La Universidad y su responsabilidad social: en Puerto Rico cambiante (1973)

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PUERTO RICO CAMBIANTE

LA UNIVERSIDAD

Y SU RESPONSABILIDAD

SOCIAL

Mensajes del Rector, Pedro José Rivera

PAIV. -ONAR

CPR UPR RP

LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE

John Godfrey Saxe (1816 1887) (Traducción libre del inglés)

Seis hombres ciegos de Indostán amantes de la sabiduría al elefante quisieron conocer mediante la observación que su tacto les permitía.

El primero se acercó al elefante y al dar contra su amplio y fuerte costado, al instante comenzó a gritar: "¡Dios me proteja! ¡El elefante es como una muralla!"

El segundo, tocando el colmillo, dijo: "¿Qué es esto tan redondo, suave y afilado? Para mí está completamente clara esta maravilla que es un elefante: ¡es muy parecido a una lanza!"

El tercero se acercó al animal y tomando la retorcida trompa entre sus manos, dijo con gran convicción: "Veo que el elefante es muy parecido a la serpiente".

El cuarto extendió la mano, impaciente, y alcanzó a tocar la pata del elefante Es evidente", dijo, 'que a lo que más se parece esta bestia es a un árbol".

El quinto, que por casualidad tocó la oreja, comentó: "Aún el hombre más ciego puede decir a que se parece más. Niegúelo quien quiera, pero este portento es como un abanico".

El sexto, no bien comenzó a buscar a tientas al animal agarró el rabo, que estaba a su alcance. eo que el elefante es muy parecido a una soga", afirmó.

Y así estos hombres de Indostán discutieron mucho y gritaron más, todos inflexibles y enérgicos en su

Aunque en parte decían la verdad°^^"^°"' ninguno tenía la razón.

EN UN PUERTO RICO CAMBIANTE

LA UNIVERSIDAD Y SU

RESPONSABILIDAD SOCIAL

PALABRAS ANTE LA CAMARA DE COMERCIO DE PUERTO RICO

PALABRAS ANTE EL CLUB DE LEONES DE SAN JUAN

PALABRAS EN LA CENA OLIMPICA

PALABRAS ANTE LA MATRICULA DE LA COOPERATIVA DE CREDITO DE LOS MAESTROS DE PUERTO RICO

RECINTO UNIVERSITARIO DE RIO PIEDRAS RIO PIEDRAS, PUERTO RICO

1973

De todos los factores que afectan a las instituciones educativas, el ambiente es, quizás, el más complejo. La universidad moderna está inmersa en una sociedad de cambio acelerado y la Universidad de Puerto Rico no constituye excepción. Desde el momento mismo en que fue instalado como Rector del Recinto de Río Piedras y en su discurso a los gra duandos, en junio de 1970, el Dr. Pedro José Rivera señaló el ineludible com promiso de la institución con el pueblo que le creó y le sostiene:

"La Universidad no puede olvidar que es parte del pueblo puertorriqueño. Tam poco puede convertirse en pálido reflejo de sus intereses y problemas. Debe ser modelo de conducta y de propósitos, alto ejemplo de los valores del espíritu y de la inteligencia, renovadora y piobúsqueda de soluciones a las diversas manifestaciones de una camdél servidora así y más no'ble."'' más efectiva enfoques distintos sidad pafs-Univer- utilizáción H dirigidos a una mejor S eT envueltos, y el elefantp - sabios ciegos y cuenta las realida^Hf."^^^^^'^-Í°' en bio socfal en p ,^®P^9ifieas del cam- Rivera°'|al ha ^^^^or discursos entre w i ^.numerosos cuatro selecdoLÍ' los publicación lu presente

PALABRAS ANTE LA CAMARA DE COMERCIO DE PUERTO RICO

^ muchos de los aquí reunidos, personas que ordinariamente nos esforzamos por contribuir al logro del bien común, nos abruma, nos confunde y nos deja perplejos la continua turbulencia, la agitación y la tensión que agobia al mundo moder no. Esta situación no sólo va contra el bien gene ral y lo dificulta, sino que lo obstruye en forma que aterra. Tómense como muestra de este fenó meno los asesinatos en Tel Aviv, Berlín, Khartoum, Bermuda, la República Dominicana, y en diversos otros lugares del orbe. Algo análogo está ocurriendo en nuestro Puerto Rico, donde muertes, asaltos, bombas, vicio y agitación constituyen ya parte de la orden del día.

Y nos asombra, igualmente, la rebeldía y la frecuente violencia con que ese mundo se refleja en las universidades, principalmente en aquellas ins tituciones de carácter metropolitano y de suficiente tamaño como para constituirse en comunidades ur banas por su propia naturaleza. El cambio social las ha alcanzado y las afecta en grado conmensu rable, o quizás mayor, que las formas en que éstas contribuyen a orientar y moderar ese cambio.

Nuestro asombro se hace más marcado cuando calibramos la universidad de hoy con aquélla de la cual participamos como estudiantes. En nues tros días de colegio, el cambio social parecía ser mucho más lento y gradual; y la universidad, así como la escuela, constituían la principal causa de ese cambio. Asistir a la universidad era una expe riencia bastante distinta de lo que es hoy. Distinta en cuanto a la marcada diferencia entre la rela ción alumno-institución de entonces con la de ahora; y diferente en cuanto al significado institución-co munidad en una y otra época.

Relación En Huestros días de estudiante la Universidad institución-comunidad, era vista por la comunidad como la principal fuenayer y hoy , , , i , te de principios rectores de la sociedad. En esta se hacía acopio de los valores más preciados de la civilización. La gente que tenía acceso directo a estos valores los incorporaba a sus vidas como el que se abraza fervorosamente a una religión; y luego, al salir afuera y ejercitar su liderato, servía a manera de radiante foco que habría de iluminar aquella comunidad con estos valores e ingredientes del bien general.

¿Por qué ocurría esto? Quizás ello s© debía a que la Universidad estaba un paso al frente del cambio social y a que era, precisamente, el motor principal de éste. La situación del país era una de grave subdesarrollo y todavía su dinámica social no estaba en condiciones de afectar a la Universi dad, su clima de trabajo y su programa, con la eficiencia que ahora lo hace. Al presente, cuando ese cambio social nos alcanza, ocurre un fenómeno que no se había dado antes. Desde fuera nos inci den fenómenos, aspiraciones y valores que afectan todo el proceso universitario, los cuales hay que tomar en consideración para la orientación gene ral de la institución, tanto en sus programas acadé micos como en lo atinente a la relación y al trato entre los varios sectores que componen su pobla ción. Así surgen, de una parte, legítimos reclamos de participación claustral y estudiantil en el ámámbito decisional, se organizan movimientos para asociar a los profesores, al personal técnico y a los obreros, y se hace imprescindible acoplar la misión de servicio universitario al ritmo que lleva el cam bio social.

De otra parte, como reflejo de lo circundante, penetran el recinto variadas manifestaciones de con ducta humana que a veces representan lo virtuoso, pero que en otras ocasiones nos traen el vicio y expresiones de conducta indeseable. Se da, pues,

el hecho de que la Universidad no sólo puso a la sociedad al día y la rescató de su rezago cultural y económico, sino que la sociedad misma marcha hoy a pasos agigantados, forzando a sus institu ciones docentes a acoplarse a esta nueva dinámica.

Relación Conviene señalar aquí que ese contraste de la alunnno-institucion, , ., , • i i i tt . i i < ayer y hoy relacion entre la comunidad y la Universidad de antes con la de ahora tiene paralelo con la relación alumno-institución en uno y otro momento. De in mediato se advierte una gran diferencia en cuanto a intereses, actitudes, valores y modos de utilizar el tiempo por los alumnos. Por ejemplo, aunque todavía hoy el estudio constituye la mayor promesa para el progreso de la gente a cualquier edad, y así se acepta generalmente, el concepto que se tiene de la actividad de estudiar ha ido cambiando. Buena parte de los aquí reunidos, aquéllos que teníamos edad para ir a colegio en la década de 1940, logra mos el privilegio de asistir a la Universidad sólo viviendo frugalmente y trabajando intensamente— largas horas de trabajo manual—y así crecíamos. Mirábamos como verdaderos maestros a nuestros instructores. Y como reconocíamos en ellos sabi duría y bondad nos esforzábamos por ganar y re cibir su reconocimiento. Los profesores eran nues tros modelos de vida, y tener acceso directo a ellos formaba parte del privilegio que significaba perte necer a una alta institución docente. Así, lográba mos alcanzar las honrosas profesiones de servir al desvalido, enseñar, curar enfermos, adjudicar con justicia y practicar las ciencias y las artes.

