KÈ& I
ESTE LIBRO PERTENECE A
NOMBRE DE LA FAMILIA
CREDITOS Editor y redoctor René Marqués ievestigadar de material J. L
Vivas Maldonado
Diseño José MeJéndez Contreros Diñe jauta* Isabel Bernal Luis German Cajigas José SAanuel Figueroa Monuel Hernández Epifanio Irizarry Antonio Maldonado José Meiéndez Contreras Carlos R. Rivera Rafael Tufiño Eduardo Vera
impresiée de portada Sixto González Román González
Este es otro libro para el pueblo preparado par la División de Edu cación de la Comunidad del Depar tamento de Instrucción Pública de Puerto Rico. Con el titula de “La Mujer f Sus Derechos” este libro trae a usted y a su familia, información valiosa e interesante que Unios los ciudadanos, hombres y mujeres, de ben conocer. Después de haber leído el libro, le sugerimos que lo guarde. Aun que este libro es gratis, su lectura es valiosa y no debe ser destruido. La labor de hacer el libro y llevarlo a sus manos es parte de un servicio público que usted, como ciudadano, ha pagado por medio de contribu ciones directas o indirectas. Con serve el producto que usted misma ha ayudado a realizar. \
I N T R O D U C C I O N IT el libro anterior, “Los Derechos del Hom bre,” vimos la lucha que ha sostenido la hum anidad a lo largo de su historia para lograr derechos legales que protejan y beneficien a los individuos.
Dijimos en
tonces, muy claram ente, que cuando nos referíam os a “Derechos del H om bre” es tábamos tam bién refiriéndonos a “D ere chos de la M ujer.”
¿Por qué?
Porque el térm ino “H om bre” se re
fería. no al sexo masculino, sino al género hum ano; es decir, a la hu m anidad toda.
Quedó muy claro en aquel libro que los derechos
legales de que hoy goza la hum anidad son derechos de la m ujer y del hom bre por igual. Hoy, ante la ley, la m ujer como ciudadana tiene iguales dere chos que el hombre.
Sin embargo, esto no siem pre fue así.
Y aúfi
entre nosotros hay algunos miembros del sexo masculino que siguen considerando a la m ujer como a un ser inferior en relación al hom bre.
Y hay, tam bién, aún entre nosotros algunas m ujeres que acep
tan como una verdad la falsedad de que el hom bre es un ser que me rece más derechos legales que la m ujer. equivocadas?
¿A qué se deben estas ideas
Se deben a recuerdos de un pasado rem oto en que
la m ujer no ocupaba abiertam ente el lugar que le correspondía come ciudadana.
Se deben a una serie de prejuicios establecidos por los
hom bres en la organización de sociedades antiguas. Por ello, dentro de la lucha general de la hum anidad por dere chos legales, la m ujer ha tenido una lucha particular por p articip ar de esos derechos.
P ara hacer reconocer al hombre que los derechos
legales son tam bién derechos que pertenecen a ella, la m ujer ha lu chado penosa, pero tesoneram ente, durante siglos y siglos*' YM
La m ujer ha tenido sus propias arm as en la lucha.
En ocasio
nes no pudo luchar abiertam ente porque la sociedad le negaba opor tunidades.
Entonces la m ujer utilizó sabiam ente lo que los hom
bres consideraban sus debilidades: la belleza, el amor, la m atern i dad, la dulzura, la religión.
Y con esas arm as pudo ir adquiriendo
un puesto de mayor dignidad en el hogar y en la sociedad.
Fue sólo
en el siglo pasado que la m ujer pudo ya dar la batalla abierta por sus derechos, luchando con las mismas arm as que utilizaba el hom bre: la tribuna, el periódico, la política, la ciencia, el arte. En este libro vamos a ver algunos aspectos de esa lucha de la m ujer.
Vamos a ver cosas del pasado y del presente, cosas de otros
países y de P uerto Rico.
Vamos a ver a la m ujer en varios aspectos
de su larga lucha. La m ujer, triunfante ya en la lucha, ha sabido en el mundo de hoy beneficiarse sabiam ente de los derechos legales.
Pero, más
sabiam ente aún, no ha perm itido que el goce de esos derechos de igualdad ante la ley la príven de las dos misiones prim ordiales para las cuales Dios la puso en el mundo: el amor y la m aternidad. La m ujer puertorriqueña de hoy tiene más responsabilidades que la m ujer de ayer.
Porque hoy la m u jer es ciudadana libre con
derechos legales, pero es tam bién, ante todo, esposa com prensiva y m adre am antísim a. . La m ujer tiene hoy dos m undos a su cargo: el m undo del hogar y el mundo de la com unidad en que vive.
En
ambos ha de bregar junto al hom bre pera alcanzar una fam ilia m e jor, una comunidad m ejor, un Puerto Rico mejor. ponsabilidad para la m ujer puertorriqueña!
¡Tremenda res
Pero es una respon
sabilidad que ella acepta jubilosa porque ama a su familia, ama a
su comunidad y ama a su P uerto Rico.
ViU
LA MUJER Y SUS DERECHOS
g
¿QUE ENTENDEMOS POR IGUALDAD DEL HOMBRE Y LA MUJER? ON iguales el hom bre y la m ujer? m ente no lo son.
Física
Hay diferencias entre
el cuerpo del hom bre y el cuerpo de la m ujer.
A lo que constituye esas diferen
cias le damos el nom bre de sexo.
El sexo
masculino y el sexo femenino son los ins trum entos que Dios le ha dado a los seres hum anos para reproducirse, para perpe tu a r la especie hum ana por medio de los hijos. Dios tam bién le ha dado esos instrum entos del sexo a los ani males y a las plantas. males masculinos.
Hay, desde luego, animales femeninos y ani
Hay, tam bién, plantas m asculinas y plantas fe- '
meninas.
En casi todas las formas de vida hay el macho y hay la
hem bra.
Sin esta diferencia del sexo no habría plantas, ni anim a
les, ni género humano. En las plantas y los anim ales el sexo no está regulado por los sentim ientos ni por la inteligencia.
En el género humano sí.
El
sexo en el hom bre y la m ujer está regulado por el amor y la inte ligencia. t En los seres hum anos prim itivos o salvajes el sexo es una fuer za sin dominio, casi igual a la que une a un animal macho y a un anim al hem bra.
En los seres humanos civilizados el sexo está do
minado por la inteligencia, y embellecido por esa hermosa expresión espiritual que llamamos amor.
La religión, la educación y las le
yes de la sociedad son instrum entos que han ayudado al hombre ci vilizado, y a la m ujer civilizada, a convertir la fuerza prim itiva del sexo en fuente de amor y de vida sana.
Y si hay esta diferencia de los sexos, ¿cómo decimos que el hom bre y la m ujer son iguales? ante las leyes.
Decimos que son iguales ante Dios y
Decimos que hay igualdad de derechos legales para
la m ujer y para el hombre.
Decimos que hom bre y m ujer son seres
hum anos con igual derecho a disfrutar de las cosas creadas por Dios. Y con igual derecho a disfrutar de los beneficios y garantías de la sociedad en que viven. Dios en Su Divina Justicia no distingue entre el alma de un hom bre y el alma de una m ujer.
Las leyes tampoco distinguen
entre la m ujer y el hom bre para garantizar los derechos del ciuda dano.
Hombres y m ujeres somos, por igual, hijos de Dios.
Hom
bres y m ujeres somos ciudadanos iguales ante la ley. Pero la sociedad no siem pre fue tan sabia y tan justa para la m ujer como lo es hoy. Veremos en el libro “La M ujer y sus D erechos” cómo empezaron k>s hom bres a ser injustos con las m ujeres.
Y cómo las m ujeres,
por distintos medios, fueron defendiéndose de esa injusticia y ga nando el reconocim iento a mayores derechos m orales y legales.
V,
S
Hombre: TĂş me has visto curvada en el sendero abonando la espiga; b a jar a las entraĂąas de la tierra siniestras de la mina. Me has visto uncir la yunta
y ex traer de la ubre sonrosada la espuma que agoniza. Me has visto hilar el lino y en el sopor del m ar soportar la fatiga. He mecido la cuna de tus hijos ocultando dolores y desdichas. Nada te ha conmovido. Y sin embargo. .. ÂĄYo te he dado la aurora de mi vida. . .!
Trina Padilla de Sanz
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COMO EMPEZARON LOS HOMBRES A SER INJUSTOS CON LAS MUJERES N el libro “Los Derechos del H om bre” vi mos cómo, hace miles de años, empezó a dividirse el trabajo en las tribus prim iti vas.
Los hom bres fuertes salían a cazar
y a guerrear.
Las m ujeres, junto a los
ancianos y a los niños,
quedaban en
la aldea haciendo trabajos m anuales.
El
resultado de aquella división del trabajo en las tribus salvajes fue la creación de las clases sociales.
Fue su r
giendo, por ejemplo, la clase privilegiada de los nobles o g u erre ros.
Y tam bién la clase de los obreros m anuales.
Y tam bién
la clase infortunada de los esclavos. En esa época, en que algunos hom bres eran propiedad de otros hombres, las m ujeres pasaron, tam bién, a ser propiedad intercam biable.
Un hom bre rico podía m edir su riqueza por el núm ero de
esclavos a su servicio.
Tam bién podía m edir su riqueza por el
núm ero de m ujeres que poseía.
La m ujer era propiedad de un
hombre, bien como esposa o como esclava.
En una u otra forma,
siem pre estaba ella sujeta a la autoridad de su señor. Así fue cómo, desde las épocas salvajes o prim itivas, la m u je r empezó a ocupar un lugar de inferioridad en la sociedad gober nada por hombres.
Como esclava o trabajadora, aportaba la la
bor de sus manos. , Como esposa o como am ante, daba amor y daba hijos al hombre.
Pero no tenía derechos legales.
El hom bre luchaba por mayores derechos para sí mismo. no extendía esos derechos a la m ujer.
Pero
La m ujer era instrum ento
de trabajo, fuente de placer o simple hacedora de hijos.
