R·<:VISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ...
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ANTROPOLOGIA HISTORIA UTERATURA ARTES PLÁSTICAS TEATRO MOSICA ARQUITECTURA
OCTUBRE-DIClEMBRC, 1974
San Juan de Puerto Rico
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T A
DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES
Presidente Carlos Conde Samuel R. Quiñones Jesús María Sanromá Director Ejecutivo: Luis M. Rodríguez Morales Director de la Revista: Ricardo E. Alegría 'l.partado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO Enrique Laguerre. Milton Rúa Carlos Sanz Amelia G. de Paniagua
AÑO XVII
1974 OCTUBRE-DICIEMBRE
Núm. 65
SUMARIO
::;esáreo Rosa-Nieves
1
~osa-Nieves y
lo puertorriqueño por}osé FeTTer Canales
2
~esáreo
Rosa-Nieves: Poeta por Félix Franco Oppenheimer
4
'oemas de Cesáreo Rosa-Nieves. . . . . . . .. . . . . . . .
10
{ida y obra de Cesáreo Rosa-Nieves por Patria Figueroa de Cifredo . . . . . . . . . . . . . . .
12
.os bailes de Puerto Rico por Cesáreo Rosa-Nieves
14
:I romance y el corrillo en Puerto Rico por Cesáreo Rosa-Nieves. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
19
.a poesía indianista puertorriqueña en el siglo XIX por Ramón Luis A cevedo
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Artistas puertorriqueños de la Nueva Generación
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Calixto y Marichela por Manuel de la Puebla
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La tercera crónica francesa sobre el Caribe: la "Relación del Viaje a las Islas de la América" del Padre Pacifique de Pr.ovins
porManuelCárdenas
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PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURAPUERTORRIQUEÑi Director: Ricardo Eo Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual Precio del ejemplar
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DEPÓSITO LEGAL: Bo
3343· 1959
IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJ BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA
COLABORADORES
José Ferrer Canales nació en San Juan. Obtuvo la Maestria en Anes en la Universidad de Puerto Rico y el titulo de Doctor en Letras en la Universidad Autónoma de M~xico (1952). Fue profesor en las Universidades de Pueno Rico y Dillard (Nueva Orleáns), y desempeñó una cátedra de español en la Universidad de Harvard (Washington' D.C.). Actualmente ocupa una cátedra en el Depanamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Pueno Rico. Ha dictado conferencias sobre temas puenorriqueños e hispanoamericanos en Cuba, México y Estados Unidos, y colaborado con numerosos trabajos de periódicos y revistas culturales de ambas Américas.
Félix Franco Oppenheimer nació en Ponce en 1912. Estudió en la Universidad de Puerto Rico y obtuvo el Doctorado en la Universidad Autónoma de México en 1964. Actualmente es profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Pueno Rico. Entre sus obras publicadas figuran EL hombre y su angustia (1950), DeL tiempo y sufigura (1956), Imágenes prosas y decires y aforismo (1957), Contornos, ensayos (1960), Los Lirios deL testimonio (19581960), Estas cosas asifueron (1966) y Prosas sin clave (1971).
Patria Figueroa de Cifredo nació en Cataño. En la Universidad de Puerto Rico recibió el diploma de Normal y se graduó de Bachiller en Educación, y de Maestra en Artes. En 1956 ingresó en la misma Universidad como profesora de literatura, y en 1963 se recibió de Doctora en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. En la actualidad profesa una cátedra de español en la Facultad de Administración Comercial de la Universidad de Puerto Rico. Ha publicado recientemente dos libros de investigación puertorriqueña: Apuntes biográft'cos en torno a la vida y obra de Cesáreo Rosa-Nz'eves y Francúco Gonzalo Marfn: héroe y poeta.
Manuel de la Puebla nació en España. Vivió desde su adolescencia en Argentina, hasta 1965, año en que se trasladó a Puerto Rico en cuya Universidad - Recinto de Río Piedras- concluyó los estudios del doctorado en el Departamento de Estudios Hispánicos. Actualmente enseña en dicho DeP':lrtamento como profesor de Literatura Hispano.americana. Es autor de Estudz'os de Lz'teratura Húpanoamerz'cana, unos apuntes líricos (poesía), y está por publicar un estudio y antologia de la poesía militante puertorriqueña.
Manuel Cárdenas Hui:: es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos articulas de crítica de arte en revistas y periódicos del pais.
/11 Memoriam
Cesáreo Rosa-Nieves El3 de octubre de 1974 falleció en San Juan el poeta y escritor Cesáreo Rosa-Nieves, catedrático emeritus de Estudios Hispánicos de -la Universidad de Puerto Rico, institución a la que estuvo adscrito desde 1936. Natural del pueblo de Juana Díaz, se crió en Cayey y pasó parte de su adolescencia en Bayamón. En la Universidad de Puerto Rico obtuvo los títulos de Bachiller en Artes y Educación (1927) y Maestro en Letras (936). En 1944 se recibió de doctor en filosofía y letras de la Universidad Autónoma de México. La obra literaria de Rosa Nieves abarca un periodo de casi cincuenta años (1922-1967). Se le deben cerca de veinte poemarios, entre los que sobresalen Tres baladas en luna de vísperas (1954), Siete caminos en luna de sueños (1957) y Los nfsperos del alba maduraron (1959), todos ellos exponentes del movimiento poético titulado ensueñismo, del cual fue
Rosa Nieves principal fundador. Su producción en prosa comprende importantes obras de investigación y critica literaria, destacándose entre ellas el Aguinaldo lírico de la poesia puertorriqueña (3 tomos), antología publicada en 1957; la Historia panordmica de la literatura puertorriqueña (1961) y el tomo de ensayos titulado La ldmpara del faro (1957). Al· lamentar el deceso del doctor Rosa Nieves, deseamos reproducir, en homenaje a su memoria, las palabras de elogio que a su obra dedicó la doctora Josefina Rivera de Alvarez: .. Es muy posible que nadie, entre los discípulos y compañeros de Antonio S. Pedreira, haya realizado tanto como Rosa Nieves en el camino de las investigaciones y estudios histórico ~rítico- literarios de tema puertorriqueño, labor que arrancó de una seria e inquebrantable voluntad de contribuir al máximo a la tarea de definir, organizar, revalorar y orientar el caudal cultural de nuestro pueblo. n 1
Rosa-Nieves y lo puertorriqueño Por
su ALTA y PROFUNDA VISIÓN DE. LA VIDA, EL pensador José Martí nos alecciona en el sentido de que los hombres no son más perfectos que el sol y señala que, mientras los desagradecidos miran las manchas, los agradecidos miran la luz. En la luz simbolizamos las virtudes, el noble ha· cer, la huella imborrable, el ejemplo ético y esté· tico, dejado a la juventud y la patria. Creo que la luz, la huella de Cesáreo Rosa·Nieves como maestro, poeta y hombre está en el rumbo, en la dirección, en la orientación nacional, puertorriqueña, de sus estudios y de su creación. Cuando pocos rastreaban o calaban en el estudio de nuestros orígenes literarios, cuando la historia de nuestras letras estaba casi totalmente por hacerse, y figuras como doña Carmen Gómez Tejera y doña Antonia Sáez apenas nos habían as~ mado a la novelística y la dramaturgia, Rosa·Nieves se consagra a la obra develadora de tantos valores nuestros. Lo estimulan, sobre todo, la vida de ese patriarca que es don Miguel Meléndez Muñoz, la palabra del humanista y poeta, el Padre Juan Rivera Viera, y el ejemplo del ensayista y hombre egregio, don Antonio S. Pedreira. Si exceptuamos algunos trabajos dedicados a clásicos como Cervantes y Unamuno, que representan la atención a las raíces hispánicas, puede afirmarse que el centro, el tema cardinal de la obra de este escritor es lo puertorriqueño. Y atiende a múltiples facetas de la cultura nacional, incluyendo la biología. Cantará a la: DESDE
Carne trigueña, cabellera azabache, salerosa de gracia hispana, afro y taina. Si La poesía en Puerto Rico es la memoria doctoral que presenta ante la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, él hace de la Historia panorámica de la literatura 2
Jos~
FBRRBR CANALES
puertorriqueña la obra de sus mayores empeños críticos. Honra a quienes iniciaron, en la cátedra universitaria, la enseñanza de nuestras letras: don Rafael W. Ramírez y don Lidio Cruz Monclova. y divide nuestra historia literaria en tres etapas: de 1589 a 1806. desde la Elegía de Varones Ilustres de Juan de Castellanos a la "implantación" de la. imprenta; de 1806 a 1898, hasta la Guerra Hispan~ cubana-americana; y desde aquella hora de invasión del ejército norteamericano, a sus días de 1959. ¿Cómo define Rosa·Nieves la historia literaria? ¿Qué expone, en síntesis? "En los escritores de un pueblo -aclara- late en luz segura su haber cultural. La historia literaria de una n'ación no es otra cosa que el espejo en donde se reflejan el sentimiento y la razón de esos hombres, dentro de la órbita de ese medio: raza, paisaje y sicología c~ lectiva... La historia literaria viene a ser como el balance artístico de los ensueños y realidades de los ciudadanos de esa patria." Algunas de las personalidades literarias a' que dedica semBlanzas o estudios dignos de meditación son Francisco de Ayerra Santa María, Manuel A. Alonso, Tapia y Rivera, Zeno Gandía, Gautier Benítez, Rosendo Matienzo Cintrón y Antonio S. Pe· dreira, cuyo lnsutarismo -explica Rosa-Nieves-, "es, sin duda, la obra de más cala y hondura... sobre nuestra puertorriqueñidad. Por ese libro... cruza nuestra vida social, nuestra heroicidad... , nuestro pensamiento..., nuestros vuelos literarios". Entre sus libros es inolvidable, para mí, el drama histórico Batdorioty de Castro, estampas de este patriota, en 1887, obra que con justicia elogia la Dra. Margot Arce de Vázquez por su "significación ejemplar", por su tono de heroicidad, por sus parlamentos, porque allí aparece un poeta con fe en "valores ideales". Si copiáramos toda la bibliografía de Cesáreo Rosa-Nieves, nos asombraríamos ante el índice tan
abarcador de múltiples aspectos de nuestro hacer y sentir, de nuestra historia e intrahistoria: la dan-_ za, la copla, la bomba, bailes, aguinaldos, poesía romántica parnasiana, modernista, el cuento, la historia cívica. Hizo carne de su espíritu, guía de su afán, aquel aforismo en que el pensador vasco-salmantino Unamuno afirma que "cuanto más de su tiempo y de su país es uno, más es de los tiempos y los países todos". y por eso proclama como Director de la revista Brújula en 1934: "No hay otro camino para la universalidad de nuestras letras que el boricuismo." O dirá en un profundo comentario sobre Lecturas puertorriqueñas de Meléndez Muñoz: "La ~región es fuente de savia espiritual que nutre el alma. Y en prosa poemática repetirá ese pensamiento: "Mañana en lo porvenir, la raíz dirá la copa en el verde más verde del árbol: la copa que se llenará de... figuración boricua'" Propuso una vez estas tres directrices como nor· mas para orientar la escuela puertorriqueña: la exaltación de lo autóctono, la admiración a nuesJI
tros héroes literarios y patriotas y el .. amamos los únos a los otros". Más allá Y sobre todas las veleidades políticas, quedarán como bandera y escudo, estas frases trascendentales can que Rosa-Nieves comienza su Historia panordmica: "La literatura puertorriqueña está sedienta de un rebelde sacudimiento iconoclasta contra todo 10 que sea esperar de afuera... Esta misma posición deseada, se podría aplicar contra todo lo que sea carimbo distintivo de esclavitud colonialista, tanto en lo artístico como en 10 social, en 10 educativo, en las ciencias yen la polftica." Ya expresé que la huella imperecedera,la lección fecunda, la flor o el laurel inmortal de esta vida está, más que en el detalle o pormenor, en la orientación, en el acento puertorriqueño de su obra. Cuando (coincidiendo en la visita, con la presencia de Luis Quera Chiesa y su esposa, Eugenio Rentas Lucas, Manuel Joglar Cacho y la amable y heroica Milla, compañera de Rosa-Nieves), lo vimos por vez última, aún nos habló del lírico José Gautier Benítez, héroe literario -decfa-, de "nuestra patria Boriquén n.
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Cesáreo Rosa-Nieves: Poeta Por
EN "LECTURAS PUERTORRIQUEÑ,\S": PROSA, LAS DOC,
toras Margal Arce de Vázquez y Mariana Robles de Cardona, afirman: "De la obra dc RosaNieves hemos escogido su ensayo 'La plena y la • bomba', muestra de su labor erudito-literaria en la que podemos aquilatar la concurrencia dcl poeta lírico, el ensayista, cl investigador y el crítico que conviven en él.' El doctor Rosa·Nieves, aunque culti· vó con éxito todos los géneros literarios, era fundamentalmente poeta, toda su obra está saturada por un romanticismo galante y trascendente. Acaso por el hecho de haber sido músico, su sensibilidad estuvo en una tesitura lírica constante para mirar la vida dcsdc esa atalaya de idealismo." La poesía de Rosa-Nieves, según lo confirma otro poeta nuestro. Francisco Lluch Mora, "se vuelo ca sobre la tierra puertorriqueña: sale de ella y a clla se encamina en amoroso tributo. Es poesía de tierra adentro; participa de la emoción que dejan en el alma los paisajes nuestros, los árboles, la tierra. la flor, el mar".2 A esa temática que señala cl crítico Lluch Mora, ubicando a Rosa~Nieves como poeta esencialmente puertorriqueño, debemos sumar algunos otros temas como el negrismo poético con implicaciones étnicas, sociales y estéticas, la patria, la mujer, la fauna, la religión, la infancia y la muerte, todos ellos en tónica exaltada. Lo antes apuntado lo podemos observar desde los primeros libros de este poeta: Las veredas olvidadas, 1922, La feria de las burbujas, 1930, Paracaídas, 1934, Tú en los pinos, sonetario, 1938, Undumbre, primores del amor sin anclas, sonetario 1953, hasta llegar a Siete caminos en luna de sueños, 1. Margot Arce de Vázquez y Mariana Robles de Cardona,
pllc!rtorriqlleria~: prosa, pág. 242. 2. Francisco L1uch Mora, durisdicción de Jos hibiscos • y Diapasón negro. Pocmario~ (Primera Parte), E) Mundo, 5.10 Juan, P. R., 26 de nov. de 1960, Año XLII, Num. 15343. pág. 18.
Lecturas
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FÉLIX FRANCO OPPENHEIMER
1957, especie de antología de su poetizar anterior, Los nísperos del alba maduraron, versos ensueñistas, 1959, Girasol, versos para niños, 1960, Díapasón neo gro, 1960, Calambreñas, decimario boricua: motivos de la montaña y la ciudad, 1964, El pleamar de las garzas de ámbar, caprichos poéticos en tiempo de otoño, 1964, La emoción divertida, poemas para niños, 1967 y Estrellas y caramelos, poemas para niños, 1972. El poeta, atento a las nuevas corrientes esté· ticas del momento, en 1926 se incorpora al Nofsmo, 1925-27, movimiento de vanguardia fundado por Vicente Palés Matos, Vicente Géigel Polanco, Emilio R. Delgado y Samuel R. Quiñones, en cuya modalidad publica poemas en el periódico El Imparcial. 1926, y en el Anuario de la Clase Graduanda de la Universidad de Puerto Rico. Tan presente estuvo en el poeta este espíritu renovador que él mismo es responsable de la creación de un nuevo movimiento, el Ensueñismo, 1954, que firman a su vez los poetas José Luis Martín, Eugenio Rentas Lucas y Félix Franco Oppenheimer, y que acentúa, en sus últimos años su interés por lo folklórico, el hombre, la luz y el paisaje puertorriqueño, mas con aliento universalista. Sus esfuerzos innovadores, aún en forma vaci· lante, los podemos reparar en su primer libro, Las veredas olvidadas, 1922, de tono modernista, en donde hallamos huellas de los clásicos castellanos y de Rubén Daría, así como de Julio Herrera y Reissig, el de Las pascuas del tiempo y Los éxtasis de la montaña. En este opúsculo apreciamos el dominio técnico del verso, principalmente del endecasílabo y del alejandrino. Luego el poeta publica en folleto su poema "La danza puertorriqueña", 1930, premiado en el Certamen a Juan Morel Campos, celebrado en Ponce, en ese mismo año. El poema está escrito en verso tetrasílabo, unidad métrica que para ese entonces
estuvo de moda en Hispanoamérica y en Puerto Rico; en él escribió José Santos Chocano sus poemas "Los caballos de los conquistadores" y "La elegía del órgano", y nuestro Luis Lloréns Torres, sus dos grandes poemas, "Canción de las Antillas" y "Mare Nostrum." Para ese mismo año de 1930, el Ateneo Puertorriqueño premia con la Medalla Roosevelt su poema "Estampas sinfónicas", sonetos preciosistas, que incluirá en su segundo libro, La feria de las burbujas, 1930, en el cual se explaya el terna telúrico en color y música. Es en este poemario donde se hace más patente, en ese momento, la conciencia renovadora del poeta, no obstante, la atmósfera del libro es modernista, singularizándolo el virtuosismo métrico poemas que datan del 1923, como lo son los sane tinos de "Estampas familiares." Veamos: ¡Fuente alegre que deslíes la risa azul de tu piano! ~ siente el rojo gusano algún collar de rubíes. Va hilvanando madrigales, la aurora al margen del río, y el lagrimear del rocío refresca los tabacales... Sobre la paz del barranco. son puntos en papel blanco los oscuros colibríes, y dormido entre mis manos simula el rojo gusano algLín collar de rubíes.! En la expresión modernista se hace visible el paisaje como un estado de ánimo, mas a la vez con ciertos atisbos innovadores. Mientras que en la sección "Flautas futuristas" -poemas numerados-, el poeta hace alarde de su vanguardismo y experimentación. Oigámosle: La lluvia sobre el tejado tamborilea al azar: dice allOra, do, re, mí, y después, do, re, mí, fa ... 4 La experimentación no lleva al poeta a olvidar lo propiamente nuestro y en otro poema característico de ese tono terruñista como él solía llamar su poesía de enjundia puertorriqueña, canta en actitud galante: Duerme un jardín en la loma medio acuito en las maraJias 3. Cesáreo Rosa-Nieves, La feria de las burbujas, págs. 71-72. 4. Ibib. pág. 74.
y es la aldea una paloma entre LtIl collar de monta"ias. Va pintando can sus. oros el sol los viejos tejados y hay un florecer de coros de gorriones asustados.
y mientras Jzila la fuente su red en gris transparente imitando a las aralias, he visto desde la 10l11a que es la aldea una paloma entre un collar de lUontalias-. S Aquí, el poeta nos presenta matices de nuestro paisaje en delicadeza estética y emocional: renovación y modernismo se mezclan en exquisiteces expresivas. Pero en el libro en que el poeta Rosa-Nieves está más cerca del vanguardismo es Paracaidas~ 1935, sin eludir, desde luego, lo terrígeno, en sus vislumbres gongorinos. En él se muestra ya postmodernista, un neorromántico con algunas tangencias con Federico García Larca. En Paracídas, hallamos un hermoso romance, sencillo y profundo, intitulado "Isla de lágrimas", quP. tal parece haber sido escrito en nuestros días. En este poema presenta a nuestra Isla como una corista trágica, vestida de verde, cuya historia es de tristeza y su .. sonrisa de lágrimas". Oigámosle: En la punta de los pies en el mar bailas tu danza y un sorbo rubio de sol ilumina tu garganta. Toda vestida de verde con tus ríos y tus palmas y tus noclles y tu luna -beso de cal en el agua-o El álbum de tus llistorias tiene tristeza eu sus páginas: -indios, flec1zas y b'ollíos, Ponce de León te amarralos leones del castillo te proclaman para Espaíia: cruceros, Iloveltta y Oc/lO, que han caído en otra zarpa. El jíbaro toca el tiple, lo acompaJia la guitarra y vuela pálida copla: seis de arena en la maraca. y tú trigueJia de azúcar baila que baila tu danza, por afuera, toda verde y por adentro, enlutada. 5. Ibid. págs. 61-63.
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En la sierra de tu moño el extraña te malgasta, con raro traje te quiere cambiar al revés tu alma: -two steps y ritmos azules, el jazz se te trae en latas; y lloras por las pupilas de tus ciclones de lágrimas. Sembrando miel en tu tierra te ha salido caña amarga, y alojando a los de afuera se han quedado con tu casa: se han cundido tus esfuerzos de carcoma y de uncinaria. Haciendo paila de huelgas, fatídicas carcajadas que jugando a ser Señora te has convertido en esclava. En la hamaca del bohío hay una pena sentada, tu familia vive a plazos con la hipoteca a la cara... Tu sol que es tralla de oro te latiguea las alas mientras ajada de montes se descota tu sabana. Isla: rociada de moza y de came de emajaguas, suelta hacia el mapa del mundo las garzas de tus miradas... Sobre el mar de tus abrojos sigue tejiendo tu danza, con tu porvenir de lluvias y tu sonrisa de lágrimas: por afuera, toda verde y por adentro, enlutada.6 Diríamos, el poema sobresale por ser cuadro vívido de la realidad de nuestro pueblo, en gran medida, irónico y trágico, en que, en un paisaje de luz, ale· gría y verdor, sustente una vida doliente -antes y ahora- que el poeta enfatiza en el estribillo:
Por afuera, toda verde y por adentro, enlutada.? y es que a nuestra Isla la han querido cambiar en su idiosincrasia, sumado a ello, la ingratitud, amén de la miseria en que nos ha sumido la gramínea que nos resulta "caña amarga". Pero ante tanta adversidad, el poeta halla una posible salvación en el atalayar en otras latitudes, para con ello, adquirir una mejor perspectiva de nuestros poblemas. En dos libros subsiguientes, ambos de sonetos, Tú en los pinos, 1938 y Undul1lbre (Primores del 6. Cesáreo Rosa·Nieves, Paracaídas, páRS. 32·33. 7. Patria Figueroa de CiCredo, Aplllltes biográfícos el! .,omo a la vida y la obra de Cesáreo Rosa-Nieves, pág. 52.
6
amor sin ancla), 1953, Rosa·Nieves, en una suerte de combinaciones, de repeticiones, logra una novedad léxica y métrica, de 10 cual, la biógrafa del poeta, Dra. Patria Figueroa de Cifredo, nos dice: "en sus sonetos eróticos, hay una maravillosa mezcla de tradición hispánica y vanguardismo técnico, en donde triunfa 10 clásico en la forma, y 10 novísimo en su contenido estético: juegos graciosos de v~ cablos, animismo paisajista, sinestesias, enumeraciones y paradojas".' A nuestro juicio, estos dos breves sonetarios se distinguen por adelantarse el poeta a la nueva expresión que él llamará ensueñismo por su marcado entusiasmo hacia la tierra y que de ahí en adelante prevalecerá en su obra }f. rica. Un buen ejemplo de ese decir galante y ma· drigalesco podría ser el soneto "Afirmación":
Pensando en no quererte te quería porque yo te queria 'es que te espero, pues mientras más me alejo más te quiero más te quise y te quiero todavía. Nuestro amor fue corola de alegría, besar la vida en ademán ligero, y en espera esperando en desespero mi amor se va agrandando cada día. Cada día que pasa se me antoja que e51 un siglo que falta en mi congoja, de volver hacia el sueño qtle eres mía; ¡y así mi alma porque buscas nido, suspiras en las pajas del olvido, una cosa que es tuya todavía.9
Esa tónica de exaltación amorosa -ensueñismo-, culminará en los libros poéticos, Siete caminos en luna de sueños, 1957, Los nísperos del alba maduraron, 1959 y El pleamar de las garzas de ámbar, 1964. En Paracaídas, 1934, hallamos a su vez el tema del negro en los poemas, "Munda, la reina del tomtom", "Sábado negro" y "Carolina", y con rafees en el color local, en 10 social y obrero, en "Amanecer bélico", En el romance 'Carolina", el poeta llama a este pueblo "flor de mar", que "siempre está en su carapacho", para afirmamos que
Es una rumba en pitorro, una negra te ha embrujado. lo y que
te echó un fu-tú en la sesera en la rima de un abrazo Bonyé que te prende en ron en el privado del barrio. tI 8. Patria Figueroa de Cifredo~ Nuevo encuentro con la estética de Rosa-Nieves, pág. 14. 9. Cesáreo Rosa·Nieves, Paracaidas, pág. 27. 10. Ibid., pág. 27. 1I. Ibid., pág. 18.