Pasados aquellos días difíciles de nuestra época estudiantil continuamos trabajando para lograr un mundo que debía ser mejor; uno que, cuando me nos, proveyera una vida mejor para nuestros des cendientes. Entendíamos por mejor el que nuestros hijos y nietos no se vieran expuestos a las penurias que nosotros habíamos sufrido. Deseábamos que ellos dispusieran de los medios y del tiempo para

ampliar y mejorar la civilización que tanto atesora mos. De aquí que, como grupo, la nueva generación posee una mejor cobija y alimento; y recibe, no como privilegio, sino como un derecho, mejor edu cación que ninguna otra generación pasada. A esto se refería el periodista norteamericano Jim Bishop cuando hace pocos años, en un artículo dedicado a los jóvenes estudiantes revolucionarios de hoy, decía lo siguiente:

"Mi generación de hombres de negocios dio a esos jóvenes una vida más fácil, con luios que nunca habían soñado. Mi generación de hom bres de ciencias les dio medicinas para mante nerles vivos cuando la época de mi infancüi tal vez hubieran muerto. Mi generación elevó el sueldo de los trabajadores ordinarios, explo ró los cielos, escrutó las profundidades del mar y trató empeñosamente de encontrar la fórmula para la paz■ ■ ■"

¿Hemos fallado? Sin lugar a dudas, el joven estudiante de hoy tiene acceso a un conjunto de experiencias intelectuales, estéticas y vocacionales jamás soñadas en nuestros días de estudiantes. Eso concuerda con nuestros propósitos de procurarles mejores condiciones de estudio. Sin embargo, hay que admitir que en ellos existe disconformidad e insatisfacción, sentimientos éstos que les vemos manifestar a diario con marcada vehemencia. Ahora el estudiante universitario no sufre el mismo grado de privaciones que el de hacer un par de décadas, pues como política pública todo joven que posea el equi po intelectual necesario puede asistir a la Univer sidad sin importar su condición económica. Para ello se mantiene un vigoroso programa de becas y de ayudas a estudiantes de todo género.

Relación entre el Así ha crecido la Univerisdad hasta su actual tamaño de la tamaño, que la equipara a las principales del conUniversidad y su . ^ , j- - • ■ ^ problemática actual tincntc, pcro QU.6 h3, c3.rnbÍ3clo en su. clin3.rnic3. ínter" na en forma extraordinaria. Ya no es posible que toda la gente se conozca. Los 26,000 alumnos, 1,600

profesores y alrededor de otros 3,000 empleados for man un pueblo donde comienzan a manifestarse el hacinamiento y el anonimato. Los grupos que for man las clases son numerosos, las instalaciones físi cas y el equipo se hacen insuficientes e inadecuados y la operación se convierte en una empresa gigan tesca. Con todo ese gigantismo, y en razón suya, cabe la posibilidad de que un ser humano se sienta solo aún cuando esté rodeado de un mar de gente. de"laluventud'''°' Debe haber otras razones para su insatisfacción, universitaria de hoy quizás provenientes del medio circundante. La ca pacidad de análisis y reflexión que ha desarrollado una más alta proporción de los jóvenes de ahora tal vez pueda explicarlo. Esa capacidad que les ha bilita para entender con mayor claridad la orienta ción, la complejidad y las consecuencias del cambio social, ya no se circunscribe al sector limitado de hace tres décadas. Son muchos más los que van a la Escuela Superior y a la Universidad. Disponen, ade más, de medios de comunicación efectivos que les proveen más información respecto de los conflictos de la vida moderna, para una mejor comprensión de ésta, lo que les permite entender con mayor pre cisión las penurias de que aún sufre un amplio sec tor de la sociedad. Un tema que recurre en sus plan teamientos de carácter social es el de la distribu ción desigual de los bienes, y al percibir un crecien te abismo entre los más ricos y los más pobres, lo rechaza como inaceptable. Su conciencia social se ha incrementado, y no obstante el progreso extra ordinario del país en los últimos treinta años, lle vando la expectativa de vida desde 46 hasta 72 años, mejorándose los índices educativos hasta parango narlos con los de los países más adelantados del mundo, aumentando el ingreso promedio per cápita desde $121 hasta $1,713, progreso éste que se re conoce objetivamente, rechazan con vehemencia la pobreza extrema como un fenómeno que no tiene razón de ser en el Puerto Rico de hoy.

Así que, no obstante los maravillosos logros ma teriales de nuestra generación, y quizás en razón misma de esta circunstancia histórica, hoy confron tamos desarrollos de ese esfuerzo que trascienden las expectativas iniciales. A la problemática que confrontan los jóvenes se incorporan nuevas preo cupaciones, que no tenían sus padres porque debían atender otras de mayor urgencia, pero que son igual mente importantes. De ahí emana quizás la llamada brecha generacional. Una brecha que innecesaria mente va abriéndose de modo abismal y como una desagradable pesadilla. Alguna gente, afortunada mente pocos todavía en Puerto Rico, al tomar con ciencia de esta grieta amenazadora, se sienten tan profundamente defraudados y traicionados que reac cionan con gran intolerancia no ya respecto a inci dentes particulares que a menudo ocurren, sino ha cia toda la juventud. Y lo que es más peligroso aún para la supervivencia de las instituciones docentes, la reacción de intolerancia y censura de éstos se ex tiende hacia la institución universitaria como tal. Ese extremo, igualmente peligroso, quedó trágica mente ejemplificado en el caso de Kent.

La juventud actual Los intolerantes olvidan que la inmensa mayonuestra%olidaridad jóvenes están conscientes de que en las nuevas circunstancias sociales existen tanto elemen tos positivos como negativos. Pasan por alto que los jóvenes han crecido en la comprensión de esas cir cunstancias y que reconocen en el cambio social un mayor bien a cuyo máximo aprovechamiento entien den que es preciso contribuir. Y tratan de hacerlo. Olvidan, además, que en razón de la complejidad so cial que vivimos, ¡no es tarea fácil crecer en estos tiempos! Los jóvenes así orientados, y hay que rei terar que constituyen la gran mayoría, necesitan para su continuado desarrollo de la máxima solida ridad, no sólo institucional, sino la del país, ofreci da a la Universidad a través de sus líderes. Ese en doso público a la Universidad es fundamental, pues ¡tampoco es nada fácil la tarea de ayudar a crecer, que han asumido las instituciones educativas!

La complejidad de la situación no admite, pues, un tratamiento simplista. No debemos penalizar a los jóvenes bien orientados y más responsables, la mejor promesa que tiene el país, por los desatinos de unos pocos. Hay que ayudar a aquéllos ayudando a la Universidad, apoyándola y dándole la mano pa ra vigorizar sus crecientes ofrecimientos y su servi cio al país.

Las minorías y el Por Otra parte, sabemos que los conflictos e in cidentes que ordinariamente alcanzan un destaque público los originan unas minorías, tanto en la Uni versidad como en las escuelas secundarias. Esa pers pectiva debe tenerse siempre presente para no sacar las cosas 'de proporción.

Desde luego, no por ser minorías las así afecta das, deben dejar de preocuparnos. Por derecho pro pio, éstas merecen nuestro mayor esfuerzo para que sus miembros también logren realizar sus potencia lidades y aspiraciones y para que superen, cuanto antes, los dolores naturales de crecer y madurar. También lo requieren porque la naturaleza de las actividades juveniles que se desarrollan para vio lentar las normas establecidas, tiene cierta mística, que encaja muy bien dentro del patrón de indepen dencia y rebeldía natural que presenta el adolescen te en su proceso de desarrollo hacia la adultez. Y estas circunstancias revisten al movimiento de una atmósfera contagiosa, capaz de añadir adeptos y hasta de convertirlo en una agitación de masas.

Si no mediaran elementos de complejidad adi cional, este ti^o de problema podría atenderse con mayor o menor dificultad por medios ordinarios. Sin embargo, la situación puede complicarse con la intervención de movimientos que le sean extraños. Así, por ejemplo, sabemos cómo la política partidis ta local exacerba los ánimos juveniles con sus issues dominantes. Y hay movimientos de orden interna cional, tanto de izquierda como de derecha, que con tribuyen igualmente a sacar de perspectiva los plan-

teamientos que puedan tener los estudiantes. Si a ello se añade la vigorosa tendencia del momento a cuestionar el valor de las instituciones más estables de la sociedad (familia, iglesia, escuela), tenemos el cuadro completo de los agravantes que sacan las consecuencias normales del cambio social de su di mensión natural de ajuste y desarrollo, situándolas en una perspectiva diferente, difícil de atender por medios racionales ordinarios. Son estas nuevas con diciones las que intensifican el reto al orden, el reto a los valores, el reto a las instituciones y los actos de violencia.