Pero no
era ciudadana con participación en las actividades públicas de la comunidad.
Como tampoco participaba de la autoridad, del hom
bre dentro del hogar. Esta injusticia se prolongó por miles de años.
El mundo fue
alcanzando civilización y progreso.
El individuo fue adquiriendo
m ayor libertad y mayores derechos.
Pero las leyes de la sociedad
siguieron ignorando a la m ujer.
Y el hom bre se acostumbró a
pensar que la m ujer era un ser débil, inferior, que nunca podría gozar de los mismos derechos de que él gozaba.
¿Qué hizo la m ujer durante estos m iles de años de injusticia y hum illación?
En térm inos generales se resignó a su suerte.
El
amor, la m aternidad y la religión llenaron su vida dándole fu er zas para acatar las injusticias de una sociedad creada por hom bres para beneficio de los hombres. Sin embargo, no todas las m ujeres se conformaron con ser so» lam ente esclavas, esposas o m adres. A lo largo de la historia an tigua hubo m ujeres excepcionales que se distinguieron en activi dades para las cuales suponían los hombres que ellas no estaban preparadas. En la antigua Grecia, por ejemplo, a la m ujer se le pedía que fuese hermosa. cuerpo.
No se le pedía que cultivase su cerebro, sino su
No se le ocurría a nadie pensar que una m ujer se metiese
a hacer literatura.
Y, sin embargo, allí surgió Safo, la más grande
poetisa de la antigüedad. En el antiguo m undo judío, el hom bre era amo y soberano. El hom bre era el valor y la fuerza; la m ujer era la belleza y la de bilidad.
Pero nos cuenta la Biblia que Ju d it le cortó la cabeza
al tirano Holofernes para salvar a su pueblo.
Lo que no se atrevió
a hacer un hom bre, lo hizo esta m ujer patriótica de los tiempos bíblicos, Y así, utilizando a veces su belleza, a veces su inteligencia, a veces su astucia, a veces su tern u ra, m ujeres excepcionales fueron ocupando puestos altos en la sociedad. Y fueron dem ostrando poco
a poco que la inferioridad dq la m ujer era un cuento de camino in ventado por los hom bres. Mujeres gobernantes, m ujeres artistas, m ujeres soldados, m u jeres religiosas, fueron ayudando a forjar la historia de la hum aaidad.
Y lo hicieron en épocas en que la ley y la sociedad no re
conocían derechos legales a la m ujer. W
Ellas fueron precursoras
de las que luego en el mundo moderno habrían de conseguir igual dad de derechos para su sexo. Veamos ahora algunas historias interesantes de aquellas m u jeres del pasado; de las cosas que se propusieron hacer, y de cómo las hicieron.
.
'/
LA BELLA LISISTRAIA QUERIA LA PAZ L poeta griego Aristófanes, quien vivió en A tenas siglos antes de Cristo, nos cuenta la historia de la prim era rebelión de las m ujeres en el antiguo mundo pagano. No, no fue una rebelión con armas. No corrió la sangre.
Las m ujeres de A te
nas no deseaban usar la violencia. lo contrario, ansiaban la paz.
Todo
Y la bella
Lisistrata se hizo líder de aquella extrañ a rebelión por conseguir la paz para la patria y la tranquilidad para el hogar. A tenas hacía varios años que estaba en guerra con un país vecino. rra.
Las m ujeres atenienses estaban ya hastiadas de la gue
Como esposas y novias habían tenido que su frir la separación
y las torturas del conflicto.
A quella larga m atanza de hom bres
en el campo de batalla les parecía algo estúpido y sin sentido. Ellas querían a sus hom bres acá, en la patria, laborando y vi viendo en paz.
De nada les servía la gloria, ni las condecoracio
nes, ni las pensiones, ni los cuerpos m utilados o m uertos de sus seres queridos.
H abía que hacer algo para term in ar aquella gue
rra absurda. Y ese “algo” se -le ocurrió a L isistrata, la más bella y más enérgica de las atenienses.
Citó a una asam blea de m ujeres y les
dijo poco más o menos lo siguiente: —Ustedes saben que cada vez que en esta larga guerra hay una tregua, a nuestros soldados les dan pases para venir a Atenas. Nosotras las m ujeres procuram os siem pre que durante esos días de tregua nuestros hom bres lo pasen lo m ejor posible.
Eso les da
nuevos ánimos para volver al campo de batalla a m atar o a que los
m aten.
Pues bien, si queremos la paz hay que suspenderles ese
paraíso que encuentran aquí cuando vienen. Las más tím idas se m iraron sin comprender. proponía Lisistrata?
¿Qué era lo que
Pero una m ujerona grande y fuerte creyó
entender la sugerencia: -— ¡Estoy de acuerdo!— gritó con voz de trueno— .
Cuando
venga mi m arido con pase, lo recibiré a garrotazos. ■ —No, com pañera— dijo L isistrata con dulce sonrisa— , nada de violencias.
La paz no se consigue a garrotazos.
No queremos
ser tan brutas como los hombres.
Lo que queremos es dem ostrar
les que tenemos más poder en nuestra aparente debilidad que ellos en su fuerza física. Entonces L isistrata expuso su plan.
Había que negarles a los
hom bres el amor hasta que hicieran la paz con el país vecino. principio, no todas las m ujeres estuvieron de acuerdo.
Al
Especial
m ente las más jóvenes creían que aquella medida era demasiado cruel para los pobrecitos hombres.
Pero tras larga discusión la
asam blea decidió aceptar el plan.
Todas las presentes ju raro n so
lem nem ente realizar el proyecto.
Y .decidieron, además, enviar
una em bajadora al país enemigo para que se com unicara con las m ujeres de allí.
La em bajadora cumplió tan bien su misión qtie
las m ujeres del otro país prom etieron unirse al m ovim iento de re belión pacífica. f Y así fue cómo, al venir con pase los soldados y oficiales de Atenas, se toparon con una situación jam ás soñada en aquella so ciedad de paganos. y buenos vinos.
Encontraron en la. mesa comida sabrosísim a
Las casas estaban relucientes de limpieza, y m e
jor adornadas que otras veces.
Las m ujeres estaban más bellas,
más perfum adas y más »amables que nunca.
Pero se habían vuel
to tan castas y tan pudorosas que no se dejaban tocar ni un dedo. En el país enemigo estaba sucediendo exactam ente lo m is mo.
Y tanto los soldados de A tenas como los del país vecino tu
vieron que adm itir que el amor era más im portante que la gloria de la guerra.
Ambos ejércitos elevaron peticiones a sus respecti
vos gobiernos diciendo que querían la paz.
Y los gobernantes de
los dos países no tuvieron otro rem edio que suspender la guerra definitivam ente Los soldados y oficiales de A tenas "abandonaron sus unifor mes y sus arm as y se dedicaron a una vida de paz para engrande-
■
cer la patria por medio del arte, la filosofía y la buena política. Contando ya, claro está, con el amor de sus m ujeres. Fue así como, la bella pagana L isistrata, obtuvo para sí y para sus com pañeras el triunfo de su causa: la paz de la patria y del hogar que tanto había ansiado.
Por lo menos, eso es lo que nos
cuenta el poeta griego Aristófanes, quien vivió siglos antes de la época cristiana en la lejana ciudad de Atenas
LA PECADORA DE MAGDALA QUERIA REDIMIRSE POR AMOR ARIA, la de Magdala, era en verdad una m ujer hermosa.
Los hombres amaron lo
cam ente su herm osura.
Y por amor, Ma
ría se hundió en los horrores del pecado. ¿Por qué la magdalena pecadora se acercó al Divino Jesús?
¿Había ella oído
hablar de que El predicaba un nuevo amor que no era de este mundo?
¿O vio por ca
sualidad pasar a Jesús y se acercó curiosa a escuchar sus palabras? No lo sabemos.
Pero sí sabemos el resultado de aquel encuentro.
M aría M agdalena oyó la voz inspirada del Galileo. m irada luminosa.
Y una luz nueva entró en su corazón.
Vio Su En aquel
sublime instante tuvó conciencia de la inutilidad de su vida pecado ra.
Comprendió que había otra clase de ai|ior distinto al amor car
nal.
Y, en impulso de sincero arrepentim iento, se arrodilló ante J e
sús.
Ella, que había visto siem pre a los hombres rendidos de am or a
sus pies, estaba ahora a los pies del Hijo de Dios.
La m ujer del
placer pedía perdón para sus pecados de amor terrenal. Y Jesús, a nombre del amor Divino, la perdonó.
La senda
del verdadero Amor se abría en ese momento para la herm osa m u je r de Magdala.
No era una senda fácil.
P ara redim ir su vida
pecadora tuvo que soportar el desprecio y la hum illación de los hombres.
Ni aun los discípulos com prendieron al principio la
m isericordia de su Señor.
¿Cómo perm itir que aquella m ujer m an
chada de pecado se uniera a ellos? Pero M aría Magdalena* no retrocedió ante la burla y el des precio.
Fielm ente siguió la senda escogida.
Cuando el largo cam inar destrozaba los pies de Jesús, ella de rram aba óleo perfum ado en los pies heridos.
Y enjugaba luego
el óleo con su larga y hermosa cabellera. Cuando llegó el momento terrible de la Crucifixión, M aría M agdalena estuvo junto a la Cruz, regando con sus lágrim as el monte Calvario.
No todos tuvieron el mismo valor. • Porque J e
sús para los sacerdotes judíos era un hereje. un revolucionario, un subversivo. ligroso.
Y para el gobierno era
E star junto al condenado era pe
D em ostrar que se era amigo o seguidor del Mesías, era
exponerse a ser considerado, tam bién, como hereje o revoluciona rio.
De los discípulos, sólo Juan se enfrentó al peligro. Pero aunque los hombres huyeron, las m ujeres no dem ostra
ron igual cobardía.
Las tres M arías no se apartaron de la Cruz.
Y junto a las otras, M aría M agdalena am ortajó el cadáver del Hijo de Dios. Y tres días después,' fue M aría M agdalena quien descubrió el divino misterio:
¡Jesús había resucitado de entre los muertos!
