OCTUBRE - DICIEMBRE 1961
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R E V I ·S TA DEL INSTITUTO DE CULTURA P U E RT 0 RR IQ U EN A : JUNTA DE DIRECTORES Eugenio Fernandez Mendez - Presidente Enrique Laguerre Arturo Morales Carri6n Salvador Ti6 Teodoro Vidal Guillermo Silva Enrique Campos del Toro
Director Ejecutivo - Ricardo E. Alegria Apartado 4.184
SAN JUAN DE PUERTO RICO
ANO IV
1961
NUM. 13
OCTUBRB - DICIEMBRB
SU MARIO
Una evaluaci6n de las teorias sobre el punto de desembarco de Cristobal Colon en Puerto Rico por Luis M. Diaz Soler El
permanente dialogo de Chevremont con la poesia por Dora I sella Russell
Evaristo
Ribera 9
4 Poemas de Francisco Arrivi
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Las iglesias y conventos de Puerto Rico en el siglo XVIII por M. Cristina Campo Lacasa
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Exposicion de pinturas: El paisaje puertorrique-
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fio
Un escultor habanero en San Juan. El Maestro Jose Valentin Sanchez (1771-1829) por Arturo V . Davila
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Cultura . Tres pasos y un encuentro por Tomas Blanco
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E l dia de Santiago por Jose Antonio Daub6n
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Los ballets de San Juan en su. temporada clasica
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Aguinaldo de Reyes
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Mariano Abril Ostal6, 1861-1935 por Jose S. Alegria .
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Dos cuentos de Mariano Abril
46
Semblanza de don Mariano Abril por Lidia Cruz Monclova
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El primer diario de San Juan por Mariano Abril
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Se inaugura el Taller de Ceramica
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El gobernador Pezuela y la rebeli6n de los comerciantes por Alberto Cibes Viade
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SEPARATA
La Terruca (Musica de Braulio Dueno Colon p ara el poema de Virgilio Davila)
Colaboradores
PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUENA Director: Ricardo E . Alegria Fotograftas: J ose Diana y Fare; Dibujos y Grabados . Ruben Moreira, Lorenzo Romar y Carlos Marichal.
Aparece trimestralmente Precio de! ejemplar Suscripci6n anual
$0.75 i2.50
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IMPRBSO EN LOS TALUlRES RAMBLAS,
DB ARTES
GRAFICAS «EDICIONES ( ESPAi'IA)
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23 - BARCELONA
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Jos:E S. ALEGRfA, periodista y poeta, naci6 en Dorado y curs6 estudios de Derecho en los Estados Unidos. Desemp~fi6 la direcci6n de «Puerto Rico Ilustrado». Ha sido miembro de la Camara de Representantes y en la actualidad preside el Instituto Puertorriquefio de Cultura Hispanica. Cultivador de la cr6nica y la estampa de sabor local, ha publicado, entre otros, los libros Cr6nicas frivolas (1938 ), Retablo de la aldea (1949), obra premiada por el Instituto de Literatura Puertorriquefia; El alma de la aldea (1955), Cartas a Florinda (1958), tambien premiado por el Instituto de Literatura, y el poemano Rosas y Flechas (1958).
FRANCISCO ARRIVI, dramaturgo, director de teatro y poeta, naci6 en San Juan. Becado por la Fundaci6n Rockefeller curs6 estudios de arte teatral y radio en Ia Universidad de Columbia. Dirigi6 la Escuela de! Aire, y desde 1953 es director ejecutivo de la radioemisora de la Secretaria de Instrucci6n Publica (WIPR-Radio ). En 1960 actu6 como director general del Tercer Festival de Teatro Puertorriquefio. Es autor de las siguientes obras teatrales: Club de Solteros (1940), El diablo se humaniza (1941), Alumbramiento (1945), Maria Soledad (1947), El caso del muerto en vida (1951), Bolero y plena (1952), Vejigantes (1958) y Sirena (1959) y de los poemarios Isla y ·nada (1958) y Frontera (1960).
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TOMAS BLANCO, ensayista, critico de arte y literatura, novelista e historiador, naci6 en San Juan. Ha colaborado en varias revistas del pais y del extranjero, y es autor de las siguientes obras : Prontuario hist6rico de Puerto Rico (1955), libro premiado por el Instituto de Cultura Puertorriquefia; El prejuicio racial en Puerto Rico (1942), Sabre Pales Matos, Los Vates, La Dragontea (1950), Los aguinaldos del Infante (1954 ), Los cinco sentidos .(1956) y Miserere (1959).
ALBERTO CrnEs VIADE, naci6 en Mayagiiez. En la Universidad de Puerto Rico obtuvo ¡ los titulos de bachiller en Artes (1939) y Educaci6n (1941), y cuatro afios mas tar. de, en la Universidad de Fordham, Nueva York, el grado de Maestro en Artes. Doctor en filosofia y letras de la Universidad de Madrid (1958), ha colaborado en la prensa del pais con articulos sobre temas filos6ficos e hist6ricos. Es miembro del claustro de la Universidad de Puerto Rico, y actualmente dirige la Oficina de Informaci6n de este centro docente.
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LIDIO CRUZ MONCLOVA naci6 en Rio Piedras. Estudi6 en la Universidad de Puerto Rico, donde hace muchos afios desempefia catedras de historia y literatura puertorriquefias. Dedicado especialmente al estudio de nuestro siglo XIX, es nuestra principal autoridad en la historia de dicha epoca. Ha publicado las obras Historia de Puerto Rico; siglo XIX, Historia del afio 1887 (1957) y Luis Munoz Rivera: SOR MARIA CRISTINA CAMPO LACASA, religiosa de la Congregaci6n de Hermanas de la Caridad de Santa Ana, es profesora de segunda ensefianza y ha estudiado en Sevilla historia de America bajo la direcci6n del doctor Francisco Morales Padron. Pr6ximamente publicara su tesis de licenciatura, titulada Notas gene-
los primeros diez afios de su vida polftica (1959), aparte de las obras Noticia acerca del pensamiento politico de Puerto Rico (1955), escrita en colaboraci6n con Antonio J. Colorado, y Los documentos, (.que dicen? (1957), escrita en cola-
rales sabre la historia eclesidstica de Puerto Rico en el siglo XVIII.
Obras completas de Luis Munoz Rivera,
boraci6n con Reece B. Bothwell. Es, ademas, editor de la parte de prosa de las que viene publicando el Instituto de Cul-
tura Pue:rtorriquefia,
ARTURO V. DA.VILA naci6 en Santurce, Puerto Rico. Curs6 los estudios de la carrera de Filosofia y Letras en la Universidad Central de Madrid, donde obtuvo el titulo de Licenciado en 1956. Alli present6 en marzo de 1960 la tesis para el grado de doctor sabre el tema: La Isla de Vieques en la Historia (1493-1864) Un conflicto de Soberanfa. Es Profesor de Humanidades en la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico y Secretario de la Comisi6n de Monumentos Hist6ricos del Instituto de Cultura Puertorriquefia.
LUIS MANUEL DfAz SOLER es Director del Departamento de Historia y catedratico asociado de la misma disciplina en la Universidad de Puerto Rico. En 1950 recibi6 de la Universidad de Luisiana el titulo de doctor en filosofia .de la Revista Historia, publicaci6n del capitulo puertorriquefio de Ia Sociedad Nacional Honoraria de Historia de Estados Unidos. Ademas de diversos trabajos en revistas del pais y del extranjero, ha publicado la obra Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico (1493-1890) y Rosendo Matienza Cintr6n: Vida y obra (1960).
DORA !SELLA RUSSELL, poetisa y prosista uruguaya, trajo a Puerto Rico la representaci6n cultural de su pais al IV Congreso de Poesia Puertorriquefia. Poetisa d~ renombre internacional, ha publicado los libros S.onetos (1943), El canto irremediable (1946), Oleaje (1949) y Los barcos de la noche (1954). Se ha distinguido coma ensayista, y en tal caracter se le deben varios trabajos sabre Juana de Ibarbourou, cuyas Obras Completas (Colecci6n ÂŤJoyaÂť, de Aguilar), ha compilado y anotado. Tambien ha pronunciado conferencias sabre temas literarios en varios pafses de Suramerica y en Puerto Rico.
Una evaluaci6n de las teorias sohre el punto de desemharco de Cristobal Colon en Puerto Rico* Por Lms M. DfAz SOLER
lNTRODUCCIQN DOS MOMENTOS DE NUESTRA VIDA HIST6RICA, LA E Ndeterminacion del punto de desembarco de Cristobal Colon en Puerto Rico ha causado honda conmocion espiritual. Primeramente en 1893, con motivo de las celebraciones en la Isla del cuarto centenario de vida cristiana y con especial referenda al emplazamiento de un monumento conmemorativo del arribo del Almirante en las riberas del Rio Culebrinas. Cuarenta afios despues, la Seccion de Historia del Ateneo Puertorriquefio, en vista de que la cuestion seguia siendo objeto de fuertes debates, decidio convocar a un concurso para clarificar la incognita del desembarco. Hoy abordo el tema, no como un ponente mas, sino como arbitro de tan espinosa contienda, confiado en que saldre ileso de tan atrevida aventura. No hay, pues, aportacion propia en lo que ha de decirse en este trabajo. Tampoco me mueve el animo de polemica; deseo pensar en alta voz, evaluando serena y objetivamente las valiosas aportaciones de nuestros predecesores. Creo que con ello respondo al llamado del Instituto de Cultura Puertorriquefia, que interesado en todo lo que atafie a la vida de este pueblo, confia en que el que habla pueda analizar criticamente lo que han discutido hasta la saciedad personas mas entendidas en el asunto. Dentro de las limitaciones que impone una conferencia, trataremos de puntualizar una serie de cuestiones que no han quedado resueltas por la documenfacion que se ha manejado hasta estos momentos. «DESCUBRIMIENTO»
Y
«DESEMBARCO»
Parece conveniente fijar de antemano la connotacion de dos vocablos castizos que envuelven accio• Conferencia ofrecida en el Instituto de Cultura Puertorriquefia, la noche de! viernes 17 de noviembre de 1961.
nes disimiles, corrientemente tratadas como equivalentes. Me refiero a los terminos «descubrimiento» y «desembarco», El primero, es hallazgo, manifestacion de lo que estaba oculto o era desconocido; el segundo, es salir de una embarcacion, sacar de una nave y poner en tierra lo que estaba embarcado. Observese, que en el caso de descubrimiento no habria que poner pie en tierra para proclamar el hallazgo; para desembarcar es requisito indispensable bajar a tierra. Dos acciones disimiles no deben conllevar igual connotacion, aunque la accion de desembarco podria ser complementaria al acto de descubrir. Han sido muchos los autores puertorriquefios que, tratandose sus trabajos sobre el desembarco de Colon en Puerto Rico, les han titulado descubrimiento. «DESCUBRIMIENTO» DE PUERTO RICO Tratemos primero lo referente al descubrimiento de Boriquen. Como una de las teorias sobre el descubrimiento de nuestra Isla tiene que ver con el primer viaje de las tres livianas carabelas, conviene seguir la ruta de las mismas luego de descubiertas las primeras tierras del Nuevo Mundo. Recordemos que del grupo de las Bahamas fue una -llamese San Salvador, Guanahani, Watling- la que Dios quiso que sirviera para el desembarco de aquellos primeros 90 hombres espafioles del siglo xv que pusieron su planta en tierras desconocidas del Atlantico. Dias despues derivo el Almirante hacia el sudoeste en busca de tierras continentales, topandose con Cuba, que crey6 seria parte de la masa terrestre asiatica. Separado de los hermanos Pinzon, que capitaneaban la Pinta y la Nina, regreso Colon sobre la ruta que habia seguido por la costa norte de Cuba y pasando el brazo de mar entre aquella y la vecina isla de Haiti, tuvo la desgracia de perder, emban;ancado en los · arrecifes, la mejor y mas capaz de sus naves, la Santa Maria. Treinta y nueve hombres habria de
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dejar Colon en el improvisado Fortin de la Navidad, localizado en el noroeste de La Espanola (que asi le llamo a la segunda de las Antillas Mayores que descubriera) para proseguir viaje hasta encontrarse con I< dotacion de la Pinta que se hallaba en la region del Cibao, donde las aborigenes le habian mostrado el oro de aquella zona. Pronto habria de ordenar el Almirante el regreso a Espana: las Pinzon abordaron la Pinta; Colon seguiria en la Nina, con la cual bojeo par la costa nordeste de La Espanola entrando en la Bahia de Samana. En este punto, es Fray Bartolome de las Casas la fuente que comienza a confundir al historiador del porvenir. Al escribir su · Historia de las lndias, Las Casas aseguro que tuvo en sus manos infinidad de papeles pertenecientes a Cristobal Colon que utilizo en la confeccion de su obra. Entre las documentos que aparentemente manejo contaba el fraile con una copia de un original de Colon donde relataba las incidencias del primer viaje, jornada que rebaso la barra de Saltes el 3 de agosto de 1492 y finalizo en Lisboa el 4 de marzo de 1493. Con Las Casas de apoyatura, el poeta puertorriqueno don Luis Llorens Torres sostuvo que la tierra a la que dedico sus mejores versos, habia sido descubierta el 12 de enero de 1493, teoria que mantenemos en tela de duda par la vaguedad con que aparece mencionada la Isla, si es que a Puerto Rico se le puede identificar con lo que Las Casas dice. En la region de Samana, echo Colon algunos hombres a tierra, quienes condujeron a bordo a un indio cigiiayo. Toda conversacion entre indigenas y espanoles debio ser muy confusa en aquellos dias. Cuando Colon le pregunto al indio sabre las caribes, tan temidos de sus congeneres de Antillas Mayores, este senalo hacia el Este, la cual (tierra), apunta Las Casas «diz que ayer vio el Almirante antes que entrase en aquella bahia». El dominico va mas lejos aun cuando identifico a Boriquen con la Isla de Carib, poniendo en boca del indio otra isla llamada Matinino, supuestamente localizada mas al este de la de Carib . Acompanado de siete espanoles regreso el indio a tierra iniciandose en ese momenta un ataque indigena co~tra las intrusos. Los navegantes rechazaron la cfensiva y antes de alborear el miercoles 16 de enero de 1493, partio Colon con sus hombres del Golfo de las Flechas ( que asi bautizo Colon a la region de Samana) aprovechando la brisa terral y el viento del oeste. Con proa puesta «al Leste cuarta Nordeste para ir diz que a la isla de Carib». Las Casas dice, que despues de navegar «a su parecer 64 millas senalaronle las indios quedaria la dicha isla al Sueste; quiso llevar aquel camino» pero las vientos favorables le convencieron de enderezar proa a Espana, «Nordeste cuarta del Este y anduvo asi hasta el sol puesto 48 millas, que son 12 leguas». El Almirante aseguraba que las islas de Carib y Matinino, que eran al Sudeste, no debian distar 15 o 20 leguas de donde habia partido, pero segun el «las indios no supieron senalar la derrota ... » Personalmente, no me parece posible que Colon divisara la isla de Boriquen al penetrar la bahia de Samana mientras costeaba el norte de La Espanola en direccion oeste-este. Al abandonar la bahia con rumba a Espana las posibilidades eran mayores pero
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aun cuando su intencion revelada era ir en direccion Este, prevalecio la conveniencia de seguir directamente a Espana aprovechando las vientos favorables. Si en algun momenta via tierra, no la declaro descubierta ni la identifico. Si nos inclinamos a descartar esa teoria de descubrimiento, solo nos queda comprobar que ese hecho ocurrio durante el segundo viaje. La segunda jornada de Cristobal Colon al Nuevo Mundo y el mas importante de las cuatro viajes del Almirante, partio de Espana el 25 de septiembre de 1493. Era una expedicion colonizadora que constaba de 17 barcos y 1,500 hombres escogidos, con caballos, semillas y todo lo necesario para poblar, colonizar y extender la fe catolica. Todos las estudiosos de nuestra historia concuerdan en que el testimonio de testigo ocular indispensable para conocer las incidencias de ese viaje lo es la carta del fisico de abordo, doctor Diego Alvarez Chanca, a las senores del Cabildo de Sevilla, escrita a fines de 1493 y enviada a Sevilla posiblemente par conducto de Antonio de Torres, quien capitaneaba 12 de las 17 naves de la expedicion que regresaron a Espana en enero de 1494. El documento en cuestion permanecio oculto par mas de tres siglos; fue encontrada entre las papeles del fraile jeronimo Fray Antonio de Aspa y publicada par don Martin Fernandez de Navarrete en 1825 en su Colecci6n de las viajes que hicieron par mar las esz;anoles desde fines del siglo xv. Par despacho de 23 de mayo de 1493, se designo al Dr. Chanca para desempenar la plaza de fisico 0 medico de abordo; al dia siguiente, se ordeno a las contadores mayores que le diesen el salario y racion correspondiente al de Escribano en las Indias. Es en el desempeno de estas funciones que Chanca escribe su famosa carta, que en ausencia de la bitacora de las barcos de la expedicion, o de cualquier otro documento de testigo ocular de las hechos, tiene la prioridad ante las ojos del investigador acucioso de la verdad. La carta de Chanca toma forma de diario y en ella su autor asegura que se avistaron las tierras de la isla de Burenquen al atardecer del dia 16 de noviembre de 1493. Por indicacion de las indias tainas rescatadas en las islas de Antillas Menores ya descubiertas y visitadas par Colon, el Almirante pudo identificar la isla, constituyendose esa fecha en la del descubrimiento de Puerto Rico. Como es de todos sabido, los marinas de aquel tiempo (la experiencia del naufragio de la Santa Maria en el primer viaje tambien lo aconsejaba) no se arriesgaban a navegar de noche cerca de tierra por aguas desconocidas; quedaron al pairo para continuar la jornada al dia siguiente. Si aceptaramos que la costa sur de Boriquen fue la navegada par el Almirante durante el dia 17 de noviembre, cabe admitir que la. parte sudoriental fue la region divisada par Colon en el momenta de ocurrir su descubrimiento. DESEMBARCO DE CoL6N EN BORIQUEN
Al finalizar la jornada maritima del dia 17 de noviembre de 1493, las naves colombinas habian con-
cluido 30 leguas de navegac10n por una sola costa de Ia isla de Boriquen, cuando Ia proximidad de Ia noche les obliga a ponerse al pairo nuevamente. Al amanecer del nuevo dia (18 de noviembre) ocurre el desembarco en tierra de Buriquen, que ahora era tomada por Colon a nombre de los Reyes Catolicos y bautizada con el nombre de San Juan Bautista. Y entramos s hora en una evaluacion de las teorias de desembarco, objeto de esta ojeada en tomo a Ios origenes cristianos de nuestra comunidad puertorriquefia. Alrededor de veinticinco estudiosos de la segunda expedicion colombina ban escogido seis puntos de desembarco en las costas sur y occidental de Puerto Rico. Mucho se ha escrito, y se ha especulado otro tanto, sin que a estas alturas podamos hacer seleccion sobre tan controversial asunto de nuestra historia regional. No es esta Ia primera vez que se hace una evaluacion sobre las diversas teorias de desembarco; el sefior don Adolfo de Hostos, prestigiosa figura de nuestra intelectualidad, tiene un interesante estudio titulado «lDonde fondeo la flota de Colon en Puerto Rico?» incluido en su libro Investigaciones Hist6ricas (1938) donde ilustra muy bien las virtudes y fallas de las distintas opiniones acerca del desembarco de las naves colombinas en Puerto Rico. AGUADA: TEORfA TRADICIONAL
La teoria tradicional situa el punto de desembarco en Aguada, en las margenes del Rio Culebrinas; alli esta aun el monumento conmemorativo de tal acontecimiento. Representa las opiniones sustentadas por una pleyade de nuestros mas distinguidos y conspicuos escritores de la historia insular. Sus ideas, como sefialara en la introduccion a este trabajo, causaron hondo revuelo entre la clase culta del pais. Echemos una mirada retrospectiva para situarnos en el afio de 1893: la Isla de Puerto Rico se disponia a celebrar el cuarto centenario del desembarco de Colon en sus playas. Un afio antes, la nacion espafiola recordaba al mundo la extraordinaria empresa que auspiciara para beneficio de toda la humanid ad. En Puerto Rico, el Gobemador y Capitan General, don Antonio Daban, designo una Junta Directiva que entendiese con los actos conmemorativos y esta acordo levantar un «monumento con una cruz» en el sitio en que desembarco Colon. Se abrio un certamen y don Cayetano Coll y Toste preparo un trabajo titulado «Colon en Puerto Rico», el unico enviado al concurso; proclamado vencedor, recibio la medalla de oro creditativa del primer premio. Aguada fue el punto escogido por el ilustre medico y hombre de Ietras puertorriquefio. Segun el, Ia expedicion colombina, luego d e descubrir las Islas Vfrgenes, «deribo al suroeste», divisando tierras de Boriquen el 16 de noviembre al atardecer; el dia 17 navego la costa meridional para remontar durante el dia 18 por Ia costa occidental de Puerto Rico. El bojeo de esa costa termino luego de pasar «el ultimo angulo de Ia costa occidental», y efectuar el anclaje en Aguada el 19 de noviembre de 1493. Con referenda a la Historia geogrdfica, civil y politica de la Isla de San
Juan Bautista de Puerto Rico, escrita en 1788 por Fray Ifiigo Abbad y Lasierra, se establece una fundamental diferencia : segi'.m Abbad, Colon navego por la costa norte para recalar en Aguada, ruta que fue aceptada por don Jose Gonzalez Ginorio. El benedictino hizo claro, sin embargo, que «DO tenia autor ni documento en que fundar su pensamiento» y que el mismo «quedaria siempre en la clase de conjetura.» Don Salvador Brau, para entonces Historiador Oficial de Puerto Rico, apoyo y defendio la teoria de Coll y Toste, que hizo suya, segun lo revela en su obra Puerto Rico y su historia (1894), afirmandose para sus conclusiones en el criteria del historiador espafiol don Juan Bautista Mufioz. Su dictamen fue fovorecido por el gobierno espafiol al anunciar oficialmente que el monumento conmemorativo habria de erigirse en el sitio por el designado. A la proclama oficial siguio una ola de protestas y con ellas comenzaron a aparecer en la prensa local diversas teorias cie desembarco que cuestionaban la posicion del Historiador Oficial. El periodista don Mariano Abril aseguro que la «verdad historica» no habia prevalecido en 1893, sino la voluntad gubernamental apoyandose en Brau. En la primera plana del Diario Popular, de Mayagiiez, los sefiores Manuel Maria Sama y Jose cle Jesus Dominguez intentab an detener la accion del Gobierno con articulos que trataban de probar el desembarco por Mayagiiez. Se reto a Brau y a Coll y Toste para que presentaran el testimonio comprobatorio de que el desembarco ocurrio por Aguada. En el sur de la Isla, escribia febrilmente el cura parroco de Guayanilla, el padre Jose Maria Nazario Cancel, autor de Guayanilla y la historia de Puerto Rico (1893), quien escogia el puerto de ese pueblo como punto de desembarco y el 19 de noviembre como fecha del acontecimiento. Sostenia que de alli salio luego Colon costeando con direccion oeste, navegando por el sur de Ia Isla de Mona y La Espanola para tcmar rumbo al norte por la costa occidental de Haiti hasta llegar al destruido Fortin de la Navidad. Los documentos niegan tales asertos, no solo en lo que toca a la navegacion en aguas de Puerto Rico, sino en la direccion tomada para recalar al Fortin de Navidad. Aunque crecia el descontento con la decision que favorecia a Aguada, se procedia a esculpir en m armol de Trujillo Alto, el monumento conmemorativo. Solo una esperanza se columpiaba en el horizonte : se ofrecio someter a la consideracion de la Real Academia de Ia Historia el dictamen de la Comision. Si Ia voz de la Academia revocaba lo de Aguad a, el Gobierno se comprometia a trasladar el monumento al sitio que correspondiese de acuerdo con el criteria de dicho Cuerpo. Si la Academia tuvo conocimiento oficial de Ia controversia, no lo sabemos; el dictamen aun se espera. Con el silencio de la Academia y Ia ereccion del monumento en las margenes del Culebrinas, se traslado a las generaciones posteriores el espinoso y controversial problema. Dieciseis estudiosos de nuestra historia rechazan la teoria de desembarco por Aguad a. Veamos algunas de las razones para adopt ar tal posicion.
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«AGUADA», VOCABLO EN JUEGO
En el caso de desembarco por Aguada, la imagineria popular ha conectado la region con. unos «pozos» inexistentes y que, .de haber existido en las inmediaciones de Aguada, no hubiesen tenido mayor importancia porque las naves de Colon no tenian necesidad de agua al arribar a Puerto Rico. No hay un solo documento relativo al primero o al segundo viaje de Colon que mencione el hecho de que el Almirante tuviese necesidad de agua durante sus largas o cortas travesias en mares desconocidos. Si en el segundo viaje hubo necesidad de proveerse de agua potable, la oportunidad de hacerlo les fue dada en las Antillas Menores, visitadas por Colon antes de su arribo a Puerto Rico. El vocablo «aguada» tiene connotacion maritima (que puede relacionarse con aprovisionamiento de agua potable) pero no debe conectarse con la region geografica que ha venido a tener ese nombre. La actual region de Aguada no es tierra de pozos de agua, sino de tierras bajas y cienagas. De existir «pozos», el conocimiento de ello hubiese sido posterior al desembarco y luego de una minuciosa exploracion del terreno. El termino «aguada» significa punto de parada de naves; de ahi que a partir de 1505, en la costa occidental de Puerto Rico bubo distintas «aguadas» en distintas etapas de su historia, localizadas en Aguadilla, Mayagiiez o Afiasco (Guaorabo). La cercania a La Espanola traia por necesidad el contacto frecuente ~on la Antilla vecina. Luego de la orden del monarca espanol, obligando a los buques destinados a Santo Domingo a hacer escala en San Juan y tras la conquista de Mexico por Hernan Cortes, la «aguada» en la costa occidental de Puerto Rico resultaba imprescindible. Las bahias y radas de la costa oeste protegen a los buques de los vientos del Norte y del Noreste. De la «aguada» del Guaorabo salio Ponce de Leon en 1513, en busca de la tierra de Bimini y por mucho tiempo durante el siglo XVI siguio siendo la «aguada». Para 1640, segun Laet, la desembocadura del Guaorabo (Afiasco) continuaba en su funcion de surgidero prescrito para las naves que visitaban esa costa, pero en el plano de don Tomas Lopez, de 1782, aparecio una «aguada nueva» correspondiente a la bahia de Mayagiiez. Ese mapa o plano fue copiado por el ingles Jefferis y aparecio en un New General Atlas que se publico en Londres en 1815. Conviene apuntar que el tE':rmino «aguada» era ajeno a Colon; no es vocablo que aparezca en sus relatos de viaje o en el de sus coterraneos. El termino aparecio por vez primera en un informe que la Audiencia de Santo Domingo envio a Espana en 1528, relativo al saqueo de San German (el Viejo) por corsarios franceses. Ello parece indicar que para ese tiempo la desembocadura del Guaorabo, donde estaba enclavado el original poblado de San German, era la «aguada» de esa costa. En 1532, Juan Gonzalez, que a la sazon escribia desde Mejico, aseguraba que habia acompanado a Juan Ponce de Leon al «puerto de los pozos», pero lo raro de ello es que el propio Ponce de Leon j amas hizo r eferenda a ello. Del grupo de cronistas que pudieron haber consultado
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a Colon o manejaron documentos oficiales, solo dos hacen referenda a una aguada; siete no la mencionan. Si fuesemos a fijar el sitio de desembarco entre Punta Jigiiero y Punta Borinquen, no creo que Aguada seria seleccion, sino la magnifica bab.ia de Aguadilla, libre de escollos y con una profundidad minima de 45 pies. En Aguada propiamente no hay fondeadero y el Culebrinas es mas bien un rio llano y fangoso en las inmediaciones de su desembocadura. El que se situa en el sitio del monumento al desembarco y tiende hacia el mar la vista, no concibe que aquel haya podido ser punto de anclaje, cuando hoy dia no es el sitio mas propicio para bacerse a la mar sencillos botes pesqueros. De la costa h acia el mar existe ancha faja de arena y cascajo. Los que sostienen la teoria de Aguada mencionan a un cacique Aymamon, cuyo yucayeque debio estar cerca del Culebrinas. Hay quien ponga en duda la existencia de tal regulo y la region no ha producido vestigio arqueologico alguno que indique que alli estuvo radicada una villa indigena. La tesis del Dr. J. L. Montalvo Guenard sobre la ausencia de concheros en las cercanias de Aguada no h a sido aun rebatida. La casi totalidad de los exponentes de teorias de desembarco aseguran que habia un pequeno villorrio indigena que fue visto por los espafioles. El conchero de J oyuda data de alrededor de 600 anos y se encuentra a ocho pies de profundidad y hay concheros en Boqueron, Guaniquilla, cerca de Mayagiiez y en Rincon, en las inmediaciones de las radas, bahias y ensenadas de esas areas. En todo caso, la comprobacion arqueologica tendria solo valor corroborativo una vez se hubiese escogido el punto de desembarco. Finalmente, la frase que los defensores del desembarco por Aguada toman de Pedro Martir de Angleria, no dice que las 17 naves doblaron «el ultimo angulo de la costa occidental» 0 «el angulo mas occidental» de Puerto Rico; lo que dice Pedro Martir en sus Decadas es que, r ecorrida la costa meridional de la Isla, doblaron «el ultimo angulo de occidente». No h ay un solo testimonio que corrobore que se navego la costa occidental de Puerto Rico luego de doblar «el ultimo angulo de Occidente» que no podria ser otro en ese caso que los Morrillos de Cabo Rojo, en el extremo sudoccidental de la Isla. C:DESEMBARCO ENTRE PUNTA DE SAN FRANCISCO Y P UNTA AGUILA?