Vinculación del Con esa dinámica como marco es que se desaprograma rrolla al presente la actividad universitaria de Río universitario n- j i i a la problemática "ledras, donde anualmente se gradúan sobre 4,000 social actual profesionales, de los cuales más de 600 reciben gra dos superiores al Bachillerato.

El vasto curriculum del campus se matiza con desarrollos que vinculan el programa académico con el cambio social. Entre los esfuerzos que realizamos de este género se señalan los estudios del ambiente y de la sana utilización de nuestros recursos natu rales; estudios sobre problemas ecológicos, sobre narcomanía, delincuencia juvenil y crimen; estudios sobre la pobreza, su incidencia e implicaciones; y sobre consumo.

Hemos fortalecido, igualmente, el método de trabajo, utilizando el medio circundante como labo ratorio en varios programas. Este desarrollo ha sido muy efectivo en los programas de Trabajo Social, Arquitectura, Pedagogía, Derecho, Planificación, Ad ministración Pública y Economía, algunos de cuyos estudiantes y/o profesores participan y llevan a ca bo actividades educativas en la propia comunidad.

Atendemos, asimismo, un reclamo constante de oportunidades educativas que proviene de personas que no han logrado alcanzar una educación univer-

Una alternativa ante el reto del gigantismo: la televisión educativa

sitaría o que, habiéndolo logrado, necesitan mejo rarse. Para elo utilizamos los programas organiza dos por el Centro de Desarrollo Gerencial, el Insti tuto de Relaciones del Trabajo, el Instituto de Co operativismo y la División de Educación Continua da y Extensión.

Podría enumerarles veintenas de actividades análogas que complementan y fortalecen la docen cia en la Universidad y que vinculan vigorosamente con las realidades contemporáneas del país, pero basta con esta muestra. Sólo añadiré aquí la refe rencia a un programa en desarrollo que entiendo tie ne un gran potencial de servicio al país. La proyec ción de la demanda por educación universitaria pú blica en Puerto Rico, de unos 100,000 alumnos para 1985, y del creciente costo anual de esa educación, unos $6,000 anuales por estudiante, nos obliga a buscar avenidas de acción como alternativas a lo que hacemos ahora. Esas alternativas deberán con ceder mayor uso a los desarrollos tecnológicos y es en esa dirección que nos dirigimos al formular el proyecto al cual aludo. Me refiero al uso de la tele visión como instrumento para llevar la lección uni versitaria a las casas de los interesados. En esa al ternativa estamos trabajando intensamente. Sabemos que para ponerla en operación necesitaremos mucha ayuda, pues el proyecto es de inmediato costoso tan to por el equipo que requiere como por el alto nivel técnico que exige su implementación. No obstante ello, tengo la convicción de que a la larga será la alternativa más eficaz y la menos costosa. Para fi nanciarla estamos recabando la colaboración de la filantropía del país y tengo un gran optimismo res pecto de sus posibilidades.

No abundaré aquí más en los méritos del pro yecto. Sólo debo decir que si algunos de ustedes in teresan conocerlo mejor, con gusto arreglaríamos una presentación ilustrada de sus posibilidades y de

su gran potencial. Para ello pueden así indicármelo directamente o por conducto de la presidencia de este cuerpo.

Vaya a ustedes mi profunda gratitud por el inte rés demostrado en la Universidad al invitarme a ha blarles sobre ella. Ese es el espíritu ciudadano que siempre he admirado.

27 de marzo de 1973

PALABRAS ANTE EL CLUB DE LEONES DE SAN JUAN

^ pregunta "¿qué pasa en la Universidad?", o, más concretamente aun, "¿qué pasa en el Recinto Universitario de Río Piedras?" con °toda seguridad ha motivado la amable invitación de que he sido objeto. para que comparta este rato con ustedes. Nuestra institución nunca deja de estar en las noti cias —lo ha estado constantemente por lo menos durante los últimos treinta años—, y ello se debe, naturalmente, a su estrecha vinculación con el pre sente y el futuro del país. En el mundo han estado sucediendo cosas alarmantes en años recientes y en nuestra isla se ha sentido casi simultáneamente el impacto de las mismas; pero tal parece que no ha sido hasta que la Universidad ha quedado vulnerada con el más insólito acto terrorista perpetrado en los últimos años, que ha sonado la voz de alar ma y se ha colocado la implacable lupa de la opinión pública sobre nuestra media milla cuadrada colmada hasta los topes de bulliciosa humanidad. Que es tanto como asomarse a la ventana del futu ro de Puerto Rico para tratar de adivinar qué nos depara el destino.

Cuando nos vestimos de blanco y nuestro traje recibe una mancha aunque sea pequeña, la misma tiene gran efecto en quienes nos observan. La man cha se nota a distancia y la blancura del traje pierde su nitidez. Asimismo, el historial de una persona, por virtuosa que ésta sea, queda dañado por la me nor falla de su conducta, aún cuando ella fuera involutnaria. De ese efecto crítico, causado por una leve mácula o por una pequeña falla, tampoco se escapan las instituciones. En el caso de éstas, aún cuando contribuyan con grandes aportaciones al bien común o representen una estimable potencia para su continuado progreso e impacto social, los defectos que éstas siempre pueden tener resaltan con mayor fuerza que sus virtudes.

Transformación de la Universidad

La institución universitaria moderna, aquí y en el exterior, experimenta un cambio extraordinario en sus varias dimensiones. Su población estudiantil, y en cierta medida su claustro de profesores, se transforma en cuanto a sus intereses intelectuales, y también en cuanto a sus actitudes y hasta en cuan to a sus metas. Los procesos educativos varían de igual modo, percibiéndose cambios importantes en los métodos de trabajo y en los materiales didácti cos. Cualquiera de nosotros que estudiara hace vein te o treinta años en la Universidad y hasta uno que hubiera terminado sus estudios recientemente, sólo tiene que hacer la prueba y visitar un aula donde se esté ofreciendo algún curso que tomara en el pasa do. En un alto por ciento de los casos la experiencia resultará tan interesante que la persona creerá que el referido curso es totalmente distinto al que antes tomó. Lo mismo ha de ocurrirle a esta persona en el ámbito más amplio de las actividades extracurriculares y de sus relaciones interpersonales con una comunidad universitaria mucho más heterogénea que la que alguna vez conoció.

Relatividad de nuestra comprensión de los problemas

Ese cambio acelerado y extraordinario, que ope ra en la Universidad como institución, la distingue cada vez más de aquel pequeño colegio de nuestros días de estudiantes. Se trata de una metamorfosis que ha producido cosas positivas en algunas fases y cosas negativas en otras. Desde luego, tanto lo po sitivo como lo negativo constituyen apreciaciones re lativas cuyo marco de referencia no es otro que el de nuestros propios valores. Es decir, miramos a tra vés de la lupa de nuestra subjetividad y sólo resal tan ante nosotros los elementos que están en con flicto con nuestros marcos de comparación. Lo ne gativo viene a ser todo lo que se aparta de aquello que nos fue inculcado como aceptable y correcto en nuestros días de formación.

Visto en ese marco de nuestro propio mundo de valores, aquéllos, los que nos inculcaron, eran realmente los "correctos" y cualquier desvío de los

mismos parecería estar "equivocado". De ese modo, para quienes hagan tal comparación no valdría el enorme crecimiento de la universidad de hoy, ni su patente servicio a la sociedad, ni los millares de pro fesionales que prepara, ni los ingentes saberes que aporta al servicio de la civilización, ni aún cuánta tecnología generen esos saberes para beneficio de la comunidad. Todo este acervo, que normalmente arro jaría un saldo positivo, queda marginado por los defetos que toda actividad grande conlleva. La blan cura pierde su nitidez. Las aportaciones valiosas que equivalen al vestido blanco quedan empañadas, ocul tas y desplazadas a un segundo término por lo tran sitorio y novedoso, por lo que es "inaceptable" a los cánones tradicionales de comportamiento y acción.

