en d hombr e; y es ta ap r ec iación de ·. / tod os los pueblos y de toda.s las leyes n o es hija, como en otros . casos, del capr icho ni de la costumbre; •:s consecuencia ineludible y fatal de la natur aleza distinta de uno y otro cóny uie ; n ada sería más grato, puesto que el hombre pu ede .infringir h1s leyes del matrimonio s in sufrir dctrin1 ento, ni manchar á su e n e l concepto social, qu'e pedir para la mu •. j er Ja misma impunidad; _si e:::. ta igualdad fuera posible , si no estuv iera n por en medio las causas que hemos visto adu ce Michelet, · no tendrí a mos nosotros que abogar ellas . desd e hac e muchos ·siglos reg ma e n pro de la justicia y e n favor de la paz genera l. En este sc;ntido. es acertada la má x ima de Napoleón que dice -- más son las mujeres que o fcnc!Pn á s1t s marid os, que los maridos que ofe nd e n á sus muj e res. En efec to: el marido jamás infiere :\ su esposa ofe n sa que sea indelebl e; la infidelidad de l h o mbr e rer.ibe

------ ( ... , por fortuna, fác ilment e, d perdón de Ja·mujer. ¡ Ay de la sociedad s i la muj e r n o perdonara ! La sit ua ció n favorable que ocupa la muja para poder perdonar las injuria s, la eleva, la cn,,ra nd cce y la hace más esti ma ble á los ojos de la humanidad. La mujer que es víctima· dt:: la conducta del marid o, y sufre y calla y tiene resignación cristiana, c.:s una esposa, tocio el mundo ki est i ma, y tarde ó t emprano e l. infiel se cansa 6 se arrep i ente, vuelve :d ho o- ;u· Y aun la tlicha es posible. "' En camb io el hombre ofendido, ;, como la ofe n sa? de ningun modo; 111 le vále se r cristiano ni ten e r talento, ni se r "cl1e menl e, ni tener razón ¡ s i perdona 6_ St! aguanta malo1 si pu e de ó mat a peor. ¡ Situación horrible! Esta tribulación cruelísima que la sociedad reserva en ocasiones para e l hombre, es sin duda una manifestación / de la ley universal de las compe nsa· ciones ; en tantos casos .de aflicc ión pon1= el hombr e á la mujer que en reciprocidad p1.:t!d e á veces la mujer hac e r -,e rter lágrimas de dese s peración y amargura. Pero au n h ay otra circunstanci a', y es qu e la rl es dich a de l hombr e 0fe ndi do Meva la ruina de la mujer perju ra , la .qu e t a rd e ó t emprano ti e n e que ll0rar s u falta . D e donde se d e duce, en un, que ba · jo c u a lqu ie r aspecto qu e se consider e la traición d e la mujer, es si(;mpre má s grave qu e la del hombre. IV La i11co11 süzn cia de '" 11m;cr 110 es causa d el p eca d o : La inconstancia de la s hijas de Eva ha sido s iemp r e ohjeto de inv C'n tiv as, r etruéca nos y fr ase.s de efecto que han h er.ho fortuna el vulgo; de aquí que la inconstancia sea proverbia l y se admita corno evidente hasta por los mismos filósofos q t:e se permiten decir JI ...f .

( 162 ) como Diderot que -·- no hay mujer por fiel que sea, que no dejado de serlo á 'ºmenos de pensamiento. Esto, ade.nás de ser una acusación injusta arrojada sobre el bello sexo, es dejar abierta una puerta al libre albedrío para que cualquiera entre á pensar mal de la mujer, en vez de pensar bien, que es como debe pensar todo el mundo, mientras no se tenga motivo para otra cosa. · Sea el hombr e leal, y Ja m·ujer será fiel; esto es una ley general; si tiene excepc ion es, ¿qué regJ;r no las tiene? Si la sociedad no pusiera tantos diques de arena al proceloso mar del corazón, mejor fama disfrutaría el sexo débil, porque el hombre rompería con menos frecuencia los obstáculos que le incitan á pisar terreno vedado. El hombr e es casi siempre e l autor de todos los episodios sangrientos y de todos los dramas de amor ; y si él el fruto del ajeno trascurrirían años enteros s111 que la 1 j ·Cronica escandalosa ni un solo infortunio; porque .la mujer no va por instinto ó por su propio impulso adonde puede mancharse ; si cae es después de repetidos hechos por e l hombre, qu e ha también empleado todas los recursos de l arte y l a estrategia seguida en estos casos.

Sin embargo, esto no ju s tifica e l proceder irreflexivo rle una mujer, resultando siempre ambos . c4lpables y á cual más : él por haber- de mandado y porfiado, e lla por hab er escuchado y cedido; e l hombre promete y brinda hasta la vida :l. la muj e r qae pretende por consegui1· su· objet0; la niuj er acepta y transige cambiando e l bien presente por una dicha soñada; ante el código de la -moral los dos son igualmente culpables y deben ser reos de la misma pena, pero ante el código social la cuestión cambia profundamente, él vive en el deshonor y muere desesperado; é lla vive abandonada y muere en la miseria.

Dado el estado actual de costum-

CAPITULO X. EL .ES PEJO. I . El espejo é5 un bucTJ nm'.go de In mujer.- 11. Los• adornos numc ntnn los hechizos .de Jn mujer. Et Espejo es "" buen a11¡igo de la mujer.· D esp u é s del corazón, e l es• pejo es e l mayor amigo de las mujer es ; só lo á é l confían e l t eso ro d e sus encantos y el secreto de sus mi s terios; las advierte s in ofenderlas, las lisonjea sin ad ul ar las, y, siempre fiel á su imagen, lo mismo delata á la imprudente hebra de plata que nace en un rizo de oro, como la sonrisa leve y piC'aresca de unos labios intencionados. No hay libro para la mujer, como

(10.,) bres, gustos y imposible es de todo punto que la mujer evite por. sf sola las deficiencias del régimen social; más eficaz sería, repetimos e l propósito decidido de la voluntad del hombre, si reflexionara que á cada triunfo que añade á la corona dr: sus conquistas, produce una vfctim a e n el campo del deshonor, y por ley fatal d e las compensaciones pasa él d e héro e afortunado, ·á víctima d esve ntur a da , incurriendo en los mismos papel e; e n que ha hecho incurrir. porque en nin gú n punto como en es t e es tan ci erto el refrán que dice -qui e n á h.ierro mata á hierro mu e re. ¡Ay! gracias á Dio s, hemos concluido de hablar de es te asunto ; pasemos á otra cosa. í

Y la hermosur:i que, según los árabes, es un manjar divin0, tambi é n la preparación, adorno>' co'.'1postura del tocador , para 1nsp1:e resp e to y g uste á los s1n hacerles daño, porque vista s1n las galas del arte, i.nspiraría sólo codicia y la codicia rompe etc.

el espejo; sobre su bruñida hoja lee las .Prácticas que la guían en · el e¡erc1cJO. de sus funciones y en e l cam1no espinoso del bien parecer. . . Para aprender la ciencia de este 110 necesita la mujer instructor m maestro; le basta su delicado ins- · tinto y un poco de aplicación que casi nunca Je falta. Las confidencias de una dama con su espejo, son tan s:Slo comparables á la s que tienen las ' llores con la luz; sabemo.s por qué arte adquieren sus lmdo s matices y variados tonos · esto .es y será sin duda etername1;te un mi ster!o para el hombre y su c1enc1a. El hombre en este punto, come> en otros muchos, debe respetar los misterios de la naturaleza y los secretos de la ciencia de la mujer: admirar y amar es nuestra destino. La donde la mujer ten ga su tocador debe ser lugar sagrade> para el hombre ; nadie que sea discreto debe penetrar en este recinto. í sin ser llamado ; sería una imprudencia imperdonable en caso,s. Cuando una mujer se es t e compo- _ niendo, respetadla, dejadla sola , porque distraerla en este de su vida sería cambiar quizá e l rumbo de su pórvenir: el prendido d'! una flor sobre unos rizos de oro ó de azabache suele á veces tener . más trascend en'c ia delo que rñuchos puedan pensar: Un autor que no ha dicho que-el tocador e9la cocina de la h ermosura con lo cual estamos conformes, entendiendo que e n la cocina se transforman los manjares 'Para que gusten y no hagan daño, pero no se h acen, porque ya vienen hechos de la industria ó de la naturaleza.