A base de las fuentes con que contamos, el desembarco pudo haber ocurrido en algun punto dentro del area que se extiende desde la Punta de San Francisco, al noroest e de la Bahia de Anasco y Punta Aguila, al extremo noroeste de Bahia Salinas. Por lo menos son cu atro los puntos en esa area que h an entrado en el debate: la bahia de Anasco, donde desemboca el rio de ese nombre que antiguam ente se llamo Guaorabo. Tiene a don Basilio Velez, al doctor Manuel Guzman Rodriguez, a don Adolfo de Hostos y a don Aurelio Tio como sus buenos defensores. La bahia de Mayagiiez cuenta con el r espaldo de don Manuel Maria Sama, Jose de J esus Dominguez y Jose Julian Acosta; la bahia de Boqueron es el punto de-
fendido por el Dr. J. L. Montalvo Guenard, el doctor Samuel Eliot Morison, de la Universidad de Harvard y los hermanos Perea. Por ultimo, mencionamos la mas novel de las teorias: la que sostiene el profesor Dr. Carlos Iniguez, que situa el desembarco en el area de El Combate, entre Punta Aguila y Punta Moja Casabe. · Si fuesemos a examinar la costa occidental de Puerto Rico para determinar las facilidades de acceso a los puntos donde pudo haber desembarcado Colon, tendriamos que comenzar aseverando que la costa esta cuajada de bajos y arrecifes. Conviene apuntar que las corrientes cambian cada seis horas en el Canal de la Mona. Un mapa hidrografico de la region nos demuestra que El Combate no podria clasificarse coma puerto o bahia; jamas se le ha mencionado como tal. El Dr. Iniguez usa la palabra «fondeadero», escogiendo al hijo del Almirante, Fernando Colon, como fuente de preferencia, pero en la edici6n de 1947, realizada por el Dr. Ramon Iglesia para el Fondo de Cultura Economica, dice que «En un puerto ... fonde6 la armada ... » e Iglesia reclama que ha consultado para su trabajo una serie de ediciones espanolas y al texto italiano de Rinaldo Caddeo. Las aguas inmediatas a la playa de El Combate son llanas y van a rematar en el Bajo Casabe; al poniente de ese bajo se acentuan las profundidades que marcan el comienzo ciel Canal de Guanajibo. (Pudo acercarse Colon a la playa en esa area, sin que le afectaran las corrientes de entrada y salida del canal? Tai vez Ia presencia de
Ios bajos y arrecifes le aconsejaron lanzarse mar afuera en el Canal de la Mona; existe tambien la posibilidad de que optara penetrar el Canal de Guanajibo siguiendo la ruta interior mas cercana a la costa. Si opto por entrar por el Canal de Guanajibo entre Punta Melones y el Bajo Resuello, la primera bahia con que se encontro fue la de Boquer6n, teniendo acceso a ella por el Canal al Sur de Bajo Enmedio. Tambien pudo penetrar al Canal entre Bajo Resuello y Bajo Corona Larga, en cuyo caso hubiese tenido que tomar el Canal al norte del Bajo Enmedio para poder entrar a la bahia de Boqueron. 0 tal vez descart6 a Boqueron para seguir a Joyuda, a Mayagiiez o a Afiasco. (Quien sabe si se lanzo mar afuera?; en cuyo caso habria de entrar a la bahia de Mayagiiez o Anasco, que son Ios buenos fondeaderos al nordeste de la Iinea de arrecifes que ofrecen facilidades para acoger una flota como Ia del Almirante. Si entr6 al Canal de Guanajibo, para penetrar en la bahia de Boqueron, tuvo que esquivar el Bajo Enmedio. Para esquivarlo debio entrar su flota por el Canal del Sur o por el del Norte del mencionado Bajo. El primero de esos canales tiene de 31 a 40 pies de profundidad; el del norte, de 25 a 35 pies de hondo. La bahia propiamente tiene profundidades que oscilan entre los 20 y 32 pies y pudo dar cabida a las 17 naves colombinas comodamente, seglin lo presentara hipoteticamente el senor Adolfo de Hostos en un mapa en su obra Investigaciones Hist6ricas (1938). En cuanto a la capacidad de las entradas norte y sur de la bahia
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de Boquer6n, basta con senalar que el barco de guerra de la marina estadounidense, el «Pennsylvania» ancl6 en ella y el vapor del servicio de faros, de 1,000 toneladas, tambien lo hace a menudo, tonelaje el de este ultimo cuatro veces mayor que el de la Marigalante. Cuando Samuel Eliot Morison, siguiendo la informacion que pudo recopilar sobre los viajes colombinos, se lanzo al mar para seguir la ruta del segundo viaje, luego de doblar el ultimo angulo de occidente, penetro en la bahia de Boqueron, ofreciendo en esa forma el mayor apoyo que era posible al Dr. Montalvo Guenard y a los hermanos Perea, quienes defienden ese punto de desembarco. Cumple mencionar aqui un trabajo reciente realizado por don Aurelio Tio, Fundacion de San German (1956), donde admite que Colon navego por la costa sur; acepta el criterio de Miguel de Cuneo para fijar «terminantemente» en el 19 de noviembre la fecha de descubrimiento, (cuando es realmente la de desembarco) usa la misma fuente y fecha que acepto don lose Gonzalez Ginorio en su libro erroneamente titulado Descubrimiento de Puerto Rico, (1936). Finalmente, argumenta que «el ultimo angulo de Occidente», ya fuera el bojeo de Colon por el norte o por el sur de la isla, lo es Punta Jigiiero. El senor Tio acepta en forma terminante que el costeo fue por el sur, ya que solo por tierras cercanas a esa zona, al dejar el puerto de desembarco, es posible divisar a lo lejos la Isla de Mona. Comparte la teoria de desembarco por Anasco que presentara tan habilmente el senor Adolfo de Hostos. Para el 1506, segun el Sr. Tio, ese era «el unico puerto visitado y conocido anteriormente» y para sostener su contencion se apoya en la Informacion de Servicios de Juan Gonzalez, documento encontrado en los papeles de la Audiencia de Mexico y que lleva fecha de 18 de junio de 1532. Como el senor Tio argumenta que Punta Jigiiero es el ultimo angulo de occidente, y que Colon navego a Io largo de Ia costa meridional, entonces no bubo por que doblar ese angulo para entrar al puerto de Afiasco. Recordemos que el «Ultimo angulo de Occidente» se supone es el extremo de una costa navegada por el Almirante, pasado el cual se efectuo el desembarco. La probanza de Juan Gonzalez no puede en modo alguno equipar arse con la obra del cronista de la Conquista de Mejico, Bernal Diaz del Castillo. Don Adolfo de Hostos, que se inclina a favorecer la teoria de Anasco, no acepta la Informacion de Servicios de Juan Gonzalez como fuente, sino que prefiere, y esta en lo correcto, el testimonio del propio Juan Ponce de Leon, contenido en la carta que dirige a Nicolas de Ovando sobre su primer viaje a Puerto Rico en 1508. Puede que la desembocadura del Guaorabo h aya sido el puerto de desembarco, pero no con los razonamientos que le sirven de apoyatura. Frente a las t eorias de Boqueron, Mayagiiez o Afiasco, El Combate tiene una muy dura prueba. No se ha presentado en el alegato favorable a El Combate ningun testimonio adicional a las fuentes ya conocidas y trabajadas por estudiosos e historiadores locales y del extranjero. Esta t eoria, como todas las demas, son meras conjeturas basadas en informacio-
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nes incompletas ofrecidas por diferentes autores y cronistas del siglo XVI. Como las demas, tampoco es enteramente descartable aunque considero menos probable el desembarco de Colon en esa area. Desgraciadamente, esta mas obscuro para los his· toriadores el sitio de desembarco de Colon en Puerto Rico que lo que esta en Cuba. El estudio realizado por J. Van Der Gucht y S. M. Parajon sobre la Ruta de Cristobal Colon par la costa norte de Cuba (1943), aceptado en Cuba para determinar el sitio de desembarco por Bariay, pudo utilizar datos mas precisos que los que se ofrecen al estudioso de nuestra historia. Van Der Gucht y Parajon comenzaron bregando con seis puertos: Jibara, Jururu, Bariay, Vita, Naranjo y Sama, cada uno con diferente configuracion, caracteristicas y senas naturales. La fuente u sada en el caso cubano es el llamado Diario de Colon, no el original, sino una copia incompleta de un original que Bartolome de las Casas asegura haber manejado. El Dr. Ifiiguez, que junto con el senor Cid, presentaron un trabajo en el cual concurrieron con Van Der Gucht y Parajon, rechaza la total autenticidad del Diario d.e Colon, que seglin el «carece de la certidumbre historica necesaria», posicion cientifica de inves· tigador serio que nos agrada sobremanera. Van Der Gucht y Parajon admiten variaciones geologicas en el area tras 400 anos de ocurrido el desembarco. En el caso de Cuba, el Diario Las Casas-Colon asegura que el Almirante «entro en un rio muy hermoso y rnuy sin p eligro de b ajos ni otros inconvenientes.» Solo Jibara y Bariay se ajustan a esa descripcion. Las descripciones sabre la vegetacion del area que aparece en el citado documento no identifica el area en nuestros dias, pero habia un dato clave en que se senalaba que una de las montanas cercanas «tiene encima otro montecillo a manera de hermosa mezquita.» Bariay es el unico puerto que ofrece un p aisaje de esa n aturaleza al S. E . de la bahia. Desgraciadamente no hay un dato en la literatura del siglo xv o XVI que pueda identificar en forma pare· cida el paraje en que ocurrio el desembarco en Puerto Rico. En el caso de Cuba, navegaba Colon en la Santa Maria; en el caso de Puerto Rico conducia 17 naves. Aun con un dato como el ofrecido, no deja de contener tambien un elemento de conjetura lo que en Cuba se ha aceptado como hecho veridico y concluyente. El Dr. Tomas de Justiz, jurado que intervino en el certamen sabre el desembarco de Colon en Cuba pidio que «no (se) debe aceptar como definitiva ninguna opinion ... » pero si convenir que existe un «tramo colombino de desembarco» entre Sama y Puerto Padre. Cuando analizamos las posibilidades de desembarcc por la Bahia de Mayagiiez, no tenemos duda de la capacidad de dicha region. Los arrecifes de Manchas Grandes y Manchas de Adentro dejan un canal entre ellos de 800 yardas y una profundidad minima de 80 pies. La Bahia de Anasco, con excepcion de pequenos bajos que apenas tienen 15 pies de profundidad, esta libre de obstaculos. Con excepcion de la Bahia de Aguadilla al extrema Noroeste, esta es la parte de la costa occidental de mas factl acceso. Asi es como los
conocemos ahora; conviene puntualizar que el Canal de la Mona es una de las areas geologicas mas jovenes de las Antillas y centro de frecuentes actividades sismicas. Es de suponer que en lo que va desde el siglo xv hayan ocurrido cambios en el suelo de este canal imprimiendole caracteristicas que no tenia para 1493. Ningun documento revela que Colon tuviese dificultades de navegacion en su segundo viaje al Nuevo Mundo y podemos referirnos particularmente a la navegacion por aguas de Puerto Rico. Aguadilla, Boqueron, Anasco, Mayagliez pudieron albergar la flota colombina.
L AS FUENTES
En distintos sitios de este trabajo hemos hecho referenda a Ia imprecision y falta de informaci6n en los documentos que se han encontrado que tratan sobre el segundo viaje de Colon al Nuevo Mundo. Examinemos cinco de ellos, Ios de mayor import ancia. A ningun estudioso del segundo viaje h a podido escapar la carta del Dr. Diego Alvarez Chanca, porque, hasta el momenta en que escribo este trabajo, no hay otro testimonio de testigo ocular mas valioso para el caso que discutimos. Ya h ab iamos utilizado el docu· mento para establecer una de las t eorias de descubrimiento; ahora conviene usarlo para observar lo que 11.0S deja dicho sabre bojeo y desembarco en Boriquen. Establecido p or Ia carta de Chanca que se avisto e identifico la isla el sabado 16 de noviembre de 1493, el documento nos relata que al dia siguiente (17 de noviembre) se r ecorrio por una sola b anda que tendria 30 leguas de largo, segun los calculos de aborcio. Pedro Martir Ia calculo en 50 leguas, pero no fue testigo ocular del via je. Luego sigue Chanca informando que «En un p uerto desta isla estovimos dos· dias (lunes 18 y martes 19 de noviembre ) donde salto mucha gente en tierra; pero j am as podimos haber lengua, que todos se fuyeron como gente tem orizadas de los Caribes». Chanca, que califica esta tierra como una isla, no nos dejo dicho ni el sitio ni la fecha exacta de desembarco. Tampoco lo consignan otros escritores coetaneos del descubr imiento. Asegura que era un puerto, que muchos saltaron a tierra y que permanecieron en ese paraje dos dias. De lo que dice, se desprende que el puerto no par ece est ar Iocalizado en la b anda ya recorrida, sino que debio ser en un punto en la costa occidental de Puerto Rico. Fij emonos que el Dr. Chanca, como t am poco Oviedo en su Historia General, mencionan la presencia de un caserio indigena cercano al puerto. Otros cronistas e historiadores posteriores lo aseguran. De ese puerto «partimos una madrugada (miercoles 20 de n oviembre) e aquel dia antes que fuese noche, hobimos viSta de tierra, la cual t(lmpoco era conocida de ninguno de los que habian venido el otro viaje; pero por las nuevas de las indias que traiamos sospechamos que era La Espaiiola en la cual .agora estamos». Al decir que la tierra que divisaron tampoco era tierra conocida por los que vinieron en el primer viaje, parece indicar que todas las islas vistas en el segundo viaje, incluyendo a Puerto
Rico, eran tierras totalmente nuevas para Col6n y los que 1e acompanaron en el primer viaje, lo que seria un argumento adicional para descartar la posibilidad de descubrimiento durante el primer viaje. Pero a continuacion, el Dr. Chanca ofrece un dato sumament e interesante que deja constancia de que «Entre esta isla [Espanola] e la otra de Buriquen parecia de lejos otra aunque no era grande. Desque llegamos a esta Espanola por el comienzo de ella era tierra baja y muy Hana, del conocimiento del cual aun estaban todos dudosos si fuese la que es, porque aquella parte nin el Almirante ni los otros que con el vinieron habian vista ... » Esa es la ultima referenda que hace el Dr. Chanca a Ia isla de Puerto Rico en su Carta a los Senores del Cabildo de Sevilla. Entre Ios coetaneos de Col6n, Chauca es el unico que hace referenda a una isla avistada en el trayecto entre Puerto Rico y Espanola. S6lo Chanca, y mas tarde Bartolome de Las Casas, ofrecieron datos que permiten hoy estimar la distancia cubierta y el tiempo que se tom6 la flota desde Puerto Rico a Espanola. Sin embargo, Chanca no consigno la fecha exacta en que vieron la isla de Espanola, aunque es facil deducir que fue el mismo dia 20 de noviembre de 1493 ya anocheciendo. Fernando Colon y Las Casas fueron los que dieron fecha para tal hecho. Si la isla a que se r efiere Chanca fue la Mona, que puede ser lo correcto, el punto de partida de Puer to Rico tendria que localizarse en algun puerto en la mitad austral de la costa occidental de la I sla. Resulta imposible ver a ojo la Mona si Ia ruta hubiese sido Aguadilla-Cabo Engano. Y m encionamos a Cabo Engano como la costa dominicana que avist6 Col6n , porque la descripci6n de Chanca concuerda perfectamente con la topografia de esa regi6n y sus ii1mediaciones : tierra Ilana y baja con pequenos cerros de 330 y 390 pies de elevacion. Cerros y costa pu eden apreciarse a una distancia de 12 a 15 millas. E l cruce del Canal de la Mona posiblemente se realizo en alrededor de 14 horas. Las Decadas del Nuevo Mundo, escritas por Pedro Martir de Angleria en Iatin, convierten a su autor en el primer historiador del descubrimiento. E n esta obra relato al Vizconde Ascanio Sforcia, Cardenal Vicecanciller lo que oyo de labios del piloto Antonio de Torres, quien regres6 en 1494 a Espana, conduciendo doce de las naves que tomaron p arte en el segundo viaje. Pedro Martir no fue testigo ocular. Las Decadas fueron escritas con el proposito de que el Cardenal Vicecanciller informara al Papado de lo que acontecia en America en aquellos anos de descubr imientos y rnnquistas en tierras desconocidas. Fue Pedro Martir quien introdujo lo del «ultimo an gulo de occidente», junto con otros detalles que crean confusiones y h an da do margen a conjeturas y a fijar inexactitudes. Tambien asegu r6 que la cost a navegada el 17 de noviembre de 1493 era la «meridional», dato que no menciona Chanca. El hijo del Almirante, don Fernando Colon, escribio en italiano Ia edici6n original de La historia de la vida y hechos de Cristobal Colon, la tercera obra en orden de importancia para tratar lo del desembarco en Boriquen. En este trabajo se asegura que Col6n
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anclo en un «fondeadero» al «oeste», pero no da informacion sobre la costa navegada para llegar a la parte occidental de la isla. Se ha insinuado que la traduccion de la obra de Fernando Colon, al castellano, que realizo Alfonso Ulloa y que fuera editada en Venecia en 1571, sufrio algunas alteraciones en el texto. La Historia de las Indias, de Fray Bartolome de Las Casas, ha sido utilizada como una de las fuentes basicas para la historia de America en los afios imciales del siglo XVI. Es la cuarta autoridad usada por los que ban estudiado lo concerniente al segundo viaje de Colon. Asegura el ilustre dolninico que manej6 <iocumentos originales pertenecientes al Allnirante. Hay informacion en la obra de Fernando Colon que no aparece en la Historia de Las Casas pero que menciona Chanca en su Carta al Cabildo de Sevilla. Segt'.!n Fray Bartolome, que no fue testigo ocular, (aunque su padre, que lo fue Pedro de Las Casas, acornpan6 a Colon en el segundo viaje) dice que Colon llego a una isla grande que llarno San Juan Bautista y desembarco en «Una bahia della, al Poniente, donde pescaron ... sabalos, y sardinas algunas, y, en mucha cantidad, lizas ... » No hay mayor precision en ese recuento que en los otros ya discutidos. En una parte del libro dice que habia 15 leguas entre San Juan y La Espanola y luego en otro capitulo asegura que eran de 25 a 30 leguas, lo que hace suponer, entre otras cosas, que no todo lo que escribe el fraile responde a la precision que se requiere de una obra responsable. Finalmente, interesa la Historia general y natural de las Indias, Islas y Tierra firme del mar Oceana, escrita en 1535 por Gonzalo Fernandez de Oviedo, cuando ostentaba el cargo de Cronista del Nuevo Mundo. Como Las Casas, situa a Puerto Rico a 25 o 30 leguas de Espanola. Esas son las principales fuentes con que ha podido contar hasta hoy el que desespera por dilucidar acontecimiento tan confuso como resulta ser nuestro advenilniento a la historia del mundo occidental.
CONCLUSIONES
El espiritu cientifico que debe regir sobre la disciplina historica exige distinguir entre hechos comprobados y conjeturas. En lo que toca al descubrimiento y desembarco de Colon en Puerto Rico, prevalece ciun una evidente confusion; es todo ello una incoguita que espera adecuada solucion. Asi como luego ue tres siglos de escrita, aparecio la Carta del doctor Diego Alvarez Chanca, testigo ocular del segundo viaj e colombino, en la misma forma puede sorprender al historiador la aparicion, entre viejos papeles de algiln monje en sabe Dios que monasterio, de la bitacora u otros documentos del Almirante para ese y otros viajes por aguas del Nuevo Mundo, que a lo mejor ponen fin a la incertidumbre que hoy existe sobre los origenes cristianos de nuestro pueblo. Con los datos que hoy tenemos podriamos fijar tentativamente, como fecha de descubrimiento de Puerto Rico, el sabado 16 de noviembre de 1493, cuando posiblemente se avisto la costa sudoriental de la isla y se identifico la lnisma como Burenquen, de acuerdo con el testimonio de las indias que venian a.bordo. Tambien sabemos que al dia siguiente se naveg6 por una parte del litoral maritimo de Puerto Rico, que Chanca asegura tener 30 leguas de largo y que Pedro Martir identifica como la costa meridional. Tambien estamos seguros que Colon desembarco en algun puerto, pero no hay precision en las distancias que se mencionan, ni una descripcion del punto de anclaje que perlnita la identificacion del sitio sin lugar a equivocos. Se necesitaria mayor cumulo de datos para fijar el derrotero colombino en aguas de Puerto Rico. Aguadilla, Anasco, Mayagiiez, Boqueron, y hasta El Combate, localizados en la costa occidental de Puerto Rico, tienen opcion a la distincion de ser el punto de desembarco de Colon en esta tierra que busca afanosamente en su pasado el momento en que Ios primeros cristianos la incorporaron al mundo occidental.
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El permanente dialogo de Evaristo Ribera Chevremont con la poesia Por DORA IsELLA RussELL
A POESIA DEL PUERTORRIQUENO EVARISTO RIBERA CHEvremont, de raices vivamente espanolas, salva el habitual aislamiento insular, para inscribir al autor con relieves vigorosos en la gran corriente literaria hipanoamericana. Voz personal y profunda, canta lo propio con entonaci6n trascendida que universaliza el alcance del poema, y es genuino, tierno, viril y conmovedoramente humano. «Penetrar en el mundo de un poeta es someterse a todo riesgo. El mayor, perderse y regresar sin haber entrado en el centro del laberinto. Aun en ese extrema el intento tendra un valor laudable: incitar a otros a la misma aventura». Tal dice la Dra. Concha Melendez en el insustituible ensayo que con el titulo de La inquietud sosegada, dedica a la poetica de Ribera Chevremont. Y lo dice con raz6n, en lo que a este atane, pues su obra se pluraliza en la diversidad de rnlicitaciones sensibles, idea, emoci6n, observaci6n, recuerdo, esperanza, congoja, angustia, lo objetivo y lo subjetivo que reclaman su parte, sin que por eso SE.' pueda negar la esencial unidad que da cohesion a su itinerario lirico, y vale la pena avanzar por ese mundo, aunque alguna zona permanezca inaccesible: jay del poeta sin misterio! Ribera Chevremont tuvo desde nino, una predestinaci6n de sensibilidad, un desamparo temprano, pues qued6 huerfano de madre a los cinco anos, y se hizo precozm ente ensimismado y timido, dos explicaciones de esa modestia que se descubre de inmediato en el. El viejo San Juari donde naciera en 1896, conserva, aun hoy, resabios de fisonomia espanola. Una dulce imagen de su madre puertorriquena, que lleva prendida con gracia la mantilla, reaviva, desde el retrato que conser va, la reminiscencia peninsular. Espanola foe asimismo la abuela materna; espanol, el padre. El abuelo m aterno, era de Francia. Sangre latina la suya, donde lo hispano sera lo mas fuerte y decisivo. Todo a yuda: el media, la familia.
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Desde 1913 public6 sus poemas y articulos en revistas y diarios de su Isla. Era aun la plena adolescencia, hora de busquedas, de incertidumbre; pero ya ha leido las Galerias, de Antonio Machado, y los poemas de Valencia y de Lugones le revelan un camino de renovaciones esteticas. Cuando llega en 1919 a Espana - a la que volvera en tres ocasiones, muchos anos despues - se acendra su fervor por los poetas del Siglo de Oro, estudia, asiste a un curso de mistica espanola que dictan en El Escorial, lee en el Ateneo de Madrid sus poemas, va a las clases de Ortega y Gasset, se informa de las nuevas tendencias intelectuales que al regresar a Puerto Rico, en 1924, dara a conocer a sus compatriotas, iniciandolos en el ultraismo y el creacionismo, por los que transit6 sin quedar prisionero de una escuela determinada. En lo que a influencias en sus versos se refiere, vale transcribir el juicio certero de don Federico de Onis : «lnfluencias clasicas, parnasianas, simbolistas y ultramodernistas, aparecen en ellos fundidas y continuan siempre a traves de toda su obra, con predominio variable de unas o de otras, rasgo este que, como se ha dicho muchas veces, es caracteristico de todos los grandes poetas americanos, desde Sor Juana Ines de la Cruz hasta Ruben Dario. Ribera Chevremont vuelve a ser un caso tipico del americano abierto a todas las tendencias y reacio a renunciar a ninguna de ellas». Sin duda, porque ha tornado en cada una lo que mejor se avenia con su intimidad, con la exigencia profunda de sus necesidades creadoras, transfigurandolo en cosa propia, en parte constitutiva de su lenguaje intransferible. La reciente Antologia Poetica, publicada por la Universidad de Puerto Rico y que, aunque diga en la portada «1957», se termin6 de imprimir en 1960, deja a un lado los poemas primeros, los anteriores a 1924, y la selecci6n abarca hasta 1950. Hay un cuarto de siglo representado en el volumen, y es facil advertir
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el proceso evolutivo, apuntando cada vez mas a lo esencial, que singulariza a este hombre fino, afectivo, retraido, para quien el hecho poetico ha sido y es el verdadero protagonista de su vida sensible. El soneto fue lo primero. El postmodernista que habia en el a la hora inicial, volc6 en el cauce exigente de la forma disciplinante, el vuelo primicial de su talento. Hacia formas libres y mas abiertas se volvi6 luego, sin perder nunca esa mesura interior que sefiala para &iempre, y hasta pese a ellos mismos, a los poetas nutridos de zumos clasicos y enamorados de la cifra y el orden por no creerlos enemigos de la belleza. Y hacia el soneto otra vez ha regresado p ara decir lo mas hondo de sus confidencias de madurez, admirables de equilibria, definitivos y logrados. A medida que corre el tiempo, el, que nunca fue poeta de superficie, se subjetiva cada vez mas, y el paisaje que ve, se espiritualiza; lo descriptivo retrocede a segundo plano para que emerja una realidad transfigurada interiormente. El paisaje cede lugar, cada vez mas, al alma. Pero se eleva sin deshumanizarse.
Yo soy coma el renuevo de un drbol de dulzura sembrado en la tierra de las divinas nupcias. Mi alma, sabedora de la podrida fruta de la materia, quiere la lumbre que perdura. Esa es SU alta apetencia, SU alma avida de «integral belleza», su alma «hambrienta de lo eterno». No podia sustraerse Ribera Chevremont al poder brujo de las olas que enjoyan de turquesas y esmer aldas las orillas boricuas. El mar es uno de sus grand.es temas, el mar se le hace musica en los labios y en el alma -tiene predilecci6n por la palabra-, el mar junto al cual sofi.6 desde nifio con lejanias y evasiones:
A la orilla del mar -yo, marinero de blusa y gorra en sin igual barquilla me di a sonar con mundos y paises en una fuga de argentadas lineas. Y conoci los puertos mds remotos, las ciudades mds vagas y mds limpidas, las cantos mds quimericos, las formas mds sutiles, mds suaves y mds timidas. El poeta cobra dimension c6smica en estos dialogos con el oleaje, que le devuelven el universo perdido : «la nifiez encantada», aunque sabe llegada ya la hora de la fatiga y el naufragio :
«jQue tarde tan vieja y que mar tan nifio! iCoraz6n, tu barco de papel se ha hundido!»
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En la poesia de Ribera Chevremont vaga implicita una melancolia suave, que nunca llega al desgarramiento, al grito herido, que se recata y confiesa a media voz. Cuando el amor le ilumina, la finura de la expresi6n hace aligera la imagen :
Yo he tocado tu barro, y para siempre perfumados tengo los dedos de la mano. El autor no escap6 tampoco a la seductora tematica de su tierra, sin incurrir en pintoresquismo o en folklore. Incorpora en su verso, las cosas sencillas, familiares, elevandolas a categoria poetica; no desperdicia sonidos ni matices; el color intenso del tr6pico resplandece como un esmalte; los gatos, los perms vagabundos, gozan de la ternura simpatizante del poeta. Y «La decima criolla», «El jibaro», «Luquillo», «Valle de Yabucoa», «Naches de Puerto Rico», sefialan claramente el lugar que ocupan en su pecho los temas del suelo patrio. El Caribe despierta en su imaginaci6n la historia fabulosa, y lo exalta en uno de los mejores sonetos que nadie le haya dedicado:
Mar de las precisiones y de las coloraciones. Mar de las fantasias y las fosforescencias. Mar de las plenitudes y las magnificencias. Mar Mar Mar Mar
de de de de
las las las las
expansiones y las dominaciones. convulsiones, mar de las consistencias. islas de oro, mar de las galeones. abordajes, mar de las turbulencias.
Mar levantado en heroes, mar ronco de piratas. Mar opulento en glarias de bronces y escarlatas. Mar puro en la belleza de leyes y doctrinas. Mar de los capitanes, mar de las monjes santos. Mar que en las aguas tienes los no sabidos cantos. Mar que en las horizontes mi espfritu iluminas. Por este ancho camino, c:quien no sentiria como el, «Capitan del suefio», ese llam ado familiar para los andariegos, «el ansia vibradora del viaje»? Sin embargo, vendra la hora de «la inquietud sosegada», que le da una «lucidez de entendimientos», la del silencio, la de las meditaciones sobre la muerte. Aunque el suefio siga rigiendo su vida secreta :
Suefio, que eres mi dios de tantos dones, mi dios de numerosas fuerzas puras, mi dios inspirador de las canciones de tantas levedades y blancuras. Sublime forjador de tantos planes, tanto en lo humano coma en lo divino, tu has de saber multiplicar las panes y convertir tambien el agua en vino. E sencial, puro poeta, c:que mejor suefio que lo inalcanzable? El lo reclama asi:
Denme los altos horizantes lo que jamds es alcanzado por quienes nunca queman sangre, por quienes nunca queman alas. Bien conoce de estos ardimientos Ribera Chevremont, aunque la suya es llama perdurable, que arde sin consumirse, alimentada por misticos fuegos del alma:
Nunca esta llama morird en mi vida. Nunca mi vida dejard en la muerte la llama por la cual es elegida y por la cual tanta sefial advierte. Porque esa herida quemante nutre su metafisica taumaturgia, el canto, el milagro poetico:
Llama eterna la llama de un instante, vibrard, poderosa y fulgurante, sabre la pena y el dolor y el llanto. Vese que Ribera Chevremont atribuye redentora misi6n a la poesia. Ella sublima, ennoblece, eterniza, y la suprema victoria de su otofio, es seguir duefio del poema:
Para este simple canto-poesia que quiere ser un canto sabre el limo, mi coraz6n exprimo todavia. No ambiciona sino esa facultad incesante:
i;Que mas he de pedir en la hara llena del zumo gris de la infinita pena? Porque lo suyo ha sido desde siempre mundo de apetencias altas, y de ambiciones limpias, desligadas de lo circunstancial, y ese es el solo reconocimiento que desea:
Midame el mundo a mi cabal altura, y vea que, en mi canto a la hermosura, el solo amor de lo infinito canto.
Cada vez mas denso de pensamiento, cada vez mas iluminado y pleno de esas sabidurias intuitivas que se allegan al poeta por misteriosos caminos, sabe ahora que
Cantar no es cosa fdcil, pues no es ruido el canto. El canto es interior sonido. El canto es la palabra en armonia. Si lo sabra, quien unicamente a la conquista de esa armonia ha dedicado su vida,
el canto en flor de eternidad y llama, el canto sin el peso del sentido. Y sostiene, cada vez mas seguro:
Yo soy un hombre que da vida y canto. La palabra que digo es una herida. Si caigo, yo levanto mi caida. Y levantando mi caida, canto. Y cayendo y cantando, me levanto, consciente de que el mundo es mi medida. Terso y cefiido, fluyente y enigmatico, claro y hondo, sefiorial y humilde, Evaristo Ribera Chevremont es sin lugar a dudas uno de los mayores poetas con que cuenta nuestra lengua. Su compatriota Maria Teresa Babin, en su excelente Panorama de la Cultura Puertorriquefia, sostiene que ÂŤtal vez ninguno de su generaci6n le supere en ese sentimiento universalista que caracteriza su poesiaÂť. Fue obediente a una militancia vocacional de la que no ha desertado nunca. Guyau decia que hay una vocaci6n irrenunciable: la de Hombre. Para Ribera Chevremont, ser hombre ha sido, ineludiblemente, ser Poeta. Puerto Rico nos lo da, para mayor grandeza de la poesia de America. Montevideo, enero de 1962.
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poemas de Francisco Arrivi Ondulas tu silencio ...
Sonreir de la espuma sobre la oscura roca hundida en el azul. Holgar de la gaviota en la queda corriente del sensitivo alisio. Fluir del horizonte, navegante al azar en dulce lejania. jOh, tiempo enternecido, ondulas tu silencio sin lutos de la nada! i Como tornas la brisa en caricia de ausente contenido en el alba!
jC6mo intentas sereno diluirme raices y librarme las alas!
En levedad afloras ... En levedad afloras escultura lejana de lucero. (Por que agudiza sombra en la rama tendida al infinito? Ajeno multiplicas un sofrenado palpitar de estrellas. (Por que t e acusas mudo en la rama tendida al infinito? Resbala por tu frente breve rosa de luz y de silencio. Lirica espuela, un canto de coqui hiere mi espera.