Necesario Debo aclarar que esta breve reflexión no preten- Repudio^ a la modo alguno justificar o tomar bando a favor del desatino en la intención irracional de destruir las instituciones por parte de grupos dirigidos a ese fin. Esa meta, y la metodología empleada para ello, merece el más vigoroso repudio por parte de quie nes interesamos mantener una civilización creciente en nuestro mundo, de cara al futuro, pero con los pies puestos sólidamente en la tierra. La delibera ción, el análisis y el examen sereno de los proble mas, de las dificultades y de las divergencias, que ordinariamente constituyen el objeto de estudio de los universitarios, no deberán ser suplantados nun ca ni por la anarquía ni por el terrorismo. La vida democrática, que constituye nuestro más preciado valor, correría el riesgo de debilitarse si cediera a la presión irracional de grupos minoritarios que pre tenden imponer sus posiciones a la mayoría. La educación de Percibimos hoy una preocupación por lo que r^to sodal"" juventud universitaria, por la labor de sus profesores y por el grado de efectividad de la admi nistración. Esa preocupación, mis estimados amigos, la creo no sólo necesaria sino beneficiosa. Es de mostrativa del sentimiento de solidaridad ciudada na tan necesario al continuado desarrollo institucio17

nal. Puede dar base, además, a una cabal compren sión de los problemas sufridos, entre otros, el gigan tismo con sus consecuencias de hacinamiento e inconformiadd ante las estrecheces con que operamos. Quiero hablar de nuestros jóvenes. Me refiero a la juventud adolescente y a la juventud universi taria. Hablo de aquéllos que asisten diariamente a las aulas a participar de una aventura intelectual con sus profesores, y que acuden, asimismo, a las bibliotecas y a los centros de investigación para com plementar adecuadamente los saberes adquiridos. Ellos componen decenas de miles de seres inspirados por el ansia de conocimiento y el deseo de formar se a sí mismos como miembros activos de la socie dad. Son nuestros hijos. Hasta hace poco compar tíamos con ellos las horas de la tarde ayudándoles a realizar las tareas escolares, revisábamos sus cua dernos de notas y hasta nos desplazábamos nervio samente de un lado a otro buscándoles alguna infor mación que no figuraba en los libros de texto. Tam bién les llevábamos a la escuela en nuestro automó vil y les recogíamos. Y asistíamos a las reuniones del Consejo de padres y maestros y nos interesába mos en el desarrollo de las actividades de la escue la. Eran nuestros chicos; y sus insurrecciones espo rádicas no pasaban de ser para nosotros travesuras o "maldades" que podían resovlerse con dos buenas sacudidas de polvo o la breve privación de una pre rrogativa.

Pero crecieron. Ese pero es significativo. Quiere decir que se nos fueron de las manos, y, para mu chos, que los perdimos. ¿Por qué? Preguntémonos mejor: ¿Por qué ha de ser así? Ciertamente se trata de un momento clave en las relaciones entre pa dres e hijos y no creo que se esté hablando lo sufi cientemente de ello en el mundo como para que todos cobremos conciencia de su importancia. Si más padres se preguntaran cómo han cambiado ellos con respecto a sus hijos tanto como se pre guntan cómo han cambiado los hijos, la juventud

La solución; dar lo mejor y exigir io mejor

de hoy se sentiría más satisfecha con sus mayores y tendría menos argumentos para protestar. Es cier to que la protesta está a la orden del día y es posi ble que a menudo los mayores sean estimulados por la vehemencia que en ese sentido demuestran los jóvenes. La protesta siempre ha sido caracte rística de los espíritus libres y es en ese marco que ésta debe apreciarse. Lamentablemente a veces pue de caer en el extremo del uso abusivo de la liber tad y de ello debemos precavernos. Por eso es me nester que nos preguntemos de cuánta libertad ha de disfrutarse sin vulnerar el orden social y sin afectar en sus cimientos las instituciones que garan tizan la continuidad de nuestra cultura.

Tenemos que afrontar valerosamente estos re tos. Porque queremos a nuestros hijos, amamos nuestro país, y respetamos el valioso patrimonio cultural cuya custodia nos confiaron nuestros ma yores, debemos reflexionar sobre nuestras propias actitudes y nuestro diario quehacer. Examinemos cuánta libertad necesita realmente un muchacho de doce años, y uno de catorce, y uno de dieciocho, a fin de que pueda aprender a conocerse a sí mis mo "para mejor darse luego a los demás". Veamos qué dosis de libertad es la adecuada sin que al conceder la misma entreguemos también a nues tros jóvenes el instrumento de su propia destruc ción. Son nuestros hijos, los amamos y quisiéra mos para ellos lo mejor. Pero tengamos en cuenta que dar lo mejor no es darlo todo. Lo mejor puede ser a veces no entregarle las llaves del automóvil a un muchacho de dieciséis años. Ni tampoco puede que sea lo mejor regalarle un automóvil cuando empiece a estudiar en la universidad o pagarle el pronto de la casa cuando se va a casar. Lo mejor entiendo que es, amigos míos, conversar con nues tros hijos, disfrutar con ellos una partida de aje drez o de dominó, conocer sus preocupaciones, dis cutir con ellos si es preciso, pero prestarles aten ción y no fallar en seguir siendo su más oculto pero importante símbolo de orden y de continuidad. Lo

mejor es seguir preocupándonos, como antes lo hacíamos, por lo que aprenden, por los libros que leen, por los amigos que tienen, por el lugar adonde acuden a estudiar y por el lugar adqnde acuden a divertirse. Lo mejor es dar lo mejor de nosotros y exigir lo mejor de ellos.

u Universidad en Ustedes me han invitadp a hablarles del sepes^ranz^y^" tuagésimo aniversario de la Universidad de Puerto norte del pafs Rico. Dcbo pedir excusas por no haber comenzado por ahí. Los medios noticiosos han dado cuenta de nuestras actividades al efecto y nuestras plumas se han expresado en algunos casos con elogios y en otros con críticas sobre nuestra Alma Mater. Son estas últimas las que más despliegue han te nido. Representan la mácula en el vestido blanco. Para nuestro país, al cumplir sus 70 años, la uni versidad pública sigue siendo su mejor esperanza i y norte. Sus potencias intrínsecas así le acreditan. Toca a la sociedad corresponder con la solidaridad, 1) .,fí comprensión y ayuda creciente que de ella se espera.

'''

Ustedes, como líderes en la comunidad puer' torriqueña, buena parte egresados de la Univer sidad, tienen mucho que aportar en este sentido. ' Les exhorto a así hacerlo.

21 de marzo de 1973

PALABRAS EN LA CENA OLIMPICA

uando los amigos Chavalillo Delgado y mi que rido'ex-profesor y ahora colega Felicio Torregrosa me hicieron el honor de invitarme a compartir esta actividad, lo primero que hice fue, naturalmente, tratar de entender la magnitud del compromiso que

había contraído. Y cuanto mejor lo iba entendienj do mayor satisfacción fui derivando de sus posibili• dades, Se trata de la Cena que anualmente auspicia el Comité Olímpico para premiar a los consagrados del deporte. Y recordé el famoso banquete que des cribe Platón en su Simposio, también en homenaje de una persona, y el clima de amistad profunda que allí prevalecía.

Aquí tenemos esta noche varios actos a la vez. La nuestra es una reunión de deportistas que con viven durante varias horas la camaradería y los te mas comunes que identifican a los que practican y promulgan los postulados de este maravilloso que hacer que llamamos el deporte. Es también la oca sión para premiar a los que se han distinguido en sus respectivas disciplinas en las varias facetas del Olimpismo. Hoy se entregaron galardones a los ejem plos de excelencia en los distintos deportes de otras tantas federaciones que forman el Comité Olímpico.

El deporte, Principalmente, es una reunión de amigos. Esa comprensión Vendimia de la actividad que si por algo se caracteriza es porque hacer deportes es, esencial mente,-hacer amigos. La gran mayoría de los aquí presentes nos conocemos desde hace muchos años, bien como competidores que fuimos alguna vez o en actividades marginales al desempeño del múscu lo y el espíritu.

A todos nos escogen los familiares y parientes. Pero nosotros escogemos nuestro samigos. Y dudo mucho que haya un instrumento más efectivo para ello que lo relacionado con el deporte. Tenemos y seguiremos teniendo nuestras diferencias. Habrá y

seguirá habiendo discrepancias de criterio. Pero si el factor común es el deporte y las enseñanzas que de él derivamos, la avenencia es mucho más proba ble y efectiva porque el lenguaje usado es el mismo. No estuvo desacertado el que afirmó que el deporte es la religión de todos. Sirve, entre otras cosas, pa ra mantener abierto el diálogo.

Es dentro de ese marco que nace al Cena Olím pica.