-( •68) ----- --Las muj e res, ante el espejo, piensan más en los hombres que e n sí propias , ha dicho Mirab ea u. Bien ¿y qu é ?; hac e n perfectamen t e; por m-LKho que éllas pi e nse n en nosotros, má s pensamos no st ros e n é lla s, y s i la muj e r cree ·1er al á tra vés del cristal d e l es pejo e n que se mira, con más frecuencia el hombr e cr ee ver también á l a muj er donde quiera que pone lo s ojos, ya mir e a l c ic lo, ya mire al sue lo. co n la diíacncia de que la mujer ve al j¡ombre á tr avés de un cristal por dond e pasa la luz s in romperlo ni m dnc h a rlo, al paso qu e e l h o mbr e ve siempre á la muj er á tra,·és de su deseo, por donde pasa el pensa mi e nto conspirando sie mpr e co ntra é lla. L os que ll e va n e n e l alma . impr e so e l se ntimi ento de lo bello, saben qu e una línea 6- una actitud e n un cue r po, como 11 n tono ó una sombra en un li c:nzo, puede n hacer la inm c rtalidad de un artista ¿por qué n ega r á la muj1 r que bus que e n la cara de un / ·espejo una expres ión .ó un adorno que la colme al me no s de satisfacción ? Sería una crue ld ad injusta . ' La mujer a nt e e l es p ejo es real- · mente un art ista, t a n artista como lo íu é M urillo ante e l li enzo d e su C..rncepción; co n la diíe rencia d e qu e l\llurill o y todos lo s ma es tros de su arte bu sca n la g lo ria, que es .e l org ullo dd genio , y l¡¡ muje? y todas las qu e se • mir a n e n e l espejo, aspiran á la íeli c idad , que es una neces idad del corazón. Del espej o ¿qué temeis? · U na mujer poco favorecida por lo s dones de la Na tura lez a , pod•á ante el espejn di s imular su s itua ción , at e nu ar. sus imp e ríecciones, p e ro no podrá nunca ocultarlas y me n os desecharlas; e n este caso á la muj e r que se ado rna y se comp o ne no la guía e l de seo de e ngañ a r s ino el d eseo d e agradar, y e s t o ¿ es p ecado? Si decís que lo es, entonces, e nton ces de la mujer que al nac e r no sea h ermosa haced lo que hacían e n los pueblos del antiguo Oriente. ..

• A las que no se miran al es-. p eJO, que son por cierto pocas, las consideramos como á los est1.1diantes que no estudian : no tienen amor propio, y si no se corrigen, algún día tendrán que llor ar unos y otres su desaplicación. A esta clase .de mujeres, frías en e l arte de agradar c5 in (iiferentes ante la · devota admiración de los fieles, si son asf por temperamento, habrá que compadecerlas, pero s i lo so n por desdén, entonces dejadlas; ellas cambiarán.

El espejo marca á la mujer el rumbo de su felicidad ; es el abogado, el maestro, el consultor de las damas. ¡Cuánta interrogació n muda,.pero elocuentísima, reciben las bruñidas lunas de cerco dórado antes de perder de vista á su dueña galana! ¡ Ah ! Si lo s espejos hablaran, ¡qué lind ezas contarían!; nos quedaríamos admiradl!>s ante las maravillas que relataran y 19s arca nos que descubrieran.

-------(•70)

¿Una mujer que no agrade, para qué sirve? · Al recomendar á las mujeres que se esmeren en agradar, que se embellezcan cuánto puedan mediante los recursos del tocador, no abrigamos temor alguno de que puedan aproximarse á las fronteras de la coquetería; la mujer que no ti ene naturaleza de coqueta, .libre está de incurrir en e lla, como la que tien e naturaleza para serlo ; coqueta será aunque le prediquen mas

Más interesante sería, mucJ10 más, escuchar la narración de ciertos espejos privados, que la de todos los libros de una biblioteca pública; probableoente la lectura de los libros nos daría 'sueño y la de los espejos nos lo quitaría; lo que los espejos contasen jamás se olvidaría y tal vez se les exigiera repetir con frecuencia la lección para gusto y recreo de muchos ojos y. oídos curÍO$PS. Ninguna mujer discreta puede prescindir del espejo; el mundo no se lo perdonaría, y es preciso ser b..11 aó pro/ -----..,.--(>71 ) curar serlo; para eso están los recursos del tocador.

·sermones que en cuaresma y le tapen los como á cruces en viernes santo. .

La mujer que no t enga ·gusto y arte para sus cosas, aunque sea guapa, espanta seguramente á l" mitad ó más cle los pájaro; que acuden cJ.ispuest.os á quedar aprisionados en las redes del amor. Deben, pues, las mujeres, no sólo ·. / ( "3 1 ------esmerarse en sus adorno$, sino revolver y estudiar noch e y día ·los figurines de la moda, y buscar después, por sí lo encuentran, un e lix ir que prolongue la juventud y consolide l::i •h e rmo su ra. ¡ Feliz e) so l que no envejece y es h ermoso desde que nace hasta que muere! Ser hermosa..: he aquí la dicha de la mujer, y aun cuando hay un refrán oue dice-la suerte de las feas las bc;nitas la desean, esto 'serán excepciones y capric ho s el e la fortuna, ó cosas del adagio va la desgracia con la h.e.rmosura. pero es lo cier'o que en la vida, la hermo.sura es lo que gusta, lo que llena. y. como las mujeres lo saben, se dan todo el arte posible en parecer hermosas cuan· do no lo son, y aunque lo sean en serlo más; es to es una aspiración na tu ral constante y s in lfmites. ' -Las muj e res que cuidan de su aáorno, pic;nsan poco en su v1r: tud, dicen que dijo Catón hace as1 como unos doscientos años antes de ..J·

Las muj e r es, según su estado, así deben también componerse y engalanarse, porque no á todas les es dado a lard ea r de hermosa s. · Recordaremos en fin la siguiente pregunta que hace el r efrán- la mujer <lel ciego ¿para quién se afeita? . 11 Los adornos aumeutan los hecltizos de la mnjer: Una mujer elegante y bonita, con reputación de virtuosa, es una aspiración leg ítima de todo hombre que busca compañera y sabe distinguir.

