\ i<i
♦
•
liNlvl-iS
NO SE PRESTA FU
SALA
c
REVISTA DE NARRATIVA PUERTORRIQUEÑA CONTEMPORANEA
7 /
k
1 í 1 r
r
■d»
Penélope o el otro mundo JUNTA EDITORA L. Z. Barrete
María Rodríguez Mario A. Rodríguez León Víctor M. Santiago Noa JUNTA DE COLABORADORES Botero Rivera Avilés José Ramón de la Torre Marcelino Canino
Víctor M. Santiago Noa Luis Ortiz Abreu Efrain de Jesús Pedro A. Mora Urdaz
«: ^
Mario A. Rodríguez León Iván Silén
REPRESENTANTES
San Juan — Taller del cuento puertorriqueño
Mayagüez — Efrain de Jesús Botero Rivera Avilés Arecibo — Pedro A. Mora Urdaz
Bayamón — Esteban Pérez Sabana Grande — Walter Torres
Jayuya — Wanda de Paz Isabela — Luis Ortiz Abreu San Germán — Gisella Colón
Diseño de la portada: Carlos Maldonado
Arreglo trabajado en combinación por: Rafael Rivera Rosa Nelson Sambolin
Encargado de suscripciones: Luis López Nieves Agente de Relaciones Públicas. Tatianna Nieves
li
Penélope o el otro mundo Revista de Narrativa Puertorriqueña Contemporánea
Año I
mayo - julio 1972
Número 1
Contenido
Antieditorial
1
Veinte Siglos después del Homicidio (crítica) Sotero Rivera Avilés
3
Sísifo (cuento) Luis Ortiz Abreu
19
Preludio a un Prometeo entictado (cuento) Pedro Amaury Mora. __
23
Mi madre la de la risa buena
o los lunes de marzo (cuento) Iván Silén
27
Apuntes sobre la novela actual en Puerto Rico - Marcelino Canino
20.^1
Leche (cuento) Efraín de Jesús
35
Muñeca (cuento) Víctor Santiago
39
La nueva novela en Puerto Rico - Dr. José Ramón de la Torre
41
Reseñas
57
1. Concierto de metal para un recuerdo y otras orgías de soledad, 2. Raquelo tiene un mensaje.
3. En cuerpo de camisa. 4. Obsesión de Heliotrópo.
Libros recientemente publicados:
AnÜeditorial que presupone un antilector
Génesis de un quehacer De la insuficiencia colectiva emergen realidades
policitomadas a modo de Juegos yuxtapuestos que finalmente convergen en un mismo punto<. punto de enlace de una esencia de rojo, azul y amarillo. Concepción de un lenguaje
A modo de espectáculo pantomimesco donde frases rítmicas al compás de una polonesa quinta
esenciada sugieren palabras desnudas que marcan a su vez los compases y contrapuntos de la compo sición.
Alucinaciones verbales
Y no ya marionetas huyendo de un gran útero en un indecifrable enredo de cordones umbilicales cada
cual tratcmdo de seguir su propio rastro ascendente para extirparlo, creyendo así anular toda contingen cia, sabiendo o sin saber que por encima del cordón está la idea y de ahí la angustia de saberse nueva mente marioneta aun cuando no exista el piolm. La
idea a la que es imposible mirar de frente, capaz de castramos, de volvemos estériles y execrablemente tristes.
No sabiendo este sol de la presencia-ausencia de t \
un tercer ojo que descubre a su vez una tercera rea lidad, no ya la demoníacamente encasillada ni la psi
cológicamente carcomida sino aquella cuya com posición química son los elementos PIOLIN + ASERRIN.
VEINTE SIGLOS DESPUES DEL HOMICIDIO Sotero Rivera Avilés
Canta, oh Lalo, la desgra cia de esta isla que por haber olvidado el amor a la libertad, se ha sumido en la más hermo sa de las injusticias. Canta su
desgracia que a f¿erza de ser in soportable es dichosa, porque es conde en su tierra al más codi ciado de los frutos terrenales; la sumisión."
mo del oro, la ruta del bedeho y el ónice, la exaltación de la gomorresi na" según Pedro y la despropiación, la putería, el hambre, la locura, la muerte. Los nefilim son esa fuerza ori
ginaria que se repite en forma cícli ca o determinista sobre los pueblos en decadencia, sea ésta por efectos exteriores o interiores o de esa dua
lidad. Parecen establecerse con mayor
desenfado en esos paréntesis de fal
Pedro da vueltas a su propia ele-
sa paz y abundancia en que se pier
mentalidad y origen y siente el vuel
de la fe en la naturaleza noble del
co en la memoria. ¡La llegada de los
siva y aprehensiva de nuestra reali
hombre en armonía con la riqueza material y se establece el gusto deca dente que abre puertas a la desver güenza del poderoso y de sus secua
dad puertorriqueña
ces.
nefilim! Así encontramos en el mun
do perturbado de la novela más opre
"Ciento veinte siglos corcovando y
Veinte siglos después del homicidio
de momento se presentan en este pue
es la visión conciencial hondamente
blo" He ahí la primera y más sig
angustiosa del decremento biológico, espiritual y natural de Puerto Ri
nificativa de las metáforas del caos
que atraviesa el libro: la llegada de los invasores {las hostes extranei), y con ellos el principio de la sumisión
del hombre por el hombre, de la eli
co — de su transigencia común, "del gran pecado" de este pueblo, sumi so y sumido. En ella, Vieques y San Juan se nos presentan como las So-
minación de los mejores y, por con
doma y Gomorra bíblicos — donde
siguiente, la degeneración de una cul
la ruina agradece tanto al espíritu
tura — la "consumatio saeculi" puer torriqueña. Esta vez "masticaban el espacio ba
secuencias históricas de la decaden
jo y cabrilleaban a la distancia de jando una neblina que duraba hasta una hora" impelidos por el "paroxis-
como la carne. Las más graves con cia se presentan en forma progresi va (a veces múltiples) o inexorable.
Dan la sensación de la proliferación demoníaca: suicidios masivos de or-
se matan con cucfailloe,
La novela está irrigada de nafiiL
con vmeno, con sogas, mueite por agua y fuego, por castración, por ma leficio, por violación antinatuiAI y por fusQamiento. Se da la visión trá gica de la tierra baldía, de lá sequía,
mismo. I/>3 gringos son glorificados,
den ritual
santificados; por ejemplo, en el de
seo tan profano de Realidad: "Unele Nefilim, engéndrame, gózame, entré
gate". O el respeto al traidor Pedro,
la crisis de costumbres, el aband(Hio
alcahuete y arma de los gringos, o
de la fe, la prostitución, la glorifica ción de los traidores, la locura, al fin,
cuando aceptaron livianamente su suerte: "¿Y eso?" "Son los barcos.
que "hasta el recuerdo es una músi ca lenta." Esta procesión trágica de una cultura desesp^da, sostenida por el miedo y la veneradto a los invasores nefilim, acogidos como la gran bestia apocalíptica que llega del mar. En principio fueron los eqpafio-
liegaroiL Mañana hay desfile." "¿Mi litar?" "No, de hambre. Siempre que llegan vamos a verlos. Pedro dice que
les, luego los ingleses y franceses, has ta los más poderosos y explotado res — los norteamericanos, que son vistos como vieron las tribus de Moi sés a los habitantes de la tierra de
Canaán: "y todo el pueblo que vi mos en medio de ella son hombres de grande estatura. Tambifo vimos
allí gigantes, hijos de Anae, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas, y asi les parecíamos a
ellos". Esa idea impresionista y so
le recuerdan el desembarco de Colón.
Siempre nos regalan algo. El año pa sado repartieron comida. Fuimos al otro día pero nos pusieron a limpiar los barcos. Entonces nos dieron duivos." "¿Y los cogieronr' "Aquí vivimos de eso." "¿De qué?" "De log nefilim."
Ese tono cemático, monótono, rulfiano (si queremos), de epifanía, re fleja el hondo estado de sometimien to de los ijersonajes. (Las palabras caían perdidas, magulladas en el es pado). Dice Lalo: "Aquí no se sal vará ni la higuereta." Todos saben que a éste "se le murió la mujer de
juzgadora de conciencia la encontra
un reclamo inhumano que le' hizo un
mos en el personaje Lalo al ver al
nefilim." Por eso le piden: "Canta,
americano que sedujo a Martita: "Yo
oh Lalo, la desgracia de esta isla ..."
nimca lo he visto, pero esa noche vi un nefilim entero, muy cerca del
"Aquí engordan los cabrones más grandes y siembran sus fechorías los
palo de guango. .. Era blanco, muy blanco, tan blanco como el azúcar de la central Playa Grande, y tan alto
chulos, maricones y putas . . . Esto me tocó por herenda. Vivir entre hombres que creen en un mito, en
como un pensamiento."
las ofertas radiales, la prensa, el vo-
to . . . Esto es una cárcel. Libre es
va supeditada a una realidad concre
la Coca-Cola, la cerveza, las salchi chas y las córtales son 'el invento del
ta. Les molestará que aquí no podrán hablar de personajes delineados den
mundo'
presenta dificultades de lectmra, es to debido mayormente al despliegue técnico y a una trabajada simbología.
tro de esa vieja lucidez anatómica y que accionan en una forma determi nada o reflejan un estado sicológico tal. Tampoco podrán hablar sobre un mensaje específico, de una trama per
La eliminación total del relato en rit
fecta
mo flechado, tan presente en la no velística del momento, está más cons cientemente aplicada que en cual quier otra novela puertorriqueña y más ambiciosamente que en muchas
ricas. Ahora los términos usuales les
Reconocemos que Veinte siglos .. .
o
diferentes alturas
climaté
otras foráneas dentro de este orden.
parecerán inseguros. La segunda dificultad la crearía el procedimiento del fluir conciencial o monólogo rnterior. Aunque no es na da nuevo en la literatura, Carmelo lo
(Hay todo un laberinto trabajado,
lleva a sus posibilidades últimas, ha
enrevesado, con mucho de rompeca
ciendo de toda la novela un constan
bezas, de juego intelectual. Ello exi
te flujo memorioso que disloca, vio
ge del lector una alerta continua, una
lentamente la nan-ación llevándola al
búsqueda bifurcada de asteriscos que
plano de la pesadilla o la locura. Po
intentan una labor de "hilo de Ariad-
na" y nos asignan la sensación de
demos imaginar un conjunto de con ciencias que surgen, se entretejen,
una trampa).
mueren, vuelven a entreverarse en ac
A muchos lectores gratuitos y has ta a aquellos que demandan una "li teratura para el pueblo" les molesta
san, se amonestan, en un intento de
la novela. A los primeros, porque no lo gran disfrutar de la gratuidad del re lato tradicional con su anécdota con
titud confesional de voces que se acu
liberación nunca lograda. No es el monólogo interior que busca recupe rar lo perdido, sino el desahogo por tener que existir en un mundo asfi
tinua; a los segundos, por su fobia de
xiante donde lo único que les resta
que todo arte debe ser un compro
son esos resquicios mentales. Los per
miso con la mentalidad proletaria. Peor esta novela para el crítico con
sonajes existen no por su contigua ción física, sino por la noción vaga de sus palabras, de sus recuerdos. Es la abstracción del hombre, tan impor
vencional, porque aquí no tendrá a la mano el refodlo de la serie, de la secuencia, y menos si piensa que el art.e debe ser una imidad comprensi
tante en todo el arte moderno. Una forma de "realismo de almas" en un
r
dédalo que encierra todo iin comple jo existencial. El papel de Carmelo es el del narrador que reconoce que
manistas del cristianismo, en fin, que los desgarríunientos temporales, geo
la mente (y en particular la puerto rriqueña) es caótica en sus desplaza
de Veinte siglos después del homici
mientos.
vehemente dialéctica que aturde. Uno de los valorés esenciales de
gráficos, sentimentales, líricos, hacen
dio un verdadero rigor mental, una
Se dan varias formas en el uso del fluir de la conciencia. Podríamos ase gurar que aparece desde diferentes
la novela contemporánea es su pres
puntos de vista o diversos planos. El
rácter lúdico le cede una enorme ven
primero que notamos es el de Pedro,
omnisciente, pero es a la vez quien
taja sobre la novela tradicional. Aqué lias, con una o dos lecturas, basta ba para apoderamos de sus persona
reconstruye el pasado histórico; des
jes, de su trama, de su mensaje. Hoy
quien es recordado por un narrador
pués están Realidad y el personaje anónimo con sus monólogos dentro
de un monólogo general; luego los ca racteres menores y la colectividad, y todavía podríamos estimar el uso de los paralelismos históricos. Por eso
la novela se vuelve tan compleja que el autor tiene que apelar al recurso
curioso de un signo auxüiar para que el lector no se pierda totalmente en ese devenir monologal. Pero son mu chas las vallas que salvar. No tan só
lo la aventura del soliloquio intrinca
do, entrelazando historias que nos involucra en una especie de complicacion detectivesca, igualmente el
desdoblamiento de los personajes y timamqueísmo, los símbolos, la exagerac.6„ del sexo, al aaar, la plu,aliL
su aparente descentralización, su an-
de los caminos, las hipérboles quevedosión o destrucción de los mitos huseseas, el vuelo poético, la conver 6
tación para el juego crítico. Ese ca
predomina la abstracción, la impre cisión, lo intelectivo, convirtiendo la narración en un campo de especula
ciones, de posibilidades varías que al exigir mayor participación interpre tativa del lector le enriquecen su ima
ginación. Ninguna novela en Puerto Rico se presta para la divergencia es timativa y la búsqueda de respuestas como Veinte siglos después del homi cidio. Este relato responde a las ca racterísticas más señaladas de la bteratura reciente en que no guarda una pauta lineal, los personajes es tán entrevistos, el orden espacial se confunde con el cronológico (Cosmos y Cronos andan de juerga), los vín
culos culturales tienden a ocultarse, hay una visión angustiosa del hom bre, no hay descripción detaUista (se percibe el ambiente y los sentimien tos en forma indirecta, por medio de las divagaciones mentales de los
caracteres), el lenguaje ^gra las emociones, uso de paralelismos his
tóricos, presencia de la magia y el sueño, mitificación (Pedro, Realidad y las situaciones), afinidad de la crí tica con el equívoco, idiolectos, tra tamiento de la mujer como protago
nista, curiosidades ortográficas y en especial la novedad (a lo Rayuelo) del desplazamiento caótico de la tra ma que permite abrir esta novela por cualquier parte y leer en la dirección que se quiera y siempre dará los mis
sin pies ni cabeza". Eso he oído de cir de Veinte siglos después del ho micidio. Y dice Robbe-GriUet sobre
la novela Mahu ou le Matérian de
Robert Pinget (uno de ellos): "Pre ciso es tratar de seguir, sino sus ar gumentos — que se anudan y se di suelven en cada página entre contra dicciones, variantes y saltos morta les de los que se cae la más de las
mos resultados. ¿Cuáles?, pregunta rán. Y he ahí otro avance — darle
veces de cabeza —, si al menos su "movimiento que, si bien es a veces difícil de captar en medio de ese per manente sabotaje, nunca es, a fin de cuentas, ni aventurado ni convencio
una labor de ajedrez al lector, ini
nal".
ciarlo por los caminos de la lectura concentrada de una mística del ra ciocinio.