Fueron sus labios, antes pecadores, los que proclam aron la fe liz nueva: “Jesús ha resucitado.“ tendió por el mundo judío.
Y el eco de sus palabras se ex
Y la nueva de la Resurrección, repe
tida por las santas m ujeres, llegó hasta el mundo pagano.
Y la voz
amorosa de
Ha resucitado” cubrió la tierra toda, llevando “1 ''•en
sucio del Cristianismo a la hum anidad doliente. Y así fue cómo. María de Magdala. pecadora por amor de la carne fue redimida por Amor al Dios encarnado en un hum ilde carpintero de Nazaret.
JUANA DE ARCO QUERIA UNA PATRIA LIBRE PvA una época terrible para Francia.
Des
pués de una larga guerra con Inglaterra,
A suelo francés estaba ocupado por el ejérjito enemigo.
La nación tenía como guía
a un príncipe débil y acobardado que aún no había sido coronado rey.
La agricul
tura y las industrias estaban en ruinas. El ejército había sido destrozado.
El po-
der político estaba en manos de ingleses vencedores o de traidores franceses.
Francia había perdido la libertad
La nación francesa,
antes poderosa, parecía ahora una simple colonia de Inglaterra. A nte la derrota, ante la ocupación de su territorio por los ex tranjeros, los franceses habían perdido la fe en sus propias fuer zas.
Y en sus corazones sólo existía una vaga esperanza: la rea
lización de un milagro. “Sólo un m ilagro salvará a Francia,” repetían los franceses de campos, pueblos y ciudades. Ju an a esa frase.
Muchas veces llegaría a oídos de
Y seguram ente que ella, en la iglesia de su al
dea, pediría a menudo a Dios que realizara el milagro de salvar a Francia. Ju an a vivía en una pequeña aldea francesa.
Era sólo una ni
ña, pero su corazón sentía ya el dolor de la patria esclavizada por loe ingleses.
¡Qué lejos estaba de pensar que Dios iba a escogerla
para realizar el tan ansiado milagro! Sin embargo, muy pronto empezaron a llegar señales del Cielo. E ran voces, voces celestiales que le decían cosas extraordinarias. Le decían, por ejemplo, que ella salvaría a Francia.
t:
Que corona-
ría rey al príncipe débil y acobardado. francés a la victoria.
Que conduciría el ejército
Que derrotaría a los invencibles ingleses.
Al principio, Juana tuvo miedo.
¿Ella, una m uchacha débil e
ignorante, iba a darle la libertad a su patria? El cura de la aldea tam bién tuvo miedo.
¿Aquellas voces po
dían ser cosas del demonio! Los padres de Juana tam bién tuvieron miedo.
¿Su pobre h i
ja se estaba volviendo loca! Pero la fe de Juana fue alejando el tem or de su alma. llas voces eran sinceras.
Y Juana tuvo fe en las voces.
fe en la salvación de Francia.
Aque Y tuvo
Y empezó a tener fe en sus propias
fuerzas para realizar la empresa.
Ya no le im portó el temor pro
pio ni el tem or de los demás. Salió, pues, de la aldea en busca del príncipe francés. él podía autorizarla a ser cabeza suprem a del ejército. tonces cuando empezaron las prim eras tortu ras de Juana.
Sólo
Y fue en Ya p are
cía bastante im probable que una pobre m uchacha campesina pudiera ver al futuro rey de Francia.
Pero el que esa m uchacha dijera,
además, que ella era la elegida dq Dios para salvar la nación, parecía el colmo del absurdo.
^
Juana tuvo que soportar las risas, las burlas, las hum illaciones de los grandes y poderosos.
Pero su fe y su sinceridad fueron poco a
poco convenciendo a algunos.
Un oficial francés le dio traje de
soldado, arm as y un caballo.
Le proporcionó, además, una escol
ta que la llevara ante el príncipe. Ju an a se cortó el pelo, se vis tió de soldado y montó en el caballo, em prendiendo el camino del palacio real. El príncipe de Francia no supo qué hacer con aquella muchaetia vestida de soldado.
Los nobles se reían a carcajadas.
Ministros de Dios se encogían de hombros.
Los
Pero la energía y la
seguridad de Juana vencieron la indecisión del príncipe.
Dándole
la oportunidad que pedía, la nombro jefe de un pequeño ejército. Y comenzó el milagro. Los soldados derrotados sintieron una nueva fe en Francia con la presencia de Juana.
Ella inspiraba respeto y obediencia.
El
ejército, -desbandado e indócil, fue convirtiéndose en una unidad disciplinada, dispuesta a luchar hasta la m uerte por la libertad de la patria.
Y los soldados de Juana derrotaron una y otra vez a
los ingleses, obligándolos a alejarse más y más del suelo francés.
Con las victorias de Juana, el príncipe pudo al fin convertir se en soberano de la nación.
Y fue Juana, la hum ilde m uchacha
campesina, quien coronó rey al príncipe, en la catedral de Reims. Francia parecía, al fin, salvada.
Pero aún quedaban enemigos
ingleses contra los cuales había que luchar. enemigos franceses. tado celos y envidias.
Y surgieron además
Porque los triunfos* de Ju an a habían desper Los generales y nobles no podían soportar
el hecho de que una m ujer hum ilde hubiese llegado tan alto.
El
propio rey, quien debía su corona a Juana, fue ingrato y no la pro tegió de las envidias de la corte.
Ju an a tenía, pues, que com batir
ahora dos enemigos: el ejército inglés y la envidia de algunos com patriotas. En una batalla memorable, Ju an a cayó prisionera de los in gleses. cés.
Inglaterra tenía ya en sus manos al líder del ejército fran
Era necesario m atar a ese líder, que era la inspiración de
Francia.
Pero los ingleses, quienes siem pre han sido unos políti
cos muy astutos, no querían echarse encim a la responsabilidad de m atar a Juana.
Por ello la entregaron al trib u n al de la Inquisi
ción para que se la juzgara, no como crim inal político sino como hereje*
La Inquisición era un trib u n al de la Iglesia. ban dispuestos a perdonar a Juana. que nunca había oído voces del Cielo.
Sus jueces esta
Pero sólo si ella declaraba De acuerdo con las leyes
de la Inquisición, todas las órdenes en m ateria de religión debían venir de la Iglesia.
El hecho de que Ju an a dijera que obedecía
órdenes de voces venidas del Cielo, era considerado como una he rejía.
Ju an a se negó a declarar lo que pedían los inquisidores.
Después de un largo y penoso proceso, Ju an a fue condenada a la hoguera.
<
Y así, Ju an a de Arco, salvadora de Francia, fue quem ada vi va.
Los ingleses creyeron que, quem ando su cuerpo, habían des
truido la unidad de Francia.
Pero el nom bre y el recuerdo de J u a
na quedó para siem pre en el corazón de los franceses.
Y fue ins
piración y fuerza para lograr la libertad de la patria.
Ju an a si
guió, pues, ganando batallas, aún después de m uerta.
De acuerdo^ con las leyes y creencias del Siglo Trece, el pro ceso de la Inquisición contra Ju an a fue legal.
Pero siete siglos
después, la Iglesia Católica revocó el fallo de la Inquisición, san ti ficando a Juana.
En el 1926, Juana de Arco fue declarada Santa.
Hoy Juana tiene en Francia un pedestal como héroe de la patria.
Y en la Iglesia Católica tiene un a ltar donde los fieles veneran a Satrta Juana, la humilde campesina que nunca traicionó su fe.
ISABEL QUERIA UNA NACION UNI DA. . . Y OBIUVO UN NUEVO MUNDO PARA ESPAÑA UANDO Isabel heredó el trono de Castilla, era casi una niña.
España, en aquella
época del Siglo Quince, era un gran te rri torio dividido en pequeños reinos cristia nos.
Castilla era sólo uno de esos reinos
que peleaban a menudo entre sí.
Peró,
además, todo el sur de España estaba en manos de los moros. Los moros habían venido del norte de Africa, y habían invadi do a España eientos de años atrás.
Poco a poco fueron extendiendo
su poder y dom inaban ya casi la m itad del territorio español. gente progresista, de gran energía e inteligencia.
Eran
Pero tenían
una religión, una cultura y un idioma distintos al de los cristianos. - España no podría lograr unidad nacional m ientras este invasor ex tran jero perm aneciera en su territorio. No había esperanzas de que, de aquella confusión y división, pudiera surgir una nación española poderosa.
Y a nadie se le po
día ocurrir que fuese una m ujer la llam ada a convertir la confusión en orden, y la división en unidad nacional.
La em presa era tan
enorm e que nadie se creía capaz de realizarla; mucho menos una débil m ujer. Pero Isabel no era una m ujer débil.
Tenía una voluntad de
hierro, un valor a toda prueba, una inteligencia brillante y una fe religiosa profunda.
Tuvo, además, la suerte de haber nacido en
Castilla. Según la ley castellana, la hija del rey podía heredar el trono
si no había herederos varones. podía ser gobernante.
Es decir, en Castilla una m ujer
No era asi en otros países de aquella época.
En Francia, por ejemplo, el gobernante tenía que ser varón.
Si el
rey, al morir, sólo dejaba hijas, el trono pasaba a otro pariente de la familia real.
Una m ujer, en Francia, sólo podía llam arse reina
siendo la esposa del rey.
Pero la reina, como esposa del rey que
era, no tenía poder alguno para gobernar. Isabel de* Castilla tenía, en cambio, poder absoluto d^ gober nante.
Los años dirían, luego, si ella iba a hacer buen uso de ese
poder. Voluntad, inteligencia, valor v fe nrofunda. fueron sus arm as
en la lucha q1' ~ habría de em prender.
Su fe religiosa le dictaba la
necesidad de echar de España a los moros, cuya religión era dis tinta a la cristiana.
Su inteligencia brillante le hizo concebir pla
nes para unificar todo el territorio español.
Es decir, en su mente
de política hábil, surgió el sueño del nacim iento de‘ una nación grande, unida y poderosa.
