R"l3VISTA del INSTITUT·O de CULTURA FUERTORR]QUEÑA ANTROPOLOGIA HISTORIA
ARTBS PUsnCAS , TIMTRO MOSICA ARQUITECIVRA
75 ABRIL-JUNIO, 1977
San Juan de Puerto Rico
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DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA JUNTA DE DIRECTORES
Enrique Laguerre, Milton Rúa Carlos Sanz Amelia G. de Paniagua
Presidente Carlos Conde Samuel R: Quiñones Jesús María Sanromá
Director Ejecutivo: Luis M. Rodríguez Morales Director de la Revista: Ricardo E. Alegria SAN JUAN DE PUERTO RICO
Apartado 4184 AÑOXX
1977 ABRIL -JUNIO
Núm. 75
SUMARIO
Eladio Rodríguez Otero (1919-1977)
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La abolición de la esclavitud en Puerto Rico: Su significado en el proceso de liberación del hombre y de la Patria por Eladio Rodriguez Otero
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Lares y El Ateneo Puertorriqueño por Eladio Rodriguez Otero
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El futuro del Ateneo Puertorriqueño por Eladio Rodriguez Otero
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Donde, donde, donde por Clara Cuevas
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El Jíbaro: Símbolo y síntesis por Maria Teresa Babtn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
21
"Vejigantes": Síntesis erótica de la Historia Puertorri· queña por Matías Montes-Huidobro
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Los Indios Caribes en la obra del Padre Dutertre por Viviana Carro y Manuel Cárdenas
41
PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUEÑA Director: Ricardo E. Alegría Fotografías de Jorge Diana Aparece trimestralmente Suscripción anual oo.............................................. Precio del ejemplar oo...........................................
$2.50 $0.75
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DEPÓSITO LEGAL: B. IMPRESO E,
3343 - 1959
LOS TALLERES GR<Í.FICOS DE MAl UEL PAREJA
BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA
COLABORADORES
Matías Montes Huidobro nació en Sagua la Grande (Cuba) en 1931. Obtuvo su doctorado en Pedagogía en la Universidad de La Habana. Desde 1961 está radicado en Estados Unidos donde ejerce el profesorado. Dictó cursos de literatura española, moderna y contemporánea, drama y novela modernas y teatro contemporáneo. Entre sus obras encontramos Las cuatro brujas, premiada con el segundo premio en el Concurso Nacional de Teatro Cubano en 1950; Sobre las mismas rocas, primer premio del mismo concurso en 1951; Los acosados (1959), La botija (1960), Las vacas (1961), El tiro por la culata y Gas en los poros (1961). Aparte de su labor teatral, se ha aventurado en la narrat:va y la poesía. Tiene dos novelas inéditas: El muro de Dios y Lázaro perseguido.
Clara Cuevas nació en Río Piedras. Estudió el bachillerato en la Universidad de Puerto Rico, Recinto Unive- tario de Mayagüez. Es autora de los poeh•.lrios Canto al amor profundo (1956), Tríptico del amor, del dolor y de la muerte (1969) y Kaleidoscopio del amor (1970). Ha escrito además cuentos y obras de teatro, entre éstas El rompecabezas estrenada en 1970.
María Teresa Babín es natural de Ponce. Graduada de Maestra en Artes de la Universidad de Puerto Rico y Doctora en Filosofia y Letras de la Universidad de Columbia. Ha sido Catedrática de literatura en Puerto Rico y Estados Unidos. Se ha destacado como cñtica literaria. Es autora de las obras: El Mundo poético de Federico Carcía Lorca (1954), Carcía Lorca: Viday obra (1955), Fantas!a Boricua (1956), Panorama de la Cultura Puertorriqueña (1958), La hora colmada (1960), Las Voces de tu Voz (1967), Jornadas literarias (1967), Siluetas literarias (1967), y La Cultura de Puerto Rico (197~). Actualmente és catedrática de literatura puertorriqueña en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
Manuel Cárdenas Huí:::, Profesor del Departamento de Ciencias Politicas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Junto con Eugenio Fernández Méndez ha publicado diversos artículos de Cñtica de arte en revistas y periódicos del país.
In Memoriam
Eladio Rodriguez Otero
(1919-1977) ELlO DE MAYO FALLECIÓ EN SAN JUAN EL /ROMI.
nente escritor, hombre público y financiero licenciado Eladio Rodríguez Otero. Nacido en Río Piedras, en 1919, Rodríguez Otero estudió en las Universidades de George Washington, Puerto Rico y Harvard, en las que obtuvo, respectivamente, los grados de Bachiller en Artes, Bachiller en Derecho, Maestro en Derecho y Maestro en Ciencias Políticas. De 1946 a 1948 fue Profesor de la Ultima Disciplina en la Universidad de Puerto Rico, y en el año académico 194849 en el Colegio Universitario del Sagrado Corazón. Desde sus días de estudiante destacose en la Actividad Intelectual y Política y en la Acción Cat6Hca a través del ensayo. El artículo periodístico y la oratoria y participó destacadamente en campañas y organismos de diverso carácter, tales como La Unión Pro-Defensa de la Moral Natural (1952), la Sociedad Obispo Arizmendi Pro Defensa del Idioma.
El Comité permanente Pro-Obispos Puertorriqueños, el Instituto Puertorriqueño de Cultura Hispánica, la Sociedad Boliviana y el Congreso Soberanista. Ocupó la presidencia del Ateneo Puertorriqueño desde el año 1967 hasta su muerte. Abogado de sólida cultura profesional y financiero de señaladas ejecutorias en el campo de los negocios y en el de la filantropía. Supo poner el tiempo y los medios que le brindara su desahogada posición económica al servicio del ideario al que dedicó: Inalteradamente, su vida: La Religión, la Cultura y la Independencia de Puerto Rico. Su obra intelectual, dispersa en revistas, peri6dicos y otras publicaciones -y que por su calidad literaria le mereció el acceso a la Academia Puer· torriqueña de la Lengua- se. recoge y ordena actualmente con vistas a su publicación. El Ateneo Puertorriqueño rindió tributo a Rodríguez Otero otorgándole el Premio de Honor de la institución. 1
La abolici6n de la esclavitud en Puerto Rico: Su significado en el proceso de Uberaci6n del hombre y de la Patria· Por ELADIO RODRt'GUEZ OTERO
~ AcERTARfA A DESCRIBIR LA EMOCIÓN QUB BXPERI-
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menté al ser designado para pronunciar el discurso de esta noche. Alto es el honor que inmerecidamente me ha conferido la Comisión de la Junta de Gobierno encargada de organizar los actos con que el Ateneo conmemora el Centenario de la Abolición de la Esclavitud en Puerto Rico. Igualmente alta es la responsabilidad que tal misión conlleva. Por todo lo que tan generosa distinción significa vaya mi profundo reconocimiento a los distinguidos compañeros de la Comisión. Antes de proseguir debo puntualizar que las expresiones que voy a vertir en esta ocasión las haré exclusivamente en mi carácter personal, con excepción del panegírico propio de la solemnidad y de las manifestaciones que haga en defensa de la Patria y de su cultura, por cuyo enaltecimiento todos los integrantes de esta Casa estamos igualmente comprometidos, hermanados en el profundo amor que profesamos a la nación y a los valores que ella representa. Es de rigor que haga esta aclaración ya que el Ateneo, en lo referente a los demás aspectos del sentir y del pensar, es una institución eminentemente pluralista y centro donde convergen, dentro de un clima de libertad y responsabilidad, los más dicrepantes criterios.
tivo del magno acontecimiento, el periódico reformista El Progreso expresó editorialmente el sentir de la abrumadora mayoría del pueblo puertorri· queño con las siguientes palabras: UEsa fecha... la recordarán nuestros hijos como el instante solemne en que Puerto Rico ha entrado definitivamente dentro de la civilización cristiana, que hace iguales a todos los hombres, y hombres a todos los españoles... podemos levantar nuestra frente con orgullo, que ya no nos enrojece la vergüenza de una institución maldecida por Dios y condenada por el mundo civilizado. "Jamás en nuestras vidas hemos cogido la pluma con tanto placer como en este momento, en que se realiza la aspiración constante de nuestra vida." Tenía razón el editorialista de El· Progreso. Esa fecha ha sido y será de grata y memorable recordación para todas las generaciones de puertorriqueños que desde entonces han existido y que existirán hasta el final de los tiempos. Es por ello que estamos reunidos aquí, para recordar con gratitud a los hombres que tan hennosamente supieron dignificar nuestra historia. Es por ello que próximamente se reunirá, en sesión conjunta y solemne, la Asamblea Legislativa de Puerto Rico para rendir tributo a los que hicieron posible la grandiosa gesta.
La. significación de la efemérides. Dentro de breves horas habrán transcurrido cien años desde el histórico momento en que la Asamblea Nacional de España, por voto unánime, abolió para siempre la esclavitud en Puerto Rico. Con mo• Discurso pronunciado por el presidente del Ateneo Puertorriqueño, licenciado Eladio RodrlSUez Otero, el 21 de marzo de 1973 en el acto celebrado por la docta casa en conmemoración del centenario de la abolición de la esclavi· tud en Puerto Rico.
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Los grandes momentos históricos en la forjación de nuestra Patria. Antes de adentramos en el análisis de lo que representó y representa la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, está en orden visualizarla desde una correcta perspectiva y situarla en el lugar que le corresponde entre los acontecimientos determinantes en la forjación de nuestra patria.
A mi parecer son cinco los grandes momentos históricos en que claramente se advierte la presencia -en sus diferentes etapas o niveles de desarro110- del sentimiento nacional puertorriqueño. El primer momento, en que aflora el sentido de patria, es el de la gesta de 1797, cuando las milicias españolas y criollas, reforzadas por centenares de campesinos puertorriqueños, voluntarios de tierra adentro, expulsaron a los ingleses de nuestras playas. Símbolos de aquella jornada, héroes de tan esforzada lucha lo fueron los valientes hermanos Martinez de Andino y el jíbaro de Toa Alta, el sargento Pepe Dfaz, de quien dice la inmortal copla ..que era el hombre más valiente que el Rey de España tenía". Pasarían 71 años antes de que el gran amor pa· trio de Pepe Díaz se tranformara en el grito de .. independencia o muerte" que conmovió a Lares y a todo Puerto Rico, en la histórica noche del 23 de septiembre de 1868. SetentiÚD años durante los cuales habría de irse plasmando la nacionalidad puer· torriqueña hasta recibir, en el combate de El Pe· pino, el bautismo de sangre con que anunciara al mundo la toma de nuestra conciencia nacional. Afirmada de esta manera la conciencia colectiva de Puerto Rico, el próximo acontecimiento sería la abolición definitiva de la más infamante de nuestras instituciones sociales: la esclavitud. ~f, en 1873, el pueblo puetorriqueño -con la ayuda generosa de los abolicionistas españoles- rubricaría en gloriosa forma el hondo sentido de confraternidad y solidaridad que siempre ha caracterizado las relaciones humanas de los puertorriqueños, y enriquecería la nacionalidad, al incorporar a su cuerpo social, en plano de igualdad, a la raza de color. Cristalizado el sentido nacional y establecida la igualdad ante la ley, era natural que el próximo paso fuese el acto formal, declarativo de nuestra toma de conciencia cultural. Ese acto fue la funda· ción de este Ateneo, el 30 de abril de 1876. Con él se dio vigoroso y definitivo impulso al desarrollo y enriquecimiento de la cultura puertorriqueña. Cumplidas esas etapas ascendentes, restaba digo nificar en el orden político la vida de la nación, ase· gurando el gobierno propio y eliminando el irritan· te vasallaje que padecía el país, limitador de sus impulsos creadores, tanto en la esfera individual como en la colectiva. Cien años habían transcurrido desde la gesta de Pepe Díaz y sólo diez desde la Asamblea del- Partido Autonomista de Ponce, cumdo en 1897 se lograba la concesión de la Carta Autonómica, cul· mlDación política del proceso creador de la nación durante todo un siglo de agitadas luchas; constitución, que si bien no resolvió nuestro problema de soberanía, franqueó con amplitud las puertas que impedían nuestra marcha hacia el disfrute de la plena libertad política. Ubicado el acontecimiento de 1873 dentro de
nuestro devenir histórico, procede que nos aden· tremas en algunas consideraciones sobre el proceso que condujo a la abolición de la esclavitud en Puer· to Rico. Las primeras expresiones emancipadoras.
Documento de singular relevancia -producto de la ingente labor investigativa del ilustre historiador don Lidio Cruz Monclova- es una carta dirigida en 1812 a su progenitora por nuestro primer dipu. tado a las Cortes españolas, don Ramón Power y Giral, en la cual se manifestaba en simpatía con el proyecto presentado en dicho parlamento por el diputado mejicano José Guridi Alcocer proponiendo la abo1k;ón de la esclavitud en todas las colonias españolas. En la carta, Power le pedía a su señora madre que, de aprobarse el proyecto, procediera a engalanar e iluminar su residencia para demostrar el regocijo con que la familia acogía la abolición de la esclavitud. Se solidarizaba en esta forma el diputado con 10 expresado en 1809 por el alcalde de San Juan, don Pedro Irizarri, en el pliego de instrucciones a Power, y en el cual condenaba la esclavitud y la clasificaba de innecesaria. He aquí las dos primeras expresiones hechas en Puerto Rico, por figuras de alto relieve, a favor del abolicionismo, movimiento al que daría vigoroso impulso la noticia de la liberación de los esclavos, decretada por Bolívar durante la guerra de independencia, y el tratado anglo-español de 1835, en virtud del cual se acor· dó la supresión de la trata africana. A este ignominioso comercio daría un nuevo golpe la Bula condenatoria del mismo, emitida en 1839 por el Papa Gregario XVI.
Factores determinantes en la formación de la conciencia antiesclavista. No debe de escapar a nuestra observación el hecho de que el proceso de mestizaje, en gran parte producto de los sentimientos cristianos e igualitarios prevalecientes en nuestra población, explica el por qué centenares de dueños otorgaron volunta· riamente la libertad a sus esclavos y la causa por la cual muchos de éstos optaban por mantenerse unidos a sus emancipadores, no pocos de los cuales los instituían como coherederos. José Julián Acosta no fue el único blanco que tuvo ·una nodriza negra a quien recordar con gratitud y afecto. Otro factor de enorme importancia en la forma· ~ión de la conciencia abolicionista fue la presencia en nuestro medio de negros y mulatos, hijos d(~ esclavos o de libertos, que alcanzaron prestigio y notabilidad en las artes, las letras y las ciencias, en las profesiones, en los negocios, en las artesanías y
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en casi toda la escala de la actividad humana. Tem· prano ejemplo de este ambiente social, y exponente de grandes y arriesgadas iniciativas y de valor personal a toda prueba lo fue el mulato Miguel Henríquez, de oficio zapatero, quien ganó tal fama y fortuna como perseguidor de contrabandistas que fue honrado por Felipe V, en 1713, con el titulo de capitán de mar y guerra y la medalla de la Real Efigie. y a fines del siglo XVIII, y en el transcurso del XIX, se ganaron el aprecio y el respeto del país por sus elevadas ejecutorias, hombres y mujeres como el pintor José Campeohe, la revolucionaria María Mercedes Barbudo. el maestro Rafael Cordero, el artesano y comediógrafo Eleuterio Derkes, el organizador del movimiento socialista, Miguel Casado, y don Santiago Andrade, una de las figuras más notables del movimiento de organización obrera en el país. La convivencia de los esclavos en sus labores dia· rias con los también explotados jornaleros blancos -quienes compartían con ellos sus penas y ansie· dades- suavizó un tanto la vida de los esclavos y creó una compenetración entre las dos razas que fue factor de gran importancia para el desarrollo del credo abolicionista y para la integración racial de las clases obreras del país. Por otro lado, las presuposiciones de orden ético y religioso en que se basó la conquista y ocupación de España en América, y de las que fue exponente máximo el jurista y teólogo Fray Francisco de Vitoria, templaron siem· pre, desde el comienzo de la colonización, el trato dado a los esclavos. No fue Puerto Rico simple factoría, cual las posesiones no españolas del Caribe, donde un puñado de colonos, se dedicaba sin traba alguna, látigo y rifle en mano, a la explotación de ·los negros en los procesos agrícolas e industriales. Es preciso recordar que en su misión colonizadora, España sólo tuvo voluntad para crear pueblos y naciones. Era pues, natural, que en el medio ambiente puertorriqueño, la institución de la esclavitud fuese perdiendo, tanto en el orden legal como en la práctica, sus rasgos inhumanos, y, más aún, que se extinguiera gradualmente hasta el punto de que cuando se produjo la abolición, sólo existiesen 32,000 esclavos en medio de una población libre de casi 600.000. Bastará con hojear la Gaceta de Puerto Rico para percatarse de cuán intenso era el sentimiento abolicionista en el país y de cómo se debilitaba el sistema esclavista a medida que se promulgaban nuevos y más numerosos medios legales destinados a facilitar al esclavo el logro de la libertad. Desafortunadamente no faltaron los amos crueles y despóticos que torturaban y atropellaban a sus siervos, ya personalmente o, como ocurría la mayor parte de las veces, por conducto de sus mayorales o capataces. Desafortunadamente también, la vincula· ción de las ideas abolicionistas con los movimientos de protesta y revolución poUtica y social que con4
movieron a Europa y América durante gran parte del siglo XIX, impulsaron en ocasiones a los gobernantes a favorecer actos de increíble crueldad, como los permitidos bajo el vergonzoso Código Negro del General Primo Mas, lo cierto es, que en general, nunca se llegó a los excesos de otros lugares.
Los próceres abolicionistas. Las señales de los tiempos apuntaban hacia la pronta liberación de los esclavos. Pero las fuerzas regresivas, las mentalidades retrógradas siempre presentes en todo proceso histórico, unidas a los indiferentes y a los tibios de espíritu, ya la actitud reaccionaria de los representantes de Cuba, se interponían en el camino de la liberación. Faltaba el ímpetu final, la fuerza avasalladora, el golpe decisi· vo que sólo podían proporcionar hombres de talento y de espíritu recio, que a la vez estuviesen dis· puestos a la abnegación y al sacrificio. Porque, como dijo el maestro Albizu Campos en la oración pronunciada en Ponce el 16 de octubre de 1932, en los .funerales de don Ramón Mayoral Bamés: "Si bien es cierto que las grandes causas necesitan de la multitud, es más cierto que las grandes causas necesitan menos de la multitud que de los hombres abne· gados. Una gran causa está sostenida definitivamente si un solo hombre la mantiene con el espíritu del sacrificio necesario". Afortunadamente, para llevar a su culminación el ideal abolicionista, el país pudo contar con el sacrificio, no de un solo hombre, sino de muchos hombres que hicieron de dicha causa parte integral de su existencia. He aquí los de mayor prominencia: Ramón Emeterio Betances, Román Baldorioty de Castro, Segundo Ruiz Belvis, José Julián Acosta, Julio Vizcarrondo Coronado y Francisco Mariano Quiñones. De Ramón Emeterio Betances ¿qué más puede decirse, sino que además de fervoroso abolicionista, se ha ganado el título impar de Padre de la Patria puertorriqueña? De Román Baldorioty de Castro ¿qué mayor elogio puede hacérsele que el que le tributara Martí cuando dijo: "La autonomía no fue para él (Baldorioty) un cambio de vinos con los generales amenos, que mandan ahorcar mañana a aquél con quien jugaban al ajedrez ayer; sino la defensa real, en la cárcel y en la miseria y en el destierro, de las li· bertades que lo encontraron siempre a su cabeza, porque nunca fue tan lejos en Puerto Rico la libertad que Baldorioty no fuese más lejos de ella". De la grandeza de Segundo Ruiz Belvis ¿para qué decir palabra, si la suya es su mejor encomio cuando dice: "En el orden material (la esclavitud) ha envilecido el trabajo, ley necesaria para que el hombre realice las aspiraciones de su propia naturaleza; en el orden económico, al convertir al hombre en
Plal/o d,·
propiedad, ha provocado la depreciación de las demás propiedades; en el orden civil, al violar la personalidad del esclavo, al negarle hasta el consuelo de la familia, ha llevado la corrupción hasta el seno mismo de las familias privilegiadas; en el orden administrativo ha hecho necesaria, imprescindible la omnipotencia del poder, porque allí donde las relaciones de derecho están sacrílegamente perturbadas, el orden no puede nacer sino del miedo de los que sufren y de la violencia de los que mandan"... "No hay, ni puede haber estado intermedio entre la esclavitud y la libertad... queremos y pedimos en nombre de la honra y del porvenir de nuestro país la abolición inmediata, radical y definitiva de la esclavitud". Del patriotismo de José Julián Acosta -a quien podríamos llamar, al modo clásico, "varón insigne en virtud y letras"- hablan con elocuencia muchos hechos de su vida, entre ellos, dos de los que más le honran: el haber sido encarcelado por el gobierno colonial al producirse el Grito de Lares, y -luego de haber sido excarcelado- el haber redactado uno de los más nobles documentos de nuestra historia, la súplica que en impetración de clemencia para los revolucionarios condenados a muerte y en· carcelados, elevaron al Gobernador Pavía las prin.
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barco I/egrero (Grabado de la epoca).
cipales damas de nuestra sociedad, apoyadas por el Obispo don Fray Pablo Benigno Cardón de Málaga. 'Del espíritu liberal y del amor por las grandes causas de Julio Vizcarrondo y Coronado, son grandes ejemplos el haber sufrido destierro en 1850 por sus ideas antiesclavistas, así como la fundación que realizó en 1865 en Madrid de la Sociedad Abolicionista Españoia, ilustre institución que movilizó la opinión pública de la península a favor de la causa. y respecto de Francisco Mariano Quiñones, además de sus otros valiosos servicios al país, ¿no basta para consagrarle ante la historia el hecho de haber estampado su firma al Proyecto para la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, presentado a la Junta de Información de Madrid de 1867?
La interpelación de Padial y Vizcarrondo. Pero no fueron sólo estos seis próceres los únicos puertorriqueños que asumieron la responsabilidad por la lucha antiesclavista. En medio de la batalla, en las Cortes Constituyentes de 1869 se levantó ga-l1ardamente la voz del diputado brigadier Luis Padial 'Y Vizcarrondo, para apostrofar a las fuerzas de la reacción allí presentes. Escuchémosle:
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"Y cuando la codicia y la tiranía doméstica se levanten en estos bancos (que ellas no abandonarán su triste misión en estos días), vestidas con el majestuoso ropaje del patriotismo, y anuncien ruinas, catástrofes, sangrientas escenas' cuando olvidando la dignidad de la Nación, los' sagrado~ fueros de la humanidad y el santo nombre de Dios, creador de los negros como de los blancos, se levanten para hablarnos únicamente de los sacos de café y de los bocoyes de azúcar, confío en que voces elocuentes le responderán con energía: Vuestros sofismas han concluido su odioso papel en este mundo; la abolición es la historia y l~ honra de nuestros días: su justicia, su neceSidad y sus beneficios nos son conocidos' en adeaante no llenaréis de dolor el corazón d~ las ma. dres vendiendo a sus hijos; no llenaréis de amargura a los hijos azotando en su presencia a sus padres; en "delante no tendréis abolida la moral, subyugada la religión, envilecida la sociedad hu. mana, por vuestros exclusivos y materiales intereses".
y concluye Padial preguntándole a sus compañe· ros parlamentarlos: "¿Qué pueden pesar en la balanza de nuestra conciencia, ni la pasión ni el cálculo sórdido de 300 esclavistas temerarios (que no hay más en Puerto Rico) cuando hayáis cumplido vuestra noble misión, con honra de España, ante Dios y ante los hombres?"