El lujo innecesario será una ruina, pero el lujo necesario es económico y reproductivo, por las satisfacciones y alegrías que proporciona.

El afán de · algunas mujeres de estar hermosas y parecer elegantes

- ( ''•> ------Jesucristo; con perdón de Catón y de todos los filósofos ' de su es. cuf>la, la mujer puede ser muy amante de su adorno y además un dechado de virtudes. La mujer, mientras no es esposa, madre, abuela, etc., ¿qué .problemas intrincados tiene que resolver? ¿qué asuntos transcendentales la embargan? ¿qué ocupaciones tiranas le absorben el tiempo ? · Qué respondan los de fa. milia. ¡ Pobres mujeres ! Dad á las jóvenes elementos para que logren gustar y labren su felicidad ganándose por sus simpatías un contrato matrimonial, que es el problema de su vida, dejad á la mujer hermosa que se luzca, alegrando al mundo con su presencia; hacér otra. , cosa es desviar á l_a mujer en su camino y proceder en contra de la naturaleza humana. Preferible es amar á la juventud á que la juventud impere y domine; • / (175) preferible es adorar á la hermosura á que la hermosura se imponga y avalle; el ímpetu de cualquiera de estas dos. beldades salidas de . la esclavitud · es tan indomable como el fut:go reprique estalle, ó el diqtte lleno que se abra. La mujer, amiga de eogalanarse, parece que ha de· incurrir inconscien · temen te en la tira.nía del " lujo, el cual • llevado á la exageración es el azote de la fortuna; de la fortuna mercantil primero y de la e.spiriiual después. Esto por desg-racia en ·muchos casos .es verdad, en todos los casos que se trate de mujeres iJ?consideradas é indiscretas. ·

Eñtre el lujo y la modestia no hay más término medio que Ja prudencia de la mujer. ·

.. -------(1¡6; --·las hac!! incurrir á veces en estrafalarios. 1 · No es extraño ve r por l as calles y paseos algunas mujer es que parecen un arco iri s : tal es la var iedad de corores que ll eva n enc im a. T a mbién notab le . el a fán de muchas da mi s elas de ll evar pr o fu s ión d e c int as co lgantes, adornos .y cap richos. cada cosa de co lo r d is tinto y ll amati vo, pareciendo así dl!sde lejós fi g u · ras de mosáico árab e.T a l vez a lg uno de es tos trajes ll amat i\<OS y est r afalarios in spi rara á San Cipri ano la conocida máxi01a qne dic e:- la mujer h onesta lo es ha s ta e n e l vestir . Se dice comunmente que l·a sen· cill ez constituye la e legancia, pero cree mo s que la e le ga ncia como el amo r se sie nt e, no se d e fine "; no se pu ede suje t a r á re g las fij as, ni !:e funda e n e l v a lor d-e los objetos y de las . co sas ; es triba en e l bu e n gusto y nada más; . la mujer que no ti e ne buen gu s to. por mucho que gaste, se · es/ ------;-- (177) ------·-m ere, y se sacr ifiqu e s iempre se r á una d esdicha a dando que "d ará tristeza e l verla. · • E l casf contrar io, e l de una mu- · jer t:l ega nt . h e rmos a y bi e n atav iada, es un e n ca r to. Se po r esas ca ll es y paseos a lgunas dam as que parecen ast ros d e prim e ra m1g1.i tud ; tal es el esp le n do1· y la herln osur<a qu e las ac o mp aña n . • H ay afortunadas qu e van a nd a ncio y }lej a ndo en de sí a lgo semej a nt e a una hu e ll a , una estel a ó un ra stro, n o sabe mo s s i de sa l ó de ca nela, d e lt1z ó ne p·er fu me s;,. el caso es que la v if ta de lo s _ mortales se a luc in a, se 1,i e rden las fuerzas y por la boca se el a lm a exc lama ndo s in querer : ¡ b f nd it a seas. he rmo sa! eco fiel d e l:¡ me nt os del corazón que q.u cda ;tb1e10 como un a gn".! nada c 1ana. La e le a nci a; e l lujo y los ador· n os. s ie mpre se rá n los aux ili ares d e la muj er, los qu e . pongan de reliev e s u h ermosura y a um e nt e n s u" hec hi zos. 12 ,J .

CAPITULO XL LA FEL I CIDAD l. Factor es <le In fel icidad.- 11. Causas que ladlchll. -111 . Lníelicidad encuen tra e n cln mor. Factores de fa .fdi cidad: Así como las semillas necesitan e l simultán eo de la hum eda d , e l aire, el ca lor y l a oscuridad para que tomen vida sus energías y poder germinar, así tambi é n la feli c idad n eces ita la presen·Cia constante de cuatro factores para lograr producirse e n cualquier individuo. Estos factores son: 1? la salud, porque don rle. no hay salud no hay 'Ventura : 2? e l dinero , porque donde ) ( 1 ..

·1 1JBJ ------a l meno'< mi entras esté 'Tll estado de merecer. Y digan cuánto quieran los austeros como Caton, lus criticos como S. Cipriano y la, murmuraciones del vulgo; el lujo y los adornos no caerán, quien caerá en el vacío y se perderá en el e>¡pacio serán los lamentos y las quejas hijas d e la avaricia y la vejez. Para concluir recordaremos un consejo 6 advertencia que hada Don' Quijote á su escudero, que dice así :-has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas ·incitan á amar ' más que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama . ¡Una mujer hermosa y buena, he aquí lo más bello de la creaeión ! " l ) .J • /

¡.. • ..

(18.))------'no hay harina todo se mohína. .la honra, porque sin ella prefirible es la muerte, y la libertad, porque quien no la tiene llora por élla; de modo que supongamos que la mano hábil del destino coge en partes iguales ó proporcionales, la salud y el dinero, la honra y la libertad, aprieta est9s cuatro elementos y los exprime como el limón; pues bien, el jugo que dt;sprendan, eso es la felicidad; de modo que: La felicidad es un producto cuyos factores son la salud, la honra, el dinero y la libertad. • ¿ CtJál de estos cuatro elementos es más esencial? Todos son igualmcn . te necesarios ; la ausencia de ur.o solo, basta para anular la felicidad. · De la importancia de cada uno de ellos se podría esc ribir, no un Ci\pÍtulo, sino un libro; y de los cuatro juntos, una enciclopedia, porque, ¡cuidado que tiene tinta soltar! El afortunado que las posea pue de estar orgulloso con su suerte; nada falta para vivir bien ; pero en cam• ) ) bio existen algunos á quienes falta no uno ni dos, sino los cuatro requisitos ; porque los hay sin ventura 4ue están enfermos, pobres, deshoñrados y además presos ; esto$ desgraciados ll evan encima ei rigor de las desdichas. y su vida deLe ser un infierno. Lo s cuatro factores indicados para constituir la felicidad son necesarios; pero no s ufici e nt es, porque el corazón hum a no es t a n deséontentadizo que , como mal criado, exige otros requisitos cuya ausencia priva también de la felicidad y ahuyenta Ja alegría: entre estas secu ndarias pero imp er iosa s nos fijaremos en una, en el amor, que es la que hace al caso, y es siempre la causa de las causas. Un amor no correspondido, malogrado, ó sin ventura, es una causa tirana que ahoga por sí sola, y destruye mas el espíritu que desgracia, y aun más que las siete plagas de Egipto, si se agolparan sobre un corazón infortunado.