Los que hemos practicado el deporte —^y yo lo hice en atletismo en mis días de estudiante— tene mos una experiencia que se manifiesta muchas ve ces sin anuncio previo y que propende al mejor en tendimiento con personas acabadas de conocer. Si en algún momento del diálogo sale a relucir algo relacionado con el deporte y los interlocutores ad miten haberlo practicado, es como si se tendiera un puente de comprensión que hace sonreir y da una tónica a la conversación que no se conseguiría de otra manera.

Puerto Rico en La riqueza de un país está en su gente. En eso, los deportes Puerto Rico es millonario. De sus 3,600 millas cua dradas de territorio han salido —y siguen saliendo— distinguidas y muy prestigiosas figuras tanto al ni vel nacional como en el ámbito internacional. Así ocurre en las artes y en las ciencias, en el comercio yla industria y en todas aquellas facetas del saber y el quehacer humano. Los hijos de esta tierra han superado el hacinamiento y las limitaciones geográ ficas así como las estrecheces económicas en las que se han visto obligados a desenvolverse a fuerza de tesón, perseverancia y la fe en Dios y en nosotros •mismos.

En el deporte la cosecha ha sido copiosa y tan aleccionadora como alentadora. Difícilmente se en cuentra en el mundo entero un área similar con tan jugosos y óptimos frutos. De aquí han salido tres campeones mundiales de boxeo en Sixto Escobar,

Carlos Ortiz y Chegüí Torres. Chichi Rodríguez es uno de los primeros diez golfistas de Estados Uni dos. Charlito Pasarell fue clasificado número 1 en el escalafón del tenis. Julito Kaplán es un gran maes tro juvenil e internacional de ajedrez. Júnior Corde ro y Eddie Belmonte forman una de las exitosas quinielas de jinetes en el hipismo norteamericano. De seguir, éste sería el cuento de nunca acabar.

Es en el béisbol profesional de los Estados Uni dos donde nuestra representación parece haberse calzado las botas de siete leguas. No menos de 18 compatriotas militan en los conjuntos de Grandes Ligas por cuya brecha se abrirán paso otro número de puertorriqueños actualmente en los invernaderos de las Ligas Menores. Cuando se toca este tema, aso ma sin tener que mencionarlo, la figura cimera del que en vida fue Roberto Clemente.

Su inesperada y prematura partida del mundo de los vivos, cuando laboraba en una cruzada de mi sericordia, rubricó con dramático impacto, el valor extraordinario de este preclaro ejemplar de exce lencia y alta calidad humana. No sólo su patria fue estremecida en lo más hondo de sus raíces, sino que la noticia en Estados Unidos cubrió de luto los ti tulares de los periódicos así como los hogares de los buenos deportistas de esa Nación. Roberto Cle mente fue el más extraordinario de los peloteros la tinoamericanos. Es cuestión de tiempo su instala ción en el Salón de la Fama. No puede concebirse un faro más vivo y luminoso para nuestra juventud. Sigue siendo un ídolo de grandes y chicos.

El deporte en Los educadores somos también fervorosos pro pulsores del deporte, que es uno de nuestros más fie les y valiosos aliados. No hay que decir que el de porte ayuda al uso eficaz del tiempo libre y a com batir los males crónicos que emanan del ocio, la pe reza y la soledad. Deporte es convivencia. Es ayuda mutua que hace prevalecer la labor de conjunto por

encima del individualismo. Queramos o no, somos dependientes de la cooperación de nuestros seme jantes y es esa labor de conjunto la que propicia la consecución de un todo. Vaya para ejemplo el ba loncesto; los cinco regulares tiene que coordinar su ataque y su defensa en un patrón que recuerda el lema de los Mosqueteros, uno para todos y todos para uno. Cuando se quiebra esa labor de conjunto y se depende mayormente de uno o dos jugadores, ya el equipo deja de serlo y será presa fácil del ad versario que sabe muy bien que cualquier cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. Este concepto es válido no solamente dentro sino fuera del deporte.

Dado el despliegue que ha tenido la Universidad en los medios noticiosos del país durante los últi mos días, varios de ustedes esperan algunas expre siones de mi parte al respecto. Son muchas las acti vidades interesantes que allí tenemos, principalmen te en el ámbito académico de enseñanza e investiga ción, de la búsqueda y la transmisión del saber. Esas no constituyen noticias y apenas salen a la luz pú blica. Hay, asimismo, una diversidad de situaciones que se suceden de día en día, algunas que nos dan brillo y otras que lo empañan. No habré de particu larizar sobre ninguno de estos extremos por el mo mento, salvo en lo atinente al deporte y a nuestra responsabilidad respecto a esa dimensión con sus estudiantes.

Responsabilidad Debemos proveer a nuestros estudiantes —a estudiantado todos los estudiantes— la oportunidad de adquirir en el deporte ese don de gentes, esa amistad, ese respetar y ser respetado, esa conciencia de la amis tad, esas cualidades de convivencia de que hablé an tes.

Debemos, igualmente, exponer a nuestros estu diantes —a todos los estudiantes— a la oportunidad de adquirir por medio del deporte ese roce personal de enfrentarnos a otro hombre o a otro equipo igualmente preparados que nosotros. Es el momen-

to para medir voluntades y esfuerzos, para ver cara a cara ya la sonrisa hermosa del éxito o la desazón del fracaso. Conviene saber que algunos estudios de muestran que el que ha participado en deportes ge neralmente tiene éxito como hombre de empresas, como vendedor y como líder.

Debemos, igualmente, ofrecer a nuestros estu diantes —a todos los estudiantes— la oportunidad de adquirir las destrezas de su predilección. Destre zas que deben permitirle vencer la soledad y las ten taciones negativas del ocio.

Se asegura que más del 95% de los puertorri queños no saben nadar. Significa esto que no cono cen la más completa de las actividades físicas de que es capaz el hombre. En una pequeña isla como la nuestra ese detalle cobra una importancia mayor, porque parece constituir un insensato desaprovecha miento de ese mar que tanto admiran los extranje ros que nos visitan y con el cual, obviamente, debe ríamos estar más familiarizados.

Debemos, igualmente, dar a aquellos privilegia dos que representan nuestro Recinto en competen cias deportivas, la oportunidad de alcanzar el grado de excelencia que es menester. A lo menos afortu nados, que por razones de haber carecido de la ha bilidad y de la oportunidad, no han participado nun ca en competencias deportivas, queremos proveerles igualmente de facilidades para el ejercicio físico. De seamos tener la ocasión de conocer mejor a los que nos representan, de confundirnos con ellos y admi rar la belleza en los movimientos de su ejecución. El que vio a Roberto Clemente hacer un desli zamiento en una base jamás olvidará la belleza, la gracia y la elegancia de la perfección,con que lo ha cía. En la estética del deporte va envuelta una pie-, nitud espiritual difícil de lograr en otras actividades humanas.

Dentro del marco de esa excelencia está la obli gación de forjar los líderes del deporte que han de 27

Responsabilidad ante la comunidad

compartir nuestras responsabilidades presentes y en riquecer nuestra labor. Me refiero a la formación de maestros de educación física y de líderes recreati vos, dentro de cuyos respectivos campos, en la es cuela, en las urbanizaciones públicas, en la comuni dad toda, deben ser portaestandartes del servicio de portivo que nuestro país quiere y merece.

Debemos, por otra parte —con la mayor urgen cia— preocuparnos por la salud personal de nues tros estudiantes. Una salud funcional, integral, parte indispensable de la cual, para lograrla, es la activi dad física, ajustada individualmente conforme a la edad, al sexo y a las experiencias previas, entre otros.

Llama la atención el interés, la dedicación y el empeño que muchos de nuestros jóvenes ponen al servicio de un automóvil, por ejemplo; el cuidado de su motor, el ajuste de piezas importantes, la pul critud de su carrocería, y en cambio descuidan el funcionamiento de su propio organismo. De un or ganismo para el cual, todavía con todos los adelan tos tecnológicos, carecemos de piezas de respuesto.

Como universidad urbana que somos, estamos obligados a compartir la preocupación con toda la comunidad, de buscar soluciones adecuadas y efec tivas a los graves problemas de naturaleza social que afectan a nuestra juventud. Debemos encarar ese es capismo a la realidad que buena parte de nuestra juventud encuentra en las drogas, esa descomposi ción aparente de unos valores, esa desesperanza y ese crudo materialismo que enajena a ese potencial humano y le aleja de la serenidad íntima a que to dos debemos aspirar.