Otras figuras de la lucha antiesctavista. Ejemplo de grandeza moral lo ofreció el brillante educador y periodista don José Pablo Morales, cuando al cumplir los once años, ¡tan sólo un niñol, en el barrio Galateo de Toa Alta estableció una escuelita para transmitir a sus compañeros de niñez, hijos de los esclavos de su padre, los conocimientos que diarlamente adquiría en la escuela del pueblo. El resto de su vida constituyó un verdadero apostolado en defensa de la abolición, de los jornaleros blancos explotados y del ideal autonomista. La causa del abolicionismo no podía estar ausente del apostolado de Eugenio María de Hostos, a la cual dedicó cálidas defensas, además de haber rea· -lizado múltiples gestiones a su favor en los círculos oficiales de Madrid. Víctimas de la persecución oficial por su credo igualitario y por sus ideas leberales lo fueron don José de Celis Aguilera y el doctor Pedro Gerónimo Goyco, quienes por sus arraigadas convicciones tu· vieron que sufrir el exilio. Profunda devoción y nobles actuaciones en pro de la liberación debemos reconocerle al destacado dirigente autonomista y diputado a Cortes,-don José Eurípides de Escoriaza y Cardona. 6
Históricas palabras de Castelar. Presentes estaban en la Asamblea Nacional el histórico 22 de marzo de 1873 los diputados Julián Blanco Sosa, José Facundo Cintrón y José Alvarez Peralta, fervorosos propulsores del proyecto abolicionista, que de haberse aprobado conforme a las demandas de los puetorriqueños, no hubiese cante· nido la cláusula restrictiva de la libertad de trabajo de los libertos durante tres años y mucho menos la que pospuso el pleno disfrute de sus derechos politicos hasta cinco años después de la aprobación de la ley. Allí estaban nuestros diputados aquel 22 de marzo, en el último día de sesión de aquellas Cortes, cuando, cerca de las nueve de la noche, asegu· rada ya el trlunfo de la causa, y momentos antes de someterse a votación el proyecto libertador, tomó ·la palabra, lleno de visible emoción, aquel portento de la elocuencia que se llamó Emilio Castelar, quien ocupaba el cargo de Ministro de Estado de la República. ¡Cuál no sería la alegría que embargó el espíritu de nuestros delegados, cuando don Emilio Castelar, en palabras que aseguraron el triunfo del sentimiento y del clamor del pueblo puertorriqueño, dijo a los miembros del alto cuerpo legislativo: "Señores Representantes, profundamente con. movido por lo solemne de este instante, profunda. mente afectado por la gratitud que debo a los patrióticos Diputados que han convenido en votar esta ley, apenas podré decir algunas palabras. Recuerdo que uno de los oradores más elocuentes y más ilustres de España, que ocupaba este mismo sitio y que desempeñaba el mismo cargo que hoy desempeño yo indignamente, dijo en una noche célebre: 'Los esclavos de Puerto Rico son ya li· .bres'. Pues bien, señores, ahora podemos decir, poniendo ~a mano en el corazón, los ojos en la conciencia, evocando a Dios para que bendiga nuestra obra, que los esclavos de Puerto Rico son completamente libres, y que esta noche, al con· cluirse esta Asamblea, rompe sus cadenas y arraja a la vida a 35,000 hombres más, dueños de su libertad, de su derecho, con la plenitud de la vida y de la conciencia". Una indescriptible salva de vítores y aplausos ahogaron las últimas palabras del orador en uno de los momentos de mayor grandeza que se haya regis. trado en las Cortes esp8iiolas. De la estatura moral de los abolicionistas puertorriqueños mucho se ha dicho, pero las más excel· sas palabras fueron pronunciadas por el mismo don Emilio Castelar al hacer, ante las Cortes de 1870, el elogio de los Comisionados del 67. Escuchémosle:
HLa aboli~i?n inmediata y simu~tánea la pidieron los comisionados de Puerto Rico elegidos en tiempos reaccionarios, bajo la admínistraci6n de Narváez. Los comisionados de Puerto Rico dieron un dictamen que será su honra, su gloria, dicta. men que el porvenir colocará junto a la declaraci6n de los derechos del hombre en el 4 de agosto de 1789: !odC?s er~ propietarios, y todos pedfan la ,!,bohcl6n mmedIata y simultánea, con organi. zaclón del trabajo o sin organizacfñn del trabajo con indemnización o sin indemnización. •
Penniti~e. señores diputados, consagrarles a a~uello~ Ilustres varones un elogio, al cual se aso-
CIará sm excepción en sus elevados sentimientos toda la Cámara. Desde la renuncia de los señores feudales a sus privilegios en la Constituyente francesa, no se ha vuelto a ver abnegación tan sublime. El pat~ciado colonial no ofrece en ninguna parte ese ejemplo. ese gran ejemplo. n Tales los hombres que condujeron finalmente al triunfo ·la noble causa, triunfo que en esta noche recordamos y que recordaremos mañana y siempre con profunda emoción, admiración y gratitud. Sus ejecutorias son parte principalísima de nuestra digo nidad como hombres y de nuestra honra como puertorriqueños. A esos compatriotas, que además de forjar la Nación, no pudieron tolerar que entristeciera su espíritu y empañara su decoro la ignominia de la esclavitud, ofrece esta noche el Ateneo los laureles propios de los héroes. Yo les pido a todos ustedes que, puestos de pie, les dediquemos un momento de recordación.
Los abolicionistas españoles. Dije que en Puerto Rico, para ·lograrse la aboli· ción, tuvo que contarse en el proceso, no sólo con el sentimiento favorable del pueblo sino con la di· rección y el impulso que a un movimiento de este tipo únicamente pueden aportar los hombres excepcionales. Pero a pesar de ello, la angustia de la esolavitud se hubiese prolongado por varios años más, de no haber tenido nuestros compatriotas el fraternal y magnánimo apoyo de los ilustres dirigentes de la República Española de 1873. No era de extrañar que hombres de tan profundas convicciones morales como ellos, respondieran al llamado que desde el mismo Madrid les hacía nuestro compatriota don Julio Vizcarrondo Coronado. Bastará con recordar, para tener una idea del espíritu que Jes animaba, las palabras pronunciadas por don Nicolás Salmerón y Alonso en la sesión del Senado español del 14 de octubre de 1872: yo seguiré siendo un hombre honrado que precave a su patria de la iniquidad y del deshonor de su sistema colonial, y que siempre está pronN ...
!o a d.efender y sostener reformas que preparen mmediatamente la emancipación de las colonias dándoles la educación y la cultura que hasta ahora se les. ha nega~o para disponerlas a ser pronto estados mdependientes, para gobernarse a si mismas, y no tener otro lazo que las una a nosotros que el de los hijos agradecidos a los servicios recio bidos de sus padres H
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y fue el mismo don Nicolás Salmerón -finne opositor de la pena de muerte- quien, un año después, por no violar su conciencia ¡tuvo la grandeza de renunciar a la presidencia de la República antes que refrendar con su firma una condena de muerte decretada bajo las leyes militares! y después del nombre de don Nicolás Salmerón, he aquf los de aquellos otros ilustres españoles: Emilio Castelar, Salustiano de Olózaga, Práxedes Mateo Sagasta, Segismundo Moret, Juan Va'lera, Fermío Caballero, Laureano Figuerola. Joaqufn María Sanromá, Félix de Bona, el Marqués de Albaida, José Echegaray, Ventura Ruiz Aguilera y José Luis Giner de los Ríos. Vaya nuestro profundo reconocimiento a estos hombres que compartiendo las mismas angustias, hicieron suya la causa de los abolicionistas puertorriqueños, permitiéndonos de esa manera el que hoy podamos decir, con gran satisfacción, que en nuestra Patria la lucha para destruir las cadenas de la esclavitud no fue una contienda de Puerto Rico contra España sino una batalla de las fuerzas de avanzada ideológica de Puerto Rico y la península en contra de los reaccionarios, tanto españoles como puertorriqueños. Necesario es también consignar que aquella Re· pública de 1873 --que se caracterizó por su profundo sentido democrático y de respeto a los derechos humanos- significó para Puerto Rico, entre otras cosas, no sólo la abolición de la esclavitud, sino también la extensión a los puertorriqueños, por se· gunda vez, de los derechos fundamentales de los hombres libres contenidos en la Constitución española, así como la derogación del execrable Bando de la Libreta, medida que liberó de la servidumbre a cerca de 50,000 jornaleros.
La aportación de Rafael Maria de Labra.
No sería justo proseguir con este recuento histórico si no eleváramos también nuestro pensamiento para recordar con gratitud al ilustre hombre público, cubano de nacimiento, español por adopción, diputado por Puerto Rico, Presidente del Ateneo de Madrid y de la Sociedad Abolicionista española, don Rafael María de Labra. A su incansable voluntad fina sensibilidad, clara inteligencia y reconocida ha: bilidad se debió en gran medida la adhesión de tan· tos españoles a la causa. Por eso en esta noche he· 7
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mos colocado su nombre entre los inmortales de aquella gloriosa jornada.
El carácter legalista del movimiento emancipador. Al contemplar ahora, señoras y señores, todo el proceso que condujo aquel 22 de marzo a la igualdad jurídica de los puertorriqueños, emerge de inmediato ante nosotros el carácter civilista, legalista y pacífico que le caracteriza. No debemos nunca subestimar la importancia de tal cosa, no sólo para la valoración que hagamos de los protagonistas de aquella jornada, sino por la lección que puede encerrar para todas las sucesivas generaciones de puertorriqueños. 8
Poder resolver los graves problemas, tanto indio viduales como colectivos, nacionales o internacionales que, dada la naturaleza humana, necesariamente surgen del trato entre los hombres; poder resolverlos -digo- en el plano de la persuasión y no de la violencia; de la paz y no de la guerra, es una de las más antiguas y más dignas aspiraciones de la humanidad. Aceptar este ideal no significa neo gar que la injusticia, en una u otra forma, siempre ha estado presente en las estructuras sociales; no significa negar, por ejemplo. que la violencia se presenta en el mundo mucho más frecuentemente como fuena institucionalizada que como fuena revolucionaria. Nadie puede negar esta triste verdad histórica. Pero nadie tampoco podrá negar, que de la misma manera que en el pa~ado hubo movimien tos
de redención humana -como el movimiento aholicionista de Puerto Rico- en que el derecho desarmado, triunfó sobre la injusticia armada, nadie podrá negar, digo, que en el presente y en el futuro, tanto en Puerto Rico como en el resto del mundo, habrá oportunidad de desmentir con hechos la tesis fatalista según la cual se hace imprescindible la violencia para transformar un régimen de injusticia en \lno de equidad y de bien. Es verdad que las señales de nuestros tiempos Son ominosas, casi apocalípticas. A veces, al observar la aterradora frecuencia con que gobiernos e individuos emplean ]a forma de expresión más primitiva, que es ]a fuerza; al contemplar cómo e] discrimen, por razón de raza o color, se agudiza en los países en donde todavía es norma oficial; al advertir cómo se ensancha el peligroso abismo entre naciones ricas y naciones pobres; no podemos dejar de temer que hayamos penetrado en los umbrales de uno de los más peligrosos períodos de retroceso moral en la historia de la humanidad. Sin embargo, en medio de las tinieblas surgen las claridades de un Mahatma Gandhi -que, dirigente de 300,000,000 de hombres, y pudiendo haber dado muerte en una sola noche al puñado de ingleses que burlaban la justicia de su patria- prefirió (sin renunciar a la violencia defensiva como último recurso) ]a vía pacífica para libertar a ]a India, dándole al gobierno y al pueblo inglés, y a todo el mundo, una sublime lección de civilidad. En medio de las tinieblas surge también el rostro sonriente de Juan XXIII, quien con mano suave afectó el curso de la historia al torcer el rumbo de una Iglesia triunfalista, la del "Dios de los ejércitos", a una Iglesia penitente, la del "Dios de la misericordia". Igualmente, en medio de la noche, se levanta el rostro luminoso de un hombre de color, de un profeta de la justicia y de la paz, de Martin Luther King, vencedor en la vida por su palabra, vencedor también en la muerte por el excelso sacrificio con que coronó su existencia. El ejemplo que Puerto Rico dio al mundo.
He señalado tres ejemplos de luz en medio de las tenebrosidades de este siglo. Honra a Puerto Rico el haber ofrecido, en su lucha abolicionista, a pesar de las circunstancias políticas tan desfavorables de aquel momento histórico, uno de los grandes ejemplos de civismo, de paz y de concordia del siglo XIX. Y no se diga que los esclavistas no sufrieron su merecido castigo. ¿Qué mejor modo de derrotar y humillar a los traficantes, a los indignos negreros, que permitirles vivir para contemplar el triunfo de la libertad humana? ¿Qué mayor reprobación que el que no mencionemos ni siquiera sus nombres en esta noche, y mucho menos sus bochornosas palabras en defensa de la esclavitud?
Réstanos decir tocante a todo este proceso, que al proclamar la libertad de los esclavos, no se cum. plió ninguna de las predicciones de revolución y de caos social hechas por los que combatían la abolición. Muy por el contrario, ni el orden público se turbó, ni la economía se afectó, ni surgió la guerra de razas. ¡Qué hermoso ejemplo el que dieron amos y esclavos! ¡Qué lección de madurez cívica la que ofreció Puerto Rico a muchos pueblos, antillanos y continentales, en donde, para lograr la abolición, el odio nubló la razón, la metralla desplazó a la palabra y el rifle sustituyó a la pluma!
La igualdad legal y la igualdad real.
Un siglo ha transcurrido desde la proclamación en Puerto Rico de la igualdad de los hombres ante la ley. Igualdad ante la ley, he dicho. Que es un triunfo glorioso sobre la brutal desigualdad legal hasta entonces existente entre esclavos y hombres libres, pero mucho menos que la completa, la Teal igualdad entre los hombres. El desarrollo histórico procede por etapas y primero había que cumplir la fase de la igualdad legal antes de que la humanidad se encaminara hacia el logro del próximo ideal: la plena, la real igualdad entre los hombres. Ahora bien ¿cuánto hemos caminado, desde 1873, en el largo trecho que separa la igualdad legal de la igualdad real? Yo creo, que a pesar de la gran distancia que todavía dista de la meta, mucho hemos caminado. Sin embargo la desigualdad -y por supuesto, no me refiero a las diferencias que por naturaleza existen entre -los seres humanos. sino a la desproporción creada por la acción de los hom· ~res-- esa desigualdad continúa siendo una de las grandes injusticias, uno de los máximos escándalos de la humanidad. Es la desigualdad que se deriva, por ejemplo, del prejuicio racial (del cual nosotros todavía no estamos exentos en Puerto Rico), o de un sistema económico que considera el trabajo del hombre, no como uno de los más dignos atributos de su personalidad, sino como simple y ordinaria mercancía. Es la inhumana desigualdad que tolera impunemente el que un niño muera de hambre en las calles de Calcuta o en los arrabales de Bogotá o Río de Janeiro, mientras en Europa y en los Estados Unidos sobra el dinero para mantener en e_stado de florecimiento el degradante negocio de la pornografía. Es la terrible desigualdad que, conturbando el espíritu de José de Diego, le hizo exteriorizar una indignada protesta con las siguientes palabras: "Hace ya muohos años,·y aún salta mi corazón conmovido al recuerdo de aquella pobre mujer, que con una mísera criatura en los brazos, me pedla su socorro para su niño en ima noche de mayo, bajo la serenidad de las estrellas, frente al 'Hotel de Ville', inundado de luz y de música, 9
en la celebración de un baile suntuoso donde con el precio de las rosas hubieran podido alimen· tarse un día todos los pobres de la capital de Francia... IY la voz implorante de aquella desgraciada resonará siempre en mis oídos y en mi alma, como una maldición perenne de todos los desamparados contra todos los poderosos de la tierral"
El problema de la desigual-dad en Puerto Rico. Cien años después de 1873, ¿cuán cerca estamos de la igualdad real entre los hombres, en un Puerto Rico en donde 700,000 personas viven en arrabales, igual núme~ depende para su sustento del suministro de alimentos que efectúan las agencias de bienestar público, y donde el 5 % de las familias "?-ás ricas obtiene el mismo ingreso total que el 47 % de las familias más pobres? Esta situación de tremenda injusticia trae a mi memoria la siguiente expresión contenida en el céle· bre informe de los Comisionados de Puerto Rico, don Segundo Ruiz Belvis, don José Julián Acosta y don Francisco Mariano Quiñones: "La institución de la esclavitud coloca al amo en una alternativa terrible; o se perjudica en sus intereses si es justo y bueno, o se degrada en su conciencia y su alma si quiere reportar los mayores beneficios. iDura situación ésta, que probaría por sí sola, aunque mil otras razones no existieran, la necesidad imperiosa en que nos encontramos de resolver pronto esta cuestión y acabar para siempre con esa colisión nefanda entre la utilidad y la moral, entre los intereses materiales del amo y los más elevados y santos intereses de la justicial" (subrayado nuestro). Pregunto ahora: de haberles tocado actuar en el presente momento histórico ¿no hubiesen hecho los tres próceres, la misma terrible acusación, en con· tra del sistema económico que rige en Puerto Rico? De haberles tocado vivir cien años después ¿no quedarían absortos al observar cómo han sido perfeccionados los métodos de opresión, sustituyendo a la antigua esclavitud individual, la impersonal opresión de los grandes 'conglomerados humanos por los pequeños grupos que monopolizan el poder económico? ¿No reflexionarían en el hecho de que hace cien años los explotados tenfan conciencia de la injusticia a que se les sometía, mientras que la gran mayoría de los explotados del presente -por lo difícil que se les hace identificar a sus explotadores-· llegan hasta el extremo de conceptuarse como hom· bres libres?
La supeditación colectiva de los puertorriqueños. Pero he aquí, que cien años después de 1873, a nuestra patria le ha tocado vivir, no sólo bajo el 10
sistema económico que genera lo que Ruiz Belvis. Acosta y Quiñones certeramente llamaron "la colisión nefanda entre la utilidad y la moral" sino también el verse colocada bajo un régimen polftico que mantiene la supeditación colectiva de todos los puertorriqueños. Uso el término opresión con ~on· ciencia exacta de su verdadero significado. que no es otro sino el de dominación o subordinación de un pueblo por otro pueblo. Bastará con inquirir sobre quiénes toman, sin que medie consulta alguna a los puertorriqueños. las decisiones fundamentales que rigen nuestra vida de pueblo, desde la determinación de si nuestros hijos deben ir o no a la guerra, y fijar las tarifas que rigen en nuestro comercio exterior, hasta la conversión de nuestro territorio en gigantesca base nuclear, para concluir que Puerto Rico es un pueblo que carece casi por completo de poder y personalidad polftica. ¿Qué razón puede haber. primordialmente en el orden del derecho y de la justicia. para que no sea el pueblo puertorriqueño el que tome sus propias decisiones? Porque como muy bien expresara el Papa Juan XXIII en su endclica Paz en la tierra, "a nadie gusta sentirse súbdito de poderes políticos proyenientes de fuera de la propia comunidad".
Resultados económicos de nuestra subordinación politica. Los resultados de esa casi completa ausencia de facultades polfticas en el pueblo puertorriqueño son fáciles de observar. Por limitaciones de tiempo no habré de considerar con algún detenimiento las consecuencias del régimen de subordinación polftica que padece el pafs, pero bastará con saber que nuestro comercio exterior está en manos casi exclusivas de los Estados Unidos, como lo indica el hecho de ser su primer comprador en Latinoamérica y su cuarto mercado mundial; que el 80 % de los activos de la manufactura está en poder de extranjeros no residentes y que las inversiones totales norteamericanas, a corto y largo plazo, en un país de escasamente tres millones de habitantes como 10 es Puerto Rico, ascienden a 7,000 millones de dólares, suma que equivale aproximadamente a la tercera parte de todo el capital norteamericano invertido desde el no Grande hasta la Tierra de Fuego, con una población de casi trescientos millones. Ante el carácter altamente revelador de tan desproporcionadas in· versiones, no resulta nada exagerado calificar de avasallante la presencia económica de Estados Uni· dos en Puerto Rico.
Las consecuencias culturales.
Habremos, sin embargo. de detenernos ligeramente en la consideración de las consecuencias culturales de esta ausencia de poderes políticos fundamentales en nuestro pueblo, por constituir tal situación un tema de especial interés para este Ateneo. Es un hecho reconocido por todos, que el impacto cultural de Estados Unidos en Puerto Rico tiene un carácter muy distinto al de las influencias que existen entre países soberanos que enriquecen mutuamente su idioma y cultura- como consecuencia de normales y deseables relaciones. Desde 1898 Puerto Rico ha venido defendiendo su idioma y cultura para evitar su asimilación o desplazamiento por el idioma y la cultura de los Estados Unidos. A pesar de los inevitables enquistes y deformaciones rolturales, visibles en casi todos los ámbitos, pero muy especialmente en el comercial e industrial, producto de tan anormal como prolongada situación; y a pesar también del limitado contacto que tienen los puertorriqueños con los valores históricos y nacio-
nates de su patria; a pesar de todo ello, es un hecho que la grandeza y vitalidad de nuestras rafees hispánicas, así como la firme decisión de nuestro pueblo de no renunciar a su idioma y cultura han evitado nuestra desaparición como nación hispanoamericana. Por eso dije, no hace mucho. ante el Congreso Hispanoamericano de Lexicografía, en sesión celebrada en este Ateneo. y repito ahora. que el idioma español es nuestro. además de por herencia. por acción consciente, valerosa y militante del pueblo puertorriqueño. que lo ha sabido defender y conservar.
Lo. situación del idioma en la escuela pública. Pero es. también un hecho el que la generalidad de nuestro pueblo, tanto en las esferas oficiales como en las privadas. da por resuelta la situación del idioma, por lo menos, en el sistema escolar. No comparto esa actitud. Si bien es cierto que desde 1949 la enseñanza se imparte en español en las es-
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cuelas públicas, no ocurre así en muchas de las escuelas privadas, en donde se educa la casi totalidad de los hijos de la clase rica y clase media alta y cerca del 10 % de toda la matrícula escolar del país. Por otra parte, al estudiante puertorriqueño se le pone en contacto con el idioma inglés tan pronto ingresa en primer grado, tanto en las escuelas públicas como privadas, en cumplimiento de la política educativa del Departamento de Instrucción. Pregunto: ¿obedece esta política educativa a las correctas normas pedagógicas universalmente reconocidas? La contestación es en la negativa. En nin· gún país del mundo, inclusive los Estados Unidos, se expone al educando a las nocivas consecuencias que necesariamente surgen, cuando, antes de haber adquirido un razonable conocimiento y manejo de su propio idioma, se le pone en contacto con una lengua extraña.
Palabras de Epifanio Ferndndez. Vanga. Decía en 1926 el ilustre escritor don Epifanio Fernández Vanga, ex presidente de esta Casa: "¿Qué vamos a aprender inglés? Positivamente si; pero 10 vamos a aprender en ]a única forma en que podemos y debemos aprenderlo, y hasta donde es conveniente y por lo que es conveniente que lo apren· damos... Pretender que un niño abra los ojos al sol a las pocas horas de nacido equivale a convertir· lo para siempre en un ciego; pretender que un niño ande sobre sus pies a las pocas semanas de nacido equivale a convertirle para siempre en un inválido; y pretender que un niño a los pocos años de nacido se ponga en intenso contacto con una lengua extranjera, equivale a convertirlo para siempre en un tartamudo del entendimiento... equivale a no en· señarle inglés, a echarle a perder su maternal idioma, y a incapacitarle para, en tiempo y razón, apren· der ni el inglés, ni su idioma, ni cosa de provecho". y sobre las alegadas bendiciones del bilingüismo, manifestaba: "Los niños bilingües no existen, ni han existido nunca; y la experiencia de los grandes pedagogos enseña que cuando se ha tratado de ha· cer a un niño bilingüe sólo se ha logrado conver· tirlo en medio-Iingüe; sólo se ha conseguido hacer de é] un tartamudo de la peor especie; un tartamu· do del pensamiento; un gago del espíritu. Un niño que vive en dos idiomas no llega a ser nunca un hombre doble; se queda siempre en medio hombre". Estas magistrales palabras, escritas en 1926 por don Epifanio Fernández Vahga, mantendrán su vigencia en Puerto Rico mientras nuestro sistema es· colar siga siendo una excepción a la regla universal, excepción mantenida, no por razones pedagógicas ni culturales, sino por falta de libertad para zafarnos de amarras coloniales disfrazadas de normas educativas. Tendrán vigencia dichas palabras, mien·
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tras haya tantos y tantos puertorriqueños que sean "cojos, mancos, tullidos de expresión, inválidos del habla" como los llamó el poeta Pedro Salinas; mientras haya puertorriqueños a quienes no se les reconozca el mismo derecho de alcanzar la fluidez de expresión, el conocimiento y el dominio de la len· gua que tienen los españoles, los cubanos, los argentinos, y los que de la suya poseen los franceses y los norteamericanos y casi todos los habitantes del mundo; fluidez y dominio que tienen, por la única razón de haberse educado, durante sus años forma· tivos, libres de las anormales y perjudiciales inter· ferencias de un idioma y de una cultura extranjera.
Intervención de Estados Unidos en la esfera de la moral pública. He aquí las tres formas de opresión que por lar· gas años ha padecido nuestra Patria; la opresión politica, la opresión económica y la opresión cultu· ral. Añádase a éstas ]a más reciente, injusta e irri· tante de todas, y digo que es la más injusta e irri· tante, por tratarse de una imposición en aquellos aspectos de la vida de un pueblo que tocan más de cerc:.a los valores del espíritu; me refiero a la pretensión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de dictarle al pueblo puertorriqueño -diferente en sus concepciones éticas al pueblo norteamericano- las normas que debe seguir en 10 tocante a cuestiones fundamentales de moral pública.
Igualdad con libertad. No debo proseguir sin comunicarle a ustedes mi honda preocupación por la tendencia que se manifiesta en algunos sectores de nuestro frente político. los cuales, en la justa y valiente lucha por libe· rarse de las actuales formas de opresión, adoptan posiciones ideológicas claramente incompatibles con la libertad que desean conquistar. Es bueno recordar que los abolicionistas defendían la igualdad de los hombres ante la ley como paso indispensable para el disfrute por los libertos de todos los derechos individuales. Esta posición de los próceres del 1873, y de todo hombre que ame la libertad, es incompatible con la actitud de muc~os compatriotas, que, adhiriéndose a los movimientos de exage· rada y peligroso énfasis colectivista, defienden ]a igualdad sin importarles el destino de la libertad individual. Es cierto que en las actuales sociedades democráticas sólo un grupo tiene realmente el usufructo de la libertad, mientras que la gran mayoría sólo ]a ejerce en forma muy relativa o en casi ninguna forma. Pero a pesar de ello, pregunto: ¿vamos a resolver este problema quitándole la libertad a los
pocos que gozan de ella para sumarlos a los muchos que no la disfrutan? Es evidente, la igualdad, sólo por la igualdad" no resolverá el problema si no va acompañada del ejercicio de las libertades individuales necesarias para el desarrollo de la personalidad. Señoras y señores, vaya terminar, pero no sin antes expresar mi profunda y optimista convicción de que al igual que a mediados del siglo pasado existía ya la plena conciencia, en Puerto Rico y en España, de que se aproximaba, de que era inevita· ble la abolición de la esclavitud, por ser irreconciliable con el grado de sensibilidad moral de aquellos tiempos, ahora se aproxima el momento de la total abolición del régimen colonial en el mundo entero por la misma razón: porque es incompatible con las normas éticas aceptadas por la comun.idad internacional, que rechaza la imposición y la fuerza como base de las relaciones entre los pueblos. Y esta abolición del régimen colonial en Puerto Rico no puede tomar otro curso, si es que nuestro pueblo quiere sobrevivir, que no sea el de la afirmación total de nuestra personalidad nacional.
La hora del procerato.