Pero el hombre ¡ay! el hombre sí que tiene que apurar hasta el fondo esta: copa de amargura, y llorar con frecuencia tan cruenta decepción.

Para la gente habría que añadir otro factor más á los cuatroenumerados, y es: el amor correspondido. Este quinto y último artículo no reza apenas con las mujeres, al menos no tanto como con el hombre. La mujer pocas veces, cuando ama, deja de verse correspondida, porque su amor nace generalmente á impulsos, ruegos y á instancias de otro amor decidido ; su misión se reduce á corresponder tierna y cariñosamente ál autor feliz' que ha causado sus desvelos.

V ' ' '

¿Y aún hay quien diga que la mujer nada vale? ¡Insensatos! 11

Causas t¡tt ! ahu;•cntan la dicha : Los elementos que antes hemos citado, como fundamentos de la felicidad no bastan por sí solos para hacer la dicha de los mortales ; no basta tampoco ,!· 1

_____ ___:.._ ( t83) ___ ____ .

-Amar sin ser amado es una tortura horrible, ha dicho un gran escritor ; verdad profunda qmc solo podrán apreciar 19s que hayan sufrido la cruel agonía de pasar por élla. Para el infeliz que se encuentra en este caso desesperado, no hay salud , · no hay honra. no hay libertad ni dine-. ro, ni cosa que lo valg:\, que pueda llevarle algún alivio al alma, y tal es la aflicción, que cuánto se tiene se daría con gusto á cambio de un r9yo de esperanza.

La mayoría de bs mujeres cruzan dichosas el paraiso de la vida sin haber probado el fruto amargo del desdén, cuya simiente es fecandísima en lágrimas de en cambio. pocos hombres terminan su pereginación · por el escabroso camino del destinosin haber tenido que llorar junto á al.. 1 • guna puerta cerrada á ·la que habrán llamado y no se ha abierto.

'

1 • ( ... ,_______ tener buena cst.rella, ni ser hijo mimado de la suerte ; ha y otras hrnchas causas que quitan ia fdicidad y alejan la dicha, que no dependen del destino de la criatura , sino de la voluntad, del carácter, ccstumbres etc., y, en fin, de la idiosincrasia ele· las per!'onas. Tal s u cede por ejemplo con las ambiciones en los distintos órdenes de la esfera moral y material ; con las pasiones violentas que desquiéian la naturaleza ele las cosas; los proyectos descabellados ; los fanatismos ; el amor propio ciego ; la crítica mórdaz ; e l prurito por el lujo y otras muchas debilidad es humanas que por lo funestas so n inhumanas y siempre hijas de corazones chicos, ó de una educación innoble que hacen de la persona que las posee un verdadero enemigo del género humano, siendo desdichada y • haciendo la desgn¡cia de cuántas personas le rodean ; estos séres dejados de la mano de "Dios, y convertidos generalmente en máquinas de elaborar brlis, son como las manzanas podri• -------1 ••si-------das, cuyo corrompe y pudre á las come.añeras. · La y el hombre, cada cual e!1' su terreno, suelen por desgracia: presentarse afectando una ó \'arias de las debilidades, incorrecciones y defectos que hemos enumerado. Cuando los . defectO's de la m ujer se reflejan en su caracter agriándole y perdiendo la dlilzura, esta mujer t:S.. desgraciada y labra la desgracia de los séres que tien e al lado, á la teoría general qu e hemos sentado. ·

Según la opinión de un ¡iutor-la filosofia de la mujer consiste en agradar; y según Napoleón-la misión de! la mujer es suavizar nuestros dolores; opiniones egoístas y tal vez pobres, ante el concepto de la mujer, pero, all'nque a§Í parezcan, tienen mucho de positivas y encierran un gran principio de moral.

Considerando á la muJer con la corona de su imperio ó reinando en su 1:rono, que es el hogar, cuánto se di)

ga para encarecer las bondades de su trato , la dulzura de sus palabras y la delicadeza de sus actos, todo será poco; la mujer que reune estas condiciones, la que sepa agr:idar, tiene la mitad de camino andado para llegar á la felicidad. Domínese la mujer, reprima cualquier impulso dfscolo, ahogue toda frase que pueda herir y será. as{ una mujer prudente; y¿ cuánto no vale la mujer prudente ? -La in'dulgencia es mente el arte de ser feliz en el matrimonio , ha dicho lmbert. Quisiéramos poder llevar al fondo del alma de las mujeres el convencimi e nto de que su dulzura hará su dicha. Hay mujeres que tienen el ciego afán de dominará sus maridos y vanagloriarse luego de este imperio; la mujer que esto hace y consigue es porque ha dad (\ con un marido que es un mentecáto 6 un infeliz, y con hombres d e tales poca felicidad podrá tener la mujer. • 1 I . / (187)------Es frecuente ver en la vida conyugal el cambio de papeles; esto es, mujeres que siempre mandan y hom : bres que obedecen ; por eso es tan fre cuente ver matrimonio s. infor tun ados, á cons e cu e ncia de que ninguno de los cónyuges es t á ocupando .s u puesto. Esto nos r ecue rda el dicho de Mr. Verey que ,dice-la mujer que s; . hac e hombre. no está me no s fuera de la natural eza que el h o mbr e que se hace mujer. · Como e l .matrim o ni o es a l fin el porv e nir , e l refugio, e l sueño y la v ida d e la mujer. bueno ser:í. qu e' formulemo s a lg unos couceptos má s, como complemt:nto de las ideas anteriores. -En la familia, ha dicho Beau chénen, se e ncuentra la felici dad y la gloria de Ja muj e r ; y á fé qu e es una gran verdad que aun podrem?s afirmar con es ta otra de una señora ilustr e, de Mme . d e Stael, qu e ·dice-la sociedad y hasta la pro vi dencia tal vez, no mite á la mujér más que una sola felicidad, que es la de la familia . ,J r ' ' ; i

·---- ( 188) Estas apreciaciones h ec has d e consuno por la muj e r y e l está n dici e ndo á voces cuál es la línea de condu c ta qu e la muj e r d ebe segui r pa ra se r d ichosa ; no di sc urriendo artes diabólicas para se ducir y lograr un domini o ficticio so bre la vo lunt ad ó e l cor azón de un ho mbre; n o aspi rando á la posesión de medios y facultades para competir y lu charcon los <abios, co n los doctores)' a un co n los valiéntes; no, e n fin , quer ie ndo se r única dictadora de la moda, esti-e ll a polar del lujo, y cielo ete rno QC hermosura, s ino red ucié ndose á la vida del h ogar, úni co norte e n e l cielo de s u po r ve nir y único lugar d e abrigo para librarse del est r ago de las bo rrascas socia les, á c uyo so plo impío la mujer, como Aor delicacia , ha de perder el perfume y los colo res, esto es, su virtud y su bellczá. 111. L a .felicidad se enrnentra en el amor : La verdad era felicid ad para • l / ( ( <119 )'-----Ja mujer consiste e n amar y ser amada; este delicado precepto de De Le pine es la síntesis de las asp iraciones l eg ftima s del sexo amado. · Mientras la mujer no ha amado, ¿qué aspira, á donde se dirige? na· da, á nin g.ún lado; boga incesante por e l Océano qe la vida s in rumbo fijo á nin gún pu e rto; no ti ene Ja muj er, como e l hombre, ni 'pu ede ten e r, . lo s puntos de mi ra por donde guia r sus pasos; ni carrera$, ni artes, ni profesiones, ni indu s tria s, e t c., e n cuyo éx ito e stán los e ntu s ias mos del h ombre y e n e lla s cifra s u o rg ull o; Ja vi da de la muj e r . u n a ex is t e ncia pasi va, y e n tanto qúe las ri s ue ñas emociones d e l amor no v ie nen co n sus du l zuras, sus ca ri cias y sus arrull os á co nmo ve r su corazó n, poniendo bajo sys plantas la s Aores d e la ti erra y ante s us ojos lo s a rr ebo les del cie lo , mi e ntras esto no ll ega, la mujer no ha vivid o, es casi au t ómata, inconsciente ; r azón tiene N odier- la vida es compl eta cu a ndo se ha ama do una vez. j