Su voluntad y su valor habrían de ser
vir a esos dos propósitos: el religioso y el político. El reino de Castilla no se podía enfrentar solo a los poderosos moros.
Y su prim er paso fue unir otro reino a Castilla.
Esa
unión sé logró m ediante su m atrim onio con Fernando, rey de A ra gón.
Las bodas de Isabel y Fernando unieron, pues, a Aragón y
a Castilla.
Y en el contrato se hizo claro que el m atrim onio no
restaría a Isabel poder alguno como reina.
Se sentaron, pues, las
bases de la igualdad de derechos de ambos esposós en el gobierno de España. A ún en viejos escudos y pergamino«: puede leerse, en lenguaje antiguo, la siguiente divisa de los jóvenes esposos: Tanto monta, monta tanto, Isabel, como Fernando. Es decir, tanto poder y derecho tenía Isabel, como tenía Fernarido.
¡Hermoso ejemplo de igualdad de los esposos en el
trimonio, que no todos siguen en el mundo actual!
Unidos 3ra los reinos de Castilla y Aragón. Isabel se dio a la tarea de poner orden en la adm inistración de su gobierno. leyes sabias que beneficiaban al pueblo. las malas mañas.
Eliminó la corrupción y
Mejoró el sistema judicial.
Y empezó a orga
nizar un gran ejército para derrotar a los moros.
Buscó, además,
alianzas políticas ventajosas con otros reinos cristianos. do la ayudó en todos sus planes.
Creó
F ern an
Y, teniendo ya un buen gobier
no interno y un ejército disciplinado, la reina de Castilla inició la guerra en gran escala contra los invasores moros. Isabel no se cortó el pelo a lo muchacho, como lo hizo Juana de Arco.
Tampoco se vistió nunca de soldado.
Pero montando a la
m ujeriega recorría a caballo las líneas de defensa y de ataque. Ella no era el soldado que peleaba.
Era el general que planeaba
las batallas, que organizaba los hospitales m ilitares, que aseguraba los sum inistros para su ejército, que arengaba a sus tropas. Un día, estando en el campo de batalla, tuvo noticias de que había un motín en una aldea lejana. la guerra, habían escaseado.
Los alimentos, por causa de
Y los aldeanos estaban 'atacando un
castillo, creyendo que allí obtendrían provisiones.
Isabel montó a
caballo y recorrió en pocas horas el largo trayecto. Sólo le acom• \ pañaban dos hombres de su séquito. Llegó a la aldea, y enfren tándose a los amotinados les dijo: —He venido a donde ustedes para saber cuáles son sus deseos. Porque quiero que sepan que los deseos de mi gente, son loa míos propios. Adnte aquella prueba de valor y energía, los amotinados depu sieron las arm as y dieron ¡vivas! a su reina. ’ Isabel escuchó la que ja de los aldeanos, y los ayudó a solucionar su problema. Y así, sin descuidar las necesidades de su pueblo y de su go bierno, Isabel dirigía la lucha contra los moros.
Al fin, sus planes
se realizaron.
Los moros fueron expulsarlos de España.
Y Espa
ña se convirtió en una nación unida y poderosa. Pero Isabel iba a auspiciar una em presa todavía mayor.
Do
ran te la guerra con los moros había venido a verla un navegante de apellido Colón.
Colón le aseguró que navegando hacia el oes
te por el A tlántico conseguiría una nueva ru ta hacia el Lejano O riente. pañol.
Esta era una oportunidad brillante para el comercio es Pero la expedición era costosa.
Y el dinero del tesoro
nacional estaba dedicado a la guerra de la reóbnquista. Ahora, sin embargo, que reinaba la paz y la unidad en la na ción, Isabel volvió a considerar el proyecto del navegante.
Era rm
pro 3recto arriesgado.
A muchos les parecía mera locura.
Por
otro lado, el tesoro nacional no tenía aún fondos suficientes. guerra había costado mucho.
La
Pero Isabel consiguió el dinero.
Unos dicen que empeñó sus joyas para conseguirlo.
Otros dicen
que lo consiguió de ricos banqueros judíos por medio de préstamos. Sea como fuere, ella consiguió el dinero y auspició el proyecto. A nombre de Isabel y de España, Colón salió en sus tres naves rum bo al oeste, en el 1492.
No encontró la ru ta que buscaba para
com erciar con el Lejano O liente.
Pero descubrió un nuevo m un
do: islas y continentes distintos a todo lo conocido hasta entonces. En su segundo viaje, en el 1493, descubrió una isla que los in dios llamaban Borikén, o sea, “T ierra del Altivo Señor,” y que des pués se conocería con el nombre de Puerto Rico.
Todo ese m un
do nuevo de islas y continentes que se llam aría Am érica pasó a ser territorio de España bajo el gobierno de Isabel.
\
No sólo había hecho Isabel una nación poderosa de la España pobre que le tocó gobernar, sino que ahora sentaba las bases para
un gran imperio.
Años más. tarde, su nieto, el em perador Carlos
Quinto, habría de llevar ese imperio á la cum bre del poder y la glo ria. A quella.javencita que heredó el trono de Castilla en época de confusión y de pobreza, obtuvo de la H istoria dos nombres que se guirán honrándola para siem pre: Por su fe se le llamó Isabel la Católica.
Por su grandeza, como política y pomo gobernante, se
le llam a aun Isabel la' Grande. 31
'. .A '
FLORENCIA QUERIA ALIVIAR EL SUFRIMIENTO DE LOS ENFERMOS LORENCIA era una m uchacha inglesa de fam ilia acomodada.
Pudo haberse dedi
cado, en Londres, a una vida placentera de bailes y fiestas, como las otras chicas de su edad.
Pero Florencia tenía más
serias y hum anas preocupaciones.
Había
visitado algunos hospitales de la capital inglesa, y estaba horrorizada. En el Londres de esa época, señoras ricas acostum braban vi sitar los hospitales para llevar regalos a los enfermos pobres.
Es
tos grupos de señoras creían que, con llevar unos regalitos a los pobres enfermos, cum plían su deber de caridad cristiana. cia se dio cuenta de que esa clase de caridad era falsa.
Floren
P ara ayu
dar a los enfermos había que reform ar todo el sistem a de los hos pitales en Inglaterra.
Y decidió dedicar su vida a tan enorme em
presa. Esto ocurría en el siglo pasado. en Inglaterra no era una profesión. pagado.
En esa época, ser enferm era Era un oficio mal visto y m al
Las enferm eras eran m ujeres ignorantes y rudas, sin no
ciones de medicina, que en vez de aliviar hacían sufrir más a los enfermos hospitalizados.
Pero Florencia había oído decir que en
Alemania y en Francia se enseñaba el arte de ser enferm era, como una profesión.
Por eso, en vez de casarse como querían sus pa
dres, se embarcó para A lem ania a estudiar la profesión de enfer mera. De A lem ania pasó a Francia, y al fin, term inados sus estudios,
regresó a Londres.
Había aprendido no sólo el aspecto científico,
sino el hum ano de la profesión.
A su regreso se dedicó a com uni
car a otras m ujeres inglesas sus conocimientos e ideas para darle dignidad y valor al oficio de enferm era. Poco después de su llegada, estalló la guerra de Crimea, en tre ingleses y turcos.
Crim ea era un lugar lejano del Oriente.
Y
allá tuvieron que ir los soldados ingleses a luchar por el imperio británico.
Pronto empezaron a llegar noticias alarm antes.
heridos de guerra m orían por centenares.
Los
M orían más soldados
por mala atención en los hospitales m ilitares, que por las heridas recibidas en el campo de batalla. ción para ir a Crimea.
Florencia consiguió autoriza
Escogió cuarenta enferm eras que la acom
pañaran en su misión, y se embarcó rum bo al lejano escenario de guerra. Lo que Florencia encontró en los hospitales m ilitares de Cri mea fue un verdadero infierno.
Los médicos no daban abasto.
Los hospitales eran locales sucios y m al olientes.
Los heridos s*
tenían que atender unos a otros.
Muchos de ellos estaban en el
piso, dando gritos de dolor y sin que nadie pudiera aliviarles. Aquello era para descorazonar a cualquiera. se acobardó.
Pero Florencia no
L lena de ánimo y optimismo, le metió mano al te
rrible problema. Con energía de líder empezó a poner orden en aquel laberinto. Puso a tra b a jar a m ilitares y paisanos ayudando a sus cuarenta en ferm eras.
Lim pió y desinfectó los edificios.
za diaria y el lavado de ropa. en la cocina.
Organizó la lim pie
Impuso reglas estrictas de higiene
P reparó salas adecuadas para las operaciones y las cu
ras. <Consiguió camas, alm ohadas y sábanas.
Y organizó la aten
ción m etódica de los heridos y enfermos. Tuvo que soportar la burla, la incomprensión y la mala fe de algunos oficiales.
Tuvo que luchar contra sus cuarenta enferm e
ras para m antenerlas en disciplina.
Muchas de ellas se acobarda
ron ante tanto dolor y tan ta miseria.
O tras desatendían a sus en
fermos por acudir a citas amorosas.
Florencia no estaba dispues
ta a perm itir entre sus enferm eras flaquezas del espíritu o debili dades de la carne. A las incorregibles las envió de regreso a Lon34
dres.
Y todos los días escribía cartas enérgicas al gobierno inglés
para que enviara más ayuda.
Y escribía cartas, a fam iliares 3’
amigos, pidiendo donativos: ropa de cama, medicinas, alimentos. Pronto el efecto de su liderato }T su organización fue dem ostrando sus bondades. La presencia de m ujeres enferm eras cerca del campo de ba talla era algo nunca visto en la historia de la guerra.
Los heridos
estaban asombrados de ver aquellas m ujeres, lejos de la patria, su friendo incomodidades y penurias, por llevar a ellos un poco de ali vio.
La dulzura de Florencia era tan efectiva para los enfermos
como la aplicación de sus conocimientos científicos. de todos sustituía a la m adre o a la herm ana ausente. mía.