Pero al igual que ocurrió durante los últimos años de la cruzada abolicionista, no será de fácil recorrido el tramo final que en estos momentos nos separa de ese noble ideal. Para encararnos a tan di-
fícil lucha necesitamos no sólo dirigentes de profundo talento y espíritu de sacrificio, necesitamos también hombres de grandeza moral y espiritual. Hom· bres de la reciedumbre de Betances, de la inspiración de Ruiz Belvis, de la perseverancia de Baldorioty, de la magnanimidad de José Julián Acosta, de la sencillez de Francisco Mariano Quiñones, del valor de Luis Padial y Vizcarrondo, del sentido de justicia de José Pablo Morales y del don de gentes de Julio Vizcarrondo Coronado. El momento histórico demanda que la habilidad política esté al servicio de los más altos ideales de liberación individual y colectiva: es la hora del patriotismo y de las grandes ejecutorias ¡es la hora del procerato! Cien años nos separan de aquellos patricios. ¡Un siglo! Estamos distantes de ellos en el tiempo, y sin embargo ninguna distancia nos separa en el amor por la Patria, y en el dolor y la angustia de verla aún cautiva. Ese amor, ese dolor y esa angustia de todo un siglo. y de más de un siglo, es la fuerza, la poderosa fuerza que, cansada de esperar, pronto despertará las conciencias dormidas y estremecerá a los esclavistas de nuestra época. Es la fuerza que, transformada en ráfaga de luz, hará de la noche, el dfa, el gran día en que, en palabras de Segundo Ruiz Belvis, el orden social no nazca más "del miedo de los que sufren y de la violencia de los que mandan". el histórico día en que nuestro pueblo logre plena conciencia de que "no hay, ni puede haber, estado intermedio entre la esclavitud y la libertad",
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Lares y El Ateneo Puertorriqueño * Por ELADIO RODRíGUEZ
~NTRO DE UNOS DIAS SE CUMPLIRÁN CIEN AÑOS -jUN
..1..1 siglo!- de aquel histórico día en que se proclamó la República de Puerto Rico en este pueblo de Lares. Alrededor de mil hombres, entre hacendados, pequeños agricultores, jornaleros, personas de todos los niveles económicos y sociales, unos a caballo, otros a pie, pistolas y machetes al cinto, riy flcs en mano, 'turbaron la serenidad de nuestros cafetales e irrumpieron en Lares para afirmar aquí, solemnemente, su voluntad de ser puertorriqueños. Eran hombres curtidos en la adversidad; la ad· versidad a que tarde o temprano deben enfrentarse los hombres de espíritu libre en toda colonia, y que puede asumir diferentes manifestaciones, desde las sutiles presiones indirectas, hasta la franca y abierta persecución o la supresión total de la libertad personal. Eran hombres dispuestos a sacrificarlo todo, amores, vidas y haciendas, por el ideal de jus. ticia y libertad que les impulsaba en tan magna como desigual lucha.
Betances y los diez mandamientos de los hombres libres. Dirigía a estos cruzados, desde su destierro, la más augusta figura de nuestra historia patria en el siglo XIX: el doctor Ramón Emeterio Betances. Fallecido en Chile el insigne Ruiz Belvis, tocó a aquél la dirección suprema del plan revolucionario. Era Betances hombre de genio y de carácter; grande en su humanitarismo abolicionista y más grande .. Palabras pronunciadas por el Presidente del Ateneo Puertorriqueño. licenciado Eladio Rodrfguez Otero, en oca· sión de la entrega hecha por la Docta Casa al Ayuntamien· to de Lares, de una réplica de la histórica bandera que flotó en Lares el 23 de septiembre de 1868 y cuyo original se conserva en el Museo de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rfo Piedras.
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aún en sus designios libertarios. Su múltiple acti· vidad patriótica le valió el titulo de El Antillano; su brillante gestión científica le hizo merecedor de la condecoración de la Legión de Honor de Fran· cia. Esta era la figura, que unas veces desde Sto Thomas, otras desde Santo Domingo, Nueva York o París -casi siempre en forzado y doloroso destie· rra- instaba a la lucha armada contra la tiranía y la opresión. "La abolición de la esclavitud, el de· recho a votar todos los impuestos, la libertad de culto, libertad de palabra, libertad de imprenta, Ii· bertad de comercio, derecho de reunión y de poseer armas, inviolabilidad del ciudadano y derecho a elegir las autoridades. Estos eran los diez derechos fundamentales que Betances titulaba "Los Diez Mandamientos de los hombres libres". Ellos fueron los ideales que informaron toda su vida, desde sus tempranas luchas abolicionistas en su Cabo Rojo natal hasta su grito de indignación y protesta ante la invasión del 98: "No quiero colonia ni con Españ'.' ni con Estados Unidos".
La acción revolucionaria
Seguían a esta excepcional figura en sus nobles afanes, un notable grupo de compatriotas, entre los que figuraban, como puertorriqueños de adopción, varios venezolanos y dominicanos: don Manuel Rojas, don Francisco Ramírez, don Joaquín Parrilla, don Matías Brugman, don Leopoldo Plumey, doña Mariana Bracetti, don Pablo Rivera, don Juan Te· rreforte, don Baldomero Bauren, doña Eduvigis Beauchamp, don Carlos Elio Lacroix, don Manuel Cebollero Aguilar, don Pedro Angleró, don Elias Beauchamp, don Venancio Román... Estos, y muchos otros compatriotas, eran miembros de un movimiento que tenía células revolucionarias en La· res, Mayagüez, San Sebastián, Camuy, Ponce y en
otros pueblos de la Isla; células o juntas que ope. raban bajo los nombres de Centro Bravo, Capá Prieto, Porvenir, Lanzador del Norte y Lanzador del Sur. A estas juntas 'pertenecían estos esforzados puertorriqueños, que seguidos por muchos otros va· lientes, después de repechar las colinas desde el barrio Pezuela, entl11ron a Lares por la cuesta del Anón al anochecer del 23 de septiembre de 1868, ondeando la bandera de la cruz y la estrella sobre campo azul y rojo, otra bandera roja, símbolo de protesta y de rebelión, y un gallardete blanco con la inscripción: "Muerte o Libertad". "Viva Puerto Rico Libre". - 1868.
Cardcter patriótico de la revolución No venían en plan de asesinos, ladrones o incendiarios, como vilmente pretendieron hacerles aparecer ante el país los personeros del régimen colonial español, los periodistas del privilegio y los siempre presentes acólitos nativos. Vinieron a destruir las cadenas que oprimían a nuestro pueblo: los humiUantes grilletes que paralizaban su acción creadora. Vinieron en esa noche histórica a construir una patria; a procurar mayor justicia social para las depauperadas masas campesinas y urbanas; a combatir el atropello, el privilegio y la injusticia; a sacudir la conciencia de todo un pueblo, dando el ejemplo de virilidad y de decoro para el logro de su independencia, su libertad y su soberanía. Prueba de que les animaban nobles propósitos; inequívoca afirmación de su grandeza moral, fueron sus actuaciones durante la breve ocupación del pueblo. Desde el Ayuntamiento lanzan el siguiente manifiesto: "De acuerdo en que es llegado el momento de tomar las armas para santificar la causa de sus derechos, declaran estar resueltos a morir antes que continuar bajo el dominio español. Y para que no se le de carácter de una asonada o motín de mal género y sea considerado como un movimiento patriótico con tendencias a sacudir el ominoso yugo y crear una patria libre, 10 manifiestan para que conste al mundo entero". Después van a la Iglesia a darle gracias al Señor por las mercedes recibidas. ¡Me indigno al pensar que a mí, y como a mí, a millares y millares de puertorriqueños, se nos enseñó en las escuelas de Puerto Rico que el Grito de Lares había sido tan sólo una raquítica algarada!
Lares: su influencia en nuestro desarrollo de pueblo El propio desarrollo de los acontecimientos políticos posteriores a los sucesos del 68 se encarga
de desmentir tan falsa e injusta calificación. Sin Lares, es muy probable que no se hubiesen obteni· do tan rápidamente para Puerto Rico: el restablecimiento de la representación del país en las Cortes españolas; la abolición de la esclavitud; la extensión a la isla del Título 1 de la Constitución espa· ñola, con la libertad de cultos, de palabra, de reunión y de asociación; la acuñación de moneda provincial puertorriqueña, y la propia Constitución autonómica de 1897. Lares es la afirmación heroica y anticipada de las inmortales palabras de Baldorioty pronunciadas en las Cortes españolas: "Odio el sistema colonial porque ese sistema es la degradación del hombre por el hombre y la muerte del espíritu". Lares fue -a pesar de su aparente fracaso- la sacudida que puso en marcha la voluntad de muchos puertorriqueños en la lucha por la conquista de nuestros derechos como pueblo.
lAres y el Ateneo Puertorriqueño A veces me he preguntado si hubiese sido posible fundar en 1876 el Ateneo Puertorriqueño -la institución que me honro en representar- de no ,haberse producido el Grito de Lares. Recordemos que el Ateneo se constituyó sólo ocho años después de los sucesos, como parte del movimiento general que se desarrollaba en el país para afirmar la pero sonalidad puertorriqueña frente a las injustas pre· tensiones de España. Los fundadores de la Docta Casa -Elzaburu, Tapia, A c o s t a, Acuña, entre otros- a pesar de las circunstanciales ubicaciones políticas de algunos de ellos, amaban entrañablemente a su patria y estaban plenamente conscien· tes de la existencia de nuestra personalidad de pue· blo. A la afirmación de esa personalidad dedicaron gran parte de sus vidas. Fueron en el campo cultural lo que Baldorioty en el político: altos defensores de la puertoniqueñidad. Pero ¿hubiese madurado tan prontamente en estos 'hombres la conciencia de su deber patrióticocultural, de no haberse producido el Grito de Lares? Sospecho que no, que sin Lares, el crecimiento de nuestro pueblo, tanto en el orden político como en el cultural, no hubiese tenido el rápido desarrollo que condujo al claro entendimiento de la diferencia de carácter y de intereses entre los puertorriqueños y los españoles, y finalmente a la obtención de la Carta Autonómica del 1897. Sospecho también que el Ateneo no hubiere surgido en tan temprana fecha, 1876 como institución genuina. mente representativa de la personalidad cultural puertorriqueña. El Ateneo Puertorriqueño ha venido hoy a La· res a rendir tributo de respeto y admiración a los hombres que hicieron posible con su sacrificio que
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nuestro siglo XIX no transcurriera sin una suprema afirmación de dignidad colectiva. Y porque todavía nuestra patria no ha podido hacer efectivo el gobierno de Puerto Rico por y para los puertorriqueños; porque en el momento presente, a diferencia de hace cien años, intereses extraños ponen en grave peligro nuestro idioma y nuestra persona· lidad cultural; porque nuestra patria vive momentos de angustia ante el peligro que amenaza su destino histórico, por todo ello hemos venido hoy aquí a rendir nuestro tributo de admiración y grao titud a los héroes del 1868.
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Pam dar testimonio elocuente de estos senti· mientos en la celebración del centenario, el Ateneo ha traído como obsequio a este digno Ayuntamiento, una réplica de la histórica bandera de Lares, cuyo diseño se atribuye a Betances y que según la tradi· ción fue bordada por Mariana Bracetti. ¡Que esta bandera, grande por su belleza, noble por los ideales que representa, y sagrada por haber amparado el heroísmo de los que todo lo ofrendaron por su patria, sirva de inspiración y de guía a los que aquí vengan a venerarla y admirarlal
El futuro del Ateneo Puertorriqueño * Por ELADIO RODRíGUEZ
L ATENEO, SE ADENTRA EN SU SEGUNDO SIGLO DE
E existencia habiendo reafirmado -después de una larga difícil lucha- su condición de centro y
de cultura, tribuna libre y cátedra de puertorriqueñidad. Comienza esta nueva etapa con 1,953 socios, la matrícula más numerosa que ha tenido durante los últimos cincuenta años; y fuera del desamparo material que caracterizó su vida desde 1898 hasta hace pocos años. Superada la grave crisis que amenazó su carácter y naturaleza y hasta su propia existencia, el Ateneo está en pie de lucha, listo para redoblar sus esfuerzos en el cumplimiento de la elevada misión que le asignaron sus fundadores. Cuando oteamos la prolongada ruta y el dilatado horizonte que tiene ante sí la institución, emer· ge la pregunta: ¿Cuáles son sus posibilidades? ¿Cuál será su futuro? No debemos olvidar que esta Casa vio su pri. mera luz en una sociedad agrícola y jerárquica que constituía a su vez una etapa en el desarrollo de una cultura liberal. burguesa y tardíamente romántica. El Ateneo nació cuando la alta cultura era privilegio de una cIase social. Hoy, cien años después. vivimos en una sociedad de masas en que personas de todas las cIases sociales tienen amplias oportunidades para formar· se. incluso de manera autodidacta. El moderno sistema escolar público universal. las bibliotecas, las entidades oficiales que fomentan la cultura. la enorme ampliación de los estudios universitarios, la radio. el cine y la televisión llevan -no con la frecuencia y con la calidad que desearíamos- pero llevan directamente al público e incluso a los hogares. un extenso repertorio de asuntos que com-
* Parte final del discurso pronunciado por el autor en la última asamblea anual de socios del Ateneo Puertorri· queño celebrada el pasado 16 de junio en el Colegio de Abogados.
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prenden desde el abecedario hasta altas y refinadas manifestaciones del arte y la cultura. Por otra parte, y desafortunadamente, la mayoría de la población no tiene por objetivo de su vida el enriquecimiento espiritual y cultural. sino la adquisición de un título de oficio o profesión, con el único propósito de ganarse la vida y dedicar sus horas libres al limitado mundo de los sentidos. Hasta tal punto io cuantitativo se ha impuesto sobre lo cualitativo, que no vacilaríamos en afirmar que si el más grande poeta contemporáneo nos visitara, sólo se le otorgaría una pequeña parte del aplauso y del despliegue noticioso que recibiría una can· cionera, un boxeador o un astrólogo. Vivimos en una sociedad que casi todo lo mide por su rendimiento económico y político; una sociedad que ha descartado por inútil e improductivos la bohemia literaria. la conversación familiar y las peñas de intelectuales, artistas y profesiona. les; una sociedad imitativa del orden occidental capitalista, en donde como acaba de revelamos recientemente el gran poeta argentino Jorge Luis Borges. refiriéndose concretamente a los Estados Unidos, muchos escritores están dispuestos a permitir que los editores le reescriban sus obras para asegurarse un mayor volumen en la venta de sus libros. ¡Triste, por no decir trágica situación la de ]a cultural En los países comunistas y dictatoriales, subordinada al criterio de la autoridad política. En los países en donde rige el sistema democrático, sometida al régimen de la ganancia económica. Hoy vivimos en un mundo que aspira nada menos que el absurdo de deificar al hombre; un mundo antropocéntrico que pretende echar a un lado las ·tablas de la ley con la vana pretensión de situarse más allá del bien y del mal; un mundo que mientras más riquezas materiales produce, más pobreza. más miseria moral- y más desesperación genera; un mundo abocado al desastre de su autodestrucción. 17
Esta es la sociedad que genera la prisa, la inseguridad, el vandalismo, la preferencia por los objetos y valores materiales; los dirigentes políticos sin cultura, el predominio de los técnicos sobre los pensadores, la vulgaridad, la pornografía y el culto supremo y absoluto al ingresoper cápita. En esta sociedad en que nos ha tocado vivir, preguntamos nosotros: ¿qué función le queda a un Ateneo? ¿Qué p~pósito le resta por cumplir? ¿Se justifica verdaderamente su existencia? Para contestar a esta pregunta es necesario que empecemos por hacemos otra: ¿Qué idea funda· mental inspiró la creación del Ateneo en 1876? Indudablemente, la necesidad de mejoramiento, la urgencia de perfeccionamiento que impulsa a todo hombre. Ese fue tam1)ién el móvil para la creación del Ateneo de Madrid en 1838. Pero en el caso de nuestro Ateneo hay además una razón particular que llevó a su creación. Me refiero a la defensa y enriquecimiento de los entonces emergentes valores de la nacionalidad puertorriqueña. ¿Están presentes esas dos urgencias en el Puerto Rico del presente? Indudablemente lo están. Todavía queda mucho campo para mejorar la calidad de nuestra sociedad y mucho por hacer para redondear la personalidad nacional puertorriqueña. Como hemos señalado antes, nuestra sociedad ha sufrido cambios verdaderamente revolucionarios. Pero las dos necesidades que motivaron la organización del Ateneo en 1876 están tan presentes en el momento actual como lo estaban hace cien años. Si ello es así, se trata, por lo tanto, de cambiar los métodos. de adaptar las iniciativas a la realidad de la vida moderna. ¿Qué debe ser el Ateneo? ¿Universidad. biblioteca o sala de conferencias? Como ha dicho muy acertadamente Carlos Robles Piquer -actual Ministro de Educación de España- refiriéndose a los ateneos españoles: "El Ateneo no debe ser una aca· demia: su actividad es mucho más viva y atractiva. Tampoco puede ser de modo exclusivo una escuela de altos estudios, ni una biblioteca. ni una sala de conferencias. Tiene que ser un poco de todo esto: una institución mixta, que reúna todos los aspectos que indicamos y prf"cisamente en ello estribará la singularidad de su carácter".
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Eso debe ser el Ateneo: centro de ebullición cultural. Y de afirmación patriótica. Pero los frutos de ese esfuerzo no deben quedarse dentro de los límites de su recinto. Debe servir a su matricu. la, pero por imperativo de solidaridad social, también debe llevar su obra a los que no son miembros de la Institución. Es evidente que el Ateneo, para ampliar su in. fluencia en la vida puertorriqueña necesita llevar su mensaje a través de los medios de comunicación masiva. Y por supuesto, necesita también reiniciar la publicación de su revista de cultura, que deberá incluir toda la información necesaria sobre la obra que realiza la institución. Se trata, pues, no de variar el sentido funda· mental de su función, sino de ajustar su forma de operar a las exigencias de un nuevo orden social. Porque no importa las adaptaciones de métodos y procedimientos que el Ateneo pueda hacer a la vida del presente, si trastoca sus objetivos o reniega de su peculiar y original propósito, en ese momento estaria suscribiendo su certificado de extinción. El Ateneo -si va a seguir siendo Ateneo-... no puede dejar de ser centro de libertad, de tolerancia, de diálogo y convivencia; aula propulsora de las nuevas corrientes culturales; recinto en donde se estudien todas las fases de la vida cultural, no sólo la literaria; núcleo en donde la confrontación ideológica se eleve a tonos, formas y estilos en armonía con el respeto, la cordura y la civilidad que son propios de los hombres cultos y de los hom· bres de bien. Sólo así podrá ayudar a la solución de los problemas políticos, económicos y sociales que confronta Puerto Rico. Situándose, sin evadir su responsabilidad, por encima del apasionamiento y del encono que no pocas veces enturbia y desnaturaliza el debate político. Y realizando las funciones superiorf's de la cultura -que no son las de orden pragmático o utilitario-... en el plano del más elevado pensamiento, y de la más responsable re· flexión intelectual. Al desarrollo y enriquecimiento de ese Ateneo, dediquemos nuestros esfuerzos. Por el bien de la Institución. por el engrandecimiento de nuestra culo tura. por la mayor gloria de la patria.
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Dónde, dónde, dónde Por
CLARA CUEVAS
DÓNDE de la sombra,
ESTÁ LA SOMBRA DE LA ILUSiÓN,
y la silueta de aquel monte, dibujado en mi percepción, captado y formado por mi sombra. Dónde, dónde, dónde. y la. sombra de aquel árbol, y la fronda, dónde, dónde, dónde. Dónde están los remansos, los ríos frescos, que se desbordan, las cataratas de piedras, los lagos sin nombre, dónde, dónde, dónde ... las ilusiones que no se ven, ni se palpan, ni se nombran, dónde, dónde, dónde, en qué tumba, en qué epitafio, dónde se indica la mortalidad de lo irretenible, de lo fugaz, de lo etéreo.
Ah vida que se desvanece como el humo, que se esparce ... y se disuelve ante la nada atroz, ante el pavor y el espanto de las horas veloces que atropellan el alma. Horas desbocadas, ocultas, evaporadas, que no se encuentran, ni se retienen nunca, dónde, dónde, dónde. Dónde está el todo, la nada, 10 inconcebible, 10 amorfo, o lo que tiene forma esbozada ... dónde, dónde, dónde... Dónde están las amorfas proyecciones de la menU, que fabrica sombras blancas, reflejos, que lucubra visiones. Ah, crisálida voluble de la mente, que se transforma constantemente... ah, mariposa inconstante, febril e inconsecuente. 19
El hombre es un girasol vano, voluble, inconsecuente..: frEvolo gusano, que acapara, usurpa, posee lo que no puede poseerse. Roedor de la sombra, devorador de tanta nada, naderEa, oropel, vacuidad, de lo insubstancial, de lo inútil, de lo espúreo. Devorador del instante banal,
mendigo que se alimenta de sombras engañosas. Revoluciones de la espiralesca sombra. Dónde, por qué, dónde... qué es toda esta nada abrumadora, demente, devoradora de vidas, esta nada que trunca y que destroz.a... 22 de julio de 19n.
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El Jibaro: Simbolo y sintesis * Por
Consideraciones preliminares.
E tronco homogéneo de la literatura de Puerto NTRE LAS Mt}LTIPLES ARISTAS
DESPRENDIDAS
DEL
Rico resalta por su persistencia a través del tiempo la imagen del jíbaro, símbolo y síntesis de un concepto de arte y de vida, tema cambiante en una diversa variedad de tonos y significados que penetra los estilos de los mejores poetas y prosistas. La mar. ca o signo original se acuñó al calor del realismo romántico en la fragua de la naciente conciencia americanista que proclamó la independencia inte. lectual, persistiendo en el núcleo de las elaboraciones artísticas y las asociaciones derivadas de la analogía con una entidad humana y espiritual, metá· fora de carne y hueso, criatura de la mente y de la imaginación, evocadora de un misterio telúrico intemporal. Mito, leyenda y talla rupestre, voz y aliento de la naturaleza tropical, figura estilizada y grabada en tapices y cuadros artísticos junto a los ele. mentos constitutivos de su existencia mundana: el caballo o el chongo, el bohío, el batey, el gallo, el buey, el josco, el machete, la daga o el perrillo. el pitirre, la mancha de plátano, y otros objetos, ani· males, aves, pájaros y plantas que constituyen una constelación cuyo centro es la presencia de su soliDurante los días 27·31 de enero de 1976 se celebró un Simposio de literatura comparada en Texas Tech University. Participaron 2S profesores de 105 Estados Unidos, especialistas en literatura, presentando cada uno de eUos un tema significativo vinculado a la expresión cultural de la nación cuya obra se había seleccionado como parte de la totalidad de las literaturas étnicas que desde 1776 habían convivido en .las muchas voces de América". Mi tema, El Jibaro: Símbolo y Síntesis, leído y discutido el 31 de enero de 1976, sien· do maestro de ceremonias el doctor Oberhe1man, profesor de Lenguas Romances y director de los Estudios Latinoamericanos de Texas Tech University, con la participación de los panelistas Mary E. Davis, Bart Lewis, y Robert J. Moms, ha sido traducido y publicado en inglés. Forma parte de los .Proceedings Comparative Literature Symposium.., Texas Tech University, Vol. 9: part 1, pp. 1·324; part 2, pp. 325-641.
MARtA TERESA BABfN
taria existencia en movimiento perenne. Mientras otros símbolos literarios se han plasmado como estereotipos fijados con nombre propio. tales como Don Quijote, Don Juan, La Celestina, Martín Fierro, Hamlet o Moby Dick, la forma coherente del símbolo jíbaro es más bien persona que personaje, aun· que no sea una réplica de ningún sujeto conocido con características transferidas con realismo fotográfico ni tenga un nombre propio que lo identifi. que. El jíbaro es el sello nacional de lo puertorri. queño, un concepto substantivo que pennea la estructura total de la existencia y la creatividad 'del pueblo. Las investigaciones y la interpretación de las fuentes conocidas por los eruditos interesados en el jíbaro ponen de manifiesto los siguientes puntos: 1. El concepto y el vocablo jibaro se identifica con un ser que habita la región montañosa de la isla de Puerto Rico. 2. El lenguaje hablado por el jíbaro e imitado por los escritores con adaptaciones ortográficas y fonéticas, es un español vivo, arcaico y lleno de colorido. 3. Los rasgos dominantes del jíbaro reflejan los valores éticos y el ideal de libertad romántica del siglo XIX: orgullo, dignidad, resistencia, perseve. rancia. 4. La transformación del jíbaro tradicional en las obras de ficción y de poesía lírica y dramática del siglo xx manifiesta las profundas huellas que la historia ha dejado en la vida y la cultura de Puerto Rico. Siguiendo el' camino recorrido por varios estudiosos puede apreciarse que no obstante la afirma. ción del historiador Salvador Brau de que ya en el siglo XVIII se empleaba el término "jíbaro", el dato aportado por el ensayista Antonio S. Pedreira afir. mando que el concepto tal como existe en nuestro ámbito cultural se remonta al siglo XIX, es el más
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generalizado y válido para la literatura puertorriqueña) Desde la más temprana imagen del jfbaro hasta la etapa final del realismo romántico y del naturalismo, se observa la gradual desaparición del pintoresquismo en busca de la entraña del símbolo, reveladora de las miserias de la ~ida •rural. La voz interna se mantiene fiel a la matriz primaria, rescatada de las páginas impresas en periódicos, hojas sueltas, aguinaldos y almanaques de los primeros lustros del siglo XIX.2 El siglo xx trabaja la imagen y le da nueVas formas bajo las i~fluencias modernistas y las corrientes estilísticas de los ismos vanguardistas. Con el pasar acelerado del tiempo el ser libre y romántico de raíces míticas y telúricas apegado a la tierra y al paisaje circunt;lante va adquiriendo sobretonos de tragedia y amenaza, aguo dizando su sensibilidad no-conformista. El jfbaro urbano asoma la cabeza, desplazando al rústico campesino inmortalizado en poemas, cuadros costumbristas, piezas teatrales y narraciones de un idílico pretérito americano. José Pablo Morales,! ilustre periodista, usó el pseudónimo de "Un Campesino" e intenta una explicación ingeniosa del origen del apelativo • jfba· ro", mientras otros autores posteriores captan la gradual adaptación del signo simbólico a las exigen. cias de "un módulo de civilización diferente que le marcó nuevas y distintas normas de vida".· Los modernistas lamentan la pérdida de las tradiciones con l. Salvador Brau, Historia de Puerto Rico (New York: Appleton & Co., 19(4), pág. 181, Dota 18. (Dice que .la voz jíbaro... que por primera vez se aplica a los campesinos de Puerto Rico en documentos oficiales del siglo XVIII es de origen indio.•) Antonio S. Pedreira, El Periodismo en Puerto Rico (La Habana: Impr. Ucar, García y Cfa., 1941). (Aporta los datos sobre el vocablo .jlbaro. en periódicos del siglo XIX.) Antonio S. Pedreira, .La actualidad del jlbaro-, BoletEn de la Universidad de Puerto Rico, Serie VI, Núm. 1 (1935). 2. Ana Margarita Silva, El libara en la literatura de Puerto Rico (Máico, 1945; 1957). 3. José Pablo Morales, .EI Jfbaro_, en Misceldneas His. t6ricas (San Juan: Tip. La Correspondencia de Puerto Rico, 1924), pág. SI. (Preparado originalmente en el Almanaque de Aguinaldo, 1876, el autor hace esta relación, basándose según dice en una clasificación de las castas en las Leyes de In· dias:
Español con india, sale mestizo. Mestizo con española, sale castizo. Castizo con española. sale español. Español con negra, sale mulato. Mulato con española. sale morisco. Morisca con española, sale salta-atrds. Salta-atrds con india sale chino. Chino con mulata, sale lobo. Lobo con mulata, sale jfbaro. libara con india, sale albarraz.ado. Afbarraz,ado con negra, sale cambuio. Cambuio con india, sale sambaigo. Sambaigo con mulata, sale calpan·mulato. Calpan·mulato con sambaigo, sale tente en el aire. Tente en el aire con mulata, sale no te entiendo. No te entiendo con india, sale ahE te estds.) 4. Miguel Meléndez Muñoz, .La realidad del jíbaro-, en Puerto Rico Ilustrado (San Juan), Vol. XXVIII (S de junio de 1937), págs. 12, 72.