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¿ Qué habrá que pueda llenar tan plenamente el corazón 1 de la mujer como el amor? ¿el lujo? ¡ Cá ! ; el que haya algunas damas que cifren en el lujo su alegría, no quiere decir que todas las mujeres sean víctimas de igual capricho ; ¿ será la fortuna ? tampoco; porque la mujer en ge n eral no tiene grandes necesidades materiales, y si algunas desean gran fortuna para deslumbrar con su boato y esplendor en espectáculos y festines, la mayoría cuerdamente pensando prefiere ser la imágen grabada en algún pecho para ser luego reina de su hogar; ¿será acaso la hermosura la ilusión de la mujer? mucho vale la hermosa y en más se estima, pero por muy hermosa que una mujer sea, aun cree que no lo es bastante, pudiera serlo más; es la hermosura 'Una satisfacción, pero l!unca está colmada; la mujer hermosa se siente, por tanto, relativament" satisfecha, pero no feliz. Siguiendo este método de eliminación, llegaríamos por análogos ra"

zonamientos á demostrar que nada de lo que rodea á la mujer, de lo que posea ó espere, puede hacerla feliz ; só lo una causa, una tan sólo, el amor; que la inunda de dicha: que llena de harmonla, de colores y perfumes sus sentidos ; . que ata su cerebro con ideas finlsimas, como hebras de luz, para que no divague entre pensamientos vanos y quiméricos; que la eleva á la altura de su destino, á ser reina del corazón del hombre, en cuyo trono, e n fin, está su felicidad.

í • /

CAPÍTULO XII. LA MISIÓN DE LA MUJER. J.. lnvocacldn d. los snbios.-lJ. La emancipación de Jo. muj cr.-Jll. I..a obrera · Invocación á los sabios':· i Ay ! i quién fuera Salomón ó alguno de los siete sabios de Grecia, ó el que inventó la pólvora ó alguno de esos,, que ve crecer la hierba para tener la mayor sab iduría y sagacidad posible entre los mortales: quién fuera uno de los doce apósto les ó de los cuatro evan¡:rc li stas, ó santo del martirologio, para lle,·ar la verdad en Jos labios y escribir artículos de fé; quién fuera profeta. vate ó nigromántico, para pre13 .J )

.decir el sino y vislumbra'r algo de los liechos futuros, ó tener en fin el auxilio del cielo, ó la divina gracia ó el don de Dios, para cuánto se nos ocurra sobre la cuestión que vamos á trade::! problema social más intrincado, más rebelde y rriás fecundo en errores de cuántos se han planteado en este luminoso siglo ! ¡ La misión de la mujer! · ¡Oh genios! ¡Oh doctores! ¡Oh maestros! .que llevais en el cerebro el germen de la idea, el rayo de•la razón y la fuente de las concepciones; que analizais las entrañas de la tierra, tra· zais las curvas de los astros y formulais las doctrinas sociales! ¡portenotentos de sabiduría, á quienes basta desenterrar la costilla de un rumiante para clasificar la fauna muerta de un continente ; qu_e habeis, casi, fijado el emplazamiento del alma en el cuerpo mortal; que aplicais la morfina á la humanidad doliente! ¡ varones insignes ! ¡con qué silencio se os escucha, con qué respeto os miran, y " " í / <:on qué veneración acatan ! En -cuánto pensais y decis ·hay algo e:.tr.aordinario, sublime, inmortal ; vues• ideas son rayos de luz que fascinan , vuestras palabras argu mentos que .confunden .Y vuestros libros obras que maravillan ; algo teneis <le sob renatural , semidivino, en loquecedor y portento so; esto es cierto, es indud ab le. lo es, todo e l mundo lo reconoce, nadi e lo niega; os damos la razón; p e ro es mi entras hablais de vuestras .ciencias y vuestras artes,. mientras os ocupais en contarle los ojos á un insecto, en e l porqué de las manchas de un planeta, e n dar vida á las células de protoplasma ó dirigir los globos, 6 cualquier punto de filosofía 1 mientras esto haceis, sois unos sabios respetabl es, útiles y queridos, pero, -en cám bio, en cuanto pensais y deds, en cuanto hablais y expresais sobre la misión de la mujer ¡ah ! enton<:es , entonces disparatais como locos <le atar, y flaq ueais como caducos, y -en vez de filósofos que piensan, sois ,J . ' ·

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unos ilusos sin sentiáo, y en vez de oradores q11e arrebatan, sois voceros que embaucan, y en vez de sabios prudentes, no sois mas que unos pobres hombres de frente ca1va y rugosa que solo cobija desilusión y errores. Perdónenos Balmes, 'el filósofo español de memoria insigne, y con él todos los pensadores del orbe, que han discurrido sobre el progreso ·moral humano sin desquiciar por eso el destino de la mujer; perdon.e Cervantes y cuántos literatos y prosistas han enriquecido el habla, inspirándose en los encantos y virtudes de nuestras hermanas, sin osar jamás desviar tin punto su destino ; perdone Zorr.illa y cuántos poetas y · dramaturgos han · contado y argumentado, tomando á la mujer como origen de alegrias y manantial de lágrimas; perdone Cas· • telar y cuántos oradores insignes existen y han exisLl do, que al hablar de la mujer, entonan himnos harmoniosos y arrojan sobre ella tórrentes de flores y poesía ; perdonad vosotros, hombres ·. . 1 • _/ . / 197)------.de mundología, de experiencia y de talento positivo, que veis en la mujer á la compañera del hombre, sin pretender otra cosa. · . A vosotros, hombres sabios y prudentes, os invoco , o.s pide vuestra ayu- · da y vuestros consejos ; dadme elocuencia, dadme sabiduría, dadme acierto, y procurad que cuaJ.\dO á nuestros labio s ose asorr!ar alguna frase incierta, no se oiga, cuando recordemos algún concepto expresado en libros sin sustancia se nos olvide, que al incurrir en algún e rro'r por la fuerza engañado. ra de la corriente moderna, nos repongamos, y march·emos, en fin, despacio, tranquilos y seguros por esta senda angosta, h as ta llegar al ancho campp de la redención, donde rindamos culto á la imagen venerada de la mujer, tan ofendida y maltratada por sus falsos adorador es, sus 1ínicos enemigos, los partidarios de su emancipación, que piden de palabra y por escrito ¡ pare·ce increible ! piden que la mujer luche ·por la existencia, que luche comoº lu)