En este romance pintoresquista notamos influencia lorquiana. En el poema, "Munda, la reina del tom-tom", es curioso observar el uso del eneasilabo, en el que predomina lo musical a base de la repetición de versos y palabras, algunas, onomatopéyicas, otras, inventadas por el poeta, además de la aliteración de efectividad melódica. Este romance de plasticidad sensual, adopta el ritmo del danzar del negro. La negra, regocijada. pasional, no se detiene en moral alguna sino en su propia naturaleza primaria, es prolija en hijos -tiene quince-o En e~te poema se realza la escultura recia y sensoria de la negra danzante: reina del tom·tom, o sea del baile)ubriscente que reafirma el ritmo del estribillo: .
Tambo, catanga, pedandó, timba, marimba, tocotom. 12 que. aunque con distinto propósito, nos recuerda algunos poemas negros de Luis Palés Matos, en especial, "Majestad negra". En "Sábado negro", se juntan, al tema del negro, el social, político, obrero, costumbrista y el del folklore:
como si el Africa entonces despertara en una hoguera.'3 en el día que más que de reposo fuera de jolgorio triste
El sábado tiene el alma emponzoñada de estrellas. u hay ilusión, fantasía, pero no felicidad auténtica, permanente, paz, porque según el poeta
Esta grey de selva y ritmo en paila de sexo espera. 15 es decir. humanidad atenida a la naturaleza, al instinto así como al retorno primitivo que sueña en intervalos de baile y alcohol, y que en este poema se combina, 10 divertido con lo trágico, y que a nuestro parecer se resume en el estribillo
Balumba, bumba, turú, numba, gambá, ñangatú. 16 olvido del dolor y de la miseria, en que el baile originario, hierático y desaforado, en el romance no es más que caricatura de alegría y pesadumbre. En Paracaídas, prevalece el romance de ritmo
variado. en metros de seis, siete, ocho y nueve sí· labas. El tema del negro asimismo es tratado por Rosa· Nieves en su libro Diapasón negro, 1960, del cual, en unas "Palabras imprescindibles", el autor nos dice: "es poesía negrista. de tipo social en aguafuertes duros, sin lamentos ridículos, sin eufemismos hi· rientes, sin caricaturas humorísticas ni espectáculos crueles que denigren una raza virgen, vigorosa y noble": es poesía el:lborada "dentro de un primoroso verismo expresionista".J7 Y como sostiene el poeta Francisco Lluc3 Mora, "lo telúrico está presente en todo el poemario: es el elemento gestor y cohesor" u de toda la obra de este poeta. Es decir, aún el tema negro se da unido a lo propio puertorriqueño. En el primer poema del libro Diapasón negro, "Noble abolengo", el poeta se remonta a los orí· genes del negro, a sus "bisabuelos reyes de alguna tribu del Nilo", el "río de las grandes crecientes de luceros"; antepasados que al ser traídos a Puerto Rico por los españoles, les "comenzó su estirpe de herrero de las cadenas", y aquí, sabe del "carimbo, las argollas, el látigo y el cepo", mas añorando siem· pre el lugar de origen al darse a "la danza, la bomba, la plena y el sonduro". Mientras en "Canción de cuna", en bellísima imagen, nos dice que el negro marinero fue a la mar a "deshojar panoramas", en "Domingo libre" plantea las penurias del obrero negro: "domingo es el olvido de raquíticos salarios", y pone su esperanza en que "en el futuro algún nieto le dé por la abogacía", en "Código humano" nos afirma, "el hombre es hijo del amor" y "en el dolor y la muerte", todos somos iguales. Y para no faltar la nota sensual. en "Yamba colunga", la mujer negra es "monelisa oscura" cuyos pechos son "manantiales que sueñan delicias". Hemos observado cómo junto al tema del negro lo telúrico es común expresión, marco poético vi· vencial, al hablamos de "las copas de los bambúes, de los hicacos", de "la rosa del barranco", para ofrecernos una visión de un Puerto Rico evocado en mansedumbre eglógica. Buen ejemplo de ese aspecto terruñista como gustaba el poeta decir de sus poemas sobre su tierra es el poemario El pleamar de las garzas de dmbar, (Caprichos poéticos en tiempo.de otoño), organizado en tres Relaciones: "El almendro que floreció para los pájaros", "La lluvia enamorada de la rosa" y "Las hormigas de la tarde bajo el silencio acerola". Como se podrá advertir por estas secciones y por 17. Francisco L1uch Mora, c1urisdicci6n de los hibiscos
12. 13. 14. 15. 16.
Ibid., pág. 21. Ibid., pág. 19. Ibid., pág. 19. Ibid., pág. 20. C. Rosa·Nieves, Diapasón negro. pág. 5.
y Diapasón negro, Poemario» (Primera Parte), El Mundo, San Juan, P. R., 26 de nov. de 1960, Año XLII, Núm. 15343, pág. 18. 18. Cesáreo Rosa-Nieves, El pleamar de las garuu d,
dmbar, págs. 15-16.
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el subtítulo dcl libro, "Caprichos poéticos en tiempo de otoño", la obra se distingue además por su matiz romántico. El primer poema, "Rito del júbilo", el poeta, en actitud confesional, nos dice, es "capitán del tiempo", "piloto de océanos", "inquilino del alba", "propietario del alma de la rosa": su amada, hecha de nieblas, tiene
labios de sirop y carne de geranios, vestida de amapolas silvestres y olorosa a saúco, a llilán-1Iilán y a guayabo. 19 En medio de toda esa amalgama de placeres, el poeta nos confirma además que es "capitán de la alegría", iden tificando a la amada con la Isla: pa· sión y amor a lo suyo es una misma cosa. En "La voz del agua", al parecer, se sigue la tónica del poema inicial del libro, en que dc sí, dice el poeta:
Mi cuerpo está incendiado de amor, mi espíritu va en verso en alas de gorriones.2!> para manifestarnos, en su embriaguez amorosa:
y ahora, yo soy el centro del universo todo desde mi isla vórtice. 21 Todo lo cual podemos entender como una manifestación subjetiva de lo que el poeta alberga en su espíritu cuando se halla en trance creador. En "Boriquén: la apacible y tierna", el poeta concibe a su tierra con "cintura dc fragilerías" y ceñida de esmeraldas, asegurándonos que quien la mira "queda embrujado de maravillas", mientras en "Invocación a nuestro Scñor el Cerní", rue· ga a
Yocahú: dios de la yuca y el maíz, la batata, el lerén, el maní y la piíia, -el algodón y el tabaco ... 22 porque lo autóctono "no perezca cn manos ajenas" y "no triunfen aquí Calibán y Shylock", ya que mira a su Isla como
pájaro glauco, eternamente cautiva en la jaula azul de las murallas de espumas inquietas.23 Apuntemos aquí que el poeta, en "Boriquén: la apacible y tierna", nos ha confesado que el amor 19. 20. 21. 22. 23.
8
Ibid., Ibid.. Ibid.. Ibid., Ibid.,
pág. pág. pág. pág. pág.
17. 17. 33. 34. 79.
por su Isla es, "como una espina de naranjo en su costado". En "Rosa de luz morena", el poeta se declara "pordiosero de amor". y galanteador, espera ser para su amada "rocío de lumbre en la azabache flor de tu sonrisa". La "Relación segunda" del libro, "La lluvia ena· morada de la rosa", integrada por quince poemas y tres canciones: "Un enojo." "Una ilusión" y "Una alegría", el primero, "Pimpinola", flor y mujer vienen a ser idénticas; el amor evocado persiste en el corazón del poeta "como un rito amado", en tanto que en "Visión marina", nos anuncia que por la .. puerta azul vendrá la aurora": el amor. En "Letanía de la lluvia", de frescura musical, el poeta nos ofrece su alma en un estado melancólico: ¡Qué gardenia es la luna de primavera! y ulla feria de lumbres pillta la aldea. 24 en que tal parece el poeta nos pinta un ámbito de enhechizamiento. Todos los elementos de la naturaleza isleña son motivo de su exaltación lírica, y el paisaje es mirado como expresión vital en que se 'incluyen asimismo a los insectos. El paisaje es visión única:
Las luces iluminan la noche fresca y voy por tlPI camino de calambreñas. 2S Un poema que podría ilustrar a plenitud ese detenerse el poeta en la expresión telúrica para mirar la imagen de la mujer amada, podría ser la "Décima de la sierra", que figura entre las composiciones no recogidas en libro y que aparece en la sección Apéndices, Poesías, B. de la tesis, Apuntes biográficos ell torno a la vida y la obra de Cesáreo Rosa·Nieves, de la Dra. Patria Figueroa de Cifredo. Veámosla:
Café en flor de la monta7ia en callares de aza1zares bajas en bellos cantares a perfumar la cabaña,' el véspero el cielo empaña de pitirres vocingleras; y allá por los cocoteras detrás del gri.9 caserío parece el soñar del río un cinturón de luceros.u. 24. Ibid., pág. 79. 25. Patria Figucroa de Cifredo, Apllllles biográficos el! Jorno a la vida y la obra de Cesáreo Rosa·Nieves, pág. 247. 26. Cesáreo Rosa·Nieves, El pleamar de las garzas de ámbar, pág. 95.
Cuadro de luz y sombras, en música interior de en· sueño amoroso, en que el poeta, utilizando un pro· ducto representativo de nuestro agro -el café-, nos crea todo un mundo de romántica ternura. El café, en collares de azahares, baja de la montaña en la copla por perfumar -dar un sentimiento amoroso- la cabaña humilde; es la tarde en la sombra de los pitirres vocingleros, mientras que, detrás del caserío, por los cocoteros, el río -expresador aquí del amor gozoso del poeta- es un cinturón de luceros, es decir, el amor que sueña en su inclinación vehemente. Todo 10 cual nos ofrece un emocionado momento de amor a la tierra y a la amada. El tema del amor a la mujer trasmina su poe· tizar -la tierra la habrá de estimar como a mujer amada- de ahí que lo madrigalesco aliente toda su poesía. Y a veces podamos observar reminis· cencias del Cantar de los Cantares, cuando nos dice de la mujer: "brotas como un chorro de amor para mi sed inquieta", y "hueles a cundeamor y a yerba y a flor de maya". El poeta es igualmente galante con la patria a la que amorosamente le dice: "Isla bendita, acunada, soñada y besada por Nuestro Señor", para en el poema .. Cuando maduren las neblinas", afinnar:
Porque, amigos, yo soy yo telúricamente inmerso en mi paisaje, de hojas, de h()rmigas, de frutos y de cánticos.n Por ello, no tendríamos a menos en proclamar a Rosa-Nieves -en su momento ensueñista- como el poeta del júbilo: en vida, amor, patria. La poesía del doctor Cesáreo Rosa-Nieves es de alborozo afirmador de lo puertorriqueño, de 10 noble, de todo lo hermoso que podemos hallar en el mundo. Tiene ella un aura de juventud e inocen27. Cesáreo Rosa·Nieves, .Euforia de la alegria-, soneto escrito elide octubre de 1974, dos dias antes de morir el poeta.
cia, olorosa a vida, en que el color, la luz, la alegría predominan, dándole un aliento mozo y galante. Su decir, sacado de la entraña misma del habla popular, se une a un cultismo saturado de gracia, y es clásico y moderno, su sensibilidad estuvo en una experimentación constante. Una clave de la vida de labores del poeta Rosa· Nieves nos la podría ofrecer su soneto "Euforia de la alegría" escrito el! de octubre de 1974, dos días antes de morir el poeta, en el que nos afirma que el dolor, por estar tan arraigado en él, al ausentársele, le hace sentirse defraudado: el no padecer, para el poeta, es el no vivir, el no tener sentido la vida:
Si eres luz y acicate en mi existencia no me dejes de herir cuando me mires.'lI. ya que el dolor para el poeta es su misma vida prometeica así como su fortaleza:
pan divino que ilumina de amor el derrotero. Z9 porque a fin de cuentas, como él nos afirma, el dolor hizo posible el milagro de su extensa y variada obra. De ahí que al finnl de sus días en el momento lúcido, reclamara fl.m, iscanamente en este último poema, al dolor:
Por ti laboro alegre en mis afenas y por dolerme tanto es que te quiero, pues más te ansío mientras más me hieres.3/) En conclusión, podríamos sostener que el dolor, que amara hasta el instante postrero, fue espuela de luz para el poeta Don Cesáreo Rosa-Nieves, crea· dor e investigador cimero de nuestros patrios lares. 28. Ibid., poema inédito. 29. Ibid. 30. Ibid.
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Poemas de Cesáreo Rosa-Nieves
Coqui
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La noche en sombras, negra y sin luna. Lluvia en las huertas y en los alcores y en la bajura. Por 10$ bambúes el arroyuelo -canción, fraganciava glu-glu-gU; y en los maizales de la laguna alegre el sapo, flauta de luna: -¡coqui, caqui... ! Blanco de nieve se ha puesto el monte, luz pomarrosa de los luceros. Sobre las hojas polvo de estrellas cae del divino celeste lienzo; y el arroyuelo -canción, fraganciava glu-glu-glí. En los maizales de la laguna alegre el sapo, flauta de luna: -¡caqui, coqui.../ Luz amarilla sobre las guabas de los cafetos que lucen granos verdes y rubi, y en los maizales de la laguna alegre el sapo, flauta de luna: -¡caqui, coqui.../
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Euforia de la agonía * ¡Dolor mío! ¡qué mucha falta me haces! Siempre arraigado a mi en mis sufrires, Cuando te ausentas de mi pobre carne Me siento defraudado en mis vivires. Aprieta con pasión sobre mi herida, Herida que es la vida en mis morires, Si eres luz y acicate en mi existencia No me dejes de herir cuando me mires. Sin ti no sabe a espinas mi sendero, Sed de tristes angustias, pan divino Que ilumina de amor mi derrotero. Por ti laboro alegre en mis faenas y por dolerme tanto es que te quiero, Pues más te ansío mientras más me apenas. * Su último poema.
Promesa Ayer mori en mis tatarabuelos: avatar de los años, después reaparecí primavera para otoño en mis voy en mis hijos renaciendo [padres; y resucitaré en mis nietos; soy como un río de sal;l[gre. Yo sé que nunca he muerto, que he estado. trasladdndome de una carne a otra como de un mundo a otro mundo, [carne en una misma esencia, pero en mi levadura trans[fdrmdndome. Yo sé que estoy en todo, y que resido en mar, en cielo, en tierra, en perro, [hormiga y ave; que voy cantando en la rosa, en la estrella, en la [hoja y en la lluvia que tambonlea sobre las piedras en [sonoros cristales. Yo sé .que estoy viviendo para nunca morirme, y cuando mi arcilla pecadora sucumba a los em[bates, iré recién nacido por el aire en polvo. de alelles; en fragancia de saúcos por rutas de lunas y al[bayaldes. Mas volveré a bestarte en las tardes de mayo cuando tú me recuerdes frente a los tulipanes, c,,!-ando te pongas triste siempre estaré en tus Id· [grimas, siempre estaré contigo cuando estés recorddndome. 11
Vida y obra de Cesáreo Rosa-Nieves Por PATRIA FIGUEROA DE CIFREDO
1. Presencia Existencial. - Nace Rosa-Nieves en Juana Diaz, Puerto Rico, el 17 de julio de 1901. Fueron sus padres don Cesáreo Rosa-Soliván y doña Evangelina Nieves. De niño, sus padres lo trasladaron a Cayey, y es aquí en esta falda de El Torito donde crece y estudia los primeros grados y parte de su escuela superior. En este pueblo, que tantas veces aparece citado en sus versos y en su prosa, es donde comienza sus estudios de música; aprende instrumentación y algunos rudimentos de armonía, contrapunto y composición. Inspirado por sus maestros Liborio Milián y CIadomiro Rodríguez, compone algunas piezas populares, valses, danzas y pasodobles. Dirige orquestas y ejerce el atril para ganarse el pan diario. De 1917 al 1918 cursa su segundo año de Escuela Superior en Bayamón y a la vez estudia un ligero curso de comercio en la Escuela Particular de don José Navarro. Por el año 1921 se traslada a Río Piedras donde estudia y termina el nivel secundario en la Es· cuela Superior de la Universidad de Puerto Rico. Durante el 1924 inicia sus materias de educación en la Universidad de Puerto Rico. Es nombrado director de la Banda Militar del R.O.T.C. y de la Orquesta de la Universidad de Puerto Rico. En este mismo año el Departamento de Estudios Hispánicos le otorga en su primer año de Colegio la Medalla Cervantes por obtener notas sobresalientes en sus estudios de literatura y por su ensayo de investigación La locura de Don QuijoJe. En 1925 termina su licenciatura de Normal, y en 1927 se recibe de Bachiller en Artes y Educación y comienza además su tarea de educador en las escuelas públicas de Humacao, Carolina y Caguas. Es durante 1928 que contrae nupcias en Humacao con 13 Sra. Emilia Pérez, profesora de instrucción pública. De este matrimonio nace su único hijo, el Dr. César E. Rosa-Pérez. 12
Fue por el año de 1936 cuando terminó su grado de Maestría en Letras en el Departamento de Estudios Hispánicos. Su tesis titulada La poesía en Puerto Rico la consideró el Dr. Antonio S. Pedreira como una de las más exhaustivas monografías en los tcmas nativos presentados a la facultad de esa dependencia universitaria. Es durante este período que el Dr. Pedreira invita a Rosa-Nieves a entrar como miembro permanente de la Facultad del Departamento de Estudios Hispánicos. Aquí laboró con fructífera savia de maestro y de escolar en la formación de nuestras juventudes. Del año 1943 al 1944 va a México y en aquella facultad obtiene el título de Doctor en Filosofía y Letras. A su regreso a la isla dicta cátedras de literatura en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. En este nuevo ambiente trabaja infatigablemente en sus estudios de investigación y crítica, en su producción literaria y en su creación poética. 2. El Poeta. - En esa trayectoria de andanzas por los años buscando su centro, publicó los siguientes tomos de poesía: Las veredas olvidadas (1922), La feria de las burbujas (1930), Paracaídas (1933), Tú en los pinos (1938), Undimbre (1953), Diapasón negro (1956), Siete caminos en luna de sue;10S (1957), Los nísperos del alba maduraron (1959), Girasol (1960) y El plenamar de las garzas de ámbar (1964). Después de este primer balbuceo lírico modernista de carácter estudiantil, aparece su largo poema La danza puertorriqueiía, poesía versolibrista, en donde el poeta rindo pleitesía al verso libre de los simbolistas franceses, y comienza la nota telurista y su gran preocupación por los temas de la historia y el folklore isleño. Después de este poema laureado en Ponre, el portalira da a luz en Humacao su manojo de poemas La feria de las burbujas.
Rosa-Nieves ha pertenecido a dos mOVImIentos postmodernistas en Puerto Rico: el Noísmo (1925-1927) y el Ensueñismo (1954). Aunque no creo que él siguió escuela alguna, es muy significativo que de su posición ecléctica en su estilo, una nota es principal, y esa es su enonne preocupación por el paisaje y el paisanaje de su tierra, y eso no es otra cosa que Ensueñismo: panorama, luz, folklore, hombre, bestia, flor, cielo y estrella. En la poemática del poeta figuran los siguientes temas: el amor, la patria, el proletarismo, la fauna, el negro, la religión, la muerte y lo infantil. Por sus temas, es el poeta del amor y la tierra y por su registro métrico es el vanguardista que no olvida las viejas formas hispanas. 3. El Dramaturgo. - Una de las figuras más representativas del teatro lírico en verso en Puerto Rico es Cesáreo Rosa-Nieves. Su producción teatral se divide en dos grandes zonas estéticas: el drama de verso y el de prosa. En el teatro poético sHuamos su trilogía terrígena que inició con Baldorioty de Castro, Brazo de Oro y Pachín Marin, y su trilogía lírica Flor de Areyto, El huésped del mar y La otra. En cuanto a sus dramas en prosa, ubicamos a Nuestra enemiga la piedra, Norka y Campesina en palado. Sus piezas teatrales sesgan más hacia los estudios socia-psicológicos que hacia la posición pura del arte por el arte: esto es un reto trascendental de hondas preocupaciones vitales. 4. El Ensayista. - Entre todos los géneros cultivados por el escritor Rosa-Nieves, uno de los
más interesantes es el del ensayo de crítica e in. vestigación. Del esfuerzo máximo que en el campo de la investigación y la crítica ha realizado el ensayista son los epígrafes siguientes: Francisco de Ayerra Santa Maria (1948), El aguinaldo lírico (Tomo 1, 11 Y 111 - 1957), La lámpara del faro (Tomo 1 1957 Y Tomo 11 - 1960), La poesía en Puerto Rico (Segunda Edición - 1958), Tierra y lamento (1958) y La historia panorámica de la literatura puertorriqueiia (1961). 5. El Novelista. - En la obra general de Rasa-Nieves la novela ha permanecido casi inédita hasta ahora. De este género conocemos la obra El mar bajo de la montaña (1963), que el autor la considera una novela boricua. Su otra narración publicada es Mariana será la esperanza (1964), donde se presenta una valiente tesis contra el comunismo. 6. El Cuentista. - De este autor conocemos alrededor de trece relatos que están recogidos en el libro Mi vocación par el véspero (1965). Estas narraciones son: El hombre negro del río, Chévereehévere, Tierra negra, Una nave que viaja sin puerto, El tigre, La voz del baranco, El hijo, El otro, La hijastra, El huracán, Padre Fray Cielo, El soñador y Las manos muertas. Son láminas breves y dramáticas en un amo biente boricua. El poeta falleció en San Juan de Puerto Rico el 3 de octubre de 1974.
Los bailes de Puerto Rico * Por CESAREO
ROSA-NIEVES
EL SEIS pUERTO RICO NACIÓ BAILANDO CON EL
AREno
INDIO.
Puede decirse que este pueblo siempre ha vivido danzando. Es un bello modo arcádico para fugarse de las miserias vitales. En el año 1789, el viejo historiador Fray Iñigo Abbad observa que: "La diversión más apreciable para estos isleños son los bailes; los tienen sin más motivo que el de pasar el tiempo y rara vez falta en una casa u otra. El que da el baile convida a sus camaradas, corre la voz por el territorio y acuden a centenares de todas partes aunque no sean llamados. Como las casas son reducidas caben pocos; se quedan debajo de la casa y en su circunferencia y suben el rato que quieren bailar. Si alguno de los circunstantes quiere bailar con la mujer que está bailando con otro, necesita pedirle licencia... Sobre esto acostumbran armar fuertes pendencias y como todos llevan la razón en las manos, suele el bailar acabar a cuchilladas. Durante el baile salen algunas esclavas con fuentes de masa hecha de harina, leche y miel, frascos de aguardiente y tabacos para fumar que sirven a los circunstantes. Estos bailes suelen durar toda una semana." 1 De suerte que ya en los siglos XVII y XVIII era costumbre celebrar, después de las grandes solemnidades religiosas, festejos públicos.2 Uno de estos festivales era el Corpus Christi. Esta celebración estaba patrocinada por el Consejo Municipal, que
* Capítulo del libro Voz folklórica de Puerto Rico, Troutman Press, 1967. 1. Miller. Paul e., His/oria de Puerto Rico, New York, 1939, págs. 215 a 216. 2. Por las COl15rilllciones Sinodales, de Fray Damián López de Haro, Obispo de San Juan de Puerto Rico, año de 1674, Madrid, nos enteramos que se prohibía a lbs sacerdotes tomar parte en danzas y bailes y se imponían castigos rigurosos a aquellos que lo hicieren. 14
costeaba todos los gastos. Comentando esta costumbre, dice Salvador Brau: . "En el Corpus observábase en Puerto Rico la costumbre original de Sevilla, donde aún se practica por niños de coro que llaman SEISES, de concurrir a la catedral a la hora de vísperas, un grupo de mulatos libres a bailar varias danzas, sin quitarse los sombreros, hallándose de manifiesto el Santisimo Sacramento. En 1684 el obispo don Fray Francisco de Padilla echó a la calle los danzantes, y aunque no faltaron quejas, el baile en la iglesia quedó suprimido." 3 En 1712, el obispo don Fray Pedro de Concepción y Urtiaga, al terminar su visita pastoral por la Isla, se expresaba así en tono peyorativo: "Los cofrades contentaban al santo con una misa, gastándose los dineros de la hermandad en bailes, comedias, banquetes. corridas de cañas y profanidades pecaminosas." El baile estaba tan arraigado en la conciencia colectiva, que hasta en los velorios se bailaba hasta que ya "no se podía sufrir el fetor del difunto". Del choque de tres razas -la española, la africana y la aborigen- salió una mezcla de ritmos e instrumentos, difíciles hoy de separar, como son: el tambor africano, el carracho indio (güiro) y la guitarra andaluza. Estos tres instrumentos constituían la base de la primitiva orquesta. De entre todos los bailes populares -seis, garabato, matatoros, cadenas, caballo, sonduro, puno tillanto o zapateo, fandanguillo, bolanchera, etc.3. Brau, Salvador, Historia de Puerto Rico. New York, 1904, pág. 158.
el seis ha sido el que más ha perdurado dentro de la influencia continua de los ritmos extranjeros introducidos después en la Isla. Hasta casi ayer, el seis sirvió en los programas de bailes como final de fiesta. Los demás fueron sustituidos, primero por la contradanza y después por otros que van apareciendo posteriormente. El seis, que como hemos visto, tuvo su origen en la iglesia, ha ido poco a poco modificándose, especialmente entre los jíbaros, adquiriendo un carácter muy alegre, con el cual los bailadores casi saltan de júbilo. En muchas ocasiones se usa para cantar las bombas o coplas. Al parar la música, un joven dice una copla de amor o desprecio. Al terminar, siguen la música y el baile, y cuando vuelve a cesar la música de los instrumentos, contesta con otra copla una muchacha, defendiéndose o atacando al primero que inició la bomba. Así se entabla una especie de torneo lírico -en actitud dramática- hasta que entre risas, aplausos, vivas y vueltas, termina la pieza. La música del seis tiene casi. siempre dos partes, con distintas variantes, en un compás rápido de 2 por 4.4 En el siglo pasado se le llamó al seis "sangre vivan en la voz campestre. Manuel A. Alonso describe este baile en "El Gíbaro", en el año 1849, de la siguiente manera: "El seis, aunque en rigor deben bailarle seis parejas, yo he visto muchas más; colócanse las mujeres frente a los hombres en hileras, se cruzan varias veces, zapatean un paso en ciertos compases marcados por la música y terminan valsando, lo mismo que en la contradanza. Después de las cadenas, el seis es de los bailes de garabato el que más gusta, porque no es atronador como el son· duro, ni frío como el fandanguillo y el caballo." De esta moda de bailar el seis, colocando en figuras las parejas -posiblemente por influencia de la contradanza- surgieron derivaciones como "el seis amarrao", en donde las parejas iban enla· zadas para danzar; "el seis enojao". en donde bailaban las parejas de espaldas una contra otra, siempre moviéndose, y el "seis chorreao", designación que ha durado hasta nuestros tiempos, aplicada a esa manera ligera de interpretar la pieza. Casi siempre se usa para el final del baile, y los músicos alargan tanto este seis que llegan hasta rendir de cansancio a las parejas. 4. El Dr. Cayetano ColI y Toste asegura que el nombre de seis chorreao procede de que. siendo la sexta figura de la contradanza la única en que las parejas se enlazaban para dar vueltas vertiginosas, de ahí aplicaron los jíbaro!' el nombre a su característico baile. Esta opinión carece de todo fundamento, ya que como probaremos en este trabajo. la contradanza es posterior al seis. Véase, Calleja, Fernando, Mtísica y músicos puertorriqueños, San Juan, P. R .• 1915, pág. 34.