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Un faro enloquecido ... jQue fantasmal tornaste ciudad bafiada por azules! Negror amurallado ante la mar desvanecida. Triunfante en los bastiones conjuraci6n de fuegos fatuos. Un faro enloquecido palpando sombra en el silencio. jQue delirante avivas entrafia erratil por tu ausencia! Buscarte manantial y hallar tan solo espacio inerte. Pedirte flor radiante y ver mortaja de tiniebla.
Tu somhra detuviera ...
Sofiarte aurora clara y dar con vuelo de murcielagos.
Alumbras con lucer os mi oscuro laberinto de prisiones. Descubro por raiz un profundo, tronchado manantial. Confirmo por ramaje un milagro de suefio en el vacio. Entiendo por destino un florecer en pugna con relojes. Alejas con la aurora la insinuada presencia de lo ignoto. Esteril ansia esgrimo a descifrar enigmas de tu noche. -jTu sombra detuviera, rindiera tus entrafias de silencio!En sol dulcificado me¡ disuelve el imperio de tu brisa.
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Las iglesias y conventos de Puerto Rico en el siglo XVIII Por M. CRISTINA CAMPO LACASA
1. Estado general. - La diocesis de Puerto Rico a pesar de su vasta extension geografica era pobre. Nos dara una idea de su pobreza, consecuencia de sus escasos ingresos, la obligacion que se impuso a las islas y provincias de costear los gastos de los viajes efectuados en las visitas pastorales. En el siglo XVIII los vecinos se encargaron voluntariamente del sostenimiento de las iglesias y del cura, aunque su cometido lo cumplieron, muchas veces y en muchos pueblos, tan negligentemente, que algun gobernador como Muesas, tuvo que ordenar a los tenientes de guerra, que eran los encargados por el gobernador de la isla para reedificar algunas de ellas y reparar otras, que amonestasen a los vecinos con el fin de que proveyeran y satisfacieran sus rentas a los curas. Con la paz y el progreso economico de la isla durante el siglo XVIII aumento notablemente la poblacion, fundandose una treintena de pueblos en el transcurso del siglo. Inicialmente cada vecino situaba su casa en el sitio que le parecia mas conveniente, y asi continuo haciendose durante este siglo. De esta forma las casas de cada parroquia se encontraban a dos, cuatro y hasta cinco leguas de distancia. Por los informes que daban los Obispos en sus visitas pastorales se veia entre otras cosas, el estado deplorable en que se encontraban las iglesias parroquiales de la isla y la forma como estas se fueron levantando. 2. La visita de Martinez de Oiieca. - Asi, en la epoca en que efectuo SU visita el Obispo don Pedro Martinez de Ofieca (1757), la isla tenia diecinueve parroquias que establecidas sin el metodo que prevenia la Ley I, titulo II, Libro I de la Recopilacion de Indias, resultaban un grave peligro para los feligreses, maxime cuando la pobreza era tan grande. Solamente a dos parroquias, la de la Catedral y la de la villa de San German, se les daba Ia parte que Ies correspondia de los diezmos, debido a que al principio solo se estable-
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cieron estas dos parroquias, repartiendose todas las primicias de Ia isla entre los curas de ambas. Los demas curas tenian su congrua de un tanto que Ios feligreses les pagaban. Ademas de esto, tenian que pagar tambien integramente los diezmos de sus frutos. Como se ve todo esto resultaba muy gravoso a Ios pobres vecinos que, llevados de buena voluntad, se comprometieron a costear sus iglesias cuando estas empezaron a erigirse separadas de las dos primitivas. El salario que se fijo al cura era de trescientos pesos, salvo el pueblo que por tener pocos vecinos abonaria doscientos. Pero tanto en un caso como en otro, no dejaba de ser una carga pesada que, por lo regular, se cumplia muy mal. 3. Las visitas de Fray Manuel Jimenez y Francisco de Cuerda. - El estado de dejadez y ruina de las igle-
sias (que ya era considerable) se hizo m as notorio desde el afio 1762 en que un fuerte huracan hizo grandes destrozos en algunas de ellas dejandolas casi deshechas. Asi las encontro el Obispo Fray Manuel Jimenez cuando hizo la visita a estas pobres iglesias y exhorto vivamente a los tenientes de guerra para que, a Ia mayor brevedad posible, se reparasen. La visita de este Obispo se termino el afio 1774, existiendo en esta epoca veinticuatro parroquias, indice claro del rapido crecimiento de la poblacion que aparte de la paz y el progreso economico, se debia a que la poblacion no abandonaba la isla como antafio y el gran numero de inmigrantes, especialmente de familias canarias debidam ente constituidas que, a su. vez, influian en el desarrollo economico. La costa norte y la parte occidental albergo el mayor numero de poblaci6n. 1 Puerto Rico con su progreso comenzaba a t ener su historia propia; sin embargo, se continuaba abruman1. Informe que hizo Fray Manuel Jimenez despues de haber hecho su visita pastoral. Puerto Rico 30 de junio de 1774. A.G.!. Santo Domingo 2356. Sabre nuevos pueblos fundados par familias canarias. Vid: de F. Morales Padr6n «Colonos Canarios en Indias». Apud .. «Anuario de Estudios Americanos». Vol. VIII. Ed. Sevilla , 1951.
do con impuestos a los vecinos para las atenciones de sus iglesias hasta tal punto que en 1795 el propio Obis· po de Puerto Rico, don Francisco de la Cuerda, remiti6 al gobierno central un informe sobre los gravamenes que sufrian los feligreses a causa de la distribuci6n de diezmos que se adeudaban en cada partido, correspondiente a cura, beneficios, fabrica y tambien las primicias de cada parroquia. Pero, ademas de esto, se Jes exigia a los vecinos costear a sus expensas y con su trabajo la edificaci6n de las iglesias parroquiales, asi como conservarlas, adornarlas y alhajarlas de oro y plata sin recibir el auxilio de los fondos reales como se prescribia en la Ley XVI, titulo II, Libro I de la Recopilaci6n de Indias. Cesando estas obligaciones, como no tenian otra dotaci6n, hubiera cesado el culto del Senor. 2 Hay que reconocer que el vecindario tenia buena voluntad y deseos de que sus iglesias estuviesen en buenas condiciones. Si no cumplian mejor era debido en gran parte a la escasez de recursos econ6micos. Al informe que dio el Obispo de la Cuerda, le debieron dar como soluci6n que se cercenase la renta
2. ponla de la A.G.!.
Carta de! Obispo D. Francisco de la Cuerda en la que exlos agravios que sufrian los vasallos de la isla a causa distribuci6n de diezmos. Puerto Rico, 12 de octubre de 1793. Santo Domingo 2524.
de los curas a juzgar por la nueva informaci6n que hizo. Este, en su visita pastoral, averigu6 con escn1pulosidad el estado econ6mico del clero y encontr6 que muchos curas tenian que dedicarse a trabajar la tierra descuidando por consiguiente sus obligaciones espirituales. Ademas, en aquel partido en que se necesitaba un coadjutor debia darle la mitad del sueldo, de modo que el cura de los partidos mayores percibia menos que los de escasa poblaci6n. El Obispo opinaba y asi lo hizo constar al rey, que la mejor soluci6n seria que las iglesias de cada partido percibieran el noveno aplicados a este fin extendiendo estas providencias a los respectivos curas y sacristanes. Igualmente opinaba que se llevase a efecto en su di6cesis las disposiciones de la Ley III, titulo II, Libro I de la Recopilaci6n de Indias, de contribuir a las erecciones de iglesias con una parte del costo de su fabrica, cosa que no se habia hecho en aquella isla salvo en la iglesia de Afiasco para cuya fabrica se libraron cuatro mil pesos. Todavia el Obispo pedia mas y era que se debia emplear para aquellos efectos el sobrante de los diezmos despues de haber percibido el rey los novenos reales y pagado al prelado, can6nigos y demas objetos, sus respectivos costos. Y terminaba el Obispo su informe con unas frases reveladoras de aquel estado deplorable en que algunas iglesias se encontraban: «Muchas
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4. Fray Juan Bautista de Zengotita y el estado de las I glesias. - Al finalizar el siglo XVIII, ocupo el Obispado Fray Juan Bautista de Zengotita y Vengoa. Por el notabilisimo incremento de la poblacion se encontro con treinta y ocho iglesias parroquiales. Segun la descripcion que de ellas hacia el citado Obispo, se comprende que la de Santa Cruz de Bayamon, la de Toa Baja dedicada al apostol San Pedro, la de San Carlos y Santa Maria de Aguadilla, la de Nuestra Senora de la Concepcion de la Villa de San Germ an, la de Nuestra Senora de Guadalupe de Ponce y Coamo, eran las m as bonitas, mejor_.. construidas y m as ricamente aUiajadas. Refer.e nte a la iglesia de Ponce, que era la mejor de todas· en cuanto a arquitectura se- refiere, carecia de
buenos retablos para los altares de las capillas. 5 Las iglesias de Toa Alta, Cangrejos, Utuado, Cabo Rojo, Caguas y San Sebastian del Pepino, estaban bastante bien en su edificio material pero necesitaban, como por ejemplo la de Cangrejos, algunos objetos y ornamentos de precision por haberla despojado los ingleses cuando la ciudad estuvo sitiada. La Parroquia de San Sebastian del Pepino tambien carecia de los ornamentos precisos y estab a aun en esta epoca sin blanquear. Sabemos que esta iglesia en el ano 1777 estaba en un estado de ruina total, por la carta que su p arroco don Jose Feliciano Gonzalez dirigia a su Obispo Fray Manuel Jimenez, solicitando licencia para construir un rancho de madera en el cementerio donde decir misa y confesar a los fieles porque no se atrevia a llevar a ninguno a la Iglesia, que era de madera. El comejen habia hecho grandes estragos y se habia desplomado un trozo de techumbre del altar mayor y otro del b aptisterio. Los tabiques exteriores estaban rotos y las bases de los pilares podridos por la mucha humedad del terreno. El Obispo debio informar al monarca del estado de esta iglesia, que era la mas pobre de todas, a juzgar por la Cedula Real que ordenaba al Gobernador de la Isla que comisionase a un arquitecto para examinarla e hiciese el presupuesto de las obras no olvidando que los vecinos tenian que contribuir tambien. 6 No se podia culpar al vecindario de dejadez y poco celo, ya que ellos, a pesar de ser pocos (124 familias), habian empezado una iglesia de piedra que llegaron a levantar de cimientos, pero no pudieron continuar porque el pueblo era muy pobre, ya que la pobreza habia aumentado en aquella epoca porque un huracan habia destrozado sus cosechas. En cuanto a las Iglesias de Manati, Arecibo, Inna, Rio Piedras, Aguada, Loiza y Anasco estaban reparandose como ocurria con la de Rio Piedras que no podia tener Sagrario porque amenazaba ruina; o construyendose de nuevo a costa de sus vecinos y de otros arbitrios, salvo la de Aiiasco, que se le concedio 4.000 pesos. El ano 1768 el Parroco de este pueblo, Jose Martinez Cepeda, expuso al monarca el estado de ruina de su Parroquia y solicitaba limosna para edificarla de nuevo. La Corona accedio a su peticion ya que el Gobernador don Jose Dufresne recibio orden de que el arquitecto don Bartolome Fammi examinase Ia Iglesia e hiciese un informe de su estado y un presupuesto de obras. El arquitecto vio que era imposible repararla puesto que no tenia cimientos e informo para que se construyese de nuevo y es asi como la encontro en obras el Obispo Zengotita. 7 Las r estantes iglesias unas eran de madera, otras construidas de cal y canto, pero ambas estaban en est ado de miseria espantoso. El Obispo visito todas las iglesias en el termino de tres anos. Quedo muy impresionado ante este pano-
j," Informe que hizo el Obispo de la Cuerda segun la Orden q ue se· le dio en una Real Cedula dada en San Idelfonso el 20 de. agosto de 1795. Puerto Rico. A.G.!. Ibidem. . 4t Representaci6n · que hizq_ el Obispo de la Cuerda al Rey el .afro... 1792 de la necesidad que tenia la isla de un arquitecto 'para. la · erecci6n y reparo de"' muchas iglesias . Puerto Rico. A.G.!. Sa)lto" Domingo 2522.
5. Referenda que hizo Bengoa en su visita pastoral Domin go. Ibidem. 6. Real Cedula dada en A.G.!. Santo Domingo 2360. 7. Real Cedula fechada Domingo 2301.
de las iglesias mas parecen cabanas y establos que lugares destinados a adornar al verdadero Dios. 3 Aiiadia una nota que era clave para conocer la causa y el por que de la decadencia y ruina de tantas iglesias: La isla era afectada de tanto en tanto por terremotos y fuertes huracanes. Motivos que exigian una arquitectura muy solida. Pero es que ademas no habia en toda la Isla ni un solo arquitecto que se pudiera encargar de la fabricacion de algunas iglesias. Los que trabajaban en las obras de las fortificaciones, no se les permitia salir a los pueblos de la Isla para estos fines. Si lo hacian perdian el cargo. Asi resultaba que p ara cualquier fabrica de iglesia de las muchas que habia que erigir dado el maravilloso aumento de poblacion, y otras muchas que habia de reparar, se tenian que valer de unos simples oficiales de albanileria, los cuales - lo diremos con palabras del Obispo - «Ademas de gastar mucho dinero no consiguen sino unos edificios sin hermosura, ni majestad y lo que es mas lamentable que a los quince, veinte o treinta anos ya se arruinan». Pedia el Obispo al rey, en nombre de toda la diocesis, Ia gracia de que les mandase un arquitecto para que, trabajando bajo las ordenes del Obispo, efectuase la edificacion y reparacion de iglesias convenientemente. Aun ahondo mas el Obispo. Le hizo saber al monarca que el ayudaba a estas obras con algunos millones de pesos, pero qlie sus rentas no eran suficientes para sostener un arquitecto y puesto que la Ley V, titulo II, Libro I de la Recopilacion de Indias ordenaba que la Corona contribuyese con la tercera parte del gasto de la iglesia cuando se erigia por primera vez, al no h aberse ejecutado en la mayoria de ellas, se podia compensar esta falta, dotando a un arquitecto. 4 De todas las solicitudes se hacia caso omiso la mayor parte de las veces, o se llevaban a efecto con mucha lentitud. De ahi que siempre nos encontremos con los mismos problemas debido al hecho de que la economia era siempre un problema dificil de resolver.
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el Obispo Juan Bautista Zengotita y el afio 1799. Puerto Rico . A.G.!. Santo San Idelfonso el 26 de j ulio de 1777 . el 10 de junio de 1777 . A.G.!
Santo
rama tan poco halagueno. Remedi6 lo que pudo exhortando a sus respectivos vecinos que hiciesen todos los esfuerzos posibles hasta conseguir que sus templos estuviesen en las condiciones que el culto exigfa. El ayud6 con todo el caudal que tenia y aplic6 varias limosnas procedentes de obras pias. No estaba tranquilo el Obispo. Temia que . sus deseos no se pudiesen realizar mientras que el Gobernador abusando ·de sus funcioncs de Vicepatrono no pusiese mas interes en estos asuntos de Iglesia. No se enteraban o no se querian enterar de todas estas urgentes necesidades. De ahi que no se hacia caso o se detenian durante anos los expedientes por lo que se pretendian edificar nuevas iglesias y reparar las antiguas. Todas estas demoras llegaron a desanimar y fustrar los buenos deseos del pueblo. Viendo el Obispo que el no podia hacer m:ls, se quej6 con amargura ·al Rey, al mismo tiempo que le exponia lo que su antecesor ya habia hecho. Es decir, la enorme carga que era para los vecinos el tener que costearse sus iglesias, alhajarlas ·y sostener al parroco. Todavia el prelado lleg6 a ,pedir al Rey que ordenase· al Gobernador que pusiese en ejecuci6n las facultades que le concedia la Ley XVI, titulo II, Libro I de la Recopilaci6n de Indias. Si el deseo de! monarca se hubiese llevado a la practica pronto se hubiese puesto fin a todos estos males y gravamenes. s No obstante, Ia situaci6n no fue remediada y durante los ultimos anos de! siglo XVIII, los vecinos continuaron pagando .el salario anual de 300 pesos de! parroco, funciones parroquiales y fabricas de iglesias.
de junio se expidi6 en Aranjuez Ia Real Cedula que aprobaba la reforma que se habia pedido. 9 6: Los Conventos de San Juan:. Los Dominicos. Solo habia en la isla tres conventos, uno de Dominicos, otro de Franciscanos y el tercero de Carmelitas Calzadas. El monasterio de Dominicos tuv() su origen el aiio. 1521 . Fue Ponce de Leon quien dio el solar a la Orden de Predicadores. Por Io que respecta a este siglo XVIII sabemos de el que el dia nueve de octubre de 1704 se fund6 en este converito la Cofradia de Santa Rosa, que desempeii6·un papel ·importantisimo en el aspecto cultural, hasta reconocers.e le credito y categoria casi universitarios a Ios estudios que se cursaban en el y por ser el convento de! Patronato Real, fueron muchas las peticiones que se cursaban al monarca en el transcurso del siglo; solicitando cera, vino y aceite para el culto, asi como otros objetos de igiesia. Por . estas peticiones hemos sabido tambien que dos huracanes desencadenados en los meses de agosto y septiembre de! aiio 1738, .9. Real Cedula dada en Aranjuez el 21 de junio de 1776 aprobando la ampliaci6n de la ermita de Santa Ana. A.G.!. Santo D:>mingo 913,
5. Las ermitas puertorriquefzas. - Segun el informe de! Obispo Zengotita ·habia 35 ermitas publicas erigidas por varios hacendados y devotos con la debida autorizaci6n. Generalmente eran pequenas y estaban poco alhajadas a excepci6n de la que habia en Pueblo Viejo, jurisdicci6n de Guaynabo propiedad de la viuda dona Manuela Diaz; otra que habia en Toa Baja con facultades para administrar el sacramerito del bautismo a los dependientes de aquella hacienda; dos que habia en la . villa de San German; otras dos en Cabo Rojo y Arecibo y ultimamente la del celebre Santuario de Nuestra Senora de Monserrate, en el territorio de Hormigueros jurisdicci6n de la villa de San German. Esta ermita debia tener muchos exvotos de plata a juzgar por la orden que dio e~ Obispo Fray Juan Bautista Zengotita de que se hiciese un marco de plata para sostener el cristal que habia de proteger a la Virgen y que se sac6 precisamente de estos exvotos. La ermita de Santa Ana situada en la capital, fue reconstruida y ampliada, fundandose en ella la Cofradia de la Sagrada Familia. Por una Real .Cedula de 10 de mayo de 1776 ~e .orden6 al Gobernador don Jose Dufresne que informase si habia inconveniente para las obras de fortificad6n y de ampliaci6n de .esta ermita. El Gobernador contest6 que no y que ademas, en caso de urgente necesidad, se podria habilitar para hospital o cuartel segt'.in lo exigiesen las circunstancias. El dia 21 8. Carta de! Obispo Zengotita al monarca despues de haber terminado su vis ita d aiio 1799. A.G.I. Santo Domingo 2522.
El Ilmo. Sr. Don Juan de Zengotita, Obispo de Puerto Rico. (Oleo de Campeche).
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averiaron el templo seriamente. El 19 de septiembre de 1776 otro huracan dej6 muy arruinado el techo del mismo. Esta reparaci6n la hicieron !Os frailes, pero ante los destr~zos tan considerables que volvi6 a hacer otro huracan el 7 de agosto del siguiente aiio, el monarca se apiad6 y concedi6 una limosna para las obras de reparaci6n. Estas obras duraron unos cinco aiios. 10 La igfosia del Convento, Santo Tomas, .debi6 tener mucha importancia en la practica del culto divino, seglln se infiere del numero de Padres que habia en el a fines del siglo. Eran diecisiete. La Orden, tambien tenia en esta epoca un Hospicio con un solo religioso en la villa de San German.
Haciendo diligencias, pidiendo· informes y esperando la ayuda de la Corona se pasaron meses, aiios, lo que ocasion6 en la mayoria de los casos que la ruina de los edificios aumentase considerablemente. No hemos encontrado ningun docuniento que. acreditase la concesi6n ·de alguna limosna para estas obras. Es muy probable que se hiciese, aunque con mucho retraso, y que unidas a otros fondos sirviesen para la teparaci6n del convento. Solamente sabemos que, como los otros edificios, tenian uila arquitectura pobre y cuando pas6 la visita pastoral el Obispo Zengotita entre los aiios 1796 a 1799, el numero de religiosos ·ascendia a diecinueve.
7. Convento Franciscano. - El tres de octubre de 1642 se instalaron por segunda vez, los franciscanos en San Juan de Puertd Rico. La labor que realizaron en la isla fue. poco mas o menos como la que hicieron los dominicos, aunque en el ramo de enseiianza, su labor no fue ni tan extensa ni tan duradera como la de aquellos. Ambos contribuyeron bastante a suplir la falta de eclesiasticos seculares en el apostolado. El convento debia ser pobre y esta pobreza no se super6 en el siglo XVIII pues en 1701 la comunidad exponia al monarca que el convento se componia de doce frailes y que entre las limosnas y capellanias que servi'.an rentaban al aiio 458 pesos y dos reales con lo cual escasamente podian hacer frente a su sustento. Felipe V para aliviar la estrechez de estos frailes les concedi6 una limosna anual de 280 pesos para costear el aceite de la lampara del Santfsimo y el vino para consagrar. Mas tarde Carlos III orden6 a los oficiales de la Real Hacienda suplieran al monasterio de la cera que necesitaba. En cuanto a la fabrica del convento debia estar poco menos que en ruinas, pues el Guardian escribia al monarca el 23 de agosto de 1702 que se le habia caido el claustro principal donde estaban las celdas de los religiosos, quienes se habian quedado casi al descubierto. Pedia para las obras de reparaci6n que se les pagase la deuda que las Cajas Reales de la isla debian al convento de diferentes legados que los soldados de aquel presidio habian hecho al mismo y lo que faltase se hiciese a expensas de la Real Hacienda por ser el convento del Real Patronato. El Gobernador se debi6 compadecer al comprobar el estado de ruina en que habia quedado el convento, apoyando la informaci6n que hizo el Guardian. 11 En vista de todo esto, el monarca ·orden6 al Gobernador don Gabriel Gutierrez que .verificase un reconocimiento del edificio conventual para saber a cuanto ascenderian las obras. Esta diligencia no tuvo efecto por haber fallecido el Gobemador. Su sµcesor, don Pedro de Arroyo, fue quien la ejecut6. No tuvo resultado positivo. Se aleg6 que los papeles se habfan perdido en un naufragio.
8. El Convento de Carmelitas Calzadas. - Las Indias se superpoblaron de conventos. Estos unas veces e1 an centros de irradiaci6n vital y espiritual y otras, retiro donde hallaban seguridad espiritual y material. En Puerto Rico hacia falta un convento femenino para acoger a muchas j6venes que deseaban abrazar el estado religioso. El Rey parecia no darse cuenta y su fundaci6n se · fue demorando hasta que, a mitad del siglo XVII, la viuda doiia Ana de Lanzos, acometi6 la obra. Como las dotes de las j6venes que ingresaban .eran muy reducidas, a fines del siglo XVII el monarca fue_ entregando limosnas de cien ducados por espacio de veinte aiios. Donaci6n que fue renovada en el siglo XVIII por Felipe V" primero y .Carlos III, despues. Siempre se tropezaba en Puerto Rico con el mismo problema: pobreza, escasez. El de este convento debia ser muy acusado, pues el Obispo Fray Pedro de la Concepcion y Urtiaga, en 1706 daba cuenta al monarca, en terminos bastante fuertes, del estado en que se hallaba y que nos ha servido para saber que se fund6 con 44.000 pesos de dotaci6n y que en cincuenta y dnco aiios que hacia que se habia fundado, el capital habia quedado reducido ·a 14.000 pesos, cuyas rentas eran de 700 pesos, cantidad insuficiente para afrontar todos los gastos de la casa: El edificio debia ser miserable en extremo, pues, segtln se ~xpresaba el prelado Fray Pedro de la Concepci6n: «es indigno de esposas de Cdsto, mas bien pare· ce un corral de facinerosos. Hace tres afios que ·n o se ha podido techar un dormitorio que se cay6 de viejo y lleg6 el convento · a terminos que ni aun en la Iglesia habia lugar decente para· colocar al Santisimo Sacramento», El Obispo planteaba el dilema: o suprimir el convento o que se le diera 200 ducados en concepto de limosna por espacio de veinte afios que podia durar el convento, pues, en conciencia, 'no podia dar licencia de que ninguna aspirante profesase mientras el convento . estuviese en estado de miseria. El monarca debi6 atender la petici6n, pues las religiosas acusaban reeibo de. esta merced. Lo malo del caso era que, muchas veces, costaba mas cobrar estas limosnas que lograr que se concedieran. En terminos muy patecidos a su · antecesor se expresaba el nuevo Obispo Fray Fernando de Valdivia Y
10. Jnforme que dio el Pfior de · los Domiriicos el 13 de julio de 1768 . Puerto Rico. A.G.I. Santo Domingo 2518. 11. Jnforme de! Guardian de! convento de San Francisco y de! Gobernador D. Gabriel Gutierrez con el fin de que se !es concediese una limosna para las obras de su convento . Puerto Rico, 22 de agosto de 1702. A.G.I. Santo Domingo 546 .
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Mendoza. 12 Se debieron hacer algunas reparaciones en la casa, pero como las construcciones eran tan poco s61idas, el convento debi6 quedar muy destrozado a consecuencia · de fuertes huracanes. Pidi6 el prelado para estas monjas que se Jes pagasen los 500 pesos que se Jes debian de las vacantes de! Obispado y otros 600 pesos que Jes deja la viuda del Capitan don Pedro de Aranguren y nombr6 un administrador de las rentas de! convento. Aun lleg6 a mas la caridad de! prelado. A sus expensas se levantaron las tapias que rodeaban el convento que por ser tan bajas dejaban ver la clausura e incluso estaban tan descuartizadas que habia una grieta por donde podia pasar una persona. Hizo blanquear la Iglesia, coro bajo y dependencias del convento, embaldosar la 1porteria y poner en la plaz~ela u~a .cruz ·grande de mlldera con una peapa de ladnllo. As1m1smo se colocaron unos listones en los ventanales de los locutorios y en la porteria~ pues la celosias estaban tan estropeadas que se veian las religiosas. El Obispo pag6 tambien cincuenta pesos por una cadena de oro de la Virgen del Carmen que las religiosas habian empeiiado. Como hemos dicho mas arriba, las ·tapias del convento se levantaron, pero no lo sufo::iente como para ocultar totalmente su recinto del exterior. Informado el Rey d,e es.te perjuicio orden6 al Gobernador de la Isla que, en caso de que las paredes de! convento no se pudiesen levantar mas, se procediera sin dilaci6n a cerrar las ventanas que miraban al convento, de las casas de Calderon y Naboa. Se cumpli6 la orden. Aprovechando que estaba de paso el arquitecto don Juan Amados (frances) inspeccion6 el convento con asistencia del Obispo y albaiiiles de la Ciudad. Result6 que las paredes no permitian mas altura por no tener cimientos. Hizo .sacar al arquitecto un piano para que el monarca viese la perspectiva del convento y casas. Con d,icfio piano ilustramos este trabajo dandonos una idea exacta de que la casa de Calderon distaba. del convento Ja anchura de la calle, que iba de este a oeste desde el castillo de San Crist6bal a la casa d,e los Naboa. Esta obra distaba 135 varas, por tanto no se podia ver bien las estancias de la clausura. Dicho Gobernador cumpli6 sin dilaci6n la orden. · Mucho debieron protestar los dueiios. No obstante, las ventanas se las cerraron y las protestas al monarca no tardaron mucho en llegar con el fin d~. ,que revocase.la orden. -La primera en hacerlo fue doiia Isabel de Naboa Ponce de Leon, natural de San Juan. Alegaba esta que SU Casa era mas antigua que el convento. Era nada menos la primera que se, construy6 en la isla por su bisabuelo el conquistador . Ponce de Leon. Este hecho s6lo era digno de tenetse en consideraci6n. Asi lo ci:eia ella tambien por lo que rog6 se tuviese en cuenta los grandes servicios de su bisabuelo y de su padre don Bernardo de Naboa, Capi·tan de aquel presidia; aparte de que, por la distancia, no se podia inspeccionar bien la · clausura. El Gober-
nador le ayud6 en su petici6n y confirm6 que era cierto que hacia 215 aiios que los conquistadores Ponce. de Lecin la habian construido y ademas que la casa quedaba 16brega por contar con una sola ventana a occidente. Dofia Maria y dofia Catalina Calderon y Quijano tambien presentaron sus quejas al monarca de lo que ellas consideraban una injuria, diciendo que ' su casa se habia construido mucho antes que el convento. Que ellas, por su forma de vida, no perturbaban el silencio del claustro y que ademas, cerradas estas ventanas, quedaba la casa l6brega, poco ventilada y muy calurosa. No sabemos c6mo se resolveria este conflicto. Lo cierto es que el Obispo don Francisco Perez Lozano hizo a sus expensas las tapias del convento. Seria porque habrian sufiido algiln nuevo destrozo o porque el Obispo viera que la clausura exigia · unos muros mas altos. El aiio 1738 el convento se vio otra vez azotado por fuertes tormentas que dejaron el edificio muy deteriorado. Con este motivo la Priora se vio obligada a solicitar ayuda de la Corona. Por si esto fuera poco el incendio que sufri6 el convento el aiio 1795, deja completamente arruinado el Noviciado y las dependencias contiguas a el. Gracias a la actividad y esfuerzqs de' vecindario que corri6 inmediatamente al sitio del fuego, se pudo salvar la parte prineipal ·de la casa. El Gobernador compadecido mand6 reparar lo mas urgente como eran las muchas goteras de los tejados, y antes de mandar el informe de lo ocurrido al monarca orden6 que un arquitecto inspeccionara la obra e hiciese un presupuesto de ella. Ascendi6 este a 873 pesos y dos reales. El afio 1784 los alarifes, Domingo Alvarez y Diego Gonzalez, reconocieron el estado del convento y confirmaron · que las paredes necesitaban, muchas de ellas, construirse de nuevo y que, en general, el edificio ame_nazaba ruina. El maestro mayor de carpinteria que inspeccion6 la iglesia dijo que la armadura del cuerpo de esta estaba totalmente destruida por el comejen, asi como tambi6n las puertas y rejas. Calcularon que el importe de todo ascenderia de 7.000 · a 8.000 pesos. Junto a la .suplica de Sor Petronila Montafies, Priora del convento, solicitando de la Corona por via de limosna las rentas de la Mitra que habia estado vacante, d Gobernador Dahan envi6 -una instancia confirmando el juicio de los Alarifes y el maestro de carpinteria. La petici6n fue atendida y por Real Cedula se les concedi6 2.000 pesos de .fa vacante de la Mitra, como se habia solicitado. u Pese a todas las limosnas y ayudas que se hicieron, el convento no pas6 de ser en este siglo xv111, como dice· Adolfo Hostos «un edificio de pobre arquitectura, de ·modestos techos y desnudos paredones». 14
.lZ. El Obispo Fray Fernando de Valdivia pidi6 para el coo vento de Carmelitas Calzadas los 500 pesos que se !es del;lia ae las vacantes de! Obispado para los reparos que habia sufrido el edificio a consecuencia de un huracan. Puerto. Rico, 1720 . A.G.I. Santo Domingo. Ibidem.