(•9") cha el hombre, e.orno lucha el tigre, como lucha el bmtre · infames ! 11 La . de la mujer; Algunos publicistas, eruditos á -1a·violeta, pretenden demostrar que la mujer del hogar, y lanzarse á la vida publica dond e pueda disputar al hom.bre sus triunfiis y laureles en cualquiera de las múltiples esferas de la actividad intelectt:al. Estas reformas, que tiene¡¡ todos los síntomas de un sueño y · todos los tonos de una utopía, jamás podrán ponerse en p:áctica en Ja vida real, y me. nos adqumr carta de naturale?.á e ntre nosotros ; por varias razones, Ja una porque las mujeres no las quieren y con esta raz ó n basta, pero aun se podría añadir otra, y es que los hombres • tampoco las quieren. . Y .se c,rea que el varoD1! elimma la intervención de la mujer en esta. ó aquella función propi;i. • ) / del hombre, nó ; si la mujer fuera apta para ejercerla, Ja no l_o dude nadie; contra la ?PIDIÓn part1· cular estarían las leyes universales de la' ciencia económica, que darían el triunfo á la mujer. Esta ineptitud relat iva no es porque la capacidad ó potencia intelectual de Ja muj er sea mayor ni menor que Ja d e l hombre, ya dejamos demostrado en e l capítulo correspon , diente al talento de las mujeres ; es porqu e su ·remperamerito es inapropiado para ciertos ejercicios ; carece de aptitudes fl sicas. Y querer variar las leyes de la naturale za y_hacer ¡nundo nuevo, tan sólo porque haya sido moda hablar de reformas y pedir derechos para la mujer, es perder el tiemp0, y da: q1;1é reir á Ja gente discreta y a la opm1on sensata. La mujer y el hombre ante el análisis químico son iguales, tienen igual compensación, y sin embargo en temperamento ó idiosincrasia son an-

Al hombre correcto, al poner sll -pensamiento e n la mujer, no debe ocurrírsele mas que es el sér por el cual tiene que sacrificarse.

Supongamos que cada hombre, con relacióm á la mujer, hace abstrac-ción del mundo exterior, se reconcentra en su espíritu y se reduce al cumt>limien to estricto de sus deberes ; es ./ .

!ª. mujer es 1inhábil para ciertos <!Jerc1c1os; esto la razón lo dice y la experiencia lo demuPstra.

¿Qué les guía á estos señores innovaclores que piden privilegios, emany libertades para la mu_1cr? ¿es un espíritu recto de justicia el 9ue les mueve á desear para ellas iguales facultades que goza el hombre, ó acaso una mira filantrópica. encaminada á dar á la mujer elementos para que luche por l&. existencia, y adquiera el sustento á costa de su propio valor y es fuerzo?

En el primer caso, sería una justicia ciega y funesta, en perjuicio de la mujer, porque siendo imposible cambiar su organismo físico, su aptitud sería deficiente, débil, y, por tanto, al competir con el hombre en sus.funciones intelectuales, quedaría vencida y arruinada; además existe un precepto en las ciencia. de aplicación, que por ser evidente y práctico ha descendido á la comprensión vulgar; este es el de la división del trabajo : ejercftese el • / hombre en sus funciones y la mujer en las suyas, y saldrán las obras de amb.os perfectas. Luego, si la primera hipótesis no es aceptable, si la raz6n· de la justicia no pui;de, juiciosa mente pensando. aconsejar la emancipaciól1 de la mujer, habrá que desecharla. Veamos la 'Segunda; la razón de · la filantropía. Querer. por espíritu de caridad, ele compasión ó de lá s tima , que la mujer h1Ghe y trabaje para poder vivir, es, no ya un absurdo, no una utopía, s ino una infamia que to.do hombre de honor debe rechazar.

Estas razo nes nos autorizan para afirmar que ni la justicia ni la filantropía aconsejan pedir para , la · mujer lo que la mujer no pecesita.

Pues bien: hagan extensivo este raciocinio á todos los hombreG, y resultará que cada uno puede y debe atender á una mujer, y como hay tantos hombres como mujeres, resultará que todas estarán atendidas, cuidadas y sostenidas sin que ellas hayan tenido que extremar sus esfuerzos para asegurar la s11bsistencia ; tal · es precisamente lo que en Ja práctica de la vida social sucede hoy y cuyo régimenen mala hora se inició variar.

¿Hay algún hombre, en· tierra de España, que no piense así?

Son excepciones de esta regla general todas aquellas mujeres que; por no tener parientes cercanos, pQl' 1 ! • r su poca fortuna y mala dicha, se encuentran aisladas y á expensas de sus propias fuerzas como la alondra en el valle y la garza en el monte; para estas mujf:res desampur:adas del destino, sí, debe buscarse refugio, protección y apoyo en cualquiera de las múltiples profesiones y ejercicios que existen propias pel bello sexo, y qui; . actualmente se ejercitan á gusto corriente de todo el mundo.

positivo que reconocerá leal y generosame:ute que está obligada á dar su apoyo, su protección y amparo á la mujer en quien se fije, convenciéndose de que su damá preferida no necesita trabajar, ni salir ni entrar sacrificándose para poder vivir; él ·puede cuidarla y sostenerla, y dar si es preciso hasta su sangre por ella.

Semejantes están tomadas de lo que han visto ú oido de las aspiraciones de algunas damas del extranjero, y quieren que las nuestras )' .

Algunos autores han llevado su lirismo sobre la emancipación civil de Ja mujer hasta el extremó de exigir :para ellas una libertad omnímoda, .que les permita intervenir y formar parte en la política.

En la infancia de !.a I g lesia, por lo pronto, fu é preciso á las resel usodel sai:erdoc10, porque, segun la opinión de un santo varón-la mujer )

t20,.)------su ejern"plo, y nos?tros legislemos á compás de lo que en esta materia legis len en otros paises: A estos señores, que con tan punibl e ligereza o.san proponer reformas, les diremos que la mujer española no i:iene nada qué aprender de la mujer de ningún país, e n lo que afecta á su misión: si las damas extranjeras quieren intervenir en las luchas políticas de sus compatriotas y competir con ellos, con su pan se lo coman; que nuestras mujeres no s iguirán su ejemp lo, ni se meterán en las cuestiones po lf¡icas, ni contendrán ' con nosotros, porque ni lo quieren, ni lo necesitan : no lo quie-ren " porque llevan grabado en su conciencia honrada que esa no es la misión de la mujer, y no lo necesitarJ , porque los espa ñoles tenemos corazón sobrado para darles cuánto necesite1,1, para sacrificarnos por ellas y sostener en todos terrenos los puntos de nues'tra proverbial hidalgufa. Ninguna dama española, que piense como sus conciudadanas, acep" • / ----,---- (005) ------tarla los papeles que se ha intentado .. darles á representar. _ . .) . Si algún hombre ms1ste y los pt- . de, imitando al extranjero, es ó porque no lleva sangre española 6! n sus ó porque se le ha trasformalilo, s1 la lleva, en algo as{ como sáviz. ta acuática ó jugo de ra íz ahment1cia. No crean los sP.ñores reformist as'. de la misión de la muj e r que han tenido 'una idea nueva y feliz; es tan. antigua como majad era. . . En distintas épocas de la h1stona se ha tratado d e que la mujer ejerza profesion es propias ·de h o mbr es, tales como e l sacerdocio, la abogacía, la medicina y otras muchas, hasta .el arte del toreo; y siempre las tentativas y los propósitos han fracasado, quedando el. sexo femenino e n una situación muy desairada. ·

Pregunta obligada: -¿ Cuá les son las funciones de la mujer?

solo desempeña bien unoficio: el de madre. Después, nuestro rey Don Alfonso el. prohibe á las mujeren el e¡erc1c10 de la abogada, y consigna en el código inmortal de las siete Partidas-non es permitido á las mujeres abogar por otri porque cuando pierden la s vergüenza, es fuerte cosa oillas é de con t ende r con éllas. . Modernamente, el clamoreo de Ja opinión públic a, fijándose en ' Jo s poco s punto s que calza la mujer para.acometer e mpresas propias de hombr es, ha dado e n e l quid de r e irse malicio sa me nte sie mpr e que se habla de es tas cosas.