Sabemos que uno de los medios efectivos para alcanzar esa óptima condición de salud física y men tal bien puede ser la recreación. Se trata de la re creación entendida como una oportunidad de encon trarnos a nosotros mismos; como campo de acción común a todos los seres humanos, sin más objetivos que la excelencia y sin más limitaciones que el re-

conocimiento a la superioridad, enmarcado todo ello dentro de lo que conduce al bien general del mayor número de personas.

Como ejemplo específico de lo que podemos ha cer y nos proponemos hacer está el establecimiento de un campamento de verano, diurno, para los ni ños más necesitados de algunas áreas de pobreza cercanas al Recinto, en el que puedan actuar de lí deres —ejemplos vivos del éxito y de la esperanza— algunos de nuestros más destacados estudiantes y varios profesores de educación física de la Univer sidad.

Igualmente, estamos construyendo un complejo deportivo que incluye un gimnasio bajo techo, una pista uniturf, piscinas de dimensiones olímpicas y otras facilidades largamente necesitadas y de impe riosa vigencia. Soy un creyente ferviente de que el deporte y la recreación forman el contrapeso ideal para los desvíos sociales, ya que mantienen a nues tra juventud atareada en las actividades propias de esa etapa de desarrollo de su vida y en los canales del más pleno disfrute de sus potenciales físicos y mentales. Nadie duda que el deporte constituye una forma de higiene y de profilaxis social. Ciertamente, el antídoto y quizás el mejor instrumento preventivo para el desvío social es la implementación de un programa rico en la práctica y el disfrute de la ac tividad deportiva. Esa parece ser la mejor respues ta a buena parte de los planteamientos que ordina riamente se nos formulan relativos al desconcierto institucional. Y ello se reduce a que es preferible prevenir a tener que remediar. Una mente sana en un cuerpo sano es algo más que un axioma hereda do de los griegos. Es una realidad y es una bendi ción para el ser humano que precia en todo lo que vale lo que el buen Dios le ha dado.

Excelencia Esta noche honramos a un grupo distinguido , , de la gente en el deporte. homenajeados ^

Son 21 atletas, representando el ánfora griega de la excelencia en el seno de nuestro Comité Olím pico. De ellos, cinco son damas; Carmen Aguayo, en Sóftbol; Diana González, en Ecuestre; Gloria Colón, en Esgrima; Pilar Vázquez, en Volibol y Angela Ló pez, en Natación. Nuestra maravillosa mujer tiene cada vez un papel más destacado en este mundo interesante.

Ha}' algunos atletas que han sido escogidos más de una vez como figuras máximas en sus respectivas federaciones: el magnífico baloncelista Ray Dalmau, conquista el galardón por tercera vez, al igual que Emilio Betancourt en Water Polo. Emilio lo ha he cho en tres años consecutivos. Pero le toca a una damita, Diana González, superar esos logros con su cuarta selección en el deporte ecuestre. Diana es una de nuestras más apuestas amazonas, que combina la pericia con, todo el garbo y la elegancia de la mu jer puertorriqueña.

Para completar este ciclo de excelencia, llega mos al homenajeado especial de la noche. Se trata de Emilio E. Hyke, quien tiene a su haber una di versidad de aportaciones a la comunidad puertorri queña. Celebra sus bodas de oro en el periodismo. Fue miembro fundador del Comité Olímpico y ha sido recipiente de innumerables honores en el cam po del periodismo, la radio y la televisión. Su pro ducción literaria ha sido tan copiosa como el núme ro de áreas donde se desenvuelve con gran soltura y donaire. Más que un trabajador, es un luchador incansable, aportando ideas, planificando activida des, y dando el beneficio de su experiencia y bonhomía a los que la solicitan en el millar y un detalle que forman la base de toda estructura deportiva.

Traemos a este mundo la encomienda de hacer algo por los demás; y sentir la satisfacción del deber cumplido es nuestra máxima aspiración. Seremos juz gados por la huella que dejemos. Emilio deja im-

presa en forma indeleble la huella del buen depor tista, que es también la huella de una gran calidad humana. Para mí es un honor y motivo de profundo placer unirme al homenaje que hoy se le hace, a la par que felicitarle por el reconocimiento que le ha cen. sus amigos agradecidos.

El Comité Olímpico de Puerto Rico, sus atletas premiados, los amigos aquí reunidos, celebramos es ta noche una verdadera noche de gala. Que ello sea para mayor gloria del deporte y de los que creemos en sus valores eternos.

23 de febrero de 1973

PALABRAS ANTE LA MATRICULA DE

LA COOPERATIVA DE CREDITO

DE LOS MAESTROS DE PUERTO RICO

^1 comparecer ante un grupo tan numeroso de mis compañeros del magisterio puertorriqueño, no puedo sustraerme ai deseo de compartir con ustedes mis preocupaciones sobre un asunto en que conver gen nuestros intereses respectivos. No se trata del cooperativismo, tema casi obligado en una asamblea como ésta, en cuyos principios coincidimos y respec to a cuyas virtudes no hay duda. Esa ha sido una de las más vigorosas ideas del siglo en el campo de la organización social y una de las de mayor efica cia en la canalización del esfuerzo colectivo para va riados fines. En el Recinto Universitario de Río Pie dras, desde hace algún tiempo, hemos estado hacien do buen uso del princio cooperativista como fórmu la alternativa en la solución de varios de los com plejos problemas que allí afrontamos. El más recien te de estos desarrollos consiste en una cooperativa compuesta por los empleados a cargo de la cafete ría del Centro Universitario, quienes venciendo las dificultades confrontadas por los concesionarios an teriores, se han encargado de asumir la responsabi lidad por este servicio para toda la comunidad uni versitaria. Y lo están haciendo muy bien. Pero, rei tero, hoy no examinaré ese tema.

Prefiero examinar con ustedes algo que quizás tiene mayor actualidad a estas fechas, a sólo breves días del comienzo de un cuatrienio educativo, bajo la dirección de una nueva administración, con las dificultades que ello implica. Me refiero a la respon sabilidad que asumimos todos los que hemos dedi cado nuestra vida al campo de la educación, de en tender y apreciar las potencias de esta actividad hu mana; y de conocer los retos y las dificultades que conlleva su instrumentación. El orientar nuestro pen-

algo que ya se hace impostergable. Cada día que transcurra, la complejidad del problema educativo nos exigirá un más alto nivel de conceptualización respecto a sus elementos y un mayor grado de ima ginación y arrojo en la atención de la multiplicidad de dimensiones que constituyen su gestalt proble mático.

Interdependencia Quienes somos maestros conocemos la trilogía escuela-sociedad parámetros que tradicionalmente se asocia con el proceso educativo: el saber, la formación del hom bre, y el servicio. Pero lo que resulta siempre más difícil es su eficaz acoplamiento con la realidad hu mana de la cual formamos parte. Esta no es ni abs tracta ni artificialmente académica. Consiste de se res humanos en apuros en mayor o menor grado; agobiados por mil presiones. Gente que recibe el impacto de vicios y virtudes, que llegan a nuestro suelo con una rapidez vertiginosa. Se trata de gente que en una sola generación ha experimentado el impacto de tres guerras. Que lucha por librarse de los estragos de la pobreza y que sufre las tensiones propias de la moderna sociedad de consumo. Inmer sa en luchas obrero-patronales y atrapada en la in definición de valores, que es producto de los ataques al sistema establecido.

Al determinar el tipo de hombre a cuya forma ción interesamos contribuir no podemos pasar por alto esa dinámica social. La comunidad necesita hom bres que puedan operar con agilidad y eficiencia en ese medio y que puedan, además, ayudar en la orien tación del mismo con inteligencia y con sabiduría. Personalmente considero que ios sistemas educati vos tienen la potencialidad de formar ese tipo de hombre. Es preciso, pues, determinar cómo instru mentar la educación para lograrlo. La buena semilla que posee la potencialidad de crecer, florecer y ren dir fruto sólo logra su plenitud cuando median para ello las condiciones propicias; y algo análogo ocu rre, aunque en forma más compleja, en el proceso

mediante el cual formamos hombres partiendo de niños. El proceso educativo debe ser en este caso parte del ámbito de crecimiento del individuo, que incluye el complejo de experiencias al cual está ex puesta la persona desde su nacimiento. Reitero la importancia de este concepto, universalmente acep tado, porque el mismo es muchas veces olvidado. Se trata de la interdependencia de la escuela y la sociedad; es decir, del balance entre la actividad es colar y las demandas sociales externas.

