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Escuela sin escuela en el puerto | Carlos Rendón El nuevo rol del arte en el laberinto de

ATRACANDO PROPUESTAS EDUCATIVAS: ESCUELA SIN ESCUELA EN EL PUERTO

| Carlos Rendón

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Una explanada de cemento de más de cuatro mil metros cuadrados de extensión, que permanece vacía durante gran parte del año, fue el espacio en que SACO se dispuso a realizar la muestra colectiva de artistas internacionales de su novena versión, además de las diversas propuestas pedagógicas que acercaron a la comunidad temáticas como la construcción de instrumentos musicales, la reinterpretación de obras de arte, o el juego arquitectónico con grandes bloques de madera.

Aprendiendo a ser lutier

Remo Schnyder y Camila Lucero Allegri

Hasta hace unas semanas, la misión de hacer un instrumento de cuerdas en menos de una hora parecía imposible. Remo Schnyder, artista suizo y expositor de Ahora o nunca, y Camila Lucero Allegri, artista chilena, demostraron su factibilidad en un ejercicio dinámico y divertido.

Al momento de presentarse, cada uno de los diez participantes reveló su acercamiento al mundo de la música. Desde DJs hasta miembros de la orquesta de una escuela local, todos venían atraídos por la primicia de sacar sonidos de un palo, una cuerda de guitarra, latas, tornillos y amarras plásticas.

Hubo quienes improvisaron y pusieron más amarres; usaron latas más grandes o incluso dos, conectadas a dos cuerdas distintas. Estas alteraban su sonido dependiendo de dónde se las tocara, y el tarro hacía la función de caja de resonancia. Una animada profesora de música que participó en el taller comentó que esperaba aplicar el ejercicio en su sala de clases.

Al cierre de la actividad el grupo se acercó a unos contenedores portuarios que se volvieron gigantescas cajas de resonancia. La música, al principio cacofónica, adquirió estructura y ritmo, transformándose en una pequeña e improvisada orquesta de cuerdas y percusión.

Poco nobles

Artistas expositores de Ahora o nunca y Dagmara Wyskiel, directora de SACO

¿Dónde empieza y dónde termina una obra de arte? ¿Qué hace que unos palets usados en la industria del bodegaje y carga, se transformen en una pieza artística? ¿O unas sillas cubiertas con género? ¿O la arena? Son incógnitas que han acompañado desde sus inicios al arte contemporáneo.

Materiales baratos, cotidianos, “poco nobles”, que bien podían estar ahí en el Sitio Cero como en la bodega de un mall o en una ferretería, formaron parte de la exposición Ahora o nunca.

La directora de SACO, Dagmara Wyskiel, museógrafa de esta exhibición, realizó un recorrido por cada una de las obras seguida de una veintena de personas. En cada parada, los creadores esperaban al grupo para contar sobre el proceso de conceptualización y montaje. Inspiraciones, ideas y reflexiones se compartieron, marcando puntos de especial interacción la obra 45 grados, que bajo el sol de la tarde antofagastina se extendía por el suelo sobrepasando los límites del montaje; y Alguna vez, en alguna ocasión, haciéndose oír por primera vez al público gracias a la vibración constante del viento costero a través de cuerdas extendidas hacia el cielo. Más de algún asistente se quedaba a conversar con los artistas, buscando respuestas o estableciendo un contacto más a largo plazo.

Al ocurrir un día antes de la inauguración, el ejercicio servía además como antesala para que los mediadores de SACO pudieran revalidar estrategias y generar propuestas de interacción que utilizarían durante las semanas de apertura en el Sitio Cero.

Ninguno era arquitecto

Simon Van Parys, artista expositor de Ahora o nunca

El taller Un terminal modular de contenedores se llevó a cabo en una calurosa tarde de sábado, pero a nadie pareció importarle. El espacio invitaba a ser intervenido. Al menos, esa es la sensación que daba la obra de Simon Van Parys, Ciudad contenedor, la pieza más modular de todas y la única que tenía como característica principal ser un proyecto de largo aliento.

Durante la inauguración de la exposición Ahora o nunca solo vimos los cimientos de la urbe formada por cajones de madera y palets. El objetivo del taller era darle una “forma final”, colectiva, colaborativa y ciudadana. De ahí que el primer paso fuera eliminar por completo las formas y estructuras que habían sido construidas previamente. Salvo por unos cuantos palets, el lugar de la obra quedó vacío.

El artista belga invitó entonces a una experiencia comparable a un juego de legos. Cada uno comenzó a tomar los minicontenedores y a ubicarlos en el espacio, sin indicaciones ni reglas impuestas, a pura “cachativa”. El resultado fue singular: mientras unos construyeron estructuras grandes, altas y desafiantes para las leyes de gravedad, otros prefirieron armar formas a ras de suelo, o armar letras y puentes.

“Cuando uno construye una obra de arte en un espacio público, es importante tener en cuenta la seguridad”, comentó Simon luego de este primer acercamiento, agregando que por más cool que se viera la pieza, resultaba fundamental velar por la integridad de los visitantes. La misión entonces fue reestructurar considerando ese importante aspecto.

Pese a que ninguno era un experto, el resultado final fue una pieza escultórica voluminosa y variada. El artista cerró contándonos que en ese punto daba por finalizado el montaje, volviéndonos coautores de una obra que se mantendría así hasta el final de la exposición.

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