He querido ubicar esta novela den tro de un determinado movimiento. Reconozco las impugnaciones que se
me pueden hacer, puesto que el ám bito de las influencias nunca debe de
limitarse, pero ése es mi propósito; invitar a otros a esa suerte de eva luación. He considerado el *'nouveau
romané' y registrado estos acerca mientos (algimos mencionados ante riormente). Para ello voy a referir
La obra de Carmelo tiene esa cua
lidad. No es un relato ordenado y fácilmente descifrable, pero encierra una meditada unidad y im movimien to continuo. Esas voces que asoman, se interrumpen, chocan, caen, a ve ces se anclan en largos monólogos (unos exaltados poéticamente, otros
lentos y turbios) nos dan un ritmo y sensación de escala sinfónica. El hilo de esas voces es casi impercepti ble, pero está ahí: En la página 10,
Pedro asoma la cara por la ventana
me directamente al libro teórico me
y nota la llegada de los nefilim. ¿Quiénes eran esta vez? Nos lo vie
jor conocido que define las ideas de
ne a decir cuarenta páginas más tar
esa escuela: Por una novela nueva, de Alain Robbe-Grillet. A las pri meras consideramos la expresión más
de: "Eran franceses" — gritó Pedro al girar la manivela por tercera vez".
popular sobre los libros de los au tores de ese movimiento — "libros
En el caso de Realidad, su historia comienza en la página 20 cuando nos dice: "Tendría yo diez años y lo re-
cuerdo todo: llegaron los nefilim. Do ce años: me puse los primeros sos
tenes Maiden Form que me trajo mi madre de una casa de ricos. Quince
años: dejé mi cuerpo pegado en las tablas de un catre porque la virgi nidad es sólo la responsable del fra caso, me dijeron", y ésto podría con tinuar en la página 10: "Los enemi gos del alma son tres: el demonio, el mundo y la carne. Están continua mente en asecho y pretenden arre batar al alma el tesoro de la gracia santificante, con ella el cielo", y pro
seguirá en la plana undécima: "En tregué las riendas de mi vida a la fortuna". ¿Quién llama desde el fon do de mi vientre? . . . "Abro la puer
ta, Realidad.". Y se cerraron las de la virginidad que sostenían mi belle za entre los cerros. Me hicieron llo
rar. Abrieron mis ojos a las cárceles de la injusticia".
Así, en el libro, hay varias histo rias que, debido a que están bajo el dominio del recuerdo, lo que hacen es responder a los caprichos de la me moria. Esto, por lo tanto, confiere una extraordinaria realidad al relato
y le adjudica el pensamiento su au téntica naturaleza. Lo que ha hecho
Consideramos otra interesante ob servación sobre la "novela nueva".
Hablando sobre los personajes dice Robbe-Grület: . . . "son puras crea ciones" que sólo en el espíritu de creación tienen su origen. Su existen cia, más allá de un confuso pasado de sueños e inaprehensibles impresio nes no es sino un devenir sin plan delimitado sujeto a frase en frase a las más extravagantes mutaciones, a merced del menor pensamiento que cruza por la mente, de la menor pa labra pronunciada al azar o la más fugaz sospecha. Y no obstante "se ha cen" a sí miemos, pero en vez de ser cada uno de eUos quien crea su propia realidad, es el conjunto lo que se hace, como mi tejido vivo cada una de cuyas células echa retoños y esculpe a sus vecinas; esos persona jes se fabrican sin cesar unos a otros, el mundo que los rodea no es tam poco sino una secreción — cabría de cir el desecho — de sus suposiciones, de sus mentiras, de su delirio , . . La historia, por consiguiente, no pue de sino dar vueltas sobre sí misma, a menos que tope de pronto con el
te experimentar con una verdad inal terable — las oscilaciones del al
fondo de un callejón sin salida, para volver atrás con una total despreocu pación; otras veces se bifurca en dos o más series paralelas, que reaccionan en el acto ima con otra, destruyén
ma, de la mente y, más aún (y aquí
dose mutuamente o vmiéndose en una
va el poder crítico), con el desequili brio emocional del puertorriqueño.
lo que considero la más exacta defí-
Carmelo con su novela es simplemen
8
síntesis inesperada". He transcrito
nición del "ars poética" en Veinte si
gráficos. Al saltar bruscamente de mi
glos después del homicidio. No con
carácter a otro aparece un nuevo pa raje y a la vez otra realidad. Así to da la historia tiene mucho de museo, de feria humana con sus personajes fragmentados al modo cubista o en juego de distorciones. Mas siempre obra ese "meandros", que, elaboran do rodeos, no ha de conducir hacia el "igdrassil" del mensaje, de la in tención. Es el afluente angustioso
ello le resto valor de originalidad a la obra de Carmelo. El crítico que
opina que se deja de ser original al ser parigual o afín, o que las agude zas y técnicas modernas son insóli tas es un perfecto necio. Es como
para tirarlo con Las mil y una noches, con Gargantúa y Pantagruel, con El
Quijote o con los viejos textos de fi
la poesía, el escenario, el mensaje,
que permea toda la novela y nos lle va a descubiir que asistimos a un juicio final. Hay, pues, unidad en lo que podríamos llamar movimiento
que son los aspectos más inconfundi
conciencial atormentado.
losofía. Lo que busco por el momen to es señalar acercamientos técnicos, sin contar con el estilo, el lenguaje,
bles de un autor.
Para los lectores acusados también
En la 'nueva novela', sigue di ciendo Robbe-Grillet, "el espacio des
la niebla de las sugerencias, de la
truye al tiempo, y el tiempo sabotea
dimiento. Se preguntarán quién es exactamente Pedro — ese personaje que apunta tanta falta de consisten
el espacio. La descripción se atasca, se contradice, se muerde la cola. El instante niega la continuidad". Carmelo comienza su ficción al mo do más convencional de la tercera
persona (narrador omnisciente — pa rece que intenta darle un matiz épi co), está describiendo, enumerando, lo cual hace que tiempo y espacio mantengan un paralelismo imitivo en el pretérito, más de momento inter cala el primer flujo mental que nos trae al protagonista hasta el presen
te, para luego volver a llevarlo al pa sado. Así hará más o menos con to
dos sus personajes y no se queda ahí,
rompe también con los espacios geo
simbolización, entorpecerá su enten
cia — ese ente de transmutaciones.
Pedro puede ser todos y cada uno de nosotros; puede ser el narrador sa grado, máximo representante de esa tiranía de la verdad llamada virtud
ciistiana. Aparece como el hombre que muere con una espina atravesán dole la garganta, o sea, como el que
Beva el dolor y la negación ahogán dole el pecho, es el traidor, el que busca la excusa de la pesca (los via jes de nuestros gobernadores a Wa
shington) para tramar con los nefilim. Fijémonos que Pedro viene de "Petros" ('piedra'), el que nada sien-
te, el hombre duro, inalterable. O puede ser Jonás, emisario de la mala suerte, que fue lanzado sobre la bor da de su barco debido a su impiedad y ahora vive en el vientre de la ba llena (el sistema imperialista) y cu
ya vida es la de im jamón entero, la de im seco pabilo sostenido por gra sa de ballena. En un momento dado
nos parece que es Muñoz Marín, otros aparece como im Pedro Albizü
Campos y sus ideales redentores. En
fin, que es quien representa los prin cipios mateiiahstas ^ entreguistas del Puerto Rico celestinesco y de sus escasos momentos virtuosos.
Realidad se nos presenta menos fláccida, está más consistentemente trazada. Ya lo revela su nombre:
daste por el piso y ordenaste: "Des núdenlo". Aquí fue mi grito más pro fundo, Realidad. Después ordenaste de nuevo: "Pueden soltarlo, déjenlo ir, éste es un pendejo." En ella se da el acto de la desfloración que con
lleva aquí la pérdida de la virtud, la idea del derramamiento de sangre, y por ende, el asesinato. Sí, Realidad es nuestra afrenta, pero es igualmen te nuestra nostalgia, nuestra poesía, nuestro posible punto final, uno de los personajes más trágicos de nues tra narrativa.
Y ese yo anónimo — colectivo que se persigue a sí mismo continuamen te, ese Prufrock puertorriqueño que
no logra decidirse: "¿Me atrevo? y ¿Me atrevo? . . . ¿Me atrevo / a in
Reahdad, Realidad. Representa la sustantividad puertorriquñea, su con dición de prostituta para los invaso res su exnlotación y ruina por los
quietar el universo? . . . he medido mí vida con cucharillas de café, / co nozco las voces que mueren, que caen
extraños: "Tres suertes me da la ba
estancia alejada . . . ¿y podría yo entonces atreverme? / ¿Cómo podría empezar?" Así gira sobre su arcilla, viviendo al margen de una vida co china, sin haber entendido el senti do de la vida, queriendo no conti nuar así, pero quedándose "aquí co mo las águilas, sobre el peñón de la porquería nuestra, como un almacén de cobardías, una lástima de hom bre". Es el quejumbroso — represen tante del ñangotamiento fabulado.
raja. salud, dinero y amor; y pesos, muchos pesos. Risa va y risa viene. Con lo vacilona que me he puesto.
El tiempo cambia, la gente cambia, el mundo cambia; y yo cada día más
puta". Es la castradora del orgullo nuestro. Recordamos aquel acto en la
pa^na 75: "Vi tus uñas redondas y lustrosas. Realidad. Después uno de
ellos te desnudó. Tú te acercaste y me pusiste el sexo en la cara. Te reti
raste y ya en el piso, en posición supma, continuaste con la risa. Ro 10
muriendo / bajo la música de una
Lé dice Realidad: "Me has defrauda do. Has matado todos los instintos
del hombre. ¿Qué has hecho de tu
dra a la manera de oráculo menor
mundo? Lo has dejado enganchado sobre e^ vargueño como una pieza
que proclama la inmolación y que guarda bajo ella la afrenta pasada — el gigante nefilim sobre su pobre esposa — ("había un sapo padrote encima de una sapita que no alcan zaba dos pulgadas"): Polifemo sobre
de vestir".
Don Carlos es alegoría del Puerto Rico enfermo, de uno de los enunciadores del menguante de mucnas civi lizaciones clásicas: la peste, manifes tada ésta en la legamosa lepra. Es la contradicción de mantenedor y ven dedor de la fe, también un "coleccio nista de miseria", una imagen tiresiana, de adivino. Anuncia la muer te por agua y esotéricamente su trán sito va precedido por el agotamiento de la última corriente de agua, sig
Calatea.
Las correspondencias históricas nos traen al rey Midas y su materia lismo mítico. Primero el desplaza miento geográfico-temporal: ya aqw no es la orografía de la tierra legen daria de Dionisos, sino la viequense, con su cuesta del Tamarindo, la San Francisco y el Monte Pirata. Aquí
nificando con ello la consumación de
trasuda nuevamente el vaticinador
una cultura, ya que ese líquido es símbolo de vida o regeneración. En Lalo, también, se reúnen y des
y líder de los sátiros otra de sus acostumbradas bajo la cual es hecho
Es otro agente de premoniciones: ad vierte que la isla se hundirá. Hay al
prisionero. Dionisos—dios del vino y protector de Sileno, culpa al pueblo e intenta fusilarlo; Midas se aprove cha de esta circunstancia y trata ama blemente a Sileno, entregándolo luego a Dionisos, quien le recompensa dán dole el poder de convertir en oro todo lo que toque. Midas entonces con
go en él de Sísifo invertido o coro
vierte la isla en una ruina.
nado. Pasea la piedra por el pueblo tras de llevarse la doradilla, que es
Carmelo ha efectuado ciertas altera
envuelven símbolos mixtos. Le rodea
un aire de misterio, de quieta inten
sidad. "Se pasaba todo el día detrás
de una piedra y sin embargo se veía niuy fuerte, tenía un color saludable".
Podemos apreciar en la novela que
emblema de la suerte. Encama la
ciones anecdóticas, confiriéndoles a
idea del juglar, de un "goliardi" que
esos personajes mitológicos una nueva vitalidad. La intención es acercarlos lo más posible a sus encamaciones
canta las desgracias del pueblo, pero
irónicamente eUo después de haber se alimentado con sus propias deyec
ciones. Al final se transmuda en pie
recientes usando la técnica de Doppelganger, de la iteración o corres-
11
pondencia de destinos. Silenos puede ser Puerto Rico — isla bacante tanto de sol como de licor — protegida por Norteamérica — Dionisos, dios mayor
en poder y en orgías, quien gratiñca a Midas—^Pedro, el taimado traidor
que representa al puertorriqueño ava ricioso de riqueza y dominio y que
por lo regular "tiene orejas de burro clásico" y vive ocultando su falta de sabiduría, avmque se grite alegórica mente en la gruta de ima roca: "Midas le ha entregado este pueblo a los nefilm", que es como murmurar en mi hoyo en el suelo: "el traidor Pedro tiene orejas de asno". Pensar que siendo Pedro Midas viene a ser nues
tro rey que ese título guarda la acep ción primitiva de padre o protector. En Usmaíl, el autor re-crea un en
te de ficción que al irrumpir en otra ficción es refractado, tomando tma nueva realidad. Es el juego hterario de los "destinos en movimiento".
Aníbal encama el limite de la deni
— ¿A dónde vas Vicente? — Donde va la gente). Todos los personajes evidencian atributos simbólicos, pero siempre en el orden negativo, aun aquéllos más insignificantes como Grandiablos y Masú, que nos evocan aquellos tro gloditas destemporalizados y abisma dos de El Inmortal de Borges, Aparte de los personajes se puede intentar descifrar mucho objetivismo metcaiimico o treislaticio. Al inicio, Pedro coloca rmas tijeras sobre ima piedra de esmeril. Por su redondez y su curso revolutivo nos puede dar la impresión del proyector cinemato gráfico que desenvuelve la trama, va gastando la historia como gasta el filo de las tijeras; el destello que esta acción despide equivale al haz de luz de la cámara. Las tijeras sirven para cortar aquellas partes que están demás, para eliminar la continuidad, para conferir sinuosidades, ondula ciones: es el arma del director. Pero
gración sexual, llevada a la contigüi dad de la abierta desvergüenza y el
si no se puede proyectar, tal vez se puede contar, por eso busca "entre
crimen.
el polvo los tornillos y las cuerdas de la guitarra". Juega aquí Carmelo
Fijémonos en la ironía de estos nom
bres: To-masa (en un pueblo que se
con la idea del juglar, del relator le
muere de hambre), Consuelo (donde no hay esperanza), Pura (en la deni
gendario, Se puede dar entonces el juego temporal con mayor fortuna. La realidad inmediata isleña por me
gración), Cornelio (cuernos), Quintín (riña, desbarajuste), Concho (sedi mento, borras), Lalo (lelo, chiflado, pasmado), Vicente (que se aplica a los que se dejan guiar por los demás 12
dio del cine y la lejanía histórica por medio del juglar. He ahí las corres pondencias cronísticas, legendarias y cristianas.
La muerte del gallo puede repre sentar la eliminación del tiempo rec
tilíneo ("nosotros despertábamos con el canto del gallo y nos acostábamos con el mismo canto") que se da tanto en la estructura de la novela como en el espíritu de la gente.