13. Real Cc!dula dada el 15 de julio de 1784 concediendo al convento de Carmelitas ·cruzadas . la gracia de 2000 pesos de la vacante de la Mitra para los reparos de su convento. A. G. I. Santo Domingo 2521. 14. Vid: Adolfo Hostos •Ciudad murada•: La Habana, 1948.
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Exposici6n de pinturas El paisaje puertorriquefio
1. DE DICIEMBRE TUVO LUGAR EN EL lNSTITUTO DE Cultura Puertorriquefia la apertura de la exposici6n El paisaje puertorriquefi.o, integrada por las obras sometidas a nuestro certamen de pintura sobre el mismo tema. Estuvieron representados 44 pintores con unas 56 obras. ¡ Desde su fundaci6n el Instituto de Cultura ha celebrado varios certamenes de retratos de puertorriquefios ilustres, o de pinturas ilustrativas de acontecimientos importantes de nuestra historia. Es esta la primera vez qile, con el fin de estimular el interes de nuestros artistas por pintar el paisaje puertorriquefio, organiza un ¡certamen sobre el tema. La convocatoria excluy6 las marinas, vistas de conglomerados urbanos y todo cuadro en que el pai-
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PAISAJE DE LA JURADA par Carlos R. Rivera
saje. figurara como parte accesoria o .s ecundaria. Aun cuando estas condiciones no se cumplieron por todos los concurrentes, la Exposici6n comprendi6 la totalidad de las obras presentadas, tanto por artistas profesionales como por aficionados. El Jurado otorg6 el primer premio a Carlos Raquel Rivera por su obra Paisaje de .la Jurada, y el segundo a Rafael Tufifio por el titulado E l pen6n del guaraguao. Recibieron menciones honorificas Augusto Marf:p., Epifanio Irizarry ¡.y Luis Hernandez Cruz. Las obr;;ts premiadas han pasado a formar parte de la colecci6n del Instituto de Cultura. CA.RA QUEMADA par Epifania Irizarry
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PLAT ANOS
EL PERON DEL GUARAGUAO par Rafael Tufifio
ASPECTO DE LA EXPOSICION
par Augusto Marin
UQ escultor hahanero en San Juan El 1\tlaestro Jose Valentin Sanchez (1771-1829) Por
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ARTURO
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DAVILA
A PRESENCIA DB ESCULTURAS DEBIDAMENTE DOCUMENTA-
das es escasa en Puerto Rico. Tallas del siglo XVI como la imagen de Nuestra Senora del Museo de la Catedral o el Cristo de los Ponce sugieren otros encargos a talleres de Espana, perdidos hoy para siempre. Aun las mencionadas carecen por el momento del testimqnio escrito que precise con exactitud el nombre del imaginero, el lugar de procedencia y la fecha. Del siglo XVII solo contamos con la imagen de San Jose del monasterio de las Madres Carmelitas, obra tal vez de un taller americano, regalada por el Maestre de Campo don Diego de Aguilera y Gamboa en 1651. t Pero aunque los testimonios se multiplican en ese mismo siglo y en el XVIII, o faltan hoy las esculturas aludidas o se ignora su autor. Ya habia en el XVII, al menos, pintores locales como parece indica,r la. Constituci6n CVII de las Sinodales de L6pez de Haro 2 donde ordena que se pinten las hnagenes deterioradas con el tiempo, lo que no excluye la presencia ·de imagineros o santeros que copiaran los modelos impor tados. Al finalizar el siglo XVIII encontramos alguna palida alusi6n al santero Tiburcio Espada, pero nada eonocemos hasta ahora sobre escultores del .pals con taller propio como fue en pintura y tareas ornamentales el taller de los Campeche. El descubrimiento de la documentaci6n referente al Cristo de la Buena Muerte -talla que se encuentra en el Monasterio de las Madres Carmelitas- y entre ella el recibo de su pago firmado por Jose Valentin 1 « Inventa rio de ornamentos y lo· demas pertenccicnte a Iglesia y Sachristia en IS de julio de 1653 aiios». Libro de fundaci6n, folio 53 v ., Archivo de las Carmelitas . La imagen esta hoy en el locutorio del 0 Monasterio, dent ro de la clausura. 2. «Con stituciones Sinodales hechas por el Ilustrlsimo y Reverendisimo Sr. Dr. Fr ay Damian Lopez de Haro, Obispo de la Ciudad de San Juan de Puerto Rico, Islas de Barlovento, provincia de Cumana y demas anexas a ella» . Imp. Cata lina ·de! Barr:o, Madrid, 1647. Citamos la edici6n de la lmprenta de! Seminario, San Juan, 1920, p . 94.
Sanchez en mayo de 1812, nos permiti6 publicar recientemente en las. paginas de esta Revista las fotografias de la escultura· y los datos . - escaso.s - con que contabamos por entonces sabre el autor. 3 Los fondos del Archivo Arquidiocesano, rico en sorpresas, nos proporcionaron con posterioridad algunas noticias concretas de considerable iriteres sobre este · imaginero, que tuvo su taller en San Juan cerca de veinte afios y cuyas cenizas descansan en el cementerio de esta ciudad,
3. _Notas sobre el arte sacro en el pontificado de! limo. Sr. de Arizmendi .(1803-1814). Revisia del lnstituto de Cultura Puertorriquefza, n .0 9, octubre-diciembre de 1960, PP. 46-51.
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Era Jose Valentin Sanchez, hijo legitimo de Jose de Apolinaria Pacheco, nacido en el afio de 1771, en la ciudad de La Habana. Contaba al iniciarse el siglo XIX cerca de treinta afios y para er,itonces, dado el temprano aprendizaje del taller, debio conocer !os secretos de_las diversos oficios de entallador y pintor de imagenes que segun parece dominaba. La ciudad de San Cristobal de La Habana contaba por entonces con talleres y maestros de cuya pericia habla el grabado de la imagen de San Jose que reproducimos aqui, donada en 1773 por don Rafael Antonio de Acost<J Osorio a la Iglesia parroquial de San Juan Bautista de la Orotava en Tenerife, a donde la remite desde La Habana. 4 Estos envios -no debio ser este el unico - a una tierra dortde la imagineria sevillana y granadina cuenta con tantas piezas, dice mucho de la calidad y el aprecio que merecian las esculturas habaneras. La proximidad y facilidad del traslado trajo seguramente a Puerto Rico mas de un ejemplar salido de aquellos talleres, pues no resulta dificil encontrar Ios rasgos embarnecidos de este San Jose -en una que otra talla salvada de las hogueras santas donde, victimas de un celo atravesado, perecieron la mayor parte de nuestras imagenes <le bulto o candelero. De una, al menos, aunque desaparecida hoy, sabe:mos que ::1 partir de 1806 debio recibir culto en Ia iglesia de las Madres Carmelitas de San Juan, a cuya comunidad Ia cedio el Capitan del regimiento de lnfanteria de Milicias disciplinadas de esta isla don Santiago de Cordova en 4 de junio del mismo afio, previa presentacion de Ia talla al Ilmo. Sr. D. Juan Alejo de Arizmendi. Nos dice don Lorenzo Cestero que el donante Ia «hizo traer de La Habana y mantenia en su casa para su devocion». Era el Obispo hombre de gusto refinado y nada inclinado a concesiones, por lo que suponemos que la imagen cubana tenia cierta calidad, ya que acepto el obsequio, ordenando su traslado al Monasterio coma debio verificarse en el dia de la fecha, segun parecen indicar Ios autos. Las reformas del templo en el curso del siglo XIX y las traslados que padecio la ~omunidad de las Carmelitas a principios de este, nos han privado de tan interesante pieza, aunque no del documento que resumimos, 5 testitnonio del interes del Prelado puertorriquefio en dignificar todo lo que fuera objeto de culto. Paso nuestro imaginero a Costa firme, avecindandose - no sabemos cuando - en Ia ciudad de Cumana. Alli le sorprendieron las tumultos consiguientes a Ia formacion de la Junta Soberana de Caracas. Que parte j~go Sanchez en las ocurrencias del 5 de marzo de 1811 en Cumana, no es dificil suponerlo, llamfodole emigrado SU acta de defuncion y constandonos su presencia en San Juan un afio despues de los sucesos que pasamos a referir. Montenegro nos dice en su Historia de Venezuela 6 que en la noche de
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4. Hernandez Perera, Jesus: «Orfebrerla de Canarias». C.S.l.C, Madrid, 1955 . Capitulo Xl V: Los legados de Cuba , pp . 195-196. Debemos · es ta fotografta a la amabilidad de! au tor. 5. 2 folios, manuscritos . Archivo de las Carmelitas. 6. Montenegro y Col6n, Feliciano: «Historia de Venezuelan, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1960, p . 169.
aquel dia se apoderaron Jos catalanes, par sorpresa, clel castillo de San Antonio, pero enteradas las tropas criollas del vecindario, se armaron en si!encio y con ta! diligencia que a las tres de la madrugada estaban presos las espafioles de la ciudad y bloqueado el castillo, que entregaron a las diez. Todos fueron iemiticlos a Ia Guaira y se expulso a las demas espafioles y canarios, considerando que era el unico modo de impedir otras tentativas para restablecer las autoric:lades peninsulares. Englobado probablemente en esta -medida general o movido anteriormente por su fidelidad a la causa de Espana, aqui encontramos establecido a Sanchez en mayo de 1812. La imagen del Cristo de la Buena Muerte, colocada en fa iglesia de las Carmelitas, pudo apreciarse de imnediato por todos en la ciudad y las encargos ultenores no faltaron. El 28 de mayo de 1816 Pedro Pascual Alvarez, criado que fue del chantre don Esteban Gonzalez, suplicaba en una instancia al Cabildo catedralicio que cumpliera con el deseo de! can6nigo difunto de mandar hacer una imagen de San Esteban, martir, para exponerla en la funcion dotada por el el dia de su fiesta, encargando su construccion al profesor Jose Sanchez, «que la haria par el precio de noventa pesos, de cinco cuartas de alto y de talla entera». 1 No tardo el Cabildo en encargar la dicha 7.
Instancia -
1 hoja. Archivo Arquidiocesano, San Juan.
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imagen ni Sanchez en su talla, pues existe ya en diciembre de 1817. s Se acercaba la festividad del Santo (26 de diciembre) y era · tiempo de colocar lo en su altar para las solemnidades del dia,. cuya celebracion, como dijimos, dotara el chantre en su testamento. La encontramos inventariada en la relacion de las imRgenes con fecha 21 de febrero de 1819 y haCia 1830 aparece colocada en el altar de Nuestra Senora de la Concepcion, junto con la de Santa Catalina. La perdida de esta talla es sensible· porque su conservacion nos ilustraria con seguridad sobre la tecnica de estofodo y enlucido usada ·en el taller del maestro San~ chez, como sugiere la rica veste dalmatica con que de ordinario se representa al protomartir · Esteban. Las habilidades de nuestro escultor no se limitan, sin embargo, a las puras tareas de su arte. El 19 de febrero de 1821, el · Cabildo Secular, reunido en sesion ordinaria, considera el expediente promovido «por el ciudadano. Jose Valentin Sanchez, para que se le permita continuar la escuela que esta dando a varios individuos de color en los terminos que se manifiesta». 9 La deliberacion es interesantisima. Las opiniones de· los municipes se dividen en torno a las horas de
8. «Libro XII de 'acuerdos capitulares: 1817-1821. .23 de diciembre de 1818». Boletln de Historia Puertorriquena, Vol. II, septiembre de 1950, num. 10, p. 293. Debe corregirse la fecha 1818, que en el original corresponde al aiio anterior de 17. 9. Acuerdos del Exmo., Ayuntamiento de San Juan. 1820-1821. Folios 159.163 v., acta del 19 de febrero de 1821.
clase ....:... de siete a diez de la noche - , y se cruzan pareceres que merecen atencion por los criterios que reflejan. La escuela era, desde luego; para ar tesanos que tr(;lbajaban durante el qia, como lo hacia tambien en' SU taller Sanchez y solo gozaban del descanso en las horas nocturnas. La Constitucion del afio doce, entonces en plena vigencia, sa le a relucir en el ·dialogo. La cita el Sindico Segundo don Francisco Mateu, que alude al «articulo 22 que deja la puerta abierta a los descendientes de Africa para que por sus virtudes o meritos puedan obtener el grado . apreciable de ciudadanos y no pudiendose este adquirir sin instruccion, es ..de parecer se permita a los exponentes continuar en la escuela a la misma hora por ser la que menos les perjudica a sus oficios jornaleros». La preocupacion viva por las rebeliones de las esclavitudes de 'Costa firme, la memoria dt!l Guarico y las conspiraciones abortadas en Puerto Rico por aquellos afios, estan presentes en la intervenci6n de don Joaquin Casanova, que afirma ser conveniente la instruccion de africanos «para que estos individuos adquieran conocimiento y no puedan de ningun modo o en algun tiempo perjudicar a los habitantes de esta isla .. .>1 Surge por ultimo un agravante, y es que el ciudatlano Sanchez no cuenta con titulos para el ejercicio del magisterio y la junta acuerda ·que «ia escuela pueda darse a· los individuos que expresa el expediente con tal que sea a horas regulares del dia y no de noche», o~denandose el cierre inmediato de la misma hasta que el maestro se provea de los titulos que acrediten su competencia. En el curso . de la sesion alguien sugirio que la escuela se trasladar'a al centro de la ciudad, lo que nos hace pensar que si se tenian las clases en el do~icilio de Sanchez, este, tal vez, se encoritrara en la vecindad de la Iglesia de los dominicos, como su parentesco espiritual con dicha orden parece indicar. La sugerencia obedeeio seguramente ·a Lina cautela de policia urbana. para controlar en los alborotados dias del trienio constitucional la formacion de un grupo sedicioso hajo el pretexto inocente de la erisefianza, lo que corrobora tambien el afan insistente de que se impartan las lecciones eh horas del dia. Defensores del maestro y su escuela resultaron ser los Regidores don Antonio Moreno, don Francisco Tadeo Rivero y el Regidor Sindico don Francisco Mateu, que votaron porque continuara abierta hasta que obtuviera Sanchez los· titulos exigidos por la Ley. No sera hasta seis afios despues, en 1827, que recibifa por fin. el maestro Jose Valentin Sanchez Ia licencia episcopal para dedicarse a la ensefianza en la ciudad de San Juan. 10 . La vida asendereada de este imaginero antillano se revela llena de humildad en la postrera confesion de sus flaquezas, a la hora de la muerte. E11 su testamento, otorgado el 25 de abril de 1829 ante el escribano real publico auxiliar. don Manuel Coronado, se declara padre de dos hijas naturales, Maria de! Ro10. Cuesta Mendoza, Antonio: Historia de la educaci611 en el Puerto Rico Colonial, 1821-1898. V. II, p. 50. Republica Dominicana, 1948.
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sario Placida y Juana Evangelista, tenidas en Juana Martinez, de las cuales solo vivia la primera. Habia casado despues con Manuela Guerra, (inatural de San Juan?) a quien constituye por i'.mica y universal heredera. Fucron los ultimos afios sosegados y recoletos, pues dice pertenecer a la Orden tercera de Santo Domingo, en cuya iglesia (la actual de San Jose) desea que se hagan los sufragios por su alma. Tal vez lo t:ra ya en 1824, cuando figura como testigo en el testamento de Manuel Carbanas, sastre que cosia para las imagenes de los santos, hermano tambien de la misma Orden tercera. Como secretario firmara varios documentos entre los meses de mayo y junio del 1827, en la tramitacion del traspaso de un capital de 240 pesos a favor de dicha Hermandad, promovido por Don Jose de Escalona. 11 Al morir, dejaba Jose Valentin Sanchez un encargo inacabado, «la imagen de . escultura» de Nuestra Senora de la Concepcion, que estaba haciendo para la sala de las enfermas del Hospital, 12 por lo que habia recibido ya 38 pesos a buena cuenta, encargando su 11. Archivo Provincial de los PP . Dominicos . Catano. Carpeta de escrituras de la V.O.T. de Santo Domnigo. 12. «Libra de Copia de las cuentas de cargo y data de! Hospital de Caridad y su Ermita de Nuestra Senora de la Concepcion y de los Autos que sabre ellas se dicten». 118 fs. numerados. Folio 91, Archivo de! Hospital de la Concepcion. San Juan.
terminacion a Jose Ignacio Tejada, su ayudante y albacea, que fallecio tambien antes de concluirla. A su muerte ostentaba nuestro escultor el grado de Capitan de Caballeria, siendo sepultado su cuerpo en el cementerio de Santa Maria Magdalena de Pazzis, el dia 27 de abril de 1829. 13 Sin herederos que guardaran su memoria, pues solo tuvo de su legitima mujer una nifia que murio al afio de nacida, el recuerdo del maestro Sanchez se perdio con el tiempo. No asi su obra, pues el Cristo de la Buena Muerte, trasladado a San German con las Madres Carinelitas en 1904, llamo la atencion de los sangermefios por su majestad, y cuentan las madres antiguas que acudian a rezar ante el e incluso crio fama de milagroso. Ya en Santurce, en 1910, lo colocaron en el coro bajo, donde ahora se encuentra, salvado - verdadero prodigio - de las despiadadas restauraciones o repintes que ban padecido las imagenes del Convento guardando todavia la misma encarnacion que le diera su autor, el livor realista de pies y manos agarrotados por la muerte y el pulimento tipico de la imagineria americana.
13. Todos los datos biograficos de Jose Valentin Sanchez las hemos tornado de su acta de defuncion que figura en las folios 166 v. y 167 de! libro 27 de Difuntos de la Catedral de San Juan. Archivo Arquidiocesano.
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Cultura Tres pasos y un encuentro Al sabio profesor Alvin Johnson
Por TOMAS BLANCO
PASO PRIMERO ERA TODA UN MAR DE CANAS EL CIELO UN LA SABANA fracatan de estrellas. Bajo la brisa del sur, el Y
rocio de las hojas titilaba entre la espuma de la guajana en flor. Arriba: polvareda de astros, estrellas astigmaticas, humedas, bajas; y el lagrim6n de un lucero; quieta gota de luz. El jibaro durmiendo a noche abierta despert6 entumecido al cantar de los gallos : -jQue te pasma el sereno si no agilas, compay! -reflexion6 en alta voz, hablandose a si mismo como a un buen compafiero. Y puesto en pie, frotandose las manos, se puso a mirar la noche pensativo. Luego sac6 del seno un jumazo y lo encendi6. Le dio varias chupadas al cigarro, resoplando su lumbre despues de cada una. -Poco le falta ya pa que amanesca; ahoritita asoma por alla la guagua de la Capital.- Horas antes habia empezado a bajar de la altura, _sorteando haldas de montes por veredas bordeadas de naranjos y cafetos ; los zapatones de tosco cuero gris colgados al hombro, como alforjas, y los pies, agiles y descalzos, afianzando los pasos sobre el barro pegajoso y empinado con cautelosa seguridad de cabro cimarr6n. En su descenso fue a buscar por atrechos el camino de mayor transito, la via mas directa hacia San Juan, que cruza la sabana alla en lo hondo, tras unos cuantos cerros, en pleno imperio ya de la cafia de azucar. Los arboles se quedaron atras mucho antes de llegar a los ceborucos pelados, c6nicos y calcareos. Por fin estuvo a la orilla de la carretera; pero por precavido lleg6 antes de lo que esperaba, mucho ant es de la hora en que acostumbra a pasar la jamaqueada guagua que diariamente recorre por dos veces los caminos que vienen de San Juan. - No por mucho madrugar amanece mas t emprano- filosof6 refranero. Los efectos del madrug6n y la caminata en u n est6mago casi vacio, le tentaron a tenderse boca arriba
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a la vera de una pieza de cafia mientras se hacia de dia, y a los pocos minutos dormitaba. Quince afios llevaba trabajando Menegildo Cruz en la parte de la Hacienda Mogote que hered6 de su pa dre y solo cinco veces durante todo ese tiempo habia ido a la Capital. Siempre con su cuenta y raz6n; y siempre habia regresado al poco tiempo, entusiasma do con las peripecias del viaje; pero profundamente contento de volver a su altura, a su estancia, a su tierra, a su tra-
bajo. Esta vez -c:quien sabe?- quizas no regresara nunca. Nadie mejor que el sabia del cultivo que exije la tierra y del cuido que merece el cafe. Pero la tradici6n de seis generaciones cafeteras, la experiencia adquirida al lado de su padre y su abuelo, sus esfuerzos por ponerse al tanto de nuevos metodos de produccion adaptables a su tierra y al alcance de sus recursos, el carifio al terrufio y el gusto por las labores del cafetal, a la postre no le habian de servir de nada. Primero, la baja en los precios del cafe le oblig6 a hipotecar la finca; luego, despues de los ultimos ciclones, tuvo que vender parte de ella y volver a hipotecar. Y ahora consideraba que casi ya no habia remedio. Sin un chavo para intereses y menos para amortizaci6n, la hacienda (las cuerditas que le quedaban) seria ejecutada si fracasaba esta ultima gesti6n que iba a hacer en San Juan. El ya no tenia ni una gallina que vender. Pero habia en la Capital un licenciado, compadre de un cufiado suyo, donde acudia para rogarle le ayudara en este trance -no con dinero, eso no, sino con influencias politicas y consejos legales. A ver si cuando menos aplazaban un afio mas la ejecuci6n de su finca: -iDios dira! Hacia algun rato que habia clareado el alba. El Darda Justiciera rapida y peligrosamente negoci6 una curva en la distancia y se acercaba veloz, con los faros encendidos aun. En medio de la carretera Menegildo hacia aspavientos con los brazos en sefial de parada. Un frenazo justo del chofer, y el barroco autobus par6 en seco un momento, lo preciso para que Menegildo se encaramara en el. El sentarse fue cuesti6n mas de la ley de inercia que de la voluntad del jibaro. En seguida El Darda se disparaba otra vez, carretera adelante, y Menegildo, ensimismado, con su peseta colacada en el pabell6n de la oreja, musitaba. PASO SEGUNDO Rodeada de sus sobrinitas menores, la negra fia Belen se ajetreaba tendiendo ropa blanca al sol, rociandola con la espuma de una dita llena de jabonadura .. . Su oficio, su principal oficio y vocaci6n, su miriisterio casi, era cocinar. Con sapiencia intuitiva y sabrosos resultados sabia oficiar ante el fog6n con mas prosopopeya, escrupulos y ritualismos que un sacerdote ante el altar. Per J a ella le gustaba dar lecciones practicas de habilidad en todos los menesteres . Hoy tocaba lavar. Era fia Belen el arquetipo de una brava clase de hembras de su raza que no escase6 en la isla desde mucho antes de la abolici6n de la esclavitud hasta bastante despues de la llegada de los norteamericanos. Usaba la pasa menudamente trenzada y recubierta por amplio pafiuelo de Madras. En el rostro achatado, de un color chocolate rojizo, la herida amoratada de su sonrisa habitual dejaba ver el esplendido r esplandor de la dentadura entre los bembes arremillados. Y los cuajarones aporcelanados del blanco de sus ojos rimaban con la blancura hi'.1meda de los dientes sanos, fuertes, iguales.
Bajo la arremangada saya de faena tenia las piernas flacas, largas, agiles, con apretados haces de tendones en vez de pantorrillas; y las lucia desnudas y nerviosas como remos de alerta bestezuela. Pero de medio muslo al cuello su torso se combaba en dos sinuo~idades abultadas con el perfil de una rechoncha ese. Contrapesaba la esteatopigia posterior del tafanario con el delantero abultamiento de las ubres veteranas. Aun asi, nalguda y pechugona, ¡no le pesaba la grasa, y desplazaba en ritmicos vaivenes aquel doble bojote envuelto en colorines y cotonas. Acompafiaba el ir y venir de su ajetreo con los compases de una guaracha antigua y romanticona que, en los timbres de su mansa media voz, adquiria modulaciones de placido contento. Abismada en su trabajo y arrullada por. su propio canto, se movia, en medio del paisaje playero, tan abstraida de todo lo que le rodeaba como el mas consciente artista en su taller o el mas sesudo sabio en su laboratorio. Las sobrinitas, en fundones de ac6litos y aprendices, atentas a todos sus movimientos, no le perdian pisada, siguiendola de un lado a otro como polluelos tras la clueca. -jAy, fia Belen, fia Belen! jVenga aca pol favol, ii.a Belen! jPol la Visne, fia Belen! -se desgafiitaba de pronto la vecina del pr6ximo bohio. Y la negra maestra en oficios y Servicios, doctorada en todos los quehaceres domesticos, sali6 en seguida de su profesional ensimismamiento y cruz6 rapida el trecho de arenal, sospechando lo que le pasaba a la vecina que tan desaforadamente la llamaba: -Ave Maria, valgame D~_o1;, si .aun. n,o ~rfl . t~empo,. .. . .. 0
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Todo el resto de la maiiana y parte de la tarde estuvo iia Belen con la vecina, hirviendo agua, aplicando paiios calientes,¡ cociendo bebedizos, entre santiguamientos, manipuleos y oraciones. Al regresar refunfuiio: -Miren niiias, vayansen a acompaii.al a la vecina, que yo tengo que dir a buscar unos encargos que h aceff falta y a ver si encuentro al pae de la criatura que anda en su carro vendiendo cocos por San Juan. Si no lo encuentro, ese sangano es capasisimo de no bolbel hasta las mil y quinientas. En aquel rincon apartado de Cangrejos Arriba berreaba a todo trapo un negrito mas. Mientras se cambiaba de ropa en su bohio como preparacion indispensable para su forzada excursion a San Juan, iia Belen escuchaba atenta los b erridos con enigmatica expresion, duke y grave, en las facciones. Hada cuenta de todos los barrigoncitos que ella habia ayudado a traer al mundo: -jAy bendito! -murmuro-. Si ya yo ni me acueldo cuantos fueron ... PASO TERCERO En el grupo estaban, sobre todo, ella y el. Ella, desde luego, opalescente y desteiiida, con mimos de gata maiiosa y desplantes teatrales de heroina de cine (clase B, numero 2): A la vez inmadura y avejentada, vestida con cursis exager acjones de la moda que fue el ultimo grito eri ¡las pelfculas de seis m eses atras, debidamente depi1ada y pincelada. El, repulido, vaselinado y finustico; ¡ tesudando por todos SUS gestOS Una mezcla inefable de anacronicas elegancias y congenito mal gusto.
Sobre el velador del cafe (un cafe fuera de tono con el tradicional ambiente antillano, p ero bastante en armonia con su h abitual parroquia) ceniceros llenos de colillas rubias, servilletas de papel, vasos de cristal t osco, a medio vaciar, conteniendo las heces de menjurjes detonantes en que la quimica de los refrescos carbonatados importados de Estados Unidos amalgamaba sus sabores sinteticos co nel tufo de los alcoholes envejecidos a la carrera por los forzados procedimientos de la zimurgia ultramoderna. Y llenando los huecos que el servicio deja libre: codos de los contertulios. -El climax -dirian estos contertulios, en su chabacano bilingi.iismo- de Io nice. Para ellos, en su propio concepto, el sitio, la compaiiia, la conversacion, los brebajes, todo el conjunto, en fin, figuraba como elegante exponente de las actividades sociales de la juventud aristocratica capitaleiia. Ella, con frivolidades de perrita amaestra da y si'.1bitos encabritamientos de potranca a m edio domar, tercia frecuentemente en la conversacion, olvidando de vez en cuando las normas de conducta recien aprendiclas en el penultimo manual norteamericano qu e trata, en veinte lecciones, de como ganar prestigio social e influir sobre los amigos. El se atiene (cuando menos en publico) a topicos manidos y desquiciados de galant eria dieciochesca y a la pseudosofisticada actitud que le prestan las resonancias literarias m as comunes del p eriodo romantico. Ambos perfectamente inoculados por la vanidad, la displicencia y una falsa escala de valores fabricada a la propia medida, contra el subconsciente sentimiento de la propia inutilidad e insignificancia. En arremilgada fuga de lo popular caen con frecuencia en la vulgaridad mas populachera. El concepto de las artes (para las ciencias, salvo alguna que otra especialidad, no han encontrado aun facil compendio) lo prostituyen en un vice-versa a su alcance donde, en vez de ser consideradas fruto y flor del instinto creador elevado a categorias espirituales, se le toman tacitament e por medios prestigiosos para bajar por ellos hasta las fuentes m as crudas y sensibleras del instinto genesico. Confunden la literatura con la gramatica parda de la facil seduccion. Y en el dialogo cuando el humor deja de ser chiste es para convertirse en relajito, chacota o guachafita. Ella y el se separan del grupo y salen juntos del local, momentaneamente fascinados, uno por el otro, b ajo las luces de los cocteles, entre las dos luces de la tarde que acomodaticiamente crepusculiza y guiiia en los r otulos y escaparates de la calle con colorines de gas neon. EL ENCUENTRO Por la calle sanjuanera baja, de norte a sur, el buen jibaro Menegildo Cruz, desorientado, buscando aun el bufete del compadre de su cuiiado, leyendo cuanto rotulo, muestra y letrero hay por b alcones, portales y paredes, esperando encontrar entre ellos el nombre del abogado que busca. Y la buena de iia Belen sube por fo misma calle, de sur a norte, cavilando todavia, abstraida, en la cuenta de los muchachitos que, en su
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tiempo, ha ayudado ella a traer al mundo. En la estrecha acera, frente a la puerta del cafe por donde sale euf6rica la par.e ja elegante de los cocteles, se encuentran todos cuatro. El tropez6n fue inevitable. El nifio bien por poco pierde el equilibrio y los zapatos de su compafiera perdieron su inmaculado brillo bajo el pisot6n involuntario del jibaro. Menegildo turbado, y fia Belen sonreida, se deshacen en corteses y sinceras excusas. Pero la pareja elegante comenta a duo, altanera y despectiva: -jJibaro bruto! jNegra imbecil! jGente estupida! jPais inculto!- Y tras unos dimes y diretes
con el policia de servicio, sobre la ley de transito, sube la pareja a un autom6vil que durante la ultima hora ha estado estacionado frente al cafe en flagrante violaci6n de dicha ley; y arrancan entre bocinazos sin justificaci6n y ruidosas aceleraciones inutiles del motor. El al volante, ella a su lado, han recobrado ya la euforia momentaneamente perdida por el encontronazo. Lo que pasa, chica, es que en este pais no hay cultura -dictamina el. Y ella asiente: -Un pueblo sin cultura, chico, sin pizca de cultura... inconsiderado, inculto ...
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El dia de Santiago Por JosE ANTONIO
E RA DE GALA CON UNIFORME
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BESAMANO. Pero mas que a las autoiidades y corporaciones pertenecia de derecho a Ia gente de buen humor, y a la generaci6n liliputiense de la Capital. jinolvidable dia, borrado ya del libro de nuestras· costumbres, pero impreso en mi memoria con caracteres tan indelebles que lo veo surgir con todo su colorido, y saturado de ese perfume cie ia· edad ]uvenil, siempre grato a los corazones generosos y a las almas sensibles que saben comulgar en el altar de los recuerdos. Era grande el embullo en todas las casas desde las primeras horas del dia. Ir a buscar a Santiago, era el anhelo de toda Ia muchitanga de aquel tiempo; y no habia excepciones, pues negros, colorados y blancos, todos concurriamos al festival, dispu~st6s a divertirnos sin escrupulo de ningun genero. A las dos de Ia tarde ·de la vispera rebosaba el atrio de Ia Catedral. Iba reuniendose alli Ia comitiva para salir con la Parroquia a buscar el Santo a la Capilla de la Fortaleza donde se custodiaba. Supongo que como Santiago era militar y de caballeria, tendria fuero de guerra, y por esto . se alojaba fuera de la Catedral y nada menos que en la casa del gobernador. Era el Santo un mufieco gradosisimo, de buena escultura aunque pequefio, pues el y el caballo blanco que montaba no Ievantaban un metro de la peay
* Jose Antonio Daub6n naci6 en San Juan en 1840 y falleci6 en la misma ciuc\ad en 1922. Estudi6 en el Seminario Conciliar y fue durante muchos afios empleado en el ramo de Hacienda. Periodista, poeta romantico y escritor costumbrista, colabor6 con frecuencia en las principales peri6dicos y revistas de! pais. En 1900 pubiic6 s us versos en un volumen titulado Poesias. Pero a Daub6n se le recuerda mas coma prosis ta que coma poeta; su fama descansa principalmente en las cuadros de costumbres que nos dej6, y que constituyen un testimonio de valor inapreciable para la historia de Puerto Rico y de su capital. De la colecci6n de esos cuadros, publicada en 1904-1905 bajo el titulo de Casas de Puerto Rico (La Correspondencia, San Juan, 1904, pags. 43-45), procede el que aqui r eproducimos.