Conocemos tres o cuatro tipos de este género, pero el que más se usa es el llamado "seis chorreao o seis de Andino, compuesto por Julián de Andino, que es el que más popularidad ha logrado. LA CONTRADANZA
Como ocurrió en Europa, dos clases de bailes existieron en la Isla: los llamados de sociedad, contradanza española, el minué, la cachucha, el vals, el rigodón, etc., y los populares o de garabato, en los cuales hay que unir la bomba africana. La contradanza vino a Puerto Rico con las familias inmigrantes de Colombia. que huyeron al cé. lebre decreto en Trujillo de 1813. expedido por Bolívar. Se ciudadaniza en la alta sociedad con el nombre de contradanza puertorriqueña, como ya le llama en 1849 Manuel A. Alonso en su libro "El Gíbaro." 5 En la contradanza tomaba parte destacada un personaje como. director del espectáculo, que se llamaba el bastonero. Este corifeo _.de la fiesta era el que seleccionaba el número de parejas que iban a tomar parte destacada en el bailable de figuras clásicas y le asignaba el sitio a cada pareja. Sal· vador Brau describe la técnica de esta pieza en las siguientes líneas: .. A los elegidos se les entregaba una tarjeta o boletín, numerados correlativamente, y en correspondencia de cifra los de las damas con los de los caballeros, obligados éstos, por tal medio a iniciar sus piruetas recorriendo el salón en solicitud de la compañera que el inflexible guarismo se había encargado de señalarle. La designación de la dama por el bastonero fue cayendo en desuso, hasta olvidarse por completo en 1839. Así las cosas, colocábanse las parejas por orden de sexos, en dos filas, quedando la dama frente a su caballero. con 10 cual si alguno acertaba a elegir a su predilecta se evitaba el recurso del chischibeo amoroso durante el baile." Esta contradanza de origen español. con algunas variantes regionales, fue el baile predilecto en los salones del país, hasta que por los años de 1842 y 1843 se fue sustituyendo por la upa habanera que pusieron de moda en la Isla las bandas de música de los regimientos militares. Esta upa se llamó en Puerto Rico merengue: prohibido en el 1349 por decreto del General Pezuela. debido a la inmoralidad en el modo de bailarlo.6 5. María Cadilla de Martínez sostiene que la contradanza fue de Inglaterra a Francia, de Francia a España. 'JI de España fue transportada a la América. 6. Indice. Año l. núm. 9. San Juan, P. R., 13 de diciembre, 1929. pág. 136.. Artículo: El merengue, por Antonio S. Pe· dreira.
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EL MERENGUE
Como anticipamos anteriormente, en el año 1849, el Capitán General don Juan de la Pezuela expidió
la siguiente declaración de muerte al merengue: "El baile que vulgarmente se llama Merengue, habiendo llegado a ser en casi todos los pueblos de esta Isla una depravación de las costumbres ,de los que en él se divierten, y un objeto de escándalo para los que lo ven, queda desde luego prohibido, bajo la pena de cincuenta pesos de multa, a los que lo toleran en sus casas, y de diez días de prisión a los que lo ejecutan." 7 A la protesta oficial del Generalísimo Pezuela se unieron los articulas docentes del periodista Cardona, en "El Agente", Américo Amador, Carlos Peñaranda y José Pablo Morales, todos ellos perio· distas de vanguardia de la época. José Pablo Morales dice en un artículo publicado en "Misceláneas" en el año 1895: "Caminamos a paso de gigante a un abis· mo insondeable, con esas danzas de 120 compases de Merengue, con que hoy se divierte la buena sociedad de Puerto Rico. No es sólo el pudor y la virtud el mejor escudo de nuestras bellas; hay que evitar también el dominio de una pasión cuyas tristes consecuencias puc* den tocarse bien pronto." Con el merengue o "baile a dos" quedó suprimida la dirección del bastonero y el caballero elegía a la dama a su antojo. Este nuevo bailable arrollador, según la visión de Salvador Brau, es como sigue: "Durante la primera parte, las parejas recorrían, de brazo, el salón, sin cuidarse de los acordes de la orquesta; mas apenas vibraban las notas de la segunda, la dama reclinaba el brazo izquierdo sobre el derecho del caballero, que la estrechaba por el talle, tomándole de la mano derecha y atrayéndola, no con esa soltura que exige en el vals la rapidez de sus giros, sino en un enlace más estrecho. 8 A pesar de las agrias protestas en contra de este nuevo bailable, el merengue se impuso. En un documento de 1858, descripción de las fiestas reales en el Ayuntamiento de San Juan, nos dice un autor de la época: 7. [bid., Véase adcmás: Cruz Monclova, Lidio, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX.) Tomo 1 (1808-1868). Editorial Universitaria, 1952. págs. 650 y 652. 8. González Font, José, ¡bid., págs. 43 y 44. Escritos sobre Puerto Rico, Ban;c1ona, 1903.
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"La mUSlca propia de estos bailes lleva asimismo el significativo y dulce nombre de Merengue, es también especialísima y delicia. sa por su rara composición, particular annonía y melodías y modulaciones de sus tiempos y p~riodos musicales. Se puede asegurar que al Olr una danza todos la bailan, porque hasta las personas que por su edad o por otras causas no quieren ponerse en escena, o mueven sus cuerpos ligeramente o hacen esguinces de cabeza o cuando menos acompañan con los acompasados y ligeros golpes de sus bastones aquellos sonidos concertados, que no sólo agradan el oido, sino que afectan y conmueven el sistema nervioso, por el carácter especial y la naturaleza particularisima de sus acordes cadencias y consonancias." 9 ' En otra parte del documento a que aludimos cita el autor dos compositores de merengue, mu; populares entonces: Francisco Santaella y Nemesio Quiñones. Además de estos poetas del pentagrama, ayudaron a la creación de danzas Aurelio Dueño, Felipe Gutiérrez Espinosa, Ramón Girona y Jorge Cucullu. El aire del merengue, escrito en 2 por 4, fue muy alegre, y los nombres de estas danzas eran también pintorescamente populares, como vemos en los siguientes merengues de la época de 1855: "La Mulata", "Mercedes, Boca de Covache", "El Merengaza", "El Yambú", "Zabaleta", "Rabo de Puerco", "Ay, yo Quiero Comer Mondongo", "El Terequc", "La Charrasca", etc. En casi todas estas upas se exalta la nota alegre y sensual de los ritmos afrocubanos, antecedentes de la danza de máscaras. En la orquesta que se usaba para tocar el merengue, se significaban el timbal y el güiro, instrumentos indispensables para la orquesta primitiva,lD Los primeros 8 compases de esta nueva danza estaban destinados al paseo. En sus comienzos Jos merengues consistían de 16 compases solamente, después llegaron a hacerse hasta de 130 a 140 compases. Al principio, la pieza se estructuraba en dos partes, y después llegaron a componerse hasta de cinco. Es curioso observar cómo el nombre de merengue queda. dentro de la danza actual, para 9. Gonzále~ Font. José. [bid., págs. 47 y 48. 10. ..Lo timbales fueron utilizados por primera vcz cn 1848,. por la orquesta de la Socicdad Filarmónica, para acompanar nuestra danza. Y cl güiro se incorpora a las orqucst~s en 1853.~ Cruz Monclova, Lidio. ¡bid., pág. 652. El Jovcn cscritor Amaury Vcray ha encontrado una danza dc Manuel Tavárez, Ull viaje a Bayamóll, publicada en 1867, en donde ya este autor usaba en ella el tresillo c1ás~jco, unos año~ antcs Que la Margarita. de Andino. Si Ta~arez ~c adelanto en el tiempo, como se ha probado, no sena ar.rI~sga~o pensar que fue Julián de Andino el quc populariZO ': Impuso este raro ritmo a la danza boricua. ¡Buena tcorla para un detenido estudio para los que saben de esta CO$~ del pentagrama! Véase el articulo de Amaury Vcr~y. Ta\'ure:. y el tresillo elústico - en Suplemellto Sao batlllo, El MilI/do, 23 de octubre de 1954 San Juan P. R., págs. 5·A y I4-A. "
designar cada una de las veces que se ejecuta la danza. La danza se toca dos veces en los bailes. Si gusta, a petición de las parejas, se repite otro merengue de la misma. Tal es, en breve, la historia de la upa habanera o merengue, que como hemos tratado de probar, le sirvió de ovario a la danza puertorriqueña. Este merengue, con algunas modificaciones -el tresillo elástico en la parte acompañante, por ejemplo, que difundió en Puerto Rico "La Margarita", de Julián Andino en torno al año de 1870- logró su apoteosis y madurez en las creaciones de Tavárez, Campos y Quintón con el nombre de danza puertorriqueña.
TRES TEORfAS SOBRE EL ORIGEN DE LA DANZA PUERTORRIQUEÑA
En los apuntes anteriores sobre la muslca bai· lable en Puerto Rico, hablamos del seis, la contradanza y el merengue y en este trabajo vamos a señalar las tres teorías principales para los oríge. nes de la danza puertorriqueña y nuestra posición particular. Esa pieza clásica, en la historia del peno tagrama borincano, resulta ser una exquisita aportación a la música del mundo: voz y simbolo del espíritu de Boriquén. De ella dice el poeta José Gordils:
SÍ/z duda las crean Con sue'-ios que vibran saltando. en tropel, con chispas sonoras que dulces o/zdean
10 mismo que sartas de gotas de miel. Las hay que semejan suspiros de fuego, las hay como brisas de fresco vola,., las 1zay como quejas la mismo que un ruego, las 1lay tormentosas 10 mismo que el mar. Las tenues, las plácidas, formadas con tuleS' y ritmos robados a algú,t rt,iselior, parecen "iuc1zac1las con ojos azules y plácidas bocas que cantall amor. Hay otras ardientes. Su voz se derrama; y el aire se incendia con luz de volcán.
¡Son damas trigue;ias con brazos de llama, que saltan y giran y vienen y van! Mas sólo es hermosa la danza que gima, qUe busque las cumbres como un querubín, ¡que nazca so'iando!, ¡que imite una rima, que sale del [onda del hueco violín! 1\ , El profesor de música y compositor puertorriqueño, Tomás Milián, expone la siguiente teoría: 11. Gómez Tejera, Carmen: Programa de la lengua j' literallfra espUliolas para las escuelas superiures, San Juan, P. R., 1936, págs. 1,33:; y 1,336.
"De Caracas, Lima y Bogotá, la danza extremeña fue importada a nuestra Isla por personas distinguidas, y hubiera corrido la misma suerte popular a no ser por la musa festiva boricua que, quitándole su ropaje imperial, saturó sus partes de un sabor a rumba, como se puede precisar con los nombres quc bautizaban sus imitaciones: La /llar y sus marullos, La cucl1ara, El amigo Cl1elé peleó conmigo, estilo que prevaleció en la parte norte de la Isla después de la invasión amcricana. Parecemos afanosos en denigrar sus orígenes confundiéndola con otros bailables que contienen gran cantidad de etiopismo occidental. Nuestra danza contiene el mínimum dc estas influencias. Hay que distinguir a la síncopa restringida de origen africano, de la sincopa expresiva de origen semítico. La síncopa africana es de carácter regular y casi siempre es coreográfica, y pocas veces exprcsiva. La síncopa expresiva es siempre tangosa, pero casi siempre es emotiva, por 10 cual prevalece tanto en nuestra danza." 12
La segunda teoría la expresa Fernando Callejo cn su libro Música y músicos puertorriqueños (1915) cuando nos asegura que la danza isleña nace del danzón de Venezuela. Apunta Callejo: "Los bailables, cuya procedencia era completamente española, predominando la contradanza de figuras, se aumentaron con el danzón de ritmo monótono e insular melodía, que importado de Venezuela, tomó carta de naturaleza riqueña, siendo el origen de nuestra actual danza." 13 Como hemos visto por las teorías que se exponen arriba, tanto Tomás Milián como Fernando Callejo establecen sus puntos de vista basándose en bailes de figuras, bailes casi clásicos y de estirpe europea, importados a la Isla durante la primera mitad del siglo XIX, como producto de inmigraciones de familias hispanoamericanas. Pero la teoría que vemos con más posibilidades de verdad histórica dentro del clima musical boricua es la que expone Salvador Brau en su ensayo La danza puertorriqtle,ia. Esta tercera teoría sostiene un ori· gen más lógico, a nuestra manera de ver, afirmando que se debe a un paulatino desarrollo del merengue o upa habanero de 1842, y como hemos expuesto en otro párrafo anterior, este bailable fue suprimido por Pezuela mediante un bando de 1849. Dice Salvador Brau que los bailes clásicos de figuras -contradanza española, minué, cachucha, vals, 12. Balsciro. José A.. La danza plIertorriqlle,¡a, .Brrí· jllla_. Vol. 1, Núm. 2, 1934. pág. 42. 13. Callejo, [bid., pág. 27.
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britano, rigodón y otros- introducidos aquí en 1813 por inmigrantes suramericanos, fueron sustituidos en la Isla por los años 1842 y 43 por el Merengue cubano: "En esta época -dice Brau- dieron a conocer las bandas de música de los regimientos de la guarnición una nueva danza, procedente de La Habana, y la cual se llamó indistintamente upa (corrupción de la palabra aúpa). o merengue; nombre el primero más expresivo, dando el movimiento que en ella se imprime al cuerpo, empinando los pies al compás de la cadencia, pero que hubo de olvidarse, eclipsado por la popularidad que obtuvo el último." y más adelante, en el mismo ensayo que citamos, aclara el historiador lo siguiente:
.. Esta danza habanera, escrita, como la contradanza española, en compás de 2 por 4, ofrecía la particularidad de subdividirse en dos partes: la primera, compuesta rigurosamente de ocho compases repetidos un tanto pausados, sin cadencia bailable, y la segunda conteniendo imprescindiblemente otros ocho, repetidos también, pero agitados, juguetones, percibiéndose en su ritmo algo del escobilleo bullicioso del seis, sobre todo, del que he oído designar en nuestros campos con el gráfico nombre de sangre-viva." 14 Le teoría de Salvador Brau se reafirma más con el serio trabajo de Braulio Dueño Colón, titulado Estudio sobre la danza puertorriqueña, de 1914, en donde se explica cómo el merengue se va desarrollando, modificándose y regionalizándose hasta aparecer lo que más tarde vino a llamarse danza puertorriqueña:
"Posteriormente -años 1840 en adelantese introdujo en la Isla la danza cubana o habanera (no hay que confundirla con el actual danzón), y ya no se necesitó más para acabar de una vez con la contradanza. Unos compositores de aquella época comenzaron a escribir danzas a imitación de las cubanas. Más adelante aumentaron algo la' extensión de la segunda parte, a la que alguien llamó Merengue, así como la primera parte se llamaba paseo. Dichos merengues iban cada vez tomando mayores proporciones hasta el punto de que en 1860 los había de 40 compases." IS 14. Véase, Escritos sobre Puerto Rico, Barcelona, 1903. págs. 42 y 43. 15. Véase, Brú;ula, San Juan, P. R., Vol. 111, Núms. 9 y lO, enero-julio, 1937, pág. 117.
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Por el año 1870, según afirma el mismo Fernando Calleja, antes citado: "FUe que Julián Andino (1845-1926) compuso la danza La Margarita, en la que sustituyó el antiguo tango del acompañamiento por el de tresillos, que aunque grandemente transformado, todavía se estila." 16 Este tresillo elástico (combinación temo-binaria) hay que medirlo dentro del 2 por 4, alargando una de las notas más que las otras dos, para ajustar las tres notas a los dos tiempos reglamentarios de este compás. Esta es la gran dificultad que ofrece el ritmo de la danza nacional para su interpretación a los músicos extranjeros; ésta es su rareza o, como dijo un musicólogo ocurrente, que la danza era "un hermoso disparate". Después de exponer las tres teorías sobre el abolengo de la danza puertorriqueña (Milián, Callejo y Brau), nos decidimos por la tercera opinión, por creerla más clara. razonada y aceptable, Esto es: que existió una combinación musical con su paseo y parte bailable con nombre de upa habanera. Que este tipo de pieza se llamó luego merengue y que, al cuajar en armonía y melodía, esta composición musical se transformó posteriormente en la danza puertorriqueña con el tresillo característico que le imprimieron Tavárez y Andino. Casi todas las danzas populares, tanto clásicas como modernas, llevan su letra de carácter román· ticamente sentimental. De vez en cuando, y sobre todo en los bailables festivos, aparecen versos de bromas acompañando esas melodías burlescas, tales como: No me toques, y Si te toco, etc. Así la danza puertorriqueña, con su paseo y sus partes bailables y su tresillo elástico, llega hasta Manuel Tavárez, Juan Morel Campos, Braulio Dueño Colón, Angel Mislán, José Quintón y otros que la llevan a su más hermosa plenitud en Borinquén y la empujan fuertemente más allá del mar para romper las guardarrayas de un férreo insularismo cultural,17 16. Véase en este ensayo la nota anterior (dada al calce), en donde hablamos sobre Tavárez, Andino y el tresillo elástico. a propósito del serio artículo del musicólogo Amaury Veray en tomo a este asunto de historia del pentagrama puertorriqueño. 17. La orquesta ciudadana, que usaba Morel Campos en los célebres tiempos de Cocolia, bombardinista, y el primer clarinete, Ríos Ovalle, consistía, según nuestra in· formación hablada. de los siguientes músicos: dos clarinetes (primero y segundo), dos bombardinos (primero y segundo), a veces dos violines. un contrabajo, un cornetfn (casi especializado para los danzones cubanos y pasodobles españoles), la batería (caja de cuero y platillo) y un güiro. Después, esta disposición ha sido modernizada grandemente. En los campos, la situación orquestal es distinta: casi siempre se usa la bordonúa (o en su ausencia el cuatro o tiple), el güiro, las maracas y algún otro instrumento de ruido. Con esta orquesta todavía nuestros jíbaros se soJazan en sus bohios.
El romance y el corrillo en Puerto Rico* Por CESÁREO ROSA-NIEVES
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RIco NOS encontramos con tres clases de composiciones dentro de este género: el romance o romancillo popular de origen español, el jibaresco de esencias tradicionales, pero escrito por poetas cultos, tales como: Francisco Vassallo Cabrera y Manuel A. Alon· so y Pacheco, y los romances literarios en lengua culta, cuyos poetas principales son: Alejandro Tapia y Rivera, Cayetano Coll y Toste, Luis Lloréns Torres, Joaquín López López, Luis Palés Matos, Carmelina Vizcarrondo, etc. En este estudio, nos vamos a referir preferentemente a las dos primeras categorías: el popular hispano y el jibaresco, esta úl· tima clase que vendría a ser la aportación temá· tica del pueblo de Puerto Rico al género. El romance hispano tradicionalista fue trasladado a América por los colonizadores españoles en los últimos años del siglo XV y durante los siglos XVI y XVII. Es el momento en que este género está más floreciente en España y es natural que aquellos quijotes del mar los recordaran en las más apropiadas ocasiones bajo la paz de las frondas de sus sentimientos y añoranzas. Como venían de diferentes provincias, en cada parte de nuestro nuevo suelo el romance hace su aparición con algunas variantes, muchas veces estas alteraciones o mezclas constituyen un serio cambio diferencial para el análisis del folklorista consciente. Esta circunstancia, unida al otro hecho histórico de que todos los pueblos de América no fueron colonizados durante una misma época, quizás ayude a explicar la conclusión a que llega el ensayista Espinosa cuando observa en torno a este asunto lo siguiente:
la colección actual, en Puerto Rico. En California no es tan popular. Al contrario, Blanca Flor y Filomena abunda en Chile y en España, se encuentra en Puerto Rico y Cuba y es desconocida en California y Nuevo México. El precioso romance de Silvana, que algunos creían de origen portugués, se encuentra en interesantes versiones en Castilla la Vieja y en Puerto Rico, pero no ha dejado huellas en otras partes de América." 1
N :EL ESTUDIO DEL ROMANCE EN PUERTO
"Gerineldo, tan popular en Nuevo Méxicu y México, es desconocido en Chile, y según * Capitulo del libro Voz folklórica de Puerto Rico, Troutman Press, 1967.
En Puerto Rico, el romance está en decadencia por lo que hemos podido comprobar en la tradición últimamente. La mayor parte de los ejemplos recogidos por nosotros, para estos breves apuntes, comprueba que gran número de ellos se han prosificado lastimosamente, y sólo se conservan una esencia lejana de la fábula y algún raquítico fragmento metrificado en el octosílabo tradicional. Tal es el caso de La matita de ají, Gerineldo, Delgadina, Silvana, La esposa infiel, La~ señas del marido, Escogienda novia y La infanticida; fragmentos de romances que existen todavía en trágica lucha con el frío del olvido nacional en versiones muy estropeadas. En 1918, el investigador Aurelio M. Espinosa, comentando el romance Delgadina, a raíz de su excursión a Puerto Rico, nos dijo que: . "las versiones puertorriqueñas de Delgadina no tienen mucho de particular. Todas están muy abreviadas. El hallarse parte de la relación en prosa es una particularidad de muchos de los romances puertorriqueños, y prueba solamente que el romance en esa Isla, está en plena decadencia." 2 1. trait 1918, 2.
Espinosa, Aurelio M., Romance de Puerto Rico. Exde la Revlle Hispatlique, tomo XLIII, Nueva York, pág. 2. Espinosa, Aurelio M., Opus cit., pág. 13.