El coquí — una de las voces más auténticas de nuestra isla — es "un
Roma: diez años reinaría TotUa), las búsquedas (con su red de vueltas dan la sensación de que los personajes andan a la caza de sus destinos o
quieren hacerse creer que poseen imo y lo están ejecutando, aun cuan do hayan descubierto que están per didos), la ballena, el ciego, el puer co, los cuchillos (que nos acercan al tema obsesionante de la
castración
prisionero en una noche larga". Cuatro paredes de metal le rodean, es vago para cantar y se corre el peligro de que "salga pato". Lo único que come
lo sádico) los chavos cabeza de in
es miedo y su canto denota abati miento y turbación: "Dick-Paco. Pa-
dio, la música, la pluma de ganso (que usaban los romanos para provocarse
y al mito de Zeus y Cronos concate nando sexo y asesinatos: lo fálico y
co-Díck. Dick-Paco, Dick; los bujes.
vómitos luego de una orgia), la go
Dick, Paco, la cizalla . . . " Esto ejemplifica, a modo de diatriba, nues
ta de aceite, la quema de las oracio nes, la conflagración de la fe, los sui cidios y el naufragio (sugieren el vie
tra circunstancia colonial. Estamos encerrados en una "oscu
ridad eterna" y nos degeneramos pau latinamente. La mutilación de los co nocimientos o de la literatura se ad
vierte en la quema de libros, que usan para cocinar. Entre ellos hay
dos historias (¿Las de Miller y Vi vas?) que a Pedro parecen interesar
le al comienzo, puesto que ocultan verdades, luego le desaniman, pues
sabemos que no es para preocuparle las memorias de su pueblo. Las fechas, los números (en el Apocalipsis diez eran los cuernos y
jo planteamiento del sacrificio huma no para aplacar a los dioses o bestias, o bien, la aprehensión de la inmola ción numántica); la escudilla (que nos recuerda el "cáliz roto" de Joyce, como alusión a la vida vacia y el rom pimiento de la moral cristiana), los
sueños, la piedra (que nos apunta la concepción de la degradación de lo humano. Para Lalo es ima especie de escudo, de fe pero de fe devoradora. Recordemos que Lalo se transmuta
en piedra tras de cargarla, o sea, que el objeto ha superado al sujeto y lo
siete las cabezas de la bestia, diez
aplasta: el hombre reabsorbido hacia
son los dedos de la estatua de Na-
la cal original, hacia la petrificación (un proceso de petrofagia). (Mirad
bucodonosor y, según Hipólito, diez serán los reyes que se repartirán a
la piedra, está viva. Mirad la vida: 13
es piedra); y en especial esos bar
cosa acaba allí mismo. Ortega nos
cos siempre presentes, imponiendo su mole de acero, infectando las aguas, desafiantes, como representantes in mutables del totemismo de hierro del mundo anglosajón. Discontar sobre el estilo en una obra literaria no es oficio llanamen te abordable. Tenemos que enfren tamos al misterio de la palabra, del
dice que en el estilo de un escritor
"están todas las cosas pasadas, pre sentes y futuras. Allí está lo mate
rial y lo espiritual, lo penoso y lo jocundo, el norte y el mediodía. Ahí están las palabras todas del dicciona rio, colocadas en batería, cada cual
con su significación presta a dispa rarse". Asi el verbo, la expresión, es
impulso anímico que la elabora y
un arma con que el escritor se lan
subordina (arranque éste de im es tado consciente o subconsciente), de
za o acomete contra la sensibilidad
sus posibles múltiples sugerencias, sean de color sonido, espacio, volu
men, acción, figura, etc.; de su en granaje dentro de la oración, de su intención, en suma, de su vitalidad integral. El escritor es im tejedor, la textu
ra que crea con su lenguaje es la que le juzga como artífice, la que le ca racteriza estilísticamente. Es, pues,
la nota individual y hay que verla o estudiarla desde un fondo subjetivo. Ya se ha dicho que el estilo viene a ser el alma y la personalidad de la
obra, por consiguiente, de su autor. Todo escritor, aun cuando esté fuer
temente apegado a estilos ajenos, aporta rasgos de expresión propios,
de los otros.
En ningún momento como en el
presente ha usado el escritor la pala bra como medio de combate respon diendo a una necesidad de exponer sin ambigüedades la "verdad del ser" con todo lo que tiene de absurdo, de ba bélico, los escritores jóvenes han crea
do un lenguaje fuerte, violento, com prometido, libre de eufemismos, que puede reflejar el estado de angustia y descontento del hombre moderno. Se ha aprendido a llamársele a las cosas por su elementalidad más des nuda. La "náusea", lo deforme, lo vergonzoso, se ha reconocido como parte esencial de nuestras experien cias, de nuestra formación. El sexo
que son los que le particularizan. Ra
se ha desflorado a la energía y elas ticidad de la palabra. Carmelo, res
úl A. Castagnio cita a Otto Jesper-
petuoso de esa verdad canta sin re
sen: "Cada vez que la expresión es
godeos, expone su versión intima y
repetida por una nueva persona, és
desoladora de nuestra cultura en un
ta la recrea . . . Si difiere demasia
lenguaje vigoroso, viril. Sus palabras
do de lo que los demás conocen, la
son fuetazos contra la hipócrita men-
14
noches. De Joyce puede haber ma
talidad puritana, son embestidas, in criminaciones, son lecciones de una nueva didáctica. Hay una mágica ri queza verbal en Veinte siglos después del homicidio que promete un inte
drugado al conocimento de img» téc nicas y simbologia de orden univer sal y quizás reforzado la idea de "escribir un capitulo de la histo
resante estudio estilístico.
ria moral de (su) país". De Dostoy-
Desde su
ewski tal vez la noción de que el hom
poder simbólico, sus notas expresionitas e impresionistas, su duro realis mo, su espiritualización de lo inani
bre tiene una necesidad de peniten cia como camino a la salvación; de
mado, sus imágenes, metáforas y com paraciones, las correspondencias sen
Rulfo el lema de la obra — la sole dad, la agonía sin desenlace del hom
soriales y afectivas, el tono de epifa nía, los adjetivos y aún hasta los signos ortográficos, entre ellos la
bre sobre su desolada tierra, y de Borges los recovecos, los laberintos,
impresión en negritas o cursivas pa ra aumentar o
esperar las ideas.
También, descubrimos la conversión del sentido en citas históricas, refra nes y máximas, como por ejemplo:
"Escrito está: se regresa por una veredita recargada de prostíbulos y chu
los, que es muy estrecha, ancha es la que conduce por la acera de los maricones". Sabemos que es una ver sión de las palabras de Jesús. Tal vez nos sea más aventurado
la búsqueda inagotable.
Es importante considerar que Car melo comenzó a trabajar en una po
sible tesis sobre Jorge Luis Borges. Se desanimó luego de leer libros tan definitivos sobre el autor como el de
Ana Mana Barrenechea, por ejemplo. Escribió a la vez un cuento que apa rece en el número 9 de la revista
Mester ("Del lado allá del 93") que es un extraordinario ejercicio de téc nica laberíntica.
Los tratamientos
del tiempo, de la cantidad, del en
buscar los acercamientos o proyeccio
marañamiento, de los desdoblamien
nes de ciertos autores en la obra de
to, de los orígenes, tan manifiestos
Carmelo. Sabemos que es un librófa-
manco, al rebelde dublinés, al ator
en la obra de Borges, coinciden libre mente en Veinte siglos después del homicidio. Aparece, también la fibra esotérica de ciertas conjeturas. Por ejemplo, en "El jardín de senderos
mentado epiléptico, al silencioso me
que se bifurcan" un niño pregunta
xicano y al deslumbrante ciego ar gentino. Esto sin olvidar su litera
al protagonista: "¿Usted va a casa del doctor Stephen Albert?" Sin
tura patria y ni aun a Las mil y una
aguardar contestación, otro dijo: "La
go. Lector, incansable, ha agotado a muchos autores clásicos y modernos, entre los cuales prefiere al célebre
15
casa queda lejos de aquí, pero usted no se perderá si toma ese camino a la izquierda y en cada encrucijada del camino dobla a la izquierda". Y
espejos que lo duplic^, las irmumerables galerías hexagonales, los pozos
real". Cuando Borges nos quiere comimicar la idea del hombre que de ambula sin sentido por la vida, utili
de ventilación vastos e insondables, las escaleras de caracol que se desen vuelven interminablemente, el vacío donde los cadáveres se desintegran, la construcción laberíntica de galerías repetidas, la luz incesante de las lámparas, trae el concepto angustio
za el recurso de los "laberintos de
so de lo infinito". Notamos en Vein
marchas a pasos". En nuestra nove
te siglos después del homicidio: "Por
la aparecen estas divagaciones: "El
una caUe estrecha, paralela al cine,
tercer caimno es el que conduce ha
llegó hasta el fuerte. Bajó pensativo,
cia las riberas de una isla escalada, desde los cardos de los cerros hasta
dejando atrás la plaza, la iglesia, la
los hombres ahorcados en el puerto"; y luego, "Enderezó por Muñoz Ri vera y dio con la Santa Rosa. Bajó
los cañones. Allí debajo hay un tú
hasta el muelle. Diez vueltas más lo
él. El mar queda como a un kilóme
dice Carmelo: "Caminé doblando es
quinas hasta que alcancé el camino
llevaron a la Muñoz Rivera. Llegó de nuevo a la plaza". Y filosofa: "Los
días son pesados. Si pudiéramos ha cer de ellos una especie de trampa corta y estrecha, un laberinto circu
lar, desde el cual el hombre se pu diera levantar a luchar con su medio sin dar bandazos". E insiste: "El
tercer camino es breve y raquítico. Caminaba por la avenida y de mo mento me cayeron todos los edificios encima", o "el camino mil vmo no
puede terminarlo, un niño me llamó
desde el fondo de un laberinto y me entregó una carta con letras rojas". Otro procedimiento borgiano lo obserba así Ana María Barrenechea:
"La arquitectura del edificio, con los 16
alcaldía. Se detuvo frente a uno de
nel que sale al puerto, barrena el pue blo y pasa sigilosamente debajo de tro más o menos. Localizó la esca
lera de caracol con pasamanos de maría. Bajó lentamente. Allí estaba la compuerta. Pensó largo rato. Abrió
con fuerzas y entró por el orificio de sombras que proyecta el túnel". Lue go continúa: "No creo que haya sen tido miedo en aquella oscuridad. Cal culé la salida. Aquello no era tm tú nel. Era una minúscula mazmorra de un castillo que se comunica con otras
mazmorras, éstas con otras y así su cesivamente. Esperé un momento el cambio de la semiclaridad a la som
bra. El túnel pensado no existia. Una luz pobre se fue haciendo poco a po co. Allí no vi cloacas, ni espejos, ni cruces, ni mares, ni ríos, ni teatros.
ni calles, ni sombras, ni fuegos, ni
virgos, ni Kotex, ni sangre menstrual, ni duendes, ni hadas, ni culos, ni bo tellas, ni sexos, ni mierda. Acaso ten
ga más importancia. Allí vi los trein ta cadáveres de los hombres que se
habían inmolado en la plaza, los den
tó tres que se habían ahogado de acuerdo con la profeda de don Car los. Me dolió dos veces el encuentro .
Más adelante vuelve a tomar el hilo; "Estaba encerrado en un vacio
frente a su propia muerte. Las pa redes de la celda trapiadas, y la pe lícula fija de los hombres estoquea dos y los náufragos: Era una muer
te lenta y segura. Figuras grotescas
sobre la cal, pintadas a mano, rayitas que indicaban que alguien había estado allí y vio pasar el tiempo on un. conteo interminable. Esqueletos
de batracios, murcielaguina, calor. Tenía que distinguir entre la realidad
centración. Ya llegaba a la alucina ción. Y bajo el tonelaje de argama sa, piedras y ladrillos, sintió que otra idea le impulsaba a vivir". En Carmelo Rodríguez también,
está presente la idea borgiana de que todos los hombres tienen un destino
intercambiable o equivalente y que este término encierra la idea de una
"infinita operación incesante de mi llares de causas entreveradas": "Ve
rás en él la imagen de todos los hom
bres . . . "y: "Ahora mismo yo no sé si eran cuatro o uno sólo". Lue
go concluirá presentando el confuso destino final de nuestro pueblo: "Un millón de hombres con las manos al revés . . . Una enorme fortaleza con un salón diminuto en el interior. Una
plaza de sacrificio. Mil dagas cerce nando cabezas de entregados cabríos y yo bebiéndome la sangre para que
y la fantasía. Los que han muerto por
marla con mi aliento interior. Un es fuerzo vertical sobre los huesos. Un
el deber, los que ha matado el desti
rayo hiende las cabezas. Una soga que
no. Unos al aire libre, otros en el agua. Agua y aire era lo que nece
pende del techo del cielo. Las huellas
sitaba. Hambre, sed, fatiga, cansan realidad. Sometió sus manos a un de
nente y un Tercer Mundo que me lla ma. Una brizna de paja echada en im mar sin fondo que baja y baja y
tenido anáfisis. Aquella eme gigan
se encuentra con otro mar sin fon
te indicaba que no podía vivir. Una
do y baja y a la larga se encuentra
muerte grande. Luego la línea del
en el mismo mar".
cio, gritos. Estoy acorralado en una
intelecto arbitraria, curvilínea. Per dió toda la fe en el destino. Los ra malazos de sus manos eran cunetas
de agua turbia. Un campo de con
de un continente sobre otro conti
Se puede mencionar otros avecina-
mientos a la virtud borgiana, pero eso lo dejaremos a otros lectores avi sados que desean ordenar el mundo 17
desorbitado de Veinte siglos después
sin tiempo y sin personajes" — un in
del homicidio. Sólo nos resta recalcar
tento del libro supremo de Borges,
que Carmelo Rodríguez Torres, ha irrumpido en nuestra literatura con
"Cuando se acerca el fin ya no que
una fuerza y un coraje turbador, y que es entre nosotros quien más ha
quien cita lo que señaló^ Cartáphilus; dan imágenes del recuerdo; sólo que dan palabras..."
logrado acercarse a lo que Azorín
Lalo ha contado la desgracia de es
anhelaba: "escribir la novela de lo
te pueblo. Y Carmelo Rodríguez To
indeterminado; una novela sin espacio.
rres ha sido su escritor.
18
SISIFO
Tantae molis erat se ipsam cognoscere mentem.
Virgilio -- La Eneida
Volverse sobre sí mismo y despertar de un sueño profundo. Y querer creer que la palabra es verdadera y evidente, como el papel blanco, o ya amarillo en que está escrita. Y maquinar dentro de sí que mañana habrá barrotes y celdas y hambre y peste, y no habrá frío porque por im mo mento la sangre calentará a borbotones la nieve y los metales. Iván se movió y levantando el tórax de un salto se sentó al borde del catre.
Querer creer que todo está explicado en el libro. El libro. Sí, una vez leyó el libro con rabia y con deseo, el libro que hablaba de proletarios
y burgueses y sentido histórico y lucha de clases, y creyó que el mundo podía ser diferente y amó, sí, amó al hombre de la barba y la frente ancha y la mirada penetrante y profética. Y se sintió seguro de saber que los hombres podían llegar a ser libres y . . . Afuera estaba aún oscuro.
Iván sintió que había dormido poco. Su cuerpo era todo un dolor pa ciente y agridulce. Su cuerpo. Siempre se había sentido satisfecho de su cuerpo. No era un cuerpo atlético el suyo, pero era ágil y huidizo. Detrás
de las barricadas había sabido siempre esquivar las piedras y las balas. Iván levantó la cabeza. La sentía pesada. Hubiera querido organizar sus pensamientos, uno a uno, como en el libro. Pero el libro sólo hablaba
de los hombres, no de él. Con todo, hubiera querido tenerlo ahora en sus manos, se hubiera sentido más seguro, incomprensiblemente seguro. ... las balas. ¿Cómo era que una bala bastaba para matar un hombre?
Un solo plomo a gran velocidad era capaz de detener de un golpe la ca rrera de la vida. Pero Iván no había corrido nunca, hasta ahora. Senta19
do al borde del catre sentía que libraba una gran carrera contra el tiem-
po. Desde el otro extremo de su destino había salido a gran velocidad una bala que llevaba su nombre. Y sentía que corría a su encuentro ahora, que había corrido desde siempre a su encuentro. Afuera empezaba a clarear. Era la misma sensación siempre. Un sen tido de que realmente no había pasado el tiempo. Luego un calor amargo en la boca que bajaba hacia el estómago y subía hasta situarse en algún punto indefinible del pecho. Luego la pesadez en los párpados que se tra ducía en un dolor agudo entre las cejas, que le decía que ya era día, que un nuevo día comenzaba igual que el de ayer, igual que el de mañana,
Pero el día hoy no hablaría de mañana. Hoy sería diferente. ¿Cuán diferen te?