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na. Alrededor · de esta habia varias cabezas de moros cercenadas. Toda la · muchitanga iba en traje morisco. Amplio pantal6n bombacho ajustado al tobillo, Ia chaquetilla musulmana, y el indispensable turbante con su media iuna de hoja de Iata. Otros llevaban trajes de capricho; pero estos eran los mas manduletes, y entre ellos me contaba yo y mi inseparable compafiero, para estos casos, Cecilio Fajardo. jPobre amigo mioi jPor d6nde volara a estas horas Ia mariposa de tu espiritu, despues que abandon6 Ia larva que le sirvi6 de cota en este planeta miserable! Era de muchacho muy desgarbado, pero chistoso y de un humor tan festivo y alegre, que muy pocas veces le vi serio. Alto, bastante alto, hacia un contraste notable con mi personilla raquitica y flacucha. A el le sobraba lo que me faltaba a mi de estatura, y obedeciamos a esa ley incomprensible de la atracci6n que nos empujaba el uno hacia el otro, sin notar la contradicci6n de nuestros respectivos carapachos Aquel dia nos habiamos puesto de acuerdo para disfrazarnos. Yo me habia provisto de un traje completo del siglo pasado, propiedad de mi abuelo, que extraje con las mayores precauciones del ropero de mi anciana abuelita que lo cuidaba como oro en pafio. Se componia de un calz6n de ante, chupa y casaca de tafetan de seda, que estaban como en la hora a fuerza de alcanfor y pimienta; un par de hebillas de plata descomunales y un sombrero de tres candiles con su gal6n y plumas correspondientes. Aunque mi abuelo era de cazadores, es decir, de corta talla, era no obstante bastante grueso, y para corregir la deficiencia me coloc6 Cecilio una almohada bien rellena, que medio me ahogaba, y que me cogia desde el pescuezo hasta algo mas abajo del vientre. Sobre esta armadura se ajust6 perfectamente la chupa y pronto quede· Iisto para ir en busca de Santiago. El por su parte, bastante de::;preocupado, no se cuidaba mucho de los alifios del traje. No se de d6nde
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diablos saco una chupa y casaca iguales a la mia, de color negro; aunque se me figura que en ello anduvo la mano de Bernardo, que era el guardarropia de nuestro teatro; pero le venia tan ancha que casi se salia por el cuello, dandole el aspecto de un poeta romantico del tiempo de Felipe IV. En los candiles de su sombrero, en lugar de plumas coloco tres pimientos rojos; capricho de que no pude disuadirle, por mas . que le explique que aquello en mi concepto refiia con la seriedad de su empaque. Terminada la toilette dimos principio a lo mas grave, esto es, a la cuestion de embadurnarnos el rostro, porque no habia mas remedio que ir a cara de perro. Las caretas b aratas de carton que vendia Benito Monge, eran insoportables por el calor que producian, y nosotros preferiamos ir al fresco. Todavia Pedro Leon no habia abierto su taller. Todo quedo compaginado con una invencion de Cecilio, que las tenia muy buenas. Consistia en solo una nariz postiza con su adlatere de un bigote cerdoso; y un par de espejuelos construidos con dos cascarones de huevos, en cuyo centro se abria un regular agujero llevando pintada a su alrededor lo que figuraba ser la nifia del ojo -de un color azul subido con un vivo encarnado-. Como el horde del cascaron nos cubria las cejas, nos colocamos otras postizas de algodon en
medio de la frente y el efecto era fenomenal. iFigurense ustedes la facha que tendriamos! Pues convencidos de que estabamos perfcctamente en caracter, nos tiramos a la calle, portando cada cual un buen garrote, por aquello de por si acaso. Asi caimos en el atrio de la Catedral la tarde aquella. Mucha gente menuda montada en sus respectivas guajanas con caras de caballo, unas de carton muy bien construidas y otras de trapo, pues habia de todo, segun las posibilidades del jinete. Momentos antes de salir la parroquia, se presento en la escena Sefio Escolastico con su tropa de socialistas descamisados. jQue buena Jente traia! Sefio Escolastico era una especie de vejiga color de pergamino viejo. Rechoncho, mofletudo, sin un pelo en la cara, con una boca de oreja a oreja, y unos ojos vivisimos, por donde se asomaba la Diosa de la alegria y la jovialidad. Parecia !mposible que aquel hombre encontrase gusto en rodearse de una turba de muchachos de todos colores y tamafios, capaces de darle guerra al mismo diablo, y de introducir el desorden hasta en un convento de cartujos. Vestia aquella tarde Sefio Escolastico traje de ordenanza. De moro estrafalario, con su turbante hecho de una colcha no muy limpia, su chaquetilla de olan azul y su bombacho encarnado de ancho pliegue. Por
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babuchas un par de alpargatas mallorquinas, para llevar fresca la pezufia y poder saitar y correr con libertad. En el rostro mucha harina que se le melcochaba con el sudor, y cuatro pinceladas con almagre . y negro humo que le daba el aspecto de un clown ingles de triple fuerza . Con el venian algunos conocidos y entre ellos d negro Balbino, el del tambor; y otro aun mas negro que este, Pedro, mi hermano de leche, e hijo de Bruna, la hermosisima negra que fue mi nodriza. Los dos vestian tambien a la morisca, pues ya Balbino era grandull6n y habia soltado el mameluco. Pedro era un negrillo tan guapo como su madre. Pareda de azabache, sus facciones eran tan correctas como las de un abisinio y tenia una dentadura que ya la hubieran querido algunas damiselas. El traje le sentaba a las mil maravillas y tenia el aspecto de un noble eunuco del serrallo del Sultan. La tarde estaba hermosa y serena, y aunque a aquella hora el calor sofocaba un poco, nuestra brisa movia suavemente su abanico de plumas y nos confortaba. Desde el atrio dominabamos toda la plazuela de las monjas y las dos caletas, que estaban atestadas de mascaras · y curiosos; cerrando el frente del cuadrilatero la casa hist6rica con sus dos columnas que parecen las dos patas delanteras de un elefante, con su letrero jl813! Y alla abajo, muy abajo, como quien dice en el s6tano, la muralb destartalada, ocupando el fondo del cuadro el pedazo de mar que llaman «Los bajios» donde se comi6 una tintorera al famoso nadador Juan Pataleta. Esto en anfiteatro. La pendiente es rapida y se domina el paisaje desde el portico de la Catedral, como desde la altura de una at alaya. El bullicio creda y la animaci6n se propagaba por toda la calle del Cristo. De pronto una voz grit6: « jAhi sale la Parroquia! », y por la puerta central del templo comenz6 a descender la escalinata una docena de monaguillos, sacristanes y curas con todos los avios de gala, rompiendo la marcha Eulogio que conducia la enorme cruz de plata, con aquella cara de desengafiado y guas6n que le dio la Providencia. A su lado portaban los ciriales dos monaguillos que estaban en primer afio de latin, con sus roquetes manchados del vino de la sacristia y sus sotanillas rabicortas, que dejaban ver por debajo, el pantaloncillo sucio y deshilachado por el tac6n del zapato de badana amarilla. Comenzaba la funci6n, y se puso la turba en movimiento. Cecilio y yo nos confundimos en el trope! y entramos en fila, tan campantes y tan satisfechos, llamando la atenci6n del concurso la originalida<l de nuestros espejuelos. A pesar del disfraz, yo no estaba muy seguro de que no nos conocieran. Tcmia encontrarme de golpe y porrazo con mi padre, que era enemigo .de mascaras y farsantes, y de fijo que me hubiera llevado una puntera aquella tarde, a buena cuenta del saldo qµe recibiria pa en llegando, como dice el jibaro, cuando me descubrieran que andaba faltandole el respeto al equipaje del abuelo. Pero Cecilio, que era de la mis1?a piel del diablo, me someti6 a una _prueba, que me
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dej6 completamente satisfecho. Veran ustedes c6mo fue la cosa. Al llegar a la esquina que llamaban de las cuatro calles, nos dimos de m anos a boca con el Profesor de Matematicas; nada menos que con don Manolo Sicard6, como le deda todo el mundo. A los que no le conocieron y por consiguiente no tuvieron el honor de ser sus disdpulos, les dire que era el gaditano mas ocurrente, mas jovial y mas honrado que pare madre. Odiaba a los chiquillos que fumaban, y a mi, en el paso de Aritmetica y Algebra que nos daba todas las noches en su casa de la calle del Sol, ya me habia pescado varias veces, didendo : «S6plame este ojo», para saber si la boca me olia a tabaco. Tenia . un mal concepto de mi, en lo que respecta a este particular, pues una noche que pegue fuego con una colilla d una cortina, que pareda de yesca, por lo pronto que ardi6, de una vecina, me habia entresacado de la rueda de muchachos, sefialandome con el dedo y diciendole a la duefia: «Este fue, que chupa mas que una sanguijuela». Cecilio lo sabia, y a la prueba del tabaco me someti6. Saque de la casaca un jquien vive! cucarachero, de los de a cuatro por un cuarto, le di fuego y con el en la boca, a riesgo de chamuscarme el bigote (postizo se entiende), me cuadre frente a don Manolo mirandole de hito en hito, con soberana desfachatez y como diciendole : «(Me conoces?» Era don Manolo, alto, bien empacado, muy limpio, subido el color del rostro y afeitado siempre al rape como una patena; la frente ancha y espaciosa, la mirada viva y profunda; y el cabello sin grasa que atusaba siempre con los dedos, lo llevaba alborotado a lo Byron. Mir6me atento, arrug6 el entrecejo, y montando sobre su magnffica nariz los quevedos de oro, examinaba mi impertinente personilla, como diciendo: «(De d6nde habra salido este mamarracho?» Un momento despu6s, la oleada de m{lscaras nos separ6; pero no me habia conocido. Podfamos contar con la impunidad necesaria para divertirnos aquella tarde a nuestro sabor. Entre tanto la parroquia seguia dirigiendo la caravana hasta dar fondo en la plazoleta de la Fortaleza. Cuatro artilleros se encargaron del Santo, conduciendo las andas en hombros, y emprendimos el regreso a la Catedral en presencia del Conde de Cheste, que desde las alturas <lei balc6n de su palacio nos contemplaba, con aquella cara de bondad academica, sonriente y satisfecho, tal vez tomando datos para la traducci6n de la Divina Comedia, al observar el buen humor con que se divertia su pueblo, sin preocuparse del porvenir. La charanga de un batall6n cerraba el sequito, preludiando una marcha que podria estar escrita sobre motivos del Barbero de Sevilla, mientras Sefio Escolastico con su tropa, atronaba el aire con aquella cantaleta que deda :
Santiago en Espana a caballo entr6, con cuatro moros y un t.ambor.
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Cuando el Santo qued6 asegurado en la Catedral para hacerle la fiesta de tabla al dia siguiente, se desparram6 la mascarada en pelotones por toda la ciudad. Era un oleaj~ de locos, que concluia por estrellarse contra la ariti-artistica fachada del viejo teatro, arremolinandose en la plaza de Santiago, donde a las cinco de · la tarde no · se podia dar un paso, por el gentio que la invadia en todas direcciones. . En medio de ella estaba Sefio Escolastico, heroe de la fiesta, dirigiendo el cotarro, y con su vocerrun agi.lardentoso ,gritaba como un energumeno: « iSienterise! ». « jSentaos· estamos! » contestaba la muchitanga. « iAcuestense! ,., « jAcostaos estamos! ». «iParense!». «jParaos estamos!». Y todo esto ·se iba h::iciendo como lo dedan, como si todos hubieran sido movidos por un re~rte. En mi vida he visto mas exactitud en una maniobra, y eso que puedo asegurar a ustedes sin temor de equivocarme, que pasaban de dos mil los muchachos que llenaban la plazuela, cosa que no extraiiara a nadie que conozca la fecundidad del pais, . y sobre todo la de nuestras mujeres. A poco el grito « juna pelea! juna pelea! » arremolin6 la gente hacia un angulo de la plaza. Era -Pedro, mi hermano de leche, que le arrimaba una zurribanda al negrillo Balbino, el del tambor. Acudimos Cecilio y yo a sepirrarlos; en la tarea pierdo yo la na• riz (la postiza) con6ceme Pedro y se me encara muerto de risa, llamandome pequefio y flacucho; yo, encolerizado, no supe en el momento que contestarle; pero me repuse pronto, y con toda la ironia de que puede ser capaz un renacuajo de catorce afios, le arrime este ap6strofe: « iC6mo se conoce, recontra, que tu madre no jug6 limpio, y que tu te mamabas algo mas de una teta!» El negrillo se qued6 mirandome con la boca abierta. Como no estudiaba latin, no entendia de metaforas ni _d e perfiles d~ retorica, y por consiguiente no pudo comprenderme; pero mi apostrofe le habia. roducido el inismo efecto que el de Balzac.
.En esto intervino Cecilio, y nos apartamos de! corro trayendonos a Balbino medio desforrondingado, puesto que Pedro era mayor y mas fuerte. iHabia mamado bien, el picaro! Entre tanto las comparsas continuaban iiivadiendo h! plazuela. Casi -todas traian SUS respectivas musicas, y ::.tlli venian, Damian con SU famoso clarinete, Facundo con su flautin que trinaba como un pajaro, Rufo con su violin zaragatero capaz de mover los pies a un muerto y Juan Francisco con aquella trompa de mano que no ha tenido sucesor. No habia batea segura eri todo el ambito. Los muchachos con sus espadas de madera, que se vendian a medic> macuquino en todas las carpinterias de· la ciudad, las atacaban al grito de «iPincho o .no pinchol iA cuarto el pinchol », y las negras vendedoras se defendian, como Dio~ les daba a entender, de aquella invasion de salvajes. Atardeda... como dice Nunez de Arce; y aqui podria describirles 1os suaves tonos grises de nuestro rapido crepusculo, y el hundimiento del rubicundo Febo entre las olas de Occidente, pero son escasos los colores de mi paleta, y tenieroso de emborronar el lienzo, concretome a decir lisamente, que a escape - se nos echo la noche encima. Dos horas despues, Cecilio y yo, en el elevado mirndor de la casa donde nos habiamos vestido, rendi· dos .de cansancio y sudorosos, trabajabamos por sacarnos mutuamente las medias, y echarnos fuera a fuerza de jabon de castil1a, la mugre que teniamos encima. Y como no podia estarse callado tin momento, me preguntaba, muerto de risa : «Pero, hombre, lPOr que demonios . habra dicho el viejo, aquello de sin fe, sin religi6n, ni pensamiento?» Y como yo nunca he tenido malicia, le conteste, a riesgo de decir un disparate: « Pues nada, chico, eso sera sin duda por lo de la Divina Comedia». Yen efecto, parece que el Dante le traia a mal traer.
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Los ballets de San Juan en su temporada clasica
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N EL TEATRO TAPIA OE S AN JUAN ACTU6 EN DICIEMBRE
pasado la Compafiia Ballets de San Juan, ofreciendo una temporada de repertorio clasico que se prolongo del 20 al 21 de dicho mes. La Compafiia, que subvenciona el Instituto de Cultura Puertorriquefia, no Se habia presentado ante el publico de San Juan desde mayo del afio pasado, cuando actuo en ·el IV Festival de Teatro Puertorriquefio organizado por el Instituto. La preparacion para esta ultima temporada se prolongo varios meses y en las .ultimas semanas tuvo la supervision del inte.r nacionalmente conocido bailarin y coreografo Frederic Franklin, expresamente invitado por la Compafiia para actuar en calidad de consejero artistico visitante. Participaron en la temporada ·30 bailarines, enca: bez_ados por Ana Garcia y Gilda Navarra ( codirectoras de la Compafiia), · y Juan Anduze, destacandose los
Capricho. Musica : Jose I. Quinton. Aparecen en la foto, de izquier.da a derecha : Primera fila: Ana Garcia, Juan An duce; Segunda fila: Aita Monserrate Anto. nio Machin, Nyclia Vales; Tercera fila : Nelli-Jo Carmona, Rafael Romero.
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solistas Alma Concepcion, Nydia Vales, Sandra Marques, Antonio Machin y Mufieca Aponte. La .parte principal de! programa comJ'rendio los ballets Las silfides, El lafSo de los cisnes, Don Quijote y la Suite del cascanueces. Los tres primeros fueron especialmente escenificados para la Compafiia por el sefior Franklin. Otra seccion del programa incluyo las obras Juegos (musica de Bizet, coreografia de Juan Anduze) y Cuadro flamenco (rriusica popular, coreografia de Antonio Machin). Como estrenos figu:raron los ballets Concierto de jazz (musica de Stravinsky) y Dos danzas espafiolas (musica de Albeni.z), con coreografias de Anduze y Machin, respectivamente. A peticion popular St'. repusieron dos obras puertorriquefias estrenadas eri el IV Festival de Teatro: el ballet clasic0 en cuatro movimientos Capricho (musica de Jose I. Quinton, coreografia de Ana Garcia)
y la fantasia de escenas historicas titulada Retablo puertorriquefio, suite de estampas estilizadas sabre
musica de caracter . indtg~na, espafiol, negro y criollo, c>. la que sirve de fondo la recitacion de decirrias escritas por Luis A. Cajiga. La obra, idea original de Ana Garcia, adaptada por Ricardo E. Alegria, incluye musica de Quinton, Joaquin Rodrigo y Tito Puente y coreografias de Gilda Navarra, Juan Anduze, Antonio Machin ¡ y Arnold Taraborrelli. Las escenografias utilizadas en las distintas partes de! programa fueron obra de Lorenzo Hamar, Fernando Rivero, Rafael Rios Rey y Juan Anduze. La luminotecnia estuvo a cargo de Francisco Arrivi.
Retablo Puertorriquefio . Escena: Borinquen, 1500. Musica: Ritmos autoctonos. De izquierda a derecha: Angel Betancourt y Nuchi Martinez.
Retablo Puertorriquefio. Escena: ln-
genio El Coloso, 1750. Musica: Tito Puente. Interpretes: Mufieca Aponte y Henry Riviere.
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j Puertorriquefio. Escena: San Juan, 1600. Musica: Joaquin Rodrigo. Aparecen en la foto : Alma Concepcion y Antonio Machin. .
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Retablo Puertorriqueiio. Escena: Hacienda La Milagrosa, 1890. Musica : Jose I. Quinton. Aparecen en la foto, de izquierda a derecha: Magali Reveron, Susan Homar, Nelli-Jo Carmona, Ramon Molina y Rafael Romero.
Tientos. Musica: Carlos Surifiach; ¡ foterpretes : (de izquierda a derecha) Antonio Machin, Rafael Romero y Gilda Navarra.
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5 Los tres santos Reyes Son tres caballeros Que todos los afios Neis visitan de nuevo Por eso yo quiero Cantarle con amor Como es devocioi:J. De todos los afios Cantarle un aguinaldo Pongan atencion
Doy las buenas Para principiar Alabar el nombre Del Dios celestial En este santo -hogar A la reunion Le pido perdon Si en algo faltare Digo en mis cantares Pongan atencion 2
Dueno de la casa Le digo por fin De que venga a oir A mis alabanzas Yo le doy las gracias A la reunion Que brindan atencion Cuando estan cantando A Dios alabando Pongan atencion
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3 En el afio nuevo Y en los dias de reyes Como caballero Yo me siento alegre Le canto a los reyes Que es mi devoci6n Con el coraz6n Canto noche y dia Con mucha alegria Pongan atenci6n 4 Baltasar primero Melchor 路 y Gaspar Son tres caballeros Que van para el portal Van a saludar El nifio que naci6 El hijo de Dios Estaba con Maria Y San Jose decia Pangan atenci6n
Que bonito canta El gallo en el arbol Y yo estoy cantando En una casa santa Con fe y esperanza Es que canto yo Alabando a Dios Ese es nuestro padre El que puede salvarme Pongan atencion 10
Yo quiero cantarle Con amor y fe A todos los santos Hasta a San Andres Ahora y despues Le pido perdon Por equivocacion No le habia cantado Pero ahora le canto Pongan atencion
Segun mi entender En fiestas de reyes Todito el que quiere Canta con amor Versos de pasion Si tiene valor Canta el ruisefior Y cantan las aves Que yo tambien cante Pongan atencion
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El dia de afio nuevo Se pueden coger Flores perfumadas Al amanecet Se pueden poner Donde esta el Seiior Y pedirle perd6n Por nuestros pecados Y seguir cantando Pongan atenci6n 8 Duefia de esta casa Digame si quiere Que yo cante alegre Aqui con ustedes Y si usted prefiere 路 Alguna oraci6n Se la rezo yo Al santo que sea Para que usted crca Pongan atenci6n
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Que bueno es estar En una reunion Toditos alegres En una devocion No hay comparaci6n Digo en mi canci6n Dios nuestro 路 Senor Nos brinda alegria Hasta el otro dia Pongan atenci6n 12
Voy a despedirme Dejo de cantar No quisiera irme De este santo hogar Voy a terminar Por fin mi canci6n Con el coraz6n Muy entristecido Adi6s yo le digo Pongan atenci6n
Mariano Abril Ostal6 1861-1935
RI CONMBMORA BSTB ANO EL CBNTENARIO natac1 10 de Mariano Abril Ostal6, historiar, poeta, periodista y maestro de periodistas, cuya vida, transcurrida en epocas de profundos cambios para el pafs, es ejemplo de altura y honradez cfvicas. Don Mariano Abril naci6 en San Juan en 1861 y tuvo la formaci6n de un autodidacta. En su juventud trabaj6 como escribiente de notario. Fue luego redactor del peri6dico El Clamor del Pais, pasando luego a Ia redacci6n de La Democracia, vocero de Luis Munoz Rivera, cuyos ideales polfticos abraz6 y defendi6 con denuedo como cronista y director que fue, durante muchos afios, de dicho peri6dico. Por sus viriles artfculos fue condenado por un tribunal militar a varios afios de presidio en Ia Peninsula. Indultado por Canovas del Castillo; permaneci6 tre3 afios en Madrid colaborando con peri6dicos liberales de esa ca ital. De re reso a Puerto Rico reanud6 sus
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actividades liter.arias y politicas, siempre asociado a Mufioz Rivera, y lleg6 a ocupar los puestos de delegado a la Camara y senador. Ali tiempo de su muerte (1935) desempefiaba el cargo de historiador oficial de Puerto Rico. Su producci6n periodfstica, en gran parte dispersa, da fe de una vida consagrada al servicio de nobles ideales de cultura y patriotismo, y de la intrepi9ez con que luch6 por los derechos de Puerto Rico. Dej6 varios libros, entre ellos los titulados Sensaciones de un cronista (1903), Alemania ante el conflicto europeo (1915) y Un heroe de la independencia de Espana, Mexico y la America del Sur: Antonio Valero de Bernabe (1930), obra destinada a dar a conocer a nuestra juventud la figura del ilustre militar puertorriquefio. El lnstituto de Cultura Puertorriquefia se une a Ia celebraci6n del centenario de Mariano Abril dedicandole el resente numero de su Revista.
Mariano Abril Ostal6 (1861 -1 935) La Muerte Dura mas que la Vida. Por JosE S. ALEGR1A
ULTIMA SONRISA DE ABRIL, LA PRIMAVERA CONbfaLAvuelto a todas las almas. Regresaba con
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el dios Thor convertido en golondrina. Era, pudieramos decir, un despertar de la propia vida: trinos de pajaros y botoncitos rosados en todos los arboles, anunciando con clarinada de renovaci6n Ia. llegada de la estaci6n que es la juventud y la sonrisa del tiempo. Y con la Primavera, el dia 25 de mayo de 1861, naci6 un nifio en esta ciudad amurallada de San Juan, que llevaria hasta su muerte el nombre de Gregorio Mariano Abril Ostal6. Sus padres: don Zoilo Abril de Ortiz y dofia Jacinta Ostal6, natural el de esta ciudad de San Juan y ella de Zaragoza, capital del Reino de Arag6n, en Espana. Sus padrinos : don Mauricio Guerra Mondragon .y dofia Fausta de Acosta. Cuando contaba . quince afios habfa adquirido la instrucci6n primaria. Se enferma, convalece y su padre Io envfa a reponerse a casa de un viejo amigo que residia en uno de «los pintorescos pueblecitos situados en el poetico valle que se extiende desde Ia falda de La Pandura hasta las orillas de! Guayanes, en una casita· blanca, aprisionada entre caprichosas enredaderas, que en medio de aquella lujuriosa veg·e taci6n parecia el ala de un cisne flotando sobre las aguas de! tranquilo Iago». · En aquella acasita blanca», sinti6 por primera vez el despertar del amor a la lumbre de «un par de ojos grandes . y negros». Y Lola, la «Campesina, alta y esbelta, de pechos abultados y esculturales formas que se transparentaban bajo el sencillo traje de muselina ,,, fue la primera novia que cantaba con gracia aquella copla inolvidablt;:
Tienes cielito y una cielito
unos ojitos Zinda, y unas pestafias, boca embustera, Zinda, con que me engafias.
Hasta el padre lleg6 la nueva de los amorfos del hijo unico y se le requiri6 para que volviera a la ciudad. La despedida fue por demas dolorosa: «Lola, escribi6 el poeta, me ech6 los brazos al cuello, y fijando en mi aqtiellos ojos negros y rasgados en cuyas ardientes pupilas aprendi el idioma del amor, me dijo, con la desesperada angustia de un alma que agoniza: iSi me olvidas me muero! ». «Desde entonces han .pasado muchos afios.» «Yo no vol vi a ver aquella casita blanca circundada de caprichosas enredaderas que parecia, en medio de la verde alfombra del campo, el ala de un cisne flotando sobre las aguas de tranquilo Iago. Azares de la vida me alejaron quizas para siempre, de aquellos sitios donde mi coraz6n aspir6 los primeros efluvios de! amor.» 2 Mariano Abril sigue sus estudios en San Juan, y a su vez trabaja como escribiente en la Notaria de su padrino don Mauricio Guerra Mondrag6n que t~nia su estudlo en la planta alta de la casa en Fortaleza esquina a San. Justo, donde hoy se levanta el edificio Lozana Fabian. Era frecuente verlo asomado en el balcon que daba a la calle de La Fortaleza. En aquella notaria, en sus ratos libres, escribia con el seud6nimo «Florete» cr6nicas para el folletfn critico1. SeusaCiones de un cronista, 212. 2. Idem, 214 .
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Redacci6n de La Democracia : Editor, don Luis Munoz Rivera; 1.0 senor Rafael Matos Bernier, Redactor principal; 2.0 , 3.0 y 4.0 senores Eulogio Horta, Luis Rodriguez ·Cabrero y Mariano Abril, Cronistas; 5.0 senor Pedro de Diego, Redactor de informaci6n.
literario de La Balanza, peri6dico qu~ dirigian y redactaban varios catedraticos del Instituto Provincial de Segunda Enseii.anza, en el que tambien cursaba su bachillerato y donde form6 parte de la redacci6n del primer peri6dico redactado por j6venes en Puerto Rico. Colaboraban en ese peri6dico, El Palenque de la Juventud, Sanchez Morales, Abril Ostal6, Gordils, F. Cestero, Negr6n Sanjurjo, Contreras Ramos, Canals, Jose G. Torres, Cordero, J. Mufi.oz Rivera, Pales Anes, De Diego, «Momo», O'Neill, Fidela Mathew, Lola Rodriguez, Clemente Ramirez y El Caribe. Era ·colaborador y administrador, Pedro de Angelis. Bien se puede ver que aquel Instituto Provincial form6 el gn,ieso de la intelectualidad puertorriqueii.a y que aquel Paienque de La Juventud fue el primer ejemplo que se hizo axioma en nuestro . pais : que un gran periodista es sieinpre mucho mas que un gran peri6dico. Mariano Abril durante toda su vida fue un profesional de la pluma, un grarr escritor como periodista, cronista, poeta, historiador, politico y legislador. Y en toda .s u obra esta presente ·su fisonomia espiritual que la magnifica, desde que a los veinte aii.os escribia en El Clamor def Pais con Salvador Brau y Arturo C6r-
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dova. Y desde entonces. su decir de verdadero ingenio, llegaba a la entraii.a popular con una fuerza de democracia literaria. Escritor capaz, prosista de calidad, sabia dosificar la gracia y el donaire para que campeara la belleza del estilo de un espiritu sacudido por altos ideales, que le toc6 luchar contra el medio, todo ardido de inquietudes y rebeldias en su pais que se habia cansado de gritar la libertad sin poseerla porque su afan era luchar por la cascara de la langosta y clamar por un milagro, aunque lo hiciera el Diablo. Este sentir y pensar lo llev6 hacia la figura egregia de Luis Mufi.oz Rivera, e.l valiente coterraneo, fundador en Ponce de La Democracia, el dia 1. de Julio de 1890, donde su pluma gritaba fuertemente sobre el papel y con ella se hizo oir por los de aqui, por los de Espana, por los de los Estados Unidos. Aplaudi6 su politica liberal-autoriomista, que lo llev6 a ser el sucesor de Roman Baldorioty de Castro, al fallecer este. Y por defender las libertades a que teniamos derecho, y por combatir el sistema .opresor, que nos privaba del goce de esas libertades, tuvo que huir a Madrid, 0
donde fue apresado y recluido en Ia Carce! Modelo, de donde pudo salir gracias a Ia iniciativa e influencias de que gozaba don Miguel Moya, director de El Liberal. EI ilustre politico y periodista que le habia brindado su amistad y le habia abierto las puertas de su peri6dico y las de El Heraldo de Madrid. De su exito como periodista en Madrid, dijo Munoz Rivera: «El Liberal, El Heraldo y El Globo publicaron su colaboraci6n intermitente. E hicieron algo mejor : Ia pagaron. Cobrar en Madrid un articulo es un triunfo; es una sanci6n para Ios aspirantes a Ia fama; el exequatur que firma la contaduria de un diario popular y que refrendan despues el gusto o el capricho de las masas. » A Mariano Abril le encantaba viajar y conoci6 grandes ciudades de Espana, de Estados Unidos, de Francia y Hawai. Sus cr6nicas de estas ciudades ponen de manifiesto su firme intenci6n de adentrarse en el ser y el sentir de estas urbes : hurgar en sus climas y en sus almas y asi proyectar su espiritu sobre horizontes cada vez mas amplios. Pero nuestro compatriota sinti6 Ia nostalgia del terruno y regres6 a Puerto Rico. Fue entonces cuando se hermana para siempre con Munoz Rivera para, juntos, Iuchar por una patria libre y mas feliz. Asi describe Mufioz Rivera aquel momento: «Abril no quiso esperar que la simiente fructificara en el surco, se refiere a su labor y sus triunfos periodisticos en Espana, y volvi6, nostalgico del terruno, a espaciarse en los intramuros de San Juan. Y un dia entr6 por las puertas de La Democracia con Ios brazos abiertos.» «-jMufioz Rivera! -jMariano Abril!» «Desde entonces marchamos juntos a traves de las tempestades; juntos en las alegrias yen las amarguras; juntos aunque nos separen inmensas distancias; identificados en el culto de un ideal mas alto que Ia politica mudable, mas puro que Ia vanidad de las victorias efimeras; identificados en el ideal de una patria que es preciso construir a fuerza de energia, golpe a golpe y asi cueste a los patriotas lo mejor de su vida: porque sin patria libre y digna es una mengua el bienestar que se persigue, la for tuna que se codicia y hasta el trozo de pan que sube a Ios labios, humedo por las lagrimas que vierten la desesperaci6n y la impotencia.» Es verdad. Desde entonces marcharon juntos, juntos, hasta que Ia muerte impidi6 que Munoz acudiera a la cita en Barranquitas, anunciada por carta desde Washington, un mes antes de su muerte: «Ya hablaremos: rio en San Juan, sino ahi arriba, a la sombra de un arbol, en Ia paz de una tarde fresca, y en Ia intimidad de un afecto que dur6 un tercio de siglo y que no morira sino con nosotros, que todavia SOM OS DOS». 3
3. Evocaba la cr6nica Eramos Tres que escribi6 Mariano Abril cuando falleci6 Luis Rodriguez Cabrero el dia 7 de abril de 1915.