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melancolía y renumscencias líricas, con tonos románticos, o se lanzan a la defensa de los atributos más preciados en el jíbaro heredado de sus antepasados. Virgilio Dávila y Uoréns Torres representan estas modalidades de tonos y sentimientos en varios poemas. "Elegía de Reyes", de Virgilio Dávila, es un lamento del jfbaro que ha visto esfumarse todo un mundo tradicional y siente la dura realidad presente como signo de augurios funestos:' ¡llora, llora, cOTaz.dn que ves pasar al olvido lo qUl! en nosotros ha sido encanto, dicha, ilusión! ¡Ya se fue la tradicidn que mds nuestros nos hacia! ¡Ay/ ¡Madre Melancolfa/ ¡Que ya no sornas nosotros/ ¡Ahora es igual que los otros el que fue nuestro gran dfa/
Lloréns Torres exalta la resistencia del jfbaro a las tentaciones de los "pitiyanquis" que se esfuerzan por pintarle con colores atractivos la nueva era de la americanización, mientras iúirma la indeleble marca del sello de su identidad con orgullo y amor patriótico. Veamos las dos décimas cultas en que el gran poeta le hace honor a la décima jfbara y a los fueros 'de su voluntad de persistir en la senda de su elección: 6 1
llegó un ifbaro a San Juan y unos cuantos pitiyanquis lo atajaron en el parque qUl!riéndolo conquistar: le hablaron del Tia Sam, de Wilson, de Mr. Root, de New York, de Sandy Hook, de la libertad, del voto, del dólar, del habeas corpus, y el ifbaro dijo: ¡Njú.. .1 11
Mata de pldtano, a ti, a ti te debo la mancha que ni el jabón ni la plancha quitan de encima de mi. Desque jibaro naci, al aire llevo el tesoro de tu racimo de oro
S. Virgilio Dávila. Las dos obras importantes de este poeta son Aromas del Terruño (1916) y Pueblilo de ano
tes (1917). 6. Luis Uoréns Torres. Además de cultivar la décima culta, hizo el elogio de la copla: .La copla jfbara: La canta
el alma ancestral del pueblo. Mana de la pura fuente de la espiritualidad enana.. VWc la revista Bayodn (San Juan), m (l,9SO).
y tu hoja verde y ancha,
¡llevaré sittmpre la manclul per sécula seculorum...! Durante el período vanguardista la imagen del jíbaro se robustece en la literatura. El hecho de que el año 1917 los puertorriqueños pasaron a ser ofi· cialmente ciudadanos de los Estados Unidos le impartió al símbolo un mayor lustre como imagen de fe y de inspiración en la búsqueda optimista de la esencia de la cultura nacional. Los escritores se ex· tremaron en reflejar el drama existencial del jíba· ra descalzo y desposeído, reafirmando la integridad del símbolo superviviente. La angustia espiritual del pueblo contra los estragos de la historia política se manifestó en una poesía y una prosa viril, despojada de la hojarasca encubridora de la imagen perdida en el paraíso soñado del tiempo pasado, tra· zando con mano maestra el escorzo de la efigie en su esqueleto trágico, en carne viva. Narradores yen· sayistas como el profesor Pedreira, Miguel Meléndez Muñoz, Emilio Belaval, y Enrique Laguerre em· pezaron a penetrar el significado del símbolo, síntesis de un concepto nacional de vida y de cultura. La generación del 30 y las sucesivas promociones de escritores han manejado el simbolismo del jíbara con sutiles gradaciones de estilo y de intenciones estéticas. La peregrinación de muchos puertorriqueños a los Estados Unidos ha llevado la imagen jíbara -nuevo Bayoán- a multiformes aventuras metafóricas en que la intención unánime de salvar lo folklórico produce un retorcimiento barroco para la protesta y la exaltación del mito. Si al finalizar el siglo XIX la euforia de los jíbaros costumbristas 7 había desembocado en la visión naturalista del mun-
do enfermo de la ruralía,· dándole al símbolo la cara o cruz de su destino en tiempos de España, duo rante los setenta y seis años del siglo xx, con el éxodo de numerosas familias del campo al pueblo y del pueblo a la urbe gigantesca en los Estados Unidos, tanto la literatura culta como la literatura popular se han apoderado del signifi~do de~ jí· baro en su vertiente urbana, cosmopollta y unlver· sal. Retrocedamos un poco para desandar los pasos del jíbaro en la poesía y en la prosa de ayer hasta la de hoy, deslindando en cada momento .10 q~e constituye el peso y la medida de su persIstencIa y de su destino futuro.
8. Manuel Zeno Gandfa. Autor de la trilogfa .Crónicas de un mundo enfermo-, formada ¡.or La Clulrca, Garduña y El Negocio publicadas por el Instituto de Uteratura Pucrtorriqueña'en 1955, centcnario dcl natalicio de Zeno Gandfa.
7. Ramón Méndez Quiñones, Los lIbaras Progresistas (1882). Los personajes son cuatro: Siña Chepa, Juaniya, Siño Cleto y Antón. Puede apreciarse el enfoque del autor en la
descripción escénica: .Muebles adecuados: sillas de cuero, banquillos de madera, una mesa con avías de planchar, otra, sobre la cual habrá platillos, tazas, un jarro, y muñecos de barro; una hamaca de cuerdas, una barandilla con quesos, un armarito de pino, banastas, aparejos, un machete y algunas mazorcas de maíz colgadas en varas del techo•. Véase en: El lIbaro de Puer to Rico, editado por Enrique Laguerre y E. Melón (Sharon Cono.: Troutman Press, 1968), página 212 (Número 7 de la serie, Puerto Rico: Realidad y Anhelo).
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La imagen del jíbaro en el siglo XIX.
La sátira, el humorismo y la descripción pintoresca se repiten en los ejemplos espigados de periódicos y libros durante la primera etapa de la literatUra nativista entre los años de 1814 y 1849. El pseudónimo "El Gíbaro paciente" -adviértase el adjetivo, paciente- encubre la personalidad del que así se firma en un artículo que se publica en el número 41 del periódico El Diario Económico el 17 de junio de 1814. No tarda en aparecer la composición anónima en hojas sueltas, Coplas del libara, de 1820. El autor, Miguel Cabrera, se identifica en otro periódico, La Gaceta de Puerto Rico, del 30 de junio de 1820, poniendo en claro su intención al escribir estas coplas. Estamos, pues, en el momento histórico dé] absolutismo de Fernando VII entre 1808 y 1833, cuando se exterioriza en Puerto Rico la voz colectiva del pueblo al amparo del anónimo jíbaro pa· ciente, cantador de coplas para decir sus males. La precaria e inestable sociedad isleña da señales de estar alerta a los cambios legales y polfticos que afectaban su vida cuando el arecibeño Miguel Ca· brera imita el habla campesina y hace la primera poesía de que tenemos noticia con palabras, ortografía y actitudes reveladoras del sentir y del pensar de un jíbaro de principios del siglo XIX: 9 Vamos Suidadanos jasta ei pueblo oi, poique tia Juan .congo tocará ei tamboi. Mire prima Sica, múdeme ej lichón que yo vaya vei la Costitusión. lsen la an traglo en un gran papei, de juro la a l!mbíao deje España, ei Rei. Si viene .poaqul mi campai Cirilo 19a1e se vaya ai pueblo de jílo. Que ha sallo cierta la Costitusión y van a jasei una gran ¡unsión. Ella debe sei según -lo que suena una ciscustancia ea diablos, muy güena. 9. Antonio S. Pedreira fue el primero en descubrir estal Coplas de 1820. Es interesante observar que durante ese
tiempo la voz cjíbaro_ se escribía con cg_. Asi aparece en el titulo de El Gibara de Manuel A. Alonso, 1849.
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El paire Vicario que es muy entendlo está de gritai con un gran giplo. ¡Jablando de lelles guiguenas que son lIls que a conduelo la CostitusiónJ Usté pué si quiere cuando está enfadao pegalle a su paire una bofetá.
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y si usté a una masa la jecha ~ peidei usté se va limpio sin 'que le pleité.
Usté que se encuentra una cridatura y quiere casaise, va de jilo ai Cura. Ni paires ni maires, ni tidos ni agüe!os. A nengunos pueden cortarles los güelos. Si cualquiera Jues no le jabla bien pué usté si quiere gritalle también. Yo por mi lo igo, si ei Gobeinadoi me falta ai respeto de ¡iZo le doL M e han asegurao
con gran sijilio que no pagaremos ya nengún susilio. Ni '1'aa la iglesia se ha de dai un rial, las pitimas toas se van a cabaL Que toas los presos se echarán ajuera y que ya ca uno jará lo que quiera. Agora que en cuanto a sei uno gente esta es juna cosa que anda muy caliente y que otro Cabildio se pone deje hoi,
pudiendo cualquiera ei sei rugidoL y poi mds que tenga guaidia en su batei, sabrá que yo soi tan gileno como eL
,
Pues jestá escribio con letras de moide que no hay estensión de ,ricos ni probes. lasta los casaos puen tener su jembra con la condición que an de mantenella. Poique son enrreos estos matrimoñas, que ai fin y ai cabo nos lleva el demoñio. Mañana en ei día mato mi lichón para celebrai la Castitusión.
Paralelamente a esta eclosión jocosa con maliciosa picardía, se descubren los testimonios de al· gunos extranjeros que empiezan a llegar a Puerto Rico temprano en el siglo XIX, cuyas observaciones objetivas aportan juicios y detalles importantes para entender las razones que llevaron al escritor de Puerto Rico a enfocar el jíbaro como símbolo y sín· tesis de la identidad nacional. George Dawson Flinter,lO autor de un infonne sobre el estado de la isla publicado en Londres el año 1834, describe la vida y las costumbres del campesino que entonces habitaba la zona montañosa. Según Flinter, este campesino disfrutaba de muchas comodidades y bienandanzas, cuadro bienaventurado que coincide con la imagen proyectada en algunas poesías y escenas folklóricas de autores famosos del romanticismo y del costumbrismo tales como Manuel A. Alonso, autor de El Gibara (primera parte, 1849), o el sainetista Manuel Méndez Quiñones, autor de varios juguetes cómicos, entre los que sobresale Los Jí· baros Progresistas (1882). La emoción de Flinter, comandante del regimiento, al describir la visita que hace un día lluvioso a la casa de un jíbaro, expresa el aprecio que siente por la gente humilde, generosa y hospitalaria, que 10 alberga en su bohío. Otro extranjero, Charles Walker,lI relata en unas 10. George Dawson Flinter, An Account 01 the Present State 01 the Island 01 Puerto Rico (London: Longman Press, 1834). Hay un comentario citadO'por Kal Wagenheim y Ol&a Jiménez de Wagenheim en The Puerto Ricans. A Documentary History (New York: Praeger Publishers, Inc., 1973), pág. 53. Anchor Books Edition del Edinburgh Review, LX (1835). En la página 53 de la obra citada de Wagenheim se lee: cA few coffee-trees, and plantains, a machete, a cow and a horse, an acre of land in coro or sweet potatoes, constitute the property of what would be denominated a comfortable Xivaro - who mounted on his meagre and hardworked horse, with his long sword protruding from his baskets. dressed in a broad-brimmed straw hat, cotton jacket, clean shirt, and check pantaloons, salies forth from his cabin to mass, to a cockfight. or to a dance, thinking himself the most independent and happy being in existence.• U. Charles Walker, Letter Irom Puerto Rico, 1835-1837, introducción por Kenneth Scott. LL/Documents. Caribbean
cartas escritas desde Puerto Rico entre 1835 y 1837 las costumbres y el carácter de los habitantes de Puerto Rico, y en su minuciosa manera de seleccionar detalles muestra una fina sensibilidad para captar expresiones del vivir campestre en la zona de Guayama, que incluyen un baquiné y la descripción del mercado del pueblo. u Los puertorriqueños cultos están labrando en esos mismos años en que Flinter y Walker visitan la isla, el autorretrato de su puertorriqueñismo con la substancia del habla, la herencia tradicional y la percepción de las cuali· dades humanas del jíbaro. Hay una galería de personajes y de escenas en que vemos la identificación ya evidente en El Gibaro de Alonso entre el ser puertorriqueño y sentirse acorde con la esencia jíbara del símbolo personificado en el campesino. Santiago Vidarte le cantaba a la idealizada campesina rodeada de sus tesoros: la choza, el palmar, los cocos, los limone$, los mameyes, el florido rosal. Pablo Sáez le dedica un poema a la mujer criolla y Manuel Alonso le hace otro al hombre, en un alarde de virtuosismo para el retrato físico y moral del ser humano verdadero y del otro ser puertorriqueño soñado, prototipo de bellas cualidades jí. baras: Color moreno, frente despejada, Mirar ldnguido. altivo y penetrante, La barba negra, pdlido el semblante. Rostro enjuto, nariz proporcionada, Mediana talla, marcha acompasada; El alma de ilusiones anhelante, Agudo ingenio, libre y arrogante, Pensar inquieto, mente acalorada, Studies, Vol. V, No. 1. Agradezco al profesor Scott el envfo de la separata con las seis famosas cartas escritas en Puerto Rico por Charles Walker. En la introducción dice Scott que alrededor de 1840 Walker compró «La Concordia., una hacienda cerca de Guayama, Puerto Rico. Su sobrina, Susan Walker Morse, era hija de Samuel Morse, que visitó a su hija y estableció la primera linea de telégrafo en Puerto Rico entre Arroyo y cLa Enriqueta.., la finca donde residla Susan Walker, casada con Charles Lind. 12. Las alusiones a que me refiero sobre el baquiné y el mercado están en la carta fechada el 22 de diciembre, 1835. Dice asf: cWhen 1 was going to the theatre one night 1 saw many lights in a house and persons going in and out. 1 went in and there on atable, on a bed of flowers, was a dead child laid out in a beautiful dress, and all the friends and relatives and strangers around laughin¡; and talking. AH were happy for such are the angels, say they. The table was in the middle of the large room and a candle on each end. The babe, or rather boy of 18 months old, had gone pure to Heaven and all were satisfied, and on my return there were al supper and at cards in the saIne room and soon with martial music the Httle innocent was taken and deposited in the cathedral.• cThe town market is supplied' by small fanners or gardeners, who bring in every thing on smaH pacing horses. in two large baskets, swung over their backs and the strength of these horses is very great.• El último comentario recuerda la famosa canción popular de Rafael Hemández, Lamento Borincano. otra de las constantes jfbaras en la cultura de Puerto Rico.
Humano. afable, justo, dadivoso, En empresas de amor siempre variable, Tras la gloria 'Y placer siempre afanoso, y en amor a su patria insuperable: Este es, a no dudarlo, fiel diseño Para copiar un buen puertorriqueño. u Se manifiesta una marcada preferencia por al· gunas formas estróficas y metros en la poesía cuIta que proceden de la lírica popular anónima del pueblo, entablándose en las primeras colecciones antológicas entre el 1843 y el 1869 las luchas entre las vertientes nativistas y las extranjerizantes tanto en la poesía popular como en la prosa. El "aguinaldo", tan caro a la tradición navideña, sirve para bautizar el primer manojo de versos y narraciones con que se inicia la secuela de álbumes, cancioneros. y al· manaques en que se prodigan los diversos tonos de la literatura antillana del momento. El lenguaje refinado y el habla rústica se entrelazan con las ten· dencias románticas y costumbristas en las letrillas, epigramas, romances, décimas y coplas en que se vierte la transformación del sfmbolo jibarista como fundamento de la creatividad poética en el lenguaje, la temática y la versificación.!· Un defensor de "l~ vulgares coplas de Navidad" es un hombre culto, Francisco Vasallo, que selecciona las siguientes de su repertorio: Alabar a Dios Por ser lo primero y después de alabao Me siento en el suelo. Naranjas 'Y limas limas y limones. Md.s vale la Virgen Que todas las flores. Por la 'Yerva vengo Pisando el rosido, y traigo el estómago Bastante aflejido. Naranjas y limas Limas y limones. Md.s vale la Virgen Que todas las flores. Si nos dieran queso,
Dén·noslo en tajadas, 13. Manuel A. Alonso, El Gibara (Barcelona, 1849), seguido por una segunda parte que se publicó en 1884. Se con· sidera la primera obra importante de la literatura de Puerto Rico. Véase: David Cruz L6pez, La lengU4 del jíbaro en la novela puertorriqueña (San Juan: Departamento de Estudios Hispánicos, 1950); Modesto Rivera, Concepto y upresión del costumbrismo en Manuel A. Alonso (El Gibaro) (San Juan: Departamento de Estudios Hispánicos, 1952); Jorge Luis Porras Cruz, .Un costumbrista puertorriqueño del siglo XIX_, Asomante (San Juan), Vol. 11 (1945), pág. 59. 14. Aguinaldo Puertorriqueño. Edición de centenario, prólogo de Francisco Matos Paoli (San Juan: Editorial Uni· versitaria, 1946).
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Porque en la otra casa Quiso haber trompadas. La décima, cultísima en su abolengo hispánico, se arraiga en tierras del Nuevo Mundo y florece en la poesía isleña del Caribe como planta autóctona. Hay infinidad de décimas jíbaras en la tradición oral de Puerto Rico, rebosantes de la sabidurfa ancestral del campesino versador que suele improvisar al son de la bordonúa, el tiple o el cuatro. La filosofía entrañable del jíbaro ha quedado en estas palabras dignas de Jorge Manrique o de Calderón de la Barca, impregnadas del saber de salvación de la mística española:
En esta vida prestada que es de ,za creencia la llave quien sabe salvarse, sabe, y el que no, no sabe nada. ¿Qué se hicieron !de Sansón las fuerzas que en sí mantuvo, o la .belleza que tuvo aquel soberbio Absalón? ¿La creencia de Salomón no es ·de todos alabada? ¿Dónde estd depositada? ¿Cudl se hizo? Ya no parece, luego nada permanece en esta vida prestada. Otras veces el juglar jíbaro piensa en su destino y en el de la patria: Soy jíbaro borinqueño nacido en humilde cuna,· mi casa mi dicha encierra, no envidio suerte ninguna. Bajo ,tus verdes palmares cuántos suspiros lancé, Borinquen, cudnto lloré la libertad de mi tierra.
La poesía del periodo modernista y postmodernista revelará su apego a estas fuentes primigenias, herencia lírica trascendental para la elaboración de la décima culta. Lo que en el siglo XIX era folklore, costumbrismo y pura vivencia cotidiana habría de convertirse en una de las fuerzas más potentes para contrarrestar las vicisitudes históricas que culminaron en la abolición de la esclavitud y la autonomfa al cerrarse la fecunda etapa fmal de esa centuria. Una vigorosa novela naturalista, La Charca, de Manuel Zeno Gandía, refleja la vida dolorosa de la sociedad jíbara en ese fin de siglo traumático.u El personaje femenino, Silvina, al despeñarse por un barranco hacia el Río Grande de Arecibo es el símbolo decadente de la imagen idealizada por los poetas y prosistas anteriores a Zeno Gandía que habían 15. Manuel Zeno Gandía, La Charca (Barcelona: Ediciones Puerto, 1973). Es la edición más reciente.
cantado la belleza del paraíso, perdido y abolido por la miseria destructora. La tragedia de La Charca, no obstante, parece atenuarse con la naturaleza má· gica del río, "un ser viviente, con un pasado escondido en las abruptas serranías, con un presente in· confonne... con incierto mañana". De ahí renace de nuevo el símbolo jíbaro que ha de manifestarse en la literatura urbana y en la literatura del destierro durante todo el siglo xx.
La imagen del jibaro en el siglo XX.
Muchos ilustres patriotas sobrevivieron al 98 y se dedicaron a la literatura y las cuestiones políticas en los primeros lustros de la experiencia americana de Puerto Rico bajo la bandera de los Estados Unidos. Herederos de la imagen jíbara siguieron fieles a sus atributos folklóricos, aunque la enriquecieron con las líneas y los colores estéticos del modernismo, despojando de oropel y de exotismo el signo pintoresco, ya que el escritor de Puerto Rico en ese grave momento de transición tiene un concepto de su compromiso con el destino de su patria, por lo cual evade la torre de marfil y lo ornamental, colocándose en un plano creador de belleza y de armonía, pero de protesta y defensa ante la incógnita de un presente incierto y de un futuro borroso lleno
de perplejidades.16 Nemesio Canales, Virgilio Dávila, José de Diego, Luis Lloréns Torres, entre otros ensayistas, poetas y narradores, mantuvieron en vigor la fibra nativista de la cultura nativa dentro de la órbita estilística difundida en la obra de Martí, de Rubén, de Nervo, de Gutiérrez Nájera, de Herrera y Reissig, de Lugones, y de otros modernistas. Luis Muñoz Rivera,l1 al ofrecer un consejo a Canales y Lloréns para que fundaran la revista Juan Bobo, les pidió que fuera "netamente puertorriqueña, netamente jíbara". A Luis Muñoz Rivera le llamaban el jíbaro de Puerto Rico, por ser natural de Barran· quitas, pueblo del corazón montañoso de la isla, y por haberse identificado plenamente con el jíbaro en su obra y en su acción social y política, reconociendo en el simbolismo de la imagen el verdadero prototipo de la patria. La Jibarita de pueblito de antes y aromas del terruño es una estampa de la sombra que pasa ante los ojos de Virgilio Dávila:
16. Modernismo. El tema se ha estudiado ampliamente. Véase: Luis Heméndez Aquino, El Modernismo en Puerto Rico poesfa y prosa (San Juan: Editorial Universitaria. 1972) y E~que La¡uerre, La poesfa modernista en Puerto Rico (San Juan: Depanamento de Estudios Hisp4nicas. 1942). 17. Luis Muñoz Rivera. Poeta, periodista. polltica eminente. Ocup6 el cargo de Comisionado Residente en Washington. El Instituto de Cultura Puertorriquefia ha editado sus Obras Completas.
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Simbolica figura de esta región tendida entre apacibles mares y cielo de zatir, alld va con su carga por la vereda angosta la ¡ibarita anémica, la ¡ibarita triste, como una flor escudlida de malogrado abril. La introspección cala hondo en los poetas y prosis-
tas que iban a superar las galas del lenguaje refinado para desnudar con valentía las dolorosas esquirIas del drama existencial del jíbaro, sinónimo ya plenamente del drama existencial de Puerto Rico, Así escribía Miguel Meléndez Muñoz sus cuentos y sus ensayos. afirmando que "la realidad del jíbaro está en nosotros mismos", y así escribirá Antonio Oliver Frau las leyendas del cafetal, sacando fuer· zas de flaqueza para narrar con original destreza, al conjuro de "Aquella noche en la Sierra el jíbaro ,que hay dormido en mi corazón se despertó".11 Luis Palés Matos, admirado por su poesía negroide y su lírica amorosa, cultivó el jibarismo culto como LlOI"éns Torres, no meramente en la form2 tradicional con remedos del habla campesina, sino en la entraña de algunas de sus alusiones preferentes al gallo, al chivo, a las plantas y los seres de muchas de sus poesías. En los Sonetos del Campo hace Palés una estampa de "un jíbaro mohoso" a quien define como su alter ego. la inversión de su Yo en el signo definitorio del ser puertorriqueño: l ' Vamos sobre caballos que huelen a maleza rumbo al Caribe dulce de don Antera Aponte. Yo escondo en el camino miradas de tristeza. y el otro, su aromada sinceridad de monte. El otro, un hombre magro cuyo genio benigno con nobles complacencias nuestra bondad escarba; un jíbaro mohoso, tan pdlido y tan digno,
que como un hongo oscuro desarrolla la barba.