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La muestra de Delgadina que hemos podido recoger de la tradición oral, en la parte de oriente de Puerto Rico (Humacao, 1930), conserva la rima a-a, y su asunto central está bastante claro: el amor incestuoso de padre-hija. La versión de referencia reza así: Pues, señor, éste era un Rey que tenia tres hijitas y la más chiquitita, Angelina se llamaba. Su madre se iba pa misa, su padre la enamoraba,
pero como ella no quería, en un cuarto se encerraba. Al cabo de los tres días, Angelina en la ventana, alcanzó a ver a su hermana jugando juegos de [dama. -Mi ltermana por ser mi hermana, ven dame un [vaso de agua, que tengo más sed que hambre y a Dios entrego [mi alma. -Anda tú, niña malvada, quítate de la ventana, que si mi padre te ve, te dará de puñaladas. Al cabo de los tres días, Al1gelina en la ventana, alcanzó a ver a su padre, jugando juegos de dama. -Mi padre, si ·eres mi padre, ven, dame un va.ro de [agua, que tengo más sed que hambre, y a Dios entrego [mi alma. -¿En qué vaso tú lo quieres, en el de oro o el de [plata? -Démelo usted en el de cobre, para refrescar mi [alma. Al cabo' de los tres días, Angelina muerta estaba y los ángeles del cielo repicaban las campanas. Es nuestua óbservación que el romanCe español de Delgadina aparece en Puerto Rico unas veces con nombre de Angelina y otras con el de Adelina. En uno de los paradigmas aparece el nombre de Delgadina y en otro el de Silvana, pero, como veremos más adelante, el romance Silvana es distinto del de Delgadina. Es meramente una equivocación de nombres y se debe al parecido del asunto de las dos composiciones folklóricas; por eso con facilidad la tradición nativa los tergiversa. En cuanto al romance Silvana, del cual apunta Don Ramón Menéndez Pidal que .. sólo se conocen hasta ahora versiones portuguesas", yo tengo versiones burgalesas.J Hemos podido recoger la siguiente versión:
-Silvana, linda Silvana, Silvana, hija mía, si te casaras conmigo, mi reino yo te daría. -Padre, el casarme cantiga nada se me importaría; ¡ay, de las llamas del infierno quién nos libraría? -¡Qué lindos tielTes los ojos, Silvana, hija mía! 3. Mcnéndcz Pidal, Ramón. Romances tradicionales en América, Madrid. 1906, pág. 108. Véase además la excelente investigación de la Dra. Maria Cadilla de Martínez La poesía popular en Puerto Rico, Madrid, 1933, págs. 158 a 234.
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Si te casaras conmigo, más lindos te los pondría. -Padre, el casarme contigo nada se me importaria: ¡ay, de las llamas del infierno quién 110S libraría? -Silvana, linda Silva na, Silva na, hija mía, negándome tú el cariiio la vida me quitarías. -Padre, el casarme contigo nada se me importaría,' ¡ay, de las llamas del infierno quién nos libraría? -¡Qué linda tienes la boca, Silvana, 1tija mía! Si me negaras tus besos de la pena moriría. -Padre, el casarme contigo nada se me importaría: ¡ay, de las llamas del infierno quién nos libraría? Esta nueva variante del romance Silvana es más completa que las recogidas por Espinosa. También hemos logrado conseguir otras versiones de otros romances, tales como las de Blanca Flor y Filomena, La infanta seducida, La esposa infiel, Escogiendo novia, Mambrú, El niño perdido y La matila de ají. Este último está muy mutilado y casi todo figura en prosa. Entre todos los títulos en estudio, éste es el que más color puertorriqueño tiene. Pero aunque está un tanto disfrazado, lo creemos de origen ibérico, ya que Doña María Cadilla de Martínez nos ofrece una versión que así lo refleja con el nombre de El higo.· Una vieja malvada le ha comido tres frutas de éstas a la hija más pequeña de la casa. La niña no sabe darle cuentas a su madre en relación con el robo. La señora la mata y la entierra. AlU donde la sepultan nace una matita de ajt Cuando un vecino va a arrancar un ají de las ramas, la niña canta desde el interior de la tierra:
-Na me arranques los cabellos, que mi madre me ha matado por tres higos que han faltado. El romance Escogiendo novia está bastante con· servado en la tradición oral, porque aún se canta por las calles y parques en los juegos de los niños. Véase esta versión recogida por nosotros en Humacao, Puerto Rico:
-Hilo, hilo, hilo verde, que en el campo lo hilé, en el camino me han dicho: - Lil1das hijas tiene [el Rey. -Téngalas o no la$l tenga o las deje de tener, que del pan que yo comiere comerán 'ellas también. -Muy enojado me voy de los palacios del Rey, que las hijas del Rey moro no las quiero por mujer. 4. Cadilla de Martinez, Maria, La poesía popular en Puerto Rico, Madrid, 1933, págs. 206. En este libro la autora ha recogido las siguientes versiones romancescas en la Isla: Blanca flor y Filomena, El Conde Olivos, Delgadina, Sitvana. La esposa infiel, La niña perdida, La infanta sedu· cida, La infanricida, Las señas del marido, Gerineldo, Isabel, El marinero, Las tres cautivas, Catalina, ¡Dónde vas, AIfOllso XII?, El higo, El capitdn burlado, Don Pedro, Don Diego de Peñalosa, La Joven de Santa Elena, Oliveros, y algunos romancillos.
-Vuelva, vuelva caballero, no sea tan descortés, que de tres hijas que tengo, la menor será para [usted. -Esta cojo por mi esposa, por bonita y por mujer, que parece una rosita acabada de nacer. -Téngala Ud. bien guardada. - Bien guardada la [tendré, montadita en silla de oro, bordando paño$l para [el Rev; y azotitos con correa cuando. fuera menester, . mojaditos en vinagre para que le sienten bien. El romance jibarista, escrito por poetas cultos, ha ocupado las plumas siguientes. entre otras: Francisco Vassallo Cabrera, Manuel A. Alonso, Ramón Méndez Quiñones, Luis Lloréns Torres y Virgilio DáviJa. Espigamos el siguiente paradigma de ]a obra de Alonso, titulado Perico y Pretona, romano ce jíbaro, repartido en la fiesta de ]a inauguración del tranvía de la capital a Río Piedras (1880). Es el tema del progreso en tono jocoserio:
Alevántate, Pretona, Junta candela y ardueña Paque bebamos café, Que me voy hacia Río Pieiras. -Perico, tabía es de noche, ¿Por qué tienes tanta priesa? -Baja de esa barbacoa, Muger, y na ses maseta; Que ni un menuto he dormía Pensando, que es cosa nueva y grande la que hoy endirga Tanto cristiano a la fiesta. -Mejor estarías en casa... -Pretona, ¿tabía te enselas? Sabes que el lunes pasao Por mor de unas deligencias Que tenía que jaser Fui a Cangrejos en mi yegua. Diendo un poco mds ayá Der puente de Martín Peña Vide venir por la ariya De la propia carretera Cuatro casas, Un Musiú Asomao en la primera Tocó tll1 rejistro y pararon Como se para una bestia; Entonces yo me arrimé Pa refaisionar lo que era y aguayté en la primer casa Abajo jierro y candela, Jum, jum, jum, jum por aentro, Resoplíos par afuera, Un hombres taita tisnao Atisando la candela, Gerbeera, baporiso, y jumento en la cumblera.
Las que seguían tepé, tepé, Venían de gente yenas De toas fi/osumías Ye de toas aparensias. Asombrao estaba yo Con tamaña boca abierta, Cuando sonó Wl fortutaso Que parecía la trompeta Dey juicio: corren las casas, Espdntaseme la yegua y atropella a Ull biyetero, Dos muc11acllOs y una vieja, Sumbándome boca arriba Sobre de un moutón de pieiras. De ayí, medio cstinterao, Me yebaron a una tienda y me curó un platicante Remcndál1dome una oreja y poniéndome en las lomos Una birma de pedriega. Asín que me pasó ey susto Le rogué que me impusiera Si aqueyo era brujería O cosa contra la Iglesia. Ey platican te, que es hombre De caliá y esperiencia, Me desplicó que en Cangrejos Que en antes era la tierra De los brujos, hoy un brujo Ni pa remedio se encuentra,' Que aqueyo era una mecánica Que trujo de Ingalaterra O dey Norte, que es- lo Hzesmo, Gastando muc1zas pesetas, Pa yebar y traer gente De la Suidá o Río Pieiras, El mentao Don Pablo Ubarri, Viscaíno de nasensia Que adotó la Capital Como jijo de la tierra Poique nos trujo ey tranvía Que ya a nuestro pueblo yega; y que es un hambre a/ual Pa cualquiera contringel1sia y en toítas las casas grandes, y en la mesma Fortalesa, Con la mayor tranquiliá Ar gusto dey amo, dentra. -Perico, ¡que Dio$l le ampare y le aluse la consencia! Poique, asigtin dio er Cura En un sermón de Cuaresma. Las grandesas de este mundo Son juma que er biento yeba, y er que en eyas se mistura Si guiña el ojo, trampiesa. -Prctol1a, eso de delije Ar que marcha por bereas 21
y no poi camino ríal Como la doctrina resa. Dejáte de requilorios y aguija, que tengo priesa, Pues quiero yegar al pueblo Pa ver comensar la fiesta y pa decil a Don Pablo. Con purísima franquesa, Que ey jíbaro le agradese Er bien que jase a la tierra Con su tranvía, y que no dúe Que con la mesma yanesa Le diría la verdá Si cosa mala jisiera. -Perico, disle también ... -Pretona, la boca sierra. Hoyes dia que er corasón Manda más que la cabesa, y estoy tan agradecía Que, si ocasión se presenta, Doy a Don Pablo un abraso Apretao muy de beras.5
El nombre de corrido, corría o carrerilla, con el que en Andalucía se le llama a los romances -según Agustín Dumn, y que en América se usa en Chile y México-- no es común en Puerto Rico. Solamente hemos encontrado este nombre en un romance jibarista del poeta Francisco Vassallo Cabrera (1823· 1867), que él titula Una soirée (Romance o Corría en Gíbaro).6 Por un raro documento de 1858, titulado Fiestas reales, nos enteramos de las tonadas que cantaron en aquella ocasión Heraclio Bermúdez y José Solá, letras creadas por el Escribano de Guerra de la Capitanía Gcneral, Eusebio Núñez. Están redactadas en lengua jíbara y se titulan Caballo, Seis ChorreaD y Seguirillas. Las dos primeras cstán escritas en 'técnica de romance.' La última forma que adopta el romance español en Puerto Rico es el corrillo. Esta variedad goz." dc distintas figuraciones. Unas veces consiste dc una serie de versos, casi siempre cuartetos acto5. Alonso, Manuel A., El Gibara (segunda edición), San Juan, P. R., 1882, págs. 24 a 27. 6. Gonlález Font, José, Escritos sobrc Puerto Rico, Bar· celona, España, 1903, págs. 140 a 144. 7. Gonzálcz Font. José, Escritos sobre Puerto Rico, Barcelona España, 1903, págs. 18 a 26. Véase además, Rosa· Nieves Cesáreo, La poesía en Puerto Rico (1935, tesis inédita'). En el Departamento de Estudios Hispánicos, Uni· versidad de P. R., Río Piedras, págs. 29 a 34. Manuel Femández Juncos nos habla del bailable popu· lar el Caballo, cuando comenta de una nesta: «era que los Jíbaros de la comparSa pedían a la orquesta un Caballo, especie de danza íntima, un poco acelerada en Jos como pases y con acompañamiento de canto. La música brava no se hizo repetir la orden y tocó al instante un Caballo, tan repiqueteado y expresivo, que hacía mover a compás los cuerpos de las personas que lo oían. dulcemente estimula· dos por la influencia de aquel ritmo coreográFico». En: Manuel Fernándcz Juncos, Semblanzas pllcrtorriq//c,ias, Puerto Rico, 1888, págs. 147 a 148.
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silabos con un estribillo muy vulgar. Estos versos los cantan dos personas acompañadas de un coro que lo integra toda la gente que concurre al bao quiné.& La gente cantaba alrededor del niño muerto, acompañando la guitarra:
Viento, viento, viento, viento e soledá. ¡Cómo canta el viento, niño que te vas!
RESPONDE EL CORO:
Florón pasó por aquí. Yo no lo vi, no lo vi. ¡Que pase, pase el florón; que pase, pase el dolor!
OTRA VEZ LAS DOS VOCES:
Adiós, angelito, adiós, adiós por siempre jamds. No tengas mds llanto, madre, no te aflijas por penar, que tu angelito se aleja con los vientos de la mar. Otras veces el corrillo, que está cargado de comicidad, es recitado por una sola persona. El propósito del corrillo es entretener a la gente que concurre a esta especie de fiesta sepulcral. Vamos a citar un fragmento de un corrillo muy festivo en forma de cadena, en donde podremos apreciar una de las tantas formas de este género romanceado:
Buena es la buena memoria de aquel que de Dios se acuerda; cuerda, la de San Francisco, Francisco, que no ·es Esteban; Esteban, mártir y santo, santo aquel a quien se reza; rezan los frailes maitines, maitínes no son completas, completas tengo mis mañas; mañas, las del hec11icero.; hechicero aquel que urde, urde la araJia su tela, etc. 8. El baquiné es una especie de velorio que se celebra cuando muere un niño. En esta atmósfera se hace uso del cuento folklórico, la copla picante, la décima de doble sentido, las narráciones soeces, de intención erótica, los corrillos y el baquiné. Así se entretiene la concurrencia durante toda la noche hasta que viene el nuevo día, y cada uno se retira a su hogar respectivo. El banuiné es composición que se dramatiza en forma coral. Véase éste que aparece en la novela de Enrique A. Laguerre La resaca
(1949, pág. 305).
Esta poesía termina de la siguiente manera: La dama siembra la uva, de la uva sale el vino·; el vino a mí me consuela, suela, la de un buen zapato,' zapato que no e9 baqueta, baqueta que no es badana; badana que no es becerro, becerro no es becerrillo y aquí se acabó el corrillo.9 9. Esta composición fue recogida por el poeta y Sol' cerdote Rdo. Juan Rivera Viera y según él nos manifestara, 10 aprendió de niño en la tradición de Yauco, P. R.
Este corrillo festivo tiene más ambiente español que puertorriqueño, y nos inclinamos a creer, por los temas que recorre, que fue una de tantas composiciones trasplantadas a Puerto Rico por la tradición oral española. lo
10. Para el estudio del romance en Puerto Rico, véase: Cadilla de Martlnez, María, La poesía popl/lar en PI/erlo Ríco, Madrid, 1933, págs. 158 a 234; Espinosa. Aurelio M., Romance de Puerto Rico. Nueva York, 1918; y Rosa· Nieves, Cesáreo, La ldmpara del faro, tomo 1, San Juan, P. R., 1957, págs. 159 a 163.
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La poesia indianista puertorriqueña en el siglo XIX Por
J. La literatura indianista en Hispanoamérica La literatura indianista que se produce en Hispanoamérica durante ell siglo XIX está estrechamente ligada a la vida histórica de los pueblos hispanoamericanos. Esta literatura se basa en la exaltación idealizada del indio, de sus costumbres y sus tradiciones. Corresponde esta tendencia al clima espiritual que se produce en Hispanoamérica a raíz de las guerras de independencia. Este clima espiritual está fundamentalmente conformado por dos factores. Uno de ellos es principalmente de índole cultural: la introducción y difusión del Romanticismo; el otro es de índole fundamentalmente política: el fervor nacionalista que se produce como resultado de la reciente emancipación de España. Ambos factores confluyen para insuflar en el hispanoamericano el deseo de crear una literatura propia. original, autóctona, que signifique la independencia espiritual de las nacientes repúblicas. El poeta y prosista argen· tino Esteban Echeverría introduce y difunde esta doctrina del americanismo literario en la región del Río de la Plata durante la década de 1830. Mientras tanto, el escritor cubano Domingo del Monte lleva a cabo una labor semejante en Las Antillas. Una de las manifestaciones más significativas de este americanismo literario es la literatura indianista, la evocación del indio, de sus costumbres y sus tradiciones. como elementos genuinamente americanos opuestos a lo europeo español. En todo el ámbito hispanoamericano se narran, tanto en prosa como en verso, historias relacionadas generalmente con la conquista de América, con la lucha entre indios y conquistadores. Como es de esperarse, el autor criollo suele identificarse sentimentalmente con el indio, morador primigenio de su propia tierra, a quien ve como víctima del despojo de los europeos. En el indio se subrayan, precisa24
RAM6N
LUIS ACEVEDO
mente, los rasgos más preciados por el criollo: el amor a la patria, el amor a la libertad y la valentía en la defensa de su tierra. Como fundamento de la literatura indianista encontramos, pues, una intención patriótica. El escritor dominicano Manuel de Jesús de Peña en su Estudio de las Fantasías indígenas de José Joaquín Pérez sintetiza admirablemente este elemento esencial del indianismo romántico con las siguientes palabras: ¿l de qué servirán siempre esas melancólicas reminiscencias de los pueblos que pasan; de las civilizaciones que se extinguen; ... -De mucho-. Ellas alimentan el noble amor de la patria. el augusto amor de la independencia. el sublime amor de la libertad, triple amor, vinculado siempre a esos venerados recuerdos de los que antes que nosotros padecieron por esos preciosos bienes sobre la misma tierra.· A la presentación del indio como amante de su tierra y de su libertad, se suma la idealización de su vida anterior a la conquista española, de acuerdo con las ideas del pensador francés Juan Jacobo Rousseau. muy leído en toda Hispanoamérica. Se concibe al indio como "el hombre natural", "el buen salvaje", lleno de virtudes, incontaminado por la maldad de la civilización, viviendo en perfecta armonía con sus semejantes y con la naturaleza que 10 rodeaba. Los conquistadores son los perturbadores de este estado idílico. De esta forma. así como mediante la descripción de las crueldades padecidas por el indio de manos de los españoles, quienes a su vez se suelen presentar como movidos por la codicia y la ambición. se manifiesta el antiespañolismo vigente. 1. Manuel de Jesús de Peña, E~tl/dio de las Fantasías indígenas de José Joaquin Pérez, pago 19.
En rigor, conviene aclarar que hay excepciones' a esta regla. No todos los escritores románticos presentan al indio bajo una luz positiva. Tampoco puede afirmarse como una verdad absoluta que los españoles siempre se presentan con antipatía. En la novela Enriquillo del dominicano Manuel de Jesús Galván, para citar tan sólo un ejemplo, se hace una valoración positiva de lo español y, al mismo tiempo, se exaltan las virtudes del indio. No obstante, se puede señalar que, en general, el indianismo romántico constituye un movimiento de literatura comprometida con el nacionalismo y el antiespañolismo imperante en los países hispanoamericanos durante el siglo XIX. Conviene recordar, además, que, por lo menos en parte, el indianismo respondía al gusto por lo exótico, a la fuga romántica hacia el pasado, sobre todo hacia la Edad Media, que en Europa se manifestó admirablemente en las novelas de Sir Walter Scott. En América la época de la conquista sustituyó al Medioevo de los románticos europeos y proveyó de abundantes hechos heroicos y caballerescos a los escritores de aquel momento.
n.
El indianismo en Las Antillas
Aunque el indianismo antillano se define fundamentalmente bajo el mismo signo del que prevalece en el resto de Hispanoamérica, cabe señalar algunas peculiaridades que lo diferencian un tanto del que se cultivó en el continente. En Las Antillas, contrario a lo ocurre en el resto de América, la población aborigen ya ha desaparecido como grupo humano y entidad cultural definida para el siglo XIX. Esto hace de la literatura indianista antillana una literatura de verdadera y exclusiva evocación e influye en la idealización del indio y en la inexactitud histórica con que a veces se le presenta. La ausencia del indio real permite dar rienda suelta a la imaginación al hacer la descripción del indio pretérito. Existe, sin embargo, un factor que sirve de contrapeso a esta tendencia: la abundancia de fuentes de información a las cuales podía acudirse para reconstruir la imagen del indio y la historia de la conquista. Por ser la primera región de América descubierta, conquistada y coionizada, los testimonios son variados y abundantes e incluyen desde el Diario de Cristóbal Colón, las crónicas de Gonzalo Fernández de Oviedo, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Ramón Pané y otros, las Elegías de varones ilustres de Indias .de Juan de Castellanos y otros escritos del siglo XVI, hasta las obras posteriores como la Historia geográfica civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico de Fray rñigo Abbad. Tomando en consideración, precisamente, lo anterior, la Dra. Concha Meléndez afirma que "nin-
gún país hispanoamericano ofrece una tradición de literatw'a .indianista más continuada que Santo Domingo".2 Es significativo el hecho de que sea un país antillano el que produce la que está considerada como la mejor literatura indianista de Hispanoamérica. La novela Enriquillo de Manuel de J. Galván, las Fantasías indígenas de José Joaquín Pérez, los poemas de Salomé Ureña de Henríquez y Gastón F. Deligne constituyen grandes cimas de este fenómeno literario hispanoamericano. Se 'caracteriza la poesía indianista dominicana por su exaltación del heroísmo y la nobleza indígena, así como por el cultivo persistente del tema de la libertad, sintetizado en las palabras supuestamente indígenas que sirven de epígrafe a uno de los poemas de José Joaquín Pérez: "Igi aya bongbe", primero muerto que esclavo. Este culto a la libertad se explica si consideramos las peculiares circunstancias mediante las cuales se produce la independencia de Santo Domingo. Los dominicanos proclamaron su independencia de España por primera vez en el 1821, pero casi inmediatamente cayeron bajo el dominio de los haitianos. Esta independencia efímera se consumó sin lucha contra el español. El dominio haitiano alcanza hasta el 1844 y termina con la insurrección victoriosa del pueblo dominicano. No obstante, en el 1861, el general Santana,'ante el peligro de nuevas invasio'nes de Haití, proclamó nuevamente la anexión a España. El régimen español se hizo impopular casi de inmediato por sus medidas arbitrarias y represivas. Como resultado de ello en el 1863 estalla la llamada Guerra de Restauración que culmina con el establecimiento definitivo de la República Dominicana. Según Max Henríquez Ureña es esta guerra librada contra España "la que mueve a los dominicanos a recordar a los desaparecidos aborígenes y a llorar sus desventuras"} En Cuba y Puerto Rico el indianismo no tuvo el florecimiento que alcanzó en la República Dominicana. Considero que esto se debió a las condiciones políticas coloniales que aún prevalecían en ambos países. En Cuba el indianismo tiene un antecedente importante en la poesía de José María Heredia. ·En poemas como En el Teocalli de Cholula se inspira en la civilización azteca, al igual que Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) y Gertrudis Gómez de Avellaneda posteriormente. Sin embargo, la visión que Heredia presenta del indio en este poema contrasta notablemente con la que prevalecerá luego. El poeta cubano resalta la barbarie y las prácticas inhumanas de los aztecas. Los siguientes versos pueden servir para ilustrar su posición: 2. Concha Meléndez, La novela indianista en Hispa· noamérica, pág. 123. 3. Max Henríquez Ureña. Panorama de la literatura dominicana, tomo 11, pág. 280.
...Vela entre la muchedumbre silenciosa d-e emplumados caudillos levantarse el déspota salvaje en rico trono, de oro, perlas y plumas recamado; y al son de caracoles belicosos ir lentamente caminando al templo la vasta procesión, do la aguardaban sacerdotes horribles, salpicados con sangre humana rostros y veS>tidos.4 La verdadera poesía indianista de idealización y exaltación del indio se puede decir que la inicia en Cuba un dominicano, Javier Angula Guridi, con composiciones como Maguana (1840) y La cuita (1842), recogidas en su libro Ensayos poéticos (1843). La expresión poética indianista alcanzó su máxima popularidad con el siboneyismo de José Fornaris, autor de Cantos del sibone) (1855). En los siboneyes oprimidos y los caribes opresores .de sus composiciones líricas se vieron símbolos de las luchas entre patriotas isleños y gobernantes españoles. No obstante, el· siboneyismo produjo una poesía superficial ya que careda del fondo histórico necesario. Según DUo Olivera: Lo cierto es que no poco del supuesto siboneyismo -y esto quizá no se haya destacado como merece- era sencillamente la combinación de los nativismos paisajista y guajiro, con predominio lingüístico de indigenismos arahuacos, lo que en gran medida explica la irrealidad y defectos del género.s
I1I. El indianismo en Puerto Rico: la prosa Para Concha Meléndez el indianismo puertorriqueño es el menos valioso de Las Antillas. En su estudio La novela indianista en Hispanoamérica solamente cita La palma del cacique de Alejandro Tapia como ejemplo de novela indianista poemática, calificándola como menos que mediocre desde el punto de vista literario. No obstante, Manuel García Díaz, quien se ha dedicado a estudiar detenidamente la obra de Tapia, la considera una breve y hennosa leyenda. Señala como algunos de sus mayores méritos la pintura de caracteres, el fondo poético y la presentación muy bien lograda del ambiente tropical regional.6 Para nosotros La palma del cacique tiene el mérito adicional de haber sido nuestra primera narración de tema indianista y una de las primeras obras donde se manifiesta nuestra conciencia nacional. Los primeros años de la colo4. 5. 6. págs.