S6Io qued6 en La Democracia UNO de aquellos tres Granaderos de la Patria. Tres como los granaderos en Ia balada de Heine. Y evocamos aquella Redacci6n de La Democracia: Luis Munoz Rivera, Mariano Abril, Luis Rodriguez Cabrero, Eulogio Horta, Rafael Matos Bernier y Pedro R. de Diego . De aquellos tres Granaderos, dijo nuestro Antonio S. Pedreira en su libro El Periodismo en Puerto Rico: «Tres epocas distintas tiene La Democracia -en Ponce, Caguas y San Juan- y tres hombres fueron responsables de sus mayores triunfos : Luis Munoz Rivera, Mariano Abril y Luis Rodriguez Cabrero. El primero, combativo y epico poeta y conductor de muchedumbres, pluma acerada y coraz6n de patriota, resumi6 en si y en su peri6dico toda la historia del viejo periodismo militante, sufriendo en Ia primera decada de La Democracia cuarenta y dos procesos por motivos politicos; el segundo, energico y brillante, curtido en las lides periodisticas de San Juan y Madrid, pluma agil y desinteresada, escritor nato y periodista de profunda vocaci6n, era una fiel prolongaci6n del primero dentro de las actividades editoriales; y el tercero, fino poeta Iirico y gran poeta satirico, bohemio, humorista, taIentoso, y valiente que levantaba ronchas con sus criticas, sufria, como los otros, persecuciones judiciales, y como Ios otros, se vio envuelto en diferentes duelos por motivos periodisticos. Caracter, tes6n y agudeza se juntaron para convertir a La Democracia en un peri6dico de inmensa popularidad». La labor poetica de Mariano Abril la recoge este, en parte, en un libro que publica en Ponce el ano 1900 con pr6logo de Luis Llorens Torres, con el titulo «Amorosas ». De ese pr6logo este parrafo: «estas poesias, mas que un conjunto de paIabras escogidas, parecen un conJunto de risas y de suspiros y de lagrimas; y asi se explica que el autor cante con tanta dulzura sus amores y sus desenganos. Estos amores y desenganos podran ser mas imaginarios que reales; pero el poeta ha logrado describirlos y pintarlos con toda la vehemencia de Ia realidad, y ha conseguido que cada una de sus composiciones parezca asi como el principio o el fin de una larga historia.» «Mariano Abril es, como todos los poetas, como el mismo dice en su bellisima rima El Poeta, 'un alma herida por acerbos dolores que va sonando dichas y placeres' ». Mariano Abril se distingui6 por la pureza lirica. En sus versos puso al descubierto el poeta que vivia suspendido de Ia hebra de su propia voz. En Ios elementos de ternura y de sinceridad que integran sus poemas, se advierte que en el poeta el fervor se ha acrecentado con el tiempo. Sabia el, como Coleridge, que «para que Ia poesia viva es preciso que sea viviente, que saliendo del coraz6n, vaya derecha al coraz6n.» Y Ortega y Gasset, elogiando a Machado, dice: «Y el alma del verso es el alma del hombre que lo va componiendo».
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SONETOS I
Si el odio y la traici6n de su guarida salen. a herirme con artera safia, mi coraz6n, al recibir la herida, salta coma el jaguar en la montafia.
Suelta en bucles tu negra cabellera bafiada par las rayos de la luna, esplendida y hermosa cual nin.guna; aparece tu imagen hechicera. Si del fan.do del mar Venus surgiera desnuda coma un nifio de su cuna, al ver las gracias que tu cuerpo adun.a al f on do de las aguas se volviera. Oh, amor de mis amores, verdadero tirano de mis suefios, a quien llama . en mis noches de insomnia traicionero, (.par que no acudes presto a mi reclamo? iNo te han amado coma yo te amo! ROJAS I
Mira tu si te adoro y si sere rumboso y ten.dre brio, cuando te ofrezco un coraz6n de oro porque me des un. coraz6n. vacio.
MED ALLON Esplendida, hermosa y soberana, el busto arqueado, la cabeza erguida, pasas, mujer, con. altivez romana. Sabre la b.ase finne de tu sen.a cual torre de marfil, se alza divino tu hermoso cuello de contorno eleno. En tu rostro de gracia arrobadora brillan tus ojos, coma dos luceros pren.didos en el manta de la aurora. Capitel de tu imagen hechicera, artfstico remate de la estatua se entrelaza tu negra cabellera. Y al moverse con ritmo voluptuoso, cual palmera mecida par el viento, cimbran las curvas de tu cuerpo airoso.
II
Si . me hiriese la muerte, amada mia, en este instante que mi amor te invoca, resucitar podrfa, que un beso de tu boca la vida a mi cadaver volverfa. Ill
No maltrates al canario que tienes en el balc6n, si su cantar no te agrada no se lo digas, par Dias. Que esa avecilla parlera es una rima de amor que se escap6 de la jaula que tengo en el coraz6n.
PASIONARIA Soy de aquellos que llevan en el alma de antiguos heroes la armadura recia, que marchan al combate con la calma de las antiguos hijos de la Grecia. Soy de aquellos que vayan par el mundo coma tristes y errantes sofi.adores, llevan.do entre mis brazas, moribundo, el pd.lido ideal de mis amores. Alma infeliz para el dolor nacida, el rudo ataque a la traici6n prefiere, ni el hombre con sus odios me intimida, ni la mujer con su desden m e hiere. Mi pensamiento, coma el ave an.dina,
se burla de las negras tempestades y pasa par el mundo de la ingerina coma Cristo pasaba el Tiberiades.
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Oh Venus de las md.gicos vergeles, para causar con tu belleza en.vidias, te dio sus tonos el pin.eel de Apeles y sus encan.tos el buril de Fidias. En Mariano Abril se manifestaron pujantes en su poesia, el genero lirico de Campoamor, «mi poeta fa. vorito», lo llamaba, y el genero humoristico de Vital Aza. En sus Cr6nicas o Croniquillas para el peri6dico, campeaba la ironia de apariencia inocente, fina y cruel, y el humor, uno de los generos mas dificiles de las letras, para hacerlas agiles en la expresi6n e incomparables en la guasa de los comentarios. Y asi, en guasa, poetizaba el perfil y el frente de hechos y de gentes, y contribuian a la desagarradura de las sobrecejas y concurrian al afianzamiento de la sonrisa. Y aquella su chispa no se apagab a despues de los muchos afios vividos. Para la Navidad del afio 1921, me felicitaba desde Barranquitas con estos versos jacarandosos:
A JOSE S. ALEGRIA: Feliz Pascua y feliz afio deseo para las dos, aunque el viejo Santa Claus nos reserva un desengafio coma hay Dias.
En este momenta incierto que estd.n tocando a muerto par Mont Reilly o Barcelo antes de llegar al puerto: la «l ndepen.dencia» se ahog6.
El afio 1903 recoge en un volumen de unas ciento treinta y una paginas sus Sensaciones de un Cronista que prologa Luis Munoz Rivera. En esas cronicas volco Mariano Abril sus mejores impresiones, el rastreo de sus vivencias, con sus rememoraciones de mocedad . Para justipreciarlo, bastan estas palabras del prologuista: «Esbozos biograficos; cronicas mundanas; cuentos en que luce la imaginacion de su inventiva fecunda; arengas que surgieron de la pluma en pleno combate; estrofas sin metro y sin rima a la mujer y al amor; latigazos que recuerden los de Jesus a los mercaderes en el templo; delicadezas casi femeninas y bruscos arrebatos de colera profunda. Y del movil oleaje, en que la luz de un alma descompone sus matices, surgiran la verdad y la belleza, que, fragmento a fragmento, inspiraron todas las paginas dandoles el relieve de las tristezas sentidas, de las ilusiones malogradas, de la tragica incertidumbre que sucede al sacrificio esteril de una juventud en el altar de una quimera». «Mariano Abril tiene algo del conde de Montesquieu : es un dandy de las letras, correcto y pulcro, que en otro ambiente habia escrito las Hortensias azules». El afio 1929 Mariano Abril dio a la publicidad su documentado estudio biografico de nuestro ilustre compatriota el General Antonio Valero de Bernabe, heroe de la Independencia de Espana y America. En este documentado estudio se hace pasar como por una cinta cinematografica, la vida del aguerrido militar, sus campanas libertadoras en Espana y en America y ofrece a Puerto Rico y al mundo entero la mas cierta informacion referente a que Valero habia nacido en Puerto Rico y no en Mexico, como algunos historiadores superficiales afirmaban. En esta obra Mariano Abril puso de manifiesto su condicion de historiador, ofreciendo una relacion exhaustiva del nacimiento, ascendencia y carrera militar de su ilustre coterraneo. El Ateneo Puertorriqueno le otorgo una medalla de oro que hizo acunar en Estados Unidos, como justo y m erecido reconocimiento al ilustre historiador. Mariano Abril politico. no fue ni antiespanol ni antiamericano. En la dedicatoria a don Miguel Moya de su libro Sensaciones de un Cronista, le dice: «Ha podido romperse el lazo material que unia a mi patria con Espana; pero subsiste otro lazo mas fuerte; el de la raza, el del idioma, el de la tradicion, que ·cada dia arraiga mas y mas en nuestra alma espanola». «Va, pues, este libro hacia la tierra que tanto amo, a rendirle el saludo carinoso y la expresion de la gratitud infinita que por usted siente, Mariano Abril». EL LEGISLADOR
Fundado el Partido Unionista el ano 1904, en las elecciones de ese mismo ano fue nominado y electo para un escano en la Camara de Delegados, por el distrito de Guayama. El ano 1917 al empezar a regir la ley Jones, fue electo senador por el mismo distrito y reelecto en las elecciones de 1920.
Su labor como legislador, tanto en la Camara de Delegados como en el Senado, fue brillante. Su voto se sumo siempre a todo proyecto de libertades y engrandecimiento de nuestro pueblo y a toda gestion hacia una verdadera justicia social. Propulsor del voto a la mujer puertorriquena, unio su firma a la de don Jose Tous Soto en el proyecto de ley que Io conferia. EL SOCI6LOGO
Conocedor de los problemas del proletariado, que en el ocuparon siempre el mayor interes, escribio y publico su libro El Socialismo Moderno. Estudio sabre el obrerismo puertorriqueno - 1911 - en el que el lector podra apreciar el dominio del tema por el autor tratado. Alemania ante el conflicto europeo - 1915, es otra de sus grandes obras. Su
IDEARIO
En politica, durante la dominacion de Espana y durante la dominacion de Ios Estados Unidos, hasta su muerte, Mariano Abril fue un hombre de acero empotrado en Ia soberania de su patria, sin oscuridades y sin penumbras, manteniendose en la vanguardia defendiendo nuestros valores tradicionales. Para el fue siempre una religion el sentido patriotico, el amor entranable a su Puerto Rico. Y pensando en una patria libre, vivio hasta que la muerte vino a cerrar sus ojos y a detener el palpitar de su corazon para que la puertorriquenidad perdiera un infatigable batallador de las nobles causas del espiritu. Frente a la formula de Monroe, «America para los Americanos», que se inspiraba en recoger estas islas como pollada para ponerlas bajo el ala del aguila del Norte, Mariano Abril levantaba Ia bandera libre del espiritu de su raza para proclamar la formula linica: Puerto Rico para Ios puertorriquenos. En esos nobles y patrioticos ideales se concentro su vida. Y defendiendo a nuestro pueblo de todo complejo de debilidad, escribio en su cronica Pueblos Debiles, estas p alabras: «No son, no pueden ser pueblos debiles, esos que tan heroicamente Iuchan por Ia patria contra el dominio de naciones poderosas». «Y no son pueblos debiles esas pequenas republicas sur americanas, resistentes siempre a un poder extrano; y no es pueblo debil esa Suiza diminuta, manteniendo incolume su ideal republicano en media de las viejas monarquias». «Pueblos debiles son aquellos que no tienen fe ni patriotismo; que no han hecho jamas el sacrificio de su oro ni de su sangre en holocausto de la patria. Pueblos debiles son aquellos que apenas iniciada la resistencia, se rinden desalentados y moribundos; que no pueden luchar sino a la sombra de un poder; que para reclamar derechos y libertades, lo hacen con la voz suplicante del esclavo, jamas con la altivez del ciudadano. Pueblos debiles son aquellos que, no teniendo por ideal la independencia, huyen a replegarse en sus hogares
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con el NULLA EST REDEMPTIO en los labios, a la primera persecucion de que son objeto; al primer amago de tirania». «Pueblos asi, no veran jamas brillar el sol de la libertad y de la justicia». En la Introducci6n de su biografia del General puertorriqueiio Antonio Valero de Bernabe, 1929, dijo: «El caracter, el valor y el civismo, son cualidades tan caracteristicas a los pueblos y a las razas, que deben conservarse a traves de los siglos, pues ellas hacen de un hombre un heroe y de un rebaiio de esclavos un pueblo de hombres libres. Y nuestro pueblo, que dio siempre pruebas de poseer en alto grado esas caracteristicas, las ha ido perdiendo a medida que se ha puesto en contacto con otro pueblo mas poderoso y mas practico que el nuestro». «Los hombres del pasado luchaban por ideales; se enfrentaban con el poder del Rey, y a semejanza de aquellas famosas Cortes aragonesas, le decian: «nos que valemos tanto coma vos, y todos juntas mds que VOS». «Aquellos tiempos pasaron y aquellos hombres tambien». Y su amor irreductible hacia su ideal de una patria libre, lo puso de manifiesto en la Asamblea del Partido Unionista, celebrada en el Teatro Miramar, el dia 24 de octubre de 1915. Luis Mufi.oz Rivera, entonces Comisionado Residente en Washington, proponia que el partido hiciera un alto en su campaiia en pro de la independencia y encaminara todos sus esfuerzos del presente para conseguir la presentacion y aprobacion de una ley liberalizadora del Acta Foraker. Estabamos en plena guerra con Alemania y sus aliados, y en Washington creian que nuestra campafia independentista podia hacer dafio a la propaganda y campafia aliada en aquellos momentos. Jose de Diego y un grupo de correligionarios, creian que se. trataba de eliminar el ideal de independencia del programa y votaron en contra. Entre estos, Mariano Abril, que dirigia La Democracia. Triunf6 la proposicion de Mufioz Rivera y Mariano Abril volvio a su escritorio del combativo diario, junto a Mufioz Rivera, sin que en lo mas minimo se entibiaran las relaciones entre aquellos dos Granaderos que quedaban en aquel reducto de la opinion y del sentir de nuestra patria. Desde alli, dias despues de la Asamblea, en La Democracia, en aquel reducto defensor de nuestras libertades desde su fundacion en 1890, Mufioz Rivera, en el pupitre cercano a su hermano espiritual, Mariano Abril, escribia para su pueblo: «No hubo en la Asamblea ultima un choque de principios. La fraccion en mayoria y la fraccion en minoria se fundaba en principios identicos : una y otra buscaban, y siguen buscando, el home rule en forma de regimen autonomico y la independencia como solucion definitiva para el derecho del pais a convertirse en pueblo soberano. Hubo -y es cosa en absoluto distinta choque de sistemas en lo que atafie al procedimiento».
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El dia 20 de enero de 1916, ya Mufioz Rivera en Washington, el representante William Jones, Dem6crata de Virginia, presento su proyecto de ley liberalizando el acta Foraker que nos regia. Y ya cercano su retorno a Puerto Rico, le escribia a Mariano Abril: «Y digame tambien algo de politica: su pensamiento, su impresion sobre el pitiyanquismo, el... etc. Nuestro pobre pais no acaba de atravesar el istmo del personalismo, aun habiendo dejado atras el del despotismo». «Estoy trabajando por el bill Jones, que no es bueno, pero que es lo mejor a nuestro alcance. Que dificil sacarlo a flote entre el maremagnum de asuntos legislativos que agobian al Congreso. Confio en que lo sacare. Escribame, escribame pront.o. HS.game una cr6nica intima y mandemela. Un fuerte abrazo, L. MUNOZ». Su
MUERTE
Los que vivimos su intimidad recordamos sumamente cordial, amable e ingenioso en la tertulia, sin dejar de ser profundo. Su voz surgia reposada, recogida, pero llena del dominio de su cultura y de su clara inteligencia. El cigarrillo jamas se apagaba y ya habia dejado en su mano derecha su dorada patina. Cuando la tertulia se dispersaba, el seguia su ambular en la noche de la ciudad amurallada que abanicaba con su abanico de luz la farola del Morro. Era un consumado noctambulo callejero que aguardaba el fresco de la madrugada para marcharse y ganar la empinada escalera que lo dejaba casi a la misma puerta de su mirador de la Casa de los Pons, San Francisco, numeros 62-64, entonces. En aquel mirador desde el cual, por aiios acumulados en la almohada, se mantenia en comunicacion con las estrellas. Alli enfermo y, todavia cuando estaba cercana la muerte para cerrarle los ojos, llenaba con su prosa las columnas de La Democracia, su periodico mas · raigal, en el que quiso mantenerse en eterno y diario combate con la opinion publica de su patria, en un puertorriquefiismo en eterna tension moral. Por fin tuvo alli su cita con la muerte el dia 4 de diciembre de 1935 para dejar un hueco en la conciencia y en la sensibilidad de su patria, quien vivio bien ahincado en su tierra. jCosas del destino! Mariano Abril q'1e naci6 el dia 25 de mayo cuando nacia ya pujante la primavera, murio, ya cumplidos los 74 afios, en 4 de diciembre, cuando el afio llegaba a su fin con sus brumas y sus frios, mes este que el, en su libro Sensaciones de un cronista, describio asi: «Diciembre, con sus frias noches y sus dias nebulosos, con sus remembranzas biblicas y sus carifiosos recuerdos <lei hogar, tiene para la humanidad alegrias infinitas y tristezas profundas.» «Ningun mes goza del privilegio de agitar los corazones, como este ultimo mes del afio, que parece un adios triste, un adios a la Esperanza>>. Como es de advertir, Mariano Abril fue toda su vida una revelaci6n de su caracter como literato, como po-
litico, coma periodista, historiador y legislador, debiendo ser para las generaciones que le han sobrevivido y las venideras, el ejemplo de una verdadera y noble puertorriquefiidad. Hasta su muerte conservo un optismo de juventud, franco y perseverante. Toda idea noble encontraba el calor de su entusiasmo y su decidida cooperacion. Fue en nuestro medio islefio un paladin espiritual, un simbolo de la generacion caballeresca. Generacion aquella de convicciones e ideales, preparada Io mismo para el sacrificio que para Ios grandes empefios de Ia civilidad. Y murio pobre, muy pobre. No se preocupo por ser rico porque sabia que Ios ricos podian ser robados. En el cierre del libro de versos del poeta Eugenio Benitez Castano, editado despues de su muerte por sus familiares - 1918 -, dice Mariano Abril: ÂŤAmo ideales, nobles y grandes ideales y combatio por ellos. y muere pobre como han muerto los que han luchado por la patria sin preocuparse del propio bienestar; como murio Baldorioty, como murio Corchado, coma murio Mufioz Rivera. Pasaron por las cementeras y no cosecharon el fruto; sus pies tropezaban con el fruto y no se inclinaban a cogerlo. Eso nos ocurrira a todos los que vivimos de suefios. Don Quijote morira siempre bajo las aspas de los molinos; y Sancho, a quien admiro, pero no imito, marchara
siempre robusto y satisfecho, caballero sobre su asno, que es el instinto. El vulgo no se explica que un hombre de talento pueda morir pobre, cuando es tan facil hacer dinero comerciando con algo. Pero todo tiene su recompensa en la vida. Cuando Sancho muere, se muere todo entero; pero no se muere del todo cuando se deja un nombre. No se han muerto Platon, ni Cervantes, ni Hugo, ni Renan, ni Napoleon. Se muere cuando nada de lo que llevamos en si nos sobreviveÂť. Tambien el dejo a su muerte una obra ejemplar que le sobrevive incitadora. Expreso en ella Ia doctrina de un idealismo fecundo, en estilo bizarro, ameno y erudito. Significaba p ara las letras puertorriquefias, el aspecto heroico del idealismo y poseyo siempre, hasta su muerte, la dificil dignidad del intelecto. Ahora duerme en su silencio, en ese gran silencio del cementerio de su ciudad amada, perturbado tan solo por Ios rumores de las olas y por las resonancias de Ia brisa. En este primer centenario de su nacimiento e:1 que evocamos su egregia figura, nada mejor que pedir a nuestra juventud que se levanta que lea su obra. En su abundante produccion de periodista, de cronista, de historiador, de poeta, de legislador, es facil encontrar las prescripciones del genial hombre de Ietras que escribia su prosa y sus versos con noble sinceridad para mejor expresar con belleza lo que sentia.
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DOS CUENTOS de Mariano Abril
ELLA
N rrar UNCA
L
LA
PODRE
OLVIDAR,
COMO · TAMPOCO
PODRE
BO·
de la conciencia el crimen que con ella
come ti. Oficiaba a mi lei.do de Hermana de la Caridad. Ella mitigaba mis penas y restafiaba las heridas que el mundo me causaba en mitad del coraz6n. Sin ella, este hubiera muerto el dia en que sali6 a hacer su primera correria. Cuando algun pesar inmenso, de esos qi.le caen s9bre el alma como alud desprendido- de la montafia, me abrumaba con tristeza infinita, ella acudia pre·
surosa a acanciar mi frente y a infundir a mi es· piritu nuevas energias. Si algun desengafi.o me arrastraba a la desesperaci6n, ella era la que de mis manos quitaba el arma homicida, dicienclome con voz carifiosa: -No seas tontin. Eso no es nada. <.Ves aquella mu· jer palida y sofi.adora, con la frente coronada de lau.reles? Pues esa es la Gloria. Lucha por acercarte a ella, y llegaras, pues para eso estoy yo aqui, para prestarte las fuerzas de que dispongo. (.Ves aquella · otra ' joven, risuefi.a y sonrosada, de labios gruesos y
I
I·
Ii
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ojos de fuego? Esa es ... el Amor. Y tambien t e aguarda anhelante. Asi me hablaba mi dulce compaftera, inspirandome siempre nuevas ilusiones. Pero jay! estas se disipaban pronto, como se disipa el humo del cigarro al subir por la atm6sfera. c:Quien era pues la causante de mis dolores, sino ella, que me engaftaba constantemente, infundiendo en mi alma aspiraciones a las cuales estaba resuelto renunciar? Llegue a tomarle un odio irreconciliable. Pero a cada insulto que la dirigia, me contestaba con una sonrisa o con un beso. Una noche no pude soportar mas aquella farsa indigna. El golpe babia sido demasiado rudo. Acababa de convencerme que la mujer a quien amaba no me queria. La ingrata habia estado jugando con mi coraz6n, porque eso satisfacia a sus caprichos de mujer voluntariosa. Palido, desesperado, sintiendo agonizar en mi pecho todos mis sueftos y todas mis ilusiones, penetre en mi habitaci6n acariciando la idea del suicidio. Entonces yo no me explicaba la vida sin el amor de aquella mujer. Pero apenas ella, mi amiga inseparable, lleg6 a distinguirme vino hacia mi, sonriendo con aquella sonrisa que yo juzgaba una provocaci6n. -No seas tontin -me dijo-. Ya se lo que te pasa. Si esa mujer no te quiere, c:que importa? iHay tantas por el mundo .. .! Y, creeme a mi, no te ha de faltar la mujer con que sueftas. Yo no pude resistir mas. Aquella era una burla sangrienta; mi compaftera se habia propuesto hacer eterno mi suplicio, y una oleada de sangre me subi6 a la cabeza. Ciego de ira me lance sabre ella, y agarrandola por el cuello la derribe al suelo, apretandola con todas mis fuerzas. Cuando, pasado aquel rapto de c6lera, abri las manos, vi con espanto que la habia estrangulado. La pobrecita muri6 sin lanzar una queja ni una maldici6n. Y sali horrorizado sin volver la vista atras, llevando un enorme peso sabre la conciencia, pues aquel cadaver era ... el cadaver de mi esperanza.
...
ta. Nadie al ver la impasibilidad y coqueteria con que arreglal::la sus hermosos rizos, hubiera sospechado que en aquel cerebra germinaba una idea sombria. -Si; hay que morir con gracia -exclamaba mientras cubria sus hombros con un hermoso mant6n de Manila, y se lanzaba escaleras abajo.
-¡-¡
La Democracia - 4 de octubre de 1892.
DECISION LAS BRISAS DEL OTONO, AL ARRANCAR LAS PRIMERAS HOJAS
secas de los arboles, se llevaban tambien las primeras ilusiones que brotaran en su coraz6n de nifta. Era una de esas maftanitas de octubre en que la fresca brisa del Guadarrama lleva trazas de convertirse en helado cierzo. La joven, frente al espejo, se engalanaba con sus mejores prendas, como si fuese a concurrir a una fies-
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Una vez en la calle dirigi6 una mirada a la buhardilla feliz. jQue didhosa habia sido en aquella jaula! Seis meses de amores es para la vida del coraz6n un instante muy breve. ¡ iY su amante la habia abandonado tan pronto! Fue su primer amor y no tuvo fuerzas bastantes para resistir al primer desengafio. -Si; yo me arrojo al agua. Es el unico medio que puedo emplear para que el no me olvide. Su remordimiento sera eterno, y cuando vaya a enamorar a otra mujer, mi scimbra se interpondra entre ambos, y huira lejos, y le condenare a que viva siempre a solas con mi recuerdo. Y al terminar este mon6logo se encontr6 en pleno Retiro, frente al estanque de las Campanillas, que bien podria llamarse el estanque de las suicidas por las muchas almas ardientes que alli han ido a refrescarse. Madrid empezaba a desperezarse y no habia tiem po que perder: un momenta de dilaci6n, y ya no podria llevar a cabo su proyecto, pues aquellos sitios se llenarian de curiosos. Arrojo el m ant6n al suelo e incorpor6se en la b arandilla. Un salto, y aquellas ondas cristalinas le servirian de tumba. Pero el eco de unas voces argentinas le contuvieron. Por una de las alamedas se acercaba una pareja amorosa, a juzgar por la vehemencia con
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que se hablaban y las miradas carifiosas que se dirigian. Y ella corri6 a ocultarse tras un arbol, para dejar libre paso al amor. -jEsos si son felices! -dijo-. Para esos no hay nubes en el cielo ni sombras en el alma. No habia acabado de pronunciar esas frases, cuando tuvo que ahogar un grito en la garganta. Era el, su amante, que se acercaba llevando del brazo a otra mujer. La transformaci6n que en aquel momento experiment6 su coraz6n, es inexplicable. Primero sinti6 una oleada de sangre que le inund6 las mejillas, despues un amargor en la boca que le producia asco, luego .. ., sonri6 tristemente, y envolviendose en su mant6n saIi6 del Retiro pronunciando estas frases: -jlnfame! .. . No mereces ni el desprecio de la vida. Quince dias despues la vi cruzar por la calle Alcala r eclinada en lujosa carretela y recibiendo a paso el saludo de sus admiradores. <.A que se debi6 transformaci6n tan feliz? A que en aquella mafianita de octubre, en vez arrancarse la vida, arroj6 el coraz6n al estanque las Campanillas.
La Democracia -
de su
de de
11 de octubre de 1892.
Semblanza de don Mariano Abril Por LIDIO CRUZ MONCLOVA
DfAS HABfAN TRANSCURRIDO DEL MES DE :MAYO V EINTICINCO de 1861 cuando veia la luz del mundo en la ciu1
dad de S'!n Juan, un nifio, quien, por voluntad de sus padres y derechos de herencia, recibi6 el nombre de Mariano Abril Ostal6; y, ya luego, espoleado por los estimulos de la vocaci6n y la voluntad propias, aplicados a nobles y altos fines, lograba conquistar los timbres de merecido prestigio. Es a el, como hombre representativo de esta tierra que, por iniciativa, del Instituto de Cultura Puertorriquefia, nos reunimos hoy sus compatriotas para rendirle este homenaje, evocando su memoria, con encendido carifio y profunda gratitud, en justa correspondencia a los valiosos servicios que prestara a la patria comun. Naci6 don Mariano Abril, cuando, con cada dia, iban subiendo de grado los fermentos de la natural tendencia de los puertorriquefios a buscar mayores y mas altos niveles de mejoramiento; y cuando, con cada avance del tiempo, cobraban mas acelerado momentum, los clamores y demandas en favor de la reforma politica, social y econ6mica del vigente regimen colonial, que habian de resonar pronto en el seno de la Junta Informativa de Madrid por voz de don Jose Julian Acosta, don Segundo Ruiz Belvis y don Francisco Mariano Quinones, y cuyas decepcionantes ¡consecuencias, agravadas por los tristes sucesos producidos durante el desaforado mando del general Marchesi, habian de culminar en la Revoluci6n de Lares. Creci6 en el seno de una familia modesta. Asisti6 durante varios afios a la escuela primaria, la que, por falta de recursos, se vio compelido a abandonar. Pero, a pesar de los dificiles obstaculos que le impusieran las duras exigencias del vivir, no abandon6 jamas los estudios. Y por m edio de la autodidactia y el auxilio de un agudo deseo de saber, pudo atesorar, como otros varios de nuestros hombres representativos, envidiable ilustraci6n. Cuando con ayuda de la luz que le p restaran de consuno la experiencia y las lecturas, mir6 en torno suyo,
el panorama general de Puerto Rico le dej6 harto insatisfecho y disconforme. Y, como Mazzini, el gran patriota italiano, el pudo tambien escribir: No he encon-
trado el mundo coma hubiera deseado. Esto es comun a . muchos hombres. Pero, lo que no resulta comun a todos, es que no he podido aceptar el mundo tal y coma estd constituido. Impulsado por estos sentimientos, hace su ingreso, en plena juventud, en las filas del liberalismo, el que en la asamblea de San Juan de noviembre de 1870 se habia organizado como partido politico. Y determinado a luchar por el bien y la felicidad de Puerto Rico, se l<tnza a la palestra, sin mas escudo que un seud6nimo - Florete - que deja entrever la agresiva y belica actitud de quien la ostenta. Su labor, como periodista, sc inicia en las columnas de El Clamor del Pats, donde empece - dice - a emborronar mis primeras cuartillas. Despues funda, en 1886, El Palenque de la Juventud. Dos afios mas tarde La Linterna. Y, en 1890, toma por tribuna La Democracia, en la que tendra por compafieros intimos a don Luis Mufi.oz Rivera y a don Luis Rodriguez Cabrero; y cuyas columnas guardan el testimonio de buena parte de su fecunda labor, desplegada durante un periodo de mas de veinte afios, y la cual se compone de innumerables articulos que muestran sus altas dotes de escritor y patriota. La ardiente devoci6n por la tierra nativa con la hermosura de sus campos - dice - y la pureza de sus cielos, asi como la ardiente apetencia por el mejoramiento del hombre de la Isla o como dice el, de la buena gente de Puerto Rico, son los elementos primarios que inspiran la vida y la obra de . don Mariano Abril.
