Sangre, sudor y lágrimas: Memorias históricas de las Salinas de Cabo Rojo

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CAPÍTULO I LAS SALINAS DEL COROZO A TRAVÉS DE LAS CRÓNICAS Y LOS DOCUMENTOS HISTÓRICOS La explotación salinera en Cabo Rojo no escapó a los cambios que se venían dando en la sociedad española, y particularmente en la sevillana, durante el siglo XVI como consecuencia del movimiento colonizador hacia tierras de América. Los principales protagonistas serían la nobleza española y los mercaderes, por un lado, y los colonizadores y las poblaciones indígenas por el otro. Los mercaderes acumularon grandes riquezas, con las cuales compraban títulos de nobleza, mientras los nobles se enriquecían con el comercio en sociedad con los mercaderes. Los recursos mineros encontrados en las nuevas tierras les sirvieron de punto de partida para el desarrollo de empresas y sociedades mercantiles. De ahí que, tan pronto como pisaron tierra en Puerto Rico, los colonizadores se interesaran por la explotación salinera en Cabo Rojo. De hecho, la primera mención oficial de la industria salinera caborrojeña se encuentra en un documento fechado el día 25 de julio del año 1511. De acuerdo con este documento, se le encargaba al gobernador Juan Cerón, protegido de Diego Colón, a atender las salinas, así como las minas de oro. Cerón había sustituido a Juan Ponce de León, a quien el rey había reconocido por su efectiva administración de las salinas y las minas de oro durante los primeros años de producción. Cabe mencionar que en este mismo documento se ordena bajar el precio de la sal a la mitad de lo que estaban pagando por la misma los vecinos de Puerto Rico, implicando esto que ya se explotaban desde la llegada misma de Ponce de León. Se le especificaba al nuevo gobernador el cobro de un real por celemín de sal extraída, aproximadamente 25 libras. Además, se le instruía sobre el buen trato a los naturales (refiriéndose a los taínos) y el no cargarlos con peso excesivo. Por último, se le encargaba el fomento de la hacienda y la granja real. Este documento refleja la importancia que, tanto Ponce de León como Diego Colón y la Corona española, dieron a las salinas de El Corozo, al considerar su valor junto a la minería del oro y los proyectos agrícolas. No cabe duda de que la explotación salinera constituía una de las prioridades económicas de los colonizadores españoles durante los primeros años de la colonización. Muchos de estos mercaderes eran judíos conversos con casas comerciales en Sevilla. Estos vieron en los viajes al nuevo mundo una oportunidad para abrir nuevos mercados y expandir sus negocios. De ahí que se encargaran de financiar los viajes, ofreciendo préstamos a colonizadores como Diego Colón, tal y como habían hecho con los Reyes Católicos y el padre de aquél, Cristóbal. Con las deudas venían

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