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José María Heredia, En el Teocalli de Cholula, pág. 49. Otto Olivera, Cuba en su poesía, pág. 136. Manuel Garda Díaz, Alejandro Tapia y Rivera. 14-16.
nizaclon de Puerto Rico, sobre todo la rebelión indígena, sirven de inspiración a Tapia, quien publica la novela en Madrid en el 1852. Aunque La peregrinación de Bayadn de Eugenio María de Hostos, contrario a la opinión de algunos críticos ~que no la han leído con detenimiento, no es en rigor una novela indianista, nos corresponde hablar de ella, así como de la actitud de Hostos frente al.indio. La novela es de asunto contemporáneo al autor y los protagonistas no son indios,aunque Hostos haya utilizado nombres indígenas para designarlos. Se trata de una narración poemática, de una historia de amor y, al mismo tiempo, de una exposición de las ideas políticas del autor en tomo a la confederación de Las Antillas y la obra de España en América. A pesar de que no es propiamente una novela indianista, el tema del indio constituye uno de los temas centrales de La peregrinación de Bayodn. El protagonista evoca continuamente, con no~talgia, a los primeros pobladores de Las Antillas, cxtenninados por los conquistadores. Los considera como miembros de una raza inocente y noble, siempre dispuesta al sacrificio para defender su tierra. En la totalidad de su obra, Hostos no evoca solamente al indio ya desaparecido, sino que también describe al indio presente que conoce en sus viajes por diversos países de Hispanoamérica. En el Perú, en Chile y en la Argentina asumió una actitud de respeto y admiración hacia el indio, al mismo tiempo que denunciaba los abusos o la indiferencia de que eran víctimas por parte de la sociedad supuestamente civilizada. En muchas páginas de su libro Mi viaje hacia el Sur Hostos asume la defensa del indio y aboga por su mejoramiento social y económico. Como en tantos oJros aspectos, el ilustre mayagüezano se anticipa a nuestro propio tiempo, en este caso, superando el mero indianismo romántico para· acercarse a la posición de la literatura indigenista contemporánea. A fines del siglo XIX y a principios del xx, aún dentro de la órbita romántica, Cayetano CoIl y Toste, más conocido como historiador que como literato, escribe y publica sus Leyendas puertorriqueñas, narraciones en prosa en las cuales se nos presenta ~n su doble carácter de historiador y poeta. Entre sus leyendas indígenas sobresale Guanina, la cual tiene como asunto principal los amores de esta princesa india y Cristóbal de Sotomayor, quien muere a manos del cacique GÜeybana. Sin duda alguna, es éste uno de los episodios preferidos por los cultivadores del indianismo en Puerto Rico. Vale la pena consignar brevemente aquí, como curioso ejemplo de antillanismo, el hecho de que el poeta dominicano José Joaquín Pérez escribe una de sus fantasías indígenas -la única en prosaen tomo a la historia de una india borincana, Anai-
belca, hija de Bayoán, protagonista de Flor de palo ma o La fugitiva de Borinquén.
ca~lico que
el Papa. tachó de inconveniente la
Elegía de Ponce de [,eón, de Juan de Castellanos.
IV. La poesía indianista en Puerto Rico
A. Fuentes y antecedente.,: Además de las obras generales ~obre la conquista y colonización de Las Antillas, los puertorriqueños ,-=ontaron con dos fuentes referentes a l~ pacificación de Puerto Rico que les sirvieron de base para sus poemas y relatos en prosa: La elegía ~ta de Juan de Castellanos, dedicada a Juan Ponce de León y la conquista de Puerto Rico; y La historia geogrdfica, civil y natural de la isla de San Juun Bautista de Puerto Rico de Fray Iñigo Abbad y Lasierra. La primera edición de esta última obra apareció en España durante el 1788. Cuarenta y tres años más tarde, aparece una segunda edición en Puerto Rico. Constituye el primer volumen de las Memorias
geogrdficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico escritas por Pedro Tomás de Córdova y publicadas en el 1831. En el 1866 don José Julián Acosta dio a las prensas una tercera edición anotada y revisada por él. Iñigo Abbad, además de dedicar cinco capítulos de su obra al relato de la sublevación de los indios ya los ataques posteriores de los caribes (capítulos V, VI, VII, VIII Y XI), dedica un capítulo íntegro a la descripción de la vida de los indios bajo el tí· tulo de Carácter, usos y costumbres de los antiguos habitantes de la Isla de Puerto Rico (capítulo IV). Sin embargo, Juan de Castellanos parece haber sido el autor de mayor. influjo en la poesía india· nista puertorriqueña. De él, más que de Iñigo Abbad, se toman los asuntos y los personajes que sirven de base a los poemas. En el caso de Daniel Rivera la influencia llega a manifestarse hasta en el estilo y la intención épica del autor. Según Mis memorias de Alejandro Tapia, la ElegÚ1 VI se vendía públicamente en las librerías de Puerto Rico. El propio Tapia intentó insertar el poema en su Biblioteca histórica de Puerto Rico pero la censura no se lo permitió. El mismo relat~ el incidente, ejemplo claro de la actitud del gobierno colonial hacia estas manifestaciones literarias. Después de haber presentado a las autoridades el proyecto de publicar su Biblioteca histórica y después de haber recibido la aprobación correspondiente, sucedió 10 inesperado: Por desgracia, habiendo mediado sin duda al· gún chisme, llamóse a nuevo examen la colección y cayó en manos de un señor· literafo miembro de la referida Academi.a y secretario de este Ayuntamiento, quien pretendiendo sin duda, ser más realista que el' rey y más
El literato. censor improvisado, me propuso que, suprimiera en la publicación la siguiente octava en que el cacique principal, arengando a sus vasallos los indios de Bori· qu¿n, decíales:
Los caribes con sus ferocidades, que sombra nunca fue que los asombre con tantas. y tan feas crueldades que tiembla de decirlas cualquier hombre tienen en mucho nuestras amistades .' tiemblan del Boriquén y de su nombre, y nosotros temblamds de doscientos cojos, tullidas, mances y hambrientos. (Elegía VI, Canto 11, Octava 17.) Le repliqué que yo no publicaba el poema por bello, sino como documento histórico y que si suprimiese alguna octava tendría que hacerlo substituyendo puntos suspensivos y poniendo nota al pie. Hícele, además, presente que la tal arenga era ficción del poeta y que puesta en boca del cacique era honroso para los conquistadores lo que parecía de· nuesto, pues aún siendo pocos y maltratados, ~tc., eran terribles y capaces de llevar a cabo tan azarosa conquista, máxime cuando sus lesiones eran gloriosas como hijas de sus heroicos servicios. Nada valió... ... se prohibía o mutilaba una obra laudatoria de los hechos de la Conquista, suponiendo que el autor, uno de aquellos soldados de hierro, nacido en Castilla, denostaba a sus compañeros cuyas hazañas pretendía loar... 7 Contra este ambiente de censura arbitraria te· nían que lidiar aquellos que deseaban cultivar los temas de la conquista y la vida indígena en Puerto Rico, Incidentes similares se producen con Manuel Alonso y Daniel Rivera.
B. Manuel Alonso: El salvaje
El primer poema indianista escrito por un autor puertorriqueño aparece, significativamente, en el Album puertorriqueño, uno de los pilares tempra· 7. Alejandro Tapia, Mis memorias, págs. 95-96.
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nos de nuestra literatura nacional. Aparece la composición en el 1843, fecha bastante temprana si consideramos que para ese momento el indianismo cubano no había dado aún sus mejores frutos y en Santo Domingo todavía no se había iniciado. La aparición temprana de esta poesía parece indicar que el indianismo poético pudo haber sido una expresión de gran importancia en nuestras letras, a no ser por las circunstancias adversas que impedían u obstaculizaban su cultivo. Manuel Alonso, el autor de El jíbaro y nuestro primer gran escritor costumbrista, también goza de la distinción de haber sido el introductor del indianismo poético en nuestra literatura. El poema suyo al cual estamos haciendo referencia se titula El salvaje y está escrito bajo la influencia directa de José de Espronceda, ya que sigue muy de cerca a su Canción del pirata, tanto e'n el tema como en el metro. El poema consiste de estrofas de versos octosílabos y tetrasílabos alternadas con estrofas donde se combinan ambos metros. En general, Alonso repite fielmente la distribución del poema de Espronceda, aunque no repite en forma exacta el esquema de rima. El contenido de ambos poemas es similar: Alonso pone en boca del indio el canto a la libertad que puso el poeta español en boca del pirata. El famoso estribillo del poema de Espronceda, "Que es mi barco mi tesoro, / que es mi dios la libertad, / mi ley la fuerza y el viento, / mi única patria, la mar"; se imita en el siguiente de El salvaje:
Que es mi dicha vivir libre sin cadenas que me opriman, con su peso sólo giman los esclavos y no yo. a Hasta el propio personaje altivo y rebelde del indígena pudo haber sido sugerido por las poesías de Espronceda, quien gustaba de cantar a tipos humanos que se mantenían al margen de la sociedad y se rebelaban contra ella, como el mendigo, el bárbaro y el pirata. En este sentido resulta revelador que en El cancionero de Borinquén aparezca otro poema de Alonso titulado El bandido y con· cebido dentro de la misma línea. No obstante, a pesar de la gran influencia de Espronceda, El salvaje tiene características peculiares, algunas de las cuales 10 colocan claramente dentro de la órbita del indianismo. No hay anécdota en el poema, no conocemos ni siquiera el nombre del indio que sirve de figura central, tampoco se utilizan ,palabras de origen taíno; sin embargo, ya están presentes la naturaleza americana, el indio bravío e indómito, el antiespañolismo y la alusión al ansia de libertad política. 8. Manuel Alonso, El salvaje, pág. 115.
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El paIsaje se sintetiza en la primera estrofa, donde aparece la palma como símbolo de la naturaleza tropical antillana:
Debajo de una palmera, en una tarde serena, se mira sobre la arena un salvaje reposar.' La descripción de la prestancia física del indio, de su valor y de su bravura, aparecen también en apretada síntesis:
Su TOjO cuerpo desnudo muestra toda su pujanza y en su pecho alguna lanza atrevida penetró. 10 El antiespañolismo y las ansias de libertad son evidentes a través de todo el poema, especialmente en la siguiente estrofa donde el indio se expresa como dueño ultrajado de la tierra en que nació:
Que venga aqui el europeo codicioso, y si acercarse le veo morirá al punto a mis manos. Que para sufrir tiranos en su patria no naci. lI Alusiones políticas tan claras y determinantes como éstas no podían quedar impunes ni pasar desapercibidas por las autoridades de la colonia. Según nos cuenta Salvador Brau en su prólogo a la segunda edición de El jibaro, Alonso recibió dos cartas como resultado de la publicación del poema: "una del autor de sus días, en la que le hacía presente el mal efecto que al Sr. Conde. de Mirasol, Capitán General de la Isla, había causado la canción consabida, y otra de Francisco Vasallo, encaminada a recordarle las condiciones del país para el cual redactaba sus escrltos"P La publicación de este poema fue también una de las razones por las cuales se calificó su libro El jíbaro de "sospechoso" y se retuvo en la aduana. Alonso optó por abandonar el cultivo de la poesía indianista y su poema El salvaje no aparece en ninguna de sus sucesivas publicaciones.
c.
Daniel Rivera: Agüeynaba el Bravo
La vida y la obra de Daniel Rivera ameritan un estudio detenido que esclarezca algunos puntos os9. 10. 11. 12.
!bid., pág. 114. !bid., pág. 114. !bid., pág. liS. Salvador Brau, Al que
leY~Te,
.
pág. XIX.
curos de su vida -tal como sus ideas políticas- y nos lleve a una mejor apreciación del valor de su producción literaria. En realidad, es muy poco 10 que conocemos acerca de este puntal temprano de nuestras letras y no se ha dedicado ningún estudio al examen riguroso de su poesía. El Sr. Antonio Mirabal, compueblano de Daniel, esclareció algunos detalles de su biografía y dio a la luz pública parte de su obra inédita -incluyendo la segunda parte del poema que vamos a comentar- en una conferencia dictada en el 1945. No obstante, pese a sus esfuerzos, aún no conocemos lo suficiente sobre Daniel Rivera como para formarnos una imagen clara de su vida y de su ideología política. La obra más conocida de este poeta ponceño es su poema indianista Agüeynaba el Bravo, publicado en El Ponceño en el verano de 1854. El Ponceño era un pequeño semanario, de algunas ocho páginas, que circulaba en la ciudad de Ponce yen los pueblos limítrofes. Daniel ocupaba el cargo honorífico de "Redactor Literario" y su labor consistía en suplir todas las semanas un fragmento de su poema. Daniel había manifestado ya sus interés por el tema indianista en otro poema titulado' El jardín de Agüeynaba, aunque dicho interés parece limitarse solamente al título. Según Antonio Mirabal este poema se publicó en forma de libro en el 1852 en la imprenta editora El Ponceño y es el primer libro publicado en la Perla del Sur. Tanto Manrique Cabrera, como el propio Mirabal -lo consideran como el primer poema descriptivo dedicado a Puerto Rico escrito por un puertorriqueño. No hemos podido examinar la obra, pero a juzgar por la estrofa siguiente que cita Mirabal parece que se trata de un poema escrito en octavas reales, donde se hace una enumeración de elementos de la flora y la fauna puertorriqueñas:
Extiéndese una vasta cordillera Por medio de Borinquen floreciente; El cedro, el algarrobo, la palmera, El tamarindo, el roble consistente, El guayacán de sólida madera, El alto seibo de arrogante frente, Mil árboles robustos empinados • Sus cúspides matizan y sus pradas. u Digamos de paso que este procedimiento enumerativo en la descripción es el primero que apa· rel;e en la poesía descriptiva de Las Antillas con el Espejo de paciencia de Silvestre de Balboa. Andrés Bello lo lleva a la perfección en su famosa oda a La agricultura de la Zona Tórrida. En este sentido, el poema de Daniel tiene para nosotros el mérito de ser un antecedente del Canto a Puerto 13. Antonio Mirabal, Daniel Rivera, pág. 20.
Rico de José Gualberto Padilla (El Caribe) y de otros poemas semejantes. Contrario a El jardín de Agüeynaba, Agüeynaba el Bravo es ya una obra francamente indianista, aunque su autor parece seguir más de cerca a los modelos españoles del Siglo de Oro, como Ercilla y Juan de Castellanos, que a los poetas románticos de su momento. La huella del autor de la Elegía VI es, sin duda, la más notable. El poema tiene pretensiones épicas y está escrito en octavas reales, estrofa obligada de la épica culta española. Desde el punto de vista formal, la obra es desigual. Algunas octavas resultan sumamente pesadas y carecen de naturalidad, mientras que otras muestran una mejor construcción. La primera parte, la que apareció publicada en El Ponceño, consta de treinta octavas y la segunda, titulada La muerte de Agüeynaba, consta de 45 octavas reales. A pesar de su escasa extensión relativa, el poema de Daniel Rivera es uno de los escasísimos intentos que se hicieron durante el romanticismo de revivir la antigua épica a~ tratar el tema indianista. En Las Antillas es el único ejemplo del cual tenemos noticia y en Puerto Rico, la única tentativa de escribir un poema épico, con la posible excepción de La Satainada de Alejandro Tapia, obra épico-alegórica de naturaleza muy distinta. Más que poeta épico, sin embargo, Daniel Rivera fue un poeta descriptivo de considerable talento. Los mejores trozos de sus poemas son aquellos en los cuales describe, con abundancia de imágines, la naturaleza tropical. Comienza Agüeynaba el Bravo con una descripción de la morada del cacique. El poeta aprovecha la ocasión para presentar la naturaleza tropical en estrofas que suponemos similares a las de su poema anterior. Dentro del paisaje neoclásico de idealizaciones bucólicas, aparecen elementos antillanos, como las palmeras. En la descripción del bohío se recalca 10 indígena:
De los despojos de la palma alzada, Entre dos palmeras que la brisa mece, Está una choza, la feliz. morada, De un bravo indiano que un Nerón parece. La verde yedra en la pared trepada Omando el techo serpenteado crece; Sus hojas verdes la amorosa brisa Mueve festiva, murmurando a prisa)· El poeta pasa entonces a describir el interior del bohío donde "en cestillos de paja bien tejida I cien avecillas lucen sus colores".15 Del techo de la choza penden "la dulce piña, la dorada china I y cuantos 14. Daniel Rivera. Agüeynaba el Bravo, pág.7. 15. Ibid., pág. 7.
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frotos ostentÓ fomema".'6 En medio de este amo biente bucólico aparece "el cacique:
Sus muebles, cien hamacas suspendidas De las indias que al indio pertenecen,
Al cacique las indias preferidas En rico lecho con agrado mecen; Cubren sus formas de color teñidas Con flores, cuyo color de amor acrecen y entre halagos y rústicas canciones Dormita el indio lleno de ilusionesP La escena evoca en el poeta el harén de un sul· tán poderoso, tendido en un fino canapé y vestido de brillante pedrería. No obstante, la descripción -posterior que nos hace de Agiieynaba es la de un indio fiero y lleno de maldad.
En ese albergue tan feliz dormita, No un fino amante q",e las flores ama, Es un salvaje de intención maldita, Que dormitando, sus maldades trama; Así en la bella flor que el aura agita El dspid su ponzoña vil derrama, Así en la palma que se cimbra hermosa Se enrosca la serpiente venenosa.!8 Es posible que se haya juzgado muy a la ligera la actitud de antiespañolismo de Daniel Rivera. La visión que nos presenta de Agiieynaba no es cier· tamente muy halagadora, según podemos comprobarlo en la estrofa anterior. Por otro lado, Daniel hace elogios del otro Agüeynaba, tío de éste, quien pactó pacíficamente con los españoles. No se puede descartar, sin embargo, la posibilidad de que el autor esté tratando de despistar a las autoridades. Inmediatamente despüés de esta descripción de Agüeynaba, el cacique llama a sus seguidores con el .. caracol guerrero" y todos se reúnen en el hueco de una roca, donde el mar bate violentamente. De súbito, el viento comienza a soplar con ímpetus de tempestad y el cielo. se oscurece. La escena en la cueva se toma tétrica, casi diabólica:
Súbito truena la marcial bocina: Remeda el eco duro el son de guerra, Aquel recinto, pálido ilumina Débil reflejo que la mente aterra; El cuadro lúgubre a pensar inclina Que no es ni cield, ni se está en la tierra, Despertando el terror y la pavura La triste luz en la caverna oscura.19 En la descripción de esta escena pavorosa Daniel se aleja de su modelo Juan de Castellanos para 16. 17. 18. 19.
30
Ibid., Ibid., Ibid., Ibid.,
pág. pág. pág. pág.
7. 8. 8. 10.
entrar de lleno en el ámbito romántico. Agüeynaba impone silencio y habla a sus seguidores. Su dis· curso nos recuerda a los que aparecen en la Elegía VI Y en La Araucana de Ercilla. Comienza describiendo las bellezas y riquezas de su patria ultrajada y en una bella estrofa nos describe la génesis de la isla:
Brotó mi tierra de la mar pro.funda, Al despuntar el sol, una mañana De esas hermosas que de gozo inunda El pecho de la gente americana,' Salió preciosa y rica, sin segunda, Nereida bella de la mar indiana Virgen que cubre sin igual un cield Que nas regala divinal consuelo.7D Luego culpa a su tío de haber entregado su tierra al invasor cobardemente y, acto seguido, insta a sus vasallos a que se rebelen contra los españoles, ahora que ha muerto el antiguo Caudillo y que él dirige el destino de su pueblo. El huracán antillano sirve al poeta para describir la furia del indio y, al igual que Castellanos, utiliza la referencia a las luchas frente a los caribes para mostrar el valor de los borincanos:
Pues esa51 minas y belleza tanta Que ostenta rica en valle, monte y llana, Con fría dejadez que al buena espanta Cedió al de España mi difunto hermano; ¿Y cobarde seré, cu.al débil planta, Vasalla de un monarca castellano? ¿Y puede nunca sdportar mi -encono Se una mi patria a su lejano trona? ¿Cómo la rabia y mi furor temido Por el caribe que mordió mi pecha, Cuando forzado en lucha atroz. rendido En tierra vio su orgullo y su despecho No han dejada a mi corazón herida Quedar, quitando vidas satisfecho? ¿Par qué de cólera, a tan dura suerte, Una y mil veces no me di la muerte? Porque una ley severa me decía Que era inaudita crimen, en conciencia, Matar al que primero merecía Morir por su cobarde indiferencia.
................................................................... Mas ya no existe, y mi sdberbia saña Es más violenta que huracán violento, Que palmas· rompe cama a débil caña 20. !bid•• pág. 11.
Que se encorva al soplar tranquilo viento; Que parta a España el que nació en España y viva aquí de susto y pena exento, El que le guste este jardín por cuna, Bañado, en suave hamaca, por la luna.21 Es esta parte del poema la que contiene las expresiones antiespañolas que motivaron la persecución del autor de parte de las autoridades. Termina, precisamente, con una exhortación a la guerra y una identificación muy romántica entre la naturaleza y los sentimientos belicosos de los indios:
¡Ea compañ,eros! VamOs al combate: llonor la patria a defender nos llama; Si en paz contento el corazó-S' no late, La guerra nos dard fortuna y fama; Hasta la mar que nuestra cOsta bate Ondas escupe y agitada brama, Que cual nosotros contemplar quisíera Libre esta perla de la gente ibera.%1. La segunda parte del poema, inédita hasta el 1945, es mucho más breve; sin embargo, contiene más acción que la primera y los acontecimientos se suceden con rapidez excesiva. Esto nos lleva a pensar que Daniel quería no delinquir ante las autoridades y quiso publicar cuanto antes el desenlace del poema, ya que en él presentaba a los españoles como héroes victoriosos. Tal vez ya sabía que se encontraba bajo la observación de las autoridades por el discurso de tono antiespañol que había puesto en boca de Agüeynaba. Comienza el poeta narrando cómo los indios atropellaron a la población blanca. La noticia llega hasta Ponce de León quien decide atacarlos. El conquistador de Puerto Rico aparece con toda la magnitud y nobleza de una figura épica y, al mando de su pequeño 'contingente militar, se enfrenta a las fuerzas del cacique indio. En una sola estrofa se sintetiza la batalla:
Encuentra de Agüeynaba turbulento La hueste que su triunfo da por cierto, y mds ligero que agitado viento
Avanza con la suya el jefe experto,' y con la fuerza de huracdn violento Que la hoja lleva en un vaivén incierto Bate al contrario y tanto le amedrenta Que no sabe del triunfo' darse cuenta.2J Tras esta derrota. Agiieynaba acude a Mobodomoca y éste promete ayudarlo. Como Ponce de 21. Ibid.. págs. 11·12. 22. Ibid.. pág. 12. 23. Antonio Mirabal. Daniel Rivera, pág. 14.
León se ha retirado a Caparra, Mobodomoca decide atacar a Salazar. Después de un breve encuentro entre españoles e indios comandados por Salazar y Mobodomoca, aparece nuevamente Juan Ponce. quien se dispone a prestar ayuda. Cuando llega al lugar de la acción, encuentra a los soldados durmiendo plácidamente a la orilla del río. El poema concluye con el encuentro de los dos caudillos:
Por fin el Jefe principal llegando, Encuentra al Capitdn y demds gente Todos en leve sueño reposando Cabe la orilla de sonora fuente; Les. pregunta por el contrariO bando, Para ponerse con el suyo al frente, Responde Salazar al Jefe ibero: "¡Señor; dormí, porque vencí primeror 24 Ponce abraza a Salazar y ambos se lanzan· a sofocar lo poco que queda de la conflagración indígena. Así como la primera parte terminaba con fuertes manifestaciones antiespañolas, la segunda parte termina con una reafirmación de la soberanía española en la isla:
A pocas horas que duró la guerra Hirió una bala al bdrbaro Agüeynaba, Regó su sangre la preciosa tierra Que su famoso hermano veneraba; Su pérdida a los súbditos aterra... y aquí la guerra en Borinquén acaba, Ondeando siempre en tan feraz Antilla La célebre bandera de Castilla.2!5 Las autoridades no permitieron que Daniel publicara esta segunda parte del poema que. como vemos, lo absolvía de culpas y pecados. A partir de la publicación de la primera parte, el caso se puso en manos del Gobernador. don Fernando de Norzagaray. Este ordenó la confiscación inmediata del periódico, el secuestro de la imprenta, propiedad de don Felipe Conde, y el encarcelamiento del poeta. quien estuvo internado en la Real Cárcel de Ponce desde julio hasta septiembre del 1854. En septiembre logró fugarse al exterior y después de pasar por París y Nueva York se estableció en Santo Domingo. Desde allí gestionó su regreso a Ponce y logró obtener permiso para entrar nuevamente a Puerto Rico en el 1855. Sus familiares ya habían pagado por· él una multa de mil pesos. Aunque aparece firmando otros poemas durante ese mismc, año y el siguiente, no vuelve a tocar el tema indianista en sus poesías. 24. Ibid., pág 14. 25. Ibid.. pág. 14.