Iván se levantó y fué a la ventana. En el claroscuro se veía la capa Blanca y brillante que cubría el patío estrecho de la prisión. Aún no
amanecía, y la nieve tomaba caracteres de magia y de misterio al caer sobre los objetos. Nevaba en una forma lenta y pausada. Nevaba como si hubiera tiempo para pensar.
Iván vió caer la nieve y pensó que no todo estaba perdido. Pensó que el libro era la verdad, que no tenía porqué dudar ahora, ahora me nos que nunca, cuando ye había hbrado casi todas las batallas. Pensó que hasta ahora nunca había tenido realmente tiempo para pensar. Aho ra el tiempo le jugaba una mala pasada. El tiempo venía a su encuen tro, pero a arrancarle el pensamiento y la vida.
Y es que el libro no decía qué hacer cuando llegara el fin. Daba por sentado que después no había después, que después de tres minu tos la sangre dejaba de llegar al cerebro, y que las células iban murien do una a una, independientes una de la otra, hasta hacerse la nada. Era lo que había aceptado siempre. ¿Por qué dudaba ahora? Por primera vez en su vida Iván dudaba. No le temía a la muerte. En realidad había sido la vida su gran tormento. La vida de las noches vacías y los días oscuros. La vida de los cuartos estrechos, la nieve y
20
los barrotes, y la felicidad inexorablemente prometida por un hombre de frente ancha y de mirada penetrante y profética. En el pasillo se oyeron pasos Iván quiso correr lentos, metálicos, correr de una vez al encuentro
definidos pasos incontrolable del tiempo y del mañana que era hoy, ya, un momento tan sólo y ya, todo acabado para siempre.
Inmóvil en el centro de la celda esperó. La puerta crujió con im so
nido lento, metálico. El guardia era un hombre corpulento, su cuerpo fuerte y uniforme limpio y almidonado, las botas relucientes. Iván fué conducido por un pasUlo largo, largo, luego otro y otro más,
celdas a ambos lados y el tiempo crujiendo en su cerebro, machacando en sus sienes con un ritmo constante como el de un reloj, machacando con un sonido mecánico de nervios y de sangre.
Se abrió una puerta y el viento helado le cortó la cara. Iván miró
adelante y vió la valla y el piquete de ejecución en la esquina del patio. Hubiera querido estar seguro, ahora más que nunca, con el libro en sus manos, ser fiel basta la muerte. Hubiera querido correr, llorar quizás
como los hombres, volverse sobre sí mismo y despertar de un sueño pro fundo. Y querer creer que la palabra es verdadera y evidente, como el pa pel blanco, o ya amarillo, en que está escrita. Luis Ortiz Abreu
21
PRELUDIO A UN PROMETEO ENTICTADO
Yo tengo una penita acá cuando camina va-tictac tictactictactictactictactic
Topo Giggio
Soy perfecto-tic o ... casi perfecto-tac. Calculador, meticuloso, infalible, puntual, exacto, o sea, perfecto-tic. ¿Como lo logré? Difícil de decir, pero en realidad no es que lo sea, es que voy camino a serlo-tac. Tal vez lo era antes, pero no lo sabía, como esas columnitas cuadriculadas con números
simétricos, bonitos, redondeados, congruentes, o sea, perfecto-tic. Todos pueden ser perfectos, sólo es cuestión de gusto: edificios cuadrados con
cuadritos de columnitas cuadriculadas para gente perfecta como yo, o casi perfecta, que adoran los cuadritos cuadrados-tac ¿Y los redondos?, qué mejor que los redondos redondeados círculos circulares, o sea, per fecto-tic. Toda esa sabiduría perdiéndose sin darse cuenta (también aun que perfecto soy inteligente) de lo sublime en el dominó: cuadritos cua
drados de igual tamaño formando, coincidiendo, encajando, ¿cuadrado? con circulitos culitos . . . culitos .... culitos .. . culitos .. . culitos-tic . . .
equidistantes en cuadritos dentro de una caja cuadrada, sobre una mesa
preferiblemente cuadrada, o sea, perfecto-tac. ¿No se dan cuenta? ¿Y to davía lo llaman juego? Culto que evita un ocio vespertino y matutino. Siempre haciendo, formando, construyendo, cuadrando, rompiendo, contan do, sumando, trancando y gana el que menos tiene, o sea, perfecto-tac. Tiqui-tiqui-tic. ¡Riiiiing!
Reloj que suena, que marca un tiempo con dos manos de gesticulación como pidiendo un algo, una liberación. Reloj que nos despierta de un tiem po remoto de sueños a un sueño de tiempos remotos. Niñez de \m minu
tero en lontananza que señala y señala y dice que Dios es un círculo.
Tiqui-tiqui-tac. ¿Y dónde empezó?, tal vez al llorar con pañales meaitos y reír con culeros blanquitos. No me pregunten. Un ministro pa dre (o padre ministro). Darle cuerda al muñeco—tiqui-tiqui-tic-tiqui23
tiqui-tac, un tren eléctrico—chiqui-qui-qui-chiqui-cha—, y correr por la acera sin tocar las Uneas, pelegrina, ¿rompecabezas?, cajitas de musi^ y cajitas chinas, esos niditos de felicidad abriendo y abriendo, sonando y sonando, buscando y buscando, sacando y sacando y luego cerrando, o sea perfecto-tic. ¿Y las hormigas? Horas de mi ninez buscándolas, ob servándolas, escudriñándolas, estudiándolas. Antemtes que chocan a un mismo tiempo y en una sola füa de eslabones rígidos de una pesada cadena,
como militares. Camina que te camina sin llegar a ningún lado ni s^irse de la línea y todas al mismo paso de sus seis patitas, culonas y de cabeza
pequeña. Repitiendo, recordando, caminando y la ultima igual a la prime ra, exacta, idéntica, iguales, todas con la cucaracha a cuestes. Siempre cargando, trabajando, caminando, comiendo, escarbando, hudiendose de bajo de la tierra por otros túneles otros pasadizos, otros abismos y se guir cargando, trabajando, caminando, comiendo, reproduciendo, despár tante o esa, perfecto-tec. tiqui-tiqui-tic ¡Riiiiing!
Aeuia que traza papel de cuadritos cuadriculados con ritmo de cora zón de late. El médico con mirada solemne. Sentarse y hundirse en la butaca mulüda. La mirada estúpida y los ojos en blanco. Sentencia que se repite por milésima vez. Es mortal. Claro hay que hacer mas pruebas.
Incertidumbre de la certeza. Descansar. Para el tren de la ^da (chiquiqui-chiqui-qui-chiqui . . . )Levantarse y salir de la oficina. Pagar Tem
blor que no obedece a reflejos automáticos. Manos frías y palidas que cambian billetes estrujados y sudorosos. Salir y caminar. Caminar y ca minar y caminar hacia un no sé. Corazón que agoniza en carne viva. La lata no late. No muere. SER. Ser para . . •
Tiqui-tiqui-tac— ¿Y la escuela? El nene de la maestra. Estudiar la asignación todos los días, a la misma hora, en el mismo escritorio, del mis mo cuarto, de la misma casa donde se llega caminando por la misma ace ra, brincando las mismas lineas, para conseguir las mismas notas en los mismo registros de cuadritos cuadriculados. Los domingos a la misa de la misma tanda, en la misma iglesia, con el mismo cura, el mismo sermón, el mismo altar cuadrado y los mismos cepillos de ofrenda redondos y hue cos con las monedas redondas dentro, o sea, perfecto-tic. 24
El condominio, nido en la columna central y ella la que mi madre
adora, la que todo lo hace relucir y brillar, la que extermina cucarachas y el polvo que no es redondo ni cuadrado como el otro igual que yo en su vientre redondo. La que invita los vecinos el domingo y me mantiene siempre resplandeciente, limpio, planchado, almidonado, combinado y encorba-tac-tac-tacdo, ó sea, perfecto-tac.
Taqui-taqui-tic-tiqui-tiqui-tac ¡Riiiiingl
En la máquina del tiempo donde el fin era antes que el principio del ser, donde dos manos gesticulan como pidiendo un algo, una liberación. Reloj que nos despierta de un tiempo remoto de sueños a un sueño de tiem pos remotos. Niñez de un minutero en lontananza que señala y señala los enormes eslabones de la cadena de hormigas con las seis patas, las
cuatro gomas, las dos piernas en el negro abismo de una linea en la acera y el salto inútil hacia sus obscuras fauces lustradas por los cepillos domi nicales con la ganancia de un cuadro con puntos redondos que finalizan un deber escolar y encubar corbatas en almidón y cemento para sostener las papeles cuadriculados por el ritmo de dos manos que se mueven de una gaveta cuadrada al acero frío de un cañón sobre el pecho inerte y el Tic
del gatillo hacia el reloj de engranajes aceitados por lágrimas secas y el instante de nacer un corazón de carne que coincide con el SER y la exacti
tud infinita del ¡TAC!, o sea, perfecto, tictactictatic-tac ¡TIC; ¡TAC!
Pedro Amaury Mora
25
FA Taller del emento Puertorriqueño reconoce la labor de
Rene Marquen
en la formación de los nuevos cuentistas puertorriqueños if su influencia en las letras racionales
y
MI MADRE LA DE LA RISA BUENA O: LOS LUNES DE MARZO
Hace rato que estoy despierto y no puedo levantarme. Hay por mi cuerpo un cansancio largo de tres días. Mis piernas es tán muertas. Sólo deseo que ella llegara, que me dijera algo,
que me tocara el rostro para sentir que se me acaba la rigidez del miedo. Me sonrío por dentro porque mis labios no se abren. Mi madre no entrará, porque hoy es lunes. Ya debe estar cami no a su trabajo y yo debía estar a su lado conversando cosas de todos los días. Ahora la oigo por el pasillo o tal vez lo que oigo son chillidos de pájaros pequeños. Comienzo a sudar también ha cia dentro, porque mi cuerpo se ha cerrado a la vida. He olvida do la forma del lenguaje, ningún sonido me resultaría familiar como si todo ES inútil. La puerta frente a mi cama se abre. Bus co el rostro de mi madre, más o menos a la altura de los suiches, pero no la veo. Alguien ha empujado poco-a-poco la puerta, por que siento su presencia. Siento que se llenan los espacios. Siento que mi cuerpo es un inmenso radar que no se mueve, pero que va
captando los movimientos en el cuarto. Sé que alguien o algo se va moviendo por la alfombra. Oigo el ruido de los pasos por las hojas del cuarto como cuando mi madre y yo caminábamos el otoño por los parques. Pero hoy es lunes de un mes de marzo y grito sin que nadie me oiga. No oigo mi grito, sino solamente ese ruido que se arrastra, que ya se debe mover por mis chinelas. Si alguien llamara, si alguien quisiera pedirme un libro presta do para la clase de Historia, si alguien quisiera saber lo que voy a dar en el examen de esta tarde. Pero nada sucede, solamente
ese ruido que ahora se agarra a la sábana. Ahora se mueven las sábanas y pronto aparecerá mi cuerpo blanco y flaco desde mis dedos haciarriba. Ahora oigo voces en el balcón de un idioma que no entiendo, aunque sé que ellos forzarán la puerta, pero siento miedo de que no lleguen a tiempo. 27
—¡Mi madre no llegará a tiempo! Ya la sabana rueda al suelo y un olor desagradable a sexo sucio golpea mi nariz. Ese olor que tanto me agradaba cuando niño y hoy me asquea como nunca. Ahora el ruido se agarra de las sábanas que están bajo mi cuerpo y trepa. La puerta en el
balcón cede milagrosamente y ya oigo al final del pasillo la voz de mi madre que da órdenes por ese lunes de marzo. Pero mi ma
dre no llega y el ruido me juega con los dedos. Va tomando for mas de iguana por el cuerpo y siento que mi miedo se hace más terrible. Siento que las iguanas buscan algo por mi cuerpo, mien tras mi madre camina su pasillo. Las ambulancias llegan al res cate, pero ningún ser se asoma por mi cuarto. Ahora las igua nas se recrean por el olor de mi sexo, mientras siento en misojos
una oscuridad de eclipse. Todo se ha hecho sensaciones, todo se
va haciendo naturaleza que nacen en los murmullos del pasillo, en los ruidos de las iguanas en el pecho, en las crisálidas que fer mento por losojos en mi humanidad perdida. —¡Auxilio!
Nadie entenderá que las paredes se están llenando de árbo les inmensos, que lashojas me invaden por la cama, que mi ma dre todavía camina atajos por el bosque y no me encuentra. No verán las iguanas en mi boca, no verán las iguanas en la nariz comiéndome los mocos. No verán como tampoco yo veo a las Iguanas rompiéndome losojos, rompiéndome las crisálidas por el
hambre. Ahora mi madre llega después de tanto esperarla. Aho
ra da órdenes inútiles a mi mismo por su olvido. —¡Recójanlo!
Me llevan a algún sitio que no veo. Me meten en la ambuancia que no oigo. Mientras mi madre habla por su idioma frases de otro sitio y de otra gente. Mi madre habla de manicomios
o VI socios mi madre habla de dinero al hombre que trabaja con &u pa a. Mi madre la de la risa buena me ha enterrado. Iván Silén 28
APUNTES SOBRE LA NOVELA ACTUAL EN PUERTO RICO*
No podemos negar que en Puerto Rico hay una tradición novelística
que presenta sus más serias raices en Alejandro Tapia y Eugenio María de Hostos, y que desemboca en la bien delineada obra de Manuel Zeno Gandía. Aunque Tapia y Hostos sólo suelen mencionarse como iniciado
res de im proceso literario, son en realidad — por lo menos, dentro de la
novela — unos eslabones inconexos con la preocupación social, política y económica que tratará Zeno Gandía en sus novelas posteriormente.
Heredero directo del novelar zenogandíano es Enrique Laguerre, qmen — en sus primeros tiempos — comenzó paulatinamente a liquidíir los ves tigios que heredó nuestra novela finisecular del naturalismo francés. Fun
damentalmente desde La Llamarada, hasta Cauce sin río, Laguerre fue consistente — por no decir poco innovador — en su novelar; tanto en lo que se refiere a los temas de preocupación social y económicos, como en
el estilo literario. No obstante, cuando comparábamos la obra de Lague rre con la anterior producción novelística de Zeno Gandía, La Llamara
da, se perfilaba siempre como la obra maestra nacida desde un principio, ocupando de antemano el lugar de la obra póstuma. A mi juicio. La Lla marada fue primero y después; pero, la aparición de El fuego y su aire ha
soliviantado mis juicios sobre su autor, quien ha venido a incorporarse en un plano distinto £d que ocupaba como el fiel seguidor de una tradi
ción novelística hispanoamericana que se apoyó "en ima visión estrictamen te lúcida del carácter ficticio de la narración y en una declarada voluntad
de renovar el lenguaje como proyección del deseo de corregir el medioambiente real que preocupaba al novelista ..."
Releyendo las obras que consideré más importantes y significativas de nuestra producción novelística, a partir de la grata revelación de Pedro
Juan Soto en 1956 con su "Spiksi", Usmail, Ardiente suelo, fría estación, y
posteriormente con El francotirador y Temporada de duendes, comencé a hacer juicios confrontativos y comparativos con la más reciente obra de Laguerre y con el delicioso misterio y monólogodirico-épico de Carmelo Ro dríguez Torres, Veinte siglos después del homicidio.
Al finalizar repetida experiencia de lector, vime obligado, no a for29
mular juicios analíticos de la obra de cada autor en particular, sino más
bien a precisar los que ya tenía formados sobre el arte de novelar en Puer to Rico, durante los últimos cinco años.