Las décimas de I?alés Matos siguen la estructura de los cantos de Martín Fierro, acentuando aquellos instrumentos musicales y otros acompañamientos del ritmo que fijan la imagen. La fiesta de más encanto en las tradiciones puertorriqueñas, el día de los Reyes Magos, y todos los elementos del vivir rutinario aparecen en sus versos: el cuatro encoldao, el seis chorreao, correllos reyes, el chongo. banastas, freno, la cualta de mascaúra, y el bariyero talante:
18. Miguel Meléndez Muñoz ha sido el precursor de los nanadores contemporáneos y de los ensayistas que han esetito sobre el jíbaro. Su vasta obra ha sido recogida por el Instituto de Cultura Puertorriqueña en varios tomos de Obras Completas. Antonio Oliver Frau, autor de un libro titulado Leyendas del Cafetal (1938), se adelanta a ll!' lite~' tura de conciencia social y obrera que ha de segwr cultl· vándose en las décadas de [940 y 1950. 19. Luis Palés Matos, Paesfa (1915-1956), estudio preliminar de Federico de Onís (San luan: Editorial Universitaria, 1971).
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El campa e Fele es testigo, que si pongo sentimiento, parese que el estrumento se pone a lloral conmigo. Esto, señores, 10 digo, sin ofensas ni temores... 10 saben los ruiseñores que imitan en su retiro, el eco de mi sospiro y el llanto de mis dolores.
Palés habla con voz jíbara: "Estoy como sosobrao / se me palte el corasón / en camándulas de llanto." Va quedando rezagado el donjuanismo galante cantado por Manuel Fernández Juncos en La Serenata, eco de los campesinos de la fiesta del Utuao y del casamiento jíbaro que Alonso había situado en el tablero del siglo XIX con algarabía de parrandas, bailes y galleras, en un paisaje ondulante de verdes donde algún pájaro de mal agüero o una nubecilla pasajera punzaba esporádicamente la serena pie. nitud de la colonia en forcejeo por consolidar su ansiada libertad y su sueño de inmortalidad. Los escritores que empiezan a publicar poesías, ensayos y narraciones. piezas teatrales, Y artículos alrededor de la década de 1930 al 1940, dan señales de que el símbolo ha tocado el meollo de la conciencia crea· dora. La identificación con la imagen auténtica sin la más mínima adulteración, expresa el genio del ser puertorriqueño, acto de selección plena y un gesto de libre albedrío en el que se finna la rubrica autorizada para el porvenir. Al mismo tiempo se borran las fronteras naturales entre el campo y el pueblo. se funden los predios antes separados. y se acelera el viaje hacia lejanas tierras. El creador en lucha con la palabra para decir lo suyo, haIla en la cantera del barro legendario materia dúctil presta al reclamo de la fantasía y de la inteligencia. Francisco Manrique Cabrera lanza el grito del descubrimiento en Poemas de mi Tierra, Tierra, bellos poemas que tienen "per sécula. seculorum" la mancha de plátano que Lloréns Torres habia proclamado como la bandera de la identidad. El güiro y el batey son para Cabrera la medida de su fe: "la voz jíbara terca, alma de la montaña"; "mi güícharo y yo, auténticos jíbaros amigos", Francisco Hernández Vargas dirá sin rodeos: "Yo soy lo jíbaro", proclamándose portavoz de la sierra: "lo puro de mi tierra, por mí habla". Juan Antonio Corretjer modela las décimas del Jíbaro Juan con la savia de su autobiografía:
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Al truco de la poesía pregunté en vano el secreto. Lo encontré escrito en un seto. Jíbaro Juan, otro dla. ¡Qué poeslaJ ¡qué alegria la que acabó mi tristeza!
La señal no era riqueza. Tampoco melancolia. ¡Era lValor, patria mía! ¡Era valor y fiereza! 2
A mi libro silencioso ¡cudnto tu mano ha enseñado! Al libro domesticado ¡cudnto enseña el monte hermoso! Jíbaro Juan, ¡qué albormo mirarte el alma a través! ¡Que no hay quiebra en tu revés hecho de hiel y de azada ni es bilingüe tu quebrada que al nunca dice después! La paradoja lingüística e ideológica del puertorri. queño varado en un mar sin orillas, con el ánimo en ascuas para orientarse en la vida actual, le infun· de al símbolo jibaro un soplo desusado en las imágenes acuñadas durante la década del 30 al 40. Si Emilio S. Belaval en Cuentos para fomentar el turismo se vale del esperpento y la sátira para caricaturizar la miseria, la enfeIll1ledad y el abatimiento que espanta y aleja el turismo en vez de atraerlo también es cierto que su intención de narrador es l~ misma que tiene en sus ensayos: afirmar la salvación del hombre sometido a las más crueles e injustas condiciones de vida, con una fe providencialista en la raíz jibara indestructible de la cultura nacional. Antonio S. Pedreira busca la "esencia jí·
bara interna" y maneja los conceptos de jibaro "histórico", "moderno", y "auténtico".» En vísperas del decenio 1950-60 se dan los primeros pasos hacia la apertura del arte creador contra la rémora de los ismos vanguardistas de carácter nacionalista para afiliarse más bien a ideologías políticas y estéticas universales.21 ¿Desaparecería el símbolo jibaro o formaría parte de las rutas emprendidas por las jóvenes promociones de poetas ~ prosistas? No hay la menor duda de su persistencIa y su reencarnación en las inquietudes airad~s contra es.t~ y aquello, la denuncia de los prejuiCIOS, el colomaJe político y la injusticia social yeconómica, temas repetidos en las novelas, los cuentos y el teatro de prominentes prosistas como Pedro Juan Soto, René Marqués, Enrique Laguerre, José Luis González,22 y de poetas que violentan el ritmo y el lenguaje para gritar en vez de cantar, con un desgarramiento de la lengua y el espíritu torturado. El destierro y el trasplante de muchos puertorriqueños que abandonan la isla para situarse en Nueva York o en otros lugares de los Estados Unidos revive el drama humano con una carga de matices subjetivos que delatan el origen jibaro sometido a las presiones del cambio. Pedreira lo había presen· tido desde 1935: "Cuando ese jibaro regresa a su conuco, como cuando regresó del Campamento las Casas, o cuando regresa de Brooklyn o de Nueva York, es un hombre diferente, transformado, que va a influir en los compañeros que no han salido tanto".23 El reverso de la medalla es la persistencia del cordón umbilical jíbaro en el puertorriqueño que permanece en los Estados Unidos y mantiene su fiel reserva de energía vital alimentada con recuerdos, añoranzas, lenguaje, creencias y sueños irrealiza. bIes. Es la ceiba en el tiesto, el laberinto y la encrucijada, los conflictos de los seres enredados en los barrios infectos de la urbe, cruzando calles, aeropuertos, zaguanes oscuros, retumbando en su interior el eco de otra lengua anti-vernácula, todo ese terrible mundo surrealista y monstruoso que los ~. A~to.nio S. Pedreira..Además de ser el autor de la mejor Blb!,ograf1a Puertornqueña (1493-1930' basta esa fech~ (Madnd: Ed. Hernando, 1932), Pedreira publicó ImularlSmo (Madrid: Tip. Artística, 1934), ejerciendo en la cá· tedra y en la literatura una influencia enorme. Sobre el jíbaro escribió el ensayo ya citado, La Actualidad del lfbaro, 1935. Antonio S. Belaval, ensayista, cuentista y dramaturgo desarrolló una obra de alcances hondos durante la genera: ción del 30 y del 40. 21. Sobre las promociones de poetas entre 1950 y 1969 hay ~gun~ antologías. Recomiendo la de Luis Antonio Rosano Oulles, Poesla Nueva Puertorriqueña (San JuanEditorial Edil·Producciones Bondo, 1971). . 22. ~ené Marqul!s, Ensayos (1953-1966) (San Juan: Editonal AntllIana, 1966). 23. Antonio S. Pedreira, La Actualidad del libaro, en El Jibaro de Puerto Rico, por Enrique Laguerre y Ester M. Melón (Sharon, Conn.: Troutman Prcss, 1971), pág. 7.
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poetas y prosistas van convirtiendo en testimonio del destierro. El teatro de Manuel Méndez Ballester, de René Marqués y Franciso Arriví, y los cuentos de José Luis González y Pedro Juan Soto presentan estados psicológicos y situaciones en que se pone de manifiesto el trauma de un pueblo que siente y padece en jíbaro al sentirse atrapado en una circunstancia violenta sin posible salida. Ester Feli· ciano Mendoza hace un conmovedor relato del peón jíbaro trasplantado a una finca de los Estados Unidos. Las telarañas de los tiempos pasados en su tierra natal, y el empeño de borrar el estigma de la mancha de plátano se revelan en la adquisición de una cámara fotográfica, zapatos de dos tonos, reloj pulsera, pañuelos y camisas de colores brillantes, sombreros... ¿ Quién va a decir ahora que él es un jíbaro de Puerto Rico? En la isla 'siguen sus pasos y lo quieren de regreso, pero lo ven "jecho un yanqui buen maso y jablando tu poco 'e inglé' ". Afe· rrado al recuerdo de la madreisla guarda su secreto talismán bajo la ropa flamante encolorinada: la tonada de un aguinaldo resurge a flor de alma gracias a la mancha de plátano imborrable. En lengua in· glesa escribe el boricua Jesús Colón su ..puertorriqueño en Nueva York", estampas y relatos inspirados por el anhelo de justicia social y la amorosa defensa de la clase obrera. La experiencia del destierro en su propia carne se expresa con honda ternura en Grandma, please don't come, con los recursos emotivos del buen jíbaro apegado al solar de su niñez. Piri Thomas, hijo de madre puertorriqueña, recuerda en sus novelas el campo, la lluvia, los paja. ritos, el modo de vida y los contornos del paisaje que la voz de su progenitora le ha lel@do en lengua española, contribuyendo al bilingüismo mental de Piri y a sus actitudes ajibaradas en el estilo, aunque escriba en inglés y sea uno de los buenos autores norteamericanos de la narrativa contemporánea.24 Los poetas puertorriqueños en Nueva York pero tenecen a generaciones diversas. Algunos hace medio siglo que vinieron de la isla, otros llegaron pequeños y han crecido en Manhattan, en BroakIyn, en el Bronx, o en cualquier otro sitio de Nueva York y de los demás estados. Los nacidos en este país siguen llamándose puertorriqueños. Entre ellos hay tantas diferencias de lenguaje poético y de estilo como es de esperarse por la edad, 24. Las referencias a las obras de los autores menciona· dos son de obras díversas. En las siguientes antologfas pueden leerse algunas selecciones: Enrique A. Laguerre y Ester M. Melón, El Jibaro de Puerto Rü:o: Símbolo y Figura (Sharon, Conn.: Troutman Press, 1971) contiene selecciones de siete ensayistas, quince poetas, siete narradores, y una obra de teatro. El cuento de Ester Feliciano Mendoza, La Mancha de Pldtano, pági· nas 199-203. Algunas obras en ingléS de escritores puertorriqueños se incluyen parcialmente en Borinquen: An Anthology of Puerto Rican Literature, editada por Maria Teresa Babín y Stan Steiner (New York: Alfred A. Knopf, 1974).
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las inclinaciones, la sensibilidad y las influencias estéticas que hayan recibido. Juan Avilés 25 es uno de los mayores. Tradicionalista y clásico por sus pre· ferencias métricas, mantiene un equilibrio entre los gustos del modernismo y los del vanguardismo. Entre sus temas preferidos aparece el cafetal de su mocedad en el pueblo de San Sebastián del Pepino, y el lenguaje culto de sus poemas conserva el gusto por los vocablos más sabrosos de procedencia jíbara. Pedro Carrasquillo trajo a Nueva York un bao gaje nutrido de reminiscencias campestres mezcladas con su afanosa vida y su credo social de protesta ante las desigualdades y las injusticias. Dos libros suyos, Requinto y Quirindongo,2tt son un manifiesto personal en lengua jíbara de la vida y los ideales de un puertorriqueño cabal, identificado plenamente con el símbolo del jíbaro. La lengua vernácula de estos poetas se multiplica en el destierro como si quisieran exprimirle al español la sangre vivificante que les da reposo y consuelo para la poesía en que vierten sueños y desvelos. Víctor Hernández Cruz 'D reconstruye cuadros mentales en un estilo de collage y hace versos y prosas en que el barrio latino de los puertorriqueños en Nueva York y las estampas de la isla se compenetran, intercalando en su inglés palabras españolas de raigambre y de sentido jíbaro. César G. Torres?! otro poeta de San Sebastián, como Avilés, cuya vida durante unos cuarenta años tiene en Nueva York profundas raíces, es, sin embargo, un constante y fervoroso enamorado de la patria, dedicando en su obra ResolanQ;~una sección completa que llama Poemas Jíbaros, entre los cuales hallamos versos emotivos y dulces que recuerdan el modernismo y tienen a la par el ingenuo sentimiento de ausencia. Se llama "jíbaro culto" a sí mismo y tiene para las frutas de su tierra unos versos como "Guineitos niños" que son cantar:es de gracia infantil sorprendente en un hombre tan separado de Puerto Rico por la distancia y el tiempo. Ejemplos como este son numerosos. Alguien que se dedicara a estudios de lenguaje podría recoger un caudal de voces jíbaras y de imágenes y metáforas en la literatura puertorriqueña del destierro que constituye la supervivencia de. la raíz del símbolo en un ambiente extraño, estimulante 25. Juan Avilés, Penúltimo Canto, contiene su obra lírica durante cincuenta años, 1921-1971, casi en su totalidad escrita en Nueva York, donde ha residido desde muy joven. 26. Pedro Carrasquillo. Publicó Requinto en Nueva York, 1957, y su obra póstuma, QlIirindongo, acaba de salir (Nueva York: Colección Mensaje, 1975). El editor Odón Betanzos Palacios opina que dos estudiosos de esa realidad jíbara no podrán dar UD paso en firme si no cuentan con la obra de Pedro CarrasquiUo_. TT. Víctor Hemández Cruz. Sus obras son: Snaps (1969); 19 Necromancers from Now, editado por Ishmael Read (New York: Double day, 1970). Hay selecciones en Borinquen: An Anthology oi Puerto Rican Literature. 28. César A. Torres, ReSolana (Antología poética), segunda edición revisada, con prólogo de Odón Betanzos Palacios (Nueva York: Unida Printing Corp., 1974).
para la creación poética y la propagación de la imagen auténtica de la cultura de Puerto Rico. El dramaturgo que durante los últimos veinte años ha escrito obras para los festivales auspicia. dos por el Instituto de Cultura Puertorriqueña bajo la dirección de Francisco Arriví, ha mantenido entre sus temas el jíbaro como personaje clave de lo puertorriqueño, no obstante el auge de las nuevas corrientes estilísticas procedentes, como en la na· rrativa puertorriqueña desde 1950 en adelante. de la literatura contemporánea en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, México y otros centros intelectuales del mundo actual. Ocurre entonces que se trasvasa la esencia metafísica del símbolo jíbaro a la entraña de los seres que pueblan la escena y se puede ver por dentro de los muñecos gesticuladores, del lenguaje, de la maraña subjetiva que les da realidad en las tablas. la habilidad de nuestros artistas para salvar la fibra de su propio se~ agónico en el nuevo estilo. Folklore, costumbrism" historia, sociología, economía, política, psicología y la infinita gama de los perturbadores engendros que han dejado en los creadores literarios la marca de su carim· bo, se diluyen en el torbellino estético que destruye y construye con furia demoníaca el futuro símbolo del jíbaro que ha trascendido lo geográfico -montaña, urbe, isla, continente- y es el hombre de hoy, sonámbulo, perdido, con garfios de palabras que lo atan a un dolorido sentir patriótico. Mientras en Puerto Rico persiste Idt evocación romántica del jíbaro de ayer en las crelciones de Abelardo Díaz Alfara para los programas de la radio en que prodiga la imagen legendaria, como ya lo había hecho con tonalidades de ética social y pedagógica en su famoso retablo de Terrazo, otfel mat:stra del jibarismo culto,29 los autores que sltúan en tierra extranjera los temas y los persodajes de cuentos, novelas y obras teatrales, suelen ~ecurrir al lenguaje arcaico del campesino, a sus me~áfora~ predilectas y a la metamorfosis del mito en leyen. da. Cuando la expresión oral se salpica con nglicismas o se altera con significados adaptados 'de la industria y de las experiencias urbanas, el escritor que desea retratar sin adulteración el modo peculiar de la gente se vale de recursos fonéticos y ortográficos de gran efecto acústico y plástico, aunque la lectura silenciosa se haga difícil para los no iniciados. La matriz jíbara que desde antaño le había dado al español castizo el color y el acento tantas veces reproducido con variantes a través de siglo y medio de historia literaria, sigue siendo el molde del idioma en las nuevas aventuras estilísticas. Si la imagen jíbara ha ido cambiando su fisonomía a 29. Abelardo DIaz Alfaro, Terrazo (1947), conjunto de cuentos y estampas en 105 que Draz Alfara usa 105 símbolos del ..bagazo. de la caña, del cjosco., que cno nació pa yugo•• y el cpitirre., «caballero de pico y plum!l., para darle al simbolismo del jíbaro mayor significado y alcurnia.
través del viaje desde la montaña al pueblo, al arrabal de la ciudad, y de allí a la urbe cosmopolita de los Estados Unidos, la lengua ha ido pasando por las mismas transfol'Illaciones: del campo al pueblo, y de allí a otro país. donde además de alterarse el medio ambiente, se altera el oído y la sensibilidad en contacto con otra lengua. El español y el inglés entablan la lucha por apoderarse del ser anonadado que se turba y se confunde, pero no se rinde, sino que busca por todos los medios -lenguaje de signos, ademanes, silencios. gritos- la convivencia y la comunicación. Su refugio espiritual seguirá siendo el vernáculo; su defensa material será la lengua aprendida, y su drama será la fuente de inspiración de poetas y prosistas. José Luis González lo ha he. cho 30 en varios relatos con la menor cantidad de retórica posible, siendo sin duda el narrador más preocupado con la brevedad y síntesis. a quien le sigue en este sentido Pedro Juan 50to,JI el mejor intérprete de la realidad vivida por los puertorriqueños en Nueva York. Lo autobiográfico en el caso de Soto, que vivió nueve años en Nueva York, y lo conoce a fondo, más su lucha de creador consciente con las dos lenguas y su personalidad tímida y violenta en paradoja viviente, se manifiesta en sus propias palabras al referirse a sus obras. Ardiente Suelo, Fria Estación, novela publicada el año 1959, y el cuento Esa Antigua Fragancia, de 1960, tienen una relación personal con la vida de Pedro Juan Soto entre los dos polos de su experien· cia vital: Puerto Rico y Nueva York. Curiosa referencia histórica se enlaza en el cuento con el tema de la muerte: "Ese cuento acerca de la dueña de una tienda de flores artificiales a quien da muerte una flor na· natural, ocurre en el próximo siglo, ¿no? Lo único que determina la época es una vajilla comprada durante el tricentenario de la Batalla de Bunker Hill. Por lo tanto la acción del cuento se libra después del año 2005. "...Pues sí. Me preocupa el futuro de los puertorriqueños. El libro de cuentos en que trabajo ahora, del cual formará parte 'esa antigua fragancia', dramatizará la vida que se avecina para nosotros. Ahí procuro extremar algunas de las circunstancias del presente hasta ver en qué condiciones de vida futura pueden transformarse." Al pensar en el futuro, Soto habla del presente al comentar Ardiente Suelo: 30. José Luis González. Autor de El hombre en la calle (1948), Paisa (1950) y La Galería (1972). René Marqués dice de González que fue el primer cuentista que inició la trayectoria de la temática .del habitante urbano•... Véase: René Marqués, El cuento puertorriqueño en la promoción del cuarenta, en Ensayos, ob. cit., pág. 88. 31. Pedro Juan Soto. La explicaci6n de los temas y el arte de narrar de Pedro Juan Soto se halla en: A Solas con Pedro Juan Soto (San Juan: Ediciones Puerto, 1971). Son auto-entrevistas en que el autor se pregunta y se contesta a s( mismo las preguntas.
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"La crisis de identidad nacional y personal que le sobreviene al puertorriqueño en Nueva York, no se resuelve con dinero. El choque .sufrido con un modo de vida basado en el anonimato, es algo más que lamentable. El puertorriqueño, ente colonial, viaja a Nueva York sin saber quién es, de qué pasa· do brota, hacia qué futuro se encamina." El trasfondo de estas obras y de otras anteriores, como Spiks de 1956, revela la torturante pesadilla del creador culto que lleva en su entraña la mancha de plátano, que es a la vez autor y protagonista del símbolo jíbaro desfigurado por la violencia de la realidad existencial. El español en el estilo de Pedro Juan Soto es un documento conmovedor y de gran importancia para penetrar el arcano del "neorrlque. ño" y del puertorriqueño. La síntesis estética de los conflictos que Soto hace materia narrativa y dra· mática plantea, además, problemas del bilingüismo mental de proporciones alarmantes. La Carreta 32 puede considerarse la apoteosis del peregrinaje del símbolo jíbaro en el decenio que abarca los años de 1950 al 1960. Además de estar escrita con la ortografía y la fonética imitativa del habla rural, presenta en tres estampas los estragos de la mudanza y de la fuga del puertorriqueño que abandona el campo por el arrabal sanjuanero y de a1lf wela a los Estados Unidos, donde se desarrolla la última jornada. La esperanza del retomo al lugar de origen es un final optimista para la familia jíba· ra, con lo cual vuelve a renovar las raíces originales 32. René Marqués, lA Carreta, obra del año 1953, SUSo citó un gran interés. Le dediqué un ensayo que después han puesto de prólogo a la obra, incluido en JornaiÚlS Lite. rarias: Temas de Puerto Rico (Barcelona: Ediciones Rum. bos, 1967), págs. 173-197.
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de un ideal y de un sueño de posible felicidad. En el presente el autor se ha retirado a vivir y a escribir en un hermoso paraje campestre de su isla, fue· ra del tráfago de la gran ciudad, como si presintiera que la verdad está en la tierra y en la naturaleza, signo romántico de buena cepa jíbara. René Mar· qués durante varios años dirigió la división de educación de la comunidad del Departamento de Ins· trucción en Puerto Rico y escribió varios libretos sobre los campesinos e hizo, además, guiones mago níficos para películas de temas jíba.ros. Su obra en el cuento, el teatro, el ensayo y la novela ofrece in· citantes filones para estudiar la lengua, el estilo, y los temas más importantes de la literatura creadora hasta el 1971. Entre esos temas aparece el de Juan Bobo, héroe folklórico ajibarado, que para Marqués es la encarnación, no del bobo, sino del astuto, jaiba y aguzao jíbaro de siempre. La fibra anímica y la palabra encendida de sol ausente, plásticamente acuñada en contorsiones verbales, torturada y vilipendiada sin que pierda su sentido único, tanto en el habla cotidiana del puer· torriqueño como en la poesía y la prosa de los aut~ res que siguen escribiendo en español en los Esta· dos Unidos y de los que al escribir en inglés dejan sentir la filiación con el vernáculo, son agudas señales de los rumbos hacia el futuro. ll 33. Stan Steiner, The Islands. The Worlds of the Puerto Ricans (New York: Harper & Row, 1974). Este autor es uno de los norteamericanos que se ha interesado en escribir s~ bre los puertorriqueños. En la obra mencionada le dedica al tema del jfbaro el capitulo 7 ('Págs. 87-101). En la sección de las fuentes, cSources". (pá~. 504), dice: cthe reaction to the JEDaro detennined the intellectual's viewpoinb y .the uni. queness of the island's literature has remained uniquely its OWD."
,'Vejigantes' ,: Sintesis er6tica de la Historia Puertorriqueña Por MATtAs MONTES-HuIDOBRO
... L DESARROLLAR LA OBRA EN DOS T~RMINOS
ESeE-
a.nográficos básicos, Francisco Arriví ofrece en Vejigantes una síntesis visual del conflicto que plantea en la misma. Podemos afirmar, por consiguiente, que el primer acto viene a ser un prólogo de· los dos subsiguientes, en los. cuales el autor desarrolla el conflicto en presente. El acto inicial es fundamental no sólo desde el punto de vista argumental. sino que sirve de antecedente etnológico y da las bases del conflicto que Arriví sitúa en un Puerto Rico contemporáneo --1958 es una fecha al alcance de la mano. .; La ambientación del primer acto es completamente opuesta a la de los dos actos que siguen, aun· que los dos actos en "presente" no .están~fundamen talmente separados sinot-esencialmente enraizados al acto en "pasado" -la obra se vuelve así un corte racial en el tiempo. Hay un desplazamiento de tiempo y lugar que está correlacionado a su vez a un desplazamiento socio-econÓmico. El acierto del dramaturgo consiste en haber sabido anudar esta geografía opuesta (de los palmares de Loíza a una residencia en el Condado) y esta traslación cronológica (1910-1958) dentro de un abismo socio-económica. Lo que mantiene unido todo esto es la problemática racial. En el primer acto predominan los elementos plásticos. La acción se desarrolla dentro de un mar· co folklórico y llega a adquirir un carácter ritual, progresando con ritmo coreográfico. Esto le da un particular relieve a un episodio vulgar, que adquiere trascendencia gracias a los elementos históricos y étnicos que la enmarcan, así como al sincretismo religioso que le sirve de fondo. En su "introducción;' a Tres pielas de teatro puertorriqueño, Arrivi comenta: Se inspira Vejigantes en las fiestas patronales de Loíza Aldea, pueblo donde predomina la raza arri-
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cana a] amparo de Santiago Apóstol, contrasentido de la vieja lucha de moros y cristianos que sufriera España hasta el siglo xv. En estas fiestas, de las que ha dado suscinta y científica exptica. ción en su libro Las fiestas de Santiago Apóstol en Lofza Aldea el Profesor y Director Ejecutivo del Inst1tuto de Cultura Puertorriqueña, señor Ri. cardo E. Alegría. un número de personas suelen disfrazarse de "cabal]eros", representantes de las fuerzas del bien; otro número, de "vejigantes", re. presentantes de las fuerzas del mal. Entre los dos polos, "pululan" máscaras "locas", "mascaritas" y "viejos", todo un mundo mítico agitado por los dos grandes imanes.