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D. Alejandro Tapia y Rivera
Alejandro Tapia, además de en su novela La palma del cacique, trata el tema indianista en dos de sus mejores poemas. En el 1857 salió para La Habana, buscando alivio a su precaria situación económica. Allí publica El bardo de Guamaní en el 1862 y en este libro aparecen sus dos poemas indianistas: El último bcmncano y Las ldgrimas del Loisa. Ambas composiciones están escritas en forma de romance, 10 que hace suponer la influencia de los poetas cubanos, quienes utilizaron con especial predilección esta forma métrica para la poesía' indianista. El último borincano nos hace recordar la novela de James Fenimore Cooper The Last of the Mohicans. También el poeta dominicano José Joaquín Pérez escribió un poema titulado El último cacique, de asunto muy parecido al de Tapia, pero posterior al del puertorriqueño. El último cacique borincano se Rumacao, quien después de saber de la derrota de los suyos en Yagüeca, se hace fuerte en la Sierra de LuquiIlo o Sierra del Yunque y desde allí ofrece la última resistencia borincana al español. El poema se inicia con el discurso que Humaeao dirige a sus seguidores:
De la anhelada victoria perdida ya la esperanza podrd tan solo la muerte aliviar nuestra desgracia.
Los cristianos nunca mueren, su imperio guarda, ¡ah! nuestra vida ocultemos en las ásperas. montañas.ZI>
Borinqu~n
Al final, al igual que en La palma del cacique, Tapia introduce el elemento legendario. Después que sucumbe el cacique, queda su presencia asociada a la Sierra:
y cuéntase que su sombra en aquellas cumbres ásperas de tiempo en tiempo se ofrece a las vecinas miradas.Xl El romance también explica el origen legendario del nombre de la Sierra:
Al ver la cristiana grey, del cacique la arrogancia, la incansable intrepidez 26. Alejandro Tapia, El último borincano, pág. 78.
1:1. Ibid., pág. 79.
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con que lidid por su patria y que loco era su empeño;
dio por nombre a la comarca el de Sierra del Loquillo· y ahora Luquillo se llama.'ZJ El asunto de Las IdgrimQS¡ del Loisa lo torna Tapia del Canto. sexto de la Elegía VI. Allí nos narra Juan de Castellanos la muerte de Joan Mejía, soldado español casado con la cacica india Luisa, recién bautizada. Mejfa muere a manos de los caribes. Casi inmediatamente después, muere también su mujer. Dice Castellanos:
Después de muchos días, cierto día, Dio gente, de la dicha Dominica, Con el astucia y orden que solía, En pueblo de Luisa la cacica, Do estaba de presente loan Mejia, Aquel fuerte vardn de color loro, Cuya muerte causd no poco lloro. La india le decía que huyera, Mas él le repondid con 10 que piensa: ..Eso no me conviene, ni Dios quiera Que mi honra padezca tal ofensa,' Ni te dejaré yo desta manera Aunque sepa morir por tu defensa"; y ansi del tal asalto descuidado, No pudo salir bien aderezado.
Fue tan feroz en el arremetida, y la priesa que dio fue de tal suerte, Que tuvieron por buena la huida, Con temor de la sangre que se vierte; Mas no quedd seguro de su vida, Antes con certidumbre de la muerte, A la cual en tres días fue cercano, Haciendo diligencias de cristiano. Deste pernicioso documento La Luisa quedó muy mal herida, La cual murió con buen conocimiento, Aunque era nuevamente convertida; Quedóle hasta hoy -el tal asiento Su nombre, y es estancia conocida, Quedando de grandeza tan notoria De gente solamente la memoria.29 Tapia en su romance narra la misma historia. pero confiriéndole mayor lirismo y abundando en el aspecto amoroso que apenas se presenta en las octavas de Castellanos. Al final introduce el detalle de 28. Ibib., págs. 8().81. 29. Juan de Castellanos, Elegía Vi, págs. 108-110.
la explicación legendaria o mítica de la designación toponímica:
La desposada llorosa sentada en peña vecina, las aguas ¡ay! de sus ojos mezcló con las claras linfas. Vistióse paños de luto y mirando en triste guisa la corriente, de allí a luego. fuese al mar con su Mexía. Desde entonces aquel rlo donde vertió la Cacica tantas lágrimas de amor llamaro"n todos "El Luisa ".]1) No hay antiespañolismo en los poemas de Tapia. A pesar de que manifiestan una indudable simpatía por el indio y destacan su valentía y nobleza, también aparece exaltado en ellos el conquistador español. Tapia concede una gran importancia al aspecto religioso de la conquista y considera la cristianización del indio como una gran aportación española. En El último borincano imagina que Dios ha tenido misericordia del cacique muerto. Por otro lado, en Las lágrimas del Loisa destaca el matrimonio entre el español y la india como símbolo de la simbiosis racial que dará como resultado al puertorriqueño, "pues la 'justa' castellana / mezclóse al 'areito' indígena / y jugaron al 'batey' / entrambas gentes unidas".31 En las composiciones de Tapia el interés se desplaza hacia lo lírico, aunque se conservan los elementos narrativos. De ahí su preferencia por el romance. estrofa que utiliza por primera vez en Puerto Rico en el tratamiento de temas indígenas.
Tranquilas contemplaron, regresando apacibles a tu orilla, cómo 10Sl brazos de la Cruz se alzaron bajo el rojo estandarte de Castilla. Pura amistad vehemente unió los hombres que apartó el abismo; del indio rudo en la tostada frente cayó el ond4 sagrada del bautismo. Después, ya roto del temor el dique, la llama del amor lució esplendente; la dulce hermana del primer cacique llamó su esposo al paladín de Oriente.!! En su único poema indianista, titulado Romance, no hay ninguna huella de antiespañolismo; es más, el elemento europeo ni siquiera está pres~nte. Gau· tier nos traslada a los años anteriores al descubrimiento y la conquista. El mundo que evoca su composición es totalmente indígena. Romance es un hermoso poema lírico, un canto de amor que entona un cacique a su amada ausente y esquiva, una hermosa estilización romántica de elementos indígenas. Gautier poetiza el vocabulario, los objetos y las costumbres del taíno para crear una atmósfera de intimidad lírica. El procedimiento estilístico que había iniciado Daniel Rivera, se acentúa en Alejandro Tapia y culmina en el poema de Gautier, donde aparecen versos como los siguientes:
Hermosísima Cacica de los montes tropicales, la de la negra melena, la de los ojos muy grandes,' tres lunas ha que te busco por la orilla de los mares, por la cima de los montes, por el fondo de los valles. Al no verte en el areito ni en la choza de tus padres, ni en -el baño que cobijan pomarrosas y arrayanes~ murió la risa en mis labios y de verter llanto a mares, pierden su brilla los o;os que reflejaron tu imagen.»
E. José Gautier Benltez De Gautier Benítez se ha dicho que como poeta, y a pesar de que algunos lo han considerado como nuestro poeta nacional, no está debidamente enraizado en Puerto Rico. El hecho de que haya tratado el tema indianista es un argumento n favor de la tesis contraria. Su posición frente al indio y la conquista es semejante a la de Tapia. En su famoso Canto a Puerto Rico se refiere a la unión de la raza americana y la española en los siguientes términos:
Tus tribus aborígenes, dominando el temar que las llevara al seno oscuro de tus selvas vírgenes, 30. Alejandro Tapi~. Las ldgrimas del Loisa, págs. 85-86. 31. lbid., pág. 83.
Gautier anteriores, y caribes; no épicos, estructura
utiliza también, al igual que los poetas el dato histórico de la lucha entre taínos pero lo utiliza con "propósitos líricos y ya que el poema carece de verdadera narrativa:
¡Oh!, quién sabe si el Caribe, como las marinas aves, 32. José Gautier Benítez, Vida y obra poética de José
Gautier Benfte1;, pág. 233.
33. Ibid., pág. 242.
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en alas de la tormenta cruzó de noche los mares, y en las playas de Borinquen movió sus huestes falaces comC1 serpientes QSItutas, como zamuros cobardes, si hora gimes en prisiones muy lejas de tus hogares, y si mi nombre pronuncias en medio de tristes ayes.J4 En fin, el Romance de Gautier es un intento logrado de poetizar lo indígena a la manera romántica, de revestir un poema amoroso con las galas de la poesía indianista. Por su intención, se asemeja a los Areitos del dominicano José Joaquín Pérez.
F. José Gualberto Padilla (El Caribe) Para los mismos años en que Gautier escribía sus poemas, José Gualberto Padilla también cultivaba el tema indianista, aunque de una manera un tanto accidental. En la tercera parte de su inconcluso Canto a Puerto Rico dedica diez octavas a describir al indio borincano anterior al descubrimiento, con sus costumbres, sus dioses y su civilización. Padilla lo ve como el "hombre natural" de Rousseau, bueno por naturaleza, incontaminado por la civilización, sin aspiraciones que perturben su alma, sin la maldad que acarrea la ambición y el deseo de gloria, viviendo sencillamente, en pero fecta armonía con la naturaleza idílica que lo rodea.
Sin el orgullo de preclara historia, Sin el ardiente anhelo de futuro, Sin altos hechos dignos. de memoria Ni ruines vicios de recuerdo impuro, Sin locos sueños de ambición y gloria, Que perturbasen su vivir oscuro, De Puerto Rico la campiña varia Poblaba en tribus raza originaria.3S Pasa luego a describir al mente. Es más acertada su que en la descripción moral campesino puertorriqueño y
indio, física y moral· descripción física, ya describe más bien al no al indio.
Blando en la condición, si al trato esquivo, Sobrio y frugal en el sustentd diario. En la campiña labrador activo, . En el peligro audaz y temerario, En la vida exterior rudo y altivo, Pero franco en su hogar y hospitalario, 34. Ibid., pág. 244. 35. José Gualberto Padilla, En el combate, Poesías, pág. 40.
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Tal era el ser que en nómade pandilla Poblaba un tiempo la feraz Antilla.J6 En la descripción de sus creencias religiosas hay un intento de caracterización profunda, de penetrar en su mundo mítico, pero es sólo un intento:
Sólo de un Ser Supremo al poderío. Reverente doblaba la rodilla Sometiendo el indómito albedrío De un "cerní" tutelar a la cuchilla; y en el globo de luz, que del vacia Por la bóveda azul candente brilla, Con errada creencia el borincano Trono daba del Or17e al Soberano.J7 El Caribe describe, como ya hemos señalado, al indio en su estado natural anterior a la conquista. No hay pues referencias directas al régimen español. Sin embargo, mientras leemos su descripción de la vida idílica del aborigen, sus estrofas nos llevan a pensar, por omisión, en la destrucción de ese estado ideal por la introducción de la civili· zación ibérica. Este procedimiento se hace casi evidente cuando el poeta describe la vida libre del indio, dejando traslucir sus propias ansias de li· bertad:
Tal libre como el aura fugitiva Que entre sus bosques incesante vuela, Como la luz en áurea perspectiva Sobre las ondas trémulas riela, Como el aliento de la flor nativa, Como el marullo de fosfórea estela, Rey de los prados, de las selvas dueño, Vivía feliz el insular riqueño. Jamás llevó con ansiedad los oios Más allá de la rústica cabaña, Ni traspasaron nunca sus antojos Las brumas de su mar y su montaña, Ni a dolo infame demandó despojos Ni prez y lauros a guerrera saña, y con instintos. nobles, bienhechores, Ni esclavos tuvo ni sirvió a señores.3I G. Cayetana CoIl y Toste: Génesis El último autor puertorriqueño proveniente del siglo XIX en tratar el tema indianista a la manera romántica es Cayetano CoIl y Toste, autor de Guanina, leyenda en prosa que ya hemos comentado. En verso sólo conocemos como muestra de su india· nismo poético.una composición titulada Génesis, con· 36. Ibid., pág. 41. 37. Ibid., págs. 4142. 38. Ibid., pág. 41.
siderada por la crítica como uno de sus mejores poemas. Tal como lo sugiere el epígrafe, Coll y Toste ha querido plasmar en estos versos la génesis de la nacionalidad puertorriqueña, génesis que con· cibe como el choque y la fusión de 10 indígena y lo español. Con este propósito, evoca en forma somera y panorámica episodios y figuras relacionadas con la rebelión indígena. A tono con su idea central, la composición tiene la estructura de un tríptico: tres romances de extensión similar titulados respectivamente Juan Ponce de León, Guarionex y Caparra. En el primero presenta al conquistador saltando de su batel y dispuesto a conquistar la isla, deslumbrado ante su belleza. El segundo se concentra en la figura de Guarionex, quien ataca la villa de Sotomayor. El indio se destaca por su altivez, su arrojo frente al peligro y su diestro manejo de la macana y las flechas. Se entabla un recio combate y los indios obtienen la victoria. La visión del cacique vencedor, nota muy rara en la literatura indianista, cierra este segundo romance:
.. .mas ceden los castellanos y retroceden vencidos
caminando hacia Caparra sin esperanzas de aux~lio, seguidos de Guarionex que luce el guanín, altivo, degollando victorioso a los pobres fugitivos. 39 En el ~ercer romance el autor nos narra la muer· te de Guarionex, la desbandada de los indios y su sumisión final. El vencedor los condena u a trabajar en los cauces / y a buscar el oro ansiaclo I pero diendo sus libertades".'" Con el bautismo se incor· poran a la vida española y con la simbiosis racial que se establece ambos .pueblos qy.edan unidos. En esta unión de vencedores y vencidos se da la génesis del pueblo puertorriqueño. Lo indígena no desaparece del todo, sino que se funde con lo español para dar origen al criollo puertorriqueño:
Mezcló con los castellanos el lecho de amor, su sangre, y juntos aran la tierra y unidos alzan hogares. ¡Dulce amanecer de un pueblo; la patria nueva, celajes: la conjunción de dos razas la fecunda obra del Arte...141 Caparra es el símbolo de esta unión. 39. Cayetano CoII y Toste, Génesis. pág. 378. 40. Ibid., págs. 378-379. 41. Ibid., pág. 379.
V. Conclusiones Aunque en Puerto Rico no se produjo durante el siglo XIX una poesía indianista tan notable como la que apareció en la República Dominicana y no . contamos con ninguna obra comparable, por ejemplo, a las Fantasías indígenas de José Joaquín Pérez; la poesía. indianista puertorriqueña es digna de estudio por lo que significa para el nacimiento de la nacionalidad, por la importancia que adquirió en toda Hispanoamérica y por la indudable calidad literaria de algunas composiciones. A pesar de que el indianismo no se cultivó intensamente, su aparición es relativamente tefIlprana, ya que el primer poema de este tipo aparece en el 1843. Sin duda alguna la censura y la presión oficial obstaculizaron su desarrollo e impidieron que se cultivara con mayor empeño. Sin libertad para tratar un tema que por su propia naturaleza parecía requerirla, el esfuerzo de los poetas puertorriqueños es verdaderamente notable. También es notable la variedad que existe dentro de la reducida producción. Entre nosotros se da, por ejemplo, en Agüeynaba el Bravo, uno de los escasos intentos de revivir la antigua épica; poseemos la modalidad descriptiva en las estrofas de José Gualberto Padilla y la lírica en el poema Romance de Gautier Benítez. Alejandro Tapia y Cayetano Coll y Toste cultivan la narración en verso, utilizando la forma del romance. En cuanto a la calidad literaria de esta poesía, puede afirmarse, sin que esto sea una exageración, que algunas de nuestras composiciones, principalmente las de Tapia y Gautier, pueden parangonarse con lo mejor que se produjo en el resto de Hispanoamérica. Al igual que en los demás paises de la América Hispánica',- en Puerto Rico el indianismo fue una manifestación de afirmación nacional, un intento de buscar y crear una tradición propia. Contrario a lo que ocurrió en otros lugares, esta afirmación nacional no se da predominantemente como rechazo de lo español. La identificación con el indio no aparece siempre acompañada de antiespañolismo. Más bien se concibe lo criollo, lo nacional, como resultado de la fusión de ambos pueblos. Si bien es cierto que, en algunos casos, esta actitud puede atribuirse a la imposibilidad de cultivar una literatura antiespañola dentro del estrecho marco de la colonia; también es cierto que en algunos autores como Tapia y Gautier Benitez esta actitud no desentona con sus propias interpretaciones de la realidad puertorriqueña. La poesía indianista como manifestación de aLir· maci6n nacional no desaparece con el siglo XIX; se continúa cultivando, bajo diversos signos, hasta el momento presente y ha producido contemporáneamente obras tan notables como Yerba Bruja (le
35
Juan Antonio CorretjeF. En realidad, el indianismo parece ser una constante casi inadvertida de la literatura puertorriqueña; una de sus notas distintivas más importantes.
8.
9. BIBLIOGRAFIA DE OBRAS CITADAS l. Alonso, Manuel; El salvaje, en Album puertorriqueño, San Juan, P. R., Ed. Coquí, 1968, págs. 114-116. 2. Brau, Salvador; Al que leyere, en El jíbaro de Manuel Alonso, Río Piedras, P. R., Editorial Cultural, 1949, págs. IX-XXVI. 3. Coll y Toste, Cayetano; Génesis, en Aguinaldo lirio ca de .la poesía puertorriqueña, Tomo 1, de 4. 5. 6. 7.
36
Cesáreo Rosa·Nieves, San Juan de Puerto Rico, Editorial Campos, 1957, págs. 375-379. De Castellanos, Juan; Elegía VI, Puerto Rico, Departamento de Instrucción Pública, 1967, 135 págs. . Garda Díaz, Manuel; Alejandro Tapia v Rivéra, prólogo a La palma del cacique, México, D. F., Ed. Orión, 1959, págs. 7-20. Gautier Benítez, José; Vida y obra poética de José Gautier Benítez, San Juan de Puerto Rico, Editorial Campos, 1965, 310 págs. Henríquez Ureña, Max; Panorama de la literatura
10.
11. 12. 13.
14. 15. 16. 17.
dominicana, Tomo n, Santo Domingo, República Dominicana, Colección Pensamiento Domi· nicano, Segunda Edición, 1966, 459 págs. Heredia, José María; En el Teocalli de Chalula, en Cien de las mejores poesías hispanoamericanas de José Olivio Jiménez, Las Américas Publish· ing Ca., New York, 1965, págs. 4649. Meléndez, Concha; La novela indianista en Hispanoamérica (1832·1889), San Juan, Puerto Ri· ca, Editorial Cordillera, 1970, 227 pá2S. Mirabal, Antonio; Daniel Rivera, Ponce, P. R., Tip~ graffa Camacho, 1945, 32 págs. Olivera, Otto; Cuba en su poesía, México, Ed. de Andrea, 1965, 217 págs. Padilla, José Gualberto; En el combate. Poeslas, San Juan de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1969, 273 págs. Peña, Manuel de Jesús de; Estudio de las Fanta· sías ¡ndljenas de José Joaquin Pérez, en Fantasías ¡ndijenas de José Joaquín Pérez, Santo Domingo, Imprenta de García Hermanos, 1877. Rivera, Daniel; Agüeynaba el Bravo, San Juan, P. R., Imprenta El Nacionalista. 1919, 12 págs. Tapia, Alejandro; El último barineano, en La palo ma del cacique de Alejandro Tapia, México, D. F., Editorial Orión, 1959, págs. 7~81. - - - ; Las ldgrimas de Loisa, en La palma del cacique de Alejandro Tapia, México, D. F., Editorial Orión, 1959, págs. 81-86. - - - ; Mis memorias, San Juan, P. R., Ed. C~ quí, 1966, 161 págs.
Artistas Puertorriqueños de la Nueva Generación
En la exhibición Artistas Puertorriqueños de la Nueva Generación se reunió una interesante muestra . del arte joven de este país. Treinta artistas participaron en la presente exhibición constituida mayormente por obras gráficas, dibujos y pinturas. En esta ocasión alternan conocidos artistas con talentosos jóvenes. Un breve inventario de sus participantes revela los nombres de José Rosa, Carlos lrizarry, Jaime Romano, Cannelo Fontañez, Carmen Iris Parrilla, Wilfredo Chiesa, Edwin Maurás y Carmelo Sobrino, entre otros. Wilfredo Chiesa y Carmen l. Parrilla nos trasladan al "Color field painting" de Mark Rothko sobre todo a la obra de Rothko producida durante la década del SO. En las obras "Ocaso Mágico" de Chiesa y en "Pintura Número 3" de Carmen I. Parrilla, se observan grandes formas rectangulares de limpio color al estilo de Rothko. Julio Suárez presenta en su obra "Caín", líneas sólidas de color en posición diagonal, adyacentes e interceptadas en un punto como para acentuar la relación de ellas a los bordes de la obra. Jaime Romano en su obra .. Es· pejismo IV" revela las posibilidades expresivas de los elementos abstractos: manchas espontáneas de color se extienden hasta los bordes e intentan salir de la rígida estructura que enmarca la composición. . Los Artistas Puertorriqueños de la Nueva Ge· neración sin duda alguna le dan colorido al panorama actual de la plástica puertorriqueña.
Joaquín Reyes "Desilltegración astrar·
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Jaime Romano "Espejismo IV"
Julio Suárez "Caí" "
Edwill MaureĂs
Isaias Mq;ica Alldrades "Paisaje R umaclIIil"
Cuento
Calixto y Marichela Por
E
L LIBRO DICE OUE LA CONocí EN EL JARDíN DE SU CASA,
en la urbanización San Francisco, cuando se me dañó el carro y le pedí un destornillador, pero no es cierto. Ella estaba muy bonita, vestida de minifalda de una sola pieza, busto y caderas bien ajustadas, por cuyo amor preso comencé yo a hablar: En esta veo Marichela la grandeza de Dios... Los que escribieron sobre nuestro accidente no tuvieron buena información. Se lo imaginaron ha· ciendo conjeturas, de acuerdo al desenlace inven· tado por Fernando de Rojas. No fue contra una muralla ni por culpa de una escalera delgada. Era ya casi al amanecer del sábado. Yo vi la valla de postes de cemento en la curva, oí su grito, pisé el freno, rechinaron todos los hierros a la vez, y la carretera fue cayéndose al precipicio. Pero ya estoy mejor. Puedo pensar en ella. Si la dejaran venir a visitarme... Yola había visto por primera vez en una mi· rada idílica, detenidamente silenciosa, en Pedreira 107 de la Universidad de Puerto Rico cuando ella se sentaba al lado de la ventana por donde se ve el parque y las palmeras del portón principal. Allí, sentado en la misma fila, aunque no a su lado, interpretaba yo día tras día todos los romances inventados de la lengua castellana y todas las décimas por inventar en el amor puertorriqueño. Ella no me respondía y pensé que tenía novio. Tomaba apuntes con exactitud, pero sabía arreglárselas para no perderse ni un chispito del parque que miraba a cada rato con mirada de niña introvertida o con problemas, según mi parecer. Empecé a velar sus pasos y a sentarme frente a sus ojos cada vez que ella iba a estudiar a la biblioteca. Un día, buscando yo una casa anunciada en el periódico, la encontré cerca del centro comercial de San Francisco, en una calle lateral de la avenida De Diego. La casa que visité era grande, de 40
~ANUEL DE LA PUEBLA
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dos plantas y de esquina, con una terraza alta techada de cinc y escalera exterior. Una casa bastante buena hasta el momento en que me dijeron su precio, cuando busqué la escalera para irme, antes de que advirtieran mi aturdimiento. La calle avanzaba como una cuña orientada hacia el sur, y en ella había unos trabajadores muni· cipales que me miraron al pasar como un intruso. Habían cortado el tránsito y tuve que virar cerca de un conjunto de muchaPt0s y chicas despreocupadamente vestidos, exactamente cuando ella llegaba manejando un canto de bestia americana color aceituna, inimaginable vehículo para mis suposiciones. De inmediato se le aproximaron algunos jóvenes que parecían muy amigos. A mí creo que ni me vio. Viviría por allí cerca y no se había querido fijar en mí. Ella era al revés de todas. Ella salía en busca del muchacho, qué tremenda, sin esperar que nadie
la visitara con menos carro que el suyo. La había juzgado silenciosa, introvertida, un poquito desgraciada. Bueno. Me gustaba a pesar de las diferencias del carro y la urbanizacón. Le escribí una carta sin saber quién la recibiría; tal vez su madre. Creyendo que su hija era muy estudiosa y resulta que andaba en amores y flirteos con un muchacho desconocido, vaya a saber, uno de esos que llevan una banderita de Puerto Rico en el automóvil o que ponen bombas incendiarlas en las tiendas del marido, o de los que venden Claridad, expresamente mal vestidos en la avenida Muñoz Rivera y tendría coraje contra eUa y la velarían extremadamente y tal vez ya no le dejarían más el carro ni ir a misa al colegio donde había hecho la escuela superior con aquel sinior prom tan lucido en el San Geránimo Hilton, tan lindas todas y tan preciosos trajes, ave maría. Calixto fue de noble linaje, de claro in· genio, de gentil disposición, de linda crianza, dotada de muchas gracias, de estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, mujer moza, muy generosa, de alta y serenisima sangre, sublimada en próspera estado, una sola heredera de su padre Pleberio, y de su madre Alisa, muy amada. Entonces fue cuando me inventé la entrada en su casa en pos del halcón. Yo tenía un modesto renault blanco, tan cuidado como mis manos de músico, y había pasado por delante del amplio jardín de su casa siete veces como las siete vueltas seguidas que antiguamente le dieron trompeteando a Jericó. Las dos primeras veces no hubo señal alguna, pero en todas las demás una mano subrep. ticia corría la cortina del gran ventanal. Detuve el carro, levanté el bonete del motor y me encaminé directamente al balcón. -En esto veo Marichela la grandeza de Dios, le dije, llamándola por su nombre, sin que por eso se extrañara. -¿En qué Calixto?, preguntó ella pronunciando también con firmeza mi nombre sin que por esto yo me extrañara. -En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase... -¡Fresco!, me cortó ella como enojada. ¿Para eso te entras en mi casa? Papá y mamá están arríba. La iniciación del diálogo tal como lo escribió Fernando de Rojas da por supuesto que Marichela y yo nos conocíamos, ya 10 he dicho. Allá los eruditos peninsulares gasten tinta y salud en saber en qué ciudad fue la historia. Fue en la capital de nuestra isla, en donde, aunque disparatada en eJ..tensión, desde Bayamón a Trujillo o Carolina, nos conocemos todos. Me prestó el destornillador que le pedí y se acercó a mi renault mientras yo toqueteaba tornillos inajustables. Mi error fue calentarme demasiado temprano y querarla besar allí mismo, "ln la acera, ante el asombro exorbitado del padre 41
y de la madre. Gritó él, lo oí; gritó la madre, la oí, y me despidió impulsivamente Marichela: ¡Vete, vete de ahí torpe! Tu paga serd tan fiera cual merece tu loco atrevimiento... Allí se me cayeron los brazos, entré cabizbajo al automóvil, encendí el ¡potor, la miré aturdido, oyendo como quien no entiende una sintaxis irre· guIar con palabras de regular coraje: ingenio de tal hombre como tú, haber de salir para perderse en la virtud de tal mujer como yo. Que no puede mi paciencia tolerar que haya subido en corazón humano el ilícito amor conmigo... -Iré como aquel contra quien solamente la ad· versa fortuna pone su estudio con odio cruel, contesté. La mala suerte, Marichela, yo sabía que se iban a oponer, pero yo no esperaba lo otro, me han hecho tres trasfusiones, hoy otra, tengo sueño, mala suerte, Marichela...