Tanto en Pedro Juan Soto cbmo en Carmelo Rodríguez, pueden ob
servarse las profundas huellas dejadas por los clásicos maestros de la no vela — tanto universíd como insular — Proust, Faulkner, Joyce, Sartre, Laguerre y Gallegos, entre otros.
Y sorprende que, a pesar de la gran distancia generacional, Laguerre se ha incorporado al novel grupo, haciéndose heredero de su propia y an terior obra. Fenómeno saludable que ha traído como consecuencia e impe rativo la aparición de los nuevos talentos latinoamericanos.
Hablemos claro y honrar al césar. Anterior a la aparición de Usmaíl y de Ardiente suelo, fría estación, la narrativa puertorriqueña — salvo uno que otro caso excepcional — no intentaba una renovación tajante, seguia inmersa en una retórica obsoleta donde el qué y el cómo permanecían es tacionarios.
Aunque no hay de inmediato renovación técnica y estilística, Pedro Juan Soto, añade un nuevo elemento introduciendo temas de mayor rele
vancia universal, extendiendo nuestra geografía espiritual sobre la urbe newyorkina. El problema de la identidad del puertorriqueño en los Es
tados Unidos; el desprecio de que éstos son objeto, el desarraigo emocio nal y cultural tanto en Puerto Rico como en la Metrópoli; la búsqueda de
unas raíces, y el "españinglis" como renovación del lenguaje, se convier ten en materiales narrativos de la novelística de los años '50.
A partir de Pedro Juan Sato, nuestro verdadero arte de novelar ha
brá de encaminarse a un compromiso: la denuncia social y política contra los inmisericordes atropellos que sufren los puertorriqueños aquí en la Isla como en la extraña Metrópoli. La obra de Laguerre desembocará en la misma preocupación, pero for
talecida con la madurez y la experiencia. En El fuego y su aire, presenta 30
el desarraigo, la indiferencia, la vacuidad del puertorriqueño de hoy, en medio de una sociedad opulenta que oprime al individuo enajenándolo ca da día más. Es el hombre indefenso "sin un caudal de preparación técni
ca" que se deja dirigir inconcientemente por el ir y venir de las cosas y el "Stablishment" explotador y deshumanizado. Con su última obra intenta Laguerre no sólo una dimensión más uni
versal en su arte narrativo, sino que también echa el resto, demostrando tma tajante renovación de estilo y una ruptura total con los patrones an teriores;/avalancha de recónditos misterios concatenados, que habrán de solucionarse como por ósmosis. Transposición de los planos realidad-fan
tasía, suma y alusiones mitológicas, deliberado simbolismo, recurrencias ver bales, esplazamiento semántico de palabras, ünión de palabras distintas convertidas en estereotipos .. . Por otro lado, las verdaderas y sorprendentes innovaciones técnicas-
temáticas, las trae a nuestro novelar Pedro Juan Soto en su novela El fran cotirador: Historia de un intelectual cubano, Tomás Saldivia, que vive dos vidas: la.del destierro en Puerto Rico y la que sueña como futura en Cu ba .. . Algún crítico le ha reprochado a Soto que Tomás Saldivia no es el prototipo del cubano en el exilio puertorriqueño. Pero . . . ¡si el novelis ta no se ha propuesto pintar al cubano medio que, exilado en Puerto Rico, pone un negocio y sigue "viento en popa"! Ese cubano no es peligroso para nuestro destino. Evidentemente de quien se burla y a veces se com
padece — es de ese intelectual extranjero cubano, argentino o yanki, que dotado de alguna inteligencia vive la hostil y detestable realidad en que vivimos los puertorriqueños, y llamado por la verdad a participar fraternal mente en nuestra lucha, se ve obligado a vivir dos vidas o vidas multipli cadas: la que le exige su conciencia intelectual que le presenta la verdad cruda, la que le exige el Stablishment, la que le pide su compromiso his tórico, la que reclama su interés de burgués. Soto ha logrado de una for ma sutil e innovadora hacer que nos demos cuenta como puertorriqueños de lo que en la propia dimensión de nuestro ser no hemos logrado. Tomás Saldivia no es el cubano incondicional solamente, es el traidor de sí mismo, por eso le detestamos y aborrecemos. No tiene otra salida que la del sui cidio, la auto-destrucción.
31
El tratamiento del tema obliga a lograr ima interesante técnica de na rración mediante el uso de los tiempos verbales en el imperfecta, creando así una dual estructura escénica, una doble proyección de la pluralidad psicológica del personaje.
En esta obra, Pedro Juan Soto ba logrado mayor dominio del len guaje que en sus obras anteriores. Ha cobrado conciencia de que la es tructura novelesca extema no se logra a cabalidad sin una sensibilidad ex
traordinaria para el lenguaje, materia prima de lo narrativo.
Esta aludida y ñnal concepción de la novela parece avisarse también en Veinte siglos después del homicidio, de Carmelo Rodríguez Torres, obra sorprendente que ya ha sido clasificada como novela corta. Tengo mis serias dudas sobre ello. Me inclino a considerarla como un poroso monó logo poético-lírico, donde la preocupación por el lenguaje es el esencial
transmisor de una reflexión ontológica sobre nuestra realidad de pueblo esclavizado.
Carmelo usa en su narración novelística la palabra no para decir algo en particular sino para transformar la realidad lingüística narrativa misma. Por eso en su obra ya casi se ha podido borrar — por medio del lengua-
j® arbitraria distinción entre realidad y fantasía, para así presen tar en un sólo nivel metafórico: la verdad que su conciencia e inconciencia perciben. Pretende conseguir esa verdad con el dominio absoluto de un lenguaje que sacude y estremece las raíces al ser más indiferente ante
la realidad de nuestro coloniaje. De aquí los recursos estilísticos que em plea. hipocorísticos átonos y tónicos, anglicismos, arcaísmos léxicos, diale-
talismos morfolópco, alegrías y aleluyas, modismos y refranes populares, cuadraturas rítmicas, letanías y desplazamientos gramaticales, entre otros. En fin, al reflexionar sobre todos los nuevos intentos por resqptar nues tro arte de novelar de la ignominia, al ver tan subrayada la voluntad de remozamiento estilístico de nuestros autores, nacen en mí grandes es peranzas ...
Con la aparición de obras como El francotirador. El fuego y su aire y Veinte anos después del homicidio, comienzo a percatarme de que nuestra 32
novela puertorriqueña busca una nueva'dimensión. Una dimensión mucho más profunda que la recreación de la realidad para presentar denuncias socio-políticas.
Cualquiera puede ver en ese reiterado experimentar de nuestros po cos novelistas, la búsqueda de im "apeirón puertorriqueño", y la bús queda de un método de salvación, no sólo para el puertorriqueño, sino también de todos los hombres marginados del universo.
El arte de novelar "narración-diálogo-fantasía-realidad", se ha ido sus tituyendo por un nuevo juego; dialéctica e historia. Tal vez la fnlla ma yor de nuestros novelistas es olvidarse de que están haciendo "arte-artificio-
verosímil". Pronto, muy pronto, nuestra novela será el proceso epistemo lógico con que se encontrará la verdadera idea de ima gloriosa revolu ción ...
Una nota para los críticos y profesores de literatura:
No pocas veces he oído la queja de que no tenemos a im Borges, a un Vargas Llosa, a un Carpentier, a un Cortázar. ¿Cuándo dejaremos la maldita manía de envidiar el talento de otros? ¿Cuándo mandaremos al
mfierno las capülas literarias? Critiquemos con sanidad de espíritu, se
ñalemos lo positivo primero y así los autores estarán prestos a erradicar
lo malo. Mientras sigamos soñando con bellos manjares celestiales, se
nos seguirá empelotando y quemando nuestro funche literario, mientras seamos indiferentes ante nosotros mismos, ¡no podremos liberamos de las cataplasmas literarias . ..!
MARCELINO J. CANINO SALGADO
33
L£ C H E
"El pan nuestro de cada día ..."
Desesperadamente luchaba por hallar el aire.
Luchaba.
A oscuras.
El aire petrificado de aquel catarro, enralecido, espeso, se aglutinaba en el espacio pestilente, como un coágulo de sombras y silencio. Aquel aire podría exprimirse, doblarse como una lámina de plástico. Y, a oscuras, aquel bulto se agitaba, queriendo nadar entre las sombras del ranchón
en agonía. A oscuras: con una oscuridad rota únicamente por un rayo de luna, que se escurría por uno de los mil agujeros del techo. Unicamen te un rayo; un rayo de luna, que pugnaba por no ahogarse en el charco de orines y excrementos, que anegaba el rincón en dónde aterrizaba. El
rayo moribundo rasgaba, como a un prisma, los cristales del charco, en gendrando un espectro fabuloso.
A tientas, se puso en pie. Se puso en pie, cortando el flujo de luz, que fue a estrellarse en su rostro. Y hasta la misma luz hubiese huido, de no ser por la costumbre de verlo cada noiche.
Un carnaval de carne derretida caía por un lado de aquel rostro des figurado por el fuego. Desde el hueco evitado por im dejo de carne di
secada, hasta la gruta amorfa de lo que fuese una boca. Desde un ojo a la boca, un festival de moscas en banquete sobre el manjar en carne viva de aquella carne muerta. La gruta dibujaba una mueca de sonrisa involuntaria. El aire era denso y pestilente . . . A oscuras. Y más tenaz que el dolor y las moscas, diseminaba sus tentáculos el hambre.
—¡Nina! — dijo en voz baja y haciendo gárgaras con las palabras. — Tampoco ella ha comío. — El estómago vacío acompañó sus últimas palabras con una marcha fúnebre.
—¿Pol qué no la dejé allí tirá en la cuneta? ¡Pero se hubiera muelto!
Y qué . . . ¡yo ni la conocía! . . . ¡Pero se hubiera muelto! ¡Ay vilgen, hubiera sío mejol!
Las sombras se rompieron bruscamente, al abrirse la puerta destar talada.
35
—Pai, no encontré ná.
—¡Me cago en Dios!
La niña, cuyo cuerpo desnutrido y rostro demacrado dejaban ver la huella de la miseria, inclinó la cabeza.
—Ay Nina, peldona. Ya yo sé que uno no debe cagalse en Dios.—
Y la voz, que a duras penas se escapaba estrangulada de la gruta, se cor tó con el filo nauseabundo de un eructo. —Pai, tengo hambre.
El ojo sano del hombre tenía el brillo de la desesperación. Dolorosamente arrastraba su entumecido cuerpo en la oscuridad nueva tras la puerta cerrada. Y el rayo se estrelló en la llaga.
Coño, Nina . . . ¡a lo mejol si yo hubiera sio mujel, las cosas se
rian más fáciles! ¡Si hasta las putas viven mejol que nosotros! Tú no palarías hambre polque yo te daría la teta ...
Su rostro se convulsionó de horror y el rayo huyó de su cara. No, eso no ... ¡eso no! ¡Que se joda .. . tengo que hacelo! —¿Qué, pai?
El ojo, dilatado, perdió su cauce. —¡Tengo que hacelo!
Se agazapó en el rincón. Apretó entre sus manos la carne flácida y esponjosa. Y comenzó a agitarla. —¡Tengo que hacelo!
Al movimiento de su mano la carne se hizo de acero. —¡Tengo que hacelo!
¿Qué haces, pai?
El movimiento era rítmico, interrumpido por gemidos sordos. —¡Tengo que! ... 36
Su rostro desarbolado reflejaba el cataclismo. El movimiento era ca da vez más acelerado.
—Pai, ¿qué te pasa?
—Tengo que .. . tengo . . . tengo que . .. tengo . . . El vaivén se detuvo, desgarrado por un grito.
—¡Tengo que hacelol
Mientras su mano, cuajada de un líquido viscoso, temblaba. —¿Qué es eso? —¡Bebel —¡Pai!...
—Eso te quita el hambre. ¡Bebe!
La niña lamió tímidamente la mano asquerosa. Luego hundió con avidez su boca en la gelatina terrosa, que aún supuraba aquel liquido blanco. Succionaba, queriendo arrancar de raíz la carne blanda y hedionda. El ciclope Uoraba. Su ojo palpitaba, latía de dolor y se distorsionaba
en la angustia, buscando, entre las sombras, el tal vez mañana. Y la es
peranza rielaba suspendida en la atmósfera impenetrable. Flotaba. En tre las sombras flotaba la esperanza, el eco del tica-tac frágil de las lágri mas al salpicar el suelo. — Y tú, ¿pai?
—¿Yo? ...
—¿Tú no vas a bebel?
—Si, Nina, ¡yo también!
Y se arrastró hasta el charco del rincón quebrando los cristales de
la luna, que huyeron de la mierda. ¡Yo también vo'a bebel! Efraln de Jesús
37
MUÑECA
Señora, la niña está muy enferma, estamos haciendo lo po sible, pero no creo que podamos salvarla . . . No continuó oyendo. La sentenciosa bata blanca se veía tan
alta, tan fuera del mundo. Ni siquiera veía las formas redondi tas del retrato que le mostraban; las portadoras de muerte, muer te, muerte ...
Fue a ver a Rosita. La abrazó con gesto seco, casi sin ternura.
—Mami, no te apures, ya lo sé, voy a morirme. No me lo han dicho, pero sé que voy a morirme. —Te enterraremos en el panteón de la familia. Te vestiré
de rosa con el traje que te estoy haciendo para tu cumpleaños. Habrá muchas coronas de flores rojas. Te verás muy linda. Te llevaré un ramo todas las semanas. Tu retrato quedará en la sala con esa sonrisa, tan tuya, tan mía. Todo quedará como si estuvieras, tu cuarto, tus juguetes, tu ropa.
EN LA CASA DE MUÑECAS DONDE SE PLASMA EL TIEMPO, DONDE NO SE ENVEJECE, DONDE NO SE MUERE, DONDE NO SE LLORA, DONDE NO SE CRECE. LA MUÑECA RUBIA SENTADA EN SU BUTAQUITA, NO SE MUEVE DE ELLA. NO TIENE VIDA, PERO NO SE VA.
LAS HUELLAS DEL SUCIO EN LAS PAREDES. EL CASTIGO. PEGARLE A MI NIÑA. MI NIÑA 39
TAN RUBIA. MI NIÑA DORMIDA DESPUES DE LA PELA.
LA RECIEN NACIDA ME MAMA LA TETA.
LE DOY DE MI LECHE. LE DA PAPERAS, LE
DA SARAMPION. Y SE PONE GRANDE, QUIERE SER DOCTORA. LA RUBIA, MI NENA, TIENE BUENAS NOTAS.
Rosita se durmió. Le dio el último abrazo, con cariño, con ternura; y se fue a su casa a coser el traje rosa. Víctor Santiago
40
Se publicó en:
Rev. de la Universidad de Méjico
Vol. XXIV, Núm. 11, julio de 1970 (Hojas de crítica 20)
LA NUEVA NOVELA
EN PUERTO RICO "EL FRANCOTIRADOR" Por José Ramón de la Torre
La publicación de la novela El fran cotirador^ de Pedro Juan Soto, cons
estudiadas^ como la de Matías Gon zález García y otros. Pero lo impor
y rico mundo de la actual narrativa
tante es que aparece una figura que, valgan lo que valgan sus pocos estu diados coetáneos, sobrepasa sus posi bilidades. Es decir, hace, más, mucho más de lo que se podía esperar de él.
hispanoamericana.
Se trata de Manuel Zeno Gandía. Con
tituye un acontecimiento importante dentro de la novelística puertorrique
ña y creemos que digno de no pasar desapercibido aun en el más amplio
Sin embargo, la pobreza novelesca de mi tierra es tal, que me obliga a hacer un poco de historia y alguna aclaración, aunque sea arbitraria, que
expliquen de algún modo los c£isos aislados de novelistas sobresahentes.