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La festivifiad, reconstruida en el primer acto de Vejigantes y durante la cual, al influjo del baile
de bomba típico, el español disfrazado de "vejigante" seduce a la mulata "bailaora", sirve de trasfondo simbólico a los dos actos siguientes... (sin número de página en la obra indicada). Quedan explicadas así por el propio autor, de modo sintético, los elementos subyacentes en la obra dramática. No obstante hay que considerar la oposición de fuerzas, buenos contra malos, y la presencia de un protectorado blanco (Santiago) sobre un existir africano. Esto explica que el dominio masculino de la obra sea de carácter blanco y no negro, y que sea el español, amparado míticamente, el que logra seducir a la mulata "bailaora". Ocurre un fenómeno de aculturación mítica, ya que el elemento cristiano, de carácter religioso, reprentado por Santiago Apóstol, se paganiza orgiásticamente al ritmo musical africano, interfiriendo el modo existencial negro con un propósito de dominio que no es espiritual sino sexual. Por consiguiente el ga. llego Benedicto no es más que una proyección erótica del símbolo mítico, el cual copula, carnalizado y en tradición pagana, con la mulata Toña. Dada su protección trascendente, Benedicto tendrá que ganar: en la mejor tradición hispánica será el "ga. llego" el encargado de realizar conquistas propias de su sexo. En el momento de la cópula bajo los palmares {de Loíza, Arriví nos enfrenta a una síntesis erótica de la historia puertorriqueña. Toña es el símbolo básico, ::el objeto central que representa a Puerto Rico, sometido a la cópula. A la mujer le ha corres· pondido con mucha frecuencia representar este papel, pasivo, enraizado a la tradición mariana, culto a la Virgen, entre otras cosas. Al convertirse Toña en objeto sexual cuya posesión se apetece, y al ser ella una expresión de Puerto Rico mismo, la posesión de ella determinará quién es el conquistador. No es un hecho casual que la fiesta negra tenga lugar bajo el "amparo de Santiago". Todo esto funciona muy bien con respecto a la estructura socio-económica de la conquista. La integración del goce a una serie de intereses materiales, con disfraces míticos y religiosos, produce resultados literalmente apetecibles. Se trata de una cuestión de poder que acaba manifestándose de modo fálico. La batalla racial es en gran medida una batalla de los sexos, donde el predominio masculino ha sido siempre muy importante. La llaga del racismo está en el le· cho. Por eso, es frecuente que cuando todas las barreras parecen irse borrando, el instinto funcione como arma defensiva en cuanto al último reducto de igualdad racial. El temor blanco del "negro coge tu blanca", con referencia específica a ciertas su· blevaciones ocurridas en el área del Caribe, es una reversión histórica lógica que responde a la verdad histórica del "blanco coge tu negra" de predominio 34
racial blanco. Pero todo esto lleva a un callejón sin salida de la problemática racial. Arriví se aproxima a la mulata puertorriqueña, a través de Toña, de un modo convencional. Es la mulata "clásica" del Caribe: "Toña, mulata oscura de cuerpo tenso y frescote como una palmera moza, irrumpe en el centro de la escena y ríe excitadamen· te mientras escruta los alrededores. Su rostro chispea gracia y salud animal" (237-238). La ventaja que tiene esta presentación es que Toña aparece como representación de un grupo, como tipo de su raza y de su pueblo, teniendo así un carácter genérico, nacional. Otro tanto ocurre con Benedicto, presentado como español típico dentro de una situación típica, enraizada a tradicionales conceptos de España en América. La aparición de Toña es seguida por la de Benedicto, al ritmo de la música y can· to de los timbaleros, con todos los elementos folklóricos y rituales del caso. Es importante observar que Benedicto entra en el rito de básica ambientación africana mediante un procedimiento espúreo. Adopta la forma de "vejigante" y, enmascarado, ocupa un lugar que no le pertenece. Pero en las transformaciones rituales del caso él representa a Santiago mismo, de carne y hueso, en una corporeización de 10 hispánico. Es por eso que, como un Dios pagano, persigue a Toña. utilizando un lenguaje azucarado propio del clasi· cismo tropical: "¡Toña! ¡Negrola! No me niegues tu melao" (242). Los términos de Benedicto apun· tan al goce, pero también tienen el clamor de una guerra santa que al grito de "¡Santiago y cierra Es· pañal" (241) sólo se satisface en la cópula bajo los palmares de Lo(za Aldea. No es en modo alguno simple casualidad tampoco que las "locas" que "pululan" la escena adopten una actitud pasiva ante los hechos, siendo par· ticularmente tmportante que tengan una función coral, narrativa, de carácter femenino. LocA 2. (Con voz natural). Van días que ese ga-
llego arde por Toña. LOCA 1. ¡Jesús, mascarital No hab'les con voz de hombre. Me asustas... LOCA 2. (Con voz natural). Hoy tiene el diablo ,por dentro y ae echará mano en el matorral. LOCA 1. (Llevdndose los dedos fndices a los ofdos). Déjame taparme los oídos. LOCA 2. (Con voz natural). Estos españoles siempre nos llevan las prietas más guapas. LOCA 1. (Retirando un dedo fndice). ¿Qué dijiste, mascarita? LocA 2. (SubienCÚJ la voz). Estos españoles siem· pre nos llevan las prietas más guapas. LocA 1. ¿Y te apuras? Ya sabemos que las mula· tas se desvelan por tos blancos. (Invitando a la comparsa). lA bailar, a bai. larl (243).
Puede considerarse que todo el desarrollo posterior de la obra depende de este momento donde no s610 entra en juego la fuerza activa masculina foránea (Benedicto) sobre la representación de lo nacional estático, existencial, objeto de posesión (Toña), sino también la debilidad pasiva masculina nacional (Locas) que no luchan por lo que es suyo. La Loca 2, adoptando una voz natural (masculina) narra fatalmente lo que tiene lugar. Describe lo que ocurrirá, pero no se rebela ante el hecho ("estos españoles siempre nos llevan las prietas más guapas") sino que lo reitera para hacerlo fatalmente enfático. La Loca 1 quiere evadir la realidad, mantiene su papel de máscara y no quiere ni siquiera hacerle frente a la situación ("déjame taparme los oídos"), cerrando la secuencia con un gesto típico del fatalismo afro, de carácter danzario. Se puede decir que Toña es una figura inerte que en este caso ni siquiera está sometida a un juego de fuerzas, ya que a la activa española no se opone una activa puertorriqueña sino una pasiva. Por consiguiente, el cuadro eróticomítico-nacional de Vejigantes es el siguiente:
activa masculina hispánica
J
Objeto de Deseo Puerto Rico ser femenino
pasiva masculina puertorriqueña
4-
Después de la cópula, la secuencia ritual termina y el diálogo se desarrolla de un modo natural. Cuando Benedicto sale, tiene lugar una especie de epílogo, a modo de rito, con la aparición de los dos Caballeros: "los disfraces, adornados con espejitos y cintas multicolores, relumbran fantásticamente en la luz de la luna" (248). La corrección del disfraz y el carácter positivo anula nuevamente la acción masculina puertorriqueña, que se desenvuelve den· tro de los límites de ]a inercia y el fatalismo. ¡Es tan bueno dejarse besar por la Juz de la lunal Sabe a espuma de lJ..lar. CABAUBRO 2: Sería mejor que te dejaras besar ToRA:
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por un hombre. Amarra. como la . carne del caimito. (Rie). ToRA: Lo pensaré. ¡Hay tanto puerco en el palmarl Ninguno haría soñar lo que soñé esta noche. CABAu.ERo 1: ¿Y qué soñaste? TOÑA: Que mi cuerpo se convertía en un níspero maduro. CABAu.ERo 2: ¡Hum! ¡Tú estás enamoradal TOÑA: Un cuchillo de fuego abrió en dos el níspero. CABAUERO 1: Veo. Te quedaste dormida (seña. landa el flamboydn). mirando el flamboyán. Dicen que éstos se ena· moran para el tiempo de la florecida. Y que necesitan besar y besar para cubrir de flores la última rama. ToRA: Eso dicen... CABAU.ERO 1: ¿Y qué más soñaste? ToÑA: Del almíbar nació una niña más blanca que yo. CABAU.1!RO 2: El sueño de todas las prietas. Hi· jos blancos... Dicen que el gallego Benedicto te ha perseguido por el pcilmar (249).
La poesía transforma la experiencia erótica, llena de imágenes visuales de carácter vegetal: "carne de caimito". "níspero maduro". "flamboyán". "flores". "almíbar". Benedicto es convertido en "puerco en el palmar", imagen animal. Toda la experiencia se vuelve un producto azucarado y blanco: la hija por nacer. Pero uno de los caballeros hace retornar la poesía a la realidad de la problemática racial: "hijos blancos". De este modo correlaciona poesía y realidad puertorriqueña. Sigue manteniendo un siso tema pasivo de parte de los personajes masculinos, negros o mulatos. ya que ellos no ejecutan ninguna acción contra Benedicto. A medida que va desarrollándose el diálogo la secuencia retoma a su carácter folklórico-ritual. la música de los timbaleros, "Joyalito, ay. Joyalito" (251) se repite, y el elemento coreográfico vuelve a enriquecer la escena. Toña in· siste en el motivo trascendente que forma parte de 5U trayectoria erótica e inicia el baile diciendo: "¡Pues a bailar en la noche de Santiago!" (250), entregada simbólicamente a la esfera de dominio blanco. La bomba de Toña vuelve a convertirse en un tributo danzarío al Dios blanco e hispánico, que es el que domina su erotismo ("cuchillo de fuego" que abre "en dos el níspero"). y en la danza vuelven a entregarse mientras los Caballeros mantienen una cierta distancia: "los Caballeros le ceden el centro" (250). Esta reconstrucción danzaria del momento erótico es un ritual religioso de Toña. que le baila a Santiago Apóstol. ya sin la intervención terrenal de Benedicto, finalmente innecesaria: "En una ocasión, cuando se encuentra al centro del escenario, rompe a cantar sola mientras su cuerpo se convierte en un estallido de fiebres" (251). Se entrega de nuevo, y su lamento puertorriqueño ("Joya-
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lito. ay, Joyalito. I te olvidaron en el puente", 251), se cierra con el grito de su orgasmo, "¡Viva Santiago Apóstoll" (251). que es blanco y foráneo. El "solo" de Toña es el "solo" de Puerto Rico mismo, destruido y despedazado por las fuerzas que lo conquistan. La entrega de Toña forma parte de un ritual diabólico: "Un vejigante se le ha metido en el alma" (252). Y la actitud de los "caballeros" (discretamente distanciados) y las "locas" (inútilmente grotescas), coro helénico afro-antillano, representa la pasiva masculina puertorriqueña, anulada por el más fuerte, que en un gesto de frustración cruza los brazos: .. Entonces...• crucemos los brazos" (252). Queda el paisaje, visual y sonoro a la vez: "la llama flotante del flamboyán", el "pizzicato" de coquíes (tímido, invisible, constante) y el golpear remoto de las timbas rituales. Todo este mundo mítico, envuelto en la irrealidad. es la base esencial del desarrollo posterior de la obra. Arriví recurre a una transformación escénica abrupta, como si el pasado y el presente, aparentemente. no tuvieran relación alguna, aunque algunos elementos claves, visuales y sonoros, indican que sí existe una correlación. El golpear de las timbas, que ha persistido durante el entreacto, se desvanece y "aparece una sala de arquitectura mo.derna amueblada al estilo de la época" (1958): "sofá, butacas y una mesa de centro sobre la cual descansa una pequeña radiola" (255). Se trata de un "living room" en una residencia del Condado con poca o ninguna relación con los palmares de Lorza. No obstante, la presencia de los "flamboyanes florecidos" (255) en el fondo, evoca la "llama flotante de un flamboyán" (237) presente en el primer acto. El "gran retrato fotográfico de Benedicto" (255) y "el cuadro al óleo de un español cuarentón" (255) crean un efecto en cierto modo anacrónico, un par de presencias forzadas en medio de una realidad muy contemporánea. La evocación sonora (equiva. lente a la de los flamboyanes) surge cuando entra Mamá Toña que se acerca a la radiola y pone un disco: la bomba titulada "Joyalito", presencia anacrónica afro en el "living room" del Condado. Estos signos indican que sí hay una correlación básica. además de otros detalles que aparecerán de acuerdo con el desarrollo argumental. Debemos observar que el resto de la obra estará dominado por tres figuras femeninas. Mamá Toña, su hija Marta y su nieta Clarita. en oposición a Bill. el sureño que pretende a Clarita. Por consiguiente, la línea blanca y foránea va desde los cuadros de la pared al joven norteamericano. El paralelismo establecido entre Benedicto y. Toña, que se prolonga entre Marta y su marido, ahora un acento anglosajón en la relación establecida entre Bill y Clarita. Arriví ha eleminado la presencia masculina puertorriqueña (que queda anulada desde la entrega al Apóstol Santiago) y la defensa de la puertorrique.
ñidad qued~ nuevamente en manos de la mujer (Juanita en La Carreta, Eugenia Victoria Herrera en la obra de Myrna Casas, Antígona Pérez en la de Rafael Sánchez), porque el teatro puertorriqueño se levanta sobre figuras arquetípicas femeninas (Doña Gabriela, Mamá Toña, Juana) que persisten por encima del avatar histórico, donde lo foráneo, re· presentado por lo hispánico y lo anglosajón, se rechazan y se complementan. No hay que olvidar que Benedicto, en el primer acto, manifiesta su resentimiento histórico, su frustración hispánica, diciendo: "los yanquis nos birlaron a Puerto Rico hace diez años" (246). Ese resentimiento se encauza a través del instinto mediante la reafirmación de la masculinidad sobre Toña, la realidad puertorriqueña "birlada". Debe observarse que no hay mucha diferencia entre Benedicto y Bill. El uno es tan "vejigante" como el otro, con la diferencia de que los procesos históricos y las actitudes son diferentes. Pero ni uno ni otro puede representar a Puerto Rico. No obstante, por razones históricas, Benedicto tiene que ser más aceptado que Bill: los siglos de presencia hispánica no pueden borrarse con unos pocos años de dominio sajón. Pero, principalmente, se trata de una oposición ritual dentro de la trayectoria erótica: la posesión de Benedicto tiene lugar a través de un ritual diabólico enraizado en una guerra santa que termina en sincretismo; Bill, por el con· trario, no cree en esos subterfugios de la magia. Clarita aparece en el momento de la compra·vel. tao Marta, la madre, quiere el traspaso de la hija (objeto), mientras que Toña, la abuela, se opone. El esquema es muy similar al que encontramos en Carnaval afuera, carnaval adentro. Es difícil decidirse en cuanto a los esquemas básicos del desarrollo, pues varios caminos son posibles. A los efectos de este trabajo proponemos el siguiente:
(masculinidad foránea)
I
pasado (signos representativos) I
presente
rentri/ MAMA TO~A (autenticidad hacia adentro)
BILL
1 ~t_
PUERTO RICO CLARITA +-1
_
.
MARTA (falsedad hacia afuera)
En el esquema anterior la masculinidad foránea cu· bre la realidad puertorriqueña en pasado (hispánico) yen presente (sajón). El pasado es representado figurativamente en la pared, el presente es de carne y hueso: Bill. El traspaso de Clarita, símbolo de Puerto Rico, queda expuesto mediante un sistema de fuerzas: la de Marta, que actuando sobre Clarita la dirige hacia afuera; la de Toña, que actuando sobre Clarita la dirige hacia adentro. Mientras Marta se mueve hacia Bill, Mamá Toña lo rechaza. Clarita queda al centro, objeto de sacrificio. Pero al contrario de algunos otros ejemplos pasivos (el caso de la joven de Carnaval afuera, carnaval adentro) o movidos por el instinto (la propia Mamá Toña), Clarita ha evolucionado y guiada por la razón es capaz de decidir. Esto le. da a la obra de Francisco Arriví un carácter positivo, mucho más constructivo que en el teatro de René Marqués. El teatro de Arriví va en busca de soluciones. Intencionalmente, hemos colocado en un plano algo secundario la temática racial, porque nos pare· ce que la misma forma parte de otros factores más complejos. En este sentido, no es Clarita sino Marta la que se encuentra en una encrucijada de fuerzas. Clarita ha superado el problema racial, y la obra se enriquece al presentarlo en tres niveles de acuerdo con los personajes femeninos. El tratamiento direc· to del problema llega a veces a molestar, por obvio, pero nuevamente nos encontramos que Arriví quiere dar la cara, frente a frente, a un problema puertorriqueño y prefiere no andar con demasiados subterfugios. Es Marta el personaje clave en el desarrollo de la problemática racial. Su existencia se desenvuelve en tres niveles agónicos: a} Mamá Toña. Representa la constante de su origen negro, del cual tiene que alejarse. Para ella es un movimiento de regresión hacia el pasado, que es retomo en el tiempo y en la raza. Por eso Mamá Toña le recuerda ambas cosas: "El pasado anda por dentro de uno hasta la hora de dar el piojo" (260). "Tu adoración ciega por el pellejo blanco, que no pasa de ser tan pellejo como el mío" (264). Esto hace que Marta se mueva hacia sí misma alejándose de la realidad negra materna, para encontrarse en el caos de su realidad mestiza. b) Puerto Rico. Se trata aquí de su propio mestizaje y po~ consiguiente empieza por evadir la luz, para no verse como realidad puertorriqueña. Le dice a la madre: "No me explico tu manCa de meter el sol dentro de la casa" (257). Pero en su oscuridad vive en un caos agónico. "Aquí se vive con el alma encogida. Unos rencores nos c;:ondenan. Se sufre sorda, interminablemente" (260). "El nuevo ambiente la curará de estas angustias puertorriqueñas" (265). El personaje aparece desgarrado por dentro y su propia hija lo explica mediante una interpretación de la existencia puertorriqueña: "Media vida ha ocu-
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rrido en la sombra y la otra mitad no ha salido del todo a la luz. He tenido la impresión de que nunca gozaremos unas horas de paz" (277). Pero quizás sea la siguiente la más dolorosa interpretación de su pueblo y de sí misma: "Somos un pueblo de erizos" (282). Todo esto visualmente expresado mediante el simbólico turbante puertorriqueño que oculta su identidad mestiza. e) Clarita. Representa un futuro blanco, que ella piensa vivir a través de la felicidad de su propia hija. Esa felicidad se basa en un escapismo, en la constante de partir dentro del teatro puertorriqueño, presentada aquí por motivos raciales. "Quiero que viva fuera de Puerto Rico. Lejos. Donde no la toque el pasado nuestro" (260). "Tenemos que darle todas las oportunidades de un mundo me· jor" (260). "Es blanco sin tacha y reside fuera del país" (265). "Te hace falta la compañía de un hombre sano, sin la mente torcida que suelen tener los puertorriqueños" (277). "Una vez que te cases y te mudes a Estados Unidos, te liberarás de muchas pesadillas" (278). "No serás la primera puertorriqueña que marcha para siempre" (278). Romper con todo
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]0 puertorriqueño es la solución de Marta porque en su caso se trata de una solución blanca. Ella misma podrá vivir espiritualmente a través de la hija un absoluto blanco que le ha negado su mestizaje. Para Mamá TOña todo esto es inaceptable. Utili· za el refranero popular para matizar sus interven. ciones, que son expresión de su ser negro. El len· guaje adopta a veces matices vegetales, que es su modo de ser poético: "hoja del yagrumo" (267), "corazón de níspero" (267). "soy: algodón y café" (257). Su lucha a favor de la educación de su hija, se vuelve poesía de cañaveral: "Si no es por mis lágrimas, te quedas como el azúcar negra, con el olor a guarapo" (258). Describe el proceso sicológico de Marta y su vida matrimonial con tenninología semejante: "Viviste junto a él como las pencas secas de las palmas: luchando por no caerte" (265). Prin. cipalmente, nos enfrenta a los "vejigantes" presentes en el "living room" del Condado, la máscara cu. briendo la existencia puertorriqueña: "Créeme. Esta vida de máscaras no conduce a la vereda real. Tu padre, vestido de vejigante, me alejó de ella, y ese turbante parece cortado de aquellos colori·
REPRESENTACION TEMATICO ESCENOGRAFICA
(persistencia visual puertorriqueña)
(persistencia auditiva puertorriqueña)
(mascarada pueJ!torriqueiia)
Palmar Lorza Alde3
vejigante flamboyán florecido
j
1
flamboyán florecido
diS:::::~W
j
bomba ]oyalito
1
turbante disfraz.erótico-racia1
bomba ]oyalito
EVOLUCION DE LA EROT-ICA SOCIOECONOMICA PUERTORRlQUERA
REPRESENTACION ESQUEMATICA ~-~
Vejigantes: traslación temDOral: .5íntesis erótico-rustórica de Puerto Rico Esquema 3: representación temá1Jico.eS'cenográfica (persistencia visual puertorriqueña)
(persistencia auditiva puertorriqueña)
(mascarada puertorriqueiia)
1
•
fJamboyán
ACTO 1
1 bomba
Palmar Lolza Aldea
Vejigante (Santiago Apóstol) (Benedicto) (disfraz.erótico-racial) ('hispánjco)
flamboyán
-
•
ACTOS Il Y 111 Condado
Vejigante(s) (disfraz.erótico-racial) (Marta)
turbante vejigante puertorriquefio (Bill)
vejigante sajón
• Cundado
vejigante cscenotráfico del Palm4T LolUJ Aldea..
bomba
nes" (264). De este modo, sin necesidad de efectos técnicos, la escena inicial de los "vejigantes" revive sicológicamente en la existencia "civilizada" del Condado. El vocablo adquiere una amplitud que multiplica su significado. Pero la mascarada ritual, ahora dentro de un marco bien distinto al del primer acto, tiene lugar en el tercer acto con la llegada de Bill y el juego de caretas practicado por Marta, que sin saberlo se vuelve monstruoso "vejigante". Esta escena es posiblemente la mejor de la obra, ya que Arriví nos enfrenta, con extraordinaria habilidad, al proceso transformativo del personaje. Como el espectador conoce la realidad de Marta, todas las palabras tie· nen un sentido muy diferente al que pueda darle Bill, que no sabe quien es la verdadera Marta que se oculta bajo el turbante. De igual forma que una realidad torcida se ocultaba bajo el "vejigante" re· presentado por Benedicto, ahora el turbante de Marta oculta el mundo de angustias puertorrique. ñas que se disfraza de "vejigante". Este es el autén· tico sentido de la pregunta que le hacen a Bill y que éste se repite obsesivamente: "¿Averiguó lo que esconde doña Marta debajo del turbante?" (304). Pero Marta, en lugar de hacerle frente a su realidad, se convierte en patética figura que se disfraza ver· balmente delante de Bill, para producir el engaño. BILL: MARTA:
BILL:
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Habia sabido dias antes que algunas muo latas de piel clara... ¿Algunas mulatas qué?.. ...disfrazan su pelo encrespado con tur· bantes.
MARTA:
BILL: MARTA:
BILL: MARTA:
Cierto. Abundan los casos en la isila. Las domina la locura de pasar por blancas. Sobre todo cuando quieren salvar de humillaciones a sus hijas de pelo lacio y facciones españdlas. Un peligro. Muchas logran penetrar en los círculos exclusivos y codearse con gente blanca. Algunas tenninan por casar a las hijas. Un engaño horrible. Trepadoras sin escrúpulos (305).
Marta está haciendo una presentación de sí misma, 'pero como se basa en un doble juego de extraordinario patetismo, que Bill desconoce, la audacia del mismo acaba por despistar al joven. Este desgarra. mient,o de Marta, que debe cubrir su identidad con una máscara, es una modernización no danzaria del ritual de los "vejigantes". Hay inclusive una estre· cha correlación escenográfica. (Ver cuadro de representación temática escénica.' Pero no será Marta. sino Clarita, la que se quitará la máscara del vejigaO'te 'puertorriqueño. enfrentándose a BiII y principalmente a su madre y a sí mis· ma: "Quiero librar mi corazón del disfraz de veji. gante" (322). De este modo, mirando la verdad cara a cara, el ritual que inicia Arriví casi medio siglo atrás, concluye en un saludable confrontamiento con la verdad en una moderna sala del Condado en· vuelta en la flor de los flamboyanes. El caqui turís· tico deja un tanto su grácil "olé" y se encuentra a sí mismo en la verdad mulata de Puerto Rico.
mSTOIRE GENERALE ANTILLES HABITE,l!S PAR LES PIlA.NeOl5' Df:S
TO ME II' 4:0NTENANT IrHISTOIIlE NATVIU¡¡'¡'r.