Algunas seño ritas han t e n.ido el y gra n arrojo de lanzarse y entrar e n las cá tedras de institutos, escue las profesionales, universidades y ,g racias á las buenas y eficaces mílu e nc1as de los ·papás y á la galant e ría d e los profe sores, creemos que andan por e l mundo algunas doctoras y bastantes bachilleras. Responded ingenuamente, hijas ·. • _/ / de Eva doctoradas: ¿De qué os sirven esos tftulos? La que d e vosotros haya tenidq antes ó despu és de doctorars e, el buen acierto de otorgar blanc a maºno al pié de los altares, esa habrá termin a do· la carrera; las restantes aun ti e n e n que segu ir est u d ia nd o, si .quieren ll egará ser a lgo. . Esto no qu'ierP. decir que la muj et no pueda ejerce r algunas profesiones de las que ej erza e l h o mbre , pero, es o .sf, pto fesion es menores, y n o de edad, 1sin o d e esfuerzo y fatiga, como hay al g un as que e n 1.1 actualiilal'l se ejercen ; pero e n las· restantes, d es ista de ello y sa ldrá mejor librad a. Jamás se nos olvidará una a d • vertencia áel prudentísimo Fe n e lón que dic e- la ciencia de la mujer, como la del h o mbre, debe limitars e á instruirse en lo concerniente á sus funcion es.

Contestaci:Sn ingéhua: -El hogar y la maternidad. Por eso dec(a nuestro Cervantes que-la mujer sábia edifica en casa. Huid, hermosas, de las tentaciones académicas, universitarias y ba-' chilleras; que si hubo una Santa Teresa ele Jesús y una Concep ción Arenal y algunas otras damas eruditas.su alma en -su palma, y allá ellas, que lo fueron ; aunque más han hecho lasque nos han dejado en el mundo á Castelar, Echegaray, Zorrilla y otros varones insignes que han cantado vuestros méritos y encantos y son orgullo de la patria y g loria de la humanidad, por lo que han de verse en estátuas; lo que quiere .decir que entre un genio madre y la madre de un geniC', más h ay que agradece rá esta última, por io cual toda buena ciudadana debe con sagrarse más á cuidar del fruto de sus entraña que del fruto de su· cerebro : y v0sotras, ateneos á la máxima ele vuestra congénere Mdme. de l'Espinosse-la mujer debe ser instruida ·. • f / -----.--(""91------pero no sábia; porque, . según Beauchéne-el saber suele hacer poco amables á los hombres y casi aborrecibles. á fas mujeres. Con e l estudio por . todo lo alto, nada gana la mujer, sólo afearse y perd e r. encantos ; las . para nada le si rv en y .la sab1duna tampoco. Métanse, métanse s!nó las de licadas damas en ' e l espinoso terreno • de las ciencias n aturales y échense por esos campos de Dios á coger in· sec tas y clasiricar plantas, y qué cuenta nos dan de ese cutis so nrosado con que el cielo las dotó y que tan caro nos cuesta á los buenos y á los · malos; engólfense. también e n los espeluznantes estudios <le la ingeniería, y veremos lo que pasa con esas trenzas de pelo blondo, más. suave que la seda, con esos ar · tfsticos, orgullo de la que los t1;ne y encanto .del que lo s desea; subanse · sinó al estrado del foro, y hablen y discutan, y verán como aquellas bocas que por sus sonrisas y dulzuras rendían 14

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' -------1210) l os corazones, so lo tendrán ahora una .lengu ;i que dir.ín se parece al badajo de una campana ó al perdigón de un cascabel; y así otros muchos ejercicios y profesiones propias solo y exclusivamente de hombres que por su vigor, su energía y apt itud especia l los desempeñan, pero que para la mujer son superiores y harían su ruina en el orden físico, corporal ó estético, quedando además la mujer, en esta lucha, desnaturalizada, vencida y desestimada por e l hombre, y en el ma:iior de los ridículos y arrepe ntida sin duda de . haberse metido á espigar en campo ajeno. 111 La obre1-a cspa1iola.-En la vida positiva, bajo el prisma del vi l metal, no todas las mujeres son igualmente afortunadas; hay algunas, bastantes, que son po9res por los cu¡¡tro costados, y estas hijas desheredadas del destino tienen que trabajar para ganar el sustento. j • I' u no de lo s heches 'palmarios que >delatan la imp erfección· del régimen -soi::ial es el de la existencia de la· •Ob r era. Mientras la mujer tenga que sa·¡¡r del para ir· á las fábricas y talleres, á trabajar y gana1• un jornal, -ni marchamos por buen camino, ni llegaremos jamás ninglin punto salu- , <lable. · La mujer que no tenga padre, hermanos, marido, ni 'hijos adultos, es decir, que esté sola, s in l a sombra de un hombre. y $ea pobre, ésta, sí, tiene que trabajar para asegurar la s11bsiste1icia; pero la que teniendo parientes de primer grado, tra,baja; ésta, salvo casos excepcionales, puede volver para >iempre la espalda á tales parientes que tan desatendida l a tienen.-Pariente que no da y cuchillo que no corta, aunque se pierda, poco importa, dice el refrán. El trabajo de la obrera, ni aun pagado con lágrimas sería retribui:lo en el valor que represen ta. -!' .

-------(212)------y cuidado que entre la situación !le la (\brera española y la obrera de otros países hay una diferencia notabilísima. . Visitad si n6 nuestras fábricas y talleres donde haya operarias, una fábrica de tabacos de Andalucía, por ejemplo, y os encontrareis con un cua<lro de . muchachas alegres que dejan bizco á cualquiera; ninguna de ;:.quellas curras cigarreras, con su· flor clavada en los rizos, se cambiada por una princesa rusa; hay en aquellos salones de operarias gracia fiiía en todas partes y sal pura hasta en las paredes. Nadie observará en estas hijas del trab ajo penas ni aflicciones, sino algazara y aiegrfa, reflejo fiel de que se trabaja con gusto. Entrad también en una fábrica de seda de ·Murcia, por ejemplo, donde se reunen quinientas hijas del Segura amado, y las vereis risuei'ias como · aquel cielo, y tal vez os ¡:ntrcn ganas . de poneros á trabajar mano á mano · • ) -( 213) con ellas, avudándolas en su tarea á . cambio de éontemplai- aquellos ojos de gacela ; estas operarias prefieren l'a tarea de la fábrica á toda otra octlpación, porque allí encuentran trabajo ll evadero, retribucion segura y fa libertad necesaria. Dura.nte la semana, asiduidad y paciencia, pero ilega el sábado, cobran, se adornan co·n flores, y á bailar · parrandas con los galanes. La obrera española no es una mártir del trabajo, cansada por los esfuerzos, exte nu ada por el hambre, mal retribuida y ofendida á. veces por patronos, maestros y vigilantes, como pasa en otros pais es. En España las obreras son damas delicadas á las que es preciso ' otorgar ate nciones y cuidados ; de lo contrario, al más leve se sublevan. se alborotan y forman una algarabía bastante más séria y complicada que la de una gallera; y como que al sublevarse es porque tienen razón, se les dá y motín concluido.