La prosa comienza tardíamente en Puerto Rico, por razones que ahora no viene al caso. Tiene sus raíces en
AgwínaWo puertorriqueño de 1843 que está compuesto por las románticas "nouvelles", leyendas y cuentos de don Alejandro Tapia y Rivera, si
gue con las simbología política de La peregrinación de Bayoán (1863) de Hostos, antes de la novela de las úl timas dos décadas del siglo XIX. En este momento aparecen figuras poco
una tradición tan corta, este médico entronca en la novela reahsta-natura-
lista, al lado de los argentihos, de los mejicanos y de los chilenos —so bre todo de los chilenos, tan ricos siempre en
crudas realidades— sin
desmerecer.
Sus novelas, recogidas bajo el tí tulo general (y significativo) de Cró nicas de un mundo enfermo, han sido estudiadas y justipreciadas en distin tos momentos, pero aún merecen otra
revisión, más totalizante; con nuevos lentes críticos . . . mucho saldrá de ahí. 1 Pedro Juan Soto: El francotirador.
Méjico, Joaquín Mortiz. Nueva Narrati-
.^a Histórica, 1969, 297 pp. 41
Esto nos lleva a las siguientes pre
guntas: ¿Cómo es posible un Zeno
le mucho mejor de lo que él mismo pudo haber esperado. De la misma manera que nos pre
Gandía? ¿De dónde sale? Manrique Cabrera^ ha señalado ati
guntábamos hace un momento de
nadamente la estocada a fondo que
dónde sale un Zeno Gandía, nos pre
el escamoteo de soberanías del '98 in
guntamos ahora, ¿de dónde y cómo salen escritores como Laguerre, Blan co, Marqués, Andreu, etc.? Este planteo, por si mismo, constitu
fligió a nuestro espíritu de pueblo y a uno de los productos de ese espíri tu que es la literatura.
tante hasta este momento.
ye un intento de ver la alfombra . .. pero por debajo. La pregunta que siempre se han hecho críticos puer torriqueños y extranjeros es: ¿por qué no hay novela en Puerto Rico o hay muy poca? Creemos que es esa la forma erró
Además de las obras de César Andreu Iglesias, especialmente su no
país con casi medio milenio de colo
Para encontrar una novelística de
valor tenemos que saltar a la década
del '30, cuando Enrique Laguerre pu blica La llamarada. Así inicia un ci
clo de obras que le convierten en el
novelista puertorriqueño más impor
vela Los derrotados, la cual consti tuye un valioso esfuerzo de adelanto
en la novelística puertorriqueña, no podemos pasar por alto una "nouveUe , a la que su autor llama cuento y los críticos suelen llamar novela. Se trata de Los vates de Tomás Blan co. Escrita antes que las de Andreu
Iglesias, tiene tanto aliento moderno como aquéllas. Lo mismo ocurre con La víspera del hombre de René Mar qués.
Entre jóvenes que no logran esta blecerse y viejos que no logran un justo reconocimiento, hay dos escri
nea de plantearse el problema. En un niaje en las venas —coloniaje que no permite la efectiva madurez que sólo trae la emancipación—, ¿cómo es po sible pedirle a ese país una produc ción que es siempre un producto de madurez, tanto en lo individual como en lo colectivo?
Añádase a ésto, y como consecuen cia de lo anterior, el separatismo im puesto a esta isla del resto del mun
do hispánico, la prohibición de la en señanza en español en las escuelas, el pernicioso intento de convertimos
en bilingües, y mil detalles en todas
las facetas de la vida del país, y se
tores sumamente interesantes: uno
Emilio Díaz Valcárcel, que acaba dé publicar su novela. El otro, Pedro Juan Soto, con El francotirador, da un salto del que a juicio nuestro, sa42
2 Francisco Manrique Cabrera: His toria de la literatura puertorriqueña, la. ed. New York, Las Amérlcas PubllshIng, 1956, p. 156.
verá que la pregunta auténtica y per tinente es ¿cómo es posible que haya novela puertorriqueña? o, ¿cómo es
posible que haya Puerto Rico toda vía?
Baste ésto por lo que toca a lo es trictamente histórico.
Ahora, ya que no podemos plan teamos toda esa problemática ligera mente esbozada aquí, al menos tra temos de enfrentarla en lo que a la última novela de Soto se refiere. A
nuestro entender, la ruptura de uno de los hechos antes expuestos puede aclararnos en parte el problema: ya
no hay una separación tan tajante en tre Puerto Rico y el mundo hispá nico, especialmente el hispanoameri cano.
La campaña de descrédito de Es
paña, y por consiguiente de "lo his pano", que se desarrolló en Puerto
parte de él— estaba en un determi nado recodo del camino y los exilia dos españoles, en general, constituian una influencia progresista. Luego, luego llegó el momento de tapar la colonia; llegó el momento de pasar "el gato por liebre", de hacer ver "lo liberal que se era". Como la inmensa mayoría de los exiliados es pañoles eran liberales, se acomodaron a la situación. De este punto en ade lante, los sectores puertorriqueñistas enfrentan esa realidad, descubren el colonialismo estructural de la mente
de los "españolistas" y, sin teorizar, comienzan a distinguir entre "espa ñolismo" e hispanismo. El acomodo
de los exiliados españoles dentro del "stablishment" queda retratado —aunque con algún defecto en El fiancotirador.
Así se da la primera ruptura del
Rico desde el '98, se resquebraja casi
separatismo al que ha sido sometido Puerto Rico respecto del mundo his
por completo cuando a partir del '36,
pánico.
la guerra española trae a Puerto Ri co todo im grupo de exiliados que constituyen el sector progresista e intelectual de España. Sin lugar a
dudas, este grupo abre puertas inte lectuales; su sola presencia destruye "clichés"; el "españolismo" (no el hispanismo) de ciertos sectores puer-
La segimda ruptura de ese separa tismo, a grandes rasgos, la provoca
Ir Revolución Cubana. El efecto que comenzaba a tener en Puerto Rico
queda sin embargo decapitado, aho ra por la separación a la que se so mete a Cuba respecto de Puerto Ri co. De ahí que sus efectos sean limi
torriqueñistas se afianza, dejando ver
tados por el momento y se den sólo
nuestra
en algunos grupos aislados. Vía sím
mentalidad
colonial;
pero,
por aquella época, fue más bien positi va esa oleada. El mundo, y Puerto Rico —que a pesar de todo, aún es
bolo de esta situación, en El francotirador (cap. 5), aparece el episodio del almuerzo de Saldivia, el protago43
nista, con Sara Valbuena, en un res
ae prensa de Saldivia en el primer
taurant donde el dueño, antiguo mo
capítulo de El Francotirador. La tercera rupüira del separatismo
zo, les resulta "fidelista". Significa tivamente, el fidelista implica mino
al que ha sido sometido Puerto Ri
ría y el lugar implica aislamiento.
co respecto del mundo hispánico, se
Como consecuencia de la revolución
da en términos de Hispanoamérica en
hay en Puerto Rico unos 30,000 cu
general, y viene por el campo de la li
banos exiliados. En términos ideoló
teratura, específicamente.
gicos proceden de sectores que eran de derecha y de centro en Cuba: en
media, media alta y alta y, por lo
Cierto que Rómulo Gallegos lle gaba a Puerto Rico, y como él otros artistas hispanoamericanos. Pero des de los tiempos del auge del Moder
tanto, en términos de preparación profesional, su nivel medio es alto.
nismo la literatura de Hispanoaméri ca no afectaba con tanto impacto al
Su procedencia socioeconómica y po lítica unida al trauma que para ellos
mundo puertorriqueño hoy, la última
términos socioeconómicos eran clase
novela argentina o mexicana, se ago
constituye la revolución y a la aco gida placentera que las autoridades
ta en corto tiempo.
(norteamericanas y puertorriqueñas)
harf dado en la tela de araña que
y el sector derechista del país les han
cubre a Puerto Rico especialmente la
dado, han provocado un casi absoluto
última, son la inyección que nuestra novelística necesitaba para un salto
rechazo por parte de las fuerzas puer
Estas brechas o aperturas que se
torriqueñas. Se ha producido así un
al presente. Y ese presente literario
malestar general por parte del puer torriqueño medio que se ve despla
está claro en El francotirador; no se
zado por ellos. Esta situación infor
las "influencias" o "fuentes", y me nos en un autor ya formado como
ma en todos sus estratos El franco tirador. Sin embargo, el nacionalismo
cubano está fortaleciendo al puerto rriqueño, independientemente de par tidos políticos. Hoy, más que nunca,
trata del planteamiento ingenuo de
Soto, pero lo innegable es su cono cimiento a fondo de la actual litera
tura hispanoamericana. Los juegos con las palabras del Cortázar de Ra-
más puertorriqueños se autoclasifican como nacionalistas, cosa inaudita ha ce escasamente veinte años, cuando la
yuela,- las posibilidades del punto de
sola mención de la palabra acarreaba
Francotirador recuerda los Cien años
vista de la Aura de Carlos Fuentes;
el mismo procedimiento final del
unos veinte años de cárcel por lo me
de soledad de García Márquez. Y sin
nos.
embargo, es obvio lo radicalmente dis tintos que resultan esos procedimien-
A ésto se apunta en la entrevista 44
tos usados por Soto. Más que "in
mento estético de la estructura de la
fluencias" en el sentido ya trillado,
obra a partir de la intencionsdidad
aceptaríamos mejor la idea del posi-.
del autor.
tivo intercambio natural entre escri tores. Ciertamente, los procedimien tos técnicos en una buena novela son inmanentes a la esencia de la misma
y no mero ornato; por otro lado, la prosa de Soto resulta ya muy madu ra y el género le es muy propio pa ra ver "pastiches" e "influencias". Di gamos mejor, que todo este juego téc nico está en el aire.
Es, al menos en el caso de Puerto Rico, la actual literatura hispanoame ricana y especialmente su novelística, la que ha despertado su orgullo his
Como, al decir de Lukács, "la in tención" brota del esfuerzo del au
tor por reproducir la totalidad de sus datos con los medios literarios opor tunos, aquí la trenza técnica y la con tradicción interior del protagonista son una y la misma cosa; es decir, "la forma especifica de este conteni do especifico".3 De otro lado, esa for ma representa la polarización social,
económica y política del mundo al que se remite de continuo la novela de Soto.
pano; la que ha traído un modelo,
El asunto, en los capítulos de la realidad poética, nos presenta la lle
no de un país, sino de los sectores
gada a Puerto Rico de un profesor
progresistas que aparecen a través de
visitante cubano, fuera de Cuba des
todo el continente. Para adentramos en la obra debe mos considerar el trenzado de realida
de la época de Frío, y su disgusto ante la situación política general de Puerto Rico, y específicamente de la
des y posibihdades que percibimos
Universidad; es decir, el papel poli-
fácilmente desde la primera lectura. No ha sido mero capricho de pirueta técnica, ni rebuscada ingeniosidad, lo
tico de ese centro, su control en ma
que motiva este cruce. Ese medio usa do, era el único que podría propor cionar la visión de la lucha interna
del protagonista. Se trata, por tanto,
de la puerta abierta que nos lleva del asunto y la acción, hacia la es tructura; se trata del resultado del imperativo interior a que monta la interacción épica del personaje con la situación; se trata, en fin, del funda
nos de extranjeros —exiliados espa ñoles y cubanos—, el antinacionalis mo, las cobardías de los pequeños fun
cionarios, la degenerada semántica y sus situaciones dobles (rector vs. go bernador; doble ciudadanía, dos bande ras, nacionalismo bueno y malo, so
cialismo malo y bueno, dos lealta des . . .) 3 Georg Lukács: Significación actual de! realismo crítico. México, Ediciones Era, 1963, p. 21. 45
En este sector de la novela, la pre
sentación proviene de una clara in
restarle el mínimo de universalidad necesario a toda obra de arte, si las
que los sectores de vida que se nos presentan estén estructurados en for
personas aludidas no son reconocibles en tiempo y espacio amplios; y si el único propósito del autor era éste,
mas convencionales, típicas, como, por
el valor de la obra será efímero; pe
ejemplo, una recepción en la casa del
riodístico .. . del momento.
tención "ilustrativa"; esto determina
rector; una conversación con un ve cino cubano exiliado; una fiesta cam pestre para conocer al gobernador y otras personalidades; un primer día de clases; una primera reunión de fa cultad; etc. Como vemos, se trata
de ima sucesión de situaciones típi cas (dentro del cuadro puertorrique ño, desde luego) que casi constituyen,
Además de crear una objetividad
propia —y esto es lo esencial en la obra de arte y, sobre todo, en la de ficción—, la obra literaria novelística lo ha de hacer con sus elementos es
tructurales, y los personajes constitu yen imo de esos elementos.
La mayor o menor "verdad" psico lógica de los personajes es indepen
en cierto modo, motivos.
dientemente del valor total de una
Como la novela se presta para ser interpretada como "novela de clave",
novela. Lo importante es que estén trabajados en forma tal que encua
se hace necesario en este momento un comentario al respecto. Novela de clave, es decir, novela en la cual cada personaje —o algimos— no es mqs
la estructura; que sean como la to talidad de la estructura necesitan que
que el retrato de una persona (por lo general, de una "personalidad" es pecífica), El francotirador no lo es. Este tipo de novela resulta bastante
dren bien dentro de la totalidad de
sean.
En muchas grandes novelas de hoy,
La ciudad y los perros, por ejemplo,
—demasiado diría mejor— ingenuo
los personajes son esquemáticos. Algo similar ocurre en El francotirador, con la excepción del protagonista,
para darse en un momento en el cual la novelística hispanoamericana al-
desde luego. Esto no lo señalo como defecto; si asi fuera, la obra no ten
csnzd su mayor complojidad. y, si sg
dría mérito. Lo señalo, repito, no por
quiere, rebuscamiento.
que esté mal sino porque es así por
Aparte de toda sus otras intencio nes, rma "novela de clave" tiene siem
razones estructurales.
pre en su centro de propósitos el de
poner en evidencia a las personas dis
frazadas en ella. Esto, bien podría 46
Los personajes de El francotirador, menos el protagonista, son esquemá ticos pues quieren reflejar un ambien te vacio, superficial, y porque vistos.
como lo son, por un personaje cen tral extranjero, deben reflejar tam bién la imposibilidad de éste para captarlos en profundidad. Fallar en esto habría sido un error de perspec tiva.
Ahora bien, si ésta es la situación,
los personajes no serían "portadores de mundo", no representarían tm mundo, lugar concreto, específico y, como consecuencia, la obra sería la novela de ningún sitio, una abstrac ción, Bizancio al acecho. Esta situa ción lleva al autor a echar mano de
da vacía, im mundo superficial. El au tor, a través de su personaje, lo sub raya en forma directa también: La cantidad de gente allí reuni da
me asombra. Reunión íntima,
dijo Bermúdez. ¿Cuánto mide a lo largo y a lo ancho su intimidad? (p.52) Dentro de este primer sector que consideramos, aparece el "leitmotiv" del amor, o mejor, del sexo. Un in tento pueril inconcluso con una mon ja; una tal Cathy del pasado, recor dada sin nostalgia ... y a veces; unas
lo general, de lo "grupal". En El francotirador se nos presen ta, no a los exiliados españoles en
relaciones sexuales con la estudian
sus individualidades, sino como gru po. El autor toma el cargo de uno, le actitud de otro, un rasgo físico o moral de otro, y esto, unido a una opinión colectiva sobre ellos y a la personal del autor, da ese tipo de
ta, un intento frustrado con ima jo
personaje. Otro modo de caracterizar usado
por Soto, consiste en combinar ras gos físicos de personas. Esto indica que Soto quiere, no hacer retratos
morales, físicos y de detalle biográ fico al modo de la "novela de clave", sino que intenta presentar unos se res que por su engranaje cumplen de terminadas funciones dentro de una zona históricosocial determinada.