Algún alivio siento en ver que tan presto seremos jutUos yo y aquél mi querido Calixto. Quiero cerrar la puerta porque ninguno suba a me estorbar mi muerte. Muchos días sou pasados que penaba por
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amor un caballero que se llamaba Calixto... Era tanta su pena de amor y tan poco el lugar para hablarme, que descubrió su pasión a una astuta y sagaz mujer que llamaban Celestina. La .cual, de su parte venida a mí, sacó mi secreto amor de mi pecho. Descubrí a ella lo que a mi querida madre encubría. Tuvo manera cómo ganó mi querer. Ordenó cómo su deseo y el mio hubiesen efecto. Si él mucho me amaba, no vivía engañado. Concertó el tris,te concierto de la dulce y desdichada ejecu. ción de su volunta4. Vencida de su amor, dile entrada en mi casa. Quebrantó con escalas las paredes del huerto, quebrantó mi propósito. Perdí mi viro ginidad. No me han dicho nada de él, ni lo nombran en mi presencia. Ayer ha fallecido en una sala de este hospital. Cortaran las hadas sus hilos, cortaro"n mi espe· ranza, cortaron mi gloria, cortaron mi compañía. Pues ¿qué crueldad seria muriendo él despeñado qu~ viviese yo penada? Su muerte convida a la mía, convídame y fuerza que sea presto, sin di· lación ...
La tercera crónica francesa sobre el Caribe: la ' 'Relación del Viaje a las Islas de la América" del Padre Pacifique de Provins Por MANUEL CÁRDENAS
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N ESTAS PÁGINAS DAMOS A LA PUBLICIDAD LA PRIME-
ra traducción al español de la obra Relation du Voyage. des /sles de L'Amerique, del Padre Pacifique de Provins. Ni la obra, ni el autor son muy conocidos, aunque aquélla es de gran importancia historiográfica por tratarse de la tercera crónica -o Relación- francesa sobre el Caribe durante el siglo XVII. Sobre el autor de la misma tenemos algunos datos procedentes en su mayor parte de 10 que nos indica Dampierre "en su "Essai sur les sources de L'Histoire des Antilles Fran~aises {l4921664)", datos que a su vez están tomados de la biografía que hizo el Padre Apollinaire I sobre nuestro Pacifique de Provins. Nuestro autor entró a la orden de los Capuchinos en 1606. En 1622 deja Francia, y marcha al Oriente en lo que podríamos llamar un viaje de exploración espiritual, con el fin de conocer los lugares donde podría fundar misiones de su orden. De este viaje nos queda una obra Relation du Voyage d'e Perse que publica en 1631 la casa de Nicolás y Juan de la Coste, la misma que publicará la segunda obra del Padre Pacifique y que es el tema que nos ocupa. Después de ese viaje, Pacifique de Provins, en 1624, va a Constantinopla; vuelve de nuevo al oriente en 1626 para fundar misiones en Said, Alepo. Chipre y Bagdad. Vuelve a Francia en 1629. En la primavera de 1635 marcha para la Isla de San Cristóbal, y según el Padre Du Tertre 2 fue uno de los tres primeros capuchinos enviados a esta Isla. Vuelve a Francia de donde parte de nuevo para América en 1640, estableciéndose en la San Cristóbal. En los años siguientes no abandonó 1. .Trois utlres du P. Pacifique de Provins, capucin. initiateur des Missions des Capucins Fran~is en Oríent et aux Antilles; reimprimées par les soins du P. Apollinairc de Valence, r~ligieult du meme Ordre et précedées d'ün Essai biographique et bibliographique.. Roma 1890. . 2. Histoire générale des Antilles habitées par les Pran· ~is. Edición 1667. t 1, pág. 59.
esta isla más que temporalmente, hasta que el irascible Señor de Poincy, enemistado con los capuchinos, los expulsó de la San Cristóbal, volviendo el Padre Pacifique a Francia. Estamos en 1646. A partir de este momento no tenemos sobre nuestro buen Padre más que leyendas. La más repetida indica, que Pacifique de Provins, siempre infatigable, partió una vez más para e"angelizar a los in· dígenas de América y que en 1653 encontró la muer· te a manos de los Salvajes por quienes fue devorado. La ReZation du Voyage des Isles de L'Amerique del Padre Pacifique de Provins, aun cuando breve, es interesante por diversas razones. En primer lugar nos da una ligera muestra de los conflictos religiosos de la colonización francesa, sobre todo en el caso específico del Gobernador Levasseur de la Tortuga. En segundo lugar deja ver la estrecha relación existeI!te entre el mundo eclesiástico y el aparato político administrativo de la colonia entiéndase en esto la Compañía de América, su; ofi. ciales y representantes, siempre defendidos y respetados por el Padre Pacifique. En tercer lugar se plantea, indirectamente, la necesidad de esclavitud negra en la tarea de poner a producir las colonias, repudiándose ,a los "engagés" -siervos franceses- como medio para realizar dicha tarea. A la altura de 1645, Pacifique de Provins entiende que esa producción colonial no puede ser otra que el monocultivo del azúcar. Asimismo, queda claro en la Relación el conflicto político internacional en la tarea colonizadora de Europa en las Antillas. Finalmente, y como cosa curiosa hemos de señalar la fuerte impresión que en Pacifique de Provins causa la leyenda de los Indios sobre la serpiente -el Escarbunclo-... de la Dominica, leyenda que ya en esas fechas posiblemente era utilizada por aquéllos para asustar a los europeos y difi-
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cuItar así la conquista: que éstos pudieran hacer de sus ya menguadas tierras. Pasemos pues a la Relación del Viaje a las Islas de la América, del Padre Pacifique de Provins.
Relación del Viaje a las Islas de la América, por el Padre Pacifique de Provins, Capuchino, Predica. dor, Misionero Apostólico y Prefecto Superior de las Misiones de su Orden en estos diSitritos y en la Nueva Francia. París, casa de Nicolds y Juan de la Coste. A MONSE~OR EL CONDE BRION, DUQUE DE ANVILLE, y Virrey de la América. MONSE~OR
Cuando salí de París para venir a estos lugares de América, donde (como vos muy bien sabéis) he sido destinado por nuestro Santo Padre el Papa, los Eminentísimos Cardenales de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, y los Superiores de mi Orden, para allí probar los medios de llevar a estos Pueblos salvajes al conocimiento del verdadero Dios que nosotros adoramos, Plugo a la Reina Madre Regen te el encomendarme hacerle una Relación sincera y verdadera de los cuidados, y diligencias, que los Súbditos del Rey se toman para que la Divina Majestad sea servida y honrada, en estos países que ocupan y habitan bajo su Real Protección, y lo que se puede hacer para la conversión de los Infieles, habiendo aquélla previamente testimoniado el querer extender su Real y liberal mano a la contribución de una empresa tan Cristiana. Pero como no he tenido todavía el tiempo, ni he encontrado los embarques adecuados para encaminarme a la Tierra Firme y acabar de hacer el descubrimiento de estos Pueblos, yen que disposición se encuentran, para allí acrecentar y agrandar el Reino de Dios, he creído un deber aplazar y diferir algún tiempo más esta Relación de piedad a serle enviada a aquélla. y desde que hubo placido al Rey y a su Majestad Regente, honraros con la calidad de Virrey de todos estos países de la América, que están y serán adquiridos en el futuro para Dios y para la Corona de Francia por medio de vuestros cuidados, por la generosidad de vuestro coraje y por vuestra singular piedad, no puedo dedicar a alguien (después de su Majestad) más conveniente que a Vos, Monseñor, esta pequeña Relación de honesta curiosidad, suplicando a Vuestra Excelencia, hacerle encontrar buena mi demora a su Majestad Regente, y así daros (mientras tanto) un momento de distracción con la lectura ~e esta Relación que os envio, sobre lo poco que he visto del país, aunque no ignoro que una más amplia ha sido hecha, hace poco, por un buen Padre Jesuita. No obstante, como mi poco tiempo libre, y mi impaciencia me hace amar la
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brevedad y huir de las ampliaciones y artificios de la Retórica, me es suficiente con dejar impresar las simples verdades en los Espíritus a los que me dirijo; y me imagino, que si entre ellos se encuentran otros lo bastante impacientes como el mío, no aborrecerán esta brevedad; y si vuestras tareas en la Corte no os pueden permitir una larga lectura, vos agradeceréis tanto más esta, ya por su brevedad, como por haber sido dirigida a vuestra Excelencia, Monseñor Por Vuestro muy humilde y muy obediente servidor en nuestro Señor, Hermano Pacifique de Provins, Capuchino indigno En la Isla de la Guadalupe, 2 de septiembre de 1645.
DE NUESTRO EMBARQUE EN LA 'ROCHELLE Para las Islas de la América Si nuestro Señor, que es todo bondad, tenía el deseo de dulcificar las amarguras de este retraso de ocho meses que he tenido que sufrir, a la carrera de puerto en puerto, para encontrar un embarque, no 10 pudo haber hecho más sensiblemente que mediante el feliz encuentro que me ha hecho tener en este viaje, en el que me había preparado, entre más de ciento cincuenta personas que se encontraban en nuestro barco como pasajeros, una Compañía que no podía ser más deseada y agradable para el largo y aburrido trayecto de mil seiscientas leguas de mar. Eramos seis Padres Religiosos, a saber, cuatro RR. Padres Jesuitas que iban a la Martinica en donde tienen una residencia, y nosotros, dos Capuchinos. Entre los seglares, teníamos a Monsieur Hoüel, Gobernador de la Isla de la Guadalupe, y quien también es uno de los Señores de la Gran Compañía de América. Gentilhombre tan sabio, tan virtuoso y tan conocedor de toda suerte de Ciencias y Artes que no temo pasar por adulador delante de aquellos que 10 hayan conocido y que no tengan ninguna pasión en su contra; sus manos saben en él tanto como su cabeza, y su cabeza no sabe menos que sus manos, tan fácil es, prácticamente, resumir 10 que sabe. Estaba también acompañado por un pequeño grupo de Parisinos, todos hijos de familia de muy buena cuna y mejor crianza; todos gentes de valor y de coraje. y de muy agradable conversación. Y aun cuando el Capitán de nuestro Navío fuese Hugonote, al igual que todos los marineros, la autoridad del mencionado Señor Hoüel, quien se alojaba en el camarote de este Capitán, nos fue tan favorable,
que durante nuestro viaje no pasó día en que uno de nosotros, por tumo, no dijese la Misa, y en esa ocasión los padres que se encontraban bien, recibían la Santa Comunión,. y algunas veces los seglares, que asistían todos; entonces cantábamos el Veni Creator y el Salmo por el Rey. En las vigilias de las Fiestas, y en las Fiestas, al igual que los Sábados y los Domingos, cantábamos Vísperas, según el canto llano de la Iglesia, y el Salut, todos los días, sin que ningún Hugonote 10 censurase; ellos, incluso, en estos momentos hacían sus rezos en la proa, aunque nosotros los hadamos en la popa del navío, que es el más noble lugar. Nuestro Señor ha mostrado tener por tan grata esta pequeña alabanza que le ofrecía todo nuestro grupo, que desde el momento en que nosotros le· vamos el ancla en la rada de la Rochelle y nos hi· cimas a la vela, hasta el otro momento de nuestra llegada a esta Isla de la Guadalupe, la mar y los vientos se pusieron tan felizmente a nuestro favor, que hizo brotar de la boca de nuestro Capitán, con todo y ser Hugonote -no obstante hombre muy honesto y respetuoso- esta confesión pública, llena de gozo y alegría: .. Si Dios me hubiese dado Querubines para guiar mi navío no lo podría haber conducido más dulce y más felizmente", sobre todo si consideramos que en medio del gran ajetreo de hombres, mujeres y equipajes, los cuales, ordinariamente, engendran alguna infección perjudicial, no hubo ningún enfermo de fiebre, y muy pocos del mal de mar. En quince días arribamos a las Islas Canarias, y al final de cinco semanas llegamos a esta Isla de la Guadalupe donde el Señor Gobernador descendió a tierra con todo su equipaje el 15 de mayo. Antes de descender aquel del navío, tuve el cuidado de no olvidar rendirle a mi mencionado Señor Gobernador, el honor y la alabanza a que se hizo acreedor por su caridad y piedad para con los RR. Padres Jesuitas y para con nosotros; y aunque tenía el propósito de pasar hasta la Isla de San Cristóbal, a donde -el navío iba, y aunque también los dichos Padres Jesuitas tenían el deseo de ir a la Isla de la Martinica, donde el navío debía de tocar antes de volver a la Guadalupe sus palabras de civilidad y honestidad tuvieron tanto poder sobre las intenciones del Capitán, de los Padres Jesuitas y las nuestras que no pudimos rehusamos. Así que el navío abordó primeramente en la Isla de la Guadalupe, donde él deseaba regalamos y hacernos volver a tomar la dulzura dl;l aire, y hacernos descansar antes d~ ir a nuestros destinos. En ello no encontré dificultad alguna ya que no me importaba dónde arri· bar, pues tenía el propósito de ver todas las Islas, y además no teníamos otros muebles que llevar más que un pequeño cofre en el que teníamos nuestros ornamentos eclesiásticos. Sin embargo los Padres Jesuitas se excusaron por las dificultades que ten·
drían para hacer descender del navío la carga de unas dieciocho barricas o toneles de ropas y géne. ros, cinco o seis cofres que llevaban a su casa en ]a Martinica, amén de tres servidores. No obstante, su excusa fue inútil, ya que mi dicho Señor, el Gobernador, se comprometió a prestarles su barca, adecuada para llevar a ellos, sus servidores y sus equipajes hasta el frente de su residencia en la Martinica. Lo que se hizo al final de tres semanas, tiempo que ellos estuvieron con él, y nosotros también. Y yo, que deseaba aprovechar esta ocasión para ver la Martinica, rogué a mi Señor, el Gobernador, me permitiese ir acompañándolos, lo que él hizo de muy buena gana, con la condición de que volvería a su casa en su barca, y permane· cería con él hasta la llegada del Señor Patroc1e, nuevo General de las Islas, que se le esperaba de Francia, para ir a la Isla de San Cristóbal. Habiendo partido de la Guadalupe con los Padres Jesuitas, nos encontramos a diez leguas de aquélla una muy grande Isla llamada la Dominica que no está habitada más que por Salvajes, y de la que hablaremos después separadamente; y después de haber permanecido dos días con el ancla echada en su rada sin descender a tierra, continua. mas nuestra ruta hasta la Martinica que está a siete leguas de aquélla, y tuvimos el gran favor del Cielo, ya que no fuimos sumergidos por las oleadas, ni fuimos empujados a la Nueva España, dada la extraordinaria irritación de los vientos y del mar. Llegados a la Martinica no estuvimos en ella más que tres días y fuimos muy bien recibidos y regalados por el Señor Du Parquet quien es en ella Gobernador; Cenamos una vez en la casa de los RR. Padres Jesuitas que a ella nos invitaron. Al salir de la Martinica nos dirijimos a la Dominica, pero con un viento más favorable, y como nuestro barco estaba descargado de las personas que traía y de los estorbos de tantas mercancías, no quedando en él, además de los marineros, más que mi Compañero y yo, nos echamos de quince días a tres semanas en visitar todo lo largo de esta Isla; descendíamos todos los días a tierra; conversábamos con los Salvajes, tanto en el b~rco, donde ellos nos venían a visitar en grupo, y donde traían toda clase de frutos y de pescado, e intercambiaban cantidad de cosas con las gentes del mencionado Señor Gobernador, como en sus propias casas, donde comimos y dormimos; y fuimos allí recibidos con tanta humanidad, en consideración al mencionado Señor Gobernador. al que ellos aman y tienen mucho afecto. - Finalizada nuestra visita y comercio. nos vol· vimos siguiendo la costa de -una otra muy bella Isla llamada María Galante, a donde los Salvajes de la Dominica van a hacer huertos, y de ellas nos fuimos a encontrar a la Guadalupe. en casa del 45
Señor Gobernador, el cual viendo el deseo y la orden que yo tenía de pasar de las Islas a Tierra Firme para descubrir si hay allí algunas Naciones de Salvajes con las cuales se pueda hacer beneficio espiritual, se unió a mí en los intereses de nuestro Señor con un celo sin reserva. El me ha prometido enviarme, en algún momento, en un buen barco, hacia la tierra firme, el cual me llevará a donde desee ir. Y para hacernos más satisfactoria la estancia con él durante este ínterin, es tan bueno, que como morada regular y reposo del espíritu ha mandado hacernos un pequeño bohío o casa cerca de la suya además de un pequeño Oratorio para en él decir la santa Misa y hacer nuestras Oraciones, y nos la ha ofrecido como morada por si cuando trabajemos en las islas vecinas de los Salvajes (que es nuestro deseo) sucediese que por cualquier motivo, nos viésemos obligados a retirarnos y ausen· tamos de ellas por algunos días. He ahí en resumen el curso de nuestra navegación hasta el presente. Queda por describiros las particul3:ridades de las Islas que hemos visto, y estas de las que estamos mejor informados, así como de ]~s cosas notables que allí han pasado en el poco tIempo que en ellas estuvimos.
Descripción de algunas de estas Islas en particular
De la Isla de San Cristóbal Hace tanto tiempo ya que está abierta la ruta de .]a Isla de San Cristóbal a París, y de París a ]a San Cristóbal'que no es necesario haber estado en ella para saber que no tiene más de quince leguas de contorno, y que este poco espacio está poseído por dos Naciones, Franceses e Ingleses, quienes están establecidos separadamente y gobernados cada uno por un General en Jefe de cada Nación. No hay allí más de tres mil franceses, frente a seis mil ingleses. Y como ella es más pequeña que las otras Islas de los Franceses, más poblada y mejor cultivada se considera que la estancia en ella es más agradable en el momento presente que en las otras. De ella, por tanto, no quiero decir nada más, no solamente por no haber estado en ella todavía" sino porque quiero mejor remitir a una pluma distinta de ]a mía la publicación de los asuntos que le conciernen, que según las apariencias, son un poco enfadosos y nos darían un buen volumen.
De la Isla de la Martinica Esta Isla de ]a Martinica es muy grande; está habitada por franceses, que son a lo sumo unos mil, y por Salvajes en alrededor de cuatrocientos, los 46
cuales tienen su distrito aparte. El Gobernador de esta Isl~ sobre los Fran~eses se llama el Señor Du Parquet, muy bravo y corajudo Gentilhombre, que gobierna a su pueblo con toda satisfacción por la. parte de estos y quién, por este medio, ha" ad· quirido tanto crédito en el espíritu de los Salvajes de su Is]a que ellos hacen lo que él quiere, especialmente el Capitán de estos que se llama el Capitán Piloto, pues él me ha dicho haber conseguido de este Salvaje que haga cerca de su vivienda una pequeña casa y Capilla para alojar en ella a uno o dos Padres Jesuitas con el propósito de bautizar a sus hijos e instruirles para que recen a Dios, de suerte que yo creo que ahora que estos buenos Padres van a ser alojados allí, podemos esperar que su buena conducta y su celo rendirán grandes servicios a Nuestro Señor en beneficio de estas pobres almas. Este Capitán Piloto dijo un día al Señor Gobernador (así es como él me lo ha contado) que por el amor que ]e tenía a los franceses quería que todos los hijos que naciesen de los Caribes o de los Salvajes a partir de ese instante llevasen nombres de Franceses. Esta Is]a es muy montañosa, aunque ti~ne al· gunas llanuras, pero estas no son de la mejor tierra, ya que están todas cubiertas de grava o de pequeñas pie~ras .puntiagudas que ]a hacen muy seca. La .neJor tIerra es la de las pequeñas montañitas que se llama? Mo~ros, diferentes de las montañas muy altas e mhabltables; de manera que estas colinas son muy buscadas en el presente para habitarlas; también podréis tener el placer de ver a ]0 largo de la ribera del mar cantidad de pequeños bohíos o casitas de caña, levantadas sobre la punta de estos Morros puntiagudos, como tantos gallos sobre ]a cima de los campanarios en Francia. Y para subir a una, donde dormimos una noche, os aseguro que tuvimos que servirnos de manos tanto como de pies y no obstante reculamos algunas ve. ces. Quiero creer sin embargo que no son tan molestas a fin de cuentas. Los que en ellos viven tienen ]a más grande dificultad en conseguir agua, pues no hay allí ni pozos ni fuentes, y los ríos no están tan próximos los unos de los otros, además de que la mayor parte de ellos son torrentes que no tienen siempre agua. Es verdad que las raíces de ]a Mandioca, de las que se hace el pan en toda la América, y todas las otras legumbres, y el tabaco también, se dan de maravilla en ella. Pero aun cuando hubiere dicho que los diamantes y las perlas finas allí se dan también fácilmente, creeré haber hecho inútiles todas esas ventajas, si os digo que hay en esta Isla, por todas partes, serpientes venenosas tan grandes, que no· hay colono alguno con la vida segura, no solamente cuando va al bosque, o de caZa, sino cuando va de visita a un bohío, e incluso en su
huerto, en su propio cuarto y en su propia cama, porque cuando aquéllas encuentran cualquier abertura entran y se ocultan en las casas. Un Gentilhombre de mis amigos me ha asegurado haber matado ocho en su cuarto. Y la hija de una Dama conocida mía ha sido mordida en la mano recientemente, de 10 que ha muerto. Esta verdad me disgusta decirla y no disgusta menos a aquellos que tienen interés en que esa Isla se pueble, pero la caridad y mi conciencia me obligan a publicarla, y vaya después quien quiera.