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Los Indios Caribes en la obra del Padre Dutertre Por VIVIANA CARRO y MANtn!L C'<RDENAS
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más importante cronista francés del Caribe en el siglo XVII. SU obra principal es la Histoire Generale Des Antilles Habitées Par les Francois publicada en Parfs en 1667, la cual es una ampliación de una obra anterior del mismo autor titulada Histoire Generale Des lsles de S. Christophe, de la Guadaloupe, de Martinique El Autres Dans L'Amerique publicada, también en Paris, eo 1654. En aquella obra el Padre Dutertre nos da un cuadro completfsimo del mundo de las Antillas en los momentos iniciales de la colonización francesa, abarcando los aspectos ffsicos. históricos, sociales y antropológicos de dicho mundo. Jaeques Dutertre nació en Catais el 25 de julio de 1610. Hijo de un médico de la ciudad. pasó en su juventud extraordinarias limitaciones económicas, aunque tuvo la oportunidad de cultivarse intelectualmente y hacer brillantes estudios. Se alistó en la marina de las Provincias Unidas, y como corsario recol'rió ampliamente el Mar del Norte. llegando en sus viajes hasta los paises escandinavos y Groenlandia. Hastiado de la vida mari· nera, y tentado por la vida militar, solicitó entrar en los ejércitos también de las Provincias Unidas, bajo el mando del Prfncipe de Orange, tomando parte activa en la campaña de Limburgo y jugando un papel valiente en el si1io de Maestricht en 1633. Tampoco le satisf.izo la vida militar, reorientando de nuevo su vida -esta vez definitivamente- al ingresar como novicio en el convento del Faubourg SaintGermain, en'donde el 24 de junio de 1635 profesó, siendo entonces que adoptó el nombre de Jean Baptiste, por el cual es conocido. El joven padre dominico, brillante orador y buen escritor, seguía teniendo el afán aventurero que le caracterizara en sus oficios previos y estaba presto para situaciones difídles. Así, cuando la Compañfa de las Islas de la América 1 pidió al noviciado de los hermanos predicadores de París misioneros que pudieran ir a la Guadalupe a ejercer su ministerio, el Padre Dutertre fue uno de los escogidos. Junto a esta tarea iba a de· sempeñar otra que habria dese¡: fuente principal para sus obras y motivo de grandes problemas y dificul· tades personales. El cardenal Richelieu, visitante asiduo del convento del Faubourg Saint-Germain le encarlla
una misión importante: información de primera mano sobre los crecientes problemás en el mundo de las colonias. En este momento específico la preocupación del cardenal gira sobre los conflictos entre los colonos ingleses y franceses establecidos en la San Cristóbal. quienes movidos por un apetito desaforado de ganancia están a punto de dar al traste con el equilibrio colonial conseguido en aquella isla por Esnambuc, pionero de la colonización francesa en las Antillas. La razón de tal conflicto es económica. El cuhivo del tabaco se ha· bía desarrollado excesivamente y su precio de venta había caído a unos niveles que no hacía rentable tal cultivo. Asf los gobernadores inglés y francés de la mencionada San Cristóbal, acordaron suspender el cultivo de aquella planta por un período de dieciocho meses. Aún cuando el acuerdo fue cumplido, vuelven a surgir problemas entre franceses e ingleses a causa de unas minas y salinas que unos y otros desearán atribuirse. El conflicto se agravó cuando el gobernador de la Guadalupe, L'Olive, el hombre que guerreó implacablemente a los Caribes. rehusó aceptar el convenio sobre el tabaco. Esta actitud, además de los conflictos existentes entre L'Olive y sus colonos dieron lugar a la interven· ción del señor de Poincy, sucesor de Esnambuc como gobernador General de las Islas, en los asuntos (le la Guadalupe lo que llevó a la detención del gobernador de la citada Isla. Con ello se inicia un periodo de extraordinaria turbulencia en las colonias francesas que tendrá su momento cumbre con los'nombramientos de Houel como gobernador de la Guadalupe, y de Noel Patrocles, Marqués de Thoisy, como nuevo Gobernador General de las Islas de América. Las disputas entre estos dos personajes, junto a la negativa de Poincy de reconocer a Patrocles, y los problemas de aquél con la familia Du Parquet, asentada en la Martinica. dieron origen a una verdadera guerra civil en las Antillas Francesas en la cual, gobernadores, colonos, "engagés" y esclavos se abanderizarán con uno u otro de esos pero sonajes. y nuestro buen Padre Dutertre estará mezclado en toda esta situación, lo que le traerá dificultades graves a su vida y obra. El Padre Dutertre partió para las Indias 2 el 17 de enero de 1640 del Havre de Dieppe a bordo de un barco de' 106. toneladas junto a otras doscientas personas. Después de dos messe de travesía en una atmósfera in-
1. Esta es la misma Compañía de la Isla de San Cristóbal fundada en 1626 por Richelieu y Esnambuc, que en 1635 cambia de nombre y amplia sus actividades.
2. Histoire Generale des Antilles HabiUes par les Fran· cois, 1667, n, pág. 44.
L PADRE JEAN BAPTlSTE DUTERTRE ES. CLARAMENTE, EL
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soportablemente incómoda, llegó el navío a la Marti· nica donde saludó a su gobernador el señor Du Parquet de quien siempre hablará muy reconocidamente. Junto a los otros cinco dominicos que habían sido escogidos para ir a la Guadalupe, parte para esta Isla donde son bien recibidos por el Gobernador señor Aubert, sucesor de L'Olive. En 1642, a la muerte del Padre Le Mare es elegido por los tres padres sobrevivientes superior de la misión dominica en la Isla. Cuando se decidió por la misión el ir a buscar socorw a Francia, fue Dutertre el escogido, dejando al cuidado de sus religiosos al Padre Raymond Breton J que en aquellos momentos se encontraba en la Domi. nica, Isla en la que se habían refugiado los Caribes después de ,la guerra que L'Olive les había hecho. El viaje del Padre Dutertre a Francia fue peligroso, y después de cuarenta y dos días llegó a la Rochelle. En esta primera estancia en las Antillas el Padre Dutertre ha informado ampliamente de la situación al Cardenal Richelieu como queda patente en los papeles reunidos a la muerte del Cardenal, y podemos pensar que ya tenía recogidos materiales que habrían de servirle para la redacción de su primera obra, tarea que no podrá comenzar sino después de su segunda estancia en las Antillas. En diciembre de 1642 welve a las Islas a donde llega el 23 de mayo de 1643. Poco tiempo después arribaría el nuevo gobernador de la Guadalupe el meno cionado Houel, quien con sus intrigas habría de traer la discordia entre los habitantes de las Islas. Para el Padre Dutertre la situación llegó a ser insostenible en 1646 cuando estuvo a punto de perder la vida por defender el orden y la legitimidad que quería decir dentro de la situación inclinarse por Thoisy frente a Poincy y por la familia Du Parquet y elaro está, enemigo siempre del señor HoueI. Así cuando Noel Patroeles pasó a la Martinica, Dutertre le siguió, y se encontraba con él en el huerto de los pesuitas el 17 de enero de 1647 fecha en que el Marqués de Thoisy fue prendido por los oficiales de la Isla para ser intercambiado por Du Parquet, que a la sazón era prisionero de Poincy en la San Cristóbal. Fue en este período que nuestro buen Padre Dutertre pudo conocer la Martinica y a la familia del Gobernador entonces prisionero. Durante su estancia en esta isia ejerció su ministerio en el distrito de Precheur a petición de los jesuitas que no podían cumplir con tal tarea. No nos dice en qué año volvió a Francia, pero tuvo que ser en este mismo de 1647. Le era difícil volver a la Guadalupe por razones obvias, y no podía perma· necer en la Martiniea ya que su orden no tuvo casa en esta isia sino hasta 1654. Es cierto que está en París en 1648. Es entonces que sufre la persecución de un hombre tan importante como Houe!. Si el amigo de los directores de la Compañía -el gobernador Aubert- no había encontrado salvación más que en la huida, el hijo de Un humilde médico de Calais tenía justas razones para temer a un enemigo todo poderoso entonces, que había podido despedir a un protegido de la Reina Regente y que había transformado el gobierno de la Isla en propiedad personal. Los silencios y reticencias habi· dos en el manuscrito de 1648 son una confirmación de sus temores. Desde 1648 a 1655 Dutertre permaneció en la casa de los Jacobinos en París. Estuvo redactando la cronica que el procurador general Achille De Harlay le había pedido y la cual fue objeto de robo. Habiendo sabido que dicha copia iba a aparecer bajo otro nombre, hizo imprimir una redacción más extensa de la misma y 3. Padre Raymond Breton autor entre otras obras del Diccionaire Caraibe·Francois, 1666.
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fue publicada en 1654 con el título de la Histoire Gene. ¡aJe Des Isles de S. Christophe, de la Guadaloupe, de la Martinique Et Autres Dans L'Amerique, que habría de servir de base para su obra fundamenta!. En 1655. el Conde de Cerillac le pidió que le adquiriese la Isla de Granada propiedad entonces del señor Du Parquet. Aceptó la encomienda y partió de Nantes el 11 de julio de 1655, sin embargo a la mañana siguiente su navío fue capturado por otro inglés y llevado a Plymouth donde tuvo que soportar grandes miserias, y no fue puesto en libertad sino seis semanas más tarde gracias a intervenciones de altos personajes. Volvió a partir el año siguiente para las Antillas y llegó el 28 de septiembre a la Martinica, después de doce semanas de viaje agitado. Después de haber visitado la Granada y haber concluido a nombre de Cerillac el trato con Du Parquet, volvió hacia la San Cristóbal, teniendo entonces un rudo combate con los salvajes de aquella isla, confirmándose así lo que Guillaume Coppier nos había dicho en su Histoire Et Voyage a des Indes Occidentales (Lyon, 1645) sobre estos indios de la Granada a los que considero los más bravos de todas las Antillas. En el prefacio de su obra editada en 1667 (Tomo 1) Dutertre nos dice que "su viaje a las Islas en el año de 1656" le permitió ver todas las Islas que "no había visto hasta entonces". No obstante parece que dejó de visitar la Santa Cruz, San Martín, San Bartolomé, María Galante y la Deseada. Después de pasar algunos días en la San Cristóbal, el Padre Dutertre dejó las Islas y llegó en los primeros días de enero de 1657 a Flessingue. Nunca más habría de volver a las Antillas. En efecto, iba a partir para las ISlas con el Conde de Cerrillac para ejercer su ministeterio en la nueva colonia de la Granada, donde pensaba fundar una casa de su orden. Sin embargo el nuevo Señor de la Granada no siguió los consejos de nuestro religioso y acordó con los Capuchinos para estable· cerlos en su nuevo dominio. A pesar de ello el Padre Dutertre se embarcó con sus religiosos y el Señor de Cerillac el primer domingo de diciembre de 1657, pero una tempestad los lanzó sobre las costas inglesas, desbandándose las gentes del conde y retomando Dutertre y sus religiosos a París. En el año Oe 1658 aparecía la obra de Rochefort Histoire Naturetle et Morale des !les des Antilles de L'Amerique, heoha en gran parte con las memorias del Padre Raymond Breton y los primeros escritos de Du· tertre. Esto le persuadió para hacer una nueva edición de su libro y confundir a su rival y plagiario. La obra de 1654 se ve aumentada en todo lo que había podido conocer con posterioridad a esa fecha sobre la historia "natural de las Islas junto con recuentos de sucesos recftentes que no había peligro de hacer conocer al públi. ca. Esta nueva edición de su obra fue aumentada en tal forma que vino a ser en verdad una nueva obra que merecía un nuevo título: Histoire Generale des Antilles Habitées par les Francais, acabada de imprimir a fines de febrero de 1667. Ya habían caído en desgracia los señores de la Compañía, y el señor Houel había dejado de ser todopoderoso así que aprovecha ahora para presentar cargos irrefutables sobre tal personaje. Dutertre había abandonado París en 1665 y permaneció hasta 1683 en Toul ejerciendo su oficio eclesiástico. No obstante no perdió de vista las Antillas y en 1671 pub'licó dos tomos de suplemento a su Histoire Generale. Como había de contar en ellos sucesos contemporáneos, no es de sorprender que altas personalidades que él no menciona, probablemente el mismo Colbert, le hayan hecho suprimir algunos pasajes que parecerían demasiado sinceros a los poderosos del momento.
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Volvió al noviciado de la rue Saint·Honoré en 1683 y falleció en él en 1687 a la edad de 77 años. -. Damos a continuación la versión en español del pri. mer capítulo del Tratado VII del Volumen 11 de la Histoire Generale des Anlilles Habilées Par les Francois, París, 1667. En este capítulo el Padre Dutertre trata de los habitantes naturales de las Antillas menores: los indios Caribes. DUTERTRE: TRATADO VII. DE LOS HABITANTES DE LAS ANTILLAS Me queda ahora, para no apartarme del orden que he llevado hasta aquf, tratar al más noble de los ani· males, que es el hombre, y puesto que la condición y el estado de los habitantes de todas estas islas es muy diferente, para no confundir, dividiré este séptimo tratado en dos capítulos. En el primero trataré de los salvajes naturales del país, y en el segundo de los fran· ceses y de las colonias; tengo deseo de incluir también a los esclavos, pero ya que al tratar de ellos, he de hablar de varias naciones diferentes, que es necesario distinguir por capítulos, haré uno particular que hará de cierre de esta segunda parte. Y puesto que pretendo, solamente, describir aquí los salvajes de nuestras islas, y expresar sin disfraz con toda la sincerirlad posible, la verdad de las cosas tal como yo las conozco, no in· cluiré ninguna cosa de las naciones del continente de la Tierra Firme en el capitulo que trata de los salvajes, a fin de que se conciban las verdaderas ideas que se deben tener de estos.
Yo le ruego, por tanto, al lector me excuse, si no lo he hecho tan finamente como el señor Rochefort ]0 ha hecho, en algunas partes de su libro, puesto que yo seguiré en ello el sentir de la mayor parte de quienes ]05 han tratado que me han protestado varias veces de que no los reconocen nada en la pintura que de ellos él ha hecho. DE LOS HABITANTES DE LAS ANTlUAS DE LA AMERICA LLAMADOS SALVAJES CAP1TuLo I
De los salvajes en general Al igual que en los siglos pasados algunos han creí· do que el aire de la zona tórrida no estaba, por decirlo asf, compuesto más que de fuego, de llamas, de ardores; que la tierra que haoía debajo no era más que un desierto horroroso, tan estéril y tan abrasador que no servia más que para sepultar a aquellos que lo querían habitar, que todas das aguas aIlf eran cáiirlas, estan· carlas y corrompidas; en una palabra, que era más bien una estancia de horror y de suplicios, que una morada agradable y placentera. De igual modo, a esta sola pa· labra de salvaje, la mayor parte de la gente se figu'ta en su espíritu una suerte de hombres bárbaros, crueles, inhumll1l0S, sin razón, contrahechos, grandes como gi. gantes, belludos como ogros, en fin, antes monstruos que hombres razonables; aunque en verdad, nuestros
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salvajes no son salvajes sino de nombre, y son igual que las plantas y los frutos que la naturaleza produce sin ningún cultivo en los bosques y en los desiertos, a los cuales nosotros llamamos salvajes, poseyendo no obstante, las verdaderas virtudes y la propiedad en su fuerza y en su pleno vigor, que bien frecuentemente corrompemos por nuestros artificios y que a'lteramos mucho, cuando las plantamos en nuestros huertos. Tal como he hecho ver que el aire de la zona tórrida es el más puro, el más sano y el más templado de todos los aires, y como la tierra es un pequeño paraíso siem· pre verde y regada de las más bellas aguas del mundo; es apropiado hacer ver también en este tratado que los salvajes de ·estas islas son los seres más contentos, felices, los menos viciosos, los más sociables, los menos contrahechos y los menos atormentados por enfennedades, de todas las naciones del mundo. Pues son tal ·como la naturaleza los ha producido, es decir, de una gran simplicidad e ingenuidad natural; son muy igua. les. sin que se les conozca ninguna suerte de superioridad ni de servidumbre; y apenas puede reconocerse alguna suerte de respeto, incluso entre famHiares, como entre hijos y padres. Nadie es más rico ni más pobre que su compañero, y todos unánimemente limitan sus deseos a lo que les es útH e imprescindiblemente neceo sario, y desconfían de todo aquel que tiene de lo super~ tIuo. como cosa indigna de ser poseída. Ellos no tienen otra vestimenta que aquella de la cual la naturaleza los ha vestido. No se nota ninglin gobierno entre ellos; viven todos su libertad, beben y comen cuando ellos tienen sed o hambre. y trabajan, y reposan, cuando les place; no tienen ninguna inquietud, no digo por la mañana, sino del desayuno a la cena; no pescan o no cazan más que lo que les es necesario para la comida presente, sin ponerse a con· siderar lo que ha de venir, amando mejor pasarse con poco. que obtener el placer de una buena comida con muoho trabajo. Por 10 demás no son ni belludos ni contrahechos; al contrario, son de un bello cuerpo, de una estatura bien proporcionada; gruesos, fuertes, corpulentos y robus· tos, tan apuestos y tan sanos que se ven comúnmente entre ellos viejos de cien o ciento veinte años, los cua· les no saben ,lo que es rendirse, ni curvársele las es· paldas bajo el fardo de los años viejos, y tienen muy pocos cabellos blancos y apenas en la frente se marca una sola arruga. Que si algunos tienen la frente piana y la nariz chata, no proviene de un defecto de la natu.raleza. sino del artificio de sus madres que colocan sus manos sobre la frente de sus hijos para aplastarla y ensancharla en conjunto, creyendo que de esta opresión con las manos reciben estos pobres pequeños toda la belleza de sus caras; y como esta primera opresión infligida al naci· miento del niño cambiarfa con la edad, las madres tienen muy frecuentemente sus manos aplicadas encima de la frente de sus pequeños, por temor a que ésta no cambie. Los legañosos, calvos, cojos y jorobados son muy raros allá. Se encuentran pocos rizados, pero ni uno solo que tenga los cabellos rubios o rojos. detestando ellos extremadamente, estas dos clases de peto. El solo color de 'la piel los distingue de nosotros; pues tienen la piel morena como el color de la aceituna, y el mismo blanco de tos ojos, tiene de éste un poco. Varios han asegurado que este color no le es natu· ral y que naciendo blancos 'Como los europeos, no vie· nen a tener este color más que a fuerza de pintarse y frotarse el rucu. Pero una prueba manifiesta de la falo sedad de esta afirmación es que nosotros tenemos cantidad de niños salvajes entre nosotros, sobre los cuales jamás se ha aplicado ninguno de estos colores, y
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sin embargo, m~ dejan de ser morenos como los otros. Tienen el razonamiento bueno, el espíritu tan sutil como lo pueden tener las personas que no han tenido ningún contacto con las letras, y que no han estado jamás sutllizadas y refinadas por las ciencias humanas, las cuales muy frecuentemente nos alambican el espío ritu. y nos lo llenan de malicia; yo puedo decir con verdad que si nuestros salvajes son más ignorantes que nosotros, son mucho menos viciosos, viendo incluso que no conocen más que la malicia que nosotros los franceses le hemos enseñado. Son muy grandes soñadores, y tienen en sus caras una fisonomía triste y melancólica. Ellos pasan medio día enfero sentados sobre el pico de una roca o sobre la orilla, los ojos fijos en tierra o en el mar, sin decir una sola palabra. No saben lo que es pasearse, y ríen a mandíbula batiente, cuando nos ven ir varias veces de un lugar a otro sin avanzar camino; lo estiman por una de las más altas idioteces que hayan podido notar en nosotros. Ellos se pican de honor, pero esto no es más que imitándonos, desde que han notado que nosotros tenemos personas entre nosotros a las cuales tenemos mucho respeto y diferencia en todo. Ellos están muy con· tentos de tener a semejantes por compadres, es decir por amigos, de quienes ellos toman al mismo tiempo el nombre para convertirse en más estimables, y le hacen llevar a aquél el suyo procurando para aquel fin, imitarlos en alguna cosa. Un día uno de los más viejos de la Dominica, Ila· madO' Amichón, habiendo visto al señor gobernador de la Martinica, con un gran pañuelo a lo marinero, al cue· ]]0, que nosotros llamamos comúnmente corbata, él creyó tener en su casa algo con lo que hacerse consi. derar imitando a su compadre, y esto era el resto de una vieja tela de una vela de ohalupa con la cual él se dio dos o tres vueltas al cuello, dejando colgar el resto delante de sí. Vino a la Guadalupe con este atavío don· de puso a reír a todos aquellos que le vieron así ves. tido. Yo indagué muy seriamente con él, por qué estaba así vestido, y él me respondió en un tono muy grave y serio que estaba como su compadre Du Parquet. Pero en verdad, por grandes deseos que ellos tengan de ser honrados, no tienen más punto de honor que el interés por un pequeño cuchillo, por una bola de cristal o por un vaso de vino, porque el quema tripas (es así como ellos llaman al aguardiente), no les haga doblar las piernas. Son de un natural benigno, dulce, afable, y compadecen muy frecuentemente, incluso hasta las lágrimas, a nuestros malos franceses, no siendo crueles más que con sus enemigos jurados. 11
Del origen de los salvajes de nuestras Islas Nuestros salvajes están llenos de tantas fantasías en lo tocante a su origen, que no es pequeña dificultad sacar algo parecido a una verdad de la diversidad de sus relatos. Sin embargo, entre tan diferentes opiniones, tienen todos la creencia de que descienden de los Galibis, pueblos que viven en tierra firme, y quienes son sus más próximos vécinos; pero ellos no pueden decir, ni el tiempo, ni el motivo que les llevó a dejar su tierra .natal para expandirse a estas islas bastante apartadas; ellos aseguran solamente que su primer padre llamado Kalinago, aburrido de vivir entre su na· dón, y deseoso de conquistar nuevas tierras hizo embarcar a toda su famma, y después de haber navegado
]argo tiempo, se estableció en ]a Dominica (que es una isla donde ]os salvajes se encuentran en gran número) pero que los hijos perdiendo el respeto que le debían a su parlre, le dieron veneno a beber, del cual él murió; de tal suerte que él cambió solamente de figura y se convirtió en un pez espantoso, al que ellos llaman Atraoiman y que vive aún hoy día en el río. Esta me. tamorfosis no es creída más que por los simples, los otros estiman que es un puro engaño. Pero como no podríamos sacar nada de esta fábula, que pudiese satisfacernos plenamente sobre esta' ma· teria, es necesario que el lector se contente con lo que nos ha dado el Padre Raymond en su Diccionario: pues no creo que haya en el presente nadie en Europa, que tenga de ellos más cierto conocimiento que aquel quien ha pasado una buena parte de su vida con estos insu· lares, de los cuales ha obtenido todo lo que de ellos se puede saber. He aquí sus propias palabras. "He sabido de los capitanes de la Isla Dominica que las palabras Galibis y Caribe, son nombres que los europeos le die. ron y que su verdadero nombre era Callinago, y que ellos no se distinguen más que por las pa~abras Ubaobanum, Boluebonum, es decir, de las Islas o de la Tie. rra Firme; que los insulares eran los Galibis de la Tierra Firme, que habían dejado el continente para con· quistar las Islas; que el Capitán que le había conducido era pequeño de cuerpo, pero grande de coraje, que comía poco y bebía aún menos; que él había exterminado a todos los naturales del país con excepción de las muo jeres, quienes han conservado siempre alguna cosa de su lengua; que para conservar la memoria de sus con· quistas él había hecho llevar las cabezas de sus ene.
migas (que los franceses han encontrado), a las cuevas de las rocas que están a la orilla del mar, con el fin de que los parlres las hiciesen ver a sus hijos, y sucesivamente a todos los otros que descendiesen en su poste· ridad. Ellos me han dicho que habían tenido reyes, que la palabra Abuyu designaba a éste que ellos cargaban sobre sus espaldas, y que los caribes que tenían su Carbet al pie de la sulfatara de la Dominica, más allá de lo de Amichón, eran descendientes de estos reyes. Pero este buen Padre Breton, no ha averiguado de ellos el tiempo en que cesó esta realeza, ques una cosa digna de ser sabida. Se pueden añadir dos o tres cosas, que hacen ver claramente, que estos pueblos son deseen· dientes de los Galibis; de las cuales la primera es, la tradición común de todos los salvajes que lo creen así, y quienes aseguran que ]os Galibis, sus ancestros, vi· nieron en los siglos pasados a combatir a los 19nerys que eran los naturales del país". La segunda cosa, que lo confirma y de la cual nasatras hablaremos en otro lugar, es la diversidad del lenguaje de los hombres y el de las mujeres, que dura aún en el día de hoy; pues ellos dicen que esta diversidad tuvo su origen en los tiempos de esta conquista, ya que los Galibis, habiendo matado, a todos los varones de estas islas, no conservaron más que las mujeres y a las muchachas a las cuales ellos dieron hombres jóvenes de su nación por maridos. Las unas y las otras conservaron su lengua original, a lo que si vosotros agregais la conformidad de religión, de maneras y de lengua, no hay lugar a dudas que ellos descienden de los Galibis de Tierra Firme. Al comienzo de que la Isla de Guadalupe fuese habitada, era un rumor común entre los salvajes y los viejos habitantes franceses que otros salvajes eran los dueños de las islas, y habían allí todavía en las monta. ñas algunos Igneris que eran restos de los primeros habitantes, a quienes los Galibis habían masacrado, y quienes descendían algunas veces furtivamente y les hacían a estos mucho perjuicio, pero nuestros cazado· res que en estos tiempos atravesaron la isla por todas partes no han tenido conocimiento jamás de ellos. Se decía además, que poco tiempo antes del primer viaje que el Reverendo Padre Raymond Breton hizo a los salvajes, estos pretendidos 1gneris habían sorprendido a un pequeño negro esclavo y después de haberlo despellejado habían revestido un árbol con su piel; y esta crueldad inhumana puso furiosos a nuestros salvajes que estaban en asamblea en ese momento quienes trepando por rocas inaccesibles, llegaron a un bohío que rodearon en seguida y los cercados, que no eran más que un hombre, una mujer y un pequeño niño que despué's de algunas débtIes resistencias fueron capturados; que el marido había sido asado y comido, y la mujer hecha esclava con su hijo. Cinco años después, este mismo Padre Breton volvió y se enteró de qu~ había habido un ataque sorpresivo de estos montañeses que quemaron algunos bohíos de sus enemigos y después cargados con el botin se habían retirado a su morada. Esta nueva ifrupción había dado lugar al padre Breton a preguntar a nuestros salvajes, si ellos creían que estas gentes que hacían los descensos eran todavía verdaderos Igneris; ellos respondieron que no, y que estos quienes vivían en sus montañas, eran esclavos fugitivos llamados Alluages, que ellos habían tomado en la guerra, los cuales rechazando una servidumbre vergonzosa y sobrecogidos por el temor a ser comidos, habían ganado los bosques y las montañas donde se habían multiplicado, porque ellos tenían sus mujeres. Es verdaa que yo había hablado demasiado general en la primera edición de esta historia, sobre los testi·
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monios del señor de Olive y del señor de la Ramee, y de los más viejos colonos de nuestras islas, de que los salvajes que las habitaban antes de nosotros eran los restos de las masacres que los españoles habían hecho en las islas de Cuba, Española y San Juan de Puerto Rico; y esto no está tan alejado de la verdad como el señor de Rochefort nos quiere hacer ver; pues aún cuando haya habido dificultad en navegar contra viento con los barcos de los salvajes, sin embargo, no es ver· dad, "que esto sea maravilloso ya que tales barcos de ios salvajes, pueden hacer contra viento una legua al día"; puesto que yo los he visto por mí mismo hacer de diez a doce leguas por día contra viento y así la dificul· tad que habrfan tenido estos fugitivos de ganar nuestras islas no es tan grande como él ha hecho creer; también hemos oído nosotros de aquellos que acompañaron al señor Desnambuc en los combates llevados a cabo en la San Cristóbal, en el año de 1626, que entre los salvajes que allí perecieron había varios de estos miserables que se habían refugiado allí para evitar la crueldad de los españoles. Pero al combatir lo que yo había dicho (sin nomo brarme) no se ha dado cuenta de que caía en un inconveniente bastante más grande, al hacer descender a nuestros salvajes de los Apalachitas, quienes están a seiscientas o setecientas ]eguas más abajo que estos de las islas, que han sido ocupadas por Jos españoles; pues decir por toda razón que tuvieron el viento favorable hace alrededor de quinientos o seiscientos años, es decir. trescientos años cuanto menos antes de que la América hubiere sido descubierta, a eso se llama adi· vinar. También estoy convencido de que ha buscado tan lejos el origen de nuestros salvajes nada más que como pretexto para hacer su libro de historia, más grueso que el que M. Bristol ha hecho de los Apalachitas; al igual que ha hecho encallar un narval en la Tortuga aunque este pez sea de Fret de Davis y de Groenlandia, con el fin de poner en su libro, la historia de estos pueblos hecha por los holandeses, y mezclar así el mediodía y el septentrión, los calores de la zona tórrida con 'os fríos y las nieves de las zonas extremas. En efecto, aunque yo estaba en las islas para este tiempo en que este pretendido narval encalló, y siendo muy curioso de oír todo lo que allí pasaba, jamás he oIdo decir algo parecido, y todos los habitantes de este tiempo a los cuales yo pregunté dicen que no han oído jamás hablar de ello, tampoco puedo concebir como la memoria de una cosa tan considerable, haya sido tan ocuItada. Yo no quiero, sin embargo. decir que eso sea absolutamente falso ni imposible.