En el corazón Apenas dor
De noche, recorría las salas con una linterna, asegurándose
de que todo estaba en orden.
Por ello los soldados, que la adoraban,
la em pezaron a llam ar “La Dama de la L in tern a.”
Con la llegada de Florencia, se redujo la m ortalidad entre los soldados heridos.
Sus métodos no sólo revolucionaron el sistem a
de hospitales m ilitares, sino que tam bién influyeron para que se reform aran los hospitales civiles en Ing laterra y otros países. Term inó, al fin, la guerra. tria.
Florencia embarcó rum bo a la pa
In g laterra la recibió como a una heroína.
Hoy, casi nadie
recuerda quiénes fueron los generales que ganaron o perdieron la guerra de Crimea.
En cambio, está viro aún el recuerdo de Flo-
rence N ightingale (N áitingueil), la m uchacha inglesa que convir tió el oficio de enferm era en una profesión digna y noble.
LA EMANCIPACION DE LA MUJER MODERNA EMOS visto que en el mundo antiguo hubo grandes m ujeres que contribuyeron, cada cual a su modo, al desarrollo de la histo ria y la civilización.
Pero esas m ujeres
actuaban como individuos.
No form aban
parte de un m ovim iento organizado para em ancipar a la m ujer en la sociedad.
La
idea de ese m ovim iento no había surgido aún. Sin embargo, en la Revolución Francesa, grupos de m ujeres del pueblo sé unieron para luchar, junto a los hom bres, en contra de la tiran ía política.
Al tirarse a la calle para luchar contra los
soldados del rey, las m ujeres francesas de la revolución sintieron por vez prim era el principio de igualdad en la brega política. Pero habría de pasar casi un siglo para que la m u jer se unie ra en un m ovim iento organizado, en dem anda de sus derechos. Ese movimiento se llamó feminismo.
Y se inició en Estados U ni
dos, a mediados del siglo pasado, con una Convención de los D ere chos de la M ujer.
Esta convención, o asamblea,-se celebró en N ue
va York, en el 1848. El feminismo intentaba lograr los siguientes derechos para la m ujer: 1.
Derecho al voto en elecciones políticas.
2.
Derecho a iguales oportunidades de educación.
3. , Derecho a obtener títulos universitarios. 4.
Derecho a ejercer profesiones ejercidas hasta entonces sólo por el hombre.
5.
Derecho a poseer propiedades y derecho a disponer de
ellas aún dentro del m atrim onio. Hoy, en P uerto Rico, estos derechos para la m ujer nos pare cen lógicos y naturales.
Pero en el mundo del siglo pasado, la pe
tición de esos derechos era algo escandaloso.
En prim er lugar, para
dar el voto a la m ujer en Estados Unidos había que enm endar la Constitución.
En segundo lugar, la costum bre de considerar a la
m ujer como una especie de adorno sin voz ni voto en el hogar, h a cía que muchos hom bres se opusieran a concederle derechos lega les al sexo femenino. M ientras en Estados Unidos las m ujeres luchaban, al parecer sin m uchas posibilidades'de éxito, el feminismo se extendió a otros países.
En Inglaterra, Francia e Italia surgieron m ovim ientos
vigorosos por la em ancipación de la m ujer.
Y antes de que se le
diera el voto a la m ujer en Estados Unidos, ya en otros países la m u jer podía participar en las elecciones. En Nueva Zelandia se le concedió el voto a la m ujer en el 1893.
En el sur de A ustralia se le concedió en el 1894.
En el
oeste de A ustralia se le concedió en el 1899. En el 1903 las m ujeres de Tasm ania obtuvieron el derecho al voto.
En el 1918 lo obtuvieron las m ujeres inglesas.
No fue has
ta el 1920 que la m ujer estadounidense obtuvo el derecho por el etial tanto había luchado.
Para ello, el Congreso de Estados Uni-
dos tuvo que aprobar ese año una enm ienda a la Constitución.
La
enm ienda dice: “El derecho a votar de los ciudadanos de Estados Unidos no será negado o lim itado por causa del sexo.** En P uerto Rico, el derecho al voto p ara la m u jer fue aprobado en el 1929. El feminismo triunfó, pues, en muchos países del mundo.
Peno
el m ovim iento de emancipación de la m u jer sigue aún teniendo obstáculos en algunos países de América, E uropa y Asia.
Siglos
de prejuicios, creados por el hom bre, aún hacen dura la lucha para la m u jer en su dem anda por m ayores derechos.
¿CUALES ERAN LOS DERECHOS QUE NO TENIA LA MUJER DE AYER! ARA entender m ejor el afán y la lucha de la" m ujer m oderna, es preciso ver, clara mente, las cosas que no tenía en su vida le gal y moral.
Sólo así podremos com pren
der m ejor el movimiento fem inista.
Y
sólo así podremos apreciar, en lo que va len, los logros obtenidos por la m ujer de nuestros tiempos. A ntes del triunfo fem inista, la m ujer no tenía los siguientes derechos legales: 1.
No tenía derecho a votar en elecciones políticas.
2.
No tenía derecho a ser elegida para puestos públicos.
3.
No tenía derecho a estudiar una carrera.
(N inguna m u
je r era adm itida a una U niversidad.) 4.
No tenía derecho a adquirir propiedades dentro del m a trim onio.
5.
(Todas las propiedades pertenecían al m arido.)
No tenía derecho al divorcio.
(En los países donde exis
tía el divorcio, era el hom bre el que tenía el derecho a pedir la separación.
Y era él el que se quedaba siem pre
con los hijos y con l,as propiedades.
Aún hoy, en España,
el m arido es el que tiene todos los derechos legales den tro del m atrim onio. 15.
No es así, claro está, en P uerto Rico.)
La m ujer tampoco tenía derecho a iguales oportunidades de trabajo.
H abía muchos trabajos que a las m ujeres no
les estaba perm itido realizar. \
Y las que trabajaban en
40 \
los pocos puestos disponibles, obtenían un salario más ba jo que los hombres. Comparemos esa situación injusta de la mujer de »ver, es« la situación en que hoy se encuentra, y veremos cuán necesaria era un m ovim iento vigoroso de protesta, eomo lo fue el nwrfenáe«-
to feminista.
EL FEMINISMO EN PUERTO RICO AMBIEN en la historia de Puerto Rico se han destacado en distintas épocas, m u jeres
excepcionales.
Desde
la
cacica
india, Yuisa, en la época de la coloniza ción, hasta las actuales líderes políticas, cívicas y culturales, la m ujer se ha dis tinguido siem pre en diversos aspectos de la vida puertorriqueña. Sin embargo, no fue hasta entrado este siglo que las m ujeres # I. puertorriqueñas se organizaron para luchar por sus derechos. El fe minismo se inició en Puerto Rico, en el 1917, con la fundación de la Liga Fem ínea Puertorriqueña.
La iniciadora de este prim er movi
m iento de emancipación fem enina en la Isla fue A na Roqué de D uprey. Luego, en el 1925. Doña AnX fundó la Asociación P u e rto rri queña de M ujeres Sufragistas.
El fin principal de esta asocia
ción era obtener el derecho al voto para la m ujer puertorriqueña. Aquí, como en otros países, la lucha de la m ujer no fue fácil. Tam bién aquí había prejuicios e incom prensión de parte de los hombres.
Y había tem or y timidez de parte de algunas m ujeres.
Como siem pre que se tra ta de dar m ayores libertades a grupos o a naciones, surgen individuos que se oponen porque le tienen miedo a la libertad.
Pero al m ovimiento iniciado por Ana Roqué
de Duprey, se unieron otras valerosas m ujeres puertorriqueñas que no se sentían tím idas ni tenían miedo a mayores derechos y mayor libertad para la m ujer. Entre esas m ujeres valerosas estaban: T r in a Pa dilla de Sanz (La Hija del C aribe), poetisa y periodista; A m ina Tio de M alaret, 42 '
/
quien inició en la Isla la* celebración anual del Día de las Madres; Amparo Fernández N áter, defensora de la clase pobre y de los niños desam parados; Ana López de Vélez, quien luego fue pre sidenta de la asociación fem inista; ilustre;
C arlota Matienzo, profesora
M aría Cadilla de M artínez, investigadora de nuestras tra
diciones populares; Isabel A ndreu de A guilar, quien fundó la Ju n ta de B ienestar de la Niñez. Fue Doña Isabel A ndreu quien escribió el m anifiesto en pro del feminismo, dirigido a la Asam blea Legislativa.
Decía en parte el
documento: “La doctrina fem inista sienta el principio de la igual dad de los sexos; igualdad de deberes y derechos para construir una sociedad más perfecta en sus ideas de lib e r ta d / Doce años después de haber iniciado el movimiento de eman cipación, la m ujer puertorriqueña obtuvo su prim er triunfo. el 1929 le fue concedido el voto.
En
Y en el 1933, por vez primera
en nuestra historia, las puertorriqueñas votaron en unas elecciones. Así triunfó aquí tam bién el feminismo, y se inició una nueva época de actividad pública para la m ujer puertorriqueña.
VIDA Y OBRA DE GRANDES MUJERES PUERTORRIQUEÃ&#x2018;AS
LA CACICA YUISA
La Cacica Yuisa vivió en P uerto Rico en la época de la coloniza ción española.
Esta brava india boricua era jefa de un poblado al
norte de la Isla.
Se casó con un español y se hizo cristiana, ha
biéndosele bautizado con el nom bre de Luisa.
Peleó valientemente
contra los indios de Vieques que invadieron su poblado, muriendo luego a consecuencia de las heridas recibidas en combate. En honor a ella se le dio el nombre de Lo iza al sitio donde estuvo loca lizada su aldea india.
Tam bién en Santurce hay' una calle que lle
va ese nombre.
45
MARIANA BRACEITI
Mariana B racetti fue una revolucionaria puertorriqueña del siglo pasado. ción del 1868.
Se distinguió como uno de los líderes de la revolu Esta revolución, que fue sofocada por el gobierno
* español, se conoce hoy como .el G rito de Lares.
M ariana fue quien
bordó la bandera que usaron los revolucionarios.