El sentimiento patri6tico - escribe - es el que nos ha guiado siempre en esta ingrata y constante labor del periodismo. Para el, Puerto Rico es madre comun de los nacidos en su suelo, porque ella es nuestra tierra, nuestra pa-
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tria; y hermanos entre si los puertorriquefios, porque ellos son hijos de nuestra tierra, los hijos de nuestra patria.
Las causas justas, coma la nuestra - escribe mueren nunca.
no
Y, posteriormente, repite:
Puerto Rico - dice - es la tierra en que hemos nacido, y en la que estdn vinculados los sentimientos, las afecciones, el honor, todo lo que forma y constituye la vida nuestra, la vida del pueblo de Puerto Rico. Tales vinculos, crean relaciones reciprocas. Del derecho de llamar madre a tierra tan bella, pr6diga y bondadosa, nace el deber de guardarla filial devoci6n y guardarnos fraternal acogida. Al propio tiempo que de la dramatica dicotomia, del agudo desnivel, que plantea el tajante contraste entre la dura realidad colonial y lo que juzgamos merecer, deben proyectarse las directrices de nuestro pensamiento y han de tomar vuelo nuestros ideales y esperanzas.
La situaci6n de Puerto Rico - escribe - requiere pronto y eficaz remedio ..., ciertas reformas necesarias para su progreso y la vida de este pais .. . Y, en otra ocasi6n, precisando con mayor rigor los terminos de sus aspiraciones, declara:
Lo que Puerto Rico necesita es gobierno y no mando; que se reforme radicalmente la Administraci6n y la Hacienda; que cesen de una vez los abusivos derechos de explotaci6n que ejerce la Metr6poli; y que se le recorwzca plena autonomia en todo lo que ataiie a sus intereses particulares. Pero, para el, la autonomia es un estado meramente temporal y transitorio, antesala de la independencia regional, una meta mas distante y mas alta.
La historia nos enseiia - dice, desenvolviendo la misma idea expuesta en 1870 por don Roman Baldorioty de Castro - que la tendencia separatista ha existido en todas las colonias y en todas se ha realizado, porque, de evoluci6n en evoluci6n, ellas tienen necesariamente que llegar a la independencia, porque la ley social se cwnple en los pueblos al igual que en las familias y a despecho de todas las intolerancias ... ; pues, asi coma ¡zos hijos se independizan cuando llegan a cierta edad y viven por si propios, sin renunciar por esto a su apellido, ni a los recuerdos del hogar ni a los sentimientos y creencias que les inculcaron sus padres, constituyendo todos, aunque separados, una misma familia; de igual modo, las colonias,, al separarse de la Metr6poli, mantendrdn con ella la mejor armonia de relaciones, pudiendo esta considerarse coma madre de aquellos pueblos. Pero, para que esto suceda, tiene la naci6n que ser antes justiciera y cariiiosa con sus colonias, del mismo modo que el padre estd obligado a serlo con sus hijos para conservar en todo tiempo el amor de estos. Ya entonces, da expresi6n a la gran confianza, a la profunda fe, que tiene en la fuerza expansiva y difluente de las ideas y la virtualidad de su triunfo final.
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Las ideas redentoras una vez que rompen la crisdlida que las aprisiona, no perecen jamds, sino que, con el tiempo, germinan y fructifican. El medio mas eficaz para lograr el triunfo lo proporciona la politica. Pues, la politica - afirma - es un sistema de enseiianza, una pedagogia; y los partidos los instrumentos para transmitirla. Consecuentemente, pide a sus coterraneos que se afilien al Partido Liberal Reformista y luego a los que considera sus legitimos herederos; porque estos son los instrumentos mas utiles y convenientes para la defensa de los altos intereses y valores de Puerto Rico, ya que la base fundamental de sus doctrinas es el amor al regionalismo.
Un partido coma el autonomista - declara - que se basa en el bien y la prosperidad de la region, no podia, no puede, ni podrd subsistir, sin despertar antes en el coraz6n de todos los puertorriqueiios el amor al regionalismo, conw no puede ser hijo amante de su hogar aquel que no haya querido entraiiablemente a sus padres. Para que el partido, por otra parte, resulte un instrumento adecuado a sus prop6sitos, es menester que lo caldee el fuego de la lucha.
N ecesitamos de la lucha - dice - para reanimar el espiritu publico que aqui dormita. Para veneer es necesario luchar; y para combatir hay que atesorar grandes virtudes civicas, sin las cuales los pueblos se convierten en ergdstulas sombrias que la civilizaci6n rechaza y la humanidad desprecia. La lucha por la libertad (debe) ser titdnica; y si tenemos conciencia de nuestros derechos, nada debe intimidarnos ni detenernos. Es necesario luchar par nuestros ideales sin flaquear ni un instante y cada dia con mayor fervor y entusiasmo hasta alcanzar el triunfo. Ademas, para el, los partidos como el individuo, deben ajustar su conducta a los imperativos de la moral; y responder a las ofensas con actos de dignidad y decoro.
Los partidos - manifiesta - viven para la acci6n y la lucha incesante del derecho ... Pero, la conciencia nos enseiia que cuando a un partido se le burla o desprecia este tiene el deber de realizar actos que demuestre~ a las gobiernos que las hombres que forman aquella colectividad, son ciudadanos dignos, que si individualmente castigarian cualquier ofensa que se les infi era, colectivamente no estdn dispuestos a soportar la injuria, que en estos casos toma proporciones mas graves, pues no va dirigida a este o aquel, sino a todo
un pais, a la tierra en que se nace, y en la que estdn vinculados las sentimientos, las afecciones, el hogar, todo lo que forma y constituye la vida intima del individuo. Pero, Ia acci6n viva y resuelta que el proclama no es la acci6n revolucionaria, porque nuestro pais - afirma - no estd formado para esa clase de lucha y porque las procedimientos de fuerza no se adoptan sino en casos extremos cuando la desesperacion llega a su termino. La conducta que el recomienda es Ia conducta viril, de oposici6n y protesta militantes, que cabe dentro de la via padfica, evolutiva y legalista. Sin embargo, con una profunda y punzante amargura, que con frecuencia se ha de traducir en doloridas palabras, don Mariano Abril consideraba que en el camino que habia que recorrer para alcanzar Ia meta, se levantaban enormes contrariedades, y que Ia mas grave de todas, la mas dificil de veneer, Ia constitttia la actitud mansa, vacilante, abandonista, indecisa, conformista e intercadente de la gran masa insular.
La generalidad de las puertorriqueiios - dice siempre hemos sido victimas de una gran somnolencia. Y agrega: Nuestro pais es un pueblo manumitido que lleva consigo todos las resabios de la ergdstula. Los gobiernos de la Metropoli - expone en otra ocasi6n - nos tratan con des den; con el des den que merecemos par nuestra complacencia, par nuestra mansedumbre. Y, todavia en otra ocasi6n, con mayor amargura, declara: La ind if erencia es la que nos ha conducido al estado en que nos hallamos; ella es la causa de nuestras desdichas; y ella concluird por agotar nuestras fuerzas ... Mientras, en otro lugar, con impetuoso coraje, atribuye esa negativa actitud del pueblo a la falta de ejemplaridad patri6tica de algunas figuras del liderato politico.
La indif erencia de ciertos caudillos - afirma - ha engendrado el desaliento en las huestes; y ella es hija, mds que de la falta de patriotismo de la masa popular, de la falta de tacto y de ciencia politica de (algunos) de las llamados a encauzar la opinion ... Aqui se han formado partidos, pero no se ha tratado de hacer pais. Los propagandistas del regionalismo han tenido que luchar siempre con la oposicion tenaz de algunos de nuestros directores politicos cuyas tendencias han sido opuestas a esa gran idea, que han tratado de empequeiiecer y ridiculizar con el dictado de puertorriquefieo. Educados en la estrecha escuela de la colonia las unos; buscando la benevolencia de los gobiernos, las otros; con compromisos imposibles con politicos peninsulares las mds; unos, par interes, otros par ignorancia; han tratado siempre de despojar al partido (autonomista) de su cardcter regionalista para que ingresase de lleno en la politica nacional. Para llevar a cabo esa obra funesta, habia que empezar por empequeiiecer a la region, por arrancar del corazon puertorriqueiio el amor al terruiio, matando en su cerebra toda idea de grandeza y prosperidad regional.
Los argumentos que para la realizacion de ese objeto se han puesto en prdctica, son de todos conocidos. Que Puerto Rico es un peiion; que nuestros hombres no valen para maldita la cosa; que carecemos de prdctica politica y de ilustracion suficiente para defender nuestros derechos; que somos demasiado pequeiios moral y materialmente; que debemos pensar en alga mds grande y colosal que en esa politica del puertorriquefieo, estrecha y mezquina, propia de pueblos chicos; que nuestra Z:mica salvacion estd allli, confundiendono s con las partidos nacionales que son los que hem de ddrnoslo todo porque el pais es muy pobre y muy estrecho y carece de fuer zas propias para recabar por si mismo sus reformas y sus libertades; y que par estos solo pueden abogar las diputaclos peninsulares que son a las que hay que elegir, porque el puertorriquefw no sabe hablar ni pensar, y jamds osaria levantar su voz en el Parlamento naci;nal. Y asi, con ese burclo sistema de empequeiiecer toclo lo que del pais procecle, sistema debiclo a la ignorancia en que se estd de lo importante y trascendental que es el principio regionalista, base de la politica de todos las pueblos y clel que se clesprenden, coma ramas de frondoso drbol, el amor al hogar, a la familia y a la patria; han lo grado que la incl if erencia se apodere de las corazones, y que el amor al terruiio se entibie, hasta el extrema cle que se miren con calma cuantas desventuras e injusticias aniquilan el pais. Pero, a pesar de esa oposicion ... el regionalismo se impone en todos las pueblos, porque el es el llamado a hacer desaparecer las grancles nacionalidades, que tan perjudiciales son a la humanidad, para formar las pequeiios estados, que desenvolviendose independientes y libres, contribuirdn con mayor rapidez al progreso y felicidad de las pueblos. Pretender - concluia diciendo - que se ame antes a la nacion que a la region, es coma si obligdramos al individuo que amase primero a las extraiios para amar despues a su propia familia. No obstante, la amenaza de esos obstaculos, no lo detiene ni paraliza, pues, como tiene fe absoluta en Ia fuerza incontrastable de las ideas, alienta tambien la esperanza de que a su calor el pueblo reaccione y alcance al fin Ia victoria.
Yo ten go f e en mi pueblo - declara en repetidas ocasiones -. Yo se que ese pueblo caritativo, noble y generoso, sin perder nada de sus envicliables cualidades, llegard a adquirir mds energia y cardcter, que es lo que le falta para ser un pueblo modelo. Inspirada en estos principios la vastisima labor periodistica de don Mariano Abril corre pareja, en adelante, con el desenvolvimiento hist6rico insular; y sus articulos expresan su criteria respecto a los multiples asuntos y problemas politicos, econ6micos y sociales de su tiempo; como el pacto del Partido Autonomista con el Partido Republicano Centralista presidido por Salmeron; el pacto con el Partido Autonomista Cubano; el pacto con el Partido Liberal, presidido por Sagasta; el retraimiento autonomista motivado por Ia Ley
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Electoral-Maura; el cunerismo; la cuesi:i6n obrera; la industrializaci6n; y muchos mas. Al desplomarse poco despues con la dominaci6n espaiiola el estado juridico creado por los decretos de 25 de noviembre de 1897, logrados despues de casi cien aiios de lucha, y ser reemplazado todo ello por la dominaci6n norteamericana, don Mariano Abril, no tard6 en entrar de nuevo a la palestra, con la antigua actitud combativa, anticipada ya en un articulo publicado en 1892. «Con la anexi6n a los Estados Unidos - habia escrito - c:que conseguiriamos? Cambiar de dolor y nada mas. Seguiriamos siendo colonias explotadas, con la sola diferencia de que, si hoy es la Madre Patria la que nos explota, entonces seria una naci6n extranjera con quien no nos unen los vinculos de la sangre, del idioma ni de las tradiciones. Pensar que los yankees han de darnos todas sus libertades y todo su progreso por nuestra bonita cara es pensar cebada. Nos darian, si, aquellas libertades que ellos juzgasen adecuadas a nuestra cultura a cambio de una explotaci6n amplia y segura. Tenclriamos, si, trenes elevados que cruzarian nuestras calles, puertos amplios y hermosos, con sus diques y sus muelles; movimiento fabril y comercial inusitado; pero todo esto en sus m anos; acaparado y explotado por ellos; porque esas cosas no se forman sino con grandes capitales que serian yankees, porque en el pais no los hay para tamaiias empresas. Y a vuelta de algunos aiios, la industria, el comercio, hasta la agricultura, estarian monopolizados por los yankees; y el antiguo puertorriqueiio quedaria reducido a la condici6n de miserable colono, sin patria, sin hogar y sin fortuna. Raza mas poderosa, mas activa, mas inteligente y emprendedora que la nuestra, concluiria por absorbernos, y dentro de algunos siglos se hablaria del pueblo genuinamente puertorriqueiio, como se habla hoy de la raza india, de un pueblo que existi6 y desapareci6 para nunca mas volver. Y tendriamos, en cuanto a libertades, ejercito yankee, marina yanlcee, policia yankee, y tribunales yankees, porque todo esto necesitarian ellos para proteger sus intereses. Y esta hermosa y rica habla castellana desapareceria de nuestros labios para sustituirla por el frio y pobre idioma ingles.» i · Mientras, ya luego, daba expresi6n en otros articulos a su criterio acerca de los asuntos y problemas del momento, como la Ley-Foraker, la Ley-Jones, la ciudadania norteamericana; la enseiianza en ingles; el movimiento s·o cialista; y otros muchos . Toda esta prolifica labor, concebida en el vario correr de los dias; escrita bajo diferentes circunstancias, y compuesta de asuntos y temas distintos, se distingue, sin embargo, por la homogeneidad de su intenci6n, enderezada al comun prop6sito, al supremo fin, de robustecer y solidar los cimientos de la personalidad y la conciencia puertorriqueiia. Asi, en uno y otro articulo, esta presente, como un leit motiv, el recurrente empeiio, por exaltar el amor a la tierra nativa; inspirar a los individuos a superarse, 1. La Democracia, aiio IV, (1892), num. 964.
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a realizar grandes aceiones, en beneficio de la colectividad; enaltecer juntamente con los derechos, los deberes del puertorriqueiio enfatizando los que tiene contraidos con la patria; formar un pensamiento, que sin abatir las diferencias individuales, se asiente sobre denominadores comunes; fomentar la mayor unidad de sentimientos, simpatias, intereses e ideas en el cuerpo social; despertar la afici6n al estudio de la historia insular a fin de que los momentos felices o dolorosos sirvan de guia para el presente; preservar el recuerdo de las figuras seiieras y en particular de las representativas del patriotismo; conservar las buenas tradiciones y costumbres como vinculos con las generaciones pasadas; enseiiar al individuo que su destino esta indisolublemente unido al de sus coterraneos y que los que se constituyen en pasivos espectadores de las injusticias cometidas con otros seran en turno victimas de la indiferencia de los demas; y vigorizar y densificar, a todos los integrantes de la sociedad insular, la voluntad de ser por siempre, sin vacilaciones ni abdi· caciones, buenos y leales puertorriqueiios. De tal suerte, con la fe que confesaba tener en la fuerza de las ideas y en el triunfo final del derecho sobre la fuerza, manifestaba Ueno de optimismo y esperanza:
Dia llegard en que la justicia se imponga; y en que nuestros ideales, hermosos y puros, resplandezcan en la politica de nuestro pais con el fulgo r de las auroras boreales sabre el cielo.
II
Con claro criterio de la importancia social y simb6lica del hombre representativo, don Mariano Abril exhorta a los puertorriqueiios a demostrar su aprecio y gratitud por aquellos compatriotas que, por su inteligencia o su patriotismo, son honra del terruiio.
Ya es tiempo - escribe - de que Puerto Rico vaya dejando de ser ingrato con aquellos de sus hijos que mas Valen y que con SU inteligencia 0 patriotismo honraron el terruiio en que nacieron. Y, dando valor a las palabras con el ejemplo, rindi6 tributo de reconocimiento y admiraci6n a Betances, Morel Campos, Duchesne, Hostos, Corton, De Diego, Carbonell del Toro, Palmer, Marin, Munoz Rivera, Rodriguez Cabrero y otros. En este campo de la historia individual nos dej6 una Biografia del general don Jose Antonio Valera que es una ampliaci6n de grandes dimensiones del boceto escrito por Neumann Gandia; y en la cual, con el acopio de valiosos materiales recogidos en fuentes inexploradas, verifica, con extraordinario lujo de detalles interesantes y pintorescos pormenores, la reconstrucci6n de la vida y campaiias de aquel ilustre hijo de Fajardo, quien, fiel enamorado de la libertad, la denfendi6 con impetuoso coraje en tres partes del mundo y quiso tambien defenderla en su propia tierra.
Ciertamente que, como ¡es comun entre los hombres, el autor no acierta en todo. Pero, dignos de! mayor elogio, son el persistente esfuerzo que realiza para a 1canzar la anhelada objetividad hist6rica, y, la acucioS<1 laboriosidad que desplieJa para elaborar la obra. Hermosas cualidades que lo situan a gran altura; y que lo colocan por completo fuera de esa mala especie de historiadores que para sostener una tesis preconcebida no tiene reparos en escamotear o mutilar ei documento que le es adverso; de esa peor especie que toma Ja historia de instrumento para encumbrar y ensalzar las preferencias personalS!s; y esa pesima especie de los segundones, que para componer su obra, necesitan que¡ otro se le anticipe, y que nada nuevo aportan por su cuenta al progreso de la disciplin.a . Ademas del periodismo y la biografia, don Mariano Abril se distingui6 como cultivador de la historia puertorriquena; de la historia de las ideas y las culturas; de la poesia; de! cuento literario; la critica; y de la cr6nica personal, subjetiva, ligera y chispeante, la que domino con la maestria de un verdadero virtuoso. Fue don Mariano Abril escritor sosegado, bienhaciente y razonador. Pero, como es natural, tuvo momentos en que perdido el aplomo en medio de! estruendo, deJ bumo V deJ fuego deJ combate, SU animo se rindi6 a los excesos de la exaltaci6n. Asi aparece, pongo por ejemplo, en el articulo intitulado Ley de Herencia; virulento denuesto dirigido contra don Vicente Balbas Cap6, que produjo amargos sinsabores a .su autor y al ofendido y que pudo ocasionar la muerte de Munoz Rivera, quien como editor del peri6dico, quiso hacerse responsable de su publicaci6n, y bubo de batirse en duelo con Balb~s. Y, el cual, si por su rebullente encono y animadversi6n, tiene el triste derecho de figurar sin desventaja junto a los articulos de la polemica de Perez Moris y Marin Sola y de la Cepeda
Taborcias y Munoz Rivera, no merece sino la condenaci6n y censura con que don Jose Gualberto Padilla y don Manuel Fernandez Juncos repudiaban ese periodismo pernalista por sus resultados esteriles y por ser contrario a la dignidad de las bellas letras. Hay en el fondo de la personalidad intelectual de don Mariano Abril un rasgo curioso e interesante; y es que, quien se emple6 con tan ardoroso atan en la lucha por el mejoramiento y bienestar de los demas, resulta al par un hombre triste y pesimista que pedia y esperaba poco de la vida.
Todos los aflos - escribe -, por esta epoca (el Dia de los Difuntos), visito mi cementerio; cementerio misterioso que llevo escondido en el fondo del alma. Alli no hay suntuosos mausoleos, ricas estatuas ni espaciosas ldpidas, en que la vanidad y la hipocresia van a escribir la ultima mentira. Solo hay una fosa comun, grande, tan grande, que no me cabe en el pecho. En ella yacen confundidos, como los condenados del Infierno dantesco, todas mis ilusiones desvanecidas, mis esperanzas marchitas y mis envenenados odios. Tambien duermen alli mis recuerdos y sentimientos. Este aflo, como otros, ire tambien a remojar sus abiertos crdneos con gotas del acibar de la vida. Y,' en ese rasgo, en ese perfil de su fisonomia moral, esta acaso encerrada la clave de la grandeza de aquel hombre, quien sin esperar correspondencia se prestaba a s.e rvir con generosidad; a cuya memoria, me congratulo intimamente de poder rendir este modesto tributo en esta fecha en que se cumple el centenario de su nacimiento; y quien queria caer, y cay6, en la arena del combate, jadeante y sin fuerzas, pero con la pluma del escri(or en la mano y un himno a la libertad en los labios.
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El primer diario de San Juan* Por MARIANO ABRIL
E
L PRIMER PERI6DICO
DIARIO QUE . CIRCUL6
EN PUERTO
Rico se fund6 en esta ciudad de San Juan a principios de 1891. Hasta esa fecha los periodicos del pais, los de mayor cii:culaci6n, todos 6rganos de los par· tidos politicos en lucha, se publicaban tres veces por scmana; un numero suelto costaba cinco centavos y la suscripci6n mensual un peso. De mas esta· decir que esos peri6dicos, ·por el elevado precio de la suscripcion, rara vez llegaban a manos de las clases populares. Cuando menos se esperaba, un dia apareci6, voccandose por las calles, «La Correspondencia de Puerto Rico» diario noticiero. y lo que mas llamo la atencion fue el precio del peri6dico: un centavo. Pronto adquirio gran circulaci6n, pues sin ocuparse ostensiblemente de politica, resultaba interesante por la variedad e interes de las noticias que publicaba con cotnentarios y frases oportunas. Los demas peri6dicos vieron en «La Correspondencia» un competidor temible, pues era tan leido y tan barato que andaba en manos de todo el mundo, de! intelectual y del comerciante, del obrero y el industrial, y penetraba en todas las casas, en la del rfro y eu la del pobre. Los peri6dicos politicos lo atacaron desde el primer momento llamandole incoloro e insaboro, acusandole de . que solo perseguia un fin industrial. Y hubo quien le aplico el mote de la tia Javiera, con que en Madrid se -designaba a su hom6nimo «La Correspondencia de Espana». Pero pronto se convencio la prensa del pais, que aquellos at aques no hacian mella en el diario noticiero y que el mejor modo de comp.e tir con el era transformarse tambien en diarios, rebajando el precio de la suscripci6n. Asi k. bicieron, siendo «La Democracia» .el primero que siguio el ejemplo.' Esto acarre6 algunas perdidas a dichas empresas, pero desde entonces .quedo establecida la prensa diaria en Puerto Rico. • Publicado en la Revis ta de las Anti/las; Ai\o pp. 63-65. JuRio de 1914. San Juan de Puerto Rico .
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II, N um. 4,
Y «el periodico de la cocinera», como sarcasticamente se le llamaba, continua batiendo el record de la circulaci6n. En las noticias politicas usaba un ten con ten admirable: daba una de cal y otra de arena. Hoy publicaba una noti~ia que irritaba a los incondicwnales; al siguiente dia otra que disgustaba a los autonomistas. Mas yo creo que no era s6lo la baratura en la suscripci6n y el interes que daba a .la noticia, lo que mas contribuyo a SU popularidad, sino la ha· bilidad que tenia para llamar sabio al que no lo era, discreto al poco prudente, hermosa a la dama que distaba mucho de serlo, elegante a la que vestia al reves de la moda, y eminencias a las escasas medianias. Y en eso no habia ironia, sino ciencia d~ la vida.· l Y quien fue el hombre que realizo esa transformacion en el periodismo puertorriquefio? (Era un periodista? i_Era un politico? Nada de eso: era sencillamente un hombre de negocios, con gran instinto comercial, que no habia leido a Brunetiere ni a Revilla, quienes afios antes habian anunciado esa transformacion del periodismo: pero . que al igual de don Manuel M.• Santa Ana, aquel banquero que fundo «La Correspondencia de Espafia», el primer diario noticiero de Madrid, creyo llega do el momento de que tambien en Puerto Rico el 'periodismo debia atender preferentemente a las exigencias de la informacion y a los estimulos de la competencia industrial. Don Ramon B. Lopez fue el hombre que realiz6 esa obra progresista, ii:iiciando entre· nosotros el. peri6dico reporteril; despertando entre las masas populares la aficion a la lectura de la prei1.sa. En ese sentido realiz6 una obra educativa. Se comprendera que aunque el sefior Lopez no era hombre de letras, poseia t alento e ilustraci6n, sin cuyas cualidades no hubiera podido concebir y realizar ese proyecto. Y asi era en efecto: habia viajado por Europa; poseia un gran poder de observacion, carifioso trato, maneras scciales distinguidas, caracter a legre y recursos de ingenio que le granjeaban la amistad de tirios y troyanos.
Su periodico siguio las huellas de «La Correspondencia de Espana». Sus redactores podian profesar las ideas politicas que mas le agradasen y hasta estar afiliados a los partidos politicos; pero todo eso tenian que subordinarlo a la noticia, al interes de! publico en saber al dia cuanto pasaba en la ciudad y en la isla. En aquella epoca no habia en el pais servicio cablegrafico para la prensa, pero «La Cor,respondencia» daba cables semanales traducidos de! «Boletin de Saint Thomas». Tambien carecian los periodicos de corresponsales en el extranje_ro. Fue Lopez quien Jes impuso esa necesidad. Residia yo en aquella epoca en Madrid y colaboraba en varios pei-iodicos madrilenos. Un dia recibi de Puerto Rico un paquete con los p'r imeros numeros de un nuevo periodico: era «La Correspondencia». Y con el paquete me llego una carta de su director, querido amigo mio, en la que me pedia fuese st« corresponsal en la capital de Espana. A la carta acompanaba un giro, terminando la agradable misiva con este parrafo : «Como soy de los que predico con e.i ejemplo, adjunto va un giro por treinta pesos espanoles para que me envie una .cronica decenal, cantidad que recibira todos los meses con rigurosa exac- . titud. Si el periodico prospera, tambien prosperara el corresponsal». Yo no salia de mi asombro y crei que el amigo Lopez se habia vuelto loco. Fundar en Puerto Rico un diario a centav9 y pagar con tanto lujo a los co,rresponsales, me par ecia cosa de chiflado. Supuse . que muy poco tiempo me duraria el cargo. Pero rio resulto asi y hasta que regrese al pais, dos anos mas tarde, fui su corresponsal en la capital de Espana. Precisamente en estos dias «La Correspondencia», en s1.1 seccion La voz del pasado, esta reproduciendo a4uellas cronicas. Desde luego, que la fundaci6n de «La Correspondencia» no obedecio a un impulso literario ni politico, sino a la idea de un negocio industrial, y de sus columnas estaban proscritos los versos y la vaga lite: ratura, como - Lopez la llamaba. Mas como el habia
figurado siempre en los partidos liberales, de vez en cuando el peri6dico asomaba la oreja autonomista. Si Ramon B. Lopez era la cabeza que dirigia, el que daba los temas para los asuntos que ·habian de tratarse; la pluma, la que imprimia interes al peri6dico, era Francisco Ortea, escritor dominicano, emigrado en Puerto Rico. Fue Ortea el primero que aprecio en nuestro pais el interes y la importancia de la noticia, del «Se dice» y del «Se murmura». En esto era muy habil. Tom-aba las sucesos del dia, los amenizaba con un comentario agradable, a veces con un chiste, y los presentaba al lector con todos los detalles y antecedentes necesarios. Y no pocas de esas noticias y sueltos eran comentados por la noche con viveza en calles · y plazas, en circulos y reuniones. No era un estilista ni mucho menos, pero tenia dotes de sagaz observador y espiritu fino e ironico. Ramon B. Lopez logro algo mas que consolidar su periodico: hizo un capital, caso que no ha vuelto a repetirse en nuestra historia periodistica. Algunos anos despues, habiendo pasado ya la isla a poder de Estados Unidos y muerto Ortea, el senor Lopez, sintiendose solo y fatigado, vendio «La Correspondencia», retirandose del periodismo. Y el peri6dico, al pasar a otras m anos, cambio el caracter que le imprimiera su fundador, se afili6 a uno de los partidos politicos y fue perdiendo la popularidad y la circulacion que tuvo en SU primera epoca. . Ramon B. Lopez merece que su nombre figure a la cabeza de los reformadores del periodismo en Puert(~ Rico. Fatiga grande es para el periodista la obligacion diaria de comunicarse con el publico. Ni el estado de animo ni la intranquilidad del espiritu son bastantes a suspenderle en sus tareas. Y eso es lo que no puede ni sabe apreCiar el publico lect or. Al separarse del periodico que fundara, pudo el senor Lopez exclamar con orgullo : «hice por la prensa y por el pub lico lo que estuvo al alcance de mi · inteligencia y de mi voluntad».
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Se inaugura el Taller de Cerarnica
U Instituto de Cultura Puertorriquefi.a, en su ernpefi.:> N NUEVO TALLER DE ARTE HA SIDO ESTABLECIDO POR EL
por fornentar en el pais el desarrollo de las diversas artes y artesanias. A la tarea que en este sentido venian rcalizando nuestros talleres de escultura, artes graficas, rnosaicos y vidrieria se ha surnado, desde septiernbre pasado, el nuevo Taller de Cerarnica. Su objeto es ofrecer la oportunidad de aprender el arte a todas aquellas personas que adernas de rnostrar aptitud en el rnisrno proyecten hacer de el SU profesi6n y oficio.
Las clases abarcaran todas las fases de la cerarnica: rnodelado, tomeado, cocirniento, esrnaltado y decoraci6n. La instrucci6n es gratuita y los estudiantes rneritorios podran obtener, en el futuro, becas que les perrnitan arnpliar y perfeccionar sus estudios en el extranjero. El taller ha sido puesto bajo la direcci6n del senor Amadeo Benet, quien procede de la Escuela de Trabajo de la Excelentisirna Diputaci6n Provincial de Barcelona.