Me hago cargo de que todavía sólo tenemos atis bos de esa interdependencia y de que se hace difícil entenderla a plenitud. En efecto, la misma debe ca racterizarse por una variabilidad considerable. En sociedades tradicionalistas, en donde el cambio so cial sea limitado, esa relación puede mantenerse ca si inalterada. Allí el proceso educativo ha de mante nerse vinculado al medio circundante mediante prác ticas rutinizadas que varíen poco con el tiempo. Los profesores podrían enseñar hoy los mismos cursos, con los mismos materiales y conforme a iguales ob jetivos que los cursos de diez años atrás. Cualquier aumento en las demandas efectivas por acceso a la enseñanza podría ser atendido proveyendo aumentos en el número de salas de clases y en el número de maestros. Es decir, ya que el cambio en la demanda social es sencillo, éste puede atenderse mediante una fórmula sencilla, la de añadir más de lo mismo. Pe ro tal no es nuestro caso en Puerto Rico donde el cambio social es continuo y progresivamente acele rado en ritmo. La operación educativa que en otra sociedad puede atenderse por rutina aquí exige un trato diferente. Es necesario utilizar un mecanismo de parcial "adaptación y ajuste". Algo análogo a lo que hace un organismo biológico con su medio, pero en forma más complicada ya que no se trata de una adaptación plena. El sistema de educación no debe ceder la prerrogativa de orientar respecto al mejor curso posible para la acción social. Así que, no 37

obstante ser la educación faro luminoso y guía de la sociedad, sus programas deben estar íntimamente relacionados, en cuanto a objetivos y contenidos, a las realidades sociales del momento. Y aunque el hombre, producto de la educación, es el principal agente del cambio social, su formación es sólo po sible en función de esa realidad. No se trata, en tonces, de proveer más de lo mismo como solución al problema educativo, sino de idear nuevas visio nes y de ensayar nuevos enfoques respecto al asun to. En este proceso, el vehículo o instrumento que se utilice debe responder a una organización que reconozca la pertinencia de la interdependencia en tre escuela y sociedad. Debe además poseer la fle xibilidad interna que le permita atemperar su ope ración a esa realidad, autorremozándose continua mente. Considero que esto aplica tanto al Departa mento de Instrucción como a la Universidad de Puerto Rico, por ser las instituciones en quienes descansa la principal responsabilidad educativa en Puerto Rico.

El ro rama Estamos presenciando, en ocasiones como parte universitario turbulento proceso de conflicto, y en otras frente a la como un natural desarrollo que se presenta con problemática social Optimismo, el proceso mediante el cual los sistemas educativos reajustan sus actividades inter nas para facilitar los reclamos externos de la socie dad. En el ámbito universitario nuestro los cam bios fundamentales en este sentido se han produ cido por iniciativa de la propia comunidad acadé mica. La variedad de formas mediante las cuales en el Recinto Universitario de Río Piedras hemos estado vinculando la gestión docente a la proble mática del cambio social en el país constituye un ejemplo elocuente de ese énfasis. Hemos desarrollado por lo menos tres áreas de actividades en este género, a saber: (1) las orientadas al estudio e investigación de la fenomenología social circundante, dirigidas a un mejor entendimiento de ésta y a abrir brechas de ac-

ción; (2) las dirigidas a utilizar el medio circundante como un laboratorio que permita ensanchar el ámbito de la docencia más allá de las aulas y enriquecer las vivencias educativas de los alumnos; y (3) las enca minadas a atender el reclamo de oportunidades de adiestramiento y/o mejoramiento por parte de per sonas que no han logrado alcanzar una educación universitaria o que, habiéndolo logrado, necesitan mejorarse para satisfacer las demandas que de ellas se hacen. Es así como en el Recinto de Río Piedras contribuimos al estudio y examen de problemas ta les como la narcomanía, la delincuencia juvenil, la pobreza y sus implicaciones, los problemas que afectan al consumidor y los problemas de índole legal que confronta una alta proporción de la po blación puertorriqueña. Utilizando el medio social como laboratorio, la Facultad de Pedagogía está organizando buena parte de su programación en torno al niño y su ambiente social y para estos fines está trabajando en comunidades como Lloréns Torres, Las Monjas y el distrito escolar de Guaynabo. Así adiestra a los nuevos maestros en un mar co de realidades concretas, e incorpora a la vez a ese proceso al personal de dirección y supervisión del Departamento de Instrucción en una fórmula para integrar el esfuerzo universitario con el de aquel Departamento.

Estas prácticas constituyen un signo saludable de• la tendencia que por fuerza deberá continuar para fortalecer la adecuación de la oferta educa tiva a la circunstancia social prevaleciente. En la medida en que podamos lograr esa interdependen cia en forma óptima depende el grado en que pueda hacerse efectiva la potencia del proceso educativo.

. . Hav otras formas de aprqciar las potencias de Importe de la ^ ^ i . i -li educación en la educación. Si pasamos al ámbito observable se la sociedad j^^^e evidente el efecto de la educación en la gente y en la sociedad misma. El mejoramiento educativo

lleva aparejado una alteración sensible en la eco nomía del país, principalmente en términos del au mento en los ingresos de las personas. A medida que prosiga el desarrollo en la sociedad at large, se altera la estructura ocupacional, se aumenta la efi cacia productiva a causa de las innovaciones tecno lógicas y se exige una mano de obra cada vez más preparada a la que también se le retribuye sensi blemente mejor. Esta correlación fuertemente posi tiva entre la retribución del trabajo y el nivel edu cativo queda una vez más corroborada por el Censo de 1970 obtenido para Puerto Rico. Considerada la población total de más de 18 años de edad, el in greso mediano (que expresa el ingreso por encima o debajo del cual queda la mitad de las personas) va subiendo rápidamente a medida que se eleva el nivel educativo.

Tabla 1

INGRESO ANUAL MEDIANO DE LA POBLACION DE 18 AÑOS O MAS EN PUERTO RICO POR SEXO Y NIVELES DE ESCOLARIDAD ALCANZADA

1969

Ingreso Mediano Escolaridad Varones Hembras con no más de 8 años de Escuela Elemental $2,420 $1,329 con 4 años de Escuela Superior $3,512 $2,447 con 4 años de Universidad

Fuente: Cifras preliminares Censo de Rico, 1970 Población de Puerto

Así, por ejemplo, en el año 1969, que es el jaño cuyos ingresos se miden en el Censo de 1970, (véase Tabla 1), los varones en edades de 18 años o más y con 5 ó más años de estudios universitarios tu vieron unos ingresos medianos de $9,930, que es

casi tres veces más que el ingreso que recibieron los varones que únicamente tenían como prepara ción los estudios de escuela superior. Y estos últi mos, a su vez, tenían un ingreso mediano mayor por más de $1,000 que el ingreso correspondiente de los hombres que habían" llegado a 8 años de escuela elemental.

Cabría pensarse que esta diferencia en ingresos para el grupo total de hombres podría en parte deberse a la diferencia de edad. Es decir, que siendo en general más jóvenes las personas con menor pre paración académica el diferencial de ingresos pudie ra explicarse en términos de experiencia y no de edu cación. Para ver si esto es cierto es conveniente exa minar más detenidamente la asociación entre ingre sos y educación por grupos específicos de edad.

INGRESO ANUAL PROMEDIO EN DOLARES POR GRUPOS DE EDAD, SEXO Y NIVELES DE ESCOLARIDAD ALCANZADA

Tabla 2

Mujeres

no más de 8 años

Fuente: Cifras Preliminares Censo de Población de Puerto Rico, 1970.

Una vez más sobresale la estrecha dependen cia entre la educación y la retribución. (Véase Tabla 2). Si tomamos como ejemplo un grupo en la ple nitud de su producción, el de los hombres de 45 años de edad, vuelve a manifestarse con plena cla ridad el papel que la educación tiene en la retri bución de las personas. Los hombres de 45 a 54 años de edad que tenían preparación de 5to año de universidad o más recibieron durante 1969 un ingreso promedio de §13,239. Sin embargo, ese mis mo grupo de edad, con una preparación que no excedía de 8 años de escuela elemental, tuvo un ingreso promedio de $3,480. Eso quiere decir que hay una diferencia de cerca de $10,000 anuales en el ingreso promedio entre un nivel educativo y otro. Es decir, más de $1,000 de ingreso promedio por año adicional de estudios.

Por supuesto, como era de esperar, se produce una gran diferencia entre los 4 años de universidad y los 4 años de escuela superior. Con 4 años de universidad se obtenía un ingreso promedio de $9,924, que es un poco menos que el doble del in greso promedio de las personas con sólo 4 años de escuela superior. Aquí también se observa que por 4 años de aumento de nivel educativo se aña den más de cuatro mil dólares de ingreso por per-

Algunos retos y dificultades

El problema de la desigualdad educativa

sona. Repito, este dato dramático: cada año adicio nal de estudios significa un diferencial de $1,000 de ingreso promedio al año.