lB De la.religión de los salva;es Es una cosa totalmente deplorable, el ver nacer a estos pobres salvajes en la infidelidad, pasar toda la vida en las tinieb~as y como dice San Pablo filis irae sine deo in hoc mundo, después de haber vivido sin conocimiento alguno de Dios, morir sin esperanza de salvación; pues habremos de decir primero que ellos no tienen nada de religión. antes que hacer pasar todas sus niñerías, supersticiones ~ más bien sacri'egioscon los cuales honran a todos los demonios que les se· ducen, por un culto a alguna divididad. Tienen, sin embargo. algún sentimiento de un Dios, más poderoso que todos estos de los, que vamos a hablar y ellos están de acuerdo con nosotros que él ha hecho el cielo y que él aIH reside aunque el señor de 46
Rochefort dice que ellos hacen una distinción en aqueo lla suprema verdad; ellos reconocen que El está dotado de una tan grande bondad, que no hace ningún mal a nadie; pero en lugar de elevarse por este conocimiento. ellas 10 abandonan como algo indiferente, no rindién· dale honor y ni presenfándoles sus ofrendas como a estos de los cuales esperan utilidad y de los que temen las maldades. Creen comúnmente en dos tipos de dioses, de los cuales unos son los buenos que se llaman Icheiri, y los otros son malos que llaman Maboya o Mapoya; creen que hay entre ellos diversidad de sexos, que son de di· versas naciones 'Y que cuando eUos son llamados por sus Boyez, ellos traen algunas veces a los hijos de los hijos de sus hijos. Creen que estos espíritus o estos dioses tienen el poder de hacer crecer ·las mandiocas, que los pueden socorrer en sus enfermedades, que les ayudan en sus combates, que producen los huracanes y que envenenan y hacen morir a quien bueno les parece. Tienen entre ellos ciertos charlatanes que los sa~va· jes llaman Boyez., y el señor de Rochefort, sacerdote. brujos o magos; pero después que él dice que no ofre· cen sacrificio alguno, y esto es lo propio de los sacerdotes el ofrendar, me parece que sería mejor darle el nombre de ministros como él. La mayor parte de estos Boyez. (es así como se les l1ama a estos brujos); están dedicados, y como cansa· grados. desde su mlis tierna juventud a este detestable ministerio, por medio de ayunos y efusiones de sangre, hechas mediante incisiones en todas las parles de su cuerpo con los dientes del agutí. Cuando uno de estos Boyel. quiere hacer a otro después de habre ayunado largo tiempo hace descender a su Dios; y esto se hace en el gran bohío común que tiene forma ov~l, en la cual las bigas llegan hasta tierra y tienen una sola puerta y ninguna ventana; en el extremo del bohío hay un Matutu, que es una pequeña mesa hecha de junco o de latanero. de un pie o pie y medio de lado y alta, de ocho a diez pulgadas. sobre la cual se prepara la ofrenda ordinaria, que es casabe, fresco y uicu, en las calabazas nuevas; el Boyez. convoca a su Dios con las ceremonias ordinarias, cantando una canción de un aire bastante lúgubre, después de lo cual él sopla un poco de humo de tabaco, y en seguida cae como un saco de trigo en medio del bohlo. al mismo tiempo se le presenta una cama de algodón (hamaca) que es colgada expresamente para él, después se le hace la ofrenda de esto que está sobre el Matutu y el Boyez. comienza su arenga y pide un Dios para éste, a quien se le ha antojado de dárselo y que está muy purificado por los ayunos tan rigurosos. Realizado esto, este Dios o Diablo le da uno, que se manifiesta en forma de hombre, y si éste es una mujer, él le da una Diosa que se manifiesta en forma de mujer; y no se dice entre p.llos que estos sean los dioses de los salvajes sino el 1>ios de tal o la Diosa de cual. Tan pronto como este nuevo Boyez. ·ha sido hecho, su Dios no falta de cont~rle una fábula para adquirir la estima de su espíritu. El hermano Carlos que había estado en Martinica con el padre Raymond, me ha informado que había conocido uno de estos Boyez. que decía tener un Dios que se llamaba Iris, y quien era una de las más malas de todas estas falsas divinidades; y él le preguntó un día, de dónde venía que él tuviese un Dios, y él le respondió que su padre tenía dos y que le había dejado este como por herencia. y que él había dado una Diosa a su mujer. Afíadió que su Dios un día había entrado en el cuerpo de una mujer y que la hábía llevado varias veces por encima del sol, sin que ella se quemase con sus rayos; y que ella alH ha·
bía visto varias bellas tierras desprovistas de rocas, de donde chorreaban una infinidad de muy bellas fuentes de agua viva, y que le prometió que después de su muerte, ella viviría en estos lugares con él. Es así que el diablo abusa de estos pobres desgraciados. Cuando ellos quieren saber el resultado de aiguna enfermedad, llaman a un Boyet y después de haber purificado y limpiado bien la casa, se prepara en medio un Matutu con casabes y uycu, como hemos dicho ano teriormente. El Boyet viene por la noche como hijo de las tinieblas que tiene horror a todas las luces y enciende cuidadosamente el fuego en el bohío y no permi. te a ninguno que esté allí por los alrededores. A este propósito, yo no puedo silenciar lo que le ocurrió a''tluestro R. P. Rayrnond. Un día habiendo sido advertido de que se iba hacer venir al Diablo en un bohio, que era vecino al suyo, tomó la resolución de ir para contradecirle y hacerle huir, y para desengañar a esta pobre gente. Como él caminaba con un tizón en la mano, falto de una antorcha o lámpara, de las que ellos no hacen uso; las mujeres salieron todas violen. tamente y vinieron ante él, entrecortando las palabras por la cólera, decían que él las quería perder, que su Dios entraba ya en furor, y que a él no le agradaba más que las tinieblas, y tenia horror a la claridad. Este buen padre respondió corajudamente que él no temía nada su cólera y que el poderío de un Dios a] que era necesario adorar verdaderamente, era más fuerte que todos los artificios de un diablo que los engañaba. Las mujeres replicaron que si él avanzaba aún más, sería causa de que sus maridos y ellas fueren maltratados. El hizo lo que pudo por avanzar y por desengañarlos de una tan extraña superstición pero como él no sabía bien la lengua se vio obligado a volverse. Retorno a mi discurso, del cual estoy alejado un poco; después de que el Boyet ha entrado de noche en el bohío toma asiento en el medio de estos que ]e han llamado y una vez que ha hecho las ceremonias que hemos dicho, el Dios o el Diablo del médico cae de 10 alto en el medio del bohío, haciendo chascar sus dedos como los barberos cuando se secan el agua de sus manos, después de haber lavado una barba. Al ser interrogado, responde con una voz clara y distinta a todo lo que se le pregunta. Si el enfermo debe morir él dice que él morirá y no le hace cosa alguna. Enton· ces cada uno lo abandona como a hombre muerto. Si por el contrario él debe sanar, el maestro y él ayudan, es decir el Boye, y el pretendido Dios, se aproximan al enfermo, tocan, presionan y soban varias veces la parte afligida, soplando siempre hacia arriba; y sacando a veces, o haciendo como que sacan espinas de palmita un largo como el dedo, pequeños huesos o espinas, dientes de serpientes y astillas de madera, persuadiendo al enfermo que esto era lo que les causaba dolor. A continuación, ellos succionan la parte enferma y salen in· continentemente de la casa para vomitar, lo que ellos dicen es el veneno; así el pobre enfermo viene a sanar más por imaginación que en efecto más encantacid que desengañado. Acabada toWr esta ceremonia, el Diablo Médico remueve todo lo que se le ha provisto y él parece que hace buena comida, aunque todo está allí, como hemos dicho. Hecho esto, da con el pie en la tierra bastante rudamente, y se va secándose las manos y haciendo chiscar los dedos. Si sucede que una persona invita a varios Boyez, y estos traen cada uno a su Dios, se pone esto peor que ]a diablerfa de Chaumont; pues esos diablos disputan entre sí y se dicen mil injurias e incluso, al decir de los salvajes, se pelean tan rudamente que espantan de tal manera a estos pobres bárbaros que se ven obligados a ponerse a salvo, por temor a ser parte, y de per.
manecer allf los más fuertes ellos se llevan los golpl:s. Cuando el enfermo está sano, hace un festín o Icheiry, donde el pretendido dios y el Boyet no falta de asistir. Al fina] del festín los dos pintan al enfermo con pomas de quenepa y lo ponen tan bello como al médico, es decir, negro como el diablo. Un joven muchaeho francés, que fue esclavo tres o cuatro años entre ellos preguntó un día a Boyet qué aspecto tenía su Dios; y él le respondió que él era tan viejo que estaba todo curvado y que su bastón se ha· bía puesto todo lustroso a fuerza de llevarlo. Los diablos se posesionan a veces en los huesos de un muerto, que se ha sacado de su sepulcro, y que se envuelve en algodón y él eJOPresa los oráculos de esta osamenta cuando se ]e interroga, y dice que es el alma del muerto quien habla. Ellos se sirven de estos esqueletos parlantes, para embrujar a todos contra los que ellos tienen concebido algún rencor, ]0 que hacen de esta manera. EUos toman lo que queda de bebida o de comida de sus enemigos, o algún mueble que les pertenezca; y cuando lo han envuelto con esta osamenta, se ve rápidamente como aquél pierde su vigor ordinario, una fiebre lenta lo mi· na, y el ánimo le falta y muere lentamente, sin que se pueda dar remedio alguno para la recuperación de su salud. Nuestro padre Raymond vio a uno de éstos que queriéndose vengar de] asesino de su hermano, se confundió y mató a un inocente por el culpable; los padres de éste, que había sido tan desgraciadamente asesinado, sin considerar que él habia sido muerto más por error que por malicia, se resolvieron a la venganza, ellos enrojecieron algodón con la sangre de éste que habia sido matado y lo pusieron con esa osamenta de muerto y vio rápidamente que quien había matado decaía poco a poco de su buena condición; de suerte que después de haber llevado una vida languidecente por el espacio de dos años, murió con el deseo de venir a recibir el bautismo a la Guadooupe, donde el padre Raymond estaba por entonces. Ellos tienen ciertos monigotes de algodón, por la boca de los cuales ellos dicen, que el diablo habla. Ellos los tiran al mar, cuando quieren hacer un viaje; si se hunden al fondo dicen que es signo de tempestad y de riesgo; si flotan sobre el agua, es un pronóstico seguro de buen tiempo. El señor Du~Parquet, teniente general de su Majes· tad en la Martinica, me ha asegurado que los salvajes de estas islas habian encontrado en las cavernas ciertos ídolos de algodón con forma de hombres, que tenían granos de jabón en lugar de ojos y una especie de casco hecho de algodón sobre la cabeza; ellos aseguraron que eran los dioses de los Jgnery a quienes ellos habían masacrado; ni un sólo salvaje osó entrar en esa cueva; temblaban de temor cuando se aproximaban a ella. Este Señor habiendo sido advertido de ello, envió a sus colonos con orden de tomar los ídolos y traerlos a su casa; pero los Salvajes lo supieron y fueron sobrecogidos de un tal espanto y dijeron tantas cosas a estos colonos; que les comunicaron su temor; de suerte que los dos primeros que pusieron el pie en la cueva se desvanecieron, de donde se les sacó medio muertos y los otros no osaron pasar más adelante. Algún tiempo después él envió gentes más osadas que sin hablar a los Salvajes all{ entraron y se los llevaron secreta· mente. Estos ídolos fueron causa de una divertida aventura, que ocurrió a un Capitán de Saint Malo; pues el señor Du Parquet los habla puesto en una caja, y la dio a este- capitán sin decirle que eran, y ]e ordenó esta caja a su Señor el Duque de Orleans con cartas que le dio
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esto para dentro de un año, contentándose con cortarle los cabellos. Hecho esto, le dan el nombre que debe llevar toda su vida, no dejándole por tanto tomar otros, sino que éste le queda para siempre, y su reconoci· miento, el padre y la madre del niño untan el cuello y la cabeza del padrino o la madrina, con aceite de palmita. Es una cosa extraña C1 ver, tan pocos salvajes contrahechos, a la luz de que las madres no los envuelven en fajas jamás; también las mujeres salvajes saben muy bien burlarse de nosotros los franceses, quienes miman tanto a sus hijos. Cuando los niños están un poco robustos por la lecha que ellos han mamado de -las tetas de sus madres, o le dan como alimento algu· nas patatas o guineos que las madres mastican, antes de meterlas en la boca de sus pequeños, los cuales, apenas han llegado a la edad de tres o cuatro meses, ya andan a gatas, en cuatro patas por todo el bohío como pequeños perros, y se revueJcán en el polvo, vol· teándose constantemente sobre la tierra; y se acostumbran tan bien a andar en cuatro patas, que cuando son grandes, corren tan rápido de esta manera como nosotros los franceses corremos de pie. Cuando la fuerza se lo permite, se ponen de pie, pero están todavía enclen· ques como para andar; y lo que es admirable es que caen siempre sobre sus manos o sobre su trasero. Todos comen tierra, tanto las madres como los ni· ños, la causa de un tan grande desarreglo de apetito no puede proceder a mi parecer, más que de un exceso de melancolía, que es el humor predominante en todos los salvajes; ello es tan verdad, que parece que encuen· tran más delicia y satisfacción en comer yeso que en comer azúcar. Las madres aman tiernamente a sus hijos y están siempre cuidando, por apartar todo lo que les pueda ocurrir de funesto, y los tienen casi siem· pre prendidos a sus tetas, incluso en la noche; y es una maravilla que acostadas en las camas suspendidas, que son muy incómodas, no asfixian jamás a ninguno, aunque frecuentemente se acuestan con sus hijos, todas borrachas y sin razón. Ellas se alejan de ellos muy poco; y en todos los viajes que hacen sea por mar, sea por tierra, ellas los llevan consigo bajo sus brazos, en un¡l pequeña cama de algodón, que ellas han atado a sus espaldas con el fin de tener siempre delante de sus ojos al objeto de sus cuidados. Si ocurre que el marido deja a la mujer, ella retiene todos los niños y no le da ninguno más que cuando se ve en la obligación; los hijos que han sióo así abandonados" asisten a su madre y la mantienen. Cuando ellos son de más edad, si son muchachos, siguen ai padre y comen con él; si son niñas siguen a la madre y comen con ella. Tanto los unos como los otros son enseñados por sus padres y sus madres, más como bestias brutas que como hombres racionales; pues no aprenden ni civilidad, ni honor, ni incluso a decir buenos días, buenas tardes ni agradecer 10 que se le da por favor, de donde procede que no honran a sus padres, ni de palabra, de con reverencia, y si ellos obedecen alguna vez a sus órdenes esto es por su ca· pricho que así les persuade, más que por el respeto que les puedan tener. El libertinaje se manifiesta mucho más fácilmente entre los niños que son menos corregi. dos, e incluso maltratan a sus padres y sus madres y la mayor parte no son reprendidos por una acción tan execrable. No tienen ninguna vergüenza de su desnudez, eructan y pean y hacen toda las otras necesidades naturales sin ninguna circunspección. Los padres y las madres no les enseñan cosa alguna, si esta no es pescar, tirar con el arco, nadar, hacer pequeños cestos, y camas de aIgodón.
Cuando los muchachos y las muchachas han llegado a la edad de la pubertad, se les hace ayunar tres semanas, o un mes, y se les desgarra la piel con los dientes del aguty, como nosotros ya hemos dicho. Cuando quieren hacer a uno de sus hijos capitán o ponerlo en el rango de aquellos que pucden ir a la gue· rra, el muchacho se procura algún tiempo antcs, una cierta ave de presa llamada Matlce/e'fiC, a la cual ali· menta hasta el día destinado para esta ceremonia; llegado el día, el padre invita a los más señalados y más ancianos de entre sus amigos, y cuando estos se encuentran reunidos, le hace sentar sobre un banquillo y después de haberlo animado a s('r valiente en los como bates, y a vengarse de sus enemigus, toma el pájaro por ·las patas, lo rcvolea y revienta la cabeza sobre la de su hijo, y aún cuando casi lo aturda del golpe que le ha dado, es necesario que no frunza las cejas, así quiere pasar por soldado valiente, y echo esto el padre tritura y estruja el cuerpo del pájaro, y lo pone en remojo en agua con cantidad de pimienta; y después de haber desgarrado la piel de su hijo por todas las partes de su cuerpo y haberlo lavado con esta agua pimentada, le da el corazón de este Mancefetlil a comer con el fin de que por lo que ellos dicen, tenga más coraje. Hecho esto, se le cuelga una cama de algodón en lo alto del bohio, en la que se le acuesta a todo lo largo, y es necesario que allí permanezca sin beber ni comer, ni se mueva hasta que ya casi no pueda más; pucs creen muy firmemente que si en este tiempo se doblase pennanecería en esa postura durante el resto de sus días. Cuando el hijo ha pasado por este examen, que es tan rudo que en él algunos de ellos mueren, es considerado como valiente soldado, aunque pudiera ser que no fuese más que un cobarde. Por lo que se refiere a sus matrimonios, es necesario señalar que las personas jóvenes no saben lo que es hacer el amor antes del matrimonio. Cuando ellos quie. ren desposar a una muchacha con la que no tienen ad· quirido el derecho como son los primos hermanos que descienden de linea femenina, la piden a su padre, pues ellos se casan raramente en contra del deseo de sus padres. No hay ningún grado de consaguineídad prohi. bido entre ellos; se encuentran padres que han desposado a sus propias hijas, de las cuales ellos han tenido hijos, y madres que se han casado con sus hijos; aun· que esto sea una cosa muy rara. Pero es una cosa baso tante común el ver a un hombre con dos hermanas, y a veces con la madre y la hija. Si una muchacha se desposa con un capitán o con el hijo de un capitán es conducida a casa de su marido por su padre y madre, a donde ella lleva la cena del marido, y comen los dos juntos sentados en el suelo en medio del bohío, sin otras complicaciones, si no es por un pequeño vin, es deéir, una pequeña orgía entre los padres, y aún esto es bastante raro; después la mujer se queda con su marido. Si no es un capitán quien desposa a una muchacha, él deja su morada y se va a casar como ya hemos dicho, y vive en la casa de su suegro, y en estas circunstancias las muchachas, tienen una ventaja por encima de sus maridos, y es que ellas pueden hablar a toda suerte de personas, pero el ma~ rido no osa entablar conversación con los padres de su mujer, si él no ha sido dispensado o por su poca edad o por su borrachera. Evitan la presencia de aquellos haciendo grandes circunvalaciones, y si son sorprendi· dos en algún lugar en el cual no los puedan evitar, este al que se habla gira su cara del otro lado, para no verse obligado a ver a este que le habla, si es que está obligado a oíIlle. Esta extraña costumbre me fue infor. mada por un joven que había sido por mucho tiempo esclavo entre ellos.
La poligamia es común entre ellos, por lo cual casi todos tienen varias mujeres, algunas veces hasta seis o siete, en varias islas, a las cuales visitan frecuente. mente; sobre todo los capitanes hacen gloria en tener una familia numerosa, para tener más crédito entre los de su nación y hacerse más temibles a sus ene· migas. Un salvaje que tenga varias mujeres le hace a cada una, un pequeño bohio, en el cual el marido la visita, de manera tal que durante un mes (que ellos cuentan por lunas) vive una mujer, y otro mes con otra; es necesario señalar que no hay ninguna clase de celos entre ellas. Que las mujeres de Europa griten milagro, tanto como les p1azca. La mujer que el marido corteja durante este mes, está obligada a satisfacerle todas las necesidades, ]e hace el pan, le sirve como a su señor, lo colorea y lo peina todos los dias y si es necesario que él vaya a comerciar, ella lo acompaña inseparablemente durante su viaje. Pero como el amor por sus mujeres no es igual, sus visitas no están reguladas, y dejan correr años enteros sin encontrarse con algunas; pero si son hijas de capitanes, los padres se interesan por sus hijas, y amena· zan a sus yernos con quitarles a sus hijas y dárselas a otros. Si han sido engañadas y abusadas mediante los artificios y promesas de un amante, y el pecado que ha sido cometido a escondidas llega a conocimiento del marido, éste perdona a veces a su esposa, pero jamás al que la ha hecho caer en falta. Ellos 1uieren ser tan libres en el abandono de sus mujeres como en la elección: es por esto que las aban· donan cuando bueno les parece, mientras que no pue· den hacer lo mismo las mujeres sin el consentimiento de sus maridos. Si un hombre desposa una esclava que él ha cápturado en la guerra, aunque ella sea una más de sus mujeres, es pelada siempre como un muchacho, y una vez que ellos han satisfecho sus placeres, le dan un gol. pe de bastón (que es una especie de maza, y su arma ordinaria) en la cabeza, y la envian asi al otro mundo por toda recompensa. Eso no obstante es bastante raro, y nosotros hemos visto varios, particularmente los viejos, quienes amaban con ternura a sus jóvenes esclavas e incluso los niños que les nacían eran de idéntica condición que los otros.
y aunque es una cosa muy cierta que las hembras de
los animales procrean en menos tiempo en nuestras islas que en Europa; no he notado ni he oido que las mujeres disfruten de este privilegio; solamente que ellas son más capaces para tener hijos, y que cesan mucho más tarde su fertilidad que la de las mujeres de Europa. Se encuentran en los registros de la Guadalupe el nombre de una vieja salvaje, llamada Madame, cien años de edad y su hija de cinco años, yo he visto a la madre y a la hija, aunque no se sabe de su edad más que por conjeturas, es casi seguro que no pudo tener menos de 80 años, cuando ella la trajo ai mundo. El Reverendo Padre Jesuita Chemel, me ha asegurado dos o tres cosas en una carta que él me ha hecho el honor de escribirme, que son pruebas de esto. Pues me indica que durante el tiempo que él vivió en las Islas un joven muchacho francés, criado en la casa del señor de la Vallee. había abusado de una vieja salvaje, que tenía lo menos 80 años, y ella quedó preñada a lo que añado, que en la opinión de los colonos que llegaron primero a las Islas, ella tenía más de cien años, lo que ellos con· firmaron por la edad de los hijos de sus hijos, que eran ya muy viejos; y que en la Isla de la Martinica, él habla t:asado a una francesa de 55 años de edad la cual no dejó de quedar embarazada y de tener varios niños, aún cuando desde los quince años no lo habia estado. De la ocupación de los salvajes
Toda la ocupación de los hombres salvajes, es antes un divertimento necesario, sin el cual la vida incluso la más dulce seria insoportable, que un penoso traba· jo: como .pasan toda su vida en una tan gran ociosidad, cuando se les ve meter manos a la obra, es necesario que es el tedio y el aburrimiento que ellos encuentran en esta vagancia )0 que les hace trabajar más que un movimiento razonable. Así, tan pronto se levantan, corren al Tia para lavarse todo el cuerpo, encienden un gran fuego después en su carbet, alrededor del cual ellos se sientan en derre· dor para calentarse. Allí, cada uno dice lo que él sabe, los unos se entretienen con sus amigos, los otros tocan fa liIauta, de suerte que todos ellos mueven la lengua o los dedos; mientras, las mujeres se afanan en el de. sayuno.
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