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ilustran v arias Las fotogra~:t nuevo taller. aspectos
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El Gohernador Pezuela y la reheli6n de los comerciantes Por ALBERTO CIBES VIADE
I
I) OS
RAZON.ES NOS MUEVEN A CONTAR PORMENORIZADA mente la rebeli6n que los comerciantes de San Juan promovieron 1 al mediar el siglo pasado. Ver de un lado: c6mo operaba el regimen colonial espafiol en la practica diaria, y que estilo de mando concreto adopt6 uno de sus mas distinguidos representantes : Don Juan de la Pezuela quien, suponiendo que no lo hiciera bien, dispuso de suficiente tiempo para arrepentirse de sus arbitrariedades.2 Y conocer del otro lado: los recursos y las mafias a que, durante sus excepcionales imprudencias politicas, tenian que apelar los honrados y regularmente pacificos habitantes de la isla, en este caso: Don Martin J. de Machicote, y demas rebeldes del gremio de mercaderes capita· linos. El Marques Gobernador de Puerto Rico era hombre d£ cuarent'l que no s6lo habia olvidado su origen americano,3 sino que tambien el idealismo de sus afios mozos. Dentro de la arena partidista espafiola llegaria a colocarse junto a los moderados que hasta 1848 orientaba el ilustre Balmes. 4 Traspuesta la linea del Morro y afirmado el pie sobre la tierra insular, se abraza de manera resuelta al credo de los extremos antiliberales. Tal parece que desde entonces y de acuerdo con un torcido libro de gobierno, Pezuela no
I. Cierto que la recogeria una Historia social y economica de! pais. Desgraciadamente, esta aun se halla por hacer. Y los textos conocidos apenas mendonan el dato central. Creemos, por tanto, que los detalles se ofrecen aqui por . primera vez. Observese que descansamos unilateralmente en noticias sacadas de! Archivo Histcfrico Nacional de Madrid. 2. Ver Marques de Rozalejo, Cheste o todo un sil!ln ( 18091906); et Isabe/ino tradicionalista en Vidas . cspaiiolas e hispanoc.mericanas de/ siglo XIX; Madrid, Espasa-Calpe, 1935. 3. El •Expediente Personal», Archivo Militar de Segovia, declara que naci6 en Lima, la ciudad de los Reyes, el 15 de mayo de 1809 . 4. Rozalejo, Cheste o todo un siglo (1809-1906); el Jsabelino . pag. 111.
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columbr6 nada mas que menores de edad a perpetuidad en los cuatrocientos mil s criollos que la Metr6poli puso bajo su direcci6n. Gentes que si acataban las reglas del juego colonial y andaban derecho, me· recian las pruebas de la c·o nfianza y el mimo oficial. Pero que si por el contrario se apartaban de los caminos de la lealtad y el orden establecido, exponian personas y bienes al desfavor y la ira de los poderes publicos que harian cuanto estuviera a su alcance para forzarlos al conformismo institucional, o a Ia denigrante impotencia social. 6 A esta ultima categoria de subditos desobedientes pertenece Machicote. Defraudado por un cambio de Intendente que le pefjudica a el y a SUS colegas, Don Martin no disimula la consecuente irritaci6n, y actua en contra de lo ordenado a sabiendas de que sera victima de la c6Iera gubernativa. 7 Pero una vez comprometido, las descargas de Pezuela no le achican el valor, quitandole las ganas de dar una buena pelea. Sabe que a pesar de todo: existen zonas protegidas fuera de la colonia. Las aprovecha correctamente, y ni le llueven palos ni lo descorazonan echandoio en Ia carcel militar.
II
La cosa empez6 con una noticia que la epoca tomaba muy en serio. La reina de Espana se hallaba encinta, y poco antes de concluir el mes de mayo de 1850 el Marques Pezuela invit6 al pueblo de la capital para que, llegado el dia feliz, celebrara dig·
5. J. Jimeno Agius, « Poblaci6n y comercio de la isla Rico », Boletin Hist6rico, II, p . 284 . 6. Vease Juan Gualberto G6mez y Antonio Sendras
de Puerto
Burin, La Madrid, Jmprenta Jose Gil Navarro, 1891, p. 74. 7. Lidio Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico; siglo XIX (180U868) , 3 vols., San Juan, Editorial Universitaria, 1952, I , pag. 379.
isla de Puerto Rico,
namente el alumbramiento real. a A fin de . que los fesi:ejos · resultaran adecuadamente planeados y ejecutados, dispuso ·que las corporaciones inunicipales nombraran sus respectivos apoderados, y que luego procedieran a crear una Comision que dirigiera los trabajos sin olvidar la economia en los gastos. Finalmente, delego poderes en Don Miguel Lopez Acevedo, el nuevo Intehdente de Hacienda, que se encargaria de convocar y presidir las necesarias retiniones con el auxilio particular de la Junta de Comercio. 9 El Intendente se apresuro a convocar una primera reunion que tuvo lugar en su propio domicilio el_ 2i/ de mayo a las siete de la noche, y a la que t'.micamente concurrio la «parte pobre» de los gremios locales. 10 Los hombres de negocios y las figuras principa_les brillaron por su ausencia, y encima de tamafio crimen declinaron excusarse. Huelga apuntar que Don Miguel se quejo al Gobernador, interpretando el fracaso como deliberado «complot», y desaire a su persona. No quiso desperdiciar la oportunidad de sefialar estos antecedentes : que los culpables eran amigos de Don Man_u el ·Nunez, el anterior Intendente de Hacienda, para quien recogieron firmas · al destituirsele, y poi' quien sentian grandes simpatias, debidas quizas a razones que distaban ·de cuadrar con los intereses del Fisco. 11 Pezuela creyo justo atender la queja. Y castigo la rebeldia de los comerciantes, disponiendo pri:rnero: que todos los ausentados fueran privados de! alto honor de contribuir al esple_n dor de la futura celeb'raci6n. En segunda instancia: que se multara a cada uno en la cantidad de veinticinco pesos, aplicables a objetos de beneficencia durante er periodo de los feste jos. Y tercero : que todos deberian aslstir a . una sc:gunda reunion en la que, aparte de informarles sobre las antedichas providencias, el Intendente les haria comprender que los «ciudadanos mas rkos son los que tienen mas obligaciones sociales». 12 La segunda reun.i on ocu·r rio la noche del 29 de mayo y, para asegurar la concurrencia, Lopez Acevedo envi6 las pertinentes invitaciones por conducto de mensajeros especiales. 13 .Esta vez muchos de los reacios asistieron con puntualidad, pero todavia faltaron· los maximos contribuyentes de la isla. A saber : Don Martin J. de Machicote, que ahora se excus6 diciendo que tenia que salir para el campo en Rio Piedras. Don - Manuel Elzaburu, que alego . que la esquela de "invitaci6n la tom6 uno de sus criados y nunca le fue entregada. Don Francisco Vianello, que lamento no poder ir, pero indico que estaba dispuesto a adherirse a lo que la mayori_a decidiera. Y Don Juan Perullero, que se declar6 enferino. 14
El intendente volvio a quejarse de la negativa actitud de los comerciantes. Creyendo que las excusas dadas eran pretextos especiosos -y salidas atrevidas, el Gobemador dispuso que la multa de Machicote se elevara a quinientos pesos y a cien la de Don Jose Alvarez . Torres. No .conforme con ello, exigio la detenci6n de ambos, y · que se les mantuviera · presos por espacio de veinticuatro horas en el Castillo del Morro 15 para que'. «aprendieran a respetar las autoridac:!es». En cuanto a Don Ramon Fernandez, que no concurrio a· causa de encontrarse ocupado . revisando aranceles, el Marques argumento que en obsequio al elevado proposito de la reunion, bien pudo ccinciliar las obligaciones del servicio, asistiendo por. breve rato a menos que ·una extremada urgencia lo impidiera, pe.ro termino dejando la resolucion del caso en manos del Intendente que, como jefe inmediato del ofensor, se presumia mejor colocado para determinar convenientemente. A Elzaburu, Vianello y Perullero les doblo la multa original 16 que pagarian en tanto no justificaran _de modo absoluto las ex~usas que habian presentado. Y por ultimo, el Gobernador ·autorizaba a Lopez Aceve~o para que levantara las de otros contri·buyentes que acababan de justificar sus ofensas. El resto siguio el patron de las costumbres. Pezuela ordeno la ejecucion de penas, multas y justfficaciones
IS. Cruz Monclova , Historia de Puerto Rico ; siglo xrx ( 18931868), 1, p, 379. I '1. Cece /a de Puerto Rico , X , 66.
8. Gaceta · de Puerto Rico, X (1850), 66: 9. Ibid., X, 66. 10: Arc~ivo_ HistOrico Ncicional : Ultramar; Secci6n . de Puerto Rico, Lega10 5071 . , En .adelante, citado . como AHNPR. 11. Ibid., Legajo 5071. · 12. Gaceta de Puerto Rico, X, 66. 13. AHNPR, Legajo 5071, trae la Carta de L6pez Acevedo a Pezuela fechada en 11 de junio de 1850, y unas once invitaciones -cursadas por el primero a comerciantes de San Juan. 14. Gaceta de Puerto .~ico, X, 66
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al Alcalde de San Juan que venia obligado a informarle ae los progresos de la encomienda. Y · 10~ dineros a recaudarse quedarian a cargo de! Depositario de los Fondos Municipales · hasta que fueran a aplicarse a lm. precitados fines de beneficencia. 17 Vale anticipar que estos no se realizaron. Porque en julio de 1850 la Reina dio a luz su primer hijo, un principe «extraordinariamente · bien formado»_18 que, sin emqargo, murio a poco de nacer, o al instante mismo de nacer «poi las malas condiciones de su posicion». 19 Dona Isabel II, que adivino la noticia antes de que se la comunicaran, se mostro sumamente triste. Y no ·es ocioso afiadir: que es.t a priril.era maternidad fracasa<la, 20 afecto de igual mocio toda la nacion espafiola, e incluso a la lejaiia c;olonia tropical.
a
III Es claro que Puerto Rico no celebro como planeaba el nacimiento del heredero al trono. Pero la lucha contra la rebelion y su dafiino espiritu prosiguio con enconado vigor. La lucha resulto dura en particular contra Don Martin J. de Machicote, el presurito cabecilla de· la rebeldia puertorriqueP,a. En 8 de junio de 1850, el Gobernador rindio cuentas al Poder Metropolitano de los desagradables actos que habia tenido que castigar, y empezo condenando la razon moral · e historica que los inspiraba. 21 A juicio suyo: la rebelion · de mayo se origino en cierto «espiritu de · oposicion» frente a cuanto «emana de! poder constituido». 22 En la mania de · darle falsas interpretaciones a las medidas de la autoridad, sin excluir aun las de mayor berieficio publico, haciendo .cada dia que pasa mas dificil la tarea de administrar la colonia. Peor · mortificacion ·era la certeza de que este ' «espiritu de . resistencia pasiva» y de «censura cC. nstante» procedia muchas veces de espafioles que precisamente por ostentar dicha cualidad y ser acaudalados, se destacaban pervil'tiendo la obediencia y la adhesion a la monarquia, · lo mismo entre · europeos domiciliados que naturales del pais. 23 El ' Marques creia que aquel espiritu que denunciaba habia prendido en . Puerto Rico por influencia de fuera. 24 Ahi estaban los Estados Unidos que tantas relaciones contrarias a los intereses materiales de Espana sostenian con la isla, y que no era el primero en combatir. is Sefialaba luego la detestable presencia
17. Ibid., X, 66. 18. Carmen Llorca, Isabel 11 y su tiempo, Valencia, Editorial Marfil, s. a., p .' 107. 19. Ibid., p. 107. 20 . · Llorca, Isabel 11 y su tiempo, p. 107 . 21. Carta 208 de · Pezuela al Gobierno Nacional; incorporada al Expediente Once titulado: •Extranamiento de la isla de D. Martin J . Machicote con motivo ·do la desobediencia de varios comerciantes en no asistir a la Junta de Comercio· en AHNPR, Legajo 5071. 22. Ibid ... Legajo 5071. 23 . ·Ibid., Legajo 5071. 24. Carta 208 en AHNPR, Legajo 5071 . 25. Ver Andres Vinas, •Relaciones mercantiles entre Espana y Puerto Rico•; Boletln Histdrico, VII , p ._ 211.
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de las republicas hispanoamericanas. Y sobre todo: no olvidaba «las ideas que ban ido dominando en Europa». 26 Yendo mas lejos, Pezuela afirmaba que la Madre Patria perdi6 las colonias del sur en virtud del espiritu que menosprecio sus derechos y vencio su poderio. Agregando que entonces, como ahora, los «ricos mercaderes» marchaban a la vanguardia de! movimiento e_m ancipador de America, el_ Gobernador advertia que, aunque en numero proporcionado, Puertc Rico tambien anidaba la clase de los individuos que: 27 Cuando no pueden apoder'arse del que manda, y . dirigirlo a su voluntad, se apartan de su persona, huyen <:le la Casa de! Gobernador que ·antes adulaban, y en sus tertulias y resenias particulares, pasan el tiempo en analizar, censurar y desorit;mtar cuando no, la importancia y merito de todo cuanto viene del Gobierno Superior y del pais. Proponia la necesidad de «Cortar el ma! de raiz». 28. Ya que, de lo contrario, el espiritu que describe procucira fatales consecuencias, las mismas que cond~ jt·ron a la perdida de las posesiones continentales. Y reiteraba que en tan funesta revolucion, los comerciantes adinerados jugaron una parte muy prominente. Pezuela· concretaba en seguida, y argliia. que en la isla Don Martin J. de Machicote era la encarn~cion, el ejemplo vivo de la filosofia general que trataba de explicar. 29 Segun la evidencia: Don Martin · se habia convertido en rico e importante mercader gracias al fraudulento comercio de negros que el Gobernador, antiesclavista . moderado, 30 detestaba. Pero · Machicote k irritaba mas con sus «malas · mafias» de hombre indispensable que . no solo alardeaba de disponer de magnificas conexiones en Madrid, sino que amenazaba con . valerse de ellas, rebajando asi los prestigios coloniales. 31 El Marques experimerita cierta satis'faccion al confesar que Machicote · no defraudo sus sospechas, y t~:mpoco las referencias que respecto a el poseia. Pues si ·a la primera reunion convocada por el Intendente falto "' sin motivo» alguno, 32 a la segunda resporidi6 marchandose tranquilamerite al campo de Rio Piedras. Y ante la escandalosa indisciplina del comerciante, dice que no le . quedo otra alternativa que multarlo fuertemente, y apresarlo durante veinticuatro horas en el Morro. Salido que l\,ubo de la carcel militar, decidio rebajarle la multa de )quinientos pesos a ciento veinticinco, por amor a lo1s «Caminos blandos ». Pero rnalinterpretando el gesto del gobierno, Don Martin apelo entonces. a la Real Audiencia contra su generosa decision. 33 Pezuela su9raya que : aunque 26. Carta 208, AHNPR, Legajo 5071 . 27. _Ibid., Legajo 5071 . 28, Ibid., Legajo 5071 : 29 . Carta 208 , AHNPR, Legajo 5071 . 30. Salvador Brau, Historia de Puerto Rico, Nueva York, ' D. 248. Appleton y Compan!a, 1904, 31. · Carta 215 de 24 de julio de 1850, AHNPR, Legajo 5071. 32. Ibid. 33. Ibid.
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lo tolero, bien pudo rehusar el derecho (sic) convirtiendo la situacion en caso de mera policia. 34 Afortunadamente: la Real Audiencia sostuvo la legalidad de la ultima multa. Y llevado todavia de SU afan diplomatico, el Gobernador mando que el Alcalde de la Capital la devolviera a Machicote. 35 En lugar de agradecerlo, este contesto con nuevo acto de desobediencia, declinando la liberalidad gubernativa, e informando que, contra la sentencia de la Real Audiencia, apelaba al Tribunal Supremo de Espana. Parece que al Marques no le fue posible aguantar mas, y le concedio a Don Martin veinte dias para que saliera deportado de la isla. 36 IV Puesto que no era cuestion de optar, Don Martin J. de Machicote se embarco para la Peninsula. Y tan pronto arrib6 a la Corte inicio el ataque contra Pezuela: moviendo influencias y amistades, presentando al. Gobierno de la Reina una version distinta de sus antecedentes personales y de los hechos · incriminatorios, y elevando numerosas instancias a los Ministerios que tenian jurisdiccion en el problema. En uno de tales documentos, que suscribe el 8 de noviembre de 1850, el desterrado de Puerto Rico anota que al tiempo de las malhadadas reuniones se h allaba dirigiendo la firma comercial Viuda de Irizarry y Sobrinos, pero que ademas funcionaba como Prior del Tribunal de Comercio. 37 Afirma despues que por el mal estado de salud se preparaba a «tomar los bafios » en Rio Piedras, cuando vino un mensajero con la invitaci6n en que el · Intendente Io citaba a su residencia. Y continua exponiendo Machicote que, compenetrado del objeto de la reunion, dijo al portador que lP resultaba imposible concurrir, ya que su carruaje estaba a punto de salir. De palabra tambien intimo al mensajero que satisfaria la cuota que le asignaran. Relata mas adelante que encontrandose en casa de su amigo el Coronel Don Miguel Campefion, se le · present6 el dia 30 de mayo un Ayudante del Gobernador, Don Rafael Campos Escalona, a comunicarle la «orden de arresto» para la Fortaleza del Morro. 38 Quejose luego Don Martin de que alli fue escoltado a la «hora en que se celebraba la procesi6n del Corpus». Que sufri6, ademas, Ia imposicion de una grave multa de quinientos pesos. Y que, como al parecer oficial no era bastante, se publicaron los detalles en Ia Gaceta del Gobierno. 39 Es indudable que le dolian estas amargas experiencias. Pero a la salida de prision, Machicote visito
34. Vease Bando de Policia y Buen. Gobierno de la isla de Puerto Rico, San Juan, Imprenta del Gobierno, 1849, donde lo unico aplicable es quizas el Capitulo 11, Articulo 15. 35. Carta 215, AHNPR, Legajo 5071. 36. Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico; siglo XIX, 1, p . 379. 37. «!nstancia y reclamaci6n de Machicote», AHNPR, Legajo 5071. 38. «Instancia y reclamaci6n de Machicote», AHNPR, Legajo 5071. 39. Ibid.
al Capitan General, y le expuso «reverentemente» las re.zones que abogaban en su favor, rogandole que alzase Ia multa y que hiciera competente declaratoria en el sentido de que el arresto no perjudicaria su buen nombre y fama. 40 Desestimando la petici6n, el Marques solo se avino a reducirle la multa a su cuarta parte, y por ello el suscribiente recurrio a la Real Audiencia que, despues de todo, sentencio adversamente. Un inesperado oficio de Pezuela al Alcalde de San Juan precipit6 las cosas. Pues declaraba que 41 Considerando suficientemente corregida la gran falta de Machicote, habia tenido a bien, por un efecto de pura gracia, r elevarle del pago de la multa que le impusiere por la referida falta. Pero Don Martin tambien sorprendio a la autoridad protestando con energia. Ya que no se «creia en el caso de admitir un indulto» que era a lo que en reabdad equivalia la decision del Gobernador. 42 La chocante protesta incomodo al Marques que, de un golpe, despoj6 a Machicote de su cargo de Prior en la Junta de Comercio, y le previno que ab andon ara la colonia en plazo de veinte dias. 43 El resto de la instancia es una apologia pro vita sua en que se mencionan antecedentes que Pezuela calla por ignorancia o conveniencia. Aqui Don Martin refiere que hace largos afios que vive en San Juan. Y que durante veinte ha ejercido puestos municipales, en cuyo desempefio mereci6 la aprobaci6n de los superiores a causa de sus constantes pruebas de sacrifi cio en favor de Ios vecinos y del bienestar de Puerto Rico. 44 Pero indica que es mayor su lealtad a la naci6n y la monarquia, puesto que, antiguo residente de aquella colonia, prefiri6 la «perdida de una fortuna por no reconocer la independencia de Venezuela». 45 Acompafia naturalmente los comprobantes documentales en Ia esperanza de que vendra el desagravio que «tanto importa a su patriotismo», y no olvida pedir que le reintegren a «Su estado civil» para que se disipen las incertidumbres gubernativas sobre su reputaci6n «nunca desmentida de vecino honrado, pacifico y obediente de las leyes». 46 Don Martin cierra solicitando que se ponga a cubierto de futuras arbitrariedades su persona e intereses».
v Despues de analizar la correspondencia del Gobernador Pezuela, pero con anterioridad a la recepci6n y estudio de la referida instancia de Machicote, el Secretario Mora, del Negociado de Puerto Rico en
40 . Ib id. 41. Ibid . 4;2. «Instancia jo 5071 . 43. Ibid . 44. Ibid . 45. Ib id. 46. Ibid.
y
reclamaci6n
de
Machicote»,
AHNPR,
Lega-
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el Ministerio de Ultramar, no solamente llegaba a conclusiones valientes en el espinoso asunto, sino que le daba un giro inusitado a la recomendacion que firma el 13 de agosto de 1950. 47 A tenor con la misma, el Secretario reconoce que las actitudes y medidas de Gobernador e Intendente, contribuyen a aumentar el odio de los habitantes de Puerto Rico contra la Metropoli. Y reflexiona que para que resulten validas las demostraciones de efecto y lealtad han de ser espontaneas. Pero que si se imponen mediante el empleo de la fuerza y la amenaza: a mas de valer muy poco, dejan el rastro indeleble del rencor que tarde 0 temprano sera funesto al dominio espafiol en America. 48 En tono menos filosofico, Mora asume que entre los que no concurrieron a las reuniones habria algunos que carecian de medios para acceder, y estimaba que ninguno demostr6 voluntad contraria a los deseos de las autoridades. 49 Le parecia que imponer por ello castigos arbitrarios y tachar a los culpables de «malos espafioles» y desleales a la Reina, ignorando razones que quizas no podian revelar so pena de caer en descredito publico, era actuar sin la prudencia que h~ de exigirse de los gobernantes. Por lo cual: el Secretario termina sugiriendo que se pase a los jefes envueltos «Una orden muy reservada» que nunca llegara a conocimiento de los subalternos, pero que claramente les «manifieste que se han excedido» 50 en sus atribuciones y prerrogativas. A despecho de que transcurrian los meses y nada favorable sucedia, Don Martin continu6 la lucha para que se le hiciera justicia. Que asi fue, lo sabemos porque en 2 de enero de 1851 el Ministerio de Hacienda acusaba recibo de una instancia suya. 51 Porque hacia los mismos dias el Ministerio de la Gobernaci6n inquiere del de Hacienda sobre los antecedentes de la cuestion, y ruega que se los remitan a fin de dictaminar lo que fuera conveniente. 52 Y porque en Ultramar el dia 29 de enero Mora resume el caso hasta aquel momento, declarando con la sensatez que le caracteriza que Machicote era acreedor a la «Satisfacci6n que reclama». Piensa, sin embargo, que habria que darsela en la forma que menos lastime el prestigio de las autoridades coloniales. Y afiade que el negocio es de tal naturaleza e importancia que, antes de resolverlo definitivamente, procedia que se s0metiera a la consideraci6n del Consejo de Ministros. 53 Pero viendo que no recaia la apetecida resolucion, el 20 de febrero de 1851 Don Martin volvio a instanciar al Gobierno de S. M. pidiendole que diera las
47. Aparece en el «Extracto» del Expediente Once AHNPR Legajo S071, y es lastima que no pudiendo vaciarlo iiteralmen'. te, tengamos que sintetizar el brillante documento. 48. Ibid. 49. Ibid. SO. Ibid . SL El texto en el Expediente Once, AHNPR, Legajo S071. S2. Ibid. S3. Tornado de la Minuta Res~rvada: «Extracto», AHNPR, Legajo S071.
necesarias ordenes para que se atendieran sus ruegos sin mas demora. 54 Ya que tenia paralizados grandes intereses propios y ajenos desde su expulsion de Puerto Rico en junio pasado. Ahora bien: a acelerar la decision final del caso vino la comunicaci6n que Don Juan Bravo Murillo enviaba a Don Fermin Avieta el 25 de febrero, y que rezaba: 55 «Mi estimado amigo y comp afiero: Recomiendo a V. muy eficazmente la adjurita instancia de Martin Jose Machicote, por cuyo pronto y buen despacho tiene el mayor interes su affmo. amigo y compafiero.» Este «interes» de Bravo Murillo se reflej6 cas1 mrnediatamente en las dos Reales Ordenes que, por conducto de la Direccion de Ultramar, despach6 el Gobierno Metropolitano a Pezuela y Machicote el 27 de febrero de 1851. 56
VI La Real Orden que iba al Gobernador Pezuela afirmaba que, instruido el expediente y considerada la evidencia, se habia dispuesto, primero: que Don Martin J. de Machicote quedaba justificado de la acusacion que motiv6 su destierro de Puerto Rico; segundo: que el no haber contribuido a los planeados festejos reales no era causa para castigar a un subdito de quien la Reina deseaba afectos espontaneos, y tercero : que en varias ocasiones Don Martin demostro ser un subdito leal, dando pruebas de sacrificio en pro de los intereses nacionales. Por lo que, de conformidad con el Consejo de Ministros, S. M. tenia a bien57 Declarar sin efecto la expulsion decretada por V. E . contra el mencionado Machicote autorizandolo para volver a Puerto Rico, y sin que de los procedimientos anteriores resulte nota alguna contra su reputacion y sentimientos de lealtad. La Real Orden del 27 de febrero se recibi6 en la isla cuando la administraci6n de Pezuela tocaba a su fin. 58 Pero genio y figura no le permitieron al Marques dejar pasar la oportunidad sin darle adecuada contestacion a sus insultantes determinaciones. Y el 20 de abril de 1851, es decir, en visperas de embarcar hacia Espafia, 59 el Gobernador respondio que Machicote no era un subdito capaz de sacrificios, y solo falsamente I;: habia hecho tragar lo contrario al Consejo de Ministros. 60 Ampliaba Pezuela que el hombre demostr6 S4. SS. S6. S7. S8.
Integra en el Expediente Once, AHNPRA Legajo S071. Ibid. Ambas en AHNPR, Legajo S071. Ibid. Ver «Gobernadores de Puerto Rico desde 1S08 hasta 1898• en Cultura Hispanoamericana, X (1921), p . 12. S9. Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico, 1, p. 38S. 60. Carta 281 de 20 de abril de 18Sl; bajo el titulo de «Contes ta la R .O. de! 27 de febrero ultimo sabre Don Martin Jo>e Machicote» en AHNPR, Legajo S071 .
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siempre un «profundo egoismo», rechazando toda carga oficial. Subrayaba que en veinte afios, Don Martin apenas ocup6 puestos publicos tres veces. Y hasta aseguraba haber visto una Real Orden que lo eximia de tales obligaciones. Explicaba que esto lo debfa l\fachicote a «las relaciones de bolsistas» que le favorecian desde Madrid. 61 En defensa de su medida: el Marques protesta que no expuls6 a Don Martin ni castig6 a nadie por no contribuir a los festejos, aunque con dicho pretexto surgi6 «Una serie de actos atrevidos e irrespetuosos». Indica, en cambio, que desterr6 a Machicote por ser «detractor constante de la autoridad», por hci.ber capitaneado un «alarde publico de hostilidad», y porque despreci6 al Segundo J efe de la isla de quien, por «espiritu de oposici6n», se declar6 ardiente enemigo. 62 El Gobernador insiste que no lo movi6 a actuar «ninguna pasi6n mia». Y si el convencimiento de que la culpa de Machicote era «gravisima en America», donde por encima de todo habia que colocar «el principio de autoridad», unica fuerza que a SU entender podia salvarla. 63 Concluye diciendo que la aplicaci6n
de la Real Orden dependera de su sucesor. Pues se considera relevado de un mando cuyo ejercicio le scria ya completamente «imposible ». 64 La Real Orden enviada a Don Martin J . de Machicote decia que no obstante la «tibieza» 65 con que hnbia actuado en relaci6n al servicio durante los festejos y sucesos de mayo, pero tomando en consideraci6n sus explicaciones y disculpas, el Gobierno de S M. se dignaba invalidar la expulsion decretada por el Capitan General, y lo autorizaba a volver a Puerto Rico, aclarando que tales procedimientos no h ::m producido nota alguna contra su reputaci6n y sentimientos de lealtad. Don Martin tampoco qued6 satisfecho, y aseg:1r6 que mal cabia la tacha de tibieza en quien emigr6 ~ ~~ Costa Firme por permanecer leal a la Metr6poli. Observ6 ademas que la Real Orden no mencionaba los dafios y perjuicios que debia reconocerle. Pedia por tan to: que se le relevara de la inculpaci6n de tibieza, y que le reservaran el derecho para reclamar del Gobernador Pezuela la correspondiente indemnizaci6n. 66
64 . Ibid. 65. «Extracto• de! Expediente, de 1851 en AHNPR, Legajo 5071. 66. Ibid.
61. Ibid. 62. Ibid. 63. Ibid.
y
documento
de 3 de
mayo
l
I .·.
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LA TERRUCA Musica de
BRAULIO DUENO COLON para el poema de
VIRGILIO DAVILA
INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUENA San Juan de Puerto Rico 1962
BRAULIO DUENO COLON (1854-1934) Braulio Duefio Colon es uno de los mas destacados musicos puertorriquefios. Nacido en San Juan, se traslado a Bayamon en su juventud, y en esa ciudad vivio el resto de su vida. Fue compositor, instrumentista y musicologo, y dejo un gran numero de obras sinf6nicas y religiosas, danzas puertorriquefias y canciones escolares. Se le debe un interesante estudio sabre nuestra danza, premiado en 1914 por el Ateneo Puertorriquefio. Las canciones escolares de Braulio Duefio Colon fueron adoptadas como texto oficial en las escuelas del pais y contribuyeron, durante muchas decadas, a formar la sensibilidad de nuestros nifios. Llegaron a ser tan populares que muy pronto perdieron su estructura original, pasando de boca en boca y entrando en el torrente de la tradicion. La terruca pertenece a los cuadernos de canciones escolares publicados en 1904. Musicalizacion directa de un poema del poeta bayamones Virgilio Davila, esta cancion es una de las mas hermosas de toda la serie. Dotada de un caracter rrtarcial y a la vez melancolico' produce la impresion de un himno que canta las grandezas de la Patria.
LA TERRVCA
LA TERRUCA PoP,ma de VIRGILIO DAVILA
Musica de BRAULIO DUENO COLON
( IS!llf - 1114:{)
(IMatt-111:14¡)
1. Es el mo _ vil 0 _ ce _ a _ no gran es - pe . ~. Pri _ ma _ ve _ ra sus me _ jo _ res a _ tri - bu 3. De mis pa _ dr es fue la cu _ na, ye _ lla en _ cie
jo tos rra
Don _ de Mues _tra Las mas
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lu _ ce, co_ mo a_dor _no sin i _ gual, siem-pre ge _ ne _ ro _ sa en Bo _ rin _quen: san_tas a - fee_ cio - Ifes de mi ser.
El te _rru _iio bo _ rin _ca - no,quees re En los caID-pos siempre hayflo_res,siempre hay \Yo no cam_bio por nin_gu - na es _ .ta
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fle fru tie
jo tos rra
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so te Del per _ di do pa - ra _ i rin _ quen la _ man_s1on de to Bo 1Es tu _ ve el pri _ vi _ le - gio de Don _ de
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rre _ nal. bien! do na cer!
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Son de A - qui Es el
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do.
fa _ ci _ les pen_dien_tes sus co _ li na_ce el pu-ro am..bien-te que res _ pi m<L vil 0 _ cEL a _ no gran es _ pe
nas; Yen sus va _lies de ri _qui_ si _mo :ver _ ¡ Y se a ...sien_ta la mo - ra _ da en que na _ ro, jo Don_ de lu _ ce, co-mo a_dor - no sin i
do.
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dor, ci; gual;
Van can_tan - do be _ llas fuen_tes eris - ta - li Ye _ se sol res-plan_ de_ cien _ te que yo ad- mi El te _ rru _ iio bo _ rin_ca _ no,quees re - fle
Co_ mo A - qui Del per. -
nas, ro, jo
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flau tas que ben di cen al Crea dor. na _ ce, a _ qui brLlla,ymue..rea_qui. di _ do pa _ ra _ i _ so te _ .r re _ nal.
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