Los retos y las dificultades que nos será me nester afrontar si deseamos actualizar las poten cias de la educación son formidables. El problema no es convencer a la gente respecto a los valores de la educación lo cual no constituye dificultad en Puerto Rico, donde afortunadamente la educación es para todos la mejor ruta al éxito. El problema aquí se refleja en por lo menos tres dimensiones, a saber: (1) la disparidad en el trato que reciben unos y otros en lo que a dieta educativa concierne, (2) la insuficiencia evidente de recursos y (3) la inadecuación de los métodos de uso. Veamos breve mente en qué consisten esas tres áreas de proble mas.

En Puerto Rico el trato desigual recibido por unos y otros alumnos no ocurre a sabiendas o por que haya directrices orientadas a esos propósitos. Aquí la desigualdad educativa ocurre en razón de las circunstancias mismas que caracterizan a nues tra sociedad. Por ejemplo, de todos es sabido que en el sistema de instrucción pública la lista de maestros elegibles a empleos se prepara en térmi nos de preparación académica y de experiencia. Es decir, a mayor preparación y experiencia más alta es la prioridad que se logra por una persona en la lista. Sabemos, igualmente, que las condiciones de trabajo en una u otra escuela son variables, con forme al medio donde éstas ubican. Hay diferencias en planta física, en grado de colaboración lograda por parte de las asociaciones de padres y maestros, en el clima que reina en el área circundante y res pecto al grado de vulnerabilidad de la escuela a los males sociales. Debido a esas diferencias unas escuelas son preferidas sobre otras por los maes tros. Y ocurre que generalmente los maestros de ma yor experiencia y preparación, quienes reciben pri-

mera prioridad para seleccionar la escuela donde desean trabajar, se deciden por los planteles donde mejor puedan ejercitarse, es decir, aquellos luga res que les provean las mejores condiciones de tra bajo. Así, coinciden entonces los maestros más expe rimentados en las mejores escuelas y el personal de menor experiencia y preparación en 'los plante les donde prevalencen las condiciones de trabajo con mayores deficiencias. Pude constatar este fenómeno hace unos cuatro años cuando llevé a cabo el estu dio de la situación educativa en el área de Ciudad Modelo de San Juan. En aquella oportunidad, des tiné más de un año a estudiar las condiciones que allí prevalecían y a formular un plan que pudiera mejorar dichas condiciones.

Utilicé como marco de referencia toda el áiea metropolitana tratando de establecer comparaciones entre las condiciones educativas de las zonas que constituyen la proyectada Ciudad Modelo y el San Juan mayor. El resultado de aquel estudio fue para mí profundamente revelador y conmovedor. En aque lla fecha de 1968, encontré diferencias significativas entre una y otra área en lo referente a facilidades de planta física disponible, en la distancia prome dio entre las escuelas más cercanas y las comuni dades bajo estudio, en las actitudes de las familias hacia la escuela, y en las bajas y ausencias por parte de los estudiantes. Tales diferencias respecto a las condiciones y el clima escolar se reflejaban en la comunidad de manera significativa. Los índi ces inmediatos de ello eran el alto nivel de iliteracia, los escasos años de escolaridad y un serio porcentaje de la población en la edad propicia para ello que no estaba inscrito ni en escuela secundaria ni en colegio.

Este fenómeno de la desigualdad en el trato se extiende a otros niveles de la educación. Por ejemplo, generalmente quienes reciben una dieta educativa inferior en sus estudios preuniversitarios

están en desventaja en el momento de decidirse las cuotas de ingreso a la Universidad. Y si logran acce so a la institución, todavía quedan en desventaja al momento de exponerse a los retos académicos universitarios. La solución de este último problema no es fácil, por cuanto, aunque es de justicia pro veer oportunidad a "todos, esa opción debe ser legí tima y no ficticia. Es contraproducente para una persona incorporarle al programa universitario or dinario cuando ésta no posea la formación mínima para aprovecharla. Ahí radica pues un problema importante que exige pronta atención y que nues tro Recinto examina, en un nivel expericental, meidante un programa especial que inició hace dos años la Facultad de Estudios Generales. Los resul tados del mismo aún no se han evaluado.

Insuficiencia La realidad es que las proyecciones de los cosde recursos tos de la cducacióii para el futuro inmediato refle jan un cuadro alarmante. En el caso de la Univer sidad, por ejemplo, el ritmo de aumento en el costo anual por estudiante es en exti-emo acelerado. En 1960, los estudios de un alumno costaban a la Uni versidad $900 anuales en promedio. Este costo as cendió a $1,200 en 1965 y a $1,740 en 1970. Su pro yección nos lleva a predecir que dicho costo pro medio anual ascenderá a $3,200 en 1975 y a $6,000 en 1980. Ese factor de costo se refuerza adicionalmente con la proyección de los aumentos en matrí cula de los próximos años, pues todo parece indi car que la matrícula universitaria, que al presente es de alrededor de 46,000 estudiantes habrá de aumentarif a unos 80,000 en 1980 y a 100,000 en 1985. La aportación gubernamental a la Universidad al presente es cerca del 8% del presupuesto total del Estado Libre Asociado. Dicha aportación emana del 9% de las rentas internas del país y de otra legislación especial orientada a complementar la fórmula vigente para financiar la operación univer sitaria. Pero ya tales recursos se hacen insuficien tes, con el agravante del continuo aumento en cos-

tos proyectado. En efecto, un estudio de la situa ción fiscal universitaria indica, que de no variar las premisas de las tendencias examinadas, para 1985 la Universidad estaría absorbiendo el 13% del presupuesto del Estado Libre Asociado.

El problema consiste entonces en cómo incre mentar el financiamiento de la operación univer sitaria y en determinar cuáles deben ser las ave nidas de acción para imprimir la máxima eficien cia a la operación y disminuir los costos. Ahí ra dica otra área importante de atención por parte de quienes tenemos responsabilidad por la tarea de dirección educativa en el país.

Urgencia de El tercer área de preocupación inmediata es el cambios en la relacionado con nuestros métodos de trabajo. De metodología nuevo He de circunscribirme a la situación univer sitaria al tratar de reflexionar sobre este extremo. Les decía hace un momento que en la solución de los problemas educativos en Puerto Rico no se tra ta da añadir más de lo mismo sino que nos es pre ciso buscar nuevas avenidas de trabajo. Enfoques que nos permitan utilizar cada vez con mayor efi ciencia el tiempo y el talento claustral y métodos educativos que nos fortalezcan esas capacidades. Conviene cambiar la vieja imagen del profesor fren te a sus 30 estudiantes, tiza en mano. En efecto, esa metodología que ha caracterizado a la educaición por tantos años, es harto conocida y tenemos derecho a dudar de que sea la más efectiva. Sabe mos que las personas aprenden vía una multipli cidad de experiencias. Que no siempre el impacto directo de una personalidad particular puede gene rar en un estudiante el aprendizaje óptimo.

Así como buena parte de la actividad humana se ha beneficiado de los desarrollos tecnológicos, incrementando su eficiencia y productividad, con sidero que es igualmente necesario fortalecer el pro-

eso educativo con la tecnología. Para ello considero de gran importancia la incorporación al esfuerzo educativo de los últimos desarrollos tecnológicos tanto de carácter visual como de tipo auditivo. Esta puede ser una forma eficaz de agilizar nuestro pro ceso, a fin de ir ampliando la oferta educativa cada vez en mayor grado, conforme lo exige la circuns tancia social del momento sin menoscabo de calidad en la oferta. Diseñar los mecanismos que permitan incorporar la técnica al proceso educativo e implementar esos desarrollos constituye otro área del pro blema que exige atención inmediata por nuestra parte.

Estas tres áreas de preocupación son comunes tanto para la educación preuniversitaria como para la universitaria. Sólo las he esbozado a modo de diagnóstico. Su consideración a fondo requiere más estudio y el ejercicio de mucha sabiduría práctica. Todos venimos obligados a contribuir a su atención, ustedes desde la escuela pública y nosotros desde la Universidad. Nuestra agenda inmediata de tra bajo radica en buscar — y hallar, soluciones armó nicas a la gama de problemas que surgen de su examen. Dediquémonos desde hoy a buscar salidas efectivas e inteligentes a las mismas.

26 de diciembre de 1972.

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