De la Isla de la Guadalupe Esta Isla de la Guadalupe es la tercera y última Isla habitada por los Franceses bajo la incumbencia de los Señores de la Compañía. Puede haber allí mil fraceses o aproximadamente. Es una Isla de la cual he visitado todo su alrededor; he examinado cuidadosamente todos los ríos y he atravesado las tierras, de las que he anotado con curiosidad todo lo que tienen de bueno y de malo. Siempre os puedo asegurar que no hay ninguna bestia inoportuna ni serpientes venenosas, y que de día y de noche se puede caminar con tanta seguridad en los bosques como en una casa bien cerrada. Es la más grande de todas las que habitan los Franceses, y la más provista de las cosas esenciales y necesarias a un país; y es en esta donde los Franceses pueden esperar con el tiempo hacer el mejor comercio, ya que se está estudiando el poblarla y en poner a producir los azúcares, que en ella se dan de maravilla. Esta Isla está dividida en dos por un canal o brazo que se llama el río salado, porque no es más ancho que un río. Una de sus partes tiene casi cuarenta y cinco leguas de contorno, y la otra otro tanto, las cuales son como dos bellas Provincias. Una de estas partes retiene el nombre de la Guadalupe. Esta Guadalupe está también dividida por una larga cadena de montañas muy altas, como los Alpes que dividen la Sabaya del Piamonte. En 10 más alto de estas montañas hay una llanura, en medio de la cual hay un estanque que tiene alrededor de trescientas leguas de contorno; este lago se forma de una tan grande cantidad de fuentes que descargan en él de todos lados, y en él forman muy bellos ríos que son todo el ornato y la riqueza de esta Isla; además de estos hay también cantidad de otros que salen del pie de estas montañas cuyas aguas son muy buenas. Es posible que os 'asombréis si 05 digo que hay allí hasta cincuenta o sesenta ríos, tanto pequeños como grandes, lo que encuentro muy cómodo para los Viajeros, ya que no se camina una legua sin encontrar algunos, los cuales en cierto tiempo se pueden atravesar sobre las
rocas, en otro tiempo el agua llega más o menos hasta medio cuerpo, y en otro se pueden pasar sobr~ tablas de madera. No hay más que cuatro o cinco que sean más profundo que eso, de los cuales algunos son navegables, sin embargo no por mucha distancia, excepto dos, únicamente, en los cuales yo he ido muy lejos, y los que encuentro tan bellos como el río Sena de París; juzgad cuanto no embellece eso a un país. La pesca es extremadamente abundante en todo el derredor de esta Isla, y el pez que en ella se captura es muy bueno, no obstante de especies totalmente diferentes a las nuestras. No hago anota,ción de los frutos y árboles porque son iguales en todas las Islas, y en esta hay abundancia de ellos y muy 'excelentes, de los cuales el Lavanas es el Rey, porque no tiene parecido en el mundo; y el Cachiman la Reina; el producto de éste se extiende sobre el pan como la crema, o se come con la coro teza que tiene el mismo color y sabor. Hay árboles de Guayaco, Quina, Canelo Blanco y Cafeillo, pero estos dos últimos no me parecen valer 10 que los nuestros de Oriente, de la bondad de los cuales he tratado en mi Viaje a Persia. No hay más que el Gengibre que sea tan bueno como estos. Hay Gomeros Blancos. Hay aguas minerales termales como las de Borbon en Francia. Hay cantidad de minas de hierro, de las que he visto hacer la prueba delante de mis ojos. He visto cantidad de tierra de Jabón la cual se espuma en el agua y blanquea la ropa. El arroz se da allí a perfección, como también la vid, que hecha uvas tres veces al año y de las que el vino es excelente; y es de éste que se tiene gran necesidad en todos e.stos países, pues aquél evita mucho el que los hombres caigan enfermos, debido a que los calores, los sudores, y 105 trabajos, los debilitan grandemente, y el vino serviria mucho para fortalecerlos. En fin, aunque yo vea que la mayor parte de los Franceses que vienen aquí se vuelven a Francia al término de seis años tan poco cargados de monedas de oro como cuando llegaron, no me impedirá ello a acusar primero la mala administración de ellos o a la mala suerte que persigue a algunas personas, puesto que la tierra y el país son muy buenos de suyo. Es bien verdad que para encontrarlo todavía mejor es necesario tener Un pequeño número de Esclavos Negros en lugar de servidores Franceses. En esta Isla hay dos residencias de Padres Jacobinos que allí han sido llamados e introducidos por los Señores de la Compañía, para administrar los Santos Sacramentos a los habitantes de las Islas y ejercer en ellas las acciones Parroquiales, no habiendo allí más eclesiásticos que ellos. En otro
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tiempo, hubo en ella .dos de nuestros Hermanos Capuchinos, de los que he visto las sepulturas; murieron poco tiempo después de su llegada y no fueron enviados allá otros más de aquéllos; en el presente serían inútiles, ya que estos buenos Religiosos tienen bastante celo y coraje para suministrar un buen número de ellos cuando hubiere necesidad, y no faltarán de edificar a estos pueblos, como es de creerse, con su doctrina y buen ejemplo. Es lo que debemos esperar de ellos aquí y en otras partes. Antes de salir de esta Isla es necesario que para daros un momento de diversión inocente, os hago partícipes de la más grande e inocente recreación que haya tenido en la contemplación de un pequeño animal llamado soldado, que me parece participar de todas las características propias de la Naturaleza de un Soldado o de un Gendarme. 1. No es ni carne, ni pescado; vive en tierra y en el agua; tal como el Soldado come lo que encuentra, carne o pescado, Viernes y Domingo. 2. Cuando' nace corre a la ribera del Mar a buscar alguna casa donde alojarse y toma alguna concha apropiada a su tamaño, en donde se accr moda como si fuese un caracol que hubiese nacido dentro de ella, hasta que crece y engorda allá adentro, por lo cual abandona esta morada y busca otra más grande, y así, de tiempo en tiempo, cambia de casa, a la de los demás; así hace el verdadero soldado, que después que se ha acomodado a 10 que ha podido coger en casa de su huésped no hace más que entrar en otra para hacer lo mismo. 3. Cuando vais a apresar a este animal, quien no es mucho más grande que un caracol, pero provisto de boca y garras como de cangrejo,' se agarra de tal manera a 'la mano o a 10 que le hayáis expuesto que no deja jamás la parte que ha agarrado; así es un verdadero soldado, que cuando se ha convertido en dueño de alguna plaza, la guarda con la vida. 4. Este pequeño soldado tiene algo bueno de comer y yo lo he comido, pero no es ello ni su cabeza donde están los dientes, ni sus manos ganchudas; todo eso no vale nada; no tiene bueno más que el lomo; como sabéis, del Gendarme no se quiere ni la cara, ni los dientes, ni la lengua que blasfema, ni las manos ganchudas que roban, sino únicamente la espalda. Todo 10 que digo aquí, esos cambios de casa y todo lo demás, lo he visto y anotado con placer en varias ocasiones.
Víveres que se encuentran en esta Isla yen algunas otras vecinas En cualquier lugar de esta Isla, ya sea en los bosques, en campo abierto, e incluso en los caminos, cualquier niño, por pequeño que sea, encuentra, en
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lugar de pescado o carne, cangrejos en los pequeños agujeros; esos cangrejos no necesitan ni de salsa ni de sal, si no dejarlos a fuego lento, vivos, o muertos, en donde se cuecen en un momento; dos o tres son suficientes para una comida; los ricos y los pobres comen de ellos sin cansarse. Y en lugar de pan, hay una cierta raíz gruesa como un nabo, que nace como despechadamente cuando se la planta, la cual se hierve o se asa y alimenta extraordinariamente. Esta raíz se llama Patatas, y es tan buen alimento que no hay ningún animal ni pájaro que no coma de eUa, tanto de la raíz como del follaje, u hojas, que se comen como las espinacas. Los caballos comen de ella, los cerdos, los perros. las gallinas, los periquitos y otros animales. No hay más pan para comer que ese. Algunos tienen gran repugnancia de venir a este país; o si están allá permanecer en él porque (di· cen) que falta el pan y el vino, que son las dos bases de la vida. Sin embargo yo los acuso de ser ignorantes, o maliciosos, y de sembrar rumores; pues aunque hace poco tiempo que yo estoy aquí, el trigo candeal de Francia y el de Berbería que ncr sotras hemos plantado, los dos han germinado ya, y no únicamente han brotado hierbas y cañas sin espigas, sino que los dos han granado esperándose que en pocos días estarán en sazón. El de Berbería se da mejor. El mijo también se da allí a la perfección, dos veces al año, y aun cuando no creciesen ni el uno ni el otro, os aseguro que cuando el pan de raíz de Mandioca (que se llama Casabe) está bien hecho, yo lo como de mejor gana que nuestro pan de Francia; sin embargo no sostiene tanto como éste. En cuanto al vino, he estado en una casa de esta Isla en donde había una pequeña viña plan. tada hacía dieciocho meses, de la cual la Dueña de la casa me aseguró que había recolectado cinco veces uvas maduras. Y por no contar más lo que he visto con mis propios ojos, os diré que cuando llegamos aquí en el mes de Junio encontramos que las uvas de la viña del Señor Gobernador estaban casi maduras; comimos de eUas y poco después se vendimió toda la viña; después una parte se podó por el pie, dejándose las otras cepas sin podar. Los cuatro o cinco bancales de la viña que fueron pcr dados echaron retoños a los tres dlas; a los ocho volvieron a echar ramas, y a las tres semanas estaban cargadas las vides de uvas. Los otros bancales, que después de haber sido vendimiados se dejaron sin podar, también han echado ramas nuevas, en 10 alto de las cuales tienen gruesas uvas, de las que en el presente tomamos su jugo, que está muy fuerte, pero en un mes aquellas estarán maduras. Juzgad por ello la bondad del país. Y aun cuando no creciese ni el trigo ni la vid, vienen tantos navíos Franceses, Ingleses y Holandeses que os
podéis aprovisionar de lo uno y de lo otro a buen precio cambiándolo por tabaco o azúcar. Azúcar que algún día habrá en tan gran ;tbundancia en esta Isla de la Guadalupe -ya que los Señores de la Compañía persisten en su deseo de cultivarlaque no dudo que en pocos años esta sola Isla no abastezca a toda la Francia, ya que el azúcar en manos de los Portugueses y los Holandeses se con· vierte en algo inútil ya que íla envían a los Franceses, en su mayor parte falsificada y mezclada con cal, como yo lo he visto hacer en algún lugar, cosa que es muy perjudicial a la salud de los Re· yes, Príncipes y todos aquellos que la usan, a los cuales mi conciencia me obliga a darles este aviso; y cuando sea necesario yo nombraré a estos que hacen esos fraudes y convierten el azúcar no solamente en algo mortal sino en algo muy insípido, que en lugar de un litro se necesitan dos para conseguir el dulzor y el sabor que se desea. Que se pueble esta Isla únicamente y se verá lo que ella dará bajo la buena dirección del Señor Gobernador, quien no escatima allí ninguno de sus cuidados.
De la Isla de la Tortuga Sin otro conocimiento de la Isla de la Tortuga que el que me ha sido dado por estos que en ella han vivido, la vaya describir en muy pocas palabras. Está abitada únicamente por Franceses que son en un número de doscientos o doscientos cincuenta hombres, el Gobernador de los cuales es un llamado le Vasseur, quien no se tiene por dependiente de estos Señores de la Compañía porque dice haberla adquirido a sus expensas. Esta Isla es muy pequeña y montañosa y no valdría nada sin la gran Isla de Santo Domingo donde están los Españoles, la cual no está más que a dos leguas de ella, y a donde los franceses van a robar, a hacer correrías y a la captura d17 vacas de las que sacan gran cantidad de cueros, y a por otros animales y géneros que les valen mucho. Hacen algunos pequeños negocios con los na. víos que hacen escala en ella para esperar los vientos, y con los que se ven obligados a repostar. Si la tierra de esta Isla no vale apenas, los habitantes no valen más por lo que concierne a la Religión; ya que el Gobernador y los habitantes son casi todos Heréticos, los cuales en contra de las Ordenanzas del Rey y las órdenes llevadas por las Comisiones de su Majestad les impiden a los pocos Católicos que en ella hay de profesar el ejercicio de su Religión, habiendo apresado a un Cura que allí se encontraba, y mandado hacer la oración públicamente a un Ministro; así que la mayor parte de los Católicos se pervierten, 10 que merece un castigo ejemplar. Lo que encuentro no menos criminal y de lo que
tengo testimonio ocular, es que los habitantes Heréticos de la -Tortuga han dado Comisión a algunos de sus Corresponsales de la Rochelle para que les envíen algunos servidores de Francia por tres años, y como esos Corresponsales saben que estos rehusarían ir debido a que no encontrarían allí Católicos, les hacen creer en la Rochelle que los llevan a la Isla de San Cristóbal, y una vez que están allá los revenden al doble a los Factores de la Tortuga, los cuales los llevan a ésta en el primer navío que pasa; así, y por estos medios, llevan a estas pobres ovejas a los lobos, con peligro de su salvación, al estar privados del ejercicio de su Religión. Consi· derad si ello no merece que el Rey mande a este Gobernador o retirarse o mantener algunos Sacerdotes como hacen los Señores de la Compañía.
De la Isla de la Dominica Al comienzo de esta Relación os hice saber cómo fuimos a esta Isla de la Dominica, y como ella está habitada nada más que por Salvajes allí recogidos, los cuales han sido capturados por los Cristianos tanto en Tierra Firme como en la Islas vecinas que le han sido arrebatadas, encontrándose en ella alrededor de tres mil Almas, según el cálculo que hemos hecho del número de sus Carbets bohíos y casas, y del número de ellos que puede~ haber en cada una de esas viviendas. Sería una bella y buena cosecha para el Reino de nuestro Señor si pudiésemos ganar alguna alma, tal como esperamos y tanto deseamos. Esta Isla tiene más de quince o dieciocho leguas de longitud; es muy montañosa pero no hay en ella ninguna bestia ni serpiente venenosa, exceptuando una gran culebra que hay en el río de la gran Rada, y que es la causa de que no se habite tan cerca de este río. He bebido el agua de este río y la he encontrado buena, y no se dice de nadie que haya sido herido por esta culebra. Hay una fuente mineral termal en la ribera del mar, en esta gran Rada; nosotros mismos la hemos descubierto. Hay también una muy bella sulfatara al extremo de la Isla del lado de la Martinica, a sotavento de la Isla. No me puedo callar una cosa que encuentro muy digna de westra mayor curiosidad que sé por el informe de los Salvajes de este lugar, quienes la afirman sin excepción; y es ésta. que al lado de ad de la mencionada sulfatara, a barlovento, en la falda de una montaña gemela y bifurcada, nos mostraron una gruta o caverna en la que, dicen ellos, se esconde un dragón al que llaman Escorbunclo, el cual tiene en la cabeza, sobre la frente una gran piedra preciosa roja a la que llaman también Es· carbunclo, por el nombre del animal, y la cual es 49
de un precio inestimable. Y como nosotros le preguntásemos porque no)o mataban con las flechas, nos dijeron que algunos lo habían intentado pero en vano ya que esta bestia los había matado. Yo no sé si esto es una fábula o una verdad, pero sé ciertamente y os aseguro haber visto un tipo de excremento rojo como la escarlata que decían había salido de esa bestia, y lo he visto en los alrededores de esta montaña por donde la bestia se pasea. Ese excremento hace una muy bella pintura y se diluye bien con aceite.
De la I sJa Antigua Antigua es una Isla bastante pequeña, habitada por Ingleses, los cuales cansados de las guerras en su país, como con los Franceses, vienen a buscar en estas Islas abandonadas, algunos lugares de retiro donde puedan vivir en tranquilidad con lo poco que la tierra quiera darles a cambio de su trabajo. Sin embargo ellos vuelven a encontrar esa desgracia en este país, o mejor, traen consigo esa desgracia, ya que utilizan las traiciones y perfidias diariamente con los pobres Salvajes, a los que toman por esclavos cuando los pueden atrapar; lo que hacen muy frecuentemente al enarbolar en sus navíos el estandarte de Francia que atrae a aquéllos, ya que saben que estas pobres gentes aman a los Franceses; esto los hace tan odiosos a los Salvajes que no pueden sufrir el nombre de Inglés ni su vecindad. Es por ello que los Caribes o Salvajes de la Dominica, sabiendo que los Ingleses se habían establecido en la Antigua, tuvieron Consejo de Guerra para deliberar si se aguantarían con ello o no; habiendo concluido negativamente, fijaron el día para la ejecución de sus planes. Llegado tal día, final de Julio de 1635, armaron seis piraguas o barcos de cuarenta o cincuenta hombres cada uno, y arribando a la Isla de la Antigua al nacer el día (como es su costumbre ordinaria y propia, para sorprender a sus enemigos en la cama) pusieron pie a tierra y descendieron los hombres, con excepción de un número suficiente de ~los para guardar sus barcos y resistir a sus enemigos en la retirada, en el caso de que ellos fuesen rechazados. Tan pronto como descendieron a tierra se fueron a la zona donde las casas de los Ingleses estaban más alejadas las unas de las otras, y las atacaron con los gritos y alaridos que acostumbran hacer para poner en sobresalto a sus enemigos y espantarlos, tal como hacen los Turcos en Oriente. Esta estratagema no les resultó más que en parte, pues los Ingleses habiéndose alarmado por estos gritos no se dejaron capturar sino que pusieron pie a tierra, y en camisa, se salvaron en las montañas, con excepción de algunos fugitivos que fueron ma50
tados a flechazos, y tres o cuatro muchachas o mujeres que fueron capturadas en sus camas, y un viejo, que se llevaron como esclavos a la Dominica; también se apoderaron de las ropas y muebles que encontraron apropiados. Algunos de estos Salvajes a la vuelta de esta guerra han venido aquí a visitar a nuestro Gobernador; yo los he visto y he hablado con uno de ellos, quien me ha contado la historia como la he puesto aquí por escrito; ese mismo ha vendido aquí a un Francés un traje de un Inglés que trajo de allá; en el bolsillito de arriba de las calzas encontró este Francés algunas pie. zas de plata. Lo que es de deplorar es la desgracia de estas pobres muchachas y mujeres cautivas de quienes estos Salvajes abusan a placer y las que posiblemente morirán en la primera bribonada que les harán los Ingleses, que no habrá de faltar.
De la Isla de Santa Cruz No era mi intención el enfrascarme en haceros estos Tratados particulares de las Islas donde yo no he estado, mas sin embargo han pasado cosas curiosas en ellas, desde ·que estamos aquí, de las que he tenido fortuitamente testimonio directo de buena parte de las mismas, lo que me ha hecho tener una idea general, como podéis haber visto por la susodicha Historia de Antigua como habréis de ver por lo que ha pasado en Santa Cruz. La Isla de Santa Cruz es una Isla muy pequeña que está a treinta o cuarenta leguas de San Cristóbal y de aquélla. Comenzó a ser habitada por los Holandeses, los cuales aun cuando eran un pequeño número, que no pasaba de cincuenta hombres, eligieron entre ellos un Gobernador. Poco tiempo después, algunos Franceses e Ingleses, habiéndose retirado de la San Cristóbal, vinieron a ofrecerse al Gobernador Holandés, quien considerando que no la podría ocupar toda y defenderla debido a la poca gente que ellos eran, allí los recibió muy amablemente. Cada uno tomó su puesto donde lo creyó más provechoso. De esta manera en paz y buena inteligencia vivieron largo tiempo, bajo el mando del 90bernador Holandés, hasta el mes de julio del presente año de 1645. En este mismo mes, los Franceses y Holandeses se dieron cuenta que en el distrito Inglés había allí dos o tres que falsificaban el tabaco. El Goberttador Holandés, habiendo sido advertido de ello, envió a buscar a los falsificadores, les hizo aprender y les mandó poner los hierros y la cadena. Los Ingleses, indignados por los malos tratos dados a sus Compatriotas, y por esa violencia, no obstante justa, resolvieron hacer lo mismo a los Holandeses. Enviaron a capturar prisioneros a mano armada. El Gobernador picado por esta audacia y temeridad
de los Ingleses, les envió a su primer Capitán, llamado el Capitán Denis quien después de haberles dado las quejas del Gobernador, al cual, él vió, que no tenían en gran cuenta, les amenazó con atenerse a las consecuencias, si no soltaban a los prisioneros a lo que no hubo satisfacción alguna, además de que él mismo fue arrestado y hecho prisionero por los Ingleses. ' La noticia de esta detención irritó de tal manera al Gobernador Holandés, que envió inmediatamente a llamar a los Franceses de quienes recibió la palabra de que se unirían a él por los intereses comunes, que estaban manifiestamente lesionados por este temerario proceder de los Ingleses. Les hizo tomar las armas a todos, tanto a los Franceses como a los Holandeses, para ir contra los Ingleses y volverlos en razón, aun cuando los Ingleses eran por lo menos doscientos, número que sobrepasaba a los de las otras dos naciones juntas. Los Ingleses advertidos de esta resolución se pusieron en armas; viniendo a ponerse en las barbas de su~ enemigos, acamparon en lugar ventajoso, colocando al Capitán Denis, su prisionero, en mitad del batallón. El Gobernador, viéndolos así acampados, se les enfrentó y dio la voz de carga, que fue tan furiosa que desde el principio hubo ocho Ingleses muertos, sin contar los heridos, y del lado del Gobernador no hubo más que dos heridos de los cuales el Gobernador fue uno, herido de muerte, aunque vivió todavía varios días; y su Teniente, que fue muerto sobre el campo. La carga, no obstante, continuó tan ardiente por parte de Franceses y Holandeses, que los Ingleses se vieron en la necesidad de huir y dejar el campo de batalla, y abandonar al Capitán Denis. su prisionero; ellos descargaron su rabia sobre él, y le dieron tantas cuchilladas de espada que creyeron haberlo dejado muer· to sobre el campo. Pero los franceses habiéndose convertido en dueños del campo y del prisionero, lo llevaron al fuerte con el Gobernador herido. Pocos días después, el Capitán Denis se encono tró fuera de peligro, y el Gobernador, por el contrario, en los albores de la muerte; el Gobernador hizo venir a Franceses y Holandeses a su presencia, y les rogó que aceptasen como su sucesor en la Gobernación al Capitán Denis, en lo que estuvieron de acuerdo. Al mismo tiempo se vino a dar aviso al Gobernador, agonizante y languidecente, que los Ingleses comenzaban a fortificar una plaza para convertirse en amos de la Isla. Esta nueva despertó de tal manera los espíritus, medio muertos, de este pobre Gobernador, que tuvo fuerza suficiente para exhortar al Capitán Denis, su sucesor, a no sufrir la insolente rebelión de los Ingleses. Esta exhortación hizo de tal manera tripas corazón en este Capitán, todavía no enteramente curado de sus heridas, que partió en armas derecho al fuérte comenzado por
los Ingleses, acompañado por los Franceses, y les obligó a dejar la plaza y rendir las armas, las cuales les fueron inmediatamente tomadas. Pero al final, a estos hipócritas vencidos, que habían aparentado reconciliarse, que se habían humillado delante del nuevo Gobernador y que habían prometido vivir en el futuro en buena inteligencia, les devolvió las armas. Aquellas buenas intenciones no les duró mucho tiempo, como traidores que eran; se beneficiaron del poco tiempo que duró esta paz para fortalecerse en contra del Gobernador y en contra de los Franceses, y enviaron, secretamente, emisarios a las Islas vecinas donde hay un gran número de sus Compatriotas, como San Cristóbal y la Isla de las Vírgenes, e hicieron venir a más de trescientos Ingleses, de suerte que entre todos hacían unos quinientos o seiscientos hombres, entre los cuales vinieron dos hombres de Mando, a saber el Gobernador de la Isla de las Vírgenes, y un Capitán de la Isla de San Cristóbal, los' cuales llegaron al distrito de los Ingleses burlando a los Franceses y Holandeses. Tan pronto como llegaron, se pusieron todos en armas y vinieron inmediatamente a atacar la casa o fuerte del Gobernador Holandés, declarándole guerra abierta, si no hacia salir a los Franceses de la Isla, o permitía que ellos los capturasen. A lo cual el pobre Gobernador no sabía qué responder por no estar en libertad para ello, ni podía decir sus sentimientos, previendo que después de ser debilitado por la pérdida de los Franceses, le harían, a su vez, la misma cosa. Todo lo que pudo hacer, fue decirles: Que ellos eran los amos y tenían las fuerzas en la mano. Después que el Gobernador les hubo dado libertad de acción, y ellos la tomaron, con las mismas, se fueron al distrito de los Franceses a los cuales, habiéndoles hecho la proposición de salir fuera de la Isla con armas y equipaje o morir, se vieron obligados, visto el pequeño número que eran, a aceptar la proposición de salir de la Isla con las armas y el equipaje que pudieran llevar, y serian llevados a la Isla de Franceses que ellos quisieran escoger. Ellos escogieron esta Isla de la Guadalupe, donde estoy en el presente. Al final nuestros Franceses llegaron a esta Isla de la Guadalupe en este mes de Julio de 1645, donde fue detenido el navío y el Capitán a petición de los mismos Franceses que había llevado. El doble delito de este pobre Capitán por el que se determinó el fin de su persona y el de su navío era que había traído a estos Franceses de una Isla sin Comisión del Gobernador, sino por la orden de un puñado de rebeldes, y como los traía sin Comisión del Rey de Inglaterra, ni del Almirantazgo, ni de los parlamentarios, se juzgó que era pirata franco y asaltador de la mar, al igual que otro inglés que, en última instancia, contra toda Ley, se apoderó del navío del Capitán Bouline 51
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