La tradición ha
llamado “Brazos de O ro” a esta valiente m ujer puertorriqueña que
en tiempos de España luchó por la libertad de su patria.
ALEJANDRINA BENITEZ
A lejandrina Benítez nació en M ayagüez, a principios del siglo pasado.
Se distingue en nuestra historia como la prim era poetisa
puertorriqueña.
H asta cierto punto, podríamos decir que ella fue
la iniciadora de nuestra literatura.
Su hijo, José Gautier Beníter,
habría de convertirse en el más grande poeta romántico de P u erto
LOLA RODRIGUEZ DE LIO
Lola Rodríguez de Tió nació en San G erm án, en el 1843. Mujer enérgica y decidida, defendió valientem ente el ideal de independencia para Puerto Rico. rrada dos veces de su patria. tinuó su cam paña libertaria.
P o r sus ideas políticas fue deste Vivió en Cuba, desde donde con
Fue, además, notable poetisa.
recordam os sus conocidos versos sobre Cuba y P uerto Rico: Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, reciben flores y balas en el mismo corazón*
Todos
ANA ROQUE DE DUPREY
A na Roqué de D uprey nació en A guadilla, en el 1853.
Se
distinguió como la iniciadora del m ovim iento fem inista en Puerto Rico. Luchó ardientem ente por conseguir m ayor libertad y más derechos para la m ujer puertorriqueña. Doña A na fue la primera mujer en ser adm itida al Ateneo Puertorriqueña
49
ISABEL ANDREU DE AGUHAR )
Isabel A ndrés d e Aguilar nació en Fajardo.
Escribió el m ani
fiesto fem inista que un grupo de m ujeres puertorriqueñas presentó a k Asam blea Legislativa. el voto para la m ujer.
Ese documento pedía, en tre otras cosas,
Doña Isabel fue m iem bro de la J u n ta de
Síndicos de la U niversidad de P u erto Rico. Luchó, además, por la creación de la J u n ta de B ienestar del Niño. Y, gracias a ella, se comenzó a celebrar en la Isla el Día de la Vejez.
Uno de los
edificios de la Universidad, dedicado a residencia de señoritas
—<p i i iftii ii», Seaoi haj aa íwmhia
3&
MARIA CADILLA DE MARTINEZ
M aría Cadilla de M artínez nació y m urió en Arecibo. profesora de la U niversidad.
Fue
Tarde en su vida, siendo ya maestra
y abuela, fue a España para estudiar Filosofía y Letras. Se dis tinguió por su labor en la investigación histórica. Y, tam bién, en la investigación de nuestras tradiciones populares.
Era gran
adm iradora de Estados Unidos y sustentaba el ideal de estadidad para P u erto Rico.
Cultivó en sus ratos libres la poesía y la piafaa t .
TRINA PADILLA DE SANZ (LA HIJA DEL CARIBE)
T rina Padilla de Sanz nació en V$ga B aja y m urió en Arecibo a la avanzada edad de 93 años.
Fue h ija del poeta puertorriqueño
José G ualberto Padilla, m ejor conocido como El Caribe. m úsica en M adrid.
Estudió
Se distinguió como pianista, m aestra de m ú
sica, poetisa y periodista. pendencia para la Isla.
Fue gran defensora del ideal de inde Y voz que elogió siem pre las costum
bres y los valores puertorriqueños.
En los periódicos de P u erto
Rico publicó artículos valientes en defensa de la m u jer y de la moral de la fam ilia boricua.
En el m undo de las letras se le
conoce como la Hija del Caribe. 52
i
JULIA DE BURGOS
Julia de Burgos nació en Carolina. de Puerto Rico.
Estudió en la U niversidad
D urante algunos años fue m aestra en Coamo, pero
luego se dedicó de lleno al cultivo de la poesía.
Está considerada
como una de las más grandes poetisas de América. fervorosa de la reform a social en Puerto Rico.
Fue creyente
Defendió la inde
pendencia de la Isla y los derechos de la clase obrera. Cuba, y m urió en Nueva York, en el 1&53.
Vivió en
Su cadáver, traído
por avión, estuvo en capilla ardiente en el Ateneo Puertorriqueño y en el local de la Sociedad de Escritores y Periodistas. instituciones Puerto Rico le rindió honores postumos.
En ambas
Fue enterra
da en su pueblo natal, cerca del Rio G rande de Loiza, al cual ella había amado y cantado en sus poemas.
l i REBELION DE MODESTA Cuento por Domingo Silás Ortiz STO pudo haber sucedido sólo ayer, pero sucedió hace mucho tiempo.
Tanto tiem
po que se han olvidado los nombres de los personajes y las fechas de los sucesos. Tam bién se ha perdido en el olvido el nom bre del lugar donde sucedió lo sucedi do.
Pero no hay duda de que los hechos
son verídicos.
Así lo afirm a el que me lo
contó, persona de m uy buena reputación y m ejor memoria.
Este
oyó la historia de boca de sus bisabuelos y aquellos de sus ta ta ra buelos.
Personas todas que nunca supieron decir una sola m entira.
Ni una sola. Pues había una vez una isla feliz rodeada de un m ar azul y sereno y cubierta por un cielo sereno y azul.
Las m ujeres trab a
jaban. trabajaban mucho en la casa y fuera de la casa.
Los hom
bres sólo trabajaban fuera de la casa, cosa muy natural entonces. Aquello era un verdadero paraíso terrenal. bres, naturalm ente.
Para los hom
Desde tem prano se oían las voces roncas y
gruesas de éstos dándoles órdenes a sus costillas. —Modesta, levántate que ya salió el lucero de la m adrugada. —Generosa, apéate del catre que te pican los pitirres. —Robustiana, tírate de la hamaca. Mira que se te derriten las empellas. Ya está despuntando el sol y no has ordeñado las cabras. —Coge el calabazo y arranca para el pozo, Caridad, que no hay gota de agua y estoy transido de la sed. —Se pudre la ropa y no vas a la quebrada, Soledad. Coge la paleta y la ceniza y vete.
Así comenzaba el día de trabajo para las hem bras de aquella comarca y así continuaba hasta que se retiraba el sol.
Las voces
de los varones tenían sello de autoridad y nunca eran desobedeci das.
Se ocupaban ellos con sin igual celo de que sus esposas estu
vieran siem pre ocupadas, siempre. A ese tajo pasaban los días de la sem ana y se escurrían los meses.
Entraba la tem porada de la siem bra, pasaba la del cultivo
y volvía la cosecha.
Las m ujeres se afanaban en los conucos y en
la casa m ientras los hom bres desarrollaban su m usculatura al aire libre, enamorados de su fortaleza y satisfechos de su papel de due ños y señores.
Llegaban las lluvias y se iban las lluvias y aque
llo seguía así.
Porque siem pre había sido así.
H asta que un buen día la cosa cambió. M odesta y el pollo manilo.
Todo empezó por
Sin saber por qué o tal vez a sabien
das. Ella estaba barrigona, más barrigona que de costum bre.
Era
domingo y se sentía cansada en su lecho m ientras Severo roncaba a su lado como un animal.
Los quehaceres del día la tenían preo
cupada y su sueño intranquilo había sido una pesadilla de órdenes y contraórdenes con Severo en el centro del cuadro. En ocasiones, el grueso roncar de su marido le servía de mú sica —como bordón de guitarra o raspar de güícharo— con que adormilarse.
Porque a veces Severo roncaba con compás, dulce
mente, pero a veces resoplaba como toro achicado al matadero y
M odesta saltaba azorada en su lecho. Esta m adrugada M odesta se liaría quedado suspensa con un aguacerito que la llevó a soñar con la noche en que se casó. -U n sueño tan corto como su luna de miel y que fue interrum pido por m andato de su compañero: —Levántate, m ujer, y m átate el pollo manilo, que estoy con ánimo de comerme un buey. Modesta, medio dormida, se pasó la mano por los ojos, se res tregó los párpados, todavía gozando del sueñito aquel, y ante la frondosa figura de su señor marido parado al pie del catre, arrulló atolondrada: — ¿Qué fue, am or mío? -—¡Qué amores, ni qué ocho cuartos!
Que te levantes a pelar
el manilo, que tengo una llaga en la boca del estómago. Ante la brusca respuesta de su marido, Modesta despertó a la realidad. \
—Ay, Dios mío, si yo estoy como si me hubieran molido a pa los.
La b arriga no me deja moverme. —No me vengas con cuentos y levántate. Modesta, m odestam ente, se le v a n tó . obediente y llamó a su
manilo.
Pero el manilo no apareció.
A divinaba, parece, que le
iban a torcer el pescuezo. —Bueno, m ujer, me voy a la jugada de gallos.
Que esté el
pollo guisado cuando yo vuelva porque .. . si no . . . —gruñó Severo al unirse a la com parsa de varones que pasaba camino del río. Porque si no . . . rias cosas.
¡He ahí la amenaza!
Que quería decir va
P or ejemplo: P or que si no . . . te muelo a palos.
que si no . . . te escocoto.
P o r
Porque si no . . . te m uerdo una oreja.
Porque si no . . . te agarro por el moño.
“ ¡Ay, qué desgracia ha
ber nacido m ujer!,” suspiraba Modesta. —Pi, pi, pi, pi, pi— se desgañitó la buena esposa llam ando al pollo.
Pero éste no aparecía.
¿Se lo habría comido una rata?
Si regresaba Severo y no estaba hecho el guiso . . . ella sería galli na m uerta.
¿Pero por qué?
¿Qué culpa tenía ella de que el di
choso m anilo no apareciera?
Ay, Severo no era persona de e n tra r
en razones. Y así eran los demás.
Todos los demás hom bres de la isla.
Unos engreídos que tenían el siguiente lema: “La m ujer nunca tiene razón.”
¡Qué injusticia!
No aceptaban que la m ujer pu
diera ten er razón una vez al mes.
Ni siquiera un domingo.
Pero
ella no se iba a dejar pegar.
Ya estaba harta.
