Familia 2019 - 2

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Colección de formación familiar Año 5 - Número 16

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La educación de la afectividad en la familia Solo se puede alcanzar la “educación del hombre en su integralidad” si es que esta dimensión es atendida en los primeros años del desarrollo del niño, atención en la que no solo interviene la madre, sino también, y de modo fundamental, el padre. Aldo Llanos Marín Coordinador de Humanidades High School - Colegio Alpamayo

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Siempre del lado de tu familia

ran parte de nuestro desarrollo pasa primero por la educación de nuestra afectividad antes que por la educación de la inteligencia y la voluntad. ¿Dónde se normalizan primero los afectos de toda persona? Esencialmente en un lugar: la familia. Para el filósofo español Leonardo Polo, la educación en la familia es el “foco de irradiación pedagógica a otras instancias sociales, como la escuela, los medios de comunicación social, la política educativa y, en suma, la entera sociedad” (Polo, 2006). Una defectuosa educación afectiva perjudicará, primero, la educación de la imaginación y la memoria y obstruirá el crecimiento de la voluntad y la inteligencia. En vista de ello, educar la afectividad parte de un hecho muy sencillo pero que requiere de mucha atención: ser solícito. Esta es la actitud irrenunciable que es mucho más evidente en los padres que aman a sus hijos y en los profesores que quieren lo mejor para sus alumnos. Si ser solícito no es la piedra angular para la educación de la afectividad y de todo acto educativo, ¿qué ocurre? Al olvidar esto en muchas instituciones, los criterios educativos para designar la profesionalidad del acto educador serán referenciados a la pura actividad técnica derivada de un determinado saber científico que, en nuestros tiempos, es eminentemente psicológico y pragmatista. De acuerdo a esto, un gobierno por medio de la cartera de Educación podría arrogarse el derecho de disponer el tipo de educación de los más pequeños sin tener en cuenta la visión de sus propios padres, los cuales, no serían considerados como “buenos” educadores por no haber estudiado pedagogía, psicología y/o neurociencias, olvidando que los primeros años del crecimiento humano tienen una marcada connotación afectiva.

Siguiendo a Polo, la voluntad y la inteligencia también crecen en la infancia, pero con un ritmo más lento “por lo que el equilibrio afectivo es un requisito indispensable […] para que se desplieguen las grandes facultades espirituales: la inteligencia y la voluntad”. Si hablamos de equilibrio, entonces también esta es una exigencia para los que educan, y si hablamos de una familia, entonces nos referiremos a la necesaria armonía y complementariedad de acción entre el padre y la madre. Para Polo, esta actividad complementaria se ejemplifica en dos enseñanzas: el enseñar a jugar, propia del padre, que vincula los afectos a la actividad interiorizando las reglas en la conducta; y la educación de la serenidad, propia de la madre en la que siempre encuentra acogida y proximidad. En la complementariedad de las labores educativas paternales y maternales, se desarrolla la afectividad incorporando las virtudes en la formación del niño, tales como la justicia, la fortaleza y la templanza. Hay que advertir que, en cuanto a lo que hoy se entiende por pedagogías del juego o “pedagogías lúdicas”, estas no tienen el sentido que Polo les da, sino todo lo contrario, ya que muchas de estas “pretenden introducir una corriente de satisfacción hedonista que paliaría el gravoso esfuerzo que conlleva el aprendizaje” (Altarejos, 2000) y sin adecuarse a regla alguna. Alcanzar a vislumbrar al hombre en cuanto quién es, desde los primeros años de vida, es de vital importancia para todo acto educativo como para el establecimiento de toda política educativa. Estas se construyen y se aplican en la medida del concepto de hombre que asuman, así como del orden de atención a sus dimensiones, de las cuales, la afectiva tiene una singular relevancia. Solo se puede alcanzar la “educación del hombre en su integralidad” si es que esta dimensión es atendida en los primeros años del desarrollo del niño, atención en la que no solo interviene la madre, sino también, y de modo fundamental, el padre.