Personajes esquemáticos, situacio nes típicas, hemos dicho, indican el continuo intento de apuntar una vi
te venezolana
Sara Valbuena; una
significativa noche con una prostitu
ven y hermosa compatriota, discípula y "empresario"; efectivamente, mejor decir sexo que amor, ni siquiera amor neurótico.
El sexo, en términos de Saldivia, además de una sensualidad peculiar normal, constituye un mecanismo de evasión. Esto se ve claramente por
lo ligado que está con el tema políti co y por la distancia objetiva con que ve a la mujer:
Hace un sol cubano para ima aven tura venezolana. Bolívar, Manue
la .. . Martí y sus incontables ro mances. Mejor le cito a Martí a cada vuelta. Romanticismo cubano.
Martí liberó a un pueblo: Peralta no es más que un cerebro en cami sola [. . .] 47
Se sonroja mi pobre Maritornes, dándome la mano que acaricio en vez de apretar formalmente. —¿Cómo anda Fidel?
—Dando duro y seguro, según me cuenta el Times.
—^¿Saldrán los yanquis de Guantánamo?
—Me está difícil, pero no impo sible.
Política, política, política. ¿De
nados por los chulos, las caricias abonadas por todos sus clientes. Su nombre es Tú, y mirándola
desde aquí, echado sobre la otra almohada de funda olorosa a de
tergente, descubro en eUa el pare cido con todas mis mujeres. Por las celosías de aluminio que
dan al espacioso balcón alto, inter viene la mañana con todos sus rui dos . . . Desde arriba del moderno
vamos a hablar? Un cubano
cabezal de cama con espacio para
impaciente, lustrado, con su cara corbática al sol, no está para esas
libros —repleto, en vez, de agujas
eso
cosas ahora [. . .]
y redecülas y efectos de tocador—, el Perpetuo Socorro vela por noso
tros y por todos los que han com
Intelectual, lá mujer. Jodida vi da. Todo se irá en conjetura sobre la inmortalidad del cangrejo, cuan do intente empujarla hacia la ca
con ella este desmueUado colchón. Junto a la estampa religiosa han
ma. (pp. 82-83)
sido fijadas las páginas a color de
Pero el sexo como evasión y aun como "amor neurótico", como prueba de virilidad para la cual un hombre
maduro necesita una mujer joven, puede ser frustrante, y en este caso lo es. Sin embargo, el "leitmotiv" tie ne aún otro nivel, más profundo, en la relación con la postura. Veamos: Su cabeza en la almohada, vuelta hacia mí, descansa con los ojos ce
rrados. No ronca ya, aunque ano che, después de la acción, me ob
partido, comparten y compartirán
un artíctüo sobre Santo Domingo sacado de Life.
Sin embargo, ella dijo anoche ser de Bolivia. Barrio Chavaleta, La
Paz, para mayor exactitud. Miente, probablemente. Y quién no en este oficio de pasados deshechos y for tunas por hacer. Miente como men tiría yo, y como alguna vez me han mentido todas mis mujeres. Natu raleza de sujeto infeliz, el más po pular espécimen en este reparto
sequió tañidos de pecho para el
asignado a la comedia. De Cathy
resto de la vida que no hemos de
tiene —o tuvo a la luz de esa lám
compartir. Su cuello trigueño guar
para, bajo el peso de mi cuerpo—
da en plisados los lustros padecidos
la mirada autoritaria vertida des
en el oficio, los mojicones propi
de un prisma castaño en vez de
48
azul. De Sor Teresa son su boca
ra él, al quedar todas incluidas en
apulpada y los pequeños pechos. De
ésta.
Sara las manos un tanto pelotudas,
En segundo término, tenemos ima identificación del protagonista con la prostituta, la cual se convierte en su imagen reflejada en el espejo, y que
de gruesos dedos, aunque nada efusivas. Y de Patricia ese algo artificioso don de gentes, más las curvas nada artificiales.
da nominada: "Tú".
Tú es su nombre, porque el nom bre de la pila bautismal se lo ca lla. Ni siquiera me cuchicheó ano che otro cualquiera con que lla marla. Es quien yo quiera que sea. No le da importancia a ello, ya que
Si eUa vende su cuerpo, él vende su intelecto —recordemos que los ayudantes del gobernador, auxiliados por Patricia, han escogido a Saldivia para que escriba la "gran novela" so bre su líder; le acechan y le tientan con dinero . . . y él está indeciso y a pimto de capitular. Saldivia, recordemos, se ha descu
sus mentiras todas están armadas
para identificarla como la Hembra por antonomasia: atractiva, agra dable, necesaria. Paséase por ese bar de la planta baja con su ves tido rosa y su hato de cabellos ne gros recogidos con cinta a un lado de la nuca, muy chic, y sólo bebe agua de chirle que hace a todos pagar a precio de whisky. La Hem bra: desinteresada en cuanto a su
propio placer, púdica para no alar mar al más púdico cliente, pronta
bierto como un nacionalista cubano.
La pregunta irónica que Sara Valbuena, al conocerlo, le hace: "¿Y qué hace un nacionalista fuera de su tie
rra?", pregunta sobre la cual él vive, queda en carne viva al identificarse él con la prostituta. Perdona, chica. En Santo Domingo también hay mar. —No soy dominicana, bah. Soy
a conferir deleites. Distinta de las
de donde me da la gana, viejo."
otras en el bar sólo por virtud del
(p. 178).
acento indefinido. Porque hay cha rras y hay ticas, y hay curazoleñas, y si los escrúpulos tontos no me paran hubiera solicitado a una habanera, (pp. 172-174).
Entrebordada en la descripción de la prostituta aparece toda la serie de mujeres en su vida, confirmando
esto el valor del llamado "amor" pa
Es decir, no es de ningún lugar, no tiene raices, no es nada, no es nadie; por eso cuando él se aleja de donde
ella vive, piensa lo siguiente: No hay tendidos de ropa, ni enre daderas, ni muebles de aluminio y tiras coloreadas. AUi no vive na
die, aunque todos los cuartos estén ocupados (p. 179). 49
y precisamente por ella ser "nada", "nadie", es su propio reflejo en un
espejo, por eso es "Tú". Asi queda él, degradado, a la venta. Porque si bien es cierto que cada
que es Puerto Rico, y el de la posibüidad poética, el "allá", que es Cu ba, no están contrapuestos. Son, más bien, la continuación lógica posible el uno del otro. Es decir, si él se ha
182).
de quedar en Puerto Rico, buscando un "hacer" (acción) que dé sentido a su vida, sólo puede "moverse" (ac
Como es sabido, el problema ma
ción) hacia lo contrarrevolucionario.
yor de la prostituta extranjera en
Pero para Saldivia, el "aquí". Puer to Rico, es: vida cómoda, enajenación, desarraigo de su tierra y su proble
cual tiene su precio, yo no he po dido aún determinar el mío. (p.
Puerto Rico es el que le plantea el
Departamento de Inmigración. El ha tratado el tema con "Tú". Luego, ya almorzando en San Juan, pensando en no venderse a los ayudantes del
gobernador, piensa, colocándose en el lugar de la prostituta: Porque eUos, si me niego ahora a firmarles el contrato acaso puedan armarme una trampa con Inmigra ción. (p. 182). El también está en un burdel, en un gran burdel donde todo se vende Y yo me voy por ese pasülo esca
so- de luz, a mitad del cual hay un teléfono de mesa y un directorio de sucias hojas abarquilladas, mien tras Tú cierra la puerta y todavía
mática, ocuparse exclusivamente de
su bienestar personal, someterse a un
orden que se le aparece como enga ñoso e hipócrita, prostituido en su quehacer intel^tual en aras de lo anterior. Ahora bien, si Saldivia es un personaje creado dentro de la tra
dición realista, como definitivamente
lo es, el rechazo de su mundo impli ca su autorrechazo y su disolución, pues en una persona o personaje "el
elemento históricosocial, con todas las
categorías que implica es inseparable de lo que Hegel llamaba su realidad
efectiva, de su ser en sí, de su modo ontológico esencial".4
deja oír del otro lado sus carca
Esto confirma su identificación con
jadas. Muchas puertas. ¿Cuántas
nadie , o sea, con "Tú", y queda
de cuántos lugares de nuestra Amé
claro en la huida de sí mismo.
queño? (p. 179).
Por eso va uno de bar en bar, hu yendo de los libros que no ha leído,
Antes hemos indicado que la nove
incapaz de concentrar en cosas se
rica hay en tu burdel puertorri
la se da en dos planos, paralelos, zig
rias, consciente siempre del ojo fis-
zagueantes y desplazándose continua
cahzador de una cuartilla en blan-
mente de uno a otro. Estos dos pla nos, el de la realidad poética, el aquí.
4 Lukács. Op. cit., p. 21.
50
co, hasta
que acaba con unas
cuantas prostitutas de nuestra América y es algo así, Tú, como acabar en casa: complacido de la
aparente novedad, nada asombra do, porque aun cuando no se lo hu
nes. Saldivia nos deja ver que vive sobre la creencia, primero, de una continuidad colectiva y personal del hombre que forzosamente se conver
tirá en historia: y, segundo, sobre la creencia de un movimiento hacia un
similitud de ello con lo de uno. (p. 182). Un hombre en esta situación, para
futuro. Si no creyese lo primero, el tiempo se le aparecería como interrum pido, como una suma de instantes separados e independientes. De ser asi, sólo se ocuparía de su presente
poder soportarla —y esto es otra apo-
y los capítulos del "futuro posible"
biera dicho a sí mismo uno sabia
de tal lugar y de tal juego por la
yadura interior de la técnica—, ha de
no se habrían escrito. Pues bien, tras
hacerse una ilusión. La de Saldivia consiste en ver un "futuro", que ten
ladando esta concepción a lo personal, encontramos que "acción" no es me
ga sentido y que responda a su pre sente, si es que él ha de aceptar ese
presente. (Véase aquí en la fuerza de
ro movimiento, sino que es movimien
to con sentido. De ahí que Saldivia sea un "activista". Esto, que arroja
lo condicional en la vida puertorri
un poco de luz sobre el título de la
queña de Saldivia, la razón del am plio sector hipotético técnico de su
novela, nos explica que aunque él se
vida contrarrevolucionaria en Cuba.) De ahi que muestre, como sueño o en sueño, en futuro y con condiciones,
jamás como terrorista, sea un "acti
el posible desarrollo lógico de su pre sente en Puerto Rico, y como actor en la escena cubana.
El título del ensayo que Saldivia está escribendo, "El cubano, actor fuera del tablado", como vemos no
es nada ingenuo. Recoge la idea del marginado, a la vez que el deseo de una verdadera acción o dinamismo. De estas dos ideas me interesa aho
ra examinar un poco la segunda, ya que hemos aludido a "realismo", "ac ción" y "quehacer" en varias ocasio
ve en Cuba como mero observador,
vista". Es una forma de explicar el
papel del intelectual en la revolución, tan legítimamente revolucionario co mo el del guerrillero.
Y aquí llegamos a uno de los pro blemas de la obra que cae en la zona de "lo no dicho". Saldivia, intelectual, busca una acción (para que su vida tenga sentido) y de ahí se genera to do el sector de los capítulos imagi narios. Por otro lado, hay una duda en él que va más allá de la que su pone el escoger partido y que es pre cisamente la de la naturaleza de su función dentro de la revolución. Esto 51
que el personaje jamás plantea di rectamente se ve en sus confrontacio
nes con Carmelo y Efraín y queda contestado, al final de la novela cuan do el protagonista dice: Y yo, ¿cómo explicar un artículo de fe? Creo en mí y en mi pueblo revolucionario. Juntos podemos ha cer grandes cosas. Y somos dos, el hombre de la carabina y yo, inter pretando su razón y sus sentimien tos. Argüiremos a veces, el hombre de la carabina y yo. Buscaré con vencerlo, cuando lo crea equivoca do. ¿Quién tiene la razón? Cualquie ra, él o yo. ¿Quién ha de enforzar
una opinión? Ambos, él y yo. Yo, con mis razones. El, con las suyas propias y .. . la carabina - .. ¿Te
merle? Ocurra lo que ocurra —ru sos o no—, mi lugar está allí. (p. 296-297).
Los capítulos que presentan ima realidad poética posible, aunque cons
terrogatorio, etc., pero todo atenuado por su origen fantasmagórico: el cual, a su vez, se atenúa con \m detallismo cotidiano.
Estos capítulos, interpolados y apri sionados por los de la realidad poé
tica, puesto que son posibilidad que parte de aquella realidad, desdobla
miento o prolongación imaginaria de ella, como tal, presenta todo un jue go de contrastes y paralelismos con sus contrapartes que un examen es
tilístico revelaría como puntales de los elementos de ambigüedad e iro nía en la obra.
El sector de la realidad posible es, en cierto modo, una apertura a un marco más amplio que aclara la realidad específica de Saldivia. Este
procedimiento tiene por objeto aquí, entre otros, esclarecer las causas, ur gencias y motivos del sector real; y con su estructura de novela por en
tituyen eso, la visualización de me
tregas, además de alter£ir continua
ras posibilidades, al no ser mecanis mos de evasión sino examen de con ciencia prospectivo, no le restan al
mente el ritmo narrativo total, que da como una objetivación simbólica
realismo fundamental de la obra
esto provoca que lo específicamente novelesco se dé en su esencia, ya
En primera persona desde el pimto de vista del protagonista también, es
te sector conserva escenas típicas una celebración del 26 de junio, una reunión clandestina, una confe
rencia, un viaje en autobús, el en cuentro con un campesino hospitala rio, una pelea con un guajiro, un in 52
del suceder de primer plano. Todo que el destino humano —la vida de
Saldivia— queda referido a una po sibilidad y a un marco méa amplio. Es decir, es la historia de un hom
bre en una situación en la cual hay o puede haber muchos. De hecho, la situación de Sara Valbuena ilustra.
en forma concentrada, la novela de Saldivla.
—¿Regresará pronto a Caracas? —Tíd vez. Ya hace rato que Romulito no está en el tablado. Leoni .. . Leoni cesará pronto, y ven
drá otro casi gemelo. Bah, supon
go que ya está bien de escapar de mis condiciones venezolanas.
Ha
brá que sufrir aUí mismo lo que sea, como cualquier hijo de veci no. (p. 84).
La presentación de estos dos pla nos no supone una sintesis de contra rios pues son paralelos y continuos y, en su acercamiento paulatino, llegan a confluir y a integrarse. El momen to de la decisión de Saldivia, momen
to que no aparece en la novela, que
que ya proporciona de por sí el pun to de vista narrativo empleado. Se trata de que la novela se nos pre senta, ella misma, sola. Su primer pá rrafo lee así:
La limousine se desUza lenta por la carretera, a pocas cuadras de la
universidad que ya avizoro. Torre. Verja de hierro. Césped. Arquitec tura morisca de relumbrón. No se parece en nada a la de La Haba
na, aunque camino del aeropuerto
be creído en ocasiones venir por Rancho Boyeros rumbo a mi capi tal añorada, detestable, bbre y clausurada. Mi capital de hace vein te años, que no de ahora, (p.9).