Tenía que prote
ger además su barriga, su. cría. Cuando Severo regresó del río con el grupo. Modesta estaba hendiendo leña para hervir unas yucas. yucas si esperaba carne?
¡Ni hablar!
¿Iba el m arido a comer
El hom bre engreído se vio
lentó y trató de a g arrar a su m ujer por el moño. ta Modesta se rebeló olvidando su modestia.
Pero la modes
Cogió una raja de leña
y sin pensarlo mucho le dio trem endo estacazo a su am ante esposo. Este, sorprendido, no podía creer lo que veía.
Pero nuevos g arro ta
zos de su sumisa m ujer le hicieron sentir la dolorosa realidad.
Y
el trem endo Severo corrió como gallina alzada a esconderse en la maleza.
/
Los hombres del grupo que alcanzaron a ver la golpiza abrie ron los. ojos como bateas y tom aron nota en sus entedederas. si acaso.
Por
El día estaba de barrunto.
La noticia de la rebelión de M odesta se extendió como el eohitre en tierra húm eda y todas las vecinas dejaron sus quehaceres
59
y vinieron a visitarla.
Ella había hablado a nom bre de todas.
Y
en form a m uy convincente, por cierto. Se reunieron las m ujeres aquella noche en casa de M odesta y organizaron la prim era asociación de m ujeres de que se tengan noticias en esta parte del mundo.
E ntre los acuerdos que tom a
ron en aquella histórica reunión estaban los siguientes: 1.
Escoger como símbolo del club una ra ja de leña.
2.
D ecidir que el m arido no tiene derecho de pegarle a su m ujer.
3.
A signarle a los padres participación en el'cuidado del bebé, incluyendo el cam biar y lavar pañales.
4.
A signarle a los m aridos tres días a la sem ana en el aseo casero, incluyendo b a rre r y fregar.
5.
S/
Ir a ima huelga general si no se aceptaban todas sus de m andas; una huelga que incluiría la paralización total del lavado, el planchado, la cocina y otras cosas más.
Cuando los hom bres reunidos tam bién en asam blea se en tera ron de los acuerdos tomados por sus m ujeres rebeldes, sintieron que el cielo se les caía encima. nes hechas.
¿Qué iban a hacer?
Al fin aceptaron todas las peticio A quella amenaza de huelga era
algo m uy serio y no cabía otro remedio sino aceptar las demanda«. Cuando Modesta, como presidenta de la asociación de m ujeres, se
presentó a la reunión de varones, su am ante esposo Severo se apre suró a decir: —Las alegaciones de nuestras esposas están basadas en el de recho, la razón y la justicia. . Ellas se m erecen todo lo que piden. Seríamos ingratos si no las complaciéramos. Y todos estuvieron de acuerdo, aunque hubo alguien que co mentó, calladam ente, que el derecho, la razón y la justicia depen dían mucho de la ra ja de leña que M odesta traía en sus manos. El escamado Severo hábilm ente buscó ganarse a su esposa. Cuando ella regresó al hogar esa noche, el reform ado marido le tenía preparada unas sabrosas sopas que hizo con el reaparecido manilo.
No se sabe cómo aprendió Severo a cocinar tan bien, pero
su casó es prueba de que todo es posible en esta vida cuando se tie nen buenos deseos de cooperar. Aquello fue el feliz comienzo de una época en que la mujer se esforzó por salir de la servidum bre a que el hombre la tenía some tida.
Cláro que hacen falta unas cuantas Modestas todavía.^.«
A PUERTO RICO {Fragmento) Borinquen, nido de flores donde comencé a soñar, al calor del dulce hogar que dio vida a mis amores; al recibir tus loores siento del alma en lo hondo algo que sale del fondo en acordes vibraciones y palpita en las canciones con que a tu afecto respondo. A unque me alejó la suerte de tus valles y tus lomas, entre las blancas palomas del ensueño logro verte . . . Yo sabré siem pre q uererte como llorar tus pesares y en tus palm as y en tus m ares ha de rep etir el viento, que es tuyo mi pensam iento, y son tuyos mis cantares.
Lola Rodríguez de Tío (Puertorriqueña)
LA MUJER EN EL PUERTO RICO DE HOY L derecho al voto, el derecho a iguales opor tunidades de educación y, el derecho a iguales oportunidades de trabajo, ha dado a la m ujer puertorriqueña de hoy un lu gar de gran im portancia en la vida públi ca de nuestra patria. Es asombroso cómo, la m u jer en el P uerto Rico de hoy, sin descuidar sus sa grados deberes de esposa y m adre, ha-podido llegar a ser tan útil y activa en sus deberes de ciudadana. Apenas hay actividad en nuestra vida de pueblo en que la m u je r no esté aportando con entusiasm o y eficacia sus manos, su inteli gencia y su corazón.
En las faenas agrícolas, en las industrias, en
el movimiento obrero, en la política, en las profesiones más difíciles •
^
*• %
y científicas, en la lite ra tu ra y en el arte la m ujer p u ertorriqueña lu cha junto al hom bre por un P uerto Rico m ejor. Ya hay, incluso, ciertas profesiones que están dom inadas por las m ujeres. tros.
El m agisterio, por ejemplo.
El trabajo social tam bién.
H ay más m aestras que m aes
La figura de la trab ajad o ra social
nos es ya fam iliar en campos y pueblos.
Y la profesión de enfer
m era, desde luego, es una cuya responsabilidad recae casi por com pleto sobre la m ujer. En la Escuela de M edicina de P uerto Rico hay más estudiantes m ujeres que en ninguna escuela médica de Estados Unidos.
Esto
quiere decir que dentro de poco aum entará el núm ero de doctoras en medicina entre nosotros. Algunas industrias antiguas, y m uchas dr* fpc nuevas, no podrían funcional’ si no contaran con la paciencia, el cuiuaao y la extraordi
naria habilidad manual de nuestras m ujeres. En la labor de oficina, tanto en agencias de gobierno como en em presas privadas, la m ujer ocupa casi todos los puestos de secreta ría, m ecanografía y taquigrafía.
En el comercio es ya corriente la
participación femenina. En profesiones más complicadas se destacan tam bién nuestras m ujeres. Hoy en Puerto Rico hay abogadas, juezas, agrónomas, eco nomistas, sociólogas, técnicas de laboratorio, arquitectas. En el aspecto religioso contamos con monjas católicas p u erto rri queñas y con m isioneras protestantes. En la política ha estado tam bién activa la m ujer.
En la Legis
la tu ra tuvim os a la representante M aría Libertad Gómez, a quien se le concedió el honor de presidir la A sam blea C onstituyente de P uerto Rico. En el Senado tiene lugar destacado, entre otros, la senadora Ju an a Rodríguez Mundo. En varios pueblos de la Isla el electorado ha elegido m ujeres para el puesto de alcalde.
La A dm i
nistradora de la Capital, Felisa Rincón de G autier, obtuvo la distin ción de ser nom brada M ujer de las Am éricas de 1954, reconociéndo sele así su labor dentro y fuera de P uerto Rico.
La esposa del Go
bernador, Inés M aría Mendoza de Muñoz M arín, tam bién se ha dis tinguido en labores políticas y cívicas.
En los partidos de opo-
sición m ujeres brillantes sostienen con entusiasmo y fe inquebran table los ideales de estadidad o de independencia para Puerto Rico. En la crítica literaria M argot Arce y Concha Meléndez, profe soras de la U niversidad, han obtenido reconocimiento por su presti giosa labor en todos los países de nuestra América.
En el periodismo, el Instituto de L iteratu ra prem ia en el 1953 la labor de la periodista M alén Rojas D aporta.
Ese mismo año el
Instituto de L iteratu ra prem ia un valioso libro de la historiadora puertorriqueña, Isabel G utiérrez del Arroyo.
La señorita G utiérrez
del A rroyo ocupa actualm ente un alto puesto en el Colegio de Méjico.
En la actividad cultural también se destaca la mujer boricua. Por varios años ha presidido el Ateneo Puertorriqueño la licenciada
N ilita Vientos Gastón. . La señorita Vientos Gastón dirige además la revista “A som ante,” la única revista literaria puertorriqueña que, durante los últimos diez años, ha m antenido un gran prestigio en Europa y América. En la poesía, junto a las conocidas como Clara Lair. Julia de Burgos y La Hija del Caribe, surgen escritoras nuevas.
E ntre las
poetisas jóvenes se destacan Nimia Vicéns, Violeta López Suria, Laura Gallego y Elena Ayala de García. En la música, además de pianistas, como Elisa Tavárez y otras, se distinguen
varias cantantes.
G raciela Rivera, por ejemplo,
quien ha cantado en el Teatro M etropolitano de la O pera en Nueva York y en varios teatros de ópera de Italia. quien triunfó en Nueva York y en Londres. \
M aría E ster Robles, Riña de Toledo, quien
después de éxitos en Estados Unidos dirige ahora en San Ju an el Círculo Operático. En el teatro puertorriqueño varias actrices han dedicado su talento, sus energías y su entusiasm o a m antener en un alto nivel artístico la actividad teatral.
E ntre ellas se destaca Mona M arti,
quien por su labor de actriz y por su personalidad de m ujer ínte gra podríamos llam ar la P rim era Dama de N uestro Teatro.
Tam
bién han triunfado en el Teatro U niversitario, el Teatro E xperi m ental del Ateneo y el Teatro Tapia actrices como Lucy Boscana, Mercedes Sicardó, Alicia M oreda y M iriam Colón.
Y empiezan a
destacarse directoras de escena como Nilda González y V ictoria Espinosa de M aisonet.
La pintora y escultora puertorriqueña, Luisa Géigel de G an día, tam bién ha puesto su talento al servicio de nuestro teatro, di señando escenografías y vestuarios. En el ¡baile clásico o “balét" y en el baile español, contamos con m varias bailarinas de gran m érito. E ntre ellas, G ild a ' N avarra y Ana García, directoras de la compañía puertorriqueña de b ailari nes “B alét de San J u a n .”
Gloria Belmonte, recientem ente falle
cida, triunfó en el extranjero como in térp rete del baile español.