El servicio como elemento transformador A través de CAS y Solidaridad, los alumnos tratan de ser agentes de cambio en busca de una sociedad más justa y menos egoísta. Gustavo Beltrán Coordinador de CAS Colegio Alpamayo

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a caridad no es una virtud que salga de las manos, sino del corazón. Decía Thomas Alva Edison. Y es muy cierto. La caridad, quizás, sea aquel sello que más nos identifique como verdaderos seres humanos. Pero, ¿qué implica ser caritativo? La caridad es aquel desprendimiento, en este caso de lo material, para poder compartirlo con los que más necesitan. Y es esa misma caridad la que se trabaja tanto en los alumnos de CAS (Creatividad, Actividad y Servicio), como en los que participan en Solidaridad. A través de ellos, se busca forjar jóvenes que no solo alcancen la excelencia académica, sino sobre todo la excelencia humana. Mediante CAS, los alumnos tienen un contacto directo con una realidad que en definitiva es muy distinta a la suya. Ya sea en instituciones como Cuna San Pablo, Albergue Casa Ronald, Fundación Peruana del Cáncer, Atención a la discapacidad o Proyecto Hogar, los alumnos rompen con esa burbuja, y tratan de entender y sensibilizarse con problemáticas de índole global como la pobreza, discriminación, falta de oportunidades, etc. Mediante la creatividad, actividad, servicio, y principalmente la reflexión, ellos no solo desarrollan su lado caritativo, sino además, tratan de ser agentes de cambio en busca de una sociedad más justa y menos egoísta. Bajo el Programa de Solidaridad -que cuenta con el gran apoyo de las mamás encargadas-, los alumnos de grados menores se integran con niños en su mayoría de la misma edad, y com-

parten, no solo juegos y materiales, sino además, experiencias de ver la vida. La misma experiencia que sirve como una gran lección solidaria que perdurará por siempre. Y ahora, precisamente en estos tiempos, la formación solidaria de los jóvenes es más necesaria que nunca. A estas alturas, vale la pena preguntarse ¿de dónde provienen los principales males de la sociedad como la corrupción y delincuencia que se ven a diario? Considero que mucho tienen que ver con nuestro escaso desarrollo de la caridad. Esa escasez que nos encierra en un egoísmo delirante impidiéndonos ver y entender los problemas del otro. Debemos entender que la caridad forma individuos que no solo se preocuparán de su desarrollo intelectual, sino también de lo moral. Con esto no pretendo disminuir la importancia de los títulos, maestrías, doctorados y especializaciones. Al contrario, es una parte sustancial en el desarrollo del individuo. Pero aquello, si no es llevado por un espíritu solidario y de servicio, no garantiza una debida calidad humana. No nos olvidemos que uno puede acumular un sinnúmero de medallas y trofeos, que con el tiempo se llenarán de polvo. Pero lo que jamás se llenará de polvo son los actos de desprendimiento que se tuvo con sus semejantes. Es fundamental que en el hogar se formen jóvenes caritativos, empáticos, solidarios, libres del egoísmo que oscurece el alma. Y para enseñar eso, no se necesita de gestos heróicos que sirvan de ejemplo. Quizás, tal como dice la Madre Teresa de Calcuta, “solo se necesite hacer cosas ordinarias, pero con un amor extraordinario”.

10 consejos de san Josemaría para los jóvenes 1. No dejes tu trabajo para mañana. Camino, n. 15 2. Evita siempre la queja, la crítica, las murmuraciones… Surco, n. 918 3. Deja tu afición a las primeras piedras y pon la última en uno solo de tus proyectos. Camino, n. 42 4. Pon un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor profesional... Camino, n. 359 5. Cuando distribuyas tu tiempo, has de pensar también en qué emplearás los espacios libres que se presenten a horas imprevistas. Surco, n. 513 6. Haz lo que debes y está en lo que haces. Camino, n. 815 7. A veces hace falta tener al lado caras sonrientes. Surco, n. 57 8. La santidad no consiste en hacer cosas cada día más difíciles, sino en hacerlas cada día con más amor. (Apuntes de predicación) 9. Propósito sincero: hacer amable y fácil el camino a los demás, que bastantes amarguras trae consigo la vida. Surco, n. 63 10. Recuérdalo bien y siempre: aunque alguna vez parezca que todo se viene abajo, ¡no se viene abajo nada!, porque Dios no pierde batallas. Forja, n. 332


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