Es decir, ese mundo que no existía
da revelado en la integración de los
para nosotros antes, comienza a de
planos compuesta por la muerte del posible Saldivia contrarevoluciona rio y su reunión final con Velázquez.
senvolverse solo, hacia adelante y hacia atrás, linea tras linea, pariendo la vida de Saldivia a la vez que él
Sin embargo, la forma de controver
lo va fundando, como novela de per
sia dialéctica queda en evidencia en
sonaje que es, al fin y al cabo; pero, al llegar al último párrafo de la no vela nos encontramos con lo siguien
la interacción que se opera entre el
personaje y las dos realidades con las que se confronta. Esto, que apunta
te:
desde cierto ángulo al título de la obra, es una muestra más del prin
La limousine se desliza lenta por la
cipio realista de la creación de per sonajes en esta novela. En lo que a la relación del autor con su lector se refiere, en El franco tirador hay un elemento que consi gue una mayor unión, un mayor acer camiento con el lector, además del
universidad que ya avizoro. Torre. Verja de hierro. Césped. Arquitec
carretera, a pocas cuadras de la
tura morisca de relumbrón. No se
parece en nada a la de La Habana, aunque camino del aeropuerto he
creído en ocasiones venir por Ran cho Boyeros rumbo a mi capital 53
añorada, detestable, libre y clau
la narración
surada . .." (p. 297).
acabar?, ¿será otra vida?; en fin, co mo decía Julio Ortega en La contem plación y la fiesta: "hay otra novela después de la última página". Saldivia es un desplazado espiritu al. Vivía sobre unas creencias que a
Asi, cuando la novela termina en forma igual a la que comienza, nos va a iniciar en una historia y un per
sonaje que ya conocemos. Por lo tan to, se trata de un narrador más cer cano aún, de un viejo amigo. Este procedimiento, además de acercamos al narrador, denuncia una complica da concepción del tiempo — lineal y cíclico, a la vez—; trae una nota op
timista en la posibilidad de un revi vir, de un volver a empezar; despis ta con la ironía y la ambigüedad de
en
un ciclo de nunca
su vez entroncaban en unas realida
des. Desaparecidas sus realidades, se esfuman las creencias y queda flo tando en la nada.
La desaparición de esas realidades sin que él lo haya notado es posible por su desarraigo. Este desarraigo lo ha convertido en un exiliado moral
la amenaza de una imposibilidad de
con un anticastrismo equilibrado por
reiniciar una vida en forma distinta a la comenzada:
Rico).
Desde aquí mismo escribo, aunque las palabras se me traban. Táchelas de esa pared con un parpadeo. Co
su rechazo de su (realidad (Puerto Por lo tanto, nos quedamos con un hombre sin mundo tanto en tér
minos subjetivos como ontológicos;
mienzo de nuevo. Y de nuevo. Y
y . . ., sin mundo en términos socia
no sirve, y maldigo, y vuelvo a
les también. O sea, un espectador an te dos realidades que se le dan como
probar, y con grave lentitud paso a la oración que la oración ante
rior me exige. Y por fin comienza
a cobrar forma en la pared este pá rrafo que me crece dentro: "La limousine se desliza lenta
en un escaparate. De ahi su crisis, sus
luchas internas, su actitud crítica
que señala defectos a uno y otro la do: por eso es un Francotirador . . .
de ahí su capacidad histriónica de
por la carretera, a pocas cuadras de
pasar por lo que no es, de "camou-
la Universidad que ya avizoro. To
flage", de atacar todo.
rre. Verja de hierro. Césped. Ar
Sin embargo, ser un francotirador, también implica una soledad, una vul
quitectura morisca de relumbrón.
No se parece en nada a la de La
Habana . . . " (p. 297). Por otro lado, genera interrogan tes al final, tales como: ¿se repetirá 54
nerabilidad, un riesgo . . . también eso está en la novela.
La técnica y la estructura y los niveles de la obra están determinados
por la creación de este personaje. Así, la novela, además de ser una "épica de personaje" (cosa que explica su continuidad más allá de su fin), ade más de esto, requiere que el perso naje se transforme en la problemá tica misma que se plantea.
Por eso Saidivia es algo más que un cubano que va o no va a Cuba; que va como contrarrevolucionario o como revolucionario. Saidivia perso
nifica una lucha de principios; el pro blema del liberal, el problema del nacionalista, etc., frente a la revolu ción socialista y a su deber como in telectual ante su mundo.
La estructura del género —novela
de personaje— es tan intensa que el personaje mismo la porta. Esto, se ría más propio del cuento. De ahí que la novela sea el cruce de dos cuentos largos o "nouvelles"...
55
CONCIERTO DE METAL PARA UN RECUERDO Y OTRAS ORGIAS DE SOLEDAD Manuel Ramos Otero
Editorial Cultural — Río Piedras, Puerto Rico Julio, 1971
Irrupción metálica y sorprendente del joven cuentista puer torriqueño Manuel Ramos Otero con trece (presagio) narracio nes breves incluidas en su primer libro CONCIERTO DE METAL PARA UN RECUERDO.
El título mismo enuncia el elemento unificador de su obra.
Existen sus personajes en sociedades tecnológicas, izquierdoderechista, burguesocialista donde se les señala como único cami
no una sola vía incomunicada del resto del mundo. De ahí que sean personajes perpetuamente solos dispuestos a proteger esa soledad como "único valor importante" para acto seguido negar la "pero uno se cansa de ella", indicio claro de una desarmoni
zación del personaje mismo proveniente, quizás, de un relativis mo consecuente.
La presencia de las artes plásticas, la cinematografía, la mú sica contribuye a la creación de distintos tipos de ambientación impartiendo así diversidad y plasticidad a lo narrado.
Merece destacarse tres de las composiciones que han sido premiadas por el Ateneo: CONCIERTO DE METAL PARA UN
RECUERDO (1967), HAPPY BIRTHDAY (1969), ALREDEDOR
DEL MUNDO CON LA SEÑORITA MAMBRESI (1970). L. Z. Barreto 57
RAQUELO TIENE UN MENSAJE Jaime Carrero
Impresa en España por Manuel Pareja 1970
Raquelo tiene un mensaje es la historia de Wayne Rodrí guez, un maestro de escuela pública en el pueblo S, situado en San Germán por lo que se puede presumir leyendo la novela ya
que el autor no lo dice abiertamente, Wayne Rodríguez es hijo de padres puertorriqueños y criado en Nueva York. La obra abre sus puertas al lector con el himno de los Estados Unidos, canta do por los niños de la escuela Hawthorne, donde Wayne enseña el inglés. Con la llegada de Wayne a la escuela y el canto del himno americano, recordado y contado por Wayne ahora en un ir y venir, desde la experiencias ya pasadas y sus conflictos en la escuela hasta la que pueden escuchar sus oídos del himno, se nos introduce ya en el conflicto primordial. La novela viene a ser un diario de las experiencias de Wayne, sus conflictos con el sistema de Instrucción Pública, donde se le obliga a los niños a cantar el himno de Estados Unidos, sin saber lo que cantan, donde se le da cabida a maestros sin vocación hacia la enseñan
za, donde los maestros tienen que seguir la trayectoria de unos planes de trabajo absurdo sin llegar a los problemas fundamen tales del estudiante; sus conflictos con el principal de escuela, los maestros y los habitantes de Pueblo S, quienes siguen toda una rutina de vida automática y sin sentido; sus conflictos nihi
listas con un reverendo que conoció en Nueva York y que ahora él recuerda en un ir restrospectivo a sus experiencias en Nueva York. Wayne se enamora de una de las maestras de la escuela, Libia, a quien se entrega con una pasión desbordan te propia de un espíritu como el suyo, pasión que va en aumento 59
constante, como va en aumento su inconformidad con el sistema en que tiene que vivir, su inconformidad con la rutina de un diario vivir al que están sujetos no sólo los de la escuela Hawthorne y los de Pueblo S., sino los que están sujetos al sistema en Puerto Rico. La obra termina con el mensaje que Raquelo tiene que dar al pueblo: Wayne es comunista. Raquelo era un retar dado mental cuya labor en el pueblo era la de pregonar los chismes que ocurrían, personaje éste producto del hom
bre máquina, sin cerebro, de la sociedad de la cual Wayne quie re escapar. El pregón está hecho, Wayne es un comunista, por señalar los problemas que aqueja el sistema de Instrucción Pú
blica y por su querer escapar de la realidad automática del dia rio de vida de este pueblo. María Rodríguez Medina
60
EN CUERPO DE CAMISA Luis Rafael Sánchez
Editorial Cultural — Río Piedras, Puerto Rico 1971
Bajo la Editorial Cultural sale por segunda vez el libro de cuentos "En cuerpo de camisa" del puertorriqueño Luis Rafael Sánchez.
El autor de "La pasión según Antigona Pérez" en forma cla
ra y concisa nos narra diferentes situaciones de personajes mar ginados, de seres enanejados en busca de algo, en fin, hombres, mujeres y niños productos de una sociedad en decadencia. En el cuento Tiene la noche una raíz describe la escena del
pequeño Cuco y Guardelia. Un niño que ha oído de su padre que el lugar donde habita Guardelia es público, visitados por hombres de todas las edades y es por eso que él desea conocerlo.
Interesante es el diálogo donde se confronta la vida públi ca de Guardelia y la corta edad del muchacho. Guardelia nun
ca se ha encontrado con tal situación, toda su astucia, toda su experiencia se desvanece. Al final decide dormirlo y cuando Cu co despierta cree que ya todo ha transcurrido y sale corriendo complacido de creer que ha realizado lo que deseaba. "Cuco sa
lió corriendo diciendo —devino, devino— Guardelia, al verlo ir sintió el vaivén del que no tiene vaca no debe leche levantándo
le una parcela de la barriga. Esa noche apagó temprano. Y un viejo borracho se cansó de tocar".
En diferentes cuentos el tema del negro está presente en la 61
obra de Sánchez, entre ellos Aleluya negra donde describe con gran soltura en el lenguaje la escena donde Caridad "una negri ta emperifollá" es violada por Carmelo el Retinto. Los versos "Ay Bacumbé de los tres pelos Bacumbé" se re piten constantemente no sólo como elemento de unidad rítmica
en el cuento sino en función de ir llevando la acción a su punto climático.
El tema del tiempo es desarrollado en uno de los mejores cuentos del libro, Memorias de un eclipse. Sánchez se adentra
en el personaje de doña EMrita no sólo en su conflicto interno
sino en relación con el momento histórico en que transcurre la
acción. Pasado, realidad, esperanza y tristeza se tejen en el per sonaje de doña Elvira. La que espera la correspondencia a cier ta hora del día, nada le importa, sólo ella trasciende de su mun
do anhelante del recuerdo; desde que un caballero honorable de seara tener correspondencia con una dama que soñara. En efec to esa es doña Elvirita pero la noticia la obtiene simultáneo al
suceso de Hiroshima y su Caballero de la Triste Figura nunca
llega . . . Su vida había sido alimentada veinte años por el re cuerdo, las cientos de letras impresas en las cartas, la incom prensión de la gente, en fin todo para ella ha terminado. Sólo una palabra escrita en una carta es suficiente para destruir un mundo sostenido en la fantasía de Elvirita. Todo transcurre al
mismo tiempo en que en una milésima de segundo desapare cen miles de seres sobre la tierra.
La narración es un espléndido material de recursos estilís
ticos. Luis Rafael Sánchez juega con el lenguaje transforman do las palabras, "el relojísimo de la iglesia", "el polvo que duer me en las cartas", etc., que van desarrollando la temática del cuento.
Mario A. Rodríguez León 62
RESEÑA
Violeta López Suria Obsesión de Heliotrópo Editorial Edil — Puerto Rico 1969
Violeta López Suria, tras su rica producción poética, viene a sorprendernos con Obsesión de heliotrópo. En este pequeño li bro se recogen los cuentos publicados desde 1955 en el diario El Mundo y revistas literarias. Se destaca como hilo unificador su
estilo que va de la caricaturesco a un sentido altamente poéti co, dando así lugar a matices inesperados que combinan lo fan
tástico con un afán de burla. Expresa sobre estos cuentos la doctora Margot Arce de Vázquez: "En el estilo, ese desgarramiento sangra en humo rismo complejo, de matices inesperados, que com bina el candor con la burla, la ingenuidad con el
casco, la bobería deliberada y maliciosa, el guiño de caricatura".
Los personajes se recortan sobre lo fantástico y lo cotidia no dando así lugar a una variedad de interpretaciones, además de un noble plano de acción. Ejemplo de esto es el Teléfono de Copa.
MARCIA
63
PENELOPE O EL OTRO MUNDO
Esta abierta a:
Todo cuento inédito.
Ensayos críticos de toda obra de carácter narra tivo de escritores puertorriqueños. Ensayos o ponencias en tomo a cualquier género de la literatura nacional.
Breves reseñas orientadas a servir de vínculo en
tre obra y público. Mención de todo libro recientemente publicado por escritores puertorriqueños.
Todo trabajo debe dirigirse a: TALLER DEL CUENTO PUERTORRIQUEÑO Apartado de correos 2886 Estación de San Juan Puerto Rico 00905
65
1
Libros recientemente publicados: Editorial Cordillera:
1.
Ojeada al proceso histórico de Puerto Rico Dr. Arturo Morales Carrión
... $2.35 2.
Los aventureros de los siete mares Dr. M. Süva $250
3.
Gambeta
Dr. G. Cotto Thorner $1.85
4.
Retiro hacia una nueva vida
Dr. J. Rodríguez Pastor $2.00
5. Desarrollo político y economía Dr. J. Morales Yordán Librería Cultural:
1. En cuerpo de camisa Luis Rafael Sánchez
3. Cordial Magia enemiga Tomás López Ramírez 3.
Teatro — tomo III
René Marqués 4.
Panorama
Emilio Díaz Valcárcel 5. El Gíbaro
Manuel Alonso
67
Ediciones Librería Internacional
1. Problemas de desigualdad Social en Puerto Rico
R. Ramírez/Carlos Buitrago/B. Leone
2. Diario de un poeta
fSrandsco Matos Paoli 3. La idea de la Federación Antillana en los
Independentistas puertorriqueños del siglo XIX Carlos Rama
... $1.00
4. "Spanglish" Carlos Varo
... $1.50
5. Propuésta polémica sobre Arte Puertorriqueño Marta Traba
... $2.00
6. Puerto Rico: Supervivencia y Liberación Mons. Antulio Parrilla ... $5.00
7.
Cauce sin río
Enrique Laguerre
8. Puerto Rico, Grito y Mordaza
Nieves Falcón/Garcia Rodríguez Félix Ojeda ... $6.00
9. El pájaro Loco Iván Silén
... $2.50
68
LIBRERIA ORBE, INC. Humacao 1002, Santa Rita, Rio Piedras
PUERTO RICO Distribuidores: Barral Editores
1
■ Líbreríd
I
■ Puerto Rico
I
H Humacao 1006 Río Piedras1
Fontanella
Cuadernos para el Diálogo Planeta
Bibliografía Española Península
Anagrama LAXA (Estela)
LIBROS QUE OTROS NO TIENEN COMPARE NUESTROS PRECIOS
LIBREROS IMPRESORES DISTRIBUIDORES
TEATRO DEL SESENTA le invita
A pasar UNA NOCHE
Con el Sr. Magnus
EDITORIAlV^CORDILLERA,INC. AVE. F.D. ROOSEVELT 237/HATO REY,PUERTO RICO
hijos
de Ricardo Monti en el
TEATRO SYLVIA REXACH
desde el 6 de julio de 1972 Reservaciones: 723-9534
69
LIBROS DE TEMAS Y
AUTORES PUERTORRIQUEÑOS
EDITORIAL CULTURAL Roble 51, Río Piedras, P. R. — Tel. 766-3234
70
SIRVIENDO A LA INDUSTRIA
Qle Si/u
DE LA CONSTRUCCION
^/oxisóas
POR MAS
DE UN CUARTO
TELEFONOS
DE SIGLO
GARCIA COMMERCIAL INC. SANTURCe . 0AYAMON . HATO TEJAS .CENTRO VICTORY
ifc
Tel. 783-1499
^uíi. <^/^amíie.z Distribuidor de Medicinas Veterinarias
• Calle 10-SE-1261 Cap. Terrace
• San Juan, P. R. 00921
766-2255
Calle Abuadilla 29
766-0729
Pda. 36 HATO Rey. P.R.