Otras bailarinas puertorriqueñas dirigen varias Academias de Bai les en San Juan y la Isla. También en les deportes se han destacado mujeres puertorriÓ3
queñas.
Ya a todos nos es conocida la figura de Rebeca Colberg,
quien puso muy en alto el nom bre de P uerto Rico en el extranjero. Vemos así cómo la m ujer en P uerto Rico tiene hoy amplios horizontes para orientar su vida. Los derechos y las oportunida des que ha obtenido en la vida pública le han dado tam bién mayor dignidad y seguridad en la vida privada. es en el hogar un ser sin voz ni voto.
Porque ya la mujer no
La esposa y la m adre com
p arte con el hom bre la autoridad y la responsabilidad de la fami lia.
Tanto en el hogar como en la com unidad la m ujer puertorri
queña es un ser seguro de sí mismo, con derechos que nadie puede arrebatarle.
RIO GRANDE DE LOIZA ¡Río G rande de Loíza . . . !
A lárgate en mi espíritu
y deja que mi alm a se pierda en tus riachuelos, para buscar la fuente que te robó de niño y en un ím petu loco te devolvió al sendero. Enróscate en mis labios y deja que te beba, para sentirte mío por un breve momento, y esconderte del mundo, y en ti mismo esconderte, y oir voces de asombro en la boca del viento. A péate un instante del lomo de la tierra, y busca de mis ansias el íntim o secreto; confúndete en el vuelo de mi ave fantasía, y déjam e una rosa de agua en mis sueños. ¡Río G rande de Loíza. ..!
¡Mi m anantial, mi río!
desde que alzóme al m undo el pétalo m aterno; contigo se bajaron desde las rudas cuestas a buscar nuevos surcos, mis pálidos anhelos;
y mi niñez fue toda un poema en el río, y un río en el poema de mis primeros sueños. Llegó la adolescencia.
Me sorprendió la vida
prendida en lo más ancho de tu viajar eterno; y fui tuya mil veces, y en un bello romance me despertaste el alma y me besaste él cuerpo. ¿A dónde te llevaste las aguas que bañaron mis formas, en espiga de sol recién abierto? ¡Quién sabe en qué remoto país mediterráneo algún fauno en la playa me estará poseyendo! ¡Quién sabe en qué aguacero de qué tierra lejana me estaré derramando para abrir surcos nuevos; o si acaso, cansada de morder corazones, me estaré congelando en cristales de hielo! ¡Río Grande de Loíza!
Azul.
Moreno.
yzu l^ p yirln p y flfl7.n a-7.nl d e CÍ£lO¡
Rojo.
desnuda carne blanca que se te vuelve negra cada vez que la noche se te m ete en el lecho; roja franja de sangre, cuando bajo la lluvia, a torrentes su barro te vom itan los cerros. Río hombre, pero hom bre con pureza de río, porque das tu azul alm a cuando das tu azul beso. Muy señor mío.
Río hombre.
Unico hom bre
que ha besado en mi alma al besar en mi cuerpo. ¡Río G rande de L o íza!. . . Río grande. Llanto grande. El más grande de todos nuestros llantos isleños, si no fuera más grande el que de mí se sale ■\ , ¡ por los ojos del alma para mi esclavo pueblo.
Julia de Burgos (Puertorriq ueüa)
622
DERECHOS DE LA OBRERA PUERTORRIQUEÑA A ley le ha garantizado a la m ujer iguales derechos como ciudadana.
Pero la ley
puertorriqueña ha ido más lejos.
Le ha
reconocido ciertos derechos por su misma condición de m ujer. Es decir, la ley tiene disposiciones especiales para proteger a la obrera puertorriqueña.
P ara prote
gerla en su m oral, en su comodidad física y en su condición de m adre. Veamos ahora algunas de las dis posiciones que protegen a la obrera puertorriqueña: 1.
A ninguna m ujer se le em pleará en ocupaciones lu cra tivas entre las diez de la noche y las seis de la m añana.
2.
La prohibición del trabajo después de las diez de la noche no será aplicable a m ujeres m ayores de 18 años que tra bajen como telefonistas, telegrafistas, artistas, enferm eras o trabajadoras en hogares.
3.
A toda m u je r-, se 4e pagará por las horas que su patrono la emplee, o le perm ita tra b a ja r en exceso de ocho horas, a razón de dos veces su sueldo por hora.
4.
Todo patrono que em plee m ujeres en cualquier estableci m iento dispondrá la colocación de sillas de clase apropiada para uso de las m ujeres.
5.
Todo patrono cuidará que haya en cada departam ento de trabajo de su establecim iento medios apropiados de v en ti lación, agua potable y vasos sanitarios p ara uso de las m ujeres.
6.
Todo establecim iento en el cugl trab ajen m ujeres en ocu paciones que produzcan polvo, deberá ser blanqueado y pintado por lo menos una vez cada doce meses.
7.
Las obreras que estén encintas tendrán derecho a un de$-
canso de cuatro semanas antes del alum bram iento y de cuatro semanas después. Está prohibido em plear m ujeres durante esos períodos señalados. • 8, Los patronos' están obligados a pagar a las m adres obreras en descanso la m itad del sueldo que estuviesen recibiendo antes del embarazo. 9. Si el alum bram iento se produjera después de las cuatro semanas ^siguientes a la fecha en que la obrera hubiere comenzado a gozar del descanso, o si enferm ase por causa del alum bram iento, el patrono estará obligado a ám pliar el período de descanso por un térm ino que no pasará de , cuatro sem anas adicionales. 10. D urante el período mencionado en la sección anterior el patrono estará obligado a reserv ar el empleo a la obrera. 1L
El patrono no podrá, sin causa justa, despedir a una mujer encinta.
LA MUJER PUERTORRIQUEÑA ( F ra g m e n to s)
M ujer de la tierra mía, Venus y a un tiempo M aría de la India Occidental. Vengo a cantar la poesía de tu gracia tropical. M ujer de carne de flor, Dueña del manso cordero, 'D igna de que un ruiseñor, bajo el claro de un lucero, te cante un canto de amor. Siem bra lirios en tu piel la luz plata de tus ojos. Y la-copa de un clavel, llena de sangre y de miel/, se rom pe en tus labio?, rojos. La isla te brinda un caney, y por baño una cascada y por patio y por batey la más aterciopelada de tus vegas de Cayey. P ara ti se hacen panales las flores en la m ontaña. Y en el llano las centrales queman su incienso de caña cual si fuesen catedrales.
El rico m anto esm eralda del cafetal presumido lo luce el monte en su falda y cuando está florecido lo cuelga sobre tu-espalda. En Cabo Rojo se excava y se busca para ti el más ardiente rubí cuajado de sangre brava Los magos de la poesía
del pirata Cofresí.
te filtran esencias nuevas. Yo te filtro el alma mía, para que tú te la bebas en una hoja de yautía.
No hay una sola m añana en que al saltar tú del lecho no encuentres la rosa grana que yo pongo en tu ventana Mi musa quiere ser hada, para servirte, mondada, la naranja de la luna
en la lujosa y plateada bandeja de la laguna.
p ara perfum ar tu pecho.
Con la Cruz del Sur anhelo
Y en el mar azul turquí,
realizar la maraVilla
donde naufragó la Atlanta,
de desclavarla del cielo
Dajar al fondo y de allí
para ponerla de horquilla
/olver con el pez que canta
en la noche de tu pelo.
para que te cante a ti.
Luis Lioréns T&rrt*
INDICE ¿QUE E N TE N D E M O S POR IG U A L D A D DEL HOMBRE Y LA MUJER? IN G R A TITU D
3
(p o e m a )..........................................................................................
6
C O M O EM PEZAR ON LOS HOMBRES A SER IN JU STO S C O N LAS M U J E R E S ............................................................'.........................................
S
LA BELLA LIS IS T R A TA QUERIA LA P A Z ..................................................
12
LA PECADORA DE M A G D A L A QUERIA REDIMIRSE POR A M O R ____
16
J U A N A DE A R CO Q UER IA U N A P A TR IA LIBR E....................................
19
ISABEL QUERIA U N A N A C I O N U N I D A . . . Y O B T U V O U N N U E V O M U N D O PARA ESPAÑA
.........................................................................
FLO RENCIA QUERIA A L IV IA R EL S U F R IM IE N T O DE LOS ENFERMOS LA E M A N C IP A C IO N DE LA MUJER ¿CUALES
ERAN
LOS
DERECHOS
M O D E R N A ..................................... QUE
NO
TEN IA
LA
25 32 37
MUJER
DE AYER? . . .,...................................... ' .....................................................
40
EL FEM IN ISM O EN PUERTO R I C O ................................................................ V ID A Y OBRA DE GRANDES MUJERES PUERTORRIQUEÑAS:
42
La Cacica Yu isa ................................................................................... Q 4 5 I
Mariana Bracetti....................................................................... y : .
46
Alejandrina Benítez........................................................... vA . . . .
47
Lola Rodríguez de T i ó ............................................... ....................
43
Ana Roqué de Duprey....................................................................
49
Isabel Andreu de A gu ila r............................... .................................
50
María Cadillo de Martínez...........................................................
51
Trina Padilla de Sanz (La Hija del Caribe).............................
52
Julia de Burgos.".......................................................
53
LA REBELION DE M O D E S T A (cuento).........................................................
55
A PUERTO RICO (poema).................................................................................
62
LA M UJER EN EL PUERTO RICO DE H O Y ...............................................
63
RIO G R A N D E DE L O IZ A (poema)................................................................
70
DERECHOS .DE LA OBRERA P U E R TO R R IQ U E Ñ A ....................................
73
L A M U JE R P UERTO RRIQUEÑ A (poema).....................................................
75
Este folleto se terminó de imprimir en d i c i e m b r e de 1957 en la Sección de Rota tiva de la Imprenta de la División Editorial del Depar tamento de Instrucció-n Pú blica. La portada y la en cuadernación se hicieron en el Taller de la División de Educación de la Comunidad del mismo D e p a r ta m e n t o .