Porque, según el dictamen de la Academia de Medicina de París dado á aquella Cámara,-hiere á la población obrera en su fuente misma, aniquilando á las madres de familia.

Causa en .verdad profunda pena la lectura de los diarios.y revistas donde se reseña la' situación de las mujeres trabajadoras del extranjero. Estas desdichaLlas, no sól o no disfrutan de las atenciones y galanterías necesarias 4 su sexo, sino que viven sufriendo las fatigas de los animales d e carga. · .

Fatalmente el concurso de la mujer en el trabajo está impulsado por las leye> de la ciencia económica, que son ineludibles, aunque causen la muerte.

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Para saber lo que pasa en ias del extranjero, donde á la 111UJer se la hace trabajar despiadada·mente día y noche, y no en trab<ijos suaves, sino en los más rudos, hasta en las minas, basta leer las ·informaciones presentadas á los Parlamentos por sociedades y centros filantrópicos; ponen los pelos de punta. Por esQ exclama indignado autor nacional que no recordamos . -la introducción de la mujer en la fábrica constituye un abuso, un ver.. • / (2'5)---dadero atentado contr¡i. su vocación, sus deberes y su natur¡i.leza.

¿Y aún hay malvados que pretenden qu e imitemos á los extranjeros en su conducta con la mujer?

• Se han dado en nuestro país casos de que un motín de verduleras ó haya oscilar la estabilidad de un gobierno, lo que. prueba, entre otras cosas, la mu1er del pueblo, si no gobierna, se d eja gobernar bajo la .presión y el ábuso. No se r eg istra en los anales de las fübricas y taller es de España la sén c de abusos, atropellos é inhumanidades que se cometen la obrera en otros paises. • .

Todo trabajo que exija poco esfuerzo, como el que se ejecuta en las

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11 • 11 ;.' ------- f2161------fábricas que hemos citad" y otro; que se podrían citar de Europa y América, lo realiza la mujer por razón de ecoy en general en todas aquellas industrias donde ella pueda inten·enir, quedará, por la razón c;licha, excluido el trabajo del hombre. Esto origina el contraste singular observo.do con frecuencia en algunos puntos en que las mujeres y los niños estén atareados en trabajos superiores á su edad y naturaleza, y en cambio muchos hombres fuertes vagan ociosos por falta de trabajo, . lo cual es una de las concausas 9ue producen las inquietudes, los motines y huelgas de los obreros, amenazando la constitución de Ja sociedad. La intervención del Estado en el trabajo de Ja mujer debe limitarse á dictar reglas sobre la higiene y la moralidad, nunca afectando. al problema económico, cuya solución, lejos de aclararla, la compl,ica. La cuestión económica exige producir mucho y barato, y contra esta ley del mercádo las del Estado son / • / ----'---(217)-------

impotentes: el salario ·de la mujer es mas bajo que el del hombre, y, por tanto, preferido ; esto, bueno ó malo, hay que aceptarlo. . . Y así como la muJe!r ante los pn · vilegios que goza el hombre, no tiene otro recurso má,-s que llorar, as[ también el hombre, ante la campe· ·tencia del trab¡¡.jo de la mujer, tien,e también otro cruel como el anterior: emigrar ; y no se escriba y se declame deplorando estos hechos, porque son inevitables. El concurso de la mujer en el trabajo no puede tener limitación que la impuesta poi sus débiles fuerzas.

.. • ·, / INDICE. CAPfTULO I. SOCIOLOOIA DE LA lrltlJER. J. :onnns que deben, JCr , ..... ........ . .... ... .. .. . .. . ... ... .... . ... .... . . ll . Opiniones sobre ta mujer .•...•. .• • ... • ... . ... ••• 111, Esta.dos di stintos que presc nlR In mujer • •• .•..•• l V r., :hn!'tl qn••tkh" lttmujcr .• V, Ca\\Sa prlmonlial qu, · .:::.rn1a In m uje r ••••.••• .• CAPITULÓ 11. F.L AMOR. l. Excelsitud d el o.mor •• • .'• .••• •• •••• ••••.•••••.••• H. El l\mor según los sabios ........ ... . . ............ . lit. Sdk> hny una clMC de amor • .• •• .• ..• • •••••••.• • CAPITULO lit . LA EDUCACI Ó N sOCIAL. l El talento de hu mujeres H•······· ti L."l instrueclón nrtlsiica. •• •••• •• • .•• •• •••• •.• •• CAPITULO IV. LOS OJOS. Poder m¡'\gico de la mirada .••.•••••••••••• -·· 11. Confusión que originan las lágrima.s -·-····· • 3 s ,. , 6 .. .., 33 "" <7 53 ,,,. 74

CAPITULO V. LOS CELOS. 111. Los celos son inevitables CAPÍTULO VI. 1.A BOCA. !i. 1:: CAPfTULO VII. f.:l. llATRIMONIO l Nntumlezn del mn.trhnonlo .• •• •..• • ••.• •••••••• lf. Lcgialnción d e l matrimonio Jll. Caractcr económico del CAPfTULO VIII. J, A D&VOCIÓN'. i. Exngcmdo esplritu religioso de las mujeres ..•..• CAPITULO I X. LA IKPIDELID.A.D. 1· Doc1rlna evangéJiCA sobre el H.ndultcrio Despreocupación social &abre este m u8 ,.. '33 •J6 ,,. ,'" ... ... 'Sl • / (221) f'd,ri#<u. 111. L..'l traición en In mujer es más iravc que en el hombre .•••..••••.••••• ••••. •••• tsB ty. 1-"l incoostnncin de In mujer no es origen d pecado...............el ........ .. ..... .. ............. 161 CAP IT ULO X. 1 El espejo es un buen o.migo de .• .• •• .••• 165 11. Los ndomos aumentan los hechizos de In mujer. 172 CJ\P!TU LO l<I. LA l'BLIO.lDA:>. l. Fnctot'Clli de 1:t fclicld1td ••••• • •:.!.. ..... .. ... ...... 179 Il. Causas que nh11ycntnn In dicho. . •• •• . .. ... .. • . . 183 111. J '\ felicidad se cncuentrn en el o.mor.......... 188 CAPfTULO XII. LA Mlt.IÓN O& LA MUJ&R. 0 J. Iravocncibn 4 los S.'lhios ••••••..•• • •• ••• .••••• .••••• 193 n. La emnncipació11 dedo.mujer·····-··· xg8 111. Laobrcrn cspaftol:r. ·••u••········· --············ 2.JO. . J

·; " l ,f f ¡ ' 1 ,J .. . ,